La elección de la muerte como derecho humano

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LA MUERTE COMO DERECHO HUMANO: UN ARGUMENTO FRENTE A LA NECESIDAD DE RE-INTERPRETAR LA MUERTE. Por Cesar Augusto Quintero Buritica Sección: 11-08 Ya Sócrates desde el umbral de la Antigüedad Clásica vaticinaba el malestar que produciría en el hombre el hecho de interpretarse ante la muerte. Como lo expresa en su reconocida apología preservada por su discípulo Platón: ¿Qué es, en efecto, temer a la muerte sino atribuirse un saber que no se posee? ¿No es acaso imaginar que se sabe lo que se ignora? Pues nadie conoce la muerte, ni siquiera si es, precisamente, el mayor de todos los bienes para el hombre, pero le temen como si supieran con certeza que es el mayor de todos los males. Sin embargo, ¿cómo no va a ser la más reprochable ignorancia la de creer saber lo que no se sabe?” 1 Es así, que desde Sócrates hasta los albores de la modernidad, la acepción de muerte ha permanecido sumida bajo el estigma de Fobos 2 , pululando así las declaraciones denigratorias que permitieron a la humanidad acogerse bajo la benigna y misericordiosa figura del escatológico salvador cristiano, por un lado, y por el otro, la exacerbación mundana del presente consignada bajo la fatalista renuncia del futuro desde el sentido utópico. Pero el advenimiento de nuevos tiempos ha dejado entrever la inminencia de la renovación axiológica que debe erigirse como la oportunidad clave para re-interpretarnos como seres para la muerte. Esto no significa la yuxtaposición de la muerte sobre la vida, como últimamente se ha hecho creer bajo la mirada fatalista de los ascetas, o un retroceso en materia histórica que se atribuye a las nuevas formas de ritualización que nos permitirá entronizarnos con la muerte 3 . No, por el contrario, es un cambio que debe hacerse, más aún que siendo parte de una sociedad en constante avance nos hemos familiarizado con la muerte, no en el sentido de entenderla como afín a la conciencia ante la existencia humana sino en la banalización a ultranza que genera el tenerla ahí presente, como una constante en la cotidianidad. La pregunta sería entonces, ¿Cómo se puede efectuar un verdadero cambio en el que se pueda romper los tabúes inoculados en el imaginario de la humanidad frente a la muerte? 1 GALINDO, Luis; SERRANO, Federico; MELO, Sofía; BUCHELLI, José; TORREGOZA, Enver, GUILLERMO, José y SIERRA, Jorge. FILOSOFIA I. Bogotá, Colombia. Editorial Santillana, 2006. 271 páginas. Ver: Historia de la filosofía: Sócrates. 2 Acordes a la mitología griega, el dios Fobos, hijo de Ares y de Eris, se consagra como la divinidad del miedo y el temor. En este sentido, corrientes filosóficas afines a la ética – como el hedonismo y el epicureísmo- se propusieron extirpar el temor del alma humana con propuestas como la ataraxia y la apatheia, consistentes en la emancipación de la razón humana de las preocupaciones idealistas –oriundas de Platón- consiguiendo así la imperturbabilidad del alma y la liberación de las acciones humanas de los temores metafísicos y mundanos. 3 Antiguamente, los rituales se consideraban como los escenarios en los cuales confluía lo humano con lo místico. Ejemplos claros eran los rituales carnavalescos en honor a Dionisio donde las elegías ditirámbicas les permitían a las bacantes entrar en comunión con las divinidades a través del éxtasis que producía el vino. Actualmente, los rituales fúnebres han ido perdiendo el significado de conmemorar la muerte como un acto de correspondencia con el logos natural para posicionarse como eventos protocolarios y formales prontos al olvido.

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LA MUERTE COMO DERECHO HUMANO: UN ARGUMENTO FRENTE A LA NECESIDAD DE RE-INTERPRETA R LA MUERTE.

Por Cesar Augusto Quintero Buritica Sección: 11 -08 Ya Sócrates desde el umbral de la Antigüedad Clásica vaticinaba el malestar que produciría en el hombre el hecho de interpretarse ante la muerte. Como lo expresa en su reconocida apología preservada por su discípulo Platón: “¿Qué es, en efecto, temer a la muerte sino atribuirse un saber que no se posee? ¿No es acaso imaginar que se sabe lo que se ignora? Pues nadie conoce la muerte, ni siquiera si es, precisamente, el mayor de todos los bienes para el hombre, pero le temen como si supieran con certeza que es el mayor de todos los males. Sin embargo, ¿cómo no va a ser la más reprochable ignorancia la de creer saber lo que no se sabe?”1 Es así, que desde Sócrates hasta los albores de la modernidad, la acepción de muerte ha permanecido sumida bajo el estigma de Fobos2, pululando así las declaraciones denigratorias que permitieron a la humanidad acogerse bajo la benigna y misericordiosa figura del escatológico salvador cristiano, por un lado, y por el otro, la exacerbación mundana del presente consignada bajo la fatalista renuncia del futuro desde el sentido utópico. Pero el advenimiento de nuevos tiempos ha dejado entrever la inminencia de la renovación axiológica que debe erigirse como la oportunidad clave para re-interpretarnos como seres para la muerte. Esto no significa la yuxtaposición de la muerte sobre la vida, como últimamente se ha hecho creer bajo la mirada fatalista de los ascetas, o un retroceso en materia histórica que se atribuye a las nuevas formas de ritualización que nos permitirá entronizarnos con la muerte3. No, por el contrario, es un cambio que debe hacerse, más aún que siendo parte de una sociedad en constante avance nos hemos familiarizado con la muerte, no en el sentido de entenderla como afín a la conciencia ante la existencia humana sino en la banalización a ultranza que genera el tenerla ahí presente, como una constante en la cotidianidad. La pregunta sería entonces, ¿Cómo se puede efectuar un verdadero cambio en el que se pueda romper los tabúes inoculados en el imaginario de la humanidad frente a la muerte?

1 GALINDO, Luis; SERRANO, Federico; MELO, Sofía; BUCHELLI, José; TORREGOZA, Enver, GUILLERMO, José y

SIERRA, Jorge. FILOSOFIA I. Bogotá, Colombia. Editorial Santillana, 2006. 271 páginas. Ver: Historia de la

filosofía: Sócrates. 2 Acordes a la mitología griega, el dios Fobos, hijo de Ares y de Eris, se consagra como la divinidad del miedo

y el temor. En este sentido, corrientes filosóficas afines a la ética – como el hedonismo y el epicureísmo- se

propusieron extirpar el temor del alma humana con propuestas como la ataraxia y la apatheia, consistentes

en la emancipación de la razón humana de las preocupaciones idealistas –oriundas de Platón- consiguiendo

así la imperturbabilidad del alma y la liberación de las acciones humanas de los temores metafísicos y

mundanos. 3Antiguamente, los rituales se consideraban como los escenarios en los cuales confluía lo humano con lo

místico. Ejemplos claros eran los rituales carnavalescos en honor a Dionisio donde las elegías ditirámbicas

les permitían a las bacantes entrar en comunión con las divinidades a través del éxtasis que producía el vino.

Actualmente, los rituales fúnebres han ido perdiendo el significado de conmemorar la muerte como un acto

de correspondencia con el logos natural para posicionarse como eventos protocolarios y formales prontos al

olvido.

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Para ello sería necesario esclarecer la postura que debe tomarse desde lo individual para poder así dimensionarlo a un ámbito socio-cultural. Frente a lo individual, el escritor argelino Albert Camus hace una interesante alusión a la pregunta de la muerte desde el individuo. Ayudado con la alegoría del mito Sísifo4 logra posicionar la pregunta del suicidio como la única que merece ser pensada, ya que lo demás –ética, epistemología, estética, antropología, economía, política- se realiza en función de la vida y de su enjuiciamiento axiológico de ser valiosa o no. Sísifo representa al hombre, el monte simboliza el transcurso temporal de la vida y la piedra encarna las vicisitudes que el hombre afronta en su devenir inmanente hacia la muerte. Es en la cima donde se logra contemplar el valor de las acciones y esfuerzos pasados, la altura de la cima permite vislumbrar el panorama y el abismo representa el ridículo del esmero humano en vida siendo su máxima teleológica la muerte, es decir, la inevitable caída. Curiosamente la conclusión de Camus es que la vida si merece ser vivida para ser enaltecida luego por la muerte, solo en el acercamiento con la muerte se logra entender el sentido que subyace frente a la vida. Con Camus específicamente se ilustra, bajo el pensamiento moderno, el derecho humano de la muerte, es decir la posibilidad del hombre de orientar su mentalidad hacia la comprensión de la vida y de procurarse un sentido teleológico. De esta manera se logra justificar que en los tiempos del malestar de la cultura y de la desacreditación de los grandes discursos ideológicos, se halla empezado por objetar ante las posturas obstaculizadoras de la religiosidad y la moral popular que pretenden satanizar la muerte, impidiendo que está se vea como un estadio de reciprocidad ante la vida, que entra en consonancia con el desenvolvimiento natural y armónico del Cosmos. Las ventajas que acarrea el interpretar la muerte como un derecho humano, en el cual se expresa la responsabilidad ante la vida y se compromete frente a la noción sartriana de concebir al hombre como un proyecto, confluyen a la par con la renovación axiológica que permitirá ligar toda manifestación cultural a elogiar la muerte bajo los cánones de lo humano y re-entendernos como comunidad, como partes de un todo social en el cual se comparte un horizonte común.5 Para terminar, la re-interpretación de la muerte expresada en su consolidación como derecho nos permitiría como seres humanos proyectarnos ante la vida dejando claro que solo nosotros somos aquellos que podemos brindarle un sentido a nuestras acciones. Más que considerar el derecho a morir como un acto pecaminoso y cruel que nos aparta de nuestra exaltada racionalidad, se debe comprender como una superación más del pensamiento humano el cual ya sobrepasó las ligaduras de la fóbica postura ante la necrópolis y se encuentra en la capacidad de construir nuevos proyecciones de vida con sentido ético y filosófico encaminadas a la búsqueda de la trascendencia humana siempre en reconocimiento de las maravillas que ofrecen la vida y la muerte.

4 Sísifo es un personaje de la mitología griega, específicamente rey de Corinto, condenado en los infiernos a

hacer rodar hasta la cima de un monte un peñasco que luego volvía a rodar hacia abajo.

GALINDO, Luis; SERRANO, Federico; SIERRA, Jorge; ORTIZ, José; CASTILLO, Luis y GUILLERMO, José.

FILOSOFIA II. Bogotá, Colombia. Editorial Santillana, 2006. 256 páginas. 5

La re-interpretación que debe concedérsele a la muerte debe tomar como referente clave su plena

congruencia con la vida. Dicha relación reciproca conllevaría a una nueva valoración de la vida, no solo la

humana sino la expresada en todas sus formas, cumpliéndose así la máxima bioética del respeto a la vida. El

reconocimiento de la muerte como valor humano –ya que somos los únicos seres que son conscientes de

ella- ligara nuestras acciones a la preservación de la vida y a la sacralización de la muerte desde lo

humanista y filantrópico.

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