PALADINO Un nacionalista en la Escuela de Frankfurt · describir los motivos que me condujeron a...

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1 UN NACIONALISTA EN LA ESCUELA DE FRANKFURT MARXISMO, RELATIVISMO, USURA Y VIOLENCIA DE GÉNERO EN LA FACULTAD DE PSICOLOGÍA Por Bruno PALADINO. (*) El objetivo del presente trabajo consiste en expresar, de un modo sumario, las experiencias de quien escribe dentro de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Rosario, para propiciar una mayor comprensión del tipo de educación y formación que se está llevando a cabo en nuestra nación, fundamentalmente en los ámbitos públicos. Considero pertinente describir los motivos que me condujeron a tener una postura crítica respecto de la enseñanza política/cultural que se desarrolla en dicho ámbito universitario. En principio, resulta apropiado mencionar el adoctrinamiento político al cual se encuentran sometidos los estudiantes. En efecto, en este terreno, la universidad no es imparcial sino que ostenta una clara tendencia marxista. A este respecto opino que no debería existir tal monopolio discursivo. Me parece acertado que se propine a los cursantes un conocimiento general en relación a perspectivas económicas y políticas, pero no estoy de acuerdo con el fomento de un fanatismo desmedido por doctrinas que, además de no funcionar en la práctica, son totalmente ajenas a nuestra historia y a nuestro

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UN NACIONALISTA EN LA

ESCUELA DE FRANKFURT

MARXISMO, RELATIVISMO, USURA Y VIOLENCIA DE GÉNERO

EN LA FACULTAD DE PSICOLOGÍA

Por Bruno PALADINO. (*)

El objetivo del presente trabajo consiste en expresar, de un modo

sumario, las experiencias de quien escribe dentro de la Facultad de Psicología

de la Universidad Nacional de Rosario, para propiciar una mayor comprensión

del tipo de educación y formación que se está llevando a cabo en nuestra

nación, fundamentalmente en los ámbitos públicos. Considero pertinente

describir los motivos que me condujeron a tener una postura crítica respecto de

la enseñanza política/cultural que se desarrolla en dicho ámbito universitario.

En principio, resulta apropiado mencionar el adoctrinamiento político al

cual se encuentran sometidos los estudiantes. En efecto, en este terreno, la

universidad no es imparcial sino que ostenta una clara tendencia marxista.

A este respecto opino que no debería existir tal monopolio discursivo.

Me parece acertado que se propine a los cursantes un conocimiento general en

relación a perspectivas económicas y políticas, pero no estoy de acuerdo con el

fomento de un fanatismo desmedido por doctrinas que, además de no

funcionar en la práctica, son totalmente ajenas a nuestra historia y a nuestro

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pueblo. Se contribuye de esta manera a fomentar el anti-nacionalismo, el

desarraigo y la división entre los compatriotas.

Este monopolio discursivo del marxismo, existente en nuestra

universidad, acaso pueda ser explicado si emprendemos el análisis de un punto

particular de dicha doctrina política, a saber: Karl Marx propone, entre otras

cosas, abolir la propiedad privada del capital productivo, pero en ningún

momento sugiere la derogación de la propiedad privada del capital financiero.

Karl Marx (1.818-1.883).

Vale decir que estamos en presencia de la promoción de un sistema que

establece un capitalismo de Estado, pero sin inmiscuirse con el sector de la alta

finanza, el cual ostenta el poder de amasar fortuna por medio del interés

cobrado en los préstamos de dinero. O sea que se sostiene a ultranza la

privatización del dinero; desconociéndosele al Estado su rol regulador de la

moneda, ya sea para su emisión como para su retracción, dependiendo del

contexto y las necesidades de la comunidad. Palabras más, palabras menos, la

doctrina marxista propone: robémosle al trabajador del pueblo el fruto de su propio

trabajo, pero a los banqueros los dejamos tranquilos.

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Ahora bien, sin perjuicio de mi postura personal frente al marxismo, no

estoy proponiendo que se erradiquen las ideas en cuestión. Pero considero que

si queremos complementar la formación de los futuros profesionales en salud

mental con teorías políticas y económicas, este complemento debe ser más

integral.

Teorías como las de Silvio Gesell, el economista germano-argentino,

creador del orden económico natural, brillan por su ausencia no sólo en la facultad

de Psicología; increíblemente, también en la de Ciencias Económicas. Pareciera

que nuestras facultades no tienen intenciones de meterse con el verdadero

poder trasnacional que somete a las comunidades y les impide organizarse.

Paralelamente, es evidente que existe un interés desmedido en pudrirles la

cabeza a nuestros jóvenes con utopías materialistas que desvían el foco de

atención y evitan arrancar el problema de raíz.

Adentrándonos ahora en la cuestión cultural, es sintomático que, por un

lado, se promueve el desprestigio de la Iglesia y su doctrina, atacándola de

diversos flancos teóricos y prácticos; mientras que, por otro lado, poco y nada

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se habla de esta superestructura, de esta entidad financiera que no aparece en

los escritos políticos de orientación marxista, representada por señores cuya

actividad corrompe y destruye a los pueblos y las naciones.

Además, es menester tener presente que los discursos políticos de este

tipo, de carácter inmanentista, constituyen un buen caldo de cultivo para la

conformación de movimientos radicalizados que no contemplan las realidades

existentes por fuera de su doctrina circunscripta a una interpretación falaz de la

realidad y del hombre. Esto se expresa en las características que exhibe el joven

de nuestra era, el sometido posmoderno, la víctima contemporánea, el moderno

y nuevo esclavo que, sin contemplarlo, concentra sus energías en detrimento de

los pueblos y en beneficio de los amos del mundo.

No hay que investigar demasiado para comprobar que las nuevas

ideologías, las cuales lograron difusión e influencia extraordinarias en

Occidente, son promovidas y financiadas por ese sector de la humanidad del

cual Carlitos Marx se olvidó de hablar. Por eso, amigo lector, si milita en favor

de la erosión de los nacionalismos y de la liberación cultural, sepa que la

internacional bancaria va a estar muy contenta con usted; porque está

colaborando con su objetivo de deconstrucción del ser humano, despojándolo

de su identidad tradicional, desmembrando los factores que hacen a la plenitud

del hombre, debilitando los elementos constitutivos que posibilitan un

desarrollo armónico y una felicidad consecuente, destruyendo la antropológica

complementariedad existente entre el hombre y la mujer... De esta manera se

busca convertir a la humanidad en algo susceptible de ser manipulado al antojo

de estas lacras.

No se confunda, amigo lector, los banqueros no se oponen a estas nuevas

ideologías; son promotores de las mismas. Y, no sé usted, pero yo no creo en el

altruismo de vampiros y buitres que dedican su vida a la especulación totalmente

desinteresada más allá de su propio beneficio personal y sin sentir el más

mínimo remordimiento por las consecuencias desastrosas de su accionar.

Definitivamente, estos tipos no quieren un mundo mejor y, si bancan una

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movida, es porque contemplan perfectamente el beneficio que la

materialización de aquellas ideas implica para sus intereses. Aspiran, en última

instancia, a destruir a los pueblos, a quitarles sus tradiciones, a liberarlos de

aquello que les da fuerza y que constituye la vía regia para obtener la soberanía

personal y la verdadera libertad.

La auténtica liberación de los pueblos pasa por promover el bien común

y la unidad nacional. En cambio, el enemigo busca dividir para reinar. Lo que

se encuentra en la base de estas nuevas ideologías, es el interés de un grupo

muy reducido de usureros, de ostentar el poder para ejercer el control de las

naciones, lo cual, lamentablemente, ya está ocurriendo.

Esta particularidad de convertirse en carne de cañón en beneficio del

enemigo sin ser consciente de ello, es notoria, sobre todo, en la desacertada

postura que exteriorizan las organizaciones feministas. Para explayarme sobre

esta temática, considero pertinente evocar lo acontecido en una clase del año

pasado en la cual se llevaba a cabo el relato de dos casos clínicos en los cuales el

aparente conflicto que subyacía, en ambos sucesos, era la interferencia de unas

madres sobreprotectoras. En mi opinión, si bien las madres ostentaban esta

característica, no eran, empero, la principal causa del conflicto.

En efecto, en toda estructuración subjetiva es ineludible la existencia de

una función materna; es natural que toda madre, cumpliendo su rol primordial,

tenga una tendencia inexorable a cuidar, contener, proteger. Por más que esta

función, en algunos casos se torne excesiva, lo cual sin duda resulta

disfuncional, considero que el factor más problemático, en nuestra era

posmoderna, es la insuficiencia de la función que le otorga complemento y la

regula, la función paterna. El rol de esta última consiste en generar un quiebre

simbólico entre la madre y el hijo, una separación eminentemente necesaria

para el desarrollo de una estructuración armónica; es decir que, al no plantearse

esta dinámica, al no existir este juego de roles, al no mediar la función paterna,

la función materna no encuentra freno, sigue funcionando de la misma manera

en un período en el cual debería haberse modificado, se eterniza y

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consecuentemente se convierte en patológica. Sin la correcta intervención del

padre, en el momento adecuado, el niño no puede pasar de ser el falo de su

madre a ser portador, nunca deja de estar en posición de completarla,

precisamente porque es el padre el que debe instaurar la ley que le permite al

niño dejar de estar alineado e ingresar en el universo simbólico y en la cultura.

Resulta sintomático advertir que precisamente en el período en el que el

padre debe intervenir para generar esta suerte de distanciamiento de la madre

respecto de su hijo, en la etapa en la cual esto acontece, los sabios espartanos

separaban a los futuros guerreros de sus madres y los llevaban a ser educados,

en adelante, por hombres. Evidentemente, los antiguos poseían una

comprensión cabal y precisa de la realidad psíquica del ser humano, respetando

perfectamente el kairós (término griego que hace referencia a el momento

oportuno, adecuado o conveniente) de la estirpe.

El psicoanalista Jacques Lacan, para describir esta realidad, plantea una

ilustrativa metáfora. Mediante ella, si bien los simbolismos pueden resultar

exagerados, se expresa de una manera contundente la alta relevancia que

ostenta la función paterna, la cual en nuestra era posmoderna está sufriendo

una evidente erosión. Imaginemos a la madre representada por la boca de un

cocodrilo que permanece abierta. Adentro, se encuentra el niño, su hijo. La

boca, en cualquier momento, puede cerrarse y el niño, ser devorado por su

madre. Es por esto que el padre introduce una estaca dentro de la boca del

cocodrilo para impedir que aquélla se cierre y que el chico sea devorado.

La estaca estaría representando lo que Lacan denomina ley simbólica o ley

paterna. Esta ley es, precisamente, la entidad psicológica que permite una

estructuración convencional de la subjetividad. Pero se puede presentar el

siguiente inconveniente: la ley paterna, es decir la estaca que impide que se

cierre la boca del cocodrilo, puede ser débil, insuficiente, pronta quebrarse... Si

ello sucede, el niño lo percibe, actuando en consecuencia: para no ser devorado

por su madre (simbólicamente, claro está), el niño refuerza esa estaca poniendo

en su lugar algo, ese algo puede corresponderse con varias patologías, una

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fobia, por ejemplo... El muchacho necesita elaborar una fobia para poder

estructurar su universo simbólico... Eso en el mejor de los casos, porque la

ausencia de la ley en un sujeto puede dar lugar a otras consecuencias mucho

más desagradables y desviadas, como, por ejemplo, la psicosis.

Jacques Lacan (1.901-1.981).

Lo recientemente expuesto guarda una enorme relación con lo que nos

decía Inmanuel Kant, en su escrito Pedagogía, al plantear: la falta de disciplina es

un mal peor que la falta de cultura, pues esta última puede remediarse más tarde,

mientras que ya no es posible desembarazarse del salvajismo ni corregir la falta de

disciplina.

De lo expuesto se deriva que el psicótico, el golpeador, el hombre capaz

de levantarle la mano a una mujer, no es el resultado de una supuesta cultura

machista. TODO LO CONTRARIO: es un tipo que tuvo una pésima salida de su

Edipo, producto de una no inscripción del significante primordial, nombre del

padre, portador de la ley simbólica. Es decir, el golpeador es un sujeto al cual,

en su constitución, le faltó la instancia que complementa y regula la función

materna; le faltó masculinidad; le faltó ley.

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Obviamente, esta realidad puede y debe trasladarse al campo cultural.

Asistimos a una cultura donde todo lo que esté relacionado con la ley simbólica

es combatido y despreciado. Siendo la ley representación de lo masculino, al

desestimarse dicha entidad, la consecuencia inmediata resulta ser lo que el

filósofo francés Alain de Benoist denomina feminización de la cultura. El mismo,

en su artículo El reino de narciso, expone: otra característica de la modernidad tardía

es la confusión entre las funciones masculinas y femeninas, que hace de los progenitores,

sujetos perdidos en la confusión de los roles. Así como en una constitución subjetiva

la función paterna es necesaria para complementar la función materna, lo

mismo sucede en el plano cultural. De no existir este equilibrio entre lo

masculino y lo femenino, la comunidad caerá ineludiblemente en la perversión.

Esto se manifiesta fundamentalmente en la promoción de la cosificación de la

mujer, cualidad que despliega exclusivamente nuestra cultura posmoderna.

Alain de Benoist.

En las sociedades más antiguas, lo masculino y lo femenino se

encontraban bien definidos; tenían roles diferentes, claramente establecidos; y

se encontraban mutuamente equilibrados, de manera complementaria. En

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aquellas sociedades, la mujer no era objeto de cosificación. Dicha cosificación es

consecuencia de la erosión de los roles tradicionales, de profundos

fundamentos antropológicos, sobre los cuales se erigió nuestra civilización

occidental. Civilización, ésta, que hoy se encuentra en evidente degeneración;

constituyendo nuestro desafío recuperarla y restablecerla.

Tomando nuevamente como ejemplo a los antiguos espartanos, en dicha

sociedad patriarcal, las mujeres no sólo no eran flageladas (como en la

actualidad) sino que, además, el sistema imperante en esos tiempos las protegía

y les otorgaba una presencia y un poder simbólico inimaginable e

incomprensible para las feministas de hoy. El argentino Denes Martos, en su

libro Los espartanos, relata un diálogo establecido entre Gorgo, la esposa de

Leónidas, y una extranjera: a Gorgo, una mujer extranjera le comentó una vez, llena

de admiración: “¡Ustedes, las espartanas, son las únicas que todavía tienen poder sobre

los hombres!”. A lo cual la espartana respondió: “¡Por supuesto! ¡Como que somos las

únicas que aún traemos hombres a este mundo!”. Es decir que las mujeres

espartanas tenían poder sobre sus hombres, precisamente porque estos eran

bien masculinos.

Recordemos que, en este tipo de comunidades patriarcales, las mujeres

les enunciaban el siguiente imperativo a sus hombres, antes de que estos

partieran a la guerra: vuelve con tu escudo o sobre él. Evidentemente, la mujer

espartana no era ninguna sometida y, al ser una mujer tan bien afianzada en su

condición, ostentaba este indiscutible poder simbólico sobre el hombre. De

hecho, el ateniense Aristóteles -bajo mi óptica, equivocadamente- se quejaba del

poder y la presencia pública que los espartanos otorgaban a sus mujeres; pero

también decía -y en esto coincido- que el hecho de que la mujer poseyera aquel

ímpetu y fuerza era propio de las sociedades guerreras.

Esto es así porque, cuando en una comunidad los roles están afianzados,

es posible su mutuo complemento y ensamblaje. Consecuentemente, afirmamos

que, con la virilidad o masculinidad, se contribuye a la conformación de una

mayor feminidad o femineidad, y viceversa. Por eso planteamos que no se trata

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de erradicar lo masculino de la cultura. Se trata de erradicar la violencia. Y para

eso nuestra cultura debe ser apta para moldear hombres y mujeres. Sólo así

podremos arribar a la conformación de individuos sanos anímicamente.

De esta manera, podemos advertir cómo el discurso feminista carece de

eficacia para combatir e impedir la violencia contra la mujer. Más aún, se puede

ver cómo termina por echar más leña al fuego; no sólo porque propicia odios y

rencores entre varones y mujeres, sino también porque impide atacar el

problema desde su raíz: impedir la génesis de nuevos degenerados y perversos

mediante un restablecimiento de los valores tradicionales.

Recuerdo ciertos planteos que efectuaba en clases uno de mis profesores,

demasiado lúcido para el ámbito académico en el cual se desempeñaba. El

mismo expresaba: estoy en contra de la marcha “ni una menos”, porque para mí no

hay violencia de género, la violencia no es del hombre contra la mujer, la violencia es

SOCIAL, del hombre contra la mujer, de la mujer contra el hombre, de todos contra

todos y esta es una consecuencia de ausencia de ley simbólica.

Pero la cosa se pone más interesante aun no bien se advierte que, al

mismo tiempo que se lanzaba esa marcha tan promovida, se estaba llevando a

cabo la promoción de la película 50 sombras de Grey, en la cual se muestra el

comportamiento perverso de un hombre que desarrolla una serie de conductas

desviadas con una chica a la cual manipula, maltrata y somete. Me pregunto:

¿acaso no es elocuente que el sistema nos muestre violencia totalmente explícita

y después organice una revuelta contra esa violencia que nos mostró?

Evidentemente, en última instancia, el objetivo es erradicar

definitivamente la antropológica complementariedad que históricamente existió

entre el hombre y la mujer. Por supuesto que no estoy planteando que las

personas que militan en las organizaciones feministas lo hagan con este

propósito o contemplando estas realidades. No niego la buena intención

inherente a muchas personas que, lamentablemente, se encuentran sometidas a

ideologías equivocadas. Pero, para comprender el fin último de estos

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movimientos, debemos preguntarnos muy seriamente cuáles son las

intenciones, no de sus peones, sino de los individuos que los crean y financian.

Y, si consideramos cuáles son las entidades que sostienen estas organizaciones y

quiénes son los que se benefician de la división, desintegración y degeneración

de los pueblos, estaremos aptos para arribar al conocimiento indicado de la

problemática. En este mismo sentido. quiero suscribir las palabras del rosarino

Pablo Javier Davoli, quien, en su programa televisivo La brújula, transmitido

por Internet por TLV1 - Toda la Verdad, primero, planteaba: todo proyecto de

dominio se consolida con una determinada ideología que promueva comportamientos

que sean funcionales a ese mismo proyecto.

Me parece oportuno complementar estos planteos con lo expuesto por el

psicoanalista argentino Mario Goldenberg, quien, en su artículo ¿Dios ha

muerto?, recoge la conocida frase de Fedor Dostoyevsky que reza: si Dios ha

muerto, todo está permitido, para citar, acto seguido, la consigna del ya citado

Lacan, quien se subleva contra aquella aseveración planteando en su lugar: si

Dios ha muerto, NADA está permitido.

Esto, en principio, puede resultar paradójico para algunos; se podría

establecer que, si hay Dios, hay sacrificio y si Dios ha muerto, hay libertad. Pero

el asunto es completamente diferente. La cuestión es mucho más compleja,

porque el ser humano es complejo. En rigor de verdad, si Dios ha muerto, lo

que ocurre es que los pueblos quedan sometidos al imperativo del goce. En este

estado de cosas, queda establecida la obligación de gozar; hay un imperativo

que redobla la prohibición; está prohibido no gozar.

Nuestra cultura posmoderna no promueve el sacrificio, sino el

entretenimiento y la diversión. De hecho, toda la promoción en contra de lo

sacrificial es fomentada por lo que se conoce como la industria del

entretenimiento. De esta manera, queda planteado el antagonismo existente entre

el sacrificio religioso y la ética posmoderna.

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A continuación realizaré una cita textual de nuestro compatriota

Goldenberg. Considero que no tiene desperdicio y que refleja de un modo

certero las bondades de nuestra iluminada cultura: la película norteamericana

“Elephant” de Gus van Sant, trata del mismo episodio de “Bowling for Colombine” de

Michel Moore, donde aparecen estudiantes de un colegio secundario que entran con

armas en su colegio y hacen una masacre. El film muestra la preparación de esta trama,

no es un documental, es una película donde se va describiendo lo que sucede personaje

por personaje. Aparecen dos muchachos que son un poco raros, uno parece psicótico,

pero hacen una vida normal, de uno de ellos se burlan un poco, pero nada distinto de lo

que pasa en cualquier colegio secundario. En determinado momento, están en la casa y

llega una encomienda por correo, la abren, y es un fusil. Lo prueban y al otro día -esto

transcurre muy normalmente, se ponen ropa de combate, llevan unos bolsos con armas,

tienen todo un arsenal- van al colegio -nadie se sorprende de verlos, eran estudiantes de

ese colegio- y la frase, cuando empiezan la masacre, que uno le dice al otro es:

“Disfrútalo, Diviértete”!!! Se trata de eso, no hay un delirio de que son enviados de

Dios, que van a matar al demonio, ni que son enviados de Satanás, no hay ningún

delirio claro allí, sino que dicen “diviértete” y lo que sucede tiene la estructura de un

videogame. Hay algo psicótico, seguramente. Matar pero divirtiéndose, eso es muy

interesante retomando el planteo de la separación entre sentido y verdad. ¿Quién puede

creer que la guerra de Irak se hizo porque Saddam Husseinn era peligroso? No había un

discurso consistente que sostenía eso, eran más bien semblantes que muestran,

evidentemente, que está en juego allí otra cosa. No hay un sentido sino un uso práctico

del sentido.

Esto que Goldenberg denomina uso práctico del sentido guarda una

enorme relación con lo que se exponía anteriormente respecto de los grupos

radicalizados que se dedican a destruir catedrales pero que -

¡inexplicablemente!- por los bancos ni se presentan… Sintomático, ¿no?

El propio Sigmund Freud articula lo que él denomina renuncia pulsional

con el sacrificio que promueve la religión y establece este hecho como uno de

los fundamentos del progreso cultural: la renuncia progresiva a las pulsiones

constitucionales, cuya actividad podría aportar al yo un placer primario, parece ser uno

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de los fundamentos del desarrollo de la civilización humana. Teniendo en cuenta estas

palabras y la realidad de nuestra cultura contemporánea, que promueve

cualquier cosa menos sacrificarse en nombre de un ideal, tal parece que nos

dirigimos a ser espectadores de la construcción de un hombre cada vez menos

civilizado.

Para proseguir, considero congruente tomar una cita textual del

discípulo de Lacan y compatriota del mismo, además de yerno suyo, de nombre

Jacques Alain Miller; en el congreso de la Asociación Mundial de Psicoanálisis

planteaba: con la entrada del Dios de la creación, digamos del Dios Cristiano, el orden

sigue en vigencia en la medida en que la naturaleza creada por Dios responde a su

voluntad. El orden divino es como una ley promulgada por Dios y encarnada en la

naturaleza. A partir de esto se impone el concepto de ley natural. Es preciso ver del lado

de Santo Tomás de Aquino, su definición de ley natural, que da lugar a una suerte de

imperativo. Lo vamos a decir en latín: noli tangere, “no tocar a la naturaleza”. Ya que

se tenía la impresión de que se podía tocar a la naturaleza, que había actos humanos que

iban en contra de la ley natural, en particular actos de bestialidad, contra los cuales se

planteaba el imperativo de no tocar a la naturaleza. Debo decir, aunque quizás no sea

aquí la impresión de la mayoría, que encuentro admirable cómo, aún hoy, la Iglesia

Católica lucha para proteger a lo real, al orden natural de lo real, en las cuestiones de la

reproducción, de la sexualidad, de la familia, etc. Por supuesto, son elementos

anacrónicos, pero que testimonian de la duración y de la solidez de ese viejo discurso. Se

podría decir que es admirable como causa perdida, porque todo el mundo siente que lo

real se ha escapado de la naturaleza. Desde el inicio la Iglesia había percibido que el

discurso de la ciencia iba a tocar a ese real que ella protegía como naturaleza. ¿Causa

perdida? Lacan decía también que la causa de la Iglesia anunciaba quizás un triunfo.

¿Por qué? Porque lo real, emancipado de la naturaleza, es tanto peor que se vuelve cada

vez más insoportable. Hay como una nostalgia del orden perdido que, aunque no se

pueda recuperar, sigue vigente como ilusión.

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A mi juicio, lo que debemos hacer es cambiar el enfoque. De nada sirve

plantearnos si es una causa perdida o no. (1) Más bien, tenemos la

responsabilidad moral de pensar: ¿qué sucederá con el mundo si se abandona

esta causa?

Hoy más que nunca debemos, en primer lugar, proponernos retornar a

nuestros ideales clásicos del Bien, la Verdad y la Belleza. En segundo lugar,

comprender la importancia de que nuestros jóvenes cuenten con modelos a

seguir que se correspondan con estas concepciones. Y, por último, procurar que

la comunidad recupere el valor esencial existente en el hecho de que toda

persona aspire a la virtud. Obtendremos esto sólo si recuperamos el aprecio por

el viejo humanismo que nos forjó como nación hispano-católica, la admiración

por nuestra cultura tradicional y la confluencia de estas cuestiones que se

corresponden con el amor a Dios, a la Patria y a la Familia.

(*) Bruno Paladino nació en la ciudad de Rosario, Provincia de Santa fe,

República Argentina en el año 1991. Cursó sus estudios primarios en la Escuela

Manuel Belgrano número 6214 y secundarios en la Escuela de Enseñanza Media

número 246 Dr. Carlos Saavedra Lamas, ambas instituciones de la localidad de

Bombal Provincia de Santa Fe. Se recibió de psicólogo en la Universidad

Nacional de Rosario en el año 2015.

1 Nota del editor: tampoco se advierte, en la cita de Jacques A. Miller, por qué y de qué manera

el discurso de la ciencia iba a tocar a ese real que ella protegía como naturaleza. Además, cabe

preguntarse al respecto qué clase de ciencia es aquella que, de pronto, no se compadece con lo

real ni lo explica adecuadamente. Paralelamente, también resulta cuestionable la afirmación

según la cual la aludida posición católica constituiría una causa perdida.

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