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Colaboran en este número

Gisela Baños, Gonzalo Escribano, Jorge Daniel Ferrera Montalvo, Jordi Gracia, Miguel Ángel Hernández, María Hernando Alocén

Comité de Redacción

Consejo de Redacción Gema Cuesta, Esther Gómez, Cristina Martínez, Eduardo Montoza, Patricia Pizarroso, Cristina Somolinos

Firma invitadaJordi Gracia: “Casi sin pensar”

Miradas“Sobre el panorama de la poesía actual y la música popular urbana”, por Gonzalo Escribano"EntreLíneas, un espacio de diálogo", por Raquel López López y Paula Mayo Martín

Biblioteca Clásica“Treinta años de frontera(s) anzalduescas”, por Alejandro Rivero-Vadillo

Inéditos

ReseñasDiálogo con las ArtesDe aquí y de alláAlrededoresPolifonías

VocesEntrevista a Miguel Ángel Hernández: " Arte y literatura", por Gema Cuesta y Fernando Larraz

ArtículosJorge Daniel Ferrera Montalvo: "Jorge Volpi: la trama del siglo”

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Índice

Firma invitadaJavier Helgueta

MiradasÁlvaro Ley

Biblioteca ClásicaSoledad Abad

InéditosYasmín Sadeghi

Diálogo con las ArtesJavier I. Alarcón

De aquí y de alláCristina Suárez

AlrededoresAlejandro Rivero

PolifoníasRaquel López

VocesPaula Mayo

ArtículosAdrián Iglesias

Dirección de ArteAinhoa Rodríguez

Diseño y maquetaciónAinhoa Rodríguez

Difusión y gestión webSoledad AbadAinhoa RodríguezVíctor M. Rodríguez

DirecciónFernando Larraz

CoordinaciónMaría ÁlvarezCristina Suárez

Contrapunto. Publicación de Crítica e Información LiterariaNúmero 45 (febrero 2018)ISSN: 2340-8081

CorrecciónYara Pérez

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Casi sin pensar

Por versiones muy indirectas supe hace ya muchos años que un profesor bastante desorientado

juzgaba mis libros como trabajos que nadie sabía demasiado bien lo que eran. Lo atribuí entonces a pura ignorancia, pero ahora quizá ya no lo haría. Las tentaciones que abre la perspectiva cultural sobre la literatura son indomesticables y a menudo laberínticas, de manera que la práctica de la biografía en los últimos años la he vivido como una extensión natural de la historia que había hecho hasta entonces. Hubo un momento en el que me pareció tan apasionante la peripecia de un individuo insertado en su sistema cultural como contar la peripecia de un grupo fragmentado en múltiples individualidades.

O quizá es al revés. Cuando me sentí más o menos seguro en una red de redes intelectuales, por ejemplo, la España del siglo xx, caí en la tentación de leerla desde la perspectiva de un solo individuo relevante o significativo, y en mi caso fue Dionisio Ridruejo. Su perfil

emitía destellos intrigantes y además había quedado capado para la historia de España, o al menos amputado. Existía como fascista y poeta, pero no como ensayista, autobiógrafo y conspirador antifranquista desde 1955. En mis libros anteriores —Crónica de una deserción, La España de Franco. Cultura y vida cotidiana (coescrito felizmente con Miguel Á. Ruiz Carnicer), Estado y cultura y La resistencia silenciosa— había asomado con fuerza, pero todavía sin la consistencia que luego cobraría para mí como excepcional ejemplo de integridad moral. De ahí que titulase el libro de 2008 La vida rescatada de Dionisio Ridruejo.

Cosa distinta es el estímulo que puede nacer de un encargo, y en este caso menciono tres que han condicionado en parte el trabajo de los últimos diez años, o casi. El casi consiste en el empeño de dedicar un libro a proponer visiones complementarias y no excluyentes sobre el exilio intelectual que veía mal reflejadas o apenas expresadas en la bibliografía académica vigente. De ahí nació la escritura puramente gratuita de A la

Firma invitadaintemperie. Exilio y cultura en España, y quizá esa misma gratuidad y la voluntad de oxigenar el patetismo interpretativo sobre el exilio explica la pésima recepción que obtuvo ese libro de 2010 entre parte de los expertos y especialistas en el exilio. Lo vivieron como un sabotaje a su trabajo y una traición al dolor y la razón del exilio cuando consistió sobre todo en ensanchar las perspectivas posibles sobre el exilio.

Pero volviendo a los encargos, y no a los autoencargos, la aventura más excéntrica fue mi participación en la historia de la literatura española que dirigió José-Carlos Mainer en Crítica, no por el resultado, sino por el compromiso agobiante de aceptar. Nunca le he dicho que a mí el encargo se me atravesó porque venía a interferir y a aplazar planes y proyectos que no tenían nada que ver con sumergirse durante dos años en un empeño salvaje como fue aquel. Nos salvó a Domingo Ródenas y a mí que nos los propusiese a ambos. Fue la mejor prueba de que somos una obvia pareja de hecho, cuando menos académica;

por eso hemos corredactado nuestra biografía compartida como autores en la contraportada de Pensar por ensayos en el siglo xx, publicado en la UAB.

Es obvio que de ningún modo se me hubiese ocurrido por mi cuenta emprender ese relato trabado de la literatura española desde la guerra hasta el presente, Derrota y restitución de la modernidad. Pero menos aún hubiese concebido en ningún caso la redacción de una biografía de Ortega y Gasset y, menos todavía, la de Cervantes. El primero nació de la temeridad de Taurus y un equipo de asesores de la Fundación Juan March (Juan Pablo Fusi y José-Carlos Mainer), y el segundo nació de la negativa de Francisco Rico a escribir la biografía de Cervantes que le propuso Taurus. La escribí yo sin pensar en Rico ni en Mainer ni en Cercas ni creo que en nadie porque no hubiese avanzado más allá de la primera línea si hubiese estado pensando en lo que dirían cualquiera de los tres. No salió al modo de la escritura desatada pero sí en libertad vigilada y tan aterido de frío como de miedo.

Jordi Gracia

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Sobre el panorama de la poesía actual y la música popular urbana

Puede que el título de este breve reportaje llame a confusión. Si quisiésemos explorar todo

lo que este plantea, acercarnos a las consecuencias de una verdadera revisión de las relaciones dinámicas entre la poesía contemporánea española y la música popular urbana, deberíamos llenar más y más páginas reseñando y analizando los diversos nexos que las unen, las intromisiones de tal y cual artista del uno al otro lado y a la contra, revisar en qué sentido podemos hablar de un panorama cultural que modula y modela las continuidades y discontinuidades entre tales manifestaciones artísticas, apuntar los modos en que las dos disciplinas (si es que podemos llamarlas así) se influyen mutuamente. Pero eso es harina de otro costal y un trabajo demasiado vasto para lo que ahora nos proponemos: llevar a cabo una breve revisión de cómo en los últimos años (y nos circunscribimos en nuestras pesquisas a la más rabiosa actualidad) música popular urbana y poesía están íntimamente conectadas.

Podríamos empezar nuestra revisión en cualquier fecha y lugar; esto es, en cierto sentido, un tanto aleatorio, puesto que las relaciones de las que hablamos no parecen tener solución de continuidad a lo largo de la historia reciente. Así que podemos revisar algunos de los más recientes “acontecimientos” de tan fructífera relación.

Sería desde luego interesante abordar las incursiones de ciertos cantantes en el mundo editorial español. Abundan hoy los libritos de poesía de los cantautores del tipo de Marwan o Diego Ojeda, que han entrado a formar parte de lo que podríamos llamar la poesía mainstream de la España del siglo xxi, con atractivas portadas de diseño e ilustraciones muchas veces meritorias. No entraremos aquí a valorar la calidad literaria de tales poemarios, que en cualquier caso han supuesto una gran masificación de la poesía entre el público adolescente, lo cual abre un debate muy interesante sobre qué significa la “democratización de la poesía” y si esta

Miradases inherentemente positiva. También algunos raperos y cantantes indie se han atrevido a enfrentarse a la página en blanco. Pero ese tema puede quedar para otro día.

Nos interesa más ahora referirnos a cómo la música popular urbana actual (sus letras) se puede considerar, al menos en parte, una manifestación poética de pleno derecho, muchas veces de mayor calidad que algunos poemarios que ven la luz en forma de libros. Esto, claro, no quiere decir que podamos perder de vista que el acompañamiento musical, ya sea más o menos afortunado, siempre aporta algo nuevo y distinto a la palabra cantada y que la propia melodía en que esta se inserta participa, de algún modo, de su significado y lo conforma. De cualquier modo, esto no es algo en nada nuevo; no deberíamos olvidar que la mayoría de la poesía de épocas pretéritas, o bien recibía acompañamiento musical, o bien era cantada, o bien se declamaba o recitaba en público. Ciertamente, lo que queremos decir con esto no es que toda la letrística sea necesariamente poética (cosa que tampoco descartamos), sino que una parte de las canciones que hoy en día escuchamos poseen un valor poético inherente, tienen una clara raigambre en el panorama poético español y beben de fuentes no necesariamente distintas a las de algunos poetas contemporáneos, y que desarrollan temas en ocasiones parejos. Todo ello con matices y teniendo

en cuenta la enorme complejidad de los dos mundos cuya relación tratamos aquí de glosar. Pero veamos algunos ejemplos que nos den buena cuenta de esta situación, no tan anómala, que estamos reseñando.

Gran parte del rap español de hoy tiene una carga poética innegable. El peso de las letras de algunos de los artistas que escriben en este estilo, que tiene además la peculiaridad de moverse entre el canto y la declamación, el uso reiterado de tropos y de figuras retóricas de todo tipo y el culto a los juegos sonoros, a figuras como la aliteración o la derivación, son elementos suficientes para advertir la hermandad entre este género de la música popular urbana y la poesía. Antes mencionábamos el hecho de que algunos raperos se han atrevido últimamente con la letra impresa; algunos de ellos pierden fuelle en las páginas de los libros, seguramente porque no se adaptan a un molde genérico distinto, carente de apoyo musical y que exige otro tipo de ritmo. Eso no obsta para reconocer la “poeticidad” de sus letras. Podríamos tomar como botón de muestra algunas de las canciones de Violadores del Verso y sus miembros, o explorar la obra de artistas que se han hecho un hueco en la industria de manera más reciente, como Juancho Marqués. Las referencias a la poesía en sí misma abundan, además, en las propias letras de estos autores. El cambio de la página al micrófono es

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un cambio de un registro a otro, de la oralidad a la escritura, que no siempre resulta natural, pero las semejanzas entre lo escrito y lo cantado no dejan de ser interesantes. No creo que fuese disparatado decir, por último, que el rap ha ejercido una gran influencia en ciertos poetas actuales.

En una escena que me es más conocida, la del indie, la situación es quizá más palpable. La polémica algo insulsa sobre el contenido político (o la ausencia de este) en sus letras, debería abordarse en otro lugar; preferimos aquí dedicarnos a asuntos menos estériles, dar unas cuentas pinceladas de lo que de poéticas tienen las letras de algunos artistas que escriben canciones dentro de esta amplia etiqueta (el indie) que no es en absoluto un género como tal. Algunas temáticas son, además, especialmente convergentes con las de la poesía contemporánea.

Muy significativo a este respecto es el último disco de Love of Lesbian, El Poeta Halley, que explora en sus magníficos versos la problemática de la creación y el creador, empleando reiteradamente la alegoría y creando una atmósfera cósmica que envuelve complejas cabriolas metapoéticas.

El “surrealismo abdominal”, como dice uno de sus versos, es lo que cultiva Guille Galván en algunas de las canciones de Vetusta Morla. Y es ya

bien conocida en el mundillo la ácida y desoladora mirada de un cantautor indie que hunde sus raíces en tradiciones poéticas diversas en todos los sentidos (de los novísimos a la poesía política sesentera pasando por Dylan y por la canción protesta francesa): Nacho Vegas, quien, por cierto, ha publicado en papel algunas memorables páginas de relatos, tan desoladoras y humanas como sus propias canciones. Aunque Vegas tiene también una potente vena de narrador, un pulso eléctrico para la épica, ya sea la de la devastación y la de la rebelión. Un rara avis, como ya dije en esta sección hace poco, es Ángel Stanich, que mezcla en sus letras la sátira y el absurdo con un cierto lirismo trasnochado. Comparte con Vegas el pulso narrativo, la sed de contar historias.

Más sutilmente lírica, urbanita y trascendental es la Christina Rosenvinge de Lo nuestro o La joven Dolores, con un universo referencial amplio y plagado de alusiones literarias. Pero la nómina podría seguir y sigue, aunque esto ya es cosa del lector.

En realidad, debemos poner de relieve que nos hemos circunscrito en este breve reportaje a un ámbito muy restringido de la música española actual y reciente. Un artista, del que ya se ha hablado alguna otra vez en estas páginas, en cuya obra confluyen poesía escrita y poesía musicalizada, lírica y música popular urbana, es Luis Eduardo Aute.

Gonzalo Escribano

También otros varios cantautores de su generación. Baste para mostrar una parte de lo mucho que aquí dejamos por mencionar. Y baste, todo lo dicho, para dar una simple y feliz pincelada de cómo

la música popular urbana y la poesía se juntan y se arrejuntan en nuestros tiempos. La poesía nunca estuvo (solen las librerías.

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EntreLíneas, un espacio de diálogo

EntreLíneas es una nueva revista de lingüística creada por jóvenes estudiantes que se plantea

como un espacio en el que se puede encontrar contenido divulgativo en reportajes, entrevistas o curiosidades relacionadas con la lengua, así como secciones de carácter académico en reseñas bibliográficas y artículos de investigación. Se trata de un proyecto interdisciplinar e integrador impulsado desde la Universidad de Alcalá y que se publica cada tres meses.

La revista surge como una iniciativa por parte, entre otras personas, de algunas integrantes de Contrapunto. Así, a partir de la experiencia de crear, cada mes desde hace años, dicha publicación, plantearon la posibilidad de contar con un espacio de diálogo en el que poder iniciarse en la investigación lingüística. La idea era similar, aunque la nueva publicación contaría con características propias, como la posibilidad de dar visibilidad a peculiaridades relacionadas con la lengua y que pueden sorprender a lectores no especializados. Así nace EntreLíneas, un pequeño proyecto en el que no se atiende a una disciplina en concreto, sino que se tienen en cuenta todas ellas para alcanzar, finalmente, un conocimiento más amplio de una misma realidad, como es la lengua. Esta revista

proporciona, al joven investigador, nuevos datos de disciplinas que le son desconocidas en profundidad, pero que pueden enriquecer su trabajo y su aprendizaje. En ese sentido, uno de los principales objetivos de EntreLíneas es favorecer la comunicación entre jóvenes lingüistas, hecho fundamental en el desarrollo científico, y ayudar en sus primeras publicaciones académicas.

El comité de redacción de EntreLíneas está compuesto por varios estudiantes de Grado, Máster y Doctorado de la Universidad de Alcalá y de la Universidad Complutense de Madrid. Cuenta con la dirección de Manuel Martí, profesor de la Universidad de Alcalá. Además, como hemos venido adelantando, la revista se articula en torno a siete secciones. Por un lado, se ha considerado un espacio dedicado a contenido de carácter divulgativo. En estas secciones se pueden encontrar reportajes sobre temas diversos relacionados con las últimas investigaciones y hallazgos en cualquier ámbito del estudio de la lengua. Por su parte, la sección titulada “Otras voces” se ocupa de las particularidades del componente lingüístico en diferentes obras artísticas del ámbito de la literatura, el cine, la música… Otra de las partes que se destinan a un público no especializado

es la de “Curiosidades lingüísticas”, en la que se incluyen aspectos que pueden resultar llamativos respecto de la lengua. Se incluyen, asimismo, entrevistas a personas destacadas en algún ámbito de la lingüística, además de varias secciones para las que se reserva un contenido más especializado. Estas últimas se componen de reseñas de libros y manuales de publicaciones actuales o de gran relevancia en alguna disciplina lingüística, así como una última sección de artículos académicos, en la que los jóvenes lingüistas en formación tienen la oportunidad de publicar sus trabajos en un espacio de diálogo interdisciplinar. Por último, desde el equipo de EntreLíneas se propone dedicar una sección al debate, en la que se expondrán dos posturas enfrentadas defendidas por sendos investigadores. Entre otros posibles temas, se pondrán sobre la mesa decisiones polémicas, tales como las últimas decisiones ortográficas de la Academia o la cuestión acerca de si existe el sexismo en el lenguaje.

Como se ha tratado de presentar en esta breve noticia, EntreLíneas ha sido creada entre jóvenes lingüistas que parten del hecho de que la lengua es un proceso que vive y se modifica con la sociedad que la utiliza como medio de comunicación y comprensión del mundo. Por esto mismo, no se ciñe a una única disciplina o principio científico excluyente, sino que trata de buscar un diálogo entre distintas concepciones y perspectivas relacionadas con el fenómeno lingüístico. De este modo, tal y como su propio nombre indica, la creación de la revista responde al deseo de establecer redes de conocimiento entre diferentes disciplinas, persiguiendo, en todo caso, un conocimiento más profundo de la lengua.

El diálogo científico, interdisciplinar e integrador desde el que se plantea como principio la revista tiene como prioridad la comunicación con jóvenes lingüistas pertenecientes a otras instituciones y centros superiores de investigación. Así,

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Treinta años de frontera(s) anzalduescas

El año pasado se cumplieron treinta años desde que la escritora chicana Gloria

Anzaldúa (Valle del Río Grande, Texas, 1942) publicara Borderlands/La Frontera (1987), quizás la obra poético-filosófica chicana más conocida fuera del ámbito de los estudios chicanos. En ella, Anzaldúa aborda, por medio de ensayos y poemas, los problemas identitarios que han caracterizado la óptica chicana a lo largo de la historia, presentando soluciones que no solo afectan al campo de la ontología, sino que son extrapolables al campo de la disidencia política. Borderlands/La Frontera nos habla de las muchas “fronteras” que lxs chicanxs se ven obligadxs a saltar en su día a día, fronteras físicas como la mexicano-tejana, fronteras culturales como la de ser mexicanx en EEUU y americanx en México e, incluso, fronteras “entre márgenes”, como la de ser mujer y lesbiana en un mundo mestizo que idolatra el estereotipo del macho. Aunque ha pasado el tiempo, la influencia que esta obra sigue teniendo en la literatura y pensamiento chicano

es innegable, pues no son pocas las recopilaciones de poesía, relatos y ensayos que se editan hoy en día con el adjetivo de “anzálduesco/a” adherido al subtítulo de la obra (sin contar la innumerable contribución académica), una producción que, a partir de las ideas de Borderlands/La Frontera, cuestiona y construye sobre los patrones diseñados por esta autora.

Sin duda, el aspecto que ha dado mayor fama a esta obra de Anzaldúa es la redefinición de la identidad chicana a través del concepto de “la nueva mestiza”, término que no solo actualizaba la identidad chicana creando intersecciones con dinámicas de género, sino que además reformaba por completo el acercamiento a la propia noción de ontología. Para ella, la conceptualización tradicional del mestizaje, desarrollada previamente por otrxs teóricxs del chicanismo, planteaba una aproximación esencialista a la realidad que vivían lxs chicanxs, atrapadxs entre el dualismo de lo mexicano y lo anglo. “La nueva mestiza” surge como una alternativa identitaria

Biblioteca Clásicasi bien EntreLíneas cuenta con un comité de dirección que, desde su sede en Alcalá de Henares y a través de reuniones periódicas, se compromete a participar regularmente en la publicación, las contribuciones externas son bienvenidas. En este sentido, desde el blog de la revista (https://entrelineasrevista.wordpress.com/) se puede acceder a los criterios y normas de estilo, informándose con ello de las características y extensión de cada una de las secciones. El colaborador externo solo tiene que rellenar un formulario con sus datos, enviando esa información, junto con su propuesta, al correo de la revista ([email protected]). Sin duda, su aportación favorecerá el espacio de diálogo que perseguimos.

En resumen, EntreLíneas nace como una nueva propuesta de conocimiento compartido desde las aulas de la Universidad de Alcalá. Teniendo como objetivo un conocimiento mayor y más profundo de la lengua, la revista se plantea como un grupo de trabajo en el que jóvenes lingüistas en formación establecen una conversación interdisciplinar, estableciendo nexos de unión entre disciplinas aparentemente muy alejadas entre sí, pero que, en definitiva, atienden a un mismo fenómeno. Con dicho propósito, esperamos y deseamos que la nueva publicación nos ayude a crecer como investigadores, trabajando y aprendiendo en comunidad.

Están todos invitados.

Raquel López LópezPaula Mayo Martín

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que, por un lado, asume la posibilidad de combinar estas dos consciencias, empoderando ambas identidades. Por otro lado, la identidad pasa a ser algo voluble que puede adaptarse a las necesidades del contexto. Así, para Anzaldúa, las nuevas mestizas se ven obligadas a aprender “cómo ser india en la cultura mexicana y cómo ser mexicana en la cultura anglófona”. Lxs chicanxs de Anzaldúa son pues, entes capaces de transitar entre fronteras culturales que hacen de su identidad, más que una amalgama de ontologías, un fluido adaptativo en constante movimiento capaz de actuar en consecuencia a las limitaciones producidas por las distintas condiciones externas.

A esta reflexión sobre la identidad, Borderlands/La Frontera añade una

nueva dimensión raramente tocada por teóricxs previxs: el modo de vida indígena. Anzaldúa, cuestionando su doble colonialidad, diferencia entre su herencia hispana y sus raíces indígenas. Estas últimas le sirven para construir un discurso disidente dentro del chicanismo que prioriza sus aspectos más marginales, los indígenas, a la vez que vincula las luchas chicanas al activismo nativo-americano. Así pues, la frontera de la que nos habla Anzaldúa se desnacionaliza y transculturaliza, pues lo indígena, arrebatado de cualquier estatus de unidad política independiente, coexiste tanto en la marginalidad mexicana como en la estadounidense. En este sentido, los escritos de Anzaldúa reflejan la importancia del espiritualismo a la hora de establecer estos discursos rompedores con los ethos coloniales. Borderlands/La Frontera hace del imaginario y mitología azteca un nuevo modelo ideológico para el chicanismo. Con este, Anzaldúa no solo integra subjetividades subalternas a la ontología chicana, sino que, además, a través de la reivindicación de figuras y tipos tradicionales nahua, desarrolla una base epistemológica que permite construir discursos feministas y LGBTQI no alienados por Occidente. Así, su indigenismo no se configura únicamente como una disidencia étnica o racializada, sino como un contradiscurso holístico que permite la acción de varias marginalidades.

Siguiendo esta misma dinámica, muchos de los ensayos que encontramos en Borderlands/La Frontera nos ofrecen la experiencia de Anzaldúa en las fronteras desterritorializadas de lo queer y el género. Pese a la base indigenista, las ramificaciones políticas de su discurso son extrapolables fuera del ámbito chicano. Al hablar de su posicionalidad como sujeto racializado, femenino y queer, Anzaldúa establece alianzas con otras autoras como Audre Lorde o Paula Gunn Allen en un intento de aunar fuerzas pero sin, por ello, perder la diferencia que justifica su subversión y que les proporciona su identidad propia. Anzaldúa va más allá en su retórica, pues esta no solo aspira a expandir una consciencia disidente y crítica entre las subjetividades de los márgenes sino también entre los sectores más privilegiados. Borderlands/La Frontera apela tanto a hombres, como blancxs, como heterosexuales normativxs, con el objetivo de hacerles partícipes (que no protagonistas) de las filosofías del cambio social que, para Anzaldúa, ha de acontecer. A través de la cuádruple marginalización de las nuevas mestizas (chicanas, pobres, mujeres y queer), las nuevas mestizas pueden ofrecernos los mecanismos necesarios para deconstruir nuestro privilegio y actuar contra las formas de opresión dominantes en todos sus aspectos.

Treinta años han pasado desde que Anzaldúa publicara este tomo y las ideas y cuestiones que planteaba siguen muy vigentes aún en el contexto chicano. Su influencia, no obstante, queda absolutamente demostrada en cualquiera de las múltiples articulaciones de discursos chicanos. Desde teorizaciones posteriores en grandes nombres del pensamiento chicano y latino actual (Cherríe Moraga, Mariana Ortega, AnaLouise Keating) hasta su huella en la literatura chicana contemporánea, en parte muy centrada en el indigenismo. El modo revolucionario en el que Anzaldúa describió los procesos de performatividad identitaria chicana es, sin duda, una de las aportaciones más significativas en los últimos cincuenta años a los estudios sobre ontología. Al pasar de un modelo esencialista y binario a otro más flexible en el que lo más marginal, lo indígena, proporciona una gran maleabilidad a conceptos raciales, de género, y sexuales, las comunidades chicanas han elaborado estrategias para hacer frente a la alienación cultural ejercida por el capitalismo estadounidense. Borderlands/La Frontera nos habla de cómo oponerse al poder colonialista, del modo en que la identidad configura nuestras acciones políticas y de por qué todos podemos y hemos de ser partícipes (que no protagonistas, de nuevo) de los movimientos por el cambio.

Alejandro Rivero-Vadillo

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InéditosFlechas literarias

Houellebecq

Me encuentro a Houellebecq en una calle cualquiera de París —¡salta a la vista que no conozco demasiado bien París!— o en una playa de Almería tomando el sol. El lugar es lo de menos, al fin y al cabo, nuestro desgraciado genoma de gusanos impenitentes no cesa de replicarse y medrar, una y otra vez, a través de los siglos y a través de las pieles. Deberíamos calcular, dice Houellebecq (o lo piensa, o quizá lo digo yo), cuál es el valor real de nuestras vidas, ponernos a nuestros propios pies, rendirnos, pasar por las orcas caudinas… para volver a renacer del fango de nuestros días, explorando los mapas y los territorios, investigando las miserias del resto para reflejarnos en ellas y comprendernos. Pero esto ya es demasiado trascendental: Houellebecq enciende un cigarrillo tras otro y es una estrella del rock y de la nada. Lamer la nada y convertirla en retazos de universo es su modesta especialidad. Niño fatal con arrugas papel de estraza —estilo francés, inconfundibles ganas de palabrear y paladear los desechos de sus palabras—, voz de los desarraigados o espantajo de los religiosos, el escéptico por excelencia escribe bellos libros de poesía en sus ratos libres. Y se me queda helada el alma cuando enciendo un cigarrillo y vuelvo a recorrer con Houellebecq los caminos inhóspitos de regiones deshabitadas donde la luz se desgasta a cada instante y hay alguien pensando en cortarte la cabeza. Y se me quedan heladas las yemas de los dedos cuando escucho correr el viento frío por el quicio de la ventana y el mundo es un enorme supermercado. “¡Aleluya!”, dice Houellebecq, regusto en los labios con el cigarro medio apagado, húmedo, la oscura sombra de los días palpitando en la sesera, jugar a no jugar a nada y reventar la nada. ¡Aleluya!, cayó el Imperio. Pero el Imperio sigue en pie: el Imperio de las gasolineras, de las multinacionales, de los Mercadonas esparcidos por la ciudad como botellas rotas con las que amenazar a los yonquis que nos incomodan. La vida en plena noria… de muchachos… andando hacia la gloria. Eso es un verso mío. Pero da igual. Escuchen el crujir de las carnes cuando se juntan en pulcros

sueños de celofán infectado de viciosos deseos perrunos que se desmadran y surge una flor en el desierto. Escucha el latido de la periferia y el tímido avanzar de las células dolorosas por tu cuerpo que va muriendo poco a poco. El truco es morir poco a poco, y saber que estamos vivos. A mí Houellebecq, en las calles de París o en una playa de Almería, en sus libros o en sus poemas y en sus diatribas contra el ser moral del siglo xxi, me recuerda que estamos vivos. Es una flecha envenenada y con pinchos que se abren ya dentro de la carne azul. Oh, ¡tristes partículas elementales! La nada se descompone… La noche cae… No hay nadie a nuestro alrededor y veo a Houellebecq que dobla una esquina sombría…

Gonzalo Escribano

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Poesía del cuerpo

Las exposiciones del Pabellón Transatlántico de la Residencia de Estudiantes suelen provocar una

sensación de nostalgia porque ponen en evidencia ante el visitante la utopía de un país que despertaba de años de letargo con ambiciosos proyectos modernizadores que fueron cercenados a consecuencia de una radical reacción ultraconservadora cuyo resultado fue una guerra primero y una inacabable dictadura después. Así es como terminan todas las exposiciones de la Residencia, espacio simbólico de esa misma historia. A través de ellas se nos ha venido recordando con demostraciones inequívocas cómo en España la mujer había comenzado a tener un papel fundamental en la alta cultura gracias a encomiables esfuerzos colectivos; cómo el conocimiento simultáneamente se introdujo en las redes internacionales del saber y se difundió entre las capas marginales y periféricas del país; cómo se renovó la ciencia gracias a organismos pioneros en Europa, como la Junta de

Ampliación de Estudios; o cómo diversas figuras encarnaron un espíritu de época que la dictadura y sus secuelas hicieron que hoy nos resulte dolorosamente ajeno.

Algo parecido ocurre con Poetas del Cuerpo. La danza en la Edad de Plata, la espléndida exposición comisariada por Idoia Murga, si bien podría parecer a primera vista que, a diferencia de las precedentes, se fija en una parte accidental y anecdótica de aquel brillante periodo cultural: la danza, un género artístico tenido por menor y secundario en el contexto del esplendor intelectual y artístico de aquellos años. Enseguida se desvanece este prejuicio, pues ya la primera sala descubre que en este arte confluyeron nombres señeros de todas las disciplinas: Lorca, Moreno Villa, Picasso, Rodolfo Halffter, Zuloaga, Falla, Maruja Mallo, Gustavo Durán, Bores, Alberti, Miró, Bal y Gay, Alberto Sánchez, Martínez Sierra, Sánchez Mejías… trabajaron desde sus distintos campos para que brillaran los bailarines,

Poetas del cuerpo. La danza de la Edad de PlataComisaria: Idoia Murga Castro

Del 6 de octubre de 2017 al 1 de abril de 2018Residencia de Estudiantes. Entrada libre

Diálogo con las Artes

que aquí comparecen como figuras clave de la Edad de Plata y del ideal artístico de las vanguardias: nombres como los de Vicente Escudero, Antonia Mercé “la Argentina”, Encarnación López “la Argentinita”, María Esparza o Joan Magrinyá, hoy desconocidos salvo para los expertos en el tema, que tuvieron fama internacional, fueron admirados y condecorados. La misma comisaria revela en uno de los últimos textos que guían la exposición lo que ya el visitante ha aprendido: la importancia de no preterir aquella “red interdisciplinar tejida por intelectuales y artistas alrededor de la danza durante la Edad de Plata” para llegar a un conocimiento cabal de la cultura de la época.

Para ello, en las salas previas se ha asistido a un despliegue de un vasto y valioso material expositivo: pinturas, libretos, programas de mano, vestuarios,

bocetos de escenarios, dibujos y cuadros, fotos, vídeos, cartas, contratos, expedientes, libros… que ofrecen una visión completa y bastante exhaustiva, con una precisa disposición didáctica. Todo ello reitera la trascendencia que en aquellos años tuvo en la conciencia de los creadores partir de la tradición para la construcción de la modernidad; es decir, la inclusión de lo popular en la vanguardia. La exposición se suma así, ejemplarmente, a otras vistas en los últimos años sobre la danza de los años veinte y treinta del pasado siglo, como la del Caixa Fórum sobre los ballets rusos de Diaghilev (2012) o la que en la Casa Encendida se dedicó a Loïe Fuller (2014).

Como suele ser habitual en las exposiciones de la Residencia de Estudiantes, 1939 es un límite infranqueable en el que todo salta por los aires, salvo por el apéndice del exilio, también abordado en esta exposición, en la que se rinde justo homenaje a los continuadores en México, comenzando por la compañía La Paloma Azul, que recogió el legado republicano en esta materia. Lo dicho basta para recomendar muy encarecidamente Poetas del cuerpo. La danza de la Edad de Plata —título acertadísimo—, justa reivindicación de un patrimonio artístico fundamental y desconocido.

Fernando Larraz

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La risa como terapia

Hace ya nueve años desde que Julián Quintanilla (Badajoz, 1975) trajo a las tablas del

Teatro Príncipe-Gran Vía la adaptación de Toc Toc (2005), la popular comedia del dramaturgo francés Laurent Baffie (Montreuil, 1958). En estas nueve temporadas que lleva en cartel ha cosechado grandes elogios por parte de la crítica y ha visto cómo miles de personas llenaban las butacas de la céntrica sala madrileña, lo que la ha convertido en la obra teatral con más recorrido de la cartelera de la capital y ha permitido que su adaptación cinematográfica llegase a las salas de cine en octubre del pasado año con un elenco de categoría.

El éxito reside en una fórmula tan recurrente como la deformación grotesca de la psique humana, materializada en esta ocasión en una serie de personajes portadores de Trastornos Obsesivos Compulsivos (TOC). Sobre el escenario aparecen seis personajes, cada cual con un TOC diferente y más extravagante que el anterior, que se reúnen en la consulta de un afamado psiquiatra

para recibir la terapia definitiva que acabe con sus males. Sin embargo, el doctor es una suerte de Godot que no termina de aparecer por la consulta, por lo que serán los propios pacientes quienes tomen las riendas de la terapia; el resultado, como cabría esperar, es completamente delirante. Nosofobia, verificación obsesiva, coprolalia… son algunos de los trastornos que padecen y que permiten que una simple sala de espera se convierta en un auténtico hervidero.

A través de la conjugación de los seis personajes, el espectador se encuentra con un protagonista coral, que sufre un proceso de colectivización progresiva mediante la confluencia de algunos de sus trastornos, que en ocasiones hacen atisbo de florecer en los otros; fruto de la confusión reinante, se genera una atmósfera delirante que no da descanso al ritmo dramático. Y es que precisamente esto es Toc Toc: un caos maravilloso, pero perfectamente trazado, en el que el más mínimo detalle tiene un papel significativo en el

Toc TocTexto de Laurent Baffie, adaptado por Julián Quintanilla y

dirigido por Esteve FerrerInterpretación: Ana Trinidad, Carmen Arévalo, Esteve Ferrer, Laura Hernando, Óscar Ramos, Paco Obregón y Sara Moros

Teatro Príncipe de Gran VíaA partir del 13 de diciembre de 2017

desarrollo de la trama, aunque a priori parezca fruto de la locura y el desenfreno de la propia acción. El dinamismo es uno de los rasgos que más determinan el éxito de la obra; los diálogos son ágiles y están perfectamente enlazados, con intervenciones breves que permiten una constante lucha dialéctica entre los personajes, a la que el espectador asiste como si de un partido de tenis se tratase.

En lo relativo al plano actoral, conviene destacar que en todo momento este se consolida como la pieza central del engranaje. Los actores asumen toda la carga con interpretaciones frenéticas y una caricaturización extrema de sus patologías; y a pesar de esto, consiguen entregarle una humanidad preciosa a cada personaje, sin rozar en ningún momento el ridículo ni la parodia, obstáculo difícil de sortear cuando se trabaja con la degradación de la mente humana. Ya en un punto más

concreto del análisis, y recalcando en todo momento que la obra funciona íntegramente por el trabajo colectivo, cabe destacar el personaje de Camilo, interpretado por Esteve Ferrer —actor y director en Toc Toc—, que a pesar de ser el personaje que presenta la afección menos visible consigue guiar la acción y a sus compañeros con una actuación magistral. Aparte, su labor de dirección se antoja reseñable, pues la conjugación de los actores está muy bien orquestada, hecho complejo teniendo en cuenta lo caótico del desarrollo de la acción y que merece, por lo tanto, un reconocimiento particular.

No cabe duda de que Toc Toc es una de las mejores comedias de los últimos años, por lo que el espectador, amante de la comedia o no, asistirá a una obra magistral, a un delirio ininterrumpido que no da respiro en ningún momento a un público que termina extasiado. Si quieres pasar un rato de lo más divertido, aunque solo sea para ser testigo de la partida de Monopoly más delirante de la historia, comparte terapia con estos locos.

Adrián Iglesias Isasi

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La terapia del olvido

Los intactos narra la historia de una mujer que ha sufrido un trauma: ha sido testigo de un atentado

terrorista en el que ha perdido a un ser cercano, pero poco más sabemos de este acontecimiento. Aspira a recuperarse de las heridas emocionales en una mansión de la campiña inglesa gracias a un tratamiento de cuyos detalles no se da noticia alguna que le ofrece un psiquiatra, de nombre Markus, de quien tampoco se ofrecerá información ni se hará visible a lo largo de la obra. A la protagonista y narradora la acompaña otra mujer que ha sufrido la misma experiencia, de nombre Alicia, mayor que ella, que ha perdido un hijo y que es guardiana de un secreto que no se revelará a lo largo de la novela. Para distraerse y como parte de su terapia, a la narradora, que es restauradora de profesión, le han propuesto que trabaje en una pintura. Esta tarea le permite establecer paralelismos con su propia experiencia. Algunos elementos de la historia (el wifi, los teléfonos móviles…)

nos dicen que estamos en un momento no demasiado lejano de nuestro presente histórico, aunque el aislamiento terapéutico al que son sometidas las mujeres en la mansión, junto con usos y ambientes que hoy en día resultan anacrónicos e inusuales, nos acercan a otras épocas pasadas. Es como si nos hubiéramos introducido en un cuadro

María José Codes, Los intactosValencia, Pre-Textos

182 páginas, 15 euros

De aquí y de alláde época victoriana, con caballerías, jardines y grandes salones y alcobas. Los anómalos acontecimientos por los que pasan las mujeres primero —y luego la narradora sola— durante las semanas que habitan la mansión envuelven a la novela en un clima de misterio gótico y las continuas referencias al estado emocional de la narradora la dotan de un hondo intimismo. Mucho más si se suman a ello una casa gótica al otro lado de un lago rodeado por un bosque en el que merodea un cazador, un violento guardés de nombre Cornell, hacia quien la protagonista siente una profunda atracción erótica y determinados acontecimientos en los que el sueño y la vigilia se entremezclan.

El lector espera en vano una explicación racional a lo que presencia: que todo haya resultado una pesadilla, que la extrañeza provenga de una distorsión perceptiva causada por las drogas que toma la narradora como parte de la terapia o bien que comparezca el tal Markus como genio que ha dado con un método psiquiátrico que dé razón de cuanto estamos leyendo. Pero esa explicación racional nunca llega y esto es fundamental para valorar la intención artística de la autora: inquietar al lector, sacarlo de las categorías en las que se encuentra cómodo y, al mismo tiempo, crear un mundo bien aislado de la cotidianeidad que se compadezca del aislamiento completo en el que la mujer

protagonista vive durante el tiempo de la historia.

Tal como María José Codes ha dispuesto la historia y el papel de la narradora, prevalece en el discurso de Los intactos un continuo juego de ocultamiento y elipsis. La ausencia de información desconcierta al lector pues le plantea misterios cuya clave está precisamente en la falta de concreción de la historia, la cual eleva objetos, acciones, espacios, personajes… a la categoría de símbolo. En torno a esa vaguedad parece distinguirse una intención más allá de pura creación de ambientes: la necesidad de olvidar, de vaciar de recuerdos la identidad dañada como manera de sobrevivir, enfrentándose a nuevos retos que comprometen la seguridad y las certezas de la protagonista. Es precisamente en la exposición de esa conciencia maltratada en donde reside gran parte del mérito de la novela: la protagonista se enfrenta a una herida interna que desdice su carácter de ser intacto por fuera, en el que los altibajos, el sentirse mejor o peor, dependen más bien de cómo interpreta el presente. Codes resuelve así una novela cuyo mayor mérito reside en la intensa capacidad de sugestionar, de producir emociones que enlazan con lo atávico del lector, en la representación de asuntos de la vida íntima, relacionados con una impresión del paisaje.

Fernando Larraz

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Y tú, ¿qué harías para conseguir un minuto de fama?

La primera novela del joven escritor Javier Ignacio Alarcón (Caracas, 1987) mana del

impulso o, mejor, de la necesidad de los seres sociales por ser atendidos. A partir de este sentimiento surge esta isla de la fama efímera, adelantada por Fernando del Paso (Ciudad de México, 1935), en la que todo el mundo tendría la oportunidad de ser famoso durante un periodo de quince minutos, si bien ese momento es borrado poco después de su memoria. En la novela de Alarcón esta isla ha quedado reducida a una agencia de publicidad digital en la que sus actantes recibirán esa atención tan reclamada. El prólogo se abre con una imagen proyectada en un espejo. La cara refleja el paso de una dura semana de trabajo y empeora con los efectos del ron, una botella consumida a medias entre dos colegas, si bien para la fiesta las existencias de esta bebida se limitaban a dos. Al salir del mal iluminado lavabo se presenta al resto de la plantilla de la agencia: algunos continúan bailando, otros se marchan para continuar en privado y la mayoría se muestra ya derrotada por el peso de la semana y del alcohol.

Cuatro serán los protagonistas de esta historia en la que la pérdida de

la marca que sustenta la economía de la empresa de publicidad digital será el detonante. Todos y cada uno de ellos empieza una incansable búsqueda de su identidad. José apenas lleva unos meses trabajando en publicidad, pero sabe que ese no es su lugar; tras haber terminado sus estudios de literatura no se conforma con la escritura y revisión de frases ingeniosas que sus jefes le hacen retocar. Jennifer, perteneciente al departamento de Cuentas, ha perdido su mejor cartera y, tras internarse en lo más profundo de la selva, también su rubia seña de identidad. Ane es una becaria que decide aprovechar su paso por la agencia para

Javier Ignacio Alarcón, La isla de la fama efímera Santiago de Compostela, Tandaia

210 páginas, 16 euros

probar el alcance que puede conseguir una pseudoreligión o pseudofilosofía a través de las redes sociales. Rafael, responsable de algunos de los peores errores cometidos con la marca insignia, empieza un proceso de autobúsqueda que culmina en un camino que jamás se hubiera imaginado transitar. Sus historias se hilvanan con las del resto de compañeros de fatigas: Laura, Luis, Julio, Gabriela y Fabiana, que tendrán, también, sus páginas de gloria en la novela.

Alarcón presenta una historia adaptada a este tiempo, en la que la imagen y las redes sociales han tomado un lugar determinante. Muchas de las personas que construyen la trama se encuentran en ese momento vital en el que la juventud las está abandonando, pero no se sienten preparadas para ser consideradas adultas. Esta circunstancia contrasta con la indudable juventud de Ane, aún universitaria, aunque puede percibirse también en ella la ansiedad por dejar el contexto laboral y regresar al espacio de las aulas. Se sabe en posesión total de ese preciado tesoro. El dibujo de la sociedad actual limitado en una pequeña oficina muestra la capacidad de observar de Alarcón, si bien el retrato queda muy marcado por el carácter machista de los personajes masculinos y un exceso de seducción en los femeninos. El danzar constante a través del pasillo que une —y separa— los diferentes

departamentos de la agencia se convierte en la metáfora del devenir de la vida. Poder, música, pasión, preocupación, o sexo serán algunos de los hitos que se encuentren en el camino. El sistema de transportes caraqueño, el calor de sus calles y la humedad de sus gentes se presenta ante el lector y lo traslada, no solo por la riqueza de las imágenes, sino porque es aderezado especialmente por su léxico. La actualización de las técnicas narrativas a través de la utilización de tuits demuestra que, como ya se ha comentado, estamos ante una novela —o una fábula— en sintonía total con el tiempo en el que se está construyendo

Soledad Abad Lavín

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Soledad perturbada a orillas del río

Hace apenas un par de meses desde que Mariano Quirós (Resistencia, Argentina, 1979)

recibió el xiii Premio Tusquets Editores de Novela 2017 gracias a su última obra: Una casa junto al Tragadero. En ella el autor, para quien esta es su quinta novela, presenta a los lectores la historia de El Mudo, un hombre solitario que vive junto al río Tragadero, ubicado en la provincia argentina del Chaco. El instinto de supervivencia, la soledad y la naturaleza salvaje son los distintos elementos que se conjugan en una narración que, si bien podría parecer algo simple de forma inicial, termina resultando sobrecogedora.

Los diferentes sonidos de la selva pretenden amedrentar al protagonista del relato cuando se instala en su nuevo hogar, junto a las aguas del Tragadero, pero, poco a poco, comienzan a resultarle familiares: entender los crujidos de las ramas o los grititos de los monos puede ser indispensable para sobrevivir en un territorio hostil en el que la naturaleza salvaje y la fuerza del río son las verdaderas reinas. Y es que el medio tiene sus formas de defenderse: los amarillos ojos de los caimanes permanecen atentos a la entrada de intrusos en las aguas, los perros salvajes

merodean por las riberas, el fango que se acumula en el fondo del río engulle a quienes se descuidan y se introducen confiados en él… Si tomar la decisión de abandonar su vida en la civilización —en la localidad de Resistencia— no le costó mucho al huraño personaje, adaptarse a la noche y la soledad en las orillas del río se torna como algo bastante complicado. Sin embargo, una vez pasadas las primeras jornadas, sobrevivido a los primeros peligros, su vida va encontrando la quietud y tranquilidad anheladas. Tras años de incomunicación y acomodo, aunque

Mariano Quirós, Una casa junto al TragaderoBarcelona, Tusquets

232 páginas, 18 euros

cuenta con la compañía de su perra, la aparente paz en la que se desenvuelve la rutina de El Mudo se verá perturbada a causa de una de sus costumbres más deplorables: la caza de monos. Así, las inesperadas visitas de distintos miembros de la Fundación Vida Salvaje con el objetivo de que el protagonista ponga fin a su actividad cinegética harán que los temores vuelvan a instalarse en su vida. Será entonces la llegada de cinco jóvenes la que descoloque profundamente a un personaje cuyo único contacto con seres humanos se reducía a sus encuentros con el propietario de una tienda de ultramarinos, situada algo lejos del territorio salvaje, y con un vecino entrometido, quien, al parecer, habría avisado al grupo de muchachos con el fin de atormentarlo.

De esta breve narración destaca la excelente caracterización lingüística que hace Quirós en ella puesto que el uso del lenguaje de los personajes que desfilan por sus páginas resulta bastante verosímil. La forma de pensar de El Mudo —pensar y no hablar, ya que de él los lectores conocen sus pensamientos, pero no las palabras que intercambia con los demás dado que nunca llega a pronunciarse en voz alta— concuerda a la perfección con la de un hombre ya entrado en años que huyó de la civilización para reencontrarse consigo mismo, pero también con un estado más primigenio del mundo: un territorio

selvático prácticamente despoblado de seres humanos y, por consiguiente, de sus rarezas y costumbres sociales. Abundan en todas las páginas los localismos propios del norte de Argentina, donde se ubica la acción narrativa y del que es originario el autor: “sapucai”, “yacaré”, “barbijo”... Además de presentar una excelente recreación lingüística, en este relato se invita a los lectores a reflexionar sobre las locuras a las que puede llegar a conducir la alienación: ¿se vuelve uno menos cuerdo por pasar años y años sin compañía humana o, por el contrario, es, de forma previa, la locura la que le empuja a alguien a dejarlo todo atrás y trasladarse a una casa abandonada en medio de la nada? En Una casa junto al Tragadero Quirós ofrece un relato circular que, sin duda, cada lector juzgará de un modo diferente.

Cristina Suárez

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Una pregunta incómoda

El último Premio Herralde de Novela, otorgado por la editorial Anagrama, ha recaído en 2017

en República luminosa, de Andrés Barba (Madrid, 1975). El prestigioso galardón ha premiado una obra ambigua e incómoda. Abierta a interpretaciones, es destacable el hecho de que en cada reseña que se le ha dedicado hasta la fecha se ha realizado una lectura diferente de la misma. Son valoraciones que van mucho más allá de un argumento simple en apariencia. Aunque todos coinciden en una misma pregunta: ¿puede ocurrir algo que cambie nuestra idea preconcebida de lo que debería ser la infancia?

La trama de la novela se sitúa en una ciudad tropical de un país desconocido. El narrador cuenta unos hechos que tuvieron lugar veinte años atrás, mientras él se encontraba ocupando un puesto público. Así, se informa de la aparición de treinta y dos niños procedentes de la selva que rodea a la pequeña población. El comportamiento de una pandilla que se ha ido formando sin contacto con las leyes sociales establecidas resulta extraño a los habitantes de la ciudad. La desconexión con la sociedad es absoluta, ya que los jóvenes hablan una lengua extraña e incomprensible para los adultos. Los

hábitos de estos niños se encuentran alejados de toda ley, siguiendo las directrices propias de un grupo que llega a realizar acciones violentas. Si bien sus actuaciones son cuestionadas por incívicas e incluso crueles, existe una cierta fascinación por un sistema desprovisto de las posibles paradojas que la vida social trae consigo. El narrador se lo plantea en digresiones diversas: “Más aún, me parecía que en aquellos niños había una alegría y una libertad a la que en cierto modo nunca habrían podido llegar los niños ‘normales’, que la infancia

Andrés Barba, República luminosaBarcelona, Anagrama

187 páginas, 16,90 euros

quedaba mucho mejor expresada en sus juegos que en los juegos reglados y llenos de prohibiciones de nuestros hijos”. Sin embargo, esos niños extraños, brutales y enigmáticos terminan siendo un problema para la población. Resulta interesante que se incluyan en la narración las opiniones de diferentes “expertos” y políticos acerca de la situación, ya que ponen de manifiesto el dilema moral que podría suponer en una sociedad el replanteamiento colectivo del mito de la infancia. Dichas opiniones in situ se contrastan con la del cronista, distanciado en el tiempo de los hechos, cuyas reflexiones plantean interrogantes para los que no ha encontrado solución.

En cuanto a su estructura, su misma brevedad es un acierto, pues no hay lugar a respuestas. La novela plantea una suerte de “lógica” infantil, que sin embargo es, en cierto modo, cruel. Así pues, la idea de la inocencia en los niños se tambalea, siendo la cuestión subsiguiente: ¿no es dicha inocencia, presupuesta, una invención, un deseo, uno de los mitos que explican y dan sentido a nuestra vida en sociedad? Desde el punto de vista lingüístico se observan, asimismo, cuestiones muy interesantes alrededor de la lengua del grupo, descubierto por una de las niñas “normales”, una joven que sí se ha criado en sociedad. Se trata de un sistema que parte de un juego muy conocido y cuyo paradigma verbal solo cuenta con

tiempo presente. Aun teniendo como base la lengua española, la relación entre el significante y el significado es más estrecha en las creaciones léxicas del grupo. Se trata de un sistema lingüístico inmediato, puramente accional. Una lengua que carece de una tradición, fiel reflejo de una estructura social sin herencias o prescripciones. Pese al interés de un grupo humano que, si bien incómodo, no deja de ser infantil, el trágico final no solo no resuelve, sino que plantea un terrible dilema moral en el narrador y en el lector. Una sensación de que no hay escapatoria, ni para ellos ni para los aturdidos habitantes de la ciudad tropical.

Con un estilo ágil y directo y un dominio pleno del lenguaje, República luminosa es una extraordinaria propuesta literaria. Es destacable el difícil equilibrio entre lo que se dice y lo que se calla, entre lo que se pregunta y no obtiene respuesta, lo que acaba por incomodar al lector. Y todo ello, sin perderse en digresiones que podrían ralentizar el ritmo de un hilo argumental interesante y, finalmente, terrible. Una novela bien construida y cuyo planteamiento no dejará indiferente a quien se adentre en sus páginas.

Raquel López López

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Entre Pinto y Valdemoro

Esteban Navarro (Moratalla, 1965) es policía nacional y escritor del género negro y policial. Organiza

el Concurso Literario Policía y Cultura de cuyo jurado es el presidente, además de colaborar en el Festival Aragón Negro. Navarro se ha convertido en uno de los autores más leídos en España desde que publicó su primera novela, titulada La casa de enfrente (2012). Fue finalista del Premio Nadal gracias a su segunda obra La noche de los peones (2013). Asimismo, ha resultado ganador del I Premio de Novela “La balsa de piedra” (Lanzarote) con El buen padre (2016) y del I Premio de Novela Katharsis gracias a El reactor de Bering (2017).

Con El club de la élite, su última novela, Navarro vuelve a ofrecer a los lectores las investigaciones de la detective Sonia Ruiz. Sonia ha sido capaz de abrir una oficina para darse a conocer al público. Con ella colabora su amigo Pau, quien, a pesar de trabajar en el Centro Nacional de Inteligencia (CNI), confía en ella y no le oculta su trabajo. Ahora bien, en esta nueva obra no se parte de la petición de un cliente, sino que se el caso se abre a causa de la muerte de Luismi, un buen amigo de ambos, que fallece al ser calcinado dentro de su coche a raíz de la investigación que está llevando a

cabo sobre la muerte de un escritor.

¿Qué hay entre Pinto y Valdemoro? Aparentemente nada, salvo que, en esta ocasión y entre ambas localidades, Navarro nos invita a conocer un pequeño pueblo, de apenas unos cientos de habitantes del que es alcalde el señor Medina. Medina es dueño de una casa situada en la provincia de Guadalajara, en la que se reúne junto al resto de protagonistas para, aparentemente conversar y discutir acerca de Todos los idiotas, una obra literaria escrita por Cesario Pidal, hasta bien entrada la madrugada. Encontramos también

Esteban Navarro, El club de la élitePalencia, MenosCuarto

160 páginas, 14,50 euros

allí a una antigua bibliotecaria y actual ama de llaves de la casa que, aunque parece tener un papel secundario, resultará fundamental para la resolución final. Esta no es la primera vez que los protagonistas están en el punto de mira de las autoridades puesto que habían sido investigados con anterioridad por los Servicios Secretos y el CNI, dado el prestigio de sus cargos y la frecuencia de sus reuniones. Sin embargo, esa investigación sobre “El club de la élite” fue cerrada, ya que no se consideró de gran importancia el contenido de las reuniones, consideradas como meras tertulias literarias. ¿Quién podría llegar a pensar que el accidente del escritor, cuya obra había sido leída recientemente, estaría relacionado con este singular grupo?

En esta novela, el misterio está asegurado a través de cada una de sus páginas: una reunión de hombres con altos cargos, una bibliotecaria convertida en ama de llaves, el asesinato de un escritor… ¿Por qué el club de la élite escoge a autores poco conocidos para sus lecturas? ¿Quién escoge la novela que el club lee cada mes y cuál es el motivo de su elección? ¿Por qué no leer a autores de mayor renombre? Estas son algunas de las muchas preguntas que se harán Sonia y Pau. Asimismo, los personajes se preguntarán por qué el autor de la novela en cuestión fallece en un misterioso accidente. Las muertes

se irán sucediendo después de esta y los lectores se plantearán entonces si se trata de simples coincidencias, casualidades, o crímenes. Con una prosa sencilla, lo que propicia una lectura rápida del texto, con retrospecciones, repleta de diálogos al más puro estilo coloquial e incluyendo tintes de la jerga policial, Navarro mantiene la tensión narrativa capítulo a capítulo, atrapando al lector hasta el final de la novela. Con personajes verosímiles y bien definidos, aquellos que poseen papeles secundarios se terminarán convirtiendo en piezas angulares de la trama. Sonia Ruiz, la protagonista, progresará a lo largo de la obra como detective, lo que hará que vaya ganando experiencia y madurez. El autor oscense cuenta una historia que se podría hallar en la sociedad actual y que contiene todos los elementos característicos de la novela negra.

María Hernando Alocén

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Fragmentos de literatura

Un “libro desconcertante dentro del desconcertante universo bolañiano”; con estas palabras

se refiere Juan Antonio Masoliner Ródenas en el prólogo a la nueva obra póstuma publicada de Roberto Bolaño (Santiago de Chile, 1953 - Barcelona, 2003). Efectivamente, la selección de fragmentos que componen las tres novelas breves incluidas en Sepulcros de vaqueros no pasa de ser, en principio, meros borradores que el autor había dejado repartidos en distintos archivos. El resultado es una narración tripartita que traza un recorrido biográfico del autor y que, si bien puede resultar fragmentaria, deja al descubierto rasgos propios del escritor de novelas tan reconocidas como Los detectives salvajes o 2666.

El primero de los textos con los que se encuentra el lector se titula “Patria”; los hechos se sitúan en el Chile de su juventud. En esta primera sección aparecen elementos característicos de la biografía del autor, como el golpe de Estado en Chile, objetos propios de su “literatura nazi” o las hermanas Pons, personajes centrales en Los detectives salvajes. La narración central, que da título al libro, continúa trazando el hilo biográfico de Bolaño. Esta

está compuesta, a su vez, por cuatro cuentos, que aparecen unificados, pero funcionan de manera independiente. Así, encontramos un primer relato en el que se cuenta el traslado de Chile a México, con un joven Arturo Belano que visita a Nicanor Parra, encomendándose al anciano tras un azaroso viaje por Santiago de Chile, incluyéndose, además, imágenes del campo chileno de gran belleza; en segundo lugar, se presenta una escena vivida en México D.F. por Belano, que “dedicaba la primera parte de la mañana a los libros y a pasear y la

Roberto Bolaño, Sepulcros de vaquerosMadrid, Alfaguara

216 páginas, 18,90 euros

segunda al cine y al sexo”. Este magnífico segundo relato, titulado “El gusano”, se incluyó en el libro de relatos cortos Llamadas telefónicas, publicado en 1996. El tercer cuento narra el viaje de vuelta a la patria en apoyo al gobierno de Allende. En este, titulado “El viaje”, se incluye el esbozo de un delicioso relato de ciencia-ficción. El cuarto de los relatos presenta una escena de Chile en el momento en el que se produce el golpe de estado de Augusto Pinochet. Finalmente, la tercera novela breve, “Comedia del horror de Francia”, fue escrita muy probablemente al mismo tiempo que la magistral 2666, un año antes de la muerte del autor. Aquí, un joven Belano recibe una llamada procedente de París, donde uno de los miembros de un conjunto que se hace llamar Grupo Surrealista Clandestino le explica sus planes para reformar la poesía desde las alcantarillas de la capital francesa, en una suerte de homenaje al fundador del movimiento surrealista, el francés André Breton.

El conjunto de tres novelas breves que componen Sepulcros de vaqueros crea una red de fragmentos que se comunican entre sí, explicándose los unos a los otros. Al igual que encontramos en la mayoría de sus novelas, la propuesta de Bolaño presenta un tipo de literatura anticlimática, que huye de la causalidad heredera de la novela decimonónica. Los hechos se suceden como imágenes de un conjunto en construcción. En su

lectura aparecen muchos de los temas que preocupan al autor, como el golpe de Estado en Chile, el amor, la poesía, la soledad, la injusticia o el humor. Sin heroísmos, en un lenguaje claro que bebe de la concepción de la literatura defendida por el poeta favorito del autor, el también chileno Nicanor Parra. Tal y como este último manifestaba, “Nosotros [los poetas] conversamos / En el lenguaje de todos los días / No creemos en signos cabalísticos”. Sus personajes, esbozados con maestría, se sitúan en las faldas de la sociedad, huyendo de la literatura de grandes gestas y palabras rimbombantes. Una literatura que bebe de lo cotidiano, que se sumerge en el fango y trata de encontrar la poesía en las alcantarillas, imagen que recuerda a la búsqueda que el autor hace en La universidad desconocida. Así pues, si bien los fragmentos que componen el libro no pasan de la condición de borrador y, sobre todo en la primera y la tercera de las novelas breves, el resultado es manifiestamente inconcluso, su lectura permite descubrir rasgos geniales de un escritor de enorme talento, acompañándole en la construcción de su propia figura literaria.

Raquel López López

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Aunque es relativamente desconocida en España salvo por los aficionados de

fantasía y ciencia ficción, la escritora estadounidense Kameron Hurley (1980) ha obtenido los principales premios del género ―dos premios Hugo, un BSFA, un Locus― y ha sido finalista en el Arthur C. Clarke y el Nebula. El éxito le llegó muy temprano: su primera saga, The God’s War Trilogy, ya obtuvo algunos galardones importantes: el Sydney J. Bounds a la mejor autora novel y el premio Kitschy a la mejor primera novela. Las estrellas son legión (2017) es su primera obra editada en España. De la mano de Alianza Runas, con traducción de Alexander Páez, llega justo en el momento en el que la ola de autoras que se está abriendo paso desde Estados Unidos romperá de lleno en nuestro país. Este 2018 se esperan las obras de algunos nombres conocidos como N. K. Jemisin y otros nuevos como Becky Chambers, Caitlín R. Kiernan, Ada Palmer, Charlie Jane Anders o Seanan McGuire.

Esta novela se enmarca dentro del género de las space opera en el sentido tradicional, pero con algunos matices genuinos. Zan se despierta sin recordar quién es, rodeada de personas que afirman ser su familia. La protagonista descubrirá que el futuro de la Legión, una aglomeración moribunda de naves-mundo que viaja a la deriva por el

Lesbianas en el espacioKameron Hurley, Las estrellas son legión

Traducción de Alexander PáezMadrid, Alianza Runas352 páginas, 18 euros

Alrededoresespacio, está en sus manos. Zan parece ser la única capaz de abordar una de esas naves, el Mokshi, cuyo misterio, una vez desvelado, podría suponer la salvación de su estirpe. Sin embargo, las naves-mundo de las que habla Hurley no son los artilugios tecnológicos a los que estamos acostumbrados, sino entes vivos que nacen, crecen, enferman y pueden llegar morir. Para regenerarse y repararse, se sirven de sus habitantes, exclusivamente mujeres, capaces de dar a luz todo aquello que la nave necesita. Precisamente, aquí radica una de sus singularidades, que llevó a un crítico a denominarla una historia de “lesbianas en el espacio”. La autora tomó prestado, con humor, este título alternativo y Alianza Runas lo utilizó posteriormente para la creación de una sobrecubierta de edición limitada. Mediante la alternancia de una narradora amnésica, Zan, que sirve de pretexto para descubrirnos el universo, y otra consciente, Jayd, se presenta una sociedad casi feudal, marcial, donde el estatus de la ciencia es confuso: de algún modo, la civilización descrita ha debido de llegar a esa conquista del espacio sin que se especifiquen las leyes naturales que rigen el funcionamiento de la flota o sus artefactos. No se trata, por tanto, de un ejemplo de ciencia ficción dura ni se centra en aspecto científico alguno que permita situar la aventura en un tiempo preciso, pero evoca un mundo futuro bastante lejano.

Hurley no se detiene en estos aspectos para dar protagonismo a las

relaciones humanas, a la estratificación de la sociedad que describe y sus anhelos. Esto lo consigue especialmente a través de una prosa muy personal: su estilo es directo, visceral e intenso; con expresiones crudas y una sintaxis de frases breves, juega con los golpes de efecto y el ritmo. Podría decirse que este lenguaje alucinado, común a muchas de sus obras, recuerda a los recursos del dirty realism. Sin embargo, resulta complicado encontrar otras fuentes y reminiscencias literarias dentro del género. Hay que defender, sin ánimo de caer en tópicos propios de toda reseña, la enorme originalidad de Hurley. En general, esta novela ha tenido una gran acogida en nuestro panorama, haciendo honor a la expectación que causó el anuncio de su traducción, y ya está anunciada la publicación, también en castellano y en Alianza Runas, de su colección de ensayos La revolución feminista geek, que incluye el artículo ganador de un Hugo “We have always fought”, acerca del papel de la mujer en la guerra y, en definitiva, en la historia. Hurley ha conseguido sorprender y atrapar a crítica y fandom. Las estrellas son legión ha llegado en un momento en el que las mujeres, casi testimoniales hasta hace poco en el mundo de la ciencia ficción, están reivindicando y ocupando el lugar que les corresponde, y su alunizaje ha ampliado el abanico de tramas y enfoques que el género fantástico y prospectivo puede ofrecernos.

Gisela Baños

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Capitalismo cognitivo y ¿nuevas? formas de explotación

Las transformaciones del modelo productivo que han ocurrido en las últimas décadas han dado lugar

a estudios y reflexiones diversas acerca de las nuevas formas de trabajo favorecidas por el desarrollo de las nuevas tecnologías y por el contexto de desmantelamiento industrial y de modificación de los modelos e imaginarios laborales clásicos. En estas nuevas formas de trabajo, surgidas tras la crisis de los 70 y caracterizadas por la deslocalización, la flexibilidad, la irregularidad y el paradigma del cambio continuo como dogma, se dan modalidades laborales para las que las conquistas históricas del movimiento obrero no siempre tienen aplicación. Décadas de políticas neoliberales y la conformación de un metarrelato legitimador del capitalismo en su fase postindustrial han tenido como consecuencia la modelación de las subjetividades y la difuminación de los límites entre el tiempo de trabajo y el tiempo de no-trabajo o de ocio.

El entusiasmo. Precariedad y trabajo creativo en la era digital viene a

sumarse a una nómina de autorxs que han reflexionado sobre las transformaciones del trabajo en el régimen de producción posfordista, como es el caso de T. Negri, M. Hardt, M. Lazzarato, V. Kuni, R. Sennett, M. Ruido o el colectivo madrileño Precarias a la deriva, por citar solo algunos ejemplos. Con el foco

Remedios Zafra, El entusiasmo. Precariedad y trabajo creativo en la era digital

Barcelona, Anagrama264 páginas, 19,90 euros

Polifoníascentrado en el trabajo creativo, sobre todo bajo la forma del trabajo intelectual en el ámbito académico, varios son los hilos que guían la lectura de El entusiasmo: el trabajo cultural y las condiciones de precariedad a las que se somete a todo un contingente de investigadorxs y trabajadorxs de la cultura; las dinámicas de la academia actual y su relación con el mercado y las condiciones estandarizadas de la escritura en la producción del conocimiento actual; el entusiasmo y la vocación como coartada para aprovechar las condiciones específicas del trabajo creativo para precarizarlo; la tecnología como dispositivo de modelado de subjetividades y las pantallas como espacio favorecedor de nuevas relaciones de los sujetos y generador de nuevos marcos ontológicos y epistemológicos; el cuerpo como lugar de inscripción de la subjetividad, lugar de la explotación y espacio donde se articulan las contradicciones y las violencias de los modos de la subjetividad neoliberal.

La perspectiva materialista que emplea la autora al introducir el cuerpo como elemento principal en el análisis de las subjetividades del trabajo creativo se combina con la perspectiva de género. En relación con ello, se señala la precariedad como fenómeno que afecta de manera fundamental a la experiencia y praxis vital de las mujeres, algo que ya había puesto de manifiesto el colectivo Precarias a la deriva a inicios del siglo xxi, y para ello la escritura de El entusiasmo se vehicula a través de las reflexiones de la autora y del recurso a la creación de un personaje ficticio, Sibila, que encarna

a una trabajadora cultural y que permite al lector empatizar con las condiciones de precariedad en las que se inscribe su existencia. Atendiendo a la perspectiva de género, resulta de especial interés en el ensayo la vinculación que la autora realiza entre el trabajo de cuidados, afectivo y doméstico, no remunerado ni reconocido como trabajo, y el trabajo cultural, en muchos casos tampoco reconocido ni remunerado en tanto que se considera que con remuneración simbólica resulta suficiente, dado que los sujetos lo realizan motivados por una suerte de vocación, innata, y movidos por el entusiasmo hacia lo que hacen.

En este panorama, la autora alude a la creación de vínculos, relaciones y solidaridades entre sujetos precarios, integrantes de la clase trabajadora, en un contexto en el que el relato hegemónico del neoliberalismo potencia la individualidad y las condiciones de trabajo de los trabajadores culturales se desarrollan en la soledad de sus cuartos conectados a la red. Resultaría de interés, en este sentido, articular reflexiones al hilo de las posibilidades de organización colectiva de todo este contingente de trabajadorxs y los modos de intervención sobre los imaginarios políticos y las condiciones laborales en relación con los modelos sindicales clásicos. El análisis sobre las relaciones de poder debería impulsar la reflexión sobre las condiciones y posibilidades de la emancipación.

Cristina Somolinos Molina

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Los carceleros del feminismo islámico

A la hora de hablar de ese campo tan abstracto y heterogéneo que es el feminismo, los discursos

más dominantes que encontramos en las esferas de debate (tanto en la academia, como fuera de ella) tienden a no hacer un hincapié real en los diversos componentes que influyen en la construcción del discurso de género. Si bien es cierto que cada vez encontramos muchas más referencias a la interseccionalidad, que los activismos han de tener en cuenta, lo cierto es que en muchos casos no se ahonda en las diferencias y esencias que conforman la multidimensionalidad de estas luchas, mucho menos hablar de revisar nuestras visiones de la interseccionalidad y de cómo en gran medida pueden contribuir a mantener el sistema. Todos estos asuntos sí que son tenidos en cuenta por Sirin Adlbi Sibai (Granada, 1982) en La cárcel del feminismo, ensayo en el que la académica desarticula el colonialismo intrínseco a los debates sobre feminismo en el mundo islámico (si es que ese mundo existe).

Las cuestiones que plantea La cárcel del feminismo son sin duda de gran interés. Por un lado, Adlbi Sibai problematiza las perspectivas occidentales respecto al feminismo, comentando los numerosos elementos

coloniales/occidentales, nunca puestos en cuestión a la hora de elaborar estrategias para una lucha de género. La imposición de estos cánones feministas sobre poblaciones colonizadas, y en particular sobre las arabo-musulmanas, mantiene, según la autora, el régimen de colonización ideológica tanto en la esfera de lxs colonizadorxs, que espera imponer su visión del feminismo, como en la de lxs colonizadxs, quienes son forzadxs a desarrollar discursos en mayor o menor medida alienados por el feminismo

Sirim Adlbi Sibai, La cárcel del feminismo: hacia un pensamiento islámico decolonial

Madrid, Akal320 páginas, 18,50 euros

occidental. En este sentido, la autora también problematiza los discursos post y anticoloniales que sirven de raíz para el problema del feminismo. Haciendo un cauteloso y distendido examen de la teoría colonial más dominante (Bhabha, Spivak, Mohanty), Adlbi Sibai critica la homogeneización discursiva a la que está sometida “el mundo musulmán”, pues no solo parece imponerse el binomio tradición/modernidad, sino que se asume que la posible solución decolonial ha de ser aplicable en el mismo formato a la gran cantidad de culturas, etnias y subgrupos sociales que forman parte de la ummah.

El gran ejemplo que la autora nos presenta para justificar su ensayo es el de las diversas asociaciones feministas marroquíes y su percepción y racionalización desde la discursividad binaria colonial. Adlbi Sibai comenta la multidimensionalidad de los discursos que, de manera esencialista, llamamos feminismo islámico y su incapacidad para encontrar un lugar no alienado en la esfera pública. Adlbi Sibai hace una crítica certera al estatus de muchas de estas asociaciones feministas, las cuales, en última instancia, reproducen los mismos binarismos a los que pretenden oponerse, haciéndoles instrumentos útiles para el mantenimiento del capitalismo patriarcal y racista. Adlbi Sibai, a la hora de proponer estrategias para la subversión de estas formas de poder, determina que estas han de ser interseccionales e inclusivas, es decir, se ha de elaborar una serie de metodologías de liberación que permitan, por

supuesto, la emancipación de la mujer musulmana en particular, pero también la decolonización de todos los individuos en general. Aunque no se plantean casos prácticos, la autora nos propone una metodología radical y revolucionaria que podría ser de gran utilidad para llegar a la elaboración de un verdadero feminismo descolonizado.

La cárcel del feminismo, aunque quizás poco accesible para lectores poco conocedores de la teoría postcolonial, es un texto de gran utilidad para incitar al cambio en las relaciones entre feminismo y colonialismo. La autora no solo desmonta el colonialismo al que se ve sujeta la voz de la mujer musulmana, sino que propone una reformulación de nuestras estructuras epistemológicas y ontológicas para realizar lecturas decoloniales de la gran multitud de discursos feministas islámicos. Si hubiera algo potencialmente revisable de su texto, sería la no inclusión (y por tanto no cuestionamiento y análisis) de las subjetividades LGBTQI en su propuesta, pues estas también se ven influenciadas tanto por el colonialismo como por el feminismo y se las ha de tener en cuenta para llegar a la liberalización y universalización total propuestas por la autora. En cualquier caso, el texto de Abdli Sibai es sin duda necesario, pues enriquece y hace evolucionar los debates contemporáneos en el campo del pensamiento feminista.

Alejandro Rivero-Vadillo

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Arte y literaturaEntrevista a Miguel Ángel Hernández

¿De qué manera se produjo el tránsito desde tu trabajo como crítico e historiador del arte a la creación literaria? ¿Qué ofrece la ficción narrativa en la articulación de tu discurso teórico y crítico sobre la expresión artística?

Se produjo de un modo muy progresivo, y quiero creer que natural. Comencé al mismo tiempo a escribir narrativa y crítica de arte. Mi primer libro de relatos (Infraleve) es, de hecho, anterior a mi primer ensayo. Sin embargo, en un principio, casi que lo llevaba en secreto. Me parecían mundos desconectados que solo se unían en mi cabeza. Poco

a poco fui dándome cuenta de que formaban parte del mismo impulso y que, en realidad, era el mismo sujeto el que escribía narrativa e historia del arte. Así que digamos que los mundos comenzaron a juntarse. Y posiblemente fuera con Intento de escapada cuando esa fusión tuvo lugar. Precisamente en esa novela pude comprobar el potencial de la ficción narrativa para hablar sobre el arte. Sobre todo, me todo me interesó el modo en que el conocimiento podía modularse y presentarse de un modo menos autoritario que en el ensayo, y también de una manera más afectiva. Tengo la sensación que lo que cuenta una novela lo aprendemos de un modo

Miguel Ángel Hernández Navarro (Murcia, 1977) es escritor y profesor de Historia del Arte en la Universidad de Murcia. Junto a una sobresaliente actividad como crítico de arte contemporáneo, ensayista y comisario de exposiciones, es autor de una interesante obra literaria de ficción narrativa que incluye diarios, microcuentos, cuentos y dos novelas, ambas publicadas en Anagrama y reseñadas en Contrapunto (números 3 y 26): Intento de escapada (2011) y El instante de peligro (2013), que fue finalista del Premio Herralde. En esta entrevista anuncia la próxima publicación, en primavera, de su tercera novela: El dolor de los demás.

Voces

más profundo que lo que transmite el ensayo. De algún modo, esa relación con lo afectivo y la experiencia personal —esencial en la narrativa— también ha acabado contaminando mi aproximación al arte.

Hay una serie de preocupaciones comunes entre tu obra ensayística y de ficción narrativa: la capitalización de la intimidad, la hipervisualidad y el

hiperrecuerdo, la sociedad escaparate en la que vivimos, los usos de la memoria y la temporalidad… ¿Cómo llevas esa preocupación a la experiencia de los personajes de tus novelas?

Es cierto que los personajes de mis novelas encarnan algunas ideas teóricas que manejo, pero intento que no sean ilustraciones o ejemplos de esas ideas, sino sujetos complejos y contradictorios.

“Lo que cuenta una novela lo aprendemos de un modo más profundo que lo que transmite el ensayo”.

© Marieli Oviedo

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El riesgo de trabajar con algo que podríamos llamar “novela filosófica” es reconocer claramente el modo en que cada personaje representa una posición del discurso. Por supuesto, la novela no es la vida, y para que funcione una narración uno siempre está obligado a subrayar ciertos rasgos característicos. Yo intento que las ideas atraviesen a los personajes, pero que sean mucho más que eso.

A menudo trata temas que están fuera de la normatividad y que llaman la atención de muchos de sus lectores, el poliamor es uno de ellos. ¿Crees que existe escapatoria real ante las normas culturales que se nos imponen?

El problema de las normas culturales que se imponen es que se imponen de modos que no siempre sabemos reconocer. No creo que haya escapatoria completa porque no hay un afuera puro. En el caso del poliamor, por ejemplo, lo que puede llegar a considerarse una alternativa a modos establecidos de relación, ha acabado convirtiéndose ya en una marca de diferencia, en una tendencia y, claro está, en un “nicho de mercado”. Esta es una de las tragedias del sistema en el que vivimos, que enseguida fagocita todo intento de resistencia y acaba integrándolo dentro de su lógica perversa. Quizá solo nos queden las pequeñas resistencias, las tácticas más que las estrategias.

¿Crees que puede encuadrarse algunas de tus preocupaciones de narrador con las de otros escritores españoles o europeos de tu generación?

Estoy convencido de que nadie escribe –nadie piensa, en verdad– fuera de su época. Y por supuesto, hay una serie de preocupaciones comunes entre quienes escribimos en el presente. Lo que no sé es hasta qué punto esas preocupaciones se encuentran localizadas en ámbitos geográficos. Por supuesto, hay un sistema de relaciones, una estructura editorial e institucional que está ligada a los espacios. Pero hoy las influencias y tendencias llegan de contextos que desbordan la proximidad geográfica. Por ejemplo, yo me siento más cercano a lo que escribe un autor norteamericano de mi generación como Ben Lerner que a lo que pueda escribir un autor murciano nacido en mi mismo año para quien su interlocutor pueda ser, qué sé yo, Cartarescu. Y en ese mundo global hay una serie de preocupaciones en las que creo se puede contextualizar lo que escribo: el trabajo sobre el yo (Knausgard, De Vigan, Del Molino…), la puesta en cuestión de los límites entre los géneros (Vila-Matas, Teju Cole…), la carga filosófica de la escritura (Menéndez Salmón, Javier Moreno, Sergio Chejfec…) o la atención al mundo del arte visual (Hustvedt, Lerner, Kopf, Fonseca…).

“Quizá solo nos queden las pequeñas resistencias, las tácticas más que las estrategias”.

¿A qué narradores contemporáneos lees?

Soy un lector compulsivo y leo todo lo cae en mi mano. La lista de lo que me gusta sería interminable. Por mencionar referencias internacionales irrenunciables que disfruto con vicio: Don DeLillo, Paul Auster, Michel Houellebecq, Emmanuel Carrère, Delphine de Vigan y la grandísima Siri Hustvedt. Me interesa también mucho lo que escribe narradores de mi generación en otros contextos. Teju Cole y Ben Lerner son los autores de referencia. Entre los narradores en español, me siento en deuda con todo lo que ha escrito Enrique Vila-Matas. Javier Cercas también es una de las referencias centrales. Y, al otro lado del Atlántico, leo con atención a Sergio Chejfec y Mario Bellatin. A mis “contemporáneos” los leo con especial devoción. Creo que hay una generación de narradores excepcionales. Me dejaré muchísimos, pero ahí va una

lista de imprescindibles: Javier Gutiérrez, Carlos Fonseca, Patricio Pron, Ricardo Menéndez Salmón, Isaac Rosa, Mario Cuenca, Aixa de la Cruz, Javier Moreno, Sergio del Molino, Nere Basabe, Elvira Navarro, Juan Gómez Bárcena, Iván Repila, Leonardo Cano, Sara Mesa, Lara Moreno, Miguel Serrano, Vicente Luis Mora, Agustín Fernández Mallo… y muchos más. Una de las mejores cosas que me ha dado la literatura ha sido el privilegio de poder conocerlos.

Dinos algo sobre el origen de Presente Continuo. Diario de una novela. Volviste al género del diario en Diario de Ithaca ¿A qué responde ese proyecto? ¿Qué implica el pacto de referencialidad autobiográfica con los lectores?

Presente Continuo fue un encargo del diario La Opinión. Al principio me costó exponer mi intimidad, pero luego me volví adicto y casi llegó

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a transformar mi vida. A veces me sorprendía llevando al límite ciertas situaciones para poder contarlas en el

diario. También, conforme escribía, fui cayendo en la cuenta de que en el fondo estaba el diario era una especie de cara B de las novelas y de los ensayos. Una especie de making of de lo que después se publicaba. Me gusta esa inmediatez que luego se pierde en la elaboración de textos más complejos. Diario de Ithaca es también parte de un encargo. Un diario narrado para el programa literario de Aragón Radio Preferiría no hacerlo. Allí narré la experiencia americana, mi curso académico en la Universidad de Cornell, en Ithaca. También está lleno de referencias a procesos de escritura y a lecturas que después aparecen en las novelas. El lector que siga los diarios y lea las novelas observará conexiones, pasadizos y también contradicciones. En realidad, se trata todo de un texto continuo. Lo entiendo casi como una banda de Moebius. Forma parte de la misma “obra”.

También has transitado por el género breve e hiperbreve. ¿Qué necesidad expresiva te llevó a él?

Los microrrelatos llegaron en un momento concreto de la escritura, justo cuando comenzaba mi blog en internet. Surgieron casi de la necesidad de encontrar ficciones específicas para ese medio. Después, igual que al diario, le tomé el gusto y estuve escribiendo cuentos breves casi durante un año. De alguna manera, mi cabeza estaba configurada de ese modo. Todo lo que me ocurría era narrable como microcuento. Creo que se trata de una especie de disposición. Hay que ponerse en “modo hiperbreve” para lograr algo en el género. Confieso que ahora estoy en las antípodas de esa brevedad, pero me sigue gustando leer microrrelatos. Un género tremendamente difícil, porque siempre está en el límite del chiste fácil, el chascarrillo y la tontería.

Eres docente universitario. ¿Cómo ves la situación de la Universidad española y el grado de inquietud intelectual de profesores y alumnado?

Me temo que aquí tengo que ser pesimista. Al menos en parte. Creo que la universidad es uno de los últimos refugios del saber y la cultura. O debería ser. Porque la capitalización absoluta del mundo también ha entrado aquí. La universidad se ha burocratizado y se ha convertido en una fábrica de producción

“El lector que siga los diarios y lea las novelas observará conexiones, pasadizos y también contradicciones. En realidad, se trata todo de un texto continuo. Lo entiendo casi como una banda de Moebius. Forma parte de la misma 'obra'”.

de graduados. El conocimiento se ha cuantificado y los profesores ya no investigan por una pasión de saber y una obsesión, sino para lograr ítems y puntos para ser evaluados. Profesores y alumnados comparten la misma desidia y desgana. Solo se hace lo que cuenta; el resto no sirve. Y lo peor es que no es algo propio de la universidad, sino del momento en el que vivimos. La combinación es explosiva, y poco a poco la universidad se va a convertir en una institución zombi, un muerto viviente en el que apenas queden ecos de lo que un día fue.

¿Hay en tu diario actual la referencia a una nueva novela? ¿En qué proyectos literarios estás trabajando?

En efecto, es la novela en la que he estado trabajando durante los últimos años. Se trata de un reto en el que he estado barajando embarcarme desde

que comencé a escribir. Y ahora por fin me atrevido. Un trauma de mi adolescencia que he tardado veinte años en poder afrontar. Es, sin duda, lo más personal que he escrito. Incluso más que los diarios. Una novela donde autor y narrador son la misma persona. Y un mundo sobre el que hasta ahora no había escrito: la huerta de Murcia y el mundo más allá de las élites culturales. Ha sido todo un desafío salir del terreno del arte contemporáneo y la novela intelectual. A priori puede parecer un viraje hacia otro lugar, pero en el fondo forma un tríptico literario con Intento de escapada y El instante de peligro. Un acercamiento paulatino al yo real. Y un desvelamiento de lo que se encuentra debajo de todo. Ahora estoy terminando de corregir y, si todo va bien, saldrá en mayo. El dolor de los demás, se titula. He acabado desfondado y, después de esto, no tengo nada claro si podré escribir otra cosa.

“Profesores y alumnados comparten la misma desidia y desgana. Solo se hace lo que cuenta; el resto no sirve”.

Gema CuestaFernando Larraz

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Jorge Volpi: la trama del siglo

Jorge Daniel Ferrera Montalvo

Artículos

¿Qué define a este siglo? ¿Qué eventos o circunstancias históricas lo caracterizan? ¿Será cierto que está marcado por el inicio de la globalización o, como postulan algunos investigadores, por los fundamentos de la posmodernidad? Si bien este no es un trabajo que pretenda ahondar en los hechos que lo determinan, sí es necesario empezar por describir cómo se articulan sus elementos con las propiedades y construcción de los textos literarios.

En 1986 el filósofo francés Jean-François Lyotard publica el libro La

posmodernidad explicada a los niños. En él, formula el derrumbe de los cuatro grandes relatos que la humanidad ha inventado para narrar su historia. Estos relatos tienen la peculiaridad de contar con una visión de propósito o finalidad, es decir, el hombre está determinado por su devenir histórico. El primero de ellos es el cristianismo, en el cual el ser humano encuentra la salvación de su espíritu a través de la creencia en dios. El segundo, el discurso Ilustrado, viene a proponer un estado de plenitud y progreso a partir del uso de la razón, la Diosa Razón como

“Suelo ser muy poco respetuosa de las fórmulas, y el carácter fragmentario de la literatura contemporánea (al igual que la de

los románticos alemanes; Jean-Paul, Brentano, Ricter) me parece que corresponde a la pérdida de unidad, de la integración que

caracteriza a la modernidad. Todo está fracturado: el yo no es más que un mosaico. ¡Enhorabuena! La ilusión del tiempo y del espacio

cada vez es más relativa, y este contexto de desintegración debe corresponderse en las formas literarias”.

Cristina Peri Rossi, Contar para descubrir

herramienta civilizatoria. El marxismo, a su vez, facilita la emancipación obrera a través de la lucha de clases. Y, por último, el capitalismo otorga la oportunidad de un bienestar social por la obtención de riquezas.

Es en esta línea donde se inscribe una parte fundamental de la obra del escritor Jorge Volpi, pues, el capitalino retoma, sobre todo en su Trilogía del Siglo xx, la idea de la caída de los grandes relatos; señalando, además, la aparición de nuevos “géneros discursivos” (Bajtín, 1982: 284) —en el sentido que le otorga Mijaíl Bajtín en su Estética de la creación verbal— como lo son el psicoanálisis, la mecánica cuántica y el genoma humano.

Jorge Volpi nace en la Ciudad de México en el año 1968. Desde temprana edad, a los dieciséis, participa en el Concurso de Cuento del Centro Universitario de México, certamen al que también acuden, los que tiempo después serían sus compañeros de oficio, Ignacio Padilla y Eloy Urroz, y del que se rumoreaba que había ganado el escritor Carlos Fuentes. Continúa su carrera licenciándose en Derecho por la Universidad de Salamanca con una tesis sobre las relaciones del subcomandante Marcos y los intelectuales en 1994. En esa misma fecha escribe El Magisterio de Jorge Cuesta, trabajo que le merece el Premio Vuelta de Ensayo, y publica su primer libro de cuentos, Pieza en forma de Sonata, para flauta, oboe, cello

y arpa, op. A partir de 1993 produce su primera serie de novelas que consta de A pesar del oscuro silencio, Días de ira, La paz de los sepulcros, El temperamento melancólico, Sanar tu piel amarga y El juego del Apocalipsis. En 1999 inicia la que para algunos es considerada su obra cumbre: La Trilogía del Siglo xx.

“Me propongo contar, pues, la trama del siglo”

Publicada en 2003 por la casa editorial Seix Barral, El Fin de la locura posiblemente sea la novela más ambiciosa de Jorge Volpi. En ella, nos narra la historia del psicoanalista mexicano Aníbal Quevedo, quien, tras aparecer en París misteriosamente, conoce a una joven llamada Claire por la que se siente profundamente atraído y en su persecución amorosa le tocará presenciar algunos de los momentos más importantes del Siglo xx: el Mayo francés, la Revolución cubana, el Gobierno de Allende, la Masacre en la plaza de las Tres Culturas, el levantamiento armado del EZLN.

La novela está dividida en tres partes, cada una con igual número de capítulos, en el que el primero se desarrolla principalmente en París y Aníbal Quevedo conoce a las grandes figuras del pensamiento francés tales como Jacques Lacan, Roland Barthes, Michael Foucault, Derrida y Althusser,

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Sartre, entre otros. Es a partir de este momento cuando Jorge Volpi, tanto en términos formales como de recursos narrativos, empieza a establecer ese juego con la caída de los grandes relatos, pues, desde la estructura como en las técnicas, va incorporando multiplicidad de voces y registros. Parecería un despropósito que Volpi eligiera un género tan extenso como el de la novela para relatar el fin de las ideologías del siglo xx, de las utopías revolucionarias, pero es también una novela hecha de informes, cartas, entrevistas, anotaciones de diarios, recortes de prensa, demostrando así su habilidad como escritor y las preocupaciones de la novela.

Por otra parte, en lo referente al contenido, es una revisión de algunos de los acontecimientos más significativos del siglo xx, pero desde la perspectiva del que será ahora el nuevo gran relato: la psicología. ¿Qué importancia tienen en el panorama social los planteamientos de esta disciplina? ¿Qué significa que el “inconsciente esté estructurado como un lenguaje”?

A mediados de siglo, después de la Segunda Guerra Mundial, Europa se encuentra en un profundo estado de pesimismo: aún no se cree el horror y la devastación de la que fue capaz de generar el hombre. Novelas existencialistas como La Náusea, de Jean Paul Sartre, y Niebla, de Albert Camus, escarban muy hondo en los sentimientos de la gente; incluso

filósofos de la escuela de Frankfurt, como Adorno y Horkheimer, aseguran que es la razón al servicio del hombre la que causa episodios tan desoladores como Auschwitz. Por ello, cuando Sigmund Freud y Jacques Lacan aseguran que no somos completamente conscientes de nuestros actos, las bases de la civilización occidental se tambalean. ¿En quién o qué confiar ahora si la razón no es suficiente para habitar el mundo, si ya no es posible estar seguros de nosotros mismos? No es casual que Volpi elija contar el Mayo francés, y otros hechos, desde la óptica de la psicología. Si Volpi se empeña en este cometido es porque sabe también que la psicología es fruto y heredera de la posmodernidad, es decir, la empresa de Volpi, y creo que esta es la mayor aportación de El Fin de la locura, es —al igual que el Lacan de la novela— hacer una relectura de las ideologías revolucionarias, de los motivos inconscientes del Siglo xx. Es más, como bien apunta Roberto González Echeverría en “La Razón recobrada”: “El libro toma así del psicoanálisis que critica su idea fundamental: que la manera de exorcizar los demonios de la psiquis es expresarlos, darles realidad en el lenguaje”. De este modo, la novela se transforma en una muestra, a través de la voz de sus personajes, de los deseos reprimidos, de la memoria colectiva de aquellos años siendo analizada.

La segunda novela de la Trilogía del Siglo xx, aunque no en un orden cronológico, es En Busca de Klingsor. Ganadora del Premio Biblioteca Breve en 1999, la historia aborda las pericias del teniente general Francis Bacon y el matemático Gustave Links para hallar al responsable de la aprobación durante la Segunda Guerra Mundial de la bomba atómica en Alemania. La novela es un compendio de los avances y la carrera científica de aquel período. Con la habitual síntesis que lo caracteriza, Volpi va desentrañando las vidas de físicos notables como Johannes Stark, Werner, Shoring, Heisenberg, Borh, Gödel, Von Neumann y Planck hasta llegar al mismo Einstein. Quizás, como señala Christopher Domínguez Michael en La Patología de la recepción, los posibles defectos de En busca de Klingsor están en la intención didáctica y hasta un poco cansina de Volpi cuando explica el origen del mito de Parsifal y esa obstinación por condescender a las exigencias de las novelas de intriga o los recursos propios del thriller, de las peores películas de Hollywood, pero la obra es magnífica en lo referente al contenido. Si en El fin de la locura el propósito era hacer una relectura de las ideologías revolucionarias, de los motivos inconscientes del Siglo xx, ahora el objetivo será demostrar que los motores del rumbo de la historia son (como en los mejores cuentos de Borges) los otros universos del azar, la incertidumbre y el

caos. Por ello, la novela explora desde el comienzo las consecuencias de que el mundo sea determinado por estos principios: “A diferencia de otras épocas, la nuestra ha sido decidida con mayor fuerza que nunca por estos guiños, por estas muestras del ingobernable reino del caos. Me propongo contar, pues, la trama del siglo. De mi siglo. Mi versión sobre cómo el azar ha gobernado el mundo y sobre cómo los hombres de ciencia tratamos en vano de domesticar su furia” (Volpi, 1999: 18). Pero ¿qué influencia tuvieron los nuevos descubrimientos de la ciencia, la publicación, por ejemplo, de la Teoría de la relatividad?

De las preposiciones formalmente indecidibles de Gödel a los Escritos de Lacan (la primacía de Lo no dicho)

Dos de los personajes principales de la Trilogía del Siglo xx de Jorge Volpi son el matemático Kurt Gödel y el psicoanalista Jacques Lacan. Del primero sabemos que nace en la ciudad de Brno, el 28 de abril de 1906, en la actual República Checa. Desde muy pequeño su talento y carácter indagatorio se inclinan por el estudio de la Física, pero su fascinación por la verdad y la exactitud lo vuelcan pronto en el campo de las Matemáticas. Así, en 1924 ingresa en la Universidad de Viena donde finaliza sus estudios con la tesis doctoral La suficiencia de los axiomas del

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cálculo lógico de primer orden y en 1931 publica el teorema que lo catapultará como uno de los matemáticos más brillantes y que culmina con más de un siglo de investigaciones en el terreno de la lógica: Sobre sentencias formalmente indecidibles de Principia Mathematica y Sistemas afines. Para entender mejor cuál es la relevancia de este hecho habrá que describir brevemente el contexto de aquellos días.

Corre la década de 1930 y los estudios por completar el Programa de Hilbert acaparan los esfuerzos de la comunidad matemática. El proyecto consiste en dotar de solidez lógica a los métodos de análisis, las formas de aproximación a la verdad por parte de esta. En otras palabras, que las matemáticas no presentaran paradojas o contradicciones. Pues bien, como reacción a ello entre 1910 y 1913 Bertrand Russell y Alfred Whitehead publican el tratado de Principia Mathematica, el cual contiene la totalidad de los razonamientos matemáticos y que, por otra parte, contribuye con la Teoría de Conjuntos, de George Cantor, al entorno de bienestar y formalización. Sin embargo, faltaba probar si estos sistemas eran consistentes.

La llave llegaría en 1931. Escrito con sencillez y elegancia asombrosa, de tan solo veinticinco páginas, el Teorema de incompletitud —como mejor se conoce a la tesis— pone fin a más de un siglo de

nociones sobre la verdad y la exactitud de las matemáticas, pero mejor veamos cómo lo resuelve el propio Gödel:

Como es sabido, el progreso de la matemática hacia una exactitud cada vez mayor ha llevado a la formalización de amplias partes de ella, de tal modo que las deducciones pueden llevarse a cabo según unas pocas reglas mecánicas. Los sistemas formales amplios construidos hasta ahora son el sistema Principia Mathematica (PM) y la teoría de conjuntos de Zermelo-Fraenkel (desarrollada aún más por J. Von Neumann)

Estos dos sistemas son tan amplios que todos los métodos usados hoy en día en la matemática pueden ser formalizados en ellos, es decir, pueden ser reducidos a unos pocos axiomas y reglas de inferencia. Resultan por lo tanto natural la conjetura de que estos axiomas y reglas basten para decidir todas las cuestiones matemáticas que puedan ser formuladas en dichos sistemas. En lo que sigue se muestra que esto no es así, sino que, por el contrario, en ambos sistemas hay problemas relativamente simples de la teoría de números naturales que no pueden ser decididos con sus axiomas (y reglas) (Gödel, 2006: 53-54).

De lo anterior se desprenden al menos dos aspectos importantes para el ámbito de las matemáticas: el primero,

la estandarización de los métodos de análisis para evitar contradicciones y el segundo, no tan evidente, la depuración de un lenguaje que se apegue a la realidad, que se despoje de toda vestidura que lo vuelva impenetrable. En este sentido, la preocupación de Gödel se asemeja más a la de Wittgenstein —que a la del propio Lacan— al atender la arbitrariedad y denotación del lenguaje, mientras que a Lacan le interesan esas cadenas o estructuras que producen la noción de realidad. Como se puede entrever, ambos son estudiosos del lenguaje, pero desde distintas áreas o perspectivas.

Palabras indecidibles…

Otro de los personajes más representativos de la Trilogía del Siglo xx es el psicoanalista francés Jacques Lacan. Discípulo y renovador de las teorías de Sigmund Freud, en sus Escritos, publicados en 1956, realiza un diagnóstico en torno a la formación psicoanalítica de aquel entonces y postula un retorno al valor de la transferencia por medio del lenguaje durante las sesiones. Es decir, al momento en que el inconsciente se refleja a través de este. Para ello, Lacan pone énfasis en esos conjuntos de significantes —en el sentido que le otorga Ferdinand de Saussure en su Lingüística general. Para Saussure, el significante es la representación o imagen acústica que se obtiene del significado

(Saussure, 1945: 38-39)— que provocan la noción de verdad y que determinan la idea del mundo que se puebla y la personalidad del hablante. Pero a Lacan no es lo único que le preocupa, sino que también lo es ese terreno de “lo no dicho”, aquellos intervalos del saber que fallan al transmitir, la imposibilidad del lenguaje de poder atrapar la realidad. De hecho, como muchos estudiosos afirman, el estilo de Los Escritos (léase los adjetivos, su sintaxis, la superposición de conceptos, su estructura misma…) es un intento definitivo por demostrar los límites del lenguaje, pero al mismo tiempo, sus virtudes. En este sentido, el interés de Lacan se acerca al de Gödel, al buscar un lenguaje —escrito, en el caso del matemático, numérico— que reproduzca fielmente la totalidad. Cabe señalar que las excelentes aportaciones de Jacques al campo del psicoanálisis no hubieran sido posibles sin la incorporación de conocimientos de otras ciencias y disciplinas. En parte porque en eso consiste la extraordinaria significación de Los Escritos: en la manera en que Lacan dialoga con los pensadores de su época. Lacan reinterpreta a Ferdinand de Saussure, Claude Lévi-Strauss, Heidegger, Sartre, asiste a seminarios y conferencias y es partícipe de los principales movimientos artísticos como el surrealismo; en suma, es un intelectual comprometido con su tiempo.

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Por último, la tercera novela de esta asombrosa trilogía es No será la tierra. Publicada en el 2006 por el sello de Alfaguara, la historia examina los eventos principales de la segunda mitad del siglo a partir de la vida de tres mujeres: Irina Nikoláivena, bióloga rusa que atestigua el desplome del Imperio y cuya hija muerta (Oksana) representa el éxito del capitalismo; Jennifer Moore, funcionaria del Fondo Monetario Internacional encargada de monitorear la libertad de mercados y distribuir las riquezas a los países en vías de desarrollo; y Eva Halász, subjefa de bioinformática de Celera, matemática brillante e investigadora del genoma humano. Al igual que en las otras dos entregas, Volpi recupera los discursos hegemónicos de la Historia (El martes negro, la Hungría del cincuenta y seis, el Afganistán de los ochenta, el accidente de Chernóbil, la caída del Muro, la desintegración de la URSS y el ascenso de Yeltsin), pero entre todos ellos, sobresale uno que pretendo abordar: el genoma humano.

El genoma humano es el otro gran relato en el que Jorge Volpi aterriza. La idea de que los movimientos sociales estén condicionados por nuestro material genético y el rumbo de la historia sea una lucha de especies (no de clases) suena sencillamente aterrador. Por ello, desde el inicio la novela plantea la tensión de que la vida pueda ser de este modo o estar delineada por factores

externos: “¿qué determinaba el carácter de las personas?”, se preguntaba. “¿Por qué algunas están preparadas para enfrentarse a las dificultades exteriores, como Olga, mientras que otras parecen condenadas a errar sin fin? ¿Era el medio, la voluntad, la educación? ¿O allí, en el interior del cuerpo, en las células, se inscribía la verdad de cada uno?” (Volpi, 2006: 69). Pero la obra no solo señala estas cuestiones, sino que también en el tema del amor se ven plasmadas y traducidas en la voz del personaje de Eva Hálasz: “Eva me dijo que los sentimientos eran un rescoldo evolutivo, una patología de la inteligencia, en el mejor de los casos un manual de conservación [...] el amor es el engrudo de la reproducción, la ira un detonador frente al peligro, el miedo un sucedáneo del dolor y acaso de la muerte” (Volpi, 2006: 40). Y más adelante dice “A Eva el amor (no había palabra más empalagosa) le tenía sin cuidado, era una máscara para disfrazar una necesidad evolutiva: el deseo de atrapar un hombre para siempre o al menos durante unos años, a fin de convertirlo en proveedor de genes y alimentos” (Volpi, 2006: 106).

De esta forma, con la publicación de su última novela de la Trilogía, Volpi termina por trazar un amplio proyecto narrativo que comprende los acontecimientos más importantes del Siglo xxi —vistos desde la perspectiva de la historia oficial y de occidente—, pero que también señala la irrupción de

los nuevos relatos que moldean y definen las corrientes de pensamiento actuales, como lo son la Psicología, la Mecánica Cuántica y el genoma humano. Creo que la obra de Volpi es interesante no solo por los temas que aborda y por su sencillez estilística, diferenciada a conciencia de la gran plasticidad del boom latinoamericano, sino porque además es de los pocos escritores que

se arriesga, que tiene una preocupación genuina por relatar de nuevo los eventos centrales de la historia, por urdir “la trama del siglo, de nuestro siglo”. En ese contexto, pienso que el trabajo de Volpi debe ser leído y revalorado en su justa dimensión.

Bibliografía

Bajtín, M. (1982): “El problema de los géneros discursivos”. En: Estética de la creación verbal, n.º 248.

Domínguez, M. (2004): “La patología de la recepción”. En: Letras Libres.

Gödel, K. (2006): Kurt Göde.l Obras Completas. Introducción y traducción de Jesús Mosterín. Madrid: Alianza Editorial.

González, E. (2004): “La razón recobrada”. En: Letras Libres.

Volpi, J. (1999): En busca de Klingsor. Barcelona: Seix Barral.

Volpi, J. (2006): No será la tierra. México: Alfaguara.

Saussure, F. (1945): “Lugar de la lengua en los hechos del lenguaje.” En: Curso de lingüística general. Traducción, prólogo y notas de Amado Alonso. Buenos Aires: Editorial Losada, 38-39.