La Mejor Oferta
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DEL HISTORIADOR AL MATERIALISTA HISTÓRICO: EL QUEBRANTAMIENTO DEL HOMBRE O UNA CONSTRUCCIÓN DE POSIBILIDAD.
“Una imagen irrevocable del pasado,que corre el riesgo de desvanecerse
para cada presente que no se reconozca en ella”
Walter Benjamin
Las enunciaciones teóricas en torno al arte se dividen en varios momentos, sobre todo
porque éstas responden a circunstancias muy particulares que investigadores de las
ciencias sociales se han dado a la tarea de explicar, a partir de escritos y/o corrientes
filosóficas, en este caso, el cine me lleva al desarrollo de ideas planteadas por el autor
Walter Benjamin uno de los integrantes de escuela de Frankfurt en Alemania –de las
escuelas más renombradas y retomadas hasta la fecha, por los debates que dan
continuidad al estudio del arte desde la filosofía- así, las perspectivas artísticas se
transformaron como consecuencia de la propuesta Benjaminiana, con dos de sus textos:
“La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica” y “tesis sobre la historia”
éstas críticas son de vital importancia debido a su influencia dentro del pensamiento
moderno, fundamentalmente por la concientización que implica estar al tanto del papel
que juega el arte dentro de las esferas hegemónicas, así como en los terrenos del tú-a-tú.
En la vida cotidiana, el arte y en concreto la obra artística se retoma en diferentes
acepciones para desencajar su “autenticidad”, la apreciación del arte influye en los sujetos
sociales así como en el “gusto” que tienen las personas por algunas obras sobre otras, a
través de diferentes periodos históricos y contextos socio-políticos. Aquiescencias teóricas
que transgreden continuamente el mundo del arte desde una perspectiva política,
elementos que sin duda influencian la última película del director Giusepe Tornatore, “La
Migliore Oferta”.
Empecemos por desentrañar un poco el escrito de Walter Benjamin “La obra de arte en la
época de su reproductibilidad técnica”, el cual despliega una crítica hacia a la
representación social del arte y objeta aquellos elementos que atraviesan la creación
artística, inspiración, talento, un largo etcétera que se desprende de aquella devoción por
el arte. A partir del libre acceso que las masas tienen frente a este, cambia la percepción
sobre el arte, puesto que empieza a deliberarse que no todos son artistas, pero pueden
participar del ejercicio artístico; esos conocimientos dogmáticos que aún se escinden de la
población ocultan el monopolio de una fuerza que separa a la población en general de la
experiencia artística, o más bien, este monopolio exhibe al arte desde la idealización o
representación simbólica que tienen los artistas del mundo que observan y de quienes los
observan, los cuales a su vez, se distancian del arte y la contemplan desde lejos. Es
importante enfatizar que hasta hace más de algunos años los artistas destinaban su
trabajo al retrato de las clases altas, seguían la visión y los ideales de quienes los
contrataran para tener un posible ascenso a nivel económico, hasta ese momento
manejado por Estado y la Iglesia, el arte estaba destinado a ser contemplado en castillos,
mansiones o museos, manteniendo una distancia considerable entre las masas, esa
exhibición o idolatría que actualmente conocemos como fetichismo del arte.
Esa construcción social del arte tiene que ver con la búsqueda divina de lo humano y con
el constante regreso al origen de la humanidad, así como la necesidad de representar al
mundo –cualquier representación que ésta sea- aquella que crean los seres humanos
sobre el mundo que les rodea. El idealismo entre el arte y “la inspiración artística” o de
donde éste surge, pronto fue arrastrada por el progreso y por lo que hoy conocemos como
capitalismo, las máquinas que suplieron esa búsqueda con técnicas que posibilitaron la
masificación de un producto, su posible falsificación o apropiación desde las masas
infligen en la aurificación1 del arte de la que habla Benjamin. Sin embargo, el ser humano,
inseguro de lo que se le presenta como “original”, creó mecanismos para buscar aquella
obra primera, haciendo uso de la ciencia, hacía y hace pruebas para obtener datos
específicos (fecha/época/clasificación) que ya nada tenía que ver con la tradición de la
cultura sino con la jerarquización entre lo verdadero y falso, de aquello original capaz de
ser reproducido sino con la apropiación del arte. Pero aun así el valor de cambio de las
obras originales no tiene paralelo, incluso sobrepasa aquél valor de uso que tienen las
obras actualmente, si bien las falsificaciones ponen en peligro la superestructura, el
acceso a las obras originales tiene más que ver con un conocimiento elitizado y con un
capital cultural mucho más extenso que el de la mayoría de la población.
Esta sensación del hombre basado en discursos, metáforas y grandes paradigmas lo lleva
a la falsa “democracia” del acceso al arte. El arte burgués contrapuesto el arte del
proletariado, siguen siendo enemigos por definición, la división de clases que está
1 W. Benjamin habla del aura del arte como aquella condición de irrepetible, original y única que dan los hombres al arte y que observan como una experiencia que trasciende la capacidad humana, es el valor sin valor, el valor abstraído de la cosa en sí, aquella realizada por la “inspiración” o “mano divina”.
presente desde el acceso a un retrato elaborado por los pintores más reconocidos, nunca
estaría al acceso de la población mas que por la reproductibilidad, esta “falsa ilusión” que
produciría la nueva técnica, el arte para todos, como una consecuencia política que en
términos de exigencias revolucionarias se queda corta. Los procesos facilitaron la
apropiación de las obras hacia la población, se comparan con aquellos capaces de hacer
una crítica artística o que tienen acceso a los conocimientos artísticos o teóricos, la re
resignificación que deviene desde la población se da de acuerdo a diferentes contextos,
es decir, se reactualiza el sentido de la “obra original”, se obliga a pensar la obra desde su
estructura, pero también dentro de las propias determinaciones históricas que presenta, si
bien aquél que reapropie la obra de arte será un artista “amateur” lo hará a su manera , de
acuerdo a sus influencias personales. Benjamin entiende como des-aurificación, como
una necesidad histórica por deslindarse de aquella ritualidad frente al arte, de la búsqueda
primaria incluso desde las culturas más tradicionales, buscar romper lo estático del arte y
la mitificación de las obras o del artista para poder llegar a la revolución mental y política.
En esta película, un personaje se nos presenta desde la primera toma, un Virgil Oldman
(Geoffrey Rush), que representa en sí mismo la teatralización entre el arte y la ganancia,
aquella “alianza tripartita” de un hombre con el arte: restaurador, subastador, y
coleccionista de cuadros con una tipología esencial (retratos de mujeres). Este hombre
clasifica las obras importantes de familias con objetos valiosos, acompañado por todo un
equipo para así lograr subastar las pertenencias de aquellos que contraten sus servicios.
En un primer acercamiento vemos que V.O es un facilitador de obras para la clase alta
que sigue obsesionada por obtener a través de grandes sumas de dinero (valor de
cambio) las obras de arte (escogidas como tal a través de esa historia lineal y teleológica)
su carácter aurático, es ese valor económico, cultural, social y político basado en
discursos dominantes, el otro valor o el capital intelectual contenido en el valuador de arte
es su legibilidad y comprobación, es decir el bagaje cultural que le permite jerarquizar
entre lo único y lo ordinario.
La figura del falsificador presentado en esta película es narrado por V.O, quien da su
mérito a quienes intentan falsificar una obra de arte, enuncia que los falsificadores
también van al encuentro de la obra de arte original, pero no pueden dejar pasar imprimir
una marca propia, una huella que mancha la originalidad de la obra; esa autoría que es
intachable para los conocedores y sin embargo muchos han mancillado para apropiarla de
diferentes formas, aquella huella que mella las “bellas artes” dejada por el falsificador que
se sirve de engañar al comprador ignorante, al iniciado que caiga en la trampa, a quien
que se distancia tanto del arte y simplemente lo contempla como un vil fanático. Debido a
que la tecnología se especializa cada vez más y observa más detalles que antes pasaban
desapercibidos, se muestra un tema importante que ha estado dentro del mercado del
arte, la mediación entre la falsificación y la reproductibilidad técnica, entre el falsificador, el
artista y aquél que apropia el arte en sus diferentes formas y quien lo copia
detenidamente hasta dejar una firma como prueba del engaño. En este caso el tema de la
falsificación, recalca el personaje no puede negarse a la intervención de la obra y del
ejercicio estético, las personas deben apropiarse del primer sentido de la obra que es la
del realizador por sí mismo, el personaje V.O menciona respecto a esto que: “En cada
falsificación se esconde siempre algo de auténtico”.
Entre el Fetiche y El Ritual
Benjamin habla del coleccionista que fetichiza el arte, el cual convierte su colección en
objetos ritualizados, es por esto que el personaje V.O guarda sus cuadros en un cuarto
apartado y cerrado –retratos de mujeres únicamente-, oculto por una pared falsa en
donde retiene su colección, como si un culto en torno al altar mediaran entre el mundo del
afuera y del adentro, pero esta ritualidad en torno a la figura femenina, las mujeres,a
quienes más teme y más curiosidad le causan, lo llevará a una finalidad lejos de su propia
praxis como ser humano; lo llevará a la perdición como quien observa pasivamente lo que
cruza por su propia historia. Esa pared falsa se repite continuamente, la pared del culto,
en el lugar que vive la personaje de la cual se enamora Virgil, Clare, quien lo aprisiona a
través de engaños en un mundo de ilusiones y falsedades, que como bien dice el “arregla-
todo” en la película: “el amor también puede falsificarse”.
Clare, la mujer en discordia que –convenientemente- sufre de una enfermedad llamada
agorafobia, en este caso podríamos regresar a las etimologías griegas –al origen- y llegar
a la explicación de esta enfermedad desde un punto menos clínico, ágora el lugar en
donde se da la discusión del pueblo, para verbalizar los problemas de la comunidad, cabe
decir que estaba prohibida la entrada de mujeres, niños y esclavos, en este caso la
agorafobia de Clare es también una enfermedad o una clausura operativa en términos
comunicativos, la asociación entre V.O y Clare se limita al ámbito de lo privado, de una
casa y no en torno a la comunidad que existe fuera de ellos, es decir que la agorafobia en
términos no clínicos significa un miedo a la comunidad, este trastorno que teme a la
desindividualización fuera de las paredes de casa, también tiene que ver con la exclusión
del personaje debido a su sexo femenino. V.O depende no solamente de este personaje
agorafóbico escondido tras las paredes, sino de muchos otros que no necesariamente
están escondidos de forma literal, estos personajes “invisibles” son los que se van
construyendo de a poco como piezas de un mecanismo de reloj. El decurso de cada uno
se presenta y se hila conforme nuestro personaje, descubre flaquezas sentimentales, que
deja con muchas interrogantes vacías al espectador.
Es entonces cuando el ente autónomo y el sujeto histórico se confrontan, de acuerdo a
W.Benjamin y su concepto de historia el hombre puede convertirse fácilmente en un
autómata, en simple historiador y no en un materialista histórico –aquél capaz de
modificar su futuro al saberse a sí mismo limitado por sus condicionamientos históricos-,
V.O fracasa en el intento de transformarse en un materialista histórico puesto que, es más
bien un historiador, lejos de sí mismo, basa su vida en un segundo plano en donde su
mayor logro está en saber la fecha y autor de cada obra de arte, lo cual no representa un
conocimiento de sí mismo, es por esto que, al afrontar la disyuntiva de ceder ante una
mujer desconocida, permite que entren al caparazón del hombre infranqueable, por no
mantenerse al margen de la historia de otros, pero sí de sí mismo.
La flaqueza del personaje principal comienza cuando él y con su amigo subastador -
quienes fallan en el intento de hacer la mejor oferta- en la subasta respecto al cuadro (he
de decir el único del cual encontré un autor y fuente comprobables de los mencionados en
la película) “Retrato de una muchacha” de Petrus Cristus, es también cuando Clare
también comienza a formar parte fundamental de la vida de Virgil. Según Benjamin el
patrimonio cultural debe encontrarse lejos del materialista histórico para no ser un simple
espectador de la historia, pero en este caso el personaje se ve impedido por el amor,
amor que lo lleva al progreso impostergable de su vida. Clare lo obliga indirectamente a
aceptar su cabello canoso, puesto que él se lo teñía y a utilizar un celular, artefacto que él
mismo consideraba inútil, que compra con el objetivo de llamar a Clare a toda hora y a
cada minuto, esa clausura operativa del sujeto, se transfigura en una programación, en
una codificación de sus movimientos respecto al progreso que lo arrastra VO, al igual que
la pintura de Klee, “Ángelus Novus” está irremediablemente condenado por el remolino
que lo lleva hacia delante sin poder revirar al pasado, a las ruinas de su propia historia, y
lo arrastran a un futuro desconocido.
El momento más álgido de la película es cuando el valuador encuentra partes de un
artefacto desconocido, que al llevarlo con el “arregla-todo” y amigo llegan a la conclusión
de que es el autómata: “El turco de Wolfgang Von Kemplen” jugador de ajedrez que
vencía a todos, por medio de una contra jugada pero que escondía un gran secreto en su
mecanismo, a base de un sistema de espejos en donde se escondía un enano. Es decir,
la máquina sigue siendo una máquina manejada por los hilos del ser humano, que prevé
el futuro y el progreso de la historia, en este caso el enano aparece en la película como
una mujer autista llamada Clare (del personaje que autoasume ese nombre en casi todo
el transcurso de la película no sabremos más), que recuerda todos los números, como si
una jugada de ajedrez para nuestro personaje principal, el jaque mate que lo lleva a
reconstruir las mentiras que se le presentaron sucesivamente dentro de su propia vida:
“Articular históricamente lo pasado no significa conocerlo <<tal y como verdaderamente
ha sido>> Significa adueñarse de un recuerdo tal y como relumbra en el instante de un
peligro. Al materialismo histórico le incumbe fijar una imagen del pasado tal y como se le
presenta de improviso al sujeto histórico en el instante del peligro. (Benjamin:Conceptos
de Filosofía de la Historia; pp180)
A pesar de haber escrito su tesis de este autómata, el valuador pasa desapercibido las
pistas. Benjamin menciona que este juego, debe ser ganado tomando la teología y así
concretar la historia no como un suceso de acontecimientos, sino como acciones tomadas
desde los sujetos para llegar así al objetivo del materialismo histórico: “Él sigue siendo
dueño de sus fuerzas: es lo suficientemente hombre para hacer saltar el continuum de la
historia” (Benjamin:Conceptos de Filosofía de la Historia; pp189)
Es por esto que V.O fracasa en su intento de ser un materialista histórico, porque sigue
viendo al arte como contemplativo, no como aquél arte que mella civilizaciones enteras,
no como un documento que interpela por la explicación y el contexto social, sino un arte
bello que retoma conocimientos sin importar “la servidumbre anónima de sus
contemporáneos”, en este caso vemos que Tornatore y Benjamin cumplen sus tareas
anónimas en esta historia que nos presenta más que un fatalismo romántico y un engaño,
presenta el transtorno del ser humano por no poder cambiar su historia, por seguir el
juego del arte como devoción y lo sigue hasta la última escena en donde V.O se queda
esperando en un café de relojes observando cómo pasa el tiempo, V.O no le dispara a los
relojes, como bien escribe Benjamin hablando de la Revolución de Julio en París “Quién
lo creería! Se dice que, irritados contra la hora, nuevos Josués, al pie de cada torre,
disparaban sobre los cuadrantes para detener el tiempo”. Virgil sigue esperando por un
futuro mejor y rememora a través de largos flashbacks su decepción amorosa y el
derrumbe de su vida en un café en Praga, dentro de los mecanismos de un reloj gigante.
BibliografíaBenjamin, W. (2003). La obra de arte en la época de su reproductubilidad técnica. México, D.F:
Itaca.
Benjamin, W. (2007). Conceptos de filosofía de la historia. Argentina: Caronte Filosofía.