Los miedos de Isabel

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Los miedos de Isabel Los fantasmas y las tres Marías Ediciones IVIC I VONNE DE R OMERO

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Narrativa juvenil. Literatura juvenil

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Los miedos de IsabelLos fantasmas y las tres Marías

Ediciones IVIC

I v o n n e d e R o m e R o

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Consejo DirectivoInstituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC)

DirectorEloy Sira

SubdirectorAlexander Briceño

Representantes del Ministerio del Poder Popular para Educación Universitaria,

Ciencia y TecnologíaGuillermo BarretoJuan Luis Cabrera Jesús Manzanilla

Gerencia GeneralMartha Velásquez

© Ediciones IVICInstituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC)RIF G-20004206-0

Los miedos de IsabelLos fantasmas y las tres MaríasIvonne de Romero

Ilustraciones Iván Darío Hernández

ColaboradoresGermán Romero PollyEugenia Victoria Romero FTamanaco Quijada

ValidadoresJulián Chela-FloresMarinella Calchi La CorteJavier Ceballos

Coordinación EditorialPamela NavarroCorrección de texto y estiloMaría Teresa Curcio y Oraimar SocorroDiseño y arte final Pascual Estrada

Depósito Legal: lfi66020158003083 ISBN: 978-980-261-165-2

Altos de Pipe, Venezuela 2015

Comisión EditorialCoordinadorEloy Sira

Lucía Antillano †Horacio BiordJesús Eloy CondeMaría Teresa CurcioRafael GassónPamela NavarroHéctor SuárezErika Wagner

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A Fide, Eugenia y Germán

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P R ó l o g o

En el cuento «Los miedos de Isabel - Los fantasmas y las tres Marías», se observan dos estrategias didácticas de gran valor, ambas apropiadas para despertar el interés entre

nuestros jóvenes lectores: la primera es el acertado uso de la ficción científica mencionando universos paralelos, los cuales son consecuencia de ecuaciones de la física, algo difícil de leer en fuente original (y sin verificación observacional hasta la fecha). La idea, sin embargo, es fácil de transmitir y de la que pudiese surgir algún interés en los lectores para informarse mejor, lo que ya sería un logro particularmente notable al despertar interés en las ciencias, o sea en la Física y en la Astronomía. La segunda estrategia usada es insertar otras referencias a la ciencia cuando hay mención, por ejemplo de la preparación de los alimentos. Por otra parte, los dos protagonistas (Isabel y Rodolfo) resultan de inmediato interés, haciendo la lectura agradable en un ambiente que será fácilmente reconocible por todos los jóvenes lectores, es decir el circo.

La labor de comunicación de la ciencia es un tema de vital relevancia no solo en nuestro medio, sino más bien en el ámbito mundial. No es sencillo hacer aportes en divulgación cien-tífica. Se requiere información técnica bien orientada, talento personal y sobre todo vocación especial. Ivonne Fernández de Romero tiene todas ellas, desarrolladas a través del contacto directo con nuestros jóvenes en la valiosa iniciativa «Casas de los Saberes».

Profesor Julián Chela-FloresThe Abdus Salam International Centre for Theoretical Physics (ICTP)Trieste, Italia

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ban esos cuentos y estaba cansado de ladrar a cuanta persona o animal pasaba por el frente de la casa.

−Hoy voy a contarles algo que, aparentemente, está sucediendo en la ciudad. Augusto me contó que en el circo espantan... Se trata del fantas-ma del hombre que lo fundó hace más de cien años. Al parecer no des-cansa en paz porque sus herederos tomaron un camino diferente al que él se propuso cuando fundó la compañía circense por allá a principios del siglo pasado...

El señor Pedro les relató con lujo de detalles lo que decían que suce-día en el circo. Y aunque el cuento era largo, el tiempo se pasó volando porque era muy entretenido.

De pronto «vino la luz» y la magia del cuento del circo se esfumó como desaparecen los fantasmas cuando el Sol asoma su corona al amane-cer, y por arte de magia, el señor Pedro volvió a ser el papá callado y dispuesto a seguir con su trajinar diario. Además, ya era tarde. Debía irse a la cama porque al día siguiente tenía que preparar un montón de notas de pedido que su jefa le había encomendado.

Entre tanto, Isabel y los muchachos se fueron a la habitación de Alfonso.

Sus miradas cómplices dejaban ver que era preciso investigar qué estaba pasando en el circo. A ellos, como a la mayoría de la gente, el misterio les despertaba la curiosidad.

−¿Será verdad que hay un fantasma? –preguntó el primo Juan.−No sé, pero si hay un misterio yo quiero descubrirlo. ¿Quién está

dispuesto a acompañarme en esta aventura? –preguntó Alfonso.

En aquellos días, Isabel tenía 15 años. Comenzaría a estudiar 3.er año de bachillerato. Estaba de vacaciones y disfrutaba de su programa

favorito en la tele...De repente, la pantalla del televisor se puso negra. Eso no era raro en

aquella época porque el racionamiento eléctrico se aplicaba cada vez con más frecuencia. Ya no «se iba la luz» como cuando su papá era un niño, allá en un pueblo perdido en la sierra. Sin embargo, «que se fuera la luz» no era un problema tan serio para Isabel y su familia porque su papá, quien trabajaba muchísimo y no tenía tiempo para compartir tantas actividades con ellos como deseaba, cada vez que el servicio eléctrico era suspendido durante la noche, se dedicaba a contar historias de fan-tasmas y hasta los sobrinos que estaban de visita, se quedaban boquia-biertos escuchando al tío Pedro en aquellos fantasmagóricos momentos.

−Ven Isabel para que te mueras de miedo− le dijo su hermano mayor con una vocecita burlona.

−No te burles de tu hermana que ya está comenzando a disfrutar de mis cuentos.

−Claro papá porque ahora le tiene más miedo a las tres Marías.−¡Ay Alfonso, no seas malo que tú también tienes tus propios miedos!

–replicó Inés, su mamá.−Bueno, bueno... ¿Ya están todos? −Sí papá –contestó Isabel.La sala se llenó de una especie de neblina que le daba un toque aún

más dramático al cuento del señor Pedro... Hasta escuchaban la respira-ción del perro Capitán, que dormía plácidamente porque no le interesa-

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−Todos menos Isabel –sentenció Luis, el menor de los hermanos.−No pensarán que voy a quedarme aquí esperando que me cuenten

todo... Iré con ustedes –replicó ella.−¡Claro Isabel! Y te morirás de miedo. Mañana vemos ese asunto –dijo

el primo Juan.−Pa’ mañana es tarde. Tenemos que decidir hoy mismo lo que hare-

mos... Vamos al circo y después de la función salimos de la carpa pero luego volvemos a entrar por la parte de atrás –propuso Alfonso.

Todos estuvieron de acuerdo.Al día siguiente, Isabel y los muchachos fueron al circo a la función

de 7:00 pm. Al finalizar, salieron de la carpa y sigilosamente camina-ron hacia la entrada trasera. Todo era penumbra allá dentro. De pronto, los reflectores volvieron a encenderse. Parecía haber más luces que antes. Y una luz rosada bañaba las tribunas donde estaban Isabel y los muchachos.

Escucharon muchos ruidos extraños que provenían de afuera. Todos se asomaron por la puerta y pudieron ver cómo se encendían y apagaban las luces de las casas rodantes...parecían arbolitos de Navidad. Ni se diga de los sonidos que se escuchaban. Era como si las ollas cayeran al piso. También escucharon unos chillidos tan agudos que por sí solos hacían pensar que el fantasma, seguramente, les estaba halando la punta del dedo gordo a los niños del circo que descansaban en las casas rodantes o les estaba levantando las cobijas para que se murieran de frío.

Isabel y los muchachos estaban perplejos y tan asustados, que ni Alfonso se atrevía a decir una palabra... Se miraron y como si se hubieran «leído la mente», todos salieron corriendo pero en la puerta trasera una sombra de lo que parecía ser un hombre alto, vestido de traje y sombrero de copa, se aproximó y les dijo:

−¿Para dónde van con tanta prisa? La verdadera función apenas va a comenzar.

−¿Y tenemos que pagar? –preguntó Luis, quien estaba tan asustado que en vez de correr le dio por preguntar, algo que nunca hacía.

−¡No, ustedes se ganaron un premio sorpresa! –exclamó la misteriosa sombra.

No había terminado de explicarles ese asunto del premio cuando todos se miraron y Alfonso, el más impetuoso y atrevido de los varones, les dijo:

−¡Él es el fantasma del circo! ¡Salgamos de aquíííí...!Todos salieron corriendo. El miedo era más fuerte que cualquier otra

cosa. Atravesaron el estacionamiento, montaron sus bicicletas, y pedalea-ron tan rápido, que los cauchos parecían «echar humo» cuando llegaron a la casa.

Nadie se atrevía a decir una palabra... Se fueron a sus habitaciones y el cansancio les venció. Estaban exhaustos.

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Al día siguiente, Isabel y los muchachos se levantaron muy temprano. A pesar de que no se habían recuperado del susto, decidieron

seguir la rutina como si nada hubiese ocurrido.Isabel ayudaba a su mamá a preparar una tortilla para el desayuno.

Pero cuando comenzó a batir los huevos, estaba un poco desesperada porque no lograba el punto exacto para agregar el resto de los ingredientes para hacer la tortilla. Era tanto el desespero que comenzó a batir en todas las direcciones y a diferentes velocidades.

−Creo que tendremos que conformarnos con huevos revueltos, Isabel –dijo su mamá.

Alfonso que no perdía oportunidad para molestar a su hermana, le dijo:−Isabel, batir huevos para hacer tortilla también tiene su ciencia.−Ya vas a empezar con tu «tequeteteque». Siempre sale la fulana ciencia a

relucir. ¿No te cansas Alfonso? –preguntó molesta Isabel.−Pues fíjate que no. Y es mejor que no te pongas brava porque eso es

pura química y física. Si les tienes tanto miedo, te va a pasar lo mismo que te ocurre con la matemática –dijo Alfonso con voz desafiante.

−Pues la matemática no es un problema para mí desde que papá me la explica con ejemplos de la vida cotidiana, ahora la entiendo muy bien –replicó Isabel.

−Pero en 3.er año además tendrás las otras dos Marías. ¡Ponte las pilas hermanita! –exclamó Alfonso.

−Bueno muchacho, ya no asustes más a tu hermana –ordenó la señora Inés.−Ta’ bien, pero que conste que se lo advertí –añadió Alfonso con cara de

pícaro.

Después del suculento desayuno, Isabel y los muchachos decidieron ir de pesca con el tío Augusto porque de alguna manera tenían que sobreponerse del susto que se llevaron en el circo...

Pasaron un día muy divertido pescando truchas y cocinándolas en leña. También prepararon una rica ensalada cruda con todo lo que su mamá les colocó muy bien lavado en un envase plástico. Y calentaron unas arepas de maíz que la abuelita Carlota les había regalado.

Cuando llegaron a la casa, Isabel y los muchachos se reunieron y ha-blaron sobre la experiencia en el circo. Tenían que descubrir quién estaba detrás de aquella voz y por qué apenas dejaba ver su sombra.

Definitivamente tenían que volver y enfrentar a la sombra misteriosa...−¿A dónde van Isabel y los muchachos? –preguntó el señor Pedro, al ver

que se estaban preparando para salir.−Van al circo –respondió la señora Inés.−¿Otra vez al circo?−Sí papá –respondió Luis. Nos ganamos un premio sorpresa para ver

una función especial en la que enseñan trucos de magia.−¡Ay hermanito no seas tan exagerado! Papá va a creer que nos gana-

mos un curso o algo así y apenas si son unas cuantas explicaciones... –dijo Alfonso para restarle importancia al asunto y no levantar sospechas.

−Bueno Alfonso. Mucho cuidado con esas clases de magia –inquirió el señor Pedro.

Cuando llegaron al circo, la función de las 7:00 pm acababa de terminar. Esperaron a que todos se marcharan y sigilosamente entraron por la puerta trasera... Allí les esperaba la sombra otra vez. Primero sintieron

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mucho miedo, pero poco a poco la misteriosa voz les fue dando confian-za, conduciéndoles al centro de la pista. Entonces, la luz rosada bañó sus cuerpos y una atmósfera cálida se posó sobre el recinto circense.

De repente, una luz más intensa descubrió el hombre tras la sombra... Se trataba de un anciano alto con una barba blanquísima.

−Estaba seguro de que vendrían. Estamos rodeados de misterios y eso despierta curiosidad y la de ustedes está empezando a buscar el sentido de lo que ocurre. Eso es lo que los adultos llamamos la actitud inquisitiva –sentenció el anciano.

−¿Inquisi qué? –preguntó un tanto confundido Luis.−No te preocupes por la palabra. Llámala curiosidad y nada más –dijo

el anciano para que no les asustara su discurso.Alfonso observaba detenidamente al anciano.−No me vaya a decir que usted es el fantasma del circo. Yo sabía que

toda esa historia tenía detrás un misterio que en realidad es usted.−¿El fantasma del circo? ¿Quién es ese señor? –preguntó sorprendido el

anciano. Otra vez, todos se miraron...no podían creerlo. Ni la pandilla de Scooby

Doo lo hubiera hecho mejor y tan rápido. Se trataba de un hombre de carne y hueso.

−Si bien es cierto que no soy un fantasma, debo decirles que tampoco soy del mundo de ustedes. Este es un asunto un poco complicado que me gustaría explicarles pero la función debe comenzar. Mañana hablaremos de eso.

−Sí, pero denos un adelanto. ¿Cuál es ese mundo del que usted viene? –preguntó Isabel tímidamente.

−Nosotros venimos de otra dimensión. Vivimos en un universo paralelo. Gracias a las investigaciones de un físico cuántico llamado Max Tegmark, un grupo de científicos construyó la máquina del tiempo que logró traernos hasta el universo de ustedes. Es complejo. Hasta para nosotros es difícil

explicarlo. Sobre todo para mí que no soy físico cuántico. Pero ya no hable-mos más. Tenemos mucho que hacer esta noche.

Isabel y los muchachos estaban ansiosos por saber cómo era ese asunto de la máquina del tiempo y de los universos paralelos. Pero en realidad el anciano no les iba a dar detalles técnicos o científicos sobre eso. Más bien él estaba interesado en explicarles los secretos de los trucos de magia o mejor dicho, lo que deseaba era que ellos los descu-brieran por sí solos aplicando el sentido común y, por supuesto, algunos conceptos matemáticos, físicos y químicos, pero sin hablarles con tanta rigurosidad.

−¿Cuándo va a comenzar la función? –preguntó Luis con impaciencia.Al instante, las luces se encendieron. Entonces comenzaron a salir los

payasos y el mago, quienes junto a unos enanitos muy graciosos iniciaron el espectáculo.

Todos se quedaron muy quietos observando un sinfín de acrobacias acompañadas de las melodías interpretadas por Herb Alpert y su Tijuana Brass. Y así, empezaron los trucos.

−¡Increíble! ¿Por qué el globo no se revienta cuando el payaso lo coloca sobre la cama de clavos y con todo ese peso encima? –preguntó el primo Joaquín.

−¡Miren la lata. No baja por la rampa! ¡Se devuelve! ¡No lo puedo creer! –exclamó Alfonso.

−Y el payaso bonito, ¿cómo adivina los números que el payaso gordo está pensando? –preguntó Isabel.

Era inevitable que esos y muchos otros trucos les motivaran a preguntarse cómo los lograban.

Uno y otro...y otro...cada truco guardaba un secreto.−¿Será que algún día podré hacerlos? –se preguntaba Alfonso.La música que acompañaba el espectáculo, hacía volar la imaginación

de todos pero especialmente a Isabel le pasaban por la mente un sinfín de

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preguntas y probables respuestas… ¡Qué ganas tenía de descubrir lo que estaba detrás de cada truco de magia!

Todos se divertían como nunca, hasta Joaquín y Juan, que nada les gusta-ba y lo único que les sacaba del aburrimiento eran los videojuegos.

Varios días pasaron... Cada noche la función era distinta a la anterior. Iban de un truco a un secreto, a otro y otro más, a veces sin darse cuenta. De la máquina del tiempo y del universo paralelo, les fue contando el anciano poco a poco.

Los misterios se fueron develando... Ya era claro para Isabel y los mu-chachos que las investigaciones de Max Tegmark sobre universos paralelos permitió la construcción de una máquina que viajaba en el tiempo a una velocidad superior a la que viaja la luz. También era claro para ellos que antes, la gente estaba convencida de que la Tierra era el centro del univer-so. Después se determinó que el Sol no daba vueltas alrededor de nuestro planeta, sino al contrario, la Tierra da vueltas alrededor del Sol y éste no se encuentra en el centro del cosmos, sino en la parte exterior de una entre miles de galaxias. Sin embargo, más allá de confiar en el hecho de que existen otros universos en el espacio, que están completamente muertos porque las condiciones físicas que permiten que prospere la vida no están presentes como en el planeta Tierra y en el universo del anciano, Isabel y los muchachos no podían hacer más nada. Y era mejor así, resultaba otro misterio que en la medida que crecieran podrían descubrir o simplemente aceptar. Ahora lo más importante eran los secretos detrás de los trucos de magia del circo.

Una semana completa estuvieron Isabel y los muchachos viendo, experi-mentando y jugando con los trucos.

Cada día algo nuevo aprendían o descubrían. Y en esos aprendizajes y descubrimientos estaban las tres Marías, esas fulanas a las que Isabel les tenía tanto miedo y cuyos nombres no había vuelto a escuchar porque el anciano tenía una capacidad increíble para no nombrarlas.

Quizás esa manera tan particular que tenía el anciano del circo para enseñar sobre las tres Marías fue lo que influyó para que Alfonso no se burlara de Isabel. Por el contrario, la animaba a aprender lo que el anciano les enseñaba.

Lo que tampoco hizo esta vez Alfonso, fue decirle a su hermana que todo eso que estaban descubriendo era pura física y química porque de la parte matemática Isabel y el resto de los muchachos sí se habían dado cuenta. Sobre todo porque el payaso bonito, como lo llamaba Isabel, se esmeraba en enseñarles los trucos matemáticos con mucha dedicación y nombraba a esa María con la que ellos estaban más familiarizados.

Alfonso estaba experimentando algo que sus padres nunca hubiesen imaginado... Comenzó a soñar con el día que Isabel, su hermano Luis y los primos estuvieran en una clase de Química o Física y al toparse con algunos conceptos, recordaran de inmediato los trucos de magia cuyos secretos les estaba revelando el anciano.

Además, ahora Alfonso veía las tres Marías en todo lo que sucedía a su alrededor. Pero no decía nada, ni alardeaba de su conocimiento. En reali-dad, lo que había cambiado su actitud fue una seria conversación que sostu-vo con el anciano, con la cual se inició en el mundo de los sabios prudentes que hablan únicamente para ayudar a otros, que saben escuchar para seguir aprendiendo y se comprometen a usar su conocimiento para hacer el bien.

Como Isabel desconocía la razón del cambio que se había producido en la actitud de su hermano, estaba un poco desconcertada pero feliz de que no le volviera a hablar de las tres Marías. Además, pasaba gratos y diverti-dos momentos con el payaso bonito.

−¡Por fin entendí cómo adivinas el número! –exclamó Isabel.−Te dije que era sencillo. Ahora vamos a ver otros trucos. Seguramente los

aprenderás más rápido –dijo el payaso bonito.−Si dedicas tiempo a enseñarme, quizás lo logre porque soy muy lenta

para aprender –dijo Isabel con cierta picardía.

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−No exageres hermana. Tú ya habías superado ese miedo a la matemáti-ca –dijo Alfonso.

−Déjala. Ella quiere practicar mucho para ser la mejor. Tiene un extraordi-nario profesor, ¿verdad Isabel? –preguntó el primo Juan.

−Sí, sí, sí –respondió Isabel con ese siseo que le caracterizaba cuando se ponía nerviosa.

Así fueron transcurriendo los días. Malabares, canciones divertidas, trucos de magia y acrobacias se combinaban cada noche en la carpa en la que volvía atener lugar la función especial en la que participaban Isabel y los muchachos.

Cada noche el anciano de traje negro y sombrero de copa presentaba los trucos y develaba sus secretos junto a los payasos y el mago. Sin embargo, cada truco seguía siendo mágico y misterioso para todos.

Entre tanto, los enanitos graciosos planificaban con mucho entusiasmo la función final en la cual Isabel y los muchachos serían los protagonistas.

Unos días después, todo el equipo discutió la propuesta.−¡Qué gran espectáculo han planificado! –exclamó entusiasmado el

anciano del circo.Isabel y los muchachos no podían creer lo que harían. El entusiasmo les

llevó a practicar con disciplina y dedicación cada noche.Después de varios días de práctica, Isabel se adelantó a los muchachos

y llegó primero que todos al circo. Junto a la puerta estaba un joven alto. Parecía esperar a alguien.

−Hola Isabel. ¿Cómo estás hoy? –preguntó el joven.Isabel se sorprendió al escuchar esa voz. Y al mirar sus ojos se dio cuenta

de que se trataba del payaso bonito. Sí, era él. ¡Se veía guapísimo sin la pintura en su rostro!

Isabel no podía decir palabra alguna. Estaba sorprendida.−¿Eres tú? ¿Y el traje y todo? –preguntó Isabel.Hoy, cuando fui a buscar la ropa en el baúl, no había nada. Alguien la

sacó de allí –respondió el payaso bonito.

−¡Muy buenas noches, queridos amigos! ¿Qué ocurre? No conseguiste tu traje, ¿verdad Rodolfo? –preguntó el anciano del circo.

−¿Rodolfo? –preguntó Isabel.− Sí, él se llama Rodolfo... el payaso flaco, pues ¿No lo reconociste,

Isabel?−Sí, pero no. Bueno yo me entiendo –susurró con picardía Isabel.−Disculpa Rodolfo. No te dije que mandaríamos a lavar todos los

trajes para la función final. Lo saqué del baúl y lo llevé con el resto de los trajes a la tintorería –sentenció el anciano.

−¡Pensé que lo habían robado! –exclamó Rodolfo.−Bueno, vamos a prepararnos para la función –ordenó el anciano.Un rato después, todos estaban reunidos en el centro de la pista e

iniciaron la práctica.Se acercaba el día del gran estreno. Pero ¿a quién harían la presenta-

ción? ¿Quién sería el público asistente?A Isabel se le ocurrió que podían invitar a su familia. El anciano prime-

ro vaciló pero aceptó la propuesta. Confió en que Isabel y los muchachos organizarían la velada con la mayor discreción posible y que los padres, los tíos y la abuela estarían dispuestos a apoyarlos en esto.

Esa noche, cuando llegaron a casa, Isabel y los muchachos se reu-nieron en la habitación de Alfonso y planificaron los detalles de lo que conversarían con los adultos de la familia. Aprovecharían que el próximo domingo se reunirían en la casa de la señora Carlota para celebrar el cumpleaños número ochenta de la querida abuelita.

Todos se fueron a dormir. Les esperaba un día bastante movido... Isabel no podía dejar de pensar en Rodolfo. Por primera vez estaba

sintiendo «mariposas en la barriga» de verdad, verdad. Era algo nuevo para ella. Los ojos verdes de Rodolfo eran los ojos más tiernos que la habían mirado... Pensando en ellos se fue quedando dormida.

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Al día siguiente, toda la familia se levantó muy temprano. A ellos les tocaba llevar la torta de cumpleaños de la abuela Carlota. Todos

participarían en su elaboración. Era un regalo muy especial.−Luis, tú te encargas de buscar por Internet e imprimir la receta de la

torta de limón con merengue que tanto le gusta a la abuelita. Aquella que se extravió hace algunos meses cuando la hicimos para el «compar-tir» de la escuela –dijo la señora Inés.

−Alfonso y tú, Pedro, van a comprar los ingredientes.−¡Pero Inés, tú sabes que me enredo con las marcas y siempre salgo

regañado! −¡Anda Pedro! Si voy contigo no podré corregir los exámenes de los

alumnos del curso de verano. Además, tú quieres que todos vayamos al cumpleaños de tu mamá. ¿No es cierto cariño?

−Está bien mujer. Iré con Alfonso –sentenció el señor Pedro como quien no está del todo convencido.

Unas horas más tarde, con receta e ingredientes en mano, todos se reunieron en torno al fogón de la cocina para preparar la torta. En realidad era muy fácil de hacer. Isabel y la señora Inés harían la mayor parte del trabajo.

−Mamá, por favor, corta la barra de mantequilla en trozos pequeños y los colocas en la batidora con el azúcar –dijo Isabel.

−Tengo que poner a batir hasta que la mantequilla y el azúcar for-men una mezcla cremosa, a ésta le agregaré las yemas de huevo y ba-tiré hasta que esté un poco más cremosa... Ya está lista, Isabel. Ahora agrégale a la mezcla la ralladura de la concha de limón y un poquito

del jugo del limón... Después le añades la harina alternando con una taza de leche y sigues batiendo para terminar de incorporar todos los ingredientes. Mientras tú terminas con eso hija, yo enmantequillo y enha-rino el molde para que coloquemos la preparación –dijo la señora Inés.

El señor Pedro se encargó de encender el horno a unos 180 ºF.−Pedro, por favor, coloca el molde en el horno y toma el tiempo.

Dentro de más o menos unos cuarenta y cinco minutos la revisaremos. Me avisas –dijo la señora Inés.

Cuando ya había transcurrido el tiempo previsto, como el señor Pedro era un experto en saber si la torta estaba cocida, la pinchó con un pa-lillo, el cual salió sin adherencias de mezcla, lo que indicó que la torta estaba lista.

La señora Inés sacó el molde del horno y mientras éste y la torta se enfriaban, todos se dispusieron a deleitarse con una deliciosa pisca andina que la abuelita Carlota les había enviado con el tío Augusto.

Cuando terminaron de cenar, la torta ya estaba fría. −Juan, desmolda la torta sobre aquella rejilla. Y tú Isabel, comienza a

preparar el merengue para «bañar la torta» –les dijo la señora Inés.Isabel separó las yemas de las claras y las colocó en un recipiente

hondo. Luego, con el batidor, comenzó a batir rápidamente. Cuando se empezó a formar la espuma, agregó el azúcar y batió un poco más hasta que obtuvo la consistencia de merengue. Le dio la vuelta al bol ¡y no se cayó!. Estaba perfecto...

−¡Qué bien te ha quedado el merengue, Isabel! –exclamó orgulloso Alfonso.

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La señora Inés y el señor Pedro se miraron gratamente sorprendidos por la actitud de su hijo. Pero el asunto no se quedó allí. Alfonso se acercó a Isabel y le dijo:

−Básicamente, las claras de huevo son una mezcla de agua y proteí-nas. Al batirlas, estamos introduciendo aire en ellas. Las proteínas crean enlaces entre el aire y el agua. El aire se une al agua presente en las claras y las proteínas van rodeando las burbujas de aire y así se logra la consistencia del merengue.

−Y entonces Alfonso, ¿qué ocurrió el día de tu cumpleaños cuando no «levantaba» el merengue y mamá tuvo que volverlo a hacer? –preguntó Isabel.

−Primero, batiste más de lo necesario. Al sobre batir, las proteínas siguen creando enlaces. Como hay más enlaces pero el espacio es el mismo, las burbujas de aire son expulsadas por ser livianas y se forman esos gránulos en la superficie de la preparación. Luego, disminuiste la velocidad de batido, entonces por efecto de la fuerza de gravedad, el agua baja y no se logra la consistencia requerida. Por eso la velocidad de batido debe ser constante, como lo hiciste hoy, Isabel. Estabilizaste la mezcla y obtuviste el tradicional merengue. ¡Te felicito, hermana!

−¿Entendiste Isabel? –preguntó un poco aturdido Luis.−No mucho. Creo que si Alfonso me lo vuelve a explicar otro día que

tengamos más tiempo, iré descubriendo el secreto.−Así como aprendimos con el anciano del circo, los payasos y el

mago, ¿no es cierto?−Sí Luis, así mismo –respondió Alfonso.−Nunca lograrás que Isabel aprenda como lo hace con Rodolfo. ¿Ver-

dad Isabel? preguntó con picardía Luis.−¿Quién es Rodolfo, Isabel?−Uno de los payasos, papá. Él hace los trucos matemáticos y los ex-

plica muy bien. Lo que él nos ha enseñado y lo que tú nos enseñaste ha

sido maravilloso. Imagínate que ahora conozco el secreto para adivinar el número que cualquier persona escoge de las tablas mágicas.

Isabel le contó a su papá muchos secretos que le había ido descu-briendo Rodolfo con los trucos matemáticos.

La señora Inés y el señor Pedro estaban boquiabiertos... Por una parte, no podían creer que su hija hablara con tanta soltura sobre matemática. Y por la otra, era increíble que Alfonso fuera capaz de enseñar a Isabel de la manera como lo hizo, sin burlarse de ella o «metiéndole miedo».

La torta estaba lista...−Por favor Luis, colócala en la caja y luego la llevas a la mesita auxiliar

de la cocina –le dijo la señora Inés.−Y no olvides incluir la velita –le dijo Juan, porque siempre que lleva-

ban una torta, cuando iban a cantar el cumpleaños, se percataban de que Luis la había olvidado.

Isabel, Juan, Luis y Joaquín dieron las buenas noches y se fueron a dormir. Estaban muy cansados del trajín del día.

Cuando Alfonso se disponía a hacer lo mismo, su papá le pidió que se quedara porque le quería platicar sobre el sorprendente cambio que tanto Isabel como él habían experimentado...

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Los invitados comenzaron a llegar a la casa de la abuelita Carlota como a las 11:00 am.

Isabel y los muchachos estaban ansiosos por hablar con toda la familia pero debían esperar el momento oportuno. Ya el señor Pedro estaba al tanto de que ellos les iban a hacer una invitación muy especial.

El ambiente festivo los reunió a todos en la terraza. El tío Augusto empezó a bailar con las mujeres de la familia. Todos los demás se contagiaron...

Ya cansados por el bailoteo, se sentaron a refrescarse. En ese momen-to el señor Pedro hizo el anuncio...y cedió la palabra a Alfonso.

−Bueno familia, nosotros queremos invitarlos para que nos acompañen a una función en el circo –dijo Alfonso un poco apenado.

−Se trata de una función especial en la que nosotros participaremos. Por eso queremos que nos acompañen –dijo Isabel.

−En realidad es una función de circo pero en la que aprenderán los secretos que están detrás de los trucos de magia –sentenció Luis con voz firme.

−¡Qué interesante sobrino! –exclamó el tío Augusto.−Aunque tenemos invitaciones, la función es «secreta». Entraremos por

la puerta trasera de la carpa cuando finalice la función de las 7:00 pm –dijo Isabel como quien no quiere la cosa.

−¿Cómo, cómo? ¿De quién nos vamos a esconder? Nos podemos meter en un lío. ¿No les parece? –preguntó el señor Pedro.

−Tranquilo, Pedro. Ya algo de eso me explicó Joaquín. Si bien es cierto que se trata de una «situación especial», no hay nada qué temer –dijo el

tío Augusto, quien siempre intercedía por Isabel y los muchachos en todos los proyectos que emprendían.

La señora Inés y la tía Carmen, tenían ciertas dudas. A pesar de ello, apoyaron al tío Augusto y no hablaron más del asunto.

Cuando la fiesta familiar concluyó, Isabel y los muchachos se fueron a pasear al centro comercial. Allí les esperaban Rodolfo y Jorge, el payaso gordo, quien no dejaba de hacer trucos y preguntas, ni siquiera en la heladería.

−Miren esta barquilla. ¿Qué pasa si la volteo? La porción de helado se cae por efecto de la gravedad. Y si no la volteo y la dejo un rato sin comerla ¿qué ocurre? –preguntó Jorge.

−Pues se chorrea el helado –contestó Luis con mucha seguridad.−Y si...−No más preguntas, Jorge. Vamos a caminar un rato y luego vamos al

cine. ¿Qué les parece? –preguntó Juan.−¡Chévere! ¿Cuál película están pasando? –preguntó Isabel.−Son varias. Pero la que más llama mi atención, por lo que estamos

haciendo, es «El circo mariposa» –respondió Alfonso.−Pero ese es un cortometraje un poco triste –dijo Rodolfo.−Sí, es cierto, pero me dijo mamá que tiene una enseñanza muy valio-

sa para la vida –sentenció Alfonso.−Entonces vamos, no todo puede ser tan divertido. ¿No les parece?

–preguntó Isabel.Después de comprar las entradas y las chucherías, el grupo se dispuso

a ver la película. Pero no estuvieron mucho tiempo en la sala de cine por-

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que se trataba de una película que apenas duró como unos 30 minutos cuando mucho...

−Realmente la película es triste pero enseña que Dios no le da la es-palda a nadie, ni siquiera a aquellos que nacen con discapacidades, porque si se lo proponen, logran vencerlas. Además, y quizás esto sea lo más importante, debemos ser justos con cada ser humano y darles la oportunidad de superar sus propias limitaciones, sean éstas físicas o de cualquier otra índole –sentenció Rodolfo.

−Tienes razón. Y a veces uno se deja vencer por tonterías...deberíamos ser capaces de lograr todo lo que nos propongamos y ayudar a los demás a vencer sus miedos –dijo Jorge, quien casi nun-ca hacía comentarios tan reflexivos porque lo de él eran las bromas y la ciencia.

Todos se quedaron en silencio rumiando ideas que mucho tenían que ver con la película. Momentos después, cada quien estaba en lo suyo. Ya eran como las 8:00 pm. Isabel y Rodolfo hablaban de muchas cosas. No paraban de contarse esto y aquello. Se miraban con cierta complicidad...

Luis le preguntó a Alfonso qué le pasaba a su hermana que estaba tan habladora. Alfonso le susurró al oído...

−El amor, el amor, pero no vayas a decir nada. Creo que ni ella mis-ma se da cuenta de que está enamorada de Rodolfo.

−¿Recuerdas cuando decía que estaba enamorada de Julián, aquel muchachito pelirrojo? –preguntó Luis a Alfonso.

−Sí, pero era una niñita y se le pasó muy rápido. Disimula allí vienen –dijo Alfonso.

−Bueno, nos vemos mañana. Apenas tenemos una semana más para practicar la función especial ¡y debe quedar muy bien! –exclamó Rodolfo.

Esa noche Isabel durmió mejor que nunca. Ahora estaba segura.

−Rodolfo es muy especial. Además de saber mucho de ciencia, sabe de viajes, de teatro, de computación y hasta sabe cocinar. Y sus ojos, ¡ay sus ojos! –pensó.

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−¡Qué buen equilibrio lograste en la cuerda, Isabel! –exclamó el anciano.−Sí, estuviste fantástica hermana –dijo Alfonso.El mago también estaba sorprendido con los resultados de Alfonso,

Joaquín, Juan y Luis. −Si siguen así, creo que voy a perder mi empleo.−No se preocupe señor Mago. Nosotros nos vamos a quedar aquí en

nuestro mundo –inquirió Juan.−¡Por supuesto! Estoy tan acostumbrado a estar a vuestro lado, que

olvidé el detalle de que vivimos en universos paralelos –dijo el mago.De repente, la cara de Isabel dejó ver una profunda tristeza. −¿Qué te ocurre Isabel? ¿Por qué tienes esa carita tan triste? –preguntó

el anciano del circo.−No es nada. No se preocupe. Estoy cansada y me duele un poquito

la cabeza. Es todo. Vamos muchachos, ya es tarde y nos esperan en casa. Hasta mañana –dijo Isabel.

Durante todo el camino Isabel no dijo ni una palabra. Estaba triste y al mismo tiempo preocupada. Toda la alegría y diversión de todos esos maravillosos días se estaba viendo opacada porque no podía dejar de pensar en el momento que el anciano, el mago, los payasos y los enani-tos graciosos partieran a su universo. Ya no podría pasar esos momentos tan agradables y divertidos con Rodolfo.

Le costó mucho conciliar el sueño pero poco a poco el cansancio se apoderó de su cuerpo. Empezó a soñar que iba con Rodolfo al mundo de él. Era un mundo igual al suyo. Se divertían como siempre. La pasa-ban de maravilla pero no estaban sus familiares.

E l día comenzó muy temprano para Isabel y los muchachos. Fueron con la tía Delsy para que les hiciera los trajes para la función

especial del circo. La tía, quien era una modista con mucha expe-riencia, les tomó las medidas a cada uno y luego fue diseñando los modelos.

−Muy bien. Estos son los modelos y estas las cantidades de tela y colores. Van a comprar un tipo de tela que se llama popelina satina-da. Por los hilos y los botones, no se preocupen, aquí tengo muchísi-mos colores, tamaños y formas. Van a ver que los trajes quedarán muy vistosos. Especialmente hechos para ustedes –sentenció la tía.

−¡Claro que sí, tú siempre diseñas y coses muy bien! –exclamó Isabel.−¿Cuándo podemos venir a probarnos los trajes, tía Delsy? –pre-

guntó Luis.−Si me traen la tela hoy mismo, les espero el jueves para la primera

prueba –dijo la señora Delsy.Todos estaban muy contentos. Los preparativos iban «viento en popa»

como lo habían planificado. Los muchachos también debían comprar unos zapatos de goma y las pinturas para la cara. Rodolfo les ense-ñaría a pintarse como payasos. Isabel en cambio, compraría unas zapatillas de ballet nuevas y su mamá la maquillaría con un poquito de pintura nada más. Únicamente faltaba una escarcha especial para salpi-car sus brazos, la espalda y un toquecito en la cara para convertirse en una verdadera bailarina y equilibrista de circo.

En la noche, la práctica fue muy amena y divertida. El final de cada acto superaba el resultado anterior.

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Isabel los buscaba por todas partes. No los encontraba... Caminaba y caminaba, internándose en un bosque cada vez más oscuro en el que todo tipo de animales salían a su encuentro, y hasta las fieras más temi-bles le indicaban el camino de regreso a casa. De pronto, allí estaban todos, y al final de aquel gentío estaba Rodolfo.

−¡Era un sueño y nada más. Rodolfo se va a ir y nunca más lo veré! –exclamaba una y otra vez Isabel hasta que el sueño le venció y nueva-mente se quedó profundamente dormida.

Al día siguiente, Isabel no quiso ir al circo con los muchachos. Estaba muy triste.

Alfonso habló con ella pero no logró que le dijera por qué no quería ir a la práctica.

−¿Qué te ocurre Isabel? Tu trabajo es maravilloso. Si no vas, la prácti-ca no va a ser igual. Piénsalo. Nosotros y la gente del universo paralelo somos como una ecuación...cada componente es fundamental. Si algún componente falta, la ecuación deja de serlo y no hay resultado.

Pese a sus esfuerzos, Alfonso no logró sacar a Isabel de su tristeza y tuvieron que irse al circo sin ella.

Cuando llegaron, Rodolfo notó de inmediato la ausencia de Isabel. El anciano se puso las manos en la cabeza. El espectáculo estaba en peligro.

−Y ahora, ¿qué vamos a hacer? –preguntó el mago un tanto desconcer-tado porque los muchachos no sabían explicar la ausencia de la jovencita.

Esa y dos prácticas más sin Isabel, no fueron las mismas. Entre tanto, Isabel, refugiada en su lugar preferido en el parque, pensaba y pensaba en lo mismo, hasta que un rayo de sabiduría le iluminó el pensamiento. No podía ser tan egoísta.

−No podemos cambiar nuestras vidas. Seguramente, en el mundo de Rodolfo hay una familia que le espera y yo no puedo dejar la mía. Debemos disfrutar al máximo y lograr un extraordinario espectá-

culo todos juntos para seguir siendo una ecuación, como dice Alfon-so –pensó Isabel.

Cuando los muchachos se preparaban para ir a la práctica ese día, Isabel subió a su bicicleta y partieron juntos a aprender y divertirse como siempre.

Cuando llegaron, Rodolfo se sorprendió al ver a Isabel. Y el anciano y el resto del equipo, ni se diga. Nuevamente estaba completo.

−¡Ahora sí somos una ecuación! –exclamó entusiasmado Alfonso.Esa semana de práctica se pasó volando. El día de la función especial

del circo se acercaba. Todos estaban muy emocionados por lo que iban a hacer. Sin embargo, Isabel, aunque también estaba contagiada por la emoción de sus compañeros, no dejaba de pensar en que nunca más volvería a ver a Rodolfo…

Ese último fin de semana, el señor Pedro organizó un paseo hacia el Pá-ramo. El tío Augusto alquiló una cabaña muy grande y toda la familia iría.

−Isabel ¿qué te parece si invitamos a Rodolfo y Jorge para que vayan con nosotros al paseo? –preguntó el tío Augusto.

−¿De verdad, tío? ¡Sería genial. Gracias! –exclamó Isabel.−Viste tío, sabía que Isabel se pondría feliz con la idea –dijo Alfonso.Rodolfo y Jorge aceptaron la invitación. Todos hicieron sus maletas...

se preparaban para disfrutar del paisaje, la pesca, las caminatas, los paseos a caballo y los ricos manjares que prepararían las tías y la abuela Carlota.

A las ocho de la mañana del sábado, toda la familia y los invitados partieron hacia el páramo. Era una caravana de cuatro vehículos. Hasta el perro Capitán disfrutaría del paseo.

En el páramo les aguardaba Princesa, una perrita mucuchíes que el dueño de la cabaña tenía allí para que cuidara el lugar.

−Miren los sembradíos de papa. Y aquellos de cebolla y cilantro – señalaba el señor Pedro.

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−Vamos a detenernos para tomar una rica taza de chocolate y comer pastelitos –dijo la tía Delsy.

Once tazas humeantes estaban sobre el mostrador con cestitas llenas de pasteles.

−¡Qué rico chocolate! Está como siempre –dijo la tía Delsy.¡Qué gustazo se dieron los viajeros!Al llegar a la cabaña observaron el humo que salía de la chimenea.−Al señor Justino no se le pasa ningún detalle. Nos dejó la chimenea

encendida –dijo la señora Inés.−Alfonso, ve con los muchachos a bajar las maletas –dijo el señor

Pedro.Entre tanto, Isabel subió con Capitán y Princesa a un lugar muy cerca

de la cabaña.−Miren muchachos. Isabel ya subió a la lomita. Vamos para allá. Des-

de allí se ve el pueblo –dijo Luis.Cuando llegaron, Rodolfo se acercó a Isabel. Le pareció que estaba

triste. Quizás eran ideas de él. Sin embargo, le preguntó qué le ocurría. Ella disimuló y comenzó a

mostrarle el paisaje. Fue señalando uno a uno los lugares a los cuales irían con el tío Augusto y comenzó a bajar la lomita con el resto del gru-po porque la abuela Carlota estaba tocando la campana de la cocina para anunciar que el almuerzo se estaba sirviendo.

Después de almorzar, todos fueron a descansar porque el tío Augusto había preparado una cabalgata al río para pescar truchas... Debían recobrar fuerzas.

Como a las 2:00 pm empezaron a prepararlo todo. Cuando estuvieron listos para partir, se reunieron en el patio de la

cabaña.−Como tenemos únicamente tres caballos, vamos a llevar aquella

carreta que nos preparó el señor Justino. Y estos dos, los montaremos

Alfonso y yo. ¿Será que Rodolfo puede conducir la carreta? –preguntó el tío Augusto.

−Claro señor. Mi papá me enseñó hace un par de años –respondió Rodolfo.

El camino era corto. En un rato ya estaban en el lugar seleccionado por el tío. Luis, Joaquín y Juan, como siempre, estaban tirando piedri-tas al río para ver quién las lanzaba más lejos. A ellos les encantaba competir...

Entre tanto, el tío Augusto, Isabel, Rodolfo y Alfonso iniciaron la pesca.

−¡Qué buena trucha has pescado sobrina! Y la tuya también es gran-de Rodolfo. A ver la tuya Alfonso... esa si es pequeña pero no importa. Sigamos, faltan muchas por pescar –dijo el tío Augusto.

Terminada la faena, el tío, Isabel y los muchachos regresaron a la cabaña con truchas para comer en la cena.

La abuelita les esperaba ansiosa para ver el encargo.−Las vamos a preparar rellenas –dijo la abuela Carlota.−La mía, ¿me la puedes hacer «sola», sin relleno, abuelita? –preguntó

Luis.−¡Claro. Aquí complacemos a todos!−¡Puuura trucha...pasteles de trucha, sopa de trucha...! –dijo Juan desa-

nimado por el menú.−¡No hijo! También hay pollo asado, costillitas de cochino a la parrilla

y preparé la ensalada que más te gusta –dijo la abuelita Carlota con mucho cariño a su nieto.

−¡Ensalada rusa! ¡Qué rico...gracias abuelita! –exclamo entusiasmado Juan.

−Pero no vayan a comer demasiado. Apenas un poquito de cada plati-llo. Y no olviden dejar un ladito para el postre –recomendó la tía Carmen.

Lo que faltaba preparar era la ensalada cruda.

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−Rodolfo, nos dijo Isabel que te gusta cocinar. ¿Te animas a prepa-rar la ensalada? –preguntó la señora Inés.

−Por supuesto, si Isabel me ayuda a cortar...Isabel encantada se dispuso a buscar todo lo necesario para pre-

parar con Rodolfo una deliciosa ensalada cruda. Lavaron muy bien todo y mientras cortaban lo demás, colocaron la lechuga en agua con vinagre para eliminar todos esos bichitos que enferman el estómago.

La disposición de los vegetales de la ensalada en la bandeja de barro parecía un espiral multicolor... El aderezo fue preparado combi-nando en porciones muy particulares las más ricas especies, el vinagre balsámico, la sal y la pimienta. Se trataba de una mezcla que había pasado de generación en generación en la familia de Rodolfo.

La señora Carmen, Joaquín y Juan se encargaron de preparar la mesa.

−¡Qué mesa tan bien puesta! –exclamó la abuela Carlota.La tía Delsy, Luis, Alfonso y Jorge llevaron uno a uno los platillos que

estaban listos para servir. Pollo, costillitas de cochino doraditas, tru-chas solas, truchas rellenas con jamón y queso ahumado, ensaladas, postres, panecillos recién horneados, arepas de maíz y jugos naturales engalanaron la mesa.

−¡Delicioso! −¡Riquísimo! −¡Qué sabroso está todo! Esas y otras expresiones daban cuenta de una comilona espectacu-

lar que todos disfrutaron, incluyendo Capitán y Princesa, que proba-ron un poquito de trucha pero sin las espinas porque ellos solamente comían alimento concentrado para animales.

Después de cenar, el tío Augusto encendió una fogata en el patio de la cabaña y Rodolfo e Isabel cantaron animados, acompañados por Alfonso y su guitarra y las palmadas del resto de la gente.

Cantaron varias canciones pero el sueño venció a los más peque-ños, los grandes les siguieron uno a uno y todos durmieron plácidamente...

En la mañana, después de desayunar, los viajeros partieron rumbo a la ciudad.

Iban despacio. No había apuro. Disfrutaban del paisaje y tomaron muchas fotografías. Especialmente Isabel, quería tomar muchas porque ella pensaba que ese sería el recuerdo más bello de su adolescencia y que no se volvería a repetir...al menos no con Rodolfo.

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Llegó el gran día. Los trajes y el maquillaje les quedaron perfectos. De repente, las

luces se encendieron. Allí estaba toda la familia sentada en primera fila... Un poco asombrados por la entrada a hurtadillas pero animados y curio-sos por ver el espectáculo.

Las luces parecían estrellas fugaces. La música y la luz rosada invitaban a dirigir la atención hacia el anciano del circo...

−Señoras y señores, bienvenidos. Gracias por estar aquí y confiar en nosotros. Este es el lugar donde se reúnen los universos paralelos. Este es el circo en el que la ciencia se descubre. No se pierdan detalle alguno... ¡Van a divertirse y a aprender! ¡Qué empiece la función! –exclamó el anciano con mucho entusiasmo.

Las trompetas precedían la salida de los artistas, quienes desfilaron en el centro de la pista muy alegres, anunciando con su baile y caminar que todos disfrutarían de un gran espectáculo.

Por ser Isabel la única niña del equipo, ella abriría y cerraría la función.

−¡Qué bien lo hace! ¿Viste Pedro? Isabel mantiene el equilibrio con la vara. La desplaza hacia un lado y otro para mantener el centro de gravedad y camina por la cuerda ¡sin caerse! –exclamó sorprendida la señora Inés.

Luego, Rodolfo se dirigió al público e invitó a la tía Carmen a la pista. Sacó las tablas mágicas.

−Escoja un número, señora. No me lo diga. Yo lo adivino –dijo ama-blemente Rodolfo con una vocecita chillona.

−¿Cómo lo supo? ¡Ese fue el que escogí! –exclamó sorprendida la señora Carmen.

Otro y otro número de las tablas mágicas adivinaba Rodolfo, pero del otro lado, a sus espaldas, Jorge el payaso gordo e inquieto, estaba con una pizarrita acrílica escribiendo el truco matemático...burlándose de su compañero porque le había develado el secreto. Se movían en círculo como si estuvieran pegados y en tanto uno adivinaba, el otro develaba el secreto... La sincronización era perfecta. Se veían muy cómicos. Y dando una voltereta a la vez abrieron paso a Luis, Alfonso, Joaquín y Juan, quienes vestidos de payasos, llevaban una mesita con una maleta.

Los cuatro payasos comenzaron a sacar latas, vasos de precipitado, aceites, colorantes y cuanto era necesario para el divertido número que harían juntos.

−Cuando el payaso Alfonso deja caer la pelota por la rampa, llega hasta abajo. ¡En cambio la lata no baja. Se devuelve, más bien! –excla-mó la tía Delsy, mientras que el payasito Joaquín con mucho sigilo y en un descuido de su compañero, le quitaba la tapa a la lata para mostrar un plomo que tenía en un extremo.

−¡Claro, el centro de gravedad lo explica todo! –exclamó la señora Inés.

Cuando salió el mago, una melodía un tanto dramática pero pegajosa, anunciaba que algo iba a explotar.

−¡Mira ese globo sobre aquel poco de clavos! A pesar de que el mago le ha puesto el pocotón de libros que el payaso le va pasando,

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¡no explota! –exclamó el señor Pedro, en tanto que soltaba la carcaja-da al ver al payaso Juan sacar un cartelito que decía «El secreto es la presión».

Seguidamente, el mago invitó al payaso gordo a colocar cada pie sobre unos vasos cónicos de plástico colocados con la parte más ancha sobre el piso. El payaso gordo decía que no, haciendo un gesto con su dedo índice en el ojo y diciendo ¡mikiti! Alfonso, el otro payaso, hizo un gesto como si él estuviera dispuesto a hacerlo y cuando colocó los pies sobre los vasos, ¡cataplán! Los vasos quedaron completamente aplasta-dos en un segundo.

Después, el mago dispuso un montón de vasitos cónicos de plástico uno al lado del otro, igualmente con la parte más ancha hacia abajo. Sobre ellos colocó una tabla y le pidió a Juan que se subiera sobre ella. Pero éste no quiso. En cambio el payaso gordo, ni siquiera esperó que lo invitara a probar... Lo hizo, y a pesar de ser tan pesado, los vasitos no se aplastaron.

−¡Claro. Él sabe por qué no se aplastan! ¡Mira el cartelito que sacó el payaso gordo! Otra vez: «El secreto es la presión». ¡Ese si sabe de física! –exclamó el tío Augusto.

−¡Mira Delsy, los payasos lanzan pelotas y pines y no se les cae ni uno! ¿Cómo lo hacen –preguntó la tía Carmen.

−¡Eso es siteswap! Ya te lo explicaré algún día –dijo la tía Delsy con fascinación por la destreza de los malabaristas.

De repente, el payasito Luis vino con tremendo micrófono cantando ¡Oh sole mío!, imitando al tenor italiano Pavarotti con ese vozarrón que le caracterizaba. Un enanito gracioso se le acercó y le pidió que sacara todo el aire de sus pulmones y aspirara el aire que estaba en el globo y volviera a cantar.

−¡Qué cómico, ahora está cantando casi como soprano! Parece niña. –dijo la tía Carmen.

−El payasito Luis aspiró el helio que estaba en el globo. Al pasar por sus cuerdas vocales, como ese es un gas más ligero que el aire, las cuerdas vibraron de forma más ligera. Por lo tanto, el tono fue más agudo –explicó el tío Augusto.

−Ni se te ocurra hacerlo por tu cuenta, Carmen. Podrías asfixiarte. Se requiere entrenamiento –dijo con firmeza la señora Inés.

−No entiendo. Si parece tan sencillo y es muy divertido –dijo la señora Carmen.

−¡Chito! déjame escuchar... Esto está muy bueno. –replicó Augusto.El tío estaba realmente fascinado con los trucos y cómo se las inge-

niaron para mostrarlos sin tanto detalle. Como profesor de Física, no era extraño que mostrara tanto interés en ello.

Un ratito después, casi sin hacer ruido, el payasito más chiquito saltó al centro de la pista, colocó sobre la mesa una copa con una especie de polvo mágico y luego tomó una jarra llena de agua y fue vaciándola en la copa.

−Entre más agua le echa a la copa más nieve se produce...¡y hasta se está desbordando…! –exclamó la tía Carmen.

¿Y ahora qué va a hacer el mago con esas velas y ese frasco tan gran-de? –preguntó la abuelita Carlota.

−Es el viejo truco de las tres velas y un misterio –respondió el tío Augusto.

Y así, el mago fue apagando cada vela moviendo mágicamente su varita.

Esos y muchos otros trucos dejaron boquiabierto a todo el mundo.Una melodía empezó a anunciar el final de la función. Todos los

artistas salieron a la pista y comenzaron a bailar. La sincronización era perfecta. La trompeta marcaba la pauta para que levantaran sus piernas describiendo ángulos de 90 grados como soldados de juguete y baila-rines de ballet al mismo tiempo y movían sus cuerpos como si llevaran la

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música por dentro. Los conejos salían del sombrero del mago. Los paya-sos sacaban pañuelos de su boca. Muchos globos salieron disparados a lo alto del techo de la carpa y un juego de luces que parecían estrellas fugaces les seguían, simulando una galaxia llena de astros.

Entonces Isabel apareció en escena como si se tratara de una inmensa estrella. Realizó un sinfín de acrobacias en compañía de Rodolfo... El malaba-rismo del circo y el ballet clásico se combinaron en una armonía fascinante.

Rodolfo vio rodar lágrimas sobre las mejillas de Isabel. −Estás llorando. ¿Qué te ocurre? –preguntó con disimulo.Ella palideció y lloró aún más.Cuando la música finalizó, Rodolfo insistió:−¿Qué te ocurre Isabel? ¿Por qué lloras?Un profundo silencio invadió el recinto. Todos miraban a Isabel con

desconcierto. Entonces ella respondió con tristeza:−Estoy triste porque no volveré a verte nunca más...¡me enamoré de ti!Al darse cuenta de que todos habían escuchado su confesión de amor,

Isabel salió corriendo, se montó en su bicicleta, pedaleando hasta perder-se en la oscuridad de la noche.

Rodolfo estaba desconcertado. Pensó rápidamente, tomó la bicicleta de Alfonso y se dirigió camino al parque. Allí tenía que estar Isabel...en aquel lugar del que tanto ella le había hablado y en el que se refugiaba cuando una pena le embargaba.

−¡Ese parque es muy grande! ¡No sé dónde está el refugio de Isabel! –decía Rodolfo a los cuatro vientos como suplicando que alguien le diera una pista.

Cuando llegó a la entrada, su corazón le guió...−¡Tiene que ser por aquí! –pensó.En efecto, alcanzó a ver la bicicleta y un poco más allá a Isabel, recos-

tada al pie de un hermoso roble, con la mirada perdida... Se acercó a ella y tímidamente la tomó en sus brazos y le dijo al oído:

−Yo no tengo que ir a ninguna parte. ¡Este es mi mundo...! −¿De verdad Rodolfo? Estás tratando de calmarme nada más...−¡Claro que no! Un día escuché lo que decían en la ciudad sobre el

fantasma del circo... Como ustedes, quise saber más, entré a hurtadillas en la carpa después de la función de las 7:00 pm y me sorprendió el anciano con el premio sorpresa. Como ellos se iban a quedar aquí un tiempo más, me incorporaron al equipo. El resto de la historia, tú la cono-ces bien.

Todo resplandeció en aquel pedacito del parque. La cara de Isabel se iluminó con los colores de la felicidad. Entonces

Rodolfo se atrevió a hablarle de sus sentimientos hacia ella...y finalmente le preguntó:

−Isabel, ¿quieres ser mi novia?−¡Sííí Rodolfo...! Se tomaron de las manos y cruzaron sus miradas en una ternura indes-

criptible que únicamente dejaba ver lo que sentía el uno por el otro…Entre tanto, la familia quería saber cómo se encontraba Isabel. Alfonso

estaba seguro que en el parque la encontrarían. Todos fueron presurosos al encuentro de la jovencita.

Al verlos llegar, Isabel se puso muy contenta y aclaró lo ocurrido... Juntos regresaron a la casa.

Alfonso y el tío Augusto iban detrás del grupo. Observaban a Isabel y Rodolfo.

−Creo que tu hermana está enamorada de verdad esta vez. Además, ¡maduró muchísimo en los últimos días!

−Sí tío. Y ya superó el miedo a los fantasmas y a las tres Marías.−¡Entonces este año va a ser tooodo un éxito!−Quién iba a pensarlo tío. Yo hablando de esto contigo.−Sí Alfonso. Lo que ocurre es que tú también has madurado. De ver-

dad, estoy muy orgulloso de ti. Y claro, también de Luis, Joaquín y Juan.

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Por cierto, cuando este par regrese a Alemania, mi hermano Ernesto se sorprenderá de su cambio.

−La tía Tauka también va a sorprenderse. Ella que es tan estricta y corri-ge tanto a los primos, qué irá a decir cuando vea que cambiaron.

−No creas Alfonso, seguro que busca algo más qué exigirles, ¡como buena alemana!

Un rato después, el anciano del circo, el mago, los enanitos graciosos y Jorge, el payaso gordo, llegaron a la casa de la señora Carlota. Ellos se habían quedado muy preocupados por lo sucedido.

El tío Augusto les dijo que ya todo se había aclarado y que Isabel estaba más feliz que nunca.

El anciano del circo se tranquilizó y agradeció nuevamente a la familia su confianza e inició una plática con ellos para que entendieran por qué tanto misterio con la función especial que habían presenciado.

De repente, el señor Pedro interrumpió al anciano y le preguntó con ironía:

−Entonces, ¿usted es el fantasma?Tal vez le parezca mentira, la gente cree eso de mí. Aunque estamos

tan vivos como ustedes, no somos de aquí... venimos de un universo paralelo...

Intentando explicarles todo ese asunto de manera que lo entendieran sin mayores complicaciones, el anciano del circo les develó ese otro secreto.

La abuela Carlota y la tía Carmen no entendían nada de eso que ex-plicaba sobre los universos paralelos y la máquina del tiempo. En cambio, el resto de los adultos estaban sorprendidos y fascinados con todo lo que les estaba contando el anciano...

La noche había estado llena de sorpresas y eventos inesperados que a todos les dejaron cansados pero, al mismo tiempo, estaban satisfechos por todo lo que habían disfrutado y aprendido.

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Al día siguiente, la familia se reunió como acostumbraban los domingos en la casa de la señora Carlota, después de la misa de las 5:00 pm.

Como podrán imaginar, el tema de conversación fue la función espe-cial del circo y todo lo que el anciano les había relatado.

También llegaron Rodolfo y Jorge, uniéndose a Isabel y los muchachos, quienes estaban muy entretenidos observando una partida de ajedrez que Luis y Juan estaban disputando.

Intempestivamente «se fue la luz».Como siempre, se fueron a la sala a escuchar los cuentos del señor

Pedro.En esa oportunidad, Joaquín le pidió a su tío que les contara nueva-

mente la historia del fantasma del circo y éste, sin pensarlo mucho, se inventó un cuento increíble que todos disfrutaron como nunca.

Cuando la «luz volvió» el señor Pedro acababa de finalizar el cuento.−Oye papá, así como lo has contado es perfecto para escribir un

libro. ¡Seguro que muchos lo van a querer leer! –dijo Luis con gran entusiasmo.

−De verdad suena muy real y al mismo tiempo es increíble. Podría ser un éxito editorial –afirmó la señora Inés.

−Como que me lo voy a tomar en serio, claro si tú me ayudas, querida esposa, porque eso de escribir sin corrector de estilo me cuesta mucho...Tú lo sabes.

−Cuenta conmigo. Yo te ayudaré y la familia nos corregirá los detalles porque ellos vivieron esta maravillosa experiencia, sobre todo Isabel y los muchachos.

Ya entrada la noche, Jorge les anunció que posiblemente el próximo martes partiría con el anciano del circo, el mago y los enanitos graciosos a su mundo.

Todos salieron a despedirlo.Rodolfo e Isabel le acompañaron a la puerta y le agradecieron por su

amistad y cariño, así como por sus constantes e ingeniosas preguntas.Entre tanto, el tío Augusto y Alfonso estaban entretenidos hablando

sobre lo sucedido y de repente, se percataron de cómo Rodolfo llevaba a Isabel tomada de la mano entre risas y secretos al oído...

−Esta es la única parte del cuento que Pedro nunca escribirá –dijo con picardía el tío Augusto.

−¿Qué dijiste tío? –preguntó Isabel.−Que mañana comienzan las clases y éste va a ser un año muy bueno

para todos...−Estoy segura que sí. Y gracias a ti, Alfonso. Si no hubiera sido por tus

ganas de saber más y más, ¡quizás nunca hubiésemos ido al circo aquel día! ¡Todo ha sido maravilloso!

Luis, quien escuchaba atentamente, no podía dejar de decir la palabrita:

−Isabel, ¡conociste a Rodolfo gracias a la actitud in-qui-si-ti-va de Alfonso!

Así llega a su final este cuento. Todos vivieron felices y nunca olvidaron la experiencia en el circo.

Si quieres saber más sobre la vida de cada uno de los protagonistas de esta historia, sigue leyendo el libro...encontrarás algunos datos.

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Si quieres realizar algunos de los trucos que Isabel y los muchachos hicieron durante la función final, busca la sección de demostraciones en la última parte del libro. Te la recomiendo. ¡Te diverti-rás y aprenderás!

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l a v I d a C o n t I n ú a

Rodolfo e Isabel fueron novios en la adolescencia pero luego cada uno se dedicó a estudiar. Él se fue al extranjero y ella se quedó en la ciudad. Después de cinco años,

se rencontraron y decidieron casarse. Isabel es físico y Rodolfo estudió cine. Él tiene una compañía y produce muy buenas películas junto a Alfonso, su cuñado. Ella es profeso-ra de la universidad y se especializó en Física Cuántica. Tienen tres hijos a quienes les encanta el circo…

Alfonso es productor de cine y televisión. Nunca se casó y es quien acompaña a sus sobrinos en todos los proyectos que emprenden, así como lo hizo su tío Augusto con él, sus hermanos y primos...

Joaquín y Juan estudiaron Informática en Alemania. Son cirqueros. Tienen un circo que le ha dado la vuelta al mundo. La informática y las tres Marías les han dado la posibili-dad de hacer los mejores trucos de magia...

Luis se casó con una bióloga quien estudió con él en la universidad. Compraron un barco. A él lo llaman el Jacques Cousteau venezolano. Viven en Los Roques y tienen dos hijos a quienes les gusta mucho el mar...

Del anciano del circo y el resto de la gente del universo paralelo, se sabe muy poco. Un día enviaron una postal con unos viajeros que envió Max Tegmark en su máquina del tiempo...

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d e m o s t R a C I o n e s

Ahora vamos a recordar algunos de los trucos y malabares que realizaron Isabel, los muchachos y el resto de los integrantes del circo.

Te propongo realizarlos en compañía de tus amigos o familiares con la supervisión de un adulto. Para ello, deberás buscar los materiales necesarios para llevarlos a cabo.

Escogí los siguientes trucos:

• Descubre el número.

• Tres velas y un misterio.

• La mini cama de clavos.

• La lata que se devuelve.

Y de los malabares escogí:

• Los vasos que no se aplastan.

• Equilibrio en el tubo.

• Lanzando pelotas.

Ahora prepárate para experimentar y descubrir la ciencia que está detrás de cada uno de los trucos y malabares. No te pierdas ningún detalle y conviértete en un verdadero artista de circo.

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Descubre el número

Rodolfo le enseñó a Isabel cómo adivinar los números que elige una persona en las tablas mágicas.

Veamos cómo lo hizo.

Tomemos como ejemplo el número 15 de la tabla que está a continuación.

15 45 80

150 240 360

590 820 1050

• Rodolfo le dijo a Isabel que escogiera un número de la tabla pero que no se lo dijera porque él lo adivinaría. Isabel escogió el número 15.

• Rodolfo le dijo que le sumara 5 al número escogido, es decir que al 15 le sumara 5.

• Luego le dijo que el resultado de la suma, lo multiplicara por 2. Isabel tuvo que hacer lo siguiente: la suma de 15 + 5 = 20 y luego ese resultado lo multiplicó por 2:

20 x 2 = 40

• Después, Rodolfo le dijo que el resultado de multiplicar por 2, es decir a 40, lo dividiera entre 2.

• Isabel dividió 40 / 2 = 20

• Luego Rodolfo le preguntó cuánto le había dado el resultado de esa última operación e Isabel le contestó que le había dado 20.

• Inmediatamente Rodolfo le dijo:

−El número que escogiste de las tablas mágicas es el 15.

En efecto, ella había escogido ese número.

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Explicación:

Este truco matemático es muy sencillo.

A la cantidad que te diga la persona que le dio como resultado final, le restas el número que le dijiste que le sumara al que escogió de las tablas mágicas.

¿Por qué hacemos eso?

Porque, como te pudiste haber dado cuenta en el ejemplo anterior, el primer resultado, es decir cuando Isabel le sumó 5 a 15, le dio 20, que es el mismo resultado que le dio al final, cuando realizó todas las operaciones que Rodolfo le pidió hacer.

¿Y por qué obtenemos el mismo resultado?

Porque el resultado de sumar 15 más 5, se multiplica por 2 y se divide entre 2. Como la multiplicación y la división son operaciones inversas, si una cantidad se multiplica por un número y el resultado luego se divide por el mismo número, entonces, el resultado no se altera.

Ahora veamos la explicación matemática.

El número que pensó Isabel lo llamamos X.

A X le sumamos 5 y eso debe dar un resultado que llamaremos Z.

Matemáticamente lo anterior se expresa en esta ecuación:

X + 5 = Z

Luego Z se multiplica por 2 y el resultado es:

Z x 2 = 2Z

Luego, ese resultado se divide entre dos y resulta:

2 Z / 2

El 2 que está multiplicando se «va» con el 2 que está dividiendo y nos queda Z.

2 Z / 2 = Z

Si Z es el resultado final, entonces sustituimos Z por 20, que fue el resultado que dijo Isabel que le dio.

Veamos:

X + 5 = 20

Ahora despejamos de la ecuación anterior la X, que es el número que Isabel escogió de las tablas mágicas:

X = 20 – 5 = 15

Lo importante aquí, es que la persona que escoja el o los números, sepa sumar, restar, multiplicar y dividir muy bien. De lo contrario, no podrás adivinar el número.

Realiza otros ejemplos sumando otros números y prueba este método para adivinar el número escogido de las tablas mágicas.

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Tres velas y un misterio

Cuando la abuelita Carlota preguntó qué iba a hacer el mago con las tres velas, el tío Augusto le contestó que se trataba del viejo truco de las tres velas y un misterio pero no le explicó de qué se trataba.

Veamos cuál fue el truco que el mago realizó.

¿Qué necesitamos?

• Tres velas delgadas.

• Un frasco de vidrio de 4000 cc con tapa.

• Una vara de 30 cm.

• Un pincel grueso.

• Un tarro de pintura al frío color negro.

¿Qué vamos a hacer?

Antes de presentar el espectáculo:

• Pintamos la vara con la pintura negra.

• Cortamos las velas a diferentes alturas.

• Colocamos la tapa del frasco de manera que luego podamos ajustar el frasco en ella.

• Colocamos las velas en la tapa del frasco en orden de izquier-da a derecha, de mayor a menor.

• Las encendemos.

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• Ajustamos el frasco invertido a la tapa.

• Esperamos. Tomamos el tiempo en el que cada vela se apaga.

Una vez que hayamos probado varias veces el tiempo estimado en el cual se apaga cada vela, estamos preparados para hacer lo que hizo el mago ante el público. Veamos.

• Colocamos las velas en la tapa del frasco en el orden indicado.

• Las encendemos.

• Ajustamos el frasco invertido a la tapa.

• Justo antes de que la primera vela se apague, hacemos un gesto con la varita mágica, ordenándole a la vela que se apague. Lue-go hacemos lo mismo con la segunda y finalmente con la tercera.

¿Qué ocurrió?

Las velas se apagan una a una. Primero se apaga la más larga (más altura), luego la intermedia y por último la más corta.

Explicación:

Sin oxígeno no hay combustión, por lo tanto, conforme se va acaban-do el oxígeno las velas se van apagando.

La combustión de las velas produce dióxido de carbono y vapor de agua. El dióxido de carbono es más ligero que el oxígeno.

Cuando colocamos el frasco invertido sobre la tapa, el dióxido de carbono se desplaza a la parte superior, desplazando el oxígeno a la parte inferior.

Esa es la razón por la cual se apaga primero la vela cuya llama está a más altura y así sucesivamente.

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La mini cama de clavos

¿Recuerdas cuando Isabel y los muchachos vieron por primera vez el espectáculo del circo?

Joaquín sorprendido con el primer truco dijo:

−¡Increíble! ¿Por qué el globo no se revienta cuando el mago lo colo-ca sobre la cama de clavos y con todo ese peso encima?

Para responder a Joaquín y divertirnos un poco, vamos a realizar un dispositivo similar al que usó el mago del circo.

¿Qué necesitamos?

• Un paralelepípedo de 17 cm de largo por 8 cm de ancho y 4 cm de espesor.

• 25 chinchetas.

• Silicona líquida.

• Un globo mediano.

¿Qué haremos?

En un extremo del paralelepípedo pegamos con silicona líquida las 24 chinchetas una al lado de la otra en filas de 6 chinchetas cada una. Dejamos secar por media hora.

Colocamos una sola chincheta en el otro extremo del paralelepípedo.

Luego, inflamos el globo lo más que se pueda. Lo anudamos. Le pintamos la cara de un payaso. Después, lo colocamos sobre las chin-

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chetas agrupadas y demostramos que no explota, haciendo presión con la mano sobre el globo.

Luego colocamos el globo sobre la chincheta sola y seguro que ex-plotará.

Explicación:

El secreto es la presión. Aunque cada chincheta tiene una punta afi-lada, las 24 agrupadas en un extremo del trozo de madera, reducen la presión causada sobre el globo.

La presión es una magnitud física que expresa la fuerza ejercida por un cuerpo sobre una superficie, tal que P = F / S (siendo P la presión, F la fuerza y S la superficie).

De la expresión anterior se deduce que cuanto mayor sea la fuerza, mayor será la presión y cuanto mayor sea la superficie sobre la que se reparte la fuerza, menor será la presión.

Este concepto físico es el que aplican los faquires en la India para realizar su exhibición al acostarse en la cama de clavos. ¿Los recuer-das?

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La lata que se devuelve

Alfonso se sorprendió en la primera función y dijo:

−¡Miren la lata. No baja por la rampa! ¡Se devuelve! ¡No lo puedo creer!

Vamos a aprender cómo ocurre esto.

La siguiente demostración nos permite introducirnos en el concepto de centro de gravedad (c.d.g) o punto de equilibrio.

¿Qué necesitamos?

• Una tabla de 28x10 cm.

• Dos tornillos de ½ pulgada de largo.

• Un taco de madera de 2x10 cm.

• Un formato de cartulina de 30x30 cm.

• Una lata redonda de atún vacía.

• Un piedra plana o un plomo (contrapeso).

• Silicona líquida.

¿Qué vamos a hacer?

Pegamos con silicona líquida o atornillamos el taco de madera en uno de los extremos de la tabla.

Luego, pegamos con silicona líquida la piedra plana, plomo o contra-peso en un extremo de la base del interior de la lata de atún, rozando la curvatura de la lata. Dejamos secar por unos 15 minutos.

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Después, dibujamos en el formato de cartulina de 30x30 cm, dos círculos con el diámetro de las caras de la lata de atún. Uno de los círculos lo pegamos con silicona en el fondo de la lata pero por la parte de afuera y colocamos una estrellita para señalar el lugar donde se encuentra el contrapeso por la parte de adentro, tal como se ve en la siguiente figura:

El otro círculo, lo colocamos en el otro lado de la lata, a fin de ocul-tar el contrapeso para simular que la lata no está vacía. Ese círculo lo pegamos con silicona por todo el borde del lado en cuestión, tal como se muestra en las siguientes figuras:

Ahora tenemos la lata completa e identificado en ambas caras, el lugar dónde se encuentra el contrapeso.

Luego, colocamos el plano con la inclinación hacia nuestra derecha. La lata de atún se coloca en la parte más alta del plano inclinado con el contrapeso a la derecha, es decir, con la estrellita hacia la derecha, tal como se muestra en el siguiente diagrama:

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Se pregunta a la persona a quien se le está haciendo la demostración:

¿Hacia cuál lado se desplazará la lata cuando la suelte?

Seguramente, la persona dirá que la lata se desplazará hacia abajo, ya que quizás aplique el concepto de caída libre por gravedad, debido a la forma de la lata. Entonces, sueltas la lata y, efectivamente, ésta baja por el plano inclinado.

Seguidamente y con mucho disimulo, ubicamos la lata de atún en la parte más alta del plano inclinado pero con la estrellita hacia la izquier-da, tal como se muestra en el siguiente diagrama:

Se pregunta a la persona a quien se le está haciendo la demostración:

¿Hacia cuál lado se desplazará la lata cuando la suelte?

Seguramente dirá que hacia abajo.

Al soltar la lata, ésta en vez de bajar por el plano inclinado, se des-plaza hacia la izquierda como si se devolviera. Es como si una fuerza extraña actuara sobre ella.

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Explicación:

La lata de atún tiene su c.d.g cerca de la periferia. Es decir, en el lugar donde está colocado el contrapeso. Al colocarla con su c.d.g a la derecha con el plano inclinado también a la derecha, bajará, ya que al soltarla, la fuerza que la gravedad ejerce sobre el contrapeso, que es, en este caso, el c.d.g, la hace bajar por el plano inclinado debido a su forma.

En cambio cuando el contrapeso se cambia hacia la izquierda, aún cuando mantengamos el plano inclinado en la misma posición, el con-trapeso es atraído por la fuerza de gravedad hacia la izquierda. Por eso parece devolverse.

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Los vasos que no se aplastan

¿Recuerdas cuando el payaso flaco aplastó con sus pies los dos va-sitos sobre los que el mago le invitó a posarse?

Luego, el payaso gordo se subió sobre la tabla que tenía los vasitos cónicos debajo y no se aplastaron.

¿Creíste que no era posible? Pues si lo es. Vamos a demostrarlo.

¿Qué necesitamos?

• Una tabla de 50x100 cm.

• 120 vasos de cartón cónicos.

¿Qué vamos a hacer?

Le pedimos a una persona del público que coloque sus pies sobre dos vasos cónicos que hemos dispuesto con la parte más ancha sobre el piso.

¿Qué ocurrió?

Los vasos quedaron completamente aplastados.

¿Y ahora, que hacemos?

Colocamos 11 filas de 10 vasos cónicos uno al lado del otro con la parte más ancha sobre el piso.

Luego le colocamos la tabla encima.

Y, finalmente, nos subimos de pie sobre la tabla.

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¿Qué ocurrió?

¡Los vasos no se aplastaron en lo absoluto!

Explicación:

Ocurre lo mismo que pasó con la mini cama de clavos. ¿Lo recuer-das? El secreto es la presión.

Cuando la superficie es menor, la presión es mayor al aplicar la fuerza. Por eso al pisar con un pie cada vaso cónico, éstos se aplastan de inmediato. Mientras que al colocar todos los vasos juntos y la tabla sobre ellos, como la superficie es mayor, la fuerza se reparte y la pre-sión es menor.

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Equilibrio en el tubo

Isabel se convirtió en una verdadera equilibrista en la cuerda. Ella combinó la destreza para mantener el centro de gravedad de manera tal que, ayudándose con la vara podía mantenerse sobre la cuerda y realizar algunos movimientos de piernas como si estuviese bailando ballet.

Aunque no te voy a proponer que hagamos exactamente lo mismo, quiero que experimentes lo que ella logró con mucha dedicación: mantener el equilibrio.

¿Qué necesitamos?

• Un tubo de pvc de ¾ de pulgada con un longitud de 3 metros.

• Un espejo de cuerpo entero con su base.

• Tres bases de madera para mantener el tubo de pvc en el piso, tal como se observa en la ilustración.

¿Qué vamos a hacer?

Cada uno va a intentar caminar sobre el tubo sin caerse.

No necesitamos una vara. Usaremos nuestros brazos extendidos para mantener el equilibrio, mirándonos en el espejo, de manera que intente-mos caminar sin caernos.

Explicación:

En los cuerpos sólidos, homogéneos y regulares, como el cuerpo hu-mano, el centro de gravedad (c.d.g) coincide con el centro geométrico del cuerpo. El c.d.g de una persona se sitúa aproximadamente a la altura del ombligo, entre la 5.ta vértebra lumbar y la 1.ra vértebra sacra.

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Al usar los brazos extendidos para mantener el equilibrio, lo que estamos haciendo es asegurarnos de que nuestro c.d.g esté directa-mente encima del tubo de pvc y que la vertical proyectada desde el ombligo, es decir desde el c.d.g, coincida con el centro de apoyo, que son los pies, o también llamado base, tal como se señala en la figura de la derecha.

Ahora bien, ¿qué ocurriría si un equilibrista sostuviese un objeto pe-sado en su mano derecha? Perdería el equilibrio porque su centro de gravedad se desviaría levemente hacia dicho lado. Para volver a la posición de equilibrio, tendría que inclinarse levemente hacia la izquier-da, de modo que su centro de gravedad volviese a encontrarse sobre la cuerda.

c.d.g

Base

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Lanzando pelotas

Cuando la tía Carmen le preguntó la tía Delsy cómo hacían los payasos para lanzar las pelotas y los pines sin que se les cayera uno, Delsy le dijo que eso era siteswap o también conocido como numero-logía y notación transposicional.

Te propongo lanzar pelotas como lo hacen los payasos en el circo.

¿Qué necesitamos?

• 2 pelotas de goma del tamaño de una naranja.

¿Qué vamos a hacer?

Lo primero que haremos es lanzar una sola pelota de una mano a la otra, describiendo una trayectoria piramidal cuyo centro sobrepase levemente la altura en la cual se encuentran nuestros ojos.

Luego, lanzamos una pelota desde cada mano, describiendo una trayectoria en columna y que caiga en la misma mano. Una primero y otra después. Primero lanzando una y luego la otra. Después las dos a la vez.

En ambos casos, los lanzamientos deben llegar a una altura, levemen-te superior a la cual se encuentran nuestros ojos.

Una vez lograda la rutina anterior, lanzamos la primera pelota para que realice una trayectoria piramidal, como cuando trabajamos con una pelota pero justo cuando llegue a la altura máxima de la pirámide

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imaginaria, lanzamos la otra pelota en sentido contrario y describiendo, igualmente, una trayectoria piramidal.

¡Después de practicar muchísimo, lograremos tirarlas y no se nos cae-rá ninguna y tampoco chocarán entre sí!

Explicación:

Lo que estamos haciendo es aplicar los principios básicos de la nu-merología, el cual es un sistema pensado para definir el ritmo, o más bien los tiempos, de la ejecución de un malabarismo. Además, como hemos practicado tanto, podemos visualizar los puntos en los cuales no chocan y después de tanto hacerlo, lo logramos sin mayores problemas.

Si logramos la destreza para lanzar dos pelotas, seguramente, alcan-zaremos lanzar tres y hasta cuatro.

Lo importante es tomar en cuenta los tiempos y la distancia a la que debemos lanzar las pelotas para lograr la sincronización y mostrar un malabarismo perfecto en el lanzamiento.

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C R é d I t o s

Julián Chela-Flores

Astrobiólogo, Centro Internacional de Física Teórica Abdus Salam, Trieste, Italia. Doctor en el área de Física, Universidad de Londres, Inglaterra. Miembro de la Academia de Ciencias de la América Latina; The Academy of Sciences of the Developing World; The Academy of Scientific Endeavours (Moscú) y Miembro Correspondiente de la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales de Venezuela. Su área de investigación es la Astrobiología y su relación con las Humanidades.

Marinella Calchi La Corte

Bionalista, Magister en Microbiología. Profesora Titular y activa de la Cátedra de Parasitología, Escuela de Bionálisis, Facultad de Medicina, Universidad del Zulia, Maracaibo. Investigador B, Premio de Estímulo a la Investigación e Innovación (PEII), convocatorias 2011-2013.

Javier Ceballos

Licenciado en Física, Universidad de Los Andes, Mérida. Innovador A, Premio de Estímulo a la Investigación e Innovación (PEII), convocatorias 2012-2014.

Ivonne de Romero

Economista, Universidad del Zulia, Maracaibo. Especialista y Magister en Finanzas, Universidad Santa María, Caracas.

Magister en Sistemología Interpretativa, Universidad de Los Andes, Mérida. Investigador A, Premio de Estímulo a la Investigación e Innovación (PEII), convocatorias 2011-2013.

Germán Romero Polly

Coronel (Ej) en situación de retiro. Licenciado en Ciencias y Artes Militares, Academia Militar de Venezuela, Caracas.

Iván Darío Hernández

Artista plástico, digital y muralista. Licenciado en Artes, Universidad Central de Venezuela, Caracas.

Eugenia Victoria Romero F.

Médico Residente. Medicina Crítica. UCI-Emergencia. Instituto Venezolano de los Seguros Sociales (IVSS). Hospital Dr. Tulio Carnevalli Salvatierra. Mérida. Edo. Mérida.

Tamanaco Quijada

Estudiante Medios Audiovisuales, Mención Realización, Universidad de Los Andes, Mérida.

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