Poder y religion en Comentarios Reales de los Incas (Inca Garcilaso de la Vega)
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Tenorio
María Tenorio
Profesora Maureen Ahern
Español 755
9 de noviembre del 2000
La fina separación de poder y religión en los Comentarios reales de los incas.
Que todos los que tienene orejas se llaman Ingas pero no son perfectos, sino son indios pobres y gente baja,
ni son caballeros sino pecheros.Guamán Poma de Ayala.
En la primera parte de los Comentarios reales de los incas, del Inca
Garcilaso de la Vega, se asiste a la edificación de un imperio que irá siendo
caracterizado por la convivencia armónica entre Incas e indios, entre
dominadores y dominados, debida a la docilidad de éstos últimos y a la
superioridad material, moral, militar, política y religiosa de aquéllos. Como dice
Franklin Pease “modeló Garcilaso la noción de una monarquía larga y venturosa
donde el conflicto quedaba minimizado y la guerra limitada casi a la necesidad
del heroísmo de los príncipes.” (Pease “El Tahuantinsuyo” 375)
No es el asunto de estas páginas discutir la veracidad o historicidad de
los Comentarios reales de los incas, preocupación que, como refiere el mismo
Pease, ha estado en el ojo del huracán de los estudios garcilacistas
(“Garcilaso’s” 32). Sin embargo no quiero continuar sin antes decir que fuesen
los hechos cuales fueren y las fuentes de Garcilaso más o menos confiables,
parto del principio de que la historia es una narrativa más, cuyo punto de partida
no son nunca “los hechos” en bruto sino siempre el discurso o, en palabras de
Yuri Lotman, el texto. No hay escape posible del ámbito del discurso; incluso si
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se es testigo de vista de un hecho cualquiera, a la hora de expresarlo hay que
convertirlo en texto, de forma que, y cito a Lotman: “So it may be very difficult to
distinguish a historical source, even a legal document, from a literary text.” (222)
En palabras de Hayden White: “It does not matter whether the world is conceived
to be real or only imagined; the manner of making sense of it is the same.” (98)
Y precisamente lo que quiero anotar en las próximas páginas son algunos
aspectos de como el discurso garcilaciano organiza y da sentido a la
superioridad de los Incas sobre el resto de los habitantes del Tahuantinsuyo e
incluso, sobre los nuevos conquistadores españoles que han ganado esas
tierras.
Desde el primer libro de los Comentarios, Garcilaso articula las acciones
de conquista de los Incas en un doble ordenamiento, andino y cristiano, donde
queda de relieve, a primera vista, el carácter instrumental de los conquistadores:
por la vertiente andina –y me refiero a la versión del tío de Garcilaso, su fuente
oral directa sobre la historia de los Incas (Vega I, XV; vol 1, 101-2) - los Incas
resultan ser descendientes directos del dios Sol, quien tuvo a bien enviarlos para
que sacasen de la rusticidad, barbarie, gentilidad, simplicidad y demás
bestialidades en que vivían los habitantes de esas tierras de los Andes; por la
vertiente cristiana –y esta parece ser la versión propiamente garcilaciana (Vega
I, XV; vol 1, 99-100), los Incas son ese “lucero del alba” que el dios cristiano
sacó de entre los mismos indios para que les enseñasen la ley natural y los
preparasen para la recepción del Evangelio (el tópico de la preparatio
evangelica, Zamora 120). De entrada, antes de presentar siquiera al primero de
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la cadena de Incas y sus conquistas, el texto establece esta doble articulación
donde lo andino queda, de alguna forma, subsumido en el plan cristiano de la
salvación de la humanidad por el conocimiento del verdadero dios.
La superioridad les vienes a los Incas por ser hijos del Sol, pero también
les viene por ese afán providencialista de Garcilaso de cristianizar sus acciones
de conquista: doblemente buenos, doblemente inscritos en planes salvíficos.
La expansión territorial de los dominios incaicos es presentada
discursivamente como repetición de actos de conquista donde unos y otros,
dominadores y dominados entran en un juego en el que ambos salen ganando.
La religión del dios Sol –entendida como ideología imperial- es aceptada por los
pueblos no Incas –calificados más de una vez por Garcilaso como “facilísimos a
creer cualquier novedad” (Vega II, XVI; vol. 1, 175)- en vista de que, tras ella,
hay un régimen de respeto por sus costumbres y cultos, a la vez que hay toda
una serie de obras materiales y de organización que los favorecen.
Margarita Zamora, en su estudio titulado Language, Authority, and
Indigenous History in the Comentarios reales de los incas , argumenta como el
Inca Garcilaso, al ir narrando los actos de conquista de cada Inca, cae en la
repetición de fórmulas hasta llegar a presentar al lector un modelo de conquista:
The model of conquest that Garcilaso offers is based on the self-
evident goodness and excellence of the laws of natural reason, and
on peaceful persuasion as the best tool for the conversion of non-
believers. Violence is justified only as a last resort, when all others
means have been exhausted, and only if it is followed by tolerance,
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forgiveness, and the restoration of power and authority to the
defeated within the new order. (159)
La humanización que los Incas llevan a cabo está amparada, como dice
José Antonio Mazzotti, por una voluntad divina: desde la óptica cuzqueña la
expansión del culto solar está ligada a la humanización de nuevos pueblos (135-
138). Pero Garcilaso, y este es mi punto, separa estos elementos –la
humanización y la religión, sea andina o sea cristiana, sea falsa o sea
verdadera- en su comentario de los hechos y, es más, como apunta Sabine
MacCormack, “as seen by themselves (the Incas) and by Garcilaso the historian
and his readers, the Incas were human statesmen who deployed the fiction of
their solar origin to enhance their political authority.” (33)
Garcilaso alaba la empresa civilizatoria de los Incas, si bien toma
distancia del origen divino de su poder, como se puede apreciar cuando describe
al fundador, el Inca Manco Cápac:
Lo que yo, conforme a lo que vi de la condición y naturaleza de
aquellas gentes, puedo conjeturar del origen deste príncipe Manco
Inca, que sus vasallos, por sus grandezas llamaron Manco Cápac,
es que debió ser algún indio de buen entendimiento, prudencia y
consejo, y que alcanzó bien la mucha simplicidad de aquellas
naciones y vió la necesidad que tenían de doctrina y enseñanza
para la vida natural, y con astucia y sagacidad, para ser estimado,
fingió aquella fábula, diciendo que él y su mujer eran hijos del Sol,
que venían del cielo y que su padre los enviaba para que
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doctrinasen y hiciesen bien a aquellas gentes. (Vega, Libro I, cap.
XXV, vol. 1, 125; el énfasis es mío)
Hay, como se ve en la cita anterior, una construcción secularizada del
poder, donde la religión incaica es un artificio humano –moral y político- para
dominar a los otros. Garcilaso destaca, en el episodio de la muerte del primer
Inca -que atrás cité- así como con los demás Incas, como al haber “conformidad
en la vida y en la doctrina” no fue difícil para los conquistadores convencer a los
conquistados sobre su origen divino. Quiero destacar, y se me perdone la
repetición, que el discurso de los Comentarios toma distancia de ese origen
divino del poder y lo construye desde su dimensión propiamente humana, en
otras palabras, se muestra escéptico respecto de la filiación solar o divina de los
Incas y enfatiza que su poder sobre los demás se debe a su superioridad
humana, tanto política, como militar.
“Su historia –como dice Franklin Pease- tiene un claro contenido moral y
político.” (Pease “El Tahuantinsuyo” 374) Y lo que quiero argumentar es que al
mostrarse escéptico respecto al carácter divino (solar) del poder de los Incas,
Garcilaso abre una rendija para descreer también el carácter divino (cristiano)
del poder y, por extensión, de la conquista española. Quizás Garcilaso, como el
viejo capitán de los Araucos, se negó a aceptar el carácter divino que se
predicaba de los españoles con un razonamiento como el que cito:
Si aquellos españoles eran hombre mortales como ellos o si eran
inmortales como el Sol y la Luna; si sentían hambre, sed y
cansancio; si tenían necesidad de dormir y descansar. En suma,
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preguntó si eran de carne y hueso o de hierro y acero; y de los
caballos hizo las mismas preguntas. Y siéndole respondido a todas
que eran hombres como ellos y de la misma compostura y
naturaleza, les había dicho: “Pues idos todos a descansar, y
mañana veremos en la batalla quién son más hombres, ellos o
nosotros.”” (Vega VII, XXI; vol. 3 71)
Según Sabine MacCormack, el Inca Garcilaso conocía a Maquiavelo y a
otros pensadores políticos del siglo XVI para quienes: “Religion was a means of
political control. This had nothting to do with the truth or falsity or the religion
being practiced in any polity under discussion.” (Sabine MacCormack, 35)
Si, como argumenta Pierre Duviols (50), Garcilaso mediante la
reinvención de Viracocha logra probar que los Incas y los españoles eran
miembros de la misma familia, a nivel simbólico y mitológico, por tener un origen
solar común, ¿por qué no pensar que ninguno de ambos tenía el privilegio de
ser el verdadero enviado de dios para humanizar a las naciones de la tierra?
Desde mi perspectiva, el texto garcilaciano cuestiona el origen divino del poder
así como su intrínseca bondad. Hay, más allá de la religión, sea andina o
cristiana, un criterio para juzgar y evaluar el ejercicio del poder y el buen
gobierno: es para Garcilaso la ley natural.
No sé si mis argumentos resulten suficientemente convincentes. Pero les
propongo una tercera vía: la sugerida por Margarita Zamora y que, creánmelo o
no, se me ocurrió también a mí antes de leerla. Es la de la lectura irónica del
texto en aquellos lugares donde se cuelan elementos incongruentes con la
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natural bondad del poder incaico. Es lo que ocurre, por ejemplo, cuando
Garcilaso habla del cuarto inca, Maita Cápac, quien
Acabada la visita, volvió el ánimo al principal blasón que aquellos
Incas tuvieron, que fué llamar y traer gente bárbara a su vana religión,
y con el título de su idolatría encubrían su ambición y codicia de
ensanchar su reino. Ora sea por lo uno o por lo otro o por ambas
cosas, que todo cabe en los poderosos, mandó levantar gente (…)
(Vega III, I; vol. 1 212)
Otro caso es el del Rey Inca Yupanqui: “Como el principal cuidado de los
Incas fuese conquistar nuevos reinos y provincias, así por la gloria de ensanchar
su Imperio como por acudir a la ambición y codicia del reino, que tan natural es
en los hombres poderosos, determinó el Inca Yupanqui (…) hacer otra conquista
(.)” (VII, XVI; vol. 3 60)
La propuesta de Zamora es que para el lector crítico (y para el lector de
crónicas del siglo XVI), las palabras “ambición” y “codicia” en estos pasaje (para
una segunda muestra ver II, XIX; vol. 1, 183) chocan con el contexto de las
conquistas incaicas regidas por la ley natural y, antes bien, estos términos eran
emblemáticos de la conquista española. Y cito literalmente a Zamora: “If we read
this passage as a veiled reference to the Spaniards instead of the Incas, the
contradiction is resolved. The antagonism between the fragment and its context
is neutralized by an ironic reading.” (162)
Mi punto es destacar aquí que Garcilaso, al relativizar la relación entre
poder imperial y religión entre los Incas, opera una secularización del poder –lo
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ve dentro del mundo terrenal, sin recurrir a lo divino- y esto puede leerse –como
sugiere Margarita Zamora- sobre el poder y la conquista de los españoles.
Sabine MacCormack me apoyaría en esta hipótesis, creo yo, porque para ella
Garcilaso está familiarizado con Maquiavelo y otros pensadores políticos para
quienes la religión es siempre un instrumento político para dominar a los otros.
De ahí que Garcilaso pueda juzgar, si le place, el gobierno de los españoles sin
tener que pelearse con la religión cristiana porque ya ha operado una separación
entre política y religión. ¿Podría considerarse que el Inca Garcilaso es un
escéptico? De plano ejerce una crítica sobre el imperio de los españoles porque
en el caso de sus predecesores, los Incas, había conformidad entre los hechos y
la doctrina y en el caso actual, pues quien sabe.
Obras citadas
Anadón, José, ed. Garcilaso Inca de la Vega: An American Humanist: A Tribute
to José Durand. Indiana: U of Notre Dame, 1998.
Duviols, Pierre. “The Problematic Representation of Viracocha in the Royal
Commentaries, and Why Garcilaso Bears and Deserves the Title of Inca.”
Anadón 46-58.
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Lotman, Yuri.Universe of the Mind: A Semiotic Theory of Culture. Bloomington:
Indiana UP, 1990.
MacCormack, Sabine G. Children of the Sun and Reason of State: Myths,
Ceremonies and Conflicts in Inca Peru. College Park: U of Maryland,
1990.
Mazzotti, José Antonio. Coros mestizos del Inca Garcilaso: Resonancias Andinas.
Perú: Bolsa de Valores de Lima, 1996.
Pease G.Y., Franklin. “El Tahuantinsuyo del Inca Garcilaso.” Las Crónicas y los
Andes. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú, 1995. 367-396.
---. “Garcilaso’s Historical Approach to the Incas.” Anadón 32-41.
Vega, Garcilaso Inca de la. Comentarios reales de los incas. 3 vol. Lima:
Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 1959.
White, Hayden. Tropics of Discourse: Essays in Cultural Criticism. Baltimore: The
Johns Hopkins UP, 1978.
Zamora, Margarita. Language, Authority, and Indigenous History in the
Comentarios reales de los incas. Cambridge: Cambridge U P, 1988.
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Posibles temas para la exposición sobre los Comentarios Reales del Inca Garcilaso de la Vega:
1. La deconstrucción de Viracocha y los viracochas en la primera parte de los Comentarios Reales.
2. La religión de los Incas como ideología imperial, como justificación de la conquista.
3. El episodio de ------------ (nacion que no se dejó conquistar) como muestra del engranaje histórico-providencial entre Incas y españoles.
-----------------------------------------------------------------------------------------------------------1. Una versión disidente de Viracocha en el Inca Garcilaso.
Pierre DuviolsMargarita Zamora
Garcilaso deconstruye (Derrida o libro de Moraña) a Viracocha –el Viracocha ya acuñado por las otras crónicas- y presenta una versión disidente o alternativa de esta divinidad andina. Viracocha, según Garcilaso, no es un dios principal de los Incas como los demás dicen y es que lo dicen porque no entienden bien a los incas al no hablar su lenguaje. Él tiene mayor autoridad que los demás por su posición privilegiada entre los dos mundos.
Garcilaso deconstruye al construir una nueva versión en la que Viracocha pasa de ser un dios a ser un fantasma, una aparición de un Inca a otro Inca (como si fuera un ángel, en mi entender cercano al catolicismo y la tradición española) que va adquiriendo importancia por las acciones del príncipe en defensa del Cuzco, ciudad sagrada de los Incas, centro máximo de poder de este imperio, signo que acumula en su espacio a todo el imperio.
2. La religión de los Incas, calificada de “vana” y también de “idolatría” por Garcilaso, juega el papel de ideología imperial en las conquistas de los Incas. Garcilaso presenta la religión como el factor que hace superiores a los Incas –y esto debe entenderse como los Reyes o conquistadores- sobre las demás naciones y provincias que van conformando el Tahuantinsuyo, pero, al mismo tiempo, de-construye la religión al adosarle el epíteto de “vana” e intercambiarla por el sinónimo de “idolatría”. ¿Es esto una contradicción? Lo superior es algo vano, que no tiene valor. Puede leerse como una superioridad que, para Garcilaso, no reside en la religión, sino en otros
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factores relacionados con ella: el buen gobierno, la justicia, la construcción de obras, el velar porque todo el mundo tenga alimento y trabajo, el orden, etc. Este juego garcilaciano puede entenderse por el destinatario de sus comentarios Reales: los españoles del siglo XVII, para quienes la religión conformaba, coloreaba y delineaba su percepción del mundo (quizás también para el mismo Garcilaso). Pero hay cierto escepticismo en Garcilaso y este es mi punto: hay un quiebre en esa correspondencia entre religión monoteísta y superioridad, superioridad moral y autoridad para conquistar. ¿Será que puede hacerse una lectura irónica de Garcilaso, como propone Margarita Zamora? No sé, pero yo también, como ella, hice esta lectura irónica y pensé que –independientemente de si Garcilaso quería que sus lectores lo interpretaramos así- es factible hacer una interpretación irónica de la conquista de los Incas o de los Incas conquistadores como crítica (resistencia) a los españoles.
“Es cierto que la forma de argumentar de Garcilaso no consistía en la oposición abierta, sino en una cauta redacción en la cual iba introduciendo el punto de vista contrario, comentaba.” (Pease G. Y. 37)
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