El Orden de Lo Simbólico

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Universidad Nacional Autónoma de México Facultad de Filosofía y Letras | Colegio de Filosofía Problemas de Filosofía Política y Ciencias Sociales Dra. Griselda Gutiérrez Castañeda Christian Antonio Ramírez Bazán El orden de lo simbólico Toda relación social se estructura simbólicamente y todo orden simbólico se estructura discursivamente G. Gutiérrez Este ensayo posee dos objetivos, siendo que ambos están íntimamente relacionados. En un primero momento, se darán cuenta de las condiciones que hicieron posible el surgimiento del feminismo, lo cual, por otro lado, implica hablar de los movimientos y corrientes del pensamiento contra los que éste mismo surgió. Una vez hecho lo anterior, se podrá desarrollar el segundo objetivo, es decir, se señalarán las problemáticas que los planteamientos feministas han tenido para lograr sus objetivos. Ante tal situación, se habrá de plantear como alternativa a dichas trabazones, lo que, en pocas palabras, recibe el nombre de la semiotización de lo social, en tanto que abriría un campo explicativo que hasta ese momento era

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Universidad Nacional Autónoma de MéxicoFacultad de Filosofía y Letras | Colegio de Filosofía

Problemas de Filosofía Política y Ciencias SocialesDra. Griselda Gutiérrez Castañeda

Christian Antonio Ramírez Bazán

El orden de lo simbólico

Toda relación social se estructura

simbólicamente y todo orden simbólico se

estructura discursivamente

G. Gutiérrez

Este ensayo posee dos objetivos, siendo que ambos están íntimamente relacionados. En un

primero momento, se darán cuenta de las condiciones que hicieron posible el surgimiento

del feminismo, lo cual, por otro lado, implica hablar de los movimientos y corrientes del

pensamiento contra los que éste mismo surgió.

Una vez hecho lo anterior, se podrá desarrollar el segundo objetivo, es decir, se señalarán

las problemáticas que los planteamientos feministas han tenido para lograr sus objetivos.

Ante tal situación, se habrá de plantear como alternativa a dichas trabazones, lo que, en

pocas palabras, recibe el nombre de la semiotización de lo social, en tanto que abriría un

campo explicativo que hasta ese momento era desconocido y que, al mismo tiempo, brinda

soluciones a los problemas que posturas anteriores no habían podido ver con precisión.

1. Feminismo: con y contra qué

¿Qué condiciones hacen posible el surgimiento del feminismo? Podría fácilmente

responderse esta pregunta afirmando que es gracias al movimiento ilustrado, y entonces,

simplemente pasar a esbozar los conflictos que de ahí aparecen, pues es también cierto que

el feminismo es un movimiento que reacciona contra el periodo ilustrado.

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Sin embargo, para responder a cabalidad, habrá que dar cuenta del orden, la organización

social previa al Siglo de la Luces, para justo entender el contraste entre ambas épocas, es

decir, poder ver con qué esquemas y concepciones, cuando menos, rompe la ilustración

con respecto a al período que le precedió. Así, podrá verse cuáles son las influencias que

estas rupturas tuvieron dentro del surgimiento del movimiento feminista, cómo es que

posibilitaron al feminismo. De igual manera, esto dará cuenta de cómo y por qué la

corriente de pensamiento que nos ocupa reacciona contra las condiciones que la

posibilitaron.

1.1. Con la Ilustración: La ruptura con el orden precedente

Partamos de la concepción de lo simbólico, ¿qué papel tiene, cómo funciona, qué es lo que

hace? La función que el orden simbólico desempeña es el de un ente activo que se encarga

de ordenar, y al ordenar, da sentidos, es decir, asignar lugares a los objetos y personas del

mundo, establece una relación entre ellos. Es una ordenación que es aleatoria, formal pero

contingente de elementos.

En esa medida, cabe preguntarse por el modo en que los órdenes simbólicos tradicionales

ordenan y dan sentido al mundo a los elementos que lo constituyen. La idea es que operan

a través de una lógica binaria, una lógica de oposición, es decir, actúan a través de

delimitaciones necesarias que marcan la diferencia entre lo que tiene sentido, y aquello que

pertenece al mundo humano, estableciendo, al mismo tiempo, una jerarquización entre esas

oposiciones; así, el orden se considerará como bueno y superior mientras que el caos como

malo e inferior.

El problema resulta del hecho de que si bien se marcan estas delimitaciones, el mundo del

caos nunca es enteramente suprimido o eliminado, y entonces permanece como una

amenaza latente, como el peligro constante de la desaparición de todo lo humano y

civilizado, de todo el ámbito del orden. Así, se tiene entonces que lo malo e inferior, es

también peligroso y dañino.

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La modernidad es justo aquello que viene a romper muchas de las estructuras del orden

simbólico tradicional, a partir de un proceso de racionalización, es decir, de secularización,

propiciando el quebranto de esta lógica binaria y jerarquizadora, otorgándole un lugar

privilegiado al concepto, lo cual permite el declive de la fundamentación trascendente, de

la verdad revelada como criterio de orden.1

Desarrollando lo anterior: la idea es que el proyecto de la modernidad es un proyecto que

se pone a sí mismo como tarea la confrontación con esta lógica de fundamento

trascendente que rige el orden tradicional. La tarea consiste en contraponer, a esta verdad

revelada, una fundamentación inmanente en lo que respecta al ámbito cultural, pero

igualmente, al de los propios sujetos: “Esta lógica está basada, antes que en el símbolo, en

el concepto; es decir, no en la estructura binaria, sino en la unitaria; no en la asociación,

sino en la abstracción; no en la jerarquía, sino en la equiparación.”2

Este uso del concepto, se considera, tiene sus antecedentes en el nominalismo, el cual

reacciona ante las concepciones realistas de los universales, los cuales le permiten hablar y

postular esencias, las cuales, por otro lado, resultan un obstáculo para pensar en términos

individuales: “[…] frene a las abstracciones se desarrolla paulatinamente la noción de

individual radicalmente antiesencialista”.3

Aquí la modernidad encontraría su primer precedente, sin embargo, el uso del concepto, la

concepción de los mismos, adquiere una dimensión completamente diferente y singular

con el paso de los siglos. No se abandona del todo la universalización, sin embargo, ésta

adquiere una dimensión anti-esencialista; se trata de generalizaciones que ahora han de

apelar a criterios formales. Se trata de universales que guardan relación con los

particulares, no que los suprimen; así, el universal ha de representar a lo individual de

manera general, pero no obviándolo o dejándolo en la oscuridad.

1 Serret, Estela. “Géneros e identidades” en Identidad femenina y proyecto ético. México, Miguel Ángel Porrúa/PUEG/UAM, 2002, p. 322 Íbid. p. 35 3 Íbid. p. 35

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Aplicando este modo de pensamiento, se tiene entonces que el concepto, esta nueva

concepción del universal, puede confrontar y arremeter contra aquello que encuentra su

fundamento en una única verdad, en tanto que ahora los criterios de validez ya no se hallan

en consonancia con este fundamento único, sino que son ahora entendidos de manera

particular: “[…] el concepto es más descontructor [sic] que constructor, pues su labor se

dirige contra las sólidas edificaciones a las que mina basándose en cuestionamientos y

particularizaciones”.4

Esto trae como consecuencia la aparición de la otredad. Así, si el concepto ataca esta

lógica binaria sustentada en una Verdad revelada, al poner ésta en cuestión y derrocarla, no

se ha de sustituirla por otra de carácter formal. La lógica binaria se rompe junto con esta

verdad trascendente dando lugar a la aparición del otro y de lo otro, pero no entendidos

ahora como una especie de peligro, como aquello ajeno a lo que la verdad establece, sino

que, justo por esta ruptura, lo otro puede entenderse y asimilarse como semejante: “Esta

clase de alteridad funciona en la delimitación subjetiva ya no como amenaza sino como

espejo”.5

Por lo anterior es que puede decirse que el amplio y complejo movimiento intelectual de la

modernidad puede resumirse en la idea de individuo, la cual, al mismo tiempo, en términos

morales, recoge la concepción de un sujeto moral autónomo6, es decir, se trata de un sujeto

que posee características tales como un juicio racional y por ello recto, se abstrae de

relaciones específicas para con los otros, y de toda heteronomía; esto, a su vez, termina

fundando los conceptos tanto de ciudadano, de propietario y de sujeto.

Son justo éstas las razones por las cuales el movimiento de la modernidad, que se

desplegará en el movimiento ilustrado, se toma como precedente del movimiento

feminista, en tanto que sus consecuencias parten, primordialmente, del cuestionamiento del

4 Íbid. p. 365 Íbid. p. 37 6 Serret, Estela. “Introducción” en Identidad femenina y proyecto ético. México, Miguel Ángel

Porrúa/PUEG/UAM, 2002, p. 11

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orden tradicionalmente establecido, y dicho cuestionamiento ha de tener su sustento en el

poder de la razón.

De ese modo se ponen en tela de juicio las desigualdades, desigualdades concebidas como

naturales, y permite la fundación de un orden de legitimidad igualmente sustentado en la

razón, esto es, un orden político que tiene su sustento en un acuerdo racional y autónomo

que pretende establecerse con miras al mayor beneficio “de los miembros de una

asociación”.7

Como se ve, esto fue la condición de posibilidad de que las mujeres pudieran desafiar las

razones por las cuales habían permitido que fueran consideradas de la manera en que lo

habían sido hasta entonces y, por lo tanto, tratadas como subordinadas dentro de los

órdenes previos a la ilustración, pues, por un lado, permite que las mujeres aparezcan

dentro del discurso y la concepción social, al no ser ya sólo relegadas a ese campo de

otredad y, por otro, en tanto herederas de la crítica que el movimiento ilustrado promueve,

permite justo el cuestionamiento de las condiciones y tratos que habían sido ejercidos hacia

ellas, partiendo de concebirlas dentro del margen de la subordinación.

1.2. Contra la ilustración: crítica a las contradicciones ilustradas

Es así como puede verse en qué medida el movimiento feminista es heredero, surge, es

posible gracias al movimiento de la modernidad, sin embargo, esto no acaba aquí, pues aun

cuando la ilustración fue, como se vio, una de las condiciones de posibilidad del feminismo

en un sentido “positivo”, lo fue, por otro lado, en un sentido negativo en tanto que también

surgió como una reacción ante las contradicciones internas existentes en relación con las

mujeres: “Desde luego, aunque el feminismo tenga una raíz ilustrada, es un movimiento

que, lejos de correr simplemente parejo con el iluminismo, se constituye en una crítica de

él o, para ser más precisas, como una crítica ilustrada a las contradicciones de la

ilustración”.8

7 Íbid. p. 128 Íbid. p. 12

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¿A qué se debe esta crítica? ¿a qué se debe su aparición? ¿qué es lo que critica? El

cuestionamiento aparece justo por la inconsecuencia del movimiento ilustrado que, por un

lado, promueve la igualdad entre los individuos, hace uso de la crítica para declinar el

orden rígido de jerarquizaciones y, sin embargo, sigue considerando a las mujeres como

individuos que deben ser subordinados, y en esa medida, no son consideradas como sujetos

morales.

Como consecuencia del proceso de racionalización de éste período, en la medida en que es

llevado a cabo no sólo en el terreno teórico y filosófico, sino también en el ético y político,

produce una partición, un desplazamiento de la concepción de bien hacia el terreno de

justicia, lo que trae como consecuencia la institucionalización de los ámbitos público y

privado. Así, la vida buena ya no le concierne al orden que regula el poder político, lo que,

por otra parte, implica la exclusión del ámbito doméstico –el cual será concebido

preponderantemente como femenino– de cualquier tipo de regulación dentro del orden de

lo público. 9

Se tiene, entonces, dos formas a partir de las cuales las mujeres son excluidas del estatuto

moral, a pesar de las pretensiones de universalización de la modernidad. Esto trae como

consecuencia el garante de la “[…] pervivencia de la invisibilidad femenina”10, una

invisibilidad que se traduce no sólo en el terreno ético o político, sino también en los

ámbitos sociales y científicos, al no formar parte de la reflexión de éstos.11

En el fondo, la justificación de dicho trato desigual, parte de entender a las mujeres como

de una índole que es esencialmente diferente –por tanto, desigual– a la de los hombres,

siendo que esa misma diferencia “está relacionada con sus actividades y sus espacios y/o se

expresa en ellos”.12

Es dado todo lo anterior que el feminismo en su origen, a la vez que es posibilitado por los

planteamientos ilustrados, surja también como una crítica hacia ellos, crítica que señala 9 Íbid. p. 1310 Íbid. p. 1311 Íbid. p. 1312 Íbid. p. 16

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aquella exclusión de la que son objeto las mujeres, siendo que al mismo tiempo se intenta

dar cuenta de sus causas. Esto tendrá como consecuencia que el objetivo del planteamiento

feminista se avoque en tratar de pensar a las mujeres como sujetos, esto es, que sean

consideradas igualmente por su capacidad racional, lo cual tiene como efecto que se pida

para las mujeres “las mismas prerrogativas que esta definición universalista otorga a los

varones”.13

1.3. El problema

El apartado anterior deja en claro por qué el feminismo en sus inicios posee raíces

ilustradas, y al mismo tiempo, surge como movimiento que reacciona ante las

contradicciones internas de los planteamientos racionales de la ilustración. Su exigencia,

como claramente se menciona, es a todas luces justa, sin embargo, existe un problema en la

forma en que ella misma es planteada.

Desde el momento en que el planteamiento feminista se ve en la necesidad de derogar el

discurso excluyente promovido por la ilustración, se ve también obligado “[…] a

inscribirse en la polémica de la definición misma de ser mujer para mostrar a sus

interlocutores que están equivocados al describir a las féminas como estos curiosos seres

humanos exceptuados de la cualidad esencialmente humana”.14

De ahí que, entonces, la pregunta que resume la problemática es la siguiente: ¿Tiene

sentido hablar de un sujeto (moral) femenino?15 Partir de esta pregunta es lo que trae

consigo una empresa que, cuando menos, no muestra una resolución evidente, en la medida

en que no se ve cómo es que partiendo de las condiciones impuestas por el discurso que

excluye a las mujeres de los diversos campos del pensamiento, permita conseguir las

exigencias formuladas por el feminismo.

Como se ve, el conflicto aparece por el hecho de que la estrategia de los primeros

planteamientos feministas juegan con las reglas impuestas por el discurso que pretenden 13 Íbid. p. 1714 Íbid. p. 1815 Íbid. p. 19

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derogar. Se trata, entonces, de una estrategia que pretende re-definir la feminidad y a las

mujeres, para así mostrar que el discurso que las excluye no es certero, que las mujeres y lo

femenino sí participan de la razón, y por lo tanto son sujetos autónomos:

No obstante, esta empresa parece una y otra vez estar condenada al

fracaso, porque acepta de entrada la validez de una construcción simbólica

de definición de los géneros que es intrínsecamente incompatible con la

nueva forma –conceptual– de la comprensión del mundo, inaugurada

precisamente por el pensamiento racionalista. El feminismo cede ante la

inercia de las definiciones simbólicas.16

¿Cómo responder ante semejante contradicción? ¿Cómo conseguir las exigencias

feministas sin atravesar esta contradicción? ¿Qué alternativa existe para hacerle frente?

2. La semiotización de lo social

Antes de comenzar el planteamiento, uno podría preguntar con toda razón por qué apelar a

este tipo de explicación. ¿No existen otras herramientas teóricas y conceptuales que puedan

hacerle frente a la problemática fundamental planteada en el apartado anterior? ¿No existe

una vía alterna -o más de una, claro- que permitan eludir la contradicción del

planteamiento feminista en sus orígenes? ¿Qué ha pasado con el feminismo y sus

planteamientos posteriores que no son tomados aquí en cuenta? ¿Por qué no les toma en

consideración?

Existen tres razones fundamentales por las cuales se opta por las herramientas teóricas

ofrecidas por la semiotización de lo social. En primer lugar, hay que notar que la

contradicción interna del feminismo en su planteamiento primario es una contradicción que

surge desde el ámbito discursivo, pues su estrategia parte de situarse en el orden discursivo

que plantean las posturas masculinas, tanto modernas como pre-modernas.

16 Íbid. p. 19

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La segunda razón parte del hecho de que las posturas feministas posteriores, al emprender

su crítica contra la ilustración, sus supuestos y sus planteamientos parten y aceptan, en el

fondo, “[…] las definiciones patriarcales de mujer y feminidad […]”17, lo que significa que

la contradicción no es solucionada. En este sentido, la razón argüida en el párrafo anterior

se repite en la medida en que la contradicción no se resuelve; el problema, como se ve,

sigue siendo discursivo.

Por último, la tercera razón por la cual se apela a lo dicho por la semiotización de lo social,

consiste en el hecho de que abre un campo explicativo que justo algunos de los

planteamientos feministas posteriores más importantes no toman en cuenta o, cuando

menos, no le dan importancia: el orden de lo simbólico, de lo cultura.

Ahora bien, ¿en qué consiste dicha postura? Se trata, entonces, de desarrollar, en adelante,

lo que la semiotización de lo social puede decirnos sobre el cómo es que las diferencias se

trastocan sistemáticamente en desigualdades, proceso que, como se ha visto, es el que ha

sido llevado a cabo por la lógica de exclusión moderna y pre-moderna.

¿Qué es lo que la semotiozación de lo social deja ver? ¿qué nos permite discutir y

entender? Para decirlo brevemente, la idea es que permite dar cuenta de la dimensión

simbólica, la dimensión que, como se vio, es la encargada de darle estructura, de dotar de

organización a lo social, y por ello, también permite explicar el modo en que están

constituidos los sujetos. Veamos cómo es que puede hacer esto.

La semiótica se entiende como el estudio de los signos, ya sea desde un punto de vista

general, o bien, desde una perspectiva que da cuenta de cómo éstos repercuten en la vida

social. Así, la lengua es un sistema semiótico, un sistema de signos, y claramente, éstos

juegan un rol importante dentro la forma en que es constituido el ámbito de lo social: “Si la

lengua es un sistema semiótico […] el poder de significación que le es propio y

característico le hace aparecer […] como la condición de posibilidad para que los órdenes

17 Íbid. p. 21

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de la vida social afirmen y construyan su propia calidad de fuentes de tal dominio de

sentido”.18

Ahora bien, entender lo social desde la semiótica, significa reconocer que lo social se

construye a partir de significados, y en esa medida es que puede concebirse como

contingente y convencional. Es justo en el marco de los significados que han sido

convenidos, de una determinada construcción social constituida, que se hacen inteligibles

ciertas acciones y relaciones entre las personas, tienen lugar ahí.

Hay que hacer notar que este juego significado-significante que es la estructura básica de

los procesos de significación, no se agota en un paralelismo, en un isomorfismo, pues si

éste fuera el caso, entonces dicho juego, dicha construcción, no podría tener lugar, se

quedaría estancada: “Así, tendríamos que esa sobreabundancia, ese desbordamiento del

significante por el significado, nos hablaría de una lógica simbólica abierta a juegos

combinatorios y resignificaciones infinitas”.19

¿Cómo relacionarlo con lo simbólico, con lo cultural? Retomemos lo dicho anteriormente,

en donde se afirmaba que lo simbólico es justo aquello que nos permite organizar,

configurar y darle orden al mundo. Pues bien, es justo por ello que entender a lo social

desde la semiótica permite dar cuenta del ámbito cultural-simbólico, pues permite observar

el modo en que esos significados que se inscriben en la cultura, que la constituye, dotan al

mundo de un determinado orden, orden que, partiendo de lo dicho anteriormente, es

producto de una convención, y es por ello contingente.

Ahora bien, entender a lo simbólico desde este proceder abierto a posibilidades nuevas de

significación, nos lleva a “[…] transitar de la identidad significativa del signo al campo del

discurso como cadena de significantes, como sistema de diferencias […]”20. ¿Cómo esto

18 Gutiérrez Castañeda, Griselda. “La perspectiva de género y su contribución al horizonte epistémico

contemporáneo” en Perspectiva de Género: Cruce de caminos y nuevas claves interpretativas. México:

Miguel Ángel Porrúa/PUEG, 2002, p. 1819 Íbid. p. 1920 Íbid. p. 19

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nos puede permitir entender el problema planteado por las feministas? ¿es posible atisbar,

aunque sea, un modo en que sus exigencias puedan ser realizadas desde este proceder? Si

es así, ¿cómo pueden realizarse? Se afirma que sí, que esta perspectiva se plantea como

una alternativa ante los conflictos del feminismo anteriormente revisados, en la medida en

que abre un campo explicativo que permite dar cuenta de una manera distinta a la

diferencia y, en este caso particular, en el modo cultural en que se construye la diferencia

sexual, las identidades de género.21

Primeramente, hay que enfatizar que este estas operaciones que construyen sentido,

repercuten y son pauta de las formaciones lingüísticas y no lingüísticas, las cuales son las

integradoras de lo social. Significa que entonces estas construcciones de sentido son las

pautas a partir de las cuales se constituye toda la dimensión inteligible que conforma la

vida en sociedad, es decir, desde ciertas configuraciones de conducta, las instituciones,

hasta los dispositivos que activan, realzan o vuelven invisibles determinados valores y

deseos, en resumen, lo que se está diciendo es que “toda configuración social sólo es

posible en tanto se articula conforma al entramado sistemático de relaciones diferenciales

[…]”22; lo social se articula sólo por, desde y mediante el discurso.

En esa medida es que se tiene que toda organización, toda construcción de subjetividad y

toda configuración de sentido no está sino signado y posibilitado por el modo en que el

discurso es construido. Aquí es justo donde entra particularmente el imaginario social, en

la medida en que son ellos los que conciben y atribuyen una determinada estructura de este

ámbito social, ideando, en consecuencia, una manera particular de constituir

estructuraciones de los sujetos sociales, “la calidad de sus acciones y relaciones, y el tipo

de ordenamiento que los ubica en un lugar y les atribuye un papel”.23

21 Gutiérrez Castañeda, Griselda. “El concepto de ‘género’: una perspectiva para repensar la cultura política”

en Perspectiva de Género: Cruce de caminos y nuevas claves interpretativas. México: Miguel Ángel

Porrúa/PUEG, 2002, 54 22 Íbid. p. 6023 Íbid. P. 61

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Así, los imaginarios construyen referentes, que son aprehendidos -o no- por los individuos

que forman parte de una sociedad, y al elegirlos o rechazarlos, se constituyen de una

determinada manera, adquieren un modo de ser, unas prácticas determinadas, una

identidad: “Ese orden simbólico-discursivo […] ordena aquellos indicadores de la

diferencia […] que dan significado a lo social y que son indicadores que estructuran las

coordenadas de sentido, conforme a las cuales los grupos humanos, y los propios agentes

sociales, intentan construir un ‘orden’”. 24

Así es como puede verse la construcción de la diferencia, pues dichos referentes poseen

significados distintos, lo cuales son, como se vio, aprehendidos o eludidos por los sujetos

que participan en la vida social, adquiriendo, por decirlo así, una identidad que se distingue

de las otras en la medida en que esos referentes se distinguen unos de otros.

Ahora bien, en esa medida en que los discursos son, en el fondo, los medios por los cuales

dichos indicadores de diferencia se instauran. Los problemas comienzan a aparecer cuando

se toma en cuenta que los discursos no se construyen de forma neutra, sino que se

encuentran atravesados por poderes, los cuales, al mismo tiempo, configuran esos

referentes a los cuales los imaginarios se atañen de una manera parcial, signando las

relaciones entre dichos referentes, no sólo para ordenarlos, sino que, al momento de

establecerlos, se les constituye como pautas para calificar y jerarquizar, privilegiando y

devaluando a unos y a otros. 25

¿Cómo entonces realizar lo exigido por el feminismo desde aquí? Para ello, hace falta

mencionar, por último que todas las prácticas instauradas, que forjan identidades y que

están supeditadas a las construcciones simbólico-discursivas, en términos concretos no

tienen lugar mas que en los espacios políticos, así pues, se trata de primero, identificar a

dichos espacios como el sitio donde tienen lugar un conjunto de prácticas, de producciones

de significados, de sentidos, y que tienen como consecuencia efectos opresivos, y en esa

medida, no reproducirlos, sino transformarlos, desarticulándolos, resignificándolos.26

24 Íbid. p. 6125 Íbid. p. 62

26 Íbid 64

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Bibliografía

-Gutiérrez Castañeda, Griselda. “La perspectiva de género y su contribución al horizonte

epistémico contemporáneo” en Perspectiva de Género: Cruce de caminos y nuevas claves

interpretativas. México: Miguel Ángel Porrúa/PUEG, 2002.

-Gutiérrez Castañeda, Griselda. “El concepto de ‘género’: una perspectiva para repensar la

cultura política” en Perspectiva de Género: Cruce de caminos y nuevas claves

interpretativas. México: Miguel Ángel Porrúa/PUEG, 2002.

-Serret, Estela. “Introducción” en Identidad femenina y proyecto ético. México, Miguel

Ángel Porrúa/PUEG/UAM, 2002.

-Serret, Estela. “Géneros e identidades” en Identidad femenina y proyecto ético. México,

Miguel Ángel Porrúa/PUEG/UAM, 2002.