QUÉ LIBERA? JOSÉ SEGISMUNDO PRENTT MARTÍNEZreconcilia‖ eligió enviar a Jesús para restablecer...
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José Prentt Martínez cjm.
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“SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN SÍMBOLO DE LIBERACIÓN” ¿DE
QUÉ LIBERA?
JOSÉ SEGISMUNDO PRENTT MARTÍNEZ
PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA
FACULTAD DE TEOLOGÍA
BOGOTÁ
2015
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José Prentt Martínez cjm.
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“SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN SÍMBOLO DE LIBERACIÓN” ¿DE
QUÉ LIBERA?
JOSÉ SEGISMUNDO PRENTT MARTÍNEZ
Trabajo de grado para optar por el título de
Teólogo
Tutor
P. IGNACIO ANTONIO MADERA VARGAS, S.D.S.
Dr. Teología y Ciencias de la Religión, Universidad Católica, Lovaina, Bélgica.
PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA FACULTAD DE TEOLOGÍA
BOGOTÁ 2015
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AGRADECIMIENTO
Llegan aquellos momentos en nuestra vida en que debemos agradecer a Dios por haber estado
grande con nosotros, por los logros alcanzados y las bendiciones dadas del corazón de Jesús y
María.
Por esta razón y otras muchas quiero agradecer al buen Dios todo lo que ha hecho conmigo y por
su gran amor manifestado en el don de la Cruz y de la Gracia, de manera especial agradecer en la
finalización de este trabajo de grado.
A mis padres Carlos Prentt Hoyer y Georgina Martínez de Prentt por su incondicional apoyo y
amor en todo momento de mi vida.
A mi hermana Dayana Prentt Martínez y sobrino Samuel José quienes con su amor y su presencia
motivaron siempre mi vocación y acompañaron en este crecimiento espiritual.
A mis amigos Diego y Daniel Salazar Galvis, Helio Hernández Castro, Oscar Tarud, Miguel
García que han estado siempre apoyándome de manera incondicional y solidaria.
A la Congregación de Jesús y María (Padres Eudistas) comunidad que siempre confió y me dio
motivo de seguir en mi preparación al camino ministerial y de vida.
Al Padre Ignacio Madera S.D.S. y la Lic. Ángela Sierra, quienes con dedicación y disciplina me
han acompañado en el desarrollo del trabajo de grado, ya que su aporte académico ha sido de vital
importancia para dar por terminado dicho trabajo.
A la Pontificia Universidad Javeriana, al cuerpo directivo y docente, compañeros de estudio y
seminario, de los cuales he aprendido no sólo el conocimiento, sino sus valores y entrega.
Por estas y más razones, doy gracias a Dios en la concreción de este trabajo de grado.
Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús.
(Colosenses 3:17a).
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Nota de aceptación:
―La universidad no se hace responsable por los
conceptos emitidos por sus alumnos en sus
trabajos de grado, sólo velará porque no se
publique nada contrario al dogma y moral católicos
y porque el trabajo no contenga ataques y
polémicas puramente personales, antes bien, se ve
en ellas el anhelo de buscar la verdad y la justicia‖.
Reglamento de la Pontificia Universidad Javeriana
Artículo 23 de la resolución No 13 de 1964.
_____________________________
Firma del presidente del jurado
_________________________
Firma del jurado
_________________________
Firma del jurado
Bogotá D.C, 07 de junio de 2015.
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TABLA DE CONTENIDO
Introducción…………………………………………………………………………… 7
Título trabajo de grado………………………………………………………………. 9
Planteamiento del problema………………………………………………………… 9
Objetivo General……………………………………………………………………… 12
Objetivos Específicos……………………………………………………………...... 12
Palabras Claves……………………………………………………………………….. 12
CAPITULO I
PROBLEMÁTICA ACTUAL DE LA PRÁCTICA DE LA CONFESIÓN……………12
1. Pecado y reconciliación en el contexto humano actual………………………... 12
1.1 Conciencia de pecado…………………………………………………………...... 15
1.2 Pecado de estructura o social…………………………………………………….. 18
1.3 La Reconciliación…………………………………………………………………... 20
2. La reconciliación una necesidad humana……………………………………….. 24
3. Una mala administración del sacramento de la reconciliación encadenada y
deficiencia en la formación religiosa del creyente……………………………... 28
4. Praxis del sacramento de la reconciliación …………………………………….. 37
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CAPITULO II
EL SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN EN DINAMISMO DE UNA
PRAXIS LIBERADORA……………………………………………………………… 42
1. Bases bíblicas para una teología de la reconciliación…………………………... 42
1.1 Conversión y penitencia en el Antiguo Testamento…………………………… 44
1.2. La nueva conversión en el Nuevo Testamento………………………………... 51
1.3. Teología de la Reconciliación……………………………………………………. 58
2. La misión liberadora de Cristo……………………………………………………… 63
3. ¿De qué nos libera el sacramento de la Reconciliación?.................................. 67
4. Salvación y liberación en el sacramento de la reconciliación…………………... 69
CAPITULO III
ENFOQUE PASTORAL DEL SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN…….. 71
1. Hacia una renovación del sacramento de la reconciliación (CV II)…………... 71
2. Experiencia del perdón y sacramentalidad de la reconciliación………………. 74
3. La confesión en la actualidad y el confesor……………………………………... 77
4. Servicio Eclesial del confesor…………………………………………………….. 82
Conclusiones…………………………………………………………………………... 85
Bibliografía……………………...............................................................................87
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INTRODUCCIÓN
El desarrollo de este trabajo tiene el objetivo de promover el sacramento de la
reconciliación, en el marco de una praxis pastoral que lo define como elemento
que requiere el ser humano y necesita para vivir y realizar dentro de su
experiencia de fe cristiana. Por esto, todos los bautizados necesitamos tomar
plena conciencia y tener una profunda comprensión de la realidad de este
sacramento. Un hecho que ha influido decisivamente en la preocupación de
pastores y fieles por el sacramento de la reconciliación hoy en día, es el notable
descenso de su práctica. La frecuencia de la confesión iba unida a una
instrumentalización pastoral de este sacramento, que en general ha sido
abandonado por muchos. Aunque el Concilio Vaticano II quiso renovar la
reconciliación, y manifestó su preocupación por este sacramento sugiriendo una
nueva relación entre confesor y penitente proponiendo nuevas formas de
celebración, la reconciliación como sacramento no cumple a profundidad con su
función reconciliadora y muy especialmente la de liberar al hombre de todo aquello
que obstaculiza el amor misericordioso, mediante una constante acción de
vencimiento del mal que impera en el corazón del ser humano.
En los siguientes capítulos se busca ante todo una revisión de los lineamientos
teológicos del sacramento de la Reconciliación que den sentido a la vida
sacramental como un símbolo liberador, en ese sentido se propone un
acercamiento hermenéutico-contextual para la comprensión de este sacramento
en la vida práctica y pastoral.
En el primer capítulo debe llevarnos a revisar las problemáticas de la práctica del
sacramento de la reconciliación y sus desafíos en la actualidad. Puesto que para
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algunos cristianos bautizados o católicos, la práctica actual de la confesión no
tiene ningún sentido porque se vive de manera frívola y superficial muy separada
de la experiencia diaria de la vida cristiana. Por otra parte, todo rito que no tenga
ningún efecto de humanizar y liberar o lleve a una metanoia tiende a ser muy
irrelevante en la experiencia de fe del hombre.
En el segundo capítulo, se analizan claramente esos elementos esenciales desde
una praxis del sacramento de la reconciliación en un dinamismo liberador. En el
pasaje de las cartas a los Hebreos1, en el cual se habla insistentemente de la
―nueva alianza‖ establecida por Dios con su pueblo elegido, ―el Dios que
reconcilia‖ eligió enviar a Jesús para restablecer un nuevo pacto con la
humanidad. El fundamento de este pacto es básicamente uno: el de liberar y
perdonar. Aquí se fundamenta una concreción del carácter salvífico y liberador del
sacramento.
Sin embargo, la pertinencia del sacramento de la Reconciliación como tal; es
decir, su carácter de praxis se encuentra claramente dilucidado en este capítulo, el
cual contiene una acción liberadora e histórica, que en sí viene a generar una
práctica pastoral del sacramento.
Así, finalmente se busca por medio de este trabajo establecer algunas estrategias
pastorales que posibiliten una mejor vía para la reconciliación como respuesta
liberadora. En este orden de ideas, el sacramento de la reconciliación se convierte
en pretexto para la consecución de una liberación del hombre de todo aquel mal
que impera en su corazón, donde a partir del reconocimiento de sí y de la
aceptación de la finitud humana, reconciliándose con Dios, consigo mismo, con el
1 Biblia Jerusalén. Bilbao: editorial Desclée de Brouwer, 1986. Hebreos 8: 6-13.
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otro y su entorno empieza a sentirse libre y a sentir el gran amor de su creador en
su vida de fe.
Así mismo, Cristo es el modelo de entrega en donde la praxis pastoral hoy debe
tener la finalidad de reconciliar, liberar, perdonar, sanar, transformar y extender el
encuentro sacramental como manifestación del amor de Dios para con toda la
humanidad.
1. TITULO DE TRABAJO DE GRADO
“SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN SÍMBOLO DE LIBERACIÓN”
¿DE QUÉ LIBERA?
2. PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA
La cuestión sobre el sacramento de la reconciliación, es un asunto
indiscutiblemente en vigencia permanente y sobre todo de mucha reflexión.
Podríamos plantear por ejemplo, el abandono masivo de la práctica de la
Confesión, empezando por los mismos pastores o los agentes de la pastoral.
Podríamos partir del reconocimiento que el Sínodo y el Papa hacen, al decir que el
sacramento de la penitencia está en crisis 2; sin duda alguna, este sacramento ha
estado muy ligado a la transgresión de los diez mandamientos, ha estado
judaizado y valorado con expresiones demasiado subjetivas e intimistas, sin tener
en cuenta una dimensión comunitaria que se expresa en lo ritual, con base en la
mentalidad de que se puede obtener el perdón directamente de Dios incluso de
modo ordinario, sin acercarse al Sacramento de la reconciliación mediante una
2 Juan Pablo II. Reconciliatio et Paenitentia. Ciudad del Vaticano. 1984.
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práctica sacramental sin fervor ni verdadera espiritualidad, originada quizás por
una consideración equivocada y desorientada sobre los efectos del Sacramento.
El Papa Juan Pablo II en el numeral 18 de la Exhortación apostólica Reconciliatio
et Paenitentia3, señalaba la pérdida del sentido del pecado como una de las
causas principales de la crisis del sacramento de la Reconciliación. También
afirmaba que esta pérdida del sentido del pecado ha sido provocada, entre otras
causas, por el trasfondo de la cultura moderna (fermentos de ateísmo,
secularismo, ciertos equívocos de las ciencias humanas y ética del relativismo) y
por algunas tendencias en la doctrina y en la vida de la Iglesia (confusión en la
exposición de cuestiones graves de la moral cristiana y defectos y abusos en la
práctica de la Penitencia sacramental). Aunque el Concilio Vaticano II quiso
renovar la reconciliación, sugiriendo una nueva relación entre confesor y penitente
proponiendo nuevas formas de celebración, la reconciliación sigue siendo un
sacramento que no cumple con sus objetivos, muy especialmente el de liberar al
hombre de todo aquello que obstaculiza el amor mediante una constante acción
de vencer el mal que impera en su corazón. Pero cada ser humano sabe en lo
profundo, que no puede permanecer cautivo; lleva grabado dentro el deseo de
libertad, el deseo de ser plenamente humano y vivir como tal. Pensamiento que se
refleja expresado por el Sínodo y por el Papa en la introducción del documento
sobre reconciliación y penitencia.
“La misma mirada inquisitiva, si es suficientemente aguda, capta en lo
más vivo de la división un inconfundible deseo, por parte de los
hombres de buena voluntad y de los verdaderos cristianos, de
recomponer las fracturas, de cicatrizar las heridas, de instaurar a
3 Ibíd.
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todos los niveles una unidad esencial. Tal deseo comporta en muchos
una verdadera nostalgia de reconciliación…”
Y concluye afirmando que esta nostalgia de reconciliación se presenta para unos
como una utopía movilizadora del cambio y para otros como una ardua conquista
que exige luchar sin medida. Por eso, la gran tarea de todos los bautizados es
tomar conciencia y tener una profunda comprensión de la realidad de este
sacramento.
La principal función reconciliadora del sacramento consiste en buscar sin tregua el
reino del amor y libertad que permanentemente está rompiéndose en las
relaciones interpersonales, pues el ―pecado‖ no debe reinar en nuestro cuerpo
mortal, como escribe San Pablo (Rom. 6, 12). De manera, que el mismo
sacramento es fuente no sólo de reconciliación sacramental, sino también de
encuentro con el Otro, así como con Dios y consigo mismo.
No creemos que el estudio y la investigación de este tema deban reducirse a la
historia de la confesión y a la promoción de los valores personales, religiosos y
teológicos que tiene el mismo sacramento de la reconciliación, sino tenemos que
preguntarnos ¿qué implica comprender el sacramento de la reconciliación como
un símbolo liberador?
Así pues, en Cristo que es modelo de entrega y de encuentro, la praxis pastoral
hoy, tiene la finalidad de reconciliar, perdonar, acoger, liberar y extender el
encuentro sacramental como manifestación del amor de Dios para con toda la
humanidad. Lo que significa que este sacramento logre humanizar no sólo a la
persona, sino también a la comunidad cristiana. Por eso, este es visto como la
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dimensión liberadora y pieza fundamental del encuentro sacramental en cualquier
práctica pastoral en la actualidad.
3. OBJETIVO GENERAL
Definir los fundamentos teológicos del sacramento de la Reconciliación desde un
acercamiento hermenéutico-contextual, para darle sentido a la vida sacramental
como un símbolo liberador, y así mismo comprender este sacramento en la vida
práctica y pastoral.
4. OBJETIVOS ESPECIFICOS
● Identificar las problemáticas de la práctica del sacramento y sus desafíos.
● Diseñar las líneas de interpretación teológico – pastoral, desde una praxis
del sacramento de la reconciliación en un dinamismo liberador.
● Establecer las estrategias pastorales que posibiliten una manera de la
reconciliación como respuesta liberadora.
5. PALABRAS CLAVES: penitencia, reconciliación, confesión, libertad,
perdón, praxis, conversión, metanoia.
CAPITULO I
PROBLEMÁTICA ACTUAL DE LA PRÁCTICA DE LA CONFESIÓN
1 PECADO Y RECONCILIACIÓN EN EL CONTEXTO HUMANO ACTUAL.
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Iniciamos el estudio del sacramento de la Reconciliación de una manera curiosa.
Podríamos plantear, por ejemplo, el abandono masivo de la práctica de la
confesión, empezando por los mismos pastores o los agentes de la pastoral. Con
ello estaríamos proponiendo como tema de nuestro estudio un punto muy
concreto: al hablar del pecado y de la Reconciliación, se habla de confesión y del
sacramento.
Son muchos y complejos los motivos que pueden explicar la crisis con respecto a
una reconciliación. De hecho se mencionan algunos motivos antropológicos como
son: separación de sacramento y vida, falta de madurez humana y espiritual y el
reto de algunas corrientes psicológicas. Algunos motivos teológicos como pueden
ser: falta de sentido eclesial de la fe, concepción empobrecida del sacramento,
concepción judicial del mismo. Y motivos pastorales: pastoral deficiente, ideas
confusas o equivocadas, desprestigio de la confesión, desconocimiento sobre lo
que es el pecado y la reconciliación. Pero ciertamente la causa más englobante se
podría decir es la falta de experiencia de Dios en un mundo secularizado.
Sin duda alguna el sacramento de la reconciliación ha estado muy ligado a la
transgresión de los diez mandamientos, a una comprensión judaizante, sus
expresiones son demasiado subjetivas e intimistas sin una dimensión comunitaria
que se expresa en lo ritual, la mentalidad, a veces difundida, de que se puede
obtener el perdón directamente de Dios incluso de modo ordinario, sin acercarse
al Sacramento de la reconciliación, y la rutina de una práctica sacramental sin
fervor ni verdadera espiritualidad, originada quizás por una consideración
equivocada y desorientada sobre los efectos del Sacramento, manifestando así
pensamientos equívocos de lo que es el pecado y la reconciliación.
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Hoy el mundo secularizado en el que estamos viviendo ha minimizado tanto la
conciencia de pecado y sus efectos como toda mediación exterior (Bautizado –
Sacerdote – Dios Padre) frente a la fragilidad humana y sus normales pasiones y
tentaciones.
El tema del sacramento de la reconciliación exige y reclama una mejor
comprensión, pues todos los bautizados necesitan tomar conciencia y tener un
profundo conocimiento del mismo, así como la concepción del ―pecado‖ y por ende
de la ―reconciliación‖ para superar la visión rígida que se maneja alrededor del
concepto y la realidad de pecado y la equivocada visión del hecho reconciliador.
Por tal razón, el sacramento de la reconciliación pone en activo el empeño de la
Iglesia de llevar a sus prácticas la obra de Cristo en todos y en cada uno de sus
miembros.
A lo largo de los años el sacramento de la reconciliación ha ido mejorando poco a
poco en algunos aspectos como son: ―el carácter celebrativo, su dimensión
comunitaria, su unión con la reconciliación de la vida, la importancia de la Palabra,
tal cual como el ritual nuevo quiso renovarlo. Pero sin embargo estos aspectos
aparecen oscuros para no pocos fieles, tales como el sentido de pecado, la
necesidad de confesarse antes de comulgar, o la razón de la intervención de un
ministro‖4.
Uno de los aspectos importantes que se debe mencionar y llegar a conocer es
sobre la conciencia de pecado y de la misma reconciliación que se propone desde
el sacramento de la penitencia.
4 Cf. BOROBIO, D., Celebrar para vivir, liturgia y sacramentos de la Iglesia. Salamanca: Ediciones Sígueme,
2003. Pág. 377.
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1.1. CONCIENCIA DE PECADO
Ahora bien, no está en este trabajo querer hacer un análisis a profundidad sobre la
concepción del pecado y sus dimensiones teológicas, pero si la de poder explicar
un poco sobre la conciencia de pecado por ―la relación que se ha hecho entre este
y el infierno, entre culpa y pena o castigo que ha sido tan fuerte en la comprensión
y vivencia de la fe cristiana sobre la culpabilidad que ha desvirtuado en parte la
una y la otra‖.5
Por otra parte, Munera Duque6 sitúa el término conciencia en el centro de la
persona, que va tomando forma a través del tiempo, de los conocimientos
adquiridos y se irá fortaleciendo de acuerdo a la apertura que tenga a la acción del
Espíritu Santo. Así mismo, y a partir del conocimiento previo, es la conciencia la
que juzga y evalúa para poder discernir el buen obrar.
Conservando los contenidos doctrinales, muchos teólogos contemporáneos
posteriores al Concilio Vaticano II han intentado diferentes interpretaciones sobre
lo que sería o es el pecado. Claro está que estas interpretaciones no son
"oficiales" del todo, no han sido asumidas en los documentos del Magisterio de la
Iglesia. Pero si han sido publicadas desde hace ya muchos años posteriores al
Concilio Vaticano II sin que los dicasterios competentes del Magisterio o de la
Santa Sede las hayan rechazado, lo cual nos indica que pueden ser asumidas por
los creyentes y bautizados.
5 Cf. VIDAL, MARCIANO. Cómo hablar de pecado hoy. Hacia una moral crítica del pecado, PPC, Madrid 1977,
70-71. 6 Cf. MUNERA DUQUE, ALBERTO. Moral: Líneas para una Teología Moral General. Op. Cit., p. 129.
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Al hacer un paralelo entre el plano religioso y moral en la conciencia de pecado,
Sovernigo7 recalca el desarrollo de esta sobre una base psíquica y moral, por lo
que debe entenderse como un largo proceso de madurez mental y espiritual en
donde el plano religioso no suprime el deber moral. Es allí donde opera el diálogo
en donde el pecado es frente a Dios y no frente a sí mismo.
Claro está, que son diversos los autores que han podido realizar un conjunto de
propuestas sobre lo que sería el significado del pecado, como claramente lo
expone el Padre Alberto Munera Duque sj al decir que ―es una situación de
carácter existencial sobrenatural negativo, de no vinculación con Cristo. En
parálisis del devenir y establecimiento de distancia comparativa, por privación
procesual de la gracia y afección psicopática. Etiología de la condición actual del
ser humano‖8.
Marciano Vidal mencionaría en su texto Cómo hablar de pecado hoy9, que sin
embargo, por razones metodológicas, se puede desdoblar la culpabilidad humana
en dos momentos: el momento objetivo y el momento subjetivo. Por otra parte,
Ricoeur10 llama a la primera dimensión pecado y a la segunda culpabilidad,
dejando claro que no es importante de qué se culpa al sujeto si no el proceso de
esa culpa en él.
7 Cf. SOVERNIGO, GIUSEPPE. Senso di colpa, pecatto e confessione. Aspetti psicopedagogici, Edizione
Dehoniane, Bologna 2001. 8 MUNERA DUQUE, ALBERTO. Pecado personal desde la comprensión del pecado original. Estudio de autores
recientes. Pontificia Universidad Javeriana. Facultad de Teología. Colección monografía No.6. Bogotá, 1982. p. 328. 9 Cf. VIDAL, MARCIANO. Cómo hablar de pecado hoy. Hacia una moral crítica del pecado, PPC, Madrid 1977. 10
VIDAL, MARCIANO. Cómo hablar de pecado hoy. Hacia una moral crítica del pecado, PPC, Madrid 1977, 77-81.
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El Pecado no puede seguir siendo entendido en este sacramento y en una
teología o pastoral actual como signo de transgresión de normas o de leyes, razón
por la cual no significa realizar o no actos moralmente malos. Por esto, estaremos
en permanente situación de pecado, en la medida en que no busquemos
―reconciliar‖, es decir, volver a unir aquello que se ha roto en la comunidad y en
nuestro caso en la comunidad eclesial. Se trata de entender que ―reconciliación‖
es más que arrepentirse de unos pecados y recibir el perdón de los mismos.
La teología del sacramento de la reconciliación debe ayudar a liberar al hombre de
estas nociones erróneas acerca del pecado y de algunos tipos de formulaciones
que giran alrededor de este mismo, tanto en su lenguaje como en su contenido, ya
que el tener estas visiones erróneas de pecado, no permiten al hombre una
cercanía o encuentro con Dios, sino que esta visión tan rígida y condenatoria se
coloca por encima de la autonomía del individuo. Además, el pecado expresado
desde estos conceptos (fuerza externa, tabú, mancha, desorden, trasgresión de la
ley, culpa, autoacusación) lleva muchas veces al creyente a mirar más sus propios
defectos, errores, imperfecciones, su propia miseria con gran dolor y poca
esperanza o posibilidad alguna de superarse y reconocer que a pesar de su finitud
y condición pecadora, también está la fuerza salvífica de la gracia.
La teología sistemática del sacramento de la reconciliación debe mostrar la
fidelidad y el mensaje salvífico, donde se trate con misericordia a la persona que
peca, al ser humano que realiza actos contrarios a la opción fundamental que ha
hecho, porque el pecado y el hombre no van por distintos caminos, sino que, estos
caminos se unen para formar un solo elemento. Es decir, con lo anterior se
entiende que la Gracia, cuando el ser humano hace la opción fundamental, está
permitiendo que su vida sea un proceso de aceptación con ella.
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1.2 PECADO DE ESTRUCTURA O SOCIAL
En referencia a la encíclica de Reconciliatio et Paenitentia por otra parte, se
deduce que el pecado es, también, social. ¿Esto qué quiere significar? Que
reconociendo que, en virtud de la solidaridad humana, el pecado de cada uno
(todo pecado) repercute, de cierta manera, en los demás.
Algunos pecados constituyen, por su mismo objeto, una agresión directa contra el
prójimo. Se pueden señalar como pecados sociales:
El pecado contra el amor al prójimo, el pecado contra la justicia, el pecado contra los derechos de la persona, el pecado contra el bien común y sus exigencias, el pecado de omisión u obra de los dirigentes políticos, económicos o sindicales que no se empeñan en la transformación de la sociedad
Es pecado social lo referente a las relaciones entre las distintas comunidades humanas: la lucha de clases, la contraposición obstinada de bloques de naciones de una nación contra otra.
Pero en este tercer sentido, el término es analógico. Se debería hablar de ―mal social‖ o ―situación de pecado‖. Estas situaciones de pecado social, son el fruto, la acumulación y la concentración de muchos pecados personales:
De quien engendra, favorece o explota la iniquidad; de quien pudiendo hacer algo para evitar, eliminar, o limitar males sociales, omite hacerlo por pereza, miedo y encubrimiento, complicidad solapada o por indiferencia, de quien se refugia en la presunta imposibilidad de cambiar el mundo, de quien pretende eludir la fatiga y el sacrificio, alegando supuestas
razones de orden superior.11
Ahora bien, el pecado ha abierto importantes horizontes de pensamiento
especialmente dentro de la teología latinoamericana o de la liberación; puesto que
se ha indagado en una noción del ―pecado‖, lo cual ha llevado a mostrar cómo el
11
Cf. JUAN PABLO II, Reconciliatio et paenientia (RP). Ed. Paulinas, Bogotá, 1984. Numeral 16.
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pueblo de Dios aún permanece en un estado de esclavitud, donde el
individualismo, el egoísmo y las perversas estructuras socioeconómicas
prevalecen en nuestro contexto sociocultural, mostrándonos de esta manera,
como el pecado ha sobrepasado los límites de la persona y ha afectado los tejidos
de la sociedad.
Según Moser ―la teología de la liberación se entiende como un momento segundo,
resultante de la conjugación de una práctica y de una reflexión evangélicas. Y esa
conjugación hace surgir una comprensión diferente del pecado. La concepción
intimista, atomizada, individualista o incluso meramente personalista del pecado
no responde ya satisfactoriamente a la brutalidad de los mecanismos
deshumanizantes que penetran los engranajes de la economía y de la sociedad‖12.
Frente a esta realidad de deshumanización, se hace el reconocimiento de la
acción salvífica de Dios que conduce a la conversión, es decir, a la liberación de
los pecados, esta debe ser acogida y encarnada en nuestros hermanos que sufren
como en nuestra propia realidad latinoamericana.
El ―pecado‖ visto desde la enseñanza teológica, es un poder opresor que busca
oponerse a la luz verdadera, a la vida, a la verdad y se complace en las tinieblas
de la muerte que envuelven al pecador, en definitiva, es la negativa de la
respuesta al Sí de la gracia que Dios otorga al hombre y a la mujer a través del
único mediador que tenemos, Jesucristo. ―El que vino a quitar el pecado del
mundo, no vino a enfrentarse con él solamente en aquello que presenta el pecado
12
Moser, A. Pecado Estructural: Teología Moral. En: COMPAGNONI, F.; PIANA, G. y PRIVITERA, S. 1992. p.
1369-1383.
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de íntimo y personal, sino también en lo que presenta como manifestación más
clara del anti reino‖13.
1.3 LA RECONCILIACIÓN
Cuando hablamos de reconciliación es porque existe a la base una amistad rota,
una división que necesita ser sanada. Y a pesar de la realidad de pecado o mejor
a pesar de una ruptura permanente, se vive una verdadera ―nostalgia de
reconciliación‖, derivada de múltiples causas como lo afirma la exhortación
pontificia Reconciliatio et Paenitentia, de Juan Pablo II en el numeral 3 que dice:
“Hablar de reconciliación y penitencia es, para los hombres y mujeres de
nuestro tiempo, una invitación a volver a encontrar traducidas al propio
lenguaje las mismas palabras con las que Nuestro Salvador y Maestro
Jesucristo quiso inaugurar su predicación: «Convertíos y creed en el
Evangelio» esto es, acoged la Buena Nueva del amor, de la adopción
como hijos de Dios y, en consecuencia, de la fraternidad”14.
Lo anterior nos deja ver que en el fondo, somos seres des-reconciliados con
nosotros mismos, pero en permanente búsqueda de auto-reconciliación. Nos
cuesta mucho descubrir sin prejuicios las exigencias de la reconciliación para salir
al encuentro del otro. Así pues, toda reconciliación no es un punto de partida, sino
una meta a la cual llegamos luego de un doloroso proceso que exige cambios y
transformaciones continuas, para descubrir que la confesión es una forma
13
Ibíd. 14 Cf. JUAN PABLO II, Reconciliatio et paenientia (RP). Ed. Paulinas, Bogotá, 1984. Numeral 3.
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concreta de vivir ―la realidad de la reconciliación‖. Y esta realidad es
―sacramental‖, es decir, es hecha signo y presencia viva de Jesucristo en la
historia a través de un ministerio de la Iglesia.
Apoyándose en la Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo moderno (n.
10), tanto el documento de trabajo del sínodo 1983 como el Papa Juan Pablo II en
el documento post-sinodal15, nos describe la división que existe en la humanidad
en cuatro niveles.
1) Hay una división entre las personas y los grupos manifestada de diferentes
maneras:
- La conculcación de los derechos fundamentales de la persona.
- Las asechanzas y presiones contra la libertad de los individuos y las
colectividades.
- Las varias formas de discriminación: racial, cultural, religiosa, sexual y
social.
- La violencia y el terrorismo.
- La tortura y las formas injustas e ilegitimas de represión.
- La distribución inicua de las riquezas del mundo y los bienes de la
civilización.
- Las ásperas luchas entre los partidos políticos.
- El desequilibrio en el manejo de la economía.
- Los acontecimientos entre las tribus, los grupos étnicos y las castas16.
15
CF. LA RECONCILIACIÓN Y LA PENITENCIA. Documento de Trabajo para el Sínodo, 1982, PPC, Madrid,
1983. 16
Cfr. Puebla n. 42.43.
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2) Hay una división entre las naciones, cada vez más angustiosa y peligrosa:
- Naciones contra naciones y bloqueo de países enfrentados en afanosa
búsqueda de hegemonía. Naciones ricas contra naciones pobres;
bloque norte contra sur.
- La acumulación de armas convencionales o atómicas.
- La invasión de una nación pobre por parte de una potencia mundial con
pretexto de búsqueda de seguridad.
- Los bloqueos militares y económicos para forzar a un pueblo a plegarse
a la voluntad y la política de una nación rica y poderosa.
- Las condiciones económicas y políticas impuestas a los países pobres
que los hacen creer que son gestores de su propio destino, cuando lo
que existe en el fondo es una sutil muestra de esclavitud colectiva.
3) Hay una división al interior mismo de la Iglesia:
- La realidad de las diversas ―confesiones de fe‖ patentizan esta división y
es un escándalo ante el mundo.
- Pero en el seno de la Iglesia católica abunda también las divisiones
causadas por diversos puntos de vistas:
Por diversas opciones doctrinales
Por diversas opciones pastorales
4) Pero, por encima de todo, hay un hombre dividido y desgarrado:
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23
- Desgarrado por las heridas interiores que le producen los
condicionamientos de su historia personal.
- Desgarrado por los rencores que anidan en su corazón contra todos
aquellos que lo han insultado o destruido.
- Desgarrado por los fracasos, las inseguridades, la impotencia, la
frustración creciente ante anhelos y aspiraciones que no puede realizar.
Por esto el hombre tiene un anhelo profundo de la reconciliación, de tal modo
que la principal función reconciliadora del sacramento, consiste en buscar sin
tregua el reino del amor que permanentemente está rompiéndose en las
relaciones interpersonales, pues el ―pecado‖ “no debe reinar en nuestro cuerpo
mortal” como escribe San Pablo en la carta a los Romanos 6, 12.
Se trata de entender que ―reconciliación‖ es más que arrepentirse de unos
pecados y recibir el perdón de los mismos. Por esto, vemos entonces que
Reconciliación hace referencia fundamentalmente a ―lo que se rompió‖ entre
los seres humanos y entre estos y Dios, por tanto, nos corresponde erradicar
las actitudes que suscitan ruptura: odios, retaliaciones, venganzas, injusticias,
infidelidades, reconociendo los errores cometidos, construyendo actitudes que
generen unidad: encuentro, libertad, diálogo, perdón, verdad, cercanía,
inclusión, misericordia.
En conclusión, el sacramento de la Reconciliación visto desde esta perspectiva
de búsqueda incesante de reconciliar, debe ser también analizado desde dos
aspectos: el primero, el antropológico, que pone de manifiesto el sustrato
profundamente humano del pecado y de la conversión y muestra el cimiento
antropológico de los elementos que conforman la estructura fundamental del
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José Prentt Martínez cjm.
24
sacramento; el segundo, contempla la Reconciliación penitencial como realidad
sagrada que vive en el ámbito del misterio del culto cristiano y como una
necesidad humana.
2. LA RECONCILIACIÓN UNA NECESIDAD HUMANA
El punto de partida humano-antropológico sería por una parte, la falta y el anhelo
de reconciliación que encontramos a todos los niveles: personal, social, familiar,
político, eclesial, a partir de experiencias como la frustración y la amenaza
existencial, la falta de identidad y ruptura interior, la no inocencia ante los males
que nos rodean, las experiencias de dependencia, división, injusticia. Por otra, nos
encontramos con una búsqueda universal de paz y reconciliación como aspiración
legítima relacionada con la felicidad. Si bien, el sacramento cristiano de la
reconciliación responde a estos anhelos y aspiraciones fundamentales y
universales.
Ahora, el conflicto (entiéndase este como divisiones, pecado, guerras, injusticia) y
la reconciliación son sin duda alguna dos tensiones permanentes en la existencia
del ser humano pues el hombre ni se entiende a sí mismo, ni se acepta, más aún
muchas veces se frustra, ante aquello que no le resulta como él quiere y desea, y
colisiona frente a los intereses y proyectos de los demás, por esto todo hombre y
toda mujer se sienten insatisfechos, ante los anhelos y deseos que no puede
realizar.
Más aún, puesto que no tenemos unas conductas estables sino que funcionamos
con cambiantes imperativos de conciencia, se crean en nosotros conflictos
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José Prentt Martínez cjm.
25
internos y múltiples conflictos externos en las relaciones humanas, los cuales nos
conducen a enfrentamientos que no sabemos resolver. Sabemos que en el fondo,
somos seres des-reconciliados con nosotros mismos, pero en permanente
búsqueda de un anhelo de auto- reconciliación, con uno mismo y con los demás.
Se podría decir que, vivimos en continua experiencia de no-inocencia mediante la
cual se siente el quebrantamiento entre el ideal de inocencia al que aspiramos y la
realidad de ―pecado‖ en que vivimos, llevándonos a la experiencia de la
culpabilidad.
Y estos enfrentamientos requieren diversidad de valores éticos, morales y sociales
que protejan la difícil convivencia humana, para ser capaces de respetar los
derechos de los demás y de reconciliar las libertades personales con las libertades
del prójimo. Sin embargo, resolver los conflictos es a su vez ―un conflicto‖ pues
exige reconocer fallas y errores, los cuales no siempre estamos dispuestos, ni a
aceptar ni a corregir.
Este planeamiento, que invierte nuestra idea normal, hace posible algo increíble:
que el proceso de reconciliación pueda comenzar por los heridos a causa del
conflicto que se vive entre pecado y gracia. La experiencia de la misericordia y del
amor de Dios les da la fortaleza y el coraje necesarios para tender la mano. ―El
objeto de la reconciliación no es la acción violenta en sí misma, sino la humanidad
de quien interviene en su ejecución‖17. Pues, en aquellos contextos de división, y
des-reconciliación; urge la necesidad de buscar mecanismos que restauren dicha
división.
17
Jesús María ALEMANY. El servicio de la reconciliación, Sal Terrae, Santander ST 90 (2002) 783-794.
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José Prentt Martínez cjm.
26
El ser humano no puede quedarse en la contemplación de sus propias miserias.
Desde el fondo de su corazón está en la búsqueda de un mundo mejor y
transformado, un bien, una paz y una justicia, pero sobre todo la misma libertad
que quiere y busca. Borobio asegura que ―desde la des-reconciliación busca
también una reconciliación verdadera, que le permite vivir con gozo y esperanza, a
pesar de su fragilidad y limitaciones‖18.
Analizamos que nuestra naturaleza humana está inmersa en la división, el
conflicto, la des-reconciliación, el egoísmo, la envidia, la violencia, la frustración, el
pecado y demás situaciones que nos generan una experiencia de no totalidad19.
De tal modo, que el hombre sintiéndose en medio de un mundo alienado y
alienador, a través de múltiples mecanismos y estructuras condicionantes, viene a
percibir que su no-totalidad y su no-inocencia no dependen exclusivamente de él,
sino también de "lo otro" circunstancial20. Por eso, no hay duda que podemos
pasar de dicho estado, en el cual nos hemos visto abocados a otro que nos
permitirá comprender mejor lo que realmente somos, es decir, que nos podemos
auto- reconciliar.
En un primer enfoque, debemos reconocer que nuestra propia finitud humana no
es totalmente negativa, sino que es posibilidad de descubrimiento del valor de la
existencia humana, consciente de su fragilidad, de la verdadera condición del
hombre, como ser de barro, creación de Dios. Partiendo que el hombre siendo un
ser inacabado llamado a afinar. Por ende, la posibilidad de una reconciliación para
18
Cf. BOROBIO, D., Celebrar para vivir, liturgia y sacramentos de la Iglesia. Salamanca: Ediciones Sígueme,
2003. Pág. 380. 19
Cf. BOROBIO, D., Celebrar para vivir, liturgia y sacramentos de la Iglesia. Salamanca: Ediciones Sígueme,
2003. Pág. 378. 20
Borobio, Dionisio. El sacramento de la Reconciliación Penitencial. Salamanca: Ediciones Sígueme, 2006.
Pág. 31
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José Prentt Martínez cjm.
27
el hombre está en la auto-reconciliación con su propia posibilidad y no en la
totalidad de la situación.
Siguiendo este esquema, la reconciliación es un suceso para poder ser que a su
vez se convierte en una necesidad humana. Por esta razón, la reconciliación en el
ser humano tiene la facultad de poder unir lo dividido, de dar sentido a lo que está
en conflicto y libertad a las cadenas que nos atan y obstaculizan el perdón y la
misericordia.
En otras palabras, diríamos que la reconciliación se convierte en un absoluto
determinante de orden, por el cual cada ser humano de distinta manera, tiene la
necesidad y el deber de querer reconstruir su realidad, con el objeto de ser una
persona abierta consigo misma, con el Otro, con la creación y con su Dios en este
aspecto pueda ser cada vez más humano en un universo lleno de diferencias y
limitaciones, de divisiones, de conflictos y tantas veces de sin sentido. La
reconciliación como diría Borobio, "es un acto interpersonal en el que el acento se
pone en el encuentro, la comunicación, la paz, la amistad"21. A modo conclusivo,
la reconciliación es una necesidad humana desde la perspectiva de un encuentro
con el Otro, la cual es parte vital de nuestra existencia que tiene como punto de
partida el reconocimiento de sí para dar paso su reconocimiento.
El deseo de reconciliación se halla profundamente arraigado en el hombre. Surge,
por una parte, del deseo de reparación y de renovación ante las divisiones y el mal
causado; pero, por otra parte, es modo operante de transformación y cambio para
alcanzar una vida diferente y llena de gracia.
21
Ibíd., p. 26.
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José Prentt Martínez cjm.
28
En su lucha contra las divisiones y conflictos del ser humano y en su necesidad de
perdón y reconciliación, los bautizados descubren en Jesucristo el camino
privilegiado que lleva a la libertad, el amor y a la misericordia de hijos de Dios. En
esta relación, la Iglesia se manifiesta como el profeta que clama en el desierto y
que invita a la conversión y que permite experimentar la reconciliación y el
perdón22. En ella, mediante la gracia salvífica y el esfuerzo hecho por el hombre,
los que siguen al Señor guían su vida hacia el ideal y la plenitud del Evangelio, en
la búsqueda permanente de libertad.
Por esto en resumen, a pesar de esta realidad de pecado o mejor a pesar de esta
ruptura permanente, vivimos una verdadera ―nostalgia de reconciliación‖, derivada
de múltiples causas como lo afirma la exhortación pontificia Reconciliatio et
Paenitentia Numeral 3.
3. UNA MALA ADMINISTRACIÓN DEL SACRAMENTO DE LA
RECONCILIACIÓN ENCADENADA Y DEFICIENCIA EN LA FORMACIÓN
RELIGIOSA DEL CREYENTE
En la actualidad se suele hablar de una situación de crisis en este sacramento
más que en otros. Esta crisis es reconocida por los mismos documentos oficiales
de la Iglesia (Vaticano II, Exhortación Apostólica ―Reconciliación y Penitencia‖ de
Juan Pablo II, ―Dejaos reconciliar con Dios‖ de la CEE. Entre otras). La crisis del
sacramento de la reconciliación ni es nueva, ni posiblemente la mayor de las que
han existido; tiene relación con la situación más general de crisis en la Iglesia y en
la experiencia religiosa. Como en toda crisis, no todo es negativo; también
22
Biblia Jerusalén. Bilbao: editorial Desclée de Brouwer, 1986. Marcos 1, 15
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29
encontramos en ella elementos purificadores y positivos que han contribuido a una
vivencia más auténtica del sacramento.
Desde el Concilio Vaticano II han cambiado muchas cosas que han sido evidentes
y con unas perspectivas completamente renovadoras, y en medio de todo, han
cambiado para mejorar aunque en la realidad en muchos contextos pastorales se
reflejen otras. Las celebraciones de los sacramentos ya no son las mismas.
Solemos encontrarnos con celebraciones muy ―vivenciales‖ para la gente, como
otras muy ritualistas, frías que no comunican nada. Los ritos se han acercado a la
gente: se han simplificado, son más claros, con más sentido de vida, etc. El
cambio, por lo que podemos ver, ha sido notable, y al hacer una evaluación,
probablemente encontraríamos más elementos positivos.
Sin embargo, en el Concilio Vaticano II se admite que la forma presente del
sacramento no responde plenamente a las necesidades y experiencias de los
cristianos de hoy, y en su Constitución sobre la sagrada liturgia dice: "Revísense el
rito y las fórmulas de la penitencia, de manera que expresen más claramente la
naturaleza y efecto del sacramento"23.
Ahora bien, parece como si muchos responsables de la pastoral de la
administración de los sacramentos tuviesen la impresión de encontrarse en una
calle sin salida y con grandes muros. La novedad ya no es motivo de atracción;
vuelven a aparecer problemas semejantes a los que teníamos antes: muchas
personas participan de la vida sacramental de la Iglesia, más por una piadosa
benevolencia o por las razones que sean personales, que por el deseo de
expresar sacramentalmente una vida de fe cristiana.
23
Concilio Vaticano II, Constitución Pastoral “sacrosanctum concilium”. Exposición preliminar, n.72.
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José Prentt Martínez cjm.
30
Algunos hechos significativos que se pueden considerar sobre esta crisis en el
análisis actual, serían por ejemplo:
1) El abandono masivo del sacramento por parte de muchos bautizados.
2) La crisis afecta incluso a los cristianos más comprometidos y practicante.
3) Se da una devaluación del sacramento, convertido a veces en una devoción, o
solamente concebido en borrar pecados.
4) Sigue existiendo una práctica excesivamente ritualista, judaizante, fría y
rutinaria del sacramento.
6) Muchos tienen la forma errónea de pecado y de confesión, ni el penitente
entiende que es el pecado, ni muchos confesores entiende el sacramento de la
reconciliación a profundidad.
7) La concepción de confesarse con Dios personalmente.
8) Desconocimiento del sentido reconciliador, sus virtudes, frutos, la libertad que
otorga y transformación de vida.
9) No hay una debida praxis o pastoral de este sacramento.
10) Este sacramento está muy separado de la experiencia diaria de la vida
cristiana.
11) Visto como un juicio o sala de tortura.
Las causas que pueden dar explicación de esta crisis sobre el sacramento de la
reconciliación son, sin duda alguna, diversas y complejas. De hecho en una
interpretación antropológica se pueden mencionar: separación de sacramento y
vida, falta de madurez humana y espiritual, el reto de las corrientes psicológicas, el
ateísmo tan arraigado en el hombre, el secularismo, el posmodernismo, entre
otras.
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José Prentt Martínez cjm.
31
Las causas teológicas que se pueden señalar serían: la falta de sentido eclesial de
la fe, concepción empobrecida del sacramento, concepción judicial del mismo,
credibilidad y sentido doctrinal, entre otras, y otras pastorales: una pastoral
deficiente, ideas confusas o equivocadas, desprestigio de la confesión, perdida de
sentido por el sacramento, entre otras. Pero ciertamente la causa más global que
podríamos señalar es la falta de experiencia y de encuentro con Dios en un mundo
tan secularizado y posmoderno o global.
El primer factor determinante de la crisis es de la llamada ―secularización‖ del
mundo que incide en la fe de muchos creyentes y en la disminución de la práctica
religiosa actual que se activa hacia los años cincuenta (50) pero que tiene sin
duda su principio en los inicios de la cultura secular de la modernidad, que invadió
la vida del mundo occidental. ―La secularización es sin duda una corriente que
recoge ideas, acontecimientos y procesos que representan una nueva forma de
entender, vivir y orientar la realidad humana contrapuesta completamente a la
concepción cristiana del mundo que englobaba todo en la unidad de la fe sin
contar con la autonomía del hombre, sin su voluntad para crear las cosas a su
medida y sin poder alguno de decisión‖24.
Con esta nueva mentalidad secular, la ciencia se convierte en criterio absoluto de
verdad quedando el campo de la fe relegado a la esfera de lo no científico y de la
razón, es decir de lo demostrable. También esta nueva mentalidad incide en la
concepción del pecado ya que antes se partía de que el hombre dependía de la
suprema soberanía de Dios y por tanto estaba sometido a las limitaciones de su
propia condición finita. Hoy el hombre no depende de Dios y por eso el pecado
queda sometido a los análisis no de la fe ni de la teología sino de las ciencias
24
Cf. Juan Pablo II. Carta Dominicae Cenae (24-2-1980, 8).
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José Prentt Martínez cjm.
32
positivas, de la filosofía o de la sociología e incluso de las ciencias
experimentales25.
La crisis religiosa en la cual nos encontramos y se encuentra el sacramento de la
confesión desde hace tantos años ha creado la crisis de la reconciliación pero
ambas dependen de la actual idea que tenemos de ―Dios‖ y de ―Iglesia‖, de la idea
que se maneja de ―pecado‖ y de ―gracia‖, de ―solidaridad‖, de ―libertad‖ y ―perdón‖,
de ―misión‖ y de ―evangelización‖. El pecado en el mundo lo estamos viendo desde
la perspectiva del mal que afecta la sociedad. Para procurar superar estas
grandes dificultades el Concilio Vaticano II desea darnos algunas respuestas que
sin duda deben originarse en la fe en Jesucristo y en su obra reconciliadora y
liberadora con la humanidad que se concretiza a través de la iglesia, pues es
indudable que la crisis de la confesión está dependiendo de la crisis que vivimos
de la economía de la salvación.
Seguimos encontrando aun problemas e incluso en el propio ritual del sacramento
de la reconciliación. El 2 de diciembre de 1973, después de la debida aprobación
del Papa Pablo VI, la congregación para el culto divino publicó oficialmente el
nuevo rito de la penitencia. Donde se puede notar el duro proceso de elaboración
y la pobreza del documento final. El ritual de la penitencia, en efecto, frente a los
demás sacramentos, no respondió a las expectativas que había y ha venido
prácticamente a dejar las cosas como estaban26.
25
Vitoria, María Ángeles, Auguste Comte, en Fernández Labastida, Francisco – Mercado, Juan Andrés
(editores), Philosophica: Enciclopedia filosófica on line, URL: http://www.philosophica.info/archivo/2009/voces/comte/Comte.html 26
Ritual de la penitencia, Ordo Poenitentiae, OP., reformado por mandato del CV II y promulgado por su
santidad Pablo VI (1973), PRIMERA EDICIÓN. Año 1974.
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Algunos puntos negativos que se pueden señalar sobre estos aspectos del ritual
son:
● Toma la opción de ampliar la perspectiva de la penitencia, pero después no
es capaz de llevarla a la práctica.
● El vocabulario no es claro, juega todavía con penitencia y reconciliación.
● Amplía la dimensión sacramental y sigue todavía llamando ―sacramento‖
únicamente a la ―confesión‖.
● No aclara los fines del sacramento. ¿Es para los que pecan gravemente? O
¿para la comunidad pecadora y necesitada de conversión permanente?
● ¿Es el sacramento únicamente para los que han roto su opción por el Señor
y la comunidad?
● ¿Es el sacramento que posibilita a la comunidad vivir su dimensión de
conversión o decir de transformación?
● El carácter del presbítero como juez ha sido falseado, utilizando una
terminología fiscal y no bíblica. Si el sacramento es un juicio, lo es muy
especial: es el único juicio en el que el culpable debe reconocerse como tal
ser absuelto.
● Conserva todavía aspectos muy jurídicos como los lugares, tiempo y
vestido, que empobrecen el sacramento y lo mantienen en un contexto
ritualista y muerto.
● Presenta un esquema de celebración individual muy poco realizable.
● Después de tanta fundamentación bíblico-teológica termina afirmando: ―el
único medio ordinario para obtener la reconciliación es la confesión
individual e íntegra y la absolución individual‖. ¿Cuál es el nuevo ritual de la
penitencia?
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José Prentt Martínez cjm.
34
El profesor Millán Romeral, en una charla dictada en Santander en el 2007 da
algunas claves para para una posible renovación del Sacramento de la Penitencia,
de acuerdo con los criterios fundamentales del Concilio con lo cual afirma:
Si es tan difícil juzgarnos a nosotros mismos, imagínense Vds. en una celebración
donde somos a la vez jueces, árbitros, protagonistas, legisladores… De algún
modo, se pondría también en cuestión el rostro de Dios; hay quien dice que se
confiesa con Dios, que no necesita a la Iglesia… pero, ¿con qué Dios se
confiesa?, porque convertir a Dios en un muñeco de guiñol es relativamente fácil…
Hoy, que hasta la Psicología defiende tanto la necesidad de objetivar los
sentimientos, de (valga el neologismo) ―espejarlos‖, de sacarlos de nosotros
mismos… nos encontraríamos ahí con un cierto subjetivismo, en ocasiones un
tanto peligroso.27
Sin embargo no son pocas las insistencias del magisterio sobre la necesidad de su
recuperación en la vida de la Iglesia, de una revitalización de esta práctica para
que responda mejor a la intención de Cristo para nuestro tiempo. La acción
ministerial de los obispos y los presbíteros, en la reconciliación de los penitentes,
no puede limitarse a pronunciar válidamente y lícitamente la fórmula de la
absolución28. Debe conducir al penitente a la conciencia viva de que sus actos
personales forman parte de la misma celebración sacramental que culmina con
dicha absolución. En casi la totalidad de los casos, de la acción pastoral que tenga
el ministro y de su actitud de cercanía, confianza, ternura y alegría hacia el
penitente depende la expresividad y transformación de la celebración y del sujeto.
27
Millán Romeral, F. Aula de Teología de la Universidad de Cantabria Ciclo II: La Celebración de los Sacramentos, Hoy: La penitencia hoy Claves para una renovación. Madrid. Facultad de Teología, Universidad Pontifica Comillas. 2007. p. 5. 28
Cf. Concilio Vaticano II, Constitución Pastoral “sacrosanctum concilium”. n.11.
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José Prentt Martínez cjm.
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Muchos creyentes también en medio de este caos de pensamientos e ideas
valoran el sacramento de la reconciliación y sobre todo la confesión individual
como una ocasión de dialogo o de dirección espiritual, incluso en algunos casos,
se podría decir que lo usan como una ocasión para salir del anonimato en que
viven y poder sentirse acogidos personalmente. Si bien estos aspectos son
importantes y se pueden tener en cuenta, pero a la vez se tendrán que mantener
en su propio nivel, para no llegar así a confundirlo con la celebración misma del
sacramento, lo que es ante todo entendido desde una teología del encuentro,
donde se precisa que es Jesucristo el centro de toda actitud reconciliadora y
liberadora; que Jesucristo es la fuente de la reconciliación tal como aparece en la
parábola del Padre Misericordioso, comparada con la figura egoísta del hermano
mayor que divide en lugar de unir, parábola que evoca que nuestra condición
humana por naturaleza, rechaza toda obra reconciliadora29.
El rito del sacramento tiene que ser realizado de manera que constituya siempre
"un acto en el cual la Iglesia proclama su fe, da las gracias a Dios por la libertad
con la cual Dios nos ha hecho libres, y ofrece su vida como sacrificio espiritual en
alabanza de la gloria de Dios, ya que esto hace más cercano el encuentro con
Jesucristo"30.
La pastoral sacramental de la reconciliación pide un esfuerzo más amplio que el
cuidado de la celebración estricta, ritualista, decorosa y reclama una intervención
de todos los bautizados junto a sus pastores.
En el tema anterior de la crisis del sacramento de la Reconciliación, se hacía el
análisis sobre el problema que se advierte sobre dicho sacramento viendo ¿en
29
Biblia Jerusalén. Bilbao: editorial Desclée de Brouwer, 1986. Lucas 15, 11-32. 30
JUAN PABLO II, Reconciliatio et paenitentia (RP). Ed. Paulinas, Bogotá, 1984. Pág. 106.
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qué consiste?, ¿dónde está? y luego pasar a unas sugerencias. Pero ahora habría
que señalar la deficiencia que tiene el creyente sobre el principio del sacramento
cuya gravedad va creciendo de uno a otro como de pastores y penitentes, la gente
sencilla y también los cristianos de más formación se hacen muchas preguntas
sobre el sacramento: sobre la necesidad, el origen, la mediación eclesial, la
eficacia, la uniformidad, entre otros.
La forma habitual, ordinaria, canónica de la celebración de este sacramento,
generalmente aunque no siempre, suele poner en cuestión la confesión auricular
de los pecados; el creyente muchas veces pregunta si no se podría hacer,
expresar de otro modo este rito. Hay un desconocimiento por completo del
creyente sobre la forma o práctica de dicho sacramento.
En el primer lugar, se hablaría de una crisis superficial, consistente en cuestionar o
criticar una forma determinada de celebrar el sacramento de la Penitencia en un
contexto concreto; es decir, reconocer que, en las parroquias, comunidades
cristianas, en las órdenes religiosas, en los colegios, en los movimientos no se
vive bien porque no se cuida la celebración o por otros aspectos. Es decir, se
criticaría la forma concreta de celebrar este ritual en un contexto concreto.
Indudablemente, esta forma de crisis no es muy negativa, incluso me atrevería a
afirmar que es positiva, porque todas las comunidades cristianas, las parroquias,
movimientos, etc., tiene que estar constantemente replanteándose y revisando su
vivencia sacramental, sin que ello suponga que la liturgia tenga que estar
cambiando continuamente.
En segundo lugar, es indudable que se podría pensar en aquellas personas que
ya no tienen una concepción cristiana de la existencia, aunque estén bautizadas, o
vayan a algunas celebraciones o hayan dejado de asistir se trata de personas no
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necesariamente ateas, anticlericales o acometedoras contra la Iglesia, ni
muchísimo menos, sino de una fuente de la población de clase media alta, con
una buena formación profesional a quienes todo acerca del pecado, de la vida
cristiana, les suena a cosas de la Edad Media, del tiempo de sus abuelas es gente
que sonríe cuando se habla del pecado porque les parece algo totalmente
desfasado y superado donde se siente también la intimidación a ser juzgado.
Porque no se tiene plena conciencia sobre lo que uno u otro es (pecado y
reconciliación).
A partir estos dos aspectos debemos cuestionarnos acerca de cómo vivimos y
cómo celebramos este sacramento dentro de la Iglesia, pero más aún como se
está formando al creyente entorno a la realidad del sacramento, creando una
praxis que responda a las nuevas situaciones. Vemos que lo que está en crisis no
es el sacramento de la Penitencia, sino también la evangelización, la conciencia
de la identidad cristiana, que es algo mucho más profundo. Y no se deberían
aplicar pastorales indiscriminadas, sin hacer un diagnóstico de la crisis, sino que,
una vez que se vea por dónde van ―nuestras‖ comunidades, ―nuestros‖ grupos,
―nuestras‖ parroquias, habría que actuar de acuerdo con esa realidad y empezar a
trabajar por una formación más plena en los creyentes.
4. PRAXIS DEL SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN
Se considera que se ha ido dando un proceso positivo. La praxis de los últimos
tiempos ha ayudado a crecer y vivir mejor el sacramento de la reconciliación, al
descubrir un Dios que no es juez, sino que es un Dios misericordioso, Padre que
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nos ama y ayuda a ser libres y nos ayuda a caminar hacia Él. Considerando así
que Cristo es modelo de entrega y de encuentro reconciliador. Resultando que la
praxis pastoral hoy, tiene la finalidad de reconciliar, perdonar, acoger, liberar y
extender el encuentro sacramental como manifestación del amor de Dios para con
toda la humanidad.
Ahora bien distinguiendo claramente la praxis, que es la acción propiamente
humana. Hemos de distinguir la acción misma (proceso de la praxis), y su efecto
(resultado). Sabiendo que el resultado siempre pertenecerá al sujeto responsable
de la acción en este caso en el penitente como en el confesor. Con esto surge la
pregunta; ¿Cómo es, en la actualidad, la praxis concreta de este sacramento?
Aun así, manifestando lo positivo que puede ser la praxis del sacramento y sus
virtudes, es bueno también recordar que la praxis actual de este sacramento
presenta varios problemas, que en general dependen del tipo de experiencias que
se tenga de la formación, como de la experiencia vivida.
Por una parte uno se encuentra con las actitudes de los confesores:
● Algunos relativizan el sacramento de la Reconciliación, considerándolo
como algo no importante y hasta muchas veces sin sentido.
● Otros que lo celebran de tal modo rápido, apurados que dificultan su
vivencia.
● No siempre es fácil encontrar confesores que se dediquen a esta ardua
tarea, con buena formación y disposición.
● A veces muchos confesores mal humorados o cansado de escuchar lo
mismo.
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José Prentt Martínez cjm.
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● Desconocen o no se tiene la debida formación de la práctica del
sacramento.
Por otra parte están los problemas del penitente:
● El factor vergüenza es importante, cuesta contar sus cosas a quien no
conocen.
● Algunos sienten necesidad del sacramento, pero les cuesta encontrar la
persona que escuche y ayude en la confesión.
● Confiesan la situación de pecado, pero no el pecado.
● El penitente no solo debe buscar el perdón de sus pecados, sino la
conversión y transformación.
● Falta conciencia de lo que es el pecado.
● No se sabe distinguir entre la confesión y la dirección espiritual.
Por otra parte, “La reconciliación tiene un hondo enraizamiento antropológico,
existencial y social, en el sentido de que viene a responder a la necesidad que el
hombre siente de recuperar el ideal perdido, de reafirmar aquellos valores que dan
sentido a su vida, de reconstruir su historia personal con la historia de los
demás”31. Es así, como el sacramento de la reconciliación se convierte en modelo
de transformación para todos los hombres, ya que en el todos los seres humanos
encuentran la oportunidad de buscarse, encontrarse y reconocerse a sí mismo y
ante los demás. A partir del reconocerse a sí mismo el ser humano empieza a
reconciliarse personalmente como colectivamente, le permitirá reconstruir su
historia de vida, con el fin de recuperar aquello que ha sido destruido, dividido o
derrumbado.
31
Cf. Borobio, La penitencia como proceso, 155.
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40
De tal manera la praxis de la reconciliación debe llevarnos a la reconciliación
consigo mismo. Del contraste entre ―lo que soy ahora‖ (realidad) y ―lo que quise
ser‖ (hombre ideal) surge la dura realidad del pecado, la miseria y pobreza del
hombre. Pero con frecuencia, el no aceptar lo que es y el enfrentar mal su imagen
ideal, produce en el mismo ser una sensación de fracaso: le cuesta aceptar la
hondura hasta donde ha llegado, se siento incapaz de cambiar, algunas veces
hasta llega autocastigarse.
Se ha acudido al sacramento de la reconciliación pero posiblemente el ser
humano se sigue sintiendo igual, ha vuelto a caer y esto le desanima si haber
conseguido realmente en este una praxis liberadora. Todo por un motivo:
● Le ha pedido perdón al Señor y este le ha dado el perdón
● Le ha pedido perdón a la Iglesia y ella lo ha perdonado
● Pero ¿se ha perdonado así mismo?
Aún sigue siendo complicado para los seres humanos reconocer su propia imagen
como es. Por esto, el sacramento de la reconciliación como praxis liberadora debe
tocar lo más hondo y la miseria del hombre logrando una mejor manera de vivir, es
justo tomar también un contexto bíblico que nos ayude a entender mejor la praxis
de este sacramento y recordar el pasaje del ―ciego de Jericó‖32 como modelo de
imagen de este hombre caído por el pecado en busca reconciliarse consigo mismo
y con los demás. Este ciego tiene nombre propio y es conocido «hijo de Timeo» su
debilidad es concreta y la conocemos:
● Ciego: no ve la realidad
● Mendigo: es pobre y vive de los otros
● Sentado: está estancado al borde del camino 32
Biblia Jerusalén. Bilbao: editorial Desclée de Brouwer, 1986. Marcos 10, 46-52.
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Y todo esto lo cubre con su manto. Pero sabe que Jesús pasa, le grita, le suplica,
aun por encima de la multitud que lo increpa y quiere acallarlo. Jesús luego lo
llama y la comunidad lo anima:
● ―Animo! Levántate él te llama‖
● El ciego arroja el manto
● Da un salto
● Y va donde Jesús
El dialogo sin duda es corto pero suficiente: ¿Qué quieres que haga por ti? La
cual encuentra respuesta Jesús: ―Maestro que vea‖ y sin duda este encuentra
una contestación que lo libera: ―Vete, tu fe te ha salvado‖ y el ciego vuelve a
ver y sigue a Jesús por el camino.
Con lo anterior mencionado, se pueden enfrentar las dificultades en la praxis
de este sacramento reconciliador y es preciso actuar en este ministerio de la
reconciliación en donde son fundamentales el rol del penitente y el pastor.
Las dificultades que se presentan en las prácticas el sacramento de la
penitencia y en la praxis actual dependen de:
● La falta de objetividad y la realidad del sacramento.
● Las heridas que se producen por una mala confesión.
● La relación de vida que tenemos con Dios y los demás
● La falta de misericordia por parte del confesor que muchas veces
encadena con la sentencia dictada.
● La falta de ejercer asiduamente el ejercicio del perdón en la comunidad.
Debe ser claro que el sacramento de la reconciliación no puede pensarse como
algo fuera de la vida del cristiano, ser ajenos al dolor, a la angustia, a la
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José Prentt Martínez cjm.
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esperanza, a la reconciliación, el perdón y libertad ser extraños a nuestras
situaciones vitales. ―Al contrario, todo bautizado debe considerarse dentro del
plano de la conversión como un «existencial cristiano», es decir, como algo que
hay que vivir si se quiere ser cristiano‖33, pero más aún el creyente debe tener la
debida formación para una adecuada praxis sobre el sacramento. Sencillamente,
porque teniendo el previo conocimiento del sacramento de la reconciliación el
cristiano podrá creer, y solo cree el que se convierte, y solo se convierte el que
constantemente reconoce sus limitaciones y se esfuerza por llegar al ideal de
transformación y libertad recibida por el perdón.
CAPITULO II
EL SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN EN DINAMISMO DE UNA
PRAXIS LIBERADORA
1. BASES BÍBLICAS PARA UNA TEOLOGÍA DE LA RECONCILIACIÓN
La reconciliación procede del mismo Dios. Dios mismo ha querido ponerla en
marcha por medio de su hijo Jesucristo como ejemplo de poder reconciliarnos
unos con otros. La pregunta que el hombre en su finitud humana se plantea
muchas veces es: ¿cómo podré perdonar a quienes han trastornado mi vida o
destrozado mi familia, mis proyectos, mi sociedad?, pero en el fondo se encuentra
33
BOROBIO, D., Celebrar para vivir, liturgia y sacramentos de la Iglesia. Salamanca: Ediciones Sígueme, 2003.
Pág. 382.
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José Prentt Martínez cjm.
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en la encrucijada de preguntarse: ¿qué puedo hacer para descubrir la misericordia
de Dios en mi propia vida y hasta dónde puede conducirme esa experiencia?
Nos cuesta mucho asumir sin prejuicios las exigencias que tiene el reconciliarnos
para salir al encuentro del otro. Así pues, toda reconciliación no es un punto de
partida, sino una meta a la cual llegamos luego de un doloroso proceso, que exige
cambios y transformaciones continuos. Y esto se fundamenta en el hecho básico
de que la vida es proyecto, dinamismo y camino hacia la libertad plena del ser
humano.
Es por esto por lo que la base bíblica de una teología de la reconciliación nos
ayudaría a comprender mejor la praxis liberadora de este sacramento
reconciliador que se fundamenta y tiene sus bases puestas desde el contexto de
una historia de la salvación en la antigua y nueva alianza del actuar de Dios en la
vida del hombre y sobre todo en la revelación que se encarna en Jesucristo como
señor de vida y de libertad.
«En todo tiempo y en todo pueblo es grato a Dios quien le teme y practica la
justicia (cfr. Hch 10,35). Sin embargo, fue voluntad de Dios el santificar y salvar a
los hombres, no aisladamente, sin conexión alguna de unos con otros, sino
constituyendo un pueblo, que le confesara en verdad y le sirviera santamente»34.
En el camino hacia el discipulado, que el Señor nos llama y nos invita a vivir en
santidad (cfr. Mt 5,48; Ef. 1,4), el Padre Dios ha querido que nos ayudáramos
recíprocamente, haciéndonos intermediarios en Cristo para acercar a los
hermanos a su eterno amor. En este horizonte de caridad se insertan la
celebración del sacramento de la penitencia y su práctica vista en el encuentro con
su Palabra. 34
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución dogmática Lumen gentium, 9.
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La Sagrada Escritura muestra también esa historia de reconciliación de Dios con
su pueblo, y esto se va manifestando en la realidad del hombre oprimido el cual se
siente pecador y muestra la bondad infinita de su Dios, que sale a su encuentro
para salvarle, acogerle y perdonarle por medio de su alianza. En la Palabra, se
pueden encontrar algunas formas o estructuras sobre la penitencia, la cual es fruto
de un progreso, de un cambio y una transformación posterior que se verán
involucradas en la evolución del sacramento.
1.1 CONVERSIÓN Y PENITENCIA EN EL ANTIGUO TESTAMENTO
En el Antiguo Testamento la realidad del pecado se manifiesta en el apartarse de
Dios como fuente del bien, de la vida, de la libertad y del amor. Tampoco se
conoce un término exacto para lo que en nuestra lengua traducimos por
―reconciliación‖. ―Mientras que la versión inglesa King James tiende a traducir el
verbo hebreo kapar como ―lograr la reconciliación‖ o ―reconciliar‖, muchas
traducciones modernas usan normalmente la palabra que se traduce en español
por ―expiar‖ o ―lograr la expiación‖35.
―En el Antiguo Testamento se distinguen diversas clases de pecado (Nm 15, 22-
31): «de inadvertencia», «voluntarismo», «de mano alzada» o rebelión contra
Dios… a cada uno de los cuales responde un modo de expiación o penitencia
según su gravedad. Si los pecados de «inadvertencia» son expiados y perdonados
por medio de los sacrificios, las liturgias penitenciales o la oración, los de «manos
alzada» implican la exterminación o la excomunión (Ex 12, 15; Lv 7, 25-26; 18, 6-
35
“Reconciliation, Reconcile”, the Interpreer´s Dictionary of the Bible, 4, 16-17.
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José Prentt Martínez cjm.
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29)‖36. Si bien en cuanto a los pecados de rebelión para lograr entender lo anterior,
se encuentran la blasfemia, la idolatría, el adulterio y el homicidio, que exigían la
excomunión y la excomunicación, con sus correspondientes formas de penitencia
a saber, la lapidación, la exterminación e incluso la muerte.
Con lo anterior se puede sumergir en el quehacer de la penitencia en la tradición
pre-exílica donde en este contexto se puede llegar a entender que no existe
ninguna relación entre culto/sacerdocio y perdón. Claro está como lo muestra los
textos bíblicos en los casos de Noé y David ellos ofrecen siempre sacrificio (Gen
8,20; 2 Sam 24,17-25). (2 Sam 21,3-14) David realiza la expiación matando a siete
descendientes de Saúl y de esta forma aparta la ira de Yahvé de la nación. Esto
quiere decir que el sentido del culto y el sentido sacerdotal están involucrados en
la comunidad exílica y post-exílica. Y es precisamente durante el exilio y el post-
exilio que se desarrolla la idea israelita de la expiación.
De acuerdo con lo expuesto anteriormente es claro que ―se describe el pecado
como una infracción contra la alianza de Yahvé lo que significa que una culpa
objetiva que pone en movimiento un dinamismo de desgracia cuyos efectos
destructores caen necesariamente como castigo sobre el infractor y su
comunidad‖37. A éstos pecados, les corresponde una expiación y una penitencia,
incluso mediante la ―confesión‖ del mismo pecado, como aparece en el libro del
Lev 5, 5, confesión que se hace ante otra persona como el caso de David ante
Natán citado en 2 Samuel 12, 13.
36
BOROBIO, D., Celebrar para vivir, liturgia y sacramentos de la Iglesia. Salamanca: Ediciones Sígueme, 2003.
Pág. 398. 37
Cf. RAD, Gerhard von. Teología del Antiguo Testamento. Ediciones Sígueme, Salamanca, 1973. v.1 Pág.
33ss.
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Se puede seguir ahondando en este tema y se puede decir que la conexión
existente entre culpa y desgracia sólo puede ser dispensada por Dios, siendo este
el sujeto transcendental del acto de expiación y reconciliación, desviándolo según
la cultura hacia un animal (Ex 12,13). En esta visión es el sacerdote, como
representante de Yahvé, que es el autor principal y el que otorga la reconciliación
o expiación, el que realiza el rito que ―cubre o expía‖ las faltas de la misma
persona y de la comunidad. Si bien Israel conoció y llevó a cabo diferentes
maneras de celebrar la expiación/reconciliación, de manifestar el arrepentimiento
de sus culpas/conversión como fueron: el ayuno, la oración, los sacrificios en el
templo y celebraciones liturgias comunitarias, los llantos, los gemidos, la ceniza, la
cual se recogen en la fiesta más importante de la expiación llamada así: ―Yom-
Kippur‖ (Lv 16, 20- 34; 23, 27-32). También se expían los pecados en una
celebración litúrgica (Esdras 10, 1- 6); en algunas ocasiones se utiliza la confesión
pública.
Es bueno aclarar que no siempre la expiación y reconciliación se debe entender
como el transferir la culpa al animal que se sacrificaba o era enviado al desierto a
morir, porque en textos como en la tradición sacerdotal (P), sobretodo el libro de
Ezequiel, que narra el exilio, muestra que no es necesario sacrificar solamente
animales con esta intención (cf. Nm 17,11s; Lv 5; Ez 45,15-17). En los textos
señalados, la expiación se realiza a través de una ofrenda (material), en
manifestación de agradecimiento con Yahvé por todos los beneficios recibidos por
la persona y la comunidad.
Es indudable que las formas literarias de los escritos veterotestamentarios, en
relación con el pecado, son muy variadas e incluso contradictorias, pues en
algunas ocasiones se expresan en el lenguaje maternal de ternura, amor
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José Prentt Martínez cjm.
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entrañable y compasivo, ya que en el judaísmo primitivo se reconocerá también el
poder expiatorio/reconciliador a las manifestaciones humanas de amor y piedad.
Ejemplo será en el libro de proverbio 16,6 y Eclo 3,30 en donde la reconciliación y
expiación se hace efectiva por la bondad y la fidelidad humanas.
Por esta razón es bueno recordar que el pecado de los orígenes de Adán y Eva
tiene en la Sagrada Escritura un valor simbólico y al mismo tiempo ejemplar en
donde el rechazo de Dios es simbólico al manifestar el abandono de Aquel que es
la fuente de todo bien, y es ejemplar, pues según la Sagrada Escritura, constituye
un mal radical para el hombre, pues dada la concepción teocrática de la sociedad
hebrea, la voluntad de Yahvé es el fundamento de toda norma38.
Así pues, ahondando nuevamente en el tema de la penitencia y del pecado en la
tradición del Judaísmo, esta consiste en faltar a las exigencias de la Alianza y a
los deberes y las prácticas religiosas. Más aún, en esta mentalidad hebraica hay
una enorme relación entre el pecado y la desgracia humana la cual se percibe y se
ve patente en las derrotas y en las enfermedades o dolencias del hombre, o en la
perdida de la tierra.
Más aún, para el pensamiento hebreo, el pecado produce una deuda ante Dios
que solo él puede perdonar y de la cual ningún hombre viviente puede ocultarse.
En donde mejor aparece el sentido de confesión, de arrepentimiento y de
compasión es sin duda alguna en los Salmos pues en ellos también se encuentran
no solamente la entonación lírica sino la sinceridad religiosa, cuyo contenido
penitencial es de carácter público, expresado en lamentaciones y súplicas o de
carácter individual expresado en ayunos y ceniza. De todas formas, lo que se