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Momento de desafíos Afirmar que la UDI no está pasando por su mejor momento, parece simple. Pero señalar las causas de ello resulta muy complejo, entre otras cosas, porque son tantos los factores y matices involucrados en un proceso humano, que al explicar siempre se corre el riesgo de simplificar y caer en inexactitudes. A pesar de esto, es conveniente, aun corriendo estos riesgos, intentar una reflexión sobre el por qué, sobre todo para encontrar el camino que pueda permitir pasar a una mejor etapa. Antes de esbozar una respuesta, parece indispensable señalar que en este difícil momento la directiva actual no tiene una responsabilidad mayor que la que le corresponde a las anteriores o a quienes hemos ocupado cargos directivos en los últimos años. De hecho se puede decir, con justicia, que Hernán Larraín realizó un tremendo esfuerzo, la gran mayoría de las veces con éxito, por superar el estancamiento, renovar la conducción e impulsar un nuevo proyecto político, mejorando además notablemente las relaciones con Renovación Nacional. Sin embargo, a pesar de lo anterior, la UDI parece no haber retomado el rumbo del éxito político que marcó sus primeros diez años de existencia como partido. Dentro de los motivos que lo explican está el que, después de las elecciones presidenciales de 1999-2000, se tendió a caer en una práctica política alejada del perfil que le imprimiera Jaime Guzmán. En efecto, ha habido un cambio de estilo. Un excesivo pragmatismo, junto al legítimo interés por reemplazar a la Concertación y darle a Chile un gobierno eficiente y justo, hizo que se adoptaran decisiones y se llevaran a cabo acciones en las que se privilegió el efectismo comunicacional. En este contexto, la selección y formación de nuevos líderes y el cultivo y desarrollo de las ideas se han diluido en los últimos años. Así, planteamientos que eran novedosos y atractivos en los ’80 y ’90, progresivamente se fueron volviendo añejos y el discurso se vació de contenidos adecuados para enfrentar la nueva realidad. Por otra parte, la cultura e institucionalidad de participación y resolución de conflictos que el partido se había dado, fue sobrepasada por los hechos. Se cayó, lenta e inconscientemente, en actitudes que restringieron las decisiones sólo a la alta dirigencia. Se restó así importancia y valor a la discusión de ideas y al aporte que tradicionalmente había formado el núcleo distintivo de la UDI: los profesionales e intelectuales, y el mundo popular. Esta síntesis entre la doctrina, las ideas prácticas y los intereses del chileno común y corriente, en un plano de total igualdad y consideración, era lo que daba a la UDI su sustento, su vitalidad y su consistencia. Lo señalado da una idea de cuáles debieran ser los caminos para salir de la actual situación. Así, lo primero, es que la UDI retome, con plena

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Afirmar que la UDI no está pasando por su mejor momento, parece simple. Pero señalar las causas de ello resulta muy complejo, entre otras cosas, porque son tantos los factores y matices involucrados en un proceso humano, que al explicar siempre se corre el riesgo de simplificar y caer en inexactitudes. A pesar de esto, es conveniente, aun corriendo estos riesgos, intentar una reflexión sobre el por qué, sobre todo para encontrar el camino que pueda permitir pasar a una mejor etapa.

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Momento de desafíos

Afirmar que la UDI no está pasando por su mejor momento, parece simple. Pero señalar las causas de ello resulta muy complejo, entre otras cosas, porque son tantos los factores y matices involucrados en un proceso humano, que al explicar siempre se corre el riesgo de simplificar y caer en inexactitudes. A pesar de esto, es conveniente, aun corriendo estos riesgos, intentar una reflexión sobre el por qué, sobre todo para encontrar el camino que pueda permitir pasar a una mejor etapa.

Antes de esbozar una respuesta, parece indispensable señalar que en este difícil momento la directiva actual no tiene una responsabilidad mayor que la que le corresponde a las anteriores o a quienes hemos ocupado cargos directivos en los últimos años. De hecho se puede decir, con justicia, que Hernán Larraín realizó un tremendo esfuerzo, la gran mayoría de las veces con éxito, por superar el estancamiento, renovar la conducción e impulsar un nuevo proyecto político, mejorando además notablemente las relaciones con Renovación Nacional.

Sin embargo, a pesar de lo anterior, la UDI parece no haber retomado el rumbo del éxito político que marcó sus primeros diez años de existencia como partido. Dentro de los motivos que lo explican está el que, después de las elecciones presidenciales de 1999-2000, se tendió a caer en una práctica política alejada del perfil que le imprimiera Jaime Guzmán. En efecto, ha habido un cambio de estilo. Un excesivo pragmatismo, junto al legítimo interés por reemplazar a la Concertación y darle a Chile un gobierno eficiente y justo, hizo que se adoptaran decisiones y se llevaran a cabo acciones en las que se privilegió el efectismo comunicacional. En este contexto, la selección y formación de nuevos líderes y el cultivo y desarrollo de las ideas se han diluido en los últimos años. Así, planteamientos que eran novedosos y atractivos en los ’80 y ’90, progresivamente se fueron volviendo añejos y el discurso se vació de contenidos adecuados para enfrentar la nueva realidad.

Por otra parte, la cultura e institucionalidad de participación y resolución de conflictos que el partido se había dado, fue sobrepasada por los hechos. Se cayó, lenta e inconscientemente, en actitudes que restringieron las decisiones sólo a la alta dirigencia. Se restó así importancia y valor a la discusión de ideas y al aporte que tradicionalmente había formado el núcleo distintivo de la UDI: los profesionales e intelectuales, y el mundo popular. Esta síntesis entre la doctrina, las ideas prácticas y los intereses del chileno común y corriente, en un plano de total igualdad y consideración, era lo que daba a la UDI su sustento, su vitalidad y su consistencia.

Lo señalado da una idea de cuáles debieran ser los caminos para salir de la actual situación. Así, lo primero, es que la UDI retome, con plena

convicción, su adhesión a los principios y estilos que la inspiraron en sus orígenes, más allá de los vaivenes de la opinión pública. Únicamente desde este sólido cimiento es posible modernizar las ideas y políticas concretas para ofrecerle al país un proyecto político realista, novedoso y capaz de entusiasmar.

En este escenario parece indispensable reorganizar la cultura interna. Ello pasa por incorporar a las nuevas generaciones en la conducción de la UDI, integrando experiencia y savia nueva, y retomar aquella sana concepción que permitía articular, en el mismo pie de igualdad, las posiciones de la dirigencia, de los parlamentarios, alcaldes y concejales, y de los simples militantes o adherentes. En este mismo sentido en necesario salvaguardar la unidad, privilegiando el interés general por sobre legítimos intereses personales

Por último, en la misma línea, es absolutamente necesario volver a colocar en el centro de la acción política el mundo popular que ha sido la razón de ser de la UDI. Actuando de este modo, no sólo se podrá superar el actual momento, sino que es posible iniciar nuevamente el camino que hizo de la UDI la fuerza creadora que conquistó la mente y el corazón de los chilenos.

Los últimos acontecimientos conducen a la UDI a un momento de decisiones de fondo y desafíos importantes. La buena noticia es que la UDI cuenta con el talento, la fuerza y las ideas para encauzar el rumbo. La tarea de los líderes es saber ponerlos en movimiento.

Miguel Flores V. Director Ejecutivo

Fundación Jaime Guzmán