Mujeres y vida cotidiana en el V i rre i nato - UNAM · una obligaciÒn, pero a excepciÒn de...

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EL UNIVERSAL Viernes 28 de febrero de 2 02 0 CULTURA A33 PROYECTO UNAM Texto: Rafael López [email protected] Conversatorio sobre el INE El Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM invita, dentro del ciclo de conversatorios “Autonomías institucionales y rendición de cuen- t a s”, al titulado “INE ”, que se llevará a cabo el 5 de marzo, a las 11:00 horas, en el auditorio del citado instituto, en Ciudad Universitaria. Participan Lorenzo Córdova, Luis Carlos Ugalde y Leonardo Valdés, con la mode- ración de Miguel Armando López Leyva. ESPECIAL Campaña para la detección de la leucemia en niños Por medio de la campaña “Un aná- lisis, una esperanza”, investigado- res del Instituto de Investigaciones Biomédicas de la UNAM apoyan a niños de escasos recursos en la de- tección temprana de la leucemia, el tipo de cáncer más común entre la población infantil mexicana. Se estima que cada año se registran 7 mil nuevos casos debido a un diag- nóstico tardío, la falta de segui- miento adecuado de la enferme- dad durante el tratamiento y los escasos recursos tecnológicos y económicos. Más información en la siguiente dirección electrónica: http://labnalcit.org/labor-social/ CORTESÍA UNAM Se inaugura la ENES, Unidad Mérida En días pasados fue inaugurada la Escuela Nacional de Estudios Superiores (ENES), Unidad Mérida, de la UNAM. Este nuevo cam- pu s universitario ofrece cinco licenciaturas: Manejo Sustentable de Zonas Costeras, Ciencias de la Tierra, Ciencias Ambientales, De- sarrollo y Gestión Intercultural, y Geografía Aplicada. Varias de estas carreras se enfocan en las necesidades, los retos y las problemáticas de la región, y atienden aspectos como contaminación de acuíferos, pérdida de arrecifes, pesca sustentable y proyectos de infraestruc- tura sustentables, entre otros. La vida cotidiana de las mu- jeres en la época virreinal de la Nueva España dependía de su nivel socioeconómico. En su horizonte vital y personal se vislumbraba uno de dos destinos: el matrimo- nio o el convento. En cuanto al primero, a veces no había opción de escoger, pues también se estilaba el matrimonio concertado. “Pero cuando había enamoramiento de ve- ras, la pasión se desbordaba. Algunos docu- mentos hablan de fugas que desafortunada- mente terminaron con la expulsión del ena- morado a las islas Filipinas y con el ingreso obligado de la enamorada en uno de los mu- chos conventos virreinales”, señala Martha Fernández, investigadora del Instituto de In- vestigaciones Estéticas de la UNAM. Hubo casos en que los sacerdotes ayudaban a los jóvenes a casarse y les facilitaban la fuga con la bendición de la Iglesia para que las fa- milias aceptaran los hechos consumados. Si por alguna razón una joven no tenía pre- tendiente o sus padres no encontraban un ma- rido adecuado para ella, su destino inevitable era un convento. “Pese a su situación limitada, las mujeres de la Nueva España de los siglos XVII y XVIII te- nían inquietudes y buscaban la forma de sa- tisfacerlas, como Sor Juana Inés de la Cruz, quien, además de ser una de las personas más brillantes de su tiempo, una raya en el agua, fue ejemplo para que otras de sus contemporá- neas se desarrollaran en la música y las letras”, añade Fernández. Ahora bien, para casarse o entrar en un con- vento se necesitaba dote, la cual estaba rela- cionada con la posición económica de la fa- milia. En ocasiones, cofradías y la Iglesia mis- ma dotaron a jóvenes abandonadas o pobres para que pudieran tomar estado de matrimo- nio o el hábito. Educación Sin embargo, sí había niñas y muchachas que podían tener acceso a la educación formal, a todas luces benéfico, toda vez que en esa época el analfabetismo era enorme no sólo en la Nue- va España, sino también en otras latitudes. “La capital virreinal se distinguió por alen- tar escuelas para mujeres, como el Colegio de Niñas, el más antiguo. Y durante el siglo XVIII surgieron planteles con sistemas de educa- ción modernos, como los de ‘enseñanza nue- v a’, en los que las muchachas ya no perma- necían internadas.” El Colegio de las Vizcaínas, que funciona hasta la fecha, fue decisivo en la enseñanza porque en él se impartió, por primera vez en la Nueva España, una educación laica. “Cabe indicar que, como no todas las jóve- nes podían acceder a la educación, muchas se dedicaban al trabajo doméstico”, dice la inves- tigadora universitaria. Por otro lado, aunque en la época virreinal el desarrollo profesional estuvo bastante res- tringido para todas las mujeres, algunas des- tacaron como actrices y toreras, pues el teatro y las corridas de toros eran muy populares. Las más audaces, sin duda, fueron las mujeres to re r a s . ESPECIAL “Pese a su situación limitada, las mujeres de la Nueva España de los siglos XVII y XVIII tenían inquietudes y buscaban la forma de satisfacerlas, como Sor Juana Inés de la Cruz, quien, además de ser una de las personas más brillantes de su tiempo, una raya en el agua, fue ejemplo para que otras de sus contemporáneas se desarrollaran en la música y las letras” MARTHA FERNÁNDEZ Investigadora del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM Ayuda central La ayuda de las mujeres era central en ciertas festividades que se organizaban para celebrar algún acontecimiento, como la llegada de un virrey, la cual requería la elaboración de fron- tales de tela para los altares, mantos para las vírgenes y casullas para los prelados. “Asimismo, por orden del Cabildo, todas las casas por donde pasarían los personajes de- bían estar adornadas con tapetes y faroles chi- nos que llegaban con la nao”, agrega la inves- tigadora de la Universidad Nacional. Por lo demás, las mujeres se citaban en Pa- lacio para participar en las comidas y el cere- monial, besamanos incluido. Es cierto que era una obligación, pero a excepción de fechas es- tablecidas, como las procesiones de Semana Santa o las fiestas en honor del santo patrono de un barrio, no había mucho que hacer. “Otro de los actos sociales que convocaban a las damas eran los paseos, por ejemplo, a la Alameda, si bien no todo el mundo tenía ac- ceso a este jardín (sólo se podía entrar en él con carruaje, y únicamente los miembros de la no- bleza tenían carruajes). Las jóvenes asistían con sus mejores vestidos para ‘ligar’ de spués de platicar y comer en puestos de comida.” Del pueblo Fernández admite que las llamadas mujeres del pueblo tenían menos posibilidades de salir a d e l a n te. “Según se ve en los testimonios, ejercían también el oficio del marido y cuando éste lle- gaba a morir, ellas se hacían cargo del negocio. Es el caso de Paula Benavides, ‘la viuda de Cal- d e ró n’, que estuvo al frente del taller del im- presor y no precisamente por gusto, sino por nece sidad.” En una investigación reciente ( Teatro de maravillas. La vida en la Ciudad de México durante la época virreinal , 2018), Fernández destaca la estratificación social: “Los indios, por ejemplo, salvo los caciques, tenían prohi- bido vestir con ropas a la usanza de los espa- ñoles, al mismo tiempo que se prohibía a las mestizas, mulatas y negras vistieran ‘en há- bito de india’, pues tenían que ir con atuendos de españolas.” Como se advierte, la estratificación resulta- ba parte de la formación social. Así lo mues- tran los cuadros de castas. En ellos, el espec- tador comprueba que las mujeres participa- ban decisivamente en la vida cotidiana. Mes- tizas, criollas e indígenas trabajaban con com- promiso, igual que sus maridos. “Con todo, hay cuadros de castas muy con- vincentes, donde se ve a mujeres en actitudes proactivas; es decir, no todas habrían desem- peñado el papel de sumisas, como se creía”, explica Fernández. Por supuesto, había prohibiciones, en me- dio de las cuales las mujeres podían practicar sus vocaciones artísticas, tanto en la música como en la literatura y, a veces también, en la re l i g i ó n . Ciertamente era una sociedad más restric- tiva, distinta a la nuestra, Por ejemplo, Frances Erskine Calderón de la Barca, a quien le gus- taba vestir con trajes típicos, fue criticada se- veramente por usar un vistoso traje de tehuana en una fiesta. “Otro asunto era la libertad de expresión y de pensamiento. Toda opinión que atentara contra el estatus virreinal era censurada y ven- tilada en los tribunales de la Santa Inquisi- c i ó n”, concluye la investigadora. b En su horizonte vital y personal se vislumbraba uno de dos destinos: el matrimonio o el convento. A pesar de todo, no todas fueron sumisas Mujeres y vida cotidiana en el Virreinato Por esa época, el conde de Santiago de Ca- limaya, dueño de la ganadería de Atenco, una de las de más tradición que funcionó hasta los años 60 del siglo XX, apoyaba las festividades y, junto con sus amigos de la nobleza, daba lus- tre a la fiesta brava, en la que participaban mu- jeres sin restricciones especiales. “Desde luego había prostitutas célebres. Lo interesante es que las restricciones para el ejer- cicio de esa profesión no iban dirigidas a ellas, sino a ellos. Los castigos y las amenazas apun- taban a los varones que contrataban sus ser- vicios. Con todo y las consabidas consignas de tipo religioso y moral, esa actividad no cesó”, comenta Fernández Entre el rezo y el recreo Los conventos de monjas resolvieron un pro- blema social de la época: atender a mujeres solas o desvalidas. “Cuando se quedaban solas, algunas viudas ricas donaban sus bienes a los conventos y vivían su vejez con más tranquilidad, o se iban a un beaterio, donde, junto a otras mu- jeres en su misma situación, eran atendidas por monjas. De modo que la condición de las mujeres no fue tan marginal como solemos imaginar; formaban parte de la dinámica del m o m e n to.” Las mujeres se sometían a cierta educación dentro de su casa o en los colegios, con reglas extraordinariamente estrictas para adquirir saberes básicos. Después venían las “lab ore s mujerile s”, como se conocían entonces: tejer, bordar y cocinar. “Es conveniente resaltar que en los conven- tos fue donde se desarrolló la gastronomía. En los de la Ciudad de México y Puebla se crearon platillos como el mole poblano y los chiles en no gada”, destaca Fernández. El rezo, una actividad que formaba parte de esa educación, tanto en casa como en los co- legios, ocupaba a las niñas gran parte del día: por la mañana en la misa y por la tarde en el ro sario. Pero a ciertas horas tenían recreo. Diversos documentos señalan que, en el Colegio de Ni- ñas, las alumnas podían jugar en el mirador (lugar de reunión y convivencia) como en su propia casa y, en las tardes, tomar una taza de cho colate. “Desde el punto de vista social, esta costum- bre representaba un tiempo para la conviven- cia. Fue establecida por los españoles. La pri- mera casa de Hernán Cortés, edificada donde ahora se ubica el Monte de Piedad, tuvo un mirador con dos torreones, un lugar de reu- nión típico en esa época.” Las mujeres casadas podían asistir a misa todos los días. Y solían ir al Parián a comprar telas para los vestidos, probarse zapatos y ad- mirar muebles y adornos para la casa; también iban al teatro o a los toros, con sus maridos, c l a ro.

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EL UNIVERSAL Viernes 28 de febrero de 2 02 0 CULTURA A33

PROYECTO UNAMTexto: Rafael López

rl o p e z g @h o t m a i l.c o m

Conversatorio sobre el INEEl Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM invita, dentro delciclo de conversatorios “Autonomías institucionales y rendición de cuen-t a s”, al titulado “INE ”, que se llevará a cabo el 5 de marzo, a las 11:00 horas,en el auditorio del citado instituto, en Ciudad Universitaria. ParticipanLorenzo Córdova, Luis Carlos Ugalde y Leonardo Valdés, con la mode-ración de Miguel Armando López Leyva.

E S P E

C I A L Campaña para la

detección de laleucemia en niñosPor medio de la campaña “Un aná-lisis, una esperanza”, investigado-res del Instituto de InvestigacionesBiomédicas de la UNAM apoyan aniños de escasos recursos en la de-tección temprana de la leucemia,el tipo de cáncer más común entrela población infantil mexicana. Seestima que cada año se registran 7mil nuevos casos debido a un diag-nóstico tardío, la falta de segui-miento adecuado de la enferme-dad durante el tratamiento y losescasos recursos tecnológicos yeconómicos. Más información enla siguiente dirección electrónica:http://labnalcit.org /labor-social/

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Se inaugura la ENES, Unidad MéridaEn días pasados fue inaugurada la Escuela Nacional de EstudiosSuperiores (ENES), Unidad Mérida, de la UNAM. Este nuevo cam -pu s universitario ofrece cinco licenciaturas: Manejo Sustentable deZonas Costeras, Ciencias de la Tierra, Ciencias Ambientales, De-sarrollo y Gestión Intercultural, y Geografía Aplicada. Varias de estascarreras se enfocan en las necesidades, los retos y las problemáticasde la región, y atienden aspectos como contaminación de acuíferos,pérdida de arrecifes, pesca sustentable y proyectos de infraestruc-tura sustentables, entre otros.

La vida cotidiana de las mu-jeres en la época virreinal de laNueva España dependía de sunivel socioeconómico. En suhorizonte vital y personal se

vislumbraba uno de dos destinos: el matrimo-nio o el convento. En cuanto al primero, a vecesno había opción de escoger, pues también seestilaba el matrimonio concertado.

“Pero cuando había enamoramiento de ve-ras, la pasión se desbordaba. Algunos docu-mentos hablan de fugas que desafortunada-mente terminaron con la expulsión del ena-morado a las islas Filipinas y con el ingresoobligado de la enamorada en uno de los mu-chos conventos virreinales”, señala MarthaFernández, investigadora del Instituto de In-vestigaciones Estéticas de la UNAM.

Hubo casos en que los sacerdotes ayudabana los jóvenes a casarse y les facilitaban la fugacon la bendición de la Iglesia para que las fa-milias aceptaran los hechos consumados.

Si por alguna razón una joven no tenía pre-tendiente o sus padres no encontraban un ma-rido adecuado para ella, su destino inevitableera un convento.

“Pese a su situación limitada, las mujeres dela Nueva España de los siglos XVII y XVIII te-nían inquietudes y buscaban la forma de sa-tisfacerlas, como Sor Juana Inés de la Cruz,quien, además de ser una de las personas másbrillantes de su tiempo, una raya en el agua, fueejemplo para que otras de sus contemporá-neas se desarrollaran en la música y las letras”,añade Fernández.

Ahora bien, para casarse o entrar en un con-vento se necesitaba dote, la cual estaba rela-cionada con la posición económica de la fa-milia. En ocasiones, cofradías y la Iglesia mis-ma dotaron a jóvenes abandonadas o pobrespara que pudieran tomar estado de matrimo-nio o el hábito.

Ed u ca c i ó nSin embargo, sí había niñas y muchachas quepodían tener acceso a la educación formal, atodas luces benéfico, toda vez que en esa épocael analfabetismo era enorme no sólo en la Nue-va España, sino también en otras latitudes.

“La capital virreinal se distinguió por alen-tar escuelas para mujeres, como el Colegio deNiñas, el más antiguo. Y durante el siglo XVIIIsurgieron planteles con sistemas de educa-ción modernos, como los de ‘enseñanza nue-v a’, en los que las muchachas ya no perma-necían internadas.”

El Colegio de las Vizcaínas, que funcionahasta la fecha, fue decisivo en la enseñanzaporque en él se impartió, por primera vez enla Nueva España, una educación laica.

“Cabe indicar que, como no todas las jóve-nes podían acceder a la educación, muchas sededicaban al trabajo doméstico”, dice la inves-tigadora universitaria.

Por otro lado, aunque en la época virreinalel desarrollo profesional estuvo bastante res-tringido para todas las mujeres, algunas des-tacaron como actrices y toreras, pues el teatroy las corridas de toros eran muy populares.Las más audaces, sin duda, fueron las mujeresto re r a s .

E S P E

C I A L

“Pese a su situación limitada,las mujeres de la Nueva Españade los siglos XVII y XVIII teníaninquietudes y buscaban la formade satisfacerlas, como Sor JuanaInés de la Cruz, quien, ademásde ser una de las personas másbrillantes de su tiempo, una rayaen el agua, fue ejemplo para queotras de sus contemporáneasse desarrollaran en la músicay las letras”MARTHA FERNÁNDEZInvestigadora del Instituto de InvestigacionesEstéticas de la UNAM

Ayuda centralLa ayuda de las mujeres era central en ciertasfestividades que se organizaban para celebraralgún acontecimiento, como la llegada de unvirrey, la cual requería la elaboración de fron-tales de tela para los altares, mantos para lasvírgenes y casullas para los prelados.

“Asimismo, por orden del Cabildo, todas lascasas por donde pasarían los personajes de-bían estar adornadas con tapetes y faroles chi-nos que llegaban con la nao”, agrega la inves-tigadora de la Universidad Nacional.

Por lo demás, las mujeres se citaban en Pa-lacio para participar en las comidas y el cere-monial, besamanos incluido. Es cierto que erauna obligación, pero a excepción de fechas es-tablecidas, como las procesiones de SemanaSanta o las fiestas en honor del santo patronode un barrio, no había mucho que hacer.

“Otro de los actos sociales que convocabana las damas eran los paseos, por ejemplo, a laAlameda, si bien no todo el mundo tenía ac-ceso a este jardín (sólo se podía entrar en él concarruaje, y únicamente los miembros de la no-bleza tenían carruajes). Las jóvenes asistíancon sus mejores vestidos para ‘ligar ’ de spuésde platicar y comer en puestos de comida.”

Del puebloFernández admite que las llamadas mujeresdel pueblo tenían menos posibilidades de salira d e l a n te.

“Según se ve en los testimonios, ejercíantambién el oficio del marido y cuando éste lle-gaba a morir, ellas se hacían cargo del negocio.Es el caso de Paula Benavides, ‘la viuda de Cal-d e ró n’, que estuvo al frente del taller del im-presor y no precisamente por gusto, sino pornece sidad.”

En una investigación reciente (Teatro demaravillas. La vida en la Ciudad de Méxicodurante la época virreinal, 2018), Fernándezdestaca la estratificación social: “Los indios,por ejemplo, salvo los caciques, tenían prohi-bido vestir con ropas a la usanza de los espa-ñoles, al mismo tiempo que se prohibía a lasmestizas, mulatas y negras vistieran ‘en há-bito de india’, pues tenían que ir con atuendosde españolas.”

Como se advierte, la estratificación resulta-ba parte de la formación social. Así lo mues-tran los cuadros de castas. En ellos, el espec-tador comprueba que las mujeres participa-ban decisivamente en la vida cotidiana. Mes-tizas, criollas e indígenas trabajaban con com-promiso, igual que sus maridos.

“Con todo, hay cuadros de castas muy con-vincentes, donde se ve a mujeres en actitudesproactivas; es decir, no todas habrían desem-peñado el papel de sumisas, como se creía”,explica Fernández.

Por supuesto, había prohibiciones, en me-dio de las cuales las mujeres podían practicarsus vocaciones artísticas, tanto en la músicacomo en la literatura y, a veces también, en lare l i g i ó n .

Ciertamente era una sociedad más restric-tiva, distinta a la nuestra, Por ejemplo, FrancesErskine Calderón de la Barca, a quien le gus-taba vestir con trajes típicos, fue criticada se-veramente por usar un vistoso traje de tehuanaen una fiesta.

“Otro asunto era la libertad de expresión yde pensamiento. Toda opinión que atentaracontra el estatus virreinal era censurada y ven-tilada en los tribunales de la Santa Inquisi-c i ó n”, concluye la investigadora. b

En su horizonte vital ypersonal se vislumbrabauno de dos destinos: elmatrimonio o elconvento. A pesar detodo, no todas fueronsu m i sa s

Mujeres y vidacotidiana en elV i rre i nato

Por esa época, el conde de Santiago de Ca-limaya, dueño de la ganadería de Atenco, unade las de más tradición que funcionó hasta losaños 60 del siglo XX, apoyaba las festividadesy, junto con sus amigos de la nobleza, daba lus-tre a la fiesta brava, en la que participaban mu-jeres sin restricciones especiales.

“Desde luego había prostitutas célebres. Lointeresante es que las restricciones para el ejer-cicio de esa profesión no iban dirigidas a ellas,sino a ellos. Los castigos y las amenazas apun-taban a los varones que contrataban sus ser-vicios. Con todo y las consabidas consignas detipo religioso y moral, esa actividad no cesó”,comenta Fernández

Entre el rezo y el recreoLos conventos de monjas resolvieron un pro-blema social de la época: atender a mujeressolas o desvalidas.

“Cuando se quedaban solas, algunas viudasricas donaban sus bienes a los conventos yvivían su vejez con más tranquilidad, o seiban a un beaterio, donde, junto a otras mu-jeres en su misma situación, eran atendidaspor monjas. De modo que la condición de lasmujeres no fue tan marginal como solemosimaginar; formaban parte de la dinámica delm o m e n to.”

Las mujeres se sometían a cierta educacióndentro de su casa o en los colegios, con reglasextraordinariamente estrictas para adquirirsaberes básicos. Después venían las “lab ore smujerile s”, como se conocían entonces: tejer,bordar y cocinar.

“Es conveniente resaltar que en los conven-tos fue donde se desarrolló la gastronomía. Enlos de la Ciudad de México y Puebla se crearonplatillos como el mole poblano y los chiles enno gada”, destaca Fernández.

El rezo, una actividad que formaba parte deesa educación, tanto en casa como en los co-legios, ocupaba a las niñas gran parte del día:por la mañana en la misa y por la tarde en elro sario.

Pero a ciertas horas tenían recreo. Diversosdocumentos señalan que, en el Colegio de Ni-ñas, las alumnas podían jugar en el mirador(lugar de reunión y convivencia) como en supropia casa y, en las tardes, tomar una taza decho colate.

“Desde el punto de vista social, esta costum-bre representaba un tiempo para la conviven-cia. Fue establecida por los españoles. La pri-mera casa de Hernán Cortés, edificada dondeahora se ubica el Monte de Piedad, tuvo unmirador con dos torreones, un lugar de reu-nión típico en esa época.”

Las mujeres casadas podían asistir a misatodos los días. Y solían ir al Parián a comprartelas para los vestidos, probarse zapatos y ad-mirar muebles y adornos para la casa; tambiéniban al teatro o a los toros, con sus maridos,c l a ro.