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ESTUDIOS
JUICIOS DE VALOR, IDEOLOGAS
Y CIENCIA SOCIAL
i.
V A LO RES
Y
JUICIOS
DE
VALOR
La preocupacin por los valores, como mbito de reflexin propia, es una
preocupacin reciente
en la
historia
del
pensamiento.
Por
supuesto,
ya en las;
antiguas religiones orientales,o en la filosofa griega,seencuentran losproble'
mas y los conceptos queconstituyen la base de la moderna reflexin sobre
los valores.
La
idea platnica
de la
justicia,
o el
precepto cristiano
del
amor
al prjimo, se hallan dentro del mbito propio de los valores. Pero, en canv
bio,
los
valores
no
fueron tema
de la
filosofa hasta
el
siglo XIX.
El
filsofo
alemn Lotze seaventura a considerar a iosvalores como algo libre de real i '
dad
y, al
establecer
una
distincin entre
ei ser y el
valer, dir,
en una
frase
llamada a serfamosa, que los valoresno sonsinoquevalen.Conelloque'
daba abierto el camino a un nuevo tema de discusin filosfica.No dejade
ser curioso
que,
antes
de
Lotze,
la
preocupacin
por la
cuestin
de los
valores
tengaun antecedente ilustreen las ciencias sociales. Adam Smith y losecono-
mistas
de su
poca plantea n abiertam ente
el
problema
del
valor, hasta
el pun-
to de que la eleccin consciente entre valores fvie el punto departida de su
teora,
si
bien
la
peculiar forma
de
entender,
en
aquella poca,
el
modo
de
filosofar, dej esta temprana preocupacin de Adam Sm ith restringida al
campo
de la
economa poltica.
Posteriormente,
la
filosofa
de
Brentano
va a
poner
las
bases para
una
reflexin msprofunda de losvalores. Losdiscpulos de Brentano, Meinong^
y Ehrenfels,
se
enzarzaron
en una
ruidosa polmica
que va a dar
actualidad
al
tema. Meinong parte de una concepcin subjetivista delvalor, al identificarlo
con
las
cosas
que nos
agradan, mientras
que
Ehrenfels, den tro
de la
misma
corriente subjetivista, dir
que son
valiosas
las
cosas
que
deseamos
(i). Al
(i )
Una
referencia
a la
polmica
de
MEINONG
y
EHRENFELS puede verse
en J. OR'
TEGA Y GASSET: Introduccin a una es t imat iva, Obras Completas, t om o VI, Revista
de. Occidente, Mpdrid. 10.47. pes.
317 y
s igs.
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LU I S G O N ZLEZ SEA RA
mismo tiempo la filosofa de Nietzsche va a convert ir a los valores en un tema
apasionante. Como es sabido, Nietzsche proclama la necesidad de una t rans-
mutacin general de los valores, para que la civilizacin cristiana ceda el
paso a una nueva cultura. La Historia tiene un sentido dinmico porque en
ella se crean y aniquilan constantemente una serie de valores y, por tanto,
dichos valores son de orden subjetivo. Las civilizaciones se distinguen por dis-
tintos tipos de valores vigentes y, de forma irremediable, la tabla de valores
vigente en una cultura o sociedad acabar por ser sustituida por otra (2). Ta-
les son los postulados proclamados por Nietzsche.
El punto de vista subjetivista va a tener varios continuadores en nuest ro
siglo, especialmente entre los pensadores que tienden a llevar sus reflexiones
al terreno de la experiencia. De ah la direccin subjetivista que el positi-
vismo lgico imprimir a la teora de los valores. Tanto Wittgenstein como Ayer
o Carnap, consideran que al hablar de valores no nos referimos a objetos
sino ms bien a simples estados anmicos. Es ms, Carnap dir que los juicios
de valor son imperativos morales disfrazados, puesto que no hay diferencia
de contenido entre el precepto que manda no matar y el juicio de valor
matar es malo . De ah que no se pueda decir de los juicios de valor que
son verdaderos o falsos, puesto que no afirman ni niegan nada : nicamente
expresan un punto de vista subjetivo de quien emite el juicio (3).
Igualmente, Bertrand Russell se sita en un punto de vista similar. Para
l los valores estn enteramente fuera del conocimiento. Cuando afirmamos
que esto o aquello tiene valor escribe Russell- - estamos dando expresin
a nuestras propias emociones, no a un hecho que seguira siendo cierto aunque
nuestros sentimientos personales fueran diferentes (4). Por eso, dice ms ade-
iante, si dos hombres difieren sobre los valores no hay desacuerdo respecto
a ninguna clase de verdad, sino una diferencia de gusto (5).
La postura de Russell le lleva, por un camino lgico, a negar todo sentido
absoluto del pecado. Lo que un hombre llama pecado otro puede con-
siderarlo virtud y, de esta forma, carecer de sentido plantearse ningn
principio, ni ninguna norma tica, como de Derecho natural. El Infierno
escribe Russell- como un lugar de castigo para los pecadores, se hace irra-
cional (6). E] subjetivismo axiolgico, por consiguiente, se halla ligado a una
(2) R.
FRONDIZI
: Qu son los valores'?, Fondo de Cultura Econmica, Mjico,
1958, pg. 36.
(3) R.
LEPLEY
:
Verifiability oj Valu,
Columbia University Press, 1944, pgs. 137
y siguientes, citado por FRONDIZI.
(4) B. RussEI.L: Religin y Ciencia, Fondo de Cultura Econmica, Mjico, 1965'
pgina 158.
(5) B., RUSSELL: Op. cit., pg. 162.
(6) B. RUSSELL: Op. cit., pg. 163.
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JUICIOS
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consideracin acientfica de los valores que los sita al margen del conoc'
miento. Los valores van unidos a cada existencia concreta y, en este sentido,
el existencialismo es tambin subjetivista. Al preceder la existencia a la esen-
ca, para un existencialista, el acto de valorar es un acto subjetivo que no
viene precedido por ninguna norma objetiva, y del cual es responsable el
sujeto que valora. Sartre lo ha dicho clara m en te; Lo que se podra llamar
la moralidad cuotidiana es exclusiva de la angustia tica. Existe la angustia
tica cuando yo me considero en mi relacin original con los valores. Estos, en
efecto, son exigencias que reclaman un fundamento. Pero este fundamento
no poda ser, en ningn caso, el ser, pues todo valor que fundara su natura-
leza ideal sobre su ser dejara por ello mismo de ser valor y realizara la
heteronoma de mi voluntad. El valor extrae su ser de su exigencia y no su
exigencia de su ser...
mi libertad es el nico fundam ento de los valores, y nada,
absolutamente nada justifica que adopte un valor u otro, una u otra escala
de valores. En tanto ser, para quien los valores existen, yo soy injustificable,
y mi libertad se angustia de ser el fundamento sin fundamento de los valo-
res (7).
Frente a esta corriente se manifiesta la doctrina objetiva de los valores,
representada por Max Scheler, y que tuvo en Ortega un popularizador ilustre.
Scheler parte de una crtica de la concepcin Kantiana, que equiparaba los
bienes con los valores, y que consideraba que stos deban juzgarse como abs'
trados de los bienes, afirmando, por el contrario, que los valores son bienes
independientes de los objetos donde se hallan depositados.
... Hay autnticas y verdaderas cualidades de valor escribe Scheler
que representan un dominio propio de objetos, los cuales tienen suspartxcu-
laresrelaciones y conexiones, y que pued en ser, ya como cualidades de valor,
ms altas
y
ms bajas, etc. Pero, si tal es el caso, puede tambin haber entre
ellas un
orden
y una
jerarqua,
independientes de la existencia de un
mundo
de bienes,
en e cual se manifiesten, y tam bin independ ientes de las m odi-
ficaciones y el movimiento que ese mundo de los bienes sufra a travs de la
Historia. Respecto a la experiencia de ese mundo de los bienes, los valores
son
a priori
(8). Por tanto, para Scheler, los valores tienen una existencia
real, independiente y anterior al sujeto que valora, e incluso al objeto en que
residen. La belleza, por ejemplo, no se extrae de las cosas bellas, sino que es
un valor objetivo, anterior a dichas cosas, aunque resida en ellas. Ortega dir
que los valores son cualidades irreales existentes en las cosas que nosotros
(7) J. P .
SARTRE:
L'etre et la Na nt, Ga llmard , Pa rs, 1950, p gs. 75-76. (El su b-
rayado es mo.)
(8) MAX
SCHELER:
Etica, tomo I , Revista de Occidente, Madrid, 1941, pg. 42.
(Subrayado de SCHELER.)
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LUIS GONZLEZ SEARA
estimam os. El -estimar ) es a os valores lo mismo qu e el ver a los colores
o el or a los sonidos. Y lo mismo que progresivamente vamos descubriendo
nuevas propiedades materiales de las cosas, tambin hay un descubrimiento
sucesivo de los valores qu en dichas cosas existen (9). No se trata de una
creacin de valores por el sujeto, sino de un descubrimiento. Los valores
ya estaban ah, y slo haca falta descubrirlos, como podra ocurrir con una
tierra ignota.
Al apuntar este punto de vista doctrinal, los valores se han de dar necesa-
riam ente en una polaridad b ueno-ma lo, justo-injusto, feo-bello- y en una
escala jerrquica. Es decir, al ser cualidades irreales, pero objetivas, los valo-
res se presentan en una jerarqua ordenada. Es as como Scheler elabora su
conocida tabla que sita en la cspide los valores de orden religioso y en la
base los valores tiles. Pero, como es obvio, a pesar de esa pretendida objeti-
vidad, al tratar de establecer una tabla de valores, autores distintos llegan a
resultados distintos. Nada ms aleccionadoi que ver cmo Max Scheler y Ni-
colai Hartmann, los dos con teoras axiolgicas muy similares, llegan, en el
orden que venimos considerando, a resultados opuestos: para Scheler es ms-
alto el valor fundador y para Hartmann, el fundado.
Por consiguiente, la discusin acerca de la objetividad o subjetividad de
los valores, corre el riesgo de conducir a un callejn sin salida y, en ltima
instancia, es una cuestin filosfica que no nos corresponde examinar aqu hasta
sus ltimas consecuencias. Lo que nosotros necesitamos constatar es que, de
hecho, los valores existen en la sociedad y se derivan consecuencias de su exis-
tencia. Son, por tanto, una realidad de la que es preciso ocuparse cientfica-
mente, si es ello posible, A este respecto, el mismo Carnap considera posible
e importante la investigacin cientfica sobre los juicios de valor y los actos-
de valoracin. Se trata de actos y hechos de individuos concretos que se pue-
den estudiar empricamente. Ms adelante volveremos sobre este punto, pero
ahora me parece esencial establecer una diferen ciacin: aunque los valores
y los juicios de valor tienen muchos puntos comunes, no son una misma cosa.
Y la distincin es particu larm ente significativa para las ciencias sociales.
A comienzos de siglo, Durkheim, en una comunicacin al Congreso In-
ternacional de Filosofa, celebrado en Bolonia, en I 9 I I , se plante el pro-
blema de los juicios de valor y de los hechos de valor o juicios de realidad:
Cuando nosotros decimos que los cuerpos son pesados, o que la nieve es fra,
estamos enunciando algo que existe en la realidad. Es un juicio de realidad,
un juicio de existencia. Por el contrario, cuando nuestros juicios no dicen lo
que
son
las cosas, sino lo que
valen
con relacin a un sujeto consciente, esta-
fo) J. ORTEGA Y GASSET: El tema de nuestro tiempo, Espasa-Calpe, Madrid, 1955,
pgina 68.
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JUICIOS DE VALOR, IDEOLOGAS Y CIENCIA SOCIAL
mos ante juicios de valor. Pero algunas veces se da tambin este nombre de
juicios de valor a todo juicio que enuncia una estimacin, sea sta cualquiera,,
y esta extensin del concepto puede dar lugar a confusas interpretaciones que
interesa prevenir (io).
Cuando yo digo que me gusta un paisaje, o que me gusta la caza, aunque
a primera vista parezca que se trata de juicios valorativos, estamos, en el
fondo, ante simples juicios de hecho. Que a m me guste un paisaje, o un
cuadro, es un hecho comparable a la pesantez de un cuerpo: se trata de algo
que a m me ocurre, como me puede ocurrir tener el pelo rubio.
Pero la situacin vara por completo si yo digo que un cierto paisaje
tiene
una gran belleza, o que una determinada accin tiene un alto valor moral.
En este caso yo atribuyo un carcter objetivo a las cosas, con independencia
de mi propio gusto. Yo puedo ser insensible ante un cuadro de Rafael y de-
cir, sin embargo, que tiene un alto valor esttico. Decir que me gusta un
cuadro, enuncia un hecho referido a mi inclinacin subjetiva; decir que el
cuadro es bello, o que es mejor o peor cue otio, ndica un juicio de valor,
por el cual atribuyo una cualidad objetiva al cuadro en cuestin. En este
sentido, y slo en este sentido, se puede decir que los valores tienen la misma
objetividad que las cosas.
Ahora bi en : dada esa situacin, Durk heim se pr eg un ta: Cmo puede
conciliarse el carcter objetivo del valor con su estimacin objetiva? Cmo
puede para decirlo con sus palabras un sentimiento ser independiente del
sujeto que lo experimenta? Algunos pensadores han pretendido resolver la
cuestin diciendo que los valores son caracteres constitutivos de la cosa a la
cual estn atribuidos, y por consiguiente, el juicio de valor no hace ms que
expresar la forma en que- dichos caracteres obran sobre el sujeto que juzga.
Pero de este modo no sera fcil explicar la existencia de valores admitidos
por todos los miembros de una sociedad, y tampoco se podra explicar por
qu algunas cosas de escaso valor intrnseco -c o m o puede ser un pedazo
de tela de la tnica de San Francisco pueden ser altamente valoradas por
algunos individuos (n). Durkheim considera que la objetividad del valor no
puede explicarse de esa forma, y sostiene que los valores vienen determina-
dos por su carcter colectivo. La estimacin es objetiva porque es colectiva.
Nuestras estimaciones vienen determinadas no por una particular psicologa
individual, sino por una conciencia pblica que nos empuja y nos ata. Aun-
que a nosotros nos parezca que los juicios de valor son cosas que nosotros
emitimos espontneamente, la realidad es que se trata de algo a lo cual nos
(10) E . DURKHEIM: Juge me nts de vale ur et juge m en ts de. realit, en Sociologie
et Philosophie, Presses Univers i tai res de Fran ce, Pars , 1963, pg s. 117 y sgs.
(11) E n pa rte de esta exposicin sigo el plant eam ien to d e DURKHEIM.
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ha predispuesto la sociedad. Por esta razn, algunos valores varan con los
caprichos de la moda, y varan de una sociedad a otra. Por consiguiente, con
este planteamiento, Durkheim llega a una especie de subjetividad objetiva
de los valores. Los valores no son plenamente objetivos, porque su existencia
depende de las estimaciones sociales y varan de una cultura a otra. Pero
tampoco son algo sometido a la subjetividad de los individuos aislados, pues-
to que la estimacin de stos se objetiviza por la imposicin coactiva de la
sociedad. Se trata, por tanto, de un subjetivismo colectivo, propio de la SO'
ciedad, que establece unas normas valorativas para cada crculo o perodo
cultural, y que de este modo posibilita la existencia de unas escalas valora-
tivas para todos los individuos que viven en esa sociedad concreta. Escalas
de valores que estn sometidas a un condicionamiento y a una variacin de
la estimacin colectiva, pues, como ha indicado Mannheim, nuestra poca
se caracteriza por relativizar los valores y los puntos de vista. Tenemos
que comprender escribe Mannheim de una vez para siempre que todas
las significaciones que constituyen nuestro mundo son simplemente una es-
tructura histricamente determinada y en continuo desarrollo, y en la que el
hombre se desenvuelve, y esas significaciones de ninguna manera son abso-
lutas (12}. Para M annheim , por consiguiente, el signo de nu estra poca se
orienta a un reconocimiento de la relatividad de cualquier valor, determinada
por las circunstancias sociales e histricas de cada poca. Ya no aceptamos
los valores de un perodo determinado como absolutos dice Mannheim- -
y la verificacin de que normas y valores estn determinados histrica y
socialmente nunca podr escaprsenos en el futuro (13).
En definitiva, los juicios de valor vienen a expresar la relacin de una
cosa con un ideal, resultado de la elaboracin de cada sociedad concreta, que
tiene como funcin transfigurar las realidades a las que se refiere, mientras
que un juicio de realidad trata de expresar la realidad misma, tal y cual es.
Planteados los valores y los juicios de valor en esa dimensin, a socio-
loga tiene que ocuparse de ellos. El propio Durkheim seal que la socio-
loga debe estudiar el ideal como un dato ms, tratando de analizarlo y ex-
plicarlo {14). Pero, adems, el socilogo se encontrar con los valores en
cada momento, pues son elementos ordenadores de la vida social. Sin refe-
rirnos a los valores no podramos entender la vida social.
Parsons, en El sistema social, dice que se puede llamar valor a un ele-
mento de un sistema simblico compartido que sirve de criterio para la se-
leccin entre las alternativas de orientacin que se presentan intrnsecamente
(12) K. MANNHEIM: Ideologa y Utopa, Aguilar , Madrid, 1958, pg. 146.
(13) K.
MANNHEIM:
Op . cit ., pg. 156.
(14) E.
DURKHEIM:
Op . c i t . , pg. 141.
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abiertas en una situacin (15), Si no fuera por la ininteligibilidad del len-
guaje parsomano, que vuelve estril parte de sus pretensiones tericas, po-
dramos aceptar ese planteamiento de valor para un acercamiento sociolgico
al mismo. En realidad, lo que Parsons quiere decir es que los valores son
unos criterios con arreglo a los cuales los grupos o ias sociedades juzgan de
la importancia de las personas, de las acciones sociales o de los objetivos so-
.cioculturales. Los valores son unos criterios que dan sentido y significado a
Ja cultura y a la sociedad total, y que, en opinin de Fichter, presentan las
siguientes caractersticas: a) Son algo que se comparte, b) Se consideran
importantes para la sociedad, c) Implican emociones, d) Se pueden abstraer
conceptualmente de los objetos valorados (16).
En este sentido, la sociologa ha de ocuparse de los valores, pues de lo
contrario no podra estudiar la sociedad. Pero aqu se presenta la circunstan-
cia de que el socilogo encargado de estudiar los valores y los juicios de valor
se encuentra, a su vez, inmerso en un sistema valorativo que le orienta y
coacciona. Qu consecuencias se derivan de esa situacin? Cmo se rela-
cionan los juicios de valor del socilogo y su trabajo cientfico? He ah lo
que debemos tratar de responder.
2.
LO S JUICIOS DE VALOR Y LAS CIENCIAS SOCIALES
A lo largo del siglo se ha venido desarrollando una polmica ininterrum-
pida acerca del problema de la neutralidad o el compromiso axiolgico en
la ciencia social. En lo que a la sociologa respecta, la cuestin se agudiz
a partir de la famosa disputa sobre los juicios de valor, que tuvo lugar en
Berln, en i9i4, en una sesin de la Asociacin de Poltica Social, y donde
tuvo una intervencin muy destacada Max Weber, que defenda el punto
de vista de la neutralidad axiolgica.
Desde entonces los socilogos se han alineado en una de las dos direccio-
nes, sin llegar a ningn acuerdo definitivo. La misma existencia de los dos
grandes bloques ideolgicos de nuestra poca contribuye a que el conflicto
entre los dos puntos de vista se mantenga con intensidad creciente. Mientras
la postura de algunos representantes del empirismo abstracto de la sociolo-
ga norteamericana, como George Lundberg, es la de alejar de esta ciencia
toda consideracin valorativa, la de algunos socilogos rusos actuales es to-
talmente opuesta. Para Lundberg, el socilogo no debe investigar nunca
hechos-valor, sino despojarlos antes de sus elementos valorativos, Uegan-
(15) T. PARSONS: El sistema social, Rev. de Occidente, Madrid, 1966, pg. 31.
(16) J. H . FiCHTER: Sociologa, Herder , Barcelona, 1965, pg. 306.
II
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do a proponer que los procesos de evaluacin humana se reduzcan a metas
respuestas biolgicas o neuronales. De esta forma, los valores podrn estu'
diarse mediante conceptos como los de estmulo-respuesta o atraccin-
rechazo {17}.
Para Konstantinov, miembro de la Academia de Ciencias de la U. R. S. S.
f
no puede existir, en cambio, ninguna sociologa enteramente separada de la
ideologa y de las luchas ideolgicas que se dan en el mundo {18). La se-
paracin brutal de la sociologa y la ideologa escribe supone que la
sociologa debe ocuparse nicamente de aspectos particulares de la realidad.
Esto priva de su sentido a la nocin de objetividad de las leyes de evolucin
social y hace superflua la nocin de la ley social objetiva (i9).
Pero la polmica no se 1educe a la contraposicin en tre los socilogos
marxistas y los socilogos del rea occidental sino que dentro de esta ltima
las posturas son muy distintas. Para Robert Lynd, por ejemplo, la sociologa
no puede presentarse como una ciencia desinteresada, libre de valores, por-
que su misin es investigar en el mbito de la cultura, que est cargada de
valores, lo mismo que el socilogo que la investiga. Estos valores afectan
al tipo de problemas que el socilogo selecciona para su investigacin y a
la interpretacin de los datos que obtienen, circunstancia que a Lynd le pa-
rece aconsejable, pues, de lo contrario, el socilogo sin referencias de valor
acabar por llegar a una serie de hallazgos empricos sin conexin alguna.
La investigacin escribe Ly nd - sin un pu nto de vista selectivo activo
resulta el bolso de un idiota, lleno con pedazos de paja, plumas, piedras y
otros amontonamientos al azar {20).
Este punto de vista lo comparte tambin Gunnar Myrdal. Para el eco-
nomista sueco, la ciencia social ha de ir ligada a consideraciones de valor.
Para nuestras investigaciones necesitamos partir de puntos de vista, y stos
suponen valoraciones. Desde esta perspectiva, una ciencia social desintere-
sada es algo carente de sentido que, a su juicio, nunca existi, ni podr
existir {21). As, pues, el punto de vista de la neutralidad axiolgica se ve
sometido a numerosas crticas, ya sea en Oriente o en Occidente, y los
nombres de Dahrendorf, Mills, Gouldner o Tchesnokov podramos aadirlos
a los anteriores. Pero igualmente alargaramos mucho la lista de la posicin
(17)
GEORGB
A .
LUNDBERG
: Foundations of Socology, Nu eva Y ork , 1939, pg. 272.
(18) F . KONSTANTINOV: Sociolog ie et ideo log ie , en la ob ra co lectiv a La Sociologie
en , R. S. S., Edi t ions du Progress, Mosc, 1966, pgs. 22-23.
(19) F . KONSTANTINOV: O p . cit ., p g . 20 .
(20)
ROBERT LY ND :
Know ledge for What?, Pr ince ton Unive rs i ty Press , Pr ince ton,
1939,
pg . 183.
(21) GUNNAR MYRDAL: T he Rela on B etween Social T he or y and Social Pol icy,
British Journal of Sociology, 1953, XX III , pg. 242.
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o siguiente: Un historiador, como tal historiador, no puede decidir si la
Revolucin francesa ha sido beneficiosa,o nociva para Francia y Europa. Esto
sera una
valoracin.
Pero a ningn historiador le cabr duda de que los
sucesos comprendidos bajo este nombre han sido importantes y significativos
en el desarrollo cultural de Francia y Europa, y por tanto, que deben ser
recogidos en su individualidad por
esenciales
en la exposicin de la h istoria,
de Europa. Esto no es valoracin prctica, sino avaloracin terica o refe-
rencia a valores. En suma: valorar algo es siempre alabarlo o censurarlo.
Avalorar algo, esto es,
referir
algo a valores, no es ninguna de las dos co-
sas {23).
As, pues, el historiador parte de valores para su investigacin histrica,
pero dichos valores, para que la ciencia pueda tener un carcter de objeti-
vidad necesario, han de ser reconocidos por tocios como tales valores, o ai
menos deben ser valores exigidos como vlidos a una comunidad de cultura.
Ello implica un tipo especial de objetividad. Una exposicin referida a va-
lores no rige ms que dentro de un determinado crculo cultural, y por con-
siguiente, se trata de una objetividad histricamente limitada. De ah que:
la Historia deba escribirse constantemente, pues lo encontrado por una ge'
neracin de historiadores no puede ser vlido para la generacin siguiente,
aunque sta sea tambin el destino de gran parte de lo descubierto en las
ciencias de la naturaleza, y por tanto, algo que no puede decirse que sea
opuesto a la ciencia misma.
Weber va a partir de esta teora y a elaborar un mtodo cientfico de in-
vestigacin social que proclama la neutralidad axiolgica, pero una neutra-
lidad en cuanto al proceso de elaboracin de la ciencia, no neutralidad del
cientfico respecto de determinados ideales, cosa que importa distinguir y
que veremos en las pginas que siguen. Mi impresin personal es que parte
de la tesis de Weber se ha interpretado mal por no establecer esta distin-
cin entre lo que es elaboracin de una realidad cientfica, una vez
decidida
la conveniencia de estudiar dicha realidad y lo que es el proceso mismo de
la decisin.
Ante todo, Max Weber se esfuerza en mostrarnos la necesidad de dis-
tinguir entre conocer (erkennen) y emitir un juicio (beitrteen) y cumplir
con el deber cientfico, que consiste en ver la verdad de los hechos, inde-
pendientemente de la defensa que hagamos de nuestros propios ideales (24).
Es preciso establecer con claridad cundo cesa la investigacin reflexiva del
23) H . RlCKERT: O p . cit. , p g. 147. (Su bra yad os de RicKERT.)
(24) MAX WEBER : L 'objetiv it d e la con naissa nce d as es sciences et la politique-
sociales, en el volumen Essais sur U thorie de la science, Plon, Pars , 1965, pgi-
na 131.
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cientfico y cundo comienzan los juicios valorativos del mismo, pues no
hay nada ms nefasto para la ciencia que la confusin entre los razonamien-
tos reflexivos de la ciencia y los juicios axiolgicos. Contra esta confusin
van dirigidas las afirmaciones de Max Weber y no contra el posible com-
promiso del cientfico en favor de un ideal personal (25).
En segundo lugar, Max Weber no ignora que la ciencia social se ea-
bora con referencia a un sistema de valores. Lo mismo que Rickert, Weber
cree que el ensayo de un conocimiento de la realidad desprovisto de todo
presupuesto no conducir a nada ms que a un caos de juicios existencia'
les relativos a innumerables percepciones particulares (26). Solamente pue-
de existir orden en ese caso en la medida en que, en cada caso, una parte
de la realidad singular tome inters y ((significacin)) para nosotros, en vir-
tud de que dicha parte de la realidad est en relacin con las ideas de valor
culturales con las cuales abordamos la realidad concreta {27). De aqu se
desprende que todo conocimiento de la realidad cultural es siempre un co-
nocimiento a partir de
puntos de vista
especficamente particulares y que,
sin las ideas de valor del cientfico, no podra existir ningn principio para
la seleccin de la materia ni ningn conocimiento juicioso de la realidad, lo
mismo que no tendra sentido el conocimiento del cientfico sobre cualquier
parcela de la realidad si no existiera una creencia de dicho cientfico en la
significacin de determinados contenidos culturales (28).
No tiene razn Leo Strauss, por consiguiente, cuando le objeta a Weber
que la prohibicin de los juicios de valor no tiene sentido, porque, sin ellos,
el historiador o el socilogo comprometeran su ciencia, ni la tiene tampoco
Raymond Aron cuando se la da a Strauss en este punto, diciendo que un
historiador o un socilogo incapaz de distinguir entre un verdadero profeta
y un charlatn sera, por eso mismo, incapaz de un autntica compren-
sin (29). Precisamente, Weber parte de una consideracin que impide esa
confusin. Al decidir cules son las realidades significativas en virtud de
unos determinados valores, el cientfico pone una base slida para distinguir
al profeta del charlatn y considerar importantes para la ciencia los actos
y palabras del primero y no los de segund o.
Esta circunstancia no impide la existencia de relaciones causales, ni
lleva a la conclusin de que la investigacin en ciencias sociales conduce
(25) M. WEBER: Op . cit ., pg. 134.
(26) M. WEBER: Op . cit ., pp . 162.
(27) M.
WEBER:
Op . cit ., pg. 163.
(28) M.
W E B E R :
O p . cit . , p gs. 167-168.
(29) R. ARON: Introduccin); a la obra de M .
WEBER
: El
poltico y el cientfico?
Alianza Edi tor ial , Madrid, 1967, pgs. 45-47.
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GON Z LEZ SF.ARA
solamente a resultados subjetivos, en el sentido de ser vlidos para uno y
no para otros. Lo que realmente vara es el grado de inters que tienen
para uno o para otro, segn sean los valores dominantes de la poca de
cada cientfico {30).
Ahora bien: una cosa es utilizar los valores como marco de referencia
para el anlisis cientfico, y otra, muy distinta, proponer en nombre de la
ciencia veredictos inapelables sobre diversas concepciones del mundo que a
uno le gustan o interesan. Se trata de distinguir claramente entre la consta'
tacin de hechos empricos (comprendiendo en ellos el comportamiento eva-
luativo de los seres humanos) y la propia posicin valorativa del cientfico
que emite o posee un juicio de valor sobre hechos (comprendidas las eva'
luaciones de seres empricos objeto de estudio) (31). Una cosa es averiguar
cul es la opinin que ante un hecho determinado adoptan o adoptarn
determinados individuos o grupos, y otra, muy distinta, decir si esta opinin
en buena o mala. El cientfico puede y necesita referirse a los valores;
pero el cientfico, cuando elabora su ciencia, no debe incluir sus propias
valoraciones al estudiar los hechos. Es ste el sentido de la neutralidad axio-
lgica en Weber. Uno puede elegir cualquier norma o valor como objeto
de estudio, o elegir un tema de acuerdo con un sistema de valores, pero
cuando una cosa normativamente vlida se convierte en el objeto de una
investigacin emprica, al convertirse en tal objeto pierde su carcter de or-
m i :
entonces se la trata como algo
que es y
no como
algo que vale
{32).
Est claro, por tanto, que la objetividad cientfica perseguida por Weber
es
una objetividad para la elaboracin cientfica de una parte de la reali'
dad, seleccionada previamente en funcin de unos determinados valores. No
tiene sentido, pues, hablar de una ciencia sin supuestos previos. A este
respecto, Weber dice que todo trabajo cientfico tiene siempre como presu'
puesto la validez de la lgica y de la metodologa, que son los fundamentos
generales de nuestra orientacin en el mundo. Pero, adems, todo trabajo
cientfico dice Weber
tiene an otro supuesto neces ario: el de que el
esultado que con l se intenta obtener es "importante", en el sentido de
que es "digno de ser sabido" {33). Pero este supuesto es un juicio de valor
influyente. La creencia en la ciencia es un valor subjetivo que, precisamen-
te ,
est orientando nuestra investigacin. De no ser as, como dice Aron,
(30) M. WEBER: Op . c i t . , pg. 171.
(31) M.
W E B E R :
Essai sur le sens de la
neutralit axiologique
dans le Sciences
Sociologiques et Economiques. Op. ci t . , pgs. 410-417.
{32) M. WEBER: Op . c i t . , pg. 463.
(33) M . WEBER: La ciencia com o vocac in, en E poltico y el cientfico, Alian-
za Edi tor ial , Madrid, 1967, pgs. 207-208.
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D E V A LO R , ID EO LO G A S Y C IEN C IA SO C IA L
por qu no hacer pasar como ciencia lo que es poltica, si, en ltimo tr-
mino,
la honradez no es ms que una de las elecciones posibles, ni ms ni
menos vlida que la eleccin del cinismo, de la hipocresa o de la confu-
sin? {34). Evidentemente, la nica razn que existe para no hacer eso es
la creencia generalmente admitida en el valor de la ciencia y en la honra-
dez y la veracidad del cientfico. Pero tam bin es cierto qu e, 'como nos
hallamos en una tica relativizada, e incluso personal, no es improbable
llegar al resultado que Aron apunta, Weber no llega a ese resultado porque,
como ha sealado Rene Konig, excluye los juicios de valor de la ciencia
a partir de otro juicio de valor la exigencia de veracidad. As, pues,
como escribe Konig, el no compromiso weberiano no es otra cosa que
un compromiso indirecto... En Max Weber, la negacin de todo juicio de
valor aparece esencialmente como una reaccin anti-ideolgica {35). Para
defender una ciencia libre de valores, no ideolgica, Weber acepta al mis-
mo tiempo toda una serie de valores que motivan su eleccin. Pero es
evidente que Weber lo reconoce as al plantear una ciencia referida a valo-
res.
y sobre este pun to la discusin empieza a ser ociosa. O tra cosa sera
preguntarse, como hace Dahrendorf, si en la eleccin de los temas cient'
fieos
deberan
tenerse presentes ciertos valores. La pregunta de Dahrendorf
d ice :
Deberan guiar determinadas valoraciones prcticas la seleccin de
los temas de investigacin sociolgica? No deberan tenerse en cuenta de-
terminados valores al elegir los distintos temas como un requisito de cien-
cia racional? {36).
Esta es una cuestin distinta, aunque no menos importante. La eleccin
del tema, ya sea por los valores del cientfico, ya sea producto de un com-
promiso de la sociologa misma, no afecta a la investigacin objetiva de ese
tema. Por razones distintas se puede llegar a seleccionar un mismo tema, y
de acuerdo con la objetividad weberiana, el resultado del estudio ser el
mismo, cualquiera que haya sido el motivo de la seleccin. Los valores - o
los m ot ivos - qu e llevan a elegir un tem a de investigacin parecen ser, en
principio, ajenos a la ciencia misma. Pero, es esto as? Dahrendorf, en un
principio, lo afirma, a pesar de que va a mantener despus la necesidad de
un compromiso moral del socilogo. Robert Lynd sostena que el socilogo
debe poseer criterios para distinguir las cosas importantes y urgentes que
deben ser estudiadas. Ello implica, en cierta medida, vincular la sociologa y
la ideologa, como haba hecho Carlos Marx. La sociologa, en el mbito
,34) R. ARON : Introduccin, ci t . , pg . 55.
(35) R.
KONIG
: Le problme des jugements de va leur chez Max W eb er , Cahiers
mlernationaux de Sociologie, jul-dic. 1966, pg. 39.
C36.) R . DAHRENDORF: Sociedad y Libertad, Te cno s , Ma dr id , 1966, pg . 42 .
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LU I S G O N ZLEZ SRA RA
marxista, no es una ciencia asptica que pueda estudiar distintos temas siiu
referencia a una ideologa obligada. Para la concepcin marxista, la socio-
ioga, en tanto que ciencia, como dice Tchesnokov, no es solamente un tea-
tro de lucha entre ideologas, sino que constituye en s misma una fuerza
ideolgica activa {37).
Este es el aspecto que debe considerarse. La elaboracin de unas con-
clusiones cientficas sobre un tena previamente elegido no importa ahora
por qu m edio-- debe llevarse a cabo, segn el principio de la neu tralidad
axiolgica, de una manera objetiva. Ya veremos en qu medida eso es po-
sible. Pero, antes de esa etapa de la investigacin, la forma de elegir el
tema no debe ser ajeno a la ciencia misma. Por supuesto, la forma de elegir
un tema, los motivos por los cuales llega a ser objeto de la preocupacin del
cientfico, no deberan influir para nada en el posterior proceso de la in-
vestigacin. Eso parece bastante claro. Tanto si yo empiezo a investigar un
problema, porque me lo ha encargado una organizacin, como si lo hago*
por eleccin personal ma, en principio, el resultado de la investigacin, en
cuanto a los hallazgos y generalizaciones cientficas, debe ser el mismo en
los dos casos. De producirse faltas de objetividad en la interpretacin ser
por otros motivos, no por la forma en que se seleccion el tema, siempre
que mantengamos la postura de no dejar influir nuestros resultados por con-
sideraciones de orden prctico. Pero, a mi juicio, independientemente del
proceso cientfico propio, la eleccin de los temas de estudio ha de reali-
zarla el socilogo responsablemente, pues de dicha eleccin depende el ca-
rcter, e incluso la justificacin de la ciencia mism a. Y en esta eleccin res-
ponsable no slo no se puede dar una neutralidad axiolgica, sino que uno;
ha de comprometerse en una direccin marcada por sus propias valora-
ciones.
Parece claro que desde un punto de vista estrictamente cientfico, tiene
el mismo m rito estudia un procedim iento para destruir un tejido que para
regenerarlo. Pero la ciencia mdica no tendra sentido si en vez de estudiar
las formas de
curar
un organismo enfermo , se dedicara nicam ente a buscar
procedimientos para acabar con la vida de los individuos sanos. La eleccin
de un camino o de otro para la investigacin no es en absoluto algo carente
de importancia. El socilogo ha de ser consciente de que su trabajo tiene
una repercusin social y no deben serle ajenas las consecuencias de dicha re-
percusin, o la consecuencia de no producir repercusin alguna su trabajo,
por intil. Ante esta situacin no cabe querer aislarse en una cmoda inhi-
bicin valorativa de la ciencia por la ciencia misma. Como escribe Wright
(37) D.
TCHESNOKOV:
;
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D E V A LO R , ID EO LO G A S Y C IEN C IA SO C IA L
MiMs, quiralo o no, spalo o no, todo el que emplea su vida en el estudio
de la sociedad y en publicar sus resultados, est obrando moralmente y, por
o general, polticamente tambin. La cuestin est en si afronta esta situacin
y acomoda su mentalidad a ella, o si se la oculta a s mismo y a los dems y
va moralmente a la deriva (38).
No se puede, pues, utilizar la doctrina de la neutralidad axiolgica para
evitar un compromiso incmodo. Desgraciadamente, la vida humana es elec--
cin y cuando se elige una direccin se han de abandonar otras, de forma in--
evitable. Esta eleccin hecha debe ser expuesta con claridad ai principio de
toda investigacin, para que todos puedan interpretar el sentido de nuestro
obrar. .He aqu algo que justifica la afirmacin de Dah rendorf de que en
general, tal vez pueda decirse que la calidad de un trabajo cientfico aumenta
en la medida en que la eleccin del tema nos revela una decisin responsa'
bilizada de su autor {39}. El socilogo, en opin in de D ahrendorf, tien e
una funcin que no se agota en la elaboracin de una sociologa libre de
valores, sino que ha de comprometerse moralmente en dicha elaboracin, en
virtud de la responsabilidad que le corresponde por las consecuencias poli'
ticas y morales que puedan derivarse de su actividad cientfica.
Ahora bien, a este nivel de la discusin, podemos decir que el problema
ms importante est sin abordar. No podemos negar razn a quienes postu-
lan una sociologa comprometida, porque toda sociologa lo es en un deter-
minado sentido, y es preferible que el socilogo nos diga cul es la direccin
y el signo de su propio compromiso, para evitarnos malentendidos. Tambin
parece inevitable la afirmacin de que los valores, consciente o
inconsciente'
mente, dirigen las investigaciones del socilogo y la seleccin de los objetos
y temas de dichas investigaciones. Pero con ello hemos avanzado poco en el
problema de la objetividad de la ciencia social. Alex nkeles tiene razn al
decir que no hay garantas de que surgir un conocimiento ms til y obje-
tivo de unas investigaciones polticamente comprometidas que de otros que
afirmen ser neutrales. La cuestin bsica dice - no es qu lleva a un
hombre a estudiar un problema, sino qu hace acerca de ste. Los motivos
ms sublimes pueden producir la investigacin ms estril, y cierta curiosi'
dad ociosa podr lograr los mejores hallazgos (40).
Hay una parte de verdad en esa afirmacin en nkeles. Pero una verdad
que no invalida las conclusiones a que habamos llegado anteriormente. La
sociologa no puede abandonarse a una curiosidad ociosa, porque las rea*-
(38) C. WRIGHT MILLS La imaginacin sociolgica, Fondo de Cul tura Econmica , .
Mjico,
1961, pgs. 95-"gf>.
I39) R. DAHRENDORF: Sociedad y Libertad, Te cno s , M adr id , 1966, pg . 43 .
{40) A. NKELES:
Qu es la Sociologa?,
Ut eh a , Mj ico , 1965, pg . 206.
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L UIS GONZ L E Z S R AR A
lidades sociales estn ah. exigiendo su investigacin, para su mejor entend'
miento y posible organizacin. Puede y debe hacerse una seleccin temtica
en virtud de los valores que estimemos vigentes. Pero, negados a este punto,
debemos plantearnos la necesidad de una metodologa que conduzca a resul'
tados lo ms objetivos posibles. Es aqu donde debemos proclamar la exclu-
sin de los juicios de valor y ia neutralidad axiolgica. Es sto posible?
Podemos llegar a generalizaciones sociolgicas, por un mtodo objetivo que
neutralice nuestros juicios de valor? He ah la pregunta fundamental, de
donde ha de partir la consideracin ltima de la ciencia social. Slo en la ine-
dida en que propugnemos alcanzar unos resultados objetivos, acordes con el
postulado esencial de la verdad cientfica, y pongamos todos los medios a
nuestro alcance para lograr esa verdad, tenemos derecho a reclamat un es-
tudio responsable y comprometido del socilogo. De lo contrario, como ha
sealado Morris Cohn, subordinar la bsqueda de la verdad a considera-
ciones prcticas es dejarnos desamparados frente a partidarios y propagandis-
tas fanticos, que se preocupan ms de hacer prevalecer sus polticas que de
preguntarse si tienen razn o no {41).
3.
CIENCIA
SOCIAL O IDEOLOGA
El problema lo tenemos referido ahora a la elaboracin de conclusiones y
resultados cientficos. El socilogo acta con un determinado mtodo, se sirve
de conceptos, previamente elaborados, y formula interpretaciones de los he-
chos y de los datos que maneja. Su preocupacin debe centrarse en la bs-
queda de explicaciones y relaciones causales que hagan posible la enuncia-
cin de una teora generalizadora, en trminos de verdad cientfica, y al mar-
gen de sus propios juicios de valor. Lo consigue?
Es muy conocido un texto de las Regas del mtodo sociolgico, de Durk-
heim, donde el socilogo francs proclama la objetividad y la asepsi?. de la cien-
d a so cial: hLa sociologa as en tendida escribe no ser indiv idua lista, ni
comunista, ni socialista, en el sentido que se da vulgarmente a estas pala-
bras.
Por principio, ignorar estas teoras, a las que no podr reconocer valor
cientfico, puesto que tienden directamente a reformar los hechos y no a
expresarlos... Esto no significa, sin embargo, que la sociologa deba desinte-
resarse de las cuestiones prcticas. Se ha podido ver, por el contrario, que
nuestra preocupacin constante era la de orientarla de forma que pudiera
(41) M.
COHN:
Reason and Nature: A n Essay on the M eaning of ScienUftc Me-
thod,
MacMillan, Nueva York, 1931. pg. 350. (Hay traduccin espaola,
Ratn y
Naturaleza,
Pados, 1965, 2.
a
edicin.)
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JUICIOS
DE V A L O R , I D E O L O G A S Y CIENCIA SOCIAL
llegar a conclusiones prcticas... Pero el papel del socilogo, desde este punto
de vista (el relativo a los partidos) debe consistir, precisamente, en liberarnos
de todos los partidos,no tanto oponiendo una doctrina a las doctrinas, como
haciendo adquirir
a los
espritus, frente
a
estas cuestiones,
una
actitud espe-
cial que solamente la ciencia puede dar por el contacto directo con las co-
sas{42).
Durkheim creeque es posible llegar a ese resultado utilizando un mtodo
objetivo adecuado, caracterizado por el principio de que los hechos sociaies
son iguales que cosas y de que deben ser tratados como tales. Pero dicha
afirmacin que los hechos sociales son semejantes a las cosas es, preci-
smente, lo que debe discutirse. Jules Monnerot, sin ir ms lejos, lo ha ne.'
gado categricamente (43), y Raymond Aron se inclina a la misma opinin:
si
se
llama cosa
a
toda realidad
que se
puede observar desde
el
exterior,
Dur-
kheim tiene razn
al
decir
que es
preciso observar
los
hechos sociales como
si
fueran cosas. Pero
si con
esta afirmacin
se
quiere decir
que los
hechos socia-
les
no
implican
una
ntetpretacin distinta
de ios
hechos naturales,
o si se su-
giere que la sociologa debe alejar de s toda interpretacin de la significa'
cin que los hombres dan a los hechos sociales, entonces Durkheim no tiene
razn. Adems, en este caso, esa regla estara en contradiccin con la prc-
tica del mismo Durkheim, que en todos sus libros ha tratado de aprehender
la significacin
que los
individuos,
o los
grupos,
dan a su
manera
de
vivir,
a sus creencias, o a sus ritos. Lo que se llama comprensin implica, precisa-
mente, aprehender, captar, la significacin, interna de los fenmenos socia-
les{44).Pero en esa captacin es donde surge el problema, porque cientficos
distintos son capaces de captar significaciones distintas, cuando no con-
tradictorias, de un mismo hecho social.
Cmo se explica esa circunstancia? Por supuesto, la explicacin slo
es posible si se parte de un condicionamiento del conocimiento por causas
extraas
al
propio racionalismo
del
conocimiento;
Y
entre estas causas figu-
ran los juicios de valor previos del cientfico. Conviene entender esta afirma-
cin sin precipitaciones. Yo no estoy negando la posibilidad de la investiga-
cin emprica, ni sostengo que los hechos sociales no existan. Pero la natura-
lezade estos hechos es ya, de por s, un problema. Como dice Mannheim, los
hechos se presentan al espritu en un contexto social e intelectual, y para
que puedan ser comprendidos y formulados se necesita la existencia de un
(42)
E.
DURKHEIM
:
Les regles de la mthode sociologque,
Presses Universitaires
de France, Pars, 1956, pgs. 140141.
(43) J. MoNNEROT:
Les
Faits sociaux
ne
sont
pas des
choses, Gal l imard, Pars , 1946.
(44) R. ARON:
Les
.tapes
de la
pense sociologique, Gal l imard, Pars , 1967, p-
gina 365.
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L U I S G O N ZLEZ SEA R A
aparato conceptual. Si este aparato es el mismo para todos los miembros de
un grupo, ice Mannheim, entonces, las presuposiciones (es decir los vaio'
res sociales e intelectuales posibles), que sirven de base a los conceptos in-
telectuales, nunca llegan a ser perceptibles. Es el caso de la aceptacin casi
soolienta de un cierto entendimiento de la verdad durante perodos esta-
bles de la historia. Pero cuando se rompe la unanimidad de creencias, los
concep tos fijos de antes sufren una desintegrac in inevitable. Y as surgen
modos de pensamiento divergentes y contradictorios que clasifican los mis-
mos hechos de experiencia en diferentes sistemas de pensamiento y hacen
que sean percibidos a travs de diferentes categoras lgicas (45).
As, pues, la multiplicidad de puntos de vista a que puede llegarse en una
interpretacin de un hecho social, se halla, y no en escasa medida, determi-
nada por el sistema conceptual que hayamos utilizado en la interpretacin.
Pero este sistema conceptual, nuestra definicin de los conceptos, como indica
Mannheim, depende de nuestra posicin y de nuestro punto de vista que, a
su vez, est influido, en gran parte, por las etapas inconscientes de nuestro
pensamiento {46).
En la investigacin cientfica, los hechos que hemos seleccionado, por
considerarlos importantes y significativos para nuestro estudio, solamente ad-
quieren significado si acertamos a interpretarlos dentro de un marco terico
adecuado. Pero para ello, hemos de empezar por la delimitacin y definicin
de los conceptos que vamos a utilizar, y por la decisin de
cules
conceptos
nos serviremos en nuestro planteamiento terico, aspecto fundamental para
cualquier investigacin o anlisis que pretendamos emprender. Ahora bien,
la forma de entender esos conceptos influye en la interpretacin que hare-
mos de los distintos problemas presentados. En la investigacin, como en
actividades menos disciplinadas, escribe M ertn - - nuestro lenguaje con-
ceptual tiende a fijar nuestras percepciones y, derivadamente, nuestro pen-
samiento y nuestra conducta. El concepto define la situacin y el investigador
responde en consecuencia... El investigador obtiene consecuencias diferentes
para la investigacin emprica cuando cambia su aparato conceptual (47),
Esta influencia de los conceptos empleados en la investigacin cient-
fica, y el hecho de que el lenguaje conceptual depende de nuestras posiciones
propias, de nuestros puntos de vista y de nuestros valores, hace inseparable,
quiralo o no el socilogo, la interpretacin de la realidad que estudia de sus
juicios de valor: e mismo Merton se refiere a un caso concreto de una nter'
(45) K. MANNHEIM: Ideologa y Utopa, Aguilar, Madrid, 1958, pgs. 165-166.
(46) K. MANNHEIM: O p. ct ., pg . 166.
(47) ROBIRT K . MERTON: Teora y estructura sociales, Fondo de Cul tura Econ-
mica, Mjico, 1964, pg. 101. (Subrayados mos.)
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pretacin distinta de un mismo fenmeno, al replantear una nueva formula-
cin de un concepto bsico utilizado en ella. Edwm Sutherland, en un artculo
dedicado a la criminalidad de los White-Collar (48), demuestra que exis-
ta una equivocacin implcita en las teoras criminolgicas que trataban de
explicar el hecho de que existiera una proporcin ms alta de delincuencia,
medida oficialmente, en las clases bajas que en las altas. Las teoras que
trataban, en funcin de ese dato estadstico, de explicar la conducta delictiva
como consecuencia de la pobreza, las circunstancias de los barrios bajos, la
debilidad mental, etc., propias de las clases bajas, eran unas teoras que esta-
ban viciadas de antemano por partir de un concepto parcial de delincuen-
cia.
Si en vez de identificar el delito con los tipos de delincuencia gene-
ralmente recogidos en las estadsticas, abundantes en las clases bajas se
aclara debidamente dicho concepto de delito)), para referirlo a toda viola-
cin del Derecho Penal, entonces aparece una ampliacin notable de la delin-
cuencia entre el mundo de los empleados, los negocios y las profesiones libe-
rales,
-la delincuencia de cuello blanco con la particularidad de que
este tipo de delincuencia se refleja con menos frecuencia en las estadsticas
oficiales. Los pequeos atracos cometidos por una banda de un suburbio tie-
nen su lugar en las estadsticas. No es tan seguro que ocurra lo mismo con
los casos de trfico ilegal de divisas. Por consiguiente, una mejor delimita-
cin del concepto de deiito no permitir sostener la interpretacin terica que
asocia la delincuencia y la posicin social baja.
Lo anterior es solamente un ejemplo de la influencia de los conceptos, y
de cmo los conceptos los construmos de acuerdo con nuestra particular
'tveltaschaunng,
con nuestros puntos de vista. En este sentido ltim o, la ob-
jetividad del conocimiento en las ciencias sociales est teida de ideologa.
Max Weber, que fue consciente de la gran importancia que tiene- para el
conocimiento de la realidad cultural, de la realidad social, la elaboracin teri-
ca de los conceptos, nos leg la formulacin de un concepto operativo, el
tipo ideal, que debera ser utilizado como un modelo para la interpreta-
cin de la realidad. Pero si queremos averiguar cmo se llega a la construc-
cin de un tipo ideal, nada mejor que escuchar al propio W eb er : Se ob -
tiene un tipo ideal
acentuando
unilateralmente
uno o varios
puntos de vista
y encadenando una multitud de fenmenos dados
aisladamente,
difusos y
discretos, que se encuentran, en grande o pequeo nmero, en distintos luga-
res,
que se ordenan segn los precedentes puntos de vista elegidos unilateral-
mente, para formar un
cuadro de pensamiento
homogneo. No se encontrar
(48) EDWIN H. SuTHERLAND: White-Collar Criminality*, en American Soological
Review,
1940, 5, 1-12 (cit. por MERTON en su
Teora y estructura, sociales,
pg. 100.)
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G O N Z LEZ SEA RA
en ninguna parte, empricamente,
un
cuadro semejante
en su
pureza concep-
tual
: es una utopa{ 9}.
El prrafo transcrito de Weber, es una clara muestra de elaboracin de
esta realidad conceptual el tipo idea: a partir de nuestros puntos de
vista
y de
nuestros juicios
de
valor, cosa
que el
propio Weber reconoce:
los fenmenos que nos interesan como manifestaciones culturales - dice el
autor obtienen generalmente su inters su significacin cultural-
de
ideas de valor muy diversas a las cuales podemos referirnos. Y lo mismo
que existe una extrema variedad de puntos de vista desde los cuales pode-
mos considerar estos fenmenos como significativos, se puede igualmente
partir de los principios ms variados para seleccionar las relaciones suscep-
tibies de entrar en el tipo ideal de una cultura determinada (50). Por con-
siguiente, desde el momento en que interviene el tipo ideal en el proceso
del conocimiento cientfico,
la
objetividad
del
mismo trae
una
considerable
carga subjetiva.
Por supuesto,
el
tipo ideal,
en la
pretensin
de
Weber,
es un
medio
de
conocimiento
y no un fin. Es una
especie
de
concepto lmite, puramente ideal,.
con
el
cual
se
compara
la
realidad para clarificar
el
contenido emprico
de
algunos
de sus
elementos importantes.
El
tipo ideal
no es un
tipo vejem'
piar,
que nos
indique cmo debe ser
la
realidad. Este
es un
peligro
de
desfiguracin
que el
propio Weber previo,
y al que se
opuso, situndolo
muy acertadamente entre
los
juicios
de
valor. Pero incluso entendido
en su
pureza original, como categora lgica,
el
tipo ideal
es una
elaboracin
con-
ceptual, realizada desde unos determinados valores
y
puntos
de
vista,
que,
al
ser
aplicada
a la
interpretacin
de la
realidad, influye
en las
conclusiones
que
se
obtienen.
La
misma realidad
nos
presentar aspectos
y
matices dife'
rentes
si
aplicamos para
su
estudio tipos ideales diferentes. Parece, pues,
que
resulta inevitable,
a un
determinado nivel
de la
investigacin,
la
influencia
del sistema ideolgico
del
investigador
en el
proceso
del
conocimiento mismo,
aparte, claro est,
de la
influencia
que
dicho sistema haba
ya
ejercido
en la
seleccin
v
planteamiento
del
objeto
de ese
conocimiento.
El resultado
a que
hemos llegado
en el
anlisis
del
tipo ideal
de
Weber,
es slo
una
muestra
ms de la
vinculacin entre
el
conocimiento
y la
ideo '
logia
del
cientfico.
Es
frecuente,
en
nuestros das,
or
constantes afirmaciones
de neutralidad axiolgica,
y, en
muchos casos, esas afirmaciones vienen
apo--
yadas
en la wertfrei de
Weber. Pero parece bastante claro
que esa
supuesta
neutralidad axiolgica
es un
jtiicio
de
valor que
no se ve
confirmado
por la
(49) M. WEBER: L'objectivit de la connaissance..., Essais sur la thorie de la
sdence, Plon, Pars, 1965, pg. 181. (Los subrayados son de WEBER.)
(50) M. WEBER: Op. cit., pg. 182.
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experiencia, sino todo lo contrario. Se dan, incluso, algunas ancdotas cune
sas,
corno en el caso de von Wiese, quien, despus de haber expuesto con
gran fuerza su pretensin de una Sociologa libre de valores, y de haber di'
cho adis a los juicios de valor {51), se deja llevar totalmente por stos al
nal de la misma obra, condenando a la guerra moderna como algo irracio-
nal y absurdo.
No se trata, sin embargo, de este tipo de juicios condenatorios o absoluto'
ros a los que venimos refirindonos. Se trata del condicionamiento del peri'
sar mismo por un marco valorativo e ideolgico del sujeto, que repercute en
la elaboracin cientfica. M annh eim lo ha dicho con clarid ad: Una m od er'
na teora del conocimiento que explique el carcter relacionad diferencian'
dolo del simplemente relativo, de todo conocimiento histrico, tiene que&m-
pezar por la presuposicin de que hay esferas de pensamiento en las que es
imposible concebir la verdad absoluta como existiendo independientemente
de los valores y de la posicin del sujeto y sin relacin con el contexto social.
Incluso un ser sobrehumano no sera capaz de formular una proposicin
sobre temas histricos como la de 2 x 2 4, porque lo que es inteligible
en la historia puede ser formulado solamente con referencia a problemas y
construcciones conceptuales que ellas mismas surgen en el fluir de la experien'
cia histrica {52).
En este orden de cosas que venimos examinando, la ((objetividad)) del
conocimiento tiene un condicionamiento ideolgico evidente. Las teoras se.
desenvuelven dentro de un marco de referencia que suministra los ideales y
valores adecuados para elaborar el aparato conceptual y para la posterior re-
lacin entre conceptos, que d lugar a una interpretacin determinada. En
este sentido tiene razn Konstantinov, cuando dice que el carcter de los
resultados de la actividad terica depende del objeto de los estudios y de
sus particularidades, pero que, a la vez, depende en igual medida de la meto-
dologa, cuyos procedimientos estn sometidos a una cierta concepcin del
mundo que determina la actitud del investigador respecto de los materiales
analizados, de la forma de diseccionarlos y de sintetizar los hechos, etc. {53}.
Las creencias y los valores sociales, las ideologas, las concepciones del
mundo, etc., influyen en el proceso del conocimiento. Es ms, se puede decir
que nuestras creencias, como afirma Gibson, se encuentran tcitamente in-
cluidas en las mismas pregun tas qu e hacemos y en as respuestas que damos
a esas preguntas, e incluso, que dichas creencias se encuentran sobreenten'
(51) L . VON W lES E:
Sociologa general,
Ed. Cajica, Mjico, 1959.
(52) K. MANNHEIM: Ideologa y Utopa, Aguilar , Ma drid, 1958, p gs. 139-140.
(53) F.
KONSTANTINOV
: Sociologa e ideolog ie, en La Sociologie en la U. R. 5 . S,
t
Edit ions du Progres, Mosc. 1966, pg. 4.
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L.ULS GONZLEZ SEARA
elidas en la misma estructura del idioma que aprendemos a medida que va-
mos creciendo (54).
Pero una cosa es este tipo de condicionamiento y otra muy distinta lo
que Dahrendorf llama deformacin ideolgica, que es todo intento de pre-
sentar como axiomas cientficos los juicios prcticos de valor (55). Aqu es
donde la exigencia de objetividad debe ser reclamada. Un socilogo puede
hacer declaraciones valorativas, pero siempre que nos diga que se trata
de tales valoraciones y no pretenda hacerlas pasar como verdades cientficas
comprobadas. Un cientfico no puede distorsionar la evidencia que le propon
cionan sus estudios para que se adapten a sus puntos de vista. Pero tampoco
debe presentar los resultados de un anlisis parcial como generalizaciones
absolutas, slo porque as le convenga a sus particulares intereses, cientficos
o de otro orden. El caso de Elton Mayo, sealando que la productividad y
el buen clima laboral de una fbrica vienen determinados prcticamente por
una perfecta armona y un buen funcionamiento de los grupos informales de
esa fbrica, olvidndose en el anlisis de algunas bagatelas tan poco significa'
tivas como el salario, las condiciones de trabajo y las relaciones entre el pa'
trono y el ebrero, es un buen ejemplo, que recoge Dahrendorf, de una desfi-
guracin ideolgica. El condicionamiento de nuestro modo de pensar, al
margen de nuestra voluntad, forma parte del proceso de todo conocimiento,
pero dicho condicionamiento es algo distinto de la presentacin voluntaria
de realidades parciales como generalizaciones absolutas, o de la distorsin de
una evidencia emprica para acomodarla a un juicio de valor. Como dice
Runciman, la distincin es entre creer que lo que uno no puede dejar de
pensar es verdadero, y creer que lo que uno quiere pensar es verdadero (56}.
Esta es la exigencia necesaria. Sabemos que la objetividad de nuestro co'
nocimiento es limitada, que los valores orientan nuestro estudio, y que nues-
tros conceptos,, elaborados desde supuestos ideolgicos, conducen a una de-
terminada interpretacin de la tealidad, pero, porque sabemos esto, debe-
mos hacer patente cules son nuestros valores, empezando por ser nosotros
mismos conscientes de ellos, y haciendo lo posible por separarlos de los
resultados que encontramos en nuestras investigaciones. El socilogo ha de
estar siempre alerta en este orden de cosas, y esta circunstancia se ha recor-
dado con cierta frecuencia. Wright Mills .escribe: En la seleccin de los pro-
blemas que estudiamos van implcitos valores; tambin van implcitos va-
lores en algunos de los conceptos claves que usamos en nuestros enunciados
(54) QUKNTIN GlBSON
M ,
lgica
de la
investigacin
social,
Tecnos, Madrid, 1961,
pgina 112.
{55) R. DAHRENDORF: Sociedad y Libertad, pg s. 47 y s igs.
(56) W . G. RUNCIMAN: Ensa yos: Sociologa y, Poltica, Fondo de Cu l t u r a Econ '
mica, Mjico, 1966, pg. 217.
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D K V A LO R , ID EO LO G A S Y C IEN C IA SOCIAL
de esos problemas, y os valores afectan al curso de su solucin. Por lo que
respecto a los conceptos, el objetivo debe ser emplear tantos trminos neutra-
les como sea posible, darse cuenta de los valores implcitos que an quedan,
y hacerlos explcitos. Por lo que respecta a los problemas, el objetivo debe
ser, de nuevo, advertir con claridad los valores en relacin con los cuales
son seleccionados y despus evitar en cuanto se pueda prejuicios valorativos
en su solucin, no importa cmo esa solucin pueda afectar a uno ni cules
sean sus implicaciones morales o polticaso (57}.
Lo que ocurre es que esto ltimo no siempre es posible. Tal vez, en
ltima instancia, como apunta Gouldner, la doctrina avalorista acaba sir-
viendo, ms que para acabar con la formulacin de juicios de valor, para
llevar a los hombres a la formulacin de juicios de valor mejores, de juicios
de valor ms fundamentales {58).
Pero con ello nos estamos acercando a otro aspecto relacionado con todo
lo anterior: el referente a la praxis, a la aplicacin y fines del conocimiento
social, y al papel del socilogo en esa finalidad. No tendramos una visin
completa del problema, si ignoramos dicho punto.
4. LA CIENCIA SOCIAL, LA PR AX IS Y LO S JUICIOS DE VALOR
La idea de que la ciencia social va unida indisolublemente a la ideologa
y a la praxis es una idea marxista. Para Marx, lo importante no es interpre-
ar el mundo, sino transformarlo, y en este sentido, la ciencia, incluida la
social, tiene como misin liberar a la sociedad de la opresin y de la explo-
tacin. Este planteamiento implica el entendimiento de la filosofa y la so-
ciologa como praxis, y, en definitiva, como seala el filsofo y socilogo
ruso Kell, implica la atribucin a la ciencia de una funcin ideolgica al
ligarla a los intereses de clase y, concretamente, a los intereses de la clase de
los oprimidos (59): Por consiguiente, en el planteamiento marxista, no slo
se da una vinculacin entre la ideologa y la sociologa, sino que esta ltima
cumple una funcin ideolgica. La influencia ideolgica de la sociologa pro-
(57) G. WRIGHT
M I L L S :
La imaginacin sociolgica, Fondo de Cultura Econmica,
Mjico, 1961,
pgs.
94-95.
(58)
ALVIN
W .
GOULDNER
: Anti-Minotaur: T h e Myth o a value-free sociology,
en el volumen de I. L.
HOROWITZ
(ed.): The New Sociology; Essays in Social Science
and Social Theory in honor of C. Wright Mills, Oxford University
Press,
Nueva York,
1965 pg. zo3>
(59) V. KfiLL Rapport entre les founctions cognitives et idologiques de la so-
dologie,
en el volumen I.a Sociologie en U. R. S. S,, Editions du
Progrs,
Mosc,
1966, pg. 31.
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L U I S G O N Z LEZ SEA RA
cede del hecho de ser una ciencia que. plantea problemas actuales, relativos a
las necesidades vitales de una sociedad, que trata de resolver de acuerdo con
un mtodo objetivo, para obtener los materiales que hagan posible las gene-
ralizaciones tericas y, a la vez, las soluciones prcticas (6o). As entendida,
la idea de neutralidad axiolgica de la sociologa no tiene sentido, pues la
misma teora sociolgica tiene un carcter ideolgico, y para renunciar a este
ltimo habra que renunciar a toda teora, cosa incompatible con el ideal
cientfico {61). Pero en la sociologa marxista la doctrina de la neutralidad
axiolgica es, a su vez, una ideologa relacionada con el ejercicio en la prc-
tica, de la sociologa. Ya hemos visto que, en un cierto nivel del conocimiento,
es inevitable que se produzca el condicionamiento ideolgico del mismo. Y
solamente, partiendo de este supuesto, y haciendo patentes las ideologas de
donde partimos, es posible facilitar una buena comprensin de nuestras fot'
mulacions tericas y de nuestras generalizaciones empricas. Generalizaciones
que contribuirn a reforzar o a derribar un determinado sistema ideolgico de
conocimiento, pero que, al margen del resultado producido, pueden ser ellas
mismas una ideologa ms. Y, por supuesto, interesa mucho distinguir lo que
puede ser una relacin causal objetiva, por ejemplo, de lo que es una dedue-
cin ideolgica.
Schumpeter se ha referido a un caso de ideologa implcita en el anlisis
econmico: la actitud de una gran parte de los economistas respecto de todo
o relacionado con el monopolio y el ogopolio, y con la determinacin coope'
rativa de los precios. El anlisis econmico escribe Schumpeter no ofrece
ningn material en apoyo de una crtica indiscriminada de los monopolios,
y dicho material debe buscarse en las circunstancias particulares de cada caso
individual. No obstante, muchos economistas apoyan ese antimonopolismo
indiscriminado, y o interesante es que entre ellos se destacan particularmente
los partidarios entusiastas del. sistema de empresa privada. Suya es la ideo-
loga de una economa capitalista que cumplira de manera admirable sus fun-
ciones sociales por virtud de la varita mgica de la competencia perfecta,
si no fuera por el monstruo del monopolio o del oligapolio que arroja una
sombra sobre una escena por lo dems brillante (61 bis).
Schumpeter dice que no solamente esto es as, sino que incluso la infe-
rencia estadstica llega a perder su objetividad cuando estn en juego cues-
tiones ideolgicas importantes aumentando o disminuyendo el rigor de las
(60) V.
KULL:
Op . c i t . , pg. 32 .
(61) V. K E L L : Op. c i t . , pg. 34 .
(61 bis) JOSEPH SCHUMPETER: Scien ce an d Id eo log ye , en la
American Econom ie
Reiiiew,
ma rzo de 1949, p gs. 345-359, recogido en J. L .
H O R O W I T Z : Historia y ele'
mentas de la sociologa del conocimiento, tomo I , En deb a, Buenos Aire s, 1964, pgi-
na ci t . 351.
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V A LO R , ID EO LO G A S
Y
CIENCIA SOCIAL
pruebas estadsticas para obtener resultados acordes
con la
ideologa
de
refe-
rencia.
El
caso
de los
economistas
que
siguen aferrados actualmente
a una
explicacin
de la
realidad econmica occidental
a
base
del
modelo
del mer-
cado, es
otro ejemplo
de
supervivencia ideolgica, pues
en el
moderno
sis-
tema industrial, como
ha
puesto brillantemente
de
manifiesto Gaibraith,
el
sistema
de
mercado
no
interviene para nada,
ni en el
volumen
de la
produc-
cin,
ni en la
fijacin
de ios
precios,
ni en la
amplitud
de la
demanda, some-
tida
a una
manipulacin racional
y
planificada, como toda
la
moderna gran
empresa industrial
(62). Sin
embargo,
la
ideologa
del
mercado sigue actuando
con pretensin
de
validez cientfica.
Esto
se
debe
al
hecho, resaltado
por
Mills,
de que la
economa clsica
ha sido la principal ideologa del capitalismo como sistema de poder {63). En
ese caso,
una
ideologa previa encuentra
un
mtodo
de
expresin cientfica
satisfactorio, que le permite el despliegue de una argumentacin racionalpa-
.ra garantizar sus intereses inm ediatos. Pero ocurre, incluso, como afirm tatn-
bien Millscon.agudeza,que los usos ideolgicos de los hallazgos de la ciencia
social se convierten, con facilidad, en parte de las operaciones burocrticas
diarias.Es el caso, -queencontramos con frecuencia, de los intentos de legi-
timar el poder y de hacer aceptables polticas determinadas, a travs de una
elaboracin muy cuidada de las tcnicas de administracin de personal y de
las relaciones pblicas
(64). En el
caso
de la
sociologa rusa actual,
el uso
ideolgico de la sociologa va implcito en la concepcin misma de esta cien-
cia social,que acaba considerndola como una fuerza ms en la lucha ideol-
gica y poltica del mundo de hoy, como ha sealado expresamente Tchesno-
kov{65).
Por consiguiente, el socilogo se encuentra con que sus generalizaciones y
resultados
se
hallan implcitos
en una
ideologa dada, pero tambin
con que
dichas generalizaciones tienen
una
repercusin prctica.
Y
aqu
no se
puede
esquivar
el
bulto, refugindose
uno en la
pretendida neutralidad axiolgica
de
la
ciencia.
La
sociolgica clsica,
y no
slo Carlos Marx,
se
desarroll
pen-
sando en la accin prctica. Comte quera edificar una nueva sociedad,aun-
que fuese
por la va
utpica
de una
nueva religin
de la
humanidad;
Dur-
kheim aludi siempre a la aplicacin directa, a los servicios para la praxis
de
la
ciencia social,
y
toda
la
sociologa fundacional
de los
Estados Unidos
surge frente
a los
problemas sociales
y a las
lacras convivenciales
que
exigan
(62) JoHN
K.
GALBRAITH:
E
nuevo estado industrial, Ariel, Barcelona,
1967,
63) C. W R I G H T M I L L S: La imaginacin sociolgica, op. cit., pg. 98.
(64) C. WRIGHT
M I L L S
: Op. cit., pg. 98.
(65)
D.
TcHESNOKOV:
c;La
p r t endue dsidologisation
de la
Sociologie, La, Socio-
.logie en U. R. S. S., Hdit .
du
Progrs , Mosc.
1966, pg. 45.
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G O N Z LEZ SEA EA
adecuada solucin. La vinculacin de sociologa y reformismo social es inhe-
rente al nacimiento de la sociologa.
Ahora, en nombre de una supuesta sociologa avalorativa, se quieren eludir
ciertas situaciones de compromiso. Pero los socilogos no comprometidos
suelen sei, precisamente, los que ms contribuyen con sus estudios al triante--
nimiento de situaciones de poder y de dominacin determinadas. El hecho-
de realizar investigaciones encargadas por cualquier organizacin, pblica
o privada, o de insertarse en un sistema burocrtico que fija l las investiga-
ciones a realizar, no da mayor libertad a este socilogo que al socilogo coni--
prometido, ni le libera de una intervencin en el devenir poltico-social. El
hecho de estudiar un problema, y no otro, conduce a conclusiones distintas
de la ciencia social. Y si se trata de refugiarse uno en un aislamiento acad-
mico,
que lleva a investigar problemas abstractos libres de compromisos ideo-
lgicos, entonces el socilogo corre el riesgo de hacer divagaciones sobre algo-
alejado de la realidad, que est en contradiccin con la esencia misma de la
sociologa. En este sentido, tiene toda la razn Gouldner, cuando afirma que
algunos socilogos comprometidos con una sociologa libre de valores, lo
que hacen con ello es distanciarse de la realidad. Pero, segn dicho autor, si
no se muestra la relevancia axiolgica de la investigacin social, para los
hombres de una sociedad dada, aqulla puede ser tachada de mera palabrera,
y con razn, pues el modo de concebir la sociologa avalorista por algunos-
de sus cultivadores les lleva a un olvido y a una ignorancia de los problemas-
humanos ms candentes, cosa que puede resultar muy provechosa para al-
gunos, porque, as, no se ven obligados a llevar a cabo la crtica social que
puede comprometer su situacin personal. De esta forma, viene a decir Gould-
ner, la conveniencia de no hacer una crtica social puede justificarse, no en
aras de sus intereses privados, sino en aras de la objetividad profesional de
su ciencia que excluye los juicios valorativos. Es el procedimiento para que,
tanto el venal como el timorato, protejan sus intereses en nombre de un alte-
principio profesional, y les quede an la satisfaccin de poder seguir mante-
niendo una imagen decente de s mismos (66).
Se trata, por consiguiente, de que el socilogo, al estudiar la realidad, ha
de adoptar una decisin personal acerca de cmo va a abordarla y de qu
aspectos va a estudiar en esa realidad. Esa decisin implica un compromiso,
y lo moral est en aceptarlo de cara, tomando posicin definida. Refugiarse
en una pretensin de no compromiso, con el pretexto de la neutralidad axio-
lgica, es tambin un compromiso de otro tipo, pero larvado. Parece claro
que resulta preferible el primero, que permite a cualquiera reconocer ms-
fcilmente los supuestos ideolgicos de que parte el investigador social. -
(66) A.
GOUI.DNRR
: O p. c it . , pgs . 204-207.
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El valor de la neutralidad axiolgica queda referido, por tanto, a la no
deformacin de los resultados por prejuicios ideolgicos, y a la no generaliza-
cin de resultados parciales que nos gustan, pero que no permiten esas afir-
maciones de conjunto. En este sentido, aunque la ciencia tenga una funcin
ideolgica, como quiere el rnaixismo, esa funcin no puede ser oponerse a la
evidencia que proporciona un estud io emprico para estar de acuerdo- con la
ideologa bsica. El espectculo de lo ocurrido en la Unin Sovitica, cuando
la presin coactiva sobre los bilogos para que orientaran su enseanza y su
investigacin de acuerdo con las teoras oficiales de Lysenko, solamente es
comparable a lo ocurrido en Estados Unidos, donde algn profesor fue expul'
sado de su ctedra por aceptar y apoyar las teoras de Lysenko,
No debe nunca confundirse el inters por transformar la realidad de acuer-
do con la ciencia, con los resultados a que llega la ciencia, corno tampoco
pueden confundirse las deformaciones inconscientes. que producen nuestras
ideologas en la interpretacin de la realidad, con las deformaciones cons-
cientes producidas con una finalidad poltica, econmica, moral, o de cual-
quier otro orden. Condenar a Gaiileo porque se supone que perjudica a la fe
no s si puede tener justificacin teolgica: cientfica no la tiene. Obligar a
la ciencia a adoptar un punto de vista cientfico oficial porque est de acuer-
do con las orientaciones ideolgicas del Poder, es una aberracin contraria a
la esencia misma de la ciencia. Es en este sentido en el que debemos y pode-
rnos exigir una neutralidad axiolgica en la investigacin social, no en el de
querer hacer de la ciencia social algo ajeno a los valores y a los juicios de
valor que, necesariam ente, ha de investigar, y a los cuales h a ' de referirse,,
para poder llegar a explicaciones e interpretaciones comprensibles de la rea-
lidad donde aqullos se dan.
Dejando a un lado el compromiso del socilogo y la seleccin de los.
objetos de estudio de acuerdo con una referencia valorativa, el problema
de la objetividad posible y deseable del conocimiento cientfico tal vez.
se pueda resumir en las siguientes palabras de M an nh eim : Volver a.
formular el problema rsoolgico no quiere decir que se abran las puer-
tas de las ciencias a la propaganda y a los juicios de valor. Por el con-
trario, cuando hablamos de la intencin fundamental de la mente que es
inherente en toda forma de conocimiento y que afecta a la perspectiva, nos
referimos al residuo irreductible del elemento intencional del conocimiento..
que subsiste incluso cuando todas las valoraciones conscientes y explcitas y
todos los prejuicios han sido eliminados. Es evidente por s mismo que la
ciencia (en la medida en que es libre de valoracin) no es un instrumento
propagandstico y no existe para comunicar valoraciones, sino, ms bien, para
determinar los hechos. Lo que la sociologa del conocimiento procura revelar
es simplemente que, despus de que el conocimiento ha sido liberado de los
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L UIS GONZ L E Z S KAR A
elementos de propaganda y valorizacin, todava contiene un elemento acti-
vista que, en su mayor parte, no ha llegado a estar explcito y que no puede
ser eliminado, pero que, por lo menos, puede y debe ser dispuesto en la
esfera de lo que se puede regular (67).
Llegamos, pues, a la conclusin final de que no se pueden separar radi--
clmente los juicios de valor del conocimiento, pues, incluso inconscientemente,
los valores y las ideologas condicionan nuestro pensar mismo. Llegamos tam-
bin a la conclusin de que es preciso, con ese condicionamiento, procurar
la mxima objetividad cientfica en nuestras investigaciones, evitando las
deformaciones ideolgicas a que se refera Dahrendorf. Pero, en no menor
medida, estimamos la necesidad de un compromiso del socilogo que no le
haga perder de vista las consecuencias prcticas de su actuacin como cien'
tfico.
El planteamiento de una sociologa libre de valores procede de una cir-
cunstancia europea, donde a la pasin poltica de una inquietud reformista
se mezcl la teorizacin neokantiana de una ciencia social neutra, aunque es-
tuviese elaborada con referencia a valores, hecho que, ya de por s, hubiese
dado al traste con el plantamiento de la neutralidad axiolgica de haberse
meditado ms en ello. Pero es curioso que en la misma poca, incluso la inter-
pretacin del marxismo se quiere conciliar con los puntos de vista de ios
neokantianos. Tanto Plejanov, como Kautsky, Vorlander o Adler, aun dis'
crepando entre ellos, elaboraron una interpretacin ortodoxa del marxismo,
donde se planteaba la separacin entre juicios de realidad y juicios de valor
con un sentido anlogo al de Rickert, Cohn o Natorp.
Lucien Goldmann se ha referido a esta cuestin con una gran agudeza
y conocimiento (68). Mientras la postura de Vorlander parta de atribuir al
socialismo de Marx un carcter tico, posicin adoptada por el reformismo
marxista, el grupo de los ortodoxos, con Kautsky o Plejanov, se inclinaron
a un marxismo cientfico y antitico, que haba de procurar la separacin cien'
tfica entre juicios de realidad y juicios de valor. Sin embargo, esta separacin
radical entre los dos tipos de juicios se halla ms elaborada en Max Adler,
representante de la lnea del marxismo austraco, que va a intentar una sin-
tesis de las posturas anteriores con una construccin terica que separa la
teora y la prctica, y que hace de Marx fundamentalmente un socilogo. En
la teora de Adler, el marxismo se presenta como una sociologa que suministra
el conocimiento de los medios ms eficaces para realizar por medio de la
(67) K. MANNHEIM:
Ideologa y Utopia,
Aguilar, Ma drid, 1958, pg . 385.
(68) L . GOLDMANN: Piropos dia lec tiq ues : Y a-til un a sociologie mar xis te? , en Re-
cherches dialectiques, Gallim ard, Pars , 1967, pgs . 280-302.
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JUICIOS DE VALOR, IDEOLOGAS Y CIENCIA SOCIAL
tcnica poltica una sene de fines a la vez objetivos (para el terico), y poli'
ticos y ticos (para el militante) (69).
Este punto de vista de algunos tericos del marxismo ha sido desplazado
-en la concepcin actual de la sociologa rusa, como hemos visto