elpoemaseminal 117-118
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n117-118 [31.10.07-30.11.07]
elpoemaseminal 75 años de marco antonio
montes de oca (III)
atisbos
MMMAAARRRCCCOOO AAANNNTTTOOONNNIIIOOO MMMOOONNNTTTEEESSS DDDEEE OOOCCCAAA OOO EEELLL IIIMMMPPPUUULLLSSSOOO RRROOOMMMÁÁÁNNNTTTIIICCCOOO
EEEvvvooodddiiiooo EEEssscccaaalllaaannnttteee
En qué vulnerable madrugada hemos nacido
M.A. MONTES DE OCA
evolver sus poderes a la imaginación, predicar el retorno del hombre
adánico, cantar a la consumación y a la belleza, protestar ante la usura
y las fuerzas letales que impiden el nacimiento del hombre verdadero,
transmitir el mensaje de un nuevo mesianismo social que puede decir, en su
deseo de abrogar la servidumbre cronológica: “Yo sueño en derrumbar el
señorío del tiempo”, éstos parecen ser algunos de los aspectos más notables
de la poesía de Marco Antonio Montes de Oca. De los poetas que surgen en la
década de los años cincuenta, ninguno predica con tanto desparpajo el retorno
a una época en que los poderes del hombre no habían sido humillados por la
historia. Ninguno de ellos, tampoco, asume la inmediatez positiva de su
proyecto literario. En lo formal: el puro instinto obcecado en cultivar la
espontaneidad de su nacencia, y que por esto mismo no aceptará, ni siquiera
en plan propedéutico, la cárcel de los metros. Su versolibrismo contumaz,
desmelenado, desdeña las restricciones. En el contenido: una creencia ciega, enteramente romántica,
aunque apoyada en las convulsiones propias de la época, en la posibilidad de redimir al hombre y de
insertarlo en una nueva Edad de Oro, que por primera vez en mucho tiempo se habría vuelto
históricamente asequible.
Afirmaba Mariátegui que, a diferencia del romanticismo del siglo XIX, que era esencia
individualista, “el romanticismo del novecientos es, en cambio, espontánea y lógicamente socialista,
unanimista”. (1) Si descartamos el aspecto lógico del asunto, que no es de ningún modo el fuerte de
Montes de Oca, quien se niega a parapetarse en cualquier artificio de la razón académica, habría que
decir que la definición se le aplica perfectamente. Su poesía expresa de manera espontánea, quizá con
excesiva espontaneidad, la creencia en un orden social diferente que reconcilie al hombre con el
hombre. La poesía quiere encarnar. La poesía quiere volverse historia. Hay en ella la nostalgia de un
hipotético paraíso perdido y la invocación de un tiempo en el que habrían de resolverse las
contradicciones sociales. No otra cosa sino el tiempo pasmado de la felicidad histórica, ese sueño
acaso irrealizable que no por serlo deja de expresar las tensones de la época en que surge.
Si es cierto que hay, por más que sea en extremo difícil documentarlo, un determinismo histórico
de los sueños, habría que agregar que este sueño romántico se vuelve de varias maneras explícito en
el que es quizás el mejor texto en prosa de Montes de Oca, me refiero a su Autobiografía, (2)
testimonio documental insustituible si de lo que se trata es de hurgar en las condiciones que
anteceden o que concurren al surgimiento de su poesía, así como en la visión que tiene el poeta
acerca de su propio trabajo literario. Esta visión desde adentro, interesada, recorrida por un aliento
poético que no acepta concesiones, hace las veces por momentos de un manifiesto literario. Aquí
están lo mismo las preferencias que los rechazos del escritor; sus simpatías de clase, su valoración
DD
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del lenguaje corriente y de los juegos verbales que designamos con la palabra albur; su desdén frente
a la literatura timorata que dominaba entonces en el medio; algunas de sus andanzas con sus
compañeros de la vanguardia poeticista y, por fin, aunque hay muchas cosas más, la defensa de su
estilo al que compara, por su primitivismo y autenticidad... ¡con el de la Coatlicue! [...]
El surrealismo y el culto por los poderes de una ritualidad primitiva, tan característico de ciertas
vanguardias del siglo, tienen algo que ver con las concepciones poéticas de Montes de Oca. [...] En
efecto, para justificar el desorden, o si se quiere, la energía de sus búsquedas, su “emperifollo”
verbal, su culto al dispendio por el dispendio, su vianda sobrecargada de metáforas, Montes de Oca no
tiene mejor recurso que evocar la figura aleccionadora de la Coatlicue. Laberinto de imágenes,
derroche de condensados signos que se aglomeran como los “retablos entretejidos en corolas
exuberantes”, a Montes de Oca no se le escapa que esta profusión encubre un horror vacui, un terror
del vacío, “un desesperado afán de alfombrar el abismo, de cubrir la boca que nada dice sobre el
origen o el fin de la vida”. (3) Su argumentación, como se ve, no hace sino refrendar la presencia de
un primitivismo que habrá de ser una de las constantes de su obra. (4) [...]
Imposible negar que hay una sustancia afirmativa en esta poesía. Una aventura del espíritu que
parece pegada con un broche de plata al colibrí del catolicismo [Contrapunto de la fe]. Transición
obligada de quien al romper el huevo del pesimismo existencialista, de quien habiendo salvado la vida
entre los estertores del Apocalipsis, necesita aferrarse a una estrella para no despeñarse en el
voladero. Porque esta poesía es aérea, se afirma en el vuelo, en el salto a las constelaciones. Esta
poesía quiere romper con las limitaciones de la materia, con la finitud circundante. [...]
Huidobro, creo, es la gran presencia no reconocida en la poesía de Montes de Oca. Sin los
extremos de arrogancia a los que llega Huidobro (“Señor Dios si tú existes es a mí a quien lo debes”),
gesto de autosuficiencia muy propio de las vanguardias) y sin el despeñadero glorioso en que culmina
la aventura del vuelo en Altazor, que, como se sabe, culmina en la glosolalia y la pura música verbal,
Montes de Oca también podría decir como Huidobro:
Basta señora arpa de las bellas imágenes
De los furtivos comos iluminados
Otra cosa otra cosa buscamos. (5)
Llámese adanismo, llámese salvación, llámese retorno a tiempo original, el tiempo de la poiesis y del
mito, siempre hay en la poesía de Montes de Oca esta otra cosa no reductible a la bella imagen o la
metáfora sutil. El temblor mesiánico que nos habrá de reinstalar en otro tiempo histórico, un tiempo
donde la belleza deje de ser una palabra para materializarse en hombres de carne y hueso, el tiempo
de la consumación, aquel en que se habrá abolido por fin el hiato que existe entre el deseo y el
cumplimiento, constituye a mi modo de ver la médula de esta poesía. [...]
Si los románticos intentaron, como quiere Octavio Paz en Los hijos del limo, “disolver la lógica
del discurso en la lógica de la imagen”, no cabe duda que Montes de Oca es uno de sus sorprendentes
continuadores en nuestro siglo. Si bien es cierto que el pulso hilozoísta de su obra parte de la
confusión y vuelve a ella, al grado de que en alguna parte llega a decir: “sufrid en mi nombre la cruel
pedacería del mundo”, no es menos cierto que el flujo de su verso, lejos de condenar esta dispersión,
o de tomarla como algo negativo, la asume como una característica de la materia. En Cada cosa es Babel, Eduardo Lizalde había criticado a Gorostiza por haber pretendido condensar en la metáfora del
vaso de agua la compleja problemática de la forma y del fondo, del Creador y sus creaturas. Ante el
equilibrio clásico de Gorostiza, Lizalde habrá de replicar: “El vaso y sus prejuicios de geómetra o
frontera/ se caen como la sopa en su trayecto,/ porque la cosa ilímite no es cosa terminada/ sino
chorro perpetuo sobre el vaso...”. (6) Lo mismo habría que decir de las imágenes de Montes de Oca.
Su poesía no es delimitable, no es circunscribible con un compás y una escuadra; imposible guardarla
dentro de la rígida cárcel de un cristal. El vaso sería burlado y tendría que aparecer como un
adminículo ridículo. La poesía de Montes de Oca se parece al géiser, al chorro de agua que nada puede
circunscribir. A menudo, como lector, uno echa de menos la espuela de la forma. Uno quisiera límites.
Presencia de los moldes. Tramado arquitectónico. Dominio del concepto, si se quiere, sobre ese
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dragón colorido y multiforme que siempre rebasa su nombre de dragón. Animal proteico que no se deja
guardar por ningún cercado. Monstruo de mil cabezas y mil colas que se confunden con las orejas y
las patas. Enseguida, uno comprende que tal cosa no es viable. La nostalgia es mala consejera. Hay
que dejarlo así, como es; tomarlo como se presenta. No escamotearle su riqueza ni su confusión. Es la
ceguera de un instinto lo que en él arrebata. [...]
¿Simplificación? ¿Impostura? Nada de esto. El bosque esta en todos lados, pero es un bosque
cristalino para el hombre que lo sabe mirar. Si el antropomorfismo en Baudelaire servía para delinear
las fuerzas de lo destructivo, de lo que es angustia y engendra angustia, el antropomorfismo de
Montes de Oca exorciza este oscurantismo y crea los espacios donde habrá de manifestarse un nuevo
sujeto afirmativo, que cree en sus poderes naturales y no los encuentra esencialmente diversos a los
poderes de la historia.
Notas 1) J.C. Mariátegui, Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana. México, Ediciones Quinto Sol., s.f., p.
290.
2) M.A. Montes de Oca, Autobiografía, en Poesía reunida. México, FCE, 1971. Este texto autobiográfico fue
publicado por primera vez en 1967. Por razones que desconozco, fue excluido de la recopilación totalizante
Delante de la luz cantan los pájaros (Poesía 1953-2000). 3) Ibid., p. 22.
4) La probable excepción: sus exploraciones en el terreno de la poesía concreta, de la que tenemos testimonio en
uno de sus textos más originales, Lugares donde el espacio cicatriza. México, Joaquín Mortiz, 1974.
5) V. Huidobro, Altazor. México, Premia, 1986, p. 56.
6) E. Lizalde, Nueva memoria del tigre, p. 89.
La vanguardia extraviada. El poeticismo en la obra de Enrique González Rojo, Eduardo Lizalde y Marco Antonio Montes de Oca. México, UNAM, 2003.
testimonios
MMEETTAAMMOORRFFOOSSIISS
HOY TENGO CONFIANZA, Hoy me hablo de tú a mí mismo,
Bailo gavitas en su tarimas de fresca lava
Y entre sílaba y sílaba, en vez de acentos,
Intercalo astillas de esperanza.
Y es que los muertos se desmayan
Y el maniquí se ruboriza
Cuando el armonioso oleaje
Exalta y deprime
La durísima curvatura de su pecho.
La hora de redención al fin resuena
Elevándose entre los ecos de alas palpitantes,
Mientras la carne múltiple se amarra a su destino
Con el acero azul de sus tañidas venas.
Y el cuidador de parques y jardines,
El empleado postal y su joroba de cuero,
La prostituta con su cuerpo aplastado bajo una
caravana
Incesante de caricias;
El marino, el soldador de estructuras metálicas,
El burócrata hervido en el fuego lento de los
números,
Meticulosamente han resucitado
Desde el nadir de su vida rígida,
Cual yelmos resonantes
Que una diosa de ocho brazos blande
Cegando al mar con su cardillo denodado.
Hoy tengo confianza,
Hoy me hablo de tú a mí mismo.
VVAALLLLEE DDEE JJOOSSAAFFAATT
BAJO LA COMBA DE MI LÁGRIMA, NADIE CALZA
botas de suela demasiado gruesa por cuanto
existe el fundado presentimiento de que no hay
mucho camino por delante.
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Bajo la comba de mi lágrima nacen instantes
grises que sacralizan el tedio, espectros capaces
de hacerme gemir con su apretón de manos,
ángeles de alas rayadas o marinos que cumplen
expertas navegaciones aéreas.
Bajo la comba de mi lágrima, escasamente
redonda, admito que nada se pudriría en
Dinamarca si no hubiera seres vivos o si ya no
existieran años jóvenes que derriban puertas de
sol a golpes de hombro, escuadrillas copiosas
imantando el brillante grano y aterrizando en el
centro de ningún punto cardinal.
SSOOYY TTOODDOO LLOO QQUUEE MMIIRROO
BAÑARSE BAJO LA LUZ DE UN ÁLAMO Ser todo cuanto miro
En el pozo del sol.
Sorpresa blanca
Que te acuclillas y saltas
Y me lames la mano con tu llama
Y mueves cabellos
Pegados al rostro con lágrimas:
Vete de aquí
Quema la selva de arpas
Y al viento que la hace gemir
Porque es su amante consumado.
Siempre no te vayas
Sorpresa
Déjame ser todo lo que miro
Tus pavos irreales me interesan mucho
Tus nubes que bajan sin convertirse en lluvia
Me interesan.
Entre la inmensidad y mi estupor
Tus flancos incandescen
Coro de las anticipaciones
Tupida amarillez:
El mundo que nos prohíbe volar
Nos debe su propio vuelo.
CCOOMMPPAARREECCEENNCCIIAA
ARAÑA DE TRISTEZA Ola conturbada
Entiérrame adentro del poema
Pero con un brazo afuera
Para que yo no olvide
Al viento que me olvida.
Quienes siempre estuvimos solos
Agradecemos al sueño su comparecencia
Lo que flagela no es el dolor sino el embeleso
Pues una fiera apenas rasga apenas mata:
El recuerdo asesina mejor
Cuando pregunta
Por qué seguimos vivos.
Enterradme oh aves misteriosas
Con un brazo fuera de la tierra:
No quiero olvidar al olvido que me olvida.
TTIIEERRRRAA AADDEENNTTRROO
CONO TRANSLÚCIDO Copa donde la luz invernal resbala
Mano de vidrio que enarbolas al agua:
Asienta el polen volátil de mi alma
Colorea el secreto follaje del perfume
Pues he aquí que envejezco hasta la
cintura
Y mis raíces no nacidas aran el vacío
En vano busco dónde plantarme
Soy el que va a ser
Capullos de supremo sosiego
Vendan mis flancos de glaciar en vilo
Y mi verdad que se deshiela
Deja en el centro del día
Su estrella resurrecta
Su estrella que es un hongo de cabeza blanca y
roja:
Ahí donde caiga será sembrada la progenie de
las hadas
Soy el que va a ser
Humo esbelto que sostiene drapeados
medievales
Vapor de ser nunca más agazapado
Inmanencia invasora
Adoquín sonámbulo en la plaza
Donde los pájaros desfilan a saltos
También yo soy un salto a la garganta del sol
Viaja el suelo y hace volar
La cohetería inmóvil del jardín
Mas ya no pico piedra en el espejo
Ni libero al surtidor de la condición humana
En cambio leo a cada flor
Bajo un candelabro de miradas
Están vivos mis recuerdos
Porque los arranco de la niebla
Y corro a ponerlos en agua
Soy el que va a ser
Carnada tránsfuga para peces instantáneos
Despeñamiento que excede
La medida del abismo
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Caída eterna en esta hora que hila tan delgado
Y zurce barrancas con la cauda blanca del velero
Mis huesos me visten despacio
Me enjabona la luna bajo mi ducha de fuegos
fatuos
Y esa misma luna me enaltece al
reducirme sólo a presencia
Soy el que va a ser
Y cuando sea ya no valdré la pena
Palabras como manzanas de lava
arden en mi boca
Pero nunca diré que de este cielo no
he de beber
No soy ni voy a ser otra cosa que un puente
entre el puente y su sombra
Aun si alzo en mi copa
La luz que se desliza entre unos párpados
Y se descalza y al sueño se incorpora
Mientras pisa la hojarasca
humedecida
La tierra sin ruido La tierra de adentro
El incendio anterior al bosque
EESSTTAAMMPPAA
NO ANDA NI VUELA, salta, piedra con fuelle,
el ave que busca
entre rescoldos del alba
un solo grano de vida inmortal.
Rebota en la yerba,
bebe cielo con agua,
un poco de noche
en el pozo del girasol.
Y como quien limpia una navaja,
su pico restriega
contra la roca negra:
así borra la sangre seca
de la pasada estación.
Su cuerpo quema
el velo de la transparencia.
Nada puede separarlo
de la repentina verdad
que lo hace eterno.
zonas
LLUUCCEENN PPOOEEMMAASS SSIINN RREECCAATTOO
VVÍÍCCTTOORR MMAAGGDDAALLEENNOO
Nuestra cama es de flores, antología de poesía erótica escrita por mujeres bajacalifornianas, se presenta este jueves como parte de los festejos por los 25 años del Cecut
Las mujeres no sólo
están en entera
posesión de sus
cuerpos, sino asumen
a plenitud la
capacidad de
procurarse placer y
de dar rienda a la
pulsión erótica de las
múltiples formas en
que es posible
hacerlo, según deja constancia Nuestra cama es de flores (Our bed is made of flowers), la
antología bilingüe de poesía erótica escrita por
autoras bajacalifornianas, que se presenta este
jueves en el Centro Cultural Tijuana.
Compilada por el escritor tecatense Roberto
Castillo Udiarte, esta antología de poesía erótica
reúne el trabajo de 42 escritoras de Baja
California y abarca en sus 120 páginas tres
generaciones de poetas.
“El libro abarca tres generaciones distintas
de mujeres escritoras: la de más edad andará por
los 70 años y la menor entre los 25 y los 28
años”, afirmó Castillo al explicar que para la
compilación de los poemas los únicos requisitos
que se propuso fueron, en primer lugar, que
abordaran, obviamente, el tema erótico o
amoroso, que no fueran inéditos, es decir, que ya
hubieran sido publicados (en libros,
compilaciones, revistas o suplementos), como
forma de acotar el terreno, y que cada poema
“transmitiera algo”.
Visto en conjunto, el libro es “muy variado”,
confiesa su compilador, quien anticipó que en sus
páginas el lector encontrará en la escritura de
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estas mujeres poetas el descubrimiento de su
cuerpo, un tema recurrente en la literatura
femenina, así como el redescubrimiento de la
capacidad de goce del cuerpo propio y la
exploración de otras formas de placer sexual.
“El libro recoge textos cuyos enfoques van
desde los cuasi románticos o decididamente
amorosos hasta las metáforas y descripciones
más atrevidas y directas, confesiones ninfómanas
y poemas lésbicos”, reveló Castillo, quien es
también el autor del texto introductorio que
aparece en la antología.
“Un rasgo singular del volumen”, precisó, “es
que los textos de erotismo más atrevido fueron
escritos por las poetas de mayor edad, en
relación con las más jóvenes, que en términos
generales escribieron poemas de algún modo
más recatados, y eso en verdad me sorprendió”.
Excepto por su compilador y otros detalles,
Nuestra cama es de flores (Our bed is made of flowers) es un volumen predominantemente
femenino, pues no sólo recoge puros textos
escritos por mujeres, sino su portada misma
aparece ilustrada con una obra de Carolina
Castañeda, joven artista plástica de la región,
cuyo tema es, desde luego, una figura femenina.
Castillo aclaró que la razón por la que se
decidió que la antología se lanzara en edición
bilingüe es por la conveniencia de abarcar el
mercado del otro lado de la frontera, donde hay
interés por la poesía bajacaliforniana, no de
ahora, sino desde hace tiempo, ni sólo por este
tema.
De acuerdo con el autor de El amoroso guaguaguá, la intención fue publicar un volumen
colectivo buscando ante todo fijar la atención en
los poemas y luego en sus autoras. En ese
sentido, dijo, buscó alejarse de las “antologías
curriculares”, esas que se confeccionan a partir
de los nombres de los poetas, de quienes luego
se selecciona sus poemas. “Aquí procedimos al
revés: primero fue el poema y luego su autora,
dado que el interés primordial es que se lean los
poemas. De hecho así se presentan los trabajos:
cada poema aparece, primero en español y en la
página de enfrente su traducción al inglés, y al
calce el nombre de su autora. Claro que al final
del volumen se consignan las fuentes de donde
se extrajo cada material, pero decidí dejar esa
parte curricular hasta el final para destacar, en
primer lugar, los poemas”.
La mayoría de los poemas se publicó entre
los años 80 y 90, excepcionalmente en los 70, y
ello refleja el dominio masculino que ha
prevalecido en la actividad editorial, puntualizó
Castillo Udiarte.
En la tarea de compilar los poemas que
recogió finalmente el libro, Roberto Castillo
recibió el auxilio de sus colegas Flora Calderón,
en Ensenada; Jorge Arturo Freyding, en Mexicali
(tal vez uno de los últimos trabajos en los que
colaboró antes de su inesperado deceso), y
Alfonso García Cortez, en Tijuana. En tanto, el
equipo de traductores estuvo compuesto por
Francisco Bustos, Tomás Di Bella, Alfonso
García Cortez, Dinorah Guadiana-Costa, Olga
Gutiérrez, Harry Polkinhorn, Luisa Elena Ruiz y
Daniel Charles Thomas.
Las traducciones se hicieron, además,
poniendo en contacto, en la medida en que eso
fue posible, a cada autora con el traductor de su
poema, explicó Castillo.
Y a juzgar por el tema que campea en sus
páginas, esta antología ratifica lo obvio: el placer
ha dejado de ser, desde hace mucho, terreno
vedado para el mundo femenino, según
demuestran a raudales los poemas reunidos en
este volumen. Y quien se atreva a dudarlo quede
emplazado a la lectura de Nuestra cama es de
flores/Our bed is made of flowers.
Publicada dentro de la colección editorial del
Cecut, el lanzamiento de esta antología de poesía
erótica femenina escrita en Baja California forma
parte de los festejos por el 25 aniversario de la
institución y su presentación se llevará cabo este
25 de febrero en punto de las 7 de la noche en la
Sala de Usos Múltiples.
www.bitacoracultural.com/arte.html, núm. 552,
24 de octubre de 2007
PPAARRTTIICCIIPPAANN PPOOEETTAASS LLAATTIINNOOAAMMEERRIICCAANNOOSS
EENN FFEESSTTIIVVAALL LLAATTIINNAALLEE EENN AALLEEMMAANNIIAA
Berlín, 24 de octubre. Una docena de poetas
latinoamericanos participará en el segundo
"festival rodante de poesía", Latinale, que tendrá
lugar en varias ciudades alemanas del 27 de
octubre al 7 de noviembre, informaron hoy
portavoces el Instituto Cervantes en Berlín.
Esa institución cultural organizó el "festival
rodante de poesía", que debe su nombre a que
los eventos tendrán lugar en varias ciudades
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alemanas, entre ellas Berlín, Leipzig, Colonia y
Hamburgo.
El director del Instituto Cervantes, Gaspar
Cano Peral, manifestó su satisfacción de poder
difundir poesía nueva de autores que no son
conocidos en Europa y que además estando aquí
pueden inspirarse.
"Mediante un festival como éste, el público
alemán descubre que en Latinoamérica aún
existe la vía oral como vehículo de transmisión
poético. Aquí un festival de poesía como los
grandes festivales de poesía latinoamericanos no
se comprende, porque existe el libro", precisó.
"En Latinoamérica aún existe la oralidad, el
acercarse a un festival de poesía para escuchar a
los poetas. Creo que ése es sobre todo el interés
que tiene para los alemanes", subrayó el director
del Instituto Cervantes en Berlín.
En la rueda de prensa de presentación del
evento, la directora artística, Rike Bolte, destacó
que la selección de los 12 poetas invitados no
tiene la finalidad de mostrar lo representativo de
la poesía latinoamericana.
Destacó que entre los jóvenes autores se
encuentran la mexicana Amaranta Caballero
Prado, la colombiana Andrea Cote Botero, el
brasileño Carlito Azevedo, el chileno Héctor
Hernández Montesinos y el ecuatoriano Paúl
Puma.
Agregó que sobre todo se trató de "abrir un
foro para las voces de poetas latinoamericanos
jóvenes", y resaltó que el apogeo social y político
que tiene lugar en Latinoamérica se refleja
asimismo en nuevas formas estéticas.
Rike Bolte destacó la especialidad del festival
como un evento en movimiento, donde se
aprovecha la posibilidad de presentar la obra
poética de los invitados ante públicos diferentes.
"Una lectura en Hamurgo es diferente a una
en Leipzig o Berlín. Esa movilidad significa
asimismo que los poetas declaman en alemán y
eso produce un carácter elástico y joven",
precisó.
El director artístico adjunto, Timo Berger,
subrayó que el festival se divide de dos áreas,
por una parte la obra de la región de los Andes,
y por otra la forma en que se expone la poesía
en Latinoamérica.
“Por razones económicas y dada la poca
promoción de poetas jóvenes, cada vez resulta
más difícil encontrar poesía latinoamericana en
grandes editoriales, y al mismo tiempo
observamos la importancia que cobra la oralidad
en la región", señaló.
"La oralidad incluye un valor más de la
poesía, escuchar una poesía declamada por el
propio autor. Es algo más bello que leer la poesía
en un libro", destacó Timo Berger en la rueda de
prensa.
Añadió que durante la Latinale se abordará
asimismo el tema de la frontera, como puede
observarse en la obra de la poetisa mexicana
Amaranta Caballero Prado, que trata temas
relacionados con las fronteras culturales, del
idioma y también políticas.
El ciclo de lecturas y presentaciones en el
marco de la Latinale se complementará con
talleres de traducción y de escritura, en los que
los autores trabajarán sobre sus textos junto con
los estudiantes de la Universidad Libre de Berlín
y del Instituto Alemán de Literatura.
El Financiero, 24 de octubre de 2007
EELL PPOOEETTAA JJAACCOOBBOO RRAAUUSSKKIINN GGAANNÓÓ EELL
NNAACCIIOONNAALL DDEE LLIITTEERRAATTUURRAA EENN
PPAARRAAGGUUAAYY
El poeta Jacobo Rauskin es el ganador de la presente edición del Premio Nacional de Literatura, fallado hace unos días por los miembros del jurado convocado por el Congreso de la nación. Fue por su último libro de poemas Espantadiablos.
El poeta Jacobo
Rauskin se acreditó la
presente edición del
Premio Nacional de
Literatura, que
recibirá en breve.
Según
informaciones dignas
de crédito, los otros
finalistas para la
presente edición
fueron la narradora
Raquel Saguier, con su novela El amor de mis amores, el escritor Carlos Villagra Marsal, con
su reciente libro Poesía congregada y otros afanes, Gloria Muñoz con Madejas de Clío, y
Tren de agua, de Elsa Wiesell.
Los miembros del jurado fueron Victorio
Suárez, Alejandro Gatti, Irina Rafols, doctor
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Antonio Moreno Rufinelli, y el senador doctor
Juan Manuel Marcos, quienes, tras largas
deliberaciones, llegaron a la conclusión que los
finalistas sean Jacobo Rauskin y Raquel Saguier,
lo que motivó otras arduas discusiones, para
finalmente decidir que el ganador sea el escritor
y poeta Jacobo Rauskin.
El jurado argumentó coincidentemente que el
libro posee la amplitud temática suficiente y que
el mismo tiene una dimensión estética
interesante. Mencionaron también el estilo
altamente poético en su literatura y que si bien
fue difícil decidir finalmente Espantadiablos fue
el ganador por decisión unánime.
Agregó nuestra fuente, que se consideró el
lenguaje poético renovador del texto, acorde a la
actual perspectiva de la poesía latinoamericana,
y que entra dentro del contexto de amplia
esencialidad poética, síntesis y profundidad
lírica.
Dijeron también: “Después de Hérib Campos
Cervera, Jacobo Rauskin es el gran innovador de
la poesía paraguaya contemporánea, que es
luminosa, irónica y social”.
Consultamos con el escritor y dramaturgo
Alcibiades González Delvalle sobre la concesión
del premio a Jacobo Rauskin y expresó: “Es muy
merecido, porque es un escritor que
permanentemente está trabajando por una voz
propia, por un estilo que ya le está dando
nombradía internacional”.
Por su parte, Delfina Acosta, dijo que estaba
feliz porque se premió nuevamente la poesía y
que él lo merece, por su obra y su coherencia
con la poesía. “El es un poeta auténtico y está
consustanciado con el verso”.
Según informaciones, se dará oficialmente el
resultado del concurso el próximo miércoles.
Abc.com, Asunción, Paraguay, 27 de octubre de
2007
GGOONNZZAALLOO RROOJJAASS VVUUEELLAA MMÁÁSS AALLTTOO
TToommááss EEllooyy MMaarrttíínneezz
e los grandes poetas que aún siguen de pie
en esta y otras latitudes, pocos son tan
verdaderamente grandes como el chileno
Gonzalo Rojas. A los 90 años, no ha dejado de
escribir con el mismo erotismo feroz y febril de
la adolescencia, y aún mantiene un apetito por la
vida y una curiosidad por la especie humana que
quizá sean su garantía de eternidad.
Viajé a Santiago de Chile para celebrar esos
90 años de Gonzalo, en ceremonias a las que
acudieron la presidenta Michelle Bachelet y en
las que hablaron escritores de todos los rincones
de la lengua castellana. El poeta, que estaba en
la habitación de al lado, en mi hotel, se
despertaba temprano y, con una cortesía que
jamás lo abandona, llegaba primero que nadie a
las mesas redondas en las que se discutía su
obra, antes de que le cayeran encima enjambres
de jóvenes armados con los libros que habían
escrito para rendirle homenaje.
Rojas está casi igual que cuando lo vi por
primera vez, con su gorra marinera negra, su
energía de fuego y la misma voz de barítono que
tanto seduce a las mujeres de todas las edades:
una voz que no ha sido castigada por el menor
quebranto. Cada vez que la oigo en los pasillos
del hotel de Santiago, advierto que aún queda
Gonzalo para rato. Ya ha atravesado todos los
premios con la humildad indemne: el Octavio Paz,
el Juan Rulfo, el Cervantes. Sus libros se editan
en ediciones muy baratas y otras de lujo, pero
más vale que él no se tropiece con nadie que
esté comprándolos, porque los paga con su
propio dinero y los regala con generosidad
instantánea, como si fueran hojas de hierba que
van a renacer la primavera que viene.
Lo conocí una tarde de febrero de 1977, en
las Colinas de Bello Monte, de Caracas. Acababa
de aparecer su libro Oscuro en la editorial Monte
Avila, y lo llamé por teléfono para preguntarle
por el sentido secreto de unos versos que había
publicado días antes, en el suplemento de letras
del diario El Nacional. Eran líneas que revelaban
una sabiduría próxima a la experiencia mística:
“Que el aire vuelva al aire del pensamiento y no
muramos de muerte....”. No morir de muerte era
una idea que bastaba, me parece, para rescatar
la vida.
En la poesía de Gonzalo los números expresan
símbolos, como en los
cabalistas y en los gnósticos
del Tao. Las cifras, las
verdades y los arcanos que
se ocultan en los pliegues de
los números y de las letras,
todo sigue respirando allí.
“Son las mariposas en las
DD
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que se refleja el mundo”, me dijo aquella tarde
remota.
Quien me presentó a Rojas fue el gran crítico
uruguayo Angel Rama. Hasta ahora, yo había
creído que Rama y Gonzalo vivían en el mismo
edificio de las Colinas de Bello Monte, separados
por un piso o dos. Los hijos de Rojas, que a fines
de octubre estuvieron en Santiago para las
celebraciones de los 90 años, me corrigieron la
memoria: “Nosotros heredamos el departamento
de Ángel”, dijeron. “Llegamos cuando él y su
esposa Marta Traba ya se habían ido a
Washington.”
Pero la historia para mí es la que recuerdo:
las paredes llenas de libros, cuadros de
Guayasamín y de Roberto Matta, y objetos que
Rojas había logrado salvar de su paso por China,
donde fue agregado cultural del gobierno de
Salvador Allende hasta el golpe de septiembre de
1973. En la desnuda y vocinglera realidad
caraqueña de aquellos tiempos de exilio, Rojas
se movía con un humor a toda prueba,
quitándoles gravedad a las cosas, a las
estrecheces económicas y a las dificultades que,
como toda persona del profundo sur americano,
tenía para adaptarse a las costumbres
imprevisibles del Caribe. De todo hablaba Rojas
con humor, salvo de las desdichas de su país y
de las felicidades del amor. En esos temas era
tan serio como San Juan de la Cruz, uno de sus
poetas de cabecera.
Junto a Hilda May, su compañera de entonces
y de tantos años, me llevó a ver la imponente
cama de laca negra con dosel que había
comprado en Pekín, y me acercó a la ventana del
cuarto donde escribía para que oyera cómo se
encarnizaban con su oído mártir las motocicletas
venezolanas. Imaginé cuánto debía de herirlo
aquel estrépito, justamente a él, que en uno de
sus poemas mayores había cantado la riqueza sin
término del silencio: “Oh voz, única voz: todo el
hueco del mar, / todo el hueco del mar no
bastaría, / toda la cavidad de la hermosura / no
bastaría para contenerte”. “¿Nunca más
silencio?”, le dije, pero él restó importancia al
oleaje de afuera. “Dejemos que la vida se mueva
con sus ruidos”, me respondió. “Que el silencio
espere.”
Rojas habla un lenguaje tan preciso, tan vivo,
que las palabras parecieran llegar a su encuentro
sin que él las buscara, como si su voz contuviera
un imán. O acaso su lenguaje está al otro lado de
las palabras, donde ellas todavía no han sido
nombradas. Su lenguaje escueto, parco, le viene
de la aldea de carbón donde nació, Lebu,
doscientos kilómetros más allá de Concepción, en
el sur de Chile. A la orilla del pueblo, medio
kilómetro por debajo del mar, se abre la boca de
una mina de carbón ya extinguida. El primer
recuerdo infantil de Gonzalo es una
peregrinación de su padre al vientre del
monstruo: el descenso entre piedras, el
espectáculo de la boca, la lámpara de carburo
que se encendió en la frente del padre, y luego,
el paseo a gatas, oyendo el lejano bramido de las
profundidades terrestres.
El poeta tenía cuatro años cuando una
explosión de gas grisú lo dejó huérfano. “Voy
corriendo en el viento de mi niñez en ese Lebu
tormentoso –refiere el ars poetica de su libro
Oscuro–, y oigo, tan claro, la palabra
«relámpago». Relámpago, relámpago. Y voy
volando en ella, y hasta me enciendo en ella
todavía.” Muerte y relámpago fueron las
primeras palabras de su vida.
Evocamos esas historias el último sábado de
octubre en un restaurante cercano al hotel de
Santiago, donde nos hospedábamos. Rojas siente
aún melancolía por aquel pasado en el que la
lectura era un hábito tanto de pobres como de
ricos. Me contó que en la niñez frecuentaba a
Dickens, a Verne, a Dumas. Le dije que ésos
eran también mis autores. “¿No incurriste
entonces en Salgari?” “No”, le contesté. “Salgari
me resultaba más interesante en el cine que en
los libros.” “Qué curioso”, comentó. “Yo tampoco
fui salgariento.” La conversación derivó entonces
de los piratas de la Malasia a la certeza de que
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cada ser humano es único, irrepetible, y se da
sólo una vez en el curso de las edades. No habrá
otro Proust, otro Neruda, otro Borges, otro
Melville, otro Cervantes, dijo. Quizás algunos se
les parezcan, pero no serán los mismos, ya nunca
más los mismos.
En los parques y en las plazas de Santiago de
Chile, en los bancos tendidos en la costanera del
río Mapocho, los jóvenes repiten los maravillosos
poemas de amor de Gonzalo Rojas como si
fueran plegarias. Uno de los que he oído más
veces, al pasar, es el que comienza con una
pregunta inolvidable: “¿Qué se ama cuando se
ama: la luz terrible de la vida / o la luz de la
muerte? ¿Qué se busca, qué se halla, qué es eso:
amor?”
La misma noche del sábado 27 de octubre,
cuando él ya se marchaba de Santiago hacia su
casa de Chillán, lo encontré en el ascensor del
hotel y le repetí el verso: “¿Qué se ama cuando
se ama, Gonzalo? ¿Lo sabes?”. “No, nunca lo
supe”, me dijo. “Escribí la pregunta con la
esperanza de que alguien, alguna vez, me dijera
cuál es la respuesta. Y ya me ves en esta caja
ciega del ascensor, todavía sin saberlo.”
La Nación, Buenos Aires, 3 de noviembre de 2007
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