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ESBOZO DE UNA TRANSFERENCIA POLÍTICA: ASISTENTES DE SEVILLA EN EL GOBIERNO VIRREINAL DE MÉXICO Y PERÚ* Teodoro HAMPE MARTÍNEZ Universidad Católica del Perú EL DESENVOLVIMIENTO DEL IMPERIO español bajo la dinastía de los Habsburgo nos permite constatar, en el cuadro de la ad- ministración pública, un interesante modelo de traslado de experiencias en el cual Sevilla desempeñó un papel "provee- dor' ' con respecto a los máximos centros administrativos de Hispanoamérica colonial. Se trata del flujo de experiencias políticas patente en el caso de los asistentes de Sevilla (autori- dades supremas en la ciudad del Guadalquivir y su tierra), que durante los siglos X V I y XVII, fueron sucesivamente llamados a ejercer el gobierno de los virreinatos de Nueva España y Perú. La presente contribución bosqueja las impli- caciones de dicho fenómeno —transferencia política interna- cional— para la evolución de la monarquía hispánica y trata de resolver algunas cuestiones como éstas: ¿qué clase de for- mación administrativa tenían los caballeros nombrados para la asistencia de Sevilla? ¿Cómo influyó en su carrera la expe- riencia adquirida en el ejercicio de aquel cargo? ¿Qué situa- ciones o conductas aprendidas en Sevilla pudieron aplicarse en el gobierno virreinal de las Indias? ¿Qué trascendencia * La mayor parte de la investigación para este ensayo fue realizada en el Instituto de Historia Ibérica y Latinoamericana de la Universidad de Colonia, gracias a una beca otorgada por la Fundación Alexander von Humboldt. Quisiera expresar mi sincero agradecimiento a ambas institu- ciones. HMex, XLl: 1, 1991 49

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ESBOZO DE UNA TRANSFERENCIA POLÍTICA: ASISTENTES DE SEVILLA

EN EL GOBIERNO VIRREINAL D E MÉXICO Y PERÚ*

Teodoro H A M P E M A R T Í N E Z

Universidad Católica del Perú

E L D E S E N V O L V I M I E N T O D E L I M P E R I O español bajo la d ina s t í a de

los Habsburgo nos permite constatar, en el cuadro de la ad­

min i s t r ac ión púb l i ca , un interesante modelo de traslado de

experiencias en el cual Sevilla desempeñó un papel "provee­

dor' ' con respecto a los m á x i m o s centros administrativos de

H i s p a n o a m é r i c a colonial. Se trata del flujo de experiencias

pol í t icas patente en el caso de los asistentes de Sevilla (autori­

dades supremas en la ciudad del Guadalquivir y su tierra),

que durante los siglos X V I y X V I I , fueron sucesivamente

llamados a ejercer el gobierno de los virreinatos de Nueva

E s p a ñ a y P e r ú . L a presente contr ibución bosqueja las impli­

caciones de dicho fenómeno —transferencia pol í t ica interna­

cional— para la evolución de la m o n a r q u í a h i spán i ca y trata

de resolver algunas cuestiones como éstas : ¿ q u é clase de for­

m a c i ó n administrativa t en í an los caballeros nombrados para

la asistencia de Sevilla? ¿ C ó m o inf luyó en su carrera la expe­

riencia adquirida en el ejercicio de aquel cargo? ¿ Q u é situa­

ciones o conductas aprendidas en Sevilla pudieron aplicarse

en el gobierno virreinal de las Indias? ¿ Q u é trascendencia

* L a mayor parte de la investigación para este ensayo fue realizada en el Instituto de Historia Ibérica y Latinoamericana de la Universidad de Colonia, gracias a una beca otorgada por la Fundación Alexander von Humboldt. Quisiera expresar mi sincero agradecimiento a ambas institu­ciones.

HMex, XLl : 1, 1991 49

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5 0 T E O D O R O H A M P E M A R T Í N E Z

posee el gobierno de los virreyes en cuest ión para el desarro­

llo pol í t ico, económico y social de M é x i c o y de P e r ú ?

P E R F I L A D M I N I S T R A T I V O D E L O S V I R R E Y E S H I S P A N O A M E R I C A N O S

Ante todo, hay que tomar en cuenta los hechos: de los 24 in­

dividuos que fueron nombrados en los siglos X V I y X V I I

para gobernar respectivamente los virreinatos de M é x i c o y

P e r ú , hubo 10 que recibieron el doble nombramiento de

virreyes de uno y otro territorio. E n todos los casos, estos

funcionarios ejercieron primero la admin i s t r ac ión de las

provincias de Nueva España y luego fueron trasladados, en

realidad "promovidos" , a la sede virreinal de L i m a . H e

a q u í un clásico mecanismo de rotación para los m á x i m o s

cargos de gobierno en H i s p a n o a m é r i c a , sobre el cual habla­

remos m á s adelante. Por ahora nos interesa precisar la iden­

tidad de esos diez virreyes privilegiados que obtuvieron el

mando sucesivo en los antiguos imperios azteca e inca: don

Antonio de Mendoza , que gobernó en ambos virreinatos de

1535 a 1552; don M a r t í n En r íquez , de 1568 a 1583; don L o ­

renzo S u á r e z de Mendoza , Conde C o r u ñ a , de 1580 a 1583;

don Luis de Velasco, de 1590 a 1604;1 don Gaspar de Zú-

ñ i g a y Acevedo, Conde de Monterrey, de 1595 a 1606; don

Juan de Mendoza y Luna , M a r q u é s de Montesclaros, de

1603 a 1615; don Diego F e r n á n d e z de C ó r d o b a , M a r q u é s

de G u a d a l c á z a r , de 1612 a 1629; don G a r c í a Sarmiento de

Sotomayor, Conde de Salvatierra, de 1642 a 1655; don Luis

E n r í q u e z de G u z m á n , Conde de A l b a de Liste, de 1650 a

1661, y don Melchor Portocarrero, Conde de la Monclova ,

de 1686 a 1705.

L a misma lista de nombres muestra que todos los virreyes

designados para el Nuevo M u n d o eran de linaje noble (por-

1 Don Luis de Velasco (el Joven), M a r q u é s de Salinas, plantea la única excepción en este cuadro de gobernantes coloniales, pues fue nom­brado para ejercer —por segunda vez— el virreinato de Nueva España luego de su mandato en Lima. Su segunda administración en México se extendió de 1607 a 1611 , tras la cual se embarcó a la Metrópoli para de­sempeñar la presidencia del Consejo de Indias. Véanse los apuntes biográficos que ofrece L A V A L L E , 1891 .

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E S B O Z O D E U N A T R A N S F E R E N C I A P O L Í T I C A 51

tadores de t í tulo o no), caballeros de sangre ilustre que per­

t e n e c í a n a la ca tegor ía de funcionarios de "capa y espada".

D e acuerdo con la mentalidad de la época , los caballeros no

realizaban su formación en las aulas universitarias, sino que

se entrenaban para la vida guerrera mediante los torneos de

caza o la par t ic ipac ión directa en los campos de batalla. Ge­

neralmente, aquellos personajes se ganaron el favor de la

corte en virtud del desempeño de a l g ú n cargo de confianza

en la Casa Real , o de responsabilidades d ip lomát icas en al­

guna mis ión en el extranjero, o de labores administrativas

en las provincias de la P e n í n s u l a Ibé r ica ; 2 este ú l t imo caso

es el que nos interesa particularmente.

L a ins t i tución del virreinato, tomada del esquema admi­

nistrativo de la corona de A r a g ó n , reves t ía a sus titulares en

H i s p a n o a m é r i c a de extensas facultades de gobierno. A los

virreyes de Nueva España y P e r ú les cor respondía ejercer la

g o b e r n a c i ó n civil y la defensa militar, vigilar la Hacienda

R e a l , administrar justicia, gratificar a los benemér i tos , fo­

mentar la p red icac ión catól ica y garantizar la conservación

de los indios. L a du rac ión de su mandato no estaba formal­

mente establecida, pues d e p e n d í a de la voluntad del rey,

quien pod ía removerlos cada vez que le pareciese oportuno.

Jun to con el cargo de gobernador, los virreyes ostentaban el

t í tu lo de cap i t án general, que los cons t i tu ía en supremos rec­

tores de los asuntos de guerra, y t a m b i é n e je rc ían de jure el

oficio de presidente de la audiencia (bien fuese la de M é x i c o

o L i m a ) . Sin embargo, como no t en í an formación de letra­

dos, c a r e c í a n del derecho de voto en la de t e rminac ión de

sentencias judiciales; pero era de su incumbencia repartir los

expedientes entre los distintos magistrados y, a d e m á s , po­

s e í a n la merced de indulto sobre penas de litigios criminales. 3

A pesar de la relativa igualdad en las funciones de los al­

tos b u r ó c r a t a s indianos, desde el primer momento se hizo

evidente que la corona daba un trato preferente a los virre­

yes de P e r ú , o torgándoles una r e m u n e r a c i ó n superior a la

2 Buena descripción de los orígenes sociales y profesionales de los vi­rreyes se encuentra en RUBIO M A N E , 1955 , pp. 2 1 5 y ss.

3 Véase H A M P E M A R T Í N E Z , 1988, especialmente p. 68 .

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5 2 T E O D O R O H A M P E M A R T Í N E Z

de sus colegas de M é x i c o . Por ejemplo, cuando el primer v i ­

rrey novohispano, don Antonio de Mendoza, efectuó en

1550 su traslado de la ciudad de M é x i c o a L i m a , se le re­

c o m p e n s ó con un aumento de salario de 8 000 a 20 000 du­

cados por a ñ o . 4 Esta era una manera de premiar la respon­

sabilidad que significaba el gobierno del virreinato peruano,

un territorio muy extenso y de variadas culturas y con una

pob lac ión española difícil de manejar, donde a ú n estaba

fresco el recuerdo de las sangrientas guerras civiles de los

conquistadores. Para ello se recur r ió con frecuencia a gente

ya experimentada en la admin i s t r ac ión de otras colonias,

m á s sosegadas, del continente americano.

H a c i a finales del siglo X V I quedó establecido que los go­

bernantes del virreinato de Nueva Esp aña recibiesen un

sueldo anual de 20 000 ducados, mientras para los virreyes

de P e r ú se fijó el salario duplicado de 40 000 ducados anua­

les (cantidad que después ser ía rebajada a 30 000). Ernesto

Schá fe r , profundo conocedor de la tarea administrativa del

Consejo de Indias en aquella época , apunta que la diferencia

de salarios se explica en parte porque los gastos de viaje has­

ta la metrópol i de R í m a c eran mucho m á s elevados y, en

parte t a m b i é n , "porque el P e r ú se consideraba como oficio

de ascenso". 5 A ello podemos agregar el dato económico

de que los precios en los mercados de las ciudades peruanas

sol ían ser m á s altos que en M é x i c o y, por lo tanto, h a b í a ne­

cesidad de aumentar la r e m u n e r a c i ó n de los funcionarios a

fin de compensar el desnivel en el poder adquisitivo de la

moneda.

Pocos tratados modernos sobre la pol í t ica ultramarina del

imperio de los Habsburgo ofrecen una reflexión acertada en

torno al problema, ya tópico, de la promoción de los virreyes

de Nueva España a Pe rú . T a l vez sea mejor remitirse direc­

tamente, a la opinión de Mateo V á z q u e z de Leca, uno de los

4 R U B I O MA.ÑI;, 1955, pp. 2 0 9 - 2 1 1 . El salario inicial de don Antonio

de Mendoza se distribuía en 3 0 0 0 ducados como virrey de Nueva Espa­ña, 3 0 0 0 ducados como presidente de la audiencia de México y 2 000 du­cados para su guardia personal.

5 SCHÁFER, 1947, p. 28 .

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E S B O Z O D E U N A T R A N S F E R E N C I A P O L Í T I C A 53

secretarios preferidos de Felipe II, quien en una consulta de

1584 razona su negativa a que don G a r c í a de Mendoza ,

M a r q u é s de C a ñ e t e , sea de inmediato nombrado para el go­

bierno de P e r ú . Expone literalmente V á z q u e z de Leca:

"pensara yo que estuviera bien en Nueva H e s p a ñ a , y si es­

tando al l í vacara el cargo del Pe rú , que fuera promovido a

é l , porque pareciera que y va por sus grados y que no se le

h a v í a dado temprano lo mejor de las Indias. . . " 6 A q u í

m u y claro, en la concepción del virreinato de L i m a como

'To mejor de las Indias", el puesto m á s importante y mejor

remunerado de la A m é r i c a española , está sintetizada la acti­

tud de la corona frente a dicho problema.

N i n g ú n estudioso se ha e m p e ñ a d o tanto como Lewis

Hanke , el reconocido historiador norteamericano, en ras­

trear s i s t emát icamente la labor administrativa de los virre­

yes enviados a A m é r i c a durante los primeros dos siglos de

la colonización h i spán ica . Su maciza compi lac ión titulada

Los virreyes españoles en América durante el gobierno de la Casa de

Austria, reproduce documentos de variado género , brindan­

do una a p r o x i m a c i ó n a la imagen que los propios vicesobe-

ranos se formaron de su obra pol í t ica , así como un reflejo

de las opiniones de sus con temporáneos , incluidos otros

agentes de la corona. 7 Abundan en dicha obra las instruc­

ciones para el de sempeño de los virreyes, sus relaciones de

gobierno, cartas e informes sobre asuntos particulares, car­

gos y sentencias de los juicios de residencia, entre otros pa­

peles. A manera de complemento, Hanke ha editado tam­

b i é n la Guia de las fuentes en el Archivo General de Indias para el

estudio de la administración virreinal española en México y en el Perú,

donde ofrece una minuciosa descr ipción de los despachos

que los supremos gobernantes coloniales enviaban en cada

flota a la corte, dando cuenta del desarrollo de su mis ión en

el Nuevo M u n d o . 8

A u n an t i c ipándonos en la secuencia de nuestra exposi-

0 Instituto de Valencia de Don Juan, caja 123, envío 88, núm. 54. Consulta fecha en Madrid, 18 de febrero de 1584.

7 H A N K E , 1976-1980. 8 H A N K E , 1977, 3 vols.

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54 T E O D O R O H A M P E M A R T Í N E Z

ción, conviene precisar a q u í cuá les son los gobernantes v i ­

rreinales que nos interesan particularmente en este trabajo,

por su condición de haber d e s e m p e ñ a d o previamente el ofi­

cio de asistentes en Sevilla. Se trata de: I) don Lorenzo

S u á r e z de Mendoza, Conde de C o r u ñ a ; 2) don Fernando de

Torres y Portugal, Conde del Vi l l a r ; 3) don Juan de M e n ­

doza y Luna , M a r q u é s de Montesclaros; 4) don Diego P i -

mentel, M a r q u é s de Gelves, y 5) don G a r c í a Sarmiento de

Sotomayor, Conde de Salvatierra, virreyes de M é x i c o y/o

de P e r ú , a los cuales nos referiremos repetidamente en los

párrafos siguientes.

Esos cinco virreyes son tratados desde luego por Hanke

al presentar, en rasgos muy generales, una síntesis de los go­

biernos en H i s p a n o a m é r i c a durante los siglos X V I y X V I I .

Por lo que concierne a la admin i s t r ac ión del virreinato de

Nueva España , Hanke recuerda al gobierno de C o r u ñ a

(1580-1583) como una etapa de corrupción buroc rá t i ca y de

menosprecio de los oidores hacia la autoridad del virrey, que

i m p u l s ó el envío de un visitador general desde la corte; el or­

denado gobierno de Montesclaros (1603-1607) se caracteriza

por sus esfuerzos en favor de la tarea de congregac ión de los

indios; el gobierno de Gelves (1621-1624) se halla marcado

por la enemistad entre el arzobispo y la audiencia de M é x i c o

y por el sonado tumulto popular que depuso al virrey; el go­

bierno de Salvatierra (1642-1648) es tá signado por la me­

diocridad, en medio de inundaciones y terremotos y de las

ambiciones de poder del arzobispo-visitador Palafox. E n

cuanto a la admin i s t r ac ión del virreinato de Perú , el gobier­

no de V i l l a r (1585-1590) es recordado por el escandaloso

comportamiento de los parientes del virrey y por la lucidez

de sus informes administrativos; el mandato de Montescla­

ros (1607-1615) coincide con el apogeo cultural de L i m a , as í

como con un reforzamiento en el examen de cuentas fiscales

y en los registros de poblac ión , y el gobierno de Salvatierra

(1648-1655) t a m b i é n es tá signado a q u í por la opacidad, te­

niendo como ún ico hecho notable la represión del fraude de

las monedas a c u ñ a d a s en Potos í . 9

9 H A N K E , 1977, i , pp. 73-74, 87-94, 102-106, 122-123, 222-225, 239-

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E S B O Z O D E U N A T R A N S F E R E N C I A P O L Í T I C A 55

Hemos escogido al Conde del V i l l a r como modelo de es­

tos funcionarios que repartieron su carrera administrativa

entre la reg ión de A n d a l u c í a y las Indias, y de él nos ocupa­

remos en detalle m á s adelante. De los otros personajes men­

cionados cabe destacar al Conde de C o r u ñ a , cuya figura

contribuimos a rescatar del semianonimato mediante un ar­

t í cu lo publicado algunos años a t r á s , en que enfocamos las

circunstancias de su nombramiento como virrey postumo de

P e r ú , en 1583. 1 0 E l Conde don Lorenzo S u á r e z de Mendo­

za , pe r t enec í a a una rama menor del poderoso linaje alca-

r r e ñ o de los Mendoza y se h a b í a fogueado en la carrera de

las armas participando en las jornadas de T ú n e z , Italia y

Flandes. Su labor gubernativa en tierras de Nueva España

no resul tó verdaderamente lucida, pero la necesidad de con­

tar de inmediato con un b u r ó c r a t a experimentado a n i m ó a

los ministros del Consejo de Indias a proponerlo para el car­

go virreinal de L i m a ; era por cierto "de mucha importancia

que el que fuere a governar aquellas provincias entienda las

cosas de las Indias y tenga experiencia dellas", según dec ían

en su consulta definitoria. 1 1 S in embargo, escapaba al co­

nocimiento de los ministros que el hombre seleccionado para

dicho oficio ya h a b í a fallecido cinco meses antes en M é x i c o .

M a y o r a tenc ión ha merecido en la his tor iograf ía contem­

p o r á n e a el M a r q u é s de Montesclaros, otro noble a lca r reño ,

que se d i s t i ngu ió tanto por su afición a las letras como por

su a c t u a c i ó n en la pol í t ica imperial de comienzos del siglo

X V I I . Su hoja de servicios incluye no sólo las facetas de asis­

tente de Sevilla y virrey de M é x i c o y de P e r ú , sino t amb ién

las de consejero de Estado y de Guerra y presidente del C o n ­

sejo de A r a g ó n . Aurelio M i r ó Quesada dedicó un libro ya

c lás ico a este "virrey-poeta", en que estudia sus relaciones

con otros poetas, prosistas, dramaturgos y gente universita-

2 4 4 y 2 6 1 - 2 6 4 . 1 0 H A M P E M A R T Í N E Z , 1985, pp. 1-13. 1 1 AGÍ, Indiferente General, 740 , núm. 198. Consulta fechada en M a ­

drid, 2 4 de noviembre de 1583. L a instrucción, provisiones y cédulas rela­tivas a la investidura del Conde de Coruña como virrey del Perú fueron despachadas el 9 de diciembre de 1 5 8 3 .

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56 T E O D O R O H A M P E M A R T Í N E Z

r ia de L i m a ; 1 2 Pedro R o d r í g u e z Crespo ha examinado di­

versos aspectos de su labor administrativa en el virreinato

peruano; 1 3 y Nico lás Cabri l lana, quien lo califica como

"noble de la decadencia" (de la etapa de dec l inac ión de los

Habsburgo), ha analizado fundamentalmente su tarea en la

asistencia de Sevil la . 1 4 E n una obra muy reciente, Antonio

Herrera Casado ha vuelto a revisar la personalidad de M o n ­

tesclaros, haciendo un bosquejo general de su administra­

c ión en ambos virreinatos de A m é r i c a , con el aporte de algu­

nos documentos inéd i tos . 1 5

Sin embargo, m á s a l l á de esas consideraciones sobre la

transferencia pol í t ica intercontinental, o de sentido latitudi­

nal , que puso a Sevilla en v incu lac ión con los principales

centros gubernativos de las colonias del Nuevo M u n d o , hay

que mencionar otra transferencia pol í t ica de sentido longitu­

dinal o intracontinental, basada en una comunicac ión de ex­

periencias dentro de la misma A m é r i c a . Aparte la decena de

individuos que se repitieron en el gobierno virreinal de M é ­

xico y L i m a , hubo un continuo intercambio de gobernado­

res, oidores, alcaldes del crimen, corregidores, oficiales de

cuentas y otros funcionarios coloniales. Entonces, cabe pre­

guntar, ¿has ta q u é medida no influyeron m á s los componen­

tes administrativos trasladados directamente de un virreina­

to al otro?

Para responder cabalmente a dicha pregunta h a b r í a que

emprender una inves t igac ión en multitud de fuentes docu­

mentales, como cartas e informes de los virreyes, ordenan­

zas gubernamentales, sentencias judiciales, reportes admi­

nistrativos, memoriales de particulares, e tcé tera . A modo de

con t r ibuc ión inicial contamos, felizmente, con el trabajo

de Silvio Zavala que ha analizado la correspondencia ofi­

cial de un par de virreyes de Nueva E s p a ñ a que a finales del

siglo X V I fueron trasladados a P e r ú . 1 6 E l trabajo aborda es-

1 2 M I R Ó Q U E Z A D A , 1962. 1 3 Véase , por ejemplo, RODRÍGUEZ C R E S P O , 1962-1963 , pp. 259-310 ,

y 1 9 6 5 - 1 9 6 7 , pp. 11-33. 1 4 C A B R I L L A N A , 1969 , pp. 107-150 . 1 5 H E R R E R A CASADO, 1990. 1 6 Z A V A L A , 1975, pp. 16-22 . Se basa en las cartas y papeles editados

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E S B O Z O D E U N A T R A N S F E R E N C I A P O L Í T I C A 57

pec í f i camen te los casos de don M a r t í n Enr íquez y don Luis de Velasco (el Joven), cuyas cartas destinadas a la corte de M a d r i d se encuentran publicadas desde hace mucho tiem­po; lo interesante radica en los apuntes comparativos que e fec túan ambos virreyes, examinando la s i tuación en uno y otro territorios en materia de minas, casas de moneda, plei­tos de indios, tierras b a l d í a s , comercio de C h i n a o gobierno ecles iás t ico , por ejemplo.

Muchos aspectos m á s podr ían tocarse para completar la imagen del gobierno de los virreyes en H i s p a n o a m é r i c a bajo la m o n a r q u í a de los Habsburgo. De todas maneras, lo que se ha dicho en esta parte sobre sus facultades administrati­vas, sus salarios, sus o r ígenes profesionales y sociales y los rasgos de su labor polí t ica, puede ser úti l para conformar un " p e r f i l " de la admin i s t r ac ión virreinal en aquella época .

E L O F I C I O G U B E R N A T I V O D E A S I S T E N T E D E S E V I L L A

Durante la baja edad media se da en los reinos de Castilla, comprometidos todav ía en la guerra de reconquista contra los moros, un proceso de consol idación de la admin i s t r ac ión territorial, que impuso a los gobernadores, asistentes y co­rregidores como autoridades de las provincias y ciudades m á s importantes. Estos oficiales, nombrados directamente por la corona, r e spond ían al objetivo de regularizar la admi­n i s t rac ión de justicia y garantizar el predominio del poder estatal, por encima de los intereses particulares de clanes no­biliarios. Especialmente bajo los reinados de Enrique I V e Isabel la C a t ó l i c a se acen tuó la ins ta lac ión de corregimientos a lo largo de toda la P e n í n s u l a Ibér ica , mientras que el cargo de gobernador quedó reservado a las tierras reconquistadas y el oficio de asistente subsist ió en unas cuantas jurisdiccio­nes privilegiadas, como Burgos, Gu ipúzcoa , M u r c i a , Tole­do o Sevilla. 1 7 L a ciudad del Guadalquivir , en exclusiva, gozó del derecho de mantener el t í tulo de asistente hasta la

por Roberto Levillier en su colección LEVILLIER, 1925, vols. ix y xiv. 1 7 Véase LUNENFELD, 1987, pp. 20-23.

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5 8 T E O D O R O H A M P E M A R T Í N E Z

c a í d a de la m o n a r q u í a absoluta en España , bien entrado el

siglo X I X .

B e n j a m í n Gonzá lez Alonso, especialista en el r é g i m e n ju ­

r íd ico de los corregimientos de Castilla, ha observado unas

sutiles diferencias en las funciones tocantes a corregidores y

asistentes en la esfera del gobierno municipal . 1 8 M a s lo

cierto es que las atribuciones de unas y otras autoridades

eran virtualmente las mismas, y las ordenanzas dictadas pa­

ra unos se aplicaban casi siempre para todos los jefes de la

admin i s t r a c ión territorial en aquellos reinos. L a p r a g m á t i c a

o capí tu los de corregidores de 1500, por ejemplo, es tá dirigi­

da a los que eran enviados a gobernar las ciudades, y les

asigna la mis ión de cuidar el abastecimiento de comestibles,

la l impieza de las calles, la repa rac ión de muros, puentes,

portones y alcantarillas, el recaudo de las escrituras públ i ­

cas, la justicia en la elección de oficios comunales, e t cé t e r a . 1 9

E n el caso de Sevilla, la in t roducción de funcionarios de­

signados por la corona a fin de controlar la marcha de la

vida ciudadana se remonta a los años postreros del siglo

X I V , bajo el reinado de Enrique III. Para justificar esa in­

t romis ión del poder m o n á r q u i c o , que acabó con la autono­

m í a del Ayuntamiento hispalense, se adujo la exagerada

rivalidad de los bandos caballerescos, causantes de la anar­

q u í a y virtual ingobernabilidad de la me t rópo l i . 2 0 Los pri­

meros corregidores que al l í se instalaron fueron remplaza­

dos poco m á s tarde, alrededor de la d é c a d a de 1420, por

oficiales regios con el t í tulo de asistentes. Las referencias do­

cumentales sobre los asistentes de Sevilla en esta época in i -

1 8 GONZÁLEZ A L O N S O , 1970 , pp. 110-115 . Refiere que los asistentes

desarrollaban su tarea mayormente en torno a la organización ciudadana, mientras que los corregidores estaban preponderantemente apegados a la administración de justicia. Añade este autor que los presupuestos o prin­cipios básicos del oficio de corregidor (y asistente) eran: la idoneidad, la independencia, la indelegabilidad y la responsabilidad.

1 9 Véase BENEYTO PÉREZ, 1958 , pp. 377 -378 . 2 0 Véase G U I C H O T Y PARODY, 1897, pp. 344-345 y LADERO QTJESADA,

1976 , pp. 141-142 . Una exposición completa de los problemas urbanísti­cos, demográficos, sociales y económicos de la metrópoli bética en aquella época se encuentra en COLLANTES DE T E R Á N SÁNCHEZ, 1977 .

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E S B O Z O D E U N A T R A N S F E R E N C I A P O L Í T I C A 59

cia l son muy escasas y faltas de continuidad, como prueba

de que su poder era todav ía restringido, despreciado, casi

i n ú t i l . 2 1

E n agosto de 1478 los reyes catól icos, Fernando e Isabel,

dieron el nombramiento de asistente de la metrópol i del

Betis a su guarda mayor Diego de Mer lo , dotándolo de fa­

cultades de gobierno extraordinarias. E l propósito de los so­

beranos era asegurarse el dominio de esa comarca, que se

m a n t e n í a turbada por los enfrentamientos polít icos entre el

clan de los G u z m á n , Duques de M e d i n a Sidonia, y el de los

Ponce de L e ó n , Marqueses de C á d i z . L a admin i s t r ac ión de

Diego de M e r l o inaugura una nueva etapa en la transforma­

c i ó n radical de las atribuciones del asistente de Sevilla, cuyo

poder creció a expensas de los privilegios tradicionales del

cabildo municipal y de las casas nobles; esto mot ivó por su­

puesto la expres ión de airadas protestas, que al final no alte­

raron el rumbo de las cosas. M u y astutamente, la reina Isa­

bel a r g u m e n t ó que el cambio en el sistema administrativo

era una s i tuac ión sólo transitoria, accidental, motivada por

el caos imperante en la ciudad, aunque sab ía bien que el

nuevo orden p e r m a n e c e r í a de manera definitiva. 2 2

Las incidencias de la admin i s t r a c ión de Mer lo , y en gene­

ral la evo luc ión del r é g i m e n de los corregidores durante el

gobierno de Isabel la Ca tó l i ca , han sido estudiadas con pro­

li j idad por el historiador norteamericano M a r v i n Lunen-

feld. Su inves t igac ión le ha llevado a examinar detenida­

mente el contenido de las cartas e instrucciones enviadas

desde la corte a los asistentes de Sevilla: son documentos que

abordan problemas como el reclutamiento de tropas, el de­

s e m p e ñ o de los oficiales de la ciudad, la r ecaudac ión de im­

puestos, el desarrollo de la vida económica , la administra-

2 1 L a implantación de los asistentes en Sevilla está relacionada, desde el punto de vista formal, con la adopción del fuero municipal de Toledo en dicha ciudad luego de la reconquista cristiana. Véase M U R O OREJÓN, 1 9 6 0 , especialmente pp. 71-72 .

2 2 G U I C H O T Y P A R O D Y , 1897, pp. 3 4 5 - 3 4 7 . E l apéndice V de esta obra

ofrece un catálogo de 79 asistentes que gobernaron Sevilla desde 1478 has­ta 1704 ; la lista, sin embargo, debe leerse con cuidado, pues encierra va­rios errores de nombres y fechas.

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6 0 T E O D O R O H A M P E M A R T Í N E Z

ción de justicia, los procesos de la Inquis ic ión , los privilegios

de la nobleza, entre otros aspectos.2 3 A d e m á s , Lunenfeld

refiere los problemas que sufrían los herederos de los asis­

tentes para cancelar sus deudas, ya que la cortedad de su re­

m u n e r a c i ó n les i m p e d í a generalmente satisfacer todos sus

gastos. Durante aquel periodo el salario de estos agentes de

la corona era de sólo 400 000 m a r a v e d í s al año , m á s 187 500

m a r a v e d í s de ayuda de costa (en total, poco m á s de 1 500

ducados anuales). 2 4

C o n los reyes católicos se introdujo la norma de que el

voto del asistente de Sevilla, presidente nato del Ayunta­

miento, valiese tanto como la votac ión de un tercio de los

regidores; m á s aún , una ordenanza complementaria reco­

mendaba no tomar ninguna resolución sin "su acuerdo e

consentimiento". Asimismo, el asistente fue facultado para

dictar justicia civil y criminal en todas las instancias, con

sentencias apelables ú n i c a m e n t e ante el Consejo Real . T a m ­

b i é n fue revestido de poder para desterrar de la ciudad y sus

t é r m i n o s a cualesquier vecino o estante, y fue autorizado

para formar tropas —como jefe de las milicias urbanas—

cada vez que le pareciera necesario. 2 5

E n su doble carác ter de representante del Estado y cabeza

de la corporac ión municipal reside la clave para explicar los

enormes poderes de que gozaba dicha autoridad. Ejercía

plenas atribuciones judiciales, ejecutivas y legislativas (pues

dictaba ordenanzas de buen gobierno), tanto en lo civil

como en lo militar, para el ámbi to de Sevilla y su tierra.

R e u n í a los cargos de presidente del cabildo municipal; jefe

de las milicias, promovido luego al rango de cap i tán gene­

ra l ; 2 6 gobernador de la tierra, con la obl igación de visitar

2 3 L U N E N F E L D , 1987, pp. 75-76. L a mayor ía de estas cartas e instruc­ciones proceden del libro-registro, el Tumbo de los Reyes Católicos.

2 4 L U N E N F E L D , 1987, p. 86 . E l salario de los asistentes de Sevilla fue moderadamente aumentado con el paso del tiempo: se sabe que a finales del siglo xvi era de 1 8 6 0 ducados al año, y a principios del xvn de unos 2 0 0 0 . Véase DOMÍNGUEZ O R T I Z , 1946, pp. 2 0 7 - 2 1 3 , documento 2.

2 5 L A D E R O QUESADA, 1976, p. 142 . 2 6 E l título de capitán general de las milicias de Sevilla fue concedido

a partir de la segunda mitad del siglo xvi , pero después el Conde-Duque

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E S B O Z O D E U N A T R A N S F E R E N C I A P O L Í T I C A 61

todos los lugares de su señorío por lo menos una vez al a ñ o ,

y alcalde de la justicia. Para descargarse de sus obligaciones

judiciales, el asistente r ecu r r í a normalmente al concurso de

dos tenientes letrados, quienes se ocupaban de la jurisdic­

c ión ordinaria civil y criminal. Como ú n i c a l imi tac ión , y a

fin de garantizar el imparcial desempeño de sus cargos, se

e x i g í a que ni el asistente ni sus tenientes fueran vecinos o

naturales de Sevil la . 2 7

N o está desencaminado, entonces, Antonio D o m í n g u e z

O r t i z cuando describe aquel oficio gubernativo de esta ma­

nera: "Para representarnos lo complejo y agobiante de sus

tareas, imaginemos acumuladas en un solo individuo las

funciones que hoy competen al Gobernador C i v i l , Alcalde-

Presidente, Delegado de Hacienda y Comandante Mi l i t a r

de la P l a z a " . 2 8 A ello debemos agregar la realidad de que

la m a y o r í a de quienes fueron nombrados para la asistencia

de Sevilla eran caballeros de linaje noble o portadores de tí­

tulo, y sólo unos cuantos fueron juristas con grado universi­

tario, que v e n í a n sobre todo para cumplir las funciones de

juez de residencia. Como premio a su labor en la ciudad del

Guadalquivir , varios de estos ministros recibieron puestos

en el Consejo Real de Castil la o —como ya sabemos— pasa­

ron a los virreinatos de A m é r i c a .

¿ C ó m o estaba compuesto el Ayuntamiento o cabildo his­

palense, esa corporac ión en que el asistente e je rc ía la presi­

dencia de jure? Nos fijaremos especialmente en la estructura

que tuvo a partir de 1556, cuando fue inaugurado su nuevo

local en la plaza de San Francisco. Los cargos m á s impor­

tantes del cabildo se hallaban vinculados por t r ad ic ión a fa­

milias principales de la reg ión andaluza: h a b í a un alguacil

mayor, ligado a la casa de los Duques de A l c a l á ; un alférez

mayor, vinculado a los Marqueses de la Algaba; un escriba­

no mayor, relacionado con la familia Pineda; ocho alcaldes

de Olivares —"quando lo podía todo"— tomó para sí mismo la capi tanía general de Sevilla y dejó a los asistentes en el rango de maestres de campo generales. Véase O R T I Z DE ZÚÑIGA, 1677, p. 796.

2 7 Véase M U R O OREJÓN, 1960, pp. 75 y 77; M O R A L E S PADRÓN, 1977,

pp. 213-214. 2 8 DOMÍNGUEZ ORTIZ, 1946a, p. 208.

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62 T E O D O R O H A M P E M A R T Í N E Z

mayores, que c u m p l í a n funciones principalmente represen­

tativas, y un n ú m e r o variable de veinticuatros o regidores y

de jurados o representantes de las collaciones de vecinos.

Otros cargos eminentes dentro de la corporación municipal

eran los de alcaide de los a l cáza res y atarazanas de Sevilla

(vinculado a la casa de Olivares), alcaide del castillo de T r i a -

na y alcalde provincial de la Santa Hermandad. 2 9

L a audiencia de Sevilla, emplazada geográ f icamente jun­

to al Ayuntamiento, desempeñó en la realidad muchas veces

una posición opuesta a los grupos dominantes de la comar­

ca. Su poder resultó notablemente aumentado con las orde­

nanzas regias de 1554, dictadas por la corona con el objetivo

de mejorar la admin i s t r ac ión de justicia en el á r e a de Sevilla

y su tierra, que alcanzaba normalmente cinco leguas a la

redonda de la ciudad. L a plantilla de la audiencia estaba

compuesta por un regente, ocho oidores (para dos salas de

pleitos civiles), cuatro alcaldes (para una sala de pleitos cri­

minales), un fiscal, varios relatores, escribanos, alguaciles,

receptores y porteros. Dichos magistrados obtuvieron el pri­

vilegio de conocer en grado de ape lac ión todas las resolucio­

nes, tanto administrativas como judiciales, dictadas por

cualquier autoridad en los t é rminos de Sevilla; lo cual signi­

fica que se erigieron en tribunal de ape lac ión de las senten­

cias falladas por el propio asistente y su cabildo. T a l como

puede suponerse, esta s i tuac ión de preeminencia —reforza­

da incluso con el derecho de la audiencia a inmiscuirse en

negocios gubernativos— fue a partir de 1554 causa de conti­

nuas y a veces á spe ras discordias entre los oidores y los con­

cejales de la metrópol i b é t i c a . 3 0

Conocido ya así , en l íneas generales, el marco en que se

desenvolv ió la admin i s t r ac ión de los asistentes de Sevilla,

vamos a plantear los t é rminos de comparac ión entre dicho

oficio y el de los virreyes de M é x i c o o Pe rú . Ante todo, hay

2 9 Véase M U R O OREJÓN, 1960, pp. 73-78 ; M O R A L E S PADRÓN, 1977,

pp. 2 0 9 - 2 1 9 . E l clásico libro de DOMÍNGUEZ O R T I Z , 1946, contiene una

excelente síntesis de la evolución económica, la industria, el comercio, la banca, la población y las clases sociales de la ciudad de Guadalquivir en la época de los Habsburgo.

3 0 M O R A L E S PADRÓN, 1977 , pp. 2 2 7 - 2 3 0 .

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E S B O Z O D E U N A T R A N S F E R E N C I A P O L Í T I C A 63

que salvar abismales diferencias en el nivel de la d imens ión

territorial: no se puede comparar la m i n ú s c u l a (pero rica y

b ien poblada) ju r i sd icc ión de la ciudad del Guadalquivir con

las inmensas superficies pertenecientes a los virreinatos de

N u e v a España y Perú , que inc lu í an a su vez varias goberna­

ciones y decenas de corregimientos y municipios. Las simili­

tudes se encuentran m á s bien en la. esfera de las funciones

de gobierno, ya que tanto una como otra autoridad eran go­

bernadores de los asuntos civiles, capitanes generales de las

milicias, vigilantes de la admin i s t r ac ión de justicia, custo­

dios de la Real Hacienda y, sobre todo, representantes per­

sonales del rey.

Q u i z á la diferencia sustancial radica en la re lac ión de di­

chas autoridades con la poderosa ins t i tución de la audiencia,

m á x i m o organismo judicial en las provincias del Imperio es­

p a ñ o l . Mientras que los virreyes en H i s p a n o a m é r i c a eran

presidentes natos de la audiencia (de M é x i c o o de Lima) , los

asistentes en Sevilla eran presidentes sólo del cabildo y esta­

ban subordinados —al menos desde la segunda mitad del si­

glo X V I — a la p r i m a c í a de la audiencia de aquella ciudad.

Esta re lac ión cobra especial valor a la luz del sistema admi­

nistrativo general de la m o n a r q u í a de los Habsburgo, que se

basaba, como es sabido, en el contrapeso de los funcionarios

encargados de dirigir los ramos de gobierno, guerra, hacien­

da y justicia, principalmente. 3 1

Otro punto de coincidencia entre los asistentes sevillanos

y los virreyes indianos corresponde al rango social de los in­

dividuos nombrados para ambos cargos: casi todos eran ca­

balleros de linaje noble, miembros de ilustres estirpes caste­

llanas, y algunos de ellos (cinco exactamente) merecieron

incluso el privilegio de ejercitarse en una y otra posición. L a

existencia real de la "transferencia p o l í t i c a " a q u í esbozada

reposa en la siguiente re lac ión de autoridades de Sevilla que

fueron trasladadas al gobierno virreinal de A m é r i c a . 3 2

3 1 Véanse E L L I O T T , 1963, pp. 165-166 y M O L I N A M A R T Í N E Z , 1983, es­

pecialmente pp. 54 -55 . 3 2 Los datos sobre el tiempo de gobierno en Sevilla están inspirados

en las listas de asistentes que publican O R T I Z DE ZÚÑIGA, 1677, pp. 796-

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6 4 T E O D O R O H A M P E M A R T Í N E Z

Asistentes de Sevilla en el gobierno virreinal de América

1) D o n Lorenzo S U Á R E Z D E M E N D O Z A , Conde de C o r u ñ a .

Asistente de Sevilla, 1550-1553; virrey de M é x i c o , 1580-

1583; virrey del Perú , nombrado en 1583.

2) D o n Fernando de T O R R E S Y P O R T U G A L , Conde del Vi l l a r .

Asistente de Sevilla, 1578-1583; virrey del Perú , 1585-

1590.

3) D o n Juan de M E N D O Z A Y L U N A , M a r q u é s de Montescla­

ros. Asistente de Sevilla, 1600-1603; virrey de M é x i c o ,

1603-1607; virrey del Pe rú , 1607-1615.

4) D o n Diego P I M E N T E L , M a r q u é s de Gelves. Asistente de

Sevilla, 1599-1600; virrey de M é x i c o , 1621-1624.

5) D o n G A R C Í A S A R M I E N T O D E S O T O M A Y O R , Conde de Salva­

tierra. Asistente de Sevilla, posesionado en 1634; virrey

de M é x i c o , 1642-1648; virrey del Pe rú , 1648-1655.

Algunas referencias, ya publicadas, nos dan una aproxi­

m a c i ó n a la tarea pol í t ica de esas personalidades en la asis­

tencia de Sevilla. Del Conde del Vi l l a r , por ejemplo, se co­

noce una re lación compuesta de 34 puntos. 3 3 D o m í n g u e z

Or t i z , que fue el primero en utilizar este documento, entre­

saca de al l í algunas particularidades interesantes sobre el

d e s e m p e ñ o de Vi l l a r , como sus esfuerzos por arrancar a la

ciudad cuantiosos donativos y emprés t i tos , su apoyo a las

tropas que participaron en la guerra de Portugal, sus pre­

venciones para reprimir el levantamiento de los moriscos, su

combate a la epidemia de catarros malignos y su interven-

7 9 9 y G U I C H O T Y PARODY, 1897 , n, pp. 3 4 7 - 3 5 8 . 3 3 "Re lac ión de las cosas en que el conde del Villar, asistente que fue

de Sevilla, sirvió a Su Majestad en cinco años (o casi) que tuvo el oficio", en Biblioteca Nacional de Madrid, ms. 9 372 , f. 160; ha sido transcrita por Domínguez Ortiz. E l original de Londres, perteneciente a la llamada colección Altamira, se halla en British Library, ms. add. 28 344, f. 217 . Acompañada de una carta de Villar a Felipe II del 11 de agosto de 1583.

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E S B O Z O D E U N A T R A N S F E R E N C I A P O L Í T I C A 65

c ión en el traslado de los cuerpos de pr ínc ipes difuntos a la

nueva Capi l la Rea l . 3 4

Cabri l lana, por su parte, ha enfocado con singular agude­

za la ac tuac ión del M a r q u é s de Montesclaros, s eña lando

que durante su es tad ía en Sevilla "no resolvió satisfactoria­

mente ninguna de las graves cuestiones que le fueron plan­

teadas". Desde el momento de su llegada se vio envuelto en

agrios conflictos con la audiencia de la ciudad, a tal punto

que en una carta de 1601 se quejaba ante el Consejo Real

de que el regente lo h a b í a tomado prisionero y h a b í a manda­

do confiscar los expedientes de causas que t en ía en su despa­

cho. A d e m á s , parece que De Montesclaros no cons iguió or­

ganizar eficazmente las milicias urbanas n i hacer nada

prác t i co por la defensa de las costas de A n d a l u c í a ; tampoco

log ró establecer un nuevo impuesto de 18 millones de duca­

dos, y tuvo relativo éxi to en el tratamiento de la peste y en

el control de las negociaciones con plata procedente de las

Indias. Sin embargo, su nombramiento para el virreinato de

M é x i c o se e x p l i c a r í a por el trato de favor que el Duque de

L e r m a , valido de Felipe III, acordó brindar a sus parientes

pol í t icos del clan de los Mendoza . 3 5

U n a inves t igac ión a fondo en la correspondencia oficial y

privada de los virreyes podr í a suministrar pistas que ayuden

a trazar un paralelo entre su labor en la asistencia de Sevilla

y su obra gubernativa en el Nuevo M u n d o . L a documenta­

c ión editada por Hanke ofrece apenas una referencia tan­

gencial, en una ins t rucción que el virrey De Montesclaros

d ic tó a un criado suyo, alrededor de 1607. E n esa memoria

anota exp l í c i t amen te el m a r q u é s : " D i r é i s que yo ha m á s de

diez y seis años que sirvo a S . M . en jornadas de guerra y

paz, sin n i n g ú n sueldo ni entretenimiento en los doce o trece

primeros. Y estando resuelto de arrinconarme en m i casa

para salir de la apretura que se le h a b í a causado a m i hacien­

da de los gastos hasta entonces hechos, se sirvió S . M . de

mandarme le fuese a servir en plaza de asistente de Sevilla,

3 4 DOMÍNGUEZ O R T I Z , 1946a, pp. 208-209. E l documento está transcri­

to en pp. 210-213. 3 5 C A B R I L L A N A , 1969, pp. 139-140.

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66 TEODORO HAMPE MARTÍNEZ

donde el salario es tan corto como sabé i s . . . " . 3 6 M á s noti­

cias deben aguardar seguramente a los investigadores de la

época bajo el polvo de los archivos.

U N EJEMPLO: LA C A R R E R A POLÍTICA DEL C O N D E DEL V l L L A R

D o n Fernando de Torres y Portugal (hijo de Hernando D í a z

de Torres y descendiente de la familia real portuguesa), se­

ñor del Villar-don-Pardo, caballero de la orden de Santiago,

alférez mayor de J a é n , pe r tenec ía a una estirpe de antigua

data en la reg ión giennense, beneficiada con jugosos privile­

gios desde su un ión al bando victorioso de Enrique II de

Castilla en el periodo de la reconquista. M i g u e l M o l i n a

M a r t í n e z , que ha hurgado en los legajos de pleitos relativos

a la casa de Torres en el archivo de la C n a n c i l l e r í a de Gra ­

nada, revela que sus privilegios medievales i n c l u í a n el estan­

co de tintes, t ene r í a s , a l b a r d e r í a y j a b ó n en la ciudad de

J a é n , as í como los derechos de a lmoca t r ac í a , sol y viento so­

bre la p rác t i ca de oficios artesanales, una porc ión sobre la

venta de paños , cebada y pan, el usufructo de la balanza

mayor de la ciudad, la cobranza del impuesto de portazgo,

e tcé tera . A d e m á s de estas rentas señor ia les , los Torres de­

s e m p e ñ a b a n por t rad ic ión los cargos de veinticuatro y alcai­

de de los a l c á z a r e s de J a é n . 3 7

D o n Fernando, a quien tomamos como modelo de los

funcionarios españoles que desarrollaron su carrera en la

P e n í n s u l a y en A m é r i c a , estuvo casado en dos oportuni­

dades: primero con doña Francisca de Carvajal Osorio y

después , al quedar viudo, con doña M a r í a Carr i l lo de M e n ­

doza; de ambos matrimonios tuvo una numerosa descen­

dencia, s egún veremos adelante. 3 8 N o se conocen virtual -

3 6 H A N K E , 1976 -1978 , n, p. 288 . 3 7 M O L I N A M A R T Í N E Z , 1983 , pp. 3 7 - 4 1 . 3 8 Véase M O L I N A M A R T Í N E Z , 1983, pp. 60 y ss. Completa información

sobre la genealogía de los Torres y Portugal se encuentra en A H N , Ordenes militares, núms. 9 565 y 9 8 0 9 . Expedientes de don Juan y don Luis de Torres y Portugal para su ingreso en la orden de Calatrava, años 1606 y 1623 .

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E S B O Z O D E U N A T R A N S F E R E N C I A P O L Í T I C A 67

mente detalles sobre su juventud ni formación intelectual,

salvo algunas referencias a pleitos que s iguió ante la Cnanci­

l l e r í a de Granada para la defensa de sus privilegios señor ia­

les. Su primer paso en la carrera administrativa debió ser la

m i s i ó n de corregidor que ejerció en el principado de Astu­

rias. Posteriormente, de 1565 a 1568, tuvo a su cargo el co­

rregimiento de la ciudad de Salamanca. 3 9

U n a valiosa colección de papeles originales que guarda la

Br i t i sh Library nos permite investigar las relaciones que

mantuvo el entonces señor del Villar-don-Pardo —enrolado

en la burocracia provincial de los reinos de Castilla— con las

autoridades m á s importantes de la corte. A 12 de octubre de

1565 está fechada, en Salamanca, una carta que d i r ig ió al

cardenal Diego de Espinosa, poderoso c lér igo , que a la sa­

z ó n manejaba los negocios polí t icos de la m o n a r q u í a en su

calidad de presidente del Consejo de Cast i l la . 4 0 Su vincula­

c ión con el omnipotente cardenal se halla confirmada por un

escrito algo posterior, donde Torres y Portugal se reconoce

"ser de casa de vuestra señor ía i l u s t r í s i m a " y le suplica fa­

vorecer una pet ic ión que h a b í a presentado en la corte. 4 1

Esa conexión personal, decisiva para el futuro profesional

y social del alférez mayor de J a é n , fue mantenida tras la

muerte de Espinosa gracias a una re lac ión amistosa con M a ­

teo V á z q u e z de Leca, el secretario y hombre de confianza

del difunto cardenal, que p e r m a n e c i ó varios años m á s al ser­

vicio directo de Felipe I I . 4 2 T a n excelentes contactos expli-

3 9 V I L L A R Y M A C Í A S , 1887, p. 407. Referencias al constante pleito de Vi l l a r por sus derechos familiares tradicionales en M O L I N A M A R T Í N E Z , 1983, pp. 46 y ss.

4 0 British Library, ms. add. 28 334, f. 58. Dichos papeles (provenien­tes de la documentación tramitada por el secretario Mateo Vázquez de Leca) pertenecen a la llamada colección Altamira, que a fines del siglo xix fue vendida y distribuida en cuatro partes: Museo Británico, Londres; Instituto de Valencia de D o n j u á n , Madrid; Archivo de la Casa de Here-dia Spínola, Madrid, y Biblioteca Pública y Universitaria de Ginebra (le­gado Edouard Favre). Debo esta información a la gentileza del biblioteca­rio de Madrid, don Gregorio de Andrés .

4 1 British Library, ms. add. 28 338, f. 468. Correspondencia sin fecha.

4 2 Sobre la carrera política del secretario, véase L O V E T T , 1977.

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68 T E O D O R O H A M P E M A R T Í N E Z

can que don Fernando fuera promovido en 1576 al rango de

Conde del Villar-don-Pardo (llamado abreviadamente del

Vi l l a r ) y que poco m á s tarde, en 1578, se le nombrara al pri­

vilegiado oficio de asistente de Sevilla, en susti tución del

Conde de Barajas (luego presidente del Consejo Real).

N o sorprende entonces, por cierto, que la colección londi­

nense de documentos incluya varias cartas que el asistente

de Sevilla remi t ió a lo largo de 1581 al secretario Mateo

V á z q u e z , informando sobre diversas incidencias de su tarea

gubernativa. 4 3 E n dichas cartas el Conde del Vi l l a r trata de

su comis ión negociadora con los bancos sevillanos, de la

venta de juros, de la sofocación de la peste, de la impres ión

de unos textos sobre el traslado de los cuerpos a la Capi l la

Rea l y de las fiestas por el d í a de San Clemente, y escribe

en r ecomendac ión de su secretario privado Juan de Vi le la .

Y a hemos presentado antes una somera re lación del proceso

de nuestro personaje en la ciudad del Guadalquivir, toman­

do como base su apologét ica " r e l a c i ó n de servicios", la cual

encomia su "estrahordinario cuidado y trabaxo y libertad y

l impieza" en todas las cosas. 4 4 Parece cierto que la mis ión

de D e l V i l l a r resultó francamente positiva en Sevilla, ya que

el juez, licenciado G a r c í a V á r e l a , nombrado para efectuar

el proceso de residencia, dictó en 23 de agosto de 1583 una

sentencia en estos obsequiosos t é rminos :

todos [los testigos] unánimes y conformes deponen y dicen que el dicho don Fernando de Torres y Portugal, asistente, a servi­do con grande cristiandad y entereza a Dios Nuestro Señor y a Su Magestad en este oficio de asistente . . . e que el dicho con­de asistente a servido después que en el a estado y asta el último

4 3 British Library, ms. add. 28 3 4 2 , ff. 3 9 0 , 396 y 404; ms. add. 28 3 4 3 , ff. 9, 3 3 , 64 y 87 . Cartas fechas a 14 de agosto, 15 de agosto, 16 de setiembre, 18 de octubre, 6 de noviembre y 21 de noviembre de 1581 . También hay una comunicación del Conde del Villar al rey Felipe II, de 21 de setiembre de 1582, en la cual expone los servicios que ha ofrecido en el cargo de asistente, así como sus problemas de salud y gastos de ha­cienda, y solicita licencia para presentarse en la Corte, ms. add. 28 3 4 3 , f. 3 4 5 .

4 4 DOMÍNGUEZ O R T I Z , 1946, p. 2 1 0 .

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E S B O Z O D E U N A T R A N S F E R E N C I A P O L Í T I C A 69

día que dexó las varas muy como cristiano y gran cavallero . . . y que de su persona y ministerio a sido Su Magestad singular­mente servido, y que le deve hacer mucha merced y demostra­ción della porque para el sea premio y para otros exemplo.45

Problemas de salud, crecidos gastos en su hacienda y la

necesidad de atender los pleitos de su familia fueron los mo­

tivos expuestos por el Conde del V i l l a r para solicitar su re­

m o c i ó n del cargo de asistente. E n una carta a Felipe II, de

11 de agosto de 1583, le h a c í a notar que durante su mis ión

hispalense h a b í a gastado el dinero que t en ía para la dote de

u n a hija casadera, doña Francisca. T a m b i é n h a c í a notar

que dos hijos suyos h a b í a n muerto en Sevilla a consecuencia

de la peste, en los dos primeros años que la hubo, y que el

propio conde estuvo un par de veces tocado de la enferme­

dad; y a ñ a d í a que otros dos hijos suyos h a b í a n fallecido re­

cientemente en la guerra de Flandes: don Luis , debido a un

arcabuzazo en el asalto de Maastricht, y don Pedro, a causa

de enfermedad. Para remedio de todos estos males, solicita­

b a el oficio vitalicio de fundidor de la Casa de Moneda de

Sevilla, y que se le diera permiso para tratar directamente

con el monarca en la corte. 4 6

Esa pet ición de mercedes l legó a M a d r i d justo en el mo­

mento en que los altos funcionarios cortesanos estaban ocu­

pados en proveer el virreinato de Pe rú , vacante por la muerte

de don M a r t í n Enr íquez . 4 7 Fue al l í que el rey, asesorado sin

duda por el secretario Mateo V á z q u e z , aprovechó para im­

poner la candidatura de don Fernando de Torres y Portu­

gal, su viejo y eficiente colaborador, que acababa de realizar

una tarea exitosa en el gobierno de la metrópol i andaluza.

4 5 AGÍ, Indiferente General, 740, núm. 174. Copia de la sentencia del juicio de residencia, incluida en carta del Conde del Vil lar al Rey, 26 de agosto de 1583.

4 6 British Library, ms. add. 28 344, f. 215. Similares conceptos y pe­tición de mercedes son repetidos en otra carta del Conde del Villar al Rey, 14 de setiembre de 1583 (Instituto de Valencia de D o n j u á n , caja 123, envío 88, núm. 40).

4 7 Véanse las consultas del Consejo de Indias de 25 y 27 de agosto de 1583 publicadas en LEVILLIER, 1925, pp. 1-3.

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70 T E O D O R O H A M P E M A R T Í N E Z

Aunque los consejeros de Indias replicaron con el argumen­

to de que "su edad no es ya para el trabajo de tan larga

n a v e g a c i ó n " , Felipe II no tuvo inconveniente en hacer valer

su preferencia por dicho caballero, a quien le as ignó confi­

dencialmente el cargo de virrey de Pe rú , en septiembre de

1583, "confiando que me serv i rá en aquello con la satisfac­

ción que lo ha hecho en lo d e m á s que se le ha encomendado

de m i servicio". A Vi l l a r se le prometieron 12 000 ducados

a cuenta de su salario y 8 000 ducados de ayuda de costa,

que le ser ían pagados en Esp añ a bajo la condic ión de embar­

carse en la flota que sa ld r ía a fines de noviembre de ese mis­

mo a ñ o . 4 8

E l Instituto de Valencia de D o n j u á n , en M a d r i d , guarda

otra colección de documentos originales procedentes del des­

pacho del secretario V á z q u e z de Leca. Esta serie de papeles

r e ú n e , precisamente, la correspondencia cruzada entre los

dirigentes de la corte, el Conde del V i l l a r y el arzobispo de

Sevilla, don Rodrigo de Castro (intermediario oficial), en

torno a la des ignac ión de nuestro personaje para el gobierno

virreinal de las Indias. 4 9 Debido a inaplazables compromi­

sos familiares, don Fernando se excusó de partir en la flota

que d e b e r í a llevarlo inmediatamente a su nuevo destino, y

en cambio prefirió marcharse a arreglar los problemas de su

casa y señorío en J a é n . 5 0 Poco después , sin embargo, en fe­

brero de 1584, los manuscritos atestiguan su presencia en la

corte m a d r i l e ñ a , donde lo ubicamos discutiendo con los mi ­

nistros del Consejo de Indias sobre las condiciones de su pre-

4 8 H E R E D I A H E R R E R A , 1972, p. 454, núm. 1 166. Respuesta de Felipe

II a la consulta del 3 de setiembre de 1583. Véase también H A M P E M A R T Í N E Z , 1985, p. 5.

4 9 Instituto de Valencia de D o n j u á n , caja 123, envío 88, núms. 37-48. Especialmente importante es la "Re lac ión de lo que se ha scripto so­bre la provisión del cargo de virey del P e r ú " , núm. 49, con la sumilla de quince cartas cruzadas entre la Corte, Sevilla y J a é n desde el 7 de sep­tiembre hasta 24 de noviembre de 1583.

5 0 Véanse las cartas del Conde del Vil lar al licenciado Gasea de Sala-zar, oidor del Consejo de Indias ( Jaén , 6 de noviembre de 1583), y a Su Majestad (Jaén, 7, 19 y 24 de noviembre de 1583). Instituto de Valencia de D o n j u á n , caja 123, envío 88, núms. 41, 42, 43 y 46.

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E S B O Z O D E U N A T R A N S F E R E N C I A P O L Í T I C A 71

sunto nombramiento para el virreinato de Nueva E s p a ñ a . 5 1

E n otras palabras, sea para el cargo de L i m a o para el de

M é x i c o , Felipe II h a b í a impuesto la convicción de que De l

V i l l a r era un hombre "virre inable" .

Todos los problemas se resolvieron finalmente, como por

encanto, cuando l legó la noticia de que el Conde de C o r u ñ a

—gobernante novohispano, designado para ocupar el virrei­

nato de P e r ú — h a b í a fallecido m á s de medio año antes. A s í

q u e d ó allanado el camino para que don Fernando de Torres

y Portugal fuera promovido al codiciado oficio virreinal de

L i m a , " l o mejor de las Indias", con las mismas condiciones

e c o n ó m i c a s que se le h a b í a n prometido originalmente y con

l a complaciente aprobac ión del rey: "vaya al Pe rú en la for­

m a que antes se le h a v í a dado aquel cargo, con que vaya en

l a armada que ha de yr en setiembre. . . " . 5 2 E l 31 de mar­

zo de 1584, en San Lorenzo del Escorial, se firmaron las

provisiones que invistieron al noble giennense como virrey,

gobernador y cap i t án general de Pe rú y presidente de la

audiencia de L i m a ; seis meses después se hac ía a la vela en

5 1 Instituto de Valencia de D o n j u á n , caja 123, envío 8 8 , núms. 50 y 5 1 . Memoriales del Conde del Vil lar al Rey fechos en Madrid, 3 y 4 de febrero de 1584. Véanse también HEREDIA H E R R E R A , 1972, núms. 1 207 y 1 2 1 4 y H A M P E M A R T Í N E Z , 1985, pp. 10 -11 . En respuesta a una consul­

ta del Consejo de Indias del 22 de diciembre de 1583, Felipe II había de­cretado: " E l cargo de virrey de la Nueva Hespaña, que ha de dexar el Conde de Coruña para yr a lo del Perú, me ha parecido que estará bien en el del Vil lar , ya que no puedo yr al Perú; será bien se le avise luego de mi parte porque tenga tiempo de ponerse en orden".

5 2 LEVILLIER, 1925 , x, p. 6. Respuesta de Felipe II a una consulta del Consejo de Indias del 11 de febrero de 1584. Adicionalmente debió influir t ambién la opinión del secretario Andrés de Eraso, quien en una consulta del 16 de febrero de 1584 comentó al Rey sobre las virtudes del Conde del Villar: " [ . . . ] tiene buen subjeto y es tenido por muy honrado caballe­ro y de mucha cristiandad y virtud, y tiene experiencia de negocios y halos yractado con limpieza y puntualidad y con mucho cuidado y téngole (por lo que he visto de sus papeles) por hombre de medios y traza [. . . ] Lo que dicen de él es que tiene mucha edad y que, aunque es colérico, tiene remi­sión y es largo. Lo primero, si hay salud, mucho importa por la experien­cia, y lo demás la prudencia y consideración y los grandes cargos lo reme­dian" . Publicado en Colección de documentos inéditos para la historia de España,

LI , Madrid: Viuda de Calero, 1867 , p. 4 5 8 .

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72 T E O D O R O H A M P E M A R T Í N E Z

S a n l ú c a r de Barrameda con un numeroso cortejo de parien­

tes y criados. 5 3

E l gobierno virreinal del Conde del V i l l a r , calificado por

alguno de mediocre y arbitrario ( L . Hanke), se extiende du­

rante poco m á s de cuatro años tras su recibimiento solemne

en la ciudad de L i m a el 21 de noviembre de 1585. Las fuen­

tes para estudiar esta etapa gubernativa son numerosas y

bien conocidas desde antiguo, pues ya en 1925 Roberto Le-

villier editó un tomo con la correspondencia oficial remitida

por el vicesoberano a la corte. A d e m á s existen testimonios

manuscritos de los informes sobre los indios, cuestiones geo­

gráf icas y asuntos económicos que se prepararon en aquella

época , y en el Archivo General de Indias de Sevilla se con­

servan siete voluminosos legajos con la documentac ión de la

visita general practicada por el inquisidor Fe rnández de Bo­

nilla a este virrey y a los d e m á s agentes de la corona que par­

ticiparon en su gobierno. 5 4

E n cuanto al punto que a q u í nos interesa, el ya citado

M o l i n a M a r t í n e z ha tenido el acierto de adelantarse a seña­

lar algunos elementos de la "transferencia p o l í t i c a " realiza­

da por el protagonista, al aplicar en Pe rú orientaciones ad­

ministrativas tomadas de su experiencia en A n d a l u c í a . E l

mencionado autor se fija, por ejemplo, en el cargo de alférez

mayor de J a é n , que en t renó a De l Vi l l a r en la jefatura de

las milicias y en la guarda del pendón de la ciudad; después ,

la asistencia de Sevilla le b r i n d a r í a un contacto mucho m á s

estrecho con las cuestiones militares, ya que le tocó formar

c o m p a ñ í a s de soldados, pertrechar a jinetes e infantes y alo­

jar a las tropas que intervinieron en la guerra de Portugal.

Esta buena experiencia d e t e r m i n a r á en 1587 que el virrey,

hombre ya viejo y achacoso, despliegue una eficaz movil i ­

dad para defender las costas peruanas de los ataques del cor­

sario ing lés Cavendish. 5 5

3 3 AGÍ, Indiferente General, 740, núm. 293. Testimonio del embarque del Conde del Vil lar y sus criados en la nao capitana de la flota de Tierra Firme, el 21 de octubre de 1584.

5 4 Véase H A N K E , 1977, i , pp. 222-224. 5 5 M O L I N A M A R T Í N E Z , 1983, pp. 54-55.

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ESBOZO D E U N A T R A N S F E R E N C I A P O L Í T I C A 73

Donde ciertamente se observa la influencia de los antece­

dentes polí t icos de Torres y Portugal es en la implan tac ión

de un corregidor en la ciudad de L i m a . Guil lermo Lohmann

V i l l e n a (que ha investigado el asunto) refiere cómo el virrey,

pensando eliminar las b a n d e r í a s que provocaban las eleccio­

nes de alcaldes ordinarios y teniendo en mente el modelo de

los asistentes de Sevilla, dec id ió imponer la autoridad de un

corregidor en la capital peruana, desde el 1— de enero de

1586. E l nuevo funcionario fue dotado con un sueldo de 800

pesos anuales, a s u m i ó las funciones de los alcaldes ordina­

rios e incorporó la ju r i sd icc ión de los corregimientos vecinos

de Chancay y C a ñ e t e . Representantes del cabildo l imeño

l levaron en seguida su protesta hasta la corte, reclamando la

p é r d i d a de su a u t o n o m í a y de sus puestos m á s importantes,

con tan buen efecto que Felipe II resolvió que deb ía supri­

mirse el r é g i m e n de corregidor nuevamente implantado; la

ordenanza regia se aca tó , con gran beneplác i to de los habi­

tantes de L i m a , en octubre de 1589. 5 6

Q u i z á p roced ía t a m b i é n de antigua data el antagonismo

del Conde del Vi l l a r hacia el Tr ibunal de la Inqusic ión.

Consideraba don Fernando que bajo el manto del Santo Of i ­

cio se come t í an "muchas exorbitancias" en materia de justi­

c ia y que los inquisidores l imeños , en concreto, se inmis­

c u í a n crecientemente en el á m b i t o de su gobernac ión . Su

r e l a c i ó n a n t a g ó n i c a con los inquisidores Gut ié r rez de Ul loa

y R u i z de Prado tuvo como puntos culminantes la retirada

p ú b l i c a del virrey y su comitiva en la ce lebrac ión de un auto

de fe (1587) y la e x c o m u n i ó n fulminante, de breve vigencia,

contra el propio alter ego del rey. 5 7 Por otra parte, la admi­

n i s t r a c i ó n de Del Vi l l a r se caracteriza por un singular esme­

ro en la cobranza de deudas de particulares y en la recauda-

5 6 Véase L O H M A N N V I L L E N A , 1953 , especialmente pp. 167-171 . Du­

rante esa breve etapa de "absolutismo" en la administración municipal, el corregimiento de Lima fue ejercido por Francisco de Quiñones y Vil la-paclierna, cuñado del arzobispo Toribio de Mogrovejo.

5 7 Véase ESCANDELL BONET, 1950, especialmente p. 8 1 . M á s de una

vez se ha citado la real cédula del 8 de marzo de 1589, dirigida al Conde del Vil lar , recordándole que los virreyes de Perú debían acompañar a los inquisidores en la celebración de los autos de fe.

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74 T E O D O R O H A M P E M A R T Í N E Z

c ión de otros derechos y tributos para la Hacienda Real , de­

talle en el que puede verse una similitud con la faceta del

mismo personaje como noble giennense, pertinaz litigante y

recaudador de sus derechos tradicionales. 5 8

Las notas m á s escandalosas de ese gobierno provienen de

las revelaciones que hizo el sevillano Juan Bello, secretario

de la gobernac ión de Perú y por tanto "brazo derecho" del

virrey, arrestado por los jueces del Santo Oficio bajo la acu­

sac ión de blasfemia. Ha l l ándose en el calabozo inquisitorial,

Bello efectuó una larga y circunstanciada dec la rac ión sobre

diversos hechos y personajes de la corte virreinal, que puso

al descubierto que el relativo celo del Conde del Vi l l a r no co­

r r í a parejo con la conducta —abominable— de sus parientes

m á s cercanos. 5 9 Su hijo don J e r ó n i m o de Torres y su sobri­

no don Diego de Portugal, nombrados el uno teniente de ca­

p i t á n general de las milicias y el otro cap i t án de la guardia

del virrey, resultaron los m á s perjudicados con la pesquisa:

se comprobó que a d m i t í a n dinero y obsequios para influir

en decisiones gubernativas, come t í an prepotentes atropellos

de la ley, eran compañeros de aventuras amorosas y de ga­

lanteos con señoras de la aristocracia l i m e ñ a .

B a r t o l o m é Escandell Bonet fue el primero en editar y co­

mentar ese memorial de Juan Bello a los inquisidores de

L i m a . E n su opinión, el documento expresa claramente la

inmoralidad en el gobierno virreinal y la rela jación de cos­

tumbres imperante en la época; revela "que se h a b í a crea­

do, en suma, un ambiente en que las pasiones —forzadas a

un secular embozo en las frías mesetas castellanas— pod ían

aparecer entonces al l í , en medio del exuberante paisaje, l i ­

bremente, con el atrevido ropaje incluso de una ostensiva

natural idad". 6 0 E l destape de aquel sórdido ambiente mo­

vió a las autoridades de la corte a enviar un visitador general

a P e r ú , y para el desempeño de esta mis ión se escogió al l i -

5 8 M O L I N A M A R T Í N E Z , 1983, pp. 58-59. ;^9 Memorial de Juan Bello a los inquisidores de Lima de 1587, publi­

cado en ESCANDELL BONET, 1950, pp. 85-95. Documento procedente del

A H N , Inquisición, lib. 1 028, ff. 14 y ss. 6 0 ESCANDELL BONET, 1950, pp. 84-85.

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E S B O Z O D E U N A T R A N S F E R E N C I A P O L Í T I C A 75

cenciado Alonso F e r n á n d e z de Bonilla, inquisidor de M é x i ­

co, quien l l egó a la capital del virreinato su reño en agosto

de 1590.

Sin embargo, el Conde del V i l l a r nunca tuvo oportunidad

de entrevistarse con el ministro designado para investigar su

gobierno, ya que ent regó el mando virreinal de L i m a en

enero de 1590 a don G a r c í a de Mendoza, M a r q u é s de C a ñ e ­

te, y dos años y medio m á s tarde falleció en su tierra natal

de A n d a l u c í a . ¿ C ó m o fue juzgada su mis ión en P e r ú a tra­

v é s de la lenta pero cuidadosa visita de F e r n á n d e z de Boni­

lla? N o es posible responder definitivamente a esta cuest ión,

porque la suerte ha querido conservar sólo los pliegos de

acusaciones contra el virrey y las deposiciones de numerosos

testigos, pero falta la sentencia del Consejo de Indias que de­

b i ó pronunciarse oficialmente sobre la tarea administrativa

de Del V i l l a r . 6 1 De todas maneras, las evidencias parecen

demostrar que fue un funcionario correcto, de buena fe,

siempre respetuoso de los intereses de la m o n a r q u í a , que

p a s ó a las Indias cargado de años , pero t a m b i é n de ricos co­

nocimientos polí t icos adquiridos en la P e n í n s u l a . 6 2

L A T R A N S F E R E N C I A P O L Í T I C A

C i n c o antiguos asistentes de Sevilla fueron nombrados, en­

tre 1580 y 1650, para ejercer el gobierno de los virreinatos

de M é x i c o y P e r ú . Esta realidad supone un traslado a A m é ­

rica de viejas experiencias pol í t icas , condicionado por algu­

nos elementos fundamentales que es necesario puntualizar.

E n primer lugar es tán los condicionamientos personales de

los protagonistas de dicha transferencia; todos —el Conde

de C o r u ñ a , el Conde del Vi l l a r , el M a r q u é s de Montescla­

ros, el M a r q u é s de Gelves y el Conde de Salvatierra— eran

6 1 Véase el documentado estudio de H A N K E , 1975, pp. 11-128. Sobre el desarrollo y significado de esta visita general, pp. 19 y ss.

6 2 " U n virrey demasiado viejo y enfermo que intentaba gobernar en Amér ica de acuerdo con unos moldes practicados en A n d a l u c í a " , ha sen­tenciado sobre dicho personaje M O L I N A M A R T Í N E Z , 1983, p. 59.

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76 T E O D O R O H A M P E M A R T Í N E Z

caballeros de noble estirpe, formados dentro de un ambiente

social y una mentalidad netamente señor ia les . Esos antece­

dentes familiares vinieron a impregnar, sin duda, su tarea

administrativa en los dominios de la m o n a r q u í a e spaño la , y

contribuyeron a consolidar en la sociedad colonial del Nue­

vo M u n d o el esquema señorial que h a b í a n introducido las

tempranas hornadas de conquistadores en el siglo X V I .

E n segundo lugar hay que mencionar los factores de cau­

ce institucional o estructural, que facilitaron aquel trasvase

de experiencias pol í t icas . Como ha sido apuntado, h a b í a

una enorme desigualdad territorial entre la p e q u e ñ a juris­

dicción de la ciudad de Sevilla y su tierra, por un lado, y la

v a s t í s i m a extens ión de los virreinatos de Nueva España y de

P e r ú , por el otro. Pero el núcleo de convergencia de los asis­

tentes sevillanos y los virreyes hispanoamericanos radica en

la semejanza de sus funciones administrativas: ambas auto­

ridades e je rc ían en su territorio el supremo mando de los ne­

gocios civiles y de guerra (con los t í tulos de gobernador y ca­

p i t án general), eran responsables de la admin i s t r ac ión de

justicia y de la conservac ión de la Real Hacienda y, a d e m á s ,

v e n í a n revestidos con la dignidad de representantes perso­

nales del rey.

Sin embargo, t a m b i é n en el nivel institucional h a b í a una

diferencia bá s i ca , que condicionó frecuentemente el éxi to de

los asistentes o virreyes en su tarea de gobierno. Se trata de

su re lac ión con el poderoso cuerpo de la audiencia, m á x i m o

ó r g a n o judicial en las provincias del Imperio h i spán ico .

Mientras los virreyes de Nueva España y P e r ú , aunque no

tuvieran la condic ión de letrados, d e s e m p e ñ a b a n de jure la

presidencia de la respectiva audiencia capital ( M é x i c o o L i ­

ma), los asistentes de la metrópol i hispalense quedaron a

partir de la mitad del siglo X V I subordinados al predominio

de la audiencia de Sevilla en cuestiones judiciales, e incluso

en algunas resoluciones gubernativas. Por eso —conforme

al modelo de equilibrio o contrapunto de ramas administra­

tivas d i s eñado para la m o n a r q u í a de los Habsburgo— se

hizo necesario un entendimiento entre los funcionarios de la

gobe rnac ión y la justicia para garantizar la buena marcha

pol í t ica .

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ESBOZO D E U N A T R A N S F E R E N C I A P O L Í T I C A 77

Es cierto que faltan datos para sustentar una investiga­

c i ó n s i s temát ica de la forma en que se aplicaron en suelo

americano las instrucciones y aptitudes polí t icas heredadas

de la met rópol i . C o n todo, es evidente que este traslado de

experiencias hubo de chocar con algunas dificultades mate­

riales, basadas en la diversidad de las realidades indiana y

peninsular, que debieron impedir m á s de una vez la simple

copia de los modelos importados de A n d a l u c í a . Junto a la

transferencia pol í t ica intercontinental, o de sentido latitudi­

na l , que puso a Sevilla en comun icac ión con los principales

centros gubernativos del Nuevo M u n d o , cobra entonces v i ­

gencia otra transferencia pol í t ica , de sentido longitudinal,

intracontinental, que implica la movi l i zac ión directa de los

virreyes de M é x i c o hacia Pe rú y el intercambio constante de

b u r ó c r a t a s , magistrados y militares entre las distintas pro­

vincias de H i s p a n o a m é r i c a . Q u i z á este flujo de informacio­

nes administrativas, apoyado en el propio sistema colonial,

fuera m á s efectivo que el proveniente de las otras riberas del

A t l á n t i c o .

E l ejemplo de don Fernando de Torres y Portugal, Conde

del V i l l a r , nos ha brindado una a p r o x i m a c i ó n a la carrera

de aquellos grandes funcionarios del imperio, revelando el

peso de sus antecedentes señor ia les , de sus contactos en la

corte y de su aprendizaje en el manejo públ ico . E l gobierno

de D e l V i l l a r en el virreinato peruano lo muestra aplicando

su experiencia en la conducc ión de asuntos militares, vigi­

lando la r ecaudac ión de ingresos para el fisco y tratando

—con escasa fortuna— de reproducir el esquema de la asis­

tencia de Sevilla mediante la in t roducc ión de un corregidor

en la ciudad de L i m a , entre otros aspectos. A fin de cuentas,

y pese a que sus parientes se aprovecharon con malos propó­

sitos de la confianza o descuido del achacoso gobernante,

parece que Torres y Portugal fue un ministro verdadera­

mente eficaz ante los ojos de la corona; vale decir, un agente

que veló por el predominio del poder estatal, por el creci­

miento de las arcas fiscales y por el in terés general de la mo­

n a r q u í a .

Sintetizando brevemente las carac te r í s t icas de esta moda­

l idad pol í t ica (asistentes de Sevilla trasladados al gobierno

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78 T E O D O R O H A M P E M A R T Í N E Z

virreinal de M é x i c o y P e r ú ) , debemos seña la r la interven­

c ión de tres clases de factores: personales, institucionales y

de pol í t ica general. Pesan mucho los or ígenes familiares, la

mentalidad señorial y el favoritismo del que gozaban en

la corte los ministros en cuest ión, as í como sus relaciones

con instituciones bien establecidas como la audiencia, el

cabildo, la Inquis ic ión o la Iglesia. S e g ú n revelan los testi­

monios de la época , todos mantuvieron una franca subor­

d i n a c i ó n a las ordenanzas del rey, a quien representaban

directamente, y debieron hacerlo as í porque cualquier des­

v i a c i ó n en materia pol í t ica cor r ía el riesgo de ser gravemente

sancionada en el juicio de residencia.

Para los dirigentes del Imperio h i spán ico , la prác t ica de

repetir en A m é r i c a los moldes administrativos originarios

de Sevilla no r indió en verdad frutos excesivamente positi­

vos, r azón por la cual esta costumbre fue eliminada desde la

segunda mitad del siglo X V I I .

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