El peligro del Quijote temprano

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NUESTRA REALIDAD EDUCATIVA Leer El peligro del Quijote temprano JOSÉ MARÍA PLAZA Escritor 107 IDEA-La Mancha l Quijote es un libro de llegada, no de partida. Creo que todos entendemos per- fectamente el alcance de esta frase y has- ta podremos estar de acuerdo con ella. Don Quijote no es una obra para los que dan sus primeros pasos en la lectura (adulta), sino para aquellos que son lec- tores formados y pueden apreciar y dis- frutar de una obra tan rica y compleja como la novela de Cervantes. Sin embargo, Don Quijote de la Mancha ha sido, y es, en muchos casos, una lectura obligatoria para los alumnos de secundaria y bachillerato, con la razo- nable excusa de que si no lean ahora la novela fundamental de la historia de la literatura, difícilmente van a hacerlo des- pués. Ciertamente, es necesario conocer algunos aspectos del Quijote, personajes, situaciones y expresiones, ya que forman parte de la cultura general, pero no al pre- cio de ir creando odios difícilmente supe- rables. Resulta patético contemplar a estu- diantes que no son capaces de abordar a Julio Verne, se aburren con La isla del tesoro o no soportan Robinson Crusoe (aunque, para salir del paso, alquilan la película), y han de enfrentarse —muchas veces, a las bravas— a “El ingenioso hidal- go...” La mayoría puede intentarlo, pero no sabemos en qué párrafo o capítulo va perdiendo el interés y abandona la nove- la casi definitivamente:“¡Si es que no se entiende nada!”, es la expresión más repe- tida y, en cierto modo, la justificación moral que les permite rechazar la novela con la cabeza bien alta, porque cierta- mente el error no ha estado en ellos. Hay otros profesores que son conscien- tes de la dificultad de la empresa e intentan seleccionar pasajes con una cierta acción y leerlos en voz alta en clase. Normalmente se elige, para empezar, la aventura de los molinos y la de los rebaños de ovejas y car- neros, o incluso, el capítulo en que es arma- do caballero en la venta. A los jóvenes estas aventuras les parecen una simple payasa- da y sin gracia. ¿Esta es la grandeza del Quijote? ¿esta es la obra maestra de la lite- ratura española?, se preguntarán algunos, bastante confusos. “El Quijote es un libro de llegada, no de partida. No es una obra para los que dan sus primeros pasos en la lectura, sino para aquellos que son lec- tores formados y pueden apreciar y disfrutar de una obra tan rica y compleja como la novela de Cervantes.” Con estas palabras el autor nos acerca a la realidad que encontramos de manera frecuente en los Centros Escolares, la de unos estudiantes no acostumbrados a leer y que sin embargo se ven abocados a la lectura obligatoria de esta obra cumbre, a veces demasiado tempranamente. E IDEA.099-133 13/5/05 17:31 PÆgina 107

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NUESTRA REALIDAD EDUCATIVALeer

El peligro del Quijote temprano

JOSÉ MARÍA PLAZAEscritor

107IDEA-La Mancha

l Quijote es un libro de llegada, no departida. Creo que todos entendemos per-fectamente el alcance de esta frase y has-ta podremos estar de acuerdo con ella.Don Quijote no es una obra para los quedan sus primeros pasos en la lectura(adulta), sino para aquellos que son lec-tores formados y pueden apreciar y dis-frutar de una obra tan rica y complejacomo la novela de Cervantes.

Sin embargo, Don Quijote de laMancha ha sido, y es, en muchos casos,una lectura obligatoria para los alumnosde secundaria y bachillerato, con la razo-nable excusa de que si no lean ahora lanovela fundamental de la historia de laliteratura, difícilmente van a hacerlo des-pués. Ciertamente, es necesario conoceralgunos aspectos del Quijote, personajes,situaciones y expresiones, ya que formanparte de la cultura general, pero no al pre-cio de ir creando odios difícilmente supe-rables.

Resulta patético contemplar a estu-diantes que no son capaces de abordar aJulio Verne, se aburren con La isla del

tesoro o no soportan Robinson Crusoe(aunque, para salir del paso, alquilan lapelícula), y han de enfrentarse —muchasveces, a las bravas— a “El ingenioso hidal-go...” La mayoría puede intentarlo, perono sabemos en qué párrafo o capítulo vaperdiendo el interés y abandona la nove-la casi definitivamente:“¡Si es que no seentiende nada!”, es la expresión más repe-tida y, en cierto modo, la justificaciónmoral que les permite rechazar la novelacon la cabeza bien alta, porque cierta-mente el error no ha estado en ellos.

Hay otros profesores que son conscien-tes de la dificultad de la empresa e intentanseleccionar pasajes con una cierta acción yleerlos en voz alta en clase. Normalmentese elige, para empezar, la aventura de losmolinos y la de los rebaños de ovejas y car-neros, o incluso, el capítulo en que es arma-do caballero en la venta. A los jóvenes estasaventuras les parecen una simple payasa-da y sin gracia. ¿Esta es la grandeza delQuijote? ¿esta es la obra maestra de la lite-ratura española?, se preguntarán algunos,bastante confusos.

“El Quijote es un libro de llegada, no de partida. No es una obra para los

que dan sus primeros pasos en la lectura, sino para aquellos que son lec-

tores formados y pueden apreciar y disfrutar de una obra tan rica y compleja

como la novela de Cervantes.” Con estas palabras el autor nos acerca a la

realidad que encontramos de manera frecuente en los Centros Escolares,

la de unos estudiantes no acostumbrados a leer y que sin embargo se ven

abocados a la lectura obligatoria de esta obra cumbre, a veces demasiado

tempranamente.

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El profesor les ha podido explicar —parahacer boca— que el Quijote es una nove-la muy divertida, una obra de humor;pero todos sabemos que el humor es unacuestión de época y hasta de geografía, ylo que hacía partirse de risas a los oido-res de hace cuatrocientos años, ahorapuede dar pena o dejar indiferente.Cervantes escribió la novela para el vul-go de su tiempo (para los críticos y laposteridad se volcó en lo que considera-ba su obra maestra, Los trabajos dePersiles y Sigismunda).

Los lectores actuales, que han vistomiles de horas de escenas humorísticasen el cine y la televisión, son insensiblesa las ingeniosidades de Cervantes, y elque don Quijote confunda a unos moli-nos de viento con gigantes o a rebañocon un ejército de soldados es algo que—modernizando el asunto— sucedetambién en los tebeos de Rompetechos,o en los de Mortadelo; un personaje dehistorieta —dicho sea de paso— que sedisfraza de todo lo imaginable, hace millocuras, mete la pata y siempre acabamolido a palos junto a Filemón, más omenos como don Quijote y Sancho.¡Curioso! Así que, ¿para qué acercarse aCervantes que, además, se alarga dema-siado y en un lenguaje antiguo? Esta esuna pregunta que se hacen (o llevan den-tro) una gran parte de los alumnos a losque se les obliga a leer el Quijote cuandoaún es temprano y no están preparados.No hay que olvidar que los que confiesan

que lo leyeron de niños, disfrutaron conel libro de Cervantes, les abrió un mun-do y etcétera, son la excepción que todaregla tiene, y constituyen las únicas opi-niones que nos llegan, porque la realidades otra. Es ese 98 por ciento que no habladel tema.

Por encima de sus posibilidadesLa verdad es que cuando a alguien se lefuerza a afrontar algo que está muy porencima de sus posibilidades, lo normal esque se le cree un rechazo visceral que pue-de ser manifiesto, militante o inconscien-te. Los grandes amores y los grandes odiosde la adolescencia no se superan tan fácil-mente y nos pueden marcar para toda lavida. Con lo cual, estaremos creandogeneraciones de no-lectores del Quijote o—lo que es peor— de personas mediana-mente cultas con una idea muy parcial,desequilibrada y disparatada de la novelade Cervantes, que no comprenden nicomprenderán nunca –tampoco se esfor-zarán por ello, pues han quedado tocados-la grandeza y el verdadero valor delQuijote.

Todo esto que cuento es mundo coti-diano, experiencias que he ido viviendo enlos colegios y en mi entorno familiar, y esalgo que también me sucedió a mí de niñoy casi hasta de adulto. La historia, una vezmás, se repite.

Yo estaba destinado a ser uno de esosno-lectores del Quijote, un adulto comúnque, cuando le preguntaban si había leí-do la novela de Cervantes, contestaba conun pssssi, un sí impreciso que hacía refe-rencia al conocimiento de algunas escenasfamosas y el haber comenzado varioscapítulos sueltos que siempre se abando-naban. Pero nada más. Mis intentos deadentrarme seriamente el Quijote se des-moronaban ya en los primeros párrafos.Cuando empezaba a leer “En un lugar dela Mancha...” y me tropezaba con ocho onueve palabras que no entendía en lospárrafos iniciales... me ponía nervioso, y

Cuando a alguien se le fuerza a afrontar algo queestá por encima de sus posibilidades, lo normal esque le cree un rechazo visceral que puede sermanifiesto, militante o inconsciente. Los grandesamores y los grandes odios de la adolescencia no sesuperan tan fácilmente y nos pueden marcar paratoda la vida.

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ya no me interesaba saber cómo vestía niqué comía el hidalgo.

Luego volvía —he vuelto— muchasveces al texto de Cervantes, pero infruc-tuosamente, porque si he crecido comolector a lo largo de los años, y me he podi-do enfrentar a obras complejas, no mesucedía lo mismo con El Quijote, que eraincapaz de descifrar o leer con placer poresa animadversión (mezclada con impo-tencia) que arrastraba hacia tal novela.Son los traumas de infancia, las obliga-ciones mal entendidas.

Pero llegó un momento en que meimpuse la tarea de enfrentarme al Quijote,como me he propuesto tantas vecesaprender bien inglés. Estaba en ello, cuan-do un profesor de la Universidad de Kiotome comentó que la novela de Cervanteses uno de los escasos textos españolesconocidos en Japón, pero que se vendíamejor la adaptación que un traductornipón había hecho, ya que el originalparecía estar reservado para unos pocosprofesores, no para sus alumnos; y mos-tró un gran interés por conocer la versiónque pudiera hacer un autor de la patria deCervantes. También me sucedió algoparecido en Brasil. Y supe después que enRusia, donde se venera la figura de donQuijote (cuya primera traducción es tar-día, 1769 ), y en Polonia, concretamente,estaban buscando una tercera vía quepermitiese a todos llegar a Cervantes perosin Cervantes (un juego de palabras quenos recuerda a aquel “todo para el pueblopero sin el pueblo” del despotismo ilus-trado).

Buscando al lector de hoyAsí es como surgió la idea de Mi primerQuijote, un texto pensado más para elextranjero que para el mercado español,y que de no haber sido por el interés de

estos países, creo que no lo hubiese hecho.Si existían ya docenas de adaptaciones oreescrituras, ¿por qué contribuir a aumen-tar la confusión?

Era una buena pregunta, pero las razo-nes me llegaron solas tras consultar lasversiones del Quijote que en esos momen-tos había en las librerías.

No me atreví a comenzar la aventurade rescribir la primera parte (la del cen-tenario) de El ingenioso hidalgo donQuijote de la Mancha hasta que no tuvebien claro dos premisas que me parecían

Es necesario adaptar el Quijote a los niños.

* José María Plaza es autor de Mi primer Quijote y Las ingeniosas travesuras del pequeño Quijote y susamigos, ambos en España.

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esenciales para tal tarea: olvidarme de loscervantistas, y abordar Mi primer Quijotecon la misma actitud de Cervantes a lahora de escribir Don Quijote: con lamáxima libertad creativa, y teniendomuy presente al lector al que va dirigidoel libro, un lector muy diferente al delsiglo XVII.

Una vez que asimilé tales premisas qui-se delimitar el terreno, racionalizar losesfuerzos, saber bien cuáles eran las basesde mi trabajo, y tracé unos ejes funda-mentales en los que apoyarme: el espíritudel Quijote, la música de Cervantes, elretrato de los personajes y la arquitecturade la novela. Y así, teniendo muy presen-tes, estos cuatro pilares decidí rescribirDon Quijote de la Mancha.

Curiosamente, el último punto, queme parece tan importante como los res-tantes, estaba ausente en las versiones quehabía leído hasta entonces. No lo enten-día, porque, al fin y al cabo, una novela esarquitectura: una construcción heterogé-nea en la que es necesario saber dosificary distribuir los materiales que tienen valortanto en sí mismos como en su relacióncon los demás y también formando partede un todo.

Por eso, para acercarnos al Quijote ytener una idea bastante exacta de estanovela, había que respetar la construcciónque Cervantes levantó con una ciertaespontaneidad: las cuatro partes y los 52capítulos del primer libro, incluidos, porsupuesto, el manuscrito de El curiosoimpertinente, por más que sea una nove-la italiana independiente, el largo relatodel Cautivo o la historia de Leandra.

Me parecía clave conservar la estruc-tura externa (la apariencia física) y man-tener el paralelismo de los capítulos, reco-ger sus historias respectivas pero tambiénsu pensamiento.

En la primera parte del Quijote hay doslargos discursos que no se pueden soslayarsin que se resienta el espíritu del libro y delpersonaje principal: el discurso sobre laEdad de Oro y la Edad del Hierro y el dis-curso sobre las Armas y las Letras, dondeel autor —poeta y soldado—, por boca dedon Quijote, toma partido por las armas. Eldesafío, en estos casos, era incluir unaacción inédita en la que engarzar, en peque-ñas píldoras, la esencia de estas importan-tes reflexiones, que así, ofrecidas tal comolo hace Cervantes en el Quijote, resultaríanimposibles para el lector principiante dehoy, incapaces de aceptar un discurso quese extienda —mediante una larguísimaparrafada— a lo largo del capítulo.

También había que mantener el múlti-ple perspectivismo de la novela, el inno-vador recurso del manuscrito encontradoy los distintos narradores, si bien, aquí sepodía hacer un nuevo juego, como se hizo.Y ya no es Cervantes el que encuentra unospapeles —escritos en árabe— del historia-dor Cide Hamete Benengeli que hablansobre el famoso caballero andante, sino queen Mi primer Quijote, el autor que firma ellibro es el que halla un texto del escritoruniversal Miguel de Cervantes Saavedra,que es El ingenioso hidalgo don Quijotesobre la Mancha, en un castellano antiguo(para algunos, ininteligible) y, en vez detraducirlo, lo adapta, lo rescribe pensandoen los lectores actuales.

El paralelismo de Mi primer Quijote conla novela de Cervantes se mantiene, inclu-so, en el prólogo (aunque se ha situadocerrando el libro) y en la dedicatoria, queaquí ya no es al duque de Béjar sino al prín-cipe Felipe. Tan sólo se han suprimido lospoemas del principio y el final del libro.

El espíritu de una novela, como todossabemos, tiene más que ver con su esen-

El desafío, al rescribir Don Quijote de la Manchaera incluir una acción inédita en la que engarzar,en pequeñas píldoras, la esencia de las importantesreflexiones que, ofrecidas como lo hace Cervantes,resultarían imposibles para el lector principiante de hoy.

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cia que con las circunstancias, y aunquese han respetado las anécdotas, éstas nohan marcado de una manera rígida larecreación del Quijote, y nos hemosmovido con gran libertad en los pasajesnarrativos. Aunque nos hemos encontra-do con dificultades para abordar esoscapítulos en los que Cervantes inspeccio-na la biblioteca del hidalgo o hace unarevisión crítica (cuando se encuentrancon el canónigo de Toledo) del teatro desu tiempo. Aquí hemos optado por dar unmoderado rodeo más que por el caminofrontal.

En cuanto a la música de Cervantes,había que lograr que al leer —y leer en vozalta— Mi primer Quijote sonara aCervantes, incluso para los que no loconocen. No es una cuestión de palabrasconcretos, sino de estilo y tono. Para estepunto ha sido decisivo el método emple-ado: leer seis o siete veces seguidas uncapítulo del Quijote para que calara uncierto tono cervantino, e inmediatamen-te —y de memoria— rescribirlo a mano,resumiendo las anécdotas y los diálogos, yactualizando el lenguaje, pero sin defor-mar su sabor. Luego, al pasarlo a máqui-na, se acudía al texto de Cervantes paraque nos iluminara en las dudas, lagunas,confusiones o zonas muertas.

Por lo general, y como método, noshemos mostrado más libre en la narracióny más fiel a Cervantes en los diálogos, puesel Quijote está escrito en el Siglo del teatro,y habrían de pasar doscientos cincuentaaños hasta que la novela alcanzara sumadurez . No es extraño, por lo tanto, ycreo que así lo han destacado los críticos,que los diálogos del Quijote sean muy supe-riores a la narración y a las descripciones.

Los hallazgos de CervantesUno de los grandes hallazgos de Cer-vantes lo constituyen esas conversacionesentre don Quijote y Sancho sobre todo lohumano y divino, con un punto de vistacasi opuesto; pero a través de sus propios

razonamientos van hallando puntos encomún, y si no los encuentran, no pasanada, porque el entendimiento es posi-ble. Hay una escena (capítulo 45) en laque don Quijote, paradójicamente, escapaz de parar una pelea —una de lasmás concurridas y enconadas de la nove-la— mediante el diálogo para asombrode los presentes, y muy en concreto, desus amigos.

El otro gran hallazgo de Cervantes esla creación de un mito universal: donQuijote y Sancho Panza, dos personajesopuestos, como se ve ya desde su propiaapariencia física. En principio, ambos per-sonajes forman un juego de contrarios:

Don Quijote en su biblioteca. Francisco de Goya.

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gordo, flaco; alto, bajo; espíritu, carne;cabeza, vientre (Panza); cielo, tierra; sue-ño, realidad; pasado, presente; literatura,vida; caballero, campesino; héroe (que seproclama), cobarde; solitario, sociable;soltero, casado... Estos extremos, sinembargo, se van amortiguando a lo largode la novela. Podemos apreciar, por ejem-plo, que don Quijote, que habla con el ide-alismo de las novelas de caballerías, tam-bién es un defensor de los refranespopulares, y Sancho Panza, que se decla-ra cobarde, elige una vida de peligros yaventura, y siente nostalgia de esa vidacuando regresa a casa tras la segunda sali-da del hidalgo.

En una época de personajes planos,fijos, Cervantes nos ofrece dos protago-nistas muy diferentes y, a la vez, simila-res; dos personajes humanos, con susdefectos y contradicciones, que sufren uncrecimiento moral. Don Quijote ySancho —una pareja frente al mundo—conviven con tanta intensidad y hastacomplicidad que, como esos matrimo-nios eternos, acaban pareciéndose el unoal otro. Sancho se contagia del idealismode los caballeros “y escuderos” andantes,y don Quijote empieza a fijar sus ojos enla tierra.

Era necesario que al rescribir y sim-plificar el Quijote de Cervantes no seperdiera el relieve de estos personajesni su humanidad; pero también seimponía —una pequeña libertad paraatrapar a los lectores no habituales—que esos personajes resultaran cercanosy, por supuesto, simpáticos, algo que nosucede en Cervantes, pues don Quijotees —en principio— un hombre obsesi-vo, violento, fácilmente irritable..., y alprincipio de la novela el lector se dis-tancia de él.

Para lograr la implicación afectiva delprincipiante, su complicidad, se ha recu-rrido también a las ilustraciones, pues laprimera impresión —el acto de fijarnosen un libro o en otro de los cientos que

tenemos delante— viene marcado, enbuena medida, por su aspecto.

Era el momento, por lo tanto, para ale-jarnos de imágenes dolientes, expresio-nistas, barrocas o del legado de Doré, paraofrecer una interpretación visual que sor-prendiera y, potenciara esa especie de sim-patía y ternura en el lector, que le movíaa la sonrisa comunicativa. Por eso se pen-só en un ilustrador procedente del cómicy la publicidad, pero con un mundo pro-pio muy consolidado, que fuese capaz deexpresar gráficamente esa síntesis originaly la actualización del Quijote y a su vez,atrapara al público. En la sociedad de laimagen, la imagen (las ilustraciones y laedición general del libro) constituye unade las bazas importantes para “vender”también el Quijote.

La elección de la iconografía de Jvlivsera, sin duda, una osadía, que, sin embar-go, se ha convertido en un valor añadido.En las tempranas traducciones de Mi pri-mer Quijote a otras lenguas, sus editores(cautos con las innovaciones) contempla-ron la posibilidad de acompañar el textocon ilustraciones conocidas o más clási-cas, pero, finalmente, tras consultar conuna muestra selectiva de lectores, deci-dieron conservar los refrescantes origi-nales de Jvlivs.

Un fresco de su tiempoEn este texto se ha hablado mucho de Miprimer Quijote, que es una recreación muylibre y muy fiel de la primera parte delQuijote, y muy poco de la novela deCervantes. No nos corresponde a nosotroshacerlo, y ya existen decenas de miles deartículos y estudios sobre el tema de vocesmás autorizadas y de auténticos cervan-tistas.

Mi conocimiento del Quijote es cir-cunstancial y desde dentro, es decir, máscomo escritor que como lector. Y comoescritor me permitiré comentar la impre-sión que me llegó una vez que leí y releí,por fin, la novela: el Quijote no es una

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obra escrita con el fin de criticar (o sati-rizar) las novelas de caballerías y acabarcon esa moda, que ya se había acabado. Talintención chirriaba y me recuerda lo dematar moscas con cañonazos. O así locreo, no sé si ingenuamente.

Sabido es que Cervantes se inspiró enel Entremés de los romances (donde unlabrador enloquece de tanto leer elRomancero), como estudió bien Menén-dez Pidal, para su primitivo texto delQuijote. Esta influencia comprende pocomás de su primera salida, que, en exten-sión, se corresponde una de sus novelasejemplares. Aquí la intención de Cer-vantes sí podría haber sido la de escri-bir una burla de las novelas de caballe-rías, no tanto por esas novelas en sícomo por seguir el juego del aludidoentremés.

Pero luego, cuando Cervantes se dacuenta de lo que tiene entre manos,cuando intuye que ha logrado un estiloy un personaje que funcionan, que hacreado un mundo donde todo es posi-ble y todo le puede estar permitido,entonces decide continuar con la nove-la (una larga y accidentada segunda sali-da); pero su intención ya no es hacer unacrítica de las novelas de caballerías, aun-que así lo afirme en el prólogo y preci-samente por ello.

No tiene ningún sentido embarcarseen una aventura de tales dimensiones paraatacar algo que ya es un cadáver, y así seha afirmado en algunos estudios (que nosiguen la corriente oficial), pues hacíamedio siglo que las novelas de caballeríashabían dejado de estar de moda.

La confesión de Cervantes —que, a miparecer, se ha tomado equívocamente alpie de la letra— no deja de ser una ironía,un rasgo de sabiduría y, por supuesto, unaexcusa para poder mostrarse política-mente muy incorrecto en tiempos tandifíciles, y realizar —que era la que real-mente se propuso— un fresco de la socie-dad de su tiempo, un tiempo que tan bien

conocía y que llevaba enquistado en elalma.

De hecho, es al final de su primerasalida (aún sin escudero) cuando empie-za a inventarse el juego de autores; esdecir, la distracción, el distanciamiento,la justificación moral para moverse a susanchas.

Cervantes ha vivido y ha reflexionadomucho (el cautiverio de Argel y sus estan-cias en las cárceles españolas) y ha alcan-zado una sabiduría que va calando en laspáginas y los múltiples personajes y situa-ciones que hallamos en el Quijote. Peropara expresar esa libertad y osadía, y vol-car su amargo sentir, necesitaba la com-plicidad confesada —la tapadera— de lasátira a las novelas de caballerías, cuandoen realidad lo que hace es darnos unavisión crítica, amarga y a veces tierna, desu época.

Sin esa excusa y sin ese personaje, apa-rentemente loco, Cervantes no se hubieseatrevido a atacar el poder, burlarse de laiglesia y, en fin, cuestionar la Inquisición,la justicia, la nobleza, la cultura... Tam-poco se lo hubiesen permitido. Cervanteses un desencantado de la vida y de lasociedad, y en esta novela nos muestra laEspaña imperial y el tiempo que le hatocado vivir, y que no le han tratado comoél cree que se merecía.

La vida de Cervantes fue un pequeñodesastre. Tuvo grandes sueños, pero muymala suerte. La amargura reposada y suenorme y disimulada sabiduría se traslu-cen en esta novela tan personal y tan rica,donde siempre se descubre algo nuevoque nos sorprende.

En la recreación del libro Mi Primer Quijote se reflejanlos dos valores más admirables del Quijote: la creaciónde un estilo donde quepa todo y el construir unpersonaje que te da la posibilidad de moverte por lanovela con libertad y total impunidad.

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De todos los valores del Quijote haydos que me parecen los más admirables:la creación de un estilo (un estilo sinestilo como se suele decirse) donde que-pa todo, y el construir un personaje quete da la posibilidad de moverte por lanovela con enorme libertad, y hasta conimpunidad. Y lo más asombroso aún esque Cervantes haya sabido utilizar contanto genio estos peligrosos elementos.

Yo también, lógicamente, he intenta-do aprovecharme de esas genialidades delescritor para la recreación de Mi primerQuijote, libro en el que hay un reconoci-miento expreso a Cervantes “por permi-tirme ser yo mismo siendo el otro” o alrevés “ser el otro siendo yo mismo”. Enesta especie de juego borgiano está la cla-

ve de mi versión, que constituye unaintroducción al mundo de Cervantes, o almenos con esa intención se hizo: pensan-do en los que se inician ahora en elQuijote y en todos aquellos —tengan laedad que tengan— que abordaron lanovela, la tentaron y tantearon una omuchas veces, pero nunca pudieron conella.

Una vez metidos en la historia y en lospersonajes, y una vez que se conocen bienlos sucesos narrativos, quizás empiecen aleer con otros ojos “El ingenioso hidal-go...” o, tal vez con este bagaje, se atrevana adentrarse directamente en la segundaparte El ingenioso caballero don Quijotede la Mancha, de Miguel de CervantesSaavedra, el escritor universal.

Don Quijote en su biblioteca. E. Declacroix.

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