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Las éticas helenísticas El epicureismo y el estoicismo En los comienzos del siglo III a.C. se produjo un vuelco importante en la Filosofía, que pasó a tener, desde ese momento, un carácter eminentemente práctico. Este gi- ro se debió fundamentalmente a la conmoción a nivel sociopolítico que se estaba vi- viendo entonces (ver cuadro pp. 20-23). Es en este contexto donde debemos ubicar las escuelas que veremos a continuación: el epicureismo y el estoicismo. Ambas procuraban brindar al hombre concreto un modelo de vida que le permitie- ra la "salvación" y esta residía fundamentalmente en la riqueza y la tranquilidad de espíritu. Las dos escuelas retomaron aspectos del modelo socrático, en tanto ensalzaban al hombre sabio y proponían caminos para alcanzar la sabiduría de vida, entendida es- ta como un "ars vivendi". Teniendo en cuenta el contexto sociopo- lítico vigente entonces, ¿por qué crees que el objetivo principal de aquellas filo- sofías era la riqueza y la tranquilidad espi- ritual? Imagina y describe otra situación donde se dé un juego similar entre el mundo ex- terior y el mundo interior, pero que no tenga que ver ya con el contexto históri- co del protagonista sino con su contexto familiar o bien con otro aspecto de su contexto social inmediato. La ética epicúrea Las enseñanzas de Epicuro (341-270 a.C), nacido en Samos, a pesar de no haber ejercido gran influencia en la filosofía posterior, fueron muy estimadas en su época, y sus máximas eran sumamente respetadas por sus contemporáneos. Epicuro fue el creador de una comunidad denominada "los filósofos del jardín", puesto que era en el jardín de una casa que Epicuro adquirió en Atenas donde un grupo no solo de hombres sino también de mujeres (cosa novedosa si la compara- mos con el Liceo de Aristóteles o la Academia de Platón), se reunía para cultivar la amistad y la Filosofía. Estas dos eran para Epicuro las claves para conseguir la feli- cidad y, por consiguiente, a ellas dedicó su vida. Y puesto que la Filosofía permitía alcanzar la felicidad, toda persona debía dedicarse a ella. Así lo expresaba el autor:

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Las éticas helenísticas

El epicureismo y el estoicismo En los comienzos del siglo III a.C. se produjo un vuelco importante en la Filosofía, que pasó a tener, desde ese momento, un carácter eminentemente práctico. Este gi­ro se debió fundamentalmente a la conmoción a nivel sociopolítico que se estaba vi­viendo entonces (ver cuadro pp. 20-23).

Es en este contexto donde debemos ubicar las escuelas que veremos a continuación: el epicureismo y el estoicismo.

Ambas procuraban brindar al hombre concreto un modelo de vida que le permitie­ra la "salvación" y esta residía fundamentalmente en la riqueza y la tranquilidad de espíritu.

Las dos escuelas retomaron aspectos del modelo socrático, en tanto ensalzaban al hombre sabio y proponían caminos para alcanzar la sabiduría de vida, entendida es­ta como un "ars vivendi".

Teniendo en cuenta el contexto sociopo­lítico vigente entonces, ¿por qué crees que el objetivo principal de aquellas filo­sofías era la riqueza y la tranquilidad espi­ritual?

Imagina y describe otra situación donde se dé un juego similar entre el mundo ex­terior y el mundo interior, pero que no tenga que ver ya con el contexto históri­co del protagonista sino con su contexto familiar o bien con otro aspecto de su contexto social inmediato.

La ética epicúrea Las enseñanzas de Epicuro (341-270 a .C) , nacido en Samos, a pesar de no haber ejercido gran influencia en la filosofía posterior, fueron muy estimadas en su época, y sus máximas eran sumamente respetadas por sus contemporáneos.

Epicuro fue el creador de una comunidad denominada "los filósofos del jardín", puesto que era en el jardín de una casa que Epicuro adquirió en Atenas donde un grupo no solo de hombres sino también de mujeres (cosa novedosa si la compara­mos con el Liceo de Aristóteles o la Academia de Platón), se reunía para cultivar la amistad y la Filosofía. Estas dos eran para Epicuro las claves para conseguir la feli­cidad y, por consiguiente, a ellas dedicó su vida. Y puesto que la Filosofía permitía alcanzar la felicidad, toda persona debía dedicarse a ella. Así lo expresaba el autor:

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"Ni el j o v e n postergue el f i l o s o f a r n i el a n c i a n o se a b u r r a de hacerlo, pues p a r a n a d i e está f u e r a de l u g a r , n i por muy j o v e n n i por muy a n c i a n o , el buscar l a t r a n q u i l i d a d del a l m a . Y q u i e n dice: o que n o ha ¡legado el t i e m p o de f i l o s o f a r o que ya se ha pasado, es semejante a q u i e n dice que n o ha llegado el t i e m p o de buscar l a f e l i c i d a d o que ya ha pasado. Así, deben f i l o s o f a r ancianos y jóve­nes: aquellos p a r a enseñara los jóvenes y estos p a r a r e u n i r al m i s m o t i e m p o j u ­v e n t u d y e x p e r i e n c i a . "

(Epicuro, Carta a Meneceo, en Caro T. L . , De la naturaleza de las cosas, Madrid, Espasa-Calpe, 1969, pág. 316;

adaptación de M . F. de Gallo)

Pero, ¿qué era la felicidad para Epicuro? La felicidad estaba dada por la conjun­ción de dos factores: la ausencia de preocupaciones o, en el término griego, "ata­raxia", y por el placer o "hedoné", en griego, razón por la cual se considera a Epi­curo uno de los principales representantes del hedonismo.

Analicemos entonces estos dos factores:

En primer lugar, ¿cuáles son las preocupaciones que el filósofo proponía evitar? Son fundamentalmente tres: el temor a los dioses, el temor a la muerte y el temor al futuro.

Contrariamente a lo que muchos detractores del epicureismo afirmaban, Epicuro no era ateo. Sin embargo, los dioses eran, para él, seres demasiado alejados de noso­tros los humanos, y no se preocupaban por nuestras vicisitudes, por lo que carecía de sentido temerles.

Para Epicuro toda edad es propicia para dedicarse a la

Filosofía. (Los fres filósofos. Cuadro del pintor

renacentista italiano Giorgione.)

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En cuanto al temor a la muerte, Epicuro lo consideraba un sin sentido, puesto que "todo bien y todo mal residen en la sensibilidad, y la muerte no es otra cosa que la pérdida de la sensibilidad misma."

También lo expresaba el filósofo en otras palabras, las que se transformaron en una célebre argumentación:

" L a m u e r t e pues, el más h o r r e n d o de los males, en nada nos pertenece, pues m i e n t r a s nosotros v i v i m o s n o ha llegado y c u a n d o llegó y a n o v i v i m o s . Así, l a m u e r t e n o v a c o n t r a los v i v o s n i c o n t r a los m u e r t o s pues en aquellos todavía n o está y en estos y a n o está más."

(Epicuro, op. cit., pág. 317)

Esta concepción de Epicuro trasciende el tema de la muerte en sí. Detrás de ella se esconde una valoración de la vida fundamental en su filosofía. Lo que nos propone no es una teoría abstracta sino, como muchos la han considerado, una sabiduría de vida, caracterizada por el optimismo y la admiración ante la existencia misma del mundo y del hombre. Esta afirmación de la vida fue encarnada por el mismo Epi­curo, aun en los momentos finales de su vida, cuando afrontó con fortaleza y opti­mismo la enfermedad renal que finalmente lo llevó a la muerte.

Por último, carece también de sentido temerle al futuro, puesto que:

"el f u t u r o n i depende e n t e r a m e n t e de nosotros n i tampoco nos es t o t a l m e n t e ajeno, de modo que n o debemos esperarlo como si h u b i e r a de v e n i r i n f a l i b l e ­m e n t e n i tampoco desesperarnos como si n o h u b i e r a de v e n i r n u n c a . "

(Epicuro, op. cit., loe. cit.)

Y ya que el destino no existe, poseemos algunas cosas por el azar, y otras por obra nuestra, y son estas últimas las que debemos atender.

3. ¿Qué respondería Epicuro a quien dijera lo siguiente? (Analiza el párrafo parte por parte.)

a) " A pesar de que la vida es un breve y penoso tránsito por este mundo,

b) saber que moriré me angustia.

c) ¿De qué me sirve frente a esta circuns­tancia el filosofar?

d) Quizá lo único razonable sea rendir cul­to a los dioses,

e) y aceptar que mi destino se cumpla".

El otro factor para lograr la felicidad, juntamente con la "ataraxia", es la obtención del placer. ¿Debemos entender esto al modo en que lo hicieron los antecesores del epicureismo, los cirenaicos, encabezados por Aristipo, que sostenían que debe bus­carse el placer del momento, sin atender a la tranquilidad y al reposo espiritual?

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Definitivamente no. Hay dos elementos que permiten diferenciar claramente la pro­puesta de Epicuro de aquella que había formulado Aristipo.

En primer lugar, Epicuro ponía especial empeño en diferenciar tres tipos de deseos: los naturales y necesarios (por ejemplo satisfacer nuestro apetito con el simple y sa­ludable pan de todos los días), los naturales y no necesarios (disfrutar de una comi­da sabrosa, así como disfrutar de los placeres espirituales), y los no naturales ni ne­cesarios (asistir a un opíparo banquete), a los que también llama vanos o superfluos. Los placeres naturales no solo son permisibles sino que son buenos; por el contra­rio, el deseo de placeres superfluos debe ser evitado. Podemos afirmar por esto que la ética hedonista es una ética naturalista, en tanto identifica lo natural con lo bue­no. En las palabras del autor, "todo placer es un bien en la medida en que tiene por compañera a la naturaleza". Los placeres vanos no son buenos porque, a la larga, nos acarrearán dolor; no solo son más difíciles de conseguir, sino además más fáci­les de perder.

"Tenemos por u n g r a n b i e n el c o n t e n t a r n o s con l o s u f i c i e n t e , n o p o r q u e siem­p r e debamos tener poco s i n o p a r a v i v i r con poco c u a n d o n o tenemos m u c h o , es­t i m a n d o por m u y c i e r t o que d i s f r u t a n e q u i l i b r a d a m e n t e de l a a b u n d a n c i a y l a m a g n i f i c e n c i a los que menos l a necesitan, y que todo l o n a t u r a l es fácil de c o n ­s e g u i r m i e n t r a s que l o v a n o es m u y difícil de obtener. A s i m i s m o , los a l i m e n t o s fáciles y sencillos son t a n sabrosos como los complicados y costosos c u a n d o se e l i m i n a todo l o que puede causarnos el d o l o r de carecer de estos. E l p a n o r d i ­n a r i o y el agua p r o d u c e n el m a y o r de los placeres c u a n d o l l e g a a obtenerlos u n necesitado.

E l acostumbrarse pues, a comidas simples y nada magníficas es útil p a r a l a sa­l u d , l l e v a al hombre a preocuparse por las cosas necesarias p a r o l a v i d a , l o po­ne en m e j o r disposición p a r a c o n c u r r i r de vez en c u a n d o a los banquetes s u n ­tuosos y l o p r e p a r a a n t e los vaivenes de l a f o r t u n a . Así, c u a n d o decimos que el p l a c e r es el f i n n o queremos entender los placeres de los l u j u r i o s o s y los que c o n s i s t e n en el goce m a t e r i a l como se f i g u r a n a l g u n o s i g n o r a n t e s de n u e s t r a d o c t r i n a o c o n t r a r i o s a e l l a o que l a e n t i e n d e n erróneamente, s i n o que u n i r n o s el n o padecer d o l o r en el cuerpo con el tener el a l m a t r a n q u i l a . "

(Epicuro. op. cit., pp. 318 y 319)

Juntamente con esta triple diferenciación de los deseos, Epicuro nos habla de la im­portancia de poseer una virtud sin la cual es imposible elegir y ordenar los placeres. Esta virtud es la prudencia, y gracias a ella podemos desechar un placer si este, nos ocasionará un mal futuro, aceptar un mal cuando su consecuencia sea un pla­cer superior o no caer en la aceptación ciega de un placer si esto nos impide la ad­quisición posterior de un placer mayor o más elevado.

"Todo placer es un bien (...) pero no se ha de elegir cualquier goce. También todo dolor es un mal pero no siempre se ha de huir de todos los dolores. Debemos pues, discernir tales cosas por comparación y juzgarlas con respecto a su conveniencia o inconveniencia pues en algunos momentos huimos del bien como si fuese un mal y al contrario buscamos el mal como si fuese un bien."

(Epicuro, op. cit., pág. 318)

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5. Busca en un diccionario filosófico el tér­mino "ascetismo" y compara esta postu­ra con la hedonista. -

a) Hacer un crucero por el Pacífico.

b) Tomar una bebida refrescante en ve­rano.

c) Tener un "bungalow" en un "country club".

ch)Tener una vivienda.

d) Tener amigos.

4. Di a qué tipo, según la clasificación de Epicuro, pertenece cada uno de los si­guientes deseos y justifica:

El discernimiento de los distintos placeres y la recta prudencia nos permiten, en sín­tesis, acercamos a una vida feliz, lo cual constituye el objeto de la filosofía. Sin em­bargo, esto debe interpretarse en relación con la noción de "ataraxia" antes vista. Epicuro valoraba como placer fundamental la tranquilidad del alma y la ausencia de dolor. Si atendemos a la distinción que con frecuencia se hace entre placeres acti­vos y placeres pasivos, podemos afirmar que el filósofo localizaba su búsqueda en los segundos, esto es, en el placer en reposo, a diferencia de Aristipo, que ensalza­ba los primeros.

" L a ausencia de turbación ( a t a r a x i a ) y de d o l o r (oponía) son placeres estables; en cambio, el goce y l a alegría r e s u l t a n (placeres) en m o v i m i e n t o por su v i v a c i ­dad. C u a n d o decimos, entonces, que el placer es el f i n , n o queremos r e f e r i r n o s a los placeres de los i n t e m p e r a n t e s o a los p r o d u c i d o s por l a sensualidad (...) si­n o en h a l l a r n o s s l i b r e s d°. s u f r i m i e n t o s del cuerpo y de t u r b a c i o n e s del a l m a . "

(Citado por Mondolfo, R., El pensamiento antiguo, Buenos Aires, Losada, 1983, tomo 2, pág. 103)

En suma, una vida en privacía, rodeada de amistades y de placeres moderados, con el mínimo de dolores posibles y tranquilidad en el alma, es lo que nos brindará la fe­licidad, y hacia eso debe encaminarse el hombre.

"Ni l a posesión de ¡as r i q u e z a s , n i ¡a a b u n d a n c i a de las cosas, n i ¡a obtención de cargos o e¡ poder p r o d u c e n ¡a f e l i c i d a d y ¡a b i e n a v e n t u r a n z a , s i n o ¡a ausen­c i a de dolores, l a moderación en los afectos y l a disposición de espíritu que se m a n t e n g a en los límites i m p u e s t o s por ¡a n a t u r a l e z a . "

(Citado por Mondolfo, op. cit., pág. 103)

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6. Considera el ideal de vida que propone es posible de realizar en el mundo actual Epicuro, y señala si, en tu opinión, este y en qué medida lo es.

La ética estoica La escuela que propone esta ética fue fundada en Atenas alrededor del año 500 a.C. y, si bien podemos encontrar ciertas coincidencias entre ella y el epicureismo, se la creó en oposición al planteo de Epicuro.

Luego de realizar la lectura y las actividades propuestas en cada caso, podrás rese­ñar las semejanzas y diferencias entre ambas escuelas.

Para los integrantes del estoicismo, quienes originariamente acostumbraban reunir­se alrededor de un conocido pórtico de la ciudad de Atenas ("stoa" en griego; sig­nifica "pórtico", de ahí el término "estoico"), la parte central de la Filosofía es la Eti­ca, y el objetivo de esta es mostrar al hombre el camino para lograr la felicidad. Es­to es posible aun encontrándose en las circunstancias más adversas. Requiere, eso sí, un esfuerzo. Los filósofos del pórtico enseñaban que para lograrlo, el hombre de­be aceptar su destino con imperturbabilidad y resignación.

Cada hombre tiene, para el estoicismo, un destino inexorable, y solo será feliz cuando desista de todo intento de modificarlo y finalmente lo acepte.

¿Cuál es la razón por la cual los integrantes de esta escuela afirmaban que el hom­bre tiene un destino? Este fundamento debemos buscarlo en la concepción que ellos tenían del Universo.

El cosmos era para ellos un todo ordenado y armonioso ("cosmos" en griego signi­fica "orden"), en el cual los sucesos se producen cumpliendo la ley natural, que es racional e incoercible, y a la cual ellos identificaban con Dios. De este modo propo­nían un sistema panteísta, donde Dios no es un ser que, desde afuera, rige el curso de los acontecimientos marcándoles su ley, sino que Dios es esa ley natural, racio­nal y perfecta. De este modo, ley natural, Dios y Razón son tres nombres de una misma realidad.

¿Qué puesto ocupa el hombre en este cosmos? Pues el hombre es un momento en el desenvolvimiento de la naturaleza, y por lo tanto su vida y su destino estarán re­gidos por

El destino de cada hombre puede ser muy diferente; puede ser este un esclavo o un hombre libre, puede ser pobre o acaudalado, pero siempre podrá ser feliz, en la me­dida en que acepte ese destino que se le impuso.

El estoicismo, que surgió en Atenas encabezado por Crisipo, se extendió luego al Imperio romano y tuvo allí importantes representantes, entre quienes se destacaron

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Séneca (3-65 d .C) , consejero de Nerón, que debió acabar con su vida abriéndose venas por imposición de este emperador; Epicteto (50-138 d . C ) , esclavo romano luego liberto; y también Marco Aurelio (121-180 d .C) , el emperador filósofo.

Veamos cómo expresa Epicteto la idea que expusimos en el párrafo anterior:

" N o o l v i d e s , s i m p l e actor, que representas u n a pieza como el a u t o r de l a co­media q u i e r e que sea representada. Si t u papel es c o r t o , l o representarás c o r t o ; si es l a r g o , l o representarás l a r g o . Si el a u t o r q u i e r e que tú representes el per­sonaje de u n pobre, i n t e r p r e t a ese papel con n a t u r a l i d a d ; y si es necesario que seas en l a pieza u n r e n g o , u n príncipe, u n hombre v u l g a r , n o te preocupes; i n ­terprétalo l o m e j o r posible, pues t u deber es el de representar b i e n t u persona­j e ; en c u a n t o al papel que debes desempeñar, n o está en ti el escogerlo."

(Epicteto, Manual, citado por Obiols. G . , Problemas filosóficos. Antología básica de Filosofía,

Buenos Aires, Hachette 1984. pág. 79)

7. Interpreta la alegoría previa mostrando a quienes representan el actor y el au­

tor de la obra, y cuál es el mensaje que intenta dar.

Este filósofo diferencia dos órdenes de cosas: aquellas que no dependen de noso­tros y las que sí dependen. Unas están regidas por el destino, y las otras no.

" N o s o t r o s somos los dueños de n u e s t r a s o p i n i o n e s , de n u e s t r o s deseos, de nues­t r a s aversiones, en u n a p a l a b r a , de todas n u e s t r a s obras; mas n o dependen de nosotros n u e s t r o c u e r p o , n i las r i q u e z a s , n i l a reputación, n i las d i g n i d a d e s , en u n a p a l a b r a , nada de l o que n o sea u n a de n u e s t r a s obras personales.

Las cosas que dependen e x c l u s i v a m e n t e de nosotros son l i b r e s por su n a t u r a l e ­za; n o hay t r a b a n i obstáculo a l g u n o que se l o i m p i d a ; por l o c o n t r a r i o , aquello que n o depende de nosotros es débil, está s u j e t o a ¡a e s c l a v i t u d y a l a d i f i c u l ­t a d , muchas veces expuesto a los caprichos de o t r o . "

(Epicteto, op. cit., en Obiols, op. cit., pág. 74)

Frente a aquellas cosas que no dependen de nosotros, debemos mantenernos imper­turbables. Nada debe alterar nuestra tranquilidad de ánimo. Leamos ahora a Séneca:

" T a l como t a n t o s ríos, t a n t a l l u v i a que se p r e c i p i t a (...) n o c a m b i a n n i atenúan l a salsedumbre del m a r , de l a m i s m a m a n e r a el ímpetu de las adversidades n o

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p l i e g a el ánimo del f u e r t e (...) N o d i g o que sea i n s e n s i b l e a ellas, s i n o que las vence. N o es i n v u l n e r a b l e aquel que n o es h e r i d o , s i n o aquel que n o puede ser o f e n d i d o ; por este s i g n o reconoceré al sabio."

(Séneca, De la providencia; citado por Mondolfo, R., El pensamiento antiguo,

Buenos Aires, Losada, 1985, tomo 2, pp. 188 y 189)

Para no sufrir por no obtener aquellas cosas que no dependen de nosotros, debe­mos abstenernos de desearlas, debemos evitar aferramos, con nuestros afectos, a las cosas materiales de este mundo, debemos saber que ellas están sujetas al desti­no, y este puede arrebatárnoslas en cualquier momento.

Veamos algunos ejemplos concretos:

¿Cómo nos propone Epicteto obrar frente a nuestros seres queridos?

" E n todos las cosas, b i e n se t r a t e de l o agradable o de l o útil, o de u n objeto de afección, n o dejes de p r e g u n t a r t e qué es en sí, empezando por las cualidades menos i m p o r t a n t e s . Si tienes u n vaso de a r c i l l a , d i t e : 'Es u n vaso frágil l o que aprecio', y si se r o m p e n o por eso te enfadarás. Si abrazas con cariño a t u h i j o o a tu m u j e r , piensa que es u n a c r i a t u r a h u m a n a l o que tienes en t u s brazos; y si l a m u e r t e te l o a r r e b a t a , n o experimentarás por eso t r a s t o r n o a l g u n o . "

(Epicteto, op. cit., en Obiols, op. cit., pág. 75)

¿Y frente a los honores y la gloria política?

"Puedes ser i n v e n c i b l e , con l a condición de n o aceptar ningún combate en el c u a l n o dependa de ti el obtener l a v i c t o r i a . C u a n d o ves u n hombre l l e n o de ho­nores, elevado a l o más a l t o del poder o gozando de g r a n p o p u l a r i d a d , n o le creas por eso c o m p l e t a m e n t e dichoso, n i te dejes c o n q u i s t a r por tales a p a r i e n ­cias. Si es verdad que l a d i c h a perfecta está u n i d a a las cosas que dependen úni­camente de n o s o t r o s , los bienes extraños n u n c a deben causarnos e n v i d i a n i ce­los. P o r t u p a r t e n o tendrás l a ambición de l l e g a r a p r e t o r , senador o cónsul, si­n o que preferirás ser l i b r e . L u e g o , n o hay s i n o u n a m a n e r a de serlo, que es l a de despreciar todo aquello que n o depende de n o s o t r o s . "

(Epicteto, op. cit., en Obiols, op. cit., pág. 79)

¿Y cómo actuar frente a las ofensas de quienes nos rodean?

" C u a n d o estés a p u n t o de emprender a l g u n a cosa, recuerda con e x a c t i t u d l o que es l a cosa de l a c u a l se t r a t a . Supongamos que sales a t o m a r u n baño; r e ­preséntate l o que pasa de o r d i n a r i o en los baños públicos: hay personas que sal­p i c a n el a g u a , que e m p u j a n , que i n s u l t a n , que r o b a n . Así tú sabrás g u a r d a r t e m e j o r c o n t r a todo aquello que te pueda acontecer que te sea desagradable, y más aún si p a r a ti m i s m o dices por ejemplo: 'Voy a i r a bañarme, y allí he de c o n d u c i r m e con a r r e g l o a m i s p r i n c i p i o s y s i n a p a r t a r m e de m i carácter'. A l co-

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menzar c u a l q u i e r a s u n t o , p r o c u r a hacerte el m i s m o r a z o n a m i e n t o . Si te sucede en el baño algún i n c i d e n t e , te harás esta reflexión al m o m e n t o : 'Yo n o v o y so­l a m e n t e con l a intención de t o m a r u n baño, s i n o también con l a de c o n d u c i r ­me c o n f o r m e a m i s p r i n c i p i o s y conservar m i carácter: l u e g o , n o l o conservaré si me i n d i g n o de l o que pasa allí'."

(Epicteto, op. cit., en Obiols, op. cit., pág. 75)

8. Imagina que un estoico recibe una y qué no haría si fuera coherente con cuantiosa herencia. Di qué podría hacer su postura.

Los ejemplos previos preanuncian cómo se ha de aplicar la doctrina estoica a un te­ma central en esta filosofía: el tema de la muerte. ¿Cómo debe obrar el hombre frente a su propio fin? La respuesta se infiere a partir de la siguiente alegoría que propone Epicteto:

" E n u n v i a j e por m a r , c u a n d o el barco se detiene en u n p u e r t o , si tú saltas a t i e ­r r a p a r a hacer provisión de a g u a , podrías recoger de paso, ya sea u n a c o n c h i l l a , o b i e n u n a cebolla, pero siempre deberás m i r a r hacia el barco, y tener c u i d a d o c u a n d o el p i l o t o te l l a m e , y si te l l a m a abandónalo t o d o , n o sea que te t r a b e y te a r r o j e al n a v i o como v i l cordero. L o m i s m o sucede en l a v i d a ; que en vez de u n a cebolla o u n a c o n c h i l l a tengas u n a esposa o u n h i j o , n a d i e te impedirá que les rodees de cuidados; mas si el p i l o t o soberano te l l a m a , c o r r e p r o n t o al bar­co y abandona todo c u a n t o poseas s i n v o l v e r l a v i s t a hacia atrás; y si eres v i e j o n o te separes m u c h o del n a v i o , por miedo a que te tome desprevenido c u a n d o venga t u l l a m a m i e n t o . "

(Epicteto, op. cit., en Obiols, op. cit., pág. 76)

9. Interpreta la alegoría previa mostrando b) el pasajero del barco qué simbolizan: c) el barco a) el piloto ch) el llamado del piloto

Leamos también cómo plantea Séneca el tema de la muerte:

" P a r a n o temer n u n c a a l a m u e r t e , piensa siempre en e l l a (...) E n este m a r t a n proceloso y expuesto a todos las tempestades, n o hay ningún p u e r t o p a r a los n a ­vegantes, s i n o l a m u e r t e (...) P o r c o n s i g u i e n t e ¿qué l l o r a s ? ¿qué deseas? Pierdes el t i e m p o . . . H a s n a c i d o sometido a esa ley... ¿No creías que a l g u n a vez habías de l l e g a r a l a meta hacia l a c u a l marchabas constantemente? (...) Es menester tener siempre p r o n t a el a l m a : i n s i d i a s , o enfermedades, o espada enemiga, o f r a g o r de casas d e r r u m b a d a s , o destrucción de ¡a t i e r r a ( . . . ) . L a última h o r a , en l a c u a l ce-

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samos de ser, n o r e a l i z a por sí m i s m a l a m u e r t e , s i n o que l a c u m p l e : llegamos entonces a e l l a , pero desde m u c h o t i e m p o atrás nos encaminábamos a e l l a . "

(Séneca, op. cit., en Mondolfo, op. cit., pág. 193)

10. ¿Qué opinión le hubiera merecido a Epicteto o a Séneca un hombre que

dedicara su tiempo a intentar salvar la vida de enfermos terminales?

A modo de conclusión, lee y completa el siguiente párrafo con los términos que se dan más abajo mezclados:

De este modo, la felicidad es posible y está al alcance de nuestra mano si nos ate­nemos a los consejos de estos filósofos.

Ella está asegurada para el hombre es decir, aquel que enfrenta sus propios

deseos con , y acepta lo que le impone con El hom­

bre virtuoso no deseará ni temerá , y así no padecerá ningún

manteniendo así

La tranquilidad de su espíritu - El destino - Sufrimiento - Virtuoso - Imperturbabili­dad - Lo que no depende de él - Templanza.

11. Completa el siguiente cuadro compara­tivo entre ambas escuelas estudiadas:

Criterio de comparación Epicureismo Estoicismo

Deseos

Muerte

Poder, fama y lujos

Importancia de la tranquilidad del espíritu

12. La frase que figura en el reloj dice en castellano: "La muerte es segura pero la hora es incierta". ¿Cuál de las dos

posturas —la de Epicuro o la de Epicte­to—, coincide con esta aseveración? Justifica.

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La ética kantiana Los filósofos vistos en esta sección revisten todos importancia. Sin embargo, dos de ellos, Aristóteles y Santo Tomás, desarrollaron sistemas tan amplios y profundos, que ejercieron una enorme influencia en quienes los sucedieron y en los siglos pos­teriores.

El pensador que veremos ahora es comparable a esos dos grandes en la historia de la filosofía, por lo visto, coherente y profundo del sistema que propuso, y por ha­ber marcado un hito, un punto de inflexión crucial en el pensamiento moderno.

Immanuel Kant nació en el año 1724 en la ciudad de Kónigsberg, ubicada al orien­te de la antigua Prusia. Allí vivió y murió a la avanzada edad de 80 años.

Nacido de familia humilde (su padre era un talabartero), recibió desde niño una estric­ta formación pietista. Era un hombre de amplísimos conocimientos: además de dedi­carse de lleno a la reflexión filosófica era versado en Matemática, Geografía, Física, Teología y Antropología entre otras disciplinas. Era asimismo pacifista y antimilitarista.

Su vida fue prolongada a pesar de la dolencia pulmonar que sufría, y esto segura­mente a causa del estricto régimen de vida que llevaba. Era tenaz y perseverante en lo que emprendía y de costumbres muy regulares. Pero la característica principal de Kant fue sin duda, su integridad moral, y fue, precisamente, según algunos estudio­sos, el tema ético el central en el pensamiento de este filósofo.

Su obra principal, Crítica de la Razón Pura, apareció cuando Kant contaba ya 60 años. Escribió también la Crítica de la Razón Práctica y la Fundamenta-ción de la Metafísica de las costumbres, en las que expone su doctrina ética.

Veamos cómo iniciaba Kant su Fundamentación de la Metafísica de las cos­tumbres:

" N i en el m u n d o , n i , en general, tampoco f u e r a del m u n d o , es posible pensar nada que pueda considerarse como bueno s i n restricción, a n o ser t a n solo u n a b u e n a v o l u n t a d . E l e n t e n d i m i e n t o , el gracejo, el J u i c i o , o como q u i e r a n l l a ­marse los t a l e n t o s del espíritu; el v a l o r , l a decisión, l a perseverancia en los p r o ­pósitos como cualidades del t e m p e r a m e n t o son, s i n d u d a , en muchos aspec­tos, buenos y deseables; pero también pueden l l e g a r a ser e x t r a o r d i n a r i a m e n t e malos y dañinos si l a v o l u n t a d que ha de hacer uso de estos dones de l a n a t u ­r a l e z a , y c u y a p e c u l i a r constitución se l l a m o por eso carácter, n o es buena. L o m i s m o sucede con los dones de l a f o r t u n a . E l poder, l a r i q u e z a , l a h o n r a , l a sa­l u d m i s m a y l a completa satisfacción y el c o n t e n t o del p r o p i o estado, bajo el n o m b r e de f e l i c i d a d , d a n v a l o r y t r a s él a veces a r r o g a n c i a , si n o existe u n a bue­n a v o l u n t a d que r e c t i f i q u e y acomode a u n f i n u n i v e r s a l el i n f l u j o de esa f e l i c i ­dad y con él el p r i n c i p i o todo de l a acción."

(Kant I., Fundamentación de la Metafísica de las costumbres, Buenos Aires, Espasa Calpe, 1963, pág. 27)

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Así, una cualidad cualquiera puede ser buena o mala, conforme a la intención con que se la use. Vale para ejemplificar esto el caso de Benito Mussolini, cuya inteligen­cia era por todos conocida, y, sin embargo, también es sabido el uso que hizo de ella.

Más adelante continuaba Kant:

" L a buena v o l u n t a d n o es buena por l o que efectúe o r e a l i c e , n o es bueno por su adecuación p a r a a l c a n z a r algún f i n que nos hayamos p r o p u e s t o ; es bueno so­l o por el querer, es decir, es buena en sí m i s m a . C o n s i d e r a d a por sí m i s m o , es, s i n comparación, muchísimo más v a l i o s a que todo l o que por medio de e l l a p u ­diéramos v e r i f i c a r en provecho o g r a c i a de a l g u n a inclinación y , si se q u i e r e , de l a s u m a de todas las i n c l i n a c i o n e s . A u n c u a n d o , por p a r t i c u l a r e s enconos del azar o por l a m e z q u i n d a d de u n a n a t u r a l e z a m a d r a s t r a , le faltase por comple­t o a esa v o l u n t a d l a f a c u l t a d de sacar adelante su propósito; si, a pesar de sus mayores esfuerzos, n o p u d i e r a l l e v a r a cabo nada y solo quedase l a buena v o ­l u n t a d — n o desde luego como u n mero deseo, s i n o como el acopio de todos los medios que están en n u e s t r o poder— sería esa buena v o l u n t a d como u n a j o y a b r i l l a n t e por sí m i s m a como algo que en sí m i s m o posee pleno v a l o r . L a u t i l i ­dad o l a e s t e r i l i d a d n o pueden n i añadir n i q u i t a r nada a ese v a l o r . Serían, por d e c i r l o así, como l a m o n t u r a , p a r a p o d e r l a tener más a l a m a n o en el comercio v u l g a r o l l a m a r l a atención de los pocos versados; que los p e r i t o s n o necesitan de tales reclamos p a r a d e t e r m i n a r su v a l o r . "

De este modo, no puede decirse que una persona no obró bien, si tuvo la intención de realizar una buena acción, pero por motivos que le eran ajenos no logró llevarla a cabo. Tampoco puede decirse que si obró bien alguien que, por casualidad, reali­zó una buena acción.

1. Toma en consideración el ser perseve­rante y muestra con ejemplos cómo

esta cualidad no es por sí misma bue­na ni mala.

(Kant, I., op. cit., pp. 28 y 29)

2. "El Dr. Benítez recibió en el hospital un paciente que precisaba con suma ur­gencia una dosis de SANANSTIL FOR­TE, caso contrario moriría. Buscó en enfermería y vio que ya no había. Reco­rrió todas las farmacias del barrio e hi­zo un llamado a la solidaridad pero no

lo consiguió. Mientras tanto, y sin que él lo supiera, una enfermera le suminis­tró por error la última dosis que ella te­nía reservada para otro paciente y así lo salvó." ¿Cómo calificaría Kant la acción de la enfermera? ¿Y la del Dr. Benítez? Responde y justifica tu respuesta.

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Sin embargo, no siempre obramos bien. Muchas veces "sabemos" que deberíamos hacer tal o cual cosa, y sin embargo nos dejamos llevar por nuestras apetencias per­sonales, nuestros afectos, nuestras preferencias o nuestras conveniencias. Y es que, según Kant, nosotros, los seres humanos, no estamos constituidos solo por la razón (que es la que tiene conciencia de lo que está bien y lo que está mal), sino también por lo que él llama inclinaciones. Cuando sabemos lo que está bien pero nuestras inclinaciones quieren arrastramos en sentido contrario, la buena voluntad de la que antes hablábamos se convierte en deber, noción central de la ética kantiana. Así, solemos escuchar a ciertas personas decir frases como: "Me quedaría descansando en la cama en lugar de ir al trabajo, pero el deber me llama".

El deber, entonces, siempre tiene un carácter coercitivo, en tanto surge para opo­nerse y reprimir la inclinación.

Esto no significa que solo obramos bien si lo hacemos oponiéndonos a nuestras in­clinaciones. Si yo salvo a mi hermano que acaba de sufrir un accidente automovilís­tico y quedó encerrado en su auto, debo analizar mi acción y pensar: "¿Lo habría hecho de todos modos si el accidentado hubiese sido un desconocido?". Si la res­puesta es afirmativa, entonces mi acción fue buena, pero si la respuesta es: "Solo lo hice porque sabía que era mi hermano el que pedía socorro", entonces mi ac­ción, si bien no habrá sido mala, tampoco habrá sido buena, pues no lo hice por deber sino por inclinación.

Precisemos mejor esto analizando la clasificación que propone Kant de los actos en relación al deber:

<contrario al deber (1) por inclinación mediata (2)

de acuerdo con el deber por inclinación inmediata (3)

por deber (4)

1) Suponte que un compañero te pide que lo ayudes a estudiar para una evaluación de Física ya que no entiende algunos puntos. Dispones de tiempo para hacerlo y tienes muy claros los temas a ser evaluados; sin embargo prefieres quedarte mi­rando tu programa favorito de televisión. Allí habrás obrado en forma contraria al deber y tu acto, entonces, habrá sido malo.

2) Imagina, en cambio, que ese compañero que solicita tu ayuda conoce al dedillo los contenidos de la próxima evaluación de Literatura, de modo que tú le dices: "Acepto ayudarte, pero a cambio de que me ayudes luego con Literatura". En este caso habrás obrado en función de una conveniencia tuya. Tu acto coincidió con lo que el deber te indicaba, pero lo hiciste por inclinación, puesto que no lo habrías ayudado si él no hubiese sabido Literatura. Tu acto habrá sido de acuer-

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do con el deber y por inclinación mediata, puesto que tu compañero es solo un medio para lograr lo que tú deseas.

3) Imagina ahora que quien te pide ayuda es tu mejor amigo, y'solo lo ayudas por­que se trata de él y lo aprecias mucho, Tu acto será también de acuerdo con el deber, como en el caso anterior, pero por inclinación inmediata, puesto que es tu amigo mismo el objeto de tu inclinación.

Estos dos últimos casos merecen ser calificados como moralmente neutros.

Obviamente, solo en el cuarto caso tu acción podrá ser calificada de buena. ¿Có­mo habrá de completar el ejemplo en esta cuarta variante?

4)

Kant, a su vez, propone los siguientes ejemplos:

"Es desde l u e g o , de acuerdo con el deber que el mercader n o cobre más caro a u n c o m p r a d o r i n e x p e r t o ; y en los s i t i o s donde hay m u c h o comercio, el comer­c i a n t e avisado y p r u d e n t e n o l o hace, en efecto, s i n o que m a n t i e n e u n precio f i ­j o p a r a todos en general, de s u e r t e que u n niño puede c o m p r a r en su casa t a n b i e n como o t r o c u a l q u i e r a . Así, pues, u n o es s e r v i d o h o n r a d a m e n t e . M a s es­t o n o es n i m u c h o menos s u f i c i e n t e p a r a creer que el mercader haya obrado por deber por p r i n c i p i o s de honradez; su provecho l o exigía, mas n o es posible ad­m i t i r además que el c o m e r c i a n t e t e n g a u n a inclinación i n m e d i a t a hacia los com­pradores, de s u e r t e que haya actuado por amor a ellos; por d e c i r l o así, l a acción n o ha sucedido n i por deber n i por inclinación i n m e d i a t a , s i n o s i m p l e m e n t e por u n a intención egoísta.

E n cambio, conservar cada c u a l su v i d a es u n deber, y además todos tenemos u n a i n m e d i a t a inclinación a hacerlo así. M a s , por eso m i s m o , el c u i d a d o a n g u s ­t i o s o que l a m a y o r p a r t e de los hombres pone en e l l o n o t i e n e u n v a l o r i n t e r i o r , y l a máxima que r i g e ese c u i d a d o carece de u n c o n t e n i d o m o r a l . C o n s e r v a n su v i d a c o n f o r m e m e n t e a l deber, sí, pero n o p o r deber. E n cambio c u a n d o las adversidades y u n a pena s i n consuelo h a n arrebatado a u n hombre todo el g u s ­t o por l a v i d a , si este i n f e l i z , con ánimo entero y s i n t i e n d o más indignación que apocamiento o desaliento, y a u n deseando l a m u e r t e conserva su v i d a , s i n amar­l a , solo por deber y n o por inclinación o m i e d o , entonces su máxima sí t i e n e u n c o n t e n i d o m o r a l .

Ser benéfico en c u a n t o se puede es u n deber pero, además, hay muchas almas t a n llenas de conmiseración, que e n c u e n t r a n u n placer íntimo en d i s t r i b u i r l a alegría en t o r n o s u y o , s i n que a e l l o les i m p u l s e ningún m o v i m i e n t o de v a n i d a d o de provecho p r o p i o y que pueden regocijarse del c o n t e n t o de los demás, en c u a n t o que es su obra.

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Pero y o sostengo que, en t a l caso, semejantes actos, por muy conformes que sean al deber, por m u y d i g n o s de amor que sean, n o t i e n e n , s i n embargo, u n v a ­l o r m o r a l verdadero y c o r r e n parejas con o t r a s i n c l i n a c i o n e s , por ejemplo, con el afán de h o n r a s , el c u a l , c u a n d o , por f o r t u n a , se r e f i e r e a cosas que son en r e a l i d a d de general provecho, conformes al deber y , por t a n t o , honrosas, mere­ce alabanzas y estímulos, pero n o estimación; pues le f a l t a a l a máxima conte­n i d o m o r a l , esto es, que tales acciones sean hechas, n o por inclinación, s i n o p o r deber."

(Kant, I., op. cit., pp. 33-35)

"El Dr. González es cardiólogo y jamás atendió a un paciente, por urgente que fuera, si este se presentaba durante su hora de almuerzo. Sin embargo, este do­mingo sufrió un infarto su padre. Esta vez el Dr. González sí cumplió con su de­ber, y atendió a su padre durante el me­diodía."

4.

¿Cómo calificaría Kant la acción de este cardiólogo? ¿Obró moralmente bien frente a su padre?

¿Cómo calificaría Kant la conducta de la primera ciclista que aparece en la ilustra­ción? Justifica.

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De manera de Kant nos dice que debemos cumplir con lo que el deber nos manda, más allá de ello nos proporcione o no un beneficio personal.

Sabemos que debemos obrar bien, pero no siempre es sencillo determinar qué ac­ción es buena y cuál no lo es. ¿Existe alguna forma que nos permita discernir entre ambas? Pues sí. Existe una regla objetiva, aplicada la cual, sabremos si llevar a ca­bo una acción o no. Esta regla objetiva está formulada en los imperativos categóri­cos que expondremos enseguida. Antes es necesario realizar algunas precisiones.

• ¿Qué es un imperativo? Es el lenguaje en el que se expresan los mandatos éticos. Así, por ejemplo, los diez preceptos o mandamientos que legó Moisés al pueblo judío están expresados de modo imperativo.

• ¿Y por qué son categóricos? Porque, como dijimos más arriba, mandan en forma absoluta, siempre más allá de las circunstancias particulares en las que se encuen­tre la persona o de los beneficios que esa acción le pueda brindar. Distintos son los imperativos hipotéticos, que mandan en forma condicional, como por ejem­plo: "Si deseas ser ayudado por tus compañeros, debes ayudarlos cuando ellos lo necesiten".

Este precepto manda que ayudemos a los demás, pero solo para ser ayudados por ellos a cambio.

Es importante acotar aquí la objeción que formula Kant a todos los sistemas éticos que señalan al hombre cómo debe obrar si quiere lograr un fin o un bien, como, por ejemplo, la felicidad. Quien afirma: "Debo ser prudente si quiero ser feliz", "Debo aceptar mi destino si quiero lograr la tranquilidad espiritual", etc. no apunta a la no­ción central que debe atender un correcto sistema ético: el deber como única nor­ma para obrar.

¿Vimos algunos sistemas éticos que for­mularan de ese modo sus preceptos? En caso afirmativo, redacta en primera per­

sona, como si fueras Kant, la crítica que le harías a cada uno, con su debida fun­damentación.

• Es necesario también explicar el significado de la palabra máxima. Esta designa el principio por el cual yo obro, aquello por lo cual realizo una acción. Es, por lo tanto, un principio subjetivo, a diferencia del imperativo categórico que es objetivo.

Ahora sí estamos en condiciones de presentar la primera formulación del impera­tivo categórico:

" O b r a según u n a máxima t a l que puedas querer al m i s m o t i e m p o que se t o r n e ley u n i v e r s a l . "

(Kant, I., op. cit., pág. 72)

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En otros términos: "Nunca hagas algo que no aceptarías que pudiera ser hecho por todos".

Tomemos a modo de ejemplo un caso que el mismo Kant propone. Yo necesito di­nero prestado pero sé que no podré devolverlo. Sin embargo, me consta que solo obtendré ese préstamo si prometo devolverlo. De modo que hago la promesa sa­biendo que no la cumpliré.

¿Cómo debo analizar esto?

En primer lugar, debo ver cuál es la máxima que guía mi acción y formularla así: "Faltaré a mis promesas cada vez que me convenga". En segundo lugar, debo ana­lizar qué ocurriría si mi máxima fuera ley para todos. Y enseguida advierto que si nadie cumpliera sus promesas, entonces las promesas mismas dejarían de existir, porque nadie creería en ellas y yo no puedo querer esa consecuencia.

6. Analiza los siguientes ejemplos:

6.1. "Nos encontramos en Carolina del Sur en 1850. Allí el Sr. Robertson posee una valiosa finca y es dueño de una gran cantidad de ganado que es cuidado por varios escla­vos que ha comprado, los cuales viven humildemente en los alrede­dores de la finca. Estos trabajan, además, atendiendo a la familia Robertson en la limpieza de la ca­sa y en la comida."

6.2. "Esteban viaja a Rosario por razo­nes de negocios. Durante el viaje advierte que hay un auto desba­rrancado al costado de la ruta, y

oye gritos que provienen de él. Decide, aunque está apurado, de­tener la marcha, bajar y auxiliar a los heridos. Se acerca a los viaje­ros que tienen aparente solo gol­pes y cortaduras y los ayuda a ir hasta su auto, llevándolos luego a un hospital."

En relación al imperativo categóri­co: ¿Cómo podemos calificar la conducta que hemos subrayado del Sr. Robertson y la acción de Esteban? Responde y justifica mostrando paso por paso cómo aplicas el imperativo categórico.

Por otra parte, si analizamos las acciones que todos realizamos, advertimos que siempre están hechas por un fin. Como vimos antes, esos fines suelen basarse en nuestras inclinaciones, y son, por lo tanto, subjetivos. Sin embargo, si existe un im­perativo categórico, eso significa que deben existir fines absolutos y objetivos, y es­tos fines absolutos deben ser los seres humanos mismos.

De aquí entonces la segunda formulación del imperativo categórico:

" O b r a de t a l modo que n o consideres a l a h u m a n i d a d (en ti m i s m o y en los o t r o s ) solamente como u n medio s i n o siempre como u n f i n en sí m i s m o . "

(Kant, I., op. cit., pág. 84)

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Es decir que, si consideramos a otra persona, o aun a nosotros mismos, como me­dios o instrumentos al servicio de una inclinación nuestra, entonces habremos obra­do mal.

7. Juzga el valor moral de la esclavitud y da formulación del imperativo categóri-de la prostitución a la luz de la según- co.

Todo lo visto hasta ahora, la presencia en el hombre de una conciencia moral y la existencia del deber y la ley moral, supone que en el ser humano hay libertad. No tiene sentido, por ejemplo, juzgar la moralidad de una piedra que cae, puesto que la piedra no es un ser libre: no puede elegir no caer, por ejemplo. El hombre, en cambio, puede elegir ayudar o no a los otros, suicidarse o no hacerlo, etc.

Hay, es cierto, muchos aspectos en el hombre donde no reina la libertad. Todos sus procesos físicos y aun los psíquicos —sus inclinaciones, por ejemplo— están regi­dos por leyes de causalidad, es decir, que cada uno de ellos tiene una causa que lo determina en el orden natural. Sin embargo, hay otro aspecto en el hombre, el ra­cional, que corresponde a un orden que Kant llama nouménico en el cual no rige el determinismo de la ley natural, sino la ley moral y la libertad. Kant denomina a ese aspecto racional del hombre, razón práctica (praxis = acción) que no es sino la voluntad regida por el deber y aplicada al actuar moral. Por lo anterior, solo cuan­do el hombre puede sustraerse a sus inclinaciones y actuar por deber, es decir, cuan­do no depende de causas biopsíquicas que lo determinan sino que actúa en función de la ley moral, solo en ese caso, es libre. Así, sintetizando, existen dos tipos de le­yes que corresponden a los órdenes de realidades y a dos aspectos en el hombre:

Legalidad Orden Aspecto(s) humano(s)

Ley natural Orden de la Aspecto físico y psíquico naturaleza (mundo (inclinaciones) fenoménico)

Ley moral Orden nouménico Aspecto racional (mundo nouménico) (razón práctica)

9. Responde si esta afirmación es verdade­ra o falsa en esta ética y justifica:

"Macbeth ambicionaba el trono; por eso, usando su libertad, mató a Dun-can." (Se refiere al drama shakespearia-no Macbeth.)

8. Compara las nociones de:

a) ley

b) libertad

de los estoicos con las de los kantianos.