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QUINTA SESIÓN Presidencia del Sr. Laguna. Se abrió á las nueve y cuarenta minntos. El SR. PRESIDENTE : Tiene la palabra el se- ñor Gimeno. El Sr. GIMENO : Mi posición en este debate es especialísima; tengo razones y motivos muy po- derosos que me impulsan á hablar, y motivos no menos poderosos que casi sellan mis labios. Las razones que me obligarían á callar si tu- vieran más peso que las otras son : primera, el agotamiento del tema y el cansancio que en todos vosotros y en mí mismo ha producido la dis- cusión ; segunda, mi insuficiencia y mi inepti- tud, y tercera, el juicio que todo el mundo hace respecto del resultado práctico que se desprende de todas las discusiones de esta índole. Sin em- bargo, hay razones que me impulsan á hablar, y son : primera, la significación que tengo dentro de esto que ha dado en llamarse «cuestión Fer- ran »; segunda, las alusiones repetidas á mi nom- bre ; tercera, la obligación imperiosísima que te- nía de descender de aquel alto sitial de las confe- rencias, donde nadie podía contestarme, á éste,

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QUINTA SESIÓN

Presidencia del Sr. Laguna.

Se abrió á las nueve y cuarenta minntos.El SR. PRESIDENTE : Tiene la palabra el se-

ñor Gimeno.El Sr. GIMENO : Mi posición en este debate es

especialísima; tengo razones y motivos muy po-derosos que me impulsan á hablar, y motivos nomenos poderosos que casi sellan mis labios.

Las razones que me obligarían á callar si tu-vieran más peso que las otras son : primera, elagotamiento del tema y el cansancio que en todosvosotros y en mí mismo ha producido la dis-cusión ; segunda, mi insuficiencia y mi inepti-tud, y tercera, el juicio que todo el mundo hacerespecto del resultado práctico que se desprendede todas las discusiones de esta índole. Sin em-bargo, hay razones que me impulsan á hablar, yson : primera, la significación que tengo dentrode esto que ha dado en llamarse «cuestión Fer-ran »; segunda, las alusiones repetidas á mi nom-bre ; tercera, la obligación imperiosísima que te-nía de descender de aquel alto sitial de las confe-rencias, donde nadie podía contestarme, á éste,

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de discusión y de combate, donde todo el mundopuede hacerlo; y cuarta, otra,idea especialísimaque tengo, contraria en parte á la del público,respecto á las discusiones.

Muy vulgar es, y pasa como moneda corriente,que de estas discusiones no resulta nada de prove-choso, y, sin embargo, sucede con ellas lo quesucede en la vida social con el duelo : todo elmundo habla mal de las discusiones y todo elmundo goza, disfruta y aplaude cuando presenciauna lucha de este género entre la vanidad, elamor propio, el saber y la elocuencia; todo elmundo habla mal del duelo y le condena, y nohay nadie que, rindiendo culto á la preocupaciónvulgar, no tenga que acudir alguna vez á eso queen la vida social y moral se anatematiza. Hastasemejanza hay, porque al fin y al cabo estas dis-cusiones no son más que duelos de palabras, enlas cuales la lengua es espada y las frases golpesque se repiten, que se devuelven y que abren an-chas heridas en el cerebro y en el corazón {Bien.Muy bien). Pues, á pesar del juicio vulgar, yotengo una idea algo contraria á la del público res-pecto á las discusiones, y ésta es una de las cosasque me obligan é impulsan á hablar; yo creo quede las discusiones se aprovecha algo, por más quede ésta no salga nada práctico que se refiera á laverdadera solución del problema. Las inoculacio-nes preventivas del cólera no han de ser verdad ómentira por que se expongan ante el público cier-tos juicios, y como esto es indudable, y como

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aunque se manejen argumentos de esta clase ó dela otra, no hemos de salir convencidos ni los deacá ni los de allá, en este terreno tiene razón elvulgo y la tiene muy sobrada. Pero hay otro ca-rácter especial en toda discusión, y este carácterno puede faltar de ninguna manera en la que nosocupa. Del choque de los razonamientos, del rocede las ideas, de esa lucha de las palabras á queantes me he referido, sale siempre algún prove-cho, á semejanza de lo que sucede cuando elviento rompe la cápsula del fruto y esparce las se-millas por la tierra para que germinen. Podremosnosotros, chocando en el terreno de las ideas, ha-cernos daño; pero este choque de adversarios yamigos, defensores y enemigos, ha de producirpor lo menos, sino luz, calor, y ese calor excitalas inteligencias y anima el entusiasmo de losunos y de los otros (Bien, muy bien).

Por esa causa entiendo también que el que dis-cute sale siempre ganancioso; en medio de todo,son los golpes de la discusión golpes provechosos,porque enseñan ó por lo menos obligan á apren-der ; se empieza sabiendo muy poco y se acaba sa-biendo algo más, ya que es necesario para discu-tir estudiar y pensar, y hemos de conceder queéste es un fruto que con seguridad se recoge.

Ya sabéis, pues, por qué hablo; sólo me restaahora confesar que, al hacerlo, quisiera que mispalabras tuvieran toda la mesura, toda la circuns-pección , toda la prudencia y toda la cortesía ima-ginables; quisiera poseer la moderación de un

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hombre entrado en años y reprimir los fogosos en-tusiasmos de mi corazón joven; en fin, quisierahacerlo de tal manera que todo el mundo tuvieraque declarar que había ocupado el lugar que mecorrespondía ocupar en esta discusión solemne enque la nobleza y la dignidad deben resplandecersobre todas las palabras (Aplausos).

Después de manifestar este deseo, debo haceruna advertencia y una súplica : comprendo perfec-tamente , como he dicho, que está ya agotada estadiscusión, que el campo está espigado y que ape-nas podré hacer otra cosa que repetir argumentos,aunque procure darles novedad, siempre tratandode contestar á los ataques que se me han dirigido;por consiguiente, yo ruego al Ateneo que me dis-pense si soy algo más largo de lo que quisiera;realmente quiero ser breve y si no lo soy, es por-que la magnitud del asunto me impedirá conse-guirlo.

Permítame también mi amigo, porque amigoes, y aun compañero de profesorado, el Dr. Sante-ro, con quien jamás he tenido la honra de conten-der , y me complazco que ésta sea la vez primera,que tome la voz del Dr. Pulido para rectificar al-gunos conceptos que él hubiera rectificado también.X al hacerlo voy antes á asegurarle que no ha desalir de mis labios nada que pueda ofenderle en lomás mínimo, perdonándole ciertos arranques deentusiasmo muy naturales en quien se ha visto ata-cado, al parecer, en lo más íntimo de sus senti-mientos, y contestándole con la circunspección

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que todo el mundo tiene derecho á exigir de mí.En cuanto al Dr. Simarro hace muchos años que-le conozco : es antiguo amigo mió; hacía largotiempo que no nos encontrábamos frente á frente,y aunque no fuera más que por refrescar aquellosantiguos recuerdos de amistad, celebro que lacuestión Ferrau me haya proporcionado esta oca-sión de contender con él. Uno y otro, y cuantosenfrente de mí y de mis amigos se coloquen paracombatir lo que nosotros admitimos como verdadcientífica, tienen derecho á mi consideración;puesto que honra, y no pequeña, nos hacen aldisputarnos el triunfo en la que debiera ser siem-pre serena y tranquila esfera de las ideas.

Y empiezo ya, Sr. Santero : empiezo por ocu-parme en las afirmaciones de S. S. al rectificar elbrillante discurso de mi querido amigo el doctorPulido.

Yo no sé por qué ha de extrañarse el Dr. San-tero de que siendo una pequeña planta microscó-pica el célebre vírgula de Koch, no pueda vivir,crecer y desarrollarse entre nosotros más que enciertas ocasiones y en determinados años, desapa-reciendo totalmente luego para no volver en largotiempo. ¿ Qué razón hay, preguntaba la otra no-che , para que esto suceda contadas veces y no su-ceda siempre? ¿Por qué la planta del Ganges, quevegeta constantemente en las bajas regiones ben-galies, no puede vivir entre nosotros más que convida accidental y precaria? ¿A qué causa se debeel que una vez venida, importada y trasplantada

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no arraigue para siempre entre nosotros? ¡Y S. S.quería encontrar en esto fundamento á las dudasqua abriga respecto al papel etiológico del vírgulaen el cólera! ¡ En esto, que precisamente es laconfirmación de los hechos descubiertos por Koch!Sí, Sr. Santero, por más que á S. S. le parezcaotra cosa, la etiología de la temible enfermedadindiana no es más que un corolario de la botánica•criptogámica, cuyo estudio tan luminosos hori-zontes ha descubierto á la investigación de losmédicos: un caso particular, un caso de aplica-ción de todo lo que, aunque poca, sabemos delmundo de las plantas invisibles. Precisamenteporque la causa específica del cólera es tambiénuna planta ; precisamente porque es el vírgula deKoch, necesita condiciones determinadas para ve-getar, y esas condiciones no las encuentra tancompletas y tan constantes más que en aquel bajodelta del rio sagrado de los indios, en aquellashúmedas y fangosas regiones caldeadas por el solde Bengala, y tan perfectamente descritas por elbacteriólogo berlinés. Cuando por accidentes ca-suales el vírgula es traido á nuestras tierras enépoca y en ocasión oportunas, y en ellas encuen-tra reunidas las condiciones necesarias de hume-dad y de calor, se desarrolla lo mismo que en laIndia ; pero como entre nosotros, por razones cli-matológicas de todos conocidas, esas condicionesno son constantes como en la misma causa dedonde la peste azul procede, cuando esas condi-ciones cesan ó disminuyen, la pequeña planta que

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Aun hay otra cosa que contribuye á explicarla desaparición de las epidemias entre nosotros res la acción del oxígeno sobre los criptógamas mi-croscópicos, que son la causa de las enfermedadesinfecciosas. Los microbios se comportan, segúnes sabido, de dos maneras respecto al oxígeno : losunos no lo necesitan para vivir, y son los anaero-bios, y los otros viven por él y reciben, por elcontrario, el nombre de aerobios. Pues aun estosmismos que exigen para su vida el concurso deloxígeno, á la larga sufren de éste una acción ate-nuante, que les debilita y les roba virulencia : naen otra cosa se apoya la obtención de algunas va-cunas artificiales ; y este hecho, perfectamentecomprobado en el laboratorio, es el que puedeaclarar cómo al cabo de tres ó cuatro meses losmicrobios del cólera, pasando del interior humanoal medio externo natural, y de éste otra vez alhombre repetidas veces, y sufriendo la acción deloxígeno, del aire, en el agua y en la tierra hú-meda, acaban por perder su virulencia temible;que si no la pierden jamas del todo en el delta delGanges, es porque las otras condiciones de cultivotampoco jamás se agotan. Hé ahí cómo nos expli-

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camos nosotros, Sr. Santero, la desaparición delas epidemias en nuestros países, y si no es de estamanera, yo no sé cómo podrá explicársela S. S.(Muy bien).

Aun esto puede tener una aplicación teórica demás largos alcances, que á S. S. mismo admirarási se fija un poco en ella, y que prueba todo loque podemos esperar en cierto terreno de los no-tables estudios de Pasteur. ¿No se ha preguntadonunca el Dr. Santero, como se pregunta todo mé-dico pensador, por dónde empezó la primera epi-demia que se padeció en el mundo, y de qué ma-nera sufrió la sífilis el primer sifilítico ó el cólerael primer colérico? ¿No le ha hecho reflexionarprofundamente á S. S. esta pregunta, y no se havisto apurado, mejor dicho, imposibilitado decontestarla? Pues hay en el fondo de los trabajosde la moderna panspermia algo que tal vez sir-viera de solución á este problema. Así como seprueba en el laboratorio que los microbios produc-tores de enfermedades desastrosas pierden su vi-rulencia y la recobran según el terreno en que secultivan, ya sea medio inerte, ya sea animal ino-culado , así también se puede admitir que en lanaturaleza los microbios son ó no patógenos, estoes, son ó no virulentos y temibles según las con-diciones en que se crían y se desarrollan. Así secomprende también que un microbio que natural-mente no es patógeno, pasando del agua ó de latierra á una serie indeterminada de animales,vaya adquiriendo virulencia, hasta que al llegar

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al hombre sea ya respecto á éste un microbiomortal.

Comprenda, pues, S. S. como de este modo unhombre pudo topar con el primer vírgula dotadode la suficiente energía patógena y convertirse enel primer colérico, ó cómo pudo pasar muchotiempo en la historia de la humanidad antes deque existiera el caso número uno de fiebre amari-lla ó de carbunclo. Todo esto puede apoyarse enhechos de laboratorio, y de esta manera puedecomprenderse cómo un microbio, que es en abso-luto inocente ó inofensivo, ha de ir convirtién-dose más ó menos lentamente en un microbio al-tamente tóxico, á medida que, variando los te-rrenos de cultivo, va viviendo en condiciones dis-tintas.

Siguiendo adelante, decía el Dr. Santero ensu rectificación : «Yo tengo entendido que todaslas vacunas producen los mismos síntomas de laenfermedad que tratan de evitar, y sólo á títulode producirlos es como pueden admitirse por va-cunas ; esa es la causa de que yo no considere alcultivo de vírgulas del Sr. Ferran como líquido-vacuna, puesto que para mí no produce en lossujetos vacunados el síntoma del cólera. >> S. S. notiene razón más que en parte. Hay que hacer res-pecto á esto una distinción muy natural que S. S.tendrá que hacer conmigo : una cosa es la enfer-medad experimental, y otra cosa son los efectosfisiológicos de la vacunación. Con la bacteridiade Davaine y con el diplococus de los corrales

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producimos cuando queremos un carbunclo ó uncólera de las gallinas con toda seguridad y contodo el riguroso determinismo experimental; elanimal muere á voluntad nuestra, presentandotodos los síntomas de la enfermedad espontánea;pero si nosotros atenuamos los mismos microbiosy convertimos sus cultivos en verdaderas vacunasartificiales, al inocular al carnero ó á la gallinacon dichos cultivos, no aparecerá en aquellosapenas ningún síntoma apreciable, y, sin em-bargo , el animal queda vacunado, es decir, in-mune. Lo mismo sucede con el microbio del có-lera , y por no haber hecho la debida distinción elDr. Santero es por lo que ha incurrido en el errorvulgar que estoy tratando de combatir. S. S.convendrá conmigo que para nosotros, los queadmitimos que el vírgula de Koch es la causa delcólera morbo, no puede haber más vacuna de estaenfermedad que el mismo microbio atenuado:esto es de rigurosa lógica dentro de las doctrinasque la panspermia nos presenta respecto á la pro-filaxis de las enfermedades infecciosas. Segúntambién lo que los trabajos recientes nos enseñan,por medio de los cultivos del vírgula podemosproducir la muerte en los animales con el síndro-me colérico, y en algunas personas que se hanprestado á ello gustosamente, el mismo cóleraexperimental puede ser producido en el hombrepor medio de las inyecciones hipodérmicas, según«1 procedimiento de Ferran. Pero una cosa, comodecía antes, es el cólera experimental, aunque

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leve, que en el hombre causa la inyección del cul-tivo del vírgula, y otra cosa son los ligeros efec-tos de la inoculación preventiva, y yo ruego alAteneo que se fije bien en lo que digo. Para queun individuo quede inmune contra la viruela pormedio de la vacunación del cow-pox, no necesitapasar una verdadera viruela experimental: bastasólo con que sufra síntomas ligerísimos ; para queun carnero ó una gallina queden vacunados con-tra el carbunclo ó el cólera de los corrales, tam-poco es necesario que sufran un carbunclo ó uncólera experimentales, sino que basta que en ellosse presente apenas ligerísima molestia ; y lo mis-mo en el hombre respecto al cólera : en los vacu-nados por el método de Ferran la obtención de lainmunidad no exige el síndrome completo del te-mible cólera : pueden quedar y quedan perfecta-mente preservados con sólo un malestar insignifi-cante. Esa es la causa de que no tenga valor nin-guno el argumento del Dr. Santero, que no con-cibe, sin duda, la vacunación del cólera si no vaacompañada de vómitos y diarrea, de cianosis ycalambres. Estos fenómenos pertenecen al cóleraexperimental, y se producen á voluntad, pero nocuando sólo se trata de obtener la inmunidad.

Pero porque el Dr. Santero haya cometido elerror de creer lo contrario no he de acusarle yociertamente de ignorancia. Y eso me trae á la me-moria la necesidad que [tengo de explicar ciertaspalabras que pronuncié la noche de mi primeraconferencia en este Ateneo y contra las cuales ha

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protestado fuera de lugar el Dr. Santero, queja--mas debía creerse por mí aludido. Aunque no seapor la protesta de S. S. yo tengo necesidad im-periosa de dar una explicación de aquellas pala*bras. Decía yo en la citada noche poco más ó me-nos que los enemigos de Perran eran la ignoran-cia, la envidia y la mala fe ; pero al decir esto yono me refería al adversario leal y franco que bajaá la arena de la lucha científica á combatir ; nome refería á quien teniendo el valor de sus ideasy de sus convicciones se decide á contender no-blemente : no me refería, no, á quien en la prensaó en la tribuna opone palabras á palabras y argu-mentos á argumentos, sin ocultar su nombre ysin acudir á armas viles que sólo la pasión esgri-me : yo hacía alusión á todos esos que sin fuerzaspara discutir en público ó sin valor tal vez parasostener frente á frente lo que de soslayo y en lasombra niegan ó afirman, hieren sin defensa posi-ble por nuestra parte, y más atentos al apetito desu amor propio ó al ruin deseo de hacer daño queá la aspiración de que resulte cierta una esperanzaconsoladora, no perdonan medio para amontonardelante de nuestro paso los contratiempos y lasamarguras. ¿Cómo es posible que yo tratara dealudir ni remotamente á los que como el Dr. Si-marro y el Dr. Santero saben lo que dicen y di-cen lo que creen con la franqueza del que nadateme porque á nadie ofende? (Muy bien, muy bien)^Ya ven, pues, mis dignos contrincantes como,explicadas las cosas, ningún motivo tienen para

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reprochar palabras que sólo en el concepto en quelas dije puedo sostener.

Y yo tenía necesidad de hacer esta declaraciónporque de lo contrario se me interpretaría mala-mente ahora al decir la extrañeza con que oí laotra noche al Sr. Santero en un apostrofe fuertí-simo hacer ciertas afirmaciones, casi inverosími-les en boca de un médico. S. S. aseguraba quepuesto que nosotros decimos que el vírgula muere•en el tejido celular, que el caldo hervido con elmicrobio muerto también da inmunidad, y que seadmite la presencia de las ptomaínas en la sangre,tenemos el deber de demostrar esta presencia y deexplicar el modo como dichas sustancias obran ; yañadía S. S. vehementemente : « Mientras estono se haga, mientras esto no se pruebe y se ex-plique claramente, no tenéis derecho á llevar á la _práctica la vacunación contra el cólera». ¡ Ah!Sr. Santero: ¿ Qué haría S. S. si estuviera á la«abecera de un enfermo y tuvieraque explicárselotodo para poderle tratar convenientemente ? ¿ Quéharía ante un raquítico ó ante un tísico al cualtuviera necesidad de administrar el aceite de hí-gado de bacalao, cuando hay tantas teorías paratratar de explicar su acción, sin que ninguna ha-ya sido aceptada todavía? Y sin embargo, S. S. loadministra como lo administramos todos. ¿Quéharía siguiendo este criterio, ante una anémica óUna clorótica, si tuviera obstáculos para prestar-les el auxilio terapéutico del hierro, sólo porqueno conociera su modo de obrar, en estos tiempos

— 305 —en que la voz autorizada de Dujardin y Trasbot.se ha levantado en la Academia de Medicina deParis para negar á este medicamento la virtud deencender la vida en los glóbulos rojos? ¿No creeel Sr. Santero que se vería desarmado en la ma-yor parte de las ocasiones junto al lecho del pa-ciente si hubiera de explicarse siempre el modo deobrar de cuantas sustancias medicamentosas em-pleara? Tengo la seguridad, y de otra manera elSr. Santero no sería médico, de que se contentasiempre con la comprobación empírica de los efec-tos, y esto le basta. Pues si en todos los casos desu vida profesional guarda siempre la explicaciónpara las discusiones teóricas, ¿por qué aquí, tra-tándose del punto concreto de la vacunación anti-colérica, asegura que ésta no puede ser verdadmientras no se explique y no se pruebe la existen-cia de las ptomaínas en la sangre y la manera,como éstas dan inmunidad?

Hé aquí por qué, no haciendo un cargo á laignorancia, sino atribuyéndolo á un exceso deimaginación, que, como decía el Sr. O vilo, es el,mayor enemigo que tiene el Sr. Santero, excla-maba yo hace pocos momentos que el asegurar lo-contrario era casi inexplicable en boca de un mé-dico. ¿Pues qué, cuando un herido se desangra yla hemorragia terrible amenaza su vida, titubea-remos un instante en practicar la transfusión, siésta es posible, sólo porque las teorías que acercade la acción de la sangre inyectada se han some-tido al examen de los hombres de ciencia no ha-

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yan sido todavía aceptados y demostrados? (UnaVoz : — <c Eso ya está explicado » ). La prueba deque eso no está explicado la tenemos en la obrareciente del actual catedrático de Terapéutica deParís, Dr. Hayem, en la que se patentiza clara-mente lo difícil que es llegar á una conclusióndefinitiva en la teoría de la acción fisiológica y te-rapéutica de la transfusión de la sangre. ¿Es quépretendéis ver claro lo que todos ven turbio?(Aplausos).

Esta incertidumbre y esta confusión para teo-rizar, no es, señores, no, patrimonio exclusivode la ciencia médica, lo es también de todos losramos del saber humano. Los geólogos dudan dela existencia del fuego central, que para los anti-guos alimentaba la vida en las entrañas del pla-neta , y aun no se explican el porqué de esos mo-vimientos convulsivos de la tierra que se llamanterremotos, á pesar de las brillantes teorías moder-nas , entre las que ocupa un principal lugar la delitaliano Stopani; los astrónomos todavía ignoranen qué consiste esa brillante materia cósmica queforma lo que pudiéramos llamar el protoplasmaceleste de los cometas que viajan por centenaresde siglos en la noche infinita del espacio; los quí-micos se encuentran rodeados de mayores miste-rios y tienen que acudir á verdaderas fantasías in-telectuales para explicar los fenómenos íntimos delos conflictos moleculares; todos ellos, todos loshombres de ciencia, todos los que de alguna ma-nera se dedican al estudio de los fenómenos que

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alrededor nuestro pasan, se limitan á hacer cons-tar los hechos, á fijar su determinismo y á entre-gar su explicación en brazos de la teoría.

Pero acaso porque un hecho no pueda expli-carse ¿habrá nunca derecho á dudar de su existen-cia? Por eso yo me maravillaba al oir al Sr. San-tero decir : « Mientras no se hagan análisis y sedé una explicación satisfactoria de la presencia delas ptomaínas en la sangre, no hay derecho á lle-var á la práctica las inoculaciones ni á creer enla inmunidad que éstas puedan dar.» Y, sin em-bargo, la vacuna contra el cólera puede ser unaverdad innegable, evidente, clarísima, expliqúeseó no se explique para nosotros la manera como lainmunidad se consigue (Aplausos).

En ese camino de las restricciones aun opinabael Dr. Santero que la práctica de las inoculacio-nes no debiera tampoco permitirse, porque nopuede saberse la verdad de lo que en ellas hayhasta que no se hagan detenidos experimentos enlos animales. Pero S. S., sabiendo que éstos yase han hecho, no se contenta con los conejillos deIndias, sino que exige que los trabajos y estudiosse hagan en una serie infinita de animales. Son laspalabras del Dr. Santero; tengo buena memoriay las recuerdo perfectamente. ¿Cuándo ha vis-to S. S. que se haya exigido tal cosa en Medi-cina? Pues qué, ¿no estamos usando diariamente,y usa también el Dr. Santero, muchos agentesterapéuticos peligrosos, tóxicos, sólo porque loshan usado en el extranjero Fulano ó Mengano, y

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sin parar mientes en cuántos y en cuáles animalesse han ensayado antes? ¿Acaso cree mi ilustradocontrincante que para probar la eficacia de un re-medio necesita antes el médico del auxilio de todauna serie infinita de animales, esto es, de una ver-dadera arca de Noé sostenida á sus expensas?(Prolongadas risas).

Y pronto acabo con el I)r. Santero : muchomás podría decirle; pero me hago cargo del can-sancio que en todos va produciendo el asunto, yelimino una porción más de observaciones quepudiera hacer para fijarme en un punto de verda-dero interés y en el cual han apoyado argumentoslo mismo el Dr. Santero que el Dr. Simarro : esepunto y esos argumentos se refieren á la presenciade los vírgulas en las deyecciones de los inocula-dos. Nuestros adversarios fijan su atención predi-lectamente en esto sólo para señalar al público eltemor que les asalta de que de este modo algúninoculado pueda ser foco de propagación del có-lera , puesto que las deposiciones con vírgulas sonconsideradas como el vehículo de la enfermedad.

Debo creer al menos que este temor es lo únicoque les hace hablar en tal sentido, porque paraprobar ó negar la eficacia de la vacunación no hade servir la discusión de si existen ó no los vírgulasen las citadas deyecciones. Yo no diré que hayamala fe en el empleo de argumentos de esta índole,¡líbreme Dios de creer tal cosa de parte de misdignos contrincantes! pero sí debo manifestar quelos enemigos de ruin estofa á esto se acogen para

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combatirnos. ¿X qué fundamento tiene tal suposi-ción de las famosas deyecciones virguladas? Yalo han dicho los Dres. Santero y Simarro : unpárrafo mal leido de una carta dirigida por Ferraná un práctico francés, el Dr. Duhourcau, que hasido uno de los que con más entusiasmo han aco-gido y propagado los estudios del profesor tortosi-no. Ya no haymás prueba; la habría negativa si al-guno de los señores que nos combaten se hubieratomado el trabajo de examinar al microscopio y enel laboratorio las tan cacareadas deyecciones, comorepetidas veces lo hemos hecho nosotros. Y cuandoarma tan temible se maneja, cuando tales afirma-ciones se dejan caer para que el vulgo las recoja yponga con su ignorancia trabas á la práctica de lainoculación, es preciso que vosotros, los hombresde ciencia, que de este modo discutís, presentéis'pruebas más concluyentes que la interpretaciónde un párrafo de una carta. Ese párrafo, publi-cado por Duhourcau, no dice que Ferran tuvieradiarrea á consecuencia de las inoculaciones en elmismo practicadas, sino á causa de una infecciónpor la vía digestiva. Ya mi amigo el Dr. Pulidoos leyó por entero y os explicó la otra noche elverdadero sentido de la cita en que os apoyáis ;por eso no molesto vuestra atención con nuevalectura. Si los Dres. Santero y Simarro se hu-bieran tomado el trabajo de estudiar los textos es-pañoles , los cuales tienen más obligación de co-nocer que los extranjeros, no hubieran pensadoya más en las deposiciones virguladas de Ferran.

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En el mismo informe de la Real Academia deMedicina de Barcelona, que el Dr. Simarro, conel gracejo que le distingue, llama el evangelio delos ferranistas, hubiera podido ver S. S. que ladiarrea que tuvo el Sr. Ferran se debió á una in-fección espontánea, que tal vez no fue más graveporque estaba varias veces inoculado.

Y si no se quiere acudir á este texto, aun hayotro en la tan celebrada obra de Van Ermengen,en donde en la pág. 346 se ve una nota que dice:

«El Dr. Ferran me ha escrito el 23 de Eneroúltimo y me dice que ha sido infeccionado acci-dentalmente hace poco tiempo, y que ha sufridouna diarrea profusa, encontrando en sus evacua-ciones bacilos vírgulas en tal abundancia, que el lí-quido constituía, por decirlo así, un cultivo puroAtribuye la inocuidad de la infección de que hasido atacado, y que no había tratado de evitar, álos buenos resultados de la vacunación ».

Véase como la cosa es completamente distintade como aquí se ha presentado, no sé con qué in-tención, sino es con la de asustar ó alarmar á losque de ese modo se dejan impresionar cuando leshablan del peligro que para la salud pública pue-den tener las tantas veces manoseadas, traídas yllevadas, deyecciones con vírgulas de los inocu-lados.

Pero no me extraña que de este modo se saquenlas cosas de quicio, porque tanto puede la fanta-sía de algunos hombres de ciencia, más propen-sos siempre á dejarse llevar por la imaginación

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•que á sufrir el yugo de la reflexión imparcial yserena, que ha habido un profesor distinguido deuna Facultad de Medicina de España que se haexplicado el paso de los vírgulas desde el tejidocelular de los inoculados á los intestinos, de lamanera más graciosa y original que darse puede€n el mundo. «El microbio del cólera, dice pocomás ó menos el profesor aludido, tiene tendenciaá buscar el medio adecuado para vivir, y asícomo la plasmodia se prolonga buscando el rayode luz, así también los vírgulas, al hallarse en loscapilares sanguíneos, atraviesan las paredes in-testinales en busca del líquido alcalino que en eltubo se encuentra» (Risas). O lo que es lo mis-mo , el microbio del cólera es á la manera de ungozquecillo á quien el cebo del pan atrae, sinpensar el que tal dice que el pobre animal pormucha hambre que tenga se quedará sin entrar sila puerta está cerrada (Prolongadas risas. Aplau-sos). (El Sr. Simarro: Es una alusión á un au-sente). ¡Que es un ausente! ¿Y qué? Me extrañamucho que tal se diga. No parece sino que elDr. Simarro, al barajar nombres nacionales y ex-tranjeros conforme le ha parecido, se haya ocu-pado sólo de señores presentes. La opinión quehe citado es una opinión científica, y yo tengo elderecho, que nadie me negará, de juzgarla y cen-surarla como tenga por conveniente (Aplausosrepetidos).

Otra afirmación me extrañó también mucho enboca del Dr. Santero ; la de que el Sr. Ferran no

— 312 —sabe lo que inyecta. Cuénteselo S. S. á la Comi-sión oficial que fue á Valencia : cuénteselo tam-bién á la Real Academia de Medicina de Madrid,de la que S. S. es digno miembro : ya verá comolas dos le contestan que lo que inyecta el [señorFerran es un cultivo puro de vírgulas coléricos.Esto no solamente lo saben, pues, la Comisión,la Academia y el Sr. Ferran, sino también cual-quiera que.se haya tomado el trabajo de exami-nar al microscopio una gota del líquido que sirvepara las inoculaciones.

Se dirá : «Es que en este cultivo debe haberademas de las vírgulas otras sustancias activas.»También puede dar S. S. cuenta de sus dudas ála Comisión oficial antes citada que hizo en Va-lencia el análisis. Pero aunque éste no se hubierahecho, ¿hay razón para exigir á Ferran la com-posición química de un cultivo puro de microbios?¿Por qué S. S. no pregunta á Pasteur cuál es lade un cultivo de bacteridia ó de diplococus? Seríaesto exigir cosas imposibles, ó por lo menos difi-cilísimas. El mismo eminente microbiólogo quehe citado, con ser también un químico no menoseminente, se vería embarazado para contestar,pues precisamente constituye uno de los puntosmás oscuros de la química moderna el que se re-fiere á la naturaleza de las sustancias que los mi-crobios patógenos fabrican, ó de las que empapansu estroma; pero á S. S. le parece esto tan fácily tan corriente, sin duda, que quiere exigir deFerran lo que Pasteur no diría.

— 313 —Ya en el camino de las afirmaciones aventura-

das ó de las negaciones temerarias, nada le cuestaal Dr. Santero decir que la técnica que Ferran.sigue para inocular es poco correcta, puesto queel líquido de la vacuna, al ser sacado del matrazdonde se halla, tiene que ponerse en contacto conel aire, y por consiguiente, con los gérmenes dela atmósfera, por corto que sea el tiempo que estéal descubierto. El Dr. Santero no ha -visto cómovacuna Ferran, y no tiene autoridad para hablard.e cosas que no sabe ; pero aun fundándose en elhecho cierto del contacto del líquido con el aire,lo mismo sucede en la vacunación dé los carneros,según la técnica de M. Pasteur. ¿ Su señoría noha visto vacunar carneros? (El Sr. Santero hacesignos negativos). La vacuna que sirve para evitaren estos animales el carbunclo no es más que uncultivo puro de la bacteridia atenuada : cuandoalguno pide vacuna á M. Pasteur, éste, que recibedel Gobierno francés la pensión anual de 125.000francos, y que por lo tanto no puede, al menosaparentemente, comerciar con las vacunas artifi-ciales de que es inventor, dirige al solicitante áM. Boutron, que es el que se encarga de servir elpedido. (Risas). ¿Os reís de esto? Reíos de Mon-sieur Brouardel, que es justo admirador deMon-sieur Pasteur, y que, sin embargo, censura dura-mente que Ferran cobre honorarios no teniendonada que agradecer al Gobierno de su país. Lavacuna del carbunclo viene cerrada en tubos decristal, gruesos, ligeramente encorvados por el

— 314 —extremo abierto, que pudiéramos llamar el cuello*y tapados con un tapón de cauchuc. Para inoculará los carneros, el tapón se saca, y al introducir lajeringuilla hipodermica en el tubo para cargarla,después de esterilizada, el líquido se pone en con-tacto del aire, y, sin embargo, no les pasa nadade particular, teniendo cuidado, como recomiendaPasteur, de consumir toda la vacuna del tubo enuna sola sesión. Pues cosa parecida sucede con lavacuna del cólera. El líquido está en matraces,modelo Ferran, de base ancha y de una sola boca,cerrada por un tapón de cauchuc atravesado pordos tubitos de cristal, uno corto y recto, que notoca al líquido y que está obturado por algodónesterilizado, y otro largo, que llega por una parteal fondo del matraz, y por la otra, exterior, estádoblado en ángulo hacia abajo y termina capilar-mente. Insuflando aire por medio de otro tubo degoma por el corte de cristal, el líquido sale por elencorvado y se recibe en una jicara ó taza que hasido previamente esterilizada : toda la vacuna quese extrae de este modo se gasta en el acto. Luegosi la técnica de Ferran es para el Sr. Santero pococorrecta, yo no sé por qué también lo ha de serla de Pasteur.

Y ya no diría yo nada á propósito de esto, porque he probado suficientemente aquí y en otroslugares de discusión que de la manera como lasinoculaciones se practican esto no es posible ; nodiría nada más, repito, si no fuera porque le oíhablar á S. S. á propósito de esos temibles gér-

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menes atmosféricos, de no sé qué animales micros-cópicos que se encontraban flotando en la atmós-fera, á los cuales calificaba S. S., con la imagina-ción poética que le distingue, de pequeños tigresaéreos, cosa que me hacía sonreir involuntaria-mente, porque me recordaba la definición que medio en cierta ocasión un alumno al cual pregun-taba en exámenes lo que eran microfitos, y des-pués de un período de pausa como de preparación,me contestaba : « Son las formas primitivas de larana que revolatinean por el aire ». {Prolongadasrisas).

Esta definición, que yo no he inventado comochiste, porque corre ya por lo clásica en el claus-tro de la Facultad de Medicina de Valencia, esla que venía á mi memoria la otra noche al oirhablar al Dr. Santero de los pequeños tigres at-mosféricos.

Basta ya con el Dr. Santero : aun le reservoá S. S. algo para cuando llegue á ocuparme másadelante en la morfología del microbio colerigeno;pero permítame que pase ahora á contestar alDr. Simarro.

Este es un adversario temible : de frase clara,sencilla, pero acerada; de oratoria fria, perocalculadora; maneja el sofisma como nadie, y sevale de la paradoja como pocos. Hace muchosaños que le conozco : ya os lo he dicho antes, ysiempre que mi opinión se ha puesto enfrente dela suya no lo he hecho sin cierto temor, porque elDr. Simarro es también de aquellos duelistas que,

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antes de que el contrario tenga tiempo para po-nerse en guardia, arrojan la espada, seprecipitausúbitamente sobre su enemigo y le muelen á pu-ñetazos (Risas). Sí; le conozco muy bien, y comole conozco tanto, sabía de antemano todo lo queiba á hacer para combatirnos, había adivinado deque recursos se había de valer contra nosotros yhasta el terreno á que había de descender y sile molesta esa palabra, el terreno á que había deelevarse (Risas).

Esa es la causa de que, á pesar de toda la ha-bilidad del Dr. Simarro, tengan que verse des-lucidos los efectos de su ataque; es un juego ga-nado por mí de antemano, con bien poco méritode mi parte, puesto que conocía las piezas de queiba á disponer mi contrario.

Al Dr. Simarro no le ha parecido bien que yo,desde aquel sitio de las conferencias, calificara lostrabajos de Ferran de notable descubrimiento, yllamara á la idea de la inoculación anticoléricaidea salvadora, y añade que esto no debiera afir-marse en sentido tan terminante y absoluto, pre-tendiendo dejar entrever, que si nosotros, los quela gente llama ferranistas, no hubiéramos presen-tado este asunto científico con tal carácter, y sísolamente con el de un trabajo recomendable quenecesita confirmación y que se halla aún envueltoen sombras, todos , él y nosotros , hubiéramospodido confundirnos y militar en el mismo campo.Por conseguir esto último, bastante difícil tra-tándose del Dr. Simarro, que pocas veces está de

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acuerdo con nadie, yo hubiera sido capaz de cual-quier concesión; pero no se trata de eso; se tratasimplemente de aclarar el concepto en que yo hehecho ciertas afirmaciones según el sitio y la oca-sión : una cosa es la propaganda vulgar, al alcancede todos, arrebatada y entusiasta, porque así senecesita, y otra cosa es la controversia científica,serena y sosegada, meditada y fria. Por eso enmis conferencias dadas anteriormente en este Ate-neo hablaba yo con la fe del propagandista y conla seguridad del que oree en la verdad que pro-fesa; ahora, si el Dr. Simarro me pregunta sitoda la doctrina que se funda en los hechos de lasvacunas artificiales en general y la de la vacunadel cólera en particular son para mí claras y evi-dentes, sin nebulosidades de ninguna especie, yole contestaré que no. ¿Hay algo en Medicina quesea del todo indudable? ¿Hay algo que no tengaoscuridades y tropiezos para la inteligencia ? Perode confesar esto á dejar de declarar que, para mí,que para nosotros, los que hemos podido compro-bar prácticamente la eficacia de la vacuna del có-lera, ésta es una verdad demostrada, hay unagran distancia que el claro talento de S. S. ten-drá que reconocer. Ahora bien; desde el momentoen que para todos sea, como para nosotros ya loes, una verdad, ¿dejará de considerarse como unadmirable descubrimiento el de Ferran, por mu-chas dudas que haya en la interpretación delmodo de obrar de su vacuna ?

El Dr. Simarro empezaba tratando de la mor-

— 318 —fología del microbio colerígeno descubierta por elmédico tortosino, y empezaba haciendo conside-raciones , que tienen muy poco de lógicas, á pro-pósito de la cautela y mesura con que deben pro-ceder los sabios en cuestiones .de esta índole. Ycomo S. S. tiene una poderosa inteligencia y esperfectamente dueño de su palabra, hay que ha-cerle responsable, más que á ningún otro, de loque expone y de lo que afirma. S. S. ha sentadoun absurdo cuando ha relatado lo que en un labo-ratorio de microbiología sucedió á propósito delos vírgulas encontrados por Malassez en la diar-rea de un enfermo de disentería. ConsultadoStrauss acerca de la naturaleza de aquellos pre-tendidos vírgulas, no se atrevió á juzgarla sólopor su examen microscópico directo, y, se-gún S. S., contestó : «Voy por las preparacionesque en Marsella hice juntamente con Koch, y ve-remos si éstas á aquellas se parecen.» Y el doctorSimarro continuaba ; « Así proceden los verdade-deros hombres de ciencia, así se aseguran bienantes de hacer afirmaciones que luego más tardepueden ser desechadas.» Pues yo debo decir á suseñoría que de este modo no proceden los verda-deros hombres de ciencia y ni siquiera los princi-piantes , porque aquí en España no hemos tenidonecesidad de la presencia de preparaciones hechasbajo la inmediata inspección de Koch, para po-der hallar los vírgulas en las deposiciones coléri-cas, montarlos en cristales y tener la completacertidumbre de su naturaleza.

— 319 —Siguiendo el criterio del Dr. Simarro, para que .

un naturalista pudiera clasificar un ave, un insec-to, ya descubiertos y conocidos, debería tenersiempre necesidad de acudir á la estantería de losmuseos para buscar, por la comparación del seralmacenado, la comprobación de caracteres quedebiera antes saber.

Y aun añadía el Dr. Simarro : « En el micros-copio saben mirar todos ; lo difícil es interpretarlo que se mira ». Las dos cosas son difíciles real-mente , y nadie podrá negar que se necesita algúnhábito para ver algo á través de los cristales deese instrumento ; no todos miran cuando quieren»Yo hubiera deseado que hubiera estado S. S. pre-sente á una escena chistosa acaecida recientementeen Valencia. Un médico inglés, que aunque no-venía enviado por el Gobierno de su nación, esta-ba, sin embargo, recomendado por él y tenía in-terés en estudiar los ensayos de F erran, fue invi-tado por este último á examinar una preparaciónde vírgulas. Nuestro colega extranjero acercóseal microscopio y pretendió mirar dejando entre suojo y el ocular más de un palmo de distancia.—« Aproxímese V. más le dijimos : y sólo ha-ciéndolo así pudo ver lo que en la preparación ha-bía montado sobre la platina (Risas). Ya ve S. S..como no todos saben mirar. Por cierto que re-cuerdo bien que aun preguntaba el citado colega,después de observar un rato los pequeños filamen-tos, teñidos, del vírgula, por qué los microbios delcólera eran azules, sin tener en cuenta la sustan-

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.•cía colorante que se había empleado para prepa-rarlos {Risas). El Sr. Simarro pronuncia algunaspalabras que no se entienden). No se impaciente elDr. Simarró : esto no va con él, que yo bien séque está acostumbradísimo á manejar el microsco-pio. Es una pequeña digresión que me he permi-tido , porque la he creído conveniente, así comoS. S. lo creyó de la de Malassez y Strauss. Aunhablaremos más adelante algo de otros médicosextranjeros, porque ésta es una cuestión impor-tantísima para Ferran.

Continuemos : El Dr. Simarro llama estupendoy asombroso ó cosa semejante, al desarrollo mor-fológico del microbio colerígeno descubierto porFerran ; pretende que precisamente lo que tieneeste desarrollo de raro y de extraño es un argu-mento en contra de su exactitud, y para demos-trar todo el alcance de la impresión que le hanproducido los hechos nuevos, dice : ce Si me dije-ran que detras de la puerta había un hombre, locreería; si me dijeran que había un caballo tam-bién lo creería; pero si me dijeran que estabaaquel célebre monstruo de Horacio, con cabezahumana, cuello de caballo y cola de pez, lo du-daría y aun lo tomaría á broma ». Algo así pare-cido dijo el Dr. Simarro ; pero esto prueba lo so-fista que es S. S. Coloqúese en condiciones seme-jantes á las de un médico ó un naturalista antelas sorpresas de la microbiología moderna, y yaverá S. S. como la cosa cambia ; porque S. S. sabemuy bien que el monstruo de Horacio no va suelto

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ni atado por las calles de Madrid, pero si S. S. envez de estar ahí sentado, se encontrase en unaselva virgen de la América ó de la Australia, ro-deado de plantas maravillosamente raras, topandacontinuamente con animales á cuya vista no estu-viera jamas acostumbrado, pájaros de esplendenteplumaje y cuadrúpedos de caracteres extraños, yle anunciaran que tras de la espesura existía unanimal rarísimo jamas visto ni oido, ya no asoma-ría la risa á sus labios, y al adelantarse á ver siera real su presencia, llevaría dentro de su cere-bro la idea de la posibilidad de encontrarlo.

Pues si esto es así, ¿por qué no se coloca enigualdad de condiciones, y al calificar de asom-broso el descubrimiento de E1 erran, no puede ad-mitir á priori la existencia de esa maravillosamorfología como S. S. llama, puesto que elmundo casi ignorado de la microbiología está tanlleno de misterios y de oscuridades, ya que es unverdadero mundo de lo desconocido?

Siguiendo el Dr. Simarro ocupándose de losestudios morfológicos de F erran sobre el microbiocolerígeno, parodiaba la tan conocida frase deRossini, si mal no recuerdo á propósito de la mú-sica de Wagner, asegurando que en esto de lamorfología lo bueno de F erran no es nuevo, y lonuevo no tiene nada de bueno. Pues yo voy ádemostrará S. S- todo lo contrario, no con loque yo pueda decir y el Ateneo creer ó no creer,sino con textos que á S. S. le va á costar trabajorecusar. Voy á probar con ellos que los estudios

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practicados por Ferran sobre el desarrollo del vír-gula de Koch tienen novedad y mérito, cosasambas negadas por el Dr. Simarro.

Al mismo tiempo, voy á dejar sentado que loshechos vistos por vez primera por el médico tor- "*tosino podrán interpretarse de un modo ó de otro,pero han podido ser observados por varios micro-biólogos extranjeros y nacionales, que antes nolos habían podido apreciar, con lo cual va á resul-tar que los descubrimientos de Ferran en morfo-logía son, por lo menos, ciertos, á pesar del asom-bro que en el Dr. Simarro causaban por lo raros.

Ese ya conocidísimo Van Ermengen, cuyonombre tanto se ha manoseado por unos y porotros, peloteándole á placer y á gusto de todos,va precisamente á abrir la lista de los panegiris-tas de Ferran ; con ello va á convencerse el doc-tor Simarro de que ese señor fue el primero encelebrar los triunfos de nuestro compatriota mu-cho tiempo antes de que diera á luz su obra , dela que posee S. S. un ejemplar, que tenía muybuen cuidado de enseñar cuando le nombraba,pero del cual aún no hemos tenido el gusto deque leyera un solo párrafo (Muy bien). Advir-tiéndole á S. S. que si de la lectura de algunascartas y de ciertos párrafos de la citada obra re-sulta algún contraste con otros actos ú otras ma-festaciones de Van Ermengen, no seremos nos-otros, ni S. S., ni yo, ni el Sr. Ferran, los quesalgamos perjudicados.

En carta dirigida por el profesor belga Van

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Ermengen á D. Jaime Ferran con fecha 8 de Fe-brero de 1885 , dice aquel:

« No sé cómo dar á V. las gracias por el envíode sus preparaciones, que he estudiado con el másvivo interés..... Comprenderá V. mejor que nadietodo el placer que he experimentado al observarpor mí mismo la exactitud de los hechos ADELAN-

TADOS por F».

Ya ve el Sr. Simarro, cómo Van Ermengenconfiesa que Ferran ha adelantado hechos ; estoes, que ha inventado algo ó que ha visto antesque los demás esas cosas que S. S. negaba (Muí/bien). Continúo leyendo :

ce He tratado de conocer el ciclo completo de laevolución del microbio de Koch, y me he con-vencido que las descripciones del microbiólogo deBerlín distaban mucho de dárnoslo por completo-».

¿Se va enterando el Dr. Simarro? (Risas).Pues sigue Van Ermengen :

ce Me he encontrado varias veces en presenciade hechos cuya exacta significación no podía ha-llar ; pero gracias al ADMIRABLE DESCUBRI-

MIENTO de V., del desarrollo del bacilus vírgula,todo después de V. se ha vuelto claro para mí, ymuchas oscuridades han acabado por disiparse»(Grandes aplausos).

Pues aún va á oir más el Dr. Simarro : Enotro párrafo de la misma carta, al hablar de unade las preparaciones enviadas por Ferran, se dice:

«ESPLÉNDIDA es la preparación de espiriloscon ondulaciones numerosas y apretadas, pre-

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sentando en ciertos puntos vuestros oogonos».Comprenda bien el Ateneo lo que esto signi-

fica. En las preparaciones microscópicas no puedeinventarse nada, y sobre ellas no cabe fantasear,de modo que la confesión de Van Ermengen re-sulta valiosísima, aunque no sea más que paraconvencer á mi amigo el Dr. Simarro, de queFerran sabe hacer preparaciones, coloreándolas ymontándolas de tal modo, que merecen el califi-cativo de ESPLÍ'JÍDIDAS por esos mismos profeso-res extranjeros á cuya autoridad acude S. S.(Muy bien, muy bien). (El Sr. Simarro pronun-cia algunas palabras que no llegan á oírse). Ya hedicho al Dr. Simarro que de esta lectura no ha-bíamos de salir perjudicados ni S. S. ni yo, niel Sr. Ferran, sino otro profesor extranjero cuyaseriedad no ha de quedar muy bien parada. Pro-sigo : en otra carta fechada también en Bruselasen 22 de Marzo, dice también Van Ermengen almédico tortosino :

«Concedo el más vivo interés á sus admirablesinvestigaciones de V., y tengo el más vivo deseode que resulten en un todo confirmadas ; no dudopor mi parte, de que sigue V. buen camino, ytengo el placer de poder anunciar á V. que he sidotestigo POR MÍ MISMO de las particularidades tan

NOTABLES DESCUBIERTAS POR V » . (Aplausos).

« Siguiendo exactamente la técnica que V. ha in-dicado, he visto CON MIS PROPIOS OJOS filamen-tos alargados, flexuosos, producir cuerpos globu-losos en sus extremidades y en su espesor : estos

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cuerpos, al principio homogéneos, se vuelvenluego granulosos y moriformes Hay una la-guna en el ciclo del desarrollo de este organismo:no he tenido la dicha de poder asistir á la pertur-bación de los cuerpos moriformes, pero trataré deobservarla. y>

¿Puede darse, señores, nada más elocuentepara probar con el testimonio de uno que se llamadiscípulo de Koch y que es autor de una obra vo-luminosa sobre el microbio colerígeno, para pro-bar , repito, que Ferran ha adelantado hechosnuevos y que ha conseguido por sus estudios re-sultados notables, y tiene derecho, por consi-guiente, á la consideración de sus colegas en Es-paña, ya que la ha merecido de sus colegas defuera? (Muy bien-, muy bien).

Estas cartas que he leido no hay inconvenienteen hacerlas públicas ; tengo autorización para elloé interés por que á conocimiento de todos lleguen.Pero si para algunos no fuera bastante el testimo-nio privado y confidencial, acudiré al público, yos probaré con el libro de Van Ermengem igualcosa que con la lectura de sus cartas.

En la citada obra del profesor belga hay, haciael final, un extracto extenso de los trabajos deFerran, y en él se lee, pág. 334 (El Sr. Si-marro toma un libro que tiene á su lado, lo abre yse pone á leer con interés). Celebro infinito que elDr. Simarro tenga y lea en estos momentos otroejemplar de la misma obra, porque de este modo,como yo es posible que traduzca no muy bien el

21.

— 326 —francés, S. S. podrá decirme si me equivoco. (Ri-sas y aplausos).

En la pág. 334 del libro de Van Ermengemdice :

«. Por extraordinarios que parezcan los hechosadelantados por Ferran, me parece que no se de-ben rechazar sin examen. Yo me he apresurado,por el contrario, desde el momento en que tuveconocimiento de ellos, á someterlos á una com-probación experimental, y esta tarea me ha faci-litado en extremo la excepcional complacenciadel autor. Los cultivos y las preparaciones que hatenido la galantería de enviarme me han permitidoVER LA EXACTITUD de algunas de esas afirma-ciones : en ellos he podido encontrar ciertas for-mas de desarrollo señaladas por él y hacer constarque se acercan singularmente á las descritas ante-riormente ». Y en la pág. 341 se lee : « M. Fe-rran ha anunciado, y YO HE PODIDO COMPRO-

BAR , este hecho por medio de mis propios culti-vos, que en circunstancias mal precisadas por mí,existen filamentos con dilataciones (oogono) en loscultivos en gelatina... Cualquiera que sea la signi-ficación filogénica atribuida á estas formas de de-sarrollo, su existencia y sus relaciones con los ba-cilos vírgulas de Koch parecen innegables. Peropara obtenerlas de un modo constante y en granabundancia es preciso recurrir á una técnica es-pecial indicada por Ferran ». Y más adelante, enla pág. 343, añade : <r Ya me he explicado ante-rior mente á propósito de las masas globulosas que

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«.parecen en la extremidad de los filamentos fle-XUOSOS. S u EXISTENCIA ES INDUDABLE, y desde

que he seguido los procedimientos de cultivo in-dicados por Ferran, ME HA SIDO FÁCIL ENCON-

TRARLAS en abundancia.lío debe nadie, pues, poner en tela de juicio

que Van Ermengem afirma la novedad 7 el mé-rito de los trabajos morfológicos de Ferran, y queprueba con su testimonio toda la importancia quele merecen.

Pero no es el de Van Ermengem el único tes-timonio que yo pudiera citar á favor de esto :aun hay otro más valioso, el del ilustre panspe'r-mista M. Pasteur, al cual debe la ciencia losmás serios y profundos estudios sobre todo lo queá cuestiones de esta índole se refiere. Pasteurdice en carta recientemente dirigida á Ferran, yque el mismo Brouardel trajo en persona : «yase empieza á reconocer que V. ha observado he-chos de morfología que han escapado á los quehan estudiado el bacilo Koch, y hasta el mismoKoch.)) (Grandes aplausos).

¿Queréis aún más? SI mismo artículo del doc-tor Doyen, publicado hace poco en el ProgresMedical, y citado por el Dr. Simarro, no esprueba de lo que éste pretendía demostrar. Allíno se niegan las formas principales descubiertaspor Ferran; el trabajo de Doyen va encaminadoá interpretar la significación y el papel de estasformas en la vida del microbio de distinto modoal del Sr. Ferran ; puesto que así como éste les

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señala una función importante en la reproduccióny el desarrollo, aquél las tiene solamente comoformas de involución. Léase el artículo de Doyen,y se verá el verdadero sentido de su modo depensar. Y esto dista bastante de lo que afirmabael Dr. Simarro. La interpretación que los sabiosdan á los hechos puede ser diferente, sin que es-tos hechos dejen de ser siempre verdad. Por eso,aun cuando el dia de mañana resulte que la cien-cia explica de muy diversa manera que Ferran lamorfología del vírgula descubierta por éste, nopor eso dejara de ser notable lo que por vez pri-mera vio el médico de Tortosa. También Colonbuscaba la India y encontró la América (Muybien).

Aun hay otro testigo, que yo calificaría demayor excepción para probar que es una realidadparte, al menos, de la morfología de Ferran, queal Dr. Simarro parecía tan maravillosamente ex-traña.

Ese testigo es el Sr. Mendoza, uno de los in-dividuos de la Comisión oficial nombrada para.estudiar los trabajos de vacunación colérica. Esteseñor, tenido por microbiólogo, que tanta prisase ha dado en publicar su informe sobre los ensa-yos de Ferran (causando esta prisa la extrañeza detodos los que aún esperaban inocentemente su Me-moria sobre el cólera del pasado año, en que fueá estudiar por cuenta del Gobierno á París y áBerlín donde no se padecía tal enfermedad)»( Grandes risas) ; este señor dice en el citado in-

— 329 —forme , que ha visto lo que Ferran llama oogonos,•oosferas y polínidos, y hasta lo que éste bautizacon el nombre de cuerpos moriformes, si biencree que las primeras formas lo son de involucióny la última constituida por cristales agrupados.Es decir, que los hechos señalados por Ferranson para Mendoza ciertos : sólo difiere éste en lainterpretación.

¿Vé el Dr. Simarro cómo Ferran no ha so-ñado ni creado fantasías? El microbio colerigenopresenta en sus cultivos particularidades que niKoch ni nadie habían visto antes que Ferran.Esto es indudable : ¿qué importa para la gloriade nuestro paisano que cada observador expliqueluego á su manera estas particularidades?

Y si después de demostrar que lo que Ferranlia visto es cierto, hay algunas dudas acerca desí, como yo afirmo, él ha sido también el pri-mero en verlo, traeré datos que lo probarán evi-dentemente. Los microbiólogos que para el doc-tor Simarro han sido los primeros en ver lo quedice Ferran haber él descubierto (¡ notable con-tradicción en S. S., que antes negaba hasta laexistencia de las nuevas formas del microbio, yluego cuando le conviene afirma que otros lashan descrito anteriormente!): esos microbiólogosson Finkler y Prior, Petrone, Ceci y no sé queotros.

Pues bien ; ninguno de ellos, señores, hahablado antes que Ferran de toda la nueva mor-fología del vírgula colerigeno. Finkler y Prior,

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que tuvieron la desgraciada pretensión de hallar-en el cólera nostras el mismo microbio del cóleraasiático, y que, fueron atacados rudamente porRoberto Koeh, pretendieron también ver en di-cho microbio la esporulacion; pero, aparte deque la describen de un modo bastante distinto alde la que le asigna Ferran, desde el momento enque todos están conformes en que el vírgula delos profesores de Bonn es otro microbio que eldel cólera morbo asiático, que ha servido al mé-dico tortosino para sus estudios, está de más todocuanto se diga. La esporulacion de Finkler yPrior es la del vírgula del cólera nostras ó endé-mico. ¿Tiene esto nada que ver con los hechosde Ferran?

Y vamos á Petrone. Este es un observadorconcienzudo y un microbiólogo distinguido, yes también el único tal vez á quien pueda conce-derse el honor de haber hablado de corpúsculosendógenos antes que Ferran, sin darles la signi-ficación precisa que éste les señala; pero no dicenada á propósito de los cuerpos globulosos queFerran llama oogonos. En este punto el Dr. Si-marro no ha dicho lo cierto. Y en cuanto á- Cecitodo lo que haya podido decir está publicadadespués. En los Anales de Medicina y Cirugía deLieja aparecieron los trabajos del profesor deGenova en Febrero de este año, esto es, un mesdespués que yo en La Crónica Médica de Valen-cia del 5 de Enero, había dado á conocer antesque nadie los del médico de Tortosa.

— 331 —Añádanse estos datos al testimonio de Van Er~

mengem que he hecho público en la sesión ante-rior, y se verá, señores, cuan injustos son conFerran sus compatriotas, y cuan ligera y torpees la conducta de los que, como el Dr. Santero,le equiparan al comerciante que vende génerosfabricados no sé si en ocho horas ó en cuatromeses. (Grandes aplausos).

Aun diría y os probaría mucho más en estesentido, señores, pero no lo hago, porque tendríaque hablaros de cosas enojosísimas para los queno están acostumbrados á tratarlas, y porque deeste modo haríame extremadamente pesado. Bas-tante siento haberlo sido ya, pero bien sabe Diosque, siéndolo, lo he sido para probar que tam-bién sé hablar sin galas oratorias que oculten elfondo del lenguaje, como algunos en la prensa,de mi humilde persona se han permitido decir.(Aplausos).

Pasemos adelante y veamos si tiene la mismarazón que hasta ahora ha tenido el Dr. Simarro,al ocuparse en la cuestión del peronóspora.

Esto del peronóspora, nombre dado en un prin-cipio por Ferran al microbio colerígeno, ha ex-trañado , sin razón, á algunos en el campo de lamicrobiología ; pero tiene una explicación paratodo aquel que esté medianamente versado enesta clase de estudios. La mayor parte de los pe-queños organismos llamados patógenos, ó seanlos productores de enfermedades, pertenecen enlas clasificaciones de la botánica criptogámica á

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un grupo de límites vagos é indecisos y de signi-ficación oscura, en el que lian ido arrinconán-dose todos los seres vegetales microscópicos queno lia sido posible incluir en otro alguno: estegrupo es el de los squizomicetos, llamados asíporque se cree que sólo se reproducen por escisi-paridad, esto es, partiéndose y fraccionándosesin cesar. Hace pocos años, y debido precisa-mente á los primeros trabajos de Koch, vióseque uno de ellos, la bacteridia del carbunclo, nosolamente se perpetuaba de este modo, sino quepodía reproducirse por verdaderos esporos endó-genos , ó sea nacidos en el interior de los fila-mentos. Esto hizo sospechar que algunos, ó talvez todos, de los llamados squizomicetos, debíantener otras maneras de reproducirse y que la esci-siparidad era la más común, por ser tal vez la mássencilla y la que menos condiciones exige paraefectuarse. Y esto lo van confirmando los últimosestudios. La esporulacion es posible que sea másgeneral de lo que se cree, siendo el esporo en es-tas criptógamas microscópicas la verdadera semi-lla de la invisible planta. Por esta causa no debeextrañar al Dr. Simarro que el microbio del có-lera tenga otros modos de reproducirse á más delde la escisiparidad. Todos estos pequeños orga-nismos son muy sensibles á la acción de las cau-sas destructoras que les rodean: la sequedad, elcambio un poco brusco de la temperatura am-biente, una ligerísima cantidad de alguna deesas sustancias que llamamos antisépticas bastan

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para destruirles, y la defensa contra todos estosagentes de muerte la tienen en su facilidad paramultiplicarse, en su rapidez para reproducirse decuantos modos es posible : esa es la causa de queseres tan insignificantes por su tamaño, sean tantemibles por sus efectos. (Muy bien.) ¿Duda elDr. Simarro de que esa facilidad de reproduc-ción múltiple sea la característica de la resisten-cia de dichos organismos? ¿Le parece extrañoque pueda multiplicarse de distintos modos elmicrobio del cólera morbo asiático? ¿No sabe óno recuerda S. S. que en concepto de organis-mos inferiores hay infusorios que se reproducende dos y tres maneras distintas? (El Sr. tíimarro:Si, pero son infusorios). ¡Que son infusorios!; Y qué quiere decir con esto S. S. ? ¿Ignora acasoque para muchos gran parte de esos infusoriosson esporozoarios dotados de movimiento? Puesla mónada colicina, y la de recorte, y la de cor-chete y otras se reproducen de dos y de tres ma-neras. ¿Pero á qué cansarme en probar esto, sies el abecé de los estudios sobre la reproducccion?¿ Quién no lo sabe, que se precie de conocerlos?

Respecto á si el microbio colerígeno es ó noperonóspora, Ferran se ha adelantado desde unprincipio á las observaciones que pudieran ha-cerle los microbiólogos. Ya en el informe de laEeal Academia de Medicina de Barcelona seafirma que Ferran no concede una gran impor-tancia á este asunto. Las clasificaciones de lascriptógatnas microscópicas son todas ellas defec-

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tuosas é insuficientes : los conocimientos que laciencia contemporánea tiene de estas interesantesplantas, son relativamente tan escasos en mediode su importancia, que no pueden servir todavíade base á una clasificación aceptable: hasta la delmismo Colín es inadmisible. Para huir de estosinconvenientes, llama Pasteur gérmenes tan sóloá los citados organismos, y Duclaux confiesa quelos grupos y las divisiones artificiales no tienenen esto apenas valor. Por lo demás, y abundandoen parecidas ideas, el que sea ó no peronósporael microbio del cólera, no podrá jamas invalidarlos hechos descubiertos por Ferran, ni ser tam-poco un argumento contra la acción preservativade sus inoculaciones, y es extraño que personasde tan recto juicio como el Dr. Simarro, quieransacar partido de estas cosas en contra de lo que,por su naturaleza, está fuera de los alcances deestos ataques.

Y vamos á otra cuestión : preguntaba el doc-tor Simarro : «¿cómo es posible que el Sr. Ferranse haya lanzado á afirmar hechos tan raros, quecasi, por lo raros, son absurdos, sin haberse de-dicado anteriormente á trabajos de esta índole,sin seguir la técnica de los maestros y sin dispo-ner de medios materiales necesarios? » S. S. em-pieza por desconocer los trabajos de microbiolo-gía emprendidos hace tiempo por Ferran, y queantes de ahora habían dado á conocer su nombreá los médicos españoles que teníamos buen cui-dado de seguir el progreso de estos estudios en

— 335 —nuestro país, y acaba por ignorar en qué consis-ten los medios de que ha podido y puede dispo-ner Ferran en su laboratorio, puesto que sólosabe lo que respecto á esto ha dicho Brouardel.Semejante conducta en la discusión, es poco,seria.

Antes de los últimos trabajos de Koch sobre laetiología del cólera, ocupábase Ferran en micro-biología. El ha sido el primero y el único que enEspaña se ha dedicado á la obtención de las vacu-nas artificiales para evitar los estragos de la epi-zootias : algunas relaciones epistolares acerca deesto, uníanle ya con el eminente Pasteur : suMemoria sobre el parasitismo en Medicina, nohace aun mucho que ha sido premiada por la SealAcademia de Madrid: su estudio del microbiodel paludismo daba ya á conocer todo cuanto po-día esperarse en este sentido de él: sus prepara-ciones microscópicas de todos los microbios pató-genos corrían de mano en mano en los laborato-rios. No extrañó á nadie por eso, el que Mu-nicipio de Barcelona, mediante concurso, lenombrara miembro de la comisión encargada elpasado año de estudiar la epidemia colérica enMarsella y en Tolón. De todo esto podía haberseenterado el Dr. Simarro, con la lectura de laprensa, no política, sino profesional, de Barcelona.

Ademas, señores, de los trabajos científicosespañoles, son los de Ferran, los que más reso-nancia han tenido en el extranjero. Basta leer lainnumerable lista de revistas, periódicos y publi-

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«aciones de todas clases que se han ocupado en elasunto, para comprender todo el interés que hanconcedido los de fuera á los estudios de un hom-bre que tan violentamente es atacado por los dedentro (Muy bien). También esta lectura podráprobar al Dr. Simarro, que Ferran no ha hechonunca un misterio de sus trabajos, sin hacer usopor esto de una populachería vulgarizadora im-propia y censurable, pues sólo cuando el mundocientífico había hecho ver la importancia de susensayos, es cuando á la prensa política acudieronsus amigos.

Otra afirmación original es la de que Ferranmal puede haber hecho algo nuevo y bueno sinhaber seguido la técnica de los maestros. Extrá-ñame mucho que el Dr. Simarro la haga : ¡él,que está dotado de una despreocupación sin lí-mites ! ¡ él, que tiene un criterio tan liberal y tanamplio! ¡ él, que posee el espíritu más rebelde éindependiente en ciencias que yo he conocido , ycuando precisamente esa despreocupación, esecriterio y ese espíritu son lo que caracteriza alDr. Simarro y lo que hace de él un tipo especialy admirable para sus amigos! ¿ Acaso la técnicaen esto, como en todo, es invariable y fija? ¿Esun código eterno al que tienen todos que ajustarsus ensayos? ¿No ve el Dr. Simarro que esto escondenar el progreso en el saber, y hacer un ver-dadero abuso de la autoridad en materias tanfuera de este yugo como las que nos ocupan?(Bien, muy bien).

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Precisamente por esto es por lo que el mismo-Ferran pudo contestar en su laboratorio de Va-lencia á Van Ermengem que, olvidándose de susanteriores cartas y de su propia obra, calificabaentonces de defectuosa su tánica. — « Mi técnicapodrá tener defectos, pero con ella he conseguidodescubrir lo que usted ha admirado y elogiadoantes de ahora, mientras con la de usted, per-fecta, no he conseguido ver nada nuevo» (Gran-des aplausos).

Añadía también el Dr. Simarro al anteriorargumento contra Ferran, el que éste no usabatampoco sustancias colorantes.

No es cierto, señores. Si Ferran no ha colo-reado sus cultivos para el estudio, ha sido porquede esta manera, al desecarse la gota sobre elcristal, la membrana delicadísima que constituyeel periplasma de los cuerpos globulosos se pierde.En estado fresco y natural, hallándose vivos losorganismos y no usando el práctico la deseca-ción y las sustancias colorantes, es únicamentecomo se hace posible llegar al estudio de las for-mas descubiertas por Ferran.

Esa ha sido la causa de que haya modificadola técnica de los maestros. Pero de confesar estoá negar que nunca Ferran usa las sustancias co-lorantes, hay gran distancia. Cuando se trata demontar preparaciones secas para su conservaciónen los laboratorios, Ferran ha seguido la técnicaconocida de todos. ¿No es buena prueba de ellola preparación mandada por él á Bruselas y que

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fue calificada de espléndida por Van Ermengemen una de las cartas que os leí en la sesión ante-rior? Y aparte de esta prueba, bastaría el hechode que al ceder Ferran un local á Van Ermen-gem y Gibier en la misma casa de Valenciadonde tiene establecido su laboratorio, les pro-porcionara también los colores de anilina de queéstos, por olvido tal vez , habían venido despro-vistos. ¿Es que cree el Dr. Simarro tan difícileslos procedimientos de coloración que no sea ca-paz cualquiera de los alumnos de nuestras Facul-tades de emplearlos? ¿Por qué no los ha de usarFerran cuando los crea convenientes, siendo supráctica lo más sencillo de la técnica microbioló-gica?

En cuanto á que el célebre médico tortosinoposea medios imperfectos para el estudio y sejuzgue imposible por esta causa que haya hechoalgo que merezca la pena de elogio, maravilla,señores, que se convierta en argumento con apa-riencias de serio en boca del Dr. Simarro. Tam-bién en un principio á todo se parecía menos áun laboratorio perfecto el cuartucho donde elilustre C. Bernard sorprendió tantas maravillas.Los grandes descubrimientos no han necesitado,por regla general, grandes y poderosos recursosde investigación. El microscopio de Leuwenhock,que haría ahora reir, sirvió, sin embargo , parasorprendentes cosas. En último resultado, pues,si Ferran cuenta con limitados medios, esto noprobará nunca que haya sido incapaz de descu-

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brir nuevos fenómenos, algo que podrá ó no te-ner mérito, pero que servirá siempre para de-mostrar un espíritu investigador digno de imita-ción y una laboriosidad laudable, y todo esto, enun país tan pobre como el nuestro en verdaderasglorias científicas, merece, Sr. Simarro, conside-ración y respeto, que no es menos eminente unhombre porque sean pobres sus recursos (Muybien). Acuérdese el Dr. Simarro de que Colonno necesitó nuestros magníficos buques de vaporpara descubrir un mundo (Grandes aplausos).

Y tócale ahora, en un paréntesis, al Dr. Sante-ro, á quien todavía reservo alguna pequeña cosa alhablar de microbios. Afirmaba con imperturbableserenidad S. S., á propósito de las condiciones deexistencia del vírgula colerígeno, que los hongosviven siempre en medios ácidos y que las algas,por el contrario, lo consiguen en medios alcali-nos. Un poco apurado se vería el Dr. Santero sihubiera de distinguir en primer lugar las algasde los hongos en criptogamia microscópica : masde veinte clasificaciones principales existen deplantas criptógamas, y cuesta mucho trabajo á losdistinguidos botánicos, que son sus autores, esta-blecer la tal distinción, separar las unas de losotros y poner de acuerdo sus opiniones con las desus compañeros en afición y estudios. Por eso measombra la absoluta seguridad con que de esto ha-bla el Dr. Santero. Verdad es que más impertur-bable sangre fría se necesita para asegurar queFerran admite que un alga se convierte en hongo.

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¿Dónde ha oído ó leído S. S. semejante dislate?No hay más que abrir un libro cualquiera debacteriología para convencerse de que la mayoría,si es que no son todos, de los microbios patóge-nos clasificados como hongos se cultivan perfec-tamente en medios alcalinos y difícilmente en losácidos, como sucede con el del cólera descubiertopor Koch. Si no fuera por esto ¿á qué habríande recomendarse tanto los detalles técnicos paraalcalinizar terrenos de cultivo en los laboratoriosdonde se estudian bacterias patógenas?

Ademas, es también un juicio erróneo el de suseñoría el creer que siendo el espirilo un ser com-pleto, mal puede salir ya formado del cuerpo mo-riforme, como Minerva salió del todo armada dela cabeza de su padre. ¿Quién le ha dicho á S. S.que es un ser completo el espirilo, y como han decreerlo los que consideren razonable la evoluciónmorfológica del microbio colerígeno descrita porFerran que no ve en él más que el talo, ó comosi dijéramos el tronco de nuestros árboles?

Tampoco me costaría mucho trabajo desvane-cer otra duda de S. S. respecto á la extrañezaque le causa saber que en cierta época de los cul-tivos de Ferran encuéntranse á la vez espirilos ycuerpos moriformes. A la verdad, no comprendomuy bien lo que con esta extrañeza ha queridomanifestar el Dr. Santero. Los cultivos del vír-gula no son, por otra parte, más que una asom-brosa muchedumbre de vegetales, donde por ne-cesidad ha de haber, llegado cierto período,

— 341 —representantes de todas las edades de la plantamicroscópica. Lo extraño es que S. S. se mara-ville de estas coincidencias morfológicas y saquede ellas argumentos para dudar de la autenticidadde las formas, como extraño sería también quesu señoría se asombrara de ver en un bosque depinos, grandes y pequeños árboles con sus erec-tas capas y sobre el suelo ramas sueltas y pinas ála vez. (Muy bien.)

Pasemos ahora á otra cuestión importantísima :á la del cólera experimental por medio de inyec-ciones hipodérmicas. Solo siento que el temor dehacerme pesado me impida aquí referir lo que enotras partes he dicho acerca de esta cuestión yespecialmente lo que no hace aún muchas nochesdecía en la Sociedad de Higiene. Permítame,pues, el Dr. Simarro, que, ciñéndome mucho alasunto, sea más concreto de lo que él quisiera yyo deseara.

Bueno es que empiece S. S. por admitir quelos conejos pueden sufrir el cólera experimentalpor medio de las inyecciones duodenales de uncultivo puro de vírgulas coléricas ; S. S. es delos que aceptan también que este microbio es elcausante de la peste del Ganges, por lo cual yole rogaría que, antes de atacarnos, procurara po-nerse de acuerdo sobre este y el anterior puntodel cólera experimental con el Dr. Santero yotros señores, que están muy lejos de pensar comoél acerca de ellos, (cosa extraña en un terreno enque se exige mucho rigorismo lógico y mucha

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unidad en los que defienden, siendo así que losque atacan no llegarán tal vez á entendersenunca). (Grandes risas. ) Bueno es, decía, queel Dr. Simarro admita que las inyecciones duo-denales producen en los conejos el cólera pormano de experimentadores extranjeros, porqueesto lo ha de llevar con el tiempo á admitir lomismo respecto del producido por medio de lasinyecciones hipodérmicas, según afirma Ferran.¿Porqué, que es lo que sirve á S. S. para negarque se pueda producir el cólera en los conejosintroduciendo el cultivo puro del vírgula en eltejido celular subcutáneo? El principal argu-mento es que unos experimentadores como Fer-ran han logrado causar el cólera por este medio,y otros como Doyen en París y Mendoza en Ma-drid no lo han conseguido. ¡ Extraño criterio elde S. S.! Es decir, que para el Dr. Simarro ja-más será verdad un hecho experimental en Me-'dicina, mientras haya unos que lo afirmen y otrosque lo' nieguen! Pues entonces, prepárese suseñoría á negar todo, ó casi todo lo que consti-tuye el bagaje científico de la Medicina en nues-nuestra época. No basta que lo que unos afirmanotros lo nieguen. No basta que un hecho reali-zado por éste no sea comprobado por aquél. ElDr. Simarro sabe muy bien cuan innumerablesson los escollos con que suele tropezar la expe-rimentación en nuestras manos, y no ignora quepara demostrar la certeza de un hecho experi-mental, hay que colocarse exactamente en las

— 343 —mismas condiciones siempre, sin olvidar jamásun solo detalle. Ahora bien : ¿Tiene la seguri-dad S. S. de que Doyen por una parte, y porotra Mendoza, se hayan ajustado en todo á losmismos detalles y á las mismas condiciones queF erran? ¿ Sabe si el cultivo de vírgulas era sufi-cientemente denso, y por lo tanto, suficiente-mente rico en microbios y suficientemente viru-lento? ¿Sabe si el caldo era bastante alcalino, sihabía estado el tiempo necesario á la estufa, siel matraz contenía la cantidad conveniente deaire, si el cultivo era más ó menos reciente? Puessólo sabiendo esto ; sólo teniendo • conciencia dela igualdad de la técnica, es como el Dr. Si-marro tendría también derecho á sacar conclusio-nes negativas de los experimentos de Doyen, ydel que aquí en Madrid S. S. mismo ha presen-ciado. (Muy bien). ¿Pues, que , basta que su se-ñoría diga : «yo he visto inyectar á un conejillodos centímetros cúbicos de un cultivode vírgulas,y el animal no ha muerto », para que á renglónseguido añada : ce el cólera experimental de Fer-ran no es cierto, y Ferran se ha equivocado?»(Bien). Repita S. S. una y mil veces el experi-mento, hágalo como debe hacerlo y hable enton-ces con la misma serenidad que ahora, con esamisma imperturbable serenidad que yo le ad-miro (Aplausos).

Después de esto parece mentira que el Dr. Si-marro llame contraprueba experimental al hechode producir la muerte por septicemia á un conejo

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de Indias, inyectándole hipodérmicamente u»cultivo de vírgulas abandonado antes durante doshoras al aire libre. ¿Qué afirma ni que niegaesto? ¿Qué quiere decir con ello S. S.? ¿Que losgérmenes sépticos del aire se mezclaron con elcaldo? ¿Quién lo duda? ¿Que el caldo así aban-donado puede producir la septicemia? ¿ Quién lodesmiente ? ¿ Que esto da la evidencia de que elcultivo puro inyectado debajo de la piel no pro-duce el cólera experimental? De tamaño dislateabsuelvo por encima de todo al Dr. Simarro, queúnicamente sin advertirlo puede haber caido enél con todo su buen talento.

La verdadera contraprueba experimental estáen inyectar por separado el caldo en la mismacantidad, filtrado y por lo tanto completamenteprivado de vírgulas, y ver si produce la muertede la misma manera que cuando los lleva ; y estosé ha hecho, y lo ha comprobado la Real Acade-mia de Medicina de Barcelona, y se ha publi-cado y se puede repetir cuantas veces se desee, yse puede también probar de ese modo que no esel caldo, no, el que por su cantidad produce lamuerte en los conejillos, sino los microbios quelleva. Ahora bien ; si son estos microbios los delcólera morbo (y en esto, en que el vírgula deKoch sea la causa de tal enfermedad, S. S. estácompletamente de acuerdo conmigo y no con elDr. Santero) : si estos microbios, repito, son losdel cólera, y estos microbios inyectados en el te-jido celular causan la muerte, ¿cabrá dudas acerca

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•del género de muerte á que sucumben los cone-jos? Apelo al buen sentido de S. S. para que im-parcialmente conteste.

¿Qué vale después de todo el que Doyen y al-gún otro (porque total son dos los citados porS. S.) no hayan conseguido producir el cólerapor el método de Ferran en los conejos? ¿Dondeestá la falta de pericia, en F erran ó en los cita-dos señores? ¿Quién es el juez que decide? ¿Esacaso el Dr. Simarro? ¿No sabe S. S. que tam-poco Dodeuswell ha conseguido producir el có-lera en los conejos por medio de inyecciones duo-denales? ¿Ignora, acaso, que también Kleinatribuyó á la septicemia la muerte de los conejossometidos á las inyecciones en el intestino porNicatti y Rietsch, de Marsella? ¿ Negaremos poreso que sea verdad el cólera producido de estemodo? No será ciertamente el Dr. Simarro quienlo niegue, porque ya habéis oído todos, señores,,que lo admite. ¿Ve S. S. á qué contradiccionesle arrastraría su mezquino criterio experimental ?(Grandes ajjlausos).

Y vamos ahora á la cuestión de la inmunidad.Asombra, señores, con qué tranquila sangre fria,niegan rotundamente algunos médicos la inmuni-dad que el cólera produce en los que una vez lopadecen, y mucho más si se considera en qué frá-giles fundamentos apoyan esa negación. Si miquerido amigo el Dr. Pulido no hubiera desar-rollado brillantemente este asunto en todos susaspectos, si yo mismo no me hubiera ocupado

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anteriormente en él durante larga y enojosa dis-cusión sostenida en Valencia y continuada aquíen la Sociedad de Higiene, volvería de nuevoá recorrer caminos trillados. Mas, dispensadme,señores, que no tenga el valor de la repetición yque os haga el obsequio de mi brevedad. Sólo melimito á preguntar á los que pretenden negar laeficacia de la vacuna del cólera, destruyendo an-tes la base de la inmunidad. ¿Qué armas esgri-mís? ¿La de la autoridad? ¿Pretendéis probarque el cólera no deje inmune al colérico con eltestimonio de dos, tres, diez autores que han de-jado consignada su opinión en otras tantas obras?Pues nosotros os opondremos á ese testimonio elde otros autores y otras obras, cinco, diez, veinte,muchas veces, ó por lo menos otros tantos, quesostendrán lo contrario. Luego el criterio de auto-ridad vendrá en último resultado á no tener valoró á tenerlo muy relativo en vuestras manos y enlas nuestras (Muy bien). ¿Decís más? ¿Decís quese dan casos de individuos que en distintas epi-demias, y aun en una misma, han padecido dosy hasta tres veces el cólera? Pues yo os pregunto..¿Son muchos esos individuos? ¿Son tantos en nú-mero que guarden proporción notable con el to-tal de los atacados? No : son dos, tres, diez,quince, en una población, mientras que las inva-siones se cuentan por miles en escasos meses. Yeso dándoos por supuesto que el diagnóstico sehaya hecho ajustadamente, con entera tranquili-dad de espíritu y sin ideas a priori de ninguna

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clase. En cambio, fijaos bien, señores, y veréisque la inmensa mayoría de los coléricos tienenuna corta convalecencia, que vuelven á sujetarseá las mismas condiciones de vida, á beber la mis-ma agua que antes bebían, á respirar el mismoaire, á trabajar del mismo modo : y durante estetiempo la epidemia agota la ciudad causando es-tragos, innumerables víctimas, sembrando el ter-ror, invadiendo y matando por doquier, cebán-dose en organismos de todas clases, no respetandolos fuertes pero prefiriendo los débiles ; mientrasque la gran masa de los que ya lian sufrido su in-fluencia venenosa y han enfermado y no hanmuerto, los miles de atacados y no fallecidos, semantienen incólumes é inatacables en medio detanto estrago, como si una sola invasión de unaenfermedad temible les hubiera consagrado á laconservación y á la vida. (Grandes aplausos).Nada me importa, nada supone el que me citéisunos cuantos casos de individuos vueltos á enfer-mar : éstos son tan pocos, que el mismo ímprobotrabajo que os cuesta el buscarlos y rebuscarlosen el amontonamiento de las estadísticas, pruebasu insignificancia. (Muy bien.) También yo oscitaré algunos miles de personas invadidas. dos ytres veces de tifus abdominal, dos y tres veces defiebre amarilla, dos y tres veces también de laviruela, de esa misma enfermedad cuya inmuni-dad reconocida por todos ha sido el eje de nues-tros conocimientos sobre vacunas. ¿Pretendereispor esto que la viruela no deja inmune al sujeto

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que la padece y que sucede lo mismo con el tifusicteroides y el abdominal? ¿No sería esto unaexageración censurable? Pues cuidad de no caeren ella al hablar del cólera, para que no se os digaque la pasión ciega vuestra imparcialidad (Muybien).

Tratemos otro asunto. Dícese que en la pri-mera nota presentada por Ferran á la Academiade Ciencias de Paris se hace constar que en lasangre de las personas inoculadas, así como en lade los conejos, se encuentran vírgulas y espirilos,y que luego, arrepentido Ferran (y yo no sé porqué esto, dado caso de que fuera verdad, hayade atribuirse á arrepentimiento), al ver el al-cance que podía tener esta aseveración en la prác-tica de las inoculaciones, se declaró en retiraday acudió á la teoría de las ptomaínas para expli-car la acción de la vacuna. Vayamos por partes.En la citada nota es verdad que se dice que lasangre del hombre inoculado presenta los mismoscaracteres que la del conejo, pero véase que seañaden á renglón seguido esos caracteres, se ha-bla de la microglobulia, de las células linfáticasy de los cuerpos discoideos, y no se citan paranada las vírgulas y los espirilos. Es más : en elinforme de la Academia de Medicina de Barce-lona se describen perfectamente los tales caracte-res, y sólo se describen, aparte de los elementosmorfológicos de la sangre alterados, ciertos coc-cus: á estos mismos coccus se ha referido siempreFerran, no pronunciándose nunca sobre su sig-

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nificacion y sus alcances por falta de datos. NiFerran ha dicho, pues, nunca que en la sangrede los inoculados aparecen vírgulas y espírilos,ni nadie los ha visto, ni ninguna Comisión cien-tífica los ha comprobado, ni Ferran ha tenido quearrepentirse de una cosa que jamás ha pensadoen decir. ¿Qué, hay entonces alguna confusión enla nota presentada á la Academia de Paris? Loconcedo; pero la prueba de que eso es un defectode claridad en la redacción de la nota y que nosignifica nada más, es que luego nunca se repiteen ninguno otro documento científico. ¿ Si Ferranhubiera tenido miedo de los alcances de esa afir-mación , por lo que pudiera significar la presen-cia de los microbios en la sangre de los inocula-dos, hubiera insistido luego siempre en que seencuentran en dicha sangre coccus, que al fin y alcabo son elementos figurados que pudieran talvez ser derivados del microbio colerígeno ? ¿ Nojustifica esto plenamente su buena fe científica?¿Es que hemos de volvernos ergotistas y discutirsobre una pequeña oscuridad de redacción, con-virtiendo una triquiñuela en punto encarnizadod.e combate ?

Extraño es también el cargo dirigido por elDr. Simarro á Ferran de haber procedido conligereza en las inoculaciones. (El Sr. Simarropronuncia algunas palabras que no se oyen bien).Sí, Sr. Simarro, muy extraño viniendo de S. S.¿Me autoriza S. S. para hacer público en estemomento algunas de las frases que amigable-

— 850 —-mente me dirigió al salir del local de este Ate-neo en la noche de mi primera conferencia ? (ElSr. Simarro hace signos afirmativos). Pues bien;sépalo el Ateneo: al terminar la citada conferen-cia , mi antiguo y querido amigo, el Dr. Simarro,vino á darme inmerecidamente la enhorabuena,y me dijo: «Has estado muy bien, pero no mehas convencido)). (Risas). Cosa que no me ex-trañó tratándose de S. S., que tan duro es deconvencer y que tanto gusta de no pensar comolos demás piensan. (Risas). Pero siguiendo laconversación, y bajando la escalera, añadió:«Todo esto, aparte de que el Ministro, prohi-biendo las inoculaciones, ha cometido una in-signe barbaridad.» (Prolongadas risas), y comoaquella prohibición se fundaba en la inconcebibleligereza á que ha hecho referencia S. S., quedaplena y claramente demostrado, y debe constar,que el Dr. Simarro piensa ahora de distinto modoque entonces pensó. ( Grandesy repetidos aplausos).

Y ademas, señores, ¿por qué es ligereza lo deFerran? ¿Porque el vírgula que inyecta es unabacteria patógena? ¿Pues no inoculó antes cen-tenares de conejos? ¿No se inoculó él mismo an-tes que á nadie? ¿Nó inoculó á su familia, y á suamigo inseparable Pauli? ¿No hizo con las pren-das más queridas del alma lo que luego había dehacer con 30.000 personas? ¡Ah! Si de ligerezase tratara esto ¡ cuan ligeros no son los médicosque diariamente emplean medicamentos nuevos,sustancias enérgicamente venenosas la ' mayor

— 351 —parte, sin haberlas ensayado nunca, operaciones,peligrosas que nadie lia liecho ,J atrevimientos.que el éxito justifica ó que ampara sólo la autori-dad del título profesional! (Muy bien) ¿Acaso,todos los dias no hacemos uso de recursos tera-péuticos, desconocidos antes, sin necesidad deque el Gobierno nombre comisiones oficiales paraque digan si su práctica es ó no inofensiva?(Grandes aplausos) ¡ Medrados estaríamos nos-otros , los médicos, si á cada paso tuviéramos ne-cesidad de informes de Reales Academias parasaber si podemos ó no dar una inyección ó admi-nistrar unos polvos ! (Aplausos) Nadie habrátan ajeno de razón que deje de defender la inde-pendencia de la profesión médica en todos loscasos; ¿por qué, pues, ahora que se trata deuna cosa que es ó puede ser una esperanza salva-dora hemos de necesitar el regium exequátur de:una Academia que en último resultado nada ha.resuelto porque nada ha podido resolver? (¡ Bra-vo! Grandes y prolongados aplausos).

Ligereza si es, señores, la del Dr. Simarro-que preguntaba la otra noche: «¿Dónde se hapublicado la relación de los síntomas producidospor la inoculación Ferran? ¿Dónde las estadísti-cas? ¿En los periódicos políticos? Pues en los-profesionales y científicos es donde había de ha-berse llevado la cuestión antes que á ningunaparte». Si por pruebas anteriores no estuviera,seguro de la buena fe de S. S., llegaría á dudarde ella, sólo por estas preguntas; porque S. S»

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debe saber muy bien, y si no lo sabe, tanto peorpara S. S., que manifiesta poco interés porenterarse de las cosas antes de tratarlas, debíasaber, repito, que desde el mes de Enerohasta el de Abril y Mayo en que empezaron engrande escala las inoculaciones, los periódicosmédicos más importantes, no de Europa sino delmundo entero, se habían ocupado en los estudiosde Ferran. ¿Pues qué, no conoce S. S. la largalista de publicaciones nacionales y extranjerasque se citan como revista bibliográfica tras delinforme del Sr. Mendoza en la misma publica-ción que tenía S. S. en la mano la otra noche?¿ A qué viene negar hechos que están en la con-ciencia de todos, sólo para presentar argumentosde relumbrón y frases de efecto á los que no es-tán al tanto del curso que ha seguido la cuestiónFerran desde un principio? ¿Cuándo se ha ocu-pado en el asunto la prensa política? Cuando hasido ya del dominio común, cuando las necesi-dades de una epidemia creciente y la resonanciaque los trabajos de Ferran en Alcira alcanzabanhacían el interés cada vez mayor. Y la prensa

' política, esa prensa que llama S. S. callejera,siempre vigilante ante las palpitaciones de laopinión pública, se apoderó bien pronto del he-cho, como lo hace con todo lo que puede darcebo á la justa curiosidad y alientos al justo de-seo de saber. ¿ Puede ser esto un cargo para nos-otros? Ved, señores, con que gran inconsecuen-cia se nos trata. Se acusa á Ferran de guardador

de secretos y se le combate al mismo tiempo,porque, no contento con dar al afán de los pe-riódicos científicos todo el cuerpo de su doctrina,abandona al pasto de la prensa política el exa-men de todos sus hechos ( ¡ Bravo! ¡Muy bien!)¿No queríais publicidad? Pues la habéis tenidoen todos los tonos, de todas las maneras y al al-cance de todas las inteligencias. ¿De qué os que-jáis? ¿Del género de propaganda? ¿Somos acasonosotros los responsables de lo que algunos pe-riódicos dicen en el calor de la polémica perso-nal? Si el criterio del Sr. Simarro siguiéramosnosotros ¿no podríamos á nuestra vez hacerosresponsables de todos los insultos que se nos handirigido desde ciertas columnas? ¿No se nos habautizado con el nombre de Sociedad mercantil?¿No se nos ha dicho que éramos los propagado-res del cólera á sabiendas? ¿Nos hemos quejadopúblicamente á alguien? ¿Hemos venido aquí alAteneo á hacer sonar inoportunamente el eco denuestras justas recriminaciones? ¿No teníamosmás derecho y más razón que vosotros? Y, sinembargo, no lo hemos hecho, porque siemprenos hemos creido superiores, por la santidad denuestra causa, á esas pequeneces y á esas mise-rias (¡Muy bien!)

Ahora tengo que volver á lamentarme de queel Dr. Simarro, que tiene tan clara inteligencia,haya venido á este sitio á mofarse de la hoja queprofusamente se ha repartido conteniendo esta-dísticas y otros datos interesantes sobre la inocu-

— 354 —lacion Ferran, y lo que es peor, á mofarse de losmédicos de partido que las firman y las garanti-zan. S. S. puede juzgar como guste este génerode propaganda que él llama á la, americana, perolo que no puede, y si puede no debe, por res-pecto al título de la noble profesión que ejerce,es pronunciar, y menos en este sitio, frases dedesprecio hacia sus compañeros (¡Muy bien!)

S. S. es siempre muy hábil, pero en esta oca-sión no ha dado muestras de su habilidad. Laotra noche, cuando S. S. desplegaba esa hoja dedocumentos estadísticos y leía sus diversos títulos,y pronunciaba en voz alta y con sorna los nom-bres de los médicos de partido como diciendo,ce j vaya unas autoridades y unas defensas!» pen-saba yo interiormente qué armas tan poderosasentregaba S. S. torpemente en mis manos paracombatirle. ¡Ah! Sr. Simarro, si yo quisierahacer en esta ocasión uso de esas armas... (ElSr. Simarro hace signos de indiferencia y se encogede hombros). Si yo quisiera aprovecharme de ladifícil situación en que S. S. mismo se há colo-cado , poco me costaría hacer ver la injusticiairritante con que S. S. ha tratado á compañerosdignísimos que afirman bajo su palabra honradahechos que ellos han presenciado y no S. S., yque están muy ajenos de creer que su suficienciay su conducta han de ser puestas en duda desdeaquí mientras ellos están allá en la brecha, frenteal enemigo invisible, en medio del peligro y delestrago... (¿Bravo! ¡Bravo! Aplausos estrepitosos

— 355 —y repetidos). No quiero continuar por este camino.¿Ve S. S. cuan fácil me es manejar las armasque S.-S. mismo me ha entregado?

Pasemos á otra cosa. Ferran hizo público suprocedimiento en la nota dirigida en 31 deMarzo á la Academia de Ciencias de Paris yleida en esta corporación en 13 de Abril si-guiente. Esta nota fue conocida de todos los quese tomaron entonces el trabajo de conocerla,puesto que fue publicada en el órgano oficial dela citada Academia y en varios periódicos cien-tíficos.

Esa misma nota fue presentada á mediados deMayo por mi conducto á la Real Academia deMedicina de Valencia, la que contestó nom-brando miembro de la Corporación al ilustre mé-dico tortosino. Se ve, pues, que éste no debíatener gran interés en conservar nebulosidades nisecretos cuando de esta manera entregaba su pro-cedimiento á los hombres de ciencia. Dícese queFerran hizo mal en solicitar de una corporaciónextranjera el premio Breant de 100.000 francos.

¡Donosa ocurrencia! ¿Por ventura ese premiono está instituido para algo? ¿Qué dirán á estolos centenares de profesores españoles que en elpasado año se dirigieron á la misma Academiade Paris en demanda de dicho premio, mere-ciendo que Vulpian dijera que se maravillaba deque hubiera tanto médico en España que supieraescribir?

¿Qué sucedió, pues, para que Ferran, que

— 356 —tres meses antes había entregado á la Academiasu procedimiento, se mostrara reservado con loscomisionados franceses, y especialmente conBrouardel? ¿No os llama la atención esto , seño-res? Bastantes explicaciones di la noche de misegimda conferencia en este sitio, y consideroinútil repetirlas, pero si alguna más necesitara latengo aquí en la mano y voy á dárosla. El mismoBrouardel nos la proporciona públicamente al tra-tar de defenderse en Le Matin de Paris de los car-gos que Ferranlehahechopor su ligereza. Dice asíM. Brouardel: «El Sr. Ferran en su carta parecehaber olvidado como han pasado las cosas Yeso que nosotros habíamos tomado una excelenteprecaución, haciéndole repetir oficialmente todassus contestaciones delante del cónsul francés».¿Queréis oir más, señores? ¿No os basta esto paracomprender toda la irritante ofensa que paraFerran había en esta conducta? ¿Desde cuandolleva una comisión científica notario para quede fe de las conclusiones de aquél que le con-cede la honra de ser interrogado ? ¿ Desde cuándola fe de los hombres de ciencia necesita de la íenotarial en sus estudios? Ante esa desconfianzaofensiva, ante ese insulto desacostumbrado, Fer-ran hizo lo que cualquiera haría en su caso, loque todos vosotros hubierais hecho : calló y senegó rotundamente á explicaciones científicascon comisionados que todo parecían ser menoslo que hubieran debido representar ( Grandesaplausos ).

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Yo quisiera ver, señores, á las eminenciasmás autorizadas del mundo científico : yo qui-siera ver al sabio Pasteur, que en un principiotambién se negó á que se hiciera vacuna carbun-cosa fuera de su laboratorio : yo quisiera ver áKoch, en cuyo laboratorio cuesta tanto trabajoentrar como en los gabinetes de los antiguos al-quimistas (y el Sr. Mendoza puede testificarlo):yo quisiera verlos en presencia de una comisiónespañola mandada con objeto de estudiar sus tra-bajos , y llevando en compañía al cónsul denuestro país para que diera fe de sus afirmacionesy de sus negativas : yo quisiera ver entonces eldiapasón de su dignidad personal qué nota daba :yo quisiera ver qué dirían el Dr. Simarro y losque como él nos atacan, cuando en uso de suamor propio ofendido, los sabios extranjeros vol-vieran las espaldas á nuestros comisionados comoúnica constestacion á la descortesía y á la lige-reza (Grandes aplausos).

¿A qué vienen, pues, todos esos ataques? ¿Aqué viene exhumar la carta de Ferran al Minis-tro de Comercio, y quejarse del poco patriotismodel médico tortosino, porque censura á nuestroGobierno, como si en España no estuviéramos desobra acostumbrados á ser muy buenos patriotasy á hablar mal al mismo tiempo del Ministerio?( Grandes risas y aplausos). ¿A qué viene todoesto, si nada de ello ha de valer para probar laineficacia de la vacuna colérica?

Dejemos ya al Dr. Simarro, que suficiente-23

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mente contestado queda, y acabemos con lo delDr. Santero. Hablemos con él de las estadísticas.Yo no tengo ningún inconveniente, señores, enafirmar que jamás se han presentado en Medi-cina estadísticas tan convincentes. A los mismosmédicos que diariamente acostumbran á usar unnuevo agente terapéutico, apoyados tan sólo enel resultado que en un hospital extranjero hadado en dos ó tres docenas de enfermos : á esosmismos médicos, señores, les parecen defectuo-sas é insuficientes las estadísticas de 30.000 inocu-lados (Risas). Hay que creer en esto lo queaseguran acerca del resultado de las inoculacio-nes los mismos médicos de los pueblos donde laoperación se ha hecho. (El Sr. Santero pronunciaalgunas palabras que no se oyen). S. S. tiene eldeber de creerlo, porque son sus compañeros deprofesión los que lo afirman, y algún respeto hande merecerle (Aplausos). Por lo demás, S. S.tenía un medio bien fácil de salir de dudas.Si S. S. se hubiera tomado el trabajo que otrosmédicos se han tomado para conocer la verdad,es decir , si S. S. hubiera tomado el tren y hu-biera ido á Valencia, hablaría de otro modo, por-que nadie tiene derecho á dudar de lo que no havisto ( Grandes y repetidos aplausos).

Los que allí han estado han podido ver quecada inoculado ocupa una hoja en los registros dela estadística, en cuya hoja se hacen constar elnombre, edad, sexo, profesión, naturaleza, ve-cindad , fecha y lugar de la inoculación y nombre

del inoculador. ¿ Se quiere algo más ? Pues en lasestadísticas en globo se expresan el censo de lapoblación, el número de los inoculados y de losno inoculados, y el de los invadidos y muertosde los unos y de los otros. Dichas estadísticas lasfirman todos los médicos de la localidad, el al-calde, el cura, el juez municipal y hasta el nota-rio, ¡ Y aun le parece poco todo esto á S. S.!

¿ Comprende ahora el Dr. Santero el entusias-mo popular ante la evidencia de los hechos queesas estadísticas condensan? ¿Cómo no han detener los pueblos fe en la inoculación si en loca-lidades pequeñas todos llevan al par que los mé-dicos , esas estadísticas ; si todos saben quién esel inoculado, quién es el invadido y quién es elmuerto, y por los propios ojos tienen noticia delcurso de la epidemia y de los resultados de la ex-perimentación? Y, desengáñese el Dr. Santero;cuando esto sucede, hay que conceder algún va-lor al entusiasmo popular hasta por encima demuchos sabios. ¡ Los sabios! Los sabios teólogosde Salamanca se burlaron del marino genovés,que poco tiempo más tarde había de encontrartendido á lo largo del Océano un nuevo conti-nente ; los sabios físicos de la Sociedad Real deLondres se mofaron del para-rayos de Franklin,que hoy corona, desafiando á las tempestades,nuestros monumentos y nuestras viviendas. Hayalgo en la inteligencia y en el buen sentido po-pular que falta á veces por espíritu intransigentede resistencia en los hombres de saber. Por eso

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yo sentiría, y lo sentiría mucho por los que ahoraatacan á Ferran, que dentro de algún tiempo lle-gará á ser verdad la inoculación anticolérica paratodos, y que nuestros enemigos siguieran cantan-do y protestando como los obispos de La Afri-cana. (Grandes y estrepitosos aplausos. Muchosseñores socios se levantan para felicitar al orador).

El Sr. PRESIDENTE : Debo hacer presente quecomo la sesión de pasado mañana será ya extraor-dinaria, no se concederá el uso de la palabra másque á aquellos señores que la han pedido hastaahora y que se han inscrito. Se levanta la sesión.

Eran las doce y cuarto.