NOTAS PARA LA HISTORIA DE SABIÑÁN. Cuarta Parte. Capítulo IV

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78 Asociación Cultural “Sabinius Sabinianus” SABIÑÁN (Zaragoza) Revisado por Francisco Tobajas Gallego CAPITULO IV Moralidad y costumbres del pueblo Por la visita del obispo Cerbuna en el siglo XVI, se deduce que la observancia de los días festivos dejaba mucho que desear. Mucho debió mejorar en el siglo siguiente, pues el Concejo pide que no falte una misa temprano todos los días y antes de las horas de salir al trabajo, sobre todo en las épocas de recolección, que se oficiaba al amanecer. Este será el origen de la misa que llamaban de segadores y vendimiadores. Fuertemente arraigado estaba el vicio del juego. Contra él claman los obispos e imponen multas a los jugadores. Este vicio debía ser general en la comarca, como así lo acredita la carta del Maestro Vargas que copiamos, y por ella se deduce que su misión se extendió no solamente a la conversión de los moriscos. Es muy posible que su predicación llegara a este pueblo y sospecho que con buen resultado. Aquí el juego predilecto debió ser la carteta. En la Señoría se jugaba en casa de un tal Domingo Sabiñán, y es curiosa la defensa que hace al imponerle la multa de diez escudos, pues dice que como saben (los jugadores) que no tengo con qué pagar la multa, se me meten en casa y contra mi voluntad, juegan a la carteta y a otros juegos. Como de la autoridad no se burlaba nadie, entonces sospecho que sería un tal Domingo Domalique, que murió en galeras, o sea condenado a remar en una galera por más o menos tiempo 1 . Mucho más tarde, en el siglo XVIII, vino a vivir al pueblo un jovenzano de otro lugar cercano, muy dado al juego y la vagancia. Se enteró el Ayuntamiento, vio que trastornaba a la juventud con sus juergas, meriendas, juegos y otros vicios, y fundándose en la ley de vagos y como estaba en edad de servir al rey, le formaron expediente y lo enviaron al gobernador militar, que le destinó al servicio de armas, como castigo. Otra costumbre de tiempos pasados fue la de las mayas. El obispo Cerbuna prohíbe suban al campanario, cantando y repicando, a publicar las Mayas u otras cosas profanas. Los que tengan curiosidad por conocer esta costumbre, lean la novela Los mayos de Polo y Peyrolon, que describe en los capítulos V y VI cómo se observaba esta costumbre en la sierra de Albarracín. En esencia no se diferenciarían de los de aquí 2 . Acaso se derive de esta costumbre, la mala práctica de poner hierbas por la primavera en las ventanas y balcones de las mozas 3 , mientras los novios guardan las casas de sus novias las noches que se llevan a término estas ofrendas. Del sorteo de mayas no queda otra cosa que el acto de sacar los estrechos o hacer parejas el día de Reyes, alrededor de una confortable camilla, pero sin más trascendencia que un entretenimiento inocente. Entre los crímenes del siglo XVII, además de los asesinatos de mosén Antón y su casera, se encuentran el de un forastero que apareció muerto «cabe el puente», que se atribuyó a los moriscos, y el de un criado de Diego Muñoz de Pamplona, al que mataron en Aguachones «de palos y cuchilladas». Como no he apurado las partidas, es fácil que existan otros más 4 . Notas: 1. A partir del día de San Miguel de 1600, Miguel Casadalva estaba obligado a pagar anualmente ocho reales a los pobres, por un legado de Domingo Domalique, que había muerto en galeras, penitenciado por el Santo Oficio. El 19 de octubre de 1586 fue descomulgado Amador Morisco y Mançano, nombre postizo, con el que era conocido en el pueblo, por haber tenido «tablaxeria publica y juego en su casa de lo qual se sucedia mucha ofensa

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NOTAS PARA LA HISTORIA DE SABIÑÁN. Cuarta Parte. Capítulo IV. Propiedad de las tierras y su cultivo. Por José Gracián Gasca, 1919. Revisado por Francisco Tobajas Gallego, 2013.

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78 Asociación Cultural “Sabinius Sabinianus” SABIÑÁN (Zaragoza)

Revisado por Francisco Tobajas Gallego

CAPITULO IV Moralidad y costumbres del pueblo Por la visita del obispo Cerbuna en el siglo XVI, se deduce que la observancia de los días festivos dejaba mucho que desear. Mucho debió mejorar en el siglo siguiente, pues el Concejo pide que no falte una misa temprano todos los días y antes de las horas de salir al trabajo, sobre todo en las épocas de recolección, que se oficiaba al amanecer. Este será el origen de la misa que llamaban de segadores y vendimiadores. Fuertemente arraigado estaba el vicio del juego. Contra él claman los obispos e imponen multas a los jugadores. Este vicio debía ser general en la comarca, como así lo acredita la carta del Maestro Vargas que copiamos, y por ella se deduce que su misión se extendió no solamente a la conversión de los moriscos. Es muy posible que su predicación llegara a este pueblo y sospecho que con buen resultado. Aquí el juego predilecto debió ser la carteta. En la Señoría se jugaba en casa de un tal Domingo Sabiñán, y es curiosa la defensa que hace al imponerle la multa de diez escudos, pues dice que como saben (los jugadores) que no tengo con qué pagar la multa, se me meten en casa y contra mi voluntad, juegan a la carteta y a otros juegos. Como de la autoridad no se burlaba nadie, entonces sospecho que sería un tal Domingo Domalique, que murió en galeras, o sea condenado a remar en una galera por más o menos tiempo1. Mucho más tarde, en el siglo XVIII, vino a vivir al pueblo un jovenzano de otro lugar cercano, muy dado al juego y la vagancia. Se enteró el Ayuntamiento, vio que trastornaba a la juventud con sus juergas, meriendas, juegos y otros vicios, y fundándose en la ley de vagos y como estaba en edad de servir al rey, le formaron expediente y lo enviaron al gobernador militar, que le destinó al servicio de armas, como castigo. Otra costumbre de tiempos pasados fue la de las mayas. El obispo Cerbuna prohíbe suban al campanario, cantando y repicando, a publicar las Mayas u otras cosas profanas. Los que tengan curiosidad por conocer esta costumbre, lean la novela Los mayos de Polo y Peyrolon, que describe en los capítulos V y VI cómo se observaba esta costumbre en la sierra de Albarracín. En esencia no se diferenciarían de los de aquí2. Acaso se derive de esta costumbre, la mala práctica de poner hierbas por la primavera en las ventanas y balcones de las mozas3, mientras los novios guardan las casas de sus novias las noches que se llevan a término estas ofrendas. Del sorteo de mayas no queda otra cosa que el acto de sacar los estrechos o hacer parejas el día de Reyes, alrededor de una confortable camilla, pero sin más trascendencia que un entretenimiento inocente. Entre los crímenes del siglo XVII, además de los asesinatos de mosén Antón y su casera, se encuentran el de un forastero que apareció muerto «cabe el puente», que se atribuyó a los moriscos, y el de un criado de Diego Muñoz de Pamplona, al que mataron en Aguachones «de palos y cuchilladas». Como no he apurado las partidas, es fácil que existan otros más4. Notas:

1. A partir del día de San Miguel de 1600, Miguel Casadalva estaba obligado a pagar anualmente ocho reales a los pobres, por un legado de Domingo Domalique, que había muerto en galeras, penitenciado por el Santo Oficio. El 19 de octubre de 1586 fue descomulgado Amador Morisco y Mançano, nombre postizo, con el que era conocido en el pueblo, por haber tenido «tablaxeria publica y juego en su casa de lo qual se sucedia mucha ofensa

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a Dios». Fue absuelto dos días más tarde. El 23 de noviembre de 1586 por mandato de Cuaresma y con licencia del vicario general de Calatayud, se denunció por descomulgado a Juan de Xabella Royo, vecino de la Señoría, porque tenía tablaje público arrendado. Fue absuelto el 17 de diciembre de ese mismo año. Al final de este Libro primero de San Miguel, donde vienen consignados los casos anteriores, el vicario mosén Jaime Pérez apuntaba que las casas de los juegos eran la de Domingo Sabiñán y la de Amador Granada. Y añadía que si sus dueños no tuvieran para pagar los 10 ducados de la pena impuesta en su visita por el obispo, los pagaran los que allí jugaran. En 1605, tras la visita efectuada por el obispo Fr. Diego de Yepes, mosén Jaime Pérez intimó de parte del obispo a los vecinos para que no jugaran en casa de Domingo Sabiñán, bajo una pena de 10 escudos. Domingo Sabiñán argumentaba que se metían en su casa contra su voluntad, donde jugaban a la carteta y a otros juegos prohibidos. El vicario lo hizo en presencia de Juan de Urrea, cristiano viejo, y Alonso Terrer. 2. Manuel Polo y Peyrolon, (Cañete, Cuenca, 11-VI-1846–Valencia, IV-1918), fue articulista, narrador, profesor y parlamentario. Desde 1870 a 1879 fue catedrático de Psicología, Lógica y Ética en el Instituto de Teruel. Su novela Los mayos data de 1879. Raquel Asun Escartin, su voz en la Gran Enciclopedia aragonesa, tomo X, p. 2.725. 3. En Saviñán era costumbre ponerlas la noche del Sábado de Gloria al Domingo de Resurrección. 4. En 1587 asesinaron al mancebo Juan Pérez y en 1588 a Juan Gascón, hijo de Juan Gascón aradrero, en el término de Arándiga. Del 3 de agosto de 1592 es la partida de defunción de Alonso del Campo, de Zamora. En ella se apuntaba que se encontró muerto debajo del puente y puesto en el agua. El vicario añadía que iba por los hospitales y según fama, por los golpes que en su cuerpo tenía, lo habían muerto los moriscos de la Señoría. Se enterró en el cementerio. Su mujer también estaba en Saviñán. Se llamaba Mari Rodríguez y no tenía de qué. El 26 de marzo de 1679 murió Felipe Sánchez, de 22 años. Era castellano, de cerca de Valladolid, y servía a Diego Muñoz de Pamplona. Le dieron unas puñaladas en Aguachones y palos en la cabeza. Murió al tercer día. El 23 de abril de 1685 bajaron a un hombre difunto al hospital con dos dogales al cuello y en la cabeza, con golpes en el pecho. Al parecer, lo habían ahogado otros pobres. Se llamaba Domingo Espinero. Aunque en su partida de defunción no señala las causas de su muerte, sabemos por La España de Madrid, que publicaba la noticia el 10 de noviembre de 1852, que el pasado día 5 habían acudido un gran gentío a las afueras de Calatayud para presenciar el ajusticiamiento por garrote de Vicente Lahuerta Moreno, conocido como el Pacho, Chinela y Cebolla, de Saviñán. Vicente Lahuerta había asesinado a sangre fría a Vicente Lázaro Tobajas en la casa de Valcardera, el 27 de abril de 1852. El 21 de septiembre de 1867 murió Antonio Marcelino Carnicer Rochel «de desgracia causada por malhechores». Estaba casado con Francisca Ibarra y tenía 37 años. Mosén Vicente Bono, regente, apuntaba que no había podido recibir los sacramentos ni hacer disposiciones testamentarias, a pesar de ser una persona muy cristiana. Encontramos otros casos de personas fallecidas de «muerte violenta», a causa de riñas o de pendencias. En 1865 falleció de muerte violenta Fulgencio Tobajas Villalba, de 20 años. El 31 de mayo de 1878 murió, a causa de una riña a las seis de la mañana, Nicolás Acerete Morlanes, de la Señoría. Estaba casado y tenía 32 años. En 1877 falleció «de desgracia» Juan Antonio Forcén. En 1901 murió de muerte violenta Faustino Miñana Lafuente.