KOONTZ DEAN - Atrapados en El Hielo

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ATRAPADOS EN EL HIELODEAN KOONTZUna lujosa residencia californiana con vista al mar es solamente una de las recompensas que Dean Koontz ha alcanzado tras veintiocho aos de exitosa carrera como escritor. Su nombre aparece con frecuencia en las listas de best sellers, cinco de sus sesenta novelas han sido llevadas ya al cine y se calcula que vende unos diecisis millones de libros cada ao. Estos logros pueden parecer todava ms meritorios si se toma en consideracin su infancia. Nacido en Pennsylvania, Dean Koontz creci en un hogar dominado por los arranques violentos de un padre alcohlico. Ms adelante, a Ray Koontz, su padre, que tambin era apostador y un marido infiel, le diagnosticaron esquizofrenia limtrofe. Cuando era nio, en circunstancias terribles, relata el autor, los libros me permitieron vivir otras vidas. A travs de ellos supe que existan otras vidas. Eso fue una simiente valiosa. Dean Koontz se pag los estudios superiores y a los veintin aos se cas con Gerda, su novia de la escuela. Un ao despus, Koontz ya haba vendido su primera novela de ciencia ficcin, Star Quest, a la cual siguieron otras, mientras Gerda trabajaba para sostener la carrera literaria de tiempo completo de su marido. En cuatro aos, Koontz ya se haba establecido, y a fines de los aos setenta haba dejado la ciencia ficcin para dedicarse a las escalofriantes novelas de suspenso psicolgico por las que ahora es famoso. El padre de Koontz empeor a tal grado que Dean consigui internarlo en una casa de salud, pero su conducta se agrav an ms. A todos nos suceden cosas horribles, pero eso no significa que no podamos superarlas. Cuando los recuerdos lo abruman, el autor se refugia en su estudio y escapa una vez ms al mundo de la imaginacin. Me gusta que el lector se sienta inmerso en una escena, que la vea... El resultado es un suspenso que pocos escritores pueden igualar.

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EN PLENO INVIERNO RTICO, A MUCHOS GRADOS BAJO CERO, OCHO CIENTFICOS TRABAJAN ARDUAMENTE EN UN PROYECTO PARA SALVAR AL MUNDO DE LA SEQUA. DE PRONTO, UNA TORMENTA INCLEMENTE LOS DEJA VARADOS SOBRE UN ICEBERG, ALA DERIVA EN UN MAR HOSTIL. LOS EXPLOSIVOS COLOCADOS DURANTE LAS PRIMERAS ETAPAS DE SU TRABAJO ESTN SINCRONIZADOS CON GRAN PRECISIN PARA EXPLOTAR A MEDIANOCHE Y NO HAY MANERA ALGUNA DE DESACTIVARLOS. EL DOCTOR HARRY CARPENTER Y SU EQUIPO ESTN ATRAPADOS...

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ANTES...Notas publicadas en el peridico The New York Times:

HIELO POLAR: EL AGUA MS PURA DEL MUNDO

Mosc, 10 de febrero -Segn una serie de estudios realizados por cientficosrusos, el agua que conforma la totalidad del casquete polar rtico tiene una cuenta bacteriana muy inferior a la del agua que podamos consumir hoy en da en cualquier parte del mundo. Dicho descubrimiento puede convertir esta vasta reserva congelada en un valioso e importante recurso para las prximas dcadas, ya que aprovechar el casquete polar quiz resulte menos costoso que llevar a cabo los consabidos procesos de desalinizacin que ahora se utilizan con bastante frecuencia. Algunos investigadores de nacionalidad rusa han especulado que en la prxima dcada tal vez podran irrigarse millones de hectreas de tierras cultivable con icebergs derretidos.

LOS ICEBERGS PODRAN PROPORCIONAR AGUA DULCEBoston, Mass., 5 de septiembre -Al hablar ante los miembros de la Sociedad Estadounidense de Ingenieros Ambientales, reunidos en su convencin anual, el doctor Harold Carpenter dijo hoy que la escasez crnica de agua en California y otras regiones podra aliviarse derritiendo en forma controlada icebergs remolcados desde el Crculo Polar rtico. La doctora Rita Carpenter, su esposa y colaboradora declar que los recursos necesarios para dicha investigacin se amortizaran cien veces en el lapso de diez aos. Segn los Carpenter, sera bastante factible desprender con explosivos un gran iceberg del borde del casquete polar y dejar que las corrientes marinas lo arrastraran hacia el sur. Ms adelante, se ataran unos cables de acero para remolcar el hielo a una planta de conversin en tierra firme, cerca de las zonas afectadas por la sequa.

MILES MUEREN DE HAMBRE POR LA SEQUANaciones Unidas, 18 de octubre -Anunci hoy el director de la Oficina de las Naciones Unidas para Atencin de Desastres que las escasas cosechas, debidas a la falta de agua que ha afectado a los Estados Unidos, Canad y Europa, han hecho imposible que los pases africanos y asiticos vctimas de la sequa adquieran granos de las naciones occidentales, habitualmente prdigas en alimentos. A la fecha, han muerto ms de doscientas mil personas por la hambruna.

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FONDO DE LA ONU PARA ENVIAR CIENTFICOS AL CASQUETE POLARNaciones Unidas, 6 de enero -Once pases miembros, de las Naciones Unidas contribuyeron a crear un fondo para financiar una serie de experimentos en el casquete polar. El objetivo primario del proyecto ser estudiar la factibilidad de arrastrar gigantescos icebergs hacia el sur, donde se podran aprovechar para el riego de cosechas.

ESTACIN DE INVESTIGACIN EN EL CASQUETE POLAR RTICOThule, Groenlandia, 28 de septiembre -Esta maana, un equipo multidisciplinario de cientficos de las Naciones Unidas, bajo las rdenes de los doctores Harold y Rita Carpenter, aterriz en el casquete polar rtico entre Groenlandia y Spitsbergen, Noruega. En este momento han empezado a levantar una estacin de investigacin a tres kilmetros del borde del campo de hielo, donde realizarn una serie de estudios patrocinados por la Organizacin de las Naciones Unidas durante por lo menos nueve meses...

EXPEDICIN PARA SOLTAR UN TROZO DE HIELO DEL CASQUETE POLARThule, Groenlandia, 14 de enero -A la medianoche de maana, los cientficos de Edgeway, la estacin de investigacin financiada por las Naciones Unidas, detonarn una serie de cargas explosivas para que se desprenda un iceberg de aproximadamente un kilmetro cuadrado del borde del casquete polar, a casi quinientos sesenta kilmetros de la costa de Groenlandia. Dos barcos palangreros de las Naciones Unidas, equipados con dispositivos electrnicos de rastreo, esperan trescientos setenta kilmetros al sur, desde donde registrarn el avance del iceberg, que lleva un mecanismo de emisin de seales.

15 DE ENERO AL MEDIODA...un rechinido estridente, la barrena de la perforadora mecnica penetr profundamente en el hielo rtico. Del orificio brot un aguanieve griscea que se desparram sobre la nieve compacta y volvi a congelarse en segundos. Cuando observaba la perforadora mecnica, el doctor Harry Carpenter tuvo la extraa premonicin de un desastre inminente, una fugaz sensacin de alarma. Dentro de su traje, densamente aislado, se estremeci. Como buen cientfico, Harry respetaba las herramientas de la lgica, el mtodo y la razn; pero haba aprendido a nunca pasar por alto una corazonada, en especial sobre el hielo, donde a veces ocurran cosas extraas. No logr identificar el origen de su5

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repentina inquietud; sin embargo, en un trabajo que entraaba el uso de explosivos potentes, los presentimientos sombros eran de esperarse. Peter Johnson, el ingeniero electrnico que tambin funga como experto en demoliciones del equipo, apag la perforadora y dio un paso atrs. Con el traje aislante blanco, el anorak forrado de piel y la capucha tambin forrada de piel, Peter pareca un oso polar.. salvo por su rostro de tez oscura. Claude Jobert apag el generador porttil que alimentaba a la perforadora. La quietud resultante fue tan espectral que Harry mir a sus espaldas y despus hacia el cielo, casi convencido de que algo se abalanzaba o caa sobre l. Cuando empezaba a declinar la tarde, que tomaba un tinte plomizo, los tres hombres se prepararon para introducir en el hielo la ltima carga de explosivos. Era el sexagsimo paquete de demolicin que manipulaban desde la maana anterior, y todos estaban incmodamente conscientes de estar de pie sobre suficientes explosivos plsticos de alta potencia que podan destruirlos a ellos en un abrir y cerrar de ojos apocalptico. El casquete polar era un cementerio perfecto, absolutamente inerte, y evocaba pensamientos sobre la muerte. Una planicie de un blanco azulado fantasmagrico se extenda en todas direcciones, lbrega y misteriosa durante esa larga estacin de oscuridad casi constante. Los nicos puntos elevados eran las dentadas salientes o crestas de presin y los bloques de hielo, algunas apenas del tamao de un hombre, otras mayores que una casa, que las fuerzas de la planicie haban impulsado sobre la superficie y que se extendan hasta el horizonte como si fueran lpidas gigantescas. -El pozo mide veinticinco metros de profundidad. Una extensin ms de la barrena y habremos terminado -anunci Pete Johnson a Harry Carpenter y a Claude Jobert. -Gracias al cielo! -Claude se estremeci como si su traje trmico no le diera proteccin alguna-. Volveremos al campamento de la base hoy por la noche. Imagnenselo! No he dejado de sentir fro un solo minuto desde que salimos. Habitualmente, Claude no se quejaba. Era un hombrecillo jovial y vigoroso, delgado, nervudo y resistente. Tena una melena blanca, cubierta ahora por la capucha, facciones curtidas por toda una vida bajo climas extremosos y ojos azul brillante, tan lmpidos como los de un nio. Empero, desde que dejaron atrs la comodidad de la estacin de Edgeway, Claude no se haba mostrado ni jovial ni vigoroso y a menudo se quejaba del fro. Con sus cincuenta y nueve aos, superaba en edad a todos los miembros de la expedicin, y aunque era un excelente gelogo del rtico, ste sera su ltimo viaje a los polos. En lo subsecuente, realizara sus investigaciones en laboratorios. Harry se pregunt si a Jobert, dieciocho aos mayor que l, no le molestaba tanto el inclemente fro cuanto el reconocer que el trabajo que le apasionaba se haba vuelto demasiado exigente. Algn da, el propio Carpenter debera enfrentar la misma realidad y no estaba seguro de que encontrara una salida elegante. -Est nevando. Al tiempo que Pete Johnson hablaba, Harry vio caer los copos en suaves espirales. Claude Jobert frunci el entrecejo. -No se esperaba esta tormenta sino hasta ms tarde. El trayecto desde la estacin de Edgeway, que se encontraba diez kilmetros al noreste del campamento temporal, no haba sido difcil. Sin embargo, una tormenta de grandes proporciones podra hacer imposible el viaje de regreso. La visibilidad poda disminuir rpidamente hasta cero, y sera fcil perderse por distorsin de la brjula. Adems, si sus trineos motorizados se quedaran sin combustible, moriran6

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congelados porque ni siquiera los trajes trmicos los protegeran suficientemente en caso de una exposicin prolongada al fro asesino de una ventisca. -Tal vez sea una borrasca local -aventur Harold, mientras escudriaba el cielo. -S, eso mismo dijeron los pronsticos la semana pasada -le record Claude-. S supona que slo habra borrascas locales en la periferia de la tormenta principal, pero hubo tanta nieve y hielo que habran obligado al propio Pap Noel a quedarse en casa en Nochebuena. -De modo que ms nos vale terminar pronto. Como para confirmar el apremio de la situacin, se levant un viento del oeste y los copos de nieve empezaron a caer en ngulo; ya no descendan en plcidas espirales como en los paisajes en miniatura encerrados en una esfera de cristal. Peter desconect la perforadora del mango de la barrena enterrada y la sac de la estructura que la sostena. La manipulaba como si no pesara cuarenta kilos sino una dcima parte. Diez aos antes, Pete haba sido estrella del ftbol americano en Penn State University y rechazado las ofertas de varios equipos profesionales. No quiso desempear el papel en que la sociedad encasillaba a todos los hroes negros del ftbol de un metro noventa de estatura y noventa kilos de peso. A cambio, obtuvo becas, dos ttulos ms y un empleo bien remunerado en un centro de investigacin sobre computadoras. En este momento, era vital para la expedicin de Harry. Daba mantenimiento al equipo electrnico de recoleccin de datos de Edgeway y, como haba diseado los paquetes explosivos, era el nico de la expedicin que podra manejarlos con absoluta confianza si algo sala mal. Adems, su fuerza herclea era muy valiosa en aquel inhspito confn del mundo. Al tiempo que Pete desmontaba la perforadora, Harry y Claude sacaban una extensin de un metro de largo para la barrena, de uno de los remolques para carga enganchados a los trineos motorizados. La atornillaron a la rosca del mango, que segua sepultado en el hielo, y Claude ech a andar el generador. Peter volvi a montar la mquina en su sitio y termin de perforar el pozo de veinticinco metros, en cuyo fondo colocaran una carga de explosivos en forma de tubo. Mientras la mquina bramaba, Harry miraba al cielo. En los ltimos minutos, el tiempo haba empeorado de manera alarmante. Sobre ellos slo se vea un manto blanco, oscilante e impenetrable. La velocidad del viento haba aumentado a unos treinta kilmetros por hora, con un aullido montono y lastimero. Harry an tena la corazonada de un desastre inminente. Era un sentimiento amorfo, vago, pero atenazador. Durante su infancia, transcurrida en una granja de Indiana, Harry ansiaba correr aventuras. Jams se dio cuenta de que la aventura implicaba un trabajo arduo, aunque s comprenda que resultaba peligroso. Para un nio, el peligro era parte del atractivo. Sin embargo, a lo largo del camino hacia la edad adulta, tras perder a ambos padres y aprender respecto a la violencia del mundo, haba dejado de encontrarle lo romntico a la muerte. Claude Jobert se inclin hacia l y grit para hacerse or sobre el rugido del viento y de la barrena. -No te preocupes -lo tranquiliz-. Pronto estaremos de regreso en Edgeway. Buen brandy, una partida de ajedrez, todas las comodidades.7

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Harry Carpenter asinti en silencio y sigui escrutando el cielo amenazador.

12:20 P.M. En la barraca de telecomunicaciones de la estacin de Edgeway, Gunvald Larssonestaba de pie ante la ventana diminuta. Mordisqueaba la boquilla de su pipa apagada y atisbaba hacia el exterior, donde la tormenta iba de mal en peor. Desde el punto de observacin en que se encontraba Gunvald, un poco elevado, la estacin de Edgeway haca tal contraste con el medio circundante que bien poda haber sido el nico puesto de avanzada de la humanidad en un planeta extrao. Las seis barracas prefabricadas amarillo canario, de hierro corrugado con piso de cemento, haban sido transportadas por va area hasta el casquete polar en secciones y a un costo exorbitante. Cada estructura, de una sola planta, meda seis metros de largo por cinco de ancho. Las paredes estaban roblonadas a vigas en forma de arco y el piso de cada barraca se haba empotrado en el hielo. Cien metros al norte del campamento se ergua una estructura solitaria ms pequea. Albergaba los tanques de combustible que alimentaban a los generadores. Hijo de padre sueco y madre danesa, Gunvald haba sido miembro del equipo sueco de esqu en dos olimpiadas invernales; haba ganado una medalla de plata y se enorgulleca sobremanera de sus orgenes. Cultivaba la imagen de ser un escandinavo imperturbable y posea una gran serenidad interior que resultaba acorde con su apacible apariencia. No obstante, durante las ltimas horas haba perdido en gran medida su compostura habitual. Mordisqueando la boquilla de la pipa, se alej de la ventana y le gru a las computadoras, alineadas a lo largo de tres de las paredes. La tarde anterior, cuando Harry y los dems partieron rumbo al sur hacia la orilla del hielo, Gunvald Larsson se qued para estar al pendiente de las llamadas que se reciban en la radio y atender la estacin. Despus de varias semanas de vivir en una minscula comunidad con ocho vecinos demasiado cercanos, ansiaba este breve lapso de soledad, pero hacia las cuatro de la tarde, cuando los sismgrafos de Edgeway registraron el primer temblor, Gunvald empez a desear que los otros ocho miembros del equipo no se hubieran aventurado tan cerca del borde del hielo, donde el casquete polar daba paso al mar. A las 4:14, informes de radio procedentes de Reykiavik y Hammerfest, Noruega, confirmaron el fenmeno. Haba ocurrido un considerable desplazamiento en el lecho marino a cien kilmetros al noreste de Raufarhfn, en Islandia, y la sacudida alcanz un respetable 6.5 grados en la escala de Richter. Desde el principio tenan intencin de estudiar, entre otras cosas, los sismos del lecho ocenico en el Mar de Groenlandia, para aprender ms sobre las fallas subocenicas de esta zona geolgicamente activa de la Tierra. Si los barcos habran de remolcar icebergs colosales en esas aguas, era preciso saber con qu frecuencia el mar se vea alterado por sismos submarinos de gran magnitud y por las marejadas resultantes. Gunvald deba sentirse complacido por la oportunidad de observar tan de cerca las caractersticas y patrones de temblores intensos en la red de fallas geolgicas del Mar de Groenlandia, pero en este momento eso no le causaba ningn placer. La propia estacin de Edgeway no estaba en riesgo inminente. En caso de que ocurriese un deslizamiento considerable del lecho marino cerca de all, podra pasar8

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bajo el casquete de hielo una marejada o tsunami y precipitar la formacin de nuevas grietas y crestas de presin. Pero, en trminos generales, el terreno polar permanecera sin cambios y haba muy pocas probabilidades de que el campamento de la base sufriera algn dao. Por el contrario, los dems miembros de la expedicin no podan confiar en su propia seguridad. Adems de formar crestas de presin y hondonadas, una marejada caliente podra arrancar secciones de hielo en los bordes del casquete. Harry y los dems podran encontrarse con que el hielo se hunda bajo sus pies. A las nueve de la noche anterior, cinco horas despus del primer movimiento telrico, un segundo temblor, de 5.8 grados en la escala de Richter, sacudi la falla geolgica. El epicentro se localiz a unos cincuenta kilmetros ms cerca de Edgeway que el del primero. A Gunvald no le dio ningn consuelo el hecho de que el segundo sismo fuera menos intenso. Esta menor intensidad no era prueba fehaciente de que hubiera sido una rplica del primero. Ambos pudieron ser temblores previos a un terremoto de gran intensidad an por ocurrir. A las nueve y media, cuando se confirm por radio la localizacin y magnitud de la segunda sacudida, Gunvald se haba comunicado ya al campamento temporal, diez kilmetros al suroeste. Le inform a Harry sobre los temblores y explic los riesgos que corran al permanecer en la orilla del hielo polar. -Tenemos una misin que cumplir -repuso Harry-. Ya hay cuarenta y seis cargas en su lugar; estn armadas y en cuenta regresiva. Si no colocamos las otras catorce maana puede ocurrir que no se desprenda un tmpano del tamao que necesitamos. En pocas palabras, implicara abortar la misin, lo cual est fuera de discusin. -Considero que deberamos pensarlo mejor. -No, no. El proyecto es demasiado costoso para arrojarlo por la borda slo por un riesgo ssmico. -Creo que tienes razn -reconoci Gunvald-, pero no me gusta la idea. La frecuencia radial cruji por la esttica al tiempo que Harry aada pensativo: -Yo tampoco estoy saltando de gusto. De cualquier manera, en donde estamos el casquete tiene poco ms de doscientos metros de espesor. No va a resquebrajarse como el primer hielo de invierno en un estanque. -Sea como sea, te recomiendo que se den prisa maana. -No te preocupes. Vivir en estos malditos igles inflables hace que cualquier barraca de Edgeway parezca una suite en el Ritz-Carlton. Despus de esa conversacin, Larsson se meti en la cama. No durmi bien. En sus pesadillas, el mundo llegaba a su fin, se desmoronaba en pedazos bajo sus pies y l caa en un abismo glido. A las siete y media de la maana, mientras Gunvald Larsson se afeitaba, el sismgrafo registr un tercer temblor: 5.2 grados en la escala de Richter. El cuarto sismo tuvo lugar a las once y quince. El epicentro se localiz a unos ciento setenta kilmetros al sur. Mucho ms cerca que cualquiera de los anteriores, prcticamente a la puerta, y con una intensidad de 4.2 grados Richter. Llam al campamento temporal y Rita Carpenter le asegur que la expedicin dejara las orillas del casquete alrededor de las dos de la tarde. -El clima les dar problemas -le advirti Gunvald-. La tormenta est cambiando de curso y su velocidad va en aumento. Esta tarde caer una copiosa nevada. -Estaremos de regreso en Edgeway a las cuatro -asegur Rita-, o quiz antes.9

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Doce minutos despus del medioda ocurri otro deslizamiento en la corteza submarina, ciento sesenta kilmetros al sur. Esta vez el sismgrafo marc 4.5 grados en la escala de Richter.

12:30 P.M. El campamento temporal se alzaba en un rea plana del hielo, al abrigo de unacresta. Tres igles inflables, impermeables, acojinados y equipados con calefactores estaban dispuestos en semicrculo a cinco metros del banco de hielo que se ergua a casi quince metros de altura. Los refugios no eran espaciosos ni acogedores, pues eran provisionales; slo, se usaran mientras el equipo colocaba las sesenta cargas de explosivos. Unos cien metros al sur, en una meseta a casi dos metros por arriba del campamento, estaba hincado en el hielo un tubo de acero de dos metros de alto. Tena fijos un termmetro, un barmetro y un anemmetro. Con la mano enguantada, Rita Carpenter limpi la escarcha de las cartulas de los tres instrumentos y ley las cifras de temperatura, presin atmosfrica y velocidad del viento. No le gust lo que vio. No esperaban que la tormenta los alcanzara sino hasta despus de las seis de la tarde; sin embargo, pareca que se cernira sobre ellos con toda su fuerza antes de que completaran el viaje de regreso a la estacin de Edgeway. Rita emprendi el regreso hacia el campamento temporal, bajando con dificultad la pendiente de cuarenta y cinco grados entre la meseta y la llanura de abajo. Se mova con torpeza porque llevaba puesto el traje de supervivencia completo: ropa interior trmica tejida, dos pares de calcetines, botas de fieltro, botas exteriores forradas con velln, un traje trmico acojinado, chaqueta forrada de piel, una mscara tejida que le cubra la cara desde la barbilla hasta las gafas protectoras, capucha forrada de piel y guantes. Aunque Rita estaba caliente dentro de la ropa, el viento glido y el paisaje desolado le causaban un intenso fro emocional. Por eleccin, tanto ella como Harry haban pasado gran parte de su vida profesional en el rtico y en la Antrtida; sin embargo, ella no comparta la pasin de Harry por los vastos espacios yermos. De hecho, se haba obligado a volver una y otra vez a las regiones polares, porque las tema. En este momento, al acercarse al igl del extremo oeste del campamento, tuvo de repente una reaccin fbica tan intensa que casi la hizo caer de rodillas. Se denomina criofobia al horror al fro; psicrofobia al horror al hielo y quionofobia al horror a la nieve. Rita conoca esos trminos porque sufra formas leves de las tres fobias. La confrontacin frecuente con las fuentes de su angustia haba logrado que slo se le generara una ligera ansiedad, y rara vez el terror franco. Sin embargo, en ocasiones la abrumaban recuerdos de los que ninguna inmunizacin poda protegerla lo suficiente. ste era uno de esos momentos. El cielo blanco y tumultuoso pareca desplomarse sobre ella como una roca, oprimida como si la nieve se hubiera transformado por arte de magia en una lpida colosal de mrmol que la aplastara contra la helada planicie. Fuera de la entrada del igl, se detuvo para recuperar el control. Se negaba a huir de aquello que la aterraba. Se oblig a resistir el aislamiento del territorio yermo y lbrego. El aislamiento de hecho, era el aspecto del rtico que ms la perturbaba. En10

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su mente, desde que tena seis aos, el invierno estaba ligado inevitablemente con el rostro gris y distorsionado de los cadveres, con la mirada fija y sin vida de unos ojos cegados, con una angustia asfixiante. Rita sufra tal estremecimiento, que el haz de su linterna temblaba sobre la nieve. Respir hondo a travs de la gruesa mscara tejida. Para mitigar su miedo irracional del casquete polar, record que en el igl al que se diriga la esperaba un problema an mayor: Franz Fischer. Haba conocido a Fischer poco despus de terminar su doctorado y de ocupar su primer puesto como investigadora en International Telephone and Telegraph. Franz, que tambin trabajaba para ITT, era atractivo e irradiaba cierto encanto cuando decidi conquistarla, y pasaron casi dos aos juntos. Se haban separado haca nueve aos, a punto de aparecer publicado el primer libro de Rita, cuando qued claro que Franz jams estara completamente a gusto con una mujer que fuera su igual en los terrenos profesional e intelectual. Esperaba dominar, y ella no permitira que la dominaran. Lo dej, conoci a Harry, se cas un ao despus y jams mir hacia atrs. Harry, a su modo siempre gentil y razonable, consideraba que la historia de Rita y Franz no era asunto suyo. Se senta satisfecho con su matrimonio y seguro de s mismo, y por ende no tuvo reparo alguno en reclutar a Franz como meteorlogo principal para la estacin de Edgeway. El alemn era el mejor hombre para ese puesto. En este caso en particular, los celos irracionales habran sido ms convenientes para Harry; y para todos ellos, que la fra racionalidad. Nueve aos despus de la separacin, Franz insista en asumir el papel de amante desdeado. En el confinamiento de una estacin polar, esta actitud era tan perjudicial, a su modo, como lo habra sido insultarse a gritos. El viento ruga, la nieve se arremolinaba alrededor de Rita y el hielo se extenda hasta donde alcanzaba la vista, come lo haba hecho desde tiempo inmemorial, pero poco a poco el corazn de la investigadora recuper su ritmo normal. Dej de estremecerse. El terror cedi. Una vez ms, haba derrotado a sus fobias. Cuando al fin Rita entr en el igl, Franz empacaba los instrumentos en una caja especial. Alz la vista hacia ella, salud en silencio y sigui empacando. Con el cabello rubio tupido y unos ojos oscuros y profundos, posea un cierto magnetismo animal, y Rita comprenda claramente por qu le result atractivo cuando ella era ms joven. A los cuarenta y cinco aos, segua tan esbelto y musculoso como un muchacho. -La velocidad del viento alcanza ya los treinta y ocho kilmetros -anunci ella, al tiempo que se quitaba las gafas-. La temperatura del aire es de doce grados centgrados bajo cero y sigue en descenso. -Con el factor de congelacin del viento, estar alrededor de veintisis bajo cero cuando levantemos el campamento -hablaba sin alzar la mirada. -De todos modos, podremos regresar. -Con cero visibilidad? -El tiempo no va a empeorar tan rpido. -Por favor, echa otro vistazo, Rita. Este frente avanza mucho ms rpido de lo que se predijo. Podra presentarse una ventisca de grandes proporciones. -A decir verdad, Franz, tu sombra naturaleza teutona...

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Bajo sus pies se oy un retumbo parecido al de un trueno, y el casquete de hielo se sacudi por un temblor. Al retumbo se sum un chirrido agudo, producido por docenas de capas que rozaron entre s. Rita perdi pie, pero logr mantener el equilibrio, como si avanzara por los pasillos de un tren en movimiento. El retumbo ces pronto y retorn una bienaventurada quietud. Franz se aclar la garganta. -Ser el tan anunciado terremoto de Larsson? -No. Fue muy leve. Un sismo de gran magnitud en esta cadena de fallas sera mucho ms intenso y se extendera ms. Este temblorcito apenas se habr registrado en la escala de Richter. -Y cundo podemos esperar que ocurra el grande? Ella se encogi de hombros. -Tal vez nunca -repuso-. Tal vez dentro de un minuto. Con una mueca, Franz sigui empacando sus instrumentos en la caja impermeable. -Y t hablabas de mi naturaleza sombra...

12:45 P.M. Alumbrados por los haces de luz de dos trineos motorizados, Roger Breskin yGeorge Lin terminaron de anclar el transmisor de radio al hielo con cuatro cabillas de sesenta centmetros de largo y despus verificaron los sistemas del equipo. Incluso la luz mortecina del atardecer invernal se iba apagando con rapidez. Sin los faros de los trineos motorizados, la visibilidad caera a diez metros. A medida que el viento adquira velocidad, se iba convirtiendo en un enemigo cada vez ms mortfero. Para este momento, arrastraba la fina nieve con tal fuerza que la hacia correr paralela al casquete de hielo. A intervalos cortos, se vean obligados a raspar las gafas protectoras y romper la costra de nieve que se formaba en las mscaras tejidas que les cubra la mitad inferior de la cara. De pie atrs de la luz mbar, Brian Dougherty se preguntaba qu motivo lo haba llevado hasta ese desolado confn. Jams haba visto un sitio tan yermo; cada aspecto del paisaje ofreca un crudo recordatorio de que la vida no era sino un preludio a la muerte inevitable y eterna. Por supuesto, aquello era precisamente el atractivo del casquete polar: la aventura, el peligro, la posibilidad de morir. Cuando menos reconoca eso de s mismo, aunque no tena sino una idea vaga de porqu le obsesionaba correr riesgos extremos. Despus de todo, abrigaba motivos muy poderosos para seguir vivo. Era joven. No se consideraba un Adonis, pero tampoco el Jorobado de Nuestra Seora, y estaba enamorado de la vida. Por si fuera poco, su familia era duea de una inmensa fortuna y al cabo de catorce meses, cuando cumpliera veinticinco aos, Brian tomara posesin de un fondo fiduciario de treinta millones de dlares. . La celebridad de su familia y la compasin que despertaba el clan Dougherty abran cualquier puerta que no pudiera derribarse con dinero. El to de Brian, que fue12

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presidente de Estados Unidos, muri asesinado por un francotirador. Y su padre, senador por California, haba recibido un balazo que lo dej invlido de por vida durante una campaa electoral primaria nueve aos antes. Las tragedias de los Dougherty eran tema de interminables portadas de revistas, una obsesin nacional que muchas veces pareca destinada a convertirse en una formidable mitologa poltica en la que los Dougherty no eran los mortales sino semidioses, la personificacin de la virtud, la buena voluntad y aun el sacrificio. Con el debido tiempo de por medio, Brian podra emprender una carrera poltica de carcter personal si lo deseaba. Pero an se senta demasiado joven para enfrentar las responsabilidades que conllevaba su tradicin familiar y, de hecho, rehua tales responsabilidades. Cuatro aos antes haba abandonado Harvard luego de estudiar leyes tan slo durante dieciocho meses. Desde entonces se dedic a recorrer el mundo, y sus aventuras descabelladas lo pusieron en la primera plana de los peridicos de los cinco continentes. Tore en una plaza de Madrid; se rompi un brazo durante un safari en frica, cuando un rinoceronte atac su jeep, y casi se ahoga bajando en los rpidos del ro Colorado. Y ahora, soportaba el largo e inclemente invierno en los hielos del Polo. Su apellido y la calidad de varios artculos que haba escrito para revistas no eran credenciales suficientes para lograr el puesto de cronista oficial de la expedicin; sin embargo, la Fundacin Dougherty hizo una donacin de ochocientos cincuenta mil dlares al proyecto Edgeway, lo que garantiz a Brian un sitio en el equipo. Brian estaba genuinamente interesado en el proyecto, Y su sinceridad le granjeaba amigos. Supona que su inters derivaba del hecho de que no hubiera podido imaginarse comprometido de por vida con un trabajo ni la mitad de arduo que el de aquellos cientficos. Aunque la carrera poltica era parte de su legado, Brian despreciaba ese juego vil: la poltica era toda mentiras, engaos, intereses creados y egolatra. Por desgracia, todo eso lo haba infectado de un cinismo que lo orillaba a cuestionar el valor de cualquier logro, dentro o fuera de la arena poltica. A pesar de todo eso, realmente le agradaba escribir, y tena intenciones de elaborar tres o cuatro artculos sobre la vida en el Polo Norte. De hecho, ya dispona de suficiente material como para armar un libro. No obstante, la idea de plantearse una empresa tan ambiciosa lo haca sentirse en el fondo terriblemente abrumado. Su familia tena la idea de que le atraa el proyecto Edgeway debido a su potencial humanitario y de que al fin estaba sentando cabeza. Brian no quera desilusionarlos, pero saba que estaban equivocados. Al principio, la expedicin le atrajo porque era sencillamente una aventura ms. Era un modo de evadir durante otra temporada el pensar con ms detenimiento sobre el pasado y el futuro. Lin y Breskin se pusieron de pie y se limpiaron la nieve de las gafas. acerc. -Terminaron? -pregunt. -Al fin! -exclam Breskin. En pocas horas el transmisor, de sesenta centmetros de lado, quedara cubierto de nieve y hielo, pero eso no afectaba la potente seal que emitira diez veces por minuto entre ocho y doce das. Cuando el segmento de hielo se desprendiera del casquete por efecto de los explosivos, el transmisor flotara con l hacia los canales conocidos como Iceberg Alley y desde all al Atlntico Norte. Dos barcos palangreros, parte de la flota del llamado Ao Geofsico de las Naciones Unidas, estaban a la espera trescientos setenta kilmetros al sur para vigilar la seal emitida por radio. Con ayuda de satlites polares geosincrnicos, seguiran paso a paso el trayecto del iceberg Brian se

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hasta que fuera posible identificarlo visualmente por el colorante rojo esparcido en grandes zonas de su superficie. El objetivo del experimento era entender cmo afectaban las corrientes marinas invernales el hielo que flotaba a la deriva. Antes de efectuar cualquier plan para arrastrar hielo hacia el sur, hasta las costas afectadas por la sequa, los cientfico deban aprender cmo se opondra el mar a los barcos y cmo lograr que actuara en su favor. -Puedo tomar algunas fotografas? -pregunt Brian. -No tenemos tiempo -le contest George Lin, lacnico-. La tormenta podra dejarnos aislados. En la maana seramos parte del paisaje, congelados como piedras. -Podemos esperar un minuto -intervino Roger Breskin. Brian sonri agradecido. -Estn locos? -protest Lin-. Ya vieron la nieve? Si nos demoramos... -George, ya gastaste un minuto en refunfuar -el tono de Breskin no era acusador, tan slo el de un cientfico que enuncia un hecho. A pesar de que Roger Breskin haba emigrado a Canad desde Estados Unidos apenas ocho aos antes, era tn tranquilo y reposado como el canadiense tpico. Detrs de sus gafas, Lin entrecerr los ojos. -Toma tus fotos -acept-. Supongo que Roger quiere aparecer en las revistas de sociedad. Pero date prisa. Brian no tuvo ms opcin que apresurarse. permitiran encuadrar y enfocar a la perfeccin. -Esplndido! Roger sobresala del objetivo de la cmara. Meda un metro con ochenta centmetros y era ms bajo y liviano que Pete Johnson, pero no menos musculoso que el ex jugador de ftbol americano. Haba sido levantador de pesas durante veinte de sus treinta y seis aos de vida, y tena unos bceps enormes. Con ropa del rtico, se converta en una impresionante figura osuna, que pareca estar a sus anchas como ninguno de los otros en aquel pramo helado. De pie a la izquierda del transmisor, George Lin se vea ms bajo y delgado que Roger, pero la disparidad no era slo fsica. Breskin estaba mudo e inmvil, pareca una estatua de hielo mientras que Lin se revolva inquieto como si desbordara energa. A diferencia de su compaero, el pramo helado no era su terreno, y l lo saba. George Lin, que alguna vez se llam Lin Shen-yang, haba nacido en Cantn en 1946, un ao antes de que la revolucin de Mao Tse-tung expulsara al gobierno del Kuomintang y estableciera un estado totalitario. La familia de George no logr huir a Taiwan sino hasta que ste contaba siete aos. Durante los primeros aos de su infancia, ocurri algo monstruoso que le caus un profundo trauma y lo dej marcado para toda la vida. En ocasiones aluda a lo sucedido, pero casi siempre se negaba a mencionarlo abiertamente. -Apresrate -apremi Lin. Brian enfoc con -cuidado y oprimi el disparador. Las condiciones climticas no le

-Est bien as? -pregunt Roger Breskin, erguido a la derecha del transmisor.

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El paisaje nevado reflej el flash electrnico. Un momento despus, la profunda oscuridad volvi a agazaparse hasta los lmites de los haces de luz de los faros. Brian anunci: -Una ms para... En ese momento, el hielo se movi y se levant bruscamente, como el piso motorizado de un juego de feria. Se lade hacia la izquierda, luego a la derecha y despus se hundi precisamente bajo los pies de Brian. El joven cay con tal fuerza contra el hielo que ni siquiera el grueso acojinado de su ropa lo protegi del doloroso impacto. El hielo volvi a ascender, se estremeci y se sacudi igual que un potro salvaje, como si luchara con todas sus fuerzas por arrojarlo de la superficie de la Tierra hacia el espacio. Uno de los trineos motorizados se volc con brusquedad junto a Brian, a muy pocos centmetros de su cabeza, y multitud de esquirlas cortantes de hielo volaron hacia su cara, como agujas resplandecientes que se le clavaron en la piel y apenas esquivaron los ojos. Mareado, atnito, Brian levant cuidadosamente la cabeza y vio a Breskin y a Lin despatarrados en la nieve cerca de l. Brian empez a incorporarse, pero volvi a caer cuando el yermo se sacudi con ms violencia an que la primera vez. El terremoto subocenico anunciado por Gunvald al fin haba llegado. Brian trat de protegerse en una hendidura poco profunda del hielo, escudado entre las elevaciones naturales para no ser arrojado contra los trineos motorizados o el transmisor. Era obvio que una marejada gigantesca estaba pasando por debajo de ellos, miles de millones de metros cbicos de agua que se elevaban con toda la furia y la fuerza de un dios iracundo recin despertado. El trineo cado gir sobre el costado. Los faros alumbraron dos veces a Brian, haciendo bailar las sombras como hojas que azotara el viento, hasta que al fin se detuvieron en direccin de los otros hombres. Detrs de Roger Breskin y George Lin, el hielo cruji de pronto con un rugido ensordecedor y se agriet como una boca demonaca de enormes dientes. Brian dio gritos de advertencia. Roger se aferr con ambas manos a uno de los largos clavos de acero que fijaban el transmisor. El hielo se sacudi por cuarta vez. El campo blanco se inclin hacia la hendidura recin aparecida, que iba ensanchndose ms y ms. Aunque trataba en forma desesperada de detenerse, Brian se desliz por el hielo directo hacia la grieta. Se sujet del transmisor al pasar, choc con fuerza contra Roger Breskin y se aferr a l con determinacin. Roger grit algo respecto a George Lin; sin embargo, el aullido del viento y el crujir del hielo al romperse ahogaron por completo sus palabras. Atisbando con dificultad a travs de las gafas empaadas por la nieve, Brian mir por encima del hombro. Entre alaridos de terror, George Lin resbalaba hacia el borde de la grieta dando manotazos infructuosamente en la helada sabana. Cuando la ltima cresta de la marejada pas por debajo de ellos y el casquete descendi al fin, Lin desapareci por la monstruosa hendidura.

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LA SEXAGSIMA CARGA de explosivos no se diferenciaba en nada de las otras cincuenta y nueve que haban colocado en el hielo: se trataba de un tubo de seis centmetros de dimetro y un metro y medio de largo con extremos lisos y redondeados. Un complejo mecanismo de reloj y un detonador ocupaban el fondo del cilindro, sincronizados con los relojes de las otras cincuenta y nueve cargas. El extremo superior del cilindro terminaba en un asa de acero, y un mosquetn, una anilla que se abra y se cerraba mediante un muelle, conectaba el asa con una cadena de acero templado. Harold Carpenter desenroll la cadena del tambor de un pequeo malacate manual que permitira bajar la carga por el estrecho orificio. Trabajaba con cuidado porque la carga explosiva era equivalente a mil trescientos kilogramos de TNT. Cuando sinti que el cilindro tocaba el fondo del pozo de veinticinco metros, enganch otro mosquetn al extremo libre de la cadena y lo fij a una estaca incrustada en el hielo. Pete Johnson estaba de rodillas al lado de Harry. Mir sobre el hombro al francs y anunci a gritos para hacerse or por encima del ulular del viento: -Ya estamos listos, Claude! En uno de los remolques de carga, sobre varias resistencias elctricas, permaneca un barril que haban llenado de nieve. Rebosaba de agua hirviente. Claude Jobert fij una manguera de anillos metlicos a una espita del barril. Abri la espita y le entreg la boquilla a Carpenter. Harry abri el grifo de purga para verter un chorro de agua caliente de la manguera al pozo profundo y angosto. En tres minutos, el orificio qued sellado; la bomba estaba suspendida en hielo nuevo. Si dejaban el pozo abierto, la explosin se expandira hacia arriba y todo lo hecho resultara intil. La carga haba sido diseada para explotar hacia abajo de tal manera que su energa se expandiera hacia los lados. Para conseguir el efecto deseado, el orificio tena que estar muy bien sellado. Pete Johnson golpe con los nudillos enguantados el tapn recin formado. -Ya podemos volver a Ed... El casquete de hielo se sacudi, se elev, se movi hacia un lado, se inclin bruscamente frente a ellos, gimi como si fuera un monstruo gigantesco y despus dio un retumbo antes de volver a su sitio original. Harry cay de bruces. Las gafas se le incrustaron en las mejillas y en las cejas. Una fuerte punzada de dolor le recorri los pmulos y percibi un sabor a sangre. Tambin Pete y Claude haban cado y se aferraban uno a otro. Harry los mir de reojo, trabados en un grotesco abrazo como un par de luchadores. El hielo volvi a sacudirse. Lo primero que se le ocurri a Harry fue que los explosivos plsticos le haban estallado en la cara y que, o estaba muerto, o bien, agonizaba. Sin embargo, cuando el hielo volvi a levantarse, comprendi que seguramente deba de haber algunas marejadas bajo el casquete polar, provocadas sin duda por un sismo en el lecho marino. En cuanto sobrevino la cuarta sacudida, el mundo blanco que rodeaba a Harry Carpenter se resquebraj y se lade; l qued suspendido en lo alto de una rampa de hielo. A lo lejos, el ruido del hielo que cruja y se rompa perfor la oscuridad y el viento: eran los siniestros lamentos de un mundo quebradizo que estallaba en pedazos. El tronido se acercaba cada vez ms y Harry se prepar para lo peor.

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De pronto, tan repentinamente como se haba iniciado, haca no ms de un minuto, el terror acab. La planicie de hielo descendi, recuper la posicin horizontal y qued inmvil. AL SENTIR LA PRIMERA sacudida, Rita lanz un grito de advertencia a Franz Fischer y ech a correr para alejarse del hielo que pudiera caer de la imponente cresta que se alzaba a sus espaldas. Cuando dej de correr dio media vuelta para mirar hacia el campamento temporal, descubri que estaba sola. Franz no haba salido del igl. Un trozo de hielo del tamao de un camin se desgaj y cay con gracia espectral hasta estrellarse en el igl deshabitado del extremo este del campamento en forma de media luna. El domo inflable estall como el globo de un nio. -Franz! En seguida se desprendi un segmento mucho mayor de la cresta. Bloques, espiras, trozos grandes y planchas de hielo cayeron con enorme estrpito sobre el campamento. Aplastaron el igl central, volcaron uno de los trineos motorizados y desgarraron el igl del extremo oeste, del cual Franz Fisher todava no escapaba, levantando miles de esquirlas de hielo que brillaron como una lluvia de chispas. En seguida, Rita vio cmo Franz sala a rastras de entre las ruinas del domo de nailon y echaba a correr hacia ella. A derecha e izquierda de Franz volaban trozos de hielo semejantes a proyectiles de mortero, pero l desplegaba la gracia de un corredor a campo traviesa y la velocidad que da el pnico. Esquiv la avalancha y lleg al terreno seguro. Cuando la cresta termin de estabilizarse y dej de caer hielo, Rita se estremeci al imaginar vvidamente a su marido aplastado bajo un resplandeciente monolito blanco en algn otro sitio en la cruel noche polar. Se tambale, renunci a mantener el equilibrio, se desplom en el hielo y empez a temblar de manera incontrolable. SLO SE MOVAN los copos de nieve, que se precipitaban en medio de la oscuridad. Harry se apoy en el trineo motorizado y se puso de pie. El corazn, le lata con tal vehemencia que pareca golpearle las costillas. Tras recuperar el aliento, se limpi las gafas y mir a su alrededor. Pete Johnson ayudaba a Claude a ponerse de pie. Al francs le temblaban las piernas, pero no pareca estar lesionado. Pete, en cambio, ni siquiera se vea asustado; tal vez, en efecto, era tan indestructible como aparentaba. Saturado de adrenalina, por un instante Harry volvi a sentirse nio, emocionado por el peligro, lleno de regocijo por el slo hecho de haber sobrevivido. Despus pens en Rita y la sangre se le hel en las venas. El campamento temporal estaba al abrigo de una elevada pared de hielo. En condiciones normales, era el mejor sitio para ubicarlo, pero con las sacudidas que acababan de experimentar, la cresta de hielo poda haberse resquebrajado... En marcha, pens, presa de un pnico mucho ms intenso que el que pudiera haber sentido momentos antes. Hay que recoger, ponerse en marcha, ir a buscarla. Se precipit hacia los otros hombres. -Alguien est herido? -pregunt. -Slo zarandeados -respondi Claude. No slo era un hombre que se negaba a rendirse ante la adversidad, sino que sta lo animaba. Con la sonrisa ms franca que hubiera esbozado en todo el da, agreg-: Vaya danza!17

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Pete miraba a Harry. -Y t? -Estoy bien. -Ests sangrando. Cuando Harry se toc el labio superior, varios trocitos brillantes de sangre congelada, como fragmentos de rubes, se pegaron a su guante. -Me sangr la nariz, pero ya pas. campamento -seal. -Lo mismo pensaba yo -declar Pete. Cuando Harry terminaba de amarrar los ltimos instrumentos en el remolque de carga del segundo trineo motorizado, Pete lo llam. Harry se limpi las gafas y fue hasta el otro vehculo. Incluso en esa penumbra, percibi la preocupacin del ex futbolista. -Qu sucede? -Oye, los trineos motorizados giraron mucho durante las sacudidas? -Vaya que s, saltaban y rebotaban como si el hielo fuera un trampoln. -De arriba abajo? virado hacia un lado? Quiero decir, es posible que se hayan deslizado, que hayan Pueden tener problemas graves en el

Harry se acerc ms a Pete. -Yo estaba aferrado a uno de ellos. No gir. Por qu haces esa pregunta? -Tenme paciencia. En qu direccin apuntaban los trineos antes de la marejada? -Al este, hacia el campamento temporal. Pete se mordi un labio. -Entonces, estoy volvindome loco o qu? -Por qu? -Por esto... -dio unos golpecitos a la brjula del trineo. Harry observ la brjula. Segn la aguja, el trineo apuntaba exactamente al sur, un viraje de noventa grados respecto a su orientacin antes de que las ondas ssmicas agitaran el hielo. -Eso no es todo -prosigui Pete-. Cuando nos estacionamos aqu, estoy absolutamente seguro de que el viento azotaba este trineo por atrs. Ahora es evidente que sopla contra un costado, de mi lado derecho. Como sabes, durante las ventiscas, los vientos son muy estables. No varan noventa grados en slo unos cuantos minutos. -Pero si el viento no cambi de direccin y los trineos no se movieron, significa que el hielo en el que estamos... -la voz de Harry se quebr. Al cabo, Pete concluy la frase: -El hielo debi girar un cuarto completo de la brjula. -Pero, cmo puede ser? -Yo s cmo. -S, yo tambin lo s -admiti Harry, apesadumbrado. -Entonces, estamos en graves problemas, Harry.18

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Corrieron hacia el otro vehculo. La nieve recin cada rechinaba y cruja bajo sus botas. Pete dio unos golpecitos a la cartula de la brjula. -Esta tambin apunta al sur. Harry no abri la boca. Su situacin era tan terrible que no deseaba expresarla con palabras. Pete recorri con la mirada el inhspito yermo. -Si la temperatura sigue bajando, y sin duda alguna seguir bajando... cunto tiempo crees que lograramos sobrevivir en este lugar? -Con las escasas provisiones con que contamos, creo que ni siquiera un da. -Nuestra ayuda ms cercana... -Seran los barcos de las Naciones Unidas que estn a ms de trescientos kilmetros de distancia. -Y no van a navegar hacia el norte en medio de una tormenta, mucho menos entre tal cantidad de tmpanos. Enmudecieron. El aullido espectral y ominoso del viento inund el silencio. Harry neg con la cabeza. -Slo hay algo seguro. No podremos regresar a la estacin de Edgeway hoy por la tarde. Claude Jobert se uni a ellos a tiempo para or la ltima frase. A pesar de que tena la parte inferior del rostro cubierta por la mscara tejida, era patente su alarma. Puso una mano sobre el brazo de Harry. -Qu ocurre? Harry cruz una mirada de inteligencia con Pete. Este ltimo le respondi a Claude: -La marejada desprendi el borde del casquete. iceberg. Estamos a la deriva sobre un

-No puede ser! -exclam Claude, y oprimi con fuerza el brazo de Harry. -Aunque parezca totalmente descabellado, es cierta -reconoci Harry-. minuto que pasa nos alejamos ms de la estacin de Edgeway. Cada

Claude pas la mirada de uno a otro y despus la dirigi hacia el ominoso paisaje circundante, como si esperara ver algo que refutara lo que acababa de or. -No pueden estar seguros. -Estamos absolutamente seguros -lo contradijo Pete. Renuente, Claude acept la realidad. -Pero, debajo de nosotros... las bombas... -Exactamente -concluy Harry-. Las bombas.

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ladeado contra un lomo de hielos. Los cuatro faros rasgaban la cortina de nieve e iluminaban la nada; apuntaban en direccin opuesta al precipicio por donde haba desaparecido George Lin. Aunque Brian Dougherty estaba convencido de que cualquier intento de bsqueda sera una prdida de tiempo, se acerc hasta el borde de la grieta y se tendi boca abajo sobre el hielo del borde aserrado. Roger Breskin lo alcanz y se acost a su lado para atisbar hacia la terrible oscuridad. Brian tena el estmago hecho nudo. Trataba de enterrar los clavos metlicos de la punta de las botas en el hielo, que pareca roca, y de asirse a la superficie plana. Si otra marejada volva a sacudir al mundo, l podra salir despedido hacia el abismo. Roger Breskin dirigi el rayo de su linterna hacia afuera, al muro opuesto de la grieta. Hasta donde alcanzaba, la luz amarilla no mostr nada ms que la nieve que caa. Ms all se extenda una profunda oscuridad. -No es una grieta -reconoci Brian-. Es todo un can! El rayo se movi lentamente de un lado a otro: nada. No haba nada en absoluto. Brian estaba perplejo. -No entiendo. -Nos desprendimos del casquete principal -le explic Roger, con su ecuanimidad caracterstica, pero pasmosa. Pas un momento antes de que Brian pudiera asimilar la idea y sus terribles implicaciones. -Nos desprendimos... Quieres decir entonces que estamos a la deriva? -En un barco de hielo. Una racha de viento los azot con tal fuerza que durante medio minuto Brian no podra haber odo nada ms aunque gritara con todas sus fuerzas. Cuando la racha se extingui, se acerc ms a Roger Breskin. -Y los dems? -Podran estar tambin en este iceberg. Pero esperemos que estn sobre el hielo firme. -Santo cielo! Roger desvi la luz de la linterna de la oscuridad en la que haban esperado encontrar el muro opuesto de una grieta. La plida luz oscil a izquierda y derecha y finalmente cay sobre el mar negro, encrespado y lquido que ruga veinticinco o treinta metros abajo de ellos. Trozos irregulares de hielo oscilaban y se arremolinaban entre los senos de la glida agua oscura chocando sobre las crestas de las olas. Al tocarlos la luz, resplandecieron como diamantes esparcidos sobre terciopelo negro. Hipnotizado por el caos que la linterna revelaba, despus de tragar saliva, Brian seal: -George cay al mar. Desapareci. -Tal vez no. Apoyando los codos en el hielo, Roger se adelant a rastras hasta que pudo asomarse al borde y mirar hacia la alta cara del precipicio. El rayo de la linterna encontr el sitio donde la isla de hielo se una con el mar. El risco no descenda en lnea recta hasta el agua. Al pie, se haba desgajado en tres cornisas desiguales, cada una dos o tres metros abajo de la otra. Las cornisas se vean tan cortantes,20

Uno de los trineos motorizados se haba volcado sobre un costado; el otro estaba

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irregulares y llenas de fisuras, como la base de cualquier faralln en tierra firme. Las olas del mar embravecido ascendan hasta ellas y rompan contra el resplandeciente muro, salpicando con una tupida lluvia de espuma y roco helado. Lin habra quedado despedazado en semejante remolino. La luz se movi lentamente hacia atrs y arriba para revelar otra parte del precipicio. Apenas seis metros abajo de ellos, una cuarta cornisa sobresala de la pared de hielo. sta tena apenas unos metros de ancho. Roger Breskin la explor con la linterna. Dos metros y medio a su derecha, seis metros abajo, envuelto hasta entonces por las sombras yaca George Lin. Estaba recostado sobre el lado izquierdo, con la cara hacia el mar abierto. El brazo izquierdo lo tena bajo el cuerpo y el derecho cruzado sobre el pecho. Haba quedado en posicin fetal, con las rodillas flexionadas y la cabeza sobre el pecho. Roger ahuec la mano libre a guisa de bocina y grit: -George! Me oyes? George! Lin no se movi ni respondi. -Crees que est vivo? -inquiri Brian. -Debe estarlo. No cay mucho. La ropa est acojinada y es aislante. Absorbera el golpe. Brian, con ambas manos como altavoz, le grit tambin a Lin. La nica respuesta fue el ulular del viento, cada vez ms intenso; era fcil creer que ese aullido destilaba perversidad, como si el viento estuviera vivo y los desafiara a permanecer en el borde tan slo un instante ms. -Tenemos que bajar por l -declar Roger. Brian analiz de un vistazo la pared lisa y vertical de hielo que caa seis metros hasta la cornisa. -Cmo? -Tenemos cuerdas, herramientas. Improvisaremos algo. -Improvisar? -pregunt Brian, atnito-. Has practicado montaismo? -No. -Esto es una locura. Brian volvi a contemplar la silueta agazapada en la cornisa. En una plaza de toros espaola, en la estepa africana, en el ro Colorado... haba desafiado a la muerte de muchas maneras sin sentir miedo. Se pregunt por qu en este momento titubeaba. Prcticamente todos los riesgos que haba corrido carecan de sentido, eran simples juegos de nios. En esta ocasin, tena un buen motivo para arriesgarlo todo: estaba de por medio una vida humana Cul era el problema? Acaso no quera ser un hroe? Ya haba demasiados hroes en la familia Dougherty. -Manos a la obra -anunci Brian al cabo-. George se congelar si permanece mucho tiempo all.

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la burbuja de plexigls. En el haz de luz de los faros corran rachas horizontales de aguanieve. El limpiaparabrisas golpeteaba montono, encostrado de hielo, pero todava movindose con cierta eficiencia. La visibilidad haba bajado a diez o doce metros. Los nicos vehculos que utilizaban los expedicionarios de Edgeway eran unos trineos motorizados hechos sobre diseo, con motores rotativos de combustin interna y suspensin especial. Cada aparato poda transportar a dos adultos con la voluminosa ropa trmica, sobre un asiento acojinado de noventa centmetros de largo. Conductor y pasajero viajaban como en una motocicleta, uno detrs del otro. Los vehculos tambin tenan otras adaptaciones para operar en el invierno polar, donde las condiciones eran mucho ms rigurosas y extremas que las que enfrentaba el aficionado habitual a los deportes invernales. Adems de un par de bateras especiales para trabajo pesado en el Polo, la modificacin principal de cada vehculo era la cabina, que se extenda desde la parte delantera de la carrocera hasta el asiento del pasajero. La cubierta estaba fabricada con lminas de aluminio remachadas y plexigls grueso. Sobre el motor llevaba montado un calefactor pequeo pero eficiente, y dos ventiladores de tamao reducido dirigan el aire caliente tanto hacia el conductor como al pasajero. Sin la cabina, el golpeteo continuo del viento hara congelarse hasta los huesos a cualquier persona, y podra matarla en un viaje de ms de ocho o diez kilmetros. Algunos de los trineos tenan modificaciones especiales . El de Harry era uno de ellos, ya que transportaba la perforadora. La mquina era demasiado importante para exponerla a los tumbos que sacudan la plataforma de un remolque de carga. La mitad trasera del asiento tena adaptadas unas abrazaderas, y la mquina viajaba fija detrs de Harry, en el sitio que normalmente ocupara un pasajero. Con esas pocas modificaciones, el trineo era adecuado para el trabajo en el hielo de Groenlandia. Si bien el vehculo alcanzaba una velocidad mxima de sesenta kilmetros por hora, por el momento Harry prefera avanzar a paso de tortuga. Si apareca de pronto el borde del iceberg en medio de la tormenta y l viajaba a cierta velocidad, no podra frenar a tiempo y se precipitara hacia el mar. Con esa idea amenazadora en mente, mantena el motor a muy baja velocidad para ir apenas a diez kilmetros por hora. Emprendieron el camino con rumbo al sur desde el sitio de la ltima carga explosiva y mantenan ese rumbo lo mejor posible, suponiendo que lo que estaba al este antes de la marejada ahora se encontrara al sur. Harry mir por el espejo lateral. Los faros del segundo trineo que transportaba a Pete y a Claude, brillaban en la oscuridad detrs de l. Aunque se distrajo apenas durante un instante, pronto volvi a su escrutinio del hielo que tena delante, con la esperanza de ver algn destello de luz del campamento temporal. Rita y Franz comprenderan que, sin una seal, sera muy difcil o imposible encontrar el campamento en medio de una tormenta como sa. Seguramente encenderan los faros del trineo y los dirigiran a la cresta de hielo que se levantaba atrs del campamento. La luz, reflejada e intensificada, sera inconfundible. Pero no lograba distinguir ni siquiera una vaga luminosidad en el panorama. La oscuridad lo preocupaba, porque le haca suponer que el campamento haba desaparecido, sepultado bajo toneladas de hielo. Sigui atisbando entre la nieve. Nada.

Harry se apoy en el manubrio y atisb con dificultad el paisaje blanco a travs de

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Decidi que si encontraba viva a Rita, le dara gracias a Dios cada minuto del resto de su existencia... qu podra ser sumamente breve. Porque ella le haba dado ms felicidad de la que jams imagin conocer. Diez metros adelante, iluminada por los faros, apareci una angosta lnea negra en la llanura nevada: era una grieta en el hielo, apenas visible desde su perspectiva. Harry fren bruscamente. El vehculo derrap y vir treinta grados sobre su eje, con gran estrpito de los esques. Harry movi el manubrio en la direccin en que se deslizaba hasta que le pareci que la oruga recuperaba el agarre y despus volvi a virar hacia la derecha. Segua avanzando, deslizndose como un disco de hockey. Estaba a seis metros del agujero y avanzaba... La lnea negra se hizo ms visible. Haba hielo al otro lado. Deba de ser una grieta. No era el final del territorio, con la noche ms all y el glido mar en el fondo. Era tan solo una hendidura profunda. El vehculo segua deslizndose. Los esques crujieron. La oruga golpe contra algo. La cubierta de nieve se adelgaz. El trineo se deslizaba sobre hielo, con poca traccin. Una estela de nieve surga de los esques, de la oruga de poliuretano, como nubes de humo. Cinco metros... cuatro... El trineo se detuvo suavemente, tan cerca de la hendidura que Harry no lograba ver el borde del hielo por encima del frente del aparato. Las puntas de los esques deban de asomar sobre la orilla. Puso el motor en reversa y retrocedi ms o menos un metro, hasta que logr distinguir el precipicio. Tembloroso, pero no por el fro, se quit las gafas de la frente, las acomod ante los ojos, abri la puerta de la cabina y baj del trineo. Los faros mostraban que la grieta tena slo unos cuatro metros de ancho en el centro y se angostaba de inmediato hacia los extremos. Se asom hacia la negrura, con la sospecha de que el abismo podra tener muchos metros de profundidad. Se estremeci y dio media vuelta. Seis metros atrs de su trineo, el otro vehculo estaba detenido con el motor en marcha y los faros encendidos. La figura de Pete Johnson apareci por la puerta de la cabina. Harry le hizo un ademn y ech a caminar hacia l. El hielo retumb y se movi. Sorprendido, Harry se detuvo. Durante un instante, pens que otra onda ssmica pasaba debajo de ellos. Pero se encontraban a la deriva, y un tsunami no los afectara igual que cuando estaban sobre el casquete de hielo fijo. No, la perturbacin era totalmente local. De hecho, la tena bajo los pies. De pronto, el hielo se empez a resquebrajar delante de l, una fisura zigzagueante de escasos centmetros, que se ensanch hasta ser del tamao de su mano y todava ms. Estaba de espaldas a la primera hendidura, y la pared de la nueva grieta se desintegraba a sus pies. Se tambale, se abalanzo hacia adelante y salv la fisura de un salto, consciente de que sta segua ensanchndose debajo de l en el momento mismo de saltar. Cay en el extremo opuesto y rod para alejarse del hielo traicionero. A sus espaldas, la pared de la grieta se desprenda en gruesos bloques de hielo que se despeaban con estrpito. La planicie trepidaba. Harry se arrodill sin saber an si estaba seguro. No! La orilla de la grieta segua desintegrndose hacia el precipicio. La hendidura se ampliaba en direccin a Harry y l se alej dando traspis desesperados.23

Atrapados en el hielo

Jadeante, atisb sobre el hombro en el momento preciso que su trineo motorizado se hunda en el abismo. Se estrell contra la pared ms lejana y qued comprimido all un instan por un bloque del tamao de un camin. El combustible de los tanques principal y auxiliar explot. El fuego ascendi, pero disminuy luego, cuando el vehculo, envuelto en llamas, cay hacia las profundidades. Alrededor de Harry y a sus pies, reflejos semejantes a fantasmas de color anaranjado rojizo temblaron fugazmente en el hielo lechoso; despus, el fuego se extingui y la oscuridad volvi a reinar.

1:07 P.M.Horror al fro. Las circunstancias hacan que para Rita Carpenter fuera mucho ms difcil de lo habitual reprimir ese pnico persistente y debilitante. Algunas zonas de la cresta dorsal de presin se haban derrumbado parcialmente, en tanto que otras adquirieron una fisonoma del todo distinta a causa del tsunami. Una cueva poco profunda, de unos doce metros de fondo por diez de ancho, se abra ahora en la blanca muralla. Rita titube a la entrada del glido refugio, renuente a seguir a Franz Fischer al interior, abrumada por el miedo irracional de que no slo estara dando unos cuantos pasos adelante, sino, a la vez, retrocediendo en el tiempo hasta aquel da invernal cuando tena seis aos, hasta la muerte viviente de la tumba blanca... Con los dientes apretados, esforzndose por reprimir una sensacin de pnico casi paralizante, entr en la cueva. A sus espaldas la tormenta segua; sin embargo, ella encontr un relativo silencio dentro de las paredes blancas, as como abrigo contra el viento cortante y la nieve. Con su linterna, Rita ilumin el techo y las paredes en busca de cualquier indicio de que la estructura estuviera en peligro inminente de derrumbarse. Por el momento la cueva pareca un refugio estable. -Peligrosa -dijo, sin poder evitar que la voz se le quebrara. Franz estuvo de acuerdo. -Pero no tenemos otra opcin -aadi. Los tres refugios inflables haban quedado destruidos. Permanecer durante un lapso prolongado a merced del viento, cada vez ms intenso, equivaldra a cortejar a la hipotermia. Volvieron a salir y llevaron hasta la cueva de hielo el radio de onda corta, que pareca haber quedado intacto tras la destruccin del campamento. Lo acomodaron en el piso contra la pared del fondo. Franz Fischer conect unos cables a la batera de repuesto del trineo motorizado indemne y ambos colgaron el transmisor-receptor. Rita encendi el aparato y la cartula despidi un suave resplandor verdoso. -Funciona -musit, aliviada. Franz haba salido a ver qu ms poda rescatar cuando lleg un mensaje apremiante de Gunvald, desde la estacin de Edgeway. -Qu tranquilidad me da or tu voz! -exclam Gunvald-. Estn todos bien?24

Criofobia.

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-El campamento qued destruido, pero Franz y yo estamos bien. Nos refugiamos en una caverna de hielo. -Y Harry y los dems? -No sabemos qu les ocurri -respondi ella, y la angustia le oprimi el corazn-. Estaban trabajando fuera. Esperaremos quince minutos a que aparezcan; si no, iremos a buscarlos -titube un poco antes de aclararse la garganta-. Hay un problema. Estamos a la deriva. Durante un instante, Gunvald qued demasiado estupefacto para hablar. pudo decir: -Estn seguros? -Nos lo advirti un cambio en la direccin del viento. Luego las brjulas. -Espera un momento -la interrumpi Larsson, con preocupacin audible-. Djame pensar. Pese a la tormenta y a las intensas perturbaciones magnticas que acompaan al mal tiempo en esas latitudes, la voz de Larsson se oy con claridad unos momentos despus, cuando inquiri: -De qu tamao es su iceberg? Tienen alguna idea? -Ni la ms mnima. No hemos tenido tiempo de salir a inspeccionar. Apenas estamos recuperando todo lo que sea rescatable entre las ruinas del campamento. -Si el iceberg no es muy grande... Harry y los dems podran no estar a la deriva con ustedes. Rita cerr los ojos. -Ojal fuera as! -De cualquier modo, la situacin no es desesperada. Enviar un mensaje de inmediato por satlite a la base de la Fuerza Area Estadounidense de Thule. En cuanto les haya advertido, ellos podrn ponerse en contacto con los palangreros que esperan al sur de ustedes. -Y luego, qu? Ningn capitn en su sano juicio se acercara con un palangrero a la tormenta. Perdera su barco y a su tripulacin por tratar de salvarnos. -En Thule tienen las ms modernas aeronaves de rescate, helicpteros capaces de maniobrar en casi cualquier condicin. -Todava no se inventa ningn aparato que pueda volar a salvo en medio de una tormenta como sta, ya no digamos posarse sobre un iceberg entre tales rachas de viento. El radio slo dej or el chisporroteo de la esttica y penetrantes zumbidos electrnicos; sin embargo, Rita percibi que Gunvald segua all. S, pens ella. Yo tampoco sabra qu decir. Al fin, el sueco respondi: -De acuerdo. Tienes razn sobre los helicpteros. Pero no podemos abandonar toda esperanza de rescate-. Ustedes mantnganse calientes por turnos dentro de los trineos. Tienen una buena provisin de combustible? -Suficiente para volver a Edgeway, si fuera posible, pero no mucho ms. Suficiente para mantener los motores encendidos por varias horas, pero no por varios das. -En tal caso...25

Al fin

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Silencio. Esttica. La transmisin se reanud despus de algunos segundos: -... de todos modos mandar el mensaje a Thule. Tal vez se les ocurra alguna otra solucin. -Edgeway no sufri daos? -quiso saber ella. -Aqu todo est bien. Sobrevivir. Y t tambin, Rita. -Lo intentar -le respondi ella con determinacin-. No dudes que lo intentar.

1:10 P.M. Brian Dougherty extrajo gasolina del tanque del trineo motorizado que no se habavolcado y la derram sobre un rea de hielo de sesenta centmetros en el borde del precipicio. Roger Breskin, a su vez, abri un fsforo qumico y lo arroj sobre la gasolina. El combustible ardi. Las llamas brotaron como lenguas incandescentes al viento, pero se extinguieron en cuestin de segundos. Brian se arrodill donde haba estado el fuego y examin la orilla con mucho cuidado. Antes estaba puntiaguda e irregular, ahora se senta lisa y uniforme. Una cuerda de escalar se deslizara sobre ella sin deshilacharse. -Es suficiente? -pregunt Roger. Brian asinti. Roger se inclin y levant el extremo libre de una cuerda de nailon de diez metros de largo que haba atado a la estructura de su trineo motorizado y tambin a un pitn largo para hielo, idntico a los que se emplean para afianzar el transmisor de radio. Rpidamente rode con la cuerda el torso y los hombros de Brian para formar una especie de arns, y luego de hacer tres nudos fuertes en el centro del pecho del joven, seal: -Esto te sostendr, pero no olvides sujetarte de la cuerda con ambas manos por arriba de la cabeza, para quitar un poco de presin a los hombros. Como no confiaba en su capacidad para responder sin un tartamudeo nervioso, Brian sinti en silencio. Roger Breskin regres al trineo motorizado, que miraba hacia el precipicio y del que haban desenganchado el remolque de carga. Subi a la cabina, cerr la puerta, pis primero el freno y luego acelero. Tembloroso, Brian se tendi boca abajo en el hielo. Respir hondo a travs de la mscara tejida, titube un instante y se impuls con los pies por delante sobre el borde del precipicio. Aunque no cay mucho, el estmago le dio un vuelco, y un escalofro de terror semejante a una descarga elctrica lo recorri de pies a cabeza. La cuerda se puso tensa para frenar su descenso cuando la cabeza de Brian se encontraba apenas unos centmetros por abajo de la superficie del iceberg. Por lo pronto, asomaba por el borde un tramo demasiado pequeo de cuerda como para sujetarse de l por arriba de la cabeza. No tuvo ms opcin que soportar todo su peso en los hombros.26

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-Vamos, Roger, vamos -musit-. Date prisa. Como Roger era muy hbil para manejar el trineo motorizado, a Brian le haba parecido lgico y razonable ser l quien bajara a rescatar a George Lin. En este momento, en cambio, deseaba haber sido experto en trineos. Por qu tardaba tanto? Su impaciencia se esfum al desplomarse, de repente, como si hubiesen cortado la cuerda. Cay en la cornisa con tal fuerza que una intensa punzada de dolor le corri desde las piernas hasta lo alto de la columna vertebral. Las rodillas se le doblaron como si fueran de cartn mojado. Se golpe contra la pared del risco, rebot y qued colgando por fuera de la angosta cornisa, en medio de la oscuridad azotada por el viento. Estaba demasiado aterrado para gritar. Roger haba frenado un instante despus de soltar el pedal; sin embargo, como el viento incesante haba barrido la nieve y alisado el hielo, el vehculo tena poca traccin. Se precipit hacia adelante demasiado rpido. Igual que un disco de hockey, despus de frenar se desliz todava tres metros ms, apuntando con los faros hacia una negrura infinita antes de detenerse a casi dos metros de la orilla. El arns dio un tirn y qued tenso alrededor del torso y bajo los brazos de Brian. Comparado con las oleadas de dolor de las piernas y la punzada de la espalda, este nuevo sufrimiento le pareci tolerable. El joven se sorprendi de estar an con vida. Desenganch la linterna del cinturn de herramientas que traa puesto, desgarr la perfecta negrura que lo rodeaba con el rayo de luz y un torrente de copos de nieve cay sobre l. Tratando de no pensar en el mar helado que se extenda a sus pies, atisb hacia la cornisa. La tena un metro y medio arriba de la cabeza. Ms o menos un metro a su izquierda, los dedos enguantados de la mano derecha de George Lin, inertes, asomaban por el borde. El rayo de una linterna lo ilumin desde arriba. Brian alz la cabeza y vio a Roger Breskin asomado en lo alto del precipicio. -Ests bien? -grit Roger. A Brian le pareci como si el sonido viniera del extremo de un tnel de ferrocarril que midiera diez kilmetros. El joven asinti lo mejor que pudo: s, estoy bien. No haba manera de transmitir, con un simple movimiento de cabeza, la intensidad de su miedo y tampoco la preocupacin que le causaba el dolor persistente de las piernas. Breskin grit, pero Brian slo escuch algunas palabras: -Voy a ... trineo... subirte. Brian volvi a asentir. Roger corri de vuelta al vehculo. Brian dej la linterna encendida y la enganch al cinturn, con la luz dirigida hacia el pie derecho. Levant las manos y se sujet a la tensa cuerda. Se iz unos centmetros para aligerar un poco el peso que penda de la parte alta de los brazos. El trineo tir de la cuerda. El movimiento fue suave en comparacin con el descenso. Brian no se golpe contra el risco. De las rodillas para abajo, las piernas an le colgaban fuera de la cornisa. Con un esfuerzo, se balance y alz las piernas por arriba del borde, puso los pies sobre la angosta cornisa de hielo y se acuclill. Despus solt la cuerda y se puso de pie. Le dolan los tobillos, senta las rodillas como gelatina y los muslos le punzaban, pero pudo sostenerse.

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Atrapados en el hielo

De un bolsillo del anorak sac un pitn largo, una especie de clavo de doce centmetros de largo con la punta aguda y un ojo de casi tres centmetros de dimetro en el otro extremo. Descolg un martillo pequeo del cinturn de herramientas y clav el pitn en una angosta grieta de la pared del risco. La linterna de Roger volvi a asomar en lo alto. Cuando el pitn qued fijo, Brian pudo desenganchar de su cinturn una cuerda de nailon de dos metros y medio. Antes de bajar, haba atado un extremo de ella a un mosquetn. Enganch el mosquetn en el pitn y cerr el pasador. Se anud luego el otro extremo de la cuerda alrededor de la cintura. As, le servira como cabo de seguridad en caso de que cayera de la cornisa, pero tena la suficiente libertad de movimiento para ocuparse de George Lin. Ya asegurado, se desat el arns que le cruzaba el pecho y se enroll la cuerda alrededor del cuello. Se arrastr hacia George. Se quit la linterna del cinturn y la coloc sobre la cornisa, apoyada en la pared y con la luz apuntando hacia el hombre inconsciente. Inconsciente... o muerto? Para responder esa pregunta, hara falta ver el rostro de Lin. Colocarlo sobre la espalda no era fcil, porque Brian deba tener cuidado de que el cientfico no cayera al abismo. Cuando Lin haba recuperado la conciencia. La piel ambarina, al menos en los pocos centmetros del rostro que quedaban expuestos, se vea de una palidez crea. -Cmo te sientes? -grit Brian tratando de elevar la voz por encima del aullido del viento. Lin lo mir sin comprender y quiso incorporarse. Brian se lo impidi. -Cuidado! Puedes caer. Lin mir hacia un lado y contempl la oscuridad. Cuando dirigi la mirada a Brian otra vez, la palidez se haba acentuado. -Ests herido? -Me duele el pecho -respondi Lin, en voz apenas audible. -El corazn? -No. Cuando ca sobre el borde... el hielo an se sacuda... por la marejada... La pared del precipicio... estaba inclinada... Me deslic... y ca de golpe sobre el costado. No recuerdo ms. -Alguna costilla rota? Lin respir hondo y dio un respingo. -No, tal vez no. Creo que slo son golpes. Me duele mucho, pero no tengo nada roto. Brian se quit la cuerda del cuello. -Tendr que hacerte un arns. Trata de sentarte. Dando un quejido, George Lin se incorporo con cuidado. espalda contra el risco y las piernas colgando en el vaco. Qued sentado con la

Brian rpidamente improvis un arns, hizo un nudo doble por delante del pecho de George Lin y se puso de pie. Se agach y ayud al herido a ponerse de pie. -Listos? -grit Roger, desde seis metros arriba. -S! Pero hazlo despacio!28

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Lin daba palmadas cortas y rpidas. -Tengo el cuerpo adormecido. Puedo mover los dedos... pero no los siento. -Estars bien. -No siento los dedos... de los pies. Tengo sueo. Mala seal. Tena toda la razn. Cuando el cuerpo se enfra tanto que pide dormir para mantener la temperatura, la muerte puede no estar muy lejos. -En cuanto llegues arriba, mtete en el trineo -le orden Brian-. En quince minutos estars como nuevo. -Arriesgaste tu vida por qu? -T no habras hecho lo mismo? La cuerda dio un suave tirn hacia arriba y se llev con suavidad a George Lin. En lo alto del precipicio, sin embargo, Lin se qued atorado. Tena los hombros arriba del borde, pero el resto del cuerpo an penda al viento. Estaba demasiado dbil para impulsarse. Los aos de entrenamiento de Breskin como levantador de pesas rindieron sus frutos. Baj del trineo y con gran facilidad tir de George los dos ltimos metros para franquear el borde. Desat el arns del torso de Lin y le arroj la cuerda a Brian. -Te subir... cuando... instalado a George -grit. Aunque el viento arrastraba sus palabras, se perciba angustia en la voz. Apenas una hora antes, Brian no habra imaginado que Roger, duro como piedra, con aquel cuello de toro, los bceps voluminosos y el aire de autosuficiencia, pudiera sentir miedo de nada. Al hacerse patente el miedo de su compaero, Brian se sinti menos avergonzado por el pnico que lo atenazaba. Tom la cuerda y at el cuerpo con rapidez a ella. Despus, se desanud el cabo de seguridad de la cintura, retir del pitn el otro extremo de la cuerda, la enroll y la enganch en el cinturn. Luego recogi la linterna de la cornisa y tambin se la colg del cinturn. De tener la fuerza suficiente para sacarlo del hielo, habra recuperado el pitn. En ese momento, todas las provisiones, el combustible y las herramientas eran invaluables. Nadie poda predecir qu migaja, insignificante de momento, podra resultar esencial ms adelante para la sobrevivencia. Un rayo de linterna lo encontr entre la oscuridad. -Ests listo para subir? -le grit Roger Breskin. -Cuando t digas. Roger volvi al trineo. Brian apenas se haba sujetado cuando la cuerda empez a subir, ejerciendo una nueva presin an ms terrible sobre sus adoloridos hombros. Azotado por el viento, aturdido por el dolor, incapaz de apartar sus pensamientos de la inmensa tumba acutica que ruga a sus pies, se desliz contra la pared del risco tan suavemente como lo hiciera George Lin cinco minutos antes. Cuando lleg al borde, logr impulsarse con pies y manos sin la ayuda de Roger. Se puso de pie y camin tambaleante hacia los faros del trineo motorizado. dolan las piernas, pero haba superado la prueba prcticamente indemne. -Increble! -reconoci, al tiempo que desataba los nudos del arns. -De qu hablas? -le pregunt Roger cuando lo alcanz. -No cre que lo lograra.29

Le

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-Acaso no confiabas en m? -No es eso. Pens que la cuerda se rompera o algo parecido. -Tarde o temprano morirs -sentenci Roger, con voz casi teatral-. Pero ste no era tu lugar ni tu momento. A Brian lo sorprendi tanto que Roger Breskin se pusiera filosfico como lo haba asombrado darse cuenta de que tambin conoca el miedo. -Si no ests herido ser mejor ponernos en marcha. -Qu haremos ahora? -pregunt Brian, al tiempo que se frotaba los hombros lastimados. Roger se limpi las gafas protectoras. -Hay que encontrar el campamento temporal; debemos reunirnos con los dems. -Y si el campamento no est en el mismo iceberg en el que estamos nosotros? Roger ya haba dado media vuelta hacia el trineo volcado. LA CABINA DEL TRINEO slo poda albergar a dos hombres. Por consiguiente, Harry opt por viajar en el remolque de carga descubierto. Claude estaba dispuesto a ceder su sitio, y Pete Johnson insista en dejar su lugar al volante, como si viajar en el remolque fuera algo deseable, cuando de hecho la exposicin. al intenso fro podra resultar mortal. Harry interrumpi enseguida sus alegatos y, valindose de su jerarqua, reclam para s el peor de todos los puestos. En la plataforma del remolque se haban acumulado casi diez Centmetros de nieve. Harry la retir con las manos. Dio la espalda al viento y se desat los cordeles de la barbilla para aflojarse el capuchn. Luego busc dentro del cuello del anorak la gruesa mscara de lana tejida que llevaba alrededor de la garganta. Se cubri con ella la boca y la nariz. Ya no quedaba un centmetro de la cara expuesto. Lo que la mscara no alcanzaba a cubrir estaba oculto por el capuchn y las gafas protectoras. Volvi a apretar el capuchn y anud los cordeles. El trineo motorizado emprendi la marcha. Las condiciones en el remolque eran todava peores de lo que Harry haba esperado. El sistema de suspensin resultaba muy primitivo, y cualquier irregularidad del casquete de hielo se transmita al instante a la plataforma, a travs de los esques. Incluso sus gruesas ropas no lograban amortiguar los golpes ms intensos. El viento ruga desde todas direcciones. Las rfagas de aire glido hurgaban sin piedad buscando cualquier grieta en su armadura protectora. Consciente de que rumiar sobre su situacin slo la hara parecer peor, enfil sus pensamientos en otra direccin. Cerr los ojos y evoc una vvida imagen de Rita. Pero para no pensar cmo podra estar ella, con fro, asustada, herida o hasta muerta, retrocedi en el tiempo hasta el da en que se conocieron. Fue el segundo viernes de mayo, haca casi nueve aos. HARRY ASISTA A UNA convencin de cientficos que haban participado en el ms reciente Ao Geofsico de las Naciones Unidas. Trescientos hombres y mujeres de diferentes disciplinas, procedentes de todo el mundo, se daban cita en Pars para asistir a seminarios, conferencias e intensas discusiones. A las tres de la tarde del viernes, en un saln pequeo del entrepiso del hotel, el doctor Carpenter hizo una presentacin ante un puado de geofsicos y meteorlogos30

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interesados en sus estudios sobre el rtico. Cuando concluy, guard sus notas y sugiri que realizaran una sesin de preguntas y respuestas. Lo sorprendi y cautiv una hermosa joven que formulaba preguntas ms inteligentes e incisivas que las veinte eminencias de cabello gris que llenaban aquel saln. El aspecto de la mujer sugera una mezcla de sangre irlandesa e italiana. La tez aceitunada pareca irradiar calor. Boca amplia, labios carnosos: muy italiana. Pero haba algo irlands en la sonrisa curiosa y sesgada, que le daba el aire de un duendecillo. Los ojos tambin eran irlandeses, verdes y claros... pero almendrados. Cabello castao rojizo, largo y lustroso. En un grupo que optaba por las chaquetas de tweed, los trajes primaverales ligeros y los vestidos sencillos, ella destacaba con unos pantalones de pana color canela y un suter azul oscuro que acentuaba una figura incitante. Sin embargo, fue su mente, gil, inquisitiva, con mucha informacin y bien entrenada, lo que ms atrajo a Harry. Cuando la reunin concluy, l la alcanz antes de que ella saliera del saln. -Quiero expresarle mi agradecimiento por hacer la sesin mucho ms interesante de lo que poda haber sido, aunque ni siquiera s cmo se llama. -Rita Marzano -repuso ella, con una sonrisa a medias. -Marzano. Me dio la impresin de que tena aspecto de italiana e irlandesa. -De hecho, soy mitad inglesa -esboz una sonrisa amplia y pcara-. Mi padre era italiano, pero crec en Londres. -Marzano... me suena conocido. Usted ha escrito un libro, no es as? -S, Un nuevo maana. Un nuevo maana era un libro cientfico de divulgacin, un estudio sobre el futuro de la humanidad proyectado a partir de los descubrimientos ms recientes en gentica, bioqumica y fsica. Estaba en las listas de best-sellers. -Lo ha ledo? -aadi ella. -No -reconoci l. -La editorial de Inglaterra envi cuatrocientas copias a la convencin. Estn a la venta en el mostrador de novedades del vestbulo, en la planta baja -mir su reloj-. Tengo programada una sesin de autgrafos ahora mismo. Si quiere un ejemplar autografiado, no tendr que hacer fila. Esa noche, a Harry le result imposible cerrar el libro antes de dar vuelta a la ltima pgina, a las tres de la maana. Lo fascin el modo en que ella ordenaba la informacin y el enfoque que daba a los problemas, poco convencional pero muy lgico, porque se parecan asombrosamente a los procesos mentales del propio Harry. Sinti casi como si estuviera leyendo un libro escrito por l mismo. Durmi en ves de asistir a las conferencias matutinas del sbado y pas casi toda la tarde buscando a Rita. Cuando no la buscaba, pensaba en ella. Mientras se daba una ducha y se vesta para la velada de gala, se dio cuenta de que no era capaz de recordar una sola palabra de la nica conferencia a la que haba asistido ese da. Por primera vez en su vida, Harry Carpenter se pregunt cmo sera la vida de un hombre que sentaba cabeza y comparta el futuro con una mujer. Harry era lo que muchas mujeres llamaran un buen partido: un metro ochenta de estatura, de aspecto agradable aunque no precisamente atractivo, ojos grises, y facciones aristocrticas. Pero jams quiso ser el partido de nadie. Siempre haba deseado una mujer que fuera su igual, una mujer con quien compartir su trabajo, esperanzas e ideas y que en reciprocidad aportara sus propias ideas. Le pareci que tal vez la haba encontrado, pero no saba qu hacer. Con treinta y tres aos, haba pasado31

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demasiadas horas en labores acadmicas y muy poco tiempo aprendiendo los rituales del galanteo. El programa para la velada inclua una pelcula sobre los proyectos principales del Ao Geofsico de las Naciones Unidas, un banquete y un espectculo; esto seguido de un baile con orquesta de doce msicos. Por lo general, Harry slo habra asistido a la pelcula. Pero haba buenas probabilidades de toparse con Rita Marzano en alguna de las funciones sociales. Era la ltima en la fila para entrar al saln del hotel que ella no exhibiran la pelcula. Estaba sola y le sonri al verlo. Con un candor que no pudo controlar y esperando que ella no reparara en su sonrojo, Harry confes: -Estuve buscndola durante todo el da. -Y por qu me busc todo el da? -Por el libro. Me gustara mucho comentarlo con usted, si tiene un minuto. -Un minuto? -O una hora. -O toda una velada? Maldicin; volva a ruborizarse. Se sinti corno un muchacho pueblerino de Indiana. -De acuerdo... Rita mir la fila de espera, se volvi otra vez hacia Harry, sonri y le dijo: -Si no asistimos a los actos sociales, tendremos toda la noche para charlar. -No le interesa la pelcula? -No. Adems, la cena ser psima. -En ese caso, le agradara una cena en el Laperouse? Ella frunci el entrecejo. -Es muy caro. No necesita derrochar. Yo disfruto por igual cerveza que champaa. -sta es una ocasin especial, cuando menos para m. La cena estuvo perfecta. Pars no ofrecera ninguna atmsfera ms romntica que el saln del primer piso del Laperouse. Desde su mesa podan ver las luces de la ciudad. A sus pies, el ro oscuro y salpicado de reflejos pareca una bufanda de seda negra abandonada por el gigante de un libro de cuentos. Mientras coman, empezaron a tutearse, y pasaron de un tema de conversacin a otro tan tranquilos como una pareja de amigos que llevaran diez aos de cenar juntos. Cuando termin su coac, Harry no quera que la velada concluyera tan pronto. A ella tambin le pesaba, y pregunt: -Nos vamos? No hemos hablado sobre mi libro, como en realidad queras. Te dir qu podemos hacer. Iremos a pie hasta el Hotel George V, tomaremos un poco de champaa en mi habitacin y as podremos hablar. l se mostr confuso. -No ests hospedada en el hotel de la convencin? S que es desangelado, pero el George V es muy caro. -He ganado una buena suma con Un nuevo maana. Por una vez en la vida, quise despilfarrar. Tengo una pequea suite con vista a los jardines.32

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En la habitacin de Rita, junto a la cama, haba una botella de champaa en un cubo plateado lleno de hielo triturado. La joven seal la botella. -Mot. brela, por favor. Harry la sac del cubo y vio que ella daba un respingo. -El ruido del hielo -explic Rita. -Qu ocurre? Ella vacil un momento. -Me eriza el cabello -explic al cabo-. Como al rayar un pizarrn con las uas. Para entonces, Harry estaba en tal sintona con Rita que perciba que ella no deca la verdad. Se dio cuenta de que haba respingado porque el crujido del hielo le recordaba algo desagradable. Durante un momento, los ojos de Rita se perdieron en la lejana, absortos en un recuerdo que le ensombreci la frente. -El hielo no est derretido -observ Harry-. ordenaste? Rita volvi al presente, lo mir y sonri. -Cuando fui al bao en el Laperouse. Incrdulo, Harry declar: -Entonces, t me ests seduciendo a m. -Y eso te ofende? Estamos a fines del siglo veinte, sabes? -Claro que no me ofende. -En realidad, nunca haba hecho algo as. Quiero decir, acostarme con alguien en la primera cita. -Yo tampoco. -Pero resulta muy agradable, o no? l dej la botella entre el hielo y abraz a Rita. Al besarla, sus labios le evocaron la textura de un sueo, y sentirla contra su cuerpo le pareci el destino hecho realidad. Pasaron por alto el resto de los convencionalismos y se quedaron en la cama. Charlaron, hicieron el amor y durmieron como si estuvieran drogados. ALGUIEN GRITABA su nombre. Aturdido, encastrado de nieve, Harry se incorpor en la plataforma del remolque y movi la cabeza para regresar de los deliciosos recuerdos. Claude lo miraba por la ventana trasera de la cabina del trineo motorizado. -Harry! Oye, Harry! -su voz apenas era audible por encima del viento y del ruido del motor-. Observa! All adelante! Mira! Luces! Al principio no entendi a qu se refera Claude. Estaba entumido, helado y todava cautivo en aquella habitacin de hotel en Pars. Entonces alz los ojos y vio que se dirigan hacia una luz amarillenta y difusa que resplandeca lnguida en el hielo. Pete Johnson gui el trineo por la meseta de hielo, que conoca bien, y baj a la planicie donde haban estado los igles. Los domos estaban desinflados, aplastados bajo enormes bloques de hielo, pero un trineo motorizado tena el motor en marcha y los faros encendidos; junto a l, dos personas con ropas del rtico agitaban las manos.33

Por pura curiosidad, a qu hora la

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Una de ellas era Rita. Harry salt del remolque en marcha y corri hacia ella. -Harry! l la tom por la cintura, la levant, volvi a dejarla en el piso y se baj la mscara para nieve. Trat de hablar, no pudo y se limit a abrazarla. Al fin, con voz temblorosa, ella le pregunt: -Ests herido? -Me sangr la nariz, nada ms. Y t? -Slo asustada. Harry saba que ella luchaba contra su terror a la nieve, al hie