Metagenealogia
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m
eta
gen
ealo
gía
//Un bendición gitanaaño 45'en las afueras de Romapor dos generacionesno sé si es recuerdoo el deseo de tener una buena estrellaa pesar de todo//
Pascua y Stella, 1948 aprox//Las mujeres de mi raíz, el tercer ojo familiar; la cocina un caldero.
- Me gusta mirar el verde por horas - decía mi mamá.Son difusas las pocas cosas claras que a veces recuerdo
Llegué hasta acá a esta modernidad porque vengo de; subir sin querer por el árbol metagenealógico con ojos prensiles, para entender, construir y reconstruir, sintetizar que quebramos mandatos con libertad cuando aceptamos con amor el adn sanguíneo, agradecemos, perdonamos y agarramos la bici, los pies, la noche el día, los años y las pasiones para elegir el propio camino.
Un portazouna puteada estereofónicamaldigo tu adnllegastenos cambiaste la vida ahora estoy embarulladoy digo para malmañana se me pasóy digo para bien
Nos cambiaste la vidacon tu mirada apaisadacomo si fuerasnuestra versión de orientellegaste chinitatiempo despuèscuando planificación familiarestaba en la universidadcon vos pintorcito de nuevocumpleaños con piñatasotra vezpero éramos felices
Despuéste creció el peloel talle de la remerala voluntadun carácter rabiosode quien lo heredasteno sé,- ¿el nonono era anarquista?-muchachita liberadaantipatriarcalno supimos que hacer con vosdurante un tiempo
Te las arreglás bastante bienpiba trabajadoraa pesar de ese carácterte las arreglás bastante bienlees muchoestudiássiempre andásentrando y saliendo de casaentrando y saliendo de vos
Si,tiene claro carácter
pero es buenacocina bien
eso si lo heredó de la madreel verbo iracundo
no sabemos
Buenocerrá la puerta
abrigate que todo está violentola vida se volvió viral
antescuando era cañaveral
¿sabés que lindo que era?
De vez en cuandouna puteada en mono
aún con ese carácterbendigo tu adn
Yo también sélo que es estar solaen los díassin vientresin taza calientenos sentimos lejitossentados al ladoes que creoque a vecesno podemos perdonarnosno ser los Ingallsese idiota montajedel amor filialdonde nadie quiere a nadiemás que por portación de ascendenciapero que se ve muy technicolordesde afuera
Seamoslos desvergonzadosque quererse es un poco asíportazoestereofónico
de agudos bajosque dejan escuchar detras del marco
abrigateque hace frío.
Llego resfriada y llovida, ya oscurecida, pero no es de noche. Paradojas del invierno que marea con los cambios de luces, como un operador torpe en la sala de comandos.Iba a salir, pero me quedo. Llueve. Me gusta el ruido cortito de las gotas sobre el techo de la puerta o los baldosones del patio.Prendo las luces, estoy sola.Siempre veo así mejor la casa.Casa. Esta casa, la única que transité desde que llegué al mundo.Al fondo de un pasillo, planta baja y primer piso, estampada de años 60', anaranjada. Muchos ambientes a veces llenos de sol, a veces llenos de tiempo.Ahora es cuando los recuerdos fotográficos se vuelven vívidos, los miro de costado, de cerca, oliendo los domingos con mamá en la cocina; ese aroma a mediodía de salsa casera, en pijama a la mesa, algún partido en la tv.
Digo casa y no hogar, porque hogares tuve muchos.Sentada al sol en Bariloche, una valija apretada sin fecha de vuelta,la asepsia de las salas de espera, libros que acortaron noches largas y difíciles; correr descalza en el monte, abrazar amigos, conocer amigos nuevos frente al cementerio y una clase trunca de teatro,aprender dos acordes y tocarlos hasta gastarlos sin ritmo, ensayar en la vía pública, viajar en tren, enamorarme y sostener la mirada, caminar varios barrios cantando bajito con el amor al lado.
Hogares hubo muchos, pero casa sólo una.
Soy el fantasma de Dickens, pero vivo.Ahora recuerdo más claro
Hay un sillón, que mi cuerpo prefiere; ahí se sentaba mi vieja a escuchar música.
La veo sábado de mañana cantando Grecia, Cuba y rancheras mexicanas.Cocinaba rico, hablaba de Picasso y no había terminado la escuela.
Admiraba al subcomandate Marcos.
*para todos la luz, para todos todo.
Hablaba del alma,los colores, la telepatía - es posible, hija, es posible -. percibía cosas, como todas las mujeres de su rama; a mi me fascinaba la historia de la gitana en roma que había echado un
sortilegio sobre mi abuela y dos generaciones más, una protección de estrella en la frente.
Si, ella percibía cosas, hasta la visita de la mujer huesuda al fin de la noche.
y esa vez, yo también lo supe.
Socia del club de lectores, pianista a escondidas.Miro el piano y vuelvo 20 años atrás.
Y sabés qué, me digo, vivir así no está tan mal.
Voy levantando las alfombras de mi ayer para verme las raíces, ya desprendidas de mis pies, algún día fueron mi sangre.Desde el cordón umbilical al primer alfajor en el bolsillo del jardín, todo se vuelve caleidoscopio que quiero aprender a ver.No es vivir en el pasado, es completar los espacios tenues en los días para entender este hoy al que le nace un mañana.Mis primeras poesías, por así decirlo, las escribía en un cuaderno con candado; como son las cosas, que ahora abro para compartir, sino yo no sería nada.Así como mi vieja me regaló mi primer libro de versos, Goethe, nombre difícil para un niño; quiero regalar algo, sino que sentido tanta vida que arremolinamos.Eso dice mi viejo, que de pobre muy pobre, poniendo frente a golpes y cargadas; un día descubrió en los libros, la música y las cámaras, y se salvó así de ser sólo un cuerpo que trabajaba sin descanso.Nunca nos falto comida, los enojos, ni las voces altas.Somos bastante apasionados.Eso se lo debo al abuelo, un tano anarquista y motoquero; a una abuela de palabras rápidas y hembra envalentonada.De chica detestaba el griterío familiar.
Yo llegué cuando todo ya estaba en marcha, tarde para lo que cualquier familia ortodoxa llamaría natalidad controlada.
Mis hermanos rockeaban Soda, Sumo, Don Cornelio y la zona.Me auricularon de bebé los vinilos hasta que yo lloraba.
Después claro, le tomé sabor propio a los recitales, los músicos y las bandas.Se deben estar arrepintiendo.
Con ellos tomé mis primeros tragos, grababamos series y las mirabamos de noche, Expedientes X y chocolate; horas tardías donde yo escolar debía dormir, pero estaba ahí
intentando creer en algo.
También salíamos por el barrio, que es el mismo y es tan mágico.
Las vecinas en batón, niños skaters, la murga, la barra del club,los transas, los chinos hinchas de Banfield, el bicicletero evolucionado, el bar de la esquina, la heladería donde fuí con cada noviecito en verano.
Pasajes con tilos, glicinas y moras que robé de domingo, cuando la siesta tomaba el mando.
Rebobino,
hago pausa,
adelanto.
Cada vez sé menos.
Y eso es lo que quiero.Esto de existir es tan inmenso, que quiero saber cada vez menos y conocer más. Que no es lo mismo.Saber, sabemos muchas cosas.El himno nacional, las señales de tránsito, como abrir una puerta y cerrar un frasco.Borges es el mejor escritor de todos los tiempos, la 9 de julio la avenida más ancha, el dulce de leche es nuestro.Pero conocer es otra cosa, sin nomenclar los sentidos, los olores, los sonidos.Conocer el amanecer en un pueblo de campo,el olor de la lluvia, el color de los ojos de un recién nacido, la polifonía de una canción poderosa; la inutilidad de contabilizar el tiempo, las ausencias que dejan rastro.Conocer la tarea de escribir páginas en blanco, y que eso no cambie nada o cambie algo.Conocer la velocidad de la sangre cuando se está muy feliz; conocer el instante de la noche cuando las horas son infinitas respirando con alguien que sueña con el sol y también con desayunar tarde apenas un mate.No quiero quedarme con nada de amor en las manos cuando me llegue mi turno de volver a las estrellas.Haber conocido su esplendor y su resaca de sábado.
Quiero saber cada vez menos, pero al menos conocer algo.
92'.Floresta//Escrito en el diario íntimo:
Hizo calor. El sol caía a plomo. Comimos frutas. Nadé como Esther Williams.Brindamos con sidra.Hoy fuí feliz.
Floresta, 2012.*Los días que me quedo estudiando, escribiendo, transito la casa desde temprano, me gusta despertar con el sol o la lluvia y adueñarme de la mañana; generalmente no estoy acá cuando empieza el día.Poner la pava, preparar el mate, levantar la cortina de la cocina y ver cuantos gorriones bajan a picar miguitas, mientras Ringo les ladra diciéndolesvayasaberqué.Elegir un disco, trasladarme al living, elegir un libro, abrir las ventanas y que llegue el ruido del barrio que se mueve lento, adivinar la llegada de los bondis a la parada de la esquina.Cebar un mate, hacer una tostada.Encontrar sin buscar cosas nuevas para mí que ya estaban ahí hace mucho tiempo, que alguien dejó:un disco de un pianista japonés lisérgico, un vinilo de Bowie antes del maquillaje,un pullover de lana rosa de otro tiempo,un libro sobre Tupac Amaru, anotaciones poéticas de mi vieja sobre vivir y el subcomandante Marcos, hojas del 37' de quien fuera poeta vecino Francisco Dibella, un prendedor élfico en forma de hoja de arce.Cruzarme a mi viejo que saluda a Ringo y se prepara el desayuno y preguntarle donde está el libro sobre los enigmas del mundo que tanto me gustaba de chica, reavivar el debate sobre la vida extraterrestre, lo bien que nos caen egipcios y ojalá un día viajemos a Moscú a tomar el vodka más fuerte.Y sonreír con Louis Armstrong, lagrimear un poco sabiendo a Mozart lo acompaño su perro hasta el final.
*(esto se terminó de escribir en la última hoja de un cuaderno y en las servilletas, del bar del barrio)
Somos un intenso intento de comprobación de la existencia a diario.La que suscribe es Gabriela Clara Pignataro, nacida en octubre del 85'.No tengo la menor idea de a dónde voy.Pero a fuerza de carilinas y alergias,decodifico de a poco de dónde vengo.Está bueno saber qué peras le pedimos a qué olmo.
Al fin y al cabo somos también, los bueyes con los que aramos nuestro (zafar)rancho.
Las fotos fueron tomadas en su mayoría por Miguel Pignataro, mi viejo.A la memoria presente de Stella, mi mamá; una estrella fugaz surcando el cosmos.