Gaceta de la Fundación José Antonio Primo de Rivera · memoria histórica, un gobierno...

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“Nuestro régimen, que es de hermandad y solidaridad, habrá de exigir cuantos sacrificios hagan falta a los que más tienen en provecho de los que ahora viven de una manera miserable.“ 1. La rojería no descansa. José María García de Tuñón Aza 2. Rosas, libros… y odio. Manuel Parra Celaya 3. Memoria histórica de Calvo Sotelo. Francisco Vázquez Vázquez 4. Cuando los dioses nacían en Extremadura. Gabriel Calvo Zarraute 5. Presupuestos para hoy y no para mañana. Francisco Torres García 6. La División Azul vista por los otros. Eduardo López Pascual EN ESTE NÚMERO: La Gaceta- 1 Gaceta de la Fundación José Antonio Primo de Rivera nº 308 (2ª Época). Mayo 2018.

Transcript of Gaceta de la Fundación José Antonio Primo de Rivera · memoria histórica, un gobierno...

“Nuestro régimen, que es de hermandad y solidaridad, habrá de exigir cuantos sacrificios hagan falta a los que más tienen en provecho de los que ahora viven de una manera miserable.“

1. La rojería no descansa. José María García de Tuñón Aza 2. Rosas, libros… y odio. Manuel Parra Celaya 3. Memoria histórica de Calvo Sotelo. Francisco Vázquez Vázquez 4. Cuando los dioses nacían en Extremadura. Gabriel Calvo Zarraute 5. Presupuestos para hoy y no para mañana. Francisco Torres García 6. La División Azul vista por los otros. Eduardo López Pascual

EN ESTE NÚMERO:

La Gaceta- ! 1

Gaceta de la Fundación José Antonio Primo de Rivera nº 308 (2ª Época). Mayo 2018.

Nunca pensé, nunca creí y nunca me imaginé, que algunos de mis artículos fueran a llamar la atención de la rojería. No hace mucho encontré que un elemento de esa calaña, de cuyo nombre no quiero acordarme, me dedicaba en su blog, un artículo donde se erigía en inquisidor y racista político, ya que me atribuye ser defensor de algo que solo está en su muy corta mente. El motivo era que yo había escrito un artículo sobre el cambio de nombres de algunas calles y él me contestaba con un artículo que titulado: «Quitar nombres de calles que la dictadura franquista otorgó a sus héroes no es borrar la historia». Para empezar, no es cierto lo que dice. Por ejemplo; Calvo Sotelo, hay muchos más nombres, no fue ningún héroe franquista, diga lo que diga la rojería, o digan lo que digan los expertos -¿qué expertos?, ¿quién o quienes les concedieron ese título?-, sin embargo su nombre ha desaparecido del callejero de las ciudades de España. No sé si de todas, pero sí de muchas. O sea, miente como un bellaco.

Después dice que soy defensor acérrimo del fascismo español. Es que esta clase de golfos no conocen otro nombre. A continuación escribe que a mí me causa pavor que se puedan sacar los restos de José Antonio Primo de Rivera de Cuelgamuros, porque dice: «según historiadores, la Falange de José Antonio estaba envuelta en la trama golpista que nos llevó a la Guerra Civil, por lo tanto, esa "inocencia" que se le atribuye al líder fascista es un acto de falsificación histórica. Esto no sirve para justificar su muerte, pero no podemos olvidar las intenciones del fascista español».

En otro momento se refiere a que en su humilde opinión «con ley o sin ley de la memoria histórica, un gobierno democrático tiene toda la legitimidad de cambiar los nombres de las calles que un gobierno totalitario cambió a su antojo, llámese la calle Calvo Sotelo, Gil Robles o Pepito el de los Palotes. Y algunos, dice, se preguntarán: ¿Y los nombres de calles como Largo Caballero? Pues muy sencillo, esos nombres fueron otorgados por gobiernos elegidos democráticamente; ahí estriba la diferencia que no es moco de pavo».

1 La rojería no descansa

José María García de Tuñón Aza

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A este intruso, le recordaré que es sabido que para la rojería todo aquel que no piense como ellos lo primero que les viene a la cabeza es llamarnos «fascistas». Aquí, en España se han llamado fascistas a los etarras cuando ellos mismos siempre se han reconocido marxistas; pero muy pocos osarán llamar así a los asesinos de ETA, descendientes ideológicos de Marx. El periodista Alfonso Ussía escribió haber escuchado un día al escritor Fernando Arrabal: «No olvides que ETA, antes que nada, es comunista». «¿Por qué nadie se atreve a decirlo?». En cierta ocasión, una banda de extrema izquierda, así decían todas las informaciones, irrumpió un 20 de noviembre en la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense de Madrid, y aporrearon a varios estudiantes que no pensaban como ellos: ese mismo día la cadena de televisión de la Cope, el presentador de uno de los telediarios, llamaba «fascistas» a los energúmenos de la extrema izquierda. Así son las cosas.

En otro momento decía de mí: «no soporta la LMH». Y le «causa pavor que se puedan sacar los restos de José Antonio del engendro de Cuelgamuros». Totalmente falso. En ningún momento digo lo que él dice que escribo. Mis palabras fueron: «No solamente no quedaron conformes con haberlo asesinado sino que quieren señalar ellos el sitio donde reposen los restos de este hombre que nada tuvo que ver con la Guerra Civil». Es decir, no muestro ese pavor a que los restos de José Antonio los saquen de Cuelgamuros, sino que digo, simplemente, que quieren cambiarlo de sitio, siempre dentro de Cuelgamuros. En ningún momento me refiero a que los trasladen fuera de ese lugar que él, con muy poca sensibilidad de lo que es arte, llama «engendro». Parece que le produce pavor escribir Valle de los Caídos, ya que en todo momento escribe Cuelgamuros que como se sabe es el nombre que recibe un valle de montaña situado en la Sierra de Guadarrama, y es famoso porque en el risco de la Nava (1.390 m) se asienta la Cruz del Valle de los Caídos

En cuanto a que «según historiadores, la Falange de José Antonio estaba envuelta en la trama golpista que nos llevó a la Guerra Civil, por lo tanto, esa "inocencia" que se le atribuye al líder fascista es un acto de falsificación histórica», es una opinión de esos historiadores que no han podido demostrar nada. Otros opinan lo contrario, entre ellos un servidor. Hace tiempo escribí un artículo en el que pedía que si alguien pudiera probar que José Antonio tuvo algo que ver con el 18 de julio de 1936, me lo demostrara. Hasta la fecha nadie lo ha hecho. En cuanto a que quiera justificar lo injustificable de que alguna calle lleve el nombre de Largo Caballero, personaje que él cita, es también como para troncharse de risa. Largo Caballero responsable de la Revolución de Octubre del 34, que amenazó varias veces con desencadenar una guerra civil, no puede estar su nombre en el callejero de ninguna ciudad de España, aunque lo hayan decidido democráticamente, entre otras cosas, porque nunca fue un demócrata. También en Gijón decidieron, democráticamente, nombrar hijo predilecto de esa ciudad a Carrillo quien, según cuenta el nada sospechoso Paul Preston, las mentiras de ese asesino de Paracuellos son

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tan infantiles, que es una ridiculez decir que no sabía nada de los hechos. Más adelante alega Preston que Carrillo era el responsable de Orden Público y nombró a como director de Seguridad a Serrano Poncela, quien organizó a diario las sacas. Es inconcebible que Carrillo no lo supiera y encuentra absurdo que durante todos estos años haya estado mintiendo. Pero como, según la teoría del marxista, fue nombrado democráticamente, Carrillo será hijo predilecto de Gijón para toda la vida. No olvidemos tampoco a Indalecio Prieto, otro responsable de la Revolución del 34, que siguiendo la teoría del marxista, tiene todo el derecho, lo mismo que Largo Caballero, a que a ambos se les haya levantado un monumento en Madrid. Eso sí, porque lo han decidido de manera democrática. Y nada más, aquí termino esta pequeña historia de lo que algunos, con razón, llaman memoria histérica.

San Jorge es la gran fiesta de Aragón y de Cataluña, Sant Jordi en esta última. Al parecer, el personaje histórico fue un soldado romano de Capadocia quien, convertido al cristianismo, supo dominar sus instintos y llegar así al camino de la santidad; ese es el símbolo que representa el dragón alanceado por el santo: la victoria sobre el pecado, un vencerse a sí mismo.

La Edad Media creó la posterior leyenda, que incluía el rescate de la Doncella (el alma), la blanca armadura del caballero (la Gracia) y la muerte del feroz adversario (el demonio). Como tal mito, gozó de gran popularidad y fue elevado a patrón de numerosos reinos europeos, como Inglaterra y los mencionados de la Corona Aragonesa. Recodemos que los almogávares se lanzaban al combate al grito de ¡Aragón! ¡Aragón! ¡San Jorge! ¡San Jorge!

Por otra parte, en los años 20 del pasado siglo, durante el Directorio de Miguel Primo de Rivera, se instituyó oficialmente el Día del Libro, coincidiendo con la fecha de la muerta de Miguel de Cervantes, el 23 de abril; con ello, se unieron, en plena explosión de la primavera, las dos festividades.

La tradición catalana fue la de celebrar conjuntamente la fiesta del Libro y de la Rosa: los caballeros regalaban la flor a sus amadas y estas les correspondían con el libro. No hizo falta que protestaran las feministas para que el libro se hiciera presente de ellos y de ellas, reservando, eso sí y con permiso de las citadas, la rosa para la mujer.

2 Rosas, libros… y odio

Manuel Parra Celaya

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El joven y malogrado poeta Ángel María Pascual publicaría en 1949 un librillo titulado San Jorge o la política del dragón, obra propia de aquella coyuntura histórica pero que contiene elementos de gran belleza, retornando al mito medieval. Por razones obvias, no creo que figure en el canon ni sea lectura de los no iniciados…

Como se ha dicho, en Cataluña era un gran día, de gozo y de alegría. De mi infancia, allá por los años 50, recuerdo que se abría al público el Patio de los Naranjos del Palacio de la Generalidad, sin apenas guardia de los Mossos d´Esquadra y sin arcos metálicos de control. Los ciudadanos gozaban libremente de aquel bello marco institucional. Los puestos de rosas y de libros acogían el paseo de los barceloneses, en sosiego y paz. Más modernamente, se popularizaría el pa de Sant Jordi (pan de San Jorge), especie de bizcocho adornado con sobrasada que formaba las barras de la senyera.

Al instaurarse las Autonomías, muchas voces sugirieron que este fuera el Día de Cataluña por

antonomasia; sin embargo, el nacionalismo ya imperante estableció la fecha de una derrota: el 11 de septiembre, entrada de las tropas borbónicas (entre las que también había numerosos catalanes) en la Barcelona austracista en 1714; con nuevos mitos a su vez: la Guerra de Sucesión entre españoles en Guerra de Secesión y el pobre Rafael de Casanovas, cap de consellers, líder de la resistencia y patriota español, en héroe y mártir del separatismo. Pero esto ya es sabido.

Este año, Sant Jordi ha tenido también por doquier sus libros, sus rosas…y su pizca de odio apenas disimulado. Se han difundido las noticias de insultos y acosos a Inés Arrimadas y a Albiol, los ataques y pintadas a los centros de los partidos no secesionistas, los conatos de incidentes callejeros y el destrozo de la luna del coche de un soldado que regresaba a su acuartelamiento con la bandera española en el parabrisas; también han salido a la luz pública el bullyng de profesores separatistas a hijos de guardias civiles y, siguiendo en el plano escolar, la manipulación de niños en Vic a los que se hizo cantar letras ad hoc en estos días últimos. Pero otros datos y señales estaban en las calles, junto a flores y lecturas ostentosos.

Así, la abundante oferta de rosas amarillas en contraste con las rojas tradicionales, los estuchados primorosos en los que la flor del día descansaba sobre una reproducción en miniatura de las urnas del 1-O, el reparto de lazos de la ictericia victimista en todas las

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casetas de libros, los carteles de no nos quitarán Sant Jordi (¿quién pensaba en quitarlo?) …La tensión de unos chocaba con la normalidad festiva de otros; aquella no mayoritaria, pero sí prepotente y ostentosa. Puedo dar fe de ello por las miradas torvas que suscitaba mi pin de solapa con la bandera española entrecruzada con la catalana. No entro en el apartado de homilías de la fecha, porque solo asistí a una: un lenguaje contenido, melifluo y de doble sentido (que podría ser calificado de jesuítico, con perdón de la Compañía) estuvo a punto de que abandonara el templo. ¡Pobre fiesta de Sant Jordi! ¡Pobre Cataluña, con una parte de su población obnubilada por el fanatismo nacionalista! ¡Pobre España, eterno borrador inseguro por la dejadez de sus políticas partidistas!

Como el Santo del día, Cataluña debe vencerse a sí misma, como dijo el poeta Joan Maragall. Sin mitos y con la realidad por delante. Para volver a la fiesta de la Primavera, de rosas, que son belleza, y de libros, que representan la inteligencia.

En el archivo de mi biblioteca obra un folio judicial, seriado y numerado, que me fue regalado por un amigo, compañero mío de la Inspección de Trabajo, el cual lo encontró entre los papeles de su difunto padre, el magistrado don Francisco García Vázquez, que en los aciagos días de 1936 era juez de primera instancia e instrucción. El escrito contiene la declaración efectuada en sede judicial por uno de los intervinientes en el asesinato de don José Calvo Sotelo en la madrugada del 13 de julio de 1936. El declarante, llamado Blas Estebarán Llorente, manifiesta ser el chófer de la camioneta-ambulancia que, según sus afirmaciones, trasladó hasta el cementerio del Este el cadáver del político asesinado. Su relato considero que tiene una relevante importancia histórica ya que muchas de sus aseveraciones entran en total contradicción con hechos dados por ciertos hasta hoy. Hace constar que ¡tres meses! antes del crimen, el dirigente comunista Jesús Hernández, ministro en la guerra civil, acompañado de un tal Antonio López, «le indicó que contaban con él para llevar a cabo un servicio con su camioneta-ambulancia».

Esta afirmación, inédita hasta ahora, permite aventurar la existencia de una conjura organizada y planificada desde bastante tiempo antes a la noche del crimen urdido desde círculos dirigentes de los partidos de izquierda, avalando así la tesis de quienes sostienen que además de a Calvo Sotelo, la madrugada de antes se intentó asesinar

3 Memoria histórica de Calvo Sotelo

Francisco Vázquez Vázquez en ABC

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también a Gil Robles y a Antonio Goicoechea, los cuales se salvaron por no encontrarse en sus domicilios, circunstancia que impidió que la razia criminal de aquella noche descabezara violentamente de sus principales dirigentes a los partidos de la oposición parlamentaria al gobierno del Frente Popular. Añade a continuación el encausado, que no fue hasta el mediodía del 12 de julio de 1936 cuando se le encargó que al terminar sus servicios en el Parque de Sanidad, se reuniera con los ya citados Jesús Hernández y Antonio López.

Manifiesta que sobre las nueve menos cuarto de la noche, se reunió con ellos en un bar de Moncloa y sin cenar se trasladaron con la ambulancia hasta la plaza de Manuel Becerra, donde aparcaron. Ese fue el momento, en que, según su declaración, Jesús Hernández le comunicó que allí tenían que esperar a otro coche que transportaría «el cadáver de Calvo Sotelo, a quien aquella noche tenían que asesinar» (sic).

Estas afirmaciones, de ser ciertas, echan por tierra la interpretación histórica mayoritaria mantenida hasta hoy de que la muerte de Calvo Sotelo fue un acto de venganza perpetrado por miembros de las Fuerzas de Seguridad del Estado en represalia por el asesinato un día antes del teniente Castillo a manos de pistoleros

falangistas, aunque el historiador Ian Gibson imputa el atentado contra Castillo a un comando carlista. Sin embargo, lo que más sorprende, y para mí lo más importante de la declaración de Estebarán Llorente, es cuando afirma que de sus averiguaciones el autor de los dos disparos que alevosamente se descerrajaron sobre la nuca de Calvo Sotelo, fue el teniente de los Guardias de Asalto Máximo Moreno y consiguientemente no, tal como se consideraba hasta hoy, el pistolero desgraciadamente de origen coruñés Luis Cuenca Esteras, miembro de la milicia socialista «La Motorizada». La narración termina con una dramática exposición de los hechos. Alrededor de la una de la madrugada llega a la plaza de Manuel Becerra un coche «hispano» sin matrícula, de la Dirección General de Seguridad, desde el que le ordenaron que los siguiese. Pasado un trecho, pararon ambos vehículos al llegar a la Carretera del Este, momento en que transportaron del coche a la ambulancia el cadáver de Calvo Sotelo y siguieron hasta el Cementerio del Este. Allí, y cito textualmente, «Jesús Hernández y Antonio López, tirando de los pies del cadáver, lo hicieron caer sobre la carretera, causando con el estribo del coche nuevos destrozos en el cuerpo y abandonándolo en la cuneta, regresaron a Madrid».

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Finalmente, resulta de interés la relación de los nombres de quienes indica viajaban en el coche «hispano». El conductor era Baldomero Sanz, quien llevaba a su lado a Julio Bueno; detrás, en la banqueta del coche, iban Isidoro Castiñeira, el teniente Moreno y entre ellos el cadáver, yendo en el asiento posterior Luis Linares. Todos ellos, excepto el teniente Moreno, declara que eran agentes de Policía, conocidos suyos.Hasta aquí los aspectos más novedosos del magnicidio, que aporta esta declaración desconocida, o al menos no descifrazada hasta hoy.

El asesinato de Calvo Sotelo siempre tuvo zonas de sombra nunca aclaradas, motivadas en gran medida por el muy sospechoso robo que, ya iniciada la guerra civil, llevaron a cabo el 25 de julio un grupo de milicianos en las mismas dependencias del Ministerio de Gobernación, de donde sustrajeron todos los documentos de las investigaciones hasta entonces efectuadas, circunstancia que ocasionó la pérdida de parte de las pruebas científicas realizadas por los forenses y las actas de los interrogatorios a los principales sospechosos.

Confío en que lo datos aportados contribuyan a mejor conocer y aclarar algunos de los puntos oscuros de aquel ignominioso crimen de Estado. Es tarea que corresponde a los historiadores. Yo me limito a ser un mero divulgador que da a conocer un documento que accidentalmente llegó a mis manos y que por su contenido considero puede ser importante.

PD: De entrar en vigor la nueva ley de Memoria Histórica presentada en el Congreso por quienes actualmente okupan la dirección del PSOE, el contenido del presente artículo podría llegar a acarrearme una pena de hasta cuatro años de cárcel, por mantener una opinión divergente con la «verdad única» que hoy se nos intenta imponer desde el afán revanchista imperante, que sectariamente busca acabar con el espíritu de reconciliación nacional que, con la generosidad de renuncias de unos y otros, supimos construir los españoles en el proceso de la Transición democrática.

El caso de Rafael García Serrano es el paradigma del verdadero páramo cultural en el que está hundida España en la actualidad, y no durante el franquismo, como concienzudamente se han empeñado en hacernos creer. Este autor ha sido declarado maldito y condenado al ostracismo, al igual que el insigne Eugenio D´Ors,

4 Cuando los dioses nacían en Extremadura

Gabriel Calvo Zarraute para Infovaticana

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simplemente debido a su ideología, en el caso del primero, falangista camisa vieja, y combatiente en la guerra de 1936. Que a un escritor de esta talla se le haya silenciado sistemáticamente y arrinconado de esta manera, solo demuestra la vileza e indigencia mental de la «élite cultural» actual magníficamente regada por una lluvia de subvenciones y la promoción oficial. Del mismo modo, resulta llamativo que otros intelectuales como Rafael Alberti o Pablo Neruda, en este caso comunistas fanáticos, hayan sido vendidos «a bombo y platillo» a pesar de haber sido admiradores y cantores del segundo mayor genocida de la historia de la humanidad: Stalin. No olvidemos que el primero fue Mao en China, pues como bien dice el filósofo excomunista Antonio Escohotado: «Mao mató más que Stalin, simplemente porque había más chinos».

Antes de pasar a analizar brevemente esta magnífica obra, no dejan de venir a mi mente los versos de Bécquer ante la paradoja de una casta de sectarios analfabetos que domina hegemónicamente la literatura contemporánea española y ningunean a los auténticos genios como Rafael García Serrano. Y es que, como diría el propio José Antonio en aquel famoso artículo, nos encontramos en La hora de los enanos.

No son los muertos los que en dulce calma la paz disfrutan de su tumba fría,

muertos son los que tienen muerta el alma y viven todavía.

No son los muertos, no, los que reciben rayos de luz en sus despojos yertos,

los que mueren con honra son los vivos, los que viven sin honra son los muertos.

En el futuro, los que han expulsado a Rafael García Serrano del justo puesto que merece entre los grandes escritores españoles del siglo XX, estarán muertos, y con ellos su obra efímera «de usar y tirar», mientras que las páginas de nuestro autor seguirán rezumando vida, pues no es otra cosa la historia narrada de modo tan ágil y atrayente. Pues del mismo modo que en materia eclesiástica, como tan bien contemplamos especialmente en este esperpéntico pontificado, donde no hay Teología ni santidad se suple con demagogia y populismo; lo mismo ocurre en el campo cultural y en este caso literario. En esta fase tan avanzada del cretinismo, la falta de talento y de ideas se compensa con la ideología de los que se erigen en los expendedores exclusivos de arte literario cuando sus obras no son más que cuatro letras, mal juntadas, que no sirven más que para envolver los plátanos, como antaño hacían nuestras abuelas.

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«El argumento se lo inventó Cortés y el libro lo escribió Bernal», dice García Serrano en el prólogo, y es que no puede ser de otra manera, pues estamos ante una novela verdaderamente histórica. Una historia novelada que es también una modesta biografía de la conquista y, como no podía ser menos, un alegato a la increíble labor de civilización que la Monarquía Católica realizara en las Indias. El libro destila un sabroso, más aún embriagador aroma español. Primero, porque está escrito por un hombre enamorado de España y, en segundo lugar, porque se trata de buen conocedor de la historia patria, donde hace crónica del tiempo español por excelencia: el siglo de oro, relatando la historia de unos españoles puros. Sí, puros, porque lejos del racismo propio del protestantismo de los ingleses y holandeses de Norteamérica, que

aniquilaron a la inmensa mayoría de los indígenas; los españoles se mezclaron con ellos porque les consideraban personas y no alimañas a exterminar. Podemos degustar esta realidad histórica y racial, mestiza, cuando al autor narra con una ternura exquisita los amores de Cortés con la india Malintzin, más conocida por los españoles como «la Malinche» o Doña Marina, después de ser bautizada.

De la mano de García Serrano repasamos la epopeya, pues no cabe calificarla de otro modo, de Cortés y sus 500 hombres conquistando un imperio entero que se derrumba por completo al contacto con una civilización muy superior. Pero que habría resultado del todo imposible si los escasos españoles no se hubieran aliado con las tribus indígenas, cruelmente oprimidas por el yugo azteca, como refleja el autor al narrar las alianzas de los hispanos con las gentes de

Tlaxcala y Cholula. Lo cual lleva a la conclusión que los primeros cronistas e historiadores hicieron de la victoria española: no fue una guerra entre españoles, en número absolutamente ridículo, e indios; sino una guerra civil entre distintas tribus de indios, en la que los españoles se pusieron del lado de los pueblos oprimidos por el cruel y sangriento cetro azteca. La narración de la «Noche triste» resulta estremecedora y consigue envolver al lector en la atmósfera de aquel trágico episodio hasta el punto de sentirse uno más de los personajes que luchan desesperadamente para poder huir de la matanza. De la misma manera se hace irresistible el retrato ajustado que hace tanto de la psicología de Cortés, así como de la fe «bruta» al mismo tiempo que rica, sincera y pecadora; del valor heroico, rayando con la temeridad suicida, propios de aquellos españoles cuya resistencia física y psicológica para nosotros, débiles hombres criados y rodeados de comodidades, nos resultan increíbles.

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No faltan tampoco momentos de humor y de sana dosis de realidad mostrando como el alma española siempre será una mezcla de D. Quijote y Sancho Panza.

No soy un liberal o ultra liberal económico -esto último sería más ajustado a la disidencia-, ni creo en la bondad de la globalización y su mercado, ni que las grandísimas empresas supranacionales sean hermanitas de la caridad, ni en la inexistente voluntad social del capitalismo financiero -pura contradicción-, ni me gustan los herederos de los Chicago-boys o el embobamiento ante las mochilas austriacas, ni mi horizonte son las especulaciones bursátiles o lo que se cuece en las Citys globales... pero vivimos en la economía especulativa y hasta el más tonto suspira por un pelotazo.

Mirando a mi país, conociendo en a l g o s u r e a l i d a d p o l í t i c o -económico estructural, no reniego del intervencionismo subsidiario ni de la idea de un sector público productivo, ni de la necesidad de forzar o realizar desde arriba, de forma directa o indirecta, un cambio estructural del PIB capaz de aminorar o corregir una economía condicionada por su

realidad cíclica y orientada a un desmesurado sector servicios, que debiera expandir de forma acelerada lo que se denomina sector cuaternario para paliar lo que implica un macro sector servicios de bajo valor añadido; porque expandir el sector industrial hace mucho que dejó de estar en la agenda política.

Como todos sufro, sin desconocer mi colchón de seguridad frente a los millones de españoles que viven al día agobiados por los gastos fijos que implica una sociedad cegada por el hiperconsumismo, la brecha que existe, cada vez mayor, entre los datos macroeconómicos, teóricamente buenos si no se mira al mañana y se prescinde de la espada de Damocles que es tener una deuda igual al PIB, y la microecomía en la que vivimos el 80-85% de los españoles.

5 Presupuestos para hoy y no para mañana

Francisco Torres García para Diario YA

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Lo que al historiador enseña la historia político-social-económica es que los “modelos o submodelos económicos”, con sus inseparables condicionantes, son propios de un momento; que lo acertado en un momento es imposible que tenga una réplica de corta y pega, que lo que fue un acierto en un periodo hoy sea aplicable del mismo modo, pero también que en el seno de esas prácticas se abran posibilidades para realizar relecturas implementables (la Historia no es solo reconstrucción sino también lección). A la altura de finales de la segunda década del siglo XXI, con la amenaza de futuros distópicos que alimenta no inocentemente las mentes de las jóvenes generaciones, siendo consciente del enorme poder real del capitalismo industrial-financiero, dejando a un lado los espantajos anticapitalistas creados como espitas para que, llegado el caso, después muerdan el polvo, o estupideces como las que han llevado a la miseria a Venezuela, sigo pensando que ese capitalismo necesita corrección tanto a nivel nacional como global y que un cierto intervencionismo técnico, productivo y redistributivo, con luz y taquígrafos, no es un anatema. Claro que para ello se necesitaría un Estado y una independencia que dudo que en España hoy existan (España no es los EEUU que de vez en cuando rompen el guión, con aquello de América primero).

Ahora bien, estamos donde estamos y jugamos en la liga que jugamos, donde la doctrina común es la consagración del mercado y la “reforma” del Estado del Bienestar una vez proclamada su inviabilidad en determinados aspectos (básicamente relaciones laborales, jubilación y prestaciones sanitarias) y la necesaria adecuación de los servicios a su sostenibilidad. Se impone lo macroeconómico a lo microeconómico. La economía es la dueña de la política. Y ante ello uno puede jugar a divagar sobre la destrucción del capitalismo, enredar con el mundialismo o, por el contrario, enfrentarse a la realidad partido a partido, cosa a cosa, que es el lenguaje y la preocupación del común de los mortales.

Viene al caso la reflexión al hilo del culebrón de los Presupuestos Generales del Estado. Se les califica ya como los más expansivos tras la crisis -siempre cualquier cosa es la más a efectos publicitarios-, con importantes rebajas y ayudas, y, a la vista de posibles elecciones, PP y Ciudadanos se disputan el mérito de las mejoras para los ciudadanos que implican; se olvidan, eso sí, de que estas no son fruto del cariño sino de la presión social que ellos ahora buscan rentabilizar (en esto Rivera le gana por la manga a Rajoy). Se anuncian beneficios fiscales de mileuristas para abajo, incremento de deducciones a familias numerosas y similares; hasta se pide una subvención a la UE para dar 400 Euros a los jóvenes (se abre la veda de la compra del voto). No conozco en profundidad el capítulo de inversiones... pero, pese a los anuncios, tengo la impresión que los Presupuestos vuelven a penalizar a una clase media, los paganos,

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que vive en continuada erosión desde hace una década; lo que se mire por donde se mire es un retroceso.

Por otra parte, y esto es lo más trascendente, tampoco, leído lo anunciado, me parece que los Presupuestos hagan frente a una de nuestras necesidades: incentivar la expansión de las pequeñas y medianas empresas realmente productivas, vinculadas al tejido industrial (producción y/o comercialización); no parece que se vaya a producir un recorte de impuestos significativo. Afirman los economistas liberales o ultraliberales, en esto hay un cierto consenso -el que suscribe también lo cree-, que desde el punto de vista económico actual es necesaria una mayor rebaja de impuestos, que familias y empresas dispongan de más dinero para ahorro e inversión. Evidentemente, esto no es lo que se desprende de los Presupuestos. Es más, yo diría que los condicionantes lo hacen inviable; condicionantes que no son las pensiones o la sanidad. La razón es otra: el Estado y sus costes.

En virtud de lo dicho lo que me parece más preocupante es que no parezca que el Estado, a todos sus niveles, se oriente a la optimización de sus recursos y la reducción del déficit, de nuestro endeudamiento y de sus gastos (que son los que, en gran medida, crean el agujero negro, pues se habla de ahorros de 30.000 millones con su reforma); sobre todo cuando es evidente que el precio del dinero iniciará una pausada subida en los próximos años y, más pronto que tarde, la UE exigirá medidas de reducción a países como Italia o España.

En esta coyuntura uno acaba teniendo la impresión de que esa será la excusa para desarrollar ese discurso, con aplicación práctica, de la inviabilidad del actual modelo del Estado del Bienestar, aceptando en el camino, como algo natural, el nuevo modelo de categorías de grupos sociales con su legión de nuevos proletarios y sociedad desigualitaria. Es la filosofía de quienes argumentan que mejor trabajar por 400 Euros que no trabajar o que los pensionistas son casi ricos porque tienen una vivienda en propiedad.

Los otros son aquellos que nunca reconocen la gesta de la División Azul o quienes nombran a los voluntarios de la 250 solo en lo que puedan usar para

6 La División Azul vista por los otros

Eduardo López Pascual

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denigrarla. Los otros son siempre los que hablan de ellos poco más o menos como pobres parias que huían del hambre, o escapaban de una posible represión del Régimen franquista. Era también, para estos, un refugio para emboscados de los que combatieron en el ejército republicano. Y claro, de algunos -la minoría-, falangistas que, naturalmente, serían unos fanáticos nazis.

Eso es lo que desprendía, a mi entender, la película Silencio en la nieve que la cadena 2 de TV Española proyectó el domingo de Ramos, con la intervención de la presentadora del programa y dos invitados cuidadosamente elegidos para la ocasión: un profesor de Historia de la Universidad de Zaragoza, y del ínclito Javier Reverte, escritor, cuyo padre había sido voluntario en la División Azul, la 250 en el ejército alemán de la II Guerra Mundial, quien, cómo no, traía un mensaje de oscuridad para los divisionarios.

El primero, claro, en la tertulia posterior a la emisión de la película, fue quien sin pestañear afirmó eso de que una tercera parte de la División Azul, más o menos, estaba compuesta por quienes se escondían de la represión, otra formada por los que procuraban no pasar hambre, y otro tercer grupo hecho de militares que se apuntaron solo para ganar medallas y ascensos junto a esos filonazis vestidos de azul, que desde luego, no tenían ni punto de comparación con los heroicos brigadistas internacionales

que lucharon contra el fascismo en España. Como se ve, un ejemplo de honestidad histórica. En ningún momento se les concedió a los miembros de la DA, su voluntad en combatir al comunismo de Stalin, es decir, contra la dictadura soviética.

El relato del escritor Reverte fue de lo más peregrino. Vino a justificar la decisión de su padre de ir voluntario, y que había luchado con los republicanos por leva, o sea, a la fuerza, pero que para evitar cumplir tres años de mili después de nuestra guerra civil, pensó que lo mejor sería ir a otra guerra. Por supuesto un singular modo de excusar su marcha a los frentes de Rusia, como si ello fuera una simple excursión por los parajes helados de la Rusia de los Goulags. Muy lógico, todo. En absoluto creíble.

Además, la película no contaba una historia de valor, de heroísmo o de camaradería, -eso sería demasiado bueno-, sino una trama de asesinatos y de traición por unos hechos perpetrados en España cometidos naturalmente por gentes del odioso Régimen, todos voluntarios, que se fueron a Rusia burlando a la justicia o la venganza, pero que

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otro divisionario camuflado únicamente para matarlos, se alistó en la 250. Y gracias que no se detuvieron mucho en hablar de Berlanga, de Lazaga, de Ridruejo, o de Aznar porque tendrían que pensarlo dos veces. Debo de señalar que de mi pequeña ciudad partieron hasta trece o catorce jóvenes a la DA, jóvenes con nombre y apellidos, que jamás huyeron de la miseria o de la mili de tres años. Fueron porque creían en un ideal, luchar contra quienes querían imponer una sociedad sin pan y sin libertad. Yo tuve el privilegio de tratar a varios de ellos, y tuve la verdad de dos de sus camaradas caídos en el frente ruso por defender sus ideales éticos y políticos.

Como era de esperar, de la División Azul no se dice nada en términos objetivos. Y mucho menos de reconocimiento a sus acciones de heroísmo. Nada sobre el Lago Ilmen, Nogvorod, Stalingrado, Voljov o Posad. Se inventan una trama en donde se deja la idea de unos personaje huyendo todos de un pasado, criminal -no podía ser de otra manera-, o llevados de una fea ambición individual, que están allí por la fuerza de sus temores, y no por otra cosa más noble. La película no es mala, aunque tampoco es para echar cohetes. Se trata de una prueba más de cómo se utiliza cualquier cosa para mixtificar la verdad histórica. Para caminar por lo políticamente correcto,, es decir, la correcta tergiversación.

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