El Informe Cabrera

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http://www.concepcion8.com/De José "Pepe" Liboy (José Liboy Erba)La anécdota de un hijo concebido años después de la muerte de sus padres biológicos y la existencia de una central azucarera del noroeste de la isla donde se congelan fetos humanos, dan pie a un tejido delirante de epístolas, ficciones científicas, comentarios literarios y cuentos tiernos. Formulado como una exploración del tema de la embriología, El informe Cabrera genera un mundo de parentescos, destinos y relaciones alucinantes; una estructura única de rareza; una invitación a nuevas formas de leer.Autor: José "Pepe" Liboy (José Liboy Ebra)Editorial: Concepción 8, 2009Idioma: EspañolPáginas: 80Encuadernación: rústica plastificadaColección: Serie de cultoISBN: 978-0-9820404-0-9José “Pepe” Liboy: ídolo de culto y envalentonador del imaginario literario puertorriqueño. Sus cuentos, productos de una escritura nómada, aparecen desde la década de los ochenta en revistas y suplementos de periódicos, y en el nuevo siglo, en publicaciones virtuales. En el año 2003 su narrativa temprana es recogida en la antología Cada vez te despides mejor (Isla Negra Editores, Premio del Instituto de Literatura Puertorriqueña). En el 2007 varios de sus relatos son teatralizados por la Compañía Casa Cruz de la Luna en el montaje experimental El piano. Su primera novela, El Informe Cabrera es publicada en el 2010 por la Editorial Concepción 8.

Transcript of El Informe Cabrera

José “Pepe” Liboy

Concepción 8 San Germán, Puerto Rico

2009

©2009. José Liboy Erba ©2009. De esta edición: CONCEPCIÓN 8

Concepción 8: libros y películas Apartado 3264 Lajas, Puerto Rico 00667-3264 www.concepcion8.com

Diseño de portada: Milton Ramírez Malavé

ISBN 978-0-9820404-0-9

Prohibido la reproducción total o parcial de este libro sin permiso de la editorial.

Impreso en Colombia por Panamericana Formas e Impresos S.A.

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Carta a mi hijo

Querido hijo:

Antes de que ejecutes la herencia que te voy a dejar, quiero darte un informe de los beneficiarios que yo quisiera que tomaras en consideración. Lo he titulado “El Informe Cabrera” en honor a una notable familia literaria puertorriqueña que abnegadamente estudió la embriología insular cuando ésta todavía se encontraba definida por los prejuicios raciales. Todavía cuando yo era joven, la embriología era una rama de la biología del desarrollo y sin que me quede escrúpulo alguno, de la heráldica humanista. Todas esas cuestiones del ADN no eran sino argumentos legitimistas de la biología del desarrollo que la misma naturaleza, y no nuestros argumentos, acabó por destruir para siempre. La familia Cabrera tenía en 1914 a un escritor extraordinario, Pablo Morales Cabrera, quien por primera vez, y sin poder hacer otra cosa, expuso claramente todos los prejuicios y los mitos relacionados a la embriogenia. Un sucesor de este escritor llegó a compilar una lista de escritores locales que legitimaban el pensamiento más conservador y expuso criterios racistas franceses con una ingenuidad que sólo Dios le concede a sus humildes. No obstante, es con la zapata que estos dos señores echaron que estamos escribiendo una obra nueva, liberada de los errores de la embriología más conservadora. La experiencia te demostrará que tu destino es más importante que tu sangre, y que la embriología verdadera tiene mucho que ver con esos destinatarios que no participan directamente de tu nacimiento, pero que son como tus padres silentes, sombras vivas que te rodean y acompañan más

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allá de la experiencia visible. Yo quiero que en la consideración de nuestro legado, estén presentes las sombras de nuestros amores. Porque vale más estar concientes de las personas que nos aman que de las que podrían haber sido realmente nuestros padres. De momento no me queda sino compilar una serie de documentos de amigos y conocidos que me ayudaron a escribir este informe, sobre mi vida posterior y sobre los lugares que frecuentaba yo cuando el conservadurismo nos obligaba a llevar vidas anodinas. Voy a presentarte una serie de argumentos que favorecen la ejecución de la herencia, en caso de que encuentres escollos para favorecer a nuestros seres queridos. Antes de comenzar a darte los pormenores del informe, quiero comentarte algunos de los antecedentes que nos llevaron a actuar con celeridad para que nacieras. Mi abuela, María Eutanasia Rivera, espiritista y estudiosa de la teratología, que es la ciencia derivada de la embriogenia, me mostró varios manuales de esa disciplina impresos en África, con objeto de explicarme por qué hay tantas deformaciones en nuestra familia. Con envidiable previsión, me explicó que una muchacha que había nacido dos años después de mí sería el vaso que permitiría tu nacimiento en caso de que los tiempos fueran adversos a personas como nosotros. Efectivamente vivíamos una época de escasos valores morales, y cabía esperar que se nos rechazase por nuestros defectos físicos. La muchacha, no obstante, tenía que vivir en una mina oxidada del pueblo cercano. No podríamos decir que por su propia voluntad se le había escogido para salvarte si tu primera madre se hubiera negado a concebir por vanidad o temor. Era ella la primera hija del segundo matrimonio de un ingeniero de minas convertido en técnico petrolero. De cualquier manera, como ella estaba obligada a vivir ese rol de posible madre sustituta, la mantenían respirando una marisma altamente oxidada que inhibía

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sus funciones sexuales normales. Podríamos decir que era una flor artificial. Sabiendo esto, un maestro cesante de un pueblo cercano se ofreció a participar en varios certámenes literarios con el objeto de explorar si podíamos conseguir una madre voluntaria entre las muchachas que escriben y concursan en estas actividades. Pero nos resultaba forzoso saber cuál era el ambiente. El maestro vino a Río Piedras cuando yo era joven y me explicó que su objeto primordial era la edición de obras poéticas juveniles, sin decirme, por supuesto, que su objetivo verdadero era hacer una lista de madres posibles para tu nacimiento en caso de que la primera mujer no pudiera tenerte. Voy a ofrecerte una serie de documentos. Algunos son simples introducciones mías al tema de la ciencia que nos permite vivir a nosotros como una de sus especialidades o curiosidades. Me refiero, de nuevo, a la teratología, que es la rama de la embriogenia que se ocupa de nosotros. Yo espero poderte dar un mapa más detallado y una orientación mejor que la que ofrecen las actuales escuelas de medicina, pero de momento puedes leer los conatos introductorios a un posible libro que el trabajo actual no me permite redactar. Los demás documentos son también conatos de los cuentos que el maestro cesante escribía para colarse en los certámenes juveniles, con objeto de hacer contacto con una poeta joven de carácter afable y receptivo. El primer documento que deseo que tomes en consideración para ejecutar la herencia es una propuesta de novela homenaje a la familia de mi amiga entrañable Nívea Silva Cabrera, quien por primera vez me propuso el enigma de la doble concepción nuestra. Encontrarás, por supuesto, que en nuestra isla esto equivale a la primera experiencia amorosa, o por lo menos, a la primera conversación de amor. No empero, se trata de una primera conversación sobre teratología, poco antes de que se nos llevara a

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una central de San Sebastián que bien podría ser la hacienda de la que habla el uruguayo Felisberto Hernández en sus cuentos.

Afectuosamente,

Manuel Molina

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No hace dos días que Víctor Torres me escribió con la idea de escribir un nuevo diccionario de literatura puertorriqueña. Su proyecto me trajo a la memoria un índice de Francisco Manrique Cabrera, de cuyos criterios apenas sé por los folletos que el crítico literario publicó en 1972. La familia Cabrera es interesante en lo que a las letras científicas de Puerto Rico respecta, ya que Pablo Morales Cabrera, en el siglo XIX, publicó varios cuentos con el tema de la embriología como eje central. Cuentos tales como “El collar de camándulas” o “El cleptómano”, que hoy se encuentran en las colecciones juveniles de Mercedes Corrada, merecieran una nota apasionante, ya que revelan unos criterios muy controversiales si se les mira a la luz de los textos de aquel entonces que hoy se consideran clásicos, tales como “El baile del garabato” de Manuel Alonso. Lo que le he propuesto a mi amigo Aravind Adyanthaya y a Pancho Font, el reseñista de Radio Universidad, es una especie de novela de ciencia ficción histórica, con algo de tremendismo bibliográfico, en la que se entrecruzan las ideas de Olaf Stapledon sobre una embriología proyectiva, que aparecen en novelas tales como Last and First Men, con nuestra vernácula bibliografía criolla. Naturalmente es un proyecto que requiere la investigación

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de unas fuentes que no he podido verificar, desempeñándome como vendedor de promesas. No empero, les he propuesto esta novela a mis amigos y desde ahora quiero anunciar su aparición eventual, como parte de un proyecto editorial que Aravind Adyanthaya tiene en mente. El Informe Cabrera va a ser una novela que reúne una serie de documentos históricos que atestiguan la posibilidad de que un niño pepiniano naciera cien años después de la muerte de sus padres biológicos, para avisarle a un destacado miembro de la familia Cabrera que la embriología es una posibilidad que no se debe desestimar. Las notas de Manrique sobre la embriología insular, que encontramos en sus apuntes sobre la literatura folklórica, sirven de referencia indirecta a la posibilidad de que ese niño pepiniano naciera para llevar un mensaje. El texto tiene como propósito despertar una de las pasiones más bellas de esa familia literaria, que es la infancia de nuestra nacionalidad puertorriqueña, cierto que en los términos en que se discute el concepto en los grupos étnicos de la península ibérica. Para otros grupos étnicos, como el bretón o el escocés, aunque la embriología se considera folklore, la práctica de esta ciencia no implica necesariamente el nacimiento de la nacionalidad sino el de la modernidad. Les invito a comentar este proyecto que tengo en mente, ya que en breve comenzaré la redacción del mismo y no pienso escribirlo en el vacío.

Noticias sobre El Informe Cabrera El profesor Mario Cancel me acaba de informar que los miembros antiguos de la familia Cabrera eran espiritistas radicales. Poseo informes disímiles. Mi amiga Nívea Silva Cabrera

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era protestante, hija de un ministro evangélico, y con un pasado familiar muy parecido al mío. Mi abuela paterna fue quien me introdujo al cruce entre la embriología y el espiritismo, y aseveraba, igual que Manrique en sus folletos de 1972, que la embriología insular era una costumbre, un dato folklórico de nuestra isla. Ese dictamen es común en Francia y comporta un elemento peyorativo. La literatura bretona se estudia con ese juicio como telón de fondo. No obstante, mi proyecto tiene como objetivo principal la identificación de unas referencias básicas sobre la disciplina. Técnicos de embriología son los rusos de los cuentos de Felisberto Hernández, lo único es que hay una multiplicidad de cruces y prejuicios. La oxidación, que es un elemento indispensable en la formación de una célula de dos fuentes distintas, se cree que no es posible sino con mucha lluvia. Hay otros oxidantes, pero el prejuicio corriente es que el agua es indispensable. Por eso llueve mucho en los cuentos de Felisberto. El profesor Carlos López Dzur me ha provisto de un mapa bastante abigarrado de habitantes del Pepino, entre los que hay unos Cabrero que podrían haber pasado por la novela. Lo interesante es que la embriología se ve como costumbre y no como fundamento de la vida. Ésa es la idea principal que quiero discutir en El Informe Cabrera. Como bien les he dicho, la idea aparece en las novelas de Olaf Stapledon de los años treinta, y me interesa revivirla con objeto de identificar posibles fuentes autóctonas, aunque no necesariamente literarias, que son las que se encuentran ahora con mayor facilidad.

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Los lectores del informe deben tomar en consideración que hay dos embriologías fundamentales. Hay la embriología clásica,

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que se puede ver ya en los filósofos presocráticos, y se refiere a la lógica de la concepción de un niño. Por ejemplo, Aristóteles cita a Museo de la siguiente manera: “El águila pone tres huevos y descarta al tercero”. Clásica es la embriología de Dolly, el clon de oveja del que se habló tanto en los noventa, por el hecho de que haya participación de varias madres, aunque el procedimiento de la clonación no sea clásico. Por otro lado, la embriología moderna se refiere específicamente a la biología del desarrollo, y no tiene nada que ver con las madres. Recuérdese a las madres de Goethe en Fausto, o a las brujas de Shakespeare. Es decir, el tema en sí no es nuevo. La relativa novedad que permite hablar de una novela es la proyección temporal. La selección de una segunda madre y hasta una tercera utilizando un método estadístico sencillo. Se proyecta el nacimiento para una población x. La selección se hace por certamen, como cuando uno gana un premio de poesía. Por eso notarán que en mi obra en cuento he investigado tanto los certámenes literarios, como para explorar la sociología literaria, porque de alguna manera podrían ser la estructura de una embriología más libertaria o menos feudal. Ahora, tomando estas propuestas como el ambiente en el que se da el informe, lo que me interesa hacer notar es que los miembros ficcionales de la familia escogida mediante otros métodos no estadísticos, misteriosamente rechazan la implantación de un embrión en el siglo de la concepción, y que ya no cien, sino modestamente diez años más tarde, el niño que ya ha nacido estadísticamente es llevado a pesar de todo a la presencia de un varón de la familia, con objeto, como ya he dicho, de llevarle un mensaje. Edgar Ramírez Mella acaba de aportar una anécdota digna de ser considerada en el informe. Podríamos hablar con Mario Cancel para dar a conocerla y a la larga podríamos editarla en una novela corta. Quiero hacer claro que mi conocimiento del

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espiritismo es exiguo. Lo conozco en relación justamente a la decadencia de las clasificaciones biológicas por características embrionales, que fue la que se hizo hasta 1850. La clasificación de Kardec vendría a ser fenotípica. Esto es cuando el animal imita el comportamiento de otro con objeto de recombinarse con él. El rumbo de la microbiología es genotípico. Es una genealogía, y es por ello que se podría decir conservadora. Los personajes del informe nos deben interesar porque son heterodoxos naturales. Se han estudiado los genotipos y se les ha extendido en el ámbito de la práctica médica, pero no se han estudiado los fenotipos. Los americanos le llaman a eso “cross-dressing”. No obstante, la mayoría de los Westerns nos hablan de personajes asexuales que imitan la conducta de un héroe griego, inhibiendo sus funciones sexuales. El héroe salva a la dama, pero no se casa con ella.

La embriología en la literatura

Para acercarse al tema de la embriología en la literatura, no hacen falta reglas ni conocimientos especiales de ciencia, pero ayuda mucho cortar por alguna parte y no abarcarlo todo. Por ejemplo, en Naked Lunch las aventuras del bugarrón que narra la novela bien pueden ser las rutinas de un padre cuyo hijo no ha nacido, y que tiene que presentarse liberado para que le entreguen la cepa en la clínica. El embrión no se menciona casi nunca. En Naked Lunch no se habla de un hijo. Las reglas casi siempre son las de ocultar el hecho. Una novela explícita de embriología no funcionaría. El juego es descubrir textos donde el sujeto oculto no se haya desarrollado. Hay excepciones a esta regla en Last and First Men (1931), donde el personaje principal es hijo de una pareja de biólogos muertos miles de años antes de la redacción del

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documento. La trama lo mismo puede ser breve, que durar miles de años. Es decir, que si uno corta por la ciencia, no encuentra una regla de género en ninguna. Se puede decir que todas las épocas tienen su novela sobre embriología y que en cada época la disciplina se relaciona al tema más importante del momento en que se escribe. Torres de Villarroel hablaba en sus cartas de la venta de sus hijos y relacionaba el problema del traslado del material embrionario como una justificación de la locura. Burroughs repite a Torres. No todas las embriologías son negativas. No todas se expresan con números i, como en los Ochenta en Puerto Rico, en que se nos preparó para una madre de menos y otra de más, con estadísticas de números i. Si por alguna razón, la obra de Yara me ha interesado es porque la nueva generación no maneja el tema de la embriología negativamente. En los seminarios de Rubén Ríos Ávila, mi profesor de “queer theory”, todavía tenemos que hablar de algo que ahora es bueno, y es el abandono de la lógica binaria de mamá de más y mamá de menos, que en Alemania fue el trabajo de Leibnitz, según nos explica el profesor. Consultando este problema con Diego Deni, él me ha explicado que el esquema embriológico actual se rige por una regla de tres. Diego me ha hablado específicamente de Euler, para el que hay una regla de tres: donante, madre y madre de crianza, y todo esto naturalmente, y no como parte de un programa gubernamental o política pública. El profesor Ríos dice en su libro La raza cómica que esta regla de tres se manifiesta en la danza puertorriqueña. Es decir, que no es nada nuevo para los puertorriqueños observar una embriología de tres términos. Pero de lo que se trata es de apreciar esta literatura, aunque convenga exponer algunos de sus conceptos principales. Cuando decía que en las bioempresas se anuncia el servicio con un estilo

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primitivista, lo que quiero decir es que no se anuncia nunca el arreglo familiar en el que el nene se va a desarrollar, si no la proyección en años de su matrimonio. Este es el esquema más viejo, el que podemos encontrar en los exvotos cristianos. No importa tanto quien parió o no, como la época en que ese hijo va a criar a sus hijos. La vida del niño y no las circunstancias de su alumbramiento importan más, y el peso de la publicidad recae sobre la planificación futura de su vida y no sobre el origen de su nacimiento. Es en ese contexto proyectivo que la obra de Yara me interesa. Los escritores de los Ochenta vivíamos la embriología negativamente, y el estilo de novelas que leíamos era el de una lógica binaria. Era un ambiente ridículo, pues lo que la embriología nos muestra es que el aborto natural es como el vuelo de las aves. Criticarlo, como lo hacía Milton Pabón en los Ochenta, era como criticar que naden los peces o que pongan huevos los reptiles. Pero el problema de mi generación era ése, que se criticaba y no se servían las necesidades naturales de las personas. Había que esconderse para respirar. La lectura de Last and First Men de Olaf Stapledon, donde se habla de una embriología metonímica (el sujeto desaparece del mundo A y reaparece en el mundo B, sin relación causal), nos puede dar una idea de las proposiciones que hacen las clínicas a los padres que han perdido a sus hijos. Hay novelas francamente horrorosas, como Darwin’s Radio, en las que se nos dice que el embrión infecta a la madre que lo recibe. En Puerto Rico, por otro lado, hay relatos de embriología, que aunque negativos, demuestran un conocimiento de biología bastante sofisticado. Tal es el caso de Pablo Morales Cabrera, un escritor puertorriqueño del siglo XIX, que en dos cuentos ejemplifica no solamente mitos relacionados a la embriología, sino sofismas bastante elaborados. Se puede encontrar el cuento “El cleptómano”, que cuenta la historia de un

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maestro que le roba la vida a la primera madre porque, en opinión del narrador, el hecho de que el hijo recodifique a la parturienta es un robo. O el cuento “El collar de camándulas”, que es como Darwin’s Radio, en donde la mujer le hereda al marido una septicemia, porque el argumento viejo decía que el nacimiento externo provoca enfermedades de la sangre.

Carta a Carlos López Dzur Hola:

El profesor Cancel, que es historiador, como usted, sugiere restringir el dominio. Por ejemplo, el libro donde Morales Cabrera comenta un traslado de material genético no es del siglo antepasado, sino del 1914. Se titula Cuentos populares. El nacimiento del mensajero no podría haber tardado más de diez años y no cien, pues al parecer cien años es demasiado tiempo. Yo lo noto cuando usted me cuenta sus historias. Uno siente cierto mareo. Todo este cuidado que tengo es con objeto de hacer la novela verosímil. Noto, escribiéndome con usted y con Mario, que no es nada fácil la tarea de escribir esas leyendas. Todo lo que usted cuenta sugiere problemas que nunca se discuten. Por ejemplo, cuando anuncia a la muchacha española que se muda con otra mayor, a cuento de que puede tener hijos. O el muchacho que lee periódicos. O Evaristo, que era el papá de una prole. Debe ser bien compleja una empresa biológica en ese contexto sociocultural. Por otro lado, quisiera saber si conoce el paradero del maestro que le buscó una madre a mi hijo. He tratado de encontrarle y de conocer su nombre para ejecutar una herencia a su favor, pero su desinteresada actitud conmigo, cuando simuló

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participar en los certámenes, me ha impedido verlo de nuevo. Le incluyo, por ello, varios relatos de este maestro (los que usó para participar en los concursos), en caso de que lo pueda identificar para verlo otra vez.

Nos vemos,

Manuel Molina

Los cuentos del maestro participante

“El ingeniero Tobías”

La hija mayor del ingeniero Tobías era una heredad que este señor había recibido de su primera mujer, con la que se había casado por conveniencia profesional y que no siendo mala en sí, no obstante recibió la crianza de una familia ajena, formada por un reverendo y una andaluza que ya la tenía comprometida cuando yo la conocí. Estaba comprometida, por cierto, con una familia de médicos conservadores. Famosos en la isla porque se les había propuesto, antes que a los demás, por lo que a nobles ostentaban, la crianza de hijos nacidos fuera de la mujer que los quisiera. La hija del ingeniero ya usaba el nombre Cabrera, por el que se les conoce justamente, cuando en realidad era la hija mayor y por compromiso de este lobo tierno. El problema mayor del ingeniero era armonizar las relaciones de esta hija con las de su segundo matrimonio, con las que vivía, como ya te dije, en un “rust mine” o “junker” de Peñuelas. La hija mayor de Tobías ya me había dicho que estaba comprometida con la causa antiabortista de la familia que la iba

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a recibir, y que trataría, no empero, de predicarles el evangelio de la verdad a los rebeldes. Yo me casé con una negra pepiniana que parece, como tú dices, de otra parte, bajo los auspicios de una ecuménica mujer del pueblo tuyo. Tuvo una breve estancia conmigo, en la que no faltaron las pruebas clásicas de la embriología y las visitas a familiares con dedos de menos o de más. La embriología clásica se estudia materialmente desde el gemelismo o los defectos congénitos, siempre con dos problemas principales a resolver, que son la unión y la división. La comprensión de ambos mecanismos es parte de la disciplina. Los dedos sobrantes se enseñan como singularidades de la unión de dos células diferentes, y el gemelismo como un caso de los problemas relacionados a la división. De cualquier manera, la pepiniana me dejó una célula por herencia, en vista de que como ya te he comentado, las nenas del “rust mine” estaban sobrexcitadas por la oxidación del ambiente de marisma de la Corco. A los quince años, trataron de casar en la high school del colegio a la mayor del segundo matrimonio, sin poder conseguir nada, y eso es lo que decide a la pepiniana a hacer un experimento de reinseminación con ella. Con la vigilante presencia de la señora ecuménica de tu pueblo, a cuyo hijo le presenté una muchacha, Noemí realizó una prueba en el cuerpo de la hija del ingeniero. Luego de ello, no he vuelto a verla ni sé si logró casarse. La hija mayor del ingeniero Tobías, por su parte, quiso imitar a la negra Noemí, y le donó a la otra hermana menor un hijo suyo. Se hizo famosa en Guaynabo por ese gesto, y hace calendarios de “soft porno”, en los que aparece lactando a su hijo. Las agencias de seguros le tienen cierto repelillo porque es irrespetuosa, y tiene la tendencia a parodiar la vida de sus deudos con grandes gestos de circo, grandilocuentes y aspaventosos.