PARÉNTESISdo a que el sol se ponga. Playa abajo, donde se funden la orilla curva y el cielo,...

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PARÉNTESIS EL PERIÓDICO CULTURAL GRATUITO DISPONIBLE TAMBIÉN EN INTERNET Año 2 Número 10 ¤ septiembre-noviembre 2009 ¤ 10000 ejemplares Tiene un solo punto de mira Matías Sánchez: La mascarada y el humor en la pintura. Contraportada 2 Poemas de Harry Martinson y Göran Sonnevi. 3 Prosa: El hombre del hacha, de William Peden, y La cantante, de Javier Tomeo 4 Venecia. Michael Jackson 5 Resistencias a escribir. Los pies en la luna. Mi Nueva York, de Brendan Behan 6 Los lectores escriben 7 Una jornada particular. Concurso. Cartas de los lectores

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PARÉNTESISEL PERIÓDICO CULTURAL GRATUITO DISPONIBLE TAMBIÉN EN INTERNET

Año 2 Número 10 ¤ septiembre-noviembre 2009 ¤ 10000 ejemplares

Tiene un solo punto de mira

Matías Sánchez:

La mascarada y el humor en lapintura.

Contraportada

2 Poemas de Harry Martinson y GöranSonnevi.3 Prosa: El hombre del hacha, deWilliam Peden, y La cantante, de JavierTomeo4 Venecia. Michael Jackson5 Resistencias a escribir. Los pies en laluna. Mi Nueva York, de Brendan Behan6 Los lectores escriben7 Una jornada particular. Concurso.Cartas de los lectores

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Poesía de Siempre

CAYÓpor fin la añorada lluviatrayendo un limpio frescor.Por los cristales de las ventanas corrían bifurcándose ríos juguetones.La canalera tocaba alegrementecon golpes de agua en la trompa del verano. Habíamos puesto la mesa en el porche. Comimos en alegre y silenciosa escucha,y en silencio nos señalábamos mutuamente con la cabeza el resplandor recién llegado de la vida, el rumor de la lluvia.

Tuvor (Montículo cubierto de hierba), 1973

ENAMORAMIENTO

ENTRE ella y yo había una relaciónque estaba completamente en el aire.jamás una palabra o un gesto que traicionase,sólo el aire, el desgraciado amorque cada tarde insoportablemente repleto de sueños de ella se ahogaba en el lago.

Längs ekots stigar (A lo largo de los senderos del eco), 1975

Poesía de Hoy

EN sótanos con aire acondicionadose vuelve a preparar la tortura

en Europa.

Alguien escribe el programa para la computadora en busca de una tortura

óptimamente eficaz.

Ni siquiera la relación entre torturador y víctima seguirá siendo personal,ni siquieraserá posibleun amor así.

2 Paréntesis septiembre-noviembre 2009

Tasio Peña

Göran Sonnevi(Poema de Det omöjliga, 1975)

Que trata de nosotrosTraducción: Francisco J. UrizBassarai Ediciones. 8,66 €

Harry Martinson(1904-1978, premio nobel en 1974)

Periódico ParéntesisC/Sánchez Pastor, 1, 1ºDcha.

29015 MálagaTlf. 952 60 82 44

[email protected]

ISSN: 1989-1121

Depósito Legal MA-577-2008

Desarrollo y Dirección

Rafael Caumel

Asesoramiento

Antonio Almansa

Coordinación y publicidad

Lola Lorente

Gestión

Jorge Rosa

Redacción

Poesía de Siempre y de Hoy:

Mauricio Ciruelos

Montserrat López

Prosa de Siempre:

Rafael Caumel

Antonio Almansa

Prosa de Hoy:

Pablo Betancourt

Viajes y Literatura:

Rafael Caumel

Pedro Rojano

Música y Literatura:

Jorge Rosa

Escritura y Psicoanálisis:

Emilio Mármol

Taller de Escritura:

Rafael Caumel

Crítica literaria:

Antonio Almansa

Los lectores escriben:

Eugenia Carrión

Montserrat López

Damián Marrapodi

Espectáculos:

Plácido García

Convocatorias de concursos:

Pablo Betancourt

Cartas de los lectores:

Lola Lorente

Entrevista:

Lola Lorente

Maquetación y diseño gráfico

Diseño y Maquetación:

Rafael Caumel

Asistencia gráfica:

Pedro Rojano

Mauricio Ciruelos

Damián Marrapodi

Si desea publicar un poema en la sección Poesía de Hoy, o unrelato en Prosa de Hoy, envíelo junto a su nombre, apellidos,dirección y teléfono a [email protected]éntesis incluirá los mejores en los siguientes números delperiódico.

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Prosa de SiempreEl hombre del hacha, de William Peden (1913-1999)

La cantante se inclina hacia el pianistacanoso y por debajo de su vestido rojo sele marcan las bragas. No importa. Nisiquiera los más guarros aprovecharíaneste momento para tocarle el culo. Sevuelve hacia el público con el micrófonoen la mano derecha y da un par de pasi-tos por la tarima. Se detiene y sonríe. Sudentadura es perfecta. Se la pusieronhace un año. Lleva el pelo recogido enun gran moño y una flor amarilla prendi-da en el pelo negro.

El pianista levanta la mano derechapor encima del teclado y engarfia losdedos. Su gran nariz de canónigo intri-gante hace suponer a ciertas mujeresque es hombre sexualmente bien dota-do. Le atormenta, sin embargo, el reuma.

No puede doblar como quisiera losdedos de la mano. Tiene los nudillos hin-chados. Lo más probable es que conesos dedos no pueda tocar bien el piano.

Sobre el piano, en un florero desporti-llado, unos cuantos geranios de plásticoy el retrato descolorido de una mujerpuesta en un marco de terciopelo rojo.

La cantante entorna los ojos y finge unestremecimiento. La vieja canción que sedispone a cantar la traslada siempre alos brazos de un hombre que hace añosse fue con otra, pero al que continúaamando. El pianista continúa esperando.Resopla por la nariz y vuelve la miradahacia la mujer.

—Dedico esta canción a mi queridopúblico —dice ella, pensando en la veci-

na que esta mañana le ha dicho queestaba demasiado gorda.

Da otro paso al frente y se enganchael pie izquierdo en los cables del micrófo-no. Está a punto de perder el equilibrio.Pide disculpas por su torpeza. Se aclarala garganta y empieza a cantar, peronadie la escucha. La gente continúahablando en voz alta y de vez en cuando,sobre un fondo oscuro de rumores ytoses, salta la risa de otra mujer que habebido más de la cuenta.

Luego, al final, suenan algunos aplau-sos. El pianista canoso se ha quedadocon la barbilla clavada en el pecho, comosi se le hubiese roto el muelle del cuello.Las rosas de plástico palidecen un pocomás y se alegran de ser artificiales.

Prosa de HoyLa cantante, de Javier Tomeo (Cuentos Perversos, Ed. Anagrama, 9’50€)

Estamos sentados sobre el tronco de unpino caído, Miss Peaches y yo, esperan-do a que el sol se ponga. Playa abajo,donde se funden la orilla curva y el cielo,vislumbramos el pálido borrón azulrosade Savannah. Debajo de donde estamosnosotros unos veraneantes siguen echa-dos sobre la arena, pero hacia el este laplaya está desierta. Ya casi es hora de ira casa a cenar. Aún no ha salido la luna;la marea empieza a bajar. Un niño salede ninguna parte y viene al trote cortohacia nosotros; ni está pálido de ciudadni atezado por el agua de la marea; pare-ce tener entre seis y siete años. A unoscuantos metros de nosotros aminora elpaso, vacila, y acaba parándose delantede Miss Peaches.

—Hola —dice ella, sonriendo, y yotambién sonrío.

—Hola —contesta él, más bien serio;se ve que es niño de ciudad, deSavannah quizá, o a lo mejor deBeaufort.

Tiene buen aspecto, está bien forma-do, sus ojos son azul claro.

—¿Has estado bañándote? —mi pre-gunta es estúpida, porque tiene el pelomojado, mojadísimo—. ¿Qué tal estabael agua?

—Sí —dice él, y escarba en la arenacon los dedos del pie—, estaba buena.

Miss Peaches asiente.—Nosotros hoy nos hemos bañado

dos veces. El oleaje era estupendo, lojusto.

El niño comienza a decir algo, vacila,y señala, más allá del mar radiante, a latierra firme.

—Yo también he estado allí —anun-cia—, ¿y vosotros?

Asentimos, el niño entrecierra los ojosy vuelve a señalar.

—¿Lo veis?—¿El qué? —pregunto, entrecerrando

también los ojos.—El faro —su voz adquiere un tonillo

suavemente superior—. Allí al fondo. Elfaro.

—Allí no hay ningún faro —empiezo adecir, pero Miss Peaches me interrumpe.

—Sí —le dice al niño—, sí que lovemos.

—¿Y habéis estado allí?—No —digo yo—, nunca hemos esta-

do.—Pues yo sí —su voz es firme, no

tolera desacuerdo alguno—, mis papásme llevaron a verlo.

—¿Ah, sí? —pregunta MissPeaches—, seguro que fue muy diverti-do. ¿Y cómo es el faro?

Él vacila.—Es grande —dice al cabo de una

pausa—, muy grande. —Ya —digo—, pero ¿cómo de gran-

de?Él me mira, y luego mira por encima

de mí, sus ojos se angostan, escruta elhorizonte.

—Bastante grande para él.—¿Para él? —decimos al mismo

tiempo Miss Peaches y yo, como sihubiéramos ensayado la escena.

—El hombre del hacha —su voz esmuy seria, muy grave—, un gigante quetiene un hacha.

—¿El hombre del hacha?—digo yo—;la verdad es que nunca... Bueno, yo...¿cómo es el hombre del hacha?

Los claros ojos azules del niño seapartan de los míos, está viendo algoque yo no alcanzo a ver.

—Es enorme —lo expresa abriendoambos brazos—, es... es comoGargantúa.

—¡Vaya! —contengo una sonrisa,muevo la cabeza y miro a Miss Peaches.

El niño asiente con energía.—También hay caballitos de mar allí

—abre los brazos, abarcando toda laextensión de tierra, y el mar, que se vaoscureciendo lentamente—, caballitos demar de tamaño natural.

—Sí —dice Miss Peaches—. Loshemos visto. Pero al hombre del hacha,nunca. ¿Y qué hace allí? ¿Cómo es?

El niño vuelve a ponerse a escarbar laarena con los dedos del pie.

—Pues es muy feo —dice, al cabo deuna larga y reflexiva pausa—, es más feoque el pecado —vacila, mientras yo memuerdo los labios para contener unasonrisa—, pero es muy... muy amable.

—¿Amable? —digo—. Bueno, puesestá bien saberlo. Me alegro de saberque es amable. Pero ¿por qué..., por quéle llamas el hombre del hacha?

Me mira con decreciente paciencia.—Pues porque eso es lo que es. Todo

el mundo... —mueve lentamente la cabe-za, como si no pudiera creer lo que estáoyendo—, casi todo el mundo lo sabe.

El borrón azulrosa del lado de

Savannah se ha vuelto color humo, peroal este un débil relucir ilumina el agua. Laluna no tardará en salir, se siente unaligera brisa costera, pero es posible quetambién haya mosquitos; ya es hora devolver a casa. Alargo la mano hacia elniño.

—Todas esas cosas que nos cuentasson muy interesantes. A lo mejor te vol-vemos a ver mañana, y entonces podráscontarnos más cosas sobre él. Nos gus-taría que nos siguieses hablando delhombre del hacha..., y también de loscaballitos de mar.

Me estrecha la mano, ya no pareceirritado por mi estupidez.

—Volveré —dice—, volveré mañanapor la mañana.

—No se te olvide —dice MissPeaches—, queremos que nos cuentesmás cosas de ésas.

Se inclina sobre él y le pasa suave-mente la mano por el pelo mojado. Elniño sonríe, va hacia la orilla del mar,donde la arena está muy dura, luego sevuelve hacia nosotros y nos hace ungesto de despedida; nosotros le imita-mos.

—Mi madre —nos grita con voz clarae inteligible—, mi madre está muerta...Se murió ayer.

No decimos nada, y él nos vuelve denuevo la espalda y se aleja corriendo.Será un buen corredor de media distan-cia. Miss Peaches y yo le observamossin decir palabra, hasta que ya no es másque un punto en la distancia. Me pareceque se para una vez más para hacernosun ademán de despedida, pero tan lejos,y sin gafas, no lo puedo asegurar.

Paréntesis 3septiembre-noviembre 2009

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Viajes y LiteraturaLa ciudad disfrazadaEs Sábado de Carnaval en la Plaza deSan Marcos. Aún quedan restos de lanoche anterior, confetis y alguna botellavacía junto a los soportales del MuseoArqueológico. A pesar de todo, los encar-gados de la limpieza han hecho un buentrabajo y la ciudad se despereza remoza-da como meretriz de lujo. Los turistascomenzamos a desfilar sobre los puentescon la ansiedad de quien teme perderseun espectáculo, convencidos de haberpagado por ello. El agua chapotea contralos malecones y un tufillo a óxido se des-prende de los hierros repintados. Elfondo del canal es oscuro, no hay mane-ra de descubrir qué parte de Veneciaestá sumergida.

A mediodía, desde el puente Rialto,Venecia es un decorado excelso con elsol interpretando el papel principal. Sobrelos empedrados, los turistas avanzamosjuntos formando canales que discurrenlentos hacia la desembocadura. No esdifícil tropezarse con alguno disfrazadocon máscara y capa de raso de baratillo.Bajo el atuendo lo imagino gozando de

un pasado muerto como el cólera deThomas Mann.

Los disfraces auténticos se encuen-tran bajo la torre de la Basílica de SanMarcos y en los aledaños del PalacioDucal. Desperdigados aquí y allá descu-bro estatuas humanas coloristas que secontonean mientras decenas de flashesse disputan el mejor encuadre. Puedenpasarse horas allí, nadie sabe quiénesson, ni si les pagan su paciencia. Meparecen tristes, abandonados a perpe-tuarse en sus rostros impersonales depureza plástica. Me asomo al orificio delos ojos sin lograr atrapar el gesto; loimpide la malla tupida que cubre hasta elmínimo hueco de su piel.

Venecia es una ciudad disfrazada porsu pasado, condenada a desaparecerpor siempre y reflotada por siempre delolvido. Con la belleza imperturbable delos embalsamados. Pasear por sus calleses como moverse por un cuadro rena-centista, sin la posibilidad de un cambioque desfigure su decadencia.

No me gustaban las discotecas, para mísolo eran la parte incómoda de la juergade fin de semana. Sentía vergüenza demi torpeza a la hora de bailar y preferíaacodarme en la barra o salir de vez encuando a la calle para compartir un canu-to con alguien y contemplar la hilera deluces del paseo marítimo.

Lo de la mutación del color de mi pielcomenzó una noche de diciembre, a prin-cipio de los ochenta. Era sábado por la

tarde. A eso de las ocho, un amigo y yopillamos anfetas en la parte vieja de laciudad. Después fuimos a Torremolinos.En la casa de un tío de mi amigo, quetocaba el bajo en un grupo de teloneros,tomamos cerveza y alguna pirula paraponernos a tono. Sobre las dos aterriza-mos en la costa, donde había un disk joc-key que pinchaba discos de verdad. Fueen el Velvet donde escuché por primeravez Thriller, de Michael Jackson. Sus

compases debieron entrarme por lavena; un deseo inmediato e irrefrenablede bailar me invadió y sobre la pista mispies se movieron sin esfuerzo ni cálculo.Una danesa, que en otras circunstanciasno se habría fijado en mí, me cogió de lamano. Después fuimos a la playa y, trasuna pila de tumbonas de plástico blanco,nos reímos muy juntos el resto de lanoche mientras en la bóveda del cieloresonaba la música de Michael que salíadel Velvet.

En casa, frente al espejo del baño,me noté unas manchas rojas en la cara.No hice demasiado caso. En las sema-nas siguientes alterné mis triunfantessalidas a las discotecas con agotadorassesiones de música negra en la intimidadde mi cuarto. A medida que pasaban losdías las manchas rojas iban oscurecién-dose; en otras partes del cuerpo, la piel,antes blanca, se tornaba primero rojizahasta quedar definitivamente de un colorcanela intenso. Los médicos dudaronhasta diagnosticarme una forma no cata-logada de Lupus. Lo único que me esta-ba mutando era el color de la piel; losrasgos de hombre caucásico permanecí-an. En realidad, yo me sentía mejor.Percibía mi cuerpo más flexible, por nohablar del sentido del ritmo que me hacía

vivir la música desde los tuétanos.Pasado el tiempo, toda mi piel tomó defi-nitivamente un tono bronceado oscuro.Muy oscuro, receló mi padre.

Ahora toco la percusión en unabanda cubana. Mi mujer, Niasha, es depadre hindú y madre camboyana, y nin-guno de nuestros dos hijos tiene rasgosnegroides. ¿Qué más da? A nadie debe-ría importarle. Lúcidos o ilusos, ilumina-dos o reflexivos, procedemos de unaenorme llaga en la piel de África Oriental.

No creo que fuera sólo Thriller lo quecambió mi vida. Pero es cierto que lamúsica de Jackson intervino en la detodos nosotros. ¿Quién no ha bailadocon sus canciones o no se ha sorprendi-do con sus inverosímiles pasos de baile?¿Quién no admiró sus perfectas coreo-grafías?

Es trabajo de otros averiguar siMichael Jackson repudió su origen, o noquiso ser adulto, o si murió agotado porla tenaz batalla que mantuvo contra lacrueldad de su padre. Sabemos que sutalento artístico lo convirtió en un gigantesobre el escenario que todos llevamosen el lugar del corazón donde se sientela música. Y, para mí, también en aquellapista del Velvet donde comencé a cam-biar de color sin renunciar a nada.

Música y LiteraturaLa noche del Velvet

4 Paréntesis septiembre-noviembre 2009

Pedro Rojano

Jorge Rosa

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Todos los que sienten el deseo de escri-bir son testimonios vivos de una suertede necesidad, simple en su manifesta-ción pero compleja si consideramos susatisfacción. Una necesidad tan exclusi-vamente humana no podemos pensarlapor fuera de la complejidad que noscaracteriza como especie. Como otrostantos aspectos de nuestra existencia,esta necesidad, este deseo, se ve media-tizado por el funcionamiento de nuestropropio aparato psíquico, que tiene unmodo tan especial de facilitar o de pertur-bar nuestros logros. Y en este sentidoqueremos traer a nuestra consideraciónalgo que nos puede suceder de un modoque, parafraseando, podemos llamar“cotidiano, demasiado cotidiano”.

Es así que, en no pocas ocasiones, elescritor puede presentarse en la situa-ción de querer escribir y sin embargo nolograr ponerse a la tarea. Se aleja delescritorio, olvida algún elemento indis-pensable, introduce pequeñas tareasque lo distraen del tema, pasea, vuelve aalguna lectura o simplemente decide queno es el momento oportuno y abandona“apremiado” por otros trabajos másperentorios, excusándose con la idea deque encontrará un mejor momento.

Digamos para la escritura lo que dicepara sí el psicoanálisis; que todo lo queviene a impedir el escribir, en esosmomentos referidos, está al servicio dela resistencia. Pero, ¿por qué pensar enese concepto psicoanalítico para elucidaruna situación que, por el contrario, larazón nos argumenta de un modo tantranquilizador? Posiblemente porquealgo más allá de la razón quiere expre-sarse y no lo logra, queda excluido, como

retenido en la frontera. Digamos que algoquiere expresarse pero queda preso deun conflicto. Queremos escribir, pero nosresistimos a hacerlo, algo en nosotrosimpide, con las “mejores razones”, quenos pongamos a la tarea. Razones mora-les que señalan lo censurable (esto esinconfesable, grosero, obsceno, crimi-nal…); razones políticas que marcan la“conveniencia” en el prejuicio social (nome conviene…); también razones insos-pechadas, es decir, inconscientes, queno queremos reconocer (me interesamás la fama, el reconocimiento, que lacreación artística…). Las razones resis-ten: la verdad quiere expresarse. Elescritor representa al “héroe” llamado allevar las verdades “inconfesables” alescenario social que las humaniza.

Crítica LiterariaMi Nueva York, de Brendan Behan (Marbot ediciones,15’50€)

Hace años disfruté de lo lindo con Viaje al centro de la Fábula,de Augusto Monterroso. En una de sus sorprendentes páginasel escritor afirmaba: “Soy mal lector de novelas, prefiero elensayo, la biografía… Diarios como los de Pepys o Bloy o cró-nicas de viaje como New York de Brendan Behan son la máxi-ma felicidad”. Anoté en el borde de un periódico el título y elnombre del autor, desconocidos por mí. El mismo día perdí elapunte y olvidé la sugerencia de Monterroso. Mucho tiempodespués, casualmente en otro periódico, leí una crítica entu-siasta de Mi Nueva York escrita por Enrique Vila-Matas. Esavez atesoré el nombre de Behan y no paré hasta encontrar sulibro.

Mi Nueva York es una delicia para cualquier lector. No sólopor las opiniones heterodoxas e incisivas de Behan –un irlan-dés pendenciero, inquilino de varias cárceles, perteneciente alIRA en su juventud, pintor de brocha gorda, bebedor y mag-nífico escritor– sobre aquella espectacular ciudad de ciudades

(“soy un alcohólico con problemas de escritura”, decía de símismo) sino por las hilarantes anécdotas que suma en sutexto junto al fresco inestimable de personajes atrayentes,sean prostitutas, taxistas, camareros, corredores de apuestas,rabinos, cantantes de baladas que consuelan a perdedores enlas madrugadas de Brooklyn o Manhattan, poetas chiflados ojueces de distrito. E impagable también el catálogo de garitosy otras barras de bar con aires viciados –de los buenos, diga-mos– en los que Behan compartió con otros escritores y artis-tas, o con quien se le acercara, el sinfín de Jack Daniel's queachicharró sus entrañas a los 40 años.

Mi Nueva York es todavía más. Un aprendiz de escritorpuede obtener del texto de Behan una magistral muestra decómo relatar mediante la “asociación de ideas”, saltando deuna a otra historia sin fracturar la unidad del ritmo, tan dinámi-co como fascinante durante todo el libro.

La luna naranja, oronda sobre el bordedel mar, que encuentras por sorpresauna noche de verano, es un fenómenohermoso e inquietante. “¿Cómo está tancerca de la Tierra?”, preguntas, y no faltaalguien que conteste: “es un efecto ópti-co, está a la misma distancia que cuan-do la ves pequeñita en lo alto del cielo.Compruébalo con una regla”.

Como no llevas regla, sacas unallave del bolsillo, estiras el brazo y midesel ancho: dos dientes.

Aunque te han chafado la noche,agradeces el conocimiento. De vez encuando viene bien recordar que tus sen-tidos te engañan y, conforme lo piensas,recuperas esa tranquilidad de laboratorioque se siente al vivir en un mundo orde-nado.

Sin embargo, la sensación de tran-quilidad te pone en guardia. El conoci-miento científico es fantástico, sin duda,pero tiene un lado pernicioso. Trata atodas las cosas como objetos y no dejaespacio a la subjetividad (ni, por lo tanto,al sujeto). La Luna mide lo mismo quesiempre, de acuerdo, pero esa noche undeportista de chiringuito podría decir quese ha operado la teta, un turista de gran-des superficies la vería grande como unaensaladera de Ikea y un cursi quizá ladescribiría como “el ojo ciclópeo de lanoche”.

Escribir es trabajar la subjetividad. Lariqueza de matices con la que distintaspersonas podrían asistir al espectáculode la luna de San Juan no tiene límites.El tamaño de la Luna sí: dos dientes. Elejercicio de construir (y respetar a) per-sonajes muy diferentes te obliga a salirde ese ombligo al que llamamos “miforma de ver las cosas” que, por otraparte, no diferirá de la versión oficialmientras no te permitas imaginar otrasmaneras de leer la realidad. ¡Que le pre-gunten a Galileo!

Tal vez no lleguemos a ser grandesescritores, pero la capacidad de manejardiversos puntos de vista y de compren-der que ante un mismo suceso cabeninfinidad de lecturas diferentes, nos per-mitirá ser mejores personas.

Así que, tras pensar en esto, vuelvesa mirar la Luna y te prometes trabajarcon método en adelante. Cada nocheque esté llena estirarás el brazo todo loque da de sí y alzarás una llave paramedirla, asegurándote de usar una dis-tinta en cada ocasión. Para no hundirdemasiado los pies en la Tierra.

Paréntesis 5septiembre-noviembre 2009

Antonio Almansa

Escritura y PsicoanálisisResistencias a escribir, por Emilio Mármol

Taller de EscrituraLos pies en la luna, por Rafael Caumel

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MEZCLANDO ALMAS

Hoy he tenido un sueño extraño. Contemplaba cómomi madre biológica, de la que apenas sé nada, perdía lavida en un accidente de coche. Creo que le acompañabaun niño.

Me pregunto cómo debe ser el hecho de ver a tu madremorir.

María Calvo GonzálezMálaga

6 Paréntesis septiembre-noviembre 2009

Si desea ver su microrrelato o fotografía publicado en esta sección,envíelo a [email protected], junto a su nom-bre, apellidos, dirección y teléfono. La extensión máxima de los textoses 1200 caracteres (con espacios). Paréntesis incluirá los mejores enlos siguientes números del periódico.

Los lectores escribenUn espacio dedicado al microtexto

Propuesta de escritura:

Piense en una persona quese crea en posesión de laverdad y esté de vuelta detodo. Alguien que abusa deexpresiones como: “claro”,“esto es así”, “ya lo sabía” o“lo estaba viendo venir”.Extraiga la característicaque le lleva a pensar que losabe todo (soberbia, des-confianza, adoctrinamien-to). Finalmente, practíquelecirugía plástica para hacer-la más sugerente y creíbley, de paso, para que elfamiliar o conocido quehaya usado como molde nose le alborote.Coloque al personaje enuna encerrona que le obli-gue a cuestionar su red decertezas. Que triunfe o fra-case es cosa suya.

Fotografía de los lectores

INSTANTÁNEA DE UNA PAREJA FELIZ

Justo después de correrse, él sintió que eran dos com-pletos desconocidos. Ella no paraba de repetir lo contentaque estaba con su vestido de bodas.

Antonio González ToscanoMálaga

VOCACIÓN

El día de la pedida de mano ella estrenó un vestidolargo, negro y ajustado. Su suegro pronunció: “Nos halagamucho pedirles la mano de su preciosa hija”, y le entregóuna caja sin envoltura.

—Es un zafiro con puntitas de diamantes —aclaró lasuegra.

Los canapés de salmón fueron los primeros en acabar-se y todos comentaron lo rica que estaba la ternera. Lamadre agradeció los cumplidos y dijo que sería por la salsade roquefort. Tras la cena, el novio se marchó con suspadres.

Ella entró al baño y se sacó el anillo con jabón. Frenteal espejo, mientras se desabrochaba la gargantilla, miró elanillo sobre el lavabo y pensó que, al llegar el verano, nole entraría.

Alba Gutiérrez EspañaMadrid

ACANTILADO

—¡A mí no me cambia ni Dios! —dijo preci-pitándose al vacío.

Luis Pérez JabalónCórdoba

Solución al problema de la vivienda, por Dolores Sanz

CLAUSTROFOBIA

—¡Este pueblo se me ha quedado pequeño! —exclamóella antes de encerrarse en su cuarto.

Carolina Serrano-CorreaMálaga

AMOR DE MICRORRELATO

Su amor fue intenso, de pocas palabras y confinal omitido.

María VillodresOviedo

EL PRÍNCIPE AZUL

Él la besó en los labios. Ella entreabrió los ojos, se diomedia vuelta y siguió durmiendo.

Luisa Heredia MárquezSevilla

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Espectáculos

Convocatorias de ConcursosLa hucha de oroDe niño me regalaron una de esas huchascon tapón de goma en la panza por las que eldinero sale tal como entra. Aquello era uncoladero con patas de muelle y cuerpo deplástico. Protesté y mi padre puso remedio;un cerdito de barro al que sólo le fallaba laranura para ser hermético engrosó la faunadoméstica.Gracias a aquel compromiso de mi padre con

mi futuro, me convertí en un virtuoso delcuchillo con punta redonda. Ahorrar nuncaahorré nada, pero tendrían que ver qué mañame doy para abrir la puerta del vecino que seha quedado en la calle o untar un poco demantequilla donde me ordenen.Ahora voy a poner a prueba estos conoci-mientos en la “Hucha de Oro”. Quizá gane unbuen montón de monedas y mi padre pueda

sentirse orgulloso de la educación que le dioa su hijo.

Concurso del mesXXXVI Concurso de cuentos “Hucha de Oro” Dotación: 30.000 € al ganador, 12.000 al 2º,6.000 al 3º y 22 premios de 300 eurosFecha límite: 30/10/2009Más información: [email protected]

Quince años no es nada

Soy empleado de banca y tengo enmis manos la respuesta a una de lasmiles de reclamaciones de impagadosque mi empresa ha interpuesto en el últi-mo año. La firma una alumna de 5º deDerecho de la Universidad de Málaga,que debe ser una estrella del facebookpor la soberbia que despliega y su capa-cidad para acumular no menos de 8 fal-tas de ortografía por párrafo. ¿Es posibleque, en los 15 años que debe llevar“estudiando”, ningún profesor la hayasuspendido por escribir como el culo?

Ella estará soñando con futuros éxitosatronadores como los de las teleseriesnorteamericanas (La Ley en Málaga, Laabogada), pero la merienda que vamos ahacer con ella la va a desengañar. No setrata de un caso anecdótico, es la ten-dencia. Así que vayan pensando enaumentar el tamaño de las fotografías desu periódico, ¿o acaso piensan quealguien les lee? Por mi parte, y hastajubilarme, me procuraré diversión apiso-nando a los rábulas que se me crucen.

El Justiciero BancarioMálaga

Piedra, papel, tijeraBenedetti falleció en mayo dejándo-

nos un legado literario, carrera artística yejemplo de compromiso con la sociedadmagníficos. Apenas tuvo repercusión. Unmes después muere Michael Jackson ydesde entonces no hay día en que noaparezca una noticia suya en televisión.Han repuesto la película de su vida y edi-tado varios politonos para el móvil (bare-mo de popularidad del siglo XXI). De lasacusaciones que pesaban sobre él,nada. Así están las cosas.

Diego ValenciaGranada

Cartas de los lectores [email protected] opiniones que se envían a este periódico deben incluir el nombre y apellidos del remi-tente, profesión, dirección, teléfono y nº del DNI. Los textos no deben superar las 20 líneasde extensión. Paréntesis podrá extractarlos y editarlos para su publicación.

Una jornada particular Mayo de 1938. Roma entera sale unifor-mada a la calle, como un mismo indivi-duo, para recibir a Hitler, banderas nazisy brazos en alto saludando al Imperio. Lamasa adoctrinada acude a presenciar elhistórico encuentro entre el Führer yMussolini. Antonietta (Sophia Loren) yGabriele (Marcello Mastroianni) son losúnicos que, por motivos diferentes, sequedan en el edificio.

—Llorar..., se puede llorar solo, peropara reír hay que ser dos.

El deseo de libertad del pájaro deAntonietta propicia el encuentro con suinquietante vecino, un intelectual locutorde radio que ha perdido su trabajo por-que el régimen le considera un perverti-do. Pese a sus temores iniciales, descu-brirá que no es que el inquilino del sextosea antifascista, sino que “el fascismo esanti-inquilino-del-sexto”. En una solatarde, Gabriele hará saltar por los aires lasumisión y el desencanto que la mujer haacumulado con los años.

Ettore Scola filma un drama atípico,

de contrastes y apariencias enfrentadas.Viste a la arrebatadora Loren con unabata floreada, ojeras y medias rotas. Unamamma italiana con seis hijos, sumisa alas infidelidades y al fascismo adoptadosin reservas por su marido. Por otro lado,sitúa a Mastroianni en el lado opuesto delo que el estado espera de él: “un hombredebe ser marido, padre y soldado”.

Una azotea llena de sábanas blancases el escenario donde afloran los senti-mientos que se han despertado durantela mañana. Antonietta, ataviada con unhipnótico rizo, queda atrapada por elatractivo natural de Mastroianni, y éstedebe entonces confesar su condición (laexpulsa con rabia). Ella, que estaba dis-

puesta a "dejarse poseer” en la azotea,se atreve a juzgar al diferente, descu-briéndose víctima de las consignas delrégimen. En este juego de contradiccio-nes, ambos aprenderán que no puedenestar juntos aunque se necesiten.

Las marchas militares sirven debanda sonora y contrapunto de los diálo-gos durante toda la película. La portera(instrumento servil del régimen) seencarga de elevar el volumen de la radiopara que la retransmisión del encuentroentre las dos naciones hermanas seaoído por los pocos que no han asistido,pero los himnos y la propaganda fascista—aniquiladora y sectaria— se desmoro-nan ante la historia de dos almas conmo-

vedoras, diferentes y unidas en la margi-nación.

Aunque desarrollada en un ambientelúgubre, casi teatral, el director es capazde mostrarnos a dos personajes máslibres en su encierro que la multitud quedelira al unísono en las principales aveni-das. Scola lo consigue a través de deta-lles magníficamente incrustados en cadaescena y mediante unos diálogos plaga-dos de guiños. La complicidad se forjacon planos muy estudiados, como el deAntonietta observando cocinar aGabriele (nombre de arcángel), cuyoencuadre está cortado por un tabique delque cuelga una gabardina y un sombrero—símbolos del hombre viril que sale a lacalle—. Serán dos policías ataviados conestas prendas los que terminen con elsueño.

Una jornada particular obtuvo unGlobo de Oro a la mejor película extran-jera en 1978 y estuvo nominada al Oscaren la misma categoría. Mastroianni fuecandidato al Oscar al mejor actor.

Paréntesis 7septiembre-noviembre 2009

Sergio de los SantosPlácido García

Pablo Betancourt

Page 8: PARÉNTESISdo a que el sol se ponga. Playa abajo, donde se funden la orilla curva y el cielo, vislumbramos el pálido borrón azulrosa de Savannah. Debajo de donde estamos nosotros

EntrevistaMatías SánchezMatías Sánchez nació en Tübingen(Alemania) en 1972, pasó su infancia enIsla Cristina (Huelva) y actualmente tienesu estudio en Sevilla. Ha expuesto en lasgalerías Begoña Malone (Madrid), JavierMarín (Málaga), Valle Ortí (Valencia),Christopher Cutts (Toronto) y ConstantiniArte Contemporanea (Milán), entre otras.Hasta el 15 de Noviembre, el CAC deMálaga alberga una exposición suya.

En su obra utiliza el humor y la ironía,¿se trata de una concepción vital?

Como decía Valle Inclán, el arte sinhumor sería aburrido. Yo lo encuentro enVelázquez, Rembrandt, en tantos auto-res... Me parece fundamental. Es algoque nos diferencia de los animales.Además propicia que el espectador acce-da a la obra más relajado.

Ha citado a Valle Inclán, ¿cuánto debensus cuadros al esperpento?

Soy de Isla Cristina. De pequeño pintabamucho sobre carnavales, disfraces, bur-las y eso me ha ayudado a librarme deideas preconcebidas. Pensaba: “por quétengo que hacer una cara con el ojo aquíy el otro justo donde tiene que estar...” Solemos mirar las obras de arte desdeun punto de vista ideológico, y debería-mos hacerlo con menos prejuicios. Nopensar que Velázquez pintó a la infantaMargarita, sino disfrutarla. Yo no enten-día a Lorca hasta que leí los comentariosde texto. Sin embargo, me emocionaba lacomposición, el ritmo, los silencios; eracomo jugar… La verdadera belleza estáen la composición, no en el mensaje.Quiero que eso se entienda así en miobra, que el mensaje sea más plásticoque conceptual, porque el tema no esalgo que me preocupe.

Sin embargo, usted realiza una dura críti-ca social en su obra.

Dura y real. Yo me divierto, pero tambiénestoy en el mundo del arte y lo sufro. Escomo el fútbol; está Ronaldinho y esteque ahora ha comprado el Madrid, perso-nas que son productos, y otras que sededican a lanzarlos para lucrarse. Pueslo mismo en el arte (sólo que este juegabien, por lo visto). Hay artistas que tienenun perfil perfecto para la manipulacióndel mercado, son maleables y tienen unsí por delante a casi todo lo que les pro-ponen. No es mi caso.

¿Cuál es su caso? ¿Cómo trabaja usted?

No es un proceso fijo. Por ejemplo, enElegidos para la gloria tenía el título y megustaba como sonaba, pero no sabía

cómo enfocarlo. Fui pintando cuadros y amedida que lo hacía los iba cambiando.No estaba premeditado ni había bocetos.Incluso hay un cuadro que se pintó enci-ma de otro porque no me gustaba comohabía quedado.

Usted es autodidacta y la lectura ha sidoparte fundamental en su formación comoartista. ¿Cuáles destacaría?

He leído mucho sobre la cocina de mioficio, pero una de las cosas que mesigue gustando muchísimo, y siemprellevo algún libro encima, son las cartas yescritos de artistas. Ahora estoy leyendolas de Juan Gris, uno de los grandes (loincluyo en El autobús de los zurdos). Esadmirable esa seguridad en lo que teníaentre manos. Y nadie se daba cuenta deque era un hombre muy especial. Todoslo pasaron mal, da igual la época en queviviesen. Me gustan las cartas porqueveo que mi cotidianidad tiene mucho quever con la de ellos.También he leído a Valle Inclán yUnamuno. Tuve una etapa muy deBukowski, pero ya se me ha pasado. ABukowski al final se le abandona.

Los títulos y leyendas de sus cuadros,¿tienen una función explicativa? ¿Losusa como definición?

Sí, puede servir como definición de laobra, pero lo importante es tener al niño.Le ponemos el nombre de un abuelo uotro. Ya que pinto el cuadro y hago laexposición, aprovecho y meto una cuña.

¿Una cuña o una puya?

Las dos cosas. Aunque antes era muchomás literario en mis cuadros, no era adre-de. Ahora me interesa desligarme de lasaclaraciones y que lo narrativo sea lapropia pintura. No quiero justificarme niexplicar mi obra.

Lleva siempre una libreta para anotartítulos y ocurrencias. Es un recursocomún entre los escritores. ¿Cree que elproceso creativo es similar?

La esencia coincide en todas las artes.Tan emocionante es un poema como uncuadro o una pieza musical. En todos seutiliza el ritmo, el tono, los silencios. Tansólo se trata de herramientas distintas.Mis anotaciones son el punto de partidaque me estimula para hacer un cuadroque, a veces, nada tiene que ver con lafrase inicial.

¿Se pinta distinto para una galería quepara un museo?

Hacer arte para venderlo, ¡qué tristeza!Tengo claro lo que es difícil de venderporque nadie podría meter un cuadro deesta exposición en los pisos de 30 m dela ministra, pero quien se quiera enrique-cer haciendo arte tiene que ser un elegi-do para la gloria. Con un trabajo serioestás contento y convencido de lo quehaces, pero no lo enfocas pensando enel mercado. Yo malvivo del arte, que yaes suficiente para alguien que reside enel norte de África.

Usted trabaja también con galeríasextranjeras. ¿Dónde se vende más?

Se vende más fuera de España.

¿Cree que es un problema de formación?

Sí, es una cuestión cultural. ¿Por qué enAlemania cualquiera toca un instrumento,conoce a Lorca o viene al Prado? Haynivel. En Málaga, por ejemplo, hay una culturavital. La gente es feliz con el mar y elclima.

¿Se llevan mal la cultura y la felicidad?

Quien tiene la obligación de ofrecer cultu-ra no lo hace como un medio para quealcancemos la felicidad. Tampoco intere-sa que la gente piense.

Antes mencionó El autobús de los zur-dos, ¿podría hablarnos de esta serie decuadros dentro de su exposición?

El título me lo dieron unos amigos críticosde arte. En una ocasión comentaron: “nohay nada que hacer contra un sistematan poderoso, pero vamos a seguir traba-jando y a considerar que estamos en elautobús de los zurdos”. Yo tenía muyclaro el título de la exposición, Elegidospara la gloria, pero decidí hacer un apar-tado dedicado a los zurdos en el mundodel arte, a esa gente que se sintió margi-nada e inadaptada. Algunos muy vitalescomo Henry Gaudier-Brzeska, un magní-fico escultor de finales del siglo pasadoque murió joven. Nolde, Van Gogh,Picasso (el joven, que era pobre),Matisse, Max Beckmann. Todos creyeronen lo que hacían, porque no sabían hacerotra cosa. Les costó vivir pero tenían elaliciente de su trabajo. El autobús es unhomenaje a todas esas personas que,siendo grandes, no fueron parte del sis-tema ni disfrutaron del éxito posterior.

¿Se está fuera del sistema voluntaria-mente o debido a las circunstancias?

Al principio, debido a las circunstancias,pero llega un momento en que es volun-tario. Cuando no te gusta cómo funcio-nan las cosas ni te quieres prestar a esefuncionamiento, tomas la decisión: eresconsecuente y decides a qué dices no.

¿Aspira usted a estar en el autobús delos zurdos?

Desde el punto de vista de la actitud, sí.No pienso en estar entre los grandes. Mimeta es llegar a los noventa y cinco añosfumando y pintando. No necesito un cha-let en la playa ni un Porsche.

8 Paréntesis septiembre-noviembre 2009

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