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  • Reciclaje

    Ao XIII Julio-agosto de 2015Precio: $20 / ISSN 1851-1813N 85

    Divisiones en la burguesa iran

    Misiones: escuelas en ruinas

    Las verdaderas cifras de la desocupacin

    Costureros: luchando contra la muerte

    Observatorio Marxista de Economa

    Taller de Estudios Sociales

    Laboratorio de Anlisis Poltico

    Gabinete de Educacin Socialista

    Debate

    Las perspectivas del FIT

    POLTICAVenezuela: derecha y clase obrera

    El ajuste llega a PerLas patotas de De la Ra

    En defensa del FITECONOMA

    China: el dragn se prende fuegoPollos for export?

    La industria, antes de los 30 La herencia K

    HISTORIACmpora: mito y realidad

    EDUCACINDocentes y tareferos, una unin con lmitesCLASE OBRERAAlbailes clasistasLa intervencin estatal antes de PernEDICIONES RYRLiteratura y revolucin: Cmo se gest la edicin ms completaTEATROResea de Doberman, de Azul Lombarda

  • Julio-agosto de 20152

    Para enfrentar grandes batallas, es necesario un buen pertrecha-miento. Desde un ejrcito hasta un equipo de ftbol necesitan de ciertos elementos que exceden la preparacin tcnica para lograr una victoria. Por caso, la seleccin argentina cuenta con el mejor jugador del planeta y los principales goleadores de las ligas europeas. Sin embargo, todo ello ha sido insuficiente para alcanzar grandes triunfos. Es que para que un equipo sea gana-dor, se debe conformar un juego colectivo. Si cada uno persigue un inters individual, no hay forma. Si los delanteros se dispu-tan los goles entre s, el equipo, en lugar de ganar, pierde. Es decir, debe estar subjetivamente conformado y moralmente ar-mado. Debe estar lo ms cohesionado posible en torno a un ob-jetivo comn. Este elemento le permitir estar a la altura de las grandes batallas. La lucha poltica comparte estas caractersticas.

    A la derecha

    La burguesa argentina sabe muy bien la tarea que tiene por de-lante. El dficit fiscal se cuadruplic en el primer cuatrimestre respecto al ao pasado, mientras en supervit comercial sigue disminuyendo al calor de la cada de las exportaciones (por la baja en el precio de la soja), y si no baj ms es por la disminu-cin de las importaciones. El ajuste no puede posponerse mu-cho ms. El problema es cmo llevarlo adelante. Ya se ha hecho otras veces. Algunas (Menem) con ms xito que otras (De la Ra). Grecia est ah, como ayuda memoria de lo que pas y lo que puede pasar. La burguesa sabe que debe elegir correctamente al personal po-ltico que lleve adelante el ajuste y que no pueden dispersarse las opciones, porque se correra el riesgo de perder. De all la insis-tencia en que la oposicin se encolumne detrs de Macri. Ante el fracaso de este intento, por negativa del jefe de Gobierno

    porteo, quien tema perder su caudal poltico si se asociaba a ex kirchneristas, la cada de Massa no tard en llegar. All ope-r en especial el gobierno, que prefera confrontar con quien se ubica ms a la derecha que con alguien salido de su propio ri-n. Pero el mandams de Tigre no se baj, lo cual entorpece la polarizacin, dado que le quita votos tanto a Macri como al oficialismo, y probablemente impida que la disputa se defina en primera vuelta. El kirchnerismo tambin se postula para llevar adelante las ta-reas pendientes, aunque de forma ms edulcorada. Cristina opt por el candidato ms a la derecha disponible. Mientras con una mano le daba un clavel a Scioli, con la otra le clavaba un pu-al a Randazzo. Su soldado ms fiel, el que puso la cara para ata-car por menemista al gobernador de Bs. As., fue descartado sin ms. Lo cierto es que el actual ministro del Interior y Transpor-te no levantaba en las encuestas. Las ltimas ms favorables lo situaban con la mitad de intencin de voto que Scioli. A su vez, Macri comenzaba a opacar a este ltimo. Cristina, entonces, se dio cuenta que haba que cerrar filas para frenar la debacle y que no podra imponer una lista salida ntegramente de su ncleo. Un solo candidato para polarizar. Y la apuesta le viene saliendo bien: hoy todas las encuestas dan a Daniel por encima de Mau-ricio. El porteo no tuvo xito con los candidatos nicamente propios fuera de CABA (Del Sel), aun no tiene una fuerza na-cional, mientras el kirchnerismo se ha anotado unos porotos.El empresariado no ha recibido con buenos nimos est con-juncin de Scioli con el ncleo duro K. Quizs esperaban que ganara por su cuenta y tuviera las manos libres. Es que Cristina, a pesar de no candidatearse ella misma, se asegur de blindar al candidato con gente de su mxima confianza. No solo en el ar-mado de las listas para los cargos ejecutivos y legislativos, sino que est avanzando en el poder judicial e incluso en las fuerzas armadas (el affaire Milani tendra que ver con el acercamien-to del general a Scioli y un enfrentamiento con Zanini). As las

    cosas, Cristina habra pactado un plazo de cien das de paz bajo ciertos trminos con su elegido. El acuerdo, que implicara la votacin de los proyectos que se enven al Congreso, incluira un posible arreglo con los buitres por la va de la propuesta de los bancos locales que haba sido descartada el ao pasado.Si el FPV finalmente se impone en octubre, se avecina una gue-rra, silenciosa en un principio, por el control del gobierno. O Cristina domestica a Scioli, o este le hace la gran Nstor y se saca de encima a los K (una vieja costumbre del PJ). Cmo evolu-cione esa pelea depender en gran medida de las posibilidades de recuperacin econmica. Si sube el precio de la soja o se con-sigue mayor financiamiento, Scioli tendr el oxigeno necesario para sacar pecho. Si no, los K pueden soltarle la mano, dejarlo caer y salir indemnes para retornar triunfantes.

    A la izquierda

    Mientras la burguesa y sus partidos comprenden la magnitud de la batalla que se avecina y se preparan para ello, pertrechan-do a sus candidatos y cerrando filas, qu pasa con los partidos que deben enfrentarlos? El FIT se ha sumido en un espectcu-lo propio de la calle Corrientes. Desde el principio advertimos que, de no mediar un proceso de unificacin, las cosas podan terminar as. Pero llegado este punto, la defensa del FIT pasa hoy por el apoyo a la lista del PO e IS. El PTS ha demostrado que no se encuentra a la altura de los combates que se avecinan y no se puede permitir que rife los xitos alcanzados en pos de un inters faccional, apelando a lo ms retrasado de la conciencia ciudadana al canto de juventud y renovacin. No ha hecho ms que clavar puales a la vanguardia. Ningn revoluciona-rio consecuente puede aceptar estas maniobras. En las prximas PASO, la clase obrera debe entregar sus claveles a quien mejor puede defenderla.

    EDITORIAL

    Ianina HarariEditora Responsable

    Peridico Cultural Piquetero

    Editora responsable: Ianina HarariDiseo e imagen: Sebastin CominielloCorreccin: Rosana Lpez Rodriguez

    Redaccin: Condarco 90, CABA, CP: [email protected]

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    Condarco 90, CABA, Arg. CP: 1406

    www.razonyrevolucion.org

    Ao XIII N 85 Julio-agosto de 2015

    ISSN 1851-1813Buenos Aires

    Los artculos firmados corren por exclusiva responsabilidad de los autores, asimismo las opiniones vertidas en las entrevistas corren por exclusiva responsabilidad de los entrevistados.

    SUMATE AL CENTRO DE ESTUDIOS E INVESTIGACIN

    EN CIENCIAS SOCIALESSomos intelectuales que militamos para el desarrollo de la revolucin socialista aqu y ahora. Nuestra tarea es desarrollar el conocimiento de la sociedad que queremos transformar. Nuestros grupos de investigacin tienen el objetivo de develar los interrogantes que plantea la revolucin en Argentina: la revolucin burguesa, el desarrollo del capitalismo, el estudio de la economa actual, la lucha de clases y sus expresiones culturales, el Argentinazo y el movimiento piquetero, los crmenes sociales, la historia de la educacin y la construccin de un arte revolucionario. El CEICS de Razn y Revolucin retoma las mejores tradiciones del marxismo, poniendo la produccin cientfica y artstica al servicio del socialismo. Si cres que como intelectual tens un lugar en la lucha, la revolucin te llama.

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    Claveles puales

  • 3Julio-agosto de 2015

    ECONOMA

    La cada de China y la crisis del capitalismo

    Como nos tiene acostumbrados, la economa china vuelve a romper records. En esta ocasin, las bolsas de Shanghi y Shenzhen, fueron las protagonistas. Tras un crecimiento en el valor burstil (market cap) de ms de 6 billones de dlares entre octubre de 2014 y el 12 de junio de 2015, ambas sufrieron un desplome de en-tre 30-40% en el lapso de 3 semanas, esto es, ms de 3,5 billones de dlares. Algunos especialistas han afirmado que se trata de un fenmeno local y carente de repercusin mundial debido a la desconexin con el res-to de las plazas financieras, producto de las res-tricciones a la cuenta de capital china. El des-plome, sugieren, habra sido protagonizado por pequeos inversores sin conocimientos bursti-les. Como veremos a continuacin, lejos de tra-tarse de un juego de oportunistas analfabetos (como se le llama a los inversores inexpertos) de escaso impacto en la economa mundial, el ascenso y cada vertiginosa en los valores bur-stiles es plena manifestacin de los lmites in-herentes a la forma de insercin de China a la economa mundial.

    Cada libre

    La magnitud de las prdidas es comparable al valor burstil combinado de las bolsas de Fran-cia y Espaa, o a casi el 100% del PBI de la cuarta economa del mundo, Alemania. Si bien las prdidas fueron generalizadas, los sectores ms afectados fueron los de tecnologas e inter-net, equipos mdicos, aeronutica y transporte. Sin embargo, las prdidas no alcanzaron su ple-na magnitud debido a la regulacin que obli-ga al controlador burstil a suspender la coti-zacin de aquellas empresas cuyo valor de sus acciones haya cado ms del 10% por jorna-da. A dicha reglamentacin se suma la acep-tacin por parte del regulador burstil de los pedidos de suspensin voluntarios, efectuados por aquellas empresas listadas que buscaban minimizar las prdidas. Para el 8 de julio, unas 1.476 de las 2.800 empresas listadas en ambas bolsas mantena su cotizacin congelada por un equivalente a 2,6 billones de dlares. A ello se suma la suspensin de la Oferta Pblica Ini-cial de acciones de 28 nuevas empresas.

    Un resfro?

    Una explicacin superficial del fenmeno bur-stil chino es aquella que deposita la mirada so-bre los inversores amateurs. La causa del des-plome se habra producido a raz de que estos habran entrado en pnico frente a la cada de la bolsa y comenzaron a vender sus activos de manera irracional y sin prestar atencin a las intervenciones del Gobierno. As, para estos analistas, tan solo se trata de un problema fi-nanciero coyuntural. Esta explicacin se com-plementa con aquella otra que subestima el im-pacto mundial del fenmeno, ya sea porque la cuenta capital de la balanza de pagos de China se encuentra regulada, ya sea porque tan solo el 1,5-2% de los extranjeros tienen acciones chinas. Con respecto a la primera idea, lejos de tra-tarse de un fenmeno financiero y coyuntural provocado por la irracionalidad, el desplome del mercado burstil responde a las contradic-ciones inherentes a la forma de insercin de la economa china en el mercado mundial capi-talista. China es un eslabn ms en el proceso de creacin de capital ficticio como mecanismo para disimular la crisis de sobreproduccin y posponer el mecanismo de destruccin del ca-pital sobrante. Veamos qu dicen las cifras.Una mirada superficial de la economa orien-tal puede sealar que el PBI del pas ha creci-do. Los nmeros astronmicos de la bolsa tam-bin parecen augurarlo. Lo mismo podramos

    decir si atendemos a ciertos niveles de consu-mo interno, como vehculos e insumos para la construccin.No obstante, si miramos el grfico 1, veremos que el ritmo del crecimiento del PBI ha cado estrepitosamente, superando la cada de 2009 y perforando niveles histricos. Si tomamos el PBI agrario e industrial (grfico 2), como ndi-ce de la llamada economa real, veremos que ambos vienen descendiendo y este ao caye-ron hasta el piso del 2009, ao de la gran cri-sis. Otro dato importante de la evolucin de la produccin es la variacin interanual del va-lor agregado en la industria. En ese rubro, en 2012, esa variacin se redujo a la mitad (de un histrico 20% al 10%). Este ao, la cifra fue la mitad de esa reduccin (del 10% al 5%).1 Pasemos ahora al comercio exterior. Si observa-mos el grfico 3, veremos que tanto las impor-taciones como las exportaciones de China vie-nen cayendo en forma constante desde mayo del ao 2010. Aqu todava no se llev al piso del 2009. Sin embargo, mientras en ese mo-mento el descenso fue ms abrupto (igual que la endeble y circunstancial recuperacin), aqu estamos ante cifras muy bajas desde hace tres aos. Lo mismo puede decirse de la inversin en activos fijos, que este ao lleg a su peor ci-fra desde el ao 2000.Ahora bien, cmo es que puede expandirse el sector financiero y cierto consumo interno (construccin) en un contexto que parece ms bien recesivo? Cmo es que, a pesar de lo que parece ser una cada en la tasa de ganancia (eso explicara la mayor renuencia a invertir) los ca-pitales parecen expandirse?La respuesta es sencilla: los capitalistas se en-deudan. Se emiten bonos, se fabrica dinero sin respaldo, se anuncian paquetes de ayuda a las empresas Todo eso que llamamos, tcnica-mente, capital ficticio. Si observamos el grado de emisin monetaria (grfico 4), vemos que, a pesar de la cada del crecimiento de la produc-cin, desde el 2009, se pas de un crecimien-to negativo del -2% hasta el positivo del 6%, cuando desde el 2000 al 2009 se pas del -6% al 2%. O sea, en casi la mitad de los aos se duplic el ritmo de emisin. Justo en los aos en los que los ndices vinieron en picada. Pero hay ms, China est endeudada a niveles histricos. Es el cuarto pas con mayor deuda, segn su PBI, detrs de EE.UU., Grecia y Por-tugal. Esto, a nivel de Estado central. Sin em-bargo, la mayor deuda est canalizada a travs de los estados provinciales, que mediante pla-taformas de financiamiento de gobiernos loca-les concentran el grueso del financiamiento. Por ahora, resulta imposible saber la verdadera cifra del dficit chino debido a que las deudas de los estados locales no es informacin pbli-ca. En un artculo anterior, explicamos detalla-damente los mecanismos que utiliz el gobier-no chino para implementar toda esa creacin de papelitos. Por lo tanto, no se trata de un fenmeno co-yuntural. Es la expresin de la crisis del capita-lismo en China, como expresin de una crisis mundial. Las finanzas no pueden convertirse, por s mismas, en una salida al capital. No se trata tampoco de una lucha entre la produc-cin y la bolsa. La cada del crecimiento ex-presa una cada en la tasa de ganancia. El des-plome de esta bolsa no es un desencadenante de la crisis. Es la confesin de esta que no pue-de postergarse ni dejar de producir sntomas agudos de su existencia.

    La llave

    Como hemos desarrollado en ediciones ante-riores, la exitosa insercin china estuvo es-tructurada en torno a la relacin comercial y financiera con EE.UU.2 Por un lado, esta re-lacin determin el crecimiento y estructura de la economa mundial empujando los pre-cios de las commodities y el alza en la ren-ta agrcola, minera y petrolera. La estructura

    econmica china se desarroll como una eco-noma de mano de obra barata puesta a dis-posicin del capital extranjero para la produc-cin y ensamblado de mercancas con destino de exportacin. Los intentos del gobierno chino por suavizar la cada de las exportaciones apelando a un giro mercadointernista a travs de un crecimiento basado en polticas de infraestructura y desa-rrollo inmobiliario tuvieron bajo vuelo y ele-varon la deuda china de 7,4 billones de dlares a 28,2 billones de dlares entre 2007 y el se-gundo semestre de 2014. A medida que la cri-sis mundial desnudaba la fragilidad del sobre a la crisis terminaron por evitar la destruccin del capital sobrante, no solo las polticas im-plementada por el gobierno chino para tratar de sortear la economa china presenta un nivel de endeudamiento que supera en 282% el ta-mao del PBI. Ahora bien, por qu las exportaciones se es-tancan? Qu tipo de salida puede ofrecer el ca-pital? Esa es la pregunta. Una respuesta puede encontrarse en que el capital chino est per-diendo lo que, justamente, era su particular ventaja: los bajos costos laborales. El salario en China ha venido en aumento en los ltimos diez aos (grfico 5). Y si bien desde el 2009 ha crecido en forma ms lenta, no se ha logra-do revertir la tendencia al alza. Si la burguesa china quiere competir mejor, deber llevar las condiciones de vida de su poblacin a niveles ms bajos an, lo que le valdr abandonar su estrategia mercado-inernista.

    Repercusiones

    A pesar de que sus cifras estn cayendo, Chi-na sigue siendo el principal exportador e im-portador mundial. Ocupa el 25% del mercado mundial. Parece una paradoja, pero es la evi-dencia ms contundente de la envergadura de la crisis mundial: China se cae en un mundo que se cae. China es el primer exportador y a los EE.UU. y su primer importador. Representa el 20% de las importaciones yanquis y el 8% de sus ex-portaciones. Ms importante an es para Ja-pn, con el 22% y 18%, respectivamente. Con la baja de los precios las materias primas, Euro-pa parece ser la nica que circunstancialmente sale beneficiada.EE.UU. ver mermadas sus exportaciones y se-guramente recurrir a profundizar el mecanis-mo que empuj a China al precipicio: la de-valuacin del dlar. Con ello, tambin se van a devaluar las reservas orientales. El conflicto poltico no tardar en aparecer. Otro gigante que comenzar a sufrir las consecuencias ser Rusia, ya que China es su principal mercado de petrleo. La repercusin ser importante en Amrica La-tina. Brasil, Venezuela y Chile, en primer lu-gar, sern los ms perjudicados. La cada de los commodities, a raz de la desaceleracin china, provocar cadas importantes en sus fuentes de divisas. El caso ms grave es el de Chile: el des-plome del cobre implica la cada de su princi-pal fuente de financiamiento. Como vemos, no se trata de un resfro. Este desplome golpear la economa mundial. La ofensiva del PCCh sobre su pro-letariado y el agotamiento de los ciclos asados en las commodi-ties traern un nuevo captulo a la crisis mundial. La lucha de clases ver escribir, en breve, un nuevo captulo.

    Notas1Fuente: elaboracin propia so-bre la base de China National Statistics Bureau2Vase Magro, Bruno, Papeli-tos chinos, en El Aromo, n 82, enero-febrero 2015.

    Lejos de tratarse de un juego de oportunistas analfabetos de escaso impacto en la economa mundial, el ascenso y cada vertiginosa en los valores burstiles es plena manifestacin de los lmites inherentes a la forma de insercin de China a la economa mundial.

    Bruno MagroGrupo de Anlisis Internacional-CEICS

    Final burbujeante

    OMAR DIBABOGADO

    Tel.: (011) - 4383-0098E-mail: [email protected]

    Fuente: elaboracin en base a China, National Statistics Bureau

    Moneda y cuasi-moneda, en miles de millones de yuanes (eje izq.) y evolucin mensual (eje der.), 2001-mayo 2015

    Salario promedio urbano real en China (yuanes constantes de 2014), 2001-2014 (eje izq.) e incremento anual (eje der.)

    Evolucin de tasa de crecimiento del PBI de China en yuanes constantes de 2010, 1 cuatrimestre, 2002-2015

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    201520142013201220112010200920082007200620052004200320022001-4-3-2-10123456

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    Evolucin de tasa de crecimiento del PBI de China en yuanes constantes de 2010 por actividad, 1 cuatr., 2002-2015

    Evolucin de las exportaciones e importaciones chinas, junio de 2002 a mayo de 2015 (en %)

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  • Julio-agosto de 20154

    POLTICA

    La herencia kirchnerista, de la economa a la cultura (primera parte)

    En las prximas elecciones los argentinos de-ben elegir presidente en un contexto muy pa-recido al que sign el fin del gobierno de Me-nem y el inicio de la Alianza, slo que esta vez el trnsito ser al revs: de un gobierno neo-liberal que daba paso a uno que se supona al menos pondra lmites a ese curso, a un go-bierno heterodoxo de izquierda, que dar lugar, cualquiera sea el que gane (salvo un im-probable milagro de Margarita Stolbizer), a un revival noventista. Veremos luego qu significa esto en la realidad. Veamos primero cul es la herencia que recibir Macri (o Scioli, segura-mente no Massa).

    Las veinte sombras de Cristina

    Un simple repaso de las evaluaciones sobre el patrimonio econmico que heredar el suce-sor del kirchnerismo, deja un listado consen-suado de los mismos elementos:

    -La falta de reglas claras que desalientan inversin.-Inflacin alta (y reprimida).-Atraso cambiario.-Dficit fiscal.-Fin del modelo de expansin basado en el consumo. -Inversin productiva en retroceso.-Atraso tarifario.-Distorsin de precios relativos por subsidios.Desorganizacin de ramas productivas enteras (retenciones, cupos de exportacin e importa-cin, etc.).-Imposibilidad de acceso al mercado mundial de capitales.-Crisis energtica.-Escasez de reservas.-Economas regionales en recesin.-Grave dficit de infraestructura (electricidad, telefona mvil, etc.).-Cada de la inversin extranjera directa.-Pasivos contingentes (juicios en el Ciadi, deuda con Club de Pars, holdouts+me too, ms demandas de jubilados y pensionados por mala liquidacin de haberes, un total de 40.000 mi-llones U$S de obligaciones). -Falta de ajuste por inflacin en balances. -Cada de actividad industrial por 21 meses consecutivos.-Dependencia de la economa china.-Expansin desmedida del empleo estatal.1

    Entre lo poco que se le reconoce al modelo est el bajo nivel de endeudamiento, refi-rindose, sobre todo, a la deuda nominada en dlares. Todos coinciden en que la deuda to-tal aument, pero cuentan con la posibilidad de licuar las obligaciones en pesos. Es decir, de estafar a jubilados, pensionados y otros pobres infelices.Tambin es un elemento bastante comn la propuesta, al menos de cara a las elecciones,

    sobre la gradualidad de las reformas necesa-rias para reencauzar la economa. Buena parte de ese consenso es falso, porque nadie quiere hablar de una poltica de shock, habida cuenta de los recuerdos siempre presentes del Rodri-gazo, pero resulta evidente que varias de las ta-reas urgentes requieren de una accin rpida. Por eso, slo algunos economistas, convenien-temente alejados de los candidatos expectantes, se animan a sealar que los primeros pasos de-ben ser la suba de tarifas y el ajuste de gasto pblico, en el marco de un proceso de estabi-lizacin inflacionaria. Con ello se espera redu-cir la presin fiscal sobre el agro y los salarios. Es obvio que restablecer paridad cambiaria es la piedra de toque de todo el edificio, en tanto abarata los costos internos en trminos interna-cionales, permite la afluencia de divisas, recu-pera la industria por la va de destrabar las im-portaciones, protege la produccin interna en tanto que encarece las importaciones, mejora las finanzas del Estado en tanto la recuperacin econmica significa ms recaudacin, etc., etc.Es cierto que tiene contraindicaciones: en la medida en que aumenta el costo de importar, aumentan los precios de ciertos productos que utilizan insumos importados, como los auto-mviles, por lo cual continuara paralizada par-te de la industria; hace ms gravoso el peso de la deuda externa; presiona sobre los precios in-ternos que, en el contexto de una capacidad instalada en uso relativamente alta, tendern a subir rpidamente.El problema es, como seal alguno de ellos, cmo sincerar todo sin que explote la crisis social (shock) o resulte finalmente inoperan-te (gradualismo) y termine escapndose de las manos del gobierno. En el fondo, el problema es poltico, como explic Miguel Bein: des-armar de una vez dicho esquema de subsidios resulta polticamente inviable, dados los cos-tos en trminos de salto inflacionario, pero en algn momento habr que continuar la tarea trunca que empez el gobierno actual.2

    De hecho, muchos preferiran que el ajuste lo haga la realidad, violentamente:

    La Argentina de 2003 no empez a crecer por la heterodoxia estatista. La Argentina retom el crecimiento porque hizo un violento ajuste de shock en 2002, combinando default, licua-cin de deudas privadas va la pesificacin asi-mtrica, y un tipo de cambio que se multiplic casi por 4. Es decir, primero vino el ajuste, des-pus el crecimiento. Ayudado por condiciones externas muy favorables. Insisto, aunque hoy la mala memoria y el marketing poltico nos quieran vender otra cosa, la dolorosa solucin a la crisis econmica argentina fue el ajuste sal-vaje de shock del primer semestre de 2002, en medio de una desintegracin de la poltica y la ausencia de un programa integral.3

    Siguiendo esa lnea, economistas como Carlos Melconian recomendaban no apretar a Cris-tina, de modo que la crisis le estallase a ella, fa-cilitando la tarea del prximo gobierno. Toda la poltica econmica de la actual administracin

    se ha concentrado, simtricamente, en conse-guir el resultado inverso. De all que se haya popularizado la imagen de la herencia K como una bomba de tiempo.Hay tres elementos comunes al diagnsti-co que condicionan la poltica econmica del prximo presidente. En un extremo, el agota-miento del viento de cola, es decir, el fin del ciclo alcista de las commodities; en el otro, la enorme presin inflacionaria que significara una nueva apuesta a un dlar alto al estilo salida de la Convertibilidad, en una economa con una inflacin ya elevada a pesar del uso del ancla cambiaria4; en el medio, una presin tri-butaria en niveles rcord. Dicho de otro modo, no hay de dnde sacar plata, como no sea recu-rrir al endeudamiento externo. Es eso o el ajus-te. O mejor dicho, eso y el ajuste, porque no hay forma de sostener el gasto existente a pura deuda. Como sea, ya el actual gobierno haba intentado recurrir al mercado externo para di-luir el ajuste en el tiempo y preparar un ate-rrizaje suave. La magnitud, sin embargo, asus-ta: 100.000 millones de dlares a lo largo de 5 aos, declar Javier Gonzlez Fraga ya hace tiempo. Como veremos en la tercera parte de esta nota, en un prximo nmero de El Aromo, dedica-da a la herencia poltica del kirchnerismo, los principales obstculos a la crisis en marcha son de orden poltico. En efecto, son los condicio-nantes polticos los que ordenan la va del en-deudamiento masivo. Con un atraso notorio del tipo de cambio, un porcentaje importan-te de la burguesa pide a gritos la devaluacin. Ya sabemos lo que eso significa. Tanto Macri como Scioli se han manifestado en contra del cepo cambiario, lo que implcitamente quiere decir devaluacin. Eso lleva a inflacin y, por lo tanto, a conflicto con los sectores ms pode-rosos del movimiento obrero. Ambos tambin se han manifestado a favor del saneamiento de las cuentas estatales, lo que lleva a una crisis con la poblacin que vive de subsidios (inclu-yendo los jubilados), y con el resto del movi-miento obrero, si se piensa que buena parte de esa limpieza tiene que ver con la eliminacin de subsidios a las tarifas de servicios pblicos. Un simple repaso de la magnitud de estos pro-blemas da una medida de la reaccin que pue-den generar. La devaluacin, para llevar la pa-ridad ms o menos a 2007 debera ser cercana al 50%. Segn datos de Orlando Ferreres, los empleados pblicos de nacin, provincias y municipios pasaron entre 2003 y 2015 de 2,38 millones a 4,27 millones, un incremento de 79%. Los jubilados de los mismos mbitos pa-saron de 4,27 a 8,8 millones (106%). Se en-tiende que una devaluacin, acompaada de reduccin de las retenciones y del impuesto a las ganancias, puede tener un efecto devasta-dor sobre las finanzas pblicas, cuyo rojo (de 180.000 a 200.000 mil millones en 2015) es, en dlares, el doble de lo que recibi la Alianza en 1999. La nica forma de mantener los gas-tos estatales en salarios y jubilaciones sera ba-jar los subsidios a los combustibles y las tarifas. Se producira un ahorro de unos 8.762 millo-nes de dlares, segn calcula, otra vez, Ferreres, pero la magnitud del golpe sobre los salarios del sinceramiento puede imaginarse si se re-cuerda que las tarifas argentinas de gas y elec-tricidad residencial son casi el 10% de lo que se paga por ellas en el resto de Amrica Latina. No se trata, entonces, de una simple correc-cin, sino de una autntica reestructuracin completa de las variables, lo que va a llevar, ne-cesariamente, a una rebelin social, salvo que una catarata de dlares venga a ponerle vaseli-na al proceso. En ese caso, la crisis se posterga-r, acercndose a la situacin griega actual o, lo que es lo mismo, a la Argentina 2001.

    Un gato en una botella

    Qu es lo que verdaderamente entrega

    Cristina al prximo presidente? Es evidente que una bomba de tiempo. Pero eso no agota el asunto. Lo que en verdad entrega Cristina es lo mismo que recibi: un pas encerrado en una botella. Me explico.La Argentina es un capitalismo chico, agra-rio y tardo. Siempre fue un capitalismo chico, an en su poca de esplendor. Cuando se dice que la Argentina estaba entre los primeros seis pases del mundo en 1910, se miente. Lo que se afirma es que el PBI per capita se encontra-ba entre los primeros del mundo. Se entiende por qu: una poblacin muy escasa, con una produccin agraria muy elevada. Pero la medi-da en cuestin es una de todas las formas po-sibles con las que se pueden estimar tamaos relativos entre pases. Sirve para entender algu-nas cosas (qu tan productivo es un pas, por ejemplo, aunque de manera limitada y defor-me, es una de ellas), pero no otras. Puede lle-var a confusiones enormes. Por ejemplo, que un pas con un PBI per capita elevado es un pas grande o avanzado. Baste sealar que las Islas Malvinas tienen hoy uno de los ms altos del planeta para darse cuenta de la fala-cia que esto encubre. Comparando tamaos de PBI en forma directa, la Argentina de aquella poca no era mucho ms grande que... Dina-marca, un pas secundario de Europa. La Ar-gentina sigue siendo un pas chico (en trmi-nos de acumulacin de capital). Por ejemplo, si aceptamos la medida del PBI oficial, hoy da en EE.UU. entran ms de cuarenta Argentinas. Qu problema hay con el tamao? Que la eco-noma mundial es una guerra de todos contra todos y es la productividad del trabajo lo que all cuenta, lo que marca la ventaja competiti-va y, por ende, el lugar del pas en el mercado mundial. La productividad es resultado de la escala de la produccin, es decir, de su capaci-dad tcnica. Un pas chico siempre pierde con-tra uno mayor.La Argentina es un pas tardo. Es decir, llega al mercado mundial tarde, cuando ya otros pases han desarrollado una vasta escala de acumula-cin en la mayora de las ramas productivas. La Argentina tiene industria textil en 1920-30; Inglaterra en 1750. La Argentina tiene indus-tria automotriz en 1960-70; EE.UU., en 1900. As podramos seguir. Hoy, el PBI de la Argen-tina no alcanzara para comprar la produccin anual de Toyota y General Motors. Si vendi-ramos toda la regin pampeana al precio de la tierra en Pergamino, no alcanzara para com-prar la produccin anual de ninguna de las dos empresas. Llegar tarde significa atraso y el atraso difcilmente se recupera. Los principales pases del mundo, en 1860-70, eran Gran Bre-taa, Francia, Alemania?, EE.UU. En 1910, Gran Bretaa, Alemania, EE.UU, Francia, Japn? En 1950, EE.UU., Alemania?, Gran Bretaa, Francia?, Japn. En la actualidad, EE.UU., China, Japn, Alemania, o tal vez, EE.UU., U.E., China, Japn. Han transcurri-do 150 aos prcticamente sin cambios en la cima, salvo la variacin relativa entre los mis-mos actores ya presentes hace cien. Solo Chi-na ha venido sumarse al podio. En 150 aos. El que arranc primero, sigue primero o muy cerca de la cima.Eso significa que no hay posibilidad de

    Inauguramos con esta nota un balance de la herencia kirchnerista, que pretende ser, adems, una sntesis de los problemas nacionales. A lo largo de varias notas, haremos un repaso de las caractersticas salientes del pas que recibir el prximo gobierno y, por ende, de las tareas que tienen planteadas quienes pretenden luchar contra lo que se viene.

    Eduardo SartelliDirector del CEICS

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  • 5Julio-agosto de 2015

    romper las leyes del mercado o, al menos, ha-cerles trampa? S. Es ms, todos los das se le hace trampa al mercado. Las devaluaciones, los aranceles preferenciales, las barreras para-aran-celarias, el dumping, los subsidios, el endeu-damiento, son todas formas de trampa, que buscan mejorar la condicin relativa de cada pas. Pero son trampitas, porque duran poco y tienen un efecto muy limitado. Entre otras cosas, porque los perjudicados ejercen represa-lias o imitan al tramposo.Hay formas mucho ms importantes de la esta-fa. La ms usual para los pases con tradicin de economas pre-capitalistas importantes, es una masa importante de desocupacin latente en el campo. Millones y millones de campesinos que se ofrecern, tarde o temprano, como mano de obra regalada. Este exceso de poblacin explo-table genera una tendencia secular a la cada de los salarios y permite compensar el atraso rela-tivo. Esta es la base de experiencias como M-xico, Brasil, Corea del Sur y el sudeste asitico en general. Obviamente, la gran estrella en este campo es China. No es el caso de la Argentina.Hay otra forma, muy efectiva, que deriva de cuestiones geopolticas y tuvo un gran peso du-rante la Guerra Fra. Pases pobres que por estar situados en posiciones estratgicas recibieron tratamiento preferencial en relacin a merca-dos, crditos, tecnologa, etc. Corea del Sur, de nuevo, Taiwn, Japn, Alemania, son ejemplos obvios. Tampoco es este el caso de Argentina, un capitalismo chico y tardo, sin otros meca-nismos de compensacin de su atraso relativo que su carcter agrario.En efecto, por qu es un elemento de compen-sacin su naturaleza agraria? Por dos razones que explicaremos rpidamente y que amerita-ran un tratamiento ms detallado. La prime-ra: la agricultura es una rama de la produccin atrasada, no porque su capital sea ms pobre tecnolgicamente (tenga menos composicin orgnica, como diramos en trminos marxis-tas) sino porque su velocidad de rotacin es ms lenta (un capital ms pequeo que retor-na a su dueo luego del ciclo de inversin ms rpidamente, se reinvierte tambin ms rpida-mente y, por lo tanto, a lo largo del ao se in-vierte ms veces: 10$ invertidos diez veces da un capital total de $100, $50 invertidos una sola vez da un total de la mitad). Por qu? Por-que el tiempo de produccin en el ciclo agrco-la est sometido a la estacionalidad y la accin de elementos naturales. Esto determina que la rama agrcola sea una en la cual la composicin orgnica del capital es baja a pesar de su alta mecanizacin. En el momento de la formacin de la tasa me-dia de ganancia, se produce un fenmeno ex-trao: con poca tecnologa y mucha mano de obra, la plusvala es mayor, dado que la fuerza de trabajo es su productora. Luego, las ramas de la produccin donde domina la fuerza de trabajo, es decir, las ms atrasadas tcnicamen-te, deberan tener una mayor tasa de ganancia, porque en ellas se produce ms plusvala. Al re-vs, las que dependen de grandes inversiones en capital constante (mquinas, edificios, etc.), son productoras de escasas masas de plusvala, luego su tasa de ganancia debera ser menor. Hay aqu un problema: quin invertira ma-yores masas de capital para obtener una tasa de ganancia menor? Luego, si no se le garantizara una ganancia por lo menos igual a la media de toda la economa, no invertira en esos secto-res, se ira a otros, dejando a la sociedad sin los productos propios de su rama: no habra ace-ro, energa elctrica, etc. Por eso, los bienes de esas ramas tienden a pagarse por encima de su valor individual. Para que eso suceda, masas de plusvala tendrn que pasar de las ramas de la produccin en la que esta se produce en exce-so, a las que se quedan escasas de ella, de modo de compensarse mutuamente. Se forma as la tasa media de ganancia y a cualquier capital le dar lo mismo, entonces, invertir aqu o all. Lo mismo, exactamente, no: dado que las ga-nancias son finalmente la expresin de la tasa por la masa, cada capital obtendr una ganan-cia equivalente al tamao de su capital multi-plicado por la tasa media. Luego, todo capital que puede moverse hacia el cielo de la com-posicin orgnica, lo hace porque all estn los grandes negocios.5

    Qu tiene que ver esto con la agricultura? Que en tanto su composicin orgnica es menor,

    debera ceder plusvala. Un pas bsicamen-te agrcola debiera ceder trabajo propio al ex-tranjero. Pero, a diferencia de otras ramas, en la agricultura la tierra no es simplemente el lugar de asiento fsico del capital sino el objeto mis-mo de la produccin. Luego, la propiedad de ese objeto adquiere aqu un lugar central y su dueo reclamar la porcin de plusvala que le corresponda. De dnde sale esa masa de plus-vala que va a parar a la propiedad agraria, es decir, de dnde sale eso que Marx llama renta absoluta (el derecho de cualquier propietario, an el de la tierra peor, de exigir una partici-pacin en el negocio agrario)? No puede salir de una amputacin de la ganancia del empre-sario agrcola, porque si no ste no obtendra la ganancia media y no invertira. Forzosamente tiene que salir de fuera del sector. En concre-to: la agricultura no participa de la formacin de la tasa media de ganancia, porque la plusva-la producida en exceso queda retenida bajo la forma de renta (absoluta) de la tierra. Un pas agrario como la Argentina, tiene un capital de baja composicin orgnica pero que retiene en sus fronteras, por la renta absoluta, la plusvala que perdera.Pero adems, la Argentina tiene la mejor tierra del mercado, lo que significa algo mucho ms importante que lo anterior. En efecto, ese re-galo de Dios, puesto que no es producto del trabajo humano, es un bien no reproductible, es decir, que no se puede fabricar. El merca-do demandar siempre primero la produccin de la mejor tierra, porque es la que ofrece los costos ms bajos. Pero si ella se acaba, no que-da otra que ocupar tierras peores. En ese proce-so, el precio de los productos agrarios termina alinendose siempre con la tierra peor, lo que significa que los precios de esos bienes tienden a aumentar rpidamente con el crecimiento de la demanda. Si el productor de la tierra peor pone el precio, el de la tierra mejor recibir un ingreso extra a sus costos, precisamente por te-ner la tierra mejor. Un pas agrario con la tierra mejor, Argentina, no slo no ve amputada su plusvala por la renta absoluta, sino que recibe un ingreso extra: la renta diferencial, es decir, la que surge de la diferencia entre los costos de la tierra peor y la mejor. Quin paga eso? El consumidor de los pases compradores. Dicho de otra manera, la Argentina es una gran esta-fa mundial.La existencia de ambas rentas le ha permitido a la Argentina apropiarse de una masa de plusva-la superior a la que le corresponde por el tama-o de su capital. Acta y se desarrolla como si fuera un capital de mayor tamao del que real-mente es. Esto genera una serie de consecuen-cias polticas, sociales y culturales que veremos

    en sucesivas notas, pero en lo que aqu impor-ta, esto explica por qu la Argentina vive pen-diente de la lluvia, de las tormentas solares, de soja, yuyos y otras yerbas. Cuando los precios del mercado mundial estn en alza, la Argenti-na vive como si fuera ms de lo que es. Cuando los precios caen, la Argentina se desploma. Eso no fue as siempre.En efecto, mientras dominaba la produccin agraria y el peso del PBI agrario superaba al industrial (y al no agrario en general), ms o menos hasta los aos 40 del siglo pasado, la economa argentina, arrastrada por el campo, funcionaba bien, como un padre joven que lle-va a su pequeo hijo en hombros. A medida que pasa el tiempo, el padre (la agricultura) en-vejece y el hijo (el PBI no agrario) crece. Tarde o temprano, el anciano se desplomar y cesar todo avance, porque la industria, salvo conta-das excepciones, no tiene capacidad competi-tiva, se limita al mercado interno, protegida a costa de transferencias de plusvala que entra al pas va renta diferencial. En conclusin, desde 1950 la economa argentina describe ciclos de ascenso y descenso violentos que la imagina-cin popular atribuye a la maldad de alguna gente (los planes de ajuste neoliberales). La explicacin es otra: agotada la capacidad com-pensatoria de la renta agraria, la economa sufre las consecuencias de su atraso. Ser en ese mo-mento en que aparecern otros mecanismos de compensacin, mucho menos eficientes, como ya vimos: la devaluacin (es decir, la destruc-cin de valor por la desvalorizacin del trabajo nacional), la inflacin (el abaratamiento de la fuerza de trabajo), la venta de activos estatales (privatizaciones) y el endeudamiento (la pro-mesa de produccin futura de plusvala). Cual-quier lector mayor de edad que viva en este pas, sabe que esos elementos han marcado la vida nacional durante los ltimos sesenta aos.Dadas estas limitaciones, el pas describe mo-mentos de euforia y se olvida de la crisis por un cierto tiempo, cuando esos mecanismos reajus-tan la economa argentina. Cuando se agota su carcter compensatorio, es decir, cada 7 o 10 aos, la economa vuelve a la realidad: 1975-1982-1989-2001-2008-2015. Esos momentos son ms importantes cuando un sbito ascen-so de la renta viene a sumarse a ellos. Eso es lo que caracteriza al ciclo kirchnerista: un bru-tal ascenso de la renta diferencial, o lo que es lo mismo, a las virtudes de ese yuyo llamado soja. Su agotamiento nos devuelve, otra vez, a la cruda realidad: un capitalismo chico y tardo sin otros mecanismos de compensacin de la renta agraria cuyo poder mengua con el tiem-po por ms que la produccin agrcola aumen-te sustantivamente.

    No se trata, sin embargo, de una simple repe-ticin: a medida que la Argentina se achica, va describiendo una espiral de agotamiento y descomposicin social (narcotrfico, violencia, miseria, embrutecimiento, etc.) que describire-mos en otra entrega. Y no porque el capitalis-mo local no crezca, sino por lo contrario. El capitalismo argentino se desarrolla igual que cualquier otro, solo que dentro de los estrechos lmites de la experiencia que hemos relatado. En consecuencia, como en cualquier otro lado, la sociedad se polariza, hay menos ricos ms ri-cos y ms pobres ms pobres, se expande la des-ocupacin y la expropiacin social de la masa de la poblacin. Pero en los pases en los que eso se produce en combinacin con una eco-noma dinmica, ese mismo proceso genera las condiciones para la expansin del propio capi-tal, que conquistar mercados y crecer, ofre-ciendo, tarde o temprano, ocasin para una re-cuperacin social. En el caso argentino (y el de otros pases por el estilo, Venezuela, por dar un ejemplo), se trata, lisa y llanamente, de sangre, sudor y lgrimas para nada. Como un gato que crece dentro de una botella (como he visto que es costumbre en algunos pases asiticos), la so-ciedad argentina crece y, al no poder superar los lmites histricos que la apresan, se compri-me y se deforma para adaptarse a ellos. Como veremos en la parte final de esta secuencia, slo fuera de estos lmites, es decir, fuera de las re-laciones capitalistas, puede la poblacin que constituye esta experiencia tan particular, darse un futuro que valga la pena.

    El regalito

    De esto se trata: la Argentina que deja Cristi-na al prximo gobierno es la misma que le han dejado a ella, a su marido, a De la Ra, Me-nen, Alfonsn, Videla, Pern, Ongana, Illia, Frondizi, Pern. Todos ellos han sido parte del problema, no de la solucin. Son expresin de una clase social que no tiene ms propuestas que estas. Por eso vemos a todos rotar perma-nentemente entre polticas solo en apariencia distintas, hoy neoliberalismo, maana, na-cionalismo, pasado desarrollismo, y vuelta a empezar. Es el sntoma de un agotamiento histrico. Los problemas coyunturales que deja Cristina se van a solucionar a la manera en la que lo han hecho siempre, estirando una vuel-ta ms en la espiral de degradacin social. Esta es la herencia que se pasan de manos unos y otros, como en el juego del gran bonete, mien-tras la masa de la poblacin, en particular, la clase obrera, la ve pasar sin intervenir decidida y definitivamente en el juego. Mientras ese ju-gador se mantenga inmvil, o peor an, parti-cipe de l como auxiliar de los otros, como sim-ple alcanzapelotas, viviremos una degradacin sin fin. O mejor dicho, con final trgico.

    Notas1Esta compilacin es una sntesis de las opi-niones de economistas de tendencias relativa-mente dispares, pero coincidentes en el diag-nstico que ella implica: Miguel Kguel, Javier Gonzlez Fraga, Rogelio Frigerio, Roberto Cachanovsky, Lucas Llach, Alfonso Prat Gay, Juan Jos Llach, Daniel Heyman, Orlando Ferreres, Luis Palma Can, Miguel Bein, Jos Luis Machinea, Roque Fernndez, Ral Cuello y Jorge Vasconcelos. Fueron tomadas de las si-guientes publicaciones: La Nacin, 26/5/2015, http://goo.gl/W8ZMxe; La Nacin, 1/6/2015, http://goo.gl/gbr0ZR, El Comercial (toma-do de Infobae), 5/6/2015, http://goo.gl/ooW-guu, El Cronista, 28/2/2014, http://goo.gl/m7CEVD, Perfil, 7/6/2015, http://goo.gl/52KwwG, Sitio Andino (en base a DyN), 18/3/2015, http://goo.gl/cjdFcb, Diario Uno, 15/3/2015, http://goo.gl/0T3BUk, El Econo-mista, 27/3/2015, http://goo.gl/LlCSXW, In-fonegocios, 12/3/2015, http://goo.gl/f2TEy0.2La Nacin, 14 de julio de 2015.3Enrique Szewach, en Perfil, 12/07/15, Grecia 2015, la Argentina 2002 y la Argentina 2016.4Economistas de la Fundacin Mediterrnea calculan en ms de $20 el monto de un nuevo dlar alto para estimular el mercado interno y abaratar los costos en trminos internacionales.5Pidiendo disculpas al lector por lo apretado del asunto, lo remito a mi libro La cajita infeliz, Ediciones ryr, Buenos Aires, 2013, captulo 4.

  • Julio-agosto de 20156

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  • 7Julio-agosto de 2015

    En el sentido comn, existe la idea de que en el pas no se habran desarrollado industrias has-ta despus de 1930. Ese argumento sirve a los fines de la periodizacin de la historia econ-mica en modelos de desarrollo, en los cuales se intercalan sucesivamente perodos regresivos (vinculados a la produccin primaria y a las fi-nanzas, como el agroexportador y el de valori-zacin financiera) y progresivos (vinculados al capital industrial, como la ISI y el actual mode-lo).1 Estas estrategias estaran motorizadas por los intereses de distintas fuerzas sociales que, mediante el control del Estado, posibilitaron esas estructuras: mientras que el capital indus-trial mercado internista y los trabajadores ha-bran fomentado el desarrollo productivo, el capital extranjero, la oligarqua y las finanzas impulsaron la ganancia fcil, imponiendo mo-delos de desindustrializacin y pobreza para las masas. Ante las evidencias que ponan en tela de jui-cio la inexistencia de industria hasta 1930, una elaboracin ms refinada de esa nocin sostie-ne que si bien existi un desarrollo el mismo estuvo condicionado por la falta de proteccin de los gobiernos oligrquicos, que defendan el librecambio para favorecer la exportacin pri-maria. A diferencia de las potencias como Esta-dos Unidos, o incluso de Canad, los intereses liberales se habran impuesto a los industriales, vinculados con el proteccionismo, para perju-dicar un desarrollo al nivel de estos pases.

    El cuento del To Sam

    Sin embargo, un anlisis ms detallado eviden-cia la fragilidad de estas apreciaciones. Varios estudios muestran que antes de 1930 exista in-dustria, no slo en el sentido usual de la pala-bra, sino de establecimientos que alcanzaban, en trminos marxistas, las caractersticas del sistema de mquinas (la gran industria) en va-rios sectores.2 Ello llev incluso a que los yan-quis prestaran atencin ante la posibilidad de proveer insumos a la industria local. Durante las primeras dcadas del siglo XX, el Gobierno de los EEUU buscaba expandir los mercados para sus capitales. Por ese mo-tivo, envi funcionarios a diferentes regiones del mundo para analizar los distintos merca-dos para ingresar con su produccin. La Argen-tina fue uno de los pases que recibi mayor atencin; no solo para la introduccin de bie-nes de consumo, sino tambin para el ingreso de materias primas, insumos y maquinaria para la industria local. Como resultado, el Departa-mento de Estado elabor las Series de Agentes Especiales, donde se detallaban las estructuras de las plazas en las cuales buscaban descargar sus mercancas. A partir de ellos, tenemos una minuciosa descripcin de la industria local y del mercado de diversos bienes para las prime-ras dcadas del siglo, como textiles, automvi-les, maquinaria agrcola, calzado, productos de madera, electrodomsticos, entre otros.En dichos informes, se evidencia cmo ciertas ramas de la produccin se encontraban en la frontera tecnolgica internacional. Por ejem-plo, en la industria grfica. Segn el informe de Robert Barret, las 64 firmas grficas y los 21 peridicos de la ciudad de Buenos Aires, que editaban ms de 600 publicaciones pre-vio a la Primera Guerra Mundial, empleaban 1.700 mquinas modernas, originarias de Eu-ropa y de los EEUU. Para 1919, la industria del calzado contaba en todo el pas con 231 es-tablecimientos (195 de ellos en Capital y pro-vincia de Buenos Aires). La expansin de esa actividad llam la atencin de la United Shoe

    Machinery Co., que instal una filial de venta en el pas para proveer de maquinaria a las f-bricas del ramo.3 Por su parte, en la produccin de bienes de capital existan 7 casas fabricantes de imple-mentos agrcolas (1.194 obreros), 59 talleres de reparacin de mquinas (317 obreros), 64 talleres de nquel y latn (705 obreros), 6 fa-bricantes de calderas (96 obreros), 5 producto-res de materiales de construccin (80 obreros), 59 fundiciones (1.944 obreros), 992 herreras (5.047 obreros), 228 talleres de maquinaria (6.915 obreros), 3 fabricantes de molinos (34 obreros), 45 plantas de productos de ilumina-cin (3.726 obreros), 3 plantas de gas (2.469 obreros) y 181 constructores de estructuras para edificacin. Estaban equipados en su ma-yor parte con maquinaria e insumos europeos, y en menor medida de origen norteamericano, ingresadas al pas por diferentes casas impor-tadoras. Los informantes tambin prestaban atencin a otras actividades para la provisin de mquinas herramientas, como por ejem-plo los ingenios azucareros de Tucumn y la reciente explotacin petrolera. En efecto, para 1924 la Argentina era el sexto mercado de ex-portacin de mquinas herramientas desde los EEUU y tambin uno de los principales para la maquinaria alemana.4

    Todo para el hogar

    Otras actividades comenzaban a expandir de forma incipiente su mercado, como el equi-pamiento elctrico. Este sector inclua maqui-naria para la generacin en centrales elctricas, cableado, equipo para odontologa, y electro-domsticos. La produccin local era reducida, aunque para los aos 20 la demanda comenza-ba a aumentar y a habilitar ciertos nichos para capitales nativos. El uso de ventiladores se generalizaba en ofici-nas y sitios de concentracin de gente, aunque la demanda residencial aun era pequea. Las mquinas de lavado y planchado se utilizaban en lavaderos, y creca su uso hogareo. Lo mis-mo ocurra con los calefones a gas, aunque por el momento, la mayor parte del agua caliente se obtena mediante lea o carbn. Las aspira-doras ingresaban lentamente, restringidas a las casas de familias acomodadas. Para esa dcada, las heladeras tambin se hacan presentes en los sectores de mayor poder de consumo, princi-palmente de origen norteamericano y tambin suecas (Electrolux); aunque a mediados de los 20 ya se fabricaban en el pas. Aun existan pocas cocinas elctricas. El infor-me del Departamento de Comercio destacaba que un fabricante de pequeas estufas de disco tena insercin en el mercado local. Por su par-te, la instalacin de radiadores y sistemas de ca-lefaccin residencial se incrementaba debido a la construccin de edificios modernos; aunque el elevado precio del combustible atentaba con-tra su masificacin.Exista a su vez un mercado que permita la importacin de muchos artculos elctricos de uso domestico, desde tostadoras y estufas a bu-cleras, almohadillas elctricas y calentadores de agua. Tambin haba clientes para artcu-los ms extravagantes: mquinas de rayos ultra-violeta y vibradores elctricos, provenientes de EEUU y Alemania. Las estrategias de marke-ting haban permitido mantener este produc-to lejos de los sex shops, ya que era promo-cionado segn la doctrina teraputica de aquel entonces como de utilidad para tratar la histe-ria femenina, bajo el eufemismo de masajea-dor plvico. Aunque tambin se promociona-ba como til para masajes o bien para ayudar en la circulacin sangunea. Para esa dcada, Buenos Aires contaba con ms elevadores que cualquier otra ciudad de

    Sudamrica. Los americanos dominaban la provisin de ese equipo, al igual que en apara-tos telefnicos. A su vez, la electrificacin resi-dencial provoc el aumento en la demanda de lmparas, araas y otros apliques para ilumi-nacin. La importacin se reemplaz casi to-talmente por un fabricante de la Capital. Lo mismo ocurra con los letreros de nen en los comercios, de extendida demanda en Buenos Aires y fabricados localmente.5

    Problemas centenarios

    Como vemos la expansin de los centros urba-nos y la creciente inmigracin, entre otros mo-tivos, fue ampliando la demanda de bienes de consumo. Los establecimientos instalados ha-cia fines del siglo XIX crecieron, mientras apa-recan nuevos fabricantes. El crecimiento de la industria puede observarse en las estadsticas de importacin: entre 1900 y 1930, el 56% de las importaciones correspondi a bienes de capi-tal e insumos para la produccin, mientras que solo el 38% fueron bienes de consumo final. Para la dcada de 1910, entre un 30 y un 40% de las importaciones totales del pas correspon-dan a bienes para mantenimiento y expan-sin de la industria. La idea de que la Argentina no desarroll in-dustrias hasta la llegada del peronismo no es correcta. Pero tampoco se observa que la fabri-cacin local haya sido limitada por factores ex-ternos o por intereses anti-productivos. Esas interpretaciones son la elaboracin intenciona-da del capital que acumula en el mercado inter-no, que busca culpables para explicar su inca-pacidad de competir en el plano internacional y su tendencia a fundirse de manera peridica. Por el contrario, la industria se top con sus l-mites histricos. Ms all de dificultades con-cretas, como la escasez y caresta de los com-bustibles principales, como el carbn y los derivados del petrleo, sufri las consecuencias del carcter pequeo y tardo del capitalismo en Argentina. Como observamos en ciertos ru-bros, cuando aqu se conformaban las primeras empresas, ya existan competidores con varias dcadas de trayectoria, con una escala que era la del mercado mundial. Eso implicaba, en los pases lderes, produccin en serie y la posibili-dad de obtener menores costos. En este punto, el mercado argentino operaba como un lmite a la escala, impidiendo la incorporacin de los ltimos mtodos productivos por no ser ren-tables, o directamente haciendo poco atracti-va la produccin local. Los mismos problemas que hoy, con una magnitud mayor, tiene la in-dustria. La solucin a este problema no la tie-nen los burgueses que llevaron a la Argentina a su situacin actual. Solo ser posible sortearlo cuando los trabajadores tomen el futuro en sus manos, evitando as el despilfarro del produc-to de millones de horas de trabajo. Hay que centralizar los medios productivos en manos de un Estado obrero, para aumentar la escala y ra-cionalizar la produccin, asignando cientfica-mente los recursos sociales.

    Notas1Una crtica a esta forma de periodizar puede verse en Bil, Damin: Fantasas del pasado,

    en El Aromo n 55, 2010. 2Ver las investigaciones del CEICS sobre cal-zado, confeccin, industria grfica, diversos productos de alimentacin, transporte mar-timo, metalurgia, carruajes, y otros. En www.ceics.org.ar. Tambin, Ansaldi, Waldo: Una in-dustrializacin fallida. Crdoba, 1880-1914, Ferreyra, Crdoba, 2000, y Tarditi, Rober-to: Los frigorficos, manufactura o fbrica?, Anuario PIMSA, 2005.3Barret, Robert: Paper, paper products and printing machinery in Argentina, Uruguay and Paraguay, en Special Agents Series n 163, De-partment of Commerce, Washington, 1918; Brock, Herman: Boots and shoes, leather, and supplies in Argentina, Uruguay and Paraguay, Special Agents Series n 177, 1919 y Kabat, Ma-rina: Del taller a la fbrica, Ediciones ryr, 2005. 4Massel, J.A.: Markets for machinery and ma-chine tools in Argentina, Special Agents Series n 116, 1916; y Phoebus, M.A.: Argentine market for United States Goods, 1926.5En Electrical equipment market in Argenti-na, Department of Commerce, 1928.

    Juan Manuel DuarteGrupo de investigacin de la historia econmica argentina-CEICS

    Mitos reformistasECONOMA

    La idea de que la Argentina no desarroll industrias hasta la llegada del peronismo no es correcta. Pero tampoco se observa que la fabricacin local haya sido limitada por factores externos o por intereses anti-productivos.

    Acerca de la industria argentina a comienzos de siglo XX

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  • Julio-agosto de 20158

    En su intento por presentarse como progresis-ta, el kirchnerismo busc desde temprano re-actualizar la figura de Hctor Jos Cmpora quien, de no haber sido por esta operacin, hoy probablemente seguira siendo el ignoto odon-tlogo peronista que gobern la Argentina por escasos 49 das. El puntal de esta recupe-racin fue, justamente, la agrupacin poltica que tom su nombre La Cmpora- buscando expresar a los sectores juveniles que volvieron a la poltica de la mano de Nstor y Cristina. La asociacin no es casual. Forma ya parte del sentido comn la idea segn la cual el gobierno de Cmpora sera una gestin ligada a la llama-da Tendencia Revolucionaria del Movimiento Peronista. Esto es, al sector identificado como peronismo revolucionario, que comprendi fundamentalmente a Montoneros y a la Juven-tud Peronista (JP). As, la administracin de Cmpora -a quien se sola llamar el to por su cercana a Pern, padre del Movimiento- se habra caracterizado por la participacin e in-fluencia de estos jvenes militantes, que revo-lucionaban al peronismo con planteos de so-cialismo nacional, crispando los nervios de la derecha ortodoxa, cuando no del propio Pern.Sin embargo, en esta nota mostraremos que el progresismo de Cmpora, y su supuesta di-ferenciacin de Pern, no solo no fueron tales, sino que esconden lo que realmente traa entre manos el gobierno del to: la puesta en mar-cha de una estrategia orientada a la contencin del proceso revolucionario.

    De brujeras y conspiraciones

    El padre de la criatura es Miguel Bonasso. Es l quien, en su libro El presidente que no fue,1 gest la idea de que Cmpora encarn, en rea-lidad, la llegada de la Tendencia al gobierno. Con l, los jvenes montoneros habran copa-do ministerios e incluso gobiernos provincia-les, provocando una izquierdizacin intolerable para Pern. Ganado crecientemente por la de-recha, el lder terminara por dar un golpe de palacio, podando definitivamente la primave-ra camporista.Para Bonasso, desde un principio la candida-tura presidencial de Cmpora no habra sido bien recibida por la derecha peronista, que ha-bra preferido a Antonio Cafiero para el cargo. El rechazo de una ortodoxia sindical desplaza-da explicara por qu el to se habra ido re-costando progresivamente en los sectores de la juventud y la izquierda del Movimiento. Segn el periodista, que en la poca se desempeaba como Secretario de Prensa de la campaa na-cional del FREJULI, la amistosa relacin que Cmpora construa con la JP y Montoneros habra sido una alarma para quienes advertan

    en Madrid el dbil estado de salud de Pern. As, Lpez Rega, Isabel Pern y Jos Rucci, en-tre otros, habran comenzado a tejer el plan para un golpe interno. La masacre de Ezeiza habra sido, en este escenario, la primera juga-da de la derecha. Previamente, Pern haba dado la orden de congelar y no innovar en la reorganizacin del Movimiento, en reprimen-da al llamado de Rodolfo Galimberti (dirigen-te de la JP) a formar milicias para apoyar al go-bierno. Algo que, para Bonasso, constituye el comienzo de una purga. Cmpora, atento a que el General quera ser presidente y en un derroche de lealtad, ha-bra considerado su renuncia. Sin embargo, el tiempo le habra jugado una mala pasada, pues los conspiradores se anticiparon y le arrebata-ron el honor de la renuncia, apurndolo pbli-camente para que dejase el silln de Rivadavia. Lo que quiso pasar como un renunciamiento histrico no fue ms que una bajada de pulgar del jefe (Randazzo?).As las cosas, la imagen que presenta Bonasso, y que recientemente ha sido reactualizada por Juan Pablo Csipka,2 puede sintetizarse en dos puntos: 1. El gobierno de Cmpora es el go-bierno de la Tendencia. 2. Como tal, es un go-bierno de izquierda y, por ende, revolucionario. Veamos cunto hay de cierto en estas interpre-taciones, examinndolas a la luz de los hechos.

    Mucho ruido, pocas nueces

    En plena campaa electoral, Cmpora areng a que la juventud se prepare no solo para lu-char, sino tambin para gobernar.3 Ms all de los dichos, lo cierto es que, una vez consagrada la flamante frmula del FREJULI en las urnas, ningn cargo importante le fue reservado a la juventud. De hecho, la JP solo conquist un 18% de los cargos en las listas, cuando le hu-biera correspondido un 25%, tal como se ha-ba acordado el reparto para las cuatro ramas del Movimiento. Mayor retribucin recibieron las 62 Organizaciones, a quienes Cmpora les otorg la vice-gobernacin de la provincia de Buenos Aires, que qued para el metalrgico Victorio Calabr.Como en las listas, la Tendencia tampoco tuvo una presencia significativa en el gabinete de go-bierno, que fue consensuado con Pern a puer-tas cerradas, en Madrid en abril del 73. Segn Bonasso, Pern le habra dado a Cmpora li-bertad de accin para la integracin de la ma-yora de los ministerios, a exceptuar por tres: Economa, Trabajo y Bienestar Social. Estos quedaron sujetos a la decisin del lder aunque, huelga decir, tampoco Cmpora los cuestion (si es que hubiera tenido algn desacuerdo). As, se decidi que el Ministerio de Econo-ma sera para Jos Ber Gelbard, fundador de la Confederacin General Econmica (CGE) en 1950, designacin que, como veremos, es-taba vinculada con una importante tarea que le

    sera encomendada. Para el Ministerio de Tra-bajo, hubo un elegido de comn acuerdo entre Lorenzo Miguel y Rucci: el vandorista Ricardo Otero, Secretario General de la UOM en Capi-tal desde 1967. Por otra parte, Jos Lpez Rega desembarcara en el Ministerio de Bienestar Social, junto con el futuro ajustador Celestino Rodrigo (Previsin Social) y el organizador de la masacre de Ezeiza, Jorge Osinde (Deportes). Veamos ahora los ministros progres que Cmpora pudo elegir libremente. En el Minis-terio del Interior coloc al joven Esteban Righi, quien, pese a la ligazn con la Tendencia que le atribuye Bonasso, no provena de las filas de la izquierda peronista. Especialista en Derecho Penal, era muy amigo del hijo de Cmpora, y haba representado al Sindicato de Empleados de Comercio. Una de sus medidas fue la de po-ner en funciones como Intendente de Buenos Aires a Leopoldo Frenkel, quien se encontra-ba al frente del Consejo de Planeamiento desde 1971, un rgano que sali a competir desde la derecha con los Equipos Poltico-Tcnicos de la JP.4 El Ministerio de Relaciones Exteriores fue para Juan Carlos Puig, doctorado en Di-plomacia, quien durante el primer peronismo haba integrado la Secretara de Asuntos Tcni-cos y dictado cursos en la Escuela Superior de Conduccin Peronista. Jorge Taiana, rector de la UBA durante la segunda presidencia de Pe-rn, y mdico personal de Eva fue designado para la cartera de Educacin. Su medida ms progresista habra de ser la de designar como interventor de la Facultad de Derecho a Ma-rio Kestelboim, proveniente de la Asociacin Gremial de Abogados, vinculada a la Tenden-cia por su defensa de los presos polticos. Poca cosa realmente, si lo comparamos con la Ley Universitaria que promovi, orientada a con-tener la desbordante radicalizacin poltica en las universidades, pues el orden, la disciplina y la jerarqua deben restaurarse de inmediato en todos los establecimientos de enseanza y cul-tura.5 En el Ministerio de Defensa tampoco aparecieron nombres nuevos: ngel Federico Robledo haba sido concejal en Caada de G-mez, y luego legislador provincial, presidiendo la bancada peronista. Su relacin con Cmpora se haba estrechado tras defenderlo cuando la Revolucin Libertadora lo encarcel. El Minis-tro de Justicia fue Antonio Bentez, un rosari-no que habra integrado la lista peronista para Diputados en Capital Federal en 1946 y que accedi a la presidencia del cuerpo en 1953, re-emplazando a Cmpora.El nuevo gobierno tampoco revolucion las Fuerzas Armadas. Luego de barajar varios nombres, se design como comandante del Ejrcito a Jorge Ral Carcagno, el ms joven de los generales de Divisin, proveniente de la in-fantera y titular del V Cuerpo en Baha Blan-ca. Carcargno contaba con el visto bueno de la derecha peronista por su actuacin en la repre-sin del Cordobazo. Apareca, adems, como una posicin intermedia: a la izquierda de L-pez Aufranc, y a la derecha de Carlos Dalla, amigo del montonero Galimbeti. Por otra par-te, Ral Lastiri (el mismo a quien Bonasso in-cluye entre los hacedores del golpe de palacio), fue propuesto por el propio Cmpora para la Presidencia de la Cmara de Diputados. Des-de ese cargo accedera a la presidencia interina que convocara a nuevas elecciones en septiem-bre de 1973.Por ltimo, es importante mencionar que tam-poco tenan una vinculacin orgnica con la Tendencia los (mal) llamados gobernadores montoneros, cuyas gestiones sufrieron la in-tervencin federal entre fines de 73 y el 74. Pern haba ordenado constituir las frmulas provinciales del FREJULI con el cargo de go-bernador para un cuadro poltico y el de la vi-cegobernacin para el sector sindical (y no pre-cisamente para el combativo). As, en Formosa, el gobernador Antenor Gauna tena trayecto-ria como reorganizador del Partido Justicialista

    en 1959, y presidente del Partido desde 1966. En Crdoba, Obregn Cano se haba desem-peado como delegado del Consejo Superior Peronista para llevar adelante la tarea de reor-ganizacin partidaria en 1971, mientras que su vice, Atilio Lpez (elegido en 1971 secretario general de la CGT regional), formaba parte de la corriente legalista de las 62 organizacio-nes peronistas. En Mendoza, Alberto Martnez Baca, representante de la burguesa local vincu-lada a la distribucin del vino, se eriga en go-bernador luego de haber integrado la frmula encabezada por Ernesto Corvaln Nanclares en las elecciones de 1966, apuntalada por Isabel en su visita de ese ao. En Santa Cruz, el gober-nador Jorge Cepernic era un ganadero y diri-gente de la vieja guardia, acompaado por Eu-lalio Encalada, secretario general del Sindicato nico de Petroleros del estado (SUPE), sindi-cato que controlaba la CGT santacrucea. En Salta, fue electo gobernador el mdico Miguel Ragone, ex director del hospital Neuropsiqui-trico de Salta, y ex secretario privado y miem-bro del equipo de salud de Ramn Carrillo. En Buenos Aires, Oscar Bidegain, era un antiguo militante peronista de Azul, de origen nacio-nalista y militancia pasada en la Alianza Liber-tadora Nacionalista. Fue el nico candidato designado directamente por Pern, y el nico gobierno en que se ha verificado la presencia de militantes de la Tendencia, si bien nicamente en las Secretaras y Subsecretaras del Ministe-rio de Salud Pblica y Accin Social.6 Hasta aqu, est claro que el gobierno de Cm-pora no fue el gobierno de la Tendencia. Tal es as, que el gabinete con el que gobern por dos meses ms Ral Lastiri, sera exactamente el mismo, a exceptuar por Righi y Puig. El pro-pio Bonasso cuenta cmo, aos despus, Cm-pora le confes que no lo haba puesto como Secretario de Prensa de la Presidencia, por estar al frente del equipo de Medios de Comunica-cin de la JP. Como acabamos de mostrar, es evidente que las filas del gobierno se nutrieron de personajes del peronismo de viejo cuo, de probada pertenencia al rin del partido, y de los sectores ms rancios de la burocracia sindi-cal peronista. La estrategia reformista al gobierno

    Veamos ahora la prctica concreta del gobier-no camporista. Generalmente, quienes gustan de presentarlo como progresista reivindican el acto y discurso de asuncin, que cont con la presencia de los presidentes cubano y chile-no (Dortics y Allende, respectivamente). Sin embargo, Cmpora cerr su discurso citando una clebre consigna desmovilizadora del pri-mer peronismo: de casa al trabajo, y del traba-jo a casa. Como veremos, esa frase dice mucho ms de lo que aparenta. Durante su breve gobierno, el to tuvo que enfrentar una serie de tomas de fbrica (Asti-lleros ASTARSA, Noel, Molinos Ro de la Pla-ta, Matarazzo, Gilera, Bagley, Norwich Eaton, General Electric) y ocupaciones de diverso tipo (radios, organismos pblicos, universidades, escuelas). Tanto Otero como Righi intenta-ron mantener una posicin dialoguista, pero se apuraron a extorsionar a los trabajadores para frenar su accionar. Para mediados de junio, de cara al regreso de Pern, Righi difundi un

    HISTORIA

    Ana CostillaGrupo de Investigacin de la lucha de clases en los `70-CEICS

    Cmpora no encabez un gobierno de la Tendencia Revolucionaria, ni se radicaliz hacia la izquierda, obligando al propio Pern a recuperar el poder mediante un golpe de palacio. Fue su administracin la que puso en marcha el corazn de la estrategia reformista de Pern para contener el proceso revolucionario abierto en 1969.

    El cuento del Quin fue Hctor Jos Cmpora?

    Ms informacin en: www.ulisesbarreiro.com.ar

    Haunebu IIUlises Pastor BARREIRO

  • 9Julio-agosto de 2015

    texto que llamaba al pueblo a mantenerse en estado de alerta, ya que la oligarqua y el im-perialismo estaran esperando las condiciones para contragolpear. Por eso, se impona la ne-cesidad de una disciplina revolucionaria que hace innecesario el recurso de la accin directa para ser escuchado. Todos los canales de comu-nicacin estn abiertos, ningn reclamo ser desodo.7 Sin embargo, el 25 de junio el Mi-nisterio del Interior orden a las fuerzas de se-guridad desalojar los establecimientos que an permaneciesen ocupados. Mientras, Righi lla-maba a la poblacin a mantener viva la con-vivencia, y cooperar denunciando la accin de grupos armados, con una poltica de tolerancia cero para actividades por fuera de la legalidad.Otra de las medidas muy reivindicadas de Cmpora fue la amnista y liberacin de los presos polticos de la crcel de Villa Devoto, que, sin embargo, no fue exactamente como el gobierno haba planeado. La noche del 25 de Mayo, cuando la presin en las calles haca insostenible la situacin, Abal Medina intenta-ba negociar infructuosamente una salida parla-mentaria, con los presos de Montoneros y del PRT-ERP. Una vez convencido de que estos no esperaran un solo da ms, Cmpora firm un indulto presidencial. Luego de lo que pas a la historia como el Devotazo, lleg al Con-greso el proyecto de Ley de Amnista, que iba acompaado por otros dos: uno que impulsa-ba el cese de la legislacin represiva; y otro que propugnaba la disolucin de la Cmara Federal en lo Penal, que Lanusse haba creado en el 71 para juzgar delitos subversivos. La ley se com-plementaba con una medida que pretenda la democratizacin de las fuerzas de seguridad: por decreto presidencial, se suprima la DIPA (Direccin de Investigaciones Polticas Antide-mocrticas), y se ordenaba la destruccin de sus legajos y fichas. Lo que pareca una poltica de cese de hostigamiento a las organizaciones po-ltico-militares, dej de serlo cuando, al cum-plido un mes de gobierno camporista, el Mi-nisterio del Interior anunci que comenzara a castigarse la tenencia de armas, bajo la aplica-cin del Cdigo Penal ante la Justicia Federal. En igual sentido, suele destacarse el restable-cimiento de las relaciones diplomticas con Cuba, y otros pases del orbe socialista. De este modo, se identifica al canciller Puig con un discurso demasiado confrontador y antiim-perialista para el gusto de Pern (y que explica-ra por qu no se lo mantuvo en el cargo lue-go de la renuncia de Cmpora). La realidad es que tambin en su presencia se firm un Acta de Madrid entre Cmpora y Franco, durante el viaje que hicieron para traer de vuelta al Ge-neral. A pocos das de la recomposicin diplo-mtica con Cuba, fue anunciado el envo de 27 mil toneladas de trigo a la isla caribea, reto-mando las relaciones comerciales. Todo indica que el inters era ms econmico que poltico. En todo caso, vale recordar que, a poco de asu-mir, Gelbard arm una reunin con 200 em-presarios, entre los que se encontraban Alfredo Fortabat, Agostino Rocca y Jos Alfredo Mar-tnez de Hoz, al tiempo que se reciban notas de adhesin por parte de la UIA, la Cmara Argentina de Comercio, la Sociedad Rural, las Confederaciones Rurales Argentinas y la Bolsa de Cereales.Precisamente, la medida ms representativa de

    lo que signific el gobierno de Cmpora, fue el Acta de Compromiso Nacional para la Re-construccin, la Liberacin Nacional y la Jus-ticia Social, conocida como Pacto Social. Este acuerdo, firmado el 6 de junio ante el Minis-tro de Economa, por la Confederacin Ge-neral del Trabajo (CGT) y la Confederacin General Econmica (CGE), se propona apun-talar la economa, amortiguar la inflacin y al-canzar una participacin de los asalariados en el ingreso nacional que llegara a un 40 o 50 por ciento, en vistas a recuperar la experien-cia de los dos primeros gobiernos peronistas. Para ello, se necesitara de un compromiso en-tre la burguesa y los trabajadores. Por parte de

    la burguesa, ello implicaba el congelamiento de precios y la aceptacin de un alza general de salarios. Por parte los trabajadores, representa-dos por Rucci, la suspensin de la negociacin colectiva sobre el salario durante un plazo de dos aos. Como contrapartida, y tercera pata que sostena el acuerdo, el Estado garantizara crditos en condiciones especiales a fin de que los empresarios pudieran absorber el incremen-to salarial de sus obreros.De esta forma, el Pacto Social fomentaba un discurso de ceder y recibir, mediante el cual ambas clases se veran mutuamente beneficia-das. No obstante, en los hechos fue muy dife-rente. Fue la forma en que se busc reeditar el

    bonapartismo para contener a las fracciones de la clase obrera que rompan con su direccin reformista y poner un freno al proceso revolu-cionario, que sera finalmente cerrado a sangre y fuego en el 76. Esta medida vital para la salva-guarda del capitalismo, fue iniciada por Cm-pora y apoyada por la Tendencia.8

    Hermanos de sangre

    Como acabamos de ver, Cmpora no encabez un gobierno copado por la Tendencia Revolu-cionaria, ni se radicaliz hacia la izquierda pro-piciando un golpe interno por el propio Pern. El grueso de su personal poltico perteneca a la llamada ortodoxia peronista y a lo ms gra-nado de la burocracia sindical. El elenco polti-co ms til a Pern y a la burguesa en la etapa (Celestino Rodrigo, Lopez Rega, Otero, Osin-de, etc.) lleg al gobierno con Cmpora, y no contra l. Ms an, fue su administracin la que ejecut la puesta en marcha del corazn de la estrategia reformista de Pern, el Pacto So-cial, para reencauzar dentro de los marcos ins-titucionales una situacin social que comenza-ba a desbordarlos. De modo que es evidente que entre Cmpo-ra y Pern hay un hilo de continuidad signa-do por el objetivo de contener el proceso re-volucionario abierto en 1969. Esa estrategia, s cont con el apoyo de la izquierda nacional y popular, aunque no estuviera en el gobierno. El que Cmpora haya salido indemne, hasta el da de hoy, muestra lo bien que Pern escogi a su delegado y lo poco que se conoce de los 70 a pesar de tanta retrica oficial. O precisa-mente, por ello.

    Notas1Bonasso, Miguel: El presidente que no fue. Los archivos ocultos del peronismo, Planeta, Buenos Aires, 2002.2Csipka, Juan Pablo: Los 49 das de Cmpo-ra: Crnica de una primavera rota, Sudamerica-na, Buenos Aires, 2013.3Bonasso, Miguel: El presidente, op. Cit., p. 500.4Los Equipos Poltico-Tcnicos buscaban nu-clear a intelectuales y profesionales afines a la JP para colaborar en el asesoramiento al gobier-no, desde su respectiva especialidad.5Csipka, Juan Pablo: Los 49, op.cit., p. 143.6Para un anlisis de estas experiencias, vase: Servetto, Alicia: 73/76. El gobierno peronista contra las provincias montoneras, Siglo XXI, Buenos Aires, 2010; Antnez, Damin: Caras extraas. La tendencia Revolucionaria del Pero-nismo en los gobiernos provinciales, Prohistoria, Rosario, 2015; Bonavena, Pablo: Guerra con-tra el campo popular en los 70 en Izaguirre, Ins et al: Lucha de clases, guerra civil y genoci-dio en la Argentina 1973-1983, Eudeba, Bue-nos Aires, 2009.7Csipka, op. cit., p. 1828Para un anlisis comparativo del posiciona-miento de Montoneros frente al pacto social, vase: Lissandrello, Guido: Montoneros y el PRT-ERP frente al Pacto Social (1973-1974). Una perspectiva comparada., n 13, Santiago de Chile, 2012.

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  • Julio-agosto de 201510

    En Venezuela, en los ltimos aos, observamos un acercamiento entre fracciones crecientes del proletariado y las organizaciones identificadas con la derecha. Segn los apologistas del cha-vismo, aquellas masas que votan al MUD estn compuestas por lmpenes y desclasados, a los cuales no les preocupa el ajuste que traman los opositores y que el oficialismo, nos dicen, sera incapaz de impulsar. El chavismo sostiene que el plan de Capriles es acabar con las misiones, aunque este ltimo ya anticip varias veces que va a mantenerlas, e incluso aumentarlas. Parece una paradoja: la derecha defendiendo los pla-nes. Y en efecto lo es. Para entender un poco ms esta relacin y comprender por qu la de-recha tiene ese apoyo en una parte de la pobla-cin sobrante, observaremos cmo se maneja Capriles en relacin a Maduro. Hay tanta di-ferencia? Veamos.

    Maquinarias asistenciales

    Comencemos observando la relacin existente entre el gasto social y el presupuesto del gobier-no venezolano. En el 2010, el gasto pblico real representaba el 54% del presupuesto, mientras que en el 2013 represent el 31%. El gobierno se jacta de haber incorporado las denominadas Misiones Bolivarianas, Proyectos Banderas, y dems programas sociales financiados por PDVSA. Se estima que entre el 2001 y el 2013, PDVSA aport 826 mil millones de bolvares para la implementacin de diferentes progra-mas sociales por parte del gobierno. Tambin, debe sumrsele el FONDEN, que cuenta con ms de 200 mil millones de bolvares. Las Mi-siones, surgieron como un mecanismo del Go-bierno para atender a los sectores con niveles de pobreza y de pobreza extrema. Sin embargo, un estudio realizado por la Universidad Simn Bolvar en el 2014, indica que las misiones al-canzaran al 8,4% de la extrema pobreza y al 11,7% de la pobreza.1 Con todo, este aspecto de la asistencia social sufri severos recortes. En 2012, el nmero de las misiones baj de siete a cinco. En el 2013, se recortaron 7 mil millones de dlares de la ayuda, afectando a las misiones Barrio Adentro y Ribas.2 Observemos ahora qu sucede en las tierras del principal dirigente opositor: Miranda. Este Es-tado posee una poblacin de 3.159.048 habi-tantes, de los cuales alrededor del 18% vive en situacin de pobreza y un 7% de pobreza ex-trema.3 Si observamos el desarrollo del gas-to social realizada a travs de las distintas se-cretaras de gobierno, encontramos que en el 2010 representaba el 48% del presupuesto, y en el 2013 baj a 36%. En relacin a la llega-da de esta asistencia a los sectores de pobreza

    y de pobreza extrema, encontramos que has-ta el 2012, el 40% de los beneficiarios del plan Hambre Cero se encontraban en situacin de pobreza extrema.4

    Como vemos aqu, tanto el chavismo como la oposicin impulsan la asistencia social en sus gobiernos, aunque el oficialismo lo ha hecho en una escala mucho mayor debido a la utiliza-cin de PDVSA. Sin embargo, al verlos en tr-minos relativos, los porcentajes de presupues-to destinado al gasto social son similares. Este fenmeno responde a una tendencia que se ha dado durante el chavismo, que es la consolida-cin de una parte importante de los venezola-nos como poblacin sobrante.

    La derecha solidaria

    El gobierno de Miranda ejerce la asistencia so-cial a travs de varias formas, ya que existen al menos 43 planes sociales. Una parte importan-te del presupuesto social es destinado a la im-plementacin del programa bandera de Capri-les llamado Hambre Cero. Este plan consta de cinco etapas: alimentacin, educacin, sa-lud, vivienda y capacitacin. Consiste en la entrega de bonos para adquirir materiales de construccin, entrega de alimentos, asistencia en salud y educacin, formacin para el traba-jo e impulso a microempresas. Est inspirado en el programa Bolsa de Familia implementa-do por Lula, y de llegar a la presidencia, su pro-puesta es aportar el 5% del ingreso petrolero a este plan para darle ndole nacional. Otro programa muy importante es Hogares Mirandinos, que funcionan para que las ma-dres que van a trabajar puedan dejar a sus hijos durante ese lapso de manera gratuita sin tener que pagar a una niera. Existen ms de 40 Ho-gares Mirandinos, con una inversin de ms de 9 millones de bolvares. Tambin existe el Plan Crecer, que en 6 aos de funcionamiento

    otorg ms de 3 mil crditos para emprende-dores, generando ms de 20 mil empleos, y del cual el 90% de sus beneficiarios provienen del plan Hambre Cero. Adicionalmente, encon-tramos el Fondo Social Miranda, que es un instituto autnomo perteneciente a la Gober-nacin, que otorga aportes individuales, fami-liares y colectivos para cubrir las necesidades de los sectores ms pobres, adems de formular, ejecutar y evaluar programas sociales. A travs de este Fondo, se realizan planes y donaciones a sectores de la clase obrera. Aqu pueden apor-tar diferentes sectores, como el mismo Madu-ro ha hecho en su momento. Los principales programas que se impulsan desde este fondo, son el Plan Mi Descanso, destinado a entregar camas a los sectores ms pobres y el Plan Fe-ria de Oportunidades que da capacitacin a los ciudadanos de acuerdo a sus necesidades y su campo laboral. Para este programa hay conve-nios con instituciones como la Universidad Si-mn Bolvar, la embajada de Italia y empresas privadas. Por otro lado encontramos el Plan Mi Vivienda, que lleva desembolsados ms 3 mil millones de bolvares. Finalmente, las Cestas Mirandinas, que consisten en la venta de ali-mentos a un precio subsidiado, que en el 2013 desembols ms de 7 millones de bolvares y benefici a ms de 200 mil personas. El presupuesto de Miranda, as como del resto de los Estados, depende casi exclusivamente del Fondo de Compensacin y del Situado Cons-titucional. El primero, forma parte del Conse-jo Federal de Gobierno, y consiste en financiar las inversiones pblicas los Estados. El segun-do, destina un 20% de los ingresos ordinarios de la Nacin a repartir entre los Estados de la siguiente forma: un 30% se divide en partes iguales, y el 70% restante se entrega de acuerdo a la poblacin de cada regin. Miranda es el se-gundo Estado ms poblado y por ejemplo, para el 2015, el Fondo de Compensacin signific el 7% del presupuesto, mientras que el Situa-do Constitucional represent el 87%.5 Ahora bien, desde el 2012 viene dndose en Miranda una pelea por el presupuesto. Capriles aduce que el Gobierno central mantiene una deuda de ms 1.200 millones de bolvares con Miran-da, que se le ha entregado menos dinero que el que le corresponda y que no se tiene en cuenta la inflacin para el reparto. Por su parte, Ma-duro sostiene que prioriz su campaa, y le ha observado el aumento de 17 mil empleados p-blicos en comparacin con la administracin de Cabello. Lo cierto es que, de all en ms, Capriles ha tenido dificultades para pagar agui-naldos y salarios. Esto tambin repercuti en un descenso de los beneficiarios sociales, como vemos en el siguiente cuadro.Como podemos observar, desde el 2012 co-mienza a caer los beneficiarios de los principa-les instrumentos de asistencia social por parte de Miranda. Hambre Cero descendi un 70%, Cestas Mirandinas, un 30%, mientas que la entrega de cestas gratuitas a beneficiarios de

    Hambre Cero, un 60%. Esta situacin afec-t electoralmente a la oposicin, que pas del 57,1% en las parlamentarias del 2010, al 52,3% de las presidenciales del 2013 y per-di contra Chvez en el 2012 (aunque por un margen mnimo, 0,49%), y obtuvo la mitad de municipios en las elecciones del 2013. Este crecimiento del chavismo, se debe tambin a la creacin de la empresa estatal Corpomiran-da S.A., en 2013, para impulsar la reconstruc-cin de carreteras, la instalacin de bases para las Misiones Bolivarianas, rehabilitar escuelas, construccin de viviendas, crditos a la pro-duccin, etc. En Miranda tambin se ubica el municipio de Sucre, cuyo alca