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    Red de Revistas Cientficas de Amrica Latina, el Caribe, Espaa y Portugal

    Scheiner, Tereza CristinaEl mundo en las manos: museos y museologa en la sociedad globalizada

    Cuicuilco, Vol. 15, Nm. 44, septiembre-diciembre, 2008, pp. 17-36Escuela Nacional de Antropologa e Historia

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    Cuicuilco

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    R esumen : sustentado en una minuciosa revisin de los conceptos de cultura, identidad y desarrollo, el presente ensayo parte de una re exin sobre los cambios sociales ocurridos en el mundo a partir de la globalizacin. Destaca el inters por identifcar la in uencia de la globalizacin cultural en la museologacon el fn de repensar su capacidad de actuacin en el mundo globalizado y ver al museo no solamentecomo una institucin que custodia y protege los vestigios materiales del pasado sino como agentetrans ormador e instancia estimuladora de cambios socioculturales. Entiendepatrimonioy museocomoconceptos de uso polismico y defende la idea de reinventar cotidianamente los museos como mediadoresentre los saberes y haceres de los di erentes grupos sociales, hacindolos actuar como herramienta decomunicacin entre los pueblos e instrumento de comprensin y de tolerancia intercultural.

    A bstRAct : Based in a thorough revision o the concepts o culture, identity and development, thisessay addresses the social changes happened in the world with the globalization process, giving specialemphasis to the in uence o globalization over museology. The aim is to rethink its capacity to act inthe globalized culture, perceiving museums as agents o trans ormation and stimulators o social andcultural change. Heritage and Museum are here understood as polissemic concepts. The essay de endsthe idea o reinventing museums in everyday li e, as mediators between the knowledge and know how o thedi erent social groups, turning them into communication tools and instruments o understanding andintercultural tolerance.

    This essay starts rom a re ection about the social changes happened in the world since the globalization, and its supported in a culture, identity and developments concepts revision. Itsimportant to identi y the in uence o the cultural globalization in the museology with the aid to rethinktheir per ormance capacity in the globalized world and to see the museum not only as an institutionwhich care and protect the material rests rom the past, but a trans ormer agent and as a stimulator

    actor o social and cultural changes.

    P AlAbRAs clAve : museo, museologa, patrimonio, identidad cultural, globalizacin.

    K ey woRds : museum, museology, heritage, cultural identity, globalization.

    El mundo en las manos:museos y museologa en la

    sociedad globalizada

    Tereza Cristina Scheiner Universidad Federal del Estado de Ro de Janeiro

    nmero 44, septiembre-diciembre, 2008

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    IntroduccInDesde hace tres dcadas, el escenario mundial se ha caracterizado por un com-plejo conjunto de cambios econmicos y de comportamiento ocasionados por lallegada de nuevas tecnologas de produccin y circulacin de bienes y servicios.Un nuevo ambiente cultural se con gura a ectando pro undamente las ormas ycontenidos simblicos de las mani estaciones humanas. Nuevas relaciones conla realidad provocan una trans ormacin tajante en el modo con el cual la so-ciedad humana se piensa a s misma y produce cultura. Las nuevas tecnologasanulan las distancias, monopolizan el saber y hacen emerger nuevas ormas deciudadana, nuevos mitos y nuevos mecanismos de partida social, obligando auna re-codi cacin de toda la cultura contempornea. Los analistas polticos ysociales denominan a este proceso globalizacin. Por medio de la globalizacin lasociedad mundial se reorganiza, constituyendo nuevas comunidades-muebles,esencialmente urbanas, enteramente subordinadas a los medios de comunica-cin y donde todo el poder se articula alrededor de los movimientos de inter-conexin: poder cient co, tcnico, poltico, cultural. En esta tierra sin ronteras,la di erencia entre los grupos humanos se establece menos por las identidadesnacionales y cada vez ms por las calidades de inteligencia colectiva: los centros deredes catalizan talentos, los ms creativos, los que mejor producen, los ms ti-cos. Todo se diluye en la instancia de lo colectivo.

    En la sociedad global se redisean conceptos: local, nacional, central, peri -rico, occidente y oriente. Una nueva divisin del trabajo redimensiona el espaciode las relaciones de produccin: el capital adquiere dimensiones universales yya no puede ser representado por las monedas nacionales, tradicionales sm- bolos de la soberana de Estado y de una economa independiente. El propioconcepto de Estado-nacin, paradigma del mundo moderno, se encuentra rela-tivizado. Se modi can pro undamente los modos de ser y de estar en el mundo:no hay conjuntos de paradigmas, teoras y creencias que guen las preguntasrelevantes y la bsqueda de respuestas; lo cotidiano es permanentemente atra-

    vesado por el cambio, por la irrupcin continua de lo inesperado.Los nuevos modos de aprehensin de la realidad instauran nuevas relacio-nes de lo humano con la materia: por primera vez despus del surgimiento dela escritura, la in ormacin prescinde de la impresin sica y se concretiza enuna explosin de mensajes por va electrnica. La herramienta bsica ya no es elobjeto sino la palabra y la imagen digitalizadas, las cuales vehiculan, en escalaplanetaria, la abulosa masa de in ormaciones ahora disponible para el hombrecomn. Las realidades son constantemente interpenetradas por la infuencia de losmedios impresos y electrnicos, en un proceso en que las redes de comunicacin

    pueblan al mundo de imgenes, que a su vez sustituyen las palabras. Actuando

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    como grandes instrumentos de articulacin simblica, las redes inventan, mo-di can, transmiten y re-codi can signos y mensajes en escala global, al puntode crear la ilusin de que el mundo es inmediato, presente, miniaturizado, sin

    geogra a ni historia [Ianni, 1996:33]. Esta percepcin ilusa del acontecimientocomo prximo e inmediato, revela una nueva relacin del hombre con el tiem-po, ahora reinventado y rede nido como tiempo real. Se instaura asimismo unanueva relacin con el espacio: histricamente vinculado al territorio (espacio deconstruccin de lo local, de lo nacional, de la identidad, re erencia tradicional decultura), el humano se desterritorializa: nmada es la palabra clave que de neel modo de vida, el estilo cultural y el consumo de los aos 2000 [Jacques Attali,en Ianni, 1996:81-82]. En esta nueva cartogra a geopoltica, los centros dominan-tes son las ciudades globales, donde se encuentran los ncleos de las verdaderas

    instancias contemporneas de poder: los bancos y las empresas transnacionales.Las lneas divisorias entre industrias y servicios se diluyen: el consumidor (indi-viduo, corporacin o institucin) se vuelve un re ormulador de las prcticas delo cotidiano que, a su vez, modi can radicalmente las posibilidades y alterna-tivas de vida, cuestionando los valores existenciales y los conceptos de tiempoy distancia. La distribucin de riquezas y de tecnologa se vuelve cada vez msdesigual. En los pases menos desarrollados, se agravan los problemas vincula-dos al mantenimiento de una calidad bsica de vida: saneamiento, habitacin,alimentacin, educacin.

    Tantos cambios a ectan de modo pro undo nuestras re erencias identitarias, loque di culta identi car lo que nos de ne, as como rescatar las matrices cultura-les importantes para nuestro equilibrio psquico y sociocultural. En este ambientefuido y contradictorio1 [Bauman, 1999], la sociedad global se con gura como ununiverso de objetos muebles y ugaces, atravesando espacios y ronteras, culturas ycivilizaciones. Todo es movilidad: en el escenario poltico y en la vida cotidiana seentrecruzan patrones complejos, mucho ms vinculados al camino individual quea la convivencia colectiva. El saber, el capital y el poder son tambin fuidos y n-madas, y ya no dependen directamente de la gestin del territorio aunque el trabajose haga sobre un determinado espacio. Una pro unda trans ormacin del espaciopblico infuye en el modo como la sociedad opera y se perpeta: es necesario estarsiempre en movimiento, evitando petri carse en realidad para siempre [ibid.:74].Cualquier red densa de lazos sociales se vuelve ahora un obstculo a ser eliminado,especialmente cuando tiene slidas races sobre el territorio.

    En este mundo sin utopas y donde pocas cosas son predeterminadas todoes posible. Las oportunidades de explorar, empero, aumentan las responsabili-dades del individuo: en la sociedad de la reglamentacin y de la privatizacin,1

    Caracterizado por Bauman como modernidad lquida [1999].

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    lo que antes era del mbito y responsabilidad del cuerpo social ue trans eri-do hacia la autoa rmacin individual. Las normas y los principios ya no sonuniversales y ni siquiera institucionales sino individuales; el rol social de las

    comunidades locales se reduce al de arte actos e meros de la individualidad[ibid.:30]. Tener races en el territorio puede di cultar la percepcin de la alte-ridad o de lo que es internacional, multinacional, transnacional o global, peroel carcter nmada de las colectividades contemporneas resulta, a su vez, enel abandono (o baja percepcin) de los trazos identitarios ms pro undos demuchos grupos sociales. Globalizacin no signi ca homogeneizacin: este esun universo de diversidades, desigualdades, tensiones, antagonismos, articula-ciones y movimientos de integracin. Bajo la infuencia de tantos actores con-tradictorios, muchas identidades reales e ilusorias se con unden y recrean; otrasse ragmentan haciendo cada vez ms di cil que cada individuo o colectividadpueda contar su historia, identi car lo que le de ne en s y para s, en la inmensay catica red de relaciones.

    Se hace, pues, undamental repensar la importancia de las identidades y delos patrimonios en el sistema de representaciones de la sociedad contempor-nea, es decir, comprender cmo se articulan los modos y ormas de generar eintercambiar cultura.

    1. c ultura , IdentIdad y desarrollo en la socIedad globalLa tentativa de rescate o de recreacin de las matrices culturales de cada puebloo colectividad permite identi car los puntos de re erencia a travs de los cualesse disean las nuevas identidades. No debemos olvidar que la percepcin de lasrelaciones entreuno mismo y elotro permite que cada individuo o grupo encuen-tre la medida de su auto-signi cacin. Es, pues, la combinacin entre las singu-laridades de cada grupo o lugar y las singularidades de la sociedad global comoun todo lo que nos permite reconocer, hoy, las con guraciones identitarias.

    Al examinar tradicin, patrimonio e identidades en este nuevo escenario, nos

    daremos cuenta de que la globalizacin se mani esta en el campo de la cultura,con la orma de mundializacin. Re orzada por elmrketing global, la mundiali-zacin cultural se expresa bsicamente como industria (industria cultural), y seorganiza como sector productivo, di undiendo y reiterando patrones y valoresprevalecientes en los centros dominantes. Un doble movimiento se articula: nu-merosas mani estaciones culturales son rede nidas en su singularidad: lo queera local, nacional, puede tornarse mundial. Lo que era antiguo, puede revelarsenuevo [Ianni, enop. cit.:29]; al mismo tiempo, son muchas las ormas culturalesmutiladas o destruidas en un proceso a veces brutal y aparente, otras veces sor-

    do y subyacente a otros procesos.

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    Al con erir nuevos signi cados a la sociedad nacional, la globalizacin ragi-liza los vnculos internos de solidaridad, haciendo emerger regionalismos, pro-vincianismos, etnicismos: movimientos que exacerban las caractersticas, deseos

    y reivindicaciones espec cos de cada colectividad. El resultado es la ragmenta-cin de naciones (como la Unin Sovitica y la Yugoslavia), las tentativas separa-tistas (como en Catalua y Qubec) y la ocurrencia de alteraciones signi cativasen el juego de uerzas que con guran el ambiente poltico de cada pas. Emergeasimismo un nuevo y di erente actor: la comunidad regional, cuyo ejemplo msexpresivo es la Comunidad Europea. Aunque el Estado-nacin siga teniendoun rol importante en el escenario poltico y econmico del mundo, poco a pocolas estructuras nacionales de gobierno se con orman respondiendo a la lgicadel regionalismo que, situado en la interseccin entre nacionalismo y globalis-

    mo, puede ser visto como un proceso por medio del cual la globalizacin recreala nacin, intentando adecuarla al nuevo diseo transnacional. A su vez, en elmbito regional aforan localismos y otras mani estaciones, revelando la uerzaexpresiva de la sociedad humana en cuanto pluralidad.

    En este contexto, la cultura es entendida como una articulacin fexiblede partes, uncolagede trazos [Garca Canclini, 1996:15], donde los signi cados deterritorio, patrimonio y bien cultural obtienen una nueva perspectiva. Paradigmadel mundo moderno, la misma identidad como concepto ya no constituyeun problema, pues no existe ms unlocus identitario que justi que, como realiza-

    cin, la pertenencia a las clases o que identi que al colectivismo como estrategiade accin poltica y social. Tampoco existen identidades preestablecidas: todomovimiento identitario es entendido como construccin y cada uno de nosotrosnecesita trans ormarse a cada rato. En ese ambiente, la construccin de identida-des se hace por medio de las relaciones con el consumo, por la capacidad de creary mantener articulaciones y por la aceptacin de las di erencias.

    Segn Bauman, ya no es posible sumar cuestiones individuales a una causacomn: altan inter aces. Los problemas pueden ser similares pero no ormanuna totalidad [Bauman, 1999:45], no son su cientes para articular movimientos

    o acciones hacia el bien comn. No sorprende que a la individualizacin se sumela corrosin del sentimiento de ciudadana y la colonizacin del espacio pblicopor intereses privados. Vaciado elgora, los individuos se vuelven cada vez msajenos al espacio social. Durante el sigloxx, la loso a y las ciencias socialesya haban demostrado que cada sociedad percibe su entorno de un modo muyespecial, y que los conceptos y representaciones son una consecuencia de losmundos reales e imaginarios percibidos por el cuerpo social a lo largo dela historia. Identi car dichos mundos como escenario se ha vuelto un ejerciciohabitual por parte de las instancias contemporneas de poder, que se valen de

    ellos para articular sus instrumentos de produccin, y estimular el consumo por

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    medio de movimientos de articulacin de deseos. Hoy todo es o recidoon line, incluso los productos culturales. Hay una nueva manera de colonizar: en el granmercado mundial, ya no es necesario dominar territorios geogr cos para ejer-

    cer infuencia sobre los territorios de la mente.Pero un mundo conectado no es, necesariamente, un mundo homogneo: almargen de las grandes redes urbanas crece una inmensa zona peri rica, habi-tada por dictaduras, poderes polticos corrompidos, zonas controladas por lasma as, regiones dilapidadas por guerras civiles o locales, anatismos religiosos[Lvy, 1999:32] y muchos otros problemas. No es posible negarlo: la nueva so-ciedad planetaria se constituye, an, sobre la explotacin del ms dbil por elms uerte y se caracteriza por una desen renada competencia por los mercadosde consumo. No es posible cerrar los ojos a los procesos que ocurren en las pe-

    ri erias, donde habitan aquellos que permanecen cada vez ms aislados de estenuevo orden. Son habitantes de las peri erias no slo los millares de desposedosque sobreviven en las grandes ciudades, sino tambin las comunidades indge-nas, los grupos aborgenes, los pueblos sin patria, los habitantes de las ronteras,los grupos religiosos, los trabajadores desempleados y muchos otros. Esta no esuna comunidad residual constituida por grupos esparcidos y de poca signi ca-cin; se trata, en realidad, de un inmenso contingente poblacional, representadopor zonas enteras del globo y por un considerable porcentaje de la poblacin delplaneta.

    Recordemos que la sociedad occidental se ha constituido sobre elahogamien-to de innumerables culturas, especialmente aquellas denominadas indgenaspor la dinmica colonialista. El inventario mundial de los pueblos indgenas,realizada al nal de los aos ochenta, ha revelado que estos pueblos estn repre-sentados por un contingente de alrededor de 250 millones de individuos, casi4% de la poblacin mundial. En una con erencia realizada en la Universidad deBrasilia en junio de 1999, el je e indgena Marcos Terena llam la atencin haciael hecho de que existen an en territorio brasileo alrededor de 200 pueblos in-dgenas con 180 lenguas habladas y que son desconocidas por la gran mayora

    de los habitantes del pas. Este riqusimo universo cultural permaneci ocultoa lo largo del sigloxx en nombre del desarrollo y de una poltica cultural quereactualizaba sistemticamente la hegemona de los rasgos identitarios legados porel colonizador, sin considerar la importancia de la lengua hablada para estosgrupos que poseen tradicin oral. Asimismo, subestimaba los valores culturalestradicionales de estos grupos para quienes soberana no es solamente el territorio.Son las riquezas que se encuentran en el corazn de las personas indgenas [Tere-na, en Morin, 1999:18]. Un contingente aun ms amplio es integrado por gruposde baja renta que subsisten en los ncleos peri ricos, especialmente en rica,

    Asia y Latinoamrica. Millones de europeos se encuentran asimismo en situa-

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    cin marginal, vctimas de los recientes confictos territoriales y de los cambiospolticos en el mapa del continente. Todos estos individuos tienen derecho a lasmismas oportunidades de educacin, habitacin, salud, empleo y diversin, y

    tienen derecho a desarrollar en plenitud las ormas y patrones culturales que losidenti can. Uno de los desa os de la economa en nuestros das es asegurar lasustentabilidad de la especie humana en el planeta, en todas sus ormas.

    En la cartogra a de la globalizacin, la bsqueda de un uturo sustentablepasa por la necesidad de reintegrar dichas culturas y sus valores, considerados,hasta hace poco tiempo, menores, exticos o decados. Este es el gran desa ode las agencias culturales: asegurar la expresin identitaria a todos estos gru-pos dentro de una tica de pluralidad. Estamos, pues, de acuerdo con GarcaCanclini: no es posible garantizar la sustentabilidad sin el en rentamiento de las

    convergencias y divergencias entre el saber global que con gura cada gruposocial como componente de una humanidad contempornea y el saber local,que de ne las identidades undamentales de los grupos. No es posible lograrlosin el en rentamiento honesto y despojado de la alteridad.

    En rentar la alteridad implica promover una revisin epistemolgica de losconceptos de sabidura y de conocimiento, haciendo rente a la percepcin deque toda la razn, sabidura y verdad se hallan concentradas en la mencionadacivilizacin occidental. Ello implica reconocer la ormidable capacidad de arti-culacin y creacin de conocimientos y comportamientos a partir de las prcti-

    cas generadas por el computador pero especialmente reconocer y valorizar lossaberes locales y tradicionales, no como exotismo sino como un patrn culturaltan importante como el de la literatura. Esto es lo que se tendra que hacer paradi erenciarnos del sigloxx.

    Pensar acerca de la relacin entre sociedad y desarrollo sustentable nos llevaan a concebir al desarrollo bajo nuevos parmetros, reconociendo, como queraMorin, que el concepto de sustentabilidad se vincula al principio tico de la so-lidaridad. En 1997, en su in orme denominado Nuestra Diversidad Creativa,la unesco [1997: 11-21] ya alertaba sobre el riesgo de igualar desarrollo al cre-

    cimiento econmico, atribuyendo a la cultura una simple uncin instrumental.Este es el riesgo que corremos todos: identi car cultura e identidad a la explo-sin del consumo, olvidndonos que la estabilidad cultural de los pueblos tiene

    uertes vnculos con el medio ambiente sico, con los valores tradicionales, lamemoria, las instituciones y las prcticas cotidianas. La mayora de las personasdesea participar de la modernidad, pero sin renunciar a sus tradiciones. El desa-rrollo es una empresa compleja que no puede prescindir de la cooperacin entrelos di erentes pueblos, con intereses y culturas distintos. Y esta cooperacin slopuede obtenerse a partir de la existencia de principios ticos y de valores que

    puedan ser compartidos por di erentes culturas.

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    El tema del desarrollo sustentable de las poblaciones reside, primordialmen-te, en el campo de la tica. Y el principio tico de la solidaridad implica necesa-riamente la percepcin de lo di erente y el respeto a la di erencia. La adopcin

    de un modelo integral de desarrollo deber pasar por una re ormulacin de con-ceptos que implique reconocer al pensamiento racional, emprico, tcnico, sim- blico y mgico de todas las sociedades, percibiendo al ser humano en su esenciaanimal y al planeta como mani estacin de las energas que rigen el universo. Lapropia sociedad llamada occidental re-evala hoy su modelo de desarrollo,

    undado en la modernidad y basado en la separacin entre sujeto y objeto, entrehombre y ambiente natural, entre conocimiento mitolgico/potico y conoci-miento cient co. Un nuevo concepto de desarrollo admitir la imposibilidadde adoptar un patrn nico y universal que apueste al desarrollo integral del

    individuo (aspectos sicos, econmicos, emocionales y de adaptacin social);al mismo tiempo, nos permitir reconocer las inmensas ventajas de las nuevastecnologas para la sociedad humana. Ello signi ca que en el sigloxxi se deberefexionar sobre la posibilidad de convivencia de ormas plurales de desarrollo,articuladas de modo dinmico a partir de las necesidades de los distintos grupossociales. Existirn, as, di erentes patrones de desarrollo sustentable, basados nosolamente en criterios cuantitativos sino tambin en la importancia de los valo-res y tradiciones culturales.

    2. Museo , IdentIdad , patrIMonIoTodas esas modi caciones en el escenario mundial resultan en nuevas directi-vas para la poltica mundial de cultura y desarrollo. Launesco crea programasinternacionales de apoyo a la biodiversidad, al multiculturalismo, a las identi-dades de los grupos espec cos y al patrimonio mundial. Se di unde el conceptoholista del planeta Tierra como ecosistema global, del cual la economa mundial esun subsistema. La naturaleza y el hombre pasan a ser entendidos como capitalnatural y la adopcin de medidas de desarrollo que tienen en cuenta el equili- brio entre economa, hombre y naturaleza comienzan a constituirse como meta

    poltica prioritaria en todos los niveles: nacional, regional, mundial. Se multipli-can los estudios sobre etnias y grupos culturalmente di erenciados. Asimismo,se busca re orzar el concepto de nacional, con la creacin de grandes museosnacionales, o museos del hombre y de la civilizacin, y a la vez se re ormulan losya existentes.2

    2 Museos nacionales remiten a la legitimacin de los territorios y de las identidades constitu-yentes del Estado Nacional, y son guras emblemticas del poder: no es casualidad que,entre los aos setenta y noventa, los Estados Unidos crearan, en Washington (corazn polticodel mundo occidental), varios museos nacionales: el Museo de Arte Asitico, el Museo de Arte

    A ricano, el Museo Aeroespacial. En el mismo periodo, se ha re ormulado el Museo Nacional de

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    Tradicionalmente entendidos como instancias de consagracin de identida-des (locales, nacionales, regionales), los museos tambin se adaptan a los nuevostiempos, insertndose en las redes globalizadas de produccin y circulacin sim-

    blica. En los programas museolgicos, la visin singular y uni cada de identi-dad consagrada por las etnogra as clsicas es hoy sustituida por la aceptacinde la di erencia y las narrativas de la interculturalidad. Pero, dnde ocurren ydnde permanecen los cdigos tradicionales?

    Un examen ms detallado de la actividad museolgica en la actualidad nosllevar a identi car algunas tendencias espec cas, aparentemente contradicto-rias: la adhesin de los museos a la sociedad de consumo, la tendencia a actuarcomo instancia de representacin y de valoracin de aspectos identitarios y la bsqueda de nuevas ormas de actuacin que incorporen las nuevas tecnologas

    sin perder de vista el compromiso con las expresiones culturales individuales ycolectivas. Nos ensear, asimismo, a analizar cada experiencia de museo bajouna mirada ms precisa, a partir del conocimiento de los ambientes socio-cultu-rales en que dichas experiencias se dan.

    2.1 A dhesin A lA sociedAd de consumo

    En los ltimos aos del sigloxx, una de las principales tendencias de la museo-loga, en el mbito mundial, ue la vinculacin de la experiencia museolgica a losespacios de consumo. Los pases asiticos hicieron uertes inversiones en la creaciny desarrollo de museos, en un movimiento que refejaba la entrada de los tigresasiticos en el cartel de las instancias hegemnicas de poder poltico y econ-mico. Dicha tendencia ue liderada por el Japn [Macdonald, s/ :209-216], que,en los aos ochenta, invirti alrededor de 5 billones de dlares en museos, inau-gurando la prctica de crear y desarrollar, en reas urbanas, museos y galerasde exposiciones articulados con losshopping center. La vinculacin entre museoy sociedad de consumo se ha articulado an en experiencias menos directas,como la de los parques temticos, muchas de ellas desarrolladas en territoriosmusealizados pero dependiendo masivamente de las nuevas tecnologas de co-municacin, con una poderosa in raestructura de servicios de apoyo y de merca-deo, todo esto integrado a las redes tursticas. En el Japn, ms de cien parquestemticos y museos a cielo abierto promueven la valoracin de las identidadeslocales y nacionales; no obstante, se admite que la amiliarizacin de las nuevasgeneraciones con su propia cultura tiene nes econmicos, lo que garantiza parael uturo un mercado consumidor de ciertos bienes espec cos de la produccin

    Historia Americana, que pas a incluir exposiciones sobre las comunidades negras y temticasde gnero. En la misma poca, Francia re ormulaba el Louvre, el Museo del Hombre y creaba

    el Museo del Mundo rabe y el Museo dOrsay.

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    una de las uertes tendencias de la museologa en el sigloxxi. La veneracin deobjetos icnicos, incluyndose los personajes carismticos de la historia, en mu-cho deber contribuir para en atizar la importancia de esos locales. Ejemplo de

    esa tendencia es Graceland, el Memorial Elvis Presley, un museo-casa que recibecentenas de millares de visitantes por ao. Qu llevara a millares de personasa viajar largas distancias para visitar dichos lugares? La posibilidad de sentirse

    sicamente prximos a las personas y cosas reales que constituyen objetosde veneracin, o por lo menos la oportunidad de conocer personalmente a esosespacios de mani estacin icnica del imaginario social. Y aunque esta haya sidosiempre la lnea conductora del inters de las sociedades por los museos (mu-chos de ellos constituyendo, por s mismos, locales de culto y peregrinacin), lanovedad de esta tendencia es el tipo de espacio o de actividad a ser culturali-

    zada. En este siglo, la museologa deber cooptar los conos de los medios. Esonos lleva a comprender la inclusin, en el universo museolgico, del deporte yde la televisin, legtimas instancias de veneracin de la sociedad contempor-nea. Recordemos que los juegos deportivos pueden llegar a ser muy similaresa los eventos mesinicos, as como la televisin es el medio articulador a niveldomestico de la interseccin entre antasa y realidad. Ambos o recen al pblicooportunidades muy singulares de identi cacin y participacin. Mac Donaldcomenta que los estudios realizados en el Museo de Historia Americana, de laFundacin Smithsonian, revelaron que los diez objetos pre eridos por el pblico

    se relacionan hoy con los conos de los medios: el sombrero de J. R. (personajede la serieDallas), los personajes dePlaza Ssamo, o la grabacin del debate entreKennedy y Nixon.

    El aspecto positivo es que, por medio de esas experiencias, la sociedad delsigloxxi podr nalmente comprender que el museo es, en verdad, un evento,un acontecimiento que no se agota en el ormato institucionalizado de las or-ganizaciones ortodoxas y cuya existencia trascender siempre los conjuntos de

    ormas inanimadas en espacios cristalizados.

    2.2. T endenciA A AcTuAr como insTAnciA de vAlorizAcin idenTiTAriASurgida en los pases escandinavos a nales del sigloxviii , con el advenimientode los museos a cielo abierto, la tendencia de actuar como instancia de valoriza-cin identitaria se a rm en el sigloxix, con la creacin de Skansen, del Nordis-kamuseet y de muchos otros museos del gnero. A lo largo del sigloxx dicha ten-dencia se intensi c, logrando su punto mximo con el surgimiento en Franciadel Ecomuseo, base tangible de la nueva museologa. Entendidos como museosin situ de historia viva [op. cit.], los museos a cielo abierto y los ecomuseos sondedicados a las comunidades locales y administrados por ellas mismas. Como

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    sabemos, dicha experiencia ue exportada hacia otros pases de Europa, as comoa otros continentes, y particularmente bien recibida en los pases ranc onos(incluyendo Canad) y en Portugal.

    No es di cil comprender que, dada su propuesta, la lectura del mapa evo-lutivo de estos museos nos dar muy valiosos indicios de la manera en que hanevolucionado las relaciones hombre/espacio y an las relaciones entre sociedad,cultura, patrimonio y poder, en los pases que poseen territorios musealizados.No es casual que el advenimiento de las teoras nazistas en Alemania estuvoacompaado, en los aos que antecedieron a la Segunda Guerra Mundial, de lamultiplicacin de los Heimatmuseen, experiencias de museos de territorio muysimilares a las ya mencionadas, pero que tenan como objetivo la valoracin dela identidad aria. Lo mismo se puede decir del desarrollo de los ecomuseos en la

    regin latinoamericana, apenas posible en la segunda mitad de los aos ochentatras la cada de las dictaduras de derecha que dominaron el continente por msde 30 aos. Tampoco ue casual el forecimiento de museos de este tipo en pasesque pertenecan al bloque socialista, responsables, en las ltimas dcadas, de laimplantacin de ms de mil museos a cielo abierto y ecomuseos.

    2.3. l A bsquedA de nuevAs formAs de AcTuAcin

    Buscar nuevas ormas de actuacin: esta es la tendencia que deber caracterizar,en el sigloxxi, la bsqueda del equilibrio entre las tendencias anteriores. El granrol de los museos en el escenario contemporneo ser el de actuar de modo mse ectivo como instancia de representacin y preservacin de los valores cultu-rales de los grupos humanos. Solo as ser posible desarrollar, como proponeBauman, nuevas narrativas de la individualidad, del tiempo/espacio, del traba- jo y de la comunidad. Y slo entonces ser posible redisear elgora, repoblarel espacio pblico y dejar de tratarlo como un espacio donde se proyectan losmovimientos individuales. Esta podra ser, hoy, la verdadera misin de las agenciasculturales. Pero no ser posible lograrlo si negamos las tendencias globalizantes ylos imperativos de la sociedad de consumo: ello slo resultara en iniciativasmaniquestas y desvinculadas de la realidad.

    En ese sentido, considero undamental investigar atentamente las posibili-dades reales, dimensiones y lmites del espacio virtual comogora: una instanciadonde el encuentro es ugaz, veloz, mltiple y complejo. Para lograrlo, se debepensar el espacio virtual como una verdadera instancia de expresin social queopera simultneamente lo pblico y lo privado, lo individual y lo social, lo par-ticular y lo colectivo. Asimismo, ser necesario buscar un nuevo lugar para elpatrimonio y para el museo como instancias de encuentro, debate y negociacinentre el individuo y el bien comn, no necesariamente vinculadas a la mate-

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    rialidad. Me re ero no solamente a los museos tradicionales y a los museos deterritorio sino tambin a las in nitas posibilidades de encuentro o recidas por elpatrimonio intangible y por el museo virtual (operacin en red). Ello signi ca

    reconocer al museo virtual como modelo ya operante, y al patrimonio intangiblecomo la gran alternativa para la comprensin de las relaciones que existen hoyentre memoria y museo.

    Por qu imaginar que los nuevos patrimonios y el nuevo museo deban estarnecesariamente vinculados a las ormas, a los espacios y a los actores de la mo-dernidad? Quin garantiza que las relaciones interpersonales e intergrupalesque se desarrollan en el espacio virtual no sean una orma legtima y poderosade representacin y de articulacin de las uerzas y de las voluntades colectivas?O que la instancia virtual no pueda operar como legtima y verdadera expre-

    sin de lares pblica, o por lo menos como instancia de representacin y articu-lacin de ciertas categoras sociales?Este parece ser, hoy, un aspecto relevante del problema. Es necesario no slo

    redisear y repoblar elgora, sino tambin rede nir los conceptos de pblico,privado, comunidad, sociedad y poltica; y naturalmente, como hemos dichotantas veces, rede nir los conceptos de patrimonio y demuseo.

    Pienso que este es el momento adecuado para desarrollar nuevas narrativassobre el patrimonio y el museo, incorporando el hecho de que, en la actualidad,dichos conceptos se re eren no tan slo a la evidencia material de la naturale-

    za y del hacer humano, sino tambin y especialmente al reconocimiento ydiseminacin de la in ormacin. Es en la virtualidad, en la complejidad y en laintangibilidad donde los museos debern buscar las bases contemporneas deorganizacin y de administracin: no dejando aparte su realidad material sinoincorporando los nuevos modos y ormas bajo los cuales se narra y documentahoy a la sociedad, a la naturaleza y a la cultura. Ello incluye redisear la estruc-tura organizacional de los museos y repensar las polticas existentes de gestinde los museos y del patrimonio, con menor n asis en el ormato estructural delas instituciones y maximizando la calidad de las relaciones y servicios (estruc-

    tura in ormal).La bsqueda de un punto de equilibrio entre las di erentes tendencias nospermitir reelaborar los modos y ormas de actuacin propuestos desde 1968por el Ecomuseo, esto es, desarrollar la actividad musestica no como accinintelectual, sino como iniciativa comunitaria, valorizadora de identidades degrupos espec cos, as como analizar en pro undidad las relaciones entre museo,multiculturalismo y diversidad cultural.

    Cabra entonces recordar las recomendaciones del Grupo Internacional deTrabajo para Analizar el Impacto de las Cuestiones Multiculturales en los Mu-

    seos, establecido en 1993 por elicom : a) combatir la tirana de los estereotipos,

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    de nidos de orma maniquesta en dicotomas de carcter etnocntrico; b) desa-rrollar una percepcin multicultural de la sociedad humana a partir de la per-cepcin de los valores individuales del ego y hacia el reconocimiento de los va-

    lores del otro; c) reconocer los derechos culturales de todos los grupos, as comosus di erentes expresiones; d) asumir la presencia en el territorio y el desarrollocomunitario como cuestiones centrales para el sentimiento de autoestima y deidentidad en el grupo; e) permitir la emergencia de mecanismos de adaptacincultural, auto- ortalecimiento de los grupos y reconocimiento de liderazgos co-munitarios.

    3. l a prctIca MuseolgIca coMo dIseo de Mundo

    Cual sera, entonces, el rol de la museologa? En un primer momento, investigar,como propuso Garca Canclini, las nuevas relaciones entre lo global y lo local,examinando lo que la globalizacin, el mercado y el consumo tienen de cultura,y cmo se da el ejercicio de la ciudadana. Cabra an analizar la importanciadel sentido de pertenencia y de identidad en la sociedad global y, especialmente,lanzar una nueva mirada hacia los conocimientos tradicionales de ciertos grupossociales. Esto implica investigar las tecnologas alternativas que han permitido aenormes contingentes de poblaciones en todas las regiones del mundo sobrevi-vir a travs del tiempo manteniendo caractersticas particulares. En este sentido,una sociologa del cotidiano permitir analizar la apropiacin de conjuntos designos por parte de segmentos espec cos de la sociedad, reevaluando y reac-tualizando conceptos tales como ciudad, ciudadano, pblico, privado, memoria,territorio, y bien cultural.

    La museologa debe asumir un carcter simultneamente transnacional yvalorizador de peculiaridades locales, tener el rol de catalizadora del cambiosocial, con n asis en el desarrollo de ormas de museo que atiendan a las coyun-turas contemporneas. De esta orma, los museos, ms que representaciones deidentidades, actuaran como instancias de representacin de realidades naciona-les, regionales, grupales, transnacionales o globales. Debemos, entonces, saberidenti car las infuencias de la globalizacin cultural en la museologa, as comosus posibilidades de accin en el mundo globalizado.

    Hay que analizar tambin los espacios del saber. En un ambiente en el quelos tradicionales espacios autorizados del saber se ven subvertidos por la enor-me vitalidad de las redes de comunicacin, es undamental abandonar la per-cepcin del museo como instancia autorizada de conocimiento y de in ormaciny entenderlo como una instancia relacional, donde todo lo que se da est enproceso. En ese sentido, importa atender al discurso que la museologa viene

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    elaborando sobre globalizacin y multiculturalismo, y a los cdigos que utilizapara narrar dichos enmenos.

    Se debe en atizar el tratamiento del tema de la tolerancia, presente desde

    hace dcadas en los textos delicom y particularmente en los textos y resolu-ciones de la Con erencia General de Museos de 1995, en Stavanger, Noruega,dedicada a los museos y comunidades; y en los trabajos de las Con erenciasGenerales de 1998 (Australia, Museos y Diversidad), 2001 (Barcelona, Ad-ministrando el Cambio: el Museo rente a los cambios econmicos y sociales),2004 (Sel, Corea, Museos y el Patrimonio Intangible) y 2007 (Viena, Austria,Museos y el Patrimonio Universal). Sabemos que los museos y monumentosdeberan expresar la riqueza y la variedad de la diversidad cultural y servir deherramienta a la comunicacin entre los pueblos (Con erencia de apertura delicom 95). Pero la cuestin es, cumplen hoy los museos el rol necesario en elestablecimiento y mantenimiento de la comprensin y de la tolerancia intercul-tural? O acaso al hacer el discurso de la di erencia no perpetan una prcticacristalizadora de la hegemona del mismo?

    La vinculacin de la museologa a las directivas mundiales de cultura y de-sarrollo revela una imagen bastante ntida de su potencial de movilizacin cul-tural. Bien hecha, la museologa puede ser pro undamente trans ormadora, yaque trata de la produccin del conocimiento y de la constitucin de nuevas es-trategias del saber. Se trata de comprender con nitidez qu vnculos se establecenen cada sociedad entre la prctica museolgica y las estructuras hegemnicas,ya que el museo, por su uerte expresividad en cuanto medio de comunicacin,es recuentemente utilizado por sectores que tienden a ormular discursos queraramente corresponden a la accin.

    El anlisis de las prcticas museolgicas viene indicando una seria contra-diccin: a un discurso claramente sintonizado con las ms actuales tendenciasde pensamiento, corresponde an, en muchos casos, un conjunto de prcticastradicionalistas muy poco renovadoras. Esta es la situacin que se vive hasta elmomento en Amrica Latina, donde se ven ejemplos de una accin museolgicainfuenciada por conceptos de los aos cincuenta. El hecho llama la atencin,especialmente por haber sido Amrica Latina escenario de uno de los momentosde mayor renovacin de la museologa mundial: la Mesa Redonda de Santiagoque, en 1972, de ni la sociedad como sujeto y objeto de estudio de la museolo-ga, marc el advenimiento del concepto de museo integral y seal el puntode partida para la creacin de los ecomuseos. No obstante, gran parte de losmuseos latinoamericanos estn an vinculados a pautas de estructuracin queya no corresponden a la complejidad y a la vitalidad de las nuevas estructurasde la sociedad de consumo, o reciendo productos di undidos por los medios de

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    acuerdo a los modelos ya mencionados. En este contexto, no es de admirar quese presente, en nuestra regin, una segmentacin entre los sectores patrimonial(el museo, la biblioteca y el archivo) y el de produccin cultural (el teatro, el cine,

    la radio, la imprenta, la televisin).Es interesante destacar en este escenario el rol desempeado por el muselo-go. Tradicionalmente aliado entre los intelectuales, en la mayora de los pases seha colocado siempre como el pro esional que detenta el saber espec co de su cate-gora as como los cdigos que dan acceso a las prcticas museolgicas. Las nuevastecnologas de la in ormacin vienen, entretanto, subvirtiendo el proceso del cono-cimiento y tambin el acceso a los cdigos de in ormacin sobre y para los museos.La hegemona del especialista se ha vuelto cuestionable y el poder del pro esionalsobre la elaboracin del discurso museolgico, dirigido a un publico blanco,

    ha sido enteramente relativizado. El muselogo hoy no es el pro esional que traba- ja en los museos, sino el que piensa el museo. La relacin del pro esional es ahoracon los sistemas de poder. En este sentido, la museologa puede cumplir un rolrelevante trabajando el museo como agencia ormadora de mentalidades; comoespejo y sntesis de las muchas realidades que con guran, en el tiempo y en el es-pacio, las identidades comunes a los grupos culturales; y trabajando la unidad enla diversidad y los padrones de identidad en la di erencia, en una relacin no slodialctica con los grupos sino tambin de a nidad, empata y verdadera participa-cin. Estas son las tareas que se colocan, hoy, rente al muselogo.

    Con la responsabilidad de ser agentes de cambio social, los museos puedenactuar como espacios de creacin, produciendo saber y saber hacer (know how)pero deben hacerlo de orma abierta y democrtica, posibilitando que de esteproceso participen amplios segmentos de la sociedad. Esto solo ser posible conla adopcin de nuevas prcticas educativas que promuevan el encuentro entrelas culturas tradicionales y las culturas econmicamente desarrolladas, valori-zando los aspectos in ormales y no- ormales de la generacin del conocimiento.Esto nos recuerda las propuestas de Paulo Freire, que desde los aos sesentatienen infuencia en la educacin y la museologa en el mbito mundial y han

    contribuido a desvelar el inmenso potencial de los museos como instrumentono- ormal de educacin.La tendencia de las redes de relaciones socioculturales a constituirse de modo

    complejo y plural nos lleva a apostar por un en oque holista de la realidad. Unanueva percepcin de las relaciones entre sociedad, memoria y territorio, desa-rrollada a partir de los aos sesenta, nos ha permitido comprender al patrimoniocomo el conjunto de evidencias naturales y productos de la actividad humanade nidores de la identidad de determinados grupos, dependientes, para ello,de los grados de aprobacin que obtengan junto al cuerpo social. Los conceptos

    vigentes de cultura y desarrollo han rede nido tambin el lugar del Museo en la

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    sociedad, en atizando su rol en las dinmicas tico-polticas de los grupos socia-les. Los museos ya no son percibidos solo como espacios de guardia y proteccina los vestigios materiales de la naturaleza y de la cultura sino como agentes de

    trans ormacin, instancias estimuladoras de cambio sociocultural.La museologa contempornea comprende, pues, patrimonio y museo comoconceptos de uso polismico, que pueden re erirse tanto a las mani estaciones dela psiquehumana como a los enmenos de la bios era. Desde esta perspectiva, elconcepto de patrimonio integral se extiende hacia los ecosistemas como totalida-des, as como al conjunto de testimonios tangibles e intangibles de la presenciadel hombre en el planeta: el territorio, con todos sus recursos renovables y no-renovables, los agrupamientos humanos con toda su produccin material y sulengua, su msica, sus ormas de danza, sus modos de ser del cotidiano. Todo es

    patrimonio, todo puede ser musealizado.Desde 1972, la Con erencia de las Naciones Unidas para el Medio AmbienteHumano, en Estocolmo, ya en atizaba el vnculo entre herencia natural y civili-zacin. Y no por casualidad la Con erencia de Santiago, realizada en el mismoao, de ni a la sociedad como sujeto de la museologa, a rmando que el campode actuacin del Museo es el medio ambiente total: sociedad, territorio, patri-monio natural y cultural. Para desempearse en ese sentido, los museos de todoel mundo ueron llevados a ampliar su rol como acilitadores de conocimientossobre el medio ambiente y el patrimonio. De este modo, entendieron su inmenso

    potencial como catalizadores de cambio y agentes del desarrollo sustentable.Hoy, la educacin para el desarrollo es una perspectiva obligatoria en las direc-tivas mundiales para la museologa. La misma evolucin terica de la museolo-ga se viene undando desde hace tres dcadas en los conceptos de patrimoniointegral, museo integral y desarrollo sustentable. Dichos conceptos han tenidoinfuencia en los programas de ormacin pro esional para museos, as como laspolticas de trabajo delicom . Ejemplo de ello es el nuevo portal virtual sobre elDesarrollo (Global Development Gateway), subsidiado por el Banco Mundial ycoordinado por una undacin con sede en Washington; en ese portal participan

    activamente miembros del Consejo Internacional de Museos.La experiencia con rma que la museologa es una de las reas del conoci-miento con mayor potencial para implementar programas de educacin no- or-mal con vistas al desarrollo. Fundamentada en la relacin entre sociedad, Museoy real, trabaja sistemticamente los temas vinculados al patrimonio, consideran-do la ms rica herencia de nuestro planeta: la vida. Por ello, deber generar unacomprensin pro unda de la estrecha relacin entre hombre, cultura y medioambiente, en la que se undar el desarrollo de polticas y estrategias relativasal medio ambiente total. Conocer al humano y al mundo: he aqu la misin y el

    camino de la museologa.

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    Como disciplina, la museologa se undamenta hoy en un conjunto de valo-res que incluyen la bsqueda de la democracia; la honestidad de principios; loscuidados relativos a la gestin y preservacin del patrimonio; el compromiso

    con la herencia cultural de los pueblos y el reconocimiento de la pluralidad cul-tural, con vistas a la promocin del bienestar de las sociedades. Ello presuponeque, para actuar en el mbito de loreal complejo, cada individuo y/o grupo socialdebe reconocerse y crecer de orma integral, percibiendo el carcter fuido de losmovimientos identitarios y sabiendo dirigir su accin hacia nes positivos. Estosy otros valores constituyen la dimensin tica de la museologa, la base a partirde la cual se implementa el trabajo en los museos. En este contexto, se da especialatencin a la a rmacin de las identidades culturales: acto libertador que permi-te a las sociedades elegir con independencia los instrumentos que desean colocar

    al servicio de su desarrollo.Hoy ms que nunca la museologa debe incorporar, en la teora y en la prc-tica, los nuevos modelos de desarrollo. Una toma de posicin en el campo de latica deber propiciar que sea redimensionado, con responsabilidad y madurez,el verdadero signi cado de los museos, as como el rol que pueden desempearen la sociedad contempornea. La tica de museos deber de ender el manteni-miento de la vida en el planeta, las condiciones adecuadas de supervivencia delas especies vegetales y animales, teniendo como absoluta prioridad el desarro-llo social, econmico y cultural de la sociedad humana.

    Para que el Museo acte como espejo identitario es necesario reconocerlocomo enmeno o mani estacin cultural, como un evento o acontecimiento quese constituye en las di erentes ormas de relacin entre hombre, tiempo, espacio,cultura y naturaleza, y que puede asumir las ms di erentes ormas, presentn-dose de distintas maneras, en el tiempo y en el espacio, segn los valores vigen-tes en cada momento, en cada sociedad.

    Esta es, pues, la contribucin que puede dar la teora museolgica a la socie-dad contempornea:a) Reconocer el carcter plural del Museo: Museo no es una cosa nica sino el

    nombre genrico dado a un conjunto de mani estaciones culturales. Distintasormas de museo pueden, pues, coexistir en el tiempo y en el espacio; el mis-mo museo puede asumir di erentes ormas en su trayectoria de existencia.

    b) Mostrar que el Museoes proceso, que no siendo un producto cultural, est encontinua mutacin. El Museo se da en el instante y se de ne en la relacin.

    c) Revelar su esencial libertad: cualquier espacio, hecho, enmeno u objeto espotencialmente museo siempre y cuando as sea nombrado [Scheiner, 1998].

    Fenmeno libre, dinmico y plural, el Museo dejar, poco a poco, de ser per-

    cibido por sus expresiones ms obvias (el objeto, la exposicin) o por sus limites

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    espaciales, para brillar en nuevas dimensiones: el museo virtual, apenas existen-te en las pantallas de las computadoras y que depende, para existir, del vigor yde la vitalidad de las redes de comunicacin; el museo interior, que nos remite al

    mbito de la psicologa y que analiza las relaciones undamentales del humanocon los paisajes interiores de su propia psique; y el museo global, la gran me-moria de la bios era, de la que somos todos participantes [ibid.].

    El discurso o cial delicom resalta la importancia de la accin de los museoshacia la implementacin de mejores condiciones de vida en el planeta. Debemosentonces prepararnos para construir la museologa de este nuevo siglo, haciendoun es uerzo para aplicar dichas recomendaciones a travs de una accin trans-

    ormadora, iniciada en el mbito individual y proyectada hacia el mundo. Laverdadera tica de la solidaridad no reside en el dominio del discurso: es la que

    se construye por la suma de nuestras acciones, en el cotidiano.En la sociedad contempornea, la prctica museolgica ya no puede restrin-girse a la repeticin sin n de los mtodos y tcnicas consagrados. Es necesarioreinventar cotidianamente al Museo, construyendo nuevos caminos para la ar-ticulacin del saber, del hacer y del decir de las di erentes instancias del cuerposocial. Ya pas el tiempo en que la riqueza de los museos reposaba, en silen-cio, detrs de in nitas paredes de cristal. Para la sociedad de la in ormacin, loque importa es la experiencia trans ormadora, el acceso libre y abierto al cono-cimiento. Ello no signi ca que debemos abdicar a nuestros acervos materiales

    o dejar de cuidarlos; signi ca que debemos utilizarlos de manera ms ampliapara o recer a las sociedades experiencias de mundo que sean e ectivamentetrans ormadoras. Nosotros, pro esionales de museos, tenemos en las manos lostestimonios materiales y no materiales de la riqueza del mundo, del saber delmundo; nos corresponde darles orma y sentido, permitiendo que cada sociedadpueda, e ectivamente, situar de manera ntida el lugar del Museo en su sistemade representaciones.

    Tenemos el mundo en las manos. Depende slo de nosotros hacer de l unaes era muda, una sucesin de abismos o un espacio pleno de posibilidades.

    b IblIografaBauman, Zigmunt1999 Globalizacin: las consecuencias humanas, Ro de Janeiro, Zahar, Con erencia de

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