Perfección - Pretties - Scott Westerfeld

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Nada es lo que parece... La belleza no es igual a la perfección... Tally Youngblood al fin es perfecta... Su vida no puede parecer más feliz. Junto a Shay y a Peris, disfruta de fiestas interminables en Nueva Belleza, y está a punto de ser admitida en el mejor grupo de perfectos, los Crim, liderada por Zane, el perfecto más "gamberro" de la ciudad. Una fiesta de disfraces será el escenario propicio para que Tally conozca a Zane, y gracias a él, encuentre un misterioso mensaje... Un mensaje que ella misma se escribió antes de entregarse a los Especiales... Un mensaje que le devuelve sus recuerdos, le hace consciente de su pasado, y trae de vuelta a la vieja Tally, pero con una nueva misión: saber que secuelas tiene la operación, y, sobre todo, descubrir si son reversibles... Recuerda que las cosas más hermosas que tiene el mundo, son también las más inútiles. John Ruskin, Las piedras de Venecia I Vestirse siempre fue la parte más difícil de la tarde. La invitación a la Mansión Valentino, decía semiformal, pero era la palabra semi, la tramposa. Como una noche sin fiesta, “semi” traía consigo demasiadas posibilidades. Peor para los chicos, para quienes podía significar chaqueta y corbata (salteándose la corbata con algunos tipos de cuellos), o todo blanco con una camisa con mangas (pero sólo serviría para las tardes de verano) o una cantidad de abrigos largos, como tapados hasta la cintura, o hasta la cola, o muy lindos buzos. Para las chicas, aunque, la definición simplemente explotaba, como usualmente lo hacían todas las definiciones, aquí en Ciudad Nueva Belleza. Tally, casi siempre prefería aquellas fiestas que eran formales, donde había que vestirse de etiqueta. La ropa era menos cómoda, y las fiestas no eran divertidas hasta que todos estaban borrachos, pero al menos no debías pensar tanto en como vestirte. “Semiformal, semiformal” dijo, sus ojos iban y venían sobre la extensión de su armario, el carrusel tartamudeaba una y otra vez mientras trataba de mantener el ritmo de Tally, poniendo la ropa en las perchas. Sí, “semi” era definitivamente una vaga palabra. “¿Era siquiera una palabra?” Tally se preguntó en vos alta. “¿Semi?”. Se sentía extraña cuando la pronunciaba su boca, la cual estaba seca como el algodón debido a la noche anterior. “Sólo la mitad de una palabra” dijo la habitación, probablemente pensando que era astuta. “Ya veo” murmuró Tally. Ella se tiró sobre la cama y se quedó mirando el techo, sintiendo que la habitación amenazaba con comenzar a dar vueltas. No parecía justo, tener que alterarse una media hora. “Has que se vaya” dijo. La habitación no entendió, y resbaló cerrando la pared que había sobre el armario. Tally no tenía la fuerza para explicar que ella no había 1

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Como podíamos prever con el final de Traición, esta nueva entrega comienza con la operación de Tally, que la convertido en una perfecta más y ha anulado todos los recuerdos de su pasado. Junto con Shay y su amigo de la infancia, Peris, Tally disfruta de las fiestas continuas que se celebran en la ciudad de Nueva Belleza, y está a punto de ser admitida en la mejor pandilla, la de los Crim, liderada por Zane, el perfecto más “gamberro” de la ciudad. En una fiesta de disfraces, Tally conoce finalmente a Zane y, gracias a él, encuentra un mensaje que se escribió a sí misma antes de entregarse a los Especiales. Así, descubre que si está en el mundo de los perfectos es porque debe cumplir una misión: saber qué secuelas tiene la operación y, sobre todo, descubrir si son reversibles…

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Nada es lo que parece... La belleza no es igual a la perfección... Tally Youngblood al fin es perfecta... Su vida no puede parecer más feliz. Junto a Shay y a Peris, disfruta de fiestas interminables en Nueva Belleza, y está a punto de ser admitida en el mejor grupo de perfectos, los Crim, liderada por Zane, el perfecto más "gamberro" de la ciudad. Una fiesta de disfraces será el escenario propicio para que Tally conozca a Zane, y gracias a él, encuentre un misterioso mensaje... Un mensaje que ella misma se escribió antes de entregarse a los Especiales... Un mensaje que le devuelve sus recuerdos, le hace consciente de su pasado, y trae de vuelta a la vieja Tally, pero con una nueva misión: saber que secuelas tiene la operación, y, sobre todo, descubrir si son reversibles... Recuerda que las cosas más hermosas que tiene el mundo, son también las más inútiles. John Ruskin, Las piedras de Venecia I Vestirse siempre fue la parte más difícil de la tarde. La invitación a la Mansión Valentino, decía semiformal, pero era la palabra semi, la tramposa. Como una noche sin fiesta, “semi” traía consigo demasiadas posibilidades. Peor para los chicos, para quienes podía significar chaqueta y corbata (salteándose la corbata con algunos tipos de cuellos), o todo blanco con una camisa con mangas (pero sólo serviría para las tardes de verano) o una cantidad de abrigos largos, como tapados hasta la cintura, o hasta la cola, o muy lindos buzos. Para las chicas, aunque, la definición simplemente explotaba, como usualmente lo hacían todas las definiciones, aquí en Ciudad Nueva Belleza. Tally, casi siempre prefería aquellas fiestas que eran formales, donde había que vestirse de etiqueta. La ropa era menos cómoda, y las fiestas no eran divertidas hasta que todos estaban borrachos, pero al menos no debías pensar tanto en como vestirte. “Semiformal, semiformal” dijo, sus ojos iban y venían sobre la extensión de su armario, el carrusel tartamudeaba una y otra vez mientras trataba de mantener el ritmo de Tally, poniendo la ropa en las perchas. Sí, “semi” era definitivamente una vaga palabra.

“¿Era siquiera una palabra?” Tally se preguntó en vos alta. “¿Semi?”. Se sentía extraña cuando la pronunciaba su boca, la cual estaba seca como el algodón debido a la noche anterior. “Sólo la mitad de una palabra” dijo la habitación, probablemente pensando que era astuta. “Ya veo” murmuró Tally. Ella se tiró sobre la cama y se quedó mirando el techo, sintiendo que la habitación amenazaba con comenzar a dar vueltas. No parecía justo, tener que alterarse una media hora. “Has que se vaya” dijo. La habitación no entendió, y resbaló cerrando la pared que había sobre el armario. Tally no tenía la fuerza para explicar que ella no había querido tener resaca, la cual se expandía por toda su cabeza como un obeso gato, malhumorado y sin ganas de moverse. Anoche, ella y Peris habían ido a patinar con un grupo de otros Crims, probando la nueva pista de patinaje que se encontraba en el Estadio de Neferititi. La capa de hielo, que se sostenía arriba por una reja de levantadores, era suficientemente delgada para ver a través de ella, y era mantenida transparente por una horda de pequeños Zambonies, que eran lanzados sobre los patinadores como nerviosas bolsas de agua. Los fuegos artificiales que explotaban en el estadio de abajo la hacían brillar como la mancha del vidrio que cambia de color cada pocos segundos. Todos habían tenido que utilizar chaquetas especiales por si el hielo se llegaba a romper. Nunca nadie había muerto, por supuesto, pero el pensar que en cualquier momento el mundo podía venirse abajo con un solo crack, mantuvo a Tally bebiendo mucha Champagne. Zane, quien era prácticamente el líder de los Crims, se aburrió e inclinó una botella entera hacia el hielo. Dijo que el alcohol tenía un punto de congelamiento menor a la del agua, así que podría mandar a alguien dando volteretas hasta los fuegos artificiales. Sin embargo, no había vertido hacia fuera suficiente, para que la cabeza de Tally se salvara de la resaca esa mañana. La habitación hizo un ruido especial que quería decir que otro Crim

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estaba llamando. “Hola” “Hola Tally.” “Shay-la” Tally lucho para apoyarse en un codo. “¡Necesito ayuda! “¿Es sobre la fiesta? Ya lo sé.” “¿Cuál es el problema con semiformal, de todas maneras?” Shay se rió. “Tally-wa, estas tan perdida. ¿No sentiste el pinchazo?” “¿Qué pinchazo?” “El que se emitió hace horas.” Tally dio un vistazo a su anillo de comunicaciones, que todavía se encontraba en su mesita de luz. Ella nunca se lo había puesto de noche, un viejo habito de cuando había sido una fea, saliendo furtivamente todo el tiempo. Se quedaba allí, suavemente pulsando, todavía sin sonido para que pudiera dormir. “Oh, es que recién desperté.” “Bueno, olvídate de semi nada. Ellos la cambiaron a ropa formal. ¡Nosotros debemos aparecer con trajes!” Tally miró la hora: eran las cinco de la tarde. “Qué, ¿sólo faltan tres horas?” “Sí, lo sé. Yo estoy dando vueltas también. Es tan vergonzante. ¿Puedo bajar?” “¿Por favor?” “¿En 5 minutos?” “Claro, trae el desayuno. Adiós.” Tally dejó caer su cabeza sobre la almohada. La cama estaba dando vueltas, el día recién comenzaba y ya estaba destruida. Se puso el anillo de comunicación, y escuchó con mucha atención al sonido que estaba siendo emitido, diciendo que nadie sería admitido esa noche, sin un disfraz muy divertido. Tres horas para inventar algo decente, mientras que todos los demás tenían ya una gran ventaja. A veces, sentía que ser un verdadero criminal debía ser mucho pero mucho más simple. Shay trajo desayuno como para una manada: omelet de langosta, tostadas, maíz frito, uvas, chocolate, panecillos, más comida de lo que todo un grupo de purgadores de calorías podría eliminar. La bandeja sobrecargada de comida, se tambaleaba en el aire, estremeciéndose, como se estremece un niño en su primer día de clase. “Mm, ¿Shay? ¿Nos estamos convirtiendo en blimps o algo así?” Shay se rió. “No, pero te ves mal, y necesitas estar burbujeante esta noche. Todos los Crims van a ir a la fiesta para votarte.” “Genial, Burbujeante entonces” Tally suspiró mientras volvía a servirse un Bloody Mary. Frunció las cejas con el primer sobro. “Le falta sal.”

“No hay problema” Dijo Shay mientras que raspaba el caviar que estaba decorando el omelet y lo revolvía en la bebida. “Uh, con gusto a pescado” “El caviar es bueno con todo” Shay tomó otra cucharada y se la metió directamente en su boca, cerrando los ojos mientras que masticaba esos pequeños huevos de pescado. Ella torció su anillo para poder escuchar algo de música. Tally tragó y continuó tomando otro Bloody, por lo menos este había hecho que la habitación dejara de dar vueltas. Los panecillos de chocolate comenzaban a oler bien. Y luego siguió con el picadillo de castaños. Para continuar con el omelet e incluso trataría de probar el caviar. Para Tally el desayuno era la comida con la cual debía recuperar el tiempo perdido. Un buen y gran desayuno, la hacía sentir en control, como si una tormenta de sabores de una ciudad donde ya se encuentran hechos, pudiera borrar los meses de estofados y spagbol. La música era nueva y hacía latir su corazón más rápido. “Gracias Shay-la. Eres un total salvador”. “No hay problema, Tally-wa” “De todas maneras, ¿dónde estaban anoche?” Shay sólo sonrió, como si ella hubiera hecho algo malo. “¿Qué? ¿Un nuevo chico?” Shay movió su cabeza, y batió sus ojos. “¿No te habrás sometido a una nueva cirugía otra vez? ¿O si lo hiciste?” Tally preguntó y Shay se sonrió. “Lo hiciste. No deberías hacerlo más de una vez en la semana. ¿Podrías estar más perdida?” “Esta todo bien Tally-wa. Fue algo local.” “¿En dónde?” La cara de Shay no parecía lucir diferente. ¿Estaba la cirugía escondida en sus pijamas? “Mira de cerca” Las largas pestañas de Shay se batieron otra vez. Tally se inclino hacía delante, mientras observaba los ojos cobres, extensos y cubiertos de polvo de joyas, sentía como su corazón continuaba latiendo fuertemente. Incluso después de un mes de estar viviendo en Ciudad Nueva Belleza, ver otros ojos bonitos era algo que la dejaba pasmada. Eran tan grandes y

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tenían un brillo que te recibía con interés. Las pupilas de Shay parecían murmurar, Te estoy escuchando. Tú me encantas. Reducía el mundo sólo hacía Tally, haciendo que Shay sólo la viera a ella. Era incluso más raro cuando se trataba de Shay, ya que Tally la había conocido en su época de fea, antes de que la cirugía la hubiera convertido en lo que es hoy. “Más cerca” Tally tomó una bocanada de aire, la habitación daba vueltas otra vez, pero esta vez era de una buena manera. Con un gesto la hizo mirar hacia la ventana, y con la luz del sol pudo ver las nuevas adiciones. “Oh, Qué bonito.” Era más arriesgado que cualquier otro implante de brillos, doce pequeños rubíes se encontraban alrededor de las pupilas de Shay, brillando suavemente entre los colores del rojo y esmeralda. “Burbujeante, ¿no?” “Sí, pero espera un momento... los rubíes izquierdos que se encuentran debajo, ¿no están distintos?” Tally miró con mayor atención. Una joya de cada ojo, parecía parpadear una pequeña vela en las profundidades cobrizas. “Son las cinco en punto.” Shay dijo. “¿Lo entiendes?” A Tally le tomó uno segundos recordar como se leía el reloj que se encontraba en el centro de la Ciudad. “Um, pero son las siete” “¿No debería estar el botón de la derecha en las cinco?” Shay resopló. “Corren contrarreloj, tonta. Si no sería muy aburrido” Tally rió. “Entonces, ¿te pusieron joyas en los ojos? ¿Y además dicen la hora? ¡Pero no sólo eso sino que van contrarreloj! ¿No te parece mucho Shay?”. Inmediatamente Tally se arrepintió de lo que había dicho. La expresión que ahora estaba en la cara de Shay era trágica, esfumándose todo el brillo que antes se encontraba allí. Ella lucía apunto de llorar, pero sin los ojos hinchados y la nariz roja. Las nuevas cirugías siempre eran temas delicados, como un nuevo estilo de pelo. “No te gustan” Acusó Shay. “Por supuesto que sí. Como ya dije, totalmente bonitos. “¿Te parece?” “Sí, y es genial que vayan contrarreloj.” La sonrisa de Shay volvió a la normalidad, y Tally

pudo respirar con normalidad otra vez, todavía sin poder creer lo que había hecho, clásicos errores de una nueva perfección, aunque después de todo, su operación había sido hace ya más de un mes. ¿Por qué todavía decía cosas sin sentido? Sí hubiera hecho un comentario como ese anoche, alguno de los Crims votaría seguramente en su contra esta noche. Sólo se necesita un voto en contra para que te echen. Y entonces se encontraría sola otra vez, casi como huyendo otra vez. Shay dijo, “Quizás deberíamos ir puntuales hoy, en honor a mis nuevos ojos.” Tally se rió, sabiendo que esa broma significaba que la había perdonado. Ella y Shay habían superado juntas un montón de situaciones después de todo. “Has hablado con Peris y Fausto” Shay asintió. “Ellos dijeron que debíamos ir todos vestidos como criminales. Ya tienen una idea, pero es secreta.” “Eso es tan vago. Como si fueran tan malos esos chicos. Lo único que hicieron en sus días de feos, fue esconderse por ahí y cruzar el río alguna que otra vez. Pero nunca llegaron a Humo” La canción terminó justo en ese momento y la última palabra de Tally terminó en un total silencio. Trató de pensar en algo que pudiera decir, pero la conversación se desvaneció como lo hacen los fuegos artificiales en el oscuro cielo. La siguiente canción pareció demorar una eternidad en comenzar. Y cuando comenzó otra vez, ella se alivió y dijo, “Los disfraces de los Crims deberían ser fáciles, Shay-la. Somos las más grandes criminales de la Ciudad.” Shay y Tally buscaron durante dos horas en el armario algún traje que pudieran ponerse. Pensaron en disfrazarse de bandidas, sin embargo no sabían realmente como debía lucir un bandido en todas las películas del lejano oeste, los chicos malos no lucían como Crims, sólo se parecían a retardados. Piratas era una mejor opción para disfrazarse, pero Shay no quería lucir un parche en su nuevo ojo. Ir vestidos de cazadores era otra idea, pero a ese agujero que se encontraba en la pared, no le gustaban las armas, incluso aquellas que eran de mentira. A Tally se le ocurrió que podían ir vestidas como antiguos dictadores de la Historia, pero la mayoría de ellos terminaron siendo hombres y con un mal sentido de la moda. “¡Quizás deberíamos disfrazarnos de rusties!” comentó Shay, “En la escuela, siempre eran los chicos malos” “Pero la mayoría lucen como nosotros.

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Creo. Con la diferencia que ellos son feos.” “No lo sé, podríamos derribar un árbol o quemar aceite, cualquier cosa.” Tally se rió. “Es un disfraz lo que tenemos que hacer. Shay-la, no encontrar un estilo de vida.” Shay abrió sus brazos y dijo algunas cosas más, tratando de ser espontánea. “¿Podríamos fumar tabaco? ¿O manejar autos?” Pero el armario no les daría ni cigarros ni autos. Sin embargo era divertido pasar el tiempo con Shay probándose trajes, bufando, riéndose y tirando los disfraces devuelta en el reciclador. Tally amaba ver como quedaba con nueva ropa, incluso si eran cómicos. Una parte de ella todavía podía recordar como era antes, cuando mirase a los ojos era algo doloroso, sus ojos estaban muy juntos, la nariz muy chica, y su pelo alborotado todo el tiempo. Ahora parecía que alguien despampanante se encontraba frente a Tally, siguiendo cada uno de sus movimientos alguien con una cara perfecta, cuya piel brillaba incluso cuando tenía resaca, un cuerpo bellamente proporcionado y musculoso, ojos grises que hacían juego con cualquier ropa que usara. Pero alguien cuyo gusto sobre los disfraces era muy vago. Después de dos horas, las dos estaban tiradas sobre la cama, la cual giraba nuevamente. “Todo apesta, Shay-la. ¿Por qué todo apesta? Ellos nunca van a votar por mí si no puedo siquiera aparecer con un disfraz original.” Shay tomó su mano. “No te preocupes, Tally-wa. Tú ya eres famosa. No hay razón para estar nerviosa.” “Eso es fácil para ti decirlo.” Aunque ellas habían nacido el mismo día, Shay se había convertido en perfecta muchos días antes que Tally. Ella era una Crim de carne y hueso hacía un mes ya. “No va a ser un problema” dijo Shay “Cualquiera que haya salido con Especiales Circunstancias es un Crim natural.” Una sensación recorrió el cuerpo de Tally cuando Shay dijo eso, como un llamado, pero que esta vez dolía. “De todas maneras, odio no ser divertida” “Es culpa de Peris y Fausto por no decirnos que es lo que ellos se van a poner.” “Esperemos hasta que ellos lleguen aquí. Y les copiamos.” “Se lo merecen” Agrego Shay. “¿Quieres algo de tomar?” “Sí, claro.” Tally sentía que todo giraba a su alrededor, de todas maneras, así que Shay le dijo a la bandeja del desayuno que podía retirarse y traer algo de Champagne. Cuando Fausto y Peris llegaron, estaban que ardían. Parecía que todo el brillo se había ido hacía sus cabellos y pegado en sus

ropas, creando llamaradas y flemas en todo sus cuerpos. Fausto continuó riéndose debido a que le producía cosquillas. Los dos estaban usando chaquetas de salto, su disfraz representaba que habían saltado de un edificio que ardía en llamas. “¡Fantástico” Dijo Shay. “Increíble” Agrego Tally, pero luego preguntó, “¿Pero cómo es esto Crim?” “¿No te acuerdas?” Dijo Peris. “¿Cuando te colaste a una fiesta del verano pasado, y te escapaste robando una chaqueta de salto y luego saltase de la azotea? ¡El mejor truco de un feo de la Historia!” “Si me acuerdo... ¿Pero por qué están ardiendo en llamas?” Preguntó Tally. “Quiero decir, no es un verdadero Crim si el edificio se encuentra en llamas”. Shay miró a Tally, como si estuviera diciendo algo vago otra vez. “No podíamos solo vestir chaquetas de salto.” Respondió Fausto. “Estar en llamas es mucho más divertido” “Claro.” Dijo Peris pero Tally pudo darse cuenta de lo que ella había querido decir y se sintió triste. Deseó no haberlo mencionado. Estúpida Tally. Los disfraces eran realmente divertidos. Ellos les brindaron mas brillo para salvarlas del apuro, y Shay le pidió al ropero que les hiciera dos chaquetas más. “Hey, eso es copiar.” Fausto se quejó, pero luego pareció no importar. Ya que el ropero no podía hacer chaquetas de salto, en caso de que alguien se olvidara y saltara de algún lugar. No podía hacer una verdadera chaqueta, deberían llamar a la Requisición por todo aquello que era complicado o permanente. Y la Requisición no mandaría nada, ya que no había ningún incendio. Shay bufó. “La mansión esta siendo talmente vaga hoy.” “¿Entonces de dónde sacaron las suyas?” Tally preguntó. “Son reales.” Peris sonrió guardando sus manos en la chaqueta. “Las robamos de la azotea.” “Así que son Crim entonces.” Tally dijo saltando de la cama para abrazarlo. Con Peris en sus brazos parecía que la fiesta no podía ir mal o que alguien pudiera votar en contra de ella. Sus grandes ojos marrones miraron los de ella, mientras la sentía y la apretaba fuerte. Ella siempre se había sentido cerca de Peris en sus días de feos, jugándose trucos y creciendo juntos. Era divertido sentirse de esa manera en ese momento. Todos esos días, Tally se había sentido perdida en la selva, lo único que había querido era estar allí con Peris, perfecta en Ciudad Nueva Belleza. Era totalmente estúpido sentirse infeliz ese día, o cualquier otro día. Probablemente era a causa del

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champagne. “Mejores amigos para siempre.” Ella le susurró, mientras él se alejaba de ella. “Hey, ¿qué es esto?” Dijo Shay. Ella se había metido en el ropero de Tally, buscando alguna idea. Ella sostenía una gran cantidad de lana. “Oh, eso” Tally dejo caer sus brazos alrededor de los de Peris. “Ese es mi buzo de Humo, ¿te acuerdas?”. El buzo lucía extraño, no era como lo recordaba. Estaba echo un ovillo y te podías dar cuenta que habían sido manos humanas las que lo había tejido. Las personas en Humo, no tenían agujeros en sus paredes, ellos debían hacer sus propias cosas, y al parecer, las personas no eran muy buenas en eso. “¿No lo reciclaste?” “No, creo que esta hecho de algún material extraño. Y el agujero no lo pudo usar.” Shay llevó el buzo hasta su nariz y lo olió. “Wow. Todavía huele como Humo. Campamentos y los estofados que solíamos comer. ¿Se acuerdan?” Peris y Fausto se acercaron para olerlo también. Ellos nunca habían estado fuera de la ciudad, excepto por los viajes de la escuela a las Ruinas. Pero por supuesto no habían estado tan lejos como para llegar hasta Humo, donde todos debían trabajar durante todo el día, realizando cosas, y cultivando (o incluso matando) su propia comida, donde todos se quedaban feos después de sus cumpleaños dieciséis. Feos hasta que se morían. Claro que Humo ya no existía, gracias a Tally y los Especialistas. “Hey, ya lo sé Tally!” Shay dijo. “Vayamos disfrazadas como personas de Humo” “¡Eso sería totalmente criminal!” Agrego Fausto con ojos de admiración. Los tres miraron a Tally, todos ellos emocionados con la idea, y sin embargo un nuevo pinchazo recorrió todo su cuerpo, pero sabía que sería una mala idea no acceder. Y con ese disfraz divertidísimo como era un buzo del estilo de vida de Humo no había posibilidades que alguien votara en su contra, porque Tally, sangre joven era una verdadera criminal. La fiesta era en la Mansión Valentino, el edificio más antiguo que había en Ciudad Nueva Belleza. Se extendía a lo largo de río y tenía sólo algunos pisos de alto debido a que había una torre de transmisión visible desde el otro lado de la Isla. Por dentro, las paredes estaban hechas de piedra real, por lo tanto éstas no podían hablar, pero la mansión poseía una larga historia de grandes fiestas. La lista para convertirse en un residente de

Valentino era infinita. Peris, Fausto, Shay y Tally atravesaron los hermosos jardines, los cuales ya estaban siendo transitados por toda la gente que se acercaba a la fiesta. Tally pudo ver un ángel con hermosas alas de piel, que debían de haber sido requeridas hacía meses atrás, lo cual era bastante tramposo, también estaban un grupo de nuevas perfectas vistiendo disfraces de gordos con mascaras que les hacía lucir tres mentones. Una pandilla, que estaba principalmente desnuda, de fiesteros, pretendían ser pre-Óxidos, construyendo fogatas y tamborileando estableciendo de alguna manera su propia pequeña fiesta, que era lo que todos los fiesteros siempre hacían. Peris y Fausto continuaban discutiendo sobre el momento en que debían volverse a prender fuego. Querían hacer una gran entrada pero al mismo tiempo guardar sus brillos para que los demás Crims pudieran verlos. Al irse acercando a la Mansión, los nervios de Tally comenzaron a aparecer. Los disfraces de El Humo no parecían ser suficientes. Tally vestía su antiguo buzo y Shay se había puesto una copia en conjunto con unos pantalones, mochilas y zapatos hechos a medida, que Tally había descrito al hueco en la pared, recordando cuando vio a alguien usarlos en El Humo. Tratando de ser auténticos, habían frotado en sus ropas caras, suciedad, que en un principio pareció burbujeante y divertida, pero que al caminar por allí, sólo se parecía a suciedad. En la entrada, estaban dos Valentinos disfrazados de vigilantes, chequeando que nadie fuera a entrar sin un disfraz. Al principio pararon a Fausto y Peris, pero terminaron riéndose cuando éstos se prendieron fuego, mostrándoles la entrada. Durante un momento dudaron con Shay y Tally, pero las dejaron entrar. “Espera a que los demás Crims nos vean” Dijo Shay “Ellos lo entenderán.” Los cuatro se abrieron paso ante la multitud y a la confusión de un mar de disfraces. Tally pudo ver al hombre nieve, soldados, personajes de acción, a todo el comité de ciencias de perfectos utilizando mascaras, personajes de la Historia estaban por todas partes, luciendo locos trajes de todas partes del mundo, que le hicieron recordar a Tally lo diferente que ellos lucían de cuando era demasiada gente. Un montón de viejos perfectos estaban vestidos en modernos disfraces: Doctores, vigilantes, constructores o políticos, cualquier persona que ellos aspiraban a

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ser después de pasar por la cirugía de la mitad de la perfección. Un grupo de bomberos trataron a carcajadas de extinguir las llamas que tenían Fausto y Peris, pero lo único que lograron fue molestarlos. “¿Dónde están?” Continuaba preguntando Shay, pero las paredes de piedra no le respondían. “Esto es un laberinto. ¿Cómo puede ser que haya gente que viva aquí?” “Creo que llevan con teléfonos de mano con ellos todo el tiempo” comentó Fausto. “Deberíamos haber pedido uno” El problema que había en la Mansión de Valentino era que uno no podía simplemente llamara a la gente sólo con nombrarlos, las habitaciones eran viejas y sordas, por lo tanto era como estar afuera. Tally se apoyo en la pared mientras caminaban, sintiendo lo frías que eran las antiguas piedras. Por un momento le recordaron a distintas cosas que había allá afuera, en lo salvaje, silencioso e incambiable. La verdad era que ella no se moría por encontrarse con los demás Crims, todos la mirarían pensando en sus votos. Pasearon por los pasillos los cuales estaban llenos de gente, mirando en las habitaciones que estaban llenas de astronautas y exploradores. Tally pudo contar cinco Cleopatras y dos Lilian Russell. Incluso había algunos Valentinos disfrazados del reno de papá Noel. Termino siendo que la Mansión había sido nombrada como una perfecta natural que había existido en la época de Óxido. Otras pandillas habían organizado sus disfraces, grupos de deportistas llevando palos de jockey y tambaleándose en skates. Trabalenguas que parecían cachorros enfermos usando grandes conos en el cuello. El Enjambre estaba en todas partes, ya que todos estaban hablando a través de sus anillos de comunicación. Los enjambres tenían antenas en la piel, ya que se habían sometido a una cirugía que les posibilitaba hablar entre ellos desde cualquier parte, incluso adentro de la Mansión de Valentino que tenía sordas paredes. Las otras pandillas siempre se burlaban de los Enjambres, quienes tenían miedo de ir a cualquier lugar si no era en grandes grupos. Todos estaban disfrazados de moscas con grandes ojos de insecto, que por lo menos era un acierto. Entre la multitud de disfraces no aparecían otros Crims, y Tally comenzó a preguntarse si no hubiesen faltado a la fiesta para no tener que votar por ella. Pensamientos paranoicos comenzaron a atormentarla, buscaba vislumbrar de vez en cuando a alguien

que acechaba en las sombras, medio escondido por la multitud, pero siempre allí. Cada vez que se daba vuelta, podía ver como se le perdía de vista entre la seda gris del disfraz. Tally no podía distinguir si era un chico o una chica. Esta figura estaba utilizando una mascara, algo miedosa y sin embargo hermosa al mismo tiempo, los ojos crueles de un lobo brillaban con las luces de la fiesta. La cara de plástico le hizo recordar a Tally un sentimiento doloroso, que duró un momento en irse. Y ahí se dio cuenta de lo que ese disfraz representaba: un agente de los Especialistas. Tally se recostó en una de las frías paredes de piedra, recordando las batas de seda gris que utilizaban los Especialistas, como también sus hermosas perfectas caras que les eran dadas. Esa visión hizo que su cabeza comenzara a dar vueltas, que era como siempre se sentía cuando recordaba sus días allá afuera. Ver ese disfraz aquí en Cuidad Nueva Belleza no tenía ningún sentido. Además de ella y Shay, casi nadie había visto un Especialista. Para la mayoría de las personas eran sólo rumores y leyendas urbanas, echándoles la culpa de todo aquello extraño que pudiera ocurrir. Los Especialistas se mantenían bien escondidos. Su trabajo era proteger la ciudad de amenazas provenientes de afuera, como soldados o espías de la época de Óxido, pero solo verdaderos criminales como Tally pura sangre los habían visto alguna vez. Y sin embargo, alguien había hecho un buen trabajo con ese disfraz. El o ella, debían de haber visto a un Especialista de verdad en algún momento. ¿Pero por qué estaba esa figura persiguiéndola a ella? Cada vez que Tally se daba vuelta, allí estaba, moviéndose con la gracia terrible y depredadora que recordaba de cuando la querían cazar en las ruinas de El Humo, en aquel horrible día que ellos se la llevaron para traerla de vuelta a la Ciudad. Sacudió su cabeza. Pensando que aquellos días le traían vagos recuerdos que no se correspondían. Los Especialistas no la habían cazado, por supuesto. ¿Por qué deberían? Ellos la habían rescatado, trayéndola de vuelta a casa después que ella había salido de la Ciudad para buscar a Shay. El pensamiento de los Especialistas siempre la dejaba dando vueltas, pero eso sólo era porque sus crueles caras estaban diseñadas para asustarte, del mismo modo que los Perfectos te hacían sentir bien. Quizás la figura no estaba persiguiéndola, quizás era más de una persona, alguna pandilla

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disfrazada del mismo modo y distribuida por toda la fiesta, que le hacía parecer como si solo hubiera uno de ellos persiguiéndola a ella. Esa idea era mucho menos alocada. Alcanzó a los otros y bromeo con ellos mientras buscaban por los demás Crims. Pero mientras Tally más pegaba un ojo a la figura que estaba entre las sombras, más se convencía que no era una pandilla. Siempre había exactamente uno, que no hablaba con nadie, siempre al acecho. Y la manera en que la figura se movía, tan graciosamente… Tally trató de calmarse, los Especialistas no tenían razones para buscarla. Y no tenía sentido que un Especialista fuera a la fiesta disfrazado de Especialista. Se forzó reír. Era probablemente alguno de los otros Crims que le estaba jugando una broma, quienes habían escuchado las historias de Tally y Shay miles de veces y sabían todo acerca de los Especialistas. Si era así, era totalmente vago vestirse así, ya que nadie sabía que eran. Mejor era ignorar al falso Especialista. Tally miró su propio disfraz, y se preguntó si la ropa de El Humo no estaría ayudando a asustarla. Shay había estado en lo cierto: el olor del viejo buzo hecho a mano, le recordó a los viejos tiempos fuera de la Ciudad, de trabajo arduo y fogatas en el campamento, que se sumaban a los recuerdos de las caras feas que todavía la despertaban en sueños gritando. Haber vivido en El Humo, le había dejado una marca a Tally. Nadie más había mencionado a la figura. ¿Estarían todos en conocimiento de la broma? Fausto continuaba preocupándose por sus brillos que se le iban a agotar antes de que los otros Crims lo pudieran ver. “Veamos si están en uno de las agujas” dijo. “Por lo menos los podemos llamar desde un verdadero edificio” Peris agregó. Shay bufó y se aproximo a la puerta más cercana. “Cualquier cosa por salir de este vago montón de piedras” Sin embargo la fiesta se estaba extendiendo más allá de las paredes de piedra. Shay los llevó hasta una aguja cualquiera, a través de un racimo de Peinados con pelucas, cada uno con su propio Enjambre, que en realidad eran micro-levantadores pintados de amarillo y negro con distintos diseños alrededor de sus cabezas. “Parece que no recibieron el mensaje correcto” exclamó Fausto pero Tally pudo darse cuenta que él estaba impresionado por sus disfraces. El brillo en su pelo se estaba esfumando, y la gente comenzaba a mirarlo preguntándose.

Desde adentro de la torre de la fiesta, Peris llamó a Zane, quien dijo que los Crims ya estaban arriba. “Bien pensado, Shay.” Los cuatro se metieron en el ascensor junto a un cirujano, y dos jugadores de jockey borrachos que trataban de jugar en sus skates. “Saca esa mirada nerviosa de tu cara, Tally-wa” dijo Shay, apretando su hombro. “Tu estarás dentro, sin problemas. A Zane le caes bien.” Tally trató de sonreír, preguntándose si eso fuese verdad. Zane siempre le estaba preguntando sobre los días de fea, pero eso lo hacía con todo el mundo, tratando de absorber las historias de los Crims con sus ojos dorados penetrantes. ¿Verdaderamente él creía que Tally pura sangre era algo especial? Era claro que alguien sí lo había pensado, ya que cuando las puertas del ascensor se cerraron, Tally pudo ver el disfraz de seda gris escurriéndose a través de la multitud. La mayoría de los otros Crims habían ido disfrazados de leñadores, vestidos con mantas escocesas, relleno en los músculos, sosteniendo cadenas de mentira y copas de Champaña. Había también carniceros, algunos fumadores, que habían hecho sus propios cigarros de mentira, y un verdugo cuya larga nariz le llegaba hasta el hombro. Zane, quien sabía mucho sobre historia, había ido disfrazado como el asistente de un dictador que no estaba tan fuera de moda, todos vestidos apropiadamente, y de manera burbujeante. Él se había hecho una cirugía para el disfraz, haciendo sus labios más delgados y los cachetes mas chupados, que lo hacían lucir parecido a un Especialista. Todos se rieron del disfraz de Peris, y trataron de volver a prender el de Fausto, pero sólo consiguieron quemar algunas chispas en su cabello, que estaba totalmente oloroso. Les tomó un momento darse cuenta y entender cuál era el disfraz de Tally y Shay. Pero pronto los demás Crims estaban haciendo cola para poder tocar las fibras del buzo hecho a mano y preguntando si les picaba (le picaba, pero Tally sacudió la cabeza) Shay se quedó cerca de Zane, y le llamó la atención para que notara su nueva cirugía. “¿Crees que están perfectos?” Ella preguntó. “Te doy cincuenta mil helenas” Respondió. Pero nadie lo notó. “Mil helenas son suficiente para lanzar un bote” Le explicó Zane, y los más viejos Crims se rieron. “Cincuenta es bastante.” Shay sonrió, el precio que había dicho Zane le iluminó la cara como la Champaña. Tally trató de mantenerse

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burbujeante, pero pensar en el disfraz del Especialista acechándola era muy mareador. Después de unos minutos, ella logró escapar hacia la aguja que había en el balcón de la fiesta, y poder llenar sus pulmones con aire fresco y frío. Algunos globos aerostáticos estaban siendo lanzados desde la aguja, los cuales se parecían a grandes lunas en el cielo. Los que estaban en los globos estaban lanzándose velas romanas los unos a los otros, riéndose de las llamas que gemían en la oscuridad. Luego uno de los globos comenzó a elevarse, y el gemido de uno de los que estaba allí dentro se escuchaba por encima del ruido de la fiesta, se trabó, cayendo sobre la aguja. Se levantó en un pequeño dedo de llama, y finalmente desapareció en la distancia. Si Shay no la hubiera presentado a los Crims, Tally pensó que habría sido como un globo. Ellos siempre se estaban alejando en la noche y luego aterrizando el algún lugar remoto, llamando un auto que los fuera a buscar desde algún suburbio distante o incluso fuera de los límites de la Ciudad. Mirar hacia el río, en la oscuridad donde se encontraba la Ciudad de los Feos, hacía sentir a Tally que todo daba menos vueltas. Era extraño. Su tiempo en las afueras era muy difuso, pero Tally podía recordar perfectamente ser una joven fea, mirando las luces de Ciudad Nueva Belleza desde la ventana de su dormitorio y muriendo por cumplir dieciséis. Ella siempre se había imaginado como sería estar del otro lado, en alguna torre alta, con fuegos artificiales alrededor de ella, rodeada de perfectos y siendo ella una perfecta también. Pero por supuesto, la Tally de esas fantasías hubiera estado vestida con un vestido que la hacía ver como una pelota, no un buzo de lana y pantalones de trabajo, y por supuesto su cara cubierta de mugre. Ahora deseaba que Shay no hubiera encontrado el buzo esa noche. Tally quería del humo de detrás, y escapar de todos esos recuerdos en donde se escapaba y se escondía, y sobre todo se sentía como una traidora. Ella odiaba mirar a cada segundo hacía las puertas del ascensor, preguntándose si la persona disfrazada de Especialista la habría seguido hasta allí. Ella quería sentirse perteneciente a un lugar, y no tener que esperar hasta que un nuevo desastre ocurriera. Quizás lo que Shay pasaba repitiendo, era verdad, y la votación de esa noche solucionaría todo. Los Crims, era una de las pandillas más unidas en toda Ciudad Nueva Belleza. Para

ingresar, debían votar por ti, y una vez que te convertías en Crim, siempre tendrías amigos a los que acudir, fiestas a las que asistir, y divertidas conversaciones. No más escapadas para Tally. La única manera de entrar, era haber sido escurridizo en sus tiempos de feos, con buenas historias para contar acerca de sus escapadas y trasnochadas fuera de la ciudad. Los Crims, eran Perfectos que no se habían olvidado de lo que era ser un feo, quienes todavía se divertían de las bromas y los trucos criminales que hacían que la Ciudad de los Feos, hubiera sido burbujeante, en su propia manera. “¿Cuánto le pagarías a la vista?” Era Zane, quien de repente se encontraba al lado de ella, mirando hacía la oscura uniformidad antigua. “¿Pagar?” “¿Cien mil helenas? ¿Cincuenta mil? ¿Quizás una helena entera?” Tally respiró, mirando hacia abajo, al oscuro rio. “No pagaría. Es la Ciudad de los Feos, después de todo”. Zane rió entre dientes. “Sin embargo Tally, no hay necesidad de ser descortés con nuestros hermanos y hermanas feos. No es su culpa que no puedan ser Perfectos como tú.” Con su mano, acomodó un cabello de Tally hacía atrás de su oreja. “No son ellos, es el lugar. La ciudad de los Feos es una prisión”. Las palabras se sintieron extrañas en su boca, demasiado serias para una fiestera. Pero a Zane no pareció importarle. “Tu escapaste, ¿No es así?” Dijo mientras acariciaba el buzo de extrañas fibras, como habían hecho los demás. “¿Era El Humo mejor?” Tally se preguntó si él buscaba una respuesta verdadera. Se sentía nerviosa por decir algo que le jugara en contra. Sí Zane pensaba que Tally estaba perdiendo votos la echarían sin importar lo que Shay y Peris le habían prometido. Ella levantó su mirada para encontrar los ojos de él, los cuales eran de un color dorado metálico, que reflejaban los fuegos artificiales como pequeños espejos, y algo había en ellos que hacía llamar la atención de Tally. No era simplemente la perfección natural, pero algo que se sentía serio, como sí la fiesta que estaba a su alrededor hubiera desaparecido. Zane siempre la escuchaba extasiadamente cuando se trataba de historias acerca de El Humo. Él ya las había escuchado todas, pero quizás existía algo más que él quería saber. “La noche antes de mis dieciséis, me fui.” Ella dijo. “Por lo tanto no estaba escapando de La ciudad de los feos, exactamente.” “Eso es cierto.” Zane la

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liberó de su mirada penetrante, y dirigió su mirada hacía el otro lado del rio. “Tú estabas escapando de la cirugía.” “Yo estaba siguiendo a Shay. Debía quedarme como fea para poder encontrarla.” “Para rescatarla” agregó él, posando sus dorados ojos en ella otra vez. “¿Era esa la verdadera razón?” Tally asintió con mucho cuidado, ya que todavía le daba vueltas la Champaña de la noche anterior. O la de esta noche. Ella miró hacía su copa que estaba vacía, y se preguntó cuantas copas había bebido. “Era algo que debía hacer” y mientras decía esas palabras, Tally supo que no sonaban convincentes. “¿Los Especialistas?” Preguntó Zane, mientras sonreía. Las cejas de Tally se levantaron. Se pregunto qué trucos habría hecho Zane en sus días de feo. Él nunca contaba muchas historias. Y sin ser mucho más grande que ella, Zane parecía nunca tener que probar que era un verdadero criminal, él simplemente lo era. Incluso con sus delgados labios, debido a la cirugía de disfraz, era hermoso. Su cara había sido esculpida en más extremas formas que la mayoría, como si los doctores hubieran querido llevar la Perfección a otro extremo. Sus pómulos eran puntiagudos como flechas debajo de su piel, y sus cejas arqueadas en extremo cuando estaba contento. Tally vio con claridad que si alguna de sus características hubieran sido movidas unos milímetros, luciría horrible, y sin embargo al mismo tiempo era casi imposible imaginarse que alguna vez fue feo. “¿Alguna vez estuviste en las Ruinas?” ella preguntó. “¿Antes cuando eras...más joven?” “Casi todas las noches del invierno pasado” “¿En invierno?” “Me encantan las Ruinas cuando están cubiertas de nieve.” “Hace que las puntas estén más suaves, sumando mega helenas a la vista” “Sí...” Tally recordó cuando viajaba a través de la selva en pleno otoño, y lo frío que era. “Parece totalmente frío” “Nunca podía encontrar alguien que quisiera ir conmigo” sus ojos se estrecharon “cuando tú hablas acerca de las Ruinas, nunca mencionas haber conocido a nadie” “¿Conocer a alguien?” Tally cerró sus ojos, encontrándose perdida. Se inclinó contra la baranda del balcón y tomó aire. “Sí” respondió él. “¿Alguna vez conociste alguien?” La copa de Champaña vacía, resbaló su mano y cayó en el vacío. “Mira hacia abajo” Murmuró Zane, con una sonrisa en sus labios. El

tintineo de la caída, subió desde la oscuridad, una risa sorpresiva se extendió desde ahí como lo hacen las ondas cuando se tira una piedra al agua. Suena como a miles de kilómetros de distancia. Tally tomó otras bocanadas de aire de esa noche fría, tratando de mantener la compostura. Su estomago estaba dando volteretas. Era muy vergonzoso ponerse en ese estado, a punto de vomitar el desayuno después de tomar una miserable copa de Champaña. “Esta bien, Tally” Susurró Zane “Sólo déjate ser burbujeante” Tally comprendió cuán vago era eso, que te digan que permanezcas divertida. Pero incluso a través de su cirugía de disfraz, la mirada de Zane se había suavizado como si de verdad quisiera que ella se relajara. Ella le dio la espalda a las últimas gotas, agarrándose de la baranda con ambas manos. Shay y Peris también se encontraban en el balcón ahora, encontrándose rodeada de sus nuevos amigos Crims, protegida y parte del grupo. Pero ellos la miraban con cuidado también. Quizás todos estaban esperando algo especial de ella esa noche. “Nunca vi a nadie allí fuera” Dijo Tally, “Se suponía que alguien iba a venir, pero nadie lo hizo” Ella no pudo escuchar la respuesta de Zane. El acechador había aparecido otra vez, a través de la multitud, erguido y mirando derecho hacía ella, los ojos de la máscara parecían reconocer su mirada por un momento, entonces la figura se dio vuelta y se escabullo a lo largo de las batas blancas de los disfraces del Comité de Perfectos, desapareciendo detrás de gigantescas caras de todos los Perfectos. Y después de todo, Tally se dio cuenta que era algo muy vago, así que se abrió paso a través de Zane y de la multitud porque no había manera de que pudiera recomponerse esa noche hasta que no supiera quién era esa persona, Crim o Especialista o quienquiera que fuera. Ella necesitaba saber por qué alguien estaba actuando como un Especialista delante de ella. Tally gateó entre las batas blancas y rebotó como una pelota de pinball entre una pandilla de trajes gordos, sus barrigas suavemente forradas la hacían girar en círculos. Voló hasta un grupo de jockey, que tambalearon en sus skates. Vistazos de seda gris burlaban a Tally que se encontraba detrás de él, mientras corría. Pero la multitud era mucha y en constante movimiento, y para el momento que llegó hasta la columna central de la aguja, la figura había desaparecido.

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Mirando hacía las luces de debajo de las puertas del elevador, pudo ver que estaba subiendo, no bajando. El falso Especialista estaba todavía allí, en algún lugar de la aguja. Y entonces Tally notó la puerta que daba a las escaleras de emergencia, de rojo vivo y plastificadas con señales, de que una alarma sonaría si se abría. Miró hacía su alrededor, todavía no encontraba a la figura gris. Quienquiera que fuera tenía que haber escapado escaleras abajo. Las alarmas podían apagarse, ella lo había hecho ese truco varias veces cuando era una fea. Tally pudo alcanzar la puerta, su mano temblaba. Si una sirena comenzaba a sonar, todos la mirarían a ella y susurrarían mientras los vigilantes llegaban y evacuaban la torre. Sería un final verdaderamente burbujeante como Crim. Algún Crim, ella pensó. Ella sería una perfecta vaguedad de criminal si no podía desactivar la alarma de vez en cuando. Empujó la puerta y la abrió. No emitió ningún sonido. Tally trepó las escaleras. La puerta que se había cerrado detrás de ella, calmaba los sonidos tumultuosos de la fiesta. Y en el repentino silencio, ella podía sentir su corazón latiendo en su pecho, y podía escuchar su propia respiración, todavía entre cortada por la persecución. El ritmo de la música parecía escabullirse por debajo de la puerta, haciendo que el piso de concreto retumbara. La figura estaba sentada en las escaleras, solo unos escalones arriba. “Tú lo hiciste” Era la voz de un chico, desconocida detrás de la máscara. “¿Hice qué?” “¿Esta fiesta?” “No Tally, pasaste la puerta” “No estaba exactamente trancada” Ella trataba de mirarlo a pesar de las joyas que estaban en la máscara. “¿Quién eres?” “¿No me reconoces? Él sonaba genuinamente confundido, como si fuera un verdadero amigo, alguien que usaba una máscara todo el tiempo. “¿Cómo luzco? Tally tragó saliva y dijo suavemente, “Los Especialistas” “Que bien que lo recuerdes.” Tally pudo escuchar la sonrisa en su voz. Él hablaba lentamente y con cuidado, como si ella fuera una especie de idiota. “Claro que me acuerdo. ¿Eres tú uno de ellos? ¿Te conozco?”. Tally no podía recordar a un Especialista en particular, en su memoria, sus rostros estaban todos mezclados en uno cruel y bastante difuso. “¿Por qué no echas un vistazo? La figura no hizo movimiento alguno

para sacarse la máscara. “Adelante, Tally.” De repente, Tally se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo allí. Acordándose de lo que la costumbre quería decir, perseguirlo a través de la fiesta, desactivando la alarma de la puerta-todo eso había sido una prueba. Algún tipo de reclutamiento. Él estaba allí, preguntándose si ella sería capaz de quitarle la máscara. Tally estaba cansada de las pruebas. “Sólo mantente alejado de mí” ella dijo. “Tally” “Yo no quiero trabajar para los Especialistas. Yo sólo quiero vivir aquí, en Ciudad Nueva Belleza” “Yo no soy...” “! Déjame tranquila!” Ella gritó, apretando sus puños. Ellos hicieron eco en las paredes de concreto, dejando un momento de silencio, como si los hubiera sorprendido a ambos. La música de la fiesta se escurría por las escaleras, amortiguada y tímida. Finalmente, una mirada vino desde la máscara, él estaba sosteniendo una bolsa de piel. “Tengo algo para ti. Sí tu estas lista para esto, ¿La quieres, Tally?” “Yo no quiero nada que provenga de...”La voz de Tally se esfumó. Los lentos sonidos, suavemente provenientes desde debajo de ellos. No era de la fiesta. Alguien venía subiendo las escaleras. Los dos se movieron al mismo tiempo, asomándose por encima de las estrechas escaleras. Un largo camino hacia abajo, Tally pudo ver flashes de seda gris y manos que raspaban la baranda, media docena de personas subiendo las escaleras increíblemente rápido, sus pasos eran apenas escuchados sobre la música. “Nos vemos luego” Dijo la figura. Tally parpadeo. Él la empujó a un lado, asustado por ver a verdaderos Especialistas. Entonces, ¿quién era él? Antes de que sus dedos llegaran a alcanzar el pestillo, Tally le sacó la máscara de su cara. Él era un feo. Un verdadero feo. Su cara no era para nada parecida a las de los que estaban disfrazados de gordos, hechos para la fiesta, con sus grandes narices o saltones ojos. No eran rasgos exagerados lo que lo hacía distinto, era todo, como si hubiera sido hecho de una sustancia totalmente diferente. En esos segundos, la vista perfecta de la bella Tally, pudo captar cada poro, su pelo desordenado por casualidad, el desequilibrio de su desarticulada cara. La piel de ella se arrastró hasta la de él, los mechones de barba adolescente, sus dientes que no habían pasado por una cirugía, las erupciones que había en su frente que gritaban enfermedades. Ella quería distanciarse, poner una distancia entre

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ella y su desafortunada, sucia y no saludable fealdad. Pero de alguna manera, ella supo su nombre... “¿Croy?, Ella dijo. “Después Tally.” Dijo Croy, tomando otra vez su máscara. De un tirón abrió la puerta, y el ruido de la fiesta se coló por las escaleras mientras él se lanzaba sobre ella, la seda gris de su traje desapareció entre la multitud. Tally se quedó allí, mientras la puerta se volvía a cerrar, demasiado impresionada como para moverse. Como su viejo buzo, ella había recordado la fealdad de manera equivocada. La cara de Croy era mucho peor de la imagen mental de los de El Humo. Su sonrisa curvada, sus ojos embotados, y la manera en que su piel sudorosa tenía rojas marcas de cuando la máscara había apretado su cara... Pero luego la puerta se cerró, y a través de los ecos, Tally pudo escuchar los pasos que todavía subían hacía ella, verdaderos Especialistas, y por primera vez en el día, un pensamiento claro pasó por su cabeza. Corre Ella abrió la puerta y se metió entre la multitud. El ascensor estaba abriendo sus puertas, y Tally arremetió hacía una pandilla de enyesados naturales, con hojas de los últimos días de otoño que eran amarillas y rojas, las cuales se movieron mientras ella pasaba por al lado. Ella se mantuvo caminando-el piso estaba pegajoso por la champaña desparramada-y captó una mirada de la seda gris. Croy se encontraba yendo hacía el balcón donde se encontraban los Crims. Ella se fue detrás de él. Tally no quería que nadie estuviera acechándola, inmiscuyéndose en sus fiestas, enredando sus memorias cuando ella necesitaba ser burbujeante. Ella tenía que alcanzar a Croy y decirle que nunca más la siguiera. Esto no era la Ciudad de los Feos ni siquiera El Humo, él no tenía derecho de estar allí. El no tenía nada que ver con ella en sus días de fea. Y había otra razón para conocer, los Especialistas. Había necesitado una simple mirada de ellos para que cada fibra de su cuerpo se pusiera alerta. Su velocidad inhumana le hacía detestarlos, era como mirar una cucaracha atravesar un plato. Los movimientos de Croy parecían inusuales, su humeante confianza, al estar parado enfrente a una fiesta llena de perfectos, era distinta a los especialistas que eran una especie aparte. Tally llegó al balcón justo a tiempo para ver a Croy escabullirse por la baranda, sacudiendo sus brazos por un momento. Luego recuperó su

equilibrio, doblo sus rodillas, y se fue en la noche. Ella corrió hasta la luz y se inclinó. Croy estaba dando volteretas, pero se encontraba fuera de vista, su cuerpo había sido tragado por la oscuridad. Y después de un momento volvió a aparecer, la gris seda alcanzando una luz de los fuegos artificiales, mientras él daba saltos cruzando el rio. Zane se quedó a un lado de ella, mirando hacia abajo. “Hmm la invitación no decía que había que utilizar chaquetas de salto.” Él murmuro. “¿Quién era ese, Tally?” Ella abrió la boca, pero la alarma comenzó a aullar. Miró a su alrededor y vio la multitud que había en la fiesta. El grupo de los Especialistas estaba en la puerta que daba a las escaleras, abriéndose paso ante los confundidos nuevos perfectos. Sus crueles caras no estaban disfrazadas más de lo que había estado la de Croy, y ellos estaban tan sorprendidos de ver los ojos del grupo de los Lobos, y su avance, con un gran sentido y peligroso como cazar gatos, hacía que su cuerpo gritara para mantenerse corriendo. Al otro extremo del balcón, ella pudo ver a Peris, de pie congelado al lado de la baranda, atontado por el espectáculo. Sus chispas se estaban esfumando, al fin, peor la luz de su chaqueta de salto, brillaba en un verde claro. Tally lo empujó a través de los otros Crims, juzgando por el ángulo, sabía exactamente cuándo saltar. Por un momento, el mundo se convirtió extrañamente claro, como sí el lado de la fealdad de Croy y los crueles Especialistas perfectos, hubieran removido alguna barrera entre ella y el mundo. Todo era brillante y duro, los detalles tan filosos que Tally se encogió por el viento tan helado. Le pegó a Peris, sus brazos agarraban sus hombros, y en ese momento los levantó a los dos sobre la baranda del balcón. Se salieron de la luz y se encontraron con la oscuridad. El disfraz de Peris, se iluminaba por una última vez, las chispas saltaban de la cara de ella tan frías como copos de nieve. Él estaba riéndose y gritando a medias, como asegurando una molesta pero vigorosa broma. A mitad de camino se le ocurrió a Tally, que la chaqueta de salto podría no sostenerlos a los dos. Ella apretujó con más fuerza, y escuchó como Peris gruñía cuando los levantadores comenzaron a subir. La chaqueta lo tironeo, casi tironeando los hombros de Tally desde sus calcetines. Sus músculos todavía eran poderosos de las semanas de trabajo artesanal que se hacía en El Humo, por el

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contrario la cirugía los había puesto a punto, pero ella apenas podía mantenerse agarrada, mientras la chaqueta absorbía toda la velocidad de su caída. Sus brazos se deslizaron aún más abajo, hasta la cintura de Peris, sus dedos, dolorosamente se sostenían de las correas de la chaqueta. Debido a que estaban llegando hasta una parada, Tally pudo sentir el pasto, y se soltó. Paris cayó después, su rodilla alcanzó la frente de Tally, y la mandó, tambaleándose hacia atrás, en la oscuridad. Ella había perdido la práctica, y aterrizó en las hojas que crujían debajo de ella. Por un momento Tally se quedó quieta. La pila de hojas olían suavemente a tierra y raíces, como algo viejo, algo cansado. Ella pestañó, ya que había algo cayendo sobre sus ojos. Quizás estaba lloviendo, miró hacia arriba, a la torre de la fiesta y al globo aerostático, pestaño y recupero el aliento. Ella podía reconocer algunas figuras que se asomaban por el balcón, diez pisos por encima. Tally se preguntaba si alguno de ellos era un Especialista. Peris había desaparecido. Ella recordaba cuando saltaban, siendo feos, como las chaquetas podían cargarte y llevarte hacía debajo de un tirón. Él debía de haber rebotado hacia el rio después de Croy. Croy...ella quería poder decirle algo. Tally luchó por ponerse de pie y mirar hacia el rio. Su cabeza latía, pero la claridad que le había llegado desde que se había lanzado del balcón, no se había esfumado. Su corazón explotaba como lo hacen los fuegos artificiales cuando iluminan el cielo, de un rosado claro, y de repente sombras en los árboles, cada hoja de césped, estaba en un filoso alivio. Todo se sentía muy real, su intensa revolución al ver la cara fea de Croy, su miedo hacia los Especialistas, las formas y olores que la rodeaban, se sentía como sí una pequeña película se había pegado en sus ojos, dejando al mundo a un lado. Ella corrió colina abajo, hacía el espejo que mostraba el rio y la oscuridad de la Ciudad de los Feos. “Croy!” ella llamó entre sollozos. La flor rosa que estaba en el cielo desapareció, y Tally se tropezó con las raíces de un viejo árbol. Ella tropezó hasta una parada. Algo estaba brillando entre la oscuridad. “¿Croy?” Los fuegos artificiales habían dejado manchas verdes en su visión. “¿Tú no te rindes, no?” Él se encontraba en el rio, con los pies buscando un equilibrio, luciendo bastante cómodo. Sus sedas grises habían sido remplazadas con una campera negra, y su cruel mascara de

perfecto estaba desechada. Detrás de él, dos figuras rodaron, feos más jóvenes, usando uniformes de universidad, lucían nerviosos. “Yo quería...”Su voz se apagó. Ella quería poder decirle que se vaya, y la dejara sola. Quería gritarle. Pero todo era mucho más claro e intenso...lo que ella quería ahora era poder mantener ese foco de claridad. La invasión de Croy en su mundo, era parte de eso, de alguna manera sabía. “Croy, ellos ya están viniendo”. Dijo uno de los jóvenes feos. “¿Qué es lo que quieres Tally?” él pregunto calmadamente. Ella pestaño, sin entender, preocupada por el hecho de que si decía algo equivocado, la claridad se podía ir, y la barrera se cerraría otra vez. Ella recordaba lo que él le había ofrecido en las escaleras. “¿Tienes algo para darme?” Él sonrió, y sacó de su abrigo algo, “¿Esto? Sí, creo que estas lista para esto, sólo hay un problema, no debes tomarlo de mi todavía. Los Vigilantes ya están viniendo, quizás los Especialistas.” “Sí, en unos 10 segundos.” Se quejó uno de los feos. Croy lo ignoró. “Pero te lo dejaremos en Valentino 317. ¿Puedes recordarlo? Valentino 317.” Ella asintió con la cabeza, y después pestañó otra vez. Su cabeza se sentía liviana. Croy frunció el ceño. “Eso espero” Dio vuelta con su tabla con un movimiento, y los otros dos feos lo siguieron. “Hasta luego, y perdón por lo de tus ojos.” Ellos se desvanecieron en la oscuridad del rio, yéndose en tres distintas direcciones. “¿Perdón sobre mí qué?” Ella preguntó suavemente. Y luego Tally se encontró pestañando otra vez, su visión era muy borrosa. Levantó su mano para tocarse la frente. Sus dedos estaban pegajosos, oscuras manchas chorrearon por su palma, ella se quedó mirando fijamente y enmudeció. Finalmente comenzó a sentir el dolor, su cabeza latía al mismo tiempo que su corazón. El choque con la rodilla de Peris, parecía haber lastimado la frente de ella. Sus dedos lograron rastrear una línea de sangre que goteaba alrededor de su frente y bajaba hasta su mejilla, tan calientes como lagrimas. Tally se sentó en el pasto, sintiéndose mareada de pronto. Los fuegos artificiales iluminaban el cielo otra vez, haciendo que la sangre en su mano se viera de un rojo brillante, cada gota era un pequeño espejo, que reflejaba las explosiones sobre su cabeza. Ahora, había autos con alas en el cielo, muchos

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de ellos. Tally sintió que algo se le escapaba mientras sangraba, algo que ella había querido tener... “Tally” Al mirar hacia arriba, vio a Peris, quien se reía entre dientes mientras subía la colina. “Eso no fue un movimiento muy perfecto que digamos, Tally. Yo casi me lastimó con el rio!” Dijo Peris, mientras hacía la mímica de que se estaba ahogando, mientras se resbalaba en el agua. Ella se encontró riéndose de su actuación, era raro como se volvía a convertir en una chica burbujeante ahora que Peris estaba allí con ella. “¿Cuál es el problema? ¿Es que no sabes nadar?” Él se rió y se tiró sobre el pasto detrás de ella, mientras peleaba con las correas de su chaqueta de salto. “No estoy vestido apropiadamente” Dijo mientras se frotaba un hombro. “Además...se me pegaron al cuerpo” Tally trató de recordar porque saltar de la torre le había parecido una buena idea, pero el ver su propia sangre la había dejado perdida, y lo único que quería era dormir. Todo era tan duro y pequeño. “Lo lamento” “Sólo avísame la próxima vez” Los fuegos artificiales explotan otra vez sobre sus cabezas, y Peris la miró detenidamente, hermosamente confundido. “¿Y esa sangre?” “Oh, sí. Tu rodilla me pegó cuando saltaste. ¿No es eso vago?” “La verdad que no es muy perfecto que digamos.” Él la alcanzó y apretó su brazo con suavidad. “No te preocupes Tally. Llamaré a un auto, hay toneladas esta noche.” Pero uno ya estaba viniendo. Pasó silenciosamente sobre ellos, con las luces encendidas, haciendo que el pasto se viera con un tinte rojo. Un foco de luz los apuntó. Tally suspiró, dejando que el brillo desconfortable, se llevara todo. Ella se dio cuenta en ese momento las razones por las cuales ese día había sido tan vago. Había estado tratando con demasiado empeño, preocupada por como los Crims votarían, como debería vestirse, demasiado preocupada y sería cuando tendría que haber sido divertida. Con razón, los que se habían colado a la fiesta, la habían llevado hasta el borde. Pero todo está bien ahora. Con los feos y los malos perfectos fuera de la vista, y con Peris allí para cuidarla, un sentimiento de tranquilidad se apoderó de ella. Era graciosos como una patada en su cabeza la había dejado confundida por unos momentos, incluso había hablado con esos feos como si realmente importaran. El auto con alas, aterrizó cerca de ellos, y dos

vigilantes saltaron del auto. Uno de ellos traía un botiquín de primeros auxilios en su mano. Quizá mientras ellos le curaban su cabeza, Tally pensó que podría conseguir que le hicieran una cirugía en sus ojos como la de Shay. No exactamente la misma, que no sería divertido, pero de alguna manera una que pudiera combinar. Ella miró hacía uno de los vigilantes, que tenía la cara de un perfecto, calmo y sabio, sabiendo cada cosa que hacía. La cara de preocupación que ambos tenían, hacía que Tally se sintiera menos avergonzada, por tener su rostro cubierto de sangre. Gentilmente la llevaron hasta el auto y colocaron nueva piel en la herida, dándole una pastilla para que no se inflamara. Cuando ella preguntó por los hematomas, ellos se rieron y le dijeron que la cirugía se ocuparía de eso. Nunca más tendría moretones. Y debido a que era una herida en la cabeza, ellos le dieron a Tally un examen neuronal, mostrándole un señalador rojo y negro, una y otra vez, para ver el movimiento de sus ojos. Ese test parecía bastante tonto, pero los vigilantes le dijeron que probaba que ella no tuviera ninguna contusión, o daño en el cerebro. Peris les contó una historia, de cuando él había atravesado una puerta de vidrio en la Mansión de Lillian Russel, y había tenido que quedarse despierto o se podía morir, y todos estallaron en carcajadas. Luego los vigilantes hicieron algunas preguntas sobre los feos que habían llegado desde el rio, los cuales supuestamente habían causado todos esos problemas. “¿Ustedes los conocían?” Tally suspiró, no quería tener que hablar sobre ello. Era muy vergonzante ser la razón por la que los feos habían estado allí. Pero eran, al final de todos perfectos, y no podría vedarlos tan fácilmente. Ellos siempre sabían, lo que ellos estaban haciendo, y no sería inteligente decir una mentira directamente en sus caras, tan calmas, autoritarias. “Sí, creo que recuerdo a uno de ellos, Croy.” “¿Él era de El Humo, no Tally?” Ella asintió, sintiéndose estúpida al usar la ropa de El Humo, que ahora estaba cubierta de polvo y sangre. Era culpa de la Mansión de Valentino, que había cambiado el código para vestirse. No había nada más vago que seguir disfrazado luego de haberte ido de la fiesta. “¿Sabias lo que quería Tally? ¿Por qué estaba aquí?” Ella miró a Peris en busca de ayuda. Él estaba escuchando atentamente cada palabra, con sus ojos bien abiertos. Eso la hizo

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sentir importante. Se encogió de hombros. “Sólo eran trucos de feos. Tratando de lucirse delante de sus amigos, probablemente.” Lo cual sonaba vago. Croy no vivía en La Ciudad de los Feos, después de todo. Él era de El Humo y se quedaba en lo salvaje, entre las ciudades. Los otros dos que se encontraban con él, podían ser sólo niños de la ciudad que querían hacer algún truco, pero Croy definitivamente, tenía un plan. Pero los vigilantes, sólo asintieron y sonrieron, creyéndole. “No te preocupes, no ocurrirá otra vez. Te echaremos un ojo para asegurarnos de que no suceda.” Ella les devolvió a sonrisa, y ellos la llevaron de vuelta a casa. Cuando Tally llegó hasta su habitación, había un llamado de Peris, quien había regresado a la fiesta. “¿Adivina qué?” él grito. El sonido de la multitud se mezclaba con las palabras, haciendo que Tally deseara haber vuelto a la fiesta, incluso con la piel nueva que le habían colocado. Frunció el ceño mientras se tiraba sobre la cama, y el mensaje continuaba. “Cuando volví, los Crims ya habían votado. Creyeron que era totalmente burbujeante que verdaderos Especialistas estuvieran en la fiesta, y nuestra zambullida en el rio, nos dio seiscientas mil helenas, de Zane. Eres toda un Crim, nos vemos mañana. Ah sí, y no te borres esa cicatriz hasta que todos la hayan visto. Mejores amigos para siempre.” Cuando el mensaje termino, Tally sintió que la cama daba vueltas. Cerró sus ojos y soltó un largo y lento suspiro de alivio. Finalmente, era una Crim de carne y hueso. Todo lo que había querido se había hecho realidad, era perfecta y vivía en Ciudad Nueva Belleza con Peris y Shay y una tonelada de nuevos amigos. Todos los desastres y terrores del año pasado, haber escapado de El Humo, vivir en la Ciudad Oxido, viajando de vuelta a la ciudad por lo salvaje, de alguna manera todo había dado resultado. Era tan maravilloso, y Tally estaba tan exhausta, que creerlo tomó un tiempo. Volvió a escuchar el llamado de Peris varias veces, luego se sacó el oloroso buzo de El Humo, con sus manos temblorosas, y lo tiró en una esquina. Mañana haría que el Agujero reciclara el buzo. Tally se recostó y miro al techo por un momento. Un llamado de Shay sonó, pero ella lo ignoró, poniendo su anillo de comunicación en silencio. Con todo tan perfecto, la realidad parecía, de alguna manera, muy frágil, como sí la menor interrupción, pudiera impedir su perfecto futuro. Su cama, la

Mansión Komachi, e incluso la ciudad alrededor de ella, todo eso parecía tenue, como una burbuja, vacía. Probablemente fuera el golpe en su cabeza, que le causaba esa sensación de rareza, un sentimiento de pérdida, que opacaba su alegría. Sólo necesitaba una buena noche para dormir, y con suerte no tendría una resaca al otro día, y todo podría sentirse firme otra vez, tan perfecto como en verdad lo era. Tally se durmió unos minutos después, feliz de ser una Crim. Pero sus sueños fueron totalmente distintos. Allí se encontraba esa hermosa princesa. Estaba encerrada en una de las torres más altas, una con paredes de piedra, que la hacían fría, habitaciones vacías que no podían hablar. No había ningún ascensor, ni siquiera escaleras de emergencia, por lo tanto, se preguntó la princesa Tally, como había llegado hasta allí. Pero ahí se encontraba, en la cima. No tenía chaquetas de salto. La torre se encontraba custodiada por un dragón. Sus ojos mostraban que estaba hambriento, sus rasgos eran crueles, y se movía con una rapidez tan impresionante, que a Tally se le hacía un nudo en el estomago. Incluso soñando, ella pudo reconocer lo que el dragón era. Era cruel, perfecto, especialista, e incluso un montón de ellos, se juntaban en una sola seda gris de serpiente. Pero no se puede tener este sueño y que no haya un príncipe. Él se hizo paso a través del dragón, arrastrándose por las grietas de las antiguas paredes de piedra, para poder sostenerse con sus dedos, no hubo tanta matanza. Él, escaló la torre con bastante facilidad, mostrando sólo una mirada de entusiasmo hacía el dragón, que se había distraído con la llegada de ratas que jugaban alrededor de sus garras. El príncipe pudo entrar a través de una ventana de piedra, y le dio un beso a su princesa, el cual la despertó, y así terminó la historia. Volver a bajar y pasar por el dragón, no pareció un gran problema, ya que era un sueño, no una película, ni siquiera un cuento de hadas, y este sueño terminaba con un gran beso, un clásico final feliz. Excepto por una cosa. El príncipe, era totalmente feo. Tally despertó y la cabeza le palpitaba. Al ver su reflejo en el espejo de la pared, pudo recordar que el dolor de cabeza no era sólo una resaca. Y descubrió que haber recibido una patada en la cabeza, no era algo de perfectos. Y como los vigilantes le habían advertido, la piel nueva, que estaba por encima de sus ojos, se había

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convertido en un rojo furioso. Debería ir a una oficina de cirugías, para que le quitaran la cicatriz. Pero decidió no arreglársela todavía. Como Peris le había dicho, realmente parecía digno de un verdadero criminal. Sonrió al recordar su nuevo status. La cicatriz era perfecta. Tenía una montaña de llamados de otros Crims, borrachas felicitaciones, y reportes de otros comportamientos salvajes a medida que la fiesta siguió (aunque ninguno era tan divertido como ella saltando de la torre con Peris). Tally escuchó los mensajes con sus ojos cerrados, buscando el ruido de la multitud en la distancia, encantándole cuan conectada estaba con los otros, incluso cuando se había ido antes. Eso era lo que quería decir ser aceptada en una pandilla: saber que tenías amigos sin importar lo que hicieras. Zane le había dejado tres mensajes, de todos, en el último le preguntaba sí quería desayunar con él esa mañana. El no sonaba tan borracho como el resto, por lo tanto era muy probable que ya estuviera despierto. Lo llamó, y en seguida contesto. “¿Cómo estás?” “Sin cara” ella contestó “¿Peris te contó como mi cabeza se lastimó?” “Sí me contó, realmente estabas sangrado?” “Mucho.” “Woaw” La voz de Zane, respiraba en su oreja, su usual calma ahora parecía agobiada. “Buena caída, aunque me alegra que no hayas...tu sabes, muerto.” Tally sonrió “Gracias” “Pudiste leer algo sobre lo raro de la fiesta?” Habían nuevos llamados en los mensajes de Tally, pero no había querido leerlos. “¿Qué sucedió?” “Alguien entró al mail ayer y envió invitaciones a la fiesta, ese alguien fue quien cambió el código de vestimenta por disfraces. Todos en el comité de la mansión pensaron que había sido alguien más de ellos, así que todos siguieron la corriente. Pero nadie en verdad sabe quien envió ese mensaje. Raro no?” Tally parpadeó, y la habitación se le fue de vista. Estaba mareada. El mundo parecía girar alrededor de ella, como si estuviera adentro del estómago de algo más grande que se encontraba fuera de control. Sólo los feos hacían esas cosas, como infiltrarse en los mail. Y sólo podía pensar en una persona que hubiera querido convertir la fiesta en una de disfraces, Croy con su cruel máscara de perfecto y sus extrañas ofertas. Y eso quería decir, que todo lo ocurrido estaba relacionado con ella. “Eso es totalmente vago, Zane” “Totalmente, ¿Tienes hambre?” Ella asintió, sintiendo que su

cabeza le dolía otra vez. Por la ventana podía ver como las torres de la mansión Garbo, florecían, altas y espléndidas. Tally se quedó mirándolas, como si su mirada fuera a arreglar que el mundo dejara de girar. Debía dejar de pensar en ello, no todo era sobre ella, después de todo. Podía haber sido un truco sin sentido de los feos, o alguien del comité de la fiesta de Valentino que hubiera perdido la razón. Pero incluso sí todo hubiera sido un simple malentendido, Croy debía haber armado ese disfraz desde antes. En las Ruinas y en lo salvaje, en donde las personas de El Humo se escondían, no había agujeros en las paredes, cada uno debía hacer sus propias cosas, que llevaban tiempo y esfuerzo, y Croy no había elegido cualquier disfraz... Tally recordó aquellos ojos y sintió pánico. Quizás comer la haría sentirse mejor. “Sí, estoy hambrienta, así que desayunemos.” Se encontraron en el parque de Derzel, un precioso jardín que se encontraba alrededor del centro de la Cuidad Nueva Belleza, camino hacia la Mansión de Valentino. La Mansión, por su parte, se encontraba escondida entre los árboles, pero la torre de transmisión en la cima, era visible, la bandera tradicional de Valentino, se movía con el frío viento. En el jardín, el desorden de la noche anterior había sido, prácticamente resuelto, excepto por algunas cosas que habían quedado de la fogata. Un robot de mantenimiento limpiaba un circulo de cenizas, llevando la tierra hasta allí, con cuidadosos movimientos de sus agarres, desparramaba semillas sobre los lugares que la tierra se había chamuscado. La sugerencia de Zane, de hacer un picnic, hizo que Tally levantara sus cejas (una emoción que dolió), pero caminar, tomar aire fresco, le sirvió para aclarar su mente. Las pastillas que le habían dado los vigilantes, habían silenciado el dolor de su herida, pero no tenía efecto en el resto de su confusión. El rumor que había en Ciudad Nueva Belleza era que, los doctores sabían cómo quitar las resacas, pero lo mantenían en secreto. Zane llegó justo a tiempo, el desayuno se meneaba suavemente detrás de él, en la fría brisa. Mientras se acercaba, sus ojos se agrandaron cuando vio la cicatriz en la frente de ella. Una de sus manos se alzó, casi tratando de tocarla. “¿Bastante vago, no?” dijo ella “Un look totalmente criminal” dijo él, todavía con los ojos bien abiertos. “¿Aunque no me darían tantas helenas, no es verdad?” Por un momento, pareció estar

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pensando, “No lo podría medir en helenas. No estoy muy seguro de que podría utilizar en su lugar, quizás algo más divertido” Tally sonrió, Peris había tenido razón al decirle que no debía arreglarse su cara en seguida. En su fascinación con la cicatriz, Zane estaba extra perfecto, y sus expresiones le dieron una buena sensación-era como estar en el centro de todo pero sin marearse. La cirugía que se había hecho Zane para el disfraz, ya había desaparecido, sus labios eran otra vez perfectos. Sin embargo, a la luz del día, siempre lucía de una manera extrema. Su rostro era todo contraste, su mentón y pómulos eran delicados, su frente alta, la piel era oliva como la de todos, pero al sol, en contraste con su cabello oscuro, lucía pálido. La realidad era que, el Comité, no dejaba que tuvieran el pelo de un color negro. Sin embargo, se lo había teñido con tinta de caligrafía. Además de eso, no comía demasiado, manteniendo su cara fina, con una mirada intensa. De todos los perfectos que Tally había conocido desde la operación, él era el único con un look que resaltaba. Quizás por eso era el líder de los Crims, debes ser distintos a todos los demás para en verdad ser un criminal. Sus ojos dorados buscaron un lugar, en donde poder descansar, quedándose en la sombra de un ocre. Se sentaron en el pasto y las hojas, y Tally respiró el olor a rocío y tierra. El desayuno estaba entre los dos, dándoles calor debido a las cosas que estaban allí, huevos revueltos, galletitas de chocolate. Tally agarró un plato con huevos, queso, y avocado, y metió la mitad de un panecillo en su boca. Mirando a Zane, vio que no tenía nada más que una taza de café, y la hizo preguntarse si comer como una cerda, era un mal movimiento. Pero de que importaba?, ahora era una Crim, todos votaron conscientemente. Y Zane fue el que la invitó a desayunar, después de todo, queriendo pasar el rato. Era tiempo de dejar de preocuparse acerca de ser aceptada, y empezar a disfrutar. Había cosas peores que sentarse en un parque perfecto, y era, estar siendo observada por un chico perfecto. Tally termino de comerse el panecillo, que estaba totalmente delicioso, así que agarro el tenedor para comenzar a comer los huevos. Deseó que el desayuno tuviera un paquete de calorías para purgar. Funcionaban mejor si las tomabas después de comer, y ella iba a

comer bastante. Quizás, perder sangre hacía que te sintieras hambriento. “Entonces, anoche, ¿Quién era el chico?” preguntó Zane. Todavía masticando, Tally intento tragar, pero el espero pacientemente hasta que ella terminara de tragar. “Era sólo un feo que quiso colarse” dijo finalmente. “Ya veo. ¿A quién más podrían estar persiguiendo los Especialistas? Quiero decir, ¿Era alguien a quien conocías?. Tally miró hacia otro lado, era vergonzante que su vida como fea todavía la persiguiera a través del río, en persona. Pero Peris la había escuchado decirle a los vigilantes, sobre lo ocurrido, así que mentirle a Zane, no sería prudente. “Si, supongo que lo conocía, de El Humo. Él se llama Croy.” Una extraña mirada recorrió el rostro de Zane. Sus dorados ojos, se quedaron mirando hacia la distancia, buscando algo. Un momento después, asintió. “Yo también lo conocí” Tally se quedo congelada, “Estas bromeando” Zane sacudió su cabeza. “Pero yo creía que nunca habías escapado.” Dijo Tally. “No, no lo hice.” Juntó sus rodillas y las rodeó con sus brazos, mientras tomaba un sorbo de café. “Nunca más lejos que Las Ruinas, de todos modos. Pero con Croy fuimos amigos, cuando éramos chiquitos, y vivíamos en el mismo feo dormitorio.” “Eso es...gracioso.” Tally finalmente dio un mordisco a los huevos, masticándolos despacio. La ciudad tenía millones de personas, y Zane había conocido a Croy. “¿Cuáles son las posibilidades?” dijo suavemente. Zane sacudió su cabeza otra vez. “No es una coincidencia, Tally-wa” Tally paró de masticar, los huevos estaban raros, como si todo estaba por comenzar a girar otra vez. El mundo estaba lleno de coincidencias, últimamente. “¿Qué quieres decir?” Zane se inclinó hacia delante. “Tally, tu sabes que Shay vivió en mi dormitorio, no? En el tiempo en que éramos feos.” “Claro.” Ella respondió. “Así fue como dio con ustedes una vez que estuvo aquí.” Tally hizo una pausa, y se dio cuenta de que todo estaba poniéndose en su lugar. Los recuerdos de El Humo, siempre venían con destiempo, como las burbujas cuando suben por una pajilla, liquido viscoso. “Afuera de El Humo.” Dijo cuidadosamente, “Shay me presentó a Croy. Ellos eran viejos amigos. ¿Así que ustedes se conocían?” “Así es” Zane puso cara de asco, como si algo podrido estuviera dentro de su café. Tally miró hacia su comida infelizmente. Mientras Zane continuaba,

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parecía ser como la noche anterior, toda la historia sobre el verano anterior, trataba de volver a su cabeza otra vez. “Éramos seis en nuestro dormitorio” él dijo. “Nos hacíamos llamar Crims, también. Hacíamos todos los usuales trucos de feos, escaparnos en la noche, entrábamos en las computadoras, cruzábamos el río para espiar a los nuevos perfectos.” Tally asintió, recordando las historias de Shay, antes de que ellas se conocieran. “Y algunas vez salieron de las Ruinas?” “Si, después de que algunos feos más grandes nos mostraran como.” Él miro hacía la torre que estaba en el centro de Ciudad Nueva Belleza. “Estar allá afuera, te hace darte cuente de lo grande que es el mundo. Es decir, 20 millones de personas vivían en Cuidad Oxido. Comparado con eso, esto resulta muy chiquito.” Tally cerró sus ojos, y colocó el tenedor en el plato, ya no tenía más hambre. Después de todo lo que había sucedido la noche anterior, quizás desayunar con Zane no había sido tan buena idea. A veces él parecía pensar que todavía era feo, tratando de permanecer divertido, forzando la diversión de ser perfecto. Por ese motivo él era un buen líder de los Crims. Pero cuando estaba con alguien solo, podía resultar un poco mareador. “Pero las personas que vivían en Ciudad Oxido, murieron.” Dijo ella suavemente. “Había demasiados de ellos, y eran demasiado estúpidos.” “Lo sé, lo sé. Casi destruyen al mundo” el recitó, “Pero escaparse hacía las Ruinas, fue lo más divertido que hice en mi vida”. Los ojos de Zane se entornaron al decir esto, y Tally pudo recordar sus propios viajes a Las Ruinas, como la soledad majestuosa que tenía esa ciudad fantasma, mantuvo cada nervio de su cuerpo en alerta. Había una gran diferencia entre ese sentimiento de peligro, y la emoción de un ascenso en un globo aerostático o una caída libre. Ella se estremeció al recordar algo de ese viejo sentimiento de emoción, al mismo tiempo que se encontraba con la mirada de Zane. “Sé lo que quieres decir.” “Sabía que no volvería una vez hecha la cirugía. Los nuevos perfectos no se atreven hacer nada tramposo. Así que cuando estuve cerca de cumplir los dieciséis, comencé a pensar sobre la idea de irme de la ciudad, y quedarme en lo salvaje. Por lo menos por un tiempo.” Tally asintió lentamente. Recordaba a Shay diciendo las mismas cosas cuando ellas se conocieron, las palabras con las cuales había

comenzado su camino hacia El Humo. “¿Y tú convenciste a Shay y Croy, y al resto de que fueran contigo?” “Traté” Dijo riéndose. “Al principio creyeron que me había vuelto loco, porque uno no puede vivir en lo salvaje. Pero tiempo después conocimos a un chico allá afuera quien...” “Para” Dijo Tally. De repente su corazón latía fuertemente, como cuando tomas un purgador y tu metabolismo comienza a quemar calorías. Ella sintió una humedad en su rostro, la brisa era fría ahora. Sentía la humedad en sus mejillas, pero los perfectos no sudaban. Tally pestaño, apretaba sus puños con fuerza, hasta que sus uñas cayeron en su palma. El mundo había cambiado de alguna manera. La luz del sol atravesaba las hojas, mientras ella trataba de tomar aire. Recordaba que lo mismo le había pasado la noche anterior, cuando había visto a Croy. “¿Tally?” dijo Zane. Ella sacudió su cabeza, no quería que él le digiera nada. No quería escuchar nada sobre que él conociera a alguien en Las Ruinas. Se encontró hablando rápido para mantenerlo calmado, repitiendo lo que Shay le había dicho a ella. “Tú has escuchado hablar de El Humo, ¿no es cierto? en donde la gente vivía como en los tiempos de Oxido y eran feos por siempre. Entonces todos ustedes decidieron ir allí. Pero cuando llego el momento de correr la mayoría de ustedes se acobardaron. Shay me contó sobre esa noche: ella había empacado todas sus cosas pero al final sintió miedo y no fue.” Zane asintió, mirando hacía su café. “Así que tu también te acobardaste, no es así?” Dijo Tally. “Se suponía que tenías que huir” “Sí” dijo él abatidamente. “No fui, aunque la idea fue mía. Y me convertí en perfecto como lo acordado.” Tally miro hacia otro lado, intentando en vano, no recordar ese verano. El amigo de Shay, había decidido no huir hacía El Humo, convirtiéndose en perfecto, dejándola a ella sola en la ciudad de los feos. Allí fue cuando ella y Tally se conocieron, convirtiéndose en mejores amigas. Y cuando el segundo intento de huida de Shay tuvo éxito, Tally se encontró envuelta en todo un desastre. Dejó salir un lento respiro, diciéndose a sí misma que se calmara. El verano pasado puede haber sido una pesadilla, pero por eso también ella era un Crim ahora, y no sólo un nuevo perfecto tratando de entrar en una patética pandilla. Quizás había valido la pena si eso la había llevado hasta allí, perfecta y popular. Ella miró a Zane, sus hermosos ojos todavía miraban el café, y pudo

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sentirse relajada. Sonrió. Él se veía tan trágico sentado allí, oscuras cejas se arquearon en desesperación, todavía arrepintiéndose de que se hubiera acobardado acerca de huir a El Humo. Ella se acerco tomándole la mano. “No es tan importante. Prácticamente sólo se trataba de tomar sol y ser picado por los bichos.” Los ojos de él se encontraron con los de ella. “Al menos tu aprovechaste tu oportunidad, Tally. Fuiste suficientemente valiente para estar por las tuyas.” “No tuve otra opción en verdad, tenía que salir a buscar a Shay.” Se estremeció, apartando su mano. “Sólo soy afortunada de haber podido volver.” Zane se acercó, y se estiró, sus delicados dedos buscaban su cicatriz, con sus dorados ojos bien abiertos. “Me alegro que lo hicieras” Ella sonrió, tocándole su mano. “Yo también” Los dedos de Zane se deslizaron por el pelo de ella, y gentilmente la acerco. Ella cerró sus ojos, dejando que sus labios presionaran los de ella, acercándose lo suficiente para sentir su perfecta piel. El corazón de Tally volvía a latir con fuerza, su mente volaba incluso cuando sus labios se separaban. La realidad estaba cambiando alrededor de ella otra vez, pero esta vez el sentimiento era bueno. Cuando ella había llegado a Cuidad Nueva Belleza, Peris le había advertido acerca del sexo. Acercarse demasiado a otro perfecto podía ser abrumador cuando eras prácticamente nuevo. Tomaba un tiempo acostumbrase a todas las caras bonitas, los cuerpos perfectos, los ojos luminosos. Cuando todos son hermosos, podías fácilmente enamorarte del primer perfecto con el que te besaras. Pero quizás era tiempo, ya estaba allí desde hacía un mes, y Zane era especial. No sólo porque él era el líder de los Crims y lucía distinto de los demás, pero la manera en la que trataba de ser divertido, aún quebrando las reglas. Lo hacía incluso más lindo que los demás. Y de todos los giros inesperados que se venían dando en las últimas veinticuatro horas, este era el mejor. Besar a Zane era como marearse, pero no se parecía a caerse en la oscuridad. Sus labios eran tibios y suaves, y ella se sentía a salvo. Luego de un momento, los dos se distanciaron un poco. Los ojos de Tally todavía se encontraban cerrados. Ella podía sentir su respiración, su mano tibia y suave en su cuello. “David” ella susurró.

Zane se alejó, achicando sus ojos. “Lo siento” dijo Tally. “No sé qué paso...” mientras ella se alejaba, Zane asintió suavemente. “Está bien” “No quería...” Tally comenzó de vuelta, pero Zane le hizo señas de que no dijera nada, una considerada mirada se expandió en la cara de él. Se quedó mirando el pasto, jugando con el pasto entre sus dedos. “Ahora me acuerdo” “Te acuerdas de qué” “Ese era su nombre” “El nombre de quién” Zane habló suavemente, como si tratara de no despertar a alguien. “él era quien supuestamente nos iba a llevar a El Humo, David” Tally se escuchó carraspear. Sus ojos estaban entornados, como si el sol estuviera más radiante. Todavía podía sentir el fantasma de los labios de Zane sobre los de ella, la tibieza en donde habían estado sus manos, pero de repente estaba temblando. Ella tomó la mano de Zane. “no quería decir eso” “Lo sé, pero las cosas vuelven muchas veces” Él levantó la mirada del suelo, sus dorados ojos la miraban. “Cuéntame acerca de David” Tally tragó y miró hacia otro lado. David. Ella podía verlo ahora, su nariz grande y ancha frente. Los zapatos hechos a medida que usaba, y una chaqueta echa de piel de animal. David había crecido en El Humo, y nunca había siquiera pisado una ciudad. Su rostro era feo de principio a fin, bronceado de manera imperfecta, con una cicatriz que recorría su ceja...pero recordarlo hacia que Tally sintiera chispas. Sacudió su cabeza, asombrada de que se hubiera olvidado de David. “¿Lo conociste en Las Ruinas, no es cierto?” Zane preguntó. “No” ella respondió. “Escuché las historias sobre él de Shay, ya que ella trató de hacer contacto con él una vez. Pero nunca apareció. Sin embargo, fue el que llevo a Shay hasta El Humo” “Se suponía que me llevaría a mi también.” Señaló Zane. “¿Pero tú fuiste a El Humo sola, no es así?” “Sí, pero cuando llegue allí, nosotros...” Tally pudo recordar ahora. Todo parecía haber ocurrido millones de años atrás, pero pudo verse a sí misma, cuando era fea, besando a David, viajando con él a través de lo salvaje por semanas solos. Un dolor extraño sintió al recordarlo, cuando se había sentido fuerte y como si nunca fuera a terminarse. Y luego, sin aviso, él desapareció. “¿Dónde está él ahora?” Preguntó Zane. “Los Especialistas lo atraparon cuando llegaron a El Humo?” Ella sacudió su cabeza. Sus otros recuerdos sobre David eran engañosos y no estaban claros, pero

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el momento en que ellos se habían separado, simplemente no estaba. “No lo sé” Tally se sentía como si fuera a desmayarse, el mundo parecía inestable otra vez, en ese día. Ella se inclinó hacía la bandeja del desayuno. “No, no comas” “¿Qué?” “No comas nada más, Tally. De hecho, tómate una de estas.” Sacó un paquete de purgadores de calorías de su bolsillo. Y le dio cuatro a ella. “Te ayuda si tu corazón está latiendo con fuerza.” Sacó dos más y se las tomo con una botella de agua. “Te ayuda para qué?” ella preguntó. Zane apuntó hacía su cabeza. “ A pensar. El hambre no te ayuda a enfocarte. Cualquier tipo de excitación ayuda.” Estiró el paquete y se lo dio. “Como besar a alguien nuevo. Eso también ayuda.” Tally miro al paquete de purgadores, sin comprender. El paquete brillaba con la luz del sol. “Pero prácticamente no comí nada. No lo suficiente como para ganar peso” “No es para que pierdas peso. Necesito hablar contigo Tally, te necesito conmigo por otro minuto. Estaba esperando por alguien como vos desde hace mucho tiempo. Te necesito burbujeante” “Los purgadores me van a ser burbujeante?” “Ayudan. Te lo explicaré después. Por ahora sólo confía en mí, Tallywa.” Su mirada estaba en ella, casi con una locura intensa, como cuando explicaba algún truco para los Crims. Era difícil resistirse a Zane cuando estaba así, incluso si no tuviera sentido. “Esta bien, supongo.” Y con torpes dedos, se metió dos purgadores en su boca, pero dudó. No se suponía que los tomaras si no habías comido. Era peligroso. En los tiempos de Oxido, antes de la cirugía, todos eran feos, había una enfermedad en donde la gente no comía por voluntad propia. Estaban tan asustados de convertirse en gordos, que terminaron siendo demasiados flacos, a veces hasta pasaban hambre en un mundo lleno de comida. Era una de las cosas más terribles de las que había podido deshacerse la Operación. Pero un par de purgadores no la matarían tampoco. Cuando Zane le alcanzó el café a Tally, ella se las tomó, y después sintió el sabor amargo. “Fuerte el café no?” él dijo. Después de un momento, su corazón comenzó a latir con fuerza, su metabolismo trabajaba a toda marcha. Su visión se agudizó. Como en la noche anterior, sentía como si una pequeña lámina de plástico, se retirara, la cual la separaba del resto del mundo. Tuvo que mirar con mayor cuidado

debido a la luz del sol. “Esta bien” dijo Zane. “Cuál es la última cosa que recuerdas de David?” Tally trató de mantener sus manos firmes, ya que estaba temblando, peleando con su cerebro que se encontraba en una neblina. “Estamos todo en Las Ruinas” ella dijo. “Recuerdas la historia de Shay de cómo la secuestramos?” Zane asintió, aunque Shay tenía más de una manera de contar la historia. En algunas versiones, Shay había sido secuestrada por Tally y las personas de El Humo, debido a los Especialistas. En otras versiones, ella había abandonado la ciudad para rescatar a Tally de las personas de El Humo, y las dos habían escapado hacía la ciudad. Claro que Shay no era la única que solía cambiar las historias. Crims siempre exageraban las cosas acerca de los viejos tiempos, porque hacerla más burbujeante era más divertido. Pero Tally tenía el presentimiento de que Zane quería la verdad. “Los Especialistas habían destruido El Humo.” Ella continúo. “Pero todavía quedábamos algunos escondidos afuera de las Ruinas” “El nuevo Humo. Así era como te llamaban los feos.” “Es cierto. Pero como supiste de eso? Ya no te habías convertido en perfecto?” Zane sonrió. “¿Crees que eres la única nueva perfecta que me cuenta sus historias, Tally-wa?” “Ah” Tally recordó el beso que se habían dado hace unos momentos, y se pregunto cómo habría conseguido las otras historias. “¿Pero por qué regresaste a la ciudad?” él pregunto. “No me digas que en verdad Shay te rescató” Tally sacudió su cabeza. “No lo creo” “¿Los Especialistas te atraparon? ¿Atraparon a David también?” “No” la palabra alcanzó sus labios sin hesitar. Sin embargo, sus recuerdos eran muy borrosos, pero sabía que David debería estar en algún lugar. En su mente podía verlo con claridad, escondido en las Ruinas. “Dime Tally-wa, por qué regresaste aquí y te entregaste?” Zane todavía sostenía la mano de ella, y la apretaba fuerte esperando por una respuesta. Su rostro se encontraba cerca otra vez, los ojos dorados estaban iluminados, absorbiendo cada cosa que ella decía. Pero por alguna razón, sus recuerdos no eran nítidos. Pensar acerca de esos tiempos era como pegarse la cabeza contra una pared. Masticaba su labio. “¿Cómo puede ser que no recuerde? ¿Qué está mal conmigo, Zane?” “Esa es una buena pregunta. Pero sea lo que sea, está mal con todos nosotros.” “Quienes? Los Crims?”

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Él sacudió su cabeza, mirando hacía donde había sido la fiesta. “No sólo nosotros. Todos. Por lo menos, todos los que estamos aquí. La mayoría ni siquiera habla sobre cuando eran feos. Dicen que no quieren discutir sobre esas cosas.” Tally asintió. Ella había descubierto esas cosas casi en seguida de su llegada a Ciudad Nueva Belleza, fuera de los Crims, hablar sobre los días de fealdad era un gran error. “Pero cuando los presionas “Zane continuo. “Parece ser que en su mayoría no pueden recordar” Tally frunció el ceño. “Pero nosotros, los Crims, hablamos todo el tiempo sobre los viejos tiempos.” “Éramos todos busca pleitos.” Dijo Zane. “Así que tenemos todas las cosas que nos excitaron en nuestras cabezas. Pero tú tienes que repetir esas historias, oírlas de otros, y quebrantar las reglas. Tienes que mantenerte divertido, o tarde o temprano olvidaras todo acerca de esos días. Para siempre” Cuando él volvió a mirarla, ella recordó algo. “Por eso existen los Crims, no es así?” él asintió. “Es cierto Tally, para mantenernos recordando, y ayudándome a mí a averiguar qué es lo que está mal con nosotros.” “Como lo hiciste...que te hace tan diferente?” “Otra buena pregunta. Quizás nací de esta manera, o quizás es porque me hice una promesa a mí mismo, me acobardé esa noche, la primavera pasada, algún día iba a dejar la ciudad, perfecto o no”. La voz de Zane se esfumó con esas últimas palabras, y tomó un respiro a través de sus dientes. “Resultó ser mucho más duro de lo que creí. Las cosas comenzaban a ponerse demasiado aburridas allí, y yo comenzaba a olvidar.” Se iluminó. “Pero después apareciste tú, con tus historias que no tienen sentido. Cuando las cosas ahora son divertidas.” “Supongo que sí lo son” Tally miró hacia abajo, en donde tenía su mano con la de él. “Una pregunta más, Zane-la” “Claro” Él sonrió. “Me gustan tus preguntas” Tally miró hacia otro lado, un poco avergonzada. “Cuando me besaste recién, fue para hacerme recordar todo?...o fue para...?” Ella dejó de hablar, mirando nerviosamente los ojos de él. “¿Qué piensas tú?”. Pero en realidad no le dio oportunidad de responder. Tomó sus hombros y la acercó hacía él, y la besó profundamente esta vez, la tibieza de sus labios se mezclaban con la fuerza de sus manos que la sostenían a ella, el sabor al café y el olor de su pelo. Cuando terminó, Tally se echo hacía atrás, con dificultad para respirar ya que el beso le había quitado

todo el aire. Peor la había hecho sentir bien, mucho más que los purgadores de calorías o incluso, mucho más que saltar de la torre de la fiesta otra vez. Y pudo recordar otra cosa, que debía de haber sido totalmente obvia para mencionarla antes, pero que de alguna manera no la había nombrado. Y eso iba a poner a Zane muy feliz. “Anoche” dijo Tally, “Croy me dijo que tenía algo para mí, pero no dijo qué. Lo iba a dejar aquí, en Ciudad Nueva Belleza, escondido para que los vigilantes no pudieran encontrarlo.” “Algo de El Humo?” Sus ojos se agrandaron. “¿En dónde te iban a dejar eso?” “Valentino 317” -Espera un momento -dijo Zane, antes de sacar el anillo de comunicación del dedo de Tally y quitarse después el suyo para adentrarse con ella en el jardín del placer. -Será mejor que nos desprendamos de ellos -sugirió. -¿No querrás que nos sigan?-Ah, tienes razón. -Tally recordó sus días de imperfecta, cuando le resultaba tan fácil engañar a los vigilantes de la residencia. -Anoche los guardianes me dijeron que me tendrían... vigilada.Zane se rió.-A mí me tienen vigilado siempre.Zane ensarto los anillos en dos juncos altos, que se inclinaron bajo el peso del metal de las sortijas.-El viento los moverá de vez en cuando -explicó. -Así no parecerá que nos los hemos quitado.-Pero, ¿no parecerá extraño? ¿Que tú y yo pasemos tanto rato en un mismo sitio?-Es un jardín del placer. -Zane se echó a reír. -La de tiempo que habré pasado yo aquí.Tally sintió una desagradable vibración en todo el cuerpo, pero se abstuvo de exteriorizarla.-¿Y cómo vamos a encontrarlo después?-Conozco este lugar. Deja de preocuparte.-Lo siento.Zane se volvió hacia ella y rió.-No hay nada que sentir. Hace siglos que no disfrutaba tanto de un desayuno.Dejaron los anillos allí y se encaminaron hacia el río en dirección a la Mansión Valentino. Durante el trayecto, Tally no dejada de preguntarse, qué sería lo que descubrirían en la habitación 317. En la mayoría de las mansiones cada habitación tenía su propio nombre -la habitación de Tally en Komachi se llama Etcétera; y la de Shay Cielo-azul, pero Valentino era tan antigua que las habitaciones estaban numeradas. Los valentinos daban mucha importancia a ese tipo de cosas y se aferraban a las antiguas tradiciones de su residencia medio desmoronada.-Buen sitio para esconder algo -opinó Zane cuando se aproximaban a la enorme mansión. -Es

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más fácil guardar un secreto donde las paredes no hablan.-Seguro que por eso pirateó la fiesta de Valentino y no la de cualquier otra mansión -conjeturó Tally.-Pero no contaban con que llegara yo y lo fastidiara todo -dijo Zane.Tally lo miró.-¿Tú?-Al principio estábamos en la mansión de piedra, pero, al ver que no los encontrábamos por ninguna parte, propuse subir a la aguja de la nueva torre de fiesta para que las paredes inteligentes dieran con vosotros.-A nosotros se nos ocurrió lo mismo -dijo Tally.Zane negó con la cabeza.-Sí, bueno, si nos hubiéramos quedado todos abajo, los especiales no habrían localizado a Croy tan rápido. Le habría dado tiempo a hablar contigo.-¿Así que oyen a través de las paredes?-Sí. -Zane sonrió. -¿Por qué crees que sugerí la idea de hacer un picnic en un día tan frío y falso como este?Tally asintió, pensando en ello con detenimiento. El sistema de comunicación de la ciudad te enviaba mensajes, respondía tus preguntas, te recordaba las citas e incluso encendía y apagaba las luces de tu habitación. Si los de Circunstancias Especiales querían vigilarte, podían saber todo lo que hacías y la mitad de lo que pensabas. Tally recordó el momento en que estuvo hablando con Croy en la torre de fiesta, y cayó en la cuenta que llevaba puesto el anillo de comunicación y que las paredes debieron captar todo lo que allí se dijo.-¿Vigilan a todo el mundo?-No, no podrían, y a la mayoría de la gente no vale la pena vigilarla. Pero alguno de nosotros recibimos un trato especial. Como en circunstancias especiales.Tally profirió una maldición al pensar en lo rápido que habían aparecido los especiales la noche anterior. Solo había estado unos minutos con Croy, como si los especiales hubieran estado cerca, esperándolos. Puede que ya hubieran visto que habían pirateado la fiesta. O quizá no hubieran estado en ningún momento muy lejos de Tally Youngblood..Tally dirigió la mirada hacia los árboles. Las sombras cambiaban con el viento, y en su imaginación vio siluetas grises deslizándose entre ellas.-No creo que lo de anoche fuera por ti, Zane. Fue culpa mía.-¿Por qué lo dices?-Siempre es culpa mía.-Eso no es verdad, Tally -dijo Zane en voz baja. -No hay nada malo en ser especial.La voz de Zane se fue

apagando cuando atravesaron el arco principal de la Mansión Valentino. Ya en el interior, entre las frías paredes de piedra, reinaba un silencio sepulcral.-Aún duraba la fiesta cuando nosotros nos fuimos -susurró Zane. -Seguro que acaban de irse a la cama.Tally asintió. Aún no había siquiera ni un robot de mantenimiento trabajando. Los pasillos se veían sembrados de disfraces en jirones. El olor de las bebidas derramadas llenaba el aire de un perfume dulzón, y el suelo estaba pegajoso. El glamour de la fiesta se había desvanecido, como cuando lo chispeante se convertía en resaca.Tally sentía el dedo desnudo sin anillo de comunicación, sensación que le hizo evocar recuerdos de cuando cruzaba el río a hurtadillas siendo imperfecta, invadida por el terror a que la descubrieran. Pero el miedo le sirvió para no dejar de ser chispeante y aguzar los sentidos lo suficiente para oír los residuos de la fiesta vagando a la deriva por los pasillos a merced de las corrientes de aire, así como para distinguir el aroma a uva seca del champán derramado y del tufo a cerveza pasada. Salvo por el ruido de sus propios pasos, la mansión estaba sumida en un silencio absoluto.-Quienquiera que viva en la 317 debe de estar durmiendo -susurró Tally.-Pues lo despertaremos -dijo Zane en voz baja, con los ojos brillantes en la penumbra.Las habitaciones de la primera planta estaban todas numeradas a partir del 101, de modo que procedieron a buscar en los pisos superiores. La mansión se había equipado en un momento dado con nuevos ascensores, pero sin los anillos de comunicación, las puertas no se les abrirían. Una escalera de piedra los condujo hasta la tercera planta. La numeración de las habitaciones comenzaba con 301 e iba ascendiendo a la medida que avanzaban por el pasillo, con los impares a un lado y los pares del otro. Zane apretó la mano de Tally cuando llegaron a la altura de la 315.Sin embargo, la siguiente habitación era la 319.Al volver sobre sus pasos para comprobar la numeración del otro lado del pasillo, solo vieron las puertas correspondientes a la 316, 318, 320. Cuando recorrieron el resto de la planta encontraron todos los números comprendidos entre el 320 y el 340, tanto pares como impares, pero ni rastro de Valentino 317.-Es un misterio de lo más chispeante -dijo Zane, riendo para sus

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adentros.Tally suspiró.-Puede que todo haya sido una broma.-¿Crees que los habitantes del Nuevo Humo piratearían una invitación para toda la ciudad, cruzarían el río a escondidas y se colarían en una fiesta con la única intención de hacernos perder el tiempo?-Probablemente, no -admitió Tally, pero sintió que algo en su interior comenzaba a apagarse. Se preguntó si aquella expedición en busca de un gran secreto que unos imperfectos habían dejado allí escondido tendría algún sentido. A fin de cuentas, colarse en una mansión ajena era algo bastante falso.-¿Crees que aún estará caliente el desayuno? -preguntó.-Tally... -Zane volvió una intensa mirada hacia ella. Con manos temblorosas le puso el pelo detrás de las orejas. -Quédate conmigo.-Estoy aquí -dijo ella.Zane se inclinó sobre Tally hasta que sus labios rozaron casi los de ella.-Me refiero a que te mantengas chispeante.Tally lo besó, y al notar la presión de los labios de Zane el mundo se agudizó de nuevo. Desterrando entonces el hambre de su mente, dijo:-Está bien. ¿Y el ascensor?-¿Cuál?Tally lo llevó hasta el espacio existente entre la 315 y la 319. La amplia extensión de pared de piedra se veía interrumpida por la puerta de un ascensor.-Aquí había una habitación -dijo ella.-Pero la eliminaron cuando pusieron el ascensor -Zane se echó a reír. -Qué vagos son estos perfectos. No pueden subir ni dos pisos por escaleras.-Así que puede que la 317 sea ahora el ascensor.-Pues que mal -dijo Zane. -No podemos llamarlo sin los anillos de comunicación.-Podríamos esperar a que alguien lo llame y colarnos dentro.Zane miró a un lado y al otro del pasillo vació, cubierto de vasos de plástico y adornos de papel hechos jirones.-Pasarán horas -dijo, suspirando. -Para entonces ya no seremos chispeantes. Ya. Nada chispeantes -Una capa de borrosidad comenzaba a instalarse de nuevo en la visión de Tally, y su estómago rugió ante la falta de comida, haciéndole evocar un bollo de chocolate recién hecho. Tally sacudió la cabeza para borrar de su mente esta imagen, que se vio sustituida por un uniforme de circunstancias especiales. La noche anterior, la visión de aquella silueta enfundada en seda gris le había servido para centrarse y la había llevado a perseguir a Croy hasta la escalera de incendios. Todo aquello había sido una prueba para ver hasta qué punto

funcionaba su mente. Puede que ahora estuviera ante otra prueba. Un chispeante misterio, como había dicho Zane.Tally se quedó mirando la puerta del ascensor. Tenía que haber una manera de entrar en él.Poco a poco fue viniéndole un recuerdo. Era de sus días de imperfecta, pero no hacía mucho de ello. Tally recordaba haber caído por el hueco sin luz de un ascensor. Era una de las historias que Shay siempre le gustaba oírle contar, acerca de cómo Tally y David se habían colado en la sede central de Circunstancias Especiales.-El tejado -dijo Tally.-¿Qué?-Se puede bajar por el hueco de un ascensor desde el tejado. Yo lo he hecho.-¿En serio?En lugar de responder, Tally lo besó de nuevo. No sabía exactamente cómo se podía bajar, pero estaba segura de que, si se mantenía chispeante, tarde o temprano lo recordaría.-Sígueme.Acceder al tejado no era tan sencillo como Tally pensaba, pues las escaleras por las que habían subido acababan en la tercera planta. Tally frunció el ceño, sintiendo que la frustración volvía a entorpecerlo todo. En la mansión Komachi se podía subir a la azotea sin problemas.-Qué mal pensando. ¿Qué hacen si hay un incendio?-La piedra no arde -respondió Zane, antes de señalar un ventanal situado al fondo del pasillo por donde se filtraba la luz del sol a través de unos vidrios de colores -Esa es la salida -dijo, antes de encaminarse hacia ella.-¿Cómo? ¿Trepar por la pared del exterior?Zane sacó la cabeza por la ventana y miró abajo, dejando escapar un largo silbido.-Nada como las alturas para mantenerse chispeante.Tally arrugó el ceño, dudando de si quería mantenerse chispeante hasta tal punto.Zane se subió al alféizar y se inclinó hacia fuera para coger el borde superior de la ventana. Luego se puso de pie con cuidado, irguiéndose poco a poco hasta que Tally no vio más que sus botas apoyadas en la cornisa de piedra. El corazón se le aceleró de nuevo hasta tal punto que lo notó latir en la punta de los dedos. El mundo se volvió de repente tan afilado como un carámbano de hielo.Durante un largo momento, los pies de Zane permanecieron inmóviles; luego se arrastraron hacia el borde, hasta que Zane quedó apoyado en la piedra únicamente con la punta de los dedos, en un precario equilibrio.-¿Qué haces ahí arriba?En respuesta a su pregunta, las botas de Zane se elevaron un poco en el aire. Al oír después el sonido sordo de las

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suelas en contacto con piedra, Tally se asomó por la ventana y miró hacia arriba.Sobre su cabeza vio que Zane pendía del borde del tejado, con los pies balanceándose de una lado a otro y rozando el muro, hasta que una de las botas se agarró a una grieta que había entre las piedras. Zane se impulsó entonces hacia arriba y se perdió de vista.Un instante después apareció su rostro, luciendo una sonrisa de oreja a oreja.-¡Vamos, sube!Tally volvió a meter la cabeza, y respirando hondo, colocó las manos en el alféizar. La piedra estaba áspera y fría. El viento que pasaba silbando a través de la ventana hizo que se le erizara el vello de los brazos.-Manténte chispeante -se dijo Tally en voz baja. Acto seguido, tomó impulso para sentarse en la ventana, donde el frío de la piedra le traspasó los muslos y miró un instante al suelo. Había un largo trecho hasta el lecho de hojas y las raíces de los árboles que frenarían su caída. El viento sopló de nuevo, agitando las ramas cercas, y Tally pudo ver cada una de las ramitas que la componían. El olor a pino le abrió las fosas nasales. Mantenerse chispeante no iba a ser ningún problema.Sacó un pie a la cornisa y luego el otro.Ponerse de pie era lo que más miedo daba. Tally se aferró al marco de la ventana con una mano mientras se levantaba, buscando con la otra un lugar donde asirse al muro exterior. No se atrevía a mirar hacia abajo. La piedra fría estaba llena de grietas y agujeros, pero no parecía haber ninguno lo bastante grande para poder agarrarse con algo mas que la punta de los dedos.Ya con las piernas totalmente estiradas, Tally se quedó paralizada un momento, meciéndose ligeramente con la brisa, como una torre con una base insuficiente para soportar su altura.-Esto sí que te mantiene chispeante, ¿eh? -dijo Zane desde arriba. -Sujétate a la cornisa.Tally despegó los ojos del muro que tenía enfrente y miró hacia arriba. El borde del tejado quedaba fuera de su alcance.-Eh, esto no es justo. Tú eres más alto que yo.-No pasa nada. -Zane le tendió una mano.-¿Estás seguro de que puedes sujetarme?-Vamos Tally-wa. ¿Qué sentido tiene tener todos esos músculos de nueva perfecta si no los utilizas para nada?-¿Cómo para matarse? -dijo Tally entre dientes, pero alargó la mano para coger la de Zane.Sin embargo, los nuevos músculos de Tally

eran más fuertes de lo que ella pensaba. Cogida con fuerza a la muñeca de Zane, se impulsó sin problemas desde el alféizar de la ventana. Con la mano libre se agarró al borde del tejado, y consiguió meter una puntera en una grieta del muro. Con un gruñido logró empujarse y pasar rodando por encima de la cornisa. Ya en el tejado se quedó despatarrada sobre la piedra maciza que tanta tranquilidad le inspiraba, riendo ante la sensación de alivio que la invadió de repente.Zane sonrió.-Lo que te he dicho antes es cierto.Tally alzó la vista hacia él con expresión inquisitiva.-Llevaba mucho tiempo esperando a alguien como tú.Los perfectos no se sonrojan, al menos no como los imperfectos, pero Tally rodó por el suelo para ponerse de pie y ocultar así su reacción. Después de una acción tan chispeante como aquella arriesgada escalada, la mirada de Zane había cobrado demasiada intensidad. Tally se quedó inmóvil contemplando las vistas.Desde el tejado vio las agujas de la ciudad de Nueva Belleza alzándose sobre sus cabezas y los verdes senderos de los jardines del placer serpenteando por la colina central. Al otro lado del río, Feópolis ya estaba despierta. Se divisaba un campo de fútbol lleno de imperfectos recién convertidos agolpados alrededor de una pelota negra y blanca, y el viento llevó hasta sus oídos el sonido de un silbato que alguien pitaba con furia. Tally sentía como si no pudiera ver más allá de aquel paisaje, mientras que su sistema nervioso seguía resonando en su interior desde el momento en que había pendido de la mano de Zane.El tejado de piedra era una azotea donde solo destacaban los extremos giratorios de tres respiradores, el altísimo mástil de transmisión y una caseta de chapa no más grande que el armario de un imperfecto. Tally apuntó hacia la caseta.-Eso está justo encima del ascensor..Tally y Zane atravesaron el tejado. En la antigua puerta de la caseta, que era una plancha de metal cubierta de óxido como las que había desparramadas por las ruinas, habían grabado meticulosamente unas letras: VALENTINO 317-Esto no tiene nada de falso, Tally. Dijo Zane, sonriendo.Acto seguido, tiró de la puerta, pero una cadena brillante se tensó de un golpe con un quejumbroso chirrido. -Hummm.Tally miró el dispositivo que impedía que la cadena se soltara, estrujándose la cabeza, que aún le daba vueltas.-Esto es lo que se llama un... candado, creo -

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Tally tocó el objeto de acero liso, sosteniéndolo entre los dedos mientras trataba de recordar cómo funcionaba. -En el Humo los tenían para proteger cosas que la gente podía robar.-Genial. Hemos llegado hasta aquí y seguimos necesitando los anillos.Tally negó con la cabeza.-Los habitantes del humo no utilizan anillos de comunicación, Zane. Para abrir un candado se necesita una... -Tally hizo memoria en busca de otra vieja palabra hasta que por fin dio con ella. -Debe de haber una llave en alguna parte.-¿Una llave? ¿Cómo una contraseña?-No. Esta clase de llave es una cosa pequeña de metal. Se mete dentro del candado y al girarla hace que se abra.-¿Y cómo es?-Es una pieza de acero plana, del tamaño de un pulgar, con dientes.Zane soltó una risita ante aquella imagen, pero empezó a mirar a su alrededor.Tally se fijó en la puerta y vio claramente que la caseta era mucho más antigua que la cadena que la mantenía cerrada. Se preguntó para qué la habrían utilizado. Acercándose al resquicio que había abierto Zane, Tally se protegió los ojos con las manos y miró a través de la abertura. La vista se le acostumbró poco a poco a la oscuridad del interior, hasta que consiguió distinguir varias formas.Parecía haber una enorme polea y un rudimentario motor mecánico, como los que empleaban en el Humo. El ascensor había funcionado en su día mediante una cadena que lo subía y lo bajaba. Aquella caseta era antigua; debían de haberla abandonado hacia siglos cuando se inventaron las alzas. El funcionamiento de los ascensores modernos se basaba en el mismo principio que las aerotablas y los arneses de salto (lo cual era muchísimo más seguro que pender de una cadenas... Tally se estremeció solo de pensarlo. Con la incorporación de las alzas, debieron de dejar olvidado el viejo mecanismo allí arriba, en el tejado.Tally volvió a tirar del candado, pero estaba sujeto con fuerza. Aquel objeto, tan pesado y rudimentario, se veía fuera de lugar allí, en la ciudad. Cuando los guardianes querían proteger algo, colocaban un sensor que advertía a la gente que se mantuviera alejada. Solo los habitantes del Nuevo Humo habrían empleado un candado hecho de metal.Croy le había dicho que fuera allí, así que debía de haber una llave en alguna parte.-Otra maldita prueba -

refunfuñó Tally.-¿Una qué? -preguntó Zane, que en su búsqueda de la llave había trepado a lo alto de la caseta.-Como Croy disfrazado de especial -explicó Tally. -Y lo de hacernos buscar la 317 de Valentino. Dar con la llave tiene que ser difícil, porque todo esto es una prueba. Lo que pretenden es que nos cueste encontrar lo que Croy dejó escondido para mí. No quieren que lo encontremos a menos que seamos chispeantes.-O quizá -repuso Zane, sentado en un borde de la caseta -quisieran que la búsqueda nos haga chispeantes, para que así pensamos con claridad cuando lo encontremos.-Todo puede ser -dijo Tally, y dio un suspiro. Sentía que el enfado crecía en su interior, junto con la sensación de que aquella prueba nunca llegaría a su fin, de que cada solución llevaría simplemente a otro nivel, como en un estúpido videojuego. Quizá la decisión más inteligente fuera dejarlo correr y limitarse a desayunar. ¿Y por qué estaría tratando de demostrar su valía ante los habitantes del Nuevo Humo? Si ellos no importaban. Ella era guapa y ellos feos.Pero Zane seguía dándole vueltas a la cabeza.-O sea, que han escondido la llave en alguna parte donde es muy difícil encontrarla. Pero ¿Qué podría ser más difícil que subir hasta aquí?Tally recorrió el tejado con la mirada hasta fijarse en la torre de transmisión. Arriba del todo, a veinte pisos de altura sobre el nivel de la azotea, la bandera de Valentino ondeaba al viento. Ante su visión, el mundo volvió a cobrar vigor, y Tally sonrió.-Subir hasta ahí arriba. Transcrito Por Rocio88La torre de transmisión era la pieza más nueva de la Mansión Valentino; estaba fabricada en acero y pintada con polímeros blancos para evitar su oxidación. Formaba parte del sistema de rastreo de los anillos de comunicación de los habitantes de la ciudad, el cual servía en teoría para localizar a cualquier persona que te perdiera o se lesionara fuera de un edificio inteligente.Sobre Tally y Zane se alzaban imponentes puntales blancos que se entrecruzaban como en el juego de la cuna y relucían al sol cual porcelana. La torre no parecía difícil de escalar, salvo por el hecho de que medía cinco veces la altura de la Mansión Valentino, siendo más alta incluso que la aguja de una torre de fiesta. Al contemplarla en toda su longitud, Tally percibió un ruido quedo procedente de su estómago, y estaba segura de que no era por hambre.-Al menos no la custodia

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ningún dragón -dijo.Zane bajó la vista de la torre y miró a Tally con una expresión cargada de preocupación.-¿Cómo?Tally negó con la cabeza.-Nada, algo que tiene que ver con un sueño que he tenido.-¿En serio crees que la llave está ahí arriba?-Eso me temo.-¿Y los habitantes del Nuevo Humo suben hasta esas alturas?Tally recuperó los recuerdos del pasado.-No. Es posible que hayan subido por el lateral con una aerotabla. Las aerotablas permiten subir hasta esa altura si se mantienen lo bastante cerca de una pieza de metal grande.-Podríamos requisar una aerotabla -propuso Zane en voz baja.Tally lo miró con cara de sorpresa.-Claro que eso no quedaría muy chispeante, ¿verdad? -masculló él.-Pues no. Y todo lo que vuela lleva un sistema de vigilancia ¿Tú sabes cómo trucar el regulador de seguridad de una aerotabla?-Antes sí, pero ya no me acuerdo.-Yo tampoco así que tendremos que subir trepando.-Muy bien -contestó Zane. Pero antes... -Cogió la mano de Tally, la atrajo hacia sí y se besaron de nuevo.Tally pestañeo una vez y sintió que una sonrisa se dibujaba en su cara. Para mantenernos chispeantes.La primera mitad fue fácil.Tally y Zane avanzaron a la par, trepando por lados opuestos de la torre con ayuda de los asideros que iban encontrando a su paso en la trama de puntales y cables. El viento soplaba de cuando en cuando, tirando juguetón de Tally y poniéndola nerviosa, pero le bastaba mirar abajo un solo instante para recuperar la concentración.Ya a mitad de camino vio la Mansión Valentino en todas sus dimensiones, los jardines del placer que se extendían en todas direcciones e incluso las plataformas para los aerovehículos en la azotea del hospital central, donde se realizaba la operación. El río refulgía a medida que el sol ascendía hacia el mediodía, y en la orilla opuesta, en Feópolis, Tally divisó su antigua residencia, que destacaba entre los árboles. En el campo de fútbol unos cuantos imperfectos los observaban y señalaban, preguntándose probablemente quién estaría subiendo la torre.Tally se preguntó a su vez cuanto tiempo pasaría antes de que alguien los viera desde aquel lado del río y avisara a los guardianes.Gracias a sus nuevos músculos, el ascenso no le suponía un gran esfuerzo físico. Sin embargo, a medida que iban acercándose a lo alto de la torre, la estructura iba estrechándose y los lugares donde asirse no ofrecían tanta seguridad. La capa de polímero resbalaba y seguía

mojada en algunos puntos donde el sol de la mañana aún no había secado el rocío. Los puntales estaban llenos de antenas parabólicas y densas madejas de cables trenzados, y a Tally comenzaron a asaltar las dudas. ¿Estaría realmente la llave ahí arriba? ¿Qué razón tendrían los habitantes del Nuevo Humo para hacerle poner en peligro su vida con el único fin de pasar una prueba? A medida que el ascenso se volvía más difícil y la idea de la caída le infundía más pánico, Tally se cuestionaba más y más el motivo por el que había acabado en aquella aguja tan alta azotada por el viento.La noche anterior su único objetivo era convertirse en una rebelde, hermosa y popular, rodeada por un grupo de nuevos amigos. Había conseguido todo lo que quería... y encima Zane la había besado, lo cual era un chispeante avance que nunca hubiera imaginado antes de aquella mañana.Claro conseguir lo que uno quería nunca resultaba ser como uno pensaba. Ser una rebelde no era en absoluto sinónimo de sentirse satisfecha, y salir con Zane implicaba al parecer arriesgar la vida y no poder desayunar. Tally acababa de ser admitida en el círculo de los rebeldes, y ahora se veía obligada de nuevo a demostrar su valía.¿Y para qué? ¿Realmente quería abrir aquella caseta oxidad de la azotea? Hubiera lo que hubiera en su interior, solo serviría para que la cabeza le diera más vueltas, y seguro que le recordaba a David, el Humo y todo lo que había dejado atrás. Tenía la sensación de que, cada vez que avanzaba un paso en su nueva vida, había algo que le arrastraba hacia sus días de imperfecta. Con la mente enfrascada en estos pensamientos, Tally apoyó mal el pie.La suela de uno de sus zapatos se deslizó por un cable grueso forrado con un plástico resbaladizo, lo que hizo que perdiera el apoyo de las piernas, que se despegaron de la torre entre sacudidas, provocando a su vez que se soltara del puntal del que estaba agarrada y que seguía mojado por el rocío. Al ver que se precipitaba al vació, la invadió aquella sensación de caída libre que ya conocía de todas las veces que se había montado en una aerotabla o lanzado desde lo alto de un edificio.El instinto le decía que debía relajarse, hasta que cayó en la cuenta de la gran diferencia que había entre aquella caída y las demás; en aquel momento no llevaba pulseras protectoras ni un arnés de salto. Aquella vez estaba cayendo de verdad; no habría nada que la frenara.Sus

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nuevos reflejos de perfecta se pusieron en funcionamiento de golpe, y Tally extendió los brazos para agarrarse de un cable trenzado. Las palmas de sus manos se deslizaron por el plástico aislante, y la fricción le quemó la piel como si el cable hubiera estallado en llamas. Sus piernas se balancearon hacia la torre y Tally, con las rodillas dobladas y el cuerpo en pleno giro, amortiguó el impacto contra el metal con la cadera, recibiendo un golpe que la sacudió de arriba abajo pero que no consiguió soltarla del cable que le abrasaba los dedos.En busca de un lugar donde apoyar los pies, sus suelas dieron con un puntal ancho, y por fin pudo aliviar la mayor parte del peso que aguantaba con las manos. Tally se abrazó al cable, con todos los músculos en tensión y sin oír apenas los gritos de Zane desde arriba, dirigió la mirada hacia el río, atónita ante su visión.Todo brillaba, como si hubieran sembrado Feópolis de diamantes. Tally se notó la mente despejada, como el aire tras una lluvia matutina, y entendió por fin la razón por la que había subido hasta allí arriba. No era para impresionar a Zane ni a los habitantes de Nuevo Humo, o para pasar por una prueba, sino porque una parte de ella deseaba vivir aquel momento, aquella claridad que no sentía desde la operación. Aquello era mucho más que chispeante.-¿Estas bien? -Gritó una voz a lo lejos.Tally alzó la vista hacia Zane. Al ver la distancia desde la que había caído tragó saliva, pero consiguió esbozar una sonrisa.-Estoy totalmente chispeante. Espérame ahí.Tally subió a toda velocidad, sin hacer caso a su magullada cadera. Las palmas quemadas de sus manos se quejaban cada vez que se agarraba a algún sitio, pero en menos de un minuto se encontraba de nuevo junto a Zane. Sus ojos dorados estaban más abiertos que nunca, como si la caída de Tally le hubiera asustado más a él que a ella.Tally volvió a sonreír, comprendiendo que probablemente había sido así.-Vamos -dijo, antes de impulsarse para subir los últimos metros, dejando atrás a Zane.Al llegar a lo alto de la torre encontró un imán negro pegado al pie del asta de la bandera, con una llave nueva y reluciente colgando de él. Tally tiró de la llave con cuidado y se la metió en el bolsillo mientras la bandera de Valentino ondeaba con fuerza en lo alto, emitiendo un sonido de frescos similar al de la ropa recién salida de la pared.-La tengo -gritó, y comenzó a descender. Tally pasó al lado de Zane, que seguía inmóvil, con aquella expresión de asombro petrificada en

cuando Tally se dio cuenta de lo mucho que le dolían los músculos. El corazón seguía latiéndole con fuera, y continuaba viendo el mundo con una claridad cristalina. Se sacó la llave del bolsillo y pasó un dedo tembloroso por los dientes, captando los sentidos cada detalle del borde irregular del metal.-¡Date prisa! -gritó a Zane, que aún iba por la mitad del camino. Zane comenzó a descender más rápido, pero Tally giró sobre sus talones con un resoplido para encaminarse hacia la caseta a zancadas.El candado se abrió de golpe cuando Tally hizo girar la llave en su interior; la puerta oxidada crujió por efecto del paso del tiempo cuando el borde inferior se deslizó sobre la piedra. Tally entró en la caseta, cegada por un momento en medio de la oscuridad, viendo lucecitas rojas que latían al ritmo de su corazón, preso de la excitación. Si los habitantes del Nuevo Humo habían planeado todo aquello para hacer que se sintiera chispeante, habían logrado su propósito.El lugar olía a viejo, y el aire se notaba caliente y estancado. Cuando Tally se acostumbró a la penumbra del interior, consiguió ver las pintadas medio descascarilladas que cubrían hasta el último centímetro de la pared, con capas y capas de eslóganes, frases garabateadas y nombres de parejas que proclamaban su amor. En algunas de las fechas figuraban años que no tenían sentido, hasta que Tally cayó en la cuenta de que estaban escritas al estilo de los oxidados, es decir, contando los siglos anteriores al desplome. También había pintadas en el mecanismo del ascensor en desuso, y el suelo se veía sembrado de restos de antiguos artículos de contrabando: viejas latas de pintura en spray, tubos vacíos y aplastados de nanopegamento de gran adhesividad y material pirotécnico usado que olía a las hogueras de antaño. Tally vio un rectángulo de papel amarillento, aplastado y ennegrecido por una punta, similar a la imagen de un cigarrillo sacada de un libro de historia de los oxidados. Lo cogió del suelo para olerlo y lo soltó enseguida, pues el hedor que desprendía le revolvió el estómago.¿Un cigarrillo? Se recordó a sí misma que aquel lugar era más antiguo que las alzas, y quizá más aún que la propia ciudad, era como un pedazo de historia extraño y olvidado. Se preguntó cuántas generaciones de imperfectos y nuevos perfectos astutos como los rebeldes lo habrían hecho suyo.La bolsa que Croy le había enseñado yacía sobre uno de

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los viejos engranajes oxidados del mecanismo del ascensor, esperándola.Tally la cogió. El tacto de la piel vieja le resultó extraño y le trajo a la memoria recuerdos de las texturas raídas del Humo. Tally abrió la bolsa y sacó una hoja de papel de su interior. Del suelo de piedra le llegó un leve sonido, y se dio cuenta de que de la bolsa había caído algo diminuto; de hecho, habían caído dos cosas. Tally se arrodilló y, forzando la vista palpó a tientas la piedra fría con la palma de las manos, que aún le quemaban, hasta dar con dos pequeñas pastillas blancas.Tally se quedó mirándolas, sintiendo que un recuerdo afloraba en su conciencia.Al notar que el interior de la caseta se oscurecía, alzó la vista. Zane estaba en el umbral de la puerta, jadeando, y sus ojos brillaban en la penumbra.-Caray Tally. Gracias por esperar.Tally no dijo nada. Zane dio un paso adelante y se arrodilló junto a ella.-¿Estas bien? -le preguntó, poniéndole una mano en el hombro. -No te habrás golpeado la cabeza en la caída ¿verdad?.-No. Más bien se me ha despejado. He encontrado esto.-Tally pasó la hoja de papel a Zane, que la alisó y la acercó a la luz que se filtraba por la puerta. Estaba escrita con unos garabatos prácticamente ilegibles.Tally miró de nuevo las pastillas que tenía en la mano. Al ser blancas y diminutas parecían un par de purgantes. Pero Tally estaba convencida de que harían algo más quemar calorías. Recordó algo...Zane bajó poco a poco la hoja de papel, con cara de sorpresa.-Es una carta, y va dirigida a ti.-¿Una carta? ¿De quien?-De ti, Tally. -La voz de Zane resonó en tono quedo de las paredes de chapa de la caseta. -La has escrito «Querida Tally: Tú eres yo. O supongo que otra forma de expresarlo es decir que yo soy tú: Tally Youngblood. Somos la misma persona. Pero, si estás leyendo esta carta, es que somos también dos personas distintas. Al menos eso es lo que los habitantes del Nuevo Humo suponemos que habrá ocurrido. Te han cambiado. Por eso te escribo. Me pregunto si recuerdas haber escrito esta nota. (De hecho, he pedido a Shay que la escriba por mí. Ella hizo caligrafía en el colegio.) ¿A que parece algo que escribiste en un diario cuando eras pequeña o algo escrito en el diario de otra persona? Si no recuerdas haber escrito esta carta en absoluto, ambas estamos en graves apuros. Sobre todo yo. Porque no acordarme de mí misma significaría

que el yo que ha escrito esta carta de alguna forma ha sido borrado del mapa. ¡Ay! Y quizá eso signifique que estoy muerta, en cierto modo. Así que, te lo ruego, al menos haz un esfuerzo por recordar.» Tally hizo una pausa y pasó un dedo por encima de las palabras garabateadas, tratando de recordar haberlas dictado. A Shay le gustaba demostrar su habilidad para escribir con buen estilo, uno de los trucos que había aprendido como parte de la preparación para su viaje al Humo. Había dejado una nota para Tally en la que le indicaba cómo seguirla hasta allí. Pero ¿sería aquella realmente la letra de Shay? Y, más importante aún, ¿sería verdad lo que ponía en aquella carta? Por mucho que lo intentara, Tally no conseguía recordarlo. Respiró hondo y siguió leyendo... «Pero bueno, lo que trato de decirte es lo siguiente: te han hecho algo en el cerebro —en el tuyo, que es el mío—, por eso puede que esta carta te parezca una tanto extraña. Nosotros (y con ello me refiero a los que estamos aquí fuera, en el Nuevo Humo, no a ti y a mí) no sabemos exactamente cómo funciona, pero estamos convencidos de que algo le pasa a todo aquel que se somete a la operación. Cuando te convierten en perfecto te provocan además una serie de lesiones (una especie de cicatrices minúsculas) en el cerebro. Eso te cambia, y no para bien. Mírate al espejo, Tally. Si eres perfecta, te tienen.» Tally oyó una respiración fuerte junto al oído. Al volverse vio a Zane leyendo por encima de su hombro. "Parece que quizá tenga razón en eso que dices de los perfectos" comentó ella. Zane asintió lentamente. "Ya. Genial." Señaló el siguiente párrafo. "Pero ¿Qué me dices de esto?" Tally volvió a bajar la vista a la hoja de papel. «La buena noticia es que hay cura. Por eso David ha llegado hasta ti, para darte las pastillas que te arreglarán el cerebro. (Espero que te acuerdes de David). Es un buen tipo, aunque tuviera que secuestrarte para traerte aquí. Confía en él. Puede que te asuste la idea de estar aquí fuera, lejos de la ciudad, donde sea que los habitantes del Nuevo Humo te escondan, pero la gente que te provocó esas lesiones te estarán vigilando, y tienes que permanecer en un lugar seguro hasta que te cures.»

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Tally dejó de leer. "¿Secuestrarme?" "Parece que ha habido un cambio de planes desde que escribiste esto" dijo Zane. Tally se sintió extraña por un momento al ver la imagen de David cada vez más clara en su cabeza. "Si es que lo he escrito yo. Y en caso de que sea verdad. En cualquier caso, fue Croy quien vino a verme, no... David." Al pronunciar su nombre le invadieron los recuerdos: las manos de David, ásperas después de años de trabajo, su chaqueta hecha de retazos de piel, la cicatriz blanca que le partía la ceja. Una sensación como de pánico comenzó a apoderarse de ella. "¿Qué le ha ocurrido a David, Zane? ¿Por qué no ha venido él?" Zane hizo un gesto de negación con la cabeza. "No lo sé. ¿Tú y él estabais... ?" Tally volvió a bajar la vista de la carta. El texto se desdibujó ante sus ojos y sobre el papel cayó una sola lágrima. La tinta se corrió dentro de la salpicadura y la lágrima se volvió negra. "Estoy segura de que lo estábamos." Su voz sonó áspera; los recuerdos se enmarañaban en su interior. "Pero algo pasó." "Ah, ¿sí?" "No sé el qué." Tally se preguntó porqué no podía recordarlo. ¿Sería realmente por las lesiones, aquellas cicatrices en el cerebro sobre la que advertía la carta? ¿O sería simplemente que no quería? "¿Qué es eso que tienes en la mano, Tally?" le preguntó Zane. Tally abrió la palma enrojecida de la mano para dejar al descubierto las pequeñas pastillas blancas que había escogido del suelo. "La cura. Déjame acabar de leer esto" dijo, antes de respirar hondo para tranquilizarse. «Una cosa más: Maddy (la madre de David, que ha aparecido con la cura) dice que tengo que añadir esto, algo sobre un consentimiento fundado. Por la presente, yo, Tally Youngblood, doy mi permiso para que Maddy y David me den las pastillas que revierten la mente de un perfecto a su estado anterior. Soy consciente de que este es un fármaco en fase experimental, y sus efectos pueden ser sumamente perjudiciales. Hasta el punto de causar la muerte cerebral. Siento lo de esta última parte. Es el riesgo que debemos asumir. Por eso me ofrecí a convertirme en perfecta, para poder probar las pastillas y salvar a Shay y Peris, y a todo aquel al que le han alterado el cerebro. Así que tienes que tomártelas. Por mí. Te pido disculpas por adelantado si no quieres tomártelas y David y Maddy te obligan a ello. Estarás mejor, te lo prometo. Buena suerte. Un abrazo.»

Tally dejó caer la carta en su regazo. No sabía por qué, pero aquellas palabras garabateadas en el papel le habían absorbido la claridad que había cobrado el mundo ante sus ojos, haciendo que volviera a darle vueltas la cabeza y que lo viera todo borroso de nuevo. El corazón seguía latiéndole con fuerza, pero no de aquella manera tan agradable que había sentido al caer de la torre. Era una sensación más parecida al pánico, como si estuviera encerrada dentro de aquella caseta de chapa. Zane dejó escapar un silbido en tono quedo. "Así que por eso has vuelto." "Eso crees, ¿verdad?" Los ojos de Zane emitieron un brillo dorado en la oscuridad. "Pues claro. Ahora todo tiene sentido. La razón por la que no recuerdas a David o tu regreso a la ciudad. La razón por la que Shay tiene tantas historias confusas sobre su pasado. La razón por la que los habitantes del Nuevo Humo están tan interesados en ti." "¿Porqué tengo el cerebro dañado?" Zane negó con la cabeza. "Todos tenemos el cerebro dañado, Tally. Como yo sospechaba. pero tú te entregaste a propósito, sabiendo que existe una cura". Zane señaló las píldoras que Tally tenía en la mano. "Esas pastillas son la razón por la que tú estás aquí". Tally se quedó mirando las pastillas, que se veían pequeñas e insignificantes en la penumbra de la caseta. "Pero en la carta dice que a lo mejor ni siquiera funcionan. Puede que me causen una muerte cerebral..." Zane le cogió suavemente la muñeca. "Si tú no quieres tomártelas, me las tomaré yo". Tally cerró el puño. "No puedo dejar que lo hagas". "Pero si esto es lo que llevo esperando durante todo este tiempo. Una forma de escapar de la perfección, ¡de ser chispeante en todo momento!" "¡Pues yo no esperaba esto!" exclamó Tally. "¡Lo único que yo quería era convertirme en una rebelde!" Zane señaló la carta. "Sí, y lo eras". "Esa no era yo. Ella misma lo dice". "Pero tú..." "¡Puede que cambiara de idea!" "Tú no cambiaste de idea. Ha sido la operación la que te ha cambiado". Tally abrió la boca, pero no dijo nada. "Tally, te entregaste voluntariamente, sabiendo que tendrías que arriesgarte a tomar la cura. Eso demuestra una valentía increíble". Zane alargó la mano para acariciarle la cara; sus ojos brillaban con el rayo de sol que incidía directamente sobre él. "Pero si no quieres, deja que yo me arriesgue por ti". Tally negó con la cabeza, preguntándose qué era lo que más

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temía, que las pastillas tuvieran efectos nocivos para ella o ver a Zane convertido en un vegetal por ponerse en su lugar. O quizá lo que temía en el fondo era averiguar lo que le había ocurrido a David. Deseó que Croy no se hubiera cruzado en su camino, o que nunca hubieran encontrado la 317 de Valentino. Si pudiera olvidarse de aquellas pastillas y seguir siendo tonta y perfecta, nada de aquello volvería a ser una preocupación para ella. "Lo único que quiero es olvidar a David". "¿Por qué?" Zane se acercó a ella. "¿Qué te hizo?" "Nada. No me hizo nada. Pero ¿por qué me dejó Croy esas pastillas en lugar de venir él y sacarme de aquí? ¿Y si está...?" La caseta tembló por un instante, haciendo que Tally se callara de golpe. Ambos miraron hacia arriba; algo grande les había pasado por encima. "Un aerovehículo..." susurró Tally. "Seguro que pasaba por aquí, sin más. Que ellos sepan, estamos en el jardín del placer". "A menos que alguien nos haya visto allí arriba, en la..." Tally enmudeció al ver que un remolino de polvo entraba en la caseta a través de la puerta medio abierta, haciendo resplandecer el rayo de sol. "Está aterrizando". "Saben que estamos aquí" dijo Zane, y comenzó a romper la carta. "Pero, ¿qué haces?" "No podemos permitir que encuentren esto" le respondió Zane. "No pueden saber que existe una cura". Dicho esto, se metió un trozo de papel en la boca, haciendo una mueca al notar el sabor. Tally miró las pastillas que sostenía en la palma de la mano. "¿Qué hacemos con esto?" Zane se tragó el papel con una expresión de tortura. "Tienes que tomártelas, ya". Arrancó otro trozo de carta de un mordisco y comenzó a masticar. "Con lo pequeñas que son podríamos esconderlas" sugirió Tally. Zane negó con la cabeza, volviendo a tragar. "Que nos pillen sin anillo ya es bastante sospechoso, Tally. Querrán saber qué tramábamos. cuando te metas algo de comida en el cuerpo ya no estarás tan chispeante.. y entonces puede que te rajes y entregues las pastillas". Desde el interior de la caseta oyeron unos pasos que se aproximaban por el tejado. Zane tiró de la puerta hasta cerrarla casi del todo, metió por el resquicio los extremos de la cadena y cerró el candado, con lo que ambos quedaron de repente sumidos en la oscuridad. "Esto no los detendrá durante mucho tiempo. Dame las pastillas. Si funcionan, te prometo que me aseguraré de que te..." Desde fuera se oyó una voz y un escalofrío recorrió la espalda de Tally.

La voz le sonó afilada, como si le pasaran una navaja por los oídos. No se trataba de un guardián, si no de un agente de circunstancias especiales. En la penumbra de la caseta, las pastillas miraron a Tally como dos ojos blancos faltos de expresión. Aunque no sabía por qué, estaba convencida de lo que ponía en la carta, con aquella súplica explícita de que se tomara las pastillas, y todo sería chispeante y vería el mundo con claridad en todo momento, como decía Zane. O quizás no funcionaran y entonces se quedaría como un esqueleto hueco con el cerebro muerto. O quizás fuera David quien estuviera muerto. Tally se preguntó si después de aquel día parte de ella recordaría el rostro de él, hiciera lo que hiciera. Y a menos que tomara las pastillas, nunca conocería la verdad. Tally hizo amago de llevárselas a la boca, pero se sintió incapaz de tomárselas. Imaginó su cerebro deshaciéndose. Imagino que quedaba borrada del mapa, como la otra Tally que le había escrito la carta. Clavó la mirada en los ojos de Zane, tan hermosos como suplicantes. Al menos él no tenía dudas. Quizás no tuviera que hacer aquello sola... La puerta emitió un chirrido agudo al intentar abrirla alguien desde fuera, y la cadena se tensó. Luego le dieron un golpe que retumbó en el interior de la caseta de chapa como si se tratara de un petardo. Los especiales tenían fuerza, pero ¿podían derribar una puerta de metal? "Hazlo ya, Tally" susurró Zane. "No puedo" "Pues dámelas a mí" Tally negó con la cabeza y se acercó a él para hablarle en un tono que quedara apagado por los atronadores golpes que estaban dando en la puerta. "No puedo hacerte eso, Zane, y tampoco puedo hacer esto sola. Quizá, si cada uno se tomara una..." "¿Cómo? Eso es una locura. No sabemos como..." "No sabemos nada, Zane." Los golpes cesaron, y Tally acalló la respuesta de Zane. Los especiales no solo eran fuertes y rápidos, sino que tenían un oído tan fino como el de un depredador. De repente una luz brillante se filtró por el resquicio de la puerta, proyectando unas sombras temblorosas en el interior de la caseta y deslumbrando a Tally. La herramienta cortante silbó a medida que atravesaba la cadena y el olor a metal fundido llegó hasta su nariz. Los especiales conseguirían entrar en cuestión de segundos. "Hagámoslo juntos" susurró Tally, ofreciendo una de las pastillas a Zane. Respirando hondo,

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se puso la otra en la lengua. Una explosión de amargor le llenó la boca, como si hubiera mordido la semilla de una uva, Tally se tragó la píldora, que le dejó un gusto ácido en la garganta. "Por favor" suplicó a Zane en voz baja. "Haz esto por mí". Zane suspiró y se tomó la pastilla, haciendo una mueca al notar el sabor amargo. Luego se quedó mirando a Tally, sacudiendo la cabeza. "Puede que lo que acabamos de hacer sea una tontería supina." Tally trató de sonreír. "Al menos hemos hecho el tonto juntos". Y, acercándose a él, lo cogió por la nuca y lo besó. David no había ido a rescatarla. O bien estaba muerto o no le importaba lo que pudiera ocurrirle a ella. David era feo, en cambio Zane era guapo, chispeante y estaba allí. "Ahora nos necesitamos en uno al otro" dijo. Aún estaban besándose cuando los especiales irrumpieron en el interior de la caseta. ssooos ss Traducido por Isabella_Cullen88 De la noche a la mañana había llegado la primera helada del invierno. Los árboles brillaban como el cristal, las ramas desnudas estaban iluminadas con carámbanos. Brillantes dedos negros estirados a traves de la ventana, cortando el cielo en pequeños trocitos. Tally presionó una mano contra el cristal, dejando que se enfriara y marcando el cristal. El frío hizo que la tarde ligera se volviera más aguda , tan frágil como se imaginaba que eran los carámbanos de afuera. Esto concentró la parte de su mente que aún quería hundirse en bonitos sueños. Cuando finalmente separo su mano de la ventana, un contorno borroso mostró su impresión sobre el cristal y despacio fue perdiéndose. "La Tally borrosa ya no esta" dijo ella, luego sonrió abiertamente, colocando la palma helada contra la mejilla de Zane. "Que el..." él murmuró, revolviéndose solo lo suficiente para quitar su mano. "Despierta, linda cabecita." Sus ojos se abrieron un poco. "Vuelvelo oscuro". Dijo levantando el anillo de comunicaciones. El cuarto obedeció, volviendo opacas las ventanas. Tally frunció el ceño. "¿Otro dolor de cabeza?"

Zane aún tenía migrañas por la mutilación a veces, que lo dejaban fuera de combate durante horas, pero no eran tan malas como las primeras semanas después de haberse tomado la píldora. "No", murmuró. "Sueño". Ella alcanzó los mandos manuales, volviendo a poner las ventanas transparentes. "Entonces es hora de levantarse. Llegaremos tarde al patinaje sobre hielo." El abrió un ojo mirándola. "El patinaje sobre hielo es fraudulento". "Dormir es fraudulento. Levantate y se burbujeante". "Ser burbujeante es fraudulento" Tally levanto una ceja, que ya no dolía. Había sido una buena perfecta y tenía su frente perfectamente fijada, aunque había conmemorado la cicatriz con un tatuaje de destellos: remolinos celtas justo encima de su ojo, que giraban a la vez que los latidos de su corazon. En parte, había obtenido la idea de los ojos de Shay, con el reloj corriendo hacia atrás. "Burbujeante no es fraudulento, cara perezosa". Tally colocó de nuevo la mano en la ventana para volver a coger algo del frío helado. Su anillo brilló con el sol como los árboles congelados de abajo, y por millonésima vez ella buscó cualquier costura en su superficie metálica. Pero el anillo parecia haber sido forjado de un pedazo de acero, perfectamente encajado al óvalo de su muñeca. Tiró de él suavemente, sin la más mínima sensación: ella machacaba su piel cada dia. "Cafe por favor", le dijo dulcemente al anillo. Los olores de la preparación de la cerveza comenzaron a filtrarse en la habitación, y Zane se revolvió de nuevo. Cuando su mano se había puesto suficientemente fría , Tally la colocó sobre su pecho desnudo. El se estremeció, pero no lucho, solo apretó los puños y soltó un bufido. Sus ojos se abrieron, con los iris dorados brillando como el sol frío de invierno. "Ahora si es burbujeante" "Pensé que ser burbujeante era fraudulento". El rió y se encogió somnoliento. Tally sonrió para sus adentros. Zane era increiblemente hermoso cuando se despertaba. Los restos del sueño ablandaban su forma de mirar intensa, abandonando sus rasgos severos viéndose casi vulnerable, como un muchacho perdido y hambriento. Tally nunca lo

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mencionó, desde luego, o Zane probablemente haría lo que fuera para cambiarlo. Ella se dirigió hacia la cafetera, atravesando los montones de ropa no reciclada y los platos sucios que ocupaban cada centímetro cuadrado del suelo. Como siempre, la habitación de Zane era una ruina. Su armario estaba entreabierto, demasiado desbordado para cerrarse correctamente. Esta era una habitación en la que era fácil esconder algo. Dandole sorbos a su cafe, Tally le ordenó al agujero de la pared que hiciera sus conjuntos habituales para patinar: chaquetas de plástico pesado, rayadas con piel de conejo falsa, pantalones acolchados con rodilleras para las malas caidas, bufandas negras y, lo más importante, gruesos guantes que le llegaban hasta la mitad del camino a su codo. Mientras el agujero escupía la ropa, le dió a Zane su cafe, que finalmente le trajo la conciencia. Zane y Tally se saltaron el desayuno —la comida que ellos no habian tomado en todo el mes pasado— y bajaron por el ascensor hasta la puerta de la Mansión Pulcher, hablando fluidamente perfecto durante todo el camino. "¿Has visto la helada, Zane-la? Se ha congelado." "El invierno es totalmente burbujeante". "Totalmente. El verano es solo... no se. Caliente o algo". "Cierto". Ellos sonrieron agradablemente al portero y salieron al frío, haciendo una pausa durante un momento en la parte delantera de la mansión. Tally le dió a Zane su taza de cafe y se puso los guantes poniendo las mangas dentro, cubriendo el anillo de comunicaciones en su brazo izquierdo con dos capas. Luego se envolvió el brazo con la bufanda negra para sellar herméticamente el brazalete. Le cogió los dos cafes a Zane, mirando el vapor que salía de ellos mientras el hacía lo mismo con sus propios guantes. Cuando lo hubo hecho, Tally habló, no demasiado fuerte. "Pense que hoy se suponia que actuariamos normal" "Yo actuo normal". "Vamos '¿Burbujeante es genial?'" "¿Qué? ¿Demasiado?"

Ella sacudió la cabeza y se rió tontamente mientras le daba un empujón hacia la pista. Había pasado un mes desde que habían tomado las píldoras, y Tally y Zane no estaban clínicamente muertos aún. Aunque las primeras horas habían sido totalmente horribles. Los especialistas habian buscado Valentino 317 y a ellos como locos, poniendo todo lo que encontraron en pequeñas bolsas de plástico. Ellos habian ladrado un millón de preguntas con sus voces chirriantes de Especiales, tratando de averiguar porque un par de Perfectos nuevos habían subido a la torre de transmisión. Tally trato de decirles que ellos querian intimidad, pero ninguna explicación satisfacía a los Especialistas. Finalmente algunos guardiantes les mostraron los anillos de comunicación abandonados. Tally comió su desayuno retrasado como si fuera un perro hambriento hasta que pasó toda la sensacion burbujeante y con una sonrisa grácil pidió que le vieran la cicatriz de la noche anterior. Después de otra hora horriblemente aburrida o más, los Especialistas dejaron que los guardianes la llevaran al hospital con Zane a remolque. Esto era todo, excepto por los anillos de comunicación. Los médicos de Tally se lo pusieron cuando le arreglaron la ceja y Zane despertó al dia siguiente para encontrar que él llevaba otro. Funcionaban igual que los anillos de comunicación, excepto porque podía enviar mensajes de voz desde cualquier lugar como si fuera un movil. Eso quería decir que los puños oían las conversaciones incluso cuando estaban apagados y que, a diferencia de los anillos, estos no se quitaban. Estas eran esposas con una cadena invisible y ni Tally ni Zane podrian haber intentado cortarlo o abrirlo. Inesperadamente, las esposas también se convirtieron en el tema de moda de la temporada. Una vez que todos los Crims los vieron, nada pudo hacer Zane para evitar que los demás las pidieran igual. Él consiguió que el agujero en la pared hiciera un manojo de copias que no funcionaban igual y las repartió. Durante las siguientes semanas se extendió el rumor de que las esposas eran una nueva marca de criminalidad, significaba que habías escalado la torre de transmisión sobre la cima de la Mansión Valentino; resultó que cientos de nuevos perfectos atestiguaron la subida de Tally y Zane, avisándose

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unos a otros para correr a las ventanas y comprobar el espectáculo. En unas semanas, la mayoría ya estaba a la moda, excepto algunos que no llevaban barazalete de metal y los perfectos tuvieron que instalar guardias para manetener a los nuevos perfectos lejos de la torre. La gente empezaba a señalar a Tally y Zane cuando estaban en público, y cada día había más supuestos expertos Crims. Parecía como si todos quisieran ser burbujeantes. Tally estaba inquieta por la brecha, pero ella y Zane no hablaron mucho de camino a la pista de patinaje. Aunque sus puños no pudieran oir nada mientras estaban envueltos con la ropa de invierno, el silencio era un hábito que había empezado a seguirlos a todas partes. Tally había empezado a comunicarse de otros modos: guiños, haciendo rodar los ojos y palabras silenciosamente articuladas. Estar viviendo en una constante conspiración llenaba cada gesto de significado, lo cargaba de importancia. Dentro del ascensor de cristal que los llevaba hasta la pista flotante de hielo, mirando hacia abajo, al gran plato que era el Estadio de Nefertiti , Zane tomó la mano de Tally. Sus ojos destellaron, así como lo hacían antes de hacer un truco repentino, inesperado, como una guerra de bolas de nieve en la azotea de la Mansión Pulcher. Su mirada juguetona ponia a Tally un poco nerviosa. No lo hacía para ver a los otros Crims ansiosos desde luego. La mayor parte de ellos ya estaban alli, comerciando con patines de bota, buscando chaquetas que les fueran bien. Unos cuantos Crims recien admitidos calentaban, tanteando sobre la pista de hielo flotante, escuchando el sonido de sus patines, como hacía un acompañante de bibliotecario en una biblioteca. Shay se deslizó para llegar al lado de Tally queriendo darle un abrazo, parándose de golpe y dándose contra ella. "¡Eh! Flaco-wa" "¡Eh! Bizca-la", replicó Tally riendo tontamente. Los apodos feos no estaban de moda, pero Shay y Tally habían cambiado sus viejos nombres ahora que Tally había perdido peso. Iba eliminando alimentos con la esperanza de que adelgazara lo suficiente como para que poder quitarse el anillo de su muñeca.

Ella vio que Shay se había envuelto con una bufanda negra su antebrazo solidariamente. Shay también llevaba una versión del tatuaje de Tally, un nido de serpientes enredada alrededor de su frente y bajando por su mejilla. Muchos Crims tenían nuevos tatuajes faciales que iban con el ritmo cardiaco —te podías imaginar como de burbujeantes eran—. Un grupo de ellos se pusieron alrededor de Tally y Zane cuando los descubrieron, con gran entusiasmo. Peris se deslizó hacia ella con una chaqueta bungee (NT: chaqueta para hacer «puenting») y los patines habituales de Tally en la mano. "Gracias narizotas" dijo Tally, tirando sus botas al suelo y sentándose sobre el hielo. Allí, en la pista, no permitían las botas de planeo; verdaderas láminas de metal brillaron con la luz infernal cual dagas. Tally se apretó los cordones, "¿Conseguiste tu bebida?" le pregunto a Peris. El lo sacó. "Doble de vodka". "Muy helado". Tally y Zane habian dejado de beber alcohol, éste, que te volvía más burbujeante, tenía otro uso aquí en el hielo. Ella le ofreció las manos con los guantes a Peris y este se las puso encima haciendo que los dos se deslizaran en un pequeño vals. Riéndose tontamente se estabilizaron ayudandose uno a otro. "No olvides tu chaqueta Flacucha" dijo él. La cogió y se ató las correas. "Esto es fraudulento, ¿verdad?" Peris cabeceo de forma nerviosa. "¿Alguna palabra de nuestros amigos del otro lado del rio?" pregunto ella, con su voz apenas en un susurro. "Ninguna señal. Ellos aún están totalmente desaparecidos". Tally frunció el ceño. La visita de Croy había sido hace un mes y nadie de Nuevo Humo se había mostrado desde entonces. El silencio era siniestro, a no ser que esto fuera otra de sus molestas pruebas. De cualquier forma, ella iba a ir a mirar una vez hubiera conseguido quitarse las malditas esposas. "¿Cómo lleva Fausto lo de trucar la tabla de planeo?" Peris solo se encogió, mirando distraidamente a otros Crims, que invadian la pista gritando y riendo, y algunas máquinas que pulían el hielo.

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Tally se fijó en el tatuaje de la frente de Peris —un tercer ojo se movia con la velocidad de sus latidos— y examinó sus magníficos ojos, marrones suaves. Peris parecia más burbujeante que hacía un mes — todos los Crims lo parecían— pero Tally no veía la mejora día a día. Era igual o más dificil para ellos que no habian tenido la pildora, y no estaban medio curados como Tally y Zane. Ellos podían estar excitados a corto plazo, pero era dificil mantenerlos concentrados. Bien, esto les daria una sacudida. "Esta bien, Narizotas. Vamos a patinar". Tally se puso en marcha, aumentando la velocidad mientras barría el borde externo de la pista. Ella miró hacia abajo a traves de la ventana de hielo de debajo de sus pies. Los levantadores que sostenían la pista flotante en el aire se veian fácilmente, sostenidos por una rejilla que enviaba zarcillos de refrigeración para mantener la pista. Mucho más lejos, el amplio óvalo del estadio deportivo era visible, suavemente desenfocado como si hubiera una suave neblina importada. Se veian las luces del estadio, calentándose para el partido de fútbol previsto para dentro de cuarenta y cinco minutos. Como siempre, habría fuegos artificiales antes de empezar, cuando todo el mundo estuviera en sus asientos. Algo hecho muy perfectamente. El cielo de encima era una extensión ininterrumpida de azul, excepto por unos globos de aire caliente atados a las agujas de fiesta más altas. Cuando se transportaba, la pista de patinaje era lo que estaba más alto de Ciudad Nueva Belleza. Tally podía vislumbrar la ciudad entera extendida debajo. Ella patinó luego con Zane, cogiéndose a él después de dar una vuelta. "¿Todo el mundo parece burbujeante para ti?" "Más bien nerviosos". Él se dió la vuelta con gracia, patinando hacia atrás, tan fácilmente como respiraba. Sus músculos aumentados tras la operación habían sido liberados de la bonita timidez y la pereza. Él podría sostener un pino sin temblar, subir a su ventana en la Mansión Pulcher en unos segundos y detener el monorail que abastecia al Hospital Central. Él nunca sudaba y podía contener el aliento durante dos minutos completos. Viendole realizar estas hazañas, Tally recordó a los guardabosques que la habian rescatado de un incendio durante su viaje al Humo. Zane era tan parecido físicamente a ellos, pero

sin la inhumanidad que tienen los agentes de circunstancias especiales. Tally se veia que ya no era ella misma, pero de alguna manera la cura había tomado más fuerza en Zane y la cordinación llegó a un nuevo nivel. Le gustaba deslizarse por el hielo con el, patinando en círculos alrededor de los demás, siendo el centro de las miradas del variopinto grupo de Crims. "¿Algo de Nuevo Humo?" preguntó él apenas audible sobre el silbar de los patines. "Peris dice que nada" Zane juró y dió una vuelta rapida, rociando el hielo a lo largo del lado de la pista. Tally se cogió a él. "Tenemos que ser pacientes, Zane. Conseguiremos que vaya bien". "Estoy harto de tener paciencia Tally". Él miró hacia abajo al hielo. El estadio de abajo hormigueaba, la creciente audiencia que esperaba para el primer juego del desempate. "¿Cuánto tiempo más?" "De un momento a otro" dijo ella. Mientras las palabras salían de su boca, los primeros fuegos artificiales explotaron debajo, al instante transformando la pista en una platea abigarrada de rojo y azul. Un segundo más tarde, uno más tardío estalló por encima del hielo seguido de un largo ¡Ahhh! de admiración de la muchedumbre. "Allá vamos". Dijo Zane con una sonrisa y su irritación ya desaparecida. Tally apretó su mano, y entonces él patinó lejos, deslizándose hasta parar en el centro de la pista, el punto más apartado para apoyarse en la estructura del hielo. Ella levantó una mano y esperó, como los otros Crims que se apretujaban alrededor suyo. "Frascos" ella dijo suavemente, y oyó la extensión de susurros del grupo. Los destellos de metal al sol, y Tally oyó la escofina de cimas siendo desatornillada. Su corazon golpeaba rápido, sus sentidos se afilaron por la anticipación. Los tatuajes de todo el mundo giraban como nunca. Ella vió a Zane coger velocidad a lo largo del exterior de la pista. "Derramad" dijo ella suavemente.

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Una extensión líquida descendió del conjunto de Crims, doble de vodka y el alcohol etílico directo hacia fuera. El pensamiento de Tally oyó un crujido, el más leve del hielo al llegar a su punto de congelación. Incluso en los viejos dias, Zane siempre había soñado con esto, a veces vertiendo el champange sobre el hielo mientras los Crims patinaban. Pero la cura lo había hecho serio; él había hecho una pequeña prueba en el congelador de su habitación. Había llenado una bandeja de cubitos de hielo, cada uno con una mezcla diferente de vodka y agua, y lo había puesto en el congelador. Los cubitos de todo agua se habían congelado normalmente, pero aquellos con más alcohol en ellos conseguían mantenerse, dejando al final los cubitos de todo vodka completamente liquidos. Tally miró hacia abajo, a la capa de espíritus, viendo como el hielo se derretía bajo sus patines en láminas y caía. El estadio entró en el corazón de los focos, Tally podía ver cada detalle de los fuegos artificiales verdes y amarillos. Cuando el auge ensordecedor alcanzó sus oidos sonó otro crujido. La demostración de fuegos artificiales llegaba a su final. Tally estiró la mano hacia Zane. Él dió la vuelta, luego se encaminó hacia ellos caminando con fuerza. Sintió un sentimiento de pánico en la muchedumbre de su alrededor, como una manada de gacelas que descubren un león en la distancia. Unos cuantos Crims lanzaron a chorro zumo de naranja para borrar las pruebas de lo que habian hecho. Tally sonrio abiertamente , imaginándose la bonita confusion que causaria a los guardianes: solo nosotros alli de pie, hablando, y metiéndonos en nuestros asuntos y de repente .... "¡Cuidado!" Zane gritó, y la muchedumbre se dividió en dos para crear un camino para él. Patinó por el centro y saltó en el aire inhumanamente alto, todos mirándole, luego chocó con los patines con fuerza sobre el hielo, con todo su peso sobre ellos. Zane desapareció de la vista con un ruido como de cristal roto, y Tally oyó la grieta que se extendia haciendo un sonido como el de un árbol cayendo en el Humo. Por un segundo se sintió volar, pero entonces se tambaleó y se rompió por la mitad y Tally se encontró cayendo, con su estomago dando sacudidas. Un chillido se elevó por encima de todo cuando la pista cedió totalmente y

Crims y Zamboines caían hacia la verde hierba del campo de fútbol, diez mil caras mirando desde abajo. Ahora, esto era burbujeante. llpppe ee Traducido por Lexie Por un momento estuvo tranquilo A su alrededor, hielo destrozado se cayó sin un sonido, capturando las luces del estadio mien tras giraba. El viento rompió los gritos de guerra de las bocas de los Crim. La multitud debajo miraba arriba en silencio aturdida. Tally abrió sus brazos para ralentizar su caída, aferrando los preciosos segundos con dedos ahuecados. Esta parte del salto bungee era siempre como volar. Entonces un chorro de luz y sonido envió a Tally girando, las oídos dieron puñetazos y los ojos fueron forzados a cerrarse cegados por los rayos de brillantez. Después de que unos pocos segundos de aturdimiento, ella sacudió la cabeza y abrió los ojos: Los fragmentos del arco iris de fuego viajado en toda dirección, como si Tally estuvieran en el centro de una galaxia que estallando. Más estruendos tronaron encima de ella, soltando una lluvia constante de incandescencia. Ella se dio cuenta de lo que había sucedido… El final espectacular de la muestra de fuegos artificiales había detonado así como el grupo caído de Crim se había abierto camino el hielo. El tiempo del avance había sido demasiado perfecto. Uno chisporroteo estallo adherido a su chaqueta del bungee, quemando con la fría insistencia segura de los fuegos artificiales de, cosquilleando la cara con chispas de desecho. Las marcas desgranaron sus armamentos al derecho ella misma, pero al suelo ya iba corriendo, sólo apoya lejos Ella fue todavía fuera de control cuando las correas de la chaqueta de correa elástica mordieron en ella, trayendo su plomo de cabeza a una parada unos pocos metros del suelo. Cuando la chaqueta tiró de Tally verticalmente y de regreso al aire, ella se enrolló en una bola en caso de que algo grande estuviera aun cayendo. La posibilidad de uno de ellos agarrando un pedazo de hielo o derribando un Zamboni siempre había sido la parte nerviosa de hacer en este plan. Pero Tally hizo el salto ilesa, y, cuando ella alcanzó la cumbre ella oyó el ahhh de

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confusión de la vasta multitud. Ellos sabían que algo había fallado. Ella y Zane habían pensado hackear el Marcador para mostrar un mensaje en este momento, para penetrar en la neblina de la multitud mientras sus cabezas estuvieran girando. Pero entonces los encargados sabrían la ruptura que habia sido planeada, la cual llevaría a todo tipo de complicaciones falsas. El Nuevo Humo se enteraría de esta artimaña de una forma u otra, y ellos, por lo menos, sabrían lo que significó… La curación había funcionado. El Nuevo Humo tenía a aliados dentro de la ciudad. El cielo se caía. El rebote de Tally paro cerca del campo medio, en el césped ensuciado con hielo roto, Zambonies estremeciéndose, Crims riéndose tontamente, y los pocos patinadores inocentes que había caído, sin duda de repente contentos de que la chaqueta de bungee era requerida en la pista de hielo. Ella buscó a Zane, y vio que su ímpetu lo había llevado al campo y dentro de uno de los objetivos. Ella corrió hacia el final, verificando Crims por el camino. Todos su tatuajes pulsando como locos; girando con la magia antibelleza de la ruptura. Pero nadie fue herido mas allá de unas pocas magulladuras o pelo un poco chamuscado. ¡"Funcionó, Tally"! Fausto dijo suavemente como ella pasó, mirando fijamente con asombro un pedazo de hielo en su mano. Ella siguió corriendo Zane se reía histéricamente, enredado arriba en la red. Cuándo él vio a Tally , él gritó un largo, "Go-o-o-o-ol!" Ella se detuvo de golpe, aliviada y se permitió disfrutar lo burbujeante de todo, el mundo transformado alrededor de ella. Era como si ella pudiera captar toda la audiencia ewn una sola mirada, cada expresión clara como el cristal en lo afiladamente irreal de de las luces del estadio. Diez mil rostros miraron fijamente hacia ella, atemorizados y asombrados. Tally se imagino a si misma pronunciando un discurso en este momento, diciéndoles todo acerca de la operación, las lesiones, el terrible precio de ser bello—que encantador quiere decir descerebrado, y que sus vidas fáciles eran vacías. La multitud deslumbrada parecía como si fuera a escuchar. Ella y Zane habían querido señalar al Nuevo Lleno humo, pero eso no había sido el único objetivo de la ruptura. Una artimaña en esta escala descolocaria a los Crims unos cuantos días, ellos lo

sabían, pero ¿una verdadera experiencia en una burbuja permanentemente cambiaría a los bellos que no habían tomado las píldoras? De la mirada en Fausto'seyes, Tally pensó que posiblemente. Y ahora, viendo los rostros de la multitud—nuevo y medianamente bonitos e incluso desmenuzables todos juntos—ella se preguntó si la caída del cielo había despertado algo más grande. La ciudad definitivamente lo advirtió. Los encargados corrían en el campo, con los botiquines de primeros auxilios en la mano. Tally nunca habían visto tales expresiones asustadas en medianamente bellos. Como la multitud, todos miraron aturdidos que algo en la ciudad pudiera haber salido totalmente mal. Las cámaras de circuito cerrado habían estado listas para registrar las finales que juego estaban en el suelo del campo tomando la ruina. Por el final del día, Tally se dio cuenta de que, esta artimaña sería transmitida en cada ciudad en el globo. Ella respiró hondo. Sentía como preparara su primer fuego artificial siendo pequeña, asombrada de que una pequeña presión en el botón podía hacer tanto ruido, preguntándose si se iba a meter en problemas. Cuando su euforia se fue, Tally no se podía quitar de encima el sentimiento de que, no importaba cuan cuidadosamente habían cubierto su rastro alguien iba a saber la ruptura que habían planeado. De repente, Tally necesitó el toque de Zane, su tranquilidad silenciosa, y ella corriendo el resto de la distancia al objetivo. El fue desenmarañado de la red rota, un par de encargados que trataron su rostro con medicamentos en aerosol. Tally los apartó y tomó a Zane en sus brazos. Había encargados por todas partes, así que ella habló en bonito. ¡"Haciendo burbujas, eh!" "Totalmente," él dijo. Zane no tuvo ninguna marca de tatuajes, pero Tally podía sentir su corazón latiendo através del pesado abrigo de invierno. “¿tienes algo roto?” "No. Justo adolorido". El tocó un lado de su rostro con cautela; presionó las líneas rojas en la patrón de la red. "Se parece que estamos rayados". Ella se rió tontamente y besó la mejilla herida tan suavemente como pudo, entonces puso sus labios en su oído. "Funcionó. Realmente funcionó. Es como si pudieramos hacer cualquier cosa.”

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"Podemos". "Después de que esto, el Nuevo humo tiene que saber los trabajos de curación. Ellos nos enviarán más píldoras, y nosotros podemos cambiar todo. " Él se alejó y asintió, entonces se inclinó más cerca para besar su oreja suavemente y el murmurar," Y si ellos no advierten esto, nosotros simplemente tendremos que salirlos a buscar.” aaddda aa Traducido por Belen Esa noche fue sobre todo champán. A pesar de que habían jurado no beber, Tally y Zane se sentían como si tuvieran que brindar por la supervivencia de los Crims del Gran Derrumbe del Nefertiti Estadium. Habían practicado todo para esta noche, cada reacción ensayada, aunque no había ninguna mención de las bebidas alcohólicas vertidas sobre el hielo, sin regodeo acerca de un plan que había funcionado perfectamente, solo la excitada charla de los nuevos perfectos recuperando el chispeante e inesperado abandono de las normas. Todo el mundo contaría y recontaría la historia de su propia caída-el estremecimiento del hielo rajándose, el deslumbrante interior de la exhibición de fuegos artificiales, el tirón de quitar chaquetas, y, después había terminado todo, las llamadas de alarma de los inconsistentes padres que habían visto todo repetido una y otra vez en cada canal. La mayoría de los Crims que habían sido entrevistados para programas internacionales, contaban sus historias con expresiones de inocente sorpresa. La noticia fue difundida y mutada: se pidió la dimisión de la junta de arquitectura de la ciudad, una total reprogramación de los play-offs de fútbol, y el cierre de la pista flotante para siempre (un equivocado efecto secundario que Tally no había previsto). Pero no tardó en volverse una noticia repetitiva, incluso tu propio rostro en una pantalla gigante es aburrido después de haberlo visto cincuenta veces, tanto que Zane los llevó fuera a hacer una fogata en el Parque Denzel. Los Crims quedaron chispeantes, sus recuerdos girando en la luz del fuego cuando relataron sus historias. Todos ellos estaba hablando bastante fluido en el caso que alguien no hubiera escuchado, pero Tally escuchó más que las insípidas tonterías en sus palabras. Era la forma como ella y Zane

hablaban el uno al otro, siempre conscientes de la improvisación pero cargando su charla con bastante sentido. La conspiración silenciosa que habían compartido estaba creciendo más allá de ellos dos. Mientras Tally miraba las llamas, escuchaba los Crims a su alrededor, empezó a creer que tomar la chispeante sensación de avanzar por la realidad se mantenía. Tal vez la gente pudiera pensar la manera de salir de mentalidad-perfecta, sin necesidad de píldoras. "Mejor beber champán, Flaca" dijo Zane, sus dedos vagando a lo largo de la parte de atrás de su cuello para interrumpir sus pensamientos. "He oído que el alcohol se evapora del todo rápidamente." "¿Evapora? Eso es terrible". Tally puso una cara seria, y sostuvo su champán hacia la luz del fuego. Las noticias daban actualizaciones cada hora sobre el avance de la investigación. Un grupo de ingenieros estaban tratando de averiguar cómo veinte centímetros de hielo levantado-apoyado podría haberse doblado bajo el peso de unas pocas docenas de personas. La culpa se le había asignado a las ondas de choque de los fuegos artificiales, el calor de las luces del estadio, incluso favoreciendo las vibraciones de los patinadores que se desplazan en tándem (por parejas) como soldados marchando. Pero ninguno de los expertos había pensado que la verdadera razón de la ruptura ya se había evaporado en el aire. Ella levantó su vaso, brindó contra el de Zane. Él vació su vaso, y luego tomó el de ella, salpicándole algo de champán encima. "Gracias, Flaca", dijo. "¿Por qué?" "Por compartir". Ella le dio una bonita sonrisa. Él se refería a las pastillas que habían partido, por supuesto, no al champán. "Sin duda. Me alegro había suficiente para dos." "Chispeante suerte que funcionara". Ella asintió. La cura no había sido perfecta, pero teniendo en cuenta que habían tenido sólo media dosis cada uno, la prueba había sido un éxito. La cura había afectado a Zane casi instantáneamente, destrozando bastante su espíritu en unos pocos días. La píldora de Tally había trabajado más lentamente, y se despertó aún más difusa por la mañana, necesitando que Zane le recordara tener pensamientos chispeantes. La parte buena fue, que ella nunca tuvo el terrible dolor de cabeza de Zane. "Es mejor compartida, creo," dijo Tally, el tintineo de cristal de nuevo. Recordó la advertencia en la carta de ella misma, y tembló a pesar del fuego.

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Tal vez dos píldoras eran realmente demasiado, y si Tally hubiera tomado tanto habría tenido el cerebro-muerto ahora. Zane tiró de ella estrechándola. "Como he dicho ... gracias." La besó, sus labios cálidos en el frío aire nocturno, sus ojos parpadeando con las reflexiones de la hoguera, y mantuvo su boca contra la suya durante mucho tiempo. Entre la falta de oxígeno del beso y el champán, Tally se sentía a sí misma sacando la mentalidad-perfecta, los bordes de la luz del fuego se volvían borrosos. Que tal vez no siempre fuera malo ... Zane finalmente la dejó ir y se volvió hacia la hoguera, susurro a su oído, "Tenemos que conseguir esas cosas. " "Shhh." Incluso con abrigos de invierno y guantes que cubrían sus puños, Tally se sentía también un poco famosa en ese momento para hacer planes en voz alta. Los Crims ya habían arrojado piedras por el camino a una aero-cámara que cubría el seguimiento de algunas partes de la historia sobre la pista de hielo colapsada. "Es que me vuelve loco, Tally". "No te preocupes. Lo resolveremos". Simplemente deja de hablar, le rogó en silencio. Zane pateó una rama caída de la hoguera. Cuando rompió en llamas, soltó un sonido molesto. "¿Zane?" Él sacudió su cabeza, los dedos en las sienes. Tally tragó. Otro dolor de cabeza. A veces terminaba tras unos segundos, a veces duraba horas. "No estoy bien." Él aspiró en una respiración profunda. "Sabes, deberías ir a un médico," susurró ella. "¡Olvídate de eso! Ellos sabrían que estoy curado". Ella le acercó más al crepitar del fuego y apretó sus labios a su oído. "¿Te hablé acerca de Maddy y Az, los padres de David? Fueron los médicos-cirujanos-y durante mucho tiempo aún no sabían sobre las lesiones del cerebro. Sólo pensaban que la mayoría de la gente era estúpida. Un médico de cabecera no querría pensar que hay algo malo con tu fijación. " Zane sacudió furiosamente su cabeza y se puso a susurrar en su oído. "No voy a ir con un médico, Tally. Los nuevos perfectos no se enferman. " Ella miró alrededor del fuego que brillaba en sus rostros. Los Crims heridos iban al hospital suficientemente a menudo, pero sólo para las lesiones, no por enfermedad. La operación impulsaba su sistema inmune, el fortalecimiento de sus órganos, sus dientes fijos para siempre. Un nuevo perfecto enfermizo era una rareza, probablemente harían una tonelada de pruebas. Si persistieran

los dolores de cabeza de Zane, los resultados de las pruebas se transmitirían a expertos. "Ellos ya nos están vigilando", susurró. "No podemos permitirnos nadie alrededor asomándose dentro de mi cabeza. "Se estremeció de nuevo, el dolor contrayendo sus rasgos. "Tenemos que ir a casa", dijo ella suavemente. "Tú quédate. Puedo llegar bien a Pulcher." Ella refunfuñó y tiró de él fuera del fuego. "Vamos". Dejó su lugar junto al de él en la oscuridad, circulando alrededor de los otros Crims. Shay los llamó, pero Tally le dijo adios con la mano, diciendo: "Demasiado champán." Shay sonrió con simpatía y regresó al fuego. Caminaron con dificultad hacia casa, la escarcha del suelo desnudo brillando bajo la luz de la luna, el frío cortante del viento después de la calma del calor del fuego. La noche era hermosa, pero Tally sólo podía preguntarse sobre lo que estaba ocurriendo dentro de la cabeza de Zane.¿Era sólo un pequeño efecto secundario de la cura? ¿O un signo de que pasaba algo terriblemente malo ? "No te preocupes, Zane", dijo, justo por encima de un susurro. "Lo resolveremos. O saldremos de aquí y tendremos ayuda de los del Humo. Esta es la cura de Maddy-ella sabrá qué está pasando ". Él no respondió, en ese momento tropezaron con la colina al lado de ella. Cuando la Mansión Pulcher estuvo a la vista, Zane tiró de ella para detenerla. "Vuelve a la fiesta. Puedo llegar bien a casa desde aquí. "Su voz era demasiado alta. Ella miró a su alrededor, pero ellos estaban solos, sin perfectos o aerocámaras a la vista. "Estoy preocupada por ti ", le susurró. Él bajó su voz. "Es una tontería preocuparse, Flaca. Es sólo un dolor de cabeza. Lo mismo de siempre. Probablemente porque he sido perfecto más tiempo que tu. "Forzó una sonrisa." Es sólo que me llevará más tiempo acostumbrarme a tener un cerebro de nuevo. " "Vamos. Vamos a meterte en la cama." "No, vuelve. No quiero que sepan acerca de…esto". "No voy a decir nada", susurró Tally. No le habían hablado a nadie acerca de la cura, no hasta que estuvieran absolutamente seguros que los otros Crims eran lo suficiente chispeantes como para mantener la boca cerrada. "Solo diré que bebiste demasiado ". "Bien, pero vuelve a la fiesta", dijo con firmeza. "Hay que mantenerlos chispeantes. Asegúrate de que no se emborrachan y empiezan a decir cosas estúpidas ". Tally volvió a mirar al fuego, apenas visible a través

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de los árboles. Con suficiente champán, alguien podría empezar a fanfarronear. Miró de nuevo a Zane. "¿Estarás bien?" Él asintió. "Mejor ya." Tomó una bocanada de aire frío. No se veía mejor. "Zane ..." "Escucha, voy a estar bien. Y no importa lo que pase, me alegro de que tomáramos las pastillas". Tally tomó una respiración profunda para tranquilizarse. "¿Qué quiere decir, 'no importa lo que pase?" "No me refería a esta noche. Justo cuando. Ya sabes." Tally miró a sus ojos moteados de oro, y vio en ellos el dolor que él estaba soportando silenciosamente. Independientemente de lo que le estaba ocurriendo a Zane, manteniéndose chispeante no valía la pena perderlo. Ella sacudió la cabeza. "No, no lo sé. " Él suspiró. "Supongo que era una estúpida forma de decirlo. Estoy bien." "Estoy preocupada por ti." "Sólo vuelve a la fiesta." Tally suspiró suavemente. No tenía sentido discutir. Ella levantó un brazo, señalando la bufanda envuelta alrededor de su muñeca. "Está bien. Pero si te sientes peor, avísame". Sonrió amargamente. "Por lo menos esas cosas son buenas para algo". Ella le besó suavemente, y luego lo vio caminar penosamente hasta la puerta de la mansión y al interior. En el solitario viaje de regreso a la fiesta, el aire frío parecía crecer. Tally casi deseaba que pudiera tener mentalidad-perfecta de nuevo, sólo por una noche, en lugar de tener que vigilar a los Crims. Desde el primer beso, con Zane las cosas se hicieron complicadas. Suspiró. Tal vez esa era la forma en que siempre funcionaba. Zane nunca iría a un médico, Tally lo sabía. Si sus dolores de cabeza se convertían en algo peor, ¿ podría hacer que fuera? Por supuesto, Zane tenía razón: Cualquier médico que pudiera solucionar su problema podría probablemente averiguar lo que lo había causado, y era alguien que podría hacer a Zane de mentalidad-perfecta otra vez. Si sólo Croy no hubiera desaparecido. Tally se preguntó cuánto tiempo tardaría la Nueva Humo en ponerse en contacto con ellos ahora. Después de penetrar en las defensas enemigas, tenían que darse cuenta de que la cura había funcionado. Incluso si dondequiera que se escondían no tenía noticias, todos los imperfectos en el mundo estarían hablando sobre el derrumbe de la pista de patinaje, hablando de Tally Youngblood pareciendo inocente en sus pantallas gigantes. Por supuesto, ella y Zane aún tenían que

escapar de la ciudad. Tally no tenía ni idea de cómo conseguir sacar los puños fuera. A medida que ellos adelgazaban, parecía que los anillos de acero estaban más cerca de salir, pero ¿cuánto tiempo iba a llevar? Tally no estaba tan acelerada por su propia hambre como por la fusión del cerebro de Zane. Y cuando escaparan, no quería irse sin los otros Crims. Peris y Shay, por lo menos. Los Crims estaban tan chispeantes esta noche, probablemente todos saltarían a sus aerotablas y saldrían si ella dijera las palabras. Pero, ¿cómo iban a estar chispeantes mañana? De repente, Tally se sentía exhausta. Había demasiadas cosas con las que hacer malabarismos. Muchas preocupaciones todas cayendo sobre ella. Todo los que había querido era convertirse en un Crim, sentirse segura dentro de un grupo de amigos, y ahora que se había encontrado a sí misma a cargo de una rebelión. "¿Tu amigo tomó demasiado champán?" Tally se congeló. Las palabras habían salido de la oscuridad, cortando sus orejas, como las uñas raspando metal. "¿Hola?" Una figura surgió de las sombras en una capa de invierno con capucha, moviéndose con total silencio a través de las hojas caídas. La mujer se situó en un rayo de luz de luna, diez centímetros más alta que Tally, incluso más alta que Zane. Ella tenía que ser una especial. Tally se obligó a sí misma a relajarse, tratando de conquistar sus nervios y su cara se fundío en una suave expresión tipo-nueva perfecta. "¿Shay? ¿Estás haciendo esto para asustarme?" dijo airadamente. La figura dio otro paso adelante en la luz acercándose a la antorcha. "No, Tally. Soy yo." La mujer se quitó la capucha. Era la Dra. Cable. aagggóóón nn Traducido por Jhos “¿Te conozco?” La Dra. Cable sonrió fríamente. “Estoy segura que me recuerdas, Tally”. Tally dio un paso atrás, mostrando parte de su miedo; incluso el más inocente nuevo perfecto sentiría miedo al ver a la Dra. Cable. Sus crueles facciones, exageradas por la luz de la luna, la hacían lucir como una mujer hermosa medio transformada en hombre lobo.

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Los recuerdos inundaron la mente de Tally. Estar atrapada en la oficina de la Dra. Cable esa horrible vez que se conocieron, cuando supo de la existencia de Circunstancias Especiales, y la siguiente vez cuando acordaron que encontraría y traicionaría a Shay, al precio de convertirse en perfecta. Luego, en el Humo, luego de que la Dra. Cable la siguiera con un ejército de especiales para quemar su nuevo hogar. “Si” dijo Tally. “Creo que recuerdo. ¿Nos conocíamos, verdad? “Sí, así es.” los dientes de Cable brillaron bajo la luz de la luna. “Pero lo que es más importante, Tally, es que yo te conozco.” Tally simuló una falsa sonrisa. La Dra. Cable sin duda recordaba su último encuentro, Tally y David rescatando los habitantes del humo, cuando había sido necesario golpearla en la cabeza. La Dra. Cable señaló la bufanda negra ajustada que envolvía el anillo de Tally bajo su guante y abrigo de invierno. “Interesante forma de usar una bufanda”. “¿Qué acaso no sabe nada de moda? Todo el mundo lo usa.” “Pero imagino que tú empezaste la tendencia. Siempre fuiste truculenta.” Tally lució una sonrisa perfecta. “Supongo. Yo solía hacer toda clase de tretas, antes cuando era fea.” “Nada como hoy, sin embargo.” “Oh, ¿usted vio lo de la pista? ¿No fue eso totalmente corriente? ¡El hielo colapsando bajo nosotros, solo así!” “Si……..solo así.” Los ojos de la Dra. Cable se redujeron. “Debo admitir, que me engañaste al principio. Esa pista de hielo estaba diseñada solo para divertir a los nuevos perfectos. Un accidente esperando a suceder. Pero luego pensé en el momento, el estadio lleno, cientos de cámaras listas.” Tally parpadeó y encogió los hombros. “Apuesto que fue por esos fuegos artificiales. Podías sentirlos a través del hielo. ¿A quien se le habrá ocurrido?” La Dra. Cable asintió lentamente. “Un accidente casi creíble. Y luego vi tu rostro en la noticias, Tally. Toda sorprendida e inocente contando tu experiencia burbujeante.” El labio de la Dra. Cable se curveó en un gesto que fue una sonrisa. “Y luego me di cuenta que todavía hacías tus trucos.” Tally sintió como si algo la golpeará en el estómago, un sentimiento que conocía de los días de fea: la sensación de ser atrapada. Trató de convertir su miedo en una expresión de sorpresa. “¿Yo?” “Si Tally, tú. De alguna manera.” Bajo el escrutinio de la Dra. Cable,

Tally se imaginó a si misma siendo llevada a las profundidades de Circunstancias Especiales, la cura revertida, sus memorias borradas de nuevo. O quizás esta vez ellos no se molestarían en regresarla a Nueva Belleza. Trató de tragar pero sentía la boca seca. “Sí, claro. Al igual que todo es mi culpa”. Tally se quejó. La Dra. Cable se acercó, y Tally luchó para mantenerse quieta, sin embargo todo su cuerpo le gritaba que corriera. La mujer la estudió con una fría mirada, como si tratará de ver a través de ella de su actuación. “En realidad, espero que sea tu culpa.” Tally frunció el ceño. “¿Que espera qué?” “Hablemos honestamente, Tally Youngblood. He tenido suficiente de tu acto de perfecta. No estoy aquí para llevarte a mi calabozo.” “¿Ah no?” “¿De verdad crees que me importa si destruyes cosas en Nueva Belleza?” “Um… ¿algo?” La Dra. Cable resopló. “Mantenimiento no es mi departamento. Circunstancias Especiales solo está interesado en amenazas externas. La ciudad se puede cuidar sola, Tally. Hay muchas medidas de seguridad, no es necesario preocuparse. ¿Por qué crees que los que patinan allí tienen que usan arnés?” Tally pestañeó. Esa pregunta no le había pasado por la cabeza; todo era súper seguro en Nueva Belleza, de otra manera los nuevos perfectos se matarían a sí mismos en cualquier momento. Ella se encogió los hombros. “¿En caso de que los chalecos fallen? ¿Como en un apagón?” La Dra. Cable lanzó una risa fría que duró menos de un segundo. “No ha habido un apagón en ciento cincuenta años.” Sacudió la cabeza y continuó. “Rompe lo que quieras Tally. No me importan tus pequeños trucos... Excepto por lo que revelan de ti.” La mirada de la mujer se enfocó más en ella, y Tally tuvo que luchar de nuevo con el impulso de correr. Se preguntó si era simplemente la forma de hacerla admitir lo que los Crims habían hecho. Probablemente ya había hablado demasiado. Pero algo en la mirada fría de la Dra. Cable, su voz amenazante, sus movimientos de cazadora, su sola existencia en el mundo, hizo imposible que Tally actuara como una perfecta normal. Para este momento cualquier Nuevo Perfecto habría

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huido gritando o se habría desmayado. Además si Circunstancias Especiales realmente quería que Tally confesara sus tretas, no se habría molestado en entablar una conversación. “¿Entonces por qué estás aquí?” Tally dijo con su voz normal, tratando de mantenerse calmada. “Siempre he admirado tu instinto de supervivencia, Tally. Fuiste una pequeña excelente traidora cuando tuviste que serlo.” “Uh, gracias… supongo.” Cable asintió. “Y ahora resulta que tienes más cerebro de lo que pensé. Te estás resistiendo a tu acondicionamiento bastante bien.” “¿Acondicionamiento?... ¿Así es como lo llaman?... ¿Como si fuera un tratamiento capilar o algo así?” “Increíble” La Dra. Cable se acercó de nuevo con sus ojos enfocándose en Tally como si tratara de cavar en su cerebro. “En algún lugar ahí adentro, sigues siendo una pequeña fea truculenta, ¿no? Más impresionante. Creo que podría usarte.” Tally sintió una ráfaga de ira, un fuego dentro de su cabeza. “Um, ¿cómo? ¿Usted no me usó ya?” “Así que lo recuerdas. Extraordinario”. Los hermosos y crueles ojos de la mujer, fríos y sin brillo, de alguna manera mostraron satisfacción. “Sé que no fue una experiencia agradable, Tally. Pero era necesario, necesitábamos traer a nuestros niños de regreso del Humo, y solo tú podías ayudarnos. Pero si, me disculpo.” “¿Se disculpa?” Dijo Tally. “Por chantajearme para que traicionara a mis amigos, por destruir el Humo, ¿por asesinar al padre de David?” Percibió una expresión de disgusto en su rostro. “Yo no creo que me usará Dra. Cable. Ya le he hecho suficientes favores”. La mujer solo sonrió otra vez. “Estoy de acuerdo. Entonces es tiempo de que yo te haga un favor. Lo que te estoy ofreciendo es algo… burbujeante.” La palabra en los crueles y delgados labios de la doctora Cable hizo que Tally sonriera secamente. “¿Qué sabe usted lo que es ser burbujeante?” “Te sorprenderías. Nosotros en Circunstancias Especiales sabemos todo acerca de sensaciones, especialmente esas que tú y tus amigos los Crims siempre están buscando. Yo puedo darte eso, Tally. Todo el día, todos los días, más burbujeante de lo que puedas imaginar. De verdad. No solo un escape del adormecimiento de ser perfecto, algo mejor”. “¿De qué está

hablando?” “¿Recuerdas lo que es volar en una aerotabla, Tally?” dijo Cable, sus ojos se encendieron con un fuego templado. “¿Esa sensación de estar viva? Si, podemos hacer a las personas perfectas por dentro, vacías e insípidas, pero también podemos hacerlas burbujeantes, como ustedes le dicen. Más fuerte de lo que sentiste cuando eras fea, más viva que un lobo tomando su presa, más burbujeante que los oxidados matándose unos a otros por algún desierto rico en petróleo. Tus sentidos al máximo, tu cuerpo más rápido que cualquier atleta en la historia, tus músculos más fuertes que cualquier persona en el mundo”. La voz filosa de la mujer cesó y Tally de repente oyó todos los sonidos de la noche perfectamente, los árboles crujiendo en el viento, la fogata escupiendo chispas a su alrededor. Pudo oír la fiesta perfectamente: Crims hablando sobre las hazañas del día, discutiendo sobre quien había rebotado más alto o más fuerte. Las palabras de Cable habían dejado el mundo tan nítido como un cristal roto. “Deberías ver el mundo como yo lo veo, Tally.” “Usted me está ofreciendo un… ¿trabajo?... ¿Como Especial?” “No un trabajo. Toda una nueva forma de vida” la Dra. Cable pronunció cada palabra con un deliberado cuidado. “Puedes ser una de nosotros” A Tally le costaba respirar, su pulso martilleaba todo su cuerpo, como si la sola idea la cambiara. Le mostró sus dientes a la Dra. Cable. “¿Cree que yo trabajaría para ustedes?” “Considera la otra opción, Tally. Pasar tu vida creando trucos baratos a cambió de unos momentos de esclarecimiento. Nunca aclarando tu cabeza completamente. Pero serías un buen Especial. Viajar al Humo tu sola fue impresionante, siempre tuve esperanzas en ti. Pero ahora que veo que todavía eres truculenta después de la operación.” La Dra. Cable sacudió la cabeza “Me doy cuenta que eres natural. Únetenos.” Tally finalmente comprendió algo. “Dime algo. ¿Cómo eras tú cuando eras fea?” “Excepcional, Tally.” La mujer mostró su risa por segunda vez. “¿Ya conoces la repuesta no?” “Truculenta.” Cable asintió. “Yo era como tú. Todos nosotros lo éramos. Fuimos a las ruinas, tratábamos de correr, de ir más lejos. Por eso es que dejamos a los feos hacer sus trucos, para ver quién es más listo. Para ver cuál de ustedes haya la forma de salir de la cueva. De eso se trata tu rebelión, Tally, graduarte para Circunstancias Especiales.”

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Tally cerró los ojos, y supo que la mujer decía la verdad. Recordó como era ser fea, cuan fácil era engañar a los cuidadores de los dormitorios, como todos encontraban formas de eludir las reglas. Respiró profundo. “¿Pero por qué?” “Porque alguien tiene que mantener las cosas bajo control, Tally.” “Eso no es lo que quise decir. Lo que quiero saber es, ¿por qué hacen lo que lo hacen a los perfectos? ¿Por qué cambiar sus cerebros?” “Dios, Tally, ¿no es obvio?” La Dra. Cable sacudió la cabeza decepcionada. “¿Qué les enseñan en la escuela estos días?” “Que los Oxidados casi destruyen el mundo”, recitó Tally “Ahí está tu respuesta” “Pero nosotros somos mejores que ellos, no nos metemos con la naturaleza, no talamos árboles ni quemamos petróleo. No tenemos guerras…” La voz de Tally se apagó mientras se daba cuenta. La Dra. Cable asintió. “Estamos bajo control, Tally, debido a la operación. De su cuenta los humanos son una plaga. Se multiplican sin cesar, consumen cada recurso, destruyen todo lo que tocan. Sin la operación, los seres humanos siempre será como los Oxidados.” “En el Humo no.” “Recuerda, Tally. Los habitantes del humo talaban bosques, mataban animales para comer. Cuando llegamos, estaban quemando árboles.” “No tantos.” Tally oyó su voz quebrarse. “¿Que si hubiera millones de Humos? ¿Billones de ellos? Fuera del control de nuestras ciudades, la humanidad es una enfermedad, un cáncer en el cuerpo del planeta. Pero nosotros…” Se acercó y acarició la mejilla de Tally, sus dedos eran extrañamente calientes en contraste con el frío del aire. “Circunstancias Especiales... Nosotros somos la cura.” Tally sacudió la cabeza, tropezando mientras se alejaba de la Dra. Cable. “Olvídalo.” “Esto es todo lo que siempre quisiste.” “Estás equivocada.” Gritó Tally. “Lo que yo siempre quise fue ser perfecta, tu eres la que siempre se atraviesa en mi camino.” Su llanto las dejó en un sorpresivo silencio, las últimas palabras hicieron eco a través del parque. El silencio se apoderó de la fiesta, probablemente todos se preguntaban quien estaba gritando fuera de control allá arriba. La Dra. Cable se recuperó primero, suspirando en voz baja. “Por Dios Tally, Cálmate. No hay necesidad de gritar. Si no quieres lo que te estoy

ofreciendo. Te dejo disfrutar tu fiesta. Siente libre de convertirte en un adulto perfecto arrogante. Muy pronto, ser burbujeante no importará mucho; olvidarás esta pequeña conversación.” Tally le sostuvo la mirada a la doctora esperando que le hablara de la cura, para escupírselo en la cara. Los recuerdos de Tally no iban a desaparecer, no mañana, no en cincuenta años; ella no iba a olvidar quien era. Y no necesitaba Circunstancias Especiales para sentirse viva.” Su garganta todavía dolía por haber gritado, pero Tally dijo con voz ronca. “Nunca.” “Todo lo que pido es que lo pienses. Tómate tu tiempo, me da igual. Sólo recuerda lo que se sintió caer a través del hielo. Puedes sentirlo cada segundo.” La Dra. Cable le agitó la mano de manera casual. “Y si eso hace la diferencia, Puede que incluso encuentre lugar para tu amigo Zane. He tenido mi ojo en él desde hace un tiempo. Una vez me ayudó.” Un chillido salió de los labios de Tally y sacudió la cabeza. “No.” La Dra. Cable asintió. “Si. Zane fue muy útil, nos dio mucha información sobre David y el Humo, esa vez que no huyó.” Se dio vuelta y desapareció entre los árboles. aak kk uuup pp Traducido por Juli Tally regresó a la fiesta a los tropezones. La fogata había crecido, y su fuego los había hecho formar un círculo amplio. Alguien había pedido troncos de turba de tamaño industrial, lo suficientemente grandes como para quemar todo el carbón que los Crims tenían guardado por un mes. El fuego tenía ramas caídas que habían recogido en el parque, y el chisporrotear de la madera todavía verde le recordó a Tally los fuegos de cocina de Los Humos, cuando el agua que estaba dentro de los árboles recién cortados hervía y el vapor salía con fuerza como si le diera voz a los espíritus enojados del bosque. Ella miró a la columna de humo que se elevaba, ominosamente oscura contra el cielo. Así es como Los Humos había recibido su nombre. Como la Dra. Cable había dicho, los Humos quemaban árboles que arrancaban vivos de la tierra. Los seres humanos habían estado realizando ese mismo truco por miles de años; unos cuantos siglos antes casi habían generado tanto carbono como para arruinar el clima para siempre. Sólo cuando alguien liberó una bacteria que

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transformaba petróleo la civilización Óxido había parado, y el planeta se había salvado. Y ahora, cuando estaban más burbujeantes, los Crims iban por la misma dirección, instintivamente. De pronto, el cálido y alegre fuego sólo hizo que Tally se sintiera peor. Escuchaba a las voces a su alrededor – alardeando sobre cuánto habían triunfado en el campo de soccer, debatiendo quién había hecho la mejor entrevista para los canales. Su conversación triste con la Dra. Cable había dejado a los sentidos de Tally más ‘afilados’; ella podía separar cada sonido, discernir cada línea de las conversaciones. Y de pronto todos los Crims sonaban tontos, repitiéndose unos a otros las historias de sus insignificantes victorias una y otra vez. Igual que los Perfectos. "¿Flacucha?" Se dio vuelta alejando su mirada del fuego y vio a Shay a su lado. “¿Está Zane bien?” preguntó Shay acercándose, y su ojos se abrieron. “Tally-wa, te ves…” Tally no necesitó que Shay terminara, lo podía ver en sus ojos: se veía terrible. Tally sonrió cansadamente con esta noticia. Era parte de la cura, por supuesto. Todavía se veía Hermosa – su estructura ósea perfecta, su piel sin ninguna marca – pero la cara de Tally revelaba el desorden en su interior. Ahora que podía pensamientos Feos, ya no sería Perfecta cada minuto del día. El enojo, el miedo y la ansiedad no hacían Perfectos. “Zane está bien. Sólo soy yo”. Shay volcó su peso sobre Tally, poniendo un brazo a su alrededor. “¿Por qué estás tan triste Flacucha? Dímelo”. “Es que… -miró a los Crims que seguían alardeando– es más o menos… todo”. Shay bajó la voz. “Pensé que hoy todo estuvo bien”. “Seguro. Perfecto”. “Hasta que Zane tomó demasiado, por supuesto. Eso es todo lo que pasó, ¿no?” Tally hizo un sonido evasivo. No le quería mentir a Shay. Eventualmente le diría toda la verdad sobre la cura, lo que implicaría explicar las jaquecas de Zane. Shay suspiró, apretando a Tally un poco más fuerte. Hubo un momento de silencio, y luego preguntó “Flacucha, ¿qué les pasó a ustedes dos allí arriba?” “Arriba, ¿dónde?” “Ya sabes cuando treparon a la torre de transmisión. Los cambió, de alguna manera”. Tally jugó con la bufanda en su muñeca, deseando poder decirle a su amiga todo. Pero era demasiado arriesgado compartir la noticia de la cura hasta que estuvieran a salvo y fuera de la ciudad. “No sé qué

decir Bizca. Realmente estábamos burbujeantes allá arriba. Puedes ver toda la isla, y te puedes caer en cualquier momento. Morir incluso. Eso hace la diferencia”. “Lo sé”, susurró Shay. “¿Qué sabes?” “Cómo se siente. Trepé a la torre. Fausto y yo adivinamos cómo hackear a los cuidadores y decidimos hacerlo. Para estar burbujeantes para el avance”. “¿De verdad?” Tally se quedó mirándola sorprendida. La cara de Shay brillaba de orgullo a la luz del fuego, las joyas implantadas en sus ojos resplandecían. Todos los Crims estaban cambiando, pero si Shay estaba hackeando cuidadores y trepando la torre Valentino, estaba mucho más avanzada que el resto. “Eso es genial. ¿Y trepaste a la noche?” “Es la única manera de lograrlo, ya que tú y Zane fueron totalmente atrapados. Fausto dijo que yo debería de ponerme una chaqueta de salto, pero quería hacerlo como tú lo hiciste. Podría haberme caído, muerto, como tú dijiste. Hasta me corté con el cable”. Con una sonrisa, mostró una marca roja que se extendía por su palma, pero luego pausó un momento, con líneas nada perfectas apareciéndose en su frente. “Pero fue bastante decepcionante”. “¿Cómo?” “No me cambió como pensé que lo haría”. Tally se encogió de hombros. “Bueno, todos somos diferentes…” “Supongo”, dijo Shay suavemente. “Pero me hizo preguntarme… no fue sólo el hecho de trepar a la torre, ¿o sí? Algo más pasó ese día Flacucha. Ni siquiera habías pasado tiempo con Zane sola antes, pero desde ese día ustedes dos han formado como un pequeño club secreto, sonriéndose a sus propios chistes y susurrando todo el tiempo. Nunca van a ningún lado el uno sin el otro”. “Bizca…”, Tally dijo y suspiró. “Lo siento si hemos estado actuando muy como noviecitos, pero, sabes, es mi primer amor como Perfecta”. Shay miró fijamente al fuego. “Eso pensé, al principio. Pero ya va más allá de eso, Tally. Es tan distinto al resto de nosotros los dos lo son”. Su voz se elevó un poco más que un susurro. “Zane tiene esas jaquecas extrañas que trata de esconder, y esa eras tu, gritando hace un minuto, ¿o no?” Tally tragó saliva. “¿Qué los cambió ese día?” Tally apuntó a su muñeca. “Shhh”. “¡No me hagas ‘shhh’ a mí! Explícamelo”. Tally miró alrededor nerviosamente. El fuego consumió más ramas caídas, chisporroteando fuertemente, y la mayoría de los Crims estaban cantando canciones para beber. Nadie había

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escuchado el enojo de Shay, pero Tally podía sentir el metal frío y duro de la esposa es su muñeca, siempre escuchando. “No puedo decírtelo, Bizca”. “Sí que puedes”. La cara de Shay pareció cambiar a la luz del fuego, la dulzura perfecta desaparecía a medida que el enojo crecía. “Ya ves, Tally, recordé algunas cosas cuando estuve arriba de la torre, mirando hacia abajo a la tierra y preguntándome si iba a morir. Y luego recordé algunas cosas más mientras me caía hacia el hielo y rebotaba en el campo de soccer. Muchas cosas volvieron de mis días de fea. ¿No es genial?” Tally se volteó para no ver la dura expresión del rostro de Shay. “Si, seguro que lo es”. “Qué bueno que estás de acuerdo. Así que, esto es lo que recuerdo: es por ti que estoy aquí en esta ciudad, Tally. ¿Todas esas historias que contaba? Son falsas. Lo que en verdad pasó es que me seguiste fuera de los Humos para traicionarme, ¿o no?” Tally lo sintió de nuevo, ese mismo golpe en el estómago que había sentido cuando había visto a la Dra. Cable en los árboles: atrapada. Desde el momento en que había sentido las píldoras funcionando en ella, Tally había sabido en lo profundo de su ser que este momento iba a llegar, que Shay eventualmente iba a recordar lo que realmente había pasado cuando eran Feas. Pero Tally no había esperado que fuera tan pronto. “Si, te seguí para traerte hasta aquí. Es mi culpa lo que pasó con los Humos. Los Especiales me rastrearon hasta aquí”. “Cierto, tú nos traicionaste. Después de que me robaras a David, por supuesto”. Shay rió amargamente. “Odio traer todo el tema de David a colación, pero quién sabe si lo recordaré mañana, ¿sabes? Así que pensé en mencionarlo mientras estoy burbujeante”. Tally se giró hacia ella. “Lo recordarás”. Shay se encogió de hombros. “Quizás. Pero trucos como el de hoy no suceden todos los días. Así que quizás estés fuera de peligro mañana”. Tally respiró profundamente, inhalando el olor del humo, de las turbas quemándose, de pino y de champagne derramado. La luz del fuego mostraba todo como si fuese de día, incluso las marcas de sus huellas digitales. No sabía qué decir. “Mírame”, dijo Shay. Su tatuaje de relámpago estaba girando mucho, el halo de serpientes borroneándose como los rayos de una rueda de bicicleta. “Dime que te pasó ese

día. Mantenme burbujeante. Me lo debes”. Tally tragó saliva. Ella y Zane se habían prometido no decirle a nadie -no todavía. Pero ninguno de los dos se había dado cuenta qué tanto sabía Shay – lo suficientemente burbujeante como para trepar a la torre por su cuenta, para recordar lo que realmente había pasado en sus días de feas. Probablemente ella podría guardar el secreto, y decirle sobre la cura, podría darle esperanzas por lo menos. Era la única manera en la que Tally podría empezar a resarcirse por que lo que había hecho. Y Shay tenía razón: Tally se lo debía. “De acuerdo. Algo más pasó ese día”. Shay asintió lentamente. “Eso creía. ¿Qué fue?” Tally señaló a la bufanda de Shay, y juntas la sacaron y la envolvieron alrededor de la muñeca de Tally, otra capa más sobre la esposa. Después de respirar de nuevo, ella dijo en el susurro más bajo que pudo manejar “encontramos la cura”. Los ojos de Shay se achicaron. “Se trata de matarte de hambre, ¿no?” “No. Bueno, eso ayuda. Hambre, café, trucos – todo lo que Zane ha estado haciendo por meses. Pero la verdadera cura es… más sencillo que eso”. “¿Qué es? Lo haré”. “No puedes”. “¡Al demonio contigo Tally!” Los ojos de Shay relampaguearon. “Si tu puedes hacerlo, ¡yo también puedo!” Tally negó con su cabeza. “Es una píldora”. “¿Una píldora? ¿Cómo vitaminas?” “No, una píldora especial. Croy me la trajo, la noche de la fiesta de Valentino. Trata de recordar Shay. Antes que tú y yo volviéramos a la ciudad, Maddy había descubierto cómo revertir la operación. Me ayudaste a escribir una carta, ¿te acuerdas?” La cara de Shay se quedó en blanco por un momento, luego frunció el ceño. “Eso fue cuando ya era Perfecta”. “Exacto. Después que te rescatamos, cuando nos escondíamos en las ruinas”. “Qué gracioso, esos días son más difíciles de recordar que aquellos en los que era fea”. Shay sacudió su cabeza. “Bueno, Maddy descubrió una cura. Pero no estaba probada, era peligrosa. No te la quería dar porque tú te negabas. Querías quedarte Perfecta. Así que me tuve que entregar para probarla. Por eso estoy aquí”. “¿Y Croy te la trajo hace un mes?” Tally asintió, tomando la mano de Shay. “Y funciona. Has visto cómo me cambió a mí y a Zane. Nos mantiene burbujeantes todo el tiempo. Así que una vez que nos salgamos de aquí tu puedes –“… la expresión de Shay hizo

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que Tally se callara. “¿Qué pasa?” “¿Tu y Zane la tomaron? ¿Ambos?” “Si”, dijo Tally. “Había dos píldoras, y las dividimos. Tenía miedo de hacerlo sola”. Shay se giró hacia el fuego, quitando su mano de la de Tally. “No puedo creerlo, Tally”. “¿Qué?” Shay se giró para estar frente a frente. “¿Por qué él? ¿Por qué no me lo preguntaste a mí?” “Pero yo…” “Se supone que eres mi amiga, Tally. He hecho todo por ti. Yo fui quien te dijo sobre los Humos. Yo fui la que te presentó a David. Y cuando viniste a la Ciudad de los Nuevos Perfectos, yo fui quien te ayudó a volverte uno de los Crims. ¿Por lo menos se te ocurrió compartir la cura conmigo? ¡Después de todo es tu culpa que yo esté así!” Tally negó con su cabeza. “NO había tiempo… Ni siquiera pude…” “No, por supuesto que no”, agregó Shay. “Ni siquiera conocías a Zane lo suficiente, pero él era el líder de los Crims así que ponerte de novia con él era el siguiente truco en tu lista. Igual que con David en los Humos. Por eso compartiste la cura con él”. “¡No fue así!”, gritó Tally. “Tú eres así, Tally. ¡Tú siempre has sido así! Ninguna cura te va a hacer diferente – estabas ocupada traicionando gente hace mucho tiempo. No necesitabas ninguna operación para hacerte egoísta y superficial y tan creída. Ya lo eras”. Tally trató de responder, pero algo horrible se acumuló en su garganta, obstruyendo sus palabras. Luego notó la calma alrededor, y se dio cuenta que Shay había estado gritando. Los otros Crims las miraban sorprendidos y confundidos, y sólo el chisporrotear del fuego llenaba el silencio. Los Perfectos no peleaban. Casi nunca discutían, y nunca se gritaban unos a otros en medio de una fiesta. Ese tipo de comportamiento detestable le pertenecía por completo a los Feos. Tally miró a su muñeca, preguntándose si la voz elevada de Shay había pasado a través de las capas de tela y plástico. De haberlo hecho, todo terminaría esa noche. Shay se soltó y suspiró ferozmente “Quizás sea tan Perfecta como siempre mañana Tally, pero recordaré esto. Lo juro. No importa cuántas cosas lindas te diga, créeme, no soy tu amiga”. Se giró y caminó hacia los árboles, pisoteando y destrozando las ramas congeladas. Tally miró a los otros Crims, las copas de champaña resplandeciendo en sus manos a la luz de la luna, reflejando el fuego. Se sentía sola y expuesta con todos ellos mirándola. Pero luego de unos

momentos más de horrible silencio, todos se voltearon y comenzaron a contarse historias de nuevo. La cabeza de Tally daba vueltas. El cambio en Shay había sido tan shockeante, tan completo, y ni siquiera había tomado una píldora. Unos minutos de verdadero enojo la habían transformado de una Perfecta apacible a una bestia salvaje… no tenía sentido. De pronto, Tally recordó las últimas palabras de la Dra. Cable, sobre Zane ayudando a Circunstancias Especiales. Después que sus amigos se escaparan, debe de haber sido llevado a verla, confesando todo lo que sabía sobre los Humos y el misterioso David que llevaba Feos ahí. Quizás eso lo había mantenido burbujeante todos esos meses – su vergüenza por no haberse escapado, su culpa por haber traicionado a sus amigos a la Dra. Cable. Por supuesto, Tally tenía sus propios secretos culposos. Así que ella también se había mantenido burbujeante, nunca sintiéndose a gusto del todo, nunca lo suficientemente segura de lo quería, sin importar cuánta champaña bebiera. Emociones viejas y feas siempre la esperaban, escondidas dentro de ella misma, listas para cambiarla. Y Shay también había sido transformada – no por culpa, sino por ira contenida. Ocultos detrás de sus sonrisas hermosas, había recuerdos suprimidos de las traiciones que le habían costado su David, los Humos, y finalmente su libertad. Todo lo que necesitaba era trepar a la torre y caer por el hielo, la suficiente estimulación para romper el bloqueo en su mente, para traer esa ira a la superficie. Y ahora odiaba a Tally. Quizás Shay no necesitaría de las píldoras después de todo, quizás los recuerdos de sus días de Fea serían suficientes. Quizás, gracias a todas las cosas horribles que Tally Youngblood le había hecho, Shay encontraría su propia manera de llegar a la cura. iia aa Traducido por Sidonie Tally se despertó con una mente de feo. Era lo que ella solía llamar burbujeante—la luz grisácea de la mañana de alguna forma brillante y reluciente lo suficiente como para cortar carne. La lluvia golpeaba la ventana de Zane con medio-congeladas gotas maliciosas, tamborileando como uñas impacientes. Pero a Tally no le importaba la lluvia. Difuminaba las torres y los jardines de la ciudad, reduciendo la vista a manchas grises y

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verdes, las luces de otras mansiones proyectaban aureolas en el cristal mojado. El aguacero había empezado a finales de la noche de la fiesta, extinguiendo por completo la hoguera de los Crims, como si la Dra. Cable hubiera pedido a los cielos que acabara con su celebración. Durante los dos días siguientes, Tally y Zane habían estado atrapados dentro, sin posibilidad de hablar libremente entre las paredes inteligentes de la Mansión Pulcher. Ella tampoco había tenido la oportunidad de contarle sobre la explosión de viejos recuerdos de Shay, o sobre el encuentro con la Dra. Cable en el bosque. No es que ella estuviera esperando a revelar lo que le había confesado a Shay, o mencionar lo que la Dra. Cable le había contado sobre el pasado de Zane. Esa mañana había traído otra montaña de mensajes, pero Tally no podía enfrentarse a ninguna petición más para unirse a los Crims. El derrumbamiento del estadio y los dos últimos días de cobertura mediática habían hecho de ellos la camarilla más importante en Ciudad Nueva Perfecta, pero un puñado de miembros nuevos era exactamente lo que los Crims no necesitaban, “Lo que ellos necesitaban era permanecer burbujeantes.” Tally se preocupaba, sin embargo, de que un tercer día atrapados dentro por la lluvia aburriría a todo el mundo volviendo a ser cabezas-perfectas. Zane ya estaba despierto, bebiendo a sorbos café y mirando fijamente por la ventana, acariciando ausentemente su pulsera con un dedo. Él miró hacia ella cuando se movió, pero no hizo ningún sonido. El silencio entre ellos desde que les habían puesto las pulseras había sido cómplice, sus secretos susurrados íntimamente, pero Tally se preguntaba si el hablar tan bajito los estaba alejando gradualmente el uno del otro. Shay había tenido razón en una cosa: Tally apenas conocía a Zane antes de aquel día en el que escalaron la torre. Lo que la Dra. Cable le había dicho hizo darse cuenta a Tally que aún no lo conocía muy bien. Pero una vez las pulseras estuvieran desactivadas y ellos estuvieran fuera de la ciudad, sus recuerdos se liberarían de la confusión del aturdimiento-de-perfectos, no habría nada que les impidiera contarse todo el uno al otro. “Tiempo fraudulento, ¿uh?” dijo ella. “Sólo unos cuantos grados menos y podría nevar.”

Tally se animó. “Si, la nieve sería totalmente algo-perfecto.” Ella cogió una camiseta sucia del suelo, hizo una bola con ella, y se la lanzó a la cabeza. “¡Guerra de bolas de nieve!” Él dejó que le golpeara, sonriendo suavemente. El dolor de cabeza de Zane de la noche de la fiesta había pasado, pero lo había dejado de un humor serio. Sin haber dicho una palabra, ambos sabían que tendrían que huir pronto de la ciudad. Todo es cuestión de las pulseras. Tally le dio un tirón experimental. Se deslizó de su muñeca a su mano, faltando sólo unos centímetros para salir. Ella casi no había comido nada el día anterior, decidida a reducirse a nada si eso era lo que se requería para conseguir sacarla, aunque Tally se preguntaba si sería alguna vez lo suficientemente delgada. La circunferencia de la pulsera parecía más pequeña que la anchura de los huesos de su mano, una medida que ningún grado de hambre iba a cambiar. Ella miró fijamente las marcas rojas provocadas por el metal. El gran hueso de la articulación de su pulgar izquierdo era la mayor parte del problema. Tally se imaginó tirando del pulgar hacia atrás lo suficientemente fuerte para partir en dos el hueso, dejando espacio para que la pulsera saliera, y no podía imaginar nada más doloroso. Una llamada vino desde la puerta, y Tally suspiró. Alguien se había hartado de ser ignorado y había venido en persona. “Nosotros no estamos aquí, ¿no?” dijo Zane. Tally se encogió de hombros. No si fuese Shay, o alguien que quisiera intentar entrar en los Crims. Ahora que lo pensaba, no había nadie a quien ella estuviera de humor para ver. La llamada se repitió. “¿Quién es, de todos modos?” Tally preguntó a la habitación, pero la habitación no lo sabía. Lo que significaba que quienquiera que fuese no llevaba su anillo de comunicación. “Eso es… interesante,” dijo Zane. Ellos se miraron el uno al otro durante un momento, y Tally sintió al momento que la curiosidad podía más que ellos. “Ok, abre,” le dijo ella a la habitación. La puerta se deslizó hacia un lado para revelar a Fausto, que parecía un gato lanzado a un río. Su pelo estaba pegado a su cabeza, su ropa empapada, pero sus ojos estaban brillantes.

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Bajo su brazo llevaba dos aerotablas, sus superficies rugosas chorreando agua en el suelo. Él entró en la habitación sin decir una palabra y dejó caer las tablas. Ellas se pararon suspendidas en el aire a la altura de la rodilla, mientras Fausto sacaba cuatro brazaletes protectores y dos sensores ventrales de sus bolsillos. Él cogió una de las tablas y la giró, señalando el panel de acceso de su bajo. Tally se estiró en la cama para conseguir una mejor vista. Las tuercas de seguridad del panel estaban desmontadas, y dos cables rojos serpenteaban fuera, sus puntas entrelazadas juntas y selladas con cinta adhesiva negra. Fausto hizo como que tiraba de los cables hacia un lado, luego abrió sus manos en un gesto que quería decir, ¿Dónde está? Sonrió burlonamente. Tally asintió lentamente. Fausto aún estaba burbujeante desde el desprendimiento, su tatuaje de destellos centelleaba. Al menos, él no había malgastado los últimos días y noches de lluvia. Esas tablas estaban trucadas al estilo-de-los-feos. Cuando los cables eran desconectados, sus gobernadores y rastreadores fallaban, liberando las tablas del interfaz de la ciudad. Una vez ellos se hubieran desecho de las pulseras, Zane y Tally podrían viajar a cualquier sitio que quisiesen. “Imponente,” dijo ella en voz alta, sin importarle si las paredes lo oían. Ellos no esperaron a que saliera el sol. Volar a través de la lluvia era como estar bajo una ducha helada. El hueco de la pared había escupido gafas protectoras y zapatos adherentes de forma que era posible permanecer sobre la tabla, pero sólo apenas. Los fuertes vientos aplastaron el empapado abrigo de invierno de Tally contra su piel, tirando su capucha hacia atrás de su cabeza y amenazando con caerla en cada giro. Sus reflejos de los días de fea no habían desaparecido, a pesar de todo. Más bien, la operación había mejorado su equilibrio, y la lluvia casi helada mantenía a Tally lejos de caer en una confusión de perfecto, incluso con el termostato de su abrigo al máximo. Con el palpitar de su corazón y el castañear de sus dientes, su mente permaneció clara como el cristal. Zane y ella salieron disparados hacia el río a la altura de las copas de los árboles, siguiendo el sinuoso recorrido del Parque

Denzel. Las ramas bailaban en el viento bajo ellos, como manos agitándose tratando de alcanzarlos y arrastrarlos hacia abajo. A medida que Tally se inclinaba en los giros, cortando el viento con sus manos, las últimas trazas de su aturdimiento-de-perfecta matutino desaparecían. El peso del sensor sujeto a su anillo ventral – el cual le decía a la tabla dónde estaba su centro de gravedad – trajo recuerdos de las expediciones a las Ruinas Oxidadas con Shay, recordándole cuán fácil había sido escaparse fuera de la ciudad en los días de feos. Sólo la ineludible presencia de la pulsera de comunicación estropeaba su humor. Los brazaletes de protección eran lo suficientemente grandes para encajar sobre la anilla metálica, su suave plástico inteligente se ajustaba a su forma. Sin embargo, Tally se imaginó la esposa cortando su carne. Ellos alcanzaron el río y giraron para seguir por él, pasando a ras bajo los puentes, su tabla palmeaba las cabrillas revueltas arremolinadas por el viento. Riéndose maníacamente, Zane se situó delante de Tally y descendió la cola de su tabla hasta el agua, enviando una pared de salpicaduras de agua. Ella se agachó sobre su tabla, esquivando lo peor del agua, y la inclinó hacia delante para lanzarse hacia la delantera. Encauzándose a través del camino de Zane, ella palmeó el río con su tabla, levantando una pared de agua delante de él. Ella lo escuchó gritar de alegría cuando pasó volando en seguida a través de ella. Empapada y jadeando fuerte, Tally se preguntó si eso es lo que sería ser una Especial – sus sentidos agudos, cada momento intenso, su cuerpo una perfecta máquina puesta a punto–. Ella recordó a Maddy y Az diciendo que los Especiales no tenían las lesiones – ellos estaban curados –. Por supuesto, había un precio que pagar para ser Especial – el pequeño asunto de un nuevo rostro: dientes como un lobo y ojos fríos y apagados que aterrorizan a todo aquel que te cruces–. Y el look de película de terror no es nada comparado con tener que trabajar para Circunstancias Especiales – rastreando feos fugados y aplastando a cualquiera por el que la ciudad se sienta amenazada–.

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¿Y qué si la operación a Especial cambia tu mente de alguna otra forma: haciéndote obediente en vez de cabeza-hueca? Con toda esa velocidad y fuerza, huir de la ciudad sería fácil, pero ¿qué si la operación pone algo como la pulsera dentro de ti, algo que siempre les diría dónde estuvieras? Una tromba de agua le recordó a Tally mantener su mente en el juego, y ella salió disparada alto en el aire, planeando sobre un puente. Zane estaba mirando atrás con incertidumbre, tratando de averiguar por donde desapareció ella. Tally descendió justo delante de él, golpeando el río con un sonido como el de una cara siendo bofeteada, lanzando una explosión de agua. Pero ella supo instantáneamente que había golpeado a demasiada velocidad. A esa velocidad, el agua era tan dura como el hormigón, y sus pies se resbalaron con el impacto – Tally sintió como se resbalaba… Ella se estuvo cayendo por un momento, entonces los brazaletes de seguridad tiraron, agarrando sus muñecas cruelmente y girándola en una parada segura. Ella terminó hundida hasta la cintura en el agua helada, colgada de los brazaletes, gritando mientras descubría un nuevo nivel más amplio de estar empapada. Ella se alegró al ver que su ataque también volcó a Zane. “Un moviendo realmente burbujeante, Flacucha,” gritó él, tirando de sí mismo de vuelta a su aerotabla. Demasiada falta de aliento para contestar, se arrastró sobre la suya y se tumbó sobre su estómago, riendo. Ambos sin decir una palabra navegaron hacia el suelo para recuperar su aliento. Sobre la fangosa orilla, ellos se acurrucaron cerca buscando calor. Su corazón aún palpitaba, la extensión de la lluvia cayendo se extendía delante de ellos como un campo de flores centelleantes. “Que hermoso,” dijo Tally, tratando de imaginar lo que sería estar con Zane en plena naturaleza, sintiéndose cada día de esa forma, libre de las restricciones de la ciudad de adormecer la mente. Su muñeca estaba palpitando, y ella se quitó el brazalete de seguridad para echar un vistazo. En la caída, la pulsera metálica había cortado su piel. Tally le dio un tirón, pero incluso con su piel mojada, se paró en su punto habitual.

“Aún se atasca,” dijo ella. Zane cogió su mano y dijo suavemente, “No la empujes, Tally.” Él cubrió la pulsera con su abrigo y susurró, “Sólo conseguirás que se hinche tu muñeca.” Ella juró, tirando de su capucha. La lluvia golpeaba sobre el plástico, como impacientes dedos tamborileando sobre su cabeza. “Pensaba que tal vez con el agua…” “Nah. El frío hace que los metales se contraigan, así que probablemente ellas se ciñan más aquí fuera.” Tally miró a Zane, alzando una ceja. “Así que,” ella susurró, “¿se hacen más grandes cuando se calientan?” Él estuvo callado durante un momento. Entonces, tan suave que ella apenas pudo oírlo en la lluvia, él susurró, “¿Si ellas se calientan realmente? Supongo que se harán un poco más grandes” “¿Cuánto?” Él se encogió de hombros, el gesto casi invisible bajo su abrigo de invierno, aunque él estaba interesado ahora. “¿Cuánto calor puedes resistir?” “No estás hablando de una vela, ¿verdad?” Zane negó con su cabeza. “Algo mucho más caliente que eso. Algo que podamos controlar, así pues no achicharraremos nuestras manos. A pesar de todo, aún nos quemaríamos. Ella miró el bulto en su manga y suspiró. “A golpes rompiendo tu propio pulgar, supongo” “¿Haciendo qué?” “Sólo algo que estaba…” Su voz se fue apagando. La mirada de Zane siguió la de Tally a través del río. En la orilla de enfrente, dos figuras sobre aerotablas estaban observándolos, sin rostro en sus impermeables con capuchas. Tally luchó para mantener su voz baja. “¿Smokies?” Zane negó con su cabeza. “Esas son chaquetas de residencia.” “¿Qué estarán haciendo ciudadanos feos fuera con esta lluvia?” Él se levantó. “Quizás deberíamos preguntar.” EES SS Traducido por Lexie En el lado del río de Uglyville, los cuatro se refugiaron juntos bajo un alquitranado cubierto de papel reciclado, ocultándose de la vista y fuera de la lluvia. Los dos feos no llevaban anillos, Tally estaba contenta; los cuatro no serian registrados por la interfaz

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de la ciudad estando fuera juntos. "¿Eres realmente tu, Tally?” la chica susurró. "Ajá, sí. ¿Me reconoces de las comidas"? "¡No! Soy, Sussy. Y este es Dex," ella dijo. "¿No nos recuerdas?" "Recuérdame". La chica miró justo fijamente. Ella llevaba una correa de cuero crudo alrededor del cuello, que se pareció al tipo de objeto que un Smokey quizás poseería—hecho a mano y descolorido por la edad—. ¿Dónde lo había conseguido ella? "Nosotros le ayudamos con eso de 'Nuevas Vidas de Humo', ¿recuerdas?" el chico dijo. “Cuando eras… fea.” Una imagen vino lentamente en la mente de Tally: inmensas cartas ardiendo encendidas como una diversión mientras ella y David habían entrado en Circunstancias Especiales. Estos fueron dos de los feos que habían organizado esa artimaña, y entonces los ayudaron a esconderse en Ruinas Mohosas, trayendo noticias y suministros de la ciudad, jugando más artimañas para mantener ocupados a los encargados y Especiales. "Realmente nos olvidó," Dex dijo. "Así que es verdad. Ellos hacen algo a sus cerebros". "Sí, es verdad," Zane dijo. "Pero un poco más suave, por favor". La lluvia era tan fuerte como un motor a reacción en el alquitranado plástico, haciendo difícil oír. Los dos feos necesitaban recodar mantener sus voces bajas. La mirada fija de Dex cayó en la muñeca de Tally, cubierta por una pulsera de choque y atada en una bufanda, como si él no creyera que la muñequera estaba realmente baja allí, escuchando. "Lo siento". Cuando sus ojos se arrastraron en retroceso para mirar fijamente a su rostro, Dex no pudo ocultar su asombro por su transformación. Sussy estaba silenciosa—atemorizada y reteniendo cada palabra—. Bajo su mirada, Tally se sentía cohibida y raramente poderosa. Fue obvio que los dos harían cualquier cosa que ella o Zane pidieran. De vuelta a cuando su cerebro había sido embellecido, ella había pensado en permitir este tipo de admiración. Pero ahora, con la cabeza limpia, era de alguna clase embarazoso. Pero hablando con los dos feos fue menos difícil de lo que debió ser. Los pensamientos no bellos de Tally sobre el mes pasado habían hecho más fácil mirar sus rostros imperfectos. Ellos no la horrorizaban tanto como su primer vistazo a Croy. El diminuto espacio entre los dos incisivos de Sussy parecía más encantador que repulsivo, e incluso los granos de Dex no hicieron su piel reptar. "Pero el daño no fue

permanente," Zane decía. "Comenzamos a ser más listos. Lo que, a propósito, no es algo puedas difundir, ¿correcto?” Los dos asintieron mudamente, Tally se preguntó si insinuar acerca de una curación para feos al azar valía el riesgo. Por supuesto, reclutando Sussy y Dex quizás sea la manera más rápida de enviar un mensaje al Nuevo Humo. "¿Cuales son las noticias de las ruinas"? ella preguntó. Sussy se inclinó más cerca, recordando susurrar. "Por eso es que venimos nosotros aquí. Por lo que podamos decir, el Nuevo Humo había desaparecido. Hasta anoche". “¿qué sucedió anoche?" Tally preguntó. "Bien, desde que ellos desaparecieron, hemos estado yendo a las ruinas cada pocas noches," Dex dijo. "Revisando los lugares antiguos, bengalas ligeras. Pero nosotros no hemos visto nada en todo el mes". Tally y Zane compartieron una mirada. Un mes era el mismo tiempo que Croy había dejado las píldora por Tally. El tiempo probablemente no era una coincidencia. "Pero anoche encontramos algunas cosas en un escondite antiguo," Sussy dijo. "Lightsticks de fundición y algunas revistas viejas". "¿Revistas viejas? "Tally preguntó. "Sí," Sussy dijo. "De la era Mohosa. Esas mostraban cuán feos eran todos”. "No pienso que el Nuevo humo no las habría dejado " Tally dijo. "Ésas son preciadas. Conocí a alguien que moriría por salvarlas. Así que deben regresar". "Pero ellos están de bajo perfil," Dex dijo. "Yendo a lo seguro". "¿Por qué?" Zane dijo suavemente. "¿cuánto tiempo?" "¿Cómo sabríamos nosotros?" Dex dijo. "Por eso nosotros venimos aquí hoy. Íbamos a salir bajo la lluvia y encontrarte, Tally. Pensamos que tal vez ustedes tendrían algún indicio.” "Después de que ustedes fueran por las noticias el otro día, nosotros ideamos algo,” Sussy agregó. "Como, esa cosa del estadio fue una artimaña, ¿verdad? " "Estoy contenta de que lo hayas notado," Tally dijo. "El Nuevo humo lo debió notar también. Aparentemente, lo hicieron". "Nos imaginamos que ustedes sabrían algo de eso," Sussy dijo. "Especialmente después de que echáramos a algunos de sus amigos bonitos fuera aquí en Uglyville". Tally frunció el ceño. "¿Bellos? ¿Aquí? " "Sí, en el Cleopatra Park. Reconocí un par de ellos de las comidas. Pienso que ellos eran Crims. ¿Eso es tu grupo exclusivo, verdad?" "Sí, pero…" Sussy frunció el ceño. "¿No lo sabías?" Tally sacudió la cabeza. Después de los últimos días, ella había conseguido unas

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pocas palabras de otros Crims—en su mayor parte quejas acerca de la lluvia. Pero nadie había dicho algo acerca de ir a Uglyville. "¿Dónde estuvieron?” Zane preguntó. Dex y Sussy miraron uno al otro, con expresiones nada felices en sus rostros. "Pues, no estamos seguros," Sussy dijo. "Ellos no hablarían con nosotros, solo nos persiguieron". Tally dejó salir el aliento lentamente por los dientes. Los bellos eran permitidos en este lado del río—ellos podrían ir dondequiera que desearan en la ciudad—pero ellos nunca vinieron a Uglyville. Lo cual significaba que el Cleopatra Park sería un gran lugar para un bello para alguna intimidad, especialmente en la lluvia ¿Pero la intimidad para qué? "¿No dijeron ustedes a todos el ser precavidos por un tiempo?" Zane la preguntó. "Sí, lo hice".Tally se preguntaba cuál de los Crims estuvo detrás de esto. "Llévennos," ella dijo. Sussy y Dex los dirigieron arriba hacia el parque, volando lentamente en la lluvia constante. Imaginándose que alguien estaba monitoreando las posiciones de las muñequeras, Tally les pidió que tomaran una ruta indirecta. El viaje pasó en medio de vistas semi familiares de su niñez: feos dormitorios y escuelas, parques empapados, y vacíos campos de futbol. A pesar del aguacero, había unos pocos feos fuera. Unos pocos se turnaban patinando cuesta abajo, gritando mientras ellos se aventaban en la tierra. Unos pocos jugaban tag en un patio de dormitorio, resbalando, cayéndose y acabando tan sucios como el primer grupo. Todos ellos se divertían demasiado como para advertir los cuatro que se deslizaban en silencio. Tally se preguntó si ella había tenido tanta diversión como fea. Todo lo que pudo recordar de esos días fue que moría para volverse bonita, cruzar el río y dejar todo detrás. Flotando encima de la tierra, su rostro perfecto oculto por una capucha, ella se sentía como algún espíritu levantándose, mirando con envidia la vida y tratando de recordar lo que era ser como ellos. El Cleopatra Park, alto en la zona verde en la orilla exterior de Uglyville, estaba vacío. Los senderos habían sido transformados en pequeños riachuelos que llevaban la lluvia hacia el río hinchado. La fauna parecía estar ocultándose menos unos pocos pájaros que se veían miserables adheridos a las ramas de los grandes pinos que se inclinaban había abajo bajo las cargas de agua. Sussy y Dex los trajeron claro marcado con banderas slalom, y sintió un rubor de reconocimiento. "Este es

uno de lugares predilectos de Shay. Ella me enseñó hoverboard aquí". "¿Shay?" Zane dijo. "Pero ella nos diría si ella estaba enterada de alguna clase de artimaña, ¿lo haría ella?" "Pues, quizá no," Tally dijo suavemente. Nada se había sabido de Shay desde la pelea. "He estado queriendo decírtelo, Zane: Ella está algo así como molesta conmigo en este momento". "Wow," Sussy dijo. "Pensé que los bellos se agradaban entre ellos.” "Generalmente, lo hacen". Tally suspiró. "Bienvenido al nuevo mundo". Zane entrecerró los ojos. "Creo que Tally y yo necesitamos hablar". El miró a los dos feos. Les tomó un momento darse cuenta de lo que él quería, entonces Sussy dijo, “Oh, seguro, nos iremos. ¿Pero y si…? " "Si el Nuevo humo aparece otra vez, envíen una señal," Tally dijo. " ¿La ciudad no lee tu correo?” "Probablemente. No digas nada más excepto que nos viste en las comidas y quieres unirte a los Crims cuando tengas dieciséis. Deja el mensaje verdadero oculto bajo ese reciclador, y yo enviaré alguien a recogerlo. ¿Entiendes?" "Lo tengo," Sussy dijo con una sonrisa de sus dientes separados. Tally pensó que los dos se dirigirían a las ruinas cada noche a partir de hoy, lluvia o no, buscando al Nuevo humo felices por tener una misión. Ella les dio una sonrisa bonita. "Gracias por todo.” Tally y Zane se sentaron en silencio por un minuto después de que los feos se hubieran ido, mirando el claro desde una hilera de árboles. Las banderas plásticas slalom se inclinaban miserablemente bajo la lluvia, el viento apenas levantándolas. El agua de lluvia se reunía en sitios, las piscinas superficiales reflejaban el cielo gris como espejos rizados. Tally recordó haber volado entre las banderas con su tabla en sus días feos, aprendiendo a orillarse y girar. De regreso a esos días cuando ella y Shay eran realmente amigas… Era imposible adivinar por que Shay visitaría este lugar. Tal vez no era más que unos pocos Crims practicando su hoverboarding, imaginándose que era una gran forma de mantenerse burbujeante. No gran cosa. Cuando ellos se sentaron, Tally se dio cuenta que ella no tenia excusas para no contarle a Zane todo. Era tiempo de admitir lo que ella había hecho al Humo, y como ella le había dicho a Shay acerca de la cura, y pasaba el tiempo de decir lo que la Dra. Cable le había revelado de Zane. Pero Tally no esperaba la conversación,

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y estar empapada y fría no ayudaba. La calefacción de su abrigo estaba al máximo. Lo burbujeante del hoverboarding se había quitado, reemplazado por la ira de Tally misma por haber esperado tanto tiempo. Las muñequeras que siempre escuchan hacían demasiado fácil evitar temas incómodos. "Así que ¿Qué sucedió entre tú y Shay?” Zane dijo. Su voz permanecía suave, pero contenía un filo de frustración. "Sus memorias comienzan a regresar". Tally miró fijamente un charco de barro ante de ella, mirando gotas que habían avanzado hacia abajo por los pinos empapados retorcidos en su superficie. "En la noche del adelanto, ella realmente se molestó conmigo. Me culpa porque los Especiales hallaran el Humo. Lo cual, adivino, es casi lo que ocurrió, los traicioné.” El asintió. "Me lo imaginé. Todas las historias que ustedes dos contaronantes de la cura-ellos te tuvieron rescatándola del Humo. Eso suena como traición.” Tally lo miró. “¿Así que lo sabías?” "¿Qué tu trabajaste de encubierto para Circunstancias Especiales? Lo adiviné” "Ah". Tally no sabía si sentirse aliviada o avergonzada. Por supuesto, Zane había cooperado con la misma Dra. Cable, así que quizá lo comprendía. "Yo no quise hacerlo, Zane. Quiero decir, al principio fui para traer a Shay de vuelta, así ellos me harían bonita, pero entonces cambié de opinión. Quise permanecer en el Humo. Traté de destruir el rastreador que ellos me había dado, pero me lastimé apagándolo. Incluso traté de hacer lo correcto, traicioné a todos.” Zane la encaró, sus ojos intensos bajo su capucha. "Tally, todos hemos sido manipulados por las personas que manejan esta ciudad. Shay debería saberlo.” "Deseo que eso fuera todo," Tally dijo. "Yo también le robé a David. Cuando estuvimos en el Humo". "Ah, él otra vez". Zane sacudió la cabeza. "Bien, adivino que ella realmente molesta contigo ahora. Al menos eso la mantendrá burbuja.” "Sí, realmente burbuja". Tally tragó. "Y hay otra cosa que la molestó". El esperó en silencio, la lluvia goteando de su capucha. "Le dije acerca de la cura". "¿Tú qué?" El susurro de Zane cortó la lluvia como un silbido de vapor. "Tenia que ".Tally abrió las manos implorante. "Ella lo había imaginado ya a medias, Zane, y pensaba que ella podría curarse. Ella subió a la torre de Valentino como lo hicimos, pensando que eso fue lo que nos había cambiado. Por supuesto no funcionó, no como las píldoras.

Ella seguía preguntándome que nos había sucedido. Decía que se lo debía, después de todo lo que le hice en los días de feos.” Zane juró entre sí. "¿Así que le dijiste de las píldoras? Grandioso. Esa era otra cosa que podía salir mal "Pero ella es totalmente burbuja, Zane. Yo no pienso que ella nos alejará," Tally dijo, entonces se encogió en hombros. "Como sea, saber de las píldoras la enfureció lo suficiente como para permanecer burbuja de por vida.” "¿Furiosa? ¿Porque te curaste y ella no?” "No." Marcas suspiraron. "Porque tu lo estas". "¿Qué?" “Se lo debía, y tu obtuviste la otra píldora". "Pero no había tiempo para—" "Lo sé, Zane. Pero ella no. Para ella, parece como… "Ella sacudió la cabeza, sintiéndose lágrimas calientes en los ojos. El resto de ella estaba tan frío, sus dedos se entumían lentamente. Ella comenzó a temblar. "Está bien, Tally". Zane le tomó la mano, apretando duramente por el guante grueso. "Deberías haberla oído, Zane. Ella realmente me odia". "Escucha, siento eso. Pero estoy contento de ser yo". Ella lo miró, su visión nublada con lágrimas. "Sí. Gracias por todos los dolores de cabeza, quisiste decir". "Mejor haber permanecido con un cerebro bello.” Dijo él. “Pero no es lo que quise decir. Ese día fue algo más que solo encontrar esas píldoras. Estoy feliz por… tú y yo.” Ella miró arriba y lo encontró sonriendo. Sus dedos, todavía entrelazados con los suyos, también tembló en el frío. Tally logro sonreír de vuelta “Yo también.” "No permitas que Shay te haga sentir mal por nosotros, Tally.” "Claro que no". Ella sacudió la cabeza, dándose cuenta de cuánto ella lo quería decir. Lo que sea que Shay piense, Zane había sido la persona correcta para compartir la cura. El la mantenía burbujeante, impulsándola a pasar las pruebas del Humo, presionándola para atreverse con las píldoras no probadas. Tally había encontrado más que la cura para la cabeza bella ese día-había encontrado alguien con quien continuar, superar todo lo que había salido mal el verano pasado-. Habían sido pequeños días cuando Peris había prometido ser su mejor amigo para siempre—pero el día él cumplido dieciséis, Peris la había dejado atrás en Uglyville—. Entonces Tally había perdido la amistad de Shay, la había traicionado ante Circunstancias especiales y le había robado a David. Ahora incluso David se había ido, perdiéndose en algún lugar en lo salvaje y medio borrado de su memoria. El no se

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había ni siquiera molestado por traerle las píldoras— él dejó ese trabajo a Croy— . Tally podía adivinar lo que eso significaba. Pero Zane… Tally miró en sus dorados, perfectos ojos. Él estaba aquí con ella en este momento, en persona, y ella había sido estúpida al permitir que lo que había entre ellos se enredara en su pasado desordenado. "Debí haberte dicho antes acerca de Shay. Pero las paredes listas… " “Está bien. Pero puedes confiar en mí. Siempre". Ella apretó su mano con las dos de ella. "Lo sé". El le tocó el rostro."Nosotros no nos conocíamos realmente bien ese día, ¿verdad?” "Tomamos una oportunidad, creo. Es raro como sucedió". El se rió. "Pienso que esa es la forma en la que siempre sucede. Normalmente sin píldoras misteriosas o Circunstancias Especiales golpeando la puerta. Pero siempre es tomando el riesgo, cuando tu… besas a alguien nuevo.” Tally asintió, y se inclinó hacia delante. Sus labios se encontraron, el beso lento e intenso en el frío de la lluvia. Ella lo podía sentir temblando, y el suelo fangoso bajo ellos estaba frío, pero sus dos capuchas se unieron para bloquear el mundo, haciendo un espacio que llegó a ser tibio del aliento mezclado. Tally susurró, "estoy tan contenta que estuvieras conmigo ese día”. “Yo también” "Yo— ¡ah!" Ella se alejó, enjugándose la cara. Un hilito de agua se había arrastrado dentro la de capucha de Tally la capucha y corría abajo por su mejilla como una fría, lágrima malévola. El rió y se paró, la tirando de ella para que se levantara. “vamos, no podemos quedarnos aquí para siempre. Volvamos a Pulcher, consigamos el desayuno, y alguna ropa seca". "No estaba incomoda". El sonrió, pero indicó su muñeca y bajó la voz. "Si nos sentamos en un lugar demasiado tiempo, alguien tal vez se ponga curioso acerca de lo pasa aquí en Uglyville". "Lo que sea," ella cuchicheó. Pero Zane tenía razón. Ellos debían regresar a casa. No habían comido nada en todo el día excepto por unos purgantes de calorías y algo de café. Sus abrigos de invierno estaban calientes, pero entre el esfuerzo físico de abordar y ser dejados de golpe en el río helado, Tally comenzaba a sentirse agotada y fría en los huesos. El hambre, el frío, y el beso la dejaron mareada. Zane chasqueó los dedos, y su tabla subió en el aire. "Espera un segundo," ella dijo suavemente. "Hay otra cosa que debo decirte acerca de la noche del adelanto". "Bueno".

"Después de que te llevé a casa…" El pensamiento del rostro fiero de la Dra. Cable la hizo temblar, pero Tally tomó un aliento calmante. Ella había sido estúpida por no haber arrastrado a Zane fuera antes, alejándolo de las paredes inteligentes de la Mansión de Pulcher para decirle acerca de su encuentro con el médico. Ella no deseaba ningún secreto entre ellos. "¿Qué está mal, Tally?" "Ella me esperaba…," dijo. "La Dra. Cable". El nombre hizo que el rostro de Zane quedara en blanco por un momento, entonces él asintió. "La recuerdo". "¿Lo haces?” "Ella es difícil de olvidar," Zane dijo. El se detuvo, mirando fijamente el claro. Tally se preguntaba si él iba a decir más. Por último, ella dijo, "Ella me hizo un tipo raro de oferta. Ella quería saber si yo—" "Shhh" él silbó. "Que—," que ella empezó, pero Zane la calló con una mano enguantada. El giró y se agachó en el barro, bajándola al lado de él. Por los árboles, un grupo de figuras entraba al claro. Ellos se movían lentamente, apiñados en un equipo casi idéntico de invierno, las muñecas izquierdas envueltas bufandas negras. Pero Tally reconoció a uno de ellos instantáneamente, ojos cobre y un destello de tatuaje rápidamente girando en el frío. Era Shay aal ll Traducido por Belen Tally contaba diez de ellos, caminando con tranquila determinación a través del terreno fangoso. Llegaron al centro del claro y se organizaron en un gran círculo alrededor de una de las banderas de slalom. Shay se movió para ponerse en el centro, girando lentamente, mirando a los otros desde debajo de su capucha. Los otros se situaron en su lugar separados por la distancia de un brazo, frente a Shay y esperando en silencio. Después de un largo momento inmóvil, ella dejó caer su abrigo de invierno en el suelo, quitándose los guantes y desplegando sus brazos. Vestía sólo pantalones, una camiseta blanca sin mangas, y el falso brazalete de metal en su muñeca izquierda. Inclinando su cabeza hacia atrás, dejó que la lluvia palpitara contra su cara. Tally tiritó y frunció su propia capa más apretada a su alrededor. ¿Estaba Shay tratando de congelarse a sí misma hasta morir? Las otras figuras no hicieron nada por un momento. Luego, lentamente y con torpes miradas de uno a otro, siguieron su ejemplo, quitándose guantes y abrigos y jerseys. A medida

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que sus capuchas iban bajando, Tally reconoció a dos Crims más. Estaba allí Ho uno de los viejos amigos de Shay que había huido al Humo sólo para volver luegopor su cuenta. Tally también reconoció a Tachs, quien se había unido a la pandilla unas pocas semanas antes de que ella lo hiciera. Sin embargo, los otros siete perfectos no eran Crims en absoluto. Colocaron sus abrigos cautelosamente sobre el terreno, abrazándose a sí mismos contra el frío. Cuando Ho y Tachs extendieron sus brazos, los demás los siguieron a regañadientes. La lluvia corría hacia abajo por sus rostros y adhería las camisas blancas a su piel. "¿Qué están haciendo?" susurró Zane. Tally sólo sacudió la cabeza. Se dio cuenta de que Shay había recibido una nueva operación, algún tipo de tatuaje con relieve en la línea interior de sus brazos. Que se extendía desde el codo a la muñeca, y Ho y Tachs parecían haber copiado el diseño. Shay empezó a hablar, mirando hacia arriba, haciendo frente por encima de la bandera como una loca hablando con nadie en particular. Su voz no se oía cruzando el claro excepto por una palabra por aquí y por allá. Tally no entendía el sentido de eso-la cadencia sonando como un canto, casi parecían las oraciones que Rusties y pre-Rusties había ofrecido una vez a sus superhéroes invisibles en el cielo. Después de unos minutos, Shay cayó en silencio, y nuevamente el grupo permaneció sin decir una palabra, todos tiritando de frío excepto la aparentemente loca Shay. Tally se dio cuenta de que todos los no-Crims tenían tatuajes flash en sus rostros, el aspecto fresco que aumentaba brillando en la lluvia. Ella adivinó que, desde el desastre del estadio, los tatuajes que giraban en la cara debían hacer furor, pero era una terriblemente gran coincidencia que todos esos siete desconocidos perfectos los tuvieran. "Esos son aspirantes a rastreadores," susurró ella. "Shay ha estado reclutando". "Pero, ¿por qué?" Zane dijo entre dientes. "Estamos todos de acuerdo en que lo último que necesitamos ahora son principiantes". "Tal vez ella los necesita." "¿Por qué?" Un escalofrío atravesó a Tally. "Por esto." Zane juró. "Sólo los vetaremos". Tally sacudió la cabeza. "No creo que ella se preocupe por los vetos. No estoy segura de si ella es todavía una-" La voz de Shay se cortó a través de la lluvia de nuevo. Alcanzó su bolsillo trasero y sacó un objeto que brillaba fríamente

en la luz gris. Se desplegó en un largo cuchillo. Los ojos de Tally se ampliaron, pero ninguno de los perfectos en el círculo parecía sorprendido, sus expresiones revelaban una mezcla de miedo, mareo y excitación. Sosteniendo la navaja arriba, Shay dijo más palabras con la misma lenta, cadencia deliberada, y Tally escuchó una repetición lo suficiente como para distinguirla. Sonaba como "Cutters". "Vamonos de aquí", dijo tan suavemente que Zane no debería haberla oído. Ella quería subir en su aerotabla y huir, pero Tally descubrió que no podía moverse, o mirar hacia otro lado o cerrar los ojos. Shay tomó el cuchillo con su mano izquierda y colocó el borde contra su antebrazo derecho, el húmedo metal brillando. Elevó los dos brazos, girando lentamente, fijando su ardiente mirada en cada uno de los otros. Luego miró hacia la lluvia. El movimiento fue tan leve que Tally apenas lo vio desde su escondite, pero sabía lo que había sucedido a partir de las reacciones de los demás. Sus cuerpos se estremecieron, ampliando los ojos con horrorizada fascinación-como Tally, no podían apartar la vista. Entonces vio la sangre comenzando a filtrarse de la herida. Se destiñó ligeramente con la lluvia, difundiéndose hacia abajo por el brazo levantado y el hombro de Shay, llegando a su camisa, la difusión de un color que era más rosa que rojo. Giró alrededor para dar a todos una buena vista, sus lentos, deliberados movimientos inquietantes como la sangre corriendo por su brazo. Los otros estaban temblando visiblemente ahora, lanzándose furtivas miradas de uno a otro. Shay finalmente bajó su brazo, balanceando un poco sus pies, y ofreció el cuchillo. Ho avanzó hacia adelante para tomarlo de ella, y ella tomó su lugar en el círculo. "¿Qué es esto?" Zane susurró. Tally sacudió la cabeza y cerró los ojos. La lluvia se volvió de repente ensordecedora a su alrededor, pero oyó sus propias palabras a través del torrente. "Esta es la nueva cura de Shay ." Los demás siguieron uno a uno. Tally se mantenía esperando para salir corriendo, pensando en que si sólo uno de ellos hiciera una pausa , el resto se dispersarían en el bosque como conejos asustados. Pero algo-el sombrío contexto, el espíritu goteando lluvia, o tal vez la expresión enloquecida en la cara de Shay –los sujetaba a sus lugares. Todos ellos miraban y, a continuación, uno por uno, se cortaban a sí mismos. Y cuando cada uno lo hacía, sus rostros

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se transformaban cada vez más como el de Shay: extasiado y demente. Con cada corte, Tally sentía algo vaciándose en su interior. No podía olvidar que había más en ese ritual que la locura. Recordaba la noche de la fiesta de disfraces. Su miedo y el pánico la habían hecho lo suficiente burbujeante para perseguir a Croy, pero aún tenía su mentalidad-perfecta. No fue sino hasta después de que la rodilla de Peris la había golpeado mientras él aero-rebotaba, partiéndole su ceja, que la cabeza de Tally había quedado realmente clara. Shay había admirado esa cicatriz, siendo la que le sugirió conseguir un tatuaje para conmemorarla . Al parecer, ella también había entendido la forma en que las lesiones habían cambiado a Tally, llevándola a Zane, a la cima de la torre de transmisión y, finalmente, a la cura. Y ahora Shay estaba compartiendo su conocimiento. "Esto es culpa nuestra", susurró Tally. "¿Qué?" Tally abrió sus enguantadas manos hacia el cuadro delante de ellos. Ella y Zane le habían dado a Shay lo que necesitaba para difundir esta cura: fama a lo largo de la ciudad, cientos de perfectos todos muriéndose por convertirse en Crims-sangrando para convertirse en Crims . O en lo que se estaban convirtiendo. "Cutters", dijo Shay. "Ella no es uno de nosotros nunca más". "¿Por qué solo estamos aquí sentados?" Zane bufó. Sus puños se apretaron, su cara enrojeciendo en la sombra de su capucha. "Zane, cálmate". Tally tomó su mano. "Debemos hacerla ..." Su voz se fue apagando con un sonido ahogado de tos, sus ojos se ampliaron . "¿Zane?" susurró ella. Estaba luchando por respirar, su mano agarrando el vacio en el aire. "¡Zane!" Exclamó Tally en voz alta. Ella le agarró la otra mano, mirando a sus ojos saltones. No estaba respirando. Tally miró al claro, desesperada por la ayuda de alguien, cualquiera, incluso los Cutters. Algunas de las figuras lejanas habían oído su grito, pero sólo empezaron a ensanchar los ojos hacia ella, la sangre fluyendo y los tatuajes flash girando, demasiado fuera de lugar para ser de alguna ayuda. Alcanzó su brazalete, arrancando el pañuelo negro para enviar un ping (una señal) angustiada. Pero la mano de Zane llegó a apoderarse de ella. Sacudió la cabeza tristemente. "No." "¡Zane, necesitas ayuda!" "Estoy bien. ..." Las palabras desgarraron su garganta. Ella se detuvo un momento, imaginándolo muriendo aquí en sus brazos. Pero si ella llamaba a

los guardias, podían acabar con los dos bajo el cuchillo del cirujano, mentalidad-perfecta por el bien-dejando la cura de Shay como la única en la ciudad. "De acuerdo", dijo. "Pero voy a llevarte al hospital". "¡No!" "No dentro. Sólo lo más cerca que podamos conseguir. Vamos a esperar y ver qué pasa." Tally rodó a Zane en su aerotabla y chasqueó los dedos, viendo como se levanta en el aire. Se colocó encima de él, sintiendo la tabla ajustarse difícilmente bajo su peso combinado. Los elevadores aguantaron, y ella avanzó con cuidado. Cuando la tabla comenzó a moverse, miró atrás al claro. Los diez estaban mirando a Tally y a Zane ahora. Shay caminaba hacia ellos, su mirada tan fría como la lluvia. De repente, Tally estaba abrumada por el miedo, el mismo terror que sintió a la vista de los Especiales. Impulsaba fuerte con sus pies, inclinándose hacia adelante y trepando en los árboles, dejando atrás el lugar. El viaje hasta el río fue aterrador. Las extremidades de Zane se expandían fuera en todas las direcciones, su peso cambiando amenazaba con inclinar más la tabla con cada giro. Tally envolvió sus brazos alrededor de él, las uñas raspado en todos los nudos inferiores de la tabla. Dirigía con el meneo de sus piernas, que se volvieron tan desviadas como el traspiés de un borracho. La fría lluvia escupió en su cara, y Tally recordó las gafas en el bolsillo de su abrigo, pero no había manera de llegar a ellas sin parar. Y no había tiempo para detenerse. Se lanzaron entre los árboles, la tabla acelerando a medida que descendían hacia el río. Ramas de pino, duras y brillando con las gotas de lluvia capturadas, encabritándose bajo la lluvia para rajar su cara. Cuando finalmente salieron disparados del Parque Cleopatra, Tally acortó cruzando un cinturón de fangosos campos deportivos a toda velocidad, tirando hacia el otro extremo de la isla central. A esa distancia, el hospital era invisible conduciendo en la lluvia, pero Tally vió las luces corriendo de un aerovehículo encabezándose en esa dirección. Se movía rápido y alto, probablemente una ambulancia llevando a alguien. Entrecerrando los ojos contra el bombardeo de la lluvia helada, se las arregló para mantener sus ojos en él, siguiendo su rumbo. Cuando el aerovehículo estuvo fuera de la vista, alcanzaron el río, y con el sobrepeso la tabla comenzó a perder altura sobre el agua. Tally comprendió demasiado tarde lo que estaba

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sucediendo: La rejilla interior de metal que los elevadores magnéticos utilizaban para empujar en contra se rebajaba aquí-en la tierra debajo de diez metros de agua. A medida que se acercaban a la mitad del río, la tabla descendía más y más cerca de la superficie fría y picada. A medio camino, la tabla golpeó el agua con una bofetada, las manos de Zane rebotando en el río como si fuera sólido. Pero la aerotabla se recuperó en el aire, y cuando la lejana tierra surgió mucho más cerca, los elevadores consiguieron aumentar y los llevó a más. "Tally ...", una voz graznando venía de debajo de ella. "Está bien, Zane. Te tengo." "Si. Se siente muy bajo control". Tally se atrevió a mirar hacia abajo a él. Sus ojos estaban abiertos, su cara no tan roja. Se dio cuenta de que su pecho se elevaba y lo sentía por debajo de ella, su respiración era normal. "Relájate, Zane. Voy a parar cuando estemos cerca del hospital. " "No me lleves allí." "Solo te estoy llevando más cerca. Por si acaso". "¿Por si acaso qué?" dijo irregularmente. "¡Por si acaso dejas de respirar de nuevo! ¡Ahora cállate!" Obedientemente cayó en silencio, cerrando los ojos. Mientras la superficie del río lanzaba salpicaduras por debajo de ellos, las luces del hospital se levantaron, esa masa oscura casi tranquilizadora. Tally vió las intermitentes luces amarillas de emergencia de la bahía, pero salió del río antes de que llegaran a ellas, subiendo poco a poco a la orilla. Dirigió la tabla para descansar en el refugio de un aparcamiento de ambulancias vacías, los tres altos aerovehículos apilados en su gigante marco de metal, al parecer esperando algún desastre importante. Cuando la tabla se tranquilizó, Zane rodó fuera en la húmeda tierra con un gemido. Ella se arrodilló a su lado. "Háblame". "Estoy bien", dijo. "Salvo mi espalda". "¿Tu espalda? ¿Qué ..." "Creo que tiene que ver con montar en aerotabla." Se rió. "Y debajo de ti." Ella le tomó la cara en sus manos, la mirada fija en sus pupilas. Parecía agotado y desaliñado, pero sonrió y le guiñó un ojo cansadamente. "Zane ..." Se sintió a si misma empezando a llorar de nuevo, las lágrimas corriendo calientes entre las gotas frías de lluvia. "¿Qué pasa contigo?" "Como dije: Creo que necesitamos algo para desayunar". Sollozos minando su cuerpo. "Pero ..." "Lo sé". Puso las manos sobre sus hombros. "Tenemos que salir de aquí." "Pero ¿qué pasa con el Nuevo Hum-" La mano de él se

disparó a cubrir su boca, amortiguando sus próximas palabras. Se separó sorprendida. Zane se sostenía a sí mismo en un codo, mirando a su brazalete, que estaba descubierto en la lluvia. Ella se había quitado su guante para hacer una llamada cuando su ataque había comenzado. "Oh ... Lo siento." Ella sacudió la cabeza, arrastrándose cerca de él y susurrando, "Está bien." Tally cerró sus ojos, tratando de recordar lo que habían dicho durante el viaje de locos hasta aquí. "Discutimos acerca de venir al hospital ", susurró ella. Él asintió y se levantó inestablemente, diciendo en voz alta: "Bueno, ya que estamos aquí". Se dio la vuelta y golpeó su puño contra el metal del aparcamiento de las ambulancias. Rebotó dejando un circulo sin brillo. "¡Zane!" Se dobló con el dolor, entonces sacudió la cabeza, agitando su mano herida en el aire por un momento. Consideró la sangre en los nudillos. "Como he dicho, ya que hicimos todo este camino, podría además obtener una mirada . Pero la próxima vez me preguntas, ¿de acuerdo? " Ella le miraba, comprendiendo finalmente. Por un momento, pensó que la locura de Shay era contagiosa. Sin embargo, una mano herida era un posible motivo para su salvaje viaje aquí, y cuadraba con más de lo que había escuchado el brazalete. Tally también podría decir a los guardias que no habían comido en un par de días. Tal vez unas vitaminas y azúcar en la sangre por goteo en el brazo de Zane ayudaría a su dolor de cabeza. El todavía se veía como basura, embarrado y empapando, pero caminó sin tambalearse. De hecho, Zane parecía muy burbujeante después de romperse la mano. Tal vez Shay no estaba tan loca como parecía – al menos sabía lo que funcionaba. "Vamos", dijo. "¿Quieres una vuelta?" Tally preguntó, señalando. La segunda aerotabla fue a ellos a través de la hierba, habiendo seguido la señal de las pulseras accidentadas de Zane. "Creo que voy a caminar", dijo, andando con dificultad hacia las luces de emergencia de la bahía. Tally vio entonces que sacudió las manos, y cómo de pálido estaba. Y decidió que la próxima vez que tuviera un ataque, ella llamaría a los guardianes. Incluso por la cura no valía la pena morir. ttaaal ll Traducido por Jhos

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Resultó que el golpe de Zane le había roto tres huesos de la mano, y tardarían media hora en repararlos. Tally compartía la sala de espera con dos nuevos perfectos que esperaban a un amigo con una pierna rota—algo acerca de correr bajando escaleras mojadas afuera de la Mansión Lillian Russell. Tally ignoró los detalles de la historia, devorando galletas y café con mucha leche y azúcar, disfrutando del calor del hospital y la ausencia de la persistente lluvia. La extraña sensación de calorías entrando a su cuerpo suavizó un poco su mundo, pero Tally estaba feliz de tener unos momentos de tonta perfección. Sus recuerdos de lo que Shay y los otros habían hecho en el parque Cleopatra eran demasiado claros. “Y que te sucedió a ti?” uno de los perfectos preguntó finalmente, el énfasis en la última palabra indicando su ropa mojada y llena de barro, su expresión exhausta y en general su vergonzosa apariencia. Tally introdujo en su boca una galleta de chocolate y encogió los hombros. “Aerotabla”. El otro perfecto le dio in codazo a su amigo, pelando los ojos y señalando nerviosamente a Tally. “Qué?” dijo él. "Shhh!" “Qué?” El segundo perfecto suspiro. “Perdón” le dijo a Tally. “Mi amigo es nuevo. Y totalmente cabeza hueca.” Ella le explicó en un susurro, “Esa es Tally Youngblood” El primero abrió su boca de asombro y después la cerró. Tally solo sonrió y rellenó su boca con otra galleta. Obvio, encontrarte a Tally Youngblood en la sala de emergencia. Pensaban ellos. Que mas podría ser? Probablemente preguntándose que pieza importante de arquitectura había colapsado bajo ella esta vez. A pesar de que su fama los mantuvo tranquilos, sus miradas furtivas la estaban inquietando. Estos dos perfectos no eran del tipo que podrían cortarse ellos mismos, Tally estaba bastante segura. Pero no pudo evitar darse cuenta de que sus actos criminales condujeron a Shay a este pequeño proyecto, creando perfectos hambrientos de explorar cierta clase de sensaciones burbujeantes. Incluso llena de café, leche y galletas, su estómago

empezó a sentirse vació mientras se imaginaba que las visitas a la sala de emergencia iban a estar de moda este invierno. “Tally?” Un asistente la llamó desde la puerta de la sala de espera. Finalmente. Tally estaba lista para salir de ese lugar. “Cuídense chicos”, le dijo ella a los perfectos, y siguió al asistente por el pasillo. Cuando la puerta se cerró detrás de ella, Tally se dio cuenta que no había sido llevada a la sala donde daban de alta a los pacientes. El asistente la había llevado a una pequeña oficina donde resaltaba un gran escritorio desordenado. Un cuadro en la pared mostraba un campo de grama en un día soleado-la clase se imágenes que le mostraban en la escuela cuando era pequeña justo antes de la siesta. “Estando afuera en la lluvia?” El asistente dijo alegremente, sacudiendo el polvo de su bata color azul. El usaba un traje bajo la bata-semiformal le informó su cerebro-y Tally se dio cuenta de que él no era para nada un asistente. Tenía la sonrisa radiante que solo políticos, enfermeras, profesores y sicólogos tenían. Ella se sentó en la silla frente a él, sintiendo su ropa empapada. “Lo ha adivinado” el sonrió. “Bueno los accidentes suceden”. Fuiste inteligente al traer a tu amigo aquí. Y yo afortunado al estar aquí cuando lo hiciste. La cosa es, he tratado de ponerme en contacto contigo, Tally”. “En serio?” “Absolutamente”. El sonrió de nuevo. Habían ciertos adultos perfectos que sonreían a todo: sonrisa feliz, sonrisa decepcionada, sonrisa de estás en problemas. Su entusiasmo, sinceridad y calma puso a Tally con los nervios de punta. El era la clase de perfecto adulto que la Dra. Cable le había prometido a Tally que se convertiría: imponente, seguro de sí mismo, su hermoso rostro marcado con solo el número de líneas necesarias para reflejar su edad y sabiduría. “No has abierto tu correo en los últimos días, verdad?” dijo él. Ella negó con la cabeza. “Demasiados correos basura. Por lo de la pista, sabe? Toda una celebridad” Las palabras le hicieron ganar a Tally una sonrisa de orgullo. “Supongo que todo ha sido muy emocionante para ti y tus amigos.”

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Ella se encogió los hombros, dando la impresión de falsa modestia. “Era burbujeante al principio, pero ahora se está volviendo corriente. Así que, quien me dijo usted que era?” “Dr. Remmy Anders. Soy un consejero de trauma aquí en el hospital.” “Trauma?” Esto es acerca de lo de la pista? Porque yo estoy completamente…….” “Estoy seguro de que estas bien, Tally. Es acerca de una amiga tuya que he querido preguntarte. Francamente estamos un poco preocupados”. “Por quien?” “Shay” Detrás de su hermosa expresión, una seria mirada atravesó a Tally. Ella trató de mantener su voz firme. “Por qué Shay?”. Lentamente, como si fuera manejada por un control remoto, la cara del Dr. Anders fue mostrando una sonrisa de preocupación. “Pasó algo la otra noche después de su fogata. Una discusión entre tú y Shay. Algo preocupante.“ Tally pestañeó, recordando a Shay gritándole a través del fuego. Incluso bajo los abrigos, los anillos debieron captar cuan molesta estaba Shay-muy lejos de las charlas normales entre nuevos perfectos. Tally trató de recordar exactamente lo que Shay le había gritado, pero la mezcla de champaña y la horrible culpa no era precisamente buena para la memoria. Se encogió los hombros. “Si ella estaba bastante borracha. Yo también”. “No sonó muy feliz” “Dr. Remmy estaba usted, algo así como espiándonos? Eso es no es noble.” El consejero negó con la cabeza y trajo de nuevo la sonrisa preocupada. “Nosotros tenemos un interés particular en todos los que sufrieron ese desafortunado accidente. A veces puede ser difícil recuperarse de aterradores e inesperados eventos. Por eso yo he sido asignado para tratar su estrés postraumático. Tally pretendió no darse cuenta que no había contestado su pregunta acerca del espionaje-ella ya sabía la respuesta. Circunstancias especiales quizá no se preocupara de que los crims acabaran con Nueva Belleza, pero los guardianes siempre hacían su trabajo. Dado que la ciudad fue diseñada para

personas con mente perfecta, tenía sentido que asignaran un consolador a cada uno de los que había tenido una experiencia burbujeante. Dr. Anders estaba aquí para asegurarse que lo había sucedido no le diera a los crims nuevas ideas excitantes. Ella simuló una sonrisa perfecta. “ En caso de que nos volvamos locos?” Dr. Anders rió. “Oh, nosotros no creemos que se vayan a volver locos. Yo solo estoy aquí para asegurarme que no hayan efectos a largo plazo. La amistad puede verse afectada negativamente por el estrés, tú lo sabes”. Ella decidió arrojar una carnada al Dr. Rem, y dejó que sus ojos se dilataran. “Así que esa es la razón por la que ella estaba siendo un fastidio esa noche?” El resplandeció. “Sí, todo es por el estrés, Tally. Pero recuerda, ella probablemente no quiso hacerlo.” “Bueno, yo no le grité a ella.” Sonrisa tranquilizadora. “Todo el mundo reacciona diferente a un trauma, Tally. No todo el mundo reacciona como tú. En vez de enojarte, porque no haces de esto una oportunidad para mostrarle a Shay tú apoyo. Ustedes son viejas amigas. Cierto? “Si. Desde que éramos feas. Mismo cumpleaños.” “Genial. Las viejas amistades son mejores en momentos como este. Acerca de que fue la pelea?” Tally encogió sus hombros. “No sé. Nada en realidad” “Puedes recordar algo?” Tally se preguntó si ese cuarto poseía detectores de mentiras, y si era así, que tan grande podría ser la mentira como para salirse con la suya. Ella cerró sus ojos, concentrándose en las calorías moviéndose a través de su cuerpo hambriento, dejando que los sentimientos perfectos se apoderaran de ella. “Tally?” dijo él. Ella decidió darle al Dr. Anders un poco de verdad. “Fue solo……..por cosas del pasado”. El asintió, cruzando los brazos con satisfacción. Tally se preguntó si había dicho demasiado. “De los tiempos de feas?” preguntó. Ella negó con la cabeza, ya que no confiaba en su voz. “Como se han llevado tu y Shay desde esa noche?” “Bien.” El sonrió felizmente, pero Tally lo observó mirando a la distancia, probablemente una pantalla que era invisible para ella. Estaba

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chequeando la interfaz de la ciudad? Sabría que ella y Shay no se habían llamado desde la fiesta y tres días sin ningún email entre ellas era bastante inusual. O estaba él buscando alguna vacilación en su voz? El miró sus datos invisibles datos, o lo que sea que fuera y asintió. “Ella ha estado de mejor ánimo contigo desde entonces?” “Ella está bien, supongo” Solo auto-mutilación, locos discursos y quizás esperando para empezar si propia pandilla problemática. “No la he visto desde que está aburrida lluvia comenzó. Pero ella y yo somos mejores amigas por siempre.” Las últimas palabras la traicionaron, la voz de Tally sonó áspera. Ella tosió un poco, lo cual le dio una sonrisa de preocupación del Dr. Anders. “Me alegra oír eso, Tally. Y tú te has sentido bien, no?” “Burbujeante” dijo ella “Un poco hambrienta, además.” “Sí. Sí. Tú y Zane deben comer más. Se ven un poco delgados, e dije que su nivel de azúcar en la sangre era terriblemente bajo cuando vino.” “Me aseguraré de que tenga algunas de esas galletas con chispas de chocolate de la sala de espera. Son increíbles.” “Gran idea. Eres una buena amiga, Tally.” El se levantó, y le ofreció su mano. “Bueno, veo que Zane ya ha sido curado, así que no te retengo más. Gracias por tu tiempo, y asegúrate de hacerme saber si alguno de tus amigos necesitan hablar.” “Oh, lo haré”. Dijo ella, dándole al doctor su sonrisa más perfecta. “Esto ha sido genial”. Afuera la fría lluvia abrazó a Tally como un viejo amigo que no podía evitar, el malestar era casi un alivio después de las radiantes sonrisas del Dr. Anders. Ella le dijo a Zane acerca de él en el camino a casa. Sin embargo sus anillos estaban apretados de nuevo, ella habló lo suficientemente bajo para que el sonido se llevara sus palabras mientras volaban bajo el cielo gris. El suspiró cuando ella terminó. “Suena como si ellos estuvieran tan preocupados por ella como nosotros.” “Sí. Ellos deben haber oído nuestra pelea la otra noche. Ella estaba gritando de una manera no-perfecta.” “Perfecto”. Sus dientes chasqueaban por el frío. No parecía que los analgésicos que ellos le dieron para su mano lo ayudaran

mucho con su dolor de cabeza. Sus pies se deslizaron por la tabla, encontrando balance torpemente. “Yo no dije mucho. Solo que ella estaba borracha y siendo grosera”. Tally se permitió felicitarse un poco a sí misma. Esta vez, al menos, no había traicionado a Shay. Al menos eso esperaba. “Claro que no lo hiciste, Tally. Ella puede que necesite ayuda, pero no de un adulto perfectos sicólogo. Lo que tenemos que hacer es sacarla de aquí y darle la verdadera cura. Lo más pronto posible. “Si. Las pastillas son mucho mejor que cortarte a ti mismo” Si no te producen daño cerebral, ella no añadió eso. Tally había decidido no decirle a Zane de su decisión de llevarlo al hospital la próxima vez que le diera un ataque, esperando no tener que llegar a eso. “Así que, que tal eran tus doctores?” “Lo usual. Pasaron la primera hora sermoneándome que debía comer más. Cuando finalmente se dedicaron a reparar mis huesos, estuve inconsciente por solo diez minutos. Pero aparte de la delgadez ellos no parecieron notar nada raro en mí.” “Bien” “Claro, eso no significa que estoy bien. Ellos no miraron mi cerebro, después de todo, solo mi mano” Tally respiró profundo. “Tus dolores de cabeza están empeorando, no?” “Yo creo que era por el frío y la lluvia más que por otra cosa.” Ella negó con la cabeza. “Yo tampoco había comido nada hoy Zane, y tu no me viste….” “Olvídate de mi cabeza, Tally! No estoy peor ni mejor. Es por Shay por quien estoy preocupado.” El inclinó su tabla más cerca de ella y bajó la voz. “Ellos van a estar pendientes de ella también ahora. Si tu Dr. Remmy se da cuenta lo que ella ha estado haciendo se desatará el infierno.” “Si. No puedo negar eso” Tally visualizó las cicatrices en los brazos de Shay. Desde lejos, ella hubiera pensado que eran tatuajes, pero de cerca, cualquiera sabría lo que eran. Si el Dr. Anders las veía, Tally dudaba que él tuviera una sonrisa apropiada para el caso.

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Se alertaría a toda la ciudad y el interés de los guardianes en todos los que estuvieron involucrados en el desastre del estadio se incrementaría fuera de escala. Tally lo tomó del brazo y se detuvieron, bajando su voz hasta ser solo un susurro. “No tenemos mucho tiempo entonces. Ellos podrían decidir hablar con Shay en cualquier momento.” Zane respiró profundo. “Tendrás que hablar con Shay primero, decirle termine con lo de las cortadas.” “Oh. Genial. Y si ella no quiere?” “Dile que estamos a punto de irnos. Dile que le conseguiremos la cura real.” “Irnos? Cómo?” “Nos iremos…………esta noche de ser posible. Empacaré dedo lo que necesitamos, tu asegúrate de que los otros Crims estén listos.” “Y esto?”. Ella estaba demasiado cansada para desnudar su muñeca, pero él entendió lo que quiso decir. “Nos desharemos de ellos. Esta noche. Hay un truco que tengo reservado.” “Qué truco Zane?” “No puedo decirte todavía. Funcionará, pero es un poco arriesgado” Tally frunció el ceño. Ella y Zane habían usado todas la herramientas que se les habían ocurrido, y nada había hecho más que rayar los anillos. “Qué es?” “Te lo mostraré esta noche”, dijo él, con la mandíbula apretada. Tally tragó grueso. “Debe ser más que un poco arriesgado” Zane se quedó mirándola con su pálido rostro y sus ojos apagados a través de los lentes. “Dale una mano a la chica” Sonrió. “Quizás la necesite. Tally tuvo que quitar sus ojos de su sonrisa. Traducido por Sidonie El taller no estaba lejos del hospital, en el extremo posterior de Ciudad Nueva Perfecta donde los dos tramos del río se unían. A estas alturas de la noche, los tornos, las mesas de imagen y los moldes de inyección permanecían sin usar, el lugar casi vacío. La única luz provenía desde la otra punta del taller, donde una perfecta-mediana estaba soplando cristal fundido dándole forma. “Hace muchísimo frío aquí,” dijo Tally. Ella podía ver las palabras saliendo de su boca en el suave brillo rojo de las luces de trabajo. La lluvia había parado finalmente mientras ellos estaban

consiguiendo que los Crims se prepararan para huir, pero el aire todavía era húmedo y frío. Incluso dentro del taller, Tally, Fausto y Zane estaban acurrucados en sus abrigos de invierno. “Normalmente tienen los hornos para fundir en marcha,” dijo Zane. “Y algunas de estas máquinas alcanzan una tonelada de calor.” Él apuntó hacia las dos partes del taller que estaban abiertas en la noche. “Pero la ventilación significa no tener paredes inteligentes, ¿ves?” “Veo.” Tally tiró de su abrigo más fuerte a su alrededor, alcanzando un bolsillo para subir su calentador. Fausto señaló una máquina que parecía una prensa enorme. “Hey, recuerdo haber jugado con una de esas antes en la escuela de feos, para clase de diseño industrial,” dijo Fausto. “Nosotros hacíamos esas bandejas de almuerzo con cuchillas en la parte baja, para deslizarse por la nieve.” “Es por eso que te traje,” dijo Zane, guiando a Tally y Fausto a través del suelo de hormigón. La parte baja de la máquina era una mesa de metal, que parecía estar grabada con un millón de puntos diminutos. Paralela a la mesa estaba suspendida una extensión de metal idéntica. “¿Qué? ¿Quieres usar una trituradora?” Fausto levantó sus cejas. Zane no les había dicho todavía lo que pasaba, pero a Tally no le gustaba la pinta de la enorme máquina. O su nombre, en realidad. Zane dejó el cubo de champán que había traído, salpicando el suelo de agua helada. Sacó una tarjeta de memoria de un bolsillo y la metió en la ranura lectora de la prensadora. La máquina cargó su sistema operativo, las luces parpadeando sobre en borde y el suelo retumbando fuertemente bajo los pies de Tally. Una onda pareció pasar a lo largo de la mesa, una ola viajando a través de la superficie como si el metal se hubiera convertido de repente en líquido y con vida. Cuando el movimiento disminuyó, Tally miró más de cerca la superficie de la trituradora. Los diminutos grabados que parecían puntos eran en realidad las puntas de finas varas, las cuales podían subir o bajar para hacer formas. Ella pasó sus dedos a lo largo de la mesa, pero las varas eran tan finas y estaban tan

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perfectamente alineadas, que se sentía como metal liso. “¿Para qué es? “Aplastar cosas,” dijo Zane. Él pulsó un botón, y la mesa saltó a la vida otra vez, una diminuta colección simétrica de montañas subiendo en su centro. Tally se dio cuenta de que habían aparecido cavidades idénticamente formadas en la superficie alta de la trituradora. “Hey,” esa es mi bandeja de almuerzo,” dijo Fausto. “Por supuesto. ¿Pensabas que lo olvidé? Estas cosas eran imponentes para ir en trineo,” dijo Zane felizmente. Él sacó una lámina de metal de debajo de la máquina y alineó cuidadosamente sus bordes a los de la mesa. “Sí. Siempre me pregunté por qué ellos nunca las producían en masa,” dijo Fausto. “Fabricación demasiado burbujeante,” dijo Zane. “Aunque apuesto a que algunos feos las reinventan cada pocos años. Atención. Voy a dispararla. Los otros dos dieron un sensato paso atrás. Zane agarró dos palancas al final de la mesa, tirando de ambas al mismo tiempo. La máquina hizo un ruido sordo durante una fracción de segundo, luego saltó repentinamente en movimiento, la mitad superior se cerró de golpe con la parte inferior con un sonoro clang. El sonido resonó a través del taller, y los oídos de Tally aún estaban zumbando cuando las mandíbulas de la trituradora se separaron lentamente para revelar la lámina de metal. “Encantador, ¿no?,” dijo Zane. Él levantó la lámina, cuyos contornos habían sido cambiados a una nueva forma con el impacto. Parecía una bandeja del almuerzo ahora, con pequeñas secciones para dividir una comida en ensalada, principal y postre. Girándola sobre las manos, Zane pasó un dedo por los surcos que marcaban la parte baja de la bandeja. “Sobre buena nieve en polvo podría ir a mil kilómetros por hora en estas pequeñas.” La cara de Fausto se volvió pálida. “No funcionará, Zane.” “¿Por qué no?” “Demasiada seguridad. Incluso si pudieras conseguir a uno de nosotros para-” “¿Estás de coña, Zane?” Tally gritó. “Tú no vas a meter tu mano ahí. ¡Esa cosa te la arrancará!”

Zane sólo sonrió. “No, no lo hará. Como dijo Fausto: demasiada seguridad.” Él sacó la tarjeta de memoria de la ranura de lectura de la trituradora y metió otra. La mesa ondeó de nuevo, saliendo un grupo de crestas afiladas en sus bordes, como una hilera de dientes. Él puso su muñeca izquierda a lo largo de las mandíbulas de metal. “Es difícil decir con el guante puesto, pero ves donde cortará la pulsera?” “¿Pero qué pasa si falla, Zane? Dijo Tally. Ella tuvo que luchar para mantener su voz baja. Sus pulseras estaban cubiertas como de costumbre, pero ella no quería que la perfecta-mediana de la otra punta del taller los oyera. “No falla. Puedes aplastar partes para un cronómetro con estas cosas.” “No funcionará en absoluto.” Fausto proclamó. Él puso su propia mano bajo la trituradora. “Dispárala.” “Lo sé, lo sé,” dijo Zane, agarrando las palancas y tirando. “¿Qué?” Tally gritó horrorizada, pero la máquina no se movió. Una hilera de luces amarillas brillaron en torno a sus bordes, y una metálica voz industrial dijo, “Despejar, por favor.” “Detecta humanos,” dijo Fausto. “Calor corporal.” Tally tragó saliva, su corazón palpitando en su pecho mientras Fausto retiraba su mano de debajo de la prensadora. “¡No hagas eso!” “Y aún si la trucas, ¿cuál es el punto?” continuó Fausto. “Sólo aplastará la pulsera, lo cual cortará tu mano.” “No a cincuenta metros por segundo. Mirad aquí.” Zane se inclinó sobre la mesa, pasando un dedo a lo largo de la formación de dientes que había programado. “Este borde lo cortará, o al menos lo golpeará lo suficientemente fuerte como para destruir cualquier cosa que esté dentro. Nuestras pulseras serán sólo pedazos de metal muerto después de que estas cosas lo golpeen.” Fausto se inclinó para mirar más de cerca, y Tally le dio la espalda a la vista de ellos con sus cabezas entre las mandíbulas de metal. Metal muerto. Ella miró fijamente a la sopladora de cristal de la otra punta del taller. Ignorante a su loca conversación, la mujer estaba sosteniendo tranquilamente un

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pedazo de cristal dentro de un pequeño horno radiante, girándolo lentamente sobre la llama. Tally caminó hacia la mujer hasta que estaba fuera del alcance de los oídos de Zane y Fausto, entonces destapó su pulsera. “Llamar a Shay.” “No disponible. ¿Mensaje?” Tally frunció el ceño, pero dijo, “Sí. Escucha, Shay, ya sé que éste es mi décimo-octavo mensaje hoy, pero tienes que contestar. Siento que te estuviéramos espiando, pero…” Tally no sabía qué añadir, suponiendo que los guardianes – tal vez incluso los Especiales – podrían estar escuchando. Ella podía difícilmente explicar que ellos se iban a escapar esa noche. “Pero estamos preocupados por ti. Respóndeme tan pronto como puedas. Necesitamos hablar... cara a cara.” Tally se despidió y volvió a enrollar la bufanda alrededor de su muñeca. Shay, Ho y Tachs – los Cutters – habían llevado a cabo un gran acto de desaparición, negándose a contestar ningún mensaje o llamada. Probablemente Shay estaba de mal humor por haber espiado su ceremonia secreta. Pero con suerte uno de los Crims los encontraría y les contaría sobre la fuga de esa noche. Tally y Zane han pasado la tarde haciendo que todos se preparen. Los Crims habían empacado y estaban posicionados alrededor de la isla, preparados para empezar a moverse una vez la señal de que Tally y Zane eran libres viniera desde el taller. La mujer sopladora de cristal había terminado de calentarlo. Ella sacó de la masa incandescente del horno y empezó a soplar dentro de ella a través de un largo tubo, haciendo que el material fundido burbujee en formas sinuosas. Muy a su pesar Tally volvió la espalda a la vista y regresó a la trituradora. “¿Pero qué pasa con la seguridad?” Fausto estaba argumentando. “Puedo deshacerme de mi calor corporal.” “¿Cómo?” Zane le dio una patada al cubo de champán. “Treinta segundos en agua helada y mi mano estará fría como un trozo de metal.” “Sí, pero tu mano no es un trozo de metal,” Tally gritó. “Y tampoco la mía. Ese es el problema.” “Mira, Tally, no te estoy pidiendo que vayas primero.”

Ella negó con su cabeza. “No boy a hacerlo en absoluto, Zane. Tampoco tú.” “Ella tiene razón.” Fausto estaba mirando fijamente a los dientes de metal surgiendo de la mesa, comparándolos con sus gemelos sobresaliendo hacia debajo de la mitad superior. “Altas calificaciones por un buen diseño, pero poner tu mano ahí es una locura. Si has calculado mal por un centímetro, la trituradora golpeará el hueso. Ellos nos lo decían en clase de taller. La onda expansiva viajará por todo tu brazo, haciendo añicos todo por el camino. “Hey, si falla, ellos me volverán a juntar. Y no falla. Incluso hice un molde diferente para tu mano, Tally,”dijo Zane, agitando otra tarjeta de memoria. “Ya que tu pulsera es más pequeña.” “Si esto sale mal, ellos nunca te arreglarán,” dijo ella en voz baja. “Ni siquiera el hospital de la ciudad puede reconstruir una mano aplastada.” “No aplastada,” dijo Fausto. “Tus huesos estarán licuados, Zane. Eso significa que el impacto los fundirá.” “Escucha, Tally,” dijo Zane, alcanzando la botella para sacarla del cubo de champán. “Yo tampoco quería hacer esto. Pero tuve un ataque esta mañana, ¿recuerdas?” Él hizo saltar el corcho. “Tú tuviste un qué?” dijo Fausto. Tally negó con su cabeza. “Tenemos que encontrar alguna otra forma.” “No hay tiempo,” dijo Zane, tomando un trago de la botella. “ así que, Fausto, ¿ayudarás?” “¿Ayudar?” preguntó Tally. Fausto asintió lentamente. “Se necesitan dos manos para activar la trituradora – otro característica de seguridad, así tú no puedes dejar una dentro por accidente. Él necesita una de las nuestras para tirar de los gatillos.” Fausto cruzó sus brazos. “Olvídalo.” “¡Y yo tampoco te voy a ayudar!” dijo Tally. “Tally.” Zane suspiró. “Si no dejamos la ciudad esta noche, podría también meter mi cabeza ahí. Estos dolores de cabeza han estado produciéndose cada tres días o así, y ahora se están volviendo peores. Tenemos que irnos.” Fausto frunció el ceño. “¿De qué estás hablando?” Zane se giró hacia él. “Algo está mal con migo, Fausto. Es por eso que tenemos que irnos esta noche. Creemos que los Nuevos Smokies pueden ayudarme.” “¿Por qué los necesitas a ellos?

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¿Qué está mal con tigo?” “Lo que está mal con migo es que esto curado.” “¿Qué?” Zane respiró hondo. “Ya ves, nosotros tomamos esas pastillas…” Tally gimió y se dio la vuelta, dándose cuenta de que otra línea estaba siendo cruzada. Primero Shay, y ahora Fausto. Tally se preguntó cuánto tiempo pasaría antes de que todos los Crims supieran lo de la cura. Lo cual sólo haría más urgente para ella y Zane escapar de la ciudad, sin importar lo que ellos tuvieran que arriesgar. Tally observó a la sopladora de cristal con creciente infelicidad. Ella podía percibir la incredulidad de Fausto desvaneciéndose mientras Zane explicaba lo que les había pasado a ellos dos durante el último mes: las pastillas, la creciente blubbliness de la cura, y los atroces dolores de cabeza de Zane. “¡Entonces Shay tenía razón sobre vosotros!” dijo él. “Es por eso que son tan diferentes ahora…” Shay había sido la única en pedirle explicaciones por ello, pero todos los Crims deben haber visto los cambios y preguntado que había pasado. Todos ellos querían la nueva extraña bubbliness que Tally y Zane tenían. Ahora que Fausto sabía que la cura existía, que era tan simple como tragar una pastilla, tal vez arriesgar un par de manos en la trituradora no le parecía tan desquiciado. Tally suspiró. Quizás no fuera una locura. Esa misma mañana ella había retrasado el llevar a Zane al hospital, esperando fueran bajo la lluvia durante lo que podrían haber sido unos preciados minutos – arriesgando su vida, no sólo una mano. Ella tragó saliva. ¿Cuál fue la palabra que había usado Fausto? ¿Licuadas? El objeto de cristal estaba creciendo en el agarre de la mujer, burbujeando en esferas superponiéndose que parecía sumamente delicado, imposible de reparar si se hacía añicos. La mujer sostenía la incandescente forma cuidadosamente; algunas cosas no podían ser arregladas si las rompías. Tally pensó en el padre de David, Az. Cuando la Dra. Cable había tratado de borrarle la memoria a Az, el proceso lo había matado. La mente era incluso más frágil que una mano humana – y ninguno de ellos tenía una pista de lo que estaba pasando dentro de la cabeza de Zane.

Ella miró hacia su propio guante izquierdo, flexionando lentamente sus dedos. ¿Era ella lo suficiente valiente para meterla en las mandíbulas de metal de la trituradora? Tal vez. “¿Estás seguro que podemos encontrar a los Nuevos Smokies allí fuera?” Estaba diciéndole Fausto a Zane. “Pensaba que nadie los había visto en un tiempo.” “Los feos con los que nos encontramos esta mañana dijeron que había signos de que habían vuelto.” “¿Y ellos pueden curarte?” Tally lo oyó entonces en la voz de Fausto – él estaba justificándose a sí mismo en voz alta, sin prisas pero sin pausa, y finalmente estaría de acuerdo en activar la trituradora. Incluso tiene sentido totalmente, en una forma horrible. Había una cura para la condición de Zane en algún sitio fuera en la naturaleza, y si ellos no lo llevaban hasta ella, él estaba casi muerto, de todas formas. ¿Qué era arriesgar una mano? Tally se giró y dijo, “Yo lo haré. Yo tiraré de las palancas.” Ellos la miraron en horrorizado silencio durante un momento, luego Zane sonrió. “Bien. Preferiría que fueras tú.” Ella tragó saliva. “¿Por qué?” “Porque confío en ti. No quiero estar temblando.” Tally respiró hondo, luchando para ocultar las lágrimas de sus ojos. “Gracias, supongo.” Hubo un momento de incómodo silencio. “¿Estás segura, Tally?” dijo finalmente Fausto. “Yo podría hacerlo.” “No. Debería ser yo.” “Bueno, no tiene sentido esperar.” Zane dejó caer su abrigo de invierno al suelo. Desenrolló su bufanda de su muñeca y se sacó el guante que había cubierto su pulsera. Su desnuda mano izquierda parecía pequeña y frágil al lado de la oscura masa de la trituradora. Zane cerró el puño y lo metió en el cubo helado, haciendo una mueca de dolor cuando el agua helada empezó a chupar su calor corporal. “Prepárate, Tally.” Ella echó un vistazo a sus mochilas en el suelo, buscó para asegurarse de que llevaba su sensor ventral, revisó una vez más las aerotablas al final del taller; los cables bajo las tablas estaban

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arrancados, desconectados de la red urbana. Ellos estaban listos para irse. Tally miró su pulsera. Una vez estuviera destruida la de Zane, la señal rastreadora estaría interrumpida. Ellos tendrán que repetir con la suya enseguida y ponerse en movimiento. Ellos tendrían una larga carrera hasta alcanzar el límite de la ciudad. Dos docenas de Crims esperaban por toda la isla, preparados para dispersarse en la naturaleza y atraer persecución en cada dirección. Cada uno llevaba una vela Católica con una especial mezcla de colores – púrpura y verde – para extender la señal una vez Zane y Tally fueran libres. Libres. Tally miró los controles de la trituradora y tragó saliva. Las dos palancas estaban hechas con un plástico amarillo alegre brillante y con forma como los joysticks de videojuegos, cada uno con un grueso gatillo. Cuando ella los agarró, el poder de la inactiva máquina vibró en sus manos, como el estruendo de un avión suborbital pasando por encima de la cabeza. Ella intentó imaginarse a si misma tirando de los gatillos, y no podía. Tally se había quedado sin argumentos, sin embargo, y el tiempo para discutir se había pasado. Después de treinta largos segundos en el agua helada, Zane sacó su mano. “Cierra tus ojos en caso de que el metal se haga añicos. El frío lo hará quebradizo,” dijo Zane con una voz normal. No importaba lo que la pulsera oyera ahora, se dio cuenta Tally. En el momento en que alguien comprendiera lo que estaban hablando, ellos estarían volando a toda velocidad hacia las Ruinas Oxidadas. Zane puso su muñeca en el borde de la mesa, cerrando sus ojos fuertemente. “Ok. Hazlo.” Tally respiró hondo, sus manos temblando sobre los controles. Ella cerró sus ojos y pensó, Ok, hazlo ahora… Pero sus dedos no obedecieron. Su mente empezó a dar vueltas, pensando en cada cosa que podía ir mal. Ella se imaginó llevando a Zane volando al hospital otra vez, su brazo izquierdo una masa de gelatina. Imaginó a los Especialistas irrumpiendo en ese momento y deteniéndolos, al haber comprendido lo que ellos estaban haciendo. Se preguntó si Zane había hecho todas las medidas correctas, y si él se había

acordado de que la pulsera habría encogido un poco con el agua helada. Tally hizo una pausa en ese pensamiento, pensando que tal vez debería preguntarle. Ella abrió sus ojos. La pulsera mojada brillaba tenuemente como una pieza de oro con las luces amarillas de funcionamiento de la trituradora. “Tally… ¡hazlo!” El frío haría contraerse al metal, pero el calor… Tally echó un vistazo a la sopladora de cristal en la otra punta del taller, felizmente ignorante de la horripilante cosa violenta que estaba a punto de ocurrir. “¡Tally!” dijo Fausto en voz baja. El calor haría que la pulsera se expandiera… La mujer sostenía el cristal al rojo-vivo en sus manos, girándolo para inspeccionarlo desde cada ángulo. ¿Cómo estaba ella sosteniendo cristal fundido? “Esperad,” dijo ella, quitando sus manos de los controles de la trituradora. “¿Qué?” gritó Zane. “Quedaos aquí.” Ella sacó la tarjeta de memoria de la ranura de lectura, ignorando los sonidos de protesta tras ella, y corrió por delante de pesados tornos y hornos hasta la otra punta del taller. Ante su acercamiento, la mujer levantó la vista tranquilamente, sonriendo con la calma de un perfecto-mediano. “Hola, querida.” “Hi. Eso es precioso,” dijo La agradable sonrisa se volvió más cálida. “Gracias.” Tally podía ver ahora las manos de la mujer, cómo brillaban plateadas en la brillante luz roja. “Usted lleva guantes, verdad.” La mujer se rió. “¡Por supuesto! Hace demasiado calor en este horno, ya sabes” “¿Pero no puede sentirlo?” “No a través de estos guantes. Creo que el material fue inventado para los transbordadores que regresaban a través de la atmósfera. Puedo repeler un par de miles de grados.” Tally asintió. “Y ellos son realmente finos, ¿no? Desde el otro lado del taller, ni siquiera podía decir que los llevaba puestos.” “Eso es correcto.” La mujer asintió felizmente. “Se puede sentir la textura del cristal justo a través de ellos.”

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“Wow.” Tally sonrió como una perfecta. Los guantes encajarían bajo las pulseras, ella podía verlo ahora. “¿Dónde puedo conseguir un par?” La mujer señaló con la cabeza hacia un armario. Tally lo abrió y encontró el interior atestado con docenas de guantes, su material reflectante brillando como nieve fresca. Ella sacó dos. “¿Son todos de la misma talla?” “Sí. Ellos se estiran para quedar bien, completamente hasta los codos,” dijo la mujer. “Sólo asegúrate de que los tiras después de un uso. Ellos no funcionan muy bien la segunda vez.” “No hay problema.” Tally se dio la vuelta con los guantes en un fuerte agarre, alivio inundando a través de ella mientras se daba cuenta de que no tenía que tirar de los gatillos, no tenía que ver la trituradora cerrarse de golpe sobre la mano de Zane. Un nuevo y mejor plan se desplegaba en su mente como un mecanismo de relojería – ella sabía exactamente dónde encontrar un poderoso horno, uno que ellos podían usar justo en los límites de la ciudad. “Espera un segundo, Tally,” dijo la mujer, una nota inquieta impregnando su voz. Tally se congeló, dándose cuenta de que la mujer la había reconocido. Por supuesto, todo el que veía las noticias conocía el rostro de Tally Youngblood ahora. Ella estrujó su cerebro por una razón inocente para necesitar los guantes, pero todo en lo que ella pensó sonó totalmente corriente. “Um, ¿sí?” “Tú tienes ahí dos guantes izquierdos.” La mujer se rió. “No muy útil, cualquiera que sea el truco que estés planeando.” Tally sonrió, dejando escapar de sus labios una risita retardada. Eso es lo que tú piensas. Pero ella volvió al armario y cogió dos guantes derechos. No haría daño protegerse ambas manos. “Gracias por su ayuda,” dijo ella. “Ningún problema.” La mujer sonrió bellamente, dándose la vuelta, mirando fijamente de nuevo las curvas de su pieza de cristal. “Sólo ten cuidado.” “No se preocupe,” dijo Tally. “Siempre lo tengo.” rro oo Transcrito por Isabel -¿Estás de broma? ¿Cómo vamos a requisar uno en medio de la noche? –preguntó Fausto.

-No podemos. Tendremos que secuestrarlo. –Tally se echó una mochila al hombro y chasqueó los dedos para que la tabla la siguiera-. De hecho, tendríamos que conseguir unos cuantos. Cuantos más podamos salir de esa forma, mejor. -¿Secuestrarlos? –inquirió Zane, comprobando que tenía la bufanda bienenvuelta alrededor del antebrazo-. ¿Quieres decir que los robemos? -No, los pediremos amablemente –respondió Tally con una amplia sonrisa-. No olvides que somos los rebeldes. Somos famosos. Seguidme. Una vez fuera del taller, Tally se encaramó de un salto a la tabla y se dirigió al centro de la isla, donde las puntas de las agujas de fiesta se veían rodeadas como siempre de antorchas, globos de aire caliente y fuegos artificiales. Los otros dos la siguienron con grandes dificultades. -Haz correr la voz entre el resto de los rebeldes –ordenó a Fausto a gritos-. Avísales del cambio de planes. Fausto miró a Zane en busca de su aprobación y luego asintió, sintiendose aliviado al ver que habian sustituido la idea de la machacadora por algo menos violento. -¿Con cuántos de nosotros queréis subir? -Con nueve o diez –contestó Tally-. Con todo aquel que no tenga miedo a las alturas...el resto puede ir en aerotabla, como estaba planeado. Estaremos listo en veinte minutos. Nos vemos en el centro de la ciudad. -Allí estaré –dijo Fausto, antes de adentrarse en el cielo nocturno y desaparecer. Tally se volvió hacia Zane. -¿Estás bien? Zane asintió y flexionó poco a poco los dedos de su mano enguantada. -Lo estaré. No tardaré más de un segundo en cambiar el chip. Tally acercó su tabla a la de Zane y cogió su mano desnuda. -Lo que querías hacer era muy valiente. Zane nego con la cabeza. -Supongo que era una estupidez. -Quizá sí. Pero, si no hubieramos ido al taller, no se me habría ocurrido esto.

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-La verdad es que me alegro de que se te ocurriera –confesó Zane, sonriendo. Volvió a flexionar los dedos con gesto nervioso y señaló hacia un punto que tenían delante-. Allí hay un par. Tally siguió la mirada de Zane hasta el centro de la isla, donde un par de globos de aire caliente flotaban como enormes calvas por encima de una aguja de fiesta; en las cadenas que los sujetaban se reflejaba la luz temblorosa de los fuegos artificiales de seguridad. -Perfecto –dijo Tally. -Hay un problema –objetó Zane-. ¿Cómo vamos a llegar tan alto con las aerotablas? Tally se quedó pensativa por un momento. -Con mucho cuidado –respondió. Subieron hasta una altura a la que Tally nunca había llegado, ascendiendo poco a poco a lo largo de la aguja de fiesta, lo bastante cerca de ella como para alargar la mano y tocar la pared de cemento. El metal que había en el interior del edificio apenas proporcionaba el impulso necesario para mover las alzas de las tablas, y Tally notó un temblor inquietante bajo los pies, como el que sentia de pequeña cuando se encontraba de pie en el extremo del trampolin más alto. Tras un minuto eterno, llegaron al lugar donde uno de los globos estaba amarrado a la torre. Tally tocó la cadena con la mano desnuda, notando el tacto resbaladizo de los eslabones por efecto de la lluvia. -No hay problema. Es metal. -Ya, pero ¿será suficiente? –preguntó Zane. Tally se encogió de hombros. -Y mi plan te parecía arriesgado –dijo Zane, poniendo los ojos en blanco-. Está bien, ya me quedo yo con ese tan ridículo.-Zane bordeó la circunferencia de la torre hasta donde estaba el otro globo, moviéndose al merced de la brisa. Tally sonrió de oreja a oreja al ver que tenía la forma de una cabeza de cerdo gigante, con orejas prominentes y dos enormes ojos pintados en el nailon rosado de la bolsa. Al menos su globo era de un color normal: plateado y reflectante, con una raya azul alrededor del ecuador. Desde lo alto de la barquilla le llegó el sonido inconfundible de una botella de champan al descorcharse, seguido de unas risas. No estaba muy lejos, pero llegar hasta allí tendría su complicación.

Tally siguió con la mirada la longitud de la cadena, que caía hacia abajo antes de dibujar una curva ascendente hasta donde estaba amarrada la parte inferior de la barquilla. La sinuosa cuerda le recordó a la montaña rusa de las Ruinas Oxidadas, aunque desde luego la montaña rusa contenía mucho más metal, casi como si las hubieran diseñado para ir en aerotabla. Aquella sucesión de finos eslabones le proporcionaría impulsos que podrían resultar escasos para activar las alzas magnéticas de la tabla. Y, a diferencia de la montaña rusa, la cadena se hallaba en constante movimiento; el globo tendía a descender poco a poco a medida que el aire de la bolsa se enfriaba, pero Tally sabía que, si el quemador se enncendía, el globo ascendería de golpe, tensando la cuerda. Lo peor que podía pasar era que los airecalientes se aburriera de estar quietos y decidieran ir a dar una vuelta en globo en plena noche, soltando la cadena y dejando a Tally sin nada entre la tabla y el suelo. Zane tenía razón, aquella no era la manera más facil de hacerse con un globo, pero no había tiempo apra requisar uno como era debido, o para esperar a que los airecalientes que estaban en la barquilla se aburrieran y decidieran aterrizar. Si querían llegar a las Ruinas Oxidadas antes de que amaneciera, tendrían que iniciar la huida lo antes posible. Quiza alguien encontrara a Shay mientras llevaran a cabo el nuevo plan. Tally rebasó la longitud de la pared de la guja, sin parar de ascender lentamente hasta que la argolla de la cadena ó justo debajo del centro de la tabla. Ayudandose con el codo, se apartó de la aguja de fiesta para planear en el espacio abierto, buscando el euilibrio de la tabla sobre la cadena como un funámbulo sobre una tabla de madera. Tally comenzó a avanzar poco a poco mientras las alzas se tensaban temblorosas, impulsándose en la cadena con sus dedos magnéticos invisibles. De hecho, en un par dee ocasiones la tabla llego a rozar los eslabones, haciendo que Tally se estremeciera asustada. De repente, vio que el globo se hundía un poco al alterar ella con su peso el precario equilibrio entre el aire caliente y la gravedad. Descendió hasta llegar al punto intermedio de la cadena, para luego comenzar a ascender hacia el globo. La tabla temblaba

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cada vez más a medida que dejaba atrás la aguja de fiesta, hasta que Tally llegó al convencimiento de que las alzas fallarían en cualquier momento, precipitándola a una caída de cincuenta metros. Desde aquella altura, las pulseras protectoras serían mucho peor que un arnes de salto, pues frenarían su caída con un tirón de muñecas que seguramente le dislocaría un hombro. Naturalmente, aquello no era nada comparado con lo que le podría haber hecho la machacadora. Pero las alzas no fallaron; la tabla continuó su ascenso, subiendo hacia la barquilla del globo. Tally oyó unos gritos a su espalda procedentes del balcón de la aguja de fiesta, y supo que los habían visto tanto a Zane como a ella. ¿Qué clase de nuevo juego chispeante sería aquel? Por el borde de la barquilla apareció un rostro que miraba hacia abajo con expresion de sorpresa. -¡Eh, mirad! ¡Viene alguien! -¿Qué? ¿Cómo? Los otros tres perfectos que había en la barquilla se agolparon en el lateral más cercano para asomarse, haciendo que la cadena se moviera con el súbito cambio de peso que habían provocado. Tally profirió una maldición al notar que la tabla se balanceaba peligrosamente bajo su pies. -¡Estaos quietos ahí arriba! –gritó-. ¡Y no tiréis de la cadena de ignición! –Sus ordeenes dadas a voz en cuello fueron recibidas con un silencio de sorpresa, pero por lo menos los perfectos dejaron de moverse. Un minuto más tarde la tabla había avanzado entre sacudidas hasta llegar casi a la altura de la barquilla. Tally flexionó las rodillas y saltó de la tabla para precipitarse en caída librew durante un instante aterrador antes de agarrarse a la barandilla de mimbre, de donde salieron unas cuantas manos que tiraron de ella para ayudarla a subir. En un abrir y cerrar de ojos se vio dentro de la barquilla, ante cuatro aerocalientes boquiabiertos. Ya sin el peso de su cuerpo encima, la tabla la siguió y Tally tiro de ella para meterla en la barquilla. -¡Hala! ¿Cómo has hecho eso? -¡No sabía que las aerotablas subieran tan alto! -¡Eh, tú eres Tally Youngblood!

-¿Quien sino? –contestó Tally con una amplia sonrisa antes de inclinarse hacia un lado. El globo descendía cada vez más, con el peso de su cuerpo y el dee la tabla tirando de él hacia el suelo-. Espero que no os importe que hagamos aterrizar a este chisme. Mis amigos y to lo necesitamos para ir a dar una vueltecita. Cuando el globo se posó sobre el césped que había frente a la Mansión Garbo, ya se encontraba allí un grupo de rebeldes en aerotablas, con Fausto al frente. Tally vio que el globo con orejas rosadas de Zane aterrizaba cerca, rebotando lentamente hasta detenerse. -¡No salgáis todavía! –ordenó Tally a los aerocalientes secuestrados-. No queremos que este chisme se eleve en el aire sin nadie dentro. –Todos ellos esperaron a que Peris y Fausto se acercaran y subieran a la barquilla. -¿A cuántos aguantará, Tally? –preguntó Fausto. La barquilla estaba hecha de mimbre. Tally pasó la mano por el material entretejido, que era perfecto cuando uno quería algo resistente, ligero y flexible. -Metamos a cuatro en cada uno. -¿Y qué vais a hacer? –se atrevió a preguntar uno de los aerocalientes. -Ya lo veréis –respondió Tally-. Y cuando os entrevisten para las noticias, no dudeis en contarlo todo. Los cuatros perfectos se la quedaron mirando con los ojos como platos, cayendo en la cuenta de que iban a ser famosos. -Pero no digais nada hasta dentro de una hora o así. De lo contrario, la broma que queremos gastar no funcionará, y la historia no será tan chispeante. Los aerocalientes asintieron obedientes. -¿Cómo saltáis la cadena? –preguntó Tally, cayendo en la cuenta de que, después de planearlo todo, nunca había ido en globo. -Tira de esa cuerda para desatarla –contestó uno de ellos-. Y aprieta ese botón si quieres que un aerovehículo venga a por ti. Tally sonrió. Aquella era una prestación que no necesitarían. Al ver la expresión de su cara, uno de los aerocalientes dijo: -Eh, vais muy lejos, ¿verdad? Tally guardó silencio durante un momento, consciente de que lo que dijera acabaría saliendo en las noticias, y sería realmente transmitido a través de generaciones de imperfectos y nuevo

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perfectos. Tras meditarlo, llegó a la conclusión de que valía la pena correr el riesgo de decir la verdad. Aquellos cuatro no querían ver minimizado el efecto de su encuentro con los famosos rebeldes, así que no se arriesgarían a hablar a las autoridades antes de tiempo. -Vamos al Nuevo Humo –respondió Tally con una voz lenta y clara. Los aerocalientes la miraron conincredulidad. “¡Chúpate esa, doctora Cable!”, pensó Tally con alegría. Al notar que la barquilla se movía con una sacudida, se volvió y vio que Zane había subido a bordo. -¿Os importa que me una a vosotros? En mi globo van cuatro –dijo-. Y tenemos otro grupo para llenar otro más. -Los demás saldrán cuando reciba nuestra señal –informó Fausto. Tally asintió. Con tal de que Zane y ella escaparan en globo, no importaba cómo lo hicieran el resto. Alzó la vista hacia el quemador que pendía sobre sus cabezas ronroneando como un reactor al ralentí, a la espera de volver a calentar el aire de la bolsa. Tally confiaba en que fuera lo bastante potente para dilatar las pulseras de modo que pudieran sacárselas, o al menos que los transmisores que contenían quedaran destruidos. Se sacó los guantes inífugos del bolsillo y le paso un par a Zane. -Un plan mucho mejor, Tally –dijó él, mirando el quemador en reposo-. Un horno capaz de volar. Para cuando lleguemos al límite de la ciudad, seremos libres. Tally le sonrió y se dirigió luego a los aerocalientes. -Muy bien, chicos. Ya podéis salir. Gracias por vuestra ayuda y, ya sabéis, no le conteis esto a nadie hasta que no hata pasadi al menos una hora. Los airecalientes asintieron y fueron saliendo uno a uno de la barquilla de un salto; luego se apartaron de ella unos metros para dejarle espacio a medida de que iba cobrando flotabilidad, cabeceando impaciente en la brisa. -¿Listos? –preguntó Tally a los ocupantes del globo con cara de cerdo, uqe le respondieron levantando el pulgar en señal de aprovación. No muy lejos de allí vio descender un tercer globo, que no tardaría en volver a remontar el vuelo. Cuantos más rebeldes huyeran en globo, tanto mejor. Si todos ellos dejaban

los anillos de comunicación en las barquillas al saltar de ella, los guardianes tendrían una noche entretenida. -Estamos todos listos –dijo Zane en voz baja-. Vámonos. Tally recorrió el horizonte con la mirada, fijándose en la Mansión Garbo, en las agujas de la fiesta, en la luces de Nueva Belleza... en rodo aquel mundo que tanto había anhelado durante su anterior vida de imperfecta, y se pregunto si volvería a ver la ciudad algún día. Naturalmente, tendía que volver en el caso de que Shay no se hubiera enterado del plan de huida de los rebeldes. Su nueva afición a hacerse tajos no era nás que una forma de intentar curarse. Tally no podía dejarla atrás para siempre, la odiara o no Shay. -Vale, vámonos –repitió Tally, y añadio en un susurro-. Perdona, Shay. Volveré a por ti. Dicho esto, alargó la mano hacia arriba y tiró de la cadena de ascenso. La llama del quemador cobró vida con un estruendo gutural, despidiendo un calor abrasador mientras la bolsa comenzaba a hincharse. El globo empezó a elevarse. -¡Nos largamos de aquí! –exclamó Peris-. ¡Qué fuerte! Fausto dejó escapar un grito y tiró de la cuerda de desbloqueo, provocando que la barandilla diera una sacudida al soltarse la cadena. Tally miró fijamente a Zane. En aquel momento ascendían ya con rapidez, pasando por delante de la punta de la aguja de fiesta, desde cuyo balcón los saludaban una docena de perfectos borrachos. -Me voy de verdad –dijo Zane en voz baja-. Por fin. Una amplia sonrisa se dibujó en el rostro de Tally. Aquella vez no habría vuelta atrás para Zane. Ella no se lo permitiría. El globo rebasó rápidamente la aguja de la fiesta y se elevó por encima de los edificios más altos de Nueva Belleza. Tally divisó la superficie plateada del río que bordeaba la ciudad, la oscuridad de Feópolis y las pálidas luces de las zonas residenciales de las afueras diseminadas por todas partes. No tardarían en estar lo bastante alto para otear el mar. Tally soltó la cadena de ascenso, acallando el ruido del quemador. No les interesaba alcanzar demasiada altura. Los globos no eran lo bastante rápidos para escapar de los

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aerovehículos de los guardianes; para ello necesitarían las aerotablas. En breve tendrían que saltar y precipitarse al vacío en caída libre hasta que las tablas pudieran captar la reja magnética de la ciudad y sostenerse en el aire. No era tan fácil como tirarse con un arnes de salto, pero Tally confiaba en que no fuera demasiado peligroso. Al mirar hacia abajo sacudió la cabeza y suspiró. A veces tenía la sensación de que su vida era una serie de caídas desde alturas cada vez más elevadas. Tally se percató de que el viento los llevaba en aquel momento con rapidez, alejándolos del mar, pero curiosamente el aire que los rodeaba parecía no moverse. Naturalmente, se dio cuenta de que el globo se desplazaba con las corrientes de aire, por lo que era como si estuviera parada mientras el mundo se deslizaba a us pies. Vio pasar de largo las Ruinas Oxidadas, pero alrededor de la ciudad había muchos ríos, cuyos lechos estaban llenos de yacimientos minerales que podía impulsar una aerotabla. Los rebeldes habían pensado dispersarse en distintas direcciones; todo el mundo sabía volver a las ruinas, los llevara a donde los llevara el viento. Tally se quitó el abrigo, las pulseras protectoras y los guantes y lo dejó caer todo en el suelo de la barquilla. El calor que seguía irradiando del quemador encendido la protegía del frío. Se pueso los guantes inífugos, pasando el izquierdo por debajo de la pulsera de comunicación para subírselo casi hasta la axila. Zane, que estaba enfrente de ella, también estaba preparandose. Llegó el momento de que acercaran las pulseras a las llamas. Tally alzó la vista. El quemador estaba sujeto a la barquilla por medio de una estructura de unos ocho metros que se extendían como las patas de una gigantesca araña de metal. Tally pueso un pie en la barandilla de mimbre y, agarrándose con fuerza a la estructura del quemador, se subió a ella. Desde aquella precaria posición, Tally echó un vistazo a la ciudad que pasaba a sus pies, confiando en que el globo no empezara a moverse de repente con un golpe de viento. -Fausto, la señal –dijo, después de respirar hondo.

Fausto asintió y encendió la vela romana que llevaba consigo, que comenzó a silbar y arrojar destellos verdes y morados. Tally vio que los rebeldes que tenían cerca repetían la señal, y que esta se extendía despues por toda la isla en una serie de penachos de colores. Ahora compartían un compromiso. -Venga, Zane –dijo-. Vamos a deshacernos de estos chismes. Cnneeer rr Traducido por Lexie22 Las cuatro bocas del quemador estaban apenas a un metro de su rostro, todavía resplandeciendo, irradiando calor en el aire frío de la noche. Tally alcanzó y utilizó uno con cautela. La mujer en la tienda había estado diciendo la verdad. Tally podía sentir las aristas del quemador a través del tejido resistente al calor, las puntas de sus dedos sintiendo unos pocos baches perdidos donde había sido soldado. Pero ella no tenía para nada sentido de la temperatura; el quemador no estaba caliente, o frío… nada. El sentimiento era extraño, como si su mano estuviera sumergida en agua de temperatura corporal. Ella miró a Zane, que se había tirado encima del lado del quemador. "Estas cosas realmente funcionan, Zane. Yo no puedo sentirme nada". El miró su propia mano izquierda enguantada, escéptico. "¿Dos mil grados, dices?" "Es cierto". Siempre que creyeras que cada estadística dada por un artista medio bello que sopla vidrio en mitad de la noche. "Iré primero," ella ofreció. "De ninguna manera. Lo haremos juntos.” "No seas dramático". Tally miró a Fausto, cuyo rostro estaba tan pálido como cuando la mano de Zane había estado en la trituradora. "Da a la cuerda de quemador un tirón pequeño, tan brevemente como puedas, a mi señal.” "¡Espera!" Peris dijo. "¿Qué están haciendo chicos?” Tally se dio cuenta que nadie traído a Peris a la velocidad del plan. Él la vio con una mirada de confusión total. Bien, no había tiempo para explicaciones ahora. "No te preocupes, tenemos guantes," ella dijo, y colocó su mano izquierda en el quemador. “¿guantes?" Peris dijo. "Sí…guantes especiales. ¡ Dale, Fausto"! Tally gritó. Una onda de calor golpeó, la pura llama azul del quemador deslumbrantemente brillante. Tally cerró de golpe sus ojos, el infierno como viento del desierto en la piel de su rostro-Ella agachó la cabeza debajo del marco del quemador, y escuchó el grito de sorpresa horrorizada que

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escapó de los labios de Peris. Un medio-segundo más tarde, el quemador paró. Tally abrió sus ojos, amarillas imágenes posteriores de la flama llenando su visión. Pero ella vio sus dedos flexionándose en frente de ella, todavía enteros. "¡Mi mano no sintió nada!" ella gritó. Ella parpadeó alejando los puntos amarillos bailarines, y vio que el metal de su muñequera brillaba un poco. Pero no se veía más grande, aun. "Bueno", Zane dijo, empujando su mano sobre el quemador. "Hagámoslo rápidamente. Ellos deben saber ya que estamos en algo". Tally asintió—la muñequera debía de sentir el achicharrando chorro de llama. Como el medallón que la Dr. Cable había dado a Tally s antes de su viaje al Humo, probablemente fue diseñado para enviar alguna clase de señal si era dañado. Ella respiró hondo el aire frío de la noche, colocando la mano sobre el quemador otra vez y agachando la cabeza. "Bueno, Fausto. ¡Quémalo hasta que diga que pares!” Otro baño de calor abrasador se vertió sobre Tally. Peris la miró fijamente, su expresión aterrorizada se convirtió en demoníaca por el fuego intenso, y ella tuvo que apartar la mirada de él. Encima de ellos, la envoltura comenzó a hincharse, y el globo fue tirado hacia arriba por su carga de aire sobrecalentado. La góndola osciló, probando el agarre de Tally en el marco del quemador. Su hombro izquierdo, cubierto sólo por su camiseta, tomaba lo peor del infierno. A pesar de la protección del guante, su piel picó como una mala quemadura de sol. El sudor deslizó bajo su espalda en el calor implacable. Raramente, las partes de Tally que sintieron el horno lo menos fueron sus manos enguantadas, incluso su izquierda, sentada en el mero centro del infierno. Ella imaginó la muñequera oculta dentro de esa llama, volviéndose roja, luego blanca… expandiéndose. Después de que lo que pareciera un minuto sólido, ella gritó, "¡Bueno, sostenlo!" El quemador paró, y el aire fue instantáneamente fresco alrededor de ella, la noche de repente negro. Tally se levantó, sus pies todavía en la baranda de la góndola, y parpadeó, asombrada de cual quiero y silencioso estaba con la furiosa llama extinguida. Ella retiró la mano del quemador, esperando que fuera un tocón ennegrecido, no importaba lo que sus terminales nerviosas le decían. Pero todos sus cinco dedos se menearon delante de ella. La muñequera brilló blanca, hipnóticos parpadeos azules viajaban en su orilla. El

olor de metal fundido golpeó su nariz. "¡Rápido, Tally!" Zane gritó, bajando de un salto en la góndola. El comenzó a tirar de su muñequera. "Antes de que se enfríen". Ella se bajó de un salto de la baranda y empezó a tirar— contenta de que ella había traído dos guantes para cada uno de ellos. La muñequera se deslizó de su brazo, pero se paró como siempre hacia, agarrandose en el lugar usual. Ella bizqueó a la banda resplandeciente, tratando de ver si había crecido. Pareció más grande, pero quizá el guante resistente al calor era más grueso de lo que ella hace pensó, haciendo la diferencia. Tally apretó los dedos de la mano izquierda junta y tiró otra vez; la muñequera se arrastró otro centímetro adelante. Calor un irradiando del anillo de metal, pero gradualmente se volvía de un color rojo apagado, su luz que muriendo… Mientras se enfriaban, ¿se encogería en su mano ahora, aplastando su muñeca? Ella rechinó los dientes y tiró una vez más, tan duramente como ella pudo…y la muñequera resbaló, dejándose caer en el piso de la góndola como un carbón resplandeciente. "¡Sí!" Finalmente, era libre. Tally finalmente miró a los otros. Zane todavía luchaba; Fausto y Peris trepaban para evitar su muñequera mientras rodaba, humeando y silbando, a través del piso de la góndola. "Yo lo hice," ella dijo suavemente. "Está fuera". "Bien, el mío no," Zane gruñó. Su muñequera estaba amarrada alrededor del grueso su la muñeca, su resplandor se destiñó a un rojo apagado. El juró y dio un paso atrás en la baranda de la góndola. "golpéalo de nuevo". Fausto asintió, y le dio otra explosión larga en el quemador. Tally se alejó del calor, mirando la ciudad, tratando se aclarar los puntos en sus ojos. Ellos habían pasado ahora la zona verde, sobre la zona residencial de las afueras. Ella podía ver el cinturón de la fábrica viniendo, marcado con luces industriales anaranjadas de trabajo, y por delante de la oscuridad absoluta que marcó la orilla de la ciudad. Ellos tenían que saltar pronto. En unos pocos más minutos pasarían más allá de la cuadrícula metálica que subyacia la ciudad. Sin la cuadrícula, sus hoverboards no volarían ni pararían aún una caída, y ellos serían forzados a aterrizar de emergencia el globo en vez de lanzarse. Ella miró arriba en el hinchado envoltorio, preguntándose cuánto tiempo tomaría el globo aun creciente recostarse en la tierra. ¿Quizá si ellos pudieran rasgar en

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envoltorio para conseguir bajar mas rápido..¿pero cuán duramente se estrellaría un globo roto? Y sin trabajar los hoverboards, ellos cuatro tendrían andar hasta que encontraran el rio, dándole a los encargados tiempo de sobra para encontrar el globo arrugado y rastrearlos “ ¡Vamos, Zane!” Tally dijo “ ¡tenemos que darnos prisa!” "¡me doy prisa! ¿ok?” “ ¿Qué es ese olor?” dijo Fausto. “¿Qué? Tally se echó para atrás en la gondola, oliendo el quieto, calido aire. Algo se estaba quemando. aad dd Traducido por Belen "¡Somos nosotros!"gritó Fausto. Saltó de nuevo, liberando la cadena del quemador, mirando hacia abajo al suelo de la barquilla. Tally lo olió entonces: mimbre quemado, como el olor de matorrales tirados en un campo ardiendo. Algo bajo sus pies, su brazalete al rojo vivo había encendido la cesta de mimbre. Ella miró a Zane que seguía encaramado en la barandilla, haciendo caso omiso de los gritos de pánico de los demás, tirando fuertemente del brillante brazalete. Peris y Fausto estaban saltando alrededor, tratando de encontrar la fuente del olor. "¡Relájense!" , dijo. "¡Siempre podemos saltar!" "¡No puedo! Todavía no," gritó Zane, todavía luchando con el brazalete. Peris parecía como si estuviera a punto de saltar del globo sin molestarse en llevar su aerotabla. Su visión se estaba finalmente aclarando del resplandor del quemador, y Tally miró hacia abajo a sus pies. Una botella colocada allí, abandonada por los aerocalientes. Llegó hasta ella con su mano enguantada, estaba llena. "Esperen, muchachos", dijo, y con un movimiento experto desenroscó la tapa y colocó ambos pulgares debajo del corcho. Lo hizo saltar, viendo como el corcho se disparaba al oscuro vacío. "Todo está bajo control ". Salió espuma de burbujas, y Tally puso un dedo pulgar encima de la boca de la botella. Agitando la botella, roció el champán en el suelo de la barquilla. Un chisporroteo enojado venía de la llama ardiendo. "¡Lo tengo!" gritó Zane en ese momento. Su brazalete cayó y rodó bajo sus pies, y Tally con tranquilidad vació el resto de la botella sobre él. El olor a metal fundido se levantó a su alrededor, teñido con un extraño olor: champán hervido. Zane miró con asombro a su mano izquierda en libertad. Se arrancó los guantes resistentes al calor y los tiró por la borda.

"¡Funcionó!" dijo, y arrastró a Tally en un abrazo. Ella rió, dejando caer la botella al suelo y tirando fuera sus propios guantes. "Habrá tiempo para eso después. Vamos a salir de aquí. " "De acuerdo." Equilibró su tabla sobre la barandilla de la cesta, mirando hacia abajo. "Maldición, eso es una larga caída." Fausto tiró de una cuerda que colgaba. "Voy a descargar algo de aire caliente-quizás podamos llegar un poco más bajo." "No hay tiempo", exclamó Tally. "Estamos casi al final de la ciudad. Si nos separamos, nos reuniremos en la construcción más alta de las ruinas. Y recuerden: ¡No dejen ir a su tabla en la bajada! " Todos se entremezclaron para ponerse sus mochilas, chocando entre sí en el pequeño espacio, Zane y Tally luchaban entre sus abrigos de invierno y sus pulseras accidentadas. Fausto se arrancó su anillo de comunicación y lo tiró al suelo de la barquilla, agarró su tabla, y saltó con un “whoop” de alegría. El globo se elevó cuando su peso quedó atrás. Cuando Zane estuvo listo, se volvió y la besó. "Lo hicimos, Tally. ¡Somos libres!" Ella lo miró a los ojos, mareada con la idea de que estuvieran finalmente aquí, a las afueras de la ciudad, al principio de la libertad. "Si. Lo logramos." "Nos vemos allá abajo." Miró sobre su hombro a la lejana tierra, y luego volvió a ella. "Te amo". "Te veré abajo ...", ella empezó, pero las palabras salieron farfulladas. Le tomó un momento para reproducir en su mente lo que Zane había dicho. Finalmente lo logró, "Oh. Yo también." Él rió, luego soltó un grito sin palabras mientras caía sobre el raíl, la cesta se levantó de nuevo bajo sus dos restantes pasajeros. Tally parpadeó, deslumbrada por un momento por las inesperadas palabras de Zane. Pero sacudió su cabeza para aclararla. Este no era el momento para tener cabeza-perfecta, tenía que saltar ahora. Tiró de las correas de su mochila apretándola, luchando hasta levantar su aerotabla sobre el raíl. "¡Date prisa! "le gritó a Peris. Él estaba justo ahí, mirando por la borda. "¿Qué estás esperando?" , exclamó. Sacudió la cabeza. "No puedo". "Puedes hacerlo. Tu tabla detendrá tu caída, ¡todo lo que tienes que hacer es aguantar!" gritó. "¡Sólo salta! ¡La gravedad hace el resto! " "No es la caída, Tally", dijo Peris. Se dio la vuelta para hacerle frente. "No quiero marcharme." "¿Qué?" "No quiero salir de la ciudad."

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"Pero esto es lo que hemos estado esperando!" "Yo no." Él se encogió de hombros. "Me ha gustado ser un Crim, y ser burbujeante. Pero nunca pensé que íbamos a llegar hasta aquí. Quiero decir, como,¿ salir de casa para siempre? " "Peris ..." "Sé que habéis estado allí fuera antes, tú y Shay. Y Zane y Fausto siempre han hablado de escapar. Pero yo no soy como ustedes. " "Pero tú y yo, somos ..." La voz de Tally se atascó. Estaba a punto de decir "mejores amigos para siempre", pero las antiguas palabras no vinieron más. Peris nunca había estado en el Humo, nunca había enredado con Circunstancias Especiales, nunca jamás había estado en problemas. Todo había sido siempre sin problemas para él. Sus vidas habían sido tan diferentes durante tanto tiempo. "¿Estás seguro de que quieres quedarte?" Él asintió lentamente. "Estoy seguro. Pero todavía puedo ayudar. Voy a mantenerlos ocupados para ustedes. Voy a permanecer suspendido en el aire tanto tiempo como pueda y, después, pulsaré el botón de recogida. Tendrán que salir y recogerme ". Tally comenzó a discutir, pero no le podía ayudar recordando pasar furtivamente al otro lado del río después de la operación de Peris, visitándole en la Mansión Garbo. Se había ajustado muy rápido, amando la ciudad de Nueva Belleza desde el principio. Tal vez toda la cosa de los Crims había sido sólo una broma para él ... Pero ella no podía dejarle aquí en la ciudad solo. "Peris, piensa. Sin nosotros alrededor, no serás burbujeante nunca más. Volverás a ser una cabeza-perfecta. " Él sonrió tristemente. "No me importa, Tally. No necesito ser burbujeante". "¿No? Pero no te sientes mucho ...mejor siéndolo?" Él se encogió de hombros. "Es emocionante. Pero no se puede mantener la lucha contra las cosas que son para siempre. En algún momento, tienes que ... " "¿Dejarlo?" Peris asintió, la sonrisa todavía en su rostro, como si renunciar no fuera realmente malo, como si luchar sólo valiera la pena el tiempo que se divertía. "Muy bien. Quédate, entonces." Ella le volvió la espalda, no confiando en sí misma para no decir nada más. Pero cuando Tally miró hacia abajo, todo lo que vio fue oscuridad. "¡Oh, mierda!", dijo suavemente.

La ciudad se había acabado. Era demasiado tarde para saltar. A uno lado y otro, ellos se veían en la oscuridad, y el viento llevándolos más y más lejos. Peris finalmente rompió el silencio. "Vamos a bajar finalmente, ¿verdad?" "No lo suficientemente rápido". Ella suspiró. "Los guardias, probablemente ya saben que nuestros brazaletes están fritos. Vendrán a buscarnos pronto. Somos presa fácil aquí ". "Oh. Realmente no quería fastidiarte las cosas." "No es culpa tuya. He esperado demasiado tiempo." Tally tragó, preguntándose si alguna vez Zane averiguaría lo que pasó. ¿Creería que había muerto en la caída? ¿ O supondría que ella se había rajado, como Peris? Pensara lo que pensara, Tally veía desaparecer su futuro, desapareciendo como las distantes luces de la ciudad detrás de ellos. ¿Quién sabía lo que haría Circunstancias Especiales con su cerebro cuando la capturasen otra vez? Miró a Peris. "Realmente pensé que querías venir". "Escucha, Tally. Yo solo me apunto a todo. Ser un Crim fue emocionante y erais mis amigos, mi pandilla. ¿Qué se supone que debía hacer? ¿Discutir contra la fuga? Discutir es falso ". Ella sacudió la cabeza. "Pensé que eras burbujeante, Peris." "Lo soy, Tally. Pero esta noche es tan burbujeante como quiero. Me gusta romper las reglas,¡ pero vivir allá afuera! "Él agitó su mano a la naturaleza debajo de ellos, un frío, hostil mar de oscuridad. "¿Por qué no me lo dijiste antes?" "No sé. Supongo que no fue hasta que llegamos aquí que me di cuenta de que ustedes decían en serio lo de ... nunca volver. " Tally cerró sus ojos, recordando que teniendo una mente perfecta todo era como – vago y borroso, el mundo nada más que una fuente de entretenimiento, el futuro nada más que un efecto borroso. Algunos trucos no eran suficientes para hacer a todo el mundo burbujeante, suponía, tenías que querer que tu mente cambiara. Tal vez alguna gente siempre había sido cabezas-perfectas, incluso antes de la operación que habían inventado. Tal vez algunas personas fueran felices de esa manera. "Pero ahora te puedes quedar conmigo", dijo, poniendo su brazo alrededor de ella. "Será como se suponía que sería. Tú y yo perfectosmejores amigos para siempre ". Tally sacudió su cabeza, una horrible sensación de barrido sobre ella. "No me voy

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a quedar, Peris. Aun si esta noche me llevan de vuelta, voy a encontrar una manera de escapar. " "¿Por qué eres tan infeliz allí?" Ella suspiró, mirando a lo largo de la oscuridad. Zane y Fausto ya se habrían dirigido hacia la las ruinas, pensando que ella no estaba muy lejos. ¿Cómo había dejado escapar esta oportunidad? La ciudad siempre parecía reclamarla al final. ¿Era realmente como Peris, en algún lugar en el interior? "¿Por qué soy infeliz?" Tally repetió suavemente. "Porque la ciudad te hace de la forma que ellos quieren que seas, Peris. Y quiero ser yo misma. Es por eso ". Él apretó su hombro y le dio una mirada triste. "Pero la gente está mejor ahora que solían estar. Tal vez ellos tienen buenas razones para cambiarnos, Tally ". "Sus motivos no significan nada a menos que yo tenga una opción, Peris. Y no dan a nadie una elección. "Tally sacudió la mano de su hombro, mirando atrás a la lejana ciudad. Un conjunto de luces intermitentes estaba acercándose en el aire, una flota de aerovehículos de recogida. Ella se acordó de esos vehículos de los Especiales manteniéndose arriba girando las hojas, al igual que los antiguos helicópteros de los Oxidados, para que pudieran volar más allá de la cuadrícula. Debían de estar dirigiéndose en esa dirección, siguiendo las últimas señales de los brazaletes. Tenía que salir de ese globo ahora. Antes de saltar, Fausto había atado el cordón de descenso, y el aire caliente se estaba extendiendo por la bolsa a cada momento. Pero el globo, supercalentado cuando habían quemado los brazaletes, estaba perdiendo altura ... el terreno lentamente parecía apenas más cerca. Tally entonces vio el río. Se extendía por debajo de ellos, capturando la luz de la luna como una serpiente de plata, disolviendo los ricos-minerales de las montañas para hacer su camino hacia el mar. En su lecho habría el valor de siglos de depósitos de metal, suficiente para hacer volar su aerotabla. Tal vez lo suficiente para capturar su caída. Tal vez podría obtener de nuevo su futuro. Ella despegó su tabla reservada para el raíl. "Me voy". "Pero, Tally.-No puedes..." "El río". Peris miró hacia abajo, sus ojos abiertos de par en par. "Se ve tan pequeño. ¿Qué pasa si fallas?" "No quiero". Ella apretó sus dientes. "Has visto esas

formaciones de bungee jumpers (salto como el puenting), ¿verdad? Ellos sólo tienen sus brazos y piernas para orientarse a sí mismos hacia abajo. Yo tengo un equipo de aerotabla. ¡Será como tener alas! " "¡Estás loca!" "Me voy". Besó a Peris rápidamente y, a continuación, arrojó una pierna sobre el raíl. "¡Tally!" Él agarró su mano. "¡Podrías morir! No quiero perderte. ..." Ella le sacudió fuera violentamente, y Peris tomó un terrible paso atrás. Los perfectos no querían problemas. Los perfectos no asumían riesgos. Los perfectos no decían que no. Tally ya no era perfecta. "Ya lo tienes", dijo. Y, agarrando su aerotabla, se tiró al vacío. aad dd Traducido por Jhos La belleza del mundo……… tiene dos partes, una de risa, una de angustia, rompiendo el corazón en pedazos. —Virginia Woolf, A Room of One's Own DESCENSO Tally cayó fuera de control. Después de la calma en el globo, la inesperada fuerza del viento con que chocaba, casi le arranca la aerotabla de las manos. Tally la sostuvo cerca de su pecho, pero las ráfagas de viento continuaba tratando de apropiársela, hambrientas de arrebatarle su única esperanza de sobrevivir. Juntó las manos alrededor de la base de la tabla, moviendo sus piernas, tratando de controlar la caída. Gradualmente, el oscuro horizonte se estabilizó. Pero Tally estaba al revés, mirando las estrellas y colgando de la tabla. Podía ver la oscura forma del globo sobre ella. Luego se su encendió la llama, envolviéndolo en un brillo plateado que contrastaba con la oscuridad, como una inmensa, luna opaca en el cielo. Supuso que Perís estaba ascendiendo tratando de deshacerse de quienes les seguían. Al menos estaba tratando de ayudar. Su cambio la había herido, pero no tuvo tiempo de preocuparse por eso, no mientras continuaba cayendo. Tally luchó para subirse, pero la tabla era más ancha que ella-tomo el aire como una vela, tratando de quitarse ella misma de su agarre. Era como tratar de sostener un gran cometa en una fuerte ventisca, excepto que si ella perdía el control de este

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cometa en particular, se estrellaría en la tierra en unos sesenta segundos. Tally trató de relajarse, dejándose colgar allí. Hasta que se dio cuenta que algo estaba tirando de su muñeca. Aquí arriba en el vacío, los elevadores de la tabla eran inútiles, pero aún podían interactuar con sus brazaletes. Ella ajustó su brazalete izquierdo para maximizar la conexión. Su control sobre la tabla mejoró, estiró el brazo derecho. Era como andar en el automóvil de sus padres cuando sacaba la mano por la ventana. Abriendo la palma de la mano para poner resistencia al viento, y Tally se encontró poco a poco empezando a darse vuelta. Unos segundos después la tabla estaba debajo de ella. Tally observó la vista de la tierra que se extendía bajo sus pies, vasta, oscura y hambrienta. El implacable frío parecía pasar directamente a través de su abrigo. Estuvo cayendo por lo que le parecieron horas, pero el suelo no se veía cerca. No había nada que le permitiera estimar la distancia solo el sinuoso río, que se veía más pequeño que un pedazo de cinta. Tally inclinó su mano extendida, y observó que la curva del reflejo de la luna en el agua giraba en sentido de las agujas del reloj bajo ella. Volvió a acercar su brazo, y el río se estabilizó Tally sonrió. Al menos tenía algún control sobre su descenso. Mientras bajaba, la banda plateada de río creció en tamaño, primero lentamente, luego más rápido, el horizonte oscuro se expandió como un gran depredador avanzando hacia ella, opacando el cielo estrellado. Aferrándose de la tabla con ambas manos, Tally se percató de que con sus piernas podía guiar el descenso, manteniendo el río justo debajo de ella. Y luego, en los últimos diez segundos, empezó a darse cuenta de lo largo que este río era, su superficie era amplia y sinuosa. Ella vio cosas moviéndose en él. Creció, más rápido y más rápido………. Cuando se activaron los levantadores de la tabla, fue si como recibiera un portazo en la cara, aplastando su nariz y rompiendo su labio inferior, inmediatamente sintió el sabor de la sangre en su boca. Sus muñecas fueron retorcidas cruelmente por los brazaletes, y el impulso que llevaba

la aplastó contra la tabla, sacándole todo el aire de los pulmones. Tuvo que esforzarse para poder respirar. La aerotabla desaceleraba rápidamente, pero la superficie del río seguía creciendo en todas las direcciones como un espejo gigante reflejando las estrellas, hasta que …………. Slap! La tabla golpeó el agua como la palma de una mano gigante, dándole al cuerpo de Tally otra descarga de golpes, una explosión de luz y un sonido sordo en su cabeza. Y, luego estaba bajo el agua los oídos le pitaban. Dejó ir la tabla y trató de nadar hacia la superficie, tenía los pulmones vacíos por el impacto. Obligándose a mantener los ojos abiertos, Tally vió un atisbo de luz que se asomaba a través del agua turbia. Sus brazos lucharon débilmente, y la luz lentamente se hizo más grande mientras se acercaba a la superficie. Finalmente, salió, jadeando y tosiendo. El rió rugía a su alrededor, la corriente olas de agua turbia en todas las direcciones. Trató de nadar estilo perro, mientras el peso de su bolso trataba de hundirla. Sus pulmones aspiraron aire, y tosió fuertemente sintiendo el sabor a sangre en su boca. Mirando a los lados, Tally se dio cuenta que había aterrizado demasiado bien, estaba en el mero centro del río, cincuenta metros a cada lado de la orilla. Maldijo y siguió nadando en espera de que las pulseras tiraran de ella. Donde estaba su aerotabla? Para este momento ya debería haberla encontrado. Había tomado mucho tiempo para que los levantadores se activaran-Tally había esperado frenar en el aire, no golpear el río con esa velocidad. Luego de unos momentos, se dio cuenta de lo que había sucedido. El río era más profundo de lo que ella suponía, los minerales en su suelo estaban bastante más debajo de sus pies. Recordó como las aerotablas a veces se tambaleaban sobre el río de la ciudad-los depósitos estaban demasiado lejos como para que las aerotablas trabajaran a toda potencia. Fue una suerte que la tabla al menos hubiera disminuido la fuerza de su caída.

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Tally miró alrededor. Muy densa para flotar, la tabla probablemente se había hundido hasta el fondo, la corriente la había llevado lejos de ella. Giró sus brazaletes llamando a su tabla en un radio de un kilómetro, y esperó a observarla para impulsarse a si misma hacia la superficie. Formas se balanceaban a su alrededor, redondas e irregulares, como una manada de caimanes moviéndose con la corriente. Qué eran? Algo la golpeó……. Se volteó, pero era solo el viejo tronco de un árbol-no un caimán, y no su aerotabla. Tally se aferró a él agradecida, ya que estaba exhausta de patalear. En todas las direcciones había más árboles, así como ramas, cañas y montones de hojas podridas. El río arrastraba todo tipo de cosas en su superficie. La lluvia, pensó Tally. Tres días de intensas lluvias deben haber inundado las colinas, y limpiado toda la materia acumulada en el fondo del río, aumentando su tamaño y acelerando su corriente. El troncó al que se aferraba estaba podrido, pero unos rastros de madera sana indicaban el punto de rotura. La fuerza del agua lo había arrancado vivo del suelo? Los dedos de Tally se deslizaron por donde el árbol había sido fracturado, y se dio cuenta sumamente recto lo había fracturado. Como el borde de una aerotabla. A unos pocos metros, otro árbol flotaba, cortado con el mismo filo. El aterrizaje de Tally había roto el viejo árbol por la mitad. Su cara sangraba por el impacto; todavía podía saborear la sangre. Entonces, que daños tendría la aerotabla? Tally torció sus pulseras tratando de enviar un llamado más fuerte a la aerotabla, dejándoles poca batería. Cada segundo la corriente la arrastraba a mayor velocidad desde donde había aterrizado. La tabla no salió a la superficie, ni atendió el llamado de su pulsera. Mientras los minutos pasaban, Tally tuvo que admitir que la aerotabla estaba muerta, un pedazo de chatarra en el fondo del río. Cambió sus pulseras a modo apagado, y todavía aferrada al tronco, empezó a patear tratando de acercarse a la orilla.

La orilla esta resbaladiza por el barro y el suelo saturado debido a la lluvia y la crecida del río. Tally se acercó a la orilla donde había una especie de laguna, inundada de ramas y hojas, el agua le llegaba a la altura de las caderas. Era como si la inundación hubiera recogido todo a su paso y lo hubiera vertido allí. Incluyendo a Tally Youngblood. Se subió a la orilla, desesperada por alcanzar tierra seca, su instinto la impulsaba a seguir moviéndose lejos de la corriente del agua. Su cuerpo exhausto se sentía como si estuviera lleno de plomo, y Tally se deslizo por la pendiente, quedando cubierta de barro. Finalmente, se dio por vencida acurrucándose sobre el suelo barroso, temblando del frío. Tally no recordó haberse sentido tan cansada desde que se convirtió en perfecta, como si el río hubiera absorbido la vitalidad de su cuerpo. Tomó el encendedor de su mochila y, con dedos temblorosos, reunió una pila de ramas. Pero la madera estaba tan húmeda por los tres días de lluvia que la pequeña llama del encendedor solo provocó un ligero silbido en la ramas. Al menos su abrigo todavía funcionaba. Puso el calentador al máximo, sin preocuparse por la baterías, y se abrazó a si misma formando una bola. Tally esperó que el sueño viniera, pero su cuerpo no paraba de temblar, como cuando la atacaba la fiebre cuando era fea. Pero los nuevos perfectos casi nunca se enfermaban, a menos que ella hubiera llegado demasiado lejos con lo que había hecho el último mes-comiendo prácticamente nada, quedándose afuera en el frío, corriendo a fuerza de adrenalina y café, cuando solo una hora de las últimas veinticuatro había estado completamente seca. O finalmente estaba teniendo la misma reacción que Zane a la cura? La píldora estaba empezando a dañar su cerebro, ahora que estaba lejos de cualquier posible ayuda médica? Horribles pensamientos la aturdieron. No tenía tabla, no había manera de llegar a las ruinas que no fuera a pie. Nadie sabía dónde estaba. El mundo estaba vacío a parte de la naturaleza, el frío, y Tally Youngblood. Incluso la ausencia de su pulsera en su muñeca se sentía extraña, como la brecha dejada por la pérdida de un diente.

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Peor era la ausencia del cuerpo de Zane junto al suyo. Ella se había quedado con el todas las noches el último mes, y pasaron la mayoría del tiempo juntos. Incluso cuando no podían hablar, se había acostumbrado a su presencia constante, su toque familiar, sus conversaciones sin palabras. De repente el ya no estaba, y Tally sintió como si hubiera perdido una parte de sí misma en la caída. Se había imaginado este momento miles de veces, finalmente abrazando la naturaleza, lejos de la ciudad. Pero ni una vez se había imaginado estar aquí sin Zane. Y sin embargo allí estaba ella. Completamente sola. Tally estuvo despierta tendida en el suelo mucho tiempo, reproduciendo en su cabeza los últimos frenéticos minutos en el globo. Si solo hubiera saltado antes, o hubiera pensado en mirar antes de que la ciudad despareciera bajo ella. Después de lo que Zane había dicho, ella no se podría haber acobardado, sabiendo que este escape era su única oportunidad de libertad juntos. Una vez más, todo se había echado a perder, y era su culpa. Finalmente el cansancio de Tally superó sus preocupaciones, y se sumió en una pesadilla. lla aa Transcrito por Isabel Había una hermosa princesa encerrada en una torre alta, una torre en cuyas paredes inteligentes había agujeros igualmente inteligentes que la proveían de todo lo necesario: comida, un grupo de amigos fantásticos y prendas de ropa maravillosas. Y lo mejor de todo era el espejo que había en la pared, donde la princesa podía pasarse el dia contemplando su hermoso reflejo. El único problema de la torre era que no tenía salida. Sus constructores habían olvidado poner un ascensor, o incluso unas escaleras. Así pues, la princesa estaba confinada allí arriba. Un día se dio cuenta de que se aburria. Las vista de la torre, un paisaje de suaves colinas, campos de flores blancas y un bosque profundo y oscuro, la fascinaban. Comenzó a pasar cada vez más tiempo asomada a la ventana que mirándose en el espejo, como solía ocurrir con las chicas problemáticas. Y estaba claro que no iba a aparecer ningun príncipe, o al menos se demoraba mucho en llegar. Así que su única escapatoria era saltar.

El agujero de la pared le proporcionó una sombrilla preciosa con la que frenar la caída, un vestido nuevo fantástico con el que vagar por los campos y el bosque y una llave de latón con la que podría volver a entrar en la torre si lo necesitaba. Pero la princesa rió orgullosa y arrojó la llave al fuego, convencida de que no tendría nunca la necesidad de regresar a la torre. Sin mirarse por última vez en el espejo, salió al balcón y se lanzó al vacío. Pero resultó que había un largo trecho hasta el suelo, que se hallaba mucho más lejos de lo que la princesa pensaba, y la sombrilla no le sirvió de nada. Mientras caía se dio cuenta de que tendría que haber pedido un arnes de salto, un paracaídas o algo más que util que una sombrilla. La joven chocó con fuerza contra el suelo, donde se quedó hecha una piltrafa, dolorida y confusa, preguntándose por qué habrían salido así las cosas. No había ningún principe cerca que pudiera levantarla del suelo, el vestido nuevo había acabado destrozado y gracias a su orgullo no tenía forma de volver a entrar en la torre. Y lo peor de todo era que allí fuera, en plena naturaleza, no había espejos donde poder mirarse, así que se quedó preguntandose si seguiría siendo bella... o si la caída habría cambiado la historia por completo. Cuando Tally despertó de aquel sueño tan falso el sol había alcanzado el cenit. Se levantó como pudo del suelo, pues el barro la tenía apresada en un brazo envolvente. En algún momento de la noche el abrigo que llevaba puesto se había quedado sin pilas, convirtiéndose en una cosa fría pegada a su piel que seguía mojada después de pasar por el río y despedía un olor extraño. Tally se lo quitó y lo tendió sobre una piedra ancha con la esperanza de que pudiera secarse al sol. Por primera vez en días no se veía una sola nube en el cielo, pero el aire se había vuelto frío, pues las temperaturas más altas que había traido la lluvia se habían ido con ella. Los árboles helados relucian al sol, y el lodo que cubría el suelo brillaba con una fina capa de escarcha que crujía bajo los pies de Tally. La fiebre se había pasado, pero Tally se mareaba si permanecía de pie, así que se arrodilló junto a la mochila para revisar su contenido, es decir, la suma de todas sus pertenencias. Fausto

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había conseguido reunir algunos utensilios de superviviencia típicos de los habitantes del Humo: un cuchillo, un filtro de agua, un indicador de posición, un encendedor y unas cuantas bengalas de seguridad, junto con varias docenas de paquetes de jabón. Recordando lo valiosos que eran los alimentos deshidratados en el Humo, Tally había cojido comida para tres meses, toda envuelta en plastico impermeable, por suerte. Sin embargo, cuando vio los dos rollos de papel higienico que había metido en la mochila, dejó escapar un gruñido. Estaban tan mojados que habían quedado reducidos a mazacotes de plasta blanca hinchados y blandos. Tally los pueso en las rocas junto al abrigo, pero dudo de que mereciera la pena que se secaran. Suspiró. Durante el tiempo que había pasado en el Humo, no había conseguido acostumbrarse a eso de limpiarse con hojas. Tally vio el penoso montón de ramitas que había juntado la noche anterior, y recordó que había intentado prendenles fuego, dejándose llevar por el delirio hasta el punto de no pensar en la insensatez que habría cometido con ello, pues los aerovehículos de Circunstancias Especiales que perseguían el globo habrían localizado fácilmente un fuego en medio de la oscuridad. Aunque aquella mañana no había rastro de posibles perseguidores en el cielo, Tally decidió alejarse del río hasta situarse a una distancia prudencial. Al no funcionarle el sistema térmico del abrigo, aquella noche se vería obligada a encender un fuego. Pero lo primero era lo primero, y ante todo tenía que comer. Tally bajo un dificultad hasta el río para llenar el depurador, y a cada paso que daba se le desprendían costras de barro seco de la cara y la ropa. Nunca había estado tan sucia, pero no pensaba bañarse en el agua helada, no sin un fuego con el que calentarse después. Quizá la fiebre de la noche anterior se le hubiera pasado gracias a que su sistema inmunologico de nueva perfecta había accionado con eficacia, pero estando en plena naturaleza no quería poner en riesgo su salud. Naturalmente, Tally sabía que no era su salud lo que debía preocuparle. Zane tambien se hallaba ahí fuera, en alguna parte, quizá tan solo como ella. Fausto y él habían saltado casi al mismo tiempo, pero era posible que hubieran aterrizado a

kilómetros de distancia el uno del otro. Si Zane sufría uno de sus ataques de camino a las ruinas, sin nadie al lado que pudiera ayudarlo... Tally desterró aquel pensamiento. Lo unico que podía hacer en ese momento por Zane o por los demás era llegar a las ruinas por sí sola. Y para ello primero tenía que comer, y no preocuparse por cosas que escapaban a su control. El depurador necesitó dos cargas antes de comenzar a filtrar suficiente agua pura del brazo de limo para preparar una comida. Tally eligió un paquete de VegeThai y puso a hervir el depurador; cuando el agua empezó a borbotear, no tardó en desprender el aroma recontituyentes de los fideos y las especias. Cuando sonó el timbre del depurador para avisar que la comida estaba lista, Tally tenía un hambre canina. Al acabarse la rasión de VegeThai cayo en la cuenta de que ya no tenía sentido pasar hambre, y se apresuró a calentar un paquete de FideCurry. Quizá abstenerse de comer les hubiera servido para librarse de las pulseras y mantenerse chispeantes, pero ahora ya no llevaba ninguna pulsera, y no había nada como estar en plena naturaleza, pasando frío y expuesta a todo tipos de peligros, para mantenerse chispeante. Allí fuera no tendría muchas posibilidades de caer en aquel estado de aturdimiento propio de los perfectos. Después de desayunar, el indicador de posición le dio malas noticias. Tally tuvo que revisar dos veces sus calculos para dar credito a los resultados que arrojaban en cuanto a la distancia que había recorrido la noche anterior. Los vientos procedentes del mar habían llevado el globo hacia el este, en direccion opuesta a las Ruinas Oxidadas, y la corriente del río la había arrastrado otro largo trecho hacia el sur. Se encontraba a más de una semana de viaje a pie hasta las ruinas. Eso si iba en línea recta, y las líneas rectas no tenían cabida en aquel recorrido; tendría que sortear la ciudad dando un rodeo, sin salir ningun momento del bosque, donde tendría que esconderse para evitar que sus perseguidores la vieran desde el aire. Tally se preguntó cuánto tiempo se molestarían los especiales en seguir buscandola. Por suerte, ignoraban que su aerotabla había desaparecido en el río, así que darían por sentado que viajaba

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volando cerca del río o de algún otro filón natural rico en yacimientos minerales. Cuanto antes se alejara de la ribera, tanto mejor. Tally recogió su lastimoso campamento con tristeza. En la mochila llevaba comida de sobra para todo el viaje, y en la montaña no tendría problemas para encontrar agua en abundancia después de las lluvias torrenciales de los últimos días, pero ya antes de iniciar su periplo se sentía derrotada. Por lo que les habían contado Sussy y Dex, los habitantes del Nuevo Humo no tenían un campamento permanente en las ruinas. Era posible que decidieran marcharse en cualquier momento, y ella estaba a una semana de distancia de allí. Su única esperanza era que Zane y Fausto se quedaran en las ruinas, esperando a que apareciera. A menos que pensaran que la habían apresado, o que había muerto en la caída, o simplemente que se había acobardado. No, se dijo, Zane nunca pensaría eso último de ella. Quizá estuviera preocupado, pero Tally sabía que la esperaría, por mucho que tardara en llegar. Dando un suspiro, se ató a la cintura el abrigo aún mojado y se cargó la mochila sobre los hombros. De nada serviría preguntarse dónde estarían los demás: no tenía más remedio que encaminarse hacia las ruinas y confiar en que hubiera alguien esperándola a su llegada. No tenía ningún sitio a donde ir. El camino a través del bosque era duro, y cada paso suponía una batalla. La vez que Tally habia ido al Humo había bajado la mayor parte del tiempo en aerotabla, y cuando se había visto obligada a caminar a campo a traves los había hecho por senderos abiertos. Pero ahora estaba rodeada de una naturaleza virgen, hostil e impacable. La densa maleza le tiraba de los pies, intentando hacerla tropezar con espesos matorrales, raíces que se enredaban en los tobillos e impenetrables muros de espino. Entre los árboles seguía resonando el aguacero. Las agujas de pino relucian con la escarcha, que el calor del día transformaba poco a poco en agua, generando una lluvia constante de una neblina fria y centelleante. Era como un esplendido palacio de hielo, con rayos de sol que se filtraban entre los arboles y que se veían en la niebla como un laser atravesando una cortina de

humo. Pero cada vez que Tally osaba rozar una rama, esta descargaba sobre su cabeza el agua helada que acumulaba. Tally rememoró el viaje al Humo a traves del bosque milenario, que había acabado devastado por las malas hierbas creadas por la ingeniería biológica de los oxidados. Al menos, caminar por aquel paisaje allanado había sido mas facil que hacerlo por el denso sotobosque que se extendía ahora a su alrededor. A veces casi podían entenderse las razones que habían tenido los oxidados para tratar de destrozar la naturaleza con tanto ahínco. La naturaleza podía ser un incordio. En su lento avance, su lucha con el bosque comenzó a ser una cuestión cada vez más personal. Las zarzas en las que se quedaba enganchada parecían ser casi conscientes de su presencia, acorralándola para que siguiera el camino que ellas querían, sin importar lo que le marcara el indicador de dirección. La espesa maleza se abría en una falsa muestra de hospitalidad, ofreciéndole sendas despejadas que no llevaban a ninguna parte. Caminar en línea recta era imposible. Se hallaba en plena naturaleza, no en una autopista creada por los oxidados que atravesaba montañas y desiertos sin consideración alguna hacia el terreno. Pero, a medida que avanzaba la tarde, Tally fue convendiéndose poco a poco de que estaba siguiendo un camino de verdad, como la sendas naturales que los preoxidados habían empleado hacía un milenio. Recordó lo que David le había dicho en el Humo, que la mayoría de los senderos los habían hecho originariamente loa animales. Ni siquiera a los ciervos, los lobos o los perros salvajes les gustaba tener que abrirse paso por la vegetación virgen. Al igual que hacían los humanos, los animales seguían transitando los mismos caminos generación tras generación, manteniendo su trazado a través del bosque. Naturalmente, Tally siempre había creido que las sendas de los animales era algo que solo David podía ver, pues alhaberse criado en plena naturaleza era casi como un preoxidado. Pero, a medida que las sombras la envolvían, Tally descubrió que el camino se volvía cada vez más facil y recto, como si hubiera topado con una extraña fisura en medio de la selva.

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Una sensación lacerante comenzó a corroerle por el estómago. El sonido de las gotas de agua que caían de los árboles aquí y allá empezó a jugar con su mente, y notó los nervios a flor de piel, como si se sintiera obsevada. Seguramente sería su vista de nueva perfecta, que le permitía localizar las sutiles huellas que dejaban los animales a su paso. Por lo visto, había desarrollado más habilidades de las que creía durante su estancia en el Humo. Aquel camino debían de haberlo hecho los animales, pues no había ser humano que pudiese vivir allí. No tan cerca de la ciudad, donde los especiales habrían detectado su presencia décadas atrás. Ni siquiera los habitantes del Humo tenían conocimiento de que hubiera otras comunidades instaladas en las afueras de las ciudades. Hacía dos siglos que los hombres habían decidido abandonar la naturaleza a su suerte. Abandonada a su suerte, se dijo Tally, recordando su propia situación. Allí fuera no había nadie más que ella. Estaba sola. Y, por extraño que pareciera, no tenía claro si el hecho de ser la única persona que había en el bosque le hacía sentir más miedo o menos. Finalmente, al ver que el cielo adquiría un tono cada vez más rosado, Tally decidió hacer un alto en el camino. Encontró un claro abierto donde el sol había dado de lleno todo el día, secando quiza la leña suficiente para que pudiera arder. La caminata le habia hecho sudar tanto que llevaba la camiseta pegada al cuerpo, y en ningún momento había tenido la necesidad de ponerse el abrigo, pero sabía que, una vez que se pusiera el sol, el aire se volvería gélido de nuevo. No le fue difícil encontrar ramitas secas, y sopesó unos cuantos troncos pequeños en busca del más ligeros, deduciendo que sería el que contendría menos agua. Tally había recuperado todos los conocimientos adquiridos en el Humo, sin conservar un ápice de la mentalidad de perfecta tras la huida. Ahora que estaba fuera de la ciudad, la cura tenía un efecto permanente en su mente. No obstante, vaciló por un momento antes de poner sobre la leña el encendedor, quedándose con él en la mano presa de la paranoia. Seguía oyendo los sonidos del bosque... El agua que

goteaba de los árboles, el piar de los pájaros, el correteo de animales pequeños entre las hojas mojadas... Y no podía dejar de imaginar que algo la observaba desde los huecos en penumbra que había entre los árboles. Tally suspiró. Tal vez siguiera pensando como una perfecta, inventando historias irracionales sobre el bosque vacío. Cuanto más tiempo pasaba sola allí fuera, más entendía que los oxidados y sus predecesores hubieran llegado a creer en seres invisibles, y que rezaras para apaciguar a los espíritus mientras destrozaban el mundo natural que tenían a su alrededor. Pero Tally no creía en espíritus. Lo único que debía preocuparla eran los especiales, y estos estarían buscándola a lo largo del río, a kilómetros de distancia del lugar donde había acampado. Había anochecido mientras apilaba la leña, y no tardaría mucho en helar. No podía arriesgarse a tener fiebre, allí sola. El encendedor que sostenía en la mano cobró vida, y Tally lo acercó a las ramitas hasta que se encendió una llama. Poco a poco fue alimentando el fuego con ramas cada vez más grandes, hasta que consiguió que fuera lo bastante fuerte para que prendiera en el más ligero de los troncos, y luego agregó los demás para que se secaran. Tally tuvo que echarse hacia atrás ante la intensidad que adquirieron enseguida las llamas, y por primera vez en días sintió que el calor le llegaba a los huesos. Mientras contemplaba las llamas, sonrió. La naturaleza era dura, y podía ser peligrosa, pero a diferencia de la doctora Cable, de Shay o de Peris – a diferencia de las personas, en general-, tenía sentido. Los problemas que planteaban podían resolverse aplicando la razón. Que hacía frío, pues encendías una hoguera. Que tenías que r a alguna parte, pues ibas allí caminando. Tally sabía que podía llegar a las ruinas, con o sin aerotabla. Y una vez allí daría finalmente con Zane y el Nuevo Humo, y todo iría bien. Tally intuyó con alegría que aquella noche dormiría bien. Incluso sin tener a Zane a su lado, había logrado superar su primer día de libertad en plena naturaleza, y seguía chispeante y sana y salva. Se tumbó mientras contemplaba las brasas del fuego que ardían junto a ella, brindándole el mismo calor que un viejo amigo. Al

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cabo de un rato comenzaron a pesarle los párpados, hasta que al final se le cerraron los ojos. Tally estaba sumida en un agradable sueño cuando los gritos la despertaron. aazzza aa Traducido por Luu Al principio ella pensó que el bosque estaba incendiándose. Habían llamas moviéndose a través de los árboles, sombras temblorosas cruzando el claro, arrojándose por el aire como salvajes, insectos incendiados. Los chillidos se elevaron de cada lado, llamadas inhumanas resonaron con palabras sin sentido. Tally tambaleó sobre sus pies y tropezó directo sobre los restos de su fogata. Pateó las brazas al rojo vivo en todas las direcciones. Sintió candentes punzadas a través de las suelas de sus botas, y casi cae sobre sus manos y rodillas entre el resplandeciente carbón. Otro alarido provino de las cercanías-un agudo chillido de ira. Una forma humana corrió hasta ella, una antorcha elevada en una mano. La antorcha siseó y chispeó con cada paso, como si la llama fuera una cosa viviente que impulsa a su portado hacia delante. La figura estaba ondeando algo a través de su camino-un palo largo, pulido, brillando con la luz del fuego. Tally brincó hacia atrás justo a tiempo, y el arma silbó a través del aire vacío. Ella rodó hacia atrás en la tierra, sintiendo las punzadas por las brazas diseminadas en el medio de su espalda. Saltando sobre sus pies, las punzadas lejos, lanzándose hacia los árboles. Otra figura se interpuso en su camino, también blandiendo un garrote. Su cara estaba oscurecida por la barba, pero incluso con la escasa luz de la antorcha Tally pudo ver que era un feo-gordo y con la nariz hinchada, la pálida piel de su frente llena de granos. Él tenía feos reflejos, también: El balanceo del garrote era lento y predecible. Tally rodó bajo la ondeante arma, arremetiendo con su pie, para derribarlo por sus rodillas desde abajo. Para el momento en que oyó el sonido del golpe de su cuerpo contra la tierra, Tally estaba de pie y corriendo nuevamente, azotando a través de las ramas, dirigiéndose hacia la parte más oscura del bosque. Otro coro de alaridos se levó por detrás de ella, las antorchas de los perseguidores emitiendo parpadeantes sombras sobre los árboles delante. Tally se

golpeaba contra la maleza casi a ciegas, semi-cayendo mientras corría, ramas mojadas fustigándole el rostro. Una vid asió su tobillo, jalando a Tally, quien perdió el equilibrio, tirándola al suelo. Estiró ambas manos para apaciguar la caída, y sintió una muñeca doblarse demasiado enviando un tirón de dolor. Acunó su mano herida por un momento, mirando hacia atrás a los feos cazadores. Ellos no eran tan rápidos como Tally, pero ellos se movían y agachaban hábilmente a través del bosque, sabiendo el camino por los árboles incluso a través de la oscuridad. Las luces revoloteadoras de sus antorchas fluyeron alrededor del lugar donde estaba Tally, el ruido de sus lamentos rodeándola una vez más. Pero qué eran ellos? Lucían pequeños en estatura, y gritaban de un lado a otro en un lenguaje que ella no reconocía. Como fantasmas de los pre-Oxidados levantados de la tumba... Lo que sea que fueran, no había tiempo para afrontar la pregunta. Tally se puso de pie arremetiendo nuevamente hacia la oscuridad, apuntando hacia el hueco entre dos antorchas. Los dos hombres se cerraron sobre ella mientras se aproximaba: hombres barbudos, sus feos rostros marcados con cicatrices y llagas. Tally chocó entre ellos, lo suficientemente cerca para sentir el calor de las antorchas. Una salvaje blandida de un garrote atrapó su hombro con un golpe oblicuo, pero Tally se arregló para mantenerse de pie, y se encontró trastabillando colina abajo hacia la oscuridad. Los dos chillaron mientras la seguían, y más surgieron de más arriba. Cuántos de ellos eran? Parecían estar surgiendo del suelo. Repentinamente, sus pies salpicaron dentro del agua fría, y Tally se encontró resbalándose, cayendo dentro de la superficie de un riachuelo. Detrás, sus dos perseguidores más cercanos cayeron ladera abajo, sus antorchas escupiendo chispas mientras ellos golpeaban árboles y ramas. Era increíble que todo el bosque no estuviera incendiado. Tally se puso en pie y se fugó río abajo por su cauce, agradecida por la ruta que atravesaba la maleza, tropezó sobre el resbaladizo fondo de rocas, pero se encontró dejando atrás las abrasadoras miradas que le lanzaban de ambos lados de la orilla. Si ella pudiera solamente alcanzar algún tipo de claro, Tally sabía que podría correr más que los pequeños, lentos feos. El sonido del salpicar de pies vino de detrás de ella, y luego un gruñido y una oleada de maldiciones en

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su desconocida lengua. Uno de ellos se había caído. Quizá ella lo lograría. Pero claro, su comida y su purificador de agua estaban en su mochila en el claro, atrás, entre los chillidos y los feos cargadores de garrotes. Perdidos. Forzó el pensamiento de su mente y continuó corriendo. Su muñeca todavía punzaba desde la caída, y se preguntó si estaría rota. Un fuerte rugido se elevó ante Tally, el riachuelo hirviendo alrededor de sus tobillos, el suelo retumbando. Luego de repente, la tierra pareció desaparecer debajo de sus mientras corría... Revolcándose a través del aire, Tally comprendió demasiado tarde que el rugido detrás de ella ahora-era la cima de una cascada. Su vuelo a través del vacío duró solamente un momento, luego golpeó el agua, una profunda, piscina, que parecía una batidora, envolvía el frío a su alrededor, el sonido repentinamente se redujo a un retumbo bajo en sus oídos. Ella se sintió a si misma lanzarse rumbo a la oscuridad y el silencio, mientras ponía lentamente la cabeza encima de los talones. Un hombro cepilló el fondo, y Tally se impulsó hacia la superficie. Ela subió boqueando, arañando el agua hasta que sus dedos encontraron un borde rocoso. Aferrándose a él, Tally se tironeó ella misma hasta llegar a una parte menos profunda, de manos y rodillas, tosiendo y temblando. Atrapada. Las antorchas la rodearon, reflejadas en la batiente agua como enjambres de luciérnagas. Tally elevó sus ojos y encontró al menos una docena de perseguidores mirándola ceñudos desde la orilla del riachuelo, sus caras pálidas y feas eran más horrorosas debido a la luz de las antorchas. Un hombre estaba parado en la orilla frente a ella-su gorda panza y enorme nariz lo marcaban como el cazador que ella habían noqueado en el claro. Su rodilla desnuda sangrando donde lo había pateado. Él bramó un lamento sin palabras, elevando su garrote primitivo alto en el aire. Tally lo miró fijamente con desconfianza. Él realmente iba a golpearla? Esta gente asesinaba a extraños sin razón alguna? Pero ningún golpe llegó. Mientras él la miraba, miedo llenó gradualmente la expresión del hombre. Empujó su antorcha hacia ella, y Tally se encogió hacia atrás, cubriendo su rostro. El hombre se arrodillo ante ella, tomando una mirada más de cerca. Ella dejó caer sus manos. Los lechosos ojos del hombre se entornaron con la luz de la

antorcha, mirándola confundido. La habría reconocido? Cautelosamente, Tally observó sus pensamientos corriendo a través de sus rasgos exagerados: miedo creciente, y duda, y luego una súbita realización de que algo terrible había pasado... La antorcha cayó desde su mano hacia el riachuelo, donde se extinguió con un estrangulado siseo y una ráfaga de humo. El hombre bramó una vez más, esta vez como si fuera por dolor, la misma palabra repetida una y otra vez. Se estiró hacia delante, bajando su cara casi hasta dentro del agua. Los otros lo siguieron, dejándose caer sobre sus manos y rodillas, sus antorchas chisporroteando sobre el suelo. Todos ellos dijeron el mismo lamento, que casi se ahogaban con el sonido de la cascada. Tally se elevó sobre sus rodillas, tosiendo un poco y preguntándose que diablos estaba pasando. Mirando a su alrededor, notó por primera vez que todos los cazadores eran hombres. Sus ropas eran irregulares, por lejos más primitivas que las ropas hechas a mano de los del Humo. Todos ellos tenían poco saludables marcas en sus rostros y brazos, y largas barbas enredadas, enmarañadas. Su cabello lucía como si ellos nunca lo hubieran peinado en sus vidas. Ellos eran más pálidos que el promedio de los perfectos, con la clase de piel pecosa, piel rosada de esas ocasionales pequeñas quemaduras, sensibles del sol. Ninguno de ellos le devolvió la mirada. Sus caras estaban enterradas en sus manos o presionadas al suelo. Finalmente uno de ellos se arrastró hacia delante. Él era delgado y horriblemente arrugado, su cabello y barba blancos, y Tally recordó de su tiempo en el Humo que así era como lucían los viejos feos. Sin la operación, sus cuerpos se deterioraban, como antiguas ruinas abandonadas por sus constructores. Él tembló cuando se movió, o de miedo o de su mala salud, y la miró de cerca por lo que pareció una eternidad. Al menos él habló, sus ondulante voz casi audible sobre la cascada. “Sé un poco de la lengua de los dioses.” Tally pestañeó. “Tú qué?” “Vimos fuego y pensamos forastero. No un dios.” Todos los otros se habían quedado silencioso, esperando temerosos, ignorado sus antorchas chisporroteando en el suelo. Tally vio un arbusto crepitar de vida, pero el hombre agachado a su lado parecía demasiado paralizado por el miedo para moverse. Así que ella repentinamente los había aterrorizado a

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todos? Estaba esta gente loca? ”Nunca los dioses usaron fuego antes. Por favor entienda.” Sus ojos le rogaron por perdón. Ella se paró temblorosa. “Um, está bien. No hay problema.” El feo viejo se elevó de su agache de pronto que Tally retrocedió, casi tropezando dentro de la piscina batiente. Él gritó una única palabra, y los cazadores la repitieron. El lamento parecía liberarlos de sus hechizos: se pusieron de pie, estampando fuera los pequeños fuegos que habían saltado alrededor de ellos cuando dejaron caer sus antorchas. De repente, Tally se sintió superada en número nuevamente. “Pero, hey,” ella agregó, “no más... garrotes, esta bien?” El viejo hombre escuchó, frunció el ceño, y gritó más palabras en la lengua desconocida. Los cazadores entraron en acción: algunos sostuvieron sus garrotes contra los árboles y los partieron con un golpe; otros los golpearon contra el suelo hasta que se desarmaron, o tiraron las armas hacia la oscuridad. El viejo hombre se volteó hacia Tally, sus manos abiertas, claramente esperando por su aprobación. Su garrote yacía partido en dos a sus pies. Los otros levantaron sus manos libres, vacías y abiertas. “Sí,” ella dijo. “Mucho mejor.” El hombre viejo sonrió. Y entonces ella lo vio, el familiar brillo en sus ancianos, lechosos ojos. La misma mirada que Sussy y Dex le habían dado cuando cuando vieron por primera vez su rostro perfecto. El mismo temor y avidez por servir, la misma instintiva fascinación-el resultado seg8uro de un siglo de ingeniería cosmética, y un millón de años de evolución. Tally miró a los otros, y los encontró a todos encogiéndose por su mirada. Ellos apenas podrían encontrar sus enormes, ojos cobremoteados, casi no podían estar de pie para enfrentar su belleza. Dios, él había dicho. El viejo mundo Ruinoso para sus invisibles superhéroes en el cielo. Este era el mundo ahí fuera-este crudo desierto, cruel con su enfermedad y violencia, y la lucha animal para la supervivencia. Como esta gente, este mundo era feo. Ser perfecto era ser de algún lugar de más allá. Fuera de ahí, Tally era un dios. een nn Transcrito por Chupi Tardaron alrededor de una hora en llegar al campamento de los cazadores. Con las antorchas apagadas, el grupo siguió senderos sumidos en la más absoluta oscuridad y vadeó arroyos

helados sin decir una palabra en todo el trayecto. Los guías de Tally dieron prueba de una extraña mezcla de tosquedad y destreza. Aquellos imperfectos eran bajos y lentos, y algunos incluso estaban desfigurados y arrastraban los pies, cargando todo el peso de su cuerpo en una sola pierna. Olían como si nunca se hubieran bañado y llevaban un calzado tan exiguo que tenían los pies llenos de cicatrices. Pero conocían el bosque como la palma de su mano, y se movían con soltura a través de la densa maleza, guiando a Tally con paso certero en medio de la oscuridad. Los cazadores no utilizaban indicadores de dirección ni se detenían siquiera a consultar las estrellas. Las sospechas que Tally había abrigado el día anterior resultaron ser ciertas. Aquellas montañas estaban surcadas de caminos hechos por el hombre. Las sendas que a la luz del día apenas había llegado a entrever parecían abrirse ahora, como por arte de magia, en medio de la oscuridad, mientras el anciano que la guiaba torcía a diestro y siniestro sin vacilar. El grupo avanzaba en fila, sin hacer más ruido que una serpiente reptando entre hojas. Al parecer, los cazadores tenían enemigos. Tras el cacofónico ataque que habían lanzado sobre ella, Tally no los habría imaginado capaces de moverse con sigilo ni astucia. Pero ahora se enviaban señales de una punta a otra de la fila, con chasquidos y sonidos que imitaban el piar de las aves en lugar de las palabras. Parecían perplejos cuando Tally se tropezaba con una raíz o enredadera invisible, y nerviosos cuando soltaba una sarta de insultos a consecuencia de ello. Tally se percató de que no les gustaba andar desarmados. Tal vez lamentaran haber destrozado los garrotes ante la primera muestra de desagrado de aquel ser al que consideraban una deidad. Mala suerte, pensó Tally. Por muy amistosos que se hubieran vuelto los cazadores, Tally se alegraba de que se hubieran deshecho de los garrotes, por si acaso cambiaban de opinión. A fin de cuentas, si no hubiera caído al agua, eliminando con ello todo el barro y la mugre que cubría su rostro de perfecta, era poco probable que en aquellos momentos siguiera viva. Fueran quienes fueran los enemigos de los cazadores, debían de tenerse mucho rencor. Antes de que llegaran al poblado, Tally percibió su proximidad por el olfato. El olor hizo que arrugara la nariz con un gesto de

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disgusto. No era solo el aroma a humo de leña, ni el olor aún menos agradable a animales muertos que reconocía después de haber visto cómo mataban pollos y conejos para comer en el Humo. El olor que le llegaba desde el campamento de los cazadores era mucho peor, y le recordaba a las letrinas al aire libre que se utilizaban en el Humo. Aquel era un aspecto de la vida en plena naturaleza al que nunca había llegado a acostumbrarse. Por suerte, el hedor fue disminuyendo a medida que el poblado aparecía ante su vista. El campamento no era muy grande, apenas una docena de chozas hechas de barro y juncos, con unas cuantas cabras que reposaban atadas a ellas varios huertos cuyos surcos proyectaban sombras agitadas a la luz de las estrellas. En medio de todo había un gran almacén, pero Tally no vio ningún otro edificio grande. Los límites del poblado, iluminados con hogueras, estaban custodiados por centinelas armados. La proximidad del hogar inspiró a los cazadores la seguridad suficiente para alzar la voz de nuevo y celebrar a los cuatro vientos que habían vuelto…con un visitante. La gente comenzó a salir de las chozas y el alboroto fue en aumento a medida que el pueblo iba despertando. Tally se encontró en el centro de una multitud de rostros curiosos. A su alrededor se formó un corro, pero los adultos no osaban acercarse demasiado a ella; era como si la fuerza de su belleza los mantuviera alejados, obligándolos además a evitar su mirada. Los más pequeños, en cambio, mostraban más valor. Algunos incluso se atrevieron a tocarla, acercándose a ella para posar una mano en su chaqueta plateada antes de volver al corro. A Tally le extrañó ver niños allí, en plena naturaleza. A diferencia de los mayores, los críos le parecieron casi normales. Eran demasiado jóvenes para que la mala nutrición y las enfermedades hubieran hecho estragos en su piel y, naturalmente, ni siquiera en la ciudad se operaba a nadie que no hubiera cumplido los dieciséis. Estaba acostumbrada a ver niños con rostros asimétricos y ojos bizcos, pero aquellos eran muy guapos. Tally se arrodilló y alargó la mano, dejando que el más valiente de todos le acariciara la palma de la mano con gesto nervioso. Asimismo, era la primera vez que veía mujeres. Dado que casi todos los hombres llevaban barba, era fácil distinguir ambos sexos. Las mujeres se quedaron

detrás del corro, cuidando de los más pequeños sin atreverse apenas a lanzar una rápida mirada a Tally. Unas cuantas estaban haciendo fuego en un hoyo ennegrecido que había en el centro del poblado. Tally observó que ningún hombre se molestaba en ayudarlas. En su memoria tenía el vago recuerdo de lo que había aprendido en el colegio sobre la costumbre de los preoxidados de asignar distintas tareas a hombres y mujeres. Y, por lo que recordaba, las mujeres se encargaban normalmente de los trabajos más ingratos. Incluso había algunos oxidados obstinados que se habían negado a dejar atrás aquel pequeño truco. El mero hecho de pensar en ello le revolvió el estómago, y Tally confió en que aquellas reglas no fueran aplicables a los dioses. Se preguntó a qué se debería exactamente la condición divina que aquella gente le atribuía. Tally tenía el encendedor y el resto del material en la mochila, que había podido recuperar antes de que los cazadores emprendieran con ella el trayecto de vuelta al poblado. Pero ninguno de los presentes había visto todavía los milagros que podía hacer con todo ello. Tan solo había bastado una mirada. Por lo que sabía de mitología, ser una divinidad implicaba algo más que tener una cara bonita. Naturalmente, ella no era la primera perfecta que veían. Al menos algunos de ellos conocían la lengua de Tally. Y puede que también supieran algo de alta tecnología. Alguien gritó desde fuera del corro y la multitud se separó frente a Tally mientras se hacía el silencio. Un hombre entró en el círculo; pese al frío que hacía, iba con el torso desnudo. Caminaba con un aire de autoridad inconfundible, y se abrió paso en el campo de fuerza divina que irradiaba Tally hasta quedar aproximadamente a un metro de distancia de ella. El hombre era casi de su estatura y destacaba como un gigante entre los demás. Asimismo, parecía fuerte, enjuto y duro, aunque Tally suponía que sus reflejos no podían competir con los de ella. A la luz del fuego, sus ojos brillaron con curiosidad más que con temor. Tally no tenía la menor idea de la edad que debía tener. Su rostro presentaba algunas arrugas como en el caso de un perfecto mediano, pero tenía la piel en mejor estado que los demás. ¿Sería más joven que la mayoría de ellos? ¿O simplemente estaría más sano? Tally se fijó también en que llevaba un cuchillo, el primer utensilio de metal que veía. Ante el brillo del plástico negro mate del

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mango del mango arqueó una ceja; aquel cuchillo tenían que haberlo fabricado en la ciudad. -Bienvenida -dijo. Así que también hablaba la lengua de los dioses. -Gracias. -No estábamos al corriente de vuestra llegada. Llevábamos muchos días sin noticias. ¿Acaso los dioses avisaban antes de hacer una visita? -Perdón. Quiero decir…lo siento – farfulló Tally, pero su respuesta solo pareció servir para confundir a su interlocutor. Quizá no fuera de esperar que los dioses se disculparan. -Estábamos confundidos – explicó el hombre -. Vimos la hoguera y pensamos que se trataba de un intruso. -Sí, ya lo sé. No pasa nada. El hombre trató de sonreír, pero de repente frunció el ceño y sacudió la cabeza. -Seguimos sin entender. Ni tú ni yo, pensó Tally. El acento del hombre sonaba un tanto extraño, como si fuera de otra ciudad del continente, pero no de otra civilización. Por otro lado, parecía carecer de las palabras necesarias para formular las preguntas que quería hacer, como si no estuviera acostumbrado a conversar con los dioses. Seguramente estaría buscando la forma de decir: “Pero ¿qué demonios haces tú aquí?”. Fuera cual fuera el concepto de la divinidad que tenía aquella gente, era evidente que Tally no se correspondía del todo con él. E intuía que si llegaban a la conclusión de que no era un dios, solo quedaría una categoría en la que podría encajar: la de intruso. Y a los intrusos les rompían la cabeza. -Perdonadnos – dijo el hombre -. Desconocemos vuestro nombre. Yo me llamo Andrew Simpson Smith. Extraño nombre en una extraña situación, pensó Tally. -Y yo Tally Youngblood. -Young Blood…es decir, sangre joven – puntualizó el hombre, ya un poco más alegre -. ¿Así que sois un dios joven? -Pues sí, supongo que sí. Solo tengo dieciséis años. Andrew Simpson Smith cerró los ojos, visiblemente aliviado. Tally dedujo que él tampoco debía ser tan mayor. La arrogancia con la que le había hablado al principio parecía abandonarle en los momentos de confusión, y su rostro apenas revelaba indicios de barba. Salvo por las arrugas y unas cuantas marcas de viruela, su cara podía ser la de un imperfecto más o menos de la edad de David, de unos dieciocho años. -¿Eres…el que manda aquí? – preguntó Tally. -No. Es el cacique – respondió el hombre, señalando al cazador gordinflón con la nariz hinchada y la rodilla ensangrentada, al que Tally había tirado al suelo durante la persecución. El que había estado a

punto de destrozarle la cabeza con el garrote. Genial -. Yo soy el sacerdote – prosiguió Andrew -. Mi padre me enseñó la lengua de los dioses. -Pues hablas muy bien. Andrew sonrió, mostrando sus dientes torcidos. -Esto…gracias – respondió, echándose a reír; de repente una mirada casi maliciosa alteró su semblante -. Habéis caído, ¿verdad? Tally se cogió la muñeca lesionada. -Sí, durante la persecución. -¡Del cielo! – Andrew miró a su alrededor con un gesto de desconcierto efectista, extendiendo las manos vacías -. No vais en aerovehículo. ¡Así que debéis de haber caído! ¿Aerovehículo?, se dijo Tally. Qué interesante. -Ahí me has pillado-le respondió, encogiéndose de hombros -. La verdad es que sí he caído del cielo. -¡Ah! – Andrew suspiró aliviado, como si el mundo comenzara a tener sentido de nuevo. Entonces pronunció unas palabras dirigidas a la multitud, que respondieron con murmullos de comprensión. Tally comenzó a sentirse ya más relajada. Todos ellos parecían mucho más contentos ahora que su presencia en la tierra tenía una explicación perfectamente racional. La idea de que hubiera caído del cielo entraba dentro de su lógica. Y era de esperar que los dioses jóvenes estuvieran sujetos a normas de conducta distintas. Detrás de Andrew Simpson Smith, el fuego cobró vida con un chisporroteo. Tally olió a comida y oyó el graznido inconfundible de un pollo al que apresaban para matarlo. Por lo visto, la visita de una divinidad era una excusa lo bastante buena para celebrar un festín a medianoche. El sacerdote señaló el fuego con el brazo extendido, y la multitud volvió a separarse para abrir paso hacia la hoguera. -¿Nos contaréis la historia de vuestra caída? Yo me encargaré de traducir vuestras palabras. Tally suspiró. Estaba agotada, perpleja y lesionada; seguía notando un dolor punzante en la muñeca. Lo único que quería era echarse a dormir hecha un ovillo. Pero el calor y la alegría del fuego la llamaban después de haber acabado calada hasta los huesos bajo la cascada, y le costaba resistirse a la expresión de Andrew. No podía desilusionar a un pueblo entero. Allí no había pantallas murales, informativos ni servicios vía satélite, y los equipos de fútbol que estaban de gira eran sin duda pocos y se hallaban alejados unos de otros. Eso hacía que las historias fueran algo valioso, como ocurría en el Humo, y probablemente no sería muy frecuente que

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un desconocido cayera del cielo. -Está bien – dijo -. Una historia, pero luego me iré a dormir. El pueblo entero se reunió en torno al fuego. De los largos pinchos colocados sobre las llamas llegaba el aroma a pollo asado, y entre las brasas había ollas de barro donde hervía algo blanco que olía a levadura. Los hombres, sentados en primera fila, comían ruidosamente y se limpiaban las manos grasientas en las barbas hasta que estas relucían a la luz de la lumbre. Las mujeres se ocupaban de la comida, mientras los niños más pequeños correteaban bajo sus pies y los más mayores alimentaban el fuego con ramas que cogían en medio de la oscuridad. Pero cuando se dio la señal de que Tally iba a hablar, todo el mundo dejó lo que estaba haciendo para prestarle atención. Tal vez fuera porque estaban compartiendo una comida con ella, o porque los dioses jóvenes no resultaban tan intimidantes, pero el caso era que muchos de los aldeanos se atrevían ahora a llamar su atención, llegando alguno de ellos a contemplar su hermosa cara sin escrúpulos mientras esperaban a que iniciara su relato. Andrew Simpson Smith estaba sentado a su lado, orgulloso y preparado para traducir sus palabras. Tally se aclaró la voz, preguntándose cómo podría explicar su periplo hasta allí de un modo inteligible para aquella gente. Al parecer, sabían lo que eran los aerovehículos y los perfectos, pero ¿sabrían de la existencia de los especiales? ¿Y de la operación? ¿Y de los rebeldes? ¿Y del Humo? ¿Y de la diferencia entre chispeante y falso? Tally dudó que su historia tuviera algún sentido para ellos. Volvió a aclararse la voz y bajó la vista al suelo para evitar sus miradas expectantes. Se notaba cansada, casi con mente de perfecta después de ver su sueño interrumpido en mitad de la noche. El viaje entero desde la ciudad hasta aquel rincón del bosque junto al fuego le parecía casi un sueño. Un sueño. Tally sonrió ante la idea, y poco a poco las palabras comenzaron a abrirse paso hasta sus labios para dar forma a una historia. -Érase una vez una diosa joven y hermosa – dijo Tally, y esperó que sus palabras fueran traducidas a la lengua de los aldeanos. Las extrañas sílabas que surgieron de la boca de Andrew hicieron de aquel paraje iluminado a la luz de la lumbre un lugar aún más irreal, hasta que el relato fue fluyendo de su interior sin esfuerzo alguno -. La diosa vivía en una torre alta que se erigía en el cielo. En la torre tenía todas las

comodidades que necesitaba, pero no había forma de salir al mundo exterior. Y un día la joven diosa decidió que tenía cosas mejores que hacer que mirarse al espejo… zza aa Transcrito por Isabel Tally se despertó rodeada de olores y sonidos desconocidos: sudor y aliento matutino, un suave coro de ronquidos y resoplidos y el calor pesado y húmedo de un reducido espacio lleno de gente. Al moverse en la oscuridad, provocó una sucesión de movimientos en cadena a su alrededor y los cuerpos entrelazados fueron cambiando de posición para acomodarse unos a otros. El calor reconfortante que se había creado bajo las mantas de piel invadia sus sentidos. Se sentía casi como en un sueño de perfecta, salvo por el olor insoportable a humano sin lavar y el hecho de que tenía que hacer pis. Abrió los ojos. La luz se filtraba por la chimeneas, que no era más que un agujero en el tejado por donde salía el humo. A juzgar por el ángulo del sol, debía de ser media mañana; nadie se había levantado todavía. No era de extrañar, ya que el festín se había prolongado hasta el amanecer. Las historias se sucedieron cuando Tally terminó de contar la suya, pues todo el mundo quería ver si su relato conseguía mantener despierta a la diosa adormilada, de modo que Andrew Simpson Smith se vio obligado a traducir infatigablemente durante toda la noche. Cuando por fin dejaron que se fuera a la cama, descubrió que la “cama” era en realidad un concepto ajeno al estilo de vida de aquella gente. Tally había acabado compartiendo una choza con veinte personas más. Por lo visto, en aquel pueblo, la forma de entrar en calor por las noches de invierno pasaba por dormir amontonados y todos tapados con mantas de piel. Le había parecido raro, pero no lo suficiente para mantenerla despierta un solo minuto más. Por la mañana amaneció rodeada de cuerpos inconscientes, mas o menos vestidos y enredados entre ellos, con pieles de animal por medio. Pero el contacto ocasional entre ellos parecía tener muy poco de sexual. Simplemente era una manera de mantener el calor, como una camada de gatitos hechos una piña.

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Al intentar incorporarse, vio que la rodeaba un brazo. Se trataba de Andrew Simpson Smith, que roncaba suavemente con la boca medio abierta. Tally apartó su cuerpo y el hombre se volvió sin despertarse, pasando el brazo por encima del anciano que dormia profundamente al otro lado. A medida que se movía en medio de la penumbra, Tally comenzó a notar que el ambiente de la choza abarrotada la mareaba. Sabía que aquella gente no había inventado los aerovehículos, las pantallas murales ni los váteres con cisterna, probablemente ni siquiera los utensilios de metal, pero nunca se le hubiera ocurrido que hubiera alguien en alguna parte que no hubiera inventado la privacidad. Se abrió paso entre los bultos inconscientes, tropezando con brazos, piernas y a saber con qué más hasta llegar a la puerta. Una vez allí, se agachó para salir agradecida al exterior, donde lucía el sol y corría aire fresco. Al notar el frío helado en la cara y los brazos desnudos, se le puso la piel de gallina, y cada vez que respiraba le entraba hielo en los pulmones. Tally vio que se había dejado el abrigo en la choza, pero se limitó a abrazarse a si misma, prefiriendo tiritar a tener que pasar de nuevo por encima de todos aquellos cuerpos dormidos. En medio del frío notó el dolor punzante de la muñeca que se había torcido la noche anterior y agujetas en todo el cuerpo después de caminar todo el día por el bosque. Tal vez el calor humano de la choza no estuviera tan mal, pero lo primero era lo primero. Para dar con la letrina solo tuvo que dejarse guiar por su olfato. Se trataba de una mera zanja, y el insoportable hedor que emanaba de ella hizo que Tally se alegrara por primera vez de haber huido en invierno. ¿Cómo podría vivir la gente allí en verano? Tally ya se había visto antes en n baño al aire libre, pero en el Humo trataban los excrementos con el uso de unos simples nanos autopropagadores que sacaban de las plantas de reciclaje de la ciudad. Los nanos descomponían las aguas residuales y las reconducían directamente a la tierra, donde servían de abono para producir los mejores tomates que Tally había probado en su vida. Y lo más importante era que evitaban el hedor de las

letrinas. Casi todos los habitantes del Humo habían nacido en ciudades; por mucho que amaran la naturaleza, eran el producto de una civilización tecnológica, y no les gustaban los malos olores. Sin embargo, en aquel poblado era una historia totalmente distinta: allí vivian como los míticos preoxidados que habían existido antes de la era de la alta tecnología. ¿De qué tipo de cultura descendería aquella gente? En el colegio les enseñaban que los oxidados habían incorporado a todo el mundo en su esquema económico, destruyendo cualquier otra forma de vida... y aunque nunca se lo habían dicho, Tally sabía que los especiales hacían practicamente lo mismo. Así pues, ¿de dónde habrían salido? ¿Habrían retomado aquel estilo de vida después de que la civilización de los oxidados se desplomara? ¿Y porqué los habrían dejado en paz los especiales? Fueran cuales fueran las respuestas a aquellas preguntas, Tally se dio cuenta de que no podía utilizar la zanja como letrina... era demasiado urbanita para ello. Así pues, se alejó hacia el bosque. Aunque sabía que en el Humo no lo habrían visto con buens ojos, confiaba en que allí los dioses jóvenes gozaran de dispensas especiales. Cuando Tally saludo con la mano a un par de centinelas que hacían guardia a la salida del poblado, los hombres le devolvieron el saludo con la cabeza un tanto nerviosos, evitando su mirada y escondiendo con torpeza los garrotes a su espalda. Los cazadores seguían recelando de ella, como si se preguntaran por qué no se habían visto aún en apuros por intentar romperle la cabeza. Tras adentrarse tan solo unos metros en el bosque, el poblado desapareció de su vista, pero Tally no temió perderse. Las ráfagas de viento seguían llevando hasta allí el hedor procedente de la zanja con intensidad asombrosa, y aún estaba lo bastante cerca para que los guardias oyeran sus gritos en caso de que acabara totalmente desorientada. El sol radiante estaba derritiendo la escarcha de la noche, que caía en una neblina constante. El bosque emitía sonidos suaves y cambiantes, como la antigua casa de sus padres cuando se quedaba vacía. Las sombras de las hojas rompían la silueta de los árboles, haciendo que las formas se vieran poco definidas y

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que Tally percibiera por el rabillo del ojo que algo se movía a su alrededor con cada ráfaga de viento. Al igual que le había ocurrido el día anterior, tuvo la sensación de que la observaban y, buscando un rincón apropiado, se apresuró a hacer pis. Pero, al acabar no quiso regresar enseguida. No tenía sentido dejarse llevar por la imaginación. Unos instantes de intimidad eran un lujo en aquel lugar. Se preguntó cómo se lo montarían loa amantes cuando quisieran verse a solas, y si algo podría mantenerse en secreto durante mucho tiempo en aquel poblado. En el último mes se había acostumbrado a no pasar casi ni un minuto separada de Zane. En aquel momento notó su ausencia; echaba de menos el calor de su cuerpo junto al suyo. Pero compartir una choza que servía de dormitorio con una veintena de desconocidos era una extraña q inesperada forma de sustituirlo. Tally sintió de repente los nervios a flor de piel, y se quedó paralizada. Su visión periférica había advertido que algo se movía, algo que no formaba parte del juego natural que propiciaba la luz del sol con las hojas y el viento. Escudriñó el bosque con la mirada. Una risa se propagó entre los árboles. Se trataba de Andrew Simpson Smith, que se abrió camino entre la maleza con una enorme sonrisa en la cara. -¿Me estabas espiando? –preguntó Tally. -¿Espiando? –repitió Andrew como si nunca hubiera oído aquella palabra, lo que hizo que Tally se preguntara si en un lugar con tan poco privacidad se le habría ocurrido a alguien inventar un concepto como el de espiar-. Me he despertado cuando os habéis ido de la choza, Young Blood. He pensado que quizá podría veros... Tally arqueó una ceja. -¿Verme qué? -Volar –respondió Andrew avergonzado. Tally no pudo menos que reír. La noche anterior no había habido manera de que Andrew comprendiera lo que significaba volar en aerotabla, por mucho que ella se afanara en hacérselo entender. Tally les explicó que los dioses jóvenes no solían utilizar aerovehículos, pero la idea de que existían distintos tipos de aparatos voladores parecía ofuscarlo.

A Andrew le dolió que Tally se riera de él. Tal vez pensara que ella quería ocultarle sus poderes especiales para hacerle rabiar. -Perdona, Andrew. Pero, como ya te dije anoche, no puedo volar. -Pero en vuestra historia contasteis que ibais a reuniros con vuestros amigos. -Así es. Pero, como ya os expliqué, mi tabla acabó destrozada. Y en el fondo del río. Me temo que no me queda más remedio que seguir mi camino a pie. Por un momento, Andrew pareció confundido, asombrado quizá de que los artilugios divinos pudieran romperse. Pero de repente sonrió abiertamente, dejando ver una mella que le confería un aspecto de niño pequeño. -En ese caso os ayudaré. Iremos hasta allí juntos. -¿En serio? Andrew asintió. -Los Smith somos sacerdotes. Soy un siervo de los dioses, como lo era mi padre. Su voz se volvió monótona al pronunciar las últimas palabras. Tally se maraviló de nuevo de lo fácil que era leer la mente de Andrew por la expresión de su rostro. Todos los aldeanos parecía llevar escritas sus emociones en la cara, como si no se les ocurrienra tener más intimidad a la hora de pensar de la que tenían a la hora de dormir. Tally se preguntó si alguna vez se mentirían entre ellos. Era evidente que algún perfecto sí les había mentido en algún momento. Perfectos que se hacían pasar por dioses. -¿Cuándo murió tu padre? No hace mucho tiempo, ¿verdad? Andrew la miró estupefacto, como si ella le hubiera leído la mente por arte de magia. -Hace solo un mes, justo antes de la noche más larga. Tally se preguntó que sería la noche más larga, pero no quiso interrumpirle. -Él y yo íbamos en busca de ruinas. A los dioses mayores les gusta que busquemos lugares viejos y oxidados para después estudiarlos. En aquella ocasión nos encontramos con unos intrusos. -¿Intrusos?¿Como lo que os parecí yo al principio?

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-Sí. Pero no era ningún dios joven. Se trataba de una partida de asalto; iban a matar. Nosotros los vimos primero, pero los perros nos olieron. Y mi padre era mayor. Había llegado a los cuarenta –dijo Andrew con orgullo. Tally dejó escapar poco a poco el aire de sus pulmones. Sus familiares mayores, ocho en total, aún vivían, y todos ellos pasaban de los cien años. -Se le habían debilitado los huesos. –Andrew bajó la voz hasta adoptar un tono casi susurrante-. Iba corriendo por un arroyo y se torció un tobillo. Tuve que dejarlo atrás. Tally tragó saliva y se mareó al pensar que alguien pudiera morir por un tobillo torcido. -Vaya, lo siento. -Antes de que lo dejara allí, me dio su cuchillo. –Andrew se lo sacó del cinturó, y tally pudo verlo con más detenimiento que la noche anterior. Se trataba de un cuchillo de cocina desechable con una hoja mellada-. Y ahora soy yo el sacerdote. Tally asintió lentamente. La imagen de aquel cuchillo barato en la mano del hombre le recordó como había estado a punto de acabar el primer encuentro que había tenido con aquella gente. Por poco no había corrido la misma suerte que el padre de Andrew. -Pero ¿por qué? -¿Que por qué? Pues porque yo era su hijo. -No, no me refiero a eso –repusó tally-. ¿Po qué querían esos intrusos matar a tu padre? ¿O a quien fuera? Andrew frunció el ceño, como si le extrañara la pregunta. -Les tocaba a ellos -¿Qué les tocaba? Andrew se encogió de hombros. -Nosotros habíamos matado en verano. Les tocaba vengarse a ellos. -¿A quién habíais matado... a uno de ellos? -Era nuestra venganza, por el muerto de principios de primavera. – Andrew sonrió con frialdad-. Yo estuve en la partida de asalto. -¿De modo que es por venganza? Pero ¿cuándo empezó todo esto?

-¿Que cuándo empezó? –Andrew se quedó mirando la cara de la hoja del cuchillo, como si tratara de ver algo en el reflejo del metal sin brillo-. Siempre ha sido así. Son intrusos. –Y, sonriendo, añadió-: Ayer me alegré de ver quevolvían a csa con vos, y no con un muerto. Eso quiere decir que todavía nos toca a nosotros, y que aún tengo la oportunidad de estar presente en la venganza de mi padre. Tally se quedó sin palabras. En cuestión de segundos, Andrew Simpson Smith había pasado de ser un hijo apenado por la muerte de su padre a convertirse en una especie de.. salvaje. Incluso habían palidecido sus dedos, pues tenían agarrado el cuchillo con tanta fuerza que no le circulaba la sangre por ellos. Apartando la vista del arma, sacudió la cabeza. No era justo pensar en él como un primitivo. Lo que Andrew estaba explicando era tan viejo como la propia civilización. En el colegio les habían hablado de aquel tipo de enemistad mortal entre semejantes. Y los oxidados habían sido peor, llegando a originar guerras masivas y a crear tecnologías cada vez más mortíferas hasta el punto de destruir casi el mundo. Con todo, Tally no podía olvidar lo distinta que era aquella gente de cualquiera que hubiera conocido en su vida. Se obligó a observar la expresión adusta de Andrew, con aquel extraño placer que le producía sostener el cuchillo en su mano. Y entonces recordó las palabras de la dostora Cable. “ La humanidad es un cancer, y nosotros somo las cura.” Las ciudades habían sido construidas para acabar con la violencia, y la operación buscaba entre otras cosas eliminarla del cerebro de los perfectos. El mundo entero en el que se había criado Tally era un cortafuegos contra aquel ciclo atroz. Pero allí tenía la especie en estado natural, justo delante de ella. Al huir de la ciudad quizá fuera aquello lo que Tally perseguía. A menos que la doctora Cable se equivocara, y hubiera otra forma de vida. Andrew levantó la vista del cuchillo y lo envainó. Luego miró a Tally, extendiendo las manos vacías. -pero no hoy. Hoy os ayudaré a buscar a vuestros amigos. –De repente se echó a reír con una amplia sonrisa que iluminó su rostro.

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Tally espiró despacio, tentada por un moento de rechazar su ayuda. Pero no tenía a nadie más a quien acudir, y los bosques que la separaban de las Ruinas Oxidadas estaban llenos de sendas ocultas y peligros naturales, y probablemente de unos cuantos humanos que podrían tomarla por una “intrusa”. Aun en el caso de que no la persiguiera ninguna partida de asalto sanguinaria, el mero hecho de otrcerse el tobillo en medio de la selva en pleno invierno podía resultar fatídico. Necesitaba a Andrew Simpson Smith, era así de sencillo. Además, él se había pasado la vida preparándose para ayudar a gente como ella. A dioses. -Está bien, Andrew. Pero tenemos que salir hoy mismo Tengo prisa. -Por supuestro. Saldremos hoy mismo. –Andrew acarició la barba incipiente-. ¿Y esas ruinas donde os esperan vuestros amigos... dónde están? Tally miró un instante hacia el sol, que aún estaba lo bastante bajo para indicar el punto del horizonte correspondiente al este. Tras tomarse unos momentos para hacer sus calculos, señaló hacia el noroeste, en dirección a la ciudad y a las Ruinas Oxidadas que se extendían más allá. -A una semana de camino en aquella dirección. -¿Una semana? -Eso significa siete días. -Ya lo sé, conozco el calendario de los dioses –respondió Andre malhumorado-. Pero ¿una semana entera? -Sí. No está tan lejos, ¿no? –Los cazadores se habían mostrado infatigables en el trayecto de vuelta al poblado la noche anteior. Andrew sacudió la cabeza con una expresión de sobrecogimiento en su rostro. -Pero eso está más allá del fin del mundo. Cees ss Traducido por Jhos Razzs Partieron al mediodía. Toda la comunidad salió a despedirlos, brindándoles ofrendas para el viaje. La mayoría de los regalos eran muy pesados para llevarlos, y Tally y Andrew los rechazaron educadamente. Sin embargo, el si llenó su bolso con una cantidad tenebrosa de tiras de carne seca que le ofrecieron. Cuando Tally se dio cuenta de

que la espeluznante cosa estaba destinada a ser comida, trató de esconder su horror, pero no hizo un buen trabajo. El único regalo que aceptó fue un tirachinas de madera y cuero, de uno de los miembros más viejos de su pequeño club de fans. Tally recordó haber sido bastante hábil con ella cuando era pequeña. El líder les otorgó públicamente su bendición para el viaje, añadiendo al final una disculpa-traducida por Andrew-por casi abrirle la cabeza a una diosa tan joven y bella. Tally le aseguró que los otros dioses nunca sabrían del malentendido, y el líder pareció algo aliviado. Luego le dio a Andrew un brazalete de cobre, como agradecimiento al joven sacerdote por ayudarlos a enmendar el error de los cazadores. Andrew lució con orgullo el regalo, y la multitud aplaudió mientras lo sostenía en alto. Tally se dio cuenta de que había causado problemas allí. Como usar ropa semi-formal un una fiesta formal, su inesperada vista había puesto las cosas fuera de sitio, pero el hecho de que Andrew la ayudara había hecho que todos se relajaran. Al parecer, aplacar a los dioses era uno de los trabajos más importantes del sacerdote, lo que le hizo a Tally preguntarse que tanto los perfectos de la ciudad estaban interfiriendo en la vida de los aldeanos. Una vez que ella y Andrew sobrepasaron los límites de la aldea, y su séquito de pequeños seguidores fueron llamados por sus madres para que volvieran a casa, ella decidió hacer algunas preguntas. “Así que, Andrew, a cuantos dioses conoces……eh, personalmente?” El se acarició la barbilla, pensativo. “Desde que murió mi padre ningún Dios ha venido a parte de ti. Nadie me conoce a mí como el sacerdote.” Tally asintió. Y ella supuso que él estaba tratando todavía de sentirse cómodo en el lugar de su padre. “Claro. Pero tu acento es tan bueno. Tu no aprendiste a hablar mi idioma solo por tu padre, no? Su sonrisa fue pícara. “No se suponía que hablara con los dioses, solo escuchaba mientras mi padre los atendía. Pero a veces cuando guiábamos los dioses a la ruinas o al nido de algún ave extraño, yo hablaba con ellos”. “Bien por ti. Y…… de que hablaban?”

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El estuvo en silencio un momento, como si tratara de escoger sus palabras cuidadosamente. “Hablábamos sobre animales, cuando se aparean y que comen.” “Tiene sentido” Cualquier a zoólogo de la ciudad le encantaría tener un ejército privado de pre-oxidados que lo ayudara en sus investigaciones de campo. “Algo más?” “Algunos dioses querían saber de las ruinas, como te dije. Yo los llevaba ahí.” Lo mismo vale para los arqueólogos. “Claro.” “Y está este doctor.” “Quien? El doctor?” Tally se congeló. “Dime, Andrew, este doctor luce……. aterrador? Andrew frunció el ceño, y después se rió. “Aterrador? No. Como tú, él es hermoso, casi difícil de mirar.” Ella se estremeció de alivio, entonces sonrió y levantó una ceja. “No parece que te resulta muy difícil mirarme a mí.” Él miró al suelo. “Lo siento, Youngblood.” “Vamos, Andrew, no quise decir eso.” Ella lo tomó por el hombro suavemente. “Estaba bromeando. Puedes mirarme…..um, cuando quieras. Y llámame Tally, Okey?” “Tally”, dijo él, probando el nombre en sus labios. Ella quitó la mano de su hombro y Andrew miró el lugar donde ella lo había tocado. “Tú eres diferente de los otros dioses.” “Eso espero,” dijo ella. “Entonces este doctor luce normal? O perfecto, quiero decir? O de alguna manera……….divina? “Si. El viene aquí con más frecuencia que los otros. Pero el no viene por los animales o las ruinas. El solo pregunta sobre la forma de vivir en la aldea. Quien es corteja a quien, quien tiene muchos hijos. Que cazador podría retar al líder a duelo.” “Claro.” Tally trató de recordar la palabra. “Un antro……” “Antropólogo, así lo llaman.” dijo Andrew. Tally levantó una ceja. El sonrió. “Tengo buen oído, al menos eso siempre decía mi padre. Los otros dioses a veces se burlaban del doctor.” “Huh” Parecía que los aldeanos sabían más acerca de sus visitantes divinos que los que los dioses se daban cuenta. “Así que nunca conociste algún dios que….….luciera aterrador, no?

Andrew la miró fijamente y empezó a caminar de nuevo. A veces el se tomaba mucho tiempo para responder sus preguntas, como si la prisa fuera algo que los aldeanos no se habían molestado en inventar. “No, ninguno. Pero el abuelo de mi padre contaba historias sobre criaturas con armas extrañas y rostros como halcones, que cumplían la voluntad de los dioses. Tomaban forma humana, pero se movían de forma extraña.” “Así como insectos? Rápido y calmado?” Los ojos de Andrew se abrieron. “Son reales entonces? Los Sayshal?” “Sayshal? Oh. Nosotros los llamamos Especiales.” “Ellos destruyen todo el que rete a los dioses” Ella asintió. “Así es, esos son ellos.” “Y cuando alguien desaparece, a veces dicen que fueron los Sayshal que se lo llevaron.” “Llevárselo? A donde?” preguntó Tally. Ella se quedó en silencio, observando el camino en el bosque frente a ella. Si el bisabuelo de Andrew sabía de Circunstancias Especiales, entonces los de la ciudad sabían de los aldeanos desde hace décadas, probablemente más. Los científicos que explotaban a estas personas, lo habían hecho por mucho tiempo, y eran capaces traer Especiales para mantener su autoridad. Parecía que retar a los dioses era algo riesgoso. Caminaron por un día. Haciendo buen tiempo cruzando las colinas. Tally estaba empezando a reconocer las vías de los aldeanos sin la ayuda de Andrew, como si sus ojos estuvieran aprendiendo como ver mejor el bosque. Cuando cayó la noche, hallaron una cueva para acampar. Tally empezó a recolectar leña, pero se detuvo cuando vio que Andrew la observaba con expresión desconcertada. “Que sucede?” “Fuego? Los intrusos lo verán!” “Oh, claro, lo siento.” Ella suspiró, mientras se frotaba las manos para calentar sus dedos. “Así que, unas noches frías, por esto de la venganza, no? “Tener frío es mejor que estar muerto, Tally,” dijo él, luego se encogió los hombros “Además nuestro viaje no durará tanto. Llegaremos a la orilla del mundo mañana.” “Sí, claro” Durante la caminata del día, Tally no había convencido a Andrew acerca de su descripción del mundo: un planeta de

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alrededor de 40000 kilómetros, colgando en el vacío, con la gravedad haciendo que todos se adhieran a ella. Claro, desde su perspectiva, probablemente sonaba como una locura-Arrestaban a la gente por creer que el mundo era redondo, nos decían en la escuela-y usualmente el sacerdote hacía el arresto. Tally tomó dos paquetes de Albóndigas Suecas. “Al menos no necesitamos fuego para tener una comida caliente.” Andrew se acercó, viéndola llenar el purificador. El había estado masticando carne seca todo él decía, y estaba emocionado por comer algo de “Comida de los dioses.” Cuando el purificador sonó y Tally abrió la tapa, su barbilla cayó mientras observaba el vapor que salía de las Albóndigas Suecas. Ella se lo entregó a él. “Vamos. Tu primero.” Ella no tuvo que insistir. En la aldea los hombres siempre comían primero, y las mujeres y los niños obtenían las sobras. Tally era un dios, por supuesto, y algunas veces ellos la trataban como un hombre honorario, pero algunos hábitos son más fuertes que otros. Andrew tomó el purificador que ella le ofrecía y metió su mano para tomar una albóndiga. La sacó rápidamente con un quejido. “Hey, no te quemes,” dijo ella “Pero donde está el fuego?” él preguntó en un susurro, soplando sus dedos mientras sostenía el purificador con la otra mano, buscando una llama debajo. “Es electrónico……….un fuego muy pequeño. Estás seguro que no quieres intentar con los palillos chinos?” El trató sin éxito con los palillos por un rato, lo que permitió que las albóndigas suecas se enfriaran, entonces finalmente se lo comió con las manos. Una expresión de decepción cruzó por su rostro mientras masticaba. “Hmm,” “Qué sucede?” “Pensé que la comida de los dioses sería…..mejor, de alguna manera.” “Hey, esta es comida deshidratada de los dioses, Okey?” Tally comió luego que él terminó, pero su comida no le sabía bien luego del festín de la noche anterior. Ella recordó de sus días en el humo cuán mejor la comida sabía en el campo. Incluso los productos frescos nunca habían sido tan espectaculares cuando eran preparados por tanques hidropónicos. Y tuvo que estar de

acuerdo con Andrew-la comida deshidratada no era precisamente divina. El joven hombre santo se sorprendió cuando Tally no quiso dormir acurrucada con él-era invierno, después de todo. Ella le explicó que la privacidad era una cosa de los dioses-el no entendió-pero aún así protestó mientras ella se masticaba su píldora para limpiar los dientes y encontraba su propio rincón en la cueva para dormir, Era mitad de la noche cuando Tally se despertó casi congelada, arrepentida de su grosería. Después de un largo y silencioso momento de auto-recriminación, suspiró y se arrastró para acurrucarse a la espalda de Andrew. Él no era Zane, pero el calor de otra persona era mejor que yacer en el suelo de piedra temblando, triste y sola. Cuando se despertó al amanecer, olor a humo llenó la cueva. Transcrito por Sidonie Tally intentó gritar, pero una mano le tapaba la boca con firmeza. Tuvo el impulso de defenderse con los puños en la penumbra, pero el instinto le dijo que no lo hiciera, pues intuía que era Andrew quien le sujetaba. Lo olía. Después de dormir dos noches a su lado, reconocía su olor inconscientemente. Al ver que se relajaba, Andrew la soltó. “¿Qué pasa?” preguntó Tally. “Intrusos. Suficientes para hacer una hoguera.” Tally se quedó extrañada al oír aquel comentario, pero tras cavilar unos instantes asintió. Dada la enemistad que enfrentaba a unos y otros, solo una numerosa partida de hombres armados se atrevería a hacer una hoguera lejos de la protección de su pueblo. Tally olió el aire cargado de humo y detectó el olor a carne asada. Del exterior le llegó un ruido de voces estridentes en plena conversación. Debían de haber acampado después de que Tally y Andrew se acostaran, y ahora estarían preparando el desayuno. “¿Y qué hacemos?” “Tú quédate aquí. Yo voy a ver si pillo a uno solo.” “¿Que vas a hacer qué?” dijo Tally entre dientes. Andrew desenfundó el cuchillo de su padre. “Esta es mi oportunidad de

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ajustar una cuenta pendiente.” “¿Una cuenta pendiente?” susurró Tally. “¡Te matarán! Como tú mismo has dicho, deben de ser muchos.” Andrew frunció el ceño. “Solamente cogeré a uno que esté solo. No soy tonto.” “¡Olvídalo!” Tally lo agarró de la muñeca. Andrew intentó soltarse, pero su fuerza física no podía compararse con la potencia muscular de Tally después de la operación. Andrew la fulminó con la mirada. “Si peleamos, nos oirán,” le dijo en voz alta. “No me digas. ¡Chist!” “¡Suéltame!” exclamó él, alzando la voz de nuevo. Tally se dio cuenta de que Andrew no tendría reparo en gritar si le parecía necesario. El honor le obligaba a dar caza al enemigo, aunque con ello pusiera sus vidas en peligro. Naturalmente, lo más probable era que los intrusos no hicieran daño a Tally cuando vieran su hermoso rostro, pero a Andrew seguro que lo matarían si los cogían, lo que ocurriría si él no se callaba. Tally no tuvo más remedio que soltarle la muñeca. Andrew se volvió sin decir ni una sola palabra y salió de la cueva a gatas, cuchillo en mano. Tally se quedó sentada en la penumbra, atónita, reviviendo en su mente la pelea que acababan de tener. ¿Qué podría haber dicho para disuadirle? ¿Qué argumentos susurrados podrían contener una enemistad mortal de décadas? No había nada que hacer. Tal vez se tratara de algo más profundo. Tally recordó de nuevo su conversación con la doctora Cable, que afirmaba que los seres humanos siempre redescubrían la guerra y acababan convirtiéndose en oxidados, lo que lo hacía de ellos una plaga planetaria, supieran o no lo que era un planeta. ¿Y qué cura había para ello, salvo la operación? Quizás los especiales estuvieran en lo cierto. Tally se quedó agazapada en la cueva, abatida y muerta de sed y hambre. El pellejo donde Andrew transportaba el agua estaba vacío, y no podía hacer nada excepto esperar a que él volviera. A no ser que no volviera. ¿Cómo podía haberla dejado allí sin más? Claro que Andrew había tenido que dejar a su propio padre tirado en un arroyo de aguas frías, lesionado y condenado a una muerte segura. Probablemente, cualquiera quisiera venganza

después de pasar por un trance como aquel. Pero Andrew no iba en busca de los hombres que habían asesinado a su padre; simplemente iba a matar a un desconocido al azar… cualquiera valdría. No tenía ningún sentido. El olor a comida fue disipándose. Tally se arrastró hasta la entrada de la cueva, pero no oyó ningún ruido procedente del campamento de los intrusos, sólo el viento que mecía las hojas. Y entonces vio venir a alguien entre los árboles… Era Andrew. Iba cubierto de barro, como si se hubiera arrastrado por el fango hasta la cintura, pero el cuchillo que sujetaba con fuerza parecía limpio. Tally no vio rastros de sangre en sus manos. A medida que Andrew se acercaba, Tally observó con alivio que su rostro reflejaba decepción. “¿No ha habido suerte?” preguntó. Andrew negó con la cabeza. “Mi padre aún no ha sido vengado.” “Mala suerte. Pongámonos en marcha.” Andrew frunció el ceño. “¿Sin desayunar?” Tally puso mala cara. Hacía tan solo unos instantes, Andrew no pensaba más que en coger desprevenido a un desconocido cualquiera y matarlo, ahora tenía la expresión de un niño pequeño al que le hubieran quitado de las manos el helado que tantas ganas tenía de saborear. “No hay tiempo para desayunar,” respondió Tally, y se cargó la mochila a cuestas. “¿Por dónde se va al fin del mundo?” Caminaron en silencio hasta bien pasado el mediodía, cuando las tripas de Tally comenzaron a gruñir de tal modo que tuvieron que parar. La joven preparó VerdArroz para ambos, pues no le apetecía un plato con sabor a seudocarne. Andrew se comportó como un cachorro deseoso de agradar, animándose a intentar comer con palillos y haciendo bromas sobre su torpeza. Pero Tally se veía incapaz de sonreír. Seguía sintiéndose presa del frío que se le había metido en el cuerpo mientras Andrew estaba fuera buscando venganza. Naturalmente, no era del todo justo que estuviera disgustada con Andrew. Seguro que él no entendía la aversión de Tally a un asesinato arbitrario. El ciclo de la venganza había formado parte

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de su vida preoxidada desde pequeño, como dormir en una choza con veinte personas o talar árboles. No veía nada de malo en ello, del mismo modo que tampoco entendía por qué le daba asco a Tally la zanja que utilizaban como letrina. Tally era distinta de todos aquellos aldeanos, lo que demostraba que el ser humano había cambiado al menos hasta ese punto en el transcurso de la historia. Quizá hubiera esperanza después de todo. Pero no le apetecía mucho hablar de ello con Andrew, ni tampoco dedicarle siquiera una sonrisa. “¿Y qué hay más allá del fin del mundo?” preguntó finalmente. “Nada,” respondió Andrew, encogiéndose de hombros. “Algo habrá.” “Ahí se acaba el mundo.” “¿Has estado allí?” “Pues claro. Todos los muchachos van un año antes de hacerse hombres.” Tally frunció el ceño… otro club exclusivamente para chicos. “¿Y cómo es? ¿Es un río grande? ¿Una especie de acantilado?” Andrew negó con la cabeza. “No. Es como el bosque, como cualquier otro lugar. Pero no se puede seguir avanzando. Hay unos hombrecillos que te impiden pasar de allí.” “Con que unos hombrecillos, ¿eh?” Tally recordó un viejo mapa que había en la pared de la biblioteca de su colegio de imperfectos, con la leyenda << Tierra de dragones>> escrita con letras floreadas que ocupaban los espacios en blanco. Puede que aquel fin del mundo no fuera más que la frontera que tenían los aldeanos en su mapa mental del mundo y que les impedía ver más allá, como les ocurría con su necesidad de venganza. “Pues yo si que pasaré.” Andrew volvió a encogerse de hombros. “Tú eres un dios.” “Sí, así es. ¿A cuánto estamos de allí?” Andrew alzó la vista hacia el sol. “Llegaremos antes de que anochezca.” “Bien.” Tally no quería pasar otra fría noche acurrucada junto a Andrew Simpson Smith si podía evitarlo.

En las siguientes horas no vieron más indicios de intrusos, pero el silencio se había instalado entre ellos como un acompañante más del viaje. Incluso después de que Tally decidiera que ya no estaba enfadada con Andrew, estuvo caminando durante kilómetros y kilómetros sin pronunciar una sola palabra. Andrew parecía abatido por su silencio, o quizá seguía deprimido por no haber logrado vengar a su padre aquella mañana. Un mal día de principio a fin. A última hora de la tarde, cuando las sombras que proyectaban sus cuerpos habían comenzado a verse más alargadas, Andrew le dijo: “Ya estamos cerca.” Tally se detuvo para tomar agua mientras escudriñaban el horizonte. Lo que tenía delante no le parecía distinto a cualquier otra zona del bosque que hubiera visto hasta entonces. Quizás los árboles eran un poco más delgados, y los claros más extensos y casi desprovistos de hierba a causa del frío cada vez más intenso del invierno. Pero desde luego aquel lugar no se correspondía con la idea que podía tener cualquiera del fin del mundo. Andrew aminoró el paso a medida que avanzaban, como si buscara señales entre los árboles. De vez en cuando miraba los montes que se extendían a lo lejos, para localizar puntos de referencia en el horizonte. Finalmente se detuvo y se quedó mirando el bosque con los ojos muy abiertos. Tally enfocó entonces la vista y vio algo colgando de un árbol. Parecía un muñeco, un monigote hecho de ramitas y flores secas del tamaño de un puño que se mecía con el viento, como una personilla danzante. A lo lejos vio más figuras como aquella. Tally no pudo menos que sonreír. “¿Así que estos son los hombrecillos?” “Sí.” “¿Y este es tu fin del mundo?” Para ella era más de lo mismo, una extensión de densa maleza y árboles llena de aves que graznaban. “No es mío, es el fin del mundo sin más. Nadie ha pasado nunca de aquí.” “Ya, claro.” Tally sacudió la cabeza. Probablemente aquellos muñecos delimitaran el territorio de la tribu que poblaba la zona

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colindante. Tally reparó en un pájaro que había cerca de uno de ellos y que lo miraba con curiosidad, preguntándose seguramente si sería comestible. La joven suspiró y se colocó bien la mochila en el hombro antes de echarse a andar con aire resuelto hacia el siguiente muñeco. Andrew no la siguió, pero lo haría en cuanto viera refutadas sus supersticiones. Tally recordaba que siglos atrás los marineros tenían miedo de adentrarse en el mar, porque pensaban que tarde o temprano caerían por el borde del océano. Hasta que alguien lo intentó y resultó que allende los mares había más continentes. Por otro lado, quizá fuera mejor que Andrew no la siguiera. Lo último que necesitaba era un compañero de viaje empeñado en vengar a su padre a toda costa. No cabía duda de que los que vivían más allá del fin del mundo no habían tenido nada que ver con su muerte, pero a Andrew le vendría tan bien un intruso como otro. A medida que avanzaba, Tally vio más muñecos. Cada pocos metros había uno colgado que señalaba algún tipo de frontera, a modo de adornos deformes para una fiesta al aire libre. Se fijó en que sus cabezas estaban inclinadas en ángulos curiosos, pues todos ellos pendían del cuello, con un cordel de bramante basto alrededor. Tally entendió que aquellos hombrecillos les parecieran espeluznantes a los aldeanos, y un lento escalofrío le recorrió la espalda… El cosquilleo pasó entonces a su espalda. Al principio, Tally creía que se le había dormido el brazo, pues sentía un hormigueo que le bajaba desde el hombro hasta la mano. Se colocó bien la mochila, tratando de reactivar la circulación, pero el cosquilleo persistía. A los pocos pasos oyó un zumbido que parecía proceder de la propia tierra, con un tono tan grave que lo sintió en los huesos. El ruido le atravesó la piel y el mundo tembló a su alrededor. La vista se le nubló, como si sus ojos vibraran en solidaridad con el sonido. Tally dio otro paso al frente y el zumbido cobró intensidad, como si de repente tuviera en enjambre de insectos en la cabeza. Allí pasaba algo muy raro.

Tally intentó dar media vuelta, pero sintió como si los músculos se le hubieran derretido. De repente notó la mochila llena de piedras, y el suelo hecho papilla bajo sus pies. Logró retroceder un paso tambaleándose, y el sonido perdió intensidad a medida que se retiraba. Al alzar una mano a la altura de su rostro la vio temblar; tal vez le hubiera vuelto la fiebre. ¿O sería aquel lugar? Tally alargó aún más el brazo y notó que las vibraciones se incrementaban en la yema de sus dedos, produciéndose un picor como el de una quemadura de sol mal curada. El propio aire zumbaba, con un sonido que aumentaba de intensidad cuanto más acercaba la mano a los muñecos. Sentía como si aquellas figuras repelieran su piel. Apretando los dientes, dio un desafiante paso adelante, pero el zumbido le retumbó en la cabeza, nublándole la vista de nuevo. La garganta se le cerró al intentar tomar aire, como si el ambiente estuviera demasiado electrificado. Tally se alejó de los muñecos con paso tambaleante y cayó al suelo de rodillas una vez que el sonido se hubo atenuado. Aún sentía un cosquilleo en la piel, como si tuviera una plaga de hormigas bajo la ropa. Intentó moverse, pero el cuerpo no le respondió. Entonces olió de nuevo a Andrew. Sus fuertes manos la levantaron del duelo, y a medida que la alejaba de la línea de muñecos, medio a cuestas medio a rastras, el cúmulo de sensaciones fue perdiendo intensidad. Tally sacudió la cabeza, tratando de ahuyentar las vibraciones que retumbaban en su interior. El cuerpo entero le temblaba. “Ese zumbido, Andrew… Siento como si me hubiera tragado una colmena.” Andrew asintió. “Ya. Un zumbido como de abejas,” dijo Andrew mirándose las manos. “¿Por qué no me lo advertiste?” le preguntó. “Pero si ya lo hice. Te conté lo de los hombrecillos. Te dije que no podrías pasar.” Tally frunció el ceño.

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“Podrías haber sido más explícito.” Andrew puso mala cara y se encogió de hombros. “Es el fin del mundo. Siempre ha sido así. ¿Cómo es que no lo sabías?” Tally dejó escapar un gruñido de frustración y suspiró. Levantando la mirada hacia la figurilla que tenía más cerca, reparó finalmente en un detalle que antes se le había escapado por alto. Aunque parecía estar hecha de ramitas y flores secas, es decir, de materiales naturales, no presentaban signos de deterioro. Todos los muñecos que Tally tenía a la vista parecían nuevos, no como objetos hechos a mano que hubieran estado colgados durante días bajo una lluvia torrencial. A menos que alguien los hubiera cambiado uno a uno desde los aguaceros, todos ellos estaban hechos de algo más resistente que un puñado de ramitas. De algo como el plástico, por ejemplo. Y en su interior llevaban algo mucho más sofisticado, un sistema de seguridad lo bastante potente para paralizar a un ser humano, pero lo bastante ingenioso para no dañar las aves ni los árboles. Algo que atacaba el sistema nervioso humano, trazando una frontera infranqueable en torno al mundo de los aldeanos. Tally entendió entonces la razón por la que los especiales les permitían existir. No se trataba simplemente de un puñado de personas que vivían en plena naturaleza; aquella gente formaba parte del proyecto antropológico de alguien. Aquello era… ¿cómo lo habían llamado los oxidados? Era una reserva. Y Tally estaba atrapada en su interior. tto oo Transcrito por Sidonie “¿No tenéis ningún camino que cruce al otro lado?” preguntó Andrew finalmente. Tally negó con la cabeza entre suspiros, mientras un cosquilleo le recorría los dedos estirados, como le había ocurrido en todos los puntos del bosque por donde había tratado de seguir avanzando desde hacía una hora. La barrera de muñecos se extendía de forma ininterrumpida hasta donde se perdía su vista, y todos ellos parecían funcionar a la perfección. Al apartarse del fin del mundo,

el hormigueo que sentía en las manos disminuyó. Tras lo que había experimentado en su primer intento de traspasar aquella frontera, Tally cejaba en su empeño en cuanto sentía aquel cosquilleo –con una vez bastaba–, pero estaba convencida de que los otros muñecos tenían la misma potencia que el que la había obligado a hincarse de rodillas en el suelo. Las máquinas de la ciudad podían durar mucho tiempo, y los árboles acumulaban energía solar de sobra. “No. No hay otro camino.” “Yo creía que sí lo había” dijo Andrew. “Pareces decepcionado.” “Confiaba en que pudieras enseñarme… lo que hay más allá.” Tally frunció el ceño. “Pensaba que no me creías cuando te decía que había algo más allá.” Andrew sacudió la cabeza enérgicamente. “Te creo, Tally. Bueno, lo del vacío sin aire y la gravedad no, pero debe de haber algo más allá. La ciudad donde vives debe ser real.” “Donde vivía” le corrigió ella, alargando los dedos de nuevo. Enseguida notó en ellos un cosquilleo increíble, como si hubiera estado sentada encima de su mano una hora o más. Tally retrocedió, frotándose el brazo. No tenía la menor idea de la tecnología que utilizaba la barrera, pero seguir intentando traspasarla no debía de ser muy recomendable para la salud. No tenía mucho sentido arriesgarse a sufrir un daño irreparable en el sistema nervioso. Tally miró a los muñecos colgados que parecían mofarse de ella mientras danzaban mecidos por la brisa. Estaba atrapada allí dentro, en el mundo de Andrew. Recordó todas las travesuras que había hecho en sus días de imperfecta, como salir a escondidas de su residencia para cruzar el río por la noche y colarse en una fiesta de la mansión de Peris, después de que este se hubiera convertido en perfecto. Pero sus habilidades de perfecta no tenían por qué funcionar allí fuera. Por la conversación que había mantenido con la doctora Cable, sabía que las fronteras de la ciudad eran fáciles de burlar. La seguridad estaba concebida para estimular la creatividad de los

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imperfectos, no para acabar con el sistema nervioso de un posible intruso. Sin embargo, aquella barrera había sido creada para mantener a los peligrosos preoxidados lejos de la ciudad y proteger a los campistas, los excursionistas o a cualquier otra persona que vagara por el bosque. No parecía que aquellos muñecos fueran a sucumbir a los toques que Tally pudiera darles con la punta de su cuchillo. El hecho de pensar en las travesuras que había hecho siendo imperfecta la llevó a echar mano de la honda que tenía en el bolsillo trasero. No parecía muy probable que con ello pudiera burlar la seguridad que protegía la frontera del fin del mundo, pero tal vez mereciera la pena intentar una aproximación directa. Tally encontró una piedra lisa y plana y la colocó en la honda; al tirar del trozo de cuero, este crujió. Luego la soltó y la piedra salió disparada, pero se desvió aproximadamente un metro del muñeco más cercano. “Supongo que me falta un poco de práctica.” “¡Young Blood!” exclamó Andrew. “¿Es eso sensato?” Tally sonrió. “¿Acaso tienes miedo de que rompa el mundo?” “Se dice que los dioses han puesto a esos hombrecillos ahí para señalar la frontera del olvido.” “Sí, bueno. Supongo que son más bien como las señales de ‘Pasar’ y ‘No pasar’… para que no os mováis de aquí. El mundo sigue más allá, créeme. Esto no es más que un ardid para impedir que lo sepáis.” Andrew apartó la mirada, y Tally pensó que iba a seguir discutiendo con ella, pero en lugar de ello se arrodilló y cogió una piedra del suelo del tamaño de su puño. Luego echó el brazo hacia atrás, apuntó y la lanzó. En cuanto la piedra salió disparada de su mano, Tally vio que daría justo en el blanco. Al impactaren el muñeco más cercano, este comenzó a dar vueltas, haciendo que el cordel se tensara alrededor de su cuello; luego la figurilla giró hacia el otro lado, desenrollándose como un tapón. “Eso ha sido muy valiente por tu parte” comentó Tally. Andrew se encogió de hombros.

“Como ya te he dicho, Young Blood, creo en lo que dices. Puede que esto no sea realmente el fin del mundo. Si eso es cierto, quiero ver lo que hay más allá.” “Bien hecho.” Tally dio un paso al frente y estiró una mano. No había cambiado nada; sus dedos zumbaron con la energía latente que había en el aire y un hormigueo le subió por el brazo hasta que lo retiró. Claro. Todo sistema diseñado para aguantar en la intemperie durante décadas, sobreviviendo a las granizadas, a los animales hambrientos y a los rayos, podría resistir probablemente el impacto de unas cuantas piedras. “Esos hombrecillos siguen haciendo su función.” Tally se frotó los dedos para reactivar la circulación de la sangre. “No sé cómo se puede traspasar esta frontera, Andrew. Pero el intento ha estado bien.” Andrew estaba mirándose la mano vacía, como si estuviera un tanto sorprendido consigo mismo por desafiar la obra de los dioses. “Es raro querer traspasar el fin del mundo, ¿no?” Tally se echó a reír. “Bienvenido a mi vida. Aunque siento haberte hecho venir hasta aquí para nada.” “No, Tally. Ha estado bien verlo.” Tally trató de interpretar la expresión de su rostro, que reflejaba una mezcla de intensidad y desconcierto. “¿Ver qué? ¿Cómo resulta seriamente dañado mi sistema nervioso?” Andrew negó con la cabeza. “No. Tu honda.” “¿Cómo dices?” “Cuando vine aquí de niño, sentí los hombrecillos arrastrándose dentro de mí y me entraron ganas de volver a casa corriendo.” Andrew la miró, aún perplejo. “Tu reacción, en cambio, ha sido la de tirarles una piedra. Ignoras muchas cosas que hasta un niño sabe, pero tienes una idea muy clara de cómo es este… ‘planeta’. Actúas como si…” Su voz se fue apagando, como si el conocimiento que tuviera del lenguaje de la ciudad se le quedara corto.

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“¿Cómo si viera el mundo de un modo distinto?” “Sí,” respondió Andrew en voz baja, con una mirada más intensa aún que antes. Lo más probable, pensó Tally, era que Andrew nunca se le hubiera pasado por la cabeza hasta aquel momento que la gente pudiera ver la realidad de formas completamente distintas. Entre sobrevivir a los ataques de los intrusos y conseguir la comida que necesitaban para subsistir, a los aldeanos no debía de quedarles mucho tiempo para discusiones filosóficas. “Eso es lo que pasa cuando uno sale de la reserva,” dijo Tally. “Quiero decir, cuando uno va más allá del fin del mundo. Y hablando de eso, ¿estás seguro de que vayamos a donde vayamos nos encontraremos con esos hombrecillos?” Andrew asintió. “Mi padre me explicó que el mundo era un círculo, y que había siete días de camino a pie de punta a punta. Este es el límite más cercano a nuestro poblado. Pero mi padre recorrió en una ocasión todo el perímetro del mundo.” “Interesante, ¿Crees que buscaba una salida?” Andrew frunció el ceño. “Nunca me lo dijo.” “Bueno, me imagino que no consiguió encontrar ninguna. ¿Y cómo voy a salir de este mundo vuestro y llegar a las Ruinas Oxidadas? Andrew se quedó en silencio un rato, pero Tally vio que estaba pensando, tomándose su tiempo mientras cavilaba sobre la pregunta que le había hecho. “Tendrás que esperar al próximo día santo,” respondió finalmente. “¿Al próximo qué?” “Los días santos señalan las visitas de los dioses. Y siempre vienen en aerovehículos.” “Ah, ¿sí?” Tally suspiró. “No sé si a estas alturas ya te lo habrás imaginado, pero en teoría yo no debería estar aquí. Si los dioses mayores me ven, estoy acabada.” Andrew se echó a reír. “¿Crees que soy tonto, Tally Young Blood? Por la historia que contaste de la torre, deduzco que te han expulsado.” “¿Expulsado?” “Sí, Young Blood. Por eso llevas esa marca,” dijo Andrew, rozándole la

ceja izquierda. “¿Marca? Ah, vale…” Por primera vez desde que estaba allí, Tally se acordó del tatuaje flash que lucía en la frente. “¿Así que crees que esto tiene algún significado?” Andrew se mordió el labio, bajando la vista del rostro de Tally al suelo. “Seguro del todo no lo estoy. Mi padre nunca me enseñó esas cosas. Pero en mi pueblo solo marcamos a aquellos que han robado.” “Ya. Pero pensabas que, fuera por lo que fuera, me habían… marcado, ¿no?” Andrew volvió a alzar la vista avergonzado, y Tally puso los ojos en blanco. No era de extrañar que su presencia hubiera confundido tanto a los aldeanos; al verla, debieron de pensar que el tatuaje flash era una especie de signo deshonroso. “Pues no es más que una moda. A ver, te lo explicaré de otro modo. Es algo que mis amigos y yo hicimos por diversión. ¿No te has fijado que a veces se mueve?” “Sí. Cuando te enfadas, y también cuando sonríes, o cuando te quedas pensativa.” “Exacto. Pues a eso se le llama ser ‘chispeante’. El caso es que me he escapado. No me han expulsado.” “Y querrán llevarte de vuelta a casa, claro. Pues verás, los dioses cuando vienen dejan sus aerovehículos y van andando al bosque…” Tally pestañeó antes de que una sonrisa iluminara su rostro. “¿Y tú me ayudarías a robar a los dioses mayores?” Andrew se limitó a encogerse de hombros. “¿No se enfadarán contigo?” Andrew suspiró y se acarició la mandíbula lampiña mientras reflexionaba sobre ello. “Debemos tener cuidado. Pero me he dado cuenta de que los dioses no son… perfectos. Al fin y al cabo, tú lograste escapar de la torre.” “Vaya, vaya, dioses imperfectos.” Tally dejó escapar una risita. “¿Qué diría tu padre, Andrew?” “No estoy seguro,” respondió él, negando con la cabeza. “Pero no está aquí. Ahora soy yo el sacerdote.” Aquella noche acamparon cerca de la barrera de los hombrecillos. Según Andrew, era poco probable que alguien, fuera intruso o no, se aventurara a acercarse hasta allí de noche. Aquel era un lugar que infundía pavor a causa de la superstición; además, a nadie le

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atraía la idea de acabar con el cerebro fundido por levantarse para hacer pis en plena noche y meterse donde no debía. A la mañana siguiente emprendieron el camino de vuelta al poblado de Andrew, dando un rodeo para evitar pasar por las tierras de caza de los intrusos. El trayecto duró tres días, en el transcurso de los cuales Andrew hizo gala de su conocimiento del bosque, mezclando su sabiduría de aldeano con los conocimientos científicos que había adquirido de los dioses. Entendía el ciclo del agua y tenía nociones sobre el funcionamiento de la cadena alimenticia, pero después de un día de discusión sobre la gravedad, Tally se dio por vencida. Llegaron a las proximidades del poblado cuando aún faltaba casi una semana para el siguiente día santo. Tally pidió a Andrew que le buscara una cueva donde esconderse, una que estuviera cerca del claro donde los dioses aparcaran sus aerovehículos. Había decidido quedarse donde no la vieran. Si ninguno de los aldeanos sabía que había vuelto, no podrían delatarla a los dioses mayores. Y tampoco quería que culparan a nadie de esconder a un fugitivo. Andrew se dirigió de vuelta a casa, donde tenía pensado contar cómo había traspasado Young Blood la frontera del fin del mundo. Al parecer, los aldeanos sabían mentir… al menos los sacerdotes. Y su historia sería cierta en cuanto Tally pudiera hacerse con un aerovehículos. No era una conducta experimentada, pero había hecho el mismo curso de seguridad que hacían todos los imperfectos a los quince años, en el que enseñaban a volar recto, a nivelar el aparato y a aterrizar en caso de emergencia. Tally sabía que algunos imperfectos se pasaban el día volando como una travesura más de las suyas, y decían que era fácil. Claro que lo único que robaban eran vehículos a prueba de tontos que volaban sobre la reja metálica de la ciudad. Sin embargo, no podía ser mucho más difícil que ir en aerotablas, ¿no? Durante los días de espera en la cueva, Tally no podía dejar de pensar en cómo estarían los demás rebeldes. Mientras había tenido que preocuparse por su propia supervivencia, no le había costado olvidarse de ellos. Pero ahora que se pasaba el día sin tener otra cosa que hacer más que mirar el cielo, Tally veía cómo

aquella preocupación la sacaba poco a poco de quicio. ¿Habrían escapado los rebeldes de la persecución de los especiales? ¿Habrían encontrado ya a los habitantes del Nuevo Humo? Y, lo más importante, ¿cómo estaría Zane? Solo esperaba que Maddy hubiera podido curar sus dolencias. Tally recordó los últimos minutos que habían pasado juntos antes de que Zane saltara del globo… las últimas palabras que él le había dicho. En su maltrecha memoria no conservaba ningún recuerdo como aquel. Las palabras de Zane la habían hecho sentir mucho mejor que cualquier travesura o sensación chispeante de su vida, como si el mundo hubiera cambiado para siempre. Y ahora ni siquiera sabía si Zane seguía con vida. Su estado de ánimo empeoraba al pensar que Zane y los otros rebeldes debían de estar igual de preocupados por ella, preguntándose si la habrían capturado o se habría matado en la caída. Habrían esperado verla en las Ruinas Oxidadas hacía al menos una semana, y a aquellas alturas seguro que pensaban lo peor. ¿Cuánto tiempo pasaría antes de que Zane se rindiera y la diera por muerta? ¿Y si nunca lograba salir de la reserva? Nadie tenía una fe que durara eternamente. Cuando no se atormentaba con aquellos pensamientos, se dedicaba a hacerse preguntas sobre el limitado mundo de Andrew. ¿Cómo habría aparecido? ¿Por qué permitirían a los aldeanos vivir allí, cuando el Humo había sido destruido sin piedad? Tal vez se debiera al hecho de que los aldeanos estaban atrapados, con sus creencias en antiguas leyendas y su sed de venganza desde tiempos inmemoriales, mientras que los habitantes del Humo sabían la verdad acerca de las ciudades y la operación. Pero ¿qué sentido tenía mantener viva una cultura salvaje, cuando el objetivo primordial de la civilización era precisamente frenar las tendencias violentas y destructivas de los seres humanos? Andrew la visitaba todos los días, y le llevaba frutos secos y tubérculos con los que acompañar su comida de dioses deshidratada. Asimismo, insistió en ofrecerle tiras de carne seca hasta que Tally se dignó a probarla. Su sabor se correspondía

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con su aspecto, tan saldado como un alga y tan duro como un zapato viejo, pero Tally aceptaba con gratitud todo lo demás. A cambio le contaba historias del lugar de donde venía, sobre todo aquellas que mostraban que en la ciudad de los dioses no todo era de una perfección divina. Le habló de los imperfectos y de la operación, y le reveló que la belleza de los dioses no era más que un mero truco tecnológico. A Andrew se le escapaba la diferencia entre magia y tecnología, pero aún así la escuchaba con atención. Había heredado un sano escepticismo de su padre, cuyas experiencias con los dioses, al parecer, no siempre habían inspirado al viejo sacerdote todo el respeto que merecían. Sin embargo, Andrew podía ser una compañía de lo más frustrante. A veces hacía reflexiones muy perspicaces, pero otras veces tenía una mente tan obtusa como cabía esperar de alguien que creía que el mundo era plano, sobre todo en lo referente a la supremacía masculina, un tema especialmente irritante para Tally. Ella sabía que tenía que ser más comprensiva, pero no estaba dispuesta a dejarle pasar ni una; nacer en una cultura que daba por sentado que las mujeres eran criadas de los hombres no parecía que casara con el plan. A fin de cuentas, Tally le había vuelto la espalda a todo lo que le habían hecho anhelar desde pequeña: una vida sin esfuerzo, una belleza perfecta y una mentalidad de perfecta. Así pues, le parecía que Andrew podía aprender a asar sus propios pollos. Puede que las barreras que rodeaban el mundo de perfección de Tally no fueran tan visibles como los hombrecillos que pendían de los árboles, pero resultaban igual de infranqueables. Tally recordó cómo se había acobardado Peris al asomarse desde el globo y ver la naturaleza que se extendía a sus pies, y cómo se había mostrado reacio a saltar y dejar atrás todo lo que conocía. Todo el mundo estaba condicionado por el lugar donde nacía, confinado por sus propias creencias, pero al menos había que intentar que la mente se desarrollara más allá de dichos límites. De lo contrario, era como si uno viviera en una reserva, adorando a un puñado de falsos dioses. Llegaron al amanecer, tal como estaba previsto. Desde lo alto le llegó el estruendo de dos vehículos… de los que utilizaban los especiales, cada uno con cuatro hélices elevadoras

que permitían propulsar el aparato en el aire. Era una manera ruidosa de viajar, y el viento que generaba sacudía los árboles como en una tormenta. Desde la entrada de la cueva, Tally vio una enorme nube de polvo que se elevaba desde la zona de aterrizaje, y luego oyó el gemido de los rotores convertido en una profusión de reclamos asustados. Tras casi dos semanas de sonidos naturales, el estrépito de los potentes motores le resultaba extraño, como si fueran máquinas de otro mundo. Tally se acercó con sigilo al claro con la luz del alba, moviéndose en un silencio absoluto. Tras haber recorrido aquel mismo camino cada mañana a modo de ensayo, había acabado familiarizándose con cada árbol que había a lo largo del trayecto. Por una vez, los dioses mayores iban a enfrentarse a alguien que conocía todos sus trucos, y que tenía los suyos propios. Al llegar al borde del claro, se detuvo al abrigo de los árboles para observar la situación. Cuatro perfectos medianos estaban descargando el contenido de los vehículos, sacando utensilios para excavar, aerocámaras y jaulas para especímenes y metiéndolo todo en carros. Los científicos parecían campistas vestidos con ropa de abrigo gruesa, prismáticos colgados del cuello y cantimploras sujetas a los cinturones. Andrew le había dicho que nunca se quedaban más de un día, pero parecían estar preparados para pasar semanas en plena naturaleza. Tally se preguntó cuál de ellos sería el doctor. Andrew trabajaba entre los cuatros perfectos, echándoles una mano como correspondía a un sacerdote servicial. Cuando los carros estuvieron cargados con todo el material, los científicos y él los empujaron en dirección al bosque, dejando a Tally sola con los aerovehículos. Tally se cargó la mochila a los hombros y se acercó al claro con cautela. Aquella era la parte más peliaguda del plan. Tally ignoraba qué tipo de sistema de seguridad llevarían a bordo los aerovehículos. Confiaba en que a los científicos no se les hubiera ocurrido activar más que las opciones de protección a prueba de niños, es decir, los códigos más sencillos que impedían que un crío se pusiera a los mandos y se fuera volando. Seguro que los científicos no suponían que los aldeanos pudieran saber los mismos trucos que una joven de ciudad como Tally.

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A menos que les hubieran avisado de la presencia de fugitivos en la zona… Pensar aquello era absurdo, naturalmente. Nadie sabía que Tally estaba allí tirada sin tabla, y desde la noche que había salido de la ciudad no había visto ningún aerovehículos. Si los especiales andaban buscándola, desde luego no lo hacían por allí. Tally llegó hasta uno de los aerovehículos y asomó la cabeza por la puerta abierta de la zona de carga; en su interior no vio más que pedazos de espuma de embalaje moviéndose de un sitio a otro con la suave brisa. Unos pasos más allá estaba la ventanilla de la cabina del pasajero, también vacía. En el momento en que se disponía a abrir la portezuela de la cabina, una voz de hombre le llamó la atención a su espalda. Tally se quedó petrificada. Después de pasar dos semanas durmiendo a la intemperie, llevaba la ropa sucia y andrajosa, así que desde lejos podía pasar por alguien del poblado. Pero en cuanto se diera la vuelta, su rostro de perfecta la delataría. El hombre le llamó la atención de nuevo en el idioma de los aldeanos, pero la entonación de su voz rasposa dejaba ver un aire de autoridad propio de un perfecto mayor. Tally oyó un sonido de pasos que se acercaban cada vez más. ¿Debía meterse de golpe en el aerovehículos e intentar escapar? La voz del hombre fue apagándose a medida que se acercaba a ella. Se había fijado en la ropa de ciudad que llevaba bajo la capa de mugre que la cubría. Tally se dio la vuelta. El hombre iba equipado como los demás, con prismáticos y una cantimplora. Su rostro de perfecto mayor no podía reflejar más sorpresa. Habría salido del otro aerovehículos y se habría quedado un poco más rezagado que el resto; por eso la había pillado. “¡Santo cielo!” exclamó, cambiando de idioma. “Pero ¿qué haces tú aquí?” Tally pestañeó en silencio durante un instante, mientras su rostro de imperfecta adoptaba una expresión ausente. “Íbamos en un globo.” “¿Un globo?” “Tuvimos un accidente. Pero no recuerdo exactamente…”

Al dar un paso adelante para acercarse a ella, el hombre arrugó la nariz. Puede que Tally tuviera el aspecto de una perfecta, pero olía como una salvaje. “Creo que vi algo en las noticias de unos globos que tuvieron problemas, pero ¡eso fue hace un par de semanas! No es posible que hayas estado aquí todo ese…” El hombre miró la ropa hecha jirones de Tally y volvió a arrugar la nariz. “Aunque supongo que así ha sido.” Tally negó con la cabeza. “No sé cuánto tiempo llevo aquí.” “Pobrecita.” Tras superar su sorpresa inicial, al perfecto mayor le embargó la preocupación. “Ahora estás a salvo. Soy el doctor Valen.” Tally sonrió como una buena perfecta, al comprender que aquel debía de ser el doctor. Al fin y al cabo, seguro que un simple ornitólogo no conocería el idioma de los aldeanos. Aquel era el hombre que estaba al mando. “Me da la sensación de llevar siglos escondida,” dijo. “Con todos estos locos que hay aquí fuera.” “Sí, pueden ser realmente peligrosos.” El hombre sacudió la cabeza, como si no pudiera creer que una joven perfecta de ciudad hubiera sobrevivido allí durante tanto tiempo. “Tienes suerte de haber podido mantenerte alejada de ellos.” “¿Quiénes son?” “Son… parte de un estudio muy importante.” “¿Un estudio? ¿De qué?” El hombre se rió entre dientes. “La respuesta a esa pregunta es muy complicada. Debería informar a alguien de que te hemos encontrado. Seguro que todo el mundo está deseando saber que estás bien. ¿Cómo te llamas?” “Pero ¿qué estudian aquí?” El doctor Valen pestañeó, perplejo ante el hecho de que una nueva perfecta hiciera preguntas sin parar en lugar de pedir que la llevasen a casa de inmediato. “Bueno, estamos buscando ciertos fundamentos de la… naturaleza humana.” “Claro. Como la violencia, ¿no? La venganza.” El hombre frunció el ceño. “Sí, en cierto modo sí. Pero ¿cómo…?”

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“Era lo que imaginaba.” De repente Tally lo veía todo muy claro. “Como están estudiando la violencia, necesitan un grupo de personas violentas y brutales, ¿no es así? ¿Es usted antropólogo?” La confusión seguía instalada en el rostro del hombre. “Sí, pero también soy médico. ¿Seguro que te encuentras bien?” De repente, Tally reparó en una cosa. “¿Un médico de la cabeza?” “De hecho, los llamamos neurólogos.” El doctor Valen se giró con cautela hacia la puerta del aerovehículos. “Pero antes de seguir charlando creo que debería avisar de que te hemos encontrado. No me he quedado con tu nombre.” “No se lo he dicho.” El doctor se paró en seco ante el tono en que respondió Tally. “No toque esa puerta,” le ordenó ella. El hombre se volvió hacia ella de nuevo, perdiendo por momentos su compostura de perfecto mayor. “Pero tú eres…” “¿Una perfecta? Piénselo bien,” dijo Tally sonriendo. “Soy Tally Youngblood. Mi mente es muy imperfecta. Y voy a llevarme su vehículo. Al doctor le daban miedo los salvajes, al parecer, incluso los de aspecto hermoso. Se dejó encerrar en el contenedor de carga de uno de los aerovehículos sin oponer resistencia, y entregó los códigos de despegue del otro. Tally podría haber burlado el sistema de seguridad por sí sola, pero su ayuda le permitió ganar tiempo. Y la expresión del rostro del doctor Valen mientras le daba los códigos era digna de ver. Él estaba acostumbrado a tratar con los aldeanos valiéndose del respeto reverencial que infundía su condición divina, pero le bastó ver de refilón el cuchillo con el que le amenazaba Tally para saber quién mandaba allí. El hombre contestó unas cuantas preguntas más de Tally, hasta que a la joven no le quedaron dudas sobre lo que se hacía en aquella reserva. Aquel era el lugar donde se había desarrollado la operación, pues de allí se habían sacado los primeros sujetos con los que se había puesto a prueba. El objetivo de las lesiones cerebrales era inhibir la violencia y el conflicto, así pues, ¿qué

mejor que experimentar con humanos enzarzados en una enemistad mortal interminable? Como adversarios rabiosos encerrados en una misma sala, las tribus atrapadas dentro del recinto cercado de hombrecillos mostrarían todo aquello que uno quisiera saber sobre los orígenes de la violencia en el comportamiento humano. Tally movió la cabeza de un lado a otro. Pobre Andrew. Todo su mundo era un experimento, y su padre había muerto en un conflicto que no significaba absolutamente nada. Una vez dentro del aerovehículos, Tally se tomó su tiempo para familiarizarse con los mandos antes de despegar. El aparato parecía tener un funcionamiento similar al de un vehículo de ciudad, pero no debía olvidar que no se trataba de un vehículo a prueba de tontos, por lo que se lanzaría directamente contra una montaña si recibía dicha orden. Así pues, tendría que ir con cuidado al pasar por las altas agujas de las ruinas. Lo primero que hizo Tally fue cargarse el sistema de comunicación para evitar que el vehículo informara a las autoridades de la ciudad de su paradero. “¡Tally!” Sobresaltada por aquel grito, miró por las ventanillas frontales, pero no vio más que a Andrew, que estaba solo. Tally salió por la puerta del piloto e, indicándole con un gesto que guardara silencio, señaló hacia el otro vehículo. “He encerrado al doctor ahí dentro,” dijo entre dientes. “No dejes que te oiga. ¿Qué haces aquí?” Andrew miró el otro vehículo con los ojos desorbitados ante la idea de que allí dentro hubiera un dios encerrado. “Me han enviado para ver dónde estaba el doctor,” susurró. “Ha dicho que vendría detrás de nosotros.” “Pues no se va a mover de aquí. Y yo estoy a punto de irme.” Andrew asintió. “Entendido, Young Blood. Adiós.” “Adiós. No olvidaré todo lo que has hecho por mí,” dijo Tally con una sonrisa en los labios. Andrew se la quedó mirando con aquella expresión de sobrecogimiento que inspiraban los perfectos. “Yo tampoco te olvidaré.” “No me mires así.” “¿Cómo, Tally?” “Como si fuera un… dios. Solo somos humanos, Andrew.” Él asintió lentamente,

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bajando la vista al suelo. “Lo sé.” “Humanos que distan mucho de ser perfectos. De hecho, algunos de nosotros somos peor de lo que podrías llegar a imaginar. Llevamos mucho tiempo haciéndole cosas horribles a tu gente. Os hemos utilizado.” “¿Y qué podemos hacer?” preguntó Andrew, encogiéndose de hombros. “Vosotros sois muy poderosos.” “Sí, es cierto.” Tally negó con la cabeza. “Pero sigue intentando traspasar la barrera de los hombrecillos. El mundo real es enorme. Quizás consigas llegar lo bastante lejos para que los especiales dejen de buscarte. Y yo intentaré…” Tally no acabó de expresar la promesa. ¿Qué era lo que intentaría hacer? En el rostro de Andrew se dibujó una sonrisa. “Ahora estás chispeante,” le dijo, tocándole el tatuaje flash. Tally asintió tragando saliva. “Te esperaremos, Young Blood.” Tally pestañeó y lo abrazó sin decir nada. Luego volvió a meterse en el aerovehículos y encendió los rotores. A medida que el zumbido de los motores iba en aumento, observó cómo los pájaros salían desperdigados del claro, aterrorizados por el estruendo que generaba la máquina de los dioses. Andrew se apartó de ella. En cuanto Tally rozó los mandos, el aparato se elevó con una potencia que hizo vibrar todo su cuerpo. El movimiento de los rotores sacudió la copa de los árboles que había alrededor, pero el vehículo fue subiendo bajo control a un ritmo constante. Tally miró abajo mientras el aparato se abría camino entre los árboles y vio a Andrew saludándola con la mano, con su sonrisa aún esperanzada llena de mellas y dientes torcidos. Tally supo entonces que tendría que volver, tal como había dicho él; ya no había más remedio. Alguien debía ayudar a aquella gente a escapar de la reserva, y no tenían a nadie más que a Tally. La joven suspiró. Al menos había una cosa que no cambiaba en su vida: seguía complicándose cada vez más y más. aas ss Transcrito por Chupi Tally llegó al mar mientras aún salía el sol, que iba pintando el agua de color de rosa a través de las nubes bajas que se veían

en el horizonte. Hizo virar la máquina al norte con un movimiento lento y constante. Como esperaba, aquel vehículo diseñado para volar fuera de la ciudad obedecía sus órdenes de tal manera que daba miedo. El primer viraje había sido tan brusco que Tally se había golpeado la cabeza contra la ventanilla del piloto. Esta vez lo hizo con calma. A medida que el aparato ascendía lentamente, no tardó en divisar las afueras de las Ruinas Oxidadas. Una distancia que le habría costado una semana a pie había aparecido borrosa a sus pies en menos de una hora. Al ver a lo lejos la forma sinuosa de la vieja montaña rusa, comenzó a desviar el vehículo tierra adentro. El aterrizaje era la parte fácil. Tally tiró del freno de mano, el que enseñaban a los niños que había que utilizar en caso de que el piloto sufriera un infarto o se desmayara. El vehículo se paró en seco y comenzó a descender. Tally había elegido un terreno llano, una de las vastas extensiones de cemento que los oxidados construían para aparcar sus vehículos terrestres. El aerovehículo se posó sobre el suelo invadido de malas hierbas, y, en cuanto se detuvo con una sacudida, Tally abrió la puerta. Si los científicos habían encontrado al doctor y habían realizado algún tipo de llamada de emergencia, los especiales ya estarían buscándola. Cuanta más distancia pusiera entre el aparato robado y ella, mejor. Las agujas de las ruinas se alzaban ante Tally, hallándose la más alta de ellas a una hora más o menos a pie. Evidentemente llegaba con casi dos semanas de retraso con respecto a los demás, pero confiaba en que no la hubieran dejado plantada, o al menos en que le hubieran dejado algún tipo de mensaje. Seguro que Zane se había quedado esperándola en el edificio más alto, reacio a marcharse mientras aún hubiera una posibilidad de que apareciera. A menos, claro estaba, de que no hubieran emprendido la huida a tiempo para curarlo. Tally se cargó la mochila al hombro y echó a andar. Las calles en ruinas estaban llenas de fantasmas. Tally apenas había caminado antes por la ciudad. Siempre se había movido por allí en aerotabla – a diez metros de altura, como mínimo -, evitando los automóviles calcinados que yacían en el suelo. En los últimos días de la civilización de los oxidados, se había propagado por todo el mundo una plaga artificial que no afectaba a los seres humanos ni a los animales, sino solo al petróleo, que

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se reproducía en los depósitos de gasolina de coches y aviones y convertía poco a poco el combustible infectado en una sustancia inestable. El carburante transformado por la plaga ardía al entrar en contacto con el oxígeno, y el humo oleoso que generaban las llamas diseminaba las esporas bacteriales por el aire, propiciando la infección de más depósitos de gasolina y pozos de petróleo, hasta que no quedó una sola máquina en todo el mundo que no se viera afectada. Por lo visto, a los oxidados no les gustaba nada caminar. Incluso habiendo visto los efectos de la plaga, los ciudadanos aterrorizados siguieron montándose en sus curiosos vehículos terrestres con ruedas de goma con la intención de huir de allí. Si Tally se fijaba bien, podía ver esqueletos medio deshechos a través de las ventanillas manchadas de los coches que invadían las calles de las ruinas. Solo unas cuantas personas fueron lo bastante inteligentes para abandonar la ciudad a pie, y lo bastante fuertes para sobrevivir a la desaparición de su mundo. Quienquiera que hubiera creado la plaga había entendido sin duda la debilidad de los oxidados. -Mira que erais tontos – masculló Tally con la mirada puesta en las ventanillas de un coche, pero decirles de todo no hacía menos inquietante la visión de aquellos cadáveres. Los pocos cráneos que quedaban intactos le devolvieron la mirada con una expresión vacía. Más adentro de la ciudad fantasma, los edificios eran cada vez más altos, y sus estructuras de acero se alzaban cual esqueletos de gigantescas criaturas extintas. Tally comenzó a callejear en busca del edificio más alto de las ruinas. Su enorme aguja se divisaba sin problemas desde un aerovehículo, pero a ras del suelo la ciudad era un auténtico laberinto. Entonces dobló una esquina y vio una construcción elevadísima con pedazos de hormigón viejo aferrados a una matriz de vigas de acero y ventanas vacías que la miraban desde lo alto, reflejando formas irregulares de un cielo brillante. Seguro que aquel era el lugar; Tally de acordó de cuando Shay la había llevado a la punta de la aguja la primera vez que había visitado las Ruinas Oxidadas con ella. Sólo había un problema. ¿Cómo subiría hasta allí? Hacía tiempo que el edificio estaba destrozado por dentro. No había escaleras y apenas quedaban paredes con las que hablar. La estructura de acero era ideal para las alzas magnéticas de una aerotabla, pero no había manera de trepar por ella sin un buen

equipo de montañismo. Si Zane o los habitantes del Nuevo Humo le habían dejado un mensaje, estaría allí arriba, pero no tenía forma de ir a por él. Tally tomó asiento, presa de un cansancio repentino. Era como la torre de su sueño, sin escaleras ni ascensor, y había perdido la llave, que en este caso era la aerotabla. Lo único que se le ocurría era regresar al lugar donde había dejado el vehículo robado y subir volando hasta allí arriba. Quizá pudiera acercarse lo bastante al edificio…pero ¿lograría que el aparato se mantuviera estable en el aire mientras ella saltaba a la antigua estructura de acero para trepar hasta arriba del todo? Por enésima vez deseó que su aerotabla no hubiera acabado destrozada. Tally alzó la vista hacia la torre. ¿Y si no había nadie allí arriba? ¿Y si, después de viajar hasta allí, Tally Youngblood seguía estando sola? Se puso de pie y, gritando con todas sus fuerzas, dijo: -¡Eh! Su voz retumbó a lo largo y ancho de las ruinas, haciendo que una bandada de pájaros alzara el vuelo desde un tejado lejano. -¡Eh! ¡Soy yo! Una vez que el eco se perdió en el aire, no se oyó respuesta alguna. Con la garganta irritada de gritar, Tally se arrodilló en el suelo para buscar una bengala de seguridad en su mochila. La luz de una bengala se distinguiría con facilidad entre las sombras de aquellos edificios tenebrosos. Tally encendió la bengala y apartó un poco la llama sibilante de su rostro. -¡Soy yo… Tally Youngblood! – gritó de nuevo. Algo se movió en el cielo. Tally parpadeó para eliminar la imagen que persistía en su retina después de las chispas de la bengala y fijó la mirada en el cielo azul. En lo alto del edificio apareció una silueta, un óvalo diminuto que aumentando de tamaño poco a poco… La parte inferior de una aerotabla. ¡Alguien estaba descendiendo desde allí arriba! Tally arrojó la bengala encima de un montón de piedras, con el corazón a punto de salirle del pecho, consciente de repente de que no tenía la menor idea de quién estaría yendo a su encuentro. ¿Cómo había sido tan tonta? En aquella tabla podía ir cualquiera. Si los especiales habían cogido a los otros rebeldes y les habían hecho hablar, sabrían que aquel era el punto de reunión acordado, con lo que su última huida no tardaría en tener un final repentino. Tally se dijo a sí misma que debía calmarse. Al fin de cuentas, se trataba de una aerotabla y solo había una. Si los especiales hubieran

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estado esperándola, seguro que habrían aparecido de repente desde todas direcciones en un montón de aerovehículos. En cualquier caso no tenía sentido dejarse llevar por el pánico. A aquellas alturas no tenía muchas posibilidades de huir a pie. Lo único que podía hacer era esperar. La bengala de seguridad se apagó con un chisporroteo final mientras la aerotabla descendía lentamente, pegada a la estructura metálica del edificio. A Tally le pareció ver en un par de ocasiones un rostro que se asomaba por el borde, pero con el cielo brillante de fondo no tuvo forma de reconocerlo. Cuando la tabla estaba solo a diez metros por encima de su cabeza, Tally tuvo el valor de gritar de nuevo. -¿Hola? – su voz le sonó temblorosa. -Tally… -le respondió una voz familiar. La aerotabla se detuvo a su lado y Tally se encontró ante un rostro totalmente imperfecto, con una frente demasiado ancha, unos dientes torcidos y una pequeña cicatriz que partía una ceja con una arruga blanca. Tally miró al imperfecto a los ojos, parpadeando en medio de la penumbra de la ciudad en ruinas. -¿David? – dijo en voz baja. rro oo Transcrito por Sidonie Él se quedó mirándola, como era de esperar. Aunque ella no hubiera gritado su nombre, David conocía su voz. Y después de todo estaba esperando su llegada, así que debía de haber imaginado quién se encontraba allí abajo desde el primer momento en que la oyó gritar. Pero por la manera en que la miraba parecía que estuviera viendo a otra persona. “David,” dijo Tally de nuevo. “Soy yo.” Él asintió, pero siguió sin decir nada. Con todo, a judgar por su semblante, Tally dedujo que no era un repentino sobrecogimiento lo que le impedía hablar. David parecía estar buscando algo con la mirada, tratando de detectar lo que Tally había conservado de su antiguo rostro tras la operación, pero su expresión reflejaba incertidumbre… y un poco de tristeza. David era más feo de lo que recordaba. Él príncipe imperfecto que Tally veía en sus sueños no tenía unas facciones desequilibradas tan inconexas ni unos dientes sin operar tan torcidos o amarillentos. Sus imperfecciones no eran tan exageradas como las de Andrew, por descontado. Su aspecto no

parecía peor que el de Sussy o Dex, niños de ciudad que se habían criado con pastillas limpiadoras de dientes y parches de protección solar. Pero, en cualquier caso, se trataba de David. Incluso después de estar con los aldeanos, muchos de los cuales eran desdentados y tenían cicatrices por todas partes, Tally se sorprendió al ver el rostro de David. No porque fuera horroroso, que no lo era, sino porque era sencillamente mediocre. No era un príncipe imperfecto. Era imperfecto, sin más. Y lo raro era que, incluso mientras pensaba aquello, los recuerdos que llevaban tanto tiempo reprimidos se agolparon finalmente en su memoria. Tenía ante sí a David, el mismo que le había enseñado a hacer fuego, a limpiar y cocinar pescado y a orientarse por las estrellas. Habían trabajado codo con codo, y Tally había renunciado a su vida en la ciudad para quedarse con él en el Humo, movida por el deseo de vivir con él para siempre. Todos aquellos recuerdos habían sobrevivido a la operación, ocultos en algún rincón de su cerebro. Pero su vida entre perfectos debía de haber cambiado algo incluso más profundo: la manera de verlo, como si aquel que tenía delante ya no fuera el mismo David. Ambos permanecieron un rato en silencio. Finalmente, David carraspeó. “Deberíamos irnos de aquí. De vez en cuando mandan patrullas a estas horas del día.” “Está bien” dijo Tally, mirando al suelo. “Pero primero tengo que hacer esto.” David sacó de un bolsillo un dispositivo similar aun lector óptico de mano y se lo pasó por todo el cuerpo. El aparato no pitó en ningún momento. “Qué, ¿llevo algún micrófono?” preguntó Tally. David se encogió de hombros. “Toda prudencia es poca. ¿No tienes una aerotabla?” Tally negó con la cabeza. “Se rompió en la huida.” “Vaya. No es fácil cargarse una aerotabla.” “Fue una larga caída.” “Veo que sigues siendo la misma Tally de siempre,” dijo David, sonriendo. “Pero sabía que aparecerías. Mamá decía que probablemente habrías…” No acabó la frase. “Estoy bien.” Tally levantó la vista del suelo y lo miró, sin saber muy bien qué decir. “Gracias por esperar.”

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Se montaron los dos en la tabla de David. Tally era ahora más alta que él, así que se puso de pie a su espalda, cogiéndolo por la cintura. Se había desecho de las pesadas pulseras protectoras antes de emprender la larga caminata con Andrew Simpson Smith, pero aún llevaba el sensor sujeto al anillo ventral, lo que permitiría que la tabla notara su centro de gravedad y compensara el exceso de peso. Aún así, al principio avanzaron poco a poco. El roce con el cuerpo de David, la forma en que se inclinaba para coger las curvas, todo le resultaba de lo más familiar… incluso su olor le evocaba recuerdos que se arremolinaban en su cabeza. (Tally no quería pensar en cómo debía de oler ella, pero David no parecía haber reparado en ello.) Le sorprendió ver hasta qué punto estaba recordando la memoria del pasado; parecía que los recuerdos que tenía de David habían estado aguardando el momento preciso para aparecer de golpe, ahora que él estaba a su lado. Al verse allí en la tabla, con David delante mirando al frente, el cuerpo de Tally pidió a gritos abrazarse a él con fuerza. Quería ahuyentar todos los pensamientos ridículos de perfecta que había tenido al volver a ver su rostro. Pero ¿se sentía así únicamente porque David era imperfecto? Todo lo demás también había cambiado. Tally sabía que debía preguntar por los demás, sobre todo por Zane. Pero se veía incapaz de pronunciar su nombre; no le salían las palabras. De hecho, estar allí montada en la tabla con David ya era casi demasiado para ella. Seguía preguntándose por qué había sido Croy quien le había traído la cura. En la carta que Tally se había escrito a sí misma, se mostraba convencidísima de que David sería la persona que la rescataría. Al fin y al cabo, él era el príncipe de sus sueños. ¿Estaría aún enfadado por el hecho de que ella hubiera traicionado al Humo? ¿La culparía por la muerte de su padre? La misma noche que le había confesado todo a David, Tally regresó a la ciudad para entregarse, para convertirse en perfecta y así poder probar la cura. No había tenido oportunidad de decirle lo mucho que lo sentía. Ni siquiera habían podido despedirse. Pero si David la odiaba, ¿por qué había sido él quien la esperaba en las ruinas y no Croy, o Zane? La cabeza le daba vueltas, casi como si

tuviera una mente de perfecta, pero sin la parte divertida. “No está muy lejos,” dijo David. “A unas tres horas quizá, yendo los dos en una misma tabla.” Tally no respondió. “No se me ha ocurrido traer otra. Debería haber imaginado que tú no tendrías, viendo lo que has tardado en llegar hasta aquí.” “Lo siento.” “No pasa nada. Simplemente tenemos que volar un poco más lento.” “No. Siento lo que hice.” Tally se quedó callada. Decir aquello la había agotado. David dejó que la tabla planeara hasta detenerse entre dos montañas de metal y hormigón, y se quedaron allí parados un buen rato, David con la vista al frente y Tally con la mejilla apoyada en su hombro y un escozor incipiente en los ojos. “Creía que sabría qué decirte cuando volviera a verte,” dijo finalmente. “Habías olvidado lo de la cara nueva, ¿verdad?” “No lo había olvidado exactamente. Pero no pensaba que fuera a ser tan… diferente a ti.” “Yo tampoco,” respondió Tally. Luego se dio cuenta de que sus palabras no tendrían sentido para David. Al fin y al cabo, el rostro de él no había cambiado. David se dio la vuelta con cuidado y le tocó la ceja. Tally intentó mirarlo, pero no pudo. Notó el latido del tatuaje flash bajo los dedos de él. Tally sonrió. “Te choca, ¿no? No es más que una cosa de rebeldes, para ver quién está chispeante.” “Sí, un tatuaje sincronizado con el latido de tu corazón… Ya me lo han contado. Pero no imaginaba que llevarías uno. Es tan… raro.” “Pero por dentro sigo siendo yo.” “Eso parece, viéndonos volar juntos.” Dicho esto, David le dio la espalda e inclinó la tabla hacia delante para ponerla en movimiento. Tally lo abrazó más fuerte, confiando en que no volviera a girarse. Aquella situación ya le resultaba lo bastante dura sin los sentimientos confusos que brotaban en ella cada vez que lo miraba. Seguro que él tampoco quería ver su rostro creado en la ciudad, con sus ojos enormes y su tatuaje animado. Cada cosa a su tiempo. “Pero dime, David, ¿por qué vino Croy en tu lugar a traerme la cura?”

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“Las cosas se torcieron. Yo iba a ir a por ti cuando volviera.” “¿Cuándo volvieras? ¿De dónde?” “Yo estaba en otra ciudad, buscando más imperfectos que quieran unirse a nosotros, cuando llegaron los especiales. Eran una legión y comenzaron a rastrear las ruinas de palmo a palmo; venían a por nosotros.” David cogió la mano de Tally y la estrechó contra su pecho. “Mi madre decidió que permaneciéramos lejos de allí durante un tiempo. Hemos estado escondidos en plena naturaleza.” “Dejándome colgada en la ciudad,” dijo Tally antes de dar un suspiro. “Aunque supongo que a Maddy no le preocuparía mucho eso.” A Tally no le cabía duda de que la madre de David seguía culpándola por todo, es decir, por la desaparición del Humo y la muerte de Az. “No tenía más remedio,” repuso David. “Nunca habíamos visto a tantos especiales. Era demasiado peligroso quedarse aquí.” Tally respiró hondo, recordando la charla que había tenido con la doctora Cable. “Supongo que Circunstancias Especiales ha estado reclutando gente últimamente.” “Pero yo no me había olvidado de ti, Tally. Había hecho prometer a Croy que te llevaría las pastillas y la carta si a mí me ocurría algo; quería asegurarme de que tuvieras la posibilidad de escapar. Cuando comenzaron a desmantelar el Nuevo Humo, Croy supuso que tardaríamos en volver, así que se coló en la ciudad.” “¿Le dijiste que viniera?” “Pues claro. Lo tenía de reserva. Nunca te habría dejado sola allí dentro, Tally.” “Oh.” La sensación de mareo volvió a apoderarse de ella, como si la tabla fuera una pluma que cayera al suelo dando vueltas. Tally cerró los ojos y abrazó a David más fuerte, aferrándose por fin a la solidez y realidad de su presencia, más poderosa que cualquier recuerdo. De repente sintió que algo salía de su interior, un desasosiego que no sabía que tuviera dentro de ella. La angustia que le provocaban sus sueños, la preocupación que le causaba la idea de que David la había abandonado… Todo ello se había debido a una mera confusión, a unos planes que habían salido mal, como en las historias de toda la vida cuando una carta

no llegaba a tiempo o era remitida a la persona equivocada, y el secreto estaba en no suicidarse por ello. Por lo visto, David había querido ir él mismo a buscarla. “Aunque no estabas sola,” dijo él en voz baja. Tally se puso tensa. Era de esperar que a aquellas alturas David supiera lo de Zane. ¿Cómo iba a explicar ella que había olvidado a David sin más? A la mayoría de la gente no le parecería una excusa muy convincente, pero él sabía todo lo relacionado con las lesiones… sus padres le habían enseñado desde pequeño lo que significaba tener una mente de perfecto. Tenía que entenderlo. Naturalmente, la realidad no era tan sencilla. Tally no había olvidado a Zane, después de todo. Veía su hermoso rostro, demacrado y vulnerable, y el modo en que sus ojos dorados habían brillado justo antes de saltar desde el globo. Con su beso, Zane le había dado la fuerza necesaria para encontrar las pastillas, y había compartido la cura con ella. Así pues, ¿qué se suponía que debía decir? Lo más fácil era: “¿Cómo está?” David se encogió de hombros. “No es que esté fenomenal. Pero tampoco está tan mal, dadas las circunstancias. Tienes suerte de no haber sido tú, Tally.” “La cura es peligrosa, ¿verdad? No funciona para todo el mundo.” “Funciona perfectamente. Todos tus amigos la han tomado ya, y están bien.” “Pero los dolores de cabeza de Zane…” “Algo más que meros dolores de cabeza.” David suspiró. “Ya te lo explicará mi madre.” “Pero ¿qué…?” Tally dejó que la pregunta se sumiera en el silencio. No podía culpar a David por no querer hablar de Zane. Al menos había obtenido respuesta a todas sus preguntas sin necesidad de formularlas. Los otros rebeldes habían llegado hasta allí y los habían encontrado y Maddy había podido ayudar a Zane; la huida había sido todo un éxito. Y ahora que Tally había llegado por fin a las ruinas todo marchaba de maravilla. “Gracias por esperarme,” volvió a decir en voz baja.

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David no contestó, y el resto del trayecto volaron sin mirarse ni una sola vez. -fin cap-oos ss Transcrito por Isabel El camino hasta el escondite de los habitantes del Nuevo Humo serpenteaba a lo largo de riachuelos y antiguas vías férreas, allí por donde hubiera suficiente metal para mantener en el aire una aerotabla. Finalmente subieron a lo alto de una pequeña montaña bastante alejada de las Ruinas Oxidadas; las alzas de la tabla fueron aferrandose a los cables caídos de un viejo teleférico hasta que llegaron a la cima, donde una enorme cúpula de hormigón se alzaba ercortada contra el cielo, partida por una brecha debido a la acción del paso de los siglos. -¿Qué era este lugar? –preguntó Tally con la voz seca después de tres horas de silencio. -Un observatorio. En esa cúpula había un telescopio gigante, pero los oxidados lo quitaron cuando la contaminacion de la ciudad llegó a niveles extremos. Tally había visto fotografías del cielo lleno de humo y suciedad –muchas de ellas se las enseñaban en el colegio-, pero costaba imaginar que los oxidados hubieran llegado a cambiar el color del aire. La joven sacudió la cabeza con un gesto de incredulidad. Todo lo que le habían contado siempre los profesores acerca de los oxidados y que le parecía tan exagerado resultaba ser cierto. La temperatura había ido bajando a un ritmo constante durante el ascenso a la montaña, y el cielo de la tarde se veía nítido. -Como los científicos ya no podía ver las estrellas, el lugar quedó únicamente para los turistas –explicó David-. Por eso había tantos teleféricos, lo que nos permite bajar en aerotabla por un montón de sitios en caso de que tengamos que salir de aquí a toda prisa. Además, desde estas alturas tenemos unas vistas de kilometros a la redonda. -Fuerte Humo, ¿eh? -Supongo. Si los especiales vienen a por nosotros, al menos tenemos una posibilidad. Era evidente que un vigía los había visto subir hasta allí arriba, pues

mientras aterrizaban comenzó a salir un montón de gente del observatorio. Tally vio a los habitantes del Nuevo Humo, Croy, Ryde y Maddy, junto con un puñado de imperfectos a los que no reconocía y una veintena o así de rebeldes que habían huido con ellos de la ciudad. Buscó el rostro de Zane entre la multitud, pero no lo vio. Bajó de la aerotabla de un salto y corrió a abrazar a Fausto, que la recibió con una amplia sonrisa. Por la expresión aliviada de su cara, Tally dedujo que había tomado las pastillas. Ya no estaba simplemente chispeante, estaba curado. -Tally, apestas –le dijo Fausto, aún sonriente. -Ya. Ha sido un largo viaje. Hay mucho que contar. -Sabía que lo lograrías. Pero ¿dónde esta Peris? Tally respiró hondo, llenándose los pulmones con el aire frío de la montaña. -Se rajó, ¿no? –dijo Fausto antes de que ella pudiera contestar. Al ver que Tally asentía, añadio-: Siempre pensé que lo haría. -Llevame a ver a Zane. Fausto se volvió, señalando hacia el observatorio. Tally vio que los demás rondaban a su alrededor, pero su aspecto desaliñado y el fuerte olor que despedía su cuerpo les echaba para atrás. Los rebeldes la saludaron a cierta distancia y los imperfectos se quedaron atónitos ante su nuevo rostro de perfecta, aunque por lo demás fuera hecha un desastre. Siempre la misma reacción, pensó Tally, incluso cuando no te tienen por un dios. Tally se paró a saludar a Croy. -Aún no he tenido la oportunidad de darte las gracias. Croy arqueó una ceja. -No tienes por qué darmelas. Lo hicistes tu sola. Tally frunció el ceño, advirtiendo que Maddy la observaba de un modo extraño. La joven hizo caso omiso de la mirada de la madre de Davis, sin importarle lo que pudiera pensar, y siguió a Fausto hasta el interior de la cúpula rota. Dentro estaba oscuro; había unos cuantos faroles colgados alrededor del perímetro de la enorme semiesfera abierta, y a través de la gran fisura de la cúpula entraba un estrecho rayo de luz cegadora. El fuego de una chimenea proyectaba sombras temblorosas en el espacio, y el humo que generaba ascendía perezosamente por la grieta que

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se abría en lo alto. Zane yacía sobre una pila de mantas junto al fuego, con los ojos cerrados. Estaba aún más flaco que cuando habían dejado de comer para poder quitarse las pulseras, y tenía los ojos hundidos en la cara. Las mantas subían y bajaban suavemente con su respiración. Tally tragó saliva. -Pero Davis me ha dicho que estaba bien... -Está estable –puntualizó Fausto-, lo cual ya es mucho, dadas las circunstancias. -¿Qué circunstancias? Fausto extendió las manos con un gesto de impotencia. -Su cerebro. Un escalofrío recorrió el cuerpo de Tally, mientras por el rabillo del ojo veía cómo se movían las sombras. -¿Que ocurre con su cerebro? –preguntó en voz baja. -Teníais que experimentar, ¿verdad, Tally? –dijo una voz salida de la oscuridad. Maddy se acercó a la luz, con Davis a su lado. Tally aguantó la dura mirada de la mujer. -¿De qué habla? -Las pastillas que te di debían tomarse juntas. -Lo sé. Pero eramos dos... –La voz de Tally fue apagandose ante la expresión de David. Y tenía demasiado miedo para hacerlo sola, añadió para sus adentros, recordando el pánico que la había invadido en Valentino 317. -Supongo que tendría que habermelo imaginado –dijo Maddy, sacudiendo la cabeza-. Dejar que una perfecta se tratara a si misma era un riesgo. -¿Por qué? -Nunca te expliqué cómo funcionaba la cura, ¿verdad? –preguntó Maddy-. ¿Cómo eliminan los nanos las lesiones del cerebro? Las descomponen, como las pastillas que curan el cancer. -¿Y qué es lo que salió mal? -Que los nanos no se detuvieron. Siguieron reproduciendose, y con ello descomponiendo el cerebro de Zane. Tally se volvió para mirar la silueta que había en la cama. Su respiración era tan superficial que apenas se percibía el movimiento de su pecho. Luego se giró hacía David. -Pero tú me has dicho que la cura funcionaba perfectamente. David asintió. -Y así es. Tus otros amigos estan bien. Pero las dos pastillas tenían efectos distintos. La segunda, la que tú tomastes, es la

cura para la cura. Hace que los nanos se autodestruyan después de acabar con las lesiones. Sin ella los nanos siguieron reproduciendose en el cerebro de Zane, corroyéndolo por dentro. Mamá ha dicho que se detendrían llegado a un punto determinado, pero es inevitable que hayan cauasdo ciertos... daños. Tally notó que la sensación de malestar se intesificaba al tomar conciencia de un hecho que caía por su propio peso: era culpa suya. Ella se había tomado la pastilla que habría evitado que Zane le ocurriera aquello, la cura para la cura. -¿Qué tipo de daños? -Aún no lo sabemos –respondió Maddy-. Por suerte disponía de suficientes células madre para regenar las zonas destruidas de su cerebro, pero las conexiones que Zane había desarrollado entre esas células han desaparecido. En dichas conexiones es donde se almacenan los recuerdos y las capacidades motoras, y donde tiene lugar la actividad cognitiva. Algunas partes de su mente son casi como una pizarra en blanco. -¿Una pizarra en blanco? ¿Quiere decir que... lo hemos perdido? -No, solo que tiene algunas zonas dañadas –terció Fausto-. Y su cerebro puede regenerarse, Tally. Sus neuronas están creando nuevas conexiones. Es lo que está haciendo ahora mismo. Lleva haciéndolo todo este tiepo; llegó aqui en aerotabla él solo antes del colapso que sufrió. -Lo asombroso es que aguantara tanto –observó Maddy, moviendo la cabeza de un lado a otro lentamente-. Creo que lo que le ha salvado la vida ha sido dejar de comer. Su estado de inanición ha acabado matando de hambre a los nanos. Parecen haber desaparecido. -Puede hablar y todo eso –añadió Fausto, mirando a Zane-. Lo que pasa es que ahora mismo esta un poco.. cansado. -Piensa que podrías haber sido tú la que estuviera en esa cama –espetó maddy, sacudiendo la cabeza-. Había un cincuenta por ciento de posibilidades. Tuvistes suerte. -Esa soy yo. La señorita Suerte –repusó Tally en voz baja. Naturalmente, en su fuero interno tuvo que reconocer que era cierto. Zane y ella se había repartido las pastillas al azar, imaginando que tendrían el mismo efecto. Los nanos podrían

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haber estado corroyendo el cerebro de Tally en lugar del de Zane durante todo aquel tiempo. Había tenido suerte. Tally cerró los ojos, dándose cuenta finalmente de los esfuerzos que había hecho Zane por ocultar lo que le ocurría. Se había pasado todo aquel tiempo de silencio en que habían llevado las pulseras tratando por todos los medios de mantener la mente despejada, sin saber a ciencia cierta lo que estaba sucendiendo en su cabeza, pero dispuesto a arriesgarlo todo antes que volver a tener una mente de perfecto. Tally lo miró, deseando por un momento que le hubiera tocado a ella estar en su lugar. Cualquier cosa era mejor que verlo así. Ojala se hubiera tomado ella la pastilla de los nanos, y él la que... ¿qué hacía la otra? -Un momento. Si Zane se tomó los nanos, ¿cómo es que la pastilla que me tomé yo me curó? -No lo hizo –respondió Maddy-. Sin la otra pastilla los antinanos que tomastes no tenían efecto alguno. -Pero... -Has sido tú, Tally –dijo una voz apagada desde la cama. Zane había abierto un poco los ojos, que se veían iluminados por la luz del sol como el canto de unas monedas doradas. Con la mirada puesta en Tally, le dedicó una sonrisa cansada-. Todo este tiempo te has mantenido chispeante por ti misma. -Pero me sentía tan distinta después de que tú y yo... –Tally se calló, recordando todo lo que habían vivido juntos aquel día... besarse, colocarse en la Mansión Valentino, trepar hasta lo alto de la torre. Claro que todo aquello había ocurrido antes de que se hubieran tomado las pastillas. El mero hecho de estar con Zane la había cambiado desde el principio, ya desde el primer beso. Tally recordó haber tenido durante todo aquel tiempo la sensación de que el efecto de la “cura” parecía ir y venir. Había tenido que esforzarse por mantenerse chispeante, igual que los otro rebeldes, a excepción de Zane. -Zane tiene razón, Tally –dijo Maddy-. De algún modo, te has curado a ti misma. aas ss Transcrito por Sidonie

A Tally le resultó más fácil quedarse junto a la cabecera de Zane, ahora que él estaba despierto y con ánimo para hablar, que enfrentarse a todo lo que David y ella tenían aún pendiente. Los demás los dejaron solos. “¿Sabías lo que te pasaba?” Zane se tomó su tiempo antes de contestar. Su discurso había pasado a estar lleno de largos silencios, casi como las épicas pausas de Andrew. “Veía que todo se volvía cada vez más duro. A veces tenía que concentrarme incluso para andar. Pero nunca me había sentido tan vivo desde que me había convertido en perfecto; valía la pena sentirse chispeante a tu lado. Y suponía que, cuando encontráramos a los habitantes del Nuevo Humo, podrían ayudarme.” “Y lo están haciendo. Maddy ha dicho que te ha puesto un nuevo…” Tally tragó saliva. “¿Tejido cerebral?” sugirió Zane, y sonrió. “Claro, neuronas vírgenes recién salidas del horno. Ahora sólo queda llenarlas.” “Ya las llenaremos. Haremos cosas chispeantes,” dijo Tally, pero la promesa le sonó extraña en su boca, pues al expresarla en primera persona del plural se refería a Zane y ella, como si David no existiera. “Si queda lo suficiente de mí para sentirme chispeante,” repuso Zane con voz cansada. “No es que haya perdido todos mis recuerdos. Lo que se ha visto más afectado han sido los centros cognitivos, y algunas capacidades motoras.” “¿Centros cognitivos? ¿Eso tiene que ver con la facultad de pensar?” preguntó Tally. “Sí, y las capacidades motoras, como caminar.” Zane se encogió de hombros. “Pero el cerebro está preparado para los daños, Tally. Está concebido como una red de conexiones en la que todo está guardado en todas partes, por así decirlo. Cuando una parte del cerebro resulta dañada, su contenido no se pierde, simplemente se vuelve más borroso. Como cuando uno tiene resaca.” Zane se echó a reír. “De las gordas. Para colmo, me duele todo el cuerpo de estar todo el día en la cama. Hasta me da la sensación de tener dolor de muelas de la comida que me dan aquí. Pero, según Maddy,

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no son más que dolores fantasma causados por los daños cerebrales,” dijo, frotándose una mejilla con el ceño fruncido. Tally le cogió la mano. “Me maravilla la valentía con la que te enfrentas a esto. Es increíble.” “Mira quién habla.” Zane se incorporó a duras penas, con movimientos temblorosos de enfermo. “Tú has conseguido curarte sin necesidad de destrozarte el cerebro. Eso sí que es increíble para mí.” Tally miró sus manos entrelazadas. No se sentía muy increíble que digamos, más bien sucia y apestosa, y fatal por no haber tenido el valor de tomarse las dos pastillas, lo que habría evitado que ocurriera todo aquello. Ni siquiera había tenido el valor de hablarle a Zane de David, o viceversa. Y eso sólo podía calificarse de patético. “¿Te resulta extraño… verlo?” preguntó Zane. Tally lo miró y soltó una risita de sorpresa. “Vamos, Tally. No es que te lea la mente. Ya iba sobre aviso. Me hablaste de él la primera vez que nos besamos, ¿recuerdas?” “Ah, sí.” Así que Zane llevaba esperando todo aquello desde hacía tiempo. Ella misma debía de haberlo imaginado. Puede que simplemente no quisiera enfrentarse a la evidencia. “Sí, es extraño. La verdad es que no esperaba encontrármelo en las ruinas… y vernos allí solos, él y yo.” Zane asintió. “Fue interesante que se quedara a esperarte. Su madre decía que no vendrías. Que seguro que te habías rajado, porque en el fondo no te habías curado. Como si hubieras estado siguiéndome el juego, imitando mi estado chispeante.” Tally puso los ojos en blanco. “No le caigo muy bien que digamos.” “¡No me digas!” exclamó Zane con una sonrisa burlona. “Pero David y yo estábamos convencidos de que tarde o temprano aparecerías. Suponíamos que…” Tally dejó escapar un gruñido. “¿Es que os habéis hecho amigos o qué?” Zane hizo una de sus pausas interminables.

“Supongo que sí. Cuando llegamos aquí, no paraba de hacer preguntas sobre ti. Creo que quería saber hasta qué punto te había cambiado el hecho de ser perfecta.” “¿En serio?” “En serio. Fue él quien vino a nuestro encuentro cuando llegamos a las ruinas. Croy y él estaban acampados allí, esperando ver alguna bengala. Resulta que habían sido ellos los que habían dejado las revistas para que las encontraran los imperfectos de la ciudad y supieran que volvían a frecuentar a frecuentar las ruinas.” La voz de Zane se oía aletargada, como si estuviera quedándose dormido. “Al menos he conseguido volver a verlo, después de rajarme hace ya tantos meses.” Zane se volvió hacia ella. “David te echaducho de menos.” “Le arruiné la vida,” dijo Tally en voz baja. “Nada de lo que hiciste fue a propósito; ahora David lo entiende. Le expliqué que habías planeado traicionar al Humo porque los especiales te habían amenazado con la idea de que serías una imperfecta de por vida si no les ayudabas.” “¿Le dijiste eso?” Tally dejó escapar el aire lentamente. “Gracias. Nunca tuve la oportunidad de explicarle por qué había ido al Humo, y que ellos me habían obligado a hacerlo. Maddy me echó de allí la misma noche que lo confesé todo.” “Ya. A David no le gustó nada que lo hiciera. Quería volver a hablar contigo.” “Ah,” dijo Tally. Había tantas cosas que David y ella no habían podido aclarar entre ellos… Naturalmente, la idea de que Zane y él hubieran estado hablando de su historia largo y tendido no le hacía mucha ilusión que digamos, pero al menos ahora David sabía todo lo que había ocurrido. Tally suspiró. “Gracias por contarme todo esto. Debe de resultarte extraño.” “Un poco. Pero no deberías sentirte tan mal por lo que pasó.” “¿Cómo no voy a sentirme mal? Destruí el Humo, y el padre de David murió por mi culpa.” “Tally, en la ciudad manipulan a todo el mundo. El objetivo de todo lo que nos enseñan es que tengamos miedo al cambio. He intentado explicárselo a David y hacerle entender que, desde el momento en que nacemos, la ciudad entera es una máquina diseñada para mantenernos bajo control.”

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Tally negó con la cabeza. “Eso no te da derecho a traicionar a tus amigos” “Ya, bueno, yo lo hice, mucho antes de que tú conocieras a Shay. Por lo que se refiere al Humo, yo soy tan culpable como tú.” Tally lo miró con incredulidad. “¿Tú? ¿Por qué?” “¿No te he contado nunca cómo conocí a la doctora Cable?” Tally clavó los ojos en los de Zane, cayendo en la cuenta de que aquella era una conversación que nunca habían podido terminar. “Pues no.” “La noche en que Shay y yo nos rajamos, la mayoría de mis amigos acabaron huyendo al Humo. Los guardianes de la residencia sabían que yo era el cabecilla, y me preguntaron adónde había ido todo el mundo. Yo me hice el duro y no dije ni una palabra, así que los de Circunstancias Especiales vinieron a por mí.” Zane fue bajando la voz, como si aún llevara puesta la pulsera en la muñeca. “Me llevaron a la sede central que tienen en el polígono industrial, como hicieron contigo. Intenté ser fuerte, pero me amenazaron diciéndome que me convertirían en uno de ellos. “¿En uno de ellos? ¿En un Especial?” Tally tragó saliva. “Sí. Después de aquello, la idea de tener una mente de perfecto no me parecía tan mala. Así que les conté todo lo que sabía. Les dije que Shay tenía pensado huir, pero que también se acobardó, y así fue como supieron de ella. Y seguro que por eso empezaron a vigilar…” La voz de Zane fue apagándose. Tally parpadeó. “A vigilarme, cuando ella y yo nos hicimos amigas.” Zane asintió con gesto cansado. “Así que ya ves. Yo fui el que lo empezó todo al no huir cuando se suponía que debía hacerlo. Nunca te juzgaré por lo que ocurrió en el Humo, Tally. Yo tuve tanta culpa como tú.” Tally le cogió la mano mientras sacudía la cabeza con un gesto de negación. Él no tenía por qué asumir toda la culpa, no después de pasar por todo lo que había pasado. “No, Zane. No fue culpa tuya. De eso hace ya mucho.” Tally dio un suspiro. “Quizá ninguno de los dos tengamos la culpa.” Permanecieron los dos en silencio durante un rato, mientras las palabras de Tally resonaban en sus cabezas. Viendo a Zane

postrado en la cama, con el cerebro medio muerto, Tally se preguntó de qué servía regodearse en un sentimiento de culpa por hechos pasados, ya fuera él el responsable, ella o cualquier otra persona. Puede que el resentimiento existente entre Maddy y ella tuviera tan poco sentido como la enemistad entre el pueblo de Andrew y los intrusos. Si iban a vivir todos juntos en el Nuevo Humo, tendrían que dejar atrás el pasado. Por supuesto, las cosas seguían siendo complicadas. Tally inspiró lentamente antes de retomar la palabra. “¿Y qué piensas de David?” Zane miró el techo abovedado con ojos soñadores. “Es muy serio. Se lo toma todo demasiado apecho. No es tan chispeante como nosotros. Ya me entiendes, ¿no?” Tally sonrió y le apretó la mano. “Sí, te entiendo.” “Y se le ve tan… imperfecto.” Tally asintió, recordando que, durante su estancia en el Humo, David siempre la había mirado como si fuera perfecta. Y al mirarlo ella a él, a veces había tenido la sensación de ver un rostro hermoso. Puede que cuando se hubiera tomado la cura de verdad rebrotaran en ella aquellos sentimientos. O puede que hubieran desaparecido para siempre, no por la operación, sino por el paso del tiempo, y por lo que había vivido con Zane. Cuando Zane por fin se quedó dormido, Tally decidió darse un baño. Fausto le dijo cómo llegar hasta un manantial que había en el extremo opuesto de la montaña, un lugar que en aquella época del año estaba lleno de carámbanos de hielo, pero que cubría lo bastante para sumergir todo el cuerpo. “Pero no olvides llevarte una cazadora térmica si no quieres morir congelada antes de que te dé tiempo a volver,” le aconsejó Fausto. Tally pensó que la muerte era mejor que estar tan sucia, y que necesitaba algo más que pasarse un paño húmedo por el cuerpo para volver a sentirse limpia. Además quería estar sola un rato, y quizá el impacto del agua helada le ayudaría a tener el valor suficiente para hablar con David. Mientras bajaba la montaña en aerotabla, con el aire frío de media tarde dándole en la cara, Tally se maravilló de la lucidez con que lo veía todo. Aún le costaba creer que en el fondo no

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hubiera tomado ninguna cura, pues se sentía tan chispeante como siempre. Maddy había mascullado algo de un <, como si el hecho de creer que uno estaba curado bastara para arreglarle el cerebro. Pero Tally sabía que había algo más. Zane la había cambiado. Desde el primer beso que se habían dado, incluso antes de que él se tomara la cura, el mero hecho de estar a su lado había hecho que ella se sintiera chispeante. Tally se preguntó si necesitaría tomarse la cura o podría mantener aquel estado de lucidez para siempre por sí sola. La idea de tragarse la misma pastilla que había corroído el cerebro de Zane no le entusiasmaba, aunque fuera combinada con los antinanos. Quizá pudiera pasar de tomársela, y mientras el cerebro de Zane creaba nuevas conexiones, Tally seguiría luchando contra su mente de perfecta. Al fin y al cabo, habían llegado hasta allí juntos. Incluso antes de las pastillas se habían cambiado el uno al otro. Naturalmente, David también había cambiado a Tally. Estando en el Humo, había sido él quien la había convencido para que se quedara allí y siguiera siendo imperfecta, renunciando a su futuro en la ciudad. Su realidad se había visto transformada por aquellas dos semanas en el Humo… pero ¿qué fue lo que cambió todo? El primer beso que se habían dado David y ella. “Qué suerte la mía,” masculló Tally para sus adentros. “La bella durmiente con dos príncipes.” “¿Qué se suponía que debía hacer? ¿Elegir entre David y Zane? ¿Sobre todo ahora que vivirían los tres juntos en Fuerte Humo? En cierto modo, no le parecía justo estar en aquella situación. Tally apenas recordaba a David el día que conoció a Zane… pero tampoco estaba contenta con el hecho de que hubieran borrado los recuerdos de su memoria. “Gracias otra vez, doctora Cable,” dijo. El agua parecía estar realmente fría. Tally había roto de un puntapié la capa de hielo que cubría la superficie, y ahora estaba observando con pavor el agua que salía a borbotones de la fuente. Quizá oler mal no fuera lo peor del mundo. Después de todo, sólo quedaban tres o cuatro meses para que llegara la primavera… Tiritando de frío, subió la temperatura de la cazadora que había tomado prestada y, dejando escapar un suspiro, comenzó a

desvestirse. Al menos aquel bañito surtiría un efecto en ella de lo más chispeante. Antes de zambullirse en el agua, Tally se embadurnó el cuerpo con un paquete de jabón, echándose un poco en el pelo, pues calculaba que aguantaría unos diez segundos en la fuente medio helada. Sabía que tendría que meterse de un salto, no poco a poco. Solo las leyes de la gravedad harían que siguiera adelante una vez que su cuerpo desnudo entrara en contacto con el agua fría. Tally inspiró, aguantó la respiración y… se zambulló en el manantial de un salto. El agua helada la aplastó como un torno, sacándole el aire de los pulmones y contrayéndole todos los músculos. Tally se abrazó a sí misma y se hizo un ovillo en la charca poco profunda, pero el frío parecía atravesarle la carne hasta los huesos. Trató de respirar, pero solo consiguió jadear de forma entrecortada mientras le temblaba todo el cuerpo como si se lo hubieran desmembrado. En un acto de voluntad titánico, sumergió la cabeza en el agua, y con ello desaparecieron todos los sonidos que la envolvían, quedando reemplazados el ruido áspero de su respiración y el borboteo del manantial por el estruendo del agua agitada. Con manos temblorosas, se apresuró a frotarse el pelo con brío. Cuando su cabeza volvió a salir a la superficie, Tally comenzó a respirar a bocanadas y se puso a reír, pues veía el mundo con una extraña lucidez, más chispeante que si se hubiera tomado una taza de café o una copa de champán, con una sensación más intensa que la que experimentaría precipitándose al vacío con su aerotabla. Se quedó un momento en el agua, asombrada por todo, desde la claridad del cielo hasta la perfección de un árbol sin hojas a orillas del manantial. Tally recordó su primer baño en un arroyo helado de camino al Humo, hacía ya muchos meses, y la manera en que dicho acto había cambiado su forma de ver el mundo, antes incluso de la operación y de las lesiones que ésta le había producido en el cerebro, antes de conocer a David, por no hablar de Zane. Ya entonces su mente había comenzado a cambiar al darse cuenta de que la naturaleza no necesitaba una operación para estar hermosa, lo era sin más.

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Tal vez ella no necesitara a un apuesto príncipe para mantenerse despierta… o a uno feo. A fin de cuentas, Tally se había curado sin ayuda de la pastilla y había llegado hasta allí por sus propios medios. No conocía a nadie más que hubiera logrado escapar de la ciudad dos veces. Quizá fuera que en el fondo siempre había sido chispeante, y sólo le hacía falta amar a alguien… o estar en plena naturaleza, o tal vez zambullirse en una charca de agua helada, para activar dicha cualidad innata en ella. Tally estaba aún en la charca cuando le llegó un grito ronco desde el aire que le hizo salir de la fuente a toda prisa. Ya en el exterior, notó el embate de un viento más frío que el agua. Las toallas que Tally había llevado consigo se habían quedado acartonadas con el aire helado, y aún estaba secándose cuando vio aparecer una aerotabla que se detuvo a unos metros de ella. David no pareció darse cuenta de que estaba desnuda. Bajó de la tabla de un salto y echó a correr hacia ella, con algo en la mano. Al llegar al lugar donde Tally había dejado la mochila, se detuvo en seco dando un resbalón y pasó el escáner alrededor de ella. “No eres tú. Lo sabía,” dijo. “Pero si ya me has…” repuso Tally mientras se vestía. “De repente ha empezado a sonar una señal salida de la nada que estaba transmitiendo nuestra posición. La hemos captado por la radio, pero aún no la hemos localizado.” David miró la mochila de Tally, con una expresión de alivio aún en el rostro. “Y por lo que veo no eres tú.” “Pues claro que no soy yo.” Tally se sentó para ponerse las botas. El corazón le latía ahora con tanta fuerza que su cuerpo comenzó a entrar en calor. “¿Es que no le pasáis el escáner a todo el mundo que se une a vosotros?” “Sí. Pero el indicador de posición debe de haber permanecido inactivo hasta ahora… Puede que no haya empezado a emitir señales hasta que alguien lo ha activado, o que lo hayan programado para que suene en cierto momento.” David escudriñó el horizonte. “Los especiales no tardarán en llegar.” Tally se puso en pie. “Pues habrá que salir de aquí corriendo.”

David negó con la cabeza. “No podemos irnos a ninguna parte hasta que no lo encontremos.” “¿Por qué no?” preguntó Tally, poniéndose las pulseras protectoras. “Hemos tardado meses en acumular las provisiones que tenemos, Tally. No podemos dejarlo todo aquí, no con todos los rebeldes que acabáis de llegar. Pero no sabremos lo que podemos llevar con nosotros hasta que no averigüemos de dónde procede la señal. Y no hay manera de dar con su fuente de emisión.” Tally cogió la mochila y con un chasquido de dedos hizo que la tabla se elevara en el aire. Mientras se acercaba a ella, con la mente acelerada aún por el efecto del baño en las aguas heladas, recordó algo que había oído aquel mismo día. “Dolor de muelas,” dijo. “¿Cómo?” “Zane estuvo en el hospital hace dos semanas. Está dentro de oor rr Transcrito por Sidonie Volvieron a la cima de la montaña, ladeando al máximo las tablas para compensar la fuerza de la gravedad en los virajes. Tally iba delante, convencida de que tenía razón con respecto a Zane. Los médicos del hospital le habían dejado inconsciente durante unos minutos mientras le arreglaban la mano rota, y seguro que habían aprovechado para insertarle un rastreador oculto entre los dientes. Estaba claro que unos médicos de ciudad normales y corrientes no habrían hecho algo así por iniciativa propia… debía de ser obra de Circunstancias Especiales. El campamento estaba patas arriba cuando llegaron. Por la puerta del observatorio salían y entraban habitantes del Nuevo Humo y rebeldes con material diverso, ropa y víveres que iban amontonando en dos pilas junto a Croy o Maddy, quienes se encargaban de escanearlo todo a un ritmo frenético mientras otros se apresuraban a empaquetar de nuevo los objetos ya inspeccionados, y así tenerlo todo preparado para huir en cuanto apareciera el indicador de posición. Tally inclinó hacia atrás la tabla e hizo que volara lo más alto posible, pasando por encima del caos en dirección a la cúpula

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rota. Cuando la tabla alcanzó su altura máxima, las alzas vibraron, y luego se tensaron al encontrar los imanes la estructura de acero del observatorio. La brecha de la cúpula era lo bastante ancha para que pudiera atravesarla planeando; así pues, Tally descendió rodeada por la columna de humo que ascendía por la abertura para detenerse junto a la cama improvisada de Zane y bajar de la tabla de un salto. Zane la miró con una dulce sonrisa. “Bonita entrada.” Tally se arrodilló a su lado. “¿Qué diente te duele?” “Pero ¿qué ocurre? Está todo el mundo revolucionado.” “¿Qué diente te duele, Zane? Tienes que enseñármelo.” Zane frunció el ceño, pero se metió un dedo tembloroso en la boca para palparse el lado derecho con cuidado. Tally le apartó la mano y le abrió la boca mucho más, lo que arrancó al joven un quejido de protesta. “¡Chist! Ahora te lo explico.” Incluso con la tenue luz del fuego, vio que una muela sobresalía del resto, con un tono de blanco diferente al de las demás piezas, lo que evidenciaba que algún dentista le había hecho un trabajito en la boca a toda prisa. La señal provenía de Zane. Tally oyó junto a su oído el sonido de un escáner encenderse; David la había seguido por el hueco de la cúpula. El joven pasó el dispositivo por el rostro de Zane y el aparato comenzó a sonar con intensidad. “¿Lo lleva en la boca?” preguntó David. “¡En los dientes! Ve a por tu madre.” “Pero, Tally…” “¡Ve a por ella! ¡Ni tú ni yo sabemos sacar una muela!” David el puso una mano en el hombro. “Ni ella tampoco. No en unos minutos.” Tally se puso de pie, clavando los ojos en el rostro imperfecto de David. “¿Qué insinúas?” “Tenemos que dejarlo aquí. No tardarán en llegar.” “¡No!” exclamó Tally. “¡Ve a por ella!” David profirió una maldición y, dando media vuelta, echó a correr hacia la puerta del observatorio. Tally volvió la vista hacia Zane. “¿Qué sucede?” inquirió él. “Te han puesto un rastreador en la boca. Cuando fuimos al hospital.” “Vaya,” dijo Zane, frotándose la cara. “No lo sabía, Tally, de veras. Creía que me dolían las muelas por lo que me he estado comiendo aquí.”

“Cómo ibas a saberlo. Te tuvieron inconsciente durante unos minutos, ¿recuerdas?” “¿De verdad que van a dejarme aquí?” “No lo voy a permitir. Te lo prometo.” “No puedo regresar,” dijo Zane con voz débil. “No quiero volver a tener una mente de perfecto.” Tally tragó saliva. Si Zane regresaba a la ciudad en su estado, los médicos volverían a provocarle las lesiones típicas de la operación, justo encima del nuevo tejido virgen, y su cerebro comenzaría a crear conexiones a su alrededor… ¿Qué posibilidades tendría entonces de mantenerse chispeante? No podía permitir que eso ocurriera. “Te llevaré en mi aerotabla, Zane… escaparemos por nuestra cuenta si es preciso.” Las ideas se le agolpaban en la cabeza. Tenía que pensar en el modo de deshacerse del rastreador, fuera como fuera. No iba a darle un golpe con una piedra… Tally miró a su alrededor en busca de algún utensilio que pudiera servirle, pero los habitantes del Nuevo Humo habían sacado a fuera todos las herramientas para escanearlas. Desde la oscuridad le llegaron unas voces. Se trataba de Maddy, David y Croy. Tally vio que Maddy llevaba una especie de fórceps en la mano, y le dio un vuelco el corazón. Maddy se arrodilló junto a Zane y le obligó a abrir la boca. El joven volvió a proferir un quejido de dolor al notar que el utensilio de metal le tanteaba la muela. “Tenga cuidado,” le suplicó Tally en voz baja. “Aguanta esto.” Maddy le pasó una linterna. Cuando Tally iluminó con ella la boca de Zane, se vio claramente cuál era el diente que desentonaba con el resto. “No pinta bien,” sentenció Maddy tras observar la boca de Zane con detenimiento. La mujer le soltó la cabeza, y el joven se dejó caer de nuevo en la cama con un gemido y cerró los ojos. “¡Sáqueselo!” “Se lo han incrustado en el hueso,” explicó Maddy y, volviéndose hacia Croy, le ordenó: “Acabad de empaquetarlo todo. No hay tiempo que perder.” “¡Haga algo por él!” le pidió Tally a voz en cuello. Maddy le cogió la linterna. “Tally, lo tiene adherido al hueso. Tendría que destrozarle la mandíbula

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para sacárselo.” “Pues no se lo saque, pero al menos haga algo para que deje de emitir señales. ¡Rómpale el diente! ¡Zane lo aguantará!” Maddy negó con la cabeza. “Los dientes de los perfectos están hechos con el mismo material que se emplea para hacer las alas de los aviones. No se pueden romper así como así. Para ello necesitaría nanos dentales especiales. Maddy enfocó a Tally con la linterna le puso la mano en la boca. “Pero ¿qué hace?” protestó Tally, girando la cara. “Asegurarme de que tú no llevas ninguno.” “Pero si yo no entré en el hos…” comenzó a decir Tally, pero Maddy le abrió la boca de golpe, arrancándole un gruñido que le salió del fondo de la garganta. Aún así, Tally dejó que la mujer la mirara un momento; era más rápido que discutir con ella. “¿Satisfecha?” dijo Tally cuando Maddy la soltó con un gruñido. “Por ahora. Pero tenemos que dejar aquí a Zane.” “¡Ni hablar!” exclamó Tally. “Estarán aquí en cuestión de diez minutos,” dijo David. “En menos,” repuso Maddy, poniéndose de pie. Tally veía tantas lucecillas en los ojos por la luz de la linterna que apenas distinguía los rostros de los imperfectos en la penumbra. ¿Es que no entendían lo que Zane había soportado para llegar hasta allí, lo que había sacrificado por la cura? “Yo no pienso dejarlo aquí.” “Tally…” comenzó a decir David. “No te molestes,” le interrumpió Maddy. “Estrictamente hablando, sigue teniendo una mente de perfecta.” “¡Eso no es así!” “Si ni siquiera te tomaste la pastilla buena.” Maddy puso una mano en el hombro de David. “Tally sigue teniendo las lesiones. Cuando le miren el cerebro, ni siquiera se molestarán en ponerle el bisturí encima. Pensarán que vino hasta aquí por el mero hecho de salir de la ciudad.” “¡Mamá! ¡No vamos a dejarla aquí!” repuso David a voz en grito. “Ni yo pienso moverme de aquí,” aseveró Tally. Maddy sacudió la cabeza. “Puede que las lesiones no sean tan importantes como pensábamos. Tu padre siempre sospechó que tener una mente de perfecto era simplemente el estado natural de la mayoría de la

gente, que en el fondo quiere ser insulsa, perezosa, vanidosa…” Maddy miró a Tally y añadió: “y egoísta. Solo hace falta una vuelta de tuerca para confinar dicha parte de sus personalidades. Él siempre creyó que algunas personas podían liberarse de su pensamiento.” “Az tenía razón,” dijo Tally en voz baja. “Ahora estoy curada.” David dejó escapar un gruñido de angustia. “Curada o no, no puedes quedarte aquí, Tally. ¡No quiero volver a perderte! ¡Mamá, haz algo!” “¿Quieres quedarte aquí discutiendo con ella? Muy bien, adelante.” Maddy giró sobre sus talones y se encaminó hacia la entrada del observatorio. “Nos vamos dentro de unos minutos,” dijo sin volverse. “Contigo o sin ti.” David y Tally permanecieron callados durante unos instantes. Se quedaron como cuando se habían visto en las ruinas aquella misma mañana, sin saber qué decir. No obstante, Tally se dio cuenta de que el rostro de David ya no le chocaba. Puede que el pánico del momento o el baño en agua helada hubieran acabado de quitarle los pensamientos de perfecta que aún conservaba. O puede que le hubiera bastado tan sólo con unas horas para alinear sus recuerdos y sueños con la verdad… David no era un príncipe…apuesto o no. Era el primer chico del que se había enamorado, pero no el último. El tiempo y las vivencias que habías tenido cada uno habían cambiado lo que había habido entre ellos. Y lo más importante de todo era que Tally tenía ahora a otra persona. Por muy injusto que fuera el hecho de que hubieran borrado de su memoria los recuerdos que tenía de David, Tally había ido acumulando nuevos recuerdos, y no podía sustituirlos por los viejos. Zane y ella se habían ayudado mutuamente a ser chispeantes, habían vivido encerrados junto con las pulseras y habían huido juntos de la ciudad. Ahora no podía abandonarlo solo porque le hubieran privado de su mente. Tally sabía muy bien lo que era que te volvieran a llevar a la ciudad sola. Zane era la única persona a la que no había traicionado, y no pensaba hacerlo ahora. “No voy a dejarte,” le aseguró, cogiéndole la mano.

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“Piensa con lógica, Tally,” le dijo David con voz pausada, hablándole como si fuera una niña pequeña. “Quedándote aquí, no ayudarás a Zane. Acabaréis los dos apresados.” “Tu madre tiene razón. No me tocarán más el cerebro, y estando en la ciudad podré ayudarlo.” “Podemos pasarle la cura a escondidas, como hicimos contigo.” “Yo no he necesitado la cura, David. Puede que Zane tampoco la necesite. Lo mantendré en un estado chispeante, así podré ayudarlo a que su mente se regenere con nuevas conexiones. Pero sin mí no tendrá ninguna posibilidad.” David comenzó a hablar, pero por un momento se quedó inmóvil. Luego retomó la palabra con otro tono de voz, entrecerrando los ojos. “Te quedas con él porque es perfecto.” “¿Cómo?” replicó Tally con los ojos como platos. “¿No lo ves? Es como lo que decías tú siempre: una cuestión de evolución. Desde la llegada de tus amigos rebeldes, mi madre me ha estado explicando cómo funciona la perfección.” David señaló a Zane. “Con esos ojos enormes y vulnerables y esa piel de niño impecable, Zane te parece un bebé, una criatura necesitada que te hace sentir el deseo de ayudarlo. No piensas con la cabeza. ¡Te vas a entregar sólo porque es perfecto!” Tally se quedó mirando a David con una expresión de incredulidad. ¿Cómo se atrevía a hablarle en aquellos términos? El mero hecho de estar allí ponía de manifiesto que podía pensar por sí misma. Entonces se dio cuenta de lo que sucedía: David estaba limitándose a repetir las palabras de Maddy, quien le habría advertido que no confiara en sus propios sentimientos al ver a la nueva Tally. Maddy no quería que su hijo se convirtiera en un imperfecto que viviera sobrecogido ante la belleza de la joven y que venerara el suelo que ella pisaba. Por eso David pensaba que lo único que veía Tally era el rostro perfecto de Zane. David seguía viéndola como una cría de ciudad. Quizá ni siquiera creyera que estaba curada. Puede que nunca hubiera llegado a perdonarla. “No lo hago por su físico, David,” dijo Tally, con la voz temblando de ira. “Lo hago porque hace que me sienta chispeante, y porque hemos corrido muchos riesgos juntos. Podría ser yo la que

estuviera postrada en esa cama, y seguro que él se quedaría conmigo.” “¡Está todo programado!” “No. Lo hago porque lo quiero.” David comenzó a hablar de nuevo, pero la voz se le cortó. Tally suspiró. “Vamos, David. Sea lo que sea lo que haya dicho tu madre hace un segundo, no va a irse sin ti. Os cogerán a todos si no te marchas ya.” “Tally…” “¡Vete!” exclamó ella. Si David no salía de allí a toda prisa, sería el fin para el Nuevo Humo, y esta vez también tendría ella la culpa. “Pero no puedes…” “¡Que saques tu cara de imperfecto de aquí!” gritó Tally. El eco de su voz le llegó rebotado desde las paredes del observatorio, y tuvo que apartar la mirada de David. Luego se acercó al pecho el rostro de Zane y lo besó. El insulto proferido agritos había surtido el efecto que buscaba, pero Tally se vio incapaz de levantar la vista mientras David se retiraba en la penumbra, primero caminado y luego corriendo. Por el rabillo del ojo, Tally vio siluetas que latían, pero no eran sombras proyectadas por el fuego titilante… se trataba de su corazón, el cual latía con tanta fuerza que Tally veía la sangre chocar contra sus ojos, como si intentara salir de su cuerpo. Había llamado imperfecto a David, algo que él nunca le perdonaría, ni ella tampoco. Pero no había tenido más remedio que emplear dicha palabra, se dijo Tally a sí misma. Cada segundo contaba, y ninguna otra cosa habría servido para obligarlo a marcharse con tanto poder de convicción. Tally había tomado ya una decisión. “Cuidaré de ti, Zane,” dijo. Zane abrió los ojos apenas un resquicio y sonrió débilmente. “Espero que no te importe que haya fingido quedarme dormido ante semejante situación.” Tally dejó escapar una risa ahogada. “Buena idea.” “¿De veras no podemos huir? Creo que podría levantarme.” “No. Nos encontrarían.”

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Zane se tocó el diente con la lengua. “Ah, claro. Qué mierda. Y por mi culpa casi cogen a todos los demás.” Tally se encogió de hombros. “Qué me vas a contar.” “¿Estás segura de que quieres quedarte conmigo?” “Puedo volver a escaparme de la ciudad las veces que quiera. Puedo salvaros a ti y a Shay, y a todos los que se han quedado allí. Ahora estoy curada para siempre.” Tally miró hacia la entrada y vio varias aerotablas elevarse en el aire. Finalmente, los dejaban solos. Tally volvió a encogerse de hombros. “Además, creo que ya no hay nada que hacer. Correr ahora tras David tiraría por tierra mi brillante interpretación en la escena de la ruptura.” “Sí, supongo que ahí tienes razón.” Zane se rió en voz baja. “¿Me harás un favor? Si alguna vez rompes conmigo, déjame una nota sin más.” Tally le devolvió la sonrisa. “Vale. Siempre y cuando me prometas que no volverás a meter la mano en una machacadora.” “Hecho.” Zane se miró los dedos de la mano y los cerró en un puño. “Tengo miedo. Quiero volver a sentirme chispeante.” “Y lo harás. Yo te ayudaré.” Zane asintió, cogiéndole de la mano. “¿Crees que David tenía razón?” preguntó con voz temblorosa. “¿Qué te has quedado conmigo por mis bonitos ojazos?” “No. Creo que ha sido… por lo que he dicho. Y por lo que me dijiste antes de tirarte desde el globo.” Tally tragó saliva. “¿Qué opinas tú?” Zane se tumbó de nuevo en la cama y cerró los ojos, y permaneció tanto rato en aquella posición que Tally pensó que había vuelto a quedarse dormido. Pero de repente dijo en voz baja: “Es posible que tanto tú como David tengáis razón. Quizá los seres humanos estén programados… para ayudarse mutuamente, incluso para enamorarse. Pero el hecho de que la naturaleza humana sea así no tiene por qué ser algo malo, Tally. Además, nosotros teníamos toda una ciudad de perfectos para elegir, y nos elegimos el uno al otro.” “Me alegro de que fuera así,” dijo Tally, cogiéndole de la mano.

Zane sonrió y volvió a cerrar los ojos. Un instante después, Tally vio que su respiración se había ralentizado, y se dio cuenta de que había logrado quedarse dormido de nuevo. Al menos los daños cerebrales que sufría tenían sus ventajas. Tally notó que la poca energía que conservaba aún abandonaba su cuerpo, y deseó poder quedarse dormida igual que Zane, pasar unas cuantas horas inconsciente y despertar en la ciudad… donde volvería a ser una princesa encerrada en una torre, como si todo hubiera sido un sueño. Apoyó la cabeza en el pecho de Zane y cerró los ojos. Cinco minutos más tarde llegaron los de Circunstancias Especiales. lleees ss Transcrito por Chupi El estrépito de los aerovehículos llenó el observatorio, retumbando como un graznido de aves rapaces. Los torbellinos que originaban los rotores atravesaron la brecha de la cúpula, y avivaron el fuego de tal manera que este comenzó a despedir llamaradas. El aire se llenó de polvo y un grupo de siluetas grises entró en tropel y fue tomando posiciones en medio de la penumbra. -Necesito que venga un médico – anunció Tally, poniendo voz de perfecta con un tono vacilante -. Mi amigo no se encuentra bien. A su lado apareció de repente un especial salido de la oscuridad que portaba un arma. -No te muevas. No queremos haceros daño, pero lo haremos si es necesario. -Solo les pido que ayuden a mi amigo – insistió Tally -. Está enfermo. – Cuanto antes miraran los médicos de la ciudad a Zane, mejor. Tal vez pudieran hacer más de lo que Maddy había hecho. Mientras el especial decía algo por el móvil, Tally miró un momento a Zane. El miedo que le embargaba se veía a través de sus ojos casi cerrados. -Tranquilo. Te ayudarán – le dijo Tally. Zane tragó saliva y Tally vio que le temblaban las manos mientras lo poco que le quedaba de la fachada de valentía se desmoronaba ante la presencia de sus captores. -Me aseguraré de que te cures, de un modo u otro – aseveró Tally. -Un equipo médico viene de camino – informó la especial, y Tally le respondió con una sonrisa de perfecta. Puede que los médicos de la ciudad confundieran la afección de Zane con enfermedad

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cerebral, o puede que dedujeran que alguien había intentado administrarle una cura para las lesiones, pero nunca se darían cuenta de hasta qué punto se había transformado Tally por sus propios medios. Podría fingir que había llegado hasta allí por el mero impulso de salir de la ciudad, como Maddy había dicho. De ese modo se mantendría a salvo de la operación. Quizá Zane pudiera llegar a curarse sin necesidad de tomar más pastillas. Quizá todos los habitantes de la ciudad pudieran cambiar. Tras escapar en globo y ser “rescatados” de nuevo por los especiales, Tally y Zane serían aún más famosos. Podrían empezar algo grande, algo que los especiales no podrían parar. Una voz afilada brotó de súbito de la penumbra e hizo estremecer a Tally. -Imaginaba que te encontraría aquí, Tally. – La doctora Cable se acercó a la luz, extendiendo los dedos hacia el fuego como si quisiera entrar en calor. -Hola, doctora Cable. ¿Puede ayudar a mi amigo? La sonrisa lobuna de la mujer brilló en la oscuridad. -¿Dolor de muelas? -Peor – respondió Tally, negando con la cabeza -. No puede moverse, apenas puede andar. No está bien. En el interior del observatorio seguían entrando más especiales, entre ellos tres que no iban vestidos de gris sino con uniformes de seda azul y que llevaban una camilla. Al llegar hasta donde ellos estaban, apartaron a Tally de un empujón y dejaron la camilla junto a Zane, que al ver lo que ocurría cerró los ojos. -No te preocupes – dijo la doctora Cable -. No le pasará nada. Lo sabemos todo acerca de su afección por la visita que hicisteis al hospital. Al parecer, alguien le introdujo unos nanos en el cerebro, algo muy perjudicial para su mente de perfecto. -¿Sabían que estaba enfermo? – Tally se puso de pie -. ¿Por qué no lo arreglaron? La doctora Cable le dio unas palmaditas en el hombro. -Detuvimos la actividad de los nanos. Pero el pequeño implante del diente estaba programado para producirle dolores de cabeza…falsos síntomas para manteneros motivados. -Ha estado jugando con nosotros…-replicó Tally, mientras veía cómo se llevaban a Zane. La doctora Cable estaba mirando a su alrededor. -Quería ver qué tramabais y adónde iríais. Creía que podríais llevarnos hasta los responsables de la enfermedad del joven Zane. –la mujer frunció el ceño -. Iba a esperar un poco más para activar el rastreador, pero después de la descortesía con la que has tratado a mi buen amigo el doctor Valen esta

mañana, he pensado que debíamos venir a buscarte para llevarte a casa. Realmente sabes cómo causar problemas. Tally guardó silencio mientras las ideas se le agolpaban en la cabeza. El rastreador que Zane llevaba en el diente había sido activado por control remoto, pero no hasta que los otros científicos habían descubierto al doctor Valen. Una vez más, Tally había traído consigo a los especiales. -Queríamos un vehículo para escapar – dijo, tratando de hablar como una perfecta -. Pero nos hemos perdido. -Ya, lo hemos encontrado en las ruinas. Pero no creo que hayáis llegado hasta aquí a pie. ¿Quién os ha ayudado Tally? Tally negó con la cabeza. -Nadie. Un especial con uniforme de seda gris apareció junto a Cable y le dio un rápido informe. A Tally se le puso la piel de gallina al oír la voz afilada del hombre, pero no consiguió entender ni una sola de las palabras que dijo entre dientes. -Envía a los más jóvenes tras ellos – ordenó la doctora Cable y, acto seguido, se volvió hacia Tally -. Con que nadie, ¿eh? ¿Y qué me dices de las lumbres, los cepos y las letrinas? Por lo visto, había bastantes personas acampadas aquí, y no hace mucho que se han ido. – La mujer sacudió la cabeza -. Qué pena que no hayamos llegado antes. -No los cogerán – dijo Tally con una sonrisa de perfecta. -An, ¿no? – Los dientes de la doctora Cable brillaron con un destello rojo a la luz del fuego-. Nosotros también tenemos trucos nuevos, Tally. La doctora dio media vuelta y se encaminó hacia la entrada. Cuando Tally hizo amago de seguirla, un especial la cogió por el hombro con una mano de hierro y la sentó junto al fuego. Desde el exterior le llegaron voces que daban órdenes a gritos y el ruido de más aerovehículos que aterrizaban en el lugar, pero al final desistió de intentar ver lo que sucedía a través de la entrada, y se quedó mirando las llamas con tristeza. Ahora que se habían llevado a Zane, Tally solo tenía el sabor de la derrota. La doctora Cable había vuelto a jugársela bien jugada, engañándola para que diera con el Nuevo Humo y poniéndola casi en la tesitura de traicionar una vez más a todo el mundo. Y, después de sus últimas palabras, seguro que David la odiaba. Pero al menos Fausto y los otros rebeldes habían escapado de la ciudad; con suerte para siempre. Ellos y los habitantes del Nuevo Humo llevaban a los especiales unos minutos de ventaja, y aunque las aerotablas no eran tan rápidas como los

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aerovehículos en línea recta, eran más escurridizas. Sin un rastreador como el de Zane que delatara sus posiciones, podrían desaparecer fácilmente en los bosques de alrededor. La rebelión de Tally y Zane había hecho engrosar las filas del Nuevo Humo con más de una veintena de miembros. Y ahora que la cura se había puesto a prueba, podrían llevarla a la ciudad, y a otras poblaciones, y al final todo el mundo sería libre. Quizá aquella vez no hubiera ganado la ciudad. Y el hecho de que los hubieran cogido puede que fuera lo más beneficioso para Zane. Los médicos de la ciudad estarían más capacitados para tratarlo que una pandilla de fugitivos. Tally se concentró en pensar cómo podría ayudarlo a recuperarse, haciéndolo sentir chispeante de nuevo si era preciso. Tal vez empezaría con un beso… Al cabo de una hora de la llegada de los primeros especiales, el fuego apenas llameaba, y Tally comenzó a notar de nuevo el frío. Mientras subía la temperatura de su cazadora, vio una sombra moverse en el rayo rojizo del crepúsculo que entraba por la abertura de la cúpula. Tally se sobresaltó. Era alguien en aerotabla. ¿Se trataría de David que había vuelto para rescatarla? Tally negó con la cabeza. Maddy no se lo habría permitido. -Tenemos a dos de ellos – dijo una voz dura desde la tabla. En medio de la penumbra, se vio el destello de la seda gris de unos uniformes de especiales…dos siluetas más descendían por la brecha de la cúpula. Las aerotablas eran más largas de lo normal y en los extremos llevaban incorporadas unas hélices elevadoras, cuyos rotores agitaron las brasas. Así que aquel era su nuevo truco, pensó Tally. Especiales en aerotablas, una forma ideal de perseguir a los habitantes del Nuevo Humo. Tally se preguntó a quién habrían cogido. -¿Perfectos o imperfectos? – preguntó la doctora Cable. Tally alzó la mirada y vio que la doctora había vuelto a reunirse con ella junto al fuego. -Son un par de rebeldes. Los imperfectos se han escapado todos – le respondieron. Tally se dio cuenta entonces de que, bajo su tono afilado, la voz del especial le resultaba familiar. -Oh, no – dijo Tally en voz baja. -Oh, sí, Tally-wa. – La silueta bajó de la tabla de un salto y se acercó a la luz de la lumbre con aire resuelto -. ¡Me he operado otra vez! ¿Te gusta? Era Shay convertida en especial. -La doctora Cable me ha dejado ponerme más tatuajes. ¿A que son

supermareantes? Tally miró a su vieja amiga, sobrecogida por la transformación. Los dibujos giratorios de los tatuajes flash cubrían su tez, como si llevara la cara envuelta en una red negra que latía al ritmo de su corazón. Su rostro se veía delgado y cruel, con los dientes superiores limados en forma de colmillos triangulares y afilados. La habían hecho más alta y le habían implantado más músculos en los brazos, que ahora llevaba al descubierto y donde destacaban las cicatrices de los tajos que se había hecho, realzadas con tatuajes que se movían en espiral. Los ojos de Shay centellearon a la luz de la lumbre como los de un depredador, variando entre el rojo y el violeta con el movimiento de las llamas. Naturalmente, seguía siendo hermosa, pero Tally se estremeció ante su belleza cruel e inhumana, como si viera una araña llamativa atravesando su telaraña. A su espalda descendieron las otras aerotablas. Ho y Tachs, los del club de cortadores de Shay, sostenían cada uno una silueta renqueante. Tally hizo una mueca al ver que habían cogido a Fausto, que no había subido a una aerotabla en su vida hasta hacía unos días. Pero al menos casi todos los demás habían logrado escapar…y David se había puesto a salvo. El Nuevo Humo aún existía. -¿Crees que lo que he hecho me queda perfecto, Tally-wa? ¿No te parece excesivo? Tally sacudió la cabeza con gesto cansado. -No. Es chispeante, Shay-la. Una amplia sonrisa llena de crueldad llenó el rostro de Shay. -Como para darle tropecientos milihelens, ¿eh? -Por lo menos. – Tally dio la espalda a su vieja amiga y se quedó mirando al fuego. Shay se sentó a su lado. -Ser una especial es más chispeante de lo que te imaginas, Tally-wa. Cada segundo es totalmente mareante. Tanto que puedo oír el latido de tu corazón, percibir el zumbido eléctrico de esa cazadora con la que intentas calentarte…y hasta oler tu miedo. -No me das miedo Shay. -Un poco sí, Tally-wa. Ya no me engañas. – Shay rodeó a Tally con el brazo-. Eh, ¿recuerdas las caras tan disparatadas que diseñaba cuando éramos imperfectas? Pues ahora la doctora Cable me deja hacerlas. Los cortadores podemos ponernos la cara que queramos. Ni siquiera el Comité de Perfectos puede decirnos el aspecto que podemos o no tener. -Eso debe ser genial para ti, Shay-la. -Mis cortadores y yo somos el fichaje más chispeante de Circunstancias. Somos los especiales dentro de los especiales.

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¿A que es supergenial? Tally se volvió hacia ella y trató de ver lo que había detrás de aquellos ojos centelleantes que oscilaban entre el rojo y el violeta. A pesar de aquella conversación típica de perfectas, percibía una inteligencia fría y serena en la voz de Shay, una alegría despiadada fruto del hecho de haber atrapado a la amiga que la había traicionado. Por lo que parecía, Shay era un nuevo tipo de perfecta cruel, peor incluso que la doctora Cable. Menos humana. -¿Eres realmente feliz Shay? La boca de Shay tembló, dejando ver por un momento sus dientes afilados a lo largo del labio inferior, y asintió. -Lo soy, ahora que te tengo de vuelta, Tally-wa. No fue muy agradable ver que os habíais ido todos sin mí. Eso me puso supertriste. -Queríamos que vinieras con nosotros, Shay, te lo juro. Te dejé un montón de mensajes. -Estaba ocupada.-Shay dio un puntapié al fuego casi apagado -. Haciéndome cortes en busca de una cura. –La joven resopló-. Además, ya me cansé en su día de tanta acampada. Y después de todo volvemos a estar juntas, tú y yo. -Yo diría que estamos enfrentadas – repuso Tally en un susurro. -De eso nada, Tally-wa. –Shay le apretó el hombro con brusquedad-. Estoy harta de todos los líos y malos rollos que hay entre nosotras. A partir de ahora tú y yo vamos a ser amigas para siempre. Tally cerró los ojos; así que esa era la venganza de Shay. -Te necesito entre mis cortadores, Tally. ¡Es superchispeante! -No pudes hacerme esto – musitó Tally, tratando de soltarse. Shay la sujetó con firmeza. -El caso es que sí puedo, Tally-wa. -¡No! – gritó Tally, tratando de ponerse en pie y arremeter contra Shay. La mano de Shay salió disparada hacia delante como una flecha y Tally sintió un aguijonazo en el cuello. Al cabo de unos instantes una densa niebla comenzó a envolverla. Consiguió soltarse de Shay y dar unos pasos a trompicones, pero sentía como si tuviera las extremidades llenas de plomo líquido y acabó cayendo al suelo. Un velo gris descendió frente a ella al otro lado del fuego, y el mundo se sumió de repente en la oscuridad. A través del vacío le llegó el sonido envolvente de una voz afilada que le decía: -Acéptalo, Tally-wa, eres… Durante las semanas siguientes, Tally no llegó a estar despabilada del todo en ningún momento. De vez en cuando se despertaba, y al notar el tacto de las sábanas y la almohada se daba cuenta de que estaba en la cama, pero la mayor parte del

tiempo su mente vagaba a su aire, entrando y saliendo de variantes inconexas del mismo sueño… Había una hermosa princesa encerrada en una torre alta, una torre con paredes forradas de espejos que no paraban de hablar. No había ascensor ni ninguna otra forma de bajar de la torre, pero cuando la princesa se cansó de mirar su hermoso rostro en los espejos, decidió saltar por la ventana. Invitó a todos sus amigos a unirse a ella, y todos la siguieron, salvo su mejor amiga, cuya invitación se había extraviado. La torre estaba custodiada por un dragón gris con ojos de piedras preciosas y unas fauces voraces. El animal poseía numerosas patas y era tan rápido que apenas se le veía cuando se movía, pero se hizo el dormido y dejó que la princesa y sus amigos escaparan de la torre. Y en un sueño como aquel no podía faltar un príncipe. El joven era apuesto y feo a la vez, chispeante y serio, cauto y valiente. Al principio vivía con la princesa en la torre, pero en una fase posterior del sueño parecía haber estado fuera desde el primer momento, esperando su llegada. La joven se quedaba a veces con el príncipe apuesto, y otras con el feo. Pero en ambos casos se le partía el corazón. Y eligiera a quien eligiera, el final del sueño nunca cambiaba. La mejor amiga de la princesa, a la que no le había llegado la invitación, siempre trataba de ir tras ella. Pero el dragón gris se despertaba y se la comía, y tanto le gustaba su sabor que decidía salir en busca del resto para saciar su apetito. Desde el interior de su estómago, la mejor amiga de la princesa miraba a través de los ojos del dragón y hablaba con su boca, jurando que la encontraría y la castigaría por haberla dejado atrás. Y durante todas aquellas semanas de letargo, el sueño siempre terminaba de la misma manera: el dragón iba en busca de la princesa, y repetía las mismas palabras una y otra vez… “Acéptalo, Tally-wa, eres especial.”

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