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I listoria de América Latina, 1

Pedro Carrasco América indígena Guillermo Céspedes La conquista

Alianza Editorial

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Historia de América Latina Dirigida por Nicolás Sánchez-Albornoz

1. América indígena Pedro Carrasco La conquista Guillermo Céspedes

3. Reforma y disolución de los Imperios ibéricos. 1750-1850 Tulio Halperin Doñghi

Monografías Población y mano de obra en América Latina Compilación de Nicolás Sánchez-Albornoz

Breve Historia de Centroamérica Héctor Pérez Brignoli

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© Pedro Carrasco y Guillermo Céspedes © Nicolás Sánchez-Albornoz © Alianza Editorial, S. A., Madrid. 1985

Calle Milán, 38; 28043 Madrid; teléf. 200 00 45 I.S.B.N.: 84-206-4201-0 (Tomo I) I.S.B.N.: 84-206-4299-1 (O.C.) Depósito legal: M. 38.175-1985 Compuesto en Fernández Ciudad, S. L. Impreso en Lavel. Los Llanos, nave 6. Humanes (Madrid) Printed in Spain

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ÍNDICE

AMERICA INDÍGENA

Prefacio 11

^T) Origen y diversidad de las culturas americanas 15 Los primeros pobladores, 15.—Tipos socioculturales. 21.—Áreas cultu­rales del continente. 28.

S ü El área mesoamericana 33 Extensión y ambiente, 33.—Lenguas, 37.—Arqueología e historia, 39.

fST) La cultura nahua 51 Vida material, 51.—Estratificación social,, 59.—Organización política. 68.—Economía, 79.—Religión. 86.

4. Al norte de Mesoamérica 103

5. El área andina , 111 Extensión y ambiente, 111.—Arqueología e historia. 116. _

ral La cultura incaica 123 Vida material, 123.—Estratificación social, 129.—Organización políti­ca, 135.—Economía. 144.—Religión, 154.

7. Esencia y origen de las civilizaciones americanas 175 Teorías de difusión transoceánica, 181.—Transmisión de plantas de cultivo, 185.—Supuestas influencias asiáticas en las civilizaciones ame­ricanas, 188.

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8 Índice

8. Los Andes septentrionales y el Istmo 193 Tipos de cultura, 194.—Conexiones con Mesoamérica y Perú, 195.— Principales culturas arqueológicas, 197.—Los muiscas, 198.—Otros pueblos históricos: la provincia de Cueva, 209.

9. El Intertrópico oriental 211 Pueblos y culturas, 212.—Las Antillas, 216.—Los tupinambás, 220.— Otros pueblos del Intertrópico, 231.

10. Los pueblos del Sur 233 Los araucanos, 256.—El Chaco, 246.—Las Pampas y Patagonia; los onas, 249.—Los pueblos costeños, 251.

Epílogo: El mundo americano y la conquista ... . . . • 253

Bibliografía 257

LA CONQUISTA

I. Caracterización de una época * 269

EL América y la expansión de Europa .. ... 273 1. La frontera ibérica, 278.—2. La frontera atlántica, 281.—3. Las rutas del Oeste, 289.

III. Las Indias Occidentales „ 299 1. La naciente metrópoli, 301.—2. La frontera del Mar Caribe, 307.— 3. La sociedad de la nueva frontera, 315.

IV. Conquista y poblamiento 323 1. Castilla de! Oro y la Nueva España, 325.-2. El Perú y Tierra Firme, 331.—3. Logros y límites de la conquista, 338.—4. Conquista y socieda­des indígenas, 345.—5. Conquista f ¡Sociedad señorial, 352.

Cronología INfl

Bibliografía , , 367

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América indígena

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2. El área mesoamericana

Extensión y ambiente

Mesoamérica es el nombre acuñado por los antropólogos para designar el área cultural, sede de una de las grandes civilizaciones del continente, cuya extensión no coincide con la de un país moderno ni la de una región natural. A grandes trazos, Mesoamérica comprende el Centro y S. de México y.la parte noroccidental de Centroamérica.

La civilización mesoamericana tiene su base material en un com­plejo agrícola basado en varias plantas originarias de la región y en di­versas formas de cultivo intensivo. Faltan, en cambio, animales domés­ticos de importancia, de manera que a escala mundial es una de las civilizaciones antiguas más exclusivamente agrícola. La tradición cultural mesoamericana contiene numerosos rasgos diagnósticos en diversos aspec­tos de la cultura. En la arquitectura monumental, por ejemplo, destacan las pirámides como basamento de templos, y las canchas cercadas para •I juego de la pelota. Exclusivo de Mesoamérica es el calendario que Comprende tanto un período ritual de 260 días como un año de 18 vein­tenas más cinco días extras. La religión es politeísta con dioses y ritos característicos; por ejemplo, la ofrenda de la propia sangre, de hule o M papel, y usos especiales en los sacrificios humanos como el vestirse l l piel de la víctima. Hay también formas de escritura y libros plegados rn forma de biombo para registros calendáricos e históricos. Más ade-Unte describiremos la cultura nahua del centro de México como mani-fMtación típica del área.

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Las fronteras culturales de Mesoamérica cambiaron ligeramente én el curso de su historia. En el siglo xvi, la frontera septentrional era, en general, muy marcada, puesto que la mayor parte de los pueblos que vivían al N. eran nómadas cazadores y recolectores. Coincidía, aproxi­madamente, con el río Panuco en la costa del Golfo y el Moteczuma hacia el interior. En la Mesa Central seguía después el fiírso medio del río Lerma hasta cerca de la laguna de Chápala, aunque en períodos arqueológicos más antiguos, la cultura mesoamericana se extendió más al N. incluyendo toda la región del Bajío. En su extremo N|J. la frontera coiría a lo largo de la Sierra Madre para bajar hasta el Pacífico siguien­do el río Sinaloa.

En Centroamérica la frontera cultural era menos abrupta, pues los pueblos al S. de Mesoamérica eran agricultores y tenían rasgos de ori­gen mesoamericano que los definían como culturas de transición hacía las del Intertrópico Oriental. Según la distribución de Jos rasgos mesó-americanos más característicos, como el calendario y el panteón, la fron­tera pasaba por las sierras al E. de la actual frontera de Guatemala con Honduras. Hacia el Pacífico, Mesoamérica incluía El Salvador, las costas de la Bahía de Fonseca en Honduras, la costa pacífica de Nicaragua y la península de Nicoya en Costa Rica.

Dentro de Mesoamérica había una zona nuclear donde se desarrolla­ron las más extensas y complejas entidades políticas y la mayor den­sidad cultural durante toda su historia. Comprende ios Valles centrales y el S. de México junto con la zona maya de Yucatán y Guatemala en Centroamérica. Más allá había dos regiones marginales con culturas menos típicas; las entidades políticas eran allí de menor extensión y se­mejantes a los cacicazgos de la región circumcaribe; tampoco había ar­quitectura monumental comparable a la de la zona nuclear. Sin embargo, hubo influencias culturales e inmigraciones desde el centro de México que definen dos extensiones marginales de la cultura mesoamericana. Una incluía hacia el NO. ¡a costa del Pacífico en Nayarií y Sinaloa; otra, hacia el S., comprendía la costa del Pacífico desde El Salvador hasta la península de Nicoya y fue una obvia intrusión de pueblos pro­cedentes del sector occidental de Mesoamérica.

Mesoamérica cae dentro de la zona tropical, con una extensión lati­tudinal de cerca de 10° en la zona nuclear, situada entre los 13° y los 21°. La extensión centroamericana llega a los 10° en Nicoya, y la noroccir dental pasa el trópico llegando a los 25° en Sinaloa. La latitud cuenta poco, por lo tanto, para definir diferencias de temperatura; resulta más importante la altitud sobre el nivel del mar. En el régimen de lluvias sí influye la latitud, pues las regiones más al N. tocan la zona de sequías

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El área mesoamericana :>->

subtropical; de suma importancia es también la distribución de las llu­vias determinada en cada región por la orientación y elevación de las tierras altas.

En lo referente a la altitud, se suelen distinguir tres niveles o pisos térmicos. La tierra caliente, cálida en todo tiempo, comprende zonas de altitud baja, inferior a los 1.000 m. En ¡a tierra templada, de los 1.000 a los 2.000 m., se siente el efecto refrescante de la altura durante las noches de invierno, pero no hay heladas. En la tierra fría, a partir de los 2.000 m., sí hay heladas en las noches de invierno. No hay en Meso-américa zonas extensas a grandes altitudes donde la larga estación de heladas impida ftf cultivo. Las altitudes de más de 3.000 m. se dan sola­mente en las cumbres de los cerros más altos y en algunas serranías; son zonas poco extensas y casi deshabitadas. Sólo en algunas regiones, como en la cuenca de México, es preciso subir hasta los 3.000 m. para pasar de un valle a otro.

E! istmo de Tehuantepec divide a Mesoamérica en dos grandes sec­tores. El occidental comprende el centro y S. de Méxicoi¿el oriental in­cluye el SE. de México y parte de Centroamérica. En el sector occidental el rasgo principal de la orografía, que define el borde meridional de la Mesa Central, es el eje volcánico trasversal jalonado de O. a E. por los grandes volcanes de Colima, Nevado de Toluca, Popocatepetl, Iztacci-iiuatl, Malinche y Citlaltepetl. Las regiones más pobladas y los centros culturales de mayor importancia se hallaban a lo largo de este eje: Ja­lisco, Michoacán, el valle de Toluca, la cuenca de México y la región publano-tlaxcalteca. La altitud de los valles de la zona central es de 2.000 a 2.500 m. Las regiones bien pobladas de mayor altitud estaban a unos ? 700 m. en Toluca y en el N. de Tlaxcala.

Al S. del eje volcánico se extiende la amplia depresión del río Balsas y la menor del Valle de Tehuacán. Más al S. se alzan la Sierra Madre del Sur y los macizos montañosos de Oaxaca donde los diversos valles Ja- %,a Mixteca y el templado valle central de Oaxaca eran centros im­portantes de población y cultura. La costa del Golfo, desde La Huax-U n hasta Coatzacualco, es la principal zona de tierras bajas en el sector . .cidental de Mesoamérica.

En el sector oriental, el eje volcánico centroamericano, que se ex-¡Hiide desde el Chichón en Chiapas hasta Costa Rica, es el rasgo sobre­caliente de su orografía. Las elevaciones, sin embargo, son menores que l.i' del sector occidental y las tierras altas de menor extensión, puesto pie no hay una gran meseta que corresponda a la Mesa Central de

México. Las tierras frías más elevadas se encuentran en los Altos de !napas v de Guatemala; a partir de la región central de Guatemala las

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elevaciones son menores. Al N. de esta zona montañosa las llanuras del Peten y de Yucatán ocupan una gran extensión, desde los 200 m. de altitud al pie de las sierras hasta el nivel del mar. En contraste COTÍ el sector occidental de Mesoamérica, en el oriental predominan las tierras bajas sobre las altas.

En toda Mesoamérica hay lluvias de verano, generalmente de mayo a septiembre, y sequía de invierno, pero la cuantía de las lluvias es muy diferente en las varias regiones, alta en las vertientes orientales de la Mesa Central y de las sierras que miran hacia el Golfo, y siempre menor en las vertientes occidentales. Las condiciones de sequía permanente se encuentran en los valles del interior rodeados de montañas, como en el Mezquital, la cuenca del Balsas y varios valles interiores en Oaxaca. Sin llegar a condiciones de extrema sequía, muchas regiones del centro y sur de México apenas reciben las lluvias, 600 mm. al año, necesarias para el cultivo de temporal, lo que dadas las fluctuaciones anuales de la precipitación y las irregularidades, durante la estación lluviosa, rinden inestable el cultivo de temporal y hacen necesario el uso del regadío. En las vertientes del Golfo, en cambio, las lluvias son en algunas re­giones expesivas, hasta más de 3.000 mm.

En el sector orienta] o centroamericano de Mesoamérica también hay valles interiores secos, como la cuenca del alto Grijalba en Chiapas, pero en general, todo el sector tiene precipitaciones abundantes. Los altos de Chiapas y Guatemala reciben lluvias suficientes para los cultivos de temporal. En las tierras calientes más al N. las precipitaciones más altas se dan en los lindes de Tabasco y Chiapas, donde pasan de 4.000 mm.; disminuyen hacia el N. pero sólo en el extremo noroccidental de Yuca­tán bajan a los 500 mm.

En las regiones más húmedas de la tierra caliente, la vegetación na­tural es la selva tropical que se extiende por toda la costa del Golfo enlazando con el Peten y Yucatán. En las regiones menos húmedas, como las costas del Pacífico y la parte noroccidental de la península yucateca, el bosque —a consecuencia de la larga estación seca— com­prende una buena proporción de vegetación decidua. Otro tipo de bos­que es el de las zonas de altura donde predominan robles y coniferas, desde el centro de México hasta Chiapas y Guatemala. En las regiones más secas el bosque cede el lugar a arbustos espinosos, cactáceas y vege­tación herbácea. En todas partes donde se practica el cultivo, la accián del hombre ha modificado desde antiguo la vegetación natural, reempla­zándola con cultivos permanentes o con formaciones secundarias en las regiones de roza.

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El área roesoamericana

Lenguas

Mesoamérica nunca estuvo unificada en una sola entidad política. I unto a la fragmentación política y la diversidad geográfica, hubo mul-utud de idiomas pertenecientes a distintas familias lingüísticas sin cone­xiones comprobadas, o de conexiones tan distantes que el idioma común original de la familia debe remontarse a una remota antigüedad.

La división geográfica de Mesoamérica en dos grandes sectores conec­tados por el angosto istmo de Tehuantepec favoreció cierta unidad étnica I cultural en cada uno. En el sector occidental predominaba la lengua nahua y en el oriental la maya. Sin embargo, siempre hubo entre los pue-Mos de los dos sectores conexiones de todo tipo que mantuvieron la uni­dad del área mesoamericana.

La lengua más importante en el sector occidental era el náhuatl, hablado por los pueblos de los valles centrales. En partes de la costa del Golfo y de Centroamérica se hablaba la variedad llamada náhuat. Usa­remos el nombre nahua, que es la forma plural en ese idioma para i|uienes lo hablan. Los centros políticos de los valles de México y Puebla habían extendido el nahua a otras regiones y llegó a ser la lengua franca de gran parte de Mesoamérica. El nahua pertenece a la familia yuto-azteca, que comprende los idiomas de la extensión noroccidental de Me-suamérica y muchos otros más al N., tanto entre pueblos agrícolas, como saquis y pimas, como entre los recolectores de la Gran Cuenca. Esta distribución muestra que'.los idiomas de esta familia no fueron los ha­blados en un principio por los pueblos que integraron el área Mesoame-l itana, sino que entraron a Mesoamérica con la inmigración de pueblos • leí N. y sólo en los períodos más recientes de su historia se convirtió '•n el idioma principal del área.

Una gran familia exclusivamente mesoamericana es la mayense (o mavanee) que toma su nombre de la lengua maya de Yucatán. Los idio­mas de esta familia ocupan una zona compacta en el sector centroame-luano, se hablan en la península yucateca. el Peten y grandes extensio­nes de Tabasco, Chiapas y Guatemala. Sólo un idioma mayense, el huax-iivo. está desconectado del núcleo centroamericano en el extremo NE. de 'Oi'süamérica.

Otra familia muy extendida es la nombrada macro-otomangue que • •aprende desde el otomí del centro de México hasta el chorotega-man-

fm de Nicaragua y Nicoya. Incluye también la mayor parte de las len-a'-gg- de Oaxaca, las más importantes de las cuales son el mixteco y el . :\>ii'co. Son idiomas de estructura muy distinta a la de todos los demás k la región y no hay miembros de esta familia fuera de Mesoamérica

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2. El érea mesoamericana 39

y sus fronteras, por lo tanto los pueblos que hablaban estos idiomas han de haber sido siempre parte integrante de Mesoamérica. Los más de ellos se hablan en el sector occidental; sólo el chiapaneco y el mangue se en-' cuentran en Centroamérica.

Los demás idiomas de Mesoamérica o no tienen conexiones com­probadas o forman familias de pocos idiomas y reducida extensión. Los más importantes son el tarasco de Michoacán y el totonaco de la costa del Golfo. [En la región ístmica, el popoloca de Veracruz, el mixe de Oaxaca y el zoque de Chiapas forman una familia que se ha sugerido esté acaso conectada tanto con la totonaca como con la mayense.

Arqueología e historia

Los restos arqueológicos más antiguos de Mesoamérica remontan a la época paleoamericana. Algunos yacimientos se enlazan claramente con el desarrollo de la agricultura y con los primeros pasos hacia la civiliza­ción. Los hallazgos en el Valle de Tehuacán son por el momento los más reveladores. En la fase más antigua, el período llamado; Ajuereado de 8 a 7 mil años a. C, la alimentación se basaba en la caza de conejos y venados; en la fase siguiente las plantas cultivadas proporcionaban parte creciente de la dieta. Durante el período de El Riego (de 7 a 5 mil años a. C), se cultivaban el chile, el aguacate, el amaranto y un .tipo de calabaza (Cucúrbita mixta). En la fase siguiente, la lagenaria, los zapotes y por primera vez, el maíz. Esta planta, básica en casi todas las culturas agrícolas del continente, parece haberse desarrollado a partir de un antecedente silvestre (probablemente el teocintli) y mejoró gradual­mente la hibridación con otras variedades originarias de otros lugares. Hacia 35.00 a. C, en la fase llamada ,*Abejas, existe el típico complejo agrícola mesoamericanoTle maíz, frijol, calabaza y chile. Los restos de algunos otros lugares de México muestran que en esos tiempos ya se practicaba el cultivo en una amplia región.

Más tarde, hacia 2000 a. C, en la fase llamada Porrón, aparece lá cerámica *y en la fase Ajalpan, que dura hasta cerca de 1000 a. C, hay evidencia clara dé aldeas sedentarias.' Para la misma época hay restos de aldeas con cerámica en varios lugares de la región ístmica,'de la costa de Guatemala y de los valles de México y Oaxaca. Hacia 1200 a. C. se había generalizado en el S. de México y Guatemala la vida sedentaria agrícola y el arte de la alfarería. I La primera fase arqueológica que evidencia la vida ̂ civilizada ;es la de la cultura ¡olmeca, aproximadamente de 1200 a 600 a. C. Ólmeca quiere decir en nahua"«gente de] país del hule», y designaba en la época

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2. El área mesoamericana 41

histórica a los habitantes de la región del golfo. Los arqueólogos han aplicado el nombre a la antigua cultura arqueológica de esa región del Sur de Veracruz y Tabasco, así como al estilo artístico allí centrado que adquiere considerable difusión. Los sitios olmecas principales son San Lorenzo (Veracruz) y La Venta (Tabasco), ambos en las tierras bajas cubiertas de selva tropical. Son centros ceremoniales de plataformas arti­ficiales que, aunque no están revestidas de piedra, =e conforman al mo­delo mesoamericano.

Caracterizan a la cultura olmeca los grandes monumentos de piedra. Lo más distintivo son las cabezas colosales de 1,60 a 3 m. de alto, colocadas sobre las plataformas y hechas de basalto procedente de can­teras situadas a unos 70 km. de distancia. Hay además estelas y altares también de basalto. Son típicas las facciones de las cabezas, las escultu­ras de piedra y las figuras de jade o cerámica: mofletudas y con labios gruesos arqueados hacia abajo; así como las figuras con rasgos de jaguar. Las representaciones son comparables con las imágenes de dioses en las fases posteriores de las culturas mesoamericanas, especialmente con las deidades felinas y de la lluvia.

Elementos del estilo olmeca en cerámica, en monumentos de piedra o grabados en cuevas, se encuentran en varias regiones de Mesoamérica desde el Valle de México (Tlatilco) y Morelos (Chalcatzingo) hasta Chis­pas (Pijijiapan) y El Salvador (Chalchuapa). Probablemente los pueblos de la cultura olmeca hablaran lenguas de la familia mixe-zoque.

En San Lorenzo las construcciones cesan hacia 950 a. C. cuando los monumentos parecen haber sido mutilados y enterrados. La ocupación de La Venta continúa hasta 600 a. C. y hasta más tarde aún en Tre.s_ Zapotes (Veracruz) y en Izapa (Chiapas), junto a la frontera guatemal­teca. En San Lorenzo y La Venta no hay pruebas claras de la existencia del calendario mesoamericano¿pero en Tres Zapotes la estela C tiene una inscripción en el sistema de la llamada «cuenta larga» del calen­dario maya que corresponde a 291 a. C. o 31 a. C, según la correlación que se acepte.

Izapa es el centro de un nuevo estilo representado también en las tierras altas de Guatemala. Varios relieves de este estilo tienen inscrip­ciones que designan fechas en la cuenta larga. En esto y otros rasgos, Izapa establece la conexión entre lo olmeca y los comienzos de la civili-zación maya. Cronológicamente JES, el antecesor del llamado período ciá­tico en la secuencia arqueológica mesoamericana. Cultura contemporá-OM es la época más antigua de Monte Albán.rque exhibe relieves de estilo olmeca en el templo de los danzantes y que usaba la cuenta de 260 días típica de Mesoamérica.

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Durante el período clásico floreció la civilización mesoamericana, con máximo desarrollo del arte y logros culturales como el calendario. Fue también la época de mayor duración de las principales ciudades. Duró de 200 d. C. hasta 800 d. C , aproximadamente, según las regiones; su mayor esplendor ocurrió hacia 600 d. C. Nada indica que hubiera entonces una unificación política de Mesoamérica, ni aun de buena parte de su territorio. Coexistieron varias tradiciones culturales bien diferen­ciadas si bien todas ellas caen dentro de la configuración mesoamericana. Hubo dinastías independientes en los principales centros políticos y, aun­que la evidencia ue coniiicios bélicos es menor que la de los períodos siguientes,'hay representaciones de actividades guerreras.

Las regiones de mayor importancia durante el clásico fueron el alti­plano de México, donde dominaba la gran ciudad de Teotihuacán, y la región maya del Peten y Yucatán, donde coexistían varios centros cere­moniales independientes. Ambas regiones extendieron su_esfera de in­fluencia cultural y acaso comercial y política a gran distancia. El influjo teotihuacano es fuerte en Kamínal Juyú, junto a la actual ciudad de Guatemala; la influencia maya se hizo sentir en el centro de México en lugares como Cacaxtla (Tlaxcala) y Xochicalco (Morelos). Otros cen­tros culturales del clásico fueron Monte Albán en Oaxaca, construido por los antecesores de los zapotecos históricos, y El Tajín en la región totonaca de Veracruz.

En referencia al E£nodo^ásjco_se suele dar ftt nombre de civiliza­ción maya a la localizada en las tierras bajas de la península de Yucatán y el Peten. En rigor, el nombre maya se refiere al idioma hablado en Yucatán desde la época de la Conquista a la actualidad, pero se ha ex­tendido a una familia de lenguas relacionadas, y no hay duda de que durante el clásico ya se hablaba en la región un idioma o idiomas de la familia mayense, aunque no necesariamente idéntico al maya yucateco de tiempos posteriores. Los restos arqueológicos muestran la existencia de varias ciudades con estilos arquitectónicos y artísticos bien definidos y con dinastías reinantes separadas, lo que sugiere la existencia de va­rias unidades políticas independientes, aunque estrechamente relacionadas.

Las ciudades mayas, en comparación con las de otras culturas meso-americanas, se caracterizan por un plano central espacioso y una zona residencial circundante dispersa que ocupa gran extensión. Los templos y palacios tienen abundantes bajorrelieves o esculturas como adornos ex­teriores y techos de falsa bóveda con cresterías ornamentadas. Cada ciudad tiene rasgos y estilos distintivos como las construcciones de la­drillo de Comalcalco, la torre de tres pisos en el palacio de Palenque, los mascarones de Copan, y los grandes monolitos zoomorfos de Qui-riguá. Las pinturas murales son extraordinarias en Bonampak, y por lo

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pcneral la pintura es también de gran valor artístico y documental en la decoración de la cerámica. Las figurillas de terracota son de máxima ca­lidad en Jaina.

Uno de los logros más notables de la civilización maya clásica es m sistema de escritura, que sobrepasa al de todas las demás culturas mesoamericanas. Se trata de un sistema de registros de carácter ideo­gráfico pero también con elementos fonéticos. Los registros que han sobrevivido se encuentran en bajorrelieves, en estelas y en pinturas de muros, libros y cerámica. Estos -registros están fechados, y por algún tiempo se pensó que todas las inscripciones mayas eran puramente ca-lendáricas y expresaban un «culto» del tiempo. Sin embargo, se han podido interpretar inscripciones sobre la historia de varias ciudades que registran nombres de lugar, de títulos o de personas y que conmemoran sucesos como el nacimiento, los casamientos y la muerte de los gober­nantes, así como batallas y la captura de prisioneros.

El calendario maya se basa en el año solar (haab) de 365 días y en la cuenta de los días (ízolkin) de 260 días, que son comunes a las prin­cipales culturas mesoamericanas. Más adelante se describen en detalle tal como se encuentran en el calendario nahua. Además se usaba la llamada «cuenta larga», que a partir de un punto inicial en el pasado (3114 a. C. según la correlación Goodman-Martínez-Thompson) contaba períodos de 20 y de 400 tun («años» de 560 días). En la datación se representan los números mediante puntos para las unidades, barras para • el 5 y signos especiales para 20 y 400; hay también un símbolo para el cero, en forma de concha estilizada. Uno de los libros astronómicos que ha sobrevivido, el códice Dresden, contiene tablas calendáricas refe­rentes a cálculos lunares y de Venus.

Los dioses representados en bajorrelieves y códices muestran un buen grado de correspondencia con las deidades descritas en la religión de los mayas yucatecos en el siglo xvi y se pueden también asimilar a las dei­dades más importantes de otros pueblos mesoamericanos. Se han iden­tificado dioses de la lluvia, de la sal, del maíz, del inframundo, del comercio y otros.

Las ciudades mayas decayeron en el siglo ix d. C. Cesaron las cons­trucciones de templos y la erección de estelas, y algunas ciudades fueron totalmente abandonadas. En la época de la Conquista y hasta la actua­lidad, el Peten ha sido una región de importancia secundaria en Meso-américa y de baja densidad de población. Allí, como en Yucatán, pre­domina el cultivo de roza y por lo tanto durante mucho tiempo se pensó que este sistema primitivo había sido el característico de la civilización maya y que las restricciones que impone esta técnica agrícola habían causado el derrumbe de la civilización. Hoy día se han encontrado prue-

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bas de técnicas de cultivo más intensivas y se piensa que la decadencia del período clásico en esta zona ha de. haber sido consecuencia de. pro­cesos más complejos que afectaron a las culturas mesoamericanas en su totalidad, si bien con consecuencias más graves y duraderas en las tie­rras bajas de Yucatán y el Peten.

El gran centro clásico en la Mesa Central mexicana es la ciudad de Teotihuacán en el valle de México. Comienza a principios de nuestra era, pero su época de mayor esplendor es desde 200 ÉL C, cuando ocu­paba unos 22 km2 y albergaba unas 45.000 almas, hasta 600 d. C , cuan­do pudo llegar a los 85.000 habitantes. La disposición de las construc­ciones conforme a un eje de 2,5 km. (la «calle de los muertos»), las plazas y el plano cuadriculado indican un alto grado de planificación. La naturaleza ceremonial de muchos edificios muestra que Teotihuacán era el centro religioso y administrativo de una gran región. Además, la zona residencial es extensa y compacta. Los datos arqueológicos prueban que durante ese período los poblados secundarios en el resto del valle eran menos y más pequeños que en el período que precede al crecimiento de la ciudad. Por lo tanto, la expansión urbana se debió no sólo al aumento demográfico general, sino a la congregación en Teotihuacán de la mayor parte de la población del valle. Dentro de la ciudad hay zonas con restos distintivos de una artesanía como el trabajo de la' obsi­diana, 0 bien con población de origen lejano, como los barrios donde deben haber vivido extranjeros procedentes de Monte Albán y de la re­gión maya.

En la decoración exterior de los templos es notable la llamada pirá­mide de Quetzalcoatl, con hileras de cabezas de serpiente que alternan con otras tal vez de Tlaloc, el dios de la lluvia. Esta pirámide fue más tarde recubierta con otra de superficies lisas como las que dominan en el resto de las construcciones. Las superficies labradas y cubiertas de esculturas son mucho menos numerosas que en la zorM maya; en cam­bio, abundan las pinturas murales. Según las representaciones en relie­ves, pinturas y cerámica se ve que predominaba el culto de deidades de la lluvia y de la agricultura. Hay pinturas con glifos que permiten afir­mar la existencia de un calendario de tipo mesoamericano, pero son es­casas y no hay evidencia de una cuenta larga como la maya.

Teotihuacán está asentado en una zona del valle donde hasta hoy se usa el riego, y es de pensar que en el período clásico también se prac­ticara allí la agricultura intensiva. A la vez la gran concentración de. población y los restos de talleres sugieren que la ciudad era centro de producción artesanal, con importantes relaciones de intercambio con otras regiones de Mesoamérica. No se sabe a ciencia cierta qué idioma se ha­blaba en Teotihuacán. Se ha pensado en idiomas macro-otomangues, en

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el totonaco y en que tal vez comenzara entonces a emplearse el nahua n el Centro de México.

Del mismo período, otro gran centro urbano era Cholula, en el va­lle poblano, cuya cultura tiene varias semejanzas con la de Teotihuacán. Kcstos de tipo teotihuacano se encuentran además en Kaminal Juyú en •.iuatemala. Tanto el estilo arquitectónico como la cerámica son tan se­mejantes allí a los de Teotihuacán que se ha pensado incluso que se nata de una colonia de la urbe mexicana.

El predominio de Teotihuacán llega a su fin con un gran incendio de la ciudad, fechado hacia 700 d. C. Cesa entonces toda nueva cons-nucción y se abandona al menos parcialmente la ciudad. mM¡ El período siguiente, llamado postelásico, dura hasta la Conquista española. En los primeros tiempos después de la caída de Teotihuacán i de las ciudades mayas, hay un gran número de culturas locales sin que ninguna de ellas alcance la magnitud ni expansión de los centros dá­teos. Continúan Monte Albán, Tajín y Cholula y surge un nuevo centro

en Xochicalco (Morelos). Durante el postelásico domina cultural y polí­ticamente el altiplano mexicano, cuyas influencias se extienden hacia Yucatán y Centroamérica, y se desarrollan culturas de carácter más mili-larista que las anteriores.

Con el tiempo, una nueva tradición cultural y una nueva ciudad mo­numental se impusieron en gran parte de Mesoamérica. Es la cultura de los toltecas, o gente de Tollan, pueblo de habla nahua presente ya en las i radie-iones históricas recogidas en tiempos de la Conquista. La ciudad de esas tradiciones se ha identificado con el sitio arqueológico de Tifa (Hidalgo). Debe haber sido la capital de una entidad política que domi­nó buena parte de la Mesa Central, estableció colonias e influyó cultu-8límente sobre otras regiones. Durante el período tolteca, el área cultural mcsoamericana se extendió hacia el N., abarcando el Bajío y repercutió hasta La Quemada y Chalchihuites (Zacatecas). A un posible imperio lolteca se incorporaron así pueblos bárbaros, cuya influencia se notaría iii las culturas mesoamericanas tardías.

La cultura tolteca se caracteriza por el trabajo de metales, que no .iparecen en Mesoamérica sino hasta el fin del clásico; la introducción del .neo y la flecha; y tí Güito de dioses como Mixcoatl fcaza y guerra) y Ouetzalcóatl (la serpiente emplumada). En la arquitectura son típicos los lemplos y salas con columnatas en el interior; las columnas en forma de erpiente emplumada; y los cercados que rodean los templos con deco­

cciones de águilas f jaguares, huesos cruzados y corazones. En cuanto • > escultura, destacan las figuras de atlantes para sostener altares, las imá­genes de un personaje recostado («chac mool») y los asientos en forma ile j a g U » ,

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La cultura del centro de México se extendió hacia Centroamérica. Las tradiciones históricas mencionan migraciones hacia el S. de pueblos toltecas, algunos de ellos de habla nahua. En la región maya la filiación tolteca es perceptible especialmente en Chichén Itzá, donde son nume­rosos los paralelos con las construcciones de Tula, El último período de unidad política se dio en Yucatán bajo hegemonía de Mayapán en liga con Chichén y Uxmal. La ciudad de Mayapán —en contraste con las ciudades del clásico— se caracteriza por una planta urbana compacta, cercada por un muro. La «liga de Mayapán» se disolvió hacia 1450, y hasta la época de la Conquista la península estuvo fragmentada en die­ciséis señoríos independientes.

En Guatemala, durante el período de influencia tolteca se formó el reino principal de esa región, el de los quichés, que alcanzó su mayor extensión poco antes de la Conquista; a la llegada de los españoles, los cakchiqueles y tzutuhiles se habían separado formando reinos indepen­dientes. De la región quiche ha sobrevivido uno de los relatos más com­pletos de mitología indígena, el llamado Popol Vuh o «Libro del Con­sejo». Tanto en Yucatán como en Guatemala, la influencia del centro de México alcanza a los idiomas mayenses, que aceptaron buen número de nahuatismos. Una modalidad del nahua —el pipil— se implantó en la región de Escuintla en Guatemala y en El Salvador; otra variedad —el nicarao— se hablaba en tiempos de la Conquista en la costa pacífica de Nicaragua. La cultura de los nicarao, aunque menos elaborada que la del centro de Mesoamérica en rasgos como la arquitectura, es típicamente mesoamericana en cuanto al calendario y las deidades, idénticas éstas a las del Centro de México.

Los restos arqueológicos muestran que algunos monumentos de Tula fueron destruidos a propósito. Según las tradiciones históricas, en los úl­timos tiempos de Tula hubo conflictos provocados contra el rey-sacerdote Quetzalcóatl por el dios Tezcatlipoca, que resultaron en la salida de Quet-zalcóatl, quien se fue hasta la costa "del Golfo y desapareció en el mar. La ciudad de Tula fue abandonada y el Bajío se despobló, siendo ocu­pado por pueblos de cultura cazadora, llamados genéricamente chichime-cas. Según las tradiciones, el fin de Tula debió ocurrir en 1168 ó 1220 después de Cristo. La población de este posible imperio tolteca fue luego a establecerse en regiones más al S., los valles de México y Puebla. Unos emigraron desde la misma Tula, otros salieron de lugares medio legenda­rios y de difícil localización como Teocolhuacán, Chicomoztoc o Aztlán. Algunos de estos grupos tenían cultura tolteca claramente mesoamerica­na con cultivo, construcción de templos e ídolos; otros, llamados chi-chimecas, eran cazadores, sin ídolos, con vestidos de pieles y algunos sin cerámica; otros pueblos combinaban rasgos de ambas culturas. Las tradi-

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I El área mesoamericana 47

ciones históricas versan sobre las migraciones de estos pueblos, su asen­tamiento y la reestructuración política que culmina con la formación y expansión del imperio azteca.

Los pueblos que finalmente predominaron fueron los de lengua nahua, la misma que debió de hablarse en Tula y que probablemente fuera aún más antigua. En la región central había, sin embargo, una numerosa población que hablaba lenguas otomianas; eran campesinos que convi­vían con los nahuas de las ciudades situadas en el N. del Valle de Mé­xico y en otras regiones más al N. y al O. Las principales unidades políticas que se formaron fueron la de los colhuas en Colhuacán, que representa la continuidad tolteca en el Valle de México; la de los chi­chimecas, que llegaron bajo su caudillo Xolotl y fundaron la dinastía que gobernó en Tetzcoco; y la de los tepanecas, establecidos en Azca-potzalco. En la región poblana se asentaron pobladores llegados desde Tula: en Cholula, los llamados tolteca-chichimecas, y los nonoalcas en Itzocán (Izúcar) y Tehuacán. Otros pobladores de origen chichimeca fun­daron los señoríos de Tlaxcala, Huexotzinco y Cuauhtinchan, donde tam­bién poblaron gentes de cultura típicamente mesoamericana provenientes de Cholula o de la Mixteca.

La primera entidad política de cierta amplitud fue la de los tepanecas de Azcapotzalco, quienes lograron dominar la mayor parte del valle de México, así como regiones más al occidente. La época de su mayor po­derío fue la del reinado de Tezozomoc (muerto en 1426), quien instaló a sus hijos como reyes de varias ciudades dependientes y casó a sus hi­jas con reyes de ciudades aliadas, algunas en la región poblana.

Los mexicas, que llegaron algo más tarde, eran un grupo de habla nahua que tenía cultivo y culto a ídolos desde los comienzos de su mi­gración a partir de Aztlán. Se establecieron en el valle como sujetos de Colhuacán y su asentamiento definitivo, la ciudad de México, fue fun­dado en un islote del lago de Tetzcoco en 1325. Cobró importancia política al organizarse en dos señoríos con sendos reyes dependientes de Azcapotzalco. Tenochtitlán (el gentilicio correspondiente es tenochca) tomó como primer rey a Acamapichtli, quien se conectaba con la dinas­tía de Colhuacán, ciudad a la que pronto desplazó como cabecera de los colhuas. El primer rey de Tlatelolco, en cambio, fue un hijo de Te­zozomoc de Azcapotzalco.

A la muerte de Tezozomoc hubo disensiones sobre la sucesión y el poder pasó en 1428 a una alianza formada por Itzcoatl de Tenochtitlán, como señor de los colhuas-mexicas, Nezahualcoyotl de Tetzcoco, señor de los chichimecas y, de menor importancia, Totoquihuatzin de Tlacopan (hoy Tacuba), señor de los tepanecas. Esta entidad política es la que se

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1. Acamapichtli 1376-1391

1 coatí !6-1440

2. 1

Huitzilihuitl 1391-1417

4. Itz 14;

coatí !6-1440

3. r

Chimalpopoca 1417-1426

5. TI

Moteuczoma 1440-1468

1 Atotoztli 9

1

Tezozomoc

1

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5.

1 ayacatl Í8-1481

I

7. 1

Tízoc 1.481-1486

8.

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jitzotl 5-1502

auhtemc M521

6. Ax 1 ayacatl Í8-1481

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11

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1 9. Moteuczoma

1502-1520

)C

10. 1

Cuitlahuac 1520

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2. El área mesoamericana 49

Acapulco, y al O., el reino tarasco de Michoacán. Este reino, que ocu­paba parte de la Mesa Central más la zona contigua de la depresión del Balsas, se consolidó como la más fuerte entidad política de Mesoamérica fuera del imperio y rechazó una invasión dirigida por Axayacatl, el sexto rey mexica, formándose una frontera fortificada que cerró la expansión del imperio en esa dirección. Hacia el E. y el S., la Triple Alianza in­corporó a su estructura tributaria muchos otros pueblos como totonacos, mixtéeos y zapotecos, cuya organización interna y cultura conservaron su individualidad.

En tiempos de la Conquista española, pues, la región de habla nahua de la Mesa Central de México era el centro cultural y político de Meso­américa. En el valle de México se erigían las tres ciudades dominantes que formaban la Triple Alianza: Tenochtitlán, Tetzcoco y Tlacopan; en el vecino valle del Atoyac, los señoríos rivales de Tlaxcala, Huexotzinco y Cholula compartían la misma tradición cultural. Con excepción de Mi­choacán y algunas regiones mayenses, el nahua era la lengua franca de Mesoamérica.

La cultura nahua, además de ser la dominante en el momento de la Conquista, es también la mejor conocida. Nos servirá, pues, como ejem­plo de la cultura y de las instituciones sociales mesoamericanas.