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Políticas Culturales
Análisis sobre la Política Cultural en México:enfoques partidistas
11 de julio de 2013
INTRODUCCIÓN
Las políticas culturales abarcan un campo de acción amplio en donde se fomenta
desde la promoción, fomento y creación artística, lectura hasta la preservación de
sitios patrimoniales. Hablar de ellas en México no es sencillo, comenzamos por el
nacionalismo creado durante el porfiriato se caracteriza por el afrancesamiento
como lo bello, y lo indígena como lo exótico. Pero hay que recordar que, según la
perspectiva antropológica de cultura, todos los grupos humanos tienen cultura. Y
todos los individuos, que necesariamente pertenecen a algún sistema social
organizado, también tienen cultura, porque la sociedad se las trasmite y porque
exige a todos el manejo de los elementos culturales indispensables para participar
en la vida social (es decir, los valores, los símbolos, las habilidades y todos los
demás rasgos que forman la cultura del grupo). A partir de esta concepción de
cultura, deja de tener sentido hablar de pueblos o individuos "cultos" e "incultos"
todos tenemos cultura, nuestra propia y particular cultura. Es con esta concepción
1
antropológica como hablaremos aquí de cultura y, en consecuencia, de patrimonio
cultural1.
En base a lo anterior la política cultural en México ha sido mal interpretada,
y durante ése proceso se trabaja sectariamente, el eurocentrismo dictado desde el
gobierno. Sin embargo, hay que recordar que la acción de los gobernantes tiene
un papel que varía históricamente. En primer término, se puede mencionar la
acción del gobernante como una iniciativa individual. Aquella en que el
gobernante, por el poder que le brinda su puesto, actúa atendiendo
fundamentalmente a sus inquietudes y gustos personales.
Política Cultural Mexicana: El partidismo y sus enfoques.
Al adentrarse en el tema, es importante esclarecer qué son y para qué
sirven las políticas culturales en general, las definiciones son variadas tanto como
el concepto de cultura mismo, sin embargo retomo la definición hecha por
Bayardo, entendiendo las políticas culturales como:
“Intervenciones orientadas al desarrollo simbólico, contribuyen a establecer
el orden y la trasformación legítimos, la unidad y la diferencia valida, las
identidades locales, regionales y nacionales. Su sentido profundo apunta más al
hacerse de la sociedad, a la conformación de marcos y pautas generales de
convivencia, que a la sola ilustración humanística o el culto estético. De aquí su
trascendencia en el desarrollo socio económico y en la democratización política y
de aquí también la importancia de la crítica a la cultura.” (Bayardo: s/f)
Ahora bien, empezando el análisis con el PRI, una nota publicada en la
Crónica señala que la presidenta de la Comisión de Cultura de la Cámara de
Senadores, Blanca Alcalá Ruiz, propuso un decálogo mínimo de premisas para la
construcción de la agenda política cultural del Siglo XXI. La legisladora del PRI
consideró necesario destinar mayores recursos en la materia, ya que actualmente
sólo representa 0.4 por ciento del Presupuesto de Egresos de la Federación,
aunque anteriormente cuando se mantenía la dictadura se asignaba,
1 Bonfil Batalla, Guillermo. Pensar nuestra cultura. Diálogos de acción, 2004.
2
sexenalmente un promedio mucho menor del hoy establecido. Como parte de su
decálogo en materia legislativa planteó revisar la Ley General de Fomento de la
Cultura; que no se reduzca a definir la naturaleza jurídica del CONACULTA y
demás instituciones Federales, sino establecer las bases de coordinación de
órdenes de gobierno, la participación del sector privado y de la sociedad, éste
enfoque privatizador ha sido una constante en el gobierno priista, además de la
utilización de términos jurídicos que facilitan la acción como “a comodato”. Por otro
lado surge la interrogante, cuál es la naturaleza jurídica del CONACULTA y por
qué cambiar, teóricamente se le daría más injerencia al consejo para la materia de
cultura, aunque su objetivo ya es la promoción, el apoyo y el patrocinio de eventos
que propicien el arte y la cultura en la nación. El consejo estimula, promueve e
incluso coordina varios eventos culturales del país en su desarrollo, además de
apoyar instituciones culturales por todo México.
También actualizar la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas
Arqueológicas, Artísticos e Históricos en lo relativo al derecho de audiencia,
actualización de sanciones y multas, incorporar el patrimonio subacuático y
establecimiento de reglas para el uso de monumentos en la difusión de eventos,
esto ha sido totalmente necesario en muchas y diversas ocasiones, además,
dentro de la reforma es necesario incluir una regularización y descentralización de
la toma de decisiones que ahora sólo posee el Instituto Nacional de Antropología e
Historia.
Subrayó la necesidad de incorporar el tema del lenguaje digital en la Ley de
Fomento para la Lectura y el Libro; analizar la política de estímulos fiscales;
evaluar el mecanismo de pago en especie para que los museos tengan una mayor
intervención en la selección de autores y obra que se incorpora a los acervos
públicos. La cuestión fundamental no es solo la necesidad de fomentar la lectura y
el libro dentro de un lenguaje digital, sino qué contenidos se fomentarán, por otro
lado sigue siendo sectaria ésta necesidad de fomentar la lectura, pues se habla de
digitalización cuando hay pobreza en las comunidades en las que más se necesita
de la literatura.
3
Consideró que se debe tener una legislación adecuada y justa para
preservar la labor creativa y los derechos de los autores, siempre con el consenso
de quienes están involucrados en cada uno de los temas, sin embargo no
menciona de qué forma se debe realizar ésta legislatura, mucho menos en base a
qué estudio o consenso realizarla, a su vez sería pertinente que no solo se debe
incluir en el consenso a quienes se involucren con los temas, sino cómo vincular a
otros sujetos que estén fuera de los temas.
Señaló la necesidad de una arquitectura institucional congruente con las
atribuciones y responsabilidades de las dependencias federales, estados y
municipios, además de garantizar autonomía financiera de la instancia
responsable (CONACULTA) que permite el óptimo flujo de recursos para la
ejecución en tiempo y forma de programas y proyectos en la materia, no obstante
no menciona un mecanismo de regulación para el CONACULTA y el consenso o
consulta a los pobladores de las diferentes entidades federales, estados y
municipios sobre las necesidades contenidas en su población.
La legisladora priista subrayó la importancia de la “democratización cultural y
hacer accesible la cultura, a fin de que se supere la concepción de élite en la que
a veces se piensa que sólo unos pocos pueden acceder a ella o les interesa o
conocen de ella”, ésta aseveración no incluye la democratización de los medios, el
cual según el priismo no entra dentro del sector de cultura gestado desde el
estado, además habría que conocer cuál es el concepto de cultura que el priismo
predica pues se puede interpretan como el fomento al eurocentrismo, hay que
tener en cuenta que la cultura es una construcción significante mediadora en la
experimentación, comunicación, reproducción y transformación de un orden social
dado. Como dimensión constitutiva de ese orden es una condición de su
existencia y no una entidad desgajada, posterior a él: conforma las relaciones
sociales, económicas y políticas. A la vez conforma nuestra subjetividad, nuestro
modo de percibir el mundo, a manera de experimentación, indagar y replantear las
relaciones humanas2.
2Bayardo, Rubens. Antropología, Identidad y Políticas Culturales, Programa Antropología de la Cultura ICA, FFyL, Universidad de Buenos Aires
4
En su propuesta incluyó aspectos como binomio educación-cultura;
formación de públicos y formadores; impulso a creadores e industrias culturales;
potenciar vocaciones culturales territoriales; impulso a la cultura desde lo local;
conservación e impulso del patrimonio edificado, cultural y natural e innovación
tecnológica3. Básicamente estamos reviviendo la política cultural de la dictadura
perfecta, el neoliberalismo en la cultura.
Por otro lado, en la pasada administración panista, la jornada publica que
Bellas Artes y el Instituto Nacional de Antropología e Historia incumplieron en 2011
su obligación de impulsar la cultura: ASF, Ninguno de los institutos estableció
indicadores y metas para ser evaluados, Señala que el INBA no desarrolló una
programación con propuestas de entidades federativas, esto lo revela la auditoría
aplicada a ambas dependencias coordinadas por el Consejo Nacional para la
Cultura y las Artes. Ninguno de los institutos acreditó los criterios mínimos para
estimar el porcentaje de participación de los asistentes a actos artísticos y
culturales.
La Auditoría Superior de la Federación (ASF), en su informe del resultado
de la fiscalización superior de la Cuenta Pública 2011, refiere que el INBA realizó
durante ese año 17 mil 203 actividades artísticas y culturales, mil 152 más que en
2010. No obstante, “no estableció indicadores ni metas para evaluar el
cumplimiento de la estrategia nacional –de mediano plazo– de promover la cultura
nacional e internacional, mediante el desarrollo de una programación que
considerara las propuestas de las entidades federativas y de los grupos
independientes”. Es decir, el instituto careció de un sistema de información
adecuado para registrar sus operaciones y verificar la programación de la
promoción cultural. Hay que tener en cuenta que los indicadores pueden ser
variables con respecto a la cultura, muchas voces de los medios masivos,
empresariales y políticas adoptan la hipótesis del mercado como único indicador y
simple evaluador de las culturas. Tampoco toman en cuenta los estudios
universitarios y empresariales sobre la multiculturalidad en la globalización, que
3 Notimex. La Crónica. Disponible en http://www.cronica.com.mx/notas/2012/713871.html . consultado 22-2-2013
5
reconocen la persistencia de las diferencias culturales en los hábitos de consumo,
esto además de la incesante visualización de la cultura como una mercancía.
Para 2011 el INBA no estableció indicadores ni metas con objeto de evaluar
el cumplimiento de la estrategia nacional de mediano plazo de impulsar la
presentación de las manifestaciones artísticas contemporáneas, de frontera y
ruptura de géneros, producciones interdisciplinarias y experimentación con las
nuevas tecnologías, esto puede ser a raíz del despilfarre en el que se vio inmersa
la asignación del presupuesto al sector de cultura a partir de la celebración del
centenario de la revolución y el bicentenario de la independencia en 2010,
despilfarre meramente sectorial y carente de proyección democrática.
Las consecuencias sociales de que el INBA incumpliera con dotar de
cultura a la sociedad se manifiestan de la siguiente forma –en el resultado de la
fiscalización–: respecto del objetivo de lograr que todos los mexicanos tuvieran
acceso a la participación del patrimonio artístico, en 2011 el instituto benefició sólo
a 7 millones 536 mil personas, lo que representó 6.9 por ciento de los 108 millones
813 mil mexicanos. Además careció de indicadores y metas que evaluaran el
cumplimiento de sus estrategias. Lo extraño es, cómo se puede entonces hablar
de una falta de indicadores cuando las mismas cifras citadas por La Jornada
apelan a un indicador numérico de beneficiarios, no desmerito la labor periodística
pero parece ser que sus escritores carecen de conocimiento a cerca de los
indicadores implementados en la cultura, los cuales son diversos.
El resultado de la auditoría aplicada fue negativo porque no impulsó la
presentación de manifestaciones artísticas. Tampoco desarrolló un plan
sistemático de impulso a las manifestaciones artísticas de México en el extranjero
ni estableció mecanismos de colaboración y fomento con la comunidad artística
independiente. Esto nos habla de una pésima gestión por parte de los entonces
dirigentes de la diferentes dependencias orientadas hacia la cultura y las artes,
pues a pesar de no tener presupuesto (el cual es un problema nacional, y sin
embargo un problema superable), se debe manejar los recursos con el propósito
6
de satisfacer las necesidades surgidas a partir de un estudio de campo
determinado.
Agrega que no creó campañas ni productos dirigidos al público infantil y
juvenil para difundir la cultura nacional con el fin de fortalecer los valores de
México. A su vez, el INAH no estableció indicadores ni metas que evaluaran la
afluencia de visitantes a zonas arqueológicas con boleto pagado ni la promoción
con trabajadores, profesores, estudiantes –de todos los niveles–, pensionados y
jubilados. Sólo asistieron a las zonas arqueológicas 7 millones 774 mil mexicanos
(7.1 por ciento). A pesar de que no lo menciona La Jornada, habría que
preguntarnos cuáles son los valores de México que necesitan ser fortalecidos en
el sector infantil y juvenil, pues, si se trata, como lo dice la nota, de la cultura
nacional, volvemos a lo gestado en el priismo cuando se alimentaba la identidad
nacional, siendo éste un indicador de la auditoría cualquiera puede darse cuenta
de que el priismo y sus viejos estándares han vuelto.
La fiscalización a la que fue sometido el instituto también reveló serias
consecuencias sociales, porque incumplió con la política de facilitar el acceso a un
mayor número de ciudadanos. Asimismo, careció de indicadores y metas para
evaluar el cumplimiento de las estrategias de promover y difundir el patrimonio
arqueológico e histórico. Lo cual, referido a la nota, lleva a preguntarnos, por qué
el acceso debe cubrir sólo a los ciudadanos, será que volvemos a la política
evaluativa centralista.
Al igual que el INBA, el INAH fue reprobado en la auditoría porque no
cumplió con la política de desarrollo cultural ni diseñó indicadores y metas. No
utilizó los medios impresos, audiovisuales y foros públicos para difundir la
investigación realizada por las áreas académicas y de conservación. Tampoco
mejoró los canales de comercialización y difusión de libros y revistas. Por si fuera
poco, no organizó la información del sistema contable para determinas los costos
de la promoción y difusión del patrimonio arqueológico e histórico4, la duda que
4 Garduño, Roberto. “Incumplieron Bellas Artes e INAH en 2011 su obligación de impulsar la cultura: ASF”. Periódico La Jornada, Domingo 24 de febrero de 2013, p. 11
7
prevalece es, si no realizaron todas las funciones antes mencionadas, cuál fue la
labor que realizaron ante la cultura en ese momento, obviamente se destaca una
mala gestión cultural pero habría que revisar más la investigación sobre éste mal
funcionamiento en las dependencias.
Análisis
Los gobiernos panistas no han hecho más que ensanchar la marcada
brecha existente entre la política cultural federal y los requerimientos reales de las
regiones, estados, municipios y comunidades de la república. En rigor, debe
decirse que las cosas en este terreno siguen básicamente igual que como las
dejaron los gobiernos priistas, con el agravante de que el estancamiento, en este
como en cualquier otro asunto, es sinónimo de atraso. Puede afirmarse, por lo
mismo, que en cultura se ha retrocedido debido a la propia inercia del sector, es
decir, ni siquiera en esto hay mérito de las administraciones culturales emanadas
del panismo en el poder. Permítaseme un repaso a vuelapluma.
El Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA), organismo
rector en la promoción, difusión, apoyo y patrocinio de la cultura, sigue operando
con la misma estructura, el mismo marco legal y los mismos programas con que
nació en 1988, en el gobierno priista de Carlos Salinas de Gortari. Su relación con
el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y el Instituto Nacional de
Bellas Artes y Literatura (INBA), continúa estando signada por una contradicción
de origen: el estatuto jurídico de estos es superior al de aquél; mientras unos
fueron creados por decreto legislativo, el otro lo fue por decreto administrativo del
Ejecutivo. Todas las decisiones que se han tomado desde entonces, en lo
concerniente a diseño organizacional, normativo y administrativo, han sido
resultado de la improvisación y la ocurrencia. Una Coordinación de
Ciudadanización se puede convertir, sin mayor explicación, en una Dirección de
Vinculación. Las reformas de fondo siguen esperando ad calendas graecas.
No se ha avanzado una sola pulgada en el renglón de financiamiento. Se
sabe que el CONACULTA ha registrado un incremento sostenido en su
8
presupuesto anual desde hace varios años, pero esto no se ha traducido en
mayores beneficios ni para los creadores, ni para los promotores culturales, ni,
mucho menos, para las entidades federativas y los municipios. Para ponernos
solamente en este caso, dígase que los convenios que se firman con los estados
son los mismos que se acordaron desde la administración encabezada por Rafael
Tovar y de Teresa en los tiempos de la presidencia de Ernesto Zedillo: fondos
estatales para el estímulo a la creación artística, apoyos a las culturas municipales
y comunitarias, cultura infantil, infraestructura cultural… no mucho más que eso.
Igual ha pasado con los fondos nacionales como el FONCA, que sigue siendo el
punto de referencia para los creadores en el país. Nada verdaderamente relevante
ha ocurrido durante las gestiones panistas en lo que toca a financiamiento e
inversión cultural (como no sean los desatinos de obras, que quisieron ser
grandiosas por grandotas, como la biblioteca Vasconcelos). En relación con el
federalismo presupuestal en cultura pueden, sin duda, pensarse nuevos
mecanismos y encontrarse nuevas vías por las que transite, con criterios de
racionalidad política y administrativa, la gestión de las entidades públicas estatales
y municipales, asociaciones civiles e instituciones de asistencia privada abocadas
a la tarea cultural. Es posible articular de manera plural una propuesta que permita
arribar a acuerdos fundamentales acerca de la definición y distribución del
presupuesto para la cultura5.
Con la política cultural en sentido estricto tampoco ha pasado nada más
trascendente. El mapa programático de la cultura en México es prácticamente el
mismo de los últimos mandatos priistas: Festival Cervantino, ferias nacionales
diversas (FIL, Palacio de Minería, etcétera), apoyo casuístico a programas
estatales (festivales artísticos, una orquesta por acá, algo de cultura étnica o
popular por allá) sumándole que el CONACULTA no ha elaborado una política que
dibuje estrategias de desarrollo cultural por regiones a partir de la ubicación de
vocaciones históricas regionales, de capacidades y tendencias desplegadas por
iniciativa pública, privada o social a lo largo y ancho del territorio nacional.
5 González Valdés, Ronaldo, “El presupuesto para la cultura en México”, en Nexos 371, noviembre de 2008.
9
CONLCUSION
Es increíble que a estas alturas de nuestra historia moderna y
contemporánea, una de las asignaturas pendientes del quehacer cultural sea el
despliegue estratégico de una política cultural. Es sorprendente que sigamos
subordinados a una visión conservadora y centralista que se desentiende de los
contenidos regionales de la cultural nacional.
Se requiere construir una trama de significados distinta a la ya tradicional y
convencional que destaca la ineficiencia de la ejecución de los programas
orientados al fortalecimiento de dispositivos regionales, estatales, municipales y
comunitarios de intervención social. Pues el plano de la acción pública cultural se
imponen programas del centro a la provincia formalizando una política con una
narrativa lineal, que descuida miserablemente el primer eslabón de la cadena que
articula la organización social, política y administrativa de la república: la
comunidad.
Para avanzar a una nueva narrativa en materia cultural, considero que
tendrá que partirse con una diversa, rica y arraigada vida cultural que ha permitido
a sus moradores establecer relaciones singulares con el mundo que, también en
cada caso, les rodea, con el medio natural y sus semejantes. Ahora, a propósito
del terrible flagelo de la violencia que lesiona la sana convivencia y las
posibilidades de progreso de nuestras sociedades, es necesario volver la mirada a
ese extraordinario legado histórico y a su representación actual a través de sus
más distintas manifestaciones. Esto supone dejar atrás las tradicionales
concepciones de la cultura como ornamento social. Igualmente, tendrán que
superarse los encasillamientos que la definen como “alta cultura”, “cultura popular”
o “cultura de masas” o de “mercado”. Solamente desde esta comprensión
podremos asumir que, en efecto, “el papel de la cultura se ha expandido de una
manera sin precedentes al ámbito político y económico, al tiempo que las nociones
convencionales de cultura han sido considerablemente vaciadas”6.
6 Yúdice, George, El recurso de la cultura. Usos de la cultura en la era global, Barcelona, Gedisa, 2008, p. 23.
10
Vale la pena citar otra parte del texto de Yúdice cuando señala cómo
“el concepto de recurso absorbe y anula las distinciones, prevalecientes
hasta ahora, entre la definición de alta cultura, la definición antropológica y la
definición masiva de cultura. La alta cultura se torna un recurso para el desarrollo
urbano en el museo contemporáneo. Los rituales, las prácticas estéticas
cotidianas tales como canciones, cuentos populares, cocina, costumbres y otros
usos simbólicos son movilizados también como recursos en el turismo y en la
promoción de industrias que explotan el patrimonio cultural”. (Yúdice: 2008)
Interesa hacer énfasis en esta idea de la cultura como recurso inagotable
o incluso como recurso renovable, contribuye a la promoción de nuevas
modalidades de desarrollo económico, mientras que, por otra parte, ayuda al
fortalecimiento del tejido social y al abatimiento del déficit de cohesión que
distinguen a nuestras comunidades hoy en día. Apoyados en estas
consideraciones, estaríamos quizá en condiciones de ligar al hecho cultural con
una estrategia de regeneración de la relación humana y la apertura de mejores
oportunidades de despliegue de las capacidades individuales y colectivas de la
población en sus diferentes lugares de residencia, de adscripción laboral,
normativa, cívica y simbólica.
Desafortunadamente, aún y cuando se entienda a la política cultural como
un conjunto de intervenciones públicas y privadas orientadas a satisfacer
necesidades de orden simbólico, lo cierto es que a veces estas acciones y
medidas parecen más bien espasmódicas y no articuladas, sistematizadas,
jerarquizadas y debidamente planificadas7.
Nadie discute la misión de proyectar una imagen de país, de nación, que la
acción pública cultural tiene encomendada. Nadie discute tampoco su función
como educadora en las disciplinas artísticas convencionales, proveedora de
bienes y servicios culturales diversos (museos, teatros, festivales artísticos, ferias
7 Miller Toby y George Yúdice, Política cultural, Barcelona, Gedisa, 2004, pp. 11-54.
11
del libro, etcétera). Pero su tarea va, desde luego, mucho más allá: una verdadera
política cultural deberá sustentarse, ahora más que nunca, en la demanda objetiva
de las comunidades donde se crean los sujetos de la vida social, donde se gesta
el déficit de cohesión y ciudadanía que padecemos. Precisamente por las razones
que arguyen los políticos, los funcionarios públicos (empezando por el Presidente
Calderón), los intelectuales, personajes de opinión pública y dirigentes sociales, la
política pública debe considerar una recolocación sociológica y política del papel
de la cultura.
De aquí que la idea como la práctica deba ser ensayada y debatida con rigor serio
en países como el nuestro. Se debe concebir “un método de intervención territorial
que, desde la cultura, a las personas con aspiraciones y necesidades no
satisfechas, les facilite la posibilidad de reunirse en grupos para iniciar un proceso
conjunto, interrelacionados en redes de cooperación”. De lo que se trata,
ciertamente, es de concebir a los municipios, a sus centros urbanos y localidades,
como espacios en los que coexisten fuerzas de cohesión y tensión, lugares en los
que se generan representaciones y referencias que amplían o constriñen los
horizontes de vida de la gente, lugares de integración y anomia, de inclusión y
exclusión8.
Para que esto suceda, tiene que tomarse una decisión que es, en última
instancia, una decisión política: la de asignar nuevos y más poderosos alcances a
la acción cultural. D esta manera ocurriría un vuelco en nuestra política cultural, y
estaríamos entonces, acaso, actuando en verdad con rumbos definidos en el
diseño y despliegue de una política pública nacional auténticamente republicana y
federalista.
“Es menester trabajar en el diseño de políticas culturales capaces de ver la
cultura no sólo como recurso ético y estético, sino de colocarla en las
agendas nacionales e internacionales para el desarrollo. Necesitamos
políticas orientadas hacia la constitución de un sector con posibilidades de
acción transversal e intersectorial y eso pasa por un conjunto de 8 Cfr. Pose Porto, Héctor, La cultura en las ciudades. Un quehacer cívico-social, Barcelona, GRAÓ, p.41.
12
transformaciones de mediano plazo que reclaman acciones urgentes
(Jiménez: s/f)”
BIBLIOGRAFIA
Bayardo Rubens, “antropología, identidad y políticas culturales” en Programa
antropología de la cultura ICA, FFyL, universidad de Buenos Aires.
Bonfil Batalla, Guillermo. Pensar nuestra cultura. Diálogos de acción, 2004.
Cfr. Pose Porto, Héctor, La cultura en las ciudades. Un quehacer cívico-social,
Barcelona.
Garduño, Roberto. “Incumplieron Bellas Artes e INAH en 2011 su obligación de
impulsar la cultura: ASF”. Periódico La Jornada, Domingo 24 de febrero de 2013,
p. 11
González Valdés, Ronaldo, “El presupuesto para la cultura en México”, en Nexos
371, noviembre de 2008
Jiménez Lucina ‘Políticas culturales y cooperación internacional para la diversidad
y la equidad” México s/f.
Miller Toby y George Yúdice, Política cultural, Barcelona, Gedisa, 2004,
Notimex. La Crónica. En línea, disponible en
http://www.cronica.com.mx/notas/2012/713871.html . consultado 22-2-2013
13
Yúdice, George, El recurso de la cultura. Usos de la cultura en la era global,
Barcelona, Gedisa, 2008, p. 23.
14