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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA EXPERIMENTAL LIBERTADOR INSTITUTO PEDAGÓGICO DE MATURÍN “PROF. ANTONIO LIRA ALCALÁ” LECTURA Y FORMACIÓN DE SÍ Trabajo de Tesis presentado como requisito parcial para optar al Grado de Doctora en Educación Autora: Maira Solé Tutor: Celso Medina Maturín, enero de 2014

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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA EXPERIMENTAL LIBERTADOR

INSTITUTO PEDAGÓGICO DE MATURÍN “PROF. ANTONIO LIRA ALCALÁ”

LECTURA Y FORMACIÓN DE SÍ

Trabajo de Tesis presentado como requisito parcial para optar

al Grado de Doctora en Educación

Autora: Maira Solé

Tutor: Celso Medina

Maturín, enero de 2014

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APROBACIÓN DEL TUTOR

En mi carácter de Tutor de la Tesis presentada por la ciudadana Maira Solé para optar

al Grado de Doctora en Educación, considero que dicho Trabajo de Tesis reúne los

requisitos y méritos suficientes para ser sometido a la presentación pública y

evaluación por parte del jurado examinador que se designe.

En la Ciudad de Maturín, a los siete días del mes de enero de 2014.

_________________________________________

Celso Medina

C.I. 4183404

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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA EXPERIMENTAL LIBERTADOR

INSTITUTO PEDAGÓGICO DE MATURÍN

“PROF. ANTONIO LIRA ALCALÁ”

LECTURA Y FORMACIÓN DE SÍ

Por: Maira Solé

Tesis Doctoral aprobada en nombre de la Universidad Pedagógica Experimental

Libertador, por el siguiente jurado en la ciudad de Maturín, a los seis días del mes de

junio de 2014.

Dra. Ana Julia Mota Dra. Yanitza Ramírez

C.I. 5.689.579 C.I. 9.863.966

Dra. Yusmilys Gallardo Dr. Nelson Caraballo

C.I. 11.774.663 C.I. 9.286-619

Dra. Celso Medina

C.I. 4.183.404

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DEDICATORIA

Al único ser hacedor de imposibles: JESUCRISTO

A mis tres motivos de vida terrenal: Leonardo, David y Daniel

A mi gran familia de Pacto, sus manos alzadas lo hicieron posible.

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AGRADECIMIENTO

A mis primeros amigos de la vida Odalis y Reina, su intensidad se hace más fuerte en

mí cada día.

A mis hermanas Marlene y Marianella, son una fortaleza espiritual impresionante.

Al Dr. Celso Medina por activar en mí capacidades insospechables.

Al Dr. Luis Rafael Peñalver Bermúdez, por animarme y apoyarme en este viaje de

formación.

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INDICE GENERAL

RESUMEN ................................................................................................................. viii

INTRODUCCIÓN ........................................................................................................ 1

CAPÍTULO I ................................................................................................................. 5

LECTURA: CAMPO DE POSIBILIDADES ............................................................... 5

La Lectura: Escenario de Indagaciones......................................................................... 6

Los Ámbitos para la Crítica Teórica ........................................................................... 10

La Lectura: Término de Transiciones ..................................................................... 11

La Formación: Explosión de Sentidos .................................................................... 13

Lectura y Formación: Hurgando y Comentando ......................................................... 15

Gadamer y Ricoeur: La Hermenéutica como Opción Epistémica .............................. 19

CAPÍTULO II ............................................................................................................. 21

LECTURA, HISTORIA Y PRÁCTICAS ................................................................... 21

Historicidad de la Lectura ........................................................................................... 24

Ayer y Hoy de la Noción de Lectura: Una Ventana, Muchas Miradas. ................. 25

En Atención a la Incompletud Lectora.................................................................... 34

Destejer y Mirar: El Dispositivo ................................................................................. 36

Lineamientos Fundamentales.................................................................................. 37

El Dispositivo y sus Dimensiones ........................................................................... 38

El Dispositivo Lectorial .............................................................................................. 44

Disciplinando al Cuerpo del Lector ........................................................................ 46

Ritualización de la Lectura ..................................................................................... 50

El Texto Escolar. Una Huella Disciplinar .............................................................. 52

CAPÍTULO III ............................................................................................................ 58

LECTURA Y FORMACIÓN ..................................................................................... 58

La Lectura en Clave de Resonancia Pedagógica......................................................... 66

La Formación Como Finalidad ................................................................................... 69

Formación y Lectura. ¿Dos Vertientes en una Trama? ............................................... 70

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La Paideia y el Areté ............................................................................................... 71

Institución de Exigencias ............................................................................................ 78

Una Utopía Pedagógica. Entre la Normatividad y la Normalidad ........................ 80

Formando al Lector que se es ..................................................................................... 85

Lector, Texto y Formación .......................................................................................... 88

CAPÍTULO IV ............................................................................................................ 91

LECTURA Y FORMACIÓN DE SÍ .......................................................................... 91

Repensando la Lectura Desde la Formación de Sí ...................................................... 97

Formación de Sí .......................................................................................................... 99

El Cuidado de Sí ................................................................................................... 103

La Explosión de la Bildungsroman ........................................................................... 107

Albores de la Bildungsroman ................................................................................ 107

Lectura y Formación de Sí: El Desafío ..................................................................... 111

Post-Scriptum: Las Aventuras de JP .................................................................... 115

CONCLUSIONES .................................................................................................... 119

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS ...................................................................... 125

CURRICULUM VITAE ........................................................................................... 133

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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA EXPERIMENTAL LIBERTADOR

INSTITUTO PEDAGÓGICO DE MATURÍN “PROF. ANTONIO LIRA ALCALÁ”

SUBDIRECCIÓN DE INVESTIGACIÓN Y POSTGRADO

Doctorado en Educación

LECTURA Y FORMACIÓN DE SÍ

Autora: Maira Solé

Tutor: Celso Medina

Fecha: Enero, 2014

RESUMEN

El presente trabajo tiene como tema central la lectura y la formación de sí. La lectura

concebida como acto íntimo del hombre consigo mismo, creyendo que esta puede

contribuir en su proceso autoformativo, el cual está en constante transformación. En

ese sentido las actuales teorías de lectura y formación han dado poca cabida a la

subjetivación per se del hombre lector y por el contrario se ha privilegiado la

educación singular bajo la política regulada por los dispositivos pedagógicos. Por

tanto, el propósito del estudio es plantear un desafío hacia una lectura de carácter

íntimo. Con la intención de vislumbrar un horizonte que permita interpretar la lectura

y la formación de sí giramos la mirada hacia la hermenéutica ontológica o filosófica

bajo los postulados de Hans Gadamer y Paul Ricoeur, debido a que esta metódica

acepta el ejercicio interpretativo y la historicidad de los eventos con resonancia

genealógica, lo que permite dar cuenta de los fenómenos sociales expuestos. Esta

acción posibilita la reflexión desde la formación (bildung). Esta perspectiva formativa

muestra un desafío a través del cual el hombre es él mismo por medio de la lectura.

En tal sentido optamos por la bildungsroman como posibilidad de representación de

la formación íntima, donde el hombre narra sus disímiles travesías de vida y así mirar

su alteridad y otredad circundante.

Descriptores: lectura, formación (bildung), hermenéutica, bildungsroman.

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INTRODUCCIÓN

La temática de esta investigación está orientada a discutir la formación de sí

del hombre desde la lectura. A lo largo de los años el lector recorre extensos caminos

y al reflexionar en torno a ello podemos evidenciar diversos desplazamientos, como

el enseñar y aprender a leer y el leer para la vida, entre otros. Incluso, buena parte de

la literatura existente le atribuyen el éxito o fracaso del lector al hecho del paradigma

bajo el cual fueron instruidos. De esa manera cada individuo desde su cosmovisión

asume su formación de lectura. Así inicia una lectura única de otro y el lector

permanece en silencio. Este cúmulo de situaciones constituye capas teóricas, que

responden a disímiles políticas educativas. Ello impide escuchar al hombre que lee el

texto, no sabemos nada de él por tanto sigue anónimo.

Deslastrar a la lectura de toda esta ritualización implica levantar ese manto

teórico–metodológico bajo la cual ha estado por décadas. Un trabajo que amerita de

lectura profunda y perseverante, pero que contribuirá a la lectura otra que estamos

desafiando. Y para ello es menester desligarnos de las plataformas disciplinares y

hacernos replanteos partiendo de interrogantes sencillas: por qué y para qué leo, qué

beneficio trae a mi vida ese texto, cuáles son las razones por las cuales me enseñaron

a leer: imposición, control, necesidad, requisitos curriculares u otros. Sea cual fuese

la respuesta hay incertidumbre de por medio. Más aún cuando se ha pasado (según los

cánones imperantes) de ser un lector principiante a un lector experimentado. Pero

¿cómo se llega a formar y ser el lector que se es? esta es la pregunta que sintetiza el

propósito primario de la investigación.

Para el abordaje teórico del estudio iniciamos con una revisión referencial de

autores que aportan datos sustanciales en el ámbito de la lectura entre ellos: Larrosa

(2002), Chartier (2004), Narodowski (2008), Madriz (2006), Valera Villegas (2001,

2006), Téllez (2000), Escudero (2007/2008) entre otros.

Para establecer nexos con los nudos problematizadores fue necesario consultar

autores como: Foucault (1999), Deleuze (1999), Gadamer (1990), Ricoeur (1996),

Heidegger (1969), Nietzsche (2000), Vilanou (2002), entre otros.

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El umbral epistemológico está fundamentado en la hermenéutica filosófica u

ontológica, para ello hemos considerado los postulados de Hans Gadamer y Paul

Ricoeur. Esta metódica permite, desde la explicación y argumentación, la acción

interpretativa de los hechos teóricos y la reflexión sobre estos. La visión gadameriana

es el horizonte que nos permitirá conocer y comprender, por medio del giro

ontológico y lingüístico, la existencia del individuo. Mientras que los sustentos

hermenéuticos de Ricoeur asentirán la comprensión de las diversas manifestaciones

de la identidad humana que incitan al individuo a encontrarse consigo mismo.

En consecuencia la investigación demuestra su importancia al plantear desde

otro horizonte la lectura, ocupándonos más del sujeto que lee y de la formación

exhibida por él.

La estructura capitular que hemos asumido en la investigación no está sujeta a

un modelo interpretativo que relata datos dichos. El interés más bien es distinto,

puesto que el itinerario va en otra dirección, la de la formación de sí del hombre, que

puede considerarse como una alternativa que permita otros estilos de pensar y

significar la lectura. Para ello asumimos la disposición siguiente:

El Capítulo I titulado Lectura: Campo de posibilidades, está conformado por

tres secciones en las que se abordará lo concerniente al planteamiento del problema

de investigación, propósitos y justificación. Seguidamente los ámbitos de discusión

teórica que reportarán autores y temas fundamento del estudio como las transiciones

que ha tenido el concepto de lectura en los últimos tiempos, la noción de formación

(la existente y la asumida), y los historiales investigativos registrarán hechos

específicos para desarrollar en los capítulos posteriores.

El Capítulo II Lectura, historia y prácticas posee tres secciones: Historicidad

de la lectura, destejer y mirar: el dispositivo y el dispositivo lectorial. El capítulo

tiene como propósito asumir postura frente a la lectura desde una mirada genealógica,

la razón de acuerdo a Foucault (1980) es: “no trazar una curva lenta de una evolución,

sino rencontrar las diferentes escenas en las que ha jugado diferentes papeles” (p.8).

Es decir que el interés es la singularidad del hecho lectoral, con la mira puesta en

asuntos inadvertidos o de escasa historia –el cuerpo del lector, el texto único, ritos de

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lectura, etc.–, sin pensarlos como una relatoría tipo curva lenta, sino ver el desarrollo

de la lectura en escenarios diversos. Por tanto la genealogía es un enfoque

investigativo que permitirá avanzar sin máscaras ante los episodios históricos que han

sido contados como verdades absolutas.

En la primera sección Historicidad de la lectura se pretende revisar

acontecimientos relevantes de la lectura con el propósito genealógico de discernir las

verdades y rituales que han prevalecido en el tiempo, pero sin ningún rigor lineal.

Destejer y mirar: el dispositivo es la segunda sección, apoyada en los principios

genealógicos de Foucault, ofrece la posibilidad de indagar y reconocer el dispositivo

con el fin de establecer su constitución, caracterización y pensamiento y así tener un

soporte teórico que permita emprender la tercera sección El dispositivo lectorial,

cuyo objetivo es hacer un corte meticuloso de la lectura en su momento actual para

divisar las diferentes líneas de fuga, de subjetivación y otras que contribuyan a la

reescritura y resignificación de la lectura. Esa cisura nos permitirá enfocar de cerca el

texto escolar, el cuerpo del lector y rituales que existen alrededor de la práctica

lectora.

El Capítulo III Lectura y formación, pretende comprender los orígenes, las

urgencias teóricas y las líneas de fuga y fisura con el fin de apreciar los diferentes

movimientos (desplazamientos, sacudidas) que han sucedido en torno a la lectura y

explicarnos las razones de su permanencia en el tiempo. Debido a la amplitud de la

tarea genealógica estructuramos el capítulo en seis apartados. El apartado de inicio La

lectura en clave de resonancia pedagógica invita a analizar y escuchar el eco

pedagógico que ha envuelto a la lectura. Una resonancia llena de estrategias,

formulismos y planes. En la sección siguiente, La formación como finalidad se

expone, como bien comenta Larrosa, que la formación no es un hecho lineal ni

acumulativo, es más un acontecimiento disímil y en constante dinamismo. Es quizás

una autoformación la que está floreciendo en la investigación. La tercera sección,

Formación y lectura ¿Dos vertientes en una trama? es el acercamiento que permitirá

hermanar o vincular a la lectura y la formación de sí (vertientes). Para ello revisamos

los orígenes de la formación en la Grecia Clásica (paideia y areté) para finalmente

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desembocar en la bildung, formación que será una especie de puente para ver

claramente la trama o tejido que se está fundando. Institución de exigencias es la

cuarta sección y en ella observamos detenidamente a la escuela desde sus actores y

prácticas con la finalidad de interpretar el desarrollo de este espacio, formador por

excelencia. La sección siguiente Formando al lector que se es, dedicada al diálogo

teórico entre la formación escolarizada y la formación de sí del individuo, la misma

servirá para autointerrogarnos ¿cómo llegamos a ser los lectores que somos?

Culminamos con la sección Lector, texto y formación, donde se plantean

posibilidades de abordar la lectura, ya que lector, texto y formación son otros.

El Capítulo IV Lectura y formación de sí, plasma el cierre de este escrito pero

el inicio del diálogo, el debate y la reconstrucción. Aquí el campo de posibilidades

del comienzo se intensifica más, de allí que en los siguientes apartados: Repensando

la lectura desde la bildung, Formación de sí, La explosión de la bildungsroman y

Lectura y formación de sí: El desafío, intentamos emprender una posibilidad en vista

de la emergencia expuesta, que en líneas generales enuncian una línea íntima del ser

humano.

La finalidad del contenido antes expuesto, es intentar construir una teoría de

lectura desde la formación de sí del individuo, partiendo de un horizonte

epistemológico y hermenéutico que contribuya a la interpretación de las relaciones

lector-texto desde una perspectiva diferente.

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CAPÍTULO I

LECTURA: CAMPO DE POSIBILIDADES

“Qué cosa sea leer, y cómo tiene lugar la lectura, me

parece una de las cosas más oscuras”

Gadamer, 1998

El presente capítulo representa el inicio del recorrido de las posibilidades, de

allí que su propósito es presentar las vías de entradas posibles para el estudio de la

lectura. Así pondremos en el escenario no una sola cara del acto lectural, lo cual

reseñaremos en las indagaciones, sino que la autora misma es interpelada al ver la

multiplicidad de retos poco mencionados pero de igual tenor y rigor teórico que los

más discutidos habitualmente. Para ello vamos con incertidumbre e inquietud, ante la

sospecha de que pueda existir una lectura (otra); es decir aquella lectura donde

seamos nosotros mismos.

Una lectura posible desde ti y desde nosotros es una lectura que revelará

incongruencias y desatinos pero también nos pondrá frente a las decisiones que aún

podemos tomar como lectores del mundo y de las circunstancias. Pensando pues en

que existen otras miradas que trascienden y transforman la uniformidad vivida y

estudiada hasta ahora.

Al irrumpir el campo de la lectura apreciamos una asociación, casi mecánica,

de ella con la escuela. La lectura apegada a los cánones de la pedagogía y al orden

reglamentario de la modernidad, aquella que nos ha dado un campo no posible, sino

más bien único y reducido. Esta situación acrecienta nuestra inquietud al

aproximarnos al campo de verdades que soportan la lectura fundada en la

modernidad, a partir de los diversos juegos de saber–poder que la bordean y que

reposan desde hace tiempos como especie de impulsores de la lectura.

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Resulta entonces que abrir el campo de las posibilidades para la lectura es

encontrarnos con el recinto escolar y sus dimensiones junto a ella: la instruccional y

la reguladora. Esto significa que por un lado tendremos el mensaje didáctico,

evaluativo y curricular y por el otro lo referente a la normativa y al control escolar.

Foucault (1995) señala que esta situación responde a la producción de un

determinado discurso teórico:

Dicha producción está “controlada, seleccionada y redistribuida por un cierto

número de procedimientos que tienen por función conjurar los poderes y peligros, y

dominar el acontecimiento aleatorio y esquivar su pesada y temible materialidad”

(p.74).

A continuación apreciemos algunas situaciones –o peligros–, que debemos

considerar al asumir otras miradas del lector y su lectura. Éstas servirán para delinear

la senda que la lectura y la formación han tenido, es decir, las transiciones teóricas y

conceptuales hasta ahora existentes.

La Lectura: Escenario de Indagaciones

La lectura es un hecho sustancial en la formación del individuo, pues constituye

parte de su huella antropológica. La lectura impulsa al hombre hacia el colectivo, en

las relaciones con sus semejantes y consigo mismo, mediante la acción dialógica y

socializante responsable de los que comparten el desarrollo de su andar común.

No es de extrañar que a la lectura se le haya dedicado buena parte del tiempo en

grandes debates e inagotables discusiones. La mayor parte de estas acciones han

quedado sumergidas en abultados planes y proyectos, a los que el desánimo y los

imprósperos resultados los cobijan; retornando al tiempo a los mismos esquemas

tradicionales, donde se resume la tarea en un supuesto enseñar y aprender a leer.

Otros análisis, de carácter más axiomáticos, asumen que lea el que quiera y el que

pueda, en el mejor de los casos.

Esta realidad hace más complejo el tema de la lectura y deja en el tapete

interrogantes como las siguientes: ¿Qué ha pasado realmente con la formación del

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lector, por qué hablar de lectura genera presiones en diferentes sectores sociales,

políticos y educativos? ¿ha dejado de ser un hecho interesante para convertirse en un

proceso agotador, disciplinar y tedioso? o ¿puede el individuo llegar a formarse y

transformarse por medio de la lectura?

Investigar sobre el tema se ha convertido en el reporte de interminables listas de

deficiencias lectoras de alumnos y de maestros donde se reflejan estadísticas nada

alentadoras sobre niveles de lectura ideal e inalcanzable a la vez, tal como lo refieren

Morles (1994; 1997); Becerra, Álvarez y Domínguez, (1993) y Ministerio de

Educación (1993). Una cuadrícula en la que el número sustituye al analfabeto, al que

llegó tarde para dar la lección del día o al que se memorizó o “caletreó” el concepto

pero no sabe lo que significa –aunque sabe leer–, pues para él es solo eso, algo que le

dieron para repetirlo sin saltarse una sola palabra. Equivocarse no está en la

planificación o en el proyecto.

Considerando estos hechos existen cantidad de análisis y propuestas, que por lo

general son irrealizables o de escasa duración. La lectura queda pues estática y

pasiva, contada como una actividad pedagógica más del aula, como un hecho

sacralizado, difícil y en momentos para élites.

La lectura, sostienen Mora y Mora (2006): “es constituida por un continuum,

que le permite al hombre construir y reconstruir sus cogniciones y sentimientos,

aspectos que se funden en una unidad, que conforma un ser complejo y total”.

(p.117). Entonces la lectura debería ayudarnos a responder las preguntas antes citadas

y otras que seguramente vendrán más adelante. La lectura es un acto constante que no

termina con el año escolar o con el semestre.

Cada individuo amplía su propia cosmovisión en la medida que lee. Cuando

leemos desde esta perspectiva dejamos a un lado la visión obtusa y simplista de la

misma. Es entonces cuando el hombre que lee toma como suyo ese acto y siente que

le pertenece pues se identifica con él ya que habla de él mismo. Si tomamos la

palabra de Foucault la lectura dentro de la producción pedagógica debería permitirle

al alumno encontrarse con él y con los otros. Pero la premisa es la lectura erudita y

acrítica esa que nos lleva al hastío. Nos pasa como a Nietzsche quien llega a repudiar

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a los eruditos con sus fórmulas prescritas de la bibliofarmacia apuntada por Larrosa;

acallando al lector de/para la vida, al lector crítico aquel que lee su vida con sus

historias filosóficas inagotables.

Hay que dar la palabra al lector que llegará a ser y será. Mientras demos

recetas ajenas y vencidas, el texto será un tropiezo. El por qué, Nietzsche (1994:33)

lo representa en los términos siguientes: “para alcanzar el conocimiento hay que ir

tropezando con palabras que se han vuelto duras y eternas como piedras y es más

fácil romperse una pierna al tropezar con ellas que destruir una de esas palabras.”

Pero al intentar responder a las interrogantes que hemos venido planteando,

suponemos también que la formación que tenemos no ha respondido a la necesidad

del lector ¿por qué?; usaremos para orientar e intentar responder un argumento de

Larrosa (2000) referente a la activación de un dispositivo pedagógico:

Lo que yo he analizado han sido los dispositivos de control de la lectura.

Con ello se trata de mostrar el funcionamiento de todos esos mecanismos

que fijan el significado y nos dan el texto ya leído de antemano. Y

también de todos esos mecanismos que hacen que el lector encuentre en

el texto sólo la proyección de lo que ya sabe (leer) o de lo que ya quiere

(leer) (…) (p. 143).

Aunque nos extenderemos en el capítulo siguiente en el tema de los

dispositivos, es menester dejar en el tapete que la escuela y sus dispositivos de

control pedagógico han encerrado a la lectura dentro de una fortaleza, la cual ha

desvirtuado la formación del individuo, colocando a la lectura en una zona de

supervivencia en los espacios educativos. Tenemos una lectura reflejo de la

maquinaria de producción social del país que responde a lo solicitado y a lo prescrito.

La lectura representa en sí misma la activación del pensamiento crítico–

reflexivo del individuo en formación, es posible que la tarea de enseñar a leer se esté

cumpliendo pero no la de pensar, la cual se aviva cuando el hombre piensa sobre sí

mismo y no al descifrar o comprender exclusivamente.

Nos han dado un texto de otro, lleno de creencias y costumbres ajenas. Valera

(2001:02) refiere que: “(…) la tarea se ha enfocado en la escuela a la normalización u

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homogenización, implantación de valores dominantes y el entrenamiento y vigilancia

disciplinaria para la sumisión y el mundo del trabajo”.

Si esto es así, los propósitos de la escuela en relación con la lectura, hablando

en términos pedagógicos, están incompletos. Puesto que se han encaminado a mostrar

su atuendo regulador disciplinar y limitante, el que por décadas ha venido

esterilizando su propio cuerpo, pensamiento y formación.

Vanas e infructuosas han sido las etiquetas colocadas, réplicas de ceremonias

escolares: Lees bien o mal, leer según el ritmo enciclopédico, etc. Pero dónde está la

lectura distinta más allá de lo asignado, la lectura que no es tarea, la lectura que

permite que seamos nosotros, la lectura que permite la crítica y brinda la oportunidad

de dialogar con el texto y con el pensamiento.

Lo antes descrito permite afirmar que no hay una lectura única de un texto, por

lo tanto siempre existirá más de una respuesta o reacción ante el mismo texto es decir

el texto es plural.

La lectura es formación, pero formación para la vida, ella tiene sentido en sí

misma y para su propio entorno. Mediante ella nos vemos reflejados pues nos habla

de la formación como personas. Es precisamente llegar a comprenderse(nos) como

individuo(s) desde una condición ontológica firme, reconociendo que el mismo lector

llega a ser un texto con diversas posibilidades interpretativas en una relación

dialógica y recíproca que lleva al sujeto a problematizarse con el mismo texto que lee

en una fusión de horizontes interpretativos.

Cuando se tiene el texto frente a los ojos, no solo se lee o se descifra, sino que

se activan todos los sentidos, pues ellos también lo están leyendo, es esa experiencia

de sí, ese momento de vida, la que impulsa el estudio.

Incluso Bajtín (1992), lo refería en su teoría al señalar que la escuela y sus

profesores deben estimular a los participantes para poder trascender a través de

herramientas de análisis que impulsen la crítica y la reflexión, evitando que éstos se

sientan atrapados por mecanismos estratégicos de regulación; pues así dónde quedaría

el acto imaginativo y creativo.

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La lectura es un evento que permite el crecimiento y la formación, la misma

puede llegar a transformar e incluso reconstruir la perspectiva de mundo y de hombre.

Lo que verdaderamente importa es el sentido, la esencia en que ese texto nos cambia

y perfila para el logro de tu (mi) propia formación.

En virtud de lo expuesto la investigación sostiene como título: Lectura y

formación de sí y tiene como propósitos:

1. Analizar los fundamentos epistemológicos, hermenéuticos y pedagógicos que

permiten la formación de sí del individuo.

2. Estudiar la lectura y la formación de sí de acuerdo a la visión de diferentes

autores.

3. Develar posibilidades de lectura para la formación de sí partiendo de otros

modos de pensamiento.

La investigación lleva en sí misma una intención reflexiva en relación al

abordaje de la lectura en clave formativa. No se trata de exponer una visión cerrada,

única o disciplinar; sino mostrar que la lectura es un hecho que va más allá de

nosotros mismos y que permite al hombre (re) crear (se) y transformarse.

La lectura es más que una información por leer o una especie de tarea

pendiente. Ella permite conocernos y reconocernos con nuestros aciertos y

desaciertos, encuentros y desencuentros; porque en ella estamos reflejados. Es allí

donde inscribimos este trabajo, en poder plantear una posibilidad de lectura que nos

determine hacia una genuina formación de sí y permita vernos como el lector que

somos y al que podemos llegar a ser.

Los Ámbitos para la Crítica Teórica

Los ámbitos de discusión teórica están representados en la información

referencial sobre el tema de la Lectura y la formación de sí. Su finalidad es tratar de

abrir un camino que pueda soportar la tarea investigativa. En ese andar

vislumbraremos categorías que pudiesen ser contrastadas, asumidas o rebatidas

posteriormente.

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La Lectura: Término de Transiciones

El proceso de lectura se ha efectuado por años de manera anquilosada, rutinaria

y estática: Basta recorrer las abultadas páginas de las reformas y propuestas

curriculares para evidenciar que la formación lectora en Venezuela se limita a la

formación de un repetidor o memorizador de informaciones y conceptos, que las

competencias exigidas han resultado para los lectores en cualquier nivel o modalidad

inalcanzables, presos en adjetivos que distan de la realidad tal como lo sostiene

Castillo (2005):

Es de destacar que la caracterización de este lector ideal al que aspira el

Sistema Educativo Venezolano, se acrisola por lo general en un adjetivo;

así, el lector como finalidad del Sistema Educativo Venezolano ha sido

denominado por los sujetos enunciadores –en este caso, los expertos que

tienen a su cargo el diseño de la normativa– sucesivamente como:

calificado, independiente, autónomo, crítico, creativo, entre otros. (p. 1).

Las transiciones del término lectura son diversas y depende de la intención que

se desee desarrollar son asumidas entre ellas las de orden transaccional,

psicosociolingüístico, estratégico, procesual entre otras abanderadas por autores de

trayectoria en el campo de la lectura como: Goodman (1982), Kinstch y van Dijk

(1978), Smith (1981), Ferreiro (1993), Solé. I (2002), por mencionar algunos. Estas

teorías han dejado lectores disciplinados, pero aún la formación de sí del individuo

con su texto que lo identifica no emerge.

El lector es formado para leer y descifrar los textos prescritos. Se lee porque

debe leerse y responder a algo llámese examen o informe, se lee el texto pero el

mundo del texto aún está distante. Es así como son formados lectores canónicos y

obedientes. Donde la lectura queda sumergida en mares curriculares, en objetivos a

desarrollar, en fin en logros triviales y superficiales que no responden a la formación

de sí del individuo. Esto hace de la lectura un proceso cuesta arriba y tedioso.

La lectura como señalábamos al inicio es un tema de discusión que toca las

entrañas más profundas de la escuela, porque significa discutir la práctica de los

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diversos actores, contextos y disciplinas. En ese sentido estudiarla resulta complejo,

puesto que para su interpretación hay diferentes líneas que deben valorarse.

La lectura para la formación de sí se inicia con la experiencia que los individuos

tienen consigo. Por tanto queremos asumir un recorrido distinto, que nos permita

mirar más allá del desciframiento. Un apropiarse y atreverse a experimentar la lectura

desde una visión libre, responsable y abierta.

La formación del hombre por medio de la lectura no intenta establecer clases o

categorías entre los lectores: alfabetizados o no, iniciados y no iniciados; los que van

o no a la biblioteca o establecer fórmulas o proyectos aplicables como réplicas a

cualquier individuo sin límite temporal. Pretendemos ir más allá del tiempo y del

espacio–escuela, hacia una nueva lectura no pedagogizada.

A pesar de que la lectura muestra experiencias ajenas lo que está allí narrado

constituye parte de la propia formación del ser con su propio cuidado, sintiéndose

identificado porque le habla de él y de su mundo, pero dando también la opción de no

identificarse y buscar en otro lugar en otro texto o atreverse y crear uno. Valera

Villegas y Madriz (2006), lo expresan en estos términos: “Quien decide leer un libro,

el lector, es el dueño de sí y de la lectura que realiza. Es del lector la decisión de abrir

un libro o cerrarlo, incluso tirarlo” (p. 26).

Si nos hemos enfocado en leer lo que te pasa o lo que le pasa a otros por siglos,

lo cual guarda en ocasiones poca relación con nosotros mismos, es entonces propicio

el momento para develar nuestras propias palabras, relaciones y diálogos. Ardua tarea

deconstructiva del dispositivo lector quien tiene ya una antigua data de instauración.

Leer para formarse va más allá de la comprensión e interpretación, es poder

identificarnos como lectores, crear un espacio reflexivo de intercambio lingüístico

social, político, histórico y cultural. Llegar a ser otro por medio de la lectura, es poder

asumirla como fundamento de formación y/o aprendizaje.

De allí que la perspectiva epistemológica para el abordaje de la lectura en este

trabajo es de orden filosófico, especialmente en la hermenéutica ontológica. En

primera instancia porque el interés es descubrir las situaciones más íntimas del

hombre y su lectura. Y en segundo orden porque dependiendo del lector y su mundo

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dependerá la interpretación y el diálogo que este sostenga con el texto. Esto hace de

la lectura un proceso dinámico, activo y productivo. En ese sentido Forte (2011)

señala que este acto humano de creación sucede por la estrecha correspondencia que

sostienen sus tres actores:

El Autor, que produce por medio del lenguaje un texto portador de

significado y con una determinada intención comunicativa. Tiene

existencia, al igual que el lector, como sujeto social y como sujeto

textual. El Texto, como señala Ricoeur en ¿Qué es un texto?, es “todo

discurso fijado por la escritura”. Es la unidad fundamental de la

comunicación verbal humana. (…). El Lector es quien construye

significado a partir del texto en ausencia del autor. Es un actor crucial en

el proceso lector, su labor, su actitud y su disposición frente al texto son

fundamentales en la lectura. (p. 2).

La lectura bajo esta visión filosófica no busca significados, ni tesis prescritas;

está cargada de preguntas y se detiene más bien en los asuntos vividos en el día a día,

en la interpretación, en la cual el sujeto va construyendo y reconstruyendo su propio

texto. Si bien el discurso del texto está fijado por medio de la letra escrita en esas

páginas, el lector sigilosamente busca algo en ese texto ofrecido y al tomarlo empieza

a transformarlo y al final es suyo, y tiene su sello y por supuesto ya no es el mismo

texto del principio.

La Formación: Explosión de Sentidos

Así como la lectura tiene multiplicidad de significaciones igual sucede con la

formación. De manera particular consideraremos la idea ofrecida por el

neohumanismo alemán de bildung (formación) pues ella permite que el verdadero ser

aflore y sea él mismo, sin llegar a presionar, excluir o coaccionar.

En ese sentido la bildung se presenta como una posibilidad de formación en la

cual nos mostramos sin apariencias y sin fingimientos. Por medio de la bildung no

repetimos lo que el otro quiere escuchar porque no hay complacencias, somos

nosotros. Una verdadera cultura de lectura que nace desde el individuo y se traslada a

su mundo. Debe haber algo que te pasa y nos pasa al leer un texto. Es ese cambio que

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experimentamos al leer de otro modo, desde de otra perspectiva. Esto es adentrarnos

más allá del texto áulico.

La idea de formación tiene más de un significado, de allí que es asociada con

libertad, cultura y espíritu. La misma historia la ha presentado como un instrumento

de culturización.

Para lograr la formación, a la cual nos referimos aquí, se hace necesario la

interacción, el encuentro, y la relación sujeto–objeto; puesto que son estrategias que

contribuyen a estrechar vínculos entre el individuo y el mundo espiritual, los valores

y los propósitos de su vida. En si la bildung posibilita esa alteridad, por un lado el ser

individual, socio histórico se transforma progresivamente (re) elaborando su huella

personal y por otro lado yace el colectivo. Allí ambos demuestran que son necesarios

acompañándose en una senda común de experiencia, formación y vida.

Para autores como Gadamer y Stein la formación no es un elemento de estudio

exclusivo de las ciencias humanas, ni tampoco proviene del saber enciclopédico, por

tanto bildung no se refiere a la acumulación de saberes. La formación educativa es un

proceso donde convergen cuerpo, alma y espíritu. En ese mismo orden Larrosa

(2003) expone lo siguiente:

La idea de Bildung se articula al mismo tiempo, en tres unidades de

discurso diferentes. En primer lugar en la Filosofía, sobre todo en la

Filosofía de la Historia y en la Filosofía de la Cultura o del Espíritu, en

esos tópicos que le dan a la Ilustración alemana ese tinte neohumanista

tan característico y tan fecundo en consecuencias para nuestra

comprensión de las ciencias humanas, es decir, de aquellas disciplinas

que se configuran a partir de una materialidad textual e histórica, de

aquellas disciplinas cuyo objeto es un texto al que solo puede accederse a

través de su despliegue temporal. En segundo lugar, la idea de Bildung se

articula también en la Pedagogía, especialmente en el discurso que se

produce en torno al papel formativo de las humanidades (…). Y, en

tercer lugar, la idea de Bildung se articula también narrativa en un

subgénero de la novela de formación, en el bildungsroman, en ese

subgénero narrativo presentando el viaje hacia sí mismo, un viaje de

formación que reproduce el modelo, el de la escuela del mundo, pero que

es a la vez, un viaje interior de autodescubrimiento, de autodeterminación

y de autorrealización. (pp. 90-91).

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La noción de formación permitirá fundar nexos o articulaciones entre ella y el

lector del texto. El proceso de formación del hombre desde esta perspectiva, no está

por descubrirse o por conquistarse sino más bien por crearse e inventarse. De allí el

interés por analizar el recorrido existente de la lectura y la formación con el fin de dar

una mirada más que somera a estos actos.

Lectura y Formación: Hurgando y Comentando

Con la finalidad de iniciar el recorrido documental hemos considerado oportuno

revisar algunos historiales investigativos, en los cuales se desarrollan aspectos

relacionados con la lectura y la formación.

En relación al interés que tiene la hermenéutica desde su visión ontológica

sobre la lectura y la formación, merecen especial atención los planteamientos

desplegados por Ricoeur (1996), Vilanou (2001) y Adaya (2007).

Igualmente existen historiales donde los autores fijan su interés por una u otra

categoría captando nuestra atención, tal es el caso de Arqueología de la lectura y el

sujeto por Tani (2004), donde asistido por la ideología de Nitzsche, Freud, Marx y

Foucault, plantea la interpretación como hecho inagotable. La contribución de

Maceiras (2005) en Paul Ricoeur: Una lectura de la condición del hombre

contemporáneo, tema por demás fundamental para Ricoeur.

Aparte de los soportes teóricos arriba mencionados existen algunas

investigaciones desarrolladas en nuestro país cónsonas con esta investigación:

La primera de ellas es la desarrollada por Valera y Madriz (2006) quienes

poseen un proyecto titulado: Una hermenéutica de la formación de sí. Lectura,

escritura y experiencia; en el mismo muestran una concepción distinta del proceso de

lectura a través de una práctica educativa alternativa y ajustada a los giros lingüísticos

actuales. Para direccionar su estudio parten de una visión hermenéutica–

fenomenológica, donde la lectura se piensa como un juego en el sentido de exponerte

y arriesgarte, como un viaje en el sentido de la experiencia de formación.

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Aparte de ello, los autores poseen un conjunto de investigaciones individuales

entre las que tienen lugar: Valera: Escuela, alteridad y experiencia de sí. La

producción pedagógica del sujeto (2001), Pedagogía de la alteridad. Una dialógica

del encuentro con el otro (2002), La narración del extraño: Lectura/escritura de una

bildung fronteriza (2005), y La explicación de los fenómenos sociales: Algunas

implicaciones epistemológicas y metodológicas (2001). En el caso de Madriz: Del

padecer en la lectura. Hermenéutica de un lector apasionado (2007).

En segundo lugar se hallan los trabajos de Serrano (2003) de la ULA, en

particular: La lectura como experiencia de formación; en ella se describen

inquietudes y reflexiones sobre el tema. Alterna su investigación con relatos de su

vivencia en el Seminario Doctoral. ULA: Educar en Babel. Lenguaje, pluralidad y

discontinuidad a cargo del Dr. Jorge Larrosa.

Para Serrano la lectura es observada como formación y la formación por medio

de la lectura, además hace serios aportes en relación a la lectura como hecho que

trasciende más allá del ojo y el papel y apunta a la lectura como creación única e

irremplazable, cuestionadora y humana.

Resulta interesante la aproximación que da a los términos experiencia y

experiencia de lectura. La primera en el sentido de lo que acontece al ser humano,

todos los hechos y situaciones con significado positivo o negativo. Mientras que la

segunda la define la citada autora de la manera siguiente:

Es un acontecimiento que sucede internamente en nuestro pensamiento,

nuestros sentimientos, nuestra sensibilidad que nos moviliza de tal forma

que nos permite reorganizar nuestra experiencia de vida ya existente y,

otorgar así sentido a lo que nos pasa para construir nuestra propia

identidad, el sentido de quienes somos, proyectar nuestro destino y

comprender las acciones de los demás. (p. 233).

La lectura como elemento de formación permite una nueva mirada al proceso

lector; ya sea para adquirir conocimientos o para experiencia, sea cual fuese el caso,

nos permite apropiarnos de algo que no teníamos anteriormente y eso que ahora

hemos aprehendido debe ser un elemento transformador, (re)creador de experiencias,

palabras, estilos, entre otros. La experiencia de lectura implica formación del ser.

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La tercera investigación es la realizada en la Universidad de Carabobo por

Castillo (2005) y Castillo y Cuberos (2004). En el primer trabajo La lectura como

objetivo y contenido en el sistema educativo venezolano, la autora se dedica a la

revisión del discurso venezolano en materia de normativas y programas curriculares

de Educación Básica y Diversificada, demás está decir que este recorrido es

fundamental para entender las implicaciones pedagógicas de la lectura hoy en el aula

escolar venezolana.

Su segundo trabajo, junto a Cuberos: Retos del docente de lengua y literatura

en la era postmoderna del homo videns (2004), ha sido incorporado porque plantea

una nueva arista: la tecnológica, los nuevos retos que en el plano de la formación

están planteados por las TICs, tanto para los lectores como para los formadores del

presente siglo.

Todo el corpus teórico actual son un adelanto que permite ir sentando una

postura firme en relación al tema y nos deja con la incertidumbre de lo porvenir y de

cuáles elementos que en esencia podrán ser perfiladores de la teoría emergente.

Se recurre entonces a un cuerpo de enfoques teóricos que permitirán revisar el

estado del arte, relativo a investigaciones vinculadas a este tema:

1. Textos inherentes a lectura y formación: Bajtín. M: Teoría y estética de la

novela (1989), Estética de la creación verbal (1995). Larrosa, J: Escuela, poder

y subjetivación (1995), Entre las lenguas. Lenguaje y educación, después de

Babel (2003). Blanchot, M: El diálogo inconcluso (1996). Nietzsche. F: Ecce

homo. Cómo se llega a ser lo que es (2005). Estos textos contribuyen al

abordaje teórico que tendrá la lectura y la formación de sí.

2. Textos que abordan la lectura como experiencia de formación: Larrosa, J: La

experiencia de la lectura: Estudios sobre literatura y formación (1996) y La

liberación de la libertad (y otros textos) (2001).

3. Textos relacionados con lenguaje, hermenéutica y pedagogía: Gadamer. H:

Verdad y método I y II. (1992- 1999), La educación es educarse (2011).

Heidegger, M. El ser y el tiempo (1969). Ricoeur, P: Sí mismo como otro

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(1996). Foucault. M: Las palabras y las cosas (1999) y Vigilar y castigar

(2005). Larrosa, J. Pedagogía profana. (2002).

4. Textos relacionados con las prácticas de sí o tecnología del yo: Foucault M.:

Historia de la sexualidad, Tomo III: La inquietud de sí (1992). Tecnologías de

yo. (1990). La hermenéutica del sujeto. (2008). Ricoeur P. Sí mismo como otro

(1996).

El estudio de estos documentos permitió establecer un banco teórico, el cual

pudo ser criticado en algunos casos o asumido en otros por la autora. Cada uno de

ellos constituye la visión epistemológica, ontológica hermenéutica necesaria para la

consolidación de los propósitos planteados.

Es importante resaltar que el ser humano es una entidad compleja de allí que su

vida está determinada por la diversidad y multiplicidad de las acciones que desarrolla,

especialmente en el tema de la lectura y la formación que también responde a esa

pluralidad sin dejar de ser fundamentada y consecuente.

Para adentrarnos por esos caminos lectores y formativos intrincados son

muchos los escollos que debemos saltear, desde la mirada monótona del texto único

hasta la posibilidad de convertir la vida misma en un texto y así trascender el lindero

de las cuatro paredes de un aula quizás y ser capaz de transformarnos.

Es ese sentido realizamos algunos movimientos que permitieron la

emancipación del lector mediante su conocimiento o lo que él es. Esto significa abrir

horizontes para el lector y el texto que vendrá.

Ir contra la tradición de la lectura forzará representaciones preestablecidas.

Mirar los diferentes estratos que subyacen en torno a la lectura, es distinguir pliegues

que se solapan y otros que distancian. De allí que la metódica contribuye a la

remoción de esos mantos mediante un proceso hermenéutico. No hacerlo sería repetir

discursos o caminar sobre sendas ajenas.

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Gadamer y Ricoeur: La Hermenéutica como Opción Epistémica

La metódica hermenéutica desde la visión de Hans Gadamer y Paul Ricoeur

aporta claves necesarias para la interpretación ontológica y fenomenológica de la

lectura desde la formación de sí del individuo.

El proyecto filosófico de Gadamer insta al hombre al diálogo permanente con el

mundo social y natural que le rodea. El individuo es concebido como un ser dialógico

e interactivo, capaz de fusionar horizontes que contribuyan a la interpretación por

medio de la palabra. Esta lingüisticidad contribuye a consolidar un horizonte amplio,

libre y abierto, en el cual somos comprendidos.

La hermenéutica contemporánea desde Paul Ricoeur permite asumir las

exigencias de reflexión y de fenomenología, bajo el firme propósito de la identidad

del yo, pero un yo que no queda encerrado en el hombre que conoce, sino que está

abierto a innumerables experiencias Con Ricoeur confluyen distintas procesos

hermenéuticos, en los que se manifiesta una recuperación o reapropiación del sujeto

La visión ricoeuriana consiente al sujeto a sentar postura ante la tensión que el

mundo le produce y poder llegar a comprenderse por un lado, y a reflexionar sobre la

realidad individual y colectiva por el otro. Es esa autocomprensión mediada que

Ricoeur (1996), trata de abordar y no solo en el texto, sino en el mundo que bordea al

texto, a la vida, a los símbolos, a los signos, en sí al lenguaje mismo. Al respecto el

autor afirma (2000): la tradición filosófica a la que pertenezco está en la línea de una

filosofía reflexiva; se encuentra en la esfera de influencia de la fenomenología;

pretende ser una variante hermenéutica de dicha fenomenología. (p. 200).

El interés central de la tesis ricoeuriana discurre en la reflexión de la condición

humana. Antes que nada somos humanos, antes que lectores somos personas con un

cuerpo lleno de necesidades. Qué soy, qué me pasa, cómo soy el que soy en el mundo

y por qué actúo, son preguntas fundamentales para el lector y para el estudio. Una

lectura como acontecimiento pero al mismo tiempo como encarnamiento tomando el

verbo de Valera Villegas.

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El enfoque hermenéutico de Gadamer y Ricoeur nos compromete con la lectura

desde diversas perspectivas estética, política e histórica. Al tiempo que pretende dar

cuenta de la acción del individuo en su mundo, lo que es capaz de crear, pensar, decir

o escuchar de los otros; en si el acto interpretativo de él y su mundo.

Creemos que la hermenéutica como opción epistémica nos permitirá ir más allá

de preguntas con respuesta cerrada (si, no), de la objetividad, de la disciplina, de las

pruebas y del control de la lectura y la formación de sí. De manera que, el lenguaje, el

diálogo y la reflexión permanente son sendas hermenéuticas a seguir para la

realización del ser.

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CAPÍTULO II

LECTURA, HISTORIA Y PRÁCTICAS

Jamás acepté que la práctica educativa debería

limitarse sólo a la lectura de la palabra, a la lectura

del texto, sino que debería incluir la lectura del

contexto, la lectura del mundo

Freire, 1973

El presente capítulo está dirigido en primera instancia al estudio del hombre

que lee, al lector desde la tradición de la lectura y sus prácticas. Al relatar estos

sucesos nos posicionaremos en la genealogía del tema, en el sentido de que esta

trasciende la historia mostrándonos al hombre que vive, se relaciona y habla.

Un lector no es un ser pasivo, ni un repetidor de líneas ajenas, ni el eco de mi

voz. Es aquel que, aun encontrándose limitado, es capaz de interpretar los más

complejos escenarios del mundo del cual es (y está siendo) con los otros y consigo

mismo.

Explorar la lectura no sólo como hecho social que es, sino poder ir más allá de

lo esencial para extenderse hacia lo humano, a la verdadera sustancia: al hombre que

lee, es una de las metas intrínsecas de este trabajo.

En ese sentido el devenir histórico de la lectura y su práctica se han convertido

en los últimos tiempos en la exposición obligatoria de modelos y teorías dados (¿o

impuestos?) al lector. Como contraparte a todo este panorama repetitivo existen

investigaciones desarrolladas por Chartier. R (2004), Alain Ch. (2000), Narodowski

M (1994), Martínez. J (2002), Larrosa. J (2003) Castillo. M (2005), Villegas. G

(2001,2006), por mencionar algunas. Sus estudios tienen como norte mostrar otras

miradas y escenarios de la lectura, no como panaceas o salidas estratégicas, sino más

bien con acciones deconstructivas de estructuras actuales, críticas argumentadas a

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verdades que hoy yacen débiles ante las transformaciones de la sociedad planetaria en

que vivimos. Estas indagaciones permiten pensar el por qué la situación actual del

lector, la forma en que intervienen las políticas de gobierno en el proceso de lectura,

hasta dónde llega el estricto cumplimiento en la formación del lector.

Al mismo tiempo examinaremos –y hasta sospecharemos–, si dicha formación

ha dejado huella e incluso cuestionar su sitial en la vida del lector y desentrañar cómo

el hombre que lee se apropia de ella o por el contrario cómo ha sido su trayecto para

relegarla de su vida.

Parte de esta tarea genealógica, en relación a la lectura, ha recaído sobre los

historiadores, filósofos, sociólogos y otros especialistas, quienes han reconstruido sus

dimensiones reales. Todo ese cúmulo de significados estriba entre las condiciones y

las circunstancias en el seno en que fueron acogidas o no por los lectores e incluso las

condiciones en que éstos se apropiaron del texto.

Para lograr este cometido hemos considerado la genealogía de Nietzsche. F.

(1844-1900), no tanto por profundizar sobre orígenes, a pesar de que algunos

despuntes serán nombrados, sino más bien con el objetivo de legitimar hechos, causas

y circunstancias que contribuyan a un abordaje coherente sobre el tema.

La genealogía no viene a establecer un orden lineal y teleológico de la lectura y

la formación, más bien el cometido es partir, fragmentar y cortar la secuencialidad de

los acontecimientos y ver la singularidad de las cosas. Mirar la malla delgada que

cubre a los discursos pedagógicos, formativos y lectoriales en pleno movimiento.

Interrumpir esa cadena de eventos lineales, a través de un constante ejercicio

hermenéutico es sencillamente el proyecto genealógico de Foucault.

Foucault (2000) en su texto Nietzsche, la genealogía y la historia se expresa en

los términos siguientes en relación a la genealogía:

La genealogía es gris; es meticulosa y pacientemente documentalista.

Trabaja sobre sendas embrolladas, garabateadas, muchas veces reescritas.

(…) De aquí se deriva para la genealogía una tarea indispensable:

percibir la singularidad de los sucesos, fuera de toda finalidad monótona;

encontrarlos allí donde menos se espera y en aquello que pasa

desapercibido por no tener nada de historia –los sentimientos, el amor, la

conciencia, los instintos–, captar su retorno, pero en absoluto para trazar

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la curva lenta de una evolución, sino para reencontrar las diferentes

escenas en las que han jugado diferentes papeles; definir incluso el punto

de su ausencia, el momento en el que no han tenido lugar. (p. 7).

La genealogía muestra las luchas permanentes con la memoria, describiendo

fuerzas históricas que han hecho de los acontecimientos verdades, cuya génesis han

sido las relaciones de poder o dispositivos de saber-poder, de acuerdo a la teoría de

Michel Foucault, Gilles Deleuze y Giorgio Agambem. Estos acontecimientos no son

batallas ni luchas sino más bien una tensión de fuerzas, donde el poder es causa de

tensión o distensión, dominación o sometimiento.

El término dispositivo lo utiliza Foucault por primera vez en Vigilar y castigar

(2005) y posteriormente lo retoma en Historia de la sexualidad I (1998). A partir de

allí el autor habla de diversos dispositivos: de control, de disciplina, de saber, de

poder, carcelario, de normalización, clínico, entre otros. En cada una de las

especificidades del dispositivo, Foucault demarca procesos singulares, a los cuales se

enfila. La teoría de los dispositivos está definida en dos proposiciones: el desapego a

lo eterno para asirse a lo actual, y en segundo lugar el dispositivo no explica los

hechos en sí mismos, sino que más bien obliga a intimar con los hechos para explicar

la lectura, esto en el caso que nos ocupa. De allí que, definiremos el dispositivo

lectorial a partir de los postulados de Foucault.

A partir del dispositivo lectorial se desprende otro eje de interés capitular,

dedicado a las prácticas ejecutadas por el lector. Con especial énfasis en el lector

desde la práctica educativa, tal como lo menciona Freire en el epígrafe. Estas

prácticas se hallan mayormente encarnadas en el lector y se muestran a través del

establecimiento de dispositivos, representados estos por: normas, disciplinamientos

corporales, uso del espacio y del tiempo, de textos u objetos, ente otros. Cada una de

estas prácticas o disposiciones, menciona Chartier (2004), tienen en sí mismas un fin

particular: “(…) diferenciar las comunidades de lectores, las tradiciones de lectura y

los modos de leer” (p. 16).

Ilustrar la formación del lector a través de las prácticas del dispositivo lectorial

aspira, rescindir una deuda contraída con aquellos lectores que no pertenecen a la

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homogeneidad de las concepciones, enfoques y modelos imperantes en el campo de la

lectura. Está dedicada esta sección a los que no figuran en los estándares y proyectos

oficiales de lectura, aún a los no alfabetizados pero que están allí leyendo. También

quedan trasvasados aquí, aquellos lectores que se forman continuamente en las aulas

de cualquier nivel educativo, a los que consagran parte de su quehacer profesional al

acto de leer y que la frustración y la monotonía o la impotencia los asalta

semestralmente.

Historicidad de la Lectura

El acontecer histórico de la lectura nos muestra una linealidad, sin saltos en la

vía, por lo que resulta interesante preguntarse cómo un hecho tan diverso y dinámico

como la lectura se ha convertido en un acto homogéneo y particular.

La intención es por tanto oportuna, pues la tarea de revisar la tradición de la

lectura no intenta repetir lo que ya se ha dicho, sino más bien considerar lo que está

escrito allí para darle una relectura desde las prácticas.

Detenerse en las prácticas de lectura revela cambios tanto en los modos de leer

de cada comunidad u hombre que lee así como divergencias en cuanto al estrato a que

ese hombre pertenece y comprobar si esto realmente pesa en su formación.

Recordemos que el homo lector progresivamente va siendo, haciendo y

reinventando su propio mundo y su propio texto de mundo, apropiándose de

significados a medida que funda su propia práctica lectora. Es decir que un asunto es

la monotonía que desde la teorización existe en el plano de la lectura y otra distinta es

la que vive cada lector la cual le permite formarse.

En suma el acto de lectura es tan individual que en una misma sociedad cada

quien posee prácticas específicas para emprenderlo. Al tiempo que el hombre lee se

constituye y forma a sí mismo y en ese mismo sentido se afirman sus actos dialógicos

y reflexivos.

Un lector se forma al paso que su voz entra en el desacuerdo, la intriga y la

sospecha que recibe y discierne del texto que le sirvió de impulso, pero que ahora

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junto a otros observa diferencias y contradicciones en el diálogo con lo que otros

dicen, con lo que él mismos dice y aún con lo que nadie se atreve a decir.

Es que realmente el texto cobra vida para el hombre cuando se cruza el umbral

del desciframiento. El texto se hace texto cuando las palabras allí expuestas entran en

diálogo hermenéutico con el lector en palabras de Gadamer (1999): “(…) ninguna

obra de arte nos habla siempre del mismo modo. La consecuencia es que nuestra

respuesta debe ser cada vez distinta”. (p. 15).

El mismo hombre que leía hace un tiempo atrás ya no es el mismo de hoy, sino

que estamos ante un individuo que está (re)interpretando el texto, las circunstancias

de la vida y del mundo que le rodea. En ese orden Chartier (2004) señala lo siguiente:

EI llevar a buen puerto semejante indagación supone prestar minuciosa

atención a la manera en que se lleva a cabo el encuentro entre "el mundo

del texto" y "el mundo del lector”, términos que tomamos de Paul

Ricoeur J. Reconstruir en sus dimensiones históricas ese proceso exige,

ante todo, tener en cuenta que sus respectivos significados dependen de

las formas y las circunstancias a través de las cuales sus lectores (o sus

oyentes) los reciben y se los apropian. (p. 16).

El lector cada día se va comprendiendo a sí mismo a medida que lee. Cada

texto–mundo le ofrece un momento de reflexión con el cual tiene una experiencia

profunda, con el texto se encuentran nuevos horizontes o quizás se pueda uno deleitar

recorriéndolos más de una vez, lo cual hace que hallemos líneas de incertidumbre y

sospecha, algunas visibles, otras desenterrarlas, pues yacen ocultas y deben

descubrirse o (de) (re)construirse.

En ese (de) reconstruir la incertidumbre a través del texto, el lector es incitado a

encontrarse con los otros para desarrollarse ya que en esos–otros diferentes a él se

descubre y es él mismo.

Ayer y Hoy de la Noción de Lectura: Una Ventana, Muchas Miradas.

Un recorrido por el horizonte de la lectura nos permite vislumbrar múltiples

miradas a favor y en contra de la enseñanza y aprendizaje de la misma. Por un lado

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yacen los métodos y técnicas para enseñar a leer, centrados en la tarea de nunca

acabar, bien ardua e infructuosa, pero igual ejercida y ejecutada.

La lectura en Venezuela ha sido el tema inagotable: extenuantes debates y

discusiones son el grueso de encuentros y congresos; los cuales llegan a reiteraciones

bien conocidas, utopías irrealizables, soluciones mágicas asignadas a talleres y

capacitaciones, donde la emoción perdura tan solo los días del evento y ni siquiera el

eco llega al maestro de aula. Tal parece que se dijo todo y a la vez nada del tema.

Mientras eso ocurre niños y jóvenes padecen intentando hacer algo o leer algo.

Pero es que alguien se ha tomado la molestia de explicarles o mejor aún ver con sus

ojos o dejar que su boca nos cuente lo que ven sus ojos. Las miradas primarias, van

quedando al pasar de los años desplazadas y nos interesamos en el qué es lo que dice

allí y vuelve a leer para que te des cuenta.

Las miradas tienden a singularizarse y ya solo queda un acto de transferencia de

información: padres, maestros y hasta el mismo alumno–lector son o parecen felices,

en una cadena de complacencias. Cuan distantes están las representaciones y

valoraciones del mundo.

Hemos venido formando lectores disciplinares, atados a constructos

epistémicos de poder y subjetividad. Una lectura por el deber y por la obligación.

Tenemos una lectura sujeta a normas, manuales, curricula, planes y otros. Esa es

nuestra realidad, una realidad cargada de soluciones vacías e insípidas, que asumimos

como grandes avances o panaceas a sabiendas de que nos identifica la

pedagogización y la normalización de la lectura: políticas y principios que

convertimos en prácticas de aula y con ello ocultamos u opacamos al hombre que lee.

Incierto futuro, lector cargado de libros únicos: el del jardín de infancia, el de

iniciación, el de las vocales, el de no te adelantes, el de la uniformidad del curso no

falta, el de ya sé leer. Así paulatinamente el texto se va convirtiendo en algo ajeno,

irreal y descontextualizado. Los libros que han de leerse ya están prescritos y en

ocasiones el maestro es el último en saberlo y leerlo.

¿Dónde han quedado los fantasmas teóricos de los cuales se presume con los

célebres métodos y modelos de lectura? ¿por qué que no han respondido a la realidad

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y hemos colmado al lector con la misma lectura sin atrevernos a pasar la página e ir a

la incertidumbre del texto nuevo?

Estas interrogantes y muchas otras no se develan en los grandes y renombrados

eventos de lectura, allí solo hay una idealidad, una carátula que no refleja el ser, su

mundo, su experiencia.

La lectura continúa siendo vista con los ojos puestos sobre el cristal de una

ventana monótona y desinteresada. Incapaz de ofrecer un panorama alentador o al

menos distinto al actual.

En cuanto a los espacios escolares, llámese: escuela, salón o biblioteca (por

mencionar los sitios frecuentes donde el alumno lee). Encontramos lectores cansados

de oír y deseosos de ser escuchados, son espacios de repetición, en los cuales se

continúa perfilando un mismo tipo de lector, especie de reproducción de lectores;

incapaces de leer su mundo y su propio cuerpo, cuanto menos un libro frío y vacío

que por generaciones ya se ha mirado, leído y descifrado.

Continuar practicando la lectura bajo una mirada pedagógica autoritaria, con

dejos de autonomía, son realmente cuentos de nunca acabar y si acaban son con

finales utópicos e inverosímiles que discrepan del lector real.

El hombre que lee, es el hombre de carne y hueso, el hombre lleno de vida. No

es un hombre atado a horarios escolares. Es aquel que lleno de vida está formándose

como lo que es, será y está siendo ahora. Por tanto su experiencia lo forma, su

experiencia tiene sentido en el aula, es escuchada y no es guardada para un quizás

mañana, pues su mañana es hoy con sus pares con quienes interactúa a diario. Hemos

echado mano de la tradición alemana de bildung pues consideramos que es la noción

que refleja y responde a esta investigación.

La bildung apunta a un trabajo en sí mismo, a la individualidad del hombre, de

la persona, a la forma en que nos entendemos y relacionamos, al ejercicio permanente

de las experiencias, talentos, de una manera armoniosa, amistosa y dinámica con los

otros. Bien acertadas resultan las palabras que Valera Villegas (2005) expone en

relación a la formación (bildung):

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La bildung, en tanto formación, es del individuo en su proceso de

constitución de sujeto histórico y social, cultivo y huella personal. Sin

embargo, también puede ser referida, de cierta manera, en su constitución

a un sujeto colectivo, si se le piensa como intersubjetividad, como acción

dialógica y responsividad del otro, de los otros, los semejantes que

comparten la construcción de una senda común. (p. 1).

La bildung son cambios constantes en la vida del hombre, es dinamismo y

actividad permanente con sus semejantes. Enrumbarse hacia nuevos caminos,

abordajes distintos del texto, asumirlo incluso desde la noción más amplia de bildung.

Una lectura donde me veo y te veo y donde se refleja lo que me (te) pasa.

Exploraremos la genealogía de los dispositivos del sistema educativo, mostrando

cómo los engranajes han sido emplazados por años en las aulas –en cualquier aula–,

especie de cremalleras de un solo sentido que imposibilitan la emancipación del

pensamiento.

Pensar en una lectura más humana que nos permita entender la vida y sus

desacuerdos, luchas, guerras, fracasos, muertes, frustraciones, triunfos, anhelos y

más. El solo hecho de saber que no hay un camino concreto sino un camino incierto,

hace que cada quien se trace su propio rumbo lector, que no esté ceñida a estándares o

niveles preestablecidos, donde pueda (re) elegir mi texto de mi mundo. En palabras

de Merleau Ponty (1957) sería: aprender a ver de nuevo el mundo, mundo mental y

cultura. (p.12). Develado es así un nuevo lector dueño de su brújula y aunque no se

llegue a ningún puerto conocido al menos esta la experiencia del recorrido. Ese será

el sabor que cada quien le imprima a su texto–mundo, el cual le motivará a seguir o a

detenerse.

Para desarrollar el análisis histórico de la lectura, describiremos las etapas que

ha tenido la lectura en Venezuela, las cuales no han sido lineales, sino irregulares y

bien distanciadas del contexto sociocultural del lector venezolano. Se evidencia más

bien un retorcimiento teórico y metodológico, una resistencia a la transformación y

un apego a la ritualización escolar de los actores y las fuerzas que gravitan en torno a

las instituciones (políticas, religiosas, familiares, económicas).

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Existen historialmente tres etapas por las cuales ha pasado la lectura en el país:

Etapa de la escuela nueva, etapa del auge tecnológico y etapa del constructivismo y

análisis de texto. (Falcón de Ovalles, 2003). No enfrentaremos el detalle de algunos

movimientos sino que enfocaremos a los aportes o caracterizaciones de los

movimientos en el campo de lectura, es decir cuáles marcas subsisten de esa

evolución.

En la primera etapa o de la escuela nueva (1936-1969) la práctica de la lectura

se definía en los términos siguientes:

Una acción de fijación hacia la lección para ser estudiada por el alumno

en el hogar, a fin de dársela al maestro o maestra al día siguiente. La

enseñanza de la lectura estaba dada mediante el uso del método global o

ideo-visual decroliano, método analítico que partía de los textos

completos, pero sin llegar a la descomposición de los elementos

lingüísticos. Dos principios regían esta etapa: la globalización y la

percepción visual. (ob. cit. p. 51).

Aún la ritualización de esa práctica perdura en el aula venezolana de hoy:

recortes, figuras, imágenes, asociación de la imagen con el texto, entre otras que van

llevando al lector a concretar una lectura ajena. Los materiales de lectura quedan

circunscritos a un cuaderno que llevará grabadas las marcas de la fecha de la lectura y

la señal de: hasta aquí llegaste y la caja de las palabras referida en el programa.

Por su parte Freinet, introduce innovaciones enmarcadas en la pedagogía social.

Un ejemplo de ello es el texto libre, el diario escolar y el fichero autocorrectivo, en el

cual se parte de las experiencias del niño.

Es a partir de la década de los ‘50 que este ideario propuesto para la lectura

comienza a desestabilizarse y tanto padres y representantes y como los mismos

maestros se muestran insatisfechos ante las grandes deficiencias lectoescriturales de

los alumnos en la escuela primaria, esta situación abre paso a las denominadas

Unidades de Lectura o palabras generadoras, que en resumen eran una derivación del

mismo método global que tanto falló en países de América Latina y del Caribe. La

década de los ‘50 enfatizó su interés en el aprendizaje de habilidades lectoras y

matemáticas básicas.

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En relación a las unidades de lectura o palabras generadoras, variante del

método global, refieren trabajos desarrollados y reportados por el Comité nacional de

alfabetización CONALFA– Guatemala), el Comité regional CREFAL –UNESCO, la

Oficina regional de educación para América Latina y el Caribe (OREALC) ; que el

método nace específicamente para la atención de una población adulta en vías de

alfabetización, donde los temas principales son: comercio, plantación o agricultura,

elaboración de alimentos u otros. El método se apoya en el uso de una palabra y su

correspondiente figura o imagen, una vez que la palabra es repetida varias veces por

el alumno se procede a construir nuevos términos a partir de la separación silábica y

de las letras allí mostradas. A pesar de que las palabras generadoras intentaron

superar y desplazar a la cartilla, algunas investigaciones, entre ellas las de Sucuc

(1996), recogen algunas deficiencias entre ellas:

1. La gran cantidad de dibujos hizo que el interés se desviara y se perdiera la

esencia de lectura, de allí que era un ver y decir.

2. La estandarización de los materiales empezó a crear conflicto pues cada país

tenía términos propios de su lengua materna. Es decir no hubo consideración

del contexto sociohistórico del participante.

3. La descomposición de la palabra en unidades menores no era la forma

apropiada de emprender la lectura, puesto que la instrucción quedaba sometida

a un insuficiente número de palabras.

A mediados de los ‘50 se deja en manos de los docentes, alfabetizadores o

motivadores la elaboración de los materiales, generando mayor complicación, puesto

que no se logra trascender más allá de la imagen.

La lectura sigue llena de imprecisiones conceptuales y metodológicas sin lograr

posicionarse dentro del sistema y del propio lector. Se lee para progresar e

incorporarse en las actividades cotidianas y hasta para ser aceptado en los grupos.

La etapa del auge tecnológico (1969-1990), está marcada por el regreso de la

teoría conductista y por consiguiente los métodos aplicados para la enseñanza de la

lectura son los sintéticos, que hoy día conocemos como métodos de destrezas.

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La lectura se define como una habilidad compleja que se inicia como un todo

organizado por subdestrezas que forman las partes. La destreza representa la

conducta, o tipo de conducta, más o menos complejo que demanda de disciplina y

práctica para su adquisición. Se parte de los fonemas vocálico y luego los

consonánticos; de la letra a la sílaba y de allí a la palabra y finalmente la oración y el

texto.

Este método generó grandes discusiones y polémicas ante la propuesta realizada

por K. Goodman en 1989 acerca del Lenguaje Integral, el cual desequilibró al

método de las destrezas pues la no correspondencia del sonido y la letra fue un tema

por siempre irresuelto.

La tercera etapa denominada del constructivismo y análisis de textos que data

de 1985, se caracteriza por un notable empuje orientado a la preparación y la

formación del docente. Hechos puntuales como la creación de la UPEL en 1983,

apertura de centros de capacitación y programas de mejoramiento y postgrados,

marcaron esta fase. A pesar del auge constructivista y el incremento de jornadas de

formación docente hay un hecho disociado aún y es el hecho de tener un docente

teóricamente formado para el abordaje de la lectura pero con una práctica monótona e

intrascendente.

El constructivismo llegó como especie de oleaje empoderándose en el sistema

educativo venezolano intentando integrar diferentes escuelas y disciplinas.

Los intentos que a la par se evidenciaron en la promoción de la lectura, por

parte de diferentes instancias del Estado (Banco del Libro, Biblioteca Nacional,

Ministerio del Poder Popular para la Educación, Universidad Pedagógica

Experimental Libertador) con programas como: Plan lector de cajas viajeras,

Campaña leer es un placer, Olimpiadas de Lectura; Campañas radiales onza, tigre y

león; entre otros. Cada una de estas acciones impulso la lectura en su debido

momento en nuestro país, pero la falta de seguimiento, de acompañamiento docente,

de actualización periódica, a la par de otras causas, comenzó a desmotivar al maestro

hasta quedar solo el recuerdo de un buen programa de lectura.

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Es más cómodo seguir con la premisa comeniana, expuesta en la Didáctica

Magna (2000:14) “la uniformidad en todo”. Dispositivo de simultaneidad sistémica

lo denomina Narodowski (1994): “por el cual toda la actividad escolar se homogeniza

para un tiempo y un espacio político determinados” (p. 170). Esa sistematización que

nos persigue y continúa arraigada a nuestro sistema educativo: un orden, una tarea, un

ejercicio…una lectura.

Todo este recorrido ha dado paso a un lector híbrido, que saturado de ensayos y

errores, de reformas, de métodos y teorías, no logra abrirse paso para él mismo.

Es probable que hayamos echado mano de los programas de mayor impacto o

los más recomendados o de los mejores métodos y teorías de “moda”, pero en

definitiva fueron seguimos sin escuchar a nuestros lectores. Y en ese ir y venir de

pensamientos el hombre que lee ya poco lee. Reafirma este planteamiento Figueroa

(2009), a propósito de una Propuesta de enseñanza de lectura partiendo de una

comunidad de investigación literaria, en la misma menciona:

En nuestro país se ha perdido la esencia de lo que significa ser un buen

lector, debido a que en las escuelas primarias sólo centran el trabajo en

la lectura mecánica, la cual responde sólo a los signos de puntuación, a la

pronunciación correcta de las palabras y a la entonación adecuada, por

ejemplo, olvidando que en el proceso de enseñar a leer y a escribir, la

experiencia va mucho más allá de entender y reproducir los fonemas y

grafemas. (…). La ineficacia en el método y la carencia de una lectura

profunda por parte del maestro han sido la causa fundamental de la

deficiencia lectora en nuestras aulas. (pp. 80-81).

Somos producto de una mezcla extraña de lectura, aún en progresiva

adecuación conceptual. Por tanto los forzosos posicionamientos de Venezuela en

políticas nacionales e internacionales de lectura, siguen siendo un mito pues la

realidad de los actores en las aulas del país no requiere de magnas explicaciones.

En contraste a esos logros maravillosos presentamos como muestra el estudio

crítico realizado por Luis Bravo Jáuregui en Memoria Educativa en el Centro de

investigaciones educativas (CIE), titulado: Once años de escolaridad y alfabetización

en Venezuela 1999-2009:

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Inobjetablemente el gobierno ha logrado instalar en la conciencia del

venezolano promedio la idea de que hemos pagado una vieja deuda

social, al erradicar el analfabetismo. (…).También, recurriendo a

supuestos avales de los organismos internacionales, casi siempre a la

UNESCO, por intermedio de la presencia de funcionarios que aparecen

dando testimonio de las fantásticas magnitudes de escolaridad

alcanzadas. Así se ha impuesto una política que tiene aceptación del

público, pero muy poco que mostrar en el terreno de los hechos reales.

(p. 15).

A pesar de todo este andar, todavía nos queda la deuda con la formación del

hombre que lee, el compromiso con el ser, con su experiencia que le permite liberarse

y existir, en sí ser él verdaderamente. Una tarea que ha quedado sumergida en el

activismo y en la técnica; dando primacía a la didáctica seguida de teorías, métodos y

modelos.

Las prácticas de lectura han sido sepultadas en las estrategias y técnicas

metodológicas sorprendentes, que forzosamente se aplican a cualquier sujeto y

espacio. Se olvida la esencia de la lectura y se abre paso a la habilidad y la

competencia.

Al institucionalizar la lectura, al instrumentalizarla y convertirla en aparato

evaluativo, traducido a cifras y mediciones, la vamos convirtiendo en un hecho

menos accesible, más fuera del lector y más ajeno del otro(s).

En un mundo competitivo una lectura competitiva emerge; distante de la

formación, transformación y emancipación del pensamiento del individuo. Olvidamos

que antropológicamente las prácticas de lectura trascienden el propio esquema del

mentor, que el hombre que lee tiene la capacidad de producir sus ideas, de estar en el

desacuerdo o de revolucionar nuestros planes estratégicos rimbombantes.

La práctica de la lectura, está sumergida en un tejido de dispositivos: poder,

saber, control, disciplinamiento, entre otros. Una lectura con estremecimientos

persistentes fallas sísmicas representadas por confrontaciones, dominaciones,

supresiones e improvisaciones en fin una lucha de fuerzas.

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En Atención a la Incompletud Lectora.

La lectura es un hecho plural que abre horizontes a quien tiene en sus manos un

libro, en ese sentido las interpretaciones también lo son. Un lector puede asumir estar

en acuerdo o desacuerdo con la palabra que tiene ante sus ojos.

Podrá nuestro lector en un instante considerar esa palabra escrita como un

referente o como su verdad y luego abandonarla por otra en su itinerario de lectura,

hasta llegar a tener la suya.

En esa amplitud de pensamiento e ideas la reflexión del lector es inagotable en

relación al texto. Me surge la pregunta: ¿por qué hemos estado convidando a la visión

única de leer para entender, leer porque hay examen, leer para dar la lección, leer para

captar lo que el autor quiere decir? Cerrando los horizontes que conlleven a otras

interpretaciones, miradas y diálogos.

En el empeño de perpetuar conceptos y prácticas de lectura predeterminadas

desde lo ya conocido y dicho, donde el resumen ya se tiene, olvidamos que el lector

se agota y su comprensión es un proyecto inagotable de interpretaciones progresivas.

Son acertadas las palabras de Heidegger en cuanto a la no–conclusión interpretativa, a

propósito del círculo hermenéutico, las cuales Gadamer (1992), las reproduce en los

términos siguientes en Verdad y Método:

El que quiere comprender un texto realiza siempre un proyectar. Tan

pronto como aparece en el texto un primer sentido, el intérprete proyecta

enseguida un sentido del todo. Esta descripción es simplista. Pues toda

revisión del primer proyecto estriba en la posibilidad de anticipar un

nuevo proyecto de sentido. La interpretación empieza siempre con

conceptos previos que tendrán que ser sustituidos progresivamente por

otros más adecuados. Y es todo este constante reproyectar, en el cual

consiste el movimiento de sentido del comprender e interpretar, lo que

constituye el proceso que describe Heidegger. Elaborar los proyectos

correctos y adecuados a las cosas, que como proyectos son anticipaciones

que deben confirmarse en las cosas, tal es la tarea constante de la

comprensión. (…). La comprensión sólo alcanza sus verdaderas

posibilidades cuando las opiniones previas con las que se inicia no son

arbitrarias. Por eso es importante que el intérprete no se dirija hacia los

textos directamente, desde las opiniones previas que le subyacen, sino

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que examine tales opiniones en cuanto a su legitimación, esto es, en

cuanto a su origen y validez. (p. 2).

Indudablemente la apuesta en el ámbito de la lectura es a la palabra , al lenguaje

más allá de lo escrito en un texto, es más al proyecto personal del hombre que lee y

lee para su formación y esos actos le incitan a construir su horizonte y contemplar los

proyectos y posibilidades de los otros.

Por tanto, ponerle a la lectura un término y completarla a nuestro acomodo, con

la intención de dar por cumplida la lección resulta incongruente. La lectura trasciende

a la memorización y el desciframiento. En ese orden Valera Villegas y Madriz (2008)

también cuestionan este hecho afirmando que:

Leer en cierto modo, es re-escribir y no simplemente un ejercicio de mera

memorización del contenido de un texto. Tampoco leer es un acto para el

aumento de peso, para engordar intelectualmente. El conocimiento, está

claro, no es solo una cosa hecha, sino en continua re-creación. (p. 17).

De igual forma la incompletud en atención a la lectura, es un llamado a la

reflexión pertinente a lo restrictivo que hemos sido al momento de sentar posición

sobre el tema, pues no se ha permitido ni aupado el aspecto crítico–formativo del

lector, minimizando así las posibilidades de autoformación.

La escuela ha estado ejerciendo por años una tarea disciplinatoria mediante

prácticas cotidianas de orden, pulcritud, acomodamiento espacial, distribución del

tiempo y otras. La tarea ha sido delegada a los maestros quienes han tenido bajo su

responsabilidad la misión de vigilancia mostradas por medio de prácticas de control.

Las instituciones educativas han respondido agrestemente su obligación hacia

los lectores. El mayor esfuerzo ha sido invertido en una suerte de activismo

metodológico, evidente a través de trillados modelos pedagógicos -propios y ajenos-,

donde la didáctica ha estado por encima del lector y de todo aquello que se considere

relevante dentro de la lectura. Al respecto Larrosa (2006) apunta que: “es más

importante el didactismo que pudiese pensarse que leer es un asunto de la técnica”.

(p. 13).

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Las prácticas así representadas han ido permeando la lectura; convirtiéndola en

una hecho monótono, con predominio de la disciplina sobre la formación del

individuo.

Destejer y Mirar: El Dispositivo

La incorporación del dispositivo en la investigación obedece a varias razones

pero en especial a una deuda personal con la educación y con los incontables lectores

que transitan por nuestras aulas y por la vida. El dispositivo se ha convertido en una

ventana compleja donde puedo mirar al lector y su práctica cotidiana. También

permite apuntar a objetos, situaciones e individuos que han estado allí por tiempos,

que parecen cotidianos pero hoy la misma monotonía causa contrariedad y eso me

inspira a su interpretación.

La práctica de lectura se encuentra suscrita dentro de un entramado de líneas

discontinuas. Allí cada individuo interpreta, asume o vive la lectura de forma distinta.

En este punto la noción del dispositivo no ha dado respuestas a enigmas educativos,

pero sí impulsa la (re) problematización del hecho lectorial mediante las relaciones

saber-poder. Estudiaremos el dispositivo bajo el criterio de los autores siguientes:

Michel Foucault, Gilles Deleuze y Giorgio Agamben.

El pensamiento de Michel Foucault de manera particular ha servido de

inspiración teórica al trabajo, debido a su amplitud disciplinar y científica. Su obra

está impregnada de enigmas y discusiones, en ella no hay repuestas ni formulismos

para entender la realidad, puesto que no hay enfoques parciales. Sus trabajos se

caracterizan por ir contracorriente a los universales e integralidades, abriéndose una

brecha al ejercicio de la interrogación.

El contenido de este subcapítulo lo conforman inicialmente lineamientos

fundamentales para abordar la teoría de Foucault de manera particular lo referente al

dispositivo y sus dimensiones. Esta sección finaliza con la ocupación específica de la

investigación y hacer la vinculación de la episteme foucaultiana con el dispositivo

lectorial.

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Lineamientos Fundamentales

1. La aptitud primaria con la cual hay que acercarse a la obra de Foucault. es

quizás una de las menos promovidas, puesto que la tradición ha impulsado la

búsqueda de verdades, el dar respuestas e ir a la historia con la intención de

criticar y buscar culpables. Aquí se trata más bien de revelar la historia de

nuestras autenticidades, ubicando las discontinuidades, trazando líneas que

permitan registrar las disposiciones, eventos, sistemas, modelos y métodos

anclados por tiempos resistiéndose a ser estudiados. La ocupación es por tanto

un análisis crítico soportado en la teoría de Foucault. En resumidas cuentas es

la aptitud de la sospecha, un tanto sísmica a ratos y en otras sigilosas.

2. La existencia del movimiento histórico y más aún genealógico en este enfoque,

es el de alzar pliegues o capas que hay dentro de las prácticas, las

normalizaciones, y la disciplina de la lectura en nuestro caso. Esto es

ciertamente lo vivido y lo discontinuo. El desafío epistemológico de Foucault

convida a escudriñar los umbrales, las vinculaciones y las evoluciones que se

entrecruzan entre el poder y el saber. Es precisamente allí donde exploraremos

las tensiones existentes en las líneas de fuerza que rodean la lectura y la

formación: qué las provoca, en qué medida se oponen, relacionan, equilibran o

quiebran. El autor afirma en cuanto a este hecho lo siguiente:

De aquí se deriva para la genealogía una tarea indispensable:

percibir la singularidad de los sucesos, fuera de toda finalidad

monótona; encontrarlos allí donde menos se espera y en aquello

que pasa desapercibido por no tener nada de historia –los

sentimientos, el amor, la conciencia, los instintos–, captar su

retorno, pero en absoluto para trazar la curva lenta de una

evolución, sino para reencontrar las diferentes escenas en las que

han jugado diferentes papeles; definir incluso el punto de su

ausencia, el momento en el que no han tenido lugar. (2000:1).

Y más adelante continúa con el siguiente argumento, lo cual reafirma lo

que se ha venido exponiendo:

Es preciso saber reconocer los sucesos de la historia, las sacudidas,

las sorpresas, las victorias afortunadas, las derrotas mal digeridas,

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que dan cuenta de los comienzos, de los atavismos y de las

herencias; como hay que saber diagnosticar las enfermedades del

cuerpo, los estados de debilidad y de energía, sus trastornos y sus

resistencias para juzgar lo que es un discurso filosófico. La historia,

con sus intensidades, sus debilidades, sus furores secretos, sus

grandes agitaciones febriles y sus síncopes, es el cuerpo mismo del

devenir. (pp. 5-6).

3. Un último lineamiento tiene que ver con la formación del investigador, ya que

por lo contradictorio y controversial de las ideas de Foucault no es la opción

teórica de mayor demanda. Los esquemas racionalistas tradicionales han

elaborado sendas propias, por lo que emprender esta episteme hace empinado el

trayecto, por tanto es ineludible profundizar en la obra del escritor y luego

cerciorarse si el desafío vale la pena.

Estos lineamientos permiten describir de manera específica el dispositivo, lo

cual será fundamental para la interpretación del dispositivo lectorial.

El Dispositivo y sus Dimensiones

Un término que merece atención y definición es el dispositivo, por tener un

carácter medular en la investigación, puesto que el dispositivo ha venido a agudizar la

mirada en relación a la lectura y la formación del hombre. Además ha permitido abrir

una senda para la enunciación de situaciones precisas en relación al dispositivo

lectorial.

La obra bibliográfica de Foucault suele diferenciarse por dos momentos uno

arqueológico y otro genealógico. En Las palabras y las cosas: Una arqueología de

las ciencias humanas (1999) y La arqueología del saber (1969), los planteamientos

se orientan hacia aspectos epistémicos y metodológicos. Mientras que en Vigilar y

castigar (2005) e Historia de la sexualidad, 1: La voluntad de saber (1998), el

proyecto foucaultiano va encaminado a la descripción del dispositivo en diversos

planos como carcelario, disciplinar, de poder, de saber, de alianza, entre otros. En

cuanto a la razón de estos dos periodos en la obra de Foucault, Castro (1995) señala:

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Este cambio de perspectiva y de objeto de análisis responde a l a s

dificultades descriptivas de la arqueología y a la consiguiente

introducción del análisis del poder. En efecto, la arqueología permitía

describir los discursos de las diferentes epistemes (renacentista, clásica,

moderna), pero, encerrada en el orden de lo Discursivo, no podía

describir los cambios en sí mismos, sino sólo en sus resultados. Como

reconocerá el propio Foucault, faltaba a su trabajo el análisis del poder,

de la relación entre lo discursivo y lo no-discursivo. A esta necesidad

responde la introducción del concepto de dispositivo como objeto de

descripción genealógica. El dispositivo es, en definitiva, más general que

la episteme, que podría ser definida como un dispositivo exclusivamente

discursivo. (p. 98).

De manera pues que el dispositivo se convierte en una urgencia genealógica

para explicar el poder desde la correspondencia de lo discursivo y lo no-discursivo.

Entendiendo que el poder refleja de manera no física actitudes o conductas.

El dispositivo es un término estratégico de Foucault. Agamben (2011), sostiene

que su aparición data de la década de los sesenta y es utilizado en asuntos

relacionados a gubernamentalidad o gobierno de hombres. A pesar de no tener una

definición exacta el dispositivo cobra auge, tal como lo encontramos en los escritos

póstumos de Foucault: Dichos y escritos (1971) un conjunto de conferencias,

ponencias y entrevistas, divulgadas a pesar de la declaración del autor de no publicar

sus escritos después de su muerte. Daniel Defert y Francois Ewald son responsables

de la publicación que alcanza al principio cuatro volúmenes en 1994 y luego se

compendia en dos para el 2001. La distinción entre una y otra edición, es que en la

primera salen documentos revisados por Defert y Ewald, mientras que en la segunda

sólo aparecen los trabajos que fueron auditados y aprobados por el Colegio de Francia

sobre ciertas clases dictadas por Foucault.

Ahora bien, el motivo de esta aclaratoria obedece a que es en la primera edición

donde obtenemos la opinión directa del autor en cuanto al dispositivo, la misma es

producto de una entrevista realizada por Deferd y Ewald (1976 -1979) y presentada

por Agamben (ob.cit) de la manera siguiente:

Aquello sobre lo que trato de reparar con este nombre es […] un conjunto

resueltamente heterogéneo que compone los discursos, las instituciones,

las habilitaciones arquitectónicas, las decisiones reglamentarias, las

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leyes, las medidas administrativas, los enunciados científicos, las

proposiciones filosóficas, morales, filantrópicas. En fin, entre lo dicho y

lo no dicho, he aquí los elementos del dispositivo. El dispositivo mismo

es la red que tendemos entre estos elementos. […] Por dispositivo

entiendo una suerte, diríamos, de formación que, en un momento dado,

ha tenido por función mayoritaria responder a una urgencia. De este

modo, el dispositivo tiene una función estratégica dominante […]. He

dicho que el dispositivo tendría una naturaleza esencialmente estratégica;

esto supone que allí se efectúa una cierta manipulación de relaciones de

fuerza, ya sea para desarrollarlas en tal o cual dirección, ya sea para

bloquearlas, o para estabilizarlas, utilizarlas. Así, el dispositivo siempre

está inscrito en un juego de poder, pero también ligado a un límite o a los

límites del saber, que le dan nacimiento pero, ante todo, lo condicionan.

Esto es el dispositivo: estrategias de relaciones de fuerza sosteniendo

tipos de saber, y [son] sostenidas por ellos. (p. 299).

En función de ello podemos considerar elementos primordiales al definir el

dispositivo:

En primer término el dispositivo es un conjunto heterogéneo pues está

encuadrado dentro de una red compleja de acciones discursivas y no

discursivas, en las cuales se conectan unas con otras. Es por ello que el

dispositivo no se muestra aislado, por el contrario se desprenden diversas

acciones que permiten su estudio. Esto es así pues a través del dispositivo se

evidencia el poder y ese poder no es independiente actúa por micropoderes, la

sociedad en sí está cargada de pequeños poderes y para comprender el

funcionamiento del dispositivo es necesario observar las diferentes líneas que le

rodean. Interesa en resumidas cuentas la genealogía del dispositivo como tal.

En relación a lo heterogéneo del dispositivo existen dos momentos apuntados

por el propio Foucault (1976): “Un primer momento de predominio del objetivo

estratégico; un segundo momento de constitución del dispositivo propiamente

dicho” (p. 5). Estos dos momentos vienen a ratificar lo expuesto anteriormente:

un dispositivo posee una genealogía particular, que definirá la naturaleza del

mismo.

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Ese conjunto heterogéneo conforma una red de relaciones desiguales, es decir

que se encuentra tendida sobre una complejidad institucional, legal, carcelaria,

escolar, policial entre otras. Este entramado viene a constituirse mediante

enlaces o vínculos de saber y poder, que se van tejiendo la una con la otra. Un

dispositivo lleva a una visión múltiple del conjunto donde se manifiesta.

Resulta apropiada la ilustración de Deleuze (1990) al definir el dispositivo

como: un ovillo o madeja, un conjunto multilineal (p. 155). Cada una de esas

líneas o hilos que conforman esa red llevan direcciones distintas, bifurcadas,

quebradas pero no unidireccionales.

Nace por urgencia social la que ha conllevado a que el dispositivo en cierta

forma intente responder a las complejas y heterogéneas relaciones que subyacen

en la red en un momento histórico determinado. Es la sociedad, a través de las

diferentes fuerzas que convergen, quien ha demandado respuestas más cercanas

a su mundo y su realidad. He allí la emergencia tal como lo expresa Foucault en

Microfísica del poder (1979): “La emergencia es pues, la entrada en escena de

las fuerzas: es su irrupción, el movimiento de golpe por el que saltan las

bambalinas al teatro, cada una con el vigor y la juventud que le es propia”. (p.

69)

Es de naturaleza estratégica producto de la urgencia y la posición de poder

donde yace el dispositivo, las acciones (relaciones de fuerza) han de ser

concretas, puntuales e innovadoras.

Está circunscrito en un juego de poder y saber. Foucault (ob. cit.) reflexiona

sobre el poder de la forma siguiente: “Pienso que no hay un poder sino que,

dentro de una sociedad, existen relaciones de poder extraordinariamente

numerosas y múltiples, colocadas en diferentes niveles, apoyándose una sobre

las otras y cuestionándose mutuamente”. (p. 169). Como vemos despunta una

vez más la noción del tejido (red), ilustrado ahora por medio de poderes

múltiples (micropoderes) que dependen de un poder macro, guardando vínculos

y conexiones con los pequeños poderes pero que son igualmente influyentes, ya

que constituyen elementos para el intercambio entre los diferentes componentes

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del entramado. En consecuencia el poder está presente en todas partes y en

diferentes horizontes: en el trabajo, en la oficina, en la escuela, en la lectura y

en la formación del hombre. El poder no es ajeno ni externo, está allí justo

frente a nosotros permeando nuestras relaciones. El juego en sí no está

encaminado a determinar quién tiene el poder o quién no lo tiene, el juego es

por medio del poder, el cual está allí y se ejerce.

El dispositivo es producto de una construcción lenta, la razón apunta Miguel

Morey en la Introducción del texto de Michel Foucault (1981): Un diálogo sobre el

poder y otras conversaciones: “(…) es porque no está exenta de rectificaciones,

desvíos e impases, propuestas sucesivas que se complementan y contradicen.” (pp. ii-

iii).

En un dispositivo se producen y reproducen sujetos a través de un haz de

relaciones sustentadas por líneas de poder y de saber. A estas líneas Deleuze (1999) le

denomina dimensiones, constituidos a su vez por dos regímenes: curvas de

visibilidad y curvas de enunciación:

La visibilidad no se refiere a una luz en general que iluminara objetos

preexistentes; está hecha de líneas de luz en general que forman figuras

variables e inseparables de este o aquel dispositivo. Cada dispositivo

tiene su régimen de luz, la manera en que ésta cae, se esfuma, se difunde,

al distribuir lo visible y lo invisible, al hacer nacer o desaparecer el

objeto que no existe sin ella. (…). Las enunciaciones a su vez remiten a

líneas de enunciación en las que se distribuyen las posiciones

diferenciales de sus elementos; y, si las curvas son ellas mismas

enunciaciones, lo son porque las enunciaciones son curvas que

distribuyen variables. (pp. 157–158).

Las curvas de visibilidad nos permiten hacer perceptibles algunos rasgos del

dispositivo, mientras que otros no son visibles, esto se debe a que no todo se muestra

en su totalidad hay elementos que pueden solaparse con otros y no develarse,

precisamente por existir cortinas que lo hacen invisible, aunque realmente esto no sea

así. Pues la luz puede caer sobre el dispositivo desde diversos ángulos e iluminarlo,

pero ocurre que en medio del trayecto del haz de luz existan quiebres, rupturas o

fisuras que inclinen a uno u otro lado lo que se está viendo.

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Las curvas de enunciación representan la expresión o manifestación de lo que

fue mostrado o visible, dicha enunciación muestra el contenido del dispositivo, lo

cual constituirá su definición particular.

Adicional a estas dos dimensiones Foucault añade una tercera, y es la

dimensión de poder y saber.

Un dispositivo posee además líneas de fuerza, de objetivación y subjetivación

(ob.cit)

Parecería que estas fueran de un punto singular a otro situado en las

líneas precedentes; de alguna manera “rectifican” las curvas anteriores,

trazan tangentes, envuelven los trayectos, de una línea con otra, operan

idas y venidas, desde el ver al decir e inversamente, actuando como

flechas que no cesan de penetrar las cosas y las palabras, que no cesan de

librar una batalla. La línea de fuerza se produce “en toda relación de un

punto con otro” y pasa por todos los lugares de un dispositivo. Invisible e

indecible, esa línea está estrechamente mezclada con las otras y sin

embargo no se la puede distinguir. (p. 156).

Las líneas de fuerza surgen de la relación de un punto con otro en una lucha

permanente, penetrando las cosas y las palabras pues son como saetas en lanzamiento

continuo y en direcciones desiguales.

Las líneas de objetivación aparecen como resultado del pensamiento

foucaultiano sísmico caracterizado por las crisis por tanto no podía permitirse que las

líneas de fuerza del dispositivo permanecieran en esa batalla impenetrable e

infranqueable, para cruzar esas líneas de fuerza atravesarlas y hacerlas penetrables, ya

sea hundiéndolas o curvándolas prorrumpiendo las líneas de objetivación, las que a su

vez originan dos conocidos principios de la teoría de los dispositivos: uno el repudio

a los universales y otro la separación de lo perpetuo o eterno y concentrarse más bien

en lo nuevo, en lo abierto, en las posibilidades.

En cuanto a las líneas de subjetivación Deleuze (ob. cit.) las define en los

términos siguientes:

Una línea de subjetivación es un proceso, es la una producción de

subjetividad en un dispositivo: una línea de subjetivación debe hacerse en

la medida en que el dispositivo lo deje o lo haga posible. Es hasta una

línea de fuga. (…). Las líneas de subjetivación parecen especialmente

capaces de trazar caminos de creación que no cesan de abortar, pero

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tampoco de ser reanudados, modificados, hasta llegar a la ruptura del

antiguo dispositivo. (pp. 156-158).

Todas estas líneas son líneas de variación pues se mueven bajo regímenes

inestables, con fracturas y fisuras, de allí que el dispositivo implica desenmarañar o

destejer para poder cartografiar y mirar la propia historicidad del dispositivo. Al

descubrir el dispositivo observamos genuinamente las líneas que lo constituyen, las

cuales, apreciaremos, no son inconmovibles; esto debido a las variaciones constantes

en este ámbito.

Son las persistentes sacudidas e implosiones las que van transformando, re-

creando y actualizando al dispositivo y en esa medida agenciaremos lo nuevo, es

decir lo que estamos/vamos siendo, distinto a lo que dejamos de ser

(historia/archivo).

En el siguiente apartado atenderemos el dispositivo lectorial, considerando para

ello los argumentos teóricos que conforman el dispositivo definido por Foucault.

El Dispositivo Lectorial¡Error! Marcador no definido.

La constitución del hombre lector lleva in situ un conjunto de prácticas

pedagógicas normalizadoras, encaminadas a una lectura literal y uniforme. Las

prácticas de lectura deberían, desde sus comienzos, encauzarse hacia la dialógica y la

inagotable interpretación por medio de un texto vivo, pero lo mostrado en el espacio

áulico, y que será la marca de ese lector, es lo que mencionan Valera Villegas y

Madriz (2006):

El texto está allí en conserva, muerto. (…) Nos referimos al paso

fundamental del mero desciframiento o lectura hueca de letras, sílabas,

palabras y frases, al momento del sonido y sentido de las palabras en el

oído del aprendiz de lector (…) (p. 41).

Una vez que el lector se instituye como ser que “aprenderá a leer”, se activan

alrededor de él acciones (evaluaciones, horarios de lectura, producciones escritas) e

instrumentos pedagógicos (libros de iniciación o silabarios, textos, enciclopedias), los

cuales regirán de ahora en adelante su práctica de lectura.

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Esta guianza disciplinada y estructurada conllevan a dos hipótesis que

pretenden explicar el porqué de estas prácticas de lectura: la primera relacionada con

la evaluación es decir leer con fines medicionales o cuantificables, a lo cual Larrosa

(2006) afirma:

(…) en la escuela que conocemos es esencial la evaluación. Por lo tanto,

es esencial hacer visibles de una forma máximamente estandarizada

cuáles son los resultados de las prácticas de la enseñanza, si sus objetivos

han sido o no alcanzados y de qué modo. (p. 20).

Una vez que la lectura se ha enmarcado en la cuadrícula pedagógica, lo normal

es que ese referente numérico comience a representar algo concerniente a la

comprensión. Esto significa iniciar con un proceso de clasificación, donde cada

indicador tiene su correspondiente interpretación es decir los disímiles niveles y

estándares de comprensión de lectura.

Adicional a esta condición evaluativa de la lectura existe una segunda, aquella

que subyace dentro de las prácticas de lectura y que está referida a las distintas

concepciones en las que se circunscribe la lectura, de manera concreta la perspectiva

instrumentalista del lenguaje, en la cual la lectura queda resumida a la apropiación

que el lector hace de lo que el texto dice. Y otra es la visión cognoscitivista que

asume la lectura como un procesamiento de información.

La proyección que tenemos en esta parte para el abordaje del dispositivo

lectorial la desarrollaremos a través de tres ejes: la disciplina, la ritualización y el

texto escolar. La razón obedece a que cada eje permite atravesar el proceso de

escolarización del lector atendiendo la disciplina, que representa la parte curricular,

seguidamente la ritualización, que conecta con el área curricular pero también con la

reproducción de conocimiento y finalmente tenemos el texto escolar, que

representaría el dispositivo saber representado específicamente por el libro como

aparato didáctico–escolar–disciplinar.

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Disciplinando al Cuerpo del Lector

La formación del hombre está impregnada de rituales que hacen de ella un

asunto interesante y complejo. Las mismas prácticas escolares son un reflejo de una

red de dispositivos alienantes que han permanecido allí por años, acostumbrados a

girar unidireccionalmente.

Afirma Foucault (2005) que: “La disciplina es una anatomía política del

detalle.” (p.86); son los ardides pedagógicos los que van construyendo la disciplina

en el cuerpo del lector, con el propósito de mostrar una determinada aptitud o

capacidad. Una anatomía política del detalle está conformada entonces por mínimas

acciones que hacen ver por un lado a la lectura como hecho fundamental del proceso

instruccional y por el otro lado los micropoderes que hacen fuerza en el cuerpo.

Así subyace la escuela como institución disciplinar, y sus ritos: el currículo, la

planificación, la evaluación, el perfil, las áreas, las competencias, los niveles, los

grados, la edad cronológica, la jerarquización de las tareas, entre otros que conforman

el entramado organizacional de las instituciones. Cada uno con características

definidas que gradualmente van configurando al individuo.

Dentro de esa red de dispositivos pedagógicos heterogéneos, vinculados de una

otra forma por medio de discursos o programas, por decir algunos, es donde se

encuentra la lectura.

La reflexión que aquí ocupa permite abrir los ojos a la lectura fuera de sí, es

decir fuera de la voluntad, de los intereses, del espacio escolar y del cuerpo de

encierro. Ir más allá de la línea límite del ojo y el texto. De allí el interés por el

cuerpo del lector es tal como lo señala Valera Villegas (2008):

El cuerpo, al que nos hemos venido refiriendo (…), no es el cuerpo

biológico, fisiológico de las ciencias biomédicas, sino el de la

experiencia, el que recibe, padece y expresa la vivencia. Cuerpo este

viviente si, y también actuante, ligado al gesto, a la expresión y a lo

simbólico. (p. 2).

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Revisar el dispositivo lectorial causa ciertos resquemores tanto por lo dicho

como por lo no–dicho, pero al mismo tiempo torna el recorrido interesante y convoca

irresistiblemente al desmontaje teórico–dogmático del mismo.

El sometimiento del cuerpo ocurre constantemente y es expresado en el hogar,

el colegio, la prisión, el orfanato, el hospital; en fin en cualquier sitio donde existan

relaciones de poder y se ejerzan sistemas de vigilancia y control de los individuos.

Sucede igual con la lectura: las lecciones, la marca en el libro, los capítulos o

fragmentos a ser leídos, el no avance, los registros de evaluación de lectura, el nivel

de comprensión, etc. En la obra Vigilar y castigar: Nacimiento de la prisión, Foucault

(2005) muestra la amplitud del término disciplina y sus diversas relaciones:

La "disciplina" no puede identificarse estrictamente con una institución o

con un aparato. Es un tipo de poder, una modalidad para ejercerlo,

implicando todo un conjunto de instrumentos, de técnicas, de

procedimientos, de niveles de aplicación, de metas; es una "Física" o una

"anatomía" del poder, una tecnología". (p. 218).

El cuerpo del lector se ha convertido en el campo donde se libran innumerables

batallas, visibles e invisibles. Un cuerpo dócil que cumple una función dentro de

enmarañadas relaciones de poder-saber, de líneas de fuerza que a su vez están

envueltas en métodos de control minucioso presentes en los cuerpos.

Son estos mecanismos los que se han ido replicando a lo largo del tiempo, pues

al ser impuestos se tiene un cuerpo dócil y útil. Al someter el cuerpo a un

determinado habitus, patrón o práctica se garantiza la formación del hombre que lee.

De acuerdo a Bourdieu y Wacquant, (1995) el habitus es “un esquema de percepción,

apreciación y acción que se halla inscrito en el cuerpo como consecuencia de sus

experiencias pasadas”. (p. 217). Mientras que Foucault complementa (2005) diciendo

que un cuerpo dócil es: “(…) aquel que puede ser sometido, que pude ser utilizado,

que puede ser transformado y perfeccionado” (p.16).

La escuela hace uso de dispositivos lectoriales para ejercer control sobre el

cuerpo con la intención de hegemonizar los modelos y las prácticas de lectura. Entre

estos mecanismos están los niveles, categorizaciones o rangos, Foucault (ob.cit) los

define: “(…) como el lugar que ocupa cada individuo en una serie.” (p.18). Aunque el

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autor se refiere específicamente a la parte corporal o física, en el ámbito de la lectura

los rangos quedan sujetos a estándares de comprensión lectora, listas o escalas, en las

que los lectores son clasificados según sus competencias o potencialidades. Estos

rangos consideran edad cronológica, nivel de instrucción real y deseado, velocidad de

lectura, nivel de comprensión entre otros.

La deconstrucción del dispositivo lector parte de la conceptualización que

subyace a cada modelo educativo, a la subjetivación y a su abordaje pedagógico

correspondiente. Todo ello impregnado de la lógica saber–poder: un lector ideal,

lleno de características magnificas: creativo, autónomo, crítico, independiente y

calificado.

En ese sentido Foucault (1992) indica que los dispositivos son de naturaleza

estratégica por lo que hay manipulación de fuerzas ya sea para controlar, moldear,

bloquear o estabilizar conductas, gestos u opiniones de las personas.

Aunque no se pretende que el recorrido sea una extensión para comprender el

presente, sino más bien para examinar la discontinuidad y las disímiles vibraciones y

trascender el umbral de la sospecha, tal como afirma Foucault (ob. cit.):

La procedencia permite también encontrar bajo el aspecto único de un

carácter, o de un concepto, la proliferación de sucesos a través de los

cuales (gracias a los que, contra los que) se han formado. La genealogía

no pretende remontar el tiempo para restablecer una gran continuidad por

encima de la dispersión del olvido. Su objetivo no es mostrar que el

pasado está todavía ahí bien vivo en el presente, animándolo aún en

secreto después de haber impuesto en todas las etapas del recorrido una

forma dibujada desde el comienzo. (p. 6).

El dispositivo de lectura no es una simplicidad estática, sino una red capilar de

mantos inestables, frágiles y heterogéneos; que permiten mirar y reflexionar sobre las

magnas columnas teóricas, donde por tiempos ha descansado y perpetuado

solemnemente este proceso. Disgregar esas capas permite examinar cada corte y

profundizar cada vez más, hasta llegar al mismo cuerpo del lector. Para certificar

Valera Villegas (2006/2007) lo expresa en los términos siguientes:

El cuerpo vivido de un lector inquieto es un saber (se) de un estilo o una

actitud localizada en una situación o espacio lector, y en el que se

despliega una dialéctica entre hábitos lectores adquiridos y

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rehabituaciones, entre lo que se tiene o trae y lo que se (re)crea y espera.

Por consiguiente, puede hablarse de un estilo corporal lector como

expresión de un esquema del cuerpo propio. Abierto a una

intercorporeidad dialógica entre el lector–texto–autor. (p. 4).

El dispositivo a que nos referimos está encarnado en el mismo cuerpo del lector

disciplinándolo y vigilándolo, un cuerpo que enseña y que aprende, que ve y que

habla por medio de la práctica homogénea. Compartiendo en ese sentido las palabras

de Larrosa, et al (2006):

Ese dispositivo de «con las propias palabras» atraviesa la pedagogía. El

imperativo es: lee el texto y, después, escríbelo con tus propias palabras.

Que tus propias palabras digan de otro modo, a tu modo, lo que el texto

ya dice. Ese dispositivo presupone que el sentido de un texto puede

trasladarse de un texto a otro, como si el mismo sentido pudiera decirse

con palabras diferentes. (p. 24).

Si partimos de la doble premisa: por un lado está el lector inicial en el aula y

por el otro el lector que ya lee y que puede ser cualquiera de nosotros; podemos tener

un compartir de situaciones comunes enseñadas y aprendidas.

La escuela ha sido la gran fortaleza que se resiste a cambiar, el texto no ha

trascendido del aula, creándose una resistencia de dominio, de parcelas disciplinares

imposibles de encontrarse. Las vivencias compartidas jamás son propias sino ajenas,

truncadas, con un yo ausente.

Aprender a ver el mundo, a representarlo a partir de la lectura, a considerar el

texto como fuente de interpretación inagotable, pues se entrecruzan tanto el texto

como el lector del texto, creando un quiasmo como señala Valera Villegas (ob.cit):

“El leer para él no es un acceso exterior al texto, sino una forma de introducirse en él.

Así al abrir-se al texto hay dos “páginas” que se intercalan: la del cuerpo y la del

texto”. (p. 3). Asimismo Galindo (2010), expresa la manera en que la cotidianidad

yace en las aulas:

La letra en el aula de clases no pasa por los sentidos corporales y las

pulsiones del estudiante; no es el cuerpo el hangar por donde transiten las

sílabas y las palabras para hacer su recorrido natural que atraviesen, en

un mismo momento, sentidos corporales y mente y desde ahí volar hacia

ignotos lugares del imaginario del lector. (p. 4).

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De esta manera la subjetividad tendría cabida en el cuerpo del lector, ávido de

encontrar una vía para evolucionar y avanzar hasta encontrarse consigo mismo en el

texto, y aún más allá, exponer desde su vivencia el otro texto: el suyo.

Ritualización de la Lectura

La fragmentación embrionaria de la lectura ha hecho que nuevas etiquetas

escolares aparezcan, haciendo más empinado el camino emancipador de la lectura y

acelerando la reproducción de otros dispositivos de poder. Estás preeminencias

oprimen al individuo quien cada día se alinea al método y al sistema asfixiante, en el

que se complace a la autoridad, se legitima el pensamiento y se fortalece la ritualidad.

Progresivamente se encapsula la libertad del lector y se aportillan las ventanas a

las experiencias, sencillamente se está allí para leer, para repetir las líneas de otros,

donde las respuestas están pensadas y elaboradas en las fábricas de manuales e

instrumentos pedagógicos que apoyan la repetición.

Una vez que se impone el discurso se garantiza su ritualización. Aumentando

así la linealidad y la objetividad. Un dispositivo de saber–poder que imposibilita y

endurece la condición natural del lector.

Concebir o pensar una deconstrucción del dispositivo parece quimérico, es ir en

contra de la corriente en un mar de tradiciones modernistas, formulismos estratégicos,

ensayos y errores constantes, dispositivos que incesablemente implosionan, trayendo

aparentes innovaciones con portadas multicolores (refiriéndome a los textos). De

jornadas arduas y extensas de formación docente aplicadas a espacios inexistentes o

la masificación de planes y proyectos, ofrecidos como soluciones maravillosas que

luego nadie hojea.

Adentrarnos en el estudio del dispositivo, permite mirar la lectura como un

dispositivo con historicidad. ¿Por qué reflexionar en la descomposición de la

plataforma de la lectura? Por las incontables fisuras y estremecidas que han tenido los

modelos y teorías, mereciendo pues un trabajo en el terreno, en el cual se muestre la

cartografía real de las desestabilizaciones donde hoy subyace la lectura.

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Esos rituales, llámense métodos o prácticas lectoriales no son otra cosa que el

despliegue de maneras de conocer el mundo, administrado por medio de los poderes.

Disciplinar haciendo uso de la lectura, consiste en formar individuos dóciles,

competentes y hábiles en el dominio de la lengua oral y escrita; donde éste sienta que

esa capacidad le es útil para circular dentro de la sociedad. También se guía a su

cuerpo, inculcándole una manera de leer, comprender e interpretar ante diferentes

tipos de texto. Así se va ejerciendo un determinado tipo de poder sobre su relación

con el texto. Ya el niño desde la escuela sabrá cómo responder ante un cuento, una

novela, un poema o la noticia de un diario. Una suerte de prescripción farmacológica,

que alude a la bibliofarmacia descrita por Larrosa (1996):

Todos aquellos que creen que saben lo que es la salud, que hacen de ese

saber una forma de poder, y que se han arrogado el dudoso derecho de

tutelar la salud espiritual, mental o moral de los demás han tenido buen

cuidado de exterminar o, al menos de vigilar atentamente los libros

peligrosos y de imponer o, al menos promocionar, los libros saludables.

(…) es como si los libros contuvieran sustancias inmateriales pero

altamente poderosas capaces de influir directamente en el alma de los que

entran directamente en ellas. Por eso hay que controlar estrechamente su

circulación y su uso. (p. 46).

Una de las situaciones que se ha convertido en una constante es la prescripción,

es decir cuál es el texto que debe leerse y en qué momento cronológico el sujeto debe

hacerlo. Este hecho ha traído una vigilancia sobre el hombre lector y el libro que lee;

lo cual muestra por un lado resistencia a la lectura por parte del lector, ya sea porque

pierde la esencia a leer o porque aun deseando leer no todos los libros parecen ser

aptos para él, deberá cumplir con los requisitos de poder y abordarlos.

Incluso en las mismas bibliotecas, que se supone existe la variedad de textos, se

hallan los mismos libros del aula, del hogar bajo un mismo esquema.

La biblioteca ha pasado a ser un espacio frío e incluso de penalización y

encierro: –si no hacen las actividades irán a la biblioteca–; es una de las expresiones

comunes en el aula.

En ese sentido irrumpe una lectura fragmentaria, enciclopédica y monótona. La

lectura sigue un camino lento e irregular, buscamos respuestas preconcebidas en

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lecturas de signos conocidos e interpretados, sin dar la opción a otros signos y otras

interpretaciones.

La lectura es por tanto una emergencia pues abre el campo de las posibilidades

a otros enunciados y planteamientos, la interpretación jamás se agota ni deja de ser.

El lector y el texto son múltiples aunque tengan un vertedero común: la lengua; pero

es ella misma que crea al mismo tiempo otras vías interpretativas.

El Texto Escolar. Una Huella Disciplinar

El texto escolar se ha convertido en un material impreso didáctico pedagógico,

el cual vertebra la práctica educativa del docente y en general la escolarización del

aprendiz. Si bien es cierto que el libro es uno de los materiales primarios que desde

niños recibimos en manos (cartillas, silabarios, lecturas complementarias, entre otros)

y que por consiguiente permite el acceso al saber a través de determinados símbolos y

códigos, también es cierto que su uso está inclinado a regular el quehacer de aula, un

dispositivo más de control y disciplina que de formación.

El texto escolar ha sido objeto de investigaciones, las cuales ofrecen

significativos aportes al tema; entre ellos podemos nombrar los trabajos realizados

por Jaume Martínez Bonafé (2002), representados en obras como: Políticas del texto

escolar y El libro de texto a examen, en ellas expone en detalle la administración que

el sistema educativo le ha dado al texto escolar, el rol del maestro en esa práctica y

por supuesto el rol del estado sobre contenidos y mecanismos de distribución y

compromiso editorial.

Otras investigaciones de relevancia en este ámbito han sido las desarrolladas

por Narodowski (2008), Choppin (2000), Samacá (2011), Bianchi (2011), Moray

(2010), Amigot y Pujal (2009), Moya (2008), Osandón (2006), y Palacios y Ramírez,

(1998), entre otros. Estas en líneas generales abordan al texto escolar como

dispositivo, el libro y el cuerpo, resignificación del texto escolar y reflexiones sobre

los textos y enciclopedias escolares.

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Las interpretaciones sobre lo el texto escolar son heterogéneas y según la

intención o propósito que persiga el autor, la editorial y otros entes involucrados en

su diseño serán las acepciones al término. Para efectos de la investigación hemos

considerado dos de ellas una de Martínez Bonafé y otra de Mariano Narodoswki por

considerar que trasmiten la esencia e intención que tenemos en cuanto al abordaje del

texto escolar; sin dejar de reconocer la existencia de otras tendencia que orientan su

análisis hacia la didáctica de la lectura y reconocen al libro como un recurso

instruccional.

La primera interpretación pertenece Martínez Bonafé (2002), quien afirma que

el texto escolar:

Es una herramienta de trabajo para el docente, la principal fuente de

conocimientos para los estudiantes en tanto que portador de los

contenidos del curriculum, un recurso didáctico facilitador de la

asimilación de los conocimientos, un recurso material de especificidad

formal, una alquimia que transforma un campo del saber en un contenido

de escolarización y también una mercancía.(p. 22).

La segunda acepción pertenece a Narodoswki (2008), quien describe

elementos relativos a estructura y caracterización del texto:

El libro de texto escolar didáctico construye y posee una estética y una

retórica que le es propia. Al intentar desnaturalizar los libros de texto

escolares y observarlos con detenimiento, con el objeto describirlos,

podemos enumerar una serie de elementos constitutivos, que en su

conjunto, conforman un denominador común y que aportan al carácter

“didáctico” del libro: Una portada, una anteportada, un título; una

carátula alusiva, ya sea a la disciplina a la que pertenece o una metáfora

entre el título, la disciplina y la educación; referencia al grado, año, nivel,

ciclo, jurisdicción para la cual ese libro de texto fue escrito; referencias

editoriales, índice, hojas numeradas, dibujos, consignas, fotos,

actividades, títulos, subtítulos, notas al margen, textos, cuadros, colores,

glosarios, apéndices, anexos, solapa, bibliografía, lista de abreviaturas,

etc. (p. 11).

El libro de texto es redactado, casi siempre, por un equipo de expertos de

diversas disciplinas, quienes juntamente con la editoriales y lineamientos estadales

tienen a bien seleccionar y al mismo tiempo segmentar los aspectos que deben

desarrollarse en cada grado o etapa e incluso estableciendo parámetros de contenido,

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tiempo y actividad. Es así como se escolariza la (in)formación y se hace la realidad

transmisible a cada estudiante.

A lo largo de la historia el texto escolar ha desempeñado un papel importante

en la instrucción. Al considerar los trabajos de Gvirtz, Larripa y Oría (s/f), citando a

Lundgren (1992), menciona que las sociedades han desarrollado, dos tipos de textos

educativos fundamentales: textos para la educación y textos sobre la educación,

precisando que “(…) se desarrollan textos sobre la educación (o teoría curricular),

que aquí definimos como prácticas discursivas pedagógicas. (p. 9).

Entre los textos considerados para la escuela se hallan los de carácter

legislativo, manuales graduados, guías de enseñanza y diversos materiales

multimedios.

El libro, al igual que las enciclopedias escolares, posee una estructura similar

que se repite a lo largo de la escolaridad. Este hecho convierte al texto en un objeto

emblemático de lectura, tanto que pasamos desde la iniciación de la lectura viendo y

buscando sobre páginas análogas de una materia tras otra. Tal situación hace que los

lectores miren uniformemente la lectura, donde no hay crítica, ni desacuerdo.

Recordemos que la lectura es múltiple, porque múltiples son los lectores que miran

no solo las páginas de un libro sino sus vidas, su mundo y el del otro. Una lectura que

se re–crea cada vez que la mirada del lector se posa en las páginas de un texto o se

detiene para ver su lectura individual e interna y también aquella que sus semejantes

viven y comparten.

Han sido diversos los esfuerzos realizados para la dotación de textos en las

aulas –enciclopedias, libros de literatura, entre otros–, a pesar de ello no se ha logrado

el éxito anhelado. En ese intento por masificar el libro y pedagogizar las instituciones

educativas Valerio (2012), reseña en su artículo referido a: Disciplinas escolares en

las escuelas primarias federales, lo siguiente:

Con el lanzamiento masivo de estos textos para los maestros y

particularmente como herramienta didáctica se comienza a evidenciar la

orientación científico que se empieza a dar a la enseñanza, que marca un

punto de inflexión en los anales de la escuela venezolana y abre el debate

en torno a las posturas, visiones y métodos pedagógicos que

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influenciaron e influencian aun hoy a las prácticas educativas adelantadas

en nuestro sistema educativo. (p. 70).

El texto ha sido diseñado como herramienta para disciplinar el conocimiento y

el currículo y dar respuesta a los intereses y requerimientos: sociales, económicos,

políticos y culturales y en un segundo plano al formante.

Existen países de Latinoamérica como el caso específico de México donde

desde 1944 esta tarea recae sobre la Comisión nacional de los libros de texto

gratuitos (CONALITEG), quienes escogen el material de acuerdo a las sugerencias

dadas por un equipo de expertos y su eje de atención ha sido la masificación del libro,

por tanto la lectura como formación o como proceso u otro no se ha abordado.

En el caso de Venezuela la historia es similar, tal como menciona Ramírez

(2002), por un lado tenemos la escasa supervisión en relación a la elaboración y por

otro lado la indelegable función del Estado en lo pertinente a la producción de los

textos escolares al punto tal de no estar bajo ningún proceso de auditoría para su

comercialización y contenido. En resumidas cuentas el texto forma parte de un

dispositivo estratégico como la instrucción y este a su vez esta tejido a redes como la

política, la economía y otros.

Esta historia ha permanecido así por décadas. Actualmente la política de

Estado delega esta responsabilidad al Ministerio de Educación, quien funciona como

ente controlador y regulador de su divulgación. Este hecho es reforzado por el autor

antes citado, en los términos siguientes:

La preocupación por parte del Estado sobre los textos escolares se

remonta a la época en que se decreta a la educación como un bien

público. El interés del Estado por los textos escolares no sólo se ha

restringido a garantizar su calidad y cantidad. Entendiendo que los textos

escolares son vehículos de mensajes ideológicos, y por tanto eventuales

potenciadores de actividades críticas, hacia el entorno, los Estados se han

asegurado de idear mecanismos de control que puedan neutralizar tales

amenazas. (p. 204).

Alain Choppin (2000) investigador francés, ha dedicado parte de sus trabajos al

tema de los manuales escolares. Al respecto menciona que estos poseen determinadas

funciones (vectores) que progresivamente inducen al lector a una práctica específica:

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(a) Vector ideológico–cultural, (b) Depositario de un contenido disciplinario (aspecto

programático), (c) Herramienta pedagógica (aspecto instrumental).

Esta triple funcionalidad es la que direcciona la formación del individuo desde

la escuela. Por consiguiente, el libro garantiza la extensión de las prácticas y esas

prácticas a su vez llevan asignadas su dosis de poder y saber. Al respecto Narodowski

(2008) refiere:

El libro de texto escolar didáctico, dispositivo esencial de la escuela

moderna, específicamente escrito, diseñado y graduado por una editorial

para su inclusión y uso dentro del sistema educativo, se caracteriza por

ser un mensaje construido ad hoc- tanto su elaboración como su posterior

empleo solo son comprensibles en el contexto del proceso general de

escolarización. (p. 2).

A pesar de que en siglos anteriores el libro se consideraba un instrumento de

disciplina y autoritarismo, hoy día esa página sigue vigente. El cometido no ha

variado, continúa allí solapado, con la cara hacia la difusión social o en una misión

alfabetizadora a fin de sostener la práctica escolarizada de la lectura.

El texto escolar es un elemento más de la vida del educando, con el cual todos

se relacionan. En el libro existen los indicadores de disciplina, de avances y

retrocesos, es un aparato didáctico que decide los abordajes de contenidos,

actividades y estrategias para su adecuación, secuencia y tiempo de ejecución.

En esa medida la escuela se perpetúa en el tiempo y en el espacio como

insustituible al igual que sus aparatos y prácticas tal como lo refieren Bordieu y

Passeron (1996): “el aporte de la escuela es insustituible por cuanto resguarda la

reproducción de las estructuras sociales” (p. 18). Es un empeño constante del sistema

educativo que el rito continúe, el libro de texto endosa esa práctica, la cultura escolar

subsiste y se perpetúa por los dictamines del libro: actividades, lecturas, ejercicios,

ilustraciones, dibujos, entre otros.

Una mecánica escolar de lectura no asiste a la formación del hombre; sino que

más bien la automatiza, el texto se instaura para monopolizar el saber pues se le

asignó poder. Paulatinamente el hombre que lee inicia una vida de lectura atestada de

repeticiones inacabables

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Las palabras de Martínez Bonafé (2008) reafirman lo antes mencionado: “El

libro de texto también transmite una determinada forma de saber que responde a los

intereses de quienes controlan los procesos de reproducción social” (p. 62). El interés

como vemos ha sido colocado en que el hombre lea lo conocido, lo que tiene cercano,

su cotidianeidad pero hay que abrir la brecha para la lectura de su experiencia, aquella

cargada de fantasía y ficción; aquella que nace cuando él mismo es capaz de

intervenir y transformar su presente aún sus circunstancias por medio de la palabra.

Mientras tanto lecciones y secciones con visiones cerradas ocupan el día a día

de la clase, pero el individuo, el hombre que lee y forma aún no ha tenido la

oportunidad de levantar la mano y elevar su voz para ser escuchado. El libro ha

demarcado la formación a través de las disciplinas. Esto a su vez crea una separación

entre la vida cultural del lector y su experiencia institucional o escolar.

Todo el contenido que refleja el libro está “didácticamente” demostrado como

lo afirman Palacios y Ramírez (1998):

Este efecto de poder dibuja, en el espacio del texto escolar, una imagen

de ciencia sacralizada y una historia que se describe como

encadenamientos lineales y acumulativos de conocimientos científicos.

(…). La diagramación que hace parte de la arquitectura del texto, es

atravesada por el hilo de la didáctica, y todo lo dispuesto allí aparece

justificado "didácticamente". (p. 7).

El libro se ha convertido en el aparato didáctico-pedagógico de mayor uso en la

formación del hombre. A pesar de lo controversial del tema con opiniones a favor y

en contra, el libro está allí como parte de esa red socioeducativa, creando tensión y

distensión; demarcando la progresión y el ritmo al maestro y al estudiante. Una

especie de curso con su inicio y cierre, tareas a ejecutar y el momento apropiado para

ello. No hay indagaciones personales o cabidas a reflexiones. La acción docente se

vuelve rutinaria y el cumplimiento de los objetivos es prioridad.

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CAPÍTULO III

LECTURA Y FORMACIÓN

Todo comprender es interpretar, y toda

interpretación se desarrolla en el medio de un

lenguaje que pretende dejar hablar al objeto y al

mismo tiempo el lenguaje propio de su intérprete.

Gadamer, 1992

El fundamento del presente capítulo es la lectura y la formación. El interés es ir

estableciendo mediante los apartados resonancias entre lectura y formación. Un

primer momento está dedicado a la formación (bildung), pues hay una deuda

pendiente en la investigación, la cual iremos saldando en parte en este capítulo. Un

segundo momento lo consagraremos a la lectura, volviendo al entorno escolar con la

intención de describir o asomar características de la formación lectora actual y trazar

una línea hacia la formación (bildung), esto con miras al horizonte hermenéutico

posible.

En ese orden, la posición genealógica continuará siendo clave en el abordaje de

la lectura y la formación en este capítulo. Esto permitirá adentrarnos en los azares

históricos de inicio y dejar a un lado toda máscara de verdad; mostrando los rostros

tal cual son. Por tanto la genealogía no es sólo origen es más bien lo contrario. La

historia deja de ser una descripción lineal y se convierte en un conjunto de

acontecimientos relacionados desde ámbitos diversos.

Apreciemos la respuesta de Foucault (1981), ante la pregunta qué es la

genealogía: “La genealogía es gris, es meticulosa y pacientemente documentalista.

Trabaja sobre sendas embrolladas, garabateadas, muchas veces reescritas” (p. 7). Es

decir que no todo está a la vista ni hay claridad en ella; más bien es gris y amerita

remociones.

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El mismo autor (ob.cit) enuncia que hacer uso de la genealogía al hablar de la

formación (Ursprung) representa:

Recoger la esencia exacta de la cosa, su más pura posibilidad, su

identidad cuidadosamente replegada sobre sí misma. (…). Buscar un tal

origen, es encontrar lo que ya estaba dado y todas las pericias que han

podido tener lugar, todas las trampas y todos los disfraces. (p. 9).

Significa entonces que la genealogía nos permite comprender los afloramientos,

las emergencias, las líneas y fisuras; con la intención de apreciar las discontinuidades

e irregularidades que abren paso a otras complejidades, movimientos lentos que

parecieran perpetuarse en el tiempo y en el espacio. Evocando a Larrosa, sería

aislarnos de los saberes fundados, los métodos y lenguajes que poseemos y que nos

poseen. Asirnos de la genealogía en clave foucaultiana (ob.cit) tiene un propósito:

(…) no es “encontrar de nuevo” ni sobre todo “encontrarnos”. La historia

será efectiva en la medida que se introduzca lo discontinuo en nuestro

mismo ser. (…). Cavar aquello sobre la que se la quiere hacer descansar,

y se encarnizará contra su pretendida continuidad. El saber no ha sido

hecho para comprender, ha sido hecho para hacer tajos. (p. 20).

En relación al trayecto genealógico de la lectura podemos decir que ha

ocupado el pensamiento de historiadores, lingüistas, sociólogos, entre otros. Cada uno

de estos ámbitos de reflexión contribuye a la reconstrucción y resignificación de la

lectura. Al respecto Chartier (2004), quien ha dedicado parte de sus investigaciones al

tema, sostiene que: “Reconstruir la lectura en su dimensión histórica exige, ante todo,

tener en cuenta que sus respectivos significados dependen de las formas y

circunstancias a través de las cuales sus lectores (o sus oyentes), los reciben y se los

apropian”. (p. 17).

La finalidad de historiar la lectura desde una mirada genealógica, no es replicar

lo que ya se ha dicho teórica y metodológicamente; sino más bien introducirnos en el

mundo del texto y el mundo del lector, porque es allí donde interpretamos por un lado

la tradición histórica que ha tenido el libro en el tiempo en los diversos grupos

lectores, definir los rasgos que le han caracterizado y determinar las cualidades de las

prácticas de lectura.

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Pretendemos entonces cartografiar la lectura e ir más allá del acto intelectual.

Considerarla como un hecho que involucra el cuerpo, el tiempo, el espacio y también

las diferentes relaciones establecidas con el mismo individuo y con los otros.

Acercándonos así a una relación íntima que ve al texto como la urdimbre escrita, y al

lector como el destejedor de la trama vocal llamada texto.

El itinerario genealógico de la formación tiene una larga data. Iniciando por el

hecho de las diversas interpretaciones: ontológicas, culturales, filosóficas y

antropológicas, en su mayoría apuntan a la educación del hombre y su transformación

existencial.

Al revisar en profundidad, apreciamos que la formación va más allá de la

preparación, de la instrucción y el dar forma a algo o alguien. Resulta pertinente la

afirmación de Humboldt (1991) referente a la formación: “Es algo más elevado y más

interior, al modo de percibir que procede del conocimiento y del sentimiento de toda

la vida espiritual y ética y se derrama armoniosamente sobre la sensibilidad y el

carácter.” (p. 30).

Pero concebir la formación en esos términos requiere una revisión en sintonía

con los horizontes pedagógicos y hermenéuticos, que consientan en discernir el verbo

humboldtiano. Para ello presentaremos en el capítulo antecedentes y características

específicos, que permitan escudriñar las improntas de la bildung.

El camino de la formación tiene paradas genealógicas que merecen tratarse

previo a la bildung, entre ellas las tocantes a la ilustración, a la modernidad y al

paradigma comeniano.

La Ilustración, que tomó el nombre de enciclopedia en Francia y de aufklärung

en Alemania, estuvo centrada en asuntos políticos en Alemania y comprometida en el

orden ético y religioso en Francia. Pensadores franceses como Montesquieu, Voltaire

y Rousseau, y alemanes como Leibniz, Semier y Lessing, dieron un aporte revelador

y crítico al denominado siglo de las luces (XVIII).

Entre los rasgos que caracterizan a la ilustración tenemos:

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El racionalismo: No en vano se conoce a la ilustración como siglo de las luces

para referirse a las luces de la inteligencia y de la lógica; por consiguiente la razón

está por encima de cualquier argumento y todo ello comprendido a la luz de la razón.

Búsqueda de la felicidad: El hombre como individuo creado para ser feliz en

medio de la Naturaleza, bajo los principios de libertad, igualdad y propiedad

Creencia en la bondad natural del hombre: De acuerdo al pensamiento

filosófico de la época el hombre es bueno por naturaleza.

El optimismo: La confianza cimentada en el hombre del siglo XVIII, capaz de

progresar constantemente hacia una sociedad perfecta

El laicismo: La ilustración nace como la primera cultura laica de Europa al

margen del cristianismo. Promulga el amor a Dios, al prójimo y a sí mismo. Todo ello

manifestado por obras filantrópicas.

En razón de estos hechos la ilustración plantea una configuración de la

educación y la formación distante de la esfera religiosa, lo que abre paso a una noción

de vida fundada en la experiencia humana, alejada de lo sobrenatural o confesional.

Una liberación de la superstición tal como afirmara el mismo Kant (1992).

El propósito educativo, ético y político de la ilustración es entonces la

transformación social del hombre.

Una apretada síntesis sobre la ilustración es recapitulada por Peñalver (2002),

en los términos siguientes:

Desde el siglo XVIII se inicia la construcción y definición de un discurso

educativo en sintonía con la Ilustración. En tal discurso, los referentes de

índole pedagógica, de la educación y de la escuela, se forjan bajo el

acontecimiento de la Ilustración. Ello no sólo forma parte de un nuevo

estilo de pensamiento que se construye por encima del magma feudal,

sino que se instala para apuntalar las perspectivas de los nuevos

conceptos sobre el ser humano, la sociedad y la política. (p. 13).

La modernidad vino a determinar, por medio de su dinámica secular, la

orientación y el sentido de la formación (bildung), ya que abre brecha e impulsa

desde el neohumanismo ilustrado una verdadera articulación del quehacer pedagógico

como en el caso de Lessing, Kant, Pestalozzi, Humboldt y Krause.

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Con la aparición de la Didáctica Magna de Jan Amos Comenius, representa el

paradigma comeniano o transdiscursivo. Este paradigma es una especie de núcleo

de hierro del discurso pedagógico como le denominan algunos autores. Es uno de los

paradigmas que mayor continuidad y resistencia ha tenido a lo largo de los siglos. A

propósito de la esencia de la Didáctica Magna, Peñalver (2002), lo resume en los

términos siguientes:

La Didáctica Magna se inscribe en la educación moderna como un

discurso que alienta el despliegue de una doble dimensión: la fundante,

porque se constituye en referencia de los enunciados que circulan, y la

universal, pues busca responder de igual manera ante situaciones

disímiles con una gama de propuestas y respuestas, de normas para

regular la práctica de la enseñanza en las escuelas, que llevarían a cabo

los maestros de la modernidad. Desde la Didáctica Magna, no hay, en

exclusiva, una respuesta a la “problemática de la enseñanza”; están de

por medio los requerimientos del momento epocal, perspectiva que exige

un sujeto educado de acuerdo a los principios modernos. La formación

del cuerpo, el disciplinamiento, en este caso de la población infantil, es el

reto trazado con una línea de atención que aún se mantiene. (p. 14).

La obra de Comenio está inclinada a los temas de índole religioso y reformador,

para ello el autor se empodera de una posición restauradora del hombre, mediante las

exigencias en ese Camino de la luz, nombre del primer capítulo de su obra. Si el

hombre va a la escuela a educarse entonces esta debería formarlo en su totalidad,

impidiéndole caer socialmente y brindándole oportunidades que le ayuden a vivir. Por

tanto la formación es una alianza entre la familia (los padres), los maestros y

profesores como encargados de una segunda formación y por último los lugares de

instrucción (escuelas, colegios, etc.), aunque como veremos más adelante no son

estos los únicos lugares para la formación del hombre. Y en parte Comenio (2000),

adelantándose a los tiempos manifestaba estos señalamientos en su obra:

Nadie puede creer que es un verdadero hombre a no ser que haya

aprendido a formar su hombre es decir, que esté apto para todas

aquellas cosas que hacen el hombre. (Capítulo VI. p. 15).

Es conveniente comenzar a instruirnos para las acciones de la vida, no

sea que nos veamos forzados a decaer antes de haber aprendido a

obrar. (Capítulo VII .p. 18).

Hasta ahora hemos carecido de escuelas que respondan perfectamente

a su fin. (Capítulo XI. p. 26).

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Las escuelas pueden reformarse para mejorarse (Capítulo XII. p. 30).

Pero en su mayoría la pedagogía discursiva contenida en la Didáctica Magna

está basada en los elementos constitutivos de la escolarización del hombre y de

manera más puntual los concernientes a la formación, pues sus aportes resultan

indispensables para la interpretación de la emergencia educativa actual. Tal como lo

expresa Bedoya (2003): “El texto de Comenio debe ser un pretexto para mirar la

educación hoy, para discutir lo que nos compete en el momento actual de la

educación, para confrontar nuestros diversos enfoques sobre la manera de entender el

proyecto formativo”. (p. 13). Un verdadero instrumento teórico que procura

respuestas para determinados elementos pedagógicos y la sistematización del

conocimiento: la institución escolar perfecta y el orden de todas las cosas.

Como apreciamos existen elementos genealógicos que merecen especial

atención, para una comprensión fina de la lectura y la formación. En razón de ellos,

podemos precisar las emergencias educativas actuales.

Un elemento de interés fundamental en la lectura y la formación es la lengua.

En ese sentido el lenguaje es la piedra angular del presente capítulo. La actividad

humana se desarrolla en torno a la lengua y todo lo que el hombre es y hace queda

representado a través de ella. Es decir es una representación del hombre y su

individualidad.

La lengua, es por tanto un elemento trascendental, ella está autoactivada en el

hombre, quien la hace suya por medio de un acto de apropiación, donde logra asirse

de esta y una vez que la posee puede encarnarla y aprehenderla en su mundo e incluso

logra (re)crear el mundo del otro.

El hombre representa a través del lenguaje su pensamiento, su visión y su

naturaleza. Al respecto W. von Humboldt (1991) sostiene que: “El pensamiento tiene

lugar mediante el lenguaje; el lenguaje debe acompañar al pensamiento; el lenguaje

es el órgano del ser, en cuanto logra paso a paso reconocer interiormente y

exteriorizarse”. (p. 12).

El hombre estrecha relaciones de compenetración social y en un acto de

cotidianidad y reciprocidad la lengua se hace audible y visible por medio del habla.

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De allí que es la lengua la sustancia principal para hablar de la lectura y de la

formación. En palabras de Menze (1996): “(…) es imposible la formación (Bildung)

del concepto y de todo el pensamiento sin la lengua. Incluso dejando de lado la

comunicación de persona a persona, la lengua es una condición necesaria del

pensamiento del individuo en soledad cerrada”. (p. 353).

El hombre accede por medio del lenguaje a la interpretación y la representación

abierta y extensa de él mismo y de los otros. La lengua es emancipación, pues con

ella el hombre trasciende sus propios linderos. La lengua eres tú y soy yo misma por

medio del habla, nadie puede decirlo por ti ni por mí. Así lo expone Menze (ob.cit):

Por ello educar (Bilden) es siempre formarse a sí mismo (sichbilden).

Cualquier otro modo de educación (Bildung) falsea necesariamente la

definición misma. (…). La educación (Bildung) debe engendrar al

hombre mismo como fundamento y punto de referencia de todas las

aspiraciones. (p. 358).

A través de la formación desde la visión de bildung el hombre se determina,

tanto él como su mundo, haciéndose cada vez más amplio e ilimitado, el mismo autor

afirma que: “La formación (Bildung) es la condición fundamental para una mejora del

hombre, para que pueda comprenderse de nuevo como sujeto, como señor del

desarrollo”. (p. 353).

La lengua es entonces un producto inacabado en permanente transformación y

evolución al igual que la formación del hombre. La lengua es acción fundamental en

las relaciones humanas, es la que contribuye a los procesos de intervención social con

el resto de sus pares. En esa misma línea de pensamiento Guzmán (2007) nos inspira

al colocar el lenguaje como horizonte hermenéutico, ya que nos permite:

Una experiencia-mundo. Las lenguas responden a estructuras

diferentes. Cada lengua es una acepción de mundo, en la que acontece

el fenómeno originario de la formación del lenguaje. La lengua posee

fuerza, posee un nexo indisoluble entre el lenguaje y el pensamiento.

Esa fuerza del lenguaje permite hacer uso infinito de medios finitos.

El lenguaje es una experiencia hermenéutica pues es un acto de

comprensión en virtud de lo que se habla y transmite en ella.

Finitud. El lenguaje es la huella de la finitud, es un espejo de quien

habla. A través del lenguaje se advierte una relación de la experiencia,

la reflexión y la comprensión del uno con el otro.

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Un horizonte de comprensión. El ser que puede ser comprendido es

lenguaje, esto no es más que la piedra angular de la hermenéutica

gadameriana. Algo accede al lenguaje, a través de la palabra. (p. 48-

52).

La construcción de la formación del hombre es similar a una obra

arquitectónica única, pues es capaz de soportar episodios de: (de) (re) construcciones

ininterrumpidas y esto lo consigue por medio de su propia naturaleza, su esencia

misma de existencia que representa. Ella le brinda posibilidades y oportunidades de

relacionarse, pues ese es el verdadero sentido y valor de la vida.

La lengua es puente de relación a la lectura y la formación. Al leer no solo nos

dedicamos a descifrar, ni emplazar en el lugar del autor, es la búsqueda del horizonte

propio, siendo tú mismo o yo misma a partir de la mirada, del lenguaje, en fin de

nuestras palabras. Esto vendría a sintetizar y enfatizar más la preeminencia de la

lingüisticidad en cualquier ámbito formativo. En palabras de Gadamer, (1999) queda

declarado en los términos siguientes:

Un ser que puede comprenderse es lenguaje. El lenguaje es el medio

universal en el que se realiza la comprensión misma. La forma de

realizarse la comprensión es la interpretación. El lenguaje sólo tiene su

verdadera existencia en el hecho de que en él se representa el mundo. (p.

467).

En consecuencia, el lenguaje por medio de la lectura, es un diálogo de

resistencias entre el lector y el texto. La palabra allí escrita es un manifiesto tan solo

de bienvenida a las nuevas miradas que recrearán nuevos horizontes; plenos de

desigualdades, afirmaciones, similitudes, en sí todo un ejercicio de alteridad.

Independientemente de la formación, la lengua está allí presente, ya sea de

manera etérea, sublime o de manera sísmica y compleja. Cada hombre hace uso de

ella y en el intercambio con el resto de los hombres a su alrededor fluye la alteridad

característica. El hombre habla de su propia representación de mundo, la comparte y

en la medida que dialoga sobre ella ve otros mundos, esos otros que son parte de su

naturaleza más concreta.

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De tal manera que la pretensión pulsativa del capítulo, aunque resulta extensa,

jamás será concluyente entre lectura y formación.

Inicialmente surgen en mí estas interrogantes, como mis sospechas de primer

orden, las cuales tendré que (o intentaré) revelar en este apartado: ¿cómo logra el

hombre desarrollarse y comprenderse por medio de la formación (bildung)? ¿cómo

queda representada la formación del hombre a la luz del dispositivo lector? y ¿cómo

discurren en la red saber–poder la lectura y la formación?

La lectura constituye al individuo, a la persona y al ciudadano. El texto es único

y múltiple a la vez. En este sentido intentaremos dar sintonía a la formación desde el

eco de Michel Foucault, pero no solo para exponer aspectos teóricos; sino más bien

con el sentido de problematizar observando los dispositivos que la bordean.

Por tradición la pedagogía ha venido dando cuenta de todo el hecho educativo,

por ello es menester pensar sobre lo que tenemos, para luego remontarnos hacia una

interpretación un tanto antipedagógica con la pretensión de quitarle la lectura ese velo

de objetivaciones, regularidades y productos.

La Lectura en Clave de Resonancia Pedagógica

Philippe Meirieu (1997/2013), en su artículo Praxis pedagógica y pensamiento

de la pedagogía interpreta la pedagogía en términos de “relatos de educación”, con el

propósito de significar que la educación está por encima de la pedagogía. Para

argumentarlo parte de cinco (5) premisas fundamentales, que hacen fecunda a la

educación y en consecuencia a la pedagogía:

Relación: Para que haya educación, tiene que haber un educador y un

educando. Pero lo que es menos evidente, es el hecho de que el

educador no aparezca siempre directamente y en persona en la

relación educativa: puede estar presente por la mediación de un libro o

de un documento, de un conjunto de ejercicios preparados, de una

situación concebida por él y ante la cual se ausenta para dejar al

educando su investidura.

Asimétrica: El educando, por su definición, no puede hacer esa

escogencia, él tiene necesidad de ser educado. El educador debe

entonces asumir deliberadamente una asimetría radical con aquellos

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de los cuales está encargado (el “pedagogo” es, precisamente, aquel

que escoge lo que conviene enseñar al otro), aunque esta asimetría no

siempre fácilmente compatible con la asimetría afectiva inevitable

entre dos personas de carne y hueso.

Necesaria: No hay ejemplo de hombres que hayan podido acceder al

estadio adulto sin apoyo, el sostén y los esfuerzos de transmisión

cultural de otros hombres, adultos a aquellos.

Provisional: El proyecto educativo impone, en efecto, que los saberes,

conocimientos y objetos culturales puedan ser reutilizados una vez y

en la iniciativa a quien se les ha transmitido. Eso porque la

preocupación de transferencia de un aprendizaje debe estar presente

durante el aprendizaje y no reportados sistemáticamente después de él.

Con miras a la emergencia de un sujeto: Educar es visualizar la

emergencia de algo que se nos escapa y que renunciamos a controlar,

es comprometerse sin cesar en el deseo de dominar lo que nos aturde

irremediablemente y del cual no podemos nunca desembarazarnos a

pesar de que fecunda nuestra inventiva. (p. 2).

Ahora bien y ¿cómo armonizan estas premisas en el hecho educativo? En la

práctica pedagógica; es allí donde comienza la resonancia: cuando maestro y alumno

establecen una relación dialógica, pero que no queda exclusivamente en ese plano,

sino que incluye al texto, el documento, o la experiencia del otro, Pues todas son

propicias para la reciprocidad, es ese abandonado aprender de oído que evoca Jorge

Larrosa (2008). Un diálogo asimétrico, hecho de contrastes y diferencias, aunque el

maestro marque o delimite el camino, existe la necesidad del encuentro, del espacio

de discusión, del aula disímil, transitoria y versátil.

La educación no hace responsable a la pedagogía de la práctica educativa, ni del

aporte de soluciones, ni de las estrategias didácticas, sino que la pedagogía viene al

hombre para inventar y reinventar para significar y resignificar, haciendo que actos

individuales y singulares sean suscitados desde la dinámica colectiva.

Hacer resonar la lectura en clave pedagógica invita a pensar sobre la

experiencia educativa, pero no con el designio de empezar a dar formulismos

estratégicos (de los cuales hay un buen número); sino con la idea de abrir brechas que

conduzcan a replantear la lectura, a problematizarla o preguntarnos sencillamente:

¿existen otros caminos aparte de los ya conocido, otras formas o abordajes?

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En esta clave no estamos buscando que se diga lo que ya se sabe o se dijo,

estamos más bien provocando un espacio para las intersubjetividades, para la palabra

y el diálogo, donde cada escucha aporta y construye. Larrosa (2000) lo reafirma en

los términos siguientes:

Hay que leer con los otros y multiplicar las resonancias y pluralizar los

sentidos frente a la homogeneidad del saber que aplasta la diferencia. De

allí que la amistad del leer implica la amistad del aprender con, el

encontrarse del aprender. Y en este caso, el aprender no es sólo un medio

para el saber. (p. 142).

También son acertadas las palabras de Belinchón y otros (1992), en cuanto al

uso de la palabra, del lenguaje en este eco pedagógico de la lectura:

El desarrollo del lenguaje se fundamenta en la existencia previa de un

mundo intersubjetivo compartido, sin el cual no sería posible imputar

sentido a las emisiones. Si bien el lenguaje potencia enormemente las

posibilidades de acceso intersubjetivo al mundo interno de otros, requiere

algunas competencias intersubjetivas previas, por rudimentarias que sean,

para comenzar a desarrollarse. Es decir, exige de la presencia previa de

alguna capacidad de percepción de intenciones de otros y acceso a su

mundo mental. (p. 200).

Es en la comunidad de lectores donde resuenan y convocan sus voces, una

especie de galaxia común –término aludido por McLuhan (1969)–: el texto. Una

galaxia contraria pero a la vez común, donde el texto es el vínculo que une y reúne.

El hombre que lee, es el hombre que comienza a saber aquellas cosas que no

sabía, y entra en contacto con ellas. Pero también es el que hace un alto para pensar

en lo que sabe. Mientras que el hombre que está enseñando a leer es alguien que

comparte preguntas, inquietudes, problemas y hasta confusiones. Esta es la clave que

nos incita a romper el silencio y levantar la voz del pensamiento.

Resonancia pedagógica del acto de leer es una clave para la (re) (trans)

formación del hombre, a quien la lectura lo atraviesa en ejercicios constantes de

pensamiento, en medio de un escenario de intercambio y de participación cuyo puente

es el texto escrito. El texto se convierte en tribuna para el encuentro y el contraste. La

resonancia quedaría circunscrita a las resonancias corpóreas, aquella que sentimos al

leer cuando nuestro propio cuerpo escucha y pregunta.

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La Formación como Finalidad

En una de sus afirmaciones Larrosa (2000), sostiene que la formación del

individuo no sucede en un tiempo lineal ni acumulativo. Tampoco es un movimiento

pendular de ida y vuelta, de salida a lo extraño y de posterior regreso a lo propio. El

tiempo de la formación es una sucesión de círculos excéntricos.

La formación del hombre es un discurrir de ideas, reflexiones y acciones de lo

que vive y le está pasando, pero también de aquello que anhela vivir. Meirieu

(1997/2013), denomina a estas acciones relatos de educación, que si bien “(…) no se

sustituyen nulamente a nuestro juicio, no nos dictan siempre la decisión a tomar pero

pueden enriquecernos y movilizarnos suficientemente para tomemos nosotros mismos

la decisión de educar” (p. 14). Los relatos de educación invitan a la reciprocidad, a la

infinidad y al riesgo.

Formar al hombre, al ciudadano requiere de un acto colectivo, que involucre a

los otros. Un acto de alteridad y formación propio del individuo relacional. Son

oportunas las palabras de Madriz (2009) que suscitan la divulgación y fomentan el

encuentro relacional con el otro:

Faltaría sin embargo trascender el plano individual y dedicar buena parte

de la investigación reciente a la influencia del colectivo en ese proceso de

comprensión. Colectivo entendido como lo compartido, como la

construcción intersubjetiva de un mundo social que no necesariamente

responde tanto a un ahora como a una tradición, y colectivo, entendido

como la influencia de un espacio humano ocupado por otros hacia los

cuales y con los cuales interactuamos en un aquí y un ahora. Ambas

dimensiones de lo colectivo están presentes al momento de la

interpretación de los textos. (p. 21).

La formación es entonces una urdimbre, donde se entretejen y destejen lecturas

disímiles e infinitas. Por tanto la lectura forma y esta formación es un acto de

emancipación que le ofrece acceso al mundo plural.

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Formación y Lectura. ¿Dos Vertientes en una Trama?

Esta sección tiene una doble intencionalidad, un primer momento será

acercarnos al concepto de formación desde su origen y evolución, aunque hemos

mencionado algunos hechos anteriormente, es necesario presentar la episteme

completa. En ese orden dedicaremos una buena parte a la paideia y el areté por ser la

base de la formación, modelos específicos de la educación del hombre. Un segundo

tiempo orientado a reconocer la formación y la lectura como parte de un mismo

tejido: la trama.

Las dos vertientes en una trama exigen que formación y lectura estrechen lazos,

los lazos de la libertad del hombre. Es la oportunidad del hombre ser y manifestar su

potencial, su plenitud. Para impulsar este proyecto formativo las vertientes deben

encontrarse, hermanarse en un cauce común: la bildung.

La lectura permite acercarnos a las distintas esferas socioculturales y formativas

que engrandecen la propia cultura individual y ajena. En la medida que el lector está

inmerso en su habitus el texto se diversifica; mediante reconstrucciones múltiples. En

otro tanto la acción formativa (bildung) brinda la oportunidad de que el hombre que

está siendo educado emerja desde sí mismo.

La lectura y la formación se descubren en la transformación misma del hombre.

¿Y cómo ocurre esto? a través de las incontables (de) (re) construcciones y

resignificaciones que el mismo lector realiza al interpretar su mundo y leerlo.

Precisamente la formación enfoca tres aspectos netamente humanos: los

relacionados a dar forma, los orientados a las capacidades y por último los

concernientes a las disposiciones del hombre. Cuando el hombre logra esa

reconciliación con el mismo y es capaz de reconocer al otro para su comprensión del

mundo, esa es realmente su formación, la revalorización del hombre. Es en este punto

precisamente donde esta trama queda vertida en una trama de formación inagotable

pues se aprende y escucha –desde la plataforma dialógica–, el pensamiento, la

posición o punto de vista del otro sin anteponer su propio interés y sin ánimo de

convencer o convencerse.

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La formación y la lectura constituyen un proyecto indetenible, en el cual el

individuo excede los límites, incluso de la pedagogía.

La pretensión siguiente es explorar estas dos categorías (paideia y areté) y

luego enlazar con en el capítulo siguiente con la noción de bildung (formación) como

la posibilidad para la formación del hombre como ciudadano y como ser pensante y

libre, capaz de cuidar de sí mismo y formarse.

La Paideia y el Areté

La educación es la suma de diversas acciones que rigen a un colectivo. El

legado del pueblo griego a la educación no eran asuntos exclusivamente dirigidos a

las habilidades y destrezas, era la esencia antropológica del individuo.

De acuerdo a los estudios de Jaeger (1995), señala que no existe fórmula capaz

de precisar exactamente el significado de la paideia, sin embargo introduce los

siguientes planteamientos:

Tal es la genuina paideia griega considerada como un modelo de un

hombre de estado romano. No surge de lo individual sino de la idea.

Sobre el hombre como ser gregario o como supuesto yo autónomo se

levanta el hombre como idea (…). Este ideal de hombre, mediante el cual

debía ser formado el individuo, no es un esquema vacío, independiente

del espacio y del tiempo. Es una forma viviente que se desarrolla en el

suelo de un pueblo y persiste a través de los cambios históricos. La

paideia le aporta al individuo una íntima inteligencia y un contacto

creador entre unos y otros. (p. 21).

La paideia no era solo la instrucción o la crianza de los niños (Siglo V), aunque

esa fue su acepción inicial, ella parte de la cotidianidad del individuo, por tanto la

educación encierra: costumbres, hábitos, habilidades, disciplina, instrucción, cuidado

de sí mismo y formación.

El estudio de la paideia griega, de acuerdo a Rojano (2009), es dividido de la

manera siguiente:

En la cultura griega se distinguen cuatro modelos o paideias: la paideia

arcaica, entre los siglos VIII y VI a. C; la paideia espartana y la paideia

ateniense, que se centran en el periodo clásico, del siglo VI a. C. al IV a.

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C; y la enkiklios, paideia helenística que se centra en los siglos III a. C a

I a. C., momento en el que la lengua griega llegó a ser koiné del

Mediterráneo oriental perdurando hasta la etapa de dominación romana y

el periodo bizantino. (p. 2).

Cada una de estas paideias poseía rasgos diferenciales pero en particular era la

manera en que la polis era asumida. La paideia arcaica corresponde a los siglos VIII

y VI a.C, perfectamente ilustradas en las obras de Homero: La Ilíada (2005) y La

Odisea (2005) y de y Hesíodo: Teogonía (1986) y Los trabajos y los días (2007), las

cuales dejan como legado: el hombre como ideal perfecto y competitivo. Por lo tanto

el prototipo homérico- educativo venía dado por la mimesis entre dioses y caballeros.

En relación a la obra de Homero el filólogo Jaeger (1995), la describe en los términos

siguientes:

El periodo Homérico de la historia Griega, ha permitido establecer como

La Ilíada es testimonio de la presencia de un alto nivel de conciencia

educadora en la antigua nobleza griega primitiva. En ella es de fácil

percepción de cómo el ancestral concepto guerrero de la areté, no

satisfacía a los nuevos poeta griegos; se requería de uno que fuera más

allá de la acción e involucrara la nobleza del espíritu, la virtud y el deber,

en pos de delinear el hombre perfecto. (p. 26).

Por su parte Hesíodo exalta la práctica de las actividades cotidianas, laboriosos,

manuales (artesanales), posicionando así la preeminencia y valoración del trabajo

como pilar fundamental para el desarrollo continuo del hombre en la polis. Hesíodo

introduce el factor democratizador de la educación. En Los trabajos y los días el autor

relata la ardua tarea a la que diariamente se expone el campesino con la tierra y con

las luchas que sostiene a campo abierto con sus adversarios.

Por su parte el areté quedó representado por medio de un hombre de grandes

virtudes y caballeroso, articulado a su vez al compromiso intelectual, ético y moral.

Al respecto Jaeger (ob.cit), sostiene:

El concepto de arete es usado con frecuencia por Homero, así como en

los siglos posteriores, en su más amplio sentido, no sólo para designar la

excelencia humana, sino también la superioridad de seres no humanos,

como la fuerza de los dioses o el valor y la rapidez de los caballos nobles.

El hombre ordinario, en cambio, no tiene arete, y si el esclavo procede

acaso de una raza de alta estirpe, le quita Zeus la mitad de su agrete y no

es ya el mismo que era. La arete es el atributo propio de la nobleza. Los

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griegos consideraron siempre la destreza y la fuerza sobresalientes como

el supuesto evidente de toda posición dominante. Señorío y arete se

hallaban inseparablemente unidos. (p. 24).

Podemos concluir que la paideia arcaica deja dos fundamentos esenciales, el

primero referente a la creación del hombre y el mundo, para ello se apoya en la vida

de los dioses utilizando un lenguaje típico de la epopeya. El segundo constituido por

consejos para la vida evidenciados a través de la moral práctica y las experiencias de

vida. En cuanto al areté podemos calificarla como una areté heroica sesgada al honor

y el valor del individuo.

En cuanto a la paideia espartana y la paideia ateniense pertenecen al periodo

clásico griego. A continuación presentaremos algunos elementos fundamentales que

caracterizaron el hecho educativo en estas paideias.

Esparta fue una ciudad reconocida como una potencia militar debido al temple

guerrero de sus habitantes, por consiguiente la educación se desarrolló bajo un velo

militarizado, el cual es conocido como La Agogé. Esto en contraposición a la paideia

ateniense cuyo enfoque era la formación del carácter (ethos) democrático del

ciudadano, el respeto, la ley, la justicia, la honestidad y la decencia.

Los espartanos cimentaron su formación bajo principios de disciplina,

obediencia, templanza, sobriedad, firmeza ante el dolor y el sufrimiento. Tal

comportamiento era evidente en el trato de honor y lealtad manifiesto a líderes y

ancianos. En ese orden tendremos una areté inclinada al trabajo y la justicia. A

continuación una síntesis del recorrido educativo del guerrero espartano acontece de

la manera siguiente:

1. El énfasis básico es la formación del varón para la guerra y defensa del Estado.

2. La formación de los hijos le pertenecía a la polis de allí el interés de dotarlos de

todo lo necesario para un crecimiento saludable.

3. El niño estaba en el seno familiar hasta los seis años, a partir de los siete, hasta

los doce aproximadamente, el Estado en un acto de eugenesia era responsable

de la formación cívico-militar.

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4. Entre los doce hasta los dieciocho años de edad el formante sentía el peso de la

rigurosidad militar por un lado y por el otro su preparación gimnástica

(lanzamiento de disco y jabalina, lucha, atletismo y saltos) y musical. De los

dieciocho a los veinte (considerado adulto), la disciplina tenía un enfoque

netamente militar.

5. Las actividades de carácter intelectual eran menores orientadas en su mayoría a

la lectura y memorización de obras homéricas, el cálculo, y la escritura; esto

por considerar a estas actividades de menor importancia ante la formación

como soldado.

6. La formación de la mujer espartana recaía sobre la familia y gozaba de mayor

libertad que la del varón: labores manuales, tareas del hogar, danza, música y

gimnasia. Al llegar a la edad adulta se casaba y dedicaba a la administración del

hogar.

La Agogé viene a representar el modelo educativo espartano, el cual estuvo

consagrado por la obligatoriedad, la colectividad y la organización del Estado.

Por su parte la paideia ateniense posee un modelo educativo dado por la

confluencia de aportes de distintas paideias, en el caso de la paideia homérica

considera los rasgos referentes a la nobleza y la espiritualidad, de Hesíodo el carácter

de la democracia y la justicia (diké). Del pueblo espartano el tono comunitario y

cotidiano de la vida. Una descripción de la paideia ateniense es expuesta por Rojano

(2009), de la manera siguiente:

Del compendio de influencias de los distintos modelos de educación,

nace la padeia ateniense y el concepto de libertad ciudadana, es decir,

una educación cívica y política que ha de formar buenos ciudadanos

mediante el ethos (carácter) y el respeto a la ley. (p. 5).

La paideia ateniense estuvo cimentada en la formación cultural del individuo,

incluyendo la preparación para el ejercicio de la ciudadanía y la democracia. Entre

sus rasgos distintivos tenemos los siguientes:

1. Formación del carácter humano, fundado en el respeto a las leyes (nómoi).

2. Plena participación de la comunidad en el gobierno de la polis. El ciudadano era

parte activa en el proyecto legislativo.

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3. Formación integral basada en diferentes áreas: física, espiritual, moral y cívica.

4. Hasta los siete años la educación estaba a cargo de la madre o nodriza. Desde

los siete a los trece años le correspondía la formación del joven al grammatista.

Estas enseñanzas incluían gramática, lectura, escritura, cálculo y aritmética.

Luego el mismo maestro lo llevaba a participar de actividades complementarias

de orden musical (oboe, cítara, lira) poéticas y dancísticas, las cuales fortalecían

el areté espiritual del hombre. A los quince años acudía al gimnasio (instruido

por el paidotriba). A los veinte era considerado adulto y tenía pleno goce de los

derechos civiles y políticos.

Sin duda alguna la educación ateniense estuvo marcada por variados factores

pero los de mayor influencia fueron los de índole política. La formación emplazada al

homo politicus, resultó en un areté hacia la excelencia y accesible al hombre

ateniense, incluso fue entendida como una politiké areté.

La paideia helenística trajo consigo una educación de carácter encíclico y

universal (enkyklios paideia). Esto condujo al establecimiento del sistema educativo

estructurado en niveles o etapas y contenidos. Los niveles eran tres (3), el primero o

nivel básico dedicado al aprendizaje de la escritura, la memorización de textos, el

cálculo, la música, la danza y el canto. El grammatistés y el citarista eran los

responsables de dirigir la enseñanza. En el segundo o nivel medio la formación

intelectual era filológica (científico- literaria), también había un componente

gimnástico representado por la lucha, la equitación y el manejo de armas. Mientras

que la formación artística denominada trivium incluía gramática, retórica y dialéctica.

Los contenidos de gramática formaban parte del llamado canon literario conformado

por: Sófocles, Eurípides, Homero, Hesíodo, Esquilo y Demóstenes. La retórica tenía

la intención de fortalecer el discurso por medio de la argumentación. Eso se

complementaba con la dialéctica donde el alumno elaboraba su discurso escrito y lo

leía ante sus compañeros. Por último la formación matemática o cuadrivium contenía

aritmética, geometría, astronomía y música, la misma estaba a cargo de gramáticos y

sofistas. El tercero o nivel superior estaba inclinado a la filosofía y retórica con la

variante que poseía dos subniveles: estudios menores dedicados a la enseñanza de las

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técnicas y oficios bajo la tutela del rethor y los estudios mayores orientados a la

filosofía y retórica bajo la responsabilidad de sofistas y filósofos.

Sin duda alguna la paideia helenística impulso la sistematización del saber

escolar y quizás son los primeros vestigios sobre materia curricular. La formación del

cuerpo y la mente fueron los ejes de esta cultura. La adolescencia fue considerada

como la etapa formativa por excelencia, aunque este proceso se extiende hasta la edad

adulta y senil.

Hasta aquí hemos atravesado la senda histórica de la educación, la misma ha

estado suscrita desde la edad antigua a las concepciones y prácticas de las diferentes

culturas. El primer milenio estuvo representado por las paideias expuestas,

consideradas una representación fehaciente del ideal griego de formación educativo.

A medida que el helenismo logra expandirse gracias al ideario de Alejandro

Magno, el cual tenía como fundamento que la humanidad fuese una, todo ello bajo la

influencia griega, había otros hechos geográficos que acontecían paralelo a esa

situación. Entre ellos la diversidad de preceptos religiosos que se recibían de una

región a otra. Nace así la verdad greco–judía que es vista, oída y obedecida, la cual

establece los cimientos de la cultura occidental a través de la persona de Jesucristo.

Una prueba de ello la tenemos en el pentateuco, concretamente en el capítulo 6 del

libro de Deuteronomio (La Santa Biblia VRV, 1960):

5 Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con

todas tus fuerzas. 6 Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre

tu corazón; 7 y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu

casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. 8 Y

las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus

ojos; 9 y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas.

Al paso del tiempo, y de manera antitética, el pensamiento cristiano y el

pensamiento griego abren las puertas a la cristianización y comienzan a fusionarse los

ideales culturales griegos con la fe cristiana. Hechos tales como: la encarnación,

(Dios hecho hombre en la persona de Jesucristo), la salvación universal a través de la

evangelización y la resurrección. Ninguno de ellos puede ser omitido, ya que

constituyen transformaciones en la cultura occidental, esta situación aunque desigual

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es la que abre paso a la consolidación de la formación humana lo cual conocemos con

el nombre de: paideia Christi o paideia cristiana. En ese sentido Jaeger (1995),

apoya la afirmación anterior en estos términos:

La fusión de la religión cristiana con la herencia cultural griega hizo que

la gente se percatara de que ambas tradiciones tenían mucho en común,

si se las consideraba desde un punto de vista superior, el de la idea griega

de paideia o educación que ofrecía un denominador común único para

ambas. El pensamiento de orígenes lleva a la verdadera filosofía de la

historia, algo que nunca se dio en el suelo de la Grecia clásica (...); y es

que el pensamiento histórico cristiano tenía que tomar en cuenta el hecho

de la coordinación y cooperación siempre crecientes entre las distintas

razas humanas bajo la fe cristiana. (pp. 93-94).

La incorporación de la paideia cristiana coloca a Jesucristo como centro de la

cultura con el impulso de la paideia clásica, de allí que algunos la califiquen como

imitatio Christi, asumiendo a Cristo como modelo y maestro: “Jesús les dijo: Yo soy

el camino, y la verdad y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”. (Jn. 14:6. La

Santa Biblia VRV, 1960).

A pesar de que la paideia cristiana posee diversos elementos caracterizadores,

los cuales pudiesen ser abordados o reseñados, nos detendremos en aquellos

directamente vinculados con la formación:

1. La paideia cristiana discurre en medio de la religión cristiana y la paideia

divina.

2. La formación cristiana recae, sobre los denominados Padres de la Iglesia:

Gregorio de Nisa, Orígenes, Basilio el Grande, éstos del pueblo griego y de raíz

latina: San Agustín de Hipona, Novaciano y San Jerónimo por mencionar

algunos. Dedicados a la teología, traducción de manuscritos bíblicos, trabajos y

enseñanzas doctrinales, tal es el caso del De Magistro por Santo Tomás y San

Agustín.

3. La enseñanza central es que el hombre es semejanza y creación de Dios.

4. El cristianismo es una metamorfosis, donde el hombre comprende por un lado

que es por intervención divina que podrá lograr sus propósitos en la vida y por

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el otro que el Espíritu Santo es la fuente educadora, la cual usa a hombres como

instrumentos de su manifestación

5. La vida monástica representa la forma de ser la educación cristiana. En cierta

medida está manifestando una formación orientada al ser humano.

Es así como la idea de formación es repensada y replanteada emergiendo un

hombre desprendido de sí mismo e inclinado a buscar su libertad, en intentos

permanentes de transformación subjetiva de sí mismo y también de nosotros mismos.

Concluiremos este apartado con una cita de Vilanou (2001), que responde a la

herencia cristiana y a la manera en que esta búsqueda de Jesucristo es extensión y

esencia de este trabajo: la Bildung.

En consecuencia, la entrega personal a Dios, constituyó la piedra angular

de la naciente Bildung medieval que ofrece una visión altruista que

implica que el hombre debe liberarse del afán egoísta de autoperfección

para abrirse a la recepción de Dios, según ya planteó la mística alemana

del siglo XIV Meister Eckhart,Heinrich Seuse, Johannes Tauler).

(…).Bajo esta perspectiva, la noción de formación exige dos cosas:

primero liberarse de las cosas y de los hombres, y, después, liberarse

como voluntad y auto existencia respecto del mundo hasta conseguir la

pérdida de uno mismo. La educación del hombre es ofrecimiento,

renuncia al egoísmo para afrontar la entrega altruista que exige el reino

del amor. (pp. 5-6).

En tanto que el sujeto se van encontrado consigo mismo desde una experiencia

mistagógica, el autor plantea dos posibilidades: la primera donde el hombre se libera

de los asuntos materiales y de los hombres que lo atan y atropellan a diario; y la

segunda, es cuando él se libera de su propia voluntad, acto que refleja una actitud más

altruista y menos egoísta. Tal situación es el deber ser educativo, un darse al otro

constantemente. Por tanto, la perspectiva teológica de la bildung hace de ella una

educación compartida y recíproca.

Institución de Exigencias

La educación tiene funciones trascendentales en la formación del hombre entre

ellas que aprenda a participar en diferentes escenarios de manera dialógica y crítica.

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La educación puede llegar a ser uno de los mejores espacios sociopolíticos, históricos

y culturales, que le permite al individuo en formación, una plataforma para la

transformación y la re-creación.

De acuerdo a Nietzsche (2000): “La educación es el arte de rebautizarnos o de

enseñarnos a sentir de otro modo” (p. 21). En ese rebautizamiento operan diferentes

líneas de fuerza, lo cual hace nos hace coexistir y al mismo tiempo conseguir más

fuerza. De allí que las ideas de Foucault cobran vida en el sentido del poder y el

saber, el rebautizamiento queda representado por la tensión que la dupla saber-poder

genera.

La escuela debe dar más fuerza intelectual y contribuir a ese rebautizarse del

hombre por ser la institución formadora por excelencia. Hoy día la escuela es un

campo de tensiones rutinarias, reproductora de verdades, donde sobrevienen diversos

rituales pedagógicos.

Las instituciones educativas son centros de exigencias (políticas,

administrativas, sociales, culturales y otras), son ellas las que poseen el aparataje o la

maquinaria pedagógica de la verdad. Están implantadas en modelos, preceptos y

currícula, que le ratifican como portadora de los contenidos y de “sus verdades”. Así

lo plantean y debaten Saldarriaga y Sáenz (2005), en una compilación titulada: De los

usos de Foucault para la práctica pedagógica, “(…) los maestros no aceptan que

nadie se meta en sus terrenos y nadie quiere que le enseñen a hacer su propio trabajo”

(p. 112). Tal parece todo está dicho y un cerco hermético bordea a la escuela.

Otra afirmación similar la ofrece Morey en la introducción de un diálogo sobre

el poder y otras conversaciones, de Foucault (1981), quien señala: “Estamos en una

escuela de un maestro que siempre tiene las respuestas sensatas, aquellas que acallan

todas las preguntas, que impiden seguir preguntando.” (p. 5). La formación no se

demarca con líneas fronterizas, la formación del hombre es inagotable. Si retomamos

el verbo nietzscheano de rebautizamiento el mismo quedaría representado por la

libertad de la palabra, del pensamiento y de la crítica.

En vista de que la escuela está fundada en el saber, el saber escolar y vivimos

agónicamente sus contraefectos, tropiezos y desaciertos. La institución escolar queda

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enmascarada bajo requerimientos de prácticas disfuncionales. De acuerdo a la teoría

de M. Foucault son líneas de fuga, fisuras y fracturas que aparecen sísmicamente. El

sistema educativo está saturado de ellas, algunas parecen tan sutiles (líneas muy

delgadas), que nos negamos a creer que están allí; sólo la tensión y presión que hacen

al resto de los elementos que le rodean nos hacen evidenciar e interpretar su

existencia.

Igual situación ocurre con la lectura. El sistema educativo comprime la tarea del

lector en cinco adjetivos: critico, creativo, autónomo, calificado e independiente.

Ahora cómo hacer para lograr esas adjetivaciones, de qué manera formar y

aproximarnos a una transformación del hombre. O será esto un mero relleno

curricular, un formalismo que la norma funda y espera. Mientras el sistema educativo

este instituyendo exigencias en las escuelas y pretendiendo cosas, la utopía continúa y

la realidad corroe ese ideal educativo.

Cuando la escuela asume la lectura como un ideal transdiscursivo: el texto se

hace eco de todos los textos y así se va replicándose, al final es el mismo discurso

pedagógico y por consiguiente el mismo texto. Tan sólo hagamos una pregunta

simple en el aula como: ¿Qué es la familia? por citar alguno, tendremos las voces de

la monotonía y de la repetición.

Una Utopía Pedagógica. Entre la Normatividad y la Normalidad

En este espacio reflexionaré sobre algunos elementos pulsadores del dispositivo

pedagógico. En especial los inherentes a ideales educativos y al discurso pedagógico.

A medida que el hecho escolar-formativo es aludido aquí, quedarán al descubierto

escenarios que apuntan directamente con la lectura.

La huella transdiscursiva fundada por J.A Comenio en el siglo XVII, ha sido

una de las más notorias en el ámbito pedagógico. Sus estudios muestran la educación

como un conjunto de metas a lograr, metas fundadas sobre una idealidad que ha sido

abordada a través de la pedagogía.

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Baquero y Narodowski (1990) ofrecen algunas argumentaciones para dilucidar

la utopía pedagógica:

La pedagogía construye normas, explicita normalidades; en fin,

normatiza. Su análisis corriente se basa en estipular cuáles son aquellos

ideales deseables y cuáles no lo son. La pedagogía es estipulativa en la

medida que elabora estos puntos de llegada. (…) su práctica consiste en

bosquejar la diferencia existente entre ciertos indicadores que brindan

algunos fenómenos y los ideales, diagnosticando la similitud o

disimilitud existente y aconsejando de los medios más aptos para

conservarla o compensarla. (p. 35).

La práctica escolar ha quedado circunscrita a variados ideales, entre ellos las

evaluaciones “normales”, con indicadores que determinan lo alcanzado o no en un

tiempo específico. Pero también encontramos otros rituales como el currículo, los

programas, la evaluación entre otros. De cada uno de ellos la lectura va permeándose

hasta verse impersonal y monótona.

Este empeño pedagógico de entronar en las instituciones educativas

dispositivos que refuerzan la relación poder-saber, Milano (2009) lo refiere en los

términos siguientes:

Los rituales escolares, como el mito, la teología, y la ciencia tienen una

inveterada e irresistible vocación por el orden. Orientados a conjurar los

riesgos de la incertidumbre, el caos, la aleatoriedad y el desorden,

remiten a un orden primordial, en el cual todo aparece normal desde

siempre. Los desfiles, las ceremonias, las insignias, el cuadro de honor, la

enseñanza como causa del aprendizaje, tienden a consolidar un modelo

societario que descansa en jerarquías, modelos de gestión, formas

autoritarias de organización. Aquí la función social del dispositivo ritual

consiste en naturalizar estas estructuras de poder y hacerlas aparecer

como constitutivas y constituyentes del orden del mundo. (p. 73).

Los rituales se convierten en microdispositivos: la lección, la adaptación

gradual de textos y manuales a la edad, al grado, el diagnóstico para detectar

deficiencias, la evaluación de la lectura para determinar nivel de análisis y

comprensión.

Es por medio de este discurso pedagógico que se comprueba la maduración y el

desarrollo escolar y entonces saber, en una especie de clínica-escolar, cuáles

prácticas y estrategias pueden aplicarse al alumno.

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Articulando lo anterior, Baquero y Narodowski (1990) enumeran algunos

elementos que corresponden a la estructuración del discurso pedagógico y reafirman

lo que hemos dicho en relación con la lectura: Tendencia natural al progreso,

cosificación de las relaciones sociales, hipótesis regresiva e hipótesis represiva,

discurso psicopedagógico. En esta trama discursiva pedagógica se encuentra la

lectura: la homogenización de las prácticas de lectura, repetición de lecciones, volver

a leer el mismo texto o memorizarlo y recitarlo ante el grupo, el no adelantar la

lección, el libro gradual, entre otras situaciones ya citadas.

Un objeto particular de esta trama discursiva y que forma parte de la utopía

escolar es el libro. Estos poseen las actividades ya pensadas y planeadas, el maestro

solo debe abrir el texto y sacar de allí lo pensado para él y sus estudiantes. Todo ello

ha quedado perpetuado desde el establecimiento de la Didáctica Magna de Comenio

(2003), e incluso algunos autores sostienen que desde la Professio Regia de Ramus

(1576) en menor escala.

La Didáctica Magna es el libro pedagógico–enciclopédico por excelencia. De

allí se han considerado lineamientos para que el docente esquematice, sistematice,

sintetice y demuestre el saber escolar. Y bajo este precepto, ha pasado a considerarse

la herramienta teórica de mayor influencia en la formación del educador. La esencia

de la obra de Comenio la refiere Narodowski (1999) de la manera siguiente:

El corazón de la obra de Comenius en tanto fuente, origen, o ‘grado cero’

de la pedagogía moderna, es su capacidad de integración y condensación

de aquellos aspectos que la pedagogía del siglo XVI y de principios del

siglo XVII ya habrá esbozado sin llegar a yuxtaponer en un ámbito

discursivo estandarizado. Es evidente que Comenius no ‘inventa’ ex

nihilo un nuevo paradigma de normas y explicaciones en el campo de la

educación, sino que más bien lo que hace es estructurar un nuevo

entrecruzamiento a partir de elementos preexistentes a lo que hubo que

sumar algunos componentes propios. (p. 19).

El mismo autor enfatiza los dispositivos de mayor fuerza en la historia de la

utopía educativa:

Una promesa pedagógica insatisfecha e inconclusa, el ideal pansófico

queda a nivel de promesa sociopolítica.

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Una mirada pedagógica singular, disciplinar y normatizada: modelos

únicos, reformas curriculares de resultados inmediatos.

Determinación del discurso pedagógico, que valoriza cuáles

aprendizajes deben considerarse y cuáles no.

Práctica educativa caracterizada por la normalidad y normatividad.

Discurso y tensiones entre un discurso homogéneo y prácticas

pedagógicas institucionalizadas; entre las formas de evaluar y las

competencias y una intensión de leer el desarrollo en función de la

autosuficiencia de la práctica pedagógica. (p. 20).

Una mirada, que viene a complementar, la enuncian Saldarriaga y Sáenz (2005)

en relación a por qué no funciona la escuela:

(…) a duras penas la escuela puede con las tensiones procedentes de su

función propia: La enseñanza, la verdad para echarse encima funciones

de rehabilitación, de contención y de beneficencia. La escuela sigue

siendo una paradójica máquina de verdad: es cada vez más disfuncional

para sus propósitos explícitos a medida en que se le encargan más

responsabilidades sociales, mientras sigue conservando su arquitectura y

su organización disciplinar sustancialmente igual a la del siglo XVII. (pp.

125-127).

No se trata de ver cuál es el mejor modelo o quién ofrece la mejor reforma.

Tampoco de aumentar los saberes (programas, materias, contenidos). El tema es la

tensión que forja el hecho de estar sumergidos en una medio de vigilancia, normas y

disciplinas. En una suerte de dispositivo pedagógico o formativo, que instituye las

fronteras por medio de un sistema educativo abarcante (teorías, contenidos, prácticas,

relaciones de poder–saber y las que vendrán).

Como apreciamos el sueño de establecer parámetros educativos de todo y para

todos no ha obtenido el efecto en la escala deseada, basta como muestra leer el

reporte dado por Castillo (2011), en Transformación de la cultura lectora en

Venezuela: Políticas y praxis, en este documento la autora desarrolla un extenso

marco documental de los planes y programas desarrollados por el Estado, con el

propósito de hacer al libro accesible.

Una muestra de ellos han sido la creación de institutos y fundaciones como:

Fundalectura, Centro nacional del libro, Red latinoamericana de alfabetización. Hasta

planes como: Plan lector de Cajas Viajeras, Plan nacional de lectura 2002-2012, Plan

revolucionario de lectura, y otros.

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El estudio plantea un doble abordaje de la lectura, sustentando una parte en

Eisner (1998) en lo concerniente a la visión teleológica o intencional, es decir el área

normativa de la lectura como actividad social o de regularización (saber, promoción e

investigación). Un segundo momento lo apoya en Habermas, en el mismo analiza las

acciones reguladas, lo cual es denominado por la autora como políticas de promoción

de lectura.

Una lectura normalizadora altera la posibilidad de comprender el mundo e

incluso impide la expectativa de incidir en su cambio. Si existe un dispositivo

pedagógico que contiene al dispositivo lector y todo ello yace dentro de una

maquinaria como es el propio sistema educativo, significa entonces que hay variables

y alternativas múltiples que le permiten al ciudadano acercarse al texto. Pero esas

alternativas no son estrategias o técnicas predeterminadas, y menos mecanismos de

presión-tensión evaluativa. La lectura es una puerta que abre la posibilidad a procesos

de (con) y (trans) formación del hombre, en el cual pueda éste reconocerse a sí mismo

y además reconstituirse. Larrosa (2003) fortalece lo anterior en los términos

siguientes:

Implica pensarla como una actividad que tiene que ver con la

subjetividad del lector: no solo con lo que el lector sabe sino con lo que

es. Se trata de pensar la lectura como algo que nos forma (o nos de–

forma o nos transforma), como algo que nos constituye o nos pone en

cuestión en aquello que somos. La lectura no es solo un pasatiempo, un

mecanismo de evasión del mundo real y del yo real. Y no se reduce

tampoco a un medio para adquirir conocimientos. (pp. 25, 26).

Las instituciones educativas pueden llegar a ser los mejores centros para la

consolidación de los ciudadanos críticos, argumentadores, capaces de hacer sentir su

voz y donde su palabra tenga su propia esencia. Y atreviéndonos a retomar el verbo

de Foucault (1971), podríamos re–inventar un camino para la lectura, redefiniéndola

en estos términos:

El dispositivo, al cual nos hemos venido refiriendo, debería contemplar la

posibilidad de construcción de escenarios de lectura, edificados a partir

de lecciones públicas, en tanto y en cuanto funcionen como

convocatorias abiertas para leer juntos desde la repetición y la diferencia.

(p. 18).

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Las exigencias actuales de la escuela están encerradas en asuntos que distan de

su propia naturaleza por tanto, la noción de lectura está cada vez más imprecisa y

parece un complemento que solo abulta las actividades del día a día del estudiante.

Formando al Lector que se es

El campo de la formación es diverso y complejo. Posee distintas evocaciones y

significaciones. Su incorporación en el trabajo tiene un par de explicaciones, algunas

de ellas ya han venido revelándose progresivamente dejando el camino abierto para la

lectura y formación de sí, que es el punto de articulación para otras miradas, tanto

propias como ajenas.

Abordar la formación significa dialogar sobre las ideas para su (de) (re)

construcción. Ideas gestadas desde las profundas creencias pedagógicas, que estriban

entre la conceptualización y las prácticas, cuyo centro es el hombre y la sociedad

donde transita.

Pretender un enlace de la formación, en el que podamos establecer sintonía

entre la formación educativa y la teoría foucaultiana, pudiera dar cuenta de otras

representaciones y pensamientos acerca de la formación misma. Implicaría, en

nuestro caso, mirar la formación del lector hoy, pero también describir el camino que

le ha llevado a constituirse hasta ser el que es. Esto nos brindaría la oportunidad de

estrechar conexiones y desconexiones con los dispositivos que se han configurado en

la formación del sujeto que lee, abrir nuevas líneas de visibilidad y describir las

relaciones de poder en ese escenario.

La convocatoria de este apartado tiene como eje revelar las interrogantes

siguientes: ¿Quién es realmente el lector? ¿Cómo ha sido constituido como lector?

¿Quién (es) actúan sobre él y ejercen influencia en él? ¿Por qué la formación del

lector ha sido una tarea de la escuela? ¿Cómo constituirnos de otro modo?

A pesar de que mi pretensión no es hacer un recorrido histórico sobre la

formación del docente, la educación, la enseñanza y aprendizaje entre otros asuntos

educativos. La formación del lector es mi propio camino de formación individual, con

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sus zigzagueantes movimientos; de allí que soy vocera de mi misma pero también de

otros de los cuales me siento en deuda. Digo que en deuda porque la formación del

lector tiene corresponsabilidad con la formación del maestro. Si pudiésemos resumir

a su mínima expresión la formación del maestro la hemos sumido en un conjunto de

formulismos llámense actividades, procedimientos, estrategias y evaluaciones que

contribuyen a la socialización y formación del hombre.

Bajo esa perspectiva convencional de la formación hemos relacionado también

a la lectura con sus actores: maestros, alumnos y escuela. La institución educativa es

quien rige y establece el ejercicio escolar en muchas áreas y también en la lectura.

Por tanto leer ha sido un acto inherente a la escuela. Incluso en la Edad Media, la

tarea o el ejercicio de lectura había sido responsabilidad de la iglesia a través de los

monasterios, ya fuese una lectura colectiva o en los oficios establecidos o durante las

comidas o en algún acto espiritual (estudio o meditación). E inclusive es atribuido a la

iglesia uno de los primeros tratados concerniente al acto de leer el Didascalicon, el

mismo fue redactado por Hugo de San Víctor (s. XII) en donde se dan a conocer los

preceptos y métodos para enseñar. Podemos apreciar la iglesia como la institución

que forma y enseña la lectura con un fin espiritual. Esta perspectiva es reforzada con

la afirmación de Madriz (2009) de la manera siguiente:

Hemos formado al lector frente a una visión popularizada hasta el

extremo de ver la lectura como algo útil, una herramienta sin par en la

escuela y en nuestra sociedad, por lo de domesticadora y a la vez

domesticada, por aquello de haber perdido su velo natural. Explorar su

potencialidad de incomodarnos, hacia lo grande, lo excelso. (p. 14).

A pesar del velo pedagógico que cubre la formación. Existe la posibilidad de

repensar la pedagogía en otros términos, en términos de convivencia humana, de

alteridad. Replantearnos la formación pedagógica con miras a la transformación del

individuo, más allá de la visión del que enseña y del que aprende es una formación

desde el diálogo, el encuentro y la reflexión.

Considero que la pedagogía ha dejado fuera de sí a la formación Bildung, que

es hacia donde me encamino. La razón en parte es por la incompletud del ser lector,

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interrogarme por qué la educación no ha consolidado esta misión, me alientan las

palabras de Madriz (ob. cit.) en una posible explicación a este hecho:

Nuestra educación se ha basado la más de las veces en acallar los

diálogos internos, las voces interiores de los múltiples yoes que pueblan

la mismidad que somos, y donde la pasión, execrada por la racionalidad

del ¿para qué sirve?, se ha visto sucumbir ante tanta presión (p. 14)

Como pedagogos hemos cerrado el espacio para la sensibilidad humana, hemos

llegado a agotar (nos) sumergidos en el profesionalismo y en la currícula, nos hemos

convertido en observadores de conductas, pero la formación en términos amplios e

ilimitados como bien lo expresa Álvarez (2008) aún falta camino por recorrer:

La formación como un acontecimiento, en el que nos reconocemos como

tal y en relación con los demás; ese reconocimiento implica que cada ser

se cambia a sí mismo, se modifica, en la medida que se cambia y

modifica todo el complejo de relaciones de las cuales él es el centro del

anudamiento. (p. 48)

Los esfuerzos pedagógicos están orientados a la consolidación del lector, en

formarlo para que lea, tras un compromiso de aprender a pensar o la aplicación de

métodos y técnicas, cuya intención es la paideia la cual recorre al individuo.

La paideia funda un lector, un ciudadano para la lectura, un hombre de la polis,

pleno de virtudes (areté) y cuyos actos van en función de la polis.

Hemos revestido a la lectura de rigor y disciplinamiento, pero falta conectarla

con la participación, con el debate de ideas y con la vida. La bildung permite

posicionar al hombre lector más allá del de la eficacia instruccional planificada o

diseñada, una formación que impulsa la interpretación como parte de la cultura y la

vida humana: ser plenamente humano. Al respecto Larrosa (1998) nos insta a:

Tomarse en serio la lectura como formación puede ser, me parece un

modo de quebrar esas fronteras y un modo de afirmar la potencia

formativa y transformativa (productiva) de la imaginación. Pensar la

lectura como formación supone cancelar esa frontera entre lo que

sabemos y lo que somos, entre lo que pasa (y que podemos conocer) y lo

que nos pasa (como algo a lo que debemos atribuir un sentido en relación

a nosotros mismos). (pp. 18-19)

Al pensar la lectura como vehículo de formación es asumirla como un tipo

particular de relación donde hay un hombre que lee, es el hombre que lee un texto y

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cuando este se apropia del texto y lo atrapa, lo aprehende para sí, es allí donde deja de

ser él mismo. Pero esto no acontece como una fantasía lectora pues como dijera

Blanchot (1996), hay algunas amenazas que deben enfrentarse para que esto

acontezca y es así la lectura implica riesgo, riesgo que corre y asume –o no– el lector.

Hemos visto como la escuela con sus prácticas y dinámicas administrativas y

organizativas ha estado cumpliendo fielmente su cometido pedagógico en los

diferentes actores pedagógicos. Aunado a ello sus funciones en relación a

transferencia y adquisición de conocimientos, valores, conductas y habilidades, las

instituciones educativas han venido desarrollando esa misión, lo cual viene a

fortalecer la red saber–poder.

La formación del lector descansa sobre una actividad pedagógica que

resumidamente Valera Villegas y Madriz (2006) manifiestan de la manera siguiente:

La acción educativa escolar se realiza en función de una práctica curri-

cular ubicada histórica y socialmente. De allí que el encuadre de forma-

ción y los dispositivos pedagógicos se plasman y re-actualizan por medio

de la acción significativa relativamente autónoma y creativa de los

sujetos que dotados de formas culturales e intereses propios, interactúan

dinámica y conflictivamente en las instituciones educativas singulares.

(p. 130).

Lector, Texto y Formación

La formación del lector está en constante revolución y (re)actualización, no

estamos frente a un lector estático. El lector del silabario está siendo desplazado por

un individuo capaz de ir más allá del desciframiento, de las líneas de un papel escrito

como en tiempos de otrora.

Hemos evidenciado como la misma noción de lectura y de texto han

trascendido de lo tradicional que era leer un texto (libro) y se han extendido como un

hecho diverso y plural. De tal manera que encontramos la lectura en un paisaje, o la

lectura del hipertexto, o recibimos un mensaje como: yegast, stas en ksa? a través del

teléfono celular capaces incluso de expresar lágrimas y sonrisas : -/ ;-}

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El hombre está formándose más allá del hecho de tener un libro entre sus

manos. Pero vulnerar esta normalidad añeja no es tarea sencilla, es un verdadero

desafío como hemos dicho páginas atrás. Las palabras de Valera Villegas y Madriz

(2008) convocan a maestros, profesores y pedagogos a una profunda reflexión:

La lectura como dispositivo para la formación de la ciudadanía activa y

crítica supone una relación de acción y reflexión sobre lo vivido y lo por

vivir. (…). En ese sentido, puede decirse que los nuevos ciudadanos a

formar no deben ser vistos como individuos eunuco cívicos, analfabetas

políticos a ser recuperados o “salvados” por educadores “buenos”, sino

mediante un encuentro educador/educando/educador dialógico/disidente/

diferente, en cuanto puede generar acuerdos sobre los asuntos del espacio

público y de su participación en el, pero también diferencias, puntos de

vista encontrados, desde el acto de la deferencia para con el otro. (p. 18).

Hemos estado estableciendo tareas, asignaciones, preguntas –con respuestas

incluidas–, hemos dicho qué leer y cuándo hacerlo y así tenemos lo que tenemos: los

mismos ciclos, las mismas tareas, las mismas evaluaciones en fin la misma

normalidad. Una normalidad que transmite esa condición de satisfacción como lo

denomina Bourdieu. Satisfacción de locutores y receptores a aceptar y creer lo que se

dice, como se dice y sin variación.

El texto puede llegar a producir una transformación individual, intelectual y

espiritual, pero hay una señal de cambio. Pero requerimos de una plataforma que no

hemos construido: leer y pensar desde la concurrencia y la diferencia. Una vez más

Larrosa (2002), nos recuerda la incompletud de la misión educativa:

Pero la educación también debería estar empeñada en transmitir otro de

los componentes de nuestro legado: ese gesto audaz y enigmático en que

el saber es puesto a distancia para que aparezca el pensamiento. Para que

ese gesto sea posible, la educación debe transmitir la inquietud, la

insatisfacción y la indisciplina frente a los saberes recibidos que, aunque

nos den seguridad, configuran la pobreza del mundo, que se nos da como

lo verdadero y lo limitado de las formas de experiencia que se nos dan

como posibles. (p. 49).

La relación de mayor equilibrio lector y texto, es aquella cuando ambos se

encuentran. El lector con sus (re)significaciones, con información, conocimientos,

piensos, vivencias y el texto le ofrece una voz que será luego la de muchos, pues será

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sometido al diálogo a la interpretación de muchos. El texto deja abierta la posibilidad

al lector, la posibilidad de una relación hermenéutica, un horizonte de subjetividades.

Hay un papel (trans) formador en la lectura, a nivel individual y colectivo, en el

diálogo con los otros y con nosotros mismos.

La formación (Bildung) convoca a una pedagogía más humana más interesada

en el otro, donde ambos actores sean ellos mismos y no “otros”. Consentir en una

relación dialógica menos monótona. Las palabras de Vilanou (2001), describen

exactamente hacia donde la formación bildung nos va guiando. Ese sendero es una

posibilidad, que encierra otras a la vez.

De acuerdo con esta orientación, el objetivo de la formación será la

propia humanidad (Humanität) que adquiere así una dimensión histórica.

Herder, en sus Ideas para una filosofía de la historia, establece que “el

fin de la naturaleza humana es la humanidad, y para permitir a los

hombres alcanzar su fin, Dios ha puesto en sus manos su propio destino”.

Tal planteamiento implica dos cosas. Primero, que el fin de la naturaleza

radica en el hombre y, segundo, que el fin de la historia es el logro de la

humanidad más perfecta. En consecuencia, el ideal al que tiene la

naturaleza humana es la humanidad que se perfila, como fin último de la

educación y de la historia. (p. 5).

Podemos irrumpir ese andar y fusionar los horizontes reconociendo que no

estamos en un debate para ver quién tiene la razón. Pero esto no es una competencia

de conocimiento, el juego está en la alteridad que tengo con los otros y con el texto

mismo.

Es así que el hombre que lee puede ser otro desde la lectura. Nos atrevemos a

lanzar este desafío por un mañana heterogéneo, con un sabor diferente, donde el

lector empiece desde sí mismo y luego trascienda a una dimensión colectiva.

El horizonte que se presenta ante nuestros ojos es, por tanto, diferente y amerita

ser apreciado con una mirada amplia y emancipada, menos cercada y acosada por el

sistema y sus procesos.

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CAPÍTULO IV

LECTURA Y FORMACIÓN DE SÍ

Wie man wird, was man ist. Nietzsche, 2000

El presente capítulo constituye el discurso final de la investigación, en tal

sentido es un espacio de reconstrucción que articula las diferentes unidades teóricas

anteriores. La estructura del mismo representa el tejido del cual hemos venido

hablando, solo que ahora al destejer miramos ciertos puntos o nódulos que tienden a

distanciarse, atraerse o desvanecerse. Para deshilvanar consideraremos tres apartados,

cuyo eje es la lectura y la formación de sí mismo: repensando la lectura desde la

bildung, formación de sí y lectura y formación de sí: un desafío. Aunado a ello,

discurriremos entre algunas muestras suplementarias (novelas, ensayos, cuentos,

relatos y ejercicios) como demostraciones de actividades nacidas fuera del aula y

otras ampliamente reconocidas en el ámbito literario, que vienen a coadyuvar la

formación de sí, pero sin la pretensión de hacer un análisis de esas obras.

La enunciación histórica de la paideia que vislumbramos en el capítulo

anterior, nos permitió reconocer que la formación está inmersa en un juego tensional

paideia–bildung. En nuestro caso, esa tensión está buscado un horizonte teórico para

la formación humana de lo humano, haciendo que veamos en la bildung un campo de

posibilidades, que vienen a cerrar la brecha de la educabilidad del hombre.

En la medida que el proceso de subjetivación se incrementa el individuo se hace

uno en la interpretación de él mismo y del otro y esto es la acción pedagógica de sí, la

acción de enseñanza y de formación por medio de la(s) relación(es) y del lenguaje.

En esa línea de pensamiento Valera Villegas y Madriz (2006), apuntan a una

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formación (bildung) donde el hombre trasciende, no tan solo con el texto que tiene

ante sus ojos, sino hacia su propia galaxia por medio de la palabra y el pensamiento.

El concepto de formación en este sentido, tiene mucho que ver con el de

Bildung, el cual en su elaboración pedagógica puede ser representado en

la metáfora de la residencia y del viaje. La formación es la iniciación del

alumno-novicio en lo conocido, como lo hablado, lo leído, lo escuchado

y lo dicho; la residencia. (p. 134).

Es pues la misma concepción alemana de bildung que nos lleva a reflexionar

sobre el trabajo en sí mismo, donde el hombre va fortaleciendo sus talentos y

perfeccionándolos cada día; con un matiz propio, singular que caracteriza a cada

individuo, es en sí la vida en el sentido más elevado.

La traducción del término bildung, aparte de su acepción común formación, es

también asociada a otras situaciones de la vida, lo cual revela que la misma palabra

ha extendido su significado para trascender sus propios linderos. En el caso de Hegel

(2006), apreciamos su uso para referir la experiencia del hombre en un intento de

apropiarse de la cultura y evolucionar progresivamente hacia su madurez. El mismo

autor hace referencia a un camino enfocado en tres direcciones: adquisición,

consumación y apropiación. Dichas orientaciones, según Peña (2010), vienen a

demostrar:

(...) la presencia de grados, además de plantearse como una necesidad y

elección individual sin el peso de una institución o autoridad. El

patrimonio, aquello de lo que se ha apropiado, es entendido desde un

sentido universal al cual se llega luego de transformaciones. Dichas

transformaciones no se dan de forma inmediata, sino lenta y manifiesta a

través de síntomas. (p. 54).

En ese aproximarnos a la noción original de la bildung hallamos diversidad de

connotaciones, entre ellas las que discrepan del significado primario, tal es el caso de

bildungsziel (meta de formación), vorbild (modelo) y nachbild (imitación). Incluso

apreciamos el uso inapropiado en el medio educativo, mediante extrapolaciones

referentes al rol formativo del maestro.

La situación anterior nos hace ver que la bildung ha pasado por diversas

significaciones a través del tiempo, que son movimientos (tensiones y distensiones)

de las líneas de fuerza disciplinares, como el caso de la pedagogía.

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La bildung no es sólo individualidad, ya que en la medida que el hombre va

reconociendo al otro va sintiendo que lo que le era extraño ahora le es propio. Una

alteridad común, producto de la revalorización de él como persona perteneciente a un

colectivo o comunidad, la cual se renueva y fortalece a través del diálogo.

Esta herencia espiritual alemana, inclinada hacia la libertad humana, –idea que

ya había sido planteada por Kant–, viene a legitimar la posición de las ciencias del

espíritu en relación con las ciencias naturales. Tal hecho lo evidenciamos en la

renovación de acontecimientos éticos, literarios y artísticos. En esa línea Peña (2010),

ratifica como la literatura alemana es una representación fiel de la bildung, al mismo

tiempo establece una doble dimensión individual y cultural:

Usar el término bildung implica de entrada retomar las lecturas de los

alemanes respecto a un tipo de hombre y su relación con el mundo. Una

relación fundada en la razón (no exclusiva), el arte, la cultura o el viaje

más que en la tradición; cuyo resultado: transformación y ascenso

respecto a sí mismo varía de sujeto a sujeto, por tanto, es único. Como se

advierte, Hegel significa la bildung desde una dimensión intelectual,

mientras que en otros autores, Goethe, por ejemplo, asoma la dimensión

cultural e individual. Estas primeras diferenciaciones, distinguibles a

primera vista, nos llevan a plantearnos lo siguiente: a) bildung no se

reduce al intelecto; b) está vinculada con una transformación en el orden

individual sea de tipo afectivo, cognitivo o espiritual; c) esa

transformación individual también se manifiesta en la esfera social, la

cual implica la maduración de un sujeto (considerando la comparación de

un estado inicial y final). (p. 54).

Otra situación similar es planteada por Herder (1774-1803) filósofo y teólogo

alemán, quien con la intención de vencer la tendencia perfeccionista proveniente de la

Ilustración; presenta en el escenario un ideal de formación innovador asentado en la

formación del hombre. Esto hace que sobresalga un concepto de formación de mayor

significado y alcance apropiado al pensamiento del hombre del siglo XVIII.

El recorrido de la tradición neohumanista expuesto por Gadamer (1992), viene

también a confirmar las diferentes dimensiones de interpretación que la bildung

posee:

La formación pasa a ser algo muy estrechamente vinculado al concepto

de la cultura, y designa en primer lugar el modo específicamente humano

de dar forma a las disposiciones y capacidades naturales del hombre.

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Entre Kant y Hegel se lleva a término esta acuñación herderiana de

nuestro concepto. Kant no emplea todavía la palabra formación en este

tipo de contextos. Habla de la «cultura» de la capacidad (o de la

«disposición natural»), que como tal es un acto de la libertad del sujeto

que actúa. Así, entre las obligaciones para con uno mismo, menciona la

de no dejar oxidar los propios talentos, y no emplea aquí la palabra

formación. Hegel en cambio habla ya de «formarse» y «formación»,

precisamente cuando recoge la idea kantiana de las obligaciones para

consigo mismo, y ya W. von Humboldt percibe con el fino sentido que le

caracteriza una diferencia de significado entre cultura y formación: “Pero

cuando en nuestra lengua decimos «formación» nos referimos a algo más

elevado y más interior, al modo de percibir que procede del conocimiento

y del sentimiento de toda la vida espiritual y ética y se derrama

armoniosamente sobre la sensibilidad y el carácter”. (p. 38).

Gadamer muestra tres escenarios a partir de diferentes troncos que han

abordado el tema. En primer lugar la idea de Kant de establecer la bildung como una

asociación con la cultura (disposición natural); luego Hegel habla de formarse y

formación para referirse a las obligaciones; finaliza entonces con la interpretación de

W. von Humbolt, quien la define desde una perspectiva más íntima o fina, en la cual

entran en juego la espiritualidad del individuo, la ética, la sensibilidad y el carácter.

Históricamente la bildung representa uno de los acontecimientos más

significativos del siglo XVIII y los aportes provistos por el clasicismo alemán a las

ciencias humanas en el siglo XIX han sido fundamentales. Tal es el caso que la

bildung refleja a través del hombre su mundo espiritual, lo cual es evidente a través

del sistema de valores de cada persona.

La bildung busca en síntesis, reavivar su esencia espiritual al presentarse sin la

máscara de la Ilustración y el poder, en ese sentido elevarse por encima de la kultur,

es decir más allá de las capacidades o facultades del ser humano. Resulta pertinente la

descripción de Guzmán (2007), referida a los elementos históricos constitutivos de la

formación del hombre:

A modo de formación natural: porque da forma a las disposiciones

naturales del hombre, haciéndole posible ser el que es.

A modo de formación cultural: Se observa una Bildung como

despliegue autoformativo del individuo, es la forma en que el

hombre se apodera de la cultura. Hegel lo define como el acto de

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formarse, como aquella actividad humana de asumir para sí,

imágenes de sí, en un diálogo vivo con la tradición, la historia, la

cultura y el pensamiento.

Como Bildung: Imagen del modelo, pero no tanto en la forma sino en

la imagen (bild), como resultado de un devenir en el que alguien

asume su forma e imagen de sí mismo.

Como trabajo espiritual: (…) la formación es sencillamente una

tarea humana cuyo trabajo consta de poder, darse sentido de y para sí

mismo. El hombre gana un sentido de sí mismo.

Como tarea práctica: Lo que Gadamer llama formación práctica es

el proceso de distanciamiento respecto a la inmediatez del deseo, de

la necesidad personal e individual.

Como tarea teórica: Reconciliarse con uno mismo en el

reconocimiento de sí en lo otro, tal sería la tarea de la formación en

cuanto tarea teórica, por ocuparse esta de un no-inmediato, de lo

extraño, de algo que nos ocupa en tanto recuerdo, memoria y

pensamiento.

Como acto de tacto y sensibilidad: El tacto es una determinada

sensibilidad y capacidad para percibir situaciones como el

aprendizaje de cierto comportamiento en ellas, aun no poseyendo

cierto saber preciso acerca de las mismas. (pp. 108-110).

Si enlazamos esta descripción con el pensamiento gadameriano de bildung

tendremos una cultura asumida como patrimonio del ser humano, que es entonces su

formación y una emancipación en su enseñanza y aprendizaje que trasciende el

espacio escolar. Entonces ese elevarse que mencionamos al inicio del capítulo es lo

que Hegel (1985), en Fenomenología del espíritu, define como la relación con el otro,

representada por todo lo que se ha transmitido al individuo más lo que él va

acumulando al pasar del tiempo, lo cual es su propia formación.

La interpretación que Hegel hace de la formación de sí mismo es visible por los

movimientos constantes y progresivos del hombre durante su vida. En ese sentido hay

una transformación espiritual que implica una maduración, un cambio hacia una

nueva forma. La meta formativa del hombre está ligada a su propia iniciativa, donde

toma decisiones que afectan inicialmente su vida para luego extenderse hacia la

esfera social y en ese punto es donde adquiere estabilidad.

En este momento nuestra trama discursiva está tomando un giro casi

espontáneo, el cual está orientado a la autoformación del hombre, la bildungsroman

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que viene a ser ahora la piedra angular que soporta y complementa el trayecto de

formación bildung que hemos estado desarrollando.

Ahora bien, pueden sobrevenir en el lector algunas interrogantes como: ¿por

qué este giro hacia la bildungsroman, cuáles argumentos existen para considerarla

protagonista principal de la lectura y la formación de sí en este momento. En primer

lugar la bildungsroman representa un campo de posibilidades para la formación

humana, en ese sentido el giro hermenéutico ontológico es quien abre la brecha a un

proyecto formativo encaminado hacia el ser. La individualidad a la que hacemos

referencia es definida por Escudero (2007/2008) como: “(…) el nuevo sujeto que

emerge de una formación identitaria de la que dan cuenta las novelas de aprendizaje”

(p. 2). Hablamos pues de una identidad que dista de la rigidez, de los límites y aún del

espacio escolar. Por consiguiente, la intención ante la emergencia de formación es

considerar la bildungsroman como género de posibilidades, que permite (re)pensar al

hombre desde nuevas posturas y lecturas.

Hay una necesidad de irrumpir ante la formación capacitante, transmisora de

saberes y verdades, que ha permanecido replicando modelos, diseños y estrategias.

Podemos pensar en un proceso de formación amplio, de carácter individual, donde el

hombre represente su propia narración interior, su propia historia, donde sea él mismo

y no otro. Que tenga la posibilidad de relatar (nos) y leer (nos) cómo llegó a ser el que

es.

Con el propósito de alcanzar este cometido haremos algunos acercamientos a

obras representativas de la novela de formación, sin el propósito de hacer un análisis

literario de ellas, de hecho lo que deseamos es entrar en un quiebre narrativo y no

negociar o inclinarnos con una novela en particular. Bien acertadas son las palabras

de Nájera (2006), en cuanto a la vinculación filosofía y literatura, pues no podemos

entramparnos y hacer un desligamiento entre ambas sino más bien estrechar lazos con

una denotada intención:

Por todo ello, no puede consumarse sin más la cesión de la filosofía a la

literatura, porque la primera ha de ser críticamente consciente de algo

que no tiene por qué preocupar a la segunda: los presupuestos, los límites

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y también los peligros que rodean nuestras prácticas hermenéuticas

individuales y colectivas. (p. 83).

La razón es ilustrar una de las formas en las que el lector puede llegar a su

propia bildungsroman. Un evento que trasciende la intelectualidad, la educación y la

imposición y que se encamina a la transformación del sujeto.

Para ello consideraremos los fundamentos teóricos de la bildungsroman con el

objetivo de tender líneas que enlacen el cuidado de sí o el cuidado individual con la

lectura y la formación.

Repensando la Lectura desde la Formación de Sí

Al ver toda esta encrucijada cultural representada por el disciplinamiento y

normalidad que bordea a la lectura, a la pedagogía y a la misma educación surge la

inquietud de qué hacer –sin entrar en el formulario de las estrategias y las soluciones

únicas–, sin duda el desafío es grande pero a la vez inevitable. Hablamos entonces de

una pedagogía con una lectura abierta, transformadora de sí mismo y del otro. Una

lectura que deja camino para el otro, desde la interpretación y la diferencia. Así, la

noción de formación se amplía, particularmente porque el individuo mismo es leído,

sus circunstancias ocupan un lugar predominante en su vida y en la de los otros y su

maduración lo llega a convertir en lo que él es hoy y puede llegar a visionarse en lo

que será su mañana.

De allí que repensar la lectura significa reflexionar un escenario de formación

(bildung), el cual requiere un desafío hermenéutico caracterizado por el diálogo, un

diálogo marcado por la acción formativa individual (bildungsroman) cuyo medio es

el lenguaje. Lenguaje entendido en la noción profunda de giro hermenéutico. Esta

complejidad representa, en verbo gadameriano, una fusión de horizontes, lo cual

minimiza la tensión entre el horizonte del lector y el horizonte del texto, al tiempo

que extiende los horizontes del hombre y permite la (trans) formación.

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Este diálogo trasformador hace posible que el lector intercambie ideas en

libertad y sinceridad, de manera reflexiva y crítica; bajo un clima que se enriquece a

diario, gracias a la influencia de otros y de él mismo.

La formación (bildung) reconoce al lector no como un alumno que ocupa un

puesto en un aula de clase o en una estadística de rendimiento académico, sino como

un ser humano que interpreta un texto (cualquier texto, cualquier lectura), la cual le

va constituyendo como persona y como ciudadano.

Por tanto las posibilidades de la pedagogía hermenéutica para la formación del

hombre deberían ser amplias y disímiles. Más allá de las planificadas, sistematizadas

y prescritas, que responden al ideal o al aparato escolar. Merecen atención las

orientadas a la bildung, que nace desde la convivencia con los otros, producto del

diálogo transformador de la existencia del hombre.

Al reflexionar sobre la lectura vamos destejiendo esa madeja llamada texto y a

medida que lo hacemos (re)interpretamos y (re)elaboramos constantemente el mundo

texto y el texto mundo. Dejamos de ser nosotros mismos para ser otros desde la

lectura. Por tanto el lector es parte de un todo armónico en sí mismo; un (mundo)

texto (mundo), ya que todo lo que le rodea (familia, trabajo, casa, escuela, ciudad,

instituciones, etc.), es comprendido e interpretado por él y por otros. La lectura que

pensamos es inagotable, discontinua, divergente y diferente.

Desde esta visión hablamos de una lectura pública y plural que nace desde la

diferencia. El texto se convierte en un instrumento para la resonancia de los lectores,

al tiempo que permite desprenderse del texto y ser yo misma. Larrosa (2000) al

referirse al texto afirma lo siguiente:

(…) los textos son entretejidos en otros textos. Por eso la lectura es un

tejido que se desteje y reteje, es decir, de un texto múltiple e infinito.

Reanudar la lectura es re-anudar el texto , hacer que la obra obre, hacer

que el texto teja, tejer nuevos nudos, enmarañar nuevamente los signos,

producir nuevas tramas. (p. 145).

La reverberación que cada lector tiene del texto o lo que el texto da a decir es

realmente la lectura. Formarse a sí mismo desde la lectura, no es decir que no sabía

algo pero leí y ahora sé. Es una relación interior donde aprender desencadena una

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metamorfosis del hombre. Es ese destejimiento que ocurre a cada lector con la

intención de desembrollarse y llegar a ser, a existir, a emancipar sus ideas en una

transformación permanente que le conlleva a transicionar cada vez que se expone a

leer y ser leído.

Formación de Sí

El tema de la formación está de manera permanente en el debate educativo,

quizás por lo interesante y complejo del mismo o por la diversidad interpretativa que

posee. En nuestro caso hemos estudiado la formación desde su génesis primaria con

inclinación escolar y pedagógica, luego pasamos a la formación bildung e

irrumpimos ahora hacia la bildungsroman. Todo este itinerario de formación ha

tenido su propósito en la investigación, lo cual permite en este momento

aproximarnos a dos puntos conclusivos preliminares. El primero relacionado con la

práctica disciplinar, normada y lógica y el segundo encaminado a nuevos horizontes

que emergen impulsados por las urgencias epocales que vive el hombre. Veamos la

opinión de Peñalver (2005), correspondiente al primer momento:

De manera general, el modelo tradicional de formación quedó anclado en

referentes externos “universales”, como los perfiles por competencia, los

elementos que debe atender el currículo, la determinación de cuánta

formación pedagógica y cuánta de especialidad hay que ofrecer y las

directrices que deben orientar la estructura del currículo propiamente de

formación; acompañado, además, por el énfasis en la adquisición de

conocimientos y en el currículo como masa de contenidos y se disponen

los conocimientos de acuerdo con un régimen de verdad, desplegados por

un dispositivo que bien pudiera llamarse de poder pedagógico y, casi

siempre, bajo la égida de la fragmentación. (p. 151).

El segundo momento de acercamiento conclusivo es producto de la reflexión

naciente, es decir quedaría inacabado el discurso si sólo mirásemos la historicidad de

la formación, la urgencia exige que la formación deba leerse desde la finitud radical

que permita emplazar la formación hacia un horizonte de posibilidades.

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Al considerar este panorama hemos establecido dos subapartados que vienen a

consolidar nuestro preámbulo concluyente: el cuidado de sí mismo y la explosión de

la bildungsroman.

En cuanto al cuidado de sí mismo reflexionaremos considerando los principios

de Foucault expuestos en obras como Tecnologías del yo (1990) e Historia de la

sexualidad I y II (1992,1998).

El cuidado de sí comienza con el cuidado del cuerpo, del espíritu y del saber,

desde la individual o del sí mismo. Esta situación no es más que la genuina ontología

del sujeto (de nosotros mismos), nuestra existencia y nuestras técnicas mostradas por

medio de las prácticas. El cuidado de sí es el reconocimiento de sí mismo y la

transformación del hombre desde su propia vida.

Para tender líneas que vinculen la bildungsroman con la formación de sí es

necesario retomar los planteamientos filosóficos hermenéuticos de Paul Ricoeur

(1996), concretamente los presentados en su obra Sí mismo como otro; donde analiza

al hombre desde una dimensión ontológica y compleja, formada por pliegues o capas

culturales que vienen a ser su reflejo, su existencia. Cuando levantamos esos pliegues

observamos al hombre reflexionando sobre sí mismo. Repasemos las palabras de

Ricoeur (ob. cit.) ante este reto hermenéutico:

Los problemas filosóficos que una filosofía reflexiva considera más

importantes se refieren a la posibilidad de la comprensión de uno mismo

como sujeto de las operaciones cognoscitivas, volitivas, estimativas, etc.

La reflexión es el acto de retorno a uno mismo mediante el que un sujeto

vuelve a captar, en la claridad intelectual y la responsabilidad moral, el

principio unificador de las operaciones en las que se dispersa y se olvida

como sujeto. (p. 200).

La filosofía hermenéutica de Ricoeur nos hace mirar al hombre con una actitud

cargada de sospecha, porque sencillamente somos mutables a lo largo de nuestra

existencia. En ese sentido es necesario conocer la tesis de Ricoeur, la cual posee

cuatro núcleos que legitiman su incorporación en el estudio como una vía de

reconocimiento y de posibilidad en formación individual:

a. Carácter reflexivo del sujeto. El carácter reflexivo de la posición del

sí mismo, en contraposición a la supuesta inmediatez del cogito

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cartesiano, revela un sujeto que no tiene acceso privilegiado a su ser,

que no es ni absoluto ni inmediato.

b. Predominancia de la identidad ipse sobre la identidad ídem. La

identidad personal adquiere en Ricoeur un sustrato narrativo, ya que

encontramos en el relato la posibilidad de reconocer una historia de

vida. Para Ricoeur, «el relato es la dimensión lingüística que

proporcionamos a la dimensión temporal de la vida». Ricoeur

reconoce, la identidad como mismidad es la que más encarna la

característica de la permanencia, ya que puede ser definida como una

continuidad ininterrumpida de la identidad del sujeto, el ser en

sustancia. Sin embargo, la mismidad solamente revela la dimensión

de «cosa» del sujeto, un objeto del mundo entre otros objetos, sin

historia y sin relación con la alteridad, tal cual el cogito cartesiano.

c. La poética del relato que configura una historia de vida. La

identidad narrativa, para Ricoeur, tiene un carácter eminentemente

dinámico, entre dos perspectivas distintas de temporalidad: la

mismidad y la ipseidad. La mismidad revela el carácter esencialista o

sustancial de la identidad, pensándola, principalmente, como

inmutabilidad. Ya la ipseidad considera la mutabilidad, la dinámica y

la extrañez de los acontecimientos que el sujeto incorpora, a partir

del relato, como siendo suyos, como perteneciendo a la historia de su

vida. La ipseidad, como afirma Ricoeur, defiende la tesis de que no

hay «un pretendido núcleo no cambiante de la personalidad». Así, la

experiencia narrativa es la propia experiencia del tiempo del sujeto,

una experiencia que posibilita incorporar y significar la experiencia y

la historia vivida como la historia de una vida, una historia contada. d. La atestación como la garantía de la permanencia del sujeto. La

atestación se revela como la certeza a que puede pretender el sí

mismo, sostenida por la creencia y por la confianza que el sujeto

capaz mantendrá su promesa dada. Principalmente, la atestación es,

primeramente, la atestación de uno mismo. (Saraiva, 2009: 42-48).

El carácter reflexivo, la identidad, la poética y la atestación conforman el

núcleo de la teoría de Ricoeur. Una filosofía hermenéutica con una visión múltiple

que intenta ir contra los esquemas prediseñados de verdades únicas y legitimadas.

Este núcleo habla de una comprensión en un juego interminable de preguntas y

respuestas. Por consiguiente el texto se revaloriza (atestación) en la medida que cada

lector lo recontextualiza (vida del sujeto, identidad ipse).

La propuesta de Ricoeur está centrada en la identidad personal, el soi-meme, el

sí mismo. Esto le permite reconocerse a sí mismo, relacionarse con el mundo y

reflexionar por medio de una relación dialógica con el otro. Es por medio de la

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esencia vital del lenguaje, de la palabra que el sujeto determina lo que es y lo que será

y nadie puede (o debería) interferir en ello. Esta relación no solo permite mi propio

reconocimiento sino el del otro que está a mi lado, necesito su mirada, su apreciación.

Continuamente estaremos afectados por el otro, el habla, defendida por Ricoeur,

viene dada por un acompañante–otro. La hermenéutica de sí de Ricoeur nos encamina

hacia una formación del yo y del otro con los otros. La reflexividad planteada como

formación de sí, no es por tanto una formación excluyente, es una formación tuya,

mía y nuestra.

La formación de sí está encaminada al proceso humano, que nos permite llegar

a ser quienes somos, con especial cuidado en el individuo. Para comprender esta

realidad es preciso ahondar sobre el cuidado de sí y aunque las razones son diversas

queremos acentuar la interpretación de Gadamer (2011), sobre el cuidado de sí desde

dos actos reflexivos: educarse y formarse:

Afirmo que la educación es educarse, que la formación es formarse.

Educar-se es un verbo reflexivo que designa la acción autónoma que se

niega a poner en manos ajenas la aspiración al perfeccionamiento

constante de la persona humana. (...) Así pues, nos preguntamos: ¿Quién

educa aquí? ¿No es esto un educarse? (p. 93).

Las palabras de Gadamer pronunciadas en la conferencia Educar es educarse

efectuada en el Gymnasium Dietrich-Bonhoeffer de Eppelheim (Alemania), nos

refiere dos aspectos sustanciales, el primero que la formación comienza desde la

concepción y no tiene fecha de término y lo segundo que la formación no depende

estrictamente de preceptores vinculados al ámbito escolar. Gadamer apuesta más a

una tarea de formación construida por cada individuo a lo largo de su vida, con

aportes propios y ajenos. Una formación genuina, que se desarrolla de manera

heterogénea y progresiva en cada persona. A continuación revelaremos cómo ocurre

esta formación de sí mediante el estudio del cuidado de sí.

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El Cuidado de Sí

La inquietud de sí es el punto de partida que Foucault (1994) utiliza para

estudiar el cuidado de sí, para ello acude a la cultura grecorromana con el propósito

de explicar y ejemplificar como el tema del cuidado no era tan solo el establecimiento

de normas o preceptos de convivencia, sino que también incluía la épiméleia es decir

“ocuparse de uno mismo”. Por tanto no es suficiente conocernos a nosotros mismos

es necesario ocuparnos de nosotros mismos.

En ese sentido la hermenéutica del sujeto, descrita por el autor, es la columna

del cuidado de sí (épiméleia), la cual posee los rasgos fundamentales siguientes:

En primer lugar, nos encontramos con que el concepto, de épiméleia

equivale a una actitud general, a un determinado modo de

enfrentarse al mundo, a un determinado modo de comportarse, de

establecer relaciones con los otros.

En segundo lugar, la épiméleia heatou es una determinada forma de

atención, de mirada. Preocuparse por uno mismo implica que uno

reconvierta su mirada y la desplace desde el exterior, desde el

mundo, y desde los otros, hacia sí mismo.

En tercer lugar, la épiméleia designa también un determinado modo

de actuar, una forma de comportarse que se ejerce sobre uno mismo

(…).

La noción de épiméleia implica, por último, un corpus que define

una manera de ser, una actitud, formas de reflexión de un tipo

determinado de tal modo que, dadas sus características específicas,

convierten a esta noción en un fenómeno de capital importancia no

sólo en la historia de las representaciones, sino también en la historia

misma de la subjetividad o si se prefiere en la historia de las

prácticas de la subjetividad. (pp. 34-36).

La descripción de Foucault apunta hacia la moral, la cual determina el modo de

comportarnos y conducirnos en el plano individual y en las relaciones con los otros.

Este modo de comportarnos es transformado en el tiempo. Y esos cambios vienen a

representar nuestras actitudes individuales que se evidencian en la forma de

reflexionar e interpretar.

El cuidado de sí viene a representar una especie de ascetismo en el sentido de la

ejercitación de la virtud, cuyo propósito va enrumbado en el transformarse, hacerse y

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acceder a un modo de ser particular. Ese es, pues, un trabajo que el sujeto hace sobre

sí mismo como prácticas de libertad. Aunque Foucault califica el cuidado de sí como

algo que el hombre ha venido haciendo pero de forma sospechosa, acota, en el

sentido que se ha orientado el cuidado de sí al amor de sí como una especie de

hedonismo, lo cual resulta opuesto a los planteamientos del autor.

Cuidado de sí es llegar a conocernos(me), en la medida que me cuido a mí

misma me relaciono con los otros, me ocupo y ocupo del otro y a lo largo de la vida

esos otros cuidan de sí mismos y contribuyen a mi propio cuidado, ¿cómo? En la

medida que el resto de los hombres cuidan de sí en una suerte de convivencia

colectiva. Lógicamente el cuidado de sí no significa nulidad de la crítica y el debate,

al contrario en ese desarrollo de sí escuchamos los planteamientos del otro (un

maestro, un amigo, un compañero de trabajo, u otro). De forma similar es el cuidado

de sí desde la lectura. Al exponer a los otros mi texto, mi lectura –la cual es una

relación ética y ontológicamente primero–, se de alguna manera qué esperar de los

demás, no hay pretensión de dominación sino más bien de ser el escucha del otro, de

conocer sus dudas o asuntos que le preocupan y así, en un acto relacional con los

demás y con mi lectura, renuncio a mi verdad (al propio texto), pues ya hasta

sospecho de ella. Al pensar en mi lectura pienso en la lectura que de mi hacen los

otros. Entonces al buscar la palabra del otro renuncio momentáneamente a mi texto y

a partir de ese hecho desarrollo una práctica dialógica constante y finita, y esa es una

de las mayores intensidades que el lector puede vivir y asumir. En este punto la

lectura ha trascendido de una dimensión formativa a una dimensión transformativa.

Así la lectura de sí se va construyendo, está siendo día a día diferente y plural.

Foucault y el cuidado de sí

Con el propósito de establecer la ubicación del cuidado de sí en la obra de

Foucault esbozaremos a grandes rasgos hechos puntuales para su comprensión.

La obra de Foucault comprende tres etapas que expresan su pensamiento. La

primera es la etapa arqueológica de 1960, en ella estudia los discursos orientados a la

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reconceptualización de la locura como contraparte a la razón, vista esta última como

el conjunto de limitaciones que la misma sociedad le impone al individuo desde

múltiples perspectivas (lingüísticas, económicas y de vida). La segunda etapa es la

genealógica (1969), centrada en el análisis del poder por medio de la historia no

como representación de hechos únicos y universales; sino como estrategia que

permite la deconstrucción y reconstrucción de eventos epistemológicos. Es aquí

donde la trama social y discursiva sufre tensiones y distensiones; ya que el ejercicio

del poder produjo, con el tiempo, que las personas fuesen disciplinadas y docilizadas.

La última etapa es la ética (1976), orientada hacia la relación del individuo consigo

mismo o comúnmente conocida como el cuidado de sí; tema desarrollado en su libro

Historia de la sexualidad I y III. Esta etapa es sumamente reflexiva e impulsa al

hombre a pensarse y a ocuparse de sí mismo.

Es interesante ver la forma en que estas etapas hacen resonancia con las tres

preguntas kantianas: ¿qué puedo saber, qué puedo hacer y quién soy yo? Esta última

interrogante corresponde al sujeto ético y es hacia ella que centraremos el siguiente

apartado ya que: “El sujeto ético es aquel que pretende hacerse a sí mismo. Aquel que

busca forjarse un sentido auténtico y cautivador a su existencia” (Foucault, 1990:36).

La manera en que el individuo llega a vivir a plenitud, preocupado de sí mismo es lo

que en términos foucaultianos se conoce como tecnologías del yo, definidas por Díaz

(1995), en estos términos: “Las tecnologías del yo son las técnicas que se ejercen

sobre uno mismo y que permiten a los individuos efectuar por sus propios medio un

cierto número de operaciones sobre sus cuerpos, sus almas, sus pensamientos y sus

conductas”. (p. 113). Si a esto añadimos lo expuesto por Foucault, refiriéndose a la

mutación que las prácticas han ido teniendo desde la época grecorromana hasta

nuestros días y las mismas se privilegian en diversas instituciones políticas,

educativas, religiosas y otras. De igual forma señala que las prácticas de sí son

ascéticas (de autoformación y autoconstrucción) contribuyendo, en cierto modo, a la

libertad del hombre. Libertad entendida como práctica de ética-ontológica y no como

sinónimo de liberación.

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Uno de los propósitos de esta investigación es vincular la lectura con el cuidado

de sí, lo cual se trabajará más adelante como autoformación (bildungsroman). Pero

hasta aquí observamos que la lectura de sí es a lectura ética y verdadera, una lectura

ethos que escucha y se relaciona con el otro (familia, amistades, comunidad en

general). Todo ello se hace posible gracias al leguaje, a la práctica reflexiva y libre

que hacemos por medio de éste.

El cuidado de sí es, bien entendido, el conocimiento de sí –es el costado

socrático-platónico–, pero es también el conocimiento de cierto número

de reglas de conducta o de principios que son a la vez verdades y

prescripciones. Cuidar de sí es equiparse de estas verdades: es ahí donde

la ética está ligada al juego de la verdad. (…). El cuidado de sí es ético en

sí mismo; pero implica relaciones complejas con los otros, en la medida

que este ethos de la libertad es también una manera de cuidar de los

otros; por esto es importante, para un hombre libre que se conduzca como

se debe, saber gobernar a su mujer, a sus hijos, a su casa. Ahí está el arte

de gobernar. (pp. 263-264).

El cuidado de sí es ilustrado por Foucault desde sus raíces griegas puesto que

para ellos era de suma importancia el ocuparse de sí mismo, una especie de arte para

la vida, un ethos evidente en las relaciones cotidianas y familiares definidas a través

del comportamiento de una persona, así como en las más complejas fuera del entorno

doméstico.

Además de lo antes citado, el ethos también enfatiza al hombre dedicándose a él

mismo en primera instancia sin descuidar al otro. A medida que el hombre cuida de sí

mismo también se preocupa y ocupa del otro por medio de prácticas que trabaja sobre

sí mismo. Por tanto el cuidado de sí no aísla al hombre sino que lo acerca ética y

estéticamente al otro.

Resulta oportuno reflexionar acerca de las palabras de Dreyfus y Rabinow

(1988), al señalar que la ontología debe ser concebida como una actitud, o sea un

ethos, una existencia filosófica donde la crítica se convierta en un análisis histórico

acerca de los límites que se nos imponen y estudiar la posibilidad de infringirlos. De

allí que Foucault también plantea una hermenéutica del sujeto que ontológicamente es

encarnada por nosotros mismos. En ese sentido la urgencia va dirigida hacia otras

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líneas de subjetivación que permitan confrontar y debatir la individualidad impuesta

por años.

La Explosión de la Bildungsroman

La noción de formación está unida a los conceptos de formación, educación y

cultura, tal como lo hemos venido señalando; hacer un corte entre ellas sería

interrumpir la relación que entre ellas existe. Cada individuo está buscando y

construyendo su bildung día a día, por tanto el pensamiento pindárico de wie man

wird, was man ist, tiene que ver con la idea primaria de bildung.

En el caso particular de la formación del hombre, gran parte de su proceso

autoformativo está reflejado en el aprendizaje que nace de él mismo y que se

incrementa en la medida ene en él suceden diversas (re)interpretaciones de todo lo

que le rodea y lo cual va constituyendo su vida, su aprendizaje, su mundo. La bildung

por consiguiente no es ni estática ni pasiva al contrario la bildung es movimiento, es

explosión es vida, así lo menciona Valera Villegas (2005):

La bildung es de un ser vivo, de un humano. Un individuo que al

comienzo no habla, no tiene palabra, un sin persona que llega a hablar

que llega a ser una persona, de una manera que tiene con mucho su sello

propio, su propia identidad. (p. 300).

Albores de la Bildungsroman

Existe cierta imprecisión en torno al origen del término, sin embargo los

estudios revelan tres posibilidades a quienes atribuir el empleo del vocablo: el

profesor Karl Morgenstern, el filósofo alemán Wilhelm Dilthey y el maestro

Frederich von Blanckenburg.

La tradición alemana atribuye al filólogo, profesor de Estética e Historia, y

primer rector de la Universidad de Tartu Johann Karl Simon Morgenstern (1770-

1852) la creación y uso del término bildungsroman para el año 1820

aproximadamente. La razón de acuñarle el término es debido a que en uno de sus

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discursos él mismo presentó el género novelesco bajo la siguiente idea el medio

moral de la educación. A pesar de que para ese momento ya existían algunas

producciones y manifestaciones, literarias clásicas y medievales, que apuntaban a este

tipo de género, fue él quien lo acuñó por primera vez aproximadamente entre los

siglos XVIII y XIX. Mientras que a principios del siglo XIX la difusión del término

es atribuida a los trabajos de Wilhelm Dilthey (1833-1911), quien sitúa el origen de

la novela de formación en Rousseau, a manera de reacción espiritual por la situación

epocal interna del hombre. La última posibilidad es atribuida a Chistian Frederich von

Blanckenburg (1744-1796) que para asombro de críticos y estudiosos relata gran

parte de fundamentos de la Aufklärung alemana en su obra Ensayo de la novela

(1774), establece ciertos criterios acerca de las representaciones del hombre para el

siglo XVIII.

Recordemos que el siglo XVIII representa para el individuo la búsqueda de su

identidad, la cual viene sufriendo desequilibrios sociales y económicos suscitados

entre otras cosas por la caída del Antiguo Régimen y desembocando en la Revolución

Francesa. Estos hechos generan la caída de los principios aristocráticos de la clase

burguesa, haciendo que surja una nueva visión de mundo, la cual cada uno debe

conquistar. Bajo esa situación comienzan a gestarse en el individuo la formación y la

autoconstrucción notarios en la disociación de los espacios públicos y privados y la

fragmentación de las diferentes áreas y esferas sociales. Añade Escudero (ob.cit) que:

“Por eso la filosofía del XVIII tiende cada vez con más intensidad hacia la reflexión

en torno a la nueva subjetividad que de ello se deriva y a su relación con un entorno

que deja de poder interpretarse a partir de un modelo universal o divino”. (p. 9).

La presencia de la bildungsroman está en buena parte de la literatura, aún

mucho antes del siglo XVIII ya habían prefiguraciones y hasta refundiciones de

varios géneros previas a la consolidación de lo que hoy es, entre ellas hay algunas

obras que podemos describir como emblemáticas del género: de Wolfganf Goethe

Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister (1796), de Georg Philipp von

Handerberg –mejor conocido bajo el seudónimo de Novalis–, Enrique de Ofterdingen

(1802), de Ernst Hoffmann Puntos de vista y consideraciones del Gato Murr sobre la

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vida, de Marcel Proust En busca del tiempo perdido, de Daniel Defoe Fortunas y

adversidades de la famosa Moll Flanders y de James Joyce Retrato de una artista

adolescente.

Pero el género no ha sido exclusivo de literatos germanos sino que también ha

llegado a Hispanoamérica como en el caso del español Pío Baroja El árbol de la

ciencia, del mexicano José Fernández El Periquillo sarniento, del chileno Manuel

Rojas Lanchas en la bahía, del peruano José María Arguedas Los ríos profundos y

del argentino Ricardo Güiraldes Don Segundo Sombra. En el caso de Venezuela

tenemos obras de José Gil Fortoul, ¿Idilio?; Campeones, y El falso cuaderno de

Narciso Espejo, de Guillermo Meneses; de Francisco Massiani, Piedra de Mar; entre

otras. Algunas de estas obras, son de acuerdo a Bohórquez (2005) acercamientos

primarios de la literatura de formación venezolana o lo que posteriormente será la

bildungsroman en el país.

La bildungsroman o novela de formación, de aprendizaje o de aventura y

costumbres es un relato cuya finalidad es la exposición de sucesos diversos (no

necesariamente cronológicos y biográficos), que acontecen en la vida de un individuo

(protagonista) desde la adolescencia hasta su vida adulta. Los hechos narrados son

aquellos que contribuyen a la formación y construcción de la identidad de la persona,

en ese orden Bajtín (1989) afirma que:

(…) los momentos excepcionales, totalmente insólitos, de la vida

humana, y muy cortos en duración, comparados con el curso de la vida

en su conjunto, pero tales momentos determinan el carácter de toda su

vida posterior. Pero esa larga vida empezará a desarrollarse después del

renacimiento, y, por lo tanto, se situará ya más allá de la novela. (p. 269).

Ya el mismo Morgenstern refería que las acciones efectuadas por el personaje

principal debían educar y causar algún tipo de influencia en el lector. Afirma

Rodríguez (1996) en relación al papel del protagonista en la novela de formación lo

siguiente:

(…) la capacidad formativa y modeladora de los acontecimientos

novelescos sobre la personalidad del protagonista. El héroe

bildungsromaniano es, en este sentido, el personaje modelado par

excellenc. […]. El Bildungsroman se vertebra narrativamente en el eje de

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la conflictividad yo-mundo. El protagonista actor y receptor de su propio

proceso formativo, gestado en esa conflictividad obtiene por

autoconciencia, un conocimiento de sí mismo o, lo que es lo mismo, su

propia identidad. El eje estructural de la novela de formación es la

construcción de una personalidad que ha de superar, en el transcurso de

la narración, un proceso iniciativo, en aras de una nueva fase vital: el

reconocimiento del yo experimentado. Este reconocimiento es el

equivalente narrativo de ingreso en el mundo adulto de las ceremonias

rituales de pubertad. (pp. 52–63).

La bildungsroman describe pues el proceso de madurez del hombre. Inicia con

la fase de la infancia y luego con la adolescencia como etapa crucial en la cual se

presentan toda clase de adversidades y conflictos mentales, físicos, espirituales y

morales; todo ello con el propósito de concebir el verdadero carácter del personaje

hasta concretar en la adultez. Cada disonancia y conflicto va formando al joven hacia

la consolidación de la etapa superior.

Algunos investigadores del género, como en el caso de Escudero (ob. cit.),

Oliver (2011) y Aizenberg (1985) añaden que resulta atractiva la forma como son

narrados los asuntos éticos de la persona. Apreciemos el siguiente ejemplo en Los

años de aprendizaje de Wilhelm Meister de Goethe (2000):

Capítulo segundo.

A la mañana siguiente, al saludar Wilhelm a su madre, ésta le reveló que

su padre estaba muy disgustado y que en breve iba a prohibirle sus visitas

diarias al teatro (…) tu desmedido apasionamiento por esta afición

perturba la tranquilidad de mi hogar. (p. 5).

El destino de lo que Wilhelm será, nadie lo sabrá. Absurdo empeño de los

padres en que los hijos sean réplicas de ellos mismos. La pasión por el teatro solo

Wilhelm podía entenderla y avivarla. La bildungsroman invita a que cada individuo

viva su propia obra teatral, con marionetas o con seres de carne y hueso. El hombre

pasa tantas penurias y obstáculos para llegar a ser el que es realmente, para producir

una fuerza creadora y lograr ser tal como lo expresa uno de los amigos de Wilhelm,

‘Jarno’. La consigna de formación de acuerdo a Goethe es “fórmate a ti mismo”,

salta tus propios obstáculos, te hallarás trabas y cumbres empinadas pero debes

intentarlo y vencer.

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De tal manera que según el ideario autoformativo de Goethe cada lector tendrá

su propia compañía de teatro (su texto) donde representar su obra, su vida misma en

fin su propia lección de vida.

En esencia la formación de sí es un proceso de metamorfosis que nace del

propio individuo, en la misma va creando y construyendo las representaciones que

serán él mismo a lo largo de la vida. La bildungsroman es una de las posibilidades

que reunidas pueden (re)significar nuestra propia personalidad, nuestro carácter, y

nuestros valores más íntimos, permite mostramos tal cual somos escogiendo períodos

o épocas cruciales o críticas que reflejan nuestra existencia humana y describen como

vamos convirtiéndonos en otro.

Lectura y Formación de Sí: El Desafío

La estructura de este último apartado lanza el reto, que en primera instancia es

el reto de la propia autora: ser otra(o) desde la lectura.

De inicio serán comentadas tres obras para ejemplificar el desafío que otros

han dejado en el camino de la formación: Rousseau con Emilio o de la Educación,

Goethe con Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister y Novalis con Enrique de

Ofterdingen. Finalizando con un post-scriptum de la autora, en clave personal y

aunque no muestra ninguna obra emblemática es en sí su propia bildungsroman. Es

un ejemplo cercano e íntimo que no deja de asombrar(me): Las aventuras de JP.

La apuesta de formación del hombre por medio de la lectura ha estado allí por

siglos. Apreciaremos algunos ejemplos como Rousseau (1712-1778) quien manifestó

en Emilio o de la Educación una perspectiva didáctica y moralizante del hecho

educativo. La obra de Rousseau está apegada a su vida, los diversos elementos que en

ella se muestran (políticos, educativos, religiosos, líricos), son un prototipo de su vida

íntima, de su ser con virtudes y defectos, con derrotas y victorias, las cuales son

recreadas por el autor por medio de su pensamiento. Quiceno (1995) confirma este

hecho de la manera siguiente:

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En la vida y obra de Rousseau debe destacarse en primer lugar su propia vida.

La vida y sobre todo su vida era para Rousseau lo esencial como

acontecimiento primario y como acontecimiento cultural. De su propia vida

supo extraer Rousseau una obra vasta, extensa, profunda y de grandes efectos

sobre su sociedad. Rousseau no toma como ejemplo su vida, a la manera de un

espejo, por el contrario, su vida y él mismo giran sobre un mismo eje, la vida

no se separa de la obra ni la obra de la vida. Prueba de esto es la forma de sus

obras y el estilo de su vida. (p. 67).

Su estilo refleja sueños, secretos, ensoñaciones, viajes, cartas, mensajes y

otras formas de expresar su naturaleza interior comunicándose con el exterior. Había

algo de sí mismo que contar al otro porque ese otro necesitaba de él, así como él del

otro.

Otro hecho interesante es que el autor no se esforzaba en crear un relato para

que lo entendieran, él era él mismo y lo expresaba así, fijémonos en su obra Las

confesiones (1890), la cual inicia con estas palabras:

Emprendo una obra de la que no hay ejemplo y que no tendrá imitadores.

Quiero mostrar a mis semejantes a un hombre en toda la verdad de la

Naturaleza y ese hombre seré yo sólo yo. Conozco mis sentimientos y conozco

a los hombres. (p.1)

La formación para Rousseau (1890) no es impuesta pues eso le impacientaba.

La concepción de formación para él estaba fuera del campo disciplinar. Uno de los

datos que asombra es su autodidactismo descrito por él mismo de la manera

siguiente:

Es muy singular que teniendo bastante facilidad de concepción, nunca he

podido aprender nada con los maestros, excepto con mi padre y con M.

Lambercier. Lo poco que sé, además de lo que éstos me enseñaron, lo he

aprendido solo [...]. Mi espíritu, que no soporta ninguna clase de yugo,

no puede sujetarse a la necesidad del momento; el mismo temor de no

aprender me impide estar atento; por miedo de impacientar a quien me

habla, hago como que lo entiendo, sigue adelante y no comprendo nada.

Mi espíritu quiere seguir su inspiración y no puede someterse a la de otro

(p. 140).

Aunado a lo anterior Rousseau ve la educación desde el plano cartesiano de la

normalidad racional, apegada a la cultura moderna dada a través de las lecciones que

facultan al hombre para intervenir en sociedad. La lectura de sí no está optando

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lógicamente al modelo de Rousseau pero es innegable que puede ser concebido como

un buen punto de inicio. Una lectura de sí que puede comenzar en un aula pero que

también empieza en los pensamientos del lector (en sus luchas, problemas, anhelos,

sueños, etc.).

Otras ideas develadas en Emilio o de la Educación en el ámbito formativo son

las siguientes:

El hombre como entidad biológica, social, espiritual, racional, natural y

lingüística.

Preocupación por la infancia como seres humanos más vulnerables.

El conocimiento del hombre y su naturaleza.

La diferencia de las etapas evolutivas del hombre

Establecimiento de una educación natural y una educación social.

La educación no es sólo estar en un aula y escuchar al otro, tampoco es

instrucción y menos pedagogía. La impronta es la formación bildung, formarse para

la libertad y la bildungsroman es una posibilidad ante el desafío.

Emilio o de la Educación no es un recetario de formulismos didáctico-

estratégicos o un manual docente para aprender a pensar. Es un conjunto de ideales

morales, éticos, cargado de utopías, sueños, secretos e imaginaciones. Emilio o de la

Educación es la palabra, el diálogo, la desconfianza, el debate, etc. Es probable que

sea la formación que vendrá... pero en todo caso no son los lineamientos para una

reforma educativa ni menos las pautas de una buena educación. Es más educar al

ciudadano para que funcionase en la sociedad de ese tiempo. Esta sería una de las

ideas dispares en razón a la lectura de sí que estamos visionando en el estudio, las

razones son porque vemos una lectura que no depende estrictamente del enseñante y

el enseñado sino que trascienda más allá del aula y del libro; un lector plural y

diverso.

Un segundo desafío está representado por Goethe (1749-1832) en su obra Los

años de aprendizaje de Wilhelm Meister escrita en 1796. La esencia de esta novela

Gómez (2002) la describe en los términos siguientes:

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En el contexto de la Revolución Francesa, Wilhelm Meister de Goethe

condensa un ethos basado en la formación de sí mismo autoformación-,

que procura no sólo superar el problema revolucionario en el ámbito

alemán de la razón educativa superior, sino también el impulso educativo

nacional en el ideal de asimilación integrativa de la aristocracia y la

burguesía. (p. 40).

La aventura de Wilhelm Meister es considerada dentro de la cultura alemana

como el fiel reflejo de la bildungsroman por las disímiles pericias que el protagonista

atraviesa. Es un proceso que trasciende el plano personal, pues el hombre asume su

formación desde lo que es en este caso un burgués: acomodado, adinerado, negocios

y con futuro amoroso. Esos hechos son las preocupaciones vitales, es decir cómo

teniéndolo todo no consigue ser él y ser feliz. Inicia así su itinerario en busca de

respuestas: huyendo de la vida burguesa, recorriendo el teatro, relacionándose con

hombres estudiosos y elocuentes, entre otras. Son esos vaivenes que donde el joven

Wilhelm halla sentido a su vida y a su propio quehacer. Es la lectura íntima de su ser

que le constituye como hombre. El contacto con los otros: oírlos, escucharlos, verlos,

olerlos, en fin sentirlos es lo que catapulta a Wilhelm a la reflexión y subjetivación de

sí mismo. El propio Goethe lo afirma al concluir su obra:

El hombre no debe avergonzarse de su origen. Aquellos eran tiempos

felices y no puedo mirarte sin romper a reír. Me recuerdas a Saúl, hijo de

Cis, que salió en busca de las pollinas de su padre y se encontró con un

reino. -Ignoro cuál es el valor de un reino -contestó Wilhelm-, pero sé

que he conseguido una dicha que no merezco y que no cambiaría por

nada del mundo. (p. 475).

La tercera obra es Enrique de Ofterdingen –publicada por primera vez en 1802–

escrita por Novalis (1772-1801). Al igual que Wilhelm Meister, acá apreciamos esa

búsqueda constante del hombre en su mundo exterior. El individuo explorando y

abriéndose brecha hacia la emancipación espiritual. Pero para conseguirla Escudero

(2007/2008) advierte que debe enfrentar su propio desafío ante las normas, leyes y

disciplinas que rigen la naturaleza puesto que están en todos lados. Es allí cuando

surgen tensiones y desequilibrios, que nos evocan el pensamiento de Foucault con las

diversas líneas de fuerza que sacuden y estremecen al individuo y es él quien se

determina a asumir, desistir o trascender.

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Si nos preguntáramos donde está la bildung en la obra Enrique de Ofterdingen,

la respuesta sería en la búsqueda del conocimiento de su propia respuesta, de su flor

azul. Su proyecto romántico personal y único que nace de su interior con el propósito

de trascender y exteriorizar sus ideas y pensamientos. La interrogante que aparece en

la dedicatoria del libro: ¿Qué es lo que me encadena al peso de este mundo?

(1988:10), podemos replantearla: el peso que nos encasilla a una lectura o un texto.

El lector de hoy quizás no busque una flor, tal vez ya la tenga en sus manos, en

su pensamiento o en su ser, y quiere más bien ser libre y mostrarla o compartirla. Así

es la lectura de sí, plural, renovada y no marchita.

Esta triada de desafíos nos llevan a un punto común: una formación producto de

la cotidianidad, de la experiencia; en oposición al aprender escolar pero cercana y

parienta de los libros. Un alumno, en este caso un protagonista con varios libros,

amigos y maestros.

La lectura de sí es el resultado de la formación de sí del individuo. Es lo que

intentaron estos escritores en sus obras; plasmar una posibilidad donde la propia vida

o su caminar/andar por la vida permitiese hablar de él, de su mundo, de su historia, y

compartirla en una especia de koinonía lingüística con sus semejantes.

La autoformación del sujeto viene dada por medio del lenguaje y de la

plurivocidad que le conduce a ser él y no otro.

Post-Scriptum: Las Aventuras de JP

Para no dejar ideas sepultadas la autora comparte y comenta su bildungsroman

cercana: Las aventuras de JP (2011), escrita por Leonardo Castillo, un joven de 16

años, hijo de la escritora.

Juan Peace (JP) narra las aventuras de un muchacho posicionado en el año

2025. Constituida por 19 capítulos concluidos y tres por publicar o subir a la página

web para llegar a 21. La trama la define el autor en estos términos:

Las Aventuras de JP es una novela, es referente a los acontecimientos

ocurridos en la vida de Juan Peace (JP) en el año 2025. Todo comienza

debido con un collar que éste se encuentra, el cual posee parte del poder

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que se necesita para normalizar la energía del Sol, la cual es tan débil que

el planeta Tierra sufre diversos cambios en su forma. Con la ayuda de sus

amigos JP, ¿Podrá volver todo a la normalidad? (p. 1).

Ya aquí apreciamos que JP es de esta era, donde la tecnología es el lugar ideal

para dar(se) respuestas ante lo que hoy preocupa no solo a JP sino a la humanidad: el

planeta, la ecología, la vida misma del hombre en su entorno. La emergencia del

individuo impulsa a hacer algo, a decir algo. Mismidad e ipseidad como valores

inseparables de la identidad humana de acuerdo a las de Ricoeur, son expuestos en

Las Aventuras de JP.

A continuación los dos primeros capítulos de Las aventuras de JP. El texto fue

tomado del original ubicable en internet las faltas ortográficas y de redacción no

fueron corregidas.

Cap.1 Presentación

Hola me llamo Juan Peace, estoy terminado 5to año, me gustan muchas

cosas entre ellas la música y la tecnología. En tres meses cumplo 17 años.

Asisto a la iglesia cuando puedo, no salgo mucho prefiero estar solo. Mis

padres, bueno con ellos me la llevo bien a pesar de todo, siempre con

altos y bajos pero bien. Tengo dos hermanos un mayor que ya está en la

universidad Se llama Mark y el menor está en la escuela y se llama Axel

son buenos chicos. Con las chicas no me va súper que digamos, a pesar

de ser honesto, gentil y yo mismo ellas prefieren a unos farsantes que las

traten mal, claro siempre habrá sus excepciones. Bueno creo que eso es

lo que tienen que conocer de mí.

Cap. 2 Día uno (lunes de S-1)

Hoy en el liceo tuvimos un examen sorpresa de física, pero como quiero

estudiar ingeniería, me gusta la metería y no salí tan mal como mis

compañeros, ya que, varios salieron mal en esta prueba. Más tarde en

educación física, normal pero los chicos que se creen súper deportistas

fastidiando como siempre, lo más raro es que eso es lo que le agrada a las

chicas, y vuelvo a aclarar no a todas. En la tarde, fui a la orquesta donde

toco el violín y el violoncelo; este viernes tenemos un concierto, así que

lo más probable es que toda esta semana se hagan ensayos. A pesar del

asunto de las chicas, últimamente me he visto intrigado por una chica de

la orquesta llamada Melani Kinshia, no hablo mucho con ella, porque ella

toca Instrumentos de viento la mayoría, en especial el oboe.

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Bueno después que salí de la orquesta fui al ensayo de músicos en la

iglesia a la que asisto, donde toco la guitarra, pero estoy empezando,

gracias que me la llevo bien con la mayoría de los que están. Cansado de

todo el día llegue como a las ocho a mi casa, cuando tiro el teléfono a la

cama veo que me llega un mensaje. Cuando reviso eran dos mensajes,

uno de Ben un amigo del liceo, preguntando por la evaluación de

mañana, y el otro de Carla una muy amiga mía, (ella vive cerca de

Melani) diciéndome que ella hablando con Melani, esta le dijo que había

un chico que la estaba viendo mucho estos días en la orquesta (o sea yo)

y le pregunto si lo conocía, a lo que ella le respondía que sí y le contó de

mi etc. Luego de mensajearle un rato con ella le dije que sí que la estaba

viendo, que me siento un 10% atraído por ella, así que me dijo que me

iba a ayudar para que la conociera más y bueno eso, esas ayudas no me

gustan mucho pero bueno yo estoy más cerrado que una ostra así que me

cae bien, veamos cómo será esa ayuda. Bueno me bañe, comí y bueno

indio comido indio ido, a la cama caí como piedra. (p. 2).

JP nos convoca a una fusión de horizontes, buscando en el pasado las marcas

vividas y asumiendo el presente sin el temor de lo por venir sino con la expectativa y

el desafío de comprender la vida misma. A propósito de ello la autora Rodríguez M.

(1996) describe que:

Este carácter reflexivo hace de la Bildungsroman un proceso de

autoformación no sólo para el héroe sino para el autor-lector: Los sujetos

narrativos se descubren a sí mismos, desde el marco de sus propias

experiencias vitales, mediante la hermenéutica que cada uno de ellos

práctica. (p.39).

La existencia del hombre es contada por sus protagonistas en cada desafío, su

itinerario, su paso por la vida nos dice mucho, cada uno a su manera (Emilio o de la

Educación, Wilhelm Meister, Enrique de Ofterdingen y Las Aventuras de JP), cada

uno dando cuenta de sus lecturas por medio de la palabra.

JP convoca a la reflexión, al pensamiento. En una explosión de ideas

actualizadas –un tanto tecnológicas–, producto del momento epocal del adolescente,

que deja descubrir su propia esencia. Algunos buscarán enseñar o educar, otros

buscan una flor, otros un sueño, otros trazan la ruta para comprender la compleja y

etérea vida del hombre. Pero independientemente de las circunstancias que atraviese

el sujeto, la hermenéutica reflexiva, crítica y dialógica es quizás la clave para que

quede expuesta su palabra.

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En este punto de la investigación pensamos con cuanta ligereza se ha definido

la lectura, y la lectura de sí no ha sido la excepción por dos situaciones: una, porque

nos hemos centrado en el proceso, y otra, por ignorancia.

Quizás continuemos con la interrogante del inicio: “Qué cosa sea leer, y cómo

tiene lugar la lectura, me parece una de las cosas más oscuras”. (Gadamer, 1998).

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CONCLUSIONES

La finalidad de este corpus conclusivo es trazar un recorrido en los temas

medulares desarrollados en la tesis. La intención es dar cuenta de esos aspectos por

medio de una visión articulada que sintetice la investigación.

Iniciaremos con el poema de Constantino Cavafis (1983), titulado: Terminado,

el mismo refleja los pensares y las perspectivas compartidas en este trabajo:

En medio del temor y las sospechas,

con espíritu agitado y ojos de pavor,

nos consumimos y planeamos cómo hacer

para evitar el seguro

peligro que así terriblemente nos amenaza.

Y sin embargo estamos equivocados, ése no está en nuestro camino:

falsos eran los mensajes (o no los escuchamos, o no los entendimos

bien). Otra catástrofe, que no la imaginábamos,

repentina, violenta cae sobre nosotros

y no preparados –de dónde tiempo ya– nos arrebata. (p. 83).

El proceso deconstructivo de la lectura y la formación expuesto en este trabajo

es una tarea que acontece a la misma autora. No ha sido sencillo el desmontaje

teórico a nivel epistemológico, pedagógico y ontológico cuando se tiene tiempo

defendiendo posturas y “verdades”. Encontrarse hoy día de frente con verdades a

medio contar y conseguir líneas de fuga presentes -pero ignoradas-, resulta una

catástrofe repentina y violenta. Y no se trata de una negociación con el conocimiento

de decir en este punto que todo lo defendido por décadas fue equívoco o que todo ello

resultó ser un ¿falso mensaje? En lo absoluto, es más bien darnos (me) la posibilidad

de la sospecha y de asumir la duda o la incompletud que gira en torno a la lectura y la

formación y en esa medida explorar estáticos esquemas formativos. Nos forman,

vigilan y disciplinan para afirmar y repetir más no para debatir, a pesar que este es el

propósito sustancial de la educación.

Considerando entonces que el proyecto de formación de sí del hombre inicia

con un proceso de reconstrucción de él mismo. Entonces abrimos la brecha a la

hermenéutica filosófica u ontológica desde la perspectiva Gadamer y aportes de

Ricoeur, con el fin de interpretar asuntos humanos como la lectura y la formación.

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El camino recorrido ha dejado marcas producto de la interpretación teórica, la

cual sirvió de impulso a la autora, en un acto de liberación y, por qué no, de

desintoxicación de la teoría conocida (verdad). El exponerme a otras miradas fue

realmente lo que implosionó mi ser. Saber que no hay un punto final y que no todo

está dicho, tan solo eso era expectante (aunque parezca muy simple); fue un acto que

permitió correr la cortina y en un acto de problematización dar cuenta de la realidad

cercana e ignorada. Es similar a cerrar los ojos en EL MALECÓN frente al

imponente Orinoco y saber que no solo estoy yo parada frente al río, sino que es: vida

circundante dentro y fuera del agua, y allí… yo misma.

El primer capítulo lectura: campo de posibilidades nos permitió fundar la

lectura desde una configuración amplia, con un considerable número de aristas o

posibilidades, entre ellas la formación de sí del individuo. Para ello fue necesario

revisar los historiales de la lectura y la formación, observando que la escuela y sus

actores han evolucionado a lo largo del presente siglo, pero tal como señala Imbernón

(2000:6): “(…) lo han hecho sin romper las líneas directrices que se le marcaron

desde su nacimiento: centralista, transmisora, seleccionadora, individualista, etc.”.

La escuela continúa siendo un lugar donde importa pasar de un pupitre a otro y

dominar competencias. Los planteles educan espacios para el ejercicio de la

democracia, el debate y el diálogo libre. De allí que nos introducimos en la escuela

interesados por los hombres y mujeres que hacen vida en ella y por las prácticas que

realizan, específicamente las de lectura y formación. Esta revisión mostró una

formación pedagogizada, caracterizada por el control, la norma y la disciplina. En la

cual hay un hombre que aprende a leer un texto, porque fue enseñado a descifrar o

decodificar, capaz de repetir un texto ajeno, pero temeroso de crear su propio texto y

de hablar de sí mismo.

La riqueza del encuentro escolar reside en poder expresar y poder decir y al

mismo tiempo poder escuchar al otro, es allí donde apuntamos, hacia la formación

bildung, que permite apreciar los actos de subjetivación, valoración y transformación

del hombre a través de la palabra.

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La bildung es la formación mostrada por medio de la palabra. Las relaciones del

hombre con su mundo quedan descritas, su espíritu, su fuerza, lo que ha llegado a ser,

su pensamiento se reflejan como un espejo en sus palabras porque son su verbo son él

mismo. Sin protocolos, ni intermediarios.

El campo de posibilidades no está concluido, no se han agotado las opciones, al

contrario continúan abiertas. La lectura y la formación de sí abren umbrales de

subjetivación insospechados, sin discursos mecánicos o repeticiones memorizadas de

otros que solo satisfacen a uno que no es el lector que evocamos. Es en el encuentro

dialógico donde el ser humano es iluminado, conoce, asimila y se forma y transforma.

Considerando que las instituciones de formación están colmadas de dispositivos

disciplinares y pedagógicos abrimos un segundo capítulo: Lectura, historia y

prácticas, con el propósito de analizar el dispositivo de acuerdo a la teoría de Michel

Foucault pero al mismo tiempo asidos de una formación dialógica bajo la mirada de

Gadamer, lo que nos ayudó a comprender y a entender al otro llámese alumno o

lector. Este avance permitió exponernos a una formación otra, donde partimos de un

formarse y educarse en el cual los maestros y los padres solo aportantes de una

minúscula contribución. La enunciación del rol imprescindible el maestro en la

formación del ser humano pierde terreno y vigencia.

Debatirse la vida del hombre como si fuese un trofeo en exhibición y medir

quien logró hacer más o menos por él, resulta en esta reflexión final un acto

inconcebible.

Existen en el individuo dos hechos cruciales: uno autoformativo y sin tutelaje y

otro donde el lenguaje es un reflejo de quien somos, pero ese ser que somos de niños

se va desgastando con el tiempo y la libertad y espontaneidad original se desvanece,

llegando a no ser ya nosotros, sino otros, un hombre conforme a un modelo, a un

deber ser, pero que no somos ni tú ni yo. Tal situación nos motiva a escudriñar cómo

y por qué hemos venido siendo otro que no soy yo ni eres tú mismo y cuándo

dejamos de serlo, cuándo nos convertimos en hombres otros y por qué esa formación

no satisface a lo que somos realmente.

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Las miradas de Foucault y Gadamer fueron en esta investigación como el anillo

de seguridad que al ser quitado activa una granada. Es decir, permitieron evidenciar

por un lado el dispositivo de lectura y escudriñarlo y mostrarlo, no totalmente pero si

con elementos claves que necesitan seguir siendo estudiados, pues para la formación

de sí del hombre tienen un peso o influencia directa para comprender la lectura otra

que está allí emergiendo y siendo con el sujeto que lee.

También percibimos la modesta contribución que hacemos como maestros, ante

esa investidura en la cual no colocamos o colocaron, posicionándonos como seres

inequívocos e inaccesibles, como si ya hubiésemos alcanzado el tope de nuestra

formación. Cuánto nos falta por educarnos y ser nosotros mismos y no otros. Nos

olvidemos jamás que solo damos contribuciones o aportes a la formación del lector,

pero la formación de sí –de él– la forjará él mismo es su andar dialéctico por el

mundo.

Ante esas interrogantes emprendemos un tercer capítulo Lectura y formación,

con el fin de precisar los momentos histórico-contextuales que indujeron la

formación del hombre, entre ellos la paideia y areté. En un primer acercamiento

percibimos que han sido vanos los intentos por aprisionar el desarrollo natural de la

práctica educativa. La supremacía de los métodos, técnicas y estrategias curriculares

tiene mayor dedicación que el hombre centro de la educación.

La paideia entendida como un proceso formativo que conduce a los hombres

hacia la virtud (areté) pensada como sinónimo de excelencia humana. Pero para

llegar a este sumo fue necesario dar una mirada a la Grecia Clásica, lo que permitió

reflexionar sobre el trasfondo histórico de la formación estrechamente emparentado

con el medio sociocultural y antropológico.

Al profundizar en la paideia enfocamos hacia dos momentos cruciales: la

paideia clásica y la paideia cristiana. Distinguiendo la sustancia y la emancipación del

sabio griego y la trascurrir del hombre en Cristo.

Por consiguiente al estudiar la historicidad de la educación desde la paideia y la

areté nos damos cuenta lo insustancial que ha resultado resignificar la pedagogía de

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modo único y exacto; si ella es producto de la reunión de saberes entramados e

imposibles de reducir a una definición.

A pesar de todas las trabas epistemológicas aun contamos con este tipo de

investigaciones que son acercamientos a la resignificación de la educación. Abrimos

entonces un poco más la brecha nietzscheana a posibilidades de formación desde la

autonomía y la responsabilidad del ser con escenarios abiertos a prácticas

pedagógicas inclinadas al individuo a la persona que reflexiona, que existe, que

padece.

El esfuerzo genealógico y ontológico estaría incompleto si no hubiésemos

atravesado el areté, descubriendo el origen de la formación educativa del hombre

hasta llegar a la virtud. Pero no quedamos allí, ya que hay un educarse, hay un sí

mismo que nos empuja a no repetir y salir de ese éxtasis contemplativo donde la

lección hoja por hoja nos amarra como lectores, no convierte en una especie de

esclavos del papel. La resignificación de la lectura es también la resignificación de la

formación del ser humano.

Aún quedan por subir peldaños para un debate mayor, pero si esta investigación

ha servido para dar de alguna forma ese impulso emancipador a la lectura, entonces

bien valió la pena el desafío de mi misma.

El cuarto capítulo Lectura y formación de sí representa el desafío de esta

investigación. Inscribiéndola en primera instancia hacia una formación otra, una

formación de sí mismo donde el hombre sea el centro de su transformación.

Una formación en clave ontológica nos permita volver a nosotros mismos con

libertad, con diálogo, con el debate sostenido, ofreciendo la posibilidad de ser

nosotros mismos y reconociendo la palabra del otro(s).

Un ideal de formación emplazado hacia el cuidado de sí y a la autoformación es

el que hemos instituido aquí a través de la bildungsroman. Una lectura que llevamos

encarnada en nuestro cuerpo, la que nos delata y habla de lo que somos. Es la

oportunidad de transitar por la otra acera y tener miradas diferentes que ayuden al

desprendimiento del tutelaje, que nos lleve a saber quiénes somos y cómo llegamos a

serlo en una resonancia íntima del sí mismo. En fin, llegar a conocer y reconocer

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cómo el hombre llega a ser el que es y cómo logra desplegar sus potencialidades y

talentos en la vida.

Dar la palabra al otro y aprender de oído son dos títulos de trabajos consultados

que ayudan a que la investigación no muera en este papel, sino que dé pie a que otros

puedan seguir el eco y reflexionar (quizás como yo) desde sus prácticas, esas que

llevan a despertarnos y a ser otros –nosotros mismos– desde la lectura y la formación.

Un juego con la alteridad, que le permite al hombre mostrarse al otro tal cual es

sin líneas divisorias, sino transparentes y permeables.

Este es mi propio desafío...!

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CURRICULUM VITAE

Docente en la Especialidad de Lingüística y Literatura. Egresada del Instituto

Pedagógico de Maracay, 1991 (UPEL-IPMAR). Magíster en Planificación y

Evaluación Educativa Ciudad Bolívar, 1997 (INFORHUM). Doctorando UPEL –

IPM cohorte 2009-III. Docente del área de lengua, literatura y artes de la Universidad

Nacional Experimental de Guayana (UNEG - Bolívar) en asignaturas como:

Desarrollo de la lectura y la escritura, Comprensión y expresión lingüística 1 y 2,

Literatura Infantil entre otras. Ha participado en foros y eventos nacionales e

internacionales enfocando su interés hacia la lectura y diseños estratégicos para la

comprensión de la misma. Miembro PEII categoría B, convocatoria 2012. Miembro

de la línea de investigación Procesos de enseñanza y aprendizaje de la lectura y

escritura PEALE (UNEG). Ha publicado artículos científicos y reseñas en las revistas

arbitradas Kaleidoscopio, Educere, Textura (Venezuela) e Investigación y educación

(Costa Rica). Autora del libro Didáctica de la Lectura. Experiencias innovadoras con

docentes en formación. (2012). Miembro del comité de arbitraje de la revista

científica Tiempo de educar TEDUCAR (Toluca-México). Responsable de la edición

del Boletín informativo semestral del proyecto de carrera Educación Integral (UNEG-

Bolívar) “Voces de Angostura” desde el 2005.