Le.corbusier El.viaje.a.oriente
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5/26/2018 Le.corbusier El.viaje.a.oriente
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Arqtc .
Charles-Edouard Jeanneret(Le Corbusier)
EL VIAJE DE ORIENTE
Coleccin de
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edinn:edinn:
o Voyage d Onknt
ESP
D E P ~ S I T O
Primera 1984
Segunda Enero 1993
Ttulo original:
Ilustracin de la cubierta: Ch.-E. Jeanneret,
dibujo de la Acrpolis de Atenas.
PRINTED IN SPAIN
IMPRESO EN
ISBN: 84-505-0396-5
LEGAL:V. 3.978 1992
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Carta
ElDanubio
Uncaf
embrujos
afioranzas
ElPartenn
Pg..
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Prlogo. porJ. M. Torres 9Nota 17
EL VIAJE D E ORIENTE
A mi hermano. el msico Albert Jeanneret 19Itinerario del Viaje de Oriente
a los amigos de los Talleres de Arte de la
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21
Algunas impresiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23
Chaux-de-Fonds 27
Viena 37
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
43Bucarest 59
Tirnovo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 67
En tierra turca . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73
Constantinopla . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 81
Las mezquitas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 91
Las sepulturas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 99
Ellas y ellos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
103
109
Ssamo 113
Dos una realidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 119
El desastre de Estambul . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 125
Mezcolanza. retornos y . . . . . . . . . . . . . . . . 131
El Athos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
14.1
169
En Occidente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 187
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Franczsm Jarau ta, prcfaczo c h e
l orient
me
acompafiamiento
afiadir
Vcyage POn ent. aAo
A de otra de viajes.
DICEN, los que han tenido ocasin de conocerlo, que la claridad yla precisin en las razones que dan origen a un libro, proporcionan
a su autor una profunda sensacin "estante, firme, cercana a esa
placidez del demiurgo que conoce con precisin absoluta el mvil
de su creacin".
Si eso es cierto, como minimo oblicuas y tortuosas se me
presentaban las circunstancias que habian acompaado a la primera
edicin del Vyage a de Le Corbusier. Sumergido en ese
otro tipo de lecturas que realizadas con un inters muy preciso
sacan un brillo distinto del texto, aquel placer que en otra ocasin
la lectura del Vyage habia deparado, quedaba esta vez amorti-
guado, empeado en responder aquello que ya desde el principio se
haba convertido en mi un repiqueteo de fechas,
la de su escritura por un lado y la de su publicacin por otro, con
un intervalo "inmenso" y bastante inquietante de cincuenta y
cuatro aos entre ellas. *
* Charles Edouard Jeanneret, Corbusier, naci el 6 de octubre de 1887, "a las
21 horasn, en La-Chaux-de-Fonds, Suiza. Fue arquitecto pero le gustaba
tambin urbanista, poeta, pintor, filsofo y hombre de letras. En 1911 realiz un
viaje al Oriente. Todas las notas, impresiones y comentarios del viaje quedaron
recogidas en a Este libro fue publicado por vez primera en 1965,
de su muerte.
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bisqued
slo
v t s
entrevisto todos los lmites de la amplitud generosa de su historia.Antes de que el trabajo cotidiano empiece a darle forma, la misma
intuicin que antes le impulsaba a conocer en cuerpo y alma a susmaestros, le conducir tambin a la de lo opuestoy que no le
puede ser dado en Europa: la posibilidad de lo probable, la oportunidad delazar, los lmites de otro tipo de soledad. "Et lentement, petitpetit, je me suis affermi, j'ai dcouvert que l'on ne pouvait compterque sur ses propres forces"... Y lentamente, poco a poco, he idoconvencindome, he descubierto que puedo contar con mispropias fuerzas.
l, y con l toda su historia, ser un constante recorrerse demanera cclica y entera, insistiendo en lo que de proyeccin tienenlos inicios para explicar los finales. Pocas veces volver a encon-trarse una mezcla tan intensa de pasado y de futuro en una misma
persona. Nada es fortuito, ni banal, ni extrao a esta determina-cin moral de la vida para quien se sabe visto y escuchado por los
tiempos: cada acto, cada gesto tiene, entre pasado y futuro, un
lugar preciso, una conjuncin repleta de armona. Ni el ocio, ni lostiempos aparentemente vacos, quedan excluidos de esta especie deinmortal poder, de este sistema de fuerzas. Son movimientos quearrastran sobre las espaldas todas las obsesiones, con la certeza deque el viaje, determinacin insoslayable, no es para ellas un olvidoo un abandono. A lo sumo, un pequeo aplazamiento.
Oriente es todo lo contrario de Europa; su viaje hacia Constan-
tinopla, lo opuesto de lo que fueron sus movimientos europeos.Aquella intencin tan precisa que le diriga a cada lugar, no
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POrientCanson
cai da
dia
mAs
serloaqur
por mismo, sino por el conocimiento que le iba a deparar
aquel que lo habitaba, es ahora un relajado abandono por las
ciudades que le conducirn hacia Oriente. El cuerpo las va
recorriendo de una manera cmoda, distendida, pero la mirada,
atenta y tensa, queda continuamente suspendida entre la vida tan
distinta que diariamente va descubriendo y el deseo de medirla con
su mundo de referencias. Nada queda excluido de esa atencin
fascinada. Todo, desde lo ms fastuoso a lo ms trivial, desde los
objetos sublimes de culto hasta aquellos otros de uso cotidiano, es
intensamente escrutado. Pero, por encima de todo ello, de lo que
habla Le Vgage a es del paisaje y de los hombres. Y no
poda ser de otro modo. La mano ha ido dibujando sobre el bloctodo lo que sus ojos han visto, intentando entender su
construccin y su forma. Pero luego estn esos otros tiempos
muertos, esos momentos hacia la de la tarde, en los que el
viajero sentado a la puerta de un caf o detrs de sus cristales,
vuelve a deshacer el recorrido de aquel de viaje. Lejos ya del
lugar donde surgi el dibujo, los espacios en blanco de las hojas se
van llenando de otros comentarios. El objeto que lo cautiv en elsol implacable de la maana, bajo la luz distinta del crepsculo
pierde la claridad de sus limites, la precisin de sus formas. Las
notas se van llenando de matices que nacen ya con forma de
recuerdo. Son otras palpitaciones que invocan a lo ms interior, a
lo ms intimo de uno mismo. Exultante y apasionado en esa escritura,
la reduce y ms slo a palabras sueltas entre interjecciones, con
el propsito de condensar en la mnima expresin su afinidad con los
descubrimientos. Lo que queda escrito acaba por incluirlo todo. Y
esa pluralidad tan viva siempre acaba por recalar en el paisaje y el
hombre. Con esta condicin nacieron las pginas del Vgage. La
referencia a la arquitectura est en el origen pero el compromiso de
un diario o del libro de viajes siempre acaba por con uno
mismo. Tal vez aprendi L. C. a cruzar, ya para todos sus
futuros escritos, la vida con el otro argumento. Sus textos sern
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do lete
repre~entar Parma
... vingt ... .
siempre un entre lo uno y lo otro. Y ese ser siempre dos
cosas es lo que proporciona a su escritura esa condicin tan
intensa.
Pero el encandilamiento y la fascinacin producen placer pero
no conocimiento que pueda ser inmediatamente traducido: veinte
aos precis Sthendal para poder "expresar su pensamiento", para
poder en las primeras pginas de L a Cartuja de en
lugar de decir, o simplemente cantar, su amor por Italia. Conoce-
mos ms, al volver y al movernos sobre los temas que nos son
familiares, insistiendo con nuestro mirar hasta el agotamiento
aquello de lo que conocemos sus envolventes: la mirada, repitiendo
siempre los mismos recorridos, acaba por descubrir los indicios
ms ocultos, diminutos signos que estallan convirtindose en
reveladores de todas las diferencias.
Al final, ya en Occidente, despus del viaje, tendr que decir
j
7
ai ans et je ne puis pas rpondre Aquel cmulo depasiones no puede ser dicho en el instante de su reencuentro, en el .
momento de situarse de nuevo en Centro-Europa. Aquella gris y
fra Europa le devuelve al centro de todas aquellas obsesiones que
le habian acompaado desde atrs en todo el viaje, y que aparecen
ahora con una fuerza renovada. La relectura de todo lo escrito no
podia asumir otra condicin que la de un bellisimo diario de viaje.
Slo su publicacin inmediata hubiera tenido sentido. No fueposible en aquel momento. Y el tiempo amonton sobre esos
recuerdos capas y capas de otros argumentos para acabar amorti-
guando la potencia con la que nacieron.
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ll
l
anos despues releerlo
I Orientcultura,
slosueno l
Vcyage,l
l
No es difcil intuir, aunque slo sea por ley de vida, qu fue
capaz de motivar, en 1965, la publicacin definitiva de lo ms
bonito que L. C. haba escrito. La historia de L. C. podra
escribirse en clave de sucesivas recuperaciones: la de entero an
est entre nosotros pendiente; la que realiz consigo mismo, y
de manera sistemtica, es la ms impresionante de la historia de la
arquitectura; la que realiz con la historia de su viaje a Oriente,
de las ms hermosas. Porque no se trataba sin ms de rescatar un
viejo escrito, convertir su publicacin en un trmite, una vez
pasado aquel primer momento en que la edicin caa por su propio
peso.
Cincuenta y cuatro L. C. al encontraba
en el Voyage una direccin y un sentido que su propia fascinacin
le haba impedido descubrir. La nueva lectura, por esos efectos de
perspectiva del recuerdo, los agrandaba al desprenderlos de su
minucia cotidiana. El tiempo le proporcionaba una significacin
ms genrica que la de una pura narracin de un viaje. Le Voyage a
ya no le perteneca. Esa experiencia de su vida adquira una
condicin ms simblica y entraba con derecho propio en ese otroterreno de la donde los fragmentos de la vida de un
hombre acaban por ser parte de todos los hombres, o al menos, de
unos cuantos entre ellos.
Pero no haba sido slo el tiempo el mediador de esta
recuperacin como si todo se tratase de un juego de casualidades.
Lo que haba entremedio de un momento y otro de su vida era
su propia obra. Como ocurre cuando identificamos sbitamente untrozo de la realidad como parte de un reconoce que todo
aquel material acumulado, escrito en el ya ha sido utilizado
por sus propias manos. Aquel viaje haba quedado transformado en
una memoria vaga, difusa, de la que extraa tan slo sus reflejos.
A se haba constantemente remitido en ese momento de la vida
en que se atraviesa la lnea de sombra, cuando los ideales de
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l
l
l
transmissible pense
OS M
juventud son abandonados para dejar paso a otras ms serenas, y a
veces ms amargas inquietudes. Al leer el manuscrito, los recuer-
dos del viaje se cruzan insistentemente con el grueso de sus ltimos
trabajos. Texto y obra acaban por entenderse y es el lugar donde
se produce esa transferencia.
Nada, sin embargo, podrfa explicar menos lo que insino que
entender que Oriente est detrs de la Capilla de Ronchamp, el
convento de La Tourette, o los palacios de Chandigard. Estos
proyectos tendremos que verlos siempre de otra manera. Si entre el
viaje y estos proyectos existe un hilo delgado y sutil, es algo que no
puede ser cogido sin temor de que se nos rompa. Pero esa
alternancia existe y es cierta: esos ltimos trabajos de su vida leconducan de nuevo a Oriente con la misma claridad con la que
reconoca que sus ltimas obras eran la forma posible de aquella
vida descubierta en el Vcyage. En su texto lefa ahora la Memoria
de aquellos proyectos.
Por el Vcyage habfa pasado la vida. Y el tono y la nota con que
haba sido escrita eran idnticos que los de su voz en 1965. Porque
en uno y otro momento tomaba de la vida su esencia y no losbienes que ella otorga. Aquel texto que nunca tuvo pblico y que
naci para no ser otra cosa que mismo, a fuerza de no querer ser
haba trascendido el movimiento de los tiempos. Y con el mismo
pulso y la misma letra, estaba Le Corbusier en ese momento
escribiendo su ltimo fragmento Rien n'est que la
Slo es transmisible el pensamiento.
Murcia. Barcelona, abril 1984
TORRES NADAL
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Charles-Edouaid
Feuille d Avis
Vyage dd Orient,Gaspar
N O T A
EN 1911 Jeanneret, dibujante en el taller dePeter Behrens, en Berln, decide, con su amigo Auguste Klipstein,
emprender un viaje cuyo fin es Constantinopla. Con muy poco
dinero, ambos amigos van a recorrer, de mayo a octubre, Bohemia,
Serbia, Rumania, Bulgaria y Turqua.
Charles-Edouard Jeanneret descubre entonces la arquitectura:
juego magnfico de formas bajo la luz, sistema coherente delespritu.
A lo largo de este viaje, de Dresde a Constantinopla, de Atenas
a Pompeya, Charles-Edouard Jeanneret mantiene un carnet de
ruta. Anota sus impresiones y realiza un montn de dibujos que le
parte de los cuales ser publicada por La
La-Chaux-de-Fonds, Ms tarde reagrupar y completar esos textos
ensean a mirar y a ver. De sus notas extrae algunos artculos, una
de
para hacer un libro. Libro que, bajo el ttulo Le
deba ser publicado por Valette en 1914 en el "Mercure de
France". La guerra impidi la aparicin y el manuscrito se
amonton ante los archivos de Le Corbusier. 54 aos despus
de su viaje, decide publicar por fin l libro, testigo de sus
vacilaciones, de sus descubrimientos de joven. En julio de 1965
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corrige el manuscrito J \ i recurrir a ningn documento, lo anotaescrupulosamente.
He aqu pues este I de Oriente, que Le Corbusier considera-ba como una docun~er-it:icinimportante y significativa sobre elao decisivo de su fi rm ic:n de artista y de arquitecto.
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MSI O
IENempaado-
poderte
lonchasiuno
2Acaso
A MI HERMANO,
E L ALBERT JEANNERET
lo sabes, cunto hubiera querido que lo que aqu te dedico
fuese mejor! Pero no tengo nada ms. Sabes bien cun
ras de alegra han sido para m estas lneas -escritas para un
pblico que por lo dems no ha querido saber nada de ellas-, y
cun turbadoras de la serenidad a la que todo me invitaba all. Te
las doy para dar algo hoy, pues me apetece darte algo hoy.
Tu mscara ha viajado de una punta a otra -el Danubio,Estambul, Atenas
-
en medio de papelotes entre los que se extravi,
no por culpa ma. Era tu mscara, pero no del todo exacta. La he
bosquejado sin saberlo t, en la Wald-Schenke de Hellerau en
Navidad de 1910: tragabas unas de morcilla sobre el pan
con mantequilla de esos mens a que nos constrea nuestro
bolsillo en este pas!). Esa morcilla y esa mantequilla me repugna-
ban, t te las tragabas glotonamente. Me parecas a ciertas horas, yen esa precisamente, increblemente glotn... Ese croquis fue
entonces como una protesta. As te soaba y as te creo. no
ests encantado de ello?
Me contaban el otro da el absolutismo con que t defendas mi
francs -durante tu estancia aqu, este verano-, mi muy pobre,
triste, incapaz francs: ste era para m -dibujante- el nico medio
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Feuille d Avis
verdad?
de expresin en esas horas en las que me senta vibrar. Te haban
citado una frase ininteligible, un monstruo tal como esos que saba
suscitar el tipgrafo de la y tal como los que tambiny7
tolera "nuestro amigo de la familia el impresor de ese peridico.
T habas contestado que era perfecta, perfecta, y que no queras
or nada ms sobre ello.
As, querido hermano, hace aos que nos prestamos ayuda.
No dejaremos de hacerlo, En medio de las fluctuaciones
de estima que nos reservan incluso los ms queridos -pues no
pueden sustraerse del todo a la influencia de la opinin-, que
nuestro afecto permanezca rgido, inflexible, absoluto -como el
horizonte de all, entre Lemnos y Egeo.
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BERLIN VaczKnajevaz
Pompeya
ITINERARIO DEL VIAJE
D E ORIENTE. 1911
Dresde, Praga, Viena, Budapest, Baja, Giorgavo,
Belgrado, Naitscha, Bucarest, Tirnovo, Galvoro,
Schipka, Kasanlic, Andrinopla, Rodosto, Constantinopla, Dafn,
Brousse, el Athos, Salnica, Atenas, Itea, Delfos, Patrs, Brindisi,
Npoles, Roma, Roma, Florencia, Lucerna.
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CVIA~ANDOcompatriotas
Cuntas
Tiergar
ro
ALGUNAS IMPRES IONES
de este modo, largos meses, en pases siempre nuevos
-preguntaban el otro da en Berln dos encantadoras
no embotar usted sus facultades admirativas, no deslustrar la
frescura de sus emociones para no ver ya las cosas sino bajo una
mirada un poco desengaada, un poco hastiada? A veces, durante
nuestras ltimas entrevistas, sus juicios fueron tan imprevistos y
nos sorprendieron tanto...
Ahora parte usted hacia Oriente;adivinamos que su intencin es no perderse nada de lo que la ruta
ofrezca a izquierda y derecha...
impresiones, pues, diversas y mltiples!... Nuestra
pregunta tiene sentido. No nos guarde ningn rencor."
En definitiva, era verdad: bajo las pesadas bvedas del
ten, o a lo largo de los glaucos canales de la Spree, en nuestros
paseos al atardecer, nos haba ocurrido que, al regreso de una
matadora excursin entre los ddalos pedregosos de ciudades viejas
o nuevas de Germania, hablsemos mal de una catedral venerada,
o cubrisemos con un punto de interrogacin esa ciudad famosa
tendida en la desembocadura de un en la llanura y dominada
por un "burg" demasiado romntico; de echar pestes contra
cualquier otra mueca medievalesca encuadrada en un chasis de
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habfa
corriaespadachin.
llinea
XIX bellisimos
torreones, fosas y muros almenados, y contra ese rictus equivoco
que, bajo un yelmo pico, aparece completamente acuchillado por
negras chimeneas de fbrica y acaparrosado por la lepra de
srdidos y malolientes humos. A esa visin, convertida en teatral,
yo le haba opuesto otra menos de moda por ser felizmente menosconocida: una serena sonrisa bajo un cielo azul dispuesto en torno
a piedras esculpidas y revoques cuidadosamente pintados sobre
espigas de oro donde estallan las rojas flores, donde el azul celeste
se intensifica en estrellas profundas. Haba hablado con entusiasmo
de ciertas realizaciones modernas y, en definitiva, haba criticado la
Alemania medieval, en provecho de las tranquilas obras de hace
cien o doscientos aos. El romanticismo indiscreto, verbo tanlejano a nuestro pensamiento, me exasperado. La admiracin
haba enmudecido varias veces, cuando el gusto infecto de los
hacedores de remates y de torres haba echado, por ejemplo, sobre
un rfo de cuerpo real que entre rudas rocas rojas erizadas
o, ms lejos, tendido como un dios viviente sobre una llanura a la
que bendice, un expolio de Las grandes avenidas
anegadas bajo el verdor, enlosadas con un asfalto tan pulido por
los automviles que el sol poniente se refleja en en una infinita
de fuego jalonada por mil columnas negras de los rboles, se
me habian aparecido, en ciertas horas, como grandiosas creaciones.
Y las srdidas callejuelas alrededor de las catedrales insulsamente
restauradas, enterradas bajo los salientes excesivos de las descuida-
das fachadas, las pestilencias que se estancan en ellas, las gentes
turbias que en ellas se soterran y la pandilla hormigueante de
chavales chillones, a menudo me habian hecho huir... mientras
Baedecker caia pasmado, y para manifestar su alegra descolgaba
estrellas del cielo para hacer con ellas simples, dobles o triples
asteriscos laudatorios. Haba molestado, pues, a castellanas en otro
tiempo altivas, ridiculizado a "viejos verdes" fatuos o maltratados,
demasiado nuevos ricos siglo Algunos nombres
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Pobres
l
efimerw
lgafas
Esdias
schenos
hastia.
Sentinelle
nombres- los habia marchitado. nombres, pobre magia de
las palabras que yo hago desvanecer! Decepcionante hecatombe.
Para que me absolvieran, habia sido preciso explicarse: En
primer lugar, habia aventurado, existen famas sobreestimadas. En
el mundo del arte, tan codeado a menudo por el de la moda, hay
acaparadores y "faroleros". Tambin se encuentran en modestos
y tmidos. A los alborotadores "reclamistas" se oponen los serenos
inconscientes.
Por otra parte, ustedes dicen, seoritas, que un aficionado de
arte tiene siempre, a pesar suyo, la cabeza un poco al revs, a los
ojos de los dems, y sepan que yo, por ejemplo, tengo un to
irremediablemente persuadido de que juzgo a tontas y a locas conel nico fin de contrariar la opinin general.
Y a fin de cuentas, si la belleza me parece ante todo hecha de
armona y no de grosor, de extensin, de altura o de sumas
gastadas o de estallido teatral, aado, a esta manera de ver, esta
manera de ser: soy joven -pecado joven y por consi-
guiente dado a juicios temerarios. Venero el eclecticismo, pero
espero a tener el pelo blanco para entregarme a a ciegas. Alcontrario, abro bien los ojos a mi alrededor, mis ojos de miope
detrs de las gafas -esas tristes que confieren un aire doctoral
o de "clergyman". Suelto muchas tonterias. Me ocurre -tanto
peor- que cambio de chaqueta, entre la desaprobacin de mis
allegados, y me contradigo ms de lo que est permitido. asi
que en de enojo, resoplo, mientras que otras veces, seoritas
curiosas, me siento profundamente conmovido, recorriendo un
pais de ensueo al ritmo de subyugantes, conquistado
enteramente por la gran Armonia!
No, seoritas escpticas, viajando uno no se Uno se
vuelve tan slo un poco aristcrata en sus amores, y a fe mia que
ello tiene mrito, en estos tiempos en que todo se socializa, y
sobre todo para un lector de La Este viaje de Oriente,
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i siro
lejos de las enmaraadas arquitecturas del Norte -respuesta a una
llamada persistente del sol, de las grandes lneas de mares azules y
de las grandes paredes blancas de los templos-, Constantinopla,
Asia Menor, Grecia, Italia meridional-, ser como una vasija de
glibo ideal, del cual sabrn esparcirse los ms profundos senti-
mientos del corazn...
es como a las dos de la madrugada, en el barco blanco
descendiendo por el inmenso entre Budapest y Belgrado, no
acabo -olvidando ir al puente, a ver la luna ya llena subir a travs
del ddalo de los astros!
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Perrin:Un
lnifio
.y
CARTA A LOS AMIGOS
D E LOS "TALLERES D E ARTE"
D E LA CHAUX-DE-FONDS
AMIGOsaludo! Si Octavio, en su calle de la Sorbona, en Pars,
leyera este honorable diario, demasiado hospitalario, ya habra
recibido de en un idioma adornado con imgenes, sus condolen-
c i a ~encuadradas en negro, ya que ese antes de nacer, est en
muy mal estado y a punto de morir. Me he comprometido a
escribir una notas de viaje, icasi un diario!...
Y soy el msdesdichado de los hombres: pues eso es, no lo niegues, el summum
del aburrimiento; y el sentimiento de aguar la siesta de tantos
compatriotas me atormenta. Por eso acudo a ti. Amas las formas
(plsticas, se entiende) casi tanto como Georges y conoces la
belleza de una esfera. Vengo a hablarte de vasijas, de vasijas
campesinas, de alfarera popular. Incidentalmente, me interesar
por algunos puertos de mi ruta, y mi redactor quedar satisfecho.
Marius Perrenond, nuestro alfarero de los talleres, hubiera mereci-
do, al parecer, esta epstola "ceramicolgica"; pero Marius todava
no ama la esfera lo suficiente: para ti pues estas historias de glibos
y mis xtasis.
T conoces esas alegras: palpar la panza generosa de una vasija
acariciar su cuello grcil, y luego explorar las sutilezas de su
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vosotros
Pasos
Es
glibo. Las manos metidas de nuevo en lo ms profundo de los
bolsillos y los ojos medio cerrados, dejarse embriagar dulcemente
por el hechizo de los esmaltes, el estallido de amarillos, el
aterciopelado de los azules; fijarse en la agitada lucha de brutales
masas negras y de elementos blancos victoriosos...
Eso se comprende mejor todava, si se imagina, despus de los
agotadores meses de viaje, mi estudio quizs coquetn, azulado por
el humo de los cigarrillos y, hundidos en sillones, t y los amigos,
o, tendidos sobre divanes, a quienes ver de nuevo
despus de tantos aos y a quienes har el favor de mis narracio-
nes para adormecer despertares! Las vasijas de las que voy a
hablarte estarn ahi redondendose poderosamente.Sepas que nos hemos asegurado desde Budapest un arsenal de
panzas y golletes capaces de hacer reales esas horas evocadas.
Sabiamos atravesar tierras donde el campesino artista armoniza
magistralmente el color con la linea, y la linea con la forma; y
estbamos enfermos de codicia. sin fin! Contrapasos incluso
bajo la lluvia torrencial, que hacen gemir a Auguste, ese compae-
ro de mis miserias, hasta que al fin descendimos hasta las grutas"alibabescas". Entonces, ya fuese en una oscura tienda o en un
stano pobre de Budapest, o an en un desvn acolchado por un
polvo envejecido, en la hora trrida del mediodia, en una aldea de
la llanura hngara, eso fue la orga irrefrenada. algo que se
siente! Los tarros estaban ah, en su alegre estallido y su sana
robustez, y su belleza era consoladora. Para desentraarlos habia-
mos pasado revista a toda la triste trasteria sin patria y sin familia
que inunda Europa entera; e incluso aqui, en Hungria, donde el
campesino sabe obrar como un gran artista, habamos encontrado
la oferta de los comerciantes ms humillante todava y la influencia
de la moda sobre las almas an simples ms desastrosamente
efectiva. Habia demasiadas cristalerias multicolores, con ramajes
dorados, demasiada vajilla maculada con una intolerable ornamen-
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sensualis-
as
Greco
tacin de pechinas Luis XV o de florecillas aliadas al gusto de los
ltimos aos. Nos haba sido preciso rehuir "la europeizacin"
invasora y embrutecedora hasta en los tranquilos refugios donde
sobrevive -apagndose, pronto sumergida- la gran tradicin popu-
lar.El arte campesino es una impresionante creacin de
mo esttico. Si el arte se eleva por encima de las ciencias, es
precisamente porque, al encuentro con stas, excita la sensualidad,
despertando profundos ecos en el ser fsico. Le da al cuerpo -al
animal- su parte justa, y despus, sobre esta base sana, propia de la
expansin de la alegria, sabe levantar las ms nobles columnas.
Asf, este arte popular, como una inmutable caricia clida, envuelvea la tierra entera, cubrindola de las mismas flores que unen o
confunden a las razas, los climas y los lugares. La alegra de vivir
de un bello animal se ha extendido sin coacciones. Las formas son
expansivas e hinchadas de savia; la lnea sintetiza siempre los
espectculos naturales u ofrece, justo al lado y sobre el mismo
objeto, los hechizos de la geometrfa: sorprendente conjuncin de
los instintos rudimentarios y de aquellos susceptibles de las ms
abstractas especulaciones. Tambin el color no es de descripcin
sino de evocacin; siempre simblico. Es fin y no medio. Est para
la caricia y la embriaguez del ojo y paradjicamente, con un
estallido de risa, zarandea a los grandes gigantes trabados, ilos
mismos Giotto, los mismos los Czanne y los Van Gogh!
Considerado desde un cierto punto de vista, el arte subsiste
a las civilizaciones ms altas. Permanece como norma, especie
de medida cuyo patrn es el hombre de raza - e l salvaje, si t
quieres.
Ya te estoy danto la lata, amigo Perrin y sin embargo esas
alfarerfas de Hungrfa y de Serbia bastarfan para interminables
charlas, puesto que en ellas se podra circunscribir el estudio del
arte annimo y tradicionalista.
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nea
ParaEs La
aqu
iqu
Djame retener esas dos cosas que nos impresionaron cuando
nuestra visita a los alfareros de la llanura hngara y de los Balcanes
serbios, y para que descanses y sientas envidia te describir pues
alguno de los pueblos danubianos.
Hay en primer lugar, entre esos hombres que no razonan, la
instintiva apreciacin de la orgnica, nacida de la correlacin de
la linea de mayor utilidad y de aquella que encierra el volumen ms
expansivo-por tanto el ms bello-. "La belleza, me habia dicho un
da M. Grasset en Pars, es la alegra. qu, aada, copiar
alguna yema encogida? monstruoso!" alegra es el rbol
extendido, con su grandioso follaje, con sus flores, con todos sus
frutos! La belleza es ese esplndido despliegue de juventud. Aspues, esas alfareras son jvenes, sonrientes
-
permteme esos
calificativos-, con sus glibos desplegados hasta el lmite del
estallido, y qu contraste ofrecen -nacidas en el torno del alfarero
de pueblo, cuyo espiritu simple no vagabundea ms lejos, crelo,
que el de su vecino el tendero, pero cuyos dedos obedecen
inconscientemente a las rdenes de la tradicin secular, que
contrasta con esas formas de una fantasa inquietante, de unaimbecilidad estupefacta, concebidas no se sabe por quin, en el
anonimato de las grandes fbricas modernas; no se trata sino
de los caprichos de un necio, de un dibujante de baja almunia, que
trata estas formas con el nico fin de diferenciarlas de las que
dibuj la vspera. A lo largo del Danubio y ms adelante en
Andrionopla, encontramos de nuevo exactamente esas formas que
cubrieron de negros arabescos los pintores micnicos; persis-
tencia en una ruta normal! Tampoco conozco nada ms lamentable
que esa mania de hoy de renegar de las tradiciones con el solo fin
de crear lo "nuevo" ansiado. Esta desviacin de las fuerzas
creadoras repercute en todos los dominios del arte, y no nos
proporciona solamente teteras nada prcticas, tazas feas, pobres
macetas de glibos invertidos; tenemos tambin sillas que duelen y
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Aquel mircoles 7 de junio, por la maana. El gran barco
blanco haba dejado Budapest la vigilia, cada la noche. Ayudado
por la violenta corriente, haba descendido por la inmensa
lquida que marcaban con un jaln negro a derecha e izquierda las
dos riberas lejanas, reunidas en el horizonte en su huida infinita.
Todos, casi, dorman: los privilegiados sobre banquetas de tercio-
pelo rojo en el saln para fumadores de clase; los campesinos,
hombres y mujeres, amontonados, con innumerables paquetes a
menudo decorados con bordados brutales y alegres. En el gran
cielo, la luna apagaba las estrellas. No conoca nada de los pases
que atravesbamos, porque nadie habla nunca de ellos. Y, sin
embargo, me daba la impresin de que tena que ser muy bello,
muy noble. reirs!, sabes, t que te acuerdas con emocin de
nuestras tardes de domingo en los Conciertos Colonne, lo
que me induca a penetrar en algn rincn de esa llanura de la que
no saba ni nada? Los primeros compases de la Condenacin
de Fausto, que nunca he sin ser trastornado por su lenta y
melanclica majestad... Durante esa noche no poda dormir. Solo
en el puente superior, envuelto en mi abrigo, ante...
un atadcubierto por un gran velo negro bordado con un ribete de plata y
dos coronas de flores. Esta sinfona de negros y blancos bajo la
luna y sobre este espejo centelleante, todo ese aparejo nutico
pintado de un blanco deslumbrante, las bocas abiertas de los
ventiladores, las orillas negras, el sombro atad como una gran
mancha muda, la silueta movediza del capitn yendo y viniendo
all arriba, en la pasarela, y tan el murmullo de los dos pilotos
en la ropa y, brutalmente, de pronto, marcando lentamente la ruta,
la campanada sombra del viga cada vez que en medio del agua
brillaba una lucecita -lamparilla de uno de esos pequeos molinos
adormecidos sobre el de los cuales te volver a hablar-, ese
atad inquietante con su negro sudario y las dos coronas de noche,
ante el cual siempre volver a ver sin cesar esta conspiracin del
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blo,-lo
"Tarros "
silencio y de la horizontalidad de todas las lneas: henchan el
corazn de una gran serenidad, turbada a veces por un escalofrio
de exaltacin, de una aspiracin que las lgrimas habrian satisfe-
cho.
Preguntaba al capitn, y despus, en un descanso de los
bostezos de quienes dorman indiferentes sobre el rico terciopelo
de las banquetas, explicaba mis deseos, diciendo que era pintor y
que buscaba un pais que hubiese mantenido su carcter integro...
Los informes concordaron lo bastante para incitarnos a bajar, al
alba naciente, a una orilla a ras de agua, a una media hora de la
pequea ciudad de Baja. A lo largo del camino, en pastos medio
sumergidos, pacan grandes bueyes grises"a la egipcia
". Cuando
desembocamos en la plaza, al lado de la iglesia de un barroco
bastante hngaro, fuimos casi zarandeados por un grupo de
peregrinos lamentablemente pobres, llevando estandartes marcados
con cruces. La cabeza descubierta, hombres y mujeres salmodiaban
por el descanso de sus almas, con una gran lasitud, mendigando
algn escaso y se iban harapientos hacia algn lugar de
santidad. Nos encontrbamos ya en el mercado hormigueante, msatestado de campesinos que de mercaderas; pues, en este pais
comprobamos en seguida- son necesarias una o dos mujeres,
agachadas todo el da detrs de un pequeo cesto de frutas o de
legumbres, para vender el equivalente a una moneda de veinte
cntimos. As, de la misma manera, encontraremos a menudo a lo
largo del camino dos o tres mujeres que apacentan una vaca, y, en
las ciudades, alguna vieja bruja que agarra una cabra con una
cuerda y le hace comer las hierbas crecidas entre los adoquines.
Pero ya, ms all de los canastos de cerezas, de las legumbres y del
puesto de los carniceros, Auguste haba percibido resplandores de
esmaltes, y gritado, como el viga de Coln:
Haba all una cantidad innumerable de ellos, ordenados sobre
el pavimento como manzanas en una bodega. No resultaba fcil
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traslucia
p enecen
bolitas ahfurtiva,
entenderse con los mercaderes; hacamos nuestros primeros pasos
en el mundo de la pantomima: hasta aqu, habamos recurrido
siempre a hablar alemn. Los gestos tomaron pues el lugar de las
palabras, y todo fue tan bien que al cabo de media hora, despus
de haber atravesado buen nmero de calles bajo un sol ya trrido,
llegamos a ese desvn de las Mil y Una Noches donde Ali-Bab,
por fortuna, chapurreaba algunas palabras en la lengua de Guiller-
mo de Hohenzollern, emperador y sacerdote del Buen Gusto; las
manos hinchadas de trabajar el barro, nuestro hombre gesticulaba
lentamente y sin pasin por encima de la multitud muda y negra
de sus vasijas, inmovilizadas desde el invierno en la penumbra de
esas vetustas paredes de madera.
Hecha nuestra eleccin, volvimos a descender la escalera; nos
presentaron a la abuela, que nos estrech las manos durante largo
rato; despus visitamos las habitaciones, donde por todas
partes ese mal gusto de baratilla de gran ciudad que ser, en la
teora de Auguste, iuna piedra angular, piedra psicolgica! Por fin
nos encontramos en el taller, donde el hombre aquel no trabajabams que en invierno, ocupado en el verano en las labores del
campo; un taller simple, rudimentario, pero metido al fondo de un
patio exquisito invadido de rosas, y donde se levanta oblicuamente,
formidable, el gran mstil negro arqueado que, al bajar, permite
sacar el agua del pozo. El brocal, amigo escultor, en absoluto es de
piedra cincelada sino que, rebozado de blanco, lo adornan verdade-
ras flores rojas y azules en su exuberante crecimiento. Sonadmirables esos pueblos de la gran llanura, e imagnate su gran
estilo. Las calles a la llanura, rectas, muy anchas,
uniformes, cortadas en ngulo recto, marcadas infinitamente por
las de las acacias enanas. El sol se aplasta dentro.
Estn desiertas, la vida en ellas es de paso, al igual que
en la inmensa llanura de la que son los vertederos, los centros
vitales. De alguna manera son como enormes hendiduras, ya que
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spleen a
las encierran altos muros por todas partes. Hazte una idea de la
impresionante unidad y de su amplio carcter arquitectnico: un
solo material: un revoque amarillo intenso; un solo estilo; un cielo
uniforme y nicamente las acacias de un verde tan extrao. Las
casas se alinean en ella, poco anchas pero muy profundas, cada una
con su remate bajo, sin cubierta en voladizo, as como un frontn
sobre el interminable muro, del que desbordan las copas de los
rboles, los racimos de las parras y los ramos de rosas trepadoras
que llenan de encanto los patios escondidos detrs. Esos patios
debes concebirlos como una habitacin, la habitacin de verano,
puesto que las casas se apoyan todas a igual distancia de la tapia, y
las ventanas se abren en una sola fachada, tras una arcada. Cadacasa tiene de este modo su patio, y la intimidad es tan perfecta
como en esos jardines de los frailes de la Cartuja de Ema, donde
nos sentamos, acurdate, invadidos por el belleza, la
alegra, la serenidad se concentran aqu, y un ancho porche con
arco de medio punto, cerrado por una puerta barnizada de rojo o
verde se abre sobre el vasto exterior! El emparrado construido con
listones proyecta una sombra verde, y las arcadas blancas delcontrafuerte y los tres grandes muros de cal blanca, repasados cada
primavera, una pantalla tan decorativa como los fondos de las
cermicas persas. Las mujeres son muy bellas; los hombres muy
limpios. Visten con arte: sedas fulgurantes, cueros entallados y
policromados, camisetas blancas ribeteadas con bordados negros;
las piernas nerviosas y los pequeos pies desnudos son de una piel
morena y fina; las mujeres se mueven con un balanceo de caderas
que se despliega como la falda de una bailarina, los mil pliegues de
los vestidos cortos en los que las flores de seda encienden bajo el
sol fuegos de oro.
Este traje nos encanta; la gente contrasta y armoniza con los
grandes muros blancos y con los cestos de flores de los patios, en
los cuales dan, a las calles tan distinguidas, por momentos una
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jardfn
Noas
complementariedad extraamente feliz. Al describirse todo esto,
vuelvo a mi comparacin de antes, acordando que otra vez de un
gran tablero de Ispahan copiado en el Louvre tiempo atrs, en
donde pequeas mujeres vestidas de azul salpicado de amarillo, de
amarillo estriado de azul viven felices en un El cielo es
blanco; animando toda la superficie, un rbol despliega sus hojas
amarillas; su tronco azul claro se ensancha, y sus ramas llevan
flores blancas y granadas verdes. Las flores en la verdsima pradera
son negras y blancas, y sus hojas amarillas y azules. La alegra
brota, sorprendente, en ese decorado nico. sabes cunto me
entusiasm ese tablero...!
Y era entre el alfarero de Baja y entresus vecinos, tras el alto y tranquilo muro horadado por una gran
puerta redonda para los carros y otra muy pequea para la gente;
sta da directamente a la arcada. Solos en la calle, salpicada toda
ella de pequeas acacias formando bolas verdes, entre la exuberan-
cia de las parras y las rosas trepadoras, los tringulos amarillos de
los remates bajos se asentaban en calma frente a frente de una
punta a otra. Te digo, Perrin, que nosotros, los civilizados delcentro, somos unos salvajes, y te estrecho la mano.
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OS Respeto
Tag ,
lQue e n t i d e
V I E N A
ricos, para socorrer a los pobres, se divierten. paraellos! Seria ridiculo que tambin ellos se aburriesen. De ese modo
los pobres se verian privados del espectculo de sus diversiones y
ya no se lo pasaria bien ni la ms minima parte de la humanidad.
Jean Rictus soliloquiaba a propsito de esta cuestin ya en la
segunda estrofa de su clebre lamentacin...
Hoy es pues "Blumen fiesta de las flores, profusin de
colores y ostentacin de lujo. Las calles que llevan al Prater estn
abarrotadas de una muchedumbre inmunda. La interminable aveni-
da que marca con una linea sin fin el parque donado por el
emperador a la ciudad, tiene sus laterales, bajo los arcos de los
rboles, atestados de una masa tan pobre, tan "sin trabajo", que
encuentra el recurso de venir aqui a exacerbar sus rencores de
desdichada, o simplemente a saciar su curiosidad: ipueblo pobre de
Viena (que ya conoci hace cuatro aos), nada simptico, srdido,
de rostro inexpresivo! Durante tres horas nos hemos codeado con
sin llegar a amarlo, pues a Auguste, al igual que a mi, no nos
gusta tener compasin... mis amigos de Lo me
perdonen por estas impresiones rpidas y superficiales...!
En la nave de la gran avenida se desbordan los carruajes y los
coches de lujo. Todo queda oculto bajo las flores; y bajo esos ramos
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efiores
lio losflirts
de efimeras, otras efmeras -otras flores, como dira el poeta-,
muchachas, mujeres hermosas sonren, quiz algo depravadas, algo
enardecidas de deseo. de negro hacen de segundos violinesen la orquestacin de los colores, y sirven inevitablemene de tema
de las intrigas que se traman en torno a rosas lanzadas -flores de
lis ofrecidas cnicamente-. Estas fiestas vienesas, envueltas en su
atmsfera de egosmo y de aristocrtica depravacin, son contadas
por M. William Ritter, perfumadas y mrbidas en la de sus Lys y
de sus rosas".
Pero nosotros, agobiados por el calor de la tarde, observamosslo superficialmente; sin enredarnos en el de distingui-
dos, no registramos ms que el elegante aligeramiento de los
coches, rosas, o azules, amarillos, verdes o tambin rojo cruel, o
negros y blancos, grises y blancos, grises o blancos, completamente
blancos. En la explosin de los colores, resultan muy hbiles esas
dos grandes damas que se hacen llevar de paseo bajo un dosel de
adormideras blancas con semillas negras. Constatamos que lasflores naturales son eclipsadas por las flores de papel; muy bien
hechas y desproporcionadas, stas, a lo lejos, en los centelleos de
las idas y venidas, son como grandes extranjeras tropicales, a cuyo
alrededor se pueden oler nuestras rosas de Europa, nuestros iris y
nuestras grandes flores de lis envenenadas de perfumes.
Resulta tambin que en esos frvolos cortejos donde se gastan,
en un esfuerzo por la belleza, unas sumas de locura, la finalidad seescapa: pues, si el detalle interesante se manifiesta en ellos, el
conjunto se resiente, no existe. Ello es comprensible, ya que nadie
se ha preocupado por ello. Pero la unidad de bien es tan potente
que salva la situacin: aparece, desde ese momento, a travs de la
columnata negra de los troncos de rboles que soportan la inmensa
cuna que se aleja hasta perderse de vista, un desfile asombroso; el
ojo se turba, un poco enloquecido por ese cine caleidoscpico en el
que danzan las combinaciones de colores ms vertiginosos. Se trata
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espctculo jardn imple
simplemente de la Viena distinguida que se divierte, y de la Viena
pobre que contempla el espectculo...
Al caer el sol. En el arrabal lleno de rboles, se extiende un
patio muy grande bordeado de pabellones bajos, horadados dearcadas. Lo introducen dos pilones, y enfrente una barra amarilla
lo cierra, manchada por la lnea regular del verde oscuro de los
postigos: he ah un gran palacio, ostentado segn el gusto majes-
tuoso de Luis XIV.
Se atraviesa hasta el corazn mismo del palacio, esa gran
superficie impasible y de repente, sin aviso, se despliega el
de un a la francesa, pero un jardn pasmoso.
hasta la pobreza! Pero no, colosal. Un parterre que parece
cuadrado, inmensamente ancho y profundo, completamente plano
y sobre el que se adivinan, en el breve escorzo de la perspectiva,
los compartimentos geomtricos y los bordados de boj. Ningn
rbol turba esta superficie donde todo se muestra. Entretanto, a
izquierda y derecha, erguidas de pronto, se manifiestan dos formi-
dables murallas de verdor, cortadas con hacha, inflexiblemente
lisas, inflexiblemente horizontales. Y de una altura enorme
-desconcertante cuando, totalmente abigarrada de colores, se
percibe a sus pies, la muchedumbre que se pasea. Una colina al
fondo, coronada por una triste columnata, detiene la vista. Pero, si
se vuelve la cabeza, ahf est de nuevo la gran banda amarilla, la
gran muralla con su tico tranquilo, noblemente levantada, y
puntuada de verde oscuro por la multitud de los postigos cerrados.
Ensombrecida en medio de ese cuadro distinguido, sobrevive la
Viena del viejo "aristcrata". En las salas oscuras y quietas donde
los muebles recubiertos con fundas, los retratos de las paredes
evocan con cuchicheos los recuerdos pomposos del Schoenbrunn
de antao, cuando los carruajes piafaban en el patio y en medio de
los compartimentos con bordados a la francesa, como mariposas de
seda, los cortesanos se ocupaban de sus minuciosos asuntos...
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iDebe friospequeas
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poseido
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La
amplificadas formas de un Maillol blanquean bajo la luz del jardin...
No hay un solo rincn de esta casa que no encierre el ensueo. La
impresin es profunda, poco a poco uno se siente de una
admiracin, de un afecto fraternal por este hombre joven que
sonrie en ese ambiente y se esfuerza por expandir los rayos de su
inteligencia superior y de su bondad.
... Pero veamos la pintura vienesa de hoy. Traspasemos ese
umbral, que hizo poca, de la "Secesin". la sala de honor,
caeremos (y desde muy alto) sobre el seor ... de Paris!
seor de Pars, uno de los "grandes"de la "Nacional", o de los
"franceses", husped de la Secesin vienesa! insignia para
la oficina! Asimismo, nuestros entusiasmos repliegan sus alas y,
enloquecidos, buscan a lo largo de otras molduras el man del
consuelo. Intiles esfuerzos: la banalidad se exhibe, la mediocridad
se pone en evidencia. Luego, pasemos rpidamente otra vez bajo
esta cpula en otro tiempo simblica de los triunfos de Klint y de
Hodler, y, de nuevo sobre la Karlsplatz, contritos por esos veinte
pavos echados a perder, en ruta hacia "Hagenbund"!
Hagenbund, en un tono menos malo nos muestra los esfuerzos
de otra asociacin de artistas -Pero no nos ensea nada. Sin
vacilacin renunciamos de comn acuerdo-, Auguste muy irritado,
y yo muy afligido. En el Knstlerhaus, la exposicin de los artistas
reaccionarios de Viena.
Dios mio, dnde hay materia para la emocin? Muy cansados,
pasamos a la obra de Koloman Mosert, expuesta en Mietke...
al diablo pues la pintura moderna de Viena! Ahora estamos yadesconcertados. el Luna Park, ni el Klein Venedig en el Prater,
no nos restablecern de este desastre! moderna Galeria donde
cuelgan algunos famosos franceses est cerrada! Ha venido del
cielo esta inspiracin que nos conduce a travs de los vestibulos y a
los corredores pomposamente repugnantes de la Galeria Imperial,
hacia ese gran rstico, ese poderoso pintor, ese apasionado de la
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afosPieter
Kermesses ,
espldndidas Velzquez,aquf
XVI XVIII
as
vida, ese extravagante imaginativo, ese estilista grandioso, y ese
impresionista sorprendente, nacido trescientos antes queCoubet, hacia ese viejo Breughel que canta con toda su alma
en las"
Estaciones"
y las la alegra de vivir, suadmiracin y su amor por esta buena Tierra donde se encuentrabien, que le da fuerza y alegra porque est llena de belleza, y desalud.
Eso es lo que retendremos de la Viena de la pintura, ms quelas superficialidades de ms que las carnesde Rubens, tan pujantes en Munich, pero repulsivas.
Viena vale por su msica (he disfrutado ampliamente de ella,cuando Mahler estaba en el plpito de la pera) y por suarquitectura barroca. Hoy desaparecen esas nobles iglesias, esascasas principescas del y del bajo la invasin de laconstruccin moderna, el medio es masacrado sin piedad y espreciso refugiarse en el retiro de los viejos parques a la francesa,Schoenbrunn y quiz an mejor, los jardines del Belvdere. Undescuido me ha hecho olvidar el Augarten. Uno puede tambinconsolarse del mal gusto que inunda las avenidas con una arquitec-tura advenediza y grandilocuente, esencialmente vienesa, partiendoen busca de las ltimas creaciones de arquitectos de la jovenescuela: obras llenas de buen sentido, aunque al mismo tiempolocas. An este consuelo no es asequible para todo el mundo,porque en el bullicio insensato de esta ciudad demasiado densa,casi hace falta, para descubrir esas obras, un olfato profesional.
De manera que en definitiva, de Viena la impresin permanecegris, una vez ms y a pesar de los esfuerzos sinceros de asimilacin;deslucidos por una atmsfera de grandeza financiera carente degusto, que pesa, apabulla y ofusca. Gris, permanece la Viena dehoy, para nosotros que no hemos hecho ms que pasar sin penetrarhasta su alma.
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l
rodias
viasaqu
campe-
EL DANUBIO
EL Orient Express no se retrasa. Atraviesa los paises, mugiendo,resoplando unos minutos apenas en la triste parada de las grandes
estaciones-insensible a las bellezas naturales que pasan a su lado o
a las que molesta. Hay que resignarse incluso, con a la ida como
a la vuelta, a no ver nunca en la llanura donde discurre la Maritza,
elevarse sobre la colina de Andrinopla, el Gloria Deo de sus tres
incomparables mezquitas. Renunciamos al Orient-Express.
Sobre el mapa, un colosal discurre desde los Alpes hasta el
Mar Negro, circula durante a travs de llanuras que se nos
dicen casi desiertas y que siempre inunda. Sobre el mapa, los trazos
rojos de las frreas no se acercan a los azules meandros salvo
o all donde los atraviesan. Para asegurar sobre el recorrido
del Danubio el trfico de viajeros y de mercancias, se han
construido grandes barcos blancos, con ruedas; descienden y
remontan el rio, durante el verano diariamente, ms raramente en
invierno. A bordo la instalacin resulta muy confortable. La parte
delantera constituida por una cala, donde dormitorio y restaurante
se juntan en uno, hace las veces de segunda clase, completado por
un fumadero y un puente descubierto, barrido por los terribles
vientos. La maquinaria separa de la primera clase. En esas
exhalaciones ftidas de aceites quemados se amontonan los
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nsticos,
emperifo-llarse
Puszta
rojos
chic... as g ntl m n
nimano. i as
carga-
sinos con sus fardos inconcebibles: hombres vestidos a la
manera ancestral, disfrutan de esta manera las primicias de una
civilizacin europea ornada a sus ojos de tantos alicientes que les
fascina y les trastornar. Veremos cambiar su modo decon las fronteras
-
Austria, Hungra, Serbia, Bulgaria, Ruma-
nia.
Eso variar de los bordados brillantes de la (llanura
hngara) a los oscuros y speros de Serbia, de las pieles blancas a
las pieles negras, de las lanas blancas guarnecidas de negro hasta
esas otras de un moreno natural tal como las que proporcionan los
millares de manadas que pueblan los Balcanes. A veces se ven
hombres salvajes, cubiertos con pedazos de ropa mantenidos sobre
el cuerpo por una red de bramantes; el cotidiano desnudarse les
resultara penoso; ellos son los que yacen con los corderos y los
caballos bajo las estrellas, en la gris Puszta o sobre el rido Balcan.
La primera clase de nuestros grandes barcos est bastante bien.
Terciopelos por todas partes, buen gusto, flores en las mesas
del fumador. Y sobre el muy amplio puente, agrupados, bancos
confortables, mecedoras, bajo una gran tienda protectora. Se come,
se bebe a buenos precios. El precio del trayecto, insignificante; por
diez francos pagamos un billete de estudiante, de Viena a Belgrado
en segunda clase. Pero, tan ricos como un mendigo de Espaa,
difcilmente nos resignamos al inconfort de proa. Cada vez que
subiremos a un barco, contaremos esta sencilla historia al hombre
con galones que ejerce el mando: "Disculpe, capitn, la primera
clase es injuriosamente ms que la segunda; nos parece que
como estudiantes Y les parecer tambin, a esos
con galones, ya viens, ya magiar, ya es como des-
cendemos el Danubio por unos pocos francos, en mecedora bajo
una tienda protectora, y sobre los terciopelos del fumadero!
Embarcamos a las 10 de la noche, en un lugar de los
alrededores vieneses, con una muchedumbre de campesinos
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Ca
as pas
?Qu
-lo
dos de bolsas y cestos deseosos como nosotros de disfrutar de esta
noche gratuita ofrecida por la puesto que la salida no tendr
lugar hasta la maana. Esa gente tiene un billete de tercera clase;
se hacinarn unos sobre otros, al lado, encima o bajo sus fardos,
para mantenerse caldeados sobre ese puente abierto a los cuatro
vientos. Nosotros no gozamos en esta primera noche de los
mencionados terciopelos. Los bancos, que rpidamente son ocupa-
dos, son de tela encerada. Llegan nuevos viajeros que quisieran
desalojar: se duerme profundamente. Se vengan, durante casi toda
la noche, golpearn el cartn, acompaando el ruido de los puos
sobre la mesa, interjecciones de uso en estos juegos. Los cigarrillos
harn una neblina densa tan insoportable a los ojos como la luz
dejada encendida. Y adems, habr un viejo infeliz resfriado que
toser sin freno y se obstinar cada cinco minutos en perseguir,
renegando, un gusano imaginario. Hay gente con prejuicios;
Europa crea con respecto a Oriente leyendas sobre este particular,
y pretende que en este todo sea sucio cuando en definitiva
todo est bastante limpio. El mismo Auguste delira a veces por la
noche, en guerra contra animalillos invisibles. Los viajeros respeta-bles subieron a bordo al salir el sol y el barco se march contra un
violento viento hacia Budapest. decir de esta travesia, yo que
no s escribir? Como mucho sufri amasijo todavia bien poco
sensible- huellas amplias pero imprecisas, como aquellas, que en
sus formas infantiles, nos transmiten esas cermicas que pueblos
jvenes hicieron hace miles de aos, en esas tierras desde donde
escribo. Para evocarlo, es preciso haber superado el tema. Yo fuisubyugado y aplastado. Las impresiones confieso- fueron
enormes, inesperadas. Me agarraron lentamente. Esta carrera de
tres das hacia Budapest la hicimos en catorce. Permanecimos en el
puente, para contemplar siempre un espectculo incesantemente
unido pero poco a poco cambiante; nuestros libros quedaron
cerrados sobre las rodillas. Fue una gran dicha, una serena alegria.
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Perdn
roangustiad-
vea Varumanos
increble.peque-
nosfiordos
?Cmo
por estas pocas lneas, plidas, incapaces! La marea sucia
de la gran ciudad pronto se vuelve nacarada, despus azul:
Valseamos deliciosamente sobre el Straussiano "Danubio Azul".
Yo haba pensado en un azul de colada, fue un ncar lquidoaumentando hasta el palo, al anochecer. Descendamos sobre el
curso rpido de ese caudal inmenso. En mi imaginacin remontaba
este ms all de los Alpes y me acordaba de una tarde en que,
partiendo hacia Berln -bastante tuve una visin
punzante: de un cementerio que me haba sonredo, colgado del
monte de Donaustauf no lejos de Ratisbonne, era la inmovilidad
absoluta de una gran serpiente roja extendida en el suelo de la
llanura morena invadida por la noche. Tanta calma me habia hecho
dao. De nuevo en mi imaginacin descenda por el ro en la
direccin indicada por la proa del barco. Belgrado yaca a su codo,
puerta mgica del Oriente. A continuacin venan los ecos trgicos
del Desfile de Kasan, sangrante de combates seculares. Las
"Puertas de Hierro", eran las cohortes cuadradas donde se haban
erguido las "guilas" de Trajano. Yo la esa Sagrada,
pasmarse en medio del oro de los trigos donde el cielo
desaparece en la luz y donde el ruido se ha callado para siempre. Y
ms abajo, era la total entrega a Oriente de esas aguas. Y yo segua,
turbado, esas peripecias que iban a ser las mas.
Es una soledad Durante horas no se ve nada a
derecha, ni a izquierda, ms que una horizontal de rboles
en su alejamiento, y azules bajo la luz. La marea les alcanza y
les anega. Unos parecen abrirse poniendo cielo en ese poco
de tierra. Fantasma blanco, nuestro barco nada en un elemento
inabarcable. diferenciar este cielo de la corriente que lo
absorbe? Ya no hay vida sino en el cielo. Drama de las nubes que
la corriente repite, que balbucea a travs del velo de sus olas. Ni
una casa. Ni un barco hacia arriba. De vez en cuando, sin
embargo, un imponente remolcador y sus satlites, en su negra
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magiares
ro
ilos
l
marcha solemne. Mientras, tocamos, aqu o ms all, un pequeo
pontn, una cabaa para el viga. Una carretera se escapa,
dirigindose hacia la gran "puszta". En el pontn esperan unos
equipajes con ardientes corceles y cocheros que pertenecieron un
dia a las hordas de Atila, altivos y adornados. Retiran sus
enganches; la vida se pierde con ellos en un torbellino de
polvareda. Ha vuelto el silencio.
Todava soledad. En plena mitad del ro una fila de molinos,
construidos sobre unos barcos amarrados, molinos pequeitos,
encantadores, cerrados como una arca; estn flanqueados por una
gran rueda ms espesa que alta construida con cercos ligeros
provistos de paletas grises, grises como el arca, adems, como el
gris luminoso del paisaje. Nos reportan a la China, esos pequeos
molinos finos como delicadas cesteras.
Por la maana habia aparecido una roca pica, esfinxica. Sobre
su formidable cabeza, una larga columna sostena una virgen,
mientras su espalda de rasos cspedes crudos se erizaba de speras
placas morenas perforadas, restos de antiguas murallas y de
furiosos torreones. Presburg habia levantado sobre un monte el
bloque cbico de su fortaleza. Despus esta guerrera aparicin se
habia desvanecido en el azul y gris de la llanura. De nuevo la
"puszta" se extendfa, indefinidamente.
Me parece estar en algn amaznico, tan lejanas estn sus
orillas, y sus arboledas inexplorables. Las pequeas nubes redondas
de la tarde abren unos ojos vagamente blancos. Ahora ya no se ve
nada ms que una horizontal; meandros hacen que seacontinua de una orilla a otra!
Si yo fuese pescador o mercader a lo largo de esas riberas,
tallara religiosamente en madera, un poco a la manera china, un
dios que seria este ro y al que adorara. En la proa de mi barca,
mirando vagamente ante sonriendo, lo levantara no menos que
en tiempo de los normandos. Mi religin no sera, sin embargo, en
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ro
arquitectnicaVacz
XVIII
absoluto de terror: serena, pero sobre todo admirativa. Estergn
apareci, extraa silueta: un cubo y una cpula llevada por muchas
columnas. De lejos, cada una adivina una maravilla. Cubo donde se
nueve un ritmo admirable y que los montes nacientes presentancomo una ofrenda sobre el altar que ellos le dedican.
En fin, en la hora en que todo se abandona a la poesa, bajo un
cielo verde, fue en el un inmenso abanico de lamas negras y
de lamas de oro, en grandes ondas diluidas de rosa; y, surgiendo,
nos rodearon unos montes, de perfiles voluntarios. Evocacin
violeta de una Grecia que augurbamos hecha de este modo, pero
todava ms Pues los montes sern de piedra y elabanico ser el mar.
Bajamos a dormitando tan dulcemente en el follaje de
acacias. No convena en absoluto que Budapest terminase este da
inolvidable. Al da siguiente, a medioda, nos ahogamos en la
llanura. Un tren de suburbio nos lleva lentamente hacia Budapest.
La pueblan campesinos endomingados. Tipos bellos de hombre;
jvenes, nerviosos, vestidos de tela negra luciente, de corte
ajustado. Llevan unas rosas en el ojal, tres, cuatro a la vez, o sobre
el sombrero. Las mujeres son morenas, como de una materia dura,
enrgicas. En una gama menor, sus vestidos. Tienen tambin rosas
en la mano, de carne, de sangre, de mbar o alabastro. Ello pinta
sobre el negro de sus delantales, tableros decorativos tal como se
ven en los museos histricos, arte de campesinos ricos, en el siglo
Por qu deberia hablar de Budapest si no la he comprendido,
si no la he amado? Me pareci como una lepra en un cuerpo de
diosa. Hay que subir a la ciudadela para ver lo irreparable de esta
ciudad malograda. A su alrededor, un vibrante organismo de
montes palpitantes. Una efusin generosa de flujo nacrado ascien-
de lentamente de la llanura. El Danubio cerca los montes, los
condensa en un poderoso cuerpo que mira de frente la extensin
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ro
Saben
DeFeuille Avis
sin limites. Pero, sobre esta llanura se extiende una lenta humareda
negra donde desaparece la trama de calles. Ochocientos mil
habitantes se han precipitado en ella en cincuenta aos. Y el
desorden bajo formas pomposamente equivocas ha hecho sospe-
chosa a esta ciudad. Yo no puedo, sorprendido de entrada por la
ostentacin de estilos diversos y contrapuestos. Bordean el pero
no se ponen de acuerdo para hacerle un cortejo armonioso. Sobre
lo alto, un palacio monstruoso se apoya en una iglesia antigua
restaurada recientemente.
Sin embargo sobre ese mismo monte, ms cerca de la ciudade-
la, unas casuchas antiguas son como una floracin entre las acacias.
Moradas simples. Estn unidas por unos muros de donde surgen
los rboles. Nacen de forma natural sobre ese terreno atormenta-
do. Nos hemos quedado horas sobre este monte apacible oteando
cmo se encendan sobre Taban invadido por la noche, las
pequeas luces tranquilas de las veladas. La calma era grande. De
pronto se levant una lenta e inefablemente triste melopea. Era un
saxofn o un cuerno ingls; escuchaba con ms emocin que
cuando se oye al pastor flautear su viejo canto a la muerte de
Tristn. Extraa consonancia grandiosa en la naturaleza adorme-
cida.
ustedes, lectores, que mi hermoso gran Danubio fue
mutilado por un "tipo" y unas tijeras? Sus molinillos grises me
haban inpresionado en gran manera, la noche en que bajamos de
Budapest a Baja. Bajo la luna habia habido un complot grandioso
de silencio, de negro y de blanco y de inmutabilidad. El vigahabia puntuado el silencio con un sonido de campana trgicamente
sola, cada vez que apareca muy a lo lejos, la luz de una linterna
suspendida sobre la corriente... todo eso, las tijeras del
redactor en jefe de la de La-Chaux-de-Fonds os han
permitido ver un imbcil embozado a la manera de Napolen en
una manta, de pie bajo la luna y el viento seco, a solas ante un
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PobresQuitadlehacedle
deciros
De
asi iSi
ganarse
iYaiFatal
atad! Slo hubiera faltado el "ser o no ser" que en semejantes
circunstancias se hubiera podido saltar. Adems -para acabar con
este "tipo7
'- ilas clases de Baja os ofrecieron la desagradable
sensacin de una descripcin incoherente, incomprensible!clases! a un hombre su cabeza, un pedazo de pecho, una
pierna y un retrato! De las calles de Baja, grandes canales
abiertos a la llanura se han hecho "diversiones" de esta llanura,
cuando lo que haca falta era que fuesen sus "vertederos". Las
tijeras, lo s, actuaban de buena fe, aspirando a depurar un estilo
incierto. He reconocido su intencin caritativa, pero les he dado
las gracias. Pues, permtanme una vez ms esto, lector a quienfatigo: yo no os ofrezco literatura, ya que nunca aprend a escribir.
Habiendo educado mis ojos en el espectculo de las cosas, intento
con palabras sinceras, lo bello que he encontrado. Y mi
estilo es confuso, al igual que es confusa todava mi comprensin
de las cosas. El "grafo", el primer da quiso evitar el enojo de un
to! qu manera se habra ofendido uno de mis tos por
confesaros nuestros puntos de vista diferentes! El"
grafo"
quisopues, en este primer artculo, que un amigo se persuadiera de mi
deformacin de pensamiento y no as un to. Pero se trataba de un
to y todo ello vena a ser ms divertido. hiciera falta pasarse
toda la vida sin embrollar nunca ni un poquito de los parientes,
significara su venganza a la hora precisa del testamento, a
causa de tanta indiferencia!
En fin, quisiera todava que se leyese en los prrafos consagra-dos a los objetos de barro populares, que el color es a menudo
simblico pero no siempre. me tenis otra vez hablando de
alfarera! inclinacin que me aleja de mi ruta! Para echar un
vistazo a Caribdis caigo en Scylla! y continuaremos descendiendo
el Danubio entre Baja y Belgrado: La corriente muerde las praderas
tendidas muy lejos, perforadas por charcas de agua y sembradas de
enormes esferas grises -mimbres gigantes montados sobre troncos
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puszta
servilis-as
-iohCiudad Puerta
habiamos imagihado
Eiffel
de un tal dimetro, y tan atormentadas que parecen ms bien
rocas-. Unos caballos pueblan esas extensiones que bandadas de
ocas cubren de nieve. Todo se encuentra en una lnea horizontal
sobre la que se acumulan y se yuxtaponen, en la que ellas seconfunden. Es como en geometra, un plano visto en seccin. Este
plano es la sin lmites con su hormigueo de vida. Algunas
garzas se elevan pesadamente y evolucionan, presentando las fases
decorativas grabadas con tanto verismo en las maderas japonesas.
Raramente, no muy alto, pasa un guila.
Nos caldeamos bien, por un momento, a propsito de esttica:
un estudiante de arquitecto de Praga, conocido la vigilia, multiplica
sus anatemas contra algunos puentes de hierro lanzados audazmen-
te sobre el agua. Son siempre del mismo tipo: una larga viga rgida
y horadada, obra maestra de ligereza y de tcnica. Y como se
imagina la atmsfera de la oficina donde han sido calculados esos
hierros y tornillos, nuestro hombre no quiere concederle nada ms
que el desprecio. Nosotros defendemos la bella tcnica moderna y
decimos todo lo que le deben las artes, de expresiones plsticas
nuevas y de realizacin atrevidas y el campo esplndido que ofrece
al constructor liberado desde ese momento de los clsicos
mos. La Halle aux Machines de Pars, la estacin del Norte
como la de Hamburgo, los autos, los aeroplanos, los vapores y las
locomotoras nos parecen argumentos decisivos. Pero el amigo se
queda irritado; echa de menos la hoja de acanto y el Poseidn en
hierro fundido, sobre esas vigas largas que corren como un expreso
y no retienen el alma ni la estorban por ms tiempo.
En la noche alguien seal Belgrado. Y durante dos das
enteros, nos desilusionamos cun fuertemente, cun definiti-
vamente! cien veces ms incierta que Budapest! de
Oriente, la hormigueante de vida colorista
Uno de esos puentes es obra de
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ildeal campifia
tipicaKasan
Puertas Nohaceros Un
aAoshacia
. poblada de caballeros relumbrantes, cargados de condecoraciones,
portando un penacho fino y calzados con botas lacadas!
Capital irrisoria; peor: ciudad deshonesta, sucia, desorganiza-
da. Una situacin admirable, para ms seas, como Budapest. Enun lugar retirado, un museo etnogrfico exquisito, con tapices,
vestidos y... vasijas, hermosas vasijas serbias, de esas que iremos a
buscar en lo alto del Balcn, hacia Knajewatz. Se llega por un
pequeo ferrocarril belga, vertiginosamente inseguro, agarrado a lo
largo de la frontera blgara. Al lado mismo de esta via, en el
mismo barranco, se construye una nueva linea llamada "estratgi-
ca". Est expuesta directamente al tiroteo de los fusiles blgaros, y
suprimir en un ao la explotacin de la linea belga. El ingeniero
francs que nos lo cuenta, ocupado en la perforacin de un tnel,
lloraria ante semejante sinsentido.
Continuamos a pie y en carromato. la serbia!
Las carreteras huelen a manzanilla. Los trigales remueven la
llanura y adems, sobre los altiplanos, los cultivos infinitos de maiz
dibujan sobre el negro-violeta de las tierras, un arabesco expansivo,indolente y cargado de lasitud. El cementerio de Negotine es una
muestra. Ya hablaremos tambin de cementerios, pero
aguardemos Estanbul.
Es una broma el desfile de -una balandronada de palabras
sonoras. Un amigo me escribia en Berlin este invierno: "y eso no
vali ms, a pesar de que el cielo ennegreciera y se llenara de
rayos".
de Hierro! os encontramos, o mejor, no supimos
revivir! dique moderno y enteramente fallido os
supone el estigma flagrante del filisteismo de un tcnico desalmado
Esta impresin data de 1910. Yo tenla 23 La Serbia estaba entonces
sojuzgada por los Habsburgo desde mucho. La rebelin estall en Sarajevo
(junio 1914) y desencaden la Gran Guerra del 14-18.
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evocado-
Antess61o
ciele l.encava
ro
Negoti-
tan
y para siempre habis sido privados del privilegio de ser
ras! Trajano ha escarbado un poquito vuestras rocas y tallado -eso
s- una inscripcin muy bella. Y saliendo de all el Danubio fue
enteramente otro: violento, oscuro, agitado. Es Bulgaria. Cara a
cara con las dunas tambin; desnudas y pardas, o bien la llanura
inundada: es Rumania. El silencio y la soledad se obstinan en
torno a este alma trgica removida por la marejada. el codo
de Belgrado, era tan sereno, tan azul! Ahora grupas
redondas y a veces derrumbadas, de tierra amarilla que un csped,
lugar a lugar, intenta recubrir. Ni un rbol, ni un arbolillo: la
aridez en toda su grandeza. Nada de casas. El nico signo de vida
es el reventarse atormentado del ro que retumba, esta maana,
erizado de crestas de espuma, de las orillas austeras y mudas. Un
montecillo de repente, se mueve y se derrumba. Pensamos en
algn sbito alud, en algn deslizamiento de la arena tostada:
-son- unas ovejas en grandes rebaos que un pastor -punto negro
sobre el conduce delante de En algn oasis, en la falda
de dos o tres dunas opuestas, se un pueblo. Tejados
violceos y fachadas frescamente repintadas, desaparecen bajo las
acacias. Es el decimocuarto da desde Viena; por la tarde habremos
llegado a Bucarest. Ya no veremos ms el gran nuestro nuevo
amigo. Lo atravesaremos durante algunos minutos, dentro de ocho
das, para pasar a Bulgaria y, apuntando sobre el paso del Schipka,
resueltamente hacia el Oriente. Nos habamos detenido en
ne, Serbia, en el patio de un albergue, cercado por paredes blancas
y cubierto por un emparrado. La sombra es verde sobre los mante-les. Por doquier el sol de mediodfa tuesta la llanura. Una treintena
de invitados, burgueses de pequea ciudad perdida, celebran una
boda y observan una calma tediosa. Algunos habladores empeder-
nidos intentan de vez en cuando un brindis sin inspiracin. Un
hombre gordo y sanguneo arenga no obstante con virulencia y
hace rodar unos ojos furibundos hasta que la aprobacin se expresa
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ahi
dfcilmente
ritmicas
habamos ros
l
s610
con ruidos diversos y de circunstancias. Pero se encuentran
unos zingaros, diez o quince hombres, agrupados en la cabecera de
la mesa. Juegan y cantan casi sin cesar, una extraa msica.
Nuestros odos se habitan a esas asonancias y ritmosnuevos; la educacin musical occidental se restringe demasiado a
nuestras propias creaciones; y an as los conciertos no nos las
revelan sino muy poco -un trmino medio adquirido, de buen
tono-, nada demasiado nuevo ni nada tampoco de la msica de
antao.
Sin embargo, el patio se va llenando de sonidos, y algunos
cuartos de hora ms tarde, ya me encuentro cautivado por entero,y entusiasmado. Mis recuerdos de la "Capilla rusa", se reavivan.
Ahi habia habido combinaciones nuevas, infinitamente ms deco-
rativas -poderosas como las sopranos sobreagudas, coros de
mujeres y voces de solo, y corales de nios-. Hay tambin aqu
timbres nuevos, no a causa de sus instrumentos parecidos a los
nuestros, sino de sus combinaciones y armnicas. Y
adems, es un simbolismo musical que ignoramos, imposible entrenosotros, en nuestro periodo de individualismo. Asi como gracias
a los Slavianski de Agreneff sentido los inmensos y
lentos, cmo rodaban sobre las estepas ilimitadas, asimismo oigo
en Negotine la voz del dios que hubiera venerado en mi barca: el
gran Danubio y la "puszta" que lo besa, el dominador sereno. O
mejor, son los himnos a ese dios, los suspiros, las languideces y los
sobresaltos violentos de su pueblo acampado en estas tierras
inmensas, los que empujan a la movilidad, al vagabundeo sin fin, a
la celosa libertad, extremosa, integral -y que despierta en cada
alma el sentimiento de una gran dignidad. Un pueblo canta,
acurrucado cerca de las cenizas de un hogar en los rosados
atardeceres, verdes y azules y se entrega, al alma ardiente que la
agita. Y esta llanura, estas estepas y estas flores, que despier-
tan el sentimiento de las cosas sin permitir su percepcin, no
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sueAo.zngaros.
o
pim cati
aqu ro
HaendelXVIII
religadoda
rorub
verterse
podan expresarse ms que con la msica, arte de subjetividad y de
Nuestro Bello Danubio se deifica en el canto y el juego de
los La forma es la de una "csardaz" hngara -violines,
cellos y contrabajos, pero ningn diablico cmbalo. El jefe, de
pie, bardo popular, canta el canto de su pueblo. Inventa unos
grupos, siguiendo la emocin que le embarga; los elementos son
seculares. Nada fijado de antemano. Dice su credo, y los dems se
lamentan o quedan pasmados, o estallan en gritos, fieles a su
pensamiento. La voz en solo cuenta un pensamiento dulce la
cuerda de mi sola. De repente, el bloque se quebranta, y surge un
cubo de msica; todas las voces salen al unsono y los instrumentos
adornan el fondo, de o de arabescos en serpentina. El
bardo recita un nuevo pensamiento que conmueve la "csardaz"; y
todos aplastan sus llantos en las cuerdas oscuras. El bardo canta
solo, un sueo de esperanza; y la alegra surge como una torre
formidable rodeada de resplandores de acero, de tintineo de armas
bajo el sol glorioso... Pero he que el gran se desborda; la
voz grave sacude con estremecimientos las gruesas cuerdas de los
contrabajos; mientras que una voz solista sube como una elega, la
noche cae del todo azul; la horizontal infranqueable separa al
tiempo que los une, a lo lejos, la tierra murmulleante y el cielo
iluminado de estrellas... Slo el bardo queda de pie. Todo termina
sobre una geometra grandiosa. Bach y han alcanzado las
mismas alturas, y tambin los italianos del siglo Los
himnos han sido como grandes cuadrados dispuestos como torres.
Y los han almenadas por donde corra unanterior, por la maana, habiamos
veintisis torres cuadradas flanqueando un
de los frascos que se vacan en el patio
del albergue es exquisito y proviene de las cepas bordelesas
tratadas sobre la colina por unos especialistas franceses. Tambin
artistas, estos viticultores que permiten al hombre en el
murallasarabesco. Precisamente el
visto a la orilla del
gran muro recto. El
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Peros610
Para
dia o
aquQuisiera
quisiera
Ahro
penetrara
iY
estmago esos rincones de paraso entero; cosa que hace, bien es
verdad, divagar un poco y andar de travs. a fin de cuentas
los animales caminan siempre derecho y no salen nunca del
camino! esos dos que se casan, no se toca msica del MoulinRouge. Bravo! Pero esos que los rodean (parientes, amigos)
fastidiosos o indiscretos tienen ellos mismos, me parece, el senti-
miento de su inutilidad en este lugar. Utilizan mucho del rub de
los frascos para sacudir su malestar; quieren sentirse alegres en un
calificado "de fiesta" hundirse en un aturdimiento tranquili-
zador. Yo he bebido tambin mi parte del vinito de Negotine. Y,
perdido en alguna quimera, siento que un drama siquico une esos
seis seres-
un hombre, una mujer, dos madres, dos padres-
en ese
patio donde los zngaros dejan hablar a la raza, el gran pueblo de
los muertos a travs de las canciones seculares. Los zngaros elevan
para los esposos sus voces pesadas de pensamientos; y su msica
cava una fosa ante los fastidiosos que han sentado a la mesa
unas costumbres ridculas. que se fueran al diablo, esos
inoportunos! Quisiera ver esas dos madres a quien se quita un hijo
y una hija, y esos dos padres quienes, como en tiempos de los
patriarcas, cierran una alianza y unen sus troncos, y esos esposos
que van a recibir la ltima ofrenda verlos sin que
hablaran, comiendo unos platos ligeros, evitando las asechanzas de
los vinos socarrones, sentados en un cuarto blanco con paredes
desnudas. se elevaria la melopea de la inmensa llanura
proclamando la inmutabilidad, y la voz del diciendo el eterno
movimiento. Las grandes estrofas llenaran la blanca y desnuda
habitacin, y la sabia de la raza la sensibilidad de los
corazones. Cuando se hubiera resuelto el dibujo de las lneas
meldicas, quisiera ver a las dos madres marcharse uniendo sus
ldgrimas de gozo y las ldgrimas de la aoranza, y a los dos padres,
citando el pasado, hablar del porvenir. yo quisiera que se
quedaran solos en la sala blanca y desnuda, esos dos seres que, a lo
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d slargo de los pasados y futuros, no contarn en absoluto unsolo minuto equivalente a este!
Auguste segua extrayendo el rub de los pequeos frascos.
Pero, cosa rara, no pudo soportarlo, y por la tarde se sintienfermo.
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dfa
SENORANo
habfaatavfos,
habfan iqu
Me
Pero Exactamente : Dom-nikos
BUCAREST
(Carta a una dama que me cont un su admiracin por Carmen
Sylva, reina de Rumania.)
recuerdo ni dnde era, ni cundo! Pero ciertamente
Carmen Sylva acababa de publicar un exquisito libro, y "los
Anales" habfan dado el retrato de la reina-poetisa, y usted se
conmovido por la simplicidad de sus por la fineza de sus
cabellos grises y de sus bondadosos ojos acogedores. Y "Los
Anales" proclamado, alma de artista arda detrs de ese
modesto cuadro!
Pero aquf me tiene a punto de demoler su dolo, seora,
iporque he visto el palacio donde ella fulgura! concederis,
verdad, que los muros de una morada reflejan al alma que la habita,
y, considerando que yo no juzgo ms que por lo que me muestran
mis ojos, despus de haberme ledo, me perdonar!
de hecho, usted conoce el Greco!
Theokopoulos. Un resucitado de tres o cuatro aios. El
milagro tuvo lugar en el Saln de Otoo de 1908. Y fue una gran
alegrfa para los enamorados del arte esa exposicin retrospectiva y
rehabilitatoria. El Greco, era para los historiadores del arte,
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Grecohaba
X X
habianManet.Dios mo En
iEsteQu
reavivan
ahf banales.
re
obstinados en los Murillo, Zurbarn, y los Velzquez, un incidente
cronolgico apenas sealado. Ante el maestro, los escuderos
antedichos habian levantado la cabeza descaradamente durante
trescientos aos. no obstante, Czanne est ya muerto! yCzanne fue uno de los que ms am al y extrajo el
modernismo que este precursor inscrito en sus telas desde
hace 300 aos. Era verdad que los grandes salones de pintura de la
segunda mitad del siglo cerraron resueltamente, y todos los
aos, sus puertas al genial Czanne. Le falt a este "honrado"
morir escarnecido por la muchedumbre... Pero gran sacerdote, en
verdad, del santuario cuyos fieles nacido de Courbet y
esta ocasin, la muchedumbre de Pars no hizo
otra cosa que la de cualquier otra parte! Fue, como a menudo, la
expresin de ese slido sentido comn que consagra la mediocri-
dad y se rebela instintivamente contra los esfuerzos nuevos.
gento de Paris! feliz seria al proscribir a esos poetas, pintores
y escultores, esos msicos que, en medio de la ingratitud,el gran hogar del arte! Romain Rolland ha escrito un libro entero
para revelar a Paris su fuerza, e introducir a la muchedumbre en
casa. Sobre la parte delantera del lugar, sin embargo -en la
avenida de los nuevos ricos, la multitud sobre el empavesado va a
empacharse de literarismo pictrico en los dos salones oficiales.
Ante sus ojos, cada ao, diez mil telas frescas excitan su curiosidad
boba donde revolotean a placer las musas En el saln
de Otoo, en los Independientes -campos de batalla en otro
tiempo picos-, la multitud se va a hacer cabriolas y a desternillar-
se: se cree en el circo. Se ... iporque constata la idiotez
insoportable de aquellos a quienes sus hijos admiran!...
Y dicho todo eso, con una inmodestia descarada, comprender,
seora, cunto crea en la excelencia de Carmen Sylva, puesto que,
franqueando el umbral de su morada iba a encontrar ocho cuadros
-
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ToledoToledo.
Sinaiabibeiots
aqu
y
de El Greco colgados en las paredes de sus habitaciones y de su
sala de msica.
No voy a fatigarla con la descripcin de esos cuadros pero
intentar, a fin de permanecer en el tema, hablarle.de sus cuadros.De aquellos de donde emergen esos colores nacidos como de
Czanne, esa ordenacin agitada y ese dibujo extrao, esas formas
y esas manchas desconcertantes aristocratismo espaol trascen-
dente, filtrado a travs de una sangre helnica, sensualidad gran-
diosa de misticismo catlico en carnes enfebrecidas. Por otra parte
es en tiempos de Felipe el Catlico, y esos cuadros, son
son El Escorial. No se concibe el Greco sin esa epoca y sin esas
arquitecturas. Los tiempos han pasado; queda Morena roja
cuyas piedras son casas; derrumbamiento en cascada en los flancos
de una roca erigida sobre un altiplano rojo bordeado de montes
negro-azul o gris-ceniza. Una