El desarrollo político de la civilización andina

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EL DESARROLLO POLÍTICO DE LA CIVILIZACION ANDINA Fernando Silva Santisteban El desarrollo de la civilización Andina se evidencia a través de un largo proceso cuyas etapas responden a secuencias que la arqueología muestra con claridad, tanto en sus espacios de asentamiento cuanto en sus épocas e influencias interregionales, y aunque en algunos casos —como consecuencias de la diversidad ambiental y la utilización de recursos ecológicos distintos— las culturas regionales se muestran con características más o menos diferentes, tienen en común mucho más de lo que se puede observar en la decoración de las vasijas o en las particularidades de la arquitectura, si antes nos fijamos en las formas y maneras como todas estas sociedades han actuado frente a su hábitat en la solución de sus necesidades fundamentales para configurar un original y unitario proceso de desarrollo social y político. Si bien no se muestra así en los esquemas arqueológicos propuestos, la Civilización Peruana se desarrolló desde la llegada de los primeros grupos de cazadores-recolectores, a fines del Pleistoceno, hasta la conquista española a lo largo de un proceso que duró alrededor de 12,000 años a través de seis etapas o estadios políticamente definidos, cuales son: 1. Sociedades igualitarias o segmentarias 2. Sociedades de Jefatura 3. Estados Prístinos 1

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EL DESARROLLO POLÍTICO DE LA CIVILIZACION ANDINA

Fernando Silva Santisteban

El desarrollo de la civilización Andina se evidencia a través de un largo

proceso cuyas etapas responden a secuencias que la arqueología muestra

con claridad, tanto en sus espacios de asentamiento cuanto en sus épocas e

influencias interregionales, y aunque en algunos casos —como

consecuencias de la diversidad ambiental y la utilización de recursos

ecológicos distintos— las culturas regionales se muestran con características

más o menos diferentes, tienen en común mucho más de lo que se puede

observar en la decoración de las vasijas o en las particularidades de la

arquitectura, si antes nos fijamos en las formas y maneras como todas estas

sociedades han actuado frente a su hábitat en la solución de sus necesidades

fundamentales para configurar un original y unitario proceso de desarrollo

social y político.

Si bien no se muestra así en los esquemas arqueológicos propuestos,

la Civilización Peruana se desarrolló desde la llegada de los primeros

grupos de cazadores-recolectores, a fines del Pleistoceno, hasta la conquista

española a lo largo de un proceso que duró alrededor de 12,000 años a

través de seis etapas o estadios políticamente definidos, cuales son:

1. Sociedades igualitarias o segmentarias 2. Sociedades de Jefatura 3. Estados Prístinos

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4. Estados Expansivos o de Conquista 5. Imperios Regionales 6. Imperio Universal Andino.

1. Las sociedades igualitarias

De la primera época, que corresponde al período que unos arqueólogos han

denominado Arcaico Temprano, otros Precerámico Temprano y otros Período

Lítico, se han encontrado unos treinta yacimientos en la región de los Andes

Centrales. Los más conocidos son en la sierra: Talara (Piura); Cupisnique, Paiján,

Quirihuac y la Cumbre (La Libertad); Casma y El Volcán (Ancash); Ancón,

Chivateros y Tres Ventanas (Lima); Cabezas Largas y Pozo Santo (Ica); Lomas de

Ocoña y Playa Chira (Arequipa). En la sierra: El Cumbe (Cajamarca); Cueva del

Guitarrero y Quisqui Punco (Ancash); Lauricocha y Ranracancha (Huanuco); Telar

Machay, Panaulauca y Uchumachay (Junín); Piquillacta, Puente y Jaihua Machay

(Ayacucho); Toquepala, (Moquegua). Se trata de campamentos más o menos

transitorios y por lo general con más de una ocupación.

Paiján data del Pleistoceno Final y representa a los más antiguos pobladores

conocidos en el Perú, con una antigüedad de alrededor de 12,000 años. Los otros

yacimientos pertenecen a tradiciones postpleistocénicas, pero todos corresponden

al inicio del proceso cultural en los Andes Centrales. Se trata de pequeños grupos o

bandas de cazadores recolectores más o menos trashumantes que se sustentaban

mediante la recolección y la caza.

Ya, desde este primer estadio cultural, el hombre andino presuponía una

realidad metaperceptible, esto es, un dominio espiritual superior al mundo

tangible y ejercía notable influencia en la vida de los individuos. Las evidencias

son muy claras como en los enterramientos y ofrendas encontradas en el

paijanense de Cupisnique (Chauchat, 1977), en los enterramientos de Lauricocha

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(Cardich, 1964), o en las escenas pintadas en las cuevas de Toquepala, entre otros

yacimientos. A los primitivos andinos les afectaba profundamente los misterios de

la muerte y la procreación, así como las fuerzas rectoras de la naturaleza y su

dependencia de una fuente providencial de recursos, en razón del cual y de estas

preocupaciones es que empiezan a organizarse los ritos en función de la provisión

de alimentos, del misterio de la muerte, de la fertilidad y los avatares de la vida.

2. Las sociedades de jefatura

Hacia el año 5000 a.C. (época que algunos arqueólogos han denominado Arcaico

Temprano) se advierte crecimiento considerable en el tamaño de los

asentamientos, lo mismo que un mayor número de yacimientos arqueológicos. Se

homogeneizan los complejos líticos, decae la calidad de la talla, aparecen nuevas

técnicas como el pulido de la piedra y aumenta el número de batanes. Hacia el año

4200 a.C. hay morteros y hachas pulidas, así como anzuelos de concha y redes. En

las lomas de la costa central y sur se construyen pequeñas aldeas de chozas con

materiales vegetales, las cuales fueron derrumbadas intencionalmente y sirvieron

después como tumbas grupales. Con los cadáveres se confeccionan fardos

funerarios que tienen varias capas de esteras, redes y pieles de animales.

Los hombres compensaron la disminución de los animales de caza

buscando una mayor variedad de vegetales comestibles entre los que figuran los

antepasados silvestres de las plantas nativas cultivadas. La existencia de estas

aldeas, que determinan un primer grado de sedentarización, se debía a la

explotación de zonas ecológicamente diferentes desde el litoral hasta las vertientes

de la cordillera occidental. Uno de los mejores ejemplos de este tipo de

asentamientos es Paloma, un oasis de neblina en Chilca, allí se ha encontrado gran

variedad de especies, géneros y familias de mamíferos terrestres y marinos, aves,

peces moluscos y crustáceos.

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La obtención de los productos de consumo diario procedentes fuentes y

lugares diferentes exigió un nuevo sistema, puesto que ni la reciprocidad simétrica ni

el trueque podían ser mecanismos de interacción económica que pudieran haber

satisfecho las necesidades de estas aldeas; fue entonces que la redistribución

comenzó a desempeñar un papel fundamental para la vida de las comunidades,

convirtiéndose pronto en redistribución jerarquizada. Sólo así podían funcionar

sociedades de esta naturaleza. Es entonces que la forma de intercambio conocida

como redistribución desempeñó un papel fundamental en el sistema económico de

las sociedades andinas y en la creación de rangos y diferencias sociales en el

proceso de evolución de las jefaturas a Estados. Cuando la sociedad llegó a

depender del sistema dependió también del liderazgo.

Reflejan las características de sociedades de jefatura o sociedades

jerarquizadas, entre otros, los yacimientos de Huaca Prieta, Alto Salaverry, Cerro

Prieto de Guañape, Salinas de Chao (La Libertad); Los Chinos, Culebras, Los

Gavilanes (Ancash); Paloma, Chilca, Asia (Lima), Otuma (Ica); San Nicolás

(Arequipa) y varios otros asentamientos.

La revolución agropecuaria

Los fenómenos más significativos en el proceso del desarrollo político de las

sociedades que determinaron el paso de las formas de vida sustentadas en la

apropiación de alimentos (caza, pesca y recolección) a los sistemas de producción

—sobre todo a la producción de excedentes— fueron las prácticas de la agricultura

y la domesticación de animales. Revolución Neolitica le ha llamado Gordon Childe

por el cambio revolucionario que significó esta transformación de las formas de

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subsistencia que hicieron posible la aparición del Estado y con él de la civilización

en el planeta.

Si bien los resultados de esta revolución no se expandieron de manera

homogénea en toda el área co-tradicional andina, tanto la agricultura, aún

incipiente, cuanto la ganadería produjeron en determinadas regiones una acción

arqueológicamente perceptible en diferentes aspectos: Aumentó la población y,

naturalmente, el tamaño y configuración de las aldeas. Se encuentran casas

conformando estructuras semisubterráneas que llegan a formar pueblos de buen

tamaño. Federico Engel ha encontrado que prácticamente toda la costa peruana

estaba poblada por diferentes grupos que combinaban la pesca, la caza y la

recolección de mariscos con el aprovechamiento de plantas cultivadas (Engel,

1987).

3. Los Estados prístinos

La existencia del Estado requiere de tres componentes fundamentales: sociedad,

aparato de gobierno y dominio territorial. Pero como factores o requisitos que

intervienen necesaria y fundamentalmente en la formación, funciones y

mantenimiento del Estado, consideramos los siguientes:

1. Instauración de un poder que entraña todas las instituciones de la

sociedad (Soberanía); 2. Control de los excedentes de la producción; 3. Manejo de la reciprocidad y la redistribución; 4. Manejo y control de la tecnología; 5. Sistema de cuenta y registro; 6. Contexto normativo (normas, reglas y tabúes); 7. Manipulación de la ideología (mitos, ritos y creencias); 8. División de la sociedad en clases; 9. Burocracia; 10. Aparato de represión y/o fuerza militar (eventual o permanente).

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Para llamar Estado a una forma de organización política deben darse todas

estas condiciones que hemos señalado como se dieron en varias sociedades y

épocas de la región de los Andes Centrales después de la expansión de la

agricultura y de la ganadería. Es más, el tránsito de las sociedades de jefatura a los

Estados prístinos se produjo, en términos generales, de la misma manera y por el

mismo tiempo que en las otras áreas originarias de civilización como fueron

Mesopotamia y Mesoamérica.

En cuanto a la presencia del Estado en la región de los Andes centrales, lo

primero que registra la arqueología son estructuras de carácter monumental

hechas de barro y piedras que siguen dos patrones arquitectónicos con evidente

función ceremonial. Uno de ellos tiene como características uno más recintos

cerrados con un fogón circular central, con ductos de ventilación debajo del piso, y

nichos interiores en las paredes de los recintos cuadrangulares. Este patrón se

extiende por una área que va en la sierra desde Huánuco hasta Cajamarca: Kotosh,

Piruro, Huaricoto, La Galgada, Huacaloma. Con algunas expresiones bien

definidas en la costa como en Huaynuná, en Casma, y Caral —antes conocido

como Chupacigarro— en el valle de Supe.

El otro patrón, que se advierte en la costa, es la aparición de una

arquitectura monumental, que va desde el valle de Chicama en la Libertad, hasta el

valle del Chillón en Lima, con características algo diferentes como son la planta en

U, una compleja composición en niveles y el uso de la decoración polícroma. Como

ha señalado Richard Burger, estos patrones de construcción diferentes denotan la

presencia de dos distintas tradiciones.

Así, pues, la magnitud de las construcciones es el primer indicativo de la

existencia del Estado, en la costa: son: Huaca de los Reyes, en La Libertad, Aspero,

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Caral, Sechín Alto, Las Haldas, en la costa de Ancash; El Paraíso y Cardal, en Lima.

Y en la sierra: La Galgada y Huaricoto en Ancash y Kotosh (Fase Mito) en

Huánuco. Son complejos arquitectónicos que no dejan duda de su condición de

centros estatales. En todos estos sitios se nota la presencia de una arquitectura de

carácter público (político), que se evidencia en su gran escala y en el plan de la

arquitectura, aunque no podamos precisar cuáles eran estados independientes y

cuáles centros redistributivos o colonias estatales.

Se explican las diferencias sociales, así como la especialización por los

vestigios arqueológicos: en las tumbas por las ofrendas, adornos y vestimenta; en

los sectores de vivienda por los espacios y materiales de construcción, en los

talleres por los restos circunscritos de los artefactos fabricados y en los poblados

que rodearon a los templos por la naturaleza de las viviendas y formas de vida de

quienes las habitaron.

En el sitio ahora llamado Caral y conocido en informes anteriores como

Chupacigarro, en el valle costeño de Supe, a 182 Km al N. de Lima y 22 Km al

interior del valle, se halla el yacimiento arqueológico que mejor parece representar

los vestigios de un Estado prístino y ha sido estudiado por Ruth Shadi. Cerca de

Caral, al extremo norte del mismo valle se halla el sitio de Áspero, otro de los

grandes asentamientos precerámicos que se presenta como ejemplo de urbanismo

temprano de gran complejidad formal. El poblado es extenso y pudo albergar entre

1,000 y 1,500 personas.

En la vertiente occidental de los Andes, entre la costa y la sierra, junto al río

Tablachaca, tributario del Santa, a una altura de 1000 m.s.n.m. se halla el

yacimiento arqueológico de La Galgada, un gran complejo ceremonial compuesto

por cuatro tipos de construcciones: un patio circular, un montículo con templo

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cerrado, cámaras rituales y tumbas. Función muy importante tuvieron los fogones

del recinto principal.

Caral y Áspero, los más tempranos, Las Haldas, Sechín, La Florida, Cardal,

en la costa central; Huaricoto, Kotosh y La Galgada en la sierra y algunos otros

yacimientos arqueológicos del llamado Período Inicial no dejan duda de su

condición de centros estatales. En todos estos sitios hay una arquitectura

monumental de carácter público que se evidencia en su gran escala, en el plan

arquitectónico y en su naturaleza religiosa (fogones rituales, plazas hundidas,

tratamiento de los materiales, enlucidos, ofrendas, relieves, pintura mural,

enterramientos, etc.). Cada uno de estos yacimientos significó para su construcción

millones de días-hombre de trabajo.

Hay quienes piensan que la religión y el culto religioso son independientes

de la organización política, pero la realidad es que el culto socialmente organizado

no tendría sentido sin intención política. Función consubstancial de la ideología

mítico-religiosa es la justificación del poder. El surgimiento de los Estados

prístinos fue un proceso complejo, los datos arqueológicos no nos permiten

establecer sus circunscripciones.

4. Los Estados expansivos

El desarrollo de los sistemas de riego, el cultivo creciente del maíz, de las

cucurbitáceas y de otras especies nativas, la crianza de camélidos, la invención del

telar, la llegada de la cerámica alrededor de 1,800 años a.C., fueron de importancia

capital para el desarrollo de diversas sociedades del Área Central Andina. Se

asentaron los sectores del trabajo especializado: agricultores, ganaderos, alfareros,

orfebres, tejedores, soldados, sacerdotes, chamanes, gobernantes, funcionarios, etc.

No solamente aumentó la población sino que también los grupos humanos y los

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sectores de la población se tornaron más estables y sedentarios. Un valle sostenía a

una población o a varios grupos humanos que conformaban un Estado y que

mantenían contactos más prolongados. Los templos, así como las viviendas fueron

construidos de manera más firme y permanente.

La fabricación de recipientes de cerámica tuvo enorme importancia y efecto

inmediato sobre los demás aspectos de la cultura; se incorporaron a la dieta nuevos

complejos alimentarios al ser asociados los productos de origen vegetal y animal

en cocimientos y potajes que no pudieron haberse hecho en las posas precerámicas.

La cerámica contribuyó a potenciar el ritual introduciendo la chicha y los

alucinógenos que confirieron al chamanismo su extraordinario valor como técnica

del éxtasis. Pero, tal vez, lo más significativo fue la costumbre de ofrecer a los

muertos piezas de cerámica como ofrendas, colocándolos como objetos

especialmente significativos en los ajuares funerarios. La cerámica habrá de

convertirse en el recurso por excelencia para expresar emociones estéticas.

Significó también una contribución importante al desarrollo del arte textil, al

permitir la aplicación de los tintes con soluciones de mordientes y substancias

tintóreas con las que se hacía hervir las fibras y las telas. Desde entonces el Perú

antiguo ocupará el primer lugar por la cantidad y calidad de sus tejidos y de su

cerámica, como artes realmente excepcionales.

Chavín

Fue Julio C. Tello, el fundador de la arqueología peruana el primero, en definir y

estudiar ampliamente la cultura Chavín y es en Chavín de Huántar (860-460 a.C.)

donde se dan las manifestaciones socioculturales más notables de los estilos y

expresiones arquitectónicas de la época que los arqueólogos han denominado

Horizonte Temprano. Chavín con sus enormes edificaciones, sus plazas hundidas,

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sus plataformas, templos secundarios y sus monolitos impresionantes representa

uno de los yacimientos más interesantes de la arqueología americana.

Los elementos fundamentales de la arqueología de Chavín son los atributos

de los animales de presa: ojos amenazantes, fauces, garras, colmillos y picos de

aves predadoras. Felinos, águilas y serpientes, son los animales más representados

cuyos antecedentes más antiguos, no obstante, se hallan en otros lugares. El felino

aparece ya con carácter sagrado en Sillacoto y más explícito en Cerro Sechín, cerca

de mil años antes. Las águilas de Huaca Prieta y La Galgada datan del período

anterior y lo mismo sucede con la serpiente. Pero es aquí, en Chavín, donde se

conjugan todos ellos en una evidente simbología del poder.

No cabe duda que la gente del común estuvo sometida a la vigilancia de

alguien, seguramente de la casta teocrática cuya fuerza residía en la capacidad de

verlo todo y probablemente con terribles formas de represión, cuyo testimonio

parecen ser los restos humanos dejados en las galerías interiores del templo con

evidentes signos de haber sido ejecutados. Tal vez más que militar fue un poder

ideológico, es decir, religioso, porque se ha observado que en las épocas de Chavín

no existían aún las fortificaciones y estructuras defensivas que van a ser tan

frecuentes en las sociedades posteriores. La frecuencia de canales y la existencia de

depósitos nos hace pensar que el control político con toda esa parafernalia se dio a

través del control del agua y del manejo de la redistribución.

Desde que Rafael Larco, en 1938, identificó a Chavín de Huántar como una

capital religiosa y un centro de peregrinación —el más importante de su época en

la región de los Andes Centrales— hay consenso en considerar al estilo Chavín

como una ideología religiosa y al horizonte Chavín como el resultado de la

difusión del culto chavín, la primera religión panandina. Chavín no fue sólo una

religión sino una religión eclesiástica con tendencia universalista. Esto señala las

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diferencias y contrastes con las creencias y prácticas mágico-religiosas de las

bandas, aldeas y jefaturas. Todo parece indicar que fue el Rayo la principal

divinidad de Chavín, el dios más poderoso del mundo andino hasta la formación

del Imperio Incaico. Al parecer fue en el Rayo que se sincretizaron cualidades y

poderes de antiguas divinidades clánicas representadas por los animales de presa

como el felino, la falcónida, la serpiente y probablemente otro animal, quizá el

caimán, cuyos descendientes principales siguieron participando de alguna manera

en el control social.

Paracas

Mientras Chavín extendía sus patrones culturales en el norte, en la costa del sur

medio se desarrollaba Paracas sobre una arraigada tradición local. Pronto llegó a

ser la otra entidad más importante de la primera fase de los estados regionales,

pero no pudo librarse de la influencia de Chavín. En los tejidos de Carhua (Ica)

aparecen los mismos motivos que en la Piedra de Chavín como son el personaje de

los dos cetros y el águila arpía, además de representaciones del cactus sanpedro y

otros dibujos. Pero es poco lo que sabemos de la organización política de Paracas,

salvo lo que puede deducirse directamente de los restos arqueológicos. Sus medios

de subsistencia no fueron diferentes de las otras sociedades de la costa. Lo que más

sabemos es por los muertos. En 1925 Julio C. Tello descubrió en Paracas grandes

cementerios con numerosas y complicadas tumbas, cuya riqueza textil era

increíble. Basándose principalmente en la decoración de la cerámica, diferenció

Tello dos tradiciones bastante definidas, denominó a la más temprana Paracas-

Cavernas y a la otra Parakas-Necrópolis. Se encontraron muchos fardos funerarios

en los cuales los cadáveres momificados estaban envueltos en fabulosos tejidos, los

famosos mantos de Paracas, que son grandes lienzos cuidadosamente bordados

con figuras míticas y otros motivos cargados de simbolismo y gusto exquisito, que

no tienen parangón en el mundo entero. Otro aspecto impresionante de esta

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cultura son sus técnicas, tanto en momificación cuanto en la trepanación de

cráneos. De esta última se deduce, así como de las armas encontradas, que la

guerra era frecuente.

Nasca

Paracas sirvió de base a un estado muy singular que fue Nasca. En realidad, como

se deduce de las investigaciones de Rowe, Dawson y Menzel (1964), la secuencia

de la cerámica de Ica deja clara impresión de que se trata de un solo y largo

proceso de desarrollo que va, sin vacíos, desde la primera forma de cerámica

conocida de la región, alrededor de 700 años a.C. hasta la época colonial.

Con relación a la naturaleza política de la cultura Nasca, es evidente que no

se habría podido construir un sistema tan sofisticado y eficaz de riego si no hubiera

existido una organización efectiva del trabajo y un aparato de gobierno que

hubiera dirigido las actividades y diseñado los mecanismos que lo hizo posible.

Nasca estuvo muy lejos de ser una sociedad primitiva de organización tribal, fue

una sociedad estatal desarrollada que empezó a expandirse orgánicamente desde

el siglo II de nuestra era. Aparecen desde temprano aldeas protegidas contra

cualquier ataque enemigo, quedan las evidencias de poblados encerrados por

empalizadas o murallas protectoras. Después se robusteció un poder central que

dominó a todos estos pueblos y pronto llegó a ser un gran estado o un pequeño

imperio, como piensa Rowe.

Considerado como uno de los enigmas más inquietantes de la arqueología y

objeto de muchas y variadas especulaciones es el conjunto de rayas y dibujos

gigantescos en las pampas de Nasca. Las comúnmente llamadas “Líneas de Nasca”

representan el conjunto de geoglifos más notables del planeta. No son los únicos

que se conocen, geoglifos análogos se hallan en otras partes del mundo. Aquí, en la

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región de los Andes centrales, estos campos de rayas fueron frecuentes, aunque

apenas quedan vestigios en algunos lugares. Los geoglifos fueron hechos y

rehechos durante todo el tiempo que duraron las tradiciones Paracas y Nasca,

desde aproximadamente 900 años a.C. hasta 800 de nuestra era, con las variaciones

y modificaciones que exigían el aumento de la población y el control del trabajo.

Los geoglifos de la primera etapa son representaciones míticas de los clanes

o segmentos clánicos de los grupos más tempranos, en torno a los cuales los

miembros de un determinado linaje se reunían para identificarse. Después, con el

tiempo y el crecimiento de los linajes se ejecutaron las figuras de animales, plantas

e instrumentos de tejer reproducidos a gran escala, que pertenecen a las épocas

III, IV, V y VI de la cultura Nasca. on alrededor de 70 y las plantas representadas

son algarrobo y sargazo. Su profusión, tamaño y diversidad muestran un

significativo aumento de la población y es evidente que fueron hechos para ser

caminados, tanto por los corredores de entrada cuanto por las líneas que marcan

sus contornos. Todo parece indicar que eran seques (rayas, términos) por los que

caminaban para identificarse los integrantes de los diferentes linajes (ayllus). Están

tan condicionados a este aplicación que resultan estilísticamente diferentes a sus

representaciones en cerámica y otras técnicas. Han sido hechos utilizando la

técnica de los surcos y por la armonía y el equilibrio de los trazos, las figuras

debieron ser hechas previamente en modelos a escala reducida.

En la fase subsiguiente, las figuras naturalistas son reemplazadas por

enormes “pistas” y plazuelas triangulares o rectangulares. Fueron lugares de

reunión de grandes y diversos grupos humanos. Se advierte claramente que estas

pistas han sido hechas sobre los anteriores trazos limpiando y allanando el terreno.

A la última etapa corresponden los centros radiados, por lo general montículos de

los que parten o a los que convergen largas líneas a veces de varios kilómetros.

Hay muchos trazos de esta naturaleza cuyas líneas se cruzan, aunque muchas no

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llegan a identificarse porque han desaparecido ya sus secciones. Algunos de estos

montículos han sido considerados como “observatorios”. Los más grandes son los

de Cahuachi y Achaco, en las pampas de Nasca y los de Pichongo y Llipta en la

pampa de Palpa. Estas líneas se ajustan a la descripción de los seques cusqueños

que hacen los cronistas.

Por los que quedan, como por las trazas de los que había, no queda duda de

que fueron objeto de una actividad incesante. Indudablemente los geoglifos

cumplieron una función fundamental como que fueron base de un mecanismo

permanente de interacción social puesto que permitía, a la vez que configurar y

reiterar los ritos, identificar por sus linajes a los grupos que los realizaban. Cada

grupo o sector clánico, representado por cada figura, como quiera que se haya

llamado, tenía una obligación específica en este contexto —como la mita en tiempo

de los incas— unos tenían que encargarse de la producción, extracción y

elaboración de cada producto, otros de su distribución e intercambio o de las

funciones y servicios que requería el orden económico, político y religioso del

Estado. En cuanto a que pudieran haber servido también de referentes con

respectos a la observación de los astros o a las secuencias del calendario, es

probable que así fuera.

Moche

En la costa norte, dos o tres siglos antes de Cristo, se formó en el valle de Moche,

en el actual departamento de La Libertad, un poderoso Estado que pronto dominó

los valles vecinos de Chicama, Chao y Virú y después los de Jequetepeque,

Lambayeque hasta la parte alta del actual departamento de Piura y los valles del

Santa y Nepeña por el sur. Una área de aproximadamente 6,000 kilómetros

cuadrados en el sector más productivo de la costa peruana. Se ha estimado que en

la época de su apogeo el sitio de Moche debió albergar unas 10,000 personas y que

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todo el Restado estuvo compuesto por unas 250,000. Moche fue la capital de un

Estado expansionista que utilizó directamente la fuerza militar para la dominación

política y este hecho se evidencia tanto en el valle de Virú cuanto en el de Santa

donde la presencia de Moche es violenta y no se trata de una dominación

progresiva

Los mochicas fueron un pueblo guerrero y esclavista con muy marcadas

diferencias sociales. Las diferencias en los enterramientos, los patrones de

vivienda, así como los diseños iconográficos indican que hubo castas bastante

diferenciadas. En los dibujos de los huacos y en las escenas que se aprecian en los

muros de sus edificios se pueden ver innumerables representaciones de

prisioneros desnudos y sangrantes, con las manos atadas y una soga al cuello

conducidos ante los grandes señores, quienes los dedicaban a su servicio o a

extraer guano de las islas del litoral para fertilizar las tierras. Otros eran

sacrificados pues también se muestran escenas de hombres brutalmente

despedazados y otros degollados. En una de las plazas de la Huaca de la Luna se

hallaron 70 esqueletos con señales de tortura, desmembramientos de brazos y

piernas y huellas de haber sido degollados y después descarnados. Como en Nasca

abundan también las cabezas-trofeo, aunque no puede asegurarse que todas fueran

trofeos de guerra.

La actividad colectiva de los mochicas fue muy intensa, construyeron

grandes canales de riego y pusieron mucho esmero en la preparación de las tierras

de cultivo para lograr altos rendimientos; cultivaron frijoles, cucurbitáceas de

varias especies, diversos frutos, así como yuca, maní, camotes, maíz y otras plantas

representadas en sus huacos. Consiguieron variedades muy notables de algodón.

También tuvieron rebaños de llamas y cazaron venados como se ven cacerías

frecuentemente representadas en su cerámica. La economía mochica estuvo en

gran manera reforzada por productos del mar.

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La cerámica peruana antigua alcanzó el Moche sus más altas y variadas

cualidades expresivas; el mundo mochica se conoce a través de su cerámica como a

través de un álbum de fotografías. Los mochicas representaron imágenes de cuanto

les rodeaba; consignados en los huacos mochicas hallamos costumbres y medios de

vida, oficios individualizados (agricultor, pescador, cazador, guerrero, ceramista,

viajero, sacerdote), modos de vida, enfermedades, vestidos, retratos de personajes

en los que se trasuntan estados emocionales plasmados con singular maestria;

dibujos de animales, casas, templos, ceremonias escenas de guerra, así como

representaciones de divinidades, personajes monstruosos y argumentos míticos.

Oreo aspecto singular de esta cerámica es el de las representaciones sexuales han

quedado plasmadas en un contexto sugestivo y enigmático.

Hacia el año 600 d.C. el reino mochica trasladó su centro administrativo

hacia el norte, en el valle de Lambayeque. Se abandonaron los centros originarios y

los poderosos reyes mochicas perdieron influencia dando paso a nuevas

formaciones sociales y políticas.

5. Los imperios regionales

Un imperio es, en términos muy generales, un Estado poderoso que domina a otras

entidades políticas. Pero en el Mundo andino los imperios tuvieron sus propias

características. Un Estado se imponía a otros a veces sin intervenir mayormente en

la administración de las poblaciones sojuzgadas, ya que en determinadas

circunstancias las colectividades dominadas quedaban bajo el control social y la

autoridad de sus propios jefes étnicos, pero con determinadas responsabilidades

frente al Estado dominante. Otras veces se trataba de una especie de alianza de

reciprocidad forzada por la que se comprometían los señores étnicos en entregar a

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manera de tributo productos y servicios a los gobernantes y a los grupos de poder

identificados con el Estado imperial, con la amenaza, siempre cumplida, de que si

no se cumplía con esa obligación eran duramente reprimidos y sus pueblos

arrasados. Lo que importaba fundamentalmente era el control y manejo, directa o

indirectamente, de los pisos ecológicos productivos separados físicamente de sus

centros de poder. La naturaleza del dominio residía en una fuerza represiva

poderosa capaz de acudir fácilmente donde se requería su acción.

Después de una época de marcada regionalización, las sociedades de la

Región Central Andina fueron afectadas por dos corrientes estilísticamente

parecidas, pero de orígenes diferentes, que comprometieron diversos aspectos de

su vida social y emanaron de dos centros principales de expansión; el más

temprano fue Tiahuanaco, en la cuenca del Titicaca, el otro fue Huari, cerca de la

actual ciudad de Ayacucho. Si bien se advierten interacciones religiosas, estilísticas

y arquitectónicas, se puede deslindar sus áreas de influencia, al norte Huari y al

sur Tiahuanaco, definidos por una línea imaginaria que podría trazarse de Sicuani

(al Sur del Cusco) al valle de Siguas (al norte de Arequipa). Hay épocas en que los

estilos e imágenes representadas muestran mayor parecido, pero Huari no formó

parte de Tiahuanaco ni Tiahuanaco de Huari.

Tiahuanaco

El misterio y la leyenda envuelven a este gran centro arqueológico americano que se

encuentra cerca de la orilla boliviana, al sudeste del lago Titicaca. Aunque la dimensión

de su grandeza se pierde en la memoria de los siglos y en los vacíos de la arqueología,

los restos de esta cultura formidable, en realidad del primer imperio regional andino,

quedan en una extensa región de los Andes Centrales, cuyo centro político estuvo en el

valle de Uina-Marca, a 3,842 metros de altitud. Tiahuanaco, debió ser

fundamentalmente un oráculo, así como un centro administrativo que albergó a

17

Page 18: El desarrollo político de la civilización andina

dignatarios y sacerdotes encargados del culto religioso y a funcionarios, artesanos y

otros especialistas encargados de la administración política..

Desde tiempos remotos los habitantes de esta extensa planicie que rodea al lago

venían librando secular batalla contra el frío y las duras condiciones de vida de la

región, con sus ecosistemas y geomorfismo muy particulares, diferentes a los demás de

los Andes Centrales. Los tiahuanaquenses habían heredado importantes conocimientos

de sus antecesores quienes agregaron a la civilización varias especies de plantas a las

ya domesticadas en otras regiones de los Andes Centrales, lo mismo que el

conocimiento del cobre y del estaño metales con los que descubrieron aleaciones con las

cuales fabricaron instrumentos eficaces con los que labraron las piedras de sus

monumentos, cuyos vestigios son objeto de gran admiración. Los restos de la antigua

urbe de Tiahuanaco evidencian uno de los más hábiles trabajos arquitectónicos en la

América antigua, el mismo que ha llamado la atención de los europeos desde los

primeros que llegaron al Altiplano. Tiahuanaco fue el primer conjunto planeado de

Sudamérica aunque es difícil precisar las razones de localización de una ciudad

aparentemente tan grande en un ambiente que realmente es tan inhóspito.

Hubo en Tiahuanaco una gran población que ocupó un área de más de 4 km

cuadrados, sustentada por la agricultura y pastoreo aledaños y estima, incluso, que su

población pudo variar entre 30 y 50 mil habitantes. Fue un centro religioso y político

rodeado de una serie de pueblos satélites asociados y se calcula que debió tener una

población entre 20,000 y 30,000 habitantes.

El territorio nuclear de la cultura Tiahuanaco fue la cuenca del Titicaca y alcanzó

preponderancia alrededor del tercer o segundo siglo antes de nuestra era en una región

al sur del lago, para luego extenderse por toda la cuenca. El primer cambio significativo

en el orden sociopolítico se produce entre los años 400 y 700 d.C. cuando aparece la

arquitectura monumental y se alcanza un mayor desarrollo de la agricultura. Es el

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Page 19: El desarrollo político de la civilización andina

período que se conoce como Tiahuanaco clásico, que se caracteriza por la presencia de

grandes construcciones y por el asentamiento de centros urbanos con relaciones de

intercambio interzonales a gran escala.

Los tiahuanaquenses fueron buenos agricultores y otra de sus actividades

económicas, no menos significativa, fue la ganadería. Tenían grandes rebaños de llamas

y de alpacas que les proveyeron de carne y de excelente lana para sus tejidos. Con

técnicas especiales para la deshidratación supieron conservar los alimentos, sobre todo

la carne y la papa, sin que perdieran sus cualidades alimenticias; la carne era

conservada en forma de charqui o tasajo y la papa convertida en chuño, productos que

pueden guardarse por tiempo considerable.

Además de la red de caminos, fue el sistema de riego que alcanzó notable

eficiencia en esta región de naturaleza difícil donde el clima, la altitud y la aridez no

permiten sino el cultivo de los tubérculos más resistentes como son la papa, la oca, la

mashua, el olluco y algunas quenopodiáseas como la quinua o la cañigua.

Investigaciones recientes muestran que en el altiplano se utilizaron las aguas del lago

Titicaca —ahora desaprovechadas— para regar extensas áreas mediante la construcción

de plataformas rectangulares de 5 a 15 metros de ancho por 200 de largo, paralelamente

alineadas a las que se inundaba con los rebalses del lago.

Lo que queda en el yacimiento principal de Tiahuanaco son varias unidades

arquitectónicas, pero la estructura más grande es la Acapana, una pirámide trunca de 15

metros de altura y una base de 180 por 135 metros. Pero el edificio más importante

parece haber sido el Kalasasaya y cerca de éste un Templo Semisubterráneo, edificación

rectangular cuyo piso está por debajo del nivel del terreno. El Kalasasaya tiene un patio

hundido en una de cuyas esquinas, al noreste, se encuentra la famosa Portada de

Tiahuanaco, llamada también “Portada del Sol”, la cual parece hallarse fuera de su

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Page 20: El desarrollo político de la civilización andina

ubicación original. Carlos Williams y Grazianmo Gasparini están de acuerdo en que

debió hallarse originalmente en algún lugar, al interior del Kalasasaya o del

Pumapunco, la otra edificación aledaña.

Las formidables edificaciones de Tiahuanaco están hechas con enormes bloques

de piedra cuidadosamente labrados y algunos unidos con grandes grapas de bronce.

Las piedras fueron traídas desde distancias de 10 y 30 kilómetros y se trata de grandes

bloques algunos de los cuales se calcula que pesan 100 toneladas. Este sólo hecho

muestra la colosal envergadura de sus posibilidades tecnológicas. La llamada “Portada

del Sol” —que parece ser más bien del Rayo— es la más famosa y conocida obra

arquitectónica de la cultura Tiahuanaco.

Huari

Como escribe William Isbell, “Huari fue una de las más grandes ciudades del mundo

durante los siglos octavo y noveno de nuestra era, y hoy día es la más grande zona

arqueológica de la sierra peruana. Se convirtió en la capital urbana de un poderoso

estado militar que conquistó un vasto imperio, siglos antes que los incas aparecieran en

el Cuzco.”

A finales del Horizonte Temprano se advierte en Ayacucho elementos que

corresponden a las tradiciones Chavín, Paracas, Pucara y Huarpa, esta última —al

parecer de origen local e inicialmente constituida por una organización teocrática

simple— logra controlar determinados pisos ecológicos alcanzando una eficiente

explotación de sus recursos mediante la construcción de canales de irrigación, terrazas

agrícolas, sistemas de drenaje y otras obras que compensaron la baja productividad de

las tierras. Aparece en Ayacucho un nuevo estilo alfarero sin antecedentes locales y que

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Page 21: El desarrollo político de la civilización andina

evidentemente significa la llegada de nuevas ideas y —por lo que se advierte en la

decoración— de nuevas creencias mítico-religiosas. Mayor influencia tuvo Tiahuanaco,

sobre todo el en aspecto religioso. Los contactos pudieron realizarse a través de

redistribuidores que vinieron del Altiplano en busca de productos de la región. Es

posible también que grupos de ayacuchanos hayan ido al Altiplano como tratantes e

incluso como peregrinos cautivados por el prestigio de los dioses que tenían los

tiahuanaquenses en sus templos.

El origen del Estado Huari no ha sido aún bien definido. Dice Lumbreras que el

desarrollo tecnológico, elevado entonces a niveles insospechados, fue lo que condujo a

la poderosa casta que gobernaba la ciudad de Huari, cerca de la actual ciudad de

Ayacucho, a conquistar a los pueblos vecinos y luego a otros más lejanos hasta

conformar un gran Estado imperial que sometió a diferentes sociedades del área central

andina desde Lambayeque y Cajamarca, por el norte, hasta Arequipa y Cusco, por el

sur Huari comenzó a expandirse alrededor de los años 650 de nuestra era, en la época

que corresponde al Horizonte Medio de la Civilización Andina.

Todo parece indicar que el imperio Huari fue configurado a partir de contactos

entre Huarpa, Tiahuanaco y Nasca, habiéndose integrado elementos culturales de estos

grupos en un contexto político, tecnológico, económico, artístico e ideológicamente

funcional que produjo un cambio sociopolítico muy significativo en los primeros

quinientos años de nuestra era, “orientándolos hacia la formación de una sociedad

urbana con un Estado teocrático que buscó expandirse para dominar nuevos territorios”

hasta constituir otro imperio regional andino.

Huari, la ciudad capital, se encuentra en una planicie a 3,000 metros de altitud y

a veinticinco kilómetros al norte de la actual ciudad de Ayacucho, en el distrito de

Quinua. Aunque en esta región el agua y las tierras de cultivo son escasas, la antigua

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Page 22: El desarrollo político de la civilización andina

ciudad estuvo ubicada en una zona en la que convergen varias rutas naturales, es un

lugar de tránsito entre la sierra, la costa y la selva, beneficiándose así con el intercambio

de productos de las tres regiones. Gran parte de sus restos permanece aún bajo tierra,

pero allí se puede ver los vestigios de una ciudad enorme cuyo aspecto es el de varios

conjuntos de edificaciones rectangulares hechas de piedra y mampostería ordinaria;

piedras alargadas unidas con mortero de barro.

En cuanto a la población, no hay acuerdo entre los investigadores sobre el

número de habitantes que debió tener la ciudad de Huari. Algunos estiman que la

población de Huari oscilaba entre 50,000 y 100,000 habitantes. Lumbreras se inclina por

cifras menores que van entre 5,000 y 20,000. Otros estimados van de 10,000 a 21

habitantes e incluso 70,000. Isbell piensa que debió tener unos 40,000 habitantes como

cifra máxima.

Los huaris expandieron la frontera agrícola construyendo sistemas de andenes en

las laderas de los cerros, sin embargo el desarrollo de Huari no fue logrado solamente a

través de la agricultura sino de la producción urbana de tejidos y artefactos de arcilla y

de metal, tanto para uso doméstico cuanto ceremonial. Hacia fines de la Epoca 2 el

imperio Huari llegó a expandirse por casi toda la región central andina, en el norte llegó

hasta los actuales departamentos Lambayeque y posiblemente Piura, en la costa, y

Cajamarca, Huamachuco y Amazonas en la sierra; norte, Ancash en la sierra central, lo

mismo que por los departamentos de Junín, Huancavelica, Apurimac y por el sur Cusco

y Puno. En toda la costa central y al sudoeste sus límites han sido señalados en

Arequipa entre Ocoña y Siguas y una colonia en Moquegua en el lugar denominado

Cerro Baúl. El área de su dominio ha sido estimada en 600,000 kilómetros cuadrados.

Así, pues ,Huari se expandió por todos los Andes centrales estableciendo un sinnúmero

de asentamientos coloniales. La expansión huari —originalmente llamada expansión

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Page 23: El desarrollo político de la civilización andina

tiahuanacoide— dejó marcada su influencia en todos los estilos de cerámica del

Horizonte Medio.

En el urbanismo huari se advierte claramente la presencia de una planificación

estatal; además, como bien señala Bonavia, todo indica que en un comienzo la

ocupación y todos los cambios que impuso no fueron pacíficos. Hay imágenes en la

decoración de las vasijas representando guerreros con sus armas y escudos que

muestran que el ejército era una institución compuesta por verdaderos especialistas en

la actividad bélica. Para unir estos centros de colonización los huaris construyeron una

gran red de caminos que más tarde fueron utilizados y luego ampliados por los incas en

sus conquistas. Según McEwan, los incas adquirieron la organización de Estado y la

categoría de imperio a través de sus asentamientos de la cuenca de Lucre.

Bajo la influencia de Huari se desarrolló en Pachacamac un centro ceremonial y

administrativo alrededor de un oráculo de gran prestigio que llegó a establecer una

gran esfera de predominio en la costa central y que parece haber implicado el eclipse de

Nasca.

Huiracochapampa en Huamachuco y Piquillacta en el Cusco, fueron dos de los

centros administrativos confirman el poder de Huari tanto en sierra norte cuanto en la

del sur: La mano de obra invertida en ambos sitios es inmensa y los arquitectos huaris

deben haber dirigido grandes grupos de trabajadores compuestos por miles de reclusos.

Esto sólo pudo haberse conseguido con una abrumadora fuerza militar y un eficiente

control administrativo de cada región.

Lambayeque

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Page 24: El desarrollo político de la civilización andina

La declinación de Huari permitió el surgimiento de un nuevo Estado que se anuncia

con un nuevo estilo en la cerámica, el mismo que representa también una integración

selectiva de las tradiciones de Moche, Cajamarca y Pachacamac y corresponde a uno o

varios pueblos que se asentaron en una enorme y fértil extensión de la costa norte, unos

doce mil kilómetros cuadrados en el actual departamento de Lambayeque, área que fue

irrigada por una red de acequias y copiosos canales que distribuían las aguas de seis

ríos (Motupe, Leche, Lambayeque, Reque, Saña y Jequetepeque).

Ya hacia el año 900 d.C. se ha había configurado una etapa cultural ahora

tipificada como Lambayeque Clásico, la misma que había adquirido autonomía y definido

su tradición sobre la base de realizaciones como: a) La entronización de la “deidad de

los ojos alados”; b) la construcción, ocupación y abandono de Batán Grande; c) el uso de

suntuosas prácticas funerarias; d) la producción artesanal de objetos de cobre y e) el

control político de los valles comprendidos entre los ríos La Leche y Jequetepeque.

La figura más representada en la cerámica y orfebrería de Lambayeque, lo que

hace suponer que haya sido la divinidad principal —tal vez la única bajo diversas

formas de sacralización— fue una figura antropomorfa cuya característica principal es

el “ojo alado” o almendrado que parecería ser símbolo o síntesis de su divinización,

pues fue colocado en figuras humanas, de animales (aves, peces), de seres míticos e

incluso de accidentes de la naturaleza como en olas y cerros.

El aspecto más notable de la cultura Lambayeque es el desarrollo alcanzado en la

metalurgia especialmente del oro, la cual naturalmente estuvo asociada a una creciente

especialización del trabajo, al desarrollo de la minería, a la intensificación del tráfico de

productos, al florecimiento de centros urbanos, al perfeccionamiento de las armas, a la

frecuencia de las luchas por el dominio de las regiones más productivas y, en general, a

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Page 25: El desarrollo político de la civilización andina

la organización social y política. La metalurgia en el Perú antiguo alcanzó su apogeo en

Lambayeque.

La opulencia y esplendor de las tumbas de Sipán y de Sicán es sólo comparable

con los enterramientos de los faraones. En América no se han hallado tesoros

semejantes. Estos entierros, reflejo de la naturaleza del poder de las élites, fueron

resultado de largos procesos que requirieron de minucioso planeamiento e inversión de

recursos materiales y humanos. Los grandes señores fueron sepultados en estas

pirámides de adobe dentro de tumbas rectangulares, cavadas a gran profundidad, junto

con sus trajes y atuendos ceremoniales de oro y plata, bastones de mando, vasos,

mantos, cinturones. También fueron sepultados con ellos miembros de su séquito,

guardianes, sirvientes, esposas y concubinas, así como cientos de vasijas como ofrendas.

En Sicán, por la naturaleza y características de los enterramientos y en particular

por el acceso restringido a diferentes categorías de objetos de metal, Shimada deduce la

existencia de una rígida jerarquía social que debió estar compuesta por, al menos,

cuatro clases o estratos sociales. En el primer lugar del espectro está el estrato que

puede ser descrito como “la nobleza Sicán de nivel alto” representado por el personaje

principal hallado en la tumba de la Huaca del Loro, el cual tuvo acceso a toda la

variedad de objetos de metal trabajados dentro de la sociedad Sicán Medio, desde los

más comunes hasta los más exclusivos, los cuales incluían los trabajados en oro y plata

—aparentemente hechos a pedido en talleres estrictamente supervisados en la capital—

hasta implementos de cobre arsenical producidos en masa en los centros metalúrgicos

de la periferia.

Chimú

Sobre los cimientos de Moche y con el desarrollo alcanzado en el Horizonte Medio,

hacia el año 1300 de nuestra era, empezó a expandirse el imperio Chimú (o Chimor,

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Page 26: El desarrollo político de la civilización andina

como también se le ha denominado), el cual llegó a dominar todos los valles de la costa

norte, desde Tumbes hasta Carabayllo, una extensión de 1,300 kilómetros de largo.

Además de las evidencias arqueológicas, hay sobre el reino e imperio de Chumú

información recogida por algunos cronistas como Cieza de León, Sarmiento de

Gamboa, Cabello de Valboa, Bernabé Cobo, el padre Calancha, así como en la Historia

anónima de 1604 (en la que se denomina Chmor a este reino), en el Arte de la lengua

yunga, compuesto por Fernando de la Carrera en 1644, o en la Relación del padre

Rubiños y en otras fuentes coloniales

La capital de Chimú fue la enorme e impresionante ciudad de Chan Chan,

situada entre el mar y la actual ciudad de Trujillo. Por su extensión y por los restos de

las edificaciones que aún quedan, algunos arqueólogos calculan que debió albergar por

lo menos a 50,000 habitantes; sin embargo parece que tan vastos y numerosos recintos

fueron habitados por una población limitada, pues pocos sirvieron de vivienda. En

realidad, Chan Chan está conformada por los vestigios de diversas ciudadelas

construidas separadamente y agregadas gradualmente al conjunto. Hay cierta

coincidencia en el número de ciudadelas y la nomina de las dinastías que reinaron.

Cada una debió constituir la residencia de un rey que cuando éste moría quedaba

convertida en una especie de inmenso mausoleo destinado a guardarle culto y albergar

a sus descendientes y criados. Para algunos estudiosos Chan Chan fue una vasta

necrópolis, la más grande que se conoce, con unos 18 kilómetros cuadrados. Al final, sin

embargo, fue convertida en núcleo administrativo.

Desde un comienzo Chan Chan estuvo rodeada por sectores, a manera de barrios

marginales donde trabajaba una población de artesanos dedicados a la manufactura de

diversos objetos. Actividades importantes fueron la metalurgia del cobre y del bronce

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Page 27: El desarrollo político de la civilización andina

arsenical, operaciones que se llevaban a cabo en diferentes sectores, así como la

manufactura de tejidos al parecer restringidas a ciertos barrios.

En su enorme territorio el imperio Chimú tuvo muchas colonias y centros

administrativos, lo mismo que oráculos y lugares de acopio. También los chimúes

tuvieron que construir caminos y canales, y rehabilitar los construidos por los mochicas

para administrar la redistribución y manejar el agua. Irrigaron todos los valles y

construyeron un megasistema de regadío que unía los ríos de Motupe, La leche,

Chancay, Saña y Jequetepeque. El más conocido de los canales es el de La Cumbre que

llevaba el agua del río Chicama al valle de Moche.

Los chimúes adoraban a la Luna (Sí, en su lengua), que parece haber sido la

divinidad más importante porque sobresale con notoriedad en el simbolismo de sus

teofanías. Está relacionada con la fecundidad, la regeneración y la metamorfosis. Se le

atribuía la protección de las cosechas y de los pescadores. Los eclipses de luna eran

motivo de duelo y de ayuno. El gran Templo de la Luna se denominaba Sí-an (Casa de

la Luna) y se hallaba en el valle de Pacasmayo, donde se le ofrecían sacrificios de niños

de cinco años. Otra divinidad era el Sol, pero de menor jerarquía que la luna y estaba

relacionado con unos monolitos denominados Alaec-pog (Piedra del Curaca), una

cratofanía lítica que era tenida como representante de los antepasados del pueblo y

testimonio de un acontecimiento mítico.

Refiere el cronista Antonio de la Calancha que los chimúes decían de Patä (las

tres estrellas del Cinturón de Orión) que la del medio era un ladrón conducido por los

emisarios de la Luna para ser arrojado a los buitres; aquí se expresa una cualidad de las

divinidades uranias (los astros) las cuales velaban por la observación de la justicia, de

las leyes y la moral que fueron instauradas por ellas en la tierra y es una buena muestra

de la sacralización de las normas. Otra importante cratofanía fue Fur (las Pléyades) que

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Page 28: El desarrollo político de la civilización andina

señalaban con su aparición el comienzo del año y que, sobre todo, protegían los cultivos

y el rendimiento de las cosechas. El Mar (Ni) era una de las fuentes principales de

alimento, objeto de ofrendas y sacrificios, se le ofrecía harina de maíz blanco, mullu

(Spondylus) y otras cosas a fin de propiciar la pesca y la protyección de los pescadores.

El planeta Venus fue la divinidad del Mar y se le designaba con el mismo nombre: Ní.

La Luna y el Mar o las entidades que las encarnaban fueron las deidades principales de

la costa. Las huacas cumplían también la función de oráculos.

La conquista de Chimú por los incas se produjo, según Cabello de Valboa en

1462 cuando el ejército inca bajo el mando de Tupac Yupanqui después de conquistar el

reino de Cuismanco (Cajamarca) atacó Chimú. Su último monarca Minchançaman, el

Gran Chimo Capac de las crónicas, opuso tenaz resistencia pero no pudo evitar la caída

de su imperio.

6. El Imperio Universal Andino

La formación del Estado cusqueño y su expansión militar tuvieron como consecuencia

la unificación política de toda el Area Co-tradicional Andina, lo cual señala el último

horizonte del desarrollo autóctono de las sociedades del Antiguo Perú. Si bien los incas

no lograron establecer definitivamente una nación, culturalmente hablando, es decir no

lograron consolidar, como evidentemente era su propósito, la unidad cultural de la

Región Central Andina, no obstante el Tahuantinsuyu o Imperio de los Incas significa la

organización sociopolítica más desarrollada de la América precolombina.

No se puede hablar de los incas con la misma certeza y objetividad históricas con

las que se habla de la historia colonial o republicana del Perú, puesto que las sociedades

del mundo andino tenían su propio y peculiar carácter y una naturaleza sui géneris que

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Page 29: El desarrollo político de la civilización andina

no pudo ser captada por los observadores occidentales, de allí la relatividad y

subjetividad de los cronistas. No obstante, lo que sabemos es suficiente para considerar

su imperio como uno de los más importantes, originales e interesantes de la antigüedad

universal, el más desarrollado políticamente de América preoccidental y el único

imperio que surgió debajo de la línea ecuatorial.

Actualmente la historia de los incas está siendo objeto de un replanteamiento

bajo nuevas y más amplias formas de análisis, tanto de las evidencias arqueológicas

cuanto de testimonios más objetivos como son las visitas y la gran cantidad de

documentos de la administración colonial que se guarda en los archivos. Lo mismo se

está haciendo con los testimonios etnográficos. Del examen comparativo con otras

realidades culturales, bajo los postulados de las ciencias sociales, habrán de

desprenderse nuevas formas de inteligibilidad de la vida social, de la estructura política

y de las instituciones incaicas más representativas.

Los incas pertenecían a la macroetnia quechua, conjuntamente con otros pueblos

del valle medio del Urubamba, compartiendo probablemente la misma lengua, los

mismos patrones culturales y manteniendo relaciones normalmente amistosas pero

frecuentemente conflictivas. Betanzos señala 50 o 60 grupos en los alrededores del

Cusco. En todo caso, la etnia inca encontró mecanismos más eficaces de adaptación

biocultural. Coinciden las crónicas en señalar que fueron los incas quienes encausaron

los arroyos y manantiales para irrigar las sementeras del Cusco y en que desde entonces

quedó a cargo de este “linaje” el reparto de las aguas con las que se regaba el valle.

Fue la existencia de una sociedad marcadamente estratificada lo que creó la base

de una compleja división del trabajo, fomentó la aparición de comunidades formales

(llactas) y la conformación de grupos de parientes (panacas en la nobleza y ayllus en el

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Page 30: El desarrollo político de la civilización andina

común) y de no parientes o mitades (hanan y urin) y otras particiones sobre la base de

mecanismos religiosos y administrativos, es decir, políticos.

La expansión y hegemonía incaicas pueden verse como un éxito de política

etnoecológica, sustentada en gran parte en el cultivo del maíz, el sistema de terrazas y

sobre todo en el control planificado de la irrigación. Dada la tendencia de las

comunidades a producir hasta el límite de sus recursos, fue la combinación de varios

factores —que ya se habían experimentado en las sociedades andinas desde muchos

siglos antes de los incas— como la complementaridad ecológica, la tecnología

hidráulica, la incorporación cada vez más de unidades productivas al sistema central, el

perfeccioamiento de los mecanismos de reciprocidad y redistribución (ayni, mita,

caminos, tambos, collcas), así como de cuenta y registro (yupanas y quipus), la

especialización de la burocracia, la fuerza coactiva del ejército y otros más los que

trajeron como resultado la seguridad frente a las contingencias de la producción y el

aprovechamiento eficaz de la diversidad de recursos.

La repentina e incontenible expansión de los incas por toda el Area Cotradicional

Andina es uno de los hechos más admirables en la historia de América. En poco más de

ochenta años los tres grandes emperadores incas —Pachacutec, Tupac Inca Yupanqui y

Huayna Cápac— expandieron el Tahuantinsuyu prácticamente por todo el universo

andino. Fueron sujetos todos los estados y multitud de curacazgos o jefaturas y grupos

humanos que habitaban en un territorio que comprendió desde Pasto en Colombia

hasta el centro de Chile, una distancia de 5,000 kilómetros y una superficie que cubría el

actual territorio de la república de Ecuador, la costa, la sierra y ceja de selva del Perú, el

altiplano y la sierra de Bolivia, el noroeste de Argentina y el norte de Chile. Esta hazaña

expansiva, dice Alden Mason, sólo puede ser comparada con las conquistas de

Alejandro el Grande.

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Page 31: El desarrollo político de la civilización andina

El problema principal que se les planteó a los incas en su política de expansión

fue lograr que las poblaciones sometidas produjeran no sólo sus propios medios de

subsistencia sino que elevaran los índices de lo que hoy llamamos productividad, a fin

de sacar el mayor provecho incrementando la capacidad productiva mediante la

racionalización del trabajo y el mejoramiento de las tierras con sistemas de riego,

abonos, rotación de cultivos, terrazas, esponjas hídricas, camellones, regeneración de las

especies, adecuación de los cultivos a los nichos ecológicos y otras tecnologías que

recién se está descubriendo que las utilizaban.

Gracias a estas tecnologías la casta dominante identificada con el Estado podía

arrancar mayor producción a las comunidades, con lo cual la seguridad de todos con

respecto a la subsistencia quedaba apoyada en la acción del Estado. Hay que señalar

que eran las colectividades locales que, bajo el control y dirección de los incas,

organizaban el trabajo de sus miembros para asegurar el acceso a los recursos. Los incas

ampliaron este acceso a un mayor número de recursos estratégicos a través de la

redistribución en gran escala para lo cual construyeron caminos, tambos, collcas,

callancas, y utilizaron gran número de rebaños de llamas.

Se desprende de las crónicas que la dominación incaica fue violenta y represiva y

que su política de Estado, centralista y absoluta, no admitía reparo a sus disposiciones.

No era así del todo, ni todas las conquistas se impusieron con violencia. Tampoco podía

ser centralista y arbitraria al extremo, como lo pintan algunos cronistas —que de alguna

manera proyectaban en él los modelos del imperialismo español— porque el sistema de

redistribución estatal sobre el cual se sustentó la dominación incaica tenía que estar

inscrito en el principio de reciprocidad. Era un sistema complejo de relaciones

interétnicas que sólo podía funcionar a través de una necesaria correspondencia

compensatoria aunque para imponerla en la mayoría de los casos, sobre todo cuando se

trataba de otros estados, hubo necesidad de la guerra. Como el ejército de conquista no

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Page 32: El desarrollo político de la civilización andina

fue permanente, ni podía existir una fuerza represiva en cada provincia del imperio, se

armaban campañas tanto de conquista cuanto de represión para castigar y hasta arrasar

los pueblos que no habían cumplido con su compromiso de vasallaje y reciprocidad con

el Estado incaico.

El ordenamiento del espacio fue también complejo y las relaciones entre los

diversos órdenes —político, económico, religiosos— no han sido bien estudiadas. Pero,

en términos generales, la expansión incaica obedeció a un ordenamiento que como

primera característica tuvo en cuanta la adecuación de la política expansionista a la

naturaleza de cada territorio y al ordenamiento de la población a través de un increíble

proceso de movilización social vertical y horizontal a la vez, mediante concesiones,

prevendas y reconocimientos, así como del sistema de mitimaes (mitmacuna), que como

dice el padre Acosta:

Cuando conquistaba [el Inca] una provincia, era su aviso luego pasar lo principal de los naturales a otra provincia o a su corte (...) la distribución que hacían los incas de sus vasallos era tan particular que con facilidad los podían gobernar a todos siendo un reino de mil leguas de distrito. Porque en conquistando cada provincia, luego reducían los indios a pueblos y comunidad y contábanlos por parcialidades (Acosta, 1962:96).

Así, pues, el Tahuantinsuyu o Imperio de los Incas representa la organización

social y política más desarrollada de América precolombina, así como la última gran

etapa del proceso de desarrollo autónomo de las culturas que integraron la Civilización

Andina.

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Page 33: El desarrollo político de la civilización andina

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