"Leyendas y Tradiciones Sobre El Grial". Autores: Alejandra Sáenz de Urtubi & Gorka Lecumberri

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LEYENDAS Y TRADICIONES SOBRE LA ORDEN DEL GRIAL Alejandra Sáenz de Urtubi Echevarrieta Gorka Lecumberri Ybarra En 1985 la revista de pensamiento tradicional Cielo y Tierra le dedicó un monográfico al mito del Grial. El Grial es uno de los misterios más fascinantes de la tradición occidental. En el breve periodo de medio siglo, entre 1180 y 1235, aparece de repente toda una extraña literatura en torno al Grial e insertada dentro de la ya popular corriente caballeresca. El tema habría de sufrir infinitas variaciones, pero podemos sintetizarlo así: un rey que ha perdido sus poderes espirituales y sus cualidades viriles trascendentes; un reino -el suyo- que, en consecuencia, se vuelve yermo e infértil y está amenazado de destrucción; un único remedio -el Grial- para que rey y reino revivan; y unos caballeros que buscan el susodicho remedio con variada fortuna y pasan por pruebas más o menos peliagudas. El primero que escribió sobre el Grial fue Chrétien de Troyes, inspirándose en ‘algo’, no se sabe qué, que había recibido de un occitano y que adaptó novelándolo. A partir de ahí aparece una auténtica floración de versiones del mismo tema y medio siglo después la literatura griálica cesa de golpe, como si mediara una consigna. “Parece como si en cierto momento una corriente subterránea hubiera aflorado para volver a ocultarse enseguida”, escribe Julius Evola. Y parece también, como observa Guénon, como si algún secreto hubiera buscado manifestarse 20

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Artículo sobre los contenidos subyacentes en las leyendas medievales del Grial

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LEYENDAS Y TRADICIONES SOBRE LA ORDEN DEL GRIAL

Alejandra Sáenz de Urtubi EchevarrietaGorka Lecumberri Ybarra

En 1985 la revista de pensamiento tradicional Cielo y Tierra le dedicó un monográfico al mito del Grial. El Grial es uno de los misterios más fascinantes de la tradición occidental. En el breve periodo de medio siglo, entre 1180 y 1235, aparece de repente toda una extraña literatura en torno al Grial e insertada dentro de la ya popular corriente caballeresca. El tema habría de sufrir infinitas variaciones, pero podemos sintetizarlo así: un rey que ha perdido sus poderes espirituales y sus cualidades viriles trascendentes; un reino -el suyo- que, en consecuencia, se vuelve yermo e infértil y está amenazado de destrucción; un único remedio -el Grial- para que rey y reino revivan; y unos caballeros que buscan el susodicho remedio con variada fortuna y pasan por pruebas más o menos peliagudas. El primero que escribió sobre el Grial fue Chrétien de Troyes, inspirándose en ‘algo’, no se sabe qué, que había recibido de un occitano y que adaptó novelándolo. A partir de ahí aparece una auténtica floración de versiones del mismo tema y medio siglo después la literatura griálica cesa de golpe, como si mediara una consigna. “Parece como si en cierto momento una corriente subterránea hubiera aflorado para volver a ocultarse enseguida”, escribe Julius Evola. Y parece también, como observa Guénon, como si algún secreto hubiera buscado manifestarse súbitamente a través de esta literatura y súbitamente también hubiera vuelto a ocultarse. Su tesis es que una organización iniciática utilizó a estos escritores para divulgar, envueltos en el ropaje de la literatura, su ideal, su objetivo y sus conocimientos espirituales. Cuando esa organización vio como inevitable su extinción (o como imposibles sus planes), la literatura griálica cesó.

El ideal que presenta la literatura griálica es uno y muy claro: el sueño de instaurar un reino o un imperio luminosos

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con un monarca revestido a la vez de la dignidad real y sacerdotal, es decir, un líder con carisma político y espiritual a un tiempo. El modelo humano con el que se sueña también es muy claro: la virilidad y la feminidad trascendentes, el varón y la mujer solares, seres, en fin, capaces de reunir la santidad y las virtudes heroicas, la cortesía y la pasión amorosa en un mismo corazón. Si efectivamente existió esa organización iniciática es algo de lo que históricamente no tenemos datos. Pero la leyenda remite a una hermandad de carácter caballeresco, con su centro en Occitania , que alimentó la difusión de estos ideales a través de la literatura y que consideraba a la Iglesia Católica la mayor traba para su sueño. Las luchas que recorrieron toda la alta Edad Media entre güelfos (partidarios de la primacía del papado y de la sumisión del poder regio a él) y gibelinos (partidarios de la primacía del imperio y de la soberanía de un monarca-sacerdote) no habían hecho sino empezar. La literatura griálica contribuyó a prender esa mecha.

Si esta supuesta organización iniciática buscaba un monarca revestido por sangre de la dignidad espiritual y real a la vez, tenían un par de candidatos en casa. En el año 768 se había establecido en lo que luego sería Occitania el principado de Septimania, cuyo primer soberano fue un príncipe judío del linaje de David. Los condes de Tolosa y los vizcondes Trencavel, vasallos de los reyes de Aragón y emparentados con ellos, descendían de este linaje judío. Y ambas casas nobiliarias, los Tolosa y los Trencavel, protegieron al catarismo y lideraron la resistencia política y religiosa contra Francia y la Iglesia Católica. Arthur Zuckerman, en su libro A Jewish Princedom in Feudal France (768-900), hace proceder al primer príncipe de Septimania (Teodoric I de David-Autun-Toulouse, llamado de nacimiento Makhir ben David) de Bagdad, de donde supuestamente lo había traído la dinastía carolingia con la intención de cruzarse con él (lo casaron con Alda Martel) y ganarse así la vitola de monarcas por derecho divino. Pero no hay que olvidar tampoco el relato legendario que hace de Jesús el jefe de la casa de David (y, por tanto, rey literal de los judíos), condenado a muerte por Roma por pretender encabezar una renovación socio-religiosa en el seno del pueblo judío. Lógicamente la leyenda de este Jesús rey lo

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presenta casado -con María Magdalena / de BetaniaIII- y con descendencia. La leyenda dice que María y su hijo lograron escapar a la persecución de las autoridades romanas y desembarcaron en la Camarga. Según esta tradición occitana, los Tolosa y los Trencavel eran descendientes de Jesús. Este mito planteaba el conflicto entre el Imperio (o sea, entre la realeza sacerdotal) y la Iglesia Católica desde una nueva perspectiva: la de la legitimidad sucesoria. La Iglesia sería, así, una usurpadora que habría tergiversado la figura de Jesús e inventado la farsa de la sucesión apostólica para hacerse con el poder en Europa.

El ideal que refleja la literatura griálica es el del Imperio, el de la realeza sacerdotal. Su tipo humano modélico es el hombre a la vez amante, guerrero y santo. Pero, ¿qué es el Grial en sí?. En la literatura se lo presenta como un objeto sobrenatural, una enorme esmeralda o una copa tallada a partir de dicha esmeralda. La maravillosa gema cayó del Cielo desde el tercer ojo de Satanás cuando se rebeló contra Dios y, puesto que no ha perdido su estado primordial, participa de la naturaleza del firmamento incorruptible. Esta piedra sólo puede estar en manos del monarca-sacerdote legítimo, la custodia una mujer solar en un castillo de difícil acceso y únicamente pueden alcanzarla los hombres elegidos en razón de su dignidad espiritual y pureza sexual (los indignos y los impuros que se acercan a ella mueren al instante o quedan ciegos). La piedra posee virtudes extraordinarias: alimenta, ilumina, da vigor y mantiene jóvenes a los caballeros que han podido contemplarla. El problema fundamental se plantea porque el Grial, o bien ha desaparecido del Reino, o bien ha cesado de energizarlo. El rey ha perdido su legitimidad y sus poderes espirituales y se hace necesario que, o bien una orden de caballeros elegidos parta en busca del Grial, si éste está perdido, para que se recupere el orden y el rey reviva, o bien, si el Grial sigue en el reino, que entre estos caballeros aparezca uno con la suficiente dignidad para llegar hasta él, ocupar entonces el puesto del rey caído y restaurar el Imperio.

III María Magdalena y María de Betania, la hermana de Lázaro, se unifican en esta leyenda en un solo personaje. Es curioso, que las leyendas piadosas católicas hayan convertido a María Magdalena en una prostituta cuando no hay nada en los Evangelios que pueda justificar semejante cosa.

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Naturalmente todo esto es un relato en clave. Quedarse en la mera anécdota de la historia, como señala Evola, significa “no captar en la literatura griálica sino la parte más exterior, accidental e insignificante”. Por debajo del relato novelesco, codificada para quien la pueda ver, estaría toda la doctrina de la organización iniciática que promovió la difusión de esta literatura. Más allá de la lectura superficial, hay una lectura simbólica.

Empecemos por el principio: el Grial es una ‘esmeralda’. En el lenguaje simbólico la esmeralda simboliza el conocimiento trascendente, la Sabiduría Perenne, el sumo saber que permite entender el secreto de la Divinidad y de la creación del Cosmos y las causas de todo lo existente. Satán, personificación de la ilusión separativa de la Manifestación, perdió el poder de esta Sabiduría suprema cuando se rebeló contra la jerarquía principial. De modo que, y para empezar, el Grial es la Sabiduría Perenne. Perdida por Lucifer la Sabiduría suprema llegó hasta los Hombres (‘cayó a la Tierra’) y se estableció junto al Rey del Mundo, el monarca-sacerdote invisible que representa el orden divino en la Tierra. Todo gobernante legítimo se reconocerá porque, a imagen del Rey del Mundo, aunará en sí la dignidad regia o política y la sacerdotal o espiritual y porque también tendrá el Grial, es decir, porque habrá accedido a la Sabiduría Perenne.

Se dice, en segundo lugar, que el Grial está ‘custodiado por una mujer solar en un castillo de difícil acceso’: la ‘mujer solar’ es la feminidad trascendente, el principio femenino en su dimensión reintegradora e iluminadora. La mujer humana que encarne a esta feminidad solar es, por propio derecho, reina del Grial, maestra y custodia de la Sabiduría trascendente. Con ella ha de desposarse el héroe espiritual. Pero para llegar a esa unión, para que el hombre llegue a la Sabiduría Perenne que simboliza el Grial, tiene que superar los velos de la ilusión que lo ciegan, los velos de la maya, de la feminidad inferior y naturalista –dentro y fuera de él-, y desplegar las potencias superiores de su ánima, hasta llegar a la difícil estación en la que el ánima se halla matrimoniada con la dimensión viril y permite, por tanto, acceder a la Sabiduría Suprema mediante la intuición intelectual. Este proceso de alquimia interior corre paralelo a un proceso unitivo con lo femenino, personificado por la dama amada,

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en lo exterior. Sólo los hombres ‘dignos y puros’ llegan a este estadio: la nobleza interior y la ascesis son dos requisitos necesarios. En cuanto a las extraordinarias virtudes del Grial, éstas son tan evidentes en sí mismas que no necesitan mucho comentario. Aquellos que han llegado a la Sabiduría Perenne tienen una fuente de vigor, frescura y salud espirituales en ella. El conocimiento metafísico es un alimento de inmortalidad y le da al Hombre el sentido de la eternidad.

El problema es que en el ‘Reino’, en Europa, ‘el Grial’, la Sabiduría Perenne, o bien ha desaparecido por completo en unos sitios, o bien está presente en otros, pero sin irradiar sobre la vida colectiva. Los monarcas, o han perdido su legitimidad (por su ignorancia metafísica), o han perdido sus poderes espirituales y su autonomía política (la Iglesia Católica se los ha arrebatado). En consecuencia, Europa está yerma y baldía, sin vida trascendente, sin heroísmo y sin gobernantes verdaderamente suscitados por Dios e investidos por la Sabiduría. Una ‘orden de Caballeros de la Demanda’ (esto es, una organización iniciática) debe constituirse para recuperar el Grial (la Sabiduría Perenne), revivificar así el reino baldío (Europa sometida a la Iglesia Católica) y reinstaurar el Imperio (la comunidad política trascendente) en manos de un verdadero monarca-sacerdote.

Igual que Jesús intentó una restauración político-religiosa contra un poder tiránico, usurpador y vacío de espíritu -Roma-, ahora hay que intentar una restauración del mismo signo contra un poder de la misma naturaleza -Roma también. Lo que esa restauración supondría en el orden político está claro: el advenimiento del Imperio, de una sociedad política vertebrada por principios espirituales y valores transcendentes. Pero ¿qué supondría esa restauración en el orden religioso? La Sabiduría Perenne -conocimiento metafísico y realización dificultosa- es, siempre que la humanidad no se halle en estado paradisíaco, cosa de unos pocos. Hace falta un exoterismo, un orden religioso abierto y exterior, que, diseñado conforme a esta Sabiduría superior, satisfaga las necesidades de los menos despiertos espiritualmente y haga posible, poco a poco, su despertar y su acceso a la Verdad. ¿Pensaron tal vez los miembros de la sociedad

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iniciática que el catarismo podría servir, siquiera temporalmente, para tal objetivo?. Es curiosa la coincidencia entre el silencio de la literatura griálica y la condena a muerte de la autonomía política occitana y del catarismo.

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“En el mundo del Grial, tal como lo pinta Wolfram von Eschenbach, se defiende la idea de un Imperio fuerte que asegura la justicia y la paz y la de una sociedad no clerical en la que sus miembros hablan directamente con Dios sin pasar por el tamiz de la Iglesia. Esta ausencia de la Iglesia es tan llamativa que en ningún momento, por ejemplo, se dice si Parzival es bautizado y educado católicamente, ni si conoce los dogmas eclesiales. Los ritos matrimoniales, así mismo, se celebran en el lecho, no en la iglesia. Podríamos citar muchos otros ejemplos. Sin embargo la preocupación espiritual es tan importante en la obra como lo era en la atmósfera de su tiempo. Se trata, sencillamente, de otro tipo de sensibilidad religiosa.

La Orden del Grial, por su parte, tiene en común con la Orden de la Tabla Redonda el boato, la educación y el código caballeresco, pero su diferencia es que está dirigida directamente por Dios, que le manifiesta su voluntad en las inscripciones del propio Grial. Es, por tanto, un mundo superior. Por otra parte, el principio del Grial no es la aventura y la proeza, como en la Tabla Redonda, sino el servicio y la humildad”.

Wolfram von Eschenbach propone una armonía entre el hombre espiritual y el caballero. El hilo conductor de toda su peripecia es el amor. Pero el amor, cuando se extravía de toda disciplina, puede producir conflictos, odios, violencias, guerras o muertes. El amor extraviado puede provocar la destrucción, no sólo del individuo, sino de toda la sociedad. El ejemplo principal es el del propio rey Anfortas. Para evitar semejantes desórdenes personales y colectivos el amor debe configurarse como una expresión enriquecedora de la transcendencia y de la fidelidad. Cuando eso se logra, el poder que tal amor tiene es tan fuerte que puede restablecer el orden de las sociedades trastocadas por un

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amor pervertido. Parzival y Gawan tienen como tareas ese restablecimiento del buen orden social, que es el querido por Dios.

Otro rasgo singular del Parzival es su profundo respeto a otros credos religiosos. La obra en su conjunto propone un modelo de sociedad utópica en la que cristianos y no cristianos viven en perfecta armonía y tolerancia. Occidente y Oriente quedan subsumidos en esa sociedad universal, regida inmediatamente por Dios y orientada a conseguir el orden, la justicia, la paz y el bienestar de todos sus súbditos. Es el amor fraternal entre Parzifal y Feirefiz –y no la Iglesia, siempre ausente- el que simboliza esa nueva sociedad universal armoniosaIV”

IV Adaptado de la introducción de Wolfram von Eschenbach: Parzifal (Ed. de Antonio Regales), Madrid, Siruela.

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