Hacinados

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Cuento corto. Literatura para leer en 15 minutos.

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HACINADOS

Ya era difcil hasta dormir, pegar un ojo se haba vuelto una cosa de vida o muerte. En el aire se senta la adrenalina, la desconfianza, la ausencia de ley.
El que era llamado Toro haba muerto hace unos das, slo quedaban cinco. Cuntos eran al principio? Difcil saberlo. Adems el hambre nublaba sus sentidos, inhiba su capacidad para recordar y estaba aniquilando su capacidad de discernir ahora mismo.
Cuntos eran al principio?
La panza le hizo ruido, los prpados le pesaban. Estaba obscuro, las puertas estaran cerradas. Calculaba que haba pasado ya un tiempo largo desde la ltima vez que les haban trado comida. Fue despus de que ese llamado Toro haba muerto, haba sido degollado a mordiscones. Pero ya estaran por traer la comida.
Ahora estaban cada uno de los cinco lo ms alejado posible, tratando de no dormirse.
Inclusive ya entes de lo del llamado Toro haban habido problemas. Cuando pasaban cerca y se rozaban se armaban disputas feroces que terminaban con sangre. Ya entonces la comida era poca, ya entonces haca mucho que no salan de esa penumbra que los encerraba. Ya entonces el espacio era tan poco que era difcil defecar sin que la hediondez inundara el lugar. Ya entonces haba heces y orn por todo el lugar.
Cuntos eran al principio?
No lo recordaba. Pero tampoco poda dedicarle mucho tiempo a eso, un momento que se distrajera poda ser fatal. Y sin embargo ella senta la necesidad de recordar. De volver a ver en su cabeza las imgenes de antes de este encierro. Pero ahora era todo penumbra en una mezcla repulsiva con olor a sangre, materia fecal, orn, sucio, podrido. Claro, podrido, olor a carne podrida. Lo poco que haba quedado de ese que llamaban Toro, no porque nadie lo comiera, sino porque ya sus dientes no daban para arrancar todo, se haba podrido.
Le pareci escuchar un ruido,qued expectante mirando hacia el lugar por donde entraba un hilo de luz. Los otros cuatro hicieron lo propio y se sinti un murmullo agnico.
Antes no sola ser as, pero ella cada vez lo recordaba menos. Haca un esfuerzo por retener ese recuerdo, pero una fuerza tan invisible como implacable se lo iba arrebatando de a grandes trozos. Antes no sola ser as, cmo era antes?
El ruido desapareci tan pronto como haba aparecido, junto con la esperanza de ingerir algo y calmar el dolor de estmago. La hendija de luz segua all inmutable.
Le pareca una eternidad desde la ltima ves que haban trado comida. Volvi a apoyar su cabeza sobre el suelo lleno de excremento, ya no haba lugar limpio, y trat de recordar lo de aquel al que llamaban Toro.

Inclusive le pareca recordar que ella tambin haba proferido mordiscos, que ella tambin se haba alimentado. Pero el hambre nublaba su entendimiento.
Ahora eran cinco, cinco enemigos, y antes cuntos eran? Qu difcil saberlo. Seran siete u ocho?
Los prpados se le cerraban. Levant la cabeza un poco para divisar la posicin de los otros. Los msculos del cuello, que apenas respondan, le dolieron. Los otros cuatro estaban tirados, inmviles, estaran vivos a esta altura? Lo estara ella?
En la imagen del ms cercano encontr un recuerdo. Difuso se catapult a su cabeza y la llen de imgenes sensoriales. Algo de verde, algo de juego. Record el sol. Se vio corriendo por la tierra con ese de ms cerca.
Luego, en su recuerdo, los otros aparecieron y jugaban, saltaban por encima de ella, proferan algunos suaves mordiscos y ladraban jugando. Recordaba felicidad. Tambin apareci ese al que llamaban Toro, l estaba all jugando. Sinti un ladrido ms fuerte y grave. Su madre los llamaba. Claro! Eran todos hermanos! Corrieron hacia las tetas y succionaron con fuerza saciando dulcemente el hambre.
Entreabri los ojos, estaban con lgrimas, estaban agotados. Estaba todo obscuro.
Aun senta el olor a tierra mojada y primavera cuando sus ojos comenzaron a acostumbrarse a la penumbra. Los cerr una vez ms y al abrirlos le pareci adivinar las cuatro siluetas de sus hermanos, recortadas burdamente en la penumbra, con movimientos casi imperceptibles, acercndose hacia ella. No tuvo fuerzas para levantar su cabeza.
Cerr los ojos nuevamente y volvi a ese lugar al aire libre, con sus hermanos, con su madre. S, estaban jugando. Los otros cachorros se acercaron ladrando, sus pequeas bocas, sus pequeos dientes, todo presto al juego.
Sinti un mordisco. Luego sinti que su muslo se desgarraba. El calor de la sangre reg su pata trasera. Con la ltima fuerza que le quedaba apret los prpados para volver a ese lugar verde.
Sus hermanos jugaban con ella y mordan de mentiras con sus pequeas bocas. A lo lejos, ese al que llamaban Toro los miraba echado en el suelo.
Poco a poco todo se fue nublando, se fue perdiendo. La imagen comenz a irse. Una obscuridad triste la rebals. Todo comenz a apagarse.
S, ahora poda contar, ahora lo saba, haban sido seis.
Eran seis.
En algn lado seguiran siendo seis.