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Cuatrimestral Número 68 Caza Mayor. La inolvidable caza del jabalí, en tres modalidades UNA ESPECTACULAR VIDEOCÁMARA DEPORTIVA FULL HD CON WIFI y gane este REGALO envíe su FOTOGRAFÍA Lea atentamente las del Concurso BASES La revista del Las codornices que nos esperan Caza Menor DE SEGUROS RGA Montería. El agarre: causas por las que se produce Espacios Naturales. Sierra de Pela y laguna de Somolinos

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Cuatrimestral

Número 68

Caza Mayor. La inolvidable caza del jabalí, en tres modalidades

UNA ESPECTACULAR VIDEOCÁMARA DEPORTIVA FULL HD CON WIFI

y gane este REGALOenvíe su FOTOGRAFÍA

Lea atentamente las

del Concurso

BASES

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Las codornices que nos esperan

Caza Menor

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Montería. El agarre: causas porlas que se produce

Espacios Naturales. Sierra de Pela y laguna de Somolinos

Editorial Contenidos

La caza aporta beneficios y recursos al medio ambiente

10 Las fotos del Club

30 A perro puesto

18 Bazar Club de Caza RGA

21 La inovidable caza del jabalí, en tres modalidades

12 El agarre: causas por las que se produce

26 Monumento Natural Sierra de Pela y laguna de Somolinos

Revista Club de Caza RGANº 68 - Julio 2019

No hace mucho tiempo, un estudio elaborado por Deloitte analizaba el impacto económico y social de la caza en España, y el resultado del mismo sorprende a aquellos que no conocen este mundillo: según este estudio la caza genera 6.475 millones de euros en España y emplea a 187.000 personas. El estudio también aporta datos hasta ahora desconocidos, como que los cazadores son el colectivo que más dinero invierte en conservación en España, después de las administraciones públicas. Concretamente, 287 millones de euros anualmente, de los cuales se beneficia toda la biodiversidad.

Sin ir más lejos, hace poco tiempo se publicó en una conocida revista cinegética, que los cazadores aportaron más de un millón de euros a la Reserva de Caza de Gredos.

Pero el cazador no solo aporta dinero e inversiones en forma de dinero al medio ambiente, sino que además se convierte en una herramienta de gestión eficaz de los espacios naturales y participan también en mejoras y trabajos, no solo en vigilancia, sino también en el cuidado y aporte de necesidades para la fauna en épocas difíciles, como las sequías -cada vez más frecuentes- incendios y otras desgracias que suceden con cierta periodicidad.

Hay ciertas teorías dentro del mundo del conservacionismo que afirman que si dejamos de cazar en la naturaleza, esta tenderá al equilibrarse con facilidad, pero no cuentan los defensores de esa idea

que para que eso sea cierto deberíamos dejar de intervenir inmediatamente en toda la naturaleza. Es decir, no volver a cultivar, ni criar ganado, etc., con lo que la humanidad sufriría enormemente hasta casi su extinción.

Hoy los cazadores se han convertido en una figura esencial como gestores activos de la naturaleza, no solo controlando las especies, sino que además se deben de ocupar en mantener la biodiversidad y el medio ambiente de las zonas más olvidadas: las zonas rurales, aportando esfuerzo, trabajo y dinero en su consecución. Si el cazador desapareciese, el estado tendría que realizar esa misma labor pero pagando del erario público, no solo el dinero que ya no invertirían los cazadores, sino que además debería aportar el trabajo y la vigilancia, suponiendo un coste inalcanzable para el estado.

Por lo tanto la caza no desaparecería, solo cambiarían los actores y pasaríamos de cazadores que hacen dicha labor y aportan dinero, a cazadores seleccionados por las administraciones públicas para hacer la misma labor pero con el dinero de nuestros bolsillos, lo que supondría una merma importante en las partidas presupuestarias de otras inversiones sociales.

Por tanto, hoy por hoy, la caza debe seguir siendo gestionada por los cazadores para conseguir ese necesario equilibrio entre civilización y naturaleza de una manera ordenada y con un coste mínimo para el estado.

Las codornices que nos esperan4

20 Rifle Sako 85 Carbon Wolf

14 Cinco razones de peso para cazar perdices con un pachón navarro

Joaquín España

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Caza Menor

Las codornices que nos esperan

Texto: Hilario García Moreno – Fotografías: Foto ARDEIDAS

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Aunque muchos cazadores ya se hayan ‘llenado’ de amaneceres y atardeceres primaverales en el monte tratando de cobrar algunos conejos en las zonas donde esta especie, por ser casi plaga, está generando grandes quebraderos de cabeza en forma de daños agrícolas, la gran mayoría aún espera inquieta el momento en que se abra la media veda 2019, tiempo por excelencia de calor y caza menor en el que las escopetas saldrán de nuevo de las fundas y volveremos a emplear los cartuchos de carga suave para así jugar nuestras bazas con las tres especies que más simbolizan esta minitemporada cinegética: codorniz, tórtola y torcaz.

Caza Menor

Pero antes de entrar en lo que será la media veda de 2019 propiamente dicha, conviene no olvidar que durante la primavera, en determinadas áreas donde la

sobrepoblación de conejos es una realidad que se traduce en pérdidas agrícolas millonarias, la campaña de caza menor, en forma de permisos para controlar esos excesos conejeros, ya ha arrancado, habiéndose vivido lances sobre esta especie prácticamente a continuación del final de la temporada general y durante toda la primavera.

Así pues, el presente cinegético lo marca el conejo de monte, para unos, pieza principal de nuestra caza menor; para otros, siempre por detrás de la perdiz roja, aunque lo cierto es que el rabicorto engancha por la diversión e intensidad que llevan aparejadas las modalidades que lo tienen como protagonista.

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Sin perros y con mucho calor

Si a esto le añadimos que ahora no contamos con la ayuda de nuestros perros, sin la cual merma considerablemente el éxito conejero, las sensaciones se multiplican exponencialmente por lo sorprendente de los lances, no sabiendo bien, al no contar con las referencias visuales y auditivas que ofrecen los canes, y mientras caminamos despacio por las zonas más querenciosas de los cotos, cuándo se van a producir.

En estas semanas el calor será el principal inconveniente para el cazador, de ahí que las salidas a conejos sólo sean efectivas a primeras horas de la mañana y a últimas de la tarde, ya que las centrales del día, a causa de unas temperaturas extremas, dejan inactivo y silente el monte y las especies que en él habitan.

En mano o en ganchitos, al salto, en espera o en minirecechos. Estas son las formas de caza más usuales en sitios como arroyos, linderas, rastrojos, perdidos, manchas de monte bajo y todo tipo de bordes de cualquier cultivo que haya en la zona. No olvidemos ir con ropa fresca, botas de buena calidad y cabeza cubierta. En cuanto a la escopeta, la que utilicemos habitualmente, aunque eso sí, disparando munición suave.

Media veda casi irreconocible

En el contexto cinegético de la menor, el tema veraniego de moda siempre tiene el sabor africano que traen codornices y tórtolas, que llegaron en primavera a nuestros campos y en breve serán protagonistas de una nueva media veda, junto a esas palomas torcaces sedentarias que en la última década, e incluso más años, se han convertido en el principal sostén de estas jornadas de caza a caballo entre agosto y septiembre, ante una mengua generalizada tanto de las perchas de codornices, que ni se parecen a las de los años ochenta y noventa; como de los tapetes de tortolillas comunes o europeas, las cuales atraviesan un pobre momento y sólo dan algunas alegrías en tiradas del centro y sur peninsulares.

En clave codornicera

No incidiremos en esta ocasión en la destrucción del hábitat de la codorniz a manos de la moderna agricultura, que deja los campos sin ningún atractivo para la permanencia de estas avecillas, ni en que cada vez las encontramos más al norte, devaluando antiguos santuarios codorniceros y creando otros nuevos, ni siquiera en las cacerías abusivas o en las matanzas indiscriminadas que se practican en países del norte de África, porque de eso ya han escrito profusamente técnicos y científicos con datos fundados y contrastados.

Aquí, aparte de desear que la caza en media veda de la codorniz en este 2019 sea algo mejor que en los últimos años, pues los codorniceros y sus perros, en la mayoría de territorios, llevan varias campañas de lo más desilusionantes, mencionaremos que, de siempre, la pequeña coturna ha sido la mejor escuela para cazadores y perros noveles en las lides de la caza menor, aunque sin obviar la limitación que supone un termómetro normalmente por encima de treinta o treinta y cinco grados. Por eso, y teniendo en cuenta que en esta modalidad el actor principal es el perro, si no queremos tener problemas y que tampoco los tenga nuestro fiel acompañante en forma de golpes de calor o aspeaduras, elegiremos la ‘fresca’ que nos brinda la mañana y las postreras horas del día para buscar las codornicillas en rastrojos de todo tipo de cultivos, arroyos y vegas perdidos y otros muchos lugares que, además de alimento, procuren a esta especie tranquilidad y cobijo suficientes.

Hace poco leía una reflexión sobre el tiro a la codorniz que me pareció bastante acertada y que resume bien lo que muchas veces ocurre en el campo: “si tenemos suerte y el perro nos pone la codorniz, no nos precipitemos a la hora de disparar y dejemos que se sitúe a una distancia adecuada, pues es muy poquita cosa y un tiro cercano podría malograrla de cara a su aprovechamiento gastronómico. Además, ¿quién, por no contener los nervios y esperar unos segundos, ha descargado en más de una ocasión la escopeta ante el levante próximo de la codorniz sin tocarla siquiera con un solo perdigón, con el consiguiente cabreo y la mirada casi de reproche de los perros al contemplar perplejos cómo su trabajo se va al traste?”.

Si tenemos suerte y el perro nos pone la codorniz, no nos precipitemos a la hora de disparar y dejemos que se sitúe a una distancia adecuada.

Caza Menor

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En el rastrojo. Sin duda, el rastrojo es el escenario de la mayoría de nuestras andanzas codorniceras, y bien sea en pleno llano o en esos páramos y parajes serranos donde las parcelas de trigo segadas dejan paso a perros y cazadores, lo habitual es tirarlas sin grandes obstáculos de por medio. Pero no nos confiemos, pues esa llanura amarilla de la rastrojera, esa facilidad conocida del tiro a la codorniz, a veces nos deja plantados cuando la africana, brava y rápida, apeona veloz y se arranca diez o quince metros por delante del perro, por lo que reaccionamos tarde. Lo principal ante la muestra es mantenernos a la espera en guardia media, pendientes por delante del perro por si sale larga, encarar y tirar tapándola, pues esto es suficiente, junto a la dispersión de la plomada, para abatirla.

En la lindera. Después de cazar los rastrojos y los bordes del girasol, lo mejor resulta dirigirse a las linderas próximas para dar unas pasadas por sus márgenes, ya que las codornices, cuando la mañana avanza y el calor aprieta, se meten en muchos casos allí donde las brozas y la cercanía de pedregales y vallas de piedra les dan algo menos de calor. Las codornices que salen de las linderas después de la localización de nuestro perro no siempre arrancan pausaditas y cercanas a nosotros; hay ocasiones en las que tras saltar, pasan la lindera y vuelan hacia el otro lado, por lo que de no ir acompañados por un compañero, tendremos mayor dificultad para abatirlas. Por ello siempre es interesante avanzar por la parte más alta de la lindera o valla, pegados a las piedras si las hay, ya que así podremos girarnos rápidamente y tirar con más facilidad.

6 lances a codorniz y su resolución

A continuación, y extraídos de un librito muy recomendable que nuestro amigo y gran cazador Miguel Soler publicó hace años junto a la revista Federcaza (“50 trucos para cazar más en la media veda”), os ofrecemos seis lances clásicos que cazadores y perros podemos vivir tras las codornices y la mejor forma de resolver cada uno de ellos:

En el arroyo. En los arroyos que cortan a veces los rastrojos y terrenos cultivados, si contamos con un perro trabajador, se pueden tirar bastantes codornices. En esta zona, las africanas optan por salir muy cerca de nosotros cuando hay mucha vegetación y el tiempo está calmado, o pueden apeonar bastante y salir cuando ya se ven acorraladas, varios metros por delante, sobre todo con aves de nueva entrada. Por ello, y por si incluso vuelan hacia el otro lado del arroyo, de ir cazando solos debemos distanciarnos un poco del arroyo en el momento de la muestra para tener así mejor tiradero; hay que esperar el arranque de la codorniz con la guardia media, tapando y tirando rápido si quiere cruzar al otro lado del arroyo, y seguirla y adelantar un poco por delante si vuela paralela a la margen del mismo.

A perro puesto. Es la más fácil y la que más se falla. A todos nos gusta ese momento en el que tras recortar su paso, nuestro perro rabea y se queda puesto ante una montonera de paja en mitad del rastrojo. Ya está, ahí tenemos la codorniz, y ya la vemos hasta colgada de nuestra percha. Sólo queda esperar que salte y tirar para ver cómo el perro la trae. Pues estas codornices se fallan en muchos casos, y siempre por dos motivos: precipitación y mal encare. Suele pasar que ante la cercanía del arranque y por querer asegurarla, nos precipitamos y tiramos muy cerca, lo que propicia que el disparo no se abra lo suficiente, o que la destrocemos si la alcanzamos, pues hay quien tira por debajo de los siete u ocho metros. Es preciso dejar que arranque, encarar, seguirla, taparla y tirar, nada más, por encima de los quince metros, una distancia ideal para que caiga abatida limpiamente.

En zigzag. Algunas codornices arrancan el vuelo de forma tan rápida y en una trayectoria tan extraña, en zigzag, que fallamos los disparos al dejar los tiros traseros, ya que enfocamos visualmente a la codorniz en vuelo, pendientes de sus cambios de trayectoria, olvidándonos de pasar por delante los cañones de la escopeta en el momento de disparar. Con estas codornices, que muchas veces parecen agachadizas, hay que ser rápidos, encarar muy bien, tomar la trayectoria de cola, pasarlas rápidamente y tirar sin parar la escopeta.

La codorniz que apeona y vuela. Hay terrenos y tiempo en los que las codornices no son quedonas, no se dejan sorprender por nuestro perro, y tan ariscas como las mismas perdices, arrancan rápidas y por delante del can. Esto sucede con corros de paso (incluso en agosto) o por estar el tiempo fresco, siendo algo habitual en septiembre y en días de viento. En estas circunstancias, las codornices muchas veces salen tan retiradas que mientras nosotros estamos mirando dos metros por delante del perro, se arrancan a más de quince de nuestra posición. Si vemos que el día apunta esta circunstancia, hay que adaptar nuestro equipo, recurriendo a chokes típicos de la caza al salto como tres y una estrellas, y cartuchos de 30 gramos (hay quien llega a 32) de octava, pues dispararemos mucho más retirado de lo habitual.

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En el contexto cinegético de la menor, el tema veraniego de moda siempre tiene el sabor africano

que traen codornices y tórtolas, que llegaron en primavera a nuestros campos y en breve serán

protagonistas de una nueva media veda.

FOTO GANADORAÍñigo Garrués

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BASES

Nuestro socio Íñigo nos envía esta preciosa fotografía realizada en Sansoáin (Navarra). En ella nos muestra la importancia de transmitir a las próximas generaciones el respeto por la caza, la naturaleza y los seres vivos. Un momento especial para su hijo pequeño Imanol y para él, compartiendo momentos tan mágicos.

BASES CONCURSO DE FOTOGRAFÍA CLUB DE CAZA RGA

RECUERDE QUE...… Es obligatorio desde el punto de vista legal, tener contratado un Seguro de Responsabilidad Civil del cazador, para el ejercicio de la caza.

Por este motivo, entre la documentación a llevar consigo, no olvide incluir siempre el último recibo de su Seguro del Cazador RuralCaza, para así evitar posibles sanciones mientras practica su afición favorita con total tranquilidad.

IMPORTANTE

Hemos actualizado las bases del Concurso de Fotografía Club de Caza RGA. Lea atentamente para poder participar. ¡Anímese!

OBJETO DEL CONCURSO: el objeto del concurso será elegir de entre las fotografías presentadas, aquellas que serán publicadas en cada número cuatrimestral de la revista del Club de Caza RGA, y de entre éstas últimas la mejor fotografía que recibirá un regalo valorado en aproximadamente 100 euros y que será elegido por SEGUROS RGA en cada edición de la Revista. SEGUROS RGA elegirá de entre todas las fotografías recibidas hasta el momento de la edición de la publicación que cumplan los requisitos establecidos en las presentes bases, aquellas que, a su entender, deban ser publicadas por su calidad, belleza y resolución. Aquellas fotografías que no sean elegidas para su publicación en el número cuatrimestral con edición y tirada posterior al envío, serán borradas sin posibilidad de recuperación.

REQUISITOS DE LAS FOTOGRAFÍAS: las fotografías deben ser inéditas, no haber sido publicadas por ningún medio escrito ni galardonadas en otros concursos o certámenes y no haber sido comercializadas. Además deberán mostrar imágenes relacionadas con aspectos de la Caza (paisajísticos, biológicos, zoológicos...etc). Se excluirán del concurso todas aquellas fotografías que muestren animales abatidos. El participante, deberá ser socio del Club de Caza RGA, mayor de 18 años, y podrá ser de cualquier nacionalidad. Quedan excluidos de la participación los empleados de SEGUROS RGA o familiares directos de los mismos. Sólo se admitirán fotografías en soporte digital, es decir, archivos de imágenes obtenidas con cámara digital o fotografías analógicas escaneadas a alta resolución y presentadas en formato digital (BMP, JPG, TIF y PNG., con un peso máximo entre 1 y 10 MB. Los archivos fotográficos deberán ser remitidos por el participante a la dirección de correo electrónico [email protected] indicando su nombre y apellidos, DNI, teléfono, dirección de correo electrónico y nº de socio. Puedes consultar las bases completas en www.segurosrga.es

Las Fotos del Club

Anímese, envíe a nuestro correo electrónico [email protected] fotografías y un comentario sobre las mismas.

En cada número publicaremos nuevas fotografías y escogeremos un nuevo ganador.

En esta ocasión regalamos una espectacular videocámara deportiva SJ5000 Full HD con Wifi, con carcasa protectora resistente a los golpes y al agua, ideal para sus jornadas cinegéticas. Gracias a sus 12 megapíxeles y a su objetivo gran angular, podrá captar impresionantes imágenes. Cuenta con una pantalla de 1,5 pulgadas para comprobar el resultado de vídeos y fotografías al momento y es compatible con los accesorios más populares para cámaras deportivas.

Esta sección está dedicada a todos nosotros: los Socios del Club de Caza RGA.

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Y además, todas las fotos seleccionadas para ser publicadas se llevarán un ejemplar del libro “Días de campo, caza y fogones”, de Vicente Amat.

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Nuestro amigo José Ramón Rivera nos hace llegar esta increíble imagen que realizó un día de caza en alta montaña por el Valle de Benasque.

Nuestro socio José Antonio Viñuela nos envía una divertida fotografía de un lugar mágico donde estuvo una becada, ¿dónde estará ahora?

Javier Camarena nos hace llegar esta impresionante fotografía de una corza que pasó durante una montería por delante de su puesto.

Nuestro amigo Santiago Millán nos envía esta preciosa foto, todo un homenaje a la naturaleza en un precioso día de caza.

Jacobo Álvarez nos manda esta bonita fotografía en la que aparece en muy buena compañía durante una de sus jornadas de caza.

Julio Antonio Fresneda nos envía una fotografía, realizada por su mujer, que le acompañó a una montería realizada en la finca Los Cotos, en Reolid (Albacete).

De Montería

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El agarre es un hecho consustancial a la montería española y reside en la propia naturaleza e instinto de los perros de rehala. Está claro que, por

desconocimiento de la materia, no todos los dueños de coto u organizadores lo comprenden, pero son sucesos inevitables que a continuación explicaremos. El cometido de las rehalas es encontrar la caza y acosarla para forzar su huida a las posturas. Pero también, si llega el caso, la rehala tiene que ser capaz de apresar e inmovilizar la pieza para facilitar su muerte a cuchillo por el perrero o montero.

Por supuesto, los perreros no persiguen el agarre como objetivo en la montería, pero este, aunque no buscado, es algo ineludible en esta modalidad de caza y más hoy en día con la enorme densidad de cochinos que hay en muchas manchas.

Es importante saber que la codicia que lleva a un perro bueno a perseguir un cochino no es otra cosa que las ganas de apresarlo. Cuanto más codiciosos sean, mejor resultan para la caza del jabalí y más cochinos empujan a las posturas.

Para su mejor conocimiento y comprensión, analicemos de una forma rigurosa las principales causas por las que los perros pudieran agarrar un jabalí en una finca abierta:

1. El guarro está herido y por ello se para o su carrera se ralentiza, de manera que es alcanzado por los perros.

2. Las posturas airean y el cochino, percibiendo la situación de los monteros, salvo raras excepciones, no querrá romper al cortadero prefiriendo huir hacia atrás y enfrentarse a los perros. Lo mismo ocurre cuando, aun no dando aire la armada, el guarro se ha orientado de dónde están los puestos por los disparos, voces u otros ruidos.

3. Cuando el cochino tiene mermadas sus facultades físicas por enfermedad o mutilación.

4. Cuando un jabalí, muy cansado después de una larga carrera intentando escapar de un grupo de perros perseguidores, decide pararse y enfrentarse a ellos.

5. Cuando un cochino, huyendo del acoso de una rehala, se da de cara con otros perros que salen a su encuentro. Esto es muy común cuando se montea con un exceso de rehalas.

6. Cuando el monte no es muy cerrado. En monte cerrado el jabalí saca fácilmente distancia a los perros, pero en manchas con poco monte los perros corren más que los guarros, siendo más fácil su alcance y apresamiento. También es cierto que en estas manchas, en general, los cochinos salen muy por delante de los perros.

7. Por la valentía que muestran los viejos y grandes machos, que les hace plantar cara a los perros antes que huir, sabiendo que en muchas ocasiones han salido victoriosos hiriendo o matando a varios de ellos.

8. La calidad de la rehala. Una mala rehala en la que los perros van alrededor del perrero, además de no levantar caza, agarrará mucho más que la buena recova cuyos perros cazan lejos y abiertos, pues en la primera se echarán de golpe encima del guarro treinta perros sin darle oportunidad alguna de huida; mientras que en la segunda, con los perros esparcidos por la sierra, serán pocos los que acometan al cochino, forzando la huida del marrano y teniendo este todas las ventajas de escape a un posible agarre.

9. El número de rehalas. Un número excesivo de rehalas pegadas unas a otras, además de cazar peor (pues los perros se estorban entre sí) se comportan como una apisonadora agarrando muchísimo más que si se caza con un número apropiado de buenas rehalas, con perros buscas que llegan a todos los rincones levantando y echando caza para adelante.

10. La orografía del terreno y el cómo esté cortada la mancha, son otros de los factores que influyen en el potencial número de agarres.

Fincas con pronunciadas pendientes provocarán la huida de los cochinos hacia abajo, siendo común su agarre en los barrancos o al iniciar este la subida.

Una mancha con pocas o ninguna traviesa dará lugar a largas carreras de persecución al jabalí, provocando el cansancio de este y la posible parada y agarre del guarro. Por contra, la existencia de traviesas que acorten las carreras propiciará que el guarro sea disparado con prontitud por algún montero.

11. La presencia de hembras paridas o en avanzado estado de gestación que apenas corren, tal y como ocurre al final de temporada, propicia que se produzcan más agarres.

Igualmente, en las fincas cerradas e impermeables para el jabalí se pueden definir las causas por las que los perros agarran tantos guarros, y que además de las anteriormente señaladas, son:

1. En las fincas cercadas de pequeña superficie más conocidas como cercones, los cochinos no tienen querencias si los han soltado días u horas antes.

No saben adónde ir y se quedan quietos haciendo frente a los perros. En otros casos, conocen por donde van las mallas y que de ahí no puedan pasar. El día de la batida, además, se aperciben enseguida de dónde están los puestos por los disparos y ruidos, costando así mucho trabajo que rompan a las escopetas. Así, prefieren quedarse inmóviles sabiendo que su única defensa es la quietud. Esto ocurre sobre todo con los machos.

2. Se aumentan las probabilidades de agarre cuando se trata de guarros cebados, con sobrepeso y por ello con poca agilidad, siendo fácilmente alcanzados y apresados por los perros. Lo mismo ocurre en el caso de cochinos criados en cautividad o semidomésticos y, por ello, con menor instinto de supervivencia, aunque una vez agarrados suelen mostrar igual capacidad de herir y matar perros que los salvajes.

3. La densidad de guarros por hectárea es muchísimo mayor, lo que provoca que se agarre notablemente más que con una densidad normal en campo abierto.

En general, en la montería a los guarros hay que forzarlos a huir, y cuando los perros realizan esta tarea, se pueden producir todas las situaciones aquí descritas. Cuando alguna de ellas sucede, se producen los agarres.

Así ha ocurrido en todas las épocas de la montería. Mataban guarros las escopetas y agarraban guarros las rehalas, disfrutando y valorando este lance todos los monteros allí presentes.

(Continuará)

El agarre: causas por las que se produce (parte I)

Texto y fotos: Perico Castejón

Los mejores perros para el jabalí lo son por su codicia por agarrarlo

Así caza

14 Club de Caza de RGA Club de Caza de RGA 15

Estoy convencido de que quienes llevan ya muchos años en esto de la caza a guerra galana, a estas alturas ya tendrán claro qué razas son las que mejor se adaptan a sus necesidades en el campo y cumplen mejor con las exigencias del cazadero que visitan con frecuencia. Pero hay razas que, llevando toda la vida en nuestro país, tal vez se nos escapan por diferentes motivos. Entre ellos, por la presencia de las razas mostradoras británicas y continentales habituales –braco, bretones, pointer, setter, etc.- que han acompañado a las generaciones de cazadores que ahora pisan campo cada temporada, desde sus comienzos. Perros tal vez de nuestros padres o abuelos, los pachones navarros ofrecen un vínculo con el cazador que pocas razas igualan y, por si esto fuese poco, si hablamos de la caza de perdiz autóctona, sus aptitudes y actitudes lo sitúan en un lugar muy recomendable. Puede que sea el momento, tu momento, no dejes pasar la ocasión de salir tras las de leotardos rojos con este fenomenal mostrador ibérico.

Cinco razones de peso para cazar perdices con un pachón navarro

Por Miguel F. Soler - Fotografías: Iván Pérez Amatriaín

Tierra de campo y afición a la caza desde siempre -y atravesando un inexplicable bache actual en cuanto al respeto social de esta afición-, España ha sido y

es cuna de buenas razas de perros cazadores. No haremos historia ni mucho menos, pues nos mueve una visión práctica de nuestras reflexiones, pero es innegable que perdigueros de Burgos, pachones navarros, y podencos andaluces, conforman junto a los polivalentes garabitos (que no es una raza pero sí una realidad clara del potencial concreto de cruces de perros mostradores y podencos a lo largo de nuestra historia rural cazadora), una oferta de gran valor, envidiable en cuando a sus potenciales para el cazador que sale al campo con su escopeta buscando, sencillamente, cazar como siempre se hizo: con tranquilidad, en consonancia con el entorno y buscando obtener el premio de algunas piezas de caza.

De estas razas, en esta ocasión destacaremos el potencial muy acusado de los pachones navarros para la caza de perdices en los muy variados cazaderos de nuestros campos, con terrenos de sierra, ladera, parameras, baldíos, labores, etc., donde estos completos perros dejan ver sus muchas cualidades para servir la caza a su amo y compañero de correrías tras las del pico rojo.

Y si bien tienen muchas razones por las que pueden ser la raza ideal para muchos de nosotros, nos vamos a centrar en cinco de ellas que pueden ser suficiente muestra de por qué recomendarlos, sobre todo si hasta el momento solo los conoces por la prensa especializada y no has tenido la suerte

de cazar nunca con uno de ellos, no una vez, sino varias temporadas. Ya os adelanto que no son perros perfectos porque, sencillamente, no hay perros de caza perfectos.

También remarco que no es la mejor raza sobre las demás porque, en verdad, ninguna está por encima del resto, todo es muy subjetivo. Pero sí digo, con conocimiento de causa, que son perros completísimos, con sus fallos y algún defecto (según pretendamos exigirles), pero que dan nota alta en casi todo, como raza creada para nuestros campos y recuperada con esmero para que en pleno siglo XXI podamos, al menos, cazar en buena medida con lo que los antiguos pachones ofrecían.

Vínculo con la escopeta

En este punto, si tuviese que calificar el comportamiento generalizado y la disposición, los pachones navarros tendrían un sobresaliente sin ninguna duda, siendo una de las razas que mejor se vinculan con la escopeta desde sus comienzos y mejorando a lo largo de las temporadas. Estamos ante perros que se plantan muy bien en el campo, abren la búsqueda con talento cuando el cazadero lo pide, y se meten a tiro de escopeta casi todo el día porque saben que ahí es donde mejor se puede abatir la caza.

Pero no todo es la distancia a la que trabaja nuestro pachón, que como digo es distancia de tiro casi todo el día salvo necesidades concretas de abrir la búsqueda.

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Así caza

Con este vínculo me refiero también a cómo caza para la escopeta, siendo perros muy dispuestos y me atrevería a decir que de forma innata, a cazar en postura cuando nos situamos, para ello, a la vuelta cuando el campo y el viento lo piden, y en círculo en cuanto lo metemos en esta dinámica tan perdicera unas cuantas veces.

Enseguida vamos a darnos cuenta de que a este vínculo hay que añadir su potencial de contacto con el cazador. Muchos pachones navarros cazan estando muy pendientes de dónde estamos, si le seguimos o no a distancia adecuada, si nos paramos o volvemos. Cazan muy pendientes del cazador, y es por eso que es una raza que rinde tan bien tanto para el chaval que se inicia, como para el veterano que ya no aprieta tanto el paso tras las perdices, pasando por esas décadas de óptimo rendimiento físico del cazador, en las que acompaña con calificación muy alta y trabajo muy efectivo.

Adaptado al ritmo de la jornada

Si de todo lo bueno que los pachones navarros ofrecen a los cazadores perdiceros tuviese que elegir uno de sus potenciales, sin duda alguna sería precisamente este, su disposición a adaptarse a los diferentes ritmos de la jornada de caza, no en referencia a si el cazador corre o camina (a lo que se adapta muy bien, por cierto), sino al ritmo que el cazadero de perdices exige en las primeras horas de la mañana, y el que requiere a partir de media mañana y hasta entrada la tarde.

Lo habitual es que al iniciar la jornada de perdices “necesitemos mover el campo”, ir buscando bandos o pájaros sueltos según esté el cazadero, y no para comenzar a tirar pájaros largos desde primera hora como algunos cazadores se empeñan en hacer una y otra vez como si eso

fuera cazar perdices, sino empujándolas a peón con talento y a distancia si no quieren volar, encaminándolas hacia donde podemos meterlas en terrenos más adecuados para que alguna se quede amagada, o intentando no apretarles cuando son de vuelo rápido.

Así es como en un rato o en unas horas, tendremos perdices repartidas por la zona y será entonces cuando podamos tirarlas como se debe, incluso a pachón puesto. En este trabajo el pachón navarro es una de las mejores opciones ya que respeta muy bien nuestro ritmo y no dejará de trabajar primero, en los comienzos, abriendo un poco el laceo para abarcar más cazadero, ello sin salirse en línea por delante, respetando a la escopeta.

Y ya mediada la mañana, cuando las perdices comienzan a no dejarse ver, es cuando estos perros sacan matrícula de honor, pues es entonces cuando otros perros llegan ya agotados de tanto trajín corriendo durante las primeras horas y no se centran adecuadamente en buscar las perdices amagadas en sitios escondidos, espesos, complicados, y es ahí donde llega nuestro pachón y ¡zas!, clava una a muestra aquí, y otra un rato después, y otra...

Sabiendo “ponerse en situación”

En esto son unos maestros desde bien cachorros, sorprenden muchos cachorrones de menos de un año sabiendo entrarle a una pieza amagada a la que han mostrado, recortando la salida de un conejo de la mata hasta que llegamos cerca, o empujando con dulzura a la perdiz mostrada, buscando que salga hacia nosotros, o de forma lo más suave posible, siendo una raza templada a la hora de sacar la caza del encame, con lo que nosotros podemos tirar mucho mejor.

Esto no lo hacen por igual todas las razas, y es algo en lo que nuestros mostradores ibéricos (pachones navarros, perdigueros de Burgos, perdigueros portugueses, y podríamos añadir tranquilamente al Ca Mè) son espectaculares. Diríamos que nuestro pachón entiende que si saca la pieza hacia donde estamos, seguramente podamos abatirla, porque en el fondo, y aunque su instinto le empuje a querer atrapar la pieza por sus medios al salir de la mata, son perros que aprenden muy rápido a enviarnos la pieza y a respetar la distancia para que podamos tirar. Igual ocurre cuando nos agachamos porque vemos entrar una perdiz volando en nuestra dirección, se quedan quietos, y si le dedicamos un poco de tiempo, aprenden muy rápido a tumbarse a nuestro lado con una indicación.

Polivalente nato

Por referirme a la caza de perdices no quiero extenderme hablando de las cualidades de los pachones navarros en la caza de piezas de pelo, pero como signo de adaptación al campo ibérico actual, destaco que en muchos términos el conejo está siendo el protagonista destacado de nuestras perchas, justo en cazaderos donde hace apenas diez años e incluso menos, tirábamos alguna perdiz y liebre, y muy raramente un conejo. Hoy, en amplias zonas esto ha dado la vuelta por completo. Por ello, salir al campo con una raza que nos va a detectar, llevar, guiar, poner, y recuperar tanto piezas de pelo como de pluma con una soltura increíble y una maestría destacable incluso en perros jóvenes de primera y segunda temporada, no es poca cosa. Redondear la percha con una o dos perdices, y a veces cuatro o cinco conejos, tirados casi seguro a pachón puesto, tiene un valor incalculable para muchos de nosotros.

En esta polivalencia que quiero destacar de forma especial y muy concreta por conocer bien esta raza y haber podido cazar con extraordinarios ejemplares, radica uno de los principales potenciales de pachón navarro, razón por la que es una raza completa para toda la temporada, desde las primeras cacerías de conejos en verano y posteriores jornadas a codornices en los lugares más complicados para encontrarlas (que es donde podemos tirar algunas), hasta el

Perfecto en la primera parte de la jornada moviendo perdices e intentando encaminarlas donde más tarde tal vez alguna aguante la muestra. Imprescindible en la segunda parte de la mañana, ya con el campo en calma y caza amagada, ahí es donde sobresale el pachón navarro

disfrute de la general, a pelo y a pluma, trabajando siempre igual, a su ritmo, en su distancia, buscando caza sea la que sea, para servirla a la escopeta una y otra vez, un día tras otro.

Un extraordinario recuperador de caza

Esto no es poco, precisamente. Y es justo lo que muchísimos cazadores aprecian más en su perro de caza, incluso por encima de la plasticidad o eficacia guiando o mostrando, ya que sabemos que la perdiz autóctona que se deja ver en nuestros campos en el siglo XXI, ha dejado de ser en buena medida aquella gallinácea que tal vez hace cuatro o cinco décadas todavía se mostraba como accesible y llevado el momento, proclive a que nuestro perro la “pusiera”.

Salir al campo con la tranquilidad de que, salvo excepciones ya muy complejas, nuestro perro puede recuperar un pájaro de ala, pinchado en un tiro cruzado, o de torre en una zona lejana y complicada de matas, es ya un punto fuerte en el disfrute de nuestros días de caza. No puedo referirme al pachón navarro como raza porque lógicamente a igual que las demás, hay ejemplares más completos que otros, pero sí es cierto que una gran mayoría de pachones navarros mantienen un destacado afán por trabajar la caza herida, sea pelo o pluma, pero destacando sus habilidades con las piezas de pluma.

Tampoco diré que ya “vienen enseñados”, hay que iniciarlos y guiarlos en su aprendizaje, pero muchos traen una propensión al cobro innato muy destacado, con una dulzura de boca fabulosa, y poniendo al servicio de la percha su tesón y perseverancia, siendo perros que no abandonan un rastro por entrecortado o perdido que se muestre en tramos. Perros que sabemos de sobra que empelan su nariz a fondo, siguiendo rastros con mucha facilidad, pues no olvidemos que cuando una perdiz de verdad cae alicorta, lo que resuelve es un perro que baje la cabeza y sepa que toca trabajar a ras de suelo. Perros super inteligentes y muy trabajadores, los pachones navarros, a nada que les demos oportunidades, nos van a sorprender muy gratamente con su calidad de cobro.

No te preocupes, un pachón navarro pocas veces trabaja fuera del ritmo de la escopeta, no es un perro que tienda adelantarse al cazador. Pero, eso sí, hay que saber acompañarlo en las guías largas para tirar perdices bravas en terrenos llanos

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Armas para la Caza Caza Mayor

La inolvidable caza del jabalí, en tres modalidades

Texto: Hilario García Moreno – Fotografías: Foto ARDEIDAS

Rifle Sako 85 Carbon Wolf, calidad y robustez en un arma de lo más fiable

Por ser harto conocido nuestro montaraz jabalí entre los cofrades que dedican su tiempo de ocio a darle caza en las diferentes modalidades que lo tienen como objetivo venatorio prioritario, en esta ocasión vamos a dedicar estas líneas a narrar tres experiencias personales (en montería, aguardo y rececho) que ponen de manifiesto el encanto de la caza de esta especie y que se tradujeron a la postre en el cobro de dos navajeros y un gran macareno.

Esta vez traemos a nuestras páginas un rife de gran calidad que es el resultado de fabricar un arma de caza todo terreno, precisa, fiable y muy resistente que se

basa en el carbono para la fabricación de parte de sus piezas.Lo que más destaca es su culata ajustable en todos los sentidos, consiguiendo una adaptabilidad completa al cazador, algo importante ya que una culata bien ajustada es la diferencia entre tirar con incomodidad o disfrutando.Utiliza un cañón acanalado que se fabrica martillado en frío y que puede adquirirse en dos longitudes diferentes: 51 y 62 centímetros. Está muy bien terminado y protegido contra la corrosión y los arañazos.Sobre el cerrojo, se puede utilizar acción corta o larga, dependiendo del calibre, que permite asir la palanca de

forma rápida y fiable. El cuerpo es de una sola pieza de acero inoxidable con tres tetones. El disparador es regulable entre uno y dos kilogramos. El seguro está situado en el costado izquierdo detrás de la palanca del cerrojo y tiene dos posiciones y, además, cuenta con un cargador de petaca con capacidad para entre cuatro y cinco cartuchos, dependiendo del tipo de calibre.

Ficha técnica:Cuenta con trece calibres, desde el 22-250 al 9,3X62.Longitud de cañón: disponible en 51 o 62 centímetros. Longitud total: 112 centímetros (con cañón de 62 centímetros.) Peso: dependiendo del calibre y tamaño del cañón, hasta 3,5 kilogramos. Precio: 3.750 € aprox.

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Caza Mayor

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Finales de un mes de enero y me encuentro en un anchísimo cortafuegos participando en una montería en tierras sorianas. Debido a la fuerte helada de

la noche, el frío resulta notable, muy metido en valores negativos, pero lo que realmente incomoda es un viento racheado que corta el aliento en ese cierre de la parte alta de la mancha. Ocupamos los primeros puestos de la armada cuatro amigos, y según nos han comentado los propios del lugar, el espacio que dominamos es el escape natural de los venados hacia la otra finca colindante. Por delante de nosotros, un bonito y tupido robledal cubre la ladera y sus vaguadas, mientras que al otro lado del cortadero se extiende un gran pinar salpicado de estepas.

Durante la primera mitad de la montería, con los perros cazando el valle y el sol acariciando tibiamente el terreno helado, el silencio y la quietud son absolutos en aquella parte del coto. Sin embargo, a medida que las ráfagas de aire van delatando la presencia de las rehalas en la mano baja de la ladera, empiezan a cruzar por lo limpio los primeros corzos. No tardan mucho en estrenarse mis compañeros

de la derecha, al disgregar los perros una piara que acaba cumpliendo en varias posturas de la armada. Pendiente de los tiros me encuentro cuando por el rabillo del ojo veo que a la izquierda un venado entra sigiloso en el cortadero.

Se trata de un magnífico ‘pavo’ (de doce recias puntas no bajaba) y rápido miro a Ignacio para ver si se ha dado cuenta de tamaña aparición. No debe haberlo sentido porque está con la escopeta al hombro y mirando hacia otro lado.

Como el venado está cruzando por la mitad de ambas posturas, no me lo pienso más y disparo mi Argo semiautomático en calibre .30-06 cuando el bicho ha superado la mitad del cortafuegos. Al tiro el venado hace un extraño que evidencia el impacto de la bala, pero en vez de caer se encamina en dirección a mi amigo, que por fin se percata del asunto y aguarda un poco a que el ciervo se acerque más para disparar. En vez de eso, el animal lo ve y vuelve a dirigirse hasta el pinar siguiendo por lo limpio, instantes que aprovechamos ambos para tirar, aunque sin resultado positivo porque el bicho se adentra en la espesura.

Por unos instantes nos miramos los dos como preguntándonos por qué no ha rodado el venado por los suelos tras los tres disparos. Convencido que mi primer tiro sí lo ha enganchado y que habrá que pistearlo más tarde, recompongo el gesto y la figura para afrontar lo que queda de montería. Pero no ha pasado ni un cuarto de hora cuando una ladra a media ladera anuncia un nuevo levante.

A tenor de los latidos de los perros, parece que lo que llevan delante va a cumplir al puesto contiguo de mi derecha, aunque en los últimos metros de subida, entre los robles, cambia de dirección y comienzo a oír a un animal rompiendo monte a pocos metros. Por el ruido del animal en carrera, todo indica que se trata de un jabalí. Mucho me esfuerzo por atisbar su silueta entre el monte, no consiguiéndolo hasta que salta al camino. Es grande, cubierto con una bella capa invernal y va solo, de forma que deprisa lo meto en la cruz del visor Kahles 1,5-6x42 puesto a tres aumentos y efectúo el primer disparo. Al ver que no cae, tiro otra vez, pero con idéntico resultado, así que cuando ya se está metiendo en el pinar vuelvo a repetir.

Todavía asombrado por la huida rauda, asisto a la llegada de los perros y a su posterior internamiento en el monte tras el cochino. No obstante, antes de que el desánimo comience a escocerme, escucho a unos cien metros los ladridos de los perros al encontrar la pieza. Estos no tardan mucho en cesar, lo cual me tranquiliza en parte porque pienso que lo han hallado ya moribundo o muerto, sin embargo, a partir de ahí no veo el momento de que termine la montería.

Por fin oigo sonidos de motores y a mis amigos de la derecha empezar a descargar los rifles. Sin demora me adentro con el rifle en el pinar, pero por más que busco soy incapaz de ver sangre entre las primeras filas de pinos. Avanzo algo más sin encontrar rastro alguno y vuelvo a retroceder hasta el borde del cortadero. Me repito una y otra vez que un cochino de semejante porte y a la velocidad que iba no lo agarran los perros si no va bien tocado. Inicio entonces un barrido más metódico del suelo y las estepas que me voy encontrando hasta que, al fin, aunque a más de treinta metros del camino, veo la primera sangre. A medida que la voy siguiendo durante varias decenas de metros, esta aumenta su cantidad tanto

Durante la primera mitad de la montería, con los perros cazando el valle y el sol acariciando tibiamente el terreno helado, el silencio y la quietud son absolutos en aquella parte del coto.

En montería

Caza Mayor

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en el suelo como en la vegetación, y así hasta llegar al lugar donde yace tendido un bonito navajero capaz de recorrer casi un centenar de metros con la muerte dentro (de las dos balas que le impactaron, una fue a la región pulmonar y otra a la panza).

Satisfecho por culminar un lance que lo ha reunido todo para que permanezca imborrable en mi memoria (tensión, emoción, incertidumbre, nerviosismo y alegría), acudo junto a Ignacio a pistear el venado. Al no encontrar nada en el cortadero, penetramos de nuevo en los pinos para ver si ha podido suceder lo mismo que con el guarro. En efecto, sobre el musgo y unas piedras próximas al sitio por donde se había colado el ‘pavo’ vemos las primeras gotas de sangre.

Al principio nuestras caras se iluminan por el hallazgo, pero recorremos casi un kilómetro siguiendor un rastro cada vez más exiguo hasta perderlo definitivamente. La guardería del coto nos anima a que lo dejemos y queda encargada de volver para ver si es capaz de localizarlo. Después de hablar con el guarda al día siguiente, me entero de que la búsqueda ha resultado infructuosa, de ahí que la sensación que de ese día guardo sea dulce y agria a partes iguales.

A la espera

No son todavía las siete de una tarde de mayo cuando llego al puesto de espera en la finca de un amigo en Segovia. Estoy en una laderita, junto al tronco de un gran roble seco y dominando un prado alargado que finaliza a la derecha en una pequeña chopera. A pesar de ser un escenario querencioso para los corzos, mi empeño en esta ocasión va dirigido a hacerme con un cochino solitario que se está bañando en un encharcamiento del regato que recorre el claro y los chopos. Después de haber estudiado el escenario durante varias semanas y haber encontrado las huellas de un solo animal de buen porte, he llegado a la conclusión de que el cochino viene desde el fondo del valle por el lado derecho, tapado por unos zarzones que impiden en todo momento su localización, se embarra en el charco protegido por los chopos, restrega su cuerpo y marca las defensas en un par de troncos y, por último, sale al prado a hozar, antes de perderse por la trocha que tiene abierta en un helechal que sirve de entrada al monte que hay frente a mi postura.

Estamos en plena temporada de corzo, pero mi amigo también tiene autorizadas todo el año las esperas cochineras, así que voy preparado para permanecer en el monte un buen número de horas. El aire no lo puedo tener mejor, sin revocos, franco, siempre en mi cara para aliviarme del calor vespertino mientras el sol cae poco a poco en el horizonte. Hasta las nueve y media todo transcurre con esa maravillosa tranquilidad que nos regala el campo: el vuelo de unas torcaces, el ruido de los movimientos de un lagarto, la silueta de unos arrendajos en las ramas de un roble, el croar de las ranas, el canto de un cuco, las carreritas de un conejo, el sonido del pito real al golpear con su pico en la corteza de un árbol, los saltitos de un grajo en un prado, el inesperado

posado en una mata de un carbonero o un petirrojo a escasos metros, el planeo de un águila controlando el territorio en busca de presas, etc.

Sin embargo, tras mirar en el móvil la hora y ver que restan veinticinco minutos para las diez, por la derecha comienzo a escuchar los pasos de un bicho acercarse. Todavía lejos puedo barajar la idea de que sea un corzo, pero a medida que el ruido se acerca desecho esta posibilidad y me preparo para la llegada del guarro. Tarda algo en abandonar la protección que le brindan las zarzas, pero una vez lo hace, su negro contorno se dibuja contundente entre los primeros chopos. La luz aún es muy buena, por lo que decido darle margen para que cumpla con su rutina de aseo y rascado.

Me recreo con la visión a través de mis prismáticos Swarovski de ocho aumentos; es un ejemplar de buen porte, a todas luces macho por la forma del cuerpo y de la cabeza y la manera de conducirse, aunque por más que trato de adivinarle las defensas, estas no se dibujan bien en las lentes. A pesar de hacer ruido al pisar la mucha hojarasca seca de la chopera, todos sus pasos parecen estar medidos dentro de su itinerario marcado y no deja de hacer breves paradas para ventear posibles peligros. Se toma su tiempo para bañarse, también para restregarse, y por fin sale al prado y empieza a hocicar. Allí, en lo limpio, aprecio aún más su respetable tamaño y como ya tengo el rifle de cerrojo apoyado en la vara y al guarro metido en el visor a seis aumentos, espero el instante idóneo en el que oprimir el gatillo. Por más que aguardo, el jabalí no deja de darme el culo y se está acercando peligrosamente a la pantalla de helechos, pero en el último momento ladea algo su cuerpo y el sonido del .30-06 no se hace esperar.

El efecto del tiro es fulminante y el cochino se desploma en el sitio. Durante unos instantes, con otra bala en la recámara, permanezco apuntándolo. No ocurre nada y me relajo. Al llegar al animal ratifico que es un macho, bien entrado en kilos (unos 75) y completamente empapado tras su paso por el agua. Respecto a la ‘boca’, a simple vista se trata de un navajerete, sin embargo, luego me ha sorprendido al tener mucho dentro, llegando a una longitud de 16 centímetros de colmillos.

Durante un rececho

A punto de amanecer en un día de principios de junio. Llego a mi cazadero leonés de corzos para recechar cuando todavía es de noche, por lo que permanezco en el vehículo un rato. Con toda la parsimonia del mundo preparo el equipo y me calzo las botas porque en el monte aún reina una gran oscuridad. La idea que tengo es cazar un gran valle de arriba abajo donde he avistado algunos machos en salidas anteriores y del que guardo un recuerdo especial porque en él cobré mi primer ‘duende’ en ese cazadero.

Salgo al exterior y la incipiente mañana me regala una brisa que agradezco. He dejado el coche a varios centenares de metros de la angosta senda que sirve de entrada a la parte alta del valle y afronto con ilusión este nuevo rececho en solitario por mis ya muy queridas tierras bercianas.

Pero todavía me resta un pequeño trecho de pista forestal hasta llegar a la senda, cuando unos ruidos por delante y a la izquierda me ponen alerta. Pronto mis ojos se posan sobre una mancha negra que se mueve entre las urces y, aunque no me separan de la misma más de treinta metros, el aire en esta ocasión no va a delatarme. Con suma precaución me llevo a la cara el Remington de cerrojo en calibre .30-06

y trato de valorar a través del visor Kahles 3-10x50 lo que sin duda es un jabalí. En ningún momento levanta la cabeza porque va hozando el suelo a su paso, pero como conozco bien el terreno y sé que en ese punto los brezos me llegan a la altura de la cintura, el hecho de que vea buena parte de su inconfundible cuerpo revela que estoy ante un ejemplar grande y solitario.

No lo pienso más y con la mira en cuatro aumentos puesta en el codillo aprieto el gatillo mientras el animal prosigue su deambular mañanero. El cochino acusa el impacto e inicia una rápida y errática carrera que lo adentra en una zona de urces y escobas muy altas salpicada de castaños quemados.

Transcurren unos cuantos segundos hasta que me recupero de la emoción del lance. Mi primera idea es aguardar a que se vea mejor para entrar al monte y seguir la pista del guarro herido, sin embargo, no tardo en desecharla y continúo el rececho. En vez de internarme valle abajo, pienso que lo mejor es seguir por el camino en el que estoy e ir dando vista a algunos claros de monte muy querenciosos que quedan a la izquierda. Así lo hago hasta llegar a la linde del coto sin haber avistado ningún corzo. Impaciente como estoy, no tardo mucho en volver al escenario del lance. Metido entre los brezos pronto veo el rastro de sangre e inicio el pisteo. Todo va bien hasta que el monte empieza a ganar altura y me veo sobrepasado por una densa vegetación que además me dificulta el paso. Trato de internarme por los túneles que entre la misma toman los distintos animales y consigo seguir el rastro a duras penas. Al romper monte en su carrera, el jabalí en algunos puntos ha ido por encima de escobas y urces, lo que me lleva en algunos casos a perder momentáneamente la no muy abundante sangre.

El avance, ya en sentido descendente, me resulta casi imposible con el rifle a cuestas, por lo que decido llamar a mi amigo José Carlos para ver si me puede mandar a alguien que me ayude a seguir pisteando y a sacar el bicho, en caso de dar con él. Marco bien el sitio del último rastro y salgo de nuevo al camino para esperar a Juan, que es la persona que vendrá en mi auxilio. No tarda ni media hora en aparecer, y además viene con su hijo David, un joven y fuerte muchacho que ya empieza a vivir intensamente la caza junto a su padre.

Después de saludarnos y de contarles lo que he hecho hasta ese momento, sacan del todoterreno un hacha para abrirnos paso entre el monte y una cuerda para arrastrar el animal. Con alguna que otra caída, por fin llegamos al lugar de la marca y nos abrimos un poco para ver si somos capaces de dar con el guarro. Pues bien, ni a diez metros del sitio donde he atado una bolsa a una gran escoba, oigo varias exclamaciones que salen de la boca de Juan. Cuando llegamos David y yo nos encontramos sobre el suelo a un magnífico macareno. Es un animal viejo, de cuerpo compacto y lleno de calvas en su parte delantera, con un peso de más de ochenta kilos y colmillos y amoladeras de gran belleza. Sin duda un espectacular macho, el regalo que todo cazador espera recibir algún día, y cuya tabla no deja de maravillarme cada vez que la contemplo.

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Espacios Naturales

Sierra de Pela y laguna de Somolinos

Texto y fotografías: Hnos. de la Cruz Alemán y F. Cámara – FOTO/ARDEIDAS

Monumento Natural

Un paisaje encantado. Eso es lo que se siente cuando se llega por primera vez a la laguna de Somolinos. La sensación de viajar por la Sierra Norte, llegar a la laguna de Somolinos con el marco incomparable de la Sierra de Pela como telón de fondo y disfrutar de un entorno como salido de un cuento hadas, es una experiencia única que se graba en la memoria y perdura para siempre.

Espacios Naturales

Cómo llegar

El sector occidental de la Sierra de Pela se encuentra en la Sierra de Ayllón, accediéndose a través de la SG-145, para enlazar con la CM-110 a la altura de La Rivilla, donde se extiende un amplio parque eólico. Esta misma carretera nos conduce, primero a Campisábalos y, poco después a Somolinos, donde apenas 1 kilómetro antes de la población, se sitúa a la derecha la laguna. Desde el sur, podemos ir por la CM-101 y por la CM-1001 hasta Atienza, donde enlazamos con la CM 110 para dirigirnos hacia el noroeste, Cañamares y Somolinos.

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La Sierra de Pela aparece en los libros como “la más oriental del macizo central español”, aunque los geólogos no terminan de ponerse de acuerdo, ya que

unos la consideran parte de la cobertera postvarisca del Sistema Central y otros, una representación de la Cordillera Ibérica. Sea como fuere, la Sierra de Pela es punto de contacto entre los dos macizos, dándose características de ambas cordilleras. Se extiende de oeste a este a lo largo de unos 35 kilómetros entre las provincias de Segovia, Soria y Guadalajara. Tiene tres sectores o subsierras: la de Grado al oeste, la de Pela en el centro y la del Bulejo al este, con sus mayores elevaciones en la Peñota, la Sima de Somolinos -que, con 1.548 metros sobre el nivel del mar, constituye la máxima elevación del macizo y el pico del Ceño- y la del Portillo. Es entre el sector central y oriental donde se sitúa la laguna de Somolinos, que ocupa una superficie de 3,8 hectáreas dentro del conjunto declarado Monumento Natural de la Sierra de Pela, con 11.949 hectáreas.

En la geología de la Sierra de Pela destacan las rocas cretácicas y materiales mesozoicos que afloran en superficie, siendo el origen de las extensas parameras situadas entre Galbe de Sorbe y Campisábalos, con rocas del Cretácico inferior y superior (145-66 millones de años). Destacan los depósitos detríticos del Albense, seguidos de la serie calco pelítica muy rica en fauna fósil, primera etapa del Cretácico Superior Tardío cuyo inicio aconteció hace 100 millones de años. Están muy presentes las dolomías y las calizas, que le aproximan al macizo ibérico, lo que origina destacados escarpes. La capa superior está formada por conglomerados calcáreos, cantos de cuarcita y arcillas.

La laguna de Somolinos se origina por una pared tobácea de origen travernítico sobre el río Manadero. Sus aguas son transparentes y pobres en nutrientes. Abundan las algas carófitas y una destacada vegetación lagunar y perilagunar.

Flora y vegetación

En la sierra de Pela la vegetación es muy rica y variada, destacando según Rivas-Martínez, las series: supramediterránea maestracense y celtibérico alcarreña de la sabina albar (Juniperus thurifera); la carpetano-ibérica-alcarreña subhúmeda de roble melojo (Quercus pirenaica) y la supramediterránea castellano-alcarreño-manchega basófila de quejigo (Quercus faginea), aunque entre esta vegetación potencial prosperan taxones distintos, producto de las diferentes utilizaciones agropecuarias y forestales del territorio. Dichas actuaciones son el origen de la vegetación actual, donde destacan las formaciones boscosas de pino silvestre (pinus silvestris) de origen natural o seminatural, pies aislados de tejo (Taxus bacata), así como encinares (Quercus rotundifolia), quejigos (Quercus faginea) o enebros (Juniperus communis). Como cohorte arbustiva de matorral, destaca el cojín de monja (Erinacea anthyllis) y el cambrón (Genista rigidissima); en las laderas, el tomillar (Thymus spp.) y pastizales de gramíneas (Festuca hystrix) propias de suelos sometidos a pastoreo. En los fondos de valles aparecen

praderas de diente y prados de siega. En las turberas calcáreas y zonas de humedad permanente aparecen varias especies de flora amenazada. También están presentes comunidades de megaforbios de montaña, propias de ambientes subalpinos.

En las zonas abiertas se desarrollan las arbustedas caducifolias espinosas con especies como el rosal silvestre (Rosa canina), el espino albar (Crataegus monogyna), el endrino (Prunus spinosa) y otras rosáceas. Destacan los bosques galería asociados a los cauces fluviales representados por alamedas (Populus spp.), saucedas (Salix spp.) y especies menos habituales como olmos (Ulmus minor) o fresnos (Fraxinus angustifolia), que ostentan la consideración de Hábitat de Interés Comunitario.

En la laguna de Somolinos abundan las algas carófitas y una más que destacada vegetación lagunar y perilagunar. De ello dan cumplida cuenta varios paneles informativos que encontramos en nuestro recorrido por el entorno de la laguna, donde se hace referencia a la vegetación tanto acuática como ribereña. De la primera destaca, tanto en las paredes como tapizando el fondo de la cubeta, el alga chara ispida, unida a otras especies singulares de la flora acuática como Spargarium emersum subp. Emersum, o Zannichellia contorta, especies muy escasas en la región e incluidas en el Catálogo Regional de Espacies Amenazadas con la categoría de vulnerables.

Entre las especies ribereñas, encontramos formaciones de carrizal Phragmites sp. y cañaveral-espadañal Arundo-Typha, sustituidas en zonas más alejadas del agua por la juncia Carex riparia y en los prados húmedos por el junquillo de laguna Eleocharis palustres o el junco espigado Cladium mariscus,

especie catalogada de interés especial. Hacia el norte de la laguna aparecen reducidas extensiones de prados de siega basófilos, raros en la provincia con la presencia de especies como Pedicularis schyzocalyx o Sanguisorba officinalis, ambas catalogadas de interés especial.

Fauna

La fauna es rica, como cabría esperar, teniendo en cuenta la variedad de hábitat que alberga este amplio espacio: desde cortados, zonas boscosas, pastizales, parameras, zonas más o menos abiertas, hasta la propia laguna de Somolinos, que brinda sus aguas libres y orla de vegetación palustre a un buen número de especies acuáticas. Las distintas especies encuentran en la amplia sierra de Pela espacios ideales para llevar a cabo su reproducción o la utilizan como área de alimentación, descanso y/o expansión. Sin pretender ser exhaustivos, entre la fauna de interés comunitario y regional destacan los mamíferos, entre ellos la nutria (Lutra lutra), el gato montés (Felix silvestris), el tejón (Meles meles), la garduña (Martes foina), la comadreja (Mustela nivalis), el raro musgaño de cabrera (Neomys anomalus), la rata de agua (Arvicola sapidus), varias especies de murciélagos y el lobo ibérico (Canis lupus signatus) que en forma de algunos grupos familiares e individuos aislados tratan de asentarse en los lugares más apartados de la sierra.

Entre las aves, las rupícolas como el águila real (Aquila chrysaetos), el buitre leonado (Gyps fulvus), el alimoche (Neophron percnopterus) o la chova piquirroja (Pyrrocorax pyrrocorax); entre los reptiles y anfibios, el lagarto verdinegro

(Lacerta schreiberi), el tritón jaspeado (Triturus marmoratus), el sapo partero común (Alytes obstetricans), el sapo corredor (Bufo calamita), el sapillo pintojo meridional (Discoglossus jeammeae) y la ranita de San Antonio (Hyla arborea), todos ellos incluidos en las Directivas de Hábitats y de Aves de las Comunidades Europeas, en el Listado de Especies Silvestres de Protección Especial y en el Catálogo Regional de Especies Amenazadas de Castilla-La Mancha.

Entre los moluscos y peces destacan especies amenazadas como la almeja (Asplenium corneum), y la trucha común (Salmo trutta), introducida tanto en los ríos como en la laguna, y la bermejuela (Achondrostoma arcasii).

Usos tradicionales

Las actividades humanas están ligadas a diversos aprovechamientos, sobre todo ganaderos, silvícolas, pastos, caza y puntualmente colmenas. En toda la zona las actividades humanas tradicionales tienen una relación directa con la naturaleza donde se asientan desde la arquitectura rural con edificaciones austeras pero robustas, a base de mampostería donde abunda la roca arenisca o tapial para las más modestas, como establos o antiguos espacios donde guardar alimento para el ganado.

Todo este conjunto constituye la sierra de Pela y la Laguna de Somolinos, que se erige como uno de los lugares más valiosos, mejor conservados y de mayor valor ecológico de este amplio espacio serrano, contacto natural entre el Sistema Central y el Ibérico.

A perro puesto

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Primera imputación a una persona por delito de odio frentea cazadores

La Federación de Caza de Castilla-La Mancha formalizó, a finales del pasado mes de mayo, su personación en el procedimiento que dio lugar a la detención por primera vez en España de una

persona por un supuesto delito de odio a los cazadores. La detención de una mujer de 31 años se produjo en Tomelloso (Ciudad Real) hace unos días como consecuencia de la difusión de mensajes de odio en las redes sociales contra cazadores, pero también contra políticos y Fuerzas de Seguridad.

La Federación, en un comunicado de prensa, agradeció la actuación de la Fiscalía y la Guardia Civil, que de forma pionera en España ha actuado frente a uno de los casos de acoso y odio que se vienen produciendo en las redes. Desde estas entidades, recuerdan, se ha venido realizando un trabajo “constante y callado para sensibilizar y hacer consciente a instituciones como la Fiscalía o el Defensor del Pueblo del grave problema que se viene sufriendo por estos casos”.

La Fiscal General del Estado, respondía abiertamente sobre la necesidad de estudiar y poner coto “a este tipo de conductas antisociales y atentatorias de la libertad individual”. También, según señalan, “dejaba abierta, por primera vez, la posibilidad de estudiar nuevos tipos penales”. La Oficina Nacional de la Caza había propuesto en varias ocasiones la reforma de los tipos.

Seguros RGA estrena nuevos números de teléfono para estar más cerca de sus clientes

El uso de la munición de plomo no repercute en las aves cinegéticas

La Federación Sectorial Armera (FSA) ha presentado el estudio realizado por la Universidad Politécnica de Valencia y la Universidad de Murcia titulado “Incidencia y repercusión sobre

las aves cinegéticas no acuáticas por aporte de perdigones de plomo al medio ambiente”, en el que también han participado distintas federaciones de caza y sociedades de cazadores.

Con este estudio se demuestra que no existe base científica que justifique la prohibición de la munición de plomo en la caza.

Los resultados han demostrado que los perdigones de plomo prácticamente no tienen incidencia en el medio terrestre y sobre las especies de caza no acuáticas. Esta extraordinaria noticia para todos los cazadores se convierte en un punto de inflexión con respecto a las presiones, críticas y amenazas de distintos sectores anticaza y algunas administraciones que querían prohibir el uso de esta munición en la actividad cinegética por su contaminación.

El resultado de la investigación concluía con la siguiente afirmación: “La munición de plomo empleada para la caza menor supone un riesgo muy bajo o irrelevante en el estado de conservación de las poblaciones estudiadas”.

Seguros RGA ha dado un paso más para acercarse a sus clientes. Desde el pasado 1 de abril, la compañía ha habilitado nuevos números de teléfono que

complementan a los ya existentes.

Así, se han incorporado alternativas con numeración de tarificación geográfica, lo que permite que las personas que quieran ponerse en contacto con el servicio 24 horas de Asistencia, dar parte de una avería o solicitar el servicio de bricolaje en hogar, puedan hacerlo a través de los nuevos teléfonos.Aquí puede consultar los nuevos teléfonos para contactar con Seguros RGA. Recuerde que siempre puede consultarlos en la sección CONTACTO de la página web www.segurosrga.es:

Nuevos teléfonos Seguros RGA

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