La Semana Santa
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Durante la Semana Santa, la Iglesia celebra los misterios de la
salvación actuados por Cristo en los en los últimos días de su vida,
comenzando por su entrada mesiánica en Jerusalén.
DOMINGO DE RAMOS EN LA PASIÓN DEL SEÑOR.
La Semana Santa comienza con el Domingo de Ramos en la Pasión del
Señor, que comprende a la vez el presagio del triunfo real de Cristo y
el anuncio de la Pasión.
La entrada del Señor en Jerusalén, normalmente se conmemora con
una procesión, imitando las aclamaciones y gestos que hicieron los
niños hebreos cuando salieron al encuentro del Señor, cantando el
fervoroso "Hosanna”.
Jesús hace su entrada en Jerusalén como Mesías en un humilde
burrito (Lucas 19,28-40), como había sido profetizado muchos siglos
antes (Zacarías 9,9). Y los cantos del pueblo son claramente
mesiánicos; esta gente conocía bien las profecías y se llena de júbilo.
Jesús admite el homenaje. Su triunfo es sencillo, sobre un pobre
animal por trono. Jesús quiere también entrar hoy triunfante en la
vida de los hombres sobre una cabalgadura humilde: quiere que
demos testimonio de Él, en la sencillez de nuestro trabajo bien hecho,
con nuestra alegría, con nuestra serenidad, con nuestra sincera
preocupación por los demás.
Hoy nos puede servir de jaculatoria repetir: Como un burrito soy ante
Ti, Señor... como un burrito de carga, y siempre estaré contigo (J.
Escrivá de Balaguer, citado por A. Vázquez de Prada). El Señor ha
entrado triunfante en Jerusalén. Pocos días más tarde, en esa misma
ciudad, será clavado en la Cruz.
Desde la cima del monte de los Olivos, Jesús contempla la ciudad de
Jerusalén, y llora por ella. Mira cómo la ciudad se hunde en el pecado,
en su ignorancia y en su ceguera. Lleno de misericordia se compadece
de esta ciudad que le rechaza. Nada quedó por intentar: ni en
milagros, ni en palabras...
Reflexión:
En nuestra vida tampoco ha quedado nada por intentar. ¡Tantas veces
Jesús se ha hecho el encontradizo con nosotros! ¡Tantas gracias
ordinarias y extraordinarias ha derramado sobre nuestra vida! La
historia de cada hombre es la historia de la continua solicitud de Dios
sobre él. Cada hombre es objeto de la predilección del Señor.
Sin embargo, como Jerusalén, podemos aclamarlo y rechazarlo. Es el
misterio de la libertad humana, que tiene la triste posibilidad de
rechazar la gracia divina.
Hoy nos preguntamos: ¿Cómo estamos respondiendo a los
innumerables requerimientos del Espíritu Santo para que seamos
santos en medio de nuestras tareas, en nuestro ambiente?
Nosotros sabemos que aquella entrada triunfal fue muy efímera. Los
ramos verdes se marchitaron pronto y cinco días más tarde el jubiloso
¡hosanna! se transformó en un grito enfurecido: ¡Crucifícale!
La entrada triunfal de Jesús en Jerusalén pide de nosotros coherencia
y perseverancia, ahondar en nuestra fidelidad, para que nuestros
propósitos no sean luces que brillan momentáneamente y pronto se
apagan.
Somos capaces de lo mejor y de lo peor. Si queremos tener la vida
divina, triunfar con Cristo, hemos de ser constantes y hacer morir por
la penitencia lo que nos aparta de Dios y nos impide acompañar al
Señor hasta la Cruz.
Nunca olvidemos que “... el que persevere hasta el fin, ése se salvará”
(Mateo 10,22). Y no nos separemos de la Virgen. Ella nos enseñará a
ser constantes.
LUNES SANTO
El Lunes Santo es un día crucial, no tanto en los festejos y liturgias,
sino en su significado histórico. Luego de haber pasado la noche en
Betania, Jesús vuelve a la cercana Jerusalem y se dirige al templo, pero
lo encuentra convertido en un mercado, lleno de comerciantes
dispuestos a hacer negocios entre ellos. Viendo el fatídico espectáculo
que tenía frente, Jesús se enfrenta a los vendedores y los echa del
lugar, argumentando que era un lugar sagrado al que había que
respetar; un lugar donde se iba a rendir culto.
Reflexión
¿Qué hizo hoy Jesús? Jesús ha dormido en el pueblo de Betania, en la
casa de Lázaro, Marta y María, sus mejores amigos. A media mañana
sube andando a Jerusalén, que está a unos cuatro kilómetros. En el
camino, como es la hora de comer tiene hambre. Se acerca a una
frondosa higuera, llena de hojas, pero en la que no hay higos, entonces
la secó por no tener frutos. Al llegar a Jerusalén, va al templo y lo
encuentra lleno de comerciantes haciendo negocios y los echa a
latigazos, pidiéndonos que tratemos con respeto a Dios y a las cosas
de Dios. Por la tarde pasa por el monte de los olivos, donde estuvo
haciendo un rato de oración, y vuelve a pie a Betania.
A lo mejor Dios tampoco encuentra en ti los frutos que Él esperaba.
Pídele perdón. ¿Tratas con respeto a Dios y a sus cosas? ¿Cómo te
comportas en Misa, en el Oratorio, o en la Iglesia? ¿Haces con cariño
las genuflexiones? Cuando oyes blasfemias, ¿pides perdón a Dios
interiormente?
Fíjate como Jesús dedicaba todos los días a hacer un rato de oración
como tú ahora. No lo dejes ningún día, aunque sea unos pocos
minutos.
MARTES SANTO
El principal suceso del Martes Santo fue el anuncio de la muerte del
Señor. Ese día se hallaba Jesús en casa de Simón, el leproso al que
había curado milagrosamente. Durante la cena una mujer hace su
entrada en la casa, era María. La mítica mujer arroja un perfume sobre
los pies de Jesús, luego los besa y seca con sus cabellos. Al ver esta
escena, las personas de la casa se encolerizan con ella, diciendo que el
perfume podría haber servido como mercancía para vender y
beneficiar luego a los pobres. Sin embargo, ante el asombro general, el
Señor defiende a María diciendo: "Esto ha sido como una preparación
para mi entierro". El mito cristiano sostiene que es en este momento
en el cual anuncia Jesús su muerte, causando un gran pesar entre sus
discípulos.
Jesús anticipa a sus discípulos la traición de Judas y las Negaciones de
San Pedro.
El evangelio nos ayuda a profundizar en el polo del resentimiento, que ayer apareció insinuado. Este polo está representado por dos personajes conocidos: Judas (Aquel a quien yo le dé este trozo de pan untado) y, en un grado diferente, Simón Pedro (¿Con que darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes de que me hayas negado tres veces).
Lo que más me impresiona del relato es comprobar que la traición se fragua en el círculo de los íntimos, de aquellos que han tenido acceso al corazón del Maestro. Me he detenido en estas palabras: Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.
Es muy probable que los que os asomáis diariamente o de vez en cuando a esta sección os consideréis seguidores de Jesús. Yo mismo me incluyo en esta categoría, sin saber a ciencia cierta lo que quiero decir cuando afirmo ser uno de los suyos. La Palabra nos va ofreciendo cada día muchas pequeñas luces para ir descubriendo diversos aspectos del seguimiento. Hoy nos confronta con nuestras traiciones.
Reflexión:
La palabra “traición” es muy dura. Apenas la usamos en nuestro vocabulario. Hemos buscado eufemismos como debilidad, error, distancia, etc. Pero ninguna de estas palabras tiene la fuerza del término original. Hablar de traición supone hacer referencia a una relación de amor y fidelidad frustrada. Sólo se traiciona lo que se ama. ¿Estaremos nosotros traicionando a Jesús a quien queremos amar?
Lo traicionamos cuando abusamos de promesas que no vienen refrendadas por nuestra vida. Lo traicionamos cuando, en medio de nuestros intereses, no tenemos tiempo para “perderlo” gratuitamente con él. Lo traicionamos cuando le hacemos decir cosas que son sólo proyección de nuestros deseos o mezquindades. Lo traicionamos cuando volvemos la espalda a los “rostros difíciles” en los que él se nos manifiesta. Lo traicionamos cuando lo convertimos en un objeto más al alcance de nuestros caprichos. Lo traicionamos cuando damos
por supuesta su amistad y no lo buscamos cada día. Lo traicionamos cuando repetimos mucho su nombre pero no estamos dispuestos a dejarnos transformar por él.
Dejemos que este Martes Santo su mirada nos ayude a descubrir nuestras sombras.
MIÉRCOLES SANTO
El Miércoles Santo es el día de la entrega y la traición. Este día se
recuerda el momento en que Judas, uno de los doce discípulos del
Señor, se pone de acuerdo con los enemigos de Jesús y se ofrece a
entregarlo a cambio de 30 monedas de plata. Es el comienzo de la
mortal confabulación.
Reflexión
Judas aparece como el protagonista de la liturgia de los tres primeros
días de la Semana Santa: el Evangelio siempre habla de él. Y Judas está
presente también en el cenáculo.
La presencia de Judas en medio de los doce, en torno a la mesa de
Jesús, es, indudablemente, el hecho más inquietante entre los hechos,
todos inquietantes, que se condensan en vísperas de la pasión del
Señor. Es la presencia del enemigo entre los amigos, del que golpea en
el momento y lugar en que se precisa la confianza, porque nadie
puede ya defenderse con ninguno.
Jesús no ignora esta presencia, no la pasa por alto; pero, a la vez, no
descubre a Judas, no le acusa, no discute con él, no trata de
defenderse. No calla a propósito de dicha presencia, para hacerse
también presente a él hasta el final. Los doce, sin embargo, tratan de
descubrir quién es el que de ellos miente: y en esta tentativa
sucumben y caen en la antigua ley de la sospecha recíproca
generalizada, de la acusación, de la división. De aquí nace siempre la
crisis de la relación fraterna y de comunión: del temor de ser
traicionados, del temor de que otro se aproveche, de la pretensión
imposible de poner a prueba y verificar las intenciones del otro. No
existe otra manera de vencer al traidor que entregarse en sus manos y
poner en manos de Dios la propia causa. Pensemos en cuántos
desavenencias, cuántas ofensas, cuántas prepotencias, se esconden en
nuestra vida por la sospecha. Para sentarse en torno a la mesa de
Jesús es preciso fiarse uno de otro sin pensar en el precio que puede
costar esta confianza.
DEL TRIDUO PASCUAL EN GENERAL.
La Iglesia celebra cada año los grandes misterios de la redención de
los hombres desde la misa vespertina del Jueves Santo "en la Cena del
Señor" hasta las Vísperas del domingo de Resurrección. Este período
de tiempo se denomina justamente el "triduo del crucificado,
sepultado y resucitado"; se llama también "Triduo Pascual" porque
con su celebración se hace presente y se realiza el misterio de la
Pascua, es decir, el tránsito del Señor de este mundo al Padre. En esta
celebración del misterio, por medio de los signos litúrgicos y
sacramentales, la Iglesia se une en íntima comunión con Cristo, su
Esposo.
Jueves Santo
Sucedió en la noche del jueves de aquella primera Semana Santa; la
última en la vida terrenal de Jesús. Después de que el sol se ocultaba
se daba inicio a la celebración de la Pascua, la fiesta más importante
para todo el pueblo; aquella en la que se recordaban las acciones
liberadoras de Dios cuando eran esclavos en Egipto.
"Con la misa que tiene lugar en las horas vespertinas del jueves de la
Semana Santa, la Iglesia comienza el Triduo Pascual y evoca aquella
última Cena en la cuál el Señor Jesús, en la noche en que iba a ser
entregado, habiendo amado hasta el extremo a los suyos que estaban
en el mundo, ofreció a Dios Padre su Cuerpo y su Sangre bajo las
especies del pan y del vino y los entregó a los Apóstoles para que los
sumiesen, mandándoles que ellos y sus sucesores en el sacerdocio
también lo ofreciesen."
Toda la atención del espíritu debe centrarse en los misterios que se
recuerdan en la misa: es decir, la institución de la Eucaristía, la
institución del Orden sacerdotal y el mandamiento del Señor sobre la
caridad fraternal.
El lavatorio de los pies, que, según la tradición, se hace en este día,
significa el servicio y el amor de Cristo, que "no ha venido para que le
sirvan, sino para servir". Conviene que esta tradición se mantenga y
se explique según su propio significado.
Reflexión
Jesús nos regala a aquellos que partirán el pan en lugar suyo, que lo
harán presente en cada Misa, que serán nuestros servidores.
Recemos por nuestros sacerdotes.
Nos abrimos a recibir el don de Dios en estos tres regalos que el Señor
nos hace: La Eucaristía, el Amor y el Sacerdocio
Sin sacerdotes la Eucaristía no sería posible, nadie puede sustituirlos.
Son ellos quienes han sido consagrados para «prestar voz, gestos e
intención» a Jesucristo que parte el pan para su comunidad creyente
en cada Misa.
Así lo quiso Jesús cuando les dijo a sus amigos en la Ultima Cena:
«Hagan esto en conmemoración mía...»
El pan y el vino son los elementos simples y comprensibles elegidos
por Jesús para perpetuar su sacrificio y su presencia. El nos ha
entregado el pan que es un alimento cotidiano, por eso la Eucaristía
no es un alimento para «de vez en cuando», sino más bien un alimento
cercano, inmediato, constante, necesario, «compañero de camino»...
También el vino es algo universal, cercano a todas las culturas y a
todas las clases sociales.
La vida cristiana y la práctica del amor fraterno requieren este
alimento especial: al recibir la Eucaristía, que llega por el ministerio
de los sacerdotes, entramos en comunión íntima y plena con Cristo y
los hermanos.
Es en la noche de la Cena del Señor que somos invitados y
comprometidos al amor sin límites que será signo de los creyentes en
Jesús.
Viernes santo de la pasión del señor.
En este día, en que "ha sido inmolada nuestra víctima Pascual: Cristo",
la Iglesia, meditando sobre la Pasión de su Señor y Esposo y adorando
la Cruz, conmemora su nacimiento del costado de Cristo dormido en
la Cruz e intercede por la salvación de todo el mundo.
El Viernes de la Pasión del Señor es un día de penitencia obligatorio
para toda la Iglesia por medio de la abstinencia y el ayuno.
La celebración de la Pasión del Señor ha de tener lugar después del
mediodía, cerca de las tres (15 horas). Por razones pastorales, puede
elegirse otra hora más conveniente para que los fieles puedan
reunirse más fácilmente: por ejemplo, desde el mediodía hasta el
atardecer, pero nunca después de las nueve de la noche (21 horas).
Reflexión
Es un día crucial en la liturgia cristiana y la conmemoración de la
muerte de Cristo en la cruz. Luego de su encarcelamiento Jesús es
sometido a un juicio, donde sufre torturas aberrantes.
Es en ese mismo momento donde recibe la corona de espinas sobre su
cabeza y le cargan la cruz. Así, Cristo recorre la ciudad de Jerusalem
con la pesada cruz de madera en dirección al Calvado. A horas del
mediodía el Señor es crucificado. Más tarde, para certificar su muerte
le clavan una lanza confirmando el fallecimiento. A la noche, los fieles
desclavan el cuerpo de Cristo y lo entregan a su madre, para
finalmente enterrarlo en el sepulcro. Ese mismo día Judas,
arrepentido de su traición, se ahorca y acaba con su vida. Durante el
Viernes Santo se realiza la adoración del Árbol de la Cruz y el Via
Crucis. Es el único día del calendario litúrgico donde no se celebra la
eucaristía.
Reflexión
La cruz duele. La cruz araña. La cruz escuece. La cruz sacude. La cruz
golpea. La cruz desconcierta. La cruz ciega. La cruz paraliza y
enmudece. La cruz oprime. La cruz pesa. La cruz hunde, abate,
doblega. La cruz destruye, machaca, desmorona. La cruz da miedo... La
cruz crea ansiedad, angustias náuseas...
Pero la cruz está aquí, en medio de la vida, en el corazón de todo
hombre. Si algún hombre existe que no lleve su cruz, su dolor, su
pecado... ése hombre ya no es hombre. ¿Dónde encontrar respuesta al
peso de la cruz?... ¿Dónde encontrar sentido profundo a mi vida
cuando me siento “colgado de un madero”?... ¿Maldito hoy el que lleva
una pesada cruz?... Siempre, mire donde mire, allí está la cruz. Como
maldito, como loco o como avergonzado... viviré mi cruz si no la sé
“encajar” en la CRUZ de Jesús.
Ahora,
• Piensa en las “cruces” de tu vida. ¿Cuáles son, cómo son, cómo las
aceptas?
• “Quien quiera ser discípulo mío, tome su cruz y me siga”. ¿Cómo
es mi seguimiento de Jesús? ¿Qué me escandaliza de Él? ¿Qué es lo
que más me cuesta? ¿Qué es lo que más me atrae?
• ¿Necesito en mi vida a Jesús?
• ¿Soy sensible a las cruces de los demás? ¿Doy el primer paso para
ayudarles?
• ¿Qué puedo hacer para ayudar a los otros a llevar la cruz?
Sábado Santo
Día de la Semana Santa en el que la Iglesia católica conmemora a Jesús
en el sepulcro. El sábado Jesús yacía en su tumba para el desconsuelo
de los apóstoles que estaban convencidos de que todo había acabado.
Mientras tanto, su madre recordaba las palabras del Señor cuando
predecía "Al tercer día resucitaré". En este día tiene lugar una de las
principales celebraciones religiosas de todo el año: la Vigilia Pascual,
que se realiza luego de las 6 pm. La Vigilia es la más grande y
santísima noche del año, la celebración antigua más importante y más
rica de contenido. En ella se vela para expresar que los fieles siguen
en la espera, en la vigilancia y en la esperanza de la venida del Señor,
del cumplimiento del nuevo y definitivo paso con él.
La celebración de la Vigilia Pascual se desarrolla de la siguiente
manera: después del Lucernario o del Pregón Pascual (que es la
primera parte de la Vigilia), la Santa Iglesia contempla las maravillas
que el Señor Dios realizó desde el principio en favor de su pueblo
(segunda parte o liturgia de la palabra), hasta que, acompañada ya de
sus nuevos hijos renacidos en el bautismo (tercera parte), es invitada
a la mesa preparada por el Señor para la Iglesia, memorial de su
Muerte y Resurrección, en espera de su nueva venida (cuarta parte ).
En el modo de anunciar la celebración de la Vigilia Pascual, evítese
presentarla como el último acto del "Sábado Santo". Dígase, más bien,
que la Vigilia Pascual se celebra "en la noche de la Pascua", y
precisamente como una celebración unitaria. Se recomienda
encarecidamente a los pastores que en la formación de los fieles
insistan en la conveniencia de participar en toda la Vigilia Pascual.
Reflexión
El Sábado Santo, con los sagrarios vacíos y las imágenes cubiertas, es
una oportunidad para meditar en lo que es la ausencia de Dios, en la
fealdad del pecado, que nos aleja de Dios, nos hace perder la visión
sobrenatural de los acontecimientos y la oportunidad de llegar al
Cielo.
Este día debemos acercarnos a la confesión que nos perdona los
pecados y nos da la fortaleza para superar las tentaciones. La unión
con Cristo nos da alegría, paz y serenidad en todos los momentos de la
vida.
María es una mujer de admirarse, una mujer que a pesar de haber
perdido a su hijo, con su inmensa fe convencía a los apóstoles de que
Cristo iba a resucitar.
Digámosle a María que Ella es el modelo que queremos seguir.
Tratemos de vivir en nuestra vida la verdadera devoción de María,
que consiste en imitar sus virtudes: fe, esperanza, caridad, humildad,
obediencia y su colaboración con el plan de Dios. Hoy podemos
ofrecer a la Santísima Virgen nuestras vidas y decirle que el sacrificio
de su hijo Jesucristo y su dolor no fueron en vano.
En la Vigilia Pascual renovamos las promesas de nuestro Bautismo
renunciando a Satanás, a sus obras y a sus seducciones y prometiendo
entregarnos para
Domingo de Resurrección
"Toda la celebración de la Vigilia Pascual debe hacerse durante la
noche. Por ello, no debe escogerse ni una hora tan temprana que la
Vigilia empiece antes del inicio de la noche, ni tan tardía que concluya
después del alba del domingo." Esta regla ha de ser interpretada
estrictamente. Cualquier abuso o costumbre contraria que poco a
poco se haya introducido, y que suponga la celebración de la Vigilia
Pascual a la hora en que habitualmente se celebran las misas
vespertinas antes de los domingos, ha de corregirse.
La misa del día de Pascua se debe celebrar con la máxima solemnidad.
En lugar del acto penitencial, es muy conveniente hacer la aspersión
con el agua bendecida durante la celebración de la Vigilia; durante la
aspersión se puede cantar la antífona Vidi aquam u otro canto de
índole bautismal. Con la misma agua bendecida conviene llenar los
recipientes (pilas) que se hallan a la entrada de la iglesia.
Reflexión: El camino de la esperanza
Resulta extraño, pero cierto es que ninguno de los discípulos de Jesús
esperaba que él, después de su muerte vergonzosa en la cruz,
resucitara. La muerte fue temida por ellos y la resurrección
descartada. Ellos debían haberla esperado puesto que el Maestro les
habló en muchas ocasiones acerca de ella. Oyeron, pero no
comprendieron, parece ser lo que ocurrió.
La verdad es que después de su muerte todos sus seguidores más
cercanos huyeron al perder toda ilusión. Los antiguos pescadores
volvieron a la orilla del mar para reanudar sus antiguas labores; todo
había sido una experiencia transitoria, llena de sueños, pero con un
triste final.
PAPA FRANCISCO ACERCA DE LA SEMANA SANTA
Como en el Domingo de Ramos, el Obispo de Roma, puso de relieve la
necesidad de salir de nosotros mismo, para ir a las periferias de la
existencia, hacia nuestros hermanos y hermanas, hacia los más
necesitados de consuelo y ayuda.
"Con el domingo de Ramos, hemos iniciado la Semana Santa, centro de
todo el Año litúrgico, en el que acompañamos a Jesucristo en su
Pasión, Muerte y Resurrección. ¿Qué significa para nosotros vivir este
tiempo? ¿Qué significa seguir a Jesús en su camino hacia el Calvario,
hacia la Cruz y la Resurrección?", expresó el Pontífice, quien agregó:
"Significa salir de nosotros mismos para ir al encuentro de los demás,
a la periferia de la existencia, a los más alejados, a los olvidados, a
quienes necesitan comprensión, consuelo y ayuda. Vivir este tiempo
significa también entrar cada vez más en la lógica de Dios, de la Cruz y
del Evangelio. Es seguir y acompañar a Cristo, lo cual exige "salir": Él
ha salido de sí mismo para venir a nuestro encuentro, ha colocado su
tienda entre nosotros para traer la misericordia que salva y da
esperanza.
Es un tiempo de gracia que el Señor nos ofrece para abrir las puertas
del corazón, de la vida, de las parroquias y movimientos, saliendo al
encuentro de los demás y brindando la luz y el gozo de nuestra fe.
Salir siempre con el amor y la ternura de Dios, en el respeto y la
paciencia, sabiendo que nosotros ponemos las manos, los pies, el
corazón, pero es Dios quien guía y hace fecundas nuestras acciones".
"La Semana Santa es un tiempo de gracia que el Señor nos da para
abrir las puertas de nuestros corazones, de nuestra vida, de nuestras
parroquias, -¡qué pena tantas parroquias cerradas!- de los
movimientos, de las asociaciones, y salir al encuentro de los demás,
acercarnos nosotros para llevar la luz y la alegría de nuestra fe ¡Salir
siempre! Y hacer esto con amor y con la ternura de Dios, con respeto y
paciencia, sabiendo que ponemos nuestras manos, nuestros pies,
nuestro corazón, pero que es Dios quien los guía y hace fecundas
todas nuestras acciones".
Por último, sostuvo: "Les deseo a todos que vivan bien estos días
siguiendo al Señor con valentía, llevando en nosotros mismos un rayo
de su amor a todos los que encontremos".