Flamarte 1

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Cuentos para la reflexion

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“Si el camino que tomaron todos fue por ser más seguro, no sé si deba atreverme a tomar aquel que no haya sido caminado”.

Somos “FLAMARTE”, un grupo de estudiantes de la Unidad Educativa Maryland dispuestos a criticar y analizar los sistemas sociales y sus consecuencias en los sujetos. Vivimos en un mundo en donde coexisten permanentemente diferentes culturas, formas de vida, diferentes idiomas, religiones, razas e infinitas maneras de pararnos y reaccionar frente a la sociedad y realidad en la que vivimos. Por ello cuestionaremos y analizaremos cómo el ser humano se ha olvidado de pensar como individuo y piensa solo como sociedad, perdiendo así su identidad e individualidad.

A continuación podrán leer todos los textos realizados, que seguramente les dejarán una puerta abierta a pensar sobre quiénes realmente somos, a cómo nos paramos frente a la realidad, y a la reflexión autocrítica.

TREN AL EDÉN

Nacido en una familia donde la plata faltaba, al igual que el afecto y la crueldad sobraba, Iván no era más que un chico común y corriente con la diferencia que creció sin amor y sin una educación apropiada.

Desde chico trabajaba en la calle con otros chicos, y de la poca plata que conseguía llevaba la mitad a su casa para que su padre lo gastara en alcohol y la otra mitad la gastaba en comida para él y su hermanito. Juanchi, un chico de 9 años muy inteligente, más que Iván que le llevaba 7 años, trabajaba igual que su hermano en las calles, pero no en el mismo oficio que él si no en el de robar. Juanchi lloraba cada noche sin que nadie lo viera después de cada robo que hacía, no se sentía orgulloso pero era la única salida que tenía para que su padre no le pegara, aun que a veces lo hacía sin ninguna razón, y porque era lo único que sabía hacer y lo único que le enseñaron.

Cada día era igual, Iván esperaba a que las luces del semáforo se pusieran en rojo, hacer un par de trucos y rogar que alguien le bajara la ventanilla del auto sin miedo y preocupación y le diera alguna limosna. Otros días conseguía taxis para las señoras con tacos altos cansadas de caminar u otras con sus hijos llorando por el cansancio y ahí ganaba mejor que en los semáforos. Y si tenía suerte, la gente le compraba artesanías que él hacía, muy originales y bellas, pero los demás no le prestaban atención, tenían todo lo que querían y lo que necesitaban y eso no era más que un adorno que sólo ocuparía lugar en sus hogares.

Los días de Juanchi, era actuar de niño extraviado o de un niño con insuficiencia mental, la gente compadecida por él lo ayudaba y sin siquiera notar que sus bolsillos estaban vacíos se iban complacidos y con la conciencia limpia de que habían ayudado a un niño inocente. Algunas veces iba a las ferias de las artesanías donde las mujeres locas viendo cada artesanía y descuidadas de sus carteras, Juanchi deslizaba su mano ágilmente y se iba con toda la inocencia de un niño sorprendido por todas las maravillas que veía.

Todos los días Iván veía bajar del colectivo a adolescentes que recién salían del colegio, conformes y satisfechos de ir a sus casas y con algo nuevo que aprendieron. Siempre se quedaba contemplándolos y a veces imaginándose él yendo a la escuela, pero sabía que no tenía oportunidad, sus amigos siempre se lo decían y se reían de él de lo ingenuo que era y su padre era el peor de todos, siempre le decía:

-“¿Qué te hace pensar que vas a poder ir al colegio? El colegio es para inteligentes y vos no lo sos ya te lo dije. Siempre fuiste estúpido, lo supe desde el momento en que naciste y siempre te lo dije. Además si yo no tuve oportunidad vos tampoco la vas a poder tener.” Y le daba un buen golpe por imaginar esas cosas.

Y con eso la mayoría de los días trabajaba sin pensar en nada si no en que era un chico inútil que lo único que sabía hacer era abrir puertas y hacer unas porquerías que aprendió de su madre antes de que ella empezara a trabajar toda la noche y durmiera todo el día sin verla en ningún momento, y cuando lo hacía ella se limitaba a contestarle con malhumor.

Desde chico le habían dicho a él y a su hermano que la gente estaba dividida en dos clases, la inteligente y aprovechadora que supo bien cómo robarse la plata y que ahora es rica; y la otra, la estúpida que no sabe cómo ganarse la vida, pero aunque ellos sean pobres, él sabía cómo aprovecharse de la primera clase, porque era más inteligente y por eso les enseñó a sus hijos lo que les enseñó. No tenía mucho sentido pero ellos creían que era así.

Un día, Juanchi ya harto de robar, de quitar cosas ajenas, cosas que no le pertenecían empezó a preguntarse si en verdad robar plata a los más ricos estaba bien. Veía los grandes edificios de vidrio y se podía ver algunas personas trabajar, otras salir de él con caras de cansancio y con ganas de llegar a sus casas para descansar y comenzó a pensar si esa gente en realidad no trabajaba duro igual que él (si es que se puede decir que trabajaba) para conseguir dinero y alimentar a sus hijos, que probablemente los querían. Después veía salir del hospital a personas con desesperación para ver cómo conseguir la plata suficiente para una operación cara. Pero también pensaba en las personas que lo despreciaron y no pensaron más que en ellos mismos, por lo general esas personas salían de empresas probablemente contando en sus cabezas la suma de dinero que ganaron y apenas notaban la presencia de Juanchi. Pero había otras que realmente querían ayudarlo y se preocuparon y él les agradeció quitándoles lo que ellos se habían ganado dignamente, algo que él nunca tuvo ni conocía hasta ese momento.

Tras pensar todo eso comenzó a llorar y llegó a su casa llorando sin importarle lo que le dijera su papá.

“¿Qué haces llorando? ¿Ves, viste que sos estúpido? porque si fueras un hombre no llorarías pero no sos un hombre, sos un inútil”

“Si vos sos más inteligente que la gente rica, ¿por qué nosotros no somos ricos? ¿Por qué siempre estás tirado tomando esa cosa asquerosa sin hacer nada para que seamos ricos y para que yo no tengo que robar más y para que Iván pueda ir al colegio?”

Iván estaba justo dándole la plata a su padre cuando Juanchi entró y dijo todo eso, le dio un codazo a su hermano y le dijo que se callara si no quería que le pegara pero Juanchi siguió discutiendo y se salvó de una trompada que iba directo a su cara por parte de su padre quien se resbala con el alcohol que había tirada antes en el suelo y se desmaya.

Rápido Juanchi buscó sus pocas pertenencias y le dijo a Iván que se fuera con él que iba a buscar alguna otra posibilidad para vivir pero Iván tenía miedo, y estaba convencido que su hermano estaba equivocado y que le iban a pegar como nunca antes lo hicieron y trató de convencerlo de que se quedará de que no lo iba a conseguir que la única manera era como lo hicieron toda la vida, pero Juanchi decidido, abrazó a su hermano y se fue a buscar otra oportunidad. No sabía cómo iba a ganar plata ni dónde iba a hospedarse pero no le importaba en ese momento, ya lo iba a averiguar y resolver de alguna manera. Sabía que iba a ser difícil pero quería salir e irse lo más lejos de ahí y eso hizo. Después de unas horas de caminar vio un tren, siempre había querido subirse a uno, y sin pensarlo dos veces fue corriendo antes de que se vaya, se sentó en un vagón contento de empezar una nueva vida, subió a ese tren lleno de anhelos y deseos, para construir su propio destino.

Continuación de la historia de Cándido

Una vez fuera del castillo Cándido caminaba buscando respuestas y

nada más que respuestas. Le era muy difícil, pero las conseguía, paisanos,

dueños de campo, peones, vivían diciéndole lo que debía hacer, como

hacerlo y recordándole quien era. Estaba viviendo sin rumbo alguno. Un

día un dueño de un capo, cercano al donde él solía pasar las noches, le

ofreció trabajar en sus tierras, ya que lo veía en esa situación. A la hora de

decidir se preguntaba, ¿Trabajar? ¿Ensuciarme? ¿Qué es esto? ¿Y ahora

qué hago? Finalmente aceptó porque era la única forma de conseguir

comida por lo que intento seguir las instrucciones de Augusto, el dueño de

las tierras. Los primeros días era aceptable, ya que era nuevo, pero

Augusto se dio cuenta de que no podía trabajar más. Había que estar

diciéndole todo el tiempo lo que debía hacer, como hacerlo, por lo que lo

terminó echándolo. Es así como Cándido vuelve a quedar en la nada, sin

ningún propósito, ningún objetivo, solo el hecho de tratar de sobrevivir.

Los días pasaban, y Cándido necesitaba algo para poder seguir

adelante. Es así como un día ve a unos comerciantes en carreta y les pide

que por favor lo lleven a algún lugar. Días y noches pasaron, dejándose

llevar sin tener rumbo alguno, sin saber a dónde estaba yendo.

Una tarde fría abre sus ojos y encuentra que estaba rodeado de

edificios, estos un poco más moderno que los del castillo, eran altísimos,

había autos por todos lados, algo desconocido para él, no había tierra, la

gente no cultivaba, solo caminaba, de un lado para el otro al igual que

Cándido. Era la ciudad. El no sabía en donde estaba, estaba asombrado de

todo lo que veía, necesitaba respuestas ya. Con prisa se acerco a las

personas que estaban caminando y le preguntaba que era esto, donde

estaban las tierras para cultivar, que hacia el ahí. Intentarlo era un

desperdicio, la gente caminaba, parecía que vivía en distintos mundos, no

le importaban los demás, solo seguían su rumbo. Cándido se encontraba

peor que antes, no veía salidas, no veía como escapar de esta multitud

que no le daba ni una respuesta. Se dio cuenta que el campo era donde

pertenecía, con esas personas que lo acompañaban y ayudaban a formar

su vida. Día a día veía pasar esas personas esperando que alguien lo pueda

ayudar, que alguien le dijera como tenía que hacer a volver su lugar donde

pertenecía. Lo único que conseguía era muecas con la cabeza, otros lo

agredían y otros simplemente seguían caminando. Trato de entrar a un

negocio, pero la gente estaba concentrada con sus aparatos tecnológicos,

como si estos los llevaran a otro mundo y los desconectase de la realidad.

Cándido moría de hambre, no sabía cómo lograr hacer algo para conseguir

comida si la gente no le respondía sus preguntas.

Es así como una mañana soleada pretendió copiarle a esta gente,

comenzar a caminar y tratar de encontrar el lugar a donde el realmente

pertenecía y se sentía cómodo. Así fue como logró encontrar a los

mercantes y le pidió por favor que los sacara de ese mundo, donde la

gente vivía alborotada, donde nadie se interesaba por el otro, donde la

gente vive en su burbuja y no sale de ella salvo que se la pinchen. Donde

la gente no pare de caminar desesperada y no se haga ninguna pregunta.

Tras largos días de viaje, volvió al campo, volvió a donde pertenecía.

Ese lugar donde respondían sus preguntas sin tener que molestarse en

hacerlas. Y así es como Cándido siguió siendo el de siempre, sin encontrar

su propia identidad, viviendo a la deriva dependiendo de los demás.

UN NUEVO AMANCER

Cándido Sánchez, ese soy yo, un estudiante como cualquier otro que tenía el

sueño de prosperar con mi familia hasta que una empresa provincial decidió desechar

lo que los de arriba no deseaban. Un basural, que nos destinaba a la muerte…

Mi familia aterrorizada por el gran efecto que producía en sus vidas cotidianas,

no paraba de quejarse. Mis amigos del colegio se quejaban también porque

destruyeron la cancha de fútbol a la que siempre solíamos ir a jugar después de la

escuela.

El basural siempre era el tema principal de nuestras cenas en la cual yo nunca

intervenía. Todos los días se hablaba de lo mismo y lo único que hacía era

escucharlos y darles la razón. A mis padres les molestaba un poco eso, pero así era

yo.

Todas las semanas, mi familia junto a nuestros vecinos hacían frente a los

políticos creando problemas en el Estado. Algunos se quejaban por la contaminación y

las enfermedades que causaban. Otros simplemente porque no les gustaba tener un

basural al frente de su casa, porque les quitaban terrenos y por muchas otras cosas

más.

Mi padre siempre me decía, “el Estado en un ejemplo del egoísmo hijo, sólo

piensa en los beneficios que ellos obtienen de ese negocio y no piensa en las

personas que no reciben esos beneficios, que somos todos nosotros. No piensa en

nuestra salud ni en cómo ese basural nos afecta, simplemente trabaja para su propio

bien. Y tienes que aprender Candido, que siempre hay que pensar en los demás y lo

que puedes causarle a los otros antes de actuar”. Me lo repetía una y otra vez hasta

asegurarse de que no hiciera lo contrario y siempre le hiciera caso.

Día tras día más muertes eran causadas por la contaminación que esta

invasión de desechos ocasionaba. Más y más personas se unían todos los días a las

Asambleas en contra de este basural donde se discutía este tema en profundidad y se

planeaban huelgas para que el Estado los escuchara, pero eso nunca pasaba, sin

embargo no se daban por vencido.

Año tras año todo seguía igual que siempre. La contaminación, muertes y

personas enfermas habían aumentado demasiado. Las personas seguían con la idea

de mudarse pero nadie tenía el suficiente dinero para hacerlo. Las asambleas seguían

en pie y el Estado con su empresa también. Yo terminé el secundario, pero mi familia

lamentablemente no podía pagarme la universidad y decidí buscar trabajo, no

encontré nada fijo pues me despidieron a las dos semanas trabajando de mozo en un

bar.

Un día, caminando, sólo a unas cuadras de mi casa una camioneta se me

acercó y paró. Un hombre bien vestido con traje me ofreció un trato que cambiaría mi

vida por completo. Me ofreció estudiar en la universidad gratis y darle suficiente plata a

mi familia para satisfacer nuestras necesidades a cambio de que yo dejara de asistir a

las Asambleas y huelgas, y dejara de estar en contra del basural y empezar a

defender al Estado, y convencer a mis amigo y familiares que lo hicieran y así

obtendrían dinero y educación. El señor se sorprendió con lo que le respondí pero por

primera vez tome una gran decisión en mi vida, y hablé por mi mismo. Le dije que mi

padre siempre me había enseñado a no darse por vencido, y lo que ocasionaba el

basural sólo era contaminar, generar furia en las personas y generar enfermedades y

hasta muertos.

Así que rechacé la propuesta y le dije que le iba a costar mucho convencer a

alguien para que cambie de opinión porque todos saben lo que se sufre y todos han

aprendido que tienes que luchar por lo que quieres.

SUAREZ – PEREYRA – ORTOLANI - RYSER