Pablo Ruoppolo I

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Monomanías Mías Pablo Ruoppolo pabloruoppolo@gmai l.com

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Monomanías Mías

Pablo Ruoppolo

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Amor

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Agosto

Agosto.

Campos de trigo al atardeceresconden parejas en pleno quehacer.

Campos de trigo mecidospor el aire que acaricia mi cara.

Mientras la noche nos tapatoco con mi nariz (literalmente) tu alma (figurada)hasta que la mañana nos destapa.

En la boca y la gargantael sabor dulce de un abrazo al viento.

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Me perteneces.

Aunque no te vea,

aunque no te sienta,

aunque no te huela.

 

Aunque no te tenga... me perteneces.

Estas hecha de la misma materia

que mis pensamientos,

de palabras melancólicas,

de sueños...

 

Llegaste desde la lejanía,

atravesando la tierra y

recorriendo el tiempo desde tu nacimiento

sobre raíles olvidados de madera,

grasa, polvo y hierro.

 

Me perteneces.

Y ni siquiera el olvido puede alejarte

de mis huesos.

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Libro sibilino de donde extraigo mi destino.

Cubierta del piel.

Páginas y páginas de suavidad blanca,

tatuadas de alfabeto latino.

Letanía de caracteres grabados por la vida.

La ternura de tus primeros capítulos

y la nostalgia de tus viejas páginas amarillas.

Sólo aspiro a escribir mi nombre con minúsculas

en la página en blanco de tu presente

o que tu Nombre con mayúsculas

ocupe todo un capítulo de mi mente.

Me gustaría abrazarte y olerte

como a un libro nuevo

y pasearte y recorrerte y ojearte

y sentir tu tacto blanco, suave y fresco,

y leerte toda de arriba a dentro,

y guardarte en las estanterías de mi cuerpo

polvoriento y polvohambriento.

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Palabras

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Caen palabras rotas desde el cielo

como lágrimas que provienen de un océano de tristeza.

Golpean insistentemente contra el tejado, la ventana.

Contra mis ojos, mis oídos, mis sentidos.

Poco a poco, agotado, pierdo la batalla

y empapan mi alma.

Las gotas se recomponen.

Han venido a traerme un mensaje de añoranza.

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En el océano de las palabras,

hay palabras propias que viven en lugares propios.

Hay palabras comunes que viven en lugares gentilicios.

Hay palabras altas y lujosas,

hay palabras bajas y campesinas.

Hay palabras cultas

que oprimen las palabras ignorantes.

Hay palabras libres encerradas en los libros,

palabras que nunca se han dicho,

palabras tímidas, vergonzosas.

Palabras claras y transparentes,

palabras oscuras y mentirosas.

 

Y de todas esas gotas,

sólo una pequeña y tranquila ola

compondrá la frase de mi vida

que habrá de estrellarse contra la roca.

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Las palabras son las huellas

que deja el tiempo.

Enterré las manos en la Tierra

vieja y seca,

como los árboles entierran sus raíces,

y sentí el peso de la materia

y el tiempo,

que son el mismo peso.

Los días se pegan a mi vida

como mi piel,

como el aire al viento,

y las palabras a mi pensamiento.

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La Isla

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En un rincón de mis pensamientos

entre el mar de las saudades y

el mar de la tranquilidad,

existe una isla donde el tiempo no llega.

Es una isla hecha de palabras bonitas,

de muchos adjetivos y de pocos verbos.

Permanece varada, esperando mi regreso

una y otra vez.

Serena, impasible, indestructible, incontaminada.

Es el centro de mi mundo,

el punto fijo por donde se mide

mi tiempo, mi espacio, mi yo.

En verano las montañas corren hacia el mar

Desde el cielo seco y tembloroso.

El olor a trigo y piedra asfixia el

solitario pueblo de casas pequeñas y blancas.

Por un tortuoso sendero,

en la entrada del pueblo,

justo después de la plaza de un solo árbol

(un olivo)

se llega, descendiendo por la ladera,

al único puerto de la isla,

en donde hay una solitaria triste pequeña barca azul

en donde caben cientos de personas

pero que sólo uso yo.

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Poesía

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Poesía caduca.

Ya no vale ni siquiera

el verso anterior a este.

Pensamiento escrito, pensamiento muerto.

Inocencia atropellada una y otra vez

por la realidad.

Las palabras no valen nada,

igual que la naturaleza ahogada,

igual que la abundancia,

igual que todo.

No quiero escribir algo que no conozco

y ya lo añoro.

Esta poesía huele a podrido,

estas palabras sobran,

tiene los segundos contados,

¡Ha muerto otra obra!

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No quiero poesías con rimas

que amarren mis palabras,

ni metáforas nerudianas.

No quiero cantos ni elegías,

no quiero NADA.

 

No quiero sinécdoques, ni metonimias,

no quiero ripios, ni lastres.

No quiero la poesía formal,

ni la escatológica.

No quiero la banal y parnasiana,

ni comprometida, ni libre, ni crítica, ni lógica.

La quiero sin NADA.

 

Sólo quiero vomitar y escupir palabras

y alejar de mí cuanto antes,

esta paranoia enfermiza y lacerante.

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Si estás saturado de poesía no sigas leyendo.

La poesía, como el amor, la comida, la respiración y el sexo

necesita para alimentarse y renacer

de periodos vacíos y muertos de tiempo.

Palabras prosaicas,

sentimientos de odio,

días de ayuno,

suspiros desahogadores,

y la “desquiciante falta de sexo”.

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yo

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Agarro mi propia esencia

como un puñado de arena en las manos.

Cuanto más me aferro,

más se derrama entre mis dedos.

Y es solamente cuando suelto,

cuando alcanzo a ver los pequeños destellos

de mis pensamientos muertos.

Asfixiados, oprimidos, incrustados

en la piel de los anaqueles de mi memoria.

Lavo mis manos en el agua salada

de la palabra,

para volver a coger a manos llenas

puños de arena de mi sustancia.

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Cae la tarde sobre el sofá de la siesta

y el perro de la vida me tira de las piernas...

Pablo Ruoppolo