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21 Galde 08 - udazkena/ 2015 Tres años 20 de octubre de 2011, 19 horas. ETA anuncia el «cese definitivo de su actividad arma- da» mediante un vídeo y un comunicado publicados en las ediciones digitales de los diarios Gara y Berria(aunque se habían adelantado también al New York Times y la BBC ). Con la escenografía habitual de los encapuchados, las banderas y las txapelas, risible y trágica al mismo tiempo y siempre anacrónica, y con sus también habituales y siniestros eufemismos, ETA proclamó su «compromiso claro, firme y definitivo» de «superar la con- frontación armada». Tres días antes se había celebrado la famosa Conferencia Internacio- nal de Paz de Aiete, considerada por muchos como la preparación escenográfica necesaria para la declaración posterior de la organización. Todo hace tan solo tres años y unos meses que, como dice TxemaUrkijo en su entrevista, parecen tres lustros, o más. Tempus fugit, que decía el clásico. Y de qué manera. En este relativamente breve periodo de tiempo la sociedad vasca se ha acomodado rápidamente a la nueva situación. Es algo natural y que ha ocurrido en otros lugares y contextos que han podido sufrir una tragedia más o menos similar. No hay que olvidar que la sociedad vasca ha podido convivir con el terrorismo de ETA, en particular a partir de los años ochenta del pasado siglo, sin que ello alterara demasiado nuestra vida cotidiana, salvo a quienes estuvieran directamente afectados por su acción. Pese a ello, resultado obligado recordar que han sido más de ochocientas personas las asesinadas, y varias decenas de miles lasheridas, secuestradas, extorsionadas o amenazadas. Pero, además, debemos pen- sar que ha habido otra consecuencia más grave que, ésta sí, ha afectado a buena parte de la sociedad vasca. Me refiero a esa capacidad que ha demostrado de convivir con el terro- rismo (y en determinadas épocas también con el antiterrorismo criminal), mirando hacia otro lado o, incluso, «entendiendo» y justificando. Las heridas, por tanto, están ahí. Las más directas y evidentes, las de las víctimas; la más difusa e intangible, la de una sociedad que, en amplios sectores de la población, no ha sido, no hemos sido, suficientemente activos en la denuncia de la barbaridad que estába- mos viviendo y la solidaridad con sus víctimas. Ahí hay importantes retos pendientes. El tema es lo suficientemente importante y complejo como para intentar aportar nues- tro particular granito de arena desde las páginas de Galde. Como siempre, hemos intentan- do reunir un conjunto de voces y miradas diversas, para abordar algunos de los múltiples problemas del tema, desde las víctimas a las políticas públicas de memoria, las posibilida- des de una convivencia integradora o los presos, entre otros aspectos. De nuevo, hemos de agradecer a quienes han respondido a nuestra invitación su disponibilidad y su tiempo. Pensamos que, dentro de sus limitaciones (las voces y las miradas siempre podrían ser más) el resultado ofrece un interés indudable. A.D.

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Galde 08, otoño 2014. Dossier "Tres años sin ETA"

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21Galde 08 - udazkena/2015

Tres años

20 de octubre de 2011, 19 horas. ETA anuncia el «cese definitivo de su actividad arma-da» mediante un vídeo y un comunicado publicados en las ediciones digitales de

los diarios Gara y Berria(aunque se habían adelantado también al New York Times y la BBC ).Con la escenografía habitual de los encapuchados, las banderas y las txapelas, risible ytrágica al mismo tiempo y siempre anacrónica, y con sus también habituales y siniestroseufemismos, ETA proclamó su «compromiso claro, firme y definitivo» de «superar la con-frontación armada». Tres días antes se había celebrado la famosa Conferencia Internacio-nal de Paz de Aiete, considerada por muchos como la preparación escenográfica necesariapara la declaración posterior de la organización. Todo hace tan solo tres años y unos mesesque, como dice TxemaUrkijo en su entrevista, parecen tres lustros, o más. Tempus fugit,que decía el clásico. Y de qué manera.

En este relativamente breve periodo de tiempo la sociedad vasca se ha acomodadorápidamente a la nueva situación. Es algo natural y que ha ocurrido en otros lugares ycontextos que han podido sufrir una tragedia más o menos similar. No hay que olvidar quela sociedad vasca ha podido convivir con el terrorismo de ETA, en particular a partir de losaños ochenta del pasado siglo, sin que ello alterara demasiado nuestra vida cotidiana, salvoa quienes estuvieran directamente afectados por su acción. Pese a ello, resultado obligadorecordar que han sido más de ochocientas personas las asesinadas, y varias decenas demiles lasheridas, secuestradas, extorsionadas o amenazadas. Pero, además, debemos pen-sar que ha habido otra consecuencia más grave que, ésta sí, ha afectado a buena parte dela sociedad vasca. Me refiero a esa capacidad que ha demostrado de convivir con el terro-rismo (y en determinadas épocas también con el antiterrorismo criminal), mirando haciaotro lado o, incluso, «entendiendo» y justificando.

Las heridas, por tanto, están ahí. Las más directas y evidentes, las de las víctimas; lamás difusa e intangible, la de una sociedad que, en amplios sectores de la población, no hasido, no hemos sido, suficientemente activos en la denuncia de la barbaridad que estába-mos viviendo y la solidaridad con sus víctimas. Ahí hay importantes retos pendientes.

El tema es lo suficientemente importante y complejo como para intentar aportar nues-tro particular granito de arena desde las páginas de Galde. Como siempre, hemos intentan-do reunir un conjunto de voces y miradas diversas, para abordar algunos de los múltiplesproblemas del tema, desde las víctimas a las políticas públicas de memoria, las posibilida-des de una convivencia integradora o los presos, entre otros aspectos. De nuevo, hemos deagradecer a quienes han respondido a nuestra invitación su disponibilidad y su tiempo.Pensamos que, dentro de sus limitaciones (las voces y las miradas siempre podrían sermás) el resultado ofrece un interés indudable. A.D.

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Tres años sin ETA. ¿Cómo lo vives, qué sensación tie-ne una persona como tú, tan ligada durante tantosaños precisamente a uno de los aspectos más trági-cos de la actuación de la banda como son las vícti-mas?TXEMA URKIJO. Realmente lo vivo como si hubieran pa-sado ya tres lustros, como algo muy lejano, es decir, creoque como el resto de la sociedad, acomodándonos muyrápidamente a una nueva situación. En ese sentido, veotambién como algo fuera de la realidad, casi ridículas, lasreferencias que se hacen por algunos a un «proceso de

l pasado 10 de diciembre, como todos los años, elGobierno Vasco entregó el premio René Cassin apersonas o colectivos que se hubieran destacado en

Antonio Duplá

biente que contrastan,lamentablemente, con lapolémica que desde sunombramiento ha rodea-do al actual equipo de Di-rección de Atención a lasVíctimas. Haría bien el Ejecu-tivo Vasco en reflexionar so-bre ese contraste tan marcado.

Para abrir el dossier, comoes habitual, con una en-trevista a algún

personaje significado en el tema elegido, nos parecía unaopción difícilmente mejorable poder charlar con uno delos integrantes de aquel equipo. Y aquí estamos con Txe-ma Urkijo, abogado, en su día miembro del desaparecidoGesto por la Paz, colaborador de Maixabel Lasa durantedoce años y una pieza fundamental en esa labor calladade tantos años de dignificación de las víctimas. Su cesepor el lehendakari Urkullu en abril de 2014 y el renunciar asu experiencia, su bagaje y su relación personal con lasvíctimas creo que es un lujo que no deberíamos permitir-nos en un tema tan delicado como este. Pero, en fin...

la defensa de los Derechos Humanos. Este año el galar-dón ha recaído, con toda justeza, en una serie de vícti-mas de ETA, GAL y de abusos policiales. Algunas de ellashan participado en el proyecto Glencree y han comparti-do su experiencia, todas han experimentado un sufrimien-to injusto causado por quienes han recurrido a la violen-cia y el terror para imponer sus ideas. En el transcursodel acto, una de las personas que intervinieron como por-tavoces del grupo galardonado se refirió expresamente ala labor realizada desde la Dirección de Atención a lasVíctimas del Terrorismo por el equipo que formabanMaixabel Lasa, Jaime Arrese y Txema Urkijo.

Creo que todavía no somos conscientes de la trascen-dencia del trabajo llevado a cabo por ese trío y del enor-me paso dado gracias a ellos hacia un reconocimientopleno de las víctimas y del sufrimiento injusto sufrido porellas y hacia una deslegitimación plena de la violenciaterrorista. El hecho de haber podido trabajar en dos go-biernos de signo ideológico distinto es un reconocimien-to a su rigor y profesionalidad, también a la amplitud demiras de los gobernantes políticos de quienes dependían.Por otro lado, el afecto, el cariño que les muestran las víc-timas, víctimas de diferente signo, siempre que hay oca-sión para ello es prueba dela sensibilidad, la honestidad y laimparcialidad mostradas por ellos durante los años que tu-vieron a su cargo esa tarea tan difícil como era el acer-camiento a y el reconocimiento de las víctimas trasdécadas de desidia institucional. Un clima y un am-

Txema Urkijo

paz» pendiente. Claro que depende de lo que cada uno en-tienda por paz, pero pienso que la paz no es algo muy diferen-te de lo que tenemos ahora. Recuerdo un debate hace bas-tante años entre Kepa Aulestia y Jonan Fernández, que sepuede seguir en Bake Hitzak (la revista de Gesto por la Paz),en el que frente a la idea del final «ordenado» de Jonan, KepaAulestia hablaba de un probable final raro, desordenado y creoque, visto desde hoy, tenía razón. Cuando veo la reciente de-claración de apoyo al proceso de paz desde Argentina, me dala impresión de que están en un plano bastante alejado de larealidad.

"La vía Nanclares es antagónica con un final «ordenado», con cualquiertipo de contraprestación o acuerdo, por mínimo que sea.

En ese final «ordenado» no hay salidas individuales, no hay manoslibres para tomar las decisiones que implica la vía Nanclares."

"Claro que depende de lo quecada uno entienda por paz, peropienso que la paz no es algo muydiferente de lo que tenemos ahora."

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T. U. Es verdad que lo es, pero al mismo tiempo, lamenta-blemente, es una excepción. Esa foto no responde al azar,o a una iniciativa exclusivamente individual. Responde auna línea de trabajo previa, muy meditada y elaborada. Merefiero al trabajo con los presos de la llamada vía Nancla-res, que agrupa a una serie de presos que han dado el pasode desligarse totalmente ETA, condenar la violencia, reco-nocer el daño causado y acercarse de forma explícita a lasvíctimas. En todo caso, ése es un jardín que tenía una enor-me proyección, pero que no se ha regado y se está agos-tando. No interesa a las fuerzas políticas, no interesa al PP,no interesa a la izquierda abertzale, no interesa al GobiernoVasco. La vía Nanclares es antagónica con un final «orde-nado», con cualquier tipo de contraprestación o acuerdo,por mínimo que sea. En ese final «ordenado» no hay sali-das individuales, no hay manos libres para tomar las deci-siones que implica la vía Nanclares. Está claro que la apuestade ETA en relación con sus presos está en las antípodas yrecientemente lo decía de forma muy clara Joseba Urruso-lo Sistiaga en un artículo en el periódico que titulaba «A laabogada del colectivo de presos» (EL CORREO 08/12/14).Enrelación con los presos, cuando oigo la reivindicación de laamnistía creo que es un anacronismo planteado desde lossectores de la izquierda abertzale que no acaban de acep-tar la evolución de la realidad. Pero, por otra parte, la pro-pia sociedad vasca, que en principio sería la auténtica inte-resada en esta otra vía, que ha sido definida como la salidaética al problema de los presos, no tiene en estos momen-tos fuerza suficiente para imponerla, y mandan las estrate-gias políticas de los distintos partidos.

El PP no parece muy dispuesto a promover la vía Nancla-res ni tampoco a cambiar su política penitenciaria.T. U. La política penitenciaria, en este país, ofrece un mar-gen de maniobra muy importante para una interpretaciónflexible en uno u otro sentido, es decir, que sería posibleotrapolítica penitenciaria sin demasiados quebraderos le-gales. Pero el PP no está interesado en estos momentos eneso, porque su actual política no le supone coste alguno,

Antes de enchufar la grabadora, habíamos hablado pre-cisamente del premio recibido el pasado 10 de di-ciembre por ese grupo de víctimas que, en ciertamedida, personifican a todo el colectivo de víc-timas. ¿Qué opinión te merece ese premio?T. U. Debo reconocer que tengo una sensaciónambivalente. Ese premio supone un reconoci-miento a las víctimas y, en buena medida, un

reconocimiento también al proyecto Glencree, y por lo tan-to es un motivo de satisfacción enorme, porque nosotroshabíamos impulsado y apoyado ese proyecto desde el pri-mer momento. Pero no puedo olvidar que se trata de unproyecto cuestionado por el actual Secretario de Paz y Con-vivencia incluso desde su anterior etapa en Baketik. Re-cuerdo también, al calor de este premio, las dificultadeshabidas para la puesta en marcha de la experiencia de lapresencia de las víctimas en las aulas, un proyecto vistosiempre con recelo desde las filas nacionalistas, un proyec-to del que el en su día Director de Derechos Humanos delGobierno Vasco, dijo que era excesivamente «abrupto».Por lo tanto, es un motivo de alegría que ahora se reconoz-ca la virtualidad integradora y reconciliadora de un proyec-to como el de Glencree, pero habría que preguntarse porqué no se extiende esa experiencia a la sociedad. De he-cho, en su momento se elaboró una herramienta pedagógi-ca para llevar el tema a los ayuntamientos, y hoy ese pro-yecto está olvidado en un cajón, cuya llave posee el actualSecretario de Paz y Convivencia. Y las experiencias pilotoque se organizaron en Irún, Balmaseda y Etxabarri tuvieronuna acogida muy favorable por parte de las personas parti-cipantes, pero una propuesta de una entidad concreta paraampliar la iniciativa está paralizada.

Es verdad que en muy poco tiempo se han dado algunospasos que parecían impensables. Estoy pensando en lafoto del último homenaje a Juan Mari Jaúregui, el pasa-do mes de julio, en el que aparecían su viuda MaixabelLasa y un condenado por el asesinato, Ibon Etxezarreta.Una foto realmente impactante.

"Claro que depende de lo quecada uno entienda por paz, peropienso que la paz no es algo muydiferente de lo que tenemos ahora."

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mientras que un cambio hacia una actitud más flexible pre-sumiblemente le supondría un coste político con ciertossectores que hoy le apoyan. Por lo tanto, con Otegi y com-pañía se impone la línea más dura e intransigente. Por otraparte, el actual Secretario General de Instituciones Peniten-ciarias, Ángel Yuste, quien ya fuera Director General de Ins-tituciones Penitenciarias entre 1996 y 2004, no cree en lapolítica de reinserción, y es partidario de la línea más dura.

En la situación actual, es verdad que se echa en falta unaautocrítica por parte de la izquierda abertzale. Pero tam-bién está pendiente, de alguna manera, una asunción deresponsabilidad por parte del PSOE en el tema GAL. En otroorden de cosas, sigue habiendo aspectos que chirrían,como pueda ser que Arnaldo Otegi siga en la cárcel.T. U.Totalmente de acuerdo y, por ejemplo, que Otegi sigaen la cárcel es una barbaridad legal. En cuanto a las respon-sabilidades de unos y otros, Maixabel Lasa ya lo dijo en laUniversidad de Deusto en el 2007 y en el Kursaal. La re-flexión autocrítica pendiente no es responsabilidad exclusi-va de la IA, eso es evidente. Creo que por parte del PSOEtambién sería conveniente esa reflexión en el sentido dedecir cómo fue posible que gobernando ellos surgiera algocomo el GAL. ¡Y luego episodios como la foto de la cárcel deGuadalajara, solidarizándose con alguien que había sidocondenado por delitos muy graves! Por otro lado, la políticade indultos continuados en casos de denuncias de torturasha sido nefasta, porque lanza un mensaje de impunidad.

En la actualidad vives en Llodio, ¿cómo ves allí, en eseámbito local, la evolución de la sociedad, esa adaptacióna la nueva realidad a la que te referías antes?T. U. Pues realmente sin grandes cambios, con la gente fun-damentalmente preocupada por el día a día, por la situacióneconómica, sin demasiadas iniciativas para debatir sobre elpasado reciente, sobre lo sucedido durante todos estos añospasados, para crear espacios abiertos de reflexión, de en-cuentro entre sectores diversos. No parece haber demasia-da preocupación al respecto y si esos temas no se estimu-lan desde algún lado, esas iniciativas no se van a plantear.Creo que es algo que merece absolutamente la pena, que esnecesario, pero no veo voluntad política en el mun-do institucional, salvo algunas iniciativas aisladas,ni fuerza suficiente en el entramado social. Ahí meencuentro con cierto pesimismo vital, lo reconozco.

¿El hecho de haber desaparecido Gesto por la Paz,de que Lokarri lo haga el mes de abril, son facto-res que pueden incidir en esa falta de respuestasocial, cívica?T. U.Pues sí, en el sentido de que cuando menos,independientemente de la fuerza y el alcance quepudiera tener su acción, podrían actuar a modo depepitos grillos, para intentar contrarrestar esa espe-cie de inercia vital que parece imponerse.

En el terreno de posibles iniciativas para llevar adelantedeterminadas políticas públicas de memoria, ¿que opi-nión te merecen los proyectos del Instituto de la Memo-ria o el Memorial de las Victimas?T. U.Son importantes porque son elementos de esperanza.El problema es que el proceso de discusión parlamentariaya ha mostrado una notable cortedad de miras. Ni el Insti-tuto ni el Memorial son un fin en sí mismos, son una herra-mienta para unas posibles políticas públicas de memoria.Por lo tanto, lo fundamental será discutir qué programas,qué proyectos concretos se pretende poner en marcha,porque esos proyectos son imprescindibles ante una expe-riencia como la vivida en Euskadi. Y esa experiencia noshabla de unas violencias que han existido en la guerra civil,en la dictadura, con el terrorismo, el contraterrorismo y sehace necesario abordar todos esos fenómenos, eso sí, sinestablecer continuidades ni justificaciones, sino distinguien-do circunstancias y contextos de los distintos casos.

¿Sientes alguna nostalgia por los tiempos en primeralínea de la acción política?T. U.Sinceramente no siento ni siquiera nostalgia de futu-ro. Por otra parte, la experiencia vivida durante todos estosaños ha sido tan intensa, no ya solo en el terreno político,sino humana y afectivamente, que se hace necesario uncierto periodo de tiempo para asumir mi propio cambio desituación. Al mismo tiempo, no soy capaz de desenchufar-me de la realidad, de cambiar de chip sin más, y no puedoevitar hacer juicios de valor sobre diferentes aspectos delcampo en el que he actuado de forma tan directa.

Me acuerdo entonces de sus comentarios a propósitodel reciente premio René Cassin al comienzo de nuestraentrevista...

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Con Itziar Aspuruen febrero de 2000 yante el lehendakariUrkullu, días antesde su destitución.

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a declaración de octubre de 2011 donde ETA anunció elcese definitivo de su «actividad armada» constituyó una de las noticias más esperadas de las últimas décadas

las violencias», y acumulan víctimas de diferente natu-raleza para tratar de apuntalar esta teoría y equilibrar dealgún modo la magnitud del horror. Necesitan, sencilla-mente, visibilizar la existencia de dos bandos para esce-nificar ese conflicto. Pero nunca hubo dos bandos. Nun-ca hubo un cuerpo social y político significativo detrásde los crímenes cometidos por la extrema derecha y elGAL que apoyase masivamente aquellos asesinatos.Nunca hubo miles de voces que diesen vivas a aquellasbandas en las calles, ni un proyecto de carácter totalita-rio que controlase los espacios de los pueblos y ciuda-des del País Vasco, que estigmatizase al enemigo políti-co, que lo despojase de su condición humana parajustificar su eliminación.

Como es sobradamente conocido el final de la dictadu-ra no llevó al abandono de las armas por parte de ETA,probablemente porque nunca fue específicamente una or-ganización antifranquista. En la adopción de su estrategia

L

Memoria,

v íc t imas

y relatos

históricos.

José AntonioPérez Pérez*

en el País Vasco. El balance final tras algo más de cincuen-ta años de terrorismo y sin haber conseguido ninguna desus históricas exigencias, no puede ser más desastroso ysangriento. Más de ochocientas víctimas mortales, setentay dos secuestrados (doce de ellos asesinados), cientos deheridos y miles de personas extorsionadas y perseguidasconstituyen tan solo una parte, la más visible y cuantifica-ble, de las terribles consecuencias que ha dejado su histo-ria de destrucción. El dolor y el miedo que se han vivido eneste país son imposibles de medir y forman ya parte denuestro propio patrimonio inmaterial. Una pesada losa conla que cargamos, que cuestiona a toda una sociedad sobresu comportamiento durante aquellos años.

Quienes pretenden justificar la trayectoria de ETA ha-blan de la existencia de un conflicto político, de «todas ...

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violenta prevaleció siempre su radical oposición contraEspaña frente a cualquier otro tipo de planteamiento. Estaorganización radicalizó su actividad terrorista precisamen-te a partir de 1977, tras la promulgación de la Amnistíaque supuso la excarcelación de los últimos presos políti-cos. A lo largo de los siguientes tres años la organizaciónterrorista asesinó a más de doscientas treinta personas, unnúmero que se incrementaría hasta superar ampliamentelas ochocientas víctimas mortales. No ha sido la violen-cia de ETA la única -aunque sí la más sangrienta con dife-rencia- que hemos vivido durante las últimas décadas.La «guerra sucia» contra esta organización y la actuaciónde las diferentes bandas de extrema derecha, en sus di-ferentes etapas y versiones, han provocado también de-cenas de muertos entre 1975 y 1987; y en ello el Estado,o para ser más concretos, determinado mecanismos yelementos de este Estado, tuvieron de un modo u otro,por acción u omisión, una importante responsabilidad.Paralelamente la intervención de las Fuerzas del OrdenPúblico durante aquella época, especialmente durante elfinal de la dictadura y los primeros años de la transición,dejó también un importante reguero de heridos y vícti-mas mortales, la mayor parte de ellas producidas durante larepresión de manifestaciones, tanto de orden político comolaboral, o en controles de carretera desplegados por la Guar-dia Civil.

Todos estos fenómenos han generado un elevado nú-mero de víctimas provocadas por la violencia política. Unode los retos más importantes a los que se enfrenta estasociedad es el reconocimiento de estas víctimas tras dé-cadas de olvido y abandono. Como sabemos es un tematremendamente delicado y por ello muy fácil de manipu-lar.

Si hacemos un poco de historia, el reto al que nos en-frentamos no es mayor, ni muy diferente, de aquel que hanencarado otras muchas sociedades contemporáneas que hanpadecido diversos fenómenos de violencia política. La recu-peración de la memoria de las víctimas, su rehabilitación yreconocimiento son, sin embargo, fenómenos relativamen-te tardíos. Hasta los años ochenta del siglo XX y sobretodo hasta la caída del Muro de Berlín no se produjo unarevisión de la traumática historia de muchos de aquellospaíses que habían vivido experiencias devastadoras enforma de persecuciones, genocidios, represión, guerras odictaduras.

En España, por ejemplo, un fenómeno tan complejocomo el de la denominada Memoria Histórica ha quedadoreducido en realidad a una reivindicación de la memoria delos republicanos represaliados por el franquismo. Esta co-rriente reivindicativa, que tomó una especial fuerza a par-tir del año 2000, un cuarto de siglo después de la muertede Franco, se materializó en la Asociación para la Recupe-ración de la Memoria Histórica (ARMH). Y todo ello surgióen un contexto muy concreto, que se fue alimentando alcalor de los rescoldos que dejó en la sociedad española elclamor de las víctimas del terrorismo tras los sucesos dejulio de 1997. El asesinato del joven concejal del PP deErmua, Miguel Ángel Blanco, provocó una reacción de talmagnitud que sirvió para visibilizar el dolor y el abandonoque habían sufrido hasta ese momento las víctimas de ETA.De hecho, resulta clamoroso que la Ley de solidaridad conVíctimas del Terrorismo en España date de una fecha tantardía como octubre de 1999 y que la primera asociaciónde víctimas, la AVT, fundada en 1981, apenas tuviera apo-yos ni presencia pública hasta muchos años más tarde,precisamente tras aquel asesinato.

La exigencia de justicia, verdad y reparación de estasvíctimas se situó en el corazón de la escena política, conlas consecuencias bien conocidas que se derivaron de ello.Pero esta reacción tuvo también otros efectos, impulsan-do de un modo u otro un debate en torno al olvido de otrasvíctimas de la violencia política, como las del franquismo,contribuyendo a su organización en diversas asociacionesmemorialistas. No es necesario rebuscar demasiado enlas hemerotecas para encontrar la sentida y razonable quejade los familiares de las víctimas de la represión que desa-tó la dictadura. En realidad todos los colectivos de vícti-mas piensan que los otros han merecido mayor reconoci-miento y honores que los propios.

Las víctimas del franquismo se quejan amargamentedel trato discriminatorio que han sufrido frente a las delterrorismo de ETA, a quienes consideran beneficiadospor una serie de reconocimientos que a ellos les hannegado; y estas últimas lamentan que los miembros deaquella organización asesinados por grupos parapolicia-les o fallecidos en enfrentamientos con la policía seanhonrados como héroes en sus pueblos, mientras susmuertos han sido tratados como apestados. Es un fe-nómeno hasta cierto punto comprensible y surge de la

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El perfil que va adoptando el (no) relato histórico del pasado que parece imponerse, cargado deeufemismos e imposturas, de reencuentros y familias políticas sobre las que se olvida o maquilla

su pasado, no invitan, en nuestra opinión, al optimismo. Nunca un país tuvo tanta memoria–ni tan mala, pensarán muchos–, o al menos nunca fue tan anunciada, proclamada ni manoseada,

ni resultó, por lo visto, tan difícil llamar a las cosas sencillamente por su nombre.

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frustración que ha generado la respuesta cicatera y tar-día de las instituciones, pero también y sobre todo,de la propia sociedad.

Esta situación se ha visto, además, per-judicada por la enconada batalla que se haabierto en torno al relato histórico de lo su-cedido durante los últimos años. La derrotasufrida por el terrorismo ha llevado al en-torno político y social que lo sostuvo du-rante décadas a reforzar los argumentosque justifiquen su historia. Ello implicaapuntalar un relato que sitúa a Euskal He-rria como víctima martirizada por un Esta-do español opresor, donde los miembrosde ETA aparezcan como depositarios de unaherencia que regaron con sangre los guda-ris del 36. Y además, es necesario hacerlode tal modo que permita «explicar» la his-toria de la banda hasta 2011. Frente a estapretensión se encuentra la reivindicaciónde las asociaciones de víctimas que asu-men la famosa triada de Verdad, Justiciay Reparación, pero también la la-bor de los historiadores porexplicar lo ocurrido de unaforma razonada y veraz, pro-fundizando en los motivosde la violencia, en las impli-caciones sociales y políticasque permitieron ejercerla conimpunidad y en las tremendasconsecuencias que ha dejado.

Y en el centro de todo elloestán las instituciones, sobre todolas vascas, encargadas de impulsarunas políticas públicas de la memo-ria que sean al mismo tiempo res-petuosas con las víctimas y ri-gurosas con la verdad de losucedido. No es una tareafácil. Nadie dijo que la pazlo fuera. Para ello se hanimpulsado diferentes ini-ciativas, desde el famosoPlan de Paz y Convivencia dela Secretaría del Gobierno Vas-

co, duramente criti-cado por diferentesasociaciones de víc-timas y por un impor-

tante grupo de historiadores vascos,hasta la puesta en marcha de di-versos memoriales, como el Insti-tuto de la Memoria (ahora tambiénllamado de la Convivencia) o el Me-

morial de Víctimas del Terrorismo,que depende del gobierno central. El

primero de estos centros fue impulsa-do en su momento por el anterior gabinete deAjuria Enea, dirigido por los socialistas, y pre-tendía ser un instrumento que situase cada

fenómeno de violencia política de los sufridos en elPaís Vasco, desde la guerra civil hasta la actualidad,en su contexto histórico.

Un reto complicado, sin duda y cuyo éxito de-penderá en gran medida del cuidado –o la inten-ción– que se ponga en establecer un relato riguro-

so de lo sucedido, s in caer enequidistancias ni establecer contra-

pesos, y sin concesiones haciaaquel sector de sociedad vasca queapoyó y justificó la violencia polí-tica hasta hace unos pocos años.

El perfil que va adoptando el (no)relato histórico del pasado que pare-

ce imponerse, cargado de eufemismose imposturas, de reencuentros y fami-

lias políticas sobre las que se olvida omaquilla su pasado, no invitan, en

nuestra opinión, al optimismo.Nunca un país tuvo tanta me-

moria –ni tan mala, pensaránmuchos–, o al menos

nunca fue tan anuncia-da, proclamada ni ma-noseada, ni resultó, porlo visto, tan difícil llamara las cosas sencillamen-te por su nombre.

*Historiador,profesor de la UPV-EHU

"La derrota sufrida por el terrorismo ha llevado al entorno político y social que lo sostuvodurante décadas a reforzar los argumentos que justifiquen su historia. Ello implica apuntalarun relato que sitúa a Euskal Herria como víctima martirizada por un Estado español opresor,

donde los miembros de ETA aparezcan como depositarios de una herencia que regaron con sangre los gudaris del 36."

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uskal Herrian garatzen ari den –ari garen- bake pro-zesuak ezaugarri berezi eta nabarmenak dauzka. A)Euskal dei genezake lehenik, bertan sortu eta ber-

Euskal bakearen bidaia 2.-) Euskal bakearen bidaiaren bigarren ezaugarria etikaberria da; batez ere, etorkizuneko elkarbizitzari begira-tzen dion etika berria alegia. Etika zaharrak soilik edo batez ere atzera begiratzendu; errebisioak, damuak eta iraganaren balorazioak ditugogoan; horregatik bere kezka eta ardura nagusia irabazleeta galtzaileen arteko bilakaera irudilatzea da. Etika berriakaldiz, etorkizunari egiten dio so eta giza eskubideen oina-rritutako elkarbizitza du xedetzat; horregatik berdinta-sunean eraikitako elkarbizitza irudikatzen du, galtzaileriketa irabazlerik gabekoa alegia. Gertatutakoaren azterketa kritikoa giza eskubideetanoinarritutako elkarbizitza eraikiz soilik egin daiteke eta ho-rregatik baztertzekoak dira soilik atzera begirako baldin-tzak ipintzeko joera antzuak. Tamalez ez zituztenek Gernikako Akordioa sinatzekoarriskurik hartu, oraindik aitzaki bila jokatzen dute aintzi-nako gertakizunetan baldintzak jarri nahirik eta hori bes-tetik ez da zolu etikoaren baldintza jarri nahi izatea.Zolu etikoa baldintza bezela ipinzen dutenek irabazleeta galtzaileen etika zaharrean kokatzen dira eta ez badabaldintzatzat ipintzen, jarrera pertsonalen irudikapena bes-terik ez da. Zentzu berean txarretsi behar da etika berriaren ikus-pegitik salbuespenak jarri edo aintzat hartzeeko ahalegi-na. Salbuespenik gabe ez da bakarrik lelo bat, baizik etaoinarri-oinarrian bakearen sena ukitu eta eragiten duenezaugarria. Salbuespenak daudenean edo egon daitezkee-nean ez dago berdintasunik, irabazle eta galtzaile irudiabilatzen da, etika zaharrean kokatzen da. Gertatutakoaren azterketarik edo errebisiorik kritikoenaborroka armatua bera aldebakarreko erabakiaren bitar-tez behin-betiko utzi izana da. Borroka armatua uztea-ren eta arma gabetzearen bermeak politikoak dira, ETA-ren hitza alegia, eta horregatik, besteak beste, ez daitekehutsaldua izan ETAkideak diren preso politikoak direnbitartean.

PatxiZabaleta

Aralarrenlehendakaria

Etakook burutu eta bertakoentzat egina delako. B) Bakea-ren bidaia esaten diogu; ez baita soilik bidea, baizik etaherritar bidaiariok egiten ari garen –ibiltzen ari garen-joanera. Euskal bakearen bidaia orain arte izan diren beste pro-zesuetatik ezberdina da, baina aldi berean beste bake pro-zesuetarako ekarpenak dauzka. Indarkeriaren bitartekoakgero eta sofistikatuagoak, gero eta konplexuagoak izangodira munduan eta haien kontrako borrokan soilik borrokaideologikoak balioko du hemendik Aurrera. Estaduen etainperioen harrotasunak tokia utzi beharko dio ideien apala-tasunari, besteak beste bakea eta elkarbizitza demokra-tikoa soilik giza eskubideen borondatezko onarpenean eraikibailitezke iraunkorki. Euskal bakearen bidaiak dituen sena eta ezaugarriakbakantzea du xedetzat gogoeta apal honek: 1.-) Euskal bakearen bidaiak sena edo ezaugarri nagusiaaldabakarrekotasuna du. ETA erakundeak bere aldetik ekinzion borroka armatu eta indarra erabiltzeko bideari, arrazoipolitiko batzuk kontuan izanda. Soilik arrazoi politikoenga-tik eten behar zuen bere jarduna. Gernikako Akordioakespreski adierazten du ezaugarri honen oinarri izaera. Indarkeria aldebakarrekotasunez uzteak ondorio ideolo-giko eta praktiko sakonak ditu. Demokraziaren eta politika-ren aginduz ez da inolako ordainik edo saririk eskuratu,baina ez zaio ere inolako helburu edo xederi uko egin. Erro-errotik apurtu da «bakearen prezioa» eta aberreko lelo etaeztabaida zaharkitua. ETA erakundeak arrazoi politikoen-gatik ekin zion bideari arrazoin politiko demokratikoenga-tik eten du bere jardun armatua eta horrek protagonismoosoa ematen dio herriari. Aldebakarrekotasunak bestalde, elkarrizketa askearidemokraziaren oinarria ipintzen dio. Ez da elkarrizketarenaurkakoa, baizik aldekoa.

"Etika zaharrak soilik edo batez ere atzera begiratzen du; errebisioak, damuak eta iraganarenbalorazioak ditu gogoan; horregatik bere kezka eta ardura nagusia irabazle eta galtzaileen

arteko bilakaera irudilatzea da. Etika berriak aldiz, etorkizunari egiten dio so eta gizaeskubideen oinarritutako elkarbizitza du xedetzat; horregatik berdintasunean

eraikitako elkarbizitza irudikatzen du, galtzailerik eta irabazlerik gabekoa alegia."

Euskal bakearen bidaia

29Galde 08 - udazkena/2015

3.-) Euskal bake bidaiaren hirugarren ezaugarria gata-zkaren ondorioen gainditzeko modu demokratikoa da. In-darkeria guztien biktima eta kaltetu guztiak berdintasuneanaintzat hartuak izan behar dira eta preso edo iheslari poli-tiko guztiak askatuak, behar den legedi aldaketaren bitar-tez. Indarkeria guztien biktima guztiak ez berdindu nahiagatazkaren sena ukatzeko asmotik jariotzen da eta na-hiz EAEn gainditua dirudien, Nafarroan edo Espaiñiakobeste herrialdeetan gai honen lehia dialektikoak darrai.Egia eta aitorpena, erreparazioa eta kitapena berdinta-sunean eta elkarbizitzaren ezkaratze antzera irudikatubehar dira.

ETAkideak arrazoi politikoengatik jardun zuten bo-rrokalariak ziren, nahiz eta egin eta eragin zituzten oi-naze eta kalteak justifikabiderik gabeak izan.

Arnaldo Otegi, secretario general de Sortu, en la cárcel desdehace cinco años, condenado por el caso Bateragune. "A menudo,lo que se dice en la política pública ordinaria no es más que lamáscara de lo que de verdad se quiere. Por ejemplo, ¿acaso nodecían cada día que la izquierda abertzale debía apostar por lasvías democráticas? Y, cuando lo hicimos, nos detuvieron y en-carcelaron... Y lo mismo puede decirse de las peticiones de des-arme que se hacen a ETA, ya que, cuando los observadores in-ternacionales dieron el primer paso, los llevaron a la AudienciaNacional."

Bestalde historiako bake prozesu guztiak preso politikoenaskapenarekin bukatu izan dira eta Euskal Herrian ere berdingertatuko da, nahiz eta berandatu. Gernikako Akordioaren edukiak dira euskal bake bidaiarennorabide orria, Aieteko Konferentziaren onespenarekin etaeuskal herritarren onespen eta babesarekin. Patxi Zabaleta

A.I.

30 Galde 08 - udazkena/2015

ras tres años sin violencia terrorista quiero compar-

ria. Su sufrimiento no se contrapone, a modo de balanza, alde las víctimas del terrorismo, sino que se suma: es sufri-miento humano que va en el mismo lado de la balanza. Noreconocer a estas víctimas estos derechos supone un errory una injusticia mayúsculos, máxime si esa negación pro-viene de las propias víctimas del terrorismo.

- Espero de cualquier preso que sale de la cárcel porcolaborar con o ejecutar el asesinato que no eluda cons-cientemente la carga moral de sus actos y que no nos quie-ra presentar su auto-indulgencia como el precio a la renun-cia a las armas. La decisión de tomar las armas no fue unrecurso inevitable, como nos quieren presentar. Ha sidouna decisión libre y soberana de cada uno de ellos, unadecisión personal e intransferible en responsabilidades alconjunto de la sociedad o al contexto de la época.

- La vía Nanclares está posibilitando que, a título indivi-dual, presos desvinculados de ETA reconozcan la injusticiadel daño causado y hagan autocrítica de su pasado. Nocomprendo por qué esta vía está paralizada. Entre que unpreso etarra que queda libre diga al salir que «él no asesi-naba, sino que sólo ejecutaba órdenes» y las declaracionesde Joseba Urrosolo diciendo que todas las acciones de Etahan sido un sinsentido, ¿con qué nos quedamos? Las orga-nizaciones de víctimas del terrorismo dicen que para admi-tir la vía Nanclares debe darse la colaboración con la justi-cia. Hinquemos, pues, el diente a este asunto y aclaremosqué significa realmente «colaborar con la justicia», porquehay visiones distintas de este concepto.

IñakiGarcíaArrizabalaga*

Tres años pasan ráT- Se equivocaron los agoreros (algunos de ellos muy

destacados políticos) que pronosticaban que ésta era unatregua trampa más que,como las anteriores, se desmoro-naría más pronto que tarde.

- Igualmente se equivocan los que en un ejercicio deabsurdo lógico –no quiero ir más allá y pensar mal- afirmanque ETA ha ganado porque Bildu está gobernando en algu-nas instituciones. ETA ha sido derrotada sin paliativos, por-que ninguno de sus supuestos objetivos políticos ha sidoalcanzado (¿qué ha sido de la famosa alternativa KAS?) yporque el asesinato ya no lo apoya nadie, ni siquiera dentrode su mundo (¿quién grita hoy ¡¡ETA, mátalos!?).

- Que Bildu gobierne algunas instituciones vascas esuna expresión de la voluntad ciudadana expresada demo-cráticamente en las urnas. Nos gustará más o menos, peroes así de simple y así de radical.

- Las víctimas del terrorismo (sea cual sea el grupoterrorista que las causó) tienen derecho a la verdad, a lajusticia, a la dignidad y a la memoria, y aún queda muchocamino por recorrer en este terreno. Pero ello no significaque estas víctimas deban condicionar la política del gobier-no en materia antiterrorista o en asuntospenitenciarios, ymucho menos aún condicionar la aplicación de determina-das decisiones judiciales.

- Las víctimas de abusos policiales tienen igualmentederecho a la verdad, a la justicia, a la dignidad y a la memo-

tir varias constataciones y reflexiones que paso aexponer:

adira 25 urte baino gehiago, jada. Milaka pertsonen gizaeskubideak urratuak izaten ari dira, espetxe barruan zeinkanpoan. Urraketa planifikatua da, erabaki politiko baten

Baina senide zein lagunek bisitak egiten jarraitu dute, haienlepoetan zama ekonomikoa, fisikoa, psikologikoa, emozionala, pi-latzen joan den arren. Espetxe barruan, presoek, isolamendu etahaien herrietatik baztertzeko neurri zorrotzei aurre egin diete.Jendea kaleetara atera da, elkartasuna garatuz, egunez egun,keinu txikien bitartez, baina baita manifestazio handietan ere.

Dispertsioa ez da inoiz legala izan; ez du sekula inongo izatekoarrazoirik eduki, ez bada pertsonak suntsitzea eta makurraraztea.Inoiz ez du zentzurik izan, eta are gutxiago gaur egun, Euskal He-rrian bizi dugun egoera berri honetan, non gatazkak utzitako ondoriolatz guztiei konponbide justu eta iraunkorra ematea den euskal jen-dartearen gehiengo zabalaren nahia. Konponbidea ez du soilik eus-kal jendartearen gehiengoak eskatzen. Epaileen artean ere sortu diradispertsioa zalantzan jartzen duten ahotsak.

«Preso, errefuxiatu eta deportatu guztiengiza-eskubideen alde lan egingo dugu»

Bondorio, minan eta mendekuan oinarritua dagoena. Preso etasenideei gehitutako zigorra da, besteren artean, Europako GizaEskubideen Auzitegiaren ebazpen baten arabera legezkoa ez dena.

Urteetan zehar, euskal jendartearen gehiengo zabalak ozenaldarrikatu du euskal presoak Euskal Herrian egon behar lirate-keela, haien senide, lagun, zein inguru sozialetik gertu, gizale-geak agintzen duenez. Nahiz eta aldarri hauek gutxiesten dituz-ten botere judizial zein politikoak parez pare topatu, euskaljendarteak ez du etsi. Botere hauek, gainera, salbuespenezkolegediak sortu dituzte espetxeetako egoera gogorrak are etagogorrago bihurtuz.

Tres años pasan rá

31Galde 08 - udazkena/2015

an rápido, ¿o no?

Dispertsioarekin, eta dispertsioaren ondorio larriekin, bukatzeaezinbestekoa da, premiazkoa da. Konponbide integral baterakobidean, urrats garrantzitsu bat da presoak Euskal Herrian ego-tea, gaur egungo sufrimenduarekin amaituz. Orain, now, ahora,maintenant…

2014 honetan, presoen eskubideen defentsan saretze berriagaratzen ari da Euskal Herrian, berau osatzen dugun lagun ezberdi-nen artean bakoitzaren konpromezua oinarri. SAREk dispertsioareneragin latzak agerian utzi nahi du, etxetik hasita. Kontzientziak as-tindu nahi ditu SAREk, ezberdinen arteko lana bultzatuz eta indarrakmugiaraziz, presoek eta haien senideek dagozkien eskubide guz-tien jabe izan daitezen.

Baina jakin badakigu hemen egiten duguna funtsezkoa den arren,ez dela nahikoa. Horregatik jartzen da SARE kanpora begira, mun-duari eskubide urraketa larri hauen berri emateko. Dispertsioarekinbukatzeko arrazoiak emanez, dispertsioak sortzen dituen kalteakazalduz. Munduko eragile ezberdinak ere eskubide urraketa hauenaurka mugi daitezen. Dispertsioari buruz kaleratu ditugun 500.000liburuxkak horretarako tresna dira, denon artean bultzada berri bat

- Frente a quienes abogan por conocer «la» verdad, yoapuesto por conocer las múltiples verdades de las perso-nas que han sufrido los efectos del terrorismo y de la vio-lencia, las múltiples verdades que permitan que la realidadsobre el sufrimiento humano en esta sociedad vasca du-rante estos largos años pueda ser una verdad completa, noparcial (no omita aspectos esenciales de la verdad), ni ses-gada (no distorsionelos hechos a su antojo).

- Dicen que no hay que remover el pasado, que esonos divide. En la batalla por el relato yo abogo por mirarcon detalle y sin complejos a nuestro pasado para aprenderde él lo que hicimos bien y lo que hicimos mal.

- Mi última reflexión va para la izquierda abertzale: ¿paracuándo una revisión valiente y autocrítica del pasado? ¿Tantocuesta decir: «nos equivocamos apoyando el asesinato ypedimos perdón a las víctimas del terrorismo y a la socie-dad en general por ello»? Amparados en la excusa de que«el Estado también debe hacer sus deberes», su estrategiaparece ser dejar pasar el tiempo, que inevitablemente jue-ga a su favor, porque la sociedad quiere pasar página cuan-to antes, aunque sea que la página quede doblada o mediorota. Si de verdad los dirigentes de la izquierda abertzalequieren construir el futuro en sociedad, no pueden mirarpara otro lado y actuar como si algunas cosas no hubieranocurrido, o como si su existencia no hubiese tenido nadaque ver con ellos. Para curar una fractura abierta no valecon poner una tirita, algo que, a lo sumo, está haciendo laizquierda abertzale acudiendo a homenajes a algunas vícti-mas del terrorismo. Se necesita un buen traumatólogo quealinee las partes fracturadas y las una para reconstruir elhueso. Ojalá me equivoque, pero entre los dirigentes polí-ticos de la izquierda abertzale no veo ningún buen trauma-tólogo, ni entre los que están en la calle ni entre los queincomprensiblemente están en prisión.

* Su padre, Juan Manuel García Cordero, delegado de Telefónicaen Gipuzkoa, fue asesinado en 1980 por los Comandos Autóno-mos Anticapitalistas.

emateko lan honetan, datorren urtarrilaren 10ean Bilboko kaleakleporaino betetzeko deia egiten dugu.

Arrazoi sendo asko dago, juridikoak, soziologikoak, politikoak,baina batez ere gizalegezkoak, dispertsioari berehalako bukaeraipintzeko. Arrazoi hauei sentimenduak gehitzera gonbidatzen zai-tuztegu, eta kaleetan adieraz ditzagun. Elkartasuna, maitasuna,babesa, preso eta senideei; haserrea eta aldarrikapen tinkoa dis-pertsioa mantentzean tematuta direnei; munduari, euskal jendar-tearen gehiengo zabalaren nahi sakona.

Batu ditzagun arrazoiak, bihotzak eta eskuak mezu argi haulau haizeetara zabaltzeko: Now, Euskal Herrira!

Guk argi dugu:Dispertsioarekin bukatzea beharrezkoa da, posiblea da. Ora-

in, maintenant, ahora, now! Sinets dezagun gure indarrean, si-nets dezagun guztion ekarpena, txikia ala handia izan, ezinbeste-koa dela sufrimendua ezabatzeko eta konfrontazioarekin amaitzebidean oinarri sendoak ezartzeko eta esperantzari, baita konponbi-deari ere beste leiho bat irekitzeko.

Presoen aldeko SARE sarea

an rápido, ¿o no?

La paz es esto quetenemos ahora

La paz es esto quetenemos ahora

32 Galde 08 - udazkena/2015

a percepción social de lo que significa la palabra paz sedescribe siempre en negativo: la paz es la ausencia de violencia. Las definiciones de la filosofía política tam-

A medidaque la sociedadvasca daba por amortiza-da la violencia de ETA, antes deque ésta procediera a hacer público su«cese definitivo de actividades armadas», aflo-raron otrasdos corrientes reacias a admitir que elsilencio definitivo de las armas pudiera identificarse con lapaz como concepto asimilado a la convivencia. Una estaríarepresentada con especial fidelidad por la mayoría de lasasociaciones de víctimas del terrorismo etarra, que cuen-tan conpoderosas razones para temer que una ausencia deviolencia sin reconocimiento del daño causado y sin admitirsu naturaleza injusta sería agraviante para la memoria delos asesinados. La otra aparece consignada en el Plan dePaz y Convivencia del Gobierno vasco, que desgrana unsinfín de iniciativas, que podrían multiplicarse por otras tan-tas, describiendo toda una ingeniería polemológica con pre-tensiones normativas no jurídicas.

A primera vista la idea de paz está sujeta a la tensiónentre 1) quienes insisten en justificar el uso pretérito de laviolencia desde un discurso victimista –ligado a la suertede los presos, etc.– insistiendo en que la paz no es tal cuan-do persiste la «violencia estructural», 2) quienes reclamanun resarcimiento moral expreso por parte de los victima-rios de ETA, reconociendo su culpa y cumpliendo íntegra-mente las condenas dictadas o que dicten los tribunales y3) la deconstrucción/reconstrucción del país de los vascossiguiendo pautas y protocolos que parecen moverse entreel exorcismo de la metodología infalible –por cuanto apelaa un estándar universal en la resolución de conflictos– y lamenudencia de ‘microacuerdos’ que se harían realidad consolo firmarse.

Kepa Aulestia Urrutia

Lpoco consiguen ir mucho más allá. Cada vez que se in-tenta definir la paz con exactitud se vuelve la miradahacia la violencia, sus causas y orígenes, su naturaleza yefectos. Hasta el punto de que el esfuerzo por caracteri-zar con precisión la paz tiende a recrear el tiempo de laviolencia, reescribiendo su historia y el cuadro de res-ponsabilidades concurrentes. Por eso, cuando se tratade definir ‘qué es la paz’el interrogante se desliza hacia‘qué debería ser la paz’, remitiendo la cuestión al ámbi-to político; al terreno de las mayorías, del consenso ydel disenso.

El argumentario de la violencia presenta la paz comoalgo más que su ausencia, porque reclama algo a cambio:paz por territorios, paz con justicia, paz con derechos, etc.La ‘ética de la violencia’ se niega a poner en cuestión el usode la fuerza como un problema en sí mismo, por lo quetampoco está dispuesta a admitir que su ausencia se con-vierta en un fin en sí mismo para la sociedad. Cuando ETA yla izquierda abertzale han hablado de la «irreversibilidaddel proceso» sugieren que éste no se basa únicamente enla renuncia a la violencia, sino que contempla también suscontraprestaciones. ETA pasó de presentar la violencia comojusticiera a justificarla como necesaria y más tarde comoinevitable, sin que a día de hoy –ni de mañana– sus activis-tas estén autorizados a tacharla como injusta. Hasta la fe-cha no se ha hecho público un pronunciamiento tan auto-crítico como el que Sortu introdujo en sus estatutos delegalización, cuando a 31 de enero de 2011 se desentendíade quienes «fueron ilegalizados y disueltos por razón de suconnivencia» con la violencia.

"Es necesario valorar la paz que tenemos ahora porque tampoco se puede descartar que de tanto ‘artificiopolemológico’ pudiera empeorar por devaluación. No hasta el punto de que la violencia física se vuelva

una amenaza cierta, pero sí dando lugar a una sucesión de equívocos que concedan a la paz protocolizadavirtudes supuestas que resten valor a la ausencia de violencia. No puede haber una normativa de paz

que dicte sus condiciones y las condiciones de la convivencia si no adquiere una forma jurídica positiva."

33Galde 08 - udazkena/2015

La paz es un estadode cosas que pivota en

torno a la ausencia deviolencia física y de la coac-

ción derivada de ella. Ese es-tado de cosas ha de ofrecer una

razonable certeza de que la violen-cia física no volverá a darse, confir-

mando además que la eventualidad deque volviera en el futuro no sea utilizada

como argumento de coerción en el presen-te. Junto a ello la paz es también una sensación, porquesería imposible certificar su existencia si las personas queforman parte de la comunidad de referencia no se ven enpaz –es decir, en convivencia– o albergan –latente– algunaproclividad al uso de la fuerza.

La paz aparece como la superación de un conflicto en-tre enemigos, de una pugna entre el ‘nosotros’ y el ‘losotros’. La convivencia sería el estadio subsiguiente a esa‘paz física’. Sin embargo en Euskadi la violencia física sepracticaba simultáneamente a la existencia de una convi-vencia más que apreciable. La inmensa mayoría de la po-blación actuaba tan solo como espectadora de los actos deterror y de las manifestaciones que daban cobertura al mis-mo. Y ese terror se ejercía ante una población integradaconfortablemente en muchas facetas de la vida social. Nisiquiera la persecución ideológica desatada a mediados delos 90 acabó con semejante vivencia dual.

La ausencia de violencia no es suficiente para hablar depaz. La paz no es suficiente para hablar de convivencia. Laconvivencia no es suficiente para hablar de libertad. Podría-mos continuar la secuencia –recordando que la libertad no essuficiente para hablar de justicia, etc– y acabaríamos perdién-donos del todo. Cuando se devalúa la paz objetiva, entendidacomo ausencia de violencia, se reclama una paz trascendente,una paz que lo es todo o, en otro caso, una paz vencedora. Lapaz y la convivencia no pueden ni deben confundirse concualesquiera otras aspiraciones que alberguen sus actoresprincipales, incluso aunque éstas sean legítimas y formenparte de anhelos casi unánimes. Ni objetivos políticos par-tidarios, ni pretensiones de imbuir una determinada ética,ni intenciones de alcanzar una visión histórica irrefutable.

Para empezar es necesario distinguir la paz ‘realmenteexistente’ de eso que se ha dado en llamar «memoria com-partida». Diferenciar el ‘momento’ de la paz del ‘momento’de la memoria. Las cosas se han precipitado porque losadláteres del terror tienen prisa por preservar su pasado detodo juicio histórico o moral, y tratan de tomar la delanteraconvirtiendo el presente como resultado triunfal de «50años de lucha». Pero es necesario que la sociedad vasca sedé una pausa para la memoria. Porque una peripecia tanreciente no puede relatarse en función de los interesespolíticos de hoy o de mañana, sino que ha de ser narradapor historiadores o desde una revisión moral de cinco dé-cadas de pasado. No es imaginable una memoria más falsaque la resultante de una pretendida transacción entre «lascuatro sensibilidades políticas», a las que el Plan de Paz yConvivencia confunde como causa y solución al problemade la violencia.

Una cosa es que todo sea perfectible; otra muy distintaes que lo vaya a ser realmente. Es necesario valorar la pazque tenemos ahora porque tampoco se puede descartarque de tanto ‘artificio polemológico’ pudiera empeorar pordevaluación. No hasta el punto de que la violencia física sevuelva una amenaza cierta, pero sí dando lugar a una suce-sión de equívocos que concedan a la paz protocolizada vir-tudes supuestas que resten valor a la ausencia de violen-cia. Si de lo que se trata es de establecer un canon normativode lo que han de ser la paz y la convivencia, es imprescindi-ble que ello se ciña a la legalidad; a la legalidad vigente y alos cambios que se introduzcan en ella. No puede haberuna normativa de paz que dicte sus condiciones y las condi-ciones de la convivencia si no adquiere una forma jurídicapositiva.

Antes de nada es necesario catalogar las carencias eimperfecciones que presenta la paz en sí, la paz entendidacomo ausencia de violencia, la paz que ahora tenemos. 1)ETA no acaba de desarmarse. Se trata de una patética obs-tinación por ritualizar la entrega de sus restos. Un asuntomeramente simbólico que complicaría judicialmente a quienose participar en la liturgia. 2) ETA existe y parece que notiene intención alguna de disolverse formalmente. Seríainadmisible su pretensión de convertirse en un actor políti-co fuera de la ley y de las urnas. Un problema al que susresiduales activistas deberán responder ante los tribunalesy la izquierda abertzale tendrá que afrontar políticamentecomo lastre en su política de alianzas. 3) Hay 218 asesina-tos sin esclarecer en cuanto a su autoría material, lo queresulta especialmente lacerante para las víctimas de la vio-lencia reivindicada por ETA mientras las siglas subsistan sindetractarse. Aquí termina la historia de las imperfeccionesque presenta la unilateralidad de ETA. Insuficientes paradiscutir que la paz es esto que tenemos ahora, aunque nosea plenamente satisfactoria.

34 Galde 08 - udazkena/2015

MEMORIA Y MEMORIA Y os procesos de memoria colectiva constituyen una di-mensión fundamental en la construcción de la demo- cracia y de una cultura de respeto a los derechos huma-

Las memorias colectivas son plurales. Reflexiones entorno a la sociedad chilena y sus políticas de memoria.

Isabel Piper Shafir

su sufrimiento.Las conme-moraciones las recuerdancolectivamente por mediode rituales que preservan lasmemorias de sus vidas y so-bre todo de sus muertes,convirtiendo las fechas y lu-gares en las que estas ocu-rrieron como hitos de la me-moria colectiva. Los lugaresde memoria marcan estos si-tios ofreciéndole a los y lasausentes un espacio en elcual seguir habitando la so-ciedad, a sus familiares unlugar donde recordarlos/as,e interpelando a la sociedada no olvidar a las víctimas delterrorismo de Estado. Losarchivos conservan los tes-timonios de lo que les ocu-rrió y –al igual que los lugares de memoria– son utilizadoscomo parte de las estrategias educativas que buscan trans-mitirle a las nuevas generaciones aquello que nunca mástendría que volver a ocurrir: la violencia política.

Todo esto ha supuesto importantes avances para la jus-ticia transicional, ha contribuido a la reparación de las vícti-mas y a la elaboración de sus traumas, ha instalado en lasociedad chilena la convicción de que es necesaria una cul-tura del «nunca más». Pero ¿ha permitido profundizar yconsolidar nuestra democracia?, ¿ha contribuido a construiruna sociedad más justa, menos violenta, en la cual se res-peten los derechos humanos? Lamentablemente debo de-cir que no.

Aunque la memoria de las víctimas haya predominado,se sabe que no fueron solamente las víctimas directas de larepresión los únicos protagonistas de la historia de violen-cia política de nuestro país. Sin embargo, el protagonismoque las asociaciones de víctimas y sus experiencias direc-tas con la violencia tienen en las políticas de memoria, hacontribuido a opacar la importancia de las memorias de otrosgrupos que recuerdan desde otros lugares sociales.

Se conocen y se han investigado muy poco de «otrasmemorias», elaboradas por grupos o sectores de la socie-

Lnos. Esto es así no sólo por la función normativa de la memo-ria, es decir, recordar la violencia del pasado para que éstano vuelva a ocurrir, sino porque la memoria es un escena-rio de conflicto en el cual se negocian y construyen significa-dos sobre nuestros pasados, presentes y futuros posibles.

Las memorias colectivas constituyen uno de los proce-sos más complejos e interesantes de las sociedades quehan sufrido en su pasado reciente conflictos políticos vio-lentos. Aunque el ejercicio de dicha violencia acabe, las lu-chas por la memoria permanecen vivas y constituyen im-portantes espacios de acción política.

Mientras los debates sobre el pasado se mantienen vi-gentes, construimos activamente interpretaciones diversasque tienen importantes afectos sobre el presente y el futu-ro. A través de estos debates nos pensamos como socie-dad, nos constituimos como sujetos sociales complejos,dinámicos y cambiantes, abrimos futuros posibles y pro-fundizamos nuestras democracias.

Por el contrario, cuando las batallas de la memoria con-cluyen, cuando se conforma una memoria única, comparti-da por todos/as, y con pretensiones de ser un relato defini-tivo sobre pasado, entonces lo que se produce es un cierre,la clausurade un relato que pierde su carácter afectivo, quedeja de conmover, que fija sentidos y construye sujetosatrapados en identidades inmóviles.

Es precisamente lo que ocurre actualmente en Chile.Las memorias de las víctimas del terrorismo de Estado,que en un comienzo emergieron como versiones disiden-tes, se convirtieron en el relato hegemónico sobre el pasa-do reciente. Como muestra Peter Winn (2014) en su histo-ria de los procesos de memoria colectiva de Cono Sur, lalucha contra el olvido fue ganada, consolidando como me-moria hegemónica el terrorismo de Estado en una versión«reconciliada», factible de ser aceptada por sectores diver-sos – incluso opuestos– de la sociedad. La violencia políticapasó a ser aceptada por todos y todas como una tragediacompartida que nunca debe repetirse.

La figura central en este proceso es la víctima. Las co-misiones de verdad las identificaron y calificaron como ta-les, posibilitando que fueran ser sujetos de las políticas dereparación. Además escribieron su historia y legitimaron

"La legitimación de las víctimas como las voces autorizadas para hablar de la experiencia del pasado ha posibilitadonarrar una historia que había sido negada por las autoridades. Pero el considerarlas como un sujeto homogéneonos hace difícil reconocer la existencia de distintos tipos de víctimas con su diversidad de vivencias y memorias.

La existencia de una única voz autorizada para hablar del pasado tiene el efecto de silenciar otras voces,..."

35Galde 08 - udazkena/2015

A Y OLVIDOA Y OLVIDO dad que, aunque experi-mentaron los procesosde cambio y las disputasdel período, no tuvieronuna participación directaen ellos o al menos nofueron sus víctimas direc-tas. Me refiero por ejem-plo a las amas de casa, alos y las empleados/aspúblicos que por habermanifestado alguna opi-nión política fueron san-cionados por su grupo so-cial o incluso despedidos;o a aquellas militantes quea pesar de no haber sidodirectamente violentadassí sufrieron años de ame-nazas y miedo; o a los jó-venes que por ser muypequeños en esa épocao bien por haber nacidoluego del fin de la dicta-dura no vivieron en car-ne propia su violencia. La

mal y natural’. Una normalidad que, en ausencia de sangrevisible, no deja reflexionar en relación a las causas y efec-tos de la violencia (Lechner, 2002).

Esta misma sensación –la de ser testigos de la violen-cia de otros/as– es lo que le ocurre a las nuevas genera-ciones cuando se enfrentan a los relatos hegemónicos,ya sea a través de testimonios, de actos conmemorati-vos, de lugares de memoria u otros dispositivos. Dichosartefactos de memoria parecen tener tal autoridad sobrelos hechos del pasado que deja a los jóvenes sin voz pro-pia, obligados/as a aprenderse las memorias de otraspersonas que –con todas las buenas intenciones delmundo– tratan de trasmitirles. La situación no deja deser paradojal: las víctimas esperan de las nuevas gene-raciones que no olviden la violencia del pasado, que sehagan cargo de su legado y que sostengan el «nuncamás». Sin embargo a estas nuevas generaciones se lesquita toda posibilidad de agencia en la construcción dememorias propias. Se les pide que sientan propias las me-morias ajenas.

Los relatos sobre el pasado son construidos por diver-sos sujetos colectivos, por lo tanto no podemos esperarque no sean también diversos e incluso contrapuestos. Dadoque estos sujetos coexisten en un mismo contexto históri-co y social, también lo hacen las memorias que construyensobre una época o acontecimiento determinado. Vinyes(2009) sostiene que se trata de un pasado sin experiencia yque, por ende, no puede dejar de pasar. Un pasado quepermanentemente es revivido, creando posibles opcionesde resignificación y reapropiación para las generaciones másjóvenes que lo usan como una ayuda más para comprendersu presente.

Las memorias se construyen como narrativas diversassobre el pasado a partir de las condiciones del presente.Las distintas memorias se ponen en diálogo y entran enconflicto al disputar el estatus de legitimidad y verdad so-bre el pasado al que aluden.

Una de las cosas que hemos aprendido en nuestrasinvestigaciones sobre las memorias de la violencia políticaen Chile, es que es imprescindible considerar la existenciade múltiples y diversas memorias. También que es necesa-rio analizar el tema con una mirada amplia asumiendo lamultiplicidad y diversidad de las memorias colectivas, cons-truyendo políticas de la memoria inclusivas, que garanticenel derecho de recordar de sujetos sociales diversos. Una yotra vez nos hemos encontrado con la necesidad de am-pliar la mirada, de reconocer sus contradicciones y dejar debuscar una memoria única.

* Departamento de Psicología, Universidad de ChileBibliografía citada: Lechner, N. (2002). Las sombras del maña-

na. La dimensión subjetiva de la política. Ed. LOM; Vinyes, R. ed.(2009). El Estado y la memoria. Gobierno y ciudadanos frente alos traumas de la historia. Ed. RBA Llibres; Winn, P. (ed.) (2014).No hay mañana sin ayer. Ed. LOM.

otredad de esas memorias se define, al menos en parte,por referirse a sujetos sociales que no han sido activos enlas luchas y disputas por la memoria en el espacio público.Sus memorias permanecen en el campo de lo privado, perono por ello tienen menos importancia en la construcción denuestras realidades sociales.

Aunque el proceso de visibilización y hegemonizaciónde las memorias de las víctimas ha implicado grandes be-neficios para los procesos de democratización, su confor-mación en una memoria única tiene el efecto de excluiresas otras memorias. La legitimación de las víctimas comolas voces autorizadas para hablar de la experiencia del pa-sado les ha permitido el reconocimiento social que ha posi-bilitado narrar una historia que había sido sistemáticamen-te negada por las autoridades y sectores dominantes de lasociedad. Pero el considerarlas como un sujeto homogé-neo nos hace difícil reconocer la existencia de distintos ti-pos de víctimas con su diversidad de vivencias y memorias.Por otro lado, la existencia de una única voz autorizada parahablar del pasado tiene el efecto de silenciar otras voces,como las de quienes no fueron víctimas directas del terro-rismo de estado.

Es el caso de quienes, habiendo vivido las épocas deconflictos violentos no protagonizaron las experiencias le-gitimadas como memoria hegemónica. El sociólogo chile-no NorbertLechner (2002) se refiere a estos sujetos comotestigos de un naufragio ajeno, quienes construyen una me-moria de dolores y miedos cotidianos, sin discursos legiti-matorios, que asume lo acontecido como parte de lo ‘nor-

36 Galde 08 - udazkena/2015

ace ya tres años que ETA dejó su actividad terrorista.Es un buen momento de hacer balance de la evolu-ción de nuestra sociedad durante el tiempo transcu-

de reconocimiento y rechazo desu injusta actividad y el correlati-vo de la izquierda abertzale queaborde críticamente su pasado deapoyo a la misma– solo se produ-cirá si es asumida por nuestra ma-yoría silenciosa. Y es ella, en defi-

MÁS ALLÁ DE ETA: laGaloBilbao Alberdi*

H

"La inmensa mayoría de nosotros no hemos sido ni víctimas ni perpetradores.Hemos sido más bien viajeros que nos hemos encontrado en el camino con los malheridos

en la cuneta. Tenemos que superar miedos, prejuicios, seguridades y acercarnos ala víctima que sufre injustamente, sin preguntar qué ha hecho ella para encontrase así,

ni que características tiene (¿es de los míos?) ni qué nos puede pasar si nosparamos a atenderla sino qué le puede pasar a ella si no lo hacemos."

nitiva, y nadie más, quien establecerá los niveles de acuer-do a los que lleguemos en nuestro futuro inmediato.

Desgraciadamente, ahora que tanto se habla de la bata-lla por el relato de lo ocurrido, sospecho que la gran con-frontación no está entre quienes tenemos relatos diferen-tes sino entre todos nosotros, una minoría al fin y al cabo,y quienes son totalmente ajenos a la cuestión, no mirannada más que a su condición personal, han superado elpasado sin apenas pérdidas o con pequeñas molestias y sepreparan a un futuro en el que lo acontecido, por molesto,es mejor olvidarlo o, como suele decirse, está dispuesto a«pasar página» cuanto antes.

UN CONCEPTO: ¿UNA SOCIEDAD RECONCILIADA? Personal-mente creo que es distinto hablar de coexistencia, de con-vivencia, de concordia o de reconciliación. Entre nosotroshemos coexistido y seguimos haciéndolo. De hecho, esa«sociedad dentro de la sociedad»como los sociólogos hanidentificado al mundo del MLNV, es un evidente ejemplo dela misma y un argumento permanente frente a las teoríasde la fractura social en nuestro país. Los niveles de coexis-tencia han sido muy altos, como también, aunque menos,los de convivencia. Solamente en tiempos del asesinato deMiguel Ángel Blanco nos encontramos al borde de dichafractura pero, por suerte,o bien no hicimos caso a las lla-madas que la proponían o bien no era posible entre noso-tros deshacer todos los lazos que nos unían mutuamente.

Pensemos en al menos dos consecuencias de esto. Enprimer lugar, porque los niveles de convivencia han sidoimportantes, incluso en plena actividad de ETA, porque lamayoría silenciosa ha conseguido sobrevivir como si aquíno pasara apenas nada, ahora que no hay violencia, tampo-co queda la sensación de que hay mucho más que hacer.

rrido y de diseñar bocetos que adelanten su futuro inme-diato. La aparición de diversos, interesantes y polémicostrabajos al respecto, junto con la evidente limitación deespacio de estas páginas, me empujan a aproximarme a lacuestión mediante breves catas sin más intención que en-riquecer la reflexión y el debate social sobre algo que nosatañe de manera muy singular.

UN SUJETO: LA MAYORÍA SILENCIOSA. Frente a acercamien-tos que destacan otros sujetos como nucleares en la cues-tión de la convivencia –la propia ETA o su soporte social, laautodenominada izquierda abertzale, pasando por los par-tidos políticos, las organizaciones pacifistas o los colecti-vos de víctimas– creo que es especialmente importante eneste momento fijar la atención en la mayoría de la pobla-ción que constituye la sociedad vasca. Soy consciente deque es un sujeto difícilmente identificable, incluso su cali-ficación –«silenciosa»– está sometida a diversas y peligro-sas manipulaciones. Sin embargo, creo que respecto a loslogros de convivencia en nuestro contexto, es el sujeto de-terminante. Es esa misma mayoría silenciosa la que haposibilitado que, aunque ETA era mínimamente apoyada ymayoritariamente rechazada por nuestra sociedad, pervi-viera (y aún lo hace) durante cinco décadas. Es la mismaque sostiene y valida el tránsito entre la distinción demó-crata/violento del Pacto de AjuriaEnea a la de nacionalista/constitucionalista que tanto ha enturbiado nuestra convi-vencia al comienzo del presente siglo.No me cabe duda deque la imprescindible deslegitimación de la violencia vivida–y dentro de ella, el deseado y necesario manifiesto de ETA

MÁS ALLÁ DE ETA: la

37Galde 08 - udazkena/2015

En segundo lugar, sin conciencia de esta ausencia, de loque todavía falta por conseguir, las apuestas por mejorarcualitativamente las relaciones sociales no gozan de granpredicamento en la mayoría y, consecuentemente, no fuer-zan a la toma de decisiones que llevarían a más altas cotasla vida social: ni ETA ni el MLNV se van a sentir socialmenteobligados a lo que moralmente deberían verse impelidos,como es la petición de perdón por el mal causado y laresponsabilización por sus consecuencias.

Más complicado que coexistir y convivir es llegar a ni-veles apreciables de concordia, de acuerdos significativosentre las distintas sensibilidades políticas de nuestro país.El pobre balance a mitad de legislatura de los «microacuer-dos» transversales logrados nos indica que no hemos avan-zado mucho.

Y qué decir de la reconciliación. Si bien es cierto que losprejuicios hacia ella como categoría social han desapareci-do al menos en la misma proporción que la acción violentaen la calle, sin embargo no se pueden presentar muchosindicadores sociales de su presencia entre nosotros.

UNA TAREA AL ALCANCE DE LA CIUDADANÍA. Trataré de es-pecificar unas pocas actitudes básicas queson asequiblespara quienes conformamos esa gran mayoría de nuestropaís en orden a colaborar activamente en la mejora de lacalidad de nuestra convivencia:

- Anteponer las comunes convicciones políticas prepar-tidarias a las diversas aspiraciones políticaspartidistas.Setrata de abordar la cuestión de la convivencia desde el

A: la tarea de la sociedadsincero y honesto esfuerzo de preguntarme primero por loque la sociedad demanda, sin prejuicios ideológicos y departido, dejando en segundo lugar las legítimas aspiracio-nes políticas propias.

- Pasar de la crítica a la autocrítica. Habitualmente prioriza-mos mensajes de petición, interpelación y exigencia a otros.Ese no parece un buen camino. En estos momentos es im-prescindible mirarnos a nosotros mismos y hacer un sinceroejercicio de autocrítica sobre nuestras actitudes y compor-tamientos todos estos años. Es evidente que no todos he-mos actuado de la misma forma, ni tenemos la misma res-ponsabilidad en lo ocurrido. Pero es necesario que cada unonos preocupemos de nuestros propios errores y lo exprese-mos de una manera pública, en nuestro ámbito cercano.

- Sustituir la indiferencia por la compasión. La inmensamayoría de nosotros no hemos sido ni víctimas ni perpetrado-res. Hemos sido más bien viajeros que nos hemos encontradoen el camino con los malheridos en la cuneta. Tenemos que

superar miedos, prejuicios, seguridades y acercarnos a lavíctima que sufre injustamente, sin preguntar qué ha he-cho ella para encontrase así, ni que características tiene

(¿es de los míos?) ni qué nos puede pasar si nos paramos aatenderla sino qué le puede pasar a ella si no lo hacemos.

- De la confrontación a la concordia. Durante todos estosaños, quien más quien menos, se ha enfadado o enemista-do con otros convecinos. El enfrentamiento ha dado lugarmuchas veces a rupturas de relación, a distanciamientos, aindiferencias despectivas. Éste es un momento especialmen-te indicado para superar la confrontación y pasar de la meracoexistencia a una concordiaque reclama volver a recuperarconjuntamente espacios abandonados, proyectos rotos,amistades perdidas.

CODA: LA REFERENCIA INELUDIBLE A LAS VÍCTIMAS. Aunqueen esta breve reflexión he querido centrarme en la mayoría,quiero terminar fijándome en las víctimas, para subrayar sucarácter referencial en la cuestión de la convivencia, al me-nos en dos aspectos. En primer lugar, es de justicia recono-cer que algunas de las iniciativas más significativas en rela-ción a una sociedad justa y reconciliada han tenido a lasvíctimas como protagonistas principales (víctimas educado-ras en las aulas, encuentros restaurativos entre víctimas yvictimarios, encuentros entre víctimas de distinto perpetra-dor…). En segundo lugar, la reconciliación a la que podamosllegar entre nosotros nunca se podrá hacer contra las vícti-mas, será incompleta sin ellas, insuficiente simplemente conellas y solamente adecuada si la diseñamos y realizamosentre todos ydesde ellas.

*Profesor de Ética. Universidad de Deusto

A: la tarea de la sociedad

“El Zulo”,escultura deVíctor Ochoa

que homenajeaen Cartagenaa las víctimas

del terrorismo.

La sociedad vasca, ¿d

38 Galde 08 - udazkena/2015

e ha convertido en un lugar común considerar que,tras décadas de terrorismo, en Euskadi se ha instala-do la tentación de pasar página sin dedicarle medio raffe político y mediático que ha provocado no solo por las

medidas en él contempladas, sino también por la continuaalusión en el mismo a las víctimas de todas las violencias.Cuando se le concretan, la población comparte algunos delos principales objetivos del Plan ambiguamente formula-dos: investigar en profundidad las denuncias por tortura,potenciar y completar el proceso de reconocimiento y repa-ración de las víctimas del terrorismo -ampliándose dichoreconocimiento a quienes sufrieron violencia estatal y pa-rapolicial- y establecer una interpretación del pasado re-ciente compartida por todos/as. Mientras, aquello que tie-ne que ver con el futuro de los presos de ETA provocaposturas muy encontradas. Casi la mitad de la poblaciónvasca aboga por el cumplimiento íntegro de las penas, peroprivilegiando la fórmula del acercamiento a sus respectivoslugares de residencia, es decir, la ruptura con la dispersióncomo política penitenciaria. Entre las personas que defien-den procesos de amnistía, adquiere una especial fuerza laopinión de quienes se la otorgarían a los presos arrepenti-dos que no tengan a sus espaldas delitos de sangre. Eldiscurso firme en cuanto al cumplimiento de penas lo pro-tagoniza el electorado de UPyD seguido ya a una ciertadistancia del de PP, del de PSE y aún más del de PNV;entre los simpatizantes de la formación jeltzale el cumpli-miento de condenas tiene bastante más peso que las dife-rentes versiones de la amnistía.

Hay determinadas iniciativas políticas que en teoría sehan puesto en marcha -casi siempre sin el suficiente con-senso- para combatir la tentación de la amnesia. Es el casode la introducción de testimonios de víctimas en las aulas,gestada al calor de informes como el del Ararteko (2009),en el que se insistía en la persistencia de actitudes legiti-madoras de la violencia entre la juventud vasca. Tal iniciati-va cuenta hoy con el apoyo de los votantes del PSE y delPP y, en menor medida, del PNV. Las bases de EHB y deUPyD la rechazan, pero por razones diametralmente opues-tas: la autodenominada izquierda abertzale la invalida por-que considera que no van a estar presentes «todo tipo devíctimas» para reflejar su falaz relato sobre lo ocurrido enEuskadi de acuerdo a la teoría de los dos bandos enfrenta-dos en un conflicto bélico; UPyD denuncia la perversiónque tales encuentros pueden alimentar si terminan equipa-

La sociedad vasca, ¿dIzaskunSáez de la FuenteAldama1

Sminuto a reflexionar sobre qué (nos) ha ocurrido y por quése ha producido. Y haciendo de la necesidad virtud, que, alfin y al cabo, por duro que sea para las víctimas, es lo queha acontecido en situaciones semejantes en otros puntosdel planeta. Contrastar ese fondo argumental exige dispo-ner de algún tipo de evidencia empírica. Veamos si los re-sultados de las últimas encuestas nos arrojan luz en esteasunto y a partir de ahí aportemos claves para la reflexión.

Para la ciudadanía vasca hoyla violencia no es un pro-blema, dato que consolida una tendencia advertida ya enlos sondeos demoscópicos desde 2010 y la mitad de lapoblación cree que la predisposición de ETA y su entornode poner fin a la violencia es real. Tales percepciones resul-tan plausibles en un escenario en el que los atentados, lossecuestros, la extorsión y la violencia callejera, salvo deter-minados conatos a cargo de grupos heterodoxos, han des-aparecido. Mayoritariamente, la gente está preocupada porel paro, la situación económica y la corrupción. Pero aún noalcanza la barrera psicológica del 50% la proporción depersonas que piensan que la izquierda abertzale está dis-puesta a aceptar las reglas del juego democrático y, ade-más, la discrepancia entre nacionalistas y no nacionalistasresulta decisiva.

Si la libertad de expresión se erige en una condición deposibilidad del derecho a tener derechos, en la actualidadla población tiene una mayor sensación de libertad parahablar de política con todo el mundo y disminuye significa-tivamente el miedo a participar en actividades relacionadascon ella: a comienzos del siglo XXI, la «espiral del silencio»era una realidad, ya que nada menos que un 45% de lasociedad pensaba que había que actuar con cautela (hablarsolo con algunos) y una cuarta parte se sentía amordazadapor completo (no hablar con nadie). En estos momentos,los porcentajes son del 33% y del 12%, respectivamente;tales actitudes de déficit de confianza siguen afectandopreferentemente al electorado no nacionalista, blanco di-recto de las iras de ETA y del autodenominado Movimientode Liberación Nacional Vasco (MLNV) sobre todo durantela época de la socialización del sufrimiento.

Ciudadanos y ciudadanas vascas desconocen el Plande Paz y Convivencia del Gobierno Vasco a pesar del riffi-

"Renunciar al uso de la violencia ha supuesto la socialización en la autodenominada izquierdaabertzale de una consigna puramente utilitarista e instrumental respecto del cese de las estrategiasde acoso e intimidación. Semejante transformación estratégica resulta factible porque la izquierda

abertzale dispone de una sociología tan integrada en el status socioeconómico vasco que no planteaproblemas de inclusión como en cambio sí ha sucedido en el caso irlandés."

ca, ¿demanda un pacto por el olvido?

39Galde 08 - udazkena/2015

rando víctimas y verdugos. Los centros escolares que hanparticipado de la experiencia la han valorado positivamenteen términos de obligación ética, alejada del odio y del re-vanchismo, para con las nuevas generaciones; lo cual noobsta para que haya que denunciar cualquier intento deadulterar los fundamentos éticos del programa o su usopartidista. Otra iniciativa relevante, siguiendo procesoscomo el irlandés, ha sido la de los encuentros entre vícti-mas y exmiembros de ETA. La mitad de la ciudadanía valorasu contribución a la normalización de la vida política. Di-chos encuentros de carácter restaurativo son mayoritaria-mente respaldados por las bases de EHB, PNV y PSE y defe-nestrados por UPyD; los votantes populares muestran unaprofunda división de opiniones. Por último, la creación deun centro de la memoria con sede en Euskadi desvela denuevo una opinión pública fracturada, pero también indife-rente en un porcentaje significativo: la fractura reproducesocialmente el debate político en torno a quién debe serconsiderada víctima (víctimas del terrorismo/todo tipo devíctimas de intencionalidad política), el periodo que se pre-tende recordar (desde la primera víctima de ETA, desde la

guerra civil y el franquismo) y quién debe liderar el proyec-to (Gobierno Vasco/Gobierno Central); la actitud indiferen-te, por su parte, puede ser fruto de cierto pasotismo indivi-dualista («a mí qué más me da»), pero también deldesconocimiento sobre el tema.

El espejo que los sondeos de opinión nos trasladan sobrela sociedad vasca invita poco a la complacencia. La tenta-ción de pasar página está ahí y se puede convertir casi enuna profecía autocumplida si una determinada manera desatisfacer el derecho de todas las víctimas a la verdad, a lajusticia y a la reparación, de buscar una memoria comparti-da o de tratar el asunto de los presos hace creíble para elconjunto de los/as ciudadanos/as y sus generaciones másjóvenes un relato que, al confundir a las víctimas con losvictimarios en un equívoco manto de responsabilidad co-lectiva, desvele profundas fallas éticas. No debe quedarmargen para la socialización del discurso de algunos repre-sentantes políticos e institucionales sobre la necesidad deque todos reconozcamos haber cometido errores, hacien-do uso de una cierta equidistancia que, consciente o in-conscientemente, puede facilitar la exculpación de quieneshan cometido crímenes. Ciudadanos y ciudadanas -y paraello queda aún mucho camino que recorrer- deben estaratentos y profundizar en la deslegitimación de cualquierdiscurso nihilista, exculpatorio, contextualizador, contem-porizador con la violencia ejercida durante décadas o queconsidere al entramado radical agente determinante de unasituación de no violencia.

Por otro lado, el entorno del MLNV, que es una partesignificativa de la sociedad, no parece de momento dis-puesto a emitir un juicio ético autocrítico. El aval que estánconsiguiendo en las urnas -síntoma de su grado de pene-tración social- ha frenado la asunción de responsabilidadética por el daño causado. Se han dado ciertos gestos deacercamiento a algunas víctimas de ETA, pero de formaindividual, tibia y mediatizada por la posición ideológica dela persona asesinada o el posicionamiento de sus familia-res y asociaciones frente a la situación actual. Renunciar aluso de la violencia ha supuesto la socialización en la auto-denominada izquierda abertzale de una consigna puramen-te utilitarista e instrumental respecto del cese de las estra-tegias de acoso e intimidación. Semejante transformaciónestratégica resulta factible porque la izquierda abertzale dis-pone de una sociología tan integrada en el status socioeco-nómico vasco que no plantea problemas de inclusión comoen cambio sí ha sucedido en el caso irlandés.

1 Politóloga y socióloga. Miembro del Centro de Ética Apli-cada de la Universidad de Deusto.

ca, ¿demanda un pacto por el olvido?

ETA en el cine

Paisaje después de la batallaETA en el cine

Paisaje después de la batalla

40 Galde 08 - udazkena/2015

n un artículo que publiqué en el ya lejano año 1998 so-bre la representación de la violencia vasca en el cineseñalaba que «la posible desaparición de ETA podría lle-

pectadores por el cine politizado de la etapa anterior produ-jeron una reducción en el número de filmes, aunque siguie-ron apareciendo películas notables, como Sombras en unabatalla (1993), de Mario Camus.

En la década de 2000 renació el interés cinematográficosobre el terrorismo, sin duda a raíz del asesinato de MiguelÁngel Blanco en 1997 y de las sucesivas treguas de ETA,que parecían hacer posible una visión distinta de la que elcine había dado mayoritariamente hasta ese momento. Así,en 2000 se estrenaron Yoyes, de Helena Taberna y El viajede Arián, de Eduard Bosch. Del mismo modo que sucedió en2008 con Todos estamos invitados, de Manuel GutiérrezAragón, ambos filmes daban protagonismo por primeravez en el cine de ficción a las víctimas de ETA, que habíansido meros figurantes en las películas anteriores. La mis-ma apertura temática tuvo lugar en el documental, conproducciones estimables, como Asesinato en febrero(2001), de Eterio Ortega, o Trece entre mil (2005), deIñaki Arteta. Al mismo tiempo, la aparición de las vícti-mas de ETA en el cine convencional hizo que produccio-nes próximas a la izquierda abertzale reivindicaran el re-cuerdo de sus víctimas, con productos habitualmentedistribuidos en DVD, como Haizea eta sustraiak (2007), deIñaki Agirre. Puede hablarse así del inicio de una auténtica«guerra de memorias», que tiene en el audiovisual solo unode sus campos de batalla y que seguramente continuará enlos próximos años.

En resumen, en estas décadas el cine ha ido evolucio-nando, al mismo ritmo que la sociedad, desde cierta bene-volencia ante la violencia hasta posturas éticamente máscomprometidas. Si las primeras producciones ponían el én-fasis en las razones de los terroristas, las últimas, aun den-tro de un panorama heterogéneo, han ido acercándose cadavez con más compromiso a la tragedia de las víctimas, du-

Santiagode Pablo1E

var en el futuro a un mayor distanciamiento del problema ypor tanto facilitar la realización de películas que, sin renun-ciar lógicamente a los parámetros dramáticos y cinemato-gráficos, muestren una mayor hondura en el análisis hu-mano, político, histórico y social de la violencia en el PaísVasco». En la actualidad, tres años después del final de laactividad de ETA, es aún pronto para determinar hastaqué punto se ha cumplido dicho vaticinio. Sin embargo,ese giro positivo en la calidad de la representación audio-visual de la violencia en Euskadi creo que empezó a ser unarealidad ya en la década de 2000, coincidiendo con un cambiode rumbo en la actitud mayoritaria de la sociedad vasca conrespecto a ETA.

Si hablo de un giro en la calidad es porque la cantidad defilmes sobre el terrorismo vasco ha sido mucho mayor de loque habitualmente se cree. Aunque aún es un lugar comúnafirmar que ETA ha sido un tema tabú, apenas tratado por elcine español, en realidad cerca de cincuenta largometrajes,documentales y de ficción, han llevado esta cuestión a laspantallas desde 1977 hasta hoy. Si a esta cifra añadimos unnúmero aún mayor de cortometrajes cinematográficos, detelefilmes, miniseries y documentales para televisión y deproducciones en vídeo y DVD, nos encontramos con un cor-pus audiovisual sobre ETA ciertamente notable. No obstan-te, es cierto que buena parte de estos filmes no se han ca-racterizado ni por su calidad ni por su hondura, lo queposiblemente ha influido en que tengan escaso éxito depúblico.

Fue sobre todo en los años setenta y ochenta –en elcontexto del politizado cine vasco de la Transición– cuandose multiplicaron las películas sobre la situación vasca, im-pensables durante la dictadura. Ello explica en parte la abun-dancia de filmes que daban una visión comprensiva o inclu-so proclive a ETA, que aparecía casi siempre como uninevitable producto del franquismo. Entre los cineastas queabordaron el tema destaca Imanol Uribe, que inauguró sularga carrera con El proceso de Burgos (1979). Junto a lasproducciones vascas, otras películas dieron también su par-ticular visión de algunas acciones de ETA, como el asesinatode Carrero Blanco, llevado al cine por el reputado cineastaitaliano Gillo Pontecorvo (Operación Ogro, 1979). En los añosnoventa, los cambios políticos, la búsqueda de temas másuniversales en el audiovisual vasco y el hartazgo de los es- "Todos estamos invitados"

"1980"

41Galde 08 - udazkena/2015

rante mucho tiempo olvidadas por la cinematografía. Sin em-bargo, esta evolución no ha sido exclusivamente vasca nisolo cinematográfica: en Euskadi, la literatura y otras arteshan evolucionado de forma muy semejante a la del cine a lahora de mostrar el drama de la violencia y de sus víctimas;asimismo, la diferente percepción del terrorismo a nivel in-ternacional desde la década de 1970 hasta nuestros días hainfluido también en cómo ha cambiado en ese tiempo el cinesobre las Brigate Rosse italianas o la Baader Meinhof ale-mana, por poner solo dos ejemplos de otras organizacionesterroristas.

Sin embargo, a pesar de esta evolución cronológica, laambigüedad ha sido característica de muchos de los filmessobre ETA, sin que haya una diferencia clara en el tratamien-to del terrorismo entre las películas vascas y las producidas

en el resto de España. Este hecho sedebe en parte a que el cine, como todoproducto cultural, puede ser interpreta-do de formas diversas y tiene un carác-ter más abierto que una obra historio-gráfica, al contar la Historia por mediode historias y de personajes concretos.Además, esa mirada ambigua es insepa-rable de los condicionamientos de los gé-neros cinematográficos empleados porlos cineastas al tratar este tema, que ani-

man a filmar muchas zonas grises, con el fin de darentidad dramática a la trama.

Las tres películas sobre la violencia vasca estrena-das en 2014 son un buen ejemplo de la diversidad deacercamientos posibles a esta cuestión. Lasa eta Za-bala, de Pablo Malo, cuenta una de las acciones másconocidas de los GAL. Se trata de un filme político,que acierta al denunciar un crimen execrable (más aúnal partir de quien debía haber empleado su esfuerzo enhacer cumplir la ley), pero no tanto al hurtar al especta-dor el contexto en que se produjo, hasta el punto deque ETA solo se menciona, casi por casualidad, ya muyavanzada la película. Fuego, de Luis Marías, es másuna película de género que un filme sobre ETA, su his-toria o sus motivaciones. Pese al interés de su plan-teamiento, este thriller sobre la venganza de una vícti-ma de ETA no llega a ser convincente, debido en parteal guión, a la puesta en escena y a la interpretación dealguno de sus protagonistas. Por último, Iñaki Artetarescata en el documental 1980 el testimonio de lasvíctimas olvidadas de los tiempos de plomo, al ser elaño que da titulo al filme aquel en que más asesinatoscometió la organización terrorista. 1980 es un produc-to necesario y notable, que acierta más al mostrar ellado humano de las víctimas y la necesidad de resarcir-las que al explicar la ideología de ETA o las supuestasrazones de su sinrazón.

Con sus aciertos y errores, la cosecha cinematográficade este año –a la que hay que sumar varios filmes más pen-dientes de estreno o en rodaje– indica que la historia de ETA,tras el «cese definitivo de su actividad armada», todavía se-guirá llegando a las pantallas. Y es de esperar que llegue conpelículas que, desde la libertad creativa de sus autores, nosayuden a recordar lo que de verdad ha ocurrido en el PaísVasco en las últimas décadas2.

1 Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad delPaís Vasco

2 Para conocer con mayor profundidad esta cuestión puede con-sultarse Santiago de Pablo, The Basque Nation On-Screen. Cine-ma, Nationalism, and Political Violence, Reno, Center for BasqueStudies-University of Nevada, 2012. Previsiblemente, la versiónespañola de este texto llegará a las librerías en 2015.

"Operación Ogro"

"Yoyes"

Tras la losa de ETA. Por una sociedad vasca justa y reconciliada.Javier Elzo, Madrid, PPC Edit., 2014.

«La prisa por escapar de este infierno tiene mucho de natural. Es la vida, que empuja, y laesperanza, que actúa como su gran turbo. Pero tiene también algo de patológico. Porque, aun-que nos cueste reconocerlo, padecemos en secreto una enfermedad bastante seria, el estragomoral de varias décadas de brazos caídos -o casi- frente al crimen y el matonismo» (del «Prólo-go» de Iñaki Gabilondo al libro de Javier Elzo).

Un gesto que hizo sonar el silencio.Ana Rosa Gómez Moral, Bilbao, Gesto por la Paz, 2013.

Una perspectiva histórica distinta de nuestro «conflicto» reciente, en este caso a través de laexperiencia personal, directa y cotidiana, de la autora en Gesto por la Paz. Una lectura obligada,desde la solidaridad con las víctimas del terrorismo y la deslegitimación permanente de la violen-cia, para cualquiera que se sienta llamado a participar, de una u otra manera, en las tareaspendientes en nuestro pequeño país.

Los ojos del otro. Encuentros restaurativos entre víctimas y ex miembros de ETA.Esther Pascual Rodríguez (coord.), Santander, SALTERRAE, 2013.

Un ejemplo de «justicia restaurativa», que concede un nuevo protagonismo a las víctimas,frente a la llamada justicia retributiva o punitiva,más centrada en la pena que debe cumplirquien ha perpetrado un delito, como supuesto pago a la sociedad. Una lectura emocionantede una experiencia humana maravillosa y reconfortante, totalmente alejada del griterío delclima político actual.

Sangre, votos, manifestaciones: ETA y el nacionalismo vasco radical (1958-2011)Gaizka Fernández Soldevilla y Raúl López Romo, Madrid, Tecnos, 2012.

Una propuesta de análisis para entender por qué apareció y se consolidó con tanta fuerza enEuskadi la violencia política del nacionalismo radical. Y también cómo este nacionalismo radicalfagocitó a todos los grupos de la extrema izquierda y a todos los movimientos y las luchasobreras, antinucleares y de mujeres. Una muestra del quehacer de una nueva generación dehistoriadores vascos abordando un tema particularmente complejo y discutido.

El tiempo de las lucesArnaldo Otegi, GARA EGUNKARIA, 2012.

Una extensa entrevista al ex-portavoz de Batasuna, todavía en prisión, firmada por el periodistaFermín Munarriz, donde el líder abertzale detalla el proceso del cambio de estrategia de laizquierda abertzale a partir de un análisis (¿autocrítico?) que llevó a este sector político a apostarpor el fin de la violencia de ETA.

Como pudo pasarnos esto. Crónica de una chica de los 60Idoia Estornés Zubizarreta, Donostia, EREIN, 2013.

Una crónica generacional, pero explícitamente autobiográfica y personal, de las últimas décadasen Euskadi, escrita con honestidad, lucidez, cariño y sentido del humor. Un amplio recorridodesde los años sesenta del siglo pasado de la Euskadi del 68 a la de la actualidad, del deslumbra-miento ante la épica etarra a la conciencia de la brutalidad y el crimen, desde una mirada yunpensamiento frescos y, sobre todo, libres.

Galde 08 - udazkena/201542