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TESIS DOCTORAL

PREDICCIÓN DE LA CONDUCTA DE

RECICLAJE A PARTIR DE LA TEORÍA DE LA

CONDUCTA PLANIFICADA Y DESDE EL

MODELO DEL VALOR, NORMAS Y

CREENCIAS HACIA EL MEDIO AMBIENTE.

Autora: María del Carmen Aguilar Luzón.

Director: José Miguel Ángel García Martínez.

Tesis presentada en el Programa de Doctorado:

Psicología Social: Aplicaciones y Métodos.

Departamento de Psicología Social y

Metodología de las Ciencias del Comportamiento.

UNIVERSIDAD DE GRANADA.

Granada, 2006.

USER
Editor: Editorial de la Universidad de Granada Autor: María del Carmen Aguilar Luzón D.L.: Gr. 1177 - 2006 ISBN: 978-84-338-4004-2

Durante la realización de esta tesis doctoral he pasado por momentos en los que muchas personas han sido fundamentales para mí. Me refiero a quienes de una manera u otra me han hecho sentir su apoyo y ayuda. Por eso, no quiero perder la oportunidad de darles las gracias. Una de esas personas ha sido mi director, amigo y maestro, Miguel Ángel, a quien he de agradecer su disposición y entrega en el desarrollo de este estudio; quiero darle las gracias por orientarme en esta “ardua” tarea desde el rigor científico y el cariño que le caracteriza.

Por otro lado, a mis amigas y compañeras de la Universidad de Granada:

Antoñita y Dely, por servirme de estímulo y por la ayuda que siempre me han ofrecido, no solo a un nivel profesional sino emocional. Por hacerme ver que “todo se acaba” hasta una tesis doctoral, aunque a veces parezca una tarea sin fin. Por estar siempre ahí, para lo bueno y para lo malo, mil gracias!.

También quisiera agradecer, la enorme ayuda prestada por José María

Salinas del área de metodología de la Universidad de Granada, ya que siempre ha estado dispuesto a ayudarme con “esas cosas de la metodología”; por hacerme ver las cosas claras, por tu tiempo, tus mimos y “piropos”, muchas gracias!!.

A José Luis Padilla y Andrés González, por la ayuda y el apoyo que

siempre me han ofrecido desinteresadamente y por dejarme ser una “ocupa” en su despacho. Al primero, por enseñarme que cuando se quiere alcanzar algo, que cuando uno quiere hacer una tesis doctoral, “no hay que dormir ocho horas, hacer tres comidas al día…hay que trabajar!”; y, al segundo, por mostrarme que la vida es más fácil de lo que muchas veces pensamos, por aportarme esa frescura y naturalidad que va unida a él, y sobre todo, por “un café?”. A vosotros, también, muchísimas gracias!.

No quisiera pasar por alto, la enorme amistad que me ha brindado mi

compañera de la Universidad de Jaén, Pilar Berrios. Por enseñarme a que no siempre hay que ser una “triste” y que también hay cosas por las que sonreír, a ella también, mil gracias!. Y desde aquí, también quisiera agradecer a los compañeros y compañeras del Departamento de Psicología de la Universidad de Jaén, el apoyo prestado.

También me gustaría dar las gracias a todas las personas de la que, hasta hace poco, ha sido como “mi casa”; a todas esas personas de la Facultad de Psicología de la Universidad de Granada que me han ido haciendo esta tarea más fácil. A María y Esther, por compartir conmigo tan buenos (y no tan buenos) momentos en el seminario 322 y por esas veces que me habéis dado ánimo para continuar, muchas gracias!.

Quisiera agradecer a todos los profesores de las Universidades de

Granada, Jaén y Almería, el haberme permitido ocupar tiempo de su docencia para poder recoger los datos. A sus alumnos y alumnas que, sin lugar a dudas, han hecho posible este estudio; a todas esas amas de casa que, tan amablemente, accedieron a participar en este trabajo. Y a todas aquellas personas que, seguramente, me dejo en el “tintero”, que os habéis preocupado por mi en estos años, porque ha sido un “estímulo” eso de “¿para cuándo la tesis?”. A todos, gracias!.

Y por supuesto, a mi familia. A mis padres por permitirme ser cómo soy.

Porque a ellos, les debo todo lo que soy. A mi madre, por compartir conmigo tantas penas, alegrías y confidencias, por darme tanto y por enseñarme que tu madre no solo es “tu madre”, sino que es una de las mejores amigas que puedes tener. A mi padre, por enseñarme siempre a ser una persona responsable y honrada, por apoyarme durante tantos años. A los dos, por estar siempre ahí, muchísimas gracias!. Como no, a mi hermano, a mi “niño”, porque siempre será el niño de la casa. Por hacerme reír y darme siempre ánimo y cariño. Mil gracias!. Y a todos los demás, por compartir conmigo tan buenos ratos!; a los que están más cerca y a los que están mas lejos, a todos mil gracias por vuestro apoyo y cariño.

En último lugar, y no por ello menos importante, quisiera agradecer

desde aquí el apoyo que he recibido de Migue. Por haber estado a mi lado, “aguantarme” y cuidar cada día de mí; por compartir conmigo mis “éxitos”, y como no, mis “fracasos”. A ti también, mil gracias!.

Jaén, a 17 de Mayo de 2006.

A Migue.

ÍNDICE GENERAL

Índice General

i

ÍNDICE GENERAL

ÍNDICE DE CUADROS Y TABLAS ........................................................................... v

ÍNDICE DE FIGURAS .............................................................................................. viii

INTRODUCCIÓN.......................................................................................................... 3

CAPÍTULO I: LA CONDUCTA ECOLÓGICA RESPONSABLE ........................... 17

1.1.- INTRODUCCIÓN .............................................................................................. 19

1.2.- DEFINICIÓN Y CLASIFICACIÓN DE LAS CONDUCTAS

AMBIENTALES................................................................................................... 21

1.2.1.- Factores que determinan las conductas ambientales ................... 26

1.2.2.- El estudio del Comportamiento ambiental a partir de la

preocupación hacia el medio ambiente .......................................... 41

CAPÍTULO II: MODELOS UTILIZADOS EN EL ESTUDIO DE LA

CONDUCTA AMBIENTAL ......................................................................................... 47

2.1.- INTRODUCCIÓN ............................................................................................... 49

2.2.-EL ESTUDIO DE LAS ACTITUDES AMBIENTALES DESDE LA

PERSPECTIVA DE LOS VALORES .................................................................. 54

2.2.1.-La Teoría de la Estructura y Contenido

Universal de los Valores Humanos................................................ 59

Índice General

ii

2.2.2.-El Nuevo Paradigma Ecológico.................................................. 76

2.3.- EL ESTUDIO DE LA ACTITUD AMBIENTAL COMO REFLEJO

DE LOS VALORES ALTRUISTAS ..................................................................... 81

2.3.1.- El Modelo de Influencia Normativa

sobre el altruismo ........................................................................ 82

2.3.2.- El Modelo del Valor-Normas-Creencias

sobre el medio ambiente (VNC) ................................................ 98

2.4.- EL ESTUDIO DE LAS ACTITUDES AMBIENTALES DESDE

EL COMPONENTE RACIONAL- EVALUATIVO ....................................... 111

2.4.1.- La Teoría de la Acción Razonada (TAR)................................. 114

2.4.2.- La Teoría de la Conducta Planificada (TCP) .......................... 121

2.4.3.- Aplicaciones de la TAR/TCP al estudio del

comportamiento ambiental ...................................................... 125

CAPÍTULO III: OBJETIVOS DE INVESTIGACIÓN Y MÉTODO .............. 135

3.1.- PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA ................................................... .137

3.2.- OBJETIVOS DE INVESTIGACIÓN ........................................................ 140

3.2.1.- Hipótesis del estudio ................................................................. 142

3.3.- MÉTODO ........................................................................................................ 144

3.3.1.- Participantes................................................................................ 144

3.3.2.- Estudio piloto.............................................................................. 146

3.3.3.- Procedimiento............................................................................. 147

3.3.4.- Definición teórica de las variables ........................................... 149

Índice General

iii

3.3.4.1.- Definición teórica de las variables que

incluye el modelo VNC................................................ 149

3.3.4.2.- Definición teórica de las variables que

incluye la TAR/TCP..................................................... 151

3.3.5.- Instrumentos de medida ............................................................... 153

3.3.5.1.- Cuestionario principal (T1)........................................... 153

3.3.5.1.1.- Medida de las variables del

modelo VNC .............................................. 154

3.3.5.1.2.- Medida de las variables de la

TAR/TCP ................................................... 158

3.3.5.2.- Cuestionario tiempo 2 (T2)........................................ 162

3.4.- ANÁLISIS DE DATOS ................................................................................ 163

CAPÍTULO IV: RESULTADOS Y DISCUSIÓN ................................................ 165

4.1.- INTRODUCCIÓN ........................................................................................ 167

4.2.- RESULTADOS PRIMER OBJETIVO........................................................ 167

4.2.1.- Adecuación de la TCP a la conducta: separar el vidrio

del resto de la basura con el fin de que se recicle......................... 168

4.2.2.-Adecuación del modelo VNC a la conducta: separar el vidrio

del resto de la basura con el fin de que se recicle.......................... 170

4.2.3.- Resultados en relación a las hipótesis del primer objetivo.......... 174

4.2.3.1.- Hipótesis 1.1................................................................... 174

4.2.3.2.- Hipótesis 1.2................................................................... 175

Índice General

iv

4.2.3.3.- Hipótesis 1.3................................................................... 176

4.3.- RESULTADOS SEGUNDO OBJETIVO................................................... 177

4.4.- RESULTADOS TERCER OBJETIVO........................................................ 188

4.5.- DISCUSIÓN DE LOS RESULTADOS...................................................... 199

4.5.1.- Adecuación de la TCP y del modelo VNC

a la predicción de la conducta...................................................... 199

4.5.1.1.- Consideraciones respecto al grado de ajuste de la TCP

y del modelo VNC a la explicación de la conducta .... 199

4.5.1.2.-Consideraciones sobre la capacidad predictiva de la TCP

y del modelo VNC respecto a la explicación de la

conducta ............................................................................ 201

4.5.2.- ¿Es diferente el ajuste de la TCP a la conducta cuando

se comparan amas de casa con estudiantes? ......................... 208

4.5.3.- Propuesta de un modelo alternativo a partir de la TCP ....... 211

CAPÍTULO V: CONCLUSIONES DEL ESTUDIO Y SUGERENCIAS .......... 219

5.1.- CONCLUSIONES ........................................................................................ 221

5.2.- SUGERENCIAS............................................................................................ 225

REFERENCIAS .................................................................................................... 229

ANEXO I ............................................................................................................... 279

ANEXO II.............................................................................................................. 295

Índice Cuadros y Tablas

v

CUADROS Y TABLAS

Cuadro 1: Descripción de los diez tipos motivacionales propuestos por

Schwartz y Bilsky (1987) y Schwartz (1992) ........................................................61

Cuadro 2: Ítems utilizados por Stern, Dietz y Kalof (1993) para medir la

concienciación de las consecuencias (AC)...........................................................70

Cuadro 3: Modelo de Toma de decisión sobre la Conducta Altruista

(Schwartz, 1977) ......................................................................................................92

Tabla 1: Distribución de la muestra de estudiantes universitarios

según la titulación.................................................................................................145

Tabla 2: Coeficientes de correlación de Pearson entre las variables

observadas que considera la TCP y la conducta separar el vidrio del

resto de la basura con el fin de que se recicle ...................................................168

Tabla 3: Ecuación estructural analizada con los componentes de la TCP

para la intención de conducta .............................................................................169

Tabla 4: Ecuación estructural analizada con los componentes de la TCP

para la conducta....................................................................................................169

Tabla 5: Coeficientes de correlación de Pearson entre las variables

observadas que considera el modelo VNC y la conducta separar el vidrio del

resto de la basura con el fin de que se recicle ...................................................171

Tabla 6: Ecuaciones estructurales ajustadas a los componentes del modelo VNC

para la conducta..........................................................................................172 y 173

Índice Cuadros y Tablas

vi

Tabla 7: Puntuaciones medias y matrices de covarianzas entre las variables

observadas de la TCP para el grupo de estudiantes y para el grupo de las

amas de casa ..........................................................................................................178

Tabla 8: Modelo de ecuaciones estructurales con los componentes

de la TCP para la muestra de estudiantes .........................................................179

Tabla 9: Modelo de ecuaciones estructurales con los componentes

de la TCP para la muestra de amas de casa ......................................................179

Tabla 10: Estadísticos del contraste de medias, prueba T, obtenidos

para el grupo de estudiantes y para el grupo de amas de casa......................181

Tabla 11: Ecuaciones estructurales realizadas con el modelo TCP para la

Intención Conductual y para la Conducta en el grupo de estudiantes .........182

Tabla 12: Ecuaciones estructurales realizadas con el modelo TCP para la

Intención Conductual y para la Conducta en el grupo de amas de casa ......182

Tabla 13: Coeficientes de correlación de Pearson entre las variables

observadas que considera la TCP y la conducta separar el vidrio del

resto de la basura con el fin de que se recicle en el grupo de estudiantes ....184

Tabla 14: Grupo Estudiantes. Ecuaciones de regresión para la

Intención de Conducta y para la Conducta: separar el vidrio del

resto de la basura ..................................................................................................184

Tabla 15: Coeficientes de correlación de Pearson entre las variables

observadas que considera la TCP y la conducta separar el vidrio del

resto de la basura con el fin de que se recicle en el grupo de amas de casa .186

Índice Cuadros y Tablas

vii

Tabla 16: Grupo Amas de casa. Ecuaciones de regresión para la

Intención de Conducta y para la Conducta: separar el vidrio del

resto de la basura ..................................................................................................186

Tabla 17: Coeficientes de correlación de Pearson entre las variables

observadas de la TCP, la conducta Separar el vidrio del resto de la basura

con el fin de que se recicle, la conducta pasada, la norma personal

y las tres orientaciones de valor identificadas en el modelo VNC.................190

Tabla 18: Ecuaciones de regresión para Intención y Conducta

incluyendo conducta pasada, norma personal y las tres orientaciones

de valor ( 1º modificación realizada a la TCP)..................................................191

Tabla 19: Ecuaciones de regresión para la intención y para la conducta

incluyendo en la TCP la conducta pasada y la norma personal

(2ª Modificación realizada a la TCP) ..................................................................192

Tabla 20: Ecuaciones de Regresión para la intención y la conducta

realizadas con la TCP (3ª modificación) ...........................................................193

Tabla 21: Ecuaciones de Regresión para la intención y la conducta

realizadas con la TCP (4ª modificación) ...........................................................195

Índice Figuras

viii

FIGURAS

Figura 1: Dimensiones a considerar sobre la conducta ambiental

(Castro, 2001) .......................................................................................................... 24

Figura 2: Modelo de Conducta Ecológica Responsable

(Hines, Hungerford y Tomera, 1986/1987) ....................................................... 31

Figura 3: Modelo Empírico sobre Conducta Ecológica Responsable

(Grob, 1995)............................................................................................................. 33

Figura 4: Esquema de la organización de valores que predice la Teoría

de la Estructura y Contenido Universal de los Valores Humanos.................. 63

Figura 5: Factores que determinan la realización de la Conducta Altruista

según el Modelo de Influencia Normativa (Schwartz, 1973; 1977) ................. 86

Figura 6: Orden Causal que se establece entre las variables que explican la

conducta según Stern y Dietz (1994) y Stern, Dietz y Guagnano, (1995)........ 99

Figura 7: Modelo empírico sobre la Intención de realizar conductas

para la protección del medio ambiente (Stern y Dietz, 1994)......................... 103

Figura 8: Componentes del Modelo del Valor, las Normas y las Creencias

hacia el medio ambiente VNC (Stern, Dietz, Abel, Guagnano y Kalof, 1999;

Stern, 2000a) .......................................................................................................... 109

Figura 9: Factores determinantes de la Conducta según la Teoría de la

Acción Razonada (Fishbein y Ajzen, 1975; Ajzen y Fishbein, 1980)............. 116

Figura 10: Factores determinantes de la Conducta según la Teoría de la

Conducta Planificada (Ajzen, 1991).................................................................. 123

Índice Figuras

ix

Figura 11: Resultados gráficos del Path Analisys con los componentes de la

Teoría de la Conducta Planificada ..................................................................... 170

Figura 12: Resultados gráficos del Path Analisys con los componentes del

Modelo del valor, las normas y las creencias hacia el medio ambiente........ 173

Figura 13: Resultados gráficos del Path Analisys con los componentes

de la TCP para la muestra de estudiantes......................................................... 185

Figura 14: Resultados gráficos del Path Analisys con los componentes

de la TCP para la muestra de amas de casa...................................................... 187

Figura 15: Resultados gráficos del Path Analisys con los componentes

de la Teoría de la Conducta Planificada incluidas la norma personal y la

conducta pasada................................................................................................... 197

INTRODUCCIÓN

- 3 -

La crisis medioambiental a la que actualmente nos enfrentamos, está

estimulando la búsqueda de soluciones eficaces tanto en el campo de la ciencia

como en el ámbito de la política (Pardo, 1996; 1998). Esta inquietud se ha visto

reflejada en el nacimiento y expansión del movimiento ecologista, así como en

las políticas de gestión medioambiental acuñadas por la mayoría de las

naciones. Estas políticas gubernamentales están dirigidas a clarificar y entender

la situación actual de deterioro con el fin de poner en marcha medidas que

eviten el agotamiento de los recursos naturales, medidas que están permitiendo

la “conservación” de la vida del planeta, basándose en lo que se ha dado en

llamar un “desarrollo sostenible”. Prueba de estos esfuerzos y de esta

concienciación política y social son los distintos encuentros y reuniones como la

celebrada en el año 1987, en la que se adoptó el Tratado de Montreal, o la

celebración de la I Cumbre del Planeta en Río, en Junio de 1992 y en la que la

ONU acordó el "Convenio sobre la Diversidad Biológica". En este convenio se

establecieron diferentes actuaciones sobre la conservación de la diversidad

biológica, su utilización sostenible y una distribución justa y equitativa de los

beneficios derivados de la utilización de los recursos genéticos (Centro de

Información de las Naciones Unidas [CINU], 2000). Acuerdos que han sido

revisados en sucesivas reuniones y cumbres sobre medio ambiente, como la II

Cumbre de la Tierra celebrada en Nueva York en 1997; la de Kioto (Cumbre

sobre el cambio climático) en Diciembre de 1997, o la celebrada bajo el nombre

de “Cumbre del Desarrollo Sostenible”, en Johannesburgo en Septiembre de

2002.

Introducción

- 4 -

Tras estos encuentros, y como fruto de los convenios adoptados en 2002,

fue elaborado un plan de actuaciones que incluye diferentes reuniones y debates

de expertos, como por ejemplo, el que tuvo lugar entre Abril y Mayo de 2003. En

esta reunión se constituyó la Comisión de Desarrollo Sostenible, con el fin de

revisar el cumplimiento de los acuerdos y tratados que firmaron los países y

organismos participantes en la Cumbre de 2002.

Sobre la base del plan de actuaciones acordado en la Cumbre Mundial

sobre el desarrollo sostenible, se declaró el año 2003 como el Año Internacional

del Agua Dulce y la década 2005-2015, como la Década Internacional de la

Educación para el Desarrollo Sostenible. Recientemente, en la reunión plenaria

celebrada en Septiembre de 2005 en el marco de la Cumbre Mundial de las

Naciones Unidas, fue reconocido el grave problema que supone el cambio

climático, adoptando el compromiso de tomar medidas con arreglo a la

Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.

Sin embargo, como afirma Francescato (2004), pese a estos esfuerzos,

gobiernos y administraciones públicas siguen mostrando reticencias para llevar

a la práctica las sugerencias derivadas de los estudios científicos, desarrollados

en este ámbito, sobre todo cuando estos hallazgos reflejan inconsistencias en los

valores atribuibles a la población, o cuando éstos repercuten en los intereses

económicos de los países. Así, los modelos de gestión medioambiental,

tradicionalmente, han mantenido un enfoque reduccionista de los problemas

ambientales, puesto que se han dirigido más hacia la corrección que hacia la

Introducción

- 5 -

prevención (Pardo, 1996).

Este enfoque reduccionista se ha caracterizado, principalmente, por la

consideración de que el ser humano posee unas características excepcionales que

le confieren la capacidad de dominar el medio ambiente. Esta perspectiva,

denominada “Paradigma del Excepcionalismo Humano” o “Paradigma Social

Dominante” (PDS) (Catton y Dunlap, 1978), se sustenta en la idea de que el

medio ambiente es una esfera separable de las actividades y de las conductas

humanas (Dunlap, 1993). Esta superioridad del hombre sobre el medio físico o

natural ha contribuido, en gran medida, al surgimiento de los actuales

problemas ambientales (Aragonés y Amérigo, 1991; Vozmediano, San Juan y

Rodríguez, 2004). Como señala Castro (2001), la conducta de las personas, en la

mayoría de las ocasiones, se relaciona con el inicio o mantenimiento de muchos

problemas ambientales tales como la contaminación atmosférica, el efecto

invernadero, la destrucción de hábitats naturales, la perdida de la biodiversidad,

la desaparición de especies de la flora y fauna, así como del uso inadecuado de

materiales renovables, entre otros.

Ante esta situación, las ciencias humanas y sociales pretenden

comprender la naturaleza de los problemas ambientales, examinando sus

orígenes y analizando sus consecuencias sobre las personas (Benton, 1991;

Dunlap, Lutzenhiser y Rosa, 1991; González, 2003). En este contexto, ha surgido

la necesidad de contemplar la relación entre la conducta y el ambiente de forma

bidireccional, lo que ha llevado al desarrollo de un nuevo enfoque denominado

Introducción

- 6 -

“Nuevo Paradigma Ecológico” (Dunlap y Van Liere, 1978; Dunlap, Van Liere,

Mertig y Jones, 2000). Este cambio de perspectiva ha propiciado, como veremos

más adelante, que se considere al ser humano un elemento más del medio

ambiente, es decir, que las personas ya no sean vistas como el “centro de la

naturaleza” (Hernández, Corral-Verdugo, Hess y Suárez, 2001). Como señala

Pinheiro (2004), el interés y la implicación en el futuro de la vida del planeta se

acrecienta a medida que los daños ambientales se hacen más evidentes. A

medida que esto ocurre, las personas vamos adquiriendo mayor conciencia de

las consecuencias de nuestros actos sobre el medio ambiente, dando lugar a esta

nueva visión orientada hacia lo ecológico y relacionada con “el

conservacionismo”.

Desde el planteamiento de un desarrollo sostenible del medio, se va

adoptando la idea de que el ser humano es uno de los principales responsables

de los cambios que se van produciendo en el entorno. Como apunta Corraliza

(1997; 2001), no se trata de problemas ambientales, sino de un “problema de la

humanidad”, bien porque con su comportamiento agrava el deterioro del medio

ambiente, o bien, por los efectos negativos que en consecuencia se producen

sobre la vida de las personas.

En esta misma línea, Oskamp señala que “los problemas ambientales

están causados por el comportamiento humano, y sin duda, influirán sobre él”

(Oskamp, 2000, p. 501). La percepción por parte del hombre de las consecuencias

negativas que para su salud y bienestar tiene su propio comportamiento con

Introducción

- 7 -

relación al medio ambiente, está, cada vez más, llevándolo a adquirir esa

conciencia ambiental de la que hablábamos anteriormente, entendida como un

conjunto de valores, actitudes, creencias y normas que tienen como objeto de

atención el medio ambiente en su conjunto o en aspectos particulares (Corraliza,

2001).

Desde una perspectiva psicosocial, el interés por estas cuestiones se

recoge de forma específica en dos fuentes diferentes y de gran impacto: una

sección monográfica del Psychology in the Public Forum (American

Psychologist), editada por Stuart Oskamp, y un número monográfico del Journal

of Social Issues, de Zelezny y Schurtz, ambos publicados en el año 2000. Este

énfasis en estudiar este tipo de conductas, dio lugar al surgimiento de una

nueva disciplina académica: la “Psicología Ambiental”.

Este área de estudio, de carácter eminentemente aplicado, analiza la

interacción persona-medio ambiente centrándose en la exploración de las

conductas causantes del deterioro ambiental, o por el contrario, de aquellas otras

conductas que permiten la conservación del entorno (Hernández, 1997). Sin

embargo, “ninguna disciplina puede ser solo básica o solo aplicada, sino que,

necesariamente, es el resultado de una combinación de ambas perspectivas”

(Hernández, Suárez e Hidalgo, 2005 p.319). Para algunos autores se trata de un

área de estudio interdisciplinar (Altman, 1990; Craik, 1973; Holahan, 1982;

Proshansky, 1990; Stokols, 1978; 1995). El papel de la Psicología, como ciencia

que estudia el comportamiento humano, está totalmente justificado, en cuanto

Introducción

- 8 -

que la mayoría de los cambios que se producen en el medio ambiente pueden

ser considerados, como ya hemos mencionado, antropogénicos (González, 2003).

En consecuencia, a lo largo de las últimas décadas han proliferado los estudios

realizados desde una perspectiva psicosocial, con el fin de explicar distintos

aspectos relacionados con la conciencia ambiental y la conducta ecológica como

resultado de actitudes, valores y creencias (Aragonés y Amérigo, 1991;

Berenguer, 2000; Stern, 1992). De acuerdo con Dietz, Stern y Guagnano (1998) se

han realizado grandes esfuerzos en medir y explicar aquellas variables que

influyen en la conciencia ambiental de forma general, diferenciando dos tipos de

orientaciones en la investigación psicosocial realizada. De un lado, aquellos

estudios que se centran en descubrir los factores sociodemográficos asociados a

la conciencia ambiental y de otro lado, los que partiendo del estudio de los

valores, las creencias y otros constructos psicosociales, tratan de explicar las

variaciones en la conciencia ambiental. En esta segunda línea, si bien algunos de

los estudios realizados sobre actitudes ambientales indican la existencia de un

elevado nivel de preocupación ambiental entre la población general (Berenguer,

Corraliza, Martín y Oceja, 2001; Corraliza, Berenguer, Muñoz, y Martín, 1995;

González, 2004; Gooch, 1995), otros estudios han obtenido bajas correlaciones

entre estas actitudes y la realización de comportamientos proambientales

(Aragonés, 1990; Dunlap, 1991; Iñiguez, 1994; Scott y Willits, 1994; Shetzer,

Stackman, y Moore, 1991; Weigel y Weigel, 1978). Estos hallazgos han llevado a

plantear que una alta concienciación respecto al medio ambiente, por sí sola, no

asegura la puesta en marcha de comportamientos ecológicos responsables

(Geller, Winett y Everett, 1982).

Introducción

- 9 -

En este sentido, a partir del concepto de actitud hacia el medio ambiente,

o actitudes ambientales, se han ido perfilando diferentes modelos teóricos para

la explicación y predicción de este tipo de conductas. Sin embargo, aunque

muchos trabajos han tenido como objetivo identificar los factores que

determinan las actitudes hacia el medio ambiente (Amérigo, González y

Aragonés, 1995; Cottrell, 2003; Guérin, Crête y Mercier, 2001; Schultz y Zelezny,

1999), con el fin de predecir la conducta ambiental (Corraliza y Martín, 2000;

Kaiser, Hübner y Bogner, 2005; Kortenkamp y Moore, 2001), parecen

encontrarse ciertas dificultades a la hora de conceptualizar o definir qué se

entiende por actitud ambiental (Aguilar-Luzón, García, Calvo, Monteoliva y

Berrios, en prensa). Así, en ocasiones, la actitud ambiental ha sido considerada

bien como una actitud específica que determina de manera indirecta la intención

de llevar a cabo conductas proambientales, o bien, como una actitud general o

una orientación de valor (Fransson y Gärling, 1999), es decir, como un conjunto

más o menos homogéneo de “cosas” en el que se incluyen valores, normas,

creencias, etc, a partir del cuál podemos explicar la conducta. No obstante y de

acuerdo con Boldero (1995) o Taylor y Todd (1995), la actitud ambiental, se ha

entendido como un determinante directo de la predisposición hacia acciones

proambientales.

Llegados a este punto debemos asumir, como señalan Stern y Oskamp

(1987) y Stern (1992), que no está claro si las actitudes ambientales son una cosa

o muchas, aunque se han desarrollado numerosos trabajos empíricos en los que

se trata este constructo de forma unidimensional. Una explicación del por qué

Introducción

- 10 -

esto sucede en la investigación sobre actitudes ambientales se encuentra en el

origen de los primeros trabajos publicados sobre esta temática.

La aparición de numerosos “problemas ambientales” derivados de la

sociedad industrializada de la década de los 70, despertó un enorme interés en el

estudio de la interacción persona-medio ambiente, con el objetivo de buscar

soluciones a algunos de esos problemas (Corraliza, 2001). En base a este interés,

la investigación sobre evaluación de actitudes ambientales generó un gran

número de trabajos. La mayoría de estas primeras publicaciones las llevaron a

cabo investigadores de las áreas de educación y de sociología, y tan solo, un

reducido número de psicólogos (Gray, 1985) que, además, no se consideraban

psicólogos ambientales (Stern y Oskamp, 1987). Estas circunstancias han

influido, en alguna medida, en el uso y definición de los constructos objeto de

estudio, lo que en opinión de Aragonés y Amérigo (2000) ha contribuido a un

desarrollo ecléctico del estudio de las actitudes ambientales.

Considerando esta peculiaridad en el estudio de las actitudes hacia el

medio ambiente, cabría entender que su definición y medida hayan sido,

mayoritariamente, el resultado de diversos acercamientos teóricos más que de la

obtención de modelos precisos propios de la psicología ambiental (Stern, 1992).

No obstante, los psicólogos, conscientes de esta situación han intentado

superarla desarrollando modelos en los que se incluyen constructos

psicosociales básicos como los valores, las creencias, las normas y las actitudes.

De este modo, el estudio de las variables que influyen en la realización de

Introducción

- 11 -

conductas proambientales, se ha desarrollado a través de distintos modelos

teóricos, unos de aplicación más amplia a cualquier tipo de conductas y

altamente consolidados en Psicología Social, como la Teoría de la conducta

planificada (TCP) (Ajzen, 1991; Ajzen y Madden, 1986), y otros más específicos

dentro de este campo, como la Teoría del valor, las normas y las creencias hacia

el medio ambiente (Stern, 2000a; Stern, Dietz, Abel, Guagnano y Kalof, 1999).

La teoría de la conducta planificada, es un modelo que parte de que la

conducta estará determinada por la intención de emprender la acción, intención

que a la vez está determinada por la actitud hacia la conducta, la norma

subjetiva y el control conductual percibido. Este modelo ha sido aplicado al

análisis y predicción de numerosas conductas sociales, entre ellas, las conductas

ambientales. Los resultados de dichas investigaciones coinciden en afirmar el

papel determinante de la intención y la actitud en la predicción de estas

conductas (Macey y Brown, 1983; Taylor y Todd, 1995). Sin embargo, en otros

trabajos se plantea que la inclusión de otras variables como el nivel de

conocimiento sobre medio ambiente y los valores (Kaiser, Wölfing y Führer,

1999), o el locus de control y el grado de responsabilidad personal (Hwang, Kim

y Jeng, 2000), mejoraría la capacidad predictiva del modelo.

Desde otra vertiente en la que se considera que la actitud hacia el

ambiente y hacia los demás es un proceso en el que los valores personales

juegan un importante papel en el análisis cognitivo de los costos y beneficios de

la acción (Payne, Bettman y Johnson, 1992), y partiendo del criterio tradicional

Introducción

- 12 -

de considerar que los valores “actúan guiando la acción y el desarrollo de las

actitudes hacia los objetos y las situaciones” (Rokeach, 1968a p.160), Stern et al.

(1999) y Stern (2000a), han planteado un modelo específicamente diseñado para

la predicción de conductas proambientales. Este modelo, la Teoría del valor, las

normas y las creencias hacia el medio ambiente, asienta sus bases en la

conjunción de otras tres teorías: la Teoría Universal de los Valores Humanos de

Schwartz y Bilsky (1987), el Modelo de Influencia Normativa sobre el altruismo

de Schwartz (1970; 1977) y la perspectiva de las creencias englobadas en el

Nuevo Paradigma Ecológico de Dunlap y Van Liere (1978, revisado en Dunlap,

Van Liere, Mertig y Jones, 2000).

Desde este modelo específico se considera que las personas construyen

sus actitudes en base a las expectativas que tienen sobre las acciones o las cosas,

es decir, las creencias, así como, a la evaluación que hagan respecto a los

resultados de sus acciones. De este modo, la orientación de valores que tenga la

persona va a ejercer una influencia directa sobre las creencias, y por tanto, sobre

la actitud y la conducta, pues éstas actúan como un filtro que modula la

información que la persona evaluará, de manera que, si la información

disponible sobre la situación, objeto o la conducta en sí misma es congruente con

los valores individuales, esa persona desarrollará unas creencias más positivas

hacia dicha situación, objeto u acción.

Otra de las variables que incluye este modelo es la norma moral o

personal. La activación de la norma personal dependerá de los valores del

Introducción

- 13 -

individuo. Por tanto, se activará si la persona cree encontrarse en una situación

ambiental que puede tener determinadas consecuencias para ella misma

(valores de orientación egoísta), para las demás personas (valores sociales), o

para todo el conjunto de la biosfera (valores biosféricos) y cuando la persona se

atribuya cierto grado de responsabilidad ante esas posibles consecuencias de su

conducta, para él mismo, para los demás y para la biosfera. En esta línea,

Corraliza y Berenguer (2000) apoyan los resultados de este modelo,

identificando dos determinantes de la conducta ambiental: los valores y las

creencias ambientales. Los primeros, derivarían en la activación de la norma

personal, los sentimientos de obligación moral y el altruismo; mientras que las

creencias ambientales, surgen en función del análisis de costos y beneficios que

la persona realiza sobre las consecuencias de la conducta.

Los diferentes modelos teóricos a los que hemos hecho mención,

coinciden en señalar la existencia de tres grandes grupos de variables que

determinan el desarrollo de la conducta ambiental: psicológicas, socio-culturales

y contextuales, a los que habría que añadir otros factores que expliquen la

relación que se establece entre cada una de ellas y la realización de la conducta.

Sin embargo, las investigaciones realizadas hasta la fecha han recibido diversas

críticas, fundamentalmente metodológicas, relativas a la falta de integración

teórica y conceptual (Nann Winter, 2000) y a la falta de correspondencia entre la

medida de la actitud y el registro de conducta (Heberlein, 1981; Gray, 1985;

Kaiser, Ranney, Hartig y Bowler, 1999; Oskamp, et al. 1991; Stern y Oskamp,

1987; Van Liere y Dunlap, 1981; Vining y Ebreo, 1992).

Introducción

- 14 -

Quizás, las razones de esta falta de correspondencia entre la actitud y la

conducta, habría que buscarlas en el hecho de que la actitud ambiental se ha

considerado, mayoritariamente, como un constructo unidimensional (Stern,

1992), y en que, frecuentemente, ambas medidas se han tomado sin tener en

cuenta que debe mantenerse el mismo nivel de especificidad para la actitud y la

conducta (Ajzen y Fishbein, 1977; Fishbein y Ajzen, 1975; Schuman y Johnson,

1976), principio general, que se ha confirmado en el estudio de conductas

proambientales (Heberlein y Black, 1976; Weigel y Newman, 1976). Por todo

esto sería interesante poder contar con un modelo teórico que limite esa

heterogeneidad, mejorando el nivel de predicción de la conducta ambiental, y

que nos permita analizar las relaciones que se producen entre las variables que

la determinan (Berenguer, et al., 2001; García-Mira y Real-Deus, 2001; Kaiser,

Hübner y Bogner, 2005). Pues bien, recogiendo las sugerencias realizadas por

éstos y otros investigadores, éste será uno de los objetivos prioritarios de este

estudio.

Así, la referida falta de acuerdo respecto a los modelos utilizados para

predecir la conducta proambiental, unida a un interés en profundizar en la

incidencia de cada una de las variables incluidas en ambos modelos de

predicción de la conducta ambiental, nos ha llevado a la realización de esta tesis

doctoral. Concretamente, el trabajo que aquí se presenta ha explorado dos de

los modelos más utilizados en la predicción de la conducta, en este caso, hacia el

medio ambiente, analizando el poder de predicción y el ajuste que cada modelo

Introducción

- 15 -

presenta. Además, a partir de ambos modelos se ha perseguido la formulación y

análisis de un modelo alternativo que mejore tanto la capacidad de predicción

de la conducta como el ajuste a los datos empíricos. Para ello, una vez que se

han puesto a prueba los postulados del modelo del valor, las normas y las

creencias hacia el medio ambiente y de la teoría de la conducta planificada para

la predicción de la conducta separar el vidrio del resto de la basura, se han

incorporado nuevas variables predictoras de la conducta, explorando las

relaciones establecidas entre ellas.

Este estudio ha sido estructurado en cinco capítulos. En los dos

primeros, se ha realizado una revisión teórica sobre el estudio de las conductas

ambientales, señalando aquellos factores que la literatura ha identificado como

determinantes en la explicación de las conductas ambientales. Concretamente,

en el segundo capítulo de esta tesis doctoral se describen los modelos desde los

que se aborda el estudio. La parte empírica de esta investigación se recoge en los

tres últimos capítulos: en el capítulo tercero, se describen los objetivos e

hipótesis planteadas, junto al método empleado; el cuarto capítulo, se ha

dedicado a exponer e interpretar los resultados obtenidos. En el quinto y último

capítulo, se recogen las conclusiones del estudio, así como, las principales

sugerencias a tener en cuenta para que futuras líneas de investigación permitan

mejorar la comprensión del tema aquí estudiado.

CAPÍTULO I: LA CONDUCTA ECOLÓGICA RESPONSABLE

- 19 -

1.1.-INTRODUCCIÓN

El análisis y explicación de las conductas relacionadas con el medio

ambiente, constituye uno de los objetivos prioritarios de la psicología ambiental.

Este objetivo es compartido por las diferentes disciplinas englobadas en la

Psicología como ciencia que aborda el estudio del comportamiento humano.

Tradicionalmente, los trabajos realizados sobre comportamiento ambiental se han

realizado desde diferentes perspectivas. En unos trabajos se han aplicado

procedimientos de modificación de conducta, sobre todo cuando el objetivo era la

intervención, y en otros, se han utilizado diferentes técnicas basadas en persuasión

y en educación ambiental. Sin embargo, desde la psicología social, el estudio de

este tipo de comportamientos se ha caracterizado por el análisis de las actitudes

(Aragonés, 1990). Pese a que la mayoría de trabajos sobre comportamiento

ambiental han estado basados en el estudio de la relación actitud-conducta, hay

que señalar que, a la hora de desarrollar modelos explicativos propios que recojan

las variables que preceden o que modulan el comportamiento de las personas, se

han producido diferencias respecto a lo que se entiende por “conducta”. Así,

cuando se revisa la literatura sobre la relación persona-medio ambiente, nos

encontramos con términos como, conducta ambiental (o también proambiental,

ecológica, ecológica responsable, etc.) y comportamiento ambiental (o también

proambiental, ecológico, ecológico responsable etc.), etiquetas que, generalmente,

se han tomado como sinónimos.

Capítulo I

- 20 -

No obstante, como destacan Berenguer y Martín (2003), debemos

distinguir entre comportamiento y conducta. El comportamiento se entiende como

un conjunto de variables personales, (actitudes, valores, normas personales,

creencias, aptitudes, expectativas propias, etc.), que unidas a otras de tipo

contextual, como por ejemplo, variables derivadas del espacio físico o social,

definen el “espacio vital de la persona” y, por ende, su predisposición hacia el

medio físico, social o ambiental y su conducta. Definido así, el comportamiento

incluye también los procesos que interrelacionan lo personal y lo contextual,

refiriéndose a las motivaciones que las personas tenemos para realizar o no realizar

la conducta. Estas motivaciones subyacentes al comportamiento humano pueden

ser actitudinales, en algunos casos, mientras que, en otras ocasiones, dependerán

del contexto, interviniendo procesos psicológicos básicos como la sensación, la

percepción o la cognición (García-Mira y Real Deus, 2001; 2005; García-Mira, Real-

Deus y Romay, 2005).

Por otra parte, el término conducta hace referencia tan solo al hecho

conativo que resulta de dicho comportamiento y que ocurre en un determinado

momento temporal y en una situación concreta. Por tanto, el comportamiento

incluye la conducta.

Como afirma Lewin (1935), el comportamiento de una persona (C), en una

situación particular (A), es una función conjunta de las particularidades relevantes

de la persona (P) y de aquellas otras que se encuentran en el contexto (A), es decir:

C= f PxA

La Conducta Ecológica Responsable

- 21 -

Esta distinción entre comportamiento y conducta es importante por la

propia naturaleza del objetivo de esta investigación: el estudio del comportamiento

ambiental desde una perspectiva psicosocial en la que se consideran, tanto

variables disposicionales internas a la persona como variables sociales y

contextuales. No obstante, ambos constructos son utilizados por los autores

indistintamente, si bien, como señala Castro (2001), el término comportamiento

ambiental es más sugerente y expresivo que otros, como pueden ser conducta

ecológica o conducta ambiental. En esta línea, algunos autores han planteado,

como veremos a lo largo de este capítulo, diferentes clasificaciones de conductas

ambientales en base a factores personales y contextuales englobados en el

comportamiento ambiental. Sin embargo, hasta hace relativamente poco tiempo, el

contexto en el que se lleva a cabo la conducta ambiental no ha sido considerado un

elemento fundamental.

1.2.- DEFINICIÓN Y CLASIFICACIÓN DE LAS CONDUCTAS

AMBIENTALES.

Gran parte de la investigación psicosocial que se ha realizado sobre

comportamiento ambiental, se ha dirigido hacia el análisis de los determinantes de

la denominada conducta ecológica responsable, esto es, de las acciones que

contribuyen a la protección y/o conservación del medio ambiente: reciclaje de

productos, reducción de residuos, conservación de la energía, reducción de la

contaminación, etc. (Axelrod y Lehman, 1993; Grob, 1990). De esta definición se

Capítulo I

- 22 -

deduce que las personas podemos actuar sobre el medio ambiente motivadas por

la percepción subjetiva del riesgo que genera una situación ambiental negativa

como puede ser la destrucción de un recurso, por ejemplo, agua, petróleo, tierra

cultivable, riqueza genética, etc.

Bajo la etiqueta de conductas ecológicas responsables, se agrupan una serie

de acciones específicas relativas, esencialmente, al ahorro de recursos, el consumo

y reciclaje de productos, la contaminación y la reducción de los residuos (Blas y

Aragonés, 1986; Nielsen y Ellington, 1983), es decir, como indica Corral-Verdugo

(1998) se refiere a toda aquella acción humana que resulta en el cuidado del

entorno o su preservación.

Sin embargo, cabe destacar que el hecho de que una persona realice una

determinada conducta ambiental, como por ejemplo, reciclar el vidrio, no conlleva

que se implique en otra conducta, como el reciclar papel o el consumir productos

que no dañen el medio ambiente. Es decir, las personas optamos por diferentes

maneras o formas de mostrar nuestra preocupación hacia el medio ambiente

involucrándonos en unas conductas y no en otras (Castro, 2001; Corral-Verdugo y

Enzinas-Norzagaray, 2002; Lee, De Young y Marans, 1995; Van Liere y Dunlap,

1981). Esto sugiere, en opinión de Corraliza y Berenguer (1998), que a la hora de

valorar una determinada conducta ambiental, utilizamos mecanismos psicológicos

diferentes y específicos para cada una de ellas, lo que puede explicar la

heterogeneidad que caracteriza a las conductas ambientales, tanto a nivel cognitivo

como, conductual.

La Conducta Ecológica Responsable

- 23 -

Otros autores, como ya hemos indicado, prefieren referirse a la conducta

ecológica responsable como comportamiento ambiental. El término

comportamiento ambiental, en opinión de Castro (2001) es más preciso que otras

etiquetas como, por ejemplo, conducta ecológica o conducta proecológica. El

comportamiento ambiental, para este autor, se define como “aquella acción que

realiza una persona, ya sea de forma individual o en un escenario colectivo, a favor

de la conservación de los recursos naturales y dirigida a obtener una mejor calidad

del medio ambiente” (p. 18). Según el autor, un comportamiento ambiental va a

implicar el desarrollo ordenado de una secuencia de conductas que son específicas

y que se dirigen hacia un objetivo concreto, ya sean realizadas individualmente o

de forma colectiva. Por tanto, parece que es necesario, como indica Suárez (2000),

definir para cada contexto “tanto los dominios de análisis como los factores

subyacentes capaces de explicar los componentes de cada situación” (p. 335).

Un esquema general de las dimensiones a considerar para definir una

acción ambiental es el presentado por Castro (2000), que incluye cuatro continuos

relacionados entre sí (figura 1). En estas dimensiones hay que considerar: si la

conducta se hace de forma directa o indirecta, si se trata de una acción individual o

por el contrario es colectiva, si la acción está orientada hacia la prevención de un

problema o hacia su corrección y, por último, si el fin que persigue es la mejora de

la calidad ambiental o si se dirige hacia la conservación de los recursos naturales.

Capítulo I

- 24 -

Colectiva

Directa

Recursos Naturales

Correctora

Calidad Ambiental

Indirecta

Individual

Preventiva

Figura 1: Dimensiones a considerar sobre la conducta ambiental. (Tomado de Castro, 2000. p. 374).

Como podemos observar, las conductas ecológicas han sido

operacionalizadas atendiendo al objetivo o significado de la acción en sí misma. En

este sentido, Oskamp, et al. (1991), analizaron las respuestas dadas por una

muestra de 221 personas a través de una encuesta telefónica, en las que

identificaron cinco factores independientes en los que se agrupan los significados

de conducta ecológica responsable: conductas de ahorro de agua, de ahorro de

energía, reciclaje de envases retornables, reciclaje de residuos domésticos y, por

último, un factor más genérico en el que incluían conductas como la compra de

artículos etiquetados como producto ecológico.

Por su parte, Hess, Suárez y Martínez-Torvisco (1997), aplicando la teoría

de las facetas (Canter, 1983; Guttman, 1957; Shye, 1978), delimitan la conducta

ecológica responsable a una acción individual. Estos autores, utilizaron un

La Conducta Ecológica Responsable

- 25 -

cuestionario que recoge 17 conductas ecológicamente responsables y obtuvieron

una estructura de tres facetas: a) tipo de consecuencia que tiene la conducta, b)

economía personal y c) nivel de implicación. En la primera de estas facetas, el tipo

de consecuencia, cabe diferenciar entre aquellas acciones que tienen efectos

contaminantes frente a las que se dirigen al ahorro de los recursos naturales; éstas,

a su vez, se dividen en dos contextos diferentes: de un lado, las que suponen un

ahorro de recursos en sentido general y, del otro lado, las que se refieren al ahorro

de recursos en el ámbito doméstico. En la faceta de la economía personal,

distinguen de forma cuantitativa las acciones que conllevan un ahorro personal de

aquellas otras que no están relacionadas con el ahorro. Y, por último, la faceta de

nivel de implicación alude al nivel de interés personal o motivación necesaria para

desarrollar la conducta ecológica de forma responsable. Los autores concluyeron

que las conductas ambientales que exigían un nivel bajo de implicación, eran

identificadas con las realizadas en el ámbito doméstico; las que conllevan un nivel

intermedio, se referían a los aspectos estéticos relacionados con el entorno en

general y, aquellas otras conductas que requerían un alto nivel de implicación

personal, eran las que necesitaban de un alto grado de motivación para ejecutarlas.

La naturaleza multidimensional que caracteriza a este tipo de conductas se

ha resaltado en muchas ocasiones, asumiendo que la conducta ecológica

responsable incluye una serie de acciones relativamente independientes entre sí

(Scott y Willits, 1994; Stern y Oskamp, 1987), lo que le confiere un marcado carácter

heterogéneo. Además, cabe mencionar que, inmersa en esta heterogeneidad, se

encuentra la influencia de los aspectos contextuales sobre la conducta en sí misma.

Capítulo I

- 26 -

El efecto del contexto que envuelve la realización de este tipo de conductas,

generalmente, ha recibido una escasa importancia por parte de muchos

investigadores (Tanner, 1999) lo que sin duda ha supuesto una clara limitación a

los modelos teóricos utilizados para la explicación de la conducta ambiental

(Corraliza y Berenguer, 2000; Stern, 1992). Estas limitaciones, generalmente, han

llevado a que la conducta ambiental sea definida desde el concepto de

“preocupación ambiental” o desde el de “conciencia ecológica”. Es decir, desde un

punto de vista psicosocial el comportamiento ambiental se ha definido como un

conjunto de actitudes, valores y creencias, incluyendo además, las capacidades

personales y hábitos con relación al contexto, siendo un gran número de factores

los que influyen sobre dicho comportamiento (Berenguer, et al. 2001). A este

respecto, merecen especial mención los trabajos realizados por Hines, Hungerford

y Tomera (1986/87) y por Grob (1995) entre otros, sobre los distintos factores

determinantes de este tipo de comportamientos.

1.2.1.- Factores que determinan las conductas ambientales.

Hines et al. (1986/87) a partir de los resultados de un meta-análisis de 128

investigaciones han identificado cuatro bloques de variables relacionados con la

realización de conductas ambientales:

La Conducta Ecológica Responsable

- 27 -

1º) Factores sociodemográficos.

2º) Factores cognitivos.

3º) Factores asociados a la intervención ambiental.

4º) Factores psicosociales.

La edad, el nivel educativo, el sexo, e incluso el nivel de ingresos, parecen

ser variables sociodemográficas que se relacionan con los comportamientos

ambientales en general. En este sentido los resultados obtenidos por Dunlap y

Van-Liere (1978), indican que las personas jóvenes y con un nivel educativo alto,

son las que presentan actitudes proambientales más positivas hacia la realización

de comportamientos ambientales. No obstante, en otros trabajos se encontraron

bajas correlaciones entre tener una actitud positiva hacia el comportamiento

proambiental y la edad (Amérigo y González, 1996; Samdahl y Robertson, 1989).

Con respecto al sexo, el trabajo de Hines et al. (1986/87) indica que no

ejerce una influencia significativa sobre la puesta en marcha de este tipo de

conductas, aunque, en estudios más recientes se ha encontrado que las mujeres

están significativamente más dispuestas a proteger el medio ambiente que los

hombres (Amérigo y González, 2000; Kalof, Dietz, Guagnano y Stern, 2002; Stern y

Dietz, 1994; Stern, Dietz y Kalof, 1993; Stern, Dietz, Kalof y Guagnano, 1995). En la

misma línea, Zelezny, Chua y Aldrich (2000), en una revisión de los trabajos

publicados desde 1988 hasta 1998, concluyen que existen mayores evidencias

empíricas que apoyan que las mujeres realizan más comportamientos

proambientales que los hombres. De forma general, podemos indicar que los

Capítulo I

- 28 -

estudios realizados con el objetivo de comprobar la influencia que tienen los

factores sociodemográficos en la puesta en marcha de conductas proambientales, a

menudo ofrecen resultados poco concluyentes e incluso contradictorios (Saphores,

Nixon, Ogunseitan y Shapiro, 2006).

Entre los factores cognitivos identificados por Hines et al (1986/87), se

incluyen aquellos que hacen referencia a los conocimientos sobre el medio

ambiente, es decir, sobre las condiciones ambientales generales y específicas. Por

otra parte, dentro de los factores de intervención, estos mismos autores, consideran

la información que poseen las personas acerca de lo que pueden hacer para

reorientar su conducta y los conocimientos que éstas tienen sobre las posibles

estrategias a seguir para solucionar un problema ambiental concreto. Básicamente,

estos dos factores hacen referencia a las creencias de la persona respecto a si posee

o no conocimientos sobre la acción ambiental y, si posee o no, la habilidad para

ejecutarla (Smith-Sebasto, 1995. Cit. Acosta-Martínez, Montero y López-Lena,

2001). Como señala Goodman (1978), estas creencias de control van a actuar como

un modulador del significado de cada evento y de la forma de actuar sobre él.

En último lugar, los factores psicosociales, se refieren a variables

personales y representacionales en las que se incluyen la propia responsabilidad

sobre la acción y el locus de control, así como actitudes, creencias y valores. La

importancia de estos factores, reside en que han sido considerados fuertes

predictores de la actitud ambiental y, por ende, de los comportamientos ecológicos

responsables (Grob, 1995; Kaiser, Wölfing y Führer, 1999; Olsen, 1981; Van Liere y

La Conducta Ecológica Responsable

- 29 -

Dunlap, 1981; Vining y Ebreo, 1992, entre otros). En este sentido, en el estudio

realizado por Acosta-Martínez, Montero y López-Lena (2001), se analizan las

relaciones que se establecen entre la conducta ecológica responsable con el locus de

control (interno y externo), y los conocimientos y habilidades sobre el medio

ambiente. Los autores concluyen que, si bien, existe correlación positiva entre el

locus de control interno y la puesta en marcha de estas conductas ambientales,

(r=0.55), en el caso de correlacionar los conocimientos sobre la acción ambiental

con la conducta ecológica se encuentran correlaciones mas bajas (r=0.37). Estos

resultados confirman los hallados por Smith-Sebasto y Fortner (1994) o por

Hwang, Kim y Jeng (2000), quienes señalaban que el conocimiento sobre el medio

ambiente, así como el grado de adscripción de responsabilidad de la persona ante

la conducta, no eran causas suficientes para que la persona realizara conductas de

tipo ambiental.

De estos trabajos se desprende que el conocimiento sobre la acción

ambiental, por sí solo, no garantiza que las personas se involucren en la puesta en

marcha de conductas ambientalmente responsables. Es decir, el conocimiento que

se adquiere a través de la información ambiental por sí solo, no explica la

realización de este tipo de comportamientos. En opinión de Ramsey, (1979. Cit.

Corral-Verdugo, 1998) otro requisito previo para la acción es que las personas

posean las habilidades necesarias para llevarla a cabo. En este caso, en el trabajo de

Acosta-Martínez, Montero y López-Lena (2001), se obtuvo una correlación positiva

entre las habilidades para realizar la conducta y la conducta ecológica (r=0.45).

Capítulo I

- 30 -

Desde otra perspectiva, Syme, Beven y Sumner (1993), indican que los

procesos de representación ambiental adquieren una gran relevancia en la

explicación de este tipo de comportamientos, es decir, la realización del

comportamiento ecológicamente responsable, depende de percibir y conocer las

condiciones ambientales así como de la actividad emocional asociada a estas

condiciones. A conclusiones parecidas llegan Kals, Schumacher y Montada (1999).

Para estos autores las motivaciones emocionales son los mejores predictores de la

conducta ambiental, especificando tres tipos de motivadores emocionales: en

primer lugar, la afinidad emocional que se tiene hacia el medio ambiente; en

segundo lugar, el interés ambiental, entendido como la fuerza motivacional que

lleva a la persona a conocer y entender la naturaleza. Ambos tipos de motivaciones

surgen en función de la experiencia directa que la persona adquiere mediante el

contacto con el medio ambiente, bien sea una experiencia positiva o negativa. Y el

tercer tipo motivador surge de la interacción de los dos anteriores. Por su parte,

Stone, Barnes y Montgomery (1995), aplicando una escala diseñada con el fin de

medir la responsabilidad ambiental individual, la “EcoScale” y mediante técnicas

de análisis factorial confirmatorio, hallaron siete factores: en el primero de ellos se

agrupaban las opiniones y creencias sobre el medio ambiente, en el segundo factor

se hacía referencia a la conciencia sobre el compromiso ambiental, mientras que, el

tercero, se definía a partir de la intención de realizar conductas ecológicamente

responsables. Los restantes factores incluían aspectos sobre las actitudes

ambientales, las conductas ecológicas ejecutadas, la habilidad para poder actuar de

forma responsable y el conocimiento que se posee hacia el medio ambiente.

La Conducta Ecológica Responsable

- 31 -

DESTREZAS

PARA ACTUAR

CONOCIMIENTO

ESTRATEGIAS

CONOCIMIENTO

AMBIENTAL

ACTITUDES

LOCUS DE

CONTROL

RESPONSABILIDAD

PERSONAL

FACTORES DE

PERSONALIDAD

INTENCIÓN DE CONDUCTA

CONDUCTA ECOLÓGICA RESPONSABLE

FACTORES SITUACIONALES

Retomando el meta-análisis realizado por Hines et al. (1986/87), a partir de

la consideración de estos cuatro tipos de factores, los autores proponen un modelo

explicativo de la responsabilidad ecológica general (figura 2).

Figura 2: Modelo de conducta ecológica responsable (Hines, Hungerford y Tomera, 1986/87).

Capítulo I

- 32 -

El modelo establece que el comportamiento ecológico es función directa de

la intención de conducta, a su vez determinada por otros dos componentes: el

primero de ellos contempla la interacción entre las destrezas personales para llevar

a cabo la conducta, el nivel de conocimiento sobre las estrategias de actuación y el

conocimiento o información sobre las condiciones ambientales; y el segundo

componente, incluiría un conjunto de variables de personalidad, actitudinales y

perceptivas, es decir, serían las actitudes ambientales, la auto percepción sobre la

capacidad que se tiene para obrar, la percepción de responsabilidad, la obligación

moral, etc. Además, se incluyen factores situacionales como la presión social, las

restricciones económicas o la posibilidad de elegir entre modos alternativos de

conducta.

Desde otro punto de vista (Grob, 1995), también se han establecido una

serie de factores que se relacionan con la conducta ambiental. Centrándose en

aspectos sociocognitivos, este autor plantea un modelo causal (figura 3) que

relaciona cuatro constructos con la conducta ecológica responsable: la conciencia

ambiental, las emociones, el control personal percibido y los valores. Según el

modelo planteado por Grob, estos cuatro elementos influyen directamente sobre la

conducta ecológica. La conciencia ambiental, para este autor, incluye la

información disponible sobre el grado de especificidad de la conducta, así como, el

reconocimiento de la existencia de problemas ambientales.

La Conducta Ecológica Responsable

- 33 -

VALORES

CONCIENCIA AMBIENTAL

EMOCIONES

CONTROL PERSONAL PERCIBIDO

CONDUCTA ECOLOGICA

RESPONSABLE

Figura 3: Modelo empírico sobre conducta ecológica responsable (Grob, 1995).

Para Grob (1995), el concepto de control personal percibido, alude a las

creencias generales acerca de la posible aportación que pueden hacer la ciencia y la

tecnología sobre los entornos naturales, los conflictos interpersonales, o la energía.

Además, la percepción del control personal con respecto a este tipo de acciones,

modula el efecto de la conciencia ambiental sobre las mismas. Con respecto a los

valores, el autor concluye que si bien éstos influyen en la conducta ecológica

responsable, lo harán siempre a través de las otras tres variables que incluye el

modelo. Desde esta perspectiva, la percepción de control y la eficacia de las

propias acciones, unidas a los motivos intrínsecos que promueven la acción

(valores, conciencia ambiental y emoción) conforman factores esenciales a la hora

de explicar y predecir el comportamiento proambiental.

Capítulo I

- 34 -

Más recientemente, otro modelo que trata de identificar los factores que

explican la conducta ecológica responsable es la llamada Teoría ABC, presentada

por Stern (2000a) partiendo de las aportaciones realizadas por Stern y Oskamp

(1987) y de Guagnano, Stern y Dietz (1995). Desde este modelo la conducta

ecológica responsable también es el resultado del producto entre factores

personales en los que se incluyen, la actitud, normas, valores, creencias generales,

etc., y factores relacionados con el contexto. Se trata de un modelo en el que la

conducta ambiental es entendida como el resultado de la influencia de factores

internos y externos a la persona (Stern y Oskamp, 1987), y desde el que se han

identificado cuatro factores causales de la conducta proambiental.

En primer lugar, se consideran los factores actitudinales, entre los que se

incluyen las normas, los valores y las creencias hacia el medio ambiente que

influencian aquellas conductas que la persona considera ecológicamente

importantes. Hay otras variables que pueden estar afectando a la realización de la

conducta, como la predisposición hacia esa determinada conducta, las creencias

específicas sobre la conducta y la norma personal (Black, Stern y Elworth, 1985), o,

el grado de compromiso personal y la percepción de los posibles costos y

beneficios que conllevará la conducta (Axselrod y Lehman, 1993; Katzev y Johnson,

1987; San Luis, Hess, Borges y Cañadas, 1996). Por su parte, Stern (2000b), indica

que, además, existen otras actitudes generales que pueden ejercer influencias sobre

la realización del comportamiento proambiental.

La Conducta Ecológica Responsable

- 35 -

Un segundo factor que puede actuar como causa de la conducta ecológica

responsable, es el que engloba las influencias del contexto en el que se desarrolla la

acción. Entre estos efectos el autor incluye: las expectativas que los otros tienen

sobre cómo ha de ser nuestro comportamiento, así como las políticas

gubernamentales que establece nuestro país, nuestra ciudad y nuestro entorno, en

general, sobre las leyes y acciones medio-ambientales. Es decir, en este factor están

incluidos los elementos contextuales, que podrían ser considerados normativos y

que escapan al control de la persona que ejecuta la acción proambiental.

Las capacidades personales son el tercer factor de influencia. Stern (2000a),

considera que estas capacidades están influidas por variables sociodemográficas.

Dentro de este tercer factor se incluyen: el conocimiento que se requiere para

emprender acciones ambientalmente responsables, las habilidades necesarias para

llevarlas a cabo, el poder, el estatus social y los recursos económicos; aunque, se ha

demostrado que algunas de estas variables tienen un limitado poder explicativo

para algunas conductas ambientalmente significativas (Dietz, Stern y Guagnano,

1998). Finalmente, como último factor causal de la conducta ecológica responsable,

Stern ha considerado el papel que juegan los hábitos de conducta. Como han

señalado Dahlstrand y Biel (1997) y Lee, De Young, y Marans (1995) las costumbres

o rutinas de conducta ya adquiridas son importantes para que la conducta se

oriente hacia comportamientos ecológicamente responsables.

Capítulo I

- 36 -

Desde este enfoque propuesto por Stern, también se tiene en cuenta que

estos diferentes factores causales van a tener mayor o menor importancia

dependiendo de la conducta medioambiental específica de la que se trate. Cada

uno de ellos influirá de distinta manera en una conducta ambiental determinada.

Además, hay que tener en cuenta que existen una serie de barreras (factores

contextuales principalmente) que pueden constreñir el desarrollo de la acción

proambiental (Gardner y Stern, 1996; Tanner, 1999; Stern, 2000b).

En esta línea de estudio, Corraliza y Berenguer (2000), identifican dos

determinantes de la conducta ambiental: los valores y las creencias ambientales.

Siguiendo a los autores, los valores llevarán a la activación de la norma personal a

partir del sentimiento de obligación moral. Mientras que las creencias ambientales

surgen en función del análisis de costos y beneficios que la persona realiza sobre

las consecuencias de la conducta. La realización de la conducta ecológica vendrá

determinada por la interacción de estos factores internos a la persona y los

externos o contextuales. El papel que juegan estos últimos es el de facilitar o inhibir

la realización de la conducta, de modo que, si la interacción entre los valores y las

creencias ambientales con los factores contextuales es consistente, dará como

resultado la puesta en marcha de la conducta ambiental o, por el contrario, si

surgen conflictos, esta conducta no se ejecutará.

Por otra parte y basándose en un modelo de expectativa-valencia, la Teoría

de la acción razonada (Ajzen y Fishbein, 1980), Kaiser, Wölfing y Führer (1999),

han identificado tres factores ortogonales que contribuyen a la explicación de la

La Conducta Ecológica Responsable

- 37 -

conducta ecológica: los conocimientos hacia el medio ambiente, los valores

ambientales y la intención de realizar dicho comportamiento. Bajo el mismo marco

teórico, Hwang, Kim y Jeng (2000) estudian los determinantes de la intención

conductual, afirmando que la realización de un acto o una conducta

ecológicamente responsable, está determinada por la influencia que sobre la

intención ejercen el conocimiento sobre el medio ambiente, el locus de control, el

grado de responsabilidad personal y la actitud.

A un nivel de análisis más concreto y centrado en la descripción de los

determinantes de las acciones de reciclado, Gamba y Oskamp (1994) clasificaron

los motivos para participar en un programa de reciclaje de basuras. Los resultados

de su estudio indicaron la existencia de trece motivos para reciclar y nueve razones

para no hacerlo. Estos motivos para reciclar se agruparon, a su vez, en tres factores

de motivación del reciclaje: un factor relacionado con el interés por el medio

ambiente, otro relativo a la presión social para reciclar y un último factor de

motivación económica. Con relación a las motivaciones para no reciclar, hallaron

otros dos factores que hacían referencia a la conveniencia personal y a las

limitaciones impuestas por el sistema de reciclaje o el contexto. Un ejemplo de

estas limitaciones lo encontramos en el trabajo de Meeker (1997). Este autor señala

que no depositar la basura en el contenedor adecuado y arrojarla al suelo depende

de la distancia a la que estén situados los contenedores destinados a la basura y de

la presencia de otras personas en el lugar, es decir, depende de las limitaciones

impuestas por los factores contextuales.

Capítulo I

- 38 -

De igual modo, Corral-Verdugo (1996), analizando las conductas de

reciclado y de reutilización en una muestra de 100 mujeres mexicanas, identificó

cuatro factores determinantes para la explicación de estas conductas: las creencias

ambientales, las habilidades personales, el nivel de conocimiento y motivos

intrínsecos. Más recientemente, en el trabajo elaborado por Corral-Verdugo y

Encinas-Norzagaray (2002) sobre las variables que se relacionan con la conducta de

reciclar vidrio, metal y papel en amas de casa, se señala que la conducta de reciclar

papel puede ser explicada desde el análisis de las motivaciones implicadas en la

acción. Estos motivos para reciclar incluían diversas variables como: el ingreso

económico de la familia, el número de estanterías disponibles en casa con el fin de

almacenar papel y el tamaño de la vivienda. Estos dos últimos factores podrían

considerarse contextuales, bajo la perspectiva del Modelo ABC de Stern (2000a) o,

desde el modelo de Hines et al. (1986/87) factores situacionales. Con respecto al

reciclaje de metal, en este trabajo, no se encontraron relaciones significativas con

las variables citadas anteriormente. Esta conducta estuvo relacionada, tan solo, con

la motivación económica, es decir, reciclar a cambio de dinero. Con relación a otras

variables sociodemográficas consideradas en este estudio, se encontró que los

motivos para reciclar estaban relacionados positivamente por el nivel de ingresos

económicos y negativamente, por la edad de las amas de casa.

Utilizando este mismo tipo de conductas, las de reciclaje, y cuestionando el

papel que juega el conocimiento y la información ambiental de que disponen las

personas, numerosos trabajos señalan que el conocimiento sobre cómo reciclar y

sobre qué productos pueden ser reciclados, parece ser un importante predictor de

La Conducta Ecológica Responsable

- 39 -

la conducta ambiental específica, actuando como un factor determinante y

significativo (Gamba y Oskamp, 1994; Lansana, 1992; Simmons y Widmar, 1990;

Vining y Ebreo, 1990, entre otros). Por otra parte, las variables sociodemográficas,

como el nivel de ingresos, el nivel educativo, la edad, la pertenencia grupal, social

y el sexo, como ya hemos mencionado, también han sido estudiadas con relación a

conductas proambientales específicas como el reciclado de productos. Parece ser

que las personas con un nivel de ingresos elevado (Vining y Ebreo, 1990) y con

mayor nivel educativo (Berger, 1997), se muestran más predispuestas a realizar

conductas de reciclaje. A conclusiones parecidas han llegado autores como Van

Liere y Dunlap (1980) o Fraj, Grande y Martínez (1999), afirmando que son las

personas con renta más alta, de estatus social elevado y con un nivel superior de

estudios, las que muestran mayor preocupación por el medio ambiente, aunque

este hecho no asegura la puesta en marcha de acciones proambientales. A este

respecto, el trabajo presentado por Berenguer (2000) sugiere que si bien los niveles

de preocupación hacia el medio ambiente son superiores entre aquellas personas

con una formación académica alta, en términos conductuales, son inferiores.

Respecto a la edad, a la hora de realizar conductas de reciclaje no aparecen

resultados concluyentes. Algunos autores como Hines et al. (1986/87) o Arcury

(1990), han encontrado mayor grado de preocupación ambiental y mayor número

de acciones de reciclaje en las personas más jóvenes. No obstante, los resultados de

otros estudios indican que las personas de mayor edad reciclan más que las más

jóvenes (Scott, 1999; Vining y Ebreo, 1990), si bien, los más jóvenes se implican más

en conductas de reciclaje a cambio de dinero (De Young, 1991).

Capítulo I

- 40 -

En suma, podemos decir que las variables utilizadas en el análisis de las

conductas proambientales pueden dividirse en tres categorías:

a) Variables disposicionales, en las que se incluyen: actitudes, valores,

creencias, motivos para su realización, factores de personalidad, habilidades y

conocimientos sobre el medio ambiente, etc.

b) Variables de tipo situacional o contextual.

c) Variables sociodemográficas, como la edad, el sexo, la pertenencia

grupal, social, el nivel socio-económico, el nivel educativo, etc., pese a que hay que

tener en cuenta que la capacidad predictiva de estos factores varía en función de la

conducta ambiental específica que se pretende analizar (Corral-Verdugo, 1996;

Dietz, Stern y Guagnano, 1998; McKenzie-Mohr, Nemiroff, Beers y Desmarais,

1995, entre otros).

Como se desprende de estas líneas, el estudio de los comportamientos

ambientales ha sido abordado desde otros conceptos relacionados con la

preocupación o la conciencia ambiental. Estas relaciones que se establecen para

explicar la conducta serán analizadas en el siguiente apartado.

La Conducta Ecológica Responsable

- 41 -

1.2.2.- El estudio del Comportamiento ambiental a partir de la

preocupación hacia el medio ambiente.

En la parte introductoria de esta tesis doctoral, hemos señalado la eclosión

que desde la década de los 70 están teniendo los movimientos ecologistas, así

como, el cambio de actitudes y comportamientos en pro del medio ambiente que se

viene produciendo entre la población general. La percepción de numerosos

problemas ambientales está despertando una mayor toma de conciencia respecto al

medio ambiente, como se destaca en diferentes trabajos (Berenguer, Corraliza,

Martín y Oceja, 2001; Corraliza, Berenguer, Muñoz y Martín, 1995; Gooch, 1995,

entre otros). Por ejemplo, el trabajo de García-Ferrando (1991) informa de cómo las

personas muestran un fuerte compromiso con la protección de la naturaleza

aunque esto les suponga aceptar determinados riesgos y sacrificios personales. En

una investigación más reciente desarrollada por González (2004) en la que se

analizan diferentes encuestas de opinión pública realizadas en España en los

últimos 10 años, se ha constatado, en consonancia con trabajos anteriores, la alta

preocupación por parte de los españoles hacia los asuntos medioambientales,

resaltando el interés generalizado en que “el desarrollo económico y la calidad de

vida humana sean compatibles con la conservación de la naturaleza” (p.137).

Además, en este trabajo se confirma, una vez más, la creciente evolución temporal

de la preocupación ambiental entre la población general.

Capítulo I

- 42 -

Aunque no esta claro si las actitudes ambientales son una cosa o muchas

(Stern, 1992; Stern y Oskamp, 1987), generalmente, la medida de actitud general

hacia el medio ambiente ha sido utilizada como índice del grado de preocupación

ambiental. En este sentido, se ha generado un gran número de trabajos empíricos

en los que se trata a este constructo de forma unidimensional. Desde el enfoque

actitudinal, como modo de abordar el estudio del comportamiento ambiental, se

utiliza el cambio de actitudes hacia el medio ambiente con el fin de producir

disposiciones favorables hacia la puesta en marcha de estos comportamientos. No

obstante, a la hora de considerar las relaciones que se establecen entre la actitud y

la conducta, de nuevo surge la clásica polémica en Psicología Social, sobre si las

actitudes predicen o no la conducta, en este caso, ambiental.

En algunos trabajos sobre la relación entre actitudes y conductas

ambientales, se han obtenido bajas correlaciones entre tener una actitud favorable

o positiva hacia el medio ambiente y la realización de comportamientos

proambientales (Aragonés, 1990; Geller et al. 1982; Iñiguez, 1994; Schultz, Oskamp

y Mainieri, 1995; Scott y Willits, 1994; Weigel y Weigel, 1978). Es decir, la alta

concienciación o preocupación medioambiental medida a partir de las actitudes

que presentan las personas, tampoco asegura que éstas se involucren en acciones

de protección o de conservación del medio ambiente (González, 2003; Oskamp et

al. 1991; Perelló y Luna, 1989). A pesar de ello, Stern y Oskamp (1987) mantienen

que existe una relación positiva entre las actitudes ecológicas y la realización de

conductas ambientales; sin embargo, no se puede afirmar que se trate de una

relación causa-efecto, debido al peso o la influencia de otras variables.

La Conducta Ecológica Responsable

- 43 -

A partir de los resultados de estos estudios, en los que parece no estar clara

la relación de las actitudes con la conducta, otros muchos se han volcado en el

análisis de los factores explicativos que justifiquen esta falta de correspondencia

entre ambas medidas. Estos trabajos señalan, principalmente, causas de tipo

metodológico, como las diferencias en la especificidad de la medición (Heberlein,

1981; Kaiser, Wölfing y Führer, 1999; Oskamp et al. 1991; Van Liere y Dunlap 1981;

Vining y Ebreo 1992) o la falta de consenso a la hora de definir el concepto

actitudinal. Como indica Stern (1992), considerar las actitudes ambientales como

un constructo unidimensional, podría ser la causa de esta falta de correspondencia.

Además, como argumentan varios teóricos del estudio de la relación actitud y

conducta, la medida debe tomarse con el mismo nivel de especificidad para ambas

medidas (Ajzen y Fishbein, 1977; 2005; Fishbein y Ajzen, 1975; González, 2003;

Monteoliva, 2002; Schuman y Johnson, 1976; Stern y Oskamp, 1987) principio

general éste, que ha sido también confirmado para el estudio de conductas

proambientales (Heberlein y Black, 1976; Weigel y Newman, 1976). Es decir,

muchos trabajos han utilizado medidas de actitud general para relacionarlas con

medidas específicas de conducta y, sin embargo, el nivel de correspondencia entre

conducta y actitud es más elevado cuando ambas son medidas al mismo nivel de

especificidad o de generalidad (Ajzen, 2005; Bamberg, 2003; Kraus, 1995).

Otros motivos encontrados hacen referencia a la ya citada heterogeneidad de

la conducta ambiental (Stern y Oskamp, 1987), la accesibilidad de las actitudes

ambientales (Bell, Greene, Fisher y Baum, 1996), la influencia de factores

contextuales (Corraliza y Berenguer, 2000; Corraliza, Berenguer, Muñoz y Ojeda,

Capítulo I

- 44 -

1994; Olli, Grenstad y Wollebaek, 2001; Oskamp et al. 1991; Stern, 1992; Tanner,

1999), y la influencia que sobre las actitudes ambientales pueden ejercer otros

factores representacionales que tendrían un mayor y más directo poder explicativo.

Los resultados de estos y de otros trabajos indican que el constructo de actitud

ambiental debe entenderse como una variable mediadora en su relación con la

conducta (Hernández e Hidalgo, 2000), analizando, no tanto la correlación directa

entre estas actitudes y la conducta, como la identificación de las variables que

median y modulan dicha correlación, junto a los procesos de interacción entre estas

variables y las actitudes hacia el medio ambiente. Dentro de estas variables

moderadoras destacan, entre otras, los valores y las creencias (Stern y Oskamp,

1987).

En torno al estudio de la relación entre actitud y conductas proecológicas

se pueden considerar varias líneas de investigación que han abordado el tema

desde diferentes perspectivas, pasando del énfasis en el estudio de las diferencias

individuales, a partir de la medición de variables sociodemográficas, hasta llegar al

estudio de la conciencia ambiental en base a actitudes, valores, normas y creencias

hacia el medio ambiente. En la primera de ellas, el interés principal se ha centrado

en el estudio de los factores personales o individuales que influyen en la conducta

ambiental, haciéndose referencia en la mayoría de los estudios a variables

sociodemográficas (Jones y Dunlap, 1992). De esta forma, el trabajo de Diamond y

Orenstein (1990), o el de Griffin (1978), por citar algunos, han explorado las

diferencias entre hombres y mujeres en el grado de preocupación hacia el medio

ambiente, concluyendo que son las mujeres las que presentan una mayor

La Conducta Ecológica Responsable

- 45 -

concienciación. Pero este tipo de trabajos, según Stern y Dietz (1995), los centrados

en variables personales, carecen de argumentos sólidos que expliquen cómo la

varianza de la conducta es debida únicamente a este tipo de variables, pues, la

heterogeneidad de la conducta ambiental por sí misma, en cuanto a los múltiples

factores que la determinan, unida a los efectos contextuales quedan sin recogerse.

En otro sentido, considerando que el individuo forma parte del ambiente,

y busca satisfacer sus propias necesidades psicológicas y materiales, se entiende

que éste regulará su conducta hacia el medio ambiente con el fin de cubrir dichas

necesidades (Maslow, 1954). Desde esta óptica, la preocupación por uno mismo

lleva implícita la preocupación hacia el medio ambiente. Esta preocupación es

expresada a través de lo que Inglehart (1977; 1990) consideró como expresiones de

valores postmaterialistas. Sin embargo, los apoyos empíricos que esta línea ha

recibido son escasos (Dunlap, Gallup y Gallup, 1993; Inglehart, 1992).

Otra de estas grandes líneas de estudio es la centrada en el análisis de la

evaluación que hace una persona en una determinada situación, es decir, la

centrada en las actitudes implicadas en la percepción de las condiciones

ambientales. Dichas condiciones pueden ser vistas como un “riesgo” o como un

“beneficio” para la persona (como se refleja por ejemplo, en el trabajo de Slovic,

1987). Desde este punto de vista, se considera que cuando la persona valora la

información disponible sobre la condición ambiental, tiene en cuenta los aspectos

cualitativos, afectivos o emotivos de la misma, por lo que, si dicha información es

modificada o manipulada se producirán, en consecuencia, variaciones en el grado

Capítulo I

- 46 -

de concienciación hacia el medio ambiente, lo que explicaría que existan diferentes

modos de comportarse ante el medio ambiente (Berenguer, 2004).

En definitiva, podemos señalar que las actitudes ambientales,

tradicionalmente han sido consideradas como índices de la preocupación o

conciencia ambiental, y su estudio se ha caracterizado, como hemos indicado, por

el análisis de las diferencias culturales (principalmente desde el enfoque del

estudio de los valores socialmente compartidos) y psicológicas (por ejemplo, en

cuanto a las normas y creencias) de los individuos. De este modo, con el objetivo

de superar las dificultades encontradas a la hora de establecer un grado de

correspondencia aceptable entre la actitud y la conducta proambiental, la

psicología ambiental ha intentado relacionar ambos constructos con otras variables

como los valores, las normas personales y las creencias hacia el medio ambiente,

conceptos éstos centrales en la investigación sobre comportamiento ecológico

responsable más cercana a nuestros días. No obstante, esta diversidad de

perspectivas ha producido, en palabras de Berenguer y Corraliza (2000) cierta

anarquía a la hora de medir y utilizar el constructo “preocupación ambiental”

como predictor de los comportamientos proambientales. De igual modo, la falta de

acuerdo respecto a los modelos a utilizar a la hora de predecir este tipo de

comportamientos ha suscitado que a menudo se ofrezcan resultados poco

concluyentes e incluso, en algunos casos, contradictorios.

CAPÍTULO II: MODELOS UTILIZADOS EN EL ESTUDIO DE LA CONDUCTA AMBIENTAL

- 49 -

2.1.- INTRODUCCIÓN

Pese a la disparidad de resultados y conclusiones existentes en torno al

estudio de las conductas ambientales, parece existir cierto consenso en que son

mayoritariamente tres las aproximaciones o perspectivas utilizadas para estudiar la

relación entre actitudes y conductas ambientales. Estas tres perspectivas están

basadas en las motivaciones que influyen sobre el grado de preocupación por el

medio ambiente y la realización de conductas en pro del mismo (Axelrod y

Lehman, 1993; De Young, 1996; Stern, Dietz y Kalof, 1993). En primer lugar, estas

motivaciones pueden ser consecuencia de la aprehensión de aquellos valores hacia

el medio ambiente inmersos en la sociedad y cultura de pertenencia; en segundo

lugar, pueden ser debidas a la generación de un sentimiento altruista a partir de

valorar el impacto que el deterioro ambiental puede tener sobre las personas que

son importantes para nosotros; y, en tercer y último lugar, pueden tener un

componente egoísta, dado el disfrute personal que se obtiene ante el uso y

explotación de los recursos naturales.

Por su parte, Stern (1992), indica que serían cuatro los motivos centrales en

la determinación de las actitudes ambientales. El contraste entre ambas

proposiciones radica en que, para este autor, los valores hay que clasificarlos según

dos categorías: en primer lugar, la “preocupación ambiental”, entendida como un

valor en sí misma y, en segundo lugar, considerar que la conducta ambiental

puede estar basada en aquellos principios guía que actúan como valores

terminales. Por tanto, para Stern (1992), en el estudio de la actitud y la conducta

Capítulo II

- 50 -

ambiental cabe distinguir, por un lado, la preocupación ambiental entendida como

actitud general hacia el medio ambiente y, por otro lado, como un valor terminal.

Siguiendo al autor, la conducta ambiental puede ser concebida en términos

altruistas y/o, como una conducta puramente egoísta.

Como podemos ver, no es fácil clasificar y definir el constructo “actitud

ambiental”, casi siempre confundido con los conceptos de valor, creencia,… y muy

a menudo considerado un sinónimo de preocupación ambiental. Pero ¿por qué

existe esta confusión al definir estos conceptos en psicología ambiental? Esta

confusión se presenta probablemente, como indica Stern (1992), porque al hablar

de preocupación ambiental dentro de esta materia, nos estamos refiriendo a los

valores terminales de la persona en relación al medio ambiente de naturaleza

social. Siguiendo a Stern, Dietz, Kalof y Guagnano (1995) “la preocupación

ambiental es un conjunto de preocupaciones morales encabezadas por los valores

universales” (pp. 1614). En este sentido, el estudio de la preocupación ambiental

desde una perspectiva ecológica ha sido abordado desde la perspectiva de los

valores sociales.

Por tanto, la conducta ambiental y el grado de preocupación o

concienciación hacia el medio ambiente, son debidas a aquellos valores centrales

en la persona que tienen un origen socialmente compartido, es decir, los valores

terminales (Stern, 1992). En palabras de Berenguer, et al. (2001), los valores actúan

como “descriptores de una forma de ver el mundo y enfrentarse a él” (p. 38).

Tradicionalmente, desde esta línea de trabajo, la medida del grado de

Modelos utilizados en el estudio de la Conducta Ambiental

- 51 -

preocupación hacia el medio ambiente, se ha tomado aplicando dos escalas: la

escala del Nuevo Paradigma Ecológico NPE (Dunlap y Van Liere, 1978; revisado en

Dunlap, Van Liere, Mertig y Jones, 2000) y la Escala de Preocupación Ambiental

(Weigel y Weigel, 1978). En esta línea de investigación se sitúan los trabajos sobre

valores postmaterialistas de Inglehart (1990), y los que han usado como base

modelos de amplio alcance ya consolidados en Psicología Social, como por ejemplo

el de Rokeach (1973), el de Schwartz y Bilsky (1987; Schwartz, 1992) y, otros de

carácter psico-ambiental, como el planteado por Van Liere y Dunlap (1980).

Una segunda conceptualización de la actitud ambiental, está basada en un

enfoque altruista o prosocial. Esta línea de trabajo sostiene que la preocupación

ambiental es el reflejo de normas morales-personales. Es decir, se entiende que la

conducta ambiental es el resultado de la activación de la norma personal en

respuesta a los valores de tipo altruista, aunque Stern, Dietz y Kalof (1993), señalan

que esta activación de las normas morales también puede surgir desde valores

biosféricos. La ejecución de la conducta desde la perspectiva altruista se explica a

partir de la preocupación que podemos tener las personas por el bienestar de otros.

Cabe mencionar que bajo esta perspectiva, uno de los modelos utilizado con más

frecuencia es el modelo de influencia normativa sobre al altruismo (Schwartz, 1973;

1977).

Esta línea de investigación es una de las que mayor apoyo empírico ha

recibido. Se considera que la conciencia ambiental, como base de los

comportamientos proambientales, emerge a partir de una ética “land” (Dunlap y

Capítulo II

- 52 -

Van Liere, 1977; Heberlein, 1972; 1977). Por tanto, desde este punto de vista se

relaciona la conducta ambiental con la ética o moralidad de la persona. Así, la

conducta ambiental, desde esta perspectiva, se produce en respuesta a la

activación de la norma moral, en cuanto que este tipo de conductas son

consideradas altruistas o prosociales (Black, Stern y Elworth, 1985; Heberlein y

Black, 1976; Stern, Dietz, y Black, 1986; Stern, Dietz, Kalof y Guagnano, 1995).

En tercer lugar, la perspectiva egoísta relaciona la preocupación y la

conducta ambiental con la satisfacción de las propias necesidades. Desde esta línea

se entiende la preocupación por el propio bienestar como un factor determinante

de las creencias y acciones medioambientales. Se considera que el comportamiento

ambiental va a depender del análisis del coste –beneficio que la acción puede

aportar a la persona. Es decir, esta visión sobre las actitudes ambientales contempla

la parte más antropocéntrica del ambiente: el cuidado del medio ambiente

dependerá de los beneficios, materiales o no, que puedan conseguirse de él.

De entre todas estas aproximaciones, en opinión de autores como

Berenguer y Martín (2003), Hernández e Hidalgo (2000) o Kortenkamp y Moore

(2001), quizás la más relevante sea aquella que confronta el antropocentrismo con

una posición ecocéntrica en relación al medio ambiente. En la visión

antropocéntrica, el ser humano es el dueño de la naturaleza y de la creación, de

modo que el resto de especies tienen una importancia relativa en la medida en la

que afecten al ser humano. Así, la naturaleza posee un determinado significado

moral o ético en función de que su degradación o conservación perjudique o

Modelos utilizados en el estudio de la Conducta Ambiental

- 53 -

beneficie al individuo (Kortenkamp y Moore, 2001). Por el contrario, en la visión

ecocéntrica, la naturaleza es el centro de la creación y su significado viene dado por

su valor intrínseco, independientemente de que sea de mayor o menor utilidad

para el ser humano (Kortenkamp y Moore, op. cit.).

Una vez que hemos señalado las bases en las que se asientan las diferentes

perspectivas adoptadas para estudiar la actitud ambiental, en los siguientes

apartados expondremos los modelos que, frecuentemente, han sido utilizados en

su estudio. Como criterio de agrupación seguiremos el nivel de análisis de cada

uno de estos modelos. En primer lugar se describen los principales desarrollos

teóricos planteados desde la perspectiva de los valores sociales: por un lado, las

ideas sobre la universalidad de los valores humanos de Rokeach (1973) y, por otro

lado, la teoría de la estructura y contenido universal de los valores humanos

(Schwartz y Bilsky, 1987; 1990; Schwartz, 1992), relacionados ambos con la línea de

investigación desarrollada por Van Liere y Dunlap (1978) sobre el nuevo

paradigma ambiental. En segundo lugar, se describe uno de los desarrollos teóricos

que más ha destacado en el estudio de las actitudes y conductas ambientales: el

modelo de influencia normativa sobre el altruismo (Schwartz, 1973; 1977). Y, en

último lugar, desde un punto de vista racional-evaluativo, se describe otra

perspectiva frecuentemente utilizada en este tipo de estudios: el análisis de las

creencias hacia el medio ambiente.

Capítulo II

- 54 -

2.2.- EL ESTUDIO DE LAS ACTITUDES AMBIENTALES DESDE LA

PERSPECTIVA DE LOS VALORES.

Los primeros estudios sobre las relaciones entre las actitudes y las

conductas ambientales, se realizaron bajo la perspectiva de la sociología y las

ciencias de la educación. En este nivel de análisis, el énfasis se pone en la

identificación de los valores culturales que representan la relación persona-medio

ambiente y que, en definitiva, determinarán su conducta. Por tanto, el principal

objetivo de estos primeros trabajos era identificar los valores que influían sobre la

conducta ambiental, con el fin de, una vez identificados, analizar sus relaciones con

variables de carácter sociodemográfico como la edad, el sexo, el nivel

socioeconómico, el nivel educativo, etc.

No obstante, y pese a los esfuerzos por definir e identificar los valores

propios de cada cultura, las clasificaciones realizadas sobre los valores han sido

muy numerosas. Por ejemplo, Spranger (1928) clasificó a las personas según tres

orientaciones básicas: la orientación egocéntrica, donde el punto de referencia es el

propio “yo”; la orientación objetocéntrica, cuando buscan los valores que tienen las

cosas, y por último, la orientación alocéntrica o altruista, cuando su vida se orienta

hacia los demás. Por su parte, Lewis (1946) distingue entre cuatro tipos de valores:

intrínsecos, extrínsecos, inherentes e instrumentales, mientras Golightly (1956),

establece dos tipos: esenciales y operacionales.

Modelos utilizados en el estudio de la Conducta Ambiental

- 55 -

Pero, ¿cómo se define un valor? Kluckhol (1951) definía los valores como la

concepción de lo deseable que influye sobre la elección de modos, pensamientos y

metas de acción, tanto distintivas de un sujeto como de un grupo; por otra parte,

Charles Morris (1956), definió los valores como la forma de vida que la persona

elige como más deseable, considerando que son características específicamente

humanas, ya que suponen representaciones cognitivas que implican una

transformación de las necesidades del individuo. En este sentido, según Newman

(1986) el estudio de los valores permite analizar los aspectos cualitativos de las

metas o de las preferencias propias que definen los estilos de vida de las personas,

ya que los valores actúan como guías de acción (Cotgrove, 1982).

Cómo podemos ver son numerosas las definiciones y clasificaciones

realizadas sobre los valores. No obstante, la aportación más significativa y

preponderante en el estudio de los valores en las últimas décadas de la Psicología

Social, ha sido la línea de investigación planteada por Rokeach en la década de los

70. Según Rokeach (1973), un valor es “una creencia duradera de que una forma

de conducta o un estado final de existencia es personal y/o socialmente preferible

a su opuesto” (p. 5). Como argumenta el autor, los valores no existen como una

realidad aparte de las cosas o del ser humano, sino como la valoración que la

persona hace de las cosas en sí mismas, es decir, indican la importancia que le

concede a los diferentes aspectos de su vida.

Capítulo II

- 56 -

Desde la perspectiva de Rokeach, los valores son de naturaleza universal. En

todas las sociedades los individuos comparten los mismos valores aunque les

otorguen distinto grado de importancia; además, los valores van a ser transmitidos

mediante el proceso de socialización. Es decir, la sociedad transmite a sus

componentes, a través de distintos agentes, los valores, normas y pautas de

comportamiento que la rigen. Esta transmisión de valores, permite al individuo

adaptarse al funcionamiento social y asegura a la vez la permanencia y pervivencia

de esa sociedad (García, 2001).

Por su parte, Hosftede (1980) afirma que los valores individuales son

producto de una cultura compartida y de la experiencia individual. Por lo tanto,

los valores, al ser compartidos por la sociedad contribuyen a la integración social

(Rocher, 1985). Sin embargo, hemos de tener en cuenta que esta integración no es

totalmente homogénea debido a que no todos los miembros de la sociedad van a

adquirir valores semejantes con la misma intensidad. En este sentido, Mclaughlin

(1965), considera que cuando los valores obedecen a la presión del grupo o de la

sociedad, han de ser denominados "pseudovalores".

Desde la tradición de Rokeach, otros autores han entendido los valores como

“metas generales (tendencias generales en la vida de un individuo u objetos

vitales) relativamente estables que un individuo trata de lograr en la vida” (Sverko

y Vizek-Vidovic, 1995. p. 5). Respecto a esta característica de los valores, Rokeach

señala que la dimensión de estabilidad se fusiona con el dinamismo, es decir, que

los valores no son estáticos, ya que no permitirían el cambio social o las diferencias

Modelos utilizados en el estudio de la Conducta Ambiental

- 57 -

individuales. Para el autor, los valores son de carácter interno, estable,

generalizado, cualitativo, que pueden trascender a situaciones concretas guiando la

conducta, y con un origen socialmente compartido. Además, los valores son

relativamente pocos en número, si se les compara con los cientos de actitudes

existentes (Rokeach, 1973). Por otra parte, también cabe señalar que para Rokeach

(1968 a y b), el valor en sí mismo es una creencia. En palabras del autor, podemos

distinguir entre creencias descriptivas o existenciales y creencias prescriptivas o

proscriptivas, situando en éstas últimas a los valores, pues los fines y los medios

para la acción, son evaluados como deseables o no deseables. Estas creencias de

valor se organizan en el sistema de valores estableciendo relaciones de preferencia

entre ellos, lo que nos va a permitir entender el comportamiento de una persona,

además de poder interpretar el cambio y la estabilidad de los valores. Así mismo,

Rokeach, habla de "grupos de valores", "organización de valores", etc.

La definición aportada por Rokeach (1973) sobre el concepto de valor, hace

referencia, tanto a fines como a medios de actuación. Distingue entre los valores

considerados “Terminales”, que hacen referencia a las metas o estados finales a los

que una persona desearía llegar, de los valores “Instrumentales”, entendidos como

los modos de conducta para alcanzar las metas deseadas. Entre los instrumentales

distingue a su vez dos tipos. De un lado, los valores morales, que se corresponden

con un comportamiento basado en un enfoque interpersonal y cuya trasgresión

podría suscitar sentimientos de culpa o remordimientos; y, de otro lado, los valores

de competencia o de autorrealización, con un enfoque más claramente tendente

hacia lo personal que hacia lo interpersonal y, cuya trasgresión, puede evocar

Capítulo II

- 58 -

sentimientos de inadecuación o de vergüenza. En este sentido, los valores han sido

considerados por Allport (1937), Asch (1952) o Thompson (1967), entre otros

muchos autores, un componente más de la personalidad y, por tanto, de la

conducta humana. Desde este punto de vista, los valores han sido entendidos

como fuerzas motivacionales que ocupan un lugar central en la dinámica de

conducta y en la configuración de la personalidad. En esta línea, a los valores se les

atribuye una función motivacional por la cual los individuos se ven impulsados a

comportarse de forma consistente o equilibrada con los valores que sostienen (De

Young, 1993; 1996; Stern, Dietz y Kalof, 1993).

Otra de las funciones atribuidas a los valores proviene de la naturaleza o

elementos que los conforman. En este sentido, Rokeach (1968a y b; 1973) señala que

hay que considerar tres componentes en los valores: un componente cognitivo, en

cuanto a que son concepciones sobre lo deseable que conllevan un juicio valorativo

o una evaluación en términos positivos o negativos; un componente afectivo,

referido a los sentimientos o emociones que implica esa evaluación, y por último,

un componente conductual pues guían la acción.

Contemplar los valores desde esta óptica implica que se les asigna una

función heurística, es decir, dada la limitada capacidad de procesamiento de

información de las personas, los valores funcionan como estructuras cognitivas

que, de forma automática, facilitan la comprensión de la situación y la toma de

decisiones. En este sentido, Dietz y Stern (1995) destacan que en diferentes

circunstancias las personas observan la situación, la categorizan y aplican una regla

Modelos utilizados en el estudio de la Conducta Ambiental

- 59 -

simple para valorar si la conducta es apropiada a esa situación. De esta manera, la

elección de una u otra conducta recae en el proceso de clasificación; por ejemplo,

<<si esta situación es de tipo A, lo más apropiado es la conducta X>>. Es decir, en

las circunstancias más simples, la regla se aplica automáticamente, como un hábito

o un imperativo moral.

2.2.1.- La Teoría de la Estructura y el Contenido Universal de los

Valores Humanos (Schwartz y Bilsky, 1987; Schwartz, 1992).

Mas recientemente, Schwartz y Bilsky (1987; 1990) y Schwartz, (1992;

revisado en 2001), partiendo de la idea de universalidad propuesta por Rokeach

(1973), estudian diversas muestras en distintos países para analizar determinadas

dimensiones de los valores que apoyan la idea de universalidad de Rokeach. Estos

autores han establecido su teoría sobre los valores, considerando que el aspecto

más importante en la organización del sistema de valores, es el tipo de meta

motivacional que representan, así como la relación de compatibilidad o de

incompatibilidad que se da entre ellos. Sus desarrollos teóricos han dado lugar a

concebir los valores como representaciones cognitivas que responden a la

necesidad de las personas, en cuanto a que somos organismos biológicos que

estamos en constante interacción como respuesta a las demandas sociales y, que

permiten el bienestar y la supervivencia del grupo (Schwartz y Bilsky, 1987). Según

este enfoque, los valores pueden ser entendidos como “metas transituacionales”

Capítulo II

- 60 -

(terminales o instrumentales) que expresan intereses (individuales, colectivos o

ambos) relativos a un tipo motivacional, y que son evaluados de acuerdo a su

importancia como principios guía en la vida de una persona (Schwartz, 1992;

Schwartz y Sagiv, 1995).

Según establece la teoría, los valores se organizan en tipos motivacionales

que pueden representarse gráficamente a través de una estructura circular como

reflejo de la relación dinámica que se establece entre ellos. Así, los valores

adyacentes serían compatibles, mientras que los que se sitúan en posiciones

opuestas, podrían generar conflicto. Las prioridades en los valores son

consideradas como un predictor significativo de la conducta social, además, la

importancia relativa de un valor respecto a otro es la unidad de análisis más

importante en esta teoría. Estos tipos motivacionales o prioridades de valor han

sido propuestos y estudiados empíricamente por Schwartz y Bilsky (1987),

considerando que cada uno de ellos expresa un objeto motivacional concreto. Son

diez los tipos motivacionales propuestos y definidos en función de las metas que

cada uno representa (ver Cuadro 1).

Estos valores se estructuran a su vez en dos dimensiones bipolares de orden

superior:

1. Autopromoción (compuesto por Logro y Poder) versus

Autotrascendencia (Universalismo y Benevolencia). Es una oposición

entre perseguir valores que favorezcan al individuo frente a los que

Modelos utilizados en el estudio de la Conducta Ambiental

- 61 -

beneficien a la colectividad.

2. Apertura al cambio (Autodirección, Estimulación y Hedonismo)

versus Conservación (Tradición, Seguridad y Conformidad). Priman

aquellos valores abiertos al cambio frente a los que intentan mantener

el estatus quo.

Tipología Descripción

Poder Estatus social y prestigio, control y dominio sobre las personas o sobre los recursos.

Logro Éxito personal demostrando ser competente a través de los estándares sociales.

Hedonismo Placer y sensación grata para uno mismo. Estimulación Estimulante, innovación y reto en la vida. Autodirección Elección independiente de actos y pensamientos. Creación.

Universalismo Comprensión, tolerancia, apreciación y protección del bienestar de toda la gente y de la naturaleza.

Benevolencia Preservación y engrandecimiento del bienestar de la gente cercana.

Tradición Respeto, compromiso y aceptación de las costumbres e ideas que la cultura tradicional o religión proveen.

Conformidad

Actuar de acuerdo a las expectativas y normas sociales. Restricción de las acciones, inclinaciones e impulsos que pudieran perjudicar o molestar a otras personas.

Seguridad Seguridad, armonía y estabilidad social en las distintas relaciones y consigo mismo.

Cuadro 1: Descripción de los diez tipos motivacionales propuestos por Schwartz y Bilsky 1987) y Schwartz (1992).

Capítulo II

- 62 -

La organización de los tipos motivacionales de conducta se produce según

principios de compatibilidad o de contradicción lógica: así, por ejemplo, valores

como poder, logro, hedonismo, estimulación y autodirección, indican valores

individualistas, frente a conformidad, benevolencia y tradición, que presentan

características colectivistas. Desde la teoría de Schwartz también se considera que

una misma persona puede poseer ambos tipos de valores: así, universalismo y

seguridad, son considerados como valores mixtos, puesto que representan valores

de ambos extremos, individualistas y colectivistas.

Esta clasificación de valores, individualismo, colectivismo y la inclusión de

un nuevo grupo, los considerados mixtos, surge considerando que hay una serie

de diferencias importantes entre individualismo y colectivismo que se han pasado

por alto en otras muchas ocasiones. En primer lugar, existen valores que pueden

servir a intereses colectivistas o individualistas, como por ejemplo los que

comparten la búsqueda de la seguridad personal, familiar o nacional. En segundo

lugar, la dicotomía no explicaría que existan valores que sirven para metas

colectivistas pero que son propios del endogrupo, como por ejemplo “igualdad

para todos” o “preservar la naturaleza”. En tercer lugar, la dicotomía lleva a una

posición bipolar, pero puede ser que, aun predominando los valores colectivistas,

también se puedan mantener valores con intereses individualistas y viceversa. Por

ejemplo, valores individualistas como hedonismo, autodirección y estimulación

sirven a los intereses de la persona, pero no tienen por qué hacerlo a costa de la

colectividad. Para resolver estas cuestiones, Schwartz introduce los valores

“mixtos”, es decir, que pueden servir tanto a intereses colectivistas como

Modelos utilizados en el estudio de la Conducta Ambiental

- 63 -

INDIVIDUALISTAS

MIXTOS

COLECTIVISTAS

PODER

LOGRO

HEDONISMO

ESTIMULACIÓN

AUTODIRECCIÓN

DIMENSIÓN DE AUTOPROMOCIÓN

DIMENSIÓN DE APERTURA AL

CAMBIO

SEGURIDAD

UNIVERSALISMO

CONFORMIDAD

BENEVOLENCIA

TRADICIÓNDIMENSIÓN DE

AUTOTRANSCENDENCIA

DIMESIÓN DE CONSERVACIÓN

individualistas. Dichos valores consideran las dimensiones de “universalismo”

(atención al bienestar de los demás y de la naturaleza) y de “seguridad” (conseguir

seguridad en la sociedad, en las relaciones interpersonales y en la persona). Es

decir, la dimensión “universalismo” incluye intereses colectivistas pero que no

necesariamente suponen un beneficio directo para el propio grupo. La estructura

que predice la teoría para los valores personales sería la siguiente (Figura 4):

Figura 4: Esquema de la organización de valores que predice la Teoría de la estructura de los valores humanos.

Capítulo II

- 64 -

Desarrollos posteriores de la teoría aplicándola al análisis de los valores

culturales (Schwartz, 1994b; Schwartz y Sagiv, 1995), han obtenido siete valores

básicos identificados a partir de la selección de 86 muestras de 38 culturas

diferentes. Estos valores compartidos culturalmente se describen de la siguiente

forma:

• Conservación: cuando los intereses de la persona no se consideran

diferentes de los intereses de su grupo. Indica un interés por el

mantenimiento del estatus y una evitación de cualquier acción que

pueda perturbar el orden social. Las culturas que enfatizasen este

valor, se preocuparían por la seguridad, la conformidad y la tradición.

• Autonomía Afectiva e Intelectual: opuestas a la conservación. Son

aquellos valores importantes en sociedades que consideran a la

persona como una entidad autónoma que persigue sus deseos e

intereses individuales. Habría que distinguir entre un aspecto

intelectual de autodirección y otro afectivo referido a la estimulación y

al hedonismo.

• Jerarquía: consiste en la legitimidad de la adscripción de los roles y el

reparto de recursos (por ejemplo poder social, autoridad, salud).

Constituye la dimensión de colectivismo que hasta ahora había sido

utilizada para describir culturas y sociedades por parte de otros

autores, como por ejemplo, Hofstede (1984) y Triandis (1990).

Modelos utilizados en el estudio de la Conducta Ambiental

- 65 -

• Competencia: son aquellos valores que priorizan la autoafirmación

(ambición, éxito o riesgo). Está relacionado con el individualismo

afectivo, ya que comparten el deseo por la actividad y la estimulación

y presuponen como legítimos los posibles cambios de estatus.

• Armonía: opuesta al valor de competencia y muy relacionada con el

compromiso igualitario. Enfatiza la armonía con la naturaleza. Se

refiere por ejemplo a “un mundo de paz”, “justicia social” o a “ser útil

o servicial”.

• Compromiso igualitario: serían aquellos valores típicos de culturas que

comparten una preocupación por el bienestar de los demás. Se refiere a

aspectos como “igualdad”, “justicia social”, “responsabilidad” o “un

mundo de paz”.

A su vez, estos siete tipos de valores culturales se estructuran en dos

dimensiones bipolares de orden superior al igual que sucedía con los valores

personales:

1. Autonomía versus Conservación: se basa en el principio de la

oposición entre perseguir valores que benefician al individuo sobre

valores que benefician al colectivo. Sería muy similar a la dimensión

individualismo-colectivismo postulada por otros autores como

Hofstede (1984), Triandis (1990), o por Schwartz (1994a).

Capítulo II

- 66 -

2. Jerarquía y Competencia versus Compromiso Igualitario y Armonía:

mientras que el primero se refiere a la forma legítima de perseguir

intereses personales o grupales incluso a costa de los demás, el

segundo hace alusión al sacrificio o el interés personal para mantener

la cercanía social y material.

Desde el punto de vista cultural, el trabajo de Ros y Schwartz (1995)

comparando la jerarquía de valores de varios países de Europa Occidental con las

prioridades valorativas de naciones del resto del mundo, refuerza la

multidimensionalidad. En este trabajo se muestra que las culturas no tienen por

qué adscribirse a un patrón rigurosamente individualista o colectivista. Sin

embargo, desde una perspectiva unidimensional (Hofstede, 1984; Triandis, 1990),

la cultura de Europa Occidental sería individualista cuando se asume la visión del

individuo autónomo como la unidad social con sentido. Y, sin embargo, la cultura

Occidental también valora la preocupación por los otros, la justicia o la igualdad,

antes que el egoísmo o la ambición.

Con relación al estudio de los comportamientos ambientales, algunos

trabajos han puesto de manifiesto la relación entre los valores y este tipo de

comportamientos (Black, Stern y Elworth, 1985; Dietz y Stern, 1993; Gutiérrez,

1996; Heberlein y Black, 1976; Newman, 1986; Stern, Dietz y Black, 1986; Stern y

Dietz, 1994; Stern y Oskamp, 1987; Stern, Dietz y Guagnano, 1995, 1998; Thøgersen

y Grunert, 1997, entre otros). Tres han sido los principales objetivos establecidos a

la hora de estudiar la relación entre los valores y el comportamiento ambiental. En

Modelos utilizados en el estudio de la Conducta Ambiental

- 67 -

primer lugar, analizar el papel predictivo de los valores sobre las conductas

ambientales; en segundo lugar, comprobar empíricamente si aparece un factor

general sobre el medio ambiente asociado a los valores, es decir, propio de la

relación persona-medio ambiente, y por último, analizar el peso de los valores en

la formación de las actitudes ambientales explorando la adecuación de los modelos

jerárquicos valor-actitud-conducta. Para conseguir estos objetivos, en diversos

trabajos se han estudiado conductas ambientales concretas utilizando modelos

teóricos relacionados con los valores terminales o instrumentales (Rokeach, 1973),

valores universales (Schwartz, 1992), paradigmas ambientales (Van Liere y

Dunlap, 1978) o, estableciendo correlaciones entre la conducta, los valores y

diferentes variables sociodemográficas.

Así, por ejemplo, Newman (1986), utilizó la Escala de Valores RSV de

Rokeach para evaluar los valores terminales e instrumentales asociados a la

realización de conductas de conservación energética en muestras norteamericanas.

El principal objetivo del autor era identificar aquellos valores que se relacionaban

con esa conducta ambiental. Los resultados de su trabajo señalan que son cinco los

factores en los que se agrupan los valores ambientales: seguridad, medio ambiente,

criterios tradicionales de la satisfacción en la sociedad de norte América,

crecimiento personal y seguridad. Una vez definidos estos valores, el autor utilizó

las puntuaciones factoriales para predecir la conducta de conservación energética,

obteniendo un porcentaje de varianza explicada sobre la conducta de un 7%. Este

autor, destaca en sus conclusiones que la efectividad de los valores como

predictores de la conducta ambiental, en este caso conductas energéticas, es muy

Capítulo II

- 68 -

limitada. Es decir, los valores no ejercen una influencia directa sobre este tipo de

conductas.

Además, según indica el propio autor, existe un gran número de variables

intervinientes en el proceso conductual que, como otros trabajos han puesto de

manifiesto, actúan como variables mediadoras entre los valores y la conducta

(Stern, Dietz y Kalof, 1993; Stern y Dietz, 1994). Por ejemplo, se ha destacado que

los valores pueden verse facilitados o inhibidos dependiendo de la dirección que

adquieren las creencias sobre el “locus de control” (De Young, 1996) o la

“competencia conductual” (Geller, 1995).

En esta misma línea, Stern, Dietz y Kalof (1993) y Stern y Dietz (1994), a

partir de la teoría de la estructura universal de los valores humanos (Schwartz,

1992) y, usando las descripciones de valor que indicaba Rokeach (1968a; 1973),

también establecieron 10 tipos motivacionales de valor, clasificados, a su vez, en

cuatro dimensiones: 1) apertura al cambio (incluye los llamados valores de auto-

dirección, estimulación, y algunos valores hedonistas), 2) auto-engrandecimiento

(incluye el poder, autoridad, y otros valores hedonistas), 3) conservación (donde se

incluyen los valores considerados tradicionales, la conformidad o la seguridad) y,

4) auto-transcendencia (que incluye los valores etiquetados como universalismo y

benevolencia). Los resultados obtenidos por Stern, Dietz y Kalof (1993) y Stern y

Dietz, (1994), señalan ciertas similitudes entre la clasificación que propuso

Schwartz (1992) y la identificada por ellos. Así, por ejemplo, los valores que

Schwartz clasifica dentro de la dimensión de auto-transcendencia, coinciden con

Modelos utilizados en el estudio de la Conducta Ambiental

- 69 -

los que estos autores denominan valores de orientación social/altruista y, la

dimensión de auto-engrandecimiento, es similar a la orientación que los autores

han llamado valores egoístas.

No obstante, una de las cuestiones que se plantean estos autores, es

analizar la existencia de un tipo motivacional de valor que pueda ser considerado

un factor general del ambientalismo. En este sentido, Stern y sus colaboradores

(Stern y Dietz, 1994; Stern, Dietz y Guagnano, 1995, 1998; Stern, Dietz, Kalof y

Guagnano, 1995) distinguen entre dos tipos de valores, los biosféricos y los

altruistas. Con este propósito, seleccionaron una muestra de 199 personas y les

pidieron que evaluaran su disposición para realizar acciones de protección

ambiental, mediante una escala tipo Likert; en segundo lugar, utilizando una

escala similar, tomaron una medida de la conciencia sobre las consecuencias que

puede tener el cambio ambiental (cuyos ítems están recogidos en el cuadro 2), para

los demás, para uno mismo, y para la biosfera. Por último, incluyeron en el

cuestionario una selección de 32 valores tomados de Rokeach/Schwartz, además

de dos nuevos valores: “Evitar la contaminación” y “Respeto por la tierra”. Los

valores se midieron en una escala tipo Likert de 7 puntos. Aunque las

recomendaciones de Schwartz (1992) para medir los valores eran utilizar una

escala de 9 puntos, en este trabajo los autores simplificaron la escala para facilitar

la recogida de datos.

Capítulo II

- 70 -

Acbio: “creencias sobre las condiciones ambientales hacia la biosfera”

Ítem 1: “Mientras que algunas plantas y animales, se han podido ver afectados por la degradación ambiental, sobre la tierra entera ha habido poco efecto”. Item 2: “Durante la próxima década se extinguirán miles de especies de plantas y animales”. Ítem 3: “Es una enorme exageración decir que estamos cambiando el clima”. Ítem 4: “El equilibrio de la naturaleza es lo bastante fuerte como para hacer frente a los impactos de las naciones industriales modernas”.

Acego: ”creencias sobre las condiciones ambientales hacia uno mismo”

Item 1: “La protección del medio ambiente me proporcionará un mundo mejor para mí y para mis hijos”. Item 2: “La protección del medio ambiente es beneficiosa para mi salud”.

Acsoc: “creencias sobre las condiciones ambientales hacia los otros”

Item 1: “La protección del medio ambiente beneficia a todos”. Ítem 2: “La protección medio ambiental ayudará a que la gente, tenga la mejor calidad de vida”.

Cuadro 2: Ítems utilizados por Stern, Dietz y Kalof (1993) para medir la concienciación de las consecuencias (AC).

Una vez recogidos los datos, los autores realizaron un análisis factorial

confirmatorio y encontraron cuatro factores en la estructura de valores:

1º) Un primer factor recoge valores catalogados por Stern y Dietz (1994) y

Stern, Dietz y Guagnano (1995) como valores sociales o altruistas (“un mundo en

paz”, “igualdad”, “justicia social” y “ayudar a los otros”), además, de los dos

nuevos valores que los autores incluyeron y, que han etiquetado, como valores

biosféricos (“evitando la contaminación” y “respeto por la tierra”). Dentro de este

Modelos utilizados en el estudio de la Conducta Ambiental

- 71 -

factor también han aparecido los valores “un mundo de belleza”, “proteger el

medio ambiente” y “unión con la naturaleza”, que también han sido considerados

valores biosféricos, por encontrarse más próximos a los dos nuevos valores

incluidos por los autores. El valor denominado “sentimiento de pertenencia” y,

que en la clasificación de Schwartz, aparece en la dimensión de Conservación, se

sitúa dentro de este primer factor. Por ello, los autores denominan a esta

dimensión, Valores biosféricos/altruistas, haciendo referencia a la distinción entre

ambos tipos de valores.

2º) Un segundo factor identificado por Stern y sus colaboradores, incluía

los valores “autoridad”, “poder social”, “saludable” e “influyente”. Estos valores,

según Schwartz (1992) se corresponden con la dimensión de auto-

engrandecimiento. Por esta razón, los autores denominaron a este factor como

Valores de orientación egoísta.

3º) El tercer factor, se componía de cuatro valores que, según la

clasificación de Schwartz (1992) pertenecían a la dimensión de apertura al cambio.

Estos cuatro valores eran: “una vida excitante”, “una vida variada”, “curioso” y

“disfrutar de la vida”.

4º) El último factor obtenido se compone de nueve valores, de los que siete

pertenecen a la dimensión de conservación (“honrar a padres y ancianos”,

“seguridad familiar”, “autodisciplina”, “obediente”, “limpio”, “cortés” y “orden

social”) y los otros dos valores que componían este factor, eran los valores “leal” y

Capítulo II

- 72 -

“honesto”, pertenecientes a la dimensión de auto-transcendencia, más

específicamente al tipo motivacional de Benevolencia. Este último factor fue

denominado por los autores como Valores Tradicionales, por considerar que el

término conservación, como lo utiliza Schwartz, puede prestarse a confusión en la

literatura sobre medio ambiente (Stern y Dietz, 1994; Stern, Dietz y Guagnano,

1995).

Una de las principales aportaciones del trabajo desarrollado por estos

autores sobre los valores relacionados con el comportamiento proambiental, es la

distinción entre valores altruistas y valores biosféricos. En la teoría propuesta por

Schwartz (1992) dentro de la dimensión de auto-transcendencia, se incluyen tres

valores (“unión con la naturaleza”, “un mundo de belleza” y “protegiendo el

medio ambiente”), considerados valores sociales o altruistas. Sin embargo, en

opinión de Stern y Dietz (1994) y de Stern, Dietz, Kalof y Guagnano (1995), dichos

valores parecen ser más representativos de las posibles guías de comportamiento

hacia el medio ambiente, lo que hace pensar que Schwartz ha considerado los

valores biosféricos y los altruistas dentro de la misma dimensión.

En la misma línea, otro de los trabajos que explora las dimensiones de los

valores en relación al comportamiento proambiental es el realizado por Gutiérrez

(1996). Este autor también utilizó la Escala de Valores de Schwartz con el objetivo

de delimitar, de un lado, el poder predictivo que ejercen los valores sobre la

conducta ambiental, y de otro lado, identificar sus efectos sobre un grupo de

conductas relacionadas con el medio ambiente (ser un buen ciudadano, ser

Modelos utilizados en el estudio de la Conducta Ambiental

- 73 -

activista y ser un consumidor “sano”). Los resultados, de nuevo venían a confirmar

las dimensiones señaladas por Schwartz (auto-promoción; auto-trascendencia;

apertura al cambio y conservadurismo). No obstante, en este trabajo fue

identificada una nueva dimensión de valor etiquetada por el autor como

“orientación de universalismo-biosférico” independiente de los otros tipos

motivacionales. Dicha dimensión, en opinión de autores como Berenguer y Martín

(2003), refleja el surgimiento de una nueva forma de concebir la relación persona-

medio ambiente. Esta nueva forma corresponde al llamado nuevo paradigma

ecológico de Dunlap y Van Liere (1978; revisado en Dunlap, Van Liere, Mertig y

Jones, 2000).

Los datos aportados en el trabajo de Gutiérrez (1996), muestran que las

dimensiones de auto-trascendencia y de universalismo-biosférico, actúan como

predictoras de los tres tipos de conductas (10% de varianza explicada para la

conducta ser un buen ciudadano, 9% para activista y 3% para consumidor sano). A

la luz de estos resultados, podemos señalar que la influencia de los valores sobre

las conductas ambientales es evidente, aunque cabe destacar que no todos los

valores influyen sobre los tres tipos de conducta y que, además, lo hacen en

distinta medida.

En esta dirección, Karp (1996) plantea la hipótesis de que las dimensiones

de valor guardan relación con conductas de compromiso ambiental. Los resultados

de este autor reflejan que las personas en las que priman los valores de auto-

trascendencia y se muestran más flexibles ante la admisión de cambios, se

Capítulo II

- 74 -

encuentran más comprometidas con conductas de participación en asociaciones

ambientales, frente a aquellas otras personas que, aun predominando la auto-

trascendencia, son más conservadoras. Este segundo grupo se comprometerá con

conductas proambientales siempre y cuando esas conductas respondan a normas

estandarizadas. Cuando las guías de conducta se basen en la auto-realización y,

además, en el conservadurismo, la probabilidad de que se impliquen en conductas

hacia el medio ambiente que requieren cierto grado de compromiso, es menor. No

obstante, matiza el autor, que cuando en este caso la conducta es percibida como

normativa y se produce congruencia entre esa conducta y el propio interés,

entonces la persona se sentirá más motivada a realizar la conducta. En último

lugar, cuando la persona está motivada por la auto-realización y por la apertura al

cambio, se comprometerá con acciones ambientales siempre y cuando perciba que

existe una relación evidente entre la conducta y sus propios intereses.

Otro de los trabajos que relaciona los valores desde la perspectiva de

Schwartz (1992), con el objetivo de analizar el papel de éstos en la formación de las

actitudes, así como en relación a la conducta de reciclaje, es el presentado por

Thøgersen y Grunert, (1997). Estos autores han utilizado variables intermedias

entre los valores y la conducta, como en otros trabajos se ha sugerido (Stern y

Dietz, 1994; Stern y Oskamp, 1987; Stern, Dietz y Kalof, 1993). Estas variables han

sido normas personales, creencias sobre las consecuencias de la conducta y la

actitud hacia la conducta. Los valores se evaluaron utilizando 14 ítems del

Inventario de valores de Schwartz SVS (Schwartz, 1992) y, el resto de variables, a

través de distintas escalas. En este trabajo los autores proponen tres posibles

Modelos utilizados en el estudio de la Conducta Ambiental

- 75 -

modelos a poner a prueba. Estos modelos lineales, son:

a) valores - creencias sobre las consecuencias y conducta;

b) valores - actitudes - normas personales y conducta;

c) valores - creencias sobre consecuencias - actitudes - normas

personales y conducta.

Los resultados de este estudio señalan la importancia de los valores en la

formación de las actitudes, concluyendo que el modelo jerárquico valores – actitud

y conducta resulta el más apropiado para la conducta de reciclaje. No obstante, en

este trabajo se confirma el escaso porcentaje de varianza explicada para la conducta

de reciclaje que presentan estos modelos. Concretamente, desde el modelo a) tan

solo es explicada un 5% de varianza, un 18 % para el modelo b) y, un 19% para el

modelo c). Por tanto, si bien numerosos estudios han encontrado relación

significativa entre los valores y las conductas ambientales, cabe señalar que estas

relaciones son moderadas (Abellá, García-Mira y Real-Deus, 2000).

Capítulo II

- 76 -

2.2.2.- El Nuevo Paradigma Ecológico (Dunlap y Van Liere, 1978;

Dunlap, et al. 2000).

Otro de los modelos profusamente utilizado en el estudio de las actitudes

ambientales, que se corresponde con una visión ecocéntrica de la relación persona-

medio ambiente, es el nuevo paradigma ecológico (Dunlap y Van Liere, 1978;

Dunlap, Van Liere, Mertig y Jones, 2000). Este enfoque puede ser considerado

como el exponente de un paradigma claramente psico-ambiental. Con el

nacimiento del movimiento ecologista, la concienciación social acerca de los efectos

negativos sobre el medio ambiente producidos mayoritariamente por el hombre,

ha facilitado el paso del denominado “Paradigma Social Dominante”(PDS) a una

nueva forma de concebir las relaciones de las personas con el medio ambiente y la

naturaleza. Los cambios de este nuevo paradigma ecológico respecto al primero

radican, principalmente, en un cambio de opiniones y creencias producidas en la

población general hacia el medio ambiente, de forma que las personas son más

conscientes de que se debe vivir en equilibrio con la naturaleza, respetando sus

limitaciones.

La escasez de recursos y la disminución de los espacios naturales, han ido

surgiendo como consecuencia del progreso continuo de las naciones

industrializadas. Generalmente, estos cambios han llevado a las sociedades

modernas a tomar conciencia de que estos “avances” llevan consigo una serie de

problemas que pueden afectarnos a todos, adquiriendo unos nuevos valores y

creencias sobre el medio ambiente. Estas creencias y valores han ido orientándose,

Modelos utilizados en el estudio de la Conducta Ambiental

- 77 -

por lo tanto, a la búsqueda de soluciones que permitan a las personas disfrutar de

una mejor relación con el medio ambiente. Este cambio en las creencias y actitudes

de las personas hacia el medio ambiente, ha sido etiquetado como Nuevo

Paradigma Ecológico (NPE) (Dunlap y Van Liere, 1978; Dunlap et al. 2000). Desde

este nuevo enfoque se recogen los principales componentes sobre los que, según

estos autores, se puede definir una forma ecológica de entender las relaciones del

ser humano con la naturaleza.

La versión original del NPE, desarrollada por Dunlap y Van Liere a finales

de los 70, tenía como objetivo principal medir la concienciación ecológica a partir

de las actitudes manifiestas. En este primer momento, la escala fue diseñada

considerando sus componentes actitudinales como constructos unidimensionales.

Sin embargo, los estudios empíricos realizados apoyaron la existencia de tres

factores claramente diferenciados (Albrecht, Bultena, Hoiberg, y Nowak, 1982; Noe

y Snow, 1990; Shetzer, Stackman y Moore, 1991). Estos tres elementos se

encontraban dentro del espectro que representaban las actitudes adheridas a unas

creencias y una visión ecológica del mundo. Consistían, en primer lugar, en

considerar que las personas son una especie aparte de la naturaleza; en segundo

lugar, recoge las creencias sobre la limitación de la capacidad de los ecosistemas. Y,

en tercer lugar, la creencia popular de que las habilidades humanas, así como el

avance de la ciencia y de las nuevas tecnologías, solventarán los problemas

ambientales que puedan surgir. Este primer desarrollo de la escala permitía, a

través de 12 ítems, identificar el grado de concienciación hacia el medio ambiente

obtenido a partir de esas tres dimensiones.

Capítulo II

- 78 -

Se han realizado numerosos estudios con el fin de poner a prueba la

validez y fiabilidad de la escala NPE (Roberts y Bacon, 1997). Así, los trabajos

realizados por Caron (1989) o el de Shetzer, Stackman y Moore, (1991), han

encontrado, con muestras diferentes a la utilizada por los autores originales, que la

NPE goza de una adecuada fiabilidad y validez, encontrándose los tres factores en

la estructura identificados por los autores originales de la escala. Dunlap y Van

Liere (1978), aplicando la escala a distintos grupos, concluyeron que ésta permite

distinguir adecuadamente entre personas involucradas en actividades ecologistas

frente a personas que no lo están, resultados que fueron apoyados posteriormente

por Steger, Pierce, Steel y Lovrich (1989), entre otros. También ha sido utilizada en

otros muchos estudios sobre predicción de conductas ecológicas, encontrándose

fuertes relaciones entre la NPE y la intención conductual (Roberts y Bacon, 1997;

Scott y Willits, 1994; Stern, Dietz y Guagnano, 1995; Vining y Ebreo, 1992).

Sin embargo, otras muchas investigaciones, amparándose en la naturaleza

multidimensional de la actitud, y refiriendo principalmente motivos

metodológicos, han vertido diversas críticas sobre la NPE. Estas críticas aluden

principalmente a las características psicométricas de la escala. De este modo, el

trabajo de Geller y Lasley (1985), el de Noe y Snow (1990), o el de Furman (1998)

mostraron que en cada nuevo estudio en el que se aplicaba la NPE, se obtenía una

validez y fiabilidad diferentes, de modo que, en lugar de los tres factores

hipotetizados, en ocasiones, aparecían estructuras de cuatro y cinco factores. Otros

autores identifican tan solo dos factores como es el caso de Gooch (1995) con

muestras de los Estados Bálticos; con muestras de Brasil, México y de los Estados

Modelos utilizados en el estudio de la Conducta Ambiental

- 79 -

Unidos de América, Bechtel, Corral-Verdugo y Pinheiro-Queiroz (1999), han

hallado tres factores en la estructura de esas creencias, no obstante, sus

interrelaciones son marcadamente diferentes. Además, los propios autores de la

escala reconocen su limitada validez (Dunlap y Van Liere, 1978) argumentando

que parece estar sujeta a variables personales como la edad, la educación, o la

ideología política. De hecho, en muchos estudios se ha encontrado que la NPE

correlaciona negativamente con la edad, y de forma positiva con la educación y el

liberalismo (Dunlap et al. 2000).

Esta diversidad de resultados cuando se aplica la NPE, así como la

necesidad de clarificar la naturaleza de los factores que la conforman, ha llevado a

Dunlap, Van Liere, Mertig, Catton y Howell (1992) y Dunlap, et al. (2000) a realizar

una revisión y adaptación de la NPE. Considerando los nuevos desarrollos y

avances en la sociedad, producidos por el surgimiento de una conciencia colectiva

a favor del medio ambiente y del llamado desarrollo sostenible, han reformulado

los 12 ítems de la versión anterior y han incorporado otros tres.

Esta nueva versión de la escala compuesta de 15 ítems, presenta un

coeficiente de consistencia interna de 0.83, frente al alfa obtenido en 1978 de 0.81.

Los ítems de esta nueva versión han sido redactados eliminando la terminología

sexista de la anterior y, considerando además, que en la sociedad actual, uno de los

elementos claves y definitorios de las relaciones de las personas con el medio

ambiente, son las creencias de las personas sobre que ya no son el centro de la

naturaleza (Hernández, Corral-Verdugo, Hess, y Suárez, 2001).

Capítulo II

- 80 -

Los autores de la NPE (Dunlap et al, 2000) sugieren que la escala recoge lo

que los psicólogos sociales denominan creencias primitivas, en este caso sobre las

relaciones entre la naturaleza y los individuos y, además, permite evaluar aspectos

sobre cómo piensan las personas que funciona el mundo, el entorno, la naturaleza

y cómo se ven afectados por las conductas humanas. De hecho, la preocupación

ambiental ha sido estudiada frecuentemente como el resultado de la puntuación

obtenida por las personas en la escala NPE (Berenguer y Martín, 2003).

En esta segunda versión, los autores de la escala, tras su aplicación,

realizaron un análisis factorial confirmatorio. Los resultados obtenidos indican la

existencia de una estructura compuesta por cinco factores o elementos. Estos

elementos son los siguientes:

1º) Equilibrio con la naturaleza.

2º) Límites de crecimiento.

3º) Antropocentrismo.

4º) Excepcionalismo humano.

5º) Crisis ecológica.

En conclusión, podemos decir, que esta escala ha sido considerada una

buena alternativa para la medición de las creencias generales sobre las relaciones

que se establecen entre los seres humanos y el medio ambiente (Stern, Dietz y

Guagnano, 1995). Creencias generales que darán lugar a otras creencias y actitudes

más específicas según la conducta ambiental objeto de estudio. Además, en esta

Modelos utilizados en el estudio de la Conducta Ambiental

- 81 -

escala, quedan recogidos los efectos que sobre la preocupación o concienciación

ecológica, pueden ejercer las variables personales, contextuales o sociales

(Guagnano, Stern y Dietz, 1995), no considerados por otras escalas.

2.3.- EL ESTUDIO DE LA ACTITUD AMBIENTAL COMO REFLEJO DE

LOS VALORES ALTRUISTAS.

Esta línea de estudio explica la conducta ambiental a partir del interés que

muestran las personas sobre cómo la degradación del medio ambiente puede

afectar a otras personas importantes en sus vidas. En este sentido, los individuos

mostrarían preocupación hacia el medio ambiente como un valor instrumental no

como un fin en sí mismo. Autores como Berenguer y Martín (2003), han catalogado

la conducta ambiental, bajo esta perspectiva, como un “altruismo antropocéntrico”.

Desde este punto de vista, se entiende la conducta ambiental como el resultado de

la activación de la norma personal en respuesta a valores de tipo altruista, es decir,

como hemos mencionado, responde a la preocupación que pueden tener las

personas por el bienestar de otros. Esta línea actual de investigación es una de las

que mayor apoyo empírico ha recibido. Considera que la conciencia ambiental

como base de los comportamientos proambientales, emerge desde una ética “land”

(Heberlein, 1972; 1977; Dunlap y Van Liere, 1977), lo que sugiere que en la

actualidad, la conducta altruista con respecto al medio ambiente se ha extendido a

otros significados. Estos significados los otorgan las personas a la naturaleza,

evaluando las relaciones entre el contexto ambiental y el individuo (Stern, Dietz,

Capítulo II

- 82 -

Abel, Guagnano y Kalof, 1999; Berenguer, et al. 2001), concepción íntimamente

ligada con la perspectiva del Nuevo Paradigma Ecológico (NPE) de Dunlap et al.

(2000). Desde este punto de vista, en el que se relaciona la puesta en marcha de

conductas ambientales con los conceptos éticos y/o morales, frecuentemente, el

estudio y análisis de estos comportamientos, ha sido abordado desde los

planteamientos sobre activación de las normas morales planteado por Schwartz

(1973; 1977) en su modelo de influencia normativa sobre el altruismo, al que

dedicaremos el siguiente apartado.

2.3.1.- El Modelo de Influencia Normativa sobre el Altruismo

(Schwartz, 1973; 1977).

Este modelo se ha aplicado principalmente a la predicción de conductas

altruistas, a conductas de carácter prosocial o conductas de ayuda en general.

Define la conducta altruista como “aquella conducta cuya intención o propósito es

el de beneficiar a otra persona como expresión de los valores internos sin reparar

en beneficios y/o refuerzos materiales o sociales” (Suárez, 2000. p. 346).

Schwartz y Howard (1981; 1982; 1984) consideran que la conducta altruista

se produce cuando se tiene la intención de beneficiar a otras personas a pesar de

las consecuencias sociales o personales que la conducta pueda tener y, además, está

motivada por el deseo de afirmar los propios valores morales de la persona que

lleva a cabo la ayuda (Schwartz y Howard, 1981). El modelo de Influencia

Normativa sostiene que la conducta altruista es el resultado de un proceso de toma

Modelos utilizados en el estudio de la Conducta Ambiental

- 83 -

de decisión en el que los aspectos cognitivos de la persona juegan un importante

papel (Schwartz, 1970, 1973, 1977; Schwartz y Fleishman, 1982; Schwartz y

Howard, 1982, 1984). Se trata de una toma de decisión basada en las normas

morales y valores de la persona.

En definitiva, el modelo estudia cómo las personas perciben y definen una

situación que requiere enfrentarse a una decisión moral. El objetivo principal al

que responde el modelo es la explicación de los factores que influyen en la

activación de la norma personal, analizando el proceso de toma de decisión que

sigue una persona para realizar la conducta altruista, siendo la norma personal la

principal variable del modelo.

Schwartz (1968) entiende esta variable, la norma personal o norma moral,

como una serie de expectativas propias basadas en la interiorización de los valores

personales. La norma personal va a ejercer su influencia sobre la conducta una vez

que ha sido activada. Esta activación se produce a partir de tres requerimientos

básicos: en primer lugar, que la persona sea consciente de que su conducta puede

tener consecuencias sobre el bienestar de otras personas; en segundo lugar, que la

persona admita tener cierto grado de responsabilidad en las consecuencias que

puedan producir sus actos y, en tercer y último lugar, que se sienta con capacidad

como para poder controlar la acción y las posibles consecuencias derivadas de la

misma. El hecho de tener conciencia sobre las posibles consecuencias de la

conducta y la atribución de responsabilidad, dan lugar a un comportamiento

congruente con las normas que la persona va a definir como más pertinentes o

Capítulo II

- 84 -

prioritarias en una determinada situación, siendo estos dos requisitos los básicos y

necesarios en la activación de la norma personal (Schwartz, 1970).

Cuando se percibe una discrepancia entre una situación deseada y una

situación real, la persona se va a sentir motivada a desempeñar aquellas acciones

que están en función de sus propios valores y que le permitan reducir esa

discrepancia (Schwartz, 1977). En una situación determinada, la concepción de lo

deseable se genera a partir de valores individuales, esto es, desde “creencias

relativamente duraderas de que ciertos modos de conducta o estados finales de

existencia son preferibles a sus opuestos” (Rokeach, 1973 p. 5) siendo esta la base

utilizada por Schwartz para explicar la relación de los valores del individuo con la

activación de su norma personal.

Este proceso de activación e influencia sobre la conducta altruista o

conducta de ayuda, que desarrollamos a continuación, parte de tres premisas o

proposiciones que sirven como base al modelo: proposición de obligación,

proposición de activación y, por último, una proposición de defensa (Schwartz,

1977. p. 227).

1º) La conducta altruista esta influida por la intensidad de la obligación

moral que la persona siente de llevar a cabo una acción de ayuda específica.

2º) El sentimiento de obligación moral se genera en una situación

particular y, a través de la activación de la estructura cognitiva de las normas y de

Modelos utilizados en el estudio de la Conducta Ambiental

- 85 -

los valores de la persona.

3º) Los sentimientos de obligación moral pueden verse neutralizados antes

de que se produzca la acción como un mecanismo de defensa.

Estas proposiciones, aplicándolas a la relación de las normas y de los

valores con conductas motivadas por sentimientos de obligación moral, son

estudiadas por Schwartz (1968, 1973, 1977). Según el autor, implican una secuencia

ordenada de activación, surgimiento de los sentimientos de obligación y posible

defensa que puede preceder a la realización de la conducta altruista. Se trata de un

proceso dinámico y secuencial, en el que van a influir tanto variables individuales

como situacionales.

Para estudiar este proceso, Schwartz analiza la influencia de una serie de

factores. Uno de ellos es el que produce la activación de la conciencia de las

consecuencias (CC), otro que implicaría la adscripción de responsabilidad en el

acto (AR), lo que llevaría a la activación de la norma personal o norma moral; su

contrario, que puede llevar a la etapa de defensa y que ha etiquetado como

negación de la responsabilidad (NR) y, un último factor, la norma personal,

entendida como la intensidad de la obligación, es un elemento importante para

generar sentimientos de obligación moral ante la toma de decisión sobre realizar o

no la conducta (figura 5).

Capítulo II

- 86 -

AR

CC

CONDUCTA ALTRUISTA

NORMAPERSONALVALORES

Figura 5: Factores que determinan la realización de la Conducta Altruista según el Modelo de Influencia Normativa (Schwartz, 1973; 1977).

El primer factor, la concienciación de las consecuencias (CC), se define

como “el ser conscientes de las consecuencias de la propia conducta para los

demás” (Schwartz, 1977.p. 229). Desde el modelo se considera que, cuanto mayor

sea esta concienciación en la persona, mayor será la probabilidad de que atienda a

los valores y normas con relación a esas consecuencias, lo que facilitará el generar

un sentimiento de obligación moral ante la situación. Una vez formado este

sentimiento de obligación moral, pueden darse dos alternativas a partir de la

evaluación cognitiva que la persona haga de la situación, dependiendo, además, de

la propia personalidad o de los factores situacionales:

1.- En primer lugar, que ese sentimiento de obligación moral, no sea

causa suficiente para desempeñar la conducta altruista o de ayuda. Cuando los

posibles costes de la acción se evalúan como más importantes que los beneficios, se

genera un motivo para desactivar o neutralizar la norma personal como forma de

defensa ante la realización del acto. Esta predisposición a utilizar algún modo de

Modelos utilizados en el estudio de la Conducta Ambiental

- 87 -

defensa ante la acción, es lo que Schwartz (1968) denomina negación de la

responsabilidad (NR). Esta variable (NR), fue en un principio etiquetada por

Schwartz como “adscripción de responsabilidad” (AR) pero al considerar que se

trata de un elemento defensivo cambió su nomenclatura. La negación de la

responsabilidad ha sido definida como “aceptar razones para negar la

responsabilidad de las consecuencias que tiene la propia conducta” (Schwartz,

1977. p. 230). En la etapa de defensa se asocian dos formas de desactivación de la

norma: negar las consecuencias de la acción y/o negar la propia responsabilidad.

2.- Y en segundo lugar, que la persona, tras esa evaluación cognitiva,

se sienta con capacidad suficiente para poder controlar la acción y, como

consecuencia, se adscriba parte de responsabilidad (AR). Esto se daría cuando la

realización de la conducta puede aumentar la autorrecompensa, cuando puede

producir beneficios en el sentimiento de autoestima, de autorealización, disminuir

o evitar la autocritica, etc. Es decir, puede darse que tras la evaluación de esos

costes y beneficios, la persona se adscriba cierto grado de responsabilidad con

respecto a la situación, si percibe que le reportará mayores beneficios. Cuando esto

sucede, cuando se adscribe parte de responsabilidad, la norma personal será

activada, provocando la realización de la conducta altruista, siendo esta la etapa de

activación que plantea el modelo.

Para poner a prueba estos planteamientos teóricos, formados a partir de las

tres proposiciones generales (obligación, activación y defensa) que median entre la

norma personal y la realización de la conducta altruista, Schwartz (1968) plantea

Capítulo II

- 88 -

tres hipótesis:

1ª) Las diferencias individuales en los sentimientos de obligación moral

ante acciones particulares conllevan diferencias individuales en la conducta

manifiesta.

2ª) El impacto de los sentimientos de obligación moral sobre la conducta va

a ser función de las condiciones que influyan en la activación de la estructura

cognitiva de los valores y de las normas de la persona.

3ª) El impacto de los sentimientos de obligación moral sobre la conducta,

también va a ser función de las condiciones que influyen en la defensa en contra de

la importancia o lo apropiado de la obligación activada.

Schwartz (1968) puso a prueba estas hipótesis en un estudio realizado con

118 estudiantes miembros de varios colectivos o grupos residenciales, a los que se

presentaron tres tipos de situaciones: amabilidad, consideración y responsabilidad.

Cada situación se diseñó con el objetivo de eliminar al máximo la deseabilidad

social en la respuesta conductual. La norma personal se evaluó pidiendo a los

participantes del estudio que indicaran lo obligados que se sentirían si tuvieran

que tomar la decisión de realizar la conducta señalada para cada situación. Una

semana después, los estudiantes indicaron la probabilidad con la que ellos

pensaban que cada miembro de su grupo residencial sentiría la obligación moral

para cada situación. Esta respuesta fue considerada como medida de la norma

Modelos utilizados en el estudio de la Conducta Ambiental

- 89 -

social.

El estudio se realizó en tres fases. En la primera de ellas se medía la

concienciación de las consecuencias (CC) y, si se producía la negación de la

responsabilidad (NR) con respecto a las tres situaciones o si, por el contrario, se

daba la adscripción de responsabilidad (AR). En la segunda fase, se obtuvo la

medida de la norma personal y de la norma social y, por último, en la tercera

sesión, se evaluó la conducta propuesta en cada una de las situaciones. El intervalo

de tiempo entre cada fase de recogida de datos fue de una semana.

Con respecto a la primera hipótesis: “las diferencias individuales en los

sentimientos de obligación moral ante acciones particulares conllevan diferencias

individuales en la conducta manifiesta”, que se desprende de la primera

proposición teórica establecida en el modelo: “la conducta altruista esta influida

por la intensidad de la obligación moral que la persona siente al llevar a cabo una

acción de ayuda específica”, los resultados obtenidos fueron que existe relación

entre los distintos grados de sentimiento moral o de norma personal, y las

diferentes conductas manifestadas por los estudiantes. La correlación entre ambas

variables fue de r=.25 (p≤ 0,01).

Otra hipótesis planteada en este trabajo fue: “el impacto de los

sentimientos de obligación moral sobre la conducta va a ser función de las

condiciones que influyan en la activación de la estructura cognitiva de los valores y

de las normas de la persona”. Cuanto más consciente sea la persona de las

Capítulo II

- 90 -

consecuencias de sus acciones para el bienestar de otras (CC), mayor probabilidad

habrá de que ponga en marcha la conducta de ayuda. Así, Schwartz (1968) postuló,

que se encontrarían correlaciones próximas a cero entre las normas personales y la

conducta, en aquellos estudiantes que puntuaran bajo en la variable CC, mientras

que, esta correlación, sería mayor en aquellos otros estudiantes que puntuaran alto

en CC. Este planteamiento también se vio confirmado, pues, entre los estudiantes

que puntuaron más alto en esa variable, la relación fue significativamente mayor

que, para los que puntuaron más bajo. Aquellos estudiantes que presentaban una

mayor concienciación de las consecuencias de sus actos generaron más

sentimientos de obligación moral hacia la realización de la conducta.

Y por último, con respecto a la tercera hipótesis planteada: “el impacto de

los sentimientos de obligación moral sobre la conducta, también va a ser función

de las condiciones que influyen en la defensa en contra de la importancia o lo

apropiado de la obligación activada”, Schwartz realizaba el siguiente

razonamiento: tan solo las personas que nieguen menos su responsabilidad o lo

que es lo mismo, se adscriban parte de responsabilidad y que, por lo tanto,

neutralizan menos su norma personal (sus sentimientos de obligación moral),

serán las que mayoritariamente realizaran la conducta altruista propuesta. Por

consiguiente, las personas que puntúen bajo en la escala de CC (conciencia de

consecuencias) y, alto en la negación de responsabilidad (NR), presentarán una

correlación negativa entre la activación de su norma personal y la ejecución de la

conducta. Para medir la variable de negación de la responsabilidad (NR) se utilizó

el “Cuestionario de Adscripción de Responsabilidad (ARQ)” (Schwartz, 1968). Con

Modelos utilizados en el estudio de la Conducta Ambiental

- 91 -

esta escala puede hallarse si la persona puntúa alto en AR, es decir, se adscribe

responsabilidad, o por el contrario, si puntúa bajo indica que la niega (NR).

Los resultados hallados confirmaron esta hipótesis, pues la norma personal

y la conducta altruista no mostraron relación en los estudiantes en los que se

esperaba la no activación de sus normas, debido a la neutralización de sus

sentimientos de obligación moral por negación de la responsabilidad. La relación

fue un poco más alta para el grupo que obtuvo puntuaciones moderadas. Sin

embargo, para los estudiantes con mayor probabilidad de aumentar sus normas

(altos en CC y bajos en NR), la relación encontrada entre las normas personales y la

conducta altruista fue mucho mayor que para los otros dos grupos. Sobre la base

de los resultados obtenidos en este estudio en el que se pone de manifiesto el

proceso que se sigue en la elaboración de los sentimientos de obligación moral y su

relación con la conducta altruista, se desarrolló el Modelo de Toma de Decisión

sobre la Conducta Altruista (Schwartz 1977. p. 241) entendida como un proceso

secuencial (cuadro 3).

Capítulo II

- 92 -

Fase de Activación: surge la percepción de la necesidad y la responsabilidad. • Ser conscientes de que hay alguien que necesita nuestra ayuda. • Percibir que hay conductas y/o acciones con las que se puede aliviar esa necesidad. • Reconocimiento de que se tiene la capacidad necesaria para aliviar la necesidad. • Sentirse lo suficientemente responsable como para involucrarse en realizar la conducta. Fase de Obligación: construcción de las Normas y generación de los Sentimientos de Obligación Moral. • Activación de las Normas Personales que ya existen o creación de las nuevas para la situación determinada. Fase de Defensa: Valoración, evaluación de costes y beneficios de la propia conducta y nuevo análisis de las respuestas potenciales. • Evaluación de los posibles costes y de las posibles consecuencias. • Reevaluación y redefinición de la situación para negar el estado de necesidad (su realismo, o su gravedad), y/o la Adscripción de Responsabilidad para dar una respuesta. • Evaluación de la adecuación de las Normas Personales activadas hasta ese momento. • Repetición de los anteriores pasos en respuesta a la Reevaluación, los cuales son omitidos cuando la evaluación de los costos y consecuencias favorecen la realización de la conducta. Fase de Respuesta: Puesta en marcha de la Conducta de ayuda o Conducta Altruista o la no ejecución de la misma.

Cuadro 3: Modelo de Toma de Decisión sobre la Conducta Altruista (Schwartz, 1977).

En este modelo se perfila un proceso para guiar el comportamiento

conforme a las normas morales de la persona. En los primeros pasos la persona ha

de ser consciente de que alguien tiene la necesidad de ayuda, que reconozca que

hay alguna persona dependiente de su auxilio, de forma que llegue a ser

Modelos utilizados en el estudio de la Conducta Ambiental

- 93 -

consciente de las normas morales pertinentes hacia el acto concreto y de sus

consecuencias. En el siguiente paso o fase del modelo, debe asumirse alguna

responsabilidad para desempeñar la acción adecuada sobre los requerimientos de

la situación. Cada uno de estos pasos puede no darse si se elimina el efecto que las

normas morales pueden ejercer sobre la conducta, mediante los mecanismos de

defensa: negar las consecuencias, negar la responsabilidad o transformar las

normas personales, tras la evaluación cognitiva de la situación.

Este proceso de decisión moral hacia la realización o no de la conducta,

también ha recibido numerosas críticas. Así, Darley y Latané (1970), consideran

que, “las normas personales son determinantes poco importantes de la conducta de

ayuda específica y que éstas deberían utilizarse solo cuando no existan otras

explicaciones alternativas” (p. 85). E incluso se llega a considerar el hecho de que

las personas, cuando están decidiendo si realizar o no una conducta, no son

conscientes, la mayoría de las veces, de sus normas personales.

Parece que no está claro el papel predictivo que las normas personales

juegan en su relación con la conducta (Fishbein, 1967). Este autor ha contemplado

la norma como un componente actitudinal, considerando que no esta claro el límite

entre norma personal y norma social. Entiende la norma personal de la que habla

Schwartz como un concepto más cercano a las creencias normativas personales.

Fishbein (1967) enfatiza el interés que las personas tienen en sus propias

expectativas, subrayando que dichas expectativas surgen de las normas

socialmente compartidas. Por lo tanto, habrá coincidencia entre la norma personal

Capítulo II

- 94 -

y las normas sociales. Ante esta crítica Schwartz (1977), argumenta que cuando las

normas personales no son interiorizadas, entonces hablamos de norma social; sin

embargo, cuando una norma es aprehendida en un determinado contexto, la

situación es vivida de manera diferente para cada individuo, pasando a ser una

norma personal o un valor internalizado. Como indica el autor, mientras que “las

normas sociales son compartidas por los miembros de un grupo, las normas

personales varían de un individuo a otro” (Schwartz, 1977. p. 231). Si bien, como

reconoce el autor, las normas personales o morales vienen dictadas desde el grupo

a partir de normas sociales. Mediante estas normas sociales, se dan pistas sobre las

respuestas más idóneas para cada situación. Es decir, como destacan McKenzei-

Mohr, Nemiroff, Beers y Desmarais (1995), estas normas sociales se traducen en

reglas implícitas que indican cómo debe comportarse el individuo. De esta manera,

cuando la norma personal no es interiorizada, hablamos de una norma social, y en

este caso, no necesariamente envuelven una interpretación moral del

comportamiento. El cumplimiento o incumplimiento de la norma social está sujeta

a la obtención de premios o a la evitación de castigos. Por otro lado, la norma

personal implica una lectura moral por parte del individuo, de forma que, su

incumplimiento afecta directamente a su auto-concepto y a su auto-imagen,

mientras que, acometer la norma produce satisfacción intrínseca, siendo ésta el

elemento motivador para la acción (De Young, 1991; 1996).

Desde esta óptica, no es de extrañar que, frecuentemente, las normas

personales y el sentimiento de obligación moral hacia la conducta, hayan sido

utilizados en muchos trabajos sobre actitud ambiental, habiendo recibido un

Modelos utilizados en el estudio de la Conducta Ambiental

- 95 -

amplio apoyo empírico (Black, Stern y Elworth, 1985; Guagnano, Stern y Dietz,

1995; Schultz y Zelezny, 1998; Stern, Dietz y Black, 1986; Widegren, 1998, entre

otros). Como destacan Heberlein (1975) y Schwartz y Howard (1980), las normas

personales son interiorizadas por cada individuo como actitudes. Igualmente, la

aplicación del modelo de Schwartz al estudio de las actitudes ambientales, en

palabras de Gutiérrez (1996), permite combinar la especificidad de la medida a

nivel conductual, relacionando los valores y normas personales con la conducta

objeto de estudio, lo que según este autor, le confiere al modelo una gran

capacidad de predicción sobre la conducta. Además, este modelo tiene en cuenta la

parte más racional de la toma de decisión basada en el análisis coste/beneficio de

la conducta. Es decir, el conocimiento de las consecuencias de la conducta, por

parte del individuo, le permite interpretar la situación y, evaluar sus costes,

pudiendo, llegado el caso, reorientar sus valores, sus normas o creencias y, en

consecuencia, su comportamiento.

Desde la perspectiva del altruismo han sido estudiadas, principalmente,

conductas de ahorro energético (Black, Stern y Elworth, 1985; Stern, Dietz y Black,

1986; Stern y Kirkpatrick, 1977; por citar algunos) y de reciclaje (Aguilar-Luzón,

García, Monteoliva y Calvo, 2005; Aguilar-Luzón, Monteoliva y García, 2004, 2005;

Hopper y Nielsen, 1991; Nielsen y Ellintong, 1983; Thøgersen y Grunert, 1997;

Vining y Ebreo, 1992). Trabajando con conductas de ahorro energético, por

ejemplo, Black (1978), constató los presupuestos del modelo de influencia

normativa. Los resultados de este trabajo mostraban que existe una relación

directamente proporcional entre ser conscientes de las consecuencias y adscribirse

Capítulo II

- 96 -

responsabilidad con la conducta. Estos resultados también han sido confirmados

para conductas relacionadas con depositar basuras en lugares inapropiados

(Herberlein, 1975). En otro trabajo, en esta misma línea, se analizan las relaciones

entre distintas variables sociodemográficas y conductas ambientales relacionadas

con el consumo energético residencial (Black, Stern y Elworth, 1985). Para ello, los

autores, proponen un modelo causal basado en ecuaciones estructurales mediante

el que muestran el importante lugar que ocupan las normas, tanto personales como

sociales, en la determinación de conductas de consumo de energía en el hogar. Más

específicamente, en este trabajo se midió la conducta bajo cuatro condiciones

diferentes: de un lado, cuando la conducta implica un alto coste económico y

cuando tiene un bajo coste económico; de otro lado, cuando requería un gran

sacrificio y, por último, cuando el grado de sacrificio en relación con la conducta

era bajo. Los porcentajes de varianza explicados para cada caso oscilaban desde el

10% para la primera de ellas (alto coste económico), 11% para la segunda condición

(bajo coste económico), un 17 % para la tercera (la conducta que requería poco

sacrificio personal) y 12% para la última condición (cuando la conducta requería

grandes sacrificios).

En conductas de reciclaje, Bratt (1999) y Hopper y Nielsen (1991), también

destacan la importancia de las normas sociales y personales como determinantes

de este tipo de conductas. En estos trabajos, además, se señala que, conocer las

consecuencias que tiene la propia conducta para las demás personas, actúa como

un factor de influencia sobre las acciones de reciclaje. Respecto a la otra variable

del modelo de influencia normativa, la adscripción de responsabilidad, Thøgersen

Modelos utilizados en el estudio de la Conducta Ambiental

- 97 -

y Grunert (1997) indican que, en el caso de las conductas de reciclaje, es difícil que

las personas nieguen la responsabilidad que tienen sus actos. De este modo,

concluyen los autores, el sentimiento de obligación moral hacia la conducta

determina las actitudes sobre el reciclaje. Desde esta línea, cabría entender que el

coste percibido de la conducta actúe como variable mediadora en la relación

actitud-conducta. En este sentido, Guagnano, Stern y Dietz (1995), manifiestan que

el modelo de Schwartz no se mostrará como un buen predictor en el caso de que

las condiciones externas faciliten al máximo la conducta. Como ya indicamos

anteriormente, el efecto del contexto que envuelve la realización de este tipo de

conductas, ha recibido escasa atención por parte de muchos investigadores

(Tanner, 1999).

Para concluir, podemos decir que el modelo presentado por Schwartz ha

sido utilizado con mucha frecuencia en el estudio del comportamiento ambiental.

No obstante, cabe mencionar que se trata de un modelo traspasado de otros

campos de la psicología social y que, aunque su validez ha sido probada en

dominios conductuales relacionados con la ayuda hacia los otros, carece de un

desarrollo propio dentro de paradigmas más claramente psico-ambientales. En este

sentido, con el fin de proporcionar un modelo propio desde el que abordar este

tipo de conductas, Stern, Dietz, Abel, Guagnano y Kalof (1999) y Stern (2000a),

presentan un modelo de “preocupación ambiental”, que asienta sus bases en la

conjunción de otras tres teorías: la Teoría de la Estructura Universal de los Valores

Humanos de Schwartz y Bilsky (1987), el Modelo de Influencia Normativa de

Schwartz (1970; 1977) y la perspectiva de las creencias ambientales englobadas en

Capítulo II

- 98 -

el Nuevo Paradigma Ecológico de Dunlap y Van Liere (1978; revisado en Dunlap et

al. 2000).

2.3.2.- El Modelo del Valor-Normas-Creencias sobre el medio

ambiente (VNC) (Stern, Dietz, Abel, Guagnano y Kalof, 1999; Stern,

2000a).

Basándose en que la actitud hacia el ambiente y hacia los demás se

determinan mediante un proceso en el que los valores personales juegan un

importante papel en el análisis cognitivo de los costos y beneficios de la acción

(Payne, Bettamn y Jonson, 1992) y, partiendo del criterio tradicional de considerar

que los valores “actúan guiando la acción y el desarrollo de las actitudes hacia los

objetos y las situaciones” (Rokeach (1968a p.160), Stern y Dietz (1994) y Stern, Dietz

y Guagnano, (1995) han establecido la base de su modelo para explicar la ejecución

de las conductas ambientales. El modelo contempla que las valoraciones

personales cobran una especial relevancia a la hora de construir las creencias y

actitudes hacia el medio ambiente.

En este sentido, la orientación de valores que tenga la persona va a ejercer

una influencia directa sobre sus creencias, y por tanto, sobre la actitud y la

conducta (figura 6). Estas orientaciones de valor actúan como un filtro que modula

la información que la persona evaluará, de modo que, si la información disponible

sobre la situación, objeto o la conducta en sí misma es congruente con los valores

individuales, esa persona desarrollará unas creencias más positivas hacia dicha

Modelos utilizados en el estudio de la Conducta Ambiental

- 99 -

situación, objeto u acción. Según los autores, las creencias se encuentran más

cercanas a las actitudes que los propios valores, por lo que proveerán actitudes

positivas que facilitarán la realización de la conducta.

VALORES CREENCIAS ACTITUD CONDUCTA

Figura 6: Orden causal que se establece entre las variables que explican la conducta según Stern y Dietz (1994) y Stern Dietz y Guagnano (1995).

Consideran, además, que los valores y las creencias pueden perder su

influencia sobre la actitud debido a factores situacionales derivados del contexto

social en el que se desarrolla la persona. Como señalaron Dietz, Stern y Rycroft

(1989), si se altera o manipula la información que la persona ha de utilizar para la

construcción cognitiva de sus creencias, éstas se verán alteradas, construyéndose

entonces una opinión sesgada sobre la situación o conducta.

En el trabajo de Stern, Dietz y Kalof (1993), se estudian los valores en

relación a la conducta ambiental desde el modelo de influencia normativa de

Schwartz (1970; 1977) y, desde el planteamiento de Heberlein (1972) y Heberlein y

Black (1976) sobre los valores sociales o altruistas. En la década de los 70, la

literatura tradicional sobre la llamada “ética ambiental”, relacionaba el concepto de

conciencia ecológica con tres clases de valoraciones: las que hacemos sobre otras

personas, las que se hacen sobre objetos o cosas, y las que se hacen sobre uno

Capítulo II

- 100 -

mismo. Este concepto, el de la conciencia ecológica, ha ido evolucionando hacia

tres nuevos tipos de “ética” que fueron identificados por Merchant (1992): la ética

homocéntrica, la ecocéntrica y la egocéntrica. Del mismo modo, el trabajo

presentado por Stern, Dietz y Kalof (1993), se centra en el estudio de los valores

que se encuentran a la base de la conciencia ecológica, identificando en la misma

línea que Merchant, tres tipos de valores asociados a la conducta ambiental: los

valores llamados social/altruistas, los biosféricos y los egoístas.

A partir de estas consideraciones, y bajo esta lógica o aritmética mental

usada para la construcción de las actitudes, plantean inicialmente dos estudios

(Stern y Dietz, 1994; Stern, Dietz, Kalof y Guagnano, 1995) en los que se enfatiza la

relación entre los valores y las creencias. En el primero de ellos, se centran en

estudiar la relación que hay entre los tres tipos de valores, biosféricos,

social/altruistas y egoístas (Stern, Dietz y Kalof, 1993), y las creencias sobre las

consecuencias que tendría el hecho de implicarse en conductas de protección

ecológica. En el segundo estudio, se analiza la relación entre las creencias

ambientales, las actitudes y la intención de conducta con relación a otros tipos de

valores descritos en investigaciones previas (Rokeach, 1968 a y b; 1973; Schwartz,

1992). Además, se analiza el papel de la norma personal en relación a este tipo de

conductas.

Las conclusiones a las que llegaron estos autores fueron que la norma

moral hacia conductas de tipo ambiental no solo es activada por valores altruistas,

sino que también puede ser motivada por valores egoístas o biosféricos (Stern,

Modelos utilizados en el estudio de la Conducta Ambiental

- 101 -

Dietz y Kalof, 1993). La norma personal puede activarse si la persona percibe que

se encuentra ante una situación ambiental que puede tener consecuencias adversas

para ella misma (valores de orientación egoísta), para las demás personas, (valores

sociales o altruistas), o para todo el conjunto de la biosfera (valores biosféricos) y,

cuando la persona se atribuye cierto grado de concienciación sobre las posibles

consecuencias de esa situación o conducta, para ella misma, para los demás y para

la biosfera.

Sobre esta base, Stern y Dietz (1994), estudiaron los determinantes de la

intención de realizar diversas conductas proambientales con una muestra de 349

personas. Para llevar a cabo este trabajo, tomaron tres medidas de preocupación o

de conciencia ecológica (hacia uno mismo, hacia los demás y hacia la biosfera en

general), cuatro medidas de intención de conducta combinadas en una escala

simple; estas conductas fueron: la disposición a firmar peticiones de protección del

medio ambiente; trabajar para una empresa que cuide el medio ambiente;

participar en manifestaciones a favor de la protección medioambiental y, contribuir

con dinero a su conservación. Además, se evaluó la intención de implicarse en la

política para ayudar a mejorar el medio ambiente, además de dos cuestiones:

“Cuanto estarían dispuestos a pagar más en sus impuestos, si se destinara a la

protección del ambiente” y, si “Estarían dispuestos a pagar más impuestos sobre la

gasolina, si fuese para proteger el medio ambiente”. También midieron las

creencias sobre problemas ambientales generales, es decir, las consecuencias que

éstos tendrían (hacia uno mismo, hacia los otros y hacia la biosfera). Estas creencias

fueron tomadas del trabajo previo de Stern, Dietz y Kalof (1993) (recogidas

Capítulo II

- 102 -

anteriormente en el cuadro 2). Se midieron las tres orientaciones de valor

(sociales/altruistas, biosféricos y egoístas), además de otras variables

principalmente sociodemográficas.

A partir de los resultados obtenidos plantean una ecuación que explica la

intención de conducta o motivación para actuar (M). (M) es la suma de los

productos de cada uno de los tres tipos de orientación de valor, los valores egoístas

(Vego), los de orientación social/altruista (Vsoc), y los de orientación biosférica (Vbio),

multiplicada por las creencias asociadas a las consecuencias de la conducta (AC)

para uno mismo, para los otros, y para la biosfera en su conjunto respectivamente,

siendo E el valor residual.

M= VegoACego + VsocACsoc + VbioACbio + E

Más específicamente, los resultados de este trabajo mostraban como, en

general, existía relación entre estar dispuesto a participar en una política activa

para proteger el medio ambiente y estar dispuesto a pagar parte de sus impuestos

con tal fin, con las orientaciones de valor. De este modo, el estar dispuesto a pagar

dinero de los impuestos para la protección del medio ambiente, correlacionaba

consistentemente con los valores de orientación egoísta, mientras que, los valores

de tipo social/altruista, no mostraban relación alguna con esta variable. Por otro

lado, los valores de orientación biosférica, presentaban una relación significativa

con estar dispuestos a pagar para proteger el medio ambiente. En este estudio se

encontraron, además, diferencias de sexo, en cuanto a la valoración que se hacía

Modelos utilizados en el estudio de la Conducta Ambiental

- 103 -

sobre las consecuencias de las condiciones ambientales, siendo las mujeres las que

mostraban unas creencias más salientes.

Posteriormente y, considerando los resultados obtenidos por este grupo de

trabajo, Stern y Dietz (1994), elaboran un modelo causal en el que explican los

determinantes de la intención de implicarse en conductas activas para proteger el

medio ambiente. Las relaciones entre los valores, las creencias y la intención de

conducta se muestran de forma gráfica en la Figura 7.

VALORES CREENCIAS INTENCIÓN CONDUCTUAL

Valores Biosféricos/ Altruistas Biosfera Apertura al Cambio.

Otros Conducta Valores Egoístas. Uno mismo. Valores Tradicionales.

Figura 7: Modelo Empírico sobre la intención de realizar conductas para la protección del medio ambiente (tomado de Stern y Dietz, 1994. p.77)

Capítulo II

- 104 -

Relacionando las orientaciones de valor identificadas previamente (valores

biosféricos/altruistas, de apertura al cambio, los egoístas y los valores

tradicionales) con las creencias sobre las consecuencias de la acción consideradas

en las tres dimensiones (para uno mismo, para los otros y para la biosfera),

confirmaron que la orientación de valor influye directamente sobre la intención de

conducta e, indirectamente, a través de las creencias. Cuando los valores eran

utilizados para predecir la intención de conducta, tan solo la orientación biosférica

y la egoísta tenían efecto directo sobre la misma. Sin embargo, cuando se incluían

tanto las creencias como los valores, el porcentaje de varianza explicada de la

intención aumentaba considerablemente. Es decir, usando como predictores las

creencias, solo las biosféricas y las egoístas actuaban directamente sobre la

intención, mientras que los valores influían indirectamente (Stern y Dietz, 1994;

Stern, Dietz y Kalof, 1993; Stern, Dietz y Guagnano, 1995; Stern, Dietz, Kalof y

Guagnano, 1995). Las creencias sobre las consecuencias de las condiciones

ambientales hacia los otros (AC soc), por sí solas, no mostraron relación

significativa a la hora de predecir la intención conductual.

La orientación de valores biosférica/altruista, estuvo asociada con las

creencias sobre que el cambio ambiental tendría consecuencias negativas para los

otros, para uno mismo y para la biosfera, mientras que la orientación de valores

egoísta, no estaba relacionada con creer que las condiciones ambientales tendrían

consecuencias negativas para uno mismo. Esta orientación tan solo se relacionó con

creer que se producirían consecuencias negativas para la biosfera.

Modelos utilizados en el estudio de la Conducta Ambiental

- 105 -

La orientación de valor tradicional, también presentaba una relación

inversa con algunas creencias ambientales, específicamente las que hacían

referencia hacia uno mismo y hacia el conjunto de la biosfera. Desde este modelo se

desprende que los valores biosféricos/altruistas ejercen una clara influencia sobre

los tres tipos de creencias, las consecuencias que puede tener la condición

ambiental, para uno mismo, para los otros y para la biosfera, afirmándose que los

valores pueden influenciar a las creencias ambientales relevantes, o lo que es lo

mismo, las creencias están conducidas por los valores (Stern y Dietz, 1994; Stern,

Dietz y Guagnano, 1995; Stern, Dietz, Kalof y Guagnano, 1995).

Otra variable relacionada con la intención de conducta fue el sexo. Al igual

que en el anterior trabajo, eran las mujeres las que manifestaban tener una mayor

intención de realizar la conducta y, además, sus creencias sobre que las condiciones

ambientales tendrían mayores efectos negativos hacia los otros, hacia uno mismo, y

hacia la biosfera, eran más fuertes que las de los hombres. Este mismo resultado se

confirmó posteriormente en sucesivos estudios (Dietz, Stern y Guagnano, 1998).

También analizaron las posibles diferencias de sexo en las orientaciones de

valor, encontrando que las mujeres mostraban una mayor orientación hacia los

valores biosféricos/altruistas que los varones, resultados que apoyan los

encontrados por Gilligan (1982) en los que se señalaba que hombres y mujeres

poseen una estructura de valores diferente a la hora de resolver dilemas morales.

Capítulo II

- 106 -

La aportación principal del trabajo de Stern y Dietz, (1994), como ya hemos

indicado, es que los valores de orientación biosférica pueden distinguirse de los

altruistas, resultados que han sido confirmados por otros estudios (Amérigo y

González, 1999; García-Mira y Real-Deus, 2001; González y Amérigo, 1998; Stern,

Dietz y Kalof 1993; entre otros). En definitiva podemos considerar que las

orientaciones básicas de valor, y en particular la dimensión de auto-transcendencia

de la que habla Schwartz (1992), o la orientación de valores biosféricos/altruistas

de la que hablan Stern y sus colaboradores tienen cierto poder explicativo sobre las

creencias de los individuos acerca de las condiciones ambientales y sobre la

intención de realizar comportamientos proambientales. Los valores tienen un

efecto directo sobre la intención de conducta e indirecto, en cuanto que actúan a

través de las creencias que pueden verse afectadas por la atención selectiva sobre la

información de los objetos o situaciones valoradas. Sin embargo, según Collins y

Chambers (2005) y Collins (2001), estas relaciones no están suficientemente

probadas. Además, tal y como apuntan Gärling, Fujii, Gärling y Jakobsson (2003),

los resultados obtenidos por el equipo que dirige Stern, respecto a la distinción

entre los tres tipos de creencias (Acsoc, Acbio, y Acego) no están lo suficientemente

claros. En especial, las Acsoc y las Acbio, en opinión de Gärling, et al. (2003), son

creencias que, tal y como están planteadas por estos investigadores, pueden

prestarse a confusión, pues ambas pueden ser consideradas un único grupo.

Tras estos trabajos, desde los que se comienzan a vislumbrar determinadas

relaciones entre las variables que engloba el modelo del valor, las normas y las

creencias, Dietz, Stern y Guagnano (1998), y Stern, Dietz, Abel, Guagnano y Kalof,

Modelos utilizados en el estudio de la Conducta Ambiental

- 107 -

(1999), estudian como la activación de la norma personal o norma moral puede

llegar a evocar respuestas ecológicamente responsables ante una situación medio

ambiental.

Un trabajo anterior realizado por Stern y Oskamp (1987), en el que aplican

el modelo de influencia normativa sobre la conducta altruista (Schwartz, 1973),

servirá como base a este nuevo avance del modelo VNC. Desde este modelo se

explica el proceso mediante el cual, la activación de la norma moral o personal,

llevará a la puesta en marcha de conductas prosociales o conductas altruistas,

como ya hemos expuesto anteriormente.

El modelo propuesto por Stern y Oskamp (1987), al igual que el modelo

VNC, establece una relación causal entre las variables que influyen y que llegan a

determinar la puesta en marcha de conductas ecológicamente responsables. El

orden de esta cadena causal establecido en el modelo de Stern y Oskamp, es el

siguiente: a) Factores contextuales, entre los que se incluyen la posición en la

estructura social, la raza, el sexo, la edad, la cohorte generacional y la experiencia

de socialización recibida; b) Visiones generales sobre el mundo, creencias generales

sobre la relación entre las personas y el medio ambiente; c) Actitudes, normas,

creencias y procesos de cognición específicos hacia el medio ambiente y, por

último, d) Indicadores conductuales, en los que se incluye la conducta pasada o el

hábito y la intención conductual. Este modelo, fue puesto a prueba por Dietz, Stern

y Guagnano (1998) utilizando una amplia muestra de personas residentes en

Estados Unidos. Los resultados a los que llegaron fueron que las variables

Capítulo II

- 108 -

psicosociales eran los mejores predictores de la intención de conducta, si se

comparaban con variables estructurales como el sexo, la edad, la raza, o incluso la

religión.

A partir de estas conclusiones, Stern, Dietz, Abel, Guagnano y Kalof (1999)

diseñan el modelo de VNC analizando las diferencias que existen entre activistas y

no activistas (personas involucradas en actividades relacionadas con la protección

medio ambiental y personas no involucradas) respecto a los constructos que

forman el modelo, poniendo así a prueba la validez y efectividad del mismo en la

predicción y explicación de conductas ecológicamente responsables.

La revisión de la literatura, confirma que hay una serie de diferencias entre

las personas activistas frente a las que no lo son. Diferencias en torno a valores

personales, sentimientos morales hacia la naturaleza, creencias personales,

normativas, etc, que llevan a la realización de acciones diferentes entre ambos

grupos de personas (Cotgrove, 1982; Dunlap y Van Liere, 1978; Hunt, Benford y

Snow, 1994; McAdam, McCarthy y Zald, 1988). Analizando estas diferencias y

considerando las aportaciones del modelo planteado por Stern y Oskamp (1987) y

los presupuestos del nuevo paradigma ecológico (NPE) de Dunlap, et al. (2000),

desarrollan el actual modelo VNC, presentado por Stern (2000a). Los componentes

de dicho modelo son los que se recogen en la Figura 8.

Modelos utilizados en el estudio de la Conducta Ambiental

- 109 -

V A L O R E S C R E E N C IA SN O R M A P E R S O N A L C O N D U C T A

B io e s fé ric os .

S o c ia les /A ltru is tas

E g o ís tas

N P EA C A R CN P

N P E = E s c a la d e l N u e v o P a ra d i g m a E c o ló gic o (D u n la p e t a l. 1 9 7 8 ; 2 0 0 0 )

A C = C re e nc ia s e s p e c ífic a s s o b re la s c o nd ic io ne s a m b ie n ta le s .

A R = A d s c rip c i ó n d e R e s p o ns a b i lid a d .

N P = N o r m a p e rs o na l ha c ia la a c c ió n p r o a m b ie nta l.

Figura 8. Componentes del Modelo del Valor, las Normas y las Creencias hacia el medio ambiente (Stern, 2000a).

Según se establece en el modelo, la base de la conducta proambiental es

una cadena de variables en orden causal, de modo que para poder avanzar hacia la

puesta en marcha de la acción ambiental han de producirse los pasos o eslabones

anteriores, es decir, postulan que cada variable de la cadena afectará directamente

a la siguiente (Stern, Dietz, Kalof y Guagnano, 1995; Stern, Dietz, Abel, Guagnano

y Kalof, 1999; Stern, 2000a). Consideran que en el nivel inferior de la cadena se

encuentran las orientaciones de valores que influirán en las creencias sobre la

naturaleza, y la relación de las personas con ésta, reflejadas en el enfoque del

Nuevo Paradigma Ecológico (NPE) de Dunlap et al. (2000). Se considera, desde el

modelo, que la escala NPE actúa como un indicador de la preocupación hacia el

medio ambiente que presentan las personas. El arraigo de estas creencias generales

sobre las condiciones medioambientales, va a provocar la concienciación de las

Capítulo II

- 110 -

consecuencias que tienen las mismas. Esta concienciación, junto con la adscripción

de responsabilidad, va a desembocar en la activación del sentimiento de obligación

moral hacia el medio ambiente, lo que directamente llevará a la puesta en marcha

de alguno de los tipos de activismo ambiental que se han identificado en la

literatura.

Para poner a prueba estos planteamientos, desarrollan un estudio

comparativo entre varias teorías y modelos que explican la conducta ecológica,

considerando los diferentes tipos de activismo ambiental que hay identificados.

Los resultados a los que llegaron fueron que la norma personal o norma moral,

correlacionó fuertemente con la conducta y con el activismo; además, fue la única

variable de todas las que incluye el modelo del VNC, que tuvo una relación directa

con los tres tipos de activismo que midieron.

En este trabajo, una vez más, se volvió a destacar la importancia de las

orientaciones de valor, como conductoras de conductas de tipo activista; por

ejemplo, firmar peticiones a favor del medio ambiente o consumir determinados

productos. Consideran, también, con respecto a los factores contextuales de los que

se hablaba en el modelo de Stern y Oskamp (1987), que éstos actúan como

facilitadores de la acción, o como inhibidores. El efecto de estos factores queda

reflejado en el contexto social, en los valores y en las creencias del nuevo

paradigma ecológico (NPE) que las personas manifiestan (Stern, Dietz y

Guagnano, 1995; Stern, Dietz, Abel, Guagnano y Kalof, 1999; Kalof, Dietz, Stern y

Guagnano, 1999).

Modelos utilizados en el estudio de la Conducta Ambiental

- 111 -

En conclusión, como señalan Guagnano, Stern y Dietz (1995), cuanto

menor es la influencia de los factores contextuales, mayor es la correspondencia

entre las actitudes ambientales y la conducta ecológica. No obstante, en la

formación de actitudes intervienen expectativas y/o creencias sobre como las

condiciones ambientales afectan a los valores propios. Este proceso,

eminentemente racional, contempla que el individuo lleva a cabo la conducta en

función del análisis del coste/beneficio que ésta le supone. Desde esta perspectiva

se analizan los determinantes que subyacen a los procesos de toma de decisión del

individuo. Estos planteamientos son revisados en el siguiente epígrafe.

2.4.- EL ESTUDIO DE LAS ACTITUDES AMBIENTALES DESDE EL

COMPONENTE RACIONAL- EVALUATIVO.

Desde esta perspectiva se plantea que cuando una persona realiza un

análisis de la conducta valora todos aquellos costes o beneficios materiales y

personales derivados de la situación. Prácticamente, podemos decir que las

personas se guían por el criterio de maximizar los beneficios de la conducta y

reducir en todo lo posible los costes. Esta estimación se basa, como veremos más

adelante, en una serie de creencias de tipo económico y personales, si bien, en el

caso de las conductas ambientales, algunos autores señalan que estas creencias

están basadas en los peligros sobre la salud y sobre las amenazas estéticas y físicas

para el entorno (Hernández e Hidalgo, 2000). La diferencia principal entre esta

aproximación al estudio de la actitud ambiental y la anterior, basada en las normas

Capítulo II

- 112 -

personales o morales, se encuentra en que en esta perspectiva de análisis, se tiene

en cuenta que el individuo actúa bajo componentes claramente racionales,

mientras que el enfoque anterior se caracteriza por una motivación hedónica.

Desde este nivel de análisis, también, se trata de explicar el

comportamiento ambiental basándose en las creencias de las personas. Se busca

identificar aquellas que conforman la actitud ambiental, con el fin de, una vez

analizada la actitud, explorar las variables contextuales y psicológicas capaces de

explicar la relación actitud-conducta. En este caso, al igual que hemos visto en

anteriores apartados, también se han utilizado modelos importados desde la

psicología social para explicar la relación entre las actitudes y las conductas

ambientales. Uno de los más conocidos es el Modelo de la expectativa-valencia

(Peak, 1955; Rosenberg, 1953). En este modelo se describe la relación entre

creencias y actitudes, sobre la base de que la actitud es una función del valor de

aquellos atributos que están asociados al objeto de actitud y a su expectativa, es

decir, la probabilidad subjetiva de que el objeto de actitud esté caracterizado por

tales atributos. De esta manera, la actitud puede predecirse multiplicando los

componentes de ese valor y de la expectativa asociada a cada uno de los atributos y

sumando estos productos. Dentro de este modelo cabe distinguir varios conceptos:

actitud, creencias y conducta o intención conductual. La actitud representa las

emociones respecto al objeto de actitud, o lo que es lo mismo, la evaluación,

positiva o negativa, que se hace sobre ese objeto en concreto. Las creencias se

refieren a las opiniones que la persona emite sobre el objeto de actitud y, por

último, la conducta o intención conductual está relacionada con la predisposición

Modelos utilizados en el estudio de la Conducta Ambiental

- 113 -

para la acción, esto es, la disposición a comportarse de una manera concreta ante el

objeto de actitud o la conducta en sí misma. Se entiende la actitud como una

estructura multi-atributo, abordada desde una ecuación matemática que, como

hemos indicado, define las actitudes en función de las creencias. Esta ecuación es la

que se muestra a continuación:

Ao indica la actitud hacia algún objeto o

bi es la creencia de I sobre o

ei es la evaluación del atributo i, y por último,

n es el número de creencias.

Desde este modelo se asume que la actitud tiene una influencia directa

sobre la conducta, de modo que la valoración global que hace la persona sobre un

determinado objeto, va a predisponerle a realizar conductas generalmente

favorables o desfavorables con respecto a dicho objeto. Tal y como plasmaran

Ajzen y Fishbein (1980) en su modelo de la “acción razonada” y Ajzen (1985) en su

extensión, el modelo de la “conducta planificada”, se postula que la conducta viene

determinada directamente por la intención de ejecutarla, intención que a su vez,

está determinada por la actitud y por una tercera variable que es la norma

subjetiva. Los planteamientos de estos autores también han sido adoptados en el

estudio de la conducta ambiental (Fransson y Gärling, 1999; Kaiser, Hübner y

Bogner, 2005; Kaiser, Wölfing y Führer, 1999; Knussen, Yule, MacKenzie y Wells,

n Ao = Σ bi ei en la que i=1

Capítulo II

- 114 -

2004; Mannetti, Pierro y Livi, 2004; Oom Do Valle, Rebelo, Reis y Menezes, 2005;

entre otros), por lo que en las siguientes líneas se presentan los postulados de

ambos modelos.

2.4.1.- La Teoría de la Acción Razonada (TAR) (Fishbein y Ajzen,

1975; Ajzen y Fishbein, 1980).

La Teoría de la Acción Razonada (TAR) es un modelo general de

predicción de la conducta humana propuesto por Fishbein (1967), retomado

posteriormente por Fishbein y Ajzen (1972) y Ajzen y Fishbein (1980). Este modelo

parte de las ideas expuestas por Dulany (1962; 1968), recogidas en su teoría del

control proposicional. De acuerdo con el modelo, las personas somos seres

racionales que actuamos a partir del conocimiento que podemos tener sobre una

determinada situación u objeto. Es un modelo diseñado con el fin de predecir y

explicar la conducta humana que parte de dos premisas básicas. En primer lugar,

que las personas nos comportamos de forma racional, es decir, tenemos en cuenta

la información disponible y, en consecuencia, evaluamos los resultados que tendrá

la realización o no de una acción determinada. En segundo lugar, las acciones

estarán determinadas por la intención de llevarlas o no a cabo ya que se

encuentran bajo el control voluntario de la persona.

Fishbein y Ajzen, postularon que la actitud de las personas hacia una

determinada situación u objeto estará asociada a las creencias que la persona tenga

en ese determinado momento. Una persona con la creencia de que un objeto

Modelos utilizados en el estudio de la Conducta Ambiental

- 115 -

determinado es “bueno”, realizará una evaluación más positiva que si lo percibe

como “malo”, por lo tanto su actitud será más favorable; es decir, las actitudes van

a estar determinadas por las características que se asocien o se atribuyan a un

objeto, o lo que es lo mismo, a las creencias personales sobre ese objeto. Partiendo de

esta idea, Ajzen y Fishbein (1972) y Fishbein y Ajzen (1975), sobre la base de un

modelo racional (Fishbein, 1963; 1967) plantearon la siguiente fórmula en la que se

explica cómo las creencias importantes para las personas van a formar su actitud:

En esta fórmula se muestra que la actitud (Ac) hacia la realización de una

conducta concreta (c) es igual a la suma (Σ) de las creencias de que llevar a cabo la

conducta tendrá unos resultados o consecuencias determinadas (CCi),

multiplicado por la evaluación (positiva o negativa) que se hace de dichas

consecuencias (ECi) y donde (n) sería el número total de creencias importantes

para esa persona.

Las creencias permiten la formación de las actitudes y representan los

“juicios de probabilidad subjetiva de la persona relativos a algún aspecto

discriminable de su mundo” (Lameiras, 1997, p. 90), o lo que es lo mismo, se trata

de la probabilidad que se atribuye de forma subjetiva a que un determinado objeto

n

Ac=Σ CCi x ECi i= 1 hasta n

Capítulo II

- 116 -

o conducta posea ciertas características (Fishbein y Ajzen, 1975). Pero desde la TAR

no es la actitud la que directamente determina la conducta que realizará la

persona, no es la valoración que la persona realiza sobre una acción determinada lo

que le llevará a realizarla o no, sino que es la intención la que va mediar en la

relación entre la actitud y la conducta (Figura 9).

Figura 9. Factores determinantes de la conducta según la Teoría de la Acción Razonada TAR (Fishbein y Ajzen, 1975; Ajzen y Fishbein, 1980).

La intención conductual es el predictor inmediato de la conducta (Fishbein

y Ajzen, 1976), siendo tres las condiciones principales que delimitan su carácter

predictivo sobre la realización o no de la conducta. En primer lugar, la intención

debe definirse con el mismo nivel de generalidad que la conducta, es decir, la

"relación actitud-conducta se incrementa a medida que aumenta la

correspondencia entre los niveles de especificidad de la actitud y la conducta"

Modelos utilizados en el estudio de la Conducta Ambiental

- 117 -

(Fishbein y Ajzen, 1975, pp. 374-375). No se puede predecir una conducta

específica a partir de actitudes generales (Ajzen y Fishbein, 2005; Ajzen y Fishbein,

1977). Este grado de especificidad puede variar dependiendo de la conducta

misma, del objetivo, de la situación, y del tiempo.

Otra condición es que la intención no debe variar desde su medida hasta

que es medida la conducta. Cuanto más tiempo transcurra entre ambos registros,

mayor es la probabilidad de que la intención conductual varíe y, por lo tanto, ya no

sería una medida fiable para predecir la conducta en cuestión (Ajzen, 2005). Y en

tercer lugar, la predicción debe hacerse sobre conductas que estén bajo el control

volitivo de la persona, es decir, que la persona pueda decidir sobre llevarla a cabo

o no.

Fishbein y Ajzen (1975; Ajzen y Fishbein, 1980), han identificado dos

factores principales que influyen sobre la intención: un factor personal que sería la

actitud hacia la conducta y un factor normativo que hace referencia al aspecto

social. Con respecto al primer componente, la actitud, la han definido como una

“predisposición aprendida a responder de forma consistente, favorable o

desfavorablemente con respecto a un objeto dado” (Fishbein y Ajzen, 1975. p 6).

Han identificado la actitud con sinónimos como atracción, valor, sentimiento, etc,

términos éstos que implican una valoración bipolar de la conducta. El segundo

factor, considerado “normativo”, se forma de aquellas creencias que se refieren a la

norma social. Por lo tanto desde la TAR, la intención conductual como predictor

directo de la conducta, va a estar compuesta por dos variables: la actitud hacia la

Capítulo II

- 118 -

realización de la conducta objeto de estudio, y la norma subjetiva.

Como ya hemos explicado anteriormente la actitud será función de las

consecuencias percibidas por la persona sobre la realización o no de la conducta y

de la evaluación que haga de esas consecuencias. Se trata de un concepto

fundamental para la explicación de las intenciones conductuales y la conducta real

(Allport, 1935; 1968). Por otra parte, el factor normativo o la norma subjetiva (NS)

ha sido definido como "la percepción de lo que la gente, que es importante para la

persona, piensa sobre si debería o no realizar la conducta" (Ajzen y Fishbein, 1980,

p. 57). Es decir, hace referencia a las creencias que la persona tiene sobre lo que los

grupos de personas o la mayoría de la gente importante para él o ella pensarán

sobre el hecho de que realice o no la conducta, es decir, las creencias normativas

(CNi), y el grado en el que estará dispuesto a complacer las expectativas que

esperaran los demás, o lo que es lo mismo, la motivación a complacer (MCi). Este

concepto en la TAR, relaciona la influencia del medio social con la conducta,

cumpliendo la función de ajuste social propuesta por los teóricos funcionalistas, en

cuanto a que implica un juicio evaluativo de las creencias que tienen las personas

consideradas como referentes y refleja el interés por parte de la persona en adaptar

su conducta a esos requerimientos. La norma subjetiva en la TAR queda reflejada

en la siguiente ecuación:

n NS= Σ CNi x MCi en la que, i= 1 hasta n

Modelos utilizados en el estudio de la Conducta Ambiental

- 119 -

NS = Norma subjetiva.

CNi Creencia normativa que implica lo que cree la persona que tiene que

hacer con respecto a lo que el grupo de referencia o persona referente va a

considerar sobre esa conducta en particular.

MCi= Motivación para cumplir con la norma social.

Existe cierto acuerdo entre los psicólogos sociales en cuanto a que todo

comportamiento se dirige hacia una meta u objetivo (Heider, 1968; Lewin, 1951), lo

que implica la realización de un proceso de toma de decisión en el que se

consideran las distintas alternativas posibles y la información disponible en ese

momento. Esta toma de decisión sobre ejecutar (o no) un comportamiento o acto

determinado, se ha etiquetado como Intención Conductual (Fishbein y Ajzen, 1975;

Gollwitzer, 1993; Kuhl y Beckman, 1985; Triandis, 1977), y requiere la puesta en

marcha de un plan consciente en el desempeño de dicha acción (Eagly y Chaiken,

1993). La ecuación que representa a la intención conductual es la siguiente:

La conducta a predecir (C) a partir de la Intención conductual de ese

momento (IC), será igual a la suma ponderada de la Actitud que se tiene hacia la

realización de la conducta (AC) y de la Norma subjetiva (NS), donde p1 y p2,

indicarían los pesos relativos que serán determinados empíricamente y que reflejan

la importancia relativa concedida a cada uno de los componentes.

C ∼ IC = (AC) p1 + (NS) p2 donde,

Capítulo II

- 120 -

Este modelo es considerado uno de los más potentes en la predicción de la

conducta humana a partir de las actitudes, de hecho es uno de los más utilizados

en la investigación psicosocial con tal fin. No obstante también ha recibido algunas

críticas que hacen referencia, por ejemplo, a la falta de otras variables diferentes a

las contempladas en el modelo, que podrían estar influenciado la relación entre

actitud y conducta. Esta es una de las críticas más frecuentes realizadas al modelo

(Lameiras, 1997). Se señalan variables como la “obligación moral percibida” (Beck

y Ajzen 1991; Manstead, 2000; Raats, Shepherd y Sparks, 1995), o la “identidad

personal” (Armitage y Conner, 1999; Fekadu y Kraft, 2001). Pero una de las

principales críticas hacia la TAR, es la realizada por Bentler y Speckart (1979), en

cuanto a que en el modelo no se ha incluido la “conducta pasada” y, según los

autores, afecta a la conducta consecuente tanto de forma directa como

indirectamente a través de sus efectos sobre la intención. Otra crítica hacia la TAR

es la realizada por Eagly y Chaiken (1993), considerando que la TAR, lejos de ser

una teoría de predicción de la conducta humana parece ser útil para explicar las

causas precedentes a la conducta volitiva. También se han vertido críticas con

respecto a la conceptualización de la “norma subjetiva”, al considerar que la

percepción de las normas sociales a partir de un grupo de referencia o de

importancia para la persona en sí, limita el que tan solo se ejerza influencia sobre la

intención, para aquellos sujetos identificados con ese grupo (Terry y Hogg, 1996).

Ante estas criticas Fishbein y Ajzen consideran que cualquier variable no

contemplada en la TAR, y que pueda ejercer alguna influencia sobre la conducta lo

hará, pero siempre a través de las variables del modelo.

Modelos utilizados en el estudio de la Conducta Ambiental

- 121 -

2.4.2.- La Teoría de la Conducta Planificada (TCP). (Ajzen, 1991;

Ajzen y Madden, 1986).

La teoría de la Conducta Planificada es una extensión de la Teoría de la

Acción Razonada, a fin de superar las limitaciones y críticas vertidas sobre la TAR.

La consideración de que la mayoría de las conductas están bajo control volitivo de

las personas restringe la aplicación de la TAR a este tipo de conductas. La TCP

mantiene, al igual que la TAR, que las actitudes hacia la conducta y la norma

subjetiva son los predictores de la intención conductual pero, esta nueva

formulación, incluye un tercer predictor de las intenciones: el control conductual

percibido (Ajzen, 1985; Ajzen y Madden, 1986). La finalidad que se persigue con esta

nueva variable es el poder predecir y explicar las conductas que escapan al control

voluntario de la persona.

Los autores entienden el control conductual dentro de un continuo, en el

que se sitúan las conductas que escapan al control de la persona en uno de los

polos y, en el otro extremo, aquellas conductas en las que la persona percibe tener

un control total sobre su ejecución. Dentro de este continuo se incluirían casi todas

las conductas posibles a realizar, superando así la limitación conceptual que se

presentaba en la TAR. Además, los autores sugieren que seria mejor referirse a

aquellas conductas intencionadas como Objetivos.

Capítulo II

- 122 -

Se considera que las personas no sólo poseen unas determinadas creencias

sobre una acción o conducta (tanto personales como normativas) y que realizan

una evaluación de sus consecuencias, sino que también tienen en cuenta las

creencias relativas a sus posibilidades de llevar a cabo la conducta, es decir las

creencias de control. Estas creencias se refieren a los recursos, las habilidades

necesarias y las oportunidades que van a facilitar o a dificultar la realización de la

conducta, (Ajzen, 1988; 1991). La ecuación con la que se representa el Control

Conductual Percibido (CCP) es la siguiente:

Por lo tanto, la percepción de control conductual (CCP) vendría definida

por el resultado de multiplicar las creencias de control (Cco) por la evaluación

subjetiva, o percepción de poder (PP) que tiene cada factor para inhibir o facilitar la

conducta. El sumatorio de estos productos dará una medida indirecta del control

conductual percibido. Estas creencias o percepción de poder sobre las

posibilidades de realizar o no la conducta, que conforman el control conductual

percibido, serán las que determinen en última instancia la intención y por ende la

acción. Chaiken y Stangor (1987) señalan que en diversos trabajos (Ajzen y

Madden, 1986; Schifter y Ajzen, 1985), el control conductual percibido sirve para

evaluar la percepción que el individuo tiene sobre los obstáculos que se encuentran

entre la intención de conducta y la conducta en sí. Este constructo, incluye todos

n

CCP= Σ (Ccoi) x (PPi) i= 1 hasta n

Modelos utilizados en el estudio de la Conducta Ambiental

- 123 -

los determinantes no volitivos, externos e internos, que son relevantes para la

conducta. El control conductual percibido, contribuye tanto a explicar la intención

como la conducta, no obstante, la predicción de un comportamiento, vendrá

determinada por la contribución de la intención conductual. Con esta nueva

variable, el modelo de la TCP quedaría representado como se muestra en la figura

10.

Figura 10. Factores determinantes de la conducta según la Teoría de la Conducta Planificada TCP (Ajzen, 1991).

Ajzen (1985) sugirió que el control conductual percibido y las intenciones

interactúan en la predicción de la conducta, aumentando el poder predictivo de la

intención, a medida que aumenta el grado de control que la persona tiene sobre la

conducta, y define el control conductual percibido como la percepción que tiene la

Capítulo II

- 124 -

persona sobre el grado de dificultad que entraña el desempeño de la conducta

(Ajzen, 1991).

Así, la ecuación que representaría la conducta desde la TCP sería la

siguiente:

la conducta (C) sería igual a la intención de realizar esa conducta (IC), multiplicada

por el grado de control conductual percibido (CCP). El interés por el CCP, desde la

TCP surge del trabajo de Rotter (1966) quien desarrolló una escala para medir el

control interno o externo de las personas, pero como señalan Ajzen y Madden

(1986), el concepto de “Control conductual percibido”, se asemeja más al propuesto

por Bandura (1982; 1986; 1987) de creencias de autoeficacia. La relación que se

establece entre el CCP y la conducta sugiere que la posibilidad de realizar una

conducta aumentará a medida de que la persona perciba tener un alto control

sobre la misma. De este modo, si el individuo percibe que dispone de los recursos

y habilidades necesarias para ejecutar una conducta y, además, tiene la

oportunidad de llevarla a cabo, muy probablemente presentará un alto grado de

control sobre la misma (Ajzen, 1991; Ajzen y Fishbein, 1980).

C= IC x CCP donde,

Modelos utilizados en el estudio de la Conducta Ambiental

- 125 -

En conclusión, cabe destacar que la teoría de la conducta planificada ha

sido aplicada a numerosas conductas, encontrándose evidencias empíricas que

destacan la importancia del control conductual percibido con relación a la

intención y la conducta (Ajzen, 2005; Ajzen y Fishbein, 2005). Por ejemplo,

Madden, Ellen y Ajzen (1992) realizan una comparación entre la teoría de la acción

razonada y la de la conducta planificada, aplicándolas a diez conductas diferentes.

Los resultados a los que llegan los autores son que cuando se añade el control

conductual percibido a los componentes de la teoría de la acción razonada, la

capacidad del modelo para predecir, tanto la intención conductual como la

conducta, se ve aumentada. Sin embargo, otros autores señalan la conveniencia de

incorporar a la teoría otras variables, como por ejemplo, las normas personales, las

evaluaciones afectivas sobre la conducta, la identidad personal (Manstead y

Parker, 1995; Parker, Stradling y Manstead, 1996) o, la conducta pasada (Bagozzi,

Baumgartner y Yi, 1992; Conner, Sheeran, Norman y Armitage, 2000; Ouellette y

Wood, 1998).

2.4.3.- Aplicaciones de la TAR/TCP al estudio del comportamiento

ambiental.

Una vez expuestos ambos modelos vamos a describir algunos de los

principales trabajos que, desde este marco teórico, han abordado el estudio de la

conducta ambiental. Desde estos modelos, la actitud se compone de la evaluación

de las creencias más salientes sobre las consecuencias de la conducta, por lo que

Capítulo II

- 126 -

muchos investigadores han tratado de identificar estas creencias, en este caso,

hacia el medio ambiente, con el objetivo de analizar su aporte a la explicación de la

relación actitud-conducta. En este sentido, por ejemplo, encontramos el trabajo de

Baldassare y Katz (1992). Estos autores indican que el hecho de percibir las

condiciones ambientales como una seria amenaza para la salud y el bienestar,

facilita la realización de conductas proambientales. En este trabajo, encontraron

que estas percepciones sobre el medio ambiente actuaban como los mejores

predictores de la conducta. Resultados que se encuentran en la misma línea de los

obtenidos por otros autores como Slovic, (1987), Hernández, Suárez, Martínez-

Torvisco y Hess (1997), Hernández e Hidalgo, (2000) o los de Alcober, De la

Madrid y Vidal (1994), en este caso, a la hora de explicar la intención conductual.

Otros trabajos, han analizado el ajuste o adecuación de los constructos que

incluye la teoría de la conducta planificada para la explicación de las conductas

ambientales. Muchos de estos trabajos han señalado la adecuación del modelo TCP

para el estudio de conductas ambientales. Por ejemplo, Bamberg, Ajzen y Schmidt

(2003) encuentran que la TCP presenta un buen ajuste para la predicción de la

conducta de utilización de autobús para desplazarse al campus universitario.

En la misma línea, Taylor y Todd (1995), se basan en la teoría de la

conducta planificada para explicar distintas conductas relacionadas con el reciclaje.

Sus resultados señalan la adecuación de esta teoría para explicar este tipo de

comportamientos. En concreto estos autores utilizan los tres componentes del

modelo (actitud, norma subjetiva y control conductual) como predictores de dos

Modelos utilizados en el estudio de la Conducta Ambiental

- 127 -

conductas: el reciclaje y el composting. La intención de reciclar se relacionaba

positivamente con la actitud y con el control conductual percibido, pero

negativamente, con la norma subjetiva. Respecto a la intención de realizar la

segunda conducta, el composting, encontraron una relación positiva con los tres

elementos del modelo.

Los resultados de estos autores indican un alto porcentaje de varianza

explicada para la intención de ambas conductas (99% para la del reciclaje y un 88%

para la del composting), aunque cabe mencionar que una de las limitaciones de

este trabajo, es la carencia de medidas conductuales propiamente dichas. Es decir,

en este trabajo, como en la gran mayoría, se ha medido la intención conductual no

la conducta en sí misma. A este respecto, Hernández (2004) destaca las limitaciones

encontradas en este tipo de estudios, resaltando las inconsistencias que hay entre la

medida de la conducta y de la intención. Como manifiesta el autor, la capacidad de

predicción de la TCP, “se pierde cuando nos referimos ya no a la intencionalidad

sino a la acción” (p.35). Un claro ejemplo de esta inconsistencia lo podemos

encontrar en el trabajo de Cheung, Chan y Wong, (1999). Estos autores, trabajando

con conductas de reciclaje, encontraron que la actitud hacia la conducta y la norma

subjetiva explicaban un 52.6% de la intencionalidad. Respecto al tercer componente

del modelo, el control conductual percibido, encontraron que tenía relación

significativa con la intención, aportando un 2.8% de la varianza explicada una vez

tenidas en cuenta la actitud y la norma subjetiva. Sin embargo, cuando pasaban a

predecir la conducta futura, la variable que mayor proporción de varianza

explicaba era la intención, aportando un 20.1%. En este caso, el control conductual

Capítulo II

- 128 -

percibido, aunque entraba en un segundo paso de la ecuación, no aportaba

cambios significativos a la explicación de la varianza. Kaiser y Scheuthle (2003),

informan de resultados similares. Los autores señalan que la actitud, la norma

subjetiva y el control conductual percibido, en conjunto, explican un 81% de la

intención de comportarse de forma ecológica, mientras que, cuando se trata de

predecir la conducta futura, es la intención la que produce un mayor aporte a la

explicación de la varianza (51%).

Otro de los trabajos en los que se ha medido la intención de reciclar es el

presentado por Mannetti, Pierro y Livi (2004). Los autores, en este caso, además de

utilizar las variables que incluye la TCP incorporan al modelo otra nueva variable:

la semejanza de identidad con unos prototipos o patrones de personalidad ya

prefijados. Los resultados de su trabajo muestran que, utilizando los componentes

de la TCP, se explica un 33% de la varianza de la intención, sin embargo, cuando

incluyen en el modelo esta nueva variable el porcentaje de varianza explicado es

del 39%. Como en el trabajo de Taylor y Todd (1995), estos autores señalan que el

control conductual percibido se muestra como el mejor predictor de la intención de

reciclar, mientras que el papel de la norma subjetiva como determinante de la

intención de conducta es muy limitado. En este sentido, otros trabajos indican que

la relación entre la norma subjetiva y la intención conductual es positiva (Cheung,

Chan y Wong, 1999; Goldenhar y Connell, 1993; Jones, 1990), mientras que, otros

autores señalan que carece de significación (Bagozzi y Dabholkar, 1994). A este

respecto, Trafimow y Finlay (1996), señalan que, la norma subjetiva actúa como un

buen predictor cuando los participantes se encuentran altamente identificados con

Modelos utilizados en el estudio de la Conducta Ambiental

- 129 -

su grupo de pertenencia. Terry y Hogg (1996), también indican que el percibir las

normas y conductas específicas del grupo de pertenencia está asociado a la

intención que manifestaban las personas de emprender conductas saludables,

siempre y cuando, se identifiquen con su grupo.

Si bien, en la mayoría de los trabajos citados el control conductual

percibido actúa como un buen predictor de conductas de reciclaje, en otros

estudios se informa de resultados contrarios, argumentando que hay otras

variables que tendrían un mayor poder explicativo. Entre estas variables, se han

incluido los factores situacionales (Boldero, 1995), la conducta pasada (Cheung,

Chan y Wong, 1999; Sinclair, Mazzotti y Graham, 2003; Stern y Oskamp, 1987;

Tonglet, Phillips y Read, 2004), el nivel de conocimiento sobre medio ambiente y

los valores (Kaiser, Wölfing y Führer, 1999) o el locus de control y el grado de

responsabilidad personal (Hwang, Kim y Jeng, 2000).

Otra variable añadida a la TCP, con el objetivo de comprobar si mejoraría

la capacidad del modelo aplicado a la predicción de conductas proambientales es

la norma moral. En este sentido, existen evidencias empíricas que apoyan que la

norma o los conceptos morales actúan como antecedentes de las actitudes de las

personas (Raats, Shepherd y Sparks, 1995; Parker, Manstead y Stradling, 1995). Por

ejemplo, Harland, Staats y Wilke (1999), señalan que la inclusión de la norma

moral en la formulación de la TCP, permite aumentar la explicación de la varianza

para la conducta de participación en programas de intervención dirigidos hacia el

medio ambiente en un 4% y en un 5% para la intención conductual.

Capítulo II

- 130 -

En la misma línea, otros autores han incorporado a los componentes de la

TCP la norma moral y las “creencias sobre el mundo justo” (Kaiser y Scheuthle,

2003). En este trabajo, se compara la capacidad de predicción de la teoría, tanto

para la conducta futura, como para la intención de comportarse de una manera

ecológica. Los resultados obtenidos destacan que la inclusión de ambas variables

no supone un aumento significativo del poder predictivo de la TCP.

Por su parte, Bamberg y Schmidt (2003) utilizan la TCP, comparada con el

modelo de activación de la norma (Schwartz, 1977; Schwartz y Howard, 1981) y el

presentado por Triandis (1977; 1980) sobre conducta interpersonal. Los autores

concluyen que el poder de predicción de la TCP se ve aumentado cuando se

incluye en el modelo una de las variables consideradas por Triandis: el rol de las

creencias. Sin embargo, la inclusión de la norma personal, no aportaba nada a la

explicación de la intención de utilizar el coche para desplazarse al campus en una

muestra de universitarios.

En este mismo sentido, Tonglet, Phillips y Read (2004), también incorporan

la norma moral al modelo de Ajzen (1981), además de otras tres variables

adicionales: la experiencia pasada, factores situacionales y consecuencias que tiene

el reciclar. Los resultados indican que cuando se han tenido en cuenta, la actitud, la

norma subjetiva y el control conductual percibido, el porcentaje de varianza

explicada de la intención fue de un 26.1%. Cabe destacar, que en este trabajo, la

actitud era el único componente que aparecía como un predictor significativo de la

intención conductual, resultados que se encuentran en consonancia a los hallados

Modelos utilizados en el estudio de la Conducta Ambiental

- 131 -

por otros autores (Boldero, 1995; Taylor y Todd, 1995, por citar algunos). Por otra

parte, cuando se consideraban las otras variables adicionales al modelo, el

porcentaje de varianza explicado para la intención era de un 33.3% siendo

significativas la actitud, la conducta pasada y el tener conciencia de las

consecuencias que tiene el reciclar.

La importancia de medir la conducta pasada en la predicción de la

conducta futura además de los componentes de la teoría de la conducta

planificada, se ha puesto de manifiesto en trabajos realizados sobre diferentes

dominios conductuales (Ajzen y Fishbein, 2005; Bagozzi, 1981; Bamberg, Ajzen y

Schmidt, 2003; Fredricks y Dossett, 1983; Monteoliva, García y Calvo, 2000; entre

otros), entre ellos, los relacionados con las conductas ambientales. Por ejemplo,

Macey y Brown (1983) indican que la conducta pasada actúa como el mejor

predictor de conductas de conservación. En la misma línea, Hamid y Cheng (1995)

destacan la importancia de esta variable en relación con la predisposición a firmar

peticiones a favor de reducir la polución. En lo referente al estudio de las

conductas de reciclaje, Boldero (1995), Terry, Hogg y White (1999), también

sugieren que la conducta pasada puede ser considerada un predictor de estas

conductas. Por otro lado, Aguilar-Luzón, Monteoliva y García (2004) encuentran

que esta variable actúa como mejor predictor de la conducta de separación del

vidrio, frente a otras medidas, como por ejemplo, la norma personal, los valores o

las creencias ambientales. En este trabajo, los autores encontraron que las variables

que explicaban una mayor proporción de la varianza de la intención fueron la

conducta pasada, la norma moral y los valores de orientación altruista,

Capítulo II

- 132 -

presentando conjuntamente un coeficiente de determinación de R2=.493 (p≤.021).

Además, en este trabajo se comprueba que, efectivamente, la conducta pasada

incrementa significativamente el porcentaje de varianza explicado por la norma

moral para la intención conductual. Los resultados obtenidos mostraron que la

conducta pasada aumentaba la varianza explicada por la intención en un 21%.

Además, la conducta pasada, por sí sola, explicaba un mayor porcentaje de la

varianza de la intención conductual (35%) que el explicado por la norma moral

(27%).

En palabras de Triandis (1977, 1980) la conducta es el resultado de otras

dos medidas: de un lado la intención de conducta futura y, de otro lado, el hábito.

De este modo, cuanto más habitual sea la conducta, menor será su relación con la

intención. Como han señalado Dahlstrand y Biel, (1997) y Lee, De Young y Marans

(1995), entre otros, las costumbres o rutinas de conducta ya adquiridas son

importantes para que la conducta se oriente hacia comportamientos

ecológicamente responsables. Con relación a la intención de conducta, son muchos

los trabajos en los que se destaca que la conducta pasada es el mejor predictor de la

intención de conducta futura (Bagozzi, Baumgartner y Yi, 1992; Bentler y Speckart,

1979; Conner, Sheeran, Norman y Armitage, 2000; Ouellette y Wood, 1998; Terry,

Hogg y White, 1999).

En esta línea, Fredricks y Dosset (1983), compararon el modelo de Fishbein

y Ajzen (1975) y el modelo propuesto por Bentler y Speckart (1979), en el que se

consideraba el papel ejercido por el hábito como elemento predictor de la

Modelos utilizados en el estudio de la Conducta Ambiental

- 133 -

conducta. Los resultados de los autores confirmaban que de acuerdo a la TAR, la

influencia de las actitudes sobre la conducta estaba mediada por la intención

conductual. Sin embargo, también encontraron que el hábito, medido como

conducta previa, influía directamente sobre la conducta e intención conductual, a

la vez que se asociaba positivamente con la actitud hacia la conducta como

señalaban Bentler y Speckart (1979).

Pero, ¿qué se entiende por conducta pasada y por hábito? Ambos

conceptos a menudo son considerados sinónimos. Además, en numerosas

investigaciones la conducta pasada es medida como hábito, y no, como frecuencia

de conducta pasada (Bamberg, Ajzen y Schmidt, 2003; Monteoliva, 2002;

Monteoliva, García y Calvo, 2000). Si bien la conducta pasada recoge el hábito,

ambos conceptos se diferencian en que el hábito se caracteriza por la tendencia a

repetir respuestas dadas en contextos estables (Ouellette y Wood, 1998), además, el

hecho de haber realizado con frecuencia una conducta en el pasado no la convierte

en hábito (Ajzen, 2002).

A este respecto, el trabajo de Ouellette y Wood (1998) muestra como la

relación entre intención de conducta y frecuencia de conducta pasada es más fuerte

(r=0.60) cuando es percibida la presencia del hábito, que cuando la conducta es

menos rutinaria o habitual (r=0.32). En conductas de reciclaje, Knussen, Yule,

MacKenzie y Wells (2004) informan de resultados similares. Estos autores

encuentran que en aquellas conductas de reciclaje percibidas como poco

habituales, la relación entre la intención de conducta futura y conducta pasada es

Capítulo II

- 134 -

mayor (r=0.72), que cuando la conducta es más habitual (r=0.51). Utilizando los

componentes de la TCP, explicaban un 29% de la varianza de la intención de

reciclar. En este trabajo, como se ha encontrado en otros trabajos ya señalados

anteriormente, el poder de la norma subjetiva, frente al de la actitud y el control

conductual percibido, también carecía de significación. Además, la conducta

pasada, contribuía a la explicación de la varianza de la intencionalidad con un 20%

adicional. Resultados congruentes con los obtenidos por Terry, Hogg y White

(1999). Según estos autores, un 24% de la varianza de la intención de reciclar estaba

explicado por la conducta pasada y la percepción del hábito.

En conclusión cabe mencionar que la teoría de la acción razonada y su

extensión, la teoría de la conducta planificada, (TCP) parecen ser eficaces a la hora

de predecir diferentes comportamientos (Eagly y Chaiken, 1993; Eiser, 1989; Kaiser,

Hübner y Bogner, 2005; Olson y Zanna, 1993) y, en especial, los relacionados con

conductas ecológicas responsables, como los de reciclaje (Oom Do Valle, et al.

2005). Por este motivo, este modelo ha sido seleccionado para su aplicación en esta

tesis doctoral.

CAPÍTULO III: OBJETIVOS DE INVESTIGACIÓN Y MÉTODO

- 137 -

3.1.- PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA.

La heterogeneidad que caracteriza a los comportamientos proambientales,

ha desembocado en el desarrollo de distintos planteamientos teóricos a fin de

entender la naturaleza de este constructo. Dentro de la perspectiva psicosocial que

define este tipo de comportamientos como el resultado de un conjunto conductas

influidas por valores, creencias, normas y actitudes hacia el medio ambiente, uno

de los modelos más recientes y que mayor número de investigaciones ha suscitado

es el planteado por Stern et al. (1999) y Stern (2000a). El modelo del valor, las

normas y las creencias hacia el medio ambiente (VCN), postula que a la base de los

comportamientos proambientales se encuentra una cadena de variables

representacionales ordenadas causalmente, donde la norma personal actúa

directamente sobre la conducta.

Estudios posteriores al desarrollo del modelo VNC, han señalado la

importancia de la norma personal en la explicación de los comportamientos

ambientales (Aguilar-Luzón, Monteoliva y García, 2004, 2005; Aguilar-Luzón,

García, Monteoliva y Salinas, en prensa; Gärling, et al. 2003; Steg, Dreijerink y

Abrahamse, 2005; Nordlund y Garvill, 2002; entre otros). No obstante, también se

ha subrayado la necesidad de llevar a cabo otras investigaciones destinadas a

perfeccionar los modelos que explican las conductas ambientales (Aguilar-Luzón,

García, op. cit; García-Mira y Real-Deus, 2001; Kaiser, Hübner y Bogner, 2005),

analizando, por ejemplo, las relaciones establecidas entre las variables utilizadas en

Capítulo III

- 138 -

los modelos para explicar estas conductas (Collins, 2001; Gärling, et al. 2003; Oom

Do Valle, et al. 2005). Como los propios autores del modelo señalan, “las relaciones

del modelo VNC han sido construidas desde datos no-experimentales” (Stern, et

al. 1999. p. 90), sugiriendo la necesidad de llevar a cabo otro tipo de investigaciones

dirigidas a esclarecer las relaciones de causalidad entre las variables del modelo

VNC. Además, cabe destacar que, en general, los modelos específicos diseñados

para estudiar conductas proambientales presentan ciertas limitaciones, referidas

esencialmente al escaso porcentaje de varianza explicada, tanto para la intención

conductual como para la conducta (Berenguer, Corraliza, Martín y Oceja, 2001;

Berenguer y Corraliza, 2000; Hernández, 2004; Stern, 1992; 2000 a y b; Thøgersen,

1996).

Por otra parte, los resultados de otros autores (p. ej. Bamberg, Ajzen y

Schmidt, 2003; Boldero, 1995; Hwang, Kim y Jeng, 2000; Kaiser, Hübner y Bogner,

2005; Kaiser, Wölfing y Führer, 1999; Mannetti, Pierro y Livi, 2004; Ogle, Hyllegard

y Dunbar, 2004; Taylor y Todd, 1995; Tonglet, Phillips y Read, 2004) señalan que

adoptando como marco de referencia la Teoría de la Conducta Planificada (Ajzen,

1991; Ajzen y Madden, 1986) para el estudio de la conducta ambiental, se puede

explicar buena parte, tanto de la intención como de la conducta futura, a partir de

las variables que incluye el modelo. Además, como señalan estos y otros autores, el

poder de predicción de la TCP, respecto a la conducta en sí misma, como a la

intención de conducta futura, parece incrementarse con la inclusión de variables

contempladas en el modelo propuesto por Stern y sus colaboradores. En esta

Objetivos de Investigación y Método

- 139 -

dirección se ha encaminado el presente trabajo, plateándonos las siguientes

cuestiones:

1) Considerando independientemente cada uno de los modelos, el

planteado por Stern, et al. (1999; Stern, 2000a), sobre valores, normas y

creencias asociadas al medio ambiente y la teoría de la conducta

planificada (Ajzen, 1985, 1991; Ajzen y Madden, 1986), ¿cuál de ellos

presentará un mejor ajuste para la explicación y la predicción de la

conducta de reciclaje?

2) ¿El ajuste que presentan ambos modelos a la hora de explicar y

predecir la conducta de reciclaje, será diferente en función de las

características de la muestra?

3) ¿En qué medida la inclusión de variables como la norma personal, la

conducta pasada o los valores, aumentará el porcentaje de varianza

explicado para la conducta de reciclaje de vidrio tomando como base la

teoría de la conducta planificada?

Capítulo III

- 140 -

3.2.- OBJETIVOS DE INVESTIGACIÓN

El objetivo principal de este trabajo ha sido doble, por un lado

pretendemos comparar la teoría de la conducta planificada y el modelo del valor,

normas y creencias hacia el medio ambiente, con la intención de comprobar cuál de

ellos predice mejor la conducta ecológica: “Separar el vidrio del resto de la basura

con el fin de que se recicle” y, por otro lado, comprobar si hay un modelo que se

ajuste mejor tomando en consideración las variables más significativas de ambos.

Para conseguir este objetivo, hemos elegido una conducta considerada

ecológicamente responsable: separar el vidrio del resto de la basura con el fin de

que se recicle. La elección de esta conducta está sujeta a los siguientes argumentos:

1. Como señalan Stern y Oskamp (1987) y Scott y Willits (1994) se

asume que la conducta ecológica responsable incluye una serie de

acciones relativamente independientes entre sí, lo que le confiere

un marcado carácter heterogéneo. Además, cabe mencionar que,

inmersa en esta heterogeneidad, se encuentra la influencia de los

aspectos contextuales sobre la conducta en sí misma (Tanner, 1999;

Tanner, Kaiser y Wölfing, 2004). La conducta de reciclaje de vidrio,

se puede descomponer en varias acciones: clasificación de las

basuras, separación del vidrio y traslado al contenedor adecuado,

acciones sobre las que el contexto ejercerá una influencia relativa.

Objetivos de Investigación y Método

- 141 -

Por ejemplo, el factor contextual: cercanía de los contenedores,

posiblemente afectará a la última acción, el llevar el vidrio al

contenedor adecuado, mientras que, a la hora de separar el vidrio

del resto de la basura, posiblemente, la influencia del contexto será

menor. Por ello, hemos considerado que la conducta separar el

vidrio del resto de la basura, puede tomarse como una acción

ambiental independiente pero estrechamente relacionada con el

conducta de reciclaje de vidrio.

2. Los postulados del modelo de la conducta planificada indican que

es más adecuado tomar medidas conductuales próximas a la

medida de intención conductual (Ajzen, 1991, 2005; Ajzen y

Fishbein, 1980). En este trabajo, el intervalo temporal entre ambas

medidas es de 20 días y, posiblemente, otras conductas

consideradas ambientales, no se produzcan en un intervalo tan

corto de tiempo.

Por estas razones hemos considerado como conducta objeto de estudio: la

separación del vidrio del resto de la basura con el fin de que se recicle. Atendiendo

a la revisión teórica realizada sobre comportamiento ambiental en relación a ambos

modelos, el modelo VNC (Stern et al. 1999; Stern, 2000a) y la TCP (Ajzen, 1991;

Ajzen y Madden, 1986), hemos planteado los siguientes objetivos específicos:

Capítulo III

- 142 -

OBJETIVO 1: Analizar la suficiencia de la Teoría de la Conducta

Planificada y del modelo del Valor, las Normas y las Creencias hacia el medio

ambiente en la explicación y predicción de la conducta separar el vidrio del resto

de la basura con el fin de que se recicle.

OBJETIVO 2: Comprobar si el modelo que mejor ajuste presente, para

explicar la conducta de separación del vidrio, difiere entre amas de casa y

estudiantes.

OBJETIVO 3: Comprobar, si existe un modelo alternativo a partir de la

teoría de la conducta planificada y del modelo del valor, las normas y las creencias

hacia el medio ambiente que permita aumentar la proporción de la varianza

explicada de la conducta, así como el grado de ajuste a los datos empíricos.

3.2.1.- Hipótesis del Estudio

Hipótesis relativas al Objetivo 1:

Hipótesis 1.1.- La teoría de la conducta planificada se ajustará mejor que el

modelo del valor, las normas y las creencias hacia el medio ambiente a los datos de

nuestra muestra.

Hipótesis 1.2.- La teoría de la conducta planificada tendrá un mayor poder

predictivo para la conducta de separar el vidrio del resto de la basura con el fin de

Objetivos de Investigación y Método

- 143 -

que se recicle comparada con el modelo del valor, las normas y las creencias hacia

el medio ambiente.

Hipótesis 1.3.- Como prescribe el modelo del valor, las normas y las

creencias hacia el medio ambiente, las relaciones que se establecen entre las

variables implicadas son de tipo lineal y causal, por lo que esperamos que la norma

personal, determine la conducta de separar el vidrio del resto de la basura con el

fin de que se recicle.

Hipótesis relativas al Objetivo 2:

Hipótesis 2.1.- Esperamos que las amas de casa presenten una mayor

intención de realizar la conducta en el futuro y mayor tasa de frecuencia de

conducta que el grupo de los estudiantes; además, según la literatura cabría

esperar que presenten una actitud hacia la conducta de separación del vidrio más

positiva y un mayor grado de control conductual percibido comparadas con los

estudiantes.

Hipótesis relativas al Objetivo 3:

Hipótesis 3.1.- La inclusión en la teoría de la conducta planificada de la

norma personal, los valores y la conducta pasada, mejorará la predicción de la

intención de realizar la conducta, una vez tenidas en cuenta la actitud hacia la

conducta, la norma subjetiva y el control conductual percibido.

Capítulo III

- 144 -

Hipótesis 3.2.- La inclusión en la teoría de la conducta planificada de la

norma personal, los valores y la conducta pasada mejorará la predicción de la

conducta futura, una vez una vez consideradas la intención conductual y el control

conductual percibido.

3.3.- MÉTODO

3.3.1.-Participantes

La muestra de este estudio está formada por dos grupos diferentes,

estudiantes universitarios y amas de casa. A continuación se describen las

características generales de cada uno de ellos.

Estudiantes Universitarios: En la primera fase de este estudio (T1)

este grupo se componía de 525 estudiantes de las Universidades de

Granada, Jaén y Almería. En la segunda fase (T2), el número de

participantes quedó reducido a 401. Así, de la totalidad de la

submuestra se han seleccionado aquellos que habían participado

en las dos fases T1 y T2. La edad oscila entre los 17 y los 51 años,

con una media de 21,12 años, siendo la moda los 18 años, con una

desviación típica de 4,958 y situándose la mediana en los 20 años.

De los 401 estudiantes seleccionados, un 59,9% eran mujeres y un

40,1% hombres. En la tabla 1 puede observarse la distribución por

titulación.

Objetivos de Investigación y Método

- 145 -

Titulación de referencia Frecuencia Porcentaje

Lic. Psicología Universidad de Jaén 5 1,2

Dipl. Relaciones Laborales Universidad de Jaén 33 8,2

Dipl. Magisterio Educación física. Universidad de Jaén 33 8,2

Dipl. Ingeniería Técnica Industrial especialidad Electricidad. Universidad de Jaén

34 8,5

Dipl. Ingeniería Técnica Industrial especialidad Mecánica. Universidad de Jaén

54 13,5

Lic. Psicología. Universidad de Granada. 230 57,4

Ing. Química. Universidad de Almería 12 3

Total 401 100,0 Tabla 1: Distribución de la muestra de estudiantes universitarios según la titulación.

Amas de Casa: el número de amas de casa en T1, fue de 154 mujeres,

pero solamente se seleccionaron los cuestionarios de aquellas que

contestaron a las dos fases; en T2 contestaron al segundo

cuestionario 120 amas de casa que presentaban una media de edad

de 50,63 años, siendo la edad mínima de 28 años y la edad máxima

los 82. La moda se sitúa para este grupo en los 38 años, con una

desviación típica de 12,423 y siendo la mediana 49. El nivel de

estudios máximo alcanzado en esta submuestra presenta la

siguiente distribución: un 9,2% nunca habían estado escolarizadas,

un 33,3% tenían estudios primarios, un 18,3% EGB, un 23,3%

Capítulo III

- 146 -

habían realizado enseñanzas secundarias en las que se incluían

Bachiller y Formación profesional de primer y segundo grado y,

un 15,8% habían realizado estudios universitarios. Se consideró,

además de la condición de ser ama de casa, el hecho de trabajar

fuera del hogar. Así, un 75% señalaron que se dedicaban tan solo a

las tareas del hogar, frente al 25% restante que compatibilizaban su

trabajo fuera de casa con las tareas del hogar. Otra variable que se

controló en este grupo fue el estado civil. De las 120 amas de casa,

un 2,5% decían ser solteras, un 79,2% casadas o viviendo en pareja,

un 8,3% estaban separadas o divorciadas, y el 10% restante eran

viudas.

3.3.2.-Estudio Piloto

De acuerdo con el procedimiento propuesto por Ajzen y Fishbein (1980),

en primer lugar, debe llevarse a cabo un estudio piloto con muestras de similares

características a las seleccionadas para el estudio principal. El objetivo de este

estudio piloto es conocer las creencias modales. Para ello, se administró un

cuestionario de preguntas abiertas sobre las ventajas y desventajas que tiene la

realización de la conducta: “Separar el vidrio del resto de la basura con la finalidad

de que se recicle”. De las respuestas recogidas, en las dos submuestras (N= 167), se

escogieron las ocho más mencionadas, que fueron empleadas en el cuestionario

principal para evaluar las creencias conductuales.

Objetivos de Investigación y Método

- 147 -

3.3.3.-Procedimiento

La administración de los cuestionarios (ver anexos) en los dos grupos se

realizó en dos momentos temporales diferentes (T1 y T2) y fue llevada a cabo por la

investigadora. En el primero de ellos (T1), fue administrado el cuestionario

principal y transcurridos veinte días (T2), se administró un segundo cuestionario

en el que debían indicar la frecuencia con la que habían realizado la conducta. Esta

medida fue tomada como medida de conducta futura.

Respecto a la muestra de estudiantes universitarios la recogida de datos se

realizó acudiendo a las distintas facultades y escuelas de las Universidades de

Granada, de Jaén y de Almería, en las dos fases (T1 y T2) durante horas lectivas. El

tiempo utilizado para la administración del cuestionario en T1 fue

aproximadamente de una hora, mientras que en T2, se emplearon quince minutos.

A las amas de casa, se les administró el cuestionario T1 en asociaciones de mujeres

y en centros parroquiales y, en este caso, el tiempo empleado fue superior al del

otro grupo (aproximadamente de una hora y treinta minutos).

La participación de los estudiantes y de las amas de casa fue voluntaria y

los cuestionarios anónimos. No obstante, en el caso de los estudiantes para estas

dos fases se empleó un código personal, que permitiese identificar los dos

cuestionarios de un mismo participante. Además, al finalizar la primera fase (T1),

se les agradecía su colaboración sin mencionarles el propósito de realizar otro

cuestionario veinte días después, con el objetivo de que esa segunda medida (T2)

Capítulo III

- 148 -

no se viera influida. En el caso de las amas de casa, para reducir la dificultad de

localizarlas, se les solicitaba el número de teléfono facilitando así la recogida de

datos en el T2. Así, en este grupo, el cuestionario que se aplicó para la segunda fase

fue el mismo que el empleado con la muestra de estudiantes universitarios, pero se

administró telefónicamente, asegurando, tanto el anonimato de la persona, como la

obtención de una tasa de respuesta más elevada (Salinas, Aguilar-Luzón y Calvo,

2004; Salinas, Calvo y Aguilar-Luzón, 2004), que si se seguía el mismo

procedimiento que con los estudiantes. El cuestionario administrado en el T2 está

recogido en el Anexo II.

El primero de los cuestionarios administrados (T1) para los dos grupos,

(recogido en el Anexo I) se componía de dos bloques. Un primer bloque que incluía

las medidas consideradas en el modelo VNC: valores, creencias del nuevo

paradigma ecológico (NPE), norma personal, adscripción de responsabilidad y

creencias específicas (AC) y, un segundo bloque, donde se incluían las variables

predictoras del modelo TAR/TCP: actitud, norma subjetiva, control conductual

percibido e intención. En este apartado también se incluyó una medida de

frecuencia de conducta pasada.

Además, como variables sociodemográficas se incluyeron: el sexo, la edad

y el estado civil. No obstante, en el caso de las amas de casa, además de las

mencionadas variables, también se les preguntó el nivel de estudios máximo

alcanzado y, si trabajaban o no, fuera del hogar.

Objetivos de Investigación y Método

- 149 -

3.3.4.-Definición teórica de las variables.

Las variables consideradas en este trabajo son las que corresponden al

modelo del Valor, las Normas y las Creencias hacia el medio ambiente propuesto

por Stern et al. (1999) y Stern (2000a) y las que incluye la teoría de la conducta

planificada (Ajzen, 1991; Ajzen y Madden, 1986). Describiremos, en primer lugar,

aquellas que se engloban en el modelo del valor, las normas y las creencias hacia el

medio ambiente y, en un segundo apartado, las de la teoría de la conducta

planificada.

3.3.4.1.-Definición teórica de las variables que incluye el modelo del

valor, las normas y las creencias hacia el medio ambiente (VNC).

Orientación de Valores.

Según establece el modelo, en la base de las conductas proambientales se

encuentran tres orientaciones de valor identificadas en estudios previos (Stern,

Dietz y Kalof, 1993; Stern y Dietz, 1994; Stern, Dietz y Guagnano, 1995): valores

biosféricos, valores social/altruistas y valores egoístas.

La orientación de valores biosféricos se define teóricamente como: aquellos

principios guía en la vida de las personas, que representan preocupación por

especies no humanas y por la biosfera en su conjunto.

Capítulo III

- 150 -

La orientación de valores social/altruistas ha sido definida desde el

modelo como, aquellos principios guía en la vida de las personas que representan

preocupación por el bienestar de otras personas.

Y en último lugar, la orientación de valores egocéntricos o egoístas, se

define teóricamente como, aquellos principios guía en la vida de las personas que

representan preocupación por uno mismo.

Creencias del Nuevo Paradigma Ecológico (NPE).

Stern, et al. (1999) y Stern (2000a), definen esta variable como aquellas

visiones generales sobre el mundo, recogidas en las creencias que las personas

manifiestan sobre su relación con el medio ambiente y la naturaleza.

Creencias específicas hacia el medio ambiente- Concienciación de

las consecuencias (AC).

Teóricamente esta variable (AC) ha sido definida desde el modelo VNC

como indicaba Schwartz (1973; 1977): concienciación de las consecuencias que tiene

la realización, o no, de la conducta, en este caso ambiental.

Objetivos de Investigación y Método

- 151 -

Adscripción de Responsabilidad (AR).

Una de las variables teóricas que el modelo de Stern, et al. (1999) y Stern

(2000a) contempla es la adscripción de responsabilidad. Esta variable, tomada del

modelo de influencia normativa sobre el altruismo propuesto por Schwartz (1977),

se define como, el grado en el que la persona se siente responsable de las

consecuencias que tiene su conducta sobre el medio ambiente.

Norma Personal (NP).

Esta variable, tomada también del modelo de influencia normativa sobre el

altruismo de Schwartz (1977), se define como el sentimiento de obligación moral

asociado a la conducta.

3.3.4.2-Variables de la Teoría de la Acción Razonada, y de su

extensión, la Teoría de la Conducta Planificada (TAR/TCP).

En el cuestionario principal (T1), se incluyeron como variables

independientes, la actitud, la norma subjetiva y la intención conductual

consideradas por la TAR, además, del control conductual percibido, incorporado

posteriormente a la TCP. También y, según la revisión de la literatura realizada, se

incluyó una medida directa de conducta pasada. A continuación, se define cada

una de las variables.

Capítulo III

- 152 -

Actitud hacia la conducta.

Esta variable se define como la evaluación global, bien positiva, o bien

negativa, del comportamiento. Como señalan Fishbein y Ajzen (1975), se refiere a

la ubicación o posicionamiento de la persona en una dimensión evaluativa y

bipolar hacia la conducta objeto de estudio.

Norma Subjetiva.

Creencia que manifiesta la persona acerca de que otras personas que sean

significativas para ella, aprueben o desaprueben la realización de la conducta,

junto con el grado en el cuál estaría dispuesta a tener en cuenta esas

consideraciones sociales a la hora de llevar a cabo la conducta (Fishbein y Ajzen,

1975).

Intención Conductual.

Siguiendo a Ajzen (1991), esta variable se define como la decisión que

adopta la persona de comportarse de una manera determinada, lo que indicaría la

fuerza con la que esa persona planea la realización de la conducta.

Objetivos de Investigación y Método

- 153 -

Control Conductual Percibido.

Se define como la percepción que tiene el individuo sobre lo fácil o lo

difícil que le resultará realizar una conducta determinada (Ajzen, 1991).

Conducta Pasada.

En diversos trabajos (Aguilar-Luzón, Monteoliva y García, 2004, 2005;

Bagozzi y Kimmel, 1995; Knussen, Yule, MacKenzie y Wells, 2004; Norman y

Conner, 1996; Ouellette y Wood, 1998; Sheeran, Orbell y Trafimow, 1999), se

aportan razones empíricas y teóricas suficientes para incorporar medidas de

conducta pasada en la TAR/TCP, como predictor adicional de la conducta, por lo

que esta medida también ha sido considerada en este trabajo. La conducta pasada,

la hemos definido como la frecuencia con la que en el último año han realizado la

conducta.

3.3.5.- Instrumentos de medida.

3.3.5.1.- Cuestionario Principal (T1).

El primer bloque del cuestionario utilizado en esta investigación (medida

de las variables del modelo del valor, las normas y las creencias hacia el medio

ambiente) fue construido a partir de la traducción al castellano de las escalas que

aportan los autores del modelo VNC. La construcción del segundo bloque del

Capítulo III

- 154 -

cuestionario (variables consideradas por la teoría de la conducta planificada) se

realizó siguiendo las recomendaciones que hacen sus autores, sobre las medidas de

cada uno de los componentes (Ajzen y Fishbein, 1980; Ajzen, 1991). En el siguiente

apartado se describen, en primer lugar, los instrumentos del modelo VNC y, en

segundo lugar, los de la TCP.

3.3.5.1.1.- Medida de las variables del modelo VNC.

Valores.

La orientación de valores biosfericos se compone de cinco valores, tres

tomados del inventario de valores de Schwartz (SVS, 1992), (“Unión con la

naturaleza”, “Un mundo de belleza”, y “Proteger el medio ambiente”) y los dos

restantes (“Prevenir la contaminación” y “Respeto por la tierra”) tomados de

estudios empíricos realizados previamente al desarrollo del modelo por sus

autores.

La orientación social/altruista, se compone de cuatro valores, que han sido

tomados por Stern, et al. (1999) del inventario de valores de Schwartz (SVS) (1992).

Estos valores son: “Un mundo de paz”, “Igualdad”, “Justicia Social” y “Ayudar a

los demás”.

Objetivos de Investigación y Método

- 155 -

Y la última dimensión o cluster de valores considerada en este trabajo fue

la egocéntrica o egoísta. Los valores que forman esta orientación han sido también

extraídos del inventario de valores SVS de Schwartz (1992). En este caso han

considerado cuatro valores: “Autoridad”, “Poder social”, “Saludable”, e

“Influyente”. Estos trece valores en conjunto presentan un coeficiente de

consistencia interna de 0,75, frente al α= 0,65, obtenido por los autores del modelo

VNC.

A los participantes se les presentó un listado que contenía trece valores y

se les pedía que evaluaran en qué medida cada valor era importante como

principio que guía su vida. Para cada valor se aportaba la definición teórica del

mismo, seguida de un formato de respuesta tipo Likert de 9 anclajes, desde –1 para

indicar aquel principio que es “opuesto a mis valores”, hasta +7, con el que debían

indicar aquellos otros valores que eran considerados como principios de “suprema

importancia”. Operacionalmente, cada una de las tres dimensiones se obtiene

sumando las puntuaciones directas dadas por los participantes a cada cluster de

valores. Así, hemos obtenido tres puntuaciones, una para cada orientación de

valor.

Creencias del Nuevo Paradigma Ecológico (NPE).

Originalmente, la NPE (Dunlap y Van Liere, 1978), contaba con un total de

12 ítems, pero la última modificación realizada a la escala, incluye 3 más (Dunlap,

et al. 2000). En el modelo del VNC se consideran cinco ítems de los 15 que incluye

Capítulo III

- 156 -

la escala del nuevo paradigma ecológico (NPE) que son el 5, el 8, el 10, el 11, y el

15, teniendo un formato de respuesta tipo Likert de siete puntos, desde –3 (muy en

desacuerdo), hasta +3 (muy de acuerdo). Los 5 ítems de esta escala fueron

adaptados y traducidos al castellano para su aplicación en este estudio. El alfa de

Cronbach de la escala aditiva NPE que obtuvieron Stern, et al. (1999) fue de 0,73, y

en nuestro trabajo, α= 0,55.

Operacionalmente con esta escala se obtiene una puntuación global, que

puede considerarse un índice del grado de concienciación o de preocupación hacia

el medio ambiente. Así, en este trabajo se ha considerado como medida del NPE el

sumatorio de las puntuaciones directas otorgadas por cada participante a cada uno

de los cinco ítems que la conforman, una vez invertidos el ítem 1 y el 5, por estar

redactados en sentido contrario.

Creencias específicas hacia el medio ambiente- Concienciación de

las consecuencias (AC)

Para la evaluación de esta variable se incorporaron al cuestionario

principal los nueve ítems que utilizan los autores del modelo VNC recogidos en la

escala GAC (Stern, Dietz y Guagnano, 1995), en la que se distingue como las

condiciones del medio ambiente pueden afectar a uno mismo, a los demás, y al

conjunto de la biosfera. El formato de respuesta utilizado con esta escala fue tipo

Likert, con tres anclajes desde 1= “realmente no será un problema”, 4= “Será un

pequeño problema”, hasta 7= “Será un gran problema”. Todos los ítems fueron

Objetivos de Investigación y Método

- 157 -

adaptados y traducidos al castellano de la versión original que presentaba un alfa

de 0,88 (Stern, et al. 1995). En nuestro trabajo éste fue de 0,89. La puntuación total

de la escala se calculó sumando las puntuaciones directas dadas a cada uno de los

nueve ítems que la forman.

Adscripción de responsabilidad.

Para medir esta variable se utilizó un ítem: “Cada ciudadano debería

asumir responsabilidades con el medio ambiente”; propuesto por Gärling, et al.

(2003). El formato de respuesta fue una escala Likert de 7 puntos, desde –3 (muy en

desacuerdo), hasta +3 (muy de acuerdo). La puntuación directa dada a este ítem

por cada participante fue considerada como el grado de adscripción de

responsabilidad ante el medio ambiente.

Norma Personal.

La operacionalización de esta variable se realizó empleando 3 ítems, que

fueron adaptados de los utilizados por Beck y Ajzen (1991), y que recogen, tanto la

percepción del individuo de lo que moralmente es correcto o incorrecto, como el

sentimiento de culpa anticipado de romper con esas normas. Se empleó una escala

tipo Likert de 7 puntos, desde –3 hasta +3. Las etiquetas dadas a cada categoría de

respuesta eran diferentes para cada uno de los tres ítems (ver anexo I). El alfa de

Cronbach que se obtuvo para estos tres ítems fue de 0,82. Como se especifica desde

el modelo VNC, se trabajó con esta medida de forma unidimensional, obteniéndola

Capítulo III

- 158 -

a partir del sumatorio de las puntuaciones directas de los participantes a los tres

ítems.

3.3.5.1.2.- Medida de las Variables de la teoría de la conducta

planificada (TCP).

Actitud hacia la conducta.

Para medir esta variable se tomaron medidas directas e indirectas de la

actitud. La medida directa de la actitud, se realizó a través del siguiente ítem:

“¿Cuál es tu actitud hacia que tú separes del vidrio del resto de la basura con la

finalidad de que se recicle durante los próximos veinte días?”, utilizando una

escala de respuesta tipo Likert de 7 puntos, desde –3 para indicar una actitud

“totalmente contraria”, hasta +3, para indicar una actitud “totalmente favorable”.

La medida indirecta de la actitud (o medida basada en las creencias

conductuales), se obtuvo a través del sumatorio de los productos de las

denominadas creencias modales, es decir, las consecuencias de la conducta,

evaluadas en términos positivos o negativos, multiplicado por la probabilidad

percibida de que se dieran esas consecuencias conductuales. Para evaluar las ocho

creencias conductuales, se pidió a cada participante que indicara lo positivo o

negativo que pensaba que era cada una de ellas y, para evaluar la probabilidad

percibida de ocurrencia, se les pedía que indicasen el grado en el que ellos sentían

que cada una de esas ocho consecuencias les podría ocurrir a ellos. Tanto para la

Objetivos de Investigación y Método

- 159 -

evaluación de las creencias, como para la evaluación de la probabilidad de

ocurrencia se empleó una escala Likert de 7 puntos. En el primer caso, la

evaluación de cada consecuencia, la escala oscilaba desde –3 (muy negativa) hasta

+3 (muy positiva), mientras que en el segundo caso, la probabilidad de ocurrencia,

la escala oscilaba entre 1 (nada probable) hasta 7 (muy probable).

Norma subjetiva.

La medida de esta variable se realizó de forma indirecta y se obtuvo a

través de dos ítems. El primero de ellos (NSG) fue redactado del siguiente modo:

“De forma general, indica el grado en que personas que sean significativas para ti,

aprobarían o desaprobarían que tú separaras el vidrio del resto de la basura con el

fin de que se recicle durante los próximos veinte días”. La respuesta a este ítem

debían darla en una escala Likert de siete puntos que oscilaba desde, -3

(desaprobarían totalmente), hasta +3 (aprobarían totalmente).

En segundo lugar, se preguntó a los participantes el grado en el que

estarían dispuestos/as a tener en cuenta, a la hora de separar el vidrio del resto de

la basura con el fin de que se recicle durante los próximos veinte días, lo que esas

personas importantes o significativas para ellos pensarían sobre la realización de la

conducta. Este ítem (MCG) estaba seguido de una escala unipolar de 7 puntos,

desde 1 (nada dispuesto/a), hasta 7 (totalmente dispuesto/a). La medida indirecta

de la norma subjetiva, se obtuvo multiplicando la puntuación directa dada a

Capítulo III

- 160 -

ambos ítems (NSG x MCG), obteniendo así una única puntuación para cada

participante.

En algunas investigaciones se utilizan medidas directas, tanto de la actitud

(Guagnano, Stern y Dietz, 1995; Hopper y Nielsen, 1991; McCarty y Shrum, 2001),

como de la norma subjetiva (Parker, Manstead y Stradling, 1995; Sparks y Guthrie,

1998), mientras que otros trabajos, han utilizado para ambas variables métodos de

medida indirectos (Boldero, 1995; White, Terry y Hogg, 1994). Los autores de la

teoría de la conducta planificada señalan que, tanto la actitud como la norma

subjetiva, pueden ser medidas de forma directa e indirecta, ya que ambos métodos

son igualmente aconsejables (Ajzen, 1991; Fishbein y Ajzen, 1975). En este sentido,

Cheung, Chan y Wong, (1999) señalan que ambas formas de medida (directa o

indirecta), pueden ser adecuadas en la investigación sobre conductas de reciclado.

Nosotros en este trabajo, hemos optado por utilizar una medida directa de

la actitud hacia la conducta objeto de estudio, mientras que, en el caso de la norma

subjetiva, se ha utilizado una medida indirecta, obteniendo una única puntuación

para cada participante.

Intención conductual.

Para la medida de la intención de conducta se empleó un único ítem: “En

el período que comprenden los próximos 20 días (tengo la intención de hacerlo, se

que sucederá, se que lo haré, quiero hacerlo), separaré el vidrio del resto de la

Objetivos de Investigación y Método

- 161 -

basura con la finalidad de que se recicle”, seguido de una escala unipolar de 7

puntos, desde 1 (nada probable), hasta 7 (muy probable).

Control conductual percibido.

Operacionalmente, para medir esta variable utilizamos cuatro ítems,

seleccionados de diferentes trabajos basados en la teoría de la conducta planificada

(p. ej. Bagozzi y Kimmel, 1995; Madden, Ellen y Ajzen, 1992; Manstead y Parker,

1995; Monteoliva, 2002). Para cada uno de estos cuatro ítems, se utilizaron escalas

de respuesta Likert de siete puntos y fueron redactados del siguiente modo: “Para

mí, separar el vidrio del resto de la basura con el fin de que se recicle durante los

próximos veinte días será...” (muy fácil-muy difícil); “Si yo quisiera separar el

vidrio del resto de la basura con la finalidad de que se recicle durante los próximos

veinte días lo haría sin problemas” (muy en desacuerdo- muy de acuerdo);

“¿Cuánto depende esta conducta, únicamente de ti, de tu propia voluntad (cuánto

control tienes sobre ella)?”, (ningún control-control completo); “Las cosas que

pueden pasar, que escapan a tu control y que pueden impedir que separes el vidrio

del resto de la basura con el fin de que se recicle durante los próximos veinte días

serán...” (muy pocas- muy numerosas).

Respecto a esta medida, en primer lugar, se invirtieron las escalas de

respuesta del ítem 1 y el ítem 4, debido a que ambos ítems estaban redactados en

sentido inverso. En este trabajo hemos utilizado una única puntuación obtenida a

partir de estos cuatro ítems, ya que no existe un acuerdo generalizado sobre la

Capítulo III

- 162 -

manera más idónea para medir el control conductual percibido. Unos autores

abogan por el uso de medidas directas, mientras que, otros prefieren medidas

basadas en las creencias de control. No obstante, en la mayoría de los trabajos

sobre la teoría de la conducta planificada, se evalúa este componente a través de

medidas directas.

Conducta pasada.

Para medir la frecuencia con la que los participantes habían realizado la

conducta de separación de vidrio, se redactó un único ítem: “Contesta, por favor, la

frecuencia con la que aproximadamente en el último año has separado el vidrio del

resto de la basura con la finalidad de que se recicle...”. La respuesta debían darla en

una escala formada por cuatro categorías y sin expresiones numéricas (nunca; casi

nunca; algunas veces; habitualmente).

3.3.5.2.- Cuestionario Tiempo 2 (T2)

Transcurridos veinte días desde que habían contestado al primer

cuestionario, los participantes contestaron a un segundo cuestionario (T2) en el que

se les pedía que indicaran la frecuencia con la que habían realizado la conducta:

“Separar el vidrio del resto de la basura con la finalidad de que se recicle”.

La operacionalización de esta variable, considerada como conducta futura

(CF), se realizó mediante una única pregunta redactada del siguiente modo:

Objetivos de Investigación y Método

- 163 -

“Desde que contestaste al primer cuestionario han pasado veinte días. En estos

últimos veinte días, ¿con que frecuencia has separado el vidrio del resto de la

basura con la finalidad de que se recicle?”. Este ítem iba seguido de una escala de

cuatro puntos organizada por categorías desde “nunca” hasta “habitualmente”

(ver anexo).

3.4.-ANÁLISIS DE DATOS.

Los datos recogidos fueron codificados en el paquete estadístico SPSS v.12

para Windows, que fue utilizado para realizar análisis descriptivos de la muestra.

Este paquete estadístico también se empleó para realizar contrastes de hipótesis y

para obtener las matrices de correlaciones y de covarianzas entre las variables de

cada modelo. Con relación al objetivo principal de este trabajo, comprobar el grado

de adecuación que presenta cada uno de los modelos, se realizó un Path analysis

mediante el establecimiento de ecuaciones estructurales, con cada uno de los

modelos. Para este análisis se empleó el paquete estadístico LISREL vs. 8.30. Este

tipo de análisis fue elegido por su probada validez en otros estudios empíricos

realizados con este mismo planteamiento (Gärling et al. 2003; Kaiser, Hübner y

Bogner, 2005; Oom Do Valle, et al. 2005).

CAPÍTULO IV: RESULTADOS Y DISCUSIÓN

- 167 -

4.1.- INTRODUCCIÓN.

Para dar respuesta al principal objetivo, comprobar el grado de

adecuación del modelo de la conducta planificada y del modelo del valor, las

normas y las creencias hacia el medio ambiente, tomando como base la conducta

separar el vidrio del resto de la basura, se han planteado sendas ecuaciones

estructurales sobre las relaciones entre las variables que se postulan desde cada

planteamiento teórico. En los dos primeros apartados de este capítulo se

describen los resultados hallados sobre el ajuste de cada uno de los modelos

considerados. El tercer apartado se ha dedicado a dar respuesta al segundo

objetivo: comprobar si las ecuaciones del modelo que mejor ajuste presenta (la

teoría de la conducta planificada) difieren al comparar amas de casa y

estudiantes. Por último, en el cuarto apartado, se describen los resultados

obtenidos respecto al tercer objetivo: comprobar si el modelo que ha presentado

el mejor ajuste es susceptible de mejora incorporando otros predictores de la

conducta no contemplados por el modelo.

4.2.- RESULTADOS PRIMER OBJETIVO: analizar la suficiencia de la

teoría de la conducta planificada y del modelo del valor, las normas y

las creencias hacia el medio ambiente en la explicación y predicción de la

conducta de separar el vidrio del resto de la basura.

Respecto al primer objetivo, se ha tenido en cuenta, por un lado, el

grado de ajuste de cada modelo a los datos empíricos y, de otro lado, la

Capítulo IV

- 168 -

capacidad predictiva que cada uno de los modelos presenta respecto a la

conducta objeto de estudio.

4.2.1.- Adecuación de la TCP a la conducta: Separar el vidrio del

resto de la basura con el fin de que se recicle.

Los resultados hallados indican que el modelo de la conducta

planificada presenta un buen ajuste a nuestros datos. En la tabla 2 se muestra la

matriz de correlaciones entre las variables que considera el modelo de la

conducta planificada para toda la muestra. Se han utilizado las matrices de

correlación porque permiten entender las relaciones que se establecen entre los

constructos de los modelos que se pretende interpretar. Como se puede

observar, y de acuerdo con lo que cabría esperar, existen relaciones positivas

entre los componentes del modelo TCP.

C Act NSub CCP Int 0.66 C 0.57 0.41

Act 0.21 0.19 0.15 NSub 0.59 0.47 0.37 0.27

Int= Intención; C= conducta futura; Act= actitud hacia la conducta; NSub= Norma Subjetiva; CCP= Control Conductual Percibido; (N=521)

Tabla 2: Coeficientes de correlación de Pearson entre las variables observadas consideradas por la Teoría de la Conducta Planificada y la conducta separar el vidrio del resto de la basura con el fin de que se recicle.

Resultados y Discusión

- 169 -

A partir de la matriz de correlación entre las variables observables se

ha establecido un sistema de ecuaciones estructurales que expresan las

relaciones entre las variables. En nuestro caso se ha trabajado con variables

observables, ya que las relaciones entre ellas han sido cuantificadas a partir

de las medidas directas obtenidas. El modelo de ecuaciones estructurales

para la TCP se muestra en las tablas 3 y 4:

Intención = 0.41*Actitud + 0.034*Norma Subj. + 0.43*Control

S (0.034) (0.033) (0.035)

t 12.07 1.02 12.20

R² = 0.49 2eσ = 0.51 (S=0.032; t=16.00)

Tabla 3: Ecuación estructural analizada con los componentes de la TCP para la Intención

Conducta = 0.58*Intención + 0.13*Control

S (0.041) (0.041)

t 14.19 3.30

R² = 0.44 2eσ = 0.56 (S=0.035; t=16.00)

Tabla 4: Ecuación estructural analizada con los componentes de la TCP para la

Conducta.

Los resultados obtenidos señalan que el modelo TCP puede ser aceptado

desde un punto de vista empírico: χ2 =2.18, df=2, p-value=0.33591,

RMSEA=0.013. Estos resultados pueden verse gráficamente en la figura 11:

Capítulo IV

- 170 -

Figura 11: Resultados gráficos del Path Analisys con los componentes de la Teoría de la Conducta Planificada

4.2.2.- Adecuación del Modelo VNC a la conducta: Separar el

vidrio del resto de la basura con el fin de que se recicle.

En este caso, para comprobar si el modelo del valor, las normas y las

creencias hacia el medio ambiente se ajusta a nuestros datos, también se ha

establecido un modelo de ecuaciones estructurales a partir de la matriz de

correlaciones entre las variables observables del modelo. Para cada una de las

relaciones establecidas entre las variables del modelo se ha realizado una

ecuación estructural. Así, siguiendo la linealidad señalada por los autores, la

Resultados y Discusión

- 171 -

conducta vendría determinada en última instancia por la norma personal (Stern

et al. 1999; Stern, 2000a).

En la tabla 5 se muestra la matriz de correlaciones entre las variables

observadas y, a continuación, las ecuaciones establecidas según la linealidad

prescrita por los autores del modelo (ver tabla 6).

Ac Ar Np C Vbioe Vsoci Vego Nep 0.40 Ac 0.29 0.37 Ar 0.19 0.25 0.36 Np 0.07 0.16 0.23 0.39 C 0.23 0.30 0.33 0.38 0.27

Vbioe 0.15 0.31 0.28 0.29 0.10 0.49 Vsoc -0.12 -0.03 -0.03 0.03 0.01 0.12 -0.12

Nep= Creencias del Nuevo Paradigma Ecológico; AC= Concienciación de las Consecuencias; Np= Norma Personal; Vbio=Orientación de valores biosféricos; Vsoc: orientación de valores socio/altruistas; Vego= orientación de valores egocéntricos. C= conducta futura. (N=521)

Tabla 5: Coeficientes de correlación de Pearson entre las variables observadas consideradas por el Modelo del valor, las normas y las creencias hacia el medio ambiente y la conducta separar el vidrio del resto de la basura con el fin de que se recicle.

Capítulo IV

- 172 -

Primera ecuación: relación entre las orientaciones de valor y las creencias del nuevo paradigma ecológico.

Nep = 0.24*Vbioe + 0.018*Vsoci – 0.15*Vego

S (0.050) (0.050) (0.044)

t 4.73 0.36 -3.42

R² = 0.076 2eσ =0.92 (S=0.059; t=15.76)

Segunda ecuación: relación entre las creencias del nuevo paradigma ecológico y la concienciación de las consecuencias (AC).

Ac = 0.40*Nep

S (0.041)

t 9.59

R² = 0.16 2eσ = 0.84 (S=0.054; t=15.76)

Tercera ecuación: relación entre la concienciación de las consecuencias (AC) y la adscripción de responsabilidad (AR).

Ar = 0.37*Ac

S (0.042)

t 8.80

R² = 0.13 2eσ = 0.87 (S=0.055; t=15.76)

Cuarta ecuación: relación entre la adscripción de responsabilidad (AR) y el Sentimiento de obligación moral o norma personal (Np).

Np = 0.36*Ar

S (0.042)

t 8.66

R² = 0.13 2eσ = 0.87 (S=0.055; t=15.76)

Resultados y Discusión

- 173 -

Quinta ecuación: relación entre el Sentimiento de obligación moral o norma personal (Np) y la conducta: separar el vidrio del resto de la basura con el fin de que se recicle.

Conducta = 0.39*Np

S (0.041)

t 9.36

R² = 0.15 2eσ = 0.85 (S=0.054; t=15.76)

Tabla 6: Ecuaciones estructurales ajustadas a los componentes del Modelo del valor, las normas y las creencias hacia el medio ambiente para la conducta.

Estadísticamente, podemos considerar que el modelo del valor, las

normas y las creencias hacia el medio ambiente no se ajusta a nuestros datos. La

medida de discrepancia obtenida para este modelo es elevada lo que indica un

escaso ajuste del modelo (χ2 =154.35; df=18), con un valor de p=0.00000 y un

RMSEA de 0.123 (ver figura 12).

Figura 12: Resultados gráficos del Path Analisys con los componentes del Modelo del valor, las normas y las creencias hacia el medio ambiente.

Capítulo IV

- 174 -

4.2.3- Resultados en relación a las hipótesis del primer objetivo.

4.2.3.1.- Hipótesis 1.1: Comparación del grado de ajuste del

modelo TCP y del modelo VNC.

Si comparamos la χ2 obtenida con un modelo y con el otro para toda la

muestra, junto al resto de estadísticos, encontramos que se aceptaría el modelo

de la TCP y se rechazaría el modelo VNC. Se acepta que la χ2 es un estadístico

óptimo para tamaños muestrales comprendidos entre 100 y 200 participantes.

Como en nuestro caso el número de participantes es muy superior (N=521),

debe proporcionar una medida bastante adecuada, como se confirma por los

valores del Error de Aproximación Cuadrático Medio (RMSEA) que, en el caso

del modelo TCP, es de 0,013 mientras que, para el modelo VNC el valor es de

0,123. Se considera que cuando el valor obtenido para el RMSEA es inferior a

0,08 el modelo presenta un buen ajuste, mientras que un valor superior, indica

que el modelo no presenta un buen ajuste. Cómo se puede observar, el valor

alcanzado en este estadístico por el modelo VNC es muy superior a 0,08. En

suma, podemos decir que los estadísticos de ajuste encontrados para el modelo

VNC, sugieren que las relaciones entre las variables prescritas por los autores

originales del modelo no se cumplen. Por tanto, tal y como se planteaba en la

hipótesis 1.1., la teoría de la conducta planificada se ajusta mejor que el modelo

del valor, las normas y las creencias hacia el medio ambiente a los datos

empíricos.

Resultados y Discusión

- 175 -

4.2.3.2.-Hipótesis 1.2: Comparación de la capacidad predictiva

del modelo TCP y el modelo VNC.

Según nuestros resultados, desde el modelo TCP, la intención de realizar

la conducta en el futuro viene explicada por la actitud hacia la conducta (β=0.41)

y el control conductual percibido (β=0.43), siendo éste el componente del

modelo que mayor aporte realiza a la hora de explicar la varianza de la

intención. El aporte de la norma subjetiva sobre la varianza de la intención de

conducta es mínimo y además carece de significación estadística (β=0.034). En

conjunto, los tres componentes del modelo explican un 49% de la varianza de la

intención. No obstante, cuando pasamos a explicar la conducta, la proporción de

varianza explicada por los componentes de la TCP es menor (44%). En este caso,

la conducta queda explicada por la intención (β=0.58) y por el control

conductual percibido (β=0.13).

Por otra parte, la variable determinante de la conducta, según los

autores del modelo VCN, es el sentimiento de obligación moral o norma

personal, por lo que cabría esperar que esta variable explicara buena parte de la

varianza de conducta. En nuestro caso, hemos obtenido que el porcentaje de

varianza explicado de la conducta por la norma personal, es muy reducido (15%

β=0.39).

Capítulo IV

- 176 -

A la luz de los resultados obtenidos podemos considerar que,

efectivamente, la teoría de la conducta planificada posee mayor capacidad

predictiva de la conducta utilizada que el modelo del valor, las normas y las

creencias hacia el medio ambiente. Por tanto, la hipótesis1.2., también se ha visto

confirmada.

4.2.3.3.-Hipótesis 1.3: el papel de la norma personal en la

determinación de la conducta de separación del vidrio.

Según los autores del modelo VNC, la norma personal es la variable que

determina en última instancia la conducta ambiental. Por tanto, cabría esperar

que esta variable explicara un alto porcentaje de la varianza de la conducta de

separación del vidrio. En este sentido y teniendo en cuenta nuestros resultados

podemos afirmar que la hipótesis 1.3., ha sido confirmada de manera parcial. Es

decir, efectivamente, la norma personal se relaciona con la conducta (β=0.39), no

obstante hay que considerar el bajo porcentaje de varianza explicado sobre la

conducta (15%).

Resultados y Discusión

- 177 -

4.3.- RESULTADOS SEGUNDO OBJETIVO: comprobar si el ajuste del

modelo (TCP) es diferente para las amas de casa y los estudiantes a la

hora de explicar la conducta de separación del vidrio.

En los análisis realizados anteriormente, hemos encontrado que el

modelo VNC, no se ajusta a los datos empíricos. Por ello, para dar respuesta al

segundo objetivo, se ha considerado solamente el modelo TCP.

Para comprobar si las ecuaciones del modelo que mejor ajuste presenta,

en nuestro caso el modelo TCP, difieren para las amas de casa y para los

estudiantes, se ha trabajado con ecuaciones estructurales establecidas a partir de

las matrices de covarianzas. El utilizar matrices de correlación para realizar el

análisis de rutas, llamado también, Path Analisys, como hemos hecho en los

anteriores apartados, favorece la comparación de los coeficientes estructurales y

permite comprender las relaciones establecidas entre los constructos del modelo.

Sin embargo, cuando lo que se pretende es comparar dos muestras diferentes, es

recomendable utilizar la matriz de covarianzas que se establece entre las

variables observadas, así como la media obtenida. Estas matrices de covarianzas

junto a las medias se recogen en la tabla 7.

Capítulo IV

- 178 -

Grupo Estudiantes: Modelo TCP para la conducta reciclar vidrio (N=401)

Int C Act. Nsub. CCP

Int 3.90 C 1.36 1.49

Act. 1.43 0.58 1.58 Nsub. 2.16 1.21 0.82 41.16 CCP 5.98 2.62 2.24 9.09 26.73

Media 4.59 1.39 1.90 8.07 19.98 Grupo Amas de casa: Modelo TCP para la conducta reciclar vidrio (N=120)

Int C Act. Nsub. CCP

Int 2.28 C 0.65 0.97

Act. 0.58 0.21 0.46 Nsub. 3.10 1.98 1.60 60.08 CCP 4.22 2.80 1.49 9.21 27.38

Media 5.77 2.13 2.56 10.21 21.73

Int= Intención; C= conducta futura; Act= actitud hacia la conducta; NSub= Norma Subjetiva; CCP= Control Conductual Percibido

Tabla 7: Puntuaciones medias y matrices de covarianzas entre las variables observadas del modelo TCP, para el grupo de estudiantes y para el grupo de amas de casa.

A continuación presentamos el modelo de ecuaciones realizado. En

primer lugar, se ha querido comprobar si las ecuaciones estructurales que

explican la conducta de las amas de casa son las mismas que las de los

estudiantes. Para ello hemos realizado una estimación conjunta para las dos

muestras (tablas 8 y 9).

Resultados y Discusión

- 179 -

Intención = 0.26 + 0.69*Actitud + 0.011*N.Sub + 0.15*Control S (0.25) (0.056) (0.0091) (0.013) T 1.05 12.25 1.20 12.01 R² = 0.48 2

eσ = 2.07 (S=0.15; t=14.10) Conducta = - 0.75 + 0.33*Intención+ 0.035*Control (0.16) (0.026) (0.0094) -4.58 12.91 3.68 R² = 0.41 2

eσ = 0.86 (S=0.061; t=14.10)

Tabla 8: Modelo de ecuaciones estructurales de la TCP para la muestra de estudiantes.

Intención = 0.26 + 0.69*Actitud + 0.011*N.Sub + 0.15*Control S (0.25) (0.056) (0.0091) (0.013) t 1.05 12.25 1.20 12.01 R² = 0.46 2

eσ =1.46 (S=0.19; t=7.69) Conducta = - 0.75 + 0.33*Intención+ 0.035*Control (0.16) (0.026) (0.0094) -4.58 12.91 3.68 R² = 0.37 2

eσ = 0.77 (S=0.10; t=7.69)

Tabla 9: Modelo de ecuaciones estructurales de la TCP para la muestra de amas de

casa.

Los resultados obtenidos indican que el modelo de la TCP presenta un

mejor ajuste para el grupo de estudiantes que para el de las amas de casa.

Además, la R² obtenida para intención y conducta es mayor en el grupo de

estudiantes que en el de amas de casa. Para la muestra de estudiantes el

porcentaje de varianza explicado sobre la intención es del 48% y de un 46% para

Capítulo IV

- 180 -

las amas de casa; respecto a la conducta, la varianza explicada para los

estudiantes fue del 41%, frente al 37% explicado en las amas de casa.

No obstante, hemos analizado el grado de discrepancia entre el modelo

TCP y los datos empíricos cuando se postula un mismo modelo para las dos

muestras. Atendiendo a la contribución del estadístico χ2 se observa que el

modelo postulado difiere significativamente para ambos grupos. Hemos

encontrado que el grupo de estudiantes contribuye con 12.74, mientras que, el

grupo de las amas de casa, aporta 34.59 al χ2 total. Es decir, cuando se

consideran en conjunto, estudiantes y amas de casa, el ajuste del modelo es

mejor para los primeros.

Por tanto, no podemos decir que las dos muestras se ajusten al mismo

modelo de ecuaciones, lo que puede ser debido a la existencia de diferencias en

las puntuaciones medias de ambos grupos, para cada uno de los componentes

de la TCP, aunque tengan el mismo influjo sobre el conjunto de las variables del

modelo. Para comprobar si las diferencias entre uno y otro grupo, respecto a las

medias de obtenidas en las variables de la TCP, son estadísticamente

significativas se ha realizado una comparación de medias utilizando la prueba

T-Student. Los resultados obtenidos son los que se recogen en la tabla 10.

Efectivamente, hemos encontrado que existen diferencias significativas

entre estudiantes y amas de casa en las variables que considera la TCP. Este

resultado, confirma la hipótesis 2.1. Es decir, las amas de casa comparadas con los

Resultados y Discusión

- 181 -

estudiantes, tienen una actitud hacia la conducta más positiva y una mayor

disposición a realizar la conducta (intención conductual); realizan con más

frecuencia la conducta y muestran un mayor grado de control conductual

percibido (ver tabla 10).

Media

Estudiantes (N=401)

Media Amas de Casa (N=120)

Diferencia de medias t gl

Sig. bilateral

Conducta

futura 1.39 2.13 -0,74 -6,238 519 < ,001

Intención 4.59 5.77 -1,18 -6,861 675 < ,001

Actitud 1.90 2.56 -0,66 -6,275 675 < ,001

Norma Subjetiva 8.07 10.21 -2,13 -3,440 675 < ,001

Control Conductual Percibido

19.98 21.73 -1,75 -3,687 675 < ,001

Tabla 10: Estadísticos del contraste de medias, prueba T, obtenidos para el grupo de estudiantes y el grupo de las amas de casa.

Teniendo en cuenta el análisis anterior, para mejorar el ajuste del

modelo, se han establecido nuevas ecuaciones estructurales para cada una de las

submuestras, considerando que los coeficientes de regresión fuesen los mismos,

pero teniendo en cuenta que los términos independientes de cada grupo

pudiesen ser diferentes. Las ecuaciones del segundo análisis realizado están

recogidas en las tablas 11 y 12.

Capítulo IV

- 182 -

Intención= 0.28 + 0.65*Actitud + 0.0083*Norma + 0.15*Control S (0.24) (0.057) (0.0090) (0.013) t 1.15 11.34 0.92 11.97 R² = 0.46 2

eσ = 2.05 (S=0.15; t=14.10) Conducta = - 0.74 + 0.31*Intención + 0.036*Control S (0.16) (0.026) (0.0093) t -4.62 11.85 3.86 R² = 0.38 2

eσ = 0.86 (S=0.061; t=14.10)

Tabla 11: Ecuaciones estructurales realizadas con el Modelo TCP para la Intención conductual y para la Conducta en el grupo de Estudiantes.

Intención= 0.75 + 0.65*Actitud + 0.0083*Norma + 0.15*Control S (0.28) (0.057) (0.0090) (0.013) t 2.69 11.34 0.92 11.97 R² = 0.46 2

eσ = 1.36 (S=0.18;t=7.69) Conducta= - 0.43 + 0.31*Intención + 0.036*Control S (0.19) (0.026) (0.0093) t -2.30 11.85 3.86 R² = 0.35 2

eσ = 0.72 (S=0.093; t=7.69)

Tabla 12: Ecuaciones estructurales realizadas con el Modelo TCP para la Intención conductual y para la Conducta en el grupo de Amas de Casa.

Los porcentajes de varianza explicados para la intención y la conducta

en el caso de las amas de casa y de los estudiantes son similares. Sin embargo,

como se puede observar el término independiente para cada una de las variables

observadas varía en función del grupo de pertenencia. Esto sugiere que los

Resultados y Discusión

- 183 -

niveles medios de las variables que componen la ecuación son distintos para

cada grupo. Además, este modelo de ecuaciones parece ajustarse algo más a los

datos empíricos. En este caso, hemos obtenido una discrepancia menor; los

estudiantes contribuyen con un 7.34 a la χ2 total mientras que las amas de casa

aportan un 17.23. De esta forma vemos que en el modelo común a ambas

muestras, la aportación de las amas de casa era de un 82.67% de la χ2 total y en

este modelo el porcentaje con el que contribuyen las amas de casa disminuye al

68.76%.

Por tanto, a partir de los resultados obtenidos podemos señalar que las

ecuaciones que explican la intención y la conducta, son diferentes para cada

grupo. En conclusión, se puede decir, que se rechaza que las ecuaciones que

explican el modelo TCP sean paralelas para los dos grupos. Es decir, el modelo

de ecuaciones estructurales lineales debe ser ajustado a cada una de las muestras

por separado. Teniendo en cuenta estos resultados, hemos realizado otro

modelo de ecuaciones estructurales considerando, estudiantes y amas de casa,

por separado.

Los resultados indican que el modelo TCP se ajusta tanto a la muestra de

amas de casa como a la de estudiantes. En este caso, se ha trabajado con las

matrices de correlación entre las variables observadas del modelo TCP

pertenecientes a cada grupo. En la tabla 13 se presentan los coeficientes de

correlación de Pearson para el grupo de estudiantes.

Capítulo IV

- 184 -

Tabla 13: Coeficientes de correlación de Pearson entre las variables observadas consideradas por la TCP y la conducta Separar el vidrio del resto de la basura con el fin de que se recicle en el grupo de estudiantes.

La ecuación de regresión para la intención de conducta y para la

conducta ajustada al grupo de estudiantes ha sido la siguiente (tabla 14):

Intención = 0.39*Actitud + 0.0082*Norma + 0.45*Control

S (0.039) (0.038) (0.040)

t 10.08 0.22 11.29

R² = 0.48 2eσ =0.52 (S=0.037; t=14.09)

Conducta = 0.60*Intención + 0.081*Control

S (0.047) (0.047)

t 12.80 1.72

R² = 0.43 2eσ = 0.57 (S=0.041; t=14.09)

Tabla 14: Grupo Estudiantes. Ecuaciones de regresión para la intención de conducta y para la conducta: separar el vidrio del resto de la basura con el fin de que se recicle.

C Act Nsub. CCP Int 0.65 C 0.55 0.38

Act 0.17 0.15 0.10 NSub 0.59 0.43 0.34 0.27

Int= Intención; C= conducta futura; Act= actitud hacia la conducta; NSub= Norma Subjetiva; CCP= Control Conductual Percibido

Resultados y Discusión

- 185 -

Los estadísticos de ajuste obtenidos para la muestra de estudiantes con

el modelo TCP, indican que, estadísticamente, el modelo puede ser aceptado

(χ2= 1.10; df=2; p-value=0.57562; RMSEA= 0.000). Las relaciones del Path

analisys pueden verse en el siguiente gráfico. Hay que tener en cuenta que, para

el grupo de estudiantes, el control conductual percibido y la norma subjetiva no

son significativas.

Figura 13: Resultados gráficos del Path Analisys con los componentes de la TCP para la muestra de estudiantes.

Para el grupo de amas de casa, también hemos realizado un path analisys

a partir de las matrices de correlación. En la tabla 15 se muestran los coeficientes

de Pearson obtenidos con este grupo.

Capítulo IV

- 186 -

C Act. NSub CCP Int 0.51 C 0.56 0.32

Act. 0.27 0.26 0.31 NSub 0.53 0.56 0.42 0.23

Int= Intención; C= conducta futura; Act= actitud hacia la

conducta; NSub= Norma Subjetiva; CCP= Control Conductual Percibido

Tabla 15: Coeficientes de correlación de Pearson entre las variables observadas consideradas por la TCP y la conducta de Separar el vidrio del resto de la basura con el fin de que se recicle en el grupo de amas de casa.

La ecuación estructural realizada para la TCP, con el grupo de amas de

casa queda reflejada en la tabla 16:

Intención = 0.39*Actitud + 0.068*Norma + 0.35*Control

S (0.080) (0.074) (0.078)

t 4.95 0.92 4.52

R² = 0.43 2eσ = 0.57 (S=0.075; t=7.62)

Conducta = 0.30*Intención + 0.40*Control

S (0.087) (0.087)

t 3.40 4.61

R² = 0.37 2eσ = 0.63 (S=0.082; t=7.62)

Tabla 16: Grupo Amas de Casa. Ecuaciones de regresión para la intención de conducta futura y para la conducta: separar el vidrio del resto de la basura con el fin de que se recicle.

Resultados y Discusión

- 187 -

Los valores de ajuste obtenidos para la muestra de amas de casa con el

modelo TCP, indican que, estadísticamente, el modelo puede ser aceptado (χ2=

2.06; df=2; p-value=0.35730; RMSEA= 0.016). Además, las relaciones entre las

variables pueden verse en la figura 14. En este caso, al igual que en el grupo de

estudiantes, la norma subjetiva no es significativa, pero sí el control conductual

percibido.

Figura 14: Resultados gráficos del Path Analisys con los componentes de la TCP para la muestra de amas de casa.

Respecto a la varianza explicada tanto de la intención como de la

conducta para el grupo de estudiantes y de amas de casa por separado, se ha

encontrado que, para los primeros, una vez ajustado el modelo a sus

Capítulo IV

- 188 -

puntuaciones, se explica el 48% de la varianza de la intención y el 43% para la

varianza de la conducta de separación del vidrio. Igualmente, el porcentaje de

varianza explicado sobre la intención y sobre la conducta desde los

componentes de la TCP ajustados a las puntuaciones de las amas de casa,

también se ha visto mejorado respecto al análisis anterior. En este grupo se ha

obtenido un porcentaje de varianza explicada sobre la intención del 43%, y para

el caso de la varianza explicada de la conducta un 37%.

Posiblemente, la diferencia en cuanto a la varianza de conducta

explicada en ambos grupos se deba al tamaño muestral de cada uno. Es más,

aunque las amas de casa han obtenido puntuaciones medias más elevadas en

comparación con los estudiantes en base a estos resultados, cabría pensar que

sus puntuaciones en los constructos del modelo TCP sean más homogéneas que

las puntuaciones del grupo de estudiantes.

4.4.- RESULTADOS TERCER OBJETIVO: propuesta de un modelo

alternativo a partir de la TCP.

Comprobado el escaso ajuste del modelo del valor, las normas y las

creencias hacia el medio ambiente para explicar la conducta de separar el vidrio

del resto de la basura con el fin de que se recicle, para plantear el nuevo modelo

se ha tomado como base la TCP y se han considerado únicamente las siguientes

variables del modelo de Stern: la norma personal y las tres orientaciones de

Resultados y Discusión

- 189 -

valores. El motivo para incorporar esas variables al modelo de la TCP, está

sujeto a razones teóricas recogidas en los primeros capítulos de esta tesis

doctoral. Además, como otros trabajos han señalado, estas variables se han

mostrado, generalmente, buenas predictoras de las conductas ambientales

(Black, Stern y Elworth, 1985; Heberlein y Black, 1976; Gutiérrez, 1996; Newman,

1986; Stern, Dietz y Black, 1986; Stern y Dietz, 1994; Stern y Oskamp, 1987; Stern,

Dietz y Guagnano, 1995, 1998; Thøgersen y Grunert, 1997, por citar algunos).

Por otra parte, teniendo en cuenta los resultados de otros trabajos

(Aguilar-Luzón, Monteoliva y García, 2004; 2005; Dietz, Stern y Guagnano, 1998;

Cheung, Chang y Wong, 1999; Sinclair, Mazzotti y Graham, 2003; Stern y

Oskamp, 1987; Tonglet, Phillips y Read, 2004) y, siguiendo las recomendaciones

de otros autores (Bagozzi, Banmgartner y Yi, 1992; Bagozzi y Kimmel, 1995;

Conner, Sheeran, Norman y Armitage, 2000; Ouellette y Wood, 1998) también,

se ha incorporado la conducta pasada.

Para comprobar el grado de ajuste de estas modificaciones, se han

planteado una serie de ecuaciones estructurales considerando la totalidad de la

muestra. Para explicar la intención de conducta se han añadido junto a los

componentes que el modelo TCP considera (actitud hacia la conducta, norma

subjetiva y control conductual percibido) la norma personal, las tres

orientaciones de valor (biosférica, social/altruista y egocéntrica) y la conducta

pasada. En este caso, se ha trabajado a partir de la matriz de correlaciones entre

las variables observables mencionadas (tabla 17).

Capítulo IV

- 190 -

Tabla 17: Coeficientes de correlación de Pearson entre las variables observadas de la TCP, la conducta de Separar el vidrio del resto de la basura con el fin de que se recicle, la conducta pasada, la norma personal y las tres orientaciones de valor identificadas en el modelo del valor, las normas y las creencias hacia el medio ambiente.

Resultados y Discusión

- 191 -

Int = 0.22*Act. + 0.42*CP - 0.0080*NSub + 0.24*CCP + 0.14*Npers + 0.042*Valbio - 0.023*Valsoc+ 0.018*Valego

S (0.033) (0.035) (0.029) (0.033) (0.032) (0.035) (0.032) (0.028)

t 6.78 12.02 -0.27 7.07 4.18 1.22 -0.72 0.64

R² = 0.63 2eσ = 0.37 (S=0.023; t=15.68)

Conducta = 0.58*Int + 0.13*CCP

S (0.042) (0.042)

t 13.91 3.23

R² = 0.44 2eσ = 0.56 (S=0.036; t=15.68)

Int= Intención; C= conducta futura; Act= actitud hacia la conducta; NSub= Norma Subjetiva; CCP=

Control Conductual Percibido; CP= conducta pasada; Npers= Norma personal; Valbio= Orientación de valores biosféricos; Valsoc=Orientación de valores sociales/altruistas; Valego= Orientación de valores egocéntricos.

Tabla 18: Ecuaciones de regresión para Intención y Conducta incluyendo conducta pasada, norma personal y las tres orientaciones de valor ( 1º modificación realizada a la TCP).

Como se puede observar en la tabla 18, el porcentaje de varianza

explicado por las variables de la TCP, junto a las variables incorporadas es

mayor para la intención (63%) que, para la conducta futura (44%). Del mismo

modo que en análisis anteriores, la norma subjetiva carece de significación, al

igual que las tres orientaciones de valor. Los estadísticos de ajuste obtenidos con

esta primera modificación realizada a la TCP (χ2 =61.63; df=7; p-value=0.00000;

RMSEA=0,126), ponen de manifiesto que deberían realizarse cambios entre las

relaciones de las variables para mejorar el ajuste del modelo a los datos

empíricos.

Capítulo IV

- 192 -

En virtud de estos índices de ajuste y teniendo en cuenta las variables

que no son significativas, hemos realizado otra serie de ecuaciones de regresión,

con las variables de la TCP. En este caso, se ha eliminado la norma subjetiva y

las tres orientaciones de valor. La ecuación de regresión planteada ha sido la

siguiente (tabla 19):

Int = 0.23*Act + 0.42*CP + 0.23*CCP + 0.14*Npers

S (0.032) (0.035) (0.033) (0.031)

t 7.33 12.05 7.19 4.56

R² = 0.63 2eσ = 0.37 (S=0.023; t=15.75)

Conducta = 0.58*Int + 0.13*CCP

S (0.041) (0.041)

t 13.97 3.24

R² = 0.44 2eσ = 0.56 (S=0.035; t=15.75)

Int= Intención; C= conducta futura; Act= actitud hacia la conducta; CCP= Control Conductual Percibido; CP= conducta pasada; Npers= Norma personal;

Tabla 19: Ecuaciones de regresión para la intención y para la conducta incluyendo en la TCP la conducta pasada y la norma personal (2ª Modificación realizada a la TCP).

Con esta nueva modificación lo esperable sería que, si hemos eliminado

las variables que no contribuyen de manera significativa a la explicación de la

intención y de la conducta, el porcentaje de varianza explicado se mantenga y

que mejore el ajuste del modelo. Efectivamente, los porcentajes de varianza

explicados para la intención y la conducta futura con esta segunda modificación

se mantienen con respecto a la anterior; sin embargo, se obtienen unos

Resultados y Discusión

- 193 -

estadísticos de bondad del modelo que indican un mejor ajuste a los datos

empíricos (χ2 =58.03; df=3; p-value= 0.00000; RMSEA=0.192). La χ2 en este caso

es menor, lo que señala una menor discrepancia, aunque sigue siendo

significativa y además, el Error de Aproximación Cuadrático Medio (RMSEA),

en este caso es mayor que en el anterior análisis, lo que indica que es necesaria

otra modificación con la que obtendremos un mayor ajuste a los datos recogidos.

Para esta tercera modificación se ha incluido la conducta pasada, como

variable predictora de la conducta futura, junto a la intención y al control

conductual percibido. La ecuación realizada, tanto para la intención como para

la conducta es la siguiente (tabla 20):

Int = 0.23*Act + 0.42*CP + 0.23*CCP + 0.14*Npers

S (0.032) (0.035) (0.033) (0.031)

t 7.33 12.05 7.19 4.56

R² = 0.63 2eσ = 0.37 (S=0.023; t=15.75)

Conducta = 0.36*Int + 0.36*CP + 0.077*CCP

S (0.048) (0.045) (0.040)

t 7.51 7.84 1.93

R² = 0.50 2eσ = 0.50 (S=0.032; t=15.75)

Int= Intención; C= conducta futura; Act= actitud hacia la conducta; CP= Control Conductual Percibido; CP= conducta pasada; Npers= Norma personal;

Tabla 20: Ecuaciones de Regresión para la intención y la conducta realizadas con la TCP (3ª modificación).

Capítulo IV

- 194 -

Con esta tercera modificación, el porcentaje de varianza explicada para

la intención se mantiene, sin embargo, aumenta para la explicación de la

conducta (50%). Como puede observarse, el mayor aporte a la explicación de la

intención conductual es el realizado por la conducta pasada, que en este caso, ha

superado la capacidad predictiva del control conductual percibido. Sin embargo,

podemos observar que, tanto la conducta pasada, como la intención de conducta

futura contribuyen en la misma proporción a la explicación de la varianza de la

conducta siendo, en este caso, mínimo el aporte del control conductual

percibido. Es decir, la conducta futura puede ser explicada a partir de que la

persona tenga la intención de ejecutar la conducta y de que, generalmente, se

trate de una conducta frecuentemente ejecutada en el pasado.

Además, se obtienen unos estadísticos de ajuste con valores que ya no

son significativos (χ2 =3.25; df=2; p-value=0.19714; RMSEA=0.035), lo que

sugiere que esta tercera modificación se aceptaría como un buen modelo para

explicar la intención y la conducta futura. No obstante, y considerando que

desde el modelo VNC (Stern et al. 1999; Stern, 2000a), la norma personal actúa

directamente sobre la conducta, se ha ajustado un nuevo modelo de ecuaciones,

siendo esta la cuarta modificación realizada al modelo TCP. Para esta última

modificación, se ha partido de la anteriormente realizada pero, en este caso,

hemos incluido, entre las variables predictoras de la conducta la norma

personal. Así, la ecuación de estructural se ha mantenido para la intención y ha

cambiado para la conducta. Las ecuaciones correspondientes a la cuarta

modificación, aparecen en la tabla 21:

Resultados y Discusión

- 195 -

Int = 0.23*Act + 0.42*CP + 0.23*CCP + 0.14*Npers

S (0.032) (0.035) (0.033) (0.031)

t 7.33 12.05 7.19 4.56

R² = 0.63 2eσ = 0.37 (S=0.023; t=15.75)

Conducta = 0.34*Int + 0.35*CP + 0.071*CCP + 0.065Npers

S (0.049) (0.045) (0.040) (0.036)

t 7.51 7.84 1.93 1.80

R² = 0.51 2eσ = 0.49 (S= 0.031; t= 15.75)

Int= Intención; C= conducta futura; Act= actitud hacia la conducta; CCP= Control Conductual Percibido; CP= conducta pasada; Npers= Norma personal;

Tabla 21: Ecuaciones de Regresión para la intención y la conducta realizadas con la TCP (4ª modificación).

Como puede verse, el porcentaje de varianza explicado para la intención

sigue siendo del 63%; sin embargo, teniendo en cuenta la norma personal junto

al resto de variables consideradas, el porcentaje de varianza explicado para la

conducta pasa a ser del 51%. Es decir, al incluir la norma personal, junto a la

conducta pasada y al control conductual percibido, como predictoras de la

conducta futura, el porcentaje de varianza explicada aumenta en un 1% con

respecto al análisis anterior. Igualmente, si bien, al considerar el efecto de la

norma personal se obtiene un moderado incremento de la varianza explicada

sobre la conducta, hay que tener en cuenta que, con esta cuarta modificación del

modelo, se mejora el ajuste a los datos empíricos (χ2 =0.01; df=1; p-

value=0.94322; RMSEA= 0.000). Es decir, aunque el papel de la norma personal

Capítulo IV

- 196 -

sobre la explicación de la varianza de la conducta sea limitado, su inclusión

como predictor directo de la conducta junto al control conductual percibido y la

conducta pasada, mejora notablemente la precisión del modelo. Las relaciones

establecidas en esta cuarta modificación pueden verse en la figura 15.

Cuando se compara esta cuarta modificación con la tercera, respecto a

las medidas de ajuste incremental AGFI y NFI, podemos observar que sus

valores superan el nivel de 0,9 que se suele utilizar como criterio para aceptar el

modelo alternativo (Bentler y Bonnett 1980). Más concretamente, en ambas

modificaciones se ha alcanzado dicho nivel; sin embargo, para la cuarta

modificación, el valor de ambos índices ha sido de 1, lo que indica un ajuste

perfecto del modelo (Oom Do Valle et al. 2005). No obstante, la tercera

modificación realizada a la TCP, aporta un índice ajustado de parsimonia PNFI

mayor (0.13) que en el caso de la tercera (0.06); aunque la diferencia que existe

entre ambos modelos no se considera significativa (Willians y Holahan 1994).

Además, las medidas AIC y χ2 ajustada, que conjugan parsimonia y ajuste, son

mejores en la cuarta modificación. Para este cuarto modelo la χ2 ajustada se

encuentra en el intervalo de valores considerado aceptable (Jöreskog, 1970;

1993), mientras que para la anterior modificación su valor sobrepasa el umbral

superior que usualmente se establece (Carmines y McIver, 1981). Respecto al

Error de Aproximación Cuadrático Medio (RMSEA), aunque en ambos casos

presenta valores aceptables, hay que destacar que en el caso de la cuarta

modificación este índice es menor, lo que confirma un mejor ajuste a los datos

empíricos.

Resultados y Discusión

- 197 -

Actitud

1.00

Cpasada

1.00

Control

1.00

Norma

persona

l1.0

0

Intenció

n0.3

7

Conduct

a0.4

9

Chi-Sq

uare=0

.01, d

f=1, P

-value

=0.943

22, RM

SEA=0.

000

0.34

0.23

0.42

0.23 0.1

4

0.35

0.07 0.0

6

0.47

0.37 0.5

20.3

8 0.40

0.34

Figura 15: Resultados gráficos del Path Analisys con los componentes de la Teoría de la Conducta Planificada incluidas la norma personal y la conducta pasada.

Capítulo IV

- 198 -

En conclusión, podemos decir que con esta última modificación se

obtiene un mejor ajuste del modelo y, además, si comparamos el R2 obtenido con

la solución original de la TCP, y el obtenido al incorporar la norma personal y la

conducta pasada, vemos que, con dicha modificación, tanto para intención como

para conducta futura, el porcentaje de varianza explicado es mayor. De manera

que, al incorporar las citadas variables se explica un 51% de la varianza de la

conducta y un 63% de la varianza de la intención, frente al 44% y al 49%

explicado, respectivamente con la solución original (ver tablas 3 y 4). Por tanto, y

respecto a las hipótesis 3.1 y 3.2, hemos de indicar que también se han visto

confirmadas de manera parcial. Nosotros esperábamos que la inclusión de los

valores, la norma personal y la conducta pasada, en el modelo TCP aumentaran

el porcentaje de varianza explicado tanto para la intención conductual como

para la conducta. Sin embargo, como hemos visto, el aporte de los valores a la

explicación de la conducta y de la intención no ha sido significativo, si bien, el

hecho de incluir las otras dos variables (norma personal y conducta pasada)

mejora en gran medida, tanto el ajuste como la capacidad de predicción del

modelo TCP.

Resultados y Discusión

- 199 -

4.5.- DISCUSIÓN DE LOS RESULTADOS.

4.5.1- Adecuación de la teoría de la conducta planificada y del

modelo del valor, las normas y las creencias a la predicción de la

conducta.

Como hemos señalado en el apartado de resultados, se ha tenido en

cuenta, por un lado, el grado de ajuste de cada modelo y, por otro lado, el

potencial predictivo que cada modelo posee sobre la conducta de separación del

vidrio del resto de la basura. Este mismo esquema ha sido adoptado para la

discusión de los resultados obtenidos.

4.5.1.1.- Consideraciones respecto al grado de ajuste de la TCP y

del modelo VNC a la explicación de la conducta.

En primer lugar, considerando el grado de ajuste de ambos modelos en

la explicación de la conducta, se ha encontrado que la teoría de la conducta

planificada posee mejor ajuste que el modelo del valor, las normas y las

creencias hacia el medio ambiente. Las relaciones entre las variables postuladas

por los autores de la TCP, obtienen índices de bondad mejores que los obtenidos

por el modelo VNC. Es decir, según nuestros resultados a la hora de explicar,

tanto la intención como la conducta de separar el vidrio del resto de la basura, la

teoría de la conducta planificada presenta un buen ajuste a los datos empíricos,

resultados que confirman los hallados por otros autores (Mannetti, Pierro y Livi,

Capítulo IV

- 200 -

2004; Oom Do Valle et al., 2005; Bamberg y Schmidt, 2001; Kaiser, Hübner y

Bogner, 2005; Kaiser y Schethle, 2003; Staats, 2003).

En general, podemos decir que nuestros resultados se orientan en la

línea presentada por Kaiser, Hübner y Bogner (2005). Según estos autores, la

capacidad del modelo TCP es superior a la que presenta el modelo VNC en una

muestra de estudiantes universitarios, si bien, indican que desde un punto de

vista teórico, la TCP es un modelo incompleto, al no especificarse las direcciones

que siguen las relaciones entre los constructos que componen dicho modelo. Es

decir, parece no estar clara la relación establecida entre actitudes, norma

subjetiva y control conductual percibido (McDonald y Ho, 2002). En este

sentido, siguiendo a Azjen y Fishbein (2005) hemos de señalar que, aunque las

actitudes, normas subjetivas y percepciones de control, sean constructos

conceptualmente independientes, “entre ellos puede existir correlación, ya que

los tres componentes pueden estar basados en el mismo tipo de información”

(pp. 195). De hecho, en nuestros resultados se ha podido constatar la existencia

de dichas correlaciones entre los tres constructos, de acuerdo con los resultados

de Oom Do Valle, et al. (2005) o con los encontrados por Mannetti, Pierro y Livi

(2004).

En segundo lugar, respecto al modelo del valor, las normas y las

creencias hacia el medio ambiente, Aguilar-Luzón, García, Monteoliva y Salinas

(en prensa) y Kaiser, Hübner y Bogner (2005), señalan el escaso ajuste

encontrado para las relaciones postuladas por los autores del modelo, resultados

Resultados y Discusión

- 201 -

que coinciden con los obtenidos en la presente investigación. Además, Aguilar-

Luzón, García, et al. (op. cit), señalan que existen otros modelos alternativos

basados en los planteamientos teóricos de Stern et al. (1999) y Stern (2000a), que

presentan un mejor ajuste a la conducta de separación del vidrio. Entre estas

modificaciones, se proponen cambios en las direcciones que se establecen entre

las relaciones de los constructos incluidos en el modelo VNC; por ejemplo, la

orientación de valor biosférica influye directamente en la conducta y no a través

de la norma personal.

Por tanto, si atendemos a los resultados alcanzados en otros trabajos con

similares planteamientos, cabe decir que, la linealidad prescrita por los autores

del modelo VNC no se ha visto confirmada (Aguilar-Luzón, 2003; Collins, 2001;

Kaiser, Hübner y Bogner, 2005). No obstante, hay que señalar que en esta

investigación no se ha optado por la búsqueda de la mejora de las relaciones

entre los componentes del modelo VNC, por lo que esta tarea debemos

considerarla una cuestión importante a investigar en trabajos posteriores.

4.5.1.2.-Consideraciones sobre la capacidad predictiva del

Modelo TCP y del modelo VNC respecto a la explicación de la

conducta.

Considerando el poder predictivo de ambos modelos sobre la conducta

de separación de vidrio, esperábamos que la capacidad de predicción de la TCP

fuese superior a la del modelo VNC. Efectivamente, de acuerdo con los

Capítulo IV

- 202 -

resultados obtenidos, a partir de los componentes del modelo TCP se explica

una proporción de varianza mayor de la intención y de la conducta que la

explicada desde el modelo VNC. Concretamente, desde la fórmula inicial del

modelo TCP hemos hallado que desde el conjunto de la actitud hacia la

conducta, la norma subjetiva y el control conductual percibido se explica un 49%

de la intención conductual, y un 44% de la conducta, una vez tenidas en cuenta

la intención de conducta y el control conductual percibido.

Estos resultados sobre la TCP corroboran los encontrados en otros

trabajos, respecto al valor predictivo del modelo sobre conductas ambientales.

En esta línea, otros autores han destacado el papel de la intención conductual y

de las actitudes específicas hacia la conducta en la explicación del

comportamiento ambiental (Bamberg, Ajzen y Schmidt, 2003; Goldenhaur y

Connell, 1993; Jones, 1990; Macey y Brown, 1983; Meyerhoff, 2006; Taylor y

Todd, 1995). Así, nuestros resultados, coinciden en parte con los hallados por

Cheung, Chan y Wong, (1999). Estos autores encontraron que la intención de

realizar la conducta de reciclaje venía explicada desde la actitud hacia la

conducta y la norma subjetiva. Concretamente sus resultados indicaban que el

porcentaje de varianza explicado para la intención de conducta era del 52,6%, si

bien, el porcentaje de varianza explicado sobre la conducta fue del 21,1%. Por su

parte, Kaiser y Scheuthle (2003), informan de resultados similares. De acuerdo

con estos autores, cuando se tiene en cuenta la contribución de la actitud, la

norma subjetiva y el control conductual percibido a la explicación de la

intención de comportarse de una manera ecológica, se explica un 81% de la

Resultados y Discusión

- 203 -

varianza, si bien, este porcentaje disminuye al explicar la conducta. En este caso

es la intención la que produce un mayor aporte a la explicación de la varianza

(52%), resultados similares a los obtenidos en esta investigación.

En la misma línea, Taylor y Todd (1995), destacan que la intención de

reciclar se relaciona positivamente con la actitud y con el control conductual

percibido, pero negativamente, con la norma subjetiva. Estos autores obtienen

un porcentaje de varianza para la intención conductual muy superior al

obtenido por nosotros (un 99% para la intención de reciclar frente al 49% según

nuestros resultados). Por su parte, Kaiser, Hübner y Bogner (2005) indican que a

partir de los componentes del modelo TCP, puede explicarse el 95% de la

varianza de conducta, porcentaje también muy superior al obtenido en este

trabajo. No obstante, y aunque nuestros resultados en comparación a los

obtenidos por los citados autores han sido más modestos, tenemos que señalar

que a partir del modelo TCP se explica, generalmente, entre el 25% y el 30% de

la varianza de conducta (Ajzen, 1991). Respecto a la proporción de varianza de

la intención que viene siendo explicada bajo el marco teórico la TCP, se ha

señalado que los estudios obtienen porcentajes entre el 32% y el 39% (Armitage

y Conner 2001; Perugini y Bagozzi, 2004). Por tanto, nuestros objetivos sobre la

capacidad de predicción del citado modelo se han visto ampliamente cumplidos.

Además, como puede observarse en todos los casos citados que toman como

base el modelo TCP el porcentaje de varianza explicado para la conducta,

generalmente, es menor que el explicado para la intención conductual

(Hernández, 2004).

Capítulo IV

- 204 -

Si realizamos un análisis más detallado de los constructos que se

incluyen en la TCP para explicar tanto la intención conductual como la

conducta, vemos que, según nuestros resultados el aporte del control conductual

percibido y de la actitud hacia la conducta cuando se trata de predecir la

intención, han sido significativos. A este respecto, Tonglet, Phillips y Read

(2004), señalan que la actitud es el único componente del modelo TCP que actúa

como un predictor significativo de la intención conductual, resultados que se

encuentran en consonancia a los hallados por otros autores (Boldero, 1995;

Taylor y Todd, 1995, entre otros).

Además, hemos encontrado que el control conductual percibido actúa

como el mejor predictor de las intenciones de conducta, si bien, es la intención la

que mayor aporte realiza a la explicación de la varianza de la conducta. Este

resultado puede interpretarse atendiendo a que el influjo del control conductual

percibido sobre la conducta ha quedado recogido por la intención. En este

sentido, se ha de tener en cuenta que, generalmente, muchos trabajos que

adoptan como marco de estudio la TCP, encuentran que la influencia del

control conductual percibido, como predictor de la intención y de la conducta, es

mayor para la primera (Meyerhoff, 2006). Estos resultados pueden explicarse de

acuerdo con Ajzen (2002), porque frecuentemente para medir el control

conductual percibido se utilizan ítems que se centran, en mayor medida, en la

percepción de auto-eficacia. Sin embargo, como destaca el autor, el control

conductual percibido se compone tanto de la percepción o creencias de auto-

eficacia, como de la percepción de control de la persona sobre la ejecución de la

Resultados y Discusión

- 205 -

conducta. Ambos elementos son constructos diferentes pero relacionados, por lo

que el aporte de uno y de otro sobre intención y sobre conducta, son diferentes.

Así, cabe interpretar que el control conductual percibido, evaluado a partir de

las creencias de auto-eficacia genera mayor influencia sobre la intención que

sobre la conducta (Azjen, op. Cit).

Por otra parte, hay que destacar el escaso aporte de la norma subjetiva

para la explicación de la intención conductual. Partiendo de los postulados de la

TCP, esperábamos que, de acuerdo con sus autores, la norma subjetiva

contribuyese de manera significativa a la explicación de la conducta. No

obstante, este resultado no se ha visto confirmado, lo que quizá sea debido a la

propia naturaleza de la conducta objeto de estudio. Al parecer, la norma

subjetiva conceptualizada como “norma social” en cuanto a la importancia que

las personas concedemos a las opiniones o creencias de otras personas que sean

importantes para nosotros, junto al grado en el que estamos dispuestos a hacer

caso a esas otras personas, conforma una norma que, en palabras de Ajzen

(1991), cobrará más o menos importancia a la hora de realizar la conducta, en

función de la situación y del tipo de conducta. Si nos atenemos a nuestros

resultados, la conducta separar el vidrio del resto de la basura, no parece estar

influida por componentes normativos, sino que, parece relacionarse con

presentar una predisposición favorable hacia la conducta junto a percibir que se

tiene un alto grado de control sobre la misma. Todos estos resultados coinciden

en gran medida con los hallados en otros trabajos, en los que se ha destacado la

contribución del control conductual percibido y de las actitudes específicas hacia

Capítulo IV

- 206 -

la conducta frente a la limitada capacidad predictiva que presenta la norma

subjetiva (Bagozzi y Dabholkar, 1994; Knussen, Yule, MacKenzie y Wells, 2004;

Taylor y Todd, 1995; Mannetti, Pierro y Livi, 2004).

Centrándonos ahora en la capacidad de predicción del modelo VNC,

nuestros resultados indican que cuando se ha considerado la norma personal

como la variable determinante de la conducta ambiental, ésta explica el 15% de

la varianza de la conducta. Este porcentaje de varianza explicado se acerca al

19% obtenido por los autores originales del modelo (Stern et al. 1999; Stern,

2000a). En la misma línea, Steg, Dreijerink y Abrahamse (2005), tomando como

variable dependiente la aceptabilidad de las políticas energéticas han explorado

las relaciones que el modelo VNC establece entre sus variables mediante un

análisis de regresión por pasos. Los resultados obtenidos por estos autores han

revelado que la norma personal explica el 29% de la varianza de la aceptabilidad

de las políticas energéticas, porcentaje superior al obtenido por nosotros.

Posiblemente, la diferencia entre nuestros resultados y los obtenidos por Steg,

Dreijerink y Abrahamse, (2005) podría explicarse atendiendo a que nosotros

hemos tomado como variable dependiente la frecuencia de la conducta separar

el vidrio, mientras que ellos, no han medido conducta sino que han analizado el

grado en el que se está dispuesto a aceptar una serie de medidas y/o de políticas

energéticas. Es decir, estos autores han considerado medidas más cercanas al

constructo actitudinal que a la conducta en sí. Además, como señalan Corraliza

y Berenguer (1998), las personas utilizan mecanismos psicológicos diferentes y

específicos cuando valoran distintas conductas ambientales. Otro aspecto a

Resultados y Discusión

- 207 -

resaltar, además, es que en nuestro estudio se ha utilizado una metodología

distinta a la utilizada por Steg, Dreijerink y Abrahamse (2005). No obstante, en

otro trabajo (Aguilar-Luzón, García, et al. en prensa), en el que se utilizó la misma

metodología que han usado estos autores (regresión lineal) para explorar el

ajuste del modelo VNC a la conducta de separación del vidrio, también se ha

señalado la contribución de la norma personal a la explicación de la conducta.

La importancia de la norma personal para predecir diferentes conductas

ecológicas ha sido señalada en distintos trabajos (Abellá, García-Mira y Real-

Deus, 2000; Aguilar-Luzón, 2003; Aguilar-Luzón, Monteoliva y García, 2004;

2005; Black, Stern y Elworth, 1985; Gärling et al. 2003; Heberlein, 1977; Heberlein

y Black, 1981; Hopper y Nielsen, 1991; Kaiser, Hübner y Bogner, 2005; Nordlund

y Garvill, 2002; Stern y Oskamp, 1987; Stern et al. 1982; Stern et al. 1993; Stern et

al. 1999; Thøgersen, 1996; Oskamp et al. 1991; Van-Liere y Dunlap, 1978; Vining

y Ebreo, 1992) lo que estaría en consonancia con los resultados obtenidos. Sin

embargo, hay que resaltar la escasa capacidad predictiva de la norma personal

para la conducta, dado el bajo porcentaje de varianza que explica, lo que resta

apoyo empírico a los presupuestos del modelo VNC. En definitiva, podemos

decir que nuestros resultados sugieren que el modelo TCP es más adecuado

para la conducta de separar el vidrio que el modelo VNC.

Capítulo IV

- 208 -

4.5.2.- ¿Es diferente el ajuste de la TCP a la conducta cuando se

comparan amas de casa con estudiantes?

El segundo objetivo de esta tesis doctoral pretendía comprobar si el

ajuste del modelo TCP difiere dependiendo de las características propias de cada

muestra: amas de casa o estudiantes. En este sentido, parecen encontrarse ligeras

diferencias en el grado de ajuste obtenido cuando se considera un mismo

modelo de ecuaciones para ambas muestras. Sin embargo, cuando las

ecuaciones del modelo se plantean teniendo en cuenta las particularidades de

cada grupo, los componentes de la TCP actúan como buenos predictores de la

conducta ambiental presentando un mejor ajuste a los datos empíricos.

En primer lugar, teniendo en cuenta la fórmula original del modelo, se

ha realizado una estimación conjunta para las dos muestras con la finalidad de

comprobar si las ecuaciones que explican la conducta son iguales en ambos

grupos. Los resultados indican que existe un mejor ajuste a la TCP para la

muestra de estudiantes que para las amas de casa; además, el porcentaje de

varianza explicado tanto de la intención como de la conducta, es algo mayor en

los primeros. Es decir, si bien, el influjo de las variables que componen el

modelo TCP sobre la intención conductual y la conducta futura se orienta en la

misma dirección para las dos muestras, el aporte de cada componente del

modelo a la explicación de la varianza, tanto de la intención como de la

conducta, es distinta para ambos grupos. Este resultado podría interpretarse si

atendemos a la contribución del chi-cuadrado que se obtiene para cada grupo, lo

Resultados y Discusión

- 209 -

que parece indicar que, estadísticamente, las puntuaciones medias obtenidas por

las dos muestras en cada uno de los componentes de la TCP son diferentes.

En este sentido, y considerando que los términos independientes varían

para cada muestra, en segundo lugar, se han planteado nuevas ecuaciones

estructurales ajustadas, en este caso, a las puntuaciones de cada grupo. Los

resultados de este segundo análisis confirman que el modelo TCP presenta un

buen ajuste cuando se analizan amas de casa y estudiantes por separado. Es

decir, la bondad del modelo es mayor cuando se ajusta un modelo de ecuaciones

para cada muestra.

Además, se ha comprobado que existen diferencias estadísticamente

significativas en las puntuaciones medias obtenidas por estudiantes y amas de

casa en los componentes de la TCP. En efecto, las amas de casa presentan una

actitud más favorable, mayor norma subjetiva, más control e intención, y

separan el vidrio del resto de la basura con más frecuencia que los estudiantes.

Si bien son escasos los trabajos que han contado entre sus muestras con

amas de casa, nuestros resultados son congruentes con los encontrados por otros

autores. Así, por ejemplo, Chung y Poon, (1996) indican que las amas de casa

presentan actitudes más positivas hacia la separación y reciclaje de diferentes

materiales, cuando se las compara con una muestra de la población general; por

su parte, Sánchez (2004) también señala que las amas de casa presentan

actitudes más favorables hacia determinados comportamientos ambientales

Capítulo IV

- 210 -

comparadas con otros grupos de la población.

Analizando más detenidamente nuestros resultados sobre la

contribución de cada componente de la TCP a la explicación de la conducta de

las amas de casa y de los estudiantes, hay que señalar que, en ambos grupos, la

actitud hacia la conducta actúa como un buen predictor de la intención de

conducta, y a su vez, la intención es el componente que mayor aporte realiza a la

explicación de la varianza de la conducta. Respecto a la contribución de la

norma subjetiva hay que indicar que no ha sido significativa para ambos grupos,

resultados que coinciden, en buena parte, con los obtenidos por Sheeran,

Norman y Orbell (1999), Taylor y Todd (1995) o Bagozzi y Dabholkar (1994),

quienes también señalan la falta de significación de la norma subjetiva. No

obstante, existen otros trabajos que discrepan con los obtenidos por nosotros

sobre el aporte de la norma subjetiva a la explicación de la conducta (Oom Do

Valle, et al. 2005).

Por último, indicar que el control conductual percibido tampoco ha sido

significativo para el grupo de estudiantes; sin embargo, en el grupo de las amas

de casa su contribución sobre la conducta sí ha sido significativa. Este resultado

confirma, en parte, el obtenido por Cheung, Chan y Wong (1999). Estos autores

encontraron que al predecir la conducta de reciclaje, el control conductual

percibido no aportaba cambios significativos a la explicación de la varianza. Por

su parte, Meyerhoff (2006) también destaca la falta de significación del control

conductual percibido a la hora de explicar la predisposición a donar dinero para

Resultados y Discusión

- 211 -

una causa ecológica. No obstante, los resultados obtenidos sobre la diferencia en

la significación del control conductual percibido sobre la conducta de las amas

de casa y de los estudiantes, podría justificarse siguiendo a Chung y Poon (1996)

o Collins, O´Doherty y Snell (2006). Si atendemos al rol asociado al ama de casa

en el núcleo familiar, generalmente, entre las tareas que conlleva la asunción de

este rol se incluyen aquellas que tienen relación con el orden o la limpieza. De

ahí que, posiblemente, la separación del vidrio del resto de la basura sea una

tarea frecuentemente asumida por las amas de casa. Además, según Ajzen (1991)

la percepción de control sobre la conducta que, en el caso de las amas de casa es

significativamente mayor que en el caso de los estudiantes, determinará en gran

medida el esfuerzo que la persona estará dispuesta a realizar para ejecutarla,

resultados en la línea a los obtenidos en el presente trabajo.

4.5.3- Propuesta de un modelo alternativo a partir de la TCP.

Numerosos autores han sugerido la necesidad de mejorar los modelos

utilizados para predecir y/o explicar los comportamientos ambientales

(Aguilar-Luzón, García, et al. en prensa; García-Mira y Real-Deus, 2001; Kaiser, 2006;

Kaiser, Hübner y Bogner, 2005; Berenguer, Corraliza, Martín y Oceja, 2001;

Berenguer y Corraliza, 2000; Hernández, 2004; Stern, 1992; 2000a y b; Thøgersen,

1996).

En esta línea, se ha señalado la conveniencia de estudiar otras variables

que pueden influir, directa o indirectamente, sobre la conducta ecológica y que

Capítulo IV

- 212 -

podrían mejorar las relaciones encontradas entre actitud y conducta (Hamid y

Cheng, 1995; Kaiser, Ranney, Hartig y Bowler, 1999; Oskamp et al., 1991; Schultz

y Zelezny, 1998; Vining y Ebreo, 1992; Tonglet, Phillips y Bates, 2004). Así, un

gran número de trabajos se han dirigido a analizar la relación entre diversas

variables, entre las que se incluyen los valores, y la intención de realizar

determinadas conductas ambientales. Los resultados de estos estudios han

puesto de manifiesto que los valores influyen directamente sobre la intención

conductual e, indirectamente, a través de las creencias (Stern, Dietz y Kalof,

1993; Stern y Dietz, 1994). Estos resultados, se han visto confirmados en

muestras españolas en otros trabajos como el desarrollado por Amérigo y

González (2000). Estos autores encontraron que las personas con mayores

puntuaciones en valores ecológicos, tenían mayor intención de realizar

conductas ambientales, mientras que las que puntuaban alto en la orientación de

valores egoísta estaban significativamente menos dispuestas a realizar

conductas de protección ambiental. Por tanto, parece aceptarse que los valores,

principalmente, los de orientación biosférica, actúan como un factor

determinante del reciclado (Dunlap et al. 1983; Olsen, 1981; Vining y Ebreo,

1992).

Teniendo en cuenta lo anterior y tras haber comparado ambos modelos

(TCP y VNC) y comprobado que la TCP presenta un ajuste mayor a los datos

empíricos y que permite explicar una proporción de varianza sobre la conducta

de separación de vidrio del resto de la basura superior a la explicada por el

modelo VNC, el tercer objetivo de esta investigación era buscar un modelo

Resultados y Discusión

- 213 -

alternativo con mejor ajuste y que explicara mayor porcentaje de varianza de la

conducta a partir de los datos de nuestra muestra. Además, considerando que

Azjen (1991) argumenta que la TCP es un modelo abierto a la incorporación de

variables no contempladas en el modelo, siempre que se demuestre su poder de

predicción sobre la conducta, se ha tomado como base la TCP (excluida la norma

subjetiva por su falta de significación) incorporándole otras variables externas al

modelo.

Entre las variables que se han incorporado al modelo TCP se

encuentran, por una parte, las tres orientaciones de valor identificadas

previamente en otros trabajos (Stern, Dietz y Kalof, 1993; Stern y Dietz, 1994).

Además, considerando que numerosos autores señalan que el sentimiento de

obligación moral hacia la conducta, explica buena parte de la varianza de la

conducta ambiental, hemos tenido en cuenta la norma personal como otro

componente añadido al modelo TCP. Por último, también se ha incluido la

conducta pasada. Hemos de recordar que una de las críticas frecuentemente

realizadas a los autores del modelo, sobre los factores o componentes que se

relacionan con la conducta, es que el no haber tenido en cuenta esta variable

(Bentler y Speckart, 1979; 1981; Bagozzi, 1982; Fredricks y Dossett, 1983). Por

tanto, para dar respuesta al tercer objetivo, se ha puesto a prueba un modelo

alternativo que mejore la predicción de la varianza sobre la intención y sobre la

conducta de separación de vidrio, que incluye las tres orientaciones de valor, la

norma personal y la conducta pasada.

Capítulo IV

- 214 -

Nuestros resultados indican que, el porcentaje de varianza explicado de

la intención y de la conducta, una vez incluidas como variables predictoras las

tres orientaciones de valor, la norma moral y la conducta pasada, mejora la

capacidad predictiva de la solución inicial del modelo. No obstante, la

contribución de la norma subjetiva y de las tres orientaciones de valor, no ha

sido significativa. Estos resultados nos han sorprendido pues, aunque era de

esperar que la norma subjetiva no tuviera un efecto significativo sobre la

intención, en vista de los resultados previos de éste y de otros trabajos sobre

conducta de reciclaje (Knussen, Yule, MacKenzie y Wells, 2004), sí esperábamos

obtener un aporte significativo de los valores a la explicación de la intención

conductual de acuerdo con lo señalado por otros autores (Aguilar-Luzón,

Monteoliva y García, 2004; 2005; Amérigo y González, 2000; Olsen, 1981; Grob,

1995; Kaiser, Wölfing y Führer, 1999).

Asimismo y, aunque con esta primera modificación realizada al modelo

TCP, se ha mejorado el porcentaje de varianza explicado, tanto para la intención

como para la conducta, los índices de ajuste del modelo sugerían la necesidad

de realizar otras modificaciones. Por tanto, a fin de obtener un modelo más

preciso, se optó por eliminar las tres orientaciones de valor y la norma subjetiva.

En esta nueva versión del modelo, se tuvo en cuenta la inclusión de la norma

personal y de la conducta pasada como predictoras de la intención, junto a la

actitud hacia la conducta y el control conductual percibido. Y como predictores

de la conducta futura se tuvieron en cuenta la intención conductual y el control

conductual percibido. Efectivamente, con esta nueva modificación se obtuvo un

Resultados y Discusión

- 215 -

mejor ajuste del modelo, si bien, el porcentaje de varianza explicado para la

intención y para la conducta se mantenía. En conjunto, la actitud hacia la

conducta, el control conductual percibido, la norma moral y la conducta pasada,

explicaban un 63% de la varianza de la intención; sin embargo, teniendo en

cuenta la intención de conducta y el control conductual percibido, el porcentaje

de varianza explicado sobre la conducta futura era del 44%. Cabe señalar que el

aporte de la conducta pasada sobre la intención, ha sido superior a la

contribución del control conductual percibido, lo que parece indicar que la

conducta pasada recoge buena parte del control.

No obstante, para comprobar si la inclusión de la conducta pasada como

predictor directo de la conducta futura aumentaba el porcentaje de varianza

explicado sobre la conducta, se realizó otra modificación al modelo TCP. En este

caso, hemos obtenido una reducción en la discrepancia del modelo respecto a las

anteriores modificaciones, así como, un incremento en los porcentajes de

varianza explicados. Es decir, esta tercera modificación al modelo, presenta un

buen ajuste a los datos manejados. Además, si bien el porcentaje de varianza

explicado de la intención se mantiene, se ha visto mejorado para la conducta

(50%).

Por otra parte, considerando el papel que juega la norma personal como

determinante directo de la conducta (Stern et al. 1999; Stern, 2000a), en la última

modificación del modelo alternativo, se tuvo en cuenta la norma personal junto

a la conducta pasada y el control conductual percibido como predictores de la

Capítulo IV

- 216 -

conducta futura. En este caso, el porcentaje de varianza explicado aumentó hasta

el 51%, pero además, se obtiene un ajuste óptimo a los datos empíricos. Es decir,

este último modelo alternativo se presenta como el más preciso, de acuerdo con

nuestros datos, a la hora de explicar la conducta de separación del vidrio del

resto de la basura.

Centrándonos en la importancia de la norma personal para la predicción

de la conducta ecológica, según nuestros resultados y de acuerdo con otros

autores, podemos señalar que existe evidencia empírica de que los conceptos

morales se relacionan con las conductas ambientales (Oom Do Valle, et al. 2005;

Parker, Manstead y Stradling, 1995; Raats, Shepherd y Sparks, 1995). Sin

embargo, este resultado no se ha visto confirmado en el trabajo de Bamberg y

Schmidt (2003). Estos autores, partiendo del modelo TCP para explicar la

intención de los estudiantes para desplazarse en coche al campus universitario,

señalan que la inclusión de la norma personal a los componentes de la TCP, no

aporta nada a la explicación de la intención de conducta. Según los autores hay

otras variables, por ejemplo, el rol de las creencias, del que hablaba Triandis

(1977; 1980), que tendrían una mayor capacidad predictiva sobre la intención

conductual. No obstante, hemos de indicar que la capacidad o el poder de

predicción que poseen las diversas variables relacionadas con el

comportamiento ambiental, parece depender del tipo de conducta estudiada.

Por tanto, la falta de correspondencia entre nuestros resultados y los obtenidos

por estos autores, podría justificarse atendiendo precisamente a las

características de la conducta considerada en cada caso.

Resultados y Discusión

- 217 -

Analizando ahora nuestros resultados con respecto a la influencia de la

conducta pasada en la predicción de la intención de conducta y de la conducta

futura, hemos de indicar que son congruentes con los resultados obtenidos en

otros trabajos (Aguilar-Luzón, Monteoliva y García, 2004; 2005; Bagozzi,

Baumgartner y Yi, 1992; Bamberg, Ajzen y Schmidt, 2003; Boldero, 1995; Bentler

y Speckart, 1979; Cheung, Chan y Wong, 1999; Conner, Sheeran, Norman y

Armitage, 2000; Macey y Brown, 1983; Sinclair, Mazzotti y Graham, 2003; Stern y

Oskamp, 1987; Ouellette y Wood, 1998; Terry, Hogg y White, 1999; Tonglet,

Phillips y Read, 2004).

En esta línea, por ejemplo, Macey y Brown (1983) indican que la

conducta pasada actúa como el mejor predictor de conductas de conservación.

En el mismo sentido, Hamid y Cheng (1995) destacan la importancia de esta

variable en relación con la predisposición a firmar peticiones a favor de reducir

la polución. En lo referente al estudio de las conductas de reciclaje, Boldero

(1995) o Terry, Hogg y White (1999), también sugieren que la conducta pasada

puede ser considerada un buen predictor de estas conductas. Por tanto, hemos

de señalar que, de acuerdo a estos y otros autores, la conducta pasada actúa

como un buen predictor de la conducta ambiental recogiendo, en gran medida,

el efecto del control conductual percibido sobre la conducta.

En definitiva, podríamos destacar que según nuestros resultados,

cuando se trata de predecir una conducta ambiental concreta, separar el vidrio

del resto de la basura con el fin de que se recicle, parece acertado considerar los

Capítulo IV

- 218 -

componentes del modelo TCP, junto a medidas relativas a la obligación moral

que genera la conducta y medidas sobre la frecuencia con la que esa conducta se

viene realizando, o lo que es lo mismo, la conducta pasada.

CAPÍTULO V: CONCLUSIONES DEL ESTUDIO Y SUGERENCIAS

- 221 -

5.1.- CONCLUSIONES

Desde una perspectiva psicosocial se han definido los comportamientos

ambientales, como el conjunto de conductas relacionadas con valores, creencias,

normas y actitudes hacia el medio ambiente. Diversos investigadores, interesados

en el análisis de este tipo de comportamientos han planteado distintos modelos

teóricos. En unos casos se han utilizado modelos explicativos más generales,

aplicados a diferentes tipos de conductas (entre ellas las ambientales), mientras

que, en otros casos, se han diseñado modelos propios para el estudio de la

conducta ambiental. Estos modelos han recibido numerosas críticas en cuanto a su

capacidad predictiva y al grado de ajuste que presentan los datos empíricos con los

modelos teorizados.

Con este trabajo se pretendía comprobar si los modelos que generalmente

se vienen utilizando para el estudio y predicción del comportamiento ambiental,

pueden mejorarse a partir de la inclusión de otras variables que la literatura ha

identificado como relevantes en relación con este tipo de comportamientos. Para

ello, en primer lugar, han sido explorados dos de los modelos más utilizados en la

predicción de la conducta ambiental: la teoría de la conducta planificada y el

modelo del valor, las normas y las creencias hacia el medio ambiente.

Concretamente, se ha analizado la conveniencia de ambos modelos como marco

explicativo de la conducta de separación del vidrio del resto de la basura. Además,

para minimizar las críticas frecuentemente vertidas sobre este tipo de trabajos,

Capítulo V

- 222 -

relativas esencialmente al uso de muestras compuestas por estudiantes, en esta

investigación también se ha contado con una muestra de amas de casa.

Nuestro primer objetivo fue poner a prueba la teoría de la conducta

planificada y el modelo del valor, las normas y las creencias hacia el medio

ambiente para explicar la conducta de separación del vidrio. Los resultados de este

estudio apoyan ampliamente los postulados de la teoría de la conducta planificada,

y no parecen sustentar el modelo del valor, las normas y las creencias hacia el

medio ambiente. La teoría de la conducta planificada presenta tanto un mejor

ajuste como un mayor poder predictivo de la conducta. Más concretamente, los

resultados indican que los componentes del modelo: actitud hacia la conducta,

norma subjetiva, intención y control conductual percibido, explican buena parte de

la varianza de la conducta ambiental. En definitiva, nuestros resultados ponen de

manifiesto que la teoría de la conducta planificada, a pesar de ser un modelo

general de predicción-explicación de conducta, es más adecuado para la

explicación de la conducta ecológica estudiada que el modelo propuesto por Stern

et al. (1999) y Stern (2000a), a pesar de ser éste un modelo más específico y dirigido

al comportamiento ambiental. No obstante, a partir de los resultados obtenidos

pudo constatarse que la teoría de la conducta planificada es susceptible de mejora

en cuanto a su grado de ajuste y a su capacidad de predicción, dado el porcentaje

de varianza explicada de la intención (49%) y de la conducta (44%).

Además, ya que generalmente las investigaciones realizadas en relación

con estos modelos se han centrado en muestras de estudiantes, nuestro segundo

Conclusiones y Sugerencias

- 223 -

objetivo fue comprobar si la teoría de la conducta planificada resulta igualmente

adecuada para explicar tanto la conducta ambiental de estudiantes como de amas

de casa. Los resultados obtenidos indicaron que, efectivamente, la teoría de la

conducta planificada presenta un buen ajuste a los datos empíricos y una

capacidad predictiva de la conducta ambiental aceptable para ambas muestras,

siempre que las ecuaciones que explican el modelo se adapten a las características

específicas de cada muestra. Es decir, dicho modelo debe ser ajustado a cada una

de las muestras por separado. No obstante, la capacidad predictiva del modelo

para ambas muestras es relativamente baja, ya que tan solo explica el 48% de la

varianza de la intención de conducta y el 43% de la varianza de la conducta para el

grupo de estudiantes, y el 43% de la varianza de la intención de conducta y el 37%

de la varianza de la conducta, para el grupo de las amas de casa. Todos estos

resultados sugieren la existencia de variables no contempladas por el modelo que

pueden mejorar dicha capacidad predictiva, así como lograr un mejor ajuste a los

datos empíricos. Esta posibilidad de mejora fue objeto de estudio en los

subsiguientes apartados de esta tesis.

El tercer objetivo de esta tesis trató precisamente de abordar esta

posibilidad. Para ello se formuló un modelo alternativo a partir de la teoría de la

conducta planificada, al que se incorporaron por una parte, la norma personal y las

tres orientaciones de valor (social-altruista, biosférica y egoísta) propuestas por el

modelo del valor, las normas y las creencias hacia el medio ambiente y, por otra, la

conducta pasada, ya que diversas investigaciones han puesto de manifiesto que

estas variables poseen una gran capacidad predictiva.

Capítulo V

- 224 -

De las variables consideradas, tan solo la norma personal y la conducta

pasada contribuyeron a mejorar la capacidad predictiva y el ajuste del modelo. Los

resultados indicaron que la inclusión de estas variables aumentaba la capacidad

predictiva de la intención de conducta hasta el 63% frente al 49% explicado por el

modelo original. Asimismo, la capacidad de predicción para la conducta futura

también aumentó puesto que, frente al 44% explicado por el modelo original, con

este modelo alternativo se obtuvo un porcentaje de varianza explicada del 51%. Por

otra parte, cabe señalar que la inclusión de estas variables también mejoró

significativamente el ajuste del modelo a los datos empíricos.

Ya que tan solo la norma personal y la conducta pasada, fueron

significativas para la explicación de la intención conductual y de la conducta

futura, se puede concluir que, en contra de los resultados obtenidos en otras

investigaciones, la influencia de los componentes normativos, así como de las

orientaciones de valor sobre la conducta de separación de vidrio queda recogida

por las variables incluidas en el nuevo modelo.

Finalmente, a modo de conclusión debemos decir que dado el patrón de

resultados obtenidos, la predicción de la conducta ambiental a partir de la teoría de

la conducta planificada puede mejorarse si, además de los factores propuestos por

Ajzen (1991), se incorporan tanto la norma personal como la conducta pasada, lo

que creemos puede contribuir a perfeccionar los modelos que explican este tipo de

conductas.

Conclusiones y Sugerencias

- 225 -

5.2.- SUGERENCIAS

Conscientes de las limitaciones de este estudio, consideramos que sería

interesante realizar futuras investigaciones en las que se aborde el estudio de las

conductas ambientales, atendiendo a las siguientes sugerencias:

En primer lugar, la muestra utilizada para este trabajo estaba formada por

estudiantes y amas de casa, por tanto los resultados de este estudio han de ser

interpretados con cierta cautela. Consideramos que sería útil replicar esta

investigación utilizando muestras diferentes, con el objetivo de comprobar si se

confirman los resultados hallados en este trabajo.

Por otra parte, aunque aquí se han considerado dos de los modelos más

utilizados en el estudio de los comportamientos ambientales, los resultados del

presente estudio, así como los de otros investigadores, ponen de manifiesto que

existen otras variables que se relacionan con la conducta ambiental. Por ejemplo,

entre otras, se ha señalado la responsabilidad ambiental, las creencias generales

sobre el medio ambiente y las específicas hacia la conducta ambiental, el locus de

control, la motivación, los conocimientos sobre las conductas ambientales, el sexo,

la edad, y/o factores de tipo contextual, etc. Por tanto, creemos que futuras

investigaciones deberían ir encaminadas a poner a prueba otras formulaciones

teóricas, con las que explorar las relaciones que se establecen entre esas otras

variables y la conducta ambiental.

Capítulo V

- 226 -

Además, hemos de destacar aquí la complejidad que caracteriza a las

conductas ambientales. De acuerdo con Thøgersen (2004) cada conducta ambiental

viene determinada por la especificidad de la conducta y por la situación o contexto

en el que se desarrolla. Es decir, los resultados de este estudio han de ser

interpretados teniendo en cuenta el tipo de conducta ambiental que hemos

estudiado ya que, posiblemente, en el caso de analizar una conducta ambiental

distinta, los modelos explorados varíen en cuanto a su grado de ajuste y a su poder

de predicción de la conducta.

Así mismo, reflexionando sobre la capacidad predictiva que la teoría de la

conducta planificada ha presentado en este trabajo, hemos de tener en cuenta qué,

aunque ha mejorado el ajuste y el poder predictivo de la conducta incorporando

nuevas variables a dicho modelo, siguen existiendo grandes inconsistencias entre

la predicción de la intención conductual y la conducta futura. En este sentido y de

acuerdo con Hernández (2004), hemos de reconocer que ésta es una de las

principales limitaciones que presentan éste y otros estudios sobre la relación

actitud-conducta.

Otra de las limitaciones de este estudio se refiere al empleo de

cuestionarios o medidas de auto-informe para medir la conducta ambiental.

Hemos de tener en cuenta la dificultad que implica evaluar la conducta real a

través de un cuestionario, por lo que, este trabajo debería replicarse utilizando

métodos diferentes de recogida de datos, por ejemplo, a través de la observación

de la conducta en su contexto natural. Sin embargo, también hay que considerar el

Conclusiones y Sugerencias

- 227 -

elevado coste que requeriría el empleo de estos otros métodos y quizás sea este el

motivo por el que la mayoría de los investigadores han utilizado en sus trabajos

este tipo de medidas.

Finalmente, decir que en este trabajo se ha constatado que la teoría de la

conducta planificada junto a la norma personal y la conducta pasada, parece ser la

formulación más adecuada para la explicación de la conducta de separación de

vidrio. No obstante, debido al carácter transversal de esta investigación no

podemos establecer conclusiones acerca de la estabilidad de las relaciones entre

estas variables. Por tanto, sería adecuado que se indagara esa posibilidad, para lo

que creemos que en futuras investigaciones deberían diseñarse estudios

longitudinales, que permitan esclarecer la estabilidad de las relaciones entre las

variables que se relacionan con las conductas ambientales.

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ANEXO I: CUESTIONARIO T1

- 281 -

CPA

DEPARTAMENTO DE PSICOLOGÍA SOCIAL Y METODOLOGÍA DE LAS CIENCIAS DEL COMPORTAMIENTO

(Área de Psicología Social)

UNIVERSIDAD DE GRANADA

Este estudio es parte de una investigación sobre los valores y las actitudes

hacia el medio ambiente que realizan algunos investigadores de la Universidad

de Granada. Los datos recogidos son anónimos y serán usados exclusivamente

por los investigadores. Los resultados del estudio serán publicados como datos

estadísticos conjuntos y no individuales.

A continuación, se le solicita un código, ponga en los tres

primeros espacios las tres últimas cifras de su DNI, en el espacio 4º,

ponga la inicial del segundo Apellido de su Padre, y en el 5º y último

espacio, ponga la inicial del segundo Apellido de su Madre)

CÓDIGO: ___,___,___;___,___.

FECHA: ___/___/2004.

Cuestionario Tiempo 1

- 282 -

Por favor, no escribas tu nombre en el cuestionario.

CUESTIONARIO SOBRE VALORES

Instrucciones:

En las siguientes páginas encontrarás una lista de valores, que han sido extraídos de diferentes culturas. Tu tarea consiste en evaluar la importancia que tiene para ti cada valor como principio que guía tu vida y como modo de actuar. Para hacer la evaluación, usa la escala que se presenta a continuación.

COMO PRINCIPIO FUNDAMENTAL QUE GUÍA MI VIDA, este valor es: 0 significa que el valor no es nada importante, ni relevante como principio

para ti 3 significa que el valor es importante para ti. 6 significa que el valor es muy importante para ti. Cuanto más alto sea el número (0, 1, 2, 3, 4, 5, 6), más importante es el valor como principio que guía tu vida. -1 es para evaluar cualquier valor opuesto a tus principios o modos de actuar. 7 es para evaluar cualquier valor de suprema importancia como principio o modo de actuar en tu vida. (Normalmente, no hay más de dos valores de tanta importancia).

A la derecha de cada valor aparecen unos números (de –1 a 7). Elige el

número que indique la importancia que tiene ese valor para ti y márcalo con un círculo. Por favor, trata de distinguir lo más posible entre los diferentes valores, usando todos los números indicados. Por supuesto, tendrás que marcar un mismo número varias veces.

Antes de comenzar, lee la lista de valores del 1 al 13, elige el valor más

importante para ti y marca con un círculo el número 6 (ó 7, si es de suprema

Anexo I

- 283 -

importancia). A continuación, elige el valor más opuesto a los tuyos y evalúalo con –1. Si no encuentras un valor opuesto a los tuyos, elige el menos importante y evalúalo entre 0 y 1. Una vez hecho esto, evalúa el resto de los valores según la escala presentada arriba. Procura contestar de manera rápida y sin reflexionar durante mucho tiempo. No olvides responder cada punto y marcar solamente un círculo en cada línea. En caso de error, tacha el círculo erróneo y marca el número correcto con un círculo nuevo.

LISTA DE VALORES: LOS PRINCIPIOS FUNDAMENTALES QUE

GUÍAN MI VIDA

Cuestionario Tiempo 1

- 284 -

ACC.- Contesta, por favor, con total sinceridad, rodeando con un círculo el número de la escala que mejor refleje el grado de tu actitud hacia cada una de esas conductas. 1) ¿Cuál es tu actitud hacia que tú separes el vidrio del resto de la basura con la finalidad de que se recicle durante los próximos veinte días?

-3 -2 -1 0 +1 +2 +3 Totalmente contraria Totalmente favorable

CP.- Contesta, por favor, la frecuencia con la que aproximadamente en el último año has separado el vidrio del resto de la basura con la finalidad de que se recicle. Contesta poniendo una cruz en el cuadro que hay debajo de la categoría de respuesta que mejor refleje tu conducta.

Nunca Casi nunca Algunas veces Habitualmente

IC.- En el período que comprenden los próximos veinte días, (tengo la intención de hacerlo...., se que sucederá, se que lo haré, quiero hacerlo), separaré el vidrio del resto de la basura con la finalidad de que se recicle.

1 2 3 4 5 6 7

Nada probable Muy probable

Anexo I

- 285 -

C1EC.- Evalúa si las siguientes consecuencias de separar el vidrio del resto de la basura con el fin de que se recicle durante los próximos veinte días, serían positivas o negativas:

1º) La persona se sentiría mejor.

-3 -2 -1 0 +1 +2 +3 Muy negativa Muy positiva

2º) Contribuiría al ahorro energético.

-3 -2 -1 0 +1 +2 +3 Muy negativa Muy positiva

3º) Sería una perdida de tiempo.

-3 -2 -1 0 +1 +2 +3 Muy negativa Muy positiva

4º) Sería un buen ejemplo para la sociedad.

-3 -2 -1 0 +1 +2 +3 Muy negativa Muy positiva

5) Se necesita más espacio en casa para los cubos.

-3 -2 -1 0 +1 +2 +3 Muy negativa Muy positiva

6º) Ayudaría a disminuir la contaminación.

-3 -2 -1 0 +1 +2 +3 Muy negativa Muy positiva

7º) Facilitaría el trabajo al personal de recogida de basuras.

-3 -2 -1 0 +1 +2 +3 Muy negativa Muy positiva

8º) Sería incomodo tener que separarlo.

-3 -2 -1 0 +1 +2 +3 Muy negativa Muy positiva

Cuestionario Tiempo 1

- 286 -

C1CC.- Si yo separara el vidrio del resto de la basura con la finalidad de que se recicle durante los próximos veinte días:

1º) Me sentiría mejor. 1 2 3 4 5 6 7

Nada probable Muy probable

2º) Se ahorraría energía. 1 2 3 4 5 6 7

Nada probable Muy probable

3º) Perdería tiempo. 1 2 3 4 5 6 7

Nada probable Muy probable

4º) Daría un buen ejemplo a la sociedad. 1 2 3 4 5 6 7

Nada probable Muy probable

5º) Necesitaría más espacio en casa para los cubos. 1 2 3 4 5 6 7

Nada probable Muy probable

6º) Disminuiría la contaminación. 1 2 3 4 5 6 7

Nada probable Muy probable

7º) Facilitaría el trabajo al personal de recogida de basuras. 1 2 3 4 5 6 7

Nada probable Muy probable

8º) Sería una incomodidad el tener que separarlo. 1 2 3 4 5 6 7

Nada probable Muy probable

Anexo I

- 287 -

NSG

1º) Ahora, de forma general indica el grado en que personas que sean significativas para ti (familia, amigos, pareja, etc,.), aprobarían o desaprobarían que tú separaras el vidrio del resto de la basura con la finalidad de que se recicle durante los próximos veinte días.

-3 -2 -1 0 +1 +2 +3

Desaprobarían Aprobarían

MCG

1º) ¿En general, cuanto estarías dispuesto/a a tener en cuenta lo que piensan esas personas (familiares, amigos, pareja, etc,) u otras que tengas en mente y que sean significativas para ti, a la hora de separar el vidrio del resto de la basura con el fin de que se recicle durante los próximos veinte días?.

1 2 3 4 5 6 7

Nada dispuesto/a Totalmente dispuesto/a

Cuestionario Tiempo 1

- 288 -

CON-A) Para mí, separar el vidrio del resto de la basura con el fin de que se recicle durante los próximos veinte días será:

1 2 3 4 5 6 7

Muy fácil Muy difícil CON-B) Si yo quisiera separar el vidrio del resto de la basura con el fin de que se recicle durante los próximos veinte días, lo haría sin problemas:

1 2 3 4 5 6 7 Muy en desacuerdo Muy de acuerdo

CON-C) ¿Cuánto depende esta conducta, únicamente de ti, de tu propia voluntad (cuánto control tienes sobre ella)?:

1 2 3 4 5 6 7 Ningún control Control completo

CON-D) Las cosas que pueden pasar, que escapan a tu control y que pueden impedir que separes el vidrio de la basura con el fin de reciclarlo durante los próximos veinte días serán:

1 2 3 4 5 6 7 Muy pocas Muy numerosas

NP1º) Para mí, sería moralmente incorrecto que yo NO separara el vidrio del resto de la basura con la finalidad de que se recicle durante los próximos veinte días:

-3 -2 -1 0 +1 +2 +3 Totalmente en desacuerdo

Totalmente de acuerdo

Anexo I

- 289 -

NP2º) Si yo NO separara el vidrio del resto de la basura con el fin de que se recicle durante los próximos veinte días, tendría sentimientos de culpa:

-3 -2 -1 0 +1 +2 +3 Totalmente en desacuerdo

Totalmente de acuerdo

NP3º) ¿Qué grado de obligación moral sientes respecto a separar el vidrio del resto de la basura con el fin de que se recicle durante los próximos veinte días?:

-3 -2 -1 0 +1 +2 +3

Mínima obligación moral

Máxima obligación moral

A continuación se le presentarán una serie de cuestiones sobre el medio ambiente. Por favor, rodee con un círculo el número de la escala que mejor refleje su opinión para cada una de ellas, desde muy en desacuerdo, hasta muy de acuerdo.

ARG1º) Cada ciudadano debería asumir responsabilidades con el medio

ambiente.

-3 -2 -1 0 +1 +2 +3 Muy en desacuerdo

Muy de acuerdo

Cuestionario Tiempo 1

- 290 -

NPE 1º) La denominada “crisis ecológica” a la que se enfrenta la humanidad se ha exagerado en exceso.

-3 -2 -1 0 +1 +2 +3 Muy en desacuerdo

Muy de acuerdo

NPE 2º) La tierra es como una nave espacial, con espacio y recursos muy limitados.

-3 -2 -1 0 +1 +2 +3 Muy en desacuerdo

Muy de acuerdo

NPE 3º) Si las cosas continúan como hasta ahora, pronto sufriremos una gran catástrofe ecológica.

-3 -2 -1 0 +1 +2 +3 Muy en desacuerdo

Muy de acuerdo

NPE 4º) La humanidad está abusando en exceso del medio ambiente.

-3 -2 -1 0 +1 +2 +3 Muy en desacuerdo

Muy de acuerdo

NPE 5º) El equilibrio de la naturaleza es lo bastante fuerte como para soportar el impacto de los países industrializados.

-3 -2 -1 0 +1 +2 +3 Muy en desacuerdo

Muy de acuerdo

Anexo I

- 291 -

AC

1º) Piensa usted que, en general, el cambio climático llamado a veces “efecto invernadero”, será para usted y su familia:

1 2 3 4 5 6 7 Realmente no será un problema

Será un pequeño problema

Será un gran problema

2º) Piensa usted, que el cambio climático llamado a veces “efecto invernadero” en su conjunto será para su País:

1 2 3 4 5 6 7 Realmente no será un problema

Será un pequeño problema

Será un gran problema

3º) Piensa usted, que el cambio climático llamado a veces “efecto invernadero” será para las plantas y otras especies animales:

1 2 3 4 5 6 7 Realmente no será un problema

Será un pequeño problema

Será un gran problema

4º) Ahora nos gustaría que usted pensara en la pérdida de los bosques. Cree usted que la pérdida de bosques será para usted y su familia:

1 2 3 4 5 6 7 Realmente no será un problema

Será un pequeño problema

Será un gran problema

Cuestionario Tiempo 1

- 292 -

5º) Piensa usted que la pérdida de bosques, será para su País:

1 2 3 4 5 6 7 Realmente no será un problema

Será un pequeño problema

Será un gran problema

6º) Piensa usted que la pérdida de bosques, será para las plantas y otras especies animales:

1 2 3 4 5 6 7 Realmente no será un problema

Será un pequeño problema

Será un gran problema

7º) Respecto a los problemas de las substancias tóxicas en el aire, el agua y la tierra, piensa usted que en conjunto será para usted y su familia:

1 2 3 4 5 6 7 Realmente no será un problema

Será un pequeño problema

Será un gran problema

8º) Piensa usted, que las substancias tóxicas en el aire, el agua y la tierra en su conjunto, será para su País:

1 2 3 4 5 6 7 Realmente no será un problema

Será un pequeño problema

Será un gran problema

Anexo I

- 293 -

9º) Piensa usted, que las substancias tóxicas en el aire, el agua y la tierra en su conjunto, será para las plantas y otras especies de animales:

1 2 3 4 5 6 7 Realmente no será un problema

Será un pequeño problema

Será un gran problema

*************************************************** Estado Civil: Soltero/a Casado/a Separado/a-

Divorciado/a Viudo/a

Sexo: Mujer:________ Varón: _________ Edad:_________ años. Estudios que realiza: ____________________________

MUCHAS GRACIAS POR SU COLABORACION!!!

ANEXO II: CUESTIONARIO T2

- 297 -

CF.

DEPARTAMENTO DE PSICOLOGÍA SOCIAL Y METODOLOGÍA DE LAS CIENCIAS DEL COMPORTAMIENTO

UNIVERSIDAD DE GRANADA

A continuación, se le solicita un código, ponga en los tres primeros

espacios las tres últimas cifras de su DNI, en el espacio 4º, ponga la inicial

del segundo Apellido de su Padre, y en el 5º y último espacio, ponga la

inicial del segundo Apellido de su Madre)

CÓDIGO:___,___,___;___,___.

FECHA: ___/___/2005.

1º) Desde que contestó al primer cuestionario han pasado veinte días. En estos

últimos veinte días, ¿con que frecuencia ha separado el vidrio del resto de la

basura con la finalidad de que se recicle?.

Nunca Casi nunca Algunas veces Habitualmente

Sexo: Varón_____; Mujer_______ Edad: __________ Muchas Gracias por su Colaboración!!!.