El Nuevo liderazgo político
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Tema I
Curso:
“El Nuevo
Liderazgo Político
en el gobierno
local”
Domingo Leiva Nicolas
[EN LA BUSQUEDA DE UN
LIDERAZGO POLÍTICO
RESPONSABLE PARA
EL SIGLO XXI]
“Quien desee liderar, influye en los pensamientos y los sentimientos de
grandes grupos. La clave para ello es contar una historia convincente.”
Howard Gardner
En la búsqueda de un liderazgo político responsable para el Siglo XXI
El nuevo liderazgo político en el gobierno local
CONTENIDOS CAPÍTULO I
Introducción 3
¿El líder nace o se hace? 4
El liderazgo carismático autoritario 5
La crisis del liderazgo tradicional 7
Los peligros del “Líder-producto” 8
Liderazgo 2.0 12
Hacia un Liderazgo Responsable 15
Dimensión ÉTICA 16
Dimensión ESTRATÉTICA 17
Dimensión EMOCIONAL 17
Perspectivas del Nuevo Liderazgo 18
En la búsqueda de un liderazgo político responsable para el Siglo XXI
El nuevo liderazgo político en el gobierno local
INTRODUCCIÓN
Los libros de historia están salpicados de nombres propios.
Cada uno de ellos parece haber sido determinante para
que los acontecimientos se precipitasen de una
determinada manera, y el mundo ya no fuese nunca más
lo que había sido. Cesar, Atila, Napoleón, Gengis Kan,
Hitler, Lenin, Mao,… son miles los conductores de masas,
creadores de adhesiones inquebrantables, que fueron
capaces de convertirse en el epicentro de las
transformaciones o las hecatombes sociales de la época
que les tocó vivir.
Los líderes nos aparecen a primera vista como los actores
principales de la trama humana. Pero no son pocos los
que dudan que hayan sido ellos los que han escrito
realmente la historia. Los deterministas afirman que son
solo el producto de su época, que si no hubiesen nacido o
estado allí ellos para encabezar los acontecimientos en
aquel momento, todo hubiese ocurrido de igual manera.
Para el Materialismo Histórico, por ejemplo, la historia de la
humanidad es la historia de la Lucha de Clases. En la
teoría desarrollada por Marx no hay cabida para los
determinismos personalistas. La dinámica de la sociedad y
de los procesos sociales se explica, en última instancia,
analizando los factores económicos subyacentes. La
liberación de la clase obrera será obra de la rebelión de
los trabajadores contra el sistema de explotación del
hombre por el hombre. Ni en los tres tomos de El Capital, ni
en ninguna de las miles de obra desarrolladas por
escritores marxistas durante el siglo XX se dio la menor
importancia al papel del líder. Y sin embargo, el “culto a la
personalidad” alcanzó su máxima expresión en el seno del
primer régimen autodenominado marxista de la historia. Y
Stalin no fue un caso aislado. Mao, Castro, Tito, Hoxha, Ho
chi min,… se puede decir que casi no hubo un movimiento
revolucionario en el siglo XX que no estuviese
condicionado de forma determinante por la personalidad
y el carácter de su líder. Y lo más llamativo: casi ninguno
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El nuevo liderazgo político en el gobierno local
de sus regímenes, tal como ellos los concibieron,
subsistieron mucho tiempo a la desaparición del líder.
¿Debemos sacar la conclusión de que los líderes son
realmente los que determinan el devenir de los
acontecimientos que transforman la sociedad? Si
hablamos en sentido absoluto, podemos afirmar que NO.
Si Julio Cesar no hubiese nacido en Roma, sino en una
alejada aldea de África, difícilmente hubiese podido
hacer otra cosa que pastorear ganado, o liderar de
manera intrascendente a un pequeño grupo de su etnia
local. Sin la brillantez militar de Julio Cesar, su sentido
estratégico y su visión política, ¿se hubiese convertido
Roma en el Imperio que trazó durante siglos el destino de
Europa?. Sin lugar a duda, muchas cosas no hubiesen sido
igual. Pero Roma hubiese acabado encontrando al líder
que dirigiese sus legiones en la conquista de nuevos
territorios y preparase las bases para la proclamación del
imperio.
El liderazgo parece ser necesario en los procesos
sociales humanos. Pero los líderes no son los protagonistas,
sino los que ponen nombre y apellidos a esos procesos. Se
convierten en dirigentes emblemáticos por que tienen
unas cualidades individuales capaces de brillar con éxito
en las condiciones sociales que les tocó vivir. Pero muy
especialmente, porque estuvieron “en el lugar adecuado,
en el momento preciso”.
¿EL LÍDER NACE O SE HACE?
Es una pregunta clásica cuando hablamos del ser humano
en casi todos sus roles sociales. El músico, el artista, el
escritor,…el líder, ¿nace o se hace?. En todos los casos nos
vamos a encontrar con una respuesta similar: los hay que
nacen con una predisposición innata, y los hay que se van
formando en un proceso de aprendizaje e interacción
social.
Si hablamos de los líderes carismáticos, el asunto es bien
distinto. El carisma no se aprende. Se tiene o no se tiene.
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El nuevo liderazgo político en el gobierno local
Pero el liderazgo carismático no es, ni mucho menos, el
único posible. Y probablemente es el menos conveniente
para encabezar organizaciones y procesos sociales que
buscan su continuidad y trascendencia, más allá del
empuje y personalidad de quien los dirige en un momento
determinado.
Las habilidades con las que una persona nace pueden
favorecer la facilidad con la que se puede convertir en
líder de una organización o grupo social, pero en la
mayoría de las ocasiones resulta determinante la
formación y experiencia que va adquiriendo a lo largo de
su vida. El aprendizaje es clave en el desarrollo de las
aptitudes de liderazgo. De ahí que el tema se haya
convertido en una de las disciplinas más tratadas en los
seminarios y cursos para empresarios, políticos o dirigentes
religiosos. Las técnicas de liderazgo normalmente
impartidas abarcan áreas como la toma de decisiones, la
conducción de equipos, la motivación, la
comunicación,… todo lo que un dirigente debe de
dominar para liderar con éxito una organización.
Pero el aprendizaje decisivo se produce en el feedback
de su propia actividad. Solo asumiendo responsabilidades,
tomando decisiones, solucionando problemas y haciendo
frente a situaciones difíciles se forja realmente la “madera
de líder”. El paternalismo y la superprotección son los
caminos antagónicos a la educación que debe de recibir
una persona para convertirse en líder. La educación
basada en el valor del esfuerzo y la superación de
dificultades, es definitiva para desarrollar el carácter de un
dirigente. Solo las organizaciones que promocionan que
sus miembros asuman competencias y se acostumbren a
enfrentarse a problemas tendrán una fructífera cantera de
liderazgo. Que se equivoquen y aprendan de sus errores es
un fértil camino para preparar a dirigentes que en el futuro
asuman con éxito la dirección de la organización.
Pero la formación del liderazgo, además de desarrollar
habilidades técnicas en la dirección y motivación de
grupos, ha de cultivar un pensamiento estratégico
indispensable para conocer en profundidad el terreno en
el que se mueve. No tiene porque ser un especialista en
todas las materias que trata su actividad, pero un dirigente
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ha de tener una formación sólida e integral, que le permita
tener ideas claras y un conocimiento global de la
actividad que desarrolla. El liderazgo se basa en un
reconocimiento espontáneo por parte del resto del
equipo, lo que exigirá estar a la altura de las
circunstancias. Si el resto del grupo detecta en él carencias
significativas terminará por perder la confianza y
rechazarlo. No esperan que tenga que conocer hasta el
último detalle de los asuntos, pero sí que tenga un
conocimiento suficientemente sólido.
EL LIDERAZGO CARISMÁTICO-AUTORITARIO,
UNA TRADICIÓN CON MUCHO PASADO Y
POCO FUTURO
En el ámbito político más que en ningún otro, el carisma
se ha considerado tradicionalmente una cualidad
esencial del liderazgo. En muchos países de América
Latina los partidos nacen y mueren de la mano de un
nombre propio. Personalidades muy fuertes construyen
organizaciones que llevan su impronta, tanto en la cultura
organizacional como en su posicionamiento público.
Algunos sobreviven al eclipse del líder. La mayoría
desaparecen con él.
Los países donde dominan los regímenes presidencialistas
cultivan este tipo de liderazgo. En Francia, EEUU, México o
Colombia, por poner un ejemplo, una figura
presidenciable difícilmente se concibe sin una buena dosis
carisma. Algo parecido ocurre con muchas figuras
políticas en el ámbito local. La importancia de la
personalidad del “alcaldable” trasciende en muchas
ocasiones a la influencia que tenga la organización a la
que representa. No es extraño encontrar municipios que
cambian mayoritariamente el signo político de su voto en
las elecciones locales, debido a la personalidad de un
determinado candidato.
El valor diferencial de este tipo de liderazgo no puede ser
objeto de aprendizaje, no es posible desarrollarlo en una
organización por otra vía que no sea “seguir el ejemplo”.
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Esa circunstancia ha determinado que los movimientos de
transformación social que nacieron bajo el modelo de
liderazgo carismático tuvieran una difícil continuidad, y si
lo hicieron su éxito quedó mermado por la desaparición
del líder y vivieron un largo periodo de decadencia y
desintegración. Los continuadores a menudo se enfrentan
entre ellos reivindicando la “pureza” en la defensa de los
principios establecidos por el líder, que son el casi exclusivo
referente de su actuar político. Pero desaparecido el
elemento de cohesión, las interpretaciones del dogma se
multiplican, sustituyendo en gran medida al análisis de la
realidad y a la adecuación de su actuación política al
cambio de la circunstancias sociales.
El liderazgo carismático tradicional tiende a afianzarse de
fuera hacia adentro basado en la relevancia
comunicacional y la empatía de la persona que se
convierte en punto de referencia. No facilita su
reproducción dentro de la organización, sino que la
dificulta y obstaculiza. La fidelidad inquebrantable al líder
produce una “tutela” de todas las decisiones, que lastra el
desarrollo de la capacidad de liderazgo de los demás
miembros del grupo.
Aunque el liderazgo carismático no tiene forzosamente
que ser autoritario, esta modalidad es la que
tradicionalmente se ha impuesto en la vida política en el
pasado, y es la que vamos a tratar de analizar.
En el modelo tradicional, el líder ejerce una autoridad
incontestable: es seguro, no duda, es rápido en tomar
decisiones. Su imagen es la de una persona omnipotente.
Convence a unos y vence a otros. Consensuar decisiones
no es su fuerte. Solo hace equipo con las personas
capaces de poner en marcha las decisiones tomadas por
él. Su fuerte son las reuniones ejecutivas, la planificación
operativa, la gestión de instrucciones. Evaluar con otros los
cómo y por qué, y los pros y los contras de las decisiones le
parece una pérdida de tiempo. El sabe. Piensa. Los demás
deben hacer. La visión que importa es la que él tiene, no
la que pueda desarrollarse compartidamente en la
organización. La visión y propósito estratégicos son
responsabilidad suya. Su tarea es convencer a los demás.
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LA CRISI S DEL LIDERAZGO TRADICIONAL
Durante casi todo el siglo XX, era imaginable conocer el
futuro. Lo que “iba a ocurrir” era predecible. El objetivo era
claro para todos. El liderazgo consistía en definir los
caminos mediante los cuales llegar más pronto.
El final del Siglo XX define un escenario político
caracterizado por la incertidumbre. Se derrumban la
mayor parte de las certezas que se habían forjado en los
dos siglos anteriores. El horizonte de la “revolución
socialista inevitable” se desmorona con la desaparición de
la mayor parte de los regímenes burocráticos que se
reclamaban de inspiración marxista. El estado-nación se
diluye en un proceso de globalización que merma la
capacidad de maniobra de los gobiernos estatales,
desdibuja cada vez más las fronteras y deja ver los perfiles
de un gobierno supranacional de facto, tan invisible como
real , y cuyos hilos son movidos por fuerzas cuyo rostro
cuesta trabajo definir con nitidez.
Al mismo tiempo se produce una descentralización
administrativa que, en aras de una mayor eficacia,
incrementa las competencias de los gobiernos regionales
y locales, cuyo poder de gestión y margen de maniobra
crece casi a la misma velocidad que disminuye el poder y
la relevancia de los gobiernos nacionales.
En estas circunstancias comienza a desarrollarse un
modelo de liderazgo político basado ya no en la
certidumbre sino en el aprendizaje organizacional. En una
situación de vertiginosos y constantes cambios, la ventaja
competitiva más sostenible de las organizaciones políticas
es su capacidad de aprender más deprisa que las demás
y adaptar su acción más rápidamente a las nuevas
circunstancias. Pero los cambios de las organizaciones
políticas van muy por detrás de la realidad social donde
estas llevan a cabo su actividad.
Donde persiste el liderazgo tradicional, impera el
miedo a la incertidumbre, y la aversión al riesgo que
supone la adecuación a las nuevas circunstancias. La
respuesta es el voluntarismo y la repetición de las recetas
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del pasado que les hacen entrar en un estado de
creciente descomposición.
O peor todavía, la relativización de los principios y
las certezas, da lugar al auge del marketing político, y la
creación del “líder-producto”. Un fenómeno que se ha
generalizado, y que merece un apartado especial.
EL “LÍDER-PRODUCTO”, LOS PELIGROS DEL
MARKETING EN EL NUEVO LIDERAZGO
La implosión política, social y cultural de las grandes
utopías, de los “grandes relatos” ideológicos que
dominaron la vida política en los siglos XIX y XX, ha llevado
consigo la disolución de la mayor parte de los liderazgos
basados en las metas que ellos describían. Lo político-
ideológico que era el criterio fundamental que definía el
sentido del voto de la inmensa mayoría de los ciudadanos
en el pasado, ha dado paso a un relativismo que permite
una mayor traslación de los sufragios en razón de intereses
más personales y criterios menos totalizantes.
La disolución del estado-nación como referente identitario,
presionado desde arriba por el proceso globalizador y
desde abajo por los nuevos actores regionales y locales,
debilita el concepto de ciudadanía tal como lo dio a luz la
revolución francesa y se ha mantenido durante dos siglos.
La ciudadanía parece estar dejando de ser la forma
principal como se expresa e institucionaliza la relación
entre el individuo-ciudadano y el estado, para dar paso a
un retorno a ciertas identidades básicas. El individuo se
vuelca en sentimientos de pertenencia a comunidades
concretas, a las que da su adhesión, lealtad y legitimidad.
El ciudadana deja de ser considerado por “el nuevo
liderazgo político” un sujeto dotado de un estatuto jurídico
determinado, para ser sobre todo “un consumidor”, un
“público objetivo” de estrategias de comunicación y de
marketing, que buscan su adhesión condicional y efímera
en base a mensajes basados en contenidos referidos a
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esas nuevas pertenencias. De paso, la conflictividad
social y socio-política resulta conflictiva en sí misma dentro
de esta nueva lógica, por cuanto el ciudadano se
conformaría con reclamar su propia satisfacción, sus
propios intereses y aspiraciones, postergando la dimensión
social. A los nuevos ciudadanos les agrada que les hablen
de sus derechos y libertades, pero no desean oír sobre sus
deberes y obligaciones sociales y políticas.
Como consecuencia de este escenario se está
produciendo una mercantilización de la escena y la
práctica política. El espacio público pasa a convertirse en
un mercado donde se lleva a cabo una permanente
compraventa de productos comunicacionales. Los
mensajes ideologizados de transformación social que
caracterizaron el debate político pretérito desaparecen.
Ahora se definen estrategias de mercadeo que buscan
satisfacer las motivaciones del nuevo ciudadano-
consumidor, que ha decidido elegir aquel liderazgo que
mejor intérprete sus sentimientos, sus emociones, sus
anhelos, sus aspiraciones y expectativas.
El Marketing se erige en el nuevo Maquiavelo que define
los contenidos y las formas de la actividad política. La
oferta de “productos” políticos se va pareciendo cada vez
más a la de los productos industriales. La similitud entre
ellos es tal que la argumentación racional ha sido
sustituida por un componente emocional y subjetivo. El
liderazgo político parece dirigirse a un status “situacional”,
de manera que una habilidad clave para el líder debiera
consistir en saber reconocer el estilo y contenidos a utilizar
según las diferentes circunstancias, situaciones y
audiencias. Cada acontecimiento político se convierte en
un evento mediático, un espectáculo organizado y
planificado en función del impacto que se quiere que
produzca en sus públicos objetivos.
La mayoría de las escuelas de pensamiento moderno en
ciencias sociales hablaban desde hace años del “efecto
regresivo para la democracia que suponía la televisión”,
por su empobrecimiento del debate y los contenidos
políticos. Los discursos y los grandes debates
parlamentarios se preparaban pensando en el minuto que
iba a ser expuesto en el noticiario de máxima audiencia.
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En los últimos año la situación parece abocarse a un
nuevo escenario. Las redes sociales, que fueron una de las
palancas que llevaron a Obama a la presidencia de EEUU,
se perciben ahora como un condicionante de su
estrategia política. Tanta inmediatez parece limitar las
posibilidades de desarrollar estrategias a largo plazo, y
dispersan aún más el contenido del discurso y la acción
política, que acaba dando más importancia a la táctica a
corto plazo que a la estrategia a largo.
Ante la ausencia de los “grandes relatos” y las diferencias
radicales en el proyecto político que caracterizo la historia
reciente, el discurso del nuevo liderazgo se hace más
superficial. Lo que importa es la relación mediática entre el
discurso del líder y los públicos objetivos. Las formas, la
dimensión lúdica, el aspecto exterior, la apariencia
escénica, la fuerza persuasiva de los recursos retóricos,
adquieren mayor importancia que la solidez y profundidad
argumental de los contenidos.
La lógica marketiniana invita a pensar que mientras más
hábil, espontanea y persuasiva sea la apariencia y la
habilidad mediática del líder, más fácilmente se darán las
condiciones para que produzca el efecto emocional
deseado en el ciudadano-consumidor. La “política-
espectáculo” concibe al ciudadano como un “cliente” al
que hay que venderle una “mercancía política” mediante
un “producto-candidato” bien preparado y adornado.
Como en el mundo de las marcas, todo es una creación
subjetiva que se desarrolla mediante estrategias
publicitarias que pretenden crear un posicionamiento
basado en ideas simples en la mente del consumidor-
elector.
Los contenidos adquieren forma de slogan, que hace
referencia a rasgos personales del líder-candidato, y se
desdeña la vieja retorica construida con largos discursos,
prolongados argumentos y programas políticos y de
gobierno. Se trata de capturar la imaginación y la
subjetividad sensible de los votantes, intentando realzar las
dimensiones emotivas del discurso y de las prácticas. Se
diluyen las fronteras entre lo público y lo privado, entre lo
elitista y lo popular. El ciudadano se auto percibe como
un consumidor, que se siente con derecho a exigir que la
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imagen del político se corresponda con la realidad del
“producto-líder” que se le ofrece en el mercado de la
política. A las nuevas audiencias les interesa menos el
contenido de los programas, y se preocupan más de la
integridad moral del candidato-líder, de su coherencia, de
su estilo de vida familiar y de su cercanía con la cultura de
los “electores-consumidores”.
Lo importante del nuevo “líder-producto” no es que sea
inteligente y racionalmente eficaz; lo realmente relevante
es que sea atractivo, empático, afectuoso y afectivo,
llano, cercano y alcanzable.
Esta tendencia se produce esencialmente en las
campañas electorales, pero no solamente en ellas. La
mercadotecnia política va impregnando de manera
creciente la vida de las grandes organizaciones políticas.
Los consultores de Marketing se convierten en piezas
claves del equipo asesor en la toma de decisiones a todos
los niveles.
EL LIDERAZGO 2.0
Internet ha cambiado el paradigma de la comunicación
entre las personas. Los viejos medios de comunicación
tienen los días contados. La información en una sola
dirección ya no es bién recibida por los ciudadanos. Lo
que se conoce como WEB2.0 ha generado una nueva
cultura relacional. Las grandes plataformas que triunfan ya
no son las que ofrecen contenidos, sino las que ponen a
disposición de la gente herramientas para que compartan
sus creaciones, ideas y opiniones. Los blogs, las redes
sociales, las wikis, los canales de video, imágenes o sonido
(youtube, flickr, ),… son espacios colaborativos donde
todos hablan y todos escuchan, donde todos aprenden y
todos enseñan.
Apoyandose en este tipo de herramientas, Barack
Obama alcanzó la presidencia del país más poderoso del
planeta. Desde entonces, no hay líder que no piense en la
WEB2.0 como una herramienta imprescindible para la
comunicación con los ciudadanos.
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El problema es que la mayoría de los líderes políticos,
especialmente en Latinoamerica y España, siguen
actuando bajo las viejas pautas de relación. Eso les lleva a
no encontrarse agusto en este nuevo entorno de
comunicación, y sobre todo a que su actividad política en
estos espacios sea poco eficaz.
La WEB2.0 exige también un LIDERAZGO 2.0, que es
significativamente diferente al liderazgo político
tradicional. Veamos cuales son esas diferencias:
El liderazgo 2.0 se apoya en el cambio. Como la Web 1.0,
el viejo estilo de liderazgo buscaba ser estable. Los líderes
se resistían a los cambios y se centraban en la
preservación del status quo. Por lo contrario, los nuevos
líderes buscan estar a la vanguardia de la
experimentación. Si algo no funciona, cambian de rumbo
rápidamente. Ellos están más preocupados por conseguir
los resultados correctos que por mantener las cosas como
de costumbre.
El liderazgo 2.0 demuestra transparencia. Los líderes
tradicionales eran opacos. Ellos no decían nada que no
fuera necesario decir. Ellos se mantenían a sí mismos
envueltos en misterio. Los nuevos líderes son abiertos y
transparentes. Ellos permiten que se los vea por lo que son,
incluidos los errores. Prefieren mostrar lo que son de verdad
en lugar de pretender ser algo que no son.
El liderazgo 2.0 celebra el diálogo. Los líderes tradicionales
pronunciaban monólogos. Eran los únicos oradores. El
hecho de que eran los jefes era una prueba suficiente de
que eran más listos que todos los demás en la sala. Los
nuevos líderes escuchan más de lo que hablan. Se hacen
preguntas. Conducen conversaciones fuertes. ¿Por qué?
Porque saben que "todos somos más inteligentes que
algunos de nosotros" para citar a James Surowiecki en la
sabiduría de multitudes.
El liderazgo 2.0 utiliza la colaboración. Los líderes
tradicionales eran competitivos. Se guardaban todas las
cartas. Ellos no "jugaban bien con otros.". Se negaban a
ayudar a alguien que percibían como la competencia,
aun cuando teóricamente eran del mismo equipo. Los
nuevos líderes se desarrollan a partir del trabajo en equipo.
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Son inclusivos en la forma en que lideran, atrayendo y
haciendo sentir que todos están haciendo algo grande,
juntos. Reclutan a los demás como "colegas" y "socios".
El liderazgo 2.0 practica el liderazgo compartido. Los
dirigentes tradicionales atesoraban sus recursos, sus
contactos, sus conocimientos, su tiempo, energía y dinero.
Jugaban un juego de suma cero. No creían que podían
ser generosos sin agotar su propio capital. Los nuevos
líderes son todo lo contrario, tienen una mentalidad de
abundancia. Comparten libremente sus recursos, en la
creencia de que "hay todavía mucho más". Ellos saben
que "es más bienaventurado dar que recibir".
El liderazgo 2.0 acoge con satisfacción el compromiso de
ser líder. Los dirigentes tradicionales eran distantes. No
esperaban ensuciarse las manos teniendo que hablar con
los ciudadanos de manera directa y constante. Se
ubicaban por encima de la refriega cotidiana,
observando desapasionadamente a las masas. Los nuevos
líderes no piensan en términos de jerarquía, como si algo
está "por debajo" de ellos. Se involucran, felices y
apasionados comprometiéndose con todo y con todos.
El liderazgo 2.0 construye comunidad. Los dirigentes
tradicionales eran individualistas en esencia y en acción.
Se impulsaban por sus propias producciones. No
necesitaban a nadie más. Podían hacerlo todo ellos
mismos. Los nuevos líderes, por otro lado, sienten el placer
de trabajar con otros y de construir de una comunidad
sostenible que subsistirá mucho después de que se hayan
ido. Obtienen gran satisfacción de trabajar juntos en lugar
de trabajar solo.
El Liderazgo 2.0 representa un salto cuántico adelante en
la eficacia. Permite a los líderes conectarse con sus
seguidores en formas que nunca podrían hacer los viejos
dirigentes.
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HACIA UN LIDERAZGO RESPONSABLE PARA EL
SIGLO XXI
Sin olvidar que un político solo puede jugar un papel
relevante en función de sus resultados electorales, y que
consecuentemente alcanzar el poder ha de ser uno de sus
grandes objetivos, los resultados de una acción política
basada esencialmente en ese objetivo puede tener
consecuencias sociales desastrosas a largo plazo.
En una sociedad en proceso de transformación
permanente se hace imprescindible un liderazgo a todos
los niveles, capaz de poner en práctica reformas sociales y
estructurales que la adecuen a las condiciones creadas
por el nuevo contexto local, nacional e internacional.
Esas reformas no siempre conllevarán contenidos que
gusten de manera inmediata a los ciudadanos. Pero el
camino no puede ser aparcarlas o aplazarlas para dar al
“elector-consumidor” lo que está demandando. Un
liderazgo responsable ha de pensar en las consecuencias
a largo plazo de su acción política para la ciudad, la
región o el país.
Debido a la necesidad de conservar el poder, el nuevo
liderazgo ha de intentar popularizar las reformas. Ganarse
la confianza de los ciudadanos es imprescindible para
tener éxito en su implementación, además de ser una
condición central del funcionamiento democrático y de la
conservación del capital político de quienes la ponen en
marcha o la apoyan.
El liderazgo político responsable no se limita a una gestión
política exitosa. Conlleva una función de orientación social
instaurando una agenda de reformas sociales y
obteniendo la aceptación necesaria del cambio. Esto
cobra especial importancia cuando se trata de reformas
que conllevan intromisiones dolorosas en el derecho
adquirido de grupos de votantes relevantes. Por poner un
ejemplo, las subidas de impuestos son siempre
impopulares, pero sin ellas no se pueden llevar a cabo un
proceso de desarrollo de las infraestructuras o un
incremento de las políticas sociales que impulse la
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cohesión social. Se pueden desarrollar estrategias de
comunicación para explicar su sentido y necesidad, para
que la mayoría de los ciudadanos las acepten y las
apoyen, a pesar de que afecten de manera inmediata a
su bolsillo individual.
Veamos las tres dimensiones imprescindibles para el
éxito de un liderazgo responsable.
DIMENSIÓN ÉTICA
El liderazgo político responsable no solo ha de cumplir las
expectativas de sus seguidores, sino que ha de iniciar los
procesos de transformación social necesarios. No se trata
simplemente de convencer a las personas de seguir una
determinada visión. Liderazgo político significa conseguir
que una sociedad se dé cuenta de sus problemas y se
enfrente a ellos. Un líder político debería de ofrecerles
puntos de referencia claros para poder reflexionar sobre
las causas de los problemas, y no solo sobre sus síntomas.
DIMENSIÓN ESTRATÉGICA
Todo proceso transformador necesita estar guiado por una
visión clara. El liderazgo político responsable ha de estar
profundamente familiarizado con la gestión de métodos
que posibilitan la puesta en marcha de su visión. Se debe
de tener claro en todo momento que los procesos de
adaptación pueden resultar incómodos para muchos
ciudadanos. Una adecuada metodología de
implementación los encauzará a un ritmo que no resulte
perturbador, desarrollando visiones de futuro realistas,
diseñando los pasos a seguir para alcanzar los objetivos. Se
ha de mostrar una fina sensibilidad respecto a los intereses
y sentimientos de todos aquellos que van a sufrir en el
proceso reformador, buscando caminos y medidas que los
integren en la dinámica transformadora. Se necesita una
estrategia activa encauzada a sumar adeptos y desactivar
el enfrentamiento frontal con los opositores, convirtiéndolos
en “socios del proceso”.
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DIMENSIÓN EMOCIONAL
Un gran número de ciudadanos basan su decisión de voto
en las personas que representan a una opción política. Por
eso los políticos han de ser reconocibles como personas.
Cada uno de sus pasos ha de formar parte de una gran
historia, que da coherencia a todo su periodo de
mandato. Howard Gardner lo expone con esta frase
“Quien desee liderar, influye en los pensamientos y los
sentimientos de grandes grupos. La clave para ello es
contar una historia convincente.”
En la labor de comunicación, se debe de ser capaz de
mostrar comprensión para las inquietudes, necesidades y
miedos de la población, colocándose a la altura de los
ciudadanos con ejemplos comprensibles, emanando
optimismo y proyectando la imagen de un futuro mejor.
PERSPECTIVAS DEL NUEVO LIDERAZGO
En ningún momento de la historia pasada ni reciente se
han vivido transformaciones económicas y sociales de
manera tan rápida como en las últimas décadas. Los
parámetros relativamente estables que utilizábamos en el
pasado para prever el futuro ya no son válidos. El proceso
de globalización y descentralización está desdibujando
rápidamente el marco político que se mantuvo estable
desde la revolución francesa, el Estado-Nación. No
sabemos cuáles van a ser los escenarios futuros donde se
desarrolle la acción política, lo que si podemos estar
seguros es que la “ciudad” será uno de ellos. Los gobiernos
locales tienen y van a tener cada vez más relevancia. La
cercanía al ciudadanos y la posibilidad de dar respuestas
rápidas a sus problemas dan una ventaja cada vez más
apreciada a las administraciones municipales. Una
ventaja que cobra aún más importancia a causa de la
existencia de centros decisorios y políticos globales que
hacen que los estados estén perdido su autonomía.
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El nuevo liderazgo político en el gobierno local
El liderazgo y la planificación estratégica se vuelven cada
vez más importantes para conservar la capacidad de
acción política en un entorno en constante modificación.
El intercambio de experiencias se puede producir ahora
con mayor eficacia y rapidez que nunca. Foros, seminarios
y espacios para el debate dentro de la Internet abren
caminos para compartir vivencias y aprendizajes,
acompañando el proceso de creación de nuevas formas
de liderazgo político con un constante análisis y
asesoramiento.