Historia, Memoria y Archivos

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  • Terceras Jornadas de Investigacin en Antropologa Social, 2005 SEANSO -ICA - FFyL - UBA - ISBN 950-29-0848-1

    GRUPO 7. CONSTRUCCIN DE MEMORIA Y USOS DEL PASADO

    Coord inadores :Coord inadores :Coord inadores :Coord inadores :Coord inadores :

    Fernando Fischman y Ana Guglielmucci

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    Santiago lvarez e Ingrid de Jong

    III TERCERAS JORNADASDE INVESTIGACINEN ANTROPOLOGA SOCIALBuenos Aires

    3, 4 y 5 de Agosto de 2005

    BLAS CASTAGNANocturno en La Habana

    Ao 2004Madera policromada

    93.1 x 92 cm

  • Terceras Jornadas de Investigacin en Antropologa Social, 2005 SEANSO -ICA - FFyL - UBA - ISBN 950-29-0848-1

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    * Archivo General de la Nacin - UBA

    Historia, Memoria y Archivos

    Graciela Swiderski.

    I

    Los historiadores hablan de la memoria en un cierto sentido: en el que se refiere al rescate del pasado. No esinfrecuente todava que el concepto de memoria tienda a ser arqueologizado, y raras veces visto como proceso ycomo construccin social. Sin embargo, a partir de la dcada del 70, se dieron a conocer una serie de trabajosprovenientes de distintas disciplinas que comenzaron a ocuparse, desde diferentes perspectivas no siempre conver-gentes, de cuestiones tales como el rol de la memoria colectiva en la historia y en la constitucin de las identidades,la memoria y el olvido como fenmenos polticos y la incidencia de la memoria en las reconstrucciones del pasado.Por lo dems y desde hace ya varios aos, se ha abierto un campo terico multidisciplinario, llamado estudios dememoria colectiva, impulsado por las reflexiones sobre el impacto social y cultural de situaciones que causan ungran estrs y traumas colectivos o catstrofes sociales, como por ejemplo los genocidios, los regmenes autoritarios yla represin poltica y social. Estas discusiones intentan proporcionar una mirada distinta de la que se proponen losestudios dirigidos nicamente a comprender los impactos psicolgicos. En la memoria colectiva, ms que elrecuerdo o el registro exacto que las personas tienen sobre hechos determinados, interesa descubrir las representacio-nes simblicas que los individuos hacen sobre ellos.

    El concepto de memoria colectiva naci a principios del siglo XX en el terreno de la sociologa. Fue eldurkheimniano Maurice Halbwachs, con sus libros Les lieux de mmoire y La mmoire collective, el fundador de lasociologa de la memoria, y quien acu por primera vez en los aos 30, la nocin de memoria colectiva asociada aun grupo o a una sociedad, que reconstruyen su pasado a partir de sus intereses y marcos referenciales presentes. AHalbwachs se le debe el haber operado el pasaje del tratamiento filosfico realizado por Henri Bergson sobre elproblema de la memoria y su relacin con la percepcin, en trminos de psicologa individual, a una consideracinque, sin desentenderse del carcter filosfico de la cuestin, la rescribe en trminos de las ciencias sociales, poniendoen el centro del anlisis la determinacin social y construyendo su objeto en torno a la(s) memoria(s) colectiva(s)de los grupos (en especial la familia, la religin y la clase). Si la memoria humana es la facultad que confiere alindividuo el sentido de la duracin y una cierta espacialidad, Halbwachs extrapola esta idea del espacio tiempo alos grupos sociales. En Les cadres sociaux de la mmoire (1925), se esfuerza en demostrarle a Bergson, que todamemoria individual est integrada por una parte de los recuerdos elaborados por los diversos grupos sociales. A estoselementos, que tambin son parte constitutiva de la memoria individual, los denomina memoria social. Por lo tantohabra tantas memorias como grupos: la memoria colectiva es plural por naturaleza.

    Mientras Bergson concibe a la memoria en el horizonte de la duracin como funcin de la conciencia indi-vidual en el espacio entre accin y representacin, Halbwachs incorpora la lgica de los grupos en el contexto de untratamiento en el que las representaciones colectivas - que condicionan y posibilitan la actividad de la memoria -vinculan las necesidades prcticas de estos grupos con la inercia de la tradicin. De este modo la memoria, circunscriptaa una duracin corta y limitada a las generaciones vivas, se remonta a travs del pensamiento hasta un cierto lmite,concentrndose en las realidades idnticas a s mismas y percibiendo su duracin como continuidad entre represen-tacin y accin, pero sin que resulte proclive a percibir los cambios que ocurren en la duracin. La memoria acta,tanto en la interaccin del sujeto con un grupo real como con uno vago, aquel que imagina para situar susintereses en una cosmovisin. En la interaccin entre la memoria individual y la colectiva existe una reciprocidadtotal: se puede decir al mismo tiempo que el individuo se acuerda al situarse en el punto de vista del grupo y que lamemoria del grupo se manifiesta en las memorias individuales. La relacin entre el carcter individual y el colectivode la memoria ha sido y contina siendo fruto de intensos debates tericos.

    Para Halbwachs, en el juego de oposiciones entre Historia y Memoria, el objetivo de la primera es tender unpuente entre el pasado y el presente, restableciendo la continuidad interrumpida, mediante el registro de los acon-

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    tecimientos dignos de memoria que constituyen la tradicin y que exceden la restringida situacin espacio temporalde los grupos que animan y mantienen viva la memoria social. La historia es definida como la memoria universaldel gnero humano. Dado que es el recuento de hechos que han ocupado el lugar ms grande en la memoria de loshombres, resulta complementaria de la memoria de los grupos, y queda justificada por la necesidad de fijar porescrito los recuerdos que no permanecen vivos para ellos. La historia comienza en el punto en el que acaba latradicin, en el momento en el que se apaga o se descompone la memoria social. Desde esta perspectiva, la relacinHistoria - Memoria es entendida como ruptura, y la conexin entre ellas se establece sobre la base de la oposicinmarcada entre la memoria colectiva interesada en el presente, multiforme y portadora de un sentido de identidad y la historia interesada en el pasado, universal y portadora del sentido de la diversidad .

    Con posterioridad a la dcada del 20, la problemtica de la memoria se instal rpidamente en la sociologay en la etnografa. A partir de ese momento, comenz una obsesiva preocupacin por establecer las diferencias entreHistoria y Memoria. Mientras la primera era considerada como un saber acumulativo y exhaustivo, que analizaba ycontrolaba los testimonios, la Memoria era pensada como el sentido que otorgaban los contemporneos a los hechosdel pasado.

    Entre los historiadores, Marc Bloch (1925) fue quien situ el examen crtico de la memoria como objeto deinvestigacin. A fin de buscar un camino que orientara una redefinicin de la Historia, de su utilidad y de sufuncin prctica en el contexto de una crisis de legitimidad de la disciplina, replante buena parte de los contenidosde su historiografa, articulndolos a los mecanismos de transmisin de la memoria, a las fallas de la percepcin, a lacrtica a la tradicin y a la denuncia de los errores que se observan en la transferencia de los recuerdos colectivos. Lahistoria ya no es la memoria universal del gnero humano como pretenda Halbwachs; en todo caso aspirar a laconsecucin de una memoria universalista que expresa, antes que un encuentro con la tradicin, la necesidad deun examen crtico de los mecanismos de su transmisin y configuracin a travs de los recuerdos colectivos.

    Pese a los matices, Bloch encuentra en Halbwachs, un estmulo para el abordaje de cuestiones inexploradashasta entonces por el conocimiento histrico. Salvo por estas aproximaciones y algunos aportes valiosos de LucienFebvre, el tema recin sera abordado en profundidad con la llegada de la tercera generacin de la cole des Annales.

    Nora lo introdujo en sus cursos, junto a la historia del presente, dndole carta de ciudadana en sus obras LaNouvelle Histoire (1978) y en Les lieux de mmoire, un ambicioso proyecto de reconstruccin de la historia de lamemoria colectiva francesa, publicado a lo largo de varios aos (1984-92). En 1977, un estudio similar por sutemtica, fue objeto de un artculo del medievalista francs Jacques Le Goff, editado en castellano por Paids recinen 1991. Los dos venan adems de dirigir en 1974 la Triloga Faire de lhistoire, para la editorial Gallimard. Cabeaclarar que stos son slo algunos de los ttulos en los que ambos historiadores abordaron la conflictiva relacinentre la Historia y la naturaleza socialmente construida de la Memoria, enfatizando sus usos polticos, histricos yculturales.

    No es casual que los resultados de estos trabajos fueran difundidos recin a mediados de los aos 70, precisa-mente en el momento en el que la formacin de una Europa unida daba sus primeros pasos, relativizando fronterasy discursos nacionales que, en el caso especfico de Francia, fueron cimentados a lo largo de siglos, durante elproceso de consolidacin del Estado Nacin. Por aquellos aos, en la opinin de estos historiadores, Franciaestaba viviendo un verdadero momento memoria, que condujo a un cuestionamiento novedoso sobre el rol social delhistoriador y sobre la enseanza de la Historia, como desenlace de una crisis de los proyectos colectivos, de unamutacin cultural y de los inicios del proceso de globalizacin, que habra de poner en jaque a los estados naciona-les.

    II

    En el libro El orden de la memoria. El tiempo como imaginario, Le Goff recurre permanentemente a lasherramientas que le proporcionan la antropologa histrica y las teoras sustentadas por la Nouvelle Histoire, quepromovan una historia total y trabajaban sobre la base de estructuras globalizadoras de larga duracin.

    En esta obra ofrece a sus lectores la posibilidad de una visin diacrnica de los significados, soportes yalcances polticos de la Memoria, desde la invencin de la escritura hasta el inicio de la informatizacin de lassociedades. En un sentido ms etimolgico, la Memoria es presentada como un espacio simblico, como un campode tensin o de conflicto entre fuerzas distintas y hasta opuestas. Un territorio vasto en el se cruzan dos dimensiones.Por un lado, la ms individual de los recuerdos y la ms ntima de las experiencias personales (fantasas, sufrimien-tos, goces, afectos y miedos) y, por el otro, las referencias, valores, lenguajes y prcticas culturales que definen uncolectivo, ya sea una generacin, un grupo social, un gnero, una nacionalidad o un determinado momento hist-

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    rico. La memoria individual autobiogrfica se nutre de la memoria histrica de la colectividad. Adems de la condi-cin de alimento mutuo existente entre las memorias individual y colectiva, la segunda es capaz de generar procesosde revisin autobiogrficos o de modificacin del recuerdo de la experiencia vivida. De manera que convergenespacios diferenciados, tanto fsicos como simblicos: ficcin y realidad, registro e invencin, razn y emocin,subjetividad y objetividad, silencio y palabra. Si bien el autor reconoce la existencia de ambas, advierte a los lectoresque se ocupar especialmente de la memoria colectiva.

    Apelando a una frmula sinttica, Le Goff marca la relacin dialctica compleja entre la Historia de loshistoriadores y las mltiples formas de la Memoria, entendida como la capacidad de conservar determinadas infor-maciones, en las que entran en juego capacidades de orden psquico, que permiten a los seres humanos actualizarimpresiones o informaciones pasadas. Pero la memoria no es solo una funcin cerebral, a partir de la cual se operala adquisicin, la conservacin y la recuperacin del conocimiento de un individuo. Es ante todo un patrimoniomental, un conjunto de recuerdos que nutren las representaciones, aseguran la cohesin de los individuos en ungrupo o en una sociedad y pueden inspirar sus acciones del presente. Le Goff pone un nfasis especial en los aspectosde estructuracin, de autoorganizacin y de relectura de los recorridos de la memoria, cuyos fenmenos no son msque los resultados de sistemas dinmicos de organizacin, que existen en la medida en que la organizacin losconserva o los reconstituye (Le Goff, 1991).

    Siguiendo a Pierre Janet, sostiene que el acto mnemotcnico fundamental es el denominado comportamien-to narrativo, del que participa el lenguaje que, al igual que la memoria, es un producto social. La exploracin yexposicin de la memoria tienen que ver precisamente con este carcter narrativo, que funciona facilitando elencastre de sus elementos heterogneos, a fin de contribuir a la formacin de un tejido unificador de la diversidad.Tambin el filsofo Paul Ricur apel a la naturaleza social y pblica que encierra la mediacin lingstica, y que esimprescindible para la narracin de relatos y, por ende, para la construccin de la memoria. Nuestra relacin conel relato consiste, en primer lugar, en escucharlo: nos cuentan historias antes de que seamos capaces de apropiarnosde la capacidad de contar y a fortiori de la de contarnos a nosotros mismos. Para que el relato logre su cohesinnarrativa, es indispensable la mediacin del habla y el paso de la cohesin vital a la narrativa propia de la memoriainteriorizada.

    Asimismo ha destacado que el historiador es una parte de la produccin, de la construccin de la memoriahistrica, de lo que deduce que la memoria es una suerte de presente del pasado. En este sentido, Ricur se aleja deHalbwachs, Le Goff y Nora, para defender la tesis de la continuidad de la memoria con la historia. A diferencia delos recuerdos, fragmentados y desordenados, la memoria ofrece a los sujetos o a un colectivo, una continuidadindivisible, otorgando, o no, sentido a las acciones que se realizan en un presente vivo. La orientacin de estasacciones est sometida a una redefinicin continua en el hoy, debido a las influencias tanto de los significados quese otorgan a las experiencias acumuladas, como de los proyectos y deseos que encierra el horizonte de espera,paradjicamente un futuro imaginado o proyectado a partir de lo ya vivido.

    Por el contrario para Le Goff, pese a que la Historia suele ser considerada como una disciplina de memoriay a que las dos son un modo de seleccin del pasado y una armazn intelectual, Historia y Memoria son biendiferentes y, en consecuencia, no deben ser confundidas. Por momentos, las posiciones de ambas se aproximan casia una ruptura, porque en la misma constitucin de un campo histrico prefigurado por una prctica cientfica,subyace la idea de una delimitacin clara entre ellas. La memoria colectiva o social, que algunos tericos diferencianentre s, se distingue de la reconstruccin histrica, a la vez independiente y complementaria de la dinmica de lamemoria. En coincidencia, Nora afirmar: loin dtre synonymes, tout les oppose.

    Entre otros factores, la escritura - al menos en Occidente -, llev en los ltimos siglos a una progresivalaicizacin, intelectualizacin e historizacin de la memoria y a su inclusin en el tiempo. A la inversa, en el pasadola

    [] exclusin de la memoria del tiempo [separ] radicalmente la memoria de la historia. El esfuerzo derememoracin predicado y exaltado en el mito no manifiesta el renacimiento de un inters por el pasado, niun intento de exploracin del tiempo humano. [] As, siguiendo [esta] orientacin, la memoria puedeconducir a la historia, o bien alejar de ella. Cuando se pone al servicio de la escatologa, tambin ella se nutrede un odio verdadero y propio en la confrontacin con la historia (Le Goff: 1991, 146).

    Es que la escritura condujo a la memoria hacia la produccin de sentidos fijos e individuales y, por extensin,hacia la reiteracin infinita de una identidad definitiva e institucionalizada. Luego los imaginarios sociales moder-nos, a diferencia de las memorias tradicionales, se benefician de esa extraordinaria capacidad para configurar lossentidos en discursos que determinan las historias oficiales, sobre las que se asientan las naciones como comunida-des imaginadas. La escritura posee entonces dos funciones principales. Una es la potencialidad de comunicar a

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    travs del tiempo y del espacio, que otorga al hombre un sistema de narracin, de memorizacin del registro; la otraes la posibilidad de asegurar el pasaje de lo auditivo a la visual, lo cual permite reexaminar y verificar las frases y hastalas palabras aisladas.

    Si Le Goff aparenta sugerir una cierta genealoga, que ubica el nacimiento de la historia en los trabajos de lamemoria (existe una frontera dice donde la memoria se hace historia, y de hecho define a la historia como laforma cientfica de la memoria colectiva), substituye la relacin de fraternidad entre Clo y Mnemosine, propia deldiscurso mitolgico clsico, por una relacin de filiacin de la primera en relacin con la segunda. Sin embargo, nodeja de admitir que la historia retroalimenta la memoria, transformndose ella misma en una de sus fuentes mspoderosas. Ms an, seala que es funcin de la memoria, y por cierto de la historia, establecer los lazos entre elpasado, el presente y el futuro. Las sucesivas generaciones de historiadores no se limitaron a utilizar la memoriacomo fuente, sino que paralelamente contribuyeron a construir la memoria. Un texto historiogrfico puede conver-tirse bajo ciertas circunstancias, si bien especiales, en un texto cannico, en un libro de cabecera de uno o variosgrupos generacionales de una familia poltica u otros colectivos:

    () la Memoria, a la que atae la historia, que a su vez la alimenta, apunta a salvar el pasado slo para serviral presente y al futuro. (Le Goff: 1991, 183).

    Pese a que la memoria procura salvar el pasado, est lejos de ser, tal como se podra presumir, un simplerescate. Se trata de un proceso muy complejo, direccionado a actuar sobre el tiempo presente y a orientar el futuro.Marc Bloch ya haba criticado el carcter arbitrario de la separacin entre pasado y presente, proponiendo unanueva consideracin del tiempo histrico. El pasado es algo tan vivo como el presente, porque la representacin quela historia hace de l no se comprende fuera de un sentido, que es el sentido del presente. Al hacer memoria, o mejordicho, al reconstruir la memoria o al realizar un ordenamiento racional del pasado, necesariamente se apela alpresente. Y es difcil vivir el presente sin proyectar el futuro.

    Pierre Nora avanza un poco ms. Para l, la Historia se transforma en historia del presente, y su objetivodisciplinar radica en comprender la administracin general del pasado que realizan las actuales generaciones. As,preservando sus polos ms significativos, formula una historia crtica de la memoria. La memoria colectiva es unasuerte de residuo del pasado vivido por los grupos, o bien lo que estos grupos hacen del pasado. En la medida en quees imposible recordar todo, y a su vez las narraciones buscan construir un relato coherente, tanto la memoriaindividual como la colectiva, realizan una seleccin de hechos y significados, que deja indefectiblemente algunaszonas de penumbra.

    La diferencia entre Memoria e Historia reside entonces, en que la primera es ejercitada por los grupos vivos;encontrndose en constante evolucin y abierta a la dialctica del olvido y de la manipulacin. La memoria suponeigualmente una elaboracin de los hechos, es decir que las imgenes en las que cristaliza no siempre se correspondencon lo que fue la realidad histrica. En la conformacin de esas imgenes colectivas suelen intervenir agentes exter-nos, como los medios de comunicacin o la propaganda, pero tambin actitudes que provienen de la misma socie-dad, que se defiende apelando al olvido de lo que duele demasiado recordar. En efecto, la memoria es selectiva yfalible: tiene la tendencia a retener solo aquello que la conforta. En cambio la historia, se presenta como unarepresentacin problemtica e incompleta de lo que ya no existe ms. Pero si bien es una representacin del pasado,a diferencia de la memoria, que es afectiva, mltiple, acelerada y colectiva, demanda una operacin intelectual y undiscurso crtico. En tanto la Memoria se ubica deliberadamente en un absoluto, la Historia se sita en lo relativo.Implica la reconstruccin por un sujeto (el historiador) de un objeto (el hecho histrico), lo que la transforma enuna mezcla indisoluble de sujeto y objeto, sobre todo cuando se trata de escribir sobre el pasado reciente. Pese alpeso que porta el pasado para la generacin que intenta reconstruirlo, los historiadores deberan ser capaces deconservar lo que la memoria colectiva cancela, ya sea por dolor o por conveniencia del poder, con la finalidad dealcanzar una historia objetiva de la subjetividad.

    Segn Nora, existe una ntima relacin a establecer entre la historiografa, el patrimonio, la poltica, lassingularidades, los modelos sociales, los lugares de memoria y la representacin del espacio. Incluso introduce unaperspectiva bastante audaz y controvertida, que lo lleva a negar la existencia de una memoria verdadera en las socie-dades modernas, y a sustituirla por la nocin de lugares de la memoria, espacios abstractos o puramente simblicos,donde la memoria es alcanzada inexorablemente por la historia, desarraigndose del territorio de lo sagrado parasumergirse en el de lo profano, aunque sin renegar del carcter rememorador y de las prcticas conmemorativas deobjetos que pueden ser materiales (monumentos y panteones) como inmateriales (divisas, emblemas o palabrasclave). En tanto la memoria verdadera es templo, la memoria transfigurada por la historia, se materializa en losdenominados lugares de la memoria, distantes del carcter espontneo y omnipresente que atribuye a la memoriaverdadera. Estos lugares de memoria constituyen nudos problemticos que activan los recuerdos, los agrupan y a su

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    vez sirven de gua para la interpretacin de las dinmicas que adquiere la memoria colectiva en un grupo o comuni-dad. Pertenecen a diferentes dominios. Son al mismo tiempo materiales, simblicos y funcionales en grados diver-sos, ordenan o mantienen procesos sociales, y procuran huir de la historia deteniendo el tiempo, bloqueando lostrabajos de esclarecimiento, fijando un estado de cosas. Pretenden distinguir lo correcto de lo que no lo es. Ymarginando algunos aspectos e incluyendo a otros, buscan preservar el statu quo o desafan el orden establecido. LeGoff identifica estos lugares como lugares topogrficos (archivos, bibliotecas y museos); lugares monumentales(cementerios y arquitecturas); lugares simblicos (conmemoraciones, peregrinajes, aniversarios o emblemas) y luga-res funcionales (autobiografas, manuales o asociaciones).

    La memoria adquiere un ritmo, una direccin y un movimiento propios, que conducen a Le Goff a proponerla crucialidad del concepto (Le Goff, 1991). Esta crucialidad expresa una serie de nociones que se remiten mutua-mente: tiempo y espacio, soporte y sentido, memoria individual y colectiva, tradicin y proyecto.

    En su libro El orden de la memoria: El tiempo como imaginario, repasa la historia de la memoria en Occidente,integrando las tradiciones de la antigedad clsica y de la Edad Media sin duda la parte ms rica de la obra hastalos tiempos modernos y contemporneos. Para ello, establece las diferentes memorias presentes a lo largo de lahistoria y destaca las divergencias entre las sociedades grafas y con escritura, estudiando la memoria como fuente deidentidad individual y social y como objeto de lucha de las fuerzas sociales por el poder.

    En este derrotero a travs de la historia, Le Goff reconoce cinco etapas:1. La memoria tnica de las sociedades sin escritura, que reenva a los mitos de origen y a los conocimien-

    tos prcticos, tcnicos y profesionales, inherentes tambin a las sociedades agrcolas y artesanales, an cuandoposean escritura. Aqu la memoria, imbuida de una fuerte capacidad vital y creativa, se basa en una reconstruccingenerativa ms que en la pura repeticin palabra por palabra.

    2. El desarrollo de la memoria de la oralidad a la escritura, de la prehistoria a la antigedad, ligada enprimer trmino a las inscripciones conmemorativas, a la perpetuacin del recuerdo y a la publicidad de los actosheroicos de los reyes (epigrafa); y en segundo trmino, al surgimiento de los documentos escritos sobre soportesblandos. Se trata de una memoria fuertemente enraizada en el medio urbano, que por primera vez va dando origena la fundacin de instituciones de la memoria (archivos, bibliotecas y museos).

    3. La memoria medieval, un verdadero juego de equilibrio entre lo oral y lo escrito, y un terreno frtildonde conviven una memoria escatolgica, resistente al tiempo y a la historia, con la intensificacin del empleo dela escritura como soporte de la memoria. Las tres grandes religiones monotestas (judasmo, cristianismo e islamis-mo), de hecho autodenominadas Religiones del Libro, conferirn un valor creciente a este ltimo recurso. Si conel surgimiento de la escritura ya haba ocurrido una profunda transformacin de la memoria colectiva, los hombresmedievales se encargaran de cristianizarla, principalmente en el culto a la memoria de los muertos y de los santos.

    4. Los progresos de la memoria escrita, desde el siglo XVI a los tiempos presentes, dan cuenta de unproceso de dilatacin y de burocratizacin de la memoria colectiva, asociado a la imprenta, a la evolucin de laciencia y de la filosofa, y al afianzamiento en una primera fase del centralismo monrquico y ms tarde del Estado- Nacin. Gradualmente la memoria se fue historizando. Mientras la conmemoracin de la muerte era reemplazadapor el calendario de las instituciones, la celebracin del Absoluto ceda ante el culto al poder establecido. En elIluminismo, los diccionarios y las enciclopedias constituyen un claro paradigma de la potencializacin de la escritu-ra. Durante el Romanticismo, el resurgimiento del arte de la memoria viene acompaado por el auge de la literatura;por el furor conmemorativo de las fiestas, desde hace mucho tiempo desacralizadas y transformadas en instrumentode gobierno; por el esplendor de la estatuaria o de la memoria petrificada, y por la creacin de los grandes archivosnacionales y museos pblicos, ligados al poder poltico o al clero.

    5. Las mutaciones actuales de la memoria, marcadas por una verdadera revolucin documental, tributariade las computadoras, las calculadoras y las bases de datos. Los historiadores dependen en buena medida del desarro-llo de la archivstica de su poca y del grado de tecnificacin, que ofrece posibilidades nuevas para aplicar a lacuantificacin de datos. [El] hecho mismo de archivar documentos ha sufrido una revolucin con los ordenadores[...]; [y] el discurso de la informacin, fabricado por los nuevos medios, encierra peligros cada vez mayores para laconstitucin de la memoria, que es una de las bases de la historia (Le Goff: 1991, 11-138).

    Simultneamente, Le Goff acenta el significado poltico de la memoria y su relacin con el ejercicio delpoder. As como los psiclogos y psicoanalistas han alertado, en lo que atae al recuerdo y al olvido, sobre lasmanipulaciones conscientes o inconscientes ejercitadas sobre la memoria individual por la afectividad, la inhibicino la censura, del mismo modo la administracin de la memoria colectiva y hasta de lo no-dicho, de los silencioscargados de significado , se convirti en una de las grandes preocupaciones de las clases, de los grupos y de losindividuos que dominan y dominaron las sociedades. En una frase citada hasta el hartazgo expresa

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    [] la memoria colectiva ha constituido un hito importante en la lucha por el poder conducida por lasfuerzas sociales. Apoderarse de la memoria y del olvido es una de las mximas preocupaciones de las clases, delos grupos, de los individuos que han dominado y dominan las sociedades histricas. Los olvidos, los silen-cios de la historia son reveladores de estos mecanismos de manipulacin de la memoria colectiva (Le Goff:1991, 134).

    Si las clases y los grupos que dominan en cada nueva coyuntura histrica controlan en gran medida la formade presentar el pasado y recurren, entre otros medios, al consenso ideolgico para justificar y legitimar su domina-cin; es evidente que uno de los mecanismos ms importantes en la creacin de ese consenso, es la manipulacin ypermanente re - actualizacin de la memoria histrica dominante. Memoria histrica que por lo tanto y segn losreacomodos y cambios de las clases y grupos dominantes , ver ahondados o marginados tales o cuales de suselementos centrales, a la vez que reinterpretadas sus versiones anteriores. A la estructura general se le agregarnprogresivamente nuevos elementos, matices, seales o dimensiones surgidas de cada presente histrico especfico.

    En consecuencia, un problema a considerar es el de la delimitacin conceptual entre la memoria histrica dela sociedad, y la poltica de la memoria o memoria oficial, tal vez ms selectiva, mutante y deformada. Una adqui-sicin que se transmite y se transforma de generacin en generacin. Como ha puesto de manifiesto AngeloPannebianco, la identidad de los miembros de una formacin poltica est estrechamente vinculada con las funda-ciones, refundaciones o reestructuraciones (Pannebianco, 1990). Habra que desentraar hasta qu punto la memo-ria histrica colectiva tiene su principal basamento en la propaganda conmemorativa o es relativamente indepen-diente de ella. Diversos socilogos como Barry Schwartz o Gerard Namer han insistido en este carcter selectivo dela memoria histrica de las organizaciones. Adems de mostrar falsas continuidades, la seleccin de hechos y perso-najes del pasado permite asegurar la identidad del grupo, descartando lo que no resulta coherente con el presente deuna formacin. Entonces, la gran pregunta sera Cmo deben enfrentarse los historiadores a estas memorias plura-les que se refuerzan o se oponen y se anulan?. Probablemente Marc Bloch dira que hace falta examinar cuidadosa-mente cada prueba y decidirse en cada ocasin segn las necesidades de la causa.

    Es decir que al margen de los aadidos de memoria oficial, coexisten diversas memorias histricas colectivas y, porlo tanto, culturas polticas. Luego resulta decisivo el concepto de memoria dominante y memoria hegemnica. A efectosde afirmarse y legitimarse, las entidades nacionales se han valido siempre, y por cierto se valen todava, de la manipulaciny reconstruccin de los hechos histricos, fabricando mitos fundadores de las naciones y de la nacionalidad, a travs deversiones especficas de las guerras, batallas y procesos histricos, que en general tienden a ser exaltados como gestasgloriosas e intentan imponerse sobre los enemigos externos o internos. As, las naciones apelan a la fabricacin de unamemoria histrica de sus orgenes, de su evolucin o trayectoria, de sus fiestas y conmemoraciones, pero tambin de sussmbolos de identidad, de sus lugares de culto cotidiano, de sus rituales principales y de su particular panten de hroesy de villanos. Una memoria histrica que, si bien se establece en sus estructuras fundamentales conforme dicha nacinse afirma y se consolida histricamente, est tambin sujeta a un proceso de actualizacin y de redefinicin profunda, quela rehace y la reinterpreta continuamente en funcin de las circunstancias y de las necesidades de cada presente histrico.No obstante, la poltica conmemorativa del grupo dirigente dominante puede ser incongruente con la memoria de unoo varios grupos generacionales de la organizacin de la base de una formacin poltica. De la misma manera en que elpoder instituido se ha ocupado de confiscar la memoria colectiva; con frecuencia sus adversarios se han vengado mediantela destruccin de la memoria oficial, sumergindola en el olvido, un territorio anlogo al de la muerte. Los olvidados sonaquellos que estn realmente muertos, una sentencia que el cristianismo pronto tomara de los paganos.

    La memoria colectiva y la historia se aplican a dos tipos de materiales: los monumentos y los documentos.

    III

    En su libro El Orden de la Memoria, Le Goff trabaja sobre las siguientes tesis: a. El reconocimiento en tododocumento de un monumento. b. La negacin de la existencia de un documento objetivo, inocuo y primario. c. Elpensar el documento y el monumento como resultado de los esfuerzos de las sociedades por imponer al futuro voluntaria o involuntariamente una imagen de s mismas. d. La inexistencia del documento verdad, ya que llevadoa un punto, todo documento es mentira. e. La certeza de que los documentos son al mismo tiempo verdaderos yfalsos, porque ante todo son un montaje que debe ser desmontado, una construccin que debe ser desestructuradamediante el anlisis de sus condiciones de produccin. f. La necesidad de estudiar al documento monumentocomo una herramienta al servicio del poder.

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    El Documento, eleccin del historiador, y el Monumento, como heredero del pasado e instrumento paraperpetuar el recuerdo de las sociedades histricas, se ligan en una relacin harto compleja.

    El predominio de las fuentes escritas fue el producto de un proceso, a travs del cual, lo escrito se fuetransformando en el soporte de la memoria, al tiempo que se fueron desvalorizando las fuentes orales. En palabrasde Nora, la memoria verdadera, transformada luego en historia, fue la que dio lugar a una memoria archivstica.

    Para Le Goff, el documento escrito como fuente de la Historia, se consolid por sobre los dems testimoniosen dos etapas.

    En el siglo XVII, Jean Mabillon y los monjes benedictinos de Saint Maure, comenzaron la ardua tarea deorganizar los archivos documentales. Lejos quedaban los tiempos de los archivos ambulantes y de los primerosarchivos urbanos. Los mauristas fueron los iniciadores de la crtica aplicada a las fuentes escritas. Mientras Mabillonfundaba la diplomtica, Bernard Montfaucon hara lo propio con la paleografa griega. Sus trabajos se prolongarondesde 1650 a 1789, punto de inflexin que marc la cada de la monarqua, uno de los principales sostenes de SaintMaure. Estos conocimientos pasaron al Cabinet de Chartes, creado en 1759 como depsito central de todos losmanuscritos, legislaciones e impresos pblicos franceses. Su fundador, Jacob-Nicolas Moreau, ocup el cargo dehistorigrafo de Francia. Con pretensiones de objetividad cientfica dir que ha emprendido sobre los monumentila tarea de escribir

    la historia de nuestra constitucin y de nuestro derecho pblico, [] al reparo de las vicisitudes que produceel arbitrio. (Le Goff: 1991, 229.)

    La hegemona de la escritura en la investigacin histrica, coincidi con una cerrada alianza entre el Estadofrancs y la recoleccin y almacenamiento de los documentos.

    La segunda fase tuvo lugar en el siglo XIX, cuando se afianz la vinculacin entre Historia y el Estado Nacin, y cuando el positivismo haca ingresar a la historia en el crculo ulico de las ciencias, con una metodologaespecfica centrada en el anlisis de los documentos escritos, que se transformaron as en prueba concluyente de lasafirmaciones objetivas. La objetividad histrica quedaba garantizada por la evidencia del documento y sus tcnicasde lectura: la epigrafa, la paleografa y la diplomtica. Para el siglo XIX, el documento construido como tal, triunfde la mano de la escuela positivista y su victoria coincidi con la del texto. En 1790 la Revolucin Francesa habacreado los primeros Archivos Nacionales, abriendo el proceso de laicizacin de la memoria y liberalizando el accesopblico a sus documentos cuatro aos despus. De hecho, pareca que no habra historia sin documentos, conside-rados como el arma ms poderosa contra lo anecdtico, lo pintoresco, lo narrativo o lo retrico. Los estudios de lasfuentes orales y de las sociedades sin escritura, fueron relegados a otras disciplinas como la etnologa y el folklore. Lajerarqua de las ciencias resultaba de la jerarqua de sus fuentes y, a su vez, el documento por s mismo era unademostracin inequvoca de la jerarqua de las sociedades, desde las primitivas o analfabetas a las ms civilizadas ocon escritura. En efecto, la escritura marc inexorablemente el comienzo de la historia, rescatndola de la nebulosade la prehistoria.

    Si el vocablo documento procede del latn documentum, que deriva de docere: ensear, con el advenimientode la escuela positivista de fines del siglo XIX y principios del XX, lo que en rigor enseaba el documento, era laprueba del hecho histrico. Su objetividad no era un mero producto de la seleccin o de la intencionalidad delhistoriador a decir verdad un sujeto pasivo , no le era dada, sino que se presentaba por s misma. Segn Fustel deCoulanges, la lectura de los documentos deba desecharse si se realizaba con ideas preconcebidas, luego la nicahabilidad del historiador era

    [] extraer de los documenti todo lo que contienen y [] no agregarles nada que all no est contenido. Elmejor historiador es aquel que se mantiene lo ms prximo posible a los textos (Le Goff: 1991, 228).

    Para 1870, la Historia positivista francesa liderada por Seignobos, planteaba la necesidad de comprender lahistoria nacional, una historia constitutiva de la propia identidad. En este proceso de legitimacin del Estado,construido ya sea histrica o accidentalmente, el cientificismo impuso a la historia los procedimientos de las cien-cias experimentales y, por lo tanto, la dictadura de las fuentes.

    Cuando Mabillon en su De re diplomatica (1681), estableca definitivamente la crtica tradicional de losdocumentos de archivo (Bloch, 1949), que permitira separar la paja del trigo, lo autntico de lo falso, y eriga elconcepto de documento como fundamento de la historia cientfica, vale decir como prueba y base objetiva delrelato histrico; lo confrontaba con la nocin de monumento, del verbo monere: hacer recordar, avisar, ilumi-nar, instruir. Pero tanto Le Goff como Michel Foucault, sostienen que todo documento es a la vez monumento,porque aunque proteste su inocencia, es siempre manipulado por el poder. Es decir que lo que transforma a un

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    Grupo de Trabajo N7: Construccin de memoria y usos del pasado

    documento en monumento es su utilizacin por parte del poder. Lejos de presentase a s mismo con objetividad, ala larga consigue fugarse de la ilusin positivista, al contener una intencionalidad que, o bien es nacionalista, o bienes imperialista. Es que el concepto de texto nicamente puede comprenderse de una manera mucho ms amplia dela que, por cierto, no pueden excluirse la propia expresin del autor y el propsito de la sociedad que lo produjo.

    El documento no es una mercanca estancada del pasado; es un producto de la sociedad que lo ha fabricadosegn los vnculos de fuerzas que en ellas retenan el poder (Le Goff: 1991, 236).

    []

    Estados, ambientes sociales y polticos, comunidades de experiencia histrica o de generaciones lanzadas aconstruir sus archivos en funcin de los diversos usos que ellas hacen de la memoria (Le Goff: 1991, 179).

    []

    El documento no es inocuo. Es el resultado ante todo de un montaje, consciente o inconsciente [] de lasociedad que lo ha producido, pero tambin de las pocas ulteriores durante las cuales ha continuado vivien-do, acaso olvidado, durante las cuales ha continuado siendo manipulado, a pesar del silencio. [] El docu-mento es monumento. Es el resultado del esfuerzo cumplido por las sociedades histricas por imponer alfuturo - querindolo o no querindolo - aquella imagen dada de s mismas. En definitiva, no existe undocumento - verdad. Todo documento es mentira. Corresponde al historiador no hacerse el ingenuo (LeGoff: 1991, 238).

    Esto no significa desvalorizar el rol de los archivos, entendidos como el conjunto de documentos producidoso recibidos por una persona fsica o jurdica en el ejercicio de sus funciones. Esta nocin alude tanto para la historiacomo para la antropologa, al campo de la memoria colectiva, que la historiografa aspira a recuperar y a preservar.Coincidiendo con el archivista francs Michel Duchain, Le Goff ofrece su propia definicin de fondo documental,poniendo en valor el lazo de gestin entre los documentos de archivo y su interpretacin a partir de las cadenas deenlaces sincrnicos:

    El documento, el dato, ya no existen por s mismos, sino en relacin con la serie que los precede y los sigue:el suyo es un valor relativo que se ha de convertir en objetivo y no en vnculo con una inaferrable identidadreal (Le Goff: 1991, 233).

    Los archivos constituyen sin duda un centro de informacin excepcional. Una voluntad inteligente operasobre la base de un depsito de informacin recuperable, y una cierta capacidad de combinacin y programacin; lasactividades de combinacin y programacin, junto con los programas elaborados, se convierten tambin en informacindestinada a enriquecer la memoria. Sin duda, la memoria biolgica es intransferible, lo que hace que la memoria de losotros no pueda ser conservada, sino a travs de constancias que les fueron externas, inscriptas bajo la forma de signos uotras representaciones de la realidad, en materiales conocidos como documentos. Una sociedad sin memoria es, en elcomplejo internacional de las sociedades, algo parecido a un ente biolgico puro y simple, a merced de cualquier voluntadinteligente; y una voluntad social inteligente opera sobre la base de una memoria social, que en parte tambin es unamemoria documental. Pero como sealaba con razn Lucien Febvre

    Hay que utilizar los textos, sin duda. Pero todos los textos. Y no solamente los documentos de archivo en favorde los cuales se ha creado un privilegio: el privilegio de extraer de ellos, como deca el otro [el fsico Boisse] unnombre, un lugar, una fecha, una fecha, un nombre, un lugar, todo el saber positivo, conclua, de un historiadordespreocupado por lo real. Tambin un poema, un cuadro, un drama son para nosotros documentos, testimoniosde una historia humana, saturados de pensamiento y de accin en potencia... (Febvre: 2000, 29-30).

    Por su parte, Le Goff, sin perder de vista el valor de los archivos en la investigacin histrica, establece comoeje de la nueva crtica documental, la desestructuracin del documento (Le Goff, 1991). En el Prefacio de Tiempo,trabajo y cultura en el Occidente medieval (1978) dir: La historia se hace con documentos y con ideas, con fuentesy con imaginacin. La historia no es una mera interpretacin descarnada y desinteresada. Al contrario, es siempremediatizada por la tcnica del historiador, y su frontera se desplaza permanentemente entre el dato y la creacin,entre el documento y su construccin.

    En todo caso, si bien sabe que no se encuentra frente a una disciplina neutra y a pesar de las mltiples

  • Terceras Jornadas de Investigacin en Antropologa Social, 2005, ISBN 950-29-0848-1

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    posibilidades de interpretacin del discurso histrico, Le Goff no abdica de la pretensin de una objetividad cien-tfica. En el Orden de la Memoria, a partir de la expresin de Paul Zumthor quien, sin negar la existencia detradiciones monumentales orales, seala que lo escrito el texto es ms a menudo monumento que documento,Le Goff propone: por una parte y como ya se seal, el desmonte y la deconstruccin de los documentos monu-mentos, privndolos de su inconsciente cultural, y por la otra, el anlisis de sus condiciones de produccin, comopasos previos a la construccin de la Historia como ciencia. Para ello es ineludible rastrear a los creadores y a losdominadores de la memoria colectiva. Sin duda el saber histrico tambin se enriquece gracias al aporte del estudiode la manipulacin de los sucesos del pasado por obra de la memoria colectiva.

    IV

    Durante el siglo XX, la vieja historia y la narracin oficial, o punto de vista desde arriba, fue crecientementereemplazada. Como escribe Peter Burke, en su alegato en favor de la Nueva Historia, los documentos y registrosoficiales, evidencias del paradigma tradicional de la historia, sin duda ensean la perspectiva oficial, qu sucedeentonces, se pregunta Burke, con el punto de vista de los herejes y rebeldes y de los subordinados en general? (Burke,1999). Es decir de los vencidos. O, como dice Le Goff, de las masas durmientes. Para responder satisfactoriamentea esta pregunta, jug un rol crtico la historia oral, porque ms que carecer de voces, estos Otros, apenas tenidos encuenta por la historia oficial, carecan de escritura.

    [] nos damos cuenta de que, sobre todo desde que el aspecto econmico se ha vuelto primordial, lamundializacin desarrolla, crea o en todo caso exacerba la oposicin entre pobres y ricos o dominantes. El empobre-cimiento es un mal hasta ahora casi inevitable de las mundializaciones. [] Las mundializaciones no slo hanviolado las culturas, sino tambin la historia. Pueblos sin historia: esta expresin, inventada a menudo por loscolonizadores, ha herido a poblaciones que de hecho tenan una historia, a menudo oral, una historia particular, yque fueron realmente destruidas. La destruccin de la memoria, de la historia del pasado, es algo terrible para unasociedad.1

    La memoria es un elemento esencial de la identidad, y su prdida voluntaria o involuntaria, puede determi-nar perturbaciones graves en la identidad colectiva. Cada fuente, ya sea oral o escrita, es igualmente vlida y tiene susparticularidades de manifestacin discursiva. La historia puede hacerse con textos, y an a pesar de ellos.

    [] la actividad mnsica fuera de la escritura es una actividad constante no slo en las sociedades sin escritu-ra, sino tambin en aquellas que disponen de la escritura (Le Goff:1991, 135).

    Y citando a Lucien Febvre, Le Goff escribeLa historia se hace con documentos escritos, por cierto. Cuando existen. Pero se la puede hacer sin documen-

    tos escritos si no existen. [] Quiz, toda una parte, y la ms fascinante, de nuestro trabajo de historiadores, noconsiste propiamente en el esfuerzo continuo de hacer hablar las cosas mudas, de hacerles decir lo que solas no dicensobre los hombres, sobre las sociedades que las han producido, y de construir finalmente esta vasta red de solidari-dad y de ayuda recproca que suple la falta del documento escrito? (Le Goff: 1991, 231).

    Desde buena parte del siglo XX y comienzos del siglo XXI, la historia oficial fue abriendo paso a otrashistorias, y dejando atrs la historia centrada exclusivamente en el acontecimiento y en los grandes hombres (llmesehistoria poltica, diplomtica o militar); al tiempo que daba cabida, por ejemplo, a la historia cuantitativa o seriadaque tambin revolucion el uso de los documentos , a las historias de gnero, a las historias de las clases subalter-nas, a las historias de los marginales, en fin, a la historia de las masas, de las que solo se dispona de narracionescontadas por las lites. Paralelamente se han incluido nuevos temas, entre otros: familia, cultura popular, tradicinoral, enfermedad, fiesta, alimentacin, sexualidad, infancia, vida cotidiana, religiosidad popular. Las voces silencia-das, en su retorno, han hecho y estn haciendo pedazos el cuerpo histrico de la historia tradicional, al tiempo quevan poniendo en valor objetos y fuentes que antes eran consideradas menores (prensa, fotografa, literatura y artepopulares, entre otras), o simplemente excluidas de las fuentes histricas, tal es el caso de la cultura oral o de losdocumentos personales. Las fuentes orales en la moderna historia social son una forma de otorgar presencia hist-rica a aquellos cuyo punto de vista y valores han sido oscurecidos por la historia desde arriba. Le Goff dir que lamemoria de los testigos de los acontecimientos es le plus beau matriau de lhistoire (Le Goff, 1988).

    Inclusive la memoria misma, se ha convertido en un objeto de estudio por parte de los historiadores, como lodemuestran los numerosos trabajos sobre la memoria de los diferentes grupos, que se han multiplicado fundamen-talmente con posterioridad a los aos 80.

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    Grupo de Trabajo N7: Construccin de memoria y usos del pasado

    Despus que Le Goff y Nora sacaran a la luz sus ensayos sobre la historia y la memoria, han proliferado loslibros que llevan en sus ttulos la palabra Memoria porque, en efecto, la Madre las Musas, como la llamaba Vico, seha reconocido ltimamente como una gran puerta de entrada hacia la bsqueda del sentido de los comportamientosy las mentalidades, que subyacen en los textos del pasado, las lenguas, los testimonios orales, las imgenes, los ritos,la msica, los cdices, las huellas de las canciones y las arquitecturas, los trazos de los mitos, las ceremonias, loscantos. Hoy como ayer la Memoria ocupa el centro de la construccin de la identidad y de la evolucin de lassociedades.

    NOTAS

    1 Suerte y desgracia de las mundializaciones. El Pas Digital (http:// www. elpais.es). Sbado, 24 denoviembre de 2001.

    BIBLIOGRAFA:

    Bloch, Marc. (1974). Introduccin a la Historia. Mxico: Fondo de Cultura Econmica.

    Burke, Peter (1999) Formas de hacer historia. Madrid: Alianza Editorial.

    Febvre, Lucien (2000). Combates por la Historia. Barcelona: Altaya.

    Halbwachs, Maurice (1968). La mmoire collective, Paris: PUF.Halbwachs, Maurice (1976). Les cadres sociaux de la mmoire, Paris: Mouton.Le Goff, Jacques (1988). Histoire et mmoire. Pars: Gallimard.

    Le Goff, J. (1991). El orden de la memoria: El tiempo como imaginario. Barcelona - Buenos Aires: Ediciones PaidsIbrica S.A.

    Le Goff, J. (1991). Pensar la historia: modernidad, presente, progreso. Mxico: Paids.

    Le Goff, J. Suerte y desgracia de las mundializaciones. El Pas Digital (http:// www. elpais.es). Sbado, 24 denoviembre de 2001.

    Nora, Pierre (1993) Les Lieux de mmoire, Pars: Gallimard.

    Pannebianco, Angelo (1990) Modelos de partido. Madrid: Alianza.

    Ricur, Paul (1993) crire lhistoire du temps prsent. Pars: CNRS.