Migración, trabajo y desigualdad social en el Chile actual · mitos, prejuicios xenófobos y...
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Migración, trabajo y desigualdad social en el Chile actual
Introducción
En años recientes la migración internacional en Chile ha adquirido un renovado
interés. Desde esferas académicas, actores políticos y de la sociedad civil surgen diversos
discursos y planteamientos en torno a su importancia, impactos, causas y consecuencias. Al
respecto, destacamos dos características que están en la base de la creciente preocupación y
ocupación por las migraciones internacionales en Chile.
Por un lado, desde fines de la dictadura militar el volumen de inmigrantes residentes en
Chile se habría cuadruplicado (Rojas y Silva, 2016), lo que hace de Chile uno de los
principales destinos de la migración internacional en Sudamérica.
Por otro lado, el cambio en la composición de los flujos migratorios en Chile, los cuales
pasaron de ser predominantemente provenientes de Europa a tener un origen
preferentemente sudamericano, y de países fronterizos en particular (Martínez, 2005). Se
trata de una característica común a otros países sudamericanos, pero que en el caso
chileno se agrega el hecho de ser crecientemente destino de migrantes de países de la
misma región latinoamericana.
Aunque estas dos características han pasado a ser ya un lugar común, el análisis de la
inmigración no siempre da cuenta de la complejidad que ellas implican. En muchos casos, se
refiere a la inmigración y los migrantes como un todo relativamente homogéneo y abstracto,
y se refieren a las cifras, tendencias y magnitudes de la inmigración, sin considerar
debidamente las estructuras de diferenciación social que la compone. Se trata de estudios que
analizan la inmigración como un agregado, un total, compuesto por la agregación de
individuos, sin detallar los procesos y relaciones que los diferencian y contraponen. No hay
duda que se trata de estudios necesarios y relevantes, más aún en el caso de Chile, donde la
carencia de estadísticas demográficas y migratorias confiables dificulta el análisis objetivo y
detallado de la inmigración, facilitando con ello, el surgimiento de discursos basados en
mitos, prejuicios xenófobos y llenos de lugares comunes que en nada aportan al
entendimiento y comprensión de la migración contemporánea.
En otros estudios se hacen análisis muy detallados pero focalizados en algún grupo particular
de inmigrantes, usualmente seleccionados por su origen nacional o regional, por su condición
de género o pertenencia étnica, o bien por su posición en la estructura ocupacional. Se trata
de investigaciones muy relevantes, especialmente para documentar las condiciones de
vulnerabilidad, precariedad y exclusión social que sufren muchos inmigrantes en Chile, junto
al resurgimiento de prácticas y actitudes racistas y xenófobas entre una parte de la población
chilena y algunas de sus autoridades.
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Sólo recientemente han surgido propuestas que analizan la inmigración como una totalidad
que involucra una estructura de diferenciación social y económica entre los diferentes grupos
que componen eso que llamamos inmigrantes e inmigración en Chile. Nuestro interés va en
ese mismo sentido. En particular, queremos transitar desde los análisis demográficos y
formales que ilustran los volúmenes y tendencias de la inmigración como un componente de
la población chilena, a un análisis de cómo las estructuras de diferenciación de la inmigración
se corresponden con las estructuras de diferenciación social y de clases que prevalece en la
sociedad chilena. Partimos de un supuesto muy simple. La inmigración como todo proceso
social, no involucra sólo personas o individuos así en abstracto, sino sujetos y actores sociales
que adquieren sentido e identidad a partir de las estructuras de diferenciación de las
sociedades donde se asientan y a las cuales se integran. En otras palabras, como proceso
social e histórico, la inmigración está también atravesada por las estructuras sociales de
diferenciación y desigualdades que conforman a la sociedad chilena, reproduciendo a su
modo esas mismas estructuras de diferenciación social.
Otros autores han avanzado en esta línea de reflexión, aportando valiosos análisis sobre la
construcción social y simbólica de estos procesos de diferenciación social (Tijoux y Díaz
Letelier, 2014). Nuestro interés es algo más modesto. Queremos documentar con datos
estadísticos y demográficos estas estructuras de diferenciación social entre los distintos
componentes de la inmigración contemporánea en Chile. Para ello nos basaremos en
estadísticas sociales y demográficas que registran los censos de población y las encuestas
CASEN, principales fuentes de información a nivel nacional en Chile.
Antecedentes de la inmigración contemporánea en Chile
En cuanto a las causas de la migración, curiosamente no parece haber un gran debate. Por de
pronto, no son comunes los textos y estudios que analicen la vinculación de las condiciones
macroeconómicas con la inmigración en Chile. Más allá de repetir lugares comunes
referentes a los eventuales logros del modelo económico chileno, son pocos los estudios que
analizan directamente esa relación. En los pocos textos que abordan las causas económicas y
estructurales, suele señalarse el papel que ha tenido la transformación de la economía chilena
y su temprana inserción en la economía global vía exportaciones y apertura comercial
indiscriminada (Solimano y Tockman, 2006; Stefoni, 2009).
Al respecto, los datos parecen ser elocuentes. En los últimos 25 años el PIB per cápita en
Chile ha crecido sustancialmente, distanciándose cada vez más del promedio
latinoamericano1. Asimismo, el nivel de pobreza se ha reducido a niveles incluso por debajo
de los prevalecientes en algunos países desarrollados2. Ello conforma un contexto de un largo
ciclo de crecimiento y desarrollo económico en Chile, que actuaría como un importante factor
1 De acuerdo a datos de CEPAL, en 1990 el PIB per cápita de Chile era de 6.1 mil dólares, prácticamente igual
al promedio latinoamericano. Actualmente, en 2016, el PIB per cápita chileno bordea los 15 mil dólares,
mientras el promedio latinoamericano se mantiene por debajo de los 9 mil dólares al año. CEPALSTAT,
http://estadisticas.cepal.org/cepalstat/WEB_CEPALSTAT/estadisticasIndicadores.asp?idioma=e 2 Actualmente en Chile menos del 15% de la población percibe ingresos por debajo de la línea de pobreza,
situación que en Estados Unidos afecta a casi el 20%. Estimaciones propias con base en CASEN 2015 y CPS
2016.
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de atracción migratoria, especialmente frente al estancamiento y crisis que han enfrentado
países que como Argentina y Venezuela, fueron históricamente los principales lugares de
destino de la migración sudamericana (Rojas y Silva, 2016)3.
A estas condiciones favorables de la dinámica económica chilena, cabe agregar las nuevas
condiciones de las principales rutas y destinos de la migración latinoamericana. Por un lado,
en Estados Unidos la política basada en una lógica de “securitization” que implicó un
programa de deportaciones masivas, y una política de criminalización de la migración
irregular e indocumentada (Alarcón, 2016). Por otro lado, en España los efectos de la crisis
económica se han sentido directamente en los flujos migratorios y en eventuales procesos de
retorno y re-migración (Domingo y Recaño, 2010).
En cuanto a las características de la inmigración, hasta hace unos años, el análisis estuvo
centrado en el flujo de peruanos a Chile, el cual se inició en la década de los 90s y hoy
constituyen el principal país de origen de la inmigración en Chile, superando el papel que
históricamente tuvo Argentina, así como el flujo acumulado de inmigrantes de origen
europeo (Stefoni, 2011; Navarrete, 2007).
Del análisis de los volúmenes y tendencias, se pasó al análisis de los perfiles y características
de la inmigración peruana. Al respecto, desde un comienzo se destacó la alta participación
de mujeres en el flujo migratorio, la que supera a la de los hombres. Ello se asocia
directamente con las opciones laborales que ofrece la economía y sociedad chilena y
santiaguina, en particular, a las inmigrantes peruanas, quienes desde un inicio se han
concentrado en el servicio doméstico y la industria del cuidado (Stefoni, 2009; Arriagada y
Todaro, 2012).
Aunque se trata de empleos con alta precariedad e inestabilidad, un dato relevante es que las
inmigrantes peruanas empleadas en estos trabajos suelen tener mayor nivel de escolaridad
formal que las trabajadoras chilenas. Por de pronto, como señala Martínez (2003), en el caso
de las peruanas en el servicio doméstico más del 75% posee más de 10 años de estudios, cifra
que en el caso de las chilenas alcanza a sólo el 33%. Sin embargo, a pesar de este mayor nivel
de escolaridad las peruanas, al igual que las chilenas, deben enfrentar las mismas condiciones
de precariedad laboral e inestabilidad contractual propios de este tipo de trabajos.
En años recientes, a la inmigración peruana y boliviana, se agregan nuevos países de origen
de la inmigración. Entre ellos, primero destacó el flujo de colombianos que desde comienzos
de los años 2000 han comenzado a arribar a Chile (Gissi, 2017). A ello, se les agrega
recientemente el flujo de dominicanos y especialmente el flujo de inmigrantes haitianos,
quienes se han visto favorecidos por un status especial a partir de las catástrofes ambientales
y naturales que azotaron a ese país hace unos años (Valenzuela et al, 2014).
3 Resulta curioso, sin embargo, que en esta visión optimista de la economía chilena suele invisibilizar el alto
grado de desigualdad social y económica, la cual ha permanecido constante en las últimas décadas, aún a pesar
del gran auge y crecimiento económico. No deja de ser relevante este fenómeno de la desigualdad social, pues
refleja directamente la situación social y económica de la inmigración en Chile.
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Lo relevante de estos nuevos flujos, es que junto con ampliar y diversificar los orígenes de
la inmigración en Chile, pone sobre la mesa de debate la construcción social del racismo y la
discriminación étnica a partir de la condición migratoria y origen nacional de los inmigrantes
(Tijoux, 2016). En el caso de los haitianos, por ejemplo, (Rojas, Amode y Vásquez, 2015)
utilizan las categorías de neoracismo y racismo sutil, para analizar los discursos de los
migrantes haitianos y de sus experiencias frente a diversas prácticas de discriminación racial
y étnica que enfrentan cotidianamente en Santiago.
Por su parte, en el caso de la migración colombiana, ésta enfrenta un doble proceso de
discriminación, étnica y de género (Pavez, 2016). Nada ejemplifica mejor esta situación que
las tensiones y discursos con los que tanto autoridades, como simples ciudadanos y población
en general, suelen referirse a las inmigrantes colombianas en el norte de Chile. En la ciudad
de Antofagasta, por ejemplo, la misma alcaldesa ha impulsado una práctica y discurso basado
en prejuicios raciales y de género, estigmatizando a las inmigrantes colombianas, a las que
se les acusa de todos los males y problemas que afectan a las familias chilenas en esa ciudad
(EMOL; 2016).
Esta visión racializada de la inmigración, lleva a la formulación de discursos alarmistas y
altamente mediáticos, fomentando y consolidando diversos mitos que distorsionan e
ideologizan el debate y sustituyen el necesario análisis objetivo de los hechos a partir de datos
empíricos y estadísticas que den cuenta de las causas y consecuencias sociales y económicas
involucradas en los procesos migratorios (Martínez, 2003). No hay duda que las migraciones
son uno de los fenómenos sociales contemporáneos en torno a los cuales los mitos y
prejuicios suelen anteponerse al análisis riguroso de los datos y evidencias empíricas
(Navarrete, 2007). En este sentido, nuestro interés es precisamente, documentar con datos
estadísticos la situación actual de las migraciones en Chile, ilustrando con ello, los procesos
de diferenciación social que las caracterizan. Por de pronto, nuestra tesis es que detrás del
discurso de “la inmigración” se esconden e invisibilizan las estructuras de desigualdad social,
étnica y económica que permiten diferenciar e identificar las distintas migraciones que
componen el fenómeno en el Chile contemporáneo. Estos patrones de diferenciación social
es lo queremos documentar con datos estadísticos y demográficos.
Niveles y tendencias de la migración en Chile
La historia de la inmigración en Chile muestra tres grandes ciclos, mismos que son
corroborados por los datos del volumen y la tasa de inmigración que reportan los censos de
población desde mediados del siglo XIX a la actualidad.
Por un lado, una primera oleada migratoria que va de 1875 a 1920, y que corresponde al
gran flujo de inmigrantes europeos, provenientes de España, Alemania e Italia,
principalmente (Gutiérrez 1989). En este periodo el volumen de inmigrantes más que se
cuadruplicó, pasando de 21.9 mil en 1865 a casi 100 mil en 1920. Asimismo, la tasa de
inmigración se incrementó de sólo 1.2% a un 2.7% en 1907.
Una segunda etapa corresponde al periodo de 1920 a 1982. En este periodo la inmigración
se frena y el volumen de inmigrantes se estabiliza en un monto cercano a las 100 mil
personas, lo que frente al crecimiento de la población chilena, se traduce en un descenso
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prolongado y sistemático de la tasa de inmigración, la que alcanza su mínimo histórico
en 1982 cuando sólo el 0.74% de los residentes en Chile eran inmigrantes internacionales.
Por último, a partir de 1982 toma forma una nueva oleada migratoria en donde crecen
tanto los volúmenes de inmigrantes como su proporción respecto a la población chilena.
Se estima que en el 2015 ya habrían más de 460 mil inmigrantes, los que representan el
2.7% de la población, cifra que igualaría al máximo histórico registrado hace algo más
de 100 años.
La actual oleada migratoria no sólo implica un repunte del volumen de inmigrantes, sino por
sobre todo, un cambio igualmente importante en su composición según países y regiones de
origen. Mientras la primera oleada migratoria estuvo compuesta esencialmente por
inmigrantes provenientes de Europa, el actual flujo migratorio está compuesto por
inmigrantes provenientes de países sudamericanos, siendo los países fronterizos los de mayor
importancia relativa.
En efecto, en la primera oleada los europeos alcanzan su punto máximo en 1907 cuando
logran representar el 83% del total de inmigrantes en Chile. Por el contrario, en el 2012 sólo
representan el 11% proporción que se reduce al 6% en el 2015 de acuerdo a datos de la
encuesta CASEN.
Por el contrario, la actual oleada migratoria está compuesta principalmente por inmigrantes
sudamericanos, quienes pasaron de representar menos del 20% de la inmigración en 1952, al
75% en el 2012 y el 81% en el 2015, según reporta la encuesta CASEN de ese año. En esta
segunda oleada destaca el creciente peso que adquieren los países fronterizos, quienes pasan
de aportar sólo el 23% de la inmigración en 1960, al 53% en el 2015.
Año Inmigrantes*Tasa de
InmigraciónAño Inmigrantes
Tasa de
Inmigración
1865 21,982 1.2% 1952 103,968 1.7%
1875 25,199 1.2% 1960 104,853 1.4%
1885 40,520 1.6% 1970 90,437 1.0%
1895 56,463 2.1% 1982 83,838 0.7%
1907 88,545 2.7% 1992 114,611 0.9%
1920 96,861 2.6% 2002 197,929 1.3%
1930 96,056 2.2% 2012 339,751 2.0%
1940 107,283 2.1% 2015 465,319 2.7%
Tabla 1
Chile. Volumen y Tasa de Inmigración Internacional
* Los datos reportados por los censos a partir de 1875, incluye como inmigrantes a la población boliviana y
peruana de Antofagasta y Tarapacá, territorios que fueron anexados por Chile al finalizar la Guerra del
Pacífico. Para evitar el sesgo que ello implica, para el periodo 1875-1920 hemos estimado para cada año, el
volumen de la población peruana y boliviana residente en esas dos provincias y que ya residìa alli desde
antes de la Guerra del Pacífico, el cual lo hemos restado del volumen total de inmigrantes que reporta cada
Censo. A partir de 1930 la eventual sobreestimación que señalamos no tiene mayores efectos en el volumen
de la inmigración internacional.
Fuentes: Censos de Población 1865 a 2012; y CASEN 2015.
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El caso de Perú es sin duda, el más paradigmático y representativo de esta nueva oleada
migratoria en Chile. Hasta los años 80s, la migración peruana era prácticamente no
significativa, y representaba un volumen inferior a las 8 mil personas. A partir de 1992, sin
embargo, inicia su crecimiento, pasando a 39 mil en 2002, y continuar creciendo hasta llegar
a los 139 mil en el 2015. Esta tendencia hizo que ya a inicio de los años 2000s Perú se
convirtiera en el principal origen de la inmigración a Chile, más que duplicando la
inmigración argentina y colombiana.
Asimismo, destacan los inmigrantes provenientes de Bolivia y Colombia, quienes inician su
crecimiento a partir de la década de los 2000s. Al igual que Perú, se trata de un flujo reciente
propio de esta nueva oleada y que casi no existía hasta hace unas décadas. Particular
relevancia adquiere Colombia, país que de acuerdo a las estimaciones de la encuesta CASEN
de 2015, para este año ya habría desplazado a Argentina del segundo lugar como país de
origen de la inmigración en Chile.
Resulta relevante constatar que a pesar de su carácter de países fronterizos, la inmigración
desde Bolivia y Perú nunca había adquirido los volúmenes e importancia que ha tomado en
las últimas dos décadas, y siempre se mantuvo en un lugar secundario por debajo de los flujos
extra-regionales y de los provenientes desde Argentina.
Por su parte, los ecuatorianos y más recientemente los venezolanos, son un nuevo
componente de la inmigración sudamericana a Chile, y al igual que el caso colombiano, nos
indica que la influencia migratoria chilena tiende rápidamente a traspasar el ámbito
fronterizo, para convertirse en un destino de importancia a nivel regional y continental. En el
caso de Ecuador, el flujo que inicia su crecimiento en los años 2000s, nos indica el papel de
Chile como destino alternativo frente al freno de la emigración ecuatoriana a España producto
de la crisis económica de ese país a fines de la década pasada. Asimismo, el caso venezolano
sin duda está muy vinculado a la crisis política y económica que enfrenta ese país en los años
recientes, y ello se refleja en que precisamente, es sólo a partir del 2012 que el flujo comienza
a adquirir un peso relativamente importante.
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Finalmente, el flujo proveniente de Brasil, Uruguay y Paraguay es muy bajo, cuyos
volúmenes absolutos tienden a diluirse en la tendencia de crecimiento que muestran los
demás flujos migratorios sudamericanos a Chile.
A este componente sudamericano, cabe agregar el más reciente flujo de inmigrantes haitianos
y dominicanos, que se asientan principalmente en la ciudad de Santiago. Se trata de un flujo
que hasta el 2002 era prácticamente inexistente. Es sólo a partir de esta década cuando toma
impulso este flujo, de tal modo que ya el censo del 2012 reporta la presencia de 3.3 mil
dominicanos y 1.7 mil haitianos, los cuales rápidamente se incrementan a más de 8 mil
dominicanos y 15 mil haitianos en el 2015.
Perfil sociodemográfico de los inmigrantes
Los datos nos permiten identificar diferentes perfiles migratorios. En cuanto a la composición
por género de las migraciones, los datos muestran que los flujos extrarregionales son
esencialmente masculinos, con excepción de los provenientes de Norte y Centro América, en
donde se da una proporción más equilibrada entre los volúmenes masculinos y femeninos de
la migración. Por el contrario, en los flujos provenientes de Europa, se da una relación de
114 hombres por cada 100 mujeres, proporción que se eleva a 135 hombres por cada 100
mujeres en el caso de los inmigrantes asiáticos.
Por el contrario, en los flujos sudamericanos, la relación se invierte, y podemos afirmar que
en general, se trata de flujos feminizados, en donde la participación de las mujeres supera en
diversos grados a la de los hombres. Los casos más extremos son los de Perú, Bolivia,
Colombia y Brasil, en donde se da una relación de sólo 77 hombres por cada 100 mujeres, lo
que indica que las mujeres superarían en más de un 30% a los hombres. En el caso de Ecuador
y Venezuela, la relación es algo menor, pero igualmente muy favorable a la participación
femenina. Sólo en el caso argentino se da una participación más equilibrada con una relación
de 98 hombres por cada 100 mujeres.
En cuanto a la edad de los migrantes, se repite el mismo patrón de diferenciación. En los
flujos extra-regionales la edad promedio supera los 40 años, con excepción de los centro y
norteamericanos, en donde la edad es cercana a los 32 años. Por su parte, en los migrantes
País de Origen 1960 1970 1982 1992 2002 2012 2015
Perú 3,583 3,930 4,308 7,649 39,084 103,624 139,361
Colombia 645 825 1,069 1,666 4,312 27,411 63,481
Argentina 11,876 13,674 19,733 34,415 50,448 57,019 55,185
Bolivia 8,517 7,666 6,298 7,729 11,649 25,151 47,110
Ecuador 946 1,018 1,215 2,267 9,762 16,357 30,127
Venezuela 411 405 942 2,397 4,452 7,897 20,816
Brasil 616 955 2,076 4,610 7,589 9,806 13,291
Uruguay 531 805 989 1,599 2,467 4,400 4,662
Paraguay 206 304 284 683 1,321 2,692 4,211
Haití 47 52 nd 37 50 1,675 15,705
Rep. Dominicana 40 81 nd 126 300 3,255 8,393
Tabla 2
Chile, 2015. Inmigrantes latinoamericanos según según principal país de origen
Fuentes. Censos de Población, 1960 a 2012, y encuesta CASEN 2015
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sudamericanos identificamos dos patrones. Por un lado, los argentinos, brasileños,
venezolanos y peruanos, en donde la edad es superior a los 30 años, pero en todo caso, muy
inferior a la de los extra-regionales. Por otro lado, los inmigrantes bolivianos, colombianos
y ecuatorianos, en donde la edad promedio es ligeramente inferior a los 29 años.
Por último, en cuanto al nivel de escolaridad, una vez más se reproduce el patrón de
diferenciación ya señalado. Por un lado, destaca el caso de los inmigrantes extra-regionales,
quienes poseen muy altos niveles de escolaridad. En todos los casos más del 57% de los
inmigrantes poseen estudios de educación superior. En similar situación se ubican los
inmigrantes brasileños y venezolanos, lo que nos indica que en este caso, se trata de un flujo
muy particular, de inmigrantes altamente calificados situación que contrasta con la de los
demás inmigrantes de la región.
En efecto, los bolivianos, ecuatorianos y colombianos presentan una situación inversa. En
todos ellos se da una alta proporción de inmigrantes con baja escolaridad, que no han
culminado sus estudios de educación media, junto a una baja proporción de inmigrantes con
estudios superiores.
Por último, cabe señalar dos casos que salen de esta norma o patrón de diferenciación. Por
un lado, el caso de Argentina resulta peculiar. Sólo el 35% posee estudios superiores,
proporción que si bien es superior a la que prevalece en los demás inmigrantes
sudamericanos, está distante de la de los inmigrantes extra-regionales. Sin embargo, también
se da una baja proporción de inmigrantes con bajos estudios (educación media no
completada), situación que aleja a los argentinos de los demás inmigrantes sudamericanos.
Asimismo, el caso peruano también refiere a una situación particular. Resalta el hecho que
casi el 50% de los inmigrantes peruanos posee un nivel medio de escolaridad, a la vez que el
50 % restante se distribuye en proporciones muy similares entre quienes tienen baja y alta
escolaridad.
Media
Incompleta
Media
Completa Superior Total
Europa 1.14 40.3 24.4% 16.3% 59.4% 100%
Asia 1.35 42.0 26.2% 17.2% 56.6% 100%
Norte y Centro
América1.02 31.8 29.4% 12.3% 58.3% 100%
Argentina 0.98 33.1 34.7% 30.8% 34.5% 100%
Brasil 0.76 30.8 21.0% 22.3% 56.7% 100%
Venezuela 0.85 32.1 15.9% 12.1% 72.0% 100%
Perú 0.79 34.0 27.5% 47.1% 25.5% 100%
Bolivia 0.77 29.7 54.2% 32.4% 13.4% 100%
Colombia 0.77 29.1 38.4% 36.8% 24.8% 100%
Ecuador 0.84 26.8 45.5% 27.2% 27.3% 100%
Otros 0.92 30.9 45.3% 29.3% 25.4% 100%
0.89 32.3 34.3% 33.2% 32.5% 100%
Sud
Americanos
Total
Fuente: estimaciones propias con base en encuesta CASEN 2015.
Tabla 3
Chile, 2015. Perifl sociodemográfico de inmigrantes según país y región de origen
Regiones / PaísesÍndice de
MasculinidadEdad Promedio
Escolaridad
Extra
Regionales
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Lo relevante de estos diferentes perfiles sociodemográficos, es que ellos pueden asociarse
con patrones igualmente diferenciados de inserción laboral y de condiciones de vida de los
migrantes en Chile. Por de pronto, los mercados de trabajo suelen operar segmentando y
diferenciando la fuerza de trabajo, para lo cual, la diferenciación sociodemográfica (por sexo,
edad, escolaridad) ocupa un papel de gran relevancia.
Considerando lo anterior, podemos entonces identificar al menos tres grandes perfiles
sociodemográficos de la inmigración en Chile, mismos que como veremos más adelante, se
asocian directamente con las formas que asume la diferenciación social y ocupacional de los
inmigrantes, y que nos permitirá hablar de la conformación de marcos de vulnerabilidad
social claramente diferenciados, así como de formas de desigualdad social y estratificación
social que lleva a que las diferencias según el país y región de origen de los inmigrantes, sea
también una forma de diferenciación social entre ellos.
Por un lado, identificamos a los inmigrantes extra-regionales. Se trata de una inmigración
más masculina, de mayor edad y de alta escolaridad.
Por otro lado, están los inmigrantes de origen peruano, boliviano, colombiano y
ecuatoriano. Entre ellos se da una mayor presencia de mujeres, jóvenes y de muy baja
escolaridad en general.
Por último, están los inmigrantes argentinos, brasileños y venezolanos, los que se sitúan
en posiciones intermedias. Se da una mayor proporción de mujeres, como en los demás
sudamericanos, igualmente jóvenes, pero sin embargo, con altos niveles de escolaridad.
Considerando estos tres perfiles, a continuación presentamos un análisis comparativo de los
patrones de inserción laboral así como de condiciones socioeconómicas de cada uno de ellos,
lo que nos permitirá apoyar nuestra tesis de que estos perfiles de diferenciación por origen
migratorio configuran también un patrón de diferenciación social entre los inmigrantes en
Chile.
Inserción laboral y diferenciación ocupacional
En cuanto a la inserción laboral, una primera característica a destacar, es la muy alta tasa de
participación económica que muestran los inmigrantes, independientemente de su origen
nacional o regional. En todos los casos, tanto en hombres como en mujeres, las tasas de
participación económica superan significativamente a la de la población chilena. En el caso
de los hombres, mientras la tasa de actividad de los chilenos es del 71%, ésta se eleva al 79%
en el caso de los migrantes extrarregionales y al 83% entre los inmigrantes del primer grupo
de países sudamericanos (Argentina, Brasil, Venezuela y Uruguay). Destaca por sobre ellos,
la muy alta participación económica de los inmigrantes provenientes de Perú, Bolivia y otros
países ya señalados, la que bordea el 90%.
Asimismo, en el caso de las mujeres, aunque las tasas son algo menores, son igualmente muy
superiores al promedio de las chilenas, la que apenas alcanza al 47%. Por el contrario, entre
las inmigrantes extrarregionales la participación se eleva al 61%, y al 64% en el primer grupo
de países sudamericanos. Nuevamente las peruanas, bolivianas, colombianas, registran las
mayores tasas de participación, con niveles del 70%.
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Estos datos indican que efectivamente, en casi todos los casos se trata de una inmigración
esencialmente laboral, hecho que contrasta con los discursos xenófobos y racistas que buscan
estigmatizar a los inmigrantes etiquetándolos como delincuentes, personas ociosas y de mal
vivir (EMOL, 2016).
Aunque muestran similares tasas de actividad, hay importantes diferencias en cuanto a los
patrones de inserción laboral de los inmigrantes según su origen nacional y regional. En
primer lugar, tanto los inmigrantes extrarregionales como los de Argentina, Brasil, Venezuela
y Uruguay, muestran una mayor concentración en actividades de alta productividad, tanto
respecto al promedio nacional, como a los demás inmigrantes. En el primer caso, casi el 17%
de los inmigrantes se ocupan en actividades mineras, utilities, y servicios financieros e
inmobiliarios, proporción que se eleva a casi el 22% en el segundo grupo de inmigrantes, casi
duplicando el promedio nacional.
Por el contrario, sólo el 7% de los otros inmigrantes sudamericanos (peruanos, bolivianos, y
otros) se emplean en este tipo de actividades de alta productividad. Ello se debe entre otras
cosas, a que se trata de trabajadores con menores niveles de calificación y escolaridad formal,
lo que no les permite acceder a empleos de mayores niveles de productividad que exigen
altos niveles en formación de capital humano. Sin embargo, la consecuencia es también
evidente. Están expuestos a empleos con mayores niveles de precariedad e inestabilidad
Extra Regionales
Argentina, Brasil,
Venezuela y
Uruguay
Perú, Bolivia, Haití,
Colombia, Ecuador
y R. Dominicana
Promedio
Nacional
Hombres 78.6% 83.3% 90.3% 71.0%
Mujeres 61.0% 63.6% 70.1% 47.4%
Total 70.0% 72.7% 79.4% 58.3%
Fuente: Estimaciones propias con base en Encuesta Casen, 2015.
Tabla 4
Chile, 2015. Tasa de Actividad según Origen Migratorio y Sexo
Extra Regionales
Argentina, Brasil,
Venezuela y
Uruguay
Perú, Bolivia, Haití,
Colombia, Ecuador
y R. Dominicana
Promedio
Nacional
Ocupados en sectores de
alta productividad1 16.7% 21.6% 7.0% 12.0%
Estratos Ocupacionales2 100% 100% 100% 100%
Bajo 15.5% 30.0% 54.7% 41.4%
Medio-Bajo 13.4% 24.2% 32.0% 32.3%
Medio 26.6% 20.4% 7.9% 15.7%
Alto 44.5% 25.3% 5.5% 10.6%
Remuneraciones (dólares
al mes)1,857 1,065 683 706
1 Minería, Electricidad, Gas, Agua, Servicios Financieros e Inmibiliario
2 Estrato Bajo: Servicios personales, jornaleros de la construcción y trabajos no calificados
Estrato Medio-Bajo: empleados de oficinas, secretarias, y operarios
Estrato Medio: Profesores de educaicón Básica y Media, Comerciantes y Técnicos
Estrato Alto: Gerentes, CEOs, Profesionales
Fuente: estimaciones propias con base en Encuesta CASEN, 2015
Tabla 5
Chile, 2015. Características de la inserción laboral, según origen migratorio
11
laboral, flexibilidad y desregulación contractual, configurando contextos de alta
vulnerabilidad social y económica, situación, que por lo mismo, contrastaría con la que
prevalece entre los inmigrantes extrarregionales.
Esto se refleja directamente en la inserción de los inmigrantes según estratos socio-
ocupacionales. Mientras el 44.5% de los inmigrantes extrarregionales se insertan en puestos
de alto nivel, como directivos, CEOs, o profesionales, sólo el 5.5% de los inmigrantes
provenientes de Perú, Bolivia, Ecuador, Colombia, Haití y R. Dominicana se emplea en estos
puestos de la parte alta de la jerarquía ocupacional. Por su parte, los otros inmigrantes
sudamericanos (argentinos, brasileños, venezolanos y uruguayos), se ubican en una posición
intermedia, aunque en todo caso, muy por encima del promedio nacional.
Por el contrario, cuando vemos la parte baja de la pirámide ocupacional, la situación se
invierte. Sólo el 15.5% de los inmigrantes extrarregionales se emplea en servicios y trabajos
de baja calificación, como servicio doméstico, jornaleros agrícolas, obreros de la
construcción, servicios de limpieza y mantenimiento, entre otros. Situación que contrasta con
los inmigrantes provenientes de Perú, Bolivia, Colombia, Ecuador, Haití y R. Dominicana,
donde el 54.7% se emplea en estas ocupaciones de muy baja calificación. Nuevamente, los
otros inmigrantes sudamericanos, se ubican en una situación intermedia, aunque en todo caso,
muy por debajo del promedio nacional.
Estos datos nos indican una peculiar diferenciación en cuanto a la inserción laboral de los
inmigrantes. Mientras los provenientes de Perú, Bolivia, Ecuador, Colombia, Haití y
Dominicana, tiende a reproducir el mismo patrón de inserción de la fuerza de trabajo chilena
(baja participación en puesto altos de la jerarquía, y alta concentración en los puestos
inferiores de la pirámide ocupacional) los inmigrantes extrarregionales tienden a posicionarse
en los estratos altos de la jerarquía laboral, al igual que los inmigrantes de Argentina, Brasil,
Venezuela y Uruguay, quienes también se alejan significativamente de la estructura
ocupacional de los trabajadores chilenos.
Nada refleja mejor esta diferenciación en la inserción ocupacional, que el volumen de
remuneraciones que reciben en promedio cada grupo de trabajadores inmigrantes. Al
respecto, la elocuencia de los datos es total. La remuneración mensual de los inmigrantes
extrarregionales es de 1,850 dólares mensuales, muy por encima del promedio nacional, así
como del resto de los inmigrantes sudamericanos. Por su parte, la remuneración de los
inmigrantes del primer grupo de sudamericanos (Argentina, Brasil, Venezuela y Uruguay) es
1,000 dólares mensuales, que aunque menor que la anterior, es igualmente muy superior al
promedio nacional. Por el contrario, las remuneraciones del segundo grupo de inmigrantes
latinoamericanos (peruanos, bolivianos, ecuatorianos, colombianos, haitianos y
dominicanos) es de sólo 683 dólares mensuales, ligeramente inferior al promedio nacional,
y muy por debajo de la prevaleciente en los demás grupos de inmigrantes.
Condición socioeconómica y desigualdad social. La cara oculta de las migraciones
Esta diferenciación en la inserción laboral de los inmigrantes nos indica que no se trata de
una mera diferenciación de flujos y patrones migratorios, sino que detrás de ello existe una
12
diferenciación social y económica. Cada flujo refiere a estratos socioeconómicos diferentes,
y por lo mismos, desiguales entre sí. Se trata en el fondo, de diferencias en cuanto a la
inserción en la estructura de clases de la sociedad chilena. Mientras los inmigrantes
extrarregionales y en menor medida, los argentinos, brasileños, venezolanos y uruguayos se
vinculan con las clases medias-altas y atas de la sociedad chilena, los inmigrantes peruanos,
bolivianos, ecuatorianos, colombianos, haitianos y dominicanos se vinculan con las clases
populares y trabajadoras. Mientras unos se insertan desde la cúspide de la pirámide social de
la sociedad chilena, los otros lo hacen desde su base inferior. En definitiva, las diferencias
entre los flujos migratorias, no son sino diferencias de clase, de estratos socioeconómicos. O
lo que es lo mismo, la desigualdad social y de clases de la sociedad chilena, se reproduce en
la inmigración, configurando patrones de diferenciación social.
Lo relevante en este caso, es que si bien este proceso de desigualdad social es algo común y
completamente esperable, lo peculiar del caso chileno es que esta diferenciación adopte muy
directamente la forma según los orígenes nacionales y regionales de los inmigrantes. Es
evidente y algo que por lo mismo que no debiera extrañar, que siempre y en todo lugar la
inmigración esté atravesada por la estructuras de diferenciación social de las sociedades
receptoras. Así ocurre en Estados Unidos, Europa, y otras regiones de mundo desarrollado.
Lo peculiar del caso chileno, es que esta diferenciación social de la inmigración y los
inmigrantes toma la forma de una distinción con base en el origen nacional y regional de los
inmigrantes, fenómeno que deriva en una invisibilización de la posición social y de clase de
esos mismos migrantes.
Esta diferenciación social entre los distintos flujos de inmigrantes, se manifiesta y expresa
cuando analizamos las diferencias y desigualdades en cuanto a sus condiciones de vida e
ingresos. Como se observa en el siguiente cuadro, todos los indicadores de condiciones de
vida de los inmigrantes señalan la desigualdad social ya señalada. Las condiciones de vida
de los inmigrantes extrarregionales es con mucho muy superior no sólo a la de los inmigrantes
peruanos, bolivianos, ecuatorianos, colombianos, haitianos y dominicanos, sino también al
promedio de los chilenos. Asimismo, si bien las condiciones de vida de los inmigrantes
argentinos, brasileños, venezolanos y uruguayos se ubican por debajo de los inmigrantes
extrarregionales, se mantienen sin embargo, muy por encima de los demás inmigrantes
sudamericanos, y del promedio nacional.
Cabe señalar además, que las condiciones de vida de los inmigrantes peruanos, y otros, no
sólo son inferiores a la de los demás inmigrantes, sino incluso es también inferior a las del
promedio de los chilenos.
Asimismo, los datos sobre los niveles de ingresos y la distribución de los inmigrantes por
cuartiles de ingresos, son igualmente elocuentes para ilustrar la tesis sobre las diferencias
entre los distintos flujos migratorios en cuanto a su posición de clase en la estructura social
y económica de Chile. Como se observa en el mismo cuadro, el ingreso per cápita de los
inmigrantes extrarregionales casi alcanza los 1,500 dólares mensuales, cifra que
prácticamente triplica el ingreso per cápita de los inmigrantes peruanos y otros, y casi duplica
el de los argentinos y otros. Asimismo, es un nivel que es también tres veces superior al
promedio nacional.
13
Esta diferencia en los niveles de ingreso, se manifiesta también en una diferencia en la
distribución de los inmigrantes según estratos de ingresos. Mientras el 69% de los
inmigrantes extrarregionales pertenece al cuartil de ingresos más rico del país, en esa
situación sólo se ubica el 25% de los inmigrantes, peruanos, bolivianos, y otros, misma
proporción que el resto de los chilenos. Asimismo, los inmigrantes argentinos y otros,
muestran también una alta concentración en el cuartil de mayores ingresos. El 41% de ellos
pertenece a ese cuartil, proporción muy superior al promedio nacional y al de los inmigrantes
peruanos y otros.
Por el contrario, en la base de la estructura social, según estratos de ingresos, se da la situación
inversa. En el primer cuartil de ingresos se ubica menos del 9% de los inmigrantes
extrarregionales, y sólo el 20% de los argentinos y otros, cifra claramente inferior a la de los
inmigrantes peruanos y otros.
Esta diferenciación en cuanto a las condices de vida y niveles de ingresos, se refleja también
a nivel territorial. En efecto, al analizar los patrones residenciales de los distintos flujos
migratorios en la zona metropolitana de Santiago, observamos que ellos no hacen sino
reproducir los patrones de segregación residencial y de desigualdad de clases en el Gran
Santiago. En el siguiente mapa reflejamos las formas de la desigualdad social a través de la
diferenciación en los patrones de residencia de los inmigrantes en Santiago. Para ello, hemos
identificado las comunas donde reside el 75% de los inmigrantes peruanos y otros, así como
el 70% de los inmigrantes extrarregionales y argentinos y otros (hemos agrupado a estos dos
flujos, pues en realidad como hemos visto, forman parte de los mismos estratos de ingresos
y ocupacionales).
Como puede observarse en el mapa, es evidente la segregación residencial entre los dos
grupos de inmigrantes. Mientras los extrarregionales junto a los argentinos y otros, tienden a
residir en las comunas del barrio alto de Santiago (Providencia, Las Condes, Vitacura, La
Reina y Ñuñoa), los inmigrantes peruanos y otros tienden a residir preferentemente en
comunas populares y de estratos socioeconómicos bajos.
Extra Regionales
Argentina, Brasil,
Venezuela y
Uruguay
Perú, Bolivia, Haití,
Colombia, Ecuador
y R. Dominicana
Promedio
Nacional
En situación de Pobreza 5.9% 13.5% 30.3% 19.1%
En condición de Hacinamiento 4.2% 14.0% 34.1% 11%
Sin Sistema de Salud Previsional 12.3% 17.0% 28.7% 7%
Sin Sistema de Seguridad Social 27.5% 33.1% 42.5% 36%
Ingreso Per Cápita (dólares a mes) 1,459 806 543 485
Distribución por Cuartiles de Ingresos 100% 100% 100% 100%
Cuartil 1 (más bajo) 8.9% 20.1% 25.0% 25.0%
Cuartil 2 7.6% 17.4% 26.5% 25.0%
Cuartil 3 14.4% 21.4% 23.6% 25.0%
Cuartil 4 (más alto) 69.1% 41.0% 24.8% 25.0%
Tabla 6
Chile, 2015. Condiciones de vida y distribución por niveles de ingresos de los inmigrantes
Fuente: Estimaciones propias con base en Encuesta Casen, 2015.
14
En efecto, en las 5 comunas donde reside más del 70% de los inmigrantes extrarregionales
junto a los argentinos, brasileños y otros, el ingreso per cápita es de casi 1,600 dólares al mes
(CASEN, 2015). Por el contrario, en las 11 comunas donde reside más del 75% de los
inmigrantes peruanos, bolivianos y otros, el ingreso per cápita es sólo 457 dólares mensuales,
muy similar al prevaleciente en las comunas sin concentración de inmigrantes, y como ya
hemos visto muy similar al promedio nacional.
Destaca el caso de la comuna de Santiago, en donde se da una situación única en donde
confluyen inmigrantes de prácticamente todos los orígenes. Se trata de una situación
particular, pues la comuna de Santiago es el centro comercial, financiero y político no sólo
de la ciudad de Santiago, sino de todo el país.
Este análisis de los patrones residenciales, y su asociación con las formas de desigualdad
social y de clases que prevalece entre estos tres flujos migratorios da cuenta de un fenómeno
muy peculiar, y que suele pasarse por alto en el debate sobre la inmigración en Chile. Los
inmigrantes peruanos, bolivianos, ecuatorianos, colombianos, haitianos y dominicanos
muestran una distribución por estratos de ingresos que es prácticamente igual a la de la
población chilena. Por el contrario, son los otros inmigrantes (extrarregionales y argentinos
y otros) los que se distancian de esta distribución. Esto indica dos cosas.
15
Por un lado, que los inmigrantes extrarregionales y argentinos y otros, son claramente
parte de la élite de la sociedad chilena, se insertan en sus mismos estratos de ingresos,
comparten similares condiciones de vida y espacios de residencia.
Por otro lado, los inmigrantes peruanos y otros, en cambio, son claramente muy similares
a la población chilena, comparten con ella una misma distribución por estratos de
ingresos, un mismo nivel de ingresos, y similares condiciones de vida.
En otras palabras, los inmigrantes peruanos, bolivianos, ecuatorianos, colombianos, haitianos
y dominicanos, son en su inserción social, nada diferentes de la población chilena. Si bien
pertenecen a identidades étnicas y culturales diferentes, lo cierto es que social y
económicamente no son en nada diferentes al común de los chilenos.
Conclusiones: diferenciación social y de clases en la migración en Chile
Chile atraviesa por una nueva oleada de inmigración, misma que inicia en la década de los
80s, y se acentúa en los últimos años. Si la primera oleada, de fines del siglo XIX y primeras
décadas del siglo XX, se inscribió en el gran flujo migratorio transcontinental de europeos a
las Américas de esa época, la actual migración se inscribe en cambio en el auge y
consolidación de desplazamientos Sur-Sur.
La actual inmigración en Chile está compuesta por flujos provenientes principalmente de los
países limítrofes, y en menor medida de otros países sudamericanos. En concreto, destaca el
caso de la inmigración peruana, la que constituye el principal componente de la inmigración
contemporánea en Chile, aportando el 30% del total de inmigrantes. A este flujo se le agregan
los inmigrantes colombianos, bolivianos y ecuatorianos, los que conforman flujos
emergentes que adquieren pesos relevantes en la dinámica de la inmigración en Chile.
Por su parte, Argentina, que desde siempre fue uno de los principales orígenes de la
inmigración, aunque mantiene su importancia absoluta, se ha visto desplazada de su anterior
preeminencia ante el auge de estos nuevos flujos emergentes. No ocurre lo mismo con la
inmigración europea y norteamericana, la que pasó de ser el principal componente en la
anterior oleada migratoria de hace 100 años, a ocupar un lugar secundario, aunque no por
ello menos relevante.
Considerando estos nuevos componentes en la dinámica de la inmigración internacional en
Chile, podemos concluir que esta nueva oleada migratoria está compuesta por tres grandes
flujos migratorios.
Por un lado, el flujo de bolivianos y peruanos al norte de Chile, posiblemente impulsado por
tres factores:
Por un lado, el auge y crecimiento económico de la región a partir del desarrollo de la
Gran Minería del cobre. Junto a la presencia de grandes explotaciones estatales, en las
últimas décadas se han impulsado diversos proyectos mineros por parte de sectores
privados vinculados a importantes empresas transnacionales del ramo. Todo ello
enmarcado por una larga coyuntura de precios favorables a nivel internacional, han
16
implicado un importante auge y crecimiento económico de la región, impulsando
diversos proyectos productivos y sociales más allá de la actividad minera propiamente tal
Por otro lado, cabe señalar el auge y expansión económica a partir de la expansión y
consolidación de la zona franca en el puerto de Iquique, el cual constituye además, un
punto de entrada y salida de las exportaciones e importaciones desde y hacia Bolivia.
Por último, el carácter fronterizo de la región, que facilita los desplazamientos e
intercambios cotidianos y recurrentes entre los tres países que comparten la zona
fronteriza del norte de Chile.
A la tradicional inmigración peruana y boliviana en la región, se agrega en años recientes la
llegada de inmigrantes colombianos, que si bien no alcanzan aún los volúmenes de la
inmigración peruana y boliviana, sí conforman un grupo que adquiere inusitada importancia
social. En particular, sobre ellos recae cada vez más, un proceso de estigmatización basado
en actitudes xenófobas, racistas y misóginas.
Por otro lado, el flujo de peruanos, y en menor medida de colombianos, ecuatorianos, y más
recientemente haitianos y dominicanos, hacia la Región Metropolitana y la ciudad de
Santiago. Es un flujo emergente, y que por sus volúmenes y perfiles, es la base que caracteriza
la nueva oleada migratoria en Chile. Se trata de una inmigración que se caracteriza por sus
bajos niveles de escolaridad, con una alta participación de mujeres que suele superar a la de
hombres, que se insertan en general, en ocupaciones precarias y de bajos salarios, como el
servicio doméstico, jornaleros de la construcción, y trabajos no calificados. Asimismo, su
patrón de localización residencial en el Gran Santiago refleja un evidente proceso de
segregación socioeconómica. En particular, en el caso de estos inmigrantes la segregación
residencial adquiere un doble carácter: es de clase y es por condición migratoria
Lo más relevante, en todo caso, es que su perfil sociodemográfico, escolarización, inserción
ocupacional, y niveles de ingresos, no es en lo sustantivo muy diferente del promedio de los
chilenos. De hecho, este componente del flujo migratorio es el que muestra un perfil
demográfico y socioeconómico más parecido al común de los chilenos, a pesar de lo cual,
son continuamente estigmatizados y expuestos a diversas actitudes xenófobas y prácticas de
segregación social y discriminación étnica.
Por último, el flujo de argentinos, brasileños, venezolanos y uruguayos, así como de
europeos, norteamericanos y de otras regiones del mundo. Presenta un perfil socioeconómico
y demográfico muy diferente al anterior. Se trata en ambos casos preferentemente de una
migración masculina (con excepción de los casos de Venezuela y Brasil, los que en todo caso,
no implican grandes volúmenes), con altos niveles de estudios (superior y postgrados), y que
se insertan laboralmente en los puestos de trabajo más altos de la pirámide ocupacional
(CEOs, gerentes y profesionales). Por lo mismo, perciben remuneraciones e ingresos que los
ubican muy por encima de la media nacional, y muy similar a los de las clases altas de Chile.
Esto se corrobora con su patrón residencial. Tanto los migrantes extrarregionales, como los
argentinos, brasileños, venezolanos y uruguayos, tienden a residir en las comunas y barrios
de más altos ingresos de la ciudad de Santiago, siendo fácilmente asimilados a la clase alta
de la sociedad chilena.
17
El análisis de los datos de la inserción laboral, condiciones socioeconómicas, y patrones
residenciales, nos llevan a concluir que detrás de las diferencias en los perfiles y patrones de
estos dos grandes flujos (Peruanos, bolivianos, ecuatorianos, colombianos, haitianos y
dominicanos, por un lado, y extrarregionales y argentinos, brasileños, venezolanos y
uruguayos, por el otro) lo que existe es una desigualdad de clases. Es decir, mientras unos se
asocian y se asemejan a la población chilena de clases medias y bajas, los otros, se asimilan
y asemejan a los grupos de altos ingresos que conforman las élites de la sociedad chilena.
Sin embargo, no se trata de una distinción que haya surgido ahora. Por el contrario, desde
siempre los inmigrantes europeos se han integrado a las clases altas de la sociedad chilena.
En efecto, ya en la primera oleada migratoria de fines del siglo XIX y comienzos del siglo
XX, gran parte de los inmigrantes europeos terminaron contribuyendo a la conformación de
las clases altas de la sociedad chilena. Lo que ha ocurrido con la actual oleada migratoria, es
que a ese flujo que podríamos denominar como histórico y tradicional de la migración en
Chile, se ha agregado un nuevo componente, de inmigrantes provenientes de países vecinos
y de Sudamérica en general, quienes se distancian por completo de ese perfil tradicional de
la inmigración internacional a Chile. Se trata en el fondo, de un nuevo componente cuyos
perfiles socioeconómicos los asemejan muy directamente con el grueso de la población
chilena, que es de clases medias y populares.
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