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Los nacimientos múltiples de Juan Bosch

Mateo Morrison

Los nacimientos múltiples de Juan Bosch

Santo Domingo, República Dominicana2015

Los nacimientos múltiples de Juan Bosch© Mateo Morrison, 2015

Cuidado de la edición: Odalís G. PérezZaymis Mejía

Diagramación y arte final: Eric Simó

Ilustraciones interiores: Miguel Núñez

Fotos interiores:Memorias de una tertulia, de Verónica Sención Archivos de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD)

ISBN: 978-9945-08-242-5

Impresión: Editora Búho

Impreso en República Dominicana Printed in Dominican Republic

La edición de este libro es posible por el coauspicio del Senado de la República y la Fundación Espacios Culturales

A Egbert Morrison y Efigenia Fortunato, padres que depositaron el amor en mi pecho.

A mis familiares y amigos.

Al pueblo dominicano.

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Contenido

Presentación Cristina Lizardo Mézquita .......................................................11

Los textos múltiples de Mateo Morrison Diómedes Núñez Polanco ........................................................15

Los nacimientos múltiples de Juan Bosch ..........................21

Política cultural en el gobierno de Juan Bosch Un oasis en nuestra historia cultural ..................................27

Cuando Juan Bosch nos definió el concepto de Cultura ...51

“La Palabra Cultura” ............................................................53

ConCepCiones aCerCa del Cuento y la novela en dos entrevistas a Juan BosCh ...........................................57

Juan Bosch nos habla de la técnica del cuento y de otros temas literarios ......................................................59

Juan Bosch nos habla de Rómulo Gallegos y la novelística .......................................................................65

Juan Bosch y Pablo Neruda en el marco del Encuentro Internacional de Escritores ................................81

Entrevista a Juan Bosch acerca de Pablo Neruda ..............83

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Versainograma a Santo Domingo ........................................91

Pablo Neruda entre nosotros ...............................................95

Juan BosCh y las MuJeres poetas ..........................................107

Cinco jóvenes poetas ........................................................... 111

Palabras introductorias ......................................................115

Palabras de Juan Bosch en la puesta en circulación del libro Tizne y Cristal ....................................117

Breves visiones ......................................................................125

Pedro Henríquez Ureña y Juan Bosch ..............................127

Juan Bosch nos presenta a Peña Gómez ...........................129

Jóvenes escritores en la tertulia del Hostal ......................131

Poema 24 al Ozama: acuarela ............................................133

Narración de un cuerpo II ..................................................135

odas a Juan BosCh ...............................................................137

ElEgía a Juan Bosch .............................................................143

lápidas En la tumBa dE Juan Bosch ....................................147

apéndiCe ................................................................................153

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PresentaciónCristina Lizardo Mézquita

Hace unos días llegó hasta mis manos el borrador del libro Los nacimientos múltiples de Juan Bosch, de nuestro lau-reado autor Dr. Mateo Morrison Fortunato.

Agradezco la cortesía y la distinción de que me escogie-ra para escribir algunas notas de carácter introductorio que pudieran servir como un modesto aporte a la presentación de esta obra.

En verdad que esto, de por sí, constituye un gran privi-legio que aprecio en su justo valor por dos razones que me llenan de inmensa satisfacción.

Por un lado, la suerte de compartir durante varias se-siones con un altísimo representante de las letras domini-canas; abogado, Premio Nacional de Literatura y poeta, Dr. Mateo Morrison Fortunato, quien nuevamente nos obse-quia, de manera muy generosa y elocuente, con una nueva perla de la ya muy larga cadena de aportaciones a la cultu-ra y al intelecto de nuestro pueblo.

Por otra parte, abordar el tema a que se refiere este nue-vo texto toca directa y sensiblemente a quienes escogimos, desde hace más de cuatro décadas, al profesor Juan Bosch, ex-presidente constitucional de la República y fundador del Partido de la Liberación Dominicana, ilustre ciudada-no de la Patria, como referente, maestro y guía de nuestras

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acciones, por lo que cada asunto relacionado con su fructí-fera existencia despierta nuestra permanente curiosidad y particular atención.

Si un tercer argumento debemos agregar, cabe decir que la excelencia en el contenido de la obra es un complemento de todas las razones.

A lo largo de mi participación en la vida pública he te-nido la suerte de dar muchas bienvenidas, circunstancias que la vida me ha brindado y que siempre he apreciado en cada oportunidad.

En esta singular ocasión, mucho me satisface saludar la llegada de este nuevo vástago de este prolífico autor, tan apreciado y admirado en toda la sociedad dominicana e in-ternacional.

Debo decir que desde que recibí el borrador de la obra me entregué a la lectura en detalle de la misma, con todo el cuidado y aprecio que requería el compromiso que se me había asignado, en medio del recuerdo y el respeto a la me-moria de nuestro guía y maestro.

Durante esta muy agradable lectura, me he deleitado, transitando y compartiendo momentos de calidad en la vida del profesor Juan Bosch.

Se trata de una obra que a mi juicio tiene un valor ex-traordinario y que recomendamos para ser parte importan-te entre los instrumentos disponibles para la socialización del pensamiento del profesor Juan Bosch, inmortal que re-side en el alma de la Patria y en todo lo bueno de nuestras acciones.

Es indudable que de las facetas de la vida del profesor Juan Bosch que se destacan en la obra, los lectores podemos disfrutar del gran logro que nuestro artista de la palabra ha alcanzado y que nos brinda a través de “un juicioso y magnífico acercamiento” que muestra el carácter ético de las actuaciones del gran líder y escritor que es Juan Bosch.

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He quedado altamente impresionada y complacida con este libro y sus detalles que van desde el ingenio que se desprende del juego de palabras de su muy original título Los nacimientos múltiples de Juan Bosch, que capta la atención de inicio, pasando por el símil entre la noche del 30 de junio de 1909 y el año 1938, cuando acontece el encuentro con el ilustre educador Eugenio María de Hostos; hasta las inte-rioridades de la obra que van desde su visión cultural, su concepto sobre el cuento y la nNovela, la consideración de autores como Gallegos, Henríquez Ureña y Neruda; hasta abordar detalles afectivos y personales del autor de Cuentos escritos en el exilio.

Siempre he tenido especial respeto por quienes son ca-paces de escribir sobre la belleza y el concepto. Me inclino reverente frente a esta obra que recoge datos interesantes, sobre un verdadero protagonista de nuestra historia que vivió una vida ejemplar y de quien se escribirán muchos textos hermosos, entre los cuales encontramos, sin lugar a duda, esta creación del muy apreciado amigo, Dr. Mateo Morrison.

Que Dios les bendiga.

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Los textos múltiples de Mateo MorrisonDiómedes Núñez Polanco

Desde su accionar como presidente de la Sociedad Cul-tural Dominicana, en Santo Domingo Este, a principios de 1965, hasta nuestros días, Mateo Morrison es el rosto del activismo cultural dominicano, como artífice de la gestión social en los últimos 50 años de la historia de la República Dominicana; sin desmerecer su trayectoria como militan-te comprometido con su país y cultor de la poesía, camino este por el que obtuvo el Premio Nacional de Literatura.

Esa vida en permanente ebullición, ha sido testigo de la mayor parte de los escenarios en que se han forjado lo que él ha llamado los nacimientos múltiples de Juan Bosch, síntesis del pensamiento y la acción liberal y progresista de la nación; que con su breve e intenso ejercicio de la demo-cracia revolucionaria, que significaron la Constitución de 1963 y sus ejecutorias gubernamentales, se sentaron las ba-ses cardinales de la transición política en curso.

El criterio de Mateo sobre los nacimientos múltiples de Bosch, parten de la misma confesión de este escritor y polí-tico: el de La Vega, el 30 de junio de 1909, y el de San Juan de Puerto Rico, en enero de 1938, cuando leyó los textos originales de Eugenio María de Hostos. Luego, Bosch agre-garía otro nacimiento: el que se produjo cuando conoció a

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Carmen Quidiello: “Con esa mujer me caso yo; porque he vuelto a nacer”, dijo, y contrajeron nupcias justamente el 30 de junio de 1943.

Mateo agrega otros nacimientos que él considera tras-cendentales en su vida: “cuando entre 1929 y 1930 Bosch viaja a Barcelona y emprende su primer recorrido fuera del país por dos años, que incluía además de España a Vene-zuela, Curazao, Trinidad y Martinica; entra en contacto con el mundo exterior y, en particular con lugares que contras-tan en términos materiales, con el atraso de nuestro país. De seguro que este ambiente influyó en su intensa vocación literaria y se expresaría en su regreso…”.

Se produce otro nacimiento cuando arribó a Cuba para dirigir la edición de las Obras Completas de Hostos; “esta vez como dirigente político”. En este sentido, Mateo cita la concepción boschiana del quehacer político, en palabras del mismo dirigente:

“En realidad, dos cosas han guiado mi vida de escritor y de político, dos fuerzas, dos impulsos: uno es servirle a mi pueblo; ese ha sido permanente y desde que tengo con-ciencia. (…)”

Sigue explicando: “El segundo impulso es hacer eso bien hecho, tal como se debe hacer no solamente desde el punto de vista de los métodos para hacer las cosas, sino también desde el punto de vista de la posición ideológica que un hombre debe adoptar en esta hora del pueblo”.

Mateo observa un nuevo nacimiento: “El calor con que fue recibido por los sectores más empobrecidos de la capi-tal, bajo la consigna de “Ya llegó Juan Bo’, ya esto se aca-bó”. Regresó al país el 20 de octubre de 1961, “…iniciando una nueva etapa del quehacer político nacional, a través del programa Tribuna Democrática, caracterizado por su for-ma didáctica…”. Obviamente, también, a través de la or-ganización del Partido Revolucionario Dominicano (PRD).

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Bosch se convirtió, tal como señala Mateo, en un fenómeno político. También fue muy aleccionadora la proclama de que, tras la larga tiranía y tiempos de autoritarismo, había que matar el miedo.

La polémica televisiva con el padre Láutico García, quien había acusado de comunista al candidato presiden-cial del PRD, es otro de los nacimientos que observa Mateo. Al final, el sacerdote tuvo que retractarse de sus declaracio-nes. El pueblo estuvo en vilo hasta el término del debate, el 18 de diciembre de 1962.

Dos días después del histórico debate, ganaba abru-madoramente las elecciones: “…volvía a nacer tanto el 20 de diciembre de 1962, como el 27 de febrero de 1963…”. Este día se llevó a cabo la toma de posesión del presidente Bosch.

En verdad, fueron múltiples los nacimientos de Juan Bosch, incluida la fundación del Partido de la Liberación Dominicana. El más significativo de todos fue el reencuen-tro con el pueblo dominicano, tras 23 años de exilio. Andu-vo por toda la geografía nacional, hasta el último rincón de la patria.

También están los textos múltiples de Mateo Morrison. Es novedoso y original su visión de la vida de Bosch y la manera de presentar sus aportes al desarrollo del país y de la democracia. Sus compilaciones son trabajos de tiempos distintos, pero siempre en torno al personaje y su obra, en forma de collage: políticas culturales del gobierno de 1963 y de otros períodos, destellos de acciones culturales esta-tales, hasta la constitución de la Secretaría de Cultura (hoy Ministerio), entrevistas, semblanza de un evento de tanta trascendencia en su día, como fue el Encuentro Internacio-nal de Escritores Pablo Neruda, así como la información de tantos momentos de interés cultural y social que ya son parte del legado nacional y universal de Bosch.

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Este memorial sobre don Juan tiene sus complicidades: los que han sido parte las historias y situaciones que apa-recen en esta importante obra. Algunos nombres, a saber: Pedro Mir, Pablo Neruda, Rómulo Gallegos, Carmen Qui-diello de Bosch, José Francisco Peña Gómez, Efigenia Fortu-nato, José Joaquín Bidó Medina, Franklin Almeyda Rancier, Tony Raful, Miguel Núñez, Federico Jóvine Bermúdez, José Mármol, Plinio Chahín, Ángela Hernández, Carmen Sán-chez, Carmen Imbert Brugal, Mayra Alemán, Dulce Ureña, Bonaparte Gautreaux Piñeyero, Verónica Sención y Joëlle Hullebroeck, entre otros.

A su vez, en Los nacimientos múltiples de Juan Bosch, se destacan la vida, la obra y el pensamiento del profesor Bosch: acciones de su gobierno que con el tiempo han sido claves para el desarrollo de nuestro país, como la Constitu-ción de 1963, modelo esencial de transformación, moderni-dad y ética; su plan de electrificación, desde las hidroeléc-tricas de Tavera y Valdesia, como base para impulsar la industrialización; la educación y la cultura, como ejes cen-trales de desarrollo de la sociedad dominicana; este libro es un canto de amor y de amistad a Juan Bosch, a quien dedica odas y elegías, y en los anexos de gráficos incluye el detalle entrañable de una foto con don Juan y dos de sus hijas: Be-rioska y Samantha.

Es, en fin, un hermoso testimonio de admiración a un hombre que, como el Fundador de la República, dedicó su vida al servicio de los demás, y por ello termino estas pala-bras sobre los textos múltiples de Mateo Morrison, con los versos de su Oda a Juan Bosch:

“(…)“Este hombreInauguró senderosQue pocos han tocado.Construyó una llama

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Que se convirtió en patriaMás allá de mares.Y un buen díaCuando las letrasDesafiaron el tiempoY los espacios Se convirtieron en melodíasCruzó Juan Pablo DuarteCada uno de los muros de la ciudad Para abrazarlo”.

Santo Domingo, 21 de enero de 2015.

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los nacimiEntos múltiplEs dE Juan Bosch

La llegada al mundo de algunos seres humanos que se convierten en personalidades esenciales en la vida de los pueblos o del mundo, despierta el interés de muchos auto-res, llegando a escribirse sobre ellos ensayos, biografías y obras de ficción en las más variadas facetas. Quienes tu-vimos la dicha de seguir a Juan Bosch desde la distancia y luego compartimos por momentos su cercanía, tenemos también nuestros ángulos para la mirada que abarca nive-les objetivos y subjetivos. De Juan Bosch se ha escrito y se escribirá mucho más. Él es parte de una galería de inmorta-les que seguirán generando referencias constantes a través de libros enjundiosos o de anécdotas.

Al introducir este libro quisiera dar mi visión acerca del gran cuentista, a propósito de la alusión que él hace de sus dos nacimientos: el de La Vega, el 30 de junio de 1909 y el de San Juan, Puerto Rico, en 1938, cuando leyó los textos originales de Eugenio María de Hostos. Me he propuesto señalar algunos nacimientos más de los múltiples que tuvo. Al final trataré de reflexionar acerca de su legado. En este libro seleccioné fases esenciales de su intensa vida. Publico algunas odas, una elegía, y unas posibles lápidas para con-cluir mi homenaje.

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En el año 1909, el campo de Río Verde en La Vega, debía conservar algo de lo visto en ese valle por los conquistado-res, quienes lo describieron como uno de los lugares más hermosos vistos por ojos humanos.

Cuando doña Ángela Gaviño dio a luz, este lugar debió ser paradisíaco. Fue descrito en el cuento “El abuelo” de la siguiente forma:

“Cuando la noche entraba, un silencio de piedras se adueñaba de toda la comarca. Acaso cantaba un gallo; quizá ladraba un pe-rro. Con largos trechos de tiempo entre sí, silbaba un campesino que volvía de casa de la novia o del juego de dados; campaneaban hierros de caballo enjaezado, sobre el que jineteaba un viajero re-trasado...

Los peones de la casa se reunían en la enramada o en la co-cina. Contaban historias de aparecidos y de revoluciones. En el patio revoloteaban las hogueras y el resplandor del fuego en que hacían café iluminaba el respaldo de la vivienda, recortándola ante el camino en sombras.”

El segundo nacimiento fue en San Juan, Puerto Rico. Se alejaba de los predios de la tiranía trujillista, inicialmente, no con la idea de convertirse en el líder fundamental del exilio, sino para realizar su obra literaria en espacios más propicios para que la creatividad se expandiera con brisas libertarias. El conocimiento del ilustre educador Eugenio María de Hostos, nacido en Puerto Rico, lo llevó a valorar a este educador como sembrador y maestro de América.

Otro nacimiento fue cuando entre 1929 y 1930 Juan Bosch viaja a Barcelona y emprende su primer recorrido fue-ra del país por dos años y que incluía además de España a Venezuela, Curazao, Trinidad y Martinica entrando en contacto con el mundo exterior y, en particular con luga-res que contrastan en términos materiales, con el atraso de

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nuestro país. De seguro que este ambiente influyó a su inten-sa vocación literaria y se expresaría a su regreso, en una nue-va etapa que inicia en 1931 con la publicación de dos poemas en el Listín Diario bajo la firma de Juan E. Bosch. En 1932 es-cribe “La mujer”, un texto cargado de intensidad, atmósfera poética y economía del lenguaje. En ese mismo año forma parte del grupo “La Cueva” y publica Camino Real. Conoce a Pedro Henríquez Ureña, quien le recomendó leer a Kipling, Maupassant y a Quiroga. Los dos primeros los leyó durante ese periodo. El último, quien el que, Bosch más influyó en sus reflexiones sobre la técnica del cuento, en 1940.

Cotubanamá Henríquez visita Puerto Rico para propo-nerle la creación del Partido Revolucionario Dominicano. Su declinación a presidir esa nueva organización no doblegó las intenciones de esta propuesta. Henríquez lo esperaba en La Habana cuando este arribó a dirigir la edición de las obras completas de Hostos. Ahí se produjo un nuevo nacimiento, esta vez como dirigente político. Esto lo condujo a ser electo Secretario General en el primer congreso del Partido Revolu-cionario Dominicano.

“En realidad, dos cosas han guiado mi vida de escritor y de político, dos fuerzas, dos impulsos: uno es servirle a mi pueblo; ese ha sido permanente y desde que tengo conciencia. Al principio, naturalmente, no me daba cuenta de que me interesaba servirle al pueblo, sino a la gente humilde; lo que me interesaba era hacer algo a favor de una mujer pobre, de una vieja o de un niño… Me gustaba, cuando veía que una señora o un niño iba a cruzar la calle; correr y agarrarlo de la mano para que cruzara la calle; sentía que tenía esa obligación con ese ser humano, aunque no lo conociera, y naturalmente, después, cuando fui teniendo con-ciencia de que los seres humanos como individuos son una cosa y como pueblo son otra, ya no tenía que dedicarles mi atención a un individuo, fuera vieja, o fuera niño o fuera hombre, sino al pueblo.

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El segundo impulso es hacer eso bien hecho, tal como se debe hacer no solamente desde el punto de vista de los métodos para hacer las cosas, sino también desde el punto de vista de la posición ideológica que un hombre debe adoptar en esta hora del pueblo.

No me importa nada más. Para mí, los honores, los bienes reales, la nombradía, la gloria, nada de eso significa nada. Lo que significa, lo que tiene importancia para mí es servirle al pueblo haciendo bien lo que tengo que hacer.”

El 18 de diciembre de 1961, a siete meses de colapsar la larga tiranía trujillista, y después de haber enviado una comisión del partido al país, retornaba de un largo exilio.

El calor con que fue recibido por los sectores más em-pobrecidos de la capital, bajo la consigna “Ya llegó Juan Bosch, esto se acabó”; fue otro nacimiento encarnado en su lar nativo, iniciando una nueva etapa del quehacer políti-co nacional, a través del programa Tribuna Democrática, caracterizado por su forma didáctica explicando la compo-sición social dominicana (tutumpotes e hijos de machepa). En esas alocuciones, el presidente del PRD enseñaba, entre otras cosas, qué era la democracia y sus orígenes más remo-tos, qué era la inflación; cómo deberían administrarse los recursos del Estado, en fin una cátedra todas las tardes que lo convirtió en un fenómeno político.

La ausencia de libertades y el control de los medios de comunicación en manos de los personeros de la dictadu-ra, la existencia del Partido Dominicano como agrupación única, hicieron que los dominicanos no tuvieran ninguna experiencia de la pluralidad del debate de las ideas.

Con la liberación de los presos políticos y el retorno de los exiliados, se conocieron los atisbos de una vida demo-crática. Se crearon agrupaciones de las más diversas ideo-logías, sindicatos, asociaciones profesionales y clubes cul-turales. Las avanzadas ideas en el marco de la democracia

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formal enarboladas por el candidato presidencial del Partido Revolucionario Dominicano, generaron posiciones radicales desde los sectores más conservadores de la sociedad domi-nicana. La dirección de la iglesia católica jugó un papel esen-cial en esa campaña de hostilidad contra Juan Bosch. El pa-dre Láutico García en representación del clero y Juan Bosch, escenificaron un debate televisivo que acaparó la atención nacional en aquel momento.

La acusación de comunista y la participación de los sa-cerdotes en las misas cuestionando al candidato del PRD, obligaron a éste a solicitar una posición oficial de la jerar-quía católica. Se planteó su retiro del proceso electoral. Fue en las cámaras de televisión donde Juan Bosch usó toda su inteligencia experiencia y brillantez, logrando derrotar, ante los ojos atentos de todo un pueblo, al experimentado filóso-fo y teólogo. Sin duda que este fue otro de sus nacimientos.

Dos días después, al salir abrumadoramente triunfante del torneo electoral, volvía a nacer, tanto el 20 de diciembre de 1962, como el 27 de febrero de 1963, cuando el mundo pudo observar cómo este ser humano cargado de dignidad ante la vida pública se elevaba al ser el primer presidente electo democráticamente después de tantos años de autori-tarismo extremo.

El primero de noviembre del 2001 se extinguió material-mente la vida de un dominicano de excepción y ahí nació, como diría el poeta Franklin Mieses Burgos, el minotauro. Esta muerte fue un nacer sin límites de tiempo y espacio, porque desde ese día todo el que quiera dedicarse a la dig-nidad, al decoro, a la honestidad, a la ética y a la estética, tiene un nuevo paradigma.

M.M

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política cultural En El goBiErno de Juan BosCh

un oasis en nuestra historia Cultural

La creación de la UNESCO del Ministerio de Cultura de Francia marcan el inicio de lo que ha sido una política cultural asumida en términos de modernidad.

Para esa época sufríamos la larga tiranía trujillista y los ecos de democracia cultural no nos tocaban. Lo que sí nos tocó fue la guerra civil española, de la cual pudimos reci-bir parte de esa extraordinaria intelectualidad que salió del vientre de la República Española.

Ellos hicieron posible la existencia de Bellas Artes y se creó la Orquesta Sinfónica Nacional que, sumado al papel que jugaron la radio y televisión estatales, podemos decir que existió una política cultural de la Era, pero sin el com-ponente libertario imprescindible para que sea auténtica, participativa, democrática y respetuosa de la “condición humana”, si tomamos el título de una obra fundamental de André Malraux, titular del primer Ministerio de Cultura que existió en el mundo.

El 30 de mayo de 1961 cayó abatido el tirano Rafael Leonidas Trujillo. Este acontecimiento permitió el inicio de un proceso democrático que liberó muchas de las energías contenidas en la nación dominicana.

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La llegada de intelectuales que habían padecido el exi-lio, permitió que se debatieran nuevas ideas y en tal senti-do se vivió una renovada etapa a partir de 1961, donde se fundaron los primeros clubes y círculos culturales que tan importante papel desempeñaron.

La situación surgida con la salida del doctor Balaguer y la llegada al poder del Consejo de Estado va a generar un intenso proceso de ebullición política, que se reflejará en posiciones radicales sobre el problema cultural como parte indiscutible de la guerra fría. Las manifestaciones artísticas, literarias y culturales en general serán un reflejo de esta realidad.

Así pues, la llegada al poder del destacado intelectual Juan Bosch y sus seis meses y veintiocho días en el gobier-no, debieron ser el punto de partida de una correcta política cultural. Pero el golpe de Estado del 25 de septiembre de 1963 truncó las iniciativas que se expresaron tanto a nivel cultural-popular como también en las Bellas Artes, tocando el proceso educativo como piedra angular de un desarrollo integral.

Al momento de llegar el profesor Juan Bosch al poder a través de unas elecciones ejemplares ganadas abruma-doramente, se vivía una situación mundial caracterizada por la visión democrática que iba desde la experiencia de Costa Rica y Uruguay, consideradas las Suizas de América, contrastando con las tiranías de Haití y Paraguay, modelos muy parecidos a los que había vivido la República Domini-cana durante más de 30 años.

La revolución cubana ocurrida cuatro años atrás, había ejercido una gran influencia en las juventudes latinoameri-canas que se radicalizaron tratando de reproducir el modelo. Mientras otros núcleos de revolucionarios trataban de se-guir la experiencia china o soviética.

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¿Cómo se reflejaba esto en el arte, la literatura y la cul-tura en general? Por un lado el realismo socialista con su secuela de ministerios de cultura centralizados, unos si-guiendo el tema Arte y Literatura como resultado del Foro de Yenán y otros detras del modelo soviético a partir de las concepciones de Lunacharsky. Pero también habían otras experiencias del lado de la democracia representativa que iban desde ideas socialdemócratas y socialcristianas más cercanas al modelo de la denominada izquierda democrá-tica en consonancia con la “Alianza para el progreso” del presidente John F. Kennedy.

En efecto, la política influiría de forma determinante en las diversas concepciones sobre cultura y los debates sobre cultura nacional, cultura popular y nueva cultura, que divi-dían a los activistas en la República Dominicana.

Un hecho esencial para entender la política cultural en el gobierno de Juan Bosch fue la formación intelectual del primer presidente democrático después de la caída de la tiranía, que venía por un lado de la escuela hostosiana y por el otro de todas sus vivencias en países como Puerto Rico, Cuba, Costa Rica, Chile y Venezuela, donde sin lu-gar a duda, desarrolló su enorme talento que cultivó desde muy joven en la provincia de La Vega.

Quien lee los Cuentos escritos antes del exilio y la novela La Mañosa, aun hoy, sabe que hablamos de un escritor ya formado desde su juventud en las más exigentes lecturas de escritores clásicos, pero también que estamos en la pre-sencia de un gran creador. De ahí que todavía recordemos a algunos poetas contándonos las tertulias literarias que se celebraban en el Palacio Nacional y las expresiones de don Juan acerca de que el poeta era un lujo del Estado.

Juan Bosch, desde la Presidencia de la República, dignifi-có el servicio diplomático nombrando intelectuales y artistas.

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Centenares de dominicanos fueron a estudiar desde gastronomía y canto lírico, hasta artesanía, sin descuidar la formación de técnicos en las más variadas manifestaciones del saber. La visión que tenía Juan Bosch sobre Política Cul-tural lo condujo a celebrar el Centenario de la Restauración con un encuentro nacional de grupos folclóricos de todo el país e invitó a República Dominicana a Pablo Casals, con-siderado para la época como el más grande violoncellista del mundo.

Resulta clave destacar una concepción de la cultura que se adelantó por décadas a la idea que se tenía, no sólo en nuestro país, sino en la mayoría de los países iberoameri-canos.

A diferencia del pasado, con el gobierno de Juan Bosch se inicia la política cultural inclusiva y democrática en la República Dominicana.

Para Juan Bosch, democratización de la cultura y cultu-ra democrática, estaban estrechamente enlazadas. Sólo hay que ver los conciertos de la Orquesta Sinfónica Nacional en diversas provincias del país. Los seis meses y 28 días que duró este gobierno debieron ser la base para un amplio desarrollo cultural que iniciamos varias décadas después.

Para muchos será una sorpresa saber que el 22 de mayo de 1963 el profesor Juan Bosch envió al Senado de la Re-pública, un proyecto de ley para crear la Dirección General de Información, Cultura y Diversiones, antecedente de lo que posteriormente fue el Consejo Presidencial de Cultura, creado el 14 de febrero de 1997. En esa ley aprobada por el Congreso Nacional el 1º de junio de 1963 en su acápite b, se señalaba expresamente la organización de campañas y programas encaminados a la difusión y al desarrollo de la cultura, en todo el territorio nacional.

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En entrevista que realizáramos al doctor Franklin Do-mínguez, director de ese organismo, este señaló el interés del profesor Juan Bosch por el cumplimiento de sus metas:

“Su gran preocupación era la educación de su pueblo y su superación gradual a través de un auténtico y revolucionario pro-grama cultural diverso, amplio, efectivo y acorde con nuestra rea-lidad y posibilidades económicas. De ahí que uno de sus primeros logros fue la creación de la Dirección General de Información, Cultura y Diversiones, que me tocó organizar y dirigir por dis-posición suya y que tenía como objetivo, masificar las actividades artísticas y deportivas, de tal forma que el pueblo pudiera recibir directamente sus beneficios a través de organismos que se crea-rían a nivel nacional en una dinámica cruzada cultual que daría oportunidad a todos los dominicanos; no solamente disfrutar del arte en todas sus manifestaciones, sino, principalmente, a contar con escuelas y centros donde desarrollarse, sin discriminación ni obstáculos de ningún tipo. Tan pronto asumí la dirección de esta oficina, y siguiendo sus instrucciones, preparamos el programa para poner en ejecución dicha cruzada a nivel nacional a través de los clubes culturales existentes, de las autoridades gubernamen-tales y los medios de comunicación”.

A nuestro juicio Juan Bosch se adelantó al núcleo del informe de la UNESCO sobre cultura y desarrollo que tuvo como antecedentes el Encuentro Mundial de México, pues por primera vez en nuestro país se relacionaba en forma directa la cultura como uno de los ejes del desarrollo.

Otro ejemplo que confirma nuestra aseveración es la Comunicación del Presidente de la República al Senado del 30 de abril de 1963, donde señala claramente que el 10% de los excedentes a la venta de azúcares en el exterior, debía ser utilizado en la difusión de la cultura popular. Esto fue

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aprobado por el Congreso y promulgado por el Poder Eje-cutivo el 16 de mayo de 1963, lo que demuestra fehacien-temente la importancia que daba el profesor Juan Bosch al desarrollo cultural del pueblo dominicano.

Las manifestaciones artísticas y culturales de este pe-ríodo, formaban parte del amplio abanico que fue la Cons-titución de 1963, orientada hacia un salto cualitativo de las condiciones de vida del pueblo dominicano y las enseñan-zas ya divulgadas por el profesor Juan Bosch a través de Tribuna Democrática, siendo este programa la más trascen-dente y profunda escuela política para un pueblo que había vivido un oscurantismo de más de 30 años y que sólo cono-cía de sus deberes, pero no de sus derechos.

Parecía que los postulados de la Revolución Francesa precedidos por la Magna Carta Inglesa, no habían llegado a los oídos de los dominicanos. Juan Bosch inició un pro-ceso donde los habitantes del país comenzaron a sentirse ciudadanos.

El concepto de Ciudadanía Cultural tan ligado a la con-temporaneidad, encontró en la Constitución de 1963, el so-porte legal y en los instrumentos creados por el gobierno para defender dichos postulados. En la sección 3, artículo 30 se señala:

Art. 30.- Quedan prohibidos los monopolios a favor de los particulares.

Serán perseguidos y sancionados conforme a la ley:Quienes se dediquen al acaparamiento o concentración

de artículos de consumo necesarios o de primera necesidad, con el propósito de causar el alza o elevación de los precios de dichos artículos.

El autor o autores de todo acuerdo, concierto, manio-bra o combinación en la forma que fuere entre productores, industriales, comerciantes o empresarios de servicios al pú-blico, tendiente a fijar precios por encima de los normales,

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repartir mercados, negar el trato comercial con otro, o a vin-cular la venta o arrendamiento de un producto o servicio con la venta o arrendamiento de otro, o que de cualquier modo limite o impida, o trate de limitar o impedir, la libre concurrencia en la industria, en el comercio interior o exte-rior, o en los servicios públicos.

Quienes, directa o indirectamente, discriminen en cuan-to a los precios entre distintos compradores de productos o mercancías de igual categoría o calidad, tanto en el comer-cio interior como en el exterior, cuando tal discriminación tenga por efecto limitar la libre concurrencia o crear un mo-nopolio total o parcial en cualquier ramo de la industria o en el comercio, o impida, destruya o perjudique la libre concurrencia con cualquier persona física o moral.

El autor o autores de toda actuación, maniobra o combi-nación, tendiente a producir un aumento abusivo de utili-dades o una ventaja exclusiva, en beneficio de una o varias personas determinadas, en perjuicio del público, de una clase social del interés colectivo.

En la sección 4, de la educación y la cultura, nos damos cuenta que con los artículos 35, 36, 37, 38, 39 y 40 se crearon las bases para eliminar el monopolio de la educación y la cultura que históricamente estuvo en manos de un pequeño grupo que entendió que sólo ellos tenían derecho al bene-ficio de los avances científicos y al disfrute de las diversas manifestaciones del espíritu, que podrían comprar en Santo Domingo, en París, Madrid, New York o en cualquier parte del mundo. En tal sentido:

Art. 35.- Se reconoce el derecho de todos los dominica-nos a la educación y se establece la obligación del Estado de tomar las medidas necesarias para garantizar su cabal ejercicio.

Art. 36.- Se declara de interés social la erradicación de-finitiva del analfabetismo.

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Las leyes establecerán las instituciones y organismos encargados de poner en marcha en el país una efectiva campaña oficial y privada encaminada a difundir la cultura en todo el territorio nacional y a enseñar a leer y escribir a todos sus habitantes analfabetos.

Art. 37.- Se garantiza la libertad de enseñanza y se pro-clama la ciencia como fundamento básico de la educación.

El Estado tendrá a su cargo la organización, inspección y vigilancia del sistema escolar, en orden a procurar el cum-plimiento de los fines sociales de la cultura y la mejor for-mación intelectual, moral y física de los educandos.

Art. 38.- Por su trascendencia social, el magisterio que-da erigido en función pública.

En consecuencia, los Poderes Públicos se hacen respon-sables de la elevación del nivel de vida de cada maestro, de proporcionarle los medios necesarios para el perfec-cionamiento de sus conocimientos, así como de la tutela y salvaguarda de su dignidad, de manera que éste pueda consagrarse al ejercicio de su elevada misión sin presiones económicas, morales, religiosas o políticas.

Art. 39.- El Estado proporcionará, gratuitamente, a to-dos los habitantes del territorio nacional, las enseñanzas primaria y secundaria. La enseñanza primaria se declara obligatoria para todos los residentes en el país en edad escolar.

Art. 40.- El Estado propiciará la difusión y el auge de la enseñanza universitaria, profesional, vocacional y técnica para los obreros y campesinos.

En estos artículos, se consagran las bases de una ciuda-danía cultural auténtica y el desarrollo de las potencialida-des y creatividad del pueblo dominicano. La democracia cultural y la cultura democrática se proyectan como una sola realidad que viabiliza las grandes posibilidades creati-vas del pueblo dominicano.

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A partir de los conceptos de Política Cultural que se constituyen en un consenso y que la UNESCO expresa se-ñalando: “Conjunto de operaciones, principios, prácticas y procedimientos de gestión administrativa o presupuestaria que sirven de base a la acción cultural del Estado”, cobran cuerpo aun más la concepción democrática asumida en el corto gobierno del ex presidente Juan Bosch.

¿Hubo entonces una Política Cultural en el gobierno de Rafael Leonidas Trujillo? ¿Hubo una política cultural con Ulises Heureaux? La realidad es que sí. Pero fueron políticas culturales caracterizadas por la falta de democra-cia y por la oposición a los valores éticos imprescindibles para el desarrollo cultural a diferencia de la politica cul-tural del periodo del 27 de febrero de 1963, hasta el 25 de septiembre . Las concesiones del Estado a las instituciones culturales se inician a partir de 1767, cuando se cedió des-pués de la expulsión de los jesuitas de los dominios espa-ñoles de la isla, la iglesia de los jesuitas para dedicarse a diversos usos. Asimismo, la antigua Capilla de la Tercera Orden, en la cual funcionó la Escuela Normal fundada por don Eugenio María de Hostos.

El Alcázar del Virrey Don Diego Colón se mantuvo más o menos intacto, hasta que el 12 de noviembre de 1799 comenzaron a desplomarse algunos de sus techos; en 1835, se vino abajo la última parte del techo que quedaba, pero por su significación histórica durante la anexión de la República a España, el gobierno dictó una Real Orden sobre su conservación. Nueve años más tarde (1870), en la restaurada República el Senado Consultor dictó un decreto mediante el cual declaró Monumentos Públicos al Alcázar de Colón y la Columna Chata situada en la cuesta de San Diego y prohibió su enajenación y destrucción.

Desde que fue proclamada la independencia nacional, a través de la ley No. 52 de fecha 2 de julio de 1845 ya

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teníamos los prolegómenos de lo que sería una política cul-tural nacional. Esta ley señala: “son bienes nacionales entre otros, todas las propiedades, muebles o inmuebles, capita-les y sus órdenes, cofradías y demás corporaciones que ya no existen, y por tanto recaen en el dominio de la nación”, por lo que a este efecto, los edificios de la mencionada igle-sia de los Jesuitas y de la casa pasaron a formar parte del patrimonio del Estado Dominicano.

En 1859 se cedió su uso a la “Sociedad Amantes de las letras”, que instaló un teatro inaugurado en 1860 y poste-riormente fue cedido a la sociedad literaria “La Republica-na” por un plazo de veinte años entre el 26 de mayo de 1879 al 26 de mayo de 1899.

Para el año 1870 fue la donación de la biblioteca per-sonal del destacado intelectual venezolano Rafael María Baralt quien al entregar esto a la “Sociedad de Amigos de la Cultura” en que estaba el Arzobispo Meriño y Salomé Ureña de Henríquez, se constituyó en la primera biblioteca pública del país. Esa fue sin duda una experiencia de polí-tica y cultural concreta de la época.

Hay, además, un conjunto de legislaciones para la pro-tección del patrimonio cultural, que surgieron a finales del 1800 y la protección y estímulo a los escritores dominicanos en una forma limitada.

Hubo una con la serie de disposiciones sobre el fomen-to del libro, mediante la concesión de incentivos y ayudas para la publicación de obras literarias y científicas. Entre ellas se destacan el Decreto del Congreso Nacional dictado en 1880, mediante el cual se acuerdo al autor de toda obra literaria nacional, una ayuda ascendente al 25% de los gas-tos de su primera edición en el país.

En el año 1882, el Congreso Nacional mediante una re-solución del 8 de julio autorizó a “La Republicana” para que pudiera arrendar todo o parte de las anexidades en ruinas

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del citado edificio con el objeto de reedificarlas o usarlas, aplicando el producto del arriendo a la reparación, mejora y conservación del teatro “La Republicana”.

El súbdito inglés C. M. León, solicitó el 27 de abril de 1894, que las anexidades del teatro les fueran concedidas con toda propiedad, pues ya el usufructo de la concesión le pertenecía hasta el 1909. El Congreso acogió favorablemen-te la proposición y el 16 de mayo de 1894 el presidente de la República, general Ulises Heureaux, promulgó la resolu-ción del Congreso que autorizaba a enajenar las anexidades del teatro al señor León por la suma de mil quinientos pe-sos oro o su equivalente en plata, con la condición de que se reedificaran en el más breve plazo.

Varias disposiciones fueron dictadas en el año de 1884 en cuanto al patrimonio documental de la Nación, cuando el Congreso Nacional por su Resolución del 7 de junio de ese año, creó un depósito para la conservación de las obras editadas por cuenta del Estado. Dicho patrimonio tendría su asiento en el Ministerio de Justicia, Fomento e Instruc-ción Pública, hasta tanto fuera creado el cargo de Archivero Público y se estableciera el correspondiente Archivo Gene-ral de la Nación. El 26 de septiembre de 1884 fue creado el cargo de Archivero Público.

Asimismo, en 1884, por resolución del Congreso Nacio-nal se autorizó al Poder Ejecutivo otorgar incentivos a la propiedad literaria.

Las primeras disposiciones legales que se dictaron so-bre la creación de un Museo Nacional, datan de principios de siglo XX. En 1903, el gobierno provisional, mediante un decreto dispuso la creación de un Museo Nacional y al año siguiente en 1904, otro decreto de dicho Gobierno cedió a la Junta de Caridad “Padre Billini”, las ruinas del Alcázar de Colón para que procediera a su restauración y al esta-blecimiento de un Museo Nacional. Todavía en 1913 no se

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había llevado a cabo tal propósito, ya que el 25 de marzo de este año, fue promulgada la ley No. 5207, mediante la cual el Congreso Nacional dispuso la creación de un Museo Nacional. Finalmente, la Ley No. 666, del 24 de junio del 1927, asignó cinco mil pesos oro anuales para la creación y sostenimiento del Museo y Biblioteca Nacional.

El Decreto dado en 1903 por el Gobierno Provisional, en-cabezado por Carlos F. Morales Languasco, sobre la creación de un Museo Nacional, se complementa con otro Decreto del mismo año, que declaró propiedad exclusiva de la nación los objetos arqueológicos existentes en el territorio dominicano.

El fomento de las artes plásticas también mereció cier-ta ayuda y apoyo de los poderes públicos. Una resolución del Congreso Nacional dictada en 1906, declaró de utilidad pública los certámenes de artes e industrias nacionales que celebraba el “Casino de la Juventud” el día 16 de agosto de cada año. Otra resolución dictada por el Poder Ejecutivo en 1908, dispuso el establecimiento de una Academia de Di-bujo, Pintura y Escultura en la ciudad de Santo Domingo.

La acción cultural del Estado en este período se caracteri-za por ser incipiente en materia de la conservación, tanto del patrimonio documental como del monumental de la Nación y estar más centrada en el fomento de la producción artística y literaria. En esa época el concepto de cultura no trascendía el plano de lo individual y se hacía coincidir, sobre todo, con la preparación profesional o formación intelectual, el desa-rrollo de las aptitudes artísticas, y la erudición.

En 1907 el presidente Ramón Cáceres dictó otro Decreto sobre objetos arqueológicos. Pero tanto éste como el Decreto No. 4347 del 14 de diciembre de 1903, estuvieron vigen-tes hasta que fueron derogados por la Ley No. 5207 del 25 de marzo de 1913, que además de disponer la creación de un Museo Nacional, prohibió la exportación de objetos ar-queológicos fabricados por los indígenas de la isla.

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En 1914 fue dictada una ley sobre protección de las obras literarias y artísticas publicadas en el territorio do-minicano. Al año siguiente, fue dictada otra ley, mediante la cual se dispuso aportar la suma de trescientos pesos oro, como contribución del Estado para la publicación de las obras de psicología, lógica y discusión y conferencias del insigne educador don Eugenio María de Hostos. En este período fueron dictadas las primeras disposiciones legales sobre derecho de autor.

Durante el gobierno que encabezó Horacio Vásquez (1924-1930) se tomaron algunas medidas, sobre todo por la iniciativa de la primera dama Trina de Moya en el ámbito del teatro y de las bibliotecas.

Con la llegada al poder de Rafael Leonidas Trujillo im-pulsado por un conjunto de intelectuales que le sirvieron de sustrato al inicio de sus 31 años, se pusieron en eje-cución algunos aspectos de la política cultural. El 16 de agosto de 1930, se adoptaron una serie de medidas legales sobre la conservación del patrimonio monumental. Pocos meses después de haber tomado posesión, el Presidente de la República dictó el Decreto No 63 del 26 de noviembre de 1930.

En el artículo Único de ese Decreto se dispuso lo siguien-te: “Se declaran Monumentos Nacionales: El Baluarte 27 de Febrero, la Santa Basílica Metropolitana, la Antigua Iglesia del Convento de los Padres Predicadores, la actual sacristía de la Iglesia de San Lázaro, que es el antiguo Templo, la casa-fuerte del Almirante Don Diego Colón, la Puerta de San Diego, el Homenaje, la Iglesia de San Nicolás, el fuerte de San Jerónimo; el fuerte de Haina y todos los edificios o parte de edificio de igual índole que deban ser conservados por su valor histórico y arqueológico, los cuales se designa-rán por Decreto tan pronto se terminen los estudios que de ellos se están haciendo”.

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Además de estar incluido en el Decreto No. 63, del 26 de noviembre de 1930, el Baluarte 27 de febrero fue decla-rado Monumento Nacional, por la Ley No. 932 del 26 de noviembre de 1935.

La conservación del patrimonio documental de la Na-ción fue otro de los aspectos de la política cultural puesta en ejecución por el gobierno.

Por el Decreto No 186, del 23 de julio de 1931, fue crea-da la Academia de la Historia, con el objeto de “hacer in-vestigaciones y estudios sobre la historia dominicana, bus-car, ordenar y clasificar los datos y documentos relativos a nuestro pasado; estimular la producción de trabajos sobre la materia y emitir voto consultivo cada vez que oficialmen-te sea solicitada su opinión o su informe”. La Academia de la Historia quedó inaugurada el 16 de agosto de 1931.

La Ley No 293, del 13 de febrero de 1932, puso bajo la protección oficial los monumentos, obras y piezas de im-portancia histórica, artística o arqueológica, existentes dentro del territorio de la República. Por la misma ley fue creada una “Comisión de conservación de monumentos, obras y piezas de importancia histórica, artística o arqueológica”.

La Ley No 293, del 13 de febrero de 1932, sobre Monumen-tos Nacionales fue modificada por la Ley No 4469, del 3 de junio de 1956, para imponer sanciones a sus contraventores.

El 23 de mayo de 1935, fue promulgada la Ley No 912, sobre Organización del Archivo General de la Na-ción. El artículo 1 de dicha Ley, modificado por la Ley No 1085, del 6 de abril de 1936, pone a cargo del Archivo General de la Nación “la conservación y organización de todos los documentos, expedientes, registros y papeles en general, que procedan de los archivos de las diversas oficinas y dependencias del Estado, del Distrito de Santo Domingo o de las comunes, que no estén en actividad y no tengan ya otro interés que el puramente histórico; así

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como de todos los documentos históricos que puedan ser adquiridos”.

Por Decreto del Poder ejecutivo No. 1478-bis, del 4 de enero de 1936, se crea la Comisión Asesora del Archivo Ge-neral de la Nación. También fue promulgada otra impor-tante disposición relativa al patrimonio documental de la Nación. Se trata de la Ley No. 1500, del 22 de abril de 1938, que determina cuáles son los documentos nacionales.

Para llevar a cabo sus funciones en el área de las artes, la Secretaría de Estado de Educación Pública y Bellas Artes contaba con un Departamento de Bellas Artes, hasta que por la Ley No 311, del 19 de julio de 1940, fue creada la Dirección General de Bellas Artes bajo control de dicha Secretaría.

Para cooperar con la Secretaría de Estado de Educación Pública y Bellas Artes en el desarrollo del Museo Nacional, fue creada la comisión Asesora del Museo Nacional, por la Ley No. 1341, del 10 de julio de 1937.

Para que se ocupara de ampliar, estudiar y sugerir pautas para la mejor organización del acervo arqueológico aborigen y colonial, mediante Decreto No. 22, del 8 de sep-tiembre de 1938, fue creada la Comisión Dominicana de Ar-queología.

Para llevar a cabo sus funciones en el área de las ar-tes, la Secretaría de Estado de Educación Pública y Bellas Artes contaba con un Departamento de bellas Artes, hasta que por la Ley No. 311 del 19 de julio del 1940, fue creada la Dirección General de Bellas Artes bajo control de dicha Secretaría.

La Orquesta Sinfónica Nacional fue fundada el 5 de agosto de 1941.El Conservatorio Nacional de Música y Declamación fue inaugurado la noche del 17 de abril de 1942. Mediante la Ordenanza 588/42 del Consejo Nacional de Educación Pública fue clausurado el antiguo Liceo Mu-sical de Ciudad Trujillo.

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En julio de 1942, se ordenó un estudio detallado con el fin de proceder a una reforma total del Museo Nacio-nal”. La Dirección General de Bellas Artes fue encargada de formular el plan que incluyó el traslado del Museo a una casa situada en las inmediaciones del Alcázar de Colón que fue objeto de reparación y transformación. El traslado de las colecciones se inició en diciembre de 1943 y el Museo Nacional fue reinaugurado el 29 de febrero de 1944, como parte de los festejos celebrados con motivo del centenario de la independencia nacional. Posteriormente, en 1955 fue trasladado a uno de los edificios construidos en el recinto de la Feria de la Paz, hoy Centro de los Héroes de Constan-za, Maimón y Estero Hondo.

La Comisión Asesora del Museo Nacional y la Comisión Nacional de Arqueología quedaron disueltas en virtud de lo dispuesto por la Ley No. 1400 del 19 de julio de 1947, que creó el Instituto Dominicano de Investigaciones Antropoló-gicas, adscrito a la Universidad de Santo Domingo, y encar-gado de todo lo relativo a las investigaciones antropológicas, arqueológicas y etnológicas en la República Dominicana.

Dentro del programa de “dominicanización de la región fronteriza” con Haití se dispuso la creación de escuelas de música. En febrero de 1944, las academias de música esta-ban funcionando en los pueblos de Enriquillo, Neiba, La Descubierta, Jimaní, El Cercado, Hondo Valle, Elías Piña, Bánica, Dajabón, Restauración y Loma de Cabrera.

En 1954, el Archivo General de la Nación fue traslada-do desde el viejo local que ocupaba en la calle Arzobispo Nouel, al nuevo edificio construido para esos fines, en el cual se encuentra instalado todavía. Con ese motivo, fue dictado el Decreto del Poder Ejecutivo No. 1173, del 23 de septiembre de 1955.

En virtud de ese mismo Decreto, la Comisión Asesora del Archivo General de la Nación, creada por el Decreto

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No. 1478-bis del 4 de enero de 1936, quedó constituida por los Miembros de Número de la Academia Dominicana de la Historia con su sede en el local del citado Archivo.

En 1955 fue inaugurado el Palacio de Bellas Artes, construido a un costo de más de un millón y medio de dólares, para albergar la Dirección General de Bellas Artes y servir de asiento a las instituciones dependientes de la misma.

El edificio de la iglesia de los Jesuitas, después de ha-ber sido teatro, fue utilizado como local para alojar oficinas públicas. Por la ley No. 4463 del 2 de junio de 1956, fue con-sagrado como Panteón de la patria, para servir de última morada a los restos de los héroes y próceres de la patria, a cuyo uso y desde entonces, se encuentra destinado, des-pués de haber sido ocupado en 1920 por las dependencias del Tesoro Nacional y en 1927 servir de sede la Secretaría de Estado de Hacienda.

El breve y fructífero periodo que se inició el 27 de fe-brero de 1963 y terminó con el golpe de Estado el 25 de septiembre, no significó que no existieran políticas cultura-les antes y después, pero este oasis en nuestra historia de tanto predominio autoritario fue no solo democrático sino realmente inclusivo y abarcó a todo el territorio nacional.

El triunvirato como gobierno de facto, para inducir a los coleccionistas privados a poner al servicio del público los bienes culturales de su propiedad, se dictó la Ley No 473, del 2 de noviembre de 1964, que estableció la exención del pago del impuesto sucesoral en beneficio de los suceso-res de los propietarios de archivos, bibliotecas, colecciones históricas, artísticas y arqueológicas dedicadas al servicio de la cultura sin beneficio económico.

Después de la insurrección popular de abril que trajo como secuela la segunda intervención norteamericana y la llegada al periodo de los 12 años del Dr. Joaquín Balaguer,

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una de las acciones de este nuevo gobierno fue la creación de la Oficina de Patrimonio Cultural, por Decreto del Po-der Ejecutivo No 1397, del 15 de junio de 1967, dentro de la Dirección General de Turismo. En esa misma fecha fueron dictados otros dos Decretos. El No 1396 que puso bajo la responsabilidad de la Dirección General de Turismo el pa-trocinio, mantenimiento y administración del Alcázar de Colón, y el No 1398 que encargó a la Oficina de Patrimonio Cultural fijar los límites de la “Ciudad Colonial” dentro del perímetro de la ciudad de Santo Domingo.

Un año después, el 14 de junio de 1968, fue promulgada la Ley No 318 sobre el Patrimonio Cultural de la Nación, según la cual éste se subdivide en: a) Patrimonio monu-mental; b) Patrimonio artístico; c) Patrimonio documental; y d) Patrimonio folklórico. Dicha ley enuncia, además, los bienes que integran cada uno de esas categorías. Al mismo tiempo, la referida Ley dispuso que “el Estado Dominicano ejercerá la salvaguarda de los bienes que constituyen el pa-trimonio cultural de la Nación”.

La facultad de expedir permisos para excavaciones ar-queológicas, que antes correspondía a la Oficina de Patri-monio Cultural, en virtud de lo dispuesto por el artículo 12 de la Ley No 318, del 14 de junio de 1968, fue traspasada al Museo del Hombre Dominicano por disposición de la Ley de su creación.

La Oficina de Patrimonio Cultural pasó a ser una de-pendencia del Poder Ejecutivo, en virtud de lo dispuesto por el Decreto No 621 del 3 de febrero de 1971. Por el De-creto No 417-97 del 23 de agosto de 1997, el Poder Ejecutivo dictó el Reglamento de la Comisión Ejecutiva de Patrimo-nio Cultural.

No obstante esas disposiciones y por el Decreto No 2123 del 30 de marzo de 1972, fue creada una Comisión para presentar al Poder Ejecutivo un programa de consolidación

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y ambientación de los grandes monumentos históricos de la ciudad de Santo Domingo.

La Ley No 326, del 2 de mayo de 1972, reforzó lo deci-dido por el referido Decreto, al disponer que la Comisión para la Consolidación y Ambientación de los Monumentos Históricos de la Ciudad de Santo Domingo, creada por De-creto No 2123 de fecha 30 de marzo de 1972, tendría a su cargo, en lo adelante, las atribuciones conferidas a la Ofici-na de Patrimonio Cultural en lo relativo a la restauración y ambientación de los monumentos y conjuntos monumen-tales de la ciudad de Santo Domingo de Guzmán y sus ve-cindades. Un Decreto relativamente reciente, el No 276-97 del 12 de junio de 1997, fue dictado para dar una nueva integración a dicha comisión.

Fue dictada la Ley No 564 del 27 de septiembre de 1973, que declaró “propiedad del Estado Dominicano todos los bienes arqueológicos localizados en la actualidad y que se en-contrasen en el futuro en el territorio nacional, aún estén en manos de particulares”. Al mismo tiempo se declaró de mane-ra tajante: “Esta propiedad es imprescriptible e inalienable”.

Asimismo, la indicada ley establece una serie de medi-das para las excavaciones arqueológicas, el registro y guar-da de dichos bienes por los particulares, a quienes atribuye la calidad de guardianes, a condición de que los mantengan en “exhibición permanente en beneficio del pueblo y de los estudiosos de la materia”.

La convención Universal sobre Derecho de Autor, revisada en París, Francia, en fecha 24 de julio de 1971, fue aprobada por el Congreso Nacional mediante Reso-lución No 40 del 16 de octubre de 1986. En cumplimiento del compromiso contraído por el Estado Dominicano en esa Convención, fue dictada la Ley de Derecho de Autor, No 32-86, del 4 de julio de 1986. Tres Reglamentos para la Aplicación de dicha Ley fueron dictados por el Poder

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Ejecutivo, mediante los Decretos Nos. 82-93, 84-93 y 85-93, todos del 28 de marzo de 1993.

Al llegar al poder el gobierno del PRD encabezado por el Sr. Antonio Guzmán la Comisión Encargada del Progra-ma de Rescate Arqueológico Submarino, dependiente del Poder Ejecutivo y con su sede en el Museo de las Casas Reales, fue creada mediante el Decreto No 683, del 28 de fe-brero de 1979. Posteriormente, dicho decreto fue modifica-do por el No 310-87, del 17 de junio de 1987. Esta Comisión estaba encargada de preparar los planes para la instalación de un Museo de Arqueología Submarina en las Atarazanas Reales de Santo Domingo y otro en Puerto Plata.

Para “fomentar la realización de exposiciones, conferen-cias, seminarios, así como la presentación de espectáculos artísticos”, fue creado el Centro de la Cultura de Santiago por Decreto No 1937, del 28 de agosto de 1980. Después de haberse integrado el Patronato Pro-Plaza de la Cultura de Santiago por Decreto No 107-90 del 18 de mayo de 1990, se le encomendó “el manejo y la toma de decisiones relativos a la orientación de la docencia y animación cultural que se desa-rrollan en el Centro de la Cultura de Santiago Señorita Ercilia Pepín”, por el Decreto N 520-90 del 19 de diciembre de 1990.

Para la aplicación del Plan de Ordenamiento del Cen-tro Histórico de Santiago y su puesta en valor, se definió el nuevo perímetro del Centro Histórico de la ciudad de Santiago, mediante el Decreto No 172-91, del 29 de abril de 1991 que, además, declaró varios inmuebles como monu-mentos nacionales.

Con la llegada del doctor Salvador Jorge Blanco en 1982 se realizaron dos festivales de cultura y se formó la comi-sión para crear el Instituto Nacional de Cultura.

La Comisión Dominicana Permanente para la Celebra-ción del Quinto Centenario del Descubrimiento y Evangeli-zación, en virtud de lo dispuesto por el Decreto No 220-93,

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del 23 de agosto de 1993, se convirtió en el Patronato de la Ciudad Colonial de Santo Domingo. Entre sus funciones se le señaló “diseñar y coordinar, entre otras actividades, un programa de preservación y uso educativo y turísti-co de la Ciudad Colonial de Santo Domingo, así como la promoción de un Centro de Altos Estudios Humanísticos y del Idioma Español”. Se le encargó administrar la Biblio-teca del Museo de las Casas Reales y preparar la celebra-ción de los 500 años de la fundación de la ciudad de Santo Domingo.

Con la nueva etapa la finalidad de corregir la situación imperante, heredada por el gobierno que asumió la direc-ción del Estado, el 16 de agosto de 1996, y con una concep-ción democrática de la cultura inspirada en las experiencias del gobierno de Juan Bosch, fue dictado el Decreto No 82-97, del 14 de febrero de 1997, en cuyos Considerandos se expuso en una síntesis bien lograda, lo siguiente: “Que la labor cultural del Estado se ejerce en la actualidad de una forma dispersa, sin coordinación de las instituciones bajo su responsabilidad y sin responder a una política cultural orgánica definida con participación de la sociedad. Que para el desarrollo sostenible y la democracia participativa resulta imprescindible formular y ejecutar una política cul-tural coherente con los valores de nuestra identidad y las demandas de la modernidad. Que corresponde al Estado Dominicano propiciar, impulsar y apoyar el desarrollo cul-tural del pueblo dominicano”.

Sentadas las anteriores justificaciones de las medidas que se formulan en el dispositivo de dicho Decreto, en el Artículo 1 del mismo, se dispuso lo siguiente: “Se crea el Consejo Presidencial de Cultura, como organismo delibe-rativo con funciones de carácter gerencial y administrativo, con el propósito de coordinar, organizar, promover, supervi-sar y evaluar las iniciativas del sector cultural y establecer las

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condiciones que conduzcan a la formación de la Secretaría de Estado de Cultura”.

En el artículo 7 del referido decreto, expresamente se estableció como requisito esencial, el cumplimiento de lo siguiente: “El Consejo deberá abrir un amplio proceso par-ticipativo de consulta como instrumento para canalizar las iniciativas de los distintos sectores sociales, con el propósi-to de tomar en cuenta las opiniones de la ciudadanía, sus organizaciones e instituciones, para lograr la mayor concer-tación en las decisiones a tomar”.

En ejecución del mandato formulado en esos términos, por el Honorable Señor Presidente de la República, Dr. Leonel Fernández, el Consejo Presidencial de Cultura ela-boró un Anteproyecto de Ley de Creación de la Secretaría de Estado de Cultura, que fue amplia y democráticamente debatido en la Sub-comisión de Cultura y en la Plenaria del Diálogo Nacional celebrado durante los días 6, 7 y 8 de marzo de 1998.

Como resultado de lo acordado en ese magno evento, fue designada una comisión por el Señor Presidente de la Repú-blica, con el propósito de que estudiara el referido Antepro-yecto de Ley e hiciera las recomendaciones que considerase procedentes. Dicha Comisión realizó la labor que se le enco-mendara, y sus observaciones fueron tomadas en cuenta en la redacción final del texto del Anteproyecto de Ley.

Independientemente de ese procedimiento de concer-tación, el Consejo Presidencial de Cultura también había sometido el Anteproyecto de Ley a la consideración de expertos nacionales y extranjeros, cuyas opiniones fueron objeto de la debida atención al elaborar la versión que se somete con el presente documento. En efecto, el indicado Anteproyecto de Ley recoge e incorpora las más atinadas recomendaciones de los entendidos en legislación cultural que han sido consultados.

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El sentido y alcance de las disposiciones contenidas en el Anteproyecto de Ley han quedado sustancialmente am-pliados, al ser concebido y desarrollado no sólo con el ob-jeto de la creación de una Secretaría de Estado de Cultura, sino del establecimiento de un Sistema Nacional de Cultu-ra, entendido este último como “el conjunto de instancias y procesos de desarrollo institucional, planificación e in-formación articulados entre sí, que posibilitan el desarrollo cultural y el acceso de la comunidad a los bienes y servicios culturales según los principios de descentralización, parti-cipación y autonomía”.

En el contexto del Sistema Nacional de Cultura de la República Dominicana, formulado en la Ley a que nos refe-rimos, la Secretaría de Estado de Cultura sería la instancia de nivel superior, responsable de la ejecución y puesta en marcha de las políticas, planes, programas y proyectos de desarrollo cultural.

A veces confundimos política cultural con creación cul-tural. Para que exista un auge de las artes y de las letras no es imprescindible que exista una política cultural oficial, ni siquiera que exista una Secretaría de Estado de Cultura.

En realidad es el pueblo quien crea la cultura y la di-vulga, sin embargo, las posibilidades de un real desarrollo nacional van de la mano de la existencia de políticas cultu-rales nacionales adecuadas y en vez de verse esto como un regalo de un señor feudal o de un mecenas, hemos avanza-do en la dirección de entender la cultura como uno de los derechos de las comunidades.

No se trata pues de un hecho caritativo que un gobierno construya bibliotecas, casas de cultura, promocione el cine, la artesanía o el fomento del libro. Se debe entender esto como una responsabilidad y como un deber sociocultural.

La conferencia de cultura de Ginebra, en forma ex-plícita, comprometió a todos los gobiernos a consignar la

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cultura como uno de los derechos en el mismo renglón que el de la salud, el de la vivienda y el de la educación. Pero es por primera vez en toda nuestra historia y en el gobierno del profesor Juan Bosch, cuando es consagrado en forma explícita este derecho.

El profesor Juan Bosch en su visita a México, ya casi al final de mandato, pidió al presidente López Mateos el envío de centenares de maestros de artesanía que vivirían en los municipios del país hasta que formaron un movi-miento artesanal a través del cooperativismo. Las villas de la libertad que comenzaron a implementarse en el país eran espacios comunitarios donde la gente viviría no sólo con dignidad, sino donde se fomentarían proyectos ligados al desarrollo cultural con calidad de vida.

El golpe de Estado del 25 de septiembre no pudo deste-rrar de nuestra historia esta breve pero intensa experiencia fomentando a una política cultural democrática, inclusiva y coherente y que se adelantó a su época en la concepción de dar relevancia en la política de Estado a los derechos cultu-rales de nuestro pueblo.

Finalmente y como producto de un consenso entre los sectores liberales del país representados en el PRD y el PLD se pudo aprobar a unanimidad de la ley 4100 que creó la Secretaría de Cultura, hoy Ministerio. Las iniciativas de la legisladora Milagros Ortiz Bosch, desde el Senado y del doctor José Joaquín Bidó desde la Cámara de Diputados antecedieron a esta promulgación el 5 de julio del 2000. Sus antecedentes reales están en el gobierno de Juan Bosch.

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cuando Juan Bosch nos dEfinió el ConCepto de Cultura

Los jueves de la cultura fue un espacio de la Dirección de Cultura de la UASD que inauguramos como parte de las iniciativas de extensión cultural, en un momento en que presidíamos la Dirección de Cultura de esa alta academia.

Las luchas políticas nacionales e internacionales se re-flejaban en las universidades estatales latinoamericanas y la Universidad Autónoma de Santo Domingo no era una excepción. El arcoiris ideológico de las izquierdas se expre-saba en la UASD de forma diversa y el dogmatismo llega-ba por momentos al irrespeto. Por eso preferimos invitar a Juan Bosch a un lugar que no formara parte del campus universitario.

Para ese momento el rector de la universidad era el Dr. Franklin Almeida y estábamos seguros que no permitiría que su líder fuera expuesto en una ciudad universitaria que ni las autoridades académicas que él presidia, tenían el control real. Por eso, acompañado de la poeta Carmen Sánchez, decidimos visitar al Prof. Juan Bosch en su casa, como una iniciativa propia y solicitarle una conferencia en la denominada Casa de la Cultura, lugar que fungía como una extensión para actividades de nuestra alta academia en la zona colonial.

Don Juan aceptó nuestra propuesta para sorpresa del mismo rector que tuvo que constatar personalmente la in-formación que le dimos; teníamos lo que sería en el argot periodístico “un palo”. Juan Bosch hablaría sobre cultura invitado por la UASD.

El entusiasmo que esto generó en nosotros nos llevó a prepararnos en la forma más adecuada que exigían las circunstancias para este acontecimiento. Ese día, como de costumbre, el distinguido profesor llegó antes de las 8, ya estaba repleto el salón y en un acto encabezado por las au-toridades universitarias, Juan Bosch definió el concepto de cultura, cuya síntesis reproducimos íntegramente con el tí-tulo “La Palabra Cultura”.

M. M.

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“la palaBra cultura”Juan Bosch

Cuando decimos “cultura”, estamos usando una pala-bra que puede tener varios significados. El vocablo llegó al español desde la lengua latina, en la que se escribía exacta-mente con las mismas letras, y en latín quería decir “culti-vo”, refiriéndose a las actividades agrícolas.

A tal punto ha perdurado en el español esa significación que para calificar una persona de culta podemos valernos de cinco o seis sinónimos, entre ellos el de “cultivada”; sin embargo es el caso que ya corre por los países que hablan el idioma de Machado y de Neruda; el consenso de que persona culta es alguien que tiene amplios conocimientos en varias materias y en sentido limitado, que lo tiene en una materia, y en ese caso hay que agregar esto último; por ejemplo: Luis tiene una solida cultura musical, o poética, o médica; o que se distingue por sus modales: Julio tiene maneras cultivadas.

Pero lo cierto es que en su significado más amplio y profundo, la palabra “cultura” significa la acumulación de todos los conocimientos y de todas las artes que la huma-nidad ha venido creando en su larga lucha por dominar la naturaleza que la rodea, de la cual saca su sustento, su techo, lo que la viste y la cura, y encima todo lo que ha nece-sitado para mantenerse con vida y en constante evolución.

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Cuanto el hombre ha hecho y todo lo que ha aprendi-do, ha sido el producto de esa lucha contra la naturaleza, puesto que para ponerla a su servicio tenía que dominarla, y para dominarla necesitó de millones de años a partir del momento en que se dio cuenta de que en la tierra había co-sas que podían serle útiles; por ejemplo, desde que advirtió que tal árbol daba tal fruta y de que esa fruta era jugosa, dulce, y le aplacaba el hambre, hasta el día en que terminó de clasificar, dándoles nombres y describiéndolos, a cada árbol, a cada arbusto, a cada yerba: y otro tanto hizo con los animales de la tierra, los peces, los moluscos y los que-lonios de las aguas, y con la tierra misma en sus valles, sus montañas, sus desiertos, y con lo que guarda en su seno y con el aire que la rodea y los planetas que ruedan con ella por los espacios.

Haciendo cosas con los elementos naturales que hallaba en su paso, ese ser que acabaría llamándose hombre fue creando los conocimientos que ha acumulado a lo largo de tres y medio millones de años que se le atribuyen de exis-tencia desde que apareció, en la tierra, en condición de an-tropopiteco, y para embellecer lo que hacía, agregó las artes a los conocimientos.

De todos los conocimientos que él mismo había creado, la corona fue el don de la palabra, la capacidad de clasificar con un nombre cada objeto, ser vivo, elemento natural, y más tarde, las ideas; y fue la corona, no porque con el habla le pusiera fin al proceso que lo condujo de primate a hom-bre, sino porque con su invención terminó una larga etapa de la vida de la especie y comenzó otra, la que le permitió penetrar al mundo de las ciencias, en el cual no habría podido entrar, si no hubiera sido capaz de concentrar en su cerebro la esencia de los conocimientos que había inventado y de las artes que había ido creando; esto es, si no hubiera podido moverse con libertad en el terreno de las

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abstracciones, que es donde se llevan a cabo las relaciones de valores. ¿Y cómo llegar a ese punto sin haber desenvuel-to a sus máximas posibilidades ese instrumento de comu-nicación llamado lenguaje? Fue, pues, llevando a cabo la larga tarea de dominar a la naturaleza, de convertirse en el amo de la tierra, sus árboles, sus animales, las aguas y los peces, y también de otros hombres, como el hombre fue organizando y acumulando todos sus conocimientos a tra-vés de la palabra, y a través de ella pasó a transmitírselos a nuevas generaciones.

La satisfacción de sus necesidades llevó al hombre a hacer cosas. Y haciendo cosas se habituó a otras necesida-des, y para satisfacer las unas y las otras se veía obligado a trabajar. De todos sus inventos, el más importante fue ése; pero sucedió que en la misma medida en que él inventaba el trabajo y lo enriquecía constantemente con nuevas mo-dalidades, el trabajo iba creándolo a él como pensante. En el proceso de esa creación mutua se fue dando la acumu-lación de los conocimientos y las artes que el pueblo lati-no, limitándose al conocimiento y al arte agrícolas, llamó “cultura”, palabra con la cual nosotros nos referimos a la suma de todos los conocimientos y las artes reunidos, o del conocimiento y el arte de una materia que son dominadas por una persona. Pero en este caso, cultura es un atributo de esa persona y no un concepto abstracto que podamos aplicar a todos los hombres.

Casa de la Cultura de la UASDSanto Domingo

CONCEPCIONES ACERCA DEL CUENTO Y LA NOVELA EN DOS

ENTREVISTAS A JUAN BOSCH

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Juan BosCh nos haBla de la téCniCa del Cuento y de otros teMas literarios

Juan Bosch es una personalidad que no necesita presen-tación. Es, quizás, el dominicano más conocido en el país y en el extranjero. No queríamos hacer un número dedicado al cuento, sin que estuviera avalado por su prestigio litera-rio. Brillante escritor de cuentos y maestro indiscutible de su técnica. Bosch orienta con sus respuestas a los lectores de nuestro suplemento.

Esperamos que esta entrevista, adjunto a todo lo que se trata del tema en esta edición, sirva para estimular el desa-rrollo de la cuentística nacional.

P. ¿Considera usted con la transformación de la narrati-va en estos últimos años sus Apuntes sobre el arte de escribir cuentos como escrito válido sobre la técnica del cuento?

R. Desde luego que sí, porque la transformación de la narrativa en estos últimos años ha sido una transformación que ha tocado el aspecto estilo, a la manera de decir las cosas, no a la forma en que esas cosas se estructuran des-de el punto de vista de la técnica del cuento; es decir, esos Apuntes, que desdichadamente desde el punto de vista del interés que hay por el cuento en este país son lo más am-plio que hay (porque sobre el cuento se ha escrito muy poca cosa en cualquier lengua), siguen siendo útiles y yo le reco-mendaría a cualquier aspirante a cuentista que no dejara de

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leerlos. Si esos apuntes hubieran sido escritos por otro, y no por mí, seguramente se habrían ganado muchos años en el conocimiento de la técnica del cuento.

P. Todo escritor tiene preferencia por una de sus obras, partiendo a veces de aspectos técnicos, en otros casos afec-tivos; partiendo de esa premisa, ¿cuál es en su caso la obra que más prefiere?

R. En cuanto a la obra preferida mía como cuento, la que más me gusta es “El indio Manuel Sicuri”, a pesar de que sé que hay otros cuentos técnicamente mejor hechos. Por ejemplo: “La Nochebuena de Encarnación Mendoza”. Pero “El indio Manuel Sicuri” tiene para mí un valor espe-cial, muy íntimo. Yo me había propuesto escribir un cuen-to en el cual quedara expresado todo un pueblo a través de un hombre, y resulta que en “El indio Manuel Sicuri” me parece a mí que logré dar el carácter del indio del alti-plano boliviano y además el altiplano mismo, es decir, esa alta pampa de los Andes, que es un paisaje impresionante. Su sencillez, la escasez de líneas de ese paisaje me per-mitió darlo en pocas palabras. De ese cuento se hizo una película en Bolivia, que fue presentada en un concurso, no sé si en Cannes. A mí me informó de la existencia de esa película un escritor boliviano que llegó luego a ser Minis-tro de Educación en el gobierno de Ovando; se llama Ma-riano Batista Gumucio. Me lo informó cuando salí de San-to Domingo en 1966, a finales de 1966. Iba para España, me detuve en Venezuela y en Caracas encontré a Mariano, de quien era un viejo amigo. Mariano y yo nos habíamos conocido en Bolivia, después nos encontramos en Italia en el año 1955, y luego nos encontramos en Venezuela. Él me habló de esa película que nunca vi, y como es natural, cogieron el argumento sin informármelo ni pagarme de-rechos de autor. Estando en España, recibí una carta de un productor de cine chileno que quería utilizar “El indio

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Manuel Sicuri” como tema para una película pero ni si-quiera contesté esa carta.

P. Entre los representantes del “boom”, ¿cuáles conside-ra usted poseen una producción más significativa?

R. Entre los representantes del “boom” (y al decir “boom” ya sabemos que es el latinoamericano, porque no hay otro en el mundo), los que considero que tienen una producción más significativa son, desde luego, Gabriel García Márquez y Julio Cortázar. Evidentemente son dos escritores extraordinarios. A mí me gusta mucho más Ga-briel que Julio Cortázar. Lo que me gusta más de Gabriel García Márquez se explica tal vez por un contacto similar del mundo que describe él y el que vive uno aquí; es decir, esa orilla colombiana del Caribe es muy similar a esta isla nuestra. Pero Cortázar es un extraordinario escritor, maneja la lengua con una gracia y con un dominio fantástico, pero creo que Cien años de soledad es la novela más grande que se ha escrito en cualquier lengua. Para mí es más grande que El Quijote y es más grande que Los hermanos Karamazov, y es más grande que todo lo que escribió Balzac. Claro, tam-bién soy consciente de que Cien años de soledad no hubiera podido ser escrita si antes no hubiesen escrito Tolstoi, Dos-toyevski, Balzac; es decir, Gabriel García Márquez, como cualquier hombre de esta época, heredó un legado cultural fabuloso.

P. Todo escritor ha recibido diversas influencias, y en el caso de ser un gran escritor posee seguidores. ¿Cuáles escritores influyeron en usted y en cuáles usted ha notado su influencia?

R. Me parece que el escritor que más influencia mía es-tuvo recibiendo en sus cuentos fue Ramón Marrero Aris-ty y luego José Luis González. José Luis González es un escritor puertorriqueño, muy buen cuentista, que vive en México hace muchos años, hijo de una dominicana y de un

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español. En cuanto a los escritores que influyeron en mí, probablemente fueron muchos. Creo que entre estos escri-tores, en primer lugar está Cervantes, porque de muchacho leí mucho El Quijote. Lo leí, lo he leído hasta ahora unas 21 veces, pero de muchacho lo leí 17 veces; la última vez que lo leí fue hace un año, en la clandestinidad. Creo que influ-yeron en mí también escritores rusos como Kuprin, porque los que influyeron en mí fueron más bien cuentistas. Chejov no; el tipo de cuentos de Chejov no, él era un representante, como escritor, de la pequeña burguesía rusa de principios de siglo, y yo más bien me inclinaba, por razones del me-dio dominicano, a los escritores que describían los grandes espacios rusos, como Gorki, por ejemplo.

P. ¿Podría usted decirnos qué fue el grupo literario “La Cueva”?

R. El grupo literario La Cueva fue un grupo que de una manera casi inconsciente se formó en la calle 19 de Marzo, en la casa de don Enrique Henríquez. Don Enrique Hen-ríquez fue un excelente poeta de su época, el autor de “El avaro” y de “Never more”. Muy joven fue Ministro de Re-laciones Exteriores de Ulises Heureaux (Lilís). A la muerte de Heureaux se fue a los Estados Unidos, volvió luego aquí, y entre los hijos de don Enrique Henríquez estaba Rafael Américo, a quien le llamábamos Puchungo; era un poeta muy bueno de su época, y Puchungo no salía de su casa; salía de noche a la acera, nada más y le pusimos La Cue-va al lugar, precisamente por eso, porque decíamos todos nosotros que Puchungo era un culebrón que solo salía de noche y el lugar donde vive un culebrón es en una cueva. Ahí íbamos todos los días Franklin Mieses Burgos, Héctor Incháustegui Cabral, Manuel Llanes (Fabio Fiallo iba a me-nudo), Ricardo Pérez Alfonseca, Manuel del Cabral; íbamos los escritores y los poetas de ese momento dominicano, nos reuníamos allí y llegamos incluso a hacer un periódico, del

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cual salieron pocos ejemplares porque cuando me fui del país dejó de hacerse. La Cueva fue un movimiento no or-ganizado, diríamos espontáneo, de los escritores de aquel momento; había una generación anterior a la nuestra que no iba a La Cueva. Era la generación de Los Postumistas, de Andrés Avelino, de Domingo Moreno Jimenes, que alguna vez pasó por allá, pero no era habitual.

P. ¿Cuál debe ser, a su juicio, la función del escritor den-tro de la sociedad?

R. En cuanto a la función del escritor dentro de su so-ciedad, hay cosas interesantes que decir; por ejemplo, en una conferencia que se dio en el Centro Masónico allá por el 1971, bajo los auspicios de Auditórium, para intercambiar ideas con el público. Había varios conferencistas; había 3 ó 4, y el tema era Cien años de soledad; tenía una gran falta, que esa falta consistía en que no se le decía al pueblo lo que el pueblo tenía que hacer. Marx y Engels entendían que el poeta, tanto que los libro de Homero, que eran novelas, eran a la vez epopeyas. El autor de novela, de poesía, de cuentos, no tiene que decirle al pueblo lo que el pueblo tie-ne que hacer; esa no es su tarea; eso tienen que decírselo al pueblo los políticos, los líderes, los pensadores sociales.

Lo que tienen que hacer los novelistas, los poetas, los cuentistas, es pintar la realidad social tal como es y no ocul-tarla, y no esconder la realidad pintando solamente la de una clase, especialmente la de la clase dominante, porque siempre existen los dominadores, existen los explotados y el deber del artista es pintar esa realidad. Eso lo hicieron siempre los grandes artistas. Shakespeare pintó la humani-dad tal como la veía. En una novela de Dostoyevski no se esconden los explotados, y lo mismo pasa en una de Balzac y desde luego lo hace Gabriel García Márquez; lo hace no solamente en Cien años de soledad sino en la Mala hora y en sus cuentos, en sus cuentos sobre todo. De modo que lo

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que tiene que hacer un escritor es eso: pintar la sociedad tal como ella es y no favorecer a los grupos dominantes, a los grupos explotadores, ocultando la existencia de sus víctimas.

P. ¿Qué opinión le merece la nueva promoción literaria dominicana?

R. En cuanto a la nueva promoción literaria dominica-na, es bien interesante, pero lo es esencialmente desde el punto de vista poético. Abundan más los poetas en número y también en calidad. Hay muy buenos poetas. Entre no-sotros el cuento tuvo un momento brillante, que fue el mo-mento de la Revolución de Abril (1965). Entonces surgieron Armando Almánzar, Miguel Alfonseca, Abel Fernández Mejía, René del Risco, Enriquillo Sánchez, Rubén Echava-rría; surgió un grupo bueno de cuentistas, pero que se ha apagado, no han seguido escribiendo; no me explico por qué. El que está escribiendo cuentos, aunque no los publica, es K-bito Gautreaux.

P. ¿Cuáles serían sus recomendaciones a esta nueva promoción?

R. A esta nueva promoción literaria dominicana le reco-mendaría que trabajen mucho y que estudien mucho. No se realiza una obra seria sin mucho trabajo, sin mucha de-dicación. Todas las horas perdidas, las horas fuera del tra-bajo, fuera de estudio, las horas sobrantes, que consumen los amigos hablando unos con otros, yéndose a un cine o yéndose a un café, deben usarlas escribiendo. Esa sería mi única recomendación.

Suplemento AquíPeriódico La Noticia

26 de mayo, 1974

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Juan Bosch nos haBla dE rómulo gallEgos y la novElística

Rómulo Gallegos es uno de los grandes escritores des-conocidos en nuestro país, no solo por la preponderante unilateralidad de nuestras lecturas, sino por el hecho de que el destacado novelista venezolano tomó una actitud que entraba en conflicto con un régimen tiránico, como el de Trujillo, por lo que sus obras no circularon en ese pe-riodo, como otras de calidad inferior. Por eso, nuestro su-plemento, al dedicar un número a ese brillante intelectual, consideró básico obtener una entrevista con el profesor Juan Bosch, gran escritor dominicano e íntimo amigo del finado novelista sudamericano. Junto al poeta Federico Jóvine Ber-múdez llegamos a la casa del ex presidente de la República, recibiendo, como de costumbre, todas las facilidades para realizar nuestro trabajo. Una vez en el cuarto de estudio de uno de los maestros de la narrativa latinoamericana, recibi-mos una cátedra acerca de la vida y obra de Gallegos, que reproducimos para los lectores de “Aquí”.

P. A su juicio, ¿cuál es la importancia de Rómulo Galle-gos en el contexto literario latinoamericano?

R. Entiendo que Rómulo Gallegos es uno de los gran-des escritores que ha dado América Latina y que en el mo-mento en que hizo su obra se hallaba por encima de todos

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los novelistas que exploraban el tema rural latinoamerica-no. Hablo, desde luego, de novelistas de lengua española, porque no puedo decirle qué ocurría en Brasil.

P. En términos literarios, ¿cuál considera usted que sea su obra fundamental?

R. Desde el punto de vista de la construcción de una no-vela, evidentemente que su obra mejor construida es Doña Bárbara, pero desde el punto de vista del uso de la lengua hay dos o tres novelas que superan a Doña Bárbara. Entre es-tas está Cantaclaro, que es también una novela de los Llanos de Venezuela, como lo es Doña Bárbara. Está Pobre negro, que, como el título lo dice, se refería a la situación de los esclavos en la sociedad venezolana, y está Canaima. Canaima es una obra bellísima, con una bellísima descripción de las selvas del Orinoco y también de la región de la Guayana. Precisa-mente, en mi viaje a Venezuela (este año hice dos viajes a Ve-nezuela), en el primero de ellos, pasé unos días en la ciudad Bolívar, que es la capital de la Guayana, y allí visité la biblio-teca Rómulo Gallegos, porque a Rómulo se le honra mucho en Venezuela; se le honra en todas partes; hay avenidas con su nombre, bibliotecas y escuelas, y es lógico, porque en cier-ta medida Gallegos tiene la categoría de un Balzac de la no-vela rural latinoamericana, no solamente en Venezuela. Hay otra novela muy hermosa y me refiero a Sobre la misma tierra. El tema de esta novela se desenvuelve en la región de Ma-racaibo y de la Guajira venezolana. La Guajira es una región donde todavía viven los indígenas como los encontraron los españoles; solo que su vecindad a una ciudad grande, como Maracaibo los obligó a usar ropas y los hizo ir evolucionan-do en la medida en que iban introduciéndose en la sociedad guajira los valores de la sociedad capitalista.

P. A propósito de lo estilístico en Rómulo Gallegos, ¿considera usted que el estilo literario juega un papel más importante, a la hora de valorar, que el contenido?

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R. Yo creo que sí; creo que el estilo literario juega un pa-pel muy importante en la obra de Gallegos, no precisamente el más importante sino muy importante. No es el más impor-tante porque el que lee la obra completa de Gallegos queda muy impresionado por Doña Bárbara, y en Doña Bárbara lo más importante no es el estilo literario; es la construcción de la novela; la construcción en todos los aspectos, en todos los órdenes. Yo digo que Doña Bárbara es una catedral de la novela latinoamericana, y cuando pienso en términos de catedral pienso en catedrales medievales, con toda la gran-deza, la belleza y la fortaleza estructural que tenían las cate-drales del Medievo, como Notre Dame de París, por ejemplo; las columnas son poderosamente fuertes pero también son delicadamente bellas, porque están trabajadas con gran ar-monía y las fachadas son en algunos casos museos de escul-tura en piedra. Yo comparo a Doña Bárbara con una catedral. Medieval, porque es poderosa, está hecha arquitecturalmen-te con un exquisito sentido de la estructura novelística, sus personajes son personajes inolvidables, desde Doña Bárba-ra a Juan Primito; todos los personajes, en una palabra. No vamos a hacer una lista de los personajes de Doña Bárbara, pero esos personajes son inolvidables, lo mismo si se trata de Míster Danger, que es norteamericano y que va a los Llanos, con sus propósitos desde luego (y el nombre mismo del Mr. Danger ya explica esos propósitos, porque “Danger” quiere decir peligro en inglés), hasta personajes tan finos como Ma-risela o como el jefe civil y su secretario Mujiquita. Es una novela muy rica en episodios y muy rica en personajes. Los personajes están extraordinariamente bien delineados. Doña Bárbara es una novela que quien la lee una vez, la lee varias veces más. En esa novela no es más importante el estilo que la estructura novelística, la forma en que actúan los perso-najes y la forma como van desarrollándose los episodios. En otra novela, como por ejemplo Canaima, el estilo literario,

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la descripción de las selvas del Orinoco es hermosísima, y yo creo encontrar en esa descripción de la selva (he creído encontrar siempre) cierta influencia de La vorágine, de José Eustasio Rivera; he pensado muchas veces que Gallegos quiso competir con José Eustasio Rivera en la descripción de las selvas sudamericanas, desde luego dentro de su esti-lo. Rivera era un escritor torrencial, tempestuoso, volcánico y Gallegos era un escritor con más dominio del tema.

P. ¿Cree usted que la novelística de Gallegos correspon-de a la llamada novela de la tierra?

R. Yo creo que sí. La novelística de Gallegos correspon-de a la llamada novela de la tierra, porque es fundamen-talmente una novela rural, aunque Gallegos tiene novelas urbanas, como por ejemplo Sobre la misma tierra, y también El último de los solares, que es su primera novela, y algunos de sus cuentos son urbanos. Debo decirles que Gallegos, que fue un gran novelista, no fue, sin embargo, un cuen-tista. Hizo de los cuentos novelas reducidas, pero no logró captar el estilo del cuento. No es el caso de García Márquez o de Julio Cortázar, que son grandes novelistas y también grandes cuentistas, ni el caso opuesto de Horacio Quiroga, que fue un gran cuentista pero fue mal novelista.

P. ¿En cuáles escritores contemporáneos considera us-ted que ha influido ese destacado escritor venezolano?

R. Yo no podría decir que Gallegos influyó en los es-critores latinoamericanos contemporáneos, porque en la época en que él escribió, por ejemplo, Doña Bárbara, si no me equivoco, fue publicada por allá por los años 1928 ó 1929, la primera edición, y por cierto él me contaba que iba camino a España en un barco, con su mujer Teotiste. Y voy a hacer un paréntesis para explicar las relaciones entre él y ella. Gallegos era un escritor que necesitaba aislarse com-pletamente para escribir un libro. No se le podía molestar para nada; no se le podía llamar; no se le podía visitar; no

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recibía visitas de ninguna especie, o sea, se aislaba, y Teo-tiste le cuidaba su aislamiento. Teotiste era en eso como una leona madre que se echa en la entrada de la cueva y cuida los cachorros con toda la ferocidad con que haya que cui-darlos y aunque Teotiste no era feroz, era una mujer muy dulce. Gallegos la adoraba y le agradecía mucho el papel que hacía en su vida de escritor, a tal punto que Gallegos creía que sin Teotiste no hubiera podido hacer su obra, y cuando Teotiste murió en México, estando ellos exiliados, Gallegos mandó a embalsamar su cadáver y lo retuvo en una habitación de la casa durante mucho tiempo. Se resis-tía totalmente a que sacaran su cadáver de allí. Creo que retuvo el cadáver hasta su regreso a Venezuela y llevó el cadáver consigo. Esa aberración sicológica se llamaba ne-crofilia, era amor, un gran amor por Teotiste que era una mujer delicadísima, finísima. El crió unos sobrinos de Teo-tiste que fueron sus hijos adoptivos y que hoy ya son hom-bre y mujer casados en Venezuela. Pues bien, Doña Bárbara se editó más o menos allá por los años 1929, tal vez 1928, no recuerdo bien, y Gallegos me contaba que cuando iban en el barco hacia España, donde se quedó a vivir y puso una casa de huéspedes en Madrid para sostenerse, releyendo los ori-ginales de la novela los halló malos. Halló que la novela no era lo que él quería y los iba a tirar al mar, cuando Teotiste se los arrebató y los guardó. Si no recuerdo mal, la editora que publicó Doña Bárbara por primera vez fue la editorial Andaluce, de Barcelona, probablemente fue por allá por el año 1928. Puede ser que Gallegos haya podido influir en dos novelistas venezolanos de una generación posterior a la suya, que han escrito grandes novelas. Uno de ellos es Arturo Uslar Pietri, que escribió Las lanzas coloradas, nove-la de la guerra de la independencia venezolana en la que el personaje central es un esclavo mulato, mayoral de esclavos que se rebela y va a la guerra. El título de la novela proviene

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de una orden que dio el general Páez a sus soldados en ocasión de un combate que tuvieron Páez y sus tropas en los Llanos de Apure, cuando les ordenó a sus soldados, que eran llaneros de a caballo y que no tenían armas de fuego, sino, lanzas que ellos mismos hacían con ramas de árboles y pedazos de hierro que arrancaban de las ventanas y for-jaban a martillazos en forma puntiaguda, que fue la de que “no me vuelvan a ver si no es con lanzas coloradas” de la sangre enemiga. Y el otro novelista en el que tal vez influ-yó Gallegos, aunque desde luego, en una forma, yo diría, tangencial, fue en Miguel Otero Silva. Miguel Otero Silva escribió su primera obra, Fiebre, una novela de la época de la lucha contra Gómez, también de los Llanos, como eran de los Llanos las principales novelas de Gallegos. Pero Mi-guel Otero Silva tomó otro rumbo, porque después escribió Casas muertas, que ya era una novela urbana pero de los Llanos también, y era urbana porque se refería a la muerte lenta por obra del paludismo de la ciudad Ortiz, que fue llamada capital de los Llanos. Esa novela se identifica más bien como un puente entre la novelística de Gallegos y lo que va a ser la novelística de Gabriel García Márquez en sus primeras obras, especialmente en La hojarasca y en La mala hora. Luego Miguel Otero Silva siguió evolucionan-do; escribió la novela del petróleo, escribió la novela de la lucha contra la dictadura de Pérez Jiménez, que llamo La muerte de Horacio, y escribió la última de sus novelas, que se llama Cuando quiero llorar no lloro, la novela de la confu-sión caraqueña, de la juventud urbana, especialmente de la lucha guerrillera en Venezuela. Tiene mucho éxito, tiene años haciéndose edición tras edición, que se agotan porque todos los jóvenes venezolanos se ven retratados en Cuando quiero llorar no lloro. En esos escritores, evidentemente en sus primeras obras, hay influencias de Gallegos; yo no creo que hubo en otros escritores latinoamericanos porque no la

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hubo por ejemplo en Asturias, que comenzó a escribir en la década del 20 y escribió El Señor Presidente probablemente por allá por los años 26 y 27. Creo que la primera edición se hizo en francés en París más o menos por el año 1930, pero estos son datos vagos.

Tampoco influyó Gallegos en Alejo Carpentier. Alejo Carpentier había escrito su primera novela, Ecué-Yamba-ó, y después tardó mucho en volver a escribir. Alejo Carpentier se dedicó durante muchos años a escribir comedias y dra-mas para la radio y después escribió El siglo de las luces y empezó ya su obra novelística, que ha culminado con El recurso del método.

Tampoco influyó Gallegos sobre Güiraldes, el autor de Don Segundo Sombra, a pesar de que es también una novela de los llanos por la equivalencia geográfica con la Pampa e históricamente, aunque no sicológicamente, porque la Argentina fue un país que se desarrolló mucho antes de Venezuela. Don Segundo Sombra es una novela que en cierto sentido puede compararse con Doña Bárbara, pero también puede compararse con obras de la literatura inglesa, por ejemplo, Kim, de Rudyard Kipling, y de la literatura espa-ñola con El Quijote, no porque tenga la calidad del Kim ni la calidad de El Quijote, sino porque el tema es muy parecido. Y esta es una observación que oí hacer a Pedro Henríquez Ureña, precisamente, no es una observación originalmente mía. Decía él que El Quijote es la novela de un maestro y su discípulo, es decir, es un santón hindú que recorre la India con un muchacho y este le va acompañando y aprendiendo lo que el santón le va enseñando. En el caso de Don Segundo Sombra es igual; es un personaje que hace un papel de maes-tro en la novela de Güiraldes. La novela de Gallegos yo creo que influyó poco en los escritores latinoamericanos, debido a sus dificultades técnicas y debido a que eran novelas muy hechas, novelas balzacianas en el sentido de la cantidad de

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personajes que movían, de los episodios tan bien resuel-tos, de los caracteres tan definidos, tan bien descritos. Y no había en el momento en que Gallegos hizo su obra y la cul-minó (que fue más o menos diríamos entre las décadas del 20 al 50), porque ya él después de 1950 escribió tal vez dos libros nada más, uno en el que el ambiente es cubano y otro en el que el ambiente es mexicano). Por cierto, en la novela de ambiente cubano hay un personaje que es Raúl Roa. Ese actual ministro de Relaciones Exteriores del Gobierno cu-bano desde que Fidel tomó el poder hasta ahora, es uno de los personajes de la novela, con otro nombre, desde luego. No había dicho, digo, novelistas en América. Así que si él no influyó como debió influir debido a la categoría de su obra en la literatura latinoamericana, se debe al hecho de que la calidad de su obra estaba muy por encima de la ca-pacidad normal de los escritores y especialmente de los no-velistas latinoamericanos de la época. Es, por ejemplo, para mí inconcebible que Gallegos no recibiera el Premio Nobel de Literatura de la lengua española. Es una cosa que no me explico, porque ningún novelista ha hecho una obra tan numerosa y tan poderosa como la que hizo Gallegos. Galle-gos tiene la categoría de un novelista de todos los tiempos. Recuerdo que él quería que yo le prologara una edición de sus obras completas que hizo en La Habana la Editorial Lex en un papel tipo Biblia muy fino, y me lo pidió, cosa muy difícil, porque Gallegos era un hombre muy reservado, de mucha discreción y muy señor de sí mismo, y me pidió no una vez, sino más de una vez que le prologara sus obras completas y yo le respondí diciéndole: Mira Rómulo, aun-que tu obra se vende en América, el lugar donde realmente se vende más es en Venezuela. Tú vives de tus libros (por-que aunque él había sido presidente de la República era un hombre honesto, es decir, no era el político común que co-nocemos en América Latina, de manera que él no sacó de la

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presidencia nada, absolutamente nada). En sus últimos años tuvo dinero porque había comprado una casa antes de irse a Venezuela después de un largo destierro, no de la época de Gómez, porque él estuvo desterrado en la época de Gómez, pero todavía cuando Gómez murió, Caracas no pasaba de ser una ciudad que probablemente no tenía doscientos mil habitantes. Después de la caída de Pérez Jiménez, cuando volvió a Venezuela, esa casa que había comprado por muy poco dinero valía mucho más y él vendió parte de la pro-piedad; después sus herederos vendieron su casa. Por cier-to, ahora, en mi último viaje a Venezuela pasé por allí, vi la casa convertida en restaurante y me apenó; verdaderamen-te me apenó porque a esa casa fui a visitarlo varias veces cuando él comenzaba a perder el dominio sobre sí mismo, el dominio de su inteligencia, porque él fue en sus últimos años anteriores arteroesclerótico y eso me impidió tener la satisfacción de invitarle a mi toma de posesión de la Presi-dencia de la República en el año de 1963 (No pude invitar-lo porque él ya había incluso sufrido un derrame cerebral muy fuerte). Pues bien, yo le decía: si escribo el prólogo de tus obras completas, el libro no podrá circular en Venezuela, porque a mí me será totalmente imposible callar en ese pró-logo lo que Pérez Jiménez y sus cómplices hicieron cuando te dieron el golpe de Estado. Y aunque insistió varias veces, al fin el libro salió sin el prólogo mío. No recuerdo bien, pero es posible que saliera prologado por Raúl Roa, a quien Ga-llegos admiraba y quería mucho.

Yo admiraba a Rómulo Gallegos como escritor y lo apre-ciaba como hombre. Lo quería como amigo y le agradecía mucho. Cuando fui a Venezuela en el año 1945 a hacer pro-paganda política en contra de Trujillo como delegado del Partido Revolucionario Dominicano, di una conferencia en el Teatro Olimpia, una conferencia pagada, es decir, que las gentes tenían que comprar sus boletas para entrar y quien

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me presentó aquella noche fue Rómulo Gallegos, y luego tuvimos una amistad muy larga. Él tenía condiciones ex-cepcionales para ser querido. Lo mismo que su compañero, el gran poeta Andrés Eloy Blanco; eran seres encantadores y esto mismo sucede con Miguel Otero Silva, amigo mío muy entrañable, muy querido, a quien admiro y respeto por va-rias razones. Me sorprendió siempre que a Rómulo Gallegos no se le diera el Premio Nobel de Literatura y sin embargo se le diera a Miguel Ángel Asturias. En ese caso me alegré por el hecho de ser un escritor latinoamericano, pero Ga-llegos es más importante; es una obra, lo repito, balzaciana desde el punto de vista de la literatura rural latinoamerica-na. Debemos comparar a Gallegos con Balzac teniendo en cuenta que Balzac fue francés y fue escritor de la burguesía francesa en la era del esplendor de esa burguesía, y Gallegos era el escritor de un pueblo pobre que entonces tenía dos y medio o tres millones de habitantes, con la gran mayoría de ese pueblo viviendo en la zona rural, especialmente en los Llanos. Por cierto que hasta físicamente se parece a Balzac; era lato, como Balzac, de gran frente y gran cabeza. Si yo tuviera que hacer una estatua de Gallegos me inspiraría en la estatua que esculpió Rodin, porque se parecían.

P. A nuestro juicio, Rómulo Gallegos no es muy conocido en nuestro país. ¿A qué atribuye usted este desconocimiento?

R. Rómulo Gallegos era poco conocido en nuestro país y eso se debe al hecho de que Gallegos era un luchador anti-trujillista y durante el gobierno de Trujillo no se permitió la entrada de los libros de Gallegos al país; además, en aquella época el pueblo dominicano leía muy poco. En la capital las librerías eran dos o tres, que no enriquecieron a sus propie-tarios Pero alguna gente leyó a Gallegos y ahora deberá vol-ver a leerse, porque hay ahora en Santo Domingo un gran interés por la literatura latinoamericana y esta es la hora de que se lea a Rómulo Gallegos.

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P. Mario Vargas Llosa, al visitarnos recientemente, ma-nifestó que creía en la llamada “novela total”, es decir, una obra narrativa que abarque casi todos los aspectos de la vida y que haga más o menos una función épica. ¿Conside-ra usted que Gallegos fue ese tipo de novelista?

R. Debo decir que hay mucho de épica en la novelística de Gallegos reunida en su totalidad. Tiene un carácter épico evidente, y en ese sentido satisface en cierta medida esa exi-gencia que hace Mario Vargas Llosa en el caso de un gran novelista: que su novela tenga una función épica.

P. La novelística de Gallegos tiene un escenario esen-cialmente rural. En declaraciones recientes usted manifestó que Cien años de soledad es la lápida de la novela rural la-tinoamericana. ¿No cree usted que la misma situación de subdesarrollo de los pueblos latinoamericanos permite co-legir que el tema rural en la novelística continúe manifes-tándose de una manera determinante? ¿O por el contrario Cien años de soledad es la última y definitiva inclusión de lo rural en la novela?

R. La novela de Gallegos tuvo un escenario esencial-mente rural. Pero, como dije, también hizo novela urbana. En cuanto a ese concepto de que la obra de García Már-quez, y especialmente Cien años de soledad, era “la lápida de la novela rural”, no fui yo quien lo dijo. Yo repetí un concepto expresado por Claude Couffon, el crítico francés de literatura latinoamericana, que a mí me parecía muy acertado, porque efectivamente, después de haber escrito García Márquez Cien años de soledad, no se puede seguir escribiendo novela rural en América Latina. Además, han cambiado las circunstancias. Ahora tenemos grandes ca-pitales de varios millones de habitantes, como México; te-nemos una capital de probablemente ocho millones de ha-bitantes, como es Buenos Aires, tenemos varias ciudades que no son capitales de más de un millón de habitantes.

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Es decir, en los últimos veinticinco años ha habido una transformación cuantitativa y cualitativa en la población latinoamericana, y en algunos casos es probable que la po-blación urbana se equipare con la población rural. No es una población todavía urbana desde el punto de vista de su manera de pensar, de su cultura, de sus preocupaciones, porque el crecimiento urbano en América Latina se ha de-bido, sobre todo, a la transmigración de los campesinos que siguen pensando como campesinos, pero viviendo en gran-des ciudades. Ya la novela rural latinoamericana práctica-mente no tiene razón de ser, entre otras razones porque los lectores están ubicados en las zonas urbanas y quieren ver retratadas sus experiencias en las novelas. En ese sentido yo creo que la novelística de Gallegos está superada, pero superada por el cambio social, como obra artística, aunque haya novelas superiores a Doña Bárbara. Cien años de soledad es una novela superior a cualquier otra novela, no solamen-te a Doña Bárbara; no creo que se haya escrito en ninguna lengua del mundo una novela comparable a Cien años de soledad, así como no creo que el mundo haya dado un poeta de la estatura de Pablo Neruda en cualquier lengua, trátese de Shakespeare, trátese de Homero, de Walt Whitman, o de quien sea. No creo que haya ningún poeta más grande que Pablo Neruda, y llego más allá, puesto que considero que ninguno es tan grande como él. Pero colocada en su plano histórico esa novelística de Gallegos es una cordillera, es una montana, es una catedral medieval.

P. ¿Cuál considera usted sea su obra más importante?R. Me es muy difícil decir cuál es la obra más importante

de Gallegos; realmente me es muy difícil porque conside-ro que su novela mejor estructurada, la culminación de su obra novelística, aunque no fue la última, es Doña Bárbara; pero considero también que Cantaclaro como novela es her-mosa; como novela escrita con un estilo casi poético, es una

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novela excepcional. Es que Gallegos no fue escritor de una sola obra; fue escritor de un conjunto de novelas que confi-guran eso que dije, la épica venezolana.

P. ¿Hay algún paralelismo (nos permitimos pensar) en-tre el Gallegos escritor y político y entre el Juan Bosch escri-tor y político?

R. No creo que haya paralelismo entre la obra mía y la de Gallegos. En primer lugar, la obra de Gallegos es muy superior a la mía en todos los conceptos, y en segun-do lugar Gallegos no fue propiamente un político. Galle-gos llegó a la presidencia de la República porque cuando Rómulo Betancourt fundó el partido Acción Democrática quiso tener una figura nacional dentro de sus filas, ya que él (Betancourt) no era una figura conocida nacionalmente; entonces hizo de Gallegos el presidente del partido mien-tras él quedó como secretario general. Pero Gallegos en realidad no fue un militante político. El fue un escritor, su vida estuvo dedicada a la literatura. Como presidente de su partido le tocó ser presidente de la República porque cuando se produjo la revolución de 1945, que fue realizada por Acción Democrática en combinación con la oficialidad joven del Ejército Venezolano (un equivalente de la revo-lución de 1965 en nuestro país) el presidente que surgió de esa revolución escogiendo un gobierno constitucional, es decir, poniendo en función la constitución que elaboró el gobierno provisional de Rómulo Betancourt, la figura nacional del partido era Rómulo Gallegos, y fue escogido para presidente y ganó las elecciones, pero sería derroca-do por el golpe de Estado de Marcos Pérez Jiménez. Pero no hay ningún paralelismo entre nosotros. Lo que había era amistad recíproca. Éramos dos amigos que nos quería-mos y había mucha admiración de parte mía para su obra de escritor; para su conducta de hombre, para su finura de alma.

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P. En Santo Domingo circuló hace mucho tiempo la versión de que usted había solicitado la nominación de Gallegos para el Premio Nobel de Literatura. ¿Es cierta esta versión? ¿Cree usted que en este entonces hubo ra-zones de tipo político que determinaran una negación a conferirle tal honor a un hombre de la presencia literaria de Gallegos?

R. Sí, la noticia de que yo pedí el Premio Nobel para Ró-mulo Gallegos tiene que haber circulado aquí. Eso ocurrió más o menos en el año 1946 ó el 1947. Yo quise pedir el Premio Nobel para Rómulo Gallegos porque estaba seguro de que se lo merecía y verdaderamente me duele que no se le haya dado y sospechando que él iba a ser el candidato de Acción Democrática quise pedirlo antes de que él fuera presidente de la República, porque entonces el premio podía confundir y creerse que se le confería por razones políticas. ¿Pero, qué ocurrió? Que la intelectualidad venezolana no me acompañó en esa petición; no me respaldó. Ahora bien, yo no me dirigí al Premio Nobel, sino a la intelectualidad venezolana para que pidiera el Premio Nobel para Rómulo Gallegos.

P. ¿Qué relación establece usted entre la novelística de escritores como Mariano Azuela, Alejo Carpentier y Miguel Ángel Asturias?

R. Quiero referirme concretamente al caso de Mariano Azuela, porque ya hablé de Carpentier y Asturias. Creo que Mariano Azuela influyó en el caso de Arturo Uslar Pietri, pero no en el caso de Gallegos. La novela de Mariano Azue-la, la novela de la revolución mexicana, me parece más re-lacionada con Las lanzas coloradas de Uslar Pietri, aunque Mariano se refiere a la revolución mexicana de 1910 y Uslar Pietri se remite a la época de Bolívar. Sin embargo, hay una similitud en el hecho de que los personajes principales vie-nen de abajo, una de las donaciones de esclavos y otra de los campesinos explotados de México.

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P. ¿Qué recomendación da usted a los escritores de la nueva generación de la República Dominicana para que la endeble tradición novelística pueda competir con la fuerte tradición poética existente en nuestra patria?

R. Yo estoy ahora leyendo la última novela de Marcio Veloz Maggiolo y creo que es importante que es la primera novela dominicana en que se introduce la nueva literatura latinoamericana, la literatura moderna, y recomendaría a los escritores jóvenes dominicanos que lean esa novela de Veloz Maggiolo y que lean El otoño del patriarca, porque en El otoño del patriarca hay un experimento estilístico extraor-dinario que debe estudiarse seriamente. Me parece que ha llegado la hora de que comience a aparecer la novelística do-minicana. Esa hora la anuncia la canción popular, esa hora la anuncia el interés del pueblo (hablo del pueblo), por las manifestaciones artísticas dominicanas, que probablemente encontremos en el umbral de la novelística dominicana.

Suplemento AquíPeriódico La Noticia

10 agosto, 1975

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Juan BosCh y paBlo neruda en el MarCo del enCuentro internaCional de esCritores

Hay diversas versiones para explicar por qué Pablo Neruda nunca estuvo en Santo Domingo después de la caí-da de la tiranía en 1961, habiendo fallecido en el 1973; pero sí nuestro país estuvo presente en su obra poética como parte de las luchas por la libertad de nuestra América.

En el año 1983, al cumplirse el décimo aniversario de la desaparición física del autor de Canto General , propusimos a la Universidad Autónoma de Santo Domingo en nues-tra condición de Director de Cultura, la celebración del En-cuentro Internacional de Escritores Pablo Neruda, que el Dr. José Joaquín Bidó Medina, Rector de la UASD, aprobó con entusiasmo.

En realidad, este encuentro tuvo como protagonista principal al Prof. Juan Bosch, cuando lo visitamos junto al rector de la UASD, nos asesoró en el proceso de organiza-ción de esa actividad y cuando le dijimos que invitaríamos a diversos escritores y que era posible que Juan Rulfo estu-viera en nuestro país. Nos dijo: “Si Juan Rulfo viene, estoy obligado a recibirlo en el aeropuerto”. Muchos escritores de América y Europa estuvieron con nosotros. Faltando po-cos días para la inauguración recibimos la noticia de que el

autor de Pedro Páramo, había enfermado y sería muy difícil su presencia. A pesar de eso, Juan Bosch tomó este evento como propia.

M. M.

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entrevista a Juan BosCh aCerCa de paBlo neruda

Joëlle Hullebroeck

En los meses previos a la inauguración del Encuentro Internacional de Escritores, conocimos a la intelectual belga Joëlle Hullebroeck quien realizó varias entrevistas a escri-tores dominicanos sobre Pablo Neruda, entre ellas, una al profesor Bosch, cuyo contenido es el siguiente:

Joëlle Hullebroeck (JH): Profesor, ¿podría Usted con-tarnos las circunstancias de sus primeras lecturas de Pablo Neruda?

Juan Bosch (JB): Yo salí de la República Dominicana en enero de 1938, y de Puerto Rico, donde viví un año , en ene-ro de 1939, y para esas fechas ni en el país ni en Puerto Rico se conocía la obra de Neruda. Fue en Cuba donde leí sus versos por primera vez, y fueron los recogidos en Crepus-culario y en Veinte poemas de amor y una canción desesperada.

JH: ¿Tuvo la lectura de la obra de Pablo Neruda algún papel en su formación literaria, alguna influencia sobre sus obras?

JB: No, porque yo no escribía versos. Pero de haber-los escrito sin duda que hubieran tenido influencia en mis cuentos porque la poesía de Neruda satisfizo desde el primer momento la idea de que yo tenía lo que debía ser

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la poesía, aunque debo aclarar que en eso dos libros que mencioné en la respuesta anterior solo había versos eróti-cos o de amor, un tipo de poesía que no me llamaba la aten-ción y sin embargo me la llamo en los poemas de Neruda debido a la espontaneidad, el fluir natural de su decir poé-tico, que convertía la poesía, de una cárcel de la palabra que había sido en la mayoría de los poetas de la lengua españo-la, en un pájaro sonoro que volaba libremente por un cielo deslumbrante. La libertad de expresión poética de Neruda me causo enorme impresión. Es difícil que las generaciones jóvenes, que no conocieron la poesía de antes de Neruda, se den cuenta de la hermosura lirica que brotaba de versos como aquellos de “Amo el amor de los marineros que besan y se van”, o como los de “Desde el fondo de ti, y arrodillado, un niño triste como yo nos mira” (Farewell y los Sollozos). El cono-cimiento de la obra de Neruda me impresionó como si de buenas a primeras, al final de un viaje muy largo, hubiera entrado, sin que me propusiera llegar tan lejos en el Reino Astral de la poesía, un país que flota por los espacios carga-dos de músicas, colores y emociones singulares que no se conocen en la Tierra.

JH: ¿En qué circunstancias conoció Ud. a Pablo Neru-da? ¿Cuáles son las impresiones que le dejó Neruda como hombre y como poeta? ¿Qué nos puede contar de ese poe-ma “Versainograma a Santo Domingo”?

JB: Lo conocí personalmente en la Habana, probable-mente en 1941 o 1942. Lo llevó a mi casa Nicolás Guillén. Yo vivía entonces en la calle Jovellar, que era algo así como una línea divisoria entre La Habana propiamente dicha y el barrio de El Vedado y Neruda se quedó a comer en casa. En la noche de ese día el leyó en el Ayuntamiento de La Habana su Canto General a Chile, un libro que estaba ya a mucha distancia de Crepusculario y Veinte poemas de amor… porque en ese Canto General la poesía de Neruda era lo que

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fue llamado en un tiempo poesía civil, pero hecha con esa maravillosa libertad de expresión poética con que escribió sus Odas Elementales o los Versos del Capitán o su Canto a Stalingrado. En cuanto al poema Versainograma a Santo Do-mingo, tan hermoso como todo lo que escribió Neruda no me citó en él porque no copio nada dicho por mí; lo que hizo fue mencionarme, honor que le agradeceré toda mi vida pero no pude darle las gracias personalmente porque cuando lo leí fue aquí, en Santo Domingo, poco antes de su muerte.

JH: Pablo Neruda escogió la poesía para expresarse, Ud. prefirió el cuento. Sé que Ud. escribió también algunos poemas, pero su verdadera vocación literaria se realizó en sus cuentos. ¿Cuál sería la explicación, qué fue lo que le motivó a dedicarse al cuento?

JB: Yo tenía una intención no política, sino social cuan-do me dediqué a escribir cuentos, porque en realidad no tuve conciencia política antes de vivir en Cuba, viviendo junto con los cubanos que era un pueblo que tenía mucho desarrollo político. Lo que no me interesaba era el cuento en sí, como género literario; lo que me interesaba era contar, describir la vida de los campesinos. Debo decirte que era una vida muy miserable y a mí me dolía mucho, desde niño me dolía eso. El campesino nacía, vivía y moría descalzo.

JH: Pero otros géneros literarios no impiden describir esta misma realidad… la poesía, por ejemplo…

JB: Resulta que no conocía poesía social en esa época y entonces no sabía cómo abordarla, cómo decir esas cosas, cómo describir al campesino, sin describirlo, porque nunca decía que estaba descalzo, que tenía los pantalones rotos… lo que me interesaba era describir su tipo de vida. Mira, yo tenía estas preocupaciones a tal grado que al presentar a Pe-dro Mir en la pagina literaria del Listín Diario, que yo dirigía todos los domingos, en diciembre de 1937, pregunté: “¿Será

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Pedro Mir el poeta social que espera el pueblo dominica-no?”. Porque eso me preocupa y no conocí poesía social. Conocí la de Pablo Neruda solamente en 1939, pero sabía que debía haber un poeta que expresara los problemas so-ciales dominicanos.

JH: Sin embargo, profesor, sus modelos del cuento tam-poco son sociales…

JB: Lo que pasa es que en el cuento yo sí sabía cómo decir eso; sentía que podía decirlo.

JH: ¿Entonces, el temperamento del poeta y el cuentista serían distintos?

JB: En realidad, creo que el temperamento del poeta y del cuentista deben ser muy parecidos y distintos del que tiene el novelista.

JH: El temperamento del cuentista estaría más cerca del temperamento del poeta que del temperamento del nove-lista… ¿Por qué?

JB: El temperamento del novelista es, diríamos, más frío, más calculador. El novelista no tiene que tener nece-sariamente una sensibilidad de poeta para decir las cosas bellamente, porque no tiene que decirlas bellamente. Tiene que decir cosas que sean bellas por su propia naturaleza, no por la forma en que se dice. Si te pones a leer a Gabriel García Márquez, por ejemplo, páginas independientes, sin que veas el desarrollo de los hechos, el lenguaje de García Márquez no tiene ningún brillo; lo que tiene gracia son las cosas que dice. La sensibilidad artística, ahora, en el cuen-tista debe ser muy viva, porque si no lo es no puede darse cuenta de cuáles son los episodios o acontecimientos que tienen verdaderamente fuerza para impresionar al lector.

JH: Profesor, lo que a mí me impresiona ahora mucho es que Ud. le atribuye mucha importancia a la forma. Siempre defendí y defiendo que la forma de sus cuentos es muy tra-bajada y muy bella, pero en varias entrevistas Usted insiste

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en hacer una dicotomía fuerte entre forma y fondo y en de-cir que la forma no es lo más importante…

JB: Cuando digo que la forma no es lo más importante me refiero a que en el centro lo más importante es la acción. Puedes escribir un cuento con una forma bellísima, pero si no hay acción es otra cosa, puede ser un poema en prosa, por ejemplo. Ahora, muchas veces esa acción se oculta, de-bido a que es una acción subjetiva, interna.

JH: Hablando de autores como Octavio Paz, Nicanor Parra, Juan Carlos Onetti, José Lezama Lima, Julio Cortázar y Joao Guimaräes el crítico Emir Rodríguez Monegal dice: “Lo que caracteriza a cada uno de estos autores-escritores es su trascender la circunstancia inmediata del engagement y buscar una respuesta que vincule su obra a la gran tradi-ción universal. En la obra de estos escritores el único enga-gement válido es con la creación literaria. (…). Lo que se cuestiona no es solo la situación del hombre en su mundo, tema esencial y central de esas obras, sino también la es-tructura poética misma, el lenguaje en tanto que el límite y acicate de la creación, la forma que es ya inseparable del contenido porque no hay otro acceso al contenido que a tra-vés de y por la forma”. Esta problemática del lenguaje como crisol de búsqueda de nuevos sentidos es seguramente una constante en la literatura de los últimos treinta años. ¿Cuál es su opinión al respecto, y cuál le parece ser la relación con un engagement literario y político, cómo lo concibió Pablo Neruda o cómo pudo guiar su propia obra?

JB: Lo que pasa es que el escritor es un hombre de su tiempo, y siendo un hombre de su tiempo, tienen que afec-tarle las condiciones en que vive el pueblo, la situación ge-neral del mundo, y estas preocupaciones se van a reflejar en su obra; nosotros estamos en medio de una humanidad que está transformándose día a día, constantemente, y que no es, ni remotamente, parecida a la sociedad que yo conocí

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cuando era joven. Las transformaciones del mundo desde medio siglo para acá son gigantescas, y eso se refleja natu-ralmente en el gran desarrollo de las fuerzas políticas, de las fuerzas militares, de la fuerza económica, cultural, científica y el escritor no puede de ninguna manera ignorar todo eso.

JH: Estoy de acuerdo, pero lo que quiero preguntarle es si se sintió siempre libre; no estoy hablando de una pre-sión exterior sino interior, de escribir todo lo que quería o si siempre dio una dirección a su obra, dirección que podía implicar ciertas limitaciones formales o temáticas.

JB: Yo siempre le di una dirección. Lo que ocurre es que en esa dirección la forma no aparece bajo un criterio políti-co. Lo que apareció fue siempre el criterio social. Eso era lo que me preocupaba, los problemas sociales, la miseria del campesino que formaba la gran mayoría del pueblo.

JH: Yo creo que la complejidad de las búsquedas for-males puede ser un reflejo de la complejidad del mundo. Podríamos resumir diciendo que sus cuentos constituían un testimonio pero no una lucha, ¿verdad?

JB: Sí, una denuncia, una presentación de la realidad. Mira, no creo que la literatura pueda cambiar el mundo, pero creo que la literatura, como toda actividad humana, contribuye a iluminar la mente de los hombres y puede embellecer, enriquecer mucho la vida del hombre. La lite-ratura no puede escapar de ninguna manera a la realidad social, económica, política, cultural, de los seres humanos. Quedan siempre como obras maestras aquéllas que de al-guna manera han resumido un momento de la humanidad. Por ejemplo, es lo que hallamos en Shakespeare, o en Dos-toievski, en Balzac…

JH: Profesor, volviendo a Neruda, él veía la literatura como una verdadera arma, ¿verdad que sí? ¿Acertaba en eso?

JB: Sí, como no. Mira, ese Canto general, por ejemplo, o su poema a Stalingrado, tantas cosas que él escribió así; la

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gente sigue peleando por eso y muchas gentes se hicieron comunistas en América Latina por los versos de Neruda. Con su poesía militante Neruda les dijo a los jóvenes de América que el verso es un arma en la lucha por la huma-nidad, su progreso, su libertad, la verdadera, la que debe liberar a los seres humanos del hambre, de la ignorancia, de la enfermedad.

JH: ¿Cuáles le parecen ser los mayores aportes de Pa-blo Neruda a la poesía hispanoamericana y a la cultura mundial?

JB: Hay indudablemente el aspecto político en el cual le precedió el peruano César Vallejo. También hay lo que creo que esbocé en la respuesta a tu segunda pregunta, acerca de la poesía libre y de la poesía que no lo era y debo aclarar que no me refería a lo que expresara el poeta sino a cómo lo expresaba. De paso, adelantaré que en lo que voy a decir no se incluye a José Martí, pues aunque en la mayoría de sus poemas Martí se encadenaba a los requisitos estable-cidos para escribir versos, sin embargo aun ceñido a esos requisitos los versos de Martí eran libres, porque ¿Qué más libertad podría haber que la que se advierte en La niña de guatemala “Quiero a la sombra de un ala contar este cuento en flor”? ¿Acaso no es libre hasta la exaltación el hombre que puede concebir en forma poética hacer algo a la sombra de un ala y además contar “este cuento en flor”? ¿Cuándo se había dicho antes nada parecido? Pero Martí no escribió siempre con esa libertad porque su obra política se lo im-pedía; él tenía que enmarcarse dentro de los límites de su tiempo y esos límites eran muy rígidos. En cambio, Neruda había alcanzado ya el dominio de la libertad poética cuan-do empezó a escribir poesía política y aplicó a esta aquella libertad en la que había formado su técnica poética.

JH: Don Juan, ¿qué es lo que más le gusta en la obra de Neruda?

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JB: Me gusta todo, y además me gusta su prosa; me de-leitan. Para nacer he nacido y Confieso que he vivido.

JH: En fin, Profesor, ¿cuál le parece a Usted, que asistió y participó a numerosos encuentros internacionales, el in-terés del Evento que se prepara sobre Pablo Neruda, cuya envergadura es seguramente sin precedentes en la vida cul-tural dominicana?

JB: Esas reuniones de intelectuales de la lengua españo-la tiene mucha importancia; acercan entre sí a los escritores, a los poetas, a los trabajadores de la literatura de un mundo tan rico, tan múltiple, como es el de nuestros países, inclui-da España. Habrá que aprovechar todo lo que se va a decir en el Encuentro Internacional Pablo Neruda.

Revista Ecuentro Internacionalde escritores

Editora UASD, 1983

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versainograMa a santo doMingo

Pablo Neruda

Perdonen si les digo unas locuras en esta dulce tarde de febrero y si se va mi corazón cantando hacia Santo Domingo, compañeros.Vamos a recordar lo que ha pasado desde que don Cristóbal marinero puso los pies y descubrió la isla. ¡Ay mejor no la hubiera descubierto! Porque ha sufrido tanto desde entonces que parece que el Diablo y no Jesús se entendió con Colón en este aspecto.

Estos conquistadores españoles que llegaron de España con lo puesto buscaban oro, y lo buscaban tanto, como si les sirviese de alimento.

Enarbolando a Cristo con su cruz los garrotazos fueron argumentos tan poderosos que los indios vivos se convirtieron en cristianos muertos.

Aunque hace siglos de esta historia amarga por amarga y por vieja se la cuento porque las cosas no se aclaran nunca con el olvido ni con el silencio.

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Y hay tanta iniquidad sin comentario en la América hirsuta que nos dieron que si hasta los poetas nos callamos no hablan los otros porque tienen miedo.

Ya se sabe que un día declaramos la independencia azul de nuestros pueblos una por una América Latina se desgranó como un racimo negro de nacionalidades diminutas con mucha facha y con poco dinero.

(Andamos con orgullo y sin zapatos y nos creemos todos caballeros.)

Cuando tuvimos pantalones largos nos escogimos pésimos gobiernos (rivalizamos mucho en este asunto: Santo Domingo se sacó los premios).

Tuvo de presidentes singulares déspotas sanos, déspotas enfermos, tiranos tontos y tiranos ricos, mandones locos y mandones viejos.

En esta variedad un tanto triste tuvieron a Trujillo sempiterno que gracias a un balazo se enfermó después de cuarenta años de gobierno.

Podríamos decir de este Trujillo (a juzgar por las cosas que sabemos) que fue el hombre más malo de este mundo (si no existiese Johnson, por supuesto).

(Se sabrá quién ha sido más malvado cuando los dos estén en el infierno.)

Cuando murió Trujillo respiró aquella pobre patria de tormentos y en un escalofrío de esperanzas subió la luna sobre el sufrimiento.

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Corre por los caminos la noticia, Santo Domingo sale del infierno, por fin elige un presidente puro: es Juan Bosch que regresa del destierro.

Pero no les conviene un hombre honrado a los gorilas ni a los usureros. Decretaron un golpe en Nueva York: lo echan abajo con cualquier pretexto, lo destierran con su Constitución, instalan a cualquier sepulturero en el trono del mando y del castigo. Y los verdugos vuelven a sus puestos.

“La democracia representativa ha sido restaurada en ese pueblo” dijo El Mercurio en un editorial escrito en la embajada que sabemos.

Pero esta vez las cosas no marcharon. De un modo inesperado aunque severo a norteamericanos y gorilas les salieron tornillos en el queso. Y con voz de fusiles en la calle salió a cantar el corazón del pueblo.

Santo Domingo con su pueblo armado borró la imposición de los violentos: tomó ciudades, campos, y en el puente, con el pecho desnudo y descubierto, aplastó tanques, desafió cañones.

Y corría impetuoso como el viento hacia la libertad y la victoria, cuando el texano Johnson, el funesto, con la sangre de muchos en las manos, hizo desembarcar sus marineros.

Cuarenta y cinco mil hijos de perra bajaron con sus armas y sus cuentos,

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con ametralladoras y napalm, con objetivos claros y concretos: “poner en libertad a los ladrones! y a los demás hay que meterlos presos!”.

Y allí están disparando cada día contra dominicanos indefensos.

Como en Vietnam, el asesino es fuerte, pero a la larga vencerán los pueblos.

La moraleja de este cuento amargo se la voy a decir en un momento (no se lo vayan a contar a nadie: soy pacifista por fuera y por dentro!): Ahí va: Me gusta en Nueva York el yanqui vivo y sus lindas muchachas, por supuesto, pero en Santo Domingo y en Vietnam prefiero norteamericanos muertos.

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paBlo neruda entre nosotros

El tema de literatura y sociedad en América Latina siempre ha constituido un espacio de debates y reflexiones entre los intelectuales, relacionando en muchas ocasiones los problemas de la producción textual con las posibilida-des de que la misma contribuya a la superación de los males de nuestras sociedades, lo que por mucho tiempo dividió a los escritores en dos grandes grupos: los del compromiso social y los del arte por el arte.

Nuestro país no escapó a esa realidad; y Pablo Neruda se convirtió en uno de los íconos del movimiento revolucio-nario, hecho consolidado con el poema “Versainograma a Santo Domingo”, que el gran escritor chileno había dedica-do a las luchas de nuestro pueblo por su soberanía, durante la intervención norteamericana de 1965.

Este texto, junto a los poemas “Canto a Santo Domingo Vertical” de Abelardo Vicioso y “Ni un paso atrás” de Pe-dro Mir, recorrieron el territorio nacional a través de grupos de poesía coreada, talleres literarios, agrupaciones músico-vocales y las más diversas vías, como un emblema donde la poesía se levantaba en defensa de nuestra soberanía.

Pero no había un bloque internacional dentro del mo-vimiento comunista y socialista de la época, sino que el mundo, en el llamado socialismo real, se había dividido en-tre pro-soviéticos, pro-chinos, e incluso con sub-grupos que

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se identificaban con Albania o con la experiencia guevarista que tenía como centro a Cuba; y precisamente cuando en la Rectoría del Dr. Rafael Kasse Acta se obtuvo la confirma-ción de que Pablo Neruda estaría por primera vez en nues-tro país, uno de esos grupos inició una ruidosa y vistosa campaña, oponiéndose a su presencia en nuestro territorio ante el asombro de aquellos que entendían que aquel poe-ta de dimensión universal pudiera estar con nosotros para que se le rindiera el homenaje que él se había ganado como poeta y como amigo solidario de nuestro pueblo.

Aunque para muchos Neruda era un poeta de algunos textos sociales y un militante de la ideología comunista, en realidad se trataba de uno de los fundadores de la poesía latinoamericana contemporánea, con una dimensión que traspasaba los límites de nuestro continente y nuestra len-gua, para aposentarse en la rica tradición que tenía como antecedente a Rubén Darío.

Para Saúl Yurkievich, delegado Internacional del En-cuentro Pablo Neruda, formaba parte de “Los fundadores de la poesía latinoamericana”, en un enjundioso texto que había publicado, donde se analizaban, además a Vicente Huidobro, César Vallejo, Octavio Paz y Jorge Luis Borges.

La dimensión de Neruda no puede ser atrapada por criterios ideológico-políticos, lo cual aprendimos cuando leímos El viajero inmóvil de Emil Rodríguez Monegal, quien también fue delegado a este evento y que es considerado por muchos como el más grande crítico literario latinoame-ricano de su época y quien hizo un enjundioso estudio acer-ca de la obra nerudiana, donde demuestra, con la profun-didad que lo caracterizaba, los valores permanentes de una obra que desde sus inicios asumió la poesía como un espacio para la creatividad más elevada, donde cada palabra era un torrente de un decir que se remontaba a la tradición de los grandes poetas desde el mismo nacimiento de la literatura

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asumida como forma de expresar las emociones a través de la escritura.

El otro texto de Amado Alonso “El estilo de Pablo Neru-da” vino a completar la visión de un Neruda por encima de las circunstancias sociales e íntimamente relacionado con los altos momentos en que autores esenciales como Queve-do, habían logrado transmutar, en un español elevado, los sentimientos que laten en cualquier ser humano, no impor-ta la lengua en que se exprese.

Precisamente, otro de los presentes en el Encuentro In-ternacional, el gran escritor argentino Roberto Juarroz, en la ponencia “Neruda y su visión de Quevedo como poeta de la libertad”, consolidaba los juicios que los anteriores autores habían vertido acerca de una poesía cuya universalidad le daba carácter de permanencia en la historia de la literatura mundial.

En el año 1981, cuando faltaban dos años para cumplirse el décimo aniversario de la muerte de Pablo Neruda, propuse al Dr. José Joaquín Bidó Medina, Rector Magnífico de nuestra Universidad Autónoma de Santo Domingo, la celebración de un encuentro internacional de escritores como homenaje a Pa-blo Neruda y también, como un forma de resarcir el daño a nuestro país y a nuestra universidad, por la intolerancia que impidió su presencia física entre nosotros.

El respaldo del Rector no se hizo esperar y bajo la presi-dencia de honor de nuestros grandes escritores, Juan Bosch, Domingo Moreno Jimenes, Manuel Rueda, Aída Cartage-na Portalatín, Manuel del Cabral y Pedro Mir, se inició con entusiasmo un proceso que culminó en el más importante encuentro de escritores celebrado en nuestro país, contando con la presencia de intelectuales de América y de Europa que durante varios días reflexionaron no solo sobre la obra de Neruda, sino sobre otros aspectos relevantes del aconte-cer literario de la época.

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En términos simbólicos, recuerdo la expresión de satis-facción del profesor Juan Bosch cuando llevé la confirma-ción a su casa, del respaldo de Juan Rulfo a este aconteci-miento y del encuentro que sostuvimos con Emir Rodríguez Monegal y Eduardo Galeano, quienes en la Universidad Interamericana del Puerto Rico nos confirmaron su parti-cipación.

Entre las diversas ponencias realizadas por escritores dominicanos e internacionales, aparecen no solo textos acerca de Pablo Neruda, su vida o su obra, sino que el re-glamento del Congreso incluía la posibilidad de abordar también los temas generales sobre literatura y sociedad.

Con respecto a la temática nerudiana, algunos autores nacionales abordaron aspectos peculiares que debían ser resaltados. Por ejemplo: Manuel Rueda, quien vivió por muchos años en Chile, en su importante ponencia “Imáge-nes de la chilenidad en Pablo Neruda” expresa:

“Para empezar, voy a tratarles una imagen, la presencia de un mito en las tierras del sur chileno, llenas del silencio sobre-humano y de proximidades alucinantes. Tal vez no sea más que un sueño del desolado muchacho que yo era en 1940, del ansioso muchacho tropical perdido en una patria lejana, distante a la suya”.

La presencia de Manuel Rueda en Chile por muchos años, le dio el privilegio de conocer de cerca una de las li-teraturas más importantes de nuestra lengua y no solo por ser el único país de nuestra América con dos Premios Nobel de Literatura, sino que con solo mencionar los nombres de Gabriela Mistral, Vicente Huidobro, Pablo Neruda, Pablo de Roka, Nicanor Parra y Gonzalo Rojas.

Rueda, en su ponencia, se refiere a la obra nerudiana a través de dos imágenes grandiosas, para usar sus propias

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palabras, que parecen seguir ese mundo; los bosques y el océano; junto a los primeros nace, junto al otro vive y se dispone a morir.

Otro aspecto que destaca en su excelente ponencia nuestro gran poeta y dramaturgo, es la comparación entre los dos Pablos, sus rivalidades personales al lado de sus semejacias políticas y literarias.

El texto de Manuel Rueda es, sin dudas, un aporte esen-cial, no solamente para conocer a Pablo Neruda, sino para la gran poesía chilena de su época.

Manuel Mora Serrano, en su trabajo “Neruda: testimo-nio del poeta y la poesía”, recuerda como conoció al des-tacado poeta en Puerto Azul en julio de 1970 y comienza citando sus palabras en esa ocasión:

“Hablar ante escritores es hablar ante el espejo. Nuestras frustraciones, limitaciones y defectos, nuestra incomprensión despiadada, nuestra mutua incomprensión, salen de nosotros mismos. Nos conocemos. Tratamos de construir una frágil fra-ternidad rodeados por enemigos sombríos. Urdimos el camino individual de nuestros sueños y luego vemos que se trata del camino de todos, el antiguo joven humanismo eterno que fue defendido ayer por tantos otros que éramos a la vez nosotros mismos…”.

Mora Serrano hace un importante símil entre la época en que se desarrolló la gran poesía nerudiana y nuestra realidad poética para sacar conclusiones que hacen de su exposición una de las más originales de las que se presen-taron en ese acontecimiento cultural que fue el “Encuentro Internacional de Escritores Pablo Neruda”.

Otro de nuestros expositores fue Manuel Matos Moque-te, quien trato el tema “Mito y unidad americana en el Can-to general de Pablo Neruda”. Para este expositor, leer el libro

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Canto general de Pablo Neruda, es arriesgarse en una doble expedición. Toda lectura, como toda escritura, es ya de por si un acto de exploración y aventura por los significantes de la obra, en la carrera que nunca acababa por alcanzar el sentido. Sin embargo, leyendo el Canto general nos embar-camos, además, en una expedición por el continente ameri-cano. A ese nos arrastra Neruda en la sucesión de poemas que constituyen su extensa obra.

Neruda en ese canto ha intentado, si lo ha logrado o no, es un tema de discusión, hacer lo más cercano a un canto épico, siguiendo la tradición que inició Homero con La Ilía-da y La Odisea. La verdad es que, como señala Matos Mo-quete, en la búsqueda de nuestra realidad a través de la poesía, Neruda se ha convertido en geógrafo para exaltar los ríos, los bosques, las aves, los animales, las montañas y los aborígenes de este inmenso mundo americano.

Para Neruda, la tierra americana no se limita a lo que conocemos como tierra, es también, para él, la madre natu-raleza; su preferencia por las raíces, destacada por Matos Moquete; se constituye en un elemento fundamental para entender este amplio mundo donde la cosmovisión de un poeta parece atraparlo todo.

Otra ponencia, es la presentada por Abelardo Vicioso, titulada: “La poesía de Neruda: un arma para la lucha de los pueblos”. Abelardo Vicioso va directamente hacia la problemática política en la obra de Neruda, y en su ponen-cia cita el siguiente poema:

Amigo mío, con la tarde haz que se vayaeste deseo mío de que todo rosalme pertenezca.Amigo,Si tienes hambre come de mi pan.

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Para él, lo fundamental en la obra nerudiana, a dife-rencia de lo que consideran Rodríguez Monegal o Amado Alonso, es que ésta sirva a la lucha de los pueblos, to-mando como paradigma los criterios del realismo socia-lista. Por eso, destacará textos como este:

¿Qué hicisteis vosotros gidistas,intelectualistas, rilkistas,misterizantes, falsos brujosexistenciales, amapolassurrealistas encendidasen una tumba, europeizadoscadáveres de moda,pálidas lombrices del quesocapitalista; qué hicisteisante el reinado de la angustia,frente a este oscuro ser humano,a esta pateada compostura,a esta cabeza sumergidaen el estiércol, a esta esenciade ásperas vidas pisoteadas?

Sin embargo, no es Abelardo Vicioso el más radical de los ponentes, esa medalla la tiene sin dudas Haffe Serulle en su texto “La violencia en la poesía de Neruda”, que co-mienza expresando:

“Dicen que Neruda soñó una vez con un planeta de sangre y que ese planeta era la Tierra. También dicen que en su sueño vio cráneos lacerados, brazos de niños triturados y ojos, muchos ojos, cientos de miles de ojos que miraban con rabia un portaviones que enarbolaba triunfalmente una bandera con muchas estrellitas blancas en la esquina del borde izquierdo, con un fondo azul y franjas rojas, horizontales, de extremo a extremo”.

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En términos concretos, esa bandera pretendía anunciar el dominio del espacio y la acumulación de sangre ingenua que tal empresa, como toda empresa colonalista, lleva implícito.

No hay dudas, de que realmente la violencia es uno de los temas más recurrentes de Pablo Neruda, pero su mun-do poético es mucho más que eso; quizás, con el tiempo podamos situar en forma más objetiva la dimensión y la diversidad de este gran poeta.

Emelda Ramos abordó el tema “El tratamiento de la mujer en la poética de Pablo Neruda”, comenzando con la sección “La mujer como objeto de ponderación estética” se-ñalando:

Sin hacer prevalecer el sentido intangible sobre el sen-tido poético, partiremos de que toda gran poesía tiene su apoyatura en la experiencia humana, la cual identifica el lenguaje que la recrea felizmente; es por eso que la poesía del joven Neruda, la urdidumbre creada por su genialidad y sortilegio verbal aparece sustancia por imágenes: após-trofes, hipérboles y metáforas. En especial, podemos desta-car la apostrofación transformada en dorados dardos que el poeta dirige al centro de sus cosmos: la mujer. Ej.: bella, de finas manos y delgados pies”, como igualmente: “¡Ah desnuda tu cuerpo de estatua amorosa/ tienes ojos profun-dos donde la noche alea/ frescos brazos de flor y regazo de rosa! ¡Oh poder celebrarte con todas las palabras de alegría! ¡Ah tu voz misteriosa que el amor tiñe y dobla/ en el atar-decer resonante y muriendo!”

Luego en un segundo apartado, se refería al tema “El encuentro de la mujer en el más antiguo trueque de la humanidad”, continuando con “Lo eterno femenino en el nerudismo”, “Las ideas de frescura y paradigma como sugerencia erótica”, “Horizontalidad: la suma feminidad” y “La delicadeza, fragilidad y dependencia del impulso protector del varón”. Sin dudas, que la escritora Emelda

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Ramos hace de su ponencia un indiscutible aporte a partir de la temática que aborda.

Entre las ponencias internacionales, quiero destacar la del escritor chileno Andrés Bansart titulada “Neruda y la identidad Americana”. Este autor se inclina en su exposi-ción sobre criterios de sociología de la literatura, que como escuela del pensamiento, ha generado importantes debates, dándole a la literatura según algunos escritores, una rela-ción con la sociedad y la identidad y cómo forman parte de la esencia misma de la literatura.

Precisamente, en un ensayo de Andrés Bansart titulado “La poesía frente a la relación hombre-tecnología, se pro-fundiza en los criterios que este autor ha defendido al apli-car esta nueva metodología al enfoque nerudiano:

Pablo Neruda fue uno de los más grandes forjadores de esta identidad. Él buscó los elementos fundadores y fun-damentales; tuvo la oportunidad de identificar el pueblo a una historia real y a un proyecto concreto.

Cuando dice que va a cortar la historia, parte de las raíces.“Tierra mía sin nombre, sin América”, y se proyecta ha-

cia las yemas de primaveras todavía futuras:

“… no solo sus raícesbuscaron el dolor sino la fuerzay fuerza soy de piedra pensativa,alegría de manos congregadas”.

La identidad no se limita a lo cultural; se trata de una totalidad cuyas partes actúan entre sí. Buscar esta identidad consiste en realizar una introspección profunda con el fin de lograr un conocimiento de sí mismo a nivel del hombre y de la sociedad.

Otra autora chilena participante al Encuentro fue Ceci-lia Vicuña con la ponencia: “Notas para un texto futuro”.

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Preguntar por lo indígena en Neruda es tocar una con-tradicción esencial, no solo en él, sino en la cultura latinoa-mericana en general. Siendo mestizos y herederos del uni-verso poético y espiritual indígena así como del negro y del cuerpo de nuestra cultura dominante lo niega, afirmando ante todo el etnocentrismo europeo y occidental.

El boliviano Max Efraín Pérez en su ponencia “Com-promiso y testimonio en torno a la poesía de Neruda”, des-de el mismo título nos recuerda la teoría de Sartre acerca del compromiso del escritor, criterio ampliamente difundi-do para la década del 60 y del 70 pero que cada día más es considerado como una concepción superada en el mundo actual.

Sin embargo, el escritor boliviano que nos ocupa, señala confirmando su tesis, que en Tercera Residencia con temas diversos e inciertos, el compromiso del poeta del Crepus-culario desaparece como antena y surge el de la denuncia o protesta, el poeta comprometido. La poesía no puede estar sin contacto humano. En el prólogo de su poesía política, él mismo afirma: “El camino de la poesía sale hacia afuera, por las calles y fábricas, escucha y congrega, amenaza con la voz pesada de todo el porvenir…”

El escritor panameño Rogelio Sinan, en su exposición “Pablo Neruda en mis recuerdos” refiere lo siguiente:

“A Neruda lo conocí en Santiago de Chile en el año 1924. Yo iniciaba mis cursos de español en el famoso Instituto Pedagógico de La Alameda. Neruda estaba a punto de graduarse en ese mismo colegio universitario pero él seguía francés.

Fue el escritor Rubén Azócar, que había vivido en Panamá, quien me introdujo en el ambiente de lo que entonces era la joven literatura chilena.

Como era la primera vez que yo viajaba fuera de mí país, la vida en Chile me deslumbró hasta el punto de sentirme obligado

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a anotar diariamente mis impresiones en un viejo cuaderno que aún conservo, del cual quiero leer algunas notas.”

La relación de Sinán con Neruda y la descripción de la personalidad del gran poeta, fue un aporte de este escri-tor al conocimiento de un autor fundamental de nuestras letras.

Alberto Baeza Flores, en su ponencia “Pablo Neruda en el vivo recuerdo”, relaciona su trascendente presencia entre nosotros a través de La Poesía Sorprendida y lo significati-vo de la celebración de este Encuentro Internacional Pablo Neruda.

“Siempre hemos sido una sola familia humana en el dolor y en la esperanza. Nuestro José Martí, desde la do-minicana Montecristi, el 25 de marzo de 1895 escribió a su amigo dominicano Don Federico Henríquez y Carvajal –a quien llamó hermano– la carta testamento político de su vida. Esa carta mantiene plena vigencia. Es letra viva, ayer como ahora: “Escasos como los montes, son los hom-bres que saben mirar desde ellos y sienten con entrañas de nación, o de humanidad…”… la patria no será nunca triunfo, sino agonía y deber…” “esto es aquello y va con aquello”… “Hagamos por sobre la mar, a sangre y a ca-riño, lo que por el fondo de la mar hace la cordillera de fuego andino”.

Edna Coll en su ponencia “La sed de amor de Pablo Neruda”, desde una óptica muy particular asume una im-portante reflexión acerca de la poesía amorosa nerudiana y de un importante recorrido por Veinte poemas de Amor y una Canción Desesperada y Los versos del capitán, para tratar de encontrar la relación entre vida y obra, entre reali-dad y sueños, en un poeta que amó profundamente la vida y que se debatió entre amores reales, que generaría algunos de los más exquisitos poemas de nuestra lengua:

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“…Como sabría amarte, mujer, como sabríaamarte, amarte como nadie supo jamás!morir y todavíaamarte másy todavíaamarte másy más.

Al dejar para el final la ponencia “Neruda y su visión de Quevedo como una poética de la libertad” del escritor Roberto Juarroz, asumimos que se trata, a mi juicio de la principal ponencia del Encuentro Internacional, con la pro-fundidad que siempre le caracterizó.

Juarroz hace una reflexión acerca de la relación entre Quevedo y Pablo Neruda y se detiene en los sonetos amato-rios de Quevedo y en otros textos nerudianos, mostrándonos un universo poético donde la lengua española se enriquece. Y, es que en realidad el mundo nerudiano fue una vuelta a los mejores momentos del Siglo de Oro Español; práctica-mente reinventando un decir, que aunque parece ya escu-chado, despierta nuevas tonalidades en el universo de una musicalidad que es, en sí mismo, ritmo interior.

M. M.

JUAN BOSCH Y LAS MUJERES POETAS

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Juan BosCh y las MuJeres poetas

En la historia de la literatura dominicana sobresale en el siglo XIX la poesía de Salomé Ureña de Henríquez y en la primera mitad del siglo XX, Aida Cartagena Portalatín y Carmen Natalia Martínez. Al iniciar la segunda parte del siglo XX entre otras voces Grey Coiscou, Jeannette Miller, Soledad Álvarez y Chiqui Vicioso nos dan señales de una poesía de calidad escrita por mujeres.

Al fundar el Taller Literario César Vallejo la mayoría de sus integrantes eran hombres, pero un día pensé que debe-ríamos dar continuidad a la tradición escritural de la mu-jer en nuestra literatura y presenté seis mujeres poetas en la Biblioteca Nacional. Invitamos al Prof. Juan Bosch a ese encuentro y su estímulo fue fundamental, al extremo que escribió un trabajo titulado “Cinco Jóvenes Poetas” en el Nacional Ahora, que reproducimos integro por lo que esto significa. En realidad eran seis: Miriam Ventura no pudo estar presente en la actividad, aunque sí formó parte, tanto del grupo, así como de la publicación que se hizo en el Su-plemento Cultural Aquí.

Nunca olvido que en una de las tertulias del Hostal Ni-colás de Ovando llegó el Prof. Juan Bosch sonriente y me dijo: ”Mateo, vengo de Casa de Teatro, donde en un acto encabezado por Chiqui Vicioso, te declararon mujer poe-ta honorario, porque con el trabajo que has hecho por las

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escritoras te han dado este singular galardón”, me dio un abrazo y me dijo felicitaciones y yo le dije: Don Juan , el homenaje es a los dos, pues usted puso todo su prestigio nacional e internacional en apoyar a estas escritoras. Ahora tengo problemas en el taller César Vallejo porque dicen que en vez de mantener el equilibrio entre los escritores de los dos géneros, yo me he descuidado por estar promoviendo solo a las mujeres.

A partir de ahí junto a Verónica Sención, Pedro Mir y Silvano Lora, quienes ya nos esperaban, se inició una fruc-tífera tertulia donde el tema fue la mujer y la literatura.

M. M.

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cinco JóvEnEs poEtas

Juan Bosch

Desde que me enteré de que cinco mujeres poetas –no me gusta la palabra poetisa y no hallo razón para no apli-carles a las mujeres que escriben versos el mismo calificati-vo que a los hombres que los escriben- , todas ellas jóvenes y de alta calidad, habían sido presentadas en la Biblioteca Nacional por Mateo Morrison, y especialmente desde que leí en el Suplemento Cultural de La Noticia del 27 de febrero de este año sus versos, estoy buscándole explicación a ese fenómeno, porque no me cabe duda de que se trata de un fenómeno que quizá no se haya dado antes en ninguna par-te, al menos en los países de la lengua española, y si se dio alguna vez, el hecho no se hizo público.

¿Por qué un país pequeño, cuyo pueblo no se distingue precisamente como buen hablante de su lengua, en cuyas escuelas se ha perdido la tradición de enseñar a usar las palabras con la debida propiedad, surge de pronto, como si salieran en haz de un amasijo de sombras intensas, esas cinco mujeres poetas? ¿Qué las identifica entre sí? ¿Qué las ha convocado, las ha llevado a reconocerse y les ha orde-nado cantar? ¿Es el pasado reciente el de veintitantos años atrás, con su carga de pasiones encontradas, las pasiones que sembró y desató en el alma del pueblo, la violencia de un sistema económico y social que marchaba a todo tren

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abriéndose en un camino de sangre a borbollones y huesos descarnados para apilar en pocas manos el peso tremendo de la riqueza sustraída a la tierra y a sus moradores me-diante los métodos feroces de la acumulación originaria?

Necesariamente en el origen de este fenómeno tiene que haber un hecho histórico de esos que afectan a multitud de personas. Para mí, las cinco jóvenes poetas a que aludo lo dicen al explicar por qué escriben versos. Carmen Imbert, a quien Bonaparte Gautreaux Piñeyro llama Carmen Imbert Brugal en El Nacional el 13 de marzo lo explica así:

“(Escribo versos) “Porque creo que por el momento es la me-jor manera que tengo de gritar y es preferible a matar o morir de rabia e impotencia hasta que llegue el día de la gran ternura de que hablaba Neruda”.

Sabrina Román dice: “Hago poesía, o intento hacer poesía, llevada por una gran necesidad, porque hay muchas cosas que decir de la vida que no se pueden ir gritando por las calles porque ter-minaríamos en el manicomio, pero que sin embargo, al ser escritas sirven a veces hasta de consuelo. Creo mucho en esa poesía que nace sin complicaciones, esa poesía que parece ser vomitada por el alma, porque esa es la poesía que cumple a cabalidad su propósito...”.

He aquí lo que opina Carmen Sánchez: “Definitivamen-te necesito construir con esa poesía un complemento que contrarreste de algún modo lo que no siento, lo que existe a medias, lo que se escapa... Concibo la poesía como un eter-no clamor, un acto vivo que contradice, defiende y lucha... El poema reafirma la conducta humana. Creo en su fuerza, creo en el servicio del hombre, creo en su continuidad para seguir labrando camino y espacio... ¡Qué hable la vida con su propio lenguaje!”.

Mayra Alemán dice que la poesía “... Nace, tal vez, de una profunda necesidad de comunicarnos con los demás, de

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hablar en silencio mientas escuchamos nuestro mundo in-terior. Ideas y emociones en remolino que nos golpean, nos derrotan, nos arrojan de nosotros mismos... Medimos la esta-tura de nuestro grito por adelantado y en este momento to-das las voces encuentran una garganta tropezando, cayendo, levantándose en cada desconsuelo, en cada soledad, en cada agonía... Tenemos la certeza, en medio del naufragio, de es-conder hasta el faro –la gente– a través de la luz: la poesía”.

Dulce Ureña es, entre las cinco, la única que se refiere a la poesía colocándose fuera de su hechizo, y lo hace di-ciendo que la poesía “está condicionada por el trasfondo de un marcado grado de sensibilidad (de quien la hace), junto a un nivel de sistematización del conocimiento que la nutre”; y agrega que “con suma dificultad podría definir lo que siento al ejercitarme en ella... Creo que sería más fácil definirme en caso de que no lo hiciera”.

Para mí, que pasé más de diez años escribiendo cuen-tos sin poder definir ante mi mismo que cosa era el cuen-to, resulta sorprendente que esta bandada de poetas sepan, desde el momento mismo en que empiezan a ejercer el alto oficio de expresarse en versos, que es la poesía, pero sé que por sí solo el hecho de tener ese conocimiento todas ellas van a volar muy alto, y la convicción de que será así me proporciona una alegría intensa, vivificante, porque me siento seguro de que mi pueblo no va a quedarse mudo cuando deje de oírse el canto de Pedro Mir.

Periódico El Nacionalde Ahora, Santo Domingo,

24 de marzo de 1883.

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palaBras introduCtorias

Ángela Hernández en el momento en que escribo estas notas, es una escritora cuya solidez intelectual y creativi-dad escritural traspasa cualquier clasificación. Se eleva a la condición donde solo habita el rigor y la excelencia. Cuatro géneros literarios (poesía, cuento, ensayo y novela).

Ella está en el privilegiado Olimpo donde se hermanan la profundidad y la brillantez.

Conocí a Ángela como estudiante de ingeniería química y como militante revolucionaria. Nos juramentamos el mis-mo día en la línea roja del 14 de junio y luego compartimos la condición de miembros fundadores del Partido de los Trabajadores Dominicanos (PTD).

Una tarde probablemente en el bullicio de alguna mo-vilización en los terrenos de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, rodeados tal vez por un cerco policial, sa-liendo de alguna reunión política o quizás de alguna confe-rencia, se me acerco Ángela y me hablo de su poesía, desde ahí se inició una interacción permanente.

Nuestra pasión por la literatura fue estrechando el cir-culo de nuestra hermanad sin fisuras que exhibo con orgu-llo mientras su obra crece en calidad y cantidad.

Cuando me refiero a ella lo formal y el devenir son una misma realidad y lo que quiero finalmente es contarles que

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su libro Tizne y Cristal fue presentado por el profesor Juan Bosch en la Biblioteca Nacional y Ángela en esa complici-dad afectivo-intelectual me pidió que participara en la pre-sentación junto al autor de Cuentos escritos en el exilio.

M. M.

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palaBras de Juan BosCh en la puesta en circulación dEl liBro Tizne y CrisTal

Confieso que no encuentro qué decir en este acto, por-que Mateo Morrison y Ángela me han dejado el tema de esta noche de esqueleto. Pero hay dos cosas de las que de-seo hablar un poco.

La primera de ellas es el hecho sorprendente de que en un país como la República Dominicana se haya dado una eclosión de mujeres poetas en número y calidad tales que no encontramos en otros países de América.

En el caso de la poesía femenina, nuestro país está mos-trando aspectos anormales. En 1983 se presentaron seis mu-jeres poetas; poco tiempo después en esta misma biblioteca hicieron su presentación otras seis mujeres poetas y ahora se presenta una, Ángela Hernández, que vale por seis.

¿Qué está pasando aquí? ¿Cómo se explica que en un país donde la generalidad de los hombres y las mujeres son malos hablantes de la lengua española se haya producido ese número de mujeres poetas, todas ellas de calidad?

En la generación anterior aparecía una que otra mujer poeta, pero los poetas eran hombres, y cuando hablo de la generación anterior me refiero a la de Pedro Mir, Franklin Mieses Burgos, Rafael Américo Henríquez. Entonces no ha-bía mujeres poetas y mucho menos en el número y de la calidad que tenemos ahora.

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Traer a la vida la capacidad de crear arte es un privi-legio. El mundo está lleno de palabras, de millones y mi-llones de palabras, pero solo los artistas de las palabras la usan para producir belleza. La gran mayoría de los seres humanos usan la palabra para beneficiarse de manera ob-jetiva, material. Pero eso no sucede solamente en el campo de la palabra; también ocurre en el de los colores. El mundo está lleno de colores, colores en las flores, colores en las pie-dras, colores en las frutas, colores en los animales; pero no todos los que usan los colores tienen la capacidad creadora que tienen los que los usan para embellecer, pintando la vida de los demás.

Algo similar sucede con los creadores de música. Tam-bién el mundo está lleno de sonidos; sonidos por todas partes y a todas horas, cada vez mas desordenados. Desde que se inventaron los aparatos de radio y de televisión, esos sonidos llegan por todas partes al oído de todo el mundo. Todos padecemos los sonidos, pero solo los músicos utili-zan la cantidad y la variedad de los sonidos indispensables para crear música.

Los artistas, ¿cuántos son? De cinco mil millones de personas que pueblan hoy la Tierra, ¿cuántos son artistas? Nadie sabe su número, pero una parte de esos cinco mil millones saben que entre ellos los hay que traen al mundo la capacidad de percibir lo bello y la de expresarlo. Su can-tidad no importa; lo que importa es su calidad, la que dan a la palabra los poetas y escritores; la que dan los pintores a los colores y a la música sus creadores. Para mí, entre to-dos ellos descuellan los poetas, que son los sacerdotes de la palabra, no importa que sean hombres o mujeres por-que son los únicos autorizados para hacer con la palabra obras al mismo tiempo que expresan ideas y sentimientos crean sensaciones que no puede producir nadie que no sea poeta.

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La capacidad de crear obra de arte es un don que se trae al nacer, pero ese don puede malograrse o puede, por lo contrario, ampliarse y refinarse, y eso se logra ejerciendo la capacidad que se trajo al mundo. A escribir poesía se apren-de escribiendo versos; a escribir novela se aprende escri-biendo novelas, a escribir cuentos se aprende escribiendo cuentos; a escribir música se aprende escribiendo música. Las escuelas de Bellas Artes pueden ensenarle al pintor o al escultor ciertos aspectos de la técnica que deben aplicarse al uso de los colores o del mármol. Pero esas técnicas son aspectos parciales de una actividad dada que no pueden convertir en artista a quien no lo es, a quien carece de la ca-pacidad creadora que es indispensable para llegar a ser un gran pintor, un gran escritor, un gran poeta o un gran mú-sico. Esa capacidad creadora la trae al mundo una minoría de seres humanos.

Las artes van evolucionando en la misma medida en que evoluciona el género humano. Las sociedades van sien-do transformadas de manera constante porque la naturale-za física y la naturaleza social son a su vez transformadas como resultado de la lucha que el hombre viene llevando a cabo desde hace millones de años. Desde que debajo de los árboles para convertirse en bípedo comenzó el hombre su lucha contra la naturaleza para ponerla a su servicio, y en esa lucha día tras día se van logrando metas que se pre-sentan en forma de transformaciones en la vida de la socie-dad. Es cierto que la vida de un pueblo como el dominicano no puede tener el mismo grado de desarrollo que la vida del pueblo español, del pueblo italiano o del pueblo sueco, pero tiene su propio desarrollo; y a eso se debe que el pue-blo dominicano de hoy no se parezca al pueblo dominicano de hace cincuenta años.

Una demostración evidente de lo que estoy diciendo es la presencia de las mujeres en la poesía de nuestro país.

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¿Cuándo se habían dado aquí trece mujeres poetas en una misma generación? Y más aún: ¿Cuándo ha sucedido algo parecido en México, en Argentina, en Brasil?

La capacidad poética puede llevar a un ser humano y concretamente a una mujer, a expresar de manera absoluta nuevos sentimientos, ideas y posiciones que no se traslu-cen en la poesía habitual porque en ellos no se advierte el perfil político o una determinada inclinación hacia los pro-blemas sociales, pero sacuden el alma de los lectores que tienen ese tipo de sensibilidad que es capaz de apreciar de manera instintiva cuando un poema es un poema y no una imitación que parece ser poema porque ha sido escrito con versos de igual número de sílabas.

La poesía nueva, la actual, se expresa en forma libre y lo hace de manera destacada en nuestro país cuando es obra de mujeres, y para mi Ángela Hernández ha venido a ser la culminación de esa tendencia que se viene dando en la República Dominicana desde 1983. Naturalmente, eso no quiere decir que con Ángela Hernández va a terminar el proceso de formación en este país de mujeres poetas. No pueden aparecer muchas más porque la mujer dominica-na ha despertado en los últimos años a una cantidad de preocupaciones y sensaciones que desconocía la generación de sus madres. Esas sensaciones y esas preocupaciones las conocían, en el terreno de la poesía, Pedro Mir, Franklin Mieses Burgos y otros poetas de sus años, no las mujeres, fueran o no poetas, pero no las desconoce el racimo de mu-jeres que tenemos ahora escribiendo poemas de impresio-nante hermosura.

Desde luego que la posición de las mujeres poetas con-tribuye, como lo ha explicado esta noche Mateo Morrison, el hecho de que la poesía no es ahora una creación que requiere acomodarse a moldes estrechos. Hace menos de medio siglo el poeta, hombre o mujer, estaba obligado a

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escribir sonetos, y un soneto tenía que ser escrito en cator-ce versos, divididos en dos estrofas de cuatro versos cada uno y dos estrofas de tres versos, y el final de cada uno de esos catorce versos tenía que rimar con tales y con cuales de las líneas o versos que les antecedían. Si no se cumplían esos requisitos, el poema no era un soneto, y quien no sabía hacer un soneto no era calificado de poeta. Pero además, la poesía exigía que se siguiera determinado ritmo y que se mantuviera la consonancia entre determinados versos o líneas. Hoy lo que se le exige al poeta es que se exprese con profundidad, con honestidad y con belleza, que no se sa-crifique la palabra para restarle claridad o aumentarle peso ideológico o social al poema. Es más, ahora no se le pide al poeta que use la puntuación porque puede separar las palabras con el acento poético.

Los dos poemas del libro Tizne y Cristal que mencionó Mateo Morrison, y especialmente el primero, “La palabra perfecta”, son modélicos desde el punto de vista de la poe-sía moderna.

Si observamos que algo similar a lo que ha ocurrido en la poesía cuando se ha liberado de las coyundas que se les imponían a los poetas ha sucedido en el caso de la música, no la popular sino la de la más alta categoría encontramos que también la música ha quedado liberada de la regla-mentación que se les imponía a las obras de los grandes maestros, incluyendo a Mozart.

Oigan ustedes “La palabra perfecta”, ese poema de Án-gela Hernández cuyas primeras líneas son ya un poema por sí solo:

Remuevo los verbosamontonados en el rincón de los quebrantosbusco afanosamentetenazmente

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sin un solo respirola palabra perfecta para acomodar estas derrotasanudadas a mi cuellocomo alambre de púas.En el más escondido baúl de la memoriano aparece la palabra de alas anchasde pedregoso acentopiel de erizoy corazón de retamaque cobije las brechas hondas de la miseriala visita precoz de la muertelos aletazos grises del hambrey los escalofríos de la impotencia.Desarmada, sin la palabra clave,con la boca desnudasoy un tamiz de airearenilla sostenida en el vientohebras desprendidas de la orillagrano de sal arropado de rocíopies temblando en la húmeda pendientelágrimas roceadas por una nube errante en el desierto crisantemo desgajado por la lluvialuz de una estrella extinguida hace mil años.Corro tras la palabrasofocada de rabias y fatigasla persigo en el mundo de los sueñosen los sobresaltos de las pesadillasen los cuentos antiguospor el camino crepuscular de las garzasen el suicidio de los ruiseñoresen el rastro de silencio de la muchedumbreen el vértigo de la madre arrullando un niño agonizante.Le pregunto todos los inviernos a las aves migratorias hurgo largamente en los ojos de las vendedoras de

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hierbas y fórmulas amorosasrastreosinfoníasnotascancioneslíneasfigurasletrasbuscando la palabra apaciguadorade mis angustias.Sin la palabra claveal mediodía me confundo con las sombrascomo un árbol soyun alto y solitario árbol de escasas ramasencogido siempresiempre recostado en la monotonía del horizontecomo la extraña pregunta de un viajero.

BREVES VISIONES

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pEdro hEnríquEz urEña y Juan Bosch

En el universo de la literatura, Pedro Henríquez Ure-ña (1884-1946) y Juan Bosch (1909-2001), son dos autores merecedores de cualquier reconocimiento por su excelencia literaria.

Consagraron sus vidas a construir con palabras edificios enormes donde la mejor literatura encuentra su hábitat.

En una de las tertulias semanales que Don Juan presi-día en el Hostal Nicolás de Ovando, el destacado intelec-tual ido a destiempo Humberto Frías y yo tratamos con él, su relación con Pedro Henríquez Ureña, pues acabamos de leer en la colección de las obras que había recopilado Juan Jacobo de Lara para la Universidad Pedro Henríquez Ureña, una carta dirigida por don Pedro al autor de “La Mujer” donde destacaba la calidad literaria de algunos de sus romances y proyectaba la dimensión que adquiriría la obra del más destacado de nuestros cuentistas.

Juan Bosch nos refirió la importancia que tenía para él esa correspondencia y nos narró que cuando Pedro Hen-ríquez Ureña llegó al país como Superintendente general de enseñanza, a principio de la década del 30, se alojó en Gazcue y visitaba el café Paliza de la Calle El Conde, don-de se realizaba una tertulia que incluía poetas, periodistas e historiadores. Asistían Juan José Jovet, periodista español e intelectuales dominicanos como Tomás Hernández Franco,

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Manuel Arturo Peña Battle, Franklin Mieses Burgos y Ma-nuel del Cabral. En ocasiones asistían Héctor Incháustegui Cabral y Manuel Llanes. En uno de esos encuentros Pedro Henríquez Ureña le dijo a Juan Bosch que no firmara como Juan E. Bosch, sino solo como Juan Bosch y puso el ejem-plo de Mark Twain. Además expresó que había que facili-tarle la comprensión a los lectores. También Don Juan nos relató esa noche que al visitar la casa de don Pedro, este le dijo que su esposa Ysabel Lombardo, Mexicana, había expresado el interés de conseguir un pavo real para que estuviera en la casa, pues para ella era un adorno viviente. Él lo tomó como un compromiso y dos semanas después estaba en el patio de don Pedro ese abanico policromado.

En varias ocasiones Juan Bosch ha referido sus rela-ciones con el hermano paterno de Pedro Henríquez Ure-ña, Cutabanamá Henríquez y ha dicho que él fue deter-minante para acercarlo a la militancia política formal y en la constitución del Partido Revolucionario Dominica-no en el exilio.

Pedro Henríquez Ureña le recomendó que leyera autores como Maupassant, Kipling y Quiroga. Sin duda, maestros del género de narrativa corta, que de seguro debieron influir en forma significativa en la gran obra narrativa que dejó el inmortal autor de El Pentagonismo sustituto del Imperialismo.

En el año 1946 cuando murió Pedro Henríquez Ureña de un ataque cardíaco mientras trataba de alcanzar el tren que lo llevaría a impartir docencia, los escritores argentinos en-cabezados por Jorge Luis Borges decían el último adiós al in-signe escritor de Las corrientes literarias de América Hispánica. Cotubanamá Henríquez le pidió a Juan Bosch que dijera las palabras centrales de un acto que se efectuó en La Habana en homenaje al hijo de Salomé Ureña de Henríquez.

M. M.

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Juan Bosch nos prEsEnta a pEña gómEz

El 24 de abril de 1965 yo había salido con mis herma-nos a comprar la pila de un pequeño radio que me prestó un gran amigo. Cuando logramos en una pulpería de Los Mina, ponerlo en condiciones para oír la música de Vala-dés o de otro de los artistas de la época, escuchamos la es-truendosa voz del Dr. José Francisco Peña Gómez. Llama-ba al pueblo a apoyar la vuelta a la constitucionalidad sin elecciones, en una alianza cívico-militar que dio paso a la guerra de abril convertida en gesta patriótica a partir de la intervención de 42 mil marines norteamericanos el día 28.

Desde Puerto Rico Juan Bosch dirigía todo el proceso de la guerra patria y el coronel Francisco Alberto Caamaño y otros patriotas detenían a las fuerzas de San Isidro en la histórica batalla del puente Duarte. Peña Gómez era admi-rado por mi madre y siempre tenía el deseo de que ella lo saludara y le expresara todos los elogios con que se refería a este joven brillante.

Lo vi en la zona constitucionalista y sobretodo recuerdo su figura de hombre negro vestido totalmente de blanco. De un lado estaba Juan Bosch y del otro el coronel Francisco Al-berto Caamaño. Era en el parque Rubén Darío designado así en honor al inmenso poeta que escribió “La Marcha Triun-fal”. Ardíamos de entusiasmo convencidos de que había-mos ganado por lo menos moralmente la guerra.

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El tercer momento ya estuve más cerca. Era el Centro Médico Espaillat Cabral que realizaba uno de sus actos en un hermoso auditórium y el Dr. Salvador Jorge Blanco dic-taba una conferencia acerca de “La Justicia en el Quijote”. Junto al poeta Tony Raful asistí a esa actividad y don Juan, nos saludó con mucho cariño, como era su costumbre con nosotros. Al final llamó al Dr. José Francisco Peña Gómez y nos lo presentó. Ese día compartí por lo menos con tres personajes importantes de nuestra historia y por fin pude decirle a Efigenia Fortunato que había conocido a un líder salido de las entrañas mismas de nuestro pueblo.

M. M.

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JóvEnEs EscritorEs En la tErtulia dEl hostal

El Taller Literario César Vallejo era una realidad nueva en la literatura dominicana y seria el núcleo esencial de la generación de los 80. Como parte del programa de las tertu-lias culturales que se desarrollaban en el Hostal Nicolás de Ovando, invitamos a varios poetas de ese colectivo litera-rio en diversas ocasiones. Esa noche leyeron José Mármol y Plinio Chahín sus textos, ante el profesor Juan Bosch, Pedro Mir y los demás contertulios.

Al final, el profesor Bosch me preguntó que cómo era posible que estos jóvenes escribieran tan bien en un país como el nuestro, donde se enseña muy mal el español. Y continuó haciendo comparaciones con Costa Rica, donde él entendía que sí se ensenaba el idioma de Cervantes ade-cuadamente y no había una obra poética de tanta calidad. Le expresé que yo lo atribuía a la seriedad con que ellos asumían el papel de escritores; el rigor que ponían junto a un sistema de lecturas permanente. El tiempo los ha visto crecer y confirmar mis reflexiones acerca de estos poetas dos de cuyos textos de esa noche reproduzco.

M. M.

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Poema 24 al Ozama: acuarela

Superficie de luces agotadas donde apenas el sonido de la sombra suena. yo te nombre ciudad irreal hundida en la penumbra de un recuerdo invernal. el ozama que fluye por cada objeto a la deriva es una historia. el ozama que sube del fondo de la noche hacia mi palabra. un pez flota suspenso entre la imaginación y un escarceo brillante de hojas secas. el ozama refugio del miedo de la noche y de toda la pobre-za de unos hombres. largo testimonio de secretas tempora-das de amor y de todo excremento vertedero. yo te nombro ciudad irreal hundida en la penumbra de un recuerdo in-vernal. cuando en la orgía de las horas oscuras no queda diferencia y el amanecer estalla en su maravilla cotidiana. cuando el silencio penetra el aire ancho y el murmullo de los troncos y las piedras. el río que hay en el ozama empieza a sudar leche de luna y baba. empieza a mostrar sus ahoga-dos. sus ángeles suicidas. sus dioses imperfectos. sus luases orinados. sus vírgenes violadas por murciélagos y sapos. Los lanchones de hueso dejan la superficie cantando su re-torno hacia lo profundo. todo mi cuerpo. toda mi memoria contenidos por el río que corre en el ozama. todo mi ser des-gonzado y transido. superficie de luces diluidas por donde ya no se oyen las rancias velloneras. yo te nombre ciudad irreal hundida en la penumbra de un recuerdo fatal.

José Mármol

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Narración de un cuerpo II

Ay de quienes madrugan en busca de licoresy de quienes trasnochan degollando (danzantes mas culposos) vacas cabras turbulenciasPerdidos se repliegan desretornan-somáticos puntos de fijezas-No hay gozo en el acordeni se sienten vivir en la cotidianidadEl amor es única entidad que la belleza gana al infortunioAh qué alivio se fuga del sosiegoy sin embargo ahógase de pie bajoAdoración de los biselesLa figura creadase escorza hacia el azarincorpora los presagios vacíosy sus cuerpos desnudos aun máspersisten los designiosque son lianas (que envuelven) del vientre de la diosaAfelpado blanquecinoel reposo del cuerpoes sombra que proyecta su impronta al raciocinio¿Piensas que el más allá vacíoes la prefiguración conciencia desgarrada?

Plinio Chahín

ODAS A JUAN BOSCH

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IATAVIADO DE LUCESentra por los espaciosque le reservó la historia.Compendiado de sueñossu corazón es teaque derrite iniquidades.Este hombre inauguró senderosque pocos han tocado.Construyó una llamaque se convirtió en patriamás allá de los mares.Y un buen día cuando las letrasdesafiaron el tiempoy los espaciosse convirtieron en melodíascruzó Juan Pablo Duartecada uno de los muros de la ciudadpara abrazarlo.

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II

POR LOS LINDES Se colocan rosales ya resecos Por esos mismos espacios renace La vida con las plantas. Lo yerto y lo vital toman Su lugar y sólo el devenir Nos conduce a ritmo de una Lógica distinta. Sus pasos no fueron exactamente

ni apolíneos, ni dionisiacos. Él inventó canales Tan distintos que no parecían salir De intersticios del pasado. Sólo el devenir (cultura y naturaleza juntas) Definirán su presencia entre nosotros.

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III

QUIEN SE SUMERGE en los bordes de un relato cae de bruces en el precipicio. Se levanta, trata de ensayar de nuevo Y resbalan ahora las letras. El asunto intenta multiplicarse Y vuelve a tomar una sola idea.

Aquí no hay tiempo para disquisiciones. Uno no se puede distraerse en vaguedades. El cuento es la precisión de cada sílaba, Cada signo de puntuación.

Es según Juan Boschaliento único construido de palabras.

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IV

LA GAVIOTA INAUGURA su vuelo hacia el valle. Árboles se pasean Por la hondura del estanque. Ahí va después de habitar En nidos de nubes. Al final está aquí De cara al sol Rumbo al puerto de origen.

ELEGÍA A JUAN BOSCH

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Para Diómedes Núñez Polanco y Miguel Núñez

Se sabe que esta cripta que lo acogeSe extinguirá lentamenteQue el coche fúnebre que tocamosTendrá otros habitantes.Obvio que uno vea estrellasMultiplicadas en la parte del cielo Que cubre su recuerdoHierbas y flores creceránLas volveremos a podar cada primero de noviembrees lógico que tengamos que acostumbrarnos al silenciolos días en que el sol casi derrite el cementerioque la lluvia inunde y arrastreparte de la tierra que lo cubreestaremos esperandoy se nos olvidara a ratos que ya no podrá llegara la horaprevista puntualmente,Aceptamos su retiro hacia el vientoPero que cada milenio nos sorprenda con su imagen,Estamos seguros que en cada trazo Cada signo

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Y en cada colorEstarán las manos de Miguel NúñezDándonos su rostro En imágenes vivientes.

LÁPIDAS EN LA TUMBA DE JUAN BOSCH

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MURIÓ POR VIVIRSin límites de tiempoSe hizo intangibleY ahora ha ocupadoUn espacio que iluminaSu propia eternidad.

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AQUÍ YACE UN RESPIRO Que no cabeEn ningún camposanto.

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AQUÍ MORA EL PROFESORNadie entreSi no se ha purificadoEn las vías del pueblo hechas virtud.

APÉNDICE

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Pintura de Juan Bosch de la autoría de Miguel Núñez.

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Pintura de Juan Bosch de la autoría de Miguel Núñez.

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Pintura de Juan Bosch de la autoría de Miguel Núñez.

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Pintura de Juan Bosch de la autoría de Miguel Núñez.

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Pintura de Juan Bosch de la autoría de Miguel Núñez.

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Pintura de Juan Bosch de la autoría de Miguel Núñez.

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Pintura de Juan Bosch de la autoría de Miguel Núñez.

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Pintura de Juan Bosch de la autoría de Miguel Núñez.

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“Juan Bosch junto a su pueblo”, pintura de la autoría de Miguel Núñez.

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pedro Mir y Juan BosCh en el arChivo dE la voz dE la uasd

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En la tertulia del Hostal Nicolás de Ovando.

166

En la tertulia del Hostal Nicolás de Ovando.

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En la tertulia del Hostal Nicolás de Ovando.

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En la tertulia del Hostal Nicolás de Ovando.

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Ángela Hernández y Juan Bosch.

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Pedro Mir y Juan Bosch.

171

Revista de la UASD.

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Encuentro Internacional de Escritores en la UASD.

174

inauguración dEl EncuEntro intErnacional de esCritores en la uasd

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Samantha Morrison a la izquierda, Berioska Morrison a la derecha, en el centro Juan Bosch.

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Esta primera edición de Los nacimientos de Juan Bosch, de Mateo Morri-son, se terminó de imprimir en los talleres gráficos de Editora Búho, Santo Domingo, República Dominicana, en el mes de enero de 2015.