Katia Por León Tolstói

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Katia

Por

LeónTolstói

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CAPÍTULOI

Estábamos de luto por la muerte de nuestra madre, ocurrida el otoñoanterior,ypasamostodoelinviernoenélcampo,lastressolas:Macha,Soniayyo.

Macha era una antigua amiga de la casa; había sido nuestra aya, y noshabía educado a todas. Mis recuerdos, así como mi afecto por ella,remontábansetanlejoscomolosrecuerdosdemímisma.

Soniaeramihermanamenor.

El invierno transcurrió para nosotras sombrío y triste, en nuestra viejamoradadePoltrovski.El tiempo fue tan fríoyventoso,que lanieve llegóaamontonarse a mayor altura que las ventanas, las cuales estaban casicontinuamentecubiertasdehieloyempañadas;porotraparte,apenaspudimossalirapaseardurantecasitodalatemporada.

Era muy raro que viniera alguien a vernos, y quienes nos visitaban notraíanalegríani jovialidadanuestracasa.Todoofrecían:un rostroapenado,hablaban en voz baja, como si tuviesen miedo de despertar a alguien;procurabannoreír;suspirabany,amenudo,llorabanalmirarme,sobretodoala vista de mi pobre Sonia, vestida con su trajecito negro. En la casa todorevelaba,deunauotramanera,lamuertecercana;laaflicciónyelhorrordelapérdidaflotabanenelaire.Elcuartodemamáseguíacerrado,yyosentíaunmalestarcruel,alaparqueundeseoirresistiblededirigirunafurtivamiradaalinteriordeaquel fríoydesiertoaposento,cuandopasabacercadelmismoalirmeaacostar.

Contaba yo diez y siete años en aquella época, y el mismo año de sumuerte, mamá había tenido la intención de instalarse en la capital parapresentarme en sociedad. La pérdida de mi madre fue para mí causa deprofundodolor;masdeboconfesarque,aparteestapena,alsentirmejovenyhermosa, como me hacían creer a todas horas, experimentaba ciertodesconsuelodevermecondenadaavegetarotro inviernoenel campo, entretan árida soledad. Ya antes de terminar aquel invierno, el sentimientomelancólicodelasoledad,eldelaislamiento,ypordecirlomásclaramente,eldelfastidio,crecieronenmíhastatalpuntoquenosalíajamásdemicuarto,ymepasabalashorassinabrirelpianonihojearunsololibro.CuandoMachame instaba a ocuparme en una u otra cosa, le respondía: «No quiero, nipuedo»;yenelfondodemialmaunavozmepreguntaba:«Despuésdetodo,¿paraqué?¿Paraquéhacerestoolootro,silomejordemividaseconsumeinútilmente?¿Paraqué?».Yaesteparaquénohabíaenmíotrarespuestaquelaslágrimas.

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Decíanmedurantetodoestetiempo,queenflaquecíaymeafeaba;masellono me preocupaba lo más mínimo. ¿Por qué, y para quién habría deinteresarme?Parecíamequetodamividadebíadeslizarseenaqueldesierto,enelsenodeaquellaangustiasinnombre,efedónde,entregadaamispropiosyúnicos recursos, no me sentía con fuerzas ni abrigaba siquiera deseos dearrancarme.

Alterminarelinvierno,Machaempezóacobijarciertasinquietudesacercademiestadoytomólaresolucióndellevarmealextranjero,pormiedodequeocurrieraalgopeor.Másparaestohacíafaltadinero,yapenassisabíamosloque había de tocarnos de la herencia de nuestra madre. Todos los díasesperábamos la llegada de nuestro tutor, quien debía venir a examinar elestadodenuestrosasuntos.

Porfinllegó,duranteelmesdemarzo.

Eraundíaqueyovagabacomounalmaenpenapor todos los rincones,ociosa,sinunsolopensamientoenlacabeza,niunsolodeseoenelcorazón.

—¡Por fin SergioMikailovitch está al llegar!Ha anunciado que vendría«cenar.EsnecesarioqueteespabilesqueridaKatia—medijoMacha—,sino,¿quépensaríadeti?¡Osquieretantoalasdos!

SergioMikailovitcheranuestrovecinomáspróximo,yhabíasidoamigode nuestro difunto padre, si bien era muchomás joven. Aparté del cambiofavorable que su llegada había de provocar en nuestra manera de vivir, alfacilitarnos el medio de abandonar el campo, yo estaba demasiadoacostumbrada,desde la infancia, aquererloy respetarlo,paraqueMacha, alaconsejarquemeespabilara,nohubieseadivinadoquedebíaoperarseenmíotrocambioaún,yqueentre todosmisconocidos,era justamentedelantedeél, ante quien me habría sido más doloroso presentarme bajo un aspectodesagradable. No sólo profesaba un antiguo afecto a Sergio Mikailovitch,como todo» en casa, desde Macha y Sonia, ahijada suya, hasta el últimocochero, sino que en mí, aquel cariño revestía un carácter especial aconsecuencia de ciertas palabras que mamá pronunciara en mi presenciatiempoatrás.Habíadichoquedeseabaparamíunmaridocomoél.Enaquelmomento, tal idea me pareció algo extraordinaria y hasta desagradable. Elhéroesoñadopormíeracompletamentedistintodeaquél:mihéroedebíaserijoven, delgado, esbelto, pálido y melancólico. Sergio Mikailovitch, por elcontrario,yanoerajoven:eradeelevadaestatura,corpulento,yajuzgarporlo que yo podía apreciar, tenía un caráctermuy jovial.A pesar de todo, laspalabras demimadre quedaron grabadas enmi imaginación. Hacía ya seisaños de aquello, o sea que yo contaba sólo once cuando ocurrió, y él metratabadetú,jugabaconmigo,mellamabapequeñavioleta,ydesdeentonceshabíameyopreguntadomuchasveces,siempreconmayortemor,québariati

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deprontoledieralaideadecatarseconmigo.

Un poco antes de la cena, a la cual Macha mandó añadir un plato deespinacasyotrodeentremesesdulces,sepresentóSergioMikailovitch.Yomeasomé a la ventana en elmomento de acercarse él en su pequeño trineo, ycuandollegóalapuerta,meapresuréapasaralsalón,queriendoevitaratodacosta que pudieran figurarse que lo había estado esperando. Pero, al oírprimeromovimientoenlaantesala,y,seguidamente,suvozsonoraylospasosdeMacha,me abandonó la paciencia, y salí a su encuentro. Tenía entre lassuyas lamano deMacha, y hablaba en voz alta y sonriendo.En cuantomeobservó, interrumpióse nos segundos, mirándome sin saludar, lo cual meazoró,ysentíquemismejillasenrojecían.

—¡Ah!, ¿pero es posible que sea usted, Katia? —me dijo con acentosencillo y decidido, desasiendo su mano y acercándose a mí—. ¿Se puedecambiar de talmodo? ¡Cómo ha crecido usted! ¡Ayer diminuta violeta, hoyrosaentodosuesplendor!

Consugranmanoestrechólamíatanfuerteyefusivamente,quecasimehizo daño. Creí que iba a besármela y me incliné delante de él, mastomándome la mano por segunda vez, fijó en mis ojos su mirada franca ydecidida.

Hacíaseisañosquenolohabíavisto.Lohallémuycambiado,envejecido,másmoreno,yllevabapatillasquenolesentabanmuybien;peroconservabalosmismosmodales,elmismorostrofrancoyabierto,derasgospronunciados,losmismosojoschispeantesdeingenio,yaquellasonrisatanllenadegraciaquehabríaseatribuidoaunniño.

Aloscincominutosabandonólaactituddesimplevisitante,ytomóladeunhuéspedíntimotratadoconcariñoyconfianzaportodosnosotros,yhastapor aquellas otras personas que con su apresuramiento para servirle ycomplacerle,demostrabanlaalegríaquesullegadalesprodujera.

No parecía enmodo alguno el vecino que viene a la casa después de lamuertedeunamadre,creyendonecesariopresentarseconrostrocompungido.Al contrario, se mostró alegre, hablador y no dijo ni una sola palabra demamá, de forma que yo ya empezaba a encontrar algo extraña e inclusoinconvenientetalindiferenciadepartedeunhombrequenostratabacontantaintimidad. Mas pronto comprendí que no había asomo de indiferencia porpartesuya,yqueenelfondodesupensamientolatíaunpropósitoporelquedebíayoestarreconocida.

Porlanoche,Machanossirvióeltéenelsalón,enelmismositiodondelotomábamosenvidademamá.SoniayyonossentamosalladodeMacha;elviejoGregorioofrecióaSergioMikailovitchunaantiguapipademipadreque

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habíaencontrado,yaquél,lomismoqueenotrostiempos,empezóapaseardeunextremoaotrodelsalón.

—¡Qué cambios tan grandes ha habido en esta casa! ¡Cuando pienso enello!…—exclamósúbitamente,deteniéndose.

—Sí—repusoMacha con un suspiro; y, colocando la tapa del samovarencimadelmismo,quedósecontemplandoaSergioMikailovitch,apuntodeprorrumpirenllanto.

—Sinduda,seacuerdaustedalgodesupadre—mepreguntó.

—Unpoco.

—¡Quéventajanoseríaparaustedtenerloaúnhoy!—dijoconlentitud,ymirandomuypensativoyvagamenteporencimademicabeza.

Luegoañadióconmáslentitudaún:

—Hequeridomuchoasupadre.

Mepareciónotarenelmismoinstantequesusojosbrillabandeunmodoinopinado.

—¡YDiossellevótambiénanuestramadre!—exclamóMacha.

Yluego,echandolaservilletasobrelatetera,sacóelpañueloyempezóallorar.

—Sí,hanocurridocambiosterriblesenestacasa.—YaldecirestoSergiose volvió, y un momento después agregó, alzando la voz—: KatiaAlevandrovna,siéntesealpianoytoquecualquiercosa.

Mesatisfizomuchoquehicieralapeticiónentérminostansencillos,yalpropiotiempo,tanamistosamenteimperativos.Melevantéymeacerquéaél.

—Tome, toque esto —dijo, abriendo un cuaderno de Beethoven por eladagio de la sonata Quasi una fantasía—. Vamos a ver cómo lo interpretausted—repuso,yfueatomarsutazadetéaunrincóndelasala.

No sé por qué,mas comprendí quemehabría sido imposible negarmeoatreverme a hacer dengues con pretexto de que no tocaba bien. Por elcontrario,mesentéconmuchasumisiónanteelpiano,yempecéatocarcomopude, a pesar de temer algo su crítica, pues sabía lo entendido que era enmúsica y el buen gusto que tenía. En el tono de ese adagio reinaba unsentimiento que, por una especie de reminiscencia me llevaba hacia lasconversaciones sostenidas antes del té, y dominada por esta impresión, lointerpreté pasablemente al parecer, mas él no permitió que siguiera con elscherzo.

—No, no lo tocaría usted bien—dijo aproximándose—;nopase de este

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primer trozo, que no ha salido del todo mal. Veo que comprende usted lamúsica.

Esteelogio,indudablementemuymoderado,mehalagótanto,quemesentíenrojecer. ¡Eraunacosa tannuevay tanagradableparamí,queelamigo,eligualdemipadremehablaseamísola,enserio,ynocomoaunaniñacomosolíahacerantaño!

Recordó a mi padre, contándome cuanto se habían apreciado, y de quémanerahabíanvivido juntosmuyagradablementeen laépocaenqueyomeocupabasólodemuñecasy librosdeestudio;yenestosrelatos,mipadreseme apareció por primera vez comounhombre sencillo y bueno, a quiennohabía conocido hasta entonces. Me hizo preguntas acerca de lo que megustaba,deloqueleía,deloquepensabahacer,ymedioalgunosconsejos.Yano tenía ami lado, al hombre frívoloyparlanchín a quiengustara la charlainsustancial, sinoaalguiendotadocarácter, serio, francoyamistosoquemeinspirabainvoluntariorespeto,alaparqueunagransimpatía.Estaimpresiónme resultaba dulce, agradable, y al hablarle sentía enmí cierta inconscientetensión.Cadapalabraquepronunciabamedejabatemerosa,¡yhabríadeseadotanto conquistar por mis propios méritos aquella estimación que hastaentoncessólosemeconcedíaporserhijadequienera!

Después de haber acostado a Sonia,Macha se reunió con nosotros y sequejóaSergioMikailovitchdemiapatía,delaqueresultabaqueyonoteníajamásnadaquedecir.

—EntoncesKatia nome ha contado lomás importante—repuso SergioMikailovitch sonriendo, meneando la cabeza y mirándome con aire dereproche.

—¿Yquéibaacontar?—repliqué—.¿Quemeaburríamucho?Peroesoyapasará.—Y efectivamente, entonces pensaba que no sólo desaparecería miaburrimiento,sinoqueerayacosahechayquenovolveríamás.

—Noestábienestodenosaber soportar la soledad.¿Esposiblequeseaustedefectivamenteunaseñorita?

—Puesclaroquesí—respondí,echándomeareír.

—No, no; a lo sumo una maligna señorita que no vive sitio para seradmirada,yqueencuantosesienteaislada,serelajayyanoencuentranadabien;todoparaél,nadaparaella.

—¡Pues sí que se ha formado usted bonita opinión demí!—aduje, pordeciralgo.

—No—repuso SergioMikailovitch, pasado un momento de silencio—,porquenoenvanosepareceustedasupadre;¡hayalgoenusted…!

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Y su buena y atenta mirada ejerció de nuevo su encanto sobre mí,causándomesingularturbación.

Medicuentasóloenaquelmomento,dequeatravésdeaquelrostroqueaprimeravistaparecíaalegre,trasaquellamiradaquenopertenecíasinoaél,ydonde sólo se creía leer la serenidad, traslucíase más y más vivamente, unfondodegranreflexiónyciertatristeza.

—No debe ni puede aburrirse —dijo poco después—; tiene usted lamúsica,quesabecomprender, los libros,elestudio.Tiene,además, todaunavidapordelante,yahoraeselmomentomáspropioparaprepararseconobjetode no tener luego de qué lamentarse.Dentro de un año, será ya demasiadotardeparareaccionar.

Mehablabacomounpadreoun tío,y comprendíquehacíaunesfuerzocontinuo paramantenerse siempre ami nivel.Me ofendió un poco quemecreyera inferior, y por otra parte, me resultaba agradable que, para mí, secreyeraobligadoatalesfuerzo.

El resto de la velada se consagró a una conversación de negocios entreMachayél.

—Y ahora, buenas noches, querida Katia —dijo levantándose,aproximándoseamíycogiéndomelamano.

—¿Cuándonosvolveremosaver?—preguntóMacha.

—Enlaprimavera—contestóSergioMikailovitchsinsoltarmelamano—;ahoravoyaDanilovka(otrahaciendanuestra),veréunpocoloquepasaporallí,yarreglaréloquepueda;luego,iréaMoscúparasolventarasuntosmíos,yantesdelveranopodremosvemos.

—¿Y por qué marcharse por tanto tiempo? —pregunté tristemente. Enefecto, esperaba ya verlo todos los días, y súbitamente asaltóte una terribleopresión en el pecho al pensar que tendría que volver a habérmelas conmihastió.Probablemente,estosetraslucióenmisojosyenelsonidodemivoz.

—Vamos, distráigase y trabaje algo más; destierre la melancolía —recomendómecon acentoquemepareciódemasiadoplácido e irlo—.En laprimaveralaexaminaré—añadió,soltándomelamano,ysinmirarme.

Enlaantecámara,dondeleacompañamos,seapresuróaponerselapelliza,ydenuevosumiradaparecióesquivarme.

«¡Setomauntrabajobieninútil!—medije—.¿Seráposiblequesefigurecausarmetantoplaceralmirarme?Esunhombreexcelente,muybueno…masesoestodo».

Sin embargo, aquella noche, Macha y yo tardamos mocho en quedar

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dormidas, y hablamos, no de él, sino de cómo emplearíamos el próximoverano,dedóndepasaríamoselinvierno,ydequémodo.Gravecuestión;¿yporqué?Amíparecíametansimplecomoevidentequelavidaconsistíaenserfeliz, y en el porvenir no me resultaba posible figurarme otra cosa que lafelicidad,comoaldeprontonuestraviejaysombríamansióndePokrovskiseinundaradeluzyvida…

CAPÍTULOII

Entretanto, la primavera había llegado. El fastidio de antaño se habíadesvanecido y le sucedió aquella tristeza soñadora y primaveral, tejida deesperanzasdesconocidasydeseosinsatisfechos.

Con todo, mi vida ya no era la que llevé al principio del invierno; meocupabadeSonia,demúsica,deestudios,ymuyamenudoibaavagarporeljardíndurantelargosratos,muylargosporcierto,solaatravésdelospaseos,obienmesentabaenalgúnbanco.¡SabeDiosloquesoñaba,loquedeseaba,loque esperaba! A veces pasaba noches enteras asomada a la ventana, sobretodo,ennochesdeluna,ypermanecíaasíhastaelamanecer.Otrasveces,sinsaberloMacha,yensimplecamisón,bajabaaljardínyhuíahaciaelestanqueporloscéspedescubiertosderocío,yenciertaocasiónlleguéinclusohastaelcampo,yotras,pasabalanocherecorriendosolaloslinderosdelparque.

Ahorameresultadifícilacordarmede losensueñosqueenaquellaépocallenaban mi imaginación, y más difícil aún, comprenderlos. Si alguna vezconsigo evocarlos me cuesta gran trabajo llegar a creer que tales ensueñosfueronefectivamentemíos,pues,tanextrañosyalejadosdelavidarealeran.

AúltimosdemayoSergioMikailovitch,talcomohabíaprometido,regresódesuviaje.

La primera vez que vino a vernos fue una tarde en la que no loesperábamosenabsoluto.Estábamossentadasenlaterraza,ynosdisponíamosa tomar el té, El jardín verdeaba ya, y en Pokrovski los ruiseñores habíaninstalado su domicilio entre los macizos llenos de vegetación. Aquí y allá,frondosas lilas elevaban sus cabezas como esmaltadas con tintes blancos ovioláceos, y sus flores se preparaban para abrirse. Las hojas, en los paseosarbolados,parecíantransparentesalosrayosdelsolponiente.Sobrelaterrazaseextendíaunasombrarefrescante,mientraselabundanterocíodelanochecerinundabaloscéspedes.Enelpatio,detrásdeljardín,oíanselosúltimosruidosdeldíaylosbalidosdelosrebañosquevolvíanalestablo.ElpobrelocoNikonpasóporelsendero,alpiedelaterraza,conuntonel,ymuyprontotorrentes

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de agua fría de las regueras vertiéronse sobre la tierra recién removida,trazandocírculosnegruzcosalpiedelasdaliasydetodaslasdemásflores.

Delante de nosotras, en la terraza, sobre un blanquísimomantel, brillabahervíaunsamovardesuperficieresplandeciente,rodeadodeunpasteldenata,confiturasypastas.Macha, comomujerhacendosa, lavaba las tazascon susmanosregordetas.Pormiparte,sinaguardarelté,puesacababadetomarunbañoquemehabíadespertadoelapetito,entreteníameencomerpanuntadodenatafrescayespesa.Llevabaunablusadelienzoconmangasentreabiertas,ytenis la cabeza envuelta en un gran pañuelo para resguardar mis cabelloshúmedos.

Machafuelaprimeraenverleatravésdelaventana.

—¡Ah, Sergio Mikailovitch! —exclamó—; precisamente estibamoshablandodeusted.

Yo me levanté con el propósito de ir a cambiar mi tocado, pero él mealcanzóenelmomentoprecisodellegaryoalapuerta.

—Vamos,Katia;nadadeceremoniasenelcampo—dijocontemplandomicabeza y mi pañuelo, y sonriendo—; no muestra usted tantos escrúpulosdelantedeGregorio,yyoquieroserunGregorioparausted.

MásalmismotiempomeparecióquenomemirabacomolohabríahechoGregorio,yestomedesconcertóunpoco.

—Vuelvoenseguida—repliqué,alejándome.

—Pero¿porquéquieremarcharse?—preguntó,siguiéndomelospasos—.Alverla,cualquieralatomaríaporunajovenaldeana.

De qué modo más extraño me ha mirado, me dije mientras subía laescalera,presurosaparairamudarme.¡Enfin,graciasaDiosyahallegado,yvamosaestarmásalegres!

Después de echar una ojeada al espejo, volví a bajarmuygozosa, y, sindejardeapresurarme,llegué,jadeantealaterraza.SergioMikailovitchestabasentadojuntoalamesa,yhablabaconMachadenuestrosasuntos.Alverme,sonrió y continuó hablando.A juzgar por lo que decía, nuestra hacienda sehallabaenunestadosumamentesatisfactorio.Noteníamosmásqueesperaraque terminara el verano, el cual pasaríamos en el campo, y en seguidapodríamos irnos a San Petersburgo para la educación de Sonia, o bien alextranjero.

—Todoestoestaríamuybien,siustedvinieraconnosotrasalextranjero—observóMacha—,pero,solas,nospareceríaestarcomoextraviadas.

—¡Ah!,¡pluguieraaDiosquepudiesedarlavueltaalmundoconustedes!

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—replicóél,medioenbromamedioenserio.

—Bueno,pues—dijeyoentonces—,vamosadarlavueltaalmundo.

SergioMikailovitchsonrióymoviólacabeza.

—¿Ymimadre?¿Ymisnegocios?Vamos,dejemosesto,y cuéntemedequémanerahapasadoeltiempo.¿Seráposiblequesehayaaburridoaún?

Cuando le hube contado que había sabido ocuparme y desterrar elaburrimientosinsucompañía,locualMachameconfirmó,meelogiómucho,ymedirigiómiradasypalabrasdealiento,lomismoquesiyofueseunaniñayél tuviese realmenteelderechodehacerlo.Estiméconvenientecontarlealdetalle,sobretodoconmuchasinceridad,todocuantohabíahechodebueno,yrevelarle,comoenunaconfesión,todolomaloque,porelcontrario,pudieramerecersucensura.Lanocheera tanhermosa,quedespuésdeservidoel té,seguimosmuchotiempoenlaterraza,ymeinteresótantolaconversación,quenomedicuentadecómo,pocoapoco,habíanidoapagándosedeunamanerainsensible todos los ruidos de la casa. De todas partes desprendíanse losperfumes penetrantes de las flores; el más abundante rocío cubría loscéspedes;losruiseñoreslanzabansustrinosalaire,muycercadenosotros,alabrigode losmacizosde lilas,y se interrumpíanavecesaloír el sonidodenuestrasvoces.Elcieloestrelladoparecíadescendersobrerustrascabezas.

Loquemehizonotarqueseacercabalanoche,fueoírdepronto,bajoeltoldo que cubría la terraza, el rumor de un murciélago que daba vueltas,espantado,alrededordemívestidoblanco.Mearriméa lapared,yestuveapuntodelanzarungrito;maselmurciélago,tansilenciosamentecomohabíaentrado, se escapó de debajo del toldo, y se perdió prestamente entre lassombrasdeljardín.

—¡Cómo me gusta vuestro Pokrovski! —exclamó Sergio Mikailovitchcortando la conversación—. ¡Uno daría cualquier cosa para poder detenersetodalavidaenestaterraza!

—Puesdeténgase—sugirióMacha.

—¡Ah,sí,detenerse;perolavidanosedetienenunca!

—¿Por qué no se casa? —continuó Macha—. Sería usted un maridoexcelente.

—¿Por qué?—replicó él sonriendo—. Hace ya mucho tiempo que handejadodeconsiderarmecomocandidatoalmatrimonio.

—¡Cómo!—exclamóMacha—.¿Alos treintayseisañospretendeustedyaestarcansadodelavida?

—Sí, por cierto, y tan cansado, que no pienso sino en el reposo. Para

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casarse,precisateneralgunaotracosaqueofrecer.PregunteaKatia—añadió,señalándomeconlacabeza—;aellasíqueconvienecasarla.Anosotrosnostocagozardesufelicidad.

En la entonación de su voz, adivinábase una secretamelancolía y ciertatensiónquenosemeescaparon.Duranteunmomentoquedósesilencioso;niMachaniyodijimosnada.

—Figúrese—empezófinalmente,acercándosealamesa—quedepronto,por cualquier deplorable accidente,me casara con unamuchacha de diez ysieteañoscomoKatiaAlexandrovna.Ahítieneustedunbuenejemplo,ymealegroquepuedaaplicarsetanbienalascircunstancias…nopodríahaberotromejor.

Yo me eché a reír, mas no podía comprender en absoluto por qué sealegrabatanto,nienquéveíalaoportunidaddelejemplo.

—Pues bien —continuó, volviéndose hacia mí con aire de broma—;dígame la verdad, con la mano en el corazón. ¿Acaso no sería una grandesgracia para usted unir su vida a la de un hombre viejo ya, que llevarecorridotantocamino,yquenopretendeotracosaquepermanecerdondesehalla,cuandousted,encambio,sabeDiosadóndequisierair,llevadaenalasdesufantasía?

Mesentíaalgoturbadaypermanecísilenciosa,nosabiendoquéresponder.

—Novengoapedirsumano—dijoechándoseareír—;pero,enverdad,¿esunmaridoasíelqueustedsueñacuandosepaseaporeljardín,ynoseríaestounagrandesgracia?

—Notangrandesgracia…—empecé.

—Nitampocotangranbien—terminóél.

—Sí,peropuedoequivocarme…

Volvióainterrumpirme.

—Ya lo ve, tiene toda la razón; le agradezco su franqueza, y estoysatisfechodehabertenidoestaconversación.Añadiréqueesohabríasidoparamílamayordesgracia.

—¡Quéhombretanoriginalesusted!,nohacambiadoenabsoluto—dijoMacha,ysaliódelaterrazaparaordenarquesirvieranlacena.

Quedamos silenciosos al marcharse Macha, y todo cuanto nos rodeabapermanecíatambiénmudo.Unruiseñorinicióuntrino,noaquelcantocortado,indeciso del atardecer, sino aquel otro prolongado, lento y tranquilo de lanoche, que llenaba el jardín, mientras desde el fondo de una torrentera lerespondíaotroruiseñorquecantabaporprimeravez.Elmáspróximocallaba

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entoncescomosiescucharaporunmomento,y luegovolvíaa lanzaralairesus trinos más agudos y penetrantes, y sus voces resonaban con supremacalma en el seno de aquel mundo de la noche, que es de ellos y al cualpermanecemoscompletamenteextraños.Eljardineroseretirabaalinvernáculopara acostarse; sus pasos resonaron sobre él sendero, alejándosepaulatinamente.

Alguien produjo dos agudos silbidos hacia la montaña, y de nuevo sesumergiótodoenelsilencio.Apenassiseoíamoverseunahoja;sinembargo,eltoldodelaterrazasehinchódepronto,impulsadoporunsoplodeaire,yanuestroalrededorseesparcióunperfumemáspenetrante.Aquelsilenciomeembarazaba, pero no sabía qué decir.Miré a SergioMikailovitch. Sus ojos,brillandoenlasombra,estabanfijosenmí.

—¡Québuenoesvivirenestemundo!—murmuró.

Noséporqué,aloíresaspalabras,lancéunsuspiro.

—¿Ypues?—dijoél.

—Sí,esmuybuenovivirenestemundo—repetíyo.

Yvolvimosaquedamosensilencio,ynuevamentemesentíviolenta.Medominabadecontinuola ideadehaberlecausadopenaalconvenirconélenqueeraviejo;hubieraqueridoconsolarleynosabíacómo.

—Bueno,adiós—medijoponiéndosedepie—;mimadremeesperaparalacena.Apenassilahevistohoy.

—¡Yyoquehabríaqueridotocarleunanuevasonata!

—Otravezserá—mecontestóconfrialdad,oalmenosasímelofiguré;yluego,adelantandounpaso,dijocongestosimple:

—¡Adiós!

Entonces me pareció más que nunca que le había causado pena, y mequedé muy triste. Macha y yo le acompañamos hasta la escalinata, ypermanecimosenelpatiomirandohaciael ladodelcaminopordondehabíadesaparecido.Cuandoyanoseoyóelgolpeteode laspisadasdesucaballo,mepaseéalrededordelaterraza,luego,mequedécontemplandoeljardín,y,atravésde lahúmedabrumaencuyosenopalpitaban todos los rumoresde lanoche,permanecíunlargoratoviendoyoyendocuantomifantasíamehacíaveryoír.

SergioMikailovitchvolvióunayotravez,yelmalestarquemecausaralaextrañaconversacióndeaquellanoche,no tardómuchoendesvanecerse,sinvolverareaparecerjamás.

Durante el verano, vino a vernos dos o tres veces por semana; me

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acostumbrétantoaél,que,cuandopasabaalgúntiemposinaparecerporcasa,meresultabamuypenosovivirtansola.Meenfadabaconélinteriormente,yconsiderabaqueobrabamalaldejarmetanabandonada.Fuetransformándoseparaconmigoenunaespeciedecompañeroamistosoquemehacíapreguntasalas cuales respondía yo con entera franqueza y gran sinceridad; me dabaconsejos,además;mealentaba,yhastameregañabaaveces,reprimiéndomecuandoennecesario.

Mas a pesar de todos sus esfuerzos paramantenerse siempre ami nivel,percibíayoquealladodetodoloqueconocíadeél,existíaunmundoenteroque le era propio, al cual yo permanecía extraña, y al que él no juzgabanecesario admitirme. Esto más que nada, sostenía la deferencia que meinspiraba,yalmismotiempomeatraíahaciaél.SabíayoporMachayporlosvecinosque,apartedeloscuidadosporsuancianamadre,conquienvivía,laadministracióndesusfincas,ynuestratutela,teníatambiénasucargovariosasuntos concernientes a la nobleza, que le causabanmuchos disgustos; perojamásconseguíaveriguarcómoafrontabaaquellasituación,nicuáleseransuspensamientos, sus planes y sus esperanzas respecto de la misma. Cuandointentabadirigir laconversaciónhaciasusnegocios,sufrentesearrugabadeciertomodo, como si quisiera decir: «Dejemos esto, por favor. Después detodo, ¿qué le importa a usted?», y desviaba el tema de la conversación. Alprincipio, me sentía ofendida por ello; luego, me acostumbré tanto, que nohablábamos sinode lo que se refería amí, y acabépor encontrarlo asímuynatural.

Aunquedemomentomedesagradóbastante,más tarde, por el contrario,encontré cierto placer en advertir la perfecta indiferencia, o casi mejor,menosprecio, que demostraba por mi aspecto exterior. Jamás, ni con susmiradas,niconsuspalabras,medabaaentendersi leparecíalinda;lejosdeesto, fruncía el entrecejo y se echaba a reír cuando alguien decía en supresencia que yo no estaba del todo mal. Incluso, se complacía hallandodefectosenmirostroyburlándosedeellos.Losvestidosdemoda,lostocadoscon que Macha solía engalanarme los días de fiesta, no hacían más queprovocar sus chanzas, lo cual apenaba grandemente a la buenaMacha, y alprincipio,medesconcertabaamítambién,nosinciertarazón.

Macha creía que yo agradaba a Sergio Mikailovitch, y no acertaba acomprender cómo no prefería que lamujer de su gusto se presentase en laforma que más la favorecía. Más pronto me di cuenta de cómo había decomportarmeconél.Quería creerqueyonoera coqueta.Ycuando lohubecomprendido bien, no quedó en mí ni sombra de coquetería en materia deindumentaria,detocadoodeporte;lareemplacémedianteleveartimaña,casiinconsciente,conotracoquetería,ladelasimplicidad,auncuandoyomismono conseguía ser sencilla.Veía queme amaba: no sé si como niña o como

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mujer;nomelohabíapreguntadohastaentonces.Sucariñomeeramuycaro,ycomprendiendoquemeconsiderabalamejormuchachadelmundo,nopodíadejar de desear que aquel fraude continuara cegándole. Y, en efecto, leengañaba casi involuntariamente, mas, engañándole, volvíame, de hecho,mucho mejor. Comprendí que sería preferible y más digno, mostrarle lasbuenascualidadesdemialmaquelasdemipersona.Miscabellos,mismanos,mi rostro,mismodales, fuesen los que fuesen, buenos omalos, habíalos yaapreciadoél deunamirada, yno ignorabaque, aun cuandohubiesequeridoengañarle, no habría podido añadir nada a mi exterior. En cambio, él noconocíamialma:porqueleamaba;porqueprecisamenteentonces,mialmasehallaba en pleno período de crecimiento y desarrollo. En este punto podíahacerseilusiones,yselashizo.

Cómo me sentí aliviada cuando hube comprendido todo esto. Aquellasagitaciones sin motivo, aquella necesidad de movimiento, que en ciertamanerameoprimían,desaparecieronporcompleto.Pareciómedesdeentoncesquedefrente,deperfil,depieosentada,conelcabellolisoorizado,SergioMikáilovitchmemirabasiempreconsatisfacción;quemeconocíaahoraporcompleto,ymefigurabaqueestabatancontentodemícomoyomisma.Creoverdaderamentequesicontrasucostumbre,mehubiesedichodepronto,comolosdemás,queyoeralinda,mehabríasentidotalvezalgomolestada.Pero,encompensación,¡quéalegría,quéserenidad!experimentabayoenel fondodemialmacuando,porhaberacertadoadeciralgunareflexión,élmemirabaconatenciónymedecíaentonoemocionado,quepretendíahacerplacentero:

—Sí, sí, hay algo en usted; es usted una buena muchacha y deboconfesarlo.

¿Porquérecibíyoesasrecompensasquellenabandealegríayorgullomicorazón? Unas veces por haber dicho que me era simpático el cariño quedemostraba el anciano Gregorio a su nietecito, otras, porque me conmovíahasta derramar lágrimas leyendo unas poesías o una novela, o porque habíapreferidoMozartaSchulofí.Constituíaparamícausadeextrañezalaintuicióninopinada queme hacía adivinar lo que estaba bien y lo que debía amarse,cuandonosabíaaúnpositivamenteloqueerabuenoniloquemerecíaamor.Lamayorpartedemiscostumbresymisgustosulterioresledesagradaban,ybastabaunimperceptiblemovimientodesuscejas,unamirada,parahacermecomprenderquedesaprobabaalgunaacciónmía,yciertoairedecompasiónunpoco desdeñosa que le era peculiar, para que yo creyese no amar ya lo queantesamara.

Siseleocurríadarmealgúnconsejoacercadecualquiercosa,sabíayadeantemano lo que iba a decirme. Me interrogaba con una mirada, y la solamiradamearrancabaelpensamientoquequeríaelconocer.Todasmis ideas,todosmissentimientosdeaquellaépocayanoeranpropios;suspensamientos,

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sus sentimientos, se hacían súbitamentemíos, penetraban enmi vida, y, enciertamanera,lailuminaban.Deunmodocompletamenteinsensible,comencéamirar las cosas conotros ojos: lomismo aMacha, que aSonia, que amímismaymispropiasocupaciones.Loslibrosqueleyeraenotrotiempo,conlaúnicafinalidaddecombatirelhastío,mecarecierondesúbitocomounodelosmayoresencantosdelavida;ysóloporlamerarazóndequehablábamosdelibrosconSergioMikailovitch,quelosleíamosjuntos,yqueélmelostraía.

Antesdeesto,lasleccionesqueyodabaaSonialasconsiderabacomounapenosa obligación, que me esforzaba en cumplir sólo por sentimiento deldeber; pero ahora que asistía él a algunas lecciones, los progresos de Soniaconstituían una de mis alegrías. Siempre me había parecido imposibleaprender una obra entera de música, y al presente, sabiendo que él laescucharía y que tal vez la aplaudiría, no vacilaba en tocar ni que fueracuarentaveceselmismopasaje,tanto,quelapobreMachaterminóportaparselosoídosconalgodónenrama,mientrasqueyo,encambio,noencontrabaenello ningún fastidio. Aquellas melódicas sonatas se parafraseaban entoncesbajomisdedosenformamuydistintaybiensuperioraladeantes.LamismaMacha, a quien conocía tanto y amaba como a mí misma, había cambiadomucho a mis ojos. Sólo entonces comprendí que nada ni nadie la habíaobligadoaserloquefueparanosotros:unamadre,unaamiga,unaesclavadenuestros caprichos. Comprendí toda la abnegación, toda la generosidad deaquellacriaturatancariñosa;comprendílagrandezademisobligacioneshaciaella,ylaquiseporellotantomás.

SergioMikailovitchmeenseñóademásaconsideraranuestrosservidoresyanuestroscampesinosbajounaspectocompletamentedistintodecómolosjuzgarahastaentonces.Será todo locómicoquesequiera;peroa losdiezysieteaños,vivíaentreelloscomounaextraña, lomismoquesi se trataradepersonasaquienes jamáshubiesevisto,y sinocurrírsemenipor asomoquepudiesenserseressusceptiblestambiéndeamor,dedeseosydepesares,comoyo misma. Nuestro jardín, nuestros bosques, nuestros campos, que conocíadesdemitiernainfancia,seconvirtierondeprontoparamíenobjetosnuevos,cuyabellezaempezabaaadmirar.NosinrazóndecíaSergioamenudo,queenla ida había sólo una felicidad cierta: la de vivir para los demás. Esto meparecíaextrañoynolocomprendía;mastalconvicción,apesardemisideas,ibapenetrandopocoapocoenel fondodemialma.Enunapalabra,SergioMikailovitchabrióantemíunanuevavida,llenadegocesenlopresente,sincambiar nada en mi antigua existencia y sin añadirle nada tampoco, peroincrementando el desarrollo de todas mis sensaciones. Todo, desde miinfancia,habíaquedadoenvueltoamíalrededorenunaespeciedesilencio,yesperaba únicamente su presencia para levantar la voz, hablar a mi alma yllenarladefelicidad.

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Muyamenudo,enel transcursodeaquelverano,subíayoamicuartoymetendíaenlacama,yallí,enlugardelaspasadasangustiasdelaprimavera,pletóricasdedeseosydeesperanzasenloporvenir,oprimíameotraturbación:ladelafelicidadpresente.Nopodíadormirme;meincorporaba;mesentabaenlacamadeMacha,ycontabaaéstaquemesentíaperfectamentefeliz,locual,alrecordarlohoy,veoqueerainnecesario,puesloveíaellabiensinnecesidaddeexplicaciones.Merespondíaqueellatampocoteníanadaquedesear,quesesentíamuydichosa,ymebesaba.Lacreíaporque juzgabanecesarioy justoquetodosfuesenfelices.

PeroMacha había de ceder a las exigencias del sueño, y haciéndose laenfadada me conminaba a que me retirara de su cama y la dejara dormir,mientrasqueyo,alcontrario,permanecíalargoratodespierta,contrapesandouna y otra vez todos mis motivos de felicidad. En algunas ocasiones, melevantabayempezabaporsegundavezmis rezos,puesen laexuberanciademi corazón, oraba para mejor dar gracias a Dios por la felicidad que meconcedía.

En mi habitación todo era apacible, sólo se oía el tranquilo respirar deMacha durante su sueño, y el tic-tac de su reloj colgado de la cabecera; yodabavueltas,pronunciandoalgunaspalabras,mepersignabaobesabalacruzque llevaba colgada del cuello. Las puertas estaban cerradas; los postigosocultabanlasventanas;hastamíllegabaelzumbidodealgunamosca,queseagitabaenunrincón.Hubieradeseadonoabandonaryamásaquellaestancia;me hubiera gustado que la mañana no viniera a disipar aquella atmósferaimpregnadademialma,porlacualmesentíaenvuelta.

Parecíametalmentequemissueños,mispensamientos,misoraciones,eranotras tantas esencias animadas, que, en aquellas tinieblas, vivían conmigo,revoloteaban alrededor demi lecho, y flotabanpor encimademi cabeza.Ycada pensamiento era su pensamiento, y cada sentimiento su sentimiento.Ignorabayoaúnloqueeselamor;mefigurabaquepodíasersiempreasí,yquesemejantesentimientosedabageneralmentesinexigirreciprocidad.

CAPÍTULOIII

Undía,enlaépocade1«recoleccióndel trigo,bajamosal jardíndespuésdecomer,Macha,Soniayyo,ynossentamosennuestrobancofavorito,alasombradelostilosdeunterraplén,desdeelcualsedivisabanloscamposylosbosques.HacíayatresdíasqueSergioMikailovitchnohabíavenidoavernos,yleesperábamos,tantomáscuantoqueaqueldía,justamentehabíaprometidoanuestroadministradorirainspeccionarlarecolección.

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Hacialasdos,enefecto,levimoscruzarunaalturaenmediodeuncampodecenteno.Macha,mirándomeconunasonrisa,ordenó traermelocotonesycerezas, frutas que a él le gustabanmucho; luego se recostó en el banco yquedóse adormilada. Arranqué una rama de tilo, cuyas hojas y cortezarezumabansavia,yalejandoconellalasmoscasaMacha,proseguímilectura,nosinvolvermeacadainstante,haciaelcaminodelcampoporelcualéldebíallegar. En cuanto a Sonia, sentada sobre una vieja raíz de tilo, entreteníasetejiendounacunaparasumuñeca.

Eldíaeracaluroso,sinviento;nossentíamoscomoenunhorno;lasnubes,formandounvastocírculoenelhorizonte,sehabíanensombrecidodesdeporlamañana,amenazandotormenta, loque,comodecostumbreentalescasos,me había excitado fuertemente. Mas después de mediodía, aquellas nubesempezarondispersarse,el solaparecióenel senodeuncielopurificado, lostruenosretumbabanyasóloenunpuntolejano,arrastrandosuestrépitoporlasprofundidadesdeunapesadanubeque,enelmismolímitedelcieloylatierra,seconfundíaconelpolvodeloscampos,yerasurcadadecuandoencuandoporelpálidozig-zagdeunrelampagueodistante.Resultabaevidenteque,almenosdondenosencontrábamos,noeradetemerlatempestadporaqueldía.Alpropiotiempo,por lapartedelcaminoquesedescubríadetrásdel jardín,no dejaban de oírse los lentos y prolongados ruidos de un carro lleno degavillas,o los rápidosvaivenesde lascarretasquesecruzabanvacías,y lospasos apresurados de los conductores, cuyas camisas ahuecaba el viento.Elespeso polvo no se elevaba ni caía; quedaba suspendido por encima de lossetos,entreelfollajetransparentedelosárbolesdeljardín.Másallá,sealzabael rumor de otras voces, o, hacia la parte de la granja, el chirrido de otrasruedas, y los dorados haces, transportados lentamente y amontonados al piedel careado, volteaban por el aire e iban apilándose; muy pronto, mis ojosdistinguieronlashacinas,deformacónica,rematadasenagudastechumbres,ylassiluetasdeloscampesinosquehormigueabanalrededor.Además,enmediode aquello» campos polvorientos, circulaban otras carretas, desfilaban otroshaces amarillentos, y en la lejanía, el eco de ruedas, de voces y de cantosllegabatambiénhastamí.

Elpolvoyelcalor lo invadían, todo,exceptonuestro rincón favoritodeljardín. De todas partes, sin embargo, en el seno de aquel calor y de aquelpolvo,bajoelfuegodeaquelsolardiente,unpueblodetrabajadorescharlaba,bromeaba, y se movía. Yo contemplaba a Macha, que dormía dulcementesobre nuestro banco tan fresco, resguardada bajo su pañuelo de batista; lascerezasnegrasyjugosasdelplato;nuestrosvestidosligerosyresplandecientesdelimpios,ylajarradecristalinaagua,endondesequebraban,irisándose,losrayosdelsol.Yexperimentabaenellounsingularbienestar.«¿Quéhacer?—pensaba—;¿acasosoyculpabledesentirmetandichosa?¿Mascómoesparciresta dicha en tornomío? ¿A quién consagrarse por completo, unamisma y

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todasuventura?».

El sol había desaparecido ya tras las copas de los grandes árboles delpaseó;elpolvosehabíaposadosobreelsuelo;descubríasemásrecortadasyluminosas,bajolaaccióndelosoblicuosrayossolares,laslejaníasdelpaisaje;lasnubessehabíandisipadoporcompleto.Alotroladodelosárboles,cercade la granja, veía alzarse tres nuevas filas de haces, y los campesinos quebajaban de las mismas; y, en fin, por última vez en aquel día, las carretaspasaban rápidamentehaciendo resonarelaireconel ruidosoconciertode sumarchaestrepitosa.

Lasmujeres,mezclandosuscantosenlaalgazarageneral,regresabanalacasa, con el rastrillo al hombro y las sogas en la cintura, pero SergioMikailovitchnollegabaaún,apesardequemuchoratoanteshabíavueltoaverlealpiedelamontaña.Deprontoaparecióaunextremodelpaseo,enunsitiopordondeno leesperaba,pueshabía rodeadoel terraplén.Alaparecer,mostrando su rostro alegre y verdaderamente radiante, dirigióse hacia mí.Cuando vio aMacha, dormida aún, se mordió los labios, guiñó los ojos yavanzódepuntillas;notéenseguidaqueenaquelmomentosehallabaenunadeesasespecialesdisposicionesdejúbilosincausadeterminada,quetantomeagradaban en él, y que llamábamos entre nosotros el «transporte salvaje».Entoncesparecíarealmenteunescolarescapadodeclase;todosuser,depiesacabeza,respirabacontentoyfelicidad.

—Buenas tardes, joven violeta. ¿Cómo vamos? ¡Bueno! —dijo en vozbaja,aproximándoseyestrechándome lamano—.Yoperfectamente también—respondió, a una pregunta semejante de mi parte—. Hoy no tengo enrealidadmásquetreceaños,ymevienenganasdejugaraloscaballitosydeencararmealosárboles.

—¡El transporte salvaje! —repliqué, mirando sus ojos sonrientes ysintiendoqueaquel«transportesalvaje»ibaganándometambiénamí.

—Sí —murmuró él, y al propio tiempo me hizo un guiño con el ojo,esforzándosepornoreír—.Pero,¿porquétieneustedtanmalavoluntadaesapobreMachaKarlovna?

Nome había fijado, efectivamente, que, al seguir agitando, distraída, laramadetilo,rozabaconlashojaselpañuelodebatistayelrostrodeMacha.Meechéareír.

—Yluegodiráquenohadormido—observéenvozbaja,comositrataraasí de no despertar a Macha; pero no lo hacía por esto, en realidad, sinoporquemeresultabaagradablehablarleencuchicheos.

Por su parte, Sergio Mikailovitch contraía los labios escarneciéndome,como si me dijera también alguna cosa que no debiera ser oída de nadie.

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Después, al ver de pronto el plato de cerezas, fingió que se lo apropiaba ahurtadillas,corrióhaciaSoniayfueasentarsedebajodeltilo,enellugardelamuñeca. Sonia estuvo a punto de enfadarse,mas pronto hicieron las paces,organizandoun juegoen el que entre ambos iban comiéndose las cerezas, aporfía.

—¿Quiere usted quemande traermás—dije—, o prefiere que vayamosnosotrosmismosabuscarlas?

SergioMikailovitchcogióelplato,pusolasmuñecasencimaylostresnosfuimos al cerezal. Sonia, riéndose, corría detrás de él, y le tiraba del gabánpara que le devolviera las muñecas. SergioMikailovitch se las devolvió, yencarándosemuy seriamente conmigome dijo, en voz baja aún, si bien nohabíayanadieallíaquiensetemieradespertar:

—Vamos,¿cómonoconvenirenqueesustedunavioleta?Desdequemeacerquéausted,despuésdehaberarrostrado tantopolvo,calory fatiga,creípercibirelperfumedeestaflor;no,ciertamente,eldelavioletahechaya,decromafuerteypenetrante,sinoeldelaprimeraqueaparece,modestaaún,querespiraalavezlasnievespostrerasylashierbasprimaverales…

—Mas dígame, ¿marcha bien la recolección? —le atajé para ocultar laalegreconfusiónquesuspalabrasmeproducían.

—¡Amaravilla!Estagenteesentodaspartesexcelente,ycuantomásselaconoce,másselaquiere.

—¡Oh,sí!,ahoramismo,antesdesullegada,heestadosiguiendoeltrabajoconlavistadesdeelsitioenquemehallaba,yhetenidoplenaconcienciadesusesfuerzos,mientrasqueyomehallabaentregadaaunaociosidad…

—No juegue con estos sentimientos,Katia—interrumpió con aire serio,dirigiéndomealpropio tiempounamiradacariñosa—,el trabajoesunaobrasanta.¡Dioslalibredehacerostentacióndesemejantesideas!

—Poresomismo,sólolasconfíoausted.

—Yalosé.¿Ylascerezas?

Elcerezalestabacercadoylaverjacerrada,ynohabíaunsolohortelano(Sergio los habíamandado todos al campo). Sonia corrió a buscar la llave,pero él, sin esperar a que regresara, se encaramó por uno de los ángulos,agarrándosealasplantastrepadoras,ysaltóalotrolado.

—¿Quieredarmeelplato?—dijodesdeallí.

—No,megustaríacogerlasyomisma;iréabuscarlallave,puessinduda,Sonianolaencuentra.

Pero,almismotiemposentíelantojodesorprenderquéhacíaélallí,qué

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miraba,enunapalabra;cómoeracuandosefigurabanoservistodenadie.Otalvez,mássimplemente,noteníadeseos,enaquelmomento,deperderledevista ni un solominuto. Andando de puntillas a través de las ortigas, di lavueltaalcercadodelcerezaly lleguéalextremoopuesto,donde lavallaeramásbaja.Entoncesmesubísobreunbarrilvacío,de formaqueelmuromellegaba sólo alpecho,ymeasoméal recinto.Recorrí con lamirada todo loque éste contenía, los viejos árboles encorvados con sus grandes hojasdentadas,delosquependíanverticalmentelosracimosdefrutasnegruzcasyjugosas,ymetiendolacabezaentreelfollaje,contempléaSergioMikailovitchatravésdelasretorcidasramasdeunviejocerezo.Nodudabaciertamentedequeyomehubiesemarchado,yestabasegurodequenadiepodíaverle.

Hallábase sentado sobre los restos de un árbol caído, con la cabezadescubierta y los ojos cerrados, y daba vueltas negligentemente entre susdedosaunfragmentodegomadecerezo.

De pronto, abrió los ojos ymurmuró algo sonriendo. Aquella palabra yaquellasonrisateníantanpocodecomúncontodolo—queyoconocíadeél,que me sentía avergonzado de espiarlo. Parecióme, en efecto, que aquellapalabraera:«¡Katia!».

«Estonopuedeser»—pensé.

«¡Oh,mi queridaKatia!», repitiómás suavemente conmayor ternura.Yesta vez entendí las dos palabras con toda claridad.El corazónme latió tanfuertemente, me sentí penetrada de una animación tan jovial, me sentísobrecogida de tal manera, que hube de agarrarme al muro para no caer ydescubrirmipresencia.SergioMikailovitchpercibiómimovimiento,ymiróasustado a su alrededor; después, bajando súbitamente los ojos, enrojeciócomounniño.Quisodecirmealgo,masnopudo,ysurostroencendiósemásymás.Sinembargo,sonrióalmirarme.Yotambiénlesonreí.Todasufisonomíarespiraba felicidad;yanoera,no,yanoerael tutorqueprodigabamimosyenseñanzas;teníaantemíaunhombrequeestabaamipropionivel;quemeamaba y me temía; a un hombre, que yo misma temía y amaba. No nosdijimosnada, limitándonosamiramosunoaotro,Pero,súbitamente, fruncióel entrecejo; la sonrisa y el fulgor de sus ojos desvaneciéronse a Una, yrecobró para conmigo su actitud fría y paternal, como si hubiésemos hechoalgomalo,sedominaraymeaconsejarahacerlomismo.

—Bajedeahí;sepuedehacerdaño—dijo—Yarrégleseloscabellos.¡Sivieraloqueparece!¿Porquédisimulaasí?¿Porquéquierehacermesufrir?”,pensé yo con despecho.Y en aquelmomento asaltóme deseo irresistible deturbarloaúnmis,ydeverhastadóndellegabamiinfluenciasobreél.

—No;quierocogeryomismalascerezas—contesté;yafianzándomeconlasdosmanosenunaramapróxima,saltéporencimadelmuro.Antesdeque

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SergioMikailovitchtuvieratiempodeacudir,mehallabayadentrodelrecinto,entreloscerezos.

—¿Quélocuraestáustedhaciendo?—exclamó,ruborizándosedenuevo,yesforzándose por ocultar su turbación bajo una apariencia de despecho…Podíahabersehechodaño.¿Ycómosaldríaahoradeaquí?

Sehallabamásazoradoaúnqueantes;pero,ahoraaquelazoramientoyanomegustaba,sinoqueporelcontrariomeespantaba.Lamismaturbaciónhizopresaenmí;enrojecí,ymeseparédeél,nosabiendoyaquédecirle,yempecéacogerfrutaquenoteníadóndeponer.Mehacíareprochesamímisma;mearrepentía;teníamiedo,yparecíamequeconaquellaacciónmehabíaperdidoparasiempreantesusojos.Permanecimosasí losdos, sinhablar,yaambosnospesabaeste silencio.Sonja, al llegar corriendocon la llave,nos sacódeaquella embarazosa situación. Persistimos, sin embargo, en no hablarnos, ynosdirigíamosdepreferencia,unoyotro,aSonia.

CuandollegamosalladodeMacha,quienjurónohaberdormidoyhaberlooídotodo,metranquilicé,yélintentóreanudardenuevosutonodepaternalprotección. Pero este intento no le salió bien, y no consiguió cambiar miimpresión; tenía aún muy presente el recuerdo de cierta conversaciónsostenidadosdíasantes.

Macha,habíaemitidolaopinióndequeelhombreamaconmásfacilidadque la mujer, y sabe también expresar más fácilmente su amor. La habíaresumidoasí:

—Elhombrepuededecirqueama,ylamujer,no.

—Puesamí,meparecequeelhombrenodebenipuededecirsiama—habíareplicadoSergioMikailovitch.

Yalpreguntarleyoporqué,prosiguió:

—Porque esto será siempre una mentira. ¿Qué significa estedescubrimiento de que un hombre ama?Como si no tuviera que hacer sinopronunciarestapalabra,ysurgierayaalgoextraordinario.Creosinceramentequelaspersonasquedicensolemnemente:«teamo»,seengañanasímismas,oloqueespeoraún,engañanalosdemás.

—Así,pues,segúnusted,unamujerconoceráquelaamanpormásquenoselodigan—observóMacha.

—Esoes loquenosé.Cadahombretienesumaneradeexpresarse;perohay sentimientos que saben hacerse comprender.Cuando leo alguna novela,procuro siempre representarme el semblante turbado y el desconcierto delprotagonista al decir: «Leonor, ¡te amo!», figurándose que de pronto va aproducirse algo extraordinario, cuando en realidad no se produce nada en

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absoluto,nienella,nienél:elsemblante,lamirada,ytodolodemás,siguensiendolosmismosdeantes.

Tras esa chanza creí deducir que se ocultaba un sentido serio que bienpodía referirseamí;peroMachanoconsentíahacermuchohincapiéen loshéroesdenovela.

—¡Siempreconparadojas!—habíaexclamado—.Vamos,seaustedfranco,¿nohadichoustednuncaaningunamujerquelaamaba?

—Jamás lo he dicho; jamás he doblado la rodilla ante ninguna—habíarespondidosonriendo—,yjamásloharé.

«Efectivamente,no tieneparaquédecirmequemeama—pensabayoalacordarme de aquella conversación—. Me ama, y yo lo sé. Y todos susesfuerzosparaparecerindiferentenolograránconvencermedelocontrario».

Durantetodaaquellavelada,mehablómuypoco;masencadaunadesuspalabras, en cada uno de susmovimientos y de susmiradas, percibía yo elamor,sincabermelamenordudadelmismo.Loúnicoquemecausabaalgúndespechoypena,eraverquejuzgaseaúnnecesarioOcultarloyfingirfrialdad,cuando ya todo era tan claro, y cuando tan fácil y simplemente habríamospodido ser felices, incluso más allá de lo posible. Mas, por otra parte, meatormentabayoconseverosreprochesporhabersaltadoalrecintodelcerezal,y me parecía que por ello iba a dejar de estimarme y abrigaría algúnresentimientoencontrademí.

Despuésdelté,meacerquéalpianoyélmesiguió.

—Toque algo, Katia; hace ya mucho que no la he oído tocar —dijoalcanzándomeenelsalón.

—Quisiera…SergioMikailovitch…—ysúbitamentelemiréalosojos—¿Noestáustedenfadadoconmigo?

—¿Y,porqué?

—Pornohaberleobedecidoestatarde—respondíruborizándome.

Sergio Mikailovitch me comprendió; meneó la cabeza, y se sonrió. Yaquellasonrisapregonababienalasclarasquemehabríaregañadounpoco,peroqueyanosesentíaconánimodehacerlo.

—Todo ha pasado, ¿verdad? ¿Volvemos a ser buenos amigos? —dije,sentándomealpiano.

—Asílocreo.

Enaquellaespaciosasala,muyaltadetecho,nohabíamásquedosbujíassobreelpiano,yelrestodelaestanciaquedabasumidoenlapenumbra.Por

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las ventanas abiertas descubríanse los luminosos aspectos de una noche deverano.En todaspartes reinaba la calmamásperfecta, interrumpida sólodecuando en cuando por el crujido de los pasos de Macha en el salón, sinalumbrar, y por el caballo deSergioMikailovitch, que apersogado al pie deuna de las ventanas, piafaba y relinchaba impacientemente. SergioMikailovitchsentosedetrásdemí,demodoquenomeresultabaposibleverle;masenelsenodelaincompletaoscuridaddeaquellaestancia,enlossonidosquelallenaban,enelfondodemímisma,percibíayosupresencia.Cadaunade sus miradas, cada uno de sus movimientos, que yo no podía distinguir,penetrabanyresonabanenmicorazón.InterpretélasonatafantasíadeMozart,me élme regalará, y que yo aprendí delante de él y para él.Nopensaba nimucho menos en lo que estaba tocando, mas por lo visto lo hacía bien, yparecióme que le gustaba. Compartí el placer que él experimentaba, y, sinverle,comprendíquedesdesusitio,teníafijoslosojosenmí.

Por un impulso involuntario mientras mil dedos seguían recorriendo lasteclassinconcienciadeloquehacía,lemirétambién;sucabezasedestacabasobreelfondoluminosodelanoche.Estabasentado,conlafrenteapoyadaenla mano, y Ése contemplaba atentamente con sus refulgentes ojos. Alsorprenderestamirada,sonreíycesédetocar.Él tambiénsonrióeinclinólacabeza sobre la partitura con aire de reproche, como si me pidiera quecontinuase. Cuando hube terminado, la luna, en el punto más alto de sucarrera, lanzaba vivos resplandores, y al lado de la tenue luz de las bujías,vertíaenlaestancia,porlasventanas,torrentesdeotraclaridad,argentina,queinundabaconsusreflejoselpavimento.Machadijoqueloqueyointerpretabanoseparecíaanada,quemehabíainterrumpidoenelpasajemásbello,yque,además, había tocado mal. Sergio Mikailovitch protestó, afirmando, por elcontrario, que jamáshabía tocado tanbien comoaquel día; luego se puso apaseardelasalaal talón,queestabaaoscuras,ycadavezqueteacercabaamí, me miraba y me sonreía. Yo me sonreía así mismo, aunque sin causaalguna.Sentíagrandesdeseosdereír,detanfelizquemeconsiderabaporloocurridoaquellatardeyenaquelmismoinstante.Aprovechandounmomentoenquelapuertaleocultaba,mearrojéalcuellodeMacha,yempecéabesarlaenmilugarfavorito,sucuellomacizo,ypordebajodelmentón;luego,asíqueélvolvióaacercarse,recobrémiserenidad,yretuvelarisacongranesfuerzo.

—¿Quéleocurrehoyaestacriatura?—lepreguntóMacha.

MásSergioMikailovitchnorespondió,yempezóabromearporsucuenta.Noignorabaloquemeocurría.

—¡Miren que noche tan hermosa! —exclamó desde el salón en dondepermanecíadepie,delantedelbalcónquedabaaljardín.

Fuimosareunimosconél,y,efectivamente,hacíaunanochecomojamás

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hevueltoaverotra.Lalunallenabrillabadetrásdenosotros,porencimadeledificio, con un resplandor que jamás he vuelto a observar; lamitad de lassombras proyectadas por los techos, los pilares y el toldo de la terraza, serecortabanalsesgoycomoenescorzosobrelaarenosaavenidaysobreelgranóvalodecésped.Todolodemásfulgurabadeluz,ysehallabacubiertodeunrocíoplateadoporlaclaridaddelaluna.Enelespacioyenlabruma,perdíaseunanchocaminobordeadodeflores,quecortabandetravés,sobreunodesusmárgenes,lassombrasdelasdaliasydesuspuntales,verdaderavíafrescayluminosa, en la que relucían agudos guijarros. Veíanse brillar detrás de losárboles los tejados del invernadero, y desde el fondo de la torrentera seelevaba una niebla que iba espesándose por momentos. Las ramas de lilas,algo deshojadas ya, hallábanse iluminadas hasta el pie de sus tallos.Refrescadasporelrocío,lasflorespodíanahoradistinguirseunasdeotras.Enlospaseos,lasombraylaluzseconfundíandetalmaneraquenoparecíanyaárboles y senderos, sino edificios transparentes, agitados por suavesvibraciones. A la derecha, en la obscuridad de la casa, todo era negro,indistinto, casi imponente. Peromás allá, resaltabamás resplandeciente aúnsobre esta zona oscura, la copa fantástica de un álamo, que, por no sé quéextrañoefecto,recortábasecercanayporencimadelacasaenunaaureoladeclaraluz,envezdesumirseenlasprofundaslontananzasdeaquelcieloazulsombrío.

—Vamosapasear—dije.

Machaconsintió,peroañadióquedebíaponermeloschanclos.

—Noesnecesario—repliqué—;SergioMikailovitchmedaráelbrazo.

¡Como si eso hubiese podido impedir quememojara los pies! Pero, enaquelmomento,paracadaunodenosotrostres,talabsurdoeraadmisibleynoteníanadadeextraño.Nuncamehabíadadoelbrazo,masahoralotomépormímisma, sin que le causara sorpresa. Bajamos los tres a la terraza. Todoaqueluniverso,aquelcielo,aqueljardín,aquelairequerespirábamos,nomeparecíanyalosquesiemprehabíaconocido.

Cuandomiréantemí,por laavenidaenqueentrábamos, figurósemequenosepodíaavanzarmás,queallíacababaelmundoposible,yquetododebíapermanecerallíparasiemprejamás,fijadoensubellezapresente.

Sin embargo, a medida que avanzábamos, aquella muralla encantada,construida de pura belleza, apartábase de nosotros, dejándonos paso libre, yentonces, me encontraba de nuevo en medio de objetos familiares: jardín,árboles, senderos, hojas secas. Y era por aquellos senderos por los quepaseábamos, y atravesábamos los luminosos círculos alternados con otrasesferas de tinieblas; eran aquellas hojas secas las que crujían bajo nuestrospies,aquellastiernasramaslasqueazotabanmirostro.Sí,eraciertamenteél,

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quienibaamilado,andandoconpasoslentoseiguales,dejandoconreservaycircunspecciónquemibrazodescansarasobreelsuyo.Eraciertamentelaluna,desde lo alto de los cielos, la que nos iluminaba a través de las ramasinmóviles.

Miré un momento a Sergio Mikailovitch. No había un solo tilo que seelevaraenlapartedelaavenidaqueatravesábamos,ysurostrosemeaparecíacompletamenteiluminado.Eratanhermoso,yofrecíaunaspectotanfeliz…

Medecía:«¿Notieneustedmiedo?».

Yyooíaledecirme:«¡Teamo,queridaniña;teamo;teamo!».Sumiradalorepetía,ysubrazotambién;ylaluzylasombra,yelaireytodaslascosaslerepetíantambién.

Recorrimos así todo el jardín. Macha andaba cerca de nosotros, dandopasito:cortosyrespirandopenosamenteporquesehabíafatigado.Dijoqueyaerahoraderegresar,ymedabapena,muchapena,lapobremujer:«¿Porquénosientelomismoquenosotros?»,penséyo.«¿Porqué,todoelmundonoessiempre joven y dichoso? ¡Cómo respira esta noche juventud y dicha, ynosotrosconella!».

Volvimos a casa, pero Sergio Mikailovitch tardó mucho tiempo enretirarse. Macha no nos advirtió que era tarde; charlamos de toda clase decosas,bastantefútiles,porcierto,sentadosunosmuycercadeotros,sintenerlamenor ideadeque fuesenya las tres de lamadrugada.Losgallos habíancantadoporterceravezcuandoSergioMikailovitchsemarchó.Despidióselomismo que siempre, sin decir nada de particular;mas yo sabía, sin quemecupieralamenorduda,queapartirdeaqueldía,eramío,yqueyanopodíaperderlojamás.Encuantoreconocíqueleamabadetalmodo,selocontétodoaMacha.Se alegrómucho, y se emocionó,mas la pobremujer ya no pudodormiraquellanoche,ypormiparte,seguíaúnlargorato,paseándomeporlaterraja recorriendo el jardín, tratando de recordar todas las palabras, loshechos, y volviendo a pasar por los mismos sitios que habíamos recorridojuntos.Nomeacosté en toda lanoche, y, porprimeravez enmivida, vi lasalidadelsolysupeloqueeraunamanecer.Jamásherevividounanocheniunamanecercomoaquéllos.

Sólo me preguntaba por qué no me decía simplemente que me amaba.«¿Porqué—pensabayo—, inventa tal o cualdificultad;porqué se tratadeviejo,cuandotodoestansencilloyhermoso?¿Porquéperderasíuntiempoprecioso,quetalveznovolverájamás?».Quediga,pues,quemeama,quelodiga en términos adecuados, que tome mi mano en la suya, que incline lacabezaymediga:«¡Amo!».«Quebajelosojos,ruborizándosedelantedemí,yentoncesyose lodiré todo.Omejor,noledirénada; leestrecharéenmisbrazosymeecharéa llorar.¿Ysiyomeequivocaraynomeamase?».Esta

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ideapenetrósúbitamenteenmiespíritu.

Me asusté de mi propio sentimiento. Sabe Dios dónde habría podidoconducirme, y ya me oprimía el corazón y me pesaba el recuerdo de suazoramiento y del mío en el cerezal, cuando salté a su lado. Las lágrimashumedecieronmis ojos, y recé.Acudióseme entonces una ideamuy extrañaquemeprodujogranalivioehizorenacerenmílaesperanza.Resolvíempezarmisejerciciosreligiosos,yescogereldíademinatalicioparaconvertirmeensuprometida.

¿Cómoyporqué?¿Cómoibaasucederesto?Nosabíanada,masenaquelmomento,creífirmementequeseríaasí.Entretanto,erayacompletamentededía,ytodoelmundoselevantabacuandoregreséacasa.

CAPÍTULOIV

Nos hallábamos en la Cuaresma de la Asunción, y por lo tanto, nadiesorprendiósedemiproyectodeempezarentoncesmisejerciciosespirituales.Durantetodalasemana,SergioMikailovitchnovinoavemosniunasolavez,ylejosdesorprenderme,dealarmarme,omolestarmeporello,mealegrabadequenoviniera,ynoloesperabahastaeldíademicumpleaños.

En el transcurso de aquella semana, me levante todos los días muytemprano,ymientrasenganchabanelcarruaje,paseándomesolaporeljardín,evocaba el pasado, y meditaba acerca de lo que me convenía hacer paraencontrarmesatisfechademímismaalllegarlanoche,yorgullosadenohabercometidoningunafalta.

Cuandoelcocheestabalisto,subíaaélacompañadadeMacha,odeunadoncella,ynosmarchábamosalaiglesia,aunastresverstasdecasa.Alentrarenlaiglesia,meacordabasiempredequeallíserezaportodosaquellos«queentranconelsantotemordeDios»ymeesforzabaenelevarmehastaaquellaidea, sobre todoenelmomentode franquear losdosescalonesdelatrioquecubríanlashierbas.

Enaquellahora,nohabía,deordinario,másdeunadocenadepersonasenla iglesia, campesinos y siervos que se preparaban para hacer sus ejerciciospiadosos.Yomedesvivíaporresponderconejemplarhumildadasussaludosy,cosaqueconsiderabaunahazaña,medirigíapersonalmentealcajóndelosciriospara tomaralgunosdemanosdelviejosoldadoquehacía lasvecesdestarosta,yluegoibaacolocarlosantelasimágenes.Atravésdelapuertadelsantuario,descubríaelmanteldelaltar,quemamáhabíabordado,yencimadela imagen, dos ángeles rodeados de estrellas, que de pequeña había hallado

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muy grandes, y una paloma circundada de dorada aureola que en aquellaépocaabsorbíamuyamenudomiatención.Detrásdelcoro,entreveíalapilabautismaltodaabollada,sobrelacualhabíasostenidotantasvecesalosniñosde nuestros siervos, y donde yo misma había sido bautizada. El viejopresbítero,aparecíaensucasullahechadelpañomortuorioquecubríaelataúddemipadre,yentonabaeloficioconlamismavozque,retrocediendoenmimemoria, reconocía como la que cantara en nuestra casa los oficios de laiglesia,enelbautizodeSonia,enlosresponsosdemipadreyenelentierrodemimadre.Después,oíresonarenelcoroaquellaotravozcascadadelchantre,quemeeratanfamiliar.Veía,comosiempre,aciertaancianaarrodilladaqueasistía a todos los oficios, arrimada al muro, estrechando entre sus manoscruzadasunpañuelodesteñido,ymirandofijamente,conojosempañadosporlas lágrimas, una de las imágenes del coro, mientras su boca desdentadamascullaba no sé qué oración Y no era la simple curiosidad o lasreminiscencias las queme aproximaban a todos estos objetos, a todos estosseres: todos se mostraban a mis ojos grandes y santos, todos llenos de unprofundosentido.

Prestabagranatenciónatodaslaspalabrasdelaplegariaqueleían;tratabadeponermissentimientosenconsonanciaconellas,ysino lascomprendía,pedíamentalmenteaDiosquemeiluminara,obiensubstituíaconmispropiosrezos aquellos que no entendiera bien. Cuando leían las oraciones depenitencia,acordábamedemipasado,yaquelpasadodemiinocenteinfanciasemeantojabatannegroencomparaciónconelestadodeserenidadenquesehallabamialmaenaquelmomento,que,asustada,llorabapormímisma;massentíaalmismotiempoquetodomeeraperdonado,yqueauncuandohubieratenido muchas más faltas que reprocharme, el arrepentimiento hubiera sidotantomásdulce.

Al terminar el oficio, en el momento de pronunciar el sacerdote laspalabras:«Que labendicióndelSeñorseaconvosotros»,creíaexperimentarinstantáneamente, y comunicarse a toda mi persona, un sentimiento debienestarfísico,comosiunacorrientedeluzydecalormepenetraradeprontohastaelcorazón.

Terminadoeloficio,sielsacerdoteseacercabaamí,ymepreguntabasihabíadeveniracasaacelebrarlasvísperas,ycuándoqueríaqueviniese,seloagradecíaconemoción,ylecontestabaqueiríayomismaalaiglesia,apieoencoche.

—¿Demaneraquequiereustedtomarseestamolestia?—merespondía.

Yonosabíaquéreplicarpormiedoapecardeorgullosa.

Desdelaiglesia,solíamandarqueseretiraraelcoche,sinoveníaMachaconmigó,yregresabasolaapie,saludandoprofundayhumildementeatodos

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los que encontraba, buscando ocasiones para favorecerles, para darlesconsejos,parasacrificarmeporellosdeunouotromodo,ayudandoalevantaralgúncarrovolcado, arrullandoa algúnniño enbrazos, ometiéndomeen elbarroparacederelpaso.

Unatarde,oídeciraladministrador,quienpasabacuentasconMacha,queunaldeano,Simón,había idoapedirleunatabladepinoparaelataúddesuhija,yunrubloparalosfunerales,yqueselohabíafacilitadotodo.

—Pero,¿tanpobresson?—preguntéyo.

—Muypobres,señorita;vivensinsal—repasoeladministrador.

Semeoprimióelcorazón,yalpropiotiempoalegreme,enciertamanera,de haberme enterado de aquello.Haciendo creer aMacha que iba a pasear,subí corriendo ami cuarto, cogí todo el dinero que tenía (habíamuy poco,peronodisponíademás);y,despuésdepersignarme,memarchésolapor laterrazayeljardín,hacialaaldeaylaisbadeSimón.Estabaenunextremodelaaldea,ysinquenadiemeviera,meacerquéalaventana,ysobrelamismadejé el dinero, y llamé. Entonces rechinó la puerta, salió alguien de lavivienda, y llamó; pero yo helada, y temblando de miedo como si hubieracometidouncrimen,huicorriendoacasa.Machapreguntómequéteníaydedóndevenía.Mesyoni tansólocomprendí loquedecíani lecontesténada.Enaquelmomento,todomeparecíacosadepocamontaysinconsecuencias.

Unavezenmihabitación,mepaseédurantelargoratosola,deunextremoaotro,nosintiéndomeendisposicióndehacernadadepensarnada,eincapazde darme cuenta de mis propios sentimientos. Imaginábame la alegría deaquellafamilia,laspalabrasqueseescaparíandesubocaenloordequienleshubiese dejado el dinero, y hasta me daba pena, entonces, no habérseloentregadoyomisma.Preguntábamequéhabría dichoSergioMikailovitch sihubiese sabido aquel paso, y gozaba al pensar que no lo sabría jamás.Sentíameinvadidadetaljúbilo,tanpenetradadelaimperfeccióndetodosydemímisma,meconsiderabaamíyatodoscontantadulzuraquelaideadelamuertesemeaparecíacomounavisióndedicha.Sonreí,recé,lloré,yenaquelinstanteamédeprontoatodoslosseresquemoranenelmundo;ymeaméamí misma con extraño ardor. Leyendo mis libros piadosos, hallé muchospasajes del Evangelio, y cuanto leía de aquel libro parecíame más y másinteligible;lahistoriadeaquellavidadivinameresultabamásconmovedoraysencilla que nunca, y las profundidades de sentimiento que descubría enaquella lectura, más terribles y más impenetrables. Pero, cuando hubeterminado,pareciómetodoclaroyfácil,considerandodenuevolavidaaquemehabía lanzado,ymeditandoacercade lamisma.Pareciómeimposiblenovivir ejemplarmente, y muy simple amar a todo el mundo y ser amada detodos.Porotraparte,todoserantanbuenosyamablesconmigo,inclusoSonia,

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aquienseguíadandolaslecciones,yquesehabíatransformadoporcompleto,esforzándoseporcomprenderlotodo,parasatisfacermeynocausarmeningunapena.Loqueintentabaseryoparaconlosotros,éranloellosparamí,Pasandoluego a mis enemigos, cuyo perdón debía obtener antes del gran día, meacordé solamente de una señorita de la vecindad, de quienmeburlé un añoatrásantepersonadevisita,yquedesdeentonceshabíadejadodevenir.Leescribíunacartaenlaquereconocíamifalta,ylepedíaperdón.Merespondiósolicitando también elmío, yperdonándome.Derramé lágrimasdeplacer alveraquellassimpleslíneasquemeparecieronentoncesllenasdesentimientoprofundoyconmovedor.Micriadallorótambiéncuandolepedíperdón.¿Porquéerantodostanbuenosconmigo?¿Cómohabíamerecidotantoafecto?,mepreguntaba.

MeacordéentoncesinvoluntariamentedeSergioMikailovitch,ypenséenél.Nopodíaserdeotramanera,ynocontéestadistraccióncomounaligereza.Ciertamente,nopensédeningúnmodoenéltalcomolohicieraaquellanocheen que, por primera vez, descubrí que le amaba; pensé en él como en mímisma,asociándoleapesarmío,atodaslaspreocupacionesdemiporvenir.Lainfluencia dominante que su presencia ejerciera sobre mí, desvanecíasecompletamenteenmiimaginación.Sentíamealasazónigualaél,ydesdelacúspide del edificio del ideal en que me aislaba, obtenía de él plenacomprensión.Todocuantoantesmeparecieraextraño,hacíasemeinteligible…Apreciabaporfinaquelpensamientosuyodequeladichaverdaderaconsisteen vivir para los demás, y estaba completamente de acuerdo con él. Meparecíaquelosdosgozaríamosdeunadichatranquilaeilimitada.

Y no me imaginaba ni el viaje al extranjero, ni la sociedad, ni losesplendores, sinounaexistencia apacible, lavidade familia enel campo, laabnegación perpetua de la propia voluntad, el amor perpetuo del unopor elotro, y el reconocimiento perpetuo y absoluto de la dulce y misericordiosaProvidencia.

Hicemisdevocionesyprácticasreligiosastalcomomehabíapropuesto,eldía de mi cumpleaños. Cuando volví de la iglesia, aquel día, mi corazónrebosabadetalmodofelicidad,queexperimentétodaclasedetemores;temorde la vida, temor de todas las sensaciones, temor de cuanto podía perturbaraquella dicha. Mas apenas habíamos descendido del carruaje al pie de laescalinata,cuandooíresonarenelpuentecilloelruidotanfamiliardelcabriolédeSergioMikailovitch,yenseguidalopercibí.Entramosjuntosenelsalón,ymefelicitó.Jamásdesdeque leconocíamehabíasentido tan tranquilacercadeél,nitanindependientecomoaquellamañana.Sentíaquellevabaenmíunmundo entero, todo nuevo, que él no comprendía y que le era superior.Noexperimenté a su lado la más ligera agitación. Tal vez comprendió, sinembargo, lo que pasaba por mi alma, pues me mostró una dulzura y una

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delicadeza particular y una especie de deferencia religiosa. Me acerqué alpiano,peroSergioMikailovitchlocerró,semetiólallaveenelbolsilloydijo:

—Noecheaperderelestadodeánimoenquelaveo;ahora,enelfondodesualmahayunamúsicaalaqueniremotamenteseasemejaningunaarmoníadeestemundo.

Le agradecí mucho esta idea, y, al mismo tiempo, me resultó algodesagradablequecomprendieraasí,tanfácilmente,tanclaramente,todoloqueeneldominiodemialmahabíadequedarsecretoparatodos.

Después de comer, dijo que había venido a felicitarme, y también adespedirse porque al día siguiente partía para Moscú. Al pronunciar estaspalabras,miróaMacha,yseguidamenteme lanzóunarápidaojeada,cualsitemiera observar alguna emoción en mi rostro, mas yo no me mostré niemocionadaniextrañada,ynitansólolepreguntésisuausenciaserialarga.Sabíaquehablaríadetalmodo,peroquenosemarcharla.¿Cómolosabía?,nopuedo explicarlo ahora; pero en aquel díamemorable, parecíame saber todocuanto había sido y todo lo que había de ser.Me hallaba como en uno deaquellosfelicessueños,enloquesetieneunaespeciedevisiónlaminosatantodelfuturocomodelpasado.

Quería marcharse en seguida después de la comida, pero Macha, allevantarsedelamesa,sefueaecharlasiesta,ySergioMikailovitchhubodeaguardaraquedespertaseparapoderdespedirse.

Elsoldabadellenoenelsalón,ynostrasladamosalaterraza.Apenasnoshabíamos sentado, cuando entablé, con perfecta calma, la conversación queibaadecidirlasuertedemiamor.Empecé,pues,ahablarnimástardenimástemprano,sinoenelprecisoinstanteenquenosencontramosfrenteafrente,ynosedijonadademás;nientodalaconversaciónnieneltonodelcoloquiosedeslizónadaquepudieraentorpecerloqueyohabíaqueridodecir.Yomismano acierto a comprender de dónde me vinieron aquella calma, aquellarevolución,yaquellaprecisióndemispalabras.Habríasedichoquenoerayolaquehablaba,yquealgoindependientedemipropiavoluntaderaloquemehacía hablar. Sergio Mikailovitch estaba sentado frente a mí, y después deatraer hacia sí una rama de lilas, la arrancó con todas sus hojas. Cuandocomencéahablar,dejócaer la rama,ysecubrióel rostrocon lamano.Estaposturapodíaser tantoladeunhombreperfectamente tranquilo,comoladeunapersonadominadadeprofundaagitación.

—¿Porquésemarchausted?—preguntéalempezar,en tonodecidido;ymequedémirándolealosojos.

SergioMikailovitchnorespondióenseguida.

—Unnegocio—pretextoalfin,bajandolosojos.

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Comprendíqueleresultabadifícilfingiranteunapreguntaformuladatanfrancamentepormí.

—Escúcheme—proseguí—;ustedsabebienloquesignificaparamíeldíaenqueestamos.Pormuchosconceptos,esungrandía.Sileinterrogo,noessólopara testimoniarle el interés (ustedno ignoraqueestoyacostumbradaaverle, y que le aprecio); le interrogo porque necesito saberlo. ¿Por qué semarchausted?

—Meresultaexcesivamentedifícildecirlelaverdad,explicarleporquémemarcho.Duranteestasemanahepensadomuchoenustedyenmímismo,yhedecidido que me convenid marchar… ¿Comprende… por qué? Pues si meaprecia,nomeinterroguemás.

Seenjugólafrenteconlamano,yconlamismamanosecubriólosojos,añadiendo:

—Estomeresultapenoso,Katia.Peroustedlocomprende…

Elcorazónempezóalatirfuertementeenmipecho.

—Yonopuedocomprender—repliqué—;nopuedo;perousted,hábleme,ennombredeDios,ennombredeldíaenqueestamos,hábleme;podréoírletodoconcalma.

SergioMikailovitchcambiódepostura;memiró,yvolvióacogerlaramadelilas.

—Puesbien—replicóalcabodeuninstantedesilencio,yconvozqueenvanoqueríaserfirme—pormásqueseaabsurdoycasiimposibledetraducirenpalabras,pormuchoquemecueste,intentarédarleunaexplicación—yalacabarestaspalabras,fruncióelentrecejo,cualsiacabasedesentiralgúndolorfísico.

—Vamos,pues—dije.

—Figúrese que hubiera un señor, pongamos que se llamara A., viejo yfatigadodelavida,yunaseñoritaB.,joven,feliz,desconocedoradelmundoydelavida.Aconsecuenciadediversasrelacionesdefamilia,éllaamacomoaUnahijaynotemequeesecariñopuedacambiardenaturaleza.

Secalló,yyonoleinterrumpí.

—Pero—prosiguió de pronto, con voz breve y resuelta, sin mirarme—olvida queB. es joven, que la vida no es para ella sino un juego, quemuyfácilmentepuedellegaraamarla,yB.puededivertirseconello.Seequivoca,y un día advierte que otro sentimiento, tan pesado de soportar como unremordimiento, se ha deslizado en su alma, y se asusta. Teme vercomprometidassusbuenasyantiguasrelacionesdeamistad,ydecidealejarse

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antesquetengantiempodecambiardenaturaleza.

Aldeciresto,pasódenuevolamanoporencimadesusojos,conaparentenegligencia,ylosocultó.

—¿Y por qué teme amar de otra manera? —repuse yo, dominando miemoción,yconvozfirme.Perosindudaleparecífrívola,puesrespondióconairedehombreofendido:

—«Ustedesjovenyyoyanolosoy.Austedpuedegustarlejugar;amímeconvieneotracosa.Sóloleruegoquenoseburledemí,puesleaseguroquemelastimaría,yparausted,seríaUncargodeconciencia».EstoesloquedijoA.—añadió—;mastodoesabsurdo.Ahoracomprenderáporquémemarcho;nohablemosmásdeello,seloruego…

—¡Sí,sí,hablemos!—exclamé,ylaslágrimasmehicieron,temblarlavoz—.¿Laamabaono?

SergioMikailovitchnorespondió.

—¿Y si no la amaba, por qué jugaba con ella como con una niña?—continuéyo.

—Sí,sí,A.fueculpable—respondió,interrumpiéndome—;perotodoestohaacabado,sehanseparado…comobuenosamigos.

—¡Peroeshorroroso!¿Nohayotrofinal?—pregunté,asustadadeloquedecía.

—Sí,hayotro.—Ydescubriósurostrotrastornadomirándomecaraacara—. Hay incluso dos filiales distintos; pero, por amor de Dios, no meinterrumpa más y escúcheme tranquilamente. Unos dicen —comenzó denuevo,levantándoseysonriendoconexpresióntristeydolorosa—;unosdicenqueAsevolvióloco;queamaaB.conamorinsensato,yqueselohadicho…Pero ella se ha limitado a reír. ParaB. todo aquello no había sido sino unadivertidacharla;paraél,unacuestióndevidaomuerte.

Meestremecíyquiseinterrumpirle,decirquenodebíaatreverseahablardetalmodo;peroélmeatajóy,poniendosumanosobrelamía,terminóconvoztemblorosa:

—Espere; otros dicen que ella se apiadó, que se imaginó ¡pobre infeliz,quenoconocíaelmundo!,poderamarleefectivamente,yqueaccedióasersuespora.Yél,comoUninsensato,creyó;creyóquesuvidatodarecomenzabade nuevo. Pero ella misma se dio cuenta que le engañaba, y que él laengañaba… No hablemos más de ello —concluyó, en un estado que,evidentemente, le impedía seguir hablando; y vino a sentarse, en silencio,frenteamí.

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Decía:«Nohablemosmás»,yerabienpatentequecontodaslasfuerzasdesualmaesperabaunapalabramía.Quisehablar,efectivamente,masnopodía:algomeoprimíaelpecho.Lemiré;estabapálido,ysulabioinferiortemblaba.Me causó extraordinaria pena. Hice un nuevo esfuerzo, y de pronto,consiguiendo romper el silencio que me paralizaba, dije con voz lenta,concentrada,queacadainstantetemíaoírquebrarse:

—La historia tiene un tercer final (me interrumpí, pero SergioMikailovitch,permaneciócallado),yesteotrofinalesqueélnolaamaba,quealpartirlehizoungrandaño,creyendohacerleunbien,quesemarchó,yesmás,quesemostróorgulloso.Noespormiparte,sinoporladeusted,quehahabidoinconsciencia;desdeelprimerdíalaamé—repetíyalpronunciarestaspalabras «le amé», mi voz pasó involuntariamente de su expresión lenta yconcentrada,aungritosalvajequemeasustóamímisma.

Sergio Mikailovitch permanecía de pie delante de mí, pálido; su labioinferiortemblabacadavezmásyporsusmejillassedeslizarondoslágrimassilenciosas.

—¡Esonoestábien!—exclaméconpena, sintiendoquemeahogaban lairay lasganasde llorar insaciadas—.¿Yporqué,Diosmío?…—continué,levantándomeparaalejarme.

PeroSergioMikailovitch seprecipitóhaciamí.Ymuypronto su cabezadescansósobremisrodillas;sus labiosbesabanyvolvíanabesarmismanostemblorosas,ylasbañabanconsuslágrimas.

—¡Diosmío,silohubiesesabido!—murmuró.

—¿Porqué?¿Porqué?—repetíayomaquinalmente,yembargabamialmaunadeaquellasdichasquesedesvanecenenseguidaparasiemprejamás,unadeesasdichasquenuncavuelven.

Cincominutos después,Sonia corría enbuscadeMacha, proclamando agritosportodalacasaqueKatiaibaacasarseconSergioMikailovitch.

CAPÍTULOV

Nohabíamotivoalgunoquenoshicieradiferirnuestraboda,yniélniyolo deseábamos. A decir verdad. Macha hubiera preferido ir a Moscú paraadquiriryescogerelajuar,ylamadredeSergiopidióasuhijoqueantesdecasarsecompraraunnuevocarruajeylosmuebles,ehicieradecorardenuevolacasa;peronosotrosinsistimosenquesedejaraestoparamásadelante,yquelabodasecelebrasedossemanasdespuésdemicumpleaños,sinalgazara,ni

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ajuar, ni invitados, ni banquete, ni champaña, ni ninguno de los atributostradicionales de las bodas. SergioMikailovitchmemanifestó que sumadreestabadescontentadeque labodahubieradeefectuarsesinmúsicaysinunaludderegalos,ysinquetodalacasaserenovaraporcompleto,comoenlaépocadesupropiaboda,quecostó treintamil rublos.Mecontó también losregistrosquesumadrehabíahechoentodoslosarmariosycofres,ylasgravesconversaciones que había celebrado con Mariouchka, el ama de gobierno,respectodeciertostapices,cortinas,alfombrasyvajillasnecesariosanuestrafelicidad. Por nuestra parte, Macha hacía lo mismo cerca de mi criadaKousminichna. Y respecto de esto, no admitía bromas; estaba firmementeconvencida de que cuando Sergio y yo hablábamos de nuestro porvenir, nohacíamos otra cosa sino decimos ternuras, tal como cuadraba a nuestrasituación mutua; pero que la substancia misma de nuestra felicidad futuradependía únicamente del buen corte y de los bordados demis vestidos, asícomodeldobladilloyde lacenefadenuestramantelería.EntrePokrovskiyNikolski, todos los días, y repetidas veces cada día, comunicábansemisteriosamenteciertasinformacionesrelativasalapreparacióndetodo,ysibienentreMachaylamadredeSergiomediabanunasrelacionesconlasmásamistosas apariencias, percibíase, sin embargo, bajo todo aquello, ciertadiplomaciahostilyrefinada.

TatianaSemenovna,lamadredeSergio,conquienalasazónmeuníayaunmás amplio conocimiento recíproco, erauna señoradel antiguo régimen,muy rígiday severadueñade tucasa.SergioMikailovitch laqueríano sólopordeberfilial,sinotambiénporsentimiento,comounhombrequevieraenella a lamejor, lamás inteligente, lamás tierna y lamás amablemujer delmundo. Tatiana Semenovna había sido siempre muy buena para todosnosotros,yparamíenparticular,y semostraba satisfechadeque suhijo secasara; mas cuando yo fui la prometida de su hijo, pareciome que queríadarmeaentenderqueaquélhabríapodidoencontrarunpartidomuchomejor,de lo cual debía yo acordarme siempre. La comprendí perfectamente yconfiesoquecompartíasuopinión.

Durante aquellas dos últimas semanas, nos vimos todos los días; Sergioveníaacomer,ysequedabaencasahastamedianoche;mas,auncuandomedijoamenudo,ymeconstabaquedecíaverdad,quenopodríavivir sinmí,nuncapasabaamiladoeldíaentero,yprocurabanoabandonarelcuidadodesusasuntos.Nuestrasrelacionessiguieronsiendo,enloexterior,hastalaboda,lo que habían sido anteriormente; continuamos tratándonos de usted; nisiquieramebesabalamano,ynosólonobuscaba,sinoqueinclusoevitabalasocasionesdequedarseasolasconmigo,comositemieradejarsearrastrarporlagrandeypeligrosaternuraqueencerrabasucorazón.

Aquellosdías,el tiempo fuemalo,y lospasábamosprincipalmenteenel

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salón;nuestrasentrevistasseverificabanenelánguloqueseparaelpianodelaventana.

—¿Sabeustedquedesdehacemuchotiempoquierohablarledeunacosa?—medijoundíaquenoshallábamossentadosenaquelrincón,bastantetardeporcierto—.Mientrashaestadoustedtocando,nohedejadodepensarenello.

—Nomediganada;losétodo—respondí.

—Enefecto;nohablemosmás.

—No,alcontrario,hable.¿Dequésetrata?—pregunté.

—Puesverá.¿SeacuerdadecuandolecontélahistoriadeA.yB.?

—¡Cómonoibaaacordarmedeestahistoriatantonta!Esunasuertequehayaterminadoasí…

—Porpoconodestruyomifelicidadconmispropiasmanos;ustedmehasalvado;perolomásgrave,esqueentoncesmentía.Tengoconcienciadeelloyhoyquierorevelárselotodo.

—¡Oh,porfavor,nolohaga!

—No temanada—dijo, sonriendo—; sólonecesito justificarme.Cuandoempecéahablarlequeríadiscutir.

—¿Yparaquédiscutir?—repliqué—.Estonodebehacersenunca.

SergioMikailovitchsecalló,mirándome,yluegoprosiguió.

—A fin de cuentas, no era tan absurdo lo que yo decía entonces; habíaevidentementequétemer,yteníaderechoahacerlo.¡Recibirlotododeustedydarle tanpocacosa!Ustedes todavíaunaniña;eselcapullosinabrir;ustedamaporprimeravez;mientrasqueyo,encambio…

—¡Ah,sí,sí!¡Dígamelaverdad!—exclamé.Másdeprontotuvemiedodesurespuesta—.No,nomediganada—añadí.

—¿Si he amado antes de ahora? ¿Es esto? —dijo, adivinandoinstantáneamente mi pensamiento—. Esto puede decirse. No, no he amadonunca. Jamás he experimentado nada semejante a este sentimiento… ¿Nocomprende que debía de reflexionar bien antes de declararle que la amaba?¿Quéledoy?Elamor,ciertamente.

—¿Yesesotanpoco?—objetémirándolealacara.

—Sí es poco, amiga mía; poco para usted. Usted tiene la belleza y lajuventud.Amenudo,denoche,lafelicidadmeimpidedormir;piensosincesaren cómo vamos a vivir juntos.Yo ya he vividomucho, y sin embargo,meparece que acabo de encontrar lo que constituye la dicha. Una vida dulce,

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tranquila, en nuestro apartado rincón, con la posibilidad de hacer bien aaquéllos a quienes es tan fácil hacérseloyque, sin embargo, están tanpocoacostumbradosarecibirlo;despuéseltrabajo,eltrabajodelque,comosesabe,proviene siempre algún beneficio; después el descanso, la naturaleza, loslibros, lamúsica, el afecto de las personas íntimas: he ahími felicidad, unafelicidadsuperioralaquejamássoñara.Yporencimadetodoesto,unaamigacomousted,talvezunafamilia;enunapalabra,todocuantounhombrepuedadesearenestemundo.

—Sí—repuse.

—Para mí, que ya he dejado la juventud, si; mas usted—prosiguió—;usted aún no ha vivido. Tal vez habría querido alcanzar la dicha por otrocamino, y en ese otro camino quizá la hubiera encontrado. Le parece alpresentequetodoestoes,enefecto,lafelicidad,porqueustedmeama…

—No;jamáshedeseadoniamadootracosaqueesadulcevidadefamilia.Yustedacabadedecirmeprecisamentelomismoqueyopienso.

SergioMikailovitchsonrió.

—Lepareceasí,amigamía.Peroespocoparausted.Ustedtienelabellezaylajuventud—repitiópensativamente.

Yoempezabayaairritarmedeverquenoqueríacreerme,yqueenciertamaneraparecíareprocharmemibellezaymijuventud.

—Veamos,pues,¿porquémeamausted?—preguntéalgoencolerizada—:¿Pormijuventudopormímisma?

—Nolosé,perolaamo—contestófijandoenmíunamiradaobservadorayllenadeseducción.

Norepliquénada,e involuntariamente, lemiréa losojos.Depronto,meocurrió algo extraño. Dejé de ver lo que me rodeaba; su mismo semblantedesaparecióantemí,ynodistinguímásqueelfuegodesusojosdelantedelosmíos.Luegomeparecióqueaquellosmismosojospenetrabanenmí,ytodosehizo contuso; no vi nada en absoluto, y tuve que cerrar los párpados paraarrancarmeal sentimiento,mezcladegozoydeespanto,queaquellamiradaprodujeraenmí.

La víspera del día fijado para el matrimonio, hacia la tarde, el tiempoaclaró, y después de las lluvias con que había empezado el verano, vino laprimera tarde brillante de otoño.El cielo estaba sereno, pálido y despejado.Fuiaacostarme,dichosadepensarquealdíasiguienteharíabuentiempoparalaboda.Porlamañana,medespertéconelalba,yconelsentimientodequeyahabíallegadoaquellafecha…comosimeatemorizaseyasombrase.Bajéaljardín…Elsolacababadesalirybrillabaatravésdelostilosdelaavenida,

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cuyasramasamarillentassedeshojabanysebalanceabansobreelcamino.Entodoelcielo,fríoyserenonosepodíadescubrirniunasolanube.

«¿Esposiblequeseahoyeldía?»,mepregunté,noosandodarcréditoamipropia dicha. «¿Será posible quemañana nome despierte ya aquí; quemedespierte en aquella casa de Nikolski, con sus columnas, que ahora me esextraña?».

¿Seráposiblequeyanohayadeesperarle;quenosalgaasuencuentro,quenohablemásdeélporlanocheconMacha?¿Nomesentaréyamásalpianocerca de él en nuestro salón de Pokrovski? ¿No le acompañaré ya más,temblandodemiedo,enlanocheoscura?

Sinembargo,recordabacómolavísperamedijoqueaquellanocheeralaúltimaenqueveníaaverme,y,porotraparte,que.Machamehabíainstadoaprobarmeelvestidodeboda.Demaneraque tanprontocreíacomovolvíaadudardelarealidad.¿Erarealmenteciertoqueaquelmismodíaibaaempezaravivirconunamamápolítica,sinNadina,sinelviejoGregorio,sinMacha?¿Eraciertoqueporlanochenobesaríaamidoncella,ynoleoiríadecirme,alpersignarme, siguiendo la vieja costumbre demi infancia: «Buenas noches,señorita»?¿Nodaríayamás leccionesaSoniani jugaríamásconella?¿Nollamaríaa travésdel tabiqueyoiríasurisasonoraaldespertar?¿Eraposibleque fuese aquel día el que habría de convertirme, por así decirlo, en unaextraña para mí misma, y en el que una nueva vida de realización de misesperanzasydeseosseabriríaantemí?¿Eraposiblequeaquellanuevavidaempezara para siempre? Esperaba a Sergio Mikailovitch con impaciencia,pues me resultaba difícil quedarme a solas con mis pensamientos. Llegótemprano, y sólo cuando estuvo allí me convencí plenamente de que aquelmismodíaibaasersuesposa,yaquellaideayanomeatemorizó.

Antes de comer, fuimos a nuestra iglesia para oír los responsos y lasoracionesquedebíanrezarseenmemoriademipadre.

«¿Porquénoestará aúnenestemundo?»,pensabacuando regresamosacasa,apoyadasilenciosamenteenelbrazodelhombrequehabíasidoelmejoramigodeaquélenquienpensaba.Mientrasserecitaronlasoraciones,yo,conlacabezaapoyadasobrelasfríaslosasdelacapilla,mehabíarepresentadoami padre tan a lo vivo, que en verdad, creí que su almame comprendía ybendecía mi elección, e incluso llegué a figurarme que en aquel precisomomento, su alma se cernía sobre nuestra cabeza, y que su bendición sedejaba sentir sobre mí. Y estos recuerdos, estas esperanzas, la dicha y latristeza,seconfundíanenunsolosentimiento,solemneydulcealavez,conelcualrimabanaquelairevivoeinmóvil,aquellatranquilidad,aquelladesnudezde los campos, aquel cielo pálido, cuyos rayos brillantes pero amortiguadosintentaban en vano caldear mis mejillas. Me convencí que quien me

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acompañaba comprendía mis sentimientos y participaba de ellos. SergioMikailovitch andaba a paso lento y en silencio, y sobre su rostro, que yocontemplabadevezenvez,traslucíaseaquelestadointensodelalmaquenoesnitristezanialegría,yquearmonizabaconlanaturalezayconmicorazón.

Súbitamente,sevolvióhaciamí,yviqueteníaalgopordecirme.¿Ysinofueraahablarmede loqueocupabamipensamiento?Peroprecisamentemehablódemipadre,y,sinnombrarlo,añadió:

—Un día llegó a decirme, bromeando: «Estoy seguro de que un día tecasarásconmipequeñaKatia».

—¡Quédichosohabría sidohoy!—comenté, apretándomemáscontra subrazoquesosteníaelmío.

—Sí, usted era aún una niña —prosiguió, clavando su mirada hasta elfondodemisojos—;entoncesbesabayoesosojos,y losqueríaúnicamenteporqueeransemejantesalossuyos,yestabamuylejosdepensarqueundíameseríantanqueridosporsímismos.

Seguimos andandomuy despacio por el camino rural, trillado apenas, atravésde lasmataspisoteadasy tumbadas,ynooíamosotroruidoqueeldenuestrospasosydenuestravoz.Elsolesparcíatorrentesdeluzdesprovistadecalor. Cuando hablábamos, nuestras voces resonaban, y permanecían comosuspendidasporencimadenuestrascabezasenel senodeaquellaatmósferainmóvil:hubiérasedichoquenoshallábamossolosenelmundoentero,bajoaquella azuladabóvedaen laque fulguraban las radiantesvibracionesdeunsolsinardor.

Cuando entramos en la casa, su madre había llegado ya, así como laspersonesaquienesnohabíamospodidodejardeinvitar,ynovolvíahallarmeasolasconélhastaelmomentoenque,alsalirdelaiglesia,subimosalcocheparatrasladamosaNikolski.

Laiglesiaestabacasivacía,yconunasolaojeadapercibíasumadre,depie sobre una alfombra, cerca del coro; aMacha, con su cofia adornada decintas de seda lila y con las mejillas cubiertas de lágrimas, y a dos o tressiervos queme contemplaban con curiosidad. Escuché los rezos, los repetí,pero no resonaron enmi alma.No podía rezar, ymiraba estúpidamente lasimágenes,loscirios,lacruzbordadadelacasullaquevestíaelsacerdote,lasventanasdelaiglesia,ynocomprendíanadadetodoaquello.Sólosentíaqueseefectuabaalgoextraordinarioconrelaciónamí.

Cuandoelsacerdotesevolvióhacianosotrosconlacruz,nosfelicitóydijoque me había bautizado y que Dios le había permitido casarme, también;cuandoMachaylamadredeSergionoshubieronbesado;cuandooílavozdeGregorioqueordenabaacercarseelcoche,measombréymeasustédepensar

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quetodohabíaconcluido,sinquenadadeextraordinarionicorrespondientealsacramentoqueacababadecelebrarseseabrieracaminoatravésdemialma.Nosbesamoslosdos,yaquelbesomepareciótanraro,tanextrañoanuestrossentimientos íntimos, que no pude por menos de pensar: «¿No es más queesto?».Volvimos al atrio; el ruido de las ruedas resonó fuertemente bajo labóvedadelaiglesia;unairecillofrescoembalsamómirostro,mientrasSergio,conelsombrerodebajodelbrazo,meayudabaasentarmeenelcoche.Porlasventanillas,vi a la luna resplandeciente en suórbitade lasnochesglaciales.Sergio se sentó ami lado, y cerró la portezuela.No sé qué punzó en aquelmomento mi corazón, como si me hubiese lastimado la seguridad con queefectuabaaquelacto.Lasruedastropezaronconunapiedra;luegoentraronporuncaminomássuave,ypartimos.

Acurrucada en un rincón del carruaje, contemplaba a lo lejos, por laportezuela,loscamposinundadosdeluzylacarreteraqueparecíahuir;ysinmiraraSergio,sentíaqueestabamuycercademí.«Estoes,pues,loquetraeconsigo este primer minuto del que esperaba tantas cosas», pensé,experimentandounahumillaciónyunaofensa a la vez, dehallarme sentadaasí,asolas,tancercadeél.VolvímehaciaSergioconlaintencióndedecirlealgo;peroniunapalabrasurgiódemislabios.Habríasedichoquenoquedabaenmínirastrodemiantiguaternura,yqueaquellaimpresióndeofensaydetemorlahabíareemplazadoporcompleto.

—Hastaestemomentonomeatrevíaacreerqueestopudierasercierto—repusoSergiodulcementeamimirada.

—Yyotengomiedo,sinsaberporqué.

—¿Miedodemí,Katia?—preguntó,cogiéndomelamanoeinclinandosucabezasobrelamisma.

Mimanodescansabasinvidasobrelasuya,ymicorazón,helado,cesabadolorosamentedelatir.

—Sí—murmuré.

Peroenestemismoinstantemicorazónempezódeprontoalatirconmásfuerza;mimanotemblóyasiólasuya;recobréotravezelcalor;mismiradas,enlapenumbra,buscaronlassuyas,ysúbitamentesentíqueyanoteníamiedode él; que aquel miedo no había sido más que amor, un amor nuevo, mástierno y poderoso que antes. Sentí que era completamente suya, y meconsiderédichosadehallarmeensupoder.

CAPÍTULOVI

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Los días, las semanas, los meses enteros de vida solitaria en el campopasaroninadvertidoscasi;mashabríanbastadolassensaciones,lasemocionesyladichadeaquellosdosmesesparaHenartodaunavida.Misensueñosylossuyos acerca la manera de organizar nuestra existencia no se realizaronexactamentetalcomoloshabíamosprevisto.Más,sinembargo,larealidadnoestabapordebajodenuestrossueños.Nofueaquellavidadetrabajoestricto,llena de deberes, de abnegación y de sacrificios que me había imaginadocuandoestabaprometida;eraelcontrarioelsentimientoabsorbenteyegoístadelamor, lasalegríassinmotivoysinfin,yelolvidode todas lascosasdelmundo. Cierto que algunas veces, Sergio Mikailovitch iba a su gabinete aocuparse de uno u otro asunto; se iba algunas veces a la ciudad para susnegocios, y dirigía las labores agrícolas; pero yo veía el esfuerzo que lecostabaarrancarsedemilado.

Yél confesabaquedondequieraqueyono estuviese, todo leparecía tancompletamentedesprovistodeinterésenestemundo,queleasombrabahaberpodido ocuparse de ello. Exactamente lo mismo me ocurría a mí. Leía,trabajaba,meocupabadelamúsica,demamá,delasescuelas;mastodoesto,nolohacíasinoporquecadaunadeestasocupacionesserelacionabaconélymerecíasuaprobación,ydesdequesupensamientonosehallabaasociadodeuna u otramanera a cualquier asunto, fuera el que fuese, los brazos semecaíaninertes.Sóloélexistíaparamíeneluniverso,yleteníaporelsermásbelloymáspuroquepudieseexistir;nosabíavivirsinoparaél,yparaseguirsiendoaquelloqueélamabaenmí.PorquetambiénSergiomeconsiderabalaprimera y la más seductora mujer del mundo, dotada de todas las posiblesperfecciones; y yo me esforzaba en ser para él esta primera e inmejorablecriatura.

Nuestra casa era una de aquellas antiguasmansiones campestres, donde,apreciándoseyamándose losunosa losotros,habíanse sucedidonumerosasgeneracionesdeantepasados.Todorespirabaallíbuenosypurosrecuerdosdefamilia, los cuales, desde que hube puesto el pie en la casa, se convirtieronrápidamente en propios recuerdos míos. La disposición y el orden de laviviendahallábansedispuestossegúnlamodaantiguaporTatíanaSemenovna.No puede decirse que todo fuera hermoso y elegante; pero, desde la vajillahasta elmobiliario y losmanjares, en todo había gran abundancia, todo eralimpio, sólido, regular e inspiraba una especie de respeto. En el salón, losmueblessehallabandispuestossimétricamente; lasparedesestabancubiertasde retratos, y el pavimento, de antiguas alfombras de familia y de algunoshulesconpinturasdepaisajes.Enunsaloncito,habíaunviejopianodecola,doschinerosdeformadistinta,undiványunoscuadrosconincrustacionesdecobre. Mi gabinete, decorado bajo la inspiración de Tatiana Semenovna,encerrabahermosísimosmueblesdeépocasymodasdiversas,yentreellos,ungran espejo con copete queOcupaba todo el hueco de una puerta, y que al

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principio,contemplabayocontímidamirada,aunquedespuésllegaasercomounantiguoamigo.JamásseoíalavozdeTatianaSemenovna,peroenlacasatodomarchabaconlaregularidaddeunreloj,aunquealbergaramásgentedelanecesariaparaelservicio.Perotodosestosdomésticos,concalzadodesuelablanda y sin tacón (porque Tatiana Semenovna sostenía que el crujir de lassuelas y el ruido de los tacones era una de las cosasmás desagradables delmundo),parecíanorgullososdesucondición,temblabanantelaviejaseñora;nostestimoniaban,amimaridoyamíunabenevolenciaprotectora,yparecíancumplirsudeberconparticularsatisfacción.Todoslossábados,regularmente,sefregabanlospisosysesacudíanlasalfombras;todoslosdíasprimerosdemes se cantaba un Te Deum, rociándose con agua bendita; los días de lossantosdeTatianaSemenovnaydesuhijo(ydelmío,quesecelebróaquelañoporprimeravez),sedabaunbanqueteatodoelvecindario.Yestoserealizabainvariablemente como en los tiempos más remotos de que conservabarecuerdoTatianaSemenovna.

Mi marido no se mezclaba para nada en el gobierno de la casa, y selimitaba a ocuparse de la dirección de los trabajos agrícolas y de loscampesinos,alosqueatendíamucho.Selevantabamuytemprano,inclusoeninvierno, de manera que muchas veces, al despertarme, ya no lo veía.Regresabageneralmentealahoradeterminarlasmolestiasypreocupacionesqueleproducíaladireccióndeloscultivos,sesumíaenaquelestadodeánimoespecial, particularmente alegre, que habíamos denominado «transportesalvaje». A menudo la preguntaba qué había hecho por la mañana, y meexplicabaentoncestaleslocurasquenosdesternillábamosderisa.Aveceslepedíaquehablaraenserio,ylohacía,reprimiendounasonrisa.

Por mi parte, contemplaba sus ojos, el movimiento de sus labios, y nocomprendíanada:nohacíamásquedivertirmeviéndoleyoyendosuvoz.

—Vamos,¿quéestabadiciendo?—mepreguntaba—,repítemelo.

Masyonopodíarepetirlenada.

TatianaSemenovnanoaparecíahastalacomida,puestomabasolaelté,ysólo por medio de embajadores nos enviaba los buenos días. Costábamemuchaviolencianoecharmea reír,cuando ladoncellavenía,con lasmanoscruzadas una encima de otra, y en tono muy mesurado nos exponía queTatianaSemenovnalehabíaordenadoinformarsedecómohabíamospasadolanoche, o cómo habíamos hallado las pastas servidas con el té. Raramentepermanecíamosjuntoshastalahoradecomer.Yotocabaelpianooleíasola;él escribíaovolvía a salir;más a lahorade comer, a las cuatro, bajábamostodosalsalón.Mamásalíadesushabitaciones,yentoncessepresentabanlospobres hidalgüelos y peregrinos, de los que había siempre tres o cuatrohospedados en casa. Generalmente, todos los días, mi marido, siguiendo la

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antiguacostumbre,ofrecíaelbrazoasumadreparaencaminarsealcomedor,pero aquélla exigió que yome apoyara en el otro brazo.Mamá presidía lacomida, y la conversación tomaba un giro serio y reflexivo, no exento deciertasolemnidad.Sólolassencillaspalabrascambiadasconmimaridodabanunsesgomásalegrealaireceremoniosodenuestrassesionesalamesa.

Inmediatamente después de comer,mamá se sentaba en una gran butacadel salón; cortaba las hojas de los libros recién llegados, mientras nosotrosleíamos en voz alta o pasábamos al saloncito para tocar el piano. Hicimosmuchaslecturasjuntosduranteaquelperíodo,pueslamúsicaeraaúnnuestradiversiónfavoritaymáspreciada,quehacíavibrarnuevascuerdasdenuestroscorazones,revelándonoselunoalotrobajounaspectosiemprenuevo.

Cuando yo interpretaba sus piezas predilectas, Sergio se sentaba en undivánalejado,dondeapenaspodíaverle,yallí,porunaespeciedepudordelsentimiento,esforzábaseenocultarlasimpresionesquelamúsicalecausaba.Mas,amenudo,cuandomenosseloesperaba,abandonabayoelpiano,corríahacia él, y trataba de descubrir en su rostro las huellas de su emoción, elresplandorcasisobrenaturaldelasmiradascargadasdehumedadquetratabaenvanodedisimular.

Por la noche era yo la que servía el té, y de nuevo toda la familia seencontraba reunida alrededor de la mesa. Esta sesión solemne cerca delsamovar, cual si estuviéramos delante de una especie de tribunal, y ladistribución de los vasos y tazas, me impresionó durante mucho tiempo.Parecíamequeyonoeradignaaúndetaleshonores,queerademasiadojoven,demasiado atolondrada para abrir la espita de un samovar tan grande, paraponerunvasoenlabandejadeNikitayordenar:«ParaPedroIvanovitch;paraMaría Minicina», y preguntarles: «¿Hay bastante azúcar?», dejando luegounos terrones para la vieja doncella y los otros antiguos servidores.«Perfectamente —decía a menudo mi marido—, lo mismo que una granseñora»,yestonohacíasinointimidarmemásaún.

Despuésdelté,mamámandabatraerunamesillaysehacíaecharlascartaspor María Minicina; luego nos besaba a los dos, nos bendecía, y nosretirábamosanuestrashabitaciones.Sinembargo,lamayorpartedelosdías,prolongábamosnuestraveladaasolas,hastapasadamedianoche,yéstaseranlas mejores y más agradables horas del día. Me contaba él su pasado;trazábamosplanes,filosofábamosaveces,yprocurábamoshacerloenvozbajapara que nadie nos oyera.Mimarido y yo vivíamos casi como extraños enaquellagrandeyvetustamorada,dondepesabasobretodosnosotroselespírituseverodeltiempoantiguoydeTatianaSemenovna.Nosóloellamisma,sinotambién los criados, las viejas sirvientas, los muebles, y los cuadros, meinspiraban respeto,cierto temor,yalmismo tiempo laconcienciadequemimarido y yo no nos hallábamos allí propiamente en nuestro lugar, y que

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debíamos vivir con demasiada circunspección. Conforme hoy lo recuerdo,aquelordenseveroyaquellaprodigiosacantidaddegenteociosaycuriosaquepoblabanuestracasa,nosresultabadifícildesoportar;masaquellaespeciedeopresiónnohacíasinovivificarnuestroamormutuo.Nosóloyo,sinotambiénSergio, nos guardábamosmuchode dejar entrever quehubiese allí algoquenosdesagradaba.Enocasionesaquellacalma…aquellaindulgenciayaquellaespeciedeindiferenciaportodaslascosasmeirritaban,y,sinadvertirqueyoflaqueabaporelmismolado,juzgabaamimaridodébildecarácter.

—¡Ah!,queridaKatia—merespondióSergiounavezenquelemanifestémi enojo—. ¿Acaso puede sentirse descontento de nada quien es al mismotiempo tan feliz como yo? Esmuchomás sencillo ceder ante los otros quehacerlos doblegar a nuestros caprichos, y de esto me he convencido desdehacemucho tiempo, y también de que no existe situación alguna en que sepueda ser absolutamente feliz. ¡Todo va tan bien para nosotros! Ya no séenfadarme;paramí,hoyendía,noexistenadaqueseamalo:sólohaycosastristesyextrañas.Pero,porencimadetodo,lomejoresenemigodelobueno.¿Creerás que cuando oigo la campanilla, cuando recibo una carta o,simplemente,cuandomedespierto,mesobrecogeelmiedo,elmiedodeestaobligacióndevivir,elmiedodequealgovengaacambiar,puesnadapodríavalermásqueelmomentopresente?

Yo le creía, pero no le comprendía.Me sentía a gusto, y parecíame quetodo era como debía ser, no pudiendo ser de otromodo, y que así era paratodos,perocreíaenotraspartesdebíadehaberotrasdichas,noprecisamentemayores,perosídistintas.

Fuedeestemodocomotranscurrierondosmeses,quellegóelinviernocontusfríosysusborrascas,ypormásqueSergiosehallabaamilado,empecéasentirmemuy sola.Empecé a sentir que la vida, en ciertamanera, no hacíasinorepetirse;quenoofrecíanadadenuevo,niparamíniparaél,yque,alcontrario, parecía que volvíamos sin cesar sobre nuestros propios pasos.Sergio empezó a ocuparse conmayor asiduidad de sus asuntos, apartándosemásdemíqueantes,ysemefiguródenuevoquehabíaenél,enelfondodesualma,comounmundoreservadoalquenoqueríaadmitirme.Suinalterableserenidad me irritaba. No le amaba menos que antes; no me sentía menosdichosa de su amor; pero mi amor permanecía estacionario y ya no sedesarrollaba más, y, aparte del amor, cierto sentimiento nuevo, lleno dezozobra, deslizábase en mi corazón. Significaba muy poco para mí seguiramandodespuésdehaberexperimentadolagrandichadeamarleporprimeravez;faltábamelaagitación,elpeligro,elsacrificiodemímismaenelordendelos sentimientos. Había en mí una exuberancia de fuerzas que no hallabanempleo en nuestra tranquila existencia; arranques de tristeza que intentabaocultarlecomosisetrataradealgomalo,yarranquesdeternurafuriosayde

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alegría,quenoconseguíansinoasustarle.

Él seguía observando las disposiciones de mi espíritu como lo hicieraantaño, y un día me propuso partir para la ciudad; pero yo le pedí que nofuéramos y que no cambiáramos nada en el género de nuestra vida; que nocomprometiéramos nuestra felicidad.Y, efectivamente, yo era dichosa; peromeatormentabaverqueaquelladichanomecostabaningún trabajo,ningúnsacrificio, cuandosentía languidecerenmí todas las fuerzasdelSacrificioydel trabajo.Leamaba;veíaquetodoenmíeraparaél;perohubieraqueridoquetodossupiesennuestroamor;quehubiesenintentadoimpedirmeamarle,yamarle a pesar de todo. Mi espíritu, incluso mis sentimientos, hallaban sucampodeacción,mashabíauno,sinembargo,elsentimientodelajuventud,cierta necesidad de movimiento, que no hallaba suficiente satisfacción ennuestra vida apacible. ¿Por qué me decía que podíamos irnos a la ciudadcuandosemeantojase?Sinomelohubiesedicho,quizáhubieracomprendidoqueaquelsentimientoquemeoprimíaeraunaquimeraperniciosa,Unafaltade laquemehacíaculpable…Sinembargo, la ideadequepodríavencerelfastidiosóloconmarcharmea lacapital,meatravesaba involuntariamenteelcerebro;porotraparte,estosignificabaarrancarledetodocuantoamaba.Mesentíaavergonzadaymeapenabaquehubieradehacerlopormí.

El tiempo seguía su curso; la nieve se acumulabamás ymás contra losmurosdelacasa,ynosotroscontinuábamossolos,solosaún,ysiempreelunoenfrentedelotro;mientrasqueallá,lejos,nosédónde,enmediodelbullicio,seagitaba lamuchedumbre, sufríao sedivertía, sinpensarennosotrosoennuestraexistenciaignorada.Lopeordetodo,paramí,erasentirquetodoslosdíaslacadenadelashabitudesembutíanuestravidaenunmoldepreciso;quenuestromismosentimientoibaaentrarenesaservidumbre,yasometersealaleymonótonaeimpasibledeltiempo.

«Estaralegresporlamañana,respetuososalahoradelacomida,cariñososporlanoche.¡Hacerelbien!—medecíayo—,esmaravillosohacerelbienyvivirhonradamentecomoéldice;paraestonosquedatiemposuficiente;perohayotrascesasporlascualessólohoymesientoconfuerzas».Estonoesloque me convenía; me habría convenido la lucha; que el sentimiento nossirviera de guía en la vida, y no que la vida guiara nuestros sentimientos.Hubieradeseadoaproximarmeconélalabismoydecirle.«Unpasomásymehundo;otromovimiento,yestoyperdida»,yqueél,palideciendoalbordedeaquel abismo, me hubiera cogido con su manó poderosa y me hubierasuspendido por encima del vacío, de tal forma que mi corazón se hubierasentidohelado,yenseguidasemehubierallevadoéldondehubieraquerido.

Esta disposición de mi espíritu influía incluso sobre mi salud, y misnervios empezaban a resentirse. Una mañana, me encontré peor que decostumbre; Sergio regresó de bastantemal humor, cosa que le sucedíamuy

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raramente; lo noté en seguida y le pregunté qué le pasaba, pero él no quisodecírmelo, pretextando que no valía la pena. Según averigüé más tarde, elispravnikhabíacitadoavariosdenuestroscampesinos,leshabíaexigidoalgoilegal,pormalavoluntadhaciamimarido,ylehabíadirigidovariasamenazas.Mimaridonohabíapodidodigeriraúntalproceder,ycomoenelfondotodoaquelloeraridículoylamentable,noquisocontármelo;peroamísemefiguróque si no me decía nada, era porque me consideraba una niña, incapaz decomprender lo que le afectaba. Me alejé en silencio, sin pronunciar unapalabra.Sergiosemarchómalhumoradoasugabinete,ycerrólapuerta.

Yo me senté en el diván y me vinieron ganas de llorar. «¿Por qué —decíameyo—persisteenhumillarmeconsusolemnecalma,entenersiemprerazóndelantedemí?¿Acasono tengorazónyo también,cuandomeaburro,cuando siento el vacío en todas partes, cuando quiero vivir, moverme, nopermanecer siempre en el mismo lugar, y no sentir que el tiempo pasa porencimademí?»

Yo quiero ir adelante, todos los días, todas las horas; él quiere seguirestacionado y guardarme a su lado. Y sin embargo, ¡qué fácil le seríacontentarme!Paraellonotendríanecesidaddellevarmealacapital;bastaríaquefuesecomoyo;quenotrataradedominarse,deoprimirseasímismo,yquevivierasimplemente.Estomeloaconsejaamí,yesélquiennolohace.

Laslágrimaspugnabanporsalirdemisojos,ymiirritacióncontraél ibaenaumento.Tuvemiedodeestesentimiento,yfuiasuencuentro.Sergiosehallaba sentado en su gabinete y escribía. Al oír mis pasos, volvióse uninstante paramirarme con aire tranquilo e indiferente, y siguió escribiendo.Aquellamiradanomegustó,yenlugardeacercarmeaél,permanecíjuntoala mesa en que escribía, y abriendo un libro empecé a hojearlo. Sergio sevolvióentoncesporsegundavez,ymemiródenuevo.

—Katia,hoynoestásentucentro—medijo.

Repliquélesóloconunafríamiradaquesignificaba:«¡Vayaobservación!¿A qué viene tanta amabilidad?». Meneó la cabeza, y tímidamente,cariñosamente,mesonrió;mas,porprimeravez,misonrisanorespondióalasuya.

—¿Qué te ocurría esta mañana? —le pregunté—. ¿Por qué no me hasdichonada?

—Una futilidad; un pequeño contratiempo —contestó—. Sin embargo,ahorayatelopuedocontar.Doscampesinoshansidocitados…

Peroyonoledejéterminar.

—¿Porquénomelohascontadocuandotelohepedido?

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—Tehabríadichoalgunatontería:entoncesestabaenfadado.

—Esjustamenteenaquelmomentocuandodebíashacerlo.

—¿Yporquérazón?

—¿Creesacasoquenuncapuedoayudarteennada?

—¿Loqueyocreo?—dijo,dejandosupluma—.Creoquesintinopodríavivir.Entodaslascosas,entodasabsolutamente,nosóloeresunaayudaparamí,sinoqueesportiporquientodosehace.Laverdad,quehassidooportuna—prosiguió, riendo—, sólo vivo en ti; me parece que todo está bien sóloporquetúestásahí,porquehasde…

—Sí,yalosé;soyunaniñaencantadoraalaqueconvienetranquilizar—atajéenun tonotal,que lehizomirarmesorprendido—.Peronoquieroestatranquilidad;¡tengoyabastante!

—Entonces, escúchame, y verás pronto de qué se trata —empezóprecipitadamente, interrumpiéndome, como si temiera darme tiempo dedecirlotodo—;medirásloquetúopinasdeello.

—Ahorayano loquiero—respondí.Aunquemehabríagustadooírloenaquelmomento,meresultabamásagradableperturbarsutranquilidad.

—Noquierojugarconlascosasdelavida;loquequieroesvivir—añadí—;lomismoquetú.

Susrasgos,dondetodaslasimpresionessedibujabantanrápidaytanvivamente,expresaronunsufrimientoyunaatenciónpoderosamenteexcitados.

—Quierovivircontigoenperfectaigualdad…

Másnopudeterminar,porqueobservéeldolorprofundoquesereflejabaensurostro.Sergiosecallóunmomento.

—¿Yenquénovivesenperfectaigualdadconmigo?—dijo—,esamí,noa ti, a quien concierne el asunto del ispravnik y de los campesinosembriagados…

—Sí,peronosetratasólodeestecaso—repliquéyo.

—¡PoramordeDios,procuracomprenderme,amigamía!—continuó—yasé que las preocupaciones son siempre dolorosas para nosotros; he vividomucho, y lo sé. Te amo, y, por consiguiente, quisiera poder ahorrarte todaclasedepreocupaciones.Enestoconsistemividaporti;porlotanto,nomeimpidasvivir.

—Túsiempretienesrazón—dijeyosinmirarle.

Mesentíamolestadadequeunavezmás sualmapermaneciera serenay

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tranquila cuando yo rebosaba despecho y un pesar semejante alarrepentimiento.

—¡Katia!¿Quéteocurre?—dijo—.Nosetrataahoradesaberquiéndelosdostienerazón;setratadealgomuydistinto.¿Quétienesencontramía?Nome lodigas en seguida; reflexiona, y luegodime todo loquepiensas.Estásdescontentademí;sindudatienesrazón;peroexplícameenquésoyculpable.

¿Más cómo habría podido explicarle lo que ocurría en el fondo de mialma?Laideadequeunasolamiradalehabíabastadoparadescubrirme;quemeencontrabadenuevoanteélcomounachiquilla;quenopodíahacernadasinqueéllocomprendieseynolohubieseprevistomeatormentabamásquenunca.

—Nomemuevenadaencontra tuya—dijo—;sóloquemeaburro,ynoquisieraaburrirme.Mástúdicesquedebedeserasí,yUnavezmástendrásrazón.

Al decir estas palabras, le miraba. Había conseguido mi objetivo: suserenidad desapareció; elmiedo y el sufrimiento hallábanse impresos en surostro.

—Katia—empezó,convozsordayagitada—,noestamosjugandoahora.En estemomento se decide nuestro destino. Te ruego queme escuches sinresponderme.¿Porquéquieresatormentarmeasí?

Leinterrumpí.

—Te he dicho antes que tienes razón—repliqué fríamente, como si nofueseyo,sinoungeniomaloelquehablasepormiboca.

—¡Sisupierasloquehaces!—exclamóconvoztrémula.

Meechéa llorar,y sentímicorazónaligerado.Sergioestabasentado,ensilencio,juntoamí.Yosentíapiedaddeél,vergüenzademímisma,tristezadelo que había hecho. No le miré. Parecióme que en aquel momento meobservabaconojosseverosyperplejos.Mevolvíparaverle:sumiradadulceytierna,comosiinvocaramiperdón,estabaclavadasobremí.Lecogílamano,ylesupliqué:

—¡Perdóname!Noséloquemedigo.

—Sí,peroyoséloquedices;yséquedicesverdad.

—¿Cómo?

—QuenosconvienemarcharaSanPetersburgo.Aquí,yanotenemosnadaquehacer.

—Comoquieras…

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Mecogióensusbrazosymebesó.

—¿Meperdonas?—dijo—.Hesidoculpablecontigo…

Duranteaquellavelada,toquéelpianolargorato,ySergiosepaseéporlaestancia murmurando algo entre dientes. Tenía esta costumbre, y yo lepreguntaba a menudo, qué era lo que así mascullaba; Sergio, pensativosiempre,merepetíaprecisamenteloqueantesmurmurara.Lamayorpartedelasvecesse tratabadeversos,yotrasdealgúnabsurdo,peroenestamismaabsurdidadyosabíareconocercuáleraladisposicióndesualma.

—¿Quémurmurashoy?—lepreguntéunavezmás.

Sergiosedetuvo;reflexionó,ysonriendo,merespondiócondosversosdeLermontoff:

…¡yél, insensato, invocabala tormenta,comosienla tormentapudiesereinarlapaz!

—¡No;esmuchomásqueunhombre:todoloadivina!—pensé—.¡Cómonoamarle!

Melevanté.Cariñosamenteenlacémimanoconlasuyaymepuseaandarasulado,tratandodeacompasarmispasosconlossuyos.

—¿Ybien?—preguntó,sonriendoymirándome.

—¿Ybien?—repetí,ynoséquéimpulsodenuestrasalmasnosenlazóalosdos.

Dos semanas después, antes de las fiestas, estábamos ya en SanPetersburgo.

CAPÍTULOVII

Nuestroviaje aSanPetersburgo;una semanadepermanenciaenMoscú;lasvisitesalosparientesdeSergioyalosmíos; lainstalacióndelacasa;elviajeunaciudadnueva;panoramasnuevos;todoestopasóantemícomoenunsueño. Todo era tan variado, tan nuevo, tan alegre; todo era para mí tancaluroso,tanvivamenteiluminadoporsupresencia,porsuamor,quelavidapacífica del campome pareció algo lejano, una especie de vacío. Con gransorpresamía,enlugardelorgullomundano,delafrialdadqueesperabahallaren las personas, todosme acogieron con una afabilidad tan espontánea (nosolamente losparientes,sino también losdesconocidos),quenoparecíasinoquemehubiesenestadoespirandoyseregocijarandemillegada.

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Al propio tiempo, contra lo que suponía, descubrí que mi marido teníamuchasrelacionesentreloscírculosdelaaltasociedad,yhastaentrelosmásdistinguidos, de las cuales no me había hablado nunca, y a menudo,resultábameextrañoeinclusodesagradableoírleemitirjuiciosseveroscontraalgunasdelaspersonasquetanbuenasmeparecían.

Nollegabaacomprenderporquélastratabatanduramente,niporquéseesforzaba en evitar algunas relaciones que yo consideraba agradables.Creíaquecuantasmáspersonashonradasseconocen,tantomejor,yquetodaseraspersonashonradas.

—Veremoscómovamosaarreglarnos—mehabíadichoaldejarelcampo—;aquísomospequeñosCresos,yallíestaremosmuylejosdeserricos.Porotra parte, nos conviene quedamos en la capital hasta Navidades, y nofrecuentarlasociedad,puesdelocontrarionosveríamosenalgúnapuro.Noquisieraparati…

—¿Porquéfrecuentarlasociedad?—repasabayo—;iremossolamentealteatro;avisitara losparientes;aoírbuenamúsica;a laópera,ydespuésdetodo,antesdeNavidadestaremosyaderegreso.

Mas apenas habíamos llegado a San Petersburgo, cuando todos estosbuenos propósitos quedaron relegados al olvido. Yo había sido lanzada depronto a un mundo tan nuevo, tan dichoso; me rodeaban tantos placeres ytantosobjetosdeinteréshastaentoncesdesconocidos,quedegolpe,ysintenerconcienciadeello,mehalléencontradiccióncontodomipasado,ytergiversétodos los planes que aquel pasado había visto nacer. Verdaderamente, hastaentoncestodohabíasidopueril; lavidanohabíaempezado;laverdaderaeraaquélla.

Las angustias, los principios de aburrimiento que me perseguían en elcampo, desaparecieron pronto y como por encanto. El amor a mi maridovolviósemás tranquilo,yporotraparte,nunca, enestenuevoambiente,measaltólaideadequenomeamaramásqueantes.Y,enefecto,nopodíadudarde este amor; todos mis pensamientos eran pronto comprendidos por él.Compartíatodosmissentimientos;satisfacíatodosycadaunodemisdeseos.Habíase desvanecido aquí su inalterable serenidad, o no me ocasionó almenos,losenojosdeantes.Advertíquealladodelviejoamorquesiempremehabíaprofesado,experimentabaotroencantojuntoamí.

Confrecuencia,despuésdeunavisita,cuandoacababadetrabarunanuevaamistad, o por la noche, en nuestra casa, donde temblando interiormente demiedo de cometer algún error, había cumplido los deberes de mi papel dedueñadecasa,medecía:

—¡Muybien,querida!¡Bravo!¡Ánimo,queestovabien!

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Yoestabaradiantedesatisfacción.

Pocodespuésdenuestrallegada,Sergioescribióasumadre,yalpedirmequeañadierayoalgo,noquisodejarmeleerloquehabíaescrito.Niquedecirtiene, que fue precisamente aquello lo que quise hacer, y finalmente loconseguí.

«No reconocerías a Katia —escribía—. Y ni yo mismo la reconozco.¿Dónde ha aprendido esa alegre y graciosa seguridad, esa afabilidad, eseinteligente trato social y ese aire tan amable?, y todo tan simplemente, contantagentilezaybondad.Todoelmundoestáencantado,yyonomecansodeadmirarla,ysifueraposible,laamaríamásaún».

«Heaquí,pues, loqueyosoy»,pensé.Yestomeprodujo talplacer,mehizotantobien,quemeparecióasimismoamarletodavíamás.Miséxitosentretodas nuestras relaciones fueron algo absolutamente inesperado paramí. Enunos sitios, semedecíaquehabíaagradadoparticularmenteal tío; enotros,que una tía no sabía dónde ponerme; algunos afirmaban que en SanPetersburgonohabíamujeralgunaqueme igualase;yotrosasegurabanquesólodependíademivoluntadserlamujermásbuscadadelasociedad.Habíasobre todo una prima demimarido, la princesaD.,mujer del granmundo,entradaenañosya,queseprendódemí inesperadamente,ymeprodigó losmás apasionados cumplidos y elogios, capaces de trastornarme la cabeza.Cuandoporprimeravezmepropusoestaprimaqueasistiéramosaunbaile,ymanifestó este deseo amimarido, Sergio volvió la cabeza haciamí, sonrióimperceptiblemente, no sin malicia, y me preguntó si quería ir. Respondíafirmativamenteconlacabezaymeruboricé.

—Diríase que eres una criminal confesando sus apetencias —observóSergioriéndosebondadosamente.

—Túmedijistequenonosconvenía,frecuentarelgranmundo,yquenotegustaba—repliqué,sonriendotambién.

—Silodeseas,iremos.

—Verdaderamente,valemásquenovayamos.

—¿Tienesganas,muchasganasdeir?—insistió.

Norespondí.

—El gran mundo, en sí, no es el peor mal —prosiguió—; lo malo,malsano, son las aspiraciones mundanas insatisfecha. Nos conviene ir,ciertamente;iremos—terminósinvacilar.

—Adecirverdad—expliqué—,nohaycadaenelmundoquemeapetezcatantocomoeliraestebaile.

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Fuimos, y el placer que experimenté superó todas las esperanzas. En elbaile,másqueenningunaotraparte,meparecióqueyoeraelcentroalrededordel cual giraba todo; que la gran sala estaba iluminadaparamí sola; que lamúsica tocaba para mí sola, que sólo para mí se había congregado aquellamultitudquemecontemplabaextática.Todos,empezandoporelpeluqueroyla doncella del tocador, hasta los bailarines y los mismos ancianos quepaseabanpor lossalones,parecíandecirme,odarmeaentender,queestabanlocos por mí. La impresión general que produje en aquel baile, y que mecomunicó luegomi prima, resumíase en decir que yo no me asemejaba ennada a las otrasmujeres, que enmíhabía algodeparticular que evocaba lasimplicidad y la alegría de los campos. Tamaño éxito me apasionó de talmodo,quemanifestéconfranquezaamimaridomideseodeasistiraúnadosotresbailesmáseneltranscursodelinvierno,«yesto—añadíapesarmío—conobjetodesaciarmebiendeunavez».

Mimaridoconsintiódebuengrado,yalprincipiomeacompañódebuenagana, satisfecho demis éxitos, y olvidando completamente (almenos así loparecía)odesvirtuandoloqueantesestablecieracomoprincipio.

Mástardeempezóevidentementeaaburrirseycansarsedelaclasedevidaque llevábamos.Mas, sin embargo, esto no aparecía suficientemente claro amis ojos para que cuando a veces me miraba con severa atención,comprendieseelsignificadodeello.Estabadetalmodoembriagadaporaquelamorquecreíahaberdespertadosúbitamenteenelcorazóndetantosextraños,conelperfumedelaelegancia,delplacerydelasnovedadesqueallírespirabapor primera vez, que la influencia moral de mi marido, hasta entoncesabrumadoraparamí,habíasedeprontodesvanecido;meresultaba tandulce,nosóloandarenaquelmundoalnivelsuyo,sinosentirmecolocadaallímásaltaque él, para en seguida amarle conmás fuerza e independencia, quenopodíacomprenderqueSergiomevieradisfrutarcondesagradodeaquellavidamundana.Sentíaenmímismaunnuevosentimientodeorgulloysatisfacción,cuando, al entrar en el baile, todos los ojos se volvían hacia mí, y Sergio,como si tuviera conciencia de enarbolar ante la multitud sus derechos deposesiónsobremipersona,seapresurabaadejarme,eibaaperderseentrelamasadelosfracsnegros,«¡Espera!»,pensabayoamenudobuscandoconlamiradasufiguracasiinadvertidayavecesmuyindiferente.«¡Espera!Cuandovolvamosacasa,sabrásyverásporquiénhequeridosertannobleybrillante;sabrásaquiénamoporencimadetodocuantomeharodeadoestanoche».

Creía,muysinceramente,quemiséxitosnomesatisfacíansinoporél,yporque me permitían también sacrificarlos a él solo. Únicamente una cosa,pensaba,podríaofrecermealgúnpeligroenestavidamundana:quealguiendelosquemetratabanenelgranmundo,concibieraunapasiónpormí,yquemimarido sintiera celos; pero Sergio me tente tanta confianza, parecía tan

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tranquiloeindiferente,ytodoslosjóvenesmeresultabantaninsignificantesasulado,queestepeligro,únicoenmiconcepto,quepudieraacecharmeenlavidadesociedad,nomeespantabaenabsoluto.Yapesardetodo,laatenciónque tantas personas me prodigaban en los salones me daba un placer, unasatisfaccióndeamorpropio,quemehacíahallarciertoméritoamiamorpormimarido,imprimiendomayorseguridadenmisrelacionesconél,y;enciertamanera,mayornegligencia.

—HeobservadoquehablabasdeunamaneramuyanimabaconN.N.—ledije un día al regresar del baile, amenazándole con el dedo, y nombrándoleuna de las damas más conocidas de San Petersburgo, con la cual,efectivamente, había estado conversando aquella tarde. Quería irritarle unpoco, porque en aquelmomento estaba particularmente silencioso y tenía elairedehallarsealgomohíno.

—¿Por qué dices semejante cosa? ¿Y eres tú, Katia, quien lo dice?—exclamó,apretando los labiosy frunciendo las cejas, comosi experimentaraalgún dolor físico—. No te está nada bien. Deja las habladurías para lasdemás;podríanalterarnuestraarmonía,yesperoaúnqueestabuenaarmoníavolverá.

Mesentíconfundida,ycallé.

—¿Volverá,Katia?¿Quéteparece?—mepreguntó.

—Nosehaalteradoenabsoluto—repliqué;yentonces,enefecto,estabaconvencidadeello.

—¡Diosloquiera!—añadióSergio—.Peroyaeshoradequeregresemosalcampo.

Éstafue laúnicaocasiónenquehablóasí;yduranteel restodel tiempo,meparecióquetodoibatanbienparaélcomoparamí,ymesentíacontentayalegre.Sialgunavez llegabaSergioaaburrirse,meconsolabapensandoquedurantemucho tiempomehabíaaburridoyoporél enel campo; sinuestrasrelaciones experimentaban algún cambio, pensaba que recobrarían todo suencanto cuando, en el verano, volveríamos a encontrarnos solos en nuestracasadeNikolski.

Deestamaneratranscurrióparamíelinvierno,sinquemedieracuentadeello,yapesardenuestrosplanes,permanecimosenSanPetersburgoinclusodurante las fiestas de Navidad. El domingo siguiente, cuando por fin nosdisponíamos a partir y teníamos ya el equipaje listo, mi marido, que habíaterminadolascomprasderegalos,mostróseenunadisposicióndeespíritudelas más tiernas y alegres. Entonces, nuestra prima vino a vernosinopinadamente, y nos rogó que aplazáramos aún la partida hasta el sábadosiguiente,conobjetodepoderasistiralafiestadelacondesaR…Medijoque

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la condesa R…me había invitado ya otras veces; que el príncipeM., a lasazónenSanPetersburgo,habíamanifestadoenelúltimobailequelegustaríaconocerme,yqueconesteobjeto,asistiríaalafiestaencuestión.Estepríncipedecía en todas partes que yo era la mujer más hermosa de Rusia. Toda laciudad asistiría a la fiesta y, en una palabra, la reunión sería incompleta sifaltabayo.

Mimarido se hallaba en el otro extremo del salón, hablando con no séquién.

—Así,pues,¿vendréis,Katia?—preguntómiprima.

—Queremospartir pasadomañana al campo—contesté,mirandoal ladoenquesehallabamimarido.Nuestrosojosseencontraron,ySergiosevolvióvivamente.

—Yoleconvencerédequeosquedéis—insistiómiprima—yelsábadoirásatrastornarmuchascabezas,¿noeseso?

—Echaremos a perder nuestros planes; ya tenemos preparados losequipajes—aduje,empezandoarendirme.

—Seríamuchomejor aúnque ella fuera a cumplimentar al príncipe estamismatarde—dijoentoncesmimaridodesdeelotroextremodelaestancia,irritadoyenuntonocategóricoquejamáshabíaoídoenél.

—¡Vamos;senosponeceloso!Eslaprimeravezqueleveoasí—exclamócon ironía—. No era solo el príncipe, Sergio Mikailovitch, sino por todosnosotros que la invito. Es en este sentido que la condesa R… entiendeinvitarla.

—Estonodependedeella—concluyófríamentemimarido,ysemarchó.

Yo pude notar que estaba más agitado que de costumbre, lo cual memolestó,ynodiningunarespuestaamiprima.Tanprontocomoéstasehubomarchado, fui al encuentro demimarido. Se paseaba nerviosamente por lahabitación, en todas direcciones, y no me vio ni me oyó cuando entré depuntillas.

«SeacuerdadesuqueridacasadeNikolski—penséalverle—;recuerdaelcafédelamañanaenelluminososalón,loscampesinos,laveladaenlasalayla misteriosa cena de la noche. Yo daría todos los bailes del mundo y loscumplidosde todos los príncipes para volver a hallar su alegre animaciónysusdulcescaricias».

Medisponíasimplementeadecirlequéno iríaa la fiesta,yqueno teníadeseos de semejante cosa, cuando de pronto se volvió hacia mí. Al vermefrunció las cejas, y la expresión suavemente meditabunda de su fisonomíacambióporcompleto.Denuevonotéensurostrolashuellasdeunasagacidad

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penetrante y de una calma protectora. No quería dejar entrever la simplenaturaleza humana; pretendía seguir siendo para mí el semidiós sobre unpedestal.

—¿Quétienes,amigamía?—mepreguntó,girandolacabezanegligenteypacíficamente.

Norespondí.Provocabamidespechoqueseocultarademíynoquisieraseramisojostalcomoyoleamaba.

—¿Quisierasasistiralafiestadelsábado?—preguntó.

—Teníadeseosdeir—lerespondí—,peronopuedeser.Además,yaestátodoenlasmaletas—añadí.

Jamásmehabíamirado tan fríamente; jamásmehabíahabladocon tantafrialdad.

—No marcharemos antes del martes, y daré órdenes de deshacer losequipajes —repuso—; por lo tanto, no partiremos hasta que tú lo quieras.Hazmeelfavor,pues,deasistiraesafiesta.Yonomemarcharé.

Como siempre que le atormentaba alguna agitación, se paseó por laestanciaconpasosdesiguales,ysinmirarme.

—Decididamente no te comprendo —le dije, saliéndole al paso ysiguiéndole con la mirada—. ¿Por qué me hablas así? Estoy muy biendispuestaasacrificarteesteplacer,ytú,conunaironíadesconocidaparamí,meexigesquevaya.

—¡Ah,vamos!Tútesacrificas—acentuófuertementeestapalabra—,yyotambiénmesacrifico;¿paraquémás?Combatedegenerosidad.Aquítenemos,meparece,loquesepuedellamarlafelicidaddelafamilia.

Eralaprimeravezqueoíasalirdesubocapalabrastandurasyburlonas.Susarcasmonomellegabaalcorazón,ysudurezanomeespantó,perosemecontagiaron.¿Era,enefecto,él,siempretanenemigodelasfrasesennuestrasconversaciones, siempre tan franco y tan simple quienme hablaba de aquelmodo?¿Yporqué?Precisamenteporqueyohabíaqueridosacrificarmeparasatisfaccióntuya,porencimadelacualnopodíayovercosaalguna;puesenaquelmismoinstante,anteaquellaidea,habíacomprendidocuántoleamaba.Nuestrospapelessehallabancambiados;éleraquienhabíaabandonadotodafranquezaytodasimplicidad,yyoquienlashabíahallado.

—Estásmuycambiado—le-dije,suspirando—.¿Dequésoyculpableatusojos?Noesprecisamenteestafiestaloqueteindigna;debesdeteneralgunaquejademí.¿Porquénohablasconsinceridad?Hablaclaro,¿qué tienesencontramía?

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«Vamosaverloquedirá»—pensé,recopilandomisrecuerdosconsecretoagradodemímisma.«Notienederechoareprocharmenadapormiconductadeesteinvierno».

Mesituéenmediodelaestanciaparaquesevieraobligadoapasarjuntoamí,yhubierademirarme.Medecía:«seacercará,meabrazará,ytodohabráterminado».Estaideaatravesómiespíritu,ysinembargo,mepesóunpoconohaberpodidodemostrarlequeestabaenunerror.PeroSergiosedetuvoenunextremodelaestancia,ymirándome,dijo:

—¿Nolocomprendes?

—No.

—Pues…¿cómohededecírtelo?…Medahorror,porprimeravez,medahorrorloquesientoyloquenopuedodejardesentir.

Sedetuvo,espantadoevidentementedelarudaentonacióndesuvoz.

—¿Qué quieres decir? —pregunté, con los ojos llenos de lágrimas deindignación.

—Me horroriza la idea de que, habiéndote encontrado linda el príncipe,hayasqueridocorrerasuencuentro,olvidandoatumarido,olvidándotedetimismayde tudignidaddemujer; lejosdeesto,acabasdedecira tumaridoquequeríassacrificarte,queescomodecir:AgradaravuestraAltezaseríamimayorfelicidad,pero,gustosamente,lasacrifico.

Cuantomáshablaba,máselevabael tonodesuvoz,yestavoz resonabamordiente, dura, violenta.Nunca le había visto ni esperaba verle así; semeagolpó la sangre al corazón y tuve miedo, pero al mismo tiempo, elsentimientodeunavergüenza inmerecidaydeun amorpropioofendidometrastornabanprofundamente,ysentíadeseosdevengarmedeél.

—Hace mucho tiempo que aguardaba esta explosión —dije—; habla,habla.

—No sé lo que aguardabas—prosiguió—; yo podría aguardar algo peeraún,viéndote todos losdíasencenegarteenestebarro, enestaociosidad, enestelujo,enesteambienteestúpido;yyoaguardaba…Aguardabaloquehoymecubredevergüenzaymeembargadeundolorcomojamáshabíasentido;vergüenzademímismo, cuando tu amiga, hurgando enmi corazón con susmanossuciasdebarro,hahabladodeceles,ydemiscelos¿dequién?,deunhombre que ni yo ni tú conocemos. Y tú, como si lo hicieras adrede, noquieres comprender, quieres sacrificar, ¿qué? ¡Dios mío!… ¡Qué vergüenzaparati!¡Quévergüenzaporturebajamiento!¡Sacrificio!…—repitióaúncondolorosoacento.

«Heaquí,pues,laautoridaddeunmarido—pensé—.Ofenderyhumillara

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suesposa,quenoesculpableenlomásmínimo.Heaquíenquéconsistenlosderechosdelmarido;peroaestonomesometeréjamás».

—No,notesacrificonada—repliquéenvozalta,notandoquelasventanasdeminarizsedilatabandesmedidamente,yquelasangrehuíademirostro.Elsábadoiréalafiesta;¡yalocreoqueiré!

—¡Ydiviértetemucho!Peroentrenosotrostodohaacabado—exclamóenun acceso de ira que no pudo contener—.Almenos así nomemartirizarásmás.Yoeraunlococuando…

Perosuslabiostemblaban,yrealizóunvisibleesfuerzoparacontenerseynoacabardedecirloquehabíaempezado.

Enaquelmomento,letemíyleodié.Habríaqueridodecirlemuchascosasaún, y vengarme de todas sus injurias; pero si hubiese abierto la boca, nohabría podido contener las lágrimas y hubiera comprometido ante él midignidad. Salí de la estancia silenciosamente. Pero apenas dejé ce oír suspasos,mesobrecogiódeprontoelmiedoantelaideadeloqueacabábamosdehacer.Mepareció horrible que, tal vez para toda la vida, se hubiese roto ellazo que constituyó nuestra felicidad. Quise retroceder, pero ¿estaríasuficientementeapaciguadoparacomprendermecuando leofreciera lamanosindecirlenadaymirándolealosojos?¿Comprenderíamigenerosidad?¿Ysicalificaradeficciónmidolorsincero?¿Nomedaríasuperdónconorgullosatranquilidad?¿Yporquémehabíaofendidohastatalpunto,amí,quetantoleamaba?

No fui a suhabitación, sinoa lamía, dondepermanecímucho rato sola,sentada y llorando, recordando con horror todas las palabras de la últimaconversación, substituyendo imaginariamente otras palabras, y añadiendootras mejores; luego me acordaba de nuevo de lo que había ocurrido, contemor,mezclado con el sentimientodemiultraje.Cuandopor la tarde fui atomar el té y en presencia de C… que se encontraba en casa, me hallé denuevofrenteamimarido,comprendíquedesdeaqueldíasehabíaabiertounabismoentrenosotros.C…mepreguntócuándonosmarcharíamos;yonolerespondí.

—Elmartes—replicómimarido.Me asusté del sonido de aquella voz,cuyo tono parecía, sin embargo, el de costumbre, ymiré tímidamente amiesposo. Sus ojos se clavaron en mi semblante; su mirada estaba llena demaliciaydeironía,ysuacentoeramesuradoyfrío.

—Sí—contesté.

Por la noche, cuando estuvimos solos, seme acercó, y ofreciéndome lamanodijo:

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—Olvidaloquetehedicho,teloruego.

Cogíaquellamano;una sonrisaheladacontrajomi rostro,y las lágrimaspugnaronporescapardemisojos;peroSergio,retirandolamano,ycomositemieraunaescena sentimental, se sentóenunabutacadistantedemí:«¿Esposible que aún se figure tener razón?», pensé;mis labios se entreabríanyaparadarunaexplicacióncordialypedirquenofuéramosalafiesta.

—Precisaescribiramamáquehemosaplazadolapartida—dijo—;delocontrarioseinquietaría.

—¿Ycuándopiensaspartir?—pregunté.

—Elmartes,despuésdelbaile.

—Esperoquenoseráenmiobsequio—dijemirándolealosojos;perosusojosmemirarontambién,ynomedijeronnada,comoarrastradoslejosdemípor una fuerza secreta. Su rostro me pareció de pronto envejecido y deexpresióndesagradable.

Fuimosalafiesta,y,enapariencianuestrasrelacioneshabíanvueltoasetnormalesyafectuosas;peroenelfondo,estasrelacioneseranmuydistinta:deantes.

En la fiesta, me hallaba yo sentada en un círculo formado por variasseñorascuandoelpríncipesemeacercó,hubedelevantarmeparahablarle.Encuanto estuve de pie, busqué involuntariamente los ojos de mi marido, yobservéquememirabadesdeelotroextremodelasala;luegosevolvió.Enseguidame invadió tanta vergüenza y dolor, que experimenté una turbaciónenfermiza,ysentícómomisemblanteenrojecíahastaelcuelloante losojosdelpríncipe,perohubedequedarmeallí,yoír loquemedecíamientrasmeexaminaba de pies a cabeza. Nuestra conversación no fue larga; no habíaningún asiento desocupado para que pudiera sentarse junto a mí, yseguramentecomprendióquemesentíaviolentaasulado.

Hablamos del último baile, del sitio donde había, pasado yo el verano yotrascosassinimportancia.Alsepararnos,manifestósudeseodeconoceramimarido, y pronto observé cómo se encontraban y se ponían a hablar en unextremodelsalón.Probablementeelpríncipelehablódemí,porquesonrióydirigiólavistaadondeyomeencontraba.

Mimaridoenrojecióenseguida,saludóprofundamenteyfueelprimeroendejaralpríncipe.Yo tambiénmeruboricé,ymeavergoncéde la ideaqueelpríncipehabríadebidoconcebiracercademimarido.Pareciómeque todoelmundohabíanotadomitimidezymiembarazodurantemiconversaciónconelpríncipe,asícomosusingulardistinción.«SabeDios—medecía—cómosehabrá podido interpretar; ¿no se sabrá, por casualidad, la discusión que he

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tenidoconmimarido?».

Miprimameacompañóacasa,yduranteel trayectohablamosdeél.Nopudedejardecontarletodoloocurridoentrenosotrosconmotivodeaquelladesgraciadafiesta.Miprimametranquilizó,diciéndomequeestoeraunadelas frecuentes rencillas que nada significaban, y que no dejaban rastro.Describiéndomedesdesupuntodevistaelcarácterdemimarido,medijoqueloencontrabamuypococomunicativoymuyorgulloso;estuvedeacuerdoconella, y después de esto, creí comprender mejor su carácter y hastacomprenderloconmáscalma.

Peroenseguida,cuandomimaridoyyovolvimosahallarnosunojuntoalotro, el juicio que de él había hecho me pareció un verdadero crimen quepesaba en mi conciencia, y sentí que el abismo abierto entre él y yo seensanchabamisymás.

A partir de aquel día, nuestra vida y nuestras relaciones registraron uncambio completo.Estar losdos solosyanonosparecía tan agradable comoantes.Había cuestiones de las cuales evitábamos tratar, y nos resultabamásfácil hablar en presencia de una tercera persona que a solas. Cuando en laconversaciónsehacíalamásligerareferencia,fuesealavidadelcampo,fuesea un baile, parecía que una especie de fuegos fatuos danzaran ante nuestrosojos, y nos sentíamos embarazados tan sólo de mirarnos. Ambos creíamoscomprenderhastaquépuntonosseparabaelabismo,y temíamosacercamos.Yoestabaconvencidadequeéleraorgullosoyarrebatado,yquemeprecisabasermuycircunspectaparanoherirsususceptibilidad,yélestabapersuadidodequeyonopodíavivirlejosdelavidadelgranmundo,queladelcamponome convenía, y que debía resignarse a esta desgraciada inclinación.Evitábamos también,cadaunopornuestracuenta, todaconversacióndirectaacercadeestos temas,ynos juzgábamosmutuamenteconabsoluta falsedad.Hacía ya tiempo que ante nuestros propios ojos, habíamos dejado de serrespectivamente los seres más perfectos del mundo, y establecido, por elcontrario,recíprocascomparacionesconquienesnosrodeaban.

CAPÍTULOVIII

Caíenfermaantesdelviaje,yenvezdeirnosalcampo,nosinstalamosenun chalet, de donde partió mi marido para ir él solo a visitar a su madre.Cuandosemarchó,yomehallabayasuficientementerestablecidaparapoderacompañarle;peroélmerogóquemequedara,comositemierapormisalud.Comprendíqueenel fondo,noerapormi saludque temía, sinoqueestabaconvencidodequenoseríabuenaparanosotroslapermanenciaenelcampo.

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Noinsistímucho,ymequedé.Enverdad,sinélmeencontréenelvacíoyenel aislamiento; pero cuando regresó, me di cuenta de que su presencia noañadíaamividaloqueenotrotiempolehabíallevado.

La alegre intimidad de antes, cuando todos los pensamientos, todas lassensaciones, me oprimían como un crimen si no se las había comunicado;cuando todas sus acciones, todas sus palabras me parecían modelos deperfección;cuandolaalegríanoshacíareírdecualquiercosa,sóloalmirarnosuno al otro; aquella intimidad había desaparecido tan insensiblemente, quenosotrosmismosnonosdábamoscuentadesemejantemetamorfosis.

Enelfondo,cadaUnoteníaocios,ocupacioneseinteresesseparadosquenointentábamosvivirencomún.Habíamoscesadodeexperimentarturbaciónalguna de vivir de este modo, en mundos completamente distintos,enteramenteextrañoselunoparaelotro.Nosacostumbramosaestaidea,yalcabo de un año había desaparecido todo azoramiento mutuo cuando nosmirábamos. Sus accesos de alegría, sus niñerías, habían desaparecidocompletamente,ytambiénhabíadesaparecidoaquellaindulgenteindiferenciahacia todas las cosas contra las que antes me había rebelado; no habíasobrevividonadadeaquellamiradaprofundadeotrotiempo,quemeturbabaala par que me regocijaba; cesaron también aquellas plegarias, aquellostransportesque tantonosplacíacompartir,y llegamos inclusoavernosmuypoco.Sergioestabaconstantementedeviaje,yyonotemíanimelamentabade quedarme sola; por mi parte, me había lanzado al torbellino de la vidasocial del granmundo, sin experimentar en lomásmínimo la necesidad deexhibirmeconél.

Entre nosotros no se producían escenas ni discusiones. Esforzábame ensatisfacerle, y él cumplimentaba todos mis deseos. Habríase dicho queseguíamosamándonosunoaotro.

Cuandonosencontrábamosasolas,cosaque,porotraparte,nosucedíaamenudo,noexperimentabaasuladonijúbilo,niagitación,niembarazo,comosimehallarasolaconmispensamientos.Sabíamuybienquequiensehallabajuntoamínoeraningúnadvenedizo,ningúndesconocido, sinoalcontrario,unhombreexcelente,mimarido,enfin,aquienconocíatanbiencomoamímisma.Estaba convencidade saberde antemano loque iba ahacerodecir,todasumaneradever,ycuandoactuabaopensabadistintamentedecomoyoesperaba,parecíamesimplementequemehabíaequivocado.Porotraparte,noesperabanadadeél.Enunapalabra:eramimaridoynadamás.Parecíamequelas cosas eran así y debían serlo; que no podían existir, y que de hecho nohabíanexistidonuncaotrasrelacionesentrenosotros.

Cuandoseausentaba,sobretodoalprincipio,experimentaba,noobstante,losefectosdeunaterriblesoledad,yhallábamelejosdeélcuandocreíasentir

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aúnconfuerza todoelvalordesuayuda.Alverle regresar,mecolgabaconalborozodesucuello;peroapenastranscurridasdoshoras,habíaolvidadoyaesta alegría y no atinaba a decirle nada. En estos cortos instantes, en querenacíaentrenosotrosunaternuraapacibleytemplada,meparecíaquenoeraaquelloloquetanpoderosamentellenaramialma,ycreíaleerensusojoslamismaimpresión.Comprendíacómoenaquellaternurahabíaunlímite,queniél ni yo queríamos franquear. A veces, esto me producía accesos demelancolía,peronoteníatiempoparapensarseriamenteensuscausas,ymeesforzaba en olvidar esta melancolía mediante una gran diversidad dedistracciones, de las cuales acaso no me daba perfecta cuenta, pero queconstantementesemeofrecían.Lavidadesociedad,queenunprincipiomeaturdieraconsuesplendorycon la satisfacciónquedabaamiamorpropio,dominóprontotodasmisinclinaciones,llegandoaserunacostumbrequemesubyugaba, y ocupando enmi alma todo el espacio destinado a albergar elsentimiento.Procurabatambiénnoquedarmesolaconmimismapormiedoaprofundizar demasiadomi situación. Todomi tiempo, desde por la mañanatempranohastaaltashorasdelanoche,nomepertenecía,estabacomopresa,ymeparecíaquesiemprehabíadeserasí.

De este modo transcurrieron tres años, y nuestras relaciones siguieronsiendo las mismas, como inmovilizadas, fijadas, y como si no pudieranmejorar ni empeorar. En el curso de estos tres años, dos importantesacontecimientoshabían sobrevividoenel senodenuestra familia,peroni eluno ni el otro habían producido cambio alguno en nuestra existencia. Estosacontecimientosfueronelnacimientodemiprimerhijo,ylamuertedeTatianaSemenovna. En un principio, el sentimiento maternal me invadió con talfuerza, y se apoderó de mí un transporte tan inesperado, que llegué afigurarmequeempezabaparamíunanuevavida;peroa losdosmeses,estesentimiento,enprogresivadecadencia,acabónosiendomásqueel simpleyfríocumplimientodeundeber.Mimarido,encambio,desdeelnacimientodelprimerhijohabíavueltoaserelhombredeantes,dulce,pacífico,apegadoalhogar,yhabíadadoasuhijotodasuantiguaternuraytodasualegría.

A menudo, cuando, antes de salir, yo entraba en traje de noche en lahabitación del niño para darle la bendición nocturna, encontraba a SergioMikailovitchjuntoalacamitaycreíaleerunemiradadereproche,unamiradasevera y atenta que parecía reconvenirme y me sentía avergonzada. Meaterrabamiindiferenciapormipropiohijo,ymepreguntaba:«¿Serépeorquelas otras mujeres? Más, ¿qué debo hacer? —pensaba—. Amo a mi hijo,ciertamente,pero,sinembargo,nopuedopermanecersentadaasuladodíasydías; esto me aburriría, y en cuanto a fingir, no lo quisiera por nada delmundo».

La muerte de su madre causó profunda pena a SergioMikailovitch. Le

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resultaríamuydoloroso,afirmaba,vivirsinellaenNikolski.

Aun cuando yo lo sentímucho y participé en la pena demimarido,mehabría sido más agradable y mucho más descansado vivir en el campo.Habíamospasadoenlacapitallamayorpartedeestostresaños.Sóloenunaocasiónpasédosmesesseguidosenelcampo;yel tercerañonos fuimosalextranjero.

Pasamos el verano en un balneario. Tenía yo entonces veintiún años.Nuestrafortuna,pensaba,hallábaseenestadofloreciente;delavidadefamilianoesperabanadamásdeloqueyamehabíadado;parecíameserqueridaporcuantosmeconocían;misaluderaexcelente;misvestidos,losmáselegantes;sabíaqueeralinda;eltiempoerasoberbio;meenvolvíanoséquéatmósferadebellezaydeelegancia,ytodomeparecíaalegreenextremo.Noobstante,nome sentía contenta como lleguéa estarlo enNikolski, cuandohallabamifelicidadenmímisma,cuandoerafelizporquemerecíaserlo;cuandomidichaeragrande,perosusceptibledeaumentaraún.Ahoranoeralomismo,aunqueaquelveranonoresultabamenosbueno.No teníanadaquedesear,nadaqueesperar,nadaquetemer:mivida,alparecer,hallábaseentodasuplenitud,yfigurábametambiénquemiconcienciaestabatranquila.

Entrelosjóvenesquebrillabanenaquellaestaciónbalnearia,nohabíaunsolo hombre que pudiera distinguirse en cualquier cosa de los demás, ni elviejo príncipe K…, nuestro embajador, que me hacía la corte con algunainsistencia.Elunoeramuyjoven;elotrodemasiadoviejo;eluno,uninglésdecabello rubio; otro un francés barbudo; todos me resultaban perfectamenteindiferentes,pero,alpropio tiempo,meeran indispensables.Consus rostrosinsignificantes,pertenecíanaaquellaatmósferaelegantedelavidaenquemehallaba sumergida.Había, empero, entre ellos, elmarqués italianoD…,queme llamó la atención más que los otros por la forma atrevida con queexteriorizóelentusiasmoqueyoleinspirara.Nodejóperderningunaocasióndehallarseconmigo,debailar,demontarjuntosacaballo,ydeiralcasino,yme decía continuamente que yo era hermosa. A veces, desde la ventana, leveíarondarnuestracasa,yamenudoladesagradableasiduidaddelasmiradasquemelanzabansusojoscentelleantes,mehabíahechoruborizaryvolverlacara,avergonzada.

Era joven, de buena presencia, elegante, y lo más notable es que en susonrisa,yenciertaexpresióndesufrente,separecíaamimarido.

Meimpresionótalsemejanza,pormásquesediferenciabanenelconjunto,enlaboca,enlamirada,enlaformaalargadadesumentón,yqueenlugardelencanto que comunicaba a mi marido la expresión de una bondad y calmaideales,aquélteníaalgodegroseroycasidebestial.Mefiguréquemeamabaapasionadamente; a veces pensaba en él con orgullosa compasión. Intenté

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calmarlo,llevarloaloslímitesdeUnaposibleconfianzamedioamistosa.Peroélrehusómistentativasenlaformamásdecisivaypersistió,muyapesarmío,en turbarme con las manifestaciones de una pasión, muda aún, pero queamenazabahacerexplosiónacadainstante.Aunquenomeloconfesaba,temíaa aquel hombre y, en cierta manera contra mi propia voluntad, pensaba amenudoenél.Mimaridolehabíaconocido,einclusollegóaintimarmásconél que con las otras relaciones que teníamos, ante las cuales, se limitabasimplemente a ser el esposo de su mujer, mostrándose frío y altivo porañadidura.Hacia fines de la temporada de baños, estuve algo indispuesta, ydurantedossemanasnosalídecasa.

Cuando,despuésdelaenfermedad,salíunatardeporprimeravezparairalconcierto,meenterédequedurantemi reclusión,había llegado ladyC…,aquienseesperabadesdehacíatiempo,yqueteníamuchafamaporsubelleza.Alrededormíoseformóuncírculodepersonasquemetributaronunaalegreacogida; peroun círculomásnumeroso aún se agrupó en tornode la reciénllegadabelleza,Amiladonosehablabasinodeellaydesuhermosura.Melamostraron; era, en efecto, muy seductora, pero me impresionódesfavorablementelasuficienciaquerevelabansusrasgos,yasílomanifesté.Aqueldía, todoloquehastaentoncesmehabíaparecidotanalegremellenódeaburrimiento.Aldíasiguiente,ladyC…organizóunaexcursiónalcastillo,alacualrenuncié.Nadiepermanecióamilado,ydecididamentetodocambióde aspecto ante mis ojos. En aquel momento me pareció todo estúpido yfastidioso,cosasyhombres;sentíaganasdellorar,determinarcuantoanteslacura y regresar a Rusia. En el fondo de mi alma habíase deslizado unsentimientomalsano,queyonoosabaconfesarme;salíamuyraramente,solaydemañana,abeberlasaguasoadarunpaseoporlosalrededoresconL.M.,una de mis compatriotas. Mi marido no estaba entonces conmigo, habíasemarchadounosdíasantesaHeidelberg,dondeesperabalaterminacióndemicurapararegresarenseguidaaRusia,ynoveníaavermemásquedetardeentarde.

Undía,ladyC…invitóatodalasociedadaunaexcursión,ypornuestraparte,L.M…yyofuimosdespuésdecomeralcastillo.Mientrasseguíamosalpaso de nuestro coche el tortuoso camino que serpenteaba entre hileras decastaños seculares, a través de los cuales veíanse a lo lejos los deliciosos yelegantescontornosdeBadén,bajo lospostreros rayosdel solponiente,nospusimosahablarseriamentedeloqueenlavidanoshabíaocurrido.L.M…,aquienconocíadeantiguo,semeaparecióporprimeravezbajoelaspectodeunamujerhermosayespiritual,conquiensepodíahablardetodoyloquelasociedad ofrecía de atractivo. La conversación recayó sobre la familia, loshijos, la vida tan vacua que se llevaba en el lugar donde nos hallábamos,nuestrodeseodevolveraencontramosenRusia,enelcampo,ydepronto,noséquéimpresióndulceytristeseapoderódenosotras.Fuebajolainfluencia

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de estos sentimientos graves que llegamos al castillo. Detrás de los murosreinabanlasombraylafrescura;enlacimadelasruinassequebrabanaúnlosrayosdelsol,yelmásligeroruidodelospasosydelasvocesresonababajolas bóvedas. A través de la puerta se abría, como en un marco, el cuadronaturaldelpaisajedeBadén,encantadory,noobstante,fríoparanuestrosojosrusos.

Estábamossentadasdescantando,ycontemplábamosensilenciolapuestadelsol.Seoyeronunasvocesconciertadistinción,ymepareciócomprenderque alguien pronunciaba mi nombre de familia. Presté oído atento, einvoluntariamente percibí con claridad algunas frases. Las voces me eranconocidas: la delmarquésD…,y la del francés, su amigo, a quien tambiénconocía.HablabandemíydeladyC…Elfrancésnoscomparabaalasdosyanalizaba labellezadecadaunodenosotras.Nodecíanadaofensivo,masapesar de ello, la sangre seme agolpó en el corazón cuandooí sus palabras.Explicabadetalladamente loquehallabadebueno,yaenmíyaen ladyC…De mí, que ya tenía un hijo, de lady C…, que tenía diecinueve años ¡lastrenzasdemiscabelloseranmuybellas,peroencambiolasdeladyC…eranmás graciosas.LadyC…eramás gran señora, «mientras que la otra» decíahablandodemí,«esunadeaquellasprincesitasrusasquetanamenudohacensuapariciónporaquí».Acabódiciendoqueyohacíamuybienennotratardeluchar contra lady C…… pues de lo contrario hallaría definitivamente enBadénmipropiatumba.

—Mesabríamal.

—Amenosquenoquieraconsolarseconnosotros—añadióirónicamenteelfrancésconunarisaguasonaycruel.

—Sisemarchara,laseguiría—dijogroseramentelavozdeacentoitaliano.

—Feliz mortal! ¡Aún puede amar! —repuso su interlocutor en tono deburla.

—¿Amar?—prosiguióel italiano,ysedetuvounmomento—.Nopuedovivir sin amar;Sin amornohayvida.Convertir la vida enunanovela: sóloestovalelapena.Yminovelanosecortanuncaporelcentro;ésta,comolasotras,hadellegarasufin.

—Buenasuerte,amigomío—repusoelfrancés.

Nooínadamás,porquepasarondetrásdeunángulodelmuro,yprontosuspasosseperdieronhaciaotrolado.Bajaronlaescalera,yalospocosminutossalieronporunapuerta lateral, yquedaronmuy sorprendidosdevernos.MeruboricécuandoelmarquésD…semeacercó,ymeespantécuandoalsalirdelcastillomeofrecióelbrazo.Nopudenegarmeaaceptarlo,yandandotrasdeL.M.queibaconelamigodelmarqués,nosdirigimosalcoche.Yoestaba

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ofendidaporloqueelfrancéshabíadichodemí,sibienensecretoreconocíaque había dado nombre a lo que yo misma sentía; pero las palabras delmarquésmehabían confundidoy sublevadopor sugrosería.Torturábame laideadehaberoídoaquellaspalabras,yalpropiotiempoyanoteníamiedodeél. Me disgustaba sentirle tan cerca de mí; sin mirarle, sin responderle, yesforzándomeennooírsuspalabras,caminabaprecipitadamentedetrásdeL.M…ydelfrancés.

El elegantemarquésmedecía no sé qué acerca de la belleza de la vida,acercadelainesperadafelicidaddehabermeencontradoynosécuántascosasmás;peroyonoleescuchaba.Pensabaenmimarido,enmihijo,enRusia;meoprimíanlavergüenza,lapiedad,eldeseodeapresuraraúnmásmiregresoacasa y de hallarme en mi solitaria habitación del hotel de Badén, a fin dereflexionarenlibertadacercadeloquedesdehacíaunmomentoseagitabaenmi alma. Pero L.M… andaba despacio; había un buen trecho aún hasta lacarretera,semeantojóquemiparejaacortabaelpasoobstinadamente,comositratabadequedarsea solasconmigo.«Estonopuedeser»,medije,ydecidíandar a pasomás vivo.Pero elmarquésme contuvode unamanera que nodejabalugaradudas,ymeoprimióelbrazo.EnestemomentoL.M…diolavuelta a un recodo del camino, y quedamos completamente solos. Mesobrecogióintensotemor.

—Dispérseme—ledijeconmuchafrialdad,yquiseretirarmibrazo;peroel encaje de la manga se enganchó en uno de sus botones. Entonces,inclinándose hacia mí, se puso a desengancharla, y sus dedos, sin guantes,tocaronmibrazo.Unsentimientonuevo,quenoeradeterrornidegozo,hizoqueunescalofríorecorrieramiespalda.Lemiréalpropiotiempo,paraquemifríamiradaexpresasetodoelmenosprecioquemeinspiraba;peroestamirada,alparecer,noexpresóeste sentimiento, sinoelde terrorydeagitación.Susojosardientesyhúmedos,clavadosenmí,memirabanconpasión;susmanoscogíanlasmíasporlamuñeca;suslabiosdijeronquemeamaba,queyoleeratodoparaél,ysusmanosmeoprimieronconmásfuerza.Sentícomofuegoenmis venas; los ojos se me nublaron, temblé, y las palabras con que habríaqueridodetenerleseanudaronenmigarganta.Deprontosentíunbesoenlamejilla,yentonces,trémulayhelada,permanecíinmóvilylemiré.Sinfuerzasparahablarniparaobrar,dominadaporunprofundoterror,esperabaydeseabaDiossabequé.

Esto duró sólo un instante. Pero este instante fue terrible. En aquelmomentolovitalcomoera;analicésusemblantedeunasolamirada:lafrenteestrecha y baja, la nariz derecha y correcta, con las ventanas dilatadas, elbigoteylabarbafinosybrillantes;lasmejillascuidadosamenteafeitadas,yelcuello impecable. ¡Le aborrecía y le temía; era un extraño pera mí y, noobstante,enaquellosmomentos,conquéfuerzaresonabanenmílaturbación

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ylapasióndeaquelhombreaborrecible,deaquelextraño!

—¡Laamo!—murmuróconaquellavoztansemejantealademimarido.

Enelactomismorecordéaésteyamihijo;semeaparecieroncomoseresqueridísimos que hubiesen existido en otro tiempo, y para los cuales todohubieraterminado.Depronto,desdedetrásdeunrecododelcamino,seoyólavozdeL.M…quemellamaba.Recobrémiánimo;arranquémimanodelassuyassinmirarle,yescapécomoquiendiceareunirmeconL.M…Subimosalcoche,ysóloentonceslelancéunamirada.Elmarquéssequitóelsombreroymedijoalgo,sonriendo.Nosospechólainexpresabletorturaquemeafligíaenaquelmomento.

¡Quédesgraciadameparecíalavida,quésombríoelporvenir!L.M…mehabló, pero no comprendía nada de lo que me decía. Figuróseme que mehablabasóloporcompasión,paradisimularelmenosprecioque le inspiraba.Encadaunadesuspalabras,encadaunadesusmiradas,creíapercibirestemenosprecioyestacompasiónultrajantes.

Elbesoabrasabaaúnmismejillasconescocedoravergüenza,yelrecuerdode mi marido y de mi hijo me resultaba insoportable. Una vez sola en miestancia, esperaba poder meditar acerca de mi situación; pero me parecióaterradoralaideadequedarmesola.Notoméeltéquemetrajeron,ysinsaberyomismaporqué,congranapresuramientodecidímarcharmeaquellamismatardeenel trendeHeidelberg,parareunirmeconmimarido.Cuandoestuveinstaladaconmidoncellaeneldesiertovagón,cuandolamáquinasepusoenmovimiento, ymientras respiraba el aire fresco por las ventanillas abiertas,empecéarecobrarmeyarepresentarmeconmayorclaríndadmipasadoymiporvenir.Todamividadematrimonio,desdeeldíaenquenosmarchamosaSan Petersburgo, se me apareció de pronto bajo una nueva luz y llenó dereprochesmiconciencia.

Porprimeravezrecordévivamenteloscomienzosdenuestraexistenciaenel campo; mis planes, y por primera vez esta pregunta se formuló en miespíritu.¿Quéhashechoporsufelicidad?,ymesentículpablehaciaél.Peromedijetambién,¿porquénomeharetenidoatiempo;porquédisimularantemí; por qué evitar toda explicación; por qué ofenderme? ¿Por qué no usabaconmigoelpoderdesuamor?¿Acasoyanomeamaba?Perofueseélculpableo no, el beso de aquel extraño no quedaría por ello menos grabado en mimejilla,ymeparecíaaúnsentirlo.CuantomásmeaproximabaaHeidelberg,másclarasemeofrecíala imagendemimarido,ymásterriblela inminenteespera de volverle a ver. Se lo diría todo, todo; inundaríamis ojos con laslágrimas del arrepentimiento, pensaba, yme perdonaría. Pero yomisma nosabía lo que era aquel «todo» que había de decirle, y no estaba muyconvencidadequemeperdonase.Así,pues,desdequeentréenlahabitación

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demimaridoyvisurostrotansereno,aunquesorprendido,nomesentíyaencondicionesdedecirlenada,deconfesarlenada,nidesuplicarleelperdón.Unindeciblepesaryunprofundoarrepentimientogravitabansobremí.

—¿Qué idea te ha dado? —dijo—. Yo pensaba ir a reunirme contigomañana.—Peroalexaminarmedemáscercasemostrócasiasustado—.¿Quétienes?¿Quétepasa?—prosiguió.

—Nada—respondí, conteniendomis lágrimas con gran dificultad—.Hevenidosinmásnimás.MarchémonosaRusia,sipuedesermañana.

Sergioquedóunbuenratoensilencio,observándomeconatención.

—Vamos,cuéntame,¿quétehaocurrido?—dijoporfin.

Meruboricéinvoluntariamente,ybajélosojos.Enlossuyosbrillabanoséqué presentimiento de ultraje y de ira. Tuvemiedo de las ideas que podíanasaltarlo,yconunpoderosoesfuerzodedisimulo,delqueyomismanomehabríacreídocapaz,meapresuréacontestarconnaturalidad:

—Nomehaocurridonada;sóloquemehanvencidoelaburrimientoylatristeza.Estabasola,yhepensadomuchoen tiyennuestrogénerodevida.¡Cuánto tiempo hace que soy culpable contigo! Después de esto, puedesllevarmeadondequieras.Sí,hacemuchotiempoquesoyculpablecontigo—repetía, y de nuevo las lágrimas se escapaban demis ojos—. ¡Volvamos alcampo!—exclamé—.¡Yparasiempre!

—¡Ah, querida! Ahórrate estas escenas sentimentales —dijo Sergiofríamente—.Que tevayasalcampoestámuybien,porquenosencontramosunpocojustosdedinero:peroqueseaparasiempre,estoesunaquimera.Sémuybienquenopuedespermanecermuchotiempoenelcampo.Vamos;tomauna taza de té; te sentará bien —concluyó, levantándose para llamar a lacriada.

Me imaginé lo que sin duda pensaba demí, yme sentí ofendida de lasideasquecreíaleerenlamiradallenadedesconfianzaydevergüenzaquemedirigió.¡No,noquierenipuedecomprenderme!Ledijequeibaaveralniño,yledejé.Ansiabaestarsolaypoderllorar,llorar,llorar…

CAPÍTULOIX

NuestracasadeNikolski,tantotiempodesiertayfría,volvióarevivir,maslo que no revivió fue lo que allí había existido: la madre de Sergio ya noestaba;quedábamossolos,unofrentealotroy,ahora,nosolamentelasoledadnoerayaloquenoshubieraconvenido,sinoquesignificabauntormentopara

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nosotros. El invierno transcurrió muy malo para mí, puesto que estuveenfermaynomerestablecíhastadespuésdenacermisegundohijo.

Lasrelacionesconmimaridoseguíansiendolasdeunafríaamistad,comodesdelostiemposdenuestraestanciaenSanPetersburgo;peroenelcampo,elsol,lasparedes,losmuebles,merecordabanloqueélhabíasidoparamí,yloqueyoperdiera.Entrenosotroshabíacomounaofensanoperdonada:habríasedichoquequeríacastigarmeporalgunacosa,yquesimulabanodarsecuentadeello.¿Cómopedirperdónsinsaberdequéculpa?Mecastigabaúnicamenteno entregándose a mí por completo, no ofreciéndome su alma, como entiempospasados;peroanadienienningunacircunstancianoentregabaestaalma suya, cual si careciera de ella. A veces, seme ocurría la idea de quefingía ser de aquella manera sólo para atormentarme, y que en él seguíaviviendoelmismosentimientodeantes;entoncesmeesforzabaenprovocarlopara que lo manifestara, pero él eludía siempre toda franca explicación.Habríasedichoquemesospechabacapazdedisimular,yquerehuíacomounaridiculez todamanifestación de sensibilidad. Susmiradas y su aire parecíandecir: «Lo sé todo; no has de explicarme nada; todo lo que tú quierasconfesarme,losé;séquehablasdeunamanerayobrasdeotra».Alprincipiome ofendía el temor que manifestaba a ser franco conmigo; después meacostumbré a la idea de que en él no era un defecto de franqueza, sino laausenciadeunanecesidaddefranqueza.

Amivez, la lenguayanohabría sido capazdedecirle espontáneamenteque le amaba, o de pedirle que leyera conmigo las oraciones, o de llamarlecuandoyointerpretabaalgunapiezademúsicaSentíaseinclusoentrenosotros,algocomounatácitafijacióndeciertasreglasdeconveniencia.Vivíamoscadauno por nuestro lado: él, con sus ocupaciones en las cuales yo no teníanecesidadnideseodetomarparte;yo,conmiociosidad,quenolelastimabanileafligíacomoenotrostiempos.Encuantoaloshijos,eranaúndemasiadopequeñosparaquepudiesenservirdelazoentrenosotros.

Yasí llegó laprimavera.MachaySoniavinieronapasarelveranoenelcampo; se iniciaron reparaciones en nuestra casa de Nikolski, y fuimos aestablecemosenPokrovski.Aquéllaseguíasiendonuestraviejamorada,consuterraza,susalitadefiestas,ysupianoenelfondodelluminososalón;miantiguodormitorio, con susblancoscortinajesymis ilusionesdemuchacha,que parecían haber quedado olvidadas allí. En aquella habitación había doscamas: una que fue mía, y en la cual por las noches iba a bendecir almofletudo Kokocha que jugaba con sus piececitos; y otra cama donde seentreveíalacaritadeVasikaentresuspañales.Despuésdehaberlosbendecido,me quedaba a menudo en aquella habitación tan apacible; y de pronto, detodos los rincones de las paredes, del fondo de los cortinajes, alzábanseolvidadasvisionesdemi juventud,yempezabanarepetirse losestribillosde

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cancionesinfantiles.¿Quéhabíasidodeaquellasvisiones?¿Quéhabíasidodeaquellasgraciosasydulcescanciones?;todocuantoapenasmehabíaatrevidoaesperar,habíasecumplido.Mismásconfusasycomplicadasquimerashabíanllegadoaserrealidad,yeraaquellamismarealidadlaquehacíamividatanpesada, tan difícil, tan desprovista de alegrías. Y, no obstante, ¿no seguíansiendo las cosas iguales amí alrededor? ¿Acasono es éste el jardín que yoveíadesde laventana, estami terraza, estosmismos senderos, estosmismosbancos?Allá sobre el barranco, los cantos de los ruiseñores parecían seguirsurgiendodelasaguasdelestanque,ysinembargo,¡todoeratanterriblementecambiadoparamí,cambiadomásalládeloposible!

Comoenlosviejos tiempos,seguíamoshablandopacíficamenteMachayyo,sentadasenelsalón,yhablábamosdeél.PeroMachafruncelascejas;surostro se pone amarillo; sus ojos no brillan de contento y de esperanza;expresanunatristezaafínycasicompasiva.Yanonosextasiamoshablandodeél:ahoralojuzgamos;yanonosadmiramosdeladichaquenosembarga,nisentimos lanecesidaddeexplicara todoelmundo,comoantes, todo loquepensamos:comounosconspiradores,noshablamosunaaotraenvozbaja;porcentésima vez nos preguntamosmutuamente por qué todo es tan triste y hacambiado tanto.Sergioeselmismodesiempre;sóloelsurcoquedividíasufrente se ha hecho más hondo; su cabeza tiene las sienes más grises; y sumiradaatenta,profunda, continuamente rehuyendo lamía,hállaseempañadaporunanube.Yotambiénsigosiendolamisma;peroenmínohayniamornideseodeamar.Nimásnecesidaddetrabajo,nimássatisfaccióndemímisma.¡Quélejanoseimposiblesmeparecenhoymistransportesreligiososdeotrostiempos,miantiguoamorporél,yaquellaplenituddevidaqueexperimentaraal propio tiempo! Ahora ya no comprendía lo que entonces hallaba tanluminoso y verdadero: la dicha de vivir para los demás. ¿Por qué para losdemás,sinoqueríavivirniparamímisma?…

Durante la estancia en San Petersburgo abandoné completamente lamúsica,peroahora,elviejopiano,lasviejaspartituras,habíanmereavivadodenuevoelgustoporlamúsica.

Un día queme encontraba indispuesta, quedeme sola en casa;Macha ySonia se habían ido con Sergio a Nikolski para inspeccionar las obras. Lamesadeltéestabapuesta;yomehabíalevantadoy,esperándolos,mesentéalpiano.AbrílasonataQuasiunafantasía,ymepuseatocar.Noseveíanioíaalma viviente; las ventanas estaban abiertas sobre el jardín; los acentos tanconocidos,deunasolemnidadtristeypenetrante,resonabanenlasala.Acabéla primera parte, y de unamanera inconsciente, obedeciendo a una antiguacostumbre, miré al rincón donde él solía sentarse a escucharme. Pero noestaba:unasillaquedesdehacíamuchotiemponohabíasidomovidaocupabasolasurincónpredilecto;sobreelalféizardeunaventanaseveíaunamatade

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lilasdestacándosesobreunapuestaluminosa,yelfrescordelatardeentrabaporlasventanasabiertas.Meapoyéenelpiano;mecubríelrostroconlasdosmanos,yempecéasoñar.Permanecíasídurantelargorato,acordándome,condolor, del tiempo huido, irreparablemente desvanecido, y escudriñandotímidamentelostiemposvenideros.Perodeahoraenadelante,parecíamequenadaexistíaya,quenoesperabanideseabanadamás,«¿esposiblequehayasobrevividoatodoesto?»,pensaba,moviendolacabezaconhorror;yconelfin de olvidar y de no seguir pensandome puse a tocar, siempre elmismoandante.«¡Diosmío!»,decía,«perdónamesisoyculpable,odevuélvemetodoloquehermoseabamialma,oenséñamequédebohacer.¿Cómohedevivir?».

Sobre el césped que se extendía delante de la escalinata oyóse ruido deruedas; después, oí en la terraza pasos discretos que me eran familiares, yluegoelruidocesó.Peroyanoeraelsentimientoqueotrasvecesdespertabaenmíelruidodeaquellospasosfamiliares.Cuandohubeacabadolapieza,lospasos reanudaron su marcha detrás de mí, y una mano se apoyó sobre mihombro.

—¡Québuenaideahastenidodetocarestasonata!—exclamó.

Norespondí.

—¿Notomaselté?

Moví lacabezanegativamente, sinvolvermehaciaélparanodejarleverlashuellasdelaagitaciónquedominabaaúnmisemblante.

—Macha y Sonia llegarán en seguida; el caballo se ha espantado, yregresanapie,porlacarretera—añadió.

—Lasesperaremos—dijeypaséalaterraza,aguardandoquellegaranparaunirmeaellas;peroSergiopreguntóporlosniñosysefueaverlos.Unavezmás,supresencia,elsonidodesuvoz,tanbuena,tansimple,meconvencieronde que no estaba todo perdido paramí. «¿Quémás desear?», pensaba: «Esbuenoydulce;esunmaridoexcelente;padreexcelente,yyomismanoséloquemefalta».

Salíalbalcónymesentébajoeltoldodelaterraza,enelmismobancoenquemehallabasentadaeldíadenuestraexplicacióndecisiva.

El sol se acercaba a su ocaso; empezaba a oscurecer: una nube deprimaveraempañabaelcieloendondeseencendíayaelfuegodeunapequeñaestrella.Habíaamainadoelviento,ynosemovíaniunahojaniunahierba;eratanfuerteelolordelaslilasycerezos,quehabríasedichoquetodoelaireflorecía y se esparcía a ráfagas por el jardín y la terraza, debilitándose yreforzándosealternativamente,yproduciendodeseosdecerrarlosojos,denover ni escuchar nada, y de limitarse como única sensación a respirar aquel

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dulceperfume.Lasdaliasylasmatasderosales,sinhojastodavía,alineadasinmóviles en la tierra negra, con sus cuadros removidos, parecían levantarlentamentesuscabezasporencimadesuspulidospuntales.Porsuparte, losruiseñores se transmitían a lo lejos sus intermitentes cadencias, y se les oíavolarinquietosdeunsitioaotro.

En vano intentaba tranquilizarme; parecía que esperara y que desearaalgunacosa.

Sergiobajódelahabitación,ysesentóamilado.

—Meparecequelloverá—dijo—.YqueMachaySoniasemojarán.

—Sí—repuse.

Losdosquedamossilenciososdurantelargorato.

Entretanto,habiendocesadoelviento,lanubehabíaseguidodescendiendopoco a poco sobre nuestras cabezas; la naturaleza, más perfumada, másinmóvil, adquiría por momentos mayor calma: de pronto cayó una gota deagua,resonandoeneltoldodelaterraza,yotraseaplastósobrelosguijarrosdel sendero; finalmente, con un ruido de granizo que se precipitafuriosamente, sobrevino un chaparrón de gruesos goterones, que todo lorefrescaba, adquiriendo mayor violencia por momentos. Con esto, losruiseñores y las ranas suspendieron su concierto; sólo se oía el rumor de latorrentera,aunqueamortiguadoporel ruidode la lluvia;noobstante,aúnsedistinguíalanubeenelaire,yhabíanoséquépájaro,ocultosindudabajounarama de hojas secas, que no lejos de la terraza, lanzaba sus gorjeos con unritmosiempreigual,basadoendosnotasmonótonas.Sergioselevantó,comoconintencióndemarcharse.

—¿Adóndevas?—lepreguntédeteniéndole—.¡Seestátanbienaquí!

—Convienemandarlesparaguasychanclos.

—Noesnecesario;estopasaráenseguida.

Sergio accedió, y nos quedamos juntos cerca de la baranda del balcón.Apoyélamanosobreelantepechohúmedoyescurridizo,yasomélacabezaalexterior.Una lluvia frescameroció loscabellosyelcuelloconsalpicadurasirregulares.La nube, luminosa ya y cada vezmás clara, se deshizo en aguaencimadenosotros;alrumorregulardelalluviasucediómuyprontoeldelasgotasquecaíandelcieloyde lashojas,másymásespaciado.Denuevolasranas reanudaron su canto; de nuevo los ruiseñores sacudieron sus alas yvolvierona responderse tras lasmatashúmedas,aun ladoyaotro.Todoseserenóantenuestrosojos.

—¡Qué bueno es vivir!—exclamó Sergio, apoyándose en la baranda, ypasandosuavementelamanosobremiscabelloshúmedos.

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Estasimplecariciaobrósobremícomounreproche,ymeasaltarondeseosdellorar.

—¿Quémáslefaltaaunhombre?—prosiguió—.Enestemomentoestoytancontentoquenoechonadademenos,ysoycompletamentefeliz.

«Nomehablasteasícuandoestohabríaconstituidomidicha»,pensé.«Pormuygrandequefueselatuya,decíasentoncesquequeríasmásymásaún,ynoobstante te sientes tranquiloycontento, cuandomialmaestá llenadeunarrepentimientoenciertomodoinexplicable,ydelágrimasnoderramadas».

—Para mí la vida también es buena —dije—; pero estoy tristeprecisamenteporquelavidaestanbuenaparamí.Sientotaldesasosiego,mesiento tan incompleta; siempre tengo ganas de alguna otra cosa, inclusocuandotodoesaquítanbueno,tantranquilo.¿Esposiblenolamentarquenosemezclealgunapenaalosgocesquelanaturalezatehaconcedidocomosi,porejemplo,echarasdemenosalgodelpasado?

Sergio retiró la mano que apoyaba sobre mi cabeza, y guardó silencioduranteunmomento.

—Sí, esto también me había ocurrido tiempo atrás, sobre todo en laprimavera—dijo, cual si recopilara sus recuerdos—. Sí, yo tambiénme hepasado noches enteras alimentando deseos y esperanzas, y, ¡qué nochesaquéllas!…,peroentonces lo tenía todoantemí,yahora lohedejado tododetrás; ahora estoy contento de lo que es, y esto para mí constituye laperfección —concluyó con una seguridad y una desenvoltura que, pordolorosoquemeresultaradeoír,meconvenciódequedecíalaverdad.

—¿Así,túnodeseasnadamás?—pregunté.

—Nada imposible —contestó, adivinándome el pensamiento—. Miracómo te hasmojado la cabeza—añadió, acariciándome como a una niña, ypasándomenuevamente lamanosobremiscabellos—; tú tienescelosde lashojas, de la hierba que hamojado la lluvia; tú quisieras ser la hierba y lashojasylalluvia;peroyomeconformosóloconverlas,asícomoconvertodoloqueesbueno,jovenyfeliz.

—¿Y no sientes añoranza del pasado?—seguí preguntándole, sintiendoqueunpesocadavezmayoroprimíamicorazón.

Sergiopermanecióunmomentoabstraído,yguardósilencio.Notabaquequeríarespondercontodafranqueza.

—¡No!—respondióporfin,brevemente.

—¡Esonoesverdad! ¡Noesverdad!—exclamévolviéndomehaciaél,yclavandomisojosenlossuyos—.¿Noechasdemenoselpasado?

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—¡No!—respondióunavezmásycondecisión—.Lobendigo,peronoloechodemenos.

—¿Ynodesearíasrevivirlo?

Sergiosevolvió,ysepusoacontemplareljardín.

—Nolodeseo,comonodeseoquemenazcanalas.Nosueñoimposibles.

—¿Ynoquisierasreconstituirelpasado?¿Notehacesreproches,nimeloshacesamí?

—Nunca;todohasidoparabien.

—¡Escucha!—dije,cogiéndolelamanoparaobligarleavolver lacabezahaciamí—.¡Óyeme!¿Porquénomehasdichonuncaloquequeríasdemí,afindequeyopudieravivirexactamentecomotúdeseabas?¿Porquémehasdado una libertad de la que no supe hacer buen uso? ¿Por qué dejaste deinstruirme?Silohubierasquerido,sihubierasqueridodirigirmedeotromodo,nada, nada habría pasado —proseguí con una voz que, más enérgica pormomentos,expresabaundespechofríoyunreproche,masnoelamordeotrasveces.

—¿Quéesloquenohabríapasado?—dijosorprendido,volviéndosehaciamí—.¡Sinohapasadonada!;todoestábien,muybien—repitió,sonriendo.

«¿Será posible que no me comprenda o, peor aún, que no quieracomprenderme?»,pensaba,ylaslágrimashumedecíanmisojos…

—¿Crees que de no haber ocurrido nada sufriría yo el castigo de tuindiferenciayhastade tudesdén?—repliquédepronto—.Loquenohabríaocurrido es que sin ninguna culpa por mi parte me viera privadarepentinamenteportidecuantomeeramáscaro.

—¡Peroquédices,amigamía!—exclamócomosinocomprendieraloqueyodecía.

—No, déjame terminar. Túme has privado de tu confianza, de tu amor,hastadetuestimación,yestoporquehedejadodecreerquemeamabasaúndespuésdeloocurrido.No,meprecisadecirdeunavezparasiempretodoloque desde hace tanto tiempo me atormenta —repuse, interrumpiéndole—.¿Erayoculpabledenoconocerlavida,ydequetúmeladejarasdescubrirpormísola?…¿Soyculpable,ahoraqueheacabadoporcomprenderyomismaloqueconvieneenestavida,ahoraquedesdehaceunañoluchoporacercarmeati, si tú insistes en rechazarme, haciendo como quien no comprende lo quequiero?¿Soyculpabledequelascosassearreglendetalformaquenotengasnada que reprocharte, y yo siga siendo culpable y desgraciada? Sí, ¡túquisierasaúnlanzarmedenuevoaestavidaquehabríadelabrarmidesgraciaylatuya!

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—¿Enqué te fundas para decir esto?—preguntó con sorpresa y espantosinceros.

—¿Nome decías aún ayer, yme lo dices continuamente, que yo nomeadaptoaquí,quenosconvienemarcharnosdenuevoapasarelinviernoenSanPetersburgo, cosa que tanto me horroriza ahora? En vez de sostenerme—continué—,hasevitadotodafranquezaconmigo,todapalabradulceysincera.Y luego, el día en que caiga, me reprocharás esta caída y la contemplarásatolondrado.

—Calla,calla—dijoseverayfríamente—;noestábienloquedices.Estodemuestrasolamentequetehallasmaldispuestahaciamí,quetúno…

—¡Que no te amo! ¡Dilo, dilo de una vez! —concluí, y las lágrimasinundaronmisojos.Mesentéenelbanco,ymecubríelrostroconmipañuelo.

«¡Asíescómomecomprende!»,pensé, tratandodecontener lossollozosquemeoprimían.«Seacabó,seacabónuestroantiguoamor»,dijounavozenmicorazón.Sergionoseacercóamínimeconsoló.Sesentíaofendidoporloqueyohabíadicho.Suvozeratranquilayseca.

—Noséquétienesquereprocharme—empezó—anoserquenoteameyacomoantes…

—¡Como antes me amaste!… —murmuré con el rostro pegado a mipañuelo,einundándolodelágrimasamargas.

—Eneso,eltiempoynosotrosmismos,todossomosigualmenteculpables.Acadaépocacorrespondeunaclasedelamor…

Seinterrumpió.

—Y te diré toda la verdad ya que exiges franqueza. Así como duranteaquel año en que te conocí, pasé noches enteras sin sueño, pensando en tiedifiquémi propio amor, y este amor crecía de continuo enmi corazón, asíprecisamente, en San Petersburgo y en el extranjero, pasé noches horriblesesforzándome en quebrantar, en aniquilar aquel amor queme torturaba. Noconseguí quebrantarlo, pero al menos rompí lo que en él me torturaba; metranquilicé,yapesardetodoseguíaamándote,sóloqueconunamordistinto.

—¡Ytúllamasaesoamor,cuandonoerasinounsuplicio!—repliqué—.¿Porquémepermitistefrecuentarelgranmundo,siteparecíatanperniciosoqueacausadeellotuvierasquedejardeamarme?

—Noeselgranmundo,amigamía,elculpable.

—¿Porquénohicisteusode tupoder?¿Porquénomeencadenaste,porquénomemataste?Esohabríasidomejorparamíqueverperdidotodoloqueconstituíamidicha;esohabríasidomejor,ymehabríaahorradolavergüenza.

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Ydenuevocomencéasollozar,cubriéndomeelrostro.

En elmismo instante,Macha ySonia, alegres ymojadas, entraron en laterraza con alborozo de risas y voces; pero al vernos, se callaron y semarcharonenseguida.

Permanecimos mucho rato silenciosos; cuando se hubieron marchado,agoté todasmis lágrimas yme sentí aliviada.Miré a Sergio. Estaba con lacabeza apoyada en la mano, y parecía querer decir algo en respuesta a mimirada,masselimitóasuspirarpenosamenteyrecobrósupostura.

Me acerqué a él y aparté su mano. Entonces su mirada se fijópensativamenteenmí.

—Sí—dijo,comosiguiendoelhilodesusideas—.Paratodosnosotros,yen particular para vosotras, lasmujeres, es absolutamente necesario haberseacercadoa lospropios labios la copade las frivolidadesde lavida antesdellegarasaborearlavidamisma.Enestonosecreenuncalaexperienciaajena.En aquella época, tú no habías adelantado mucho en la ciencia de lasfrivolidades seductoras y graciosas. Te dejé, pues, sumergirte en ellas Unmomento; no tenía derecho a prohibírtelo por lo mismo que para mí hacíatiempoyaqueaquellahorahabíapasado.

—¿Porquémedejastevivirenelsenodeestasfrivolidades,simeamabas?

—Porque tú no habrías querido, ni siquiera habrías podido creerme; eranecesarioqueaprendierasportimisma,yhasaprendido.

—Razonabasmucho—dije—.Señalquemeamabaspoco.

Recaímosenelsilencio.

—Es muy duro lo que acabas de decir, pero es la verdad —continuóSergio,levantándosedeprontoyempezandoapasearporlaterraza—;sí;eslapuraverdad.Hesidoculpable—añadió,deteniéndosedelantedemí—.Onodebípermitirmeamarteenabsoluto,odebíaamartemássimplemente,sí.

—Sergio,olvidémoslotodo—dijetímidamente.

—No;loquehapasadonovuelvejamás;nosevuelveatrásnunca…—ysuvozflaqueóaldeciresto.

—Todo ha vuelto ya—le dije yo ami vez, poniendo lamano sobre suhombro.

Sergiocogiómimanoylaoprimió.

—No,nohedicho laverdadcuandohepretendidonoechardemenoselpasado;no,sientoañoranzadetuantiguoamor; lloroeseamorqueahorayanopuedesubsistir.¿Quiénesenelloculpable?Nolosé.Elamorpuedeaún

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existir,peroyanoeselmismo;susitioestáaúnahí,perodolorido;notienefuerza ni sabor; el recuerdo y el reconocimiento no se han desvanecido,pero…

—Nohablesasí—leinterrumpí—.Querenazcaentero,comofueenotrotiempo… ¿es posible? —pregunté mirándole a la cara. Sus ojos estabanserenos,tranquilos,yaldetenerseantelosmíos,habíanperdidosuexpresiónprofunda.

Mientraslehablaba,sentíayaquemideseo,queelobjetodemipreguntanoeran irrealizables.Sergiosonrió,conunasonrisaapacible,dulce,conunasonrisadeanciano,segúnmepareció.

—¡Quéjoveneresaún,yqueviejosoyyo!—dijo—.Yanohayenmíloque tú puedes desear. ¿Por qué ilusionarse en vano?—añadió, sin dejar desonreír.

Yomemanteníasilenciosajuntoaél,sentíacómomialmarecobrabamásymássutranquilidad.

—No intentemos repetir la vida —prosiguió Sergio— no intentemosengañarnosanosotrosmismos.Peroyaesunagrancosanotener,siDioslopermite, ni inquietudes ni turbaciones. Nada tenemos que buscar. Hemosencontradoyaynosha tocadoensuertebuenapartededicha.Loqueahorahemos de esforzarnos en conseguir, es abrir el camino a éste… —dijoseñalandoalanodriza,quellevandoaVaniaenbrazos,sehabíaaproximadoypermanecíacercade lapuertade la terraza—.Estoes loquenos tocahacer,querida.

Yyanoeraunamante,sinounviejoamigoelquemebesaba.

Del fondo del jardín se elevaba, más potente y más dulce, la olorosafrescuradelanoche;lossonidoslejanosesparcíasemássolemnesenelaire,ysucedía a los mismos una profunda tranquilidad, mientras en el cielo seencendíannumerosascomonuncalaslucesdelasestrellas.

M iré a Sergio, y de pronto experimenté en el fondo del alma como unalivio infinito; era como si me hubiesen extirpado un nervio moraldestemplado queme hiciera sufrir. Comprendí en seguida claramente y concalma, que el sentimiento que me dominara durante aquella fase de miexistencia,habíadesaparecidoirrevocablemente,comoaquellamismafase,yquesuvuelta,no sóloera imposible, sinoquemehabría resultadopenosayhastaodiosa.Bastabaconloocurrido;despuésdetodo,¿quiénmeaseguraquefuese realmente tan hernioso como me parecía aquel tiempo que consideréfeliz? ¡Qué lejos,aquéenormedistancia loveíaenaquel instante! ¡Yhabíaduradotanto,tanto!

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—Meparecequeeshorade tomarel té—dijoSergiodulcemente,ynostrasladamosjuntosalsalón.

EnlapuertaencontréaMachaconlanodriza.Toméalniñoenmisbrazos;tapésuspiececitosdesnudos;loestrechécontramicorazón,ylebesé,rozandoapenas sus labios.Medio dormido como estaba, agitó sus bracitos, extendiólos dedos regordetes, y abrió sus ojos turbados, como cuando uno trata deencontrarorecordaralgunacosa.Depronto,susojossefijaronenmí;brillóen ellos una chispa de inteligencia; sus labios carnosos y alargados seestremecieronenunasonrisa.«¡Eresmío,mío,mío!»,penséconunaespeciede deliciosa tensión que se propagaba a todosmismiembros, y lo estrechécontramiseno,procurando,nosinciertadificultad,nohacerledañoalguno.Despuésvolvíabesarsuspiececitosfríos,supecho,susbrazosysucabecitaapenascubiertadecabellos;mimaridoseacercó, tapórápidamenteel rostrodelniño,yluegodescubriéndolodenuevo,exclamó,tocándoleelmentónconeldedo.

—¡IvánSergueitx!

PeroyovolvíataparelrostrodeIvánSergueitx.Nadieexceptoyo,debíacontemplarlolargorato.Observéamimarido:susojosreíanalfijarseenlosmíos, y aquélla fue la primera vez, desde hacía mucho tiempo, queexperimentéunagrandulzurayunsentimientodealegríaalcontemplarlos.

Aqueldíaterminóminovelamatrimonial;elviejosentimientoquedóconaquellosgratosrecuerdosquenosepodíanrevivir,yunnuevosentimiento4eamor a mis hijos y al padre de mis hijos, inauguró el comienzo de otraexistencia, dichosa en distinto sentido, y que no he agotado aún a la horapresente, convencidade que la realidadde la dicha está en el hogar y en elsenodelasmáspurasalegríasdelafamilia…

FIN