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Obras del Místico Doctor San Juan de la Cruz. COMPENDIO DE LA VIDA.

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Obras del Místico DoctorSan Juan de la Cruz.

COMPENDIO DE LA VIDA.

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Obras del Místico Doctor

San Juan de la CruzEDICIÓN CRITICA

y la más correcta y completa de las publicadashasta hoy con introducciones y notas del

Padre Gerardo de San Juan de la Cruz,

Carmelita Descalzo,y un epílogo del

Exorno. Sr. D. Marcelino Menéndez yPelayo.

Fray Juan de la Cruz… esmuy espiritual y de grandes

experiencias y letras.(SANTA TERESA, CARTA

CCXIX.)

TOMO PRIMEROpp. 7-154

COMPENDIO DE LA VIDA

TOLEDO – 1912IMPRENTA, LIBRERÍA Y ENCUADERNACIÓN DE VIUDA É

HIJOS DE J. PELÁEZ COMERCIO, 55, Y LUCIO, 8,TELÉFONOS 31 Y 32.

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COMPENDIO DE LA VIDA DEL MÍSTICODOCTOR SAN JUAN DE LA CRUZ.

DOS PALABRAS AL LECTOR

GUANDO leemos los escritos de un profundopensador cualquiera, despiértase al punto en nuestrocorazón un ardiente deseo de saber cuál fué su patria, enqué época vivió, en qué medio ambiente moral respiró,cuáles fueron las vicisitudes de su vida, qué gloria le rodeóó qué humillaciones y desprecios tuvo que sufrir, y,finalmente, cuáles fueron sus virtudes ó sus vicios. Si nopodemos satisfacer esta curiosidad natural, consiguiendouna noticia al menos general de todas estas cosas, nuestrocorazón siente un vacío muy grande, y nuestroentendimiento se ve privado de un conocimiento necesariopara penetrarse mejor de la doctrina de esos escritos y paraformar un juicio más exacto y cabal de ellos. Si talesescritos son, no ya meramente especulativos, sino que serefieren á la práctica y nos dan reglas y documentos paranuestro perfeccionamiento moral, entonces es más vivo éintenso el deseo de conocer la vida de ese escritor, y sube depunto la necesidad de tener algunas noticias de ella. Y esla razón, porque quisiéramos saber si las acciones de talhombre conformaban con las reglas de moral que ánosotros nos dá; si sus enseñanzas son frutos de la meraespeculación, ó si nacen más bien de lo que ha aprendidoen la práctica de la virtud y de la perfección. Y deseamos

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también saber todas esas [4] cosas, porque en caso de queel sabio en cuestión no nos enseñe sino lo que él mismo hapracticado, sus acciones serán para nosotros la explicaciónmás clara y exacta de su doctrina. Este es el caso en quese hallarán los lectores de las obras de San Juan de laCruz. Sabio éste y profundo escudriñador del corazónhumano y gran conocedor de las vías del espíritu, nos haindicado los medios más á propósito para purificar nuestropropio corazón de la escoria de los vicios, y ha trazado conmano maestra y singular el camino y ruta que debenseguirlas almas, si quieren arribar á la alta cumbre delmonte de la perfección, si anhelan venir á unirse con Diosy á transformarse en él, mediante el . más puro yacendrado amor. Por otra parte, la doctrina que contienensus celestiales escritos y las reglas y avisos que dá á laspersonas ansiosas de perfección, no son otra cosa queenseñanzas que brotan espontáneamente de su corazón;enseñanzas aprendidas, no en las aulas ni en los escritosde los filósofos, sino en la práctica continua de la perfecciónevangélica.

Según estos principios, no podíamos contentarnos consólo los Preliminares que anteceden, y que no dan cuentasino de las vicisitudes porque estos escritos han pasado: eranecesario además, que fuera al frente de ellos la vidaadmirable de su autor. Así todas aquellas personas ácuyas manos vinieren estas obras, podrán conocer elcarácter, talento y virtudes del sabio Maestro, cuyosdiscípulos quieren ser, y con esto habrán dado un granpaso para comprender mejor sus admirables lecciones.Esta es la razón porque publicamos aquí este compendio

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de la vida de San Juan de la Cruz. Es el mismo quepublicó el Padre Fray Andrés de Jesús María al frente dela edición de Sevilla, hecha el año de 1703, y el que se hareproducido después en algunas otras ediciones. Casi todoél está extractado literalmente de la Historia lata queescribió del Místico Doctor, Fray Jerónimo de San José.Algunos datos (muy pocos), se tomaron de la vida que delSanto publicó en las Flores del Carmelo [5] el Padre FrayJosé de Santa Teresa1. Nosotros, para darle algún interésy novedad, le hemos añadido algunas notas curiosas, quegeneralmente hemos tomado del Proceso para labeatificación del Santo Padre2.

Quiera Dios que la lectura de esta Vida sirva paraque todos los que la lean se revistan y animen del espíritude San Juan de la Cruz, y así entren con pie seguro en elestudio de sus admirables y celestiales escritos.

1 El Padre Fray Andrés de Jesús María le publicó con el siguiente título, que ha sidoconservado en las ulteriores ediciones qué le han reproducido: «Compendio de la Vidadel Beato Padre San Juan de la Cruz, por Fray Jerónimo de San José». Esto ha dadoocasión á creer que este Compendio, tal como está, es obra del célebre Carmelitaaragonés. Así lo han creído, entre otros, nuestras carísimas hermanas las CarmelitasDescalzas del tercer Convento de París, las cuales, en la advertencia que ponen á estaVida, dicen que es la misma que publicó Fray Jerónimo de San José en 1618. «La vie,escriben, de Saint Jean de la Croix, placée en tête de ses Œuvres, que nous publionspour troisième fois est celle du Père Jérôme de Saint Joseph, Carme Déchaussé, quil’écrivit en 1618». En esto, como he dicho, se engañan estas célebres religiosas, y paraconvencerse de ello, bastará pasar la vista por el Dibujo del Venerable Padre Fray Juande la Cruz, que es la Vida que del Santo publicó Fray Jerónimo en 1618, y se veráque es muy distinta de la presente. En cambio, tómese en la mano la Historia que delMístico Doctor dió á luz en 1641, y al punto se notará ser verdad lo que arriba hemosafirmado.2 Además de la razón de dar alguna novedad á esta Vida, me mueve á ponerle lasnotas de que he hecho mención, el deseo de que ellas sean un incentivo para que algunode nuestros hermanos en religión, aprovechando tantos y tan preciosos documentos comoexisten, se mueva á escribir la Vida del Santo, según el gusto de la época, trazándonossu verdadera fisonomía, del todo no bien definida.

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COMPENDIO DE LA VIDA DEL MÍSTICO DOCTOR

SAN JUAN DE LA CRUZ.

PROEMIO

Tuvo la Sagrada Religión del Carmen en suprimera formación y nacimiento, como perfectoparto, madre y padre. La madre (origen y parteprincipal en esta espiritual generación), fué laSacratísima Virgen María, nuestra Señora, aunqueprevista sólo entonces en una pequeña ymisteriosa nube, donde la adoró, muchos siglosantes de nacida, el gran Profeta y Patriarcanuestro Elías; en cuyo honor instituyó su antiguay santa Religión. Por lo cual fué esta celestialVirgen la principal autora y patrona de estaOrden; y como tal (entonces en la ordenaciónDivina y después en la realidad del ser) siempresu especial amparo, abrigo y fidelísima tutela. Elpadre de esta misma Religión fué el prodigioso ysantísimo Profeta Elías, celador ardiente de lagloria de Dios, voz de sus oráculos y ostentaciónde su poder, nacido en llamas, arrebatado enfuego y reservado en amenísimo lugar paradefensa de la Iglesia en los postreros días. Detales padres fué hija la ilustrísima y antiquísimaFamilia del [8] Carmelo. A este modo, en surenovación, cuando por medio de la Reforma deDescalzos en España vino esta misma Orden áser reengendrada y como formada segunda vez, laproveyó asimismo el Cielo para su regeneración

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de madre y padre. La madre (parte aquí tambiénprimera y principal), fué la esclarecida Virgen ySanta Madre nuestra Teresa de Jesús, vivo yperfectísimo retrato de aquella celestial yverdadera Virgen Madre, que sin agraviar elvirginal decoro, antes consagrándolo, tuvo el serfecunda; pues á imitación suya, conservandoTeresa un precioso tesoro virginal para su DivinoEsposo, fué juntamente madre espiritual deinnumerables hijos en Cristo. El padre de estamisma reforma Carmelita fué otro segundo Elías,en cuyo espíritu, como el primer Juan, y con sunombre, vino al mundo armado de ardiente celo,rodeado de penitente austeridad, y arrebatadodespués en llamas de seráfico ardor á la esfera deuna perfección muy encumbrada. Tal fué nuestroBeato y devotísimo Padre San Juan de la Cruz,lustre y primitivo honor de esta su ReformadaFamilia, Maestro, Guía y Capitán de losReligiosos Descalzos Carmelitas. Que aunque nose puede negar sino que también es hijo espiritual,y el primogénito de nuestra Madre Santa Teresa,pero es juntamente padre de los demás Hermanossuyos, por medio del cuidado de criarlos yanacidos y disponer su aprovechamiento en la vidaespiritual. Porque de la manera que en la SagradaHistoria el hermano que cría á otro hermano sellama padre suyo; como en Ner respecto de Cis yen Natán respecto de Igaal considera el Máximo

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Doctor de la Iglesia San Jerónimo3, explicando eltítulo de Padre, que les dá la Escritura, así en estanuestra Historia y Reforma llamamos con razónPadre al primogénito de nuestra Madre SantaTeresa, y Hermano de todos los Descalzos Hijosde la Santa; porque aunque también él sea Hijo deella, fué con su doctrina y ejemplo el queinmediatamente nos crió en la observancia de lavida Descalza, acomodada á la condición y sexode varones. Que si bien la Santa gloriosa, comouniversal Madre y Fundadora nuestra, dió alBeato Padre, y en él á [9] todos, ejemplo yenseñanza del Cielo, en lo que fué lícito á suestado y condición de mujer, no pudo en lainmediata instrucción y vivienda con losReligiosos ser dechado suyo, y así proveyó laDivina Majestad quien supliese por ella en estaparte, dándole un Hijo tal, que en orden á lacrianza de los demás Hermanos hiciese el oficiode Padre y Maestro. Pudiéralo ser absolutamenteel admirable varón, y con gran excelenciaFundador único de esta Familia, á no haber dadoel Cielo el titulo y prerrogativa de primera yprincipal Fundadora á nuestra Madre SantaTeresa de Jesús. Ahora basta decir, que para queesta segunda generación del antiguo Carmelo seasemejase á la primera, habiéndole dado el Cielopor madre á una Santa Teresa, retrato de laVirgen, le dió por padre á un Juan, imitador de3 Hier. in quæst. Heb. sup. l.1. Paralip.

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Elías. Ambos, padre y madre tan semejantes entresí, cuanto perfectos; ambos de inocentísima vida,nunca manchada con pecado grave; ambosvírgenes purísimos, y que con su trato causabanpureza; ambos maestros de celestial doctrina yoración; ambos escritores de Teología místicaexcelentísimos; ambos enriquecidos con donescelestiales; ambos labrados con trabajosincreíbles; ambos de maravillosa vida y muertellena de prodigios; y finalmente, ambos tansemejantes y tan unos en todo, que vienen á sercomo un solo principio de esta Reforma. Tal(dejando las grandezas de la Santa para suHistoria) hallaremos al Beato Padre en ésta; varónverdaderamente apostólico y profético, poderosoen obras y en palabras, con duplicado espíritu devida y doctrina, y en todo tan celestialmenteeficaz, que si con el ejemplo da luz, con ladoctrina ejemplo.

I. Naturaleza de nuestro Beato Padre.–Su familia.–Su piadosa educación.–Muestras de amor con que la Sacratísima Virgen favorecía al niño Juan.

Fué nuestro Beato Padre de nación Español,natural de Hontiveros, villa noble en Castilla laVieja, del Obispado y no lejos de la ciudad deÁvila4. Sus padres se llamaron Gonzalo de Yepes,4 No existe partida de bautismo del Santo, y es la causa, porque un vorazincendio redujo á cenizas la Parroquia de Fontiveros juntamente con suarchivo, el día 2 de Julio de 1546, según consta en el principio del primerlibro de bautizados que allí existe, y en un testimonio jurado que dióAntonio Rodríguez á petición del P. Fray Juan de San Antonio, Carmelita

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rama noble de la prosapia y villa de este nombre,y Catalina Álvarez, nacida de honestos padres enToledo. Con ser Gonzalo de Yepes de tanhonrado apellido, clara familia y bienemparentado, le hallaremos en un estado muyhumilde y oficio de un pobre tejedor. ¿Quémaravilla, si á José, Esposo de la Madre de Dios,su Padre putativo y descendiente de Real Cetro, lehallamos con el cepillo en la mano? Muerto elpadre de Gonzalo en su patria, Yepes, le llevóuno de sus tíos seglares á Toledo, donde se criabaocupado en la administración de su hacienda.Con esta ocasión se le ofrecía á Gonzalo la de ir[11] algunas veces á Medina del Campo, yhabiendo de pasar á ella por Hontiveros, posabaen casa de una honesta viuda de aquel lugar.Tenía ésta en su compañía á la virtuosa doncellaCatalina Álvarez, que hallándola en Toledo

Descalzo de la provincia de Castilla la Vieja, cuyo documento se conservaen las Carmelitas Descalzas de Valladolid. Para suplir esta falta, y á fin deque nadie dude acerca del lugar de su nacimiento, ponemos aquí unaspalabras tomadas de una Relación de Francisco de Yepes, hermano mayordel Santo, que dicen así: «Fuimos tres hermanos: el menor fué el PadreFrai Joan... Nació el dicho Padre en Ontiveros donde murió su padre.»(Esta Relación se halla én el Ms. Pp. 79 de la B. N. pág. 613). El quealgunos testigos digan en el Proceso del Santo que habían oído decir queera natural de Medina del Campo, tiene fácil explicación. Siendo muypequeñito fué llevado á dicha villa, y allí vivió hasta que vistió el hábitoreligioso. Así, las personas que no estaban muy enteradas del caso,pudieron fácilmente creer que había nacido allí donde siempre le vieronvivir. Esta opinión se desvanece completamente con el testimonio anterior.Desvanécese también con la declaración en el mismo Proceso de otrosmuchos testigos más noticiosos del suceso, y con la autoridad de todos loshistoriadores, y con el hecho de haber fundado la Orden Carmelitana unConvento en Fontiveros en las casas que sirvieron al Santo de cuna.

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huérfana, pobre, honesta y de buen parecer, seapiadó de ella para criarla consigo como á hija.Viéndola Gonzalo de Yepes, y pareciéndole biensu virtud, honestidad y recogimiento, estimandoesto por única y riquísima dote, sin hacer caso deotra riqueza ni resplandor mundano, trató decasarse con ella, y lo efectuó en la misma villa.

En sabiendo los deudos la resolución deGonzalo, puesta ya por obra, lo sintierongravemente, y como afrentados de que se hubiesecasado tan desigualmente, y sin gusto ni consejode ellos, lo aborrecieron y dejaron desamparadotodos, sin quererlo más tratar ni ver en supresencia. Arredrado el triste mozo de los suyos,se acogió á Dios (que este efecto causan en sussiervos los desvíos del mundo), y viéndose sinocupación alguna, hubo de acomodarse á la quesabía y ejercitaba su mujer, y así aprendió á tejersedas y buratos, teniendo por mejor ganar lacomida en un honesto, aunque humilde ytrabajoso ejercicio, que buscarla por otros mediosmenos trabajosos y lícitos.

En este estado y villa les nacieron tres hijos.El primero, que se llamó Francisco de Yepes, fuéseglar y persona de vida ejemplarísima y altaoración, regalado de Nuestro Señor en ella conmercedes muy extraordinarias, sin que para estole estorbase el estado matrimonial; que cuando setoma y vive en él sólo para gloria de Dios, comoeste siervo suyo, no impide sus altas

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comunicaciones y regalos. Murió en Medina delCampo con gran opinión de santidad; habiendoNuestro Señor obrado por su medio muchasmaravillas, de las cuales y de su vida prodigiosa seimprimió poco después un libro muy devoto. Elsegundo hijo, que se llamó Luis, se fué en tiernaedad florida aún con la inocencia al Cielo,ganándoselo á los demás por la mano. El tercerofué nuestro Beato P. San Juan de la Cruz, rematede tan dichosa generación, que con sólo este hijofuera felicísima y fecundísima.

Fué toda esta familia bienaventurada: porqueel padre, Gonzalo de Yepes, aunque vivió pocosaños, acabó loablemente el curso de [12] su vidaamado de Dios y de los hombres. La madreenriqueció su pobreza con gran tesoro devirtudes, por las cuales fué muy amada de nuestraMadre Santa Teresa de Jesús: y así encargó á susHijas las Religiosas del Convento de Medina delCampo la amparasen en todo lo necesario. Yhabiéndolo hecho así mientras vivió, mostraronen su muerte cuánto la estimaban, enterrando sucuerpo entre las Religiosas y estimando el tenerlaen su casa como á preciosa joya.

Nació nuestro Beato P. San Juan de la Cruzaño 1542, gobernando la Iglesia Paulo III yreinando en España el Emperador Carlos V.Pusiéronle en el Bautismo, con feliz presagio, elnombre de Juan: ora por haber nacido en el díadel Bautista ó Evangelista, ora por alguna otra

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devoción á honor de alguno de los dos Santos.Parece fué ordenación Divina se ignorase en cuálde los dos días nació nuestro Juan, ó á honor decuál de estos dos Santos le llamaron así, para quelo podamos referir á entrambos, pues áentrambos pareció en el nombre y en la graciasignificada por él; siendo como el Bautista,Príncipe y dechado de Monjes, y como elEvangelista, místico y elevado escritor. Desde sudichoso nacimiento, la Virgen Sacratísima pusoen él sus piadosos ojos, eligiéndole para singular yquerido hijo suyo, de que darán testimonio losrepetidos favores que esta Señora le hizo en eldiscurso de su vida, como en la historia de ella severá.

Muerto su padre5, quedaron él y los demáshermanos suyos muy niños, la madre pobre ysola, desamparados todos; mas por eso mismomuy á cargo del amparo de Dios, por cuya cuentacorren los más olvidados del mundo. Padecía lahonesta viuda mucha necesidad, sin que bastase áremediarla el trabajo de sus manos, nuncaociosas, por ser el lugar corto y desacomodadopara quien había de valerse y comer de solo ellas.Por esta causa pasó á Medina del Campo, villamuy crecida entonces y abundante con lafrecuencia y riqueza de sus tratos y cambios. [13]

5 Yace enterrado juntamente con su hijo menor en la iglesia parroquial dela villa de Fontiveros.

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Criábalos no con menor vigilancia quepobreza, atenta á que fuesen buenos, ya que noles podía dar el ser ricos, deseando que por mediode una buena educación aspirasen á la verdaderariqueza de la virtud, fácil de alcanzar á cualquierpobre, el más mendigo. Enseñóles con cuidadolos principios y fundamentos de nuestra sante Fe,á invocar el nombre dulcísimo de Jesús, á traersiempre en la boca el de María, á orar con lasvoces y afectos de la Iglesia, á reverenciar losagrado, á temer á Dios, á estimar lo bueno, huirde lo malo y aficionarse á todo linaje de virtud,trabajando la buena madre mucho con sus hijos,porque en estas primeras noticias, que pintan latabla rasa del entendimiento, no se mezclaseimpresión de objeto menos conveniente al restode la edad, sabiendo muy bien que la vasija nuevaconserva por largo tiempo la fragancia del licorcon que al principio la ocuparon.

Con la buena educación de la madredescubrió luego el niño Juan, entre los demáshermanos, una particular y como nativainclinación al bien, á la piedad, á la devoción y átodo ejercicio y afecto virtuoso. Era de suyo tanmanso, humilde y compuesto, que desmentía susosiego á su edad, su edad á su modestia,señalando ya en las flores de aquellos tiernos añosel fruto que después había de dar tan sazonado áDios. Íbale su Majestad desde entonces formandomuy á su gusto, y pintando en su alma y cuerpo

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una hermosísima imagen de alta perfección, lacual comenzaba desde ahora á delinear coninclinaciones y muestras virtuosas. También laVirgen Sacratísima comenzó desde este tiempo áfavorecerle y á cuidar de él con regaladísimasmuestras de amor, de las cuales fué una lasiguiente: Jugaba un día el niño Juan (dando altiempo lo que pide el tiempo), con otros de suedad, junto á un estanque ó balsa profunda ycenagosa, y era el juego tirar á lo hondo unasvarillas y volverlas á coger cuando salían fuera;queriendo, pues, el niño Juan coger la suya, yalargando para ésto el cuerpo más de lo queconvenía, vencido de su mismo peso, dió consigoen la balsa. Hundióse al punto, pero luego volvióá salir sobre el agua, como si fuera la varilla quesolía tirar, y sostenido sin hundirse, estaba sinlesión ni turbación alguna. [14] Mostrósele allípresente quien le hacía aquel beneficio y librabade peligro tan grande, que era la Virgen Princesade los Cielos, la cual, añadiendo á este favornuevo regalo, y extendiendo la mano, pedía alniño la suya como para sacarle fuera. Mas él,viéndola tan hermosa y limpia (que hasta losniños reconocen su hermosura y limpieza),rehusaba dársela por no ensuciarla con el cienoque se le había pegado en la hondura. Entretúvoley entretúvose un rato de esta suerte aquellaSoberana Reina con el niño, repitiendo ella elmismo favor y él también la misma cortesía, hasta

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que llegó á la balsa ó estanque, dicen que unlabrador, por ventura sería Ángel, si ya no elglorioso San José (como lo mostraba la insigniade una vara que traía en la mano), el cual,alargándola, se la puso al niño en las suyas, yasido de ella, le sacó á la orilla libre y sano, y sefué. Bien verosímil parece que, estando la VirgenSacratísima ocupada en sacar al niño del peligro,ayudase á esta obra no otra menos digna personaque su bendito Esposo. Quedó, habiendo salido,el niño muy alegre, sin turbación alguna ni otranovedad más que el alborozo que le habíacausado la vista de aquella Señora tan celestial yhermosa; y desde entonces quedó en su alma tanimpresa y fija la devoción á la gloriosa Virgen,que jamás la pudo olvidar, ni el regalo y beneficioque en esta ocasión le había hecho; y así seenternecía mucho con la memoria de este caso,siempre que se acordaba de él, y particularmentecuando pasaba por el puesto donde le habíasucedido. Parece vemos aquí al gran niño Moysésen su canastilla de juncos sobre el agua (aunque elnuestro amparado de más noble Princesa),reservada su vida para caudillo de un pueblo delSeñor, á quien salido del Egipto de este siglo,había de guiar á la prometida tierra del Cielo porlas asperezas y desierto de una retirada ypenitente descalcez. [15]

II. Acomete el demonio al bendito niño Juan.–Religiosa firmeza con que este le vence.–Su devoción en ayudar á Misa.–Su entrada en el

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hospital de Medina del Campo en 1554.–Nuevo favor de la Santísima Virgen.

No le parecieron bien al demonio estos felicesprincipios de la vida de Juan, y ya en ellosadivinaba el daño que por medio de este siervo deDios le había de venir. Muy de lejos suelebarruntar en los que han de ser grandes Santos suaventajada perfección6, ora esto sea porque en lacomposición de los humores y calidades delcuerpo vea la buena disposición para la virtud,ora porque dándose á los elegidos, paraextraordinaria y superior santidad, Ángeles deguarda de excelencia y dignidad superior,conociendo él esta mayor excelencia de losespíritus soberanos, venga en sospecha de lo quehan de ser las almas de quienes son custodios, óya también porque en alguna otra providenciaextraordinaria que vea usa el Señor con ellosdesde que los cría en este mundo, conjeture serescogidos para grandes Santos. Al fin, decualquiera manera que ello sea, ó por naturalconjetura que lo alcance, ó por alguna particularordenación Divina que se lo manifieste, lo quevemos es, que luego desde los principios de lavida de un justo suele con mayor furia y rabiaperseguirlos el demonio. Viendo, pues, en nuestrobendito niño Juan complexión tan bien dispuestay acomodada para la virtud, tan singular favor yamparo de la Virgen, y una providencia tan6 D. Thom. 1. p., q. 113., art. 3. ad 1.

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especial de Dios para guardar su vida, como laque habernos ahora referido, y por venturajuntamente con esto algún muy superior Ángel deGuarda que le asistía siempre, y que todo estabapronosticando una muy extraordinaria santidad,con que le había de hacer guerra y ser su capitalenemigo, quiso atajar, si pudiera, en los principiosel daño y deshonra que temía, procurando quitarla vida á este niño ó [16] amedretarle de maneraque con el asombro y horror de sus espantos ledejase inútil y sin brío para ejercicios de virtud.Refería el venerable Francisco de Yepes, hermanode nuestro Juan, que siendo ambos muy niños yviniendo juntos, en compañía de su madre, deotro lugar á Medina del Campo, antes de entraren la villa, pasando por cerca de una laguna (quepor ventura era en la que sucedió lo queacabamos de contar), salió de ella un grande yfiero monstruo, á manera de ballena, que con laboca abierta acometió al niño Juan para tragarle;pero él sin miedo ni turbación hizo la señal de lacruz para defenderse y luego aquella fiera visióndesapareció. ¿Quién enseñó á este niño á notemer tan horrenda figura y á burlar del demonioy arredrarle sólo con la cruz, sino la protección yamparo Divino que ya entonces le rodeaba yhacía superior á todo el infierno? Representóseaquí lo que después había de suceder en eldiscurso de su vida, que era procurar en toda ellael demonio tragarle, por medio de los trabajos y

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persecuciones con que lo afligió tantas veces, y eltriunfo glorioso que el bendito Padre había dealcanzar de él por medio de la mortificación ycruz, tomándola por nombre y plantándola en laReforma del Carmelo.

Iba creciendo el niño Juan, más que en laedad, en la virtud, y para encaminarlo su madre alejercicio de ella en una honesta vida, procurabainclinarlo á que aprendiese algún oficio de losordinarios en el pueblo, con que después pudieseá sí y á ella sustentar. Pero aunque le probaban enalgunos y él procuraba aplicarse á ellos, deseandoaprenderlos por obedecer y sustentar á su madre,con ninguno salía ni aun mostraba maña nihabilidad7. Teníale Dios guardado para empleomás alto, y así movió á la madre para que loencaminase por las letras. Deseábalo ella, masviéndose atajada con la pobreza, no halló otromedio sino acomodarlo en un colegio de niñosque había en aquella villa, donde hijos de gentepobre y [17] desamparados se criaban en virtud yeran bien encaminados é instruidos en lasprimeras letras. Aquí estuvo Juan por algúntiempo acudiendo al estudio y á los demásejercicios de aquel seminario, y especialmente álos de oración y devoción, en que fué ejemplo y

7 Francisco de Yepes dice, que los oficios en que se ensayó su Santohermano fueron el de sastre, carpintero, entallador y pintor. (Ms. Pp 79,pág. 614). El haber recibido nociones de estos oficios y artes, explica quizáel por qué el Santo se sirve de las últimas para hacer diversascomparaciones en sus escritos.

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dechado á los demás niños. Empleábase conparticular gusto y afecto en ayudar á Misa casitoda la mañana en el Convento de la Magdalenade Monjas Agustinas, lo cual hacia con tal aseo ycompostura, que parece granjeaba en los que oíanlas Misas nueva devoción y reverencia alsacrificio, y aficionaba á frecuentarle y á bendecirá Dios; bien al revés de los inquietos hijos deHelí8, de quien se escribe y condena lo contrario.Por esto se llevaba el muchacho los ojos ycorazones de todos, no sin particular admiraciónde los que atendiendo á su modestia, á suspalabras, obras y acciones, advertían ya en él unanticipado seso y una madurez y prudencia másque de niño.

La virtud es tan dueña de los corazoneshumanos, que no há menester para granjearlosotro soborno más que á ella misma. Por sí esamado y estimado el virtuoso y lleva consigo larecomendación más poderosa para que le quieranbien. No tenía este niño Juan de Yepes otrosvaledores ni prendas con que aficionar á quien leveía, más que sola su virtud, la cual aun en losniños tiene fuerza para llevar tras sí lasvoluntades. Era pobrecito y desamparado; perosu modestia, composición, aseo y cordura eratanta, que le hacían amable por extremo. Entrelos que mucho se aficionaron á él fué un caballeroprincipal, llamado Alonso Álvarez de Toledo,8 1.Reg. 2. 17.

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persona piadosa y devota, á cuyo cargo estaba laadministración de un hospital general que hay enaquella villa, obra y fábrica que puede competircon las muy notables de ciudades insignes9.Pareció á este caballero que Juan, mancebo ya dehasta doce ó trece años (que en él eran más [18]que en otros veinte), podría servir allí á lospobres, y juntamente pasar adelante en susestudios, y después, con una capellanía que élpensaba darle, ordenarse de Misa: y tomando á sucargo el inmediato gobierno de aquella casa, serSuperintendente y Capellán de ella. Concertólocon su madre, que como pobre, cualquiercomodidad que á su hijo se ofreciese estimabapor grande, y el muchacho, obediente y deseosode ayudarla, trocó de buena gana el colegio por elhospital, tanto con más gusto, cuanto esperabatener aquí mayor aparejo para servir á Dioscuidando de sus pobres.

Recién entrado en este hospital le sucedió uncaso muy raro y maravilloso, en que mostró elSeñor cuánto cuidaba de su vida, y la Virgennuestra señora el amor grande con que loregalaba. Había en el patio de la casa un pozo sinbrocal, muy hondo y abundante de agua; y Juan, ó9 Acerca de este hospital dice el Padre Manuel de Santa María lo siguiente:«No es alguno de los dos que hoy existen, como se persuaden losmedinenses, sino otro de que aún duran vestigios entre el Convento deNuestra Señora de Gracia de PP. Agustinos y el Colegio de la Compañía,como tengo evidenciado de instrumentos y testimonios irrefragables.» (Enuna Disertación que va al frente del Ms. de las Obras del Santo, de Alba deTormes.)

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porque no estaba de ello advertido, ó porquealgún otro muchacho jugando le impeliese, óporque el demonio lo procurase para quitarle lavida (que es lo más verosímil), sin repararen elpeligro cayó dentro del pozo. Había gente que levio caer, y alterados con la repentina desgracia,sin atender luego al remedio de sacarle, faltos deconsejo, comenzaron á dar grandes y confusasvoces, á cuyo alarido se convocó la vecindad, yacudieron muchos á ver si podrían remediarle.Llegaron lastimados á la boca del pozo, mirandosi hallaban modo y esperanza de poderle sacar: ycuando casi desconfiados temieron que ya estaríaahogado y hundido debajo del agua, le vieronvivo y sentado sobre ella, y que desde allírespondía muy alegre y seguro á las voces que ledaban. Echáronle una soga, á la cual atándose yasiéndose él mismo, salió bueno y sano, sin lesiónni turbación alguna. Admirados de esta maravilla,le preguntaban que cómo no se había hundido yahogado; y él con grande alegría y sencillezrespondía que una Señora muy hermosa (quesiempre creyó ser la Virgen Sacratísima) le habíarecibido, cuando cayó, en su manto, y le sosteníasobre el agua hasta que le sacaron de ella10. [19]10 El Padre José de Jesús María pone este suceso de la caída en el pozo,cuando el Santo tenía cinco años de edad, y consiguientemente á esto, elreferido pozo dice que era, no del hospital, sino del Colegio de la doctrina.En cambio, señala época posterior á la caída del Santo Padre en elestanque. (Historia del Venerable Padre Fray Juan de la Cruz, págs. 19 y 21de la edición de Bruselas, 1628.) En este punto yo estoy al parecer de FrayJerónimo de San José, que es también el del Padre Francisco de Santa

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Con esto creció de nuevo la admiración en loscircunstantes. Y viendo la vida tan milagrosa yprodigiosa del muchacho, mirándose unos á otrosdecían de este niño Juan lo que se dijo del otroPrecursor de Cristo11: ¿Quién, si pensáis, será esteniño? Y con razón, porque sin duda andaba yacon él la mano del Señor piadoso y poderoso. [20]

III. Su caridad para con los enfermos.–Sus estudios.–Su frecuencia enla oración y fervor en los rigores de penitencia.–Propónese por modelo de sus obras á Cristo Nuestro Señor.–Su devoción á la Virgen.

En este hospital comenzó á dar mayoresmuestras de su virtud, con la ocasión que tenía deejercitarla en acudir á los enfermos, á quienesservia con el amor y puntualidad que si en cadauno de ellos viera doliente al mismo Dios. No sehurtaba en este ministerio á desvelo alguno, alsueño sí muchas veces; ni le dolía su cansancio ytrabajo, sino sólo el de sus pobres enfermos, á loscuales curaba y regalaba con diligencia y ternuraextraordinaria. Allí le comenzó nuestro Señor ádescubrir las ricas minas de la caridad, y él áenriquecerse con el tesoro de ella, en cuyoejercicio hallaba el aumento de las demásvirtudes. Aprendió allí á compadecerse del pobre

María. (Historia de la Reforma de los Descalzos, etc., tomo 2.°, pág. 3); elde Fray José de Santa Teresa (Resunta de la vida de San Juan de la Cruz,pág. 9), y, finalmente, el del Padre Andrés de la Encarnación, cuyaautoridad es muy grande, tanto por su erudición y buena crítica, como porhaber tenido en su poder y examinado los procesos para la beatificacióndel Santo. (Memorias historiales, tom. 1. Ms. 13.482 de la B. N.)11 Luc. I.-66.

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doliente caído en una cama, cuyo único alivio yconsuelo todo cuelga de quien cuida de él.'Abrazábase, para aliviarlos, con los flacos;alentaba á los descaecidos, tenía compañía á lossolos, alegraba y entretenía á los tristes, y acudíacon suma puntualidad y vigilancia á lasnecesidades de todos, sin dar lugar á que en suolvido ó descuido ejercitase alguno la paciencia,para que así la emplease toda en sufrir los doloresy pena de su enfermedad. Habiendo cumplidocon esta obligación, empleaba lo demás deltiempo en orar y estudiar, poniendo en uno y otrotanto cuidado, que ayudado de la Divina gracia yde su excelente ingenio, salió en poco tiempomuy aprovechado, así en la oración como en lasletras12. [21]

Estudió aquí la gramática y retórica, yaprendiólas aventajadamente. Oyó después elcurso de Artes, y con no menos ventaja loaprendió, penetrando lo más sutil y dificultoso dela filosofía y metafísica. Comenzó ya desde12 De la buena disposición y amor del Santo al estudio nos dice suhermano francisco lo siguiente «Le puso (su madre) (habla de los primerosestudios) en el Colegio de los niños de la doctrina para que allí leenseñasen á leer y á escrevir, lo cual en poco tiempo aprendió muy bien.»Y un poco más adelante: «Estando allí (en el hospital) le dió este caballero(Alonso Álvarez), cargo de que pidiese pa los pobres: el cual caballero ytodas las demás personas del ospital le querían mucho; y así le dieronlicencia pa que fuese á oír licciones de gramática en el Colegio de laCompañía de Jesús. Fué su preceptor el Padre Bonifacio que oy vive.Dióse tan buena maña á su estudio, ayudándolo en él Nuestro Señor, queaprovechó en poco tiempo, y contaban en el ospital, que andándole ábuscar de noche, no le podían hallar, y al cabo venían á averle entre lastenadas de los manojos estudiando.» (Relación citad., fol. 613.)

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entonces á sacar provecho de su estudio,valiéndose del conocimiento de estas cienciaspara el de Dios y de sí mismo, que es el fin máslegitimo y propio del saber. La parte de filosofíaque declara la naturaleza y propiedad del almaestudió con particular cuidado, procurandoentender bien sus oficios y efectos en el cuerpo:las potencias, órganos y sentidos por cuyoministerio obra: el modo que tiene de entender eneste destierro, con dependencia de las formas ósemejanzas sensibles, que la filosofía en lasEscuelas llama fantasmas: cómo pueden éstas,siendo materiales, producir otras más nobles y denaturaleza espiritual; cómo el entendimientoconcibe unas oscuras, y pare otras claras,formando en el acto de entender una viva imagendel objeto y cosa entendida. Estas y otrassemejantes sutilezas filosóficas procuraba Juanpenetrar, llevado más que del gusto, de la ayudaque hallaba en su conocimiento para entendermás fácilmente el trato de oración ycontemplación, á que él era muy aficionado, ycuyo magisterio pende tanto de esta inteligencia.De ella se aprovechó después mucho para ladoctrina de cosas místicas, como se manifiesta ensus admirables escritos, donde ajustado al rigor delas verdades filosóficas, declara con granpropiedad lo más interior del alma, y el delicadomodo que ella tiene de obrar en la oración.

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No con menos cuidado se entregaba elvirtuoso mancebo al estudio de la oración que alde las letras. Llevábale á éste la obediencia y gustonatural, á aquel mayor y más soberano impulso, yun particular afecto á su ejercicio. Era ya su almaprevenida del [22] Señor con bendiciones dedulcedumbre, con luces Divinas y sentimientoscelestiales, de los cuales era enriquecido siempreque se recogía á la oración, que es la puerta yfuente de todos estos bienes. A ella acudía comoá una celestial escuela, donde el MaestroSoberano le esclarecía el entendimiento yaficionaba la voluntad para seguir lo eterno,despreciar lo caduco, conocer la hermosura de lavirtud y fealdad del vicio. En ella era enseñadocómo había de negar su propio querer ymortificar sus apetitos, desasirse de todo sensibleafecto y asirse sólo á las aldabas de la Fe, en cuyailustre oscuridad hallaba unos resplandoressoberanos. Este era el fruto que Juan sacaba de laoración, y así acudía á ella con gusto y confrecuencia.

El fruto de aqueste aprovechamiento yaventajada perfección, que habernos dicho,manifestaron las obras, que todas fueron deverdadera mortificación y penitencia. Comenzóya desde este tiempo el valeroso mozo á castigarsu carne, aunque inocente, y afligirla con ayunos,vigilias y cilicios. No contento con el trabajo deentre día y los ratos de oración que procuraba

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entonces tener, llegada la noche, continuaba estesanto ejercicio desembarazado de los demás, yluchaba con la flaqueza y cansancio de su cuerpo,hasta rendirlo y dejarlo despierto y alentado paraperseveraren las vigilias. Pero cuando alguna vez,oprimido de la necesidad, se permitía á laviolencia y tiranía del sueño, recompensaba estealivio con la descomodidad de la cama, la cualeran unos manojos de sarmientos, donde más sequebrantaban los huesos, que tomaban descanso.Esta penitente costumbre se le conoció ya desdelos siete años, edad en que de ordinario amaneceel uso de la razón, con la cual desde entonces seentregó al Señor, y haciéndole sacrificio de sí, seholgaba de padecer por él. Ejercitaba desde ahoraprontamente la doctrina que muchos añosdespués nos enseñó en su primer libro de laSubida del Monte Carmelo, donde instruyendo al quequiere caminará la perfección, le dice: Loprimero, traiga un ordinario cuidado y afecto deimitar á Cristo en todas las cosas, conformándosecon su vida, la cual debe considerar para saberlaimitar, y haberse en todas las cosas como sehubiera él. Y así traia dentro de su almaestampada la Imagen de Cristo Señor [23]nuestro, y en aquel Divino y esclarecidísimoEspejo miraba y componía todas sus acciones. Deallí le nacía aquella tan rara y modestacomposición exterior, cuya raíz estaba en lointerior, donde todo estaba siempre ordenado y

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compuesto. En cada acción y obra que hacía, sepreguntaba luego á sí mismo: Si Cristo Señornuestro hiciera lo que yo ahora hago, y se hallaraen mi estado, y representara mi persona y oficio,¿cómo lo hiciera, cómo se hubiera y obrara enesta ocasión? ¿Cómo estudiara, si fuera como yoestudiante; cómo arguyera y disputara con suscondiscípulos? ¿Dudara, y preguntara á susmaestros? ¿Cómo estuviera en la Misa y oración?¿Cómo asistiera á á los enfermos? ¿Y finalmente,cómo hiciera lo que yo debo hacer en el estadoque me hallo? Sed vos, Señor (le decía), mimaestro, pues sois mi ejemplar y mi dechado, yenseñadme lo que debo hacer, para que sepaconformarme (cuanto lo sufre la flaquezahumana) en mis acciones con las vuestras. Deesta suerte se ofrecía el devoto mancebo á CristoSeñor nuestro, procurando ajustar y medir todassus obras con esta divina regla. No con menoraliento se consagró al obsequio de la SantísimaVirgen: y obligado de los singulares favores quehabía recibido de su piadosa mano, procuródesquitarlos con sus obras. Crecía por instantesen su devoción: rezaba su Rosario y Oficio menorde rodillas, y gastaba en su presencia largas horas.Tan temprano comienzan los amadores deJesucristo á saborearse en la imitación de sustrabajos, y á regalarse con las dulces memorias desu madre Sacratísima. [24]

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IV. Consuelos que recibía del Señor.–Muestras de la capacidad de Juan para ser dechado de perfección.–Tiene revelación de que había de ayudar á la Reforma del Carmelo. Toma el habito de Nuestra Señoradel Carmen en 1563.–Llamase Fray Juan de Santa María.

Al paso que Juan deseaba contentar al Señor,se le comunicaba Su Majestad, y llenaba deconsuelos y tesoros su alma, y cuantas mercedesDios le hacía, tantas él lograba, con que volvía ádisponerse para recibir otras de nuevo. Manceboera ya de veinte años (brioso ardor de la juventud)cuando, como si fuera de dos, era sencillo, ycomo si de cincuenta, cuerdo y reposado. Jamásse vió en él en todo el tercio de esta peligrosacuanto lozana edad, alguno de los achaquespropios de ella, no liviandad, no descomposición,no desmán alguno. Evitaba compañías livianas,excusaba entretenimientos no importantes,cercenaba salidas demasiadas, y así le sobrabatiempo para todo virtuoso ejercicio. ¿Qué juegosle divirtieron jamás de sus estudios? ¿Qué burlas;de sus veras? ¿Qué entretenimiento juvenil de sumadura ocupación? No le llevaban los ojosespectáculos profanos, no la voluntad bienescaducos, ni del mundo admitía más que sudesprecio. La escuela, la iglesia, el hospital eran sualternada habitación: amigo siempre derecogimiento, y enemigo de la ociosidad. Corduraen sus palabras, modestia en el aspecto, suavidaden su trato, le hacían dulcemente amable yvenerable. Basta decir que se verificaba en él

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aquel digno elogio de Tobías13, que siendo mozoen la edad, no se le notaba mocedad alguna, y leconvenía el nombre que los monjes antiguosdieron al gran Macario Egipcio en su juventud14

llamándole en lengua Griega Paidariogeron, que enla nuestra quiere decir: Mozo viejo. [25]

Tal era Juan, y tales no ya indicios, sinopatentes muestras daba de su capacidad y talentocon que le había prevenido y adornado nuestroSeñor para empresas muy grandes. Suelen lasalmas de generoso y grande espíritu, monstrarmuy de antemano en una como viciosa lozanía, lavirtud y talento de que son capaces, y el fruto quebien cultivadas han de dar después15. La de Juandesde el principio dió muestras no viciosas, sinosazonadas ya, de la capacidad que tenía para serMaestro y dechado de una sublime perfección,para instituirla ó restituirla, si fuese menester, enalguna Congregación religiosa: y así el Señor, quepara esto lo tenía escogido, quiso dárselo áentender con una muy regalada y maravillosamerced que le hizo en esta edad. Estaba un día eldevoto mancebo orando con el fervor y devociónque solía, y rogaba con ansias al Señor que fueseservido de encaminarle al estado de vida que másle hubiese de agradar, resignando en el gusto ybeneplácito Divino toda su voluntad, y poniendo

13 Tob. I. 4.14 Sozomon. Hist. Ecc. L. 3. c. 1.15 D. Augustinus contra Faust. L. 22. c. 70.

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en las segurísimas manos de Dios, como dice elSalmista16, sus tiempos y sus suertes.

Oyó el Señor su oración, y aceptando elsacrificio que le hacía, consoló á su siervo,respondiendo á sus deseos con este oráculoDivino: Servirme has (le dijo) en una Religión cuyaperfección antigua ayudarás á levantar. Quedósuspenso el piadoso mancebo con esta noticia tanextraña para él, cuanto misteriosa y oscura. No sele dijo más, ni se le dió por entonces mayorinteligencia de aquella profética revelación, queno todas veces se declara cuanto se da al alma.Algo de ella entendió, que era el haber de serReligioso: parte se le quedó por entender, que erala perfección que había de ayudar á restituir.Abrazó lo primero, como obediente; lo segundo,como verdadero humilde lo rehusó: porque nocreía de sí, ni se juzgaba tal, que le quisiese Diospara restaurador ó autor de perfecciones en suIglesia, presunción que fácilmente ha engañado áno cautos espíritus. Pero vino á su tiempo de unoy otro la luz, y acreditó la verdad de esta [26]revelación el cumplimiento de ella, como élmismo, descubriendo después lo que le habíapasado entonces, lo confesó á la Venerable MadreAna de Jesús, Religiosa Descalza de su Orden, yen virtud y perfección muy insigne.

No pasaron muchos días después que elbienaventurado Juan tuvo la revelación y aviso del16 Psalm. 30. 16.

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Señor, que habernos referido, cuando sintió en sualma los efectos de ella. Habíale dejado aquellaluz impreso en el corazón un entrañable afecto ála vida religiosa, el cual iba creciendo cada día, ysin diligencia ni cuidado suyo hallaba que se ibacriando en su pecho un santo propósito de dejarel mundo y entrarse en Religión, aunque no sabíadeterminarse en cuál, y para ésto acudía al Señorcon oración continua. No le dilató su Majestadmucho tiempo este consuelo, porque dentro debreves días le puso la luz en los ojos y la ocasiónen las manos. Era recién fundado en aquella villael Convento de Santa Ana de Carmelitas, de laObservancia, y un día llegando Juan á él, y viendoel hábito de nuestra Señora del Carmen, vió almismo punto en su alma aquella proféticailustración con que Dios le había movido paraque fuese Religioso. Parecióle era ésta la Religióná que Su Majestad le llamaba, y la que habíasignificado en la revelación dicha, acabando deasegurarse en este pensamiento con lasatisfacción, consuelo y gozo que interiormentesentía, y un ajustamiento y lleno de sus deseoscon aquel estado, que parecía haber hallado en élsu centro y su mayor felicidad: que es uno de losindicios más ciertos del verdadero llamamiento áuna Religión. Aumentósele este piadoso afectopara con la de Nuestra Señora del Carmen,considerando que esta Sagrada Orden tenía porMadre, Patrona y Protectora á la misma Celestial

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Reina que él desde sus tiernos años había tambiénescogido por tal, y de cuyas manos había recibidosingularísimos favores. Solicitado, pues, de estasansias (que cuando son tan vivas no dejan reposaral que Dios llama), se determinó de tomar elHábito, y entregarse luego á Su Divina Majestaden holocausto religioso.

Trató su propósito, no con los parientes delmismo siglo, que suelen ser estropiezo á los quecaminan á la casa de Dios, sino con los [27]Religiosos mismos, los cuales gozosos de que talsujeto, cuya virtud era ya muy conocida, se lesentrase por las puertas, se las abrieron de parenpar, admitiéndole con suma alegría y conformidadde todo el Convento al sagrado Hábito deNuestra Señora del Carmen. Tomóle año de1563, á los veintiuno de su edad, tan gozoso deesta buena suerte, que pareciéndole haber caídosobre él la de Matías17, añadió sobre el nombre deJuan el de este Santo Apóstol, dejando el deYepes, aunque noble y propio de su alcuña: yllamándose de allí adelante Fray Juan de SantoMatía, apellido que después, mejorada otra vez lasuerte, le mejoró también, y trocó por el de laCruz, como veremos adelante.

V. Ejercicios y fervores del Noviciado del P. Padre.–Celo y prudenciasanta que manifestó siendo Novicio.–Profesa en el Convento de Medina, en 1564.–Entre los ejercicios de la Observancia guarda con rigor la regla primitiva.

17 Act. 1. 26.

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Comenzó en esta nueva vida el nuevosoldado de Cristo á seguir su bandera, y á ejercitarlas armas de la milicia religiosa con tanto brío,espíritu y fervor, que admiraba y aun confundíasu ejemplo á los que más se aventajaban enReligión y virtud. Acudía á los actos y ejerciciosde la Comunidad, y se empleaba en ellos con elsosiego y destreza que los muy antiguos, con elfervor y puntualidad que los más nuevos: y encualquiera ocupación que se le encomendaba,procedía tan religiosa y cuerdamente, que sólo enla mayor composición y encogimiento parecíaNovicio. Apetecía siempre los oficios máshumildes, procuraba las ocupaciones mástrabajosas, holgábase con las obediencias másapretadas: y porque á todos tenia por Superiores yMaestros, á todos obedecía y se rendía fácilmente,pero con mayor puntualidad y perfección al quele era señalado por Maestro para que le instruyesey enseñase, porque á éste y al Prelado mirabacomo al mismo Dios.

En todo ejercicio de virtud resplandeciónuestro Novicio Fray Juan, sin que hubiesealguna tan rara ó dificultosa de que no diese yapatentes muestras. No es propia de los quecomienzan el estado religioso la prudencia, virtudá quien engendran las canas: ni tampoco el celode Religión, nacido del arraigado amor á suinstituto, lo cual todo falta á un Novicio; pero á lagracia Divina, ¿quién le puso leyes? Ella hace que

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comiencen los grandes Santos por donde acabanotros cuando vienen á serlo. Vió nuestro FrayJuan á un Religioso de su Monasterio descuidarsedelante de seglares en una falta, que aunque noera muy grave, desdecía de su hábito, siendo sóloel Novicio testigo de ella. Parecióle, y con razón,á Fray Juan, que aquello cedía en desdoro delestado y que corría peligro el [29] honor de laReligión si falta semejante se repetía y quedabasin enmienda. Ilustrado interiormente la advirtió ásolas al Religioso, posponiendo el encogimiento,ley propia del Novicio, á la fraternal corrección,ley de Dios enseñada y mandada en su Evangelio.No sabemos el modo cómo le corrigió; sólosabemos que el corregido quedó gustoso yenmendado: con lo cual ganó Fray Juan á suhermano, y una nueva estimación para con él.Tanto vale un discreto celo aun en la boca de unNovicio. Descubrió en esta acción el caudal paraque Dios le había escogido de Caudillo, Príncipe yCapitán de sus hermanos. Que si Moysen cuandomató al Egipcio18; Pedro cuando desenvainó laespada contra Maleo19; Saulo cuando persiguió álos Cristianos20, dieron muestras con aquel celoanticipado, del que tendrían para ser Cabezas,Maestros y Caudillos; ¿por qué no diremos lomismo de este tan celoso y discreto mozo?

18 Exod. 2. 12.19 Matt. 26. 5.20 Actor. 9. 2.

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Pasado el año de la aprobación, profesó en lamisma casa de la Señora Santa Ana de Medina,año de 1564, en manos del muy R. P. ProvincialFray Ángel de Salazar, asistiendo su antiguopatrón Alonso Álvarez de Toledo. Consérvasehasta hoy el testimonio de su profesión, firmadode mano del Beato Padre en el libro de lasprofesiones de aquel Convento: y el mismo libroencuadernado por esta causa curiosa y ricamente,y reservado en un archivo hecho para este fin congran decencia y veneración, por la que se debe átan preciosa joya. Asimismo se venera en aquelMonasterio la celda en que moró el siervo deDios, convertida en Oratorio y Capilla de laIglesia. Con gran razón estima aquel Conventoestas dos memorias, preciándose haber tenido porHijo al que vino áser Padre de toda la Familia deDescalzos Carmelitas. Pagóle el siervo de Dios elbeneficio que allí había recibido, con dejar aquellacasa como santificada con su habitación y con suejemplo: pues desde entonces se ha conservadosiempre en ella una reformación muy ejemplar.[30]

Viéndose ya hijo de la Religión, y de la VirgenSantísima, Patrona y Madre de ella, no se hartabade darle á Dios las debidas gracias por estebeneficio tan grande, el cual saben estimar comoes razón los que con verdadera luz del Cieloconocen cuán bienaventurado es aquel á quienDios escoge para que more en su casa, y cuánta

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mayor felicidad es alcanzar á ser en ella el másabatido, pobre y humilde, que reinar en lospalacios de los pecadores21. Estando, pues,nuestro Juan con este gozo, y deseando cada díamejorarse y agradar más á Dios, lo primero enque puso los ojos fué en la Regla de su Orden,para saberla y guardarla con la mayor puntualidady perfección que le fuese posible. Halló que suReligión, aunque profesaba la Regla dada por SanAlberto, Patriarca de Jerusalén, pero no ya enaquella primera forma que la dió á los antiguosCarmelitas, ni en la que poco después tuvo por ladeclaración del Papa Inocencio IV que la templóalgo, aunque dejándola en el rigor y forma de laRegla primitiva, sino según la que moderó ymitigó el Papa Eugenio IV, dispensando enalgunos de sus principales rigores y observancias,y alterando muchas cosas de ella. Advertido, pues,de esto, y encontrando un día con el texto de laRegla primitiva, inspiróle el Cielo un generosodeseo de observarla en todo su rigor, cuanto lefuese posible, y se le diese licencia. Consultólocon sus Prelados (sin cuya bendición cualquierextraordinario fervor es peligro), los cuales,viendo los devotos y esforzados alientos de aquelmozo, no quisieron extinguir el espíritu del Señor,que parece infundía en él tan altos pensamientos:y asi le dieron licencia para que, ajustado á la

21 Psal. 38. 11.

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exterior vivienda de la Comunidad, siguiese yejercitase en lo demás las observancias primitivas.

Con esta licencia comenzó el Beato PadreFray Juan á entablar y disponer su vida en talforma, que siendo en el hábito y ejerciciosregulares de Comunidad igual y semejante átodos, era en la perfección y rigor de ellossingularísimo y parecido á ninguno. Acudía, comolos demás, al Coro, al Refectorio y á los otrosactos comunes, [31] pero en ellos se había con taldestreza y edificación, que, cumpliendo él con laobservancia de la Regla primitiva, parecía nohacer cosa extraordinaria más que los otrosReligiosos, disimulando cuanto le era posible lasingularidad de su modesta vida. Con estadisimulación se abstenía siempre de comer carne,y ayunaba desde la Fiesta de la Exaltación de laCruz, que es á 14 de Septiembre, hasta la Pascuade Resurrección, como manda la Regla: y en estasdos observancias era muy extraña la mortificaciónque padecía, para la cual hubo bien menester sugrande ánimo y el ayuda con que Dios favorecíasus deseos: porque como todos los demásReligiosos del Convento no guardaban tantosayunos y abstinencia, por tener dispensada laRegla en esta parte, no se daba vianda á supropósito, ni él tenia con qué la prevenir, y habíade comer con todos de comunidad, sin esperar áremediarse en la celda, que siempre la teníapobrísima y desnuda de todo regalo y provisión.

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Comía pan y algunas yerbas, ó cosa semejante,que acaso se guisaba para los demás: y de estamanera pasaba su vida con mucha másabstinencia y rigor que le pedía la Regla.Guardaba también el silencio que ella manda,desde dichas Completas de la noche antecedentehasta dicha Prima del siguiente día: y en estetiempo se procuraba recoger luego á la celda, paraevitar las ocasiones de hablar, si no era obligadocon forzosas ocupaciones y mandatos deobediencia que le detuviesen fuera de ella.

Trabajaba de manos el rato que le sobraba, yse entretenía en labrar Cruces de madera,disciplinas, cilicios y otras tales cosas, con queevitaba la ociosidad, divertía y recreaba el ánimo,y edificaba y aprovechaba á su espíritu. Pero ádonde principalmente puso la mira y el cuidado,fué en aquel capitulo de la Regla (sustancia denuestro Instituto Carmelita) en que se manda orardía y noche recogidos en la celda, ó cerca de ella.Este ejercicio santo abrazó en su alma, y lo asentóen lo íntimo de su corazón, donde echó desdeentonces tan hondas raíces, que vino á producirsoberanos frutos de altísima contemplación yaprovechamiento espiritual. Ni se olvidó de lapobreza santa que encomienda la Regla, noadmitiendo en celda, cama ó [32] vestido, cosaque no fuese precisamente necesaria para el usode la vida humana y obligación del estado: y asíprocuró la celda estrecha, desacomodada y pobre,

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y el hábito corto, viejo y remendado, y todo loque tenía á uso era de esta manera sumamenteedificativo y que estaba oliendo á pobreza yhumildad. [33]

VI. Estudia la Teología en Salamanca, en 1564.–Asperezas con que atormentaba su cuerpo.–Rehúsa la dignidad sacerdotal, y por obediencia la admite, en 1567.–Es confirmado en gracia en la primera Misa.

Viendo los Prelados de la Orden elaventajado ingenio del Siervo de Dios Fray Juan,acompañado con tan señalada virtud, el mismoaño en que había profesado, le enviaron á oír elcurso de Teología en Salamanca, en el insigneColegio que en aquella ciudad tienen nuestrosPadres Observantes con la advocación (en aqueltiempo) del glorioso Apóstol San Andrés, aunquehoy se halla con el título de Santa Teresa nuestraMadre. La vida que siguió en Salamanca no esmenos admirable que la que había comenzado enMedina: no se contentaba con las obligaciones dela Regla primitiva, ayuno, abstinencias, silencio yoración, todo casi perpetuo; sino que á esta cargaañadía sobrecarga, y tal que solo ella (cuanto másjunta con la dicha) parecía del todo intolerable.Moraba en una celdilla estrecha y obscura, aunqueá él no se lo parecía. Tenía este retrete unaventanilla que caía á la Iglesia,, hacia el SantísimoSacramento, que eran para los ojos de su viva Felas mejores y más apacibles vistas del mundo.Había en el techo un agujero por donde apenas le

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entraba un escaso rayo de luz para estudiar y leer.La cama en que dormía era una artesa vieja, ó(según otros) un cuezo á manera de cuna, dondela inocencia y pureza infantil del bendito FrayJuan se reclinaba un rato. Tenia en la cabeceraclavado un maderillo que hacía oficio dealmohada, y allí sin colchón, ni abrigo, ni otraropa más de la que tenía á cuestas, se tendíavestido: y considerándose como recién nacido ydifunto en aquella cuna y ataúd, velaba más quedormía en las miserias de la vida y en la memoriade la muerte. Esta celda tan pobre y edificativa enque moró el siervo de Dios, se ha tenido siempreen gran veneración, y hoy viene á ser una de lasCapillas ó Altares colaterales en la Iglesia de aquelMonasterio. [34]

Los cilicios con que maceraba y mortificabasu cuerpo, eran exquisitos y asperísimos. Traía deordinario ceñida á raíz de las carnes una cadenade hierro de púas muy agudas, y sobre ellas sevestía un jubón y calzoncillos justos de espartomenudamente anudados. Las disciplinas quetomaba en este tiempo eran tan ordinarias en lafrecuencia, cuanto extraordinarias en el rigor,como lo mostraba la mucha sangre quederramaba en ellas, de que también dabantestimonio los ramales mismos con que se hería:los cuales muchas veces vieron teñidos en sangresus compañeros y Prelados. A todos los que erantestigos de este gran rigor y aspereza de vida les

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ponía admiración y espanto, y les era de granedificación y provecho; pero á él no le daba todaella tanta pena, cuanto el entender que se sabíansus mortificaciones y penitencias, sin poderlasencubrir del todo á los ojos de sus mismoscompañeros. No era menos admirable su oraciónque su penitencia, que ambas alas de la vidaespiritual batía igualmente volando á la cumbre deuna muy subida perfección. Era la oración suvida, su manjar y sustento: ella era su estudio y suvigilia. Cumplía con rigor de verdad aquellaprincipal obligación de la Regla, de orar día ynoche meditando en la Ley del Señor, en cuantoes dado á la flaqueza humana.

Parece que se ha dicho algo de la perfeccióncon que procedía nuestro Juan en el Colegio deSalamanca con su oración y penitencia: peroréstanos ver el modo que tuvo en juntar la vidacolegial y religiosa, en que sin duda resplandeciómás su caudal y virtud, y el grandeaprovechamiento de su alma. Dispensaba eltiempo conforme las ocupaciones lo pedían,dando el suyo al estudio, el suyo á la oración, yjuntando ambos ejercicios con tan bien ordenadacorrespondencia y alternado fruto, que siestudiaba para orar, merecía orando luz para elestudio. No consentía usurpase algo laespeculación al afecto, ni el afecto su debidotiempo á la especulación: temple que debeobservar el Religioso contemplativo y estudiante,

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si quiere salir en uno y en otro aprovechado; puesni sin oración obligará á Dios que le dé luz para elestudio, ni sin la del estudio sabrá tambiéndisponerse para obligar á Dios, y entender ydeclarar á otros las [35] delicadas comunicacionesde su trato. Y porque la virtud siempre es la parteprincipal y á que primeramente se debe atender,especialmente en los colegios religiosos, no leparecía hacer agravio á las letras, si empleado enellas el cuidado y tiempo necesario, se daba yentregaba más á los ejercicios de oración y detodo linaje de virtud.

Con esta advertencia, pues, acudía nuestrodevoto colegial á los ejercicios de las letras. Iba yvenia de las escuelas los ojos clavados en la tierra,y el corazón en el Cielo, edificando á todos consu exterior compostura. Asistía á las conclusiones,defendíalas y argüía en ellas, no con fuerza devoces, sino de razones: no contendiendo, sinodisputando en seguimiento siempre de la verdad,no de su apasionado parecer, ó por salir (comodicen) con la suya: y así cuando la veía en la razóncontraria, dejando luego las armas y cruzadas lasmanos se rendía á ella, reputando por victoriapropia el triunfo de la verdad, á donde quiera quevenciese. De aquí le nacía la quietud y paz conque argüía, y con que después quedaba siempresereno. Así se había en el estudio nuestroreligioso colegial: mas en la observancia y ruedacomún de los actos regulares con más atento

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cuidado, como habernos referido. Salido de losejercicios escolásticos, se reducía luego á laquietud de su retiro, sin dejar empeñado elentendimiento en la disputa, ni pintada lamemoria de diversas imágenes, cuyo desordenadobullicio después le perturbasen la oración. Detodo ésto se venía á hacer un cúmulo de obrasejemplarísimas notablemente raras, y que apenassuelen hallarse en un sujeto juntas. Por lo cual erade todos amado y venerado, y especialmente ensu Religión y colegio, donde los mozos lemiraban con respeto, los ancianos con estima, losPrelados con amor: y todos generalmente conveneración tan grande, que se recelaban de haceró decir cosa menos decente en su presencia. Y asírefieren los Religiosos de aquel tiempo, quecuando algunos de ellos estaban recreándose conalgún desahogo en divertimientos, aunque lícitos,en viendo venir á Fray Juan se mesuraban ycomponían aun los más ancianos, hasta que élpasase; y si acaso los cogía de improviso, aunqueno les dijese palabra, se [36] hallaban comoavergonzados y reprendidos de la celestialmodestia de este mozo.

En esta vida y ejercicios corrió el Siervo deDios hasta el año de 1567, habiendo cumplido lostres del curso de Teología, y los veinticinco de suedad, siendo tiempo ya que se ordenase de Misa22.

22 El Padre José de Jesús María, retrasa la ordenación de presbítero delSanto hasta después de fundado Duruelo. (Hist. del V. P. Fr. Joan de la

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Rehusábalo mucho el Beato Padre reconociendosu insuficiencia para tan alto ministerio.Consideraba la grande reverencia con quemuchos de los Santos se abstuvieron de tratarcosa tan alta. Un Jerónimo, y un Francisco: eluno, que ordenado no osaba ejercitar elSacerdocio; el otro, que nunca osó, ni le quisorecibir: no valiéndole su humilde resistencia, sehubo de rendir á la ordenación de sus Prelados.Habiéndose ordenado le trajo la obediencia alConvento de la Señora Santa Ana de Medina delCampo (cuyo hijo era) para que allí cantase laprimera Misa, y diese con ésto consuelo á sumadre y conocidos. Para este acto se aparejó eldevoto misacantano con largas vigilias de oración,con fervientes deseos, con profunda humildad,con Fe muy viva y un encendido amor de Dios.Deseaba el bendito Padre desde que le amanecióla luz de la razón tener su alma enlazada y tanunida estrechamente con Dios, que en su cuerpomortal jamás reinase el pecado, ni manchase laprimera estola que en el Bautismo vistió, y él porsingular favor siempre había conservado. A esteblanco dirigía sus ansias, á este fin sus peticiones,y teniendo de su mano al Señor, cuando en el

Cruz, página 76 y 87 de la edic. de Bruselas, 1628. En cambio, haceSacerdote á Fr. José de Cristo, que no era más que Diácono. Esto mismose publicó en el compendio que va al frente de las dos primeras edicionesde las Obras del Extático Padre. Todos los historiadores que se hanocupado de la vida de San Juan de la Cruz, son contrarios, por lo común, ála opinión del Padre José, especialmente Fr. Alonso de la Madre de Dios,quien de intento trata de ella, y la refuta. (Vid. Ms. Pp. 79 de la B. N.)

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Altar lo tenía en sus venerables manos, de suerteafervorizó la súplica, que mereció oír porrespuesta, envuelta en una luz muy sutil en elcentro de su alma: Yo ie concedo lo que me pides.Quedó el santo Sacerdote bañado en gozo, llenode humildad y de reconocimiento á tan grandebeneficio: porque juntamente [37] sintió en sualma una espiritual renovación, y haberle el Señorconcedido una pureza tan feliz, que lo restituyó ála inocencia de un niño de dos años, y confirmóen gracia al modo que á los Sagrados Apóstoles,para que jamás le llegase á ofender con culpagrave23. Todo lo cual demás de los Confesoressuyos, que lo deponen, en premio del silencio conque siempre ocultó éste y semejantes favores se loreveló Su Majestad á las Venerables Madres AnaMaría de Jesús y Beatriz de San Miguel, las cualescon toda esta claridad lo deponen con juramentoen sus dichos. De esta noticia no careció nuestraMadre Santa Teresa de Jesús, cuandoordinariamente repetía: Que el Padre Fray Juan de laCruz era una de las almas más puras y santas que Diostenía en su Iglesia, y que le había infundido grandestesoros de luz, pureza y sabiduría del Cielo, y que en suopinión había sido Santo toda su vida. [38]

23 Gracias al celo del Padre Miguel de la Sagrada Familia, C. D., y á lapiedad de los Sres. Vizcondes de Castro Serna, se ha restaurado la Capilladonde tuvo lugar tan feliz suceso. Abrióse de nuevo al culto público el 23de Abril de 1909.

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VII. Motivo que tuvo el B. Padre para pasar la Cartuja.–El Santo Padre se ofrece dar principio la reforma.–Dispone la casa en Duruelo para la Reforma.

Efecto es de los dones que nuestro Señorcomunica, el deseo de guardarlo. No se da el de laconfirmación en gracia, para que fiada el alma enél se aventure á los peligros; antes se inclina ábuscar los medios más seguros para conservarseen ella. Parecióle á nuestro Beato Padre, que parano ofender jamás á Dios mortalmente eramenester mucha abstracción y apartamiento delsiglo, y habiendo de huir de él, ningún retirojuzgó más á propósito que el de la Cartuja,Religión santísima y perfectísima, apartada deltrato de los hombres, y empleada en el trato ycomunicación con Dios, tan lejos del siglo quesus profesores parecen (y en la conversación ytrato lo son ya) ciudadanos del Cielo. Por dondese ve la estima grande que Dios puso en elcorazón de nuestro Beato Padre de aquellaestrecha y santa vida. Y cierto que si pudieraañadirse á esta ilustrísima Religión calificaciónalguna, más de la que por si tiene (que es suma ysumamente debida á su grandeza), no fuerapequeña la que le podía resultar del afecto quetuvo á su instituto un tan gran Padre y Maestro deperfección, Capitán y Guía de nuestra ReformaDescalza.

En este tiempo andaba nuestra Madre SantaTeresa de Jesús disponiendo como se reformase

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su Orden en los Religiosos, por algunos de losmismos que la habían profesado: ya que ella habíadado principio á su reformación en las Religiosas,y tenía fundado el primer Convento en Ávila. Elprimer pensamiento de que hubiese DescalzosCarmelitas, nació en el generoso y varonil pechode la gloriosa Santa. Acudía, pues, á Dios en laoración, y con instancia continua, como otraRaquel, le pedía hijo? ó morir24: tales eran sus [39]ansias por ver Religiosos Descalzos de su hábito.Con este pensamiento y deseo, estando enMedina del Campo, donde había concluido lasegunda fundación de Religiosas, lo comunicó ensecreto con el Padre Presentado Fray Antonio deHeredia, Prior de nuestros Padres Observantes, elcual se ofreció á descalzarse el primero: peroaunque á la Santa le agradó su buen propósito, nodel todo satisfizo, recelando no tendría fuerzaspara tanto rigor como en la Descalcez seprofesaba.

En este tiempo se ofreció venir de Salamanca(donde ya se había vuelto después de habercantado Misa) el Beato Padre Fray Juan, conintento de en llegando á Medina ejecutar elpropósito que tenia de pasarse á la Cartuja en elPaular de Segovia. Venía en compañía del PadreMaestro Fray Pedro de Orozco, el cual, sabiendoel intento de la Santa, le dió larga noticia delBeato Padre Fray Juan sin temor de exceder en la24 Gen. 30. 1.

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relación, ni que el gran concepto que anticipabadel Bendito Padre disminuyese á la experiencia sugrandeza. Alborozada con tales nuevas la Santa,se le asentó en el corazón era éste el Religioso queella tanto deseaba. Habiendo hallado, pues, lamargarita preciosa que buscaba25, no faltaba á estacelestial negociadora sino dar todo cuanto teníapor ella. Así lo hizo, y acudiendo á Dios en laoración, se ofreció mil veces toda en sacrificio ycomo en precio de tan rica joya, pidiéndole á SuMajestad esta piedra preciosa, para que fuese laprimera y fundamental del edificio y espiritualfábrica de su Reforma de Descalzos. La nocheantes que hablase al Santo Padre, con estosgrandes deseos que tenia, perseveró toda ella enoración luchando como otro Jacob con Dios26,hasta que finalmente alcanzó que la bendijese elSeñor con darle este bendito Religioso,ofreciéndole Su Majestad sería el primero que sedescalzase, con lo cual quedó la Santa muygozosa, y dando mil gracias á Dios por este tansingular beneficio.

Con la disposición dicha esperó la Santa alSiervo de Dios á la [40] mañana, y en viéndolereconoció luego en la modestia de su rostro (ádonde resplandece la prudencia de los sabios),todo lo que de su virtud y Religión le había dichoel Padre Orozco, y nuestro Señor dado á entender

25 Matt. 13. 46.26 Gen. 32. 24.

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en la oración. Refirió á la Santa Madre el BeatoPadre Fray Juan sus ejercicios, sus deseos, y laprisa que el Señor le daba para vida más retirada yestrecha. Viendo la Santa tan buena disposición,le descubrió la suya y dijo: Padre é Hijo mío,tenga paciencia, y no se vaya á la Cartuja, queahora tratamos de hacer una Reforma deDescalzos de nuestra misma Orden; y sé yo quese consolará con el aparejo que tendrá en ella paracumplir todos sus deseos, y hará un gran servicioá su Madre. El Santo Padre se ofreció con gusto ála Santa, sacando solamente en condición que nose tardase mucho.

Viéndose la Santa con dos Frailes, ó comoella con gracia solía decir, con Fraile y medio,aludiendo á la buena presencia del Padre FrayAntonio y pequeña del Beato Padre Fray Juan27,27 Acerca de la verdadera inteligencia del fraile y medio han erradogeneralmente los autores, creyendo que la Santa daba el dictado de fraileentero al Padre Antonio por su buena presencia corporal, y el de medio alSanto Padre por su pequeña estatura, aunque no falta quien advierta quequizá lo dijera la Mística Doctora refiriéndose al espíritu y no al cuerpo,fisto es el sentido en que en hecho de verdad lo dijo Santa Teresa. Así lodeponen las religiosas de Medina, contemporáneas al suceso, en lasInformaciones hechas en aquella villa, cuyos originales se conservaban ennuestro archivo de Valladolid. Es Fray Manuel de Santa María quien nosda esta noticia y quien explica el hecho de este modo, valiéndose de dichasInformaciones: «El caso fué, dice, cuando acabando de tratar NuestraSanta Madre con los dos, y satisfecha enteramente del espíritu, salud yrobustez de Nuestro Santo Padre, y poco segura de estas dos partidasúltimas en el Venerable Heredia, entró una vez muy alegre á la recreaciónde las Monjas, diciendo: «Ayúdenme, hijas, á dar gracias á Dios NuestroSeñor, que ya tenemos fraile y medio para comenzar la reforma de losreligiosos.» Y preguntada de ellas por el sentido de la festiva proposición,se le explicó en el sentido que dije de tener un fraile á la medida de sucorazón y deseo (no olvidándose de lo que dijo Dios de David: inveni virum

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grandemente [41] se alegró, y habiéndolesconfirmado en su propósito, los entretenía,esperando hallar casa en que fundar el Convento.No descuidaba el Señor aquesta obra, siendo suprincipal agente: y así entrando el año de 1568,volviendo la Santa de la fundación de Monjas deMalagón á su Convento de Ávila, la visitó uncaballero llamado D. Rafael Mejía Velázquez, elcual sin otra diligencia que la moción interior, leofreció una casa ó cortijuelo que tenía en la aldeade Duruelo. Aceptóla la Santa agradecida ypasando á Medina la vió, por caer no lejos delcamino: y aunque era pequeña, considerando queDios se la había deparado, la juzgó muy conformeá sus deseos, que eran fundar con soledad ypobreza en imitación de nuestros Padres

secundum cor meum. (Act. XIII, 22), y otro, no tanto, á quien por eso habíaaconsejado que se ensayase algún tiempo, para ver si podía llevar lo quepretendían establecer en la Reforma.» (Copiado de un Ms. de losCarmelitas Descalzos de Segovia, que se intitula: «Legajo de Segovia.»)Hasta aquí este escritor, sobre cuyas palabras advertimos que sin duda poralguna consideración al Padre Heredia dice que de lo que estaba pocosegura la Santa era de su salud y robustez, fin este mismo sentido pareceinterpreta el Padre José de Santa Teresa las palabras de la Santa Madre,cuando escribe: «Excelentísima pintura del Padre Fray Antonio es ésta, queá un tiempo nos lo representa flaco en el cuerpo, vigoroso el ánimo éinclinado á abrazar lo arduo de la perfección.» (Historia de la Reforma delos Descalzos, etc., tomo 3.°, pág. 332.) Mas á pesar de estas benignasinterpretaciones, es cierto que Santa Teresa estaba poco segura de que elPadre Antonio tendría espíritu para comenzar Reforma tan estrecha,aunque felizmente se engañó. Esta duda provenía, no sólo de no llenarlapor completo sus fuerzas espirituales, sino también de no satisfacerla lascorporales, pues la misma Santa advierte que era delicado, y considerabaademás (aunque no lo advierta), que ya rayaba muy cerca de los sesentaaños. Refiriéndose, pues, la Santa á todas estas cualidades, llamó al PadreAntonio medio fraile.

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antiguos. Partió á Medina, y dio á los dos Padresla nueva feliz de su hallazgo. Parecióles tan bien,que respondieron con alentado fervor, que nosólo en aquella casa, pero en una pocilga seencerrarían gustosos.28 Viendo su determinación,en tanto que el Padre Fray [42] Antonio

28 En este tiempo, y antes de ir el Santo con la Reformadora del Carmelo ála fundación de Valladolid, tomó el hábito de la Descalcez en el locutoriode las Carmelitas Descalzas de Medina del Campo, hallándose presente laSanta. Consta este hecho por las declaraciones de varios testigos de estavilla, especialmente del Doctor Álvaro del Mármol, Isabel de Santiago,Constanza Rodríguez, Juan López Osorio y Catalina de Jesús. Aduciremoslas palabras de esta última declarante, que dicen así: «La Santa Madre lesyzo acer los avitos de sayal de jerga, y se los hicieron en este convento porlas religiosas que en él estaban y son ya difuntas, y acabados de acer, enesta mesma reja del locutorio, donde digo é depongo este dicho, quesdesde la fundación de este convento, la Santa Madre de parte de adentrodel locutorio y el venerable padre de la parte de afuera se vistió el avito desayal é jerga, y descalzos los pies fué el primero que dió principio á laDescalces, y luego fué al lugar de Duruelo (no inmediatamente sino desdeValladolid)....; y lo se por ser ansí la verdad y tener dello muy entera yparticular noticia, por ser como era religiosa á la sazón en este convento .» (Véase enel Ms. Pp. 79 de la B. N.). Los otros testimonios pueden verse en laRevista de «El Monte Carmelo» que publican los Carmelitas Descalzos deBurgos. Allí tratamos más ampliamente esta cuestión el 15 de Noviembre yel 15 de Diciembre de 1909. Después de escritos aquellos artículos hemoshallado nueva confirmación en los manuscritos de Fray Andrés de laEncarnación, el cual dice lo siguiente: «La noticia que se ha autorizado enMedina de haber tomado Nuestro Santo Padre en Medina el hábito en ellocutorio de las Religiosas estando allí la Santa, se confirma con lo que vi,no sé si en la Crónica de Fray José de Jesús María ó Vida de Fray Alonso,de que Nuestro Padre Antonio le zumbaba de que le había dado el hábitouna mujer.» (Memorias historiales, tom. 2.°, letra R, número 285). Añadedespués este escritor una razón, y dice, que esto además es muy verosímil,que pues la Santa se halló presente á la toma de hábito del Padre AmbrosioMariano y Fray Juan de la Miseria y después vino también á su profesión,no es extraño que quisiera que en su presencia se descalzara el primerreligioso de la Reforma. En esto estamos de acuerdo; mas en suponer quela Santa haría desde Valladolid un viaje á Medina con San Juan de la Cruzpara darle allí el hábito, no somos de un parecer; en primer lugar, porqueconsta que la Santa se quedó en Valladolid y el Santo Padre partió para

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renunciaba el oficio, y daba cuenta de su personaal Provincial, se partió á Valladolid á fundar elcuarto Convento de Monjas, llevando en sucompañía al Santo Fray Juan.

Procuró el Beato Padre aprovecharse de laocasión que tenía en [43] la compañía de la Santay trato de las Religiosas, informándose bien detodo el modo de proceder suyo en la Reforma.Como estuvimos (dice nuestra BienaventuradaMadre) algunos días con oficiales para recoger lacasa y sin clausura, había lugar de informar alPadre Fray Juan de toda nuestra manera deproceder, para que llevase bien entendidas las

Duruelo; en segundo lugar, porque no había para qué hacer este viaje; eneste caso, se le hubiera dado allí mismo en Valladolid. Y si quizá lo dicepara concordar el hecho de haber tomado el hábito en Medina, con lo queescribe Petronila de San José que habían oído decir á la primera novicia deValladolid Francisca de Jesús, que la jerga y estameña que la enviaron á ellade Medina para el hábito y túnicas, sirvió para hacer los hábitos á NuestroSanto Padre, si lo dice por esto (en sus palabras nada se lee), le negaremosel supuesto; pues nos acaba de decir Catalina de Jesús que los hábitos selos hicieron al Santo en Medina; y lo mismo afirman Catalina Bautista,Priora de Medina, María del S. Sacramento, Subpriora, María de laConcepción y Francisca de San José, en un documento más antiguo quelas Vidas de las Venerables de Valladolid, escritas por la referida Petronilade San José (a). (Véase en «El Monte Carmelo» en el lugar citado.)Para terminar esta cuestión, diremos que en el Ms. Pp. 79, de la B. N., almargen de la Declaración de Catalina de Jesús, pone un religioso antiguo,cuyo nombre ignoro, una nota, y dice, que aunque tomó el Santo el hábitoen Medina, fué á Valladolid con el de Calzado, y no se le puso (el dedescalzo, se entiende), hasta que estuvo en Duruelo. Si es así, se explicaráel que los escritores de su vida digan que el día siguiente de su llegada áDuruelo se vistió el hábito de la Reforma. Mas lo cierto será siempre queen Medina del Campo se descalzó.(a) Aunque no nos cabe duda de que en Medina se hicieron los hábitos alSanto, creemos, sin embargo, que la tradición de Valladolid tendrá algúnfundamento, y será el que le hicieran alguna otra ropa que necesitara.

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cosas, etc. De las cuales palabras manifiestamentese colige, que el Beato Padre fué discípulo y comoNovicio de la Santa en la vida descalza, para quedespués fuese Padre Maestro y dechado de todoslos demás, como lo fué. También se colige que áél escogió nuestro Señor para la primicia de estaempresa: pues ordenó que á él comunicasenuestra Santa Madre Fundadora las primicias delespíritu de la Reforma, que Su Majestad había enella depositado, como en principio de toda laCongregación Descalza.

Este beneficio, que el Beato Padre recibía dela Santa, pagaba y agradecía él, no sólo con el raroejemplo de su vida, trato y conversación delCielo, sino también con la doctrina y magisterioespiritual que en aquella casa ejercitaba, así con laSanta Madre, como con sus Hijas, confesándolasá todas y comunicando sus almas: con lo cualcomenzó desde entonces á ser juntamente Hijo yPadre espiritual de nuestra Madre Santa Teresa, yel primer Confesor, Padre y Maestro de espíritu,que ella y sus Hijas tuvieron de su Reforma deDescalzos. Habiéndose negociado todas laslicencias para la fundación de los Religiosos,previno al Beato Padre para ella la SantaFundadora, dándole un pobre ornamento yrecaudo para decir Misa. También le dió el hábitoreformado, que se había de vestir allá, cosido por

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manos de la misma Santa y de sus Hijas29. Conesta riqueza y provisión, con estas [44] alhajas yajuar, tomando por compañero uno de losoficiales que trabajaban en aquella fundación,para que le ayudase á disponer la casa en formade Monasterio, se preparaba para su jornada elSanto Padre.

Al despedirse de las Religiosas y tomar labendición de la Santa, delante de ellas le dijo:Madre, pues Vuestra Reverencia ha sido tangrande parte para que yo emprendiese aquestaobra en servicio de Dios nuestro Señor, pídale medé su gracia, para que la comience en honra suya,y que sobre ella y sobre mí eche su santabendición. Vuestra Reverencia también me dé lasuya, y juntamente con las Hermanas se acuerdede encomendarme á la Divina Majestad.Arrasáronse de lágrimas los ojos así á la Santa,como á sus Hijas, viendo el fervor y devoción delSanto Padre; y considerando la grandeza de laobra que emprendía de tanta gloria de Dios y desu Madre Santísima, le respondió la Santa portodas: Vaya Vuestra Reverencia, mi Padre, en

29 Nos parece conveniente poner aquí el documento de que hacemosmención en la nota de la página 41, relativo al lugar donde se hizo el hábitoal Santo para descalzarse; es del tenor siguiente: «En esta casa hizo NuestraSanta Madre los hábitos para los primeros Descalzos de Duruelo, y de ella les diólas alhajas que pudo así para la iglesia como para la casa, y los dineros delos alimentos de la primera monja que entró en ella, que vive hoy, de quien másparticularmente nos hemos ayudado para hacer esta relación como testigo de vista, fuerade las demás que de oídas sabemos lo que aquí va dicho.» (Subscriben lasreligiosas de Medina arriba citadas.)

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hora buena muy confiado de que le ha de ayudarnuestro Señor, pues comienza una obra de las demayor servicio suyo que se le harán en muchossiglos. La bendición de Dios le alcanzará muylarga, y la de Vuestra Reverencia es justorecibamos nosotras, como de Sacerdote delSeñor, Padre espiritual y Confesor nuestro. Mispobres oraciones y las de nuestras Hermanastendrá muy ciertas, cuanto lo será el gozo y elbeneficio que recibiremos todas en el buensuceso de esta empresa.

Habiendo partido de Valladolid el BeatoPadre para ejecutar los intentos de su Reforma enDuruelo, luego que descubrió el sitio, regocijadocon su vista grandemente, lo saludó con alegresjúbilos del corazón, como cercano ya á su centro.Llegando á la pobre casita, ayudado del oficial quetraía consigo, la dispuso nuestro gran arquitectoen la forma siguiente. Primeramente hizo laIglesia en un pobre portalejo que tenia la casa, elcual estaba representando el de Belén, en quenació Cristo, Señor nuestro. El adorno másprecioso con que la compuso eran unas Cruces depalo toscas, hechas de ramas de árboles, con otrastantas calaveras, que causaban horror yedificación. Formó el Coro en la pieza de undesván, que tenía un tejadillo á dos vertientes, tanbajo en los extremos de ella, que para entrar porél era [45] menester arrodillarse. El ventanaje yvidrieras de este Coro era un agujero en el techo,

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que se abría y cerraba con una teja, no tambiénajustada, que no diese (como también las demás)lugar franco á la luz y aun á la escarcha, lluvia ynieve. A los dos lados de él, hacia la parte de laIglesia, fabricó dos apartados, como ermitillas óceldillas, tan angostas y bajas, que sólo admitían ásu morador tendido ó arrodillado porque estabanen el extremo de la vertiente del desván. Puso porcama en ellas un poco de heno, para que todooliese al portalico de Belén: por almohada unapiedra, una Cruz, con que abrazarse vivo, y unacalavera en que mirarse muerto, era el ajuarcurioso y precioso adorno de estas celdas. Teniacada una su ventanilla al Santísimo Sacramento,que eran las más apacibles y entretenidas vistaspara sus moradores.

La vivienda del Monasterio dispuso el BeatoPadre no con menos grandeza que la Iglesia yCoro. En un aposentillo bajo, sobre quien el Corocargaba, formó el dormitorio del Convento condos ó tres celdillas, aderezado con el mismoadorno que las demás. De la cocinilla que restabaen la casa antigua hizo dos partes, señalando launa para cocina y la otra para refectorio. El ajuary menaje de ambas oficinas era muy donoso:porque en el refectorio puso por mesa un pedazode tabla tosca, por vasijas un cántaro quebrado,por tazas para beber unos cascos de calabaza. Lacocina dejó asaz prevenida con dos ollas viejas,que habían de servir los menos días. Este era

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finalmente el Monasterio todo, que formó ydispuso nuestro Beato Padre. ¡Oh edificio, si node suntuosidad, lleno de lenguas que estánpredicando una evangélica y perfectísimapobreza! ¡Oh edificio desprecio de los palacios yalcázares soberbios del mundo! Estas paredillasviejas, que apenas darán albergue á tres pobresdescalzos, están haciendo burla de las torres quelevanta contra el Cielo el ambición de Babilonia.No menos ponen moderación á los edificiosmonásticos, tan crecidos ya y majestuososalgunos, que más parecen palacios de quien reina,que tugurios ó chozas (cual debieran serlo) dequien llora, propio oficio del Monje.

Habiendo pasado todo el día el Beato Padreen disponer su Monasterio, le cogió la noche tanolvidado de si, que no habiéndose [46]desayunado todavía, envió al mozo al lugarillo ápedir alguna limosna. Diéronle algunosmendrugos, con que pasaron ambos aquellanoche muy alegres. A la mañana, que habíaprevenido con oración la mayor parte de lanoche, se fué á decir Misa, y poniendo sobre elAltar el nuevo hábito, lo bendijo, y acabando laMisa se lo vistió, siendo su materia y forma la queahora usan los Descalzos: añadiendo el andar sincalcillas, choclos ni alpargatas, ni otro algúnraparo en los pies, y así desnudamente vestido yrecoleto, presentó á los ojos del mundo la figuradel primer Descalzo Carmelita y de los

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Reformados el primero y el mayor. Viéndose enesta humildad y desnudez, y reconociendo lo queaquella mudanza exterior le demandaba, puestode rodillas presentó á Dios su propósito,manifestó sus deseos, invocó su favor y,poniendo por su intercesora á la SantísimaVirgen, pidió le diese fuerzas, valor yperseverancia para que aquella obra, que no habíanacido de la carne y sangre, sino de Dios, tuviesede Su Majestad el aumento y cumplidaperfección.

De esta manera estuvo nuestro solitario Juanen su pobre chozuela y soledad de Duruelo porespacio de dos meses, que su compañero FrayAntonio se tardó en venir. Los labradores deaquella alquería ó lugarejo estaban atónitosviendo á su nuevo ermitaño con aquella figura ytraje tan edificativo y peregrino. Mirábanle yadmirábanse de él, y mucho más cuando llegabaná hablarle y le oían palabras tan del Cielo. Íbansetras él y no se hartaban de ver el nuevoMonasterio con su Iglesia, Coro y campana.Acudían allí á encomendarse á Dios tocados denueva luz y convertidos como en otros hombrescon la fuerza de tan raro ejemplo. Daban noticiade este gran tesoro que se les había venido á sutierra á los pueblos comarcanos y venía muchagente de ellos. No había otra cosa en la boca detodos aquellos labradores sino el Fraile Descalzo,

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y en sus corazones admiración y edificación de suvida. [47]

VIII. Renueva su profesión en Duruelo en 1568.–Cambia el apellido de Santo Matía por el de la Cruz.–Predica en los lugares circunvecinos.–Instruye á los primeros Seminarios de la reforma.–Se traslada en 1570 al Convento de Mancera, y después al de Pastrana.–Pasa al Colegio de Alcalá en 1571.–Hácenle Confesor dela Encarnación de Ávila en 1572.

Habiéndose ya desembarazado de su oficio yocupaciones el Padre Fray Antonio de Heredia,llegó á Duruelo, trayendo en su compañía á unHermano Corista llamado Fray José, y habiendogastado la noche en larga y fervorosa oración, porla mañana, que fué domingo primero deAdviento, año de 1568, á los 28 de Noviembre30,después de decir Misa los Sacerdotes con singulardevoción, hincados todos tres de rodillas en

30 A pesar de ser opinión muy corriente en casi todos los autores que hanescrito de los principios de la Reforma Carmelitana de que se puso elSantísimo Sacramento en Duruelo en esta fecha que señala Fray Jerónimode San José, yo, sin embargo, creo que no en este día, sino en el de SanAndrés Apóstol, tuvo lugar tan fausto acontecimiento. El apoyo yfundamento de mi aserción son las declaraciones de seis testigos en lasInformaciones hechas en Medina del Campo, para la beatificación delSanto Padre, y el asegurarse lo mismo en cuatro Interrogatorios diversosque se formularon en varias Diócesis para esta causa. (Véase «El MonteCarmelo» 15 de Noviembre de 1909, donde traté esta cuestión.) El PadreJosé de Jesús María parece que quiere concordar esta diversidad depareceres que existe entre los escritores de la vida del Santo Padre y de laSanta Madre y los testigos del Proceso de beatificación; y así dice que elPadre Antonio de Jesús vino á Duruelo el día 28 de Noviembre, y el día 30se puso el Santísimo Sacramento. (Hist. del V. P. Fray Joan, etcétera, pág.77.) Bien puede ser que de aquí naciera la confusión: quizá la fecha de talvenida y principio de la vida común se confundió con el día en que se pusoel Santísimo Sacramento.

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presencia del Santísimo Sacramento conextraordinario gozo y alegría, bañados en dulceslágrimas, renovaron su profesión, y renunciaronsolemnemente la Regla mitigada, prometiendo áDios Nuestro Señor y á la Santísima Virgen Maríadel Monte Carmelo, al Reverendísimo PadreGeneral, de vivir conforme á la primitiva sinmitigación hasta la muerte. [48] Siguiendo lacostumbre que Nuestra Santa Madre habíaintroducido en las Monjas de mudar los nombresde sus linajes y alcuñas, por enterrar con ellostodas las memorias del siglo, el Padre FrayAntonio desde aquel día se llamó de Jesús. NuestroBeato Padre Fray Juan eligió la Cruz y elHermano Corista Fray José se apellidó de Cristo, .haciendo entre los tres un Cristo Jesús Crucificado.Poco después llegó el Padre Provincial FrayAlonso González, y gozoso de ver aquel nuevoBelén y religioso Portal de los ReligiososCarmelitas, nombró por Vicario y Prior delConvento al más anciano de los tres, que era elPadre Fray Antonio. Por Subprior y Maestro deNovicios á nuestro Beato Padre. Al HermanoFray José para los oficios de la casa. Hicieronluego entrambos Descalzos sus ordenacionesreligiosas para disponer el modo de vidareformada, ajustándose en todo á la Reglaprimitiva de la Orden.

Nuestro Beato Padre Fray Juan, á quien cupola mejor parte de aquellos fervores primitivos, por

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ser el primero que se descalzó, y en quien Diosderramó las primicias del espíritu de que se habíade alimentar la Religión, si antes como particularmiraba á su aprovechamiento y edificación de losdemás, ahora teniéndolo por oficio y obligación,así extendió sus vuelos, que sin competenciatodos le dieron la palma. Adelantó su penitenciahasta parecer verdugo de su cuerpo: el jubón ycalzoncillos de esparto ya le parecían suaves: lasdisciplinas de sangre no satisfacían su fervor: loscilicios cobardes, si no taladraban sus miembros:la cama era un rincón del Coro, sirviéndole unapiedra de almohada. A media noche asistía á losmaitines, y después se quedaba en oración, hastavenir la mañana: estaba en ella tan trasportado,que habiéndose calado de la nieve, que entrabapor entre las tejas, no la sentía al caer, y solía(según escribe nuestra Santa Madre) levantarse áPrima sin haberlo reparado. No era muchoporque el calor que le daba la oración, erasuperior al frío. Venida la mañana, la gastaba endecir Misa y en confesar á los que venían deaquellas alquerías faltos de doctrina y deMaestros.

Iba el Santo (que era el mayor y el másdesocupado) á los lugares circunvecinos ápredicar á pie, y dejando el fruto en las almas, [49]guardaba para su cuerpo el dolor: pues cansado yayuno se volvía á su Convento, diciendo áimitación de Cristo nuestro Redentor: Mi comida

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es hacer la voluntad de mi Padre, que me enviópara que perfeccione las almas31. Sucedió un díaque guardó éste su estilo, y habiéndose ya ido enacabando de predicar, le alcanzó el criado delCura, que le enviaba á llamar, y esperaba conbuena mesa y regalo: mas el Siervo de Dios,aunque agradeció la caridad, no admitió elconvite; y preguntado por el compañero la causade tan extraño desvío, respondió: No quiero,Hermano, que me paguen ni agradezcan loshombres lo que hago sólo por Dios. Dignasentencia de predicador tan Apostólico.

Habiendo ya dado principio nuestro BeatoPadre á la vida primitiva en esta soledad, siendo,después de nuestra Madre y Santa FundadoraTeresa, el principal Fundador de esta Reforma, lofué como Maestro suyo, informando, y comoverdadero Padre criando á los pechos de sucelestial ejemplo y doctrina. Y así tuvo á sucuenta el instruir los primeros noviciados de ella.Lo cual ordenó nuestro Señor para que laReligión, que toda estaba entonces como ensemilla en aquellos pocos Religiosos, recibiese laverdadera forma de su primitiva descalcez porboca y enseñanza del Beato Padre, á quien SuMajestad había de antemano comunicado lasprimicias de este espíritu. Comenzó la ejecuciónde este magisterio en Duruelo, donde quedó en elgobierno de la casa por ausencia del Padre Fray31 Joan. 4. 34.

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Antonio. En esta ocasión, viéndose solo y dueñoen todo el Beato Padre, fué cosa maravillosacómo entabló el trato con Dios, el retiro ymortificación, y lo demás perteneciente á la vidaprimitiva. Habíale dotado el Señor de talmagisterio, discreción y capacidad, que entoncescon la voz, y después con la pluma, llenó suReligión y las demás de Ángeles contemplativos.Su compostura exterior, nacida de la presenciacontinua de Dios, casi visible á los demás, susilencio humilde, su alegría modesta, afabilidadcaritativa y cortés le granjeaban la comúnestimación. Atendiendo á lo más propio de suoficio no era [50] menos de notar la prudencia,temple y apacibilidad con que recibía losNovicios, y encaminaba en su vocación.Penetraba primero las fuerzas y naturales, paramedir con las unas el trabajo y dirigir los otros,quitándoles los resabios e inclinaciones con quevenían del siglo: con que mortificadas las pasionesy apetitos, quedaba la tierra de sus corazonesdispuesta para la semilla del Cielo.

Ofrecióse poco después la traslación de esteConvento de Duruelo al de Mancera, que fué añode 1570 á 11 de Junio. Pasó á ella nuestro BeatoPadre con dos insignes Novicios que habíarecibido en Duruelo. Hizose la traslación conmucha solemnidad, viniendo todos en procesióndesde Duruelo á Mancera, acompañados dealgunos Religiosos, de la observancia, que se

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hallaron presentes. Luego se comenzó á esparcirla fama de los Descalzos por toda aquella tierra,con gran opinión de su ejemplar vida: y á esta vozconcurrieron muchos de diversas partes á pedir elhábito. Creció en breve el número de losNovicios, y recibiéronse algunos muy señalados,que después fueron esclarecidos varones en laReligión.

Habiendo ya instruido el Santo Padre losNoviciados de Duruelo y Mancera, se partiómediado Octubre á hacer lo mismo en el dePastrana con título de Vicario de aquella casa.Halló en ella un escogido rebañuelo de catorceNovicios, que en el primer año de su fundaciónse habían recibido, todos excelentes y de grandesesperanzas: los cuales, aunque muy fervorosos ydispuestos á toda perfección, pero necesitados dedoctrina por no haber tenido Maestro de asientoni á propósito. Por lo cual el Santo Padre, como áquien tocaba la enseñanza común de la Reforma,comenzó á instruirlos de nuevo en lasobligaciones de ella. Luego se echó de ver en elNoviciado y en toda la casa la eficacia de sumagisterio: porque andaban todos alegres,devotos y alentados, y con una santa competenciadiligentes en el camino del Señor.

No pudo durar mucho la asistencia denuestro Beato Padre en Pastrana, porquehabiéndose fundado en Alcalá en este año de1571 un Colegio, que fué el primero y de los más

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insignes de la Orden, fué señalado en él porprimer Rector, para que le diese el temple [51]debido á la virtud y á las letras. Admiró á aquellafloridísima Universidad con la santidad de su viday ejemplo de sus Religiosos, que alentados de sufervor, sacaron colmados frutos. Era cosamaravillosa ver el orden, observancia y fervor deaquel Colegio, el trato y frecuencia de oración, losayunos y vigilias, los alentados ejercicios demortificación y penitencia: de suerte que yendopoco después á visitar aquel Convento el PadreMaestro Fray Pedro Fernández, ComisarioApostólico, admirado su compañero de tan granrigor de vida, le pareció aquella casa más cárcelreligiosa de San Juan Clímaco, que Colegio deestudios. Y de tal manera estampó nuestro BeatoPadre en el corazón de aquellos primitivosColegiales el amor á la virtud, prefiriéndolesiempre al estudio de las letras, que por esta causaquedó como en proverbio común repetido á cadapaso en nuestros Colegios: Religioso y estudiante, y elReligioso delante.

Por Octubre del corriente fué electa nuestraSanta Madre por Priora del Convento de laEncarnación de Ávila, del Carmen de laObservancia: y consiguió del ComisarioApostólico que le enviase por Confesor al BeatoPadre Fray Juan de la Cruz, esperando de sudoctrina y virtud, que dejaría aquel Conventocomo ella tenía los demás de su Reforma. Partió

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el Santo Padre llevando por compañero al PadreFray Germán de S. Matía, entrado ya el año desetenta y dos. Llegados á Ávila hicieron asientoen una casita, que se les señaló para posada juntoal mismo Monasterio de la Encarnación: y comoquien asienta allí su real, comenzó el Beato Padresu conquista y batería para mejorar y perfeccionaraquel Convento. Fueron sus principales armas,después de la confianza en Dios, el ejemplo y ladoctrina. Cuanto á lo primero, moraba en aquellapobre casita apartado del bullicio de la ciudad,por estar fuera de ella el Monasterio, como siviviera en una ermita solitario. El trato de supersona era el mismo que en Duruelo. En lacomida era muy parco y mortificado: y porqueesto venía por mano de las Religiosas, era notablela edificación que les causaba ver que jamásreparaba en que fuese buena ó mala, poca ómucha, bien ó mal guisada, ni se acordase depedirla cuando se olvidaban de darla. Tratábalassiempre con humilde gravedad, sereno [52] ymodesto rostro, y una circunspección en accionesy palabras tan grande, que por cualquiera parteque le miraban les causaba edificación. No lesdaba ni recibía regalos ó dijecillos, aunque fuesencosa muy poca y al parecer devota: porque echabade ver que en esta materia de lo poco se viene á lomucho, y de lo espiritual á lo sensual. Absteníasetambién de demostrar más estima de una que deotra, más gusto de tratar con ésta que con aquélla:

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porque no fuese causa de inquietud ó envidia enlas demás la particularidad con una sola. A todasayudaba, á todas consolaba, á todas mostraba unsemblante, variándolo solamente según lanecesidad de cada una.

La doctrina (arma segunda con queconquistaba las almas de estas Religiosas paraDios) no era menos eficaz que su vida: porque erala misma vida suya, añadida la energía de la voz,palabras hijas de las obras, doctrina nacida de laexperiencia, y magisterio todo lleno de vigor ycelestial espíritu. Respondieron los efectos á lascausas, el fruto á las diligencias, y el provechogrande que dentro de breves días se vió en lasReligiosas de este Convento, al gran cuidado,ejemplo y doctrina con que el Beato Padre FrayJuan las ayudaba. En comenzándolas á tratar,comenzaron ellas á conocer en él su aventajadavirtud, su celestial espíritu, su rara perfección. Fuépoco á poco prendiendo en ellas aquella vivallama en que iban envueltas sus palabras, y quearrojaban sus obras, y en breve tiempo hizo talefecto, que parecía arder todo aquel Convento endevoción. [53]

IX. Dones milagrosos con que le enriquece el Señor.–Singular poderíoque tuvo sobre los demonios.–Asechanzas de éstos contra el B. Padre.

Para más acreditar la rara perfección y virtuddel Beato Padre en orden al mayoraprovechamiento de las almas y glorificación de la

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Divina Majestad, quiso el Señor descubrir algunosde los dones con que le había enriquecido.Comenzando por el que se ordena á hacer obrasmilagrosas, se experimentó en D.a María de Vera,Religiosa grave de aquel Convento, á la cual diótan súbita y mortal enfermedad, que antes queobrasen los medios la privó de los sentidos, y loque también se tuvo por cierto, de la vida. LasMonjas con el suceso atónitas y desconsoladas,llamaron al Santo Padre, y disfrazando entre elamor también sus quejas, le dijo una: Buena cuentaha dado vuestra Reverencia, Padre nuestro, de su Hija,pues la ha dejado morir sin Sacramentos. Calló elSiervo de Dios, y retirado al Coro, se puso enoración como otro Días, y haciendo instancia áSu Majestad, fué tan eficaz, que la Religiosa yadifunta, á vista de muchas que en su celda laasistían, comenzó á mudar semblante, abrir losojos, menear las manos y mostrar alientos devida. Las Monjas, alegres con la novedad,acudieron al Coro de tropel á dar al Santo Padreel aviso de la resurrección de la difunta, el cual,sin turbación, respondió á la Religiosa que se lehabía quejado: ¿Hija, está contenta? Con que lasconfirmó en lo que ya todas creían de que aquellamaravilla era efecto de su oración. Llegó á larecién resucitada, y hallándola con muy enteravida y muy en sí, la fué disponiendo para Dios.Confesóla despacio, dióle los demás Sacramentos,con los cuales dispuesta y prevenida volvió á

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entregar á Su Majestad el espíritu que para sumejor disposición le había prestado.

Estando, pues, una vez de éstas, día de laSantísima Trinidad, hablando á la reja de unlocutorio (que hoy por esta causa se venera)sentado por la parte de afuera, él en una silla, y laSanta por la de [54] adentro en un banco,comenzaron su plática. Eran ambos insignementedevotos de este Sacrosanto Misterio, yparticularmente el Beato Padre, que recibíafrecuentes y altísimas ilustraciones acerca de él.Comenzóse la plática, y en ella (dando la Santalugar al Siervo de Dios, como á Maestro y Padreespiritual) tomó el Beato Padre la mano en ladeclaración de este Misterio. Abrió aquellacelestial boca, y trasladando á los labios parte dela luz y altísima noticia que infundía Dios en sualma, comenzó á significar tan altamente lasoberana profundidad de este Misterio, queparece quería correr el velo á tan arcana Majestad.Salían envueltas las razones en pedazos de luz yde fuego Divino, y era cada palabra una saeta.Fuese engolfando en aquel inmenso océano, yencendiendo más y más el corazón con noticias yluces tan altas, que se iban excediendo unas áotras, hasta que finalmente no pudiendo yasufrirlo la flaqueza humana, arrebatado elentendimiento de tan subido objeto, sedesprendió de los sentidos. Quísolo, como otrasveces, impedir el humildísimo varón, pero á su

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resistencia creció más la fuerza de la impresióncomunicada: y redundando su influencia en laspotencias inferiores, las llevaba tras sí. Aquíviéndose ya sin remedio, vencido de aquelpoderoso Ángel con quien luchaba interiormente,no pudiendo más resistirse, se asió fuertemente ála silla donde estaba sentado, para moderarsiquiera de esta suerte la dulce tiranía de aquellaelevación. Mas (¡oh grande y poderoso Dios!)vióse en este punto un efecto sobre maneramaravilloso: porque asido como estaba á la silla,dió consigo y con ella en el techo del locutorio, ysubiendo por el aire en su silla, como en otrocarro de fuego á imitación de su gran PadreElías32, parece quería ascender triunfante como él,ó subir cual fuego á su esfera, ó volar comoSerafín á la suprema Jerarquía. La Santa, queatenta á sus palabras y semblantes, iba recibiendoen sí los mismos efectos, ora de oír al varón deDios tan altas cosas, ora de verle tanadmirablemente suspenso, lo quedó ella tambiénen el mismo puesto, y arrodillada, según que solíaestarlo cuando le oía, y con semblante y ademáncomo de quien le [55] estaba mirando yvenerando en aquel Divino espíritu que morabaen su alma. Este espectáculo tan prodigioso deentrambos á dos así elevados acertó á ver unaReligiosa, llamada Beatriz de Jesús, que despuésfué Monja Descalza, y murió siéndolo en el32 4. Reg. 2. 11.

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Convento de Ocaña, la cual entrando á dar unrecado á nuestra Santa Madre, y abriendo ellocutorio, pasmó viendo representación tanadmirable y peregrina, y otras Monjas, que avisó yfueron testigos de este sabroso espectáculo.Preguntó después á la Santa la causa de esteefecto, y supo de su misma boca que había sido elque habernos referido33. ¡Vea ahora el mundo cuáles la fuerza del Divino amor! ¡cuán grande el queen aquellos sagrados pechos ardía! ¡cuánmaravillosa la luz de esta antorcha de Juan, y cuánDivino su espíritu! pues hasta la carne de queestaba vestido, se vestía de las condiciones ypropiedades de él.

En este mismo Convento fué donde nuestraSanta Madre más particularmente que en otraparte alguna experimentó cuán de ordinarioandaba este celestial varón suspenso en Dios,porque cuantas veces le hablaba, le hallaba tanembebido en oración, que á pocos lances se lequedaba absorto en medio de la plática. Por estodecía la Santa: Que no se podía hablar de Dios con elPadre Fray Juan, porque luego se trasponía, ó hacíatrasponer, como á ella le acaeció en el casoreferido. Otra vez también le sucedió que estandocon nuestra Santa Madre en el recibimiento de laEncarnación, le dió un ímpetu de elevación tan

33 La misma religiosa nos ha dejado una relación de este suceso. Hállase suoriginal en el Ms. I. 322 de la B. N., págs. 471 á 473. (Vid. Serrano y Sanz.Apuntes para una biblioteca de escritoras españolas, tom. 1. pág. 116.

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fuerte, que queriéndolo disimular, se levantó de lasilla en pie, y preguntándole nuestra Santa Madresi aquello era alguna suspensión, respondió conhumildad y llaneza: Creo que sí. En lo cual no séde qué más me maraville, si de la fuerza yperpetuidad de su oración, si del recato con queprocuraba evitar su exterior nota, ó ya de lahumildad con que apenas confesaba lo que eratan patente. Este es el estilo propio de los Santos,y esta la modestia con que deseando encubrirse sedescubren.

La tercera demostración con que nuestroSeñor manifestó cuán [56] agradable le era este suSiervo, fué una aparición maravillosa en que se lemostró Cristo crucificado lastimosamente. Estabaorando el Venerable Varón, y contemplando enlos dolores que Su Divina Majestad habíapadecido en la Cruz, aquel Divino rostro afeado,su lastimera figura, y el descoyuntamiento de todosu sagrado cuerpo: y absorto en la consideraciónde este paso, que solía enternecerle las entrañas,vió súbitamente delante de los ojos lo que se lerepresentaba dentro de su alma, que comocontemplado ¡lustraba el entendimiento, éimaginado ennoblecía la imaginación; así vistoregaló el sentido de la vista, para que todas laspotencias cognoscitivas quedasen con estaexcelente visión perfeccionadas, y todo el hombreinterior y exteriormente enriquecido. Quedóleaquella figura tan impresa, que después á solas

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tomando una pluma la dibujó en un papel consolas unas líneas en la forma que aquí se verá,advirtiendo que el Cristo pequeño y derecho es elaparecido de bulto, el grande y escorzado es eldibujo que de él hizo el Santo Padre.

Tres cosas, entre otras, son dignas deponderación en este dibujo. La primera, laposición en que se le representó Cristo SeñorNuestro, y la que tenia el Venerable Varóncuando le vió. La segunda, el artificio del dibujo.La tercera, la devoción que representa y causa.Cuanto á la posición, supuesto que le dibujó en laforma que se le representó, consultadas las reglasde buena perspectiva, parece haberle visto elSanto Padre estando el Crucifijo (el cual seapareció derecho perpendicularmente) por el ladoizquierdo, no en el paralelo de los brazos de laCruz, sino más afuera, y así pudo hacer á su vista

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aquel escorzo. Y para que así le viese, es fácilconsiderar y creer estaría el Siervo de Dios enalguna ventana ó tribuna que en las Iglesias deConventos suele haber al lado del Altar Mayor, enmedio del cual se considera haberle aparecido,vuelto derechamente al pueblo. Mas ¿por qué así,y no vuelto al mismo Santo Padre? Podríase creerhaber sido para representar con aquel escorzo ásus ojos una figura más latimosa y descoyuntadade lo que pareciera derechamente. Acerca delartificio, cuantos saben de él en la pintura, hanadmirado, que lo más dificultoso de ella, que es laperspectiva en escorzos, la hubiese [57] ejecutadotan diestra y fácilmente quien no hubiese y pormuchos años ejercitado el arte de pintar. Porquedibujar objeto ausente en aquella forma pide tansingular destreza, que los mayores maestros deeste arte, que le han visto, tienen á particularmilagro haber hecho este dibujo quien no fuesemuy ejercitado y diestro pintor: pues aun los queson tenidos por tales, habernos visto errar en lascopias que han sacado del original, teniéndolepresente. Cuanta sea finalmente la devoción queeste dibujo representa, y causa, él mismo lo estádiciendo á quien atentamente lo considera:porque verdaderamente se muestra en él muy alvivo aquel aspecto de Cristo crucificado ymuerto, y hace su vista en los corazones piadososmuchos maravillosos efectos, que seexperimentan cada día.

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Ya el resplandor de tan gran luz no cabía entan corta esfera como el Monasterio de laEncarnación: y por más que el Beato Padreprocuraba encubrirlo y recogerlo, se traslucía yderramaba por toda la ciudad. Corría en ella lavoz del Descalzo Carmelita, de un varón delCielo, de un hombre Divino, cuya vida y doctrinaeran milagrosas. Comenzaron á comunicarle yconocerle: y aficionados á su trato, cuantoaprovechados con su comunicación, acudían á élpor consejo y remedio en sus necesidades, comoá oráculo y refugio común. Tenía dón particulardel Cielo para guiar almas, para desembarazarespíritus, para serenar corazones: y como haytantos necesitados de este remedio, eran muchoslos que le buscaban y hallaban en él. Dióle ámuchas personas fatigadas de escrúpulos, á otrasatormentadas de melancolías, y á otras también,que engañadas, ó con ignorancia, ó con errorhabían perdido el verdadero camino del espíritu.Enseñó el de la contemplación á muchas almas, yen todas las que le trataban era admirable el frutoque hacía. De esto participaron más algunosConventos de Religiosas, las cuales oyendo decirlo mucho que con su trato habían aprovechadolas de la Encarnación, procuraron con una santaenvidia gozar también ellas de tesoro tan grande.Importunado de su devota instancia, hubo deacudir á su consuelo, á comunicarlas, confesarlas

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y hacerles pláticas espirituales, de lo cual se veíapresto el fruto en sus almas. [58]

No fué el menor beneficio que hizo á algunasalmas muy perseguidas y aun poseídas deldemonio, librarlas de sus manos. Dió el Señor albendito Padre, entre otros graciosos dones, luzparticular para conocer y discernir espíritus, y unsingular poderío sobre los demonios. De ambasgracias hallaremos en el discurso de su vidamuchos y raros ejemplos: pero los que en estaparte se nos ofrecen, son muy extraordinarios:pues le merecieron el nombre de segundo Basilio.Había en un Monasterio de Ávila una Religiosa, áquien envidiando el demonio la perfección conque vivía, comenzó á molestarla con espíritu deblasfemia, ingiriendo proposiciones contra la Fe,y tentaciones contra la castidad que habíaprofesado. Comunicólas con el Santo Padre, queconociendo el autor de su inquietud, le aplicaba átiempo las medicinas convenientes. Aunque lapaciente recibía sosiego en su presencia, enausentándose volvía el demonio á su porfía, ypara enredarla más, tomaba la figura del SantoPadre, y en el confesionario la instruía condoctrinas perniciosas. Volviendo el verdaderoConfesor y enterado del arte de su enemigoprocuró remediarlo, dándole por escrito lo quehabía de hacer cuando padeciese semejantestentaciones.

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No se dió con esto el demonio por vencido,antes usando del mismo ardid, escribió otropapel, imitando la letra y firma del Santo Padre: yen él le decía, como por no poder excusar ciertoviaje le quería dejar algunas advertencias acerca delo que antes le había enseñado por escrito: porqueconsiderándolo mejor, halló que tenía doctrinastan apretadas, que la habían de causar nuevosescrúpulos, y en vez de quietar, turbarle más laconciencia. Como la Religiosa conocía la letra yfirma del Santo, gozaba de su libertad, aunqueextrañó lo opuesto de su doctrina. Volviendo alConvento el Santo Padre, conoció el embeleco deSatanás, pidió el billete, y aunque conoció ser laletra muy semejante á la suya, no susproposiciones: con que desengañó á la Religiosa:y viendo la aflicción de aquella alma y astucia desu enemigo, valiéndose de los exorcismos de laIglesia y armas de su oración, conjuró al demonioy le venció, dejando á la Monja libre de sutentación, y en adelante más cauta. [59]

Mayores circunstancias tuvo el sucesosiguiente. En otro Convento recibió el hábitocierta doncella, que siendo de edad de seis años,se le apareció el demonio en figura corporal, y ellapagada de su aparente hermosura, le entregó todosu afecto. Era de su natural aguda y muy salada ensus dichos. Valiéndose el demonio de suinclinación, le ofreció hacerla más docta y másdiscreta que los varones más sabios, y así lo

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cumplió, sacándole por condición, que le había dehacer una cédula firmada con su sangre, de queno había de reconocer á otro que á él por esposo.¡Oh lobo infernal, hambriento siempre por sangrey corazones humanos! Hízolo así la pobrecilla,ayudándola el demonio á picarse con tal destrezaen una de las arterias (cuya sangre purísima manadel corazón), que sin recibir daño pudo sacar laque era menester para escribir la cédula, que al finle dió escrita y firmada de su mano. Hecho estepacto y apoderado el infierno de aquella miserablealma, la trastornó de suerte, que llegó á aborrecerá Dios, y deseaba que otros le aborreciesen, parahacer á su nuevo galán aquel obsequio.

Creciendo en edad, ó ya porque no tenía ensu casa comodidad para elegir otro estado, ó yaporque el demonio por su medio pretendía laperversión de otras almas, entró en el Convento,donde la recibieron con gusto por el interés desus gracias. Hablaba todas lenguas, sabia todas lasartes, y en la teología discurría con tanta sutileza,que tenían su ciencia por infusa. Mas comosiempre se nota lo singular, y es sospechoso loque mucho sobresale, entre otros muchosentraron en cuidado los Prelados de su Ordenpara examinar lo que tantos celebraban.

Después de hablar algunos Maestros graves, yno dar fondo á la materia, tuvieron noticia denuestro Beato Padre y la discreción de espíritusde que el Señor le había dotado, y le rogaron

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tuviese por bien de examinar el de aquellaReligiosa. Excusóse al principio; pero vencido dela instancia y cortesía, se rindió. Señalado el díapara hablarla, se preparó con sus armas ordinariasde oración, penitencia, viva fe en el Señor, y totaldesconfianza de sí mismo. Llegó al Convento, ysaliendo la Religiosa al locutorio, luego que se vióen su [60] presencia, no sólo la bachillera calló yla sabia enmudeció, sino que comenzó á temblarpor ver si había descubierto su enredo.

Con estas muestras y luz superior que asistíaal Santo Padre, reconoció la causa de aquellaenfermedad, y la declaró á sus Prelados, diciendocómo aquella Monja estaba engañada deldemonio, y era menester conjurarla muchasveces, porque tenía antigua posesión de aquellafuerza.

Despidióse el Santo Padre, mas los Preladosde la Religiosa dándole todas sus veces, lesuplicaron, que pues había descubierto laenfermedad, aplicase los remedios. Rindiéronle,no tanto los Superiores, como su caridad ypeligro de aquella alma. En el primer conjuro secertificó más el caso, porque la privó el demoniodel sentido, y él mismo quedó mudo, siendo anteshablador. Al segundo le desató la lengua, y obligóá que mal á su pesar declarase el tiempo, el daño ycausas de haber engañado aquella alma, y cuántosla poseían entonces. A lo primero respondió loque ya dejamos referido: como valiéndose de sus

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bachillerías desde los seis años cayó en su trato, ylo confirmó con una cédula, que le entregófirmada con su sangre. A lo segundo, que allíestaban tres legiones de demonios, y Lucifer erael principal de todos ellos. Mandó el Siervo deDios á fuerza de conjuros, que viniese y asistieseallí Lucifer, el cual se presentó luego, según se vióen el aspecto y palabras de la paciente. Porque sepuso tan feroz y terrible, que las Monjas huyeronde miedo, y quiso hacer lo mismo el compañerodel Santo Padre, si él no se lo impidiera y leanimara, diciendo no temiese, pues era Sacerdotedel Señor. Y si el Varón Santo no reprimieraaquel furioso Espíritu, parecía querer despedazará los circunstantes, y con soberbísimo orgullorepetía: ¿á mí Frailecillo? ¿no tengo yo siervos?sintiendo que le hubiese competido á responderal conjuro. Prosiguió el Santo, pareciéndole pocotodo el infierno contra la virtud del Señor que leasistía.

La Monja, á quien sólo cuando la conjuraban,se privaba del uso del sentido, cuando volvió á ély vió que ya el Santo Padre sabía su perdición, sela declaró más despacio. Tomando de aquíocasión el Santo, le fué halagando la voluntad yalumbrando el entendimiento, [61] que una y otrotenía tan perturbados, y con razones tanfervientes la acometió, tales consideraciones lepropuso de la misericordia de Dios, de la dulzurade su trato, de lo amoroso que recibe á quien le

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llama, que comenzó la enferma á despertar ydesear su remedio. Bramó con esto el demonio, yusando de sus astucias, tomó la forma del Santo yde su compañero, y llegando al torno dijo á laportera llamase la Religiosa al locutorio. Estandocon ella el falso Confesor, como desdiciéndose delo que antes la había aconsejado, tanto lecomenzó á exagerar la gravedad de sus culpas, laimposibilidad del perdón, el poder del demoniopara hacerla cumplir la cédula que le había dado,que la pobre mujer se deshacía en lágrimas, yestaba á la puerta de la desesperación, viendo quequien le había pintado á Dios tan amoroso, ahorase lo volvía y mudaba, como decía Job34, enrigoroso y cruel.

No se le encubrió al Santo Padre lo quepasaba en el Convento. Avisado del Señor partióá él y pidió por la Religiosa. Respondió la tornerano la podía hablar, porque estaba con el PadreFray Juan de la Cruz. ¿Cómo puede ser eso(replicó) si yo soy Fray Juan de la Cruz, y no elque está en el locutorio? Entró en él el SantoPadre, y al punto que lo vió, se desvaneció eldemonio y halló á la monja casi desesperada. Deesta acción se valió el Santo para darle á conocercon más facilidad, así el engaño y flaqueza de suenemigo, que huía de un pobre Fraile, como lapiedad del Señor, que cuidaba su remedio cuandoella menos le obligaba: con que la volvió en sí, y34 Job. 30. 21.

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dejó con más ánimo y consuelo. Ya habíanacudido al locutorio las monjas y en su presenciael Santo conjuró á los demonios con ánimo tansuperior, que aunque más se resistieron, no sóloles obligó á confesar que su príncipe los habíaenviado con orden particular para hacerdesesperar aquella alma, sino á que saliesen de sucuerpo y la dejasen libre, y últimamente á quevolviesen la cédula que les había entregado. Todolo hicieron á su pesar, y á vista de todas arrojó elenemigo la cédula que luego quemó el SantoPadre. Con lo cual la Religiosa quedó en el alma ycuerpo libertada, y los Prelados y Convento tan[62] agradecidos, que le aclamaron por segundoBasilio: pues en la acción de obligar al demonio áque volviese la cédula, fueron los dos semejantes.A otras muchas almas sacó el Beato Padre consuperior virtud de entre las uñas de este rabiosoleón, como diestro y valeroso pastor.

No solamente á los Conventos y personasreligiosas, sino á los seglares también acudía elBeato Padre y procuraba aprovechar, confesando,comunicando y enseñándoles con pocas palabras,con mucho ejemplo, con rara modestia, conadmirable modo, de donde se seguía no menosadmirable fruto, como se verá en algunos casosque aquí referiremos. Había en aquella ciudad unadoncella hermosa y rica, y aunque bien nacida,menos bien disciplinada y compuesta. Era con suhermosura y gala lazo de muchas almas perdidas,

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y común tiranía de la vaga juventud, que adorabaaquel ¡dolo. Algunas personas de las que ó porsangre ó por amistad, celaban su honor ydeseaban moderar su licencioso desenfado,tomaron por acuerdo aconsejarle se confesasecon el Descalzo Carmelita, pareciéndoles que sóloeste medio era bastante para componerla. Resistíaella estos intentos, huyendo del Siervo de Dios,como también de su remedio. Instaron las amigas(fina y santa amistad) para que le hablase siquieraalguna vez, como lo hacían otras muchaspersonas: porque á un varón santo no hay quien ópor devoción ó por curiosidad no le vea ycomunique. Tanto pudieron los ruegos y el buencelo de las que le persuadían ésto, que finalmentealcanzaron de ella, no solamente que hablase alBeato Padre, sino también que se confesase conél. Llegó, pues, un día (no con poco temor) á lospies del Siervo de Dios, creyendo que de entreaquellos pies descalzos, hábito, figura y aspecto,todo tan rígido, no había de salir- con vida,miedos con que la detenía el demonio, y sueledetener á otras tales. Mas desengañóse muypresto, porque halló luego en el Beato Padre unaacogida muy suave, y un trato tan llano ysantamente apacible, que con suma facilidad ygusto se confesó con él y oyó y recibió susdocumentos y doctrina. Quedó tan prendada deesta primera comunicación, que determinócontinuarla, como lo hizo, frecuentando el

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confesarse y comunicarle muy despacio. Resultóde aquí una muy [63] notable mudanza en su vida.Dejó las galas y vistióse de jerga, huyó lospasatiempos y encerróse entre cuatro paredes,renunció los regalos y abrazóse con la penitencia,recompensando con el buen ejemplo de la vidapresente el desperdicio de la pasada, y edificandoahora lo que antes había destruido, hecha yaejemplo la que había sido lazo en la ciudad. Talfué el efecto de su conversión, tal el que causaronen ella las palabras de aquel Varón del Cielo.

Otra presa que tenía másentre las uñas lequitó nuestro Descalzo al demonio, y con ella unpecado muy escandaloso y público á la ciudad.Había allí mismo una mujer dedicada á Dios, yano dedicada sino al demonio, porque rompiendola fe al Celestial Esposo á quien estaba con votoconsagrada, ofendía su honor con su sacrílego ycontinuado adulterio. Trájola Dios piadosísimo álos pies de nuestro Santo Padre, el cual de talmanera supo disponerla y ablandarla, que vino áconquistar aquel corazón y restituirle á su propiodueño y Esposo Jesucristo. Compungida la mujer,y bañada en amargura de lágrimas, abominó lamaldad, aborreció el pecado, olvidó el deleite, ynegó la vista y aun la memoria á la ocasión, dandosatisfacción al público escándalo con la públicaenmienda y ejemplo de su vida. Sentido de estamudanza el sacrílego cómplice, y revestido de unfuror diabólico, determinó tomar venganza de

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quien le había estorbado la ejecución de sustorpezas. Esperó una tarde al Siervo de Dios á lapuerta del Monasterio de la Encarnación, dondeestaba confesando á las Religiosas, y al tiempoque salía de la Iglesia para recogerse á su hospicio,embistió con él, y con un palo le dió tantosgolpes y tales, que le derribó en tierra, quedandoel Siervo de Dios muy maltratado, pero muygozoso de haber padecido algo por Cristo. Bienconoció el Beato Padre al malhechor, peroteniéndolo por muy gran bienhechor callósiempre su nombre, agradeciéndole en susoraciones aquella buena obra que le había hecho,y pidiendo á imitación de Cristo, que Dios leperdonase. Decía después, refiriendo este caso,que no había sentido en su vida mayor consueloque entonces, por saber que padecía aquello poramor de Dios, y por sacar una alma de pecado,cosa tan agradable á la Divina Majestad, y que asípor esta causa le habían [64] sido á él tan dulceslos palos, como á San Esteban las piedras. Deesta manera nuestro Venerable Descalzo reducíalas almas, componía las costumbres y teníaedificada toda la ciudad.

Pero la soberbia de aquel altivo espíritu, cuyaorgullosa cerviz había el Varón de Dios holladotantas veces, no podía sufrir que un pobreFrailecillo triunfase de toda su potencia, yquedase siempre superior y victorioso. Armóse,pues, de nueva rabia contra él, y solicitado de su

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envidia, espoleado de su afrenta y arrebatado desu misma furia infernal, comenzó como león árodear al Varón Santo, rugiendo por tragarle.Tentó, pues, el maldito espíritu la constancia delBeato Padre por la parte más flaca, que es lacarne, con uno de los ensayos más propiamentesuyos que él pudiera inventar.

Tenia (como se ha dicho) el Siervo de Dios sumorada en una casita fuera de la ciudad, aunquecerca del Convento, en parte solitaria. Estaba elcompañero ausente aquellos días, y el BeatoPadre solo. Recogido ya, pues, una noche muytarde, y ocupado como solía en su oración, ve deimproviso que entra por la celda una figura demujer, que sin darle lugar á prevenirse, se le ponedelante. Salteó el corazón del vigilante solitario unsúbito temor, y asombrado de ver en aquel retretey á tal hora visión semejante, juzgándola porinvención del demonio, se reparó contra ella conlas armas de la Cruz y confianza en Dios,invocando el dulcísimo Nombre á quienarrodillado tiembla el Infierno. Conoció la mujerel temor del Varón Santo, y antes que le abriese laboca, derramando ella de la suya cuanto venenohabía prevenido en su lengua la serpiente infernal,se anticipó, y le dijo: No soy, oh Juan, comopiensas, el demonio, ni figura ó visión fantástica.Mujer soy verdadera, aunque perdida ydesdichada. Bien conoces á la que tienes delante,pero no bien cuánto la debes. La doncella soy que

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tanto há llega á tus pies, que oye tus documentos,venera tus palabras, estima tu trato, y en traje ynombre de virtuosa y devota te comunica lascosas de su alma, si bien la principal que hay enella te la he celado hasta este punto. Ya no hepodido reprimir tan vehemente afecto,disimulado lié, resistido hé, heme detenido en elrespeto á tu virtud, en el decoro á mi honor, enlos [65] imposibles á la esperanza: mas ya lafuerza de mi pasión me ha vencido y rendido deltodo, hasta hacerme salir de la casa de mi padre yllegar á este lugar.

Conoció el Venerable Varón á la doncella, ytembló de verse en tan poderoso peligro,habiendo de luchar, no ya con sombras deldemonio, sino con verdadero objeto de su mayorarma, y contra su mayor potencia, que es unamujer hermosa, noble, rica, de buen nombre, yhasta entonces honesta, embestida de uninmundo espíritu, que se disfraza en ella. Alzó áDios los ojos y el corazón el humilde Padre,colgándose de los pechos de su DivinaProvidencia, sabiendo que nadie es continente siDios no da el serlo35, y que faltando su mano, nohay constancia aun en los montes y cedros másrobustos. Tuvo en esta ocasión propicio al Señor(que este es el fruto de haberlo antes granjeado), yasí pudo con su ayuda salir victorioso de estabatalla, quedando, no sólo libre él del peligro,35 Sap. 8. 21.

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sino reducida también por su medio la mujer.Armado, pues, con una valerosa constancia yardiente celo de la gloria de Dios, y del provechode aquella alma, comenzó á reducirla.

Para lo cual fulminaba razones y flechabapalabras, impelido del afecto interior el fervorosoPadre, deseando encender aquella alma en elamor de Dios. Para lo cual, ¿qué perfección, quéatributo, qué efecto, qué beneficio Divino no lepropuso y representó infinitamente amable? Ydespués de haberla atraído con lo dulce yamoroso que hay en Dios, revolvió con lo terriblede la Divina justicia para atemorizarla con sucastigo, en cuya ponderación no dejó ira, horrorni llama que no fulminase sobre aquel corazón,desmenuzándolo entre asombros. Temblaron, sinduda, al trueno y majestad de su voz, nosolamente la triste mujer, que ya temía se latragase viva la tierra, sino también los demonios,que venían armados con su figura. Y así dejándolaellos del todo libre, pudo volver en sí, y bañadaen lágrimas y cubierta de su antigua vergüenza, séarrojó á los pies del Varón Santo, pidiéndoleperdón y que se le alcanzase de Dios, y [66]reconciliase con él, dándole la penitencia quequisiese. Consolóla el piadoso Padre, yconfirmándola en su ya buen propósito, ladespidió para que se volviese á su casa, saliendode la del Siervo de Dios hecha un Ángel la quehabía entrado poco antes un demonio.

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Todo esto era añadir nueva rabia á losenemigos infernales, viendo que sus venganzas sevolvían en afrentas, y que cuanto más á sucontrario perseguían, más le coronaban. Contodo eso no desistían de su intento, valiéndose dela licencia que en la permisión Divina hallabanpara maltratarle y atormentarle el cuerpo.Hacíanlo muy de ordinario á las noches conespantos, visiones, ahullidos y golpes que ledaban, de los cuales alcanzaba alguna vez parte alcompañero, porque lo era de quien tantoaborrecían. Pero como de todos estos trancessaliese el esforzado Varón siempre con ganancia,y ellos con pérdida, buscaron ocasión más fuerte,batalla más sangrienta en que triunfar y vengarsede él. Armáronle una persecución terrible, unaprisión y cárcel apretadísima: de la cual tuvo elVarón de Dios aviso del Cielo mucho antes quesucediese, y así lo dijo estando en este Monasteriode la Encarnación de Ávila á una Religiosa de él,pidiéndola le encomendase á Dios para estetrance: y respondiendo ella, que como estandotan gastado, flaco y acabado de penitencias, habíade poder llevar más carga de trabajos, replicó éldiciendo que no dudase de ello, porque sin faltaseria así: como en hecho de verdad lo fué, segúnahora diremos. [67]

X. Prisión de N. S. Padre en el Convento de Toledo en 1576.–Penosos castigos que sufrió durante ella.–Nuevos trabajos y visita del Señor y de su Santísima Madre.

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Llegando el año de mil quinientos setenta yseis, que cumplía cinco de su residencia en Ávila(fuera de algunas breves ausencias que hizo áMedina y al Capitulo Provincial de Almodóvar),le sucedió este lance tan prolijo, y que yo quisieraexcusar, si no fuera el mayor esmalte que en ladiadema de su santidad está venerando la Iglesia:y por eso nuestra Madre Santa Teresa habló deeste suceso en muchas partes. Los hijos de miMadre (decía la Esposa Santa) que eran sushermanos, pelearon contra mí; pero fué guerrapacífica (expone Filón Carpacio)36 y nacida derectas intenciones: aunque los efectos fueron deverdad amarguísimos. Suponiendo, pues, la buenaintención y títulos que tenían entonces losPrelados de la Observancia, y que prudentementeprocedían el General y Comisario, persuadidos(aunque no era así) que los Descalzos erancontumaces y rebeldes, diré solamente lo queconduce á la santidad de nuestro Beato Padre:pues es honra de toda la Religión Carmelita quese manifieste en público.

Fué el caso, que continuando el oficio deConfesor en el Convento de la Encarnación deÁvila, aun después de acabar su Priorato nuestraMadre Santa Teresa, y estando ya en el suyo deSan José, llevando mal los Padres de laObservancia que los Descalzos cuidasen delMonasterio que les pertenecía, con orden del36 Cant. 1. Ubi Philon.

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Maestro Fray Jerónimo Tostado, ComisarioGeneral, los procuraron echar de allí, y á los finesde este año lo consiguieron, y con escándalo de laciudad (dice la Santa) los llevaron presos al PadreFray Germán al Convento de la Moraleja, y ánuestro Beato Padre Fray Juan al de [68] Toledo.El presumir era celo y justificación en losPrelados, dió ánimo al Religioso que lo llevaba, ypor el camino le trató con tan poca blandura, queel mozo compadecido, le ofreció su favor y que lepondría en salvo. Repitió la oferta, llegando á unaventa, en que refiriendo al huésped lo que pasaba,los dos se ofrecieron á escaparse. No lo admitióel Beato Padre, porque teniendo su granjería enpadecer, en la prosecución libró su aumento.Entró en Toledo, prevenido de serenidad ypaciencia, y cogió con abundancia sus frutos:porque intimándole las órdenes del ComisarioGeneral y Actas del Capitulo, le recibieron comoá Fraile fugitivo y contumaz, y de tal fueron sutrato, sus consejos, sus reprensiones, susamenazas: y bajando el Santo la cabeza, todo lorecibió de la mano del Señor, estimando aquellacontradicción por beneficio. Muchos lancespasaron en que él defendió su Descalcez, deshizotodos los ardides con que le acometieron, resistiósus golpes, y dejó frustrados sus intentos. Lo cualviendo los Padres Observantes, y que no habíaesperanza de reducirle á su obediencia,pareciéndoles por otra parte que sus excusas y

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respuestas no eran suficientes para dejar deobedecer en lo que de parte del Vicario GeneralTostado se le ordenaba, determinaron de tratarlecomo á rebelde é incorregible, y aplicarle laspenas con que se suele castigar este delito en lasReligiones, donde es tenido por gravísimo: y así lemandaron encarcelar, dar disciplinas, ásperasreprensiones, ayunos de pan y agua, y otraspenitencias rigurosas, medios todos en suintención de ellos para castigarle; en la de Diospara llenarle de merecimientos y coronas.

La primera pena con que comenzaron losPadres Observantes á castigar la que ellosjuzgaban inobediencia de su Descalzo preso, fuéuna estrecha cárcel. Era esta una celdilla de seispies de ancho y hasta diez de largo, sin ventanaalguna ni otro respiradero más que un resquicio óhendedura en lo alto de la pared de hasta tresdedos de ancho, por donde entraba tan escasa laluz, que para rezaren el Breviario era menestersubirse el Beato Padre en un banquillo, y esperarque reverberase cerca el rayo del sol. No se lehabía procurado más luz á este aposentillo, porservir de retrete á una sala, donde [69] encerrabanlo que querían retirar de la vista. Diéronle porcama unas tablas y dos mantillas viejas. A lapuerta de esta celdilla pusieron un candado, paraque nadie pudiese verle ni tratarle, sino sólo elcarcelero. Fortalecieron de nuevo la prisión, yechando otra llave á la sala, dentro de la cual

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estaba la celdilla, dejaron la cárcel más segura, y alpreso más apretado y más oculto.

Bajábanle á las noches al Refectorio, ydespués de la común refección de los Religiosos,le daban todos una disciplina, que en lasReligiones llaman circular: esto es, en que toda larueda de la Comunidad concurre al suplicio,dándole cada uno su azote, conforme á ladisposición del Prelado, castigo de los más gravesy de más infamia que hay en la república religiosa.Esta disciplina se le daba al principio de suprisión cada noche, después de pasado algúntiempo tres días en la semana, y más adelante sólolos viernes: y finalmente cansados ya de tantoazote, y de ver que no lo estaba el que lospadecía, vinieron á diferir más este acto. Pero élfué tan fuertemente repetido que por gracia y converdad solía decir después el Beato Padre, quehabía sido más veces azotado y recibido en ellasmás azotes que San Pablo. Bien testificaban esterigor las cicatrices de los azotes, que después demuchos años duraban en las doloridas espaldasdel paciente, donde en precisa ocasión las pudover un enfermero suyo á quien el Beato Padre,compelido de su instancia, hubo de manifestar lacausa de ellas. La cual como fuese principalmentela gloria de Dios é imitación de Cristo, podía conSan Pablo37 decir, que traía las señales de esteSeñor en su cuerpo.37 Galat. 6. 17.

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No era menor pena que los azotes la comida.Mandábanle comer los días que le azotaban en elRefectorio, pan y agua en tierra, y de ordinario ensu celdilla: era el sustento un poco de pan, yalguna sardina ó cosa semejante que sobraba delRefectorio, sin que jamás se le diese otro alivio nimás consolada refección. La ropa que lepermitían para su abrigo, era un hábito viejo deCalzado, que en Ávila le vistieron por fuerza. Latúnica interior de lana que traía cuando le [70]prendieron, ésta trajo siempre sin despegarla ennueve meses de sus carnes. Por lo cual vino ácriar tanta inmundicia de gusanillos, que le era unnuevo y penosísimo tormento, y de los que más leafligieron en aquella cárcel. Otras incomodidadesque la naturaleza padecía, tampoco hallabandispensación en la clausura, haciendo que él á símismo se fuese intolerable, y viniese á consumirlosu misma corrupción.

A estas apreturas se añadía lo áspero de lasreprensiones. ¿Vos (le decía el Prelado en elRefectorio) habíades de ser el primero quedeshonrase la Orden de la Virgen con un desatinotan grande como descalzaros, y hacer diferentehábito, y poner discordia entre los Religiosos, ydar que decir á todos los seglares? Si queriades serbueno, ¿qué os faltaba en la observancia de laOrden, donde se crían tantos buenos y santos?Pero vos, hipócrita, no buscábades cómo sersanto, sino cómo os tuviesen por tal: no la

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edificación del pueblo, sino su aplauso y vuestraestima, descalzándoos muy apriesa, para que osllamasen el primer Descalzo, y os tuviesen porReformador de la Orden. ¡Mirad ahora quién!¡Qué San Ángelo ó San Alberto tomaba laempresa, sino un Frailecillo desventurado, queapenas vale para portero de un Convento! ¡Quégentil reformador! Ea, Padres, ved aquí á sureformador, no hay sino obedecerle y seguirle.Pero ya que vos, desventurado, queréis reformar álos otros, será bien que os reformemos primero ávos. Aparejad esas espaldas, que en ellas osescribiremos la ley de la Reforma. Tras el sermónandaba luego la disciplina, azotándole crudamenteel cuerpo, después de haberle disciplinado máscrudamente el alma.

Afirmaba después el Siervo de Dios, que oíaestos oprobios con tanto gozo cuantoreconocimiento de su bajeza: y que le parecíaquedaban cortos en injuriarle, conforme lo que élsentía de si: y que con ser las disciplinas que ledaban tan rigurosas como queda dicho, deseabapor momentos llegase la hora de recibirlas, ypadecer aquella afrenta y pena por Dios. Y queuna vez que se olvidaron de bajarle al Refectorio,para darle su acostumbrada penitencia, se quejó alcarcelero, diciendo: ¿que por qué le había privadode aquel tan grande [71] bien y regalo? Porque,aunque en el intento de descalzarse y perseveraren la Descalcez no pensaba haber ofendido á su

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Religión, ni haber desobedecido á sus legítimosSuperiores; pero reconocía en sí tantasimperfecciones y faltas, que por ellas creía tenerbien merecido cualquier castigo y reprensión: y asíni se indignaba contra ellos, ni los juzgaba porinjustos y crueles, sino que reconocía en susmanos la de Dios, que por aquel medio queríacastigar sus culpas, y purificarle de susimperfecciones y darle ocasiones de merecer. Oíay callaba, sin responder jamás palabra á cuantasafrentas le decían: y como por otra parteperseveraba con serenidad y firmeza en suintento, quebrantando de esta manera la furia deaquella indignación, le llamaban lima sorda, aguamansa y mátalas callando, y otros tales nombresde afrenta y vilipendio.

Con otra manera de trabajo mayor que losdichos atormentaban algunos Religiosos al Siervode Dios, probando su paciencia: porque depropósito se concertaban, y en la sala dondeestaba la carcelilla delante de su puerta, de suerteque lo pudiese oír él, se iban á tratar de losnegocios y pleitos que entonces había con losDescalzos. Referían allí lo que ellos deseaban seejecutase, diciendo que ya el Nuncio Filipo Sega,que poco después vino, los había mandadoprender, y que del Visitador Gracián y de losdemás, y aun de la misma Madre Fundadora delas Monjas Teresa decía más mal que de Lutero, yque andaban memoriales contra ellos, donde les

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imputaban cosas feísimas y se había de hacer uncastigo ejemplar en los tales, dejando suDescalcez no sólo extinguida, sino á ellosinfamados para toda la vida.

Esta era la cárcel, estas las penas ymortificaciones exteriores que en ella padecía elSiervo de Dios; mas la interior que de ellasresultaba, y la aflicción de su alma entre tantasangustias sin duda era mayor. Retirósele el Señor,y dió lugar á que experimentase lo que en élobraba la gracia. Comenzó á destemplarse elinterior y de las partes donde arrojaba elpensamiento, volvía con nuevas congojas. Ver ála Descalcez en tal peligro, como le decían losReligiosos, le daba mortal pena. Carecer de decirMisa y acudir á sus hermanos, le hería el corazón.Temer si había dado ocasión á tantos escándalos,[72] le afligía el alma. Y no hallando en la oraciónel conhorte que solía, se hallaba en la noche másoscura que permite Dios á sus amigos. Así pasabael Santo. Así lo purificaba el Señor, para que delcrisol de estas penas y desamparos saliese oropurísimo, que luciese en el aparador de su Iglesia.

Purificado así á tiempos, en otros volvía áamanecerle la aurora, y el Señor á consolarle,mostrándole cuán de su mano tenía la luz, aunqueél no la veía; y como á los que padecen por suamor, Su Majestad les suaviza las prisiones, entrelos muchos favores que ocultó, refería queviéndose algunas veces afligido demás de la

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estrechura de la cárcel con la falta de luz, que nose la daban de noche, el Señor se la enviaba delcielo. Experimentólo el carcelero una vez, en quellegando á reconocer la cárcel la vió toda llena deluz; temiendo que al preso otros se la hubiesendado usando de llaves falsas, fué á decirlo alPadre Prior. Acudió con otros Religiosos, mas altiempo de abrir la primera puerta, la luzdesapareció; con que entrando dentro yhallándolo todo á oscuras, se volvió juzgandohabía sido ilusión del carcelero. Mas no fué sinoverdad y obra de aquel Señor, que de las tinieblassaca luz para alumbrar y alegrar á sus amigos. Asíse lo dijo Su Majestad en otra ocasión, en queestando el Santo preso, representándole susoledad y quejándose de que habiéndole heridocon el dardo de su amor, se le escondía, se viócercado de una tan hermosa y suave claridad, quele llenó el alma de gozo, y en medio de ella oyó alSeñor que le decía: Aquí estoy, Juan, no temas, que yote libraré.

Confortado con este favor, ya no temía lahambre, ni la sed, ni la tribulación38, teniendo áDios á su lado. Dióle esta voz nuevo aliento,animó su flaqueza, esforzó su desmayo, y noqueriendo perder las luces que el Señor lecomunicaba, compuso en esta cárcel aquellasDivinas canciones que comienzan: ¿A dónde teescondiste? Las cuales explicó después, y hoy las38 Rom. 8. 35.

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gozamos impresas en sus celestiales escritos. Nomenos tierna que el Hijo se le apareció su [73]Santísima Madre, y muchas veces le consoló yfavoreció, de las cuales sólo merecimos saber consingularidad las tres últimas39. La primera fué, queentrando una vez el Prior con otros dosReligiosos en la cárcel, halló al Santo Padrehincado de rodillas y postrado en oración, y tandebilitado con los malos tratamientos, que nopudiendo levantarse tan presto, el Prelado,presumiendo era desatención, le reprendió sudescuido. Pidió perdón el Santo Padre, y el Prior,ya más templado, añadió: ¿en qué pensaba ahoraque tan embebido estaba? Acordábame (respondióel Santo) que mañana es día de la Asunción de NuestraSeñora y me consolaría mucho el decir Misa. A que dijoel Prior con desabrimiento: No en mis días, yvolviendo las espaldas le dejó. Volvió el Santo sucorazón á la Santísima Virgen, y pasando aquellanoche y el día siguiente ofreciendo en sacrificiosus deseos, entrando la noche se le volvió enclaro día, apareciéndole la Sagrada Virgen asistidade celestiales escuadras, y consolando á su devotoCapellán, le dijo: Hijo, ten paciencia, que presto se

39 No creo que fueran tantas las veces que supone el historiador recibió elSanto consuelos celestiales en su prisión. María de Jesús da á entender queestas visitas fueron muy raras. «Yo le pregunté, dice, que si tenía consuelosde Dios, allí: dijo que raras veces, y creo me dijo que nunca; que todopadecía, alma y cuerpo». (Vid. Serrano y Sanz, Apuntes para una biblioteca demujeres españolas, tomo I, página 563.

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acabarán estos trabajos, saldrás de esta prisión, dirásMisa y te consolarás.

Dejóle el favor bañada de gozo el alma, ydespués de haberlo agradecido, comenzó ádiscurrir cómo había de salir de la prisión, pues nitenía medios, ni su ingenio los descubría. Masseguro en la palabra, esperaba que le facilitaría laejecución quien le había dado el aviso. Sucedióasí: porque un día de aquella octava, se le aparecióCristo con su Santísima Madre, y respondiendo ásus dudas y dificultades, le dijeron: Se animase, quequien había hecho que el Profeta Elíseo pasase con la capade Elías el Jordán, le sacaría á él de su prisión sindificultad alguna. Conhortado con esta visión,procuraba los medios, y para más facilitárselos, laSantísima Virgen se le volvió á aparecer, ymandando que la ejecutase, en espíritu le mostróuna [74] ventana alta que de una galena ócorredor salía al Tajo, y le dijo que por allí sedesprendiese sin temor, que ella pondría su mano,y para la dificultad de romper las cerraduras, lamisma Sagrada Virgen dió la traza, que él ejecutó,como nos dirá el suceso.

Para disponerlo con suavidad, había dispuestoel Señor días antes se mudase el carcelero, ysustituyendo por él otro de mayor piedad, viendola humildad, paciencia y santidad del preso, y quehabía pasado nueve meses en aquel penosocarcelaje, cuando estaba en sus actos laComunidad, solía sacarle á que siquiera por las

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ventanas viese el cielo. Salió, pues, una tarde, yviendo la ventana que caía al río, reconoció era laque Nuestra Señora le señaló. Trayéndola fija ensu memoria, se recogió á su cárcel, y en tanto queel carcelero fué á traerle un jarro de agua, el Santoaflojó las armellas del candado, que eran detornillo, para que con más facilidad pudiesevencer la puerta. Estando á solas, fué dividiendoen tiras las dos mantillas viejas, y zurciendo unascon otras, hizo la soga por donde había de bajar.

El vencer la dificultad de la puerta segunda, lafacilitó el Señor, disponiendo que en aquellaantesala se hospedasen unos Religiosos huéspedesque llegaron á deshora. Acostáronse, y en eltiempo que estuvieron platicando, nuestro presodisponiendo lo que de su parte dependía, previnolas mantas y el candil, que el carcelero habíaolvidado, viendo que todo podía ayudar á sulibertad. Cuando sintió que los huéspedes,vencidos del camino y del calor, estabandormidos, pidiendo favor á la Virgen, oyó que ledecían en su interior: Date priesa. Con este aviso,dando á la puerta un empellón, una de lasarmellas faltó, y quedó franca la puerta. Al ruidodespertaron los huéspedes, y diciendo: ¿quiénanda ahí? ¡Deo gratias!, el Santo Padre se sosegó,y ellos también, no oyendo ruido y presumiendosería algún accidente, volvieron á quedarsedormidos. Los temores y confianzas quedespertaría este primer encuentro en el Siervo de

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Dios, peleando su fe con su flaqueza, bien se dejaentender. Pero al fin venció su confianza, y connuevo ánimo prosiguió su empresa. [75]

XI. Sale de la cárcel en 1578.–Pasa al Convento de Beas.–Admirable extasía que allí tuvo.–Vuelve á su retiro del Calvario

Cuando le pareció que los Religiosos estaríanya otra vez dormidos, cogiendo todas sus escalasy aparatos salió de la cárcel, y pasando por entrelos huéspedes, se encaminó á la ventana. Teníapor antepecho un cuartoncillo suelto ydesencajado de los ladrillos, y entre uno y otroentró el cabo del candil, y en el garfio asió lasmantas. Fiando su empeño de Dios y de suSantísima Madre, se fué descolgando por aquellasoga tan débil. Cuando se le acabó y reconocióque le quedaba casi igual distancia á la que habíabajado, volvió á pedir nuevo favor y lo sintió,pues dejándose caer desde tan alto, y dando sobreunas peñas, le pareció había caído sobre mullidoscolchones.

Saliendo de este susto, entró en otro, porquereconoció que aún estaba dentro de la cerca delmismo Convento, y con mayor peligroencarcelado fuera de la cárcel. Pidió al Señornuevas fuerzas, y trepando por una pared arriba,se halló en otro cercado de un Convento de lasMonjas de la Concepción, que tenia por vecinas,según se lo había dicho el carcelero. Aquí creciósu congoja, y no hallando salida á su aflicción,

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volvió á Dios los ojos y á la Santísima Virgen elsuspiro, solicitando de ambos las entrañaspiadosísimas, y poniendo en ellos toda suconfianza, sin agraviarla con la infidelidad de losque, salidos de Egipto, se quejaban de Dios quelos había desamparado en el desierto40. Antes aquíesforzó el Beato Padre su fe, y arrojándose todoen la Providencia Divina, esperó de ella elremedio y consecución de su libertad. Sabía queDios no falta á sus promesas, y que para que en lanecesidad se conozca ser suyo el reparo, deja [76]que llegue al último trance el peligro; para que asídesfalleciendo nuestras fuerzas, y rendida laesperanza de nuestro flaco poder, se tengaentonces la obra toda por Divina, cuandoninguna cosa se halla en ella de humana. Tal fuéla que Su Majestad obró con su Siervo en estetrance. Envióle una luz muy hermosa, rodeada deuna resplandeciente nube, que arrojaba rayos desuavísima claridad, ó ya fuese columna de fuego,ó ya nube de luz, con que Nuestro Señor quisoguiar y amparar á su amado Israel. Puesta delantede él, oyó una voz que salta de ella y le dijo:Sígueme. Confortado con este amparo y alientoDivino, se fué tras la luz y la siguió hasta la pared,que dijimos estar sobre el vallado en la parte altadel corral. Llegado cerca de ella, sin ver quién nicómo, le tomaron y subieron sobre la pared quesalía á la portería de las Monjas y á la calle que va40 Exod. 14. 11.

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á la plaza de Zocodover, y allí desapareció la luz,dejándole tan deslumbrado, que decía él despuésque por dos ó tres días le habían quedado los ojoscomo quien ha mirado el Sol en su rueda. Hallósesólo, pero reconoció entonces como otro Pedro,que el Ángel del Señor41 era quien le había guiadoy sacado de aquella segunda y más fuerte prisión;y así dando á Su Majestad tiernamente gracias,caminó por la pared adelante, en la cual halló fácildisposición para bajar á la calle y ponerse ensalvo.

No sabiendo dónde encaminarse, por nohaber estado nunca en Toledo, viendo abierta unacasa principal, pasó lo restante de la noche en elzaguán, hasta que venido el día lo encaminaron alConvento de las Carmelitas Descalzas, á dondellegó cuando estaban en oración; llamó al torno ydijo á la Madre Leonor de Jesús, que era tornera:Hija, Fray Juan de la Cruz soy, que esta noche me hesalido de la cárcel, avise á la Madre Priora. Fué laPortera, avisó á la Priora, y ella á las demás, quequedaron admiradas y gozosas. En esta ocasión,prevenida del Señor con un nuevo accidente, unaReligiosa enferma pedía á gran priesa confesión.Con esto el Santo Padre pudo entrar, aunque yatan descaecido y fatigado, que fué necesario darle[77] un desayuno para que volviese en sí. Esta fuéla clave de las providencias de esta noche; porqueá poco espacio llegaron algunos Padres de la41 Act. 12. 11.

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Observancia prevenidos de alguaciles en buscadel preso. Habiendo registrado la Iglesia, Sacristía,Confesionario y Locutorio, se fuerondesconfiados. Y á la tarde, en que el Santo Padreconfesó á la enferma, consoló á todas, y ellas lehabían acomodado hábito más decente, se salió ála Iglesia. La Priora envió á llamar á D. PedroGonzáles de Mendoza, Canónigo y Tesorero de laSanta Iglesia y muy afecto á la Descalcez, á quienrefiriendo el caso, entró al Beato Padre en sucoche y lo llevó á su casa, donde lo regaló algunosdías, y después, con buena guarda y comodidad,lo despachó al Convento de Almodóvar.

Alegrísima fué esta nueva para toda laDescalcez, en especial para nuestra Madre SantaTeresa, que tanto lo había deseado, y más cuandosupieron por menor providencias tan milagrosas.Celebráronla poco después todos los Prelados,que juntándose á Capítulo de dos meses despuésen el mismo Convento de Almodóvar, dieron alBeato Padre el parabién y á Dios las gracias, deque de la raíz del trabajo, que á todos había sidotan amarga, sacase frutos de tanto consuelo.Enviando á Roma el Capitulo al Prior que eraentonces del Calvario en Andalucía, lo eligieronpor Vicario, así por retirarlo más de lascontradicciones de Castilla, como por serConvento de soledad en que recreaba su espíritu.Llegándose á despedir el Religioso señalado parael viaje de Roma, le profetizó nuestro Beato

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Padre el desdichado fin de su jornada diciéndole:Vuestra Reverencia, Padre Fray Pedro, va á Romadescalzo y volverá calzado; como de hecho deverdad volvió, á lo menos en el ánimo, puesdesistiendo de la empresa que llevaba yconformándose con los Padres Observantes,aunque vino descalzo, pasado algún tiempo sevolvió á ellos, siendo causa de esta mudanza laremisión con que en el viaje y jornada comenzó ávivir, olvidando el rigor de su Descalcez, y el tratofamiliar que con Nuestro Señor en ella tenía, conque vino á dejar del todo la vida Reformada, ycon ella un temeroso ejemplo á los Religiososdescuidados en su instituto, pues el que en elretiro del yermo [78] hizo maravillas y le vieronmuchas veces elevado en el aire, después en lademasiada conversación del siglo perdió todo elaprovechamiento pasado, que no volvió jamás ácobrar.

Concluido el Capítulo se partió el BeatoPadre para su casa del Calvario; pero antes dellegar á ella, pasó por la villa de Veas, dondenuestras Religiosas Descalzas tenían ya Convento.Fué recibido de la Priora, que era la VenerableAna de Jesús, y de sus hijas con singularestimación y gozo. Consoló á aquellas siervas deDios y consolóse con ellas el poco tiempo que allíestuvo, con no menor fruto suyo queaprovechamiento de las Religiosas. Saboreándoseen la relación de lo mucho que había padecido,

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quiso la Priora, para su espiritual recreación, queuna hermana le cantase esta letrilla que la Pascuaantecedente habían hecho en loor de los trabajos:

Quien no sabe de penasEn este triste valle de dolores,No sabe de buenas,Ni ha gustado de amores.Pues penas es el traje de amadores.

A estos ecos, aquella bendita alma,enamorada de los trabajos y penas, de tal manerase suspendió, que comenzó á desamparar lossentidos: y aunque previniéndolo, hizo señal á laReligiosa (por no poder ya hablar) para quecesase, nada bastó: porque la moción fué taneficaz, que asiéndose con ambas manos de la rejapara que el cuerpo no se levantase en alto, asidoen ella se quedó en éxtasis por espacio de unahora: en la cual las Religiosas, hijas de Jerusalén,conjuradas por el Divino Esposo42 de aquellacelestial alma, le guardaron el sueño hasta que ellaquiso despertar. Admiraron todas no tanto elefecto, como su causa: porque suspenderse elalma cuando Dios se le descubre, cuando le revelasus secretos, cuando le hace plato de los bienes dela gloria, es ordinario; pero que oyendo la voz depenas y de trabajos, de cuyos ecos nuestro naturaltanto se asusta, se [79] alboroce el corazón, y poralcanzarlos el alma se eleve y lleve tras sí elcuerpo, que la agrava, si no es de este insigne42 Cant. 3. 5.

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amador de la Cruz Juan, ni lo habernos visto nileido. A San Agustín sacó lágrimas la suavemelodía del canto y voces de la Iglesia: á Saúlsuspendió el harpa de David43: á Elíseo disponíala música para profetizar44: toda esa armonía erade dulzura, y aun no arrebataba del todo á susoyentes; pero consonancia de trabajos cuyo sóloeco amarga los oídos, suspender dulcemente unaalma, gran fuerza es de amor al padecer. Séamelicito, oh lector, exclamar aquí con San Bernardo(hablando del esfuerzo de San Andrés) ypreguntar: ¿Quién es éste que al sonido de lostrabajos se alboroza? ¿Es hombre? ¿O porventura ángel? ¿O alguna nueva criatura, pues tannuevos y celestiales son sus sentimientos? Perohombre es sin duda, pasible y semejante ánosotros, que los mismos trabajos padecidos concuya memoria se alegra, lo demuestran.

Despedido de las Religiosas de Veas, pasó ásu nido y amado retiro del Calvario, acogiéndoseá él como á puerto seguro, libre de la tormenta desu cárcel y de la furiosa tempestad que todavíaestaba padeciendo la Reforma. No fué porventura mayor el gozo de los discípulos querecibieron á San Pablo huido de Damasco, que elque los Religiosos del Calvario tuvieron viendo ásu Padre arrastrar las cadenas de Toledo. Loprimero que hizo en su gobierno, fué ajustar con

43 1. Reg. 16. 23.44 4. Reg. 3. 15.

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su ejemplo la doctrina, y con su doctrina yejemplo la vida solitaria de aquella santa casa. Sonlos estribos de la vida eremítica la penitencia yoración; su adorno el silencio; su guarda el retiro;su empresa propia la unión con Dios. En todoesto resplandeció maravillosamente la perfecciónde nuestro gran solitario, y la de toda aquellafamilia. La ordinaria comida de la Comunidaderan yerbas silvestres crudas. Y porque no todaseran conocidas, servía de maestresala un jumentopara hacerles la salva; y aquéllas escogían que élno desechaba, por lo cual le llamaban elconocedor. No se sabe si [80] cuando llegónuestro Beato Padre estaba ya algo templado esterigor: lo cierto es que en su tiempo no se usó;dábanse cocidas, y por sainete un poco de ajo; yel caldo de mal color servía de potaje. Cuandorepartían un poco de calabaza en lugar de lasyerbas, saboreada con algunas gotas de vinagre(guardando el aceite para las fiestas muy grandes)era regalo singular. El silencio llegó á tanto punto(por la estima grande que de su observanciainfundió el Beato Padre en aquellas benditasalmas), que les causaba cierta manera de temorreverencial al abrir la boca para hablar. Dejo lasdisciplinas, dejo los cilicios, dejo lasmortificaciones raras y extraordinarias, tanincreíbles al amor propio, cuanto ejercitadas delDivino que arde en los Siervos de Dios. Fundadasobre tan sólidos fundamentos, se encumbraba á

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los Cielos la perpetua oración, ya en el Corocantando, ya rezando en la Iglesia, ya juntando losdías con las noches en continua meditación de laley del Señor.

Delante de todos como capitán y guía iba elPrelado, que como venía tan hecho al padecer ycurtido de los trabajos, todos los de aquellaasperísima vida tenía por alivio. Como el espíritude pobreza y de encogimiento que allí hallóplantado el Santo Padre, era tan conforme al queenseñó y plantó en Duruelo, con su doctrina yejemplo le hizo echar más hondas raíces en elcorazón de aquellos Religiosos: y así no consentíaque, aun padeciendo necesidad, saliesen á pedirlimosna por los lugares comarcanos. No tentaba áDios el religiosísimo Padre en este grande olvidode lo temporal; antes solicitaba su misericordiacon esta confianza. Teniendo á aquellos súbditospor verdaderos hijos de Dios, no hallaba en suspaternales entrañas lugar donde cupiese el olvido.En todas las partes donde estuvo dejó doctrina deesta virtud, y sentía mucho si algunos Religiososno la abrazaban con todas veras. Decía que eldesconfiado era parecido al infiel: y que rarísimasveces se menoscaba la esperanza sin menoscabode la fe. Acreditaba el Señor la enseñanza yespíritu de su gran Siervo no menos que condemostraciones milagrosas. Faltó un dia el pan enel Convento para la Comunidad. Avisado de ello,sin turbarse ni afligirse mandó fuesen, como

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solían, á su hora los Religiosos todos [81] juntosal Refectorio. Hizo se buscase en la casa siquieraun mendrugo de pan, y traído, se bendijeron conél las mesas, como si estuviera muy prevenida y ápunto la comida. Sentáronse luego todos, éhízoles una plática tan espiritual en alabanza de laSanta pobreza, del mérito del padecer, de laconformidad con Dios, que sin comer bocado selevantaron de la mesa satisfechos: y de tal maneraencendió los corazones de sus Religiosos en eldeseo de padecer por Dios, que tuvieron porparticular misericordia de Su Majestad la falta deaquel día: y habiendo dado sus acostumbradasgracias, para que éstas correspondiesen á labendición de las mesas, se fueron muy contentosá sus celdas. Apenas se hubieron recogido enellas, cuando á grande priesa llamaron á laportería. Salió á responder el hermano FrayBrocardo de San Pedro, que era portero, halló unhombre que traía una carga de mantenimientocon una carta. Llevóla al Padre Vicario, á quienhalló puesto en oración delante del SantísimoSacramento: abriendo la carta comenzó á leer yderramar lágrimas con ternura grande comoafligido con la nueva de algún suceso triste.Admirado el portero preguntó la causa, yrespondió el Beato Padre: Lloro, mi hermano, quenos tenga Dios por tan flacos, que no podamos llevarmucho tiempo la abstinencia, y así no la ha fiado denosotros sólo un día, pues ya nos envía que comer.

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Confieso que quisiera detener aquí elcorriente de la historia, y traspasando sus leyes,ponderar estas lágrimas: porque como el hermanoFray Brocardo, y ya más que él admirado (pues séla causa de ellas), me viene deseo de preguntar alBeato Padre, ¿por qué llora? ¿Llora porque lesocorre Dios una necesidad? ¿Porque le saca deun aprieto? ¿Porque le quita el padecer? ¿Porquemuestra para con él su tierna providencia? Poreso mismo. ¿Hánse visto lágrimas por causasemejante? Lloran los mundanos la desgracia ómengua temporal: los buenos, el haber ofendido áDios: los espirituales, sus imperfecciones: los másperfectos, el no gozar y ver la hermosura Divina;pero, ¿llorar por no tener que padecer? ¿Lágrimasporque se remedian penas? Extraña manera detristeza, y rara fuerza de amor Divino. ¡Qué bienconocía este Varón Santo el incomparable valor[82] de los trabajos, pues siente su pérdida comola de un gran tesoro! Llore, pues, el mundo lo quequisiere, que á mí las lágrimas de este fuerteAmador de Dios, no sólo me admiran, pero meaniman á padecer por el mismo Dios. [83]

XII. Libra á un endemoniado.–Testimonio de nuestra Madre Santa teresa a favor del Beato Juan.–Toma posesión como Rector del Colegiode Baeza en 1579.–su devoción á la Santísima Trinidad.–Nuevos éxtasis.

También con otra maravillosa demostraciónacreditó nuestro Señor en este tiempo la santidady perfección grande de su Siervo, haciendo que el

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mismo autor de la mentira dijese en abono de éluna verdadera alabanza. Había en la villa deIznatorafe un hombre endemoniado, á quien elenemigo maltrataba mucho y en quien estaba muyencastillado, resistiéndose á las diligencias demuchos exorcismos. Pidieron al Beato Padrefuese á remediar aquella necesidad y libertaraquella alma: y vencido de los piadosos ruegoscon que le importunaron, salió de su Convento áesta villa, que dista de él poco más de una legua.Llegaron á vista del triste hombre, conoció luegoel demonio el azote que le venia, y sabiendocuántas presas le había quitado este Siervo deDios de las uñas, no pudo disimular su temor: yasí comenzó á quejarse diciendo: Ya tenemosotro Basilio en la tierra, que nos persiga. Voz queen otras muchas ocasiones les compelió secreta ysuperior fuerza á pronunciar, manifestando elpoderío grande que el Señor había concedido á suSiervo sobre todo el infierno. Conjuró, pues, aldemonio, y mandóle desamparase aquellamorada: obedeció luego, salió, y dejó al hombrelibre y sano. Quiso el enemigo vengarse de estaafrenta, y salido del hombre endemoniado,embistió en una mujer, atizándola para queprovocase al Varón Santo á mal propósito.Prevenida y enseñada de aquel sucio espíritu, alentrar en un pueblo salióle á recibir convidándolecon posada, hablando tales palabras y con taldesenvoltura de acciones, que parecía bien

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instrumento de Satanás. Pero el Siervo de Dios,conociendo al que venía de ella revestido, laarrojó de sí diciéndola, que antes admitiría lacompañía de un demonio que la suya, porque [84]juzgaba, y con razón, por más cruel enemigo unamujer deshonesta, que á todo el infierno.

No fué menor el crédito que el Siervo deDios ganó en el Convento de las Religiosas deVeas: porque además de lo que la fama por laboca de los Religiosos y seglares publicaba, vieronen él obras de Varón celestial, como se ha dicho.Creció todo con un testimonio de nuestra MadreSanta Teresa. Habíasele quejado la Madre PrioraAna de Jesús de la soledad que padecía en aquellugar, por falta de Confesor que encaminase lasalmas de aquellas fervorosas Religiosas, yrespondióle estas palabras: En gracia me ha caído,Hija, cuán sin razón se queja, pues tiene allá á mi PadreFray Juan de la Cruz, que es un hombre celestial yDivino. Pues yo le digo, mi Hija, que después que se fuéallá no he hallado en toda Castilla otro como él, ni quetanto afervore en el camino del Cielo. No creerá la soledadque me causa su falta: miren que es un gran tesoro el quetienen allá en ese Santo: y todas las de esa casa traten ycomuniquen sus almas, y verán cuán aprovechadas están, yse hallarán muy adelante en todo lo que es espíritu yperfección: porque le ha dado el Señor para todo estoparticular gracia. Consolada con esto y animada laMadre Ana, le escribió, rogándole tomase á sucargo las almas de aquel Convento, y les fuese

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maestro espiritual. Hizolo así, y todas las semanasiba á confesarlas á pie, no reparando en ladistancia de una legua montuosa, que desde elCalvario hay á Veas. A pocos lances echaron dever las religiosas de este Convento el gran frutoque en sus almas causaba la comunicación ydoctrina del Santo Padre: porque como tierra biendispuesta para cualquiera buena semilla, recibían ylograban luego la que en sus corazones sembrabael Varón Santo, de oración, mortificación yejercicio de virtudes.

Aún no fueron siete meses los que estuvo elSanto Padre en este Convento del Calvario;porque ofreciéndose la fundación del Colegio deBaeza, como él mismo, antes que se tratase defundar, lo profetizó y dijo á las Monjas de Veas, leenviaron por Fundador; y como primer Rectortomó la posesión á .los 14 de Junio de 1579.Trasladó á este Colegio el hermoso maridaje deletras y virtudes que [85] había asentado enAlcalá, y con tal perfección lucieron en él, que losmayores Doctores de las Escuelas, en los pulpitosy cátedras, lo ponían por ejemplo á los seglares, ysiempre ha sido los ojos de aquella noblerepública. De esta perfección y espíritu que allíplantó nuestro Beato Padre nos dejó estaspalabras un acreditado testigo de aquel tiempo:En este colegio (dice) se recibieron algunosNovicios, y no fué inconveniente, porque losestudiantes en oración, silencio, mortificación y

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puntualidad, en todo excedían á los mismosNovicios; y así este colegio más parecía casa deNoviciado y de desierto que de colegio, porquedemás de ser todos los Religiosos unos ángeles, elPadre Rector, que era el Padre Fray Juan de laCruz, con sus pláticas de espíritu trataba tanaltamente de Dios, que traia los ánimos de losReligiosos fervorosos en los ejercicios de lasvirtudes, y gran puntualidad en la observanciaregular; y particularmente encendidos endevoción y amor de Dios. En fin, en esta casa sevivía con la perfección y santidad que se podíavivir en los yermos de Egipto45.

En esta ciudad y tiempo lo calificó el Señor,ilustrándole con nuevas luces de su Divinidad yaltísimo conocimiento de la Trinidad Beatísima.Decía su Misa muchas veces por la gran devociónque tenia á este Soberano Misterio y regaloespecial que experimentaba en su consideración.Preguntándole una vez que por qué hacía ésto, él,como encubriendo su devoción, respondió congracia: Digo Misa de la Santísima Trinidad, porque

45 En este tiempo fué cuando hizo el Santo aquel grande sacrificio dequemar las Cartas de Santa Teresa. Aunque es conocido este hecho, vamosá dar algunos nuevos detalles acerca de él, poniendo aquí un trozo de unacarta de Fray Jerónimo de la Cruz al Padre Jerónimo de San José. Dice así:«Estando recién profeso con Nuestro Santo Padre en Veas (habían ido áun negocio), traía consigo una taleguilla de Cartas de la Santa, y era altiempo que hacía el Monte. Díjome: ¿para qué ando yo cargado de ésto?¿No será bueno quemarlas? Yo, que no sabía lo que era, le dije: Comopareciere á Vuestra Reverencia. Y dijo: pues traiga una luz, con que se hizoel sacrificio; y yo lo hago siempre que me acuerdo de no haberle dicho queme las diera á mí.» (Tomado de las Memorias historiales, tom. I.)

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la tengo por el mayor Santo del Cielo. En otra ocasiónse declaró más con las Religiosas de Granada,diciendo: De tal manera comunica Dios á este pecador el[86] Misterio de la Santísima Trinidad, que si SuMajestad no esforzara mi flaqueza con particular socorrodel Cielo, fuera imposible vivir. Bien experimentó estesocorro en otra ocasión, que habiendo dicho Misade la Santísima Trinidad en el Convento de Veas,por mandado del Señor, para consuelo de unaReligiosa de allí que mucho lo deseaba, al tiempode consagrar se le aparecieron las tres DivinasPersonas en una nube transparente, y tales donesle comunicaron, que refiriéndolos después á ladicha Religiosa, le dijo: ¡Oh Hija, y cómo le agradezcohaya sido ocasión de que me mandase el Señor decir Misade la Santísima Trinidad! ¡Oh qué gloria y qué bienesgozaremos con su vista! Y encendiéndosele el rostrocomo de un Serafín, por espacio de media horaquedó arrobado y despidiendo resplandoressuavísimos.

No menos admiración le causó á estaReligiosa y á las demás viéndole en otra ocasiónarrobado dos veces en una misma plática, sinpoderlo excusar por más que lo quería disimular.Decía vuelto del rapto: ¿han visto qué sueño meha cargado? Pero las Religiosas, que le veían enmedio del curso de su fervorosa plática quedarserepentinamente elevado, conocían bien qué sueñoera aquél, y echaban de ver que quien detenía laveloz corriente de este Divino Jordán, era fuerza

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y virtud muy superior, y que no era sueño delcuerpo, sino dulce suspensión del alma. De estamanera andaba siempre absorto y transportado enDios. De aquí le nacía la mayor y más ordinariasuspensión que sentía en el Santo sacrificio de laMisa, piélago de misericordias, como lo muestraun caso harto notable. Celebraba en la Iglesia desu Convento de Baeza, y habiéndose hecho granfuerza para pasar adelante en la Misa, forcejandocontra el ímpetu del espíritu que lo arrebataba,aunque pudo consumir el Cuerpo y Sangre deCristo Señor nuestro, se quedó con el Cáliz en lamano y estuvo enajenado por gran rato sinmoverse. Volvió algo en si; pero tan sin memoriade lo que hacia, que quiso irse á la Sacristía sinacabar la Misa. Atónitos los circunstantes semiraban unos á otros, y volvían con mayoratención á mirar al Santo Padre. En medio de estesilencio una mujer de gran fama de santidad,llamada la Madre [37] Peñuela, alzó entre la turbala voz, y dijo: Llamen á los Ángeles que acabenesta Misa, que solos ellos pueden proseguirla contanta devoción, que este Santo no está para ello.Avisados los Religiosos de lo que pasaba, salióuno revestido, y ayudándole á lo que le faltaba, leentró en la Sacristía. [88]

XIII. Su devocion para celebrar los misterios de la humanidad del Señor.–Fervor con que se ensayaba para el martirio.–Su confianza enla divina Providencia.–Su perfección en el ejercicio de varias virtudes.

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Con la misma devoción que decía Misa yveneraba los Misterios de la Divinidad, celebrabatambién las fiestas y solemnidades de laHumanidad Santísima de Cristo, y muy enparticular su dichoso nacimiento. No admitía paraesto representaciones muy prevenidas y curiosas,aunque fuesen de cosas espirituales (que lasprofanas tan lejos estaban de sus fiestas, cuantodeben estarlo de toda religiosa Comunidad),porque aun en aquéllas echaba de ver que laprevención daña á quien las hace, la curiosidad áquien las oye, y á unos y á otros causa másdistracción secular que devota y santa recreación,cual debe ser la religiosa. Hizo una vez quealgunos Religiosos se repartiesen por el Claustrodel Convento, en ciertas estancias como mesones:y que otros dos, acomodando el hábito sinaderezo secular, representasen á la Sagrada Virgeny al Señor San José, que iban pidiendo posada enBelén. Quien pedía la posada para los huéspedesera el fervoroso Padre: y cuando llegaba á uno deaquellos mesones, viendo que eran despedidaspersonas tan beneméritas, y juntamente el Hijo deDios que venía en las entrañas de la SagradaVirgen, era singular su elocuencia en representarlos méritos de todos, en reprender la dureza delos mesoneros, en quejarse amorosamente alPadre Eterno porque tales cosas permitía, enconsolar á la Sagrada Virgen y á su Esposo entrabajo tan grande: y acerca de ésto eran tan

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dulces y tiernos los sentimientos de susponderaciones, que encendidos en una santa yalegre devoción los Religiosos, se deshacían todosen lágrimas, y no había corazón tan duro que nose enterneciese.

Al otro día representando al Niño ya nacido,se regalaba con esta dulcísima memoria. En unade estas ocasiones le salteó un tan [89] impetuosojúbilo, que no pudiendo reprimirle, se levantó yfué hacia una mesa donde en estos días seacostumbraba tener un niño Jesús, á quien dirigirlas alegrías de aquel tiempo, y tomándole enbrazos, comenzó á bailar con un fervor tangrande que parecía haber salido de sí: que para lamodestia y sosiego del Varón Santo era cosa muyextraña. En medio de estos júbilos prorrumpiócantando esta coplita:

Mi dulce, y tierno Jesús,Si amores me han de matar,Ahora tienen lugar.

Quedóse con este afecto como suspenso yabsorto en la dulzura de aquel Misterio y amor deaquel Santo Niño, con el rostro alegre yencendido, y tal que parecía arrojar llamas defuego. Para aplacar este Divino incendio, ó másverdaderamente para aumentarlo, se aprovechabade otro medio muy propio de su esforzadoespíritu, que es el ensayo del martirio: acto que élcomenzó á introducir en este Colegio de Baeza,para afervorizar á los Religiosos, y templar

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juntamente las ansias que tenía de padecer. Paraésto solía en las recreaciones tratar de laexcelencia del martirio. Cuando los veíafervorosos y bien dispuestos les decía: Ora bien,por si Dios nos quisiese mártires de veras,probemos ahora hacerlo siquiera enrepresentación y ensayémonos para morir por élcuando se ofrezca. Formaba luego su ensayo,señalando á cada uno la persona que había derepresentar; á uno la del tirano, á otro la delacusador, á otro la del verdugo, y él escogía la delmártir para animarlos con su ejemplo. Sabiendocuán aficionado era el Santo Padre á estosensayos, le convidó á ellos una vez el Maestro deNovicios de la Manchuela de Jaén. Nombráronseoficiales é hicieron las figuras de Mártires elMaestro de Novicios y el Beato Padre, siendoentonces Vicario Provincial de Andalucía. Fueronacusados de Cristianos ante el juez, el cual puestoen su tribunal les tomó su confesión: y habiendoconfesado con gran fervor la Fe de Jesucristo, ydetestado toda otra ley y secta, mandó el juez queles desnudasen las espaldas, y los amarrasen á dosnaranjos de la huerta, y que allí fuesen azotadosrigurosamente [90] hasta que arrepentidos dejasende confesar á Cristo. Los verdugos ejecutaron loque el juez mandó, como si no fuerarepresentación, sino castigo muy de veras. Elfervor de nuestro Beato Padre era tan grande, ytan encendido el deseo de padecer por Cristo, que

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riéndose de los azotes y baldonando á losverdugos de flojos y cobardes, los incitaba, y aunvaliéndose de la obediencia, los mandabaapretasen la mano, y le hiciesen saltar y correr lasangre por las espaldas, como al fin lo hicieron:con lo cual quedando él muy contento, viendo eljuez la perseverancia y alegría de los mártires,mandó dilatar su causa y tormentos para otraocasión, con que se dió fin al ensayo.

Mientras en Baeza descansaba en los brazosde Raquel nuestro devotísimo contemplativo, sealcanzó de Gregorio XIII Breve en que SuSantidad erigió en Provincia distinta de laObservancia los Conventos de la Descalcez. Paraestablecer ésto se juntó Capitulo en Alcalá deHenares á los 4 de Marzo año 1581. Comenzandolas elecciones por los Definidores entre los cuatroque se eligieron, cupo el tercer lugar á nuestroBeato Padre, y con este oficio (concluidas lasdemás funciones del Capitulo) volvió á Baeza ácumplir el de Rector. Duró en él hasta los 14 deJunio, en que el Convento de Granada lo eligióPrior, y esta fué la primera vez que gobernóaquella casa. Habíale precedido el muy docto yvenerable Padre Fray Agustín de los Reyes (quefué su primer Novicio y discípulo en Pastrana), yhabiéndole puesto el oro de su observancia,nuestro Beato Padre sobrepuso los esmaltes: conque salió consumada la labor.

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De su modo de gobierno en esta casa dicentodos los Religiosos que le conocieron, cosas degrande admiración, especialmente de la invisible ysecreta fuerza que de Dios tuvo este su Siervopara unir corazones entre si y consigo mismo,para traerlos alentados y fervorosos, paraencenderlos en el Divino amor, para llenarlos depensamientos santos, y necesitarlos á quevoluntariamente abrazasen la Cruz de Jesucristo.No daba voces, no reñía, no se enojaba, noreprendía con rigor, y salía con todo lo quequería; y no con éste y aquél, sino con todos. Desuerte que el torcido, el tibio y aun el díscolo, ensu presencia parecía santo. Y si sus palabras eranencendidas en el [91] amor de Dios, sucompostura, su mansedumbre, su quietud era unascua, era una secreta reprensión, que á todosrendía. En los rincones le temían, porque leamaban, y allí no osaban desazonarle.

Aunque en todos los Conventos donde elSanto Padre estuvo y gobernó, dió siempregrandes muestras de su extremado retiro ysegurísima confianza en la Divina Providencia;pero en este de Granada fueron más notables losejemplos. Como viesen los Religiosos lo poco quesalía, y que visitándole algunas personas graves,no les volvía las visitas, no por menos cortés, sinopor más Religioso, le persuadieron que saliesealguna vez, porque lo echaban menos los seglares.Rindióse el Santo á la importunación, y determinó

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visitar á los Sres. Arzobispo y Presidente.Comenzando por el último, que le caía más cerca,y pidiéndole le perdonase el no haber hecho anteslo que debía, le respondió el Presidente: PadrePrior, más queremos á V. P. y á sus Frailes en sus casas,que en las nuestras: porque con lo primero nos edifican, ycon lo segundo nos entretienen. El Religioso retirado noslleva el corazón; y el que sale por salir, ni á nosotrosedifica, ni para sí gana crédito. No hubo menestermás el Santo Prior para que, abreviando la plática(sin pasar á visitar al Arzobispo), se volviesediciendo á su compañero: Padre, confundido nosha este hombre, y toda la Orden quisiera quehubiera oído lo que nos ha dicho, para que sepersuadieran cuán poco ganamos con estaimpertinencia de visitas, que el demonio quiereintroducir entre nosotros con capa de necesidad.Vuelto al Convento, refirió á su Comunidad loque le había pasado, y les dijo: Padres míos,ningún testigo más fiel de lo que quieren denosotros los seglares, que ellos mismos. No nosquieren cortesanos, sino santos: ni en sus casas,sino en las nuestras encomendándolos á Dios.

No habiendo cosa que comer en elConvento, pidió el Procurador al Santo Padrelicencia para buscarlo; á que respondió: Aún tieneDios tiempo para proveernos, sin que tan presto leacusemos la rebeldía. Esta noche habernos cenado, graciasá Dios; y quien hoy dió la cena, mañana dará la comida.Así fué: porque estando en Prima llegó un

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hombre y dijo al portero: ¿qué necesidad hay enesta santa [92] casa? Que en toda la noche no meha dejado dormir una voz interior que me decía:Tú estás regalado, y con gran necesidad los Frailes de losMártires. Supo la que el Convento tenia, dió unabuena limosna y lo sacó de su aprieto. En otraocasión, el Procurador acudió al Santo Padre dosveces á pedirle licencia para ir á buscar de comer.Díjole el Santo Prelado: Válgame Dios, hijo, ¿y undía que falta, no tendremos paciencia? Ande,déjelo, y váyase á su celda á encomendar á Diosesta necesidad. Mas como se tardaba el socorro,instó tercera vez, y el Santo, sonriéndose y conmucha paz, le dijo: Vaya y verá qué presto le confundeel Señor por su poca confianza. Apenas había salido elProcurador, cuando encontró al Relator Bravocon una condenación que los Señores de laChancillería aplicaban al Convento de limosna,con que se volvió confuso.

No sólo en las ocasiones que habernos dicho,sino también en otras muchas, resplandeció laperfección del Beato Padre, así en el ejercicio devarias virtudes, como en la demostración dedones soberanos, según veremos en los ejemplosque se siguen. De su ardiente caridad para conNuestro Señor, era manifiesto indicio elresplandor que cuando hablaba de él se veía en surostro, donde trasladado algo del fuego queinteriormente le abrasaba, arrojaba centellas.Especialmente se notó ésto, no sin grande

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admiración, en una plática que estaba haciendo enel Convento de nuestros Religiosos, delante de laImagen de un niño Jesús, de cuyo pecho salíanmuchos rayos, unos mayores y otros menores,que se terminaban en el Santo Padre, y de él enlos oyentes: dando con ésto Su Majestad áentender que las palabras de su Siervo erancentellas salidas del pecho de Dios, y que conellas comunicaba luz y ardor á quien le oía.Diferentes eran estas cadenas que las quefingieron al otro Hércules, como que salían de suboca y prendían los oídos de los que leescuchaban: que aquello era frialdad y mentira yesto fué ardor Divino y verdad. No fué menosargumento de lo mismo lo que testifica unaReligiosa de aquel Convento de Granada. Violeun día desde la reja de su Coro arrodillado ypostrado por gran rato ante el SantísimoSacramento, donde levantándose con el rostromuy alegre y encendido, le [93] preguntó laReligiosa (que era muy familiar hija suya), la causade aquella tan alegre demostración. ¿No la he detener (respondió el Beato Padre), habiendo yoadorado y visto á mi Señor?, y puestas las manosjuntas le decía: ¡Oh, hija, cuán buen Diostenemos! ¡Cuán buen Dios! Por esta causa,muchas personas doctas dijeron que aquelReligioso era dado de Dios para grande utilidadde las gentes, y que era la fe en obra y la doctrinade Cristo en hecho. De estos y otros modos de

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hablar usaron personas gravísimas, paramanifestar su ardiente caridad y el concepto quetenían formado del gran Padre. Pero donde esteamor se manifestaba más clara y ciertamente, eraen el que tenía al prójimo y en la caridad con queacudía al consuelo de las almas que estaban á sucargo y al remedio de sus necesidades corporalesy especialmente de los enfermos, de quienes teníagran compasión, había perdido uno de los quehabía en su Convento la gana del comer, yasistiéndole el Beato Padre, le estaba explorandoel gusto, y refiriéndole varios manjares, para ver siapetecería alguno, y aunque mandó traer los queparecían más á propósito, no lo pudo arrostrar.Compadecido entonces de su enfermo, le dijo:Pues hijo, yo quiero disponerle la comida ydársela de mi mano; yo le haré una salsilla conque le sepa bien. Mandó asar una pechuga de ave,y traída tomó un poco de sal, y la echó en unplato, deshaciéndola con una poca de agua, ymojando la pechuga en esta salsilla se la dió élmismo por su mano á comer, diciendo: Esto le hade saber muy bien, y con ello ha de comer debuena gana: y fué así, que lo comió con gusto y lesupo muy bien: que no hay tal salsilla ni medicinapara un enfermo súbdito, como el cuidado ycaricia de su Prelado, en cuya solicitud libra Diosmuchas veces remedios milagrosos, cual parecehaber sido éste: pues un poco de sal y agua por sísolos, ¿cómo podían restituir un gusto tan

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estragado y perdido, si á la salsilla del Prior noañadiera Dios virtud particular?

En otra ocasión mostró también este mismoafecto y regalo para con sus Religiosos enfermos,muy como padre de ellos. Estuvo desahuciado enel mismo Convento de Granada un HermanoLego: viéndole el Santo Padre con terribles bascasy congojas, dijo al Médico, [94] si había en lamedicina algún remedio para aquel enfermo.Respondióle que para el reparo de la enfermedadno le había: pero que para sosegar algo deaquellas bascas, podría ser le hiciese provechouna bebida; mas que era costosa, porque lellevarían por ella muchos ducados. Hizo que larecetase luego, y al punto envió por ella, y élmismo se la dió, y asistió á muchos de losmedicamentos que le hacían para alentarle á quellevase con paciencia sus trabajos: tal estima hacíade la salud, ó consuelo del más pobrecitoReligioso. Y en verdad que no estaba sobrado elConvento, sino muy necesitado; pero al que tienecaridad no le estrecha la pobreza, y como gasta dela bolsa de Dios nunca le falta, como lo veremosen el suceso que se sigue.

Llegó el año de 1584 y con él una granesterilidad á toda España. Padecían mucho lospobres, y compadecido de ellos el Beato Padre,aunque su Convento se sustentaba de limosna, yentonces no podían hacerla aun los ricos, él,ensanchando los senos de la confianza en Dios, y

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abriendo las entrañas de su gran caridad para conlos pobres, los socorrió con mucha largueza: así álos que acudían á la portería, como á otros muynecesitados, por ser gente honrada, en sus casas.A esta confianza en Dios y largueza de caridadacudió Nuestro Señor de manera, que por másque daba, más le sobraba para dar. Y advirtieronlos Religiosos que habiendo sustentado aquel añomucho número de ellos en el Convento, y obradogran parte de la fábrica de él, y tras esto socorridocon larga mano tantas necesidades de pobres dela ciudad, le sobró trigo de aquel año, cuandovino la cosecha del siguiente: lo cual parece nopodía ser por el camino ordinario, si Diosextraordinariamente no favoreciera la piedad yconfianza del Beato Padre, dejando en ella ungran ejemplo y documento á los PreladosReligiosos, para que con liberal y piadosa manorepartan con los pobres lo que á ellos tambiéncomo á pobres da piadosa y liberalmente elSeñor, y muchas veces por medio de los fieles áquienes ellos socorren.

No menos resplandeció el amor con losprójimos de nuestro Beato Padre en la suavidad yprudencia con que enderezaba las torcidasinclinaciones de algunos de sus súbditos, ycorregía sus [95] defectos. Reprendió en ciertaocasión á un Religioso una falta en presencia delPadre Fray Jerónimo de la Cruz, que lo refiere: ycon hablarle el Beato Padre con su acostumbrada

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templanza y modestia, el reprendido se destemplóy se encolerizó de suerte que respondió al VarónSanto con impaciencia y desmesura palabraslibres y descorteses. ¿Qué sería bueno hiciese elSanto Prelado entonces para confundir lasoberbia de su súbdito, y enfrenar aquella almaque se iba despeñando, y ganarla suavemente paraDios? Quitóse la capilla, y postrado en tierra,puesta la boca en el suelo (que es acción religiosapropia de culpados que reconocen su culpa,cuando son reprendidos) estuvo así oyendo lareprensión de su súbdito, en tanto que descargóla furia de su impaciencia: que una vez apoderadala ira á ésto llega. Cuando hubo acabado de decir,se levantó el siervo de Dios, y besando su mismoEscapulario (que también es acto de humildad), ledijo: Sea por amor de Dios, y con esto se fué,dejando á su súbdito mucho más confundido ycorregido que si le diera una muy agriareprensión, y le castigara con la pena más severadel mundo. De esta manera se hubo el SantoPrelado en esta acción, no porque le faltase valorpara humillar cuando era menester á los altivos ysoberbios; sino porque con su mucha prudencia,luz y santidad, sabía dar á cada cosa su lugar ytiempo, y esperarle cuanto era necesario. Y comoconocía los naturales, y aun sus interiores con luzparticular del Cielo, y echaba de ver que el deaquel súbdito en la ocasión presente no admitiríaotra manera de medicina, le aplicó la más

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conveniente á su dolencia, que fué un heroicoacto de humildad caritativa. Y así se vió luego elefecto: porque confundido el Religioso con aquelhumilde espectáculo, y reconocido de su yerro, sefué poco después con gran compunción yarrepentimiento á echar á los pies de su Prelado,confesando su culpa y dándole gracias por laespera que había tenido en sufrirle para que no seperdiera. Acción tan digna de la prudenciailustrada del Varón Santo, cuanto de su rarahumildad y caridad ardiente con Dios y con elprójimo. ¿De dónde si no de aquí pudo procedertan raro, eficaz y piadoso modo de corregir á lossúbditos? ¿Qué otro principio pudo tener aquelencendido deseo de hacer [96] Santos á todos?¿De qué árbol nació aquel preciosísimo fruto derenovar la Orden, y establecer la Regla primitiva?¿Qué fuente pudo arrojar aquel impetuoso ríoque alegraba la ciudad de Dios? Verdaderamentemucho debemos á este gran Padre por habernosengendrado en Cristo, dando principio á laReforma; pero mucho más por habernosreengendrado con su ejemplo, con su gobierno,con su doctrina y con su admirable modo de vida,de que quedó tanto en el Convento de Granada,que ha podido conservar la crecida opinión quehoy tiene en aquella ciudad de observancia yperfección. [97]

XIV. Promueve la fundación del Monasterio de Descazas en Granada, año 1582.–Sana á una Monja al ir á la fundación de

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Málaga.–Síguense otras curas milagrosas.–Libra á varios endemoniados.–Deshace una calumnia que les suscita el Demonio.

Entre los demás beneficios que á esta ciudady á toda la Orden hizo, fué ser entre los varonesla parte principal para que se fundase elMonasterio de nuestras Religiosas de San José,uno de los muy observantes en toda la Descalcez.Acompañó á la V. Madre Ana de Jesús, que veníapor Priora, y á las demás Religiosas señaladas paraesta fundación, hasta ponerlas en Granada, quefué día de San Sebastián año de 1582. En todo eldiscurso de este viaje fué maravilloso el cuidado yadvertencia con que el Beato Padre procedió, asíen el trato y compañía de las Religiosas, como enel ejemplo y edificación de los seglares. Iban ellassolas en un carro, y el Santo Padre y sucompañero en jumentos. Llevando el tiempo yhoras repartidas para sus ejercicios religiosos, seempleaban en el oficio Divino, oración mental ysilencio, con la puntualidad y división que siestuvieran muy quietos en sus casas. Cuandollegaban á las posadas, acomodaba luego el SantoPadre á sus Monjas con toda modestia y religión,donde se guardaba el retiro y encerramientoposible. Confesaban y comulgaban en los lugaresque había comodidad para ello. Hacíales por elcamino sus pláticas espirituales, tratando siemprede Dios; pero con tanta gracia, que juntamente leservía de divertimiento alegre: con lo cual aquellasbenditas Religiosas se hallaron al cabo de su viaje

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tan recogidas y aprovechadas, como si hubieranvenido dentro de un portátil Convento, envueltasen sus mismos ejercicios y observancias. Tal fuéel provecho que causó en ellas la compañía delSanto Padre.

No fué menor el que después obró en ellasfundado ya el Convento, acudiendo como Padre yMaestro espiritual suyo á confesarlas, consolarlasé instruirlas en el camino espiritual y trato de [98]oración, con que en breves días se hallaroncrecidas y mejoradas: experimentando con el tratodel Beato Padre maravillosos efectos, no sólo enel alma, sino también en el cuerpo: de quereferiremos algunos particulares sucesos.Llevando de este Convento de Granada lasMonjas á la fundación de Málaga, que también elSanto Padre efectuó, dió María de Cristo tanpeligrosa caída de la cabalgadura sobre unpeñasco, que todos creyeron la había muerto.Estuvo un rato sin sentido, y derramando de lacabeza mucha sangre: el' Santo Padre puso lasmanos sobre la herida, limpióle con su pañuelo lasangre, y sin otro beneficio se levantó sana ybuena, y prosiguió su viaje. A Isabel de laEncarnación dió tan mortal accidente, queordenó el Médico la sacramentasen muy apriesa.Llamaron al Santo Padre para que se losadministrase. Al despedirse le dijo á la enferma elEvangelio de San Marcos, y llegando á aquellas

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palabras46: Super ægros manus imponet, et benehabebunt, se las puso en la cabeza, con que derepente sintió la enferma uno como sudor y talaliento, que otro día se levantó de la cama. A estamisma Religiosa anunció el Santo Padre unostrabajos que le habían de suceder, y la previno ydió esfuerzo para ellos. Mariana de Jesús, estandocon un gran trabajo interior, se lo quitó el BeatoPadre con sólo hacer que renovase en sus manoslos tres votos de la profesión. A la hermana Anade Jesús acordó en la confesión una imperfecciónque había hecho siendo muchacha.

Estando para tomar el hábito cierta doncella,la tentó con tal violencia el demonio, queinstantáneamente le mudó el corazón, y en suinterior se resolvió á no entrar en la clausura.Estaba presente el Santo, y revelándole Dios laturbación de aquella alma, y hasta dónde tenialicencia de tentarla su enemigo, hizo instanciapara que siquiera pusiese los pies dentro de laclausura, y allí deliberase lo que había de ser, queél la sacaría luego. Rindióse la doncella, aunquecon mucha violencia, al ruego del Santo Padre, yapenas puso los pies en la clausura, cuando comosi dejara la tentación á la puerta, se quietó [99]pidiendo con nuevas instancias el hábito. Desdesu Convento de Granada vió el Santo Padre queen Caravaca estaba apretadísima la Madre Ana deSan Alberto de unos escrúpulos que la46 Marc. 16. 18.

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atormentaban: determinó escribir al Siervo deDios, y cuando ya estaba para tomar la pluma,recibió una carta suya, en que le respondía á lasdudas que quería consultarle, y daba remedio ásus aflicciones. Escriben y dicen las Religiosas,que en este Convento de Granada le conocieron ytrataron, cosas admirables á este propósito:afirmando que parece les veía sus corazones, ydesde su celda registraba cuanto pasaba en susalmas, y en las de las ausentes que tenia á sucargo. Y así andaban tan cuidadosas en todas susacciones, que no se osaban descuidar ni en unpensamiento, creyendo que luego era patente á sumaestro.

Estas luces y dones que alumbraban ambosConventos, se derramaron afuera, y muchasalmas así del siglo como de otras Religionestambién las participaron, teniéndole por Maestrocelestial, y dado del Señor para utilidad de susconciencias. Entre las muchas que perfeccionó, yotras que sacó de pecado, consiguió ilustresvictorias, echando al demonio de los cuerpos queya tenía en posesión, como nos dirán estossucesos. Había en Granada un hombre poseídode un mal espíritu: habiéndose resistido á muchosexorcismos y oraciones, llamaron al Beato Padre yle pidieron se encargase de su cura. Habíale dadoel Señor luz para conocer los demonios, lalicencia que tenían de Su Majestad paraatormentar los cuerpos, los medios con que los

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había de expeler, y conforme á estas noticiasdisponía los conjuros. En viendo á éste, conocióluego ser de la calidad de aquellos de quienes dijoel Salvador que no eran expelidos sino conoración y ayuno: y así dejado el conjuro, se pusoen oración, pidiendo á los presentes hiciesen lomismo. En viendo el demonio en oración alnuevo Elías contra los sacerdotes de Baal,conoció que lo había de vencer: y airado contrasu enemigo, vomitaba injurias, derramabaamenazas y con aullidos procuraba divertirle de laeficacia de su oración. ¡Oh admirable fuerza deeste celestial ejercicio! ¡Oh brazo de Diospoderoso, á quien no sólo los demonios, sino elSol, y todos los Cielos obedecen! Contigo losflaquísimos son poderosos: sin ti los poderosos[100] son flacos: y nadie se fió de ti que no salieseen todo aprovechado. Así se echó de ver en estecaso: porque continuando su oración el nuevocrucificado, al cabo de un buen rato se levantódiciendo: Ya el Señor nos ha concedido la victoria contraeste enemigo. No hay que temer. Así fué, porquemandándole con imperio que saliese, obedeciócon admiración de los presentes.

En la misma ciudad estaba endemoniada unapersona principal á quien por ruegos de otras fuéá conjurar el Santo Padre. En tanto que hacíabreve oración, hablaba entre si la endemoniada, yel demonio dentro de aquel cuerpo decía: ¡Que nopueda yo vencer á este Frailecillo! ¡Que no halle mi astucia

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modo para hacerle caer!¡Que habiendo tantos años que mepersigue y en varias partes, aquí no me quiere dejar!Estando en el Monasterio de las Religiosas,acudió otra mujer endemoniada: mientras elSanto Padre se llegaba á ella, decía: Ya viene elSenequita á perseguirme: título que nuestra MadreSanta Teresa solía darle algunas veces, paraexplicar en cuerpo pequeño su gran capacidad yciencia.

Dejando otros casos semejantes, sólo unoañadiré por lo que tiene de enseñanza. Saliendoun día á confesar á la Iglesia, por no estarformados los confesionarios adentro, vió unapersona muy espiritual que estaba en ella, que enun rincón de la Iglesia había muchos demonioscon apariencia de leones, osos, escuerzos y otrassabandijas ponzoñosas, los cuales salían á tentar álos que estaban orando, con la variedad detentaciones que representaban sus figuras. Masadvirtió esta persona, que cuando el Santolevantaba ó volvía los ojos hacia ellos, todosatropellando se huían á esconderse en su rincón:de que igualmente coligió que en ninguna parteestá una persona libre de sus tentaciones, por locual en todas se debe vivir con recelo: y que alSanto Padre le dió el Señor gran superioridadsobre los demonios, pues tanto los atemorizabasu vista.

El demonio rabioso no desistía de su intento,procurando vengarse del Santo Padre: y ya que no

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podía vencerle en la castidad, como habíapretendido en vano muchas veces, probó ádesdorarle en ella con un embuste propiamentesuyo. Saliendo el Beato Padre de su [101] casa,llegó una mujer á él y mostrándole un niño quetraía en los brazos, le dijo que pues era suyo, lesustentase. Arrojóla de sí el Siervo de Dios consanta libertad; pero como ella estuviesedesvergonzadamente importuna, vióse obligado áresponder. Preguntóle el Santo Padre sinturbación alguna: ¿Quién dicen es su madre?Respondió: Una señora principal que tiene estadode doncella. Preguntó más: ¿De dónde ha venidoesta Señora á Granada? Y dijo: es natural de aquí,y en toda su vida ha salido de la ciudad medialegua. ¿Y de qué edad es el niño? Respondió lamujer: De un año poco más ó menos. Entoncescon gran donaire y serenidad dijo el Beato Padre:Sin duda es hijo de gran milagro, porque yo no haun año que vine á Granada, y en toda mi vida heestado otra vez en ella, ni llegado muchas leguas ála redonda: con lo cual dejó convencida lamentira, avergonzada la mujer, satisfechos loscircunstantes que á los gritos de la mujer habíanconcurrido: y el Siervo de Dios con su paz yserenidad acostumbrada prosiguió su camino.[102]

XV. Es nombrado Vicario Provincial de Andalucía.–Su humildad y modestia.–Sus deseos de padecer por Cristo nuestro Señor.–Nuevas milagros.

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Estaba todavía el Santo Padre en su Prioratode Granada, en que había sido confirmado otrosdos años (que entonces no duraban más estosoficios) cuando se celebró el tercer Capítulo denuestra Reforma en la ciudad de Lisboa á 11 deMayo año de 1585, y hubo de acudir á él. Eligiósepor segundo Provincial de la Reforma al granPadre Fray Nicolás de Jesús María Doria, hijo delos Remedios de Sevilla: entre los cuatroDefinidores nuevamente electos, cupo el segundolugar á nuestro Beato Padre, con que sesuspendieron las demás acciones, hasta queviniese el nuevo Provincial, que estaba enGénova. Llegando á España el mismo año,continuó en la Villa de Pastrana el Capítulocomenzado en Lisboa. Determinando en él que laProvincia Descalza se dividiese en distritos, porestar ya muy extendida por España, juzgó elProvincial por conveniente admitir algunoscoadjutores, por los cuales se comunicase conmás facilidad su influencia. Por esta causa á loscuatro Definidores nombró el Capítulo porVicarios Provinciales, señalando á cada uno lascasas de su distrito. Cupiéronle al Santo Padre lasde nuestra Andalucía. El modo de su gobiernofué una idea de Prelados y Visitadores perfectos:porque obrando primero que enseñando, ni faltóvirtud alguna á su ejemplo, ni advertimientocuerdo á su enseñanza. La caridad, la obediencia,

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la desnudez, la penitencia y mortificación desúbdito lucieron más siendo Prelado común.

Comenzando por la humildad, en ella nosdejó muy singulares ejemplos. Diciendo unReligioso delante de alguna gente que el SantoPadre había sido Prior en cierto Convento, élhuyendo la estimación, respondió: También en esemismo fui cocinero. Hallándose en Granada, porjusta causa visitó á un Provincial de cierta Orden,persona [103] muy cercana en calidad á unGrande de Castilla; y como el Santo Padresignificase que se hallaba muy bien en elConvento de los Mártires, por ser casa de soledady retiro, dijo á esto el Provincial con muchagallardía y desenfado y tono de chiste: V. P. debeser hijo de algún labrador, que tan amigo es del campo.Respondió el Siervo de Dios con mesura y rostrosereno: No soy, Padre Reverendísimo, tanto como eso,sino hijo de un pobre tejedorcito. Estaban algunosReligiosos presentes, y oyendo aquella su humilderespuesta, quedaron pasmados mirándose unos áotros, con harta confusión del Provincial, quehabiendo renunciado el mundo con humildad, enla Religión se llenó de él con soberbia. Y de talmanera templó su vanidad, que desde entoncesquedó con particular afecto al Siervo de Dios, yasí él como todos los que supieron el caso,dijeron que con razón tenia aquel Fraile laopinión de Santo.

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A las palabras correspondían las obras, que ledaban eficacia. Era el primero que asía la escoba yel estropajo para barrer y fregar. Servía en elRefectorio, subía á leer al pulpito, hacía las camasá los enfermos: lavaba los pies á los huéspedes:cavaba, si era menester, en la huerta con suspocas fuerzas, para quitar el miedo á otros que lastenían mayores: ayudaba á los Confesores yPredicadores: hurtaba los oficios de trabajo á losMinistros, como si fuera uno de losConventuales. Trataba á todos los Religiosos conmucha cortesía, igualdad y llaneza aunque fuesenNovicios ó Hermanos legos y donados, oyendosus razones y tomando á veces su consejo,dejándose enseñar del que parecía másdespreciado ó ignorante. Y en todo era tanenemigo de hacer ostentación de Prelado, que yaque en actos forzosos había de tomar su lugar ypuesto, en otros más libres, cual era el de larecreación, se sentaba en el lugar másdespreciado, y de ordinario en tierra. Erafinalmente tan humilde, que sola esta virtud podíarendir y sazonar los ánimos de sus súbditos pararecibir y adorar con sumo gusto su gobierno.

Como la humildad sea madre de la rendidaobediencia, no resplandeció menos en ellanuestro Padre, siendo puntualísimo en elcumplimiento de las órdenes que el Superior leenviaba. Estando en [104] la fundación delConvento de Bujalance, atendiendo á ella y á

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otras muchas ocupaciones y despachos de laProvincia, le llegó uno del Padre Provincial FrayNicolás de Jesús María, para que fuese á versecon él en Madrid: y con ser tiempo de inviernomuy lluvioso, y estar cargado de muchosachaques, habiendo recibido el aviso ya de noche,se partió el día siguiente al amanecer. Y á losReligiosos que compadecidos le persuadíanesperase á que el tiempo mejorara, por noponerse en peligro tan manifiesto de la vida, ópor lo menos de perder del todo la salud,respondió una sentencia digna de su gran espíritu:Mal podré yo (dijo) amonestar después á los Religiosos lapuntual obediencia, si en mi no la ven puntualmenteejecutada.

En la observancia regular y caridad con loshijos era extremadísimo nuestro Beato Padre. Enllegando á los Conventos, sin admitir regalo dehospedaje que no fuese muy necesario, se entrabaluego en la Comunidad, y andaba tan regular ensu perpetua rueda como los demás Conventuales.Acudía á las necesidades del alma y del cuerpocon suma solicitud; y reprendía severamente á losPrelados inmediatos descuidados en esto:mayormente cuando sentía que obligaban ácomprar con adulación la justicia de su remedio.Procuraba desembarazarse de otras ocupacionesmenos importantes, y se empleaba en comunicará cada uno de los Religiosos, saber sus trabajos,desconsuelos, penas, encuentros, fruta de

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Comunidades: sus tentaciones y pasiones, yjuntamente su aprovechamiento y desmedro en lavirtud. Y como tenía dón tan grande del Señor enla enseñanza espiritual, y tan asentada opinióncon todos, comúnmente conseguía de ellos todolo que intentaba. Era dulce y recto, según lacondición de Dios: y así las leyes que imponía, noles causaban temor, sino respeto. Medíalas con lasfuerzas y espíritus, y conociendo lo quenecesitaban los sujetos y las Comunidades, lasdejaba alegres, pacíficas y fervorosas, dandogracias á Dios porque les dió tal Prelado.

No menos que en los Conventos, fué nuestroVisitador ejemplar en los caminos. Sabía que elque se aprovecha de ellos para sacudir el peso dela Regla, no entiende la obligación del Monje, queno permite cesar un punto de la observanciaconforme los tiempos, [105] lugares ynecesidades. Fraile en casa, y seglar en el camino,monstruo es de dos naturalezas opuestas. Noadmitió más aparato que á un jumentillo: porquesus fuerzas, gastadas ya con los rigores, no lepermitían andar á pie largas jornadas: y repartíalocon un Hermano lego, que regularmente llevabapor compañero: al cual á veces le mandaba subiry le servía de mozo. Iba de ordinario sentado,leyendo unas veces la Biblia, otras cantandoSalmos ó algunas coplas devotas para estarsiempre en la presencia del Señor. El másordinario ejercicio era el silencio atento á Dios. Si

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hablaba con el compañero, era para afervorizarloy aliviarle del trabajo del camino con provechosasy santas consideraciones. Yendo una vez con elhermano Fray Martín de la Asunción, le dijo:Hermano, hagamos cuenta que somos soldados de Cristo,y que caminamos entre infieles, determinados de dar lavida por su amor. Si ahora saliesen algunos moros óherejes á matarnos, y topando primero con vuestraCaridad le diesen muchos golpes y palos, ¿cómo losllevaría? Respondió el Hermano: En paciencia,Padre nuestro, con el favor de Dios. El entoncescon una santa indignación le dijo: ¿Con esa tibiezalo dice, y no con deseo de que lo hiciesen pedazos porCristo? Poco fervoroso es, poca ansia tiene de padecer porquien tanto por nosotros padeció. Por el camino nollevaba viático ni prevención: fiábase de laprovidencia Divina, y ella le proveía de lonecesario. En llegando á los mesones buscaba elrincón más secreto para su continuo ejercicio deoración, y allí rezaba siempre de rodillas el OficioDivino, y el menor de nuestra Señora, y á él lellevaba el compañero lo que conforme la Reglahallaba que comiese. Tendía en el suelo unamantilla vieja, que traía sobre el jumento, y en ellase recostaba vestido el poco rato que dormía.

En este tiempo prosiguió el Señor en el SantoPadre la gracia de hacer milagros, para másacreditar su santidad y gobierno. Saliendo una vezde la villa de Porcuna con el dicho Hermano FrayMartín, y un Hermano Donado, llamado Pedro

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de Santa María, en la cuesta que hay para bajar alrío, el Hermano Donado tropezando en unapiedra dió tan mala caída, que se tronchó unapierna. Tratando de la cura, hallaron tan hechapedazos la canilla, que sonaba como caña [106]cascada. Tenía la pierna el Hermano Fray Martín,y siendo el médico el Santo Provincial, no leaplicó más remedio que bañarle con su saliva lacanilla, y atándola con el pañuelo, le subieronsobre el jumentillo que para los tres llevaban,caminando los demás á pie hasta llegar á la ventade los Villares. Parando en ella, dijo el Santo:Aguarde, Hermano, le apearemos, porque no se lastime.Respondió: ¿qué es lastimar, Padre nuestro? Yano me duele la pierna; y tentándola, vió queestaba sana. Saltó con alegría al suelo, hizopruebas de su firmeza y salud: y aunque los dosHermanos la aclamaron por cura milagrosa, elSanto Padre, por deslumbrarlos les dijo: Callenahí, ¿qué saben ellos de milagros? Mas viendo que nobastaba, les apremió con obediencia á que loguardasen en silencio.

Como era tan prevenido soldado en la miliciade Cristo nuestro gran Padre, nunca dejaba lasarmas de sus rigores. Traía á raíz de las carnesaquellos sus ordinarios zaragüelles de espartoanudado, que sólo mirarlos ponía grima. Vióselosun día, subiendo el Varón Santo á caballo, sucompañero, y compadecido de que en el caminousase de cilicio tan riguroso le persuadió se los

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quitase; pero el Varón de Dios respondió: Hijo,bástanos ir á caballo, que no ha de ser todo descanso.Traía ceñida al cuerpo una cadenilla de hierro condos puntas en cada eslabón. Escondíala muchoporque nadie la viese, pero como había de ser tanprovechoso su ejemplo, quiso el Señor fuesemanifiesto. Llegando un día al Convento deGuadalcázar, le dió tan fuerte dolor de hijada, quecasi le privó el sentido; y el médico le halló contales accidentes, que dijo ser la enfermedadmortal: el Siervo de Dios respondió: No es llegadala hora de mi muerte; mucho padeceré en esta enfermedad,pero no moriré; porque aún no está acabada de labrar lapiedra; y todo sucedió como lo dijo. Ordenáronleuna unción conficionada de aceites á propósito: ydióse tanta priesa á hacerla el Hermano FrayMartín, que no dió lugar al Santo Padre paraesconder la cadenilla, y hallóla tan asida á lascarnes, que por partes habiendo ellas crecido nose veía. Hizo diligencia, y con no pequeñotormento del paciente, no pudiéndola apartar laarrancó derramando mucha sangre, y supo de élque había siete años que la [107] traía puesta. Mássintió esto el humilde penitente, que laenfermedad; y viéndose ya descubierto, mandó enobediencia al Hermano Fray Martín que callase.Hízolo él así, y guardó la cadenilla para consuelosuyo. Por su respeto obró el Señor por estacadenilla un milagro singular. Llegando elHermano Fray Martín y prestándola (años

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después) en Andújar á Diego de los Ríos, personaprincipal y gran bienhechor de aquella casa, laaplicó á un hijo suyo que estaba ya desahuciadode una mortal modorra y calentura, y al puntocesó una y otra; con que al otro día fué alConvento á reconocer á Dios y al Beato Padre elBeneficio.

Otra calentura no inferior á la pasada curó elSanto Padre en este tiempo con el contacto de unsombrero suyo y eficacia de su voz. Venía deGranada para la Mancha de Jaén, y llegando á laventa de Benalba, vio salir dos hombres conespadas desnudas riñendo y tirándose muchascuchilladas, ciegos de cólera, y que el uno de ellos,que estaba ya herido en una mano, procuraba conmayor rabia la venganza y matar al contrarió.Dióse priesa el Beato Padre, y cuando llegó yacerca de ellos, alzando la voz con superiorimperio, les dijo: En virtud de Jesucristo NuestroSeñor os mando que no riñáis más; y echandomano del sombrero que llevaba, le arrojó enmedio de los dos, con tal efecto, que trocada lacólera ciega en un peregrino y misterioso temor,se quedaron como pasmados mirándose el uno alotro. Apeóse del jumento, y hablándoles mássuavemente, les persuadió que dejado el enojofuesen amigos, y acabólo con ellos tancumplidamente, que no sólo se dieron las manosde amistad, mas también besándose los pies eluno al otro se pidieron perdón con humildad

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profunda, lo cual, con razón, tuvieron pormilagroso los que estaban en la venta; pues no esmenos admirable detener una pasión tan ciega yconvertirla en paz, que atajar una mortalcalentura, apagar un furioso incendio ó volveratrás el ímpetu de un arrebatado rio.

Caminando otra vez con el Hermano Pedrode la Madre de Dios, desde Baena á Jaén, hubo depasar el río que está antes de las Ventas de DoñaMaría. Venía tan lleno, que los arrieros no se[108] atrevían á vadear su corriente. Quiso hacerlo mismo el Santo Provincial; pero alumbrado delCielo, dijo al compañero se quedase para ir conlos demás pasajeros, y él con el jumentillo se echóal agua. A poco trecho, atravesándose á los piesde la cabalgadura unas taramas, tropezó, y conella el Santo Padre, el cual, viendo su peligro,acudió á su ordinario refugio: llamó á la SantísimaVirgen, que apareciéndosele tan presta comoafable, le asió de las puntas de la capa y llevósobre las aguas hasta dejarlo en la orilla, congrande admiración de los presentes. Salió tambiénla cabalgadura, y sirviéndole de espuela sucaridad, á todo correr cogió el camino hasta llegará la venta. Halló en ella un pasajero pasado contres puñaladas que el hijo del huésped le habíadado. Admiró entonces la benignidad del Señorcon aquella alma, y más cuando llegándole áconfesar supo que era Religioso profeso de ciertaOrden y entonces andaba apóstata. Dispúsolo

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por espacio de dos horas, y al fin de ellasarrepentido expiró. [109]

XVI. Funda en Córdoba el Convento de San Roque en 1586.–Salva nuestra Señora al Beato Padre Juan de un inminente peligro.–Hace las fundaciones de Madrid, Mancha real y Caravaca.–Peticiones del Santo Padre á Su Majestad.–Maravilloso éxtasis que tuvo en Segovia.–Admirables suspensiones de Nuestro Santo Padre.

No sólo en adelantar lo fundado, sinotambién en dilatarlo estudió la providencia denuestro Beato Padre, por lo cual, en su Provinciahizo algunas fundaciones. La primera fué enCórdoba, donde fundó el Convento de SanRoque á 18 de Mayo año de 1586; fué con tanfeliz pronóstico de lo que en aquella nobilísimaciudad los Descalzos habían de servir á laSantísima Virgen, que obró con su SantoProvincial y Fundador una singular maravilla.Para edificar la Iglesia comenzaron á derribar unapared vieja. Socaváronla tanto, que vino á caersobre la celda en que estaba el Santo Padre, demanera que toda la hundió. Levantando todos elalarido, creyendo había cogido al SantoProvincial, acudieron seglares y Religiosos ádesenterrarle, y alegre y sereno le hallaron en unrincón, sin recibir la menor lesión ni detrimento.Preguntándole la causa de tanta maravilla,respondió: Había tenido fuertes puntales; porque la dela capa blanca (así llamaba á Nuestra Señora)milagrosamente le había librado de aquel riesgo.

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Habiendo dispuesto lo mejor que el tiempodió lugar las cosas del Convento, dejándole muyacreditado, partió para Sevilla á visitar y consolaraquellos dos primitivos, que tanto habían hecho ypadecido por el bien de la Reforma en lostiempos turbados. Recibiéronle como á Padre detodos, como á origen del bien que poseían ycomo á Doctor de toda perfección. De caminohizo un gran beneficio al Convento de lasMonjas. Consideró que la calle que llaman de laPajería, donde entonces estaban, ni era decente ásu honestidad ni conveniente para su decencia.Buscóles la casa buena que ahora [110] tienen enbarrio y sitio muy á propósito, y dejándolas enella, volvió para Córdoba para dar á aquellafundación cumplida forma y asiento.

Por el mes de Septiembre del mismo año seconcertó la fundación de nuestras Religiosas en lavilla de Madrid, y la fué á ejecutar el Santo Padre.Salió de Granada con la Venerable Ana de Jesús yotras dos Religiosas, y tomando de los Conventosde Malagón y Toledo las demás señaladas para lafundación, llegaron á Madrid consoladísimas:porque las pláticas del Santo Padre no sólo lastenía recogidas, sino endiosadas. En el camino lesucedió una singular maravilla. Pasando por vadoel río Guadiana, se vieron las Monjas en granpeligro, por llevar grande corriente; pero el SantoPadre, siguiéndolas en su jumentillo, la pasó tansin él, que sirviéndole el río de escabel, iba

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sentado sobre las aguas; en lo cual se confirmaronlas Religiosas, cuando lo vieron después salirenjuto. Luego que volvió el Santo Padre á suProvincia por el mes de Octubre del mismo año,se concertó en la Mancha Real, dos leguas deJaén, una fundación de Religiosos, que el Santoefectuó hasta dejarla sentada y concluida. Con elmismo orden del Definitorio ejecutó el añosiguiente la de Caravaca.

Concluido su oficio de Vicario Provincial enel Capitulo intermedio celebrado en Valladolideste mismo año á 18 de Abril, entre las demáselecciones cupo al Santo tercera vez el Conventode Granada, con mucho gozo de Religiosos yseglares, que experimentados en su celestialmagisterio, libraban en la continuación la mejoríade sus almas. Venerábanle tanto, que hasta lassobras de su comida, los remiendos de su hábitotenían como por preciosas reliquias. Esto sucediómuchas veces á las Religiosas de Granada. Sialguna se quedaba á comer en el Convento, porfalta de salud ó rigor del tiempo, con grancuidado recogían los mendrugos y sobras, y lascomían con tanta devoción, que libraban en ellasno sólo la salud del cuerpo, sino también la delalma. Traía á esta sazón el Santo Padre un hábitomuy viejo, y á instancia de un Hijo suyo admitióotro más razonable, y el Religioso se vistió el queel Santo Prior había dejado, y él tenía por reliquia.Al punto comenzó á despedir [111] de sí tal

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fragancia, que llegaron á presumir los demás queandaba cargado de olores, tan ajenos de unReligioso. Excusóse con la verdad, yconfirmáronse en ella, cuando quitándoselo elReligioso, hallaron que no era suya la fragancia,sino del hábito del’ Santo Padre. Iba el Señorperfeccionando á su Siervo muy apriesa, porquese lo quería llevar: y queriendo darle los últimosretoques de perfección, y dejarnos esta imagenacabada de su mano, le previno al fin de este año,cuatro antes del de su muerte, infundiéndole unasinsaciables ansias de padecer por su amor: de lascuales solicitado el fervoroso Padre, le pedía decontinuo tres cosas. La primera, que no le llevase deesta vida siendo Prelado, sino humilde súbdito, y ejercitadode su Prelado. La segunda, que le diese que padecer porsu amor. Y la tercera, que muriese abatido, donde no leconociesen. Para conseguirlas de Su Majestad, sevalió de su oración, y también de las ajenas.Concedióselas el Señor, como dirá lo restante desu vida.

Un año sólo duró en este Priorato; porquehabiendo alcanzado Breve del Papa Sixto Quintoen que á la Descalcez la erigía en Congregación, ysus Partidos en Provincias, se convocó el primerCapitulo general en Madrid para elegir Vicariogeneral, y disponer el gobierno, según ordenaba elPontífice. Para la elección de Vicario general, quecayó en el gran Padre Fray Nicolás de Jesús MaríaDoria, se eligieron antes seis Definidores

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Consiliarios, que con voto decisivo habían deresolver los negocios de la Congregación, á cuyoTribunal dieron nombre de Consulta. Entre losseis salió nuestro Santo Padre por Definidor yConsiliario primero. Después de sentar su forma,para su ejecución señalaron el Convento deSegovia. Atendióse entre otras causas á quesiendo el Beato Padre el primero que dispuso ydesde Granada facilitó la fundación de aquellacasa, era justo que él le diese el complemento, porla veneración en que le tenían sus fundadoresDoña Ana de Peñalosa y su hermano Don Luisde Mercado, Oidor del Consejo Real. Ausente elVicario general en la visita de la Congregación,quedó nuestro Santo Padre por Presidente en laConsulta, y juntamente por Prior de aquella casa,en la cual á un tiempo atendía á muchasobligaciones: como [112] Presidente mostró suprudencia, su circunspección, su entereza, suneutralidad, con que sin respetos ni temores, sinollevando por norte á Dios, cuidó el alimento y pazde su Familia.

Como Prior, demás de haber mudado elConvento á mejor sitio y comenzado la obra,cuidó la dirección, alivio y aprovechamientoespiritual de sus súbditos. Trabajaba en la obra,ayudando á los peones por sus propias manoscomo si fuera uno de ellos, dejándonos esteejemplo de tanta humildad. Y hacíalo el SantoPadre con tanto gusto, que era alivio de los demás

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obreros, así seglares como Religiosos. La vida queaquí hizo, fué muy conforme á su acostumbradapenitencia. Tenia por celda el hueco de unaescalera, en él su tarima con dos mantas viejas,una tabla asida á la pared le servía de mesa:Breviario, Biblia, una Cruz de palo y estampa depapel eran todos los adornos de su celda. Tal ytan acomodada la escogió siendo él Prelado de lacasa, con ejemplo bien contrario á los que entodo buscan sus comodidades. Sus vigilias erantan largas, que admiraban los Religiosos cómopodía sustentar aquella flaqueza con tan pocosueño. Eranlo también y muy rigurosas lasdisciplinas. Y solían (compadecidos de tantorigor) los que le oían, llevar luz hacia el lugardonde estaba, para que desistiese del ejercicio.Este rigor le nacía de la atenta consideración de laSantísima Pasión de Cristo, que no apartaba de sualma. En memoria de la hiel y vinagre que en laCruz le dieron, se desayunaba los viernes conalguna cosa muy amarga, y especialmente conruda. En una Semana Santa le comunicó tanto elSeñor del misterio de su Sagrada Pasión, que lequedó traspasada el alma. Sus ojos eran fuentesde lágrimas: su abstracción tal que no estaba paratratar con nadie. A los Hijos ó Hijas muyaprovechados que no eran Sacerdotes, solíaaconsejar que no comulgasen el viernes, porprivarse de los consuelos de la SagradaComunión: y que dedicasen aquel día á sólo

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padecer en amargura, como lo hace la Iglesia elViernes Santo.

Otro éxtasis hallamos de nuestro Beato Padreen Segovia en confirmación de los sentimientosdel primero, y muy maravilloso. Estaba un díaorando ante una Imagen de Cristo Señor nuestrocon la [113] Cruz á cuestas: y vuelto en sí de lasuspensión que le había causado aquella lastimosafigura, oyó una voz que saliendo de la mismaImagen le llamó y dijo: Fray Juan. Como el BeatoPadre era tan espiritual, y estas hablas yrevelaciones sensibles las tenía por sospechosas,no hizo caso, hasta que repitiéndose la vozsegunda y tercera vez, y sintiendo ya en su almalos íntimos efectos que no sabe, ni puedecontrahacer la criatura, respondió, como otroSamuel: Señor, aquí estoy. Díjole Su Majestad: ¿Quépremio quieres por lo que por mi has hecho y padecido? Aque respondió con igual valor que presteza:Padecer, Señor, y ser menospreciado por vos. ¡Oh fuertey rara petición! ¡Oh pecho valeroso! ¿Quién oyójamás á tal ofrecimiento y promesa semejantepetición? Pide Moysen ver la clara faz de Dios. LaSamaritana el agua de vida eterna. Felipe que lemuestre al Padre. Las primeras sillas Juan yDiego. Pedro la gloria del Tabor. Pablo ser librede un molesto espíritu. El Angélico Tomás almismo Señor. Y nuestra gloriosa Madre SantaTeresa morir ó padecer; pero nuestro SantoPadre, con singular y valeroso espíritu, ni pide

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gloria, ni busca descanso, ni admite opción detrabajo ó muerte, sino que resueltamente pidetrabajos y desprecios, y ésto por premio detrabajos y desprecios.

No fueron aquí menos fervientes losejercicios de oración que los de penitencia. Era taly tan continuo el trato que tenía con Dios, que sinpoderle divertir las obras exteriores, andabasiempre absorto en lo interior, que era necesario,cuando hablaba con alguno, hacerse muchafuerza para atender al negocio, ó usar de algunasparticulares diligencias para no del todotrasponerse: como apretarse secretamente elcilicio ó cadena de que andaba ceñido, picarsecon algún alfiler y cuando más no podía, cerradoel puño daba con los artejos de los dedos en lapared hasta desollarlos. ¡Oh espíritu morador delCielo y anegado en Dios! ¿Quién hubo menestertanto cuidado para atender á las cosas Divinas,cuanto este Varón contemplativo para advertir álas humanas? Solían preguntarle las Monjas, nosin devota curiosidad, qué había comido en sucasa. El importunado con llaneza muchas veces,jamás supo dar razón de lo que había comido.Otras veces, estando con la Madre Priora, que erala Madre María de [114] la Encarnación, muy suHija, solía quedarse suspenso; y á cabo de ralo lepreguntaba, ¿en qué íbamos de nuestra plática?Esta virtud y gracia participaban también los quetrataban con el Beato Padre. Especialmente en las

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pláticas espirituales era tanta la fuerza de suespíritu y dulzura de sus palabras, que los tenía átodos suspensos, ó sentados, ó en pie, como laplática los cogía: y tan atentos á las cosas altas,que ninguno se rebullía ni reparaba en cómoestaba. Aun á los brutos ponía el Señor, parahonra de su Siervo, algunas veces esta reverentesuspensión. Había en casa un perro grande: solíaentrar en el Refectorio á buscar de comer. Hízolouna en ocasión que el Santo Padre estabahablando, y los Religiosos tan atentos y colgadosde sus palabras como siempre. El perro se sentó,como suelen, sobre los pies, levantado el cuerposobre las manos, y puestos los ojos en el quehablaba, se estuvo quietísimo hasta que acabó,que se volvió á salir. Dió esto que pensar á lospresentes, y lo notaron en las informaciones.

Esta admirable suspensión del Santo Padreera más larga y profunda cuando solía retirarse áuna cuevecita que halló muy á su propósitodentro del sitio de la huerta. Ábrese en la peñatajada de un risco la boca de una pequeñaconcavidad, donde apenas cabe un hombrerecostado. Nido parece de alguna águila, y suelode nuestra celestial águila San Juan. Allí hurtado albullicio del mundo y ocupaciones del Convento,gozaba de su amada soledad. Y muchas veces senotó que le rodeaba un escuadrón de pajarillos, yhaciendo coro, ó sustituyendo en su apariencialos Ángeles, le daban dulces músicas, que en vez

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de divertir su atención se la recogían más ydejaban traspuesto en Dios por largo rato. Bajabade aquí al Convento tan endiosado y encendido elrostro, que parecía arrojar llamas y vibrarresplandores como otro Moysen, del consorcio ycomunicación que había tenido con Dios. De allítambién bajaba aquellos sentimientos celestiales ycomo tablas de la Ley con que después en lasconsultas, pláticas, y gobierno de su Religión y detodas las almas que estaban á su cargo, dabaDivinísimos consejos y preceptos.

Por otra demostración no menos admirableque la pasada acreditó nuestro Señor la santidadde su Siervo. Notaron así Religiosos como [115]seglares, que los anos que estuvo en esta casa leasistía una paloma distinta y de mayor hermosuraque las demás, con el cuello dorado y que parecíaresplandecer con sus plumas: la cual, ni arrullabani hacia ruido, ni bajaba á comer, ni hacíacompañía con otras, y siempre estaba sobre lacelda del Santo Padre, ó cerca de ella donde lapudiese ver, significándole su amor, pues noquería perderle de vista. Conferido el caso entrelos Religiosos, dijeron que lo mismo habíasucedido en Granada, y que adonde quiera queiba el Santo Padre, le seguía aquella misteriosapaloma, que sin duda era el Espíritu Santo, quetantas luces esparcía siempre en su alma, en sulengua y en su pluma. [116]

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XVII. Aparécesele su madre al Beato Juan.–Es favorecido con el don de profecía y discreción de espíritus.–Se hace sospechoso al Capitulo general de 1591, y le dejan sin oficio. Deshace una furiosa tempestad.–Extingue un terrible incendio.–Obras que escribió N. B. padre.

Quien tan asistido se hallaba del Espíritu deDios, no es maravilla fuese visitado de losciudadanos de su Corte: y así sucedió á nuestroBeato Padre en este tiempo en su Convento deSegovia estando con su Venerable HermanoFrancisco de Yepes: el cual, habiéndosele muertotodos los hijos que tenía, vino desde Medina áconsolarse con el Beato Padre. Pusiéronse ambosen oración, y en ella se le apareció su madreCatalina Álvarez gloriosa, y en su compañía todoslos hijos del Siervo de Dios Francisco de Yepes,también gloriosos, con que quedaron ambosconsolados.

Los que muy de ordinario tratan con Dioscon familiaridad, lealtad, amor firme y profundahumildad, suelen ser de Su Majestad honradoscon la llave dorada de su pecho, que es el dón deprofecía y discreción de espíritus, en los cualesfué admirable nuestro Beato Padre, como se veráen los sucesos siguientes. Harto de esto se hadicho en otra parte: pero porque sin duda creciómucho en esta ciudad y tiempo, fué justo notarloaquí. D. Juan Orozco de Covarrubias, Arcedianode Cuéllar en Segovia, andaba con algunosbarruntos y esperanzas de que le habían de dar un

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Obispado, y dando cuenta de ello al Santo Padrecon quien comunicaba las cosas de su alma, lerespondió que de ninguna manera le convenía:porque si lo aceptaba serían muy grandes lostrabajos y peligros en que se había de ver.Diéronle después el Obispado de Surgento, yaunque temió, aceptó, prevaleciendo el honorpresente al recelo futuro. Pasó á Italia, y vióse entan hondo piélago de aflicciones, trabajos ypersecuciones, que se volvió como huyendo áEspaña. [117]

Acudía Francisco de Ureña, barbero delConvento, á hacer por su devoción y de limosnala rasura á los Religiosos: iba por el caminopensando entre sí que tenía necesidad de unjubón. Habiendo acabado la rasura, llegó el PadreProcurador de la casa y le dió en secreto un jubónde Holanda nuevo, y rehusando él el recibirlo ledijo: V. Merced lo tome, porque nuestro PadrePrior Fray Juan de la Cruz me manda que se lo deá V. Merced; y con ésto le forzó á tomarlo.Quedó el buen hombre maravillado de que así lehubiese penetrado el corazón el Santo Padre ycon tanta caridad socorrido. Dos Religiosos delConvento de Segovia habían tratado muy ensecreto de mudarse á la Cartuja con título demayor perfección: lazo en que de ordinario hacecaer el demonio á los inquietos. Llamó el SantoPadre al uno de ellos, llamado Fray Bernabé,descubrióle el secreto y peligro á que se exponían,

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persuadióle huyese de aquel Religioso, porqueestaba tan apoderado el demonio de él que levencería y despeñaría. Retiróse con esto FrayBernabé, y el otro con la mudanza acabómíseramente. A otros dos Religiosos les dijo laspalabras de Cristo Señor nuestro: Ut quid cogitatismala in cordibus vestris?47. Y queriendo ellos encubrirsu malicia, el Santo Padre les desenvolvió suscorazones y reprendió el juicio falso quesecretamente habían hecho de un Religioso.Estando el Santo Padre en su celda, le dió nuestroSeñor á entender una grande apretura en queestaba una Religiosa de aquel Convento deSegovia, y al punto fué á sacarle de él. Y nosabiéndosela decir, por ser muy interior, ledeclaró todo lo que sentía, como si lo viera conlos ojos corporales.

Otra Religiosa del mismo Convento testifica,que confesándose con él, habiendo acabado laconfesión le preguntó si tenía más que confesar.Respondióle que no. Y replicóle: Mírelo bien,Hija, y acuérdese de esto y esto. Quedó admirada:conoció su olvido, y confesó la falta. Muchoscasos semejantes á los dichos se refieren, que lepasaron con personas no sólo presentes, sinoausentes, Religiosos, Religiosas y seglares:avisándoles desde Segovia lo que les [118]importaba para su remedio ó para su consuelo:deshaciendo las marañas y lazos que el demonio47 Matt. 9. 4.

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les armaba. De suerte que podemos decir habersido un lucero, que en las tinieblas de la vida átodos alumbraba y á todos beneficiaba.

De otra manera harto maravillosa socorría elSanto Padre á las almas. Trajo nuestro Señor á laReligión una mujer noble en la flor de sus años.Sintió el demonio mucho esta mudanza, por ser elsujeto muy á propósito para cebo de sus lazos: yasí le hacía notable guerra contra los propósitosde la castidad, para que no la profesase.Comunicábala nuestro Santo Padre, y estando ellaabrasándose como en un fuego infernal, enponiéndose delante de él se le apagaba todo aquelincendio. En apartándose de aquel Varóncastísimo, volvía la llama sensual y cruda bateríadel demonio. No hallaba otro remedio la triste,sino contemplar como presente al que con sola supresencia la sanaba. ¡Oh maravillosa virtud yeficacia de aquella celestial pureza del Santo PadreFray Juan! Cesaba luego con esta representacióntoda otra representación menos limpia: y así encualquiera aprieto de esta guerra acudía á lamemoria de aquel Varón purísimo. Fué cosa muyrara, que la llama sensual de una mujer hallasedefensa á su limpieza en la vista ó representaciónde un varón. Otro tanto le sucedió á unprebendado de la Catedral de Segovia; el cual poresto solía decir, serle comunicado á este VarónSanto el privilegio que le fué concedido á la

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Sagrada Virgen Nuestra Señora, de que pegasepureza con su vista.

El nuevo Gobierno que el Vicario generalintrodujo, reduciendo á una Consulta de seisDefinidores las causas graves y aun menudas, asíen Monjas como en Frailes, turbó gran parte de lafamilia, notándolo de nuevo y extraordinario.Revueltos los humores no pudieron dejar decausar en el cuerpo alteración, y cada partesolicitar su remedio. Las Monjas, más sensibles,no pudiendo disimular sus quejas, aconsejadas dealgunos extraños, con buena intención aunque nobien regulada, consiguieron Breve para huir lasujeción á la consulta y elegir un Comisariogeneral, que independientemente de los demásPrelados, las visitase y dirigiese. Desdijo estanovedad tanto [119] al Vicario general y á losdemás Prelados, que entre otras diligenciashicieron dejación del gobierno de las Monjas enmanos del Sumo Pontífice. El Beato Padre, yacon el temor de que se le fuesen de la Orden susHijas, no le sufrió el corazón dejarlas en tantoriesgo. Abogó por ellas y procuró disculparlas.Con lo cual, y haberse divulgado que las Monjasquerían al Santo Padre por Comisario para sunueva dirección, se hizo sospechoso al Capítulo, ypor serlo, cuando á los 6 de Junio del añosiguiente de 1591 se celebró en Madrid el general,en que acababa el de primer Definidor, le dejaronsin oficio, por cerrar la puerta á la esperanza de

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las Monjas, por si intentaban otra novedad en elgobierno48. Esta en lo exterior fué la causa paradejar desocupado al Santo Padre; pero la interiorfué el cumplirle el Señor la petición que le habíahecho tantas veces, de que no muriese [120]siendo Prelado: y así lo reconoció el Santo Varón,pues viéndose sin oficio y entendiendo que ya sufin se acercaba, procuró irse á parte donde lecumpliese las otras dos peticiones de padecer más

48 La causa de haber dejado al Santo sin oficio no fué otra que la siguiente:el Breve que habían obtenido las Monjas de poder nombrar Comisariogeneral á quien estuviesen sujetas, tenía una cláusula, según la cual, estaelección tenía que recaer en persona constituida en dignidad. Como lasReligiosas sólo hacían fuerza en que el elegido había de ser el Santo Padre,los Superiores, que eran contrarios á aquella manera de gobierno, tomaronla determinación de dejar al Santo sin oficio alguno conferido por eleccióncanónica: así no podía cumplirse en él el Breve, y con ésto las Monjascesarían de su empeño. Oigamos sobre este punto dos autorizadostestigos. «Pues como la elección del Comisario, dice el P. José de JesúsMaría, había de ser en Religioso de la Orden que fuese dignidad en ella,pareciéndoles á las principales cabezas del Capítulo que acreditaban lasMonjas mucho su intento en pedir por Prelado al P. Fray Juan de la Cruz,le dejaron en este Capítulo sin oficio; pues con esto le inhabilitaban para elde Comisario.» (Historia del V. P. Frai Joan de la Cruz, pág. 801, edición deBruxelas 1628).El P. Gregorio de San Ángelo, secretario que fué del Capítulo, escribe:«Entiendo, y es á mi parecer sin duda, que no podía ser conforme al BreveComisario de las Monjas, si no fuera religioso constituido en dignidad.Aludiendo á que no lo fuese el Santo Padre Fray Joan de la Cruz (porqueellas no hacían fuerza en otro) se tomó por vía de buen gobierno, (y fuéacuerdo, y no hubo otras causas y defectos para ello) de que el Padre FrayJoan de la Cruz, en un capítulo que se hizo, donde acabó su oficio deDefinidor, se quedase como se quedó sin oficio ninguno: y decir otra cosaque fuese la causa fué muy falso: porque después del capítulo me dijo N.P. Fray Nicolás le dijera que por esta razón se había quedado sin oficio, yaun él mismo se lo dijo, y que se fuese á gobernar por Vicario la casa deSegovia» (Declaración del P. Gregorio de San Ángelo. Hállase un traslado de ellaen el Manuscrito intitulado «Legajo de Segovia», que se halla en el mismoConvento. Está hecho por Fray Manuel de Santa María).

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por su amor, y morir donde menos fueseconocido.

Mucho sintieron el Vicario general y losdemás Capitulares lo mismo que habíandecretado, porque todos reconocían al SantoVarón por inculpable en estas y otras materias;por lo cual, no queriendo que del mal consejo delas Monjas el Santo llevase el castigo, le instaronmucho á que volviese á gobernar la casa deSegovia; mas el Beato Padre estaba tan contentocon su retiro, que no sólo del gobierno, sino aunde España, donde era tan conocido, queríaretirarse; y así, ofreciéndose en esta ocasión pedirdoce Religiosos para la Provincia de Indias, él seofreció á ir con mucho gusto. No se efectuó elpasar por Provincial (como algunos intentaron) álas Indias, porque lo llamaba el Señor á las delCielo. En tanto que esto se resolvía le pidió elVicario general que se llegase á Segovia, deseosode que, ó el ser fundación suya, ó la instancia delos fundadores, ó lágrimas de las Hijasespirituales, le obligarían á que se encargase delgobierno. Pasó á Segovia, pero con facilidad seresistió el Santo, por hallarse tan señor de sí ymuy superior á todo respeto humano. Despedidode todos y de todo se retiró al Santuario de laPeñuela, seis leguas de Baeza, en Andalucía,donde fué recibido como Ángel del Señor, yenviado para consuelo y edificación de todos susmoradores. Renovóse el sitio con su presencia, y

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con su doctrina floreció la soledad. Redujo suvida á una tarea continuada de retiro y oración.Por las mañanas, después de cumplir con el Coroy decir Misa, y á las tardes, dichas vísperas, sesalía por los montes, y si no lo permitía el tiempo,se recogía á su celda, donde ya sentado, ya derodillas, ya en Cruz, perseveraba unas vecesorando, otras escribiendo, hasta que la campanalo llamaba á los actos de Comunidad, á queacudía el primero.

No quiso el Señor, que se había encargado desu honra, dejar de calificarla en esta soledad connuevos resplandores y maravillas; de las cualesentresacaré dos, que fueron muy públicas ypatentes. [121] Levantóse á deshora sobre el sitiouna tan furiosa tempestad, que el cielo cubiertode espesas nubes atemorizaba á la tierra contruenos, rayos y tanta piedra, que temieron habíade asolar todos los campos. El Santo Padre,viendo la turbación de los Religiosos, ydescubriendo desde un corredor á los autores quela causaban, se sonrió, y saliendo al medio delclaustro, á vista de la Comunidad, se quitó lacapilla, y mirando al Cielo hizo con ella cuatrocruces hacia las cuatro partes del mundo; y fuéefecto tan sensible, que como si cortaran lasnubes con un cuchillo, se dividió en otras cuatropartes el nublado, el cielo se serenó, y latempestad quedó deshecha. Causó granadmiración en todos, y aunque el milagro no les

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hizo novedad, notaron el instrumento, y que unpedazo de sayal, por ser hábito del Beato Padre,así deshiciese la potencia del infierno.

Ya hemos visto á nuestro Beato Padre obrarmilagros en la tierra, en el agua, y en el aire: faltaque le veamos en el fuego, para que se coronevencedor en todos cuatro elementos. El casosucedió de esta manera. Tenia aquel Convento unpedazo de huerta y olivar cercado del mismomonte y malezas, y fuera de él algunas hazas desiembra, para sustento de la casa y Religiosos, quecomo vivían en soledad, se valían de su trabajo éindustria. El Hermano que las cuidaba, temerosode las quemas de los montes que los pastoressuelen hacer por el estío, y que si prendían en losrastrojos podría ser que peligrase el olivar y elConvento, previniendo el daño, un día en quecorría aire contrario pegó fuego á los rastrojos. Apoco espacio, volviéndose el aire contra el sitiolevantó tanto las llamas, que sin hallar resistenciase venían á arrojar sobre el olivar y Convento. ElHermano con la turbación avisó á los Religiosos.

Acudieron todos, y poco después el SantoPadre Fray Juan de la Cruz, el cual, viéndolos tanturbados, les dijo con aquella milagrosa confianzaque tenia en Dios Nuestro Señor: Vamos delantedel Santísimo Sacramento, que él nos remediará.Acudieron todos, y haciendo una breve oración,se levantó el Santo Padre, y tomando el hisopo yacetre del agua bendita, se puso entre la cerca y el

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fuego, cuyas llamas más furiosas, pasando porencima del Santo, llegaban ya á [122] lamer lossarmientos de la barda, con que á poco espacioperdieron al Santo de vista. Pasmáronse losReligiosos; más el Santo Padre, con su humildadluchando con Dios, y con su oración contra elinfierno, consiguió la victoria, y se comenzó ámostrar en dos maravillas singulares. La primera,que emprendiendo el fuego en las jaras ysarmientos de que se componía la cerca (ásemejanza de la zarza de Moysés), no losquemaba ni ofendía. La segunda, quedescaeciendo de su presunción las llamas, vieronal Santo Padre en medio de ellas elevado en elaire casi dos varas distante de la tierra, y quepisándolas como triunfador, poco á poco se fuébajando sin traer lesión en su persona ni olor defuego en sus hábitos (como los tres Niños enBabilonia), y se vino muy sonrosado y alegrehacia los Religiosos. Fuéronse todos juntos á laIglesia para dar gracias á su Divina Majestad poraquel tan grande beneficio. Hallaron allí unaliebrecilla que se había ido á guarecer del fuego, yhuyendo de los demás Religiosos que la queríancoger, se fué á amparar del Beato Padre y se lemetió por el hábito. Dióle el Santo libertad, yandando otra vez los Religiosos tras ella, se volviótantas veces al mismo amparo del Siervo de Dios,que se tuvo por cosa notable y misteriosa;creyendo todos quería Nuestro Señor significar

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con aquello la inocencia de aquel bendito Varón,y que no solamente le reconocía el fuego como áElías, sino también los animales como á Adán ensu primer estado.

Si apagó este incendio, otro mayor encendióen las almas, que nunca se apagará, con suscelestiales escritos. Dióles la última mano en estasoledad y así es justo que aquí demos sus noticias.Como el Santo Padre estaba tan iluminado y teníatanta práctica de la contemplación sobrenatural, lerogaron algunos de sus Frailes y Monjas se ladiese por escrito, dejándoles su espíritu enherencia, para que no sólo ellos, sino sussucesores en la Religión, gozasen su magisterio.Movido de estas instancias, compuso algunoslibros ó tratados. El primero intituló Subida delMonte Carmelo. Al segundo Noche oscura; los cualescomenzó á escribir en el Monasterio del Calvario.Al tercero Cántico Espiritual, que como arribadijimos, compuso en [123] la carcelilla de Toledoy comentó en nuestro Convento de Granada ápetición de la Venerable Madre Ana de Jesús,Carmelita Descalza, á quien lo dedica, comoconsta del mismo original escrito de mano delmismo Santo Padre, que por insigne reliquia seconserva en el Convento de nuestras ReligiosasDescalzas de Jaén. Al cuarto Llama de Amor viva,el cual explicó á instancia de otra gran Sierva deDios, hija espiritual suya llamada Doña Ana dePeñalosa. Además de los dichos, que son los

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principales, escribió el Santo otros brevestratados: l.° Cautelas espirituales para los Religiososcontra los tres enemigos del alma. 2.° Cartas á diferentespersonas. 3.° Sentenciario espiritual. 4.° Algunas devotasPoesías á diferentes asuntos. 5.° Espinas del espíritu, queasimismo escribió en el Calvario para la direcciónde sus Religiosas del Convento de Veas. 6.° Reglaspara discernir los milagros verdaderos de los falsos yconocer el buen y mal espíritu, que se ha perdido conel tiempo, y escribió el Beato Padre en esteSantuario de la Peñuela, con ocasión de losmilagros que obraban las Santas Imágenes quehay en nuestro Convento de Guadalcázar49. [124]

XVIII. Suscita la envidia enemigos al Santo Padre.–Castiga Dios áuno de ellos.–Enferma nuestro Santo Padre.–Su resignación y conformidad.

Al mismo tiempo que nuestro Señor estabacon milagros publicando á su siervo por Santo, leandaba infamando la envidia por pecador. SiendoProvincial, hubo dos Predicadores que tuvieronasiento entre los mayores de España, y éstostomó el Señor por artífice de su corona. Elprimero fué el Padre Fray Diego Evangelista, quesentido de que el Santo Padre le hubiese ido á lamano en las demasiadas licencias que por supulpito de todos celebrado pretendía, le cobró tanerrada y fuerte oposición, que viéndose ahoraDefinidor general, con ocasión de encomendarle

49 Sobre los otros escritos del Santo, véanse los Preliminares de esta edición.

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el Definitorio averiguase en tres ó cuatroConventos de Andalucía algunos puntos acercade un Religioso, procuró extender la comisión(que no hay arroyo, aunque corra turbio, que noanhele por dilatar más sus márgenes), y llevandocomisión para uno, hizo también informacióncontra el Santo Padre, y con tan ciego empeño,que examinó casi todos los Conventos de laProvincia. Si excedió en la comisión, no fuémenos en el modo, pues por desdorar al SantoPadre hacía preguntas tan indignas de su santidad,que luego se conoció su ponzoña; tanto, que seatrevió á decir que había de echar de la Orden alque la fundó.

Los Religiosos resistieron, aclamando al Padrecomún. Las Monjas, aunque dijeron lo mismo,como más sencillas, no creyendo que también lapasión suele vestirse de sayal, y anda con los piesdescalzos, no atendieron por entonces á la muchadel Visitador; aunque repararon que el Secretariono escribía puntualmente sus dichos; con quetorcidos y esponjados del informante, juzgó quebastaban para una rigurosa penitencia. Concluidala información, la remitió al Vicario general, elcual indignado, arrojando la información en elsuelo, dijo: [125] Ni el Visitador tenia comisión paraentrometerse en esto, ni lo que aquí pretendió inquirir cabeen el Padre Fray Juan de la Cruz. Habiendo castigadola información con su desprecio, dejó para elCapítulo el penitenciar al Visitador. Murió poco

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antes del Capítulo nuestro Padre Fray Nicolás, ysucediéndole nuestro Padre Fray Elías de SanMartín, hizo cargo al Visitador de sus excesos, ylo penitenció: y para perpetuo olvido mandóquemar delante de sí la información, abominandohubiese en la Religión quien, como otro Can50,hijo de Noé, no ya descubriese, sino fabricasedesdoros contra su Padre. Este castigo juzgaronpor bastante los hombres, y viéndole yamortificado, procuraron algunos patronos quetenía en el Capítulo, lo eligiesen Provincial de laAndalucía alta, por no enterrar hombre de tanbuenos talentos. Con esto salió electo Provincialaunque con displicencia de muchos, y tanta delSeñor, que llegando la nueva á Granada, se pusoen oración la muy Venerable Madre Beatriz deSan Miguel, y quejándose de que hubiesen derecibir como Padre de la Provincia al que habíaperseguido al de la Religión, la consoló SuMajestad y dijo: No tengas pena, que no entrará enGranada sino muerto. Presto se experimentó, puesllegando á Alcalá la Real, le dió tan fuerteenfermedad, que en término de dos días lodespachó, y muerto lo llevaron á enterrar áGranada. Así castigó Dios á quien perdonaron loshombres. De esta manera iba cumpliendo SuMajestad la segunda petición que le había hechode darle en qué padecer por su amor51.Experimentólo en su [126] honra, y quiso que se50 Gen. 3, 22.

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doblasen las pruebas con la última enfermedad,para darle el galardón más cumplido. Envióleunas calenturas que le derribaron en la cama, yoriginándose de ellas una grande inflamación á lapierna derecha, puso á todos en cuidado. Instabael Prior se fuese al Colegio de Baeza, que habíafundado, por ser casa más llena, y el Padre Rector51 Para que nada le quedara que sufrir al amadar de la Cruz, Dios permitióque fuera delatado en diversas ocasiones á la Inquisición. Hé aquí cómonos da cuenta de este hecho Llórente, secretario que fué de la mismaInquisición: «San Juan de la Cruz..., dice, fué procesado en lasInquisiciones de Sevilla, Toledo y Valladolid, donde se reunió todo loactuado, y también lo fueron el citado Fray Jerónimo Gracián, fundadordel Convento de Carmelitas Descalzos de Sevilla y otros varios que seguíanla vida mística del Santo. Su delación fué de iluso y sospechoso de laherejía de los alumbrados: las diferentes persecuciones que sufrió causadasó fomentadas por los frailes Calzados de su Orden le libraron de lascárceles secretas de la Inquisición de Valladolid, porque no habiendoprueba de hechos sospechosos en la primera delación, esperaban losinquisidores en cada suceso mortificante de San Juan, que produciría mástestigos. Como allí se da este nombre á los delatores (á causa de nocalificar de denunciante sino al Fiscal) hubo con efecto muchos, pero elver que San Juan salía inocente cada vez que se le perseguía, contuvo á losinquisidores y suspendieron su expediente». (Historia critica de la Inquisiciónen España, tomo 6.°, página 156, edición de Madrid, 1822.)El mismo autor en el tomo 10.°, en el Compendio cronológico de loshechos más notables de su Historia, en la pág. 92, pone lo que sigue:«1580. San Juan de la Cruz es perseguido por la Inquisición comoiluminado».Este hecho que nos refiere Llorente, no le he hallado en ninguno de loshistoriadores de la Vida del Santo, ni aun en los manuscritos de FrayAndrés de la Encarnación, que compendian todos los documentos queposeía nuestro archivo general relativos á los dos Fundadores de laReforma. Mas con todo creemos que es muy verosímil por lo menos,aunque sólo le narre un autor de tan poca fe como Llorente. También lemenciona Menéndez y Pelayo en sus Heterodoxos Españoles, tomo 2.°,página 540; pero se ve que no hace otra cosa en este caso que compendiaral referido Llorente.Si se conservan documentos relativos á este suceso, no lo puedo afirmarcon certeza, aunque según mis averiguaciones y lo que me ha dicho elreferido Menéndez y Pelayo, entiendo que no.

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muy hijo suyo, y no al Convento de Ubeda,nuevo y mal acomodado, donde era Prior el otrocélebre Predicador, y muy opuesto al SantoPadre. Mas como él deseaba padecer y halló enUbeda la feria, eligió el ir á aquella casa, adondehabía de padecer más y era menos conocido. Conel movimiento del camino creció la inflamación, éiba con notable fatiga. Llegando á la puente delrío Guadalimar, le dijo el Hermano que leacompañaba: A la sombra de esta puente podráV. R. descansar un rato, y comer un bocado: Sidescansaré (respondió el enfermo) porque llevonecesidad; pero tratar de comer es excusado, porque tengototal inapetencia. Replicó el Hermano: ¿Es posibleque nada apetece V. R.? A que respondió: Sólouna, que son unos espárragos; pero en este tiempo (era áfin de Septiembre) no es posible hallarlos. Estando elcompañero con esta aflicción, y mirando al rio,vieron los dos dentro de él una peñuela, y encimade ella un manojo de espárragos muy frescos:sacólos el [127] Hermano, admirólos el SantoPadre, y por mucho que procuró disimular lanovedad, no pudo negar había sido milagrosa.

Llegando á Ubeda, fué recibido del Prior conpoco agrado y con mucho de los demás. Pero elcamino de suerte agravó la enfermedad, que elhumor bajando á la pierna á otro día reventó porcinco bocas, en forma de Cruz, dejando la mayorsobre el empeine del pie. De todas salía tantamateria, que llenaba las escudillas, y cundiendo

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por todo el cuerpo, hizo en él bolsas de humorcorrompido, particularmente en ambaspantorrillas. Este accidente y continua calentura lecausaron tal flaqueza, que no se podía rodearen lacama, sino es asiéndose de una soga, como otroSan Jerónimo, y ayudado de los enfermeros. A surigor excedía su paciencia, y á todo la que mostróen lo recio de su cura. Abriéronle desde elempeine del pie hacia arriba, por la espinilla, másde una cuarta, de modo que se le descubrió lacanilla de la pierna, con tal tolerancia en elenfermo, que admiró al cirujano, á quien despuésdijo con alegre serenidad: Si es menester cortar más,córtese muy enhorabuena, y hágase la voluntad de miSeñor Jesucristo, que yo estoy dispuesto para lo que SuMajestad mandare y ordenare de mí.

Solía decir cuando le apretaban más losdolores: Hæc requies mea in sæculum sæculi52. Esta esmi quietud y descanso para siempre, que es unmodo de significar el deseo que tenía de padecerbien extraordinario, llamando á los dolores sudescanso y como bienaventuranza. Daba un díagracias al Señor porque le había sembrado todo elcuerpo de llagas, y especialmente porque en lascinco que tenía en sólo el pie había querido darleun recuerdo de las suyas Sacratísimas.

A este dolor del cuerpo se recreció á nuestrosegundo Job el desagrado del Prior, que como sumujer al primero, le entraba en el alma las52 Ps. 131. 14.

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amarguras; y pudo decir con David53: que sobre laenfermedad y llagas que le había dado el Señor, añadieronotras de nuevo. [128] Sus visitas eran de juez, suspalabras de apasionado, y sus obras tan demiserable, que no sólo no le daba más que unpoco de carnero, sino que prohibía que de fuerale regalasen, diciendo que bastaba el tomar carnepara la enfermedad que tenía. Finalmente, porsaber que esta sequedad la sentían y censurabanlos Religiosos, mandó que ninguno entrase en sucelda, echando la clave á su rigor, y el Santo alsufrimiento. Estilo tan inhumano, y más en unReligioso y Prelado, y con Padre tan benemérito,no podía nacer de su natural, aunque estuviesemuy apasionado y ofendido; porque la compasiónes compañera de nuestra humanidad, y el sumorigor es herencia de los brutos; así me persuadoque el Señor concedió larga potestad al demoniopara probar á nuestro Santo Job, y él viéndosecon la licencia, tomó semejantes instrumentos, ytodos, en vez de vencer, hicieron más ilustre lavictoria.

Tal conformidad con la voluntad de Dios, talsufrimiento en sus dolores, no pudieron estarocultos mucho tiempo: publicáronlo cirujanos yReligiosos, y su noticia despertó á muchaspersonas devotas para que acudiesen al enfermo.Doña Clara de Benavides, señora principal, seencargó de enviarle la comida. Otras enviaban53 Ps. 6S. 27.

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hilas y lienzo, é Inés y Catalina de Salazar,doncellas virtuosas, tomaron lavar los paños yvendas, teniendo cada una su mayor alivio en sutrabajo. Ya los Religiosos habían hecho propio alSanto Provincial Fray Antonio de Jesús, que vinoá toda priesa. Informado del estado de laenfermedad y sequedad del Prior, después dehaberle reñido ásperamente, dijo: Abran, Padres,esas puertas, para que no sólo los Religiosos, sino losseglares, entren á ver este espectáculo de santidad, y quedenadmirados con su admirable paciencia. Efecto fué deella la reducción del Prior, porque quitándoleDios las cataratas que la pasión le había puesto enlos ojos, comenzó á venerar á quien antesperseguía. Acudía á visitarle y á pedirle consejo enmuchas ocasiones; en las cuales el Santo, sin darlemuestras de sentimiento de lo pasado, respondíalo que el Señor le daba á entender. De aquí seoriginó gran paz en aquel Convento; porque losrigores sin propósito y sequedades del Prior lahabían ahuyentado. Y vez hubo, que [129] poresto y por otros muchos beneficios temporalesque vio entrar por su casa, arrodillado delante dela cama derramando lágrimas, pedía al Santo leenseñase cómo había de proceder con losReligiosos; y después de la muerte, se lamentómucho por haberse dejado llevar de su condiciónadversa en mortificación de tan gran Padre; yveneró x grandemente sus reliquias, llevándolas

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con grande fe á los enfermos, en quienes vió porexperiencia efectos milagrosos.

Con la presencia del Provincial y reduccióndel Prior tuvieron mano los particulares paraacudir á su Santo Padre, y entre otros aliviossolicitaron traer unos músicos para que leentretuviesen y aliviasen. Resistiólo una y otravez, diciendo: No es Justo mezclar con los regalos deDios otros del mundo. Mas instado tercera vez, porno contristar á quien amaba, los admitió, y entanto que duró la música, estuvo el Santo tansuspenso y tan ocupado en su interior, que vueltoen sí y preguntado qué le había parecido lamúsica, dijo: No la oí porque otra mejor me ha tenidoocupado en este tiempo. Queriendo el Señor que losÁngeles la diesen al que estaba ya de partida paracantar en sus coros, y con esta confianza, añadió,Satiabor cum apparuerit gloria tua54. En ambos casoses mucho de notar, por una parte la apacibilidad yagradecimiento del Beato Padre, que no se atrevíaá negar lo que por darle gusto le pedían sus hijos,aunque no gustase él de ello, siendo lícito; y porotra la gran fortaleza de su ánimo tan entregado álpadecer, que no podía sufrir cosa que se ledisminuyese; y así por beber más puro el cáliz quele ofrecía el Señor, ó mandaba despedir la música,ó abstraía los sentidos de ella, acogiéndose á laCruz de Cristo, en la cual deseaba acabar sinalivio alguno, á imitación suya.54 Ps. 16. 15.

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Compadecidos y edificados de él, todos losReligiosos entraban á su celda á contemplar aquelretablo de dolores, considerándole tendido y llenode llagas en aquella cama con la paciencia de otroJob, para cuya viva representación sólo (decían) lefaltaba la teja con que raer la podre. Pero elhumildísimo Padre con muy contrario [130]pensamiento no consentía se hiciese caso de susmales, y mucho menos que se hiciese misterio delo que en ellos padecía; y como respondiendo á loque por ventura leía en los corazones de sus hijos,acordándose muchas veces del ejemplo de aquelgran Patriarca y repitiendo aquellas palabras: Testasaniem radebat sedens in sterquilinio55, decía: Aquello sique era padecer, Padres míos, arrojado en unmuladar, raer con una teja la podre de sus llagas;pero yo en vez de muladar, estoy en una camablanda, y en lugar de la teja me limpian las llagascon hilas y paños suaves. ¿Qué tiene que ver éstocon aquéllo? Nada es lo que padezco; muy blandaes para conmigo la mano del Señor; no su mano,sino un dedo suyo, y ese muy suave, apenas meha tocado.

Demás de la paciencia, que era el testimoniomayor de la santidad de nuestro enfermo, secomenzó á manifestar y á divulgar por la ciudadcon algunas maravillas que nuestro Señor obrabacon él y por su medio. La primera y muy notableera la calidad de aquella materia que salía de sus55 Job. 2. 8.

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llagas: la cual con ser en tanta cantidad, quebastara (si oliera mal) á inficionar todo elConvento; olía tan bien, que antes causaba alivioy consolación así el olor como la vista; y era tal suvirtud, que con ser efecto de corrupción teníaeficacia de sanar. El Hermano Fray Diego deJesús, enfermero del Santo Padre, depone estaspalabras: El día que le abrieron la pierna, á que yo mehallé presente, recogieron en una porcelana la sangre ymateria que de ella salía. La cual tomé yo en mis manos,y llegándola á oler, dije: -esta no es materia, y bebí dostragos, y se me quitó un dolor de cabeza que padecía poraquellos días. Más á pechos tomó su devoción,aunque pareció golosina, otro Religioso, queencontrando una escudilla llena de dichasmaterias, y pareciéndole en el color ser algunasalsa de mostaza, y por el buen olor que estabahecha con primor, comenzó á probarla, hasta quesin asco se la bebió toda saboreado del gusto.

La experiencia de Inés y Catalina de Salazarsubieron de punto la maravilla; lavaban las vendasy paños que servían al Bendito [131] Padre, ytestificaron que traían estas vendas un olorcelestial, que era de subidas flores, y su tacto lesdaba un interior consuelo. Comprobóse esto enuna ocasión, en que con la ropa del Santo Padrellevaron la de otro enfermo, y recibiéndola Inésde Salazar, dijo á su madre: O el Padre Fray Juande la Cruz tiene algún accidente mortal, ó conestos paños vienen los de otro enfermo. No se

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engañó, porque volviendo el Hermano que loshabía traído, dijo que con la ropa del Beato Padrevenía la de otro Religioso, las cuales por el olorfué fácil el apartarlas. A estas maravillas sucedió lacuarta y no menos admirable; porque buscandolas señoras y caballeros lo que habían menester ensus casas de regalo, no lo hallaban; mas si era ennombre y para regalo del Beato Padre, al puntodaban con ello. ¡Qué mayor maravilla que hacerseDios procurador y preparar lo que había de servirá la enfermedad de su amigo! [132]

XIX. La santísima Virgen le anuncia su muerte.–Preparase para ella.–Sus ultimas palabras.–Un globo de luz celestial ilumina sus últimos instantes.–Sus dichosa muerte.

Es preciosa en los ojos de Dios la muerte desus Santos; porque fué primero ante él muypreciosa su vida, y de ordinario se correspondenvida y muerte. La de nuestro Santo Padre fuépreciosísima en los ojos de Dios, á quien habíasido su vida siempre agradable, y así ahora lacoronó con un dichoso fin. Había como dosmeses y medio que estaba enfermo, creciendocada día el mal y apretándole con el extremo quequeda dicho. Llegó de esta suerte á la víspera dela Purísima Concepción de nuestra Señora, sietede Diciembre, día sábado, y avisado en él por laSacratísima Virgen que había de morir en elsiguiente, preguntaba cada día el que era. Hallóleen uno de éstos el médico tan de peligro, que dijole diesen luego el Viático porque moriría presto;

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mas él respondió que aún no era tiempo, y queavisaría cuando lo fuese, y entre tanto comulgaríapor devoción, como solía hacerlo en toda laenfermedad á segundo día: pero á las nuevas desu muerte que le dió el médico, respondió muyalegre con aquel verso de David: Lætatus sum inhis, quæ dicta sunt mihi: in domum Domini ibimus56. Yañadió: Ya con la buena nueva nada me duele.¡Tan buena es la de la muerte para el Justo!

Llegado el jueves, pidió le trajesen elSantísimo Sacramento por Viático, el cual recibiócon gran reverencia, devoción y ternura á lamisma hora que el Señor lo había por nuestrobien instituido y recibido. Viendo loscircunstantes que el enfermo iba caminando pormomentos, deseosos de quedar con algunaprenda suya para tenerla como reliquia, lepidieron que les repartiese sus alhajas, que eran elhábito, rosario, Breviario y correa de que usaba, álos cuales con gravedad y encogimientorespondió: Yo soy pobre, y no tengo alguna [133] cosapropia; todo es de mi Prelado, pídanselo á él. Envióleentonces á llamar, y con gran humildad como si elPrior fuera el ofendido, le rogó le perdonase loscuidados y pesadumbres que en aquellaenfermedad le había dado; y añadió: Ruego á V.Reverencia por amor de Dios me mande dar unhábito de limosna para que me entierren con él.Quedó el Prior tan compungido de las palabras y56 Ps. 121. l.

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afecto humilde del Santo Padre, que derramandomuchas lágrimas le concedió lo que pedía.

Viernes trece de Diciembre, día de SantaLucia, preguntó qué día era, y como lerespondiesen que viernes, no preguntó más por eldía, sino muy á menudo por la hora. A la una,después de medio día, habiendo preguntado quéhora era y respondídole que la una, se declaródiciendo: Helo preguntado porque gloria á miDios tengo de ¡r esta noche á cantar Maitines alCielo: desde esta hora comenzó á recogerse ysuspenderse más. Tenía de ordinario los ojoscerrados, y de cuando en cuando los abría,poniéndolos amorosamente en un Crucifijo quetenía al lado. Entró á verle el santo viejoProvincial Fray Antonio de Jesús, y hallándolemuy congojado le quiso consolar, diciendo que sealegrase mucho; que ya se llegaba el tiempo paragozar el premio de lo mucho que había trabajadoen su compañía dando principio á la Reforma, yvivido con los fervores en servicio de nuestroSeñor, que todos tenían conocido. A lo cualtapándose los oídos con ambas manos, comoDivino áspid á la voz de aquel encanto, dijo convoz clamorosa: No me acuerde eso V. Reverencia, sinomis muchas culpas y pecados, y que sólo tengo parasatisfacer por ellos la Sangre y merecimiento de Jesucristo,en quien solamente confío. Entró poco después otroReligioso, llamado Fray Agustín de San José,ignorante de lo que había pasado, y queriéndole

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también consolar, dijo que presto se acabaríaaquel padecer, y le pagaría nuestro Señor lo quepor él había trabajado. Pero con el mismo brío yhumildad, arrojando de sí aquel consuelo, lerespondió: No me diga eso, Padre, que le certificoque no he hecho obra que no me esté ahorareprendiendo; con lo cual se volvió á su ejercicioy recogimiento interior. [134]

A las cinco de la tarde recibió laExtremaunción con gran ternura, atendiendo átodas sus ceremonias. A las nueve, habiendopreguntado y sabido qué hora era, exclamó: Queaún me faltan tres horas, y añadió con humildesentimiento. Incolatus meus prolongatus est57. Oyendotocar á las diez una campana, y diciéndole era deun Convento de Monjas que tocaban á Maitines,dijo: Yo también, por la bondad de Dios, los iré á decircon la Virgen en el Cielo. Y hablando con ella, decía:Gracias os doy Reina y Señora mía, por este favor que mehacéis, en querer que salga de esta vida, sábado, que esvuestro día. Cercano ya á las once, se sentó en lacama como si estuviera sano, y dijo: Bendito seaDios, y qué ligero que estoy. Había dicho á laComunidad se recogiese, que él avisaría á sutiempo, y quedándose con algunos Religiosos ydevotos seglares, les pidió le ayudasen á bendeciry alabar al Señor.

A las once y media pidió le llamasen á losReligiosos. Acudiendo todos, se hincó el57 Ps. 119. 5.

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Provincial y los demás de rodillas, y le suplicaron(como sus discípulos á San Martín) les echase subendición, pues con su ausencia dejaba tandesconsolados. Excusábase el Santo con suhumildad, pidiendo su Reverencia se la echase,pues era Prelado de todos. Al fin se rindió alruego del Provincial y lágrimas de los presentes, yechando su bendición en aquellos Religiosos átodos sus sucesores, esperamos que su mano hade ser el mostrador de nuestras dichas. Pidió leleyesen algo del libro de los Cantares, de que élera muy devoto. Hiciéronlo así, y oyendo aquellasamorosas sentencias, enternecido las repetía, ydijo: ¡Oh qué preciosas margaritas! Poco antes delas doce dió á un seglar que estaba allí cerca, muysu devoto, el Cristo que tenia en las manos, ymetiendo ambos brazos debajo de la ropa, élmismo con mucho sosiego y aseo se compuso yaliñó todo el cuerpo. Hecho lo cual, volvió ápedir el Cristo, y al dársele quien le tenía, como lebesase por fuerza la mano, dijo el Siervo de Dios:No se lo hubiera dado si creyera que tan caro mehabía de costar. [135]

Era ya muy cerca de las doce, y embebidos losReligiosos en ver aquel venerable espectáculo desantidad, se olvidaban de acudir á la campana;pero el Santo Padre, hasta entonces celoso de laobservancia, lo acordó, diciendo: Ya se llega lahora de tañer á Maitines, vayan á la campana. Fuéun Hermano, y en este medio volviendo á

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sosegarse y estando en profunda quietud ysuspensión, le rodeó súbitamente un globogrande de luz, como de un fuego muyresplandeciente y hermoso, cuya claridadofuscaba la de más de veinte luces que ardían enla celda: en medio de esta gran llama, que á modode un Sol le cercaba en torno, se veía estar comoardiendo en resplandores aquel abrasado Serafín,renaciendo allí, cual Fénix Divino, á mejor vida.A esta sazón (dando las doce de media noche, ysonando la campana del Convento) preguntó áqué tañían, y respondiéndole que á Maitines, pasóblanda y amorosamente los ojos por todos loscircunstantes, como despidiéndose de ellos, ydijo: Al Cielo me voy ú decirlos. Y luego llegando susbenditos labios á los pies del Crucifijo, que teniaen las manos, cerrando ojos y boca sin alborotos,visajes ni agonía, sino con una tranquilísima paz ysosiego de alma y cuerpo, entregó blanda ysuavemente su espíritu al Señor, diciendo: Inmanus tuas, Domine, commendo spiritum meum58. Conque espiró al principio del sábado, el mismo día yhora que él había dicho, que fué á 14 deDiciembre del año del Señor de 1591, á loscuarenta y nueve de su edad y veintiocho deReligión, de los cuales había empleado los cincoprimeros en la Observancia del Carmen Calzado,y los veintitrés últimos en su Reforma. [136]

58 Ps. 30. 7.

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XX. Retrato de N. S. Padre.–Públicos homenajes á su santidad.–Suceso ocurrido con un carpintero.–Afán general por las reliquias del Santo.–Humildad del Santo difunto.–Prodigios con que honra Dios su sepultura.

Era nuestro Beato Padre de estatura entremediana y pequeña, bien trabado yproporcionado el cuerpo, aunque flaco por lamucha y rigurosa penitencia que hacia. El rostrode color trigueño, algo macilento, más redondoque largo, calva venerable, con un poco decabello delante. La frente ancha y espaciosa, losojos negros con mirar suave, cejas bien distintas yformadas, nariz igual que tiraba un poco áaguileña, la boca y labios con todo lo demás delrostro y cuerpo en debida proporción. Era todosu aspecto grave, apacible y sobre maneramodesto, en tanto grado, que sola su presenciacomponía á los que le miraban, y representaba enel semblante una cierta vislumbre de soberaníacelestial, que movía á venerarle y amarlejuntamente. Así acabó aquel gran Descalzo: aquelque dió principio á nuestra Reforma; aquelDoctor místico por ilustración del Cielo yexperiencia de Divinos favores; aquel queencaminó innumerables ánimas á Dios con sudoctrina y ejemplo, y todavía encamina; aquelinmaculado en la vida, ilustrado del Cielo,tremendo á-los demonios, amable á los ángeles ytiernisimamente amado de Cristo y de su Madre.Quedó su rostro hermoso y apacible, colorado y

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encendido, y con una claridad y blancura á modode resplandor, como él fuese de suyo algomoreno, y poco antes estuviese por laenfermedad desfigurado y macilento. De dondecreyeron y lo dijeron á voces los circunstantes,haber muerto con algún acto fervorosísimo deamor de Dios. Sintióse luego en acabando deespirar una suavísima fragancia que despedía elcuerpo de sí, la cual se esparció por todo elConvento, y los que se hallaron presentessintieron en sus almas un particular consuelo yalegría mezclado de ternura y [137] devoción.Llegaron todos á besarle de rodillas los pies ymanos como de cuerpo santo, y á tomar cada unolo que podía de sus pobres vestidos y ropa que lehabía servido.

En comenzando á clamorear la campana, fuétal el concurso de gente que acudió á las puertas,que con ser la una de la noche en tiempo deinvierno y estar lloviendo, fué necesario abrirlaspor no contristar á los muchos que acudieron. Ladevoción en los seglares vencía al cuidado de losReligiosos, y llegando á besarle las manos y lospies, aquel se tenía por más dichoso que podíaalcanzar alguna reliquia suya. Entre los demásacudió un carpintero, que se decía Iruela, que ágrandes voces pedía le dejasen ver al Santo. Fué laocasión, que estando acostado con cierta mujerajena y durmiendo en su delito, llegaron á matarlepersonas interesadas en la ofensa, y al mismo

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tiempo le despertó sin saber quién, y dijo que sepusiese en cobro que él le ayudaría á librarse delas espadas de sus contrarios, y que esta mercedse le hacía por intercesión de un Religioso queacababa de morir en el Convento de losCarmelitas Descalzos. Levantóse de presto, yrompiendo por entre las espadas desnudas seescapó, y saltando de la casa por una pared decinco varas de alto sin recibir daño alguno, llegóal Convento á dar las gracias á su bienhechor, ydebiendo á su intercesión la vida, la mejoró enadelante: y acudía muy de ordinario á la sepulturadel Santo Padre á encomendarse á él, diciendo átodos los que le preguntaban la causa defrecuentarla: Debo mucho á este Santo. En locual parece podíamos decir que quiso Diosnuestro Señor honrar la muerte de su Siervo conalguna manera de semejanza á la de su HijoSacratísimo: pues como á la de Cristo Señornuestro fué concedida la salvación del buenLadrón, como por prenda y principio de tantasalmas que por virtud de aquella muertepreciosísima se habían de salvar: así á la muertede este su verdadero retrato Juan fué concedida lavida corporal y espiritual de aquel hombre, comoprenda y principio de las muchas que por suintercesión y medio habían de ser ayudadas paraque se librasen de la muerte corporal y eterna.

Luego que por la mañana se divulgó más lamuerte del Beato [138] Padre, acudió tanta gente,

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que no cabía en la Iglesia y portería, pidiendo ávoces que los dejasen entrar adonde estaba elcuerpo santo, que así le llamaban todos, yllegados á él le trataban con tan gran veneracióncomo si estuviera ya canonizado: tal era laestimación de su santidad, que sin conocerle nihaberle jamás visto había Dios infundido en susalmas. Pedían con gran instancia les diesen algoque hubiese tocado al santo cuerpo, ó le hubieseservido en la enfermedad, y con cualquier cosaque les daban, aunque fuese un pañito de los quehabían estado en sus llagas, iban muy contentos, yjunto con ésto le besaban de rodillas los pies y lasmanos, y le tocaban los rosarios, y hacían otrasdemostraciones de gran veneración. Lastimábansemucho de que habiendo tenido en su ciudad tangran tesoro, no lo hubiesen conocido hastaentonces, y ahora que lo comenzaban á conocer,lo perdían. Acudieron al Convento (sin haberlosconvidado) así el Clero, Religiones y Caballeros,como de los demás, tanta gente, que ni cabíadentro ni en las calles circunvecinas. Sacáronlecon mucho trabajo á la Iglesia, y aunque lodefendían los Religiosos, no pudieron evitar queno le cortasen mucho de sus hábitos. Hallósepresente el Padre Fray Domingo de Sotomayor,que por ver al Santo en Baeza cercado deresplandores, se entró Religioso Dominico, elcual llevado de su devoción, poniéndose derodillas junto al féretro, cayó sobre el Santo

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cuerpo desmayado. Apartáronle de él, y vuelto ensí, confesó que llegando á cortarle un dedo, elSanto retiró la mano conservando difunto suhumildad, y ésto le causó aquel asombro. Mejornegoció otro Religioso Mínimo, que al besarle lospies le arrancó una uña con los dientes, y el Santolo permitió, porque en contentarse con aquellopoco, descubrió su devoción y modestia.Celebrados los oficios, predicó el Dr. Becerra,persona grave y docta, diciendo cosasmaravillosas con el afecto y veneración quepudiera de un Santo canonizado, y concluyó: Noos pido, como se suele, encomendéis á Dios el alma deldifunto: porque nuestro difunto fué Santo, y está su almaen el Cielo. Lo que os pido es, que procuréis imitarle, y áél que nos alcance de Dios gracia, etc. Acabado elSermón y Misa, al tiempo de llevar el Santocuerpo á la sepultura, hubo entre los [139]Religiosos graves de otras Ordenes una piadosacontienda sobre quién lo había de llevar,queriendo cada uno tener parte en aquel oficio.Lleváronle finalmente entre muchos, y ellosmismos le metieron en la sepultura.Cumpliéndose este día en nuestro difunto lo quehabía dicho Dios por su Profeta59, que songrandemente honrados y magnificados susamigos.

Quedó tan impresa en los corazones ladevoción al Siervo de Dios, que todos, y en59 Ps. 138. 17.

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especial los seglares, veneraron su sepultura, quefué en la tierra, y se recataban de pisarla. No asílos Religiosos, porque el Profeta en su patria noes tan recibido60. Pero el Señor dió presto áentender su voluntad, y cuánto se agradaba deaquella piadosa reverencia: porque estando ellunes siguiente preparados todos para la disciplinade Comunidad, muertas ya las luces, se levantóuna á modo de hacha tan súbita y grande de lasepultura, que aclaró toda la Iglesia. El PadrePrior y Religiosos, antes de advertir la fuente dedonde salía, daban priesa desde la Capilla mayor,que se apagase. Los que estaban cerca de lasepultura y la vieron, quedaron, no sóloadmirados, sino como pasmados de la novedad.Y afirmó el V. Padre Fray Francisco Indigno, quecon el resplandor vió tan distintamente las figurasdel Retablo, como si en él diera un rayo de Sol.No advertidos del todo con ésto los Religiosos,volvió á avisarles segunda vez el Señor en otraocasión también de disciplina, por medio delHermano Francisco, Donado de aquella casa.Púsose á tomarla sobre la sepultura, y queriendoazotarse, sintió en el brazo tanto impedimento,que no lo podía mover. Advertido interiormentede la causa, se apartó y pudo proseguir: ymanifestando á los Religiosos después el caso,todos quedaron advertidos de la veneración que áaquel santo lugar se debía. Bien lo conocían los60 Luc. 4. 24.

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señores Doña Ana de Peñalosa y su hermanoDon Luís de Mercado, fundadores de nuestroConvento de Segovia, devotísimos del Santo. Loscuales valiéndose de su devoción y autoridad,sacaron orden del Consejo Real [140] y patente dela Religión, para trasladar á Segovia el Santocuerpo. A los nueve meses enviaron por él congran secreto. Al tiempo de descubrirle, sintieronuna celestial fragancia, y hallándole entero, frescoy de tan buen aspecto como el primer día,sobrecedieron por entonces, contentos concortarle por muestra uno de los tres dedos, conque solía escribir, que estaban lucidos ytrasparentes, y al punto que lo cortaron, salió dela herida sangre como si estuviera vivo. [141]

XXI. Traslación del Santo á Madrid.–Maravillas ocurridas en el transito.–Es llevado á Segovia.–Reclama Úbeda su devolución.–Conciértanse estas dos ciudades, y le edifican capillas.–Apariciones delSanto.

El año siguiente, pasados otros nueve meses,volvieron con los mismos despachos:desenterráronle á deshora, y hallándole enteroaunque más enjuto, un Alguacil de Corte loacomodó en una maleta para mayor disimulo. Ensu ejecución sucedieron algunas maravillas. Lamás notable fué que antes de llegar á Martos, pordonde iban el Alguacil y sus compañeros pordesmentir las espías, de repente se les apareció unhombre que á grandes voces les dijo: ¿Dóndelleváis el cuerpo del Santo? Dejadle donde estaba.

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Aunque causó pavor al-Alguacil, pasó adelante.Llegando á Madrid, lo depositaron en elConvento de nuestras Religiosas, donde al tiempode despacharlo á Segovia, Doña Ana de Peñalosale hizo cortar un brazo para traer por reliquia, quehoy poseen las Descalzas de Medina del Campo.

Llegado á Segovia el santo cuerpo, fuérecibido con grande regocijo y consuelo de todala ciudad. Colocáronle en la Capilla mayor cerradala reja, para que sin llegar á él pudiesen verle.Daban desde allí á tocar Rosarios, Cruces,medallas, pañuelos y otras cosas que hallaban ámano, para guardar como reliquia; y de estamanera duró por ocho días (que estuvo patente elbendito cuerpo) la frecuencia de este concurso áverle y venerarle. Fué tan grande un día, querompieron la reja de la Capilla mayor, para entrardentro, sin poderlo estorbar los Religiosos.Defendieron el cuerpo santo, y para moderaraquella impetuosa devoción del pueblo, lesrepartió el Prior un hábito viejo del Santo Padre,que había quedado en el Convento; y hasta lasyerbas y flores en que había venido el santocuerpo, se llevaron como reliquias muy preciosas,de las cuales yo he visto y se conservan hoyalgunas hojas de laurel tan verdes, frescas ysuaves como si ahora las acabaran de cortar delárbol. [142]

Luego que en Úbeda se supo el piadoso robo,lo sintió tanto la ciudad, que señalando en su

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Cabildo Procuradores, los envió á Roma para quese le restituyese, estimándole por su mayor tesoro.El Papa Clemente VIII, admirando la piadosacompetencia, á los 15 de Octubre de 1596despachó un Breve en que mandó se restituyese elcuerpo á Úbeda. Los Prelados, por excusarcompetencias entre tan ilustres ciudades,procuraron concertarlas, y que Úbeda secontentase con una pierna, demás de la otra quetenía, y un brazo, y Segovia con la cabeza ycuerpo destroncado (partición bien desigual), yhubo de sujetarse á la fuerza por excusar máslitigios. En una y otra ciudad se han edificado dosCapillas suntuosas y son frecuentadas de ladevoción de los fíeles.

Todo lo referido hasta aquí nos dáclaramente á entender cuánto gusta NuestroSeñor honremos y veneremos á este su Siervo,teniendo la debida estima de su rara y admirablesantidad, como de persona que goza en el Cielode lugar muy aventajado y eminente. A queañadiremos algunas apariciones que hizo el SantoPadre, y otras demostraciones milagrosas enmayor prueba y confirmación de esta verdad.Acabando de expirar, fué á visitará subienhechora Doña Clara de Benavides, dándolelas gracias de la caridad que le había hecho. Deallí pasó á casa de Luisa de la Torre, mujer deaprobada virtud, la cual, al mismo tiempo que elSanto expiró, fué arrebatada en espíritu, y vió en

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la Iglesia de nuestro Convento de Úbeda unReligioso con el-rostro muy resplandeciente yhermoso, el cual, puesto de rodillas y levantadoslos ojos al Cielo, sustentaba sobre sus hombrosaquella casa é Iglesia; y le dijeron era el Padre FrayJuan de la Cruz, por cuya intercesión se labraríanaquella casa é Iglesia, y se conservarían, como loha mostrado el tiempo. La misma noche ó pocodespués apareció en Segovia á Beatriz delSacramento, tullida en la cama y cercada dedolores, que el Santo Padre antes le profetizó.Estando en su mayor congoja se le apareció llenode resplandor y hermosura, con el hábito de suReligión chapeado de joyas de oro y sembrado deestrellas, con una hermosísima corona en lacabeza. Alentóla á padecer puramente por Dios, yen premio de la fineza con [143] que habíapadecido, la dejó del todo sana. En Úbeda,habiendo Juan de Vera cegado de un ojo porhaberle herido en él un cohete, se encomendó alSanto Padre, y aplicada una reliquia suya quedósano. Inspirado interiormente que fuese á dar lasgracias á Dios y al Beato Padre á la Iglesia de suConvento, y dejándolo de hacer por el temor quele pusieron de que ofendería la luz al ojo reciénsano, volvió á cegar, y entonces, acudiendo alSanto Padre, se le apareció y dijo hiciese aquelladiligencia de ir á la Iglesia, la cual hecha, quedócon entera y perfecta vista.

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En nuestro Convento de Andújar se leapareció al Hermano Fray Martín de la Asunción,su antiguo compañero, y le dijo: Hermano, vaya ánuestro Padre Provincial y dígale que Nuestro Señor lepagará con bienes eternos la honra que hace á los huesosde los Santos; pero que mire que en el claustro de Baezahay cinco cuerpos de Santos, de los cuales el PadreVicerrector Fray Juan de Jesús María se fué derecho alCielo; que los saque y ponga en decente lugar. Segundavez se apareció el Santo Padre á dicho Religioso yle dijo: Hermano, escriba á nuestro Padre Provincial,que le estoy agradecido el haber sacado aquellos huesos ypuéstolos en decente lugar. El Hermano se encogió, ydesaparecido el Santo, se resolvió en no escribir.De allí á tres días se le volvió á aparecer con unrostro severo (habiéndole antes aparecido risueñoy apacible), y le dijo: ¿Hermano, por qué no ha hecholo que dije?, hágalo. El Hermano turbado dijo alSanto: Padre nuestro, ¿cómo tengo yo de escribir á nuestroPadre Provincial estas cosas, que me tendrá por novelero, yqué sé yo si V. R. es nuestro Padre ó es engaño deldemonio? El Santo le respondió: No es esto deldemonio; y sacando debajo del Escapulario el Santouna Cruz, la besó y se la dió al Hermano, y altiempo de él desaparecer había allí una pintura deCristo crucificado, y le hizo una grandeinclinación y desapareció. Esta Cruz vino á parará manos del dicho Padre Provincial, llamado FrayJuan de Jesús Maria, que la conservó toda su vidacon gran veneración, obrando Nuestro Señor por

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su medio efectos maravillosos. Y examinando alHermano Fray Martín sobre aquella palabra:Escriba á nuestro Padre Provincial, respondió: que asílo había [144] dicho el Santo; lo cual es de notarpara la veneración que se debe á los Prelados;pues un Santo ya glorioso á un morador de latierra, por ser Prelado en su Orden, le llamó denuestro Padre.

Por los años de 1607 sucedió otra muynotable en Úbeda. Una tarde de Mayo se armósobre la ciudad tal tempestad y nublado, queporque días antes otro semejante había asoladolos términos circunvecinos, temieron lo mismo enÚbeda. Acudieron unos á las plegarias y conjuros,otros á las Imágenes de su devoción, y muchos ánuestro Convento á pedir al Santo aplacase la iradel Señor, que veían en tantos truenos,relámpagos y piedras descomunales, que decuando en cuando caían. Duró el nublado hastalas diez de la noche; y queriendo el Señor queconociese la ciudad el protector que tenia,descubrió á la luz de los relámpagos la figura delSanto con su Hábito de Carmelita Descalzo, queluchando con las nubes, en breve las deshizo sindaño de la ciudad, que agradecida á su protección,le tiene por su principal abogado. [145]

XXII. Milagros hechos por las reliquias del Santo.–Singulares apariciones en ellas.

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Siendo los milagros una de las cosas porquemás honra el pueblo cristiano á los varonessantos; para que á los deseos de sus deshonras(que fueron de los mayores que tuvo nuestroBeato Padre) se siguiesen sumas honras, le ¡lustróDios no sólo en su vida y glorioso tránsito (comohabernos visto) de tantos y tan grandes milagros,sino después de su dichosa muerte, comoveremos ahora, diciendo algunos de los másexcelentes; porque para referirlos todos eramenester un libro entero. En nuestro Conventode Málaga estuvo Mencia de San Luis diez añoscon tan recia perlesía, que ni se pudo levantar, niasistir á la Comunidad en tanto tiempo. El año de1608, entrando á visitar la Clausura el PadreProvincial Fray Bernardo de la Concepción, ycompadeciéndose de la enferma, sacó un dedo delSanto Padre que traía consigo, y alentando su fecon decirle confiase en Dios, que por medio deaquella santa reliquia le había de dar salud, se laaplicó á la cabeza. Al mismo instante sintió laReligiosa en todo su cuerpo tan extraordinariamutación, que se halló sana del todo y con saludtan perfecta, que se quiso levantar luego de lacama, y arrojarse á todos los rigores de laComunidad, con admiración así del Provincialcomo de las Religiosas.

Estando en Úbeda Luis Núñez, Notario delas informaciones que se hacían para laCanonización del Santo Padre, esperando á que

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viniese á comer Doña Luisa Vela, su sobrina, lahallaron en su aposento sin juicio y como muerta.Avisaron á tres médicos y declararon ser su malapoplegía, perlesía y alferecía, tres enemigoscapitales que contra su vida se habían conjurado.Aplicaron remedios de ligaduras, garrotes yventosas sajadas; pero á ninguno volvió; con lascuales experiencias y viéndola fría y yerta, vueltoslos ojos y casi sin respiración, se despidieron losmédicos. Su tío, confiado en la santidad [146] delBeato Padre, que en sus informaciones reconocía,envió á pedir su santo pie, y apenas se loaplicaron al pecho, cuando la enferma volvió ásus sentidos y acuerdo y á todos sus miembrosfríos el calor. Mas porque la que había alcanzadopor oraciones ajenas la salud, la consiguiesecumplida por las propias, dispuso el Señor quesola la boca le quedase tan cerrada y tan apretadoslos dientes, que por diligencias que hicieron, nolos pudieron apartar, ni ella pasar más comida dela que por entre sus junturas podía pasar, que eramuy poca. Advertida del autor que le habíacomenzado á dar salud, suplicaba al Santo que sela diese cumplida.

Consiguiólo al quinto día, en que volviéndoleá aplicar el pie del Santo, se le quitó elimpedimento de la lengua y la estrenó con decir:No eran vanas mis esperanzas en vos, mi Santo PadreFray Juan: bien sabía yo me habías de dar salud. A vosdoy las gracias por la merced. Hízosela tan cumplida,

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que no sólo le abrió la boca y volvió el habla, sinoque las sajaduras profundas de las ventosas yotras llagas que tenía en los labios llenos desangre, al punto se cerraron y desaparecieron.Estos dos milagros aprobó la SagradaCongregación de Ritos, y por eso se han puestoen primer lugar, y no desmerecen su aprobaciónlos siguientes.

El año de 1617 gozó igual favor Doña JuanaGodínez de Sandoval: siendo de dieciséis años ledió de repente tan recia calentura y frenesí, queperdió los sentidos y el juicio, en que duró cincodías. No aprovechando las medicinas,desconfiando los médicos la dejaron por muerta.Llegando á esta sazón dos Religiosos con el piedel Santo Padre, y aplicándolo al pecho de laenferma, de repente se movió, y abrazándose conla santa reliquia, y quedándose en silencio por unrato, dijo después que al ponerle el santo pie, se lehabían abierto los sentidos, y le dijeron sin saberquién: Que por los méritos del Santo Padre le daban lamejoría. Fué tan presto, que sentándose en lacama, comenzó á decir á voces: Ya estoy buena, quemi Santo Padre Fray Juan de la Cruz me ha sanado.Pidió que le diesen sus vestidos, y como con lagran turbación las criadas se detuviesen, ella seaplicó un manteo, y con él se comenzó á pasearpor [147] la sala. Y viendo á sus Padres tanobligados, les sacó licencia para ser CarmelitaDescalza, por pagar á Dios y al Santo Padre el

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beneficio, llamándose por reverencia suya en laReligión Juana de la Cruz. No fué menor el quenuestro Señor obró con un hijo de DonFrancisco de Narváez, llamado Rodrigo, de edadde veinte meses: el cual habiendo caído de uncorredor muy alto, y estrelládose en las losas deun estanque, echaba por boca, narices y oídossangre, y algo de los sesos. Agonizando ya elniño, sin esperanza de vida, le aplicaron á lacabeza la reliquia del Santo Padre, y á su toque(¡oh rara y Divina virtud!) cesó luego la sangre,confortóse la cabeza, consolidáronse los huesos, ytodo el cuerpo del niño se reparó de suerte, quedentro de dos días desmentía ya con la saludpresente la desgracia pasada.

Entre los milagros con que Dios nuestroSeñor ha honrado á nuestro Beato Padre ymanifestado su excelente santidad, son muy denotar las apariciones que ha hecho en reliquias desu carne, donde, con singularísimo y perseveranteprodigio, no visto ni leído hasta ahora de otroSanto, se aparece innumerables veces. Entre lascuales merece el primer lugar la de Medina delCampo, así por ser la primera de este género,como por la gran calificación del milagro hecha elaño de 1615 por el Ilustrísimo Señor Don Vigilde Quiñones, Obispo de Valladolid, en juiciocontradictorio, criando Fiscal, y con las demáscircunstancias que el Derecho pide, y hecha unagrande junta de teólogos, juristas y médicos, entre

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los cuales concurrieron tres de la Cámara delSeñor Rey Don Felipe III. Y conviniendo todosser obra milagrosa, lo pronunció por sentenciajurídica, y envió los papeles á la Santidad de PauloV. Para dar noticia de este milagro es menestertomar la corriente desde sus principios.

Hacía Dios nuestro Señor al VenerableFrancisco de Yepes muchas mercedes ymisericordias con apariciones suyas y de muchosSantos. Sintió por muchos días en su corazón unardiente deseo de ver á su hermano, yapareciéndosele nuestro Señor un día, le dijo:Señor, como me enseñáis otros cortesanos delCielo, ¿no me harías merced de enseñarme á miquerido hermano? Díjole Su Majestad: [148] Quesiempre que viese la carne de su hermano, quetenía en el Relicario, le vería también á él.Desapareció con esto Cristo nuestro Señor, y elbendito Varón con fe firme y esperanza cierta dever cumplidas las promesas de su Dios, tomó elRelicario en la mano, y al punto vió á su hermanode la misma manera que cuando vivía, aunque elrostro con mucha mayor hermosura. Vió en elmismo pedacito de carne á la Virgen Sacratísimanuestra Señora vestida con el hábito del Carmen,con el Niño Jesús en sus brazos, echado el bracitoizquierdo sobre el cuello de su Madre,extendiendo el cuerpecito y el otro brazo hastaque llegaba á poner la mano derecha sobre lacabeza del Santo Padre. Diósele á entender en

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esta visión (la cual sucedió esta primera vez día dela Epifanía del año de 1594) la suma y fervorosadevoción que nuestro Santo Padre había tenidotoda su vida con el Hijo y con la Madre.

Dió cuenta de este caso al Padre CristóbalCaro, de la Sagrada Compañía de Jesús, hombredocto y verdaderamente Apostólico, queentonces era su Confesor: tomó la reliquia en quetales cosas se aparecían, y puesto de rodillas conmucha devoción, vió en ella una admirableaparición de que quedó sumamente admirado:quedólo mucho más cuando llamando muchaspersonas de todas edades, y diciéndoles venerasenaquella santa reliquia, sin decirles nada deapariciones, oía decir á unos veían en ella á Cristonuestro Redentor Crucificado: otros al SantoPadre hincado de rodillas delante de un Crucifijo,cubierto el rostro con una nube, y lo demás delcuerpo descubierto, y otros otras cosassemejantes, y muchos no veían nada: de lo cualconcluyó el docto Confesor ser este un altoSacramento digno de ser venerado: y que en elmostrarse Dios de tan diferentes maneras, tendríaescondidos secretos, cuyos efectos se ejecutaríanen las almas de los que veían estas maravillas.

Son diferentísimos los modos que Dios tieneen estas apariciones. Cristo nuestro Redentor semuestra unas veces como niño en los brazos desu Santísima Madre: otras desnudito en los brazosdel Santo Padre, que hincado de rodillas le está

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besando los preciosos pies: otras sentado el Niñoen una nube con una corona de oro en la mano[149] que se la va á poner en la cabeza al SantoPadre; otras sentado el Niño en el brazoizquierdo del Santo Padre, y él con el derechoabrazando al precioso Niño. Aparece asimismoen las tales reliquias la Imagen de nuestroSalvador, de la edad que era Su Majestad cuandomurió. Unos le han visto arrimado un codo sobreun risco; otros muy hermoso y resplandeciente yotros en diferentes pasos de su Sagrada Pasión.Otras veces se ve al Espíritu Santo en figura depaloma cercado de resplandores, la Custodia delSantísimo Sacramento, muchos Ángeles ySerafines, á nuestros Padres San Elías y SantaTeresa de Jesús, San Juan Bautista, San PedroApóstol, Santa Catalina Mártir, San Francisco deAsís, San Francisco Javier en el modo que lopintan levantando los ojos al Cielo, y á otrosinnumerables Santos. Nunca jamás se vió en estasreliquias cosa que no fuese santa: y son los realcesdel pincel que parece tan finos, que han afirmadopintores á quien Dios ha querido que lo vean, quees imposible con los colores que ellos usan,retratarlos con la fineza que allí aparece, porquelos colores de que ellos usan, por finos que ellossean, son de tierra, y éstos que aparecen son delCielo.

Los milagros que Dios nuestro Señor haobrado por medio de estas apariciones, son muy

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singulares, especialmente mudando los corazonesá vida muy ejemplar, como se verá en los sucesossiguientes. En la ciudad de Calatayud fué unReligioso de nuestra Orden, llamado Fray JuanBautista, á predicar á las mujeres de la casapública, que eran tres y tan pertinaces, que conhaberles predicado la Cuaresma todos losPredicadores de la ciudad, no habían hechoefecto en ellas. Habiendo comenzado su sermón,le oyeron por espacio de media hora con grandesenvoltura y poca vergüenza. Viendo laobstinación de las mujeres, les dijo no pretendíade ellas se convirtiesen, sino sólo que adorasenuna reliquia de nuestro Santo Padre que él traíaconsigo. Vinieron en el partido, diciendo que erancristianas y traían Rosarios, que sí la adorarían.Llegó una, y empezó á mirar la reliquia congrande atención, y á demudársele el rostro, yponerse blanca como un papel. Díjola el Padre,¿qué tenia, que así se había demudado?Respondió que veía una mujer llorandoamargamente, y junto [150] á si un Cristo y unacalavera, que sin duda era la Magdalena quelloraba sus pecados: que ella los quería llorartambién. Llegó la segunda, y sucedió lo mismo.La tercera no quería llegar, y aunque después congrandes ruegos llegó, no vió nada, y se quedó ensu obstinación (secretos juicios de Dios). Fué taneficaz la conversión de estas dos mujeres, que eldía siguiente en la Iglesia mayor, delante de toda

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la ciudad, confesaron su mala vida y su dichosaventura en esta milagrosa conversión.

Tenía el Padre Fray Pedro de la Madre deDios, Definidor general de nuestra Orden,persona que fué muy ejemplar, una reliquia denuestro Santo Padre, y como oyese decir tantasapariciones como en sus reliquias se veían, heridodel temor de Dios, recelaba que la poca pureza desu conciencia era la causa de no ver nada. Llevadode esto y de algunos escrúpulos que padecía,repetía los exámenes de conciencia, y también lasconfesiones; procuraba decir Misa con muchadevoción, y luego iba á mirar su Reliquia, peronunca veía nada. Sucedió (andando entre estascongojas) que llegó á hacer noche á Alcalá la Real.Servía por moza del mesón una turca, que sellamaba Fátima, á quien ningunas persuasioneshabían podido hacer Cristiana. Recogido elReligioso á su aposento, sintió inspiración deenseñará la turca la reliquia. Por la mañanamadrugó: sacó su Relicario, y le dijo: Fátima, miraqué linda cosa: llegó ella con curiosidad de ver elRelicario, y apenas lo hubo tomado en las manos,cuando empezó á voces á decir: linda Señora,hermoso Niño; y fué corriendo á otra compañerasuya esclava, que era cristiana, diciéndola miraseaquella Señora y aquel Niño. La otra vió lomismo, y le dijo que la Señora era la VirgenSantísima María, y el Niño su Hijo precioso. Laturca se convirtió, é instruida en la Fe, se bautizó,

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y el Padre quedó consolado y alabando á Dios,que hace las maravillas con los turcos, cuandoconviene, y no gusta que los Cristianos se laspidan cuando no son necesarias.

En la ciudad de Burgos una Religiosa, cuyonombre y Religión por la decencia se calla,mirando una reliquia de nuestro Santo Padre, vióen ella una figura de Cristo nuestro Redentor.Con la curiosidad [151] y atrevimiento mujeril,tomó un alfiler, y picó en la parte que se lerepresentaba la figura de Cristo: apenas hubopicado, cuando saltó la sangre, de lo cual ellaquedó tan confusa y admirada, cuanto antes habíaestado de atrevida. Pero Dios, que es rico enmisericordias, la abrió por este medio los ojos,para que hiciese una vida muy ejemplar.

Muchos son los milagros que se pudieranreferir, hechos por estas santas reliquias, que seomiten por no alargar demasiado aquesta historia,concluyendo con uno en que se prueba cuántocela Dios la veneración de las reliquias de esteSanto Padre, el cual está aprobado en el procesode la Canonización de nuestra Madre SantaTeresa, y fué así. En el Convento de lasCarmelitas Descalzas de Granada, un día despuésde puesto el Sol vió la Madre María de San Pablosalir un resplandor y rayo de luz de una Imagende nuestra Santa Madre, que había en una ermitade la huerta. Admirada de ésto, reparó á dónde seterminaba el rayo, y halló que en un papelito, en

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el cual estaba envuelta una reliquia de nuestroSanto Padre, que se le había caído allí á unaReligiosa, como se supo después: alzóle y conesto cesó la luz. En lo cual se descubre lamisteriosa Providencia de Dios para con lossuyos, que no quiere que la más mínima parte desu cuerpo perezca, ni esté sin la debidaveneración. [152]

XXIII. Primeras informaciones para canonizarle en 1616.–Milagrosque las acompañan.–Remisoriales para las terreras en 1627.–MandaS. S. publicar el decreto de beatificación en 1674.–Nuevo milagro quela solemniza.

Tal vida, tales virtudes, tal enseñanza ymilagros mudamente lo publicaban por Santo, ypor tal lo mostró el Cielo, como habernosreferido. Restaba que lo que en sí era tan cierto,lo declarase la Iglesia. Para este efecto el año de1616, con precepto de los Superiores, secomenzaron á hacer en la Religión las primerasinformaciones, en donde sucedió lo que yo tengopor uno de sus mayores milagros. Llegando ápreguntará un religioso del Convento de Granadadijese lo que sabía de nuestro Santo Padre,respondió con desaire: Del Padre Fray Juan de laCruz, ¿qué hay que decir? ¡Caso estupendo! Alpronunciar la última sílaba, se le quedó la lenguainmóvil no pudiendo articular más palabra,porque su culpa le dejó mudo del todo. Era Diosel solicitador de esta causa, y quiso que, como laduda de Tomás sirvió á su Resurrección, así la

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incredulidad de este desdichado ayudase al créditode su Siervo. Duró una hora en su castigo, conasombro de los demás, y reconociendo su causa,se postró, lloró, pidió perdón al Santo y loalcanzó para que, deponiendo su errada opinión,publicase después sus alabanzas.

Las segundas informaciones hicieron losSeñores Ordinarios de Úbeda, Baeza, Jaén,Málaga, Granada, Segovia, Medina del Campo ySalamanca, con presentación de testigos seglares,Eclesiásticos y Religiosos. Hallando en ellasbastante fundamento, que llaman Fumo, para suCanonización, el año de 1627 se concedieronremisoriales y rótulo para las terceras, cometidas álos ordinarios de Jaén, Granada, Málaga, Segoviay Valladolid, donde con gran alborozo sehicieron, y remitieron á Roma. Suspendióse elverlas hasta cumplir los cincuenta años queordenó la Santidad de Urbano VIII. Después seavivó la [153] causa; mas como la de laCanonización iba despacio y se mira con tantacircunspección, duró hasta la Santidad deAlejandro Vil y Clemente IX, que aprobaron lasantidad de su vida, alteza de su doctrina, susvirtudes heroicas, así teologales, como morales;hasta que pasando á Roma por Procuradorgeneral el Reverendísimo Padre Fray Juan de laConcepción, hermano del Señor Duque de Béjar,añadiendo á su nobleza su cuidado, y á ladevoción del Santo Padre su diligencia, dió

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complemento á su causa. Probado el artículo desus milagros, propuso la Sacra Congregación ánuestro S. P. Clemente X: Que seguramente se podíaproceder á la Canonización del Siervo de Dios Juan de laCruz, y con más seguridad en el ínterin, conceder que senombrase Beato, y que en cada año en el día de su feliztránsito se pudiese rezar y decir Misa de Confesor noPontífice en todo el Orden Carmelitano. Oyó SuSantidad la propuesta, y habiéndoloencomendado al Señor por espacio de once días,á los ó de Octubre de 1674 mandó se publicase eldecreto de su Beatificación, como de hecho sehizo. Recibióse con tanto aplauso, que valiéndosede él nuestro Procurador general, dentro del messiguiente alcanzó nuevo indulto para la extensióndel Rezo, y á los 21 de Noviembre del mismo añoconcedió Su Santidad, que en Hontiveros, dondenació, en Úbeda, donde murió, y en Segovia,donde está la mayor parte del cuerpo santo, todoslos Sacerdotes Seculares y Regulares puedan rezarsu oficio y decir Misa de Santo Confesor, y en lasdemás partes solo los Sacerdotes que acudieren ánuestras Iglesias61.

61 Más tarde, Nuestro Santísimo Padre el Papa Benedicto XIII le inscribióen el Catálogo de los Santos. Fué ésto á 27 de Diciembre de 1726.Esperamos que no sean éstas las últimas honras que la Iglesia tribute áaquél que siempre declinó toda honra. Abrigamos la esperanza de que elRomano Pontífice, accediendo á las peticiones de muchos Prelados, queasí se lo han suplicado, le concederá á nuestro Santo, por un decretoauténtico, el título con que ya le honra toda la Iglesia de Doctor de la MísticaTeología.

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Muy del gusto del Señor fué esta declaracióny honra que hizo la Iglesia á nuestro Beato Padre,pues al tiempo de su publicación repitió nuevosmilagros, de los cuales sólo referiré uno, de quehay jurídica información. En el Convento denuestras Monjas de la [154] ciudad de Bari, en elReino de Nápoles, estaba una Religiosa paralíticadoce años había, y tan impedida en una cama, queno podía menear ninguno de sus miembros, nipies ni cabeza, sino solamente una mano, demanera que todo este tiempo le daban de comerpor mano ajena. Cuando llegó el decreto de laBeatificación de nuestro Santo Padre, afligida laReligiosa de no poder celebrar con las demás tanfelicísima nueva, se encomendó muy de veras alSanto Padre, y pidió que le tocasen una reliquiaque tenían: y fué con tanta fe, que luego que latocaron se levantó de la cama y se fué con lasdemás Religiosas á cantar el Te Deum Laudamus alCoro, aunque arrimada á una Religiosa, y lecantaron por dos títulos con muy singular alegría.Con esto damos fin á la admirable vida de esteexcelente Varón y Santo Padre nuestro; sujetandotodo lo dicho en ella á la corrección de la SantaMadre Iglesia Romana.

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