Performance

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performance El (o la) performance, uno de los paradigmas teóricos que más han llamado la atención en el ámbito de los estudios culturales de los últimos quince años, sigue siendo un término que evade la definición concreta (el carácter polisémico de este término proviene de su uso en lengua inglesa, en el que significa ejecución, realización, desempeño, actuación, obra de teatro, etc.). Se trata de una aproximación teórica en movimiento que se desplaza entre disciplinas para abarcar diversos campos de estudio. En el mundo de las artes, en los intersticios de las artes visuales y las artes escénicas, el performance es una forma expresiva que por lo general se manifiesta en acciones conceptuales cuyo soporte fundamental es el cuerpo del artista. En el campo de los estudios culturales, el performance (y la performatividad) es utilizado como paradigma analítico para aproximarse a aquellas actividades expresivas de índole diversa que involucran un proceso comunicativo entre quien genera la actuación y quien la presencia. Así pues, en términos artísticos y teóricos, el performance es un concepto innovador que se nutre de la interdisciplina. La brecha para este nuevo campo quedó abierta a partir de los años cincuenta, gracias al trabajo de lingüistas, sociólogos y antropólogos que recurrieron a las metáforas de la teatralidad y el performance para analizar fenómenos como el habla, el comportamiento social y las prácticas rituales. Entre los pioneros cabe mencionar a los lingüistas británicos John L. Austin y su alumno, John R. Searle, quienes estudiaron el lenguaje en sus dimensiones “performativas” (los “actos del habla”) en el momento mismo de su ejecución. En esta nueva manera de analizar el discurso, tan importante es la competencia comunicativa como el contexto del acto performativo. Para Austin, los performatives son enunciados que ejercen alguna acción transformadora; por ejemplo, el discurso que acompaña un bautizo o una boda.

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performanceEl (o la) performance, uno de los paradigmas teóricos que más han llamado la atención en

el ámbito de los estudios culturales de los últimos quince años, sigue siendo un término que

evade la definición concreta (el carácter polisémico de este término proviene de su uso en

lengua inglesa, en el que significa ejecución, realización, desempeño, actuación, obra de

teatro, etc.). Se trata de una aproximación teórica en movimiento que se desplaza entre

disciplinas para abarcar diversos campos de estudio. En el mundo de las artes, en los

intersticios de las artes visuales y las artes escénicas, el performance es una forma

expresiva que por lo general se manifiesta en acciones conceptuales cuyo soporte

fundamental es el cuerpo del artista. En el campo de los estudios culturales, el performance

(y la performatividad) es utilizado como paradigma analítico para aproximarse a aquellas actividades expresivas de índole diversa que involucran un proceso comunicativo entre quien genera la actuación y quien la presencia. Así pues, en

términos artísticos y teóricos, el performance es un concepto innovador que se nutre de la

interdisciplina. La brecha para este nuevo campo quedó abierta a partir de los años

cincuenta, gracias al trabajo de lingüistas, sociólogos y antropólogos que recurrieron a las

metáforas de la teatralidad y el performance para analizar fenómenos como el habla, el

comportamiento social y las prácticas rituales.

Entre los pioneros cabe mencionar a los lingüistas británicos John L. Austin y su alumno,

John R. Searle, quienes estudiaron el lenguaje en sus dimensiones “performativas” (los

“actos del habla”) en el momento mismo de su ejecución. En esta nueva manera de analizar

el discurso, tan importante es la competencia comunicativa como el contexto del acto performativo. Para Austin, los performatives son enunciados que ejercen alguna acción transformadora; por ejemplo, el discurso que acompaña un bautizo o una boda.

Bourdieu retomó el término para advertir que un enunciado tiene eficacia performativa sólo

en la medida en que provenga de una persona autorizada por la comunidad. Es decir, nadie

puede decir “os proclamo marido y mujer”, y en efecto legalizar un matrimonio, si no cuenta

con las credenciales para ello. Tampoco va a tener eficacia el acto performativo si no se

realiza en circunstancias propicias, o no se involucra a los participantes adecuados. Es fácil

pensar aquí en términos teatrales, para decir que el performance tiene como condición la

reunión de actores, escenografía, libreto y público.

Pero, más allá de la metáfora, lo que hace Bourdieu es enfatizar las condicionesinstitucionales que legitiman el poder mediante discursos de autoridad; es decir, actos

performativos que dan eficacia a los rituales sociales (Bourdieu, Language 107-116).

Desde la sociología, Erving Goffman analizó la manera “teatralizada” en la que las

personas se despliegan en sociedad e interactúan unas con otras. Aunque a distancia esta

aproximación pueda antojarse simplista, una lectura cuidadosa de la obra de Goffman

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revela claves teóricas aún vigentes para el análisis del comportamiento social. Su concepto

de marco contextual (frame analysis), basado en los escritos de Gregory Bateson, ayuda a

identificar aquellas actividades que tienen un carácter performativo en cuanto que se

apartan de lo cotidiano y manifiestan una especial intención comunicativa entre actuante y

observador (llámense ceremonias, deportes, juegos, ritos sociales, etc.). Es de particular

interés el estudio que Goffman realizó sobre el estigma social, en el cual desarrolló una

cuidadosa tipología de las diferentes actuaciones (performances) que despliegan las

personas marginadas por razones de apariencia física, discapacidad, clase social, género o

raza, así como las actitudes performativas que manifiestan quienes interactúan con el sujeto

estigmatizado (véase en ese estudio Estigma). El estigma, entonces, no es para Goffman una condición ontológica del ser, sino una invención social encaminada a clasificar y segregar a quienes se apartan de la norma, así como una actuación generadora de identidades que requiere de habilidades muy particulares para su negociación cotidiana. Esaquí donde las teorías de Goffman se acercan más a la tendencia actual de

los estudios del performance.

Otro acercamiento novedoso en su momento fue el propuesto por Richard Bauman,

Dell Hymes y otros que, desde la antropología lingüística, establecieron criterios

metodológicos para examinar las dimensiones performativas de los rituales. Así, por

ejemplo, se podría analizar la actuación de una curandera que realiza una “limpia”, tomando

en cuenta las relaciones que la palabra hablada guarda con las técnicas del cuerpo

empleadas, así como con las estrategias de acción para involucrar al paciente y a las

personas que lo acompañan, y el marco espacio-temporal durante el cual se lleva a cabo el

rito. El análisis nos ayudaría a identificar todo aquello que otorga relevancia socio-cultural a

este acto, así como los elementos que permiten a sus participantes percibirlo como curativo.

Por su parte, el antropólogo Victor Turner estudió cómo, en los sistemas rituales, el

performance puede contribuir a mantener un orden establecido (ritos de carácter oficial)y

servir para parodiar, criticar y subvertir dicho orden (como es el caso de los carnavales o las

manifestaciones políticas). Según este autor, los conflictos sociales se estructuran como

dramas, con fases bien delimitadas de ruptura, crisis, transición y resolución (o separación,

según el caso), de manera muy similar a la estructura tripartita del teatro clásico. Turner

dedicó gran parte de su obra al estudio de los procesos rituales (ritos de paso,

peregrinaciones, ritos de iniciación, etc.) en distintas sociedades, e identificó en ellos una

antiestructura liminal que crea, por así decirlo, un paréntesis al interior del mundo regido por

la estructura social imperante (The Ritual Process). Es en ese espacio donde se hace

posible la communitas (concepto derivado de Durkheim), es decir, el sentimiento de

solidaridad entre participantes que normalmente se encuentran separados por su estatus

social. No obstante, dicho espacio es momentáneo, y su potencial subversivo se encuentra

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supeditado al carácter temporal del rito, mismo que debe finalizar para reintegrar a los

participantes a la estructura social imperante, a veces con un estatus distinto, como sucede

con los ritos de iniciación (Dramas: 201-202).

Las propuestas de Turner fueron retomadas por Richard Schechner, a quien se

le debe, en gran medida, haber establecido puentes de comunicación entre las disciplinas

arriba esbozadas y los estudios teatrales. Protagonista de la vanguardia escénica de los

años sesenta y setenta, Schechner se interesó por nutrir su práctica con saberes

extrateatrales, tales como la etología y la antropología.

Éste conoció a Turner en 1977 y ambos de inmediato se encontraron mutuamente

fascinados por sus respectivos campos de estudio: mientras que a Turner le interesaba la

teatralidad como herramienta para un acercamientomás dinámico al estudio etnográfico, a

Schechner le cautivaban las posibilidades que ofrecía la antropología para enriquecer el

campo de estudio de los fenómenos performativos.

De esos intercambios resultaron importantes estudios, como From Ritual to

Theater y The Anthropology of Performance, de Turner (1982, 1988), y Between Theater

and Anthropology, de Schechner (1985), libros que aparecieron cuando los performance

studies se sistematizaban como campo académicoen Estados Unidos.

En un trabajo más reciente, Schechner expone cómo los estudios del performance

pueden abarcar cualquier tipo de actividad humana, desde el rito hasta el juego, pasando

por el deporte, los espectáculos populares, las artes escénicas, las actuaciones de la vida

cotidiana, las ceremonias sociales, los papeles de clase y de género, hasta la relación del

cuerpo con los medios masivos y la Internet (2002). Además, es posible añadir a la lista el estudio de objetos inanimados, los cuales, aunque no son un performance, pueden ser analizados como performance, es decir, en tanto que son producto de una acción creadora, o interactúan con quien los usa y contempla. Se amplía, entonces, el abanico

de estudio hacia, por ejemplo, una imagen religiosa, los instrumentos de tortura, maniquíes

de aparador, juguetes, armas de guerra, alimentos… la lista es interminable.

En todos los casos, lo que interesa no es la “lectura” o el estudio de un objeto en

sí, sino su “comportamiento”, es decir, su dimensión performativa. Podemos imaginar los

alcances de un estudio de la performativida de un ex voto, por ejemplo, o un “símbolo

patrio”, o un logotipo empresarial, analizablestodos desde las acciones rituales,políticas y

económicas que generan. La trayectoria tanto teórica como institucional de los performance

studies es lúcidamente explicada por Diana Taylor, desde su perspectivacomo

latinoamericanista, en el primer capítulo de su libro The Archive and the Repertoire:

Performing Cultural Memory inthe Americas (2003).

Hacia fines de los años ochenta, los estudios del performance, como hicieran también los

estudios culturales, incorporarían los paradigmas derivados del posestructuralismo,el

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posmodernismo y los estudios de género. En los años noventa, su panorama analítico se

abriría aun más para abarcar los estudios poscoloniales y queer. En este contexto, lo

performativo ha sido usado para analizar la construcción social de las identidades de clase,

raza y género; los simulacros y ejercicios teatralizados del poder en la sociedad

posindustrial (como lo han hecho Baudrillard y García Canclini), y las posibilidades

subversivas del performance art (Schneider, Muñoz; Prieto Stambaugh).

Figura clave para el análisis de la dimensión performativa del género es JudithButler, autora para la cual la identidad no es una categoría abstracta, sino un performance regulado por instituciones sociales. Tal aseveración tiene implicaciones

políticas, en tanto que pone al descubierto las estrategias coercitivas de la sociedad para

obligar a las personas a actuar según normas arbitrarias de conducta. Butler sugiere que la

reiteración cuasi-ritual de códigos sociales es semejante a una serie de actos de citación, mismos que nunca reproducen fielmente el “texto original”. Es en este desfase –entre el código de conducta y su actuación– donde se produce una alteración que posibilita una ruptura con la norma (Bodies: 122-124).

En un admirable ensayo, Jon McKenzie muestra cómo la obra de Butler constituye

una revisión radical de las premisas de Austin, Turner y Schechner. Mientras que los dos

últimos valoran el poder liminal y transgresivo del performance, para Butler es más que

nada una forma dominante y punitiva de poder, aunque su análisis traza

rutas para una deconstrucción y, por lo tanto, subversión de los actos performativos.

A nivel institucional, los estudios del performance han logrado ganar legitimidad

dentro del mundo académico anglosajón,llevando a la inauguración de varios

departamentos universitarios en los años ochenta.

Por su parte, la academia francesa traza su genealogía interdisciplinaria a partir de los

estudios del antropólogo Jean Duvignaud en los años sesenta, cuyas premisas son

incorporadas actualmente por Jean Marie Pradier y sus colegas en la llamada

“etnoescenología”. Aunque lenta y tentativa, la trayectoria del performance en América

Latina ha dado frutos interesantes.

En el caso específico de México, los estudios del performance se dieron a conocer a

principios de los años ochenta, con una serie de conferencias impartidas por Richard

Schechner en la Universidad Nacional Autónoma de México, y los contactos que este

investigador estableció con académicos nacionales, como es el caso de Gabriel Weisz. En

1982, Weisz y Óscar Zorrilla convocaron a un grupo interdisciplinario de científicos y

creadores escénicos de la UNAM para fundar el Seminario de Investigaciones

Etnodramáticas, con la finalidad de estudiar los principios rituales de los cuales surgió el

teatro. Unos años más tarde, Weisz publicó El juego viviente, pequeño pero ambicioso libro

que buscó sentar las bases de lo que su autor define como una teoría de la representación.

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Allí, Weisz analiza la relación que guarda el cuerpo con la percepción en el marco de

actividades lúdicas asociadas con el rito y el juguete.

No fue sino hasta el año 2000 cuando los estudios del performance se comenzaron a

difundir de manera sistemática en América Latina, con las intervenciones en varios países

del área del Instituto Hemisférico de Performance y Política, encabezado por

Diana Taylor de la Universidad de Nueva York, con sus sedes latinoamericanas en

México, Brasil, Perú y Argentina. Dicho Instituto organiza encuentros itinerantes

que reúnen a estudiosos, artistas y activistas para debatir todo lo relativo al performance en

sus manifestaciones a lo largo y ancho del continente americano. El “Hemisférico”, como se

le conoce, ha establecido contacto con instituciones mexicanas, como el Centro Nacional de

Investigación, Documentación e Información Teatral “Rodolfo Usigli”, el Centro de

Investigaciones Escénicas de

Yucatán, y el Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias, de la UNAM.

Por su parte, la Universidad de Guadalajara abrió en 2002 un importante espacio a

losestudios del performance en su Maestría en Ciencias Musicales, con orientación en

etnomusicología, bajo la dirección del doctor Arturo Chamorro, del Centro Universitario de

Arte, Diseño y Arquitectura. Chamorro fue estudiante de Richard Bauman, e incorpora

rigurosamente las teorías del performance en sus estudios sobre tradiciones musicales en

el occidente de México.

En Perú, la antropología del performance se ha aplicado de manera igualmente rigurosaen

los trabajos de Gisela Cánepa, Luis Millones, Alejandro Díaz y Raúl R. Romero, entre otros.

Para Cánepa es fundamental la relación entre el contexto de la actuación y el cuerpo de los

ejecutantes. La antropóloga sostiene que la experiencia in-corporada (en inglés, embodied)

del performance apunta al carácter indeterminado y subjetivo del hecho cultural. En este

sentido, los estudios del performance acompañan la crítica reflexiva de la antropología que

a partir de los años noventa se aparta de la construcción de “objetos de estudio” para más

bien indagar la cultura como proceso dialógico (18).

Aunque, como se acaba de señalar, los estudios del performance ya se comienzan a aplicar

en el trabajo de varios académicos latinoamericanos, aún no han logrado una aceptación

generalizada en la región, ni se han generado herramientas analíticas específicas para

nuestro ámbito. No obstante, el trabajo de los académicos arriba citadosabre brecha, por lo

que es de esperarse que siga encontrándose en el performance nuevas claves para el

análisis de los procesos

culturales.

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OBRAS DE CONSULTA. Bauman, Richard, Verbal Art as Performance, Illinois, Waveland,

1977; Bourdieu, Pierre, Language and Symbolic Power, Cambridge, Harvard University

Press, 1991;Cánepa Koch, Gisela, Identidades representadas:

performance, experiencia y memoria en los Andes, Lima, Pontificia Universidad Católicadel

Perú, 2001; Carlson, Marvin, Performance: A Critical Introduction, Nueva York,

Routledge,1996; Chamorro, Arturo y María GuadalupeRivera (eds.), Música, ritual y

performance, Jalisco, Universidad de Guadalajara, 1999; Duvignaud, Jean, Sociología del

teatro: ensayo sobre las sombras colectivas, México, Fondo de Cultura Económica, 1973;

Goffman, Erving, Frame Analysis: An Essay on the Organizationof Experience, Boston,

Northeastern University, 1983; McKenzie, Jon., “Genre Trouble: (The) Butler Did It”, en

Peggy Phelan y Lill Lane(eds.), The Ends of Performance, Nueva York, New York University

Press, 1998, pp. 217-235;Millones, Luis, Los demonios danzantes de la virgen de Tucume.

Lima, Fundación El Monte,

1998; Prieto Stambaugh, Antonio, “Los estudios del performance: una propuesta de

simulacro crítico”, Citru.doc Cuadernos de investigación teatral, núm. 1, noviembre, 2005,

pp. 52-61; Schechner, Richard, Performance Studies: AnIntroduction, Londres-Nueva York,

Routledge, 2002; Schneider, Rebecca, The Explicit Body

in Performance, Londres, Routledge, 1997; Taylor, Diana, The Archive and the Repertoire:

Performing Cultural Memory in the Americas,Durham, Duke University Press, 2003; Turner,

Victor, The Anthropology of Performance, Nueva York, The Performance Arts Journal Press,

1988; Weisz, Gabriel, El juego viviente: indagación

sobre las partes ocultas del objeto lúdico, México, Siglo XXI Editores, 1986.

[ANTONIO PRIETO STAMBAUGH]