¿Están Las Series Cambiando La Realidad_ _ Cultura _ EL PAÍS

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15/8/2015 ¿Están las series cambiando la realidad? | Cultura | EL PAÍS http://cultura.elpais.com/cultura/2015/08/14/actualidad/1439560581_123208.html 1/3 JORGE CARRION 16 AGO 2015 - 00:01 CEST El personaje de ficción va ocupando capas de piel del actor o actriz que lo encarna Tras Frozen es imposible afirmar CULTURA ¿Están las series cambiando la realidad? La ficción televisiva, con su formato aparentemente inofensivo, se va filtrando en nuestros cerebros y redefiniendo los valores Archivado en: Series tv Programa tv Televisión Programación Medios comunicación Comunicación Cada época tiene sus contraseñas. “Klopstock pasó a ser sinónimo de una nueva relación entre leer y vivir, de entender la vida siguiendo el ejemplo de la literatura”, escribe Stefan Bollmann en su recomendable ensayo Mujeres y libros. Una pasión con consecuencias (Seix Barral): “En Las desventuras del joven Werther, novela publicada en 1774, sólo hace falta pronunciar este nombre para que la joven y el joven, enardecidos por el baile mientras fuera azota una tormenta nocturna, se abran el corazón mutuamente”. La obra de Goethe es hija de la Klopstock, provocó también una auténtica fiebre: los jóvenes lectores comenzaron a vestirse y a comportarse como el personaje suicida —y a suicidarse por centenares—. Fue prohibida en varios países, porque la censura es pura conservación e intenta que la lectura no cambie la realidad. Pero lo cierto es que ese es el poder más radical de los textos: no sólo transforman nuestras neuronas, también devienen gestos y acciones, que a veces trascienden del individuo aislado al colectivo sincronizado. Los más influyentes, como La Biblia, El Corán, Sobre las revoluciones de las esferas celestes, La Enciclopedia, El origen de las especies o La interpretación de los sueños, provocaron en su momento revoluciones que siguen activas. Dogma o ciencia, son leídos como no ficción. Más difícil, en cambio, es medir la capacidad de cambio social de los textos ficcionales. Varias generaciones del siglo XX aprendieron a besar en las películas de Hollywood. La ficción porno nos ha enseñado a follar en el XXI. Siempre invocamos los mismos precedentes de esa tradición emocional, en el ámbito de la configuración del amor: cómo el neoplatonismo, la poesía trovadoresca, la novela de caballerías, el petrarquismo, el romanticismo, la novela realista, las revistas femeninas o el movimiento hippie fueron creando lo que Eva Illouz ha llamado “estilos emocionales”, los modos en que “una cultura empieza a preocuparse por ciertas emociones y crea técnicas específicas –lingüísticas, científicas, rituales– para aprehenderlas”, leemos en La salvación del alma moderna. Terapia, emociones y la cultura de la autoayuda (Katz). Según la socióloga de origen marroquí, en el centro del estilo emocional de nuestro cambio de siglo está la cultura de la terapia. Eso son las redes sociales: una gran psicoterapia constante y colectiva. En su circulación perpetua se insieren las series de televisión, como parte ahora sí fundamental de la conversación social (junto con los deportes, la salud, la tecnología, la política o la comida, como temas principales). El grado cero del efecto de la ficción serial sobre la realidad lo encontramos en el cuerpo de los actores. En Hombres fuera de serie Imagen de la serie 'Orange is the new black'.

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JORGE CARRION 16 AGO 2015 - 00:01 CEST

El personaje deficción vaocupando capas depiel del actor oactriz que loencarna

Tras Frozen esimposible afirmar

CULTURA

¿Están las series cambiando la realidad?La ficción televisiva, con su formato aparentemente inofensivo, se va filtrando en nuestros cerebros y redefiniendolos valores

Archivado en: Series tv Programa tv Televisión Programación Medios comunicación Comunicación

Cada época tiene sus contraseñas.“Klopstock pasó a ser sinónimo de unanueva relación entre leer y vivir, deentender la vida siguiendo el ejemplo dela literatura”, escribe Stefan Bollmann ensu recomendable ensayo Mujeres ylibros. Una pasión con consecuencias(Seix Barral): “En Las desventuras deljoven Werther, novela publicada en 1774,sólo hace falta pronunciar este nombrepara que la joven y el joven, enardecidospor el baile mientras fuera azota unatormenta nocturna, se abran el corazónmutuamente”. La obra de Goethe es hijade la Klopstock, provocó también unaauténtica fiebre: los jóvenes lectorescomenzaron a vestirse y a comportarse

como el personaje suicida —y a suicidarse por centenares—. Fue prohibida en varios países, porque lacensura es pura conservación e intenta que la lectura no cambie la realidad.

Pero lo cierto es que ese es el poder más radical de los textos: no sólo transforman nuestras neuronas,también devienen gestos y acciones, que a veces trascienden del individuo aislado al colectivosincronizado. Los más influyentes, como La Biblia, El Corán, Sobre las revoluciones de las esferascelestes, La Enciclopedia, El origen de las especies o La interpretación de los sueños, provocaron ensu momento revoluciones que siguen activas. Dogma o ciencia, son leídos como no ficción.

Más difícil, en cambio, es medir la capacidad de cambio social de lostextos ficcionales. Varias generaciones del siglo XX aprendieron a besaren las películas de Hollywood. La ficción porno nos ha enseñado a follaren el XXI. Siempre invocamos los mismos precedentes de esa tradiciónemocional, en el ámbito de la configuración del amor: cómo elneoplatonismo, la poesía trovadoresca, la novela de caballerías, elpetrarquismo, el romanticismo, la novela realista, las revistas femeninas oel movimiento hippie fueron creando lo que Eva Illouz ha llamado “estilosemocionales”, los modos en que “una cultura empieza a preocuparse porciertas emociones y crea técnicas específicas –lingüísticas, científicas, rituales– para aprehenderlas”,leemos en La salvación del alma moderna. Terapia, emociones y la cultura de la autoayuda (Katz).

Según la socióloga de origen marroquí, en el centro del estilo emocional de nuestro cambio de sigloestá la cultura de la terapia. Eso son las redes sociales: una gran psicoterapia constante y colectiva.En su circulación perpetua se insieren las series de televisión, como parte ahora sí fundamental de laconversación social (junto con los deportes, la salud, la tecnología, la política o la comida, comotemas principales).

El grado cero del efecto de la ficción serial sobre la realidad loencontramos en el cuerpo de los actores. En Hombres fuera de serie

Imagen de la serie 'Orange is the new black'.

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15/8/2015 ¿Están las series cambiando la realidad? | Cultura | EL PAÍS

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que las series haninvadido el lugardel cine comogenerador demodelos

(Ariel, 2014) —la gran crónica panorámica sobre la tercera edad de latelevisión— Brett Martin alude en diversas ocasiones al apego y a laidentificación de varios actores con sus personajes: desde JamesGandolfini con Tony Soprano (“reconocía no dormir del todo tranquilo alsaber que el destino de Tony estaba en manos de David Chase”) hastaPeter Krause con Nate Fisher (dejó de aceptar que su personaje fuera uneterno adolescente), pasando por Indris Elba, que tuvo que asentirfinalmente, tras un cabreo considerable, a que Omar Little meara sobre sucadáver (bueno: el de Stringer Bell). El personaje de ficción va ocupando capas de piel del actor oactriz que lo encarna a causa de la exposición prolongada a la radiación de la personalidadimaginada.

La duración es el rasgo fundamental de las series: tanto en su propia materia como en nuestraexperiencia de recepción. La convivencia con ese mundo y sus seres va filtrando en nuestro cerebrolenguaje, comportamientos, valores. El éxito arrollador de Gomorra en Italia, el año pasado, hizo quela imitación de las frases del guion fuera habitual en las reuniones entre familiares y amigos. Bromacómplice o contraseña, se pronunciaba repetidamente mientras se organizaban protestas contra larepresentación estereotipada del sur de Italia como territorio criminal.

Las series movilizan comunidades de inteligencia colectiva. No hay más que pensar en la Lostpedia ola Fringepedia, auténticos repertorios eruditos de información acerca de los mundos creados,respectivamente, en Perdidos y Fringe. O en las redes estables de fans que ejercen de modo altruistala subtitulación (como Argenteam, que nació como plataforma para aprender inglés). O en las redesinestables de antifans que atacan una escena, a un personaje o toda una serie. Porque la inteligenciacolectiva a menudo es más bien instinto en masa.

Y tal vez sea en ese nivel, digamos, prerracional, donde más penetran las teleficciones: normalizandola presencia de mujeres de todas las razas en los más altos niveles de la política estadounidense;hablando sin ambages del espionaje o de la tortura de Estado o de las cárceles o de los drones;generando un debate polifónico e informado, que por su aspecto ficcional parece de baja intensidad,pero que quizá vaya calando de un modo que ya no pueda hacerlo el periodismo. Mad Men cambió lamoda (primero en los diseños elitistas de Michael Kors, Prada, Louis Vuitton o Marc Jacobs; despuésen el mainstream de Mango y Zara) y la miniserie documental The Jinx permitió que suprotagonista, que durante décadas se había librado de la cárcel, tras una inesperada confesión de suscrímenes cuando creía que el micrófono estaba desconectado, haya sido finalmente procesado; perolos cambios más duraderos no son tan fácilmente rastreables.

En el último capítulo de la tercera temporada de Orange is the New Black hay una alusión a WalterWhite, de Breaking Bad; pero la propia Piper, que se ha malogrado, para intimidar a sus compañerasde la prisión se refiere en cambio a El Padrino. También en Suits se suceden las bromas y lasreferencias tanto a películas como a series.

Tras la influencia extrema de Frozen en niñas y preadolescentes es imposible afirmar que las serieshan invadido el lugar del cine como generador de modelos. Estamos en una época de convivencia.Pero sí intuyo que lo audiovisual (con literatura en forma de guiones) está influyendo en la realidadmás que lo exclusivamente textual. Tal vez el último libro que actuó como gran contraseña fueraRayuela: en los 90 todavía entendíamos como “romántico” lo que así había decidido que fueraCortázar; para mi generación (los nacidos en los 70) el amor y sus códigos todavía fueron regidossobre todo por la literatura.

Los nacidos en los 80 y en los 90 tal vez hayan sentido un eco de esa experiencia con Los detectivessalvajes de Bolaño, hija de la obra maestra cortazariana. Pero mi sensación es que —excepto loscosplayers, que sí sitúan una única ficción en el centro de sus vidas— los seres humanos hemosdejado de tener contraseñas principales: nos guiamos por una mitología personal muy franskenstein,hecha con retazos de lecturas que provienen de todos los lenguajes narrativos y simbólicos que nosrodean.

Jorge Carrión es escritor. Acaba de publicar la trilogía de novelas Los muertos, Los huérfanos y Los turistas (Galaxia Gutenberg).

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