Ella y Una Rosa Blanca

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Llorarás de una extraña felicidad,que inundará tu gargantaal leer estas palabras….adiós infinito de la eternidad

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Para una “ella” especial de mis recuerdos.

Llorarás de una extraña felicidad, que inundará tu garganta al leer estas palabras….

adiós infinito de la eternidad.

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Ella y una rosa blanca

Existen ciertas épocas que una nostalgia suave y nítida, abriga las miradas. Extrañas oleadas de cálida melancolía, que nos motiva y alienta a conseguir un mejor porvenir. Esos bellos recuerdos que laten muy profundo, con ritmo quieto y pausado, pero certero y seguro. Así se levantó ella, aquella mañana, cansada aún, sentía radiante el sol brillando en su piel, que reposaba en la cama blanda. Suspiro profundamente, sintió sus pulmones llenarse. Le dolió la garganta por una risa tímida que quiso escaparse por sus labios. Qué ironía- pensó. Cómo una alegría contenida puede herir, ella no lo sabía. Había sentido un dolor semejante, pero por tanto llanto amargo de una despedida pasada. No quiso pensar más en aquello, prefirió sentir el presente, poco a poco, a tragos de café.

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No sabía qué haría de ahora en adelante, pero eso ya no importaba, tenía unas raras esperanzas volando por su cabello. Como no quiso asustarlas, prefirió como tantas mañanas de antes, no molestarlas pasando un incómodo e impreciso cepillo. Salió al jardín, sin prisa ni inquietudes. La mañana, aunque soleada presentó una inusual frescura, por la lluvia de la noche anterior. ¿Lluvia?- dijo en voz alta, mirando directamente a la rosa blanca, como esperando respuesta. Pero ella, sólo bailó acompasadamente con la brisa, dejando brillar una fina gotita. Ella sonrió pensando que la rosa blanca no había ignorado su pregunta, contestando tímidamente a su manera.

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De pronto, escuchó romperse el silencio con un trueno en la lejanía, y cerrando los ojos, se imaginó bailando, bajo la lluvia en aquella alameda, donde había comprado hacía tantos días la rosa, pétalos de mármol tibio. Sintió palpitar de forma ardiente su corazón, y mirando al cielo, vio una masa de nube oscura, irradiada por un fondo de rayos tenues de varios colores. Alistó sus diseños, y todo material útil, entre sueños, emociones y alegrías. Empaco a toda prisa, pues las incesantes gotas que caían frente a la rosa, fueron como segunderos que incrementaban sus ansias por viajar. Ese ritmo y canto del agua, le refrescó, logró aspirar con pausas un delicado ánimo con aroma a tierra mojada.

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Emprendió el camino por aquella carretera, espejo de la ciudad, casi como un contra canto repitió unas palabras que había leído tiempo atrás de un poeta desconocido. -Dos espacios, mundos opuestos juntos Brillando a su propio ritmo, iluminando la oscuridad del otro -Contemplando las estrellas y comiéndose el mundo con espacios inauditos que siempre son el comienzo de algo nuevo Cómplices de un silencio que escribe a pequeñas gotas el hermoso tiempo -De momentos especiales que esfuman con el viento en rincones tan distantes donde solo el cielo puede verlos Un cielo que se expande con caminos trazados por recuerdos que vibran al compás de tantas risas

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-Si viviera yo mil veces buscaría este refugio, donde sólo los instantes apareces sin disturbio Y entonaría la melodía de los recuerdos, en voz queda dibujaría el sonido de la felicidad -Con historias que se parten en espacios tan perdidos, en un tiempo diminuto donde todo tiene sentido Volando juntos al amanecer de nuevas aventuras, unidos siempre con el destello de un delgado hilo de ternura -Es cuando creo que cruzar el mar entero no sería suficiente para dar lindo fin a todo esto que se siente Porque ríos no pueden contener el anhelante palpitar, ni cascadas comprender el musitar de este grandioso ser, que se cierne en mi presente, con inquietante agilidad, que estremece tramo firme y serenidad

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-Entre llantos y sollozos encontré mi libertad recomiendo inmensos cielos que un día clamaron “no mires atrás” Lluvia de sal y melancolía empaparon mis alas por un día, pero un sol de regocijo me abraza y da cobijo -Y es cuando entiendo que no existe nada más que pueda lastimarme justo desde que tu estas Porque cada herida sana al sentir tu destello, tan sombrío y cálido, en tu mirar se refleja luz de esperanza, color oro que me guía. ...Y mientras, recordaba tan largo poema, se preguntó qué secreto guardaría una rosa, siempre serena, impasible. La rosa, como si adivinara su pensamiento, hizo una inclinación, aparente natural, por la brusca vuelta que dio ella en el instante, para esquivar esa piedra en mal lugar.

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Ella, pausadamente, la miró, toda blanca, rodeada de hermosos pétalos, pero el centro llamó su atención. Estaba formado por muchos pétalos tan cerrados entre sí, que en vez de blanco, parecía tener la oscuridad de una terrible y honda tristeza. Luego se centró en el tallo, tan lleno de espinas, extrañas.... Aquellos instrumentos de dolor que sin que la rosa lo quisiera la habían lastimado, mientras ella trataba de arreglarse sus secas hojas. Pasaron pocas pero significativas pequeñas historias, que habían ayudado a la rosa a salir de su letargo. Y poco a poco, cada día le ofrendaba una rosa para que ella la tomara, pero ella no entendía los mensajes de aquella dolida planta. Y a veces la rosa, se molestaba con ella porque hacía locuras que no debía, pero la rosa nunca decía nada.

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Y se le fueron juntando más espinas de reproches callados; al mismo tiempo, ella, se exasperaba por tanta tristeza que la rosa guardaba en su raro corazón, le molestaba no saber cómo actuar con ella presente. Poco a poco, la rosa a pesar de que sabía los más oscuros detalles y acciones de ella, quería dejarlos pasar, y seguía sin decir nada. Y ella, poseía una desesperación intrínseca que le resecaba la existencia, y siempre estaba asomándose a esa ventana de falso cristal, para escapar de su realidad. Y la rosa no le ayudaba para lograr que sonriera, se sentía estancada, abrumada por no poder hacer nada por ella. Ella tuvo que partir, dejando la rosa al cuidad de otra persona, y así pasaron días, semanas, sin verse, desconectadas mutuamente.

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Y por separado comprendieron una verdad, que antes no habían sentido, por haberse refugiado en la negación de la realidad de lo que pasaba en su interior. Y sin la emoción de un principio, se dieron cuenta, cada quien, una tarde o tal vez una noche que se había terminado el éxtasis de la novedad. La botella de cristal se había quedado vacía de la emoción de volverse a ver, de un rencuentro. Ella y la rosa blanca entendieron que no existía mejor final para esta historia, que aquel que las propias circunstancias les habían impuesto. Se despedían mutuamente con palabras secretas, sin pronunciamientos ni reproches. Con una sonrisa de satisfacción, sabiendo lo que habían sido una para la otra.

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Ya no serían cercanas, sólo conocidas que por cortesía y respeto a lo bello que sucedió se saludarían amablemente, siempre con una reverencia de agradecimiento por haber sido tanto. Ambas habían sentido tan profundo, como nunca en sus vidas les había pasado, tal vez, por eso quedaba ese tierno recuerdo. Aquel que cuando en una noche de tristeza solapada, llega a ti, creciendo como luz de un cálido amanecer, como brisa de lejanas llanuras, que te consuela, y con ojos cerrados, se pronuncia una sonrisa en tus labios y unas gotitas de serena alegría caen. Tal vez se seguirían viendo, tal vez no; en realidad no importaba, pues guardaban en un rincón lejano a toda maldad, un baúl con sus recuerdos, que compartían.

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Sin amargura ni dolor podrían continuar su viaje, sabiendo que a pesar de las dificultades, habían vivido juntas, pues aquel pasado era digno de conservarse a través del tiempo. Y tal vez, repetirlo en otra era, con otra persona, en otra vida. Mirando al cielo, la rosa blanca, suspiró delicadamente, alegre por haber expresado lo que oprimía su verde corazón. Su ser completo, cubierto de hojas, agradecía sus palabras, las lágrimas redamadas juntas, su tiempo, aquellas tiernas caricias, las sonrisas que le regaló, daba gracias a ella, por ser ella misma; por enseñarle valiosas lecciones. Gracias-pronunció quedamente, y uno se sus pétalos fue bailando en el viento. Realmente gracias- repitió con voz más alta, y se desprendió aquel petalito.

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Gracias por todo- dijo de nuevo, sonriendo, y dos pétalos, volaron libres. Así sucedió aquella mañana, hasta que el pétalo más cercano a su corazón, también partió, alegre, con la feliz como impulso, nadando en el universo, deseoso de llevar su mensaje de gratitud por todos lados. Por eso cuando veas deshojarse un rosal, da gracias también en silencio, pues son los lindos recuerdos y la bella historia de…

…ella y una rosa blanca.