La gata sin botas
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LA GATA
SIN
BOTAS
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Había una vez, una niña que se llamaba María. Tenía
diez años, los cabellos dorados, los ojos azules, la
nariz chata y unos labios rojos como cerezas.
Desde muy pequeña su sueño era tener un gatito.
Insistía constantemente en ello y se ponía tan pesada
que siempre tenían que reñirla.
Pero un día, llegó su tía con
una gatita bonita y
juguetona en las manos.
María le puso de nombre:
Kitty. Empezó a jugar con
ella y le tiró una pelota azul,
una y otra vez, una y otra
vez…
- ¡Ven a jugar conmigo, gatita! - le decía María
ilusionada.
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La gatita se cansó tanto, que se fue a dormir en un
rincón de la habitación de María. La niña quería jugar
más y fue otra vez en busca de Kitty. La gatita, como
no quería jugar, volvió a irse de su ama. María insistió
una y otra vez, hasta que… ¡Zas! Sacó las uñas y la
arañó. Le hizo unos rasguños en la pierna y sangró
mucho.
- ¡¡¡Auuu!!! – gritó la pequeña.- ¿Pero qué has
hecho?
María se enfadó y soltó a la
gatita, que salió corriendo.
La niña se quedó toda la
noche llorando. Ella se sintió
muy mal y su madre Antonia
la consoló.
- No llores María, verás como volverá y todo será
diferente – le decía.
- Tengo miedo de que no vuelva – contestó María.
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Al cabo de una semana,
María fue a buscar a Kitty
para perdonarla por lo que
había hecho. Tardó horas
en buscarla y no la
encontró.
Al cabo de dos días, Kitty volvió sola a casa porque
dos perros la querían morder. Tenía heridas en la
espalda y María la curó. Ella le dijo a Kitty:
- Por favor, no te vayas nunca más de casa.
Al cabo de unos días, una amiga de María tenía un
perro y se lo quería dar. María lo quería, pero como
ya tenía un gato, se negó porque tenía miedo de que
se peleasen.
Cuando la pequeña tenía deberes, Kitty se ponía a su
lado. De vez en cuando, se subía a la falda de María
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y dejaba que la acariciase, pero luego, volvía a su
sillón y dormía un rato más.
Un día, mientras Kitty
dormía, escuchó un
ruido y creyó que era un
ladrón. Entonces, se
levantó y se fue a
investigar por toda la
casa. Volvió a escuchar otra vez el mismo ruido que
venía de la cocina. Kitty se fue hacia allí para ver de
dónde salía aquel ruido tan espantoso. Vio que era
María que le habían caído las cazuelas encima de la
cabeza…. ¡Pobre María!
Estaba llorando y Kitty fue a buscar a Antonia
rápidamente. Ella, cuando vio a su hija en el suelo se
asustó mucho.
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- ¿Qué te ha pasado María? – le preguntó
sorprendida.
- Se me han caído todas
las cazuelas encima…-
contestó la niña.
Antonia la ayudó enseguida, la curó y la llevó a la
cama, donde reposó.
Al cabo de tres días, María ya se encontraba mejor y,
entonces, fue Antonia, su madre, quien se puso mal,
ya que cogió un virus. María ya llevaba dos semanas
sin ir al colegio porque su madre estaba mal y ella
también.
Las mejores compañeras de
colegio de María, que se
llamaban Cristina y Paula, como
vieron que María faltaba tantos
días a clase, le llevaron los
deberes. Las dos amigas, al
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llegar a casa de María, se encontraron con que ésta
estaba mucho más recuperada y estaba jugando con
su gatita Kitty. Su madre, en cambio, debido al virus,
continuaba ingresada en el hospital con una fuerte
medicación.
María iba cada día al hospital con Kitty. Como la gata
no podía entrar, se esperaba al lado de la puerta
hasta que su ama saliese después de ver a su madre.
Al cabo de una semana, pasó algo… ¡que cambiaría
la vida de María y de su gatita Kitty!
Antonia salió del hospital y, como
ya se había recuperado, le trajo un
regalo a Kitty y otro a María, ya
que se sentía agradecida de que la
hubiesen tratado tan bien. A Kitty
le trajo unas botas para cuando
lloviera y a María le regaló un libro
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de aventuras de Gerónimo
Stilton,
¡¡Pero lo que no sabéis…es que
aquellas botas eran mágicas!!
Kitty se puso las botas y…por
arte de magia…¡desapareció! Al
cabo de un rato, sin saber cómo,
la gatita volvió a aparecer. Resultó que las botas
tenían un poder mágico: cuando alguien se las
colocaba en los pies, desaparecía e iba a un lugar
durante un rato. Durante este viaje misterioso, ella
había ido a una protectora de animales y vio animales
que estaban muy tristes. Pero sucedió que algunos
perros persiguieron a la pobre gata. ¡¡A Kitty no le
gustó nada este viaje!!
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Cuando volvió, María le quitó enseguida las botas y
las escondió en un lugar secreto.
Desde aquel día, la niña no le enseñó más las botas y
Kitty preguntó mucho por ellas. María le explicaba
que aquellas botas no se las podría poner más
porque eran muy mágicas.
Kitty estaba muy
disgustada... ¡No se podría
poner más aquellas
preciosas botas mágicas!
De repente, llamó alguien
a la puerta. Era un hombre
llamado Martín que vendía
botas mágicas.
- Buenos días – dijo Martín.
- Hola, buenos días – contestó Antonio.
- ¿Querrían comprarme estas botas? – preguntó
Martín. – Les puedo asegurar que éstas son mágicas,
y a la vez no son peligrosas.
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María se las compró para Kitty y la gatita se fue
rápidamente con las botas nuevas a la habitación.
Kitty, como era muy lista,
cogió las botas mágicas y
se las puso. De
repente…¡despareció otra
vez! La magia de aquellas
botas la llevaron a un lugar
que estaba en el cielo.
Este lugar se llamaba: “El
castillo de diamantes”.
Se trataba de un castillo todo hecho de diamantes.
Kitty pensaba que había un tesoro, pero no estaba
segura de ello. Así que decidió ir a buscarlo.
Cuando entró en el castillo se quedó asombrada y,
buscando por sus largos pasillos, encontró un libro.
Cuando lo abrió, vio que había un mapa dentro. Al
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tocar aquel mapa, por arte de magia, sus botas
adquirieron otro poder: ¡¡hacían que ella se pudiera
convertir en fuego!!
Dentro del castillo le cayó
un diamante encima.
Entonces, Kitty, gracias a
aquel poder, se convirtió
en fuego y consiguió que no le hiciera daño. Le
atacaron también monstruos de diamantes. Ella los
rompió de un golpe y se hizo una armadura de
diamantes. ¡Estaba muy guapa! ¡Se sentía tan fuerte
que incluso pudo resistir a los ataques de los
espadachines de diamantes!
Después de todos estos ataques, pudo disfrutar de la
estancia en el castillo de diamantes. Pero pasados
unos días, Kitty cometió el fallo de querer robar unos
diamantes del castillo. Los guardianes, que paseaban
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por los pasillos de castillo, se dieron cuenta del robo y
corrieron hacia ella.
- ¡No te escaparás! – la gritaban.
Kitty intentó huir atemorizada, pero los guardianes la
dispararon con una flecha.
María, muy triste, pensaba qué debería hacer su
gatita Kitty y estuvo muchos días preocupada por ella.
Después de unas semanas, creyó haber descubierto
qué le había pasado a su gatita Kitty y se puso a llorar
durante unas horas. Cuando llegó la hora de cenar,
su madre le dijo:
- María, vete a acostar a
tu cama.
- De acuerdo, buenas
noches – contestó
María.
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Pero a la pequeña le costó mucho dormirse…
Al día siguiente, María se despertó y, cuando bajó de
la cama, se dirigió directamente a su armario para
coger la ropa y vestirse. Al abrir la puerta, vio que las
botas que compró para Kitty estaban ahí. María,
intrigada por la aparición de las botas, se las intentó
poner….
Al ponérselas, la llevaron al castillo de diamantes.
María entró y por suerte no estaban los guardianes.
Cuando entró, vio a Kitty tumbada en el suelo con una
flecha clavada en la espalda.
- ¡Oh Kitty! ¡Qué te han hecho! –
exclamó la niña muy triste.
Ella lloró mucho por Kitty…
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María la cogió y, rápidamente, se la llevó fuera del
castillo. Entonces, la niña se quitó las botas y,
mágicamente, fueron a parar a su habitación.
Ella llamó a urgencias de
animales para que curasen a
Kitty, la cogió y la llevó hacia
allí. Al llegar al veterinario,
un hombre agarró a la gatita
para curarla, y vio que la
flecha le había travesado el
cuerpo haciéndole una herida muy profunda.
¡Pobrecita Kitty!
Al cabo de unas horas de haberla curado, Kitty se
despertó….¡Se había salvado! María, se puso muy
contenta, pero faltaba una cosa importante que hacer:
¡deshacerse de las botas!
Kitty, al principio, de quedó un poco triste porque no
quería deshacerse de ellas, pero enseguida
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comprendió que eran malas y que era lo mejor que
podían hacer.
Había gente que decía que Kitty ya no era mágica y
se reían por ello. En cambio, otras personas decían
que aún lo era. Pero lo que de verdad no sabían, es
que Kitty siempre será… ¡¡¡La gata sin botas!!!
Els/Les alumnes de 5èB Juny 2013