León Olivé - La ciencia...

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1 Primer Congreso Regional de Enseñanza y Divulgación de la Ciencia y la Técnica 23 al 25 de junio de 2005, BUAP, Puebla Pue. Ciencia, sus fundamentos y perspectivas (el punto de vista de un filósofo) León Olivé (UNAM) Resumen La razón es una capacidad de los seres humanos que ha resultado del proceso evolutivo en sentido biológico. En muchos aspectos esa capacidad es común a los seres humanos y a otros animales, aunque en la especie humana tiene un alcance más amplio tanto por el lugar de los seres humanos en la escala evolutiva como por el desarrollo socio- cultural. La razón necesariamente debe ejercerse en contextos específicos, y requiere tanto de aprendizaje en colectividades como de información que es socialmente transmitida. Si llamamos racionalidad al ejercicio de esa capacidad (la razón), que se realiza en circunstancias diferentes, entonces es claro que hay una pluralidad de racionalidades humanas. El ejercicio de la razón necesariamente requiere la realización de ciertas acciones. Por eso los aspectos teóricos y prácticos son inseparables. La distinción entre razón teórica y razón práctica es puramente analítica. Las consecuencias de este punto de vista para nuestra comprensión de las ciencias, en la medida en que éstas constituyen casos ejemplares del ejercicio de la razón, son de largo alcance: 1. Si recurrimos a la metáfora de las ciencias como grandes edificios construidos sobre sólidos fundamentos en roca firme, la consecuencia es que no tenemos ninguna base última e inamovible. En la ciencia no hay certezas absolutas, ni en sus fundamentos, ni en sus raíces, ni en sus ramas más especializadas. Los criterios epistemológicos en los que se basan los métodos de las ciencias no son absolutos, cambian de una época a otra y de una comunidad científica a otra, aún dentro de una misma disciplina. Una metáfora más adecuada es, entonces, la sugerida por Otto Neurath, nuestro conocimiento, y la ciencia, son más bien como barcos cuyas reparaciones, aún en las partes indispensables para su navegación, tenemos que hacer siempre en alta mar, sin la posibilidad de llevarlos a un dique seco. 2. Pero esto no significa que no tengamos razones, y normalmente las mejores razones, para considerar que el conocimiento que generan

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Ensayo del DR. Olivé en la BUAP

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Primer Congreso Regional de Enseñanza y Divulgación de la Ciencia y la Técnica

23 al 25 de junio de 2005, BUAP, Puebla Pue.

Ciencia, sus fundamentos y perspectivas (el punto de vista de un filósofo)

León Olivé (UNAM)

Resumen La razón es una capacidad de los seres humanos que ha resultado del proceso evolutivo en sentido biológico. En muchos aspectos esa capacidad es común a los seres humanos y a otros animales, aunque en la especie humana tiene un alcance más amplio tanto por el lugar de los seres humanos en la escala evolutiva como por el desarrollo socio-cultural. La razón necesariamente debe ejercerse en contextos específicos, y requiere tanto de aprendizaje en colectividades como de información que es socialmente transmitida. Si llamamos racionalidad al ejercicio de esa capacidad (la razón), que se realiza en circunstancias diferentes, entonces es claro que hay una pluralidad de racionalidades humanas. El ejercicio de la razón necesariamente requiere la realización de ciertas acciones. Por eso los aspectos teóricos y prácticos son inseparables. La distinción entre razón teórica y razón práctica es puramente analítica. Las consecuencias de este punto de vista para nuestra comprensión de las ciencias, en la medida en que éstas constituyen casos ejemplares del ejercicio de la razón, son de largo alcance:

1. Si recurrimos a la metáfora de las ciencias como grandes edificios construidos sobre sólidos fundamentos en roca firme, la consecuencia es que no tenemos ninguna base última e inamovible. En la ciencia no hay certezas absolutas, ni en sus fundamentos, ni en sus raíces, ni en sus ramas más especializadas. Los criterios epistemológicos en los que se basan los métodos de las ciencias no son absolutos, cambian de una época a otra y de una comunidad científica a otra, aún dentro de una misma disciplina. Una metáfora más adecuada es, entonces, la sugerida por Otto Neurath, nuestro conocimiento, y la ciencia, son más bien como barcos cuyas reparaciones, aún en las partes indispensables para su navegación, tenemos que hacer siempre en alta mar, sin la posibilidad de llevarlos a un dique seco.

2. Pero esto no significa que no tengamos razones, y normalmente las

mejores razones, para considerar que el conocimiento que generan

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las ciencias es auténtico y genuino conocimiento de los aspectos de la realidad de la que se ocupa.

3. Lo que necesitamos son conceptos revisados sobre “la verdad”, “la

objetividad”, “la racionalidad”, e incluso “la realidad”. 4. Esto es importante para la conformación de la imagen “pública de

la ciencia”, de la cual son responsables en gran medida los educadores científicos y los comunicadores de la ciencia. Una imagen más adecuada a la “verdadera naturaleza de la ciencia” es la que se percata que la ciencia no genera verdades absolutas, que es falible, o sea que puede equivocarse en todo lo que dice, incluso en sus bases, pero que al mismo deja claro que la ciencia es de lo mejor que tenemos, humanamente hablando, para obtener conocimiento del mundo que nos permita comprenderlo e intervenir en él.

5. Conviene que esta imagen se fortalezca, porque a los diferentes

sectores de la sociedad les puede resultar más claro porqué es razonable confiar en la ciencia, y porqué tiene un amplio potencial para coadyuvar a la comprensión y solución de problemas sociales, o sea porqué a la sociedad le conviene fortalecerla y desarrollarla. Pero al mismo tiempo la sociedad debe comprender que la ciencia tienes límites, tanto epistemológicos como éticos, y que no es racional confiar en exceso en ella. Pero sobre todo, que deben vigilarse los riesgos de su desarrollo.

6. La perspectiva de la ciencia, en el futuro inmediato así como a

mediano y a largo plazo, es que cada vez dejará más de hacerse por las comunidades disciplinarias tal y como la hemos conocido, desde la antigüedad en algunos casos, como en las ciencias formales (la matemática y la lógica), y desde la época moderna (siglos XVI y XVII) en el caso de las ciencias empíricas. Lo que vemos en el horizonte es una expansión cada vez mayor de lo que se ha venido dando en la segunda mitad del siglo XX: el desarrollo de la “tecnociencia”.

7. La tecnociencia no es la mera imbricación de la ciencia y la

tecnología como las hemos conocido tradicionalmente. La tecnociencia está constituida por complejos sistemas de “prácticas”, es decir, de conjuntos de personas que buscan fines determinados, para lo cual realizan acciones intencionales, ponen en juego determinados recursos (materiales, intelectuales y económicos, así como habilidades) y utilizan medios específicos, en función de ciertas creencias, normas y valores, las cuales constituyen la “estructura axiológica de las prácticas”. Los

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complejos tecnocientíficos incluyen grupos de científicos, de tecnólogos, de gestores y administradores, de financiadores (públicos y privados), de políticos y muchas veces de militares. Ejemplos típicos: el Proyecto Manhattan (la construcción de la bomba atómica); el proyecto genoma humano y la genómica en general (transgénicos, clonación, etc.), la investigación espacial, la telemática y la informática.

8. Regresando a nuestro punto de partida: ni siquiera en la ciencia

tradicional es posible separar, excepto analíticamente, los aspectos puramente teóricos de los prácticos. El mayor desafío que enfrentamos ahora, y que encontraremos más agudo en el futuro cercano, proviene del desarrollo de la tecnociencia y de sus consecuencias. Dado los elevados niveles de financiamiento que requieren los proyectos tecnocientíficos, éstos se van a desarrollar difícilmente, si no es en función de los grandes intereses en juego. Esos intereses pueden ser puramente económicos, desde un punto de vista empresarial estrecho, es decir, de ganancia, pero pueden responder también a necesidades de otros sectores sociales, y en muchos casos hasta responder a demandas de interés común a toda la sociedad: la explotación razonable y sostenible de la energía, la restauración ecológica, y la solución a problemas de alimentación y salud (con epidemias como el sida, pero también con otras enfermedades de significación local o regional), son ejemplos de demandas que la sociedad puede plantear a la tecnociencia, y a cuya solución puede ésta contribuir de manera muy importante (si bien no depende sólo de ella la solución, puesto que involucra problemas económicos, políticos, éticos y culturales, para mencionar sólo algunos). Pero al mismo tiempo la tecnociencia genera riesgos, pensemos tan sólo en el impacto ambiental que pueden tener ciertas semillas transgénicas. Es necesario también establecer los mecanismos de vigilancia y control de riesgos generados por la propia tecnociencia.

9. El gran reto, entonces, es el de ver si es posible lograr:

a. una imagen pública de la ciencia que sea adecuada a lo que puede dar, y que honestamente reconozca sus riesgos, no para detenerla, pero sí para vigilar y controlar adecuadamente esos riesgos. Este no es ya un asunto de la exclusiva competencia de los científicos y los tecnólogos, ni sólo de ellos y los gobiernos o los políticos, ni tan sólo de todos ellos más los empresarios. Es un problema de todos los sectores sociales. El desafío entonces es generar esa imagen de la ciencia, en la que todos los sectores entiendan que pueden beneficiarse de ella, pero que también tienen la

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responsabilidad de intervenir para cuidar de su desarrollo y de vigilar sus riesgos.

b. un consenso, a pesar de los diferentes intereses, valores y

normas, y concepciones del mundo de los diferentes sectores sociales, de acuerdo con el cual haya un compromiso para apoyar y desarrollar a la ciencia, en beneficio de esos grupos sociales, donde se satisfagan los distintos intereses en la medida de lo posible, sin excluir y sin impedir que se satisfagan las necesidades, por lo menos las básicas de ningún sector.

Responder a estos desafíos de manera adecuada es una responsabilidad de todos los involucrados en el sistema científico y tecnológico. Pero los educadores y los comunicadores de la ciencia tienen una responsabilidad central.