Manual Del Buen Zuliano

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Hoy 28 de enero celebramos un día más de nuestra zulianidad y lo hacemos, honrando los valores más puros de nuestra identidad, en un especial que relata parte de nuestro origen y parte de nuestras costumbres. Así somos.

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Hoy 28 de enero celebramos un día más de nuestra zulianidad y lo hacemos, honrando los valores más puros de nuestra identidad, en un especial que relata parte de nuestro origen y parte de nuestras costumbres. Así somos.

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Maracaibo, miércoles, 28 de enero de 2015 VERSIÓN FINAL

Impreso en los talleres del Diario Versión Final

Presidente/EditorDr. Carlos AlaimoPresidente EjecutivoVicente AlaimoDirecciónCarlos MorenoSubdirecciónIrene GonzálezRedacción Raúl SemprúnUnidad webDayana de TiniacosInnovación y proyectos editorialesMónica Castro Investigación y publicaciones especiales Isvelys BrachoComercializaciónMaría Alejandra CarrilloMercadeoMaría Eugenia González

Vamos por la calle todos “apuraos” y el sol nos calienta la cara a tal grado que parece calci-narnos la piel; es entonces, justo entonces, cuan-do renegamos de nuestra zulianidad: “Dios por-que vivimos en este asadero”, comentamos.Al llegar a la casa o al trabajo, sentimos que el temperamento se modifi ca de naranja ardiente a blanco mustio. Luego defi nitivamente, al caer la noche temprana, el ánimo se transforma y una especie de rochela familiar nos indica que todo ha vuelto a nuestra cotidiana normalidad, que se inicia con una charla familiar capaz de sintetizar nuestro arraigo: “Ey José, ya están las mandocas”, “Coromoto, te estáis tardando mu-cho en preparar la lonchera de Valentina”, y así, en una tradicional jornada familiar la señora Núbila, matrona del clan Fernández, recoge sus muchachos y se van pal´ frente a hablar de las colas del mercado y de tantas cosas que vivi-mos en esta ciudad que amamos y adversamos a la vez.Y que aquí podemos ser catiritos, mulatos, ne-gritos, medio alemanes, muy españoles, medio holandeses y hasta franceses, pero todos, al margen de nuestras raíces mixtas somos origi-nalmente zulianos. !Pa que vos veáis!

Depósito legal: pp. 200601XZU910Dirección: Av. Universidad, Nro. 25- 279. Edifi cio Diario Versión Final. Maracaibo, Estado ZuliaCódigo postal: 4005Máster: (0261) 8003100Avisos: (0261) 8003138Fax: 0261. 8003144

Isvelys Bracho

¿Y vos a que no sabéis qué es el fi fío?-Miaarma, abuela, de dónde sacaste ese

disparate, yo no entiendo qué es eso.Bueno, mija, el fi fi o es un plato sabroso, hecho con

pepinos chiquitos, de esos silvestres que se cultivan en el monte. Bueno, vos los agarráis y hacéis un gui-so con auyama, papas, maíz y un poquito de carne, cerdo o pollo; lo que consigáis criatura, pues, to’ ta´ escaso, eso sí, te aseguro que te chupáis los deos, preguntá por los laos de Santa Lucía, pa´ que veáis que to´ el mundo sabe que es un fi fío.

A la charla de la señora Gicela Villalobos, matrona de 79 años y oriunda de la calle La Paz del extinto Sa-ladillo, se le suman más curiosos en la tertulia familiar. Sobrinos, nietos y hasta vecinos muestran curiosidad por la alternativa gastronómica que la saladillera ofrece para “comer bien” y no arruinarse en el intento.

Gicela, en tono franco y contundente, exclama: “Yo sé que ahora to’ ta’ caro, pero ustedes también son bien faramalleros pa’ comer”. Al ver que su familia más joven no comprendía tal explicación, a lo “maracu-cho”, replicó: “Ah, no, ya no les digo na’, investiguen pa’ que sepan más der Zulia; ustedes ahora solo saben hablar del pin pa´acá y el pin pa´allá. Por cierto –dice Gicela- ¿Qué carajo es el pin?

Entre notables y faramallerosSi hoy vemos cierta contradicción entre la cotidia-

nidad de los diálogos del pasado y los del presente es porque el Zulia siempre fue y será un puerto abierto por donde entran, además de mercancías, ideas, costum-bres y nacionalidades que transforman la identidad cul-tural, desde nuestra formal partida de nacimiento hasta la fecha actual.

Una explicación histórica podría exponer la existen-cia del fenómeno llamado “transculturación”, que ocu-rre cuando un grupo social recibe y adopta las formas culturales que provienen de otro grupo y termina susti-tuyendo sus propias prácticas culturales por otras forá-neas.

El concepto de transculturación según el portal Defi -nición.de fue desarrollado en el campo de la antropo-logía, por el antropólogo cubano Fernando Ortiz Fer-nández (1881-1969), quien acuñó la noción del término basado en el contacto cultural entre distintos grupos.

Si tal concepto lo aplicamos a la historia zuliana y muy especialmente a la marabina, tendremos una clara explicación de nuestra forma de ser. Según el histo-riador y cronista Kurt Nagel Von Jess en su libro “Al-gunas familias maracaiberas” durante la década de 1830, una élite tradicional se vio reforzada con la llegada de contingentes de ingleses, franceses e italianos que vinieron en búsqueda de ampliar sus

Lo que a unos les parece contradictorio, a nosotros nos parece divertido, lo que al resto les parece holgazanería a nosotros nos parece “un relajito” y así, vamos bajo un inclemente sol califi cando a esta ciudad de “amada” cuando el resto sencillamente la odiaría. Un cronista asegura que ese síndrome se originó por la mezcla de tantas culturas: italianos, alemanes, españoles, indígenas, mulatos, asiáticos, franceses y “gringos” que llegaron alguna vez por estos lados.

Concepto y coordinación editorial Isvelys BrachoTextosAisley Moscote, Johana Luzardo, Juan Bastidas, Isabel C. Morán, Isvelys BrachoFotografíasArturo Bravo, Johnny Cabrera, Laura Peña, Vianny Vílchez, Javier Plaza, Claudia CarvajalFoto de portadaVianny VílchezPerfi l gráfi co, diseño, montajeLisandro R. Navarro T.Logos e iconosYeritson Wiert

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negocios y desarrollar actividades comerciales, aprovechando la apertura propiciada por la naciente república”.

Los antecedentes del libro de Von Jess seña-lan que algunos de estos extranjeros “busca-ban alcanzar cierto estatus social a través de enlaces matrimoniales con las hijas de notables maracaiberos. Para entonces, se buscaba ac-ceder al poder político que detentaban las élites constituidas por una gran zafra de grandes ape-llidos como: Harris,Cook, Mackay, D´Empaire, Berti, Hamilton, Penny,Wilson yMontovio, entre otros.

El texto también precisa: “A principios de la década de los 40`, se establecen los alemanes procedentes de las zonas hanseaticas de Ham-burgo, particularmente, y arriban a Venezuela, hacia Maracaibo, para desarrollar actividades comerciales, hacer fortuna y aunque su razón historica era recuperar “lo que históricamente les pertenecia por el tratado de los Welser”; el hecho de que Ambrosio Alfi nger -un alemán- se constituyera en uno de nuestros fundadores de-marcó cierta infl uencia extranjera en lo que hoy somos.

El mismo Von Jess en el libro Maracaibo en imágenes del siglo XIX de Maria E. Irragory (2007) señala entonces, (…) Con los años, con el paso de una sociedad cuya economía estaba cen-trada especialmente en el comercio del mono-producto cafetalero hacia el monoproducto mi-nero petrolero-aun cuando siga manteniendo su condición esencial de zona portuaria, bastante deteriorada por cierto- y por la indiferencia que por estas cosas tiene la mayoria de sus hijos. Ma-

racaibo, nacida por el comercio y para el co-mercio, se le fue haciendo cada vez más difi cil de entender su pasado y por ello le ha costado saber proyectarse hacia el futuro y ha ido per-diendo parte de su idiosincrasia.

No en vano desde alemanes, italianos y espa-ñoles, entre otros, nos quedó a través de nuestro puerto “un poco de todo” que hoy se nota en la apariencia y la cultura. Si hoy somos catiri-tos, morenos, mulatos, medio chinos, algo de franceses y mucho de españoles es porque ellos vinieron y se mezclaron con nuestras in-dias exóticas.

El escritor Humberto Chacín, en su libro La ciudad al revés (2009) lo resume asi: “No nos debe extrañar que seamos como so-mos: emparapetadores, irónicos, contra-dictorios, inventores y ambiguos…pero eso sí: creativos y persistentes, mezcla de nuestros abuelos naturales y los padres hispanos putativos. Algo bueno, entre todo lo malo, tenía que habernos que-dado”.

Quizás en estas refl exiones consigamos cierta explicación de por qué hoy existe una contradicción generacional entre los abuelos y los nietos. Quizás también parte de lo citado por los investigadores nos ayude a comprender por qué también somos tan iló-gicos a tal grado de asegurar “¡ella no quiere un carajo con vos!” cuando en realidad es una ex-presión que denota afecto. Si usted es zuliano, estas refl exiones son parte de su partida de na-cimiento y se repetirán por siglos hasta que los nietos sepan qué es un fi fi o.

La historia fue forjando esta extraña mezcla que somos y que el país conoce como maracu-chos. En realidad se dice marabinos, pero nosotros preferimos ese término despectivo que nos gusta y que viene de una extraña identidad que nos califi ca como la gente al revés.

Somos la mezcla de una zafria de apellidos. ¿Mija vos no sabeis que es un fi fi o?

Foto: Claudia Carvajal

Foto: Carlos Aparicio

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En la calle Carabobo En una esquina colorida de la Calle Carabobo, se percibe un diálogo entre cuatro hombres. La situación del país es el tema que los mantiene perplejos. Unos comentan de la posible toma de la calle, mientras otros hablan del Balón de Oro. “Mirá, viste cómo está la cosa en los supermercados, yo te voy a decir algo, se va a formar una sampablera”, expresó Ricardo Morán, vecino de la calle Carabobo, ubicada en el centro de la ciudad.

“¿Y eso pa vos es noticia? Cristiano Ronaldo es el Balón de Oro, eso sí es noticia, pa que sepáis”, exclamó el señor Trino Torrealba.

En un ir y venir de ideas se pasan todo el día. “Aquí todo el mundo habla lo que quiere, pero respetando los ideales de los otros, y el que se pique, no juega dominó”, sentenció Torrealba, vecino de la tradicional calle.

Aisley Moscote

¿Lo habremos heredado del Sol?, es posi-ble, pero esa fuerza incansable y las ga-nas de levantarnos a diario a echar pa’

lante se siente en todas las calles de la región, en cada esquina donde hay “vendutas” frescas y en cada familia que hace de su casa un nego-cio. Así es el zuliano, así es su gente: trabajadora, comprometida y emprendedora.

Son esos los califi cativos que nos defi nen, pues, más allá de nuestra espontaneidad, prevalece el deseo de querer alcanzar metas, lograr el éxi-to en una ciudad, donde lo grande destaca, y quien destaca, se hace grande.

De un extremo a otro, se ven escenas cotidia-nas. En el Malecón todavía se ven canoas arre-glando aquellos chinchorros que servirán para la pesca diaria, mientras, se organizan las famosas pilas plataneras cuyos actores son los señores que afi nan los pulmones para

gritar “¡veinte plátanos por 150!”. Más adelan-te, hay hombres llenos de historia que ofertan la limpieza del calzado impecable con el tono amable de “te lo dejo bien limpio y pulío”.

Es el caso del señor “Toño” Meléndez quien convence a los transeúntes de la Plaza Bolívar de la importancia de tener unos zapatos “bien pre-sentables” En ese lugar se respira historia y cordia-lidad, pues mientras unos sirven jugos de naranja con una sonrisa franca, otros envuelven una em-panada o un pastelito entre expresiones de un ¡por favor! y un ¡gracias!

“Quienes trabajamos en la plaza, mantenemos el orden, consentimos a los que pasan y damos el mejor trato a los que nos visitan. Es que aquí se concentra el recuerdo de los grandes ilustres zulianos y debemos hacerlos sentir orgullosos”, afi rmó Edmundo Riviera, quien vende jugos en la esquina de la Catedral de Maracaibo.

El lugar es muy visitado por marabinos y forá-neos y según el señor Carlos Bocaranda, tran-seúnte constante de la zona; ello obedece al he-cho de que “el zuliano no ha perdido su esencia, y quien la pierda, solo debe llegar aquí, pa’ que vos veáis como sale con el vos sabéis pegao”, expresó.

La mejor versión de una misma ciudadEl zuliano mantiene viva su esencia y la transmi-

te a sus generaciones, pese a las adversidades. Esta realidad puede percibirse en el otro extremo de la ciudad, justo en los alrededores del retén El Marite donde pese a los vicios, la maldad y los perjuicios que se respiran en la zona, existen más de 250 familias dedicadas a la construcción de un lugar digno para formar generaciones em-prendedoras. Esto ocurre en el barrio Mi Esperan-za.

Mauricio Urdaneta, dirigente comunal desde

hace más de dos años, es ejemplo de eso y des-de entonces ha buscado en el diálogo y el tra-bajo, el progreso para su sector. “No buscamos generar más violencia de la que nos rodea. Esta-mos seguros que de aquí, pueden salir los mejores profesionales de la región”, aseguró

Este joven es un ejemplo de buen ciudadano. No solo por que comparte sus valores y apren-dizaje, sino por su interés constante por hacer el bien “El carácter de las personas malas dañan las buenas acciones. Sin embargo, trabajamos para hacer el bien, pues eso nos hará mejores zulianos, más de lo que estoy seguro que ya somos”, en-fatizó

De ejemplo y tradiciónLos mejores ejemplos nacen del hogar zuliano.

Allí se enseña que es bueno ayudar al prójimo cuando atraviesa la calle, que es indispensable poner la basura en su lugar, dar las gracias y saludar con emoción a nuestro estilo “¡Chama, ¿cómo estáis?!”. Y es de nuestros hogares de donde crecen y se forman mujeres echás pa’ lante, de tal modo que el Zulia ha delineado esta sociedad matriarcal o matricentral que prevale-ce casi genuina.

Nuestras mujeres han revolucionado los estilos tradicionales al imponer frases épicas, que sin duda, han cambiado géneros tradicionalmente im-puestos sobre el concepto de la hombría zuliana y sin desplazarlos, han fortalecido el hogar con excla-maciones precisas “si mijo aquí mandáis vos, pero se hace lo que yo diga y punto”.

Ellas se despiertan temprano, salen perfectas a la calle, dejan a los “chamos” en la escuela, pagan los servicios públicos y aún así “llego temprano a mi trabajo”, expresó con soltura Minerva Castro, co-merciante de la zona norte.

Minerva demarca su liderazgo zuliano cuando se declara un pulpo capaz de hacer mil cosas a la vez. “No chama, yo siempre ando presentable, porque uno nunca sabe. Maginate (sic), a mí me toca hacer mil cosas, hasta llevar a la perrita a la peluquería. En mi carro tengo zapatos de todos los tamaños, carteras, monederos, lentes y mucho ma-quillaje, porque ¿te imagináis una emergencia?, no chama, uno tiene que estar pilas, así somos noso-tras, muy pilas” Minerva contó estas anécdotas justo mientras usaba el retrovisor de su vehículo para pin-tar sus labios.

Como Minerva Castro, Toño Meléndez y Mauricio Urdaneta, tenemos en el Zulia miles de ejemplos de gente que se levanta a diario, impulsa buenas cau-sas y también discute por su razón. Nuestro mundo, está aderezado con chistes picantes que se cuen-tan en las plazas o en el bus donde el calor hace afl orar emociones y esa viveza criolla infaltable. Nunca faltará una dama que reclame un asiento, ni tampoco un hombre que le responda: ¡Claro seño-ra aquí si hay caballeros, lo que no hay son puestos!; entonces ella le dirá ¡lo que sois es vivito!

En la Plaza Bolívar de Maracaibo aún se escuchan piropos amables, especialmente entre los vendedores que hacen exclamaciones criollas al ver pasar una dama. Al otro lado de ciudad, en las barriadas, zonas rurales o las transitadas avenidas, la gente por el contrario, se asume “moderna” por-que gusta del ajetreo y el bullicio citadino. Ambas realidades conviven con un mismo un valor común: el cariño por el Zulia pujante. Así somos.

Foto: Johnny Cabrera

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Aisley Moscote

Sí el zuliano siempre está jochao, es por-que la generación de

relevo resguarda los ele-mentos culturales que nos identifi can. La juventud de

hoy, aunque de forma más irreverente que las anteriores,

preserva esa vestimenta tan colorida, gusta del patacón y el

tumbarrancho y al igual que nues-tros abuelos, también se emociona al

entrar en la Basílica o al pasar por el puente, tal parece que una parte muy viva de esta región ha creado un muro imaginario que solo permite la entrada de zulianos. Basta hacer un recorrido por los pasillos de nues-tras universidades, centros comerciales, o por las principales calles, para encontrar un arraigo que se ha mezclado con el mundo global, pero sin perder esa chispa de identidad que la vemos en movimientos juveniles literarios, congresos de ciencia y en general, en ideas plasmadas en mu-rales, artesanías, gastronomía, literatura, música, y en el infaltable deporte aguilucho. Es decir, los jóvenes se han incluido como herederos de una clara cultura local.Un criterio expresado en el libro Inclusión y ciu-dadanía: perspectivas de la juventud en Ibero-américa, podría explicar este arraigo cultural de la siguiente manera: “la inclusión social, tiene acepciones múltiples, pero sin duda pasa por las dinámicas que vinculan el desarrollo de ca-pacidades con el acceso a las oportunidades a lo largo del ciclo vital, y con ello, el acceso al bienestar, a redes de relaciones y al ejercicio de la ciudadanía”

Para valorar si este enfoque es valedero se con-sultó a varios jóvenes respecto a su visión de iden-tidad regional. Sus opiniones, dejan claro, que el zuliano y sus raíces son una prioridad.

Mayerlín Bracho“La comunidad tiene mucho que ver cuando se trata de mantener viva las tradiciones y valores regionalistas. Por ejemplo, en mi sector Amparo, se juega emboque, metras, y hay fechas en el año donde los más grandes enseñan a los pe-queños a armar las famosas ‘petacas’, eso es una combinación de color, música y alegría en toda la calle. Insisto cuando digo que estamos encargados de mantener nuestra esencia y que esta prevalezca en los que vienen creciendo, desde los juegos hasta el ‘Qué molleja’”.

María Palmar“Una de las cosas que más nos gusta es comer, y la comida del Zulia nos representa en todos lados. Creo que es responsabilidad de nosotros los chamos, no dejar que esto se pierda, por mu-cha variedad que haya siempre debe existir un puesto de patacones, tequeños, mandocas. Sin olvidar también, que nuestro humor es esencial, para que al zuliano lo reconozcan por su buenos chistes y su energía”.

Luis Pérez“Si algo hemos sabido defender a capa y espada es nuestro amor por el deporte, mas, si hablamos de nuestras Águilas del Zulia. No hay nada más bonito que ver a toda una región concentrada en un estadio gritando por un mismo equipo. Los jóvenes no hemos dejado que eso se pierda y no lo haremos nunca, porque nosotros siempre de-fenderemos lo que es nuestro, desde la Chinita, hasta nuestro grandioso puente sobre el lago”.

Hay en el Zulia un gran segmento juvenil que se esfuerza por rescatar los valores y la idiosincrasia regional; ello incluye la preservación de los espacios culturales, el deporte y las ciencias. Por lo general esta huella se palpa en nuestras universidades donde se forman talentos dignos de exportar.

Alexander Saavedra: “Somos empren-dedores”

Luis Pérez: “Somos aguilu-chos”

Mayerlín Bracho: “Rescatemos los juegos tradicio-nales”

Sandra Arias: “Todo el año escuchamos gaitas”

Sandra Arias “En mi casa, no es necesario que sea diciem-bre para escuchar gaitas. Ésta, es símbolo de alegría y entusiasmo zuliano. Siento que este género nos identifi ca en todo el país donde estoy segura que también la bailan y la gozan

como nosotros. Hoy, los entes culturales se han preocupado por sembrar en los más pequeños el amor por la gaita. Siempre hay grupos can-tando en lugares representativos de la ciudad y así propios y visitantes se alegran al son del furro y tambora, eso es emocionante”.

Fotos: Johnny Cabrera

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Isabel Cristina Morán

Por la escasez de trabajo mi casa se ha convertido en un mercado surtido que te hará salir de aba-

jo (…) //En casa se venden tetas y mondongos especiales// Y así, como en la gaita de Astolfo Romero, en Ma-racaibo se habla maracucho rajao, también se grita y de vez en cuando se consulta el Maracucholario de José Rafael Hernández Fereira que despeja las dudas sobre el signifi cado de algu-nas palabras como: “jipato”, “arbo-lario” y “entumío” El arte de ser zuliano se incrustó en-tre ceja y ceja de los nacidos aquí incluso desde que toda esta zona de occidente fuera un espacio primiti-vo, sin mucho aprovechamiento, a fi nales de siglo XIX. Se vivía entonces la época colonial, no había intercambio con el mundo, se trataba de provincias restringidas. Fue con el movimiento independen-tista cuando la cultura y la intelec-tualidad llegó al puerto de Maracai-bo. Allí comenzó todo. Razones históricas –como enfrenta-mientos y guerras en Europa- de-terminaron la llegada de ingleses, alemanes, escoceses y franceses a Venezuela. Geógrafos, ingenieros, médicos, músicos, pintores, dibu-jantes y literatos desembarcaron en pleno casco histórico de Maracaibo para traer desarrollo y conocimiento.

La vida comercial y cultural se inició al centro de Maracaibo, y gente como Francisco Ochoa, Eduar-do López Rivas (del Zulia Ilustrado), Juan Antonio Lossada Piñere, Ma-nuel Dagnino, Francisco Eugenio Bustamante, Antonio José Urquinao-na y, más adelante, Jesús y Mathyas Lossada hacían extensas tertulias lite-rarias en bares que hoy ya no existen. De tales conversas surgió parte otra nueva tanda de términos que aún usamos.Ese grupo de gente era de los que iba una tarde cualquiera a un teatro Baralt recién levantado. Se sentaban frente a un telón que bajaba y subía, veían cuadros vivos y representacio-nes de hechos históricos o escucha-ban las estampas líricas, movimiento cultural que irrumpió con fuerza en la época. De allí nacieron músicos im-portantes y la Asociación Zuliana de Conciertos, recuerda el historiador Kurt Nagel Von Jess. ¿Por qué hablamos de vos?Dos zulianos pudieran conversar en maracucho rajao y solo ellos entende-rían. Varios ejemplos: mamarro, arpita, cacure, jurón, espernancar, cepillao, carrear, vueltarrinquín, marullo. Hace-me, cogélo, oíte, pensálo, acordáte. “El zuliano se expresa con una espon-taneidad y vivacidad que forma un entramado de giros pintorescos fue-ra de lo común. Además tiene esa tendencia a la exageración, a la pi-

El arte de ser zuliano se refl eja en el vestir, hablar y comer de los nacidos aquí.

Foto: Vianny Vilchez

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¿De dónde viene el espíritu autóno-mo?Las aguas de ríos los de Colombia y Venezuela confl uyen desde tiempos prehispánicos. El Zulia y el Catatum-bo son los más importantes. También había caminos enmontados que usaban los aborígenes para comer-ciar y transportar. Toda esta red de comunicación que confl uía en el Lago de Maracaibo, según expone el médico e historiador Ernesto Gar-cía McGregor.“Desde el tiempo de la Conquista -y debido al histórico aislamiento geo-gráfi co y cultural- comenzó a forjarse en esta zona las principales manifes-taciones que identifi carán al zuliano como integrante de una cultura y de un modo de ser específi co y diferen-ciado dentro del conjunto venezola-no”.De manera que esa autonomía zulia-na obedece en cierta parte a asun-tos geográfi cos. La provincia de Ma-racaibo fue separada de Venezuela y pasó a depender de Santa Fe de Bogotá que también quedaba muy lejos, y por eso nos permitía total de-pendencia. “Para 1768, este espacio histórico adquirió la condición de provincia autónoma”. En varias ocasiones, se propuso uni-fi car en la denominación República del Zulia, rescata McGregor en su es-tudio. El historiador “Chucho” Cano opina que ese deseo de separación

¿Temperamentales por el clima caliente?En cada municipio del Zulia hay un personaje con estas características: de humor negro, exagerado, gritón y “salao”. Es aquel que en toda reunión destaca por su manera de hablar, tan llena de improperios que deforma cada vocablo.“Chucho” Cano explica que tal manera de ser del zuliano quizás se deba a las extremas temperaturas propias del estado. “Quien va a andar tranquilo con el sol en la cabeza, quién no va a estar exacerbado si siente lo caliente del asfalto en los pies”. Es que, ciertamente, un día de estos se va incendiar el pelo quienes caminan por las calles de esta tierra. Este personaje es quien más vocifera su fe por la Virgen de Chiquinquirá, y quien más “jarto” queda con cada comida que prueba, sobre todo las que llevan coco como ingrediente principal.

Un dato Según el Diccionario General del Zulia (Hernández y Parra, 1999) el término mara-cucho entró al léxico en 1912, en el “Libro Raro”, de Gonzalo Picón Febres. Luego, en 1929, Lisandro Alvarado lo introdujo en su obra “Glosas del Bajo Español en Vene-zuela”, donde señala que la fuerza vocal de esta palabra hizo que fuese asimilada y aceptada por el pueblo, reseña en una de sus colimas la periodista Sol María Yánez.

cardía imaginativa y a la suspicacia”, recoge Ernesto García McGregor en su ponencia La diferencia de ser zulia-no. Quizá lo más típico del zuliano sea el voseo maracaibero. “Dicen que ha-blamos así porque estuvimos mucho tiempo con los españoles. Todo lo contrario. Como lógica consecuencia del aislamiento de la región durante el siglo XIX y hasta principio del XX (ya se habían ido los españoles), y mientras el resto de la nación evolucionaba hacia nuevas formas pronominales y verba-les, el Zulia mantuvo el voseo como nú-cleo de un dialecto regional el cual llegó a ser a la larga un símbolo de identifi ca-ción colectiva”. El vos se usó en tiempos imperiales y era sinónimo de respeto.

Foto: Laura Peña

Foto: Javier Plaza

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Da siempre el primer pasoEn el transporte público: Respeta el espacio personal, cede un puesto al necesitado, ayuda con los bolsos, discúlpate al maltratar sin intención. Al entrar: Abre la puerta a quien lo necesite, es una de las acciones de gran amabilidad que involucra a damas y ca-balleros en todo el mundo. Ayuda a los ancianos: Ya sea cruzando la calle, llevando bolsas pesadas o cediendo el carrito, cualquier favor es im-portante para facilitar la vida de quien lo ha dado todo.Regala unos minutos: Si alguien tiene una emergencia o se siente mal, es de buena bondad cederles nuestro puesto en el cajero o en la tienda.

La cordialidad está en peligro de extinción

La solución “La disconformidad y la preocupación por asuntos personales nos han arrastrado a la falta de cordia-lidad”. Estas fueron las palabras de la Psicóloga Carmen Valderrama cuando se le preguntó sobre la falta de buenas obras en la actualidad. “Como sociedad nos hemos deteriorado. Tal comporta-miento viene más que todo de la familia. Los ado-lescentes pueden creer que es molesto pero debe-mos insistir y hacerles comprender por qué es tan importante la generosidad, la cordialidad y el res-peto”, añadió.

Johana Luzardo

El maracaibero se ha caracteri-zado por su optimismo, humor y calor humano. Un saludo al des-

conocido, una broma para “romper el hielo” y una sonrisa contagiosa que se esparce en la población. Tales ac-ciones han disminuido con los años. En la actualidad, caminamos en silencio, entramos a los lugares y rara vez escu-chamos un “Buenos días”. Es un milagro obtener un agradecimiento al hacer una buena obra. Y aunque existen las acciones desinteresadas, necesitamos aceite para funcionar bien.¿Dónde quedó la cordialidad? Nues-tra sociedad ha cambiado drástica-mente. Antes era un pecado ver a otra persona y no saludarla. Las mira-das surtían efecto en aquel hombre que no cedió su puesto en el autobús para una señora, o al que maltrató a un compañero. Ahora, solo se voltea la cara, para ignorar lo ocurrido. Un minuto basta para hacer la diferen-cia. No es “regalar nuestro tiempo”, es tener sentido común y saber que esa pequeña acción puede cambiar, el día de otra persona. No tenemos nada que perder, al contrario, ganare-mos sonrisas y motivos para enriquecer nuestras almas. Si el día comienza con un agradecimiento, te convertirás en un agente de cambio, en una socie-dad que cada vez hace menos inten-tos por convivir mejor.

Quizás sea la rapidez, el calor o la po-blación; pero lo cierto es que al transi-tar por la ciudad la gente muestra un constante apuro que no da chance para un minuto de buena voluntad -tiempo malgastado- lo llaman hoy. Hace muchos años a los jóvenes se les culpaba de ser poco amables bajo la frase: “Estos muchachos de ahora no saludan”, “Se dice ‘buenas tardes’ señorita”, eran algunos de los regaños por ser descortés.Tales palabras están quedando en el olvido pues, la mayoría de los adultos tampoco dan el primer paso para sa-ludar antes. Quizás, porque también se cansaron de una generación mal educada o simplemente porque están muy ocupados para hacerlo. Hasta un simple ¡salud! al estornudar es cosa del pasado y aunque pueden existir distintas razones para tal compor-tamiento. Egoísmo, desconfi anza, falta de valores, quiebres en la educación o molestias generales, lo cierto es que en el camino hemos olvidado las peque-ñas y buenas acciones. Debemos entonces recordar que para convivir se necesita mucha cordiali-dad. Es imperativo comunicarnos con los habitantes de nuestra ciudad y man-tener buena cara frente al mal tiempo. Ahora nos sorprendemos al ver caballe-rosidad o generosidad, cuando es algo que debería nutrirnos diariamente. He llegado a una conclusión: La cordiali-dad está en peligro de extinción.

Una pequeña acción puede cambiar el día de otra persona. El res-peto y el amor mutuo deben continuar para que seamos mejores ciudadanos.

Dos palabras, gran signifi cadoSe puede llegar muy lejos con un sencillo “por fa-vor”, no como suplica, sino como solicitud. Aun-que estemos pagando por un servicio debemos dar el primer paso, siempre precedido por esta frase de gran fuerza que solo tiene ocho letras y gran contenido. La respuesta será siempre un re-confortante “gracias”.

Foto: Arturo Bravo

Foto: Carlos Aparicio

Foto: Johnny Cabrera

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Juan Bastidas

No es difícil reconocerlo. En el es-tadio, se sabe quién es el simple asistente y quién es el fanático

a morir. En el lugar surge el analítico, el que tiene algo que decir y lo defi ende con argumentos válidos. También hay otros personajes que ataviados de ca-vas, gorras y otros accesorios, se dispo-nen a disfrutar la jornada y se “vacilan” el juego hasta lanzar la gorra con profun-da emoción.

Radio en mano, o teléfonos inteligen-tes, más una bebida espumosa sirve para aliviar la pena de la derrota o exacerbar el ánimo en el triunfo. Todos se sincroni-

Tras 103 años de arraigo beisbolero, la región se ha convertido en una de las plazas más representativas de Venezuela.

Beisboleros hasta la muerte, ¡va pues!

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zan con los ojos, atentos en el diamante de juego durante los nueve episodios (o más) que dure.

Quizá por ser el estadio con más afl uencia del estado, el “Luis Aparicio El Grande”, nido de las Águilas del Zulia, es el sitio de encuentro más común entre esos sabios del deporte que no tienen título.

Su extensa exposición a todos los eventos les da autoridad así sean abo-gados, doctores, ingenieros, profesores, plomeros, choferes o electricistas. A su ofi cio diario se les añade un Phd en béis-bol.

No en vano, el público zuliano se ha destacado como uno de los más exi-gentes del país. El fanático regional pue-de ser ejemplar sin ser un lord inglés, pues necesita un toque de extravagancia y bastante ruido.

Y es que el ruido de los gritos suele te-ner una víctima favorita: el umpire. “Era ponche”, “¿cómo vais a ponerlo out?”, “comprá unos lentes, ciego”. Eso por no decir las menciones a la adorada pro-genitora del juez.

Sin ganas de generalizar, al nido ra-paz asiste a cada juego una gran can-tidad de personas con las mismas ca-racterísticas.

Tradicionalmente sabios¿Qué no ha pasado en los últimos

103 años en el mundo? Dos Guerras Mundiales, el alza y caída del Tercer Reich, la gran depresión de Estados Unidos, las dictaduras de Juan Vicente Gómez y Marcos Pérez Jiménez en Ve-nezuela, se construyó El puente sobre el Lago, se cayó y se reinauguró, la nacio-nalización del petróleo, más guerras, el hombre llegó a la luna, El Padrino, Scar-face, Frank Sinatra, The Beatles, AC/DC y Queen. Más fácil es parar de contar y muchos de estos eventos no estaban aislados del deporte.

En las Grandes Ligas aún no acepta-ban negros en sus fi las, hasta que Jac-kie Robinson rompió las barreras raciales e inmortalizó el número 42, allí empezó la Maldición del Bambino y terminó 86 años después, mientras que 322 vene-zolanos han jugado en las mayores. El último de ellos el bobureño José Pirela.

También se disputaron 20 Copas Mun-diales, Pelé y Maradona se convirtieron en leyendas, la Vinotinto dijo presente en el escenario del fútbol mundial y dos criollos se tiñeron con el oro olímpico.

Al dejar cronológicamente mil he-chos por fuera, en un breve resumen de todo el tiempo que ha pasado desde que el béisbol llegó al Zulia, en 1912, ca-sualmente el mismo año del nacimien-to de Luis Aparicio Ortega “El Grande”, padre de nuestro único Salón de la Fama, y quien le da el nombre al esta-dio donde se citan los “beisbolsapiens”. Se desarrolla unos meses después, el pri-mer campeonato de pelota en 1913 y desde allí se volvió, poco a poco una religión de devoción. El juego de los ba-tes y los guantes se arraigó para nunca

irse.Desde la época de los 30, la pasión

se hizo mayor con los diferentes torneos regionales en los que Gavilanes y Pasto-ra se hicieron los preferidos de la afi ción zuliana. ¿Los diamantes?, el desapare-cido Estadio del Lago y luego en “Ale-jandro Borges”.

Estos equipos escribieron glorias dora-das en la pelota marabina, marcando hitos asombrosos como el primer Juego de la Chinita o el recordado encuentro de 20 episodios que hicieron época en los primeros pasos del béisbol organiza-do venezolano. Ya el fanático se acer-caba y con propiedad se hablaba.

La formación de jugadores siguió y, poco a poco, se hizo notar la cantidad de talentos que se forman en estas tie-rras. El tercer venezolano en debutar en las Grandes Ligas fue un zuliano: “Pom-peyo” Davalillo en 1951 con los Senado-res de Washington. Le siguieron Ramón Monzant y Luis Aparicio Montiel, coinci-dió en ese momento, que tres de los seis criollos en las mayores fueron nacidos en estas tierras.

En bancaSi se dice que hay talento, sin duda

debe haber muchas personas que no lo tienen, pero aman el deporte. Las historias de niños que consagraron sus sueños de grandeliga van paralelas con aquellos que se resignaron a verlos desde el banco y, con un dejo de nos-talgia, siguieron el juego con la misma pasión.

Esos jóvenes, que con el tiempo la vida les deparó ser abogados, docto-res, ingenieros, profesores, plomeros, choferes o electricistas siguen ligados y hacen del estadio su religión y no su trabajo, como aquellos que sí llegaron a brillar dentro del diamante.

Ellos se convierten en el asiduo fanáti-co que termina haciendo de las Águilas su pasión más grande. Que convierten la temporada de octubre a enero una fi esta y el resto del año una espera an-gustiosa por volver al “Luis Aparicio”, el estadio que lleva el nombre de aquel sutil campocorto que llegó en 1912, cuando el béisbol arribaba a Maracai-bo.

Con sus vestimentas naranjas, el co-nocimiento brota de sus cabezas y se vuelven mánager de tribuna. “Este tur-no no es p tocar”, “no debió mandarlo al home”, “ese bateador no debieron dejárselo a este pitcher” y un sinfín de instrucciones ligadas al sufrimiento que suponen las nueve entradas.

Rezos, gorras volteadas, cábalas inentendibles para algunos y una abun-dancia de ganas de ver a los rapaces campeones, caracterizan a este difí-cil fanático, quien se vuelve un crítico cuyo único consuelo es ver a las Águilas haciendo el último out del año.

Difícil de alegrar y fácil de hacer mo-lestar, el fanático zuliano sencillamente es vital para que este show sea un ver-dadero show.

Desde pequeñosEs herencia. Si un padre ama el

béisbol, su hijo lo hará y, segura-mente, su nieto. Esta tradición fami-liar hace que desde niños todos -al menos- intentemos probar nuestro talento y probar en las escuelitas de béisbol. Esas donde no solo enseñan las nociones básicas del juego, sino se vuelven formadoras de vida y pro-fesionales.

Los pequeños zulianos han demos-trado que sobra talento. No es en vano, que los dos únicos títulos ve-nezolanos en la Serie Mundial de Pe-queñas Ligas se hayan venido a este estado.

Williamsport, ciudad sede de este

tradicional evento, se rindió a pies criollos cuando en 1994 Coquivacoa se proclamó campeón y, en 2000, el equipo de Sierra Maestra siguió sus pasos, demostrando que unos niños pueden emocionarnos como el adul-to más consagrado.

La prolífi ca cosecha zuliana de ju-gadores que desde infantes se pro-ponen su sueño de llegar a las ma-yores, han dado a la región guantes de oro, juegos sin hits ni carrera, cam-peonatos de Serie Mundial y coronas de bateo. Desde “Pompeyo” hasta Pirela, pasando por el “Intocable” Wilson Álvarez, Carlos González, Ge-rardo Parra, Yusmeiro Petit o jóvenes promesas como Rougned Odor.

Fotos: Arturo Bravo

Page 12: Manual Del Buen Zuliano

Maracaibo, miércoles, 28 de enero de 2015 VERSIÓN FINAL

Johana Luzardo

Al recorrer las calles de la ciudad es inevitable reír por alguna fra-se tradicional. Aunque muchos

nos critiquen, la sencillez, el tono agu-do y las palabras rebuscadas forman parte de nuestro lenguaje atípico. Solo nosotros tenemos la habilidad de ex-presarnos tan espontáneamente y unir palabras creando nuevas conjugacio-nes que transmiten emociones, con diferentes signifi cados. Es uno de los le-gados del zuliano, prueba del sello que

nos defi ne.Para muchos puede ser vulgar, pero realmente, el lenguaje regional ha de-rivado de deformaciones lingüísticas y se ha visto infl uenciado por la inmigra-ción con un conjunto de palabras ya aceptadas por la Real Academia Es-pañola. Los intentos de cambiarlo obtuvieron un rechazo natural, pues la población quería mantener las palabras que les enseñaron sus abuelos. Sin embargo, éstas fueron adoptadas con el tiempo hasta que algunos solo utilizamos el dia-lecto local en situaciones cotidianas.

La transculturación ha cambiado la manera de hablar de los jóvenes. Se trata de mantener el dialecto local y las tradiciones, pero la globalización incluye nuevos códigos lingüísticos que son de difícil comprensión para los adultos. Palabras que no debéis olvidar

ARBOLARIO: Alborotador, individuo que hace demostración excesiva de ira, queja, admiración, alegría, etc.BURUSA: Parte mínima de una cosa o de la participación económica de un ne-gocio. CARBURIADO: Medio embriagado con aguardiente.CHUBASCO: Lluvia con fuertes vientos.DEJAR LA PELUCA: Dejar abandonada una persona o no corresponder un com-promiso.EMPERIFOLLARSE: Vestirse con esmero.FARFULLO: Falto de palabra. Incumplido.GRILLUO: (Fanfarrón). Persona poco modesta.HABLACHENTO: Se dice del que habla mucho y sin discreción, sobre todo cosas sin importancia.LLORANTINA: Llanto injustifi cado, sin causa alguna.MAMONAZO: Golpe dado o recibido en cualquier forma.PELAZÓN: Carencia de dinero o aburrimiento.

Foto: Laura Peña